Derechos fundamentales, estado empresa y globalizacion
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DERECHOS FUNDAMENTALES, ESTADO, EMPRESA Y
GLOBALIZACIÓN
AUTOR: Tulio Ramiro Morales Paredes.
Es característica fundamental del neoliberalismo, que a la actualidad toma forma de
globalización, el ensanchamiento de carácter pandémico de los espacios económicos y
sociales, los mismos que trasuntan los espacios de carácter político, cuya característica
de éstos últimos se concreta en la permanente reducción de sus respectivos ámbitos
espaciales. El desarrollo desmesurado de la globalización es eminentemente sincrónico
con los avances tecnológicos, cibernéticos, informáticos y sobre todo, con el irreversible
desarrollo del capitalismo financiero que recorren los centros bursátiles en todo el
planeta, concretizando la mundialización de la economía.
Lo citado precedentemente trae como consecuencia dialéctica en el ámbito social, y,
sobre todo; político la hegemonización del modo de vida occidental, pues a la actualidad
los habitantes del planeta parecen disfrutar de iguales diversiones, participan en
idénticas forma de vida y por ende, se sufre de los mismos acontecimientos adversos al
neoliberalismo (Ejm, la caída de las principales bolsas de planeta repercute
negativamente en todo el mundo).
Ahora bien, el espectacular e innegable ensanchamiento de los espacios económicos y
sociales, en modo alguno se ha visto acompañado del respectivo ensanchamiento de los
espacios políticos, es decir el Estado nacional esa el punto de referencia y marco
obligado donde se establecen los marcos reguladores de la vida social y sobre todo
política, con el adicional de que sólo en su circunscripción nacional se expresan
democráticamente los principios y valores que parametran y ordenan la convivencia, no
obstante el Estado a causa de la globalización se ve sometido a presiones de gran
envergadura, el cual trae como consecuencia el debilitamiento y disminución de sus
espacios de actuación y porque no, sus condiciones y razones de su propia existencia.
Podemos manifestar en coherencia a lo descrito, que es evidente el enfrentamiento entre
la mundialización económica y el Estado y que en este conato, es evidente la tensión
entre la lógica del cálculo de la ganancia – propia del liberalismo – y la lógica de las
valoraciones políticas – que implica el respeto a los valores, principios y derechos
inherentes a los estados constitucionales- que legitima y justifica la acción estatal.
En el enfrentamiento descrito en el párrafo que antecede, es obvio que el Estado pierde
terreno en su dinámica íntegra y el mismo que se manifiesta tanto a nivel de su propia
naturaleza, es decir en su condición de Estado, como a nivel de la Sociedad Civil, a
saber: en el seno del Estado es cada vez mas determinante la presencia de las
denominadas Administraciones Independientes las mismas que, por el alto grado de
especialización de los servicios que prestan, rompen con su actuación a la típica
actuación representativa del Estado y sólo responden a las reglas de la racionalidad
instrumental, es decir los criterios eminentemente técnicos prevalecen sobre las
motivaciones políticas, la acción política del Estado (politics) se fragmenta en múltiples
políticas públicas (policys), ello evidencia la expresión mas evidente de que el
debilitamiento de la representación y la sustitución de la razón política por la razón
técnica comienza a concretizarse en proporciones alarmantes. En lo referente a la
Sociedad Civil, la globalización genera el desarrollismo y el crecimiento como su
principal aspecto justificador y que éstos por inexplicables motivos, desempeñan
supuestas funciones eminentemente salvadoras respecto a los grupos sociales de escasos
ingresos económicos y con casi inexistentes servicios básicos y que al final de cuentas
lo único que a generado el citado desarrollismo y crecimiento, es la universalización de
condiciones de miseria y del hambre, incluso en el propio seno de los países
desarrollados, como secuelas lacerantes y corolarios inherentes al sistema neoliberal, sin
olvidar hechos generalizados de violencia, corrupción, polución y destrucción del medio
ambiente, inseguridad ciudadana y otros fenómenos sociales que es inherente a tal
condición social.
