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    16/12/2015 DICIEMBRE - CUENTO DE LA MADRE DE LOS SIETE ENANITOS - Un año de cuentos de fantasía sexual

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    Un año de cuentos de fantasía

    sexual

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    12 cuentos, 1 por mes, sobre las historias de 12 personas, intercalando6 mujeres y 6 hombres, con el denominador común del sexo y lafantasía.

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    03Dec

    DICIEMBRE - CUENTO DE LA MADRE DELOS SIETE ENANITOS

    Publicado por Juan Salanova

    Sant'Alfio, Sicilia, Italia, 1995.

    Todo empezó con el Black Friday. Alessia bajó con su marido

    Massimo al centro comercial cercano a Catania, donde el

    anuncio de las rebajas pre-navideñas ilusionaba las ansias

    compulsivas de su cónyuge, difícilmente detenidas tras una

    época de bonanza turística veraniega. En su pueblo cada vez

    eran más los que antes o después de ascender al Etna desde

    su pueblo, tras tomarse un refresco o un café,

    irremediablemente compraban los apetitosos dulces que

    elaboraba el marido y vendía Alessia con su habitual espontaneidad y alegría.

    Tras coger uno de los carros y, a imitación de tantos otros consumidores, ir empujando o más

    bien apoyándose en él, entraron en el hall, supra-calefactado. Antes de entrar a las grandes

    tiendas varias personas ofrecían complementos en puestos colocados a lo largo de los

    pasillos, esperando llevarse también unas migajas de las carteras repletas ya por poco tiempo

    de los montañeses llegados en masa ese viernes.

     A Alessia le llamó la atención en especial un stand de setas. No eran las típ icas setas de

    temporada que tanto atraían a los sicilianos, cada vez más gourmets, más deseosos de

    probar nuevos sabores. Era un stand botánico, una ampliación de la habitual floristería, quizá

    la idea de la florista tras haber hecho su agosto para Todos los Santos. Allí se ofrecían, como

    si de flores se tratase, distintos tipos de setas de agradables colores, las flores del bosque en

    el otoño, junto a rótulos explicativos. Aunque Massimo no parecía poner ninguna atención, lahabitual salida del matrimonio implicaba que todo debían hacerlo juntos, por lo que si uno

    paraba, el/la cónyuge tenía que detenerse también y esperar a que cesara la atención en el

    objeto, lo dejase o lo comprara, para seguir ambos juntos al siguiente punto de interés, pues

    de una pareja bien avenida se trataba. En ese puesto, un enano con rasgos orientales

    explicaba apasionadamente las virtudes de cada ejemplar, como si de un tesoro se tratase.

    - Trufa negra y trufa blanca / aroma para la garganta.

     Alessia olfateó como lo haría un perro, intentando captar algo del aroma de ese hongo

    exquisito.

    - Russula de pie blanco, russula morada / la primera es buena, la segunda mala.

    La gente se sonreía con las ocurrencias de los simples pareados que voceaba el chamán

    charlatán.

    - Amanita cesárea, amanita muscaria / la una se come, la otra te enrabia...

    - Mira, Massimo. Esa es la seta de los enanitos. ¡Qué bonita! Parece de cuento.

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    - Pero me parece que no es comestible, ¿no?

    - Voy a preguntar. ¡Perdone, perdone! ¿Esa seta roja y blanca se puede consumir?

    - ¿Esta? ¿La amanita muscaria?

    - La de los enanitos.

    - Se consume hace miles de años. Ha sido la inspiración para las religiones y la literatura. Con

    ella se viaja y se sueña. Es la seta de los dioses.

    - Es venenosa, ¿no?

    - No es alimenticia para el estómago, pero lo es para la mente.

    - ¿Y se encuentra por aquí?

    - En los pinares bajo el volcán.

    - ¿Pero qué te pasa, Alessia? No pensarás ir a coger setas no comestibles, ¿verdad? - le

    regañó el marido.

    - Espera, Massimo. Es curioso.

    - No. Vámonos ya. Esto no es para nosotros.

    Según se iban alejando, Alessia oyó que el vendedor decía algo sobre un árbol conocido, el

    castaño más antiguo del mundo.

    - ¿El Castaño de los 100 Caballos? Pero si está cerca de nuestro pueblo - se dijo, ante la

    escasa atención de su marido, más preocupado por los regalos que quería comprar para la

    familia.

    - Vamos a ver qué regalos compramos, que hoy tienen descuento.

