Dimensión Político

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Serie de Estudios Culturales Nº 8 Unidad de Desarrollo Social, Educación y Cultura Organización de los Estados Americanos Globalización, nación y cultura en América Latina (Desafíos y estrategias para preservar la diversidad cultural) Bernardo Subercaseaux S.

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Serie de Estudios Culturales Nº 8Unidad de Desarrollo Social, Educación y CulturaOrganización de los Estados Americanos

Globalización, nación y cultura en América Latina

(Desafíos y estrategias para preservar la diversidad cultural)

Bernardo Subercaseaux S.

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Indice

- De la economía a la cultura................................................................. 3

- Globalización y dinámicas culturales................................................. 4

- Estado-nación, espesor cultural y políticas públicas......................... 11

- Actores, agentes y sectores................................................................ 17

- La cuestión indígena......................................................................... 19

- De aquí y de allá............................................................................... 24

- Educación intercultural..................................................................... 27

- Industrias culturales: el talón de Aquiles............................................ 30

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- Consideración final........................................................................... 36

Globalización o mundialización: de la economía a la cultura

La globalización –o mundialización- expresa una fase del capitalismo que se caracteriza por la libre circulación de flujos financieros y bienes económicos, expresa también una situación nueva en que la lógica de mercado se ha extendido a todo el planeta. Se trata de un proceso al que concurre un desarrollo incesante de nuevas tecnologías de comunicación e información, tecnologías que le han quebrado la mano al tiempo y al espacio, generando lo que algunos llaman un mercado-mundo y otros, aldea global. La globalización implica grados crecientes de interdependencia en todos los niveles de la vida y entre todas las sociedades del planeta, lo que produce una transnacionalización inédita de los procesos históricos. Los estados nacionales han perdido así soberanía en el manejo de lo económico; la liberalización de los mercados expone a cada país a una creciente interrelación y a efectos en cadena; en este contexto las hegemonías y las contrahegemonías –o si se quiere, los resguardos- se ejercen con la fortaleza de la propia economía y por la vía de pactos y de mercados subregionales y regionales.

Para algunos estudiosos este nuevo escenario económico sería la continuación histórica de procesos anteriores en el curso de la modernización de Occidente; de la internacionalización que se inicia con las navegaciones transoceánicas en el siglo XV, y de la transnacionalización y expansión de capitales de fines del siglo XIX y primera mitad del veinte. Para otros analistas se trata básicamente de un proceso autogenerado al interior del desarrollo capitalista, un proceso que sería comparable a una formación coralifera, en que no hay ningún poder ni afán hegemónico detrás: el coral crece porque tiene de por sí una conformación expansiva, ese es su modo de vida. Para otros, en cambio, la globalización es un fenómeno fundamentalmente asimétrico, en que hay globalizadores, globalizados y también excluidos. Algunos incluso utilizan como sinónimo de globalización, “norteamericanización”. Afirman que “la influencia de los medios de comunicación norteamericanos es cada vez mayor en todos los países del mundo, especialmente en la televisión: las películas estadounidenses, las noticias estadounidenses, CNN, NBC, las series televisivas, las cadenas musicales, los anuncios de las grandes marcas norteamericanas”.1 Reino de las oportunidades, reino de las inequidades y reino de Estados Unidos. Todas

1 . Guillermo de la Dehesa Comprender la globalización, Barcelona, España, 2000.

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estas posturas -que en alguna medida son contradictorias- suelen esgrimir datos y argumentos razonables. Ello nos indica que la globalización es un fenómeno altamente complejo con múltiples variables, constatación que debe precavernos de miradas simplistas o de concepciones ideológicas o fundamentalistas, ya sea que se pronuncien obstinadamente a favor de la globalización y la fetichicen como una nueva panacea, o la critiquen en bloque, demonizándola y culpándola de todos los males habidos y por haber.

Precisamente la complejidad de la globalización proviene del hecho de que si bien su génesis y mayor alcance se encuentran en el ámbito económico, el fenómeno tiene al mismo tiempo una dimensión política, social y cultural. En el plano social, por ejemplo, varios estudios de CEPAL y PNUD muestran que la globalización y las dinámicas de integración que ella conlleva coexisten con lógicas de desigualdad y con una persistencia, sobre todo en América Latina y Africa, de la pobreza y la desintegración social. Es, sin embargo, en el ámbito de las consecuencias culturales de la globalización donde han surgido las preocupaciones más constantes. Por una parte, se ha generado una nueva escenificación del tiempo nacional y del tiempo histórico: que son ahora “tiempos globalizados”. Y por otra, el hecho de encontrarse con el mismo videoclip, la misma señal por cable, la misma comida rápida, la misma música en lugares tan distantes como Katmandú, Sao Paulo, Belfast, Monterrey y Santiago, ha llevado a hablar de una cultura estereotipada y de uniformación transnacional de la cultura, de una dinámica homogeneizadora que menoscaba la idiosincrasia y la identidad de cada nación. Es una realidad fáctica que en el nuevo escenario cultural que estamos viviendo, sea cual sea el país, predominan la massmediatización, la internacionalización y la organización audiovisual de la cultura, y que en este terreno ejerce su dominio la cultura del “entertainment” controlada por las industrias culturales transnacionales, con sede, para América Latina, en Miami. Quedarnos, empero, sólo con esta dimensión sería simplista en la medida que prescindiría de otras dinámicas generadas por la globalización.

Globalización y dinámicas culturales

El espesor cultural de origen étnico o demográfico (pueblos originarios, población indígena, población negra, migraciones europeas y del medio oriente), o que proviene de diferentes grupos sociales y modos de vida (cultura campesina, culturas populares, cultura juvenil) es la base de la diversidad cultural que se encuentra en las distintas regiones de América

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Latina. Este espesor colorea el mapa de la diversidad cultural del continente y tiene una función de argamasa: constituye a la vez un fenómeno de cohesión social y de apelación identitaria. La globalización genera con respecto a esta argamasa algunas dinámicas que tienen –en la medida que la erosionan- efectos negativos e indeseables y otras, cuyos efectos –en la medida que la afirman- son positivos y deseables. Vale la pena por lo tanto examinar algunos ejemplos de cada caso, tomados de la realidad de Chile, Colombia y Brasil. Son casos sintomáticos porque podrían también darse otros similares en cualquier país del continente.

Miss Pelarco: Pelarco es una comuna rural próxima a Talca, ubicada en Chile central en la VII región. La mayoría de sus 15.108 habitantes son campesinos que viven en modestas casas de adobe, en tierras regadas o de rulo, en medio de un paisaje en que predominan la vid, el maíz, y los potreros cuadriculados por hileras de alamos. La Alcaldesa de la Comuna, una ex diva de la Televisión casada con un agricultor de la zona, puso todos los esfuerzos de su primer año de gestión en la organización de un evento que concitara la atención massmediatica del país: la elección de Miss Pelarco. La alcaldesa consiguió apoyo de distintos sectores y el evento se llevó a efecto en un gimnasio pero con un formato audiovisual calcado de unos de los programas de mayor rating audiovisual en la industria del “entertainment”: La elección de Miss Universo. Con un locutor vestido con smoking, con jóvenes campesinas tímidas y acostumbradas a darle maíz a los pollos, que súbitamente se paseaban en bikini o en vestidos de seda forrados en glamour. Hubo cámaras, las preguntas de rigor a las concursantes (previamente ensayadas) hechas por un locutor de cierta fama, incluso la expectación de las finalistas, el consabido llanto de la coronación y hasta la primera y segunda “runner up” (voz que las jóvenes campesinas en competencia pronunciaban mal sin siquiera entender lo que decían). El evento consiguió lo que la autoridad municipal se proponía: Instalar en el imaginario de las sencillas muchachas de Pelarco el sueño de una noche globalizada: La posibilidad de sentirse Miss del Universo, o de llegar a ser Claudia Schiffer (la ganadora, una chica de 18 años, recibió como premio un curso en una modesta academia de modelaje de Santiago). Más aún, consiguió poner a la comuna de Pelarco en el mapa, concitando la atención massmediática nacional, pues un Canal de la Televisión abierta realizó un programa sobre el evento y la gentil campesina disfrazada de Miss Pelarco, fue entrevistada por varios periódicos de la capital.

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En términos culturales la imposición del parámetro audiovisual y de la cultura del entretenimiento en una comuna rural de Chile central, pone de manifiesto una dinámica homogeneizadora, establece una isocronía entre el tiempo local, el tiempo nacional y el tiempo global, sin embargo, se trata de una dinámica de efectos indeseables y de alguna manera muy negativos para la supervivencia y desarrollo del espesor cultural local. Más de alguién, y seguramente la Alcaldesa de marras, podrá argumentar que lo que estamos señalando obedece a un mero purismo intelectual y que nada hay de malo en abrirle una oportunidad laboral a una modesta muchacha campesina de la zona, ni menos aún en colocar en el mapa noticioso a una comuna que hasta entonces era practicamente inexistente (por el mismo hecho de que nunca había logrado un espacio en la cultura massmediática). Cabe señalar, empero, que en términos individuales lo más probable es que María Magdalena Arenas, que así se llama Miss Pelarco, regrese desilusionada a su pueblo después de su estadía en la capital, o, lo que sería mas triste aún, que para continuar su noche de glamour se vea obligada a llevar un estilo de vida que moralmente le resulta inaceptable. El asunto, sin embargo, no es un tema del destino individual de una persona, se trata más bien de un tema colectivo y social. En efecto, la cultura local campesina, de por sí debilitada debido a la creciente urbanización y al predominio de lo moderno en los medios audiovisuales, se ve después de este evento y de toda la parafernalia que él concitó, más debilitada aún. El mensaje subliminal es claro: la identidad y las tradiciones campesinas son algo que la comunidad de Pelarco debe disfrazar y esconder. En lugar de afirmar y defender esa tradición se la erosiona (como ya la venía erosionando la misma Alcaldesa al promover desde el Municipio la celebración entre los niños de Pelarco de la fiesta de Halloween). A su vez, como la comuna consiguió ser noticia nacional, seguramente el evento será imitado por otras comunas y en los próximos años tendremos la elección de Miss tal o cual, todas compitiendo en ajustarse al parámetro del evento audiovisual que les sirve de modelo.

