Días de moda en Tánger -...

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50 Días de moda en Tánger por rosa alvares Revolucionó el mundo de la moda vistiendo a la mujer con trajes masculinos y looks étnicos. Tánger, Marrakech y Orán, con sus zocos, riads e infinitos colores, fueron la gran inspiración de Yves Saint Laurent. Su huella permanece en la pasarela y en los museos que le rinden homenaje. S I N G L A D U R A

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Días de moda en Tánger

p o r r o s a a l v a r e s

Revolucionó el mundo de la moda vistiendo a la mujer con trajes masculinos y looks étnicos. Tánger, Marrakech y Orán, con sus zocos, riads e infinitos colores,

fueron la gran inspiración de Yves Saint Laurent. Su huella permanece en la pasarela y en los museos que le rinden homenaje.

S I N G L A D U R A

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Fashion Days in TangierHe revolutionized the fashion world by dressing women in masculine suits and ethnic looks. Tangier, Marrakesh and Oran, with their souqs, riads and infini-te colours, were Yves Saint Laurent’s great source of inspiration. His mark remains on the runway and in the museums that pay homage to him.

E N G Coco Chanel declared him “her spiritual heir” since, as the mademoiselle said herself, someone would have to follow in her footsteps… And she was right. Yves Saint Laurent is a part of Fashion History not only because he dressed women in masculine clothing –such as blazers, dinner jackets and trench coats– making them even more seductive, but also because, through his collections, he allowed us to discover the light, the colours and the magic of North African cities, full of exoticism and natural elegance.

T he colours of Oran. In the beginning, it was Oran, Algeria: the place where Yves Saint Laurent (YSL) was born on August 1, 1936,

under the French flag. “Oran, a cosmopolitan place where traders from all over the world came together, a sparkling city in a patchwork of many colours in the calm of the North African sun”, that’s how the designer once described it. His childhood memories were full of moments related to fashion. Like when his mother, a beautiful hostess who wore marvellous suits, would come into his room to kiss him goodni-ght. Or when, on Saturdays, he would go with her to a bookshop on Seguin Boulevard to buy Vogue maga-zine, which he devoured with a passion. The Algerian sun and the sensations that accompanied it would be forever imprinted on the young Yves, who at age 17 moved to Paris to discover the secrets of high fashion: his Africa Series collection (1967), Sahara-inspired Safari Look (1968) and chiffon suits with galvanized gold belts and breastplates created by sculptor Claude Lalanne (1969) are the best examples.

Paradise in Marrakesh. “Marrakesh has given me the colours that I miss in Paris. On each street corner, you encounter men and

women wearing pink, blue, green and violet caf-tans... They look like drawings that evoke the figures of Delacroix. It’s impressive. They’re the improvi-sation of life.” If there is one word that encapsula-tes the designer’s feelings about the Red City, it is passion. There, he found calm and inspiration.

oco Chanel lo declaró “su heredero espiritual” ya que, según dijo la propia made-moiselle, alguien tendría

que seguir sus pasos… Y no se equivocó. Yves Saint Laurent forma parte de la Historia de la Moda por haber vestido a la mujer con ropas masculinas –como el blazer, el esmoquin o el trench– y hacerla aún más seductora; pero también por ser capaz de descubrir-nos a través de sus colecciones la luz, el cromatismo y la magia de las ciudades del Norte de África, llenas de exotismo y elegancia natural.

L os colores de Orán. En el principio, fue Orán, Argelia: el lugar donde Yves Saint Laurent (YSL) nació el 1 de agosto de 1936, bajo ban-

dera francesa. “Orán, cosmopolita, un lugar donde se reunían comerciantes de todo el mundo, una chis-peante ciudad en un patchwork de colores, en la calma del sol del Norte de África”, así la definiría el propio diseñador. Sus recuerdos infantiles estaban llenos de momentos relacionados con la moda. Como cuan-do su madre, bellísima anfitriona que lucía maravi-llosos trajes, entraba a su cuarto a darle un beso de buenas noches. O cuando los sábados acudía con ella a la librería del boulevard Seguin para comprar la revista Vogue, que él devoraba con pasión. La mira-da del joven Yves, que con 17 años se trasladó a París para descubrir los secretos de la alta costura, queda-ría marcada para siempre con las sensaciones y el sol argelino: su colección África Series (1967), las saha-rianas de su Safari Look (1968) o los trajes de gasa con pectorales y cinturones de oro galvanizado (1969), creados por el escultor Claude Lalanne, son los mejo-res ejemplos.

