Denis MERKLEN. Las Dinámicas de La Individuación

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Las dinámicas de la individualización

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  • Espacios del Saber ltimos ttulos publicados

    47. E. Carri y D. Maffia, Bsquedas de sentido para una nueva poltica 48. P. Furbank, Un placer inconfesable 49. D. Wechsler y Y. Aznar (comps.), La memoria compartida. Espaa y la

    Argentina en la construccin de un imaginario cultural 50. G. Garca, El psicoanlisis y los debates culturales 51. A. Giunta y L. Malosetti Costa, Arte y posguerra. Jorge Romero Brest y

    la revista Ver y Estimar 52. L. Arfuch (comp.), Pensar este tiempo 53. A. Negri y G. Coceo, GlobAL 54. H. Bhabha y J. T. Mitchell (comps.), Edward Said: Continuando

    la conversacin 55. J. Copjec, El sexo y la eutanasia de la razn 56. W. Bongers y T. Olbrich (comps.), Literatura, cultura, enfennedad 57. J. Butler, Vida precaria 58. O. Mongin, La condicin urbana 59. M. Carman, Las trampas de la cultura 60. E. Morin, Breve historia de la barbarie en Occidente 61. E. Giannetti, Vicios privados, beneficios pblicos? 62. T. Todorov, Introduccin a la literatura fantstica 63. P. Engel y R. Rorty, Para qu sirve la verdad? 64. D. Scavino, La filosofa actual 65. M. Franco y F. Levn (comps.), Historia reciente 66. E. Wizisla, Benjamin y Brecht, historia de una amistad 67. G. Giorgi y F. Rodrguez (comps.), Ensayos sobre biopoltica 68. M. Mellino, La crtica poscolonial 69. D. R. Dufour, El arte de reducir cabezas 70. S. Zizek, Cmo leer a Lacan 71. E. Dipaola y N. Yabkowski, En tu ardor y en tu fro 72. J. Butler y G. C. Spivak, Quin le canta al Estado-nacin? 73. G. Vattimo, Ecce comu 74. J. Kristeva, Esa incrdble necesidad de creer 75. M.Jay, Cantos de experiencia 76. A. Hounie (comp.), Sobre la idea del comunismo 77. S. Kracauer, La novela policial 78. L. Sabsay, Fronteras sexuales 79. B. Latour, Cogitamus: seis cartas sobre las humanidades cientficas 80. B. Stielger, La quietud en movimiento 81. A. Badiou, Elogio del amor 82. M. Aug, La vida en doble 83. Z. Zizek, El ms sublime de los histricos 84. T. Eagleton, Marxismo y crtica literaria 85. G. C. Spivak, En otras palabras, en otros mundos 86. R. Castel, G. Kessler, D. Merklen, N. Murard, Individuacin, precariedad,

    inseguridad

    Robert Castel, Gabriel Kessler, Denis Merklen, Numa Murard

    Individuacin, precariedad, inseguridad

    Desinstitucionalizacin del presente?

    Buenos Aires - Barce~~~2c~ ~~~

  • Diseo de cubierta: Gustavo Macri

    Traduccin del captulo 2: "Polticas del riesgo y sentimeintos de inseguridad" y del captulo 4: "El mendigo, el bandido y el buen trabajador": Hugo Savino. Traduccin del captulo 3: "Las dinmicas contemporneas de la individuacin": Javier Antn Galindo.

    Individuacin, precariedad, inseguridad / Robert Caste!. .. [el al.] -1 a ed.- Buenos Aires: Paids, 2013. 180 pp.; 23x15 cm.

    ISBN 978-950-12-6586-6

    1. Teora del Estado.\. Castel, Robert CDD 320.1

    1 a edicin en Argentina, junio de 2013

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografa y el tratamiento informtico.

    2013, cada autor de su propio texto 2013, de todas las ediciones:

    Editorial Paids SAICF Publicado bajo su sello Paids Independencia 1682/1686, Buenos Aires - Argentina E-mail: [email protected] www.paidosargentina.com.ar

    Queda hecho el depsito que previene la Ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

    Impreso en Primera Clase, California 1231, Ciudad Autnoma de Buenos Aires, en mayo de 2013.

    Tirada: 3.000 ejemplares ISBN 978-950-12-6586-6

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    In dice

    1. Una introduccin cruzando el Atlntico, Gabriel Kessler y Denis Merklen .......................................................... 9 Trabajo, ingreso y mundo popular .................................................. 12 Ilegalismos urbanos ......................................................................... 17 Inseguridad y riesgos ....................................................................... 23

    2. Polticas del riesgo y sentimiento de inseguridad, Robert Castel ..................................................................................... 33 Seguridad e inseguridad .................................................................. 34 Tipos de riesgo ................................................................................ 36 El riesgo de confundir los riesgos ................................................... 40

    3. Las dinmicas contemporneas de la individuacin, Denis Merklen ............................................... .................................... 45 La coyuntura ................................................................................... 47 La modernidad organizada como "sociedad de masas" y como "burocracia" ........................................................................ 58 El individualismo antes de las polticas del individuo .................... 65 El individuo y la regla ..................................................................... 69 Qu es una poltica del individuo? ................................................ 72 La poblacin objeto de las polticas de individuacin .................... 73 Las tecnologas de la individuacin ................................................ 77

    4. El mendigo, el bandido y el buen trabajador. Ascetismo y hedonismo en las clases populares, Numa Murard y ]ean-Franfois La ................................................... 87 Hedonismo e indignidad ................................................................. 90

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  • 3. Las dinmicas contemporneas de la individuacin!

    DENIS MERKLEN

    Vivimos un proceso acelerado de modernizacin social impulsado no solo por el capitalismo y las empresas, sino tambin por el Estado e incluso por las instancias supranacionales de gobierno. Esta moderniza-cin del conjunto de la sociedad y de la experiencia social ha sido vista por muchos como la era de un "nuevo individualismo" (Gauchet, 1998: 164-181). Por mi parte, quisiera examinar aqu este momento como una coyuntura labrada ms precisamente por una serie de dinmicas de individuacin.

    Para hacerlo, me servir de dos procedimientos metodolgicos. Por un lado, distinguir estas dinmicas de individuacin que caracterizan la coyuntura actual (de los aos ochenta en adelante) de la coyuntura que la precedi (1930-1980). Como veremos, el perodo que sigui a la crisis de 1929 y la Segunda Guerra Mundial, descrito por Peter Wagner (1996) como el perodo de la "modernidad organizada", fue tambin una coyuntura de un fuerte individualismo; hasta deberamos decir que es la coyuntura donde el individualismo se toma una realidad por primera vez. Pero lo que se extiende a partir de 1930 es un individualismo atra-vesado por dinmicas que difieren radicalmente de las que operan en nuestra coyuntura hoy.

    Por otro lado, intentar caracterizar y describir lo que propongo llamar "polticas de individuacin" o "polticas del individuo", pues la

    1. Las tesis que desarrollo a continuacin fueron elaboradas en el marco de un trabajo de investigacin que llevo adelante junto aMare Bessin y Robert Castel, en parte en el marco del seminario que realizamos conjuntamente en la cole des hautes tudes en sciences sociales de Pars entre 2006 y 2010 sobre el tema Individus mobiles et protections sociales. Traduccin: Javier Antn Galindo.

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  • Denis Merklen

    c?yuntura ac:ual no resulta del hecho de una evolucin automtica, sm actores, smo que a su vez est marcada por fuertes iniciativas con intenciones de convertir el orden social en apto para dar cabida a este nue:o ~n.divi~ualismo. Per? qu es lo que caracteriza a estas polticas del mdIVIduo. Por ahora dIgamos que durante los dos ltimos decenios observamos en Europa, aunque en cierta medida tambin en Amrica Latina, la instauracin de una serie de medidas y la reorientacin de otras cuyo objeto es la produccin del individuo en s.

    Mientras que en la coyuntura precedente se consideraba al "indi-viduo" solo como un dato, como un punto de partida, las orientaciones

    ~o~t~mporneas tienden en cambio a su produccin. Las polticas del mdIVIduo se centran hoy en la produccin del sujeto individual e inten-tan comprometer a toda persona para que se asuma como un sujeto al mismo tiempo "activo" y "responsable". La sociologa clsica teorizaba s?bre la. socializacin con la idea de que haba que integrar a los indi-VIduos, mcluso adaptarlos a la vida en sociedad, pero los individuos "ya

    e.s~aban ah:'. Hoy, en cambio, se pone en marcha una serie de dispo-SItIvOS destInados a actuar sobre las subjetividades individuales con el

    fi~ d.e producirl~s como tales. Este es, pues, un nuevo tipo de polticas publIcas. que actua en el marco de lo que la sociologa contempornea ha caracterIzado como un "nuevo individualismo".

    Qu formas toman, concretamente, las actuales dinmicas de in-dividuacin? En qu medida responden, o no, a esta demanda difusa aunque firme de "libertad individual" y de "autonoma" que Marcel Gauchet atribuye al "xito de la democracia"?2 Hasta qu punto estos procesos de individuacin actuales responden a las exigencias de auto-noma con ~as que s~ a~o~a a los individuos, transformando la propuesta de mayor lIbertad mdIVIdual en una forma de culpabilizacin social? Exploraremos el contenido de esas dinmicas de individuacin descri-bie~~o la m~nera en que .se desarrollan en el mundo del trabajo y de las pol~tIcas socIales, de las mscripciones colectivas y de los movimientos s?cIales. Inten~~remos as determinar los principales vectores que atra-VIesan la cuestIon y caracterizar los trazos fundamentales de lo que sera una "poltica de individuacin".

    ?. Para este autor, la exacerbacin del individualismo contemporneo es consecuencia del exlto de la democracia; paradjicamente, sin embargo, este individualismo consumado socava las bases sociales del rgimen. Eso es lo que le permite afirmar que la democracia se elevara contra s misma (Gauchet, 2002a).