    - ¿Y la comida extra también para estos días?

    - No, es demasiado pronto. Que se nos retaca la nevera.

    Tras unos días llegó la fiesta de la Inmaculada, Alessia tuvo que bajar de nuevo a Catania a

    comprar su excelente pescado para el cenone de Nochebuena. Esta vez iba sola porque su

    marido tenía partido de fútbol.

    El puesto de setas había desaparecido y ahora todo estaba lleno de bolitas y espumillón de

    reflectantes colores. Sólo quedaba en una de las paredes un cartel del famoso castaño,

    donde aparecía como información:

    Vigi Lia

    Consultor Existencial

     Alojamiento en yurta

    Bosque de Carpinetto

    Castaño de los 100 Caballos

    Carretera de Linguaglossa a Sant'Alfio

    Sicilia CA

    Italia

    Poco después, Alessia conducía de nuevo hacia su localidad, guiada por la curiosidad dellegar a conocer al autonombrado consultor existencial. En efecto, un poco más lejos del gran

    árbol se levantaba una gran tienda de campaña de forma circular.

    - ¿Señor Lia? ¿Señor Lia? ¿Está ahí?

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    - ¿Quién me llama? - se oyó la misma voz que había escuchado en el centro comercial.

    - Soy una vecina de Sant'Alfio. He visto su cartel. Me interesa hablar con usted.

    - Pase.

    Dentro de la carpa, una yurta mongola, se alineaban en anillo un conjunto de amplias

    colchonetas. El centro lo ocupaba una gran estufa que calentaba ligeramente el espacio. De

    las varillas que sujetaban el techo colgaban una gran variedad de plantas y ristras de setas,

    puestas a secar. Un baúl al fondo imaginó que lo usaría para recoger su ropa y una simple

    estantería recogía la espartana vajillería del consultor. Ningún resto de modernos adelantospara la limpieza, la cocción o la diversión.

    El propietario tenía allí una apariencia distinta del día del centro comercial. Gorro oscuro en el

    que resaltaban flores, con trenzas y coletas llenas de abalorios que no se sabía si eran de su

    pelo o postizos unidos al gorro. Pero lo que a ella le resultó más llamativo fue su túnica, una

    imitación fidedigna del sombrero de la amanita muscaria, que le llegaba hasta los pies.

    Mientras tomaban un aromático té de roca, Alessia al fin se atrevió a hablar.

    - He venido a verle porque desde pequeña tengo una fijación con esa seta roja. Llevo su

    imagen grabada desde que mi abuela me contaba sus cuentos de setas, brujas, duendes y

    enanos. Me contaba que envenenaba, que iluminaba, que portaba a un estado de felicidad

    completa. En fin, ahora soy una mujer mayor, no tengo hijos que atender, y llevo una vida feliz

    en mi pueblo con mi marido, mis amigos... Pero esto es una fantasía. No sé, me atrae,

    aunque no sé si debo. No sé, ¿hablo demasiado...?

    - Las normas de todas las zonas rurales de Sicilia son estrictas, cerradas. Una mujer debe ser 

    heterosexual, católica, buena esposa y madre y llevar una vida siguiendo las normas

    establecidas desde siempre.

    - Ya lo sé. También sé que bajo esa realidad se mueve el demonio del placer a sus anchas.

    Eso sí, guardando las apariencias.

    - ¿Qué es lo que quieres?

    - Quiero probar la seta. Usted parece ser un experto. Quiero probarla pero a una dosis que no

    me envenene.

    - Los efectos de la amanita son desconocidos, y más para una persona que como tú, parece

    que no la ha probado nunca.

    - Ahora la quiero probar. Estoy decidida. ¿Me va a ayudar?

     A partir de su decisión, el tiempo corrió para Alessia de un modo inconexo. Ante sí tenía varias

    setas frescas de vistoso color rojo con manchas blancas, su vaso de té caliente y el fuego que

    se vislumbraba reverberar por los huecos de la estufa.

    - ¡Cómetela! - le dijo el chamán ofreciéndole un pequeño ejemplar. Y Alessia comenzó a

    morderla.

    Instantáneamente vio que el agua se convertía en un mar pleno de oleaje, en cuyo horizonte

    se reflejaban como rayos dorados los bordes de su vaso cuando se lo llevaba a la boca. Ella

    nadaba queriendo llegar al vaso convertido en un enorme transatlántico. Se hundió agotada

    pero entonces toda el agua volvió al vaso para desaparecer por su garganta y llegarle a sus

    entrañas. Se había bebido toda el agua de la Tierra.