P araíso en Marrakech. “Marrakech me ha dado los colores que me faltan en París. En cada rincón de sus calles, te cruzas con hombres

y mujeres que llevan caftanes rosas, azules, verdes, violetas… Parecen dibujos que evocan las figuras de Delacroix. Es impresionante, son la improvisación de

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la vida”. Si hay un término que refleje los sentimien-tos del diseñador por la llamada Ciudad Roja sería pasión. Allí encontró calma e inspiración. La plaza de Jemaa el-Fna, el laberíntico zoco y su palmeral están presentes en sus creaciones más aplaudidas a través de chilabas, capas, pasamanería o bordados típicos marroquíes. En 1967, YSL compró junto a Pierre Bergé (su socio y pareja) su primera residencia en Marrakech: Dar El-Hansh (la casa de la serpiente). Pero si hay un lugar que le marcaría serían los jardi-nes de Majorelle –que, más tarde, se convertirían en su propio hogar–: un espacio diseñado por el pintor Jacques Majorelle, que lo llenó de pájaros y plantas tropicales; entre ellas, levantó su estudio art déco azul cobalto. “Majorelle es un matisse, es mi pasión”, con-fesó el modisto que hizo de la fabulosa gama de azules de la legendaria residencia protagonista de más de una de sus colecciones. Su amor por Majorelle traspa-só las fronteras de su propia vida: sus cenizas se espar-cieron por sus bellísimos jardines.

En busca de la luz. Donde se encuentran el océa-no Atlántico y el mar Mediterráneo, se halla Tánger, que siempre ha deslumbrado a intelec-

tuales, artistas y modistos. Entre otros, Paul Bowles, Tennessee Williams, Truman Capote, Jack Kerouac,

El blanco, protagonistaUn pabellón con vistas al mar organizado alrededor de un mosaico roma-

no. Así era Villa Mabrouka, la casa de Pierre Bergé (a la izquierda de la imagen) e YSL en Tánger. White, the protagonist. A pavilion with views

of the sea, arranged around a Roman mosaic. That was Villa Mabrouka, the home of Pierre Bergé (on the left side of the photo) and YSL in Tangier.

YSL deseaba que la fascinante luz tangerina inundara las estancias de Villa Mabrouka, su mansión situada sobre un acantilado, mirando a la costa andaluza What YSL wanted was for the fascinating Tangier light to flood the rooms of Villa Mabrouka, the house up on a cliff, overlooking the Andalusian coast

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Gore Vidal, Rita Hayworth, Jean Louis Scherrer, Alber Elbaz… y, por supuesto, Yves Saint Laurent. Un lugar donde era posible vivir de un modo más permisivo en todos los sentidos, un escenario perfecto para que la gauche divine lo pasara en grande. Allí nació Pierre Bergé, el eterno amor de YSL y allí compraron una espectacular mansión, Villa Mabrouka (la casa de la suerte) en 1992. Sobre un acantilado, mirando a la costa andaluza, el diseñador francés creó un peque-ño edén en su jardín, donde las palmeras autócto-nas convivían con limoneros traídos de Italia. Decoró con igual mimo su interior, donde los tonos neutros cobraban protagonismo, con alguna pequeña con-cesión al color en pequeñas flores liberty. Nada de maximalismos porque lo que YSL deseaba era que la fascinante luz tangerina inundara las estancias. Hasta su muerte, Saint Laurent acudía cada mes de agosto a este refugio marroquí, donde se recluía para desco-nectar, olvidándose de fiestas, visitas y otros muchos excesos que arrastró toda su vida.

Revolución YSL. El talento de un casi adoles-cente Yves Saint Laurent conmovió a Christian Dior que, en 1954, le ofreció un puesto en su

maison. Tres años después, a la muerte del maestro, ocupó el puesto de director creativo, convirtiéndose en el modisto más joven de la Alta Costura. Cuando le despidieron, montó su propio taller con un éxito imparable. A él le debemos la democratización de la moda, gracias al prêt-à-porter: ropas más asequibles y cómodas, creadas para mujeres que viven en libertad, sin los estrictos dictados de la Haute Couture. Otro de sus grandes aciertos fue asaltar el armario masculino para incorporarlo al vestuario femenino. Sus colec-ciones se llenaron de prendas como el esmoquin, la sahariana, el trench, el caftán y el chaquetón mari-nero. También hizo que las calles se llenaran de chi-cas con bermudas, pantalones bucaneros, monos, así como con camisas y vestidos con transparencias. “Lo único que lamento es no haber inventado el pantalón vaquero”, confesó cuando se retiró, en 2002.

