DETENCIÓN PREVENTIVA: UNA MUESTRA DE LAS …
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DETENCIÓN PREVENTIVA:
UNA MUESTRA DE LAS INCOHERENCIAS EN LA POLÍTICA CRIMINAL DEL ESTADO
MONOGRAFÍA DE GRADO
AUTORA: DANIELLA RESTREPO OROZCO
DIRECTOR DE MONOGRAFÍA: YESID REYES ALVARADO
FACULTAD DE DERECHO UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
JUNIO, 2009
Agradecimientos por la colaboración con esta monografía a:
Yesid Reyes Alvarado, profesor de Derecho Penal, U. Andes. Director de monografía Jaime Córdoba Triviño, ex Presidente, Corte Constitucional Alfredo Beltrán Sierra, ex Presidente, Corte Constitucional Alfonso Gómez Méndez, ex Fiscal General de la Nación Hugo Quintero Bernate, ex magistrado auxiliar, Corte Suprema de Justicia Fanny Castellano Zuluaga, ex magistrada auxiliar, Corte Constitucional Henry Montes Bernal, abogado penalista
Flor Alba Bustos, fiscal delegada ante el Tribunal de Bogotá Cecilia Orozco Tascón, periodista y politóloga
ÍNDICE INTRODUCCIÓN ……………………………………………………………… Pág. 1
• Definición de detención preventiva según la Corte Constitucional • Naturaleza, función, fines y requisitos de la detención preventiva • Resumen de aspectos básicos de la detención preventiva de acuerdo con
sentencias de la Corte Constitucional VARIACIONES A LA NORMATIVIDAD SOBRE DETENCIÓN PREVE NTIVA : Entre las garantías y la laxitud (1987 -2007)
• Resumen de cuatro Códigos de Procedimiento Penal desde 1987…... Pág. 8
1. Código de Procedimiento Penal: Decreto 50 de 1987………………... Pág. 9
• Disposiciones o modificaciones:
1.1. Decreto 0180 de 1988……………………………………………… Pág. 11 (Estado de sitio y suspensión de garantías y libertades) 1.2. Decreto 2790 de 1990……………………………………………… Pág. 14 (Estatuto para la defensa de la justicia) 1.3. Decreto 99 de 1991………………………………………………… Pág. 14 (Complemento del Estatuto para la defensa de la justicia) 1.4. Ley 23 de 1991……………………………………………………... Pág. 16 (Mecanismos de descongestión de despachos judiciales)
2. Código de Procedimiento Penal: Decreto 2700 de 1991……………... Pág. 18
• Disposiciones o modificaciones:
2.1. Ley 81 de 1993……………………………………………………… Pág. 22
(Modificaciones al Código de Procedimiento Penal - sometimiento a la justicia)
2.2. Ley 228 de 1995…………………………………………………….. Pág. 24 (Régimen aplicable a contravenciones especiales) 2.3. Ley 504 de 1999…………………………………………………….. Pág. 26 (Se derogan y modifican disposiciones del Decreto 2700 de 1991)
3. Código de Procedimiento Penal: Ley 600 de 2000…………………… Pág. 27
• Aparte especial:
Sentencia C-774 de 2001………………………………………………. Pág. 30
4. Código de Procedimiento Penal: Ley 906 de 2004…………………… Pág. 33
• Disposiciones o modificaciones:
4.1. Decreto 2636 de 2004…………………………………………….... Pág. 36 (Se desarrolla el acto legislativo #03 de 2002. Código penitenciario) 4.2. Ley 890 de 2004……………………………………………………. Pág. 38 (Modifica y adiciona el Código Penal vigente) 4.3. Ley 1142 de 2007…………………………………………………... Pág. 40
(Se reforman parcialmente varias leyes y se adoptan medidas para prevención y represión de la actividad delictiva de especial impacto para la convivencia y seguridad ciudadana)
• Aparte especial:
Dispositivo electrónico, novedoso mecanismo de medida de aseguramiento extramural…………………………………………………………….... Pág. 43
CONCLUSIONES…………………………………………………………….. Pág. 46 BIBLIOGRAFÍA ………………………………………………………………. Pág. 53 ANEXO 1 Entrevistas sobre política criminal y detención preventiva:
• Jaime Córdoba Triviño………………………………………………….. Pág. i Ex presidente Corte Constitucional
• Alfredo Beltrán Sierra………………………………………………….... Pág. vii
Ex presidente Corte Constitucional
• Alfonso Gómez Méndez………………………………………………….. Pág. xii Ex fiscal general de la Nación
• Hugo Quintero Bernate………………………………………………….. Pág. xv
Ex magistrado auxiliar Corte Suprema de Justicia
ANEXO 2
• Carta de Presidente Sala de Casación Penal de la Corte Suprema a la ministra de Justicia, año 1997………………………………………… Pág. xxi
• Carta de Presidente Corte Suprema a Presidente Congreso de la República,
año 2005………………………………………………………………… Pág. xxiv
1
INTRODUCCIÓN
La Corte Constitucional de Colombia define la detención preventiva como “una medida
cautelar, no punitiva, cuya función es asegurar la eficiencia de las investigaciones
penales, la cual debe ser ejercida bajo estrictos requisitos para proteger la presunción de
inocencia” y debe haber sido decretada “mediante mandamiento escrito de autoridad
judicial competente y de acuerdo a motivos previamente definidos en la ley”1.
De esta definición pueden extraerse los diferentes elementos que componen la figura de
la detención preventiva: la naturaleza, la función, los fines y los requisitos sustanciales y
formales necesarios para que su decreto se configure válidamente.
En primer lugar, es importante analizar la naturaleza de tal figura. Como lo deja claro la
Corte Constitucional, la detención preventiva es una medida cautelar, cuyo objeto podrá
ser asegurar el cumplimiento de mandatos judiciales, cerciorarse de la comparecencia
del presunto responsable al proceso o evitar que el mismo cometa más injustos,
protegiendo así a la sociedad y garantizando la tranquilidad jurídica y social2.
En materia penal específicamente, dentro de las medidas cautelares se encuentran las
denominadas medidas de aseguramiento, reguladas en los artículos 306 y siguientes del
actual Código de Procedimiento Penal (Ley 906 de 2004). Esta ley, en su artículo 307,
enumera las posibles medidas de aseguramiento citando entre las privativas de la
libertad la detención preventiva en establecimiento de reclusión y la detención
preventiva en la residencia señalada por el imputado.
Para centrarse en la función de la detención preventiva, es importante resaltar su
carácter constitucional no sancionatorio, sino preventivo, aspecto este que como bien
1 Corte Constitucional. Sentencia C-774 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil. 2 “…Las medidas cautelares constituyen actos jurisdiccionales de naturaleza preventiva y provisional que, de oficio o a solicitud de parte, se ejecutan sobre personas, bienes y medios de prueba para mantener respecto de éstos un estado de cosas similar al que existía al momento de iniciarse el trámite judicial, buscando la efectiva ejecución de la providencia estimatoria e impidiendo que el perjuicio ocasionado con vulneración de un derecho sustancial, se haga más gravoso como consecuencia del tiempo que tarda el proceso en llegar a su fin…” (Corte Constitucional. Sentencia C-634 de 2000. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa).
2
lo ha expresado la Corte en varios de sus fallos, diferencia tal figura de la pena en sí
misma.
En efecto, para explicar la diferencia entre la una y la otra, la Corte se ha remitido a los
artículos 28 y 29 de la Constitución Política de Colombia. El primero de los artículos
mencionados, hace referencia a la detención preventiva cuando determina que toda
persona tiene derecho a ser libre y a no ser arrestada ni detenida, “sino en virtud de
mandamiento escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades legales y
por motivo previamente definido en la ley”.
El segundo, en cambio, se centra en exponer la justa imposición de la pena al regular el
debido proceso como aplicable a las actuaciones judiciales y administrativas sin
excepción, y según el cual nadie puede ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes,
ante el juez competente y de acuerdo con las formalidades propias de cada juicio.
Además, establece la presunción de inocencia de la cual deben gozar todas las personas
hasta ser declaradas responsables mediante un proceso acorde con las disposiciones
legales.
En este orden de ideas, concluye la Corte que “una cosa es detener al individuo contra
el cual existen indicios graves sobre su responsabilidad penal, para que esté a
disposición de la administración de justicia mientras se adelanta el proceso en su contra,
y otra muy distinta que, cumplidos los trámites procesales y celebrado el juicio con
observancia de todas las garantías, reconocimiento y práctica del derecho de defensa se
llegue por el juez a la convicción de que en realidad existe esa responsabilidad penal
y de que, por tanto, debe aplicarse la sanción contemplada en la ley”3.
A partir de lo anterior, se concluye entonces, que tanto la Constitución como la Corte
establecieron que la finalidad de la detención preventiva no es punitiva, lo que quiere
decir que con ella no se pretendía sancionar al procesado por la ejecución del delito que
se le imputaba, “pues está visto que tal responsabilidad sólo surge con la sentencia
condenatoria”4.
3 Corte Constitucional. Sentencia C-106 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo. 4 Corte Constitucional. Sentencia C-634 de 2000. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
3
Ahora bien, los fines de dicha figura se establecieron claramente con el artículo 355 de
la Ley 600 de 2000, en el cual se expone que la imposición de la medida de
aseguramiento es procedente con miras a garantizar la comparecencia del sindicado al
proceso, la ejecución de la eventual pena privativa de la libertad, impedir una fuga,
prevenir la continuación de la actividad delictiva o evitar que se oculten o destruyan
elementos probatorios fundamentales para el proceso. En breve, lo que las medidas de
aseguramiento en general, y la detención preventiva en particular buscan, es proteger
“los intereses de la investigación y de la justicia”5.
El nuevo Código de Procedimiento Penal (Ley 906 de 2004) reguló estos fines
exigiéndolos como requisitos necesarios para el decreto de la medida de aseguramiento.
Así, en su artículo 308 declaró la procedibilidad de la detención preventiva, siempre que
fuera necesaria para evitar que el procesado obstruyera la justicia; que el imputado fuera
un peligro inminente para la seguridad de la sociedad o de la víctima; o que pareciera
probable que el imputado no comparecería al proceso o no cumpliría con la eventual
sentencia.
En el mismo sentido, la Corte Constitucional dejó claro que los artículos que
determinaban la procedencia de la detención preventiva debían ser declarados
exequibles, pero de una manera condicionada al estricto cumplimiento de los fines
legales y constitucionales. De ahí que haya afirmado que “la detención preventiva puede
ser revocada cuando surjan nuevos elementos de juicio que permitan establecer la
ausencia o carencia de eficacia para lograr sus objetivos, ya sea porque existe certeza
sobre la comparecencia del sindicado al proceso, por la imposibilidad de afectación a la
comunidad o al material probatorio, etc. Por lo tanto, la norma es constitucional pero
siempre que la revocatoria de la detención preventiva proceda no sólo cuando exista
prueba que desvirtúe los requisitos legales para su operatividad, sino igualmente cuando
se superen sus objetivos constitucionales y sus fines rectores”.6
Aparte de esta claridad de vital importancia, vale la pena insistir en los demás requisitos
que se han regulado en la ley como presupuesto de la detención preventiva. En primer
lugar, la ley y la jurisprudencia permiten la detención preventiva siempre que ésta sea
5 Op. Cit. Sentencia C-774 de 2001. 6 Ibídem
4
decretada por una autoridad judicial y con base en los requisitos previstos por el mismo
legislador. En efecto, establece el artículo 308 de la Ley 906 de 2004 que el juez de
control de garantías podrá decretar la detención preventiva a petición del fiscal, cuando
del material probatorio y la información en general que se haya obtenido legalmente, se
logre deducir que el imputado puede ser el autor o partícipe del delito investigado.
Adicionalmente, deberá quedar demostrado que la medida es necesaria para evitar que
el procesado obstruya el debido ejercicio de la justicia; que el imputado constituye un
peligro para la seguridad de la sociedad o de la víctima; o que es probable que el
imputado no comparezca al proceso o no cumpla con la eventual sentencia.
Sin embargo, la aplicación de la detención preventiva en la práctica, y a lo largo del
tiempo, ha tenido tantas variaciones como cambios legislativos ha habido. Regresando
atrás, el Decreto 50 de 1987, pese a ser mucho menos garantista que el actual código,
hizo una división entre requisitos sustanciales y requisitos formales (artículos 414 y
415, respectivamente), exigiendo los primeros, que de las pruebas obtenidas legalmente
surgiera por lo menos un indicio grave de responsabilidad del procesado; los segundos,
por su parte, precisaban que las medidas de aseguramiento debían ser dictadas mediante
auto interlocutorio en el que constaran, por un lado, los hechos que se investigan, su
calificación jurídica y la pena correspondiente; y, por el otro, los elementos probatorios
sobre la existencia del hecho y de la probable responsabilidad como autor o partícipe de
la persona investigada.
Posteriormente, el Decreto 2700 de 1991 retomó lo estipulado en estos artículos, pero
adicionándoles dos disposiciones. La primera, expuesta en su artículo 388, establecía
que en los delitos de competencia de los Jueces Penales del Circuito Especializados solo
procedía la detención preventiva como medida de aseguramiento. La segunda, en el
artículo 389, agregó la obligación de incluir en el auto interlocutorio mediante el cual se
dictaba la detención preventiva, las razones por las cuales no se compartían los alegatos
de los sujetos procesales.
La Ley 600 de 2000 reformó sustancialmente estos artículos, y reunió diversas
disposiciones que se encontraban dispersas en la legislación. Así, en el artículo 356
estipuló todos los requisitos. En primer lugar, determinó que para los imputables solo se
tendría como medida de aseguramiento la detención preventiva. Agregó que ésta
5
procedía únicamente cuando hubiera por lo menos dos indicios graves de
responsabilidad del imputado. Y por último, expuso que no eran procedentes las
medidas de aseguramiento cuando de las pruebas se pudiera inferir que el acusado había
actuado bajo una causal de ausencia de responsabilidad.
Dicho artículo fue analizado por la Corte Constitucional la cual lo condicionó a que su
aplicabilidad estuviera sometida “al cumplimiento de estrictas exigencias fundamentales
que estructuran su legalidad”. Estas exigencias fueron entendidas por la Corte como
aquellas que, aunque ya habían sido mencionadas por los anteriores códigos y
calificadas como requisitos sustanciales y requisitos formales, deberían tener especial
relevancia en su distinción y cumplimiento, más allá de su simple denominación.7 Para
la Corte los requisitos sustanciales exigían la presencia de dos indicios graves8 de
responsabilidad con base en pruebas legalmente obtenidas en un proceso. Los formales,
se resumían en la obligación de decretar la detención preventiva mediante providencia
interlocutoria que debía contener los hechos investigados, la calificación jurídica y los
elementos probatorios que sustentaban la adopción de la medida9.
Por su parte, la Ley 906 de 2004 trató de plasmar la revolución que se dio en el campo
penal, no solo en materia de detención preventiva, debido a que el Estado colombiano
decidió aplicar el sistema penal acusatorio, en lugar del sistema penal de corte
inquisitivo que hasta el momento se había implementado en el país. Lo más notable en
cuanto a medidas de aseguramiento con privación de la libertad consistió en que a la
Fiscalía General de la Nación se le asignó la función investigadora mientras que la
etapa de juzgamiento quedó separada de la investigación, en tanto es un juez, ajeno a la
primera etapa, el encargado del juicio. De esta manera, los fiscales investigadores
pueden detener preventivamente a los procesados, pero previa orden del juez de
competencia. Contrario a lo que pasaba en el sistema anterior de tendencia inquisitiva,
los Fiscales perdieron en este sistema acusatorio la facultad de privar de la libertad a los
sindicados ya que esa potestad radica de manera exclusiva en los Jueces de Control de
Garantías. Esta es la variación más importante que introduce el nuevo sistema. En
segundo lugar, se estableció de un lado, y como ya se ha mencionado anteriormente, la
7 Ibídem. 8 “La connotación de levedad o gravedad del indicio no corresponde a nada distinto al control de su seriedad y eficacia como medio de convicción (…)”. (Ibídem). 9 Ibídem.
6
figura del juez de control de garantías cuya misión es la de controlar el abuso de poder y
proteger los derechos de los procesados; y del otro, la figura del juez de conocimiento –
distinto del primero – que estudia la responsabilidad penal de los imputados. Se deduce
con claridad que las garantías y el control de legalidad de las medidas de aseguramiento
se incrementaron notoriamente.
Sin embargo, y finalmente, no hay que perder de vista que siguiendo una arraigada
costumbre nacional, cada código penal o de procedimiento penal que se aprueba, viene
seguido de disposiciones y reformas de los mismos. En efecto, entre 1987 y 2004 y
entre código y código, se promovieron y aprobaron modificaciones parciales mediante
artículos que enfatizaban, o le quitaban el énfasis a ciertos aspectos puntuales del
tratamiento que debía dársele a la aplicación de las medidas de aseguramiento y, en
particular, a la detención preventiva. Los cambios normativos tuvieron, a veces, el
efecto de avanzar en garantías para los procesados, pero a veces, restringieron esas
garantías para enfrentar problemas coyunturales del Estado, verbigracia, para enfrentar
el narcoterrorismo de finales de los 80 y comienzos de los 90.
En esas circunstancias de “urgencia” legislativa, las leyes, los decretos y las
disposiciones modificatorias no respondían exactamente al cumplimiento de un plan
general trazado de antemano por una política criminal de Estado. Como demostración
de la afirmación anterior pongamos, por ahora, otro ejemplo: la implantación del estado
de sitio, figura prevista para momentos de grave alteración del orden público que se
aplicó en varias etapas de la vida nacional hasta cuando fue modificada, para similares
fines, por la figura de la Conmoción Interior, se usaba para restringir las libertades y
derechos con el argumento de la necesidad de restablecer el orden público. En
consecuencia, el estado de sitio iba parejo con aumentos sustanciales de penas para
determinados delitos, incremento de controles, otorgamiento de facultades judiciales
temporales a ciertos agentes del Ejecutivo y por ende, restricción general de derechos
ciudadanos, entre ellos el de la libertad individual. No obstante que regía el estado de
sitio, poco tiempo después de su declaratoria, se legisló para adoptar medidas de
descongestión de las cárceles que, como lo que pretendían era vaciar parcialmente las
prisiones para solucionar el problema de sobrepoblación en las mismas, establecían la
disminución del número de delitos a los que se les debía aplicar la detención preventiva,
o se buscaban parcialmente soluciones diferentes a la privación de la libertad.
7
A continuación se revisarán los aspectos sustanciales de los códigos de procedimiento
penal que se han aplicado en el Estado colombiano desde 1987 (último código antes de
la nueva Carta Constitucional) en materia de medidas de aseguramiento y detención
preventiva, y las principales modificaciones que ha tenido en esos casos puntuales, cada
uno de los códigos vigentes hasta el momento actual.
8
VARIACIONES A LA NORMATIVIDAD SOBRE DETENCIÓN PREVE NTIVA:
ENTRE LAS GARANTÍAS Y LA LAXITUD.
(Periodo 1987 – 2007)
El sistema jurídico colombiano ha tenido cuatro Códigos de Procedimiento Penal desde
1987:
1.- El Decreto 50 de (13 de enero) 1987 fue el último en tener vigencia hasta la
proclamación de la nueva Constitución y por esto se justifica la mención del mismo,
como una vía para reparar en las variaciones en la aplicación del concepto de detención
preventiva entre la época inmediatamente anterior a la nueva Carta, y la posterior a ésta.
2.- El 30 de noviembre de 1991 – año en que se aprobó la Constitución vigente – se
adoptó el Código de Procedimiento Penal en el Decreto 2700 que buscaba adecuarse a
los principios fundamentales que acababan de aprobarse. Tales normas procedimentales
se mantuvieron con algunas disposiciones modificatorias parciales hasta el año 2000.
3.- Mediante la Ley 600 se expidió el Código del 2000. Este compendio normativo
avanzó en materia de protección de los derechos de los procesados, ajustándose a lo
ordenado por la Constitución, como se verá más adelante.
4.- Hubo necesidad de adaptar el Código de Procedimiento Penal en 2004 (Ley 906)
porque se decidió el cambio del sistema penal de tendencia inquisitiva que regía en
Colombia, por el Sistema Penal Acusatorio, conocido popularmente con el nombre de
sistema oral que fue implementado gradualmente en el territorio nacional, por razones
operativas. Por esto, en algunas regiones, por ejemplo en la Costa Atlántica, solo
empezó a regir el nuevo sistema a partir del primero de enero de 2008. Es de anotar que
la Ley 600 aún es aplicable a los procesos pendientes que hubieren surgido, o surjan aún
por delitos cometidos antes del año 2005 para las zonas de Bogotá y el Eje Cafetero. En
el resto del país la Ley 600 continuó rigiendo hasta el 2005, 2006 y 2007 dependiendo
de la implementación del sistema penal acusatorio en cada una de las regiones.
9
1. CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL : DECRETO 50 DE 1987
Del artículo 408, “Privación de la Libertad para resolver situación jurídica”10, se deduce
que los jueces contaban con amplio margen normativo para decidir sobre la restricción
de la libertad personal, aun cuando existieran circunstancias que habrían podido
considerarse como atenuantes y en consecuencia, favorables a la conservación de la
libertad: “Cuando la persona se presente voluntariamente o por citación que le haya
hecho el juez a rendir indagatoria, y después de recepcionada surgiere prueba para dictar
auto de detención sin que concurriere causal de libertad provisional, el juez podrá
privarlo de su libertad para resolver la situación jurídica” (negrilla fuera del texto).
Aunque la afirmación “sin que concurriere causal de libertad provisional” parecería
constituir suficiente base legal para privar de libertad al procesado previo a resolver su
situación jurídica, llama la atención que la presentación voluntaria del presunto
responsable tuviera, para que se considerara su privación de la libertad, un tratamiento
igual al de quien asistía al despacho judicial solo mediante orden perentoria. La
conducta de la persona frente al proceso adelantado en su contra no era, entonces, un
elemento determinante al momento de analizar la procedencia de la medida de
aseguramiento de detención preventiva.