    Y vio que el fuego de la estufa se extendía sin control, hasta cubrir la yurta, quemar el viejo

    castaño, cubrir como un suave manto silencioso todo su pueblo, en el que nadaban sin

    aparente molestia todas sus personas conocidas a quienes desplazaba hacia abajo el

    incendio, mientras ella caminaba pesadamente monte arriba lanzando bajo las uñas enormes

    llamas que seguían propagando el incendio. Cuando llegó a la cima, era una antorcha

    ardiendo. Cada uno de sus cabellos desprendía un fuego líquido que caía al suelo

    produciendo un chisporroteo continuo.

    Y vio la gran seta en la parte más alta del volcán, a 3.350 metros sobre el mar. Era una

    amanita gigante, que le llegaba al pecho. Al rozarse con ella, todo su fuego se transformó en

    calor, calor que la arropaba, invitándola a la somnolencia. Se abrazó al sombrero de la seta

    gigante e inmediatamente ésta se transformó en el chamán desnudo con piel de seta. Era un

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    abrazo del que no podía zafarse. Tampoco quería hacerlo.

    Tendida en el suelo, un enano mongol con un miembro sexual excepcionalmente grande la

    penetraba, a la vez que le besaba con fuerza los pezones, justo a una distancia adaptada a su

    altura. Y fue un momento en que el placer llegó a unas metas sublimes que nunca había

    conocido.

     Alessia lloró todos los océanos que retenía su cuerpo, apagando el volcán. Siguió el silencio y

    la oscuridad, roto por lloros de bebés. Alrededor de sí tenía 7 pequeñas setas que lloraban y

    la llamaban.

    - ¡Mamá! ¡Mamá!

    Cuando los efectos alucinógenos hubieron desaparecido, Alessia se incorporó. Ante ella

    estaba Vigi Lia, vestido exactamente como lo había visto antes de la toma del hongo

    prohibido, sonriéndole.

    - Has tenido hijos - le dijo.

    - ¿Qué?

    Y oyó de nuevo los lamentos de muchos niños que reclaman a su madre.

    - ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Ven!

    - Son los siete enanitos - dijo el chamán - Son tus hijos. Te necesitan. Te los ha concedido la

    Gran Seta.

    Y Alessia se los puso al pecho, lleno de leche, uno tras otro, hasta que todos se quedaron

    saciados y dormidos.

    El misterio de los 7 enanitos con rasgos orientales que llevó Alessia a Sant'Alfio nunca fue

    resuelto. Por muy enfadado que se puso su marido, de la mujer sólo salieron dos frases que

    repetía sin cesar.

    - Son mis hijitos. Me necesitan.

    Y comenzó a desarrollar una carrera frenética para preparar todo lo necesario para unafamilia numerosa. 7 cunitas con su ropa de cama ajustada, pañales y ropa a medida, todo lo

    que necesitaran que la vieja madre primeriza iba preguntando nerviosamente a las demás

    madres del lugar.

    La primera vez que los bañó en el mini-equipo montado en una pequeña palangana puesta

    sobre una silla desculada, apreció su olor distintivo, atrayente.

    - ¡Qué aroma! ¡Huelen a hierbas del campo!

    En efecto, cada uno tenía su propio olor, a cual más embriagador.

    - Este huele a romero. Este a lavanda. Y este a hinojo.

    Fue una revelación. Ya tenían nombre: Romero, Menta, Espliego, Melisa, Hinojo, Albahaca y

    Tomillo.

    Cuando el cura local se enteró de que había 7 niños nuevos en el pueblo que todavía no

    habían sido bautizados, y que Alessia, hasta entonces una feligresa modélica, llevaba ya dos

    semanas sin pisar la iglesia, se decidió a actuar. Se acercaba la Navidad y no quería tener 

    herejes en su parroquia ni que la Befana tuviera que llevar carbón a casa de la pastelera.

    Esa tarde, en cuanto comió fue a visitarla.

    - Alessia, Alessia, que viene don Salvatore - fue a avisarle la vecina, ya sabedora de que iba a

    haber bautismos pronto, lo que se apreciaba en un pueblo con muchas muertes y pocos

    nacimientos, siguiendo el declive irremediable del hábitat rural.

    - ¿Qué? ¿Don Salvatore?

    - Sí. Quiere ver a tus niños. Ahí viene.

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    - Buenas tardes tengan ustedes en nombre del señor.