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    Las dinmicas contemporneas de la individuacin

    LA COYUNTURA

    Para empezar, encontramos una potente exigencia de individuacin que recorre la totalidad de las instituciones, penetrando hasta los inters-ticios ms nfimos de la vida social. La mayora de las veces esta presin ejercida sobre los individuos toma la forma de una "responsabilizacin". Cada cual es declarado responsable no solo de su propia suerte sino tam-bin de su actuacin social y de las consecuencias de su participacin en la vida social. Estos mandatos de individuacin encarnan a su vez una exigencia generalizada de "activacin" de la voluntad individual. Ella obliga al individuo a la mejora de su desempeo, a invertir en su futuro o a asegurarse contra los avatares de la existencia. Estas exigencias de res-ponsabilizacin y de activacin son trminos que encontramos presentes en la formulacin de los objetivos de numerosas polticas pblicas y en la reorientacin de la inmensa mayora de las polticas sociales (Vrancken, 2010), constituyendo as uno de principales vectores de la individuacin. En este sentido, tienen un alcance societal que sobrepasa ampliamente el mero dominio de las polticas sociales. Las presiones se ejercen tanto a nivel de estas como en el seno de empresas privadas y pblicas, tal como ya lo describieron autores como Richard Sennett (2000 y 2003), Luc Boltanski (Boltanski y Chiapello, 1999) o Vincent de Gauljac (2005).

    Aun as, la modernizacin no viene nicamente desde arriba. Esas exigencias se cruzan con una demanda social comnmente manifiesta a travs de un acentuado deseo de "libertad individual", una especie de expresionismo, una bsqueda de autenticidad por parte de los indivi-duos mismos, una voluntad estentrea de cultivar una "relacin consigo mismo", una demanda social que toma tambin la forma de un deseo de autonoma en la determinacin de su propia biograa, una voluntad "de ser s mismo" (Ehrenberg, 1998). Como veremos ms adelante, esta voluntad de afirmacin individual y esta necesidad de ser el nico patrn de su propia biograa que cada individuo experimenta son consecuencia directa del perodo anterior. Si este requisito social de ser el nico dueo de s mismo es tan poderoso hoyes porque lo estamos heredando de la extensin de un verdadero individualismo de masa estructurado durante el perodo de modernidad organizada a partir de los aos treinta.

    A partir de los aos ochenta se articulan dos dinmicas de individua-cin. Desde arriba y desde el centro se descuelgan sobre las personas fuertes exigencias institucionales de individuacin. Al mismo tiempo, una demanda difusa toma la forma de subjetividades que parte desde lo social y se les presenta a las instituciones como una exigencia de mayor libertad individual y de consideracin personal. La conjuncin de estas dos dinmicas se traduce en el despliegue de renovadas energas sociales

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  • Denis Merklen

    (sin duda asociadas con la innovacin y el cambio), ya sea en el plano econmico, poltico o social. Una real voluntad de emprendimiento ca-racteriza as nuestros das. Pero, al mismo tiempo, entre la demanda de autonoma personal y las exigencias de responsabilizacin individual los individuos se encuentran con frecuencia atrapados en situaciones para-djicas, de bloqueo o de verdadero impasse. Por un lado, la individuacin se convierte frecuentemente en la implementacin de nuevas formas de control social. Por el otro, dado el debilitamiento de las protecciones so-ciales, la individuacin provoca una cierta parlisis, dejando a las perso-nas empantanadas y sin los recursos esenciales para la accin. Sin duda, el ejemplo paradigmtico de este tipo de bloqueo es el del desempleado, cuya fuerza laboral se ve invalidada por la coyuntura econmica (quiere trabajar pero no hay trabajo) y al que se le exigir que "trabaje sobre s mismo" para "reactivarse". Nos encontramos as en presencia de lo que Isabel Astiery Nicols Duvoux (2006) llamaron "exigencias biogrficas", requerimientos paradjicos que piden a los ms dbiles que se movilicen, que se "activen" en una coyuntura de inactividad econmica. O frente a lo que puede caracterizarse como la institucionalizacin de un verdadero "precariato" en el que se empuja a los ms dbiles a aceptar toda forma de relacin laboral, por ms precaria que sea, provocando as una verda-dera legitimacin de la precariedad (Castel, 2009: 159-183).

    "Responsabilizacin" y "reactivacin" de la voluntad individual constituyen mecanismos discursivos, articulados en el seno de una ver-dadera ideologa al servicio de la instauracin de polticas de la indivi-duacin. Veamos algunos ejemplos de esta situacin crucial.

    Tal como lo pone en evidencia el texto de Robert Castel en este libro, la cuestin del riesgo constituye un buen ejemplo. Actualmente existe una valorizacin de la toma de riesgos, una presin difusa que promueve el gusto por la movilidad y, al contrario, una condena del supuesto in-movilismo que representa el empleo estable. Se fomenta el espritu de aventura, se alienta a los trabajadores a mudarse de ciudad, a formarse de modo permanente, a estar dispuestos a aceptar cambios de emplea-dor, de funcin dentro de la empresa, de oficio, de lugar de trabajo. El individuo debe aceptar los riesgos que la inevitable movilidad de la ac-tividad econmica conlleva y debe intentar preverlos y protegerse. Se invierte el sentido dado a la responsabilidad individual y a la proteccin social, que haban sido concebidos exactamente al revs en la poca en que nuestras sociedades tomaron conciencia de los principales "riesgos sociales". De hecho, tradicionalmente, el problema del riesgo se refera a las contingencias que las diferentes actividades sociales o econmicas acarreaban sobre los individuos. Esa es la razn por la que se empez a hablar de "riesgo social": se designaba as a los peligros consecuentes a

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    Las dinmicas contemporneas de la individuacin

    la participacin de cada cual en la vida en sociedad, como el caso de los riesgos representados por el accidente, el trabajo o la enfermedad. La so-ciedad era "responsable" de estas consecuencias negativas de la actividad econmica sobre el trabajador y, por tanto, deba proteger a las personas y a las familias. As, con los ciclos de crecimiento y depresin identifi-cados como intrnsecos a una economa de mercado, el final del siglo XIX hace posible la implementacin de las primeras formas de seguro de desempleo: puesto que cada trabajador corra un riesgo involuntario de perder su trabajo, era legtimo que la sociedad mutualizara ese riesgo y lo protegiera. Al individuo lo resguardaba la sociedad.

    A la inversa, la cuestin del riesgo se invoca hoy para indicar el peligro que, por sus actividades o su falta de precaucin, los individuos hacen correr a la comunidad o, ms especficamente, a otros individuos. Se acusa a quien pierde su trabajo de no haberse preparado para tal even-tualidad, de no haberse formado, de no haber previsto lo que se vena, de no aceptar cambiar de domicilio, de no ahorrar. Se lo acusa, sobre todo, de esperar que la sociedad venga a socorrerlo, haciendo pesar las consecuencias de su falta de previsin sobre las espaldas ajenas. Se opera as una inflexin en la problemtica del riesgo, pasando de una lgica de "proteccin social" a una lgica "aseguradora" en la que se impele a todo el mundo a prepararse ante las contingencias y proteger a la comunidad de las imprevisibles consecuencias de sus actividades. Desde ese momen-to, no solo se le solicita al individuo que se asegure por s mismo contra el riesgo del desempleo, de la enfermedad o de la vejez, sino tambin que se haga responsable de la conducta de sus hijos en la escuela o en los espacios pblicos.3 Si en el esquema tradicional las dinmicas colec-tivas de la vida social (la actividad econmica o el trabajo, por ejemplo) haban sido descritas como portadoras de riesgos, hoy se caracteriza al individuo como un potencial portador de riesgos para la sociedad. Por lo tanto, recae sobre l la responsabilidad de sus acciones y de los po-sibles accidentes que se le presenten, con el nico fin de que no pesen sobre el otro, lo cual conlleva un cambio en el diseo clsico de lo social. Antes, la sociedad protega a los individuos frente al riesgo y se eriga en responsable de la suerte de cada uno, mientras que en la actualidad cada cual debe asegurarse por s mismo, al tiempo que se le hace responsable de prever los avatares de la vida en sociedad y de los inconvenientes que pueda ocasionar tanto a otros como a s mismo. Este es el significado del binomio responsabilizacin-activacin: ser responsable de s mismo y ser activo con el fin de minimizar eventuales costos en la comunidad.

    3. En Francia, los escolares cuentan con un seguro que cubre las eventuales conse-cuencias de sus actos (romper un mueble, un vidrio o los anteojos de un compaerito).

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    A menudo esta tendencia a la responsabilizacin generalizada se une al discurso de ciertas categoras sociales (aquellas que gozan de una importante movilidad social) que buscan escapar de las obligaciones impuestas por las protecciones sociales, dirigidas precisamente a evitar riesgos potenciales. Es el caso de los costos elevados de la seguridad social obligatoria y de la rigidez del contrato fijo de trabajo. En la le-gislacin laboral, este constituye una obligacin impuesta al empleador, pero que pretende proteger al empleado de los avatares de la oferta y la demanda. Este tipo de regulacin social, acusada hoy de resultar una forma demasiado rgida de contrato de trabajo, hizo posible en el pasa-do una situacin de empleo estable. Los individuos seducidos por pers-pectivas de movilidad preferiran formas de contrato ms maleables, "flexibles", en los que cada uno se asegure individualmente contra todo riesgo (y ya no de manera mutualizada) (Castel, 2011: prefacio). Segn esta lgica, convendra ms apostar por los beneficios de la movilidad, pero cada cual debera entonces prever las consecuencias eventuales de esta libertad ganada, tornndose precisamente mvil, mediante la in-tensificacin o la variacin de su formacin para ampliar sus habilidades y estar listo para el cambio.

    Otro terreno en el que resulta visible la nueva coyuntura es el de las "temporalidades", una problemtica tambin representativa de esta am-bivalencia de las dinmicas contemporneas de individuacin. La crisis de los aos setenta se tradujo en una "desnormativizacin"4 de las tra-yectorias sociales y de los regmenes de temporalidad que caracteriza-ban la modernidad organizada y que hasta entonces haban funcionado como potentes organizadores de la vida social (Bessin y Levilain, 2004: 23-38). Durante el siglo XX, una fuerte institucionalizacin estructur las trayectorias sociales en un patrn tripartito de las edades de la vida, donde el adulto ocupaba el centro y las figuras de la infancia y la vejez, los extremos. Este cronograma entr en crisis sobre todo con la flexibi-lizacin del salariado, pero tambin como consecuencia de la insercin de la mujer en el mercado de trabajo, de la aceleracin de la movilidad geogrfica o de la prolongacin, la diversificacin y la masificacin de los estudios. Sin embargo, esta diversificacin de los tiempos sociales no fue solo el resultado de tales dinmicas estructurales. Tambin res-pondi a una experiencia social que vea en el antiguo rgimen de las temporalidades y de la estructura familiar un modo de sumisin del individuo al control institucional o social. Cada cual busca entonces hacer ms flexible la medicin de tiempos biogrficos mediante eventos percibidos ya como puramente rituales: egreso de los estudios, entrada

    4. Dstandardisation en el original. [N. de T]

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    Las dinmicas contemporneas de la individuacin

    en el mercado de trabajo, matrimonio, nacimiento de hijos, jubilacin ... La desnormativizacin de los tiempos sociales se articula entonces con una demanda social de liberalizacin, con el deseo manifiesto por parte del individuo de controlar por s mismo su propia biografa y de escapar a todo constreimiento institucional que pueda ser visto como una im-posicin exterior y vivido como una forma de heteronomia.