De ese mismo código, en el Capítulo II sobre “Medidas de aseguramiento”, el artículo
421: “De la detención”, establece los requisitos para aplicar la detención preventiva y
los delitos a los cuales les es aplicable. Es de destacar que procedía su aplicación
cuando:
• El delito imputado tuviera una pena de prisión “cuyo mínimo fuera o excediera
de dos años” (negrilla fuera de texto).
• “El procesado tuviere auto de detención o caución vigente por delito doloso o
preterintencional en otro proceso, aunque el delito por el cual se proceda
tenga pena de prisión cuyo mínimo sea inferior a dos años, o pena de
arresto” (negrilla fuera de texto).
10 Decreto 50 de 1987. Título V: “Captura, Medidas de Aseguramiento, Libertad Provisional de Inimputables y Habeas Corpus”.
10
• “El procesado, injustificadamente, no otorgue la caución prendaria o
juratoria dentro de los tres días siguientes a la notificación del auto que la
disponga… o cuando incumpla alguna de las obligaciones establecidas en el
acta de caución…” (negrilla fuera de texto).
Salta a la vista que las garantías de un sindicado en 1987 eran mucho menores que las
actuales y que los jueces podían detenerlo preventivamente con mayor facilidad, y por
causas que no se consideran en los códigos de hoy. Lo que significaba en la práctica, era
que los jueces tenían un amplio margen de discrecionalidad para privar de la libertad a
las personas, así fuera temporalmente. En efecto, en el artículo 414, sobre “Requisitos
sustanciales”, se estipulaba que bastaba para su aplicación, un solo indicio grave11. En
contraste, en el artículo 432 que trataba sobre la “Suspensión de la detención
preventiva”, únicamente se contemplaba, para alcanzar ese beneficio, la edad (menor
de 18 o mayor de 65), el avanzado estado de embarazo o la existencia de grave
enfermedad del procesado12. Salvo estas condiciones de edad o estado de embarazo o
enfermedad que son ajenas a la voluntad del sujeto del proceso, no parecían existir
muchos más factores a favor de conservar la libertad.
Asimismo es de anotar que entre los delitos considerados para aplicar la detención
preventiva a quienes los cometieren, estaban incluidos algunos que respondían más a las
condiciones específicas de la época económica y social, que a la peligrosidad o
gravedad del ilícito objetivamente hablando, tales como ‘acaparamiento’, ‘especulación’
o ‘fraudulenta internación en asilo, clínica o establecimiento similar’. Se observa que la
pena mínima fijada por el legislador para la imposición de la medida de aseguramiento
de detención preventiva debía ser igual o superior a dos años de prisión, mientras que
hoy en día ese límite fue aumentado a más de cuatro años.
Resulta también necesario tener en cuenta que las causales para conceder la libertad
provisional, de acuerdo con el Decreto 50 de 1987 terminaban siendo ineficaces en 11 “Son medidas de aseguramiento para los imputables la conminación, la caución y la detención preventiva, las cuales se aplicarán cuando contra el procesado resultare por lo menos un indicio grave…” 12 La privación de la libertad se suspenderá en los siguientes casos: 1. Cuando el procesado fuere mayor de sesenta y cinco (65) años o menor de dieciocho (18) años, siempre que su personalidad y la naturaleza y modalidad del hecho punible hagan aconsejable la medida. 2. Cuando a la procesada le falten menos de dos (2) meses para el parto o si no han transcurrido seis (6) meses desde la fecha en que dio a luz. 3. Cuando el procesado sufriere grave enfermedad previo dictamen de los médicos oficiales.
11
ocasiones, porque simultáneamente se establecían restricciones para su aplicación. “En
muchas oportunidades la acriminación de las conductas termina siendo puramente
formal, si se considera el quantum de la pena imponible, que permite la concesión de
libertades provisionales o sustitutivos de la detención preventiva. Pero en otras, es
igualmente simbólica la protección o el respeto frente al derecho a la libertad, pues
mientras que por un lado se consagran causales de libertad provisional, por el otro se
establecen grandes y graves prohibiciones a la concesión de la misma, de tal suerte que
lo que se hace con la mano se borra con el codo”13.
Disposiciones Modificatorias del Decreto 50 de 1987
• Decreto 0180 de 1988. “Por el cual se dictan normas del Código Penal y se
dictan otras disposiciones conducentes al restablecimiento del orden
público”. (Estado de sitio y suspensión de garantías y libertades)
Este decreto se expidió para coadyuvar al restablecimiento del orden público que, a su
vez, se había declarado turbado en todo el territorio nacional mediante decreto de estado
de sitio (Decreto 1038 de 1984). Como se sabe, la figura del estado de sitio le daba
facultades extraordinarias al Ejecutivo para tomar medidas que fueran útiles para
recuperar el control de la autoridad del Estado y condiciones pacíficas de convivencia.
Los gobiernos habían acudido a esa facultad constitucional en muchas oportunidades.
Pero a finales de los años 80, decenas de actos terroristas cometidos por los carteles de
la droga en las ciudades más importantes del país, en la denomina guerra del
narcoterrorismo, habían cobrado miles de víctimas entre la población civil, y centenares
de bajas en las Fuerzas Militares y de Policía. También se habían presentado numerosos
atentados y secuestros de altos funcionarios públicos, líderes políticos o sindicales,
periodistas e intelectuales, y habían sido asesinados personajes como el Procurador
General de la Nación, Carlos Mauro Hoyos. Los candidatos a corporaciones públicas no
podían desarrollar campañas en escenarios abiertos por temor a ser víctimas del
narcoterrorismo. Simultáneamente los carteles atentaban contra objetivos económicos y
políticos tales como plantas industriales, sedes de partidos, edificios e instalaciones de
organismos de inteligencia o militares, y centros comerciales. En este contexto de grave
13 Molina Arrubla, Carlos Mario. “La detención preventiva en el nuevo Código Procesal Penal ¿Evolución o involución legislativa?”. Librería Jurídica Sánchez R. Ltda. 2001. Pág. 70.
12
desestabilización del orden, el Ejecutivo (en cabeza del presidente Virgilio Barco) y el
Legislativo decidieron reajustar el marco penal vigente y adecuarlo a la crisis del
momento.
Se expidió, entonces, el Decreto 0180 el año 88 en el que se establece cuáles son los
“delitos que atentan contra la seguridad y tranquilidad pública”, tipificando como
motivo principal de la turbación del orden público, el ‘terrorismo’ y las actividades
asociadas a él, entre otras: auxilio a actividades terroristas, omisión de informar
actividades terroristas, exigencia o solicitud de cuotas para terrorismo, instigación o
constreñimiento para ingresar a grupos terroristas. En los capítulos siguientes14 no solo
se crean más tipos de delitos que no existían en la legislación penal colombiana como se
ve por el listado enumerado antes, sino que se incrementan sustancialmente las penas de
algunos delitos preexistentes o se les imponen a los nuevos duras sanciones privativas
de la libertad, mas determinadas circunstancias de agravación punitiva.
En tales condiciones de perturbación del orden, se suspendieron la mayoría de las
libertades individuales y por ende, las garantías frente a eventuales investigaciones y
procesos. En consecuencia, se modificaron radicalmente las actuaciones procesales. En
primer lugar, se autorizó la creación de grupos especializados de orden público dentro
del ya existente Cuerpo Técnico de Policía Judicial, para auxiliar específicamente a los
Jueces de Orden Público que eran los competentes para conocer los delitos asociados al
terrorismo15. Más allá de eso se facultaba a cualquiera de los miembros de las Fuerzas
Militares, Policía y DAS que no estuvieran incorporados a la Policía Judicial, a asumir
la misma función que ésta “en caso de urgencia y cuando las necesidades así lo
exijan”16.
En concreto se les facultaba para: aprehender sin orden judicial “a la persona o personas
indicadas de participar en actividades terroristas” con la única condición de que fueran
puestas a disposición de “su superior en el término de la distancia, quien a su vez,
14 “Delitos que atentan contra la libertad individual y el patrimonio económico” (secuestros, tortura, extorsión, amenazas, atentados terroristas contra complejos industriales, secuestro de aeronaves y otros medios de transporte) y “Delitos que atentan contra los funcionarios públicos” (homicidio con fines terroristas, lesiones personales con fines terroristas, perturbación funcional o psíquica, pérdida anatómica o funcional de un órgano o miembro del cuerpo). 15 Título II, Artículo 39. 16 Ibídem.
13
informará dentro de las 24 horas siguientes al Juez de Orden Público competente”17;
practicar registros en sitios donde se presumía que se encontraban “terroristas” o
elementos terroristas; penetrar a residencias donde se tuviera indicio de que se
guardaban ilegalmente armas o explosivos; y someter a requisa a las personas en
cualquier sitio público para constatar si tenían armas u otro tipo de elementos para
consumar actos terroristas18.
Adicionalmente, los términos para la práctica de pruebas por parte de la Policía Judicial
o de quienes hacían sus veces, se ampliaron de tal manera que las investigaciones se
iniciaban con la privación de la libertad – asimilable en este caso a la función que
cumple la detención preventiva – prácticamente sin ninguna restricción legal. Se les
permitió a la Policía Judicial y a los equipos especializados de Orden Público que
dispusieran de cinco días a partir de la captura para hacer las indagaciones tendientes a
demostrar la responsabilidad del detenido, debiendo únicamente informar al respectivo
juez dentro de las 24 horas siguientes de iniciación de las indagaciones. A esos cinco
días se les añadían “los términos de la distancia”, de tal manera que si la captura se
había realizado en regiones rurales apartadas, el plazo legal se ampliaba tanto cuanto
fuera necesario19. Y en caso de que el Juez de Orden Público considerara que las
circunstancias lo ameritaban, también tenía la facultad de doblar el término inicial de
cinco días a diez días, para que los equipos de Policía Judicial pudieran “concluir los
seguimientos, pesquisas y diligencias” que estuvieran adelantando.
Lo estipulado para definir la situación jurídica y para conceder la libertad condicional
hacía que, en la práctica, ningún sindicado tuviera plenamente garantizado el derecho de
defensa y que fuera bien incierta la legalidad de su detención o, de otro lado, la
recuperación de la libertad.
17 Artículo 40. 18 Ibídem. 19 Artículo 41.
14
• Decreto 2790 de (20 noviembre) 1990: “por el cual se dicta el Estatuto para
la Defensa de la Justicia”.
• Decreto 99 de (14 enero) 1991: “por el cual se modifica, adiciona y
complementa el Estatuto para la Defensa de la Justicia contenido en el
Decreto legislativo 2790 de 1990”-
En el Decreto 2790 que fue adoptado para modificar en forma parcial el Decreto 0180
del 88, y teniendo en cuenta, según dijo el Legislador, que las circunstancias del orden
público continuaban perturbadas, se creó una sola jurisdicción para los jueces de Orden
Público y los jueces especializados. Tal integración tenía dos objetivos concretos: uno,
establecer mecanismos jurídicos para proteger la vida de los jueces, la de sus familiares
y sus bienes, y la vida y bienes de los demás intervinientes en los procesos de su
competencia. Dos, organizar apoyo operativo y soporte administrativo eficiente para los
procesos y los jueces, mediante la creación de direcciones seccionales de Orden
Público. Y un objetivo sustancial: fortalecer el ámbito de la justicia para hacerle frente a
las poderosas organizaciones criminales.
Dos meses después de aprobada esa normativa, se expidió el Decreto 99 de 1991 para
corregir, adicionar, suprimir o mejorar gran parte del articulado original del 2790 que,
una vez sancionado, fue objeto de amplia controversia. En esta reforma del estatuto
comentado, se reforzaron los procedimientos penales usados en estado de sitio, y se
aumentó la penalización de los delitos asociados al terrorismo, tales como secuestro y
conexos; constreñimiento, tortura y homicidio en funcionario judicial; extorsión en
todas sus modalidades y promoción, financiación y organización de grupos criminales.
La Policía Judicial fue facultada para practicar pruebas o incorporar al expediente las
que tuviera a su disposición, con conocimiento del juez y del Ministerio Público. Se
diferenciaron las competencias de la Sala Penal de la Corte Suprema, los Tribunales de
Orden Público y los Jueces de Orden Público. Se estableció que las providencias y
sentencias se notificarían a los interesados únicamente “en copia donde no
aparezcan las firmas” de los magistrados o jueces que hubieran adoptado la decisión,
salvo la certificación que tendría que expedir la autoridad judicial correspondiente de
15
que la copia era auténtica20. De igual manera, se permitió que los testigos reservaran
su identidad y que pusieran en su declaración la huella digital en vez de la firma; y
a los agentes de Policía Judicial se les autorizó a identificarse con códigos asignados y
no con la identidad propia. En consecuencia, se configuró una “justicia sin rostro” ,
como se le llamó en aquella época, lo cual facilitaba un gran margen de arbitrariedad en
los procesos y pocos medios de defensa a los procesados.
En materia de la libertad personal, la detención preventiva era practicada casi como
norma de inicio ante cualquier sospecha que recayera sobre el sindicado, porque las
normas así lo permitían. Basta con decir que todas las autoridades de Policía Judicial y
no solo los equipos de Orden Público, podían asumir las diligencias de indagación
preliminar en relación con los delitos de orden público “en caso de urgencia y cuando
por cualquier circunstancia no intervenga inmediatamente la Unidad de Investigación
correspondiente…” Y se establecía que “el término de retención (por parte de dicha
Policía) no podrá exceder de 48 horas”21 y aunque se estipulaba que la Policía Judicial
debería darle aviso al director seccional y al Juez de Instrucción, en sus manos estaba,
de hecho, la decisión de capturar o no al indagado. Una vez privado de la libertad, el
capturado era remitido al Juez “dentro de los cinco días siguientes al acto físico de la
captura”, pero el aprehendido podía permanecer también incomunicado, si así lo decidía
la Policía Judicial.
Es más: en el artículo 60 se limitaba drásticamente la suspensión de la detención
preventiva y en el artículo 59 ya se advertía que los procesados por delitos de
competencia de la Jurisdicción de Orden Público solo tendrían derecho a la libertad
provisional si A.- Hubieran sufrido en detención preventiva un tiempo igual al que se
les aplicaría por el delito del que se les acusaba. B.- Se considerara que el tiempo que
llevaran en detención preventiva era el necesario para adquirir la libertad condicional o
C.- Fuera mayor de 70 años, siempre que el detenido no hubiera sido procesado antes
por otro delito de la Jurisdicción; en el artículo 60 se ordenaba taxativamente que “en
los procesos por delitos de competencia de la Jurisdicción de Orden Público, no habrá
lugar a la suspensión de la detención preventiva ni de la ejecución de la pena… (y solo)
procederá la detención hospitalaria”, concedida por el juez, previo concepto del fiscal,
20 Primer parágrafo del artículo 1º. 21 Artículo 25.
16
cuando el procesado sufriera grave enfermedad o a la imputada le faltaran cuatro
semanas o menos para el parto.
En dicha jurisdicción, incluso el derecho de Habeas Corpus estaba limitado a ser
decidido por el Tribunal Superior de Orden Público en sala unitaria, después de un
trámite no siempre fácil ni rápido: que el procesado le hubiera hecho la solicitud al Juez
Penal o Promiscuo del lugar donde estuviera detenido; luego, que éste decretara las
diligencias que considerara necesarias con relación a la petición de la libertad; más
adelante que el juez tramitara lo actuado y transmitiera la petición al Tribunal. Y por
último, que el Tribunal repartiera el caso y el magistrado encargado ordenara más
diligencias si lo creía indispensable. En resumen, la detención preventiva terminó
siendo una especie de condena anticipada.
• Ley 23 de (marzo 21) 1991: “por medio de la cual se crean mecanismos para
descongestionar los Despachos Judiciales”
La acumulación de procesos en los despachos judiciales provocada por las deficiencias
históricas en la administración de justicia, a las cuales se les sumó la que produjo la
legislación especial de orden público en época más reciente, como se acabó de ver,
fueron los motivos para que se implementaran mecanismos de descongestión de los
despachos judiciales, mecanismos a los cuales también se había recurrido – y se volvió
a recurrir - en otras ocasiones. Mientras que el Decreto 99 del 91 expedido en el mes de
enero del mismo año, solo dos meses antes, aumentaba la tipificación y la penalización
de delitos y facultaba a la Policía Judicial para que iniciara procesos penales con la
aplicación de la detención preventiva de los sindicados, en la Ley 23 del 91 se buscaba
disminuir el número de procesos judiciales pendientes o evitar que se abrieran nuevos
casos, mediante la resolución pronta de contravenciones que se calificaron como
menores.
Para ejecutar esta ley, se les transfirió a los funcionarios de Policía, inspectores de
Policía o en su defecto, a los alcaldes de los municipios, el conocimiento de primera
instancia de ciertas conductas a las que se les dio la denominación de “contravenciones
especiales”. Entre ellas estaban, entre otras, la violación de habitación ajena, daños o
agravios a personas o cosas destinadas al culto, lesiones personales dolosas que
17
implicaran incapacidad para trabajar o enfermedad que no pase de 30 días, lesiones
preterintencionales y culposas, hurto de uso, estafa que no excediera de cierto monto,
daño en bien ajeno, abuso de confianza y emisión ilegal de cheque. A cada
contravención de las mencionadas se le impuso como pena arresto entre seis y doce
meses pero en algunos casos, como en el de la emisión o transferencia ilegal de cheque,
la acción policiva podía cesar por el pago de la deuda antes de la sentencia de primera
instancia22.
Adicionalmente en dicha ley se estableció que para la iniciación del sumario de los
procesos originados por contravenciones especiales, se requería que se entablara una
querella, salvo cuando el actor era sorprendido en flagrancia, caso en el cual la acción se
iniciaría de oficio.
Fue notoria la diferencia de tratamiento en cuanto a la utilización de la detención
preventiva. Solo en caso de flagrancia se podía capturar al actor, y el funcionario debía
recibir la declaración de indagatoria en el término de tres días. Pero en los demás
procesos, es decir cuando se había entablado una querella, se agotaban todos los medios
para resolver la situación prontamente: se libraba boleta de citación al sindicado; si el
procesado no comparecía o no se le podía citar, se le emplazaba por edicto durante
cinco días. Si el plazo se vencía y no comparecía, se le designaba defensor de oficio. Se
decretaban únicamente las pruebas que la autoridad de Policía considerara procedentes.
Y después de rendida la indagatoria, el procesado era dejado en libertad únicamente
“firmando un acta de compromiso de presentación ante el funcionario cuando éste lo
solicite, so pena de que se ordene su captura, salvo que tuviera una medida de
aseguramiento de detención sin derecho a excarcelación”23.
Vencido el término probatorio, estaba previsto que se correría traslado a las partes para
presentar alegatos por el término de tres días y se dictaba la sentencia dentro de los
cinco días siguientes. Es de resaltar, además, lo ordenado en el parágrafo del artículo 12
de la misma Ley 23 del 91: “Las penas de arresto por contravenciones policivas podrán
conmutarse por trabajo en obras públicas y tareas de alfabetización que desarrollen los
sancionados, según la conducta que observen en el cumplimiento de la pena”, aunque al
22 Capítulo I, Artículo 1°. 23 Artículo 4°.
18
mismo tiempo, se hacía la salvedad de que el régimen de libertad provisional estaría
sujeto a las normas del Código de Procedimiento Penal vigente. El régimen aplicable a
las contravenciones especiales fue complementado posteriormente en la Ley 228 de
1995.
2. CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL DE 1991 : DECRETO 2700 DE (30
NOVIEMBRE) DE 1991 (CON EL CUAL SE DEROGÓ EL CÓDIGO DE 1987)
Con la Constitución del 91 se creó la Fiscalía General de la Nación como ente
investigador diferente del juzgador, llegando al comienzo del fin el conocido sistema de
tendencia inquisitiva, aún vigente en las investigaciones adelantadas por la Corte
Suprema de Justicia. Ese cambio se consideró un gran avance en el proceso penal, como
quiera que las funciones de instrucción estaban en cabeza de la Fiscalía, mientras que el
juzgamiento estaba en cabeza de los jueces; los fiscales constituían una instancia
diferente y anterior a la del juez lo que, en principio, es favorable al indiciado porque
éste tiene la garantía de contar con dos instancias que revisarán judicialmente su
proceso. A pesar de que este código es el que surge como consecuencia de los cambios
constitucionales, materias como la definición de la situación jurídica o la suspensión de
la libertad no tuvieron grandes variaciones con respecto al código derogado, salvo por el
establecimiento extraordinario de la jurisdicción especial de ‘jueces regionales’ que se
creó para conocer procesos de orden público generados por la guerra que el narcotráfico
le declaró al Estado colombiano en aquellos años y que continuaba para esta época.
La jurisdicción especial de delitos de orden público respondía al momento crítico que
vivía el país por la guerra narcoterrorista que desató el capo del Cartel de Medellín,
Pablo Escobar, pero claramente iba en contravía del Estado garantista que se desprendía
de la nueva Constitución. Por ello, y a iniciativa del gobierno del presidente de la época,
César Gaviria, se dictaron unas normas especiales al amparo del Estado de Conmoción
Interior, según las cuales los delitos de orden público eran tratados con especial dureza
y prácticamente sin ninguna garantía frente a la suspensión de la libertad personal. En
efecto, la Ley 15 de 1992 pretendió adoptar como legislación permanente unos artículos
del Decreto 1156 de ese mismo año, que básicamente eliminaban los requisitos legales
para detener preventivamente a los sospechosos de cometer actos terroristas.
19
En la práctica, quedaba suspendida la figura del Habeas Corpus para los procesados por
estos delitos. Pese a reconocer la gravedad de la alteración del orden público y las
facultades del Ejecutivo en momentos excepcionales de Conmoción Interior, la Corte
Constitucional sentenció que era inexequible la eliminación permanente, en la práctica,
del Habeas Corpus, cualquiera que fuera el caso. Llegó a esta conclusión cuando
encontró que en la Ley 15 del 92 se establecía que solo el juez que había ordenado la
privación de la libertad del procesado, podía revocarla según su propio análisis y previa
petición del detenido. Dijo la Corte en aquella ocasión:
“El Habeas Corpus es ‘una acción pública que tutela la libertad personal cuando
alguien es capturado con violación de las garantías constitucionales o legales, o se
prolongue ilícitamente la privación de su libertad’ (según el artículo 430 del Código de
Procedimiento Penal vigente)… Al exigir que el Habeas Corpus se invoque
exclusivamente ante el funcionario causante de la privación de la libertad, se le
desnaturaliza hasta hacerlo ineficaz, violando de paso la Constitución en materia
grave”.24 En consecuencia, fue declarado inexequible. Poco tiempo después se vería
que la misma Administración Gaviria propondría una modificación legislativa para
ablandar las penas y las condiciones de detención de los grupos narcoterroristas a
condición de que se sometieran a la justicia. Más adelante se tratará este punto.
