Desigualdades territoriales en Estado español 1955 - 1995 Delgado Cabeza y Sanchez Fdez

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    ESTUDIOS REGIONALES N 51 (1998), PP 61-89

    Las des igualdades t err i t or ia les en e lEstado Espaol. 1955-1995*Manuel Delgado CabezaUniversidad de Sevi l la

    Jess Snchez Fernndez

    Univers idad de MlagaBIBLID [0213-7525 (1998); 51; 61-89]

    PALABRAS CLAVE: Crecimiento econmico, convergencia, globalizacin, disparidad, concentracin econmica.

    KEY WORDS:Economic growth, convergence, disparity, economic concentration.

    RESUMEN

    En este trabajo se trata de presentar la dinmica territorial del crecimiento desde unaptica diferente a la que utiliza la teora convencional, centrando la atencin en la localizacinespacial de actividades y en el rango y la naturaleza de las funciones que desempean losdiferentes territorios en la divisin regional del trabajo. Ello nos permitir llegar a algunas con-sideraciones sobre la direccin y el camino por el que han transitado las diferentes regionesespaolas en esta etapa de cuatro dcadas que va desde mediados de los cincuenta hastamitad de los aos noventa.

    ABSTRACT

    In this paper we try to show the spatial dynamic of growth from a point of view which isquite different to that used by the conventional theory (neoclassical theory) of economicgrowth. Our interest is the spatial location of the economic activities and the range and natu-re of the roles attributed to the different territories in the regional division of the work. By thisway, it will be possible to get some inside about the path followed by Spanish regions alongfor the last four decades, those form the middie fifties to the middie nineties.

    1. EL CRECIMIENTO VEHCULO PARA LA CONVERGENCIA?

    Los modelos de crecimiento neoclsicos de corte tradicional1, sostienenque las regiones con bajas rentas por habitante tienden a atraer capital que

    1. Se llama as al modelo de Solow y algunas extensiones del mismo, frente a una versin remo-

    zada del modelo neoclsico que extiende el concepto de capital para incorporar el capitalhumano y el tecnolgico, y que admiten la posibilidad de rendimientos crecientes. Vase Dela Fuente, 1996.

    (*) Los territorios, entendidos como construcciones sociales resultado de procesos que vanmodulando sobre ellos pueblos, historias y culturas diversas.Una primera versin de este trabajo fue presentada en las VI Jornadas de Economa Crticacelebradas en Mlaga en Mayo de 1998.La versin que se pub lica se ha visto beneficiada por los comentarios recibidos de los miem-bros del Grupo de Investigacin Anlisis Regional y Economa Andaluza (REA) de laUniversidad de Sevilla.

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    proviene de aquellas reas con ms altas rentas, y, al mismo tiempo, la pobla-cin tiende a trasladarse en sentido contrario, con lo cual el crecimiento eco-nmico conducir, como final inapelable, a la convergencia, medida en tr-minos de renta o valor aadido por habitante. Competencia perfecta, plenamovilidad de factores, remunerados segn su p roductividad marginal, y cuyosrendimientos se consideran decrecientes, son los presupuestos bsicos queexige el funcionamiento de estos modelos.

    Desde esta visin, los mecanismos del mercado deberan tender a equi-librar la distribucin de los llamados factores de produccin y de la riqueza,por la movilidad de los capitales y de las poblaciones. Incluso la baja en loscostes de transporte debera permitir a los actores elegir ms libremente sulocalizacin, contribuyendo a hacer estos mecanismos de ajuste por el merca-do ms fluidos y rpidos.

    Se reclama as el crecimiento econmico como remedio para equilibrarlos territorios e igualar las diferentes economas regionales, contribuyendo esteenfoque a reforzar la sacralizacin del crecimiento, que termina convirtindo-se en un objetivo en s mismo, de la mano del cual vendrn, con grandes dsisde automatismo, mayores cotas de modernizacin y de b ienestar para todos.

    En las aplicaciones que se han hecho para el caso espaol desde la pti-ca neoclsica2, que han proliferado en los ltimos aos, se llega a la conclu-sin de que la desigualdad territorial, medida en trminos de renta por habi-tante, si se toma como punto de partida 1955, disminuy hasta los aos 80, ydespus ha tenido lugar un estancamiento o incluso una ligera d ivergencia, demodo que, como balance final cabra decir que se ha producido un procesode convergencia entre las d iferentes regiones.

    En este trabajo se trata de presentar la dinmica territorial del crecimien-to desde una ptica diferente a la que utiliza la teora convencional, centran-do la atencin en la localizacin espacial de actividades y en el rango y la natu-raleza de las funciones que desempean los diferentes territorios en la divisinregional del trabajo. Ello nos permitir llegar a algunas consideraciones sobrela direccin y el camino por el que han transitado las diferentes regiones espa-olas en esta larga etapa de cuatro dcadas que va desde mediados de los

    cincuenta hasta la mitad de los aos noventa.

    2. Para una amplia referencia a los trabajos sobre crecimiento y convergencia de los territoriosen el caso espaol puede verse Esteban y Vives,1994; y Prez, Goerlich y Mas, 1996; yCuadrado Roura (dir.), Mancha Navarro y Garrido Yserte, 1998.

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    2. TENDENCIAS EN LA DISTRIBUCIN TERRITORIAL DEL VALORAADIDO, LA POBLACIN Y LA OCUPACIN.

    Tratndose, en lo que sigue, de identificar algunos de las pautas de loca-lizacin espacial de actividades, en su evolucin temporal, vamos a utilizar,como punto de partida, un indicador de la densidad de riqueza monetariagenerada en cada territorio: el valor aadido por Km2. La permanencia deldenominador de esta expresin, la superficie, en cada una de las 17Comunidades Autnomas consideradas, a lo largo de las cuatro dcadas estu-diadas, hace depender la evolucin de esta densidad slo de la cantidad devalor aadido que se genere sobre el territorio en cuestin, por lo que la tra-yectoria temporal de este indicador tiene un significado inequvoco que expre-sa la intensidad con que se localiza la actividad econmica en un determina-do espacio. De modo que las comparaciones de la evolucin de esta densi-dad entre territorios sealarn las tendencias espaciales para la localizacinterritorial de la actividad y la riqueza en trminos monetarios3.

    En la Tabla 1 puede observarse, para el perodo 1955-1995, la distribu-cin de las 17 Comunidades Autnomas segn su nivel de valor aadido porKm2 para un conjunto de siete intervalos, cuatro por encima del valor medio ytres situados por debajo del mismo4.