Así, el mercado uniformiza el imaginario y los hábitos de consumo, los modos de vida e incluso las prácticas culturales. Debido a los medios de comunicación lo urbano hoy día excede la ciudad y se instala en el campo, a menudo aplastándolo. La erosión de la identidad cultural incide en la pérdida de confianza y de autonomía, factores fundamentales para el desarrollo de una comunidad, incluso en términos económicos. De hecho la erosión y pérdida de identidad cultural significa una pérdida de contacto con los valores, las tradiciones y las perspectivas que le otorgan un sentido a la vida, lo que puede dar pie a un sentimiento de alienación que pone en peligro el mismo desarrollo

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de la comuna. Hay que recordar además, que precisamente por las dinámicas de homogeneización que acarrea consigo la globalización, la cultura local que expresa una diferencia se ha convertido en un recurso económico y en un valor agregado, sobre todo en función del turismo.

Ahora bien, más de alguien nos argumentará que en la escena contemporánea, las identidades no sólo se vinculan a factores de integración social de carácter étnico o demográfico o a modos de vida. También se constituyen identidades en torno a las representaciones que movilizan los deportes y los medios de comunicación de masas, particularmente la televisión. Como sostiene un estudio reciente “es posible pensar que a través de la futbolización del espacio público se estarían cumpliendo funciones necesarias de cohesión social y de adaptación de los sujetos a un ambiente modernizado. El fútbol ofrecería un ‘nosotros’ que no encontraría su realización en otros ámbitos del acontecer social; estaría satisfaciendo necesidades de pertenencia y participación difíciles de lograr en una sociedad atomizada e individualizada. Además y con relación a la adaptación de los sujetos a un ambiente competido, el fútbol estaría ofreciendo ídolos que encarnarían, en un terreno virtual, los anhelos de la fama y el éxito, impuestos como metas y negados como realización para la mayoría de los individuos”2. Una reflexión similar podría hacerse respecto de las teleseries o determinados programas de la TV abierta, como el programa de la elección de Miss Universo. La cohesión social y las identidades generadas por vía de los medios o el deporte, si bien constituyen un ‘nosotros’ colectivo, conforman sin embargo, en términos de persistencia, de cohesión y de espesor cultural, identidades de un pathos diferente y de corto alcance comparadas con aquellas que tienen una base étnica, demográfica o asentada en modos de vida. No es casual que se llame a las primeras identidades culturales “nómades” o “profilácticas” y a las otras, identidades estables, siendo estas últimas las que realzan un sentido de pertenencia con proyección histórica, fomentando y preservando así la diversidad cultural. Las culturas populares que emergen a partir de las propias condiciones de vida de los sectores populares –ya sean campesinos o urbanos- han sido históricamente una nutriente de la identidad y de la cultura artística de cada país, la erosión continúa de éstas –que se catapulta con la globalización- menoscaba a una y empobrece a la otra.

Huila, en la región surcolombiana: el departamento de Huila, en el sur de Colombia, es una zona de herencia indígena, agraria y

2 Gisselle Munizaga La pantalla delirante. Los nuevos escenarios de la comunicación en Chile, Carlos Ossa (editor), Santiago, Chile, 1999.

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tradicionalmente bastante aislada. Su itinerario de conexión e integración con el globo es sintomático, pues indica como los cambios tecnológicos y la modernización resitúan y problematizan la identidad cultural regional.3 Huila rompió su aislameinto interno, del país y del mundo, con la llegada del tren, la prensa diaria, la radio y el cine en la década de 1930; la creación de emisoras locales en la década de 1940; la apertura de la carretera a Bogotá en la década del cincuenta; la instalación de torres repetidoras de T.V. en los años sesenta y gracias al acceso a satélites, teléfonos celulares e Internet, en los noventa. Hasta la década del sesenta el proceso de modernización y vínculo con el exterior aunque implicó cambios no interfirió mayormente en la supervivencia de la cultura local, incluso ésta encontró por esa vía –a través de las radio, por ejemplo- canales de expresividad y fomento de la misma. Sin embargo, la llegada de la cultura electrónica-digital al departamento de Huila rompió con las lógicas anteriores, con las nociones instaladas de tiempo, espacio y formas distintas de expresarse. Los medios masivos de la última oleada no sólo replantearon las formas de percibir, sentir y conocer de los distintos sectores del Departamento, trastocando viejas distinciones sociales y lógicas culturales. Tal como señalamos, debido a los medios de comunicación y a los contenidos de cultura de masas, el imaginario urbano excede la ciudad y se instala en el campo. A través de la oferta televisiva internacional se generaron procesos de desterritorialización de la cultura, procesos que entre los jóvenes suscitan expectativas y ambiciones imposibles de realizar en los estrechos límites de la región de Huila. Entre los huilenses, priman hoy día la baja autoestima, la desconfianza en los propios esfuerzos y una alta necesidad de reconocimiento social. “Durante la última década se ha hecho cada vez más evidente que los procesos sociales en la región surcolombiana están dirigidos por el clientelismo, el narcotráfico, la guerrilla y los militarismos”4. La región ha visto menoscabada su identidad cultural. En este contexto, mientras los jóvenes se atrincheran en la cultura audiovisual de signo global, no es mucho lo que puede hacer el Estado o la sociedad civil por apoyar las culturas orales y locales. La dinámica homogeneizadora actúa, en consecuencia, sin contrapeso, abonada por una situación histórico política compleja y anómala, proclive a la corrupción y a la desintegración social. En Huila la presencia de la cultura audiovisual de signo global, corresponde también, como en el caso de Pelarco, a una dinámica homogeneizadora de efectos negativos.

3 W.F.Torres “¿Qué sujetos formar en la periferia para enfrentar la globalización? El caso de Huila” en Cultura y globalización, editado por J. M.. Barbero, F. López y Jaime E. Jaramillo, Bogotá, Colombia, 1999.4 . W.F.Torres, op.cit.

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Cabe señalar que no consideramos sinónimos “dinámica homogeneizadora” y “efectos negativos”, porque no todas las dinámicas de esta índole que acarrea la globalización tienen necesariamente efectos negativos. Por ejemplo, una dinámica homogeneizadora que desde cierto ángulo acarrea efectos positivos para la diversidad cultural, ha sido el desarrollo y acceso masivo a algunas de las nuevas tecnologías de comunicación e información. Gracias al teléfono celular las Machis o curanderas mapuches, recurriendo a esa tecnología –de gran utilidad en las zonas rurales- han extendido el ámbito de su influencia y de sus tradiciones culturales. En Internet circula una información más actualizada y abundante sobre los pueblos originarios de América, que la que se encuentra en los medios de comunicación tradicionales. Néstor García Canclini proporciona múltiples ejemplos de cómo campesinos guatelmatecos, mexicanos y brasileños envían por fax informes sobre violación de derechos humanos a organismos internacionales; e indígenas de muchos países usan videos, teléfono celular y correo electrónico para transmitir su defensa de formas alternativas de cultura y de vida5. Son antecedentes que indican, entonces, que las nuevas tecnologías al mismo tiempo que pueden desde ciertos ángulos ejercer efectos negativos sobre la diversidad cultural, también contribuyen al diálogo y a la comunicación de las culturas y permiten por lo tanto que la diversidad cultural se exprese. Y se haga visible. De hecho una diferencia cultural enquistada, enghettada e invisible deja de ser parte de la diversidad cultural.

Además de las dinámicas de homogeneización cultural la globalización trae consigo algunas dinámicas heterogeneizadoras, dinámicas que emergen en gran medida como anticuerpo a las lógicas anteriores y debido también a que en el escenario actual la cultura y los particularismos culturales se han convertido, precisamente por la globalización, en un recurso económico y en un valor agregado.

La fiesta de Toro Pullay: Tierra Amarilla es una comuna de 15.264 habitantes ubicada en las proximidades de Copiapo, en el norte desértico y minero de Chile. Desde un tiempo a esta parte cada año en febrero o marzo se realiza allí la fiesta de Toro Pullay. Se trata de un carnaval andino que recoge elementos del sur de Bolivia y del noroeste argentino, y que celebra el cambio de estación siguiendo las tradiciones agrícolas de los valles cordilleranos. Es un carnaval con bailes, disfraces, carros alegóricos, murgas, con cueca andina

5 Néstor García Canclini Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, México, 1995.

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y diabladas, en que al final se quema al Pullay en la plaza del pueblo. Un toro de madera que representa la fuerza bruta recorre las calles y los participantes toman Ponche Pullay, vino blanco con plátano pasado. Participa toda la comunidad de tierra Amarilla, con un rol muy activo de los jóvenes y de las organizaciones de vecinos. Desde la década de los noventa la fiesta la organiza y patrocina el Municipio. Lo hace con el afán de fortalecer la identidad y las tradiciones locales y preservar así el patrimonio cultural de la comuna, ante las amenazas de la cultura de masas globalizada. Lo interesante es que la fiesta, que recoge antiguas tradiciones carnavalescas presentes en toda la zona andina, es una fiesta abierta, una tradición viva: por ejemplo, los homosexuales y trasvestis de la comuna y alrededores participan en la misma disfrazados y los chicos les dan carterazos, introduciendo así un elemento nuevo en la tradición. No ocurre en Tierra Amarilla como se dice que sucede en un país africano en que el gobierno le paga a los miembros de la etnia Massai para que mantengan sus vestimentas y no les permite que las mezclen con otras, exhibiendo así en beneficio del turismo una preservación cultural congelada, no viva y hasta cierto punto artificial, que recuerda algo del gesto de un zoológico.