    - Por siempre sea alabado - dijo la vecina, santiguándose.

    - Hermana Alessia, he sabido la buena nueva de que has traído savia nueva a nuestra

    parroquia. Me congratulo de tu bondad y hospitalidad con los inmigrantes. ¿Podría verlos?

    - Pase, padre - dijo Alessia, no muy convencida.

    - ¿Puedo acompañarles? - dijo la vecina.

    - No. no es necesario - dijo don Salvatore con un tono cortante.

    En el interior, tras una cortina estaban alineadas 7 cunitas no mucho más grandes que cajas

    de zapatos.

    - ¡Qué pequeños son! - dijo el cura.

    - ¡Es que son enanitos! - explicó la madre.

    - En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo...

    Siguió un penoso silencio, la espera del consabido Amén, que no salió de la boca de Alesia.

    - Bueno Alessia. ¿Ya has pensado qué nombre ponerles? ¡Te vas a llevar medio santoral!

    - Ya tienen nombre: Romero, Menta, Espliego, Melisa, Hinojo, Albahaca y Tomillo.

    - Pero esos nombres no son cristianos. Debes mirar el santoral. Si quieres yo te ayudo. Tienes

    hombres y mujeres.

    - ¿Pero qué dice, padre? Son simplemente enanitos.

    - Sí, ya veo que son pequeños.

    - ¡Mire! Este es Romero.

     Al momento, el cura salía de casa de Alessia maldiciendo algo entre dientes, y mencionandoal obispo, con gran pena de la vecina, que había estado esperando impaciente para conocer 

    los próximos eventos.

    Sí, eran 7 enanitos asexuados que orinaban por un agujero genital igual para todos. Nunca se

    sabría su sexo, ni se apreciaría signos externos de él, ni se les vería ninguna inclinación ni

    deseo sexual a lo largo de su vida. Como dijo su madre, eran simplemente, enanitos.

    Esa Navidad Alessia fue la mujer más feliz del pueblo. Vinieron todos sus parientes sin

    excepción a contemplar la amplia mini-prole, y se fueron maravillados de su olor y agradable

    sonrisa. Le llegaron multitud de regalos aunque en muchos casos serían prendas para dentro

    de unos años. Los improvisados padres hicieron comidas y comidas, repartieron pasteles y

    galletas, frutas escarchadas y bebidas espiritosas, charlaron y charlaron, comieron y bebieron,

    cantaron y cantaron y la diosa risa llenó la casa de los pasteleros.

    Seres tan especiales lógicamente debían tener ciclos vitales especiales. Pasó un año y ese

    curso ya había siete alumnos más en 1º de Primaria en Sant'Alfio. Su crecimiento infantil

    había sido espectacular y dominaban completamente el idioma local, tanto el italiano de la tele

    como el siciliano que hablaban los adultos del pueblo.

    Y los 7 enanitos se convirtieron en la admiración de toda la comarca. Su inmutable sonrisa y

    sus miradas francas y relajadas hacían imposible que nadie se molestase con ellos. Su

    actividad grupal los colocaba siempre en el centro del ocio infantil allá donde se encontrasen y

    su gracia innata para el baile y el canto en una lengua desconocida llenaba las fiestas de risas

    y aplausos, haciendo de la alegría colectiva la felicidad total de los anfitriones a bautizos,

    comuniones o bodas.

    Pero aún hubo más. Alessia jamás llegó a pensar que hasta los pedos de sus hijos iban a

    atraer a sus convecinos. Todo comenzó en Nochevieja. Como todos los años, al llegar la

    media noche la familia amplia al completo, ese año compuesta por 20 personas, tenían ante

    sí el típico plato de lentejas que debían comer según iba llegando el nuevo año, simbolizando

    la vida y la buena salud. Los siete enanitos comían lentejas por primera vez. Y comenzaron a

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    peder. La primera mirada desaprobatoria de Alessia no duró mucho tiempo tras extenderse

    por la pastelería un embriagador olor a romero, con la sorpresa de todos los presentes que no

    esperaban tan intensa ambientación odorífera. Después siguió el olor a menta, luego a

    espliego, a melisa, ... y así hasta que los 7 aromas dieron sentido explícito a los nombres de

    los 7 enanitos.

    Y ya fue imparable, no habría mejor ambientador en la zona que los enanitos comiendo

    lentejas.

    - ¡Qué suerte tienes con tus hijos, Alessia! - le decían sus vecinas, pensando en otros niños

    del pueblo llenos de malhumor y problemas.

