Democratización de La Escuela

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85 La participación política de niñ@s y jóvenes-adolescentes. Contribución al debate sobre la democratización de la escuela Graciela Batallán* y Silvana Campanini** RESUMEN El artículo profundiza en el carácter inherentemente político de la participación de niñ@s y jóvenes adolescentes en el espacio público en general y en la escuela en particular, problematizando el habitual soslayamiento del que es objeto. Se sostiene que esta invisibilidad se debe al status jurídico dependiente que se les asigna, conjuntamente con limitaciones conceptuales relativas al campo de lo “lo político” bajo el presupuesto de la igualdad de los sujetos ante la ley. A su vez, los ámbitos y las formas que canalizan la participación de las nuevas generaciones en el ámbito escolar se nutren de una concepción infantilizadora que evita el conflicto social y la emergencia de lo político. Las experiencias y debates en torno al bien común devienen marginales a la vida escolar, limitando las potencialidades de la institución en tanto espacio para el ejercicio de la ciudadanía en el presente y la confianza en el “futuro ciudadano”. PALABRAS CLAVE: Infancia, Juventud, Participación política, Bien Público, Ciudadanía. * Doctora de la UBA con mención en Antropología Social, Profesora Titular Regular; Co-coordina- dora del Programa de Antropología y Educación, Sección Antropología Social, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Dirección electrónica: [email protected] ** Licenciada en Ciencias Antropológicas, Profesora Adjunta interina; Investigadora del Programa de Antropología y Educación, Sección Antropología Social, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Dirección electrónica: [email protected] Fecha de realización: agosto de 2008. Fecha de entrega: octubre de 2008. Fecha de aprobación: diciembre de 2008. Cuadernos de Antropología Social Nº 28, pp. 85–106, 2008 © FFyL – UBA – ISSN: 0327-3776

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Democratización de la escuela

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    La participacin poltica deni@s y jvenes-adolescentes.

    Contribucin al debate sobre lademocratizacin de la escuela

    Graciela Batalln* y Silvana Campanini**

    RESUMEN

    El artculo profundiza en el carcter inherentemente poltico de la participacin de ni@sy jvenes adolescentes en el espacio pblico en general y en la escuela en particular,problematizando el habitual soslayamiento del que es objeto. Se sostiene que esta invisibilidadse debe al status jurdico dependiente que se les asigna, conjuntamente con limitacionesconceptuales relativas al campo de lo lo poltico bajo el presupuesto de la igualdad de lossujetos ante la ley. A su vez, los mbitos y las formas que canalizan la participacin de lasnuevas generaciones en el mbito escolar se nutren de una concepcin infantilizadora queevita el conflicto social y la emergencia de lo poltico. Las experiencias y debates en tornoal bien comn devienen marginales a la vida escolar, limitando las potencialidades de lainstitucin en tanto espacio para el ejercicio de la ciudadana en el presente y la confianzaen el futuro ciudadano.

    PALABRAS CLAVE: Infancia, Juventud, Participacin poltica, Bien Pblico, Ciudadana.

    * Doctora de la UBA con mencin en Antropologa Social, Profesora Titular Regular; Co-coordina-dora del Programa de Antropologa y Educacin, Seccin Antropologa Social, Instituto de CienciasAntropolgicas, Facultad de Filosofa y Letras (UBA). Direccin electrnica: [email protected]** Licenciada en Ciencias Antropolgicas, Profesora Adjunta interina; Investigadora del Programade Antropologa y Educacin, Seccin Antropologa Social, Instituto de Ciencias Antropolgicas,Facultad de Filosofa y Letras (UBA). Direccin electrnica: [email protected] de realizacin: agosto de 2008. Fecha de entrega: octubre de 2008. Fecha de aprobacin:diciembre de 2008.

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    ABSTRACT

    This article discusses the invisibility but inherently political character of children and youngadolescents participation in public sphere in general and in school especially. We proposethat their invisibility owes to their juridical dependent status, together with conceptuallimitations relative to the academic field of politics, under the assumptions that this oneneeds from the equality of the subjects in law terms. At same time, areas and forms thatcanalize the participation of new generations in schools nourish of a childish conception,which avoids the conflict and their collective resolution. The experiences and debates aroundthe common good are marginal in the school life and restrict the potential of the institutionwhile specific institution for exercising the citizenship in the present, and the developmentof the confidence in the futures citizen.

    KEY WORDS: Infancy, Youth, Political participation, Common Good, Citizenship.

    RESUMO

    O artigo aprofunda no carter inerentemente poltico da participao de crianas e jovensadolescentes no espao pblico em geral e na escola em particular, problematizando ohabitual soslaiamento do que objeto. Sustenta-se que esta invisibilidade deve-se ao statusjurdico dependente que tm, junto com limitaes conceptuais relativas ao campo de opoltico, sob o oramento que este necessita da igualdade dos sujeitos perante a ley. Por suavez, os mbitos e as formas que canalizam a participao das novas geraes na escola,nutrem-se de uma concepo infantilizadora que evita o conflito e sua resoluo coletiva.As experincias e debates em torno ao bem comum so marginais na vida escolar e restringema potencialidade da instituio em tanto espao especfico para o exerccio da cidadania nopresente e o desenvolvimento da confiana no futuro cidado.

    PALAVRAS-CHAVE: Infncia, Juventude, Participao poltica, Bem Pblico, Cidadania.