    Como se ve, al comienzo del perodo, y hasta el ao 64, no hay ningunaComunidad Autnoma en el tramo inferior, es decir, aquel que est por deba-jo del 25% del nivel medio. Cuatro territorios, Castilla-Len, Aragn, Castilla La

    3. No ocurre lo mismo con el valor aadido por persona, cuya evolucin tiene dos componentesque pueden variar y condicionar la trayectoria de este indicador, hacindose ms difcil darsentido a las comparaciones. Por otra parte, la situacin en un momento dado de la densidadde valor aadido por unidad de superficie, es, en gran medida, el resultado de un largo pro-ceso histrico que ha conducido a d inmicas econmicas centradas o concentradas alrede-dor de determinados teritorios, mientras que otros han permanecido al margen de estos pro-cesos, o en otros niveles de actividad, y en este sentido puede ser interpretada la jerarquiza-cin de la densidad de valor monetario generado por unidad de superficie. Las limitacionesque para la explicacin y la interpretacin de las desigualdades regionales supone la exclu-sin del territorio en el anlisis econmico convencional, que tiene que ver con razones epis-

    temolgicas que han llevado a una creciente separacin entre el mbito de lo econmico y elmedio fsico en el que se desenvuelve y con el que interacta, es tambin un argumento enfavor de la utilizacin de este indicador.

    4. Se han utilizado las series del Banco Bilbao Vizcaya, que, aunque elaboradas con una meto-dologa poco explcita, manejadas con un c ierto nivel de ag regacin pueden dar una orienta-cin fiable sobre las tendencias reales que se consideran. En el caso de la ocupac in y el parolas fuentes utilizadas han sido Encuesta de Poblacin Activa (varios aos), INE y CapitalHumano, series histricas. 1964-1995de la Fundacin BBV (1995). Agradecemos a FranciscoPrez su amabilidad al facilitarnos el acceso de esta ltima serie.

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    Mancha y Extremadura, por orden decreciente, se sitan en la cola de la dis-tribucin, pero todas en el intervalo que est por encima del ltimo, entre el 25y el 50% del valor medio.

    En el otro extremo, con un valor aadido por unidad espacial ms de tresveces por encima de la media, se tiene el polo de mayor concentracin, for-mado por las tres reas cuya evolucin histrica las vena ya colocando en losprimeros lugares de las c lasificaciones que tratan de reflejar la jerarquizacin

    territorial de la riqueza. Se trata de Madrid, el Pas Vasco y Catalua. Su posi-cin en la cabeza de la d istribucin se mantendr durante los 40 aos que vande 1955 a 1995.

    Es esta una situacin de partida que ya refleja o traduce, en g ran medidacomo resultado de un largo proceso histrico, un alto grado de desigualdad enla generacin espacial del valor aadido. Sin embargo, todava, y hasta bienentrados los aos 60, 14 Comunidades Autnomas, el 90,6% del territorio, seencontraba en los cuatro intervalos que circundan el valor medio.

    Esta disposicin va a ir cambiando progresivamente hacia una mayorpolarizacin, de tal modo que, pasada la mitad de la dcada de los 60, los dosintervalos extremos van a ir recibiendo la llegada de territorios que antes seencotraban ms prximos a la media. Desde 1969, Extremadura y Castilla LaMancha se descuelgan hasta el ltimo tramo de la distribucin, hasta entoncesvaco, para ocupar sistemticamente los dos lugares de cola, con valores queestarn por debajo del 25 por ciento de la media.

    Prdida de posiciones para casi la cuarta parte (24,0%) del territorio delEstado que va a ir acompaada, a partir de la mitad de los aos 70, de unaruptura en la distribucin por su segundo tramo, entre 1,5 y 2 veces lamedia, que ahora quedar vaco, incorporndose al tramo superior tresComunidades Autnomas, La Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias yacentundose, de este modo, tambin, por un desplazamiento hacia arriba, lapolarizacin.

    La evolucin de la distancia entre las comunidades extremas, siste-mticamente Madrid y Castilla La Mancha, queda reflejada en el Grfico 1, enel que puede apreciarse el distanciamiento que han experimentado las dos

    regiones situadas en los lmites superior e inferior de la distribucin en cuantoa su capacidad para aadir valor monetario en su interior. De ser aproximada-mente 25 veces mayor el valor que se genera en la Comunidad de Madrid porunidad de superficie, al comienzo del perodo, se ha pasado a un factor multi-plicativo que est alrededor de 46. En el caso de los dos grupos extremos, ladistancia ha ido desde 13,9 en 1955 a 19,6 en 1995, con una tendencia cre-ciente, suavizada en el ltimo tramo temporal.

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    GRAFICO 1NDICE DE DESIGUALDAD. MADRID/CASTILLA-LA MANCHA.

    V.A.B./KM2

    Fuente: Renta Nacional de Espaa y su distribuc in provincial. BBV

    La misma tendencia e incluso un perfil muy semejante muestra la evolu-cin temporal de una medida de la concentracin como el coeficiente de varia-cin, que crece de manera clara hasta los 80 para indicar despus una ciertapermanencia en niveles elevados.

    2.1. El valor aadido

    Para una mayor aproximacin a la intensidad de las desigualdades y suevolucin temporal, vamos a centrar ahora la atencin en la proporcin o partedel valor aadido total generado por los distintos grupos de ComunidadesAutnomas, consideradas segn su posicin en la Tabla 1.

    La trayectoria seguida por las seis Comunidades situadas en los dos tra-

    mos de cabeza, se tiene en el Grfico 2. Madrid, Catalua, Pas Vasco, laComunidad Valenciana, Baleares y Canarias, integran el que se ha denomina-do aqu grupo superior, que ha evolucionado de modo que en el 16,4% de lasuperficie del Estado, se pasa de concentrar el 51,2% del valor aadido por laeconoma espaola en 1955, al 58,6% en 1995, en un proceso en el que la par-ticipacin ha crecido de manera continua, con mayor intensidad hasta 1975,es decir, en el perodo de mayor aceleracin del c recimiento econmico en el

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    mente un 15% del territorio, mientras que, en la otra orilla, ms de la mitad delterritorio del Estado apenas participa en el 15% del valor aadido. Una situa-cin asimtrica a la que se ha llegado desde posiciones que suponan, media-dos los c incuenta, menores, aunque ya altos, niveles de desigualdad en la dis-tribucin espacial de la riqueza.

    Ha tenido lugar, por tanto, un proceso de crecimiento polarizado, con laconsiguiente concentracin espacial de los mecanismos generadores de la

    riqueza monetaria. Esta divergencia se ha visto acelerada en el subperodo demayor intensidad para el crecimiento y la acumulacin de capital5, y, en los tr-minos en que aqu se est considerando, se ha ralentizado o estabilizado parasubperodos de menor ritmo de c recimiento.

    2.2.La poblacin

    Si observamos ahora el Grfico 3 podemos constatar un comportamientopara la distribucin regional de la poblacin muy similar al mostrado por elvalor aadido. Tal vez la diferencia ms evidente que pueda sealarse a lavista de la figura sea que, como efectivamente ratifican las cifras, la divergen-cia en el mbito de la poblacin ha sido an mayor que la observada para elvalor aadido. En efecto, el punto de partida supone para la distribucin de lapoblacin una situacin menos desigual, guardando los porcentajes de pobla-cin correspondientes a los distintos territorios una mayor proporcionalidadcon su superficie que en el caso del valor aadido. (Tabla 2)

    El alejamiento ms pronunciado, por exceso o por defecto, entre la pro-porcin de poblacin y la de valor aadido al principio del perodo, da lugar aun punto de arranque en el que el valor aadido por persona est muy distan-ciado entre las regiones de arriba y las de abajo. De tal modo que los valo-res aadidos por persona se aproximan durante las cuatro dcadas porque, apesar de la importante prdida de peso en el volumen de valor aadido gene-rado en las regiones perifricas, se ha perdido poblacin an en mayor pro-porcin.