    - ¡Sí, es una maravilla que me ha concedido la Madre Naturaleza! - respondía una Alessia

    radiante, optimista y rejuvenecida por la convivencia con sus 7 retoños.

    Pero la vida no es solo comedia. Cuando todo parecía irles perfectamente, el dinero no les

    faltaba y tenían más amigos que nunca, comenzó el declive de Massimo.

    Por recomendación médica fue a hacerse unos análisis de sangre y en los resultados

    aparecía el PSA demasiado alto. Él ni sabía qué era eso, pero el médico le explicó que a partir 

    de cierta edad todos los hombres deben revisarse la próstata, porque a veces podía

    degenerar en cáncer. Alessia intentó calmarlo pero ni siquiera tras la pertinente biopsia con

    resultados negativos logró que olvidara ese sentimiento de vejez y de impotencia. Aún le

    amargaba que él no había podido darle hijos. Tras la biopsia, la vista de que de su cuerpo

    salía orina y semen de color marrón oscuro, lo sumió en la desesperación y ya no quiso

    mantener más relaciones sexuales con su mujer, que hasta entonces habían sido gratificantes

    para ambos. Discutieron varias veces sobre el tema, pero el estado sicológico del marido

    predominó sobre un estado físico completamente normal, aún después de que sus líquidos

    corporales llegaran de nuevo a ser normales.

    El estado anímico de Massimo afectó gravemente a su empleo. Olvidaba comprar los

    ingredientes necesarios para hacer sus dulces, no tenía ganas de trabajar, cuando empezaba

    lo hacía con demasiada lentitud y sin mucho cuidado, y parecía estar cansado siempre.

     Alessia lo mimaba, lo animaba, lo apoyaba con todo su positivismo, pero iban perdiendo

    clientes. Nuevas visitas al médico y al sicólogo tampoco dieron los resultados apetecidos,

    pese a que le informaron de que sus glándulas funcionaban perfectamente.

    Un día en que no entró nadie a la tienda, Alessia decidió hacerse cargo de la elaboración delos dulces y pedir ayuda a sus hijos. Fue un éxito inmediato. Elevando el suelo tras la barra

    para que sus hijos tuvieran acceso a todos los productos, pronto la pastelería de los enanitos

    volvió a ponerse de moda, e incluso iniciaron el servicio a domicilio si se lo pedían.

    Massimo vio que su mujer y sus hijos habían logrado hacer reflotar la pastelería y que incluso

    funcionaba mejor sin él. Este sentimiento de redundancia lo hundió definitivamente. Al día

    siguiente desapareció.

    - ¡No hemos encontrado al papá! ¡Mamá, que no está por ninguna parte! - llegaron corriendo

    y sudorosos los 7 enanitos.

    - ¿Habéis ido a todos los sitios? ¿Al campo de fútbol?

    - ¡Sí, nos hemos separado! ¡Hemos recorrido todas las calles¡ Hemos preguntado en todos

    los bares y en todas las tiendas. No está.

    - ¿Está en casa el coche?

    - ¡Sí! El coche no lo ha cogido.

    - Esto no tiene buena pinta. Voy a avisar a los carabinieri. Esperadme aquí.

    Los 7 enanitos se quedaron silenciosos, mirándose unos a otros.

    - Una vieja me dijo que lo vio calle arriba por la Calle Alta - dijo Tomillo, el enanito más tímido.

    - ¿Y por qué no lo has dicho? - le regañó Romero, el más decidido.

    - No sé. Esa mujer está un poco loca.

    - ¡Vamos! ¡A buscarlo! - empezó a correr decidido Albahaca, seguido de los demás hermanos.

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    No pararían hasta llegar al Castaño de los 100 Caballos. Y allí desaparecieron.

    Cuando volvió Alessia de dar parte a los carabinieri, se quedó perpleja. Tras una época

    pasada llena de alegría, conversaciones y ruidos que le hacían vivir en total plenitud, ante ella

    tenía ahora un local vacío, inodoro, donde no se oía más silencio que el motor de la nevera.

    - ¿Cómo es posible que se hayan ido?

    Las explicaciones de los vecinos no lograron provocarle más que un gran malestar y un

    impresionante enfado. Los 7 enanitos tenían una vitalidad inasequible para el resto de los

    vecinos, y su comportamiento decidido, coordinado, parecía hacer redundante la ayuda de losdemás. Les habían dejado ir sin más. Nadie había pensado en cualquier peligro o problema.