Pero al margen de tal situación excepcional en la etapa inicial de aplicación del nuevo
código, éste respondía a la nueva era de aplicación plena de derechos y garantías. Por
ejemplo, en cuanto a la forma de resolver la situación jurídica de los sindicados, se
aumentaron las medidas de aseguramiento de tal manera que ya no solo existían la
conminación, la caución y la detención preventiva como hasta antes de la Constitución
de 1991, sino que se añadieron las medidas de detención domiciliaria y de prohibición
de salir del país25. Además se fijaron expresos ‘requisitos formales’ que garantizaban
mayor objetividad al momento de adoptar cualquiera de las medidas de aseguramiento.
Dichos requisitos eran más exigentes que los de códigos anteriores. En la providencia
interlocutoria era obligatorio que se expresaran:
24 Corte Constitucional. Sentencia C-301 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. 25 Artículos 388, Capítulo II.
20
• Los hechos motivo de investigación, su calificación jurídica y la pena
contemplada.
• Los elementos probatorios sobre la existencia del hecho y de la probable
responsabilidad del sindicado como autor o partícipe.
• Las razones por las que no se compartían los alegatos de los sujetos procesales26.
La Corte Constitucional estableció en ese momento criterios esenciales en cuanto a la
aplicación de la detención preventiva de acuerdo con la nueva Carta, de tal manera que
fuera compatible con los derechos fundamentales a la presunción de inocencia y a la
libertad. Así, la Sentencia C-106 de 1994, en la que resuelve si la detención preventiva
vulnera o no esos derechos específicos, señaló, en primer lugar, que tal medida no tiene
carácter sancionatorio sino preventivo y que, por lo tanto, no podía entenderse que con
ella se vulnerara la presunción de inocencia. Dijo que quien era detenido
preventivamente, gozaba de ese derecho al no habérsele declarado aún, su
responsabilidad penal. Así, la Corte llamó la atención sobre la cualidad cautelar de la
detención preventiva con una finalidad específica diferente de la sanción punitiva, tal
como lo reflejan los acuerdos internacionales al respecto.27
En lo referente al derecho a la libertad, la Corte conceptuó que la detención preventiva
tampoco lo vulnera cuando cumple con los condicionamientos claros que establece la
ley para su aplicación. Reafirmó que la detención preventiva tiene carácter excepcional,
lo que significa que es “un instrumento al cual únicamente puede apelarse en los casos
previstos por la ley y dentro de sus rigurosos límites, sin perjuicio de las garantías que
aseguren la comparecencia del sindicado al pertinente juicio y su disponibilidad para la
ejecución del fallo”. La Corte agregó que “a ese conjunto de garantías debe agregarse
que el juez está obligado a evaluar en cada caso concreto y de manera razonable la
situación a la cual aplica la normatividad que le permite optar por la detención
preventiva u otra garantía de aseguramiento”.28
26 Artículos 387 y 389. 27 “Los artículos 29 de la Constitución y 9° del Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles impiden que, con base en simples indicios, se persista en la prolongación de la detención luego de un cierto lapso que de ninguna manera puede coincidir con el término de la pena ya que siendo ello así se desvirtuaría la finalidad eminentemente cautelar de la detención preventiva que terminaría convertida en un anticipado cumplimiento de la pena y se menoscabaría el principio de presunción de inocencia”. (Op. Cit. Sentencia C-106 de 1994) 28 Ibídem.
21
Asimismo la Corte, ante una demanda de constitucionalidad de parte del articulado del
Decreto 2700 de 1991, fijó en la Sentencia C-327 de 1997, la necesidad de la aplicación
de la medida de detención preventiva y su validez en un ordenamiento jurídico
respetuoso de los derechos. Acogiendo una posición anterior de la misma Corte
(Sentencia C-150 de 1993) indicó que “es una herramienta jurídica natural”29 y que así
como “el derecho a la libertad no es absoluto es claro que su limitación tampoco ha de
tener ese carácter…” por lo que en cualquier caso deben tenerse en cuenta “criterios de
razonabilidad y proporcionalidad que fuera de servir al propósito de justificar
adecuadamente una medida tan drástica, contribuyan a mantener inalterado el necesario
equilibrio entre las prerrogativas en que consiste el derecho y los límites del mismo”30.
Un cambio de fondo en el Código 2700 de 1991 fue el que se reflejó en el artículo 396
que contemplaba como medida de aseguramiento alternativa a la detención preventiva –
que hasta el momento solo se cumplía en prisión –, la detención domiciliaria aplicable
“cuando se trate de un hecho punible cuya pena mínima prevista sea de cinco años en
prisión, o menos” y en caso de que se estableciera que “el sindicado, por sus
características familiares, laborales y vínculos con la comunidad, comparecerá al
proceso y no pondrá en peligro a la comunidad”. Esta figura nace del concepto de darles
a los delitos considerados más representativos desde el punto de vista punitivo, un
tratamiento intramural. Y a los de menor rango – sin dejar de ser graves –, aplicarles un
tratamiento intermedio de detención en el lugar de domicilio en atención a especiales
circunstancias sociales, personales y de gravedad del hecho dado que, si bien no se le
permitía al procesado gozar de la libertad provisional, sí se le podía someter a un
tratamiento privativo menos riguroso.
Con esta figura, además, se comenzaba a perfilar un tratamiento garantista y más
objetivo, propio de la nueva Carta Política, en donde el análisis para la detención ya no
solo incluía los requisitos sustanciales y formales sino también las especiales
29 “La detención preventiva es ‘una herramienta jurídica natural propia de las actuaciones del procedimiento penal, que permite al funcionario judicial, dentro de los términos racionales que establezca la ley adoptar la decisión correspondiente sobre la persona vinculada al proceso’, y cuya regulación obedece al ‘natural ejercicio de las competencias legislativas en materia del procedimiento penal en el que está involucrado el conjunto de reflexiones jurídicas y de política criminal, que toma en cuenta las especiales modalidades delictivas’”. (Corte Constitucional. Sentencia C-327 de 1997. M.P. Fabio Morón Díaz). 30 Ibídem.
22
circunstancias de comisión del hecho punible y la relación familiar y con la sociedad del
procesado, entre otros.
Es así como en el artículo 409 que habla de la “Detención parcial en el lugar de trabajo
o domicilio” se establecía que “el sindicado que deba proveer por disposición de la ley,
la subsistencia de una o más personas, podrá obtener que su detención se cumpla
parcialmente en el lugar de trabajo o domicilio” con ciertas condiciones que, en todo
caso, significaban una visión jurídica que le otorgaba mayores garantías objetivas al
procesado:
• Que no tenga en su contra sentencia condenatoria por delito doloso o
preterintencional.
• Que esté sindicado por un delito cuya pena máxima no exceda de seis años de
prisión.
• Que no haya eludido su comparecencia en la actuación procesal.
Salvo lo anterior, la detención preventiva procedía, en general, para los mismos delitos
del código derogado y para penas de prisión con similar tiempo de castigo31.
Disposiciones modificatorias del Decreto 2700 de 1991
• Ley 81 de 1993: “por la cual se introducen modificaciones al Código de
Procedimiento Penal”
Formalmente se establecían en esta ley las competencias de los jueces regionales, del
Circuito y las de los Penales Municipales y se modificaron otros procedimientos como
la ruptura de la unidad procesal o las causales de impedimento y recusación,
apelaciones, reducción de penas por confesión, beneficios por colaboración eficaz etc.
Pero, en la parte sustancial, lo que el Ejecutivo pretendía con estas modificaciones era
obtener una normatividad que se pudiera aplicar, en concreto, al proceso de
sometimiento a la justicia de grupos del narcotráfico, en especial del Cartel de Medellín
y del temible Pablo Escobar, responsable de haber desatado y mantenido la guerra del
31 “Cuando el delito… tenga pena de prisión cuyo mínimo sea o exceda de dos años”. Artículo 397, “De la detención”.
23
narcoterrorismo contra el Estado. Al respecto, el ex presidente de la Corte
Constitucional Alfredo Beltrán, aunque reconoce como uno de los contados cambios
necesarios en la normatividad penal colombiana el de la expedición del Código de
Procedimiento Penal del 91, asegura que su “unidad” se vio rota por las modificaciones
introducidas por esta ley 81 del 93: “A mi juicio, a raíz de la expedición de la
Constitución de 1991 que creó la Fiscalía General de la Nación con unas funciones
específicas, era indispensable la expedición de un nuevo Código de Procedimiento
Penal que se adecuara a la nueva Constitución lo que efectivamente se hizo mediante el
Decreto 2700 de 1991. Pero, sin embargo, al poco tiempo de su vigencia fue
modificado parcialmente por la Ley 81 de 1993, y posteriormente por otras reformas
que rompieron su unidad y coherencia”32.
Por su parte, el ex Procurador General de la Nación Alfonso Gómez Méndez, se opuso a
los beneficios de fuerte reducción de penas que establecía esta ley para los
narcotraficantes. “Lo que ha quedado en evidencia es que… de esa manera (los
beneficios para los procesados que se sometieran) se evitó el castigo para quienes
asesinaron a jueces, magistrados y periodistas”33. Gómez Méndez advirtió que “fue el
zarpazo que se dio con la Ley 81 de 1993, de lo cual hay imágenes de abogados de los
carteles casi dictando las normas en el Congreso cuando les dieron toda clase de
ventajas como las rebajas por confesión por sentencia anticipada; se aumentó el tiempo
para el reconocimiento del descuento por trabajo o estudio e, incluso, lograron un
mecanismo que sirvió para que les dictaran autos inhibitorios con investigaciones muy
rápidas”34. Aunque Gómez Méndez admitió que “el nuevo código penal actualizó la
legislación que estaba tan dispersa y laxa, desafortunadamente no se expidió el código
penitenciario que pretendía reformar muchas de esas instituciones creadas con esa
ley”35.
Por su parte el ex Fiscal Gustavo de Greiff, quien ejercía ese cargo al momento de
aplicación de la ley de sometimiento a la justicia, se opuso a la interpretación de Gómez
Méndez: “La política de sometimiento fue importante para acabar con esa organización
y estuvo a punto de ser utilizada con el cartel de Cali, la cual no fue aplicada en este
32 Alfredo Beltrán Sierra, ex presidente Corte Constitucional. Ver entrevista completa en Anexo 1. 33 Periódico El Colombiano. Especial “Series”. Julio 20, 2003. 34 Ibídem. 35 Ibídem.
24
caso porque el gobierno estadounidense no creyó en ella y fue así como desapareció. En
su tiempo, en su momento, con el caso de Pablo Escobar y meses subsiguientes a su
muerte, por estas medidas se entregaron varios jefes de pequeños carteles de la Costa y
los Santanderes. Esas normas fueron eficaces” y añadió que “no es cierto lo que dice el
ex fiscal Gómez Méndez de que la Ley 81 del 93 la hubieran redactado los abogados de
los narcos que presionaron al Congreso. Esa ley fue promovida por el presidente
Gaviria y, especialmente, por Andrés González, en aquel entonces ministro de Justicia.
Sí es cierto que trataron de influir, pero ella no consagró rebaja absoluta de penas. Se
hizo, pero en el caso de colaboración con la justicia para los delincuentes que no se
habían podido capturar, para brindarles confianza. La Fiscalía fue vital para acabar con
Escobar”36.
Aunque la ley objeto de los comentarios anteriores produjo mucha polémica desde su
inicio y más aún después de la fuga de Escobar, se recuerda que fue en su artículo 396
sobre detención domiciliaria donde se establecía que respecto de hechos punibles cuya
pena prevista fuera de cinco años de prisión o menos, la detención preventiva se podría
sustituir por domiciliaria si se comprobaba que el sindicado comparecería al proceso y
no pondría en peligro a la comunidad. Y también que se introdujo por primera vez el
denominado control de legalidad de las medidas de aseguramiento37, lo cual
significaba que una vez que esas medidas se encontraran ejecutoriadas, podrían ser
revisadas en su legalidad por el juez de conocimiento, previa petición del interesado, de
su defensor o del Ministerio Público. El juez podía rechazar o admitir la solicitud; en
caso de ser admitida, el juez correría traslado a los demás sujetos procesales por el
término de cinco días, para posteriormente decidir en los cinco días siguientes.
• Ley 228 de 1995: “por la cual se determina el régimen aplicable a las
contravenciones especiales y se dictan otras disposiciones”.
En esta ley se especificaba que se deberían aplicar los principios rectores del Código de
Procedimiento Penal vigente (2700 de 1991) pero se complementaban o modificaban
las disposiciones para el tratamiento judicial de las contravenciones especiales
cuyo régimen ya se había reglamentado en la Ley 23 de 1991 cuyo objetivo era
36 Ibídem. 37 Artículo 414A.
25
crear mecanismos de descongestión de los despachos judiciales para resolver por vía
de funcionarios de la Policía contravenciones querellables. De esta manera, se
modificaba una vez más el código vigente por motivos netamente coyunturales. En esta
ocasión se trataba de combatir la acumulación de procesos pendientes en los juzgados y
tribunales. En primer lugar, se decretaba la oralidad de los procesos con el fin de
hacerlos más expeditos. Se modificaban las penas para algunos delitos y se trasladaba la
competencia a jueces penales, promiscuos municipales o defensores de familia, lo
mismo que mayores controles de legalidad en las actuaciones, sobre todo en cuanto a la
legalización de la privación de la libertad cuando se refería a capturas en flagrancia: a
más tardar en 36 horas el aprehendido se pondría a disposición del funcionario
competente, quien dictaría auto de apertura del proceso.
No obstante que la razón de ser de esta modificación al Decreto 2700 de 1991 era la de
descongestionar los despachos judiciales, la intención de evacuar rápidamente los
procesos hacía que simultáneamente se llenaran las cárceles de delincuentes menores,
aunque fuera por poco tiempo. Consultado al respecto, el ex magistrado auxiliar de la
Corte Suprema, penalista Hugo Quintero opinó: “las cárceles se llenan o se desocupan
según sea la ‘necesidad’ de aparentar resultados contra la delincuencia que haya en cada
coyuntura específica. Las Leyes 228 de 1995 y 446 de 1998 son el mejor ejemplo de
cómo llenar las cárceles de raponerillos y delincuentes de poca monta, para luego tener
que soltarlos por falta de capacidad carcelaria”.38
De otro lado, se mantenía el espíritu de descongestión al ordenar que en caso de no
concurrir los requisitos de flagrancia pero existiendo la querella, el juez, en audiencia
pública de juzgamiento le haría conocer al imputado la calificación de los cargos y
dispondría su libertad con el compromiso de que compareciera a la audiencia citada39.
En particular, la citada ley dejó establecido que “la legalización de la privación
transitoria de la libertad se efectuará en la calificación de flagrancia y de los cargos, o
de la captura por la no comparecencia….”40. Y se estableció la extinción de la acción
por reparación, ampliándole tal beneficio a casi todas las contravenciones
38 Op. Cit. Hugo Quintero Bernate, ex magistrado aux. Corte Suprema. Anexo 1. 39 Capítulo III. Procedimiento. Artículo 18, parágrafo 1°. 40 Ibídem, Artículo 25.
26
consideradas como especiales, cuando el inculpado reparara íntegramente el
daño41.
• Ley 504 de 1999: “por la cual se derogan y modifican algunas disposiciones
del Decreto 2700 de 1991 (Código Penal vigente), de otros Decretos-leyes y
se dictan otras disposiciones”.
Mediante esta ley se derogaron varios artículos y se modificaron otros tantos del
Decreto 2700 del 91, especialmente para establecer cuáles operadores judiciales
ejercerían las funciones de juzgamiento y cuáles las funciones de instrucción; también
se pretendía delimitar las competencias de tribunales y juzgados penales del circuito
especializados.
En cuanto a la detención preventiva contemplada en el artículo 397 del Decreto 2700
del 91, la Ley 504 de 1999 modificó el numeral 1º de dicho artículo, que en principio
estipulaba que la detención preventiva procedía para todos los delitos de competencia de
los jueces regionales, para disponer que sería aplicable para todos los delitos de
competencia de los jueces penales del circuito especializados. Sobre esta modificación
la Corte Constitucional precisó, en Sentencia C-392 del 2000, que el cambio de ese
artículo solo consistió en establecer que en los delitos de competencia de los jueces
penales del circuito especializado era procedente la detención preventiva que antes lo
había sido en los delitos competencia de los jueces regionales. Y agregó que “esta
norma se ajusta a la Constitución pues es de competencia del legislador determinar los
casos en que procede la detención preventiva, en razón de la comisión de ciertos delitos,
según la naturaleza y gravedad de éstos, o en los casos de flagrancia, o atendiendo las
circunstancias en que ellos ocurrieron, o de los antecedentes del procesado, etc.”42
Sin embargo, declaró inexequible la modificación al artículo 26 de la misma Ley 504 de
1999 mediante la cual se excluía la detención domiciliaria de los delitos que ahora
pasaban a ser competencia de los jueces penales del circuito especializados. La Corte
consideró que se vulneraba la igualdad estipulada en el artículo 13 de la Constitución, al
eliminarles la posibilidad del beneficio de detención domiciliaria a unos procesados solo
41 Ibídem, Artículo 28. 42 Corte Constitucional. Sentencia C-392 del 2000. M.P. Antonio Barrera Carbonell.
27
porque los delitos que se les imputaban eran ahora de competencia de unos jueces
(penales del circuito especializados) y no de otros (jueces regionales). Y señaló que se
rompía así, con la base de criterios objetivos y razonables que habían sido estipulados
por el mismo Código de Procedimiento Penal 2700 de 1991. 43
3. LEY 600 DE 2000: POR LA CUAL SE EXPIDE EL CÓDIGO DE
PROCEDIMIENTO PENAL
En el capítulo sobre “Detención Preventiva”44 de esta ley se establecen los fines de tal
medida sin modificar los aducidos en los códigos que precedieron a éste. Ellos son:
garantizar la comparecencia del sindicado al proceso, garantizar la ejecución de la pena
privativa de la libertad; impedir la fuga o la continuación de la actividad delictiva o
impedir acciones para ocultar, destruir o deformar elementos probatorios importantes.
Pero más allá de la igualdad en los fines, este código es – respecto de los anteriores - la
más clara manifestación del Estado garantista que gobierna el proceso penal, porque se
destaca, en el mismo sentido de lo dicho por la Corte Constitucional en sentencias
citadas anteriormente (C-106 de 1994 y C-327 de 1997), que la regla general es la
libertad del procesado que está investido de presunción de inocencia, y que la excepción
es la privación de la libertad.
Por tanto, dijo el legislador, para imponer medida de aseguramiento ya no basta con el
cumplimiento objetivo de los requisitos formales y sustanciales, sino que debe
analizarse la necesidad de la misma frente a la protección de la prueba, la garantía de
comparecencia del proceso y la salvaguarda de la sociedad, y es obligatorio explicar
puntualmente cada uno de esos requisitos. Lo contenido en la Ley 600 en este sentido,
constituye un gran avance frente a las anteriores redacciones, las cuales incluían los
análisis ante la posibilidad de otorgar o no la libertad provisional pero manteniendo la
43 “No encuentra la Corte una justificación racional y razonable que apunte a la consecución de una finalidad constitucional legítima, para que a unos sindicados que se encuentran objetivamente dentro de las circunstancias que describe el inciso 1° del artículo 409 del C.P.P., se les conceda el beneficio de que la detención se cumpla parcialmente en el lugar de trabajo o en su domicilio, y en cambio, a los sindicados de los delitos de que conocen los jueces del circuito especializado, no se les otorgue idéntico beneficio”. (Ibídem) 44 Capítulo V, Artículo 355.
28
medida de aseguramiento impuesta; mientras que en esta redacción es requisito
indispensable un análisis de procedencia o no de la detención preventiva.45
Por todo lo dicho, la Ley 600 de 2000 ha sido calificada por los expertos como una de
las pocas modificaciones a las leyes y códigos penales y de procedimiento penal
realmente indispensables, no solo para conseguir una cohesión normativa que antes se
encontraba dispersa y dictada de manera inconexa en diferentes leyes, sino también y
sobre todo para el avance y afianzamiento de las garantías procesales y de la protección
de los derechos a la libertad, a la presunción de inocencia y al Habeas Corpus.
“Los Códigos Penal y de Procedimiento Penal del año 2000 ( leyes 599 y 600) tienen
una clara justificación: a) Expedida la Carta Política de 1991 era necesario ajustar esta
rama del Derecho tan sensible e importante a los nuevos preceptos, principios, valores y
sobre todo a la nueva concepción de los derechos dentro del modelo de Estado previstos
en la Constitución, y acompasarlos con la ya importante jurisprudencia del Tribunal
Constitucional conocida hasta entonces; b) Era necesario responder a la dispersión de la
ley penal, pues el Derecho Penal no solo se encontraba en el código o los códigos
penales, sino en leyes complementarias y de otras ramas del Derecho, o en estatutos
especiales, lo cual generaba múltiples dificultades para el sistema y la tarea de los
operadores”.46
Corresponde a la nueva filosofía de la Constitución que los requisitos estipulados en el
artículo 356 de la Ley 600 eran más rigurosos en materia de aplicación de la detención
preventiva, porque la limitaba como única medida de aseguramiento para los imputables
pero cuando aparecieran por lo menos dos indicios graves de responsabilidad con
base en las pruebas legalmente producidas dentro del proceso47.