    5. Dentro del perodo aqu estudiado, 1955-1995, el subperodo de mayor intensidad para el cre-cimiento es el que va de 1964 a 1975, con una tasa media de crecimiento para la economaespaola de un 5,6%, bastante por encima de la que se c onoci en un subperodo posterior,que tuvo adems menor duracin, 1981-1991, (4,4%). Las cifras ms recientes sobre esta evo-lucin son las que proporciona el trabajo de Prez,Goerlich y Mas (1996).En el trabajo deCuadrado, Mancha y Garrido, (1998), las cifras que se tienen se refieren al perodo 1980-1995,y, presentan un alto grado de coincidencia con las anterioires, a pesar de utilizar fuentes bsi-cas distintas (en este caso la Contabilidad Regional de Espaa).

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    1955 1995

    Poblacin Valor Ocupacin Poblacin Valor Ocupacin Superficie

    Aadido Aadido

    1 36,5 51,2 43,2 49,8 58,6 53,5 16,4

    2 23,8 38,4 29,8 33,8 41,8 36,8 9,33 25,3 19,2 21,3 16,3 14,6 15,7 51,9

    4 11,6 8,5 9,0 6,9 5,4 6,1 23,9

    TABLA 2PARTICIPACIN DE LOS GRUPOS EXTREMOS

    1. Madrid, Catalua, Pas Vasco, C. Valenciana, Baleares y Canarias. 2. Madrid, Catalua y PasVasco. 3 .Aragn, Castilla-Len, Extremadura y Castilla-La Mancha. 4. Extremadura y Castilla LaMancha.Fuente:Elaboracin propia a partir de Renta Nacional de Espaa y su distribucin p rovincial. BBV

    GRAFICO 3% POBLACIN TOTAL

    Fuente: Renta Nacional de Espaa y su distribucin provincial. BBV

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    Las cuatro comunidades de la cola recordemos que algo ms de lamitad de la superficie del Estado, han pasado de albergar a un 25,3% de lapoblacin espaola en 1955, a un 16,3% en 1995. Mientras tanto, en el polosuperior, 9,3% del territorio, se aumenta el porcentaje desde el 23,8 en 1955al 33,8 en 1995, y si ampliamos este grupo con el siguiente tramo de la distri-bucin, tenemos un crecimiento que va del 36,5 al 49,8%. Este grupo de seiscomunidades, ha actuado claramente como polo de atraccin de la poblacin.

    Comportamiento, fuertemente divergente en relacin con la distribucinde la poblacin en el territorio, que tiene detrs flujos migratorios de gran inten-sidad, que agregan a las seis regiones del grupo de cabeza aproximadamen-te la cuarta parte del volumen de poblacin con que contaban en 19556. Hastatal punto, que puede afirmarse que son los movimientos migratorios los que,en gran medida, estn en la base de la divergencia poblacional y, a su vez, dela convergencia entre los valores aadidos por persona regionales, advertidaen los diferentes trabajos al respecto para el perodo de mxima intensidad delas migraciones y estancada durante el perodo posterior, en el que se detie-nen los flujos migratorios unidireccionales.7

    2.3. La ocupacin

    En trminos de ocupacin, como muestra el Grfico 4, en el que aparecenlas mismos grupos territoriales cuya evolucin temporal se ha representado parael valor aadido y la poblacin, vuelve a aparecer la divergencia. Slo que ahorala polarizacin es an mayor que para los dos aspectos considerados anterior-mente. En primer lugar, porque, como puede observarse en la Tabla 2, la parti-cipacin aumenta en los tramos superiores, o disminuye para los inferiores, enmayor cuanta de lo que lo haca para el valor aadido. Pero, sobre todo, porquehay que tener en cuenta que la ocupacin es la nica de las tres variables hastaahora consideradas, que para el conjunto del Estado, oscila en torno a unamisma cantidad durante el perodo considerado (Grfico 5).

    6. Esta cifra puede obtenerse a partir de los clculos realizados en el trabajo de Prez, Goerlichy Mas, 1996, donde p uede encontrarse tambin sealado el papel jugado p or las migracionesen la aproximacin de las rentas por habitante. En este sentido, G. Barbancho, (1979), a par-tir de la aplicac in de un modelo en el que las diferencias entre las tasas de crecimiento delingreso total y del ingreso por persona se hacen depender de las migraciones, y excluida laintervencin de otras causas, concluye que la migracin interior, y slo ella, es el factorcorrector de las disparidades d e los ingresos por persona (p.85).

    7. Para un mayor desarollo de los cambios experimentados por los flujos migratorios en los 80puede verse Garca Barbancho y Delgado Cabeza, 1989.

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    En este sentido, para los dos aos extremos puede decirse que el nme-ro de ocupados est, aproximadamente, al mismo nivel.O, dicho de otra forma,en 1995 el nmero de ocupados en Espaa es, aproximadamente, el que setena 30 aos antes, en 19648. De modo que la economa espaola, que ve suproduccin multiplicarse por 5, puede servir hoy como ejemplo paradigmticode crecimiento sin creacin empleo9.

    GRAFICO 4% OCUPACIN

    Fuente: Encuesta de Poblacin Activa. INE y Capital Humano, series histricas. 1964-1995.Fundacin BBV (1995).

    8. Con esta afirmacin quiere decirse exactamente que la tendencia de la ocupacin en su evo-lucin temporal, para el perodo 1964-1995 es, de una manera muy clara, estacionaria o esta-ble, ms que evolutiva (creciente o decreciente), y adems, que el ao 1995 se sita muy pr-ximo a la lnea de tendencia.

    9. La destruccin de empleo agrcola que ha conocido la economa espaola, especialmenteintensificada desde los aos 60, se conjuga con un comportamiento de los sectores de laindustria y la construccin que oscila en torno a una lnea tendencial de valor cero, de modoque, los empleos que se generan en las fases expansivas del ciclo se destruyen en las depre-sivas. Es la creacin de empleos en el sector servicios, la que ha compensado el nmero deempleos agrcolas destruido. Pero este comportamiento sectorial tiene una traduccin espa-cial que discrimina en contra del medio rural frente al urbano, y en favor de las reas centra-les frente a las regiones perifricas. No slo en cuanto al comportamiento cuantitativo delempleo, sino tambin en lo que a sus condiciones y caractersticas se refiere.