    Todo el mundo quiere, as, poder controlar por s mismo la edad en la que se vuelve madre o padre, el tiempo en el que cada uno termina o retoma los estudios. Cada uno querra poder hacer pausas en su carrera profesional, e incluso jubilarse primero para volver al trabajo ms tarde, etc. En consecuencia, las restricciones sociales sobre la trayectoria bio-grfica parecen perder parte de su legitimidad para aparecer como arbi-trarias. Sin embargo, la flexibilidad de las temporalidades no responde nicamente a aspiraciones o proyectos individuales, sino que tambin obedece a la aparicin de nuevas exigencias provenientes por un lado del mercado laboral, y por otro de diversos dispositivos institucionales (Bessin, 1994). Del lado del trabajo, el debilitamiento de la norma clsi-ca del empleo implica un angostamiento de los horizontes temporales y un aumento de la incertidumbre. Del lado de las instituciones, tanto en el mbito de las polticas sociales como en el de otros dispositivos como la justicia penal, el Estado requiere cada vez ms que las personas sean responsables de sus propias trayectorias biogrficas.

    As, la prdida del empleo puede ser vista como una dificultad en la previsin o como una deficiencia en la proyeccin de futuro de quien en realidad es vctima de un despido. Cada quien debe "activarse" y prever su futuro. Se pone entonces en marcha una verdadera poltica que apunta a la constitucin de un nuevo rgimen de temporalidad, as como el Estado y el salariado desempearon un papel importante en la produccin de una temporalidad hoy vista como lineal y dema-siado rgidamente organizada en etapas. El capitalismo puja hoy hacia un rgimen de temporalidad ms diversificada y ms incierta que el Estado pretende institucionalizar, a menudo en respuesta a las deman-das sociales. Podra decirse que el nuevo rgimen ofrece ms libertad al individuo? No necesariamente, pues los beneficios a los que esta temporalidad flexible puede dar lugar dependen mucho de otros re-cursos que ciertos individuos poseen en abundancia mientras que otros carecen fatalmente de ellos.

    La toma de conciencia de estas nuevas dinmicas de individuacin proporciona un nuevo objeto a la sociologa. A partir de los aos noven-ta, se hizo tabla rasa de la problemtica clsica del individuo, retomn-dola desde la observacin de lo que conviene pues caracterizar como verdaderas "polticas de la individuacin". Su profundidad y alcance

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    estn en cuestin y, desde luego, surgen preguntas sobre las consecuen-cias y acerca de la naturaleza de este "nuevo individualismo" (Gauchet, 2002b: 133-137). En primer lugar, est el hecho de que las dinmicas de individuacin son profundamente ambivalentes, por ejemplo entre una "movilidad deseable" y el padecer una "movilidad impuesta" o de una "puesta en movilidad", una ambigedad que no afecta de manera homognea al conjunto de los individuos, incluso si atraviesa el cuerpo social por entero. Por un lado, porque las diferentes categoras sociales no se hallan armadas de igual manera para hacer frente a esas exigen-cias de individuacin del tipo "responsabilizacin" o "activacin" de las cuales acabamos de hablar y, por otro, porque los individuos tampoco estn igualmente provistos para asegurarse por s mismos contra las consecuencias de su participacin en la vida social y los riesgos de la existencia. Por ello no se est igualmente expuesto a las consecuencias de la prdida del empleo como padre de familia o soltero, segn se ten-gan 3 O o 5 O aos, si se est endeudado, si se es inquilino o propietario de su vivienda, y tampoco se est igualmente afectado por el despido si se tienen buenos diplomas y muchos contactos que si no se los posee. La exposicin al riesgo es desigual, como desiguales son los recursos de los que dispone cada cual para protegerse de l. No obstante, el deseo de controlar el futuro por uno mismo torna poco aceptable la natura-leza socialmente estructurada de la movilidad social, caracterstica de la modernidad organizada. Por lo tanto, resulta necesario dar cuenta de esta ambivalencia general que caracteriza la modernizacin liberal actual, como tambin es necesario visibilizar los aspectos sociales de esta modernizacin ambigua.

    Qu gana cada uno con una mayor individuacin? La pregunta no tiene respuesta fcil si no se la complementa tratando de averiguar quin gana qu y quin sale perdiendo en la nueva coyuntura. Puede describirse la coyuntura actual distinguiendo los "ganadores" de los "perdedores" en el proceso de modernizacin, aquellos que buscan una mayor movilidad de aquellos que la sufren? Podemos definir una "nue-va era de desigualdades" mediante una caracterizacin de aquellos que sacan ventaja de su movilidad y su ductilidad (para cambiar de trabajo, para reconvertirse, para adaptarse a los cambios, mudarse y sincronizar la vida familiar y profesional)? De hecho, las actuales polticas de in-dividuacin dan como resultado una ganancia de libertad para ciertas categoras de individuos o una "liberalizacin" en algunas reas de la vida social. Por ejemplo, la posibilidad de cesar la actividad, de cambiar de lugar de residencia (para ir a "recabar experiencia" trabajando en el extranjero o cambiar de empresa para enriquecer su currculum vitae) pueden ser emocionantes aperturas para un ejecutivo, fuertemente ase-

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    Las dinmicas contemporneas de la individuacin

    gurado por su rica dote de capital social, educativo y econmico. Pero las polticas de individuacin pueden traducirse como una prdida de libertad para otras categoras o la imposicin de altas tensiones en otros mbitos de la vida social. As, el riesgo que supone una migracin o una "mera" mudanza como consecuencia de una bsqueda de empleo pue-de resultar una prueba de fuego a veces dramtica. Una familia puede buscar una inscripcin territorial estable frente a una situacin laboral precaria o como consecuencia de la poca edad de los nios. Cmo sacrificar la proximidad que la familia y el territorio procuran en un contexto de precariedad laboral? La movilidad es una obligacin apare-jada a una forma de peripecia o de desarraigo social para todos aquellos poco provistos de "capital" (en el sentido que Pi erre Bourdieu dio a esta palabra). As, aquella temporalidad que permite a las empresas adaptar a su personal a la evolucin de la oferta y la demanda, conlleva una condicin de inseguridad aguda para los trabajadores y empleados pre-carios, obligados as a alternar trabajo y desempleo sin control alguno del momento en el que tanto la actividad como la espera intervienen.5

    Estas dinmicas de modernizacin son visibles en Francia desde hace ms de veinte aos, y desde comienzos de la dcada del setenta en Amrica Latina, el Reino Unido y Estados Unidos. Muchos son los autores que las han tomado como centro de sus reflexiones, tanto como numerosas las investigaciones que se esfuerzan por visibilizarlas en los mbitos ms diversos de la vida social (del trabajo a la familia, de la participacin poltica a los recorridos biogrficos pasando por la socia-lizacin o la proteccin social). A veces las dinmicas contemporneas de individuacin se consideran sin ambivalencia en su positividad como una forma de progreso social (Singly, 2003). Esos anlisis adoptan a menudo una perspectiva que ubica la experiencia individual de la vida social en el centro de la reflexin.6 Los procesos de individuacin se es-tudian especialmente a partir de un cuestionamiento sobre los trminos y las condiciones de la subjetivacin individual. Cmo nos converti-mos hoy en individuos? Cules son las dinmicas sociales que permi-ten dar cuenta de la diversidad de presencias individuales en nuestras sociedades? Cmo enfrenta el individuo las diferentes limitaciones de la vida social? Tales parecen ser algunas de las principales cuestiones a

    5. La precariedad profesional tom una amplitud considerable con el auge de la ter-cerizacin y del trabajo temporario desde los aos ochenta. Se desarroll ms exactamente bajo la forma de inseguridad laboral, del incremento de las condiciones de trabajo penosas as como una dificultad de disponer de una representacin colectiva (Broud y Bouffartigue, 2009).

    6. Como en Francia la llamada "sociologie de l'preuve" (vase, por ejemplo, Martu-ccelli,2006).

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    las que la sociologa de la individuacin busca dar respuestas.7 Como en el caso de un problema especfico de la sociologa francesa articulado en torno al concepto de preuve (prueba).8 De hecho, en el marco de esta problemtica, la sociologa intenta captar de un modo especfico la relacin entre la transformacin de la estructura social y sus vivencias individuales. La nocin de preuve conduce al investigador a centrar su observacin sobre la manera en que cada individuo se enfrenta con las dificultades de la vida social y sobre los efectos que el choque con el acontecimiento provoca en el sujeto. Lo interesante de esto no es ni-camente la reaccin del individuo, sus decisiones o su comportamiento real; lo que llama la atencin son sobre todo las vivencias, sentimien-tos, percepciones, evaluaciones que permiten al individuo posicionarse frente a lo que percibe como contrariedades de la vida social. Por este camino se abandona la antigua problemtica de las "representaciones" que permiten al individuo situarse en el orden social, y se opta por una problemtica de la "reflexividad" que permitira a cada cual posicio-narse individualmente frente al cambio.9 El individuo como tal, en su singularidad, se convierte en objeto de la sociologa. Obviamente, una vez que el investigador se ha volcado hacia el interior del sujeto, el ha-llazgo consiste en la diversidad de experiencias, de registros de sentidos,

    7. Para una sntesis de esas perspectivas, vase Martuccelli (2002). 8. Portador de una amplia polisemia, la palabra preuve es difcil de traducir al

    espaol, y una traduccin directa donde preuve significa "prueba" no deja ver todo lo que supone la llamada sociologie de l'preuve. Por esta razn decidimos dejar la palabra en francs. El diccionario de la Acadmie franr;aise reconoce en su ltima edicin dos usos para pnuve. El segundo no nos interesa, pues preuve es aqu la "prueba de galera" de la imprenta. En su primer uso, en cambio, p1"euve presenta cuatro acepciones, todas ellas importantes. En la primera, preuve es "la operacin que permite evaluar o juzgar las cualidades de un mecanismo, de un material e incluso de un organismo vivo". Una prueba de fuerza. En la segunda, p1"euve es el "medio que permite juzgar las cualidades, el carcter o las aptitudes de una persona". Someter a alguien a una prueba de inteligencia, de memoria. Soporta1" las pruebas que pe1"miten a alguien accedel' a una sociedad seC1"eta. Las tentaciones son pruebas para el espritu. En la tercera, preuve es "aquello que permite evaluar las capacidades de una persona en vistas a otorgarle un ttulo, un rango, un grado". Pasar las pruebas del bachillerato. En la cuarta, preuve significa "desgracia, sufrimiento, peligro que pone a prueba las calidades morales del sujeto". Superm' la prueba de la enfe1"medad. Soportar una dura prueba. Estamos junto a usted en la dificultad [preuve] que le toca vivir (Dictionnaire de l'Acadmie franraise [9a ed.], t. 2, 2000). El diccionario Robert reconoce, adems, una acepcin suplementaria y define preuve como una "accin que hace sufrir", como "el hecho de vivir [prouver] algo penoso". Segn esta acepcin, preuve es sinnimo de "sufrimiento, adversidad, infelicidad, pena, peligro que pone a prueba el coraje, la resistencia", y da como ejemplo una frase de Gide: Ciertas naturalezas "aceptan mejor l'p1"euve que la felicidad" (Le Nouveau Petit Robert, 2009).