45 “La reforma fundamental es entonces la prevalencia del principio de libertad que aunque era un principio rector de la Ley 600 (artículo 3º), quedó mejor definido en la Ley 906 en su artículo 295, nominado como “afirmación de la libertad”. Desde la reforma del 2000, la medida de aseguramiento y específicamente la privación de la libertad quedaron condicionadas a la necesidad de la medida (artículos 355 en Ley 600 y 396 en Ley 906)”. Op. Cit. Hugo Quintero Bernate. 46 Jaime Córdoba Triviño, ex presidente Corte Constitucional. Ver entrevista Anexo 1. 47 Al respecto la Corte Constitucional expuso que “son cuatro los requisitos que señalan la existencia de motivos fundados para asegurar: 1. Que se trate de indicios; 2. Que sean por lo menos dos indicios; 3. Que sean graves; 4. Que indiquen responsabilidad, es decir, que indiquen que la conducta fue típica, antijurídica y culpable. Estos indicios deben basarse en pruebas legalmente producidas dentro del proceso”. (Corte Constitucional. Sentencia C-805 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa).
29
Más adelante, se habla de que dicha medida procede cuando el delito tenga prevista
pena de prisión cuyo mínimo sea o exceda de cuatro años, con lo cual se dobla el
tiempo que se estipulaba anteriormente (dos años) para poder privar
provisionalmente de su libertad al procesado48.
Por su parte la Corte Constitucional, en Sentencia C-805 de 2002, agregó que la
aplicación de la detención preventiva debía responder a tres elementos esenciales:
Primero, la necesidad de la medida, fundada en motivos específicos que justifiquen su
utilización, en cuanto ésta “no puede proferirse con base en el capricho o el simple
juicio de conveniencia del fiscal”49. Segundo, que responda a un criterio de
proporcionalidad de acuerdo con las circunstancias de cada caso50. Y tercero, que esté
basada en un nivel de convicción relativo a la probabilidad de que el procesado pudo ser
el autor de la conducta punible. De ahí que “deben obrar en el acervo probatorio dos
indicios relativos a hechos objetivos que indiquen con una alta probabilidad, más allá de
la simple sospecha (…), que la persona es responsable, es decir, que realizó una
conducta típica, antijurídica y culpable”51.
Por otro lado, la misma Corte Constitucional declaró inexequible por vicios de
procedimiento la aplicación de la detención preventiva para varios de los delitos que se
incluían en la procedencia, así:
Hurto agravado en algunos de los numerales contemplados; estafa cuando la cuantía
exceda de cincuenta salarios mínimos legales mensuales vigentes, tráfico de moneda
falsificada, emisiones ilegales, acaparamiento, especulación, pánico económico,
incendio, receptación. Pero los otros delitos a los cuales les era aplicable la medida de
detención preventiva siguieron siendo, en términos generales, los mismos.
48 Artículo 357. 49 “Es necesaria la medida cuando ésta es indispensable para alcanzar tales objetivos generales y fines específicos, a los cuales ya se ha referido esta Corporación”. (Op. Cit. Sentencia C-805 de 2002). 50 “El legislador también puede indicar diversos criterios para apreciar dicha proporcionalidad, entre los que se encuentran la situación del procesado, las características del interés a proteger y la gravedad de la conducta punible investigada”. (Ibídem). 51 Ibídem.
30
En la Ley 600 también se reafirma que la detención preventiva podrá ser sustituida por
detención domiciliaria “en los mismos eventos y bajo las mismas condiciones
consagradas para la pena sustitutiva de prisión domiciliaria”.
Exactamente un año después de expedida la Ley 600 de 2000 la Corte Constitucional
profirió la que se constituyera en la sentencia más importante en materia de detención
preventiva y su aplicación en el Estado colombiano. La Sentencia C-774 de 2001
analizó la exequibilidad de varios artículos no solo de la Ley 600 de 2000 sino también
del Código de Procedimiento Penal derogado, contenido en el Decreto 2700 de 1991 y
estableció las pautas para la comprensión y aplicación de la medida de detención
preventiva a partir de esa fecha.
Aparte especial: Sentencia C – 774 de 2001
Esta sentencia fijó novedosos criterios para la aplicación de dicha medida de
aseguramiento, rompiendo así con la interpretación que anteriormente se le había dado a
la figura. Ante todo reafirmó, de acuerdo con la Constitución Política y el Código de
Procedimiento Penal vigente, las exigencias que estructuraban la legalidad de la
detención preventiva. En primer lugar, la necesidad de cumplir con los requisitos
formales, es decir, la adopción de la detención preventiva mediante providencia
interlocutoria que contenga los hechos que se investigan, la calificación jurídica y los
elementos probatorios en los que se fundamenta su adopción. En segundo lugar, unos
requisitos sustanciales que consisten, como ya se dijo, en la existencia de por lo menos
dos indicios graves de responsabilidad que se generen con base en las pruebas
producidas legalmente en el proceso.
La Corte, no obstante, agregó que “para que proceda la detención preventiva no sólo es
necesario que se cumplan los requisitos formales y sustanciales que el ordenamiento
impone, sino que se requiere, además, y con un ineludible alcance de garantía, que
quien haya de decretarla sustente su decisión en la consideración de las finalidades
constitucionalmente admisibles para la misma”. A continuación, en la sentencia se
enumeran dichas finalidades:
31
1. En primer lugar, al determinar que la Constitución establece en su artículo 250
que una de las funciones de la Fiscalía es la de asegurar la comparecencia al
proceso de los presuntos infractores de la ley penal, señala que uno de los fines
de la medida es precisamente el de prevenir la fuga del procesado.
2. Otro de los fines, dice la Corte, deriva de la orden que la Constitución le da a la
Fiscalía de velar por la protección de los testigos. Con base en esto, esa
Corporación concluyó que debía hacerse una interpretación sistemática de dicha
disposición de manera que ese artículo no solo abarcara la protección de los
testigos, sino también la de otros medios de prueba, convirtiendo la
conservación de la prueba en el segundo fin de la detención preventiva.
3. Por último, la tercera finalidad se deriva del carácter de Estado Social de
Derecho de Colombia, según el cual el interés general debe prevalecer sobre el
interés particular. En virtud del mismo artículo le corresponde al Estado asegurar
la convivencia pacífica.
De acuerdo con lo anterior, la Corte Constitucional concluyó que los artículos
reguladores de la procedencia de la detención preventiva debían ser declarados
exequibles pero condicionándolos a que cumplieran con los requisitos formales y
sustanciales, y además, que se hiciera el análisis detallado de cada uno de sus fines52.
Asimismo, la Corte Suprema de Justicia retomando esa tesis, expuso que a partir de la
citada sentencia la detención preventiva no podía limitarse a cumplir únicamente con los
requisitos exigidos, “sino también con los fines establecidos para ella, debiendo el
juzgador en cada caso verificar la necesidad de imponerla de conformidad con los
propósitos de asegurar la comparecencia del sindicado al proceso, preservar la prueba y
proteger a la comunidad”53, “bastando que uno solo de ellos justifique la detención, para
que se profiera”54.
52 “Por lo tanto, la Corte deberá condicionar la constitucionalidad de los artículos 397 del Decreto 2700 de 1991 y 357 de la Ley 600 de 2000, bajo el entendido de que, la procedencia general de la detención preventiva, está sujeta a que en cada caso concreto se valore la necesidad de la misma en atención a los fines que le son propios, de acuerdo con la Constitución y con la ley”. (Op. Cit. Sentencia C-774 de 2001). 53 Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 18 de Junio de 2002. M.P. Fernando Arboleda Ripoll. 54 Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 16 de Julio de 2002. M.P. Jorge Córdoba Poveda.
32
En dicha sentencia, la Corte se refiere a la razonabilidad del tiempo en que un procesado
puede ser detenido preventivamente de tal manera que el periodo que dure tal detención
no puede reemplazar el término de la pena, en caso de que fuere condenado. Más allá
del anterior enunciado, otros dos artículos que regulan las causales de libertad
provisional, delimitan el tiempo que debe durar la detención preventiva55. Sin embargo,
esas disposiciones no alcanzaban a llenar el vacío legal que aún existía en torno a los
límites del tiempo de la medida de aseguramiento. “Ante el vacío legislativo que existe
en cuanto a la procedencia de la libertad provisional en los eventos citados, es preciso
condicionar la constitucionalidad de las disposiciones que consagran la figura del
cómputo de la detención, en el sentido de limitar, en las circunstancias de vacío legal, su
término de duración a un plazo razonable, justo y proporcional con el fin de evitar que
la medida se convierta en un anticipado cumplimiento de la pena”.56
En cuanto a la interpretación de la detención domiciliaria, en tal sentencia se establece
que ésta, al ser una modalidad de la detención preventiva, no puede tener un carácter
punitivo. De ahí que haya declarado inexequible el aparte del artículo 396 del Decreto
2700 de 1991, según el cual era posible “imponer la obligación de realizar trabajo
social durante el término de la detención domiciliaria, o los fines de semana”57. La
Corte indicó que ese tipo de obligaciones implican una sanción que no corresponde ni al
fin de la detención preventiva ni a los derechos constitucionales del procesado porque a
éste todavía no se le ha imputado un castigo.
Adicionalmente, la Corte Suprema de Justicia indicó que a partir de la obligación de
analizar cada uno de los fines de la detención preventiva que había impuesto la
Sentencia C-774 de 2001, la detención domiciliaria había perdido su razón de ser
quedando así en desuso. Esto, teniendo en cuenta que si los elementos de convicción
señalan que la medida no es necesaria para cumplir con sus fines constitucionales, lo
55 “Surge entonces el derecho a obtener libertad provisional cuando: ‘vencido el término de 120 días de privación efectiva de la libertad, no se hubiere calificado el mérito de la instrucción’ y ‘cuando hayan transcurrido más de seis meses contados a partir de la ejecutoria de la resolución de acusación sin que se hubiere celebrado la correspondiente audiencia pública o se hubiere vencido el término para presentar alegados de conclusión en el juicio’”. (Ibídem) 56 “El término razonable, proporcional y justo debe ser valorado por las autoridades judiciales en cada caso, siguiendo los siguientes parámetros: la efectividad de la duración, el tiempo actual de detención, su duración en relación con la ofensa, los efectos de la conducta punible, los efectos materiales y morales para con el sindicado, la conducta del inculpado, las dificultades de la instrucción, la forma como se ha tramitado, la conducta de las autoridades judiciales, entre otras”. (Ibídem). 57 Ibídem.
33
procedente no es sustituir la detención preventiva por la domiciliaria, sino no imponer
ninguna de las dos. “En otros términos, si se reúnen los requisitos formales y
sustanciales exigidas para la detención preventiva (artículos 356 y 357 del C. de P. P.),
pero no se cumplen los fines y objetivos constitucional y legalmente señalados para su
procedencia (artículos 3° y 355, Ibídem), esto es, si los presupuestos requeridos para
abstenerse de decretarla son los mismos que se necesitan para cambiarla por la
domiciliaria (artículo 38 del C.P.), lo lógico, coherente y jurídico será no dictarla o
revocar la que estuviere vigente”58. En este sentido, concluyó la Corte Suprema que la
única detención aplicable a partir del 2001 sería la intramural.
En efecto, tal tesis ya estaba prevista en la Ley 600 de 2000 (la única medida de
aseguramiento privativa de la libertad es la detención preventiva). La detención
domiciliaria se regulaba por el artículo 38 del Código Penal, el cual estipula ciertos
requisitos para la procedencia de la figura. Uno de ellos implica que el desempeño
personal, laboral, social o familiar del sindicado permita que el juez pueda deducir que
aquel no pondrá en peligro a la comunidad y que no evadirá la justicia. Este requisito
coincide con los fines que la Ley 600 de 2000 previó para la detención preventiva. De
manera que los presupuestos para conceder la detención domiciliaria terminan siendo
los mismos requeridos para abstenerse de decretar la detención preventiva. Sostiene la
Corte que si en los casos concretos se establece que el sindicado no va a eludir su
comparencia al proceso y el cumplimiento de la pena, no obstaculizará la actividad
probatoria, ni pondrá en peligro a la comunidad, no procede la detención preventiva ni
sustituirla por la domiciliaria. En este sentido, se le halla la razón a la Corte Suprema de
Justicia al afirmar que bajo la Ley 600 de 2000 la detención domiciliaria no tiene
procedencia, ya que concedérsela, implicaría aceptar que los fines de tal medida de
aseguramiento no se cumplen, por lo que no cabría imponerla.
4. LEY 906 DE 2004: POR LA CUAL SE EXPIDE EL CÓDIGO DE
PROCEDIMIENTO PENAL
Este Código es revolucionario en sí mismo y no solo en materia de aplicación de la
detención preventiva, porque tuvo que acoplarse a la modificación estructural del
58 Op.Cit. Sentencia de 16 de Julio de 2002.
34
sistema judicial que había decidido adoptar el país. En consecuencia, este código
reemplazó el de la Ley 600 de 2000, en momentos en que se adoptó el denominado
Sistema Penal Acusatorio de acuerdo con el cual la estructura jurídica del proceso
penal cambió por completo.
Por esta Ley se modificaron las funciones asignadas a la Fiscalía General, de tal manera
que la principal tarea de ésta es (hasta hoy), a partir de la adopción del sistema oral y
manteniendo la misma estructura acusatoria, investigar y acusar a los procesados ante
los jueces, quienes serán los que adelantarán la etapa de juicio. Por mandato legal, el
fiscal se erige como representante de la víctima pero pierde funciones jurisdiccionales
como la de imponer medidas de aseguramiento. Pierde también la potestad que tenía
anteriormente de privar preventivamente de la libertad al procesado, correspondiéndole
esa tarea, en lo sucesivo, a los jueces59.
Es importante precisar que en este sistema el proceso penal se desarrolla, entonces, de
manera radicalmente diferente al anterior método, de tal manera que las etapas entre las
que se divide, representan mayores garantías y condiciones objetivas en la aplicación de
las medidas de aseguramiento y en el desarrollo del juicio. Las etapas son las siguientes:
• “Preliminar (ante la Fiscalía y con la policía). Es la etapa de averiguación, en
donde eventualmente se acude al juez de control de garantías para que autorice
ciertas diligencias.
• Investigación propiamente dicha, en la que se delimita el delito e identifica el
sujeto activo (concretada ante el juez de control de garantías con la imputación).
• Juicio oral y público (se adelanta ante el juez de conocimiento competente)”.
A su vez, “las funciones de los jueces están delimitadas entre las que ejerce el juez de
control de garantías (cuya misión es la de controlar el abuso de poder y proteger los
derechos y, en consecuencia, evitar las restricciones arbitrarias de los derechos) y
la que ejerce el juez conocimiento, que estudia la responsabilidad penal de los
imputados”60.
59 Sistema Penal Acusatorio. Consejo Superior de la Judicatura. Enero 1 a abril 15 2005. Fundamentos constitucionales y legales. [http://www.pfyaj.com/checchi/biblioteca/SISTEMA_PENAL_ACUSATORIO_x100_DIASx1.doc.] 60 Ibídem.
35
Teniendo en cuenta este nuevo marco, la Ley 906 de 2004 estableció que el fiscal
debería solicitarle al juez de control de garantías que impusiera la medida de
aseguramiento indicando la persona, el delito, y – sobre todo – “los elementos de
conocimiento necesarios para sustentar la medida y su urgencia, los cuales se evaluarán
en audiencia permitiendo a la defensa la controversia pertinente”61. Es de anotar que la
presencia del defensor se impuso como requisito de validez de la audiencia.
Otro aspecto sustancial en tal ley es que las medidas de aseguramiento se ampliaron
significativamente con relación a las que se aplicaban antes del sistema oral, en
particular aquellas que no contemplan la privación de libertad (mecanismo de vigilancia
electrónica, vigilancia de una persona o institución determinada distinta a la prisión;
presentación periódica; prohibición de concurrir a determinadas reuniones o lugares;
prohibición de comunicarse con determinadas personas o con las víctimas, o de salir del
lugar de habitación entre 6 p.m. y 6 a.m.), de donde se infiere que se restringe como
nunca antes la detención preventiva, y que ésta se debe aplicar en condiciones más
rígidas.
De acuerdo con la Corte Constitucional, la ampliación de las medidas cautelares para el
aseguramiento de los fines del proceso implicó el desarrollo de un sistema de
gradualidad de las mismas, enfatizando así “la necesidad de intervención del juez en las
valoraciones que preceden a la selección e imposición de aquella que resulte más
adecuada para el cumplimiento de los fines que les son propios, atendidas las
particularidades del caso concreto y determinadas circunstancias relevantes de la
condición personal del imputado”62.
Por su parte, el artículo que se refiere a la procedencia de la detención preventiva63
ordenada por el juez de control de garantías, decreta la aplicación de la detención en
prisión para delitos cuya pena exceda los cuatro años64 y confirma, asimismo, que la
61 Artículo 306 sobre “Solicitud de imposición de medida de aseguramiento”. 62 Corte Constitucional. Sentencia C-318 de 2008. M.P. Jaime Córdoba Triviño. 63 Artículo 313. 64 “La Corte tuvo oportunidad de pronunciarse frente a la aparente contradicción que reflejan los artículos 313-2 y 315 de la Ley 906 de 2000, para precisar que en la interrelación de esas normas cuando ambas disposiciones coinciden en el límite punitivo de 4 años, debe entenderse que prevalece lo normado en la segunda de las disposiciones, como quiera que comporta una menor limitación y restricción que la primera a un derecho fundamental, pues permite que se imponga medida de aseguramiento no privativa de libertad a una pena cuyo mínimo es de 4 años, de donde surge posible concluir que la detención
36
detención en prisión podrá sustituirse por detención domiciliaria por las razones
previstas en códigos anteriores (condición personal del procesado por edad, por
enfermedad o por embarazo) pero adicionándole la aplicación de la domiciliaria a la
imputada o acusada que sea madre cabeza de familia de hijo menor o de hijo que sufra
de incapacidad permanente. No obstante que las garantías para conservar la libertad
personal se ampliaron de manera notoria, la figura de la detención preventiva no
cumple, en sentido estricto, con lo aplicable en un sistema penal. Flor Alba Bustos,
fiscal delegada ante el Tribunal de Bogotá y quien debe revisar permanentemente en
razón de su trabajo la aplicabilidad de la medida, opina que “en estricto sentido la
detención preventiva no se impone como se hace en el sistema penal acusatorio ‘puro’
porque en éste, la privación de la libertad se da solo con la sentencia condenatoria
ejecutoriada. En uno ‘menos puro’, con la acusación. Entre tanto, Colombia priva de la
libertad en fase de indagación e investigación”65.
Por su parte, la Corte Constitucional afirmó, en lo referente al análisis de la procedencia
de la detención preventiva que el juez debía realizar, que si bien tenía que basarlo en los
criterios antes aceptados de la necesidad, la proporcionalidad, la razonabilidad y la
adecuación de la medida, también era claro que “los criterios puramente objetivos
resultan insuficientes”66. De ahí que la Corporación haya concluido que “la ley debe
permitirle al juez un margen de valoración para analizar circunstancias objetivas -
exigencias fácticas y jurídicas - y subjetivas, tales como la personalidad, edad y
condiciones socioeconómicas del imputado, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos
308 a 314 de la Ley 906 de 2004”67.
Disposiciones modificatorias que incidieron en la Ley 906 de 2004
• Decreto 2636 de 2004 (19 agosto): “por el cual se desarrolla el Acto
Legislativo número 03 de 2002”.
preventiva, en el evento del artículo 313-2, sólo procede para cuando el delito tiene una pena mínima que excede de 4 años de prisión”. (Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 20 de junio de 2007. M.P. Mauro Solarte Portilla). 65 Bustos, Flor Alba. Fiscal delegada ante el Tribunal de Bogotá. 66 Op.Cit. Sentencia C-318 de 2008. 67 Corte Constitucional. Sentencia C-425 de 2008. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
37
En el Acto Legislativo número 03 de 2002 a que alude este Decreto, se reformó
parcialmente la Constitución por la incorporación del nuevo Sistema Acusatorio en
sustitución del sistema penal de tendencia inquisitiva en que se basaba el país. En ese
momento, y con el fin de prepararse para el cambio, se previó una etapa de transición en
la que una comisión especial (presidida por el Fiscal General e integrada por el
Procurador General, el presidente de la Sala Penal de la Corte Suprema, el presidente
del Consejo Superior de la Judicatura, el Defensor del Pueblo y seis congresistas: tres de
la Comisión Primera de la Cámara, más tres de similar comisión del Senado),
presentaría a consideración del Congreso en el lapso de un año, los proyectos de ley
adecuados al nuevo sistema. También se estableció como plazo para que el Congreso
expidiera las leyes necesarias hasta el 20 de julio de 2004. Esto explica el porqué de la
expedición, en ese año de la Ley 906 que implantaba un nuevo Código de
Procedimiento Penal.
Por su parte, este Decreto, (2636) expedido días antes del nuevo Código de
Procedimiento, reformaba parcialmente la Ley 65 de 1993, en la cual se había expedido,
a su vez, el último Código Penitenciario y Carcelario. Se hacía indispensable esta
reforma porque el Código Penitenciario debía adaptarse, como todo el resto de las
piezas normativas penales, al sistema acusatorio. Es así que el artículo 8° de la Ley 65
del 93, que versaba sobre la “legalización de la captura y la detención” fue modificado
en este decreto. En la nueva versión quedó consignado que “nadie podrá permanecer
privado de la libertad en un establecimiento de reclusión señalado por la ley sin que se
legalice su captura o su detención preventiva…” y “respecto de la persona aprehendida,
el Director del establecimiento carcelario deberá verificar la existencia de mandamiento
escrito de la autoridad judicial que ordene mantenerla privada de la libertad con las
formalidades legales, la indicación de los motivos de la captura… y procederá a ordenar
su registro en los términos señalados en el reglamento general”.68 De esa manera quedó
bajo la responsabilidad de los directores de prisiones, la verificación última de la
legalidad de la captura o detención preventiva con el cumplimiento de todos los
requisitos, lo cual garantizaba que en las etapas previas también se hubieran respetado
los derechos de las personas privadas de la libertad.