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    Falta de capacidad para generar empleo, sealada como uno de los ras-gos estructurales de la economa espaola, distribuida territorialmente de unmodo fuertemente desigual, hasta tal punto, que la presentacin del balancenulo, como valor medio, esconde situaciones enormemente asimtricas, quesuponen una intensa y creciente ampliacin del grado de las desigualdadesterritoriales. Se trata de una participacin, que en su evolucin temporal hasido ascedente para unos y decreciente para otros, frente a un total de emple-

    os que viene oscilando en torno al mismo nmero. En el balance, la creacinde empleo en unos espacios regionales que acaparan cada vez una mayorproporcin, tiene como contrapartida la destruccin, tendenciamente crecien-te, en otros.

    En correspondencia con esta dinmica, la tendencia de la participacinde las tres regiones del tramo superior, como la de las tres del segundo, es cla-ramente creciente, y no se amortigua en el ltmo perodo, 1985-1995, comosucede para las otras variables consideradas anteriormente. El resto, el 83,6%del territorio, participa por tanto, de manera decreciente en la ocupacin,habiendo pasado de un 56,8 a un 46,5%10.

    GRAFICO 5EVOLUCIN DE LA OCUPACIN EN ESPAA

    Fuente: Encuesta de Poblacin Activa. INE y Capital Humano, series histricas. 1964-1995.Fundacin BBV (1995).

    10. La tendencia, claramente decreciente, del empleo en las reas perifricas, no se debe slo,como a veces se afirma sin fundamento, al descenso del empleo en la agricultura, sino tam-bin a una destruccin del empleo en un sector industrial cuyo funcionamiento, al que se harreferencia en el apartado 3 de este trabajo, hace compatibles altas tasas de c recimiento condestruccin de empleo. Vanse a este respecto las cifras sobre tasas de crecimiento del valoraadido en la industria y las que se refieren a la ocupacin en Prez, Goerlich, y Ms,1996.

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    Tomando los dos aos extremos del perodo 64-95, que pueden conside-rarse prximos a la tendencia estable de la ocupacin total espaola en estosdecenios, las comunidades que presentan un saldo positivo, como muestra elgrfico 6, suponen la creacin de 1.398,9 miles de empleos de los que el94,8% se localizan en el grupo de seis comunidades que vienen apareciendo,sistemticamente, como polo de atraccin de valor aadido, poblacin, yahora empleo. En ellas aument la ocupacin en un 26,0% sobre la existente

    en 1964. Murcia, Navarra y La Rioja se reparten el 5,2% restante. Madrid yCatalua, con un 7,9% del territorio del Estado, acaparan el 62,2% de estosempleos generados.

    GRAFICO 6SALDO DE EMPLEO (1964-1995) POR COMUNIDADES AUTNOMAS

    Fuente: Encuesta de Poblacin Activa. INE y Capital Humano, series histricas. 1964-1995.

    Fundacin BBV (1995).

    En el otro lado, el de la destruccin de empleo, todas las dems, siendola prdida especialmente grave para Extremadura, donde desaparece el34,7% de la ocupacin que haba en 1964, Castilla La Mancha, con una des-truccin del 28,0%, Castilla Len, 25,9%, Asturias, 24,9, o Galicia, que vedesaparecer el 20,9% de su ocupacin.

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    De modo que, durante los treinta aos observados, en las seis regionesde los dos tramos superiores aument la ocupacin en un 26,0%, sobre la exis-tente en 1964, mientras que en las cuatro que componen los dos tramos infe-riores se destruy el 25,1% de los que haba al comienzo del perodo ahoraconsiderado. La brecha entre estos dos polos pasa del doble de ocupacinpara el superior en 1964 a tres veces y media en 1995. Es, por tanto, en elterreno de la ocupacin, donde mayor es la intensidad de la divergencia.

    Las oportunidades de empleo en los distintos territorios, son, pues, cre-cientemente desiguales, y en relacin con ello, las tasas de paro tambin evo-lucionan de manera muy dispar. Como indica la tendencia de la variabilidad entorno al valor central, la separacin de las tasas con respecto a la media hasido creciente11. El Grfico 7 , en el que se representan la evolucin de la tasamnima y la mxima da cuenta de esta bifurcacin que profundiza de maneraclara el camino de la divergencia.

    GRAFICO 7DIFERENCIAS ENTRE TASAS DE PARO MXIMA Y MNIMA

    Fuente: Encuesta de Poblacin Activa. INE y Capital Humano, series histricas. 1964-1995.Fundacin BBV (1995).

    11. Vase Prez, Goerlich y Ms, 1996:372.

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    3. EVOLUCIN DE LA ESPECIALIZACIN PRODUCTIVA

    Para aproximarnos a la divisin regional del trabajo y su evolucin tem-poral vamos a utilizar en principio los datos de valor aadido para los grandessectores.

    GRAFICO 8PARTICIPACIN EN EL V.A.B. SECTORIAL DE LOS EXTREMOS

    Fuente:Elaboracin propia a partir de Renta Nacional de Espaa y su distribucin provincial. BBV

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    En la agricultura, las conclusiones que pueden obtenerse en relacin conla evolucin de la participacin de los distintos territorios en el valor aadidoagrario podran sintetizarse en dos aspectos. En primer lugar, (grfico 8), laparticipacin de los grupos de cola, regiones que tradicionalmente han venidosiendo consideradas agrarias, est bastante por encima del peso de su pobla-cin, aunque por debajo del de su territorio. Esta participacin, con las oscila-ciones propias de la produccin agraria, ha permanecido en el mismo nivel, de

    modo que, puede decirse que estos territorios han continuado manteniendo suespecializacin agraria. Lo mismo se puede afirmar para las comunidadesintermedias, con la excepcin de Andaluca y Murcia, donde se ha intensifi-cado de un modo muy c laro la especializacin agraria. Andaluca ha pasado degenerar un 19,7% del valor aadido por la agricultura espaola en 1955, a lacuarta parte (25,2%) en 1995. Murcia ha ms que duplicado su aportacin, queal final del perodo es de un 3,8%. Aunque a muy distinto nivel, la profundiza-cin de la especializacin agraria de estas dos regiones es, pues, evidente12.

    En la industria los rasgos ms sobresalientes giran alrededor de la per-manencia en las pautas de comportamiento durante los cuarenta aos trata-dos. En este sentido, Catalua y Madrid, (7,9% de territorio), continan acapa-rando ms de la tercera parte del valor aadido por la industria espaola (37,%en 1995), y, en rigor, puede decirse que han visto acrecentarse su participa-

    cin, que en 1955 era de un 34,3%, aunque ha sido Madrid la comunidad que,absorbiendo ese incremento, ha acentuado su especializacin productivaindustrial, habindose producido ese aumento en la primera mitad del perodo,es decir, hasta mediados de los 70. La Comunidad Valenciana tambin ha cre-cido en su participacin, aunque el incremento, de menor intensidad que en elcaso de Madrid, tiene lugar desde mitad de los 80.

    Por el contrario, el Pas Vasco conoce una trayectoria inversa a la deMadrid y la Comunidad Valenciana, decreciendo, desde 12,8 hasta 9,1, supeso industrial, sobre todo en los ltimos 15 aos.