    9. Ulrich Beck dio fundamento terico a esta problemtica e incluso lleg a hablar de "modernidad reflexiva" (Beck, 2001: 335 y ss.).

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    de actitudes, etc. La nocin de individuacin designa aqu la diversidad y la pluralidad (Lahire, 1998 y 2004). En un primer momento, el modo en que cada individuo tiene de enfrentarse a una preuve proporciona una herramienta metodolgica para dar cuenta de la individualizacin de lo social. Sin embargo, en un segundo momento, la observacin de las preuves no hace ya visibles las declinaciones singulares de lo social sino ms especficamente el proceso productor de individuos.

    Cmo se presenta la individuacin observada bajo este ngulo? En trminos generales, se podra decir que la nocin de "preuve" sirve para describir la relacin individuo-sociedad como modo de singularizacin. Desde la perspectiva que abre, el concepto coloca al sujeto individual en el centro de la vida social, pues cada quien se relaciona supuestamente de modo singular con lo social y en esa relacin va quedando marcado por los acontecimientos singulares de la experiencia. No obstante, una vez dentro de este marco de reflexin, al socilogo se le complica la tarea de priorizar los diferentes tipos de preuve (enfermedad, divorcio o desempleo, por ejemplo), pues ya no dispone ms de una teora del lazo social. Estos eventos son puestos en una especie de escala de pruebas ms o menos duras o difciles de superar, y de cuyo alcance nicamen-te puede hablarnos el sujeto. Qu accidente tiene mayor efecto en el recorrido del individuo? El socilogo sacrifica aqu en gran medida su capacidad para establecer una priorizacin cualquiera de los problemas sociales definidos exteriormente al individuo. Solo el entrevistado nos podr afirmar lo que ha resultado decisivo "para l". Sin embargo, el material recolectado con este manojo de herramientas conceptuales conduce a una dilucin de lo social y a una subjetivacin del proceso de individuacin. La ruptura de la vida social as descrita no es en realidad el resultado de la perspectiva adoptada para observarla?

    Nuestro punto de vista no orienta la investigacin hacia una reva-lorizacin del sujeto individual, de la mayor o menor importancia que este concede a los acontecimientos con los que se encuentra. Antes bien, intentamos llamar la atencin sobre la ampliacin o el angosta-miento de los mrgenes de autonoma individual. La individuacin puede resultar en un aumento de la libertad o de independencia social por un incremento de las "capacidades" de accin del individuo (desde la perspectiva de Amartya Sen),1O pero tambin puede desembocar, al contrario, en un encierro o en una inmovilizacin de los individuos en s mismos o en una especie de vaco social. La "individuacin" se con-vierte entonces en "atomizacin" y las dinmicas de singularizacin se

    10. A propsito de esto, vase el nmero de Raisons Pratiques dedicado a un estudio sociolgico de las propuestas de Amartya Sen (Munck y Zimmermann, 2008).

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    revelan ms bien como formas de control social. En ese momento nos encontramos en presencia de lo que conviene definir como dinmicas "negativas" de individuacin (Castel, 1995: 461-474). De hecho, nuestro enfoque se caracteriza por el hecho de someter las actuales dinmicas de individuacin a una evaluacin crtica, lo que lleva a sealar su carcter profundamente ambivalente. La individuacin contempornea contiene aspectos "positivos", en los cuales los individuos conquistan extendi-dos mrgenes de independencia, incluso de autonoma, pero contiene tambin aspectos "negativos", en los que los individuos ven disminuir sus mrgenes de accin. Ms especficamente, estas formas de indivi-duacin negativa no se distribuyen homogneamente en la totalidad del cuerpo social. Mectados por la desregulacin del mercado laboral, por el debilitamiento de las inscripciones colectivas y por la prdida de eficacia de las protecciones sociales, las clases populares sufren tanto los mandatos de individuacin que los responsabilizan de su suerte como los cantos de sirena que les proponen mayor autonoma y movilidad, cuando en realidad se encuentran despojadas de los recursos necesarios para enfrentarlas.

    La caracterizacin de la coyuntura actual, que se abre hacia fines de los aos ochenta, es pues compleja. No se puede seguir sin chocar con una parte de los observadores cuando afirman que la modernidad del siglo XXI sera ms claramente individualista de lo que lo ha sido la modernidad del siglo XX. Pensar as no es solo contrafctico desde el punto de vista histrico, sino que conduce a error respecto de las consecuencias que esas nuevas dinmicas de individuacin acarrean sobre la coyuntura de hoy da. Observar las dinmicas de individuacin actuales requiere detenerse un momento en los procesos de individua-cin propios del siglo pasado que llamaron la atencin de la sociologa norteamericana y europea, especialmente desde la dcada del cincuenta. De hecho, de los trabajos de Daniel Bell y David Riesman a los de la Escuela de Frankfurt o a las numerosas contribuciones de la escuela francesa de sociologa, los aos sesenta y setenta dieron lugar a la ob-servacin de las consecuencias de un "nuevo individualismo", del que en aquel entonces nos hablaba ya la sociologa. Dinmicas como el con-sumo de masas, la influencia de los medios masivos de comunicacin y las industrias culturales, la progresiva democratizacin de la escuela, el ingreso de las mujeres al mercado laboral as como su "liberacin", la reduccin del tiempo de trabajo y la consolidacin de las protecciones sociales y de la masa salarial fueron vinculadas a un auge del individua-lismo hasta entonces sin precedentes. Desde este punto de vista puede decirse que el siglo XX fue el siglo de la confeccin del individualismo, el cual baj a tierra la realidad del individualismo tras una larga marcha

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    secular -para hablar como Louis Dumont (1991 )-, o el de la confeccin de una verdadera "sociedad de individuos" -en palabras de Norbert Elias (1991)-. En qu medida el individualismo de principios del siglo XXI es herencia de aquel que la sociologa caracteriz entre los aos cincuenta y setenta, o, por el contrario, se encuentra en oposicin a l? Esta es una cuestin que no puede quedar irresoluta si uno quiere dar un poco de coherencia histrica a la descripcin de los desafos del individualismo contemporneo. Quiz la coyuntura actual est estruc-turada en torno a una lucha entre dos concepciones de la individuacin. La que predomina actualmente hace referencia a un diseo bastante clsico del individualismo (en el concepto del siglo XVIII), concebido como "liberacin" de los lmites que lo social impone a la autonoma del individuo. Sin embargo, las descripciones del individualismo que dominaron la sociologa entre los aos cincuenta y setenta (sin duda tributarias de un cierto romanticismo propio del siglo XIX) parecen referir a una conceptualizacin ms durkheimniana y marxista acerca de las condiciones sociales necesarias para el surgimiento del individualis-mo. Estas visiones, que podran haber sido tachadas de "moralistas" por cmo condenaban el auge del individualismo tras la Segunda Guerra Mundial, se encuentran hoy da prcticamente en el olvido. Poco nu-merosas son hoy las referencias a autores como Marcuse, Adorno y Horkheimer, Louis Althusser o David Riesman, y da la impresin de que sus obras han dejado de formar parte de lo que se considera nece-sario para educar a un estudiante en ciencias sociales. La crtica social cambi de bando.

    La modernizacin, iniciada en la dcada del ochenta, se basa en una concepcin liberal del individuo. Esto es, la libertad se presenta esencialmente en su forma negativa, bajo el modelo de una distensin de las restricciones, de un relajamiento de los lazos sociales, siendo el propsito de cualquier proceso de individuacin "liberar al individuo". Un individuo que se concibe en conflicto e incluso en contradiccin con la sociedad, en la que esta, identificada con el Estado, representa aquello que oprime al individuo impidindole desarrollarse en libertad.

    Pero esta concepcin tiende a negar cualquier visin "positiva" de la libertad, entendida esta como "punto de apoyo", en donde la liber-tad aparece a partir de la existencia de "soportes" que habiliten nuevas oportunidades de accin. La concepcin liberal no puede pensar la li-bertad como resultado de un vnculo social o de una accin colectiva, como lo hace por ejemplo Hannah Arendt, que concibe la accin pol-tica como la posibilidad misma de actuar juntos. La concepcin liberal tampoco puede caracterizar lo social como una oportunidad para el in-dividuo; antes bien piensa la sociedad negativamente, como el lmite o

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    la imposicin (a veces ciertamente inevitables) que el Otro impone a la libertad individual. Es por ello que, as concebida, la libertad individual aumenta en la misma proporcin en que el individuo hace recular las limitaciones o constreimientos provenientes del mundo social.

    Esta concepcin liberal de la individuacin tambin tiende a negar que los individuos sean desiguales, tanto en sus condiciones efectivas de individuacin como en sus aspiraciones a la individuacin. Qu nece-sita cada individuo para poder aumentar al mismo tiempo sus mrgenes de independencia y sus posibilidades de accin? Esta es una cuestin cuya respuesta se conjuga socialmente segn las clases de individuos, y no individualmente a partir de los deseos abstractos de cada persona. De hecho, podramos afirmar que hay individuos e individuos: los unos ciertamente se liberan toda vez que se reduce el Estado (aquellos que disponen de capital o de cimientos suficientes para asentar sobre ellos su independencia social), mientras que hay otros que saldrn perdien-do (esto es, con sus mrgenes de libertad recortados) cada vez que "la reduccin del Estado" resulte una disminucin de sus protecciones so-ciales o por una sumisin sin mediaciones a los caprichos del mercado.