Ahora bien, la fiesta de Toro Pullay y el apoyo que le entrega la autoridad y la sociedad civil no es un hecho aislado. La División de Cultura del MINEDUC, viene realizando desde hace varios años una Cartografía Cultural del país, donde se consignan las culturas locales, promoviendo paralelamente encuentros y cabildos culturales6. Todo ello es sin duda una respuesta a las dinámicas homogeneizadoras que trae consigo la globalización. Es también una forma de reconocer que los gobiernos no pueden ni deben mantenerse neutros sino que deben desempeñar -junto con la sociedad civil- un papel en la protección y fomento del patrimonio y la diversidad cultural.

Ollodum, Bahía, en Brasil : el último ejemplo tiene que ver paradojalmente con la industria cultural. Decimos “paradojalmente” porque la industria cultural es, como se sabe, uno de los caballos de batalla de la globalización y de sus dinámicas homogeneizadoras. George Yúdice, sin embargo, da algunos ejemplos brasileños que muestran que la lógica de la industria cultural también sirve para promover proyectos de ciudadanía y de diversidad cultural7. Se trata de Ollodum y Afro Reggae, dos agrupaciones musicales que además de hacer música juegan un rol en la sociedad civil,

6 . Cartografía Cultural de Chile. Atlas, Santiago, Chile, 1999.7 .George Yúdice “Redes de gestión social y cultural en tiempos de globalización” en J.M. Barbero, F. López de la Roche y J.Ed. Jaramillo (eds.) Cultura y Globalización, Bogotá, Colombia, 1999.

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promoviendo la reafricanización y batallando por los derechos sociales y etnoculturales. Ollodum, grupo cultural afro brasileño de Bahía, reconocido globalmente como uno de los protagonistas de la “World Music”, se ha insertado en la lógica de la industria cultural: fabrica discos, CDs, camisetas y sombreros con logos y parafernalia para turistas, con motivos vinculados a sus luchas, parafernalia que luego se vende en una cadena de boutiques modeladas de acuerdo a la tienda de Spike Lee. Ollodum realiza acciones contra la discriminación racial, estimula la autoestima y el orgullo de los afrobrasileños, defiende y lucha para asegurar los derechos civiles y culturales de las personas marginadas. Ollodum desempeñó un papel importante en el rescate del barrio de Pelourinho, en San Salvador8, Bahía. Son a la vez empresarios de la cultura y activistas de la sociedad civil y de los derechos ciudadanos. Se trata, entonces, de una curiosa amalgama en que se mezcla la defensa de la diversidad cultural con las lógicas de la industria cultural, lógicas que en esta ocasión contribuyen a la preservación y defensa de lo propio.

De todos los ejemplos señalados puede colegirse, entonces, que la lógica globalizadora encierra en sí misma dos dinámicas que conviven en permanente tensión: Una dinámica homogeneizadora y una dinámica heterogeneizadora, las que permiten la coexistencia de fenómenos transnacionales con fenómenos locales9. Reconociendo esta confluencia hay quienes han acuñado el neologismo de “glocalización”. Ambas dinámicas penetran el ámbito cultural, el político, el social e incluso el económico, en una muy estrecha interdependencia, lo que hace difícil su análisis por separado. Precisamente por lo que estamos señalando no deben adoptarse frente al tema de la globalización y la cultura posturas maníqueistas, y se requiere de un análisis que considere todas las variables con el objeto de poder navegar mejor en ella. Ahora bien, “navegar mejor en la globalización” quiere decir defenderse o administrar sus efectos negativos y productivizar los positivos. O para decirlo de otra manera: navegar bien en la globalización para que América Latina se desarrolle y se modernice, pero al mismo tiempo se puedan preservar y aún más potenciar los particularismos, la identidad y la diversidad culturales.

Estado-nación, espesor cultural y políticas públicas

8 George Yúdice, op. cit.9 . Guadalupe Ruiz Gimenez “Las dinámicas de la globalización” en América Latina: un espacio cultural en el mundo globalizado, (editor) M. Antonio Garreton, Convenio Andrés Bello, Bogotá, Colombia, 1999.

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Las dinámicas que acarrea la globalización no operan sobre una tabla rasa o sobre un recipiente vacío, por el contrario tratándose de América Latina, ellas operan en un conjunto de naciones muy diferentes, que se conformaron como tales básicamente durante el siglo XIX. Luego de la Independencia, para poder ejercer la soberanía y en el marco de la ideología ilustrada imperante, los nacientes Estados y elites se dieron a la tarea de construir una nación de ciudadanos, vale decir una nación cuyos miembros estaban unidos por una sola cultura y por un conjunto de creencias, valores y tradiciones compartidas. Esta concepción homogeneizadora, sobre la base de la cual se construyeron las naciones latinoamericanas, percibía los particularismos y las diferencias culturales como un estorbo, y de hecho en algunas naciones, la elite ilustrada, amparada en la ideología liberal, buscó exterminar a las culturas indígenas, promoviendo también la importación y presencia de migraciones europeas. El ideal asimilacionista de los Estados–naciones del siglo XIX tendió a negar la diferencia cultural, de hecho este ideal convirtió a la diferencia cultural en una desventaja. La construcción de las naciones latinoamericanas se dio por lo tanto con una dinámica altamente homogeneizadora y unicultural. En gran medida lo que hicieron los Estados nacionales y las elites latinoamericanas fue, en lugar de articular y reconocer las diferencias culturales, subordinarlas al centralismo para desintegrarlas. Contra esa realidad protestaría José Martí en su famoso texto Nuestra América (1891), donde reclama el reconocimiento al indio, al negro y al campesino, y donde se burla de esos mestizos montados a caballos en libros que se averguenzan del delantal indio de su madre. No es casual que José Carlos Mariategui titulará uno de sus ensayos con el curioso título de Peruanicemos el Perú. Juan Luis Mejía, que ocupo altos cargos en el Instituto Colombiano de Cultura, señala con estupefacción “que cuando se hace un repaso de los bienes declarados patrimonio, es decir aquellos que el Estado ha legitimado como memoria oficial, se descubre que más del 95 % del listado lo conforman edificaciones religiosas de la época colonial y edificios de la oficialidad republicana. Lo indígena, lo negro, lo campesino y lo mestizo no forman parte de la memoria oficial. Es como si aquellas expresiones no hubieran existido o pertenecieran a otro país”10. En síntesis, los Estados-naciones del continente mirados desde hoy día no pasan el examen de la diversidad cultural y tienen una alta cuota de responsabilidad en la situación de los pueblos originarios, que con fines ciertamente loables -civilizarlos y construir un país de ciudadanos- fueron en los hechos sojuzgados, exterminados o sometidos al silencio y a la invisibilidad. Tampoco pasan el

10 Juan Luis Mejía “Estado-cultura: viejas relaciones, nuevos retos” en Jesús Martín Barbero, Fabio López y Jaime E. Jaramillo Cultura y globalización, Bogotá, Colombia, 1999.

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test los Estados socialistas del continente, recuérdese el conflicto de la revolución cubana con las tradiciones yorubas y la cultura de la santería, o el del gobierno sandinista con los indios miskitos.

A pesar de que la construcción de las naciones latinoamericanas se realizó por más de un siglo con una óptica homogeneizadora, que percibía a la diversidad como un obstáculo para la construcción de “repúblicas cultas y civilizadas”, la realidad nos indica que hay en el continente grandes diferencias con relación al espesor cultural socialmente circulante y a la diversidad cultural. Hay países como Chile que tienen un déficit de espesor cultural socialmente circulante. Hasta hace pocos años se podía vivir toda una vida en Santiago, y no escuchar nunca ni conocer a un mapuche, a pesar de que la población indígena conforma un porcentaje no poco importante de la población total del país (entre un 5 y un 9 %). En Chile, a diferencia de otros países de la región, la mezcla física con indígenas que se viene dando desde la Colonia no se tradujo en un proceso activo de interculturalidad. Más bien puede afirmarse que la cultura mapuche (entendiendo por tal desde la lengua, las costumbres y las visiones del mundo hasta sus expresiones artísticas) ha sido un ghetto y su presencia o proyección cultural en la sociedad mayor, vale decir su peso en la identidad nacional, es más bien débil o casi nula, y esto abarca desde el plano del lenguaje, hasta las formas de vida y las formas artísticas (salvo, es cierto, algunas excepciones puntuales y recientes en el plano literario)11.