    LOS SUJETOS DE DERECHO RESTRINGIDO Y EL SENTIDO NATURALIZADO SOBRE LA POLTICA

    Los conceptos centrales que organizan el pensamiento y la prctica polticason objeto hoy de un intenso debate. Las nociones de espacio pblico, interesescolectivos, participacin y decisin, representacin y legitimidad, entre otras, ylas instituciones en las que se encarnan, son impugnadas o reformuladas en sucapacidad para desarrollar una autntica democracia en una sociedadcrecientemente desigual y fragmentada. Tanto se lo mire desde los fenmenos

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    sociales en curso, como desde el mbito acadmico, tal debate manifiesta la emer-gencia y demanda de reconocimiento de una diversidad de actores sociales vincu-lados con problemticas de gnero, tnicas, o de identidad auto asignada, queactan dentro o fuera de las instituciones (los partidos, el gobierno, la escuela, launiversidad, los sindicatos, las asociaciones civiles, etc.), orientando la construc-cin de la vida en comn. Con importantes antecedentes en la historia de nuestropas, estas prcticas se encuadran hoy en un contexto indito de movilizacionessociales que manifiestan nuevas demandas.1

    En nuestra investigacin, cuyo inters de conocimiento son las relacionesentre infancia, juventud y poltica, analizamos algunos ncleos de este debatedesde un enfoque histrico-etnogrfico.2 A nuestro entender, el anlisis del regis-tro realizado en distintos campos empricos resulta fructfero para potenciar lareflexin terica en la comprensin de las relaciones antedichas.3 Al indagar laexperiencia y las reflexiones de ni@s y jvenes-adolescentes escolarizados vincu-ladas con lo poltico, nuestro propsito es desnaturalizar los presupuestos que sos-tienen la exclusin de las nuevas generaciones del campo de la reflexin de lateora poltica, por una parte, y por otra, explicitar la imbricacin que tiene elpensamiento y la accin de los miembros de esta franja de edad con el debatepoltico ms inclusivo sobre la profundizacin de la democracia, el que incluye,desde luego, a la escuela y a otras instituciones o mbitos de la vida social.

    Estas preocupaciones se anudan problemticamente al conocimiento de loque sucede en el primer largo perodo de la vida al que se trata paradjicamentecomo una difusa transicin desde la dependencia del mundo adulto hacia laautonoma de sus miembros en el futuro, momento en el que supuestamenteejercern la verdadera ciudadana, e indistintamente como un microcosmoshomogneo (la nueva generacin) que confronta con el mundo adulto (la viejageneracin). Este cierre conceptual arrastra implcitamente un conceptoesencialista de cultura que fija y tipifica conductas, impidiendo complejizar elanlisis y distinguir prcticas y pensamientos justamente en transicin.

    La propuesta es contribuir a repensar nociones y conceptos para compren-der y explicar la accin de un sujeto no en pleno derecho (Adorno, 1973: 72) enel plano de lo poltico, a fin de que sea posible visualizar la participacin desus integrantes e incluir sus aportes e inquietudes en la construccin del co-mn y de las formas de convivencia (o, lo que es lo mismo, el carcter demo-crtico de la sociedad).

    Precisamente, en el ltimo lustro se consigna en nuestro pas y en la reginun progresivo protagonismo de ni@s y jvenes adolescentes en la escuela (en

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    centros de estudiantes, consejos de grado y convivencia), as como su presenciaactiva en mbitos informales como las movilizaciones callejeras en las queexpresan demandas especficas, ya sea como acompaantes de petitorios y deman-das al Estado, o como protagonistas directos de propuestas de transformacin endiversos espacios pblicos de los que son integrantes.4 Sin embargo, el carcter desujeto de derecho restringido que se les asigna vuelve problemtica la legitimi-dad de sus acciones en tanto ciudadanos en el presente. Prueba de ello es el escasodebate terico para interpretar sus acciones cuando stas involucran al poder, algobierno y la poltica en general, y a sus mbitos privativos en particular, tal comoes la institucin escolar. De hecho, las prcticas institucionalizadas de socializa-cin de las nuevas generaciones en las normas ciudadanas son circunscriptas ameros ejercicios propeduticos que debern aplicar los proto ciudadanos de hoyen el futuro. La postulacin de los ni@s y jvenes-adolescentes como actores conprotagonismo poltico en grados variables parece exceder y hasta traicionar lascategoras cotidianas y acadmicas con las que se interpretan estas prcticas en elespacio pblico, sobre el inexpugnable sobrentendido de que el mundo de la polises privativo de los iguales ante la ley.

    La perspectiva de investigacin adoptada ha buscado describir analtica-mente las actividades y debates de ni@s y jvenes en el campo de lo poltico,haciendo visible y recuperando su protagonismo en el contexto de una sociedadprofundamente interpelada por distintas tradiciones poltico-ideolgicas que ac-tan contemporneamente en un mismo presente. Se procura evitar el anlisisque homogeniza a las prcticas de las nuevas generaciones en virtud de su comnpertenencia a una categora jurdico-demogrfica (menores de edad) y tambinaqul que entrega una presunta explicacin de su comportamiento social a travsde los particularismos territoriales o de distinciones varias, tales como gustosmusicales, corporales, estilos de vestimenta, entre otras, las que operan tcitamen-te como sub-culturas cerradas que confrontan entre s y eventualmente con elmundo adulto en general (Batalln y Campanini, 2005).5

    El objetivo de este artculo circunscrito a algunos aspectos tericos sobreun campo relativamente nuevo es propiciar el debate en el terreno de la antro-pologa de la educacin, a fin de incorporar el anlisis de la accin social protago-nizada por ni@s y jvenes adolescentes en la dimensin de lo poltico y particu-larmente en la discusin sobre la eventual democratizacin de la escuela.