Dos museos para Yves. Fue el primer modisto que tuvo el honor de ver expuestas sus colec-ciones en el Museo Metropolitan de Nueva

York, en 1983. Y ahora va a tener su propio museo con dos sedes, una en París (en la que fuera la maison histórica de la firma, en la avenida Marceau) y otra en Marrakech, que ocupará un modernísimo edifi-cio, próximo a Majorelle, que será realidad a partir de octubre y que, además del legado de YSL, alberga-rá un auditorio, salas de exposiciones, así como una biblioteca sobre temas de moda y cultura bereber.

The Jemaa el-Fna plaza, the labyrinthi-ne souq and its palm grove are present in his most highly-praised creations in hijabs, capes, passe-mentarie and typical Morrocan embroidery. In 1967, YSL and his business and life partner, Pierre Bergé, bought their first residence in Marrakesh: Dar El-Hansh (the house of the snake). But if there is one place that defines him, it would be the Majorelle Garden, which, later, would beco-me his home: a space designed by painter Jacques Majorelle, which he filled with birds and tropical plants; among them, he built his cobalt blue Art Deco studio. “Majorelle is a Matisse. It’s my pas-sion”, confessed the fashion designer, who made his legendary residence’s fabulous range of blues the centrepiece of more than one of his collections. His love for Majorelle transcended the borders of his own life: his ashes were scattered throughout its beautiful gardens.

In search of the light. Tangier sits where the Atlantic Ocean meets the Mediterranean sea and has always dazzled intellectuals, artists and

fashion designers, including Paul Bowles, Tennessee Williams, Truman Capote, Jack Kerouac, Gore Vidal, Rita Hayworth, Jean Louis Scherrer, Alber Elbaz… and, of course, Yves Saint Laurent. This was a pla-ce that was more permissive in every way, making it the perfect setting for the gauche divine to have a great time. It was also the birthplace of Pierre Bergé, YSL’s eternal love. Together, they bought a spectacular mansion, Villa Mabrouka (the house of luck) there in 1992. Up on a cliff, overlooking the Andalusian coast, the French designer created a little Eden in his garden, where native palm trees co-existed with lemon trees imported from Italy. He decorated the interior with the same indulgence. There, neutral tones took the leading role, with a small concession to colour in little liberty flowers. No maximalism here. What YSL wanted was for the fascinating Tangier light to flood the rooms. Every August, until his death, Saint Laurant visited this Moroccan refuge, where he locked himself up to disconnect and forget about the parties, visitors and other excesses that were a part of his life.

YSL revolution. The talent of a barely adult Yves Saint Laurent moved Christian Dior who, in 1954, offered him a job at his mai-

son. Three years later, when the master died, YSL held the role of creative director, making him the youngest fashion designer in the world of High Fashion. When he was fired, he set up his own

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fashion house with unstoppable success. He is responsible for the democratization of fashion, thanks to ready-to-wear: more accessible and com-fortable clothing, created for women who live freely, without the strict dictates of Haute Couture. Another one of his great decisions was to “raid” men’s war-drobes to incorporate them into women’s wardro-bes. His collections are filled with garments such as dinner coats, safari jackets, trench coats, caftans and pea coats. He also filled the streets with girls wearing shorts, buccaneer pants, jumpsuits, and shirts and dresses with sheer effects. “The only thing I regret is not having invented jeans”, he confessed when he retired in 2002.

Two museums for Yves. YSL was the first fashion designer to have the honour of seeing his collec-tions on display at New York’s Metropolitan

Museum, in 1983. And now he is going to have his own museum with two locations: one in Paris (in what was the company’s historic maison, on Marceau Avenue) and another in Marrakesh, which will be housed in a modernist building, near Majorelle, which will open in October and which, in addition to YSL’s legacy, will house an auditorium, exhibition rooms and a library with books on fashion and Berber culture.

V E N A T Á N G E REn alta velocidad (una hora de travesía) o en ferry (hora y media), Trasmediterranea conecta todos los días Algeciras y Tánger Med. E N G Come to Tangier. On a high speed ship (a one hour journey) or a ferry (an hour and a half), Trasmediterranea travels between Algeciras and Tangier Med every day.

Información/ Information trasmediterranea.com

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Memorias de ÁfricaEl museo Yves Saint Laurent de Marrakech abrirá sus puertas el próximo mes de octubre. Memories of Africa. The Yves Saint Laurent museum in Marrakesh will open its doors next October.

A Saint Laurent debemos, en gran parte, la democratización de la moda, gracias al ‘prêt-à-porter’: ropa más asequible y cómoda, creada para mujeres que viven en libertadYSL is responsible for the democratization of fashion, thanks to ready-to-wear: more accessible and comfortable clothing, created for women who live freely

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