    La ofensiva iniciada en los ltimos aos contra el Estado, presenta-do como la fuente de todas las restricciones, las rigideces y barreras, se ha vuelto tan masiva que las crticas al Estado como forma de "control social" han sido totalmente desplazadas. La crtica del Estado como m-quina de control social, por as decirlo, cambi de bando. Mientras que entre los aos cincuenta y setenta se criticaba al Estado desde los mr-genes y desde abajo (como una forma de reivindicacin de la autonoma individual de los ms dbiles), y se lo asociaba al capitalismo por su forma "monoplica", hoy las crticas al Estado parecen provenir desde arriba y alimentar el punto de vista de las formas ms concentradas de capital financiero que buscan la abolicin de casi todas las formas de regulacin del mercado. Detengmonos brevemente en este punto.

    LA MODERNIDAD ORGANIZADA COMO "SOCIEDAD DE MASAS" Y COMO "BUROCRACIA"

    La consolidacin y expansin de una sociedad de individuos en el marco de la modernidad organizada tras la Segunda Guerra Mundial dio lugar a la aparicin de una nueva problemtica social. En ese contexto, es la estructura organizacional de la sociedad la que ha sido vivida como problemtica desde el momento en que esta se encontraba masivamente poblada por individuos. De manera muy sinttica, se pueden identifi-car dos tipos de problemas de los que cada uno dar como resultado el

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    surgimiento de una forma de crtica social y el desarrollo de movimientos sociales de protesta.

    Ya desde la dcada del cincuenta, la normalizacin de conductas como resultado de la industrializacin y del consumo de masas cons-tituye un problema, particularmente en los Estados Unidos, donde se denuncia el carcter masivo y repetitivo de la produccin industrial. El acceso al consumo y la salida del reino de la necesidad comienzan a ser una realidad cotidiana para muchas capas de la clase obrera, as como para una clase media cada vez ms extendida. Podemos sin duda carac-terizar hoy este acceso al "bienestar" como un progreso, especialmente cuando comparamos estos aos cincuenta con la primera mitad del siglo y con la situacin provocada por la crisis de la dcada del treinta, pues el consumo de masas permiti la mejora de las condiciones de vida de la mayora. Sin embargo, y aunque parezca paradjico, este proce-so fue muy criticado y controvertido. El progreso social aparece a los ojos de muchos como una "sociedad de masas", donde el individuo se ahoga o, ms especficamente, donde el sujeto individual se ve reducido a una especie de mnada atomizada. Pelculas como Tiempos modernos, de Charles Chaplin (1936), junto con la problemtica de la crisis y del desempleo luego de 1929, mostraron tempranamente a las masas de personas que, como ovejas, deambulaban por las calles y entraban apu-radas en la boca del subterrneo. Como si las personas mismas fueran un producto industrial: vestidas de manera uniforme, sin signo particu-lar alguno en su modo de actuar o de aparecer en el espacio pblico. La sociedad destrua al sujeto a travs de la multiplicacin de individuos fabricados en serie. Se clama entonces que la gente acta sin pensar; lo contrario de la "modernidad reflexiva" hoy reivindicada.

    El problema de "la multitud" (en el sentido de crowd [masa]) resalta con celeridad la sumisin de la individualidad a la tirana de la mayora, y tempranamente tambin los autores norteamericanos llaman la aten-cin acerca de estos cambios. As, David Reisman public dos obras que se convertirn en autnticos best sellers (Riesman, Deney y Glazer, 1950; Riesman, 1954). El consumo de masas conduce a los hombres a una suerte de conformidad y de apata social donde se observa una prdida de produccin de sentido por parte del individuo. Este individuo de la sociedad de masas no sera entonces un sujeto libre y autodeterminado, sino un individuo "extrodeterminado" que se acomoda ya a las presiones de pequeos grupos de membresa (el "grupismo"), ya a los mandatos normalizados de la sociedad. El resultado es una sociedad descrita como una multitud de figuras solitarias incapaces de dotar al mundo de sen-tido o de transformarlo. La nueva clase media adopta gradualmente un estilo de vida en el que cada uno se adapta al comportamiento del otro.

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    La capacidad de consumo creciente se ve acompaada por una prdida de aptitud para la gua de su propio comportamiento. El individuo se define a s mismo conforme a los estilos de vida de los dems. Poco a poco, una other-direction-orientation entra en accin; es decir, una fuerza social que orienta a los individuos del exterior segn la forma de vida de los dems: lo que consumen, lo que hacen en su tiempo libre, sus opiniones polticas, su modo de concebir el trabajo y hasta de jugar o de divertirse. El individuo "extrodeterminado" buscar ser amado antes que controlar al otro, porque necesita sentirse seguro y encontrarse emocionalmente en armona con los dems. Se desarrolla entonces un tipo de personalidad inofensiva, funcional para las grandes instituciones y para el crecimiento de la gran industria, siempre segn Riesman. El conformismo y la apata se presentan como la verdadera cara de lo que devino la utopa de la libertad individual.

    Estas crticas tocan de cerca los temas inspirados por el psicoanlisis sobre la violencia que la imposicin de la organizacin social ejerce sobre los individuos. 1 1 En este sentido, los socilogos de la Escuela de Frankfurt desarrollaron sus crticas acerca de los efectos de las indus-trias culturales. Sin duda este consumo de masas dio "acceso" a la cul-tura a la mayora (de la mano de la prensa escrita, por ejemplo), pero el desarrollo de la radio y del cine ubic a los individuos en la posicin de consumidores de productos idnticos fabricados en serie, de la misma manera que la industria produce bienes materiales. La sala de cine en la que encontramos una serie de individuos aislados, todos sentados en la oscuridad y sometidos a idntico estmulo reproducido hasta el hartazgo por la industria, aparece como una imagen de la sociedad. El individuo cesa entonces de ser un "productor" del mundo en el que vive, confirindole sentido, para convertirse en un mero "consumidor". El tema de la pasividad es nuevamente realzado. Para Herbert Marcuse, las sociedades industriales avanzadas crean un mundo "unidimensio-nal" en el que la satisfaccin de las necesidades y las formas de pensar son consecuencia de un solo y nico movimiento, una uniformizacin y una homogeneizacin de los individuos convertidos as en "masa" sin posibilidad de pensamiento crtico capaz de transformar el mundo, nico lugar de afirmacin del sujeto y de la realizacin de la libertad (Marcuse, 1968). La "reproduccin" del orden social, a semejanza de la "reproductibilidad de la obra de arte", segn la frmula de Adorno y

    11. Es justo recordar en este punto que los tipos de personalidad presentados por David Riesman -inner-oriented y other-oriented [orientado hacia adentro y hacia los dems]-y toda la gama de ese entreds (el individuo anmico, el adaptado, el aptico o el autnomo) estn directamente inspirados en los trabajos de Erich Fromm.

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    Horkheimer, se convierte en uno de los temas centrales de esta crtica de inspiracin marxista. 12 La prdida de sentido y el empobrecimiento cultural son aqu los ejes de una forma de dominacin impersonal del sujeto, de alienacin.

    Junto con los efectos de dominacin resultantes de la cultura de masas y de la normalizacin de los estilos de vida vehiculados por la reproduccin de un mundo totalmente convertido en mercanca, el tema del control social toma un lugar importante a partir de los aos sesenta. Este es precisamente el tema de la "organizacin", presentado como una forma opresiva de racionalizacin cotidiana. Siguiendo el anlisis de Max Weber, esta racionalizacin toma a la vez la forma de un principio nico que penetra en los ms nfimos intersticios de la vida social y la de una organizacin central (el Estado y la gran empresa), a travs de la cual la "burocratizacin" consigue controlar el comporta-miento de los individuos en sus ms mnimos detalles. Brazil, la pelcula de Terry Gilliam (1985), aparece como una ilustracin tarda de ese tipo de visin donde la democracia se vuelve utopa negra de control total. Un mundo feliz, la novela de Aldous Huxley, reproducida en millones de ejemplares, proporcion igualmente un fresco de esta forma de la democracia en versin utopa negativa (Huxley, 1933), y obras como Vigilar y castigar darn a ciertas metforas, como la del panptico, una inmensa popularidad (Foucault, 1975).

    Por su parte, la sociologa del trabajo hizo de la observacin del "fordismo", de las cadencias y de la sujecin del trabajador a la lnea de montaje uno de sus centros de inters privilegiados, inspirndose tam-bin en la mayora de los casos, en reinterpretaciones del concepto de alienacin -como Marx lo desarroll en 1844-. I3 El minucioso control de los movimientos del trabajador por parte de un dispositivo externo de vigilancia intenta someterlo a una organizacin burocratizada en pos de un_aumento de la productividad. Los trabajadores son convertidos en meros individuos, aislados los unos de los otros e impedidos de comu-nicarse y de dotar de sentido su experiencia comn. La pelcula La classe operaia va in Paradiso [La clase obrera va al Paraso] refleja este clima de observacin de la fbrica y del fordismo, no como el lugar o el perodo del aumento de salarios, de la proteccin del asalariado y de la mejora de las condiciones de trabajo, sino como aquel de la sujecin hasta la locura

    12. A semejanza de Hannah Arendt (2002), muchos asocian la ascensin de las masas y su "predisposicin" a la influencia de un lder al auge de los totalitarismos en Europa.

    13. Es necesario recordar que el calendario de Un mundo feliz de Huxley comienza en 1908, fecha de fabricacin del primer Ford T, y que cuenta los aos en - F (antes de Cristo) y + F (despus de Cristo).

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    del comportamiento del obrero (Petri, 1972).14 Esto, que constituye el nodo racionalizador del proceso de produccin y de organizacin de la empresa, se torna simplemente una mquina desbocada que enloquece al trabajador en el momento en que se la mira desde el punto de vista del sujeto (Coriat, 1979). Esta relacin alienada con el trabajo (que debera ser la experiencia primera de transformacin del mundo) se extiende a todas las reas de la economa y de los servicios. As, en su cancin Le poinfonneur des Lilas, Serge Gainsbourg (1958) relata la vida cotidiana de un gris inspector del metro parisino que gasta sus das en los tneles del subterrneo perforando sin cesar los boletos de los pasajeros. Su vida se reduce a hacer agujeritos en los boletos idnticos de sus pasajeros, tambin reducidos a una condicin totalmente estandarizada: ''J'fois des trous, des p 'tits trous, encore des p 'tits. Des p 'tits trous, des p 'tits trous, toujours des p 'tits trous. Des petits trous, des petits trous, des petits trous, des petits trous".