68 Decreto 2636 del 19 agosto de 2004. Artículo 1°.
38
Asimismo, el artículo 11 del Código Penitenciario del año 93 se modificó pero para
ratificar la finalidad de la detención preventiva: asegurar la comparecencia de los
imputados, la conservación de la prueba, la protección de la comunidad y la eficacia de
la pena impuesta.69 Al Inpec (Instituto Nacional Penitenciario) se le asignó, además de
la tradicional ejecución de la pena privativa de la libertad impuesta en una sentencia
condenatoria, el control de otras medidas de aseguramiento extramurales, como la de la
aplicación del mecanismo de seguridad electrónica – adoptado con el Sistema
Acusatorio – y la ejecución del trabajo social no remunerado.70 Otras figuras adoptadas
en el Decreto 2636 del 2004, complementaban las garantías para que se respetaran los
derechos del procesado. Por ejemplo, se le asignaron funciones específicas de control de
legalidad de lo actuado y de verificación de las condiciones de reclusión, al juez de
ejecución de penas; y las visitas periódicas de inspección y garantías de los detenidos, a
los funcionarios de la Procuraduría y de la Defensoría del Pueblo.
• Ley 890 de 2004 (7 julio) “que modifica y adiciona el Código Penal vigente”
Con esta ley se modificó y adicionó parcialmente el Código Penal aprobado mediante la
Ley 599 del 2000, con la condición de que entrara en vigencia al tiempo con la
aplicación del Sistema Acusatorio. Para ajustar las fechas, se previó que la Ley 890 de
2004 solo se aplicara en la medida en que el Código de Procedimiento Penal fuera
operando en cada zona de país, de acuerdo con lo previsto en el artículo 530 del mismo,
es decir, en los años 2005, 2006, 2007 y 200871.
Lo anterior, con excepción de los artículos 7º al 13, que entrarían en vigencia de manera
inmediata y que se refieren al incremento de penas en delitos específicos que, en su
mayoría, pretenden impedir la recta administración de justicia como soborno a testigo,
soborno en la actuación penal, falso testimonio, fraude procesal, amenazas a testigo u
ocultamiento, alteración o destrucción de elemento material probatorio.
69 Ibídem; artículo 2°. 70 Ibídem; artículo 3°. 71 “…por voluntad del legislador, el incremento general de penas establecido en el artículo 14 de la Ley 890 de 2004 se encuentra atado exclusivamente a la implementación del sistema acusatorio (Ley 906 de 2004), de donde puede concluirse que en aquellos distritos judiciales en los cuales aún no se ha implementado el referido sistema procesal, no tiene aplicación el aumento de penas y por tanto, rigen los extremos punitivos establecidos en la Ley 599 de 2000”. (Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 7 de Febrero de 2006. M.P. Marina Pulido de Barón).
39
Lo más notable de esta ley fue que se incrementaron las penas, en particular, en los
delitos contra las actuaciones judiciales o administrativas, tales como falso testimonio,
soborno, soborno en la actuación penal y fraude procesal, todos los cuales quedaron con
penas mínimo de cuatro años, más multas e inhabilitación del ejercicio de cargos
públicos en algunos casos; y los delitos contra los medios de prueba: amenaza a testigo,
ocultamiento, alteración o destrucción de material probatorio y el impedimento o
perturbación de la celebración de audiencias públicas. Se comprende el énfasis punitivo
en estos delitos porque su comisión podría afectar la metodología investigativa usada en
el Sistema Acusatorio.
Sin embargo, las modificaciones no llegaron únicamente a esos tipos penales. Casi al
terminar el texto de la Ley 890, se incluyó el artículo 14 con la siguiente redacción:
“Las penas previstas en los tipos penales contenidos en la Parte Especial del Código
Penal, se aumentarán en la tercera parte en el mínimo y en la mitad en el máximo. En
todo caso, la aplicación de esta regla general de incremento deberá respetar el tope
máximo de la pena privativa de la libertad para los tipos penales de acuerdo con lo
establecido en el artículo 2 de la presente ley…”72
Es decir, en el artículo 14 de dicha ley quedó estipulado un incremento general de
penas, lo cual, por supuesto, se aumentaba simultáneamente el número de delitos a los
que se les debía aplicar la detención preventiva. Tal hecho entraba en contradicción con
la filosofía que se había predicado del Sistema Penal y de las garantías a la libertad
personal que se deducían del nuevo Código de Procedimiento Penal. “…encontramos
que a partir de 2004 comenzó a regir un sistema penal acusatorio y que el mismo fue
presentado como un gran avance, en cuanto disminuía el número de casos en los que
una persona debía ser privada de su libertad mientras un juez decide si es o no
responsable de la comisión de un delito. Antes de cumplido un año de la entrada en
vigencia del nuevo procedimiento, se expidió una ley que incrementó de manera general
las penas del Código y tres años más tarde se promulgó otra que aumentó la lista de
delitos que ameritan detener a una persona mientras se la procesa”.73
72 “Texto de la ley 890 que modifica y adiciona el código penal”. Casa de Nariño. http://www.presidencia.gov.co/sne/2004/julio/08/30082004.htm 73 Reyes Alvarado, Yesid; “¿Llenar las cárceles o desocuparlas?” Columna de opinión. Periódico El Espectador.
40
• Ley 1142 de 2007 “por medio de la cual se reforman parcialmente las Leyes
906 de 2004, 599 de 2000 y 600 de 2000 y se adoptan medidas para la
prevención y represión de la actividad delictiva de especial impacto para la
convivencia y seguridad ciudadana”.
Como se nota por el enunciado con que fue sancionada la Ley 1142 de 2007, estas
reformas a los Códigos Penal y de Procedimiento Penal de los años 2000 y 2004,
pretendían reforzar los controles punitivos sobre cierto tipo de delitos. De una parte, las
reformas ratificaron o enfatizaron el espíritu garantista de los nuevos códigos y del
sistema oral. En este sentido, al artículo 2° de la Ley 906 de 2004 (Código de
Procedimiento Penal) se le dio una nueva redacción en la que reafirmaban los controles
para que el derecho a la libertad fuera preservado en la mayor parte de las situaciones, o
si se requiriera restringirlo, que el procedimiento estuviera enmarcado dentro de la más
estricta legalidad : “Nadie podrá ser molestado en su persona ni privado de su libertad
sino en virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial competente, emitido con las
formalidades legales y por motivos previamente definidos en la ley”.74 En estos
eventos, el juez de control de garantías continuaría ejerciendo un papel preponderante
durante el desarrollo del proceso y, particularmente, en el punto específico de las
restricciones a la libertad: “En todos los casos se solicitará el control de legalidad de la
captura al juez de garantías, en el menor tiempo posible, sin superar las treinta y seis
(36) horas siguientes (a la captura)”75.
Con igual razonamiento, se modificó el artículo 297 de la citada Ley 906, así: “Para la
captura se requerirá orden escrita proferida por un juez de control de garantías con las
formalidades legales y por motivos razonablemente fundados, de acuerdo con el artículo
221, para inferir que aquel contra quien se pide librarla es autor o partícipe del delito
que se investiga, según petición hecha por el respectivo fiscal”.76. Adicionalmente, al
Código Penal (Ley 599 de 2000) se le incluyó un artículo nuevo (el 38A) para reglar los
mecanismos electrónicos como sustitutivo de prisión: “El Juez de ejecución de penas y
medidas de seguridad podrá ordenar la utilización de sistemas de vigilancia electrónica
durante la ejecución de la pena, como sustitutivos de la prisión…”, a condición de que
74 Ley 1142 de 2007. Artículo 1°. 75 Ibídem. 76 Ibídem. Artículo 19.
41
la pena impuesta en la sentencia no supere los ocho años, de que el detenido no haya
cometido delitos sexuales o de lesa humanidad; que no haya sido condenado por delitos
dolosos o preterintencionales dentro de los cinco años anteriores, que el beneficiado
observe buena conducta y que cumpla los deberes que le impone el juez.77
Las medidas anteriores tenían el mismo sentido que las reformas contenidas en la Ley
1142 de 2007, no solo para acentuar la legalidad de lo actuado en los procesos penales,
en lo relativo a capturas y detenciones, sino también para lograr que los ingresos a los
sitios de reclusión no se produjeran sino cuando la restricción de la libertad era
necesaria y probada. Sin embargo, de manera contradictoria, un artículo de la misma ley
incrementó el número de delitos a los que se les debía imponer la detención, lo cual
pareciera ir en sentido opuesto a las reformas antes tomadas, porque el efecto que
produce es el aumentar la aplicación de medida de privación de la libertad. En efecto, en
el parágrafo del artículo 314 de la Ley 906 de 2004 sobre sustitución de detención
preventiva en establecimiento carcelario por detención domiciliaria, se dejó
taxativamente establecido que “no procederá la sustitución de la detención preventiva…
cuando la imputación se refiera a…” e incluye a continuación una gran lista de delitos
que obliga a mantener en detención carcelaria a quienes los cometan, mientras duren los
procesos.
Sin embargo, vale la pena aclarar que en Sentencia C- 318 de 2008, la Corte
Constitucional declaró condicionalmente exequible dicho parágrafo "...en el entendido
que el juez podrá conceder la sustitución de la medida, siempre y cuando el peticionario
fundamente, en concreto, que la detención domiciliaria no impide el cumplimiento de
los fines de la detención preventiva, en especial respecto de las víctimas del delito, y en
relación exclusiva con las hipótesis previstas en los numerales 2, 3, 4, y 578 del artículo
27 de la Ley 1142 de 2007"79.
77 Ibídem. Artículo 50. 78 La detención preventiva en establecimiento carcelario podrá sustituirse por la del lugar de la residencia en los siguientes eventos: 2. Cuando el imputado o acusado fuere mayor de sesenta y cinco (65) años, siempre que su personalidad, la naturaleza y modalidad del delito hagan aconsejable su reclusión en el lugar de residencia. 3. Cuando a la imputada o acusada le falten dos (2) meses o menos para el parto. Igual derecho tendrá durante los seis (6) meses siguientes a la fecha de nacimiento. 4. Cuando el imputado o acusado estuviere en estado grave por enfermedad, previo dictamen de médicos oficiales. El juez determinará si el imputado o acusado deberá permanecer en su lugar de residencia, en clínica u hospital.
42
Esto en cuanto la Corte consideró que tales numerales contemplaban causales de
sustitución de la detención preventiva basadas en ciertas características personales del
imputado que lo colocaban en una situación de vulnerabilidad que merecía especial
protección y cuyo análisis debía fundamentarse en la necesidad de la medida para
cumplir con los fines que la justifican y en su adecuación a esos fines. De ahí que esta
Corporación expusiera que “la determinación de la necesidad y gradualidad de la
medida, en los eventos previstos en los numerales 2, 3, 4, y 5, exige valoraciones que
entrañan la consideración de múltiples elementos empíricos y probatorios que por ende
no pueden ser suministrados a priori por el legislador. Por lo tanto, las exigencias de
igualdad material imponen que el examen sobre el cumplimiento de los fines de la
medida de aseguramiento, su necesidad, adecuación, razonabilidad y proporcionalidad
se efectúe en concreto”80.
En este sentido, afirmó la Corte que si se permitiera una prohibición absoluta de la
sustitución de la detención preventiva en establecimiento carcelario en los eventos en
que aplicará alguna de las citadas causales – suprimiendo así el estudio de las
circunstancias específicas de cada caso por parte del juez – se vulneraría el derecho a la
igualdad, a la dignidad y a la libertad de los sindicados.
En conclusión, el cambio, sustitución y reformas de leyes y códigos después de la
Constitución de 1991 – tal como ocurría antes de entrar en vigencia la nueva Carta -
tampoco responde a la estrategia de una política criminal de largo plazo. Más bien busca
mitigar problemas de la coyuntura política, económica y social de las diferentes etapas
históricas del país y solucionar, en forma parcial, las falencias del sistema carcelario. La
siguiente opinión de un experto penalista resume la situación en la época reciente,
después de adoptado el sistema acusatorio, cuando se había dicho que éste iba a elevar
los niveles de eficiencia de la justicia colombiana: “…un reciente informe del Centro
de Estudios de Justicia de las Américas, muestra que entre 2004 y 2007 pasamos de
estrenar un procedimiento penal anunciado como altamente respetuoso de la libertad de
5. Cuando la imputada o acusada fuere madre cabeza de familia de hijo menor o que sufriere incapacidad permanente, siempre y cuando haya estado bajo su cuidado. En ausencia de ella, el padre que haga sus veces tendrá el mismo beneficio (Ley 1142 de 2007, Artículo 27). 79 Op.Cit Sentencia C-318 de 2008. 80 Ibídem.
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las personas investigadas, a un sistema que maneja un número de detenciones
preventivas superior al del proceso penal que regía antes de la reforma de 2004”.81
Aparte especial: Dispositivo Electrónico, novedoso mecanismo de medida de
aseguramiento extramural.
La Ley 906 de 2004 introdujo entre las medidas de aseguramiento no privativas de la
libertad, la obligación de que el procesado use en su cuerpo un mecanismo de vigilancia
electrónica que emite señales a un centro digital controlado por el Instituto Nacional
Penitenciario. “Esta tecnología (...) consiste en colocar manillas electrónicas a aquellos
reclusos que cumplan con los requisitos del programa” de manera que puedan “ser
ubicados satelitalmente durante las 24 horas desde Bogotá, por agentes del INPEC”82.
Según el Ministerio del Interior y Justicia, dicho mecanismo de vigilancia tiene como
fin “humanizar” las cárceles para que sean centros de resocialización y rehabilitación
real, sin hacinamientos ni violación de derechos humanos83.
Varias disposiciones en normas y códigos regularon el uso de los dispositivos
electrónicos para ejecutar su aplicación. El Decreto 2636 de 2004 desarrolló la
implementación de la seguridad electrónica como pena sustitutiva de prisión en su
artículo 9º. Dicho artículo estableció que “en los delitos cuya pena impuesta no supere
los cuatro años de prisión, respecto de los que no proceda la prisión domiciliaria, el juez
de ejecución de penas, podrá sustituir la pena de prisión por la de vigilancia a través de
mecanismos de seguridad electrónica, previa solicitud del condenado”.
Para que tal medida de aseguramiento pudiera ser llevada a cabo, el artículo citado
enumeraba los requisitos que debía cumplir la persona que solicitaba ese mecanismo de
seguridad. En primer lugar, se exigió que el condenado no tuviera otros antecedentes
penales de delitos dolosos o con pena privativa de la libertad. Además, el condenado
debía prestar caución y suscribir un acta de compromiso que garantizara el
cumplimiento de las restricciones a la locomoción derivadas de la medida. Por otro
81 Op. Cit. Reyes Alvarado, Yesid. 82 http://www.radiosantafe.com/2008/11/14/presos-en-colombia-seran-vigilados-por-satelite/. Noviembre 14, 2008. 83 http://www.mij.gov.co/eContent/newsdetailmore.asp?id=2856&idcompany=2. Marzo 5, 2009.
44
lado, el condenado debía reparar los perjuicios causados a la víctima del delito, cuando
estos hubieran sido tasados en la sentencia condenatoria, excepto si se demostraba la
incapacidad material de hacerlo. Por último, dejaba claro que el incumplimiento de las
obligaciones estipuladas en el acta de compromiso daría lugar a la revocatoria de la
medida por parte del Juez de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad.
El mismo artículo en su parágrafo 1º dictaba que si se reparaba integralmente el daño
con posterioridad a la condena y el delito permitía la extinción de la acción penal por
indemnización integral, conciliación o desistimiento, no procedía el mecanismo de
seguridad electrónica sino la libertad inmediata. El parágrafo 2º, por su parte, establecía
que la duración de la medida no podía ser superior a la pena privativa de la libertad
impuesta en la sentencia. Y, por otra parte, decía que cuando el condenado no pudiera
pagar el mecanismo de seguridad electrónica, el Estado debía hacerlo. Por último, el
parágrafo 3° exponía que este mecanismo de seguridad no era aplicable “respecto de las
conductas punibles que atenten contra la libertad, integridad y formación sexuales,
eficaz y recta impartición de justicia y libertad individual”.
Más adelante, la Ley 1142 de 2007 hizo algunas modificaciones a las Leyes 906 de
2004, 599 de 2000 y 600 de 2000, dándole la aplicación al mencionado mecanismo de
seguridad. En primer lugar, su artículo 27 reformó el artículo 314 de la Ley 906 de 2004
sobre sustitución de la detención preventiva agregando ciertos elementos que el juez
debía evaluar al momento de conceder dicha sustitución; el deber del INPEC de
controlar el cumplimiento de la detención en la residencia; y los delitos en los cuales no
sería aceptable este tipo de medida de aseguramiento.
Por su parte, el artículo 50 de la Ley 1142 de 2007 agregó el artículo 38A al Código
Penal (Ley 599 de 2000) el cual establecía el funcionamiento de los sistemas de
vigilancia electrónica como medida sustitutiva de la prisión cuando concurrieran
algunos presupuestos84. Termina el artículo exponiendo que “los sistemas de vigilancia
84 Primero, estipuló el legislador que la pena impuesta en la sentencia no debía superar los 8 años de prisión (excepto cuando se tratara de ciertos delitos enumerados en el mismo artículo 50); en segundo lugar, la persona no puede haber sido condenada por delito doloso o preterintencional dentro de los 5 años anteriores; además, el juez debe valorar el desempeño personal y social del condenado, de manera que logre deducir fundadamente que este no pondrá en peligro a la comunidad en general y que no evadiera el cumplimiento de la pena; el condenado, por su parte, debe realizar el pago total de la multa, debe reparar los daños ocasionados con el delito dentro de un término fijado por el juez y debe garantizar mediante
45
electrónica como sustitutivos de la prisión se implementarán gradualmente, dentro de
los límites de la respectiva apropiación presupuestal. La gradualidad en la
implementación de los sistemas de vigilancia electrónica será establecida por el
Ministerio del Interior y de Justicia”.
La última regulación que se le ha dado a tan innovadora medida de aseguramiento fue
con el Decreto 177 de 2008, el cual reglamenta los artículos 27 y 50 de la Ley 1142 de
2007. El artículo 1º de dicha ley retoma el artículo 50 de la ley anterior y agrega que “el
Juez de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad, determinará la necesidad de
someter a la población condenada que se encuentre en modalidad distinta a la reclusión
en centro penitenciario, a los sistemas de vigilancia electrónica”.
Por otro lado, el artículo 2° regula la sustitución de la detención preventiva disponiendo
que el Juez de Control de Garantías podrá implementar los sistemas de vigilancia
electrónica para quienes estén cumpliendo la detención preventiva en el lugar de
residencia, cuando se hayan cumplido los requisitos expuestos en el artículo 314 de la
Ley 906 de 2004. Asimismo, estipula que quienes se encuentren en detención
preventiva intramural bajo la Ley 600 de 2000 y cumplan los requisitos exigidos en el
artículo 362 de dicha disposición, podrán ser destinatarios de los sistemas de vigilancia
electrónica.
En cuanto a la seguridad de vigilancia electrónica como tal, el artículo 3º del Decreto
177 de 2008 enumera 3 modalidades de mecanismos aplicables: el Seguimiento Pasivo
RF, el Seguimiento Activo GPS y el Reconocimiento de Voz. Por último, los artículos
4º, 5º y 6º regulan cada uno de estos mecanismos, explicando en qué consiste cada uno
y su respectivo funcionamiento.
caución el cumplimiento de ciertas obligaciones que constarán en un acta de compromiso y se resumen en observar bueno conducta, no cometer ningún delito, cumplir con las restricciones que conlleva la medida y comparecer ante quien vigile el cumplimiento de la ejecución de la pena.
46
CONCLUSIONES
Basta revisar lo escrito sobre el periodo comprendido en este estudio (1987 – 2007) en
cuanto a los sucesivos códigos de procedimiento penal y disposiciones y modificaciones
a los mismos, para entender que tales cambios no obedecen al desarrollo de una política
criminal del Estado trazada de antemano y estructurada de acuerdo con las prioridades
de la Justicia, sino que, muy por el contrario, han servido como solución a problemas
coyunturales de la sociedad o a las necesidades de gobernabilidad de las diferentes
administraciones.
Simultáneamente, de la lectura de este documento es posible notar cómo la
normatividad penal en general, y la relacionada con la detención preventiva en
particular, se torna en ocasiones muy laxa en materia de requisitos y condiciones para su
aplicación, y en otras, se vuelve muy estricta. Por eso tampoco es extraño que a un
Código que endurece las penas, incrementa el número de delitos a los cuales les es
aplicable la medida de aseguramiento de detención preventiva y al mismo tiempo,
minimiza los requisitos para aplicarla, le siga una modificación no muy retirada en el
tiempo, que busca exactamente lo contrario: reducir las penas, disminuir el número de
delitos con detención preventiva y también reducir las condiciones en las que procede
esta medida.
Así, el Código de Procedimiento Penal que nace del Decreto 50 de 1987 se
caracterizaba por contener un amplio margen de normas que permitían decidir sobre la
restricción de la libertad personal. Por ejemplo, para detener a un procesado no se hacía
diferencia entre quien se presentara voluntariamente y quien era aprehendido contra su
voluntad; la aplicación de la medida procedía para delitos cuya pena mínima sólo fuera
o excediera de dos años; y únicamente bastaba con un indicio grave para detener al
sospechoso. Aunque parezca extraño en el mismo decreto se establecían restricciones a
su aplicación porque dependiendo de la pena imponible, se permitía la libertad
provisional. Tal como lo señaló el citado Carlos Mario Molina Arrubla, “lo que se hacía
con la mano, se borraba con el codo”.
El Decreto 0180 de 1988, el 2790 de 1990 y el 99 de 1991 que modificaban
parcialmente o complementaban el Código de Procedimiento Penal del 87, endurecían
47
aún más las penas y facilitaban la suspensión de la libertad personal. Con el primero, se
declaró el estado de sitio en el territorio nacional y se suspendieron gran parte de las
garantías y libertades; el segundo y tercer decreto, “para la defensa de la justicia”,
crearon la jurisdicción especial de orden público, y con el argumento de proteger la vida
de los jueces, sus familiares y sus bienes, frente a poderosas organizaciones criminales,
se ampliaron los laxos procedimientos penales (en materia de controles) empleados en
el estado de sitio. Se aumentaron las penas de cierto tipo de delitos y se permitió el
anonimato de jueces y testigos, lo que desde luego favorecía la arbitrariedad de los
procesos.