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    EL DEBATE CONCEPTUAL SOBRE LO POLTICO Y LA EXCLUSIN DE LA ACCIN DE LASNUEVAS GENERACIONES

    La preocupacin acerca de los contenidos, alcances y derroteros posibles dela democracia actual ocupa desde hace dos dcadas un lugar destacado en el deba-te de las ciencias sociales y la filosofa poltica. En trminos generales, la discusinha puesto en entredicho: a) la naturaleza de la poltica en su capacidad para orga-nizar los marcos de una vida justa y digna en el seno de las sociedades capitalistas,b) la posibilidad de la poltica para canalizar el debate social en marcos institucionalesdemocrticos y c) los contenidos asignados a la ciudadana y los criterios para designara los iguales dentro de tal comunidad (Arendt, 1997; Butler et al, 2003; Fraser, 1993,2002; Habermas, 1986; Laclau y Mouffe, 1985; Mouffe, 1999; Laclau, 2002).

    Entendemos al terreno de lo poltico como el campo de la construccin dela vida en comn (la comunidad y su regulacin). Las prcticas y discursos sobreesta dimensin de la vida social conllevan conceptos y nociones de uso sobreformas de gobierno y la participacin de los individuos y de los diversos sectoressociales que conforman la totalidad social. Algunos autores distinguen dentro deaquel amplio escenario a la poltica, entendiendo por sta al ejercicio de la activi-dad (Rosanvallon, 2003). Esta precisin es a nuestro entender una contribucinpara descartar la asociacin vulgar del concepto a las meras formasinstitucionalizadas de la democracia representativa.

    Al describir la evolucin de las teoras liberales de la democracia bajo tresmodelos la democracia como proteccin, la democracia como desarrollo y lademocracia como equilibrio, Macpherson ya haba sealado la creciente inca-pacidad de la forma democrtica representativa para garantizar una democraciaparticipativa en una sociedad dividida en clases (Macpherson, 1994). Lareformulacin de tales teoras se ha visto alimentada y confrontada por los proce-sos sociales derivados de la transformacin neoliberal de las sociedades contem-porneas y por movimientos sociales a travs de los cuales sujetos con identidadautoasignada han reclamado nuevas o diferentes formas de inclusin en la ciuda-dana (Castel, 1996; Bourdieu, 1999; Wacquant, 1997). El debate terico y laconflictividad social han conducido a reelaborar una nocin de lo poltico querebase lo meramente estatal, permitiendo reconocer formas de participacin queconfrontan, modifican o trascienden las formas representativas instituidas.

    De particular importancia por los debates a que dio lugar ha sido la con-ceptualizacin de J. Habermas acerca de la emergencia de la esfera pblica oasociaciones democrticas en las sociedades capitalistas, como mbito analti-

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    camente distinguible del aparato del Estado y del mercado, que rene los intere-ses comunes o intereses pblicos de los sujetos privados en lo tocante a laregulacin de su trfico mercantil y a su posicin ante el poder poltico, convir-tiendo tales intereses en objeto de comn raciocinio (Domnech, 1986).

    Nancy Fraser reconoce los aportes de este autor, a la vez que refuerza unaserie de limitaciones de lo que se ha dado en llamar democracia deliberativa. Sucrtica se centra en la supuesta neutralidad del espacio pblico, sostenida en lacreencia de una eficaz puesta entre parntesis de las desigualdades sociales, segnla cual ste es un lugar vaco culturalmente, desprovisto de un ethos especfico yque se acomoda a una neutralidad perfecta (Fraser, 1993: 27). En consecuencia,discute el problema conceptual relativo al bien comn y el sentido de pblico enlas sociedades estratificadas, reiterando que ste es un escenario estructural don-de la contestacin o negociacin ideolgica y cultural se lleva a cabo.6 En estepunto Fraser se detiene poniendo en cuestin que un pblico democrtico re-quiere oportunidades para que las minoras puedan convencer a otros de que loque en el pasado no era pblico en el sentido de ser un inters comn, hallegado a serlo en el presente. Dado que el resultado de la deliberacin no sepuede conocer con anterioridad, el bien comn no puede ser presumido previa-mente, por lo que no viene al caso poner lmites sobre qu tpicos, intereses ypuntos de vista son admisibles en la deliberacin. La idea de contrapblicos subor-dinados (que expresan la voz de minoras, agrupamientos y categoras sociales enel espacio pblico), acuada por la autora, implica una nocin de hegemona quesobrentiende el dominio de unos intereses por sobre otros.

    Si se analiza la dinmica social en la Argentina, es posible acordar que losreclamos de desocupados y las protestas sociales proceden como tales contrapblicos,demandando y exigiendo los derechos ciudadanos al trabajo y la vida digna desdeel lugar de fuerza de la marginalidad, a fin de evitarla o resistir. Su continuidad ypermanencia ha ido transformando los tpicos del debate social sobre el carcterdemocrtico de la sociedad y de las polticas del Estado, conjuntamente con laexplicitacin de propuestas y acciones autnomas. Sin embargo, volviendo a ladimensin conceptual, la reflexin de Fraser limita la potencialidad contenida enla nocin de contrapblicos, al sostenerse en un concepto de identidad tributariodel culturalismo, en argumentos tales como que La participacin significa laposibilidad de hablar en su propia voz y, a travs de ella, en un idioma y un estilo,construir la identidad cultural. La reconstruccin democrtica del espacio socialse orienta hacia la conformacin de un mosaico de culturas e intereses, ms que auna redefinicin de los mrgenes, alcances y contenidos de la vida en comn.

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    Nuestra perspectiva reconoce los aportes hasta aqu sintetizados, pero aspi-ra a trascender el estilo predominante de investigacin sobre la temtica, el que seha caracterizado por el registro de las manifestaciones simblicas y contestatariasde grupos juveniles contemporneos (Reguillo, 2000; Feixas, 1998; Barbero, 1998).Nociones como las de tribu y consumo cultural con las que se engloba talesexpresiones, abrevan en el mencionado culturalismo, al segmentar arbitrariamen-te a los grupos y a sus prcticas segn la pertenencia social y ecolgica, reduciendolos alcances y preocupaciones que estas generaciones elaboran acerca del espaciopblico a los intereses del endogrupo (Lesko, 1992; Padawer, 2004).