    Sin perder más tiempo Alessia comenzó la ascensión hacia el Etna en su coche. Fue parando

    varias veces y llamando a su marido e hijos una y otra vez.

    - ¡Maaaasssimoooo! ¡Romeroooo! ¡Mentaaaaa! ¡Albahaaacaaa!...

    La inmutable respuesta debilitada del eco no consiguió más que aportarle más dolor por la

    desaparición de sus seres queridos.

    En el Refugio Citelli no habían visto nada y no pudieron más que ofrecerle un café que

    calmara su desesperación. Fue preguntando a todos los coches y senderistas que se iba

    encontrando y obteniendo la misma negativa.

    Cando llegó a un punto en que el coche ya no podía ascender más aparcó y salió. Debía

    pensar. Bajo el cielo azul, enfundando de nubes blancas la parte superior del cráter, el negro

    de la roca lávica brillaba dominando un ambiente terrestre en el que como podían sobrevivían

    las ginestras y algunos pinos y abedules endémicos.

    Pero inesperadamente oyó repetir machaconamente unos versos de una conocida canción

    que ya había escuchado cantar a Bob Marley.

    - No, woman, no cry! Everything's gonna be all right!

    - ¿Hay alguien ahí? - dijo sin dudarlo.

    - Hola. Soy Afrodisia. ¿Qué buscas por estas alturas?

     Ante ella apareció una mujer muy vieja con enormes cabellos blancos y pechos caídos hasta

    un punto como no había visto nunca. Estaba completamente desnuda y su blancura total

    contrastaba drásticamente con el suelo negro de la lava. Pero Alessia no estaba interesada en

    ese momento en descripciones.

    - Busco a mi marido y a mis hijos. Han desaparecido y nadie sabe nada. ¿Puede darme usted

    alguna pista?

    - Tu eres la madre de los 7 enanitos, ¿verdad?

    - Sí, han desaparecido. Primero ha desaparecido mi marido y ellos han salido en su busca.

    ¿Los ha visto?

    Sin responderle, la vieja Afrodisia se introdujo de nuevo en la cueva y salió con un cuerno de

    cabra con el que tocó al instante. Surgió un sonido seco, retumbante que se fue extendiendo

    por toda la ladera.

    - El ardacho lo sabrá. Él domina la energía del volcán - dijo Afrodisia como explicación, ante

    una expectante madre que quizá ahora podría mantener alguna esperanza.

     Al momento, sobre la mano de la vieja se apoyaba un pequeño gecko de ojos saltones.

    - Ardacho o como te llames. ¿Sabes dónde han ido mi marido y mis hijos, los 7 enanitos?

    - El Etna tiene arcadas. Va a vomitar pronto. Y su vómito es mortífero.

    - ¿Pero qué tiene eso que ver con mi familia?

    - Le molesta a Santa Águeda.

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    16/12/2015 DICIEMBRE - CUENTO DE LA MADRE DE LOS SIETE ENANITOS - Un año de cuentos de fantasía sexual

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    - ¿Cómo dices?

    - Hay algo en tu familia que molesta al dios de las profundidades. ¿Sois cristianos?

    - Pues claro. Soy católica practicante.

    - ¿Y los demás?

    Un silencio acusador siguió a la pregunta del gecko.

    - Mis hijos aparecieron en el monte. No los parí yo. Pero te aseguro que ninguna madre de mipueblo es más feliz que yo. Fue un regalo navideño con el que me obsequió la Madre

    Naturaleza. Y no me lo va a arrebatar nadie.

    - La calma del dios del volcán exige sacrificios de herejes. Es lo que dice la santa.

    - Llévame con ella - dijo Alessia, sin dudarlo un momento.

    - Yo voy demasiado lento. Afrodisia, tú debes acompañarla.

    El día terminaba. La puesta del sol empobreció los colores del ambiente, pero Alessia seguía

    sin cansancio, aunque estaba agotada, el ágil paso de la vieja Afrodisia. Pronto tuvieron que

    seguir por senderos no hollados desde la última nevada. A partir de ese punto la ascensión se

    hizo más difícil pero no por eso renunciaron a su meta.

    - ¿Así que tus hijos echan aromas hasta cuando se peden?

    - Mis hijos embriagan a todas las personas a las que se acercan. ¿Pero adónde vamos? ¿Te

    sabes bien el camino?

    - Sí. Vamos a la ermita del acantilado. Allí vive la santa.