    Al mismo nivel que la organizacin del trabajo, el despliegue del Estado se ve como una forma de organizacin opresiva de la sociedad. En efecto, uno de los primeros hechos de la modernidad organizada es la nacionalizacin de un considerable nmero de mbitos de la vida so-cial. Bajo la forma de "servicios", para los que crea instituciones ad hoc, el Estado "burocratiza" reas cada vez ms amplias de la vida cotidiana. Se observan hoy en da, y obviamente ya era el caso en su momento, los "servicios pblicos" cuyo acceso es asegurado a la mayora gracias a la accin del Estado que extrae de la lgica del mercado reas enteras de la vida social. Sin embargo, muchos vieron este Estado sobre todo como una estructura de control social, sosteniendo en sus manos la educacin y la vivienda, el transporte y los medios de comunicacin (radio y televisin son entonces en gran medida estatales), la salud y los servicios sociales, la urbanizacin y la produccin de energa. A mediados del siglo XX, el Estado no es ya meramente un instrumen-to de represin. Se convirti en un agente encargado de difundir un modelo de organizacin social, y las instituciones quedan en manos de "tecncratas", vistos ya no como actores de la racionalidad, sino ante todo como agentes de una "ideologa" supuestamente racional. As, en su cancin Au suivant, J acques Brel (1964) inmortaliz este tratamien-to burocratizado en el que las instituciones reducen a los sujetos a ser "el siguiente" en la fila o en la ventanilla, presentando una situacin paradigmtica en el caso del ejrcito, que desnuda a los futuros sol-dados para la revisacin mdica y los pone en fila, convirtiendo a cada individuo en el "siguiente" del que precede y al mismo tiempo en aquel

    14. Este tema de la locura del obrero como consecuencia de su sujecin a la cadena de montaje ya se encontraba en la pelcula de Charlie Chaplin Tiempos modernos (1936).

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    que sigue a un Estado que lo conduce a la muerte. Y Louis Althusser es quien probablemente ms ha insistido en el papel del Estado como productor de una ideologa para mantener a personas en una situacin de subordinacin a los imperativos y las necesidades de la economa capitalista (Althusser, 1970). En las dcadas del sesenta y setenta, mu-chos movimientos sociales comienzan a exIgir un cambio del modelo institucional, en el cual esencialmente se observan dispositivos de con-trol del sujeto, ya sea en la crcel, a travs de la educacin, a nivel del urbanismo, en el hospital o en las instituciones de trabajo social. Del mismo modo fue criticado el trabajo social, como en el clebre libro de J acques Donzelot La police des familles, en el que se seala la fuerza moralizadora de las prcticas que confluyen hacia la formacin del campo de lo social, en cuyo centro se encuentra la familia. Donzelot describe as la penetracin de la familia por parte de un conjunto de instituciones que vienen a desestabilizar la autoridad patriarcal para introducir una serie paradojal de normas de tipo higienistas y moralis-tas, tendientes a controlar tanto la sexualidad como la educacin o el ahorro. Estas instituciones "sitan a la familia en la obligacin de tener que retener y vigilar a sus hijos si no quiere ser ella misma objeto de una vigilancia y de una disciplinarizacin" (Donzelot, 1977).

    Es interesante observar cmo en ese momento gran parte de las sociologas de inspiracin marxista desplazan el objeto de sus inves-tigaciones y el blanco de sus crticas de la economa y la poltica (que eran sus centros de inters en la poca de la modernidad liberal del siglo XIX y de principios del siglo XX) hacia la cultura, la educacin, la ideologa o las formas de control social por el Estado y las burocracias. A estos autores debemos considerarlos hoy da como observadores de su tiempo. Intentaban llamar la atencin sobre un aspecto importante de aquella sociedad de individuos que se desarrollaba en Occidente y especialmente sobre las paradojas que atravesaban en ese momento las formas de organizacin de la modernidad. Aqu reside, sin duda, uno de los impulsos que dieron nacimiento a la "sociologa crtica".

    Como en las dems formas de crtica social desarrolladas en esa po-ca, "integracin" y "adaptacin" fueron experimentadas y representadas como el problema principal, contrariamente a los que acaeci durante la modernidad liberal del siglo XIX, donde el problema era la exclusin de las masas de trabajadores proletarizadas, y donde la crtica apuntaba a su exclusin poltica tanto como a su explotacin econmica. Este momento, bien avanzado ya el siglo XX, se encuentra en las antpodas de lo que suceder desde la dcada del ochenta, donde los sistemas de integracin social se encallan y los temas relacionados con la nocin de exclusin sustituyen nuevamente los de control y dominacin.

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    Importantes voces criticaron en su momento estas visiones "pesi-mistas" o "extremistas" de las dcadas del cincuenta, sesenta y setenta, sealando ya entonces la importancia de los sistemas de proteccin social y mayores mrgenes de libertad individual, los cuales se desa-rrollaban especficamente gracias a esas formas organizadas y raciona-lizadas de la vida social. Daniel Bell destac en 1960 la diferencia entre la experiencia social de los intelectuales que criticaban el capitalismo y la sociedad de masas, y la experiencia del Welfore State que tuvieron los trabajadores y los pobres que se beneficiaron en gran medida de la proteccin social a partir de la dcada del treinta. 15 Son estos puntos de vista los que debemos sin duda tomar en consideracin a la hora de evaluar esta primera forma de sociedad de individuos.

    Sin embargo, lo importante del caso es que estos sentimientos de opresin y dominacin formaban parte de la experiencia de estos in-dividuos que por primera vez en la historia poblaban en masa nuestras sociedades. Como veremos, esta experiencia se hallar en el centro del eco que los discursos de corte neoliberal y las polticas que estos inspi-ran encontrarn cuando la crisis de 1973 torne la coyuntura apta para este tipo de proyectos. De ah que debamos considerar al menos dos paradojas. En primer lugar, hay que tener en cuenta el hecho de que las formas institucionales criticadas entre los aos cincuenta y setenta son las mismas que permitieron el surgimiento del individualismo de la ma-yora; es decir, que han hecho posible la integracin social de aquellos que no se haban beneficiado hasta entonces de margen de autonoma alguno como consecuencia de su no integracin social. En segundo lugar, la mayora de los crticos que sealaron en esos aos los efectos perversos de la modernidad organizada (ya como "sociedad de masas", ya como "sociedad burocratizada", bajo el tema del "control" o bajo el de la "dominacin") provenan de lo que podra llamarse formas ms o menos diversas de la "izquierda radical". Pero muchos de estos mismos crticos proveern las bases para la construccin de una "derecha radi-cal". Ese es precisamente el ttulo de otra obra importante de Daniel Bell en la cual estudi este deslizamiento por el que la crtica al Estado y a las normas sociales migra de un costado al otro del tablero poltico de

    15. Bell subraya de la misma manera la distancia existente entre el hecho observado del desarrollo de una cultura de masas representada por los individuos que se encuentran sometidos a un estmulo estandarizado, y la hiptesis de los efectos de "atomizacin" y de empobrecimiento cultural provocados por esas industrias. Bell (1997) llama la atencin sobre el hecho de que esos mismos individuos salen de la sala del cine y van enseguida a comentar con sus amigos, parientes y conocidos la pelcula que vieron. Bell remarca as los efectos "socializadores" y de enriquecimiento cultural de las nuevas industrias culturales contra las ideas de atomizacin y de homogeneizacin.

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    Las dinmicas contemporneas de la individuacin

    los intelectuales. 16 Una vez llegados los aos ochenta se abandona aque-lla crtica al capitalismo y a la sociedad de masas, y solo queda aquella crtica dirigida a un Estado considerado siempre como excesivamente presente y burocratizado. El capitalismo, presentado bajo la etiqueta del "mercado", saldr de la mira de las crticas para convertirse en el gran justiciero del mal representado por las burocracias y sus "trabas".

    EL INDIVIDUALISMO ANTES DE LAS POLTICAS DEL INDIVIDUO

    Es necesario establecer cierta historicidad con respecto a la proble-mtica del individuo y de la individuacin, pues la inmensa mayora de la sociologa contempornea se ocupa del "individualismo" como de un fe-nmeno nuevo, que no habra visto su aparicin sino a partir de la dcada del ochenta: en Francia con mayor fuerza desde los aos noventa, y en Amrica Latina a partir de los ochenta con el regreso de la democracia en numerosos pases y el reinado del neoliberalismo. Sin embargo, lo que pasa en los aos ochenta y noventa es un momento de inflexin, no un "nacimiento". En verdad, el giro neoliberal de los aos ochenta dio lugar a una reaccin de parte de autores como Robert Castel y Peter Wagner que ya no critican la evolucin del Estado y de la organizacin social posteriores a 1930 como el despliegue de formas de control social y de dominacin, sino, por el contrario, como formas de proteccin social desde el punto de vista de una teora de la integracin. Esto es sorpren-dente en el caso de un autor de la importancia de Castel que, gravitando en la constelacin de Michel Foucault en los aos setenta, forma parte de las corrientes crticas de la psiquiatra y del psicoanlisis. As, en una de sus obras mayores, La gestin de los riesgos, critica la poltica de prevencin de riesgos mediante dispositivos estadsticos como un modo de control social no presencial (como s lo era el panptico de Vigilar y castigar), lo que supone una tecnologa mucho ms refinada de penetracin del Estado en el cuerpo social. Cmo se produce tal giro, de la crtica del Estado como de control a la defensa del Estado en su rol de protec-cin social? Veamos de cerca las razones de este cambio (Castel, 2011).

    El individuo moderno fue dotado de la posibilidad de existir como un sujeto capaz de guiarse a s mismo gracias a la instauracin de regu-laciones colectivas. En efecto, es a raz de su inscripcin en el seno de

    16. The Radical Right (Bell, 2008), cuyo objeto fue comprender la extrema derecha de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, fue publicado por primera vez en 1955. Las ediciones de 2002 y de 2008 buscan comprender la continuidad de esos movimientos bajo los mandatos de Ronald Reagan (1981-1989) y de George Bush padre (1989-1993) e hijo (2001-2009).

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    colectivos slidos como el sujeto accede al estatus de individuo. Para convencerse, basta con comparar el estatus que adquiere el individuo en la "sociedad salarial" (en palabras de Robert Castel) o en la "modernidad organizada" (en palabras de Peter Wagner) con la situacin de los indi-viduos del perodo histrico precedente, es decir, a la formacin social que se impuso tras la doble revolucin poltica e industrial de fines del siglo XVIII. Esta primera modernidad situ al individuo-ciudadano en el centro de la vida poltica. Es l quien elige a sus representantes y les delega el poder de gobernar en su nombre. Tambin es este individuo libre y responsable quien se encuentra en el origen del juicio moral, de las sanciones penales y de las transacciones que dirigen las relaciones entre los miembros de la sociedad. As, en su inicio, la organizacin de la sociedad moderna reposa sobre relaciones contractuales que entrelazan libremente a los individuos. El papel del Estado se limita solo a asegurar la validez de estos intercambios, dndoles fuerza de ley, y a garantizar la seguridad de bienes y personas a travs del monopolio de la violencia.