    Asimismo, la resistencia militante o la indiferencia hacia las instituciones ymodalidades vigentes que dan cauce poltico a la participacin, no constituyen lasnicas expresiones con connotaciones polticas que los ni@s y jvenes-adoles-centes elaboran hacia el mundo pblico. El registro de estas prcticas debe asimis-mo incluir las numerosas experiencias en las que se expresan preocupaciones ypropuestas de construccin de la vida en comn, ya sea en mbitos de pertenencia(como la escuela y su entorno) o que los trascienden, como cuando manifiestanintereses de justicia e igualdad referidos a las polticas pblicas de la ciudad o delpas, y que no necesariamente los afectan directamente.7

    Para que las categoras analticas de la ciencia poltica puedan alcanzar a losni@s y jvenes-adolescentes, es necesario cuestionar justamente la paradoja delcontenido monoltico asignado a la transicionalidad en la que se ubica a las nue-vas generaciones, abriendo la reflexin a la posibilidad de formular diferentesintereses y modalidades de participacin segn momentos del ciclo vital infantil yjuvenil. En efecto, si bien, como adelantramos, el amplio perodo que abarcaa la escolarizacin y se extiende hasta la mayora de edad ubica a sus miem-bros en un status de no sujeto en pleno derecho ante la ley debido a su depen-dencia con respecto al mundo adulto, el nfasis puesto en la minoridad y en laproteccin que fundamenta tal situacin jurdica, al tiempo que vela (cuida) porellos, vela (ignora) el carcter poltico de su participacin.8

    Tal vez como desafo conceptual se requiere replicar el movimiento quepermiti la profunda extensin horizontal de los iguales cuando demandaron sulugar dentro del mbito de lo pblico, portando identidades sociales dismiles a lahegemnica, y a quienes finalmente les fueron reconocidos diferentes tipos deprotagonismo en la sociedad (Grassi, 1999). En este caso, se tratara de habilitartal condicin de posibilidad a las generaciones que sern necesariamente herede-ras de lo comn.

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    Simtricamente, si bien la funcin de formacin ciudadana asignada a laescuela liga a sta inextricablemente con la democracia y la poltica, los conceptospropios de este campo semntico (tales como poder, autoridad, legitimidad, re-presentacin, control, participacin, transparencia, etc.) y los usos que de talesnociones se hace lugar, presentan limitaciones para recuperar la especificidad delas formas de convivencia en esa institucin. Tales herramientas analticas ori-ginadas en la preocupacin sobre el gobierno y la ley como responsabilidad de losiguales parecen sobrepasar ese particular mundo, volviendo dificultosa la re-flexin de la escuela en cuanto mundo constituido por un sujeto jurdicamenterestringido y, por lo tanto, inhabilitado para la actuacin poltica (Batalln et al,2001; Batalln, 2007; Giroux, 1993).9

    Dado que estas prcticas y la conflictividad que les es inherente existen yexpresan un potencial de enriquecimiento para la vida democrtica ms all de losmuros escolares, un primer interrogante a responder es de qu modo analizar laheterogeneidad de intereses de los miembros de esta edad de la vida en torno alcampo de lo poltico y de la poltica en la cotidianeidad de la vida en la institu-cin. La reconstruccin histrica deviene central, entonces, para contrarrestar ladivulgada idea de la apata e indiferencia o el comportamiento meramente icono-clasta que se atribuye en general a la nueva generacin, considerando las tradicio-nes e hitos que conforman la memoria y las identidades de los colectivos, as comolas fuentes de formacin e informacin con las que, especialmente los jvenesadolescentes, nutren su pensamiento.10

    LA HISTORICIDAD DE LAS CATEGORAS INFANCIA Y JUVENTUD ADOLESCENTE Y LOSPROCESOS DE INFANTILIZACION EN EL PRESENTE

    Hablar de la transicionalidad o indeterminacin de esta edad de la vida(que abarca actualmente hasta los 18 aos), exige hacer referencia a los aportesseeros de Philippe Aris.11 Este autor advierte sobre la necesidad metodolgicade poner en tensin la larga duracin y los cambios contingentes, ubicandohitos y configuraciones sociales diversas en el registro documental de la historia yde la etnografa, a fin de relativizar la naturalizacin esencialista de las edades de lavida. La tesis del autor es que tanto la categora de infancia como la de juventuddesaparecen en las sociedades occidentales en la Edad Media,12 siendo recinen los siglos XIV y XV, durante el Ancient Rgime, que puede constatarse el(re)descubrimiento de la infancia y la paulatina difusin de un sentimiento

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    hacia esta edad de la vida, acompaando la aparicin de la cultura escrita y dela escuela en occidente.13

    Aris sostiene que es el encierro y la exclusin del mundo de la experienciaproducido por la escuela lo que permite la autoconciencia sobre esta etapa de lavida a sus protagonistas. Posteriormente, la explosin escolar que se extendidesde 1930 hasta nuestros das, en el marco de los cambios socioeconmicos de laera industrial, permiti la reconstruccin de otra categora, la adolescencia, a laque no se le atribuye funciones activas dentro de la sociedad (Aris, 1995).

    La adolescencia de hoy en da se encierra en su condicin y la prolongams all de la edad de sus arterias, en una sociedad imaginaria, indefinidamentejoven. Como se mantiene en una situacin de dependencia, en particular conrespecto a la madre, pasa por peridicos arrebatos de rebelin, de emancipacin,que acompaan, prolongan o reemplazan las tensiones develadas por el psicoan-lisis (Aris, 1995).

    El documentado anlisis del autor finalmente desemboca en una conse-cuencia simblica simple, entendiendo que es el deseo de prolongar la juventudpor parte de los adultos la causa que lleva a retrasar la autonoma de los jvenes,principalmente prolongando el purgatorio de la escolarizacin.