    - Le arrancaron los pechos, ¿no?

    - Primero la trajeron a mi prostíbulo, pero siguió siendo virgen, rechazando uno a uno a todos

    sus pretendientes, tanto hombres esbeltos como personalidades importantes de la isla.

    Viendo que no quería hacer de su hermoso cuerpo un objeto de placer, se la llevaron y sí, le

    arrancaron las tetas con tenazas.

    - ¡Qué barbaridades ocurrían en la antigüedad! ¿Y se dedica ahora a secuestrar niños?

    - Tienes que hablar con ella. Procura ser insistente. Se avecinan conflictos.

    Cuando los últimos rayos del sol despedían por completo el día, Alessia y Afrodisia llegaron

    por fin a la cima más alta del monte. Desde allí se apreciaban cuatro cráteres humeantes. El

    humo volcánico permitía la vida en un entorno que de otra manera hubiera provocado la

    muerte por congelación a cualquier ser humano

    - ¿Dónde está Santa Águeda?

    - Allí.

     Alessia se volvió y pudo vislumbrar una pequeña ermita encabezada por una cruz.

    - Vamos.

    Llegaron a la simple ermita construida sobre unas hormas de piedra y tapial. La puerta estaba

    cerrada. No se oía ningún ruido. No se veía ninguna luz en el interior. Afortunadamente era

    una noche clara de luna en creciente.

    - Águeda, abre.

    - ¿Qué haces aquí, mujer descarriada, hereje? Vete inmediatamente. Vas a enfurecer más al

    dios del volcán.

    - Pregunta por ti una mujer de Sant'Alfio. No encuentra a su familia.

    - ¡Santa Águeda, por favor, han desaparecido todos de mi familia! Mi marido y mis 7 hijos...

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    - ¿Tú eres la madre de esos enanos? - dijo la santa, abriendo la puerta en ese momento.

    Era una mujer rubia, de mediana edad, de ojos que miraban hacia adentro y de blancura igual

    a la nieve. Su pecho era completamente plano. No quería o no conocía los implantes

    mamarios usados por las mujeres operadas de cáncer de pecho.

    - Sí, soy su madre y la esposa de Massimo. ¿Dónde están? Quiero verlos.

    - No puedes. Son herejes. No son tus hijos, son hijos de la hechicería. ¿Por qué has venido

    aquí con esta cualquiera?

    - Águeda. Vive en este mundo. La maternidad la hace el amor y el cuidado a los hijos - dijo

     Afrodisia.

    - ¡Vete de mi vista pécora! ¿Aún sigues abrazando el pecado y la lujuria?

    - ¿Aún sigues tú sin sentir el placer que te corresponde como ser humano? ¿Aún mantienes

    ese impulso anti-natural de rechazar el sexo y la reproducción? ¿No te das cuenta que en

    siglo XX tu virtud no es más que represión?

    - Yo soy una santa a la que todos veneran en Sicilia. Para ellos soy Sant'Agata. Tú eres una

    bruja despreciable a la que los sicilianos ni se dignan mirar.

    - ¿Y qué consigues conque te veneren a base de tu eliminación sexual? Ni has tenido hijos ni

    has sentido los placeres de la vida. Pasar la vida siendo una escultura. ¡Pua! - dijo Afrodisia

    escupiendo en el suelo. Porque de piedra es tu corazón. ¿Cómo puedes querer quitarle los

    hijos a una mujer que se ha desvivido por ellos?¿Qué mal han hecho a nadie esos 7

    enanitos?

    - Tifón está despertando. Los necesita. No van a morir, mujer, no te preocupes. Serán los

    habitantes más famosos del Etna.

    - Yo quiero a mis hijos. Y a mi marido. Ya decidirán ellos qué quieren hacer cuando crezcan, o

    cuando se hagan adultos. Démelos, se lo ruego. Me moriría si me quedo sola.

    Una gran explosión se produjo en el cráter Vorágine que derritió inmediatamente la nieve

    circundante convirtiendo el cráter en un atrayente lago natural de agua caldeada. Las tres

    mujeres dejaron de hablar y miraron hacia allí. Dos hombres reían y nadaban en el lago.

    - ¡Soy inmortal! ¡Soy inmortal!

    - ¡Es Empédocles! ¡Ha vuelto! - dijo asombradísima Afrodisia.

    - Las 4 raíces están sometidas a dos fuerzas en equilibrio que mueven el mundo: el Amor las

    une y el Odio las separa.