Como contraste al caso chileno, que constituye un caso extremo de homogeneización y déficit de espesor cultural socialmente circulante12 (no es casual el mito de los ingleses de América Latina), un país donde efectivamente se ha producido una proyección nacional de la diversidad cultural de base étnica es Paraguay, país en que la etnia guaraní a pesar de no tener en cifras de población un gran peso (actualmente menos de un 3% de la población) si tiene enorme y difundida importancia cultural en todo el país. De los alrededor de 5.496.000 de habitantes 13 cerca de 50% de la población es bilingüe y 39 % utiliza como habla fundamental el guaraní14. En Paraguay hay radios y hasta un Canal de televisión con programas en guaraní. En el diario 11 Bernardo Subercaseaux Chile o una loca historia, Santiago, Chile, 1999.12 No es que no haya espesor y diversidad cultural, si los hay, el problema es que debido a la organización de la sociedad esa diversidad no circula y se mantiene en gran medida aislada.13 Según Anuario Estadístico de CEPAL y estadísticas del Instituto Indigenista Interamericano Paraguay tendría en 2000 una población de 5.496.000 habitantes y una población indígena de 159.384 que correspondería a cerca de un 3% de la población total. Con respecto a los datos de población indígena en América Latina ellos deben ser considerados con precaución, pues no existen, por la enorme dificultad que ello implica, censos finos y confiables al respecto.

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ABC Color, el más tradicional del país, se pueden encontrar en las páginas editoriales una frase o un dicho en guaraní. Augusto Roa Bastos, el más importante autor contemporáneo del Paraguay, es claramente un escritor intercultural, del mismo modo que lo son Miguel Ángel Asturias en Guatemala, José María Arguedas en Perú y Jorge Amado en Brasil.

Además de Paraguay se pueden citar como ejemplos comparativos, los casos de Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Brasil. Con respecto a México basta pensar en su gastronomía y en la riqueza de su artesanía para darse cuenta de la presencia y circulación que tiene en ese país el espesor y la diversidad cultural. En cuanto a Brasil, puede afirmarse que la cultura afrobahiana del noreste se ha proyectado a todo el país, con una fuerte carga de identidad nacional: son los componentes étnicos y demográficos de la cultura afrobahiana los que nutren desde la samba, el bossa nova, las macumbas y los sincretismos religiosos, hasta Jorge Amado y el carnaval. Brasil es nítidamente un país donde los particularismos culturales (originados fundamentalmente en la cultura negra de base esclavista) se proyectan con enorme fuerza en todos los estratos de la sociedad y cimientan, más allá de la práctica política o social, el imaginario cultural y la identidad nacional de ese país.

Con respecto a la inmigración también hay grandes diferencias, hay países en que la migración europea o del medio oriente permanece oculta y enghettada o se ha integrado a la cultura nacional subsumida y sin visibilidad. Hay otros, como los países del Río de la Plata, particularmente Argentina, donde a partir de las primeras décadas del siglo XX, como consecuencia de una inmigración masiva y no selectiva, se altera y cambia radicalmente el panorama cultural e identitario de ese país, incluso en el plano de la lengua. Se puede hablar, entonces, de un espesor cultural de carácter demográfico que se constituye a partir de las migraciones europeas de fines del siglo diecinueve y comienzos del veinte. En ese espesor se asientan desde el tango hasta algunas de las obras señeras de la literatura argentina y uruguaya.

De lo señalado se puede colegir que a pesar de la perspectiva homogeneizadora que estuvo presente en la construcción de las naciones latinoamericanas, hay en el continente notables diferencias en cuanto al espesor cultural circulante de base étnica o demográfica. Hay países con una

14 . Grazziela Corvalán ¿Qué es el bilingüismo en el Paraguay?, Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, Asunción, Paraguay, 1998.

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claro déficit en este sentido y con una interculturalidad abortada, como es el caso de Chile (que se sitúa en un extremo negativo del espectro), y hay otros como Paraguay, México o Brasil, con una tradición de pluralidad en que la diversidad cultural de base étnica o demográfica tiene una clara presencia y ha sido históricamente un factor de contribución a la identidad nacional. Ahora bien, estas diferencias no obedecen a políticas públicas o a políticas culturales explícitas y planificadas, más bien se dan a contrapelo de los Estados y obedecen a circunstancias y situaciones históricas especiales, algunas de ellas de larga y antigua data. En el caso de Paraguay, por ejemplo, la interculturalidad con lo guaraní y el bilingüismo se empieza a gestar ya desde la Colonia con las misiones jesuitas y la valoración y desarrollo que ello significó para las culturas indígenas. En el caso de México tuvo gran relevancia la revolución de 1910, que trajo consigo una reivindicación simbólica de lo indígena y de la diversidad cultural y que abrió, con Vasconcelos a la cabeza, la cultura nacional a un fenómeno de osmosis con las culturas indígenas y populares, fenómeno que luego se hace patente en la artesanía, en el muralismo, la pintura y la música mexicanas, o en artistas individuales de la talla de una Frida Kahlo.

Ahora bien, las diferencias de espesor cultural y del grado de interculturalidad que se dan en las distintas naciones son factores que inciden en las repercusiones de las dinámicas homogeneizadoras que acarrea la globalización. Es muy distinto lo que ocurre con esas dinámicas en un país que tiene un espesor cultural fuerte –como México, Paraguay o Brasil- que lo que acontece en uno que lo tiene débil como Chile15. No es lo mismo la presencia que adquiere la música anglo, difundidas por las transnacionales de la música en el país del tango, del vallenato, de la cumbia, de la samba y el bossa nova, que en un país en que el baile nacional –la cueca- es apenas una cuestión de una vez al año durante las fiestas patrias, un baile más bien carente de prestigio simbólico en un alto porcentaje de la población, y en franco retroceso –incluso en las fiestas patrias- ante la cumbia, la salsa y el merengue. En términos de industria cultural, no es casual, en este sentido que con respecto a las grandes transnacionales de la música anglo que dominan el mercado latinoamericano (nos referimos a BMG, Emi, PolyGram, Universal, Sony Music y Warner Music) las únicas excepciones de cierto contrapeso son México y Brasil, países en que disqueras nacionales alcanzan gran proyección y una cuota significativa del mercado (Musart y Fonovisa en México y Sigla,

15 . Aludiendo a esta debilidad y al carácter compulsivamente imitador de Chile, Nicanor Parra señala que “Chile no es un país sino un paisaje”.

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subsidiaria de Globo, en Brasil). En el resto de los países las majors 16 controlan el mercado y cada vez más amplían su dominio mediante la absorción de disqueras nacionales y la adquisición de los catálogos de repertorio que continúan rindiendo regalías17. No cabe duda que las excepciones de México y Brasil, además de explicarse por el hecho de que se trata de mercados nacionales de gran envergadura (98 y 170 millones, respectivamente), se deben a que son países en que hay un fuerte espesor cultural lo que incide en la posibilidad de un mercado para la música de raíces propias y de apelación identitaria.

Alguien podría argumentar que si el espesor cultural de base étnica o demográfica -y por ende la diversidad cultural- se ha potenciado en ciertos países y se ha debilitado en otros no debido a políticas públicas explícitas, sino como resultado de dinámicas que obedecen a un determinado curso histórico y que se moldean en el tiempo largo, ¿no sería acaso ello una razón suficiente para no tener en este campo políticas públicas, considerando que se trata de un área no susceptible de planificación? ¿Es posible la ingieniería cultural? ¿Se puede acaso incidir en el tejido social y cultural? ¿Será posible reglamentar la identidad cultural o incentivarla por medio de políticas públicas? La idea de que en el campo de la cultura o de las comunicaciones la mejor política es no tener política, implica dejarle el camino abierto al evento histórico de turno: el mercado; perspectiva ésta que tendría como resultado varios de los efectos negativos que ya hemos señalado.

Hay sin embargo innumerables ejemplos que demuestran que las políticas públicas son en este campo necesarias y significativas. Ejemplos que indican que ciertas dinámicas identitarias y culturales son el resultado de políticas públicas, a veces incluso de políticas meramente administrativas. Se puede mencionar en este sentido el caso de Europa, en que se ha creado un espacio cultural común europeo como resultado de las políticas de la comunidad económica. Hay también casos en que las políticas públicas refuerzan y abren el camino a los espesores e identidades culturales locales y regionales, como ocurrió, por ejemplo, en España, gracias al fortalecimiento consensuado de las autonomías y gobiernos regionales. Está también el caso de Canadá, y sus políticas multiculturales.

16 . Así denomina la bibliografía especializada a las grandes transnacionales de la industria musical.17 . Néstor García Canclini y Carlos Moneta Las industrias culturales en la integración latinoamericana, Buenos Aires, Argentina, 1999.