    La emergencia histrica de esta categora demogrfica resulta inseparableno solamente de su relacin con la educacin escolarizada y la familia nuclearburguesa, sino tambin de las nociones individualistas del derecho y la economacapitalista, es decir, del conjunto institucional sancionado por el Estado moderno(Daz de Rada, 2003; Baratta, 1998). Vinculado a la temtica especfica que aqunos interesa, la reconstruccin de la sociedad moderna capitalista ha puesto derelevancia la participacin de ni@s y jvenes en mbitos pblicos y procesospolticos tanto en Europa como en nuestro pas (Thompson, 1989, 1995; Cavigliaet al, 1996; Barrancos, 1987; Carli, 2002). No obstante, el enfoque centrado en elprogreso que domin la autocomprensin de la sociedad hasta bien avanzado elsiglo XX, privilegi la mirada centrada en las instituciones de proteccin de lainfancia y de la juventud, visualizndolas como espacios a-polticos en tanto losaislaban del conflicto social y la explotacin econmica. Slo muy recientementese ha puesto en entredicho el complejo tutelar tanto por sus implicancias en eldisciplinamiento de los individuos como de los conjuntos sociales. Es precisa-mente desde la investigacin sobre el tratamiento judicial y jurdico de menoresque ha comenzado a exponerse una problemtica que corresponde extender atoda la institucionalidad relacionada con la infancia y juventud. Analizando ladiscusin generada en torno a la edad en que corresponde pensar a un sujeto

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    como penalmente responsable a la luz del registro transcultural, Daz de Radaargumenta que sta no podr ser abordada racionalmente, en tanto no se escla-rezcan las relaciones especficas entre la ley estipulada desde las interpretacionesde los adultos y las prcticas de institucionalizacin de rdenes morales ejercidasen los diversos mbitos infantiles. Las prcticas institucionales descansan en elsupuesto bsico de que los menores no son artfices de su mundo sociocultural,concepcin que el autor atribuye al modelo de un adaptacionismo externalista.

    La relacin entre el sujeto individual y la cultura queda as sancionadacomo una relacin transitiva no reflexiva: el individuo recoge la cultura para s,como si de un objeto exterior se tratase y de ese modo queda en la sombra todo loque el sujeto le hace a la cultura al intervenir en las relaciones sociales de las que lmismo forma parte (Daz de Rada, 2003).

    En trminos epistemolgicos, no se trata de pensar en nuevos sujetos, sinode abordar el conocimiento de esta relacin, entendiendo a sus protagonistas comoun sujeto social con potencialidades que requieren ser documentadas y analizadasen su complejidad (Willis, 1988; Bourdieu, 2000; Batalln y Morgade, 1992;Batalln y Varas, 2002).

    EL MANDATO DEMOCRATIZADOR DE LA ESCUELA Y LA INVISIBILIDAD POLTICA DE LOSSUJETOS QUE LA CONFORMAN

    La escuela se defini histricamente por la separacin y resguardo de losni@s y jvenes de otros mbitos potenciales de socializacin (la calle, la fbrica,los cultos, entre otros) y del entorno social percibido como problemtico. Talseparacin del nio/joven del mundo domstico-privado se fundament asimis-mo en el mandato moderno por el cual la escuela sera la institucin pblicaencargada de la instruccin y del aprendizaje en el conocimiento universal y en laconvivencia ciudadana responsable. En lo que corresponde a esta problemtica, elapelativo de pblico para la escuela tiene particulares connotaciones ya que estaadjetivacin comporta: a) la obligatoriedad del Estado en la distribucin igualitariade la educacin como un bien social, b) la constitucin de un espacio no do-mstico para el desarrollo progresivo de los vnculos sociales entre adultos ymenores y, concatenado con lo anterior, c) el reconocimiento de la particula-ridad de la institucin educacional, como coparticipada (la comunidad esco-lar) entre madres/padres/tutores y el Estado (Rockwell, 1995; Batalln y Va-ras, 2002; Batalln, 2007).

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    La expansin de la escolarizacin obligatoria enfatiz y prolong el carc-ter transicional de esta etapa de la vida, proyectando la participacin plena deni@s y jvenes a un futuro, reforzando las definiciones jurdicas sobre la ciuda-dana propiamente dicha como competencia de los adultos.

    El rechazo a pensar la escuela como un mbito poltico que incluya elprotagonismo de los ni@s y los jvenes adolescentes precisa ser comprendido,tal como adelantramos, en la lgica del sentido comn prevaleciente acerca delpoder y algunos de sus trminos asociados, an vigentes. Especficamente, la pro-teccin escolar de la infancia frente a una exterioridad social a la que se cualificabacomo inmersa en la contienda violenta y la explotacin laboral, condujo a enfati-zar la asociacin del poder con la dominacin, la violencia y la coercin de fuertessobre dbiles. En este proceso de construccin de la institucin escolar, los aspec-tos productivos de lo poltico en relacin con su capacidad para reformular racio-nalmente las condiciones de la convivencia, quedan eclipsadas, trasladadas, o bienmitificadas.14

    De modo complementario, la dinmica de los vnculos intra-escolares queresponden a la lgica burocrtica de un sistema jerrquico-vertical, refuerza lamencionada concepcin sobre el poder que describe la subordinacin tambin delos adultos (principalmente de los docentes) y su exclusin como categora anal-tica pertinente para reflexionar sobre la escuela como un espacio democrtico. Dehecho, el efecto de la dominacin del poder de la burocracia se condensa en laobediencia debida que deben acatar los agentes; en el caso de la escuela, los maes-tros, en virtud de su ubicacin en el extremo dbil de la jerarqua. Si bien sonvistos por nio@ y jvenes adolescentes como los portadores del poder, para losmaestros ste se ubica afuera de los vnculos escolares, en las autoridades supe-riores del sistema o en la presin o el control que reciben por parte de padres yapoderados. De hecho, y siguiendo la lgica de los maestros, en la naturalizadarelacin con los ni@s y jvenes no existiran relaciones de poder, sino el ejercicioaltamente auto-recriminado del abuso o la violencia.15 En definitiva, el poder, conla mencionada carga de significado, aparece ajeno para analizar lo que sucede en laescuela y para comprender su particularidad, al tratarse de una institucin semipblica (Batalln, 2003: 685).