Dos meses después de dictado uno de los decretos anteriores (Decreto 99 de 1991) se
expidió la Ley 23 de 1991 para crear mecanismos de descongestión de los despachos
judiciales. Mientras que en la anterior disposición se aumentaba la tipificación y
penalización de los delitos y se facultaba a funcionarios de Policía para que iniciaran
procesos con aplicación de la detención preventiva, en esta ley se pretendía disminuir el
número de procesos pendientes y evitar que se abrieran nuevos casos, mediante la
resolución rápida de lo que se denominó “contravenciones especiales”. En esta ocasión
se facultó a los funcionarios de Policía para conocer en primera instancia esas
contravenciones, pero con el objeto de agotar todos los medios para resolver la situación
sin detención.
Por su parte, el Código de Procedimiento Penal que nació con el Decreto 2700 de 1991
– producto de la promulgación de la nueva Constitución – avanzó en garantías para los
procesados, como quiera que las funciones de instrucción quedaron en cabeza de la
recién creada Fiscalía, mientras que el juzgamiento era realizado por los jueces.
También avanzó en exigencias para la procedencia de esta medida. Sin embargo, se
estableció extraordinariamente una jurisdicción especial de jueces regionales con el fin
de enfrentar la guerra que el narcotráfico le había declarado al Estado colombiano. Se
decretó el estado de conmoción interior (figura que sustituyó el antiguo estado de sitio)
y en consecuencia se suspendieron ciertas normas garantistas para los delitos de orden
público que fueron tratados con especial dureza y con la aplicación casi absoluta de las
medidas de restricción de la libertad personal. Incluso una ley, la 15 de 1992, pretendió
adoptar como legislación permanente unos artículos que básicamente eliminaban los
48
requisitos legales para detener preventivamente a los sospechosos de cometer actos
terroristas85.
Dos años después, se le introdujeron modificaciones al anterior código en la Ley 81 de
1993, pero esta vez ablandando las penas para los mismos sujetos a los que se les
aplicaba la suspensión de garantías en la jurisdicción de orden público del Decreto 2700
de 1991. La explicación era que estaba por realizarse el conocido “sometimiento a la
justicia” de los narcotraficantes. La disminución de penas y los beneficios fueron de tal
magnitud que despertaron manifestaciones airadas de no pocos juristas. Otras reformas
posteriores rompieron definitivamente la unidad y coherencia del Código de
Procedimiento Penal mencionado.
La Ley 228 de 1995 se dictó advirtiendo que se regía por los principios del Código de
Procedimiento Penal vigente pero que modificaba el tratamiento judicial de las
contravenciones especiales cuyo régimen ya había sido reglamentado antes, en la Ley
23 de 1991. Su objetivo era crear de nuevo mecanismos de descongestión de despachos
judiciales, trasladándoles de nuevo funciones a los miembros de la Policía. No obstante
que la razón de ser de esta ley era la evacuación rápida de los procesos, se produjo un
efecto bumerán: las cárceles se llenaron de delincuentes menores aunque fuera por
pocos días.
La Ley 600 de 2000 por la cual se creó un nuevo Código de Procedimiento Penal,
significó un gran avance en los derechos de los procesados y en las garantías del debido
proceso. Se incrementaron notoriamente los requisitos para aplicar la medida de
detención preventiva, entre otros, el de limitar esta medida a cuando aparecieran
mínimo dos indicios graves de responsabilidad, y a delitos con penas mínimas de 4 años
o más años. La Sentencia C-774 de 2001 reafirmó el salto garantista que venía siendo
aplicado, al establecer que la regla general es la libertad del procesado, que está
85 “A partir de la Constitución de 1991 Colombia ha oscilado de manera incongruente y sin un rumbo definido, en torno a la libertad personal o a la detención preventiva. En efecto, en razón de la vigencia de la nueva Constitución Política, el Código de Procedimiento Penal adoptado mediante Decreto 2700 de 1991, prorrogó temporalmente algunos decretos dictados bajo el amparo del estado de sitio anterior, con carácter represivo, para combatir el narcotráfico, la corrupción y el terrorismo. Pero al vencimiento del término de la prórroga de esos decretos era inminente que la mayoría de los presos en virtud de las disposiciones contenidas en los mismos, recuperarían su libertad, circunstancia que llevó al Presidente de la República de la época a estrenar el Estado de Conmoción Interior”. (Op.Cit. Alfredo Beltrán Sierra, Entrevista Anexo 1).
49
investido de la presunción de inocencia y que la excepción es la privación de la libertad,
y no al contrario. Tal sentencia, declaró la exequibilidad de la detención preventiva,
pero condicionó su aplicabilidad al análisis detallado del caso, con base en criterios de
razonabilidad, proporcionalidad y necesidad, no sólo de los requisitos exigidos por esta
ley sino también de los fines que se establecen para las medidas de aseguramiento.
Pocos años después, con la Ley 906 de 2004 se expidió nuevo Código de Procedimiento
Penal – vigente en la actualidad – para ajustar la normatividad al nuevo sistema penal
acusatorio que el Estado colombiano había decidido adoptar con el fin de favorecer la
celeridad y eficiencia de los procesos penales. De esta manera, la tendencia garantista
de la libertad personal del Código anterior fue confirmada por este. Así, se modificaron
las funciones asignadas a la Fiscalía de tal manera que le correspondió investigar y
acusar a los indiciados ante los jueces, quienes adelantarán la etapa de juzgamiento. El
fiscal entonces perdió la capacidad de imponer medida de aseguramiento y también la
potestad de privar de la libertad al procesado, salvo orden de juez. Al mismo tiempo, se
dividieron las funciones de los jueces, entre los de control de garantías y los de
conocimiento. Por último, las modalidades de medidas de aseguramiento se ampliaron
significativamente, en especial aquellas que no contemplan la privación de la libertad, y
se elevó el nivel de exigencia en los requisitos.
Un mes antes de expedir el nuevo Código se había aprobado la Ley 890 de 2004 (7 de
Julio) que entraría en vigencia sólo hasta la implementación paulatina del sistema penal
acusatorio en cada zona del país. Pero, de manera contradictoria con el espíritu de la
Ley 906, esta reglamentación aumentaba las penas, en particular por los delitos contra
las actuaciones judiciales o administrativas, a los cuales se les impusieron penas
mínimas de 4 años más multas e inhabilidad; y de los delitos contra los medios de
prueba. Pero las contradicciones jurídicas con el Código de Procedimiento Penal no
terminan ahí. Esta Ley 890 de 2004 incluyó un artículo en el que se estipulaba que las
penas previstas para ciertos delitos se aumentarían mínimo en la tercera parte y máximo
en la mitad, de donde se dedujo un incremento general de penas y un aumento del
número de delitos a los que se les debía aplicar la detención preventiva. Lo anterior le
da la razón al jurista Yesid Reyes quien dijo que “antes de cumplido un año de la
entrada en vigencia del nuevo procedimiento, se expidió una ley que incrementó de
50
manera general las penas del Código y tres años más tarde se promulgó otra que
aumentó la lista de delitos que ameritan detener a una persona mientras se la procesa”86.
Esta inconsistencia se explica debido a que el aumento general de penas tiene cabida en
un sistema procesal penal que – como el acusatorio – otorga mucha importancia a la
negociación de penas con los delincuentes, ya que dicha negociación únicamente será
ventajosa si las penas que deben cumplir los delincuentes son altas. Pero para que ese
aumento fuera coherente con el sistema, debería haberse complementado con
modificaciones a la reglamentación de las medidas de aseguramiento, específicamente,
de la detención preventiva, pues de lo contrario el incremento de penas traería como
consecuencia – como en efecto ocurrió - que la detención preventiva sea procedente en
muchos más delitos. Esta inconsistencia fue precisamente la que se creó con el aumento
de penas que impuso la Ley 890 de 2004 que no iba acompañada con las reformas que
necesitaba la detención preventiva.
Además, la Ley 1142 de 2007 incrementó el número de delitos debido a que fue
aprobada para lo que el legislador denominó como la “represión de la actividad delictiva
de especial impacto para la convivencia y seguridad ciudadana”. De una parte, esta ley
ratificó el espíritu garantista de los nuevos Códigos, acentuando la legalidad de lo
actuado en los procesos penales, en especial en lo relativo a capturas y detenciones.
Pero del otro lado, en un artículo de la misma ley se aumentó el número de delitos a los
que se les debía imponer la detención preventiva.
Otro ejemplo de las incongruencias que reflejan las leyes y modificaciones, es la Ley
1153 de 2007, más conocida como la Ley de Pequeñas Causas – declarada inexequible
después de un periodo de su aplicación por la Corte Constitucional en Sentencia C-879
de 2008 –, que reclasificó algunos delitos como contravenciones, para hacer más
expeditos ciertos procesos y descongestionar los despachos judiciales. A las
denominadas contravenciones se les eliminó la aplicación de la detención preventiva y
en cambio, se estipuló que las “penas principales” eran el trabajo social no remunerado
en dominicales y festivos, la multa y el arresto en algunos casos específicos.
86Op.Cit. Reyes Alvarado, Yesid.
51
Lo mismo sucedió con la Ley 975 de 2005 o Ley de Justicia y Paz mediante la cual se
pretendía “la reincorporación (a la sociedad) de miembros de grupos armados
organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la consecución
de la paz nacional”. Con dicha disposición se pretendió facilitar los procesos de paz con
los grupos paramilitares y la reinserción de sus miembros a la vida civil mediante la
concesión de ciertos beneficios, como rebajas sustanciales de penas y sitios de reclusión
en condiciones suaves de confinamiento a los individuos o grupos que cumplieran con
determinadas condiciones, como la desmovilización, la entrega de armamento, la
liberación de secuestrados y el cese de toda actividad ilícita, entre otros. Esa ley, como
fue concebida originalmente, - y tal como ocurrió a finales de los años 80 y comienzos
de los 90 con la ley de sometimiento a la justicia para los narcotraficantes -, fue
rechazada por sectores amplios de la sociedad e incluso por organismos internacionales
de Derechos Humanos por considerar que podrían resultar beneficiados, delincuentes
que habían cometido delitos de lesa humanidad. Finalmente, la ley fue aprobada con
algunas modificaciones. La pena máxima contemplada para paramilitares que
colaboraran con la justicia revelando detalles, móviles y sitios de la comisión de los
delitos; con la reparación, haciendo entrega de bienes a las víctimas; y con la verdad,
confesando todos los crímenes cometidos, era de ocho años. Aún con todas las
modificaciones con cuya aceptación se pretendía encontrar apoyo para el proyecto, la
ley fue motivo de críticas generalizadas al equiparar la sanción punitiva de delitos como
los conexos con el paramilitarismo, con la pena impuesta a delitos de menor gravedad
relativa, como peculado por apropiación o falso testimonio.
La incoherencia de los sucesivos decretos y leyes y la ausencia de una política criminal
de Estado seria y de largo plazo, fue resaltada por los juristas entrevistados para esta
monografía, de tal manera que no queda la menor duda de que para los conocedores del
tema esta es una verdad que no tiene discusión:
• Jaime Córdoba Triviño (ex Presidente Corte Constitucional): “No ha existido
una auténtica política criminal sino una política penal coyuntural cuyo objetivo
ha sido responder a circunstancias del momento o a específicas tensiones
políticas de los gobiernos”. “No podemos decir que existe una conexión entre el
tratamiento legal de la detención preventiva y la política criminal, porque
sencillamente no hay en Colombia política criminal”.
52
• Alfredo Beltrán Sierra (Ex Presidente Corte Constitucional): “Entre esos dos
extremos (la protección de la libertad y la limitación de la misma mediante la
detención preventiva) ha de optar el legislador conforme a una política criminal
previamente analizada según las circunstancias concretas de una situación
determinada. De lo contrario, se legisla en forma incoherente y saltando de un
extremo a otro, como ha ocurrido en Colombia”.
• Alfonso Gómez Méndez (Ex Fiscal General de la Nación): “Los Congresos se
mueven de acuerdo con los intereses del Gobierno, del Ministro, y ahora del
Fiscal General o del Procurador de turno. La ausencia de una separación real de
poderes también ha influido grandemente en este fenómeno (incoherencia en la
política criminal). Las satisfacciones burocráticas han llevado muchas veces al
Congreso a expedir leyes innecesarias. Una prueba de ello es, de nuevo, la forma
alegre como se suprimió el ministerio de Justicia, por cuyo restablecimiento
claman hoy, incluso, quienes fueron ponentes para su extinción, como es el caso
del ex senador Germán Vargas Lleras”.
• Hugo Quintero (ex magistrado auxiliar de la Corte Suprema): “Colombia es
un país subdesarrollado y se porta como tal. Una de las características esenciales
de esa mentalidad es la del ‘cortoplacismo’ y, la otra es la del fetichismo legal.
Por cuenta de la primera, no se permite que las normas se asienten, decanten y
asimilen por la sociedad, sino que se tienden a cambiar rápidamente; y por
cuenta de la segunda, se le rinde un culto exagerado a la norma legal como
instrumento de solución de problemas”.
BIBLIOGRAFÍA Leyes y Decretos:
• Código de Procedimiento Penal: Decreto 50 de 1987 • Decreto 0180 de 1988
• Decreto 2790 de 1990
• Decreto 99 de 1991
• Ley 23 de 1991
• Código de Procedimiento Penal: Decreto 2700 de 1991
• Ley 81 de 1993
• Ley 228 de 1995
• Ley 504 de 1999
• Código de Procedimiento Penal: Ley 600 de 2000
• Código de Procedimiento Penal: Ley 906 de 2004
• Decreto 2636 de 2004
• Ley 890 de 2004
• Ley 1142 de 2007
Jurisprudencia:
• Corte Constitucional. Sentencia C-301 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
• Corte Constitucional. Sentencia C-106 de 1994. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
• Corte Constitucional. Sentencia C-327 de 1997. M.P. Fabio Morón Díaz.
• Corte Constitucional. Sentencia C-392 del 2000. M.P. Antonio Barrera
Carbonell.
• Corte Constitucional. Sentencia C-634 de 2000. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
• Corte Constitucional. Sentencia C-774 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
• Corte Constitucional. Sentencia C-805 de 2002. M.P. Manuel José Cepeda
Espinosa.
• Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 18 de Junio de 2002. M.P. Fernando Arboleda Ripoll.
• Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 16 de Julio de 2002. M.P. Jorge
Córdoba Poveda.
• Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 7 de Febrero de 2006. M.P. Marina Pulido de Barón.
• Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 20 de Junio de 2007. M.P. Mauro
Solarte Portilla.
• Corte Constitucional. Sentencia C-318 de 2008. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
• Corte Constitucional. Sentencia C-425 de 2008. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
Doctrina y Fuentes de Internet:
• MOLINA ARRUBLA, Carlos Mario. “La detención preventiva en el nuevo Código Procesal Penal ¿Evolución o involución legislativa?”. Librería Jurídica Sánchez R. Ltda., 2001.
• REYES ALVARADO, Yesid. “¿Llenar las cárceles o desocuparlas?”. Columna
de opinión. Periódico El Espectador.
• Sistema Penal Acusatorio. Consejo Superior de la Judicatura. Enero 1 a abril 15 2005. Fundamentos constitucionales y legales. [http://www.pfyaj.com/checchi/biblioteca/SISTEMA_PENAL_ACUSATORIO_x100_DIASx1.doc.]
• “Texto de la ley 890 que modifica y adiciona el código penal”. Casa de Nariño.
http://www.presidencia.gov.co/sne/2004/julio/08/30082004.htm
• http://www.radiosantafe.com/2008/11/14/presos-en-colombia-seran-vigilados-por-satelite/. Noviembre 14, 2008.
• http://www.mij.gov.co/eContent/newsdetailmore.asp?id=2856&idcompany=2.
Marzo 5, 2009.
Otras Fuentes:
• BOVINO, Alberto. “Curso de Debido Proceso y Derechos Humanos: Derechos del Procesado y la Víctima. La Detención como Medida de Aseguramiento (Detención Preventiva). Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales. Julio, 1998.
• CASSEL, Douglass. “Los Derechos Humanos y la Detención Preventiva” en
Revista de Derecho Penal No. 13. Editorial Leyer. Junio-Julio 1999, Bogotá.
• PABÓN PARRA, Pedro Alfonso. “La Detención Preventiva: Elementos Normativos, Doctrinales y Jurisprudenciales para su Evaluación Crítica” en Revista de Derecho Penal No. 7. Editorial Leyer. Junio-Julio 1998, Bogotá.
• CAMARGO, Pedro Pablo. “La Detención Preventiva en Colombia y los
Derechos Humanos” en Revista de Derecho Penal No. 6. Editorial Leyer. Abril-Mayo 1998, Bogotá.
• GUERRERO OSORIO, Carlos Fernando. “En Vilo la Medida de Aseguramiento
de Detención Preventiva en Delitos contra Propiedad Intelectual”. Centro Colombiano de Derecho de Autor (Cecolda). http://www.cecolda.org.co/index.php?option=com_content&task=view&id=209&Itemid=40. 2006.
• CARRASQUILLA, Orlando. “Detención Preventiva o Condena Anticipada”.
www.legalinfo-panama.com/articulos/articulos_32.htm.
• RIVERA PAZ, Carlos. “Los Límites de la Detención Preventiva”. www.justiciaviva.org.pe/nuevos/2004/detencionpreventiva.doc.
i
ANEXO 1
Entrevistas a expertos juristas sobre variaciones en la política criminal y en la
aplicación de detención preventiva.
JAIME CÓRDOBA TRIVIÑO
Penalista y constitucionalista. Ex Vicefiscal General de la Nación, ex magistrado y ex
Presidente de la Corte Constitucional.
1. A su juicio ¿Cuáles son las razones para que haya habido en Colombia, en el lapso de
20 años, tantos cambios jurídicos de Códigos Penales, Códigos de Procedimientos Penales
y disposiciones modificatorias parciales de los articulados de esos códigos?
J.C.T.- En términos generales no ha existido en Colombia una auténtica política criminal,
sino una política penal coyuntural cuyo objetivo ha sido responder a circunstancias de
momento o a específicas tensiones políticas de los gobiernos. En esta materia, la política
no es consistente y de largo alcance. Pero hay otra razón de fondo: se ha pretendido usar el
Derecho Penal y el Proceso Penal como mecanismos para solucionar toda suerte de
conflictos sociales ( no se ha asumido el poder punitivo de Estado como última ratio ) y
bien como una especie de "ungüento mágico" al que se acude con la falsa idea de
solucionarlos, es decir, descargando en el Derecho Penal esas soluciones seguramente para
crear la sensación pública de que sí se enfrenta el conflicto y que se lo enfrenta con energía
y decisión ( estrategia de "Huída hacia el Derecho Penal", cfr. Miguel de Zugaldía)1.
2.- ¿Cuáles y cuántos de esos cambios y disposiciones modificatorias eran, en su opinión,
indispensables y por qué motivos se hacían necesarios en el momento en que se
implementaron?
J.C.T.- El Código Penal de 1980 (por cierto expedido por la vía de las facultades
extraordinarias que permitía la Constitución de 1886 en un procedimiento poco
democrático), se justificó porque se trataba de dar un cambio necesario para superar el
1 De Zugaldía, Miguel: catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Granada, España. y autor de numerosos libros.
ii
modelo positivista del Código Penal de 1936. Esta codificación metió al país en el Derecho
Penal ‘culpabilista’ y abrió espacios más claros para las garantías penales.
Los Códigos Penal y de Procedimiento Penal del año 2000 ( leyes 599 y 600) tienen
también una clara justificación: a) Expedida la Carta Política de 1991 era necesario ajustar
esta rama del Derecho tan sensible e importante, a los nuevos preceptos, principios, valores
y sobre todo a la nueva concepción de los derechos, del modelo de Estado previstos en la
Constitución y acompasarlos con la ya importante jurisprudencia del Tribunal
Constitucional conocida hasta entonces; b) Era necesario responder a la dispersión de la ley
penal, pues el Derecho Penal no solo se encontraba en el código o los códigos penales, sino
en leyes complementarias y de otras ramas del Derecho, o en estatutos especiales lo cual
generaba múltiples dificultades para el sistema y la tarea de los operadores.
3.- Si los otros cambios y disposiciones no eran indispensables jurídicamente hablando
¿Cuál fue la justificación, en su momento, del Legislador para adelantarlos?
J.C.T.- No se discute la validez e importancia del sistema de tendencia acusatorio en
Colombia, pero creo que hubo una cierta precipitación en introducirlo a nuestro
ordenamiento pues la reforma penal del año 2000 era muy reciente y comenzaba a ser
asimilada positivamente por los ciudadanos, la academia y los actores procesales. Ponerse
a la moda de una tendencia, pareciera que fue la razón fundamental para implantarlo, aún
recurriendo al costoso camino de reformar la Constitución. En realidad el principio
acusatorio ya se había incorporado desde la Carta del 91 y, aún antes, ya tenía cierta
presencia en nuestro medio (separación del juez de instrucción criminal y de conocimiento
en 1970), por lo que no se advertía esa inaplazable necesidad y habría sido aconsejable
esperar a que las recientes reformas se decantaran. Pero, en mi opinión, se quería también
dar una respuesta simbólica frente a la criminalidad creciente, especialmente la organizada,
con este "nuevo" y eficaz sistema. Las valoraciones iniciales del sistema acusatorio indican
que ha sido positivo, sobre todo en casos de captura en flagrancia, para la criminalidad
menor.
iii
4.- A partir de la Constitución del 91 ¿Cuáles variaciones fundamentales ha sufrido el
manejo jurídico de la libertad personal y de la detención preventiva?