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Algunos críticos del multiculralismo, como el español Francisco Colom, señalan que se trata de una ideología de moda y un “pensamiento correcto” que tiene mucho de formal y poco de sustantivo.18 Menciona el ejemplo de la policía montada de Canadá, en que cada cual puede vestir como parte de su uniforme un sombrero o bonete conforme a su origen étnico (judío, árabe, canadiense o hindú). Ve en ello una dimensión puramente formal y no sustantiva del multiculturalismo, en la medida que nada nos garantiza que entre esos policías montados se dé un respeto profundo por el otro y por la diversidad cultural. Se trata según Colom de una marca externa, meramente formal. “La conversión del multiculturalismo en un recurso ideológico para los lenguajes de la etnia, el género o la identidad sexual comporta, según el estudioso español, el riesgo añadido de hipostasiar la cultura como una variable independiente de otras circunstancias de carácter social, político y económico”. Aun cuando no compartimos la crítica de Colom (puesto que los límites entre forma y contenido son en gran medida indistinguibles), su postura nos sirve para preguntarnos por el sentido profundo y sustantivo de la diversidad cultural. Es efectivo que el multiculturalismo y la diversidad cultural son hoy día utopias de moda y en alza, como lo fue en el siglo XIX la idea de que el indígena era incivilizado y enemigo del progreso. Sin embargo lo importante es que la idea de diversidad cultural se conecte con una dimensión de profundización de la democracia, anhelo que surge de una insatisfacción actual con respecto a la democracia entendida meramente desde su ángulo político, como democracia del voto. Desde ese desencanto se plantea la necesidad de ampliar la democracia al plano cultural, social y comunicativo, a una ciudadanía entendida como la capacidad para autodeterminarse, para representar intereses y demandas en todos los planos, desde lo político hasta lo cultural, desde lo medioambiental hasta los problemas de género o de sectores etarios. Por otra parte si usamos la metáfora de la mano y el guante, cabe señalar que en todo país hay diferentes dedos o sectores culturales, y si se los mete a todos en un mitón –como lo hizo el Estado en la construcción de la nación- la mano quedara prácticamente incapacitada y jamás podrá llegar a moverse de manera expedita, en cambio si a cada dedo se le reconoce y se le da un espacio propio, la mano aumenta su capacidad de acción, y cada dedo su autoestima y su dignidad como sujeto. En definitiva, la diversidad cultural y su reconocimiento permiten que los involucrados se fortalezcan en su identidad, que tengan un sentido de pertenencia, que puedan más y lleguen en consecuencia a ser más plenos como seres humanos y sociales. Son estos los aspectos sustantivos de la

18 . Francisco Colom González Razones de identidad. Pluralismo cultural e integración política, Anthropos, Madrid, España, s/f

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diversidad cultural, son ellos los que nos indicaran si los logros -y las políticas que apuntan a esos logros- son meramente formales o no lo son.

Actores, agentes y sectores

Lo desarrollado hasta aquí puede entenderse como una argumentación, con cierta profundidad histórica, en pro de pensar y diseñar estrategias y políticas que contribuyan a la diversidad cultural. Estrategias y políticas que permitan a los países de América Latina navegar en el escenario de la globalización, viabilizando los efectos positivos y aminorando los negativos. Además del sector privado, básicamente pueden distinguirse en esta perspectiva cuatro actores o agentes de políticas: los Gobiernos o Estados; los organismos internacionales o supranacionales; la sociedad civil y la sociedad civil global. Se ha repetido hasta el cansancio que con la globalización los Estados nacionales han perdido significación y que carecen de las mismas capacidades que tuvieron en la etapa de la construcción de la nación. En lo político esta perspectiva condena el Estado Nacional a la impotencia, y, en cuanto a soberanía, a no ser sino una cáscara vacía. Hay en este punto de vista mucho de ideología globalizada, puesto que la realidad muestra por el contrario que a pesar de que la apertura de las economías implica un cierto debilitamiento de los Estados nacionales, los Gobiernos o Estados lejos de haber caducado siguen desempeñando -para bien o para mal- un rol significativo en las políticas económicas, culturales y sociales. Así lo demuestra, por lo demás, la crisis reciente de Argentina. El papel del Estado y de los organismos supranacionales (UNESCO, OEA, Convenio Andrés Bello, SELA, MERCOSUR) en tanto representan intereses públicos, puede también contribuir a situar las interacciones comerciales de bienes y servicios culturales en relación con otras interacciones sociales no reducibles al mercado, como la innovación estética, la preservación del patrimonio y de contextos naturales y sociales. Los órganos estatales y supranacionales pueden operar como un conjunto de actores que reconocen, más allá del mercado, los derechos y las reivindicaciones culturales de mayorías y minorías.19 La sociedad civil, compuesta por las ONGS, las asociaciones de profesionales y artistas, y todo tipo de agrupaciones, son actores fundamentales en algunas zonas de las industrias culturales o con respecto a los pueblos indígenas. Por último está la sociedad civil global, compuesta por redes y organizaciones internacionales de organizaciones que adoptan posturas con respecto a la globalización. Forman parte de esta sociedad civil

19 Néstor García Canclini y Carlos Moneta Las industrias culturales en la integración latinoamericana, Buenos Aires, Argentina, 1999.

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global tanto Davos y el Foro Económico Mundial como el Foro Social Mundial realizado en Porto Alegre, Brasil. La sociedad civil global se ha hecho también presente en encuentros internacionales en que ya no están sólo los Estados o Gobiernos; por ejemplo, en la Conferencia de Naciones Unidas de Medio Ambiente y Desarrollo en 1992, en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos en Viena, en 1993, en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, en 1995. En fin, en una serie de foros sobre temas de medio ambiente, indígenas y mujer, la sociedad civil global se hace presente y desafía o influencia las posturas de las delegaciones gubernamentales.

Ahora bien, en el contexto de la globalización distinguimos cuatro sectores vulnerables o susceptibles de estrategias y políticas que preserven la diversidad y permitan reafirmar las identidades culturales sean estas locales, regionales o nacionales: El sector de los pueblos originarios o población indígena; el sector vinculado a migraciones, el sector educacional y el sector de las industrias culturales.

La cuestión indígena

En las últimas décadas los conflictos étnicos y los pueblos indígenas han tenido una presencia y visibilidad inédita en América Latina. En México el movimiento indígena de Chiapas se ha transformado en un punto neurálgico de la política nacional; en Ecuador la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) a la cabeza de un amplio movimiento social, precipitó la dimisión del presidente del país, Jamil Mahuad; en Bolivia, durante el Gobierno de Paz Zamora (1993-1997) ejerció como Vicepresidente el líder indígena katarista Víctor Hugo Cárdenas, que planteó como motivo de su gestión el desafío de ser indio y moderno a la vez; en Guatemala y Bolivia se han producido en los últimos años fuertes rebeliones indígenas, y en el sur de Chile, la demanda de restitución de tierras por parte de grupos mapuches ha significado una seguidilla de conflictos con tomas de predios y enfrentamientos. Por otra parte, en la dimensión no confrontacional, algunos conglomerados o sectores indígenas se han organizado y han conseguido logros importantes en términos de acceso a servicios públicos y participación en la sociedad civil, tal es el caso de las comunidades quechuas en Otavalo, en el norte de Ecuador y de los Tawahka,

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en Honduras.20 La presencia y visibilidad de la cuestión indígena en la última década indica que el movimiento en América Latina se ha deslizado desde el papel de un actor marginal al de un agente cada vez más protagonista de la sociedad civil, tal como lo señala un estudio reciente: los pueblos originarios se han convertido en un nuevo sujeto político21.

Hay quienes han explicado este fenómeno señalando que con la globalización asistimos a una situación de entropía de las culturas: todas las culturas están compartiendo por efecto de la comunicación aspectos comunes (dinámicas de homogeneización). Pero por otro lado se da lo contrario: diferencias regionales, diversidades culturales, lo que Octavio Paz llamó la “venganza de los particularismos”. La modernidad y la globalización, configuran junto con una tendencia proyectiva de cambios incesantes, una tendencia retro y arcaizante22. Ya hemos señalado, por otra parte, la importancia –incluso económica- que adquieren la cultura y los particularismos étnico-culturales en la escena contemporánea.

Pero, más allá de las explicaciones, cabe preguntarse ¿Quiénes conforman potencialmente este nuevo sujeto político? ¿Cuál es la población indígena de América Latina a comienzos del siglo XXI? Se trata de una pregunta difícil, debido a los problemas operativos para determinar por la vía de un censo quién es indígena y quién no. ¿Qué define la condición de una persona?¿Sus ancestros, la pureza de su linaje, el apego a tradiciones culturales? ¿O es indígena cualquier persona que se siente o dice serlo?23 Debido a esta dificultad las cifras y porcentajes de población indígena en América Latina oscilan –de acuerdo a cálculos conservadores- entre 33 y 41 millones de indígenas de un total de 515 millones de habitantes, vale decir entre 6.4% y 8% de la población total. Casi el 90% de esta población indígena se encuentra distribuida en 5 países: en Perú el 27%, en México el 26%, en Guatemala el 15%, en Bolivia el 12% y en Ecuador el 8%24. De acuerdo con los porcentajes de población indígena que señala el Instituto Indigenista Interamericano –que suelen ser más bien generosos- se puede confeccionar el siguiente cuadro:

20 Tanya Korovkin “Reinventing the Communal Tradition: Indigenous Peoples, Civil Society and Democratization in Andean Ecuador” LAAR, 36,3, 2001.21 . Agueda Gómez “Nuevos actores frente al fenómeno de la globalización: los movimientos indígenas en América Latina” Cuadernos Americanos, 89, 2001, 188-197.22 . José Sánchez Parga “Tampoco la cultura será lo que había sido”, Revista Identidades, 19, Quito, Ecuador, 1997.23 Anne Deruytetere, Jefa de la Unidad de Pueblos Indígenas y Desarrollo Comunitario del BID, “Nativos en los números”. BID América, Sitio Web, Banco Interamericano de Desarrollo.24 Datos del Instituto Indigenista Interamericano.