    Un segundo conjunto de argumentos permiten comprender la invisibilidaddel protagonismo de las nuevas generaciones en la escuela, derivados de la polmi-ca terico-poltica de las funciones de la escuela en la sociedad moderna. Para losliberales, la constitucin de la escuela como espacio pblico igualitarista, capaz deposponer las diferencias sociales, econmicas y culturales de quienes acceden a

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    ella, supuso un pacto democrtico de neutralidad valorativa (condensado en elderecho universal a la educacin) que exige por definicin la exclusin de losintereses polticos. Imbuidos de esta tradicin, los ejercicios de socializacin ciu-dadana que se ofrecen a los nin@s y jvenes persiguen un acercamiento a lasformas institucionalizadas y ritualizadas de la poltica y, al hacerlo, limitan y pos-ponen la explicitacin del conflicto y la confrontacin que le son inherentes.

    La proteccin adulta niega la influencia (o la posible influencia) que lascorrientes de pensamiento y las tradiciones partidarias tienen directa o indirecta-mente sobre los jvenes, las que al no explicitarse ni discutirse producen el efectopreanunciado de manipulacin. Tales resguardos y tendencia a infantilizar a losmiembros de esta etapa de la vida pueden encontrar adems su explicacin en elcarcter de inusitado terror con que la dictadura militar castig las formas departicipacin poltica de los jvenes en las ltimas dcadas.16 Los peligros de ladifusin de las distintas ideologas y el rechazo a los discursos politizados en lasescuelas se constituyen tcitamente entre los adultos responsables en un lmitepara la promocin del anlisis y del debate sobre formas progresivas y fundamen-tadas de participacin del sector.

    La naturaleza polticamente neutral de la escuela ha sido rebatida por loscrticos radicales, al sealar el profuso compromiso tcito de la institucin con lareproduccin (poltica) de la sociedad desigual. No obstante, la omnipresenciadel poder en la escuela que resaltan las perspectivas reproductivistas y foucaultianasproduce un efecto analtico similar al anteriormente comentado, al encallar elanlisis acerca de formas organizativas pertinentes a la escuela como un particularmundo protagonizado por ni@s y jvenes-adolescentes.17

    En dicho contexto, la participacin orgnica o contingente, directa oindirecta de estos sujetos en reclamos y propuestas argumentadas de transfor-macin de los mbitos escolares y no escolares, de los que tambin son (en espacioy tiempo) protagonistas, resultan marginales a la vida cotidiana escolar,difuminndose los efectos emancipadores ligados a la produccin de conocimien-to y a la formacin presente del futuro ciudadano, en el campo de lo poltico.18 Esen esta trama de sentidos y tradiciones sobre lo poltico en la escuela, en la cual esposible hallar una explicacin de la naturalizada exclusin de las nuevas genera-ciones de la mtica comunidad escolar, la que hasta an hoy no es masivamentereclamada por ellos.

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    CONCLUSIONES

    Existe una contundente justificacin acerca de que ni@s y jvenes sonsujetos inaugurales (Arendt, 1997:123) al mismo tiempo que sujetos de cuidado yrecepcin de la acumulacin cultural.19 La idea de lo nuevo que viene a renovar almundo est en el trasfondo de muchas teoras sobre lo poltico, que ignoran elproceso de desarrollo del nio/joven que culmina en l. Al nominar a los jvenescomo un bloque generacional opuesto al mundo adulto, lo nuevo que ellosrepresentan es indistintamente idealizado o peyorativamente estigmatizado.20 Ensuma, la perspectiva culturalista no permite superar el particularismo del anlisissobre ste u otro fragmento social, al tiempo que los escinde del anclaje que po-seen en el acontecer de los procesos sociales. En el caso de los jvenes escolarizadoses la orientacin pedaggica y la organizacin jerrquica propia de la institucinescolar la que los constituye como un sujeto uniforme en el polo subordinado dela relacin, atribuyndoles por tanto intereses meramente corporativos frente auna jerarqua en la que no tienen participacin. De este modo el comportamientoidentitario que se asocia a una cultura juvenil responde ms bien al arraigoinstitucional de las prcticas, a su decantacin y repeticin. Por el contrario, elregistro etnogrfico documenta que las manifestaciones de los jvenes como co-lectivo estudiantil /juvenil son fugaces y contingentes frente a la predominanciade polmicas, distinciones y clasificaciones, tradiciones y pertenencias, con lascuales los jvenes construyen la vida cotidiana y las prcticas en el ejercicio de suprotagonismo en el terreno de lo poltico.