    En definitiva, el grupo de las seis situadas desde el principio del anlisisen el tramo superior, ha incrementado ligeramente su participacin en el valoraadido industrial, que alcanza ahora un 60% del valor aadido en la industriaen el conjunto del Estado.

    12. En los dos casos se trata de una parte muy concreta de la produccin final agraria la que hacrecido de manera especialmente intensa. Son los cultivos hortofrutcolas con destino, bsi-camente, a satisfacer la demanda de los mercados exteriores, en especial los mercadoscomunitarios, en agriculturas cada vez ms orientadas hacia el exterior. En el caso deAndaluca, la agricultura cubre la demanda interna en un 86,1% en 1980, descendiendo estacifra al 76,3% diez aos ms tarde, de modo que en 1990 se importa el 23,7% de los produc-tos agrarios que se demandan en el interior de la regin.(Delgado Cabeza,1995).

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    En el otro extremo, las cuatro comunidades de la cola ven incrementarseligeramente su participacin, que es al final del perodo del 14,4%, asocin-dose el incremento con la evolucin de Castilla La Mancha en los ltimos 15aos, donde ha tenido lugar la periferizacin, bsicamente en algunas provin-cias, prximas a Madrid, Guadalajara y Toledo, de ciertas actividades indus-triales, aunque su porcentaje de participacin contina siendo bajo (3,9% en1995).

    Las prdidas de posicin han sido en el sector industrial para Andaluca,que ha visto deteriorarse de manera continuada a lo largo de los 40 aos susituacin, pasando de 10,7 a 8,1%, y Asturias y Cantabria, -6,2 en 1955, 4,8 en1995, especialmente afectadas por la crisis de los sectores tradicionales.

    La distribucin por comunidades autnomas del valor aadido en los ser-vicios vuelve a presentar pautas de comportamiento desigual que suponen suconcentracin a lo largo del perodo considerado en el espacio que viene pola-rizando la actividad econmica regional, de tal modo que las seis comunida-des que aparecen sistemticamente como ncleo territorial ms dinmico,sobrepasan en el ao 95 el sesenta por ciento (61,3%) del valor generado enel terciario. En especial, La Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias apa-recen aqu como los espacios en los que la participacin ha sido uniforme-mente creciente. El punto de arranque para el grupo era de 3,5 puntos menos.El mayor peso de estas seis significa, por tanto, que el resto de las comunida-des, ms del 80% del territorio, pierde cuota de participacin en los servicios.

    Para descender algo ms al detalle en cuanto a la especializacin pro-ductiva regional, podemos observar la Tabla 3, donde se tiene, con un mayornivel de desagregacin, la clasificacin de las actividades econmicas para elpolo superior, (Catalua, Pas Vasco y Madrid), y tambin para el grupo de lascuatro comunidades situadas en el tramo inferior, segn el porcentaje de par-ticipacin de cada rama en la producc in espaola equivalente en 1993.

    En esta clasificacin hay algunas cuestiones que destacan a primeravista. En primer lugar, la diferencia de nivel de las cifras para los dos gruposde territorios considerados. En este sentido, salvo los dos ltimos epgrafes dela clasificacin correspondiente al polo superior, todos los porcentajes de este

    grupo estn muy por encima del primero del otro conjunto considerado. Esms, las participaciones de Catalua, Madrid y el Pas Vasco, salvo en agri-cultura, en los 22 sectores restantes, estn siempre por encima del peso de supoblacin (33,7% de la espaola). En el grupo inferior, con una poblacin del16,4% del total espaol, slo sucede esto para los siete primeros sectores.

    Este hecho refleja una fuerte diferencia en el g rado de diversificacin dela especializacin productiva a favor del polo superior, que queda ratificado si

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    se considera el conjunto de actividades que en uno y otro grupo aparecen aso-ciados a valores por encima de las respectivas medias presentados en negri-ta en la tabla. El nivel de los respectivos coeficientes de variacin nos pro-porciona tambin una medida que, en la misma direccin, nos indica unamayor proximidad de los valores en torno a la media en el espacio central, fren-te a una fuerte concentracin de la especializacin producitiva alrededor demuy pocas actividades en los espacios perifricos.

    En este sentido, hay que sealar que los trabajos que reafirman la impor-tancia de lo que se denominan externalidades presencia de elementos posi-tivos para el crecimiento y la acumulacin, coinciden en resaltar la importan-cia de la diversidad productiva como factor dinamizador, en procesos quecontienen un alto grado de autoalimentacin, mientras que una estrecha espe-cializacin regional aparece como un factor regresivo. (Glaesser, Kallal, ySheikman, 1992). Fluvi y Grual, (1994), concluyen, despus de un anlisisemprico para el caso espaol, que la produccin tiende a concentrarse enregiones con una base productiva diversificada. La diversificacin, en efecto,aparece hoy como una de las caractersticas del nuevo modelo productivo enlos espacios centrales que en el fordismo basaban su prosperidad en unabase econmica ms limitada (Massey,1994).

    En las regiones perifricas, esta polarizacin de la especializacin entorno a un ncleo muy estrecho de actividades cuyos peso se distancia demanera notable del resto, es el reflejo de estructuras productivas articuladascon el exterior a travs de ese reducido grupo de sectores, con un alto gradode desarticulacin interna, y en las que el crecimiento econmico se compor-ta, en su manera de funcionar, siguiendo pautas cuyos efectos difieren demanera sustancial de los que tienen lugar en las economas centrales, dondela mayor diversificacin productiva implica al mismo tiempo una fuerte densi-dad de flujos y relaciones externos e internos, y por tanto un fuerte grado deintegracin y difusin en la dinmica econmica.

    El crecimiento en las economas perifricas, asociadas normalmente conun alto grado de especializacin productiva, se vincula, bsicamente, conaquellas actividades necesarias para atender las funciones reclamadas por su

    especializacin, y en este sentido, en economas que suelen caracterizarsepor un escaso grado de articulacin interna, reduce en gran medida su mbi-to al ncleo o bloque de actividades con mayor grado de vinculacin externa,que ve as reforzada su posicin en una estructura productiva crecientementedesequilibrada.

    Mientras tanto, el predominio de la produccin y la distribucin a granescala, profundizado con la globalizacin, ha inducido una desestructuracin

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    Catalua, Madrid y Pas Vasco Castilla La M., Extremadura,

    Castilla Len y Aragn.