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Población Indígena (estimada) América Latina, 2000

País Habitantes Indígenas %Guatemala 11.385.000 7.514.000 66 %Bolivia 8.329.000 5.247.000 63 %Perú 25.662.000 10.264.000 40 %Ecuador 12.646.000 5.058.000 40 %Belice 241.000 45.790 19 % Honduras 6.485.000 778.000 12 %México 98.881.000 8.899.929 9 %El Salvador 6.276.000 439.000 7 %Guyana 861.000 51.600 6 %Chile 15.211.000 912.000 6 %Panamá 2.856.000 142.800 5 %Nicaragua 5.074.00 253.000 5 %Paraguay 5.496.000 159.384 2.9 %Venezuela 24.170.000 483.400 2 %Colombia 42.321.000 634.000 1.5 %Argentina 37.032.000 370.000 1 %Costa Rica 4.023.000 402.300 1 %Brasil 170.693.000 340.000 0.2 %

Todos los países latinoamericanos, con excepción del Uruguay, registran población indígena. En las islas del Caribe, se calcula que hay entre 30.000 y 50.000 descendientes directos de indígenas. La población indígena que se desprende del cuadro anterior bordea los 41 millones de habitantes y está conformada por 400 grupos étnicos diferentes. Cada grupo tiene su propio idioma, organización social, cosmovisión, sistema económico y modelo de producción con algún tipo de adaptación a su ecosistema.25 Se trata por lo tanto de una extraordinaria reserva de patrimonio y diversidad cultural, que debe ser cuidada y potenciada. Precisamente es con respecto a esta tarea que emergen problemas y desafíos.

Las dificultades y desafíos pueden sintetizarse en tres aspectos: el primero tiene que ver con el dilema de superación de la pobreza. 25 . Anne Deruyterre, véase op.cit.

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Según los expertos existe una fuerte correlación entre la pobreza rural y las características étnicas. La gran mayoría de la población indígena de América Latina, aproximadamente el 80%, vale decir entre 26 y 32 millones de indígenas, son pobres, y de éstos más de la mitad son extremadamente pobres26. Los pobres de zonas rurales, tanto los indígenas como los no indígenas, son generalmente trabajadores sin tierra, o dueños de pequeñas extensiones de tierra en áreas de productividad marginal y de muy bajo grado de comercialización. Ahora bien, en estas condiciones y teniendo en cuenta la idiosincracia cultural de los indígenas, la superación de la pobreza implica capacitación, prestamos, capitales, incluso una reconversión laboral y hasta un abandono de ciertas tradiciones de cultivo o de trabajo agrícola. Un desafío de proporciones como el señalado -que ya de por sí requiere cuantiosos esfuerzos y fondos- se torna mucho más complejo y difícil cuando va acompañado de revindicaciones políticas retrospectivas y de futuro. En efecto, el segundo aspecto, tiene que ver con la atención y solución -aunque sea de modo parcial- a ciertas revindicaciones históricas de los pueblos originarios. Revindicaciones que conllevan desde reclamos por tierras y despojos en el pasado hasta una lucha por la dignidad cultural, la lengua (educación bilingüe), las costumbres, la preservación del ecosistema y el derecho a una cultura y una cosmovisión propias. Por último, y vinculado con el punto anterior, está una demanda de futuro: Lograr la autonomía político-cultural como comunidad y la posibilidad de participar en un Estado plurinacional o en su defecto ser un actor relevante en la sociedad civil. Lo complejo es que estas tres revindicaciones y desafíos están entrelazadas. Los conflictos de las últimas décadas indican, por ejemplo, que resulta virtualmente imposible que un país aborde con éxito el tema de la pobreza indígena si no se le vincula con los otros dos reclamos. Por otra parte, si no se atienden –en conjunto con los involucrados y sus organizaciones- estas demandas, se genera una situación confrontacional en escala ascendente.

Ahora bien, las cifras de población indígena indican que en América Latina se dan situaciones diferentes: Países en que los indígenas constituyen más del 40% de la población o incluso la mayoría del país, y otros en que la población indígena constituye sólo una sociedad menor con relación a una sociedad mayor que no es indígena. En el primer caso representantes indígenas han logrado o pueden lograr cargos importantes a nivel del Estado nacional (como vicepresidente o presidente de la República), pueden también encabezar una coalición de la sociedad civil con capacidad

26 . Alberto Valdés y Tom Wiens Pobreza rural en América Latina y el Caribe, Internet, publicaciones electrónicas/encuentro.

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para ser un actor relevante en el ámbito nacional. Así ha ocurrido, por ejemplo, en Bolivia y Ecuador. No es casual que en Perú la ceremonia en que asumió el Presidente Alejandro Toledo se realizara en Machu Pichu y estuviera, por así decirlo, revestida de “indianidad”. Se genera de este modo un contexto en que se da una representación directa de los intereses de los pueblos originarios en el seno mismo del Estado y del poder político, y será entonces ese Estado el que tendrá un doble deber: por una parte, velar por incrementar el acceso de los sectores indígenas a los servicios públicos, al desarrollo y al bienestar, y por otra, velar para que esos sectores puedan fusionar lo viejo con lo nuevo, y mantengan así sus organizaciones, sus tradiciones, su conciencia colectiva y sus particularidades culturales.

En el segundo caso, cuando se trata de una minoría, la sociedad menor tiene que entrar a negociar y consensuar una fórmula de autonomía político-cultural con la sociedad mayor, o puede mantenerse como una sociedad menor en una suerte de clientelismo. Se dan en esta perspectiva dos caminos: uno es el clientelismo, que es lo que ha estado ocurriendo en Chile con respecto a los mapuches, una situación en que el Estado –en representación de la sociedad mayor- se ha limitado a mantener al movimiento mapuche -o sociedad menor- dentro de los límites étnicos, aumentando servicios públicos (fondo de tierras, becas, hogares para estudiantes mapuches etc) y estableciendo una comisión gubernamental cuya tarea es formular propuestas de integración del pueblo mapuche a la sociedad nacional.27 Clientelismo significa, según el Diccionario de la R.A.E. “protección o amparo con que los poderosos patrocinan a los que se acogen a ellos”. Ahora bien, este camino, hasta ahora, ha fracasado, y se ha traducido en la práctica en una suerte de escalada confrontacional ascendente. Y ha fracasado porqué no se hace cargo de las tres demandas que señalábamos, particularmente de la tercera, que es, hoy por hoy, para el movimiento indígena organizado, la más importante.

El otro camino, es reconocer las demandas etnosociales y culturales de la sociedad menor y asumir que se trata de un país multinacional

y multicultural, buscando a partir de esa realidad una fórmula que les otorgue jurídicamente a los pueblos indígenas cierta autonomía política como comunidad, una fórmula que por supuesto no vulnere la unidad nacional. Así ha ocurrido, por ejemplo, en Honduras con respecto al pueblo Tawahka.28 Otro

27 . Gilda Waldman “Estado, legislación y resurgimiento indígena mapuche en Chile”, Cuadernos Americanos, 89, México, 2001.28 . Agueda Gómez, op.cit.

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ejemplo exitoso en esta línea se da fuera de América Latina, en Canadá, donde luego de varias décadas de difícil diálogo se ha llegado a consensuar una fórmula que reconoce jurídicamente la autonomía y capacidad de autogestión de las comunidades indígenas. Cuando se logra esta solución, que es eminentemente una solución política, la relación entre la sociedad menor y la sociedad mayor se traslada desde el terreno de la confrontación y el choque al terreno del diálogo, del lobby y de la autogestión. En definitiva para preservar y potenciar la diversidad cultural que representan en América Latina los pueblos originarios y sus descendientes, resulta imprescindible hacerse cargo de la cuestión política planteada por el movimiento indígena, planteamiento que en el escenario de la globalización encuentra un considerable eco, y que ha logrado gracias a Internet y a los nuevos medios de comunicación una resonancia inédita. La solución política responde a la tercera demanda, y todo indica que sólo una vez que ella se logre será posible avanzar decididamente en las otras dos.

El avance en la cuestión de los pueblos indígenas y la posibilidad de establecer naciones multiculturales permitirá sin duda reafirmar también las identidades regionales. Los procesos de regionalización han tenido en América Latina un marcado carácter administrativo y burocrático, omitiendo en consecuencia la dimensión cultural. Al reafirmarse las identidades indígenas, a nivel nacional ello redundara en una reafirmación de las identidades regionales en las provincias o departamentos en que están enclavados dichos pueblos.

Ahora bien, se trata de procesos lentos, ya decíamos que en Canadá fueron décadas. Mientras tanto, debido a la visibilidad que viene teniendo la cuestión indígena, importantes sectores de la sociedad civil no indígena la han hecho suya o se han interesado por las costumbres y las culturas de los pueblos originarios. Desde esta perspectiva la cuestión indígena no es sólo un problema que atañe a los indígenas, sino que se ha convertido en un asunto de mayor proyección en la medida que pone a prueba la profundización multifocal de la democracia y su capacidad para aceptar el pluralismo y la diversidad. Mientras tanto hay un sector en que las culturas indígenas son tremendamente vulnerables, nos referimos a las industrias culturales, uno de los caballos de batalla de la globalización, particularmente las industrias del cine, audiovisual y musical. En los bienes y servicios que ellas ofrecen las culturas de los pueblos originarios son prácticamente inexistentes, salvo unos pocos productos como “Pocahontas”, procedentes, paradojalmente, de otras latitudes. En definitiva, para la lógica de mercado

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que rige a las industrias culturales el espesor y la diversidad cultural de los pueblos indígenas no existen, dejamos sin embargo el punto para más adelante, cuando nos refiramos a dichas industrias.

De aquí y de allá

El relevamiento de las tradiciones culturales de cualquier índole que ellas sean constituye una estrategia de defensa frente a las dinámicas homogeneizadores que acarrea la globalización. En esta perspectiva la presencia en América Latina de tradiciones culturales vinculadas a núcleos de población que han emigrado de otros continentes (o de otros países) representa un patrimonio rico y variado. Se trata también de un sector que permite poner en práctica la tolerancia y el respeto por otras tradiciones culturales y religiosas. El ecumenismo es, sin duda, una forma de humanismo.