    Sin embargo, este orden contractual fue incapaz de unificar al conjun-to de la sociedad. Excluy a los llamados "proletarios", que efectivamen-te coinciden con la masa de no propietarios, los cuales fueron dejados totalmente afuera de los registros legtimos de intercambios polticos y sociales. Durante todo el siglo XIX, las descripciones de la pauperizacin acuerdan en denunciar la existencia de categoras de individuos califi-cados de manera puramente negativa: inmoralidad, vicio, irresponsabi-lidad, peligrosidad ... As, puede afirmarse que la "clase no propietaria" se compone de no individuos, o de personas que viven en una completa sumisin al trabajo y la pobreza. Los pobres y los proletarios de entonces no son individualizados sino "negativamente", debido a que el capitalis-mo ha destruido todas las formas de lazo social caractersticas de la poca premoderna, como lo haban denunciado justamente Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, e impide la institucionalizacin de cualquier forma de inscripcin colectiva que vaya ms all de la ciudada-na (definida en trminos de derechos civiles y polticos).

    La respuesta a esta tensin entre reconocimiento poltico de la ciu-dadana y ausencia de soportes de individuacin que atraviesa la mo-dernidad liberal fue dada por el paso a la modernidad "organizada". La solucin resulta de la asociacin de una ciudadana social a la ciudadana poltica. Las prerrogativas plenas de la ciudadana dejaron as de ser con-fiscadas por una elite de terratenientes, burgueses y notables. Los no propietarios pasaron a ser ellos mismos "propietarios" de derechos en tanto beneficiarios de las protecciones sociales (Castel y Haroche, 2001). Robert Castelllama "propiedad social" a esa capacidad de disponer de los medios necesarios para liberarse de la dependencia, ya sea frente a

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    la necesidad o respecto de un superior o de una institucin con poder discrecional. Es precisamente la institucionalizacin de las normas que desembocaron en la "propiedad social" lo que permite a cada quien eri-girse en "propietario de s mismo". Desde entonces, cada cual consigue comportarse como un individuo pleno tras haber conquistado esa base de recursos elementales que es la condicin de cierta independencia social. Aquello a lo que se acceda gracias a la propiedad privada en tr-minos de seguridad, de protecciones, de puntos de apoyo, se encuentra ahora al alcance de todos aquellos que son titulares de estos derechos so-ciales: derecho a la asistencia, derecho a la salud, derecho a la jubilacin, reduccin de tiempo de trabajo, eximicin de la obligacin de trabajar en caso de accidente o enfermedad, prohibicin de sumisin al trabajo en grandes perodos de la biografa (infancia, vejez, embarazo), etc. Este rgimen de regulaciones y de protecciones colectivas indujo profundos cambios en los regmenes de temporalidad. No solo cada uno dispone de lapsos de tiempo cada vez ms importantes para s mismo, sino que la estabilidad ganada permite a cada quien anticipar el futuro y saber cmo ser su maana. Cuando sabemos cunto han sufrido siempre las clases populares por la inestabilidad y el desarraigo permanente a los que los somete el capitalismo cuando se libra a s mismo, comprendemos la importancia de una seguridad social que d lugar a tiempos ms largos y previsibles, porque la exposicin al riesgo es menor. La autonoma del individuo ya no es un privilegio reservado a una minora. Su posibili-dad se ve a travs de la trayectoria de la mayora de los miembros de una sociedad democrtica que posee, ms all de los derechos civiles y de los derechos polticos, un amplio espectro de derechos sociales. Es en este sentido que Durkheim poda afirmar que el individuo no era la mera expresin de una "naturaleza" sino, ms bien, el resultado de una construccin histrica de la que el actor principal es el Estado, no ya el portador de "derechos naturales" como sostiene el liberalismo sino una figura histricamente localizada como consecuencia de la institucionali-zacin progresiva de una serie de derechos (Durkheim, 1950).

    Gracias a su inscripcin en los sistemas de regulacin colectiva, los individuos adquieren las condiciones para una participacin plena en la vida social. Sea que la veamos bajo la forma de una modernidad organi-zada o de una sociedad salarial, esta formacin social que se consolida en el siglo xx: se caracteriza por la preponderancia de lo colectivo: ex-tensin de una organizacin colectiva del trabajo de la mano del peso creciente de la gran industria, desarrollo de sindicatos poderosos que expresan los intereses colectivos de grandes grupos homogneos de trabajadores, convenciones colectivas que brindan un mismo estatus a amplias categoras de asalariados, jurisdicciones de proteccin social

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    que dotan de los mismos derechos a grupos de profesionales, desarro-llo de los servicios pblicos que permiten el acceso a bienes colectivos como la educacin, la salud, la vivienda o los servicios urbanos.!7

    El individuo afirma as su presencia a lo largo de todo el siglo :xx desde que consigue inscribirse en ese registro complejo de regulaciones. Puede entonces observarse cmo, sociolgica e histricamente hablan-do, el individuo emerge gracias a fuertes sistemas de regulacin segn su clase social de pertenencia, su gnero, el lugar que ocupa en el espectro de edades, las relaciones de subordinacin laboral, etc., y se encuentra atrapado en ellos. Aun as, dispone de las condiciones mnimas para cier-ta independencia social, como tambin de un cierto margen de maniobra que le permite existir realmente como individuo. El acceso al consumo de masa es un buen ejemplo de las caractersticas de esta ambigua indivi-duacin. Hemos visto cunto fue criticado el consumo como forma cul-tural de dominacin, aunque al mismo tiempo resultara una tremenda palanca de liberacin respecto de la dictadura de la necesidad inmediata.

    La modernidad organizada no es una sociedad igualitaria. Muy por el contrario, est fuertemente estratificada por las grandes desigualda-des impuestas por una estructura altamente diversificada. No obstante, tanto el jefe como el empleado, el cuadro dirigente como el capataz o el obrero dependen en su condicin de la misma legislacin laboral o del cdigo del trabajo y del mismo sistema de proteccin social. Por ello me gustara resaltar lo que parece ser una enseanza fundamental de este anlisis del estatus de individuo durante la segunda mitad del siglo :XX. La consistencia del individuo no fue construida por "polticas del individuo" propiamente dichas. Tomemos como ejemplo el derecho a la jubilacin, a la cual accede cada individuo y de la cual podr disponer se-gn su parecer. La jubilacin no se encuentra conectada a la singularidad de su condicin de individuo, pues su derecho emana automticamente de la pertenencia a la categora general de empleados. Su valor y sus modalidades de asignacin dependen de las regulaciones que rigen esta categora profesional constituida como colectivo. Que un jubilado pre-sente como individuo alguna particularidad carece as de la ms estricta importancia. El jubilado se encuentra individualmente protegido, pero no desde lo que lo distingue en tanto persona singular, sino porque el

    17. En este sentido, cabe sealar una importantsima diferencia entre la historia social de Francia y de otros pases europeos con respecto a la de Amrica Latina. En Francia, el acceso a la vivienda forma parte de los derechos sociales desde que luego de la Segunda Guerra Mundial se institucionalizara un sistema social de acceso a la vivienda. En Amrica Latina, en cambio, se apuesta mayoritariamente al mercado y predomina la propiedad privada de la vivienda, lo que expone fuertemente a las franjas ms pobres de la sociedad al riesgo del desalojo, de alquileres caros y de viviendas insalubres.

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    Las dinmicas contemporneas de la individuacin

    Derecho lo inscribe en el seno de una categora social. Es por ello que trata de idntica manera a cada uno de los miembros de su colectivo de pertenencia.

    Se podra reprochar por ello a estas regulaciones de la modernidad organizada su carcter formal, abstracto, burocrtico, etc., que caen desde arriba y que no pueden tomar en cuenta la significacin de las necesidades de cada cual, desde un punto de vista personal. Pero en rea-lidad los efectos de esas disposiciones generales crean las condiciones de posibilidad del individuo mismo, lo refuerzan y brindan a la mayora de los miembros de la modernidad organizada la oportunidad de ma-nejarse como individuos. Si esta formacin social que ahora llamamos "sociedad salarial" o "modernidad organizada" pudo ser criticada por sus contemporneos, es precisa y paradjicamente porque ella misma haba creado las condiciones para la existencia de una "sociedad de in-dividuos". Al convertir a la mayora en individuos, las regulaciones de la modernidad organizada crearon los personajes que se volveran contra ella para criticarla. Sin advertirlo, esos individuos cortaban as la rama sobre la que estaban parados.

    De este modo, puede afirmarse que esta dinmica devolvi al seno de la sociedad a todos aquellos que de ningn modo haban sido integrados a la primera modernidad, dotndolos de los "soportes" necesarios para que puedan participar de los intercambios sociales, aunque quedaran as en condicin de subordinados. "Subordinados, pero no invalidados, ya que son al menos semejantes a sus conciudadanos", como dice Castel.

    EL INDIVIDUO Y LA REGLA

    El giro que se produce en el ltimo cuarto del siglo :xx significa un cierto retorno al pensamiento liberal del siglo XVIII, y por lo tanto parece justificada su caracterizacin como "neoliberal". Esto es visible, sociolgicamente hablando, en la manera en que es teorizada la relacin individuo-sociedad como una relacin de oposicin e incluso de con-tradiccin. Sin esquematizar excesivamente, podra decirse que se trata de un pensamiento que coloca la "libertad" del lado del individuo y la imposicin, la regla o la obligacin en la sociedad. Sin embargo, una sociologa que piensa la individuacin exclusivamente desde la pers-pectiva de una liberalizacin progresiva de las reglas y las imposiciones sociales (consideradas as en un plano general y abstracto) presenta una serie de problemas.