    Sectores Sectores

    Papel y artes grficas 65.9 Energa y agua 24,7Textil,cuero y calzado 65,8 Material de transporte 21,0

    Productos qumicos 62,6 Produccin alimentaria 18,3

    Prod. met. y maquinaria 60,9 Construccin 17,4

    Servicios empresas y otros 55,1 Servicios Pblicos 17,1

    Caucho y plstico 53,1 Madera y corcho 16,7

    Crdito y seguros 52,5 Minerales y prod. no metl. 16,5

    Enseanza y sanidad 50,2 Agricultura 14,8

    Servicio domstico 46,7 Alquiler de inmuebles 12,9

    Material de transporte 45,0 Caucho y plstico 12,7

    Transp . y comunicac iones 44,0 Recuperacin y reparaciones 12,5

    Recuper. y reparac iones 43,1 Transporte y Comunicaciones 12,5

    Minerales y metales 42,0 Servicios Comerciales 12,3

    Servicios comerciales 41,9 Productos met. y maquinaria 12,1Alquiler inmuebles 41,8 Enseanza y sanidad 11,7

    Construccin 38,5 Textil,cuero y calzado 11,3

    Servicios Pblicos 36,9 Crdito y seguros 11,4

    Hostelera 35,5 Servicio domstico 10,9

    Madera y corcho 34,6 Hostelera 10,6

    Produccin alimentaria 31,1 Productos qumicos 10,2

    Minerales y prod. no metlicos 30,4 Servicios a emp resas y otros 10,1

    Energa y agua 34,6 Papel e imprenta 7,3

    Agricultura 11,5 Minerales y Metales 5,4

    Media 41,8 Media 14,8

    Coeficiente de variacin 32,9 Coeficiente de variacin 82,9

    TABLA 3PARTICIPACIN EN LA PRODUCCIN ESPAOLA EQUIVALENTE.

    1993.%.

    Fuente:Elaboracin propia a partir de Renta Nacional de Espaa y su d istribucin provincial. BBV

    de las economas locales, especialmente intensa en estas economas perifri-cas, a las que la debilidad de sus tejidos empresariales y la ausencia de con-diciones favorables las sita en clara desventaja para competir como espaciospara atraer la inversin, que contina dirigindose hacia los territorios ms

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    favorecidos. Este es el trasfondo sobre el que tienen lugar procesos de creci-miento polarizados que terminan desequilibrando internamente an ms lasestructuras productivas de las regiones perifricas, y d isminuyendo sus capa-cidades para generar empleo y renta.

    Pero en la Tabla 3 puede advertirse tambin una fuerte asimetra en lasdos clasificaciones, hasta tal punto que las actividades que se encuentran pordebajo de la media en la primera columna, correspondiente a las regiones cen-

    trales, son, con bastante aproximacin, las mismas que se sitan por encimade la media en la jerarquizacin correspondiente a las reas perifricas. Estacontraposicin nos anuncia una especializacin muy distinta para los dos tiposde territorios considerados en lo que se refiere a la naturaleza de las actividadesy a las funciones que ellos desempean en la divisin regional del trabajo.

    En efecto, si observamos, incluso a este nivel de desagregacin, dema-siado grueso para advertir las diferencias en su detalle, los sectores sobre losque se asienta la especializacin productiva en el centro incluyen las princi-pales actividades industriales, con altos porcentajes para actividades asocia-das a funciones de produccin y transformacin industriales.

    Como ya qued de manifiesto cuando se consider la evolucin de la par-ticipacin de este grupo de comunidades en el valor aadido industrial, no sepuede decir que se haya producido una periferizacin de la actividad en laindustria, que contina localizndose preferentemente en las regiones centra-les. Sobre todo en lo que se refiere a algunos epgrafes como la produccin demaquinaria (60,9%) o productos qumicos (62,6%), que comprenden en suinterior actividades como fabricacin de mquinas de oficina, maquinaria elc-trica y electrnica, instrumentos de precisin, ptica y similares, y productosfarmacuticos, que integran la llamada industria de alta tecnologa, cuyas pau-tas de localizacin muestran una alta selectividad espacial, con una tendenciacreciente a situarse en las reas centrales. (Albertos, 1995). En el ltimo aopara el que se cuenta con informacin para la Encuesta Industrial, 1992, el por-centaje de valor aadido por estas industrias que se sita en estas reas porencima del 70%13.

    Se trata de las actividades industriales ubicadas en el ncleo ms din-

    mico del sistema; las que incorporan en mayor medida informacin y conoci-miento, en una etapa en la que estos elementos han llegado a ser fuente prin-cipal de productividad (Castells,1997). Desde estas actividades, estrecha-

    13. La citada Encuesta Industrial proporcionaba, para el conjunto de estos espacios centrales, unporcentaje de 87,6% en la Industria Farmacutica, 82,5% en Instrumentos de Precisin, pticay similares, 73,2% para maquinaria elctrica y electrnica, y un 65,3% para Mquinas deOficina.

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    mente vinculadas a la investigacin y el desarrollo tecnolgico, se condicio-nan, no slo la forma, sino tambin el ritmo del cambio en el resto de los sec-tores y actividades, y en este sentido se podran considerar como las de mayorrango.

    La concentracin territorial preside tambin las pautas de comportamien-to del gasto en Investigacin y Desarrollo Tecnolgico (I+D). De modo que,segn los datos que proporciona la Estadstica del INE a este respecto, en

    Catalua, Madrid y el Pas Vasco se localiza el 7O,5% de los gastos en I+Drealizados entre 1985 y 1995. En lo esencial, sobre todo Madrid y Barcelona,han mantenido la extraordinaria concentracin de empresas de alta tecnologay fondos de investigacin obtenidos de distintas fuentes (Castells,1995:138).

    Sobresalen tambin en la jerarqua sectorial de las regiones centrales, lasactividades de servicios, siendo especialmente los servicios a las empresas ycrdito y seguros, servicios asociados a grandes reas metropolitanas, consistemas productivos complejos y avanzados (Caravaca y Mndez,1995), losque en mayor medida se concentran en estos espacios. Junto a estas activi-dades del terciario, aparecen los transportes y comunicaciones14, columnavertebral de la globalizacin (Fernndez Durn, 1998), y los servicios comer-ciales, actividades especialmente ligadas a las necesidades de la producciny distribucin a gran escala, situadas preferentemente en los nudos urbanos

    integrados en la red global.En sntesis, en los espacios centrales se localizan economas diversifica-

    das y complejas en las que, adems de una buena parte de la produccin,prevalecen las funciones estratgicas de circulacin, de regulacin y de con-trol, encargadas de la reproduccin, el mantenimiento y la gestin del sistema.

    Frente a estas economas, la Tabla 3 nos muestra para las regiones peri-fricas una especializacin no slo ms estrecha, mucho menos diversificada,sino que gira alrededor de actividades de muy distinta naturaleza. La genera-cin de energa, actividades primarias agricultura o de un menor grado decomplejidad y elaboracin, minerales y productos no metlicos, madera ycorcho, productos agroalimentarios, estrechamente vinculadas a la explota-cin de los recursos naturales, o actividades industriales maduras tpicas deun proceso claro de periferizacin industrial, son las actividades que configu-

    ran una especializacin al servicio de las necesidades de los procesos de cre-cimiento y acumulacin de las reas centrales.

    14. En el caso espaol, el papel del transporte en el actual modelo productivo y territorial, as comosus implicaciones sociales y medioambientales puede verse en Estevan y Sanz, 1996.