    - Yo quiero el Amor - dijo el otro hombre.

    - ¡Massimo! ¡Massimo! ¿Eres tú? ¡Massimo!

    - Alessia, amor mío. Sí, te quiero. Estoy curado. ¡Mi amigo Empédocles me ha curado!

    - ¿Y nuestros hijos?

    - ¿Nuestros hijos? ¿No están contigo?

    - No, los ha capturado esta bruja destetada. Ven conmigo. ¡Santa Águeda, quiero a mis hijos.

    Los quiero ya.

    - Imposible. Han sido bendecidos y enviados a las cuevas de Hefesto. Allí aprenderán con los

    cíclopes a sacar las joyas de la Tierra. De allí no saldrán hasta que hayáis muerto. Escucha.

    Desde el lugar en el que se encontraban, se oía en efecto el retumbar de la roca, como si

    gigantes con enormes herramientas estuvieran excavando bajo sus pies.

    - Haz que vuelvan, Santa Águeda! ¡Te doy mi vida! ¡Córtame las tetas y póntelas tú! - dijo

     Alessia, arr ancándose la ropa y haciendo visibles sus hermosos pechos. Era la imagen

    revivida de la diosa de las serpientes cretense.

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    - ¡Apártate de mi vista, sacerdotisa del Diablo! - contestó la santa, con una cara de desprecio

    que Alessia no olvidaría jamás.

    - ¡Dame a mis hijos! - dijo Alessia, abalanzándose sobre la santa y aferrándose a su cuello,

    con los ojos hechos sangre.

    La habría estrangulado seguramente pero se oyó un rugido del hombre-serpiente Tifón,

    castigado por Zeus para la eternidad bajo el volcán. Pronto no tuvo entre los dedos más que

    humo que se escapaba hacia el volcán produciendo un sibilino sonido de serpiente que repta.

    Cuando llegó junto a ella Massimo, lloraba de rabia e impotencia por no haber podido salvar alos seres que más quería. Nada puede hacer la realidad frente a la imaginación desbocada.

    - ¡Adiós Empédocles! - dijo Massimo, despidiéndose de su amigo griego a quien ahora

    acompañaba Afrodisia en el baño.

    Los dos cónyuges bajaron poco a poco hacia su coche, hacia su pueblo, hacia su casa.

    Han pasado 20 años. Nadie ha sabido nada más de Afrodisia, ni de Empédocles ni de Tifón.

    Todos los inicios de febrero Sant'Agata, como la llaman en Sicilia, sale en procesión en las

    grandes ciudades, cargada de plata, oro y piedras preciosas, mientras los fieles cantan

    alabanzas a su belleza y virginidad. Por las noches, las mismas feligresas que han comprado

    las tradicionales tortas en forma de teta de la virgen, tras cenas solo mujeres, pueden babear 

    de deseo solo por una noche, ante cuerpos esculturales de boys de pago que bailan incitantes

    mientras hacen strip-tease.

    Para Alessia y Massimo febrero no es fiesta. Acarician las 7 camitas donde ya nadie duerme.

    Nunca acuden a esas procesiones ni participan en ningún festejo que les recuerden a esa

    santa. Ahora son dos viejos que pasean a diario cogidos de la mano, sin hablarse apenas.

    Cuando oyen ruidos en la montaña, siempre se miran.

    - ¡Nuestros hijos!... ¿Será Romero? Parece que llega algo de su olor.

    Y los 7 enanitos siguen trabajando, ya hechos unos expertos mineros, esperando que otro

    cuento les permita salir a la luz.

    FIN

    VOCABULARIO LOCAL DE ARAGÓN

     ARDACHO. Nombre local para el lagarto. Igualmente ardachina = lagartija.

    DESCULADA. En las sillas antiguas de culo (asiento se dice ahora) de anea, se llamaban así

    cuando la anea había cedido por el uso y eran inservibles para sentarse, hasta que no les

    ponían un nuevo asiento.

    GINESTRA. Arbusto xerófilo de la familia de las fabáceas o leguminosas. En el Etna, especie

    genista aetnensis, endémica de Sicilia y Cerdeña.

    HORMA. Muro de piedra.

    RETACAR. Llenar en exceso una nevera, una caja, ...

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    NOVIEMBRE - CUENTO DEL ESCLAVO DE GIMNASIO

    OCTUBRE. CUENTO DE LA FUNCIONARIA VIRTUAL

    INTRODUCCIÓN 2

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