No deja por lo tanto de ser sorprendente y extraño que ante los enormes síntomas de
descomposición social de la realidad histórica del presente se responda, como
efectivamente se responde, con una resignada aceptación colectiva. Tan singular
paradoja empieza no obstante a comprenderse cuando se observa que los desajustes y
deterioros de la vida social se ven acompañados por una descomposición de la política y
del Estado no menos importante y significativa. Cuando el Estado muestra su limitación
e impotencia hasta el punto de no poder garantizar los más elementales derechos,
empezando por el más sagrado de todos, como es el derecho a la vida, y cuando la
política como espacio de la libertad y reino de las alternativas se somete a la disciplina
del pensamiento único que marca la lógica del crecimiento, resulta, perfectamente
comprensible que el ciudadano se retire a la pasividad de su vida privada y desde un
utilitarismo bárbaro y elemental procure satisfacer por sí mismo lo que en la sociedad
civil no encuentra y lo que el Estado tampoco le proporciona.
Coherente con lo predicho, la globalización al generar la irreversible y gigantesca
eclosión universalizadora del mercado y del consumo, se contempla la
transnacionalización humana a través de los grandes flujos migratorios cuyas lacerantes
consecuencias se traducen en el hecho de que, frente a los 193 Estados en los que en
1993 se dividía el mapa político del planeta, demógrafos y sociólogos calculaban en
más de 8.000 las colectividades o grupos sin identificación étnica, lingüística, racial o
religiosa con las comunidades en las que se veían obligadas a desarrollar su vida, así
cómo los grandes poderes financieros que se expresan en empresas transnacionales que
operan a nivel planetario, se apoderan de los centros decisorios de la vida estatal,
actuando como dueños y señores de un auténtico poder invisible, generando como
consecuencia lógica, la enervación y casi completa neutralización de las características
de plena vigencia y sobre todo eficacia, de los derechos fundamentales, trastocando con
ello, los cimientos mas sólidos del constitucionalismo que configura a los Estados
actuales.
En resumen, si todo Estado tiene como soporte inexcusable una sociedad civil en la que
se fundamenta su estructura, y toda sociedad civil requiere en recíproca correspondencia
de un Estado para poder subsistir, a nadie se oculta que la conversión de los hombres en
ciudadanos del mundo, sin el establecimiento de los marcos políticos en los que
efectivamente pudieran ejercitar y hacer valer esa ciudadanía conforme se ha expuesto
supra, para lo único que sirve es para proclamar procaz y falsamente la aparición de una
sociedad civil universal sin Estado, como sustitutivo y compensación histórica al
alarmante fenómeno de un Estado que se está quedando sin sociedad civil. Lo que
significa que nuestra obligada conversión en ciudadanos del mundo a la que, por
necesidad, mandato y exigencia del mercado nos vemos sometidos, sólo puede
producirse a costa de la renuncia cada vez más pavorosa de nuestra condición de
ciudadanos en la órbita política del Estado, dentro de la cual el hombre es, ante todo,
portador de unos derechos que en todo momento puede hacer valer frente al poder.
Difuminada la ciudadanía en una organización planetaria, difícilmente podrá nadie
alegar derechos y esgrimir libertades (que es a la postre donde radica la esencia de la
ciudadanía), ante unos poderes que sigilosamente ocultan su presencia.
Ahora bien, según los defensores de la globalización, al tener éste fenómeno carácter
irreversible, la única respuesta coherente en el plano político, jurídico y moral a esa
situación de hecho no puede ser otra que la de apelar, a unas formas de organización
universales, por lo que se trataría entonces, simplemente, sería de recuperar a escala
planetaria de los espacios políticos y jurídicos perdidos en el ámbito estatal, no obstante
de que en realidad, es pérdida de espacios del Estado, no se debe por una
incompatibilidad puramente física y mecánica entre una realidad económica mundial y
una realidad política geográficamente limitada, sino por una incompatibilidad entre los
criterios definidores y que dan sentido a la vida económica (la lógica del cálculo y de la
ganancia) y los que definen a la organización política y estatal (la lógica política y
valorativa) conforme se ha mencionado infra expuesto.
Finalmente en el proceso de mundialización de los mercados, todo se transforma en
mercadería, incluyendo el propio Estado, por lo que es la esencia misma del mercado el
que choca frontalmente con la esencia del Estado y de la política, trastocando en
instancia definitiva CON LOS VALORES, PRINCIPIOS Y DERECHOS que sirven de
cimiento al Orden, Sistema, Organización y Estructura de los Estados Constitucionales
de la actualidad.