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    Si a los espacios perifricos considerados uniramos otros territorioscomo Andaluca, con una especializacin crecientemente primarizada, ynucleada en torno a la explotacin de sus recursos naturales, tendramos apro-ximadamente las dos terceras partes del territorio del Estado dedicados asatisfacer las demandas que impone una dinmica econmica que tiene sucentro en territorios de mayor rango, con una especializacin productiva situa-da en el otro extremo de la jerarqua.

    La dinmica de la d ivisin regional del trabajo, tal como ha aparecido aqupara el caso del Estado espaol en el perodo 1955-1995, est, por tanto, lejosde ser un proceso que signifique la homogeneizacin de los territorios. Por elcontrario, las reas perifricas se separan, progresivamente, situndose en lasantpodas del ncleo ms dinmico del sistema, a mucha distancia de esassociedades informacionales, ahora modelo de referencia.

    La divergencia no debe plantearse ahora tanto como una cuestin quetenga que ver slo con la prdida de peso de las economas perifricas desdeel punto de vista de su participacin en el valor monetario generado, sino msbien como algo que se relaciona con el papel y las funciones de los d iferentesterritorios en el sistema. En la llamada nueva divisin espacial del trabajo, laseconomas perifricas, como consecuencia de su forma especfica de inte-gracin, ven distanciarse sus condiciones de las de los territorios hegemni-cos, de las regiones que ganan, espacios de alta densidad desde los que,en gran medida se modula y se induce lo esencial de los procesos que tienenlugar all. Son los espacios capaces de imponer su poltica econmica cuandoel estado keynesiano del b ienestar ha sido sustituido por el estado shumpete-riano de la eficacia, conducido por las reglas de la competencia global.

    Dentro de este esquema, el crecimiento econmico reproduce, y amplalas desigualdades, alejando a la periferia del centro por el camino de la d iver-gencia.

    4. EFICIENCIA PARCIAL, INEFICIENCIA GLOBAL Y RELACIONES TERRI-TORIALES

    En un modelo productivo en el que, cada vez en mayor medida, las acti-vidades econmicas solo cobran sentido consideradas globalmente, los flujoseconmicos y financieros, de una importancia creciente, pretenden traducir elperfil econmico de los espacios y sus funciones. Por esta razn, el saldo delas balanzas de bienes y servicios, que para las comunidades autnomas y1995 se tienen en el Grfico 9, suele considerarse como el reflejo monetario

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    ms claro de las relaciones asimtricas entre territorios. Como vemos, bajo laconsideracin de estos saldos vuelve a aparecer de nuevo prcticamente lamisma jerarquizacin que hemos venido arrastrando desde el principio.

    Sin embargo, la imagen que ofrece la consideracin de estos saldosmonetarios, como medida del nivel de competitividad o el grado de eficien-cia econmica de estos espacios, podra completarse con la consideracin delos flujos de energa y materiales asociados a los intercambios econmicos. De

    este modo, se desvelaran aspectos importantes para valorar las distintas fun-ciones de los diferentes territorios, su funcionamiento interno, as como la natu-raleza y las repercusiones de los propios intercambios analizados.

    GRAFICO 9SALDO DE LA BALANZA DE BIENES Y SERVICIOS. 1995

    Para ilustrar brevemente esta idea podemos servirnos de algunos traba-

    jos que, elaborados en esta direccin, han tratado de reflejar el modo en quese desenvuelven los flujos fsicos en las grandes reas metropolitanas, quepueden considerarse, sin lugar a dudas, la concrecin territorial ms clara dela bsqueda de la eficiencia econmica. Recordemos en este sentido, que enla cabeza de nuestras jerarquizaciones aparecen sistemticamente las regio-nes donde se sitan, a veces de forma determinante, como en el caso deMadrid, las mayores aglomeraciones metropolitanas, que vienen a ser consi-

    Fuente: Alcaide (1996).

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    deradas como los espacios privilegiados de la globalizacin, en los que elcapital encuentra las mejores condiciones para su valorizacin, y a su vez prin-cipal resultante de la centralizacin espacial que acompaa a la concentracindel capital, habindose convertido en los escenarios centrales de los procesosde crecimiento y acumulacin en las ltimas dcadas. La participacin de lasprovincias de Barcelona y Madrid en el valor aadido total espaol, que alcanzaun nivel superior al 30%,puede ser un buen indicador sinttico de este papel.

    J. Manuel Naredo y J. Fras (1988), han estimado los flujos de materialesy energa, que conlleva el funcionamiento econmico de la comunidad deMadrid15, en la que el rea metropolitana juega un papel determinante, sea-lando algunas conexiones con los flujos monetarios y de informacin que losexplican16.

    Las entradas de materiales suponen 22,2 millones de toneladas anualesde p roductos, mientras que slo salen 5,7. Situacin claramente deficitaria entrminos fsicos, en la proporcin de 0,25 Tm exportada por cada Tm queentra. Minerales y productos no metlicos (materiales de construccin), ali-mentarios, productos siderrgicos, madera y derivados, pasta de papel y car-tn, y combustibles fsiles, integran los principales epgrafes de materialesimportados, muchos de los cuales reclaman para su obtencin grandes canti-dades de energa.

    Por otra parte, el modelo de gran rea metropolitana, con los transportesy el comercio como vehculos para alimentar su dinmica, necesita para fun-cionar un elevado consumo energtico, que en el caso de Madrid se traduceen aproximadamente 6 millones de toneladas de combustibles slidos, de losque 3,2 se queman y salen en forma de contaminacin atmosfrica y trmica.

    Los residuos slidos que resultan de los procesos de produccin y con-sumo se vierten en el interior de la comunidad de Madrid por un volumen totalestimado en 4,4 millones de toneladas anuales, habiendo sido necesaria unaocupacin de suelo adicional a la de uso urbano o industrial, que, entre activi-dades extractivas, escombreras y basureros, lleva a que por cada cuatro hec -treas ocupadas en el perodo de referencia para usos urbano-industriales, sehaya dedicado una hectrea adicional a abastecimientos y vertidos (p.38).

    15. Existe tambin un estudio para el caso de Barcelona de Terradas, Pars y Pou (1985), que nose basa en una investigacin directa, sino en la elaboracin de documentacin ya existente.16. Los flujos de informacin se relacionan y contribuyen a explicar el papel regulador, de control

    y de gestin de p rocesos polticos, econmicos, financieros y culturales, subrayndose bajosu consideracin el papel de Madrid como cap ital del capital , exportadora de servicios, cen-tro de emisin y difusin cultural, y otros aspectos cualitativamente importantes en el modeloeconmico vigente y difcilmente aprehensibles desde los esquemas y el enfoque convencio-nal. Este papel ha sido analizado en el caso de Madrid en otros trabajos, entre los que cabesealar los de Snchez Ortiz,1990, Alonso y Corominas, 1995 y Naredo, 1996.