Como se sabe las migraciones masivas a América Latina comenzaron en el siglo XIX. Entre 1846 y 1930 dejaron Europa 52 millones de personas: el 72 % viajó a Estados Unidos, el 21 % a América Latina y el 1% a Australia.29 De los europeos que llegaron a América Latina un 38% eran italianos, 28 % españoles y 11 % portugueses. La mayoría de migrantes eligió Argentina, luego Brasil, Uruguay y México. La llegada de los inmigrantes durante el período 1840-1940 incrementó en un 40% la población argentina y en un 15% la de Brasil30.

No sólo ha habido migración europea, sino también una importante migración árabe, que llegó a todo el continente desde Centroamérica hasta Chile. Se trata fundamentalmente de sirios, libaneses, jordanos y palestinos.31 Desde 1860 a 1900 llegaron emigrantes pioneros procedentes del Imperio Turco Otomano, luego se produjeron migraciones árabes masivas entre 1900 y 1914. En Argentina el censo de 1914 indica la presencia de 741.154 españoles, 669.193 italianos y 52.562 árabes. Entre 1914 y 1946 llegaron a América Latina familiares y parientes de la migración árabe anterior y por último, sobretodo entre 1948 y 1973, vinieron como producto de sucesivos conflictos en el Cercano Oriente. Se podrían agregar a estos datos otros sobre la presencia en el continente de una migración croata, japonesa, judía, china, coreana y alemana. 29 .Néstor García Canclini La globalización imaginada, Buenos Aires, Argentina, 199930 . Elda González Martínea “Españoles en América e iberoamericanos en España.cara y cruz de un fenómeno”, Arbor, 154, Madrid, España, 1996.31 . Juan Sakalka Elías Arabes en América Latina, Valparaíso, Chile, 1997.

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Cabe señalar que hasta hoy se da también un fluido movimiento migratorio al interior de la propia América Latina: cientos de miles de chilenos procedentes en su mayoría de Chiloé se han establecido en la Patagonia argentina, y en los últimos cinco años se ha producido por razones económicas una migración de 60 mil peruanos a Chile. Todas estas migraciones están plagadas de algún grado de intolerancia, de discriminación, ya sea positiva o negativa, e incluso –como lo que se ha puesto en evidencia en Chile respecto a los peruanos- de un racismo que linda en la xenofobia (no proveniente del gobierno sino de sectores de la sociedad). Ahora bien, todas estas migraciones han aportado desde costumbres, fiestas, vertientes estéticas, credos religiosos y modos lingüísticos hasta elementos y tradiciones gastronómicas. Hoy en día, a raíz del escenario de la globalización, se ha producido una suerte de revival de estas culturas del origen, también gracias a Internet y a las nuevas tecnologías resulta posible comunicarse y mantenerse en contacto permanente con los lugares de donde se proviene. De hecho el mundo se ha achicado geográficamente de tal modo que cabe en un chip.

Dos son los ámbitos de políticas con respecto a las culturas de inmigrantes: el primero dice relación con apoyar desde el Estado, autoridades locales y sociedad civil -en colaboración con los grupos de origen foráneo y sus descendientes- la reafirmación, preservación y rescate de sus culturas de ancestro. Es probable que ante propuestas de esta índole emerja una preocupación por las identidades nacionales. En efecto, si se procediera a colorear un mapa de los países de América Latina dándole un color distinto a cada cultura indígena y a cada uno de los núcleos de cultura migrante, el resultado sería una multiplicidad heterogénea de colores en que lo nacional probablemente se desdibujaría. La historia muestra, sin embargo, que tal peligro no existe. Estados Unidos y Canadá son países conformados por inmigrantes, naciones que en lugar del modelo del melting pot han adoptado el modelo del mosaico, lo que no impide los sentimientos nacionales sino que más bien los fortifica. Los inmigrantes por lo general tienen una extraordinaria lealtad con el país y la cultura que los acoge. Al dignificar las distintas culturas u origen culturales tampoco se trata de fomentar un relativismo aséptico (una suerte de suspensión del juicio), por ejemplo si un niño o un adulto son sucios por razones de herencia cultural habrá que enseñarles el valor de la limpieza. El reconocimiento de las diferencias culturales no debe llevar a exacerbar esas diferencias o a glorificarlas. Cabe señalar, además, que las identidades no son excluyentes sino múltiples: así como se puede ser al mismo tiempo catalán, español y europeo, también se puede ser

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simultáneamente brasileño, de origen árabe y latinoamericano, sin menoscabo de ninguna identidad. Por último, siempre la heterogeneidad cultural tendrá el contrapeso de las fiestas y rituales nacionales, de la historia compartida, del índice de la bolsa y lo que es tanto o más importante en estos días: del tenista, el boxeador o el equipo de fútbol de turno. La historia nos muestra, además, que los nacionalismos extremos no son sanos para la sociedad. “Mentalmente –dice J.L.Borges- el nazismo no es otra cosa que la exacerbación de un prejuicio que sufren todos los hombres: la certidumbre de que su patria, su lengua, su religión y su sangre, son superiores a las de los otros”. El segundo ámbito de acción con relación a las culturas de origen foráneo tiene que ver con la necesidad de educar en el respeto al otro, de combatir como sociedad los prejuicios raciales o culturales y de trabajar desde la escuela y la más tierna infancia en el fomento del diálogo y el respeto intercultural.

Educación intercultural

En la última década una ola de reformas educacionales recorre el continente. En el pasado la preocupación central de los gobiernos fue el aumento de la cobertura educacional en los niveles de primaria y media, hoy día, en cambio, cuando en casi todos los países se ha avanzado considerablemente en ese aspecto, el foco se ha trasladado de la cobertura a la calidad de la educación32. También al propósito de adecuar la educación al nuevo escenario comunicativo, tecnológico y cultural. Predomina, en esta ola de reformas, como enfoque teórico, el constructivismo: se piensa que el alumno es el que tiene que crear su propio conocimiento y el profesor es un mediador o un facilitador. Se pretende una educación más formativa que informativa, más dialogante e interactiva que jerárquica y autoritaria. Si en el pasado bajo la égida del Estado–nación, el sistema partía de la base de que la unidad del país implicaba la uniformidad cultural de sus ciudadanos, hoy día se trabaja en una dirección diferente y hasta opuesta. Dentro de un marco general compartido se enfatiza la idea de promover proyectos educativos regionales y locales, incluso específicos a cada establecimiento. Se parte de la premisa de que el proyecto educativo debe considerar y tomar en cuenta las

32 . Según datos de UNICEF, la matrícula primaria neta masculina y femenina para 1990-1996 alcanza en América Latina y el Caribe, las cifras de 89 y 90 respectivamente, en comparación con 98 para matricula masculina y femenina en los países industrializados.

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diferencias culturales de los alumnos, pues es desde ese particularismo cultural que se debe construir el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En el contexto de lo señalado se sitúa la educación intercultural, educación que bajo la égida de las reformas en curso, busca pasar de la indiferencia o el desprecio de las distintas culturas -que caracterizaba al sistema antiguo- a su valorización en el hacer educativo. “Una escuela: diferentes culturas”, es el lema que da título a un libro reciente sobre el asunto.33 En las últimas décadas la mayoría de los gobiernos latinoamericanos le han abierto la puerta o al menos un espacio a la educación intercultural bilingüe, la que al interior del sistema educativo nacional se ha convertido en un tipo de educación especial para un grupo también especial, los indígenas. La educación intercultural bilingüe se propone incorporar en el proceso educativo la lengua y la cultura de un educando que procede de una minoría nacional; el énfasis se ha puesto en los pueblos indígenas. Se propone también asumir y valorizar las diferentes lenguas y culturas que coexisten al interior de los países multiétnicos y multiculturales. México y Perú han sido pioneros en este pensamiento educativo. A diferencia de la educación bilingüe tradicional la educación intercultural deja atrás las visiones de tipo compensatorio de la problemática educativa indígena: las lenguas y las culturas indígenas ya no son vistas como un déficit y una carencia; queda atrás, entonces, esa concepción de la educación bilingüe que la percibía como un instrumento para “civilizar” a los alumnos y llevarlos a satisfacer los requerimientos del sistema educativo hispanohablante de corte occidental34.

La educación intercultural aún cuando se ha desarrollado sobre todo en el trabajo con culturas indígenas no pretende como propuesta quedarse allí. En efecto, ella tiene como tópico central el de las relaciones interculturales, “la educación intercultural debiera hacerse extensiva al sistema escolar en su conjunto, toda vez que la interculturalidad”, el pluralismo y el respeto entre culturas constituye uno de los principales desafíos en los tiempos de la globalización35. La propuesta intercultural conlleva, por lo tanto, planteamientos que la hacen estimable como una propuesta educativa general, aun más: como una propuesta educativa para la democracia en tiempos actuales. La educación intercultural dice relación con la gestión de la diversidad cultural. Sus áreas de interés principales son las culturas de procedencia de los niños (la peculiaridad de cada una y las relaciones entre 33 Francisco Chiodi y Miguel Bahamondes Una escuela, diferentes culturas, Santiago, Chile, 2001. En esta sección recurrimos in extenso al libro de Chiodi y Bahamondes. 34 Francisco Chiodi y Miguel Bahamondes, op.cit.35 Francisco Chiodi y Miguel Bahamondes, op.cit.