J.C.T.- La libertad personal como regla general (cfr. su alcance en C- 301/93) y por tanto
la posibilidad de su privación como excepción; el principio de reserva judicial en materia
de privación de la libertad; el principio de reserva legal para la definición de los motivos
(que deben ser expresos, claros y fundados, cfr. C-730/05) de privación de libertad (captura
y aseguramiento con detención preventiva en el proceso penal) y como excepción, la
captura en flagrancia; la proscripción de la detención por deudas y derecho al habeas
corpus. Deben entenderse incorporadas en esta materia, las normas del Derecho
Internacional del Derecho Humanitario que hacen parte del bloque de constitucionalidad.
Existe un tema problemático en la Carta y en la jurisprudencia sobre el alcance del inciso
2o del artículo 28 de la Carta, porque algunos han entendido que la referencia a la llamada
detención preventiva es una excepción al principio de reserva judicial y que por lo tanto la
Constitución autorizaría la llamada detención “administrativa”. Con todo, las últimas
decisiones de la Corte - luego de una muy controvertida del año 1994 sobre el Código de
Policía, magistrado ponente Alejandro Martínez -, han precisado que la única posibilidad
de “detención administrativa” es la que puede cumplir la Policía para sus funciones
estrictamente preventivas, por motivos fundados y con mínima intervención frente a los
derechos.
Otro es el tema de la detención preventiva como medida de aseguramiento judicial, en
relación con el cual la Corte (C-774/01 magistrado ponente Rodrigo Escobar Gil) señaló
que esta medida “no puede convertirse en un mecanismo de privación de la libertad
indiscriminado, general y automático, es decir que su aplicación práctica ocurra siempre
que una persona se encuentra dentro de los estrictos límites legales.....”, sino que además
debe justificarse esa restricción de libertad en finalidades constitucionalmente admisibles.
Entonces deben valorarse dos tipos de requisitos para la medida de aseguramiento con
detención preventiva: a) formales, según artículo 313 ley 906/04 (clase de delito, supuesto
probatorio de la responsabilidad y cuantía de la pena imponible); y b) los requisitos
constitucionales o finalidades, según artículo 308 a 312 ley 906/04. Creo que la variación
iv
fundamental en esta materia fue sin duda la incorporación de los fines constitucionales de la
detención preventiva judicial como presupuesto de su legitimidad, cuya primera
aproximación se dio en la ley 600 de 2000.
5.- En concreto ¿Cuáles son los argumentos que se han aducido en las diferentes épocas,
para que las condiciones para aplicar la detención preventiva hayan sido tan elásticas en
unas ocasiones y tan restrictivas en otras?
J.C.T.- Es necesario distinguir: las variantes respecto de los requisitos que aquí llamamos
formales y que responden básicamente al interrogante sobre qué delitos o a qué
delincuentes (imputados o indiciados) se les aplica la detención preventiva, responden en
las diferentes épocas a criterios tan diversos y cambiantes como la coyuntura lo exija o las
necesidades de relegitimación del poder político, especialmente el poder del Ejecutivo y el
del Congreso (por ejemplo el listado de delitos de competencia de los jueces especializados,
antes de la llamada justicia regional por su impacto político). No debe desconocerse
también la presión de grupos económicos principalmente para que ciertas manifestaciones
delincuenciales entren en la “cesta” de la detención preventiva. Tal el caso de los
aseguradores frente al hurto de automóviles.
6 y 7.- Si no eran válidos los argumentos para cambiar la legislación en esta materia,
entonces ¿Por qué razones se terminó legislando a favor de esos cambios?
La jurisprudencia constitucional - que no desconoce esa variabilidad - ha reconocido
siempre el amplio margen de configuración del legislador en esta materia. La aplicación
del test de igualdad y proporcionalidad ha sido más bien leve y nunca ha expulsado una
categoría de delitos de la lista de la detención preventiva, por razones de
constitucionalidad. La discusión en este punto más bien debe orientarse a las motivaciones
político-criminales que inspiran la “lista”, la cual, en la medida en que se siga con la
tendencia de ampliarla para satisfacer tan variados intereses, puede llegar a un punto en
que la regla sobre la libertad se invierta.
8.- ¿La detención preventiva, tal como está reglamentada en el actual Código de
Procedimiento Penal, cumple con los fines previstos para un sistema penal acusatorio?
v
J.C.T.- El sistema acusatorio perfectamente puede subsistir y cumplir sus fines si se atenúa
el régimen de detención preventiva. Empero, el punto fundamental puede ser el margen de
decisión de los jueces y fiscales, pues no siempre se fundamenta el cumplimiento de los
fines constitucionales de la detención preventiva o se hace con argumentos de autoridad
(por ejemplo, se aduce que el imputado representa un peligro para la comunidad, pero no se
sustenta). Este es un punto débil del funcionamiento del sistema frente al principio y
derecho constitucional de la libertad.
9.- Comparada con lo estipulado en otras legislaciones del mundo occidental y con similar
sistema penal ¿La actual normatividad colombiana en materia de medidas de
aseguramiento y de detención preventiva está orientada para cumplir con los mismos fines
y se aplica de igual manera?
J.C.T.- Por desgracia existe una tendencia probablemente universal a ampliar la lista de la
detención. Colombia tiene ahora un sistema estricto - con mayor razón se si toma en cuenta
los fines constitucionales de la medida -, pero no somos la excepción de la tendencia
general.
10.- ¿El Estado colombiano cuenta con una política criminal consistente y de largo plazo y
la función de las medidas de aseguramiento, en particular la de detención preventiva,
cumple con esa política?
J.C.T.- Tal como se nota, no existe, ni ha existido una clara política criminal y se entiende,
en este concepto, no solo la reacción a la criminalidad con medidas penales o punitivas o
represivas sino también las estrategias preventivas y las de naturaleza social y económica.
Las políticas de reacción que se formulan son de corto plazo. Nadie ha podido responder
con certeza el mandato del art. 250 de la Carta, de acuerdo con el cual, el principio de
oportunidad será regulado “dentro del marco de la política criminal del Estado”, porque no
existe ese marco ni existe la política, a menos que se entienda que esa política está en los
códigos penales, lo cual es un error, porque la política criminal es más que una política
penal. De tal manera que no podemos decir que existe una conexión entre el tratamiento
legal de la detención preventiva y la política criminal, porque sencillamente no hay en
vi
Colombia política criminal. La detención preventiva va también al ritmo de coyunturas,
impacto de hechos momentáneos e intereses políticos o específicos.
***************
vii
ALFREDO BELTRÁN SIERRA
Constitucionalista. Ex magistrado y ex Presidente de la Corte Constitucional.
1.- A su juicio ¿Cuáles son las razones para que haya habido en Colombia, en el lapso de
20 años, tantos cambios jurídicos de Códigos Penales, Códigos de Procedimientos Penales
y disposiciones modificatorias parciales de los articulados de esos códigos?
A.B.S.- Los cambios a la legislación penal, sustancial y procesal tienen como explicación
esencial que el Estado colombiano carece de una política criminal que se adapte en
concreto a la etiología de delito y a la necesidad de administrar justicia en forma rápida,
oportuna y eficaz, y con la garantía constitucional al debido proceso. Las reformas han
obedecido a factores circunstanciales muchas veces motivadas por simple complacencia a
la opinión pública, sin que obedezcan a estudios de sociología criminal que se reflejen
adecuadamente en relación concreta con la sociedad colombiana.
2.- ¿Cuáles y cuántos de esos cambios y disposiciones modificatorias eran, en su opinión,
indispensables y por qué motivos se hacían necesarios en el momento en que se
implementaron?
A.B.S.- A mi juicio, a raíz de la expedición de la Constitución de 1991 que creó la Fiscalía
General de la Nación con unas funciones específicas, era indispensable la expedición de un
nuevo Código de Procedimiento Penal que se adecuara a la nueva Constitución, lo que
efectivamente se hizo mediante el Decreto 2700 de 1991. Pero, sin embargo, al poco
tiempo de su vigencia fue modificado parcialmente por la Ley 81 de 1993, y posteriormente
por otras reformas que rompieron su unidad y coherencia.
3.- Si los otros cambios y disposiciones no eran indispensables jurídicamente hablando
¿Cuál fue la justificación, en su momento, del Legislador para adelantarlos?
A.B.S.- Con posterioridad al Código de Procedimiento penal a que se refiere la respuesta
anterior, en el año 2000 fueron expedidos un nuevo Código Penal y un nuevo Código de
Procedimiento Penal (Leyes 599 y 6000 de 2000), que en lo esencial, reprodujeron la
legislación anterior con muy ligeras variaciones las cuales, no obstante, se presentaron
como la culminación de la evolución del Derecho en ese momento. Sin embargo, en lo que
viii
hace a la legislación procesal penal, por lo menos, fue derogada al poco tiempo de iniciar su
vigencia como muestra de la inestabilidad jurídica reinante. La nueva modificación se
justificó por la reforma que mediante Acto Legislativo No 03 de 2002, se introdujo a la
Fiscalía General de la Nación, que llevó a la expedición de la Ley 906 de 2004.
4.- A partir de la Constitución del 91 ¿Cuáles variaciones fundamentales ha sufrido el
manejo jurídico de la libertad personal y de la detención preventiva?
A.B.S.- A partir de la Constitución de 1991 Colombia ha oscilado de manera incongruente
y sin un rumbo definido, en torno a la libertad personal o a la detención preventiva. En
efecto, en razón de la vigencia de la nueva Constitución Política, el Código de
Procedimiento Penal adoptado mediante Decreto 000 de 1991, prorrogó temporalmente
algunos decretos dictados bajo el amparo del estado de sitio anterior, con carácter
represivo, para combatir el narcotráfico, la corrupción y el terrorismo. Pero al vencimiento
del término de la prórroga de esos decretos era inminente que la mayoría de los presos en
virtud de las disposiciones contenidas en los mismos, recuperarían su libertad, circunstancia
que llevó al Presidente de la República de la época a estrenar el Estado de Conmoción
Interior.
Superada esa situación, la Ley 81 de 1993 estableció unas rebajas de penas dentro de la
política que se denominó de "sometimiento a la justicia", y luego, al otro extremo, a
aumentar las penas en forma drástica para el delito de secuestro por petición de la
Fundación País Libre, a instancias del hoy Vicepresidente de la República, en ese entonces
recientemente liberado por haber sido víctima de ese delito.
Ha de anotarse que la nueva legislación procesal penal introdujo causales de rebaja de
penas por acogerse a sentencia anticipada, por confesión del delito, por trabajo, por estudio,
por buena conducta, lo cual significó que la pena prevista en la legislación sustantiva penal
fuera en la práctica disminuida por la legislación procesal y penitenciaria.
Más tarde, con la llamada Ley de Pequeñas Causas, mediante procedimientos abreviados se
quiso reprimir a los autores de delitos menores con la imposición rápida de penas privativas
ix
de la libertad, cuyo resultado fue el de atosigar las cárceles con nuevos procesados o
condenados.
En torno a la detención preventiva, la Corte Constitucional fijó unos criterios para evitar la
arbitrariedad judicial, de tal suerte que solamente es procedente cuando existan razones
fundadas que constitucionalmente lo justifiquen, como por ejemplo, la posible alteración de
pruebas, la obstrucción eventual a la administración de justicia por un funcionario público,
cuando existan motivos fundados que hagan temer la no comparecencia del sindicado al
proceso por su fuga u ocultamiento, o cuando se pueda poner en peligro la vida, la
integridad o la seguridad personal de testigos o de terceros por parte del sindicado.
5.- En concreto ¿Cuáles son los argumentos que se han aducido en las diferentes épocas,
para que las condiciones para aplicar la detención preventiva hayan sido tan elásticas en
unas ocasiones y tan restrictivas en otras?
A.B.S.- De manera general puede afirmarse que el argumento central para oponerse a la
detención preventiva o limitarla a casos excepcionales, es la protección de la libertad
amparada en la presunción de inocencia, lo que llevaría en extremo a que solo pudiera
privarse del derecho fundamental a la libertad a quien sea condenado. Pero, el argumento
en contrario parte del supuesto según el cual, para asegurar la comparecencia del sindicado
al proceso y por razones de seguridad para los asociados, la limitación de la libertad,
mediante la detención preventiva, es procedente siempre que existan indicios sobre la
autoría del delito o testimonios que, en principio, ofrezcan credibilidad sobre la misma, con
respecto al sindicado. Entre esos dos extremos ha de optar el legislador conforme a una
política criminal previamente analizada según las circunstancias concretas de una situación
determinada. De lo contrario se legisla en forma incoherente y saltando de un extremo a
otro, como ha ocurrido en Colombia
6 y 7.- Si no eran válidos los argumentos para cambiar la legislación en esta materia,
entonces ¿Por qué razones se terminó legislando a favor de esos cambios?
A.B.S.- Como se dijo en el punto anterior, la ausencia de una política criminal ha llevado a
que en Colombia en los últimos veinte años se haya recorrido en zigzag de un extremo a
x
otro, entre la laxitud para privar de la libertad personal y la rebaja de penas, hasta el
aumento exagerado de las mismas para inaplicarlo luego al amparo de causales que
permiten la rebaja de las mismas.
La legislación en materia penal y procesal penal, ha carecido de estabilidad en el tiempo
porque, ante la ausencia de una política criminal, los distintos gobiernos por conducto de
sus ministros de Justicia, cuando existían, o del ministro del Interior y de Justicia ahora,
han anunciado, cada vez, que con nuevos proyectos por ellos presentados, ahora sí se
combatirá la criminalidad y se evitará la impunidad. Esas normas que han sido aprobadas
por los legisladores, vuelven a ser modificarlas nuevamente a instancias de los ministros
recién llegados.
8.- ¿La detención preventiva, tal como está reglamentada en el actual Código de
Procedimiento Penal, cumple con los fines previstos para un sistema penal acusatorio?
A.B.S.- El Código de Procedimiento Penal en vigencia (Ley 906 de 2004), acogió en torno
a la detención preventiva la jurisprudencia de la Corte Constitucional conforme a la cual
ella sólo es procedente para los fines constitucionalmente legítimos a que ya nos referimos.
Esto resulta aplicable en el sistema procesal penal que actualmente rige en el país. No
obstante, hay que decir que, tal como se aplica, ni es acusatorio clásico conforme a la
legislación continental europea ni tampoco se enmarca de manera estricta en el sistema
acusatorio penal anglosajón. Más bien es un sistema acusatorio ecléctico en la medida en
que incorpora elementos de origen distinto y también algunos propios de la evolución
legislativa en Colombia, como ocurre por ejemplo, con la intervención en el proceso penal
no sólo de la Fiscalía General de la Nación como ente acusador, sino también la de la
Procuraduría General de la Nación, lo que resulta extraño en otros sistemas jurídicos.
9.- Comparada con lo estipulado en otras legislaciones del mundo occidental y con similar
sistema penal ¿La actual normatividad colombiana en materia de medidas de
aseguramiento y de detención preventiva está orientada para cumplir con los mismos fines
y se aplica de igual manera?
xi
A.B.S.- En relación con los fines de las medidas de aseguramiento, entre las cuales se
encuentra la detención preventiva, la legislación colombiana está llamada a cumplir fines
simulares a los de otras legislaciones semejantes, sin que ello signifique que sean
exactamente iguales. Con respecto a la aplicación concreta de la legislación no existen
parámetros con los cuales se pueda comparar para afirmar si las normas sobre medidas de
aseguramiento, incluida la detención preventiva, se aplican de idéntica manera en otros
países, porque ello depende de la existencia de la política criminal de cada Estado en
atención a las circunstancias sociales, económicas y política de cada uno.
10.- ¿El Estado colombiano cuenta con una política criminal consistente y de largo plazo y
la función de las medidas de aseguramiento, en particular la de detención preventiva,
cumple con esa política?
A.B.S.- Como ya se dijo, Colombia carece de una política criminal definida a largo plazo y
con modalidades específicas que permitan su adaptación a las circunstancias socio-
económicas y políticas del país.
***************
xii
ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ
Penalista. Ex Procurador General y ex Fiscal General de la Nación
1.- A su juicio ¿Cuáles son las razones para que haya habido en Colombia, en el lapso de
20 años, tantos cambios jurídicos de Códigos Penales, Códigos de Procedimientos Penales
y disposiciones modificatorias parciales de los articulados de esos códigos?
A.F.G.- La razón principal es que no ha habido una política criminal seria que debe ser
fijada por el Estado, en cabeza, básicamente, del Presidente de la República y del Congreso.
Pero también tienen que ver: la inestabilidad en el ministerio de Justicia, y más
recientemente, la supresión del mismo; el parlamento, que únicamente legisla por
coyunturas; la ausencia de verdaderas “comisiones judiciales” en el Congreso, como
ocurre en otras partes del mundo; y la falta de discusión sobre la responsabilidad política de
ministros y congresistas, por los fracasos puntuales o propuestas inconvenientes como la de
la supresión del ministerio de Justicia, para citar solo este caso específico.
2.- ¿Cuáles y cuántos de esos cambios y disposiciones modificatorias eran, en su opinión,
indispensables y por qué motivos se hacían necesarios en el momento en que se
implementaron?
A.G.M.- Casi ninguno. Podría decirse que tuvieron carácter más fundamentado: la creación
de la Fiscalía General de la Nación, como efecto de la Constitución de 1991. El inicial
aumento de penas para los delitos derivados del narcotráfico. La creación de la carrera
judicial. Y el ajuste, por una sola vez, del Código Penal del año 2000.
3.- Si los otros cambios y disposiciones no eran indispensables jurídicamente hablando
¿Cuál fue la justificación, en su momento, del Legislador para adelantarlos?
A.G.M.-. Los Congresos se mueven de acuerdo con los intereses del Gobierno, del
Ministro, y ahora del Fiscal General o del Procurador de turno. La ausencia de una
separación real de poderes también ha influido grandemente en este fenómeno. Las
satisfacciones burocráticas han llevado muchas veces al Congreso a expedir leyes
innecesarias. Una prueba de ello es, de nuevo, la forma alegre como se suprimió el
ministerio de Justicia, por cuyo restablecimiento claman hoy, incluso, quienes fueron
xiii
ponentes para su extinción, como es el caso del ex senador Germán Vargas Lleras. Casi
nunca se ha llamado a la academia para que participe en los debates en el Congreso, lo cual
le daría un mayor espacio de reflexión y análisis más profundo. Y cuando la invitan, muy
esporádicamente, lo hacen de manera formal.
4.- A partir de la Constitución del 91 ¿Cuáles variaciones fundamentales ha sufrido el
manejo jurídico de la libertad personal y de la detención preventiva?
A.G.M.- El primer Código de Procedimiento Penal expedido por el llamado ‘Congresito’,
en los meses anteriores a la expedición de la Constitución, dejó abiertas las puertas para
excarcelaciones masivas, y el gobierno debió dictar la Conmoción Interior para impedir que
se produjeran. La ley 81 de 1993 permitió una serie de rebajas de penas dentro de la
llamada política de sometimiento a la justicia, que abrió muchos espacios: rebajas por
confesión, sentencia anticipada, reducción significativa por trabajo o estudio, entre otros.
Lo mismo puede decirse de la detención domiciliaria. La llamada Ley de pequeñas causas
pretendió llenar los centros penitenciarios de delincuentes menores. En la ley 600 de 2000
se creo el concepto de la no-necesidad, en algunos casos, de la medida de aseguramiento.
Este concepto ha sido ampliado posteriormente desde el punto de vista jurisprudencial.
5.- En concreto ¿Cuáles son los argumentos que se han aducido en las diferentes épocas,
para que las condiciones para aplicar la detención preventiva hayan sido tan elásticas en
unas ocasiones y tan restrictivas en otras?
A.G.M.- De fondo ninguno. Repito que en materia de modificaciones, los motivos han sido
coyunturales. La prueba principal es lo que ocurrió con la ley 2ª de 1984.
6 y 7.- Si no eran válidos los argumentos para cambiar la legislación en esta materia,
entonces ¿Por qué razones se terminó legislando a favor de esos cambios?
A.G.M.- Al no haber motivaciones de fondo, considero que no son válidos en el marco de
una política criminal seria. Por todo lo dicho anteriormente, se concluye que lo que prima
es la ausencia de una política criminal.
xiv
8.- ¿La detención preventiva, tal como está reglamentada en el actual Código de
Procedimiento Penal, cumple con los fines previstos para un sistema penal acusatorio?
A.G.M- No tenemos un sistema penal acusatorio puro. Formalmente, cumple los fines.
Pero falta tener cifras confiables para hacer una evaluación real y todavía no se ha hecho un
análisis de fondo sobre la aplicación parcial de este sistema.
9.- Comparada con lo estipulado en otras legislaciones del mundo occidental y con similar
sistema penal ¿La actual normatividad colombiana en materia de medidas de
aseguramiento y de detención preventiva está orientada para cumplir con los mismos fines
y se aplica de igual manera?
A.G.M.- No lo creo, entre otras razones porque en los otros países donde existe sistema
penal acusatorio, sí hay política criminal estatal.
10.- ¿El Estado colombiano cuenta con una política criminal consistente y de largo plazo y
la función de las medidas de aseguramiento, en particular la de detención preventiva,
cumple con esa política?
A.G.M.- La respuesta se explica en el contenido de los puntos anteriores.
******************
xv
HUGO QUINTERO BERNATE
Penalista. Ex magistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia
1.- A su juicio ¿Cuáles son las razones para que haya habido en Colombia, en el lapso de
20 años, tantos cambios jurídicos de Códigos Penales, Códigos de Procedimientos Penales
y disposiciones modificatorias parciales de los articulados de esos códigos?
H.Q.B.- Colombia es un país subdesarrollado y se porta como tal. Una de las características
esenciales de esa mentalidad es la del ‘cortoplacismo’ y, la otra es la del fetichismo legal.
Por cuenta de la primera, no se permite que las normas se asienten, decanten y asimilen por
la sociedad, sino que se tienden a cambiar rápidamente; y por cuenta de la segunda, se le
rinde un culto exagerado a la norma legal como instrumento de solución de problemas.
Esas condiciones generan que cada vez que hay un problema social, de orden público e
incluso político, el Estado produzca una especie de escape hacia el Derecho Penal. De esa
manera, cada Gobierno puede mostrar que hace algo o que intenta solucionar la
problemática, cuando en realidad lo que hace es encubrirla porque normalmente los
problemas penales no son la causa del conflicto social, sino su consecuencia.