    En primer lugar, tal sociologa se inscribe en un proceder un tanto irrealista que piensa el individuo y lo social como dos opuestos, como

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    si el individuo, para existir, debiera deshacerse del peso de lo social. Como si el individuo pudiera existir por fuera de lo social; a la manera de un eremita. Este punto de vista conduce a un terreno ilusorio, pues no reconoce la complejidad del problema del individuo y se niega a ver el individualismo como una forma de sociabilidad o de lazo social. En realidad, es cierto que el individuo emerge como consecuencia de la relajacin de ciertas obligaciones y reglas, pero tambin es el resulta-do de la institucionalizacin de otra serie de reglas que regulan ciertas reas de la vida social. De hecho, en un primer momento el capitalismo y la democracia permitieron la destruccin de un conjunto de reglas y limitaciones ligadas al feudalismo y a las sociedades tradicionales, a sus dependencias interpersonales, a la sujecin de las personas a la tierra, a la naturaleza hereditaria de la condicin social, etc. Pero, como ya vimos, esto no bast para que la mayora pudiera acceder a la indivi-duacin sino gracias a la posterior institucionalizacin de otr9 conjunto de normas que regularon la economa y la sociedad. As, accedieron a la individualizacin todos aquellos a quienes la nueva formacin so-cial haba dejado en un estado de pobreza casi absoluta, convertidos en verdaderos miserables. De este modo, la regulacin de las relaciones laborales (a partir de la institucionalizacin de los lmites de edad b del lmite de tiempo de trabajo, por ejemplo) hizo del trabajo un soporte de individuacin, dejando de ser as una mera forma de explotacin.

    Durkheim ya haba insistido mucho en el hecho de que la impo-sicin social (la contrainte) tena un carcter ambivalente. Toda norma social acta a la vez como limitacin y posibilidad, como "habilitacin" e "imposicin" (Giddens, 2005). Es por eso que la individuacin no es el simple resultado de una reduccin de las normas sociales o de una disminucin del peso de la regla (considerada de un modo abstracto). En realidad toda norma social posee ambas caractersticas simultneamente: es al mismo tiempo habilitation y contrainte, abre ciertos cursos de accin al volver posible lo que antes no lo era e impide cierto tipo de com-portamientos. La llegada del individuo al escenario de la realidad social fue ms bien la consecuencia de la institucionalizacin de una serie de regulaciones sociales que ampliaron los mrgenes de libertad social para la mayora dndoles seguridad, mientras que esas mismas regulaciones limitaron el campo de accin para otros. As, mientras que las regulacio-nes del mundo laboral se convirtieron en "soportes"18 que dieron ma-yor autonoma a los asalariados, esas mismas reglas fueron ciertamente vividas como una brida por otros, especialmente para los empresarios

    18. Para una caracterizacin del concepto de "soporte" como punto de apoyo a la individuacin positiva que empleamos aqu, vase Castel y Haroche (2001).

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    Las dinmicas contemporneas de la individuacin

    que en un contexto de libre mercado siempre preferirn una mano de obra "flexible". "Habilitacin e imposicin" son propiedades intrnsecas de cualquier forma de regulacin social que confieren a toda norma un carcter ambivalente. De lo que se trata en el fondo es de saber sobre quin pesa la obligacin, a quin beneficia la habilitacin, qu rea de la vida social se favorece y cul resulta limitada, qu tipo de actividad florece gracias a la imposicin de una norma y cul, por el contrario, ve limitadas sus posibilidades. Esta es la razn por la cual la conquista de mrgenes progresivos de independencia social o, si se prefiere, de "libertad individual" resulta siempre un proceso conflictual y casi nunca toma la forma de una dinmica de tipo winner-winner. Es el caso de la historia de la integracin de la clase trabajadora, del sufragio universal o de la "liberacin" de la mujer. Si observamos esta ltima un instante vemos cmo una serie de regulaciones como la extensin del derecho al voto par:a las mujeres, el derecho al divorcio por la sola voluntad de la mujer, la sustitucin de la patria potestad por la autoridad parental compartida, el acceso a la educacin y la integracin de las mujeres en el salariado hicieron posible la individualizacin de la condicin femenina y la afirmacin del estatus de individuo para las mujeres. Al mismo tiem-po, un cierto nmero de instituciones (como la familia o la Iglesia) y de actividades sociales (como la poltica), hasta entonces muyestrechamen-te relacionadas con formas de dominacin masculina, se vieron forzadas a cambiar. Cualquier margen de libertad conquistada por las mujeres no se traduce necesariamente en un peso para la mitad masculina de la sociedad, pero es cierto que el cambio oblig a los varones a la revisin de muchas de sus prcticas habituales, desde su uso del tiempo pasando a su implicacin en las tareas domsticas, hasta su relacin con el poder y con el dinero.

    La comprensin de la coyuntura actual del individuo requiere enton-ces "sociologizar" el anlisis de lo que significan regulaciones, trabas o imposiciones sociales. Qu buscan hoy cambiar las demandas de libe-ralizacin? Realmente es necesario avanzar hacia un punto de vista con-creto y emprico para dar contenido a las expresiones que movilizamos en el momento de emplear palabras como "trabas" sociales, e incluso "antigedades" o "arcasmos" que en general apuntan a criticar distintas formas de regulacin de lo social por parte de la ley. Una serie de debates propios al proceso de modernizacin actual (globalizacin, impuestos, tamao y papel del Estado, protecciones sociales, naturaleza de las relaciones laborales, polticas sociales e intervenciones en el rea de la familia, de la infancia o del gnero) marcan precisamente el contenido de lo que en la sociologa francesa es llamado contrainte sociale. En efecto, tomadas de un modo general, como cuando se dice que hay que "liberar"

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    las energas de la economa o cuando se pide que se disminuya el peso excesivo de las trabas administrativas o burocrticas, los ataques hacia las "trabas" sociales esconden el hecho de que esas liberalizaciones be-nefician ciertamente a unos pero perjudican muy directamente a otros.

    En realidad, la cuestin de la norma (de la contrainte) debe ser eva-luada de acuerdo con dos dimensiones. La primera es la del anlisis del rea en la que se ejerce la regulacin social. Las liberalizaciones a las que asistimos, poseen el mismo valor cuando son ejercidas en el mbito de la familia que en el del trabajo, en el de la educacin o en el de la poltica? Desde cierto punto de vista, efectivamente puede afir-marse que las regulaciones sociales aparecen para sofocar el desarrollo de ciertos tipos de accin en vista de promover otros. Una disminucin en el nmero de funcionarios y en el gasto pblico, por ejemplo, puede traducirse en un alivio en la carga de impuestos a inversores e incluso en un aumento del nivel de consumo de alguna que otra fraccin de las clases medias. No obstante, desde el punto de vista de otras categoras de la poblacin, esta remocin de funcionarios y esta contraccin del gasto pblico pueden acarrear una prdida de calidad e incluso la desa-paricin de ciertos servicios pblicos o de ciertos derechos sociales.

    Una segunda dimensin de anlisis se refiere a una descripcin en trminos de categoras sociales. Las diversas formas de regulacin del mundo social comportan tantas libertades para unos como restricciones a las actividades de otros. El mundo de la economa mundial est repleto de regulaciones que benefician las actividades de ciertos agentes al tiem-po que frenan las de otros. An ms, numerosas limitaciones de la acti-vidad econmica pretenden simplemente proteger la existencia social de determinados grupos o individuos. As, regulaciones de proteccin del medio ambiente pueden restringir el desarrollo de ciertas formas de agricultura en beneficio de otras, y ms recientemente ciertas industrias culturales requieren la regulacin y el control de las prcticas que el desarrollo de Internet y de las nuevas tecnologas han vuelto posible. Las obligaciones impuestas a algunos, una vez ms, constituyen las posi-bilidades de supervivencia o de desarrollo para las actividades de otros.

    QU ES UNA POLTICA DEL INDIVIDUO? Hasta aqu he utilizado las expresiones "polticas del individuo" o

    "polticas de individuacin" sin especificar el contenido de estas dos ex-presiones que he tomado como sinnimas y de las cuales deseara dibujar ahora las lneas principales. Una precisin antes de avanzar: las polticas del individuo no se limitan a esta constelacin de intervenciones pblicas

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    Las din7nicas contemporneas de la individuacin

    que son las polticas sociales, antes bien se trata realmente de una pro-funda reorientacin de la forma de relacin entre el Estado y la sociedad. Si bien es cierto que las polticas sociales se ven fuertemente afectadas por las redefiniciones que entraa la instalacin de polticas de indivi-duacin, las polticas del individuo superan ampliamente el dominio de "lo social". De un modo general, y ms all de las polticas sociales, las polticas del individuo, o de la individuacin, pueden ser pensadas en referencia a dos coordenadas. En primer lugar, las polticas de individua-cin se separan de la concepcin del individuo que prevaleci durante la modernidad organizada (y de la cual vimos recin una descripcin general: el individuo emerge a partir de su integracin en colectivos y gracias a regulaciones sociales de tipo universalistas). En segundo lugar, se presentan como si fueran una prolongacin de la poltica social "cl-sica", esto es, en su forma profesionalizada a partir de una tecnologa de intervencin basada en el binomio de la "escucha" y la "reparacin", caractersticas de la "relacin de servicio" (Goffman, 1961: 380-383).

    Las polticas que apuntan al individuo o que tienen por objeto la individuacin resultan ser iniciativas implementadas entonces en varios campos de la vida social. A veces intervienen en el seno de dispositivos de larga data, como en el caso de las ayudas para conseguir trabajo. En otro plano, lo hacen a nivel de organizaciones y empresas, como las ini-ciativas de contratacin y de sub contratacin de lo que anteriormente se realizaba en el marco de la relacin salarial. Finalmente, a nivel ins-titucional, las polticas de individuacin se desarrollan en el marco de lo que Fran~ois Dubet (2000) denomin un cambio de "programa" que gobierna cada institucin. El objetivo de las instituciones ya no sera ms la socializacin o la integracin de las personas a la vida social, sino ms bien una "intervencin sobre el otro" con el propsito de transformar a cada sujeto en un individuo en acuerdo con los valores de la autonoma, la responsabilidad, la activacin y el seguro de s mismo ante los riesgos.

    De un modo general, puede entenderse las polticas de individua-cin observando el modo en el que definen su objeto y la naturaleza de sus intervenciones o la "tecnologa" que les es caracterstica.

    LA POBLACIN OBJETO DE LAS POLTICAS DE INDIVIDUACIN

    Las polticas del individuo constituyen un gnero de poltica pblica que encuentra su blanco en el individuo mismo. Es decir que, a diferen-cia de las polticas de proteccin social caractersticas de la modernidad organizada, las polticas del individuo apuntan al individuo como tal y no a las dinmicas sociales que representan un peligro para la integridad

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    o para la autonoma de los individuos. La diferencia es clara: durante el perodo de la modernidad organizada, el Estado intent esencialmente institucionalizar regulaciones sociales (como las limitaciones legales del tiempo de trabajo, la proteccin de la "esfera privada" o la prohibicin del trabajo infantil) y protecciones (como la seguridad social, la pro-teccin frente al acci