    Frente a la escisin generacional del anlisis, es interesante considerar lacategora de contemporaneidad, en el sentido dado por Schtz. Este concepto per-mite analizar los vnculos entre al menos tres generaciones (contemporneos, an-tecesores y sucesores) que comparten un presente histrico, y ofrece un funda-mento complementario a la nocin de heterogeneidad social, permitiendo enten-derla como producto de procesos de socializacin y apropiacin singular (Heller,1976) que entraman a las distintas generaciones. Siguiendo el enfoque histrico-etnogrfico propuesto, se vuelve factible analizar y valorar las polmicassociopolticas de las que participan ni@s y jvenes adolescentes en virtud deadhesiones a diversas tradiciones poltico- ideolgicas de las organizaciones o co-lectivos polticos en las que abrevan y con las que en ocasiones polemizan desde suparticular perspectiva, constituyendo series de apropiaciones que los vinculan conotras generaciones y simultneamente contribuyen a diferenciarlos. Consecuente-mente, se hace factible sustituir la presuposicin de que a una edad de la vida le

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    corresponde un contenido especfico y homogneo de prctica poltica, por lapregunta acerca del sujeto colectivo que se construye a travs de la prctica polti-ca como proceso dinmico que vincula a la totalidad societal. Muy especialmente,la imbricacin histrica e institucional entre la nueva y vieja generacin permiteconsiderar a las prcticas de ni@s y jvenes en el terreno de lo poltico, comoanalizadores de la crisis de las formas tradicionales de la poltica, a la vez questas manifiestan tambin continuidades.

    Los argumentos aqu presentados permiten comprender por qu siendotanto el resguardo de la infancia como la socializacin en el ejercicio democrticocotidiano ambas condiciones necesarias para la constitucin y legitimidad de laescuela como una comunidad, la relacin entre ellas ha resultado histricamen-te problemtica. Las concepciones acerca de lo poltico y el poder tejidas en tornoa la escuela han conducido a cuestionar alguno de los trminos de la relacin, obien a descartar a la misma escuela en tanto institucin imposible. En este pun-to la controvertida interpretacin sobre su papel, como lugar de reclusin y cal-vario o bien como el mbito privilegiado especfico del mundo de infancia, me-rece ser repensada. En nuestro pas este debate tiene antecedentes histricos quetestimonian las concepciones sobre escuela y educacin del primer socialismo, delanarquismo y del movimiento de la escuela nueva. Aunque soterradas por lavisin hegemnica de la historiografa argentina, estas propuestas se encuentranen la base de las prcticas de protagonismo de ni@s y jvenes adolescentes quehoy podemos registrar. La necesidad de recuperar esta reflexin resulta insoslaya-ble en la actualidad, alertada por la existencia de propuestas de escolarizacinalternativas que indican un camino incierto relativo al bien educativo, garantiza-do en y por el estado. La no realizacin del contenido emancipador prometidopor la educacin, a la que contribuye la infantilizacin y silenciamiento de losni@s y jvenes como sujetos polticos, promueve el abandono de la escuela comoespacio pblico, favoreciendo la segmentacin social.

    En lo que respecta a la investigacin acadmica, la amplitud de intereses,prcticas y debates que estos sujetos expresan hoy en torno a la vida ciudadanaamerita un esfuerzo redoblado por darle acogida en categoras de anlisis quepermitan comprenderlos como protagonistas polmicos de una sociedad en laque aspiran a ser reconocidos como partcipes. Siguiendo a Clifford Geertz eneste punto, se trata de devolver a los megaconceptos de las ciencias sociales esaclase de actualidad sensata que hace posible concebirlos, no slo de manera realis-ta y concreta sino, lo que es ms importante, pensar creativa e imaginativamente

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    con ellos (Geertz, 1995). En este camino nos interesa repensar los conceptos queconstruyen la vida democrtica, incluyendo las prcticas sociales que permanecenprejuiciosamente veladas.

    NOTAS

    1 Los artculos contenidos en el reciente nmero de Cuadernos de AntropologaSocial recuperan algunas de estas problemticas desde la perspectiva de la disciplina.Vase Cuadernos de Antropologa Social, nmero 27, Seccin Antropologa Social,Instituto de Ciencias Antropolgicas, FFyL, julio 2008.2 Proyecto de Investigacin UBACYT F-134: Infancia, Juventud y Poltica. Laparticipacin de un no ciudadano en el espacio pblico. Programacin 2004-08. Directora: Dra. G. Batalln. El equipo de investigacin se encuentra integrado,adems de las autoras, por Ana Padawer, Elas Prudant Leiva, Iara Enrique, SoledadCastro, Marina Visintn, Marina Rubinstein, y en su primer tramo, CarolinaPostiglioni. Colaboraron especialmente en el trabajo de campo y en la realizacinde este artculo, Elas Prudant Leiva, Iara Enrique y Soledad Castro.3 El corpus de la investigacin registra, entre otros, las actividades desarrolladas enel marco del Programa La Legislatura y la escuela (Legislatura del Gobierno de laCiudad Autnoma de Buenos Aires) destinadas a estudiantes de nivel primario ysecundario; las organizaciones estudiantiles en la escuela media; las organizacionesno gubernamentales que los acogen dndoles un lugar relevante en tanto sujetosde derecho, entre las cuales se encuentra Pelota de Trapo y la participacin endiversas organizaciones sociales, vinculadas a movimientos de base territorial, comoas tambin movilizaciones auto convocadas y protestas espontneas que los vuelcana la calle, entre las cuales se destacan por su difusin pblica las realizadas algobierno de la ciudad de Buenos Aires en el 2005, a colacin de los sucesos deCromagnon. Para un desarrollo detallado de los contextos de prcticas involucradosen la investigacin, vase Batalln et al, 2005; Batalln et al, 2007.4 Limitndonos al registro documental de nuestra investigacin, los nin@s y jvenes-adolescentes son partcipes activos de los piquetes y protestas organizadas por losmovimientos de desocupados; al mismo tiempo, resultan los protagonistas centralesde La Marcha por los Nios del Pueblo que la organizacin Pelota de Trapoanualmente organiza en conjunto con la Central de los Trabajadores de Argentina