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    Aunque, con miras a la sostenibilidad de este modelo, tan importantecomo la consideracin del volumen alcanzado por los residuos slidos resultaser la intensidad con que evoluciona su generacin, y en este sentido, su tasade c recimiento acumulativo durante el perodo 1978-1994 para el conjunto delEstado, (3,6%), (Riera, y Garca, 1997), estuvo por encima de la tasa de creci-miento de la produccin (alrededor del 3%) para el mismo perodo. Este ritmode crecimiento para la cantidad de residuos urbanos aplicado al caso de

    Madrid , llevara el volumen de residuos slidos al triple de los 4,4 millones detoneladas anuales citados, en el ao 2.020.

    Los 432 Hm de aguas residuales salen de la comunidad de Madrid,redundando esta salida en perjuicio de otros territorios.

    Esta consideracin de los flujos de energa y materiales, vinculados a losmonetarios, nos permite un diagnstico ms completo de la situacin econ-mica y de las formas de gestin de los recursos y sus implicaciones.

    En el caso del modelo madrileo, prximo o anlogo al de tantas mega-lpolis regidas por la misma racionalidad, saltan a la vista una serie de cues-tiones17, que g iran en torno a su sostenibilidad, y a la viabilidad de su genera-lizacin.

    La progresiva concentracin en estas grandes aglomeraciones, en lasque, desde los aos 80 se ha impuesto del modo ms intenso la lgica de la

    globalizacin, estructuradas, en gran medida, para dar satisfaccin a la efi-ciencia econmica, se genera orden en ciertos mbitos a costa de desplazaro localizar desrdenes en otros. No en vano, los espacios metropolitanos,forma central de organizacin del espacio en la globalizacin, escenifican ensu mximo grado la llamada crisis global (Fernndez Durn,1993).

    Por una parte, los cambios que se vienen experimentando en estas reasurbanas para adaptarse, como espacios competitivos, a las necesidades delos procesos de acumulacin, las nuevas formas de producir, consumir y rela-cionarse, son fuente en lo social de desequilibrios provocados por fuertes pro-cesos de polarizacin y fragmentacin, el deterioro de las relaciones sociales, elaislamiento, la generacin de grandes espacios de exclusin y nuevas formasde pobreza, el avance de comportamientos desordenados y en definitiva, unincremento de la ingobernabilidad de estos espacios que los convierte en los

    escenarios ms representativos del conflicto entre economa y sociedad18.

    17. En contra de lo que sucede con el anlisis convencional basado en los valores monetarios,que llevan a este tipo de territorios a aparecer, explcita o implcitamente, como modelo dereferencia y patrn de modernizacin para el resto.

    18. Vase la obra de Perret y Roustang (1993). En el caso de Madrid, pueden verse los trabajosde Alonso y Corominas (1995), y Aguilar, Gaviria y Laparra, 1995.

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    Por otra parte, pero estrechamente relacionado con lo anterior, el nuevomodelo productivo que se asienta en las grandes reas metropolitanas y elestilo de vida vinculado al mismo, lleva consigo una exigencia creciente deenerga y materiales por habitante; en general, los procesos de concentracinde la produccin y la poblacin implican un mayor despilfarro de recursos, queen parte se traduce en mayores cantidades relativas de residuos y vertidosque, al carecer de referencia monetaria, se ignoran en los anlisis al uso, pero

    que ponen crecientemente en entredicho la sostenibilidad de estos modelos(Rifkin, 1990; Alfoz, N Monogrfico 1990).

    Ineficacia social e ineficiencia en la gestin de los recursos que tienentambin su vertiente externa, porque el balance de los flujos de energa ymateriales con el exterior, sus relaciones fsicas con el entorno, nos llevan alentendimiento de que la generalizacin de estos modelos de grandes reasmetropolitanas, como concluye Shunt (1993) del anlisis entre ecologa y urba-nismo, no sera viable.

    La creciente demanda de materiales y energa, generada en estos espa-cios fbricas de crecimiento, segn Storper y Walker, (1989), extiende suhuella ecolgica a entornos cada vez ms lejanos, de modo que la eficaciaeconmica en estas reas centrales slo es posible repercutiendo costes ydeterioros sobre otros territorios, como puede verse en el caso de Madrid, yasealado. Rees, (1996:34) ha calculado que, para el rea metropolitana deVancouver, la economa de la c iudad se apropia de una superficie 175 vecesmayor que su rea geopoltica, para mantener su actual estilo de vida. A suvez, el mismo autor ha estimado que la huella ecolgica de Holanda, dependede la produccin ecolgica de un rea casi 15 veces superior a la extensindel pas.

    Por otra parte, no cabe pensar que todas las regiones puedan ser impor-tadores netos de capacidad de carga, y en este sentido Rees y Wacknagel(1994) han calculado que si toda la poblacin mundial actual (5.800 millonesde personas) viviera con el estilo de vida y el nivel econmico del norteameri-cano medio, se necesitaran dos planetas adicionales para localizar el consi-guiente incremento de la carga ecolgica.

    Desde esta perspectiva, puede decirse que los espacios metropolitanosestn importando sostenibilidad de la periferia (Fernndez Durn y VegaPintado,1994), apoyndose para su desenvolvimiento en forzar la apropiaciny simplificacin de los recursos de territorios cada vez ms amplios y alejados,

    y la utilizacin de otros como sumidero (Naredo,1994).En definitiva, como ha sealado Altvater (1994), en estas grandes reas

    metropolitanas se concentran los sistemas de transformacin de materia y

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    energa para generar valores de uso y riqueza monetaria, mejorndose elbalance entrpico creacin de orden, mediante la utilizacin de las regionesperifricas como islas de sintropa de las que se extraen materiales y energa,externalizndose en gran medida los problemas que generan la producciny el consumo.

    De modo que, desde las grandes reas metropolitanas se ejerce el con-trol y la gestin no slo del territorio propio, sino en gran medida de territorios

    ajenos, para los que el crecimiento econmico significa, adems de polariza-cin y desestructuracin en su estructura productiva, un mayor grado de ena-

    jenacin de sus recursos, y , como consecuencia de todo ello, la profundiza-cin de su situacin de dependencia y marginacin.

    La consecucin de la eficiencia en lo econmico, flujos y valores mone-tarios, que propicia la concentracin en las grandes reas metropolitanas,slo es posible a costa de crear ineficiencias en otros mbitos y territorios.

    Ser difcil, por tanto, conseguir un mayor equilibrio entre territorios, unadisminucin del grado de desigualdad entre los mismos, mientras permanez-camos en la persecuccin de eficiencias parciales, que adems de favorecerlos intereses que sostienen el actual statu quo, pueden imponerse, en ciertamedida, gracias al predominio de una visin parcelaria de la realidad que esnecesario superar, para sustituirla por otra desde la que se proponga un trata-miento integrado, transdisciplinar, que sea capaz de invertir el orden de prio-ridades y de principios, haciendo prevalecer la racionalidad social y los valo-res vitales sobre la acumulacin y el crecimiento de valores monetarios.

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