2.- ¿Cuáles y cuántos de esos cambios y disposiciones modificatorias eran, en su opinión,
indispensables y por qué motivos se hacían necesarios en el momento en que se
implementaron?
H.Q.B.- Creo que las reformas del gobierno del Presidente Gaviria fueron necesarias y
aunque también fueron respuestas coyunturales a un momento especialmente difícil del
embate de los carteles de la droga contra la sociedad (jueces sin rostro y endurecimiento de
penas y procedimientos para ciertos delitos), son las que sentaron las bases estructurales de
la reforma a la justicia que se viene haciendo desde la Constitución de 1991. La reforma de
Gómez Méndez también pareció necesaria en cuanto trató de concentrar en los dos cuerpos
normativos básicos – el Código Penal y el de Procedimiento- toda la legislación que estaba
dispersa en leyes de la más diversa índole, e intentó elevar a normas, varias posturas
jurisprudenciales de la Corte Suprema de Justicia. En cuanto al establecimiento del sistema
penal acusatorio (Ley 906 de 2004 y A.L 03 de 2002) era una medida adecuada y necesaria,
xvi
aunque en general el desarrollo del mismo no ha sido el esperado, pues en realidad y para
el costo del sistema, los resultados han sido más bien reducidos.
3.- Si los otros cambios y disposiciones no eran indispensables jurídicamente hablando
¿Cuál fue la justificación, en su momento, del Legislador para adelantarlos?
H.Q.B.- Creo que la Corte Suprema de Justicia ha dado las mejores respuestas sobre el
tema. Al efecto, le anexo copia de dos cartas que la Corte ha remitido a las instancias
correspondientes, advirtiendo o protestando por temas de esa índole.2
4.- A partir de la Constitución del 91 ¿Cuáles variaciones fundamentales ha sufrido el
manejo jurídico de la libertad personal y de la detención preventiva?
H.Q.B.- Desde la Constitución de 1991 se intenta crear una sociedad más moderna y más
inclusiva. Ese propósito esta definido en su artículo 2º y, en el mismo, ha tenido especial
trascendencia un concepto de dignidad humana que percibe la persona como un fin en sí
mismo y no como un medio para alcanzar diversos fines. Dentro de esa perspectiva, la
prevalencia del principio de libertad personal en asuntos penales, es una obligación
constitucional. Elementalmente, el mandato señala, simplemente, que una persona no
debería poder ser privada de su libertad sino en caso de una sentencia condenatoria
ejecutoriada, porque solo es en tal momento, cuando ha quedado desvirtuada la presunción
de inocencia que garantiza la Constitución. Sin embargo, ése es el deber ser. La realidad es
que el Estado cada vez se inventa más circunstancias que exceptúan el asunto, o por el tipo
de delitos – narcotráfico, peculados, etc. -, o por la naturaleza de las conductas – violencia
contra las personas -, o incluso por la calidad de las personas – políticos, militares -; y cada
vez son más comunes las investigaciones que transcurren con el sindicado interno en
establecimiento carcelario. Es decir, que antes de ser condenado, ya está cumpliendo una
pena.
Así por ejemplo, aunque hay norma expresa y jurisprudencia que aconseja que la mejor
forma de vinculación procesal es la voluntaria –citación para indagatoria en régimen de Ley
600 o para formulación de imputación en Ley 906—, es cada vez mas común que se libren
2 Copia del texto completo de las cartas aludidas en el Anexo 2.
xvii
órdenes de captura para ese efecto. Incluso la propia Corte Suprema decidió, a partir de
febrero de 2008, capturar para indagatoria a los parlamentarios investigados por el proceso
que la prensa llama “parapolítica”. Históricamente, la Corte no utilizaba ese recurso
respecto de aforados. Por ejemplo, el llamado “proceso 8000” transcurrió sin que nunca se
librara una orden de captura para indagatoria.
La reforma fundamental es entonces la prevalencia del principio de libertad que aunque era
un principio rector de la Ley 600 (artículo 3º), quedó mejor definido en la Ley 906, en su
artículo 295, nominado como “afirmación de la libertad”. Desde la reforma del 2000, la
medida de aseguramiento y específicamente la privación de la libertad quedaron
condicionadas a la necesidad de la medida (artículos 355 en Ley 600 y 396 en Ley 906).
Sin embargo, ha habido una reacción judicial que esgrime la “peligrosidad social” como un
elemento en el que terminan justificando todas las privaciones de la libertad y, peor aún,
hasta la negativa a sustituir la detención preventiva en establecimiento carcelario, por la
detención domiciliaria. Para negar esa sustitución, los funcionarios judiciales han llegado al
extremo de terminar esgrimiendo razones propias de la función de la pena (contenidas en el
artículo 4º del Código Penal) para justificar en motivos de prevención general la sustitución
de una medida de aseguramiento.
Más allá de lo expuesto, el espíritu y la letra de las Leyes 600 de 2000 y 906 de 2004 eran
adecuadas a nuestra tradición jurídica y ordenamiento constitucional. Pero al parecer a
algunos juristas les parecieron demasiado liberales y por eso tramitaron y lograron imponer
contra la opinión de la Rama Judicial, la contrarreforma contenida en la Ley 1142 de 2007
que nos devolvió, en materia de régimen de libertad, a épocas que creíamos superadas.
5.- En concreto ¿Cuáles son los argumentos que se han aducido en las diferentes épocas,
para que las condiciones para aplicar la detención preventiva hayan sido tan elásticas en
unas ocasiones y tan restrictivas en otras?
H.Q.B.- Argumentos sólidos no ha habido en ninguna época. Normalmente han sido
reacciones histéricas de ciertos sectores de la sociedad que asocian cárcel con seguridad y,
xviii
con ese prejuicio, deciden que si los “sospechosos” no están en la cárcel es porque la
justicia no está funcionando. La Ley 1142, por ejemplo, fue muy presionada por las
aseguradoras y la Policía Nacional, con la queja de que los jaladores de carros estaban
quedando en libertad. En otras ocasiones, el argumento ha sido el aumento de los raponazos
callejeros, o el de los robos a los supermercados y hasta la piratería editorial o musical.
¿No se intenta hoy meter a la cárcel a los consumidores de marihuana?
Adicionalmente, sectores supuestamente más cultos, como el periodismo, opinan pidiendo
“mano dura” contra la delincuencia de cuello blanco. No son pocas las críticas que ha
debido soportar algún Juez de la República por darle algún beneficio a un político sindicado
por “parapolítica”, o a un militar sospechoso de algún falso positivo. En estricto sentido
legal, para poner unos cuantos ejemplos notorios, no hay ninguna razón para que Plazas
Vega, Arango Bacci o aún Teodolindo Avendaño, no tengan detención domiciliaria. Pero la
carga política que desde los medios se pone sobre los jueces de esos casos impide que se les
otorgue cualquier beneficio. En conclusión, las cárceles se llenan o se desocupan según sea
la “necesidad” de aparentar resultados contra la delincuencia que haya, en cada coyuntura
específica. Las Leyes 228 de 1995 y 446 de 1998 son el mejor ejemplo de cómo llenar las
cárceles de raponerillos y delincuentes de poca monta, para luego tener que soltarlos por
falta de capacidad carcelaria.
6 y 7.- Si no eran válidos los argumentos para cambiar la legislación en esta materia,
entonces ¿Por qué razones se terminó legislando a favor de esos cambios?
H.Q.B.- En Colombia nunca se han presentado argumentos válidos para lo uno ni lo otro,
por una sencilla razón: ni el endurecimiento de las penas y las medidas de aseguramiento,
ni su ablandamiento han obedecido a una política criminal sería y coherente. Es más, el
Estado colombiano nunca ha tenido Política Criminal. Y por esa razón, todas las reformas
penales procedimentales, son simplemente coyunturales. Obedecen a una necesidad
inmediata y persiguen un fin igualmente inmediato. Jamás se ha hecho nada con vocación
estructural o, por lo menos, con fundamentos teóricos y empíricos claros y con propósitos
definidos en el tiempo y en las consecuencias. No hay, por ejemplo, un gran organismo de
xix
investigaciones sociojurídicas que analice sistemáticamente ese tipo de temas y produzca
insumos que alimenten la política criminal del Estado. El Ministerio del Interior y de
Justicia o el Consejo Superior de la Judicatura deberían estar trabajando esos temas en
consonancia con la Policía Nacional que tiene una amplia experiencia en el manejo de
estadísticas criminológicas.
8.- ¿La detención preventiva, tal como está reglamentada en el actual Código de
Procedimiento Penal, cumple con los fines previstos para un sistema penal acusatorio?
H.Q.B.- Los cumplía hasta antes de la Ley 1142 de 2007. Pero el problema no es solo
normativo, es también de formación de los funcionarios judiciales. Parodiando al poeta
Benedetti, no sé cómo ni de qué manera pero a los fiscales y a los jueces hay que
extirparles de la cabeza el “chip carcelero” para que no piensen en mandar a prisión a
cuánta persona investigan. En este aspecto, vale la pena destacar algunos jueces de
garantías que verdaderamente han cumplido con su tarea y han aplicado a rajatabla el
principio del artículo 295 de la Ley 906 de 2004, sobre el carácter excepcional de la
privación de la libertad que es el estado del sindicado que mayormente se adecúa a las
condiciones que impone ser investigado y juzgado conforme a los principios de un sistema
acusatorio. Obsérvese, de manera comparativa, la diferencia de trato que hay entre los
procesos de Madoff en Estados Unidos, y el de David Murcia en Colombia. Uno y otro son
sindicados de delitos financieros y uno y otro presuntamente los cometieron en grandes
cantidades. El uno enfrentó el juicio detenido en el lugar de residencia, y el otro fue, casi
literalmente, tomado del pelo y encerrado en la cárcel.
9.- Comparada con lo estipulado en otras legislaciones del mundo occidental y con similar
sistema penal ¿La actual normatividad colombiana en materia de medidas de
aseguramiento y de detención preventiva está orientada para cumplir con los mismos fines
y se aplica de igual manera?
H.Q.B.- Teóricamente sí. El problema es la práctica, como ya lo he comentado.
xx
10.- ¿El Estado colombiano cuenta con una política criminal consistente y de largo plazo
y la función de las medidas de aseguramiento, en particular la de detención preventiva,
cumple con esa política?
H.Q.B.- Las respuestas anteriores lo expresan claramente.
xxi
ANEXO 2
Cartas ex Presidente de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia en 1997, y ex
Presidente de la Corte Suprema de Justicia en 2005.
Trascripción textual de cartas de dos Presidentes de la Sala de Casación Penal de la Corte
Suprema de Justicia, y de la Corte Suprema, a la ministra de Justicia y del Derecho de la
época (1997), y al Presidente del Congreso de la República (en 2005), sobre decisiones
coyunturales de la política criminal del momento:
2.1
Carta del Presidente de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema en 1997,
magistrado Carlos Gustavo Gálvez Argote, a la ministra de Justicia Almabeatriz
Rengifo (Gobierno del presidente Ernesto Samper).
La siguiente carta se desenvuelve en el contexto del denominado “proceso 8000” cuando
estaban siendo investigados y condenados numerosos congresistas por vínculos económicos
con los carteles de la droga, en particular, con el Cartel de Cali:
Santafé de Bogotá, D.C., Junio 11 de 1997
Doctora
Almabeatriz Rengifo López
Ministra de Justicia y del Derecho
Respetada señora Ministra:
Como es verdad de a puño, uno de los vacíos más trascendentes que ha caracterizado la
evolución del derecho penal normativo en el país, quizás desde sus inicios como República
independiente, ha sido la carencia de un verdadero sustento político criminal que justifique
su expedición, pues esta sentida omisión ha permitido que la ley penal, en no pocas
xxii
oportunidades, sólo haya servido como medio de solución coyuntural a los más disímiles
fenómenos sociales.
Por ello, y conciente la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia de la
mayúscula importancia que en un Estado de Derecho, Social y Democrático como el
nuestro, debe tener la expedición de una ley penal no sólo por corresponder a la última
ratio del ejercicio del poder estatal para regular las conductas sociales, más aún cuando
con ella se pretenden modificar las bases del propio sistema penal, alejándose de la
característica de impersonalidad y generalidad que debe guiar cualquier mandato legal,
estima su deber, y por la propia vocería que la ley le ha reconocido en el Consejo de
Política Criminal que Usted preside, fijar su criterio sobre el Proyecto de Ley número 168
que actualmente cursa en el Congreso, el cual justificado en una pretendida política de
alternatividad penal, introduce reformas identificables con situaciones jurídicas tan
concretas, que en una u otra forma deslegitiman la política penitenciaria que se dice
inspira el cambio legislativo, desvertebrando además los fundamentos garantizadores del
derecho penal de acto que dice defender.
No desconoce la Corte la necesidad de procurar un sistema penal adecuado a criterios de
racionalidad, cada día más justos y que eliminen extremos que el ejercicio del poder
coercitivo pudiese general, prestando plena atención al sistema de ejecución de penas y
por tanto, a la problemática carcelaria; no obstante, entiende igualmente que la
modificación y en algunas oportunidades eliminación de los fundamentos que rigen el
actual sistema penal, en su ámbito sustantivo, procesal, penológico y penitenciario, por
importantes que en un principio parezcan, imprescindiblemente deben ser consecuencia de
detenidos y serios estudios político-criminales, criminológicos y victimológicos, que
impongan su transformación, debiéndose individualizar cada uno de los institutos objeto
de modificación, para que a ciencia cierta se sepa su trascendencia, evitándose así el
recurrir a una verdadera amalgama de fenómenos punitivos a tratar, en los que se
entremezclan soluciones generales con particulares, que de sólo pensar en su aplicación
anticipa su gran dificultad, la apertura de una inusitada impunidad y la imposibilidad de
afrontar sus consecuencias ante la carencia de la infraestructura necesaria para que
xxiii
cumpla con sus reales fines, que el propio proyecto de ley no los clarifica, y que como
usted misma ha manifestado, corresponde a una verdad inocultable.
Así, no parece comprensible que so pretexto de avanzar hacia una alternatividad penal,
se eliminen los fundamentos probatorios necesarios para imponer una medida de
aseguramiento, volviéndose a un ya superado peligrosismo que dejaría a voluntad del
juez su proferimiento, cuando a bien tenga considerar la conducta imputada como de
dañosidad social, desconociéndose el derecho penal de acto que reconoce nuestra Carta
Política en su artículo 29; la singular modificación de la detención domiciliaria aplicable
a los procesados con fuero constitucional y a las especialísimas condiciones de reclusión
para estos funcionarios; el nuevo tratamiento de los subrogados penales; las reducciones
punitivas por trabajo y estudio, llegándose hasta a considerar como medida sustitutiva el
trabajo comunitario que se pueda cumplir desde la casa del procesado, y qué decir de las
labores literarias que sin ningún condicionamiento también implican rebaja de pena. Todo
esto evidencia que se trata de una reforma abiertamente acomodaticia para determinados
delitos, como el enriquecimiento ilícito.
En fin, es tan evidente la premura de modificar el sistema penal en sus bases
estructurales no como política general sino como solución coyuntural a determinadas
situaciones procesales, que la Sala de Casación Penal de la Corte no puede menos que
manifestarle, señora Ministra, su franco desacuerdo con una tal forma de legislar. Lo
anterior no implica oponerse a las reformas penitenciarias que pueda urgir la realidad
carcelaria del país, que diferencien claramente los criterios de alternatividad penal real
con la búsqueda de una alternatividad penal generadora de impunidad. (Negrillas fuera de
texto).
Atentamente,
Carlos Gustavo Gálvez Argote
Presidente Sala de Casación Penal.
xxiv
2.2.
Carta del Presidente de la Corte Suprema de Justicia en 2005, magistrado Carlos
Isaac Náder, al Presidente del Congreso de la República, Luis Humberto Gómez Gallo
(Primer gobierno del presidente Álvaro Uribe).
La siguiente carta contiene las preocupaciones de la Corte Suprema respecto de la
proyectada Ley de Justicia y Paz cuyos beneficios cubrirían a los paramilitares
desmovilizados. En el momento en que se envió la misiva, se discutía profusamente en los
medios de comunicación, en los círculos académicos y en el Congreso de la República, la
calidad y cantidad de beneficios que recibirían y la jurisdicción de los tribunales y jueces
que conocerían los procesos de los desmovilizados para reincorporarlos a la vida civil:
Bogotá, D.C., 5 de mayo de 2005
Doctor
LUIS HUMBERTO GÓMEZ GALLO
Presidente
H. Congreso de la República
Ciudad
Señor Presidente y demás integrantes del H. Congreso de la República:
Luego de examinar a grandes rasgos la evolución del denominado proyecto sobre
“Justicia y Paz” con su trascendencia para la vida de la Nación, la Corte Suprema de
Justicia considera oportuno plantear respetuosamente algunas observaciones generales
que, a su juicio, pueden contribuir a enriquecer el debate de esta iniciativa en las plenarias
del Congreso de la República.
xxv
En lo fundamental, la Corte observa que está en juego una ocasión excepcional para
afianzar nuestros principios democráticos y sociales de derecho y, a la vez, honrarlos en el
contexto de los múltiples compromisos internacionales del Estado colombiano en materia
de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. En esencia, una posibilidad
para construir la herramienta legal capaz de proporcionar las bases de una paz sólida,
estable y sostenible en el tiempo; una circunstancia histórica para corregir los errores del
pasado y evitar futuras frustraciones.
Una empresa de tal magnitud requiere diferenciar, con certeza y claridad, los aspectos
jurídicos y sociopolíticos en la ley “por la cual se dictan disposiciones para la
reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que
contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se dictan
disposiciones para acuerdos humanitarios”. Lo negociable en términos políticos y lo
imposible en el terreno jurídico.
El proyecto de ley debe partir, entonces, de total transparencia y sinceridad respecto a lo
jurídicamente permitido y lo políticamente viable. Y con fundamento en ese eje normativo
es que el Gobierno Nacional puede avanzar en la negociación política de desmovilizar y
reincorporar a la vida civil a las personas pertenecientes a organizaciones ilegalmente
armadas. No se trata, simplemente, de emitir un marco legal que llene las expectativas o
disguste a los negociadores, sino de proporcionarle seguridad jurídica al pacto de paz
que finalmente celebren, y que de suyo irradiará sus efectos en toda la sociedad.
Esa seguridad jurídica, cimiento del proceso de negociación con los alzados en armas, la
otorga el ajuste del proyecto de ley a los principios generales del Derecho Penal
Colombiano y de su jurisprudencia, sin perder de vista los estándares del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario,
incorporados a nuestra legislación interna en virtud de diversos instrumentos
multilaterales suscritos y ratificados por el Estado colombiano. Y es debido a esa razón
que a la Corte Suprema le preocupan los cuestionamientos que últimamente ha recibido
la iniciativa, basados precisamente en el eventual distanciamiento con esos parámetros.
xxvi
Por ello, hace un fervoroso llamado al Congreso de la República para que, en sus
deliberaciones plenarias, sin menoscabo de su independencia y autonomía, escuche los
argumentos juiciosos de quienes pretenden alentar el debate para llevarlo a puerto seguro.
Es incuestionable que los principios de verdad, justicia y reparación soportan la estructura
de una iniciativa de esta naturaleza, donde no sólo se busca la desmovilización de unos
determinados actores armados, sino fundamentalmente la recuperación del tejido social
cortado por sus acciones violentas contra la población civil. Esto es, el restablecimiento de
la dignidad humana de las víctimas en todas sus dimensiones: social, económica cultural,
familiar y política. Proceso que requiere, además de negociación política y actuaciones
judiciales eficaces, decididas acciones del Estado en las regiones afectadas para la
efectiva reconstrucción de la memoria colectiva e individual, su conjuro del olvido, el
reinicio de los proyectos de vida, la reconciliación real entre víctimas y victimarios y, por
último, el cierre de ese episodio oscuro de nuestra historia.
En ese escenario jurídico, sin que se requiera alterar las competencias ordinarias, es
imperativo el fortalecimiento del sistema judicial, llamado a resolver con independencia
e imparcialidad los conflictos penales individuales de los actores inmersos
voluntariamente en el proceso de reincorporación a la vida civil, como también una
respuesta institucional donde se consulten los principios de necesidad, proporcionalidad y
razonabilidad de la pena.
De igual modo, importa mencionar que, una vez examinado el nuevo texto del proyecto de
ley No. 211 de 2005, se evidencia que el tema del juzgamiento propiamente dicho de las
personas vinculadas a los grupos armados al margen de la ley a que se refiere su artículo
2°, ha adquirido significativa importancia respecto a iniciativas anteriores, en las cuales,
ciertamente, se hacía más énfasis en la “reparación” o en la “verdad”, con todo lo que
ello implicaba. En tal virtud, teniendo en cuenta y en consideración este último énfasis,
recientemente se ha reexaminado por parte de la Sala Plena tal aspecto, encontrándose
que la intervención de jueces “civiles” y “laborales” podría resultar inconveniente, en
atención a la especialidad requerida para el efecto, habida consideración de la nueva
xxvii
reorientación, de suyo importante. De allí que, acorde con los mencionados parámetros
internacionales, a la vez que con la anunciada especificidad, sea preferible que el señalado
juzgamiento, con arreglo a las competencias ordinarias ya establecidas en la materia, sea
adelantado exclusivamente por la justicia penal, lo que explicaría, por qué en este nuevo
escenario no se justificaría la intervención de la Sala Plena de la Corte Suprema de
Justicia, tal como lo consigna actualmente el artículo 26 del proyecto que les ocupa.
(Negrillas fuera de texto).
Estas reflexiones de la Corporación que presido, honorables congresistas, no procuran
otra cosa que contribuir al debate de ideas que servirán de plataforma para capitalizar el
empeño del Gobierno Nacional de llegar a la paz con las organizaciones ilegales armadas,
a las cuales toda la sociedad colombiana les ha hecho un generoso llamado de
reconciliación.
Con toda atención,
Carlos Isaac Náder
Presidente
Corte Suprema de Justicia
C.C. Señor Presidente de la República, doctor Álvaro Uribe Vélez
(Copias de las cartas originales en la siguiente página)