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    (CTA) y los gremios docentes, a fin de exigir el cumplimiento de los derechos dela infancia y la juventud; se auto-convocan y auto-organizan en sentadas y tomasde los edificios escolares, especialmente a partir de 2006, reclamando porcondiciones de seguridad edilicia y por la provisin estatal de educacin, al tiempoque participan en las conocidas marchas conmemorativas de La Noche de los Lpicesy dems movilizaciones que involucran el cumplimiento del mandato constitucionaldel derecho a la educacin pblica y gratuita.5 Un anlisis detallado acerca del carcter poltica e ideolgicamente heterogneode las prcticas polticas de los jvenes adolescentes en torno a los centros deestudiantes pude verse en Enrique, 2008, cuya investigacin individual formaparte del Proyecto.6 Las citas de Fraser corresponden a la traduccin realizada por Jos FernandoGarca. Las cursivas son nuestras.7 En lo que hace a nuestra temtica particular, el registro documental del ProyectoLa Legislatura y la escuela muestra a los ni@s y jvenes mayoritariamenteorientados hacia la resolucin de problemticas que involucran el bien comn,tales como el rediseo de la bandera del gobierno de la CABA, la contaminacinde los ros y la necesidad del boleto para discapacitados, entre otros. Por el contrario,los proyectos legislativos que ellos elaboran para participar del programa y cuyoobjeto se centra en problemas propios de estas edades de la vida o que secircunscriben a sus propios mbitos institucionales y sociales, no solamente resultanminoritarios, sino incluso son rebatidos en el recinto por los restantes estudiantes.Para un examen detallado, vase Batalln et al, 2007.8 En un mismo sentido, Baratta ha argumentado que la efectiva conquista deespacios protegidos para la infancia no debera interpretarse como incapacidadpara ejercer su voz y opinin (Baratta, 1995:143).9 La investigacin etnogrfica en educacin ha puesto de manifiesto los procesostcitos de coercin, negociacin y resistencia que llevan a cabo los nin@s y jvenesen las dinmicas escolares (vase, entre otros, Rockwell, 1996). No obstante, elargumento que aqu presentamos procura hacer visible la accin poltica de estascategoras de sujetos, tal como ellos la explicitan en su relacin con el bien comny la vida democrtica, lo cual es analticamente distinguible de los procesos antesmencionados.

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    10 La investigacin de campo realizada por Iara Enrique y Soledad Castro sobre loscentros de estudiantes en la Ciudad Autnoma de Buenos Aires y en el Conurbanobonaerense documenta las mltiples polmicas que suceden entre los participantesestudiantiles respecto a la legitimidad de las identidades partidarias e ideolgicasen los centros de estudiantes y su anclaje aceptado o no en las prcticaspolticas juveniles y en las formas organizativas gremiales de las generacionesprecedentes. Al mismo tiempo, el grado de sedimentacin que la participacinestudiantil adquiere en cada escuela deviene central para explicar las orientacionespoltico-gremiales que cada centro desarrolla y su relacin con las autoridadesescolares.11 Vase Aris, 1986, 1987, 1995.12 No haba jvenes hombres sino hombres jvenes. La edad adulta comenzabapronto, antes de la pubertad, y acababa tambin pronto, poco despus de los 30aos, en el umbral de una vejez precoz expuesta a las enfermedades y a la muerte(Aris, 1995). En lo que refiere a la investigacin acadmica, este autor afirma queHubo un tiempo en que los historiadores tendan a creer que la sensibilidadhacia la infancia no haba cambiado nunca, que era un elemento permanente de lanaturaleza humana, o que se remontaba al siglo XVIII, al siglo de las luces. Hoy sesabe que ha tenido una gestacin larga y gradual, que ha surgido lentamente en lasegunda parte de la Edad Media, a partir del siglo XII-XIII, y que se ha impuestodesde el siglo XIV con un movimiento en constante progresin (Aris, 1986).13 Entre los rastros que permiten visibilizar este proceso, Aris destaca la iconografay el monumentalismo ligado al culto de la muerte, que documentan la salida delos ni@s del anonimato y de la indiferencia de tiempos pasados.14 Una autora como H. Arendt, que resalt el carcter inaugural de los sujetos enel espacio de lo poltico y su capacidad para debatir la vida en comn, no obstanteha esgrimido juicios contrarios cuando reflexiona sobre el rol que la escuela debeasumir con las nuevas generaciones, compelindola a transmitir el legado de lamodernidad. Para este punto, vase Arendt, 1996.15 Vase Batalln, 2007.16 Como es de pblico conocimiento, el proyecto de desaparicin de personas nosolo castig a quienes eran identificados como jvenes militantes, sino incluso alos estudiantes secundarios que reclamaban por el boleto estudiantil, en latristemente clebre Noche de los lpices.

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    17 Para un anlisis detallado de estos obstculos conceptuales a la hora de pensar laescuela y la infancia, vase Batalln, 2007.18 Varios de los proyectos legislativos que elaboran los estudiantes primarios ysecundarios han sido retomados por los legisladores y sancionados como normasde la Ciudad, a pesar de lo cual no se les reconoce institucionalmente la autorainicial. De igual forma, las escuelas de procedencia de los legisladores por un da noincorporan los temas y propuestas que sus alumnos han plasmado, dando cierre alejercicio ciudadano una vez que ha concluido la sesin en el recinto parlamentario.Para una ampliacin de este desarrollo, vase Batalln y Campanini, 2007.19 Las consecuencias en el mbito educativo de esta paradoja filosfica han sidoampliamente analizadas por Phillippe Meirieu (1998) en su libro Frankensteineducador.20 En el caso de la primera fase de la vida, muchas de las interpretacionesprovenientes del pensamiento evolucionista podran analizarse como procesos deapropiacin y seleccin de los discursos simples con los que los adultos se dirigena los ni@s. De ese modo, las distinciones bsicas del pensamiento infantil o de loque se conoce como idealismo de la juventud, son cualidades cargadas deconductas fantaseadas por parte del mundo adulto, ligadas la necesaria socializacincomo proceso de integracin a la vida en comn.

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