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ellas), así como la formación de estos niños para que sean ciudadanos de un mundo pluricultural y globalizado. De este modo –desde la perspectiva del constructivismo- se hace de la cultura de pertenencia del niño un recurso educativo. El enfoque intercultural se propone así promover la identidad, y defender los derechos específicos de grupos étnicos o minorías nacionales. Se propone también buscar formas de integración interétnica no asimilacionista. Su perspectiva peculiar es educar el diálogo con las diferencias culturales y preparar a las nuevas generaciones a relacionarse con mundos distintos del propio y, en términos más amplios, contribuir desde lo educativo a instaurar una ética pluralista y de respeto al otro. Son planteamientos que hacen de la propuesta de educación intercultural una propuesta de educación para la democracia, en sentido amplio. Una educación perfectamente funcional a lo que hemos señalado en las secciones anteriores de este trabajo: a la valorización de la diversidad cultural, y al fortalecimiento de las identidades de los sectores indígenas y de los núcleos de población de origen foráneo.

Ahora bien, se trata fundamentalmente de ideas (o sí se quiere: de ideales), que se articulan con la propuesta de un curricula multicultural, ideas o metas que alimentan la mayoría de las reformas educativas en curso en América Latina. En términos operativos, lo que hay son algunos proyectos pilotos de educación intercultural funcionando en distintos países, marcos curriculares y libros de textos que ya han integrado estas ideas, y una puesta en práctica gradual de ellas en escuelas que operan en zonas con alta población indígena en México y en Perú, pero también en Guatemala, Bolivia y el sur de Chile. Los gobiernos -con el apoyo de algunas organizaciones supranacionales- han licitado también estudios tendientes a avanzar e implementar la educación intercultural. Es un hecho, sin embargo, que los procesos de reforma van lentos y que cojean en varios aspectos. El presupuesto y la inversión en educación de la mayoría de los países de la región son todavía insuficientes, y distan mucho de lo que destinan a este rubro los países desarrollados. Por otra parte, las reformas educativas, incluyendo la propuesta de educación intercultural, han sido básicamente cuestión de “expertos”, de “especialistas” que a veces carecen de experiencia de aula y por ende sus planteamientos no han logrado todavía hacerse carne en la masa del profesorado. De hecho, una de las críticas que se le hace al proceso de reformas en curso, en varios países, es que ha sido muy superestructural y poco participativo, y que en términos de perfeccionamiento del profesorado queda mucho y casi todo por hacer. Hay también insuficiencias respecto a las nuevas tecnologías y a la productivización de la informática educativa.

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Lo que no cabe duda, sin embargo, es que estas nuevas propuestas educativas resultan fundamentales para preservar la diversidad cultural, para fortalecer las identidades y para navegar en la globalización. Desde este punto de vista algunos de los diversos agentes que hemos señalado: Estados, Organismos Supranacionales y Sociedad Civil deben aunar sus esfuerzos para el avance de las reformas educativas y para hacer realidad los nuevos planteamientos.

Las industrias culturales: el talón de Aquiles

Las industrias culturales son el caballo de batalla de la globalización y el talón de Aquiles (o el triángulo de las Bermudas) de la diversidad cultural. Entendemos por industrias culturales todo el sector de bienes y servicios culturales que son producidos según criterios industriales y mercantiles, vale decir, en serie y aplicando una economía de escala. Se trata, entre otras, de la industria de la música, de la industria del cine y el audiovisual, de la industria editorial, de la industria de la prensa y de la industria televisiva. En la actualidad las industrias de la cultura y la comunicación representan a escala mundial uno de los sectores económicos más estratégicos en materia de inversiones de capital y el de mayor crecimiento relativo en términos de empleo. No es casual, entonces, que en casi todas estas industrias algunas transnacionales asentadas en Estados Unidos ejerzan un rol dominante en el mercado mundial. El sector específicamente cultural representa para ese país más del 6% del P.B.I y emplea a 1.300.000 personas36. Se afirma que la industria del entretenimiento es hoy día la fuerza impulsora de las nuevas tecnologías, como antes lo fue la defensa. Las industrias culturales han sido identificadas como una de las mega tendencias actuales de mayor crecimiento. A nivel mundial las cifras de gasto o consumo cultural y el tiempo que se dedica a la cultura han crecido en proporciones geométricas. La transnacionalización, la concentración de la propiedad y la integración vertical entre empresas de distinto rubro, son los rasgos distintivos de las industrias culturales en la globalización. En América Latina el sector de las industrias culturales es significativo: en el período 1980-1992 supero los 10 mil millones de dólares anuales, sin embargo al examinar hacia donde van las ganancias del sector, migran hacia las empresas

36 .Octavio Getino “Aproximación a un estudio de las industrias culturales en el Mercosur”, Documento de trabajo, Seminario Internacional, Santiago, Chile, mayo, 2001.

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transnacionales que controlan los derechos de propiedad y la distribución y por lo tanto las ganancias37.

En el campo de la música, por ejemplo, el mercado está dominado por un reducido número de empresas transnacionales. Son 6 que ya deben ser 5, pues dos de ellas están en pleno proceso de fusión: BMG, Emi, PolyGram, Universal, Sony Music y Warner Music. En España estas empresas controlan el 70 % del mercado discográfico y en América Latina son responsables del 80 % de la facturación. Las transnacionales de la música y sus filiales o subsidiarias producen el 90 % de todos los CDs, cassettes y videos con música que circulan lícitamente en el globo. Con alrededor de 2600 millones de dólares de venta anual, América Latina representa el 6.2 % del mercado mundial de la música. Europa el 33.9 %, Estados Unidos el 32.6% y Asia el 22.7 %.

La industria de la música en América Latina sigue dos tendencias básicas:

1. Con excepción de algunas disqueras nacionales de gran proyección (las mexicanas Musart y Fonovisa y la brasileña Sigla) las empresas transnacionales controlan el mercado y cada vez más amplían su dominio mediante la absorción de disqueras nacionales.

2. Sin embargo, los mercados siguién siendo nacionales, en la medida que difieren de país en país. Esta situación obliga a las transnacionales a descentralizar la gestión, y a trabajar paralelamente para un mercado regional desde Miami, ciudad que funciona como eje integrador entre el mercado latinoamericano y el mercado para la música latina en los Estados Unidos38.

Se trata de una industria que opera también con todos los mecanismos del marketing y de la cultura de masas: los video clips, el billboard, los premios grammy, el star system etc. Descontando el problema de la piratería, que en algunos países como Bolivia y Perú alcanza cifras alarmantes, las transnacionales de la música han tenido gran éxito en América Latina, pues se trata de uno de los mercados con más alto crecimiento de año en año. En términos de expresividad musical diversa, en cambio, las empresas

37 . Néstor García Canclini Las industrias culturales en la integración latinoamericana, Buenos Aires, Argentina, 19999.38 . George Yúdice “La industria de la música en la integración América Latina-Estados Unidos” en Néstor García Canclini, Carlos Moneta (coordinadores) Las industrias culturales en la integración latinoamericana, Buenos Aires, Argentina, 1999.

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dejan afuera todo lo que no tiene un nicho o un mercado asegurado, por ejemplo, sectores como la música de raíz indígena o de apelación identitaria, o la música docta o alternativa de compositores latinoamericanos.

En lo que respecta a la industria del cine y el audiovisual los desequilibrios entre la producción endógena y la foránea son contundentes. En un encuentro de Asociaciones Profesionales de la Cultura realizado en Montreal, en septiembre del 2001, los profesionales del audiovisual de los países asistentes (Argentina, Brasil, Canadá, Chile y México, entre otros) diagnosticaron una cifra común: el 90% del mercado de distribución de cine, TV y videos está consagrado a la producción audiovisual norteamericana. La industria de cada país debe sobrevivir por lo tanto con el 10% restante de espacio de mercado, lo que sin duda dificulta su desarrollo39. En ciudad de México, casi el 80 % de la oferta de cintas en los videoclubes son de cine norteamericano, el cine europeo, incluido el español, apenas alcanza al 10%, y el cine mexicano y latinoamericano el otro 10%.40 En el caso de Chile, durante el 2000 se estrenaron 225 películas, 14 películas chilenas (6%), 195 norteamericanas (87%) y 16 de otros países (7%). El 7 % de cine de otros países proviene fundamentalmente de Europa, pero el mismo se exhibe de preferencia en circuitos de cine arte. Sin embargo el problema más grave que atraviesa el cine en América Latina son los monopolios de la distribución y circulación. No es buen cine lo que escasea, lo que escasean son unas políticas de distribución que permitan la circulación del cine latinoamericano. Resulta absurdo que se pueda ver más cine latinoamericano en San Francisco, Lyon o Barcelona que en Bogotá, Caracas o Santiago.

Hoy en día y cada vez más la existencia social y la identidad pasan por el lenguaje audiovisual y por la pantalla. La constitución de un “nosotros” latinoamericano, caribeño o centroamericano y de cualquier país del continente, requiere de ese lenguaje. Desde esta perspectiva, la industria cinematográfica y la industria televisiva son industrias prioritarias en términos de identidad. Por otra parte son industrias en que lo latinoamericano apenas está presente, salvo en algunos géneros como la telenovela. El porcentaje de producción foránea que circula por las pantallas de televisión y cine no guarda ninguna relación con el porcentaje de producción endógena. La creación audiovisual referida a temas latinoamericanos o en idiomas nativos, o ambientada en América Latina, es muy escasa. Ello incide, sin duda, en 39. Documentos de la Coalition pour la diversité culturelle, Montréal, Canada, 2001.40. Jesús Martín Barbero, “Las transformaciones del mapa: Identidades, industrias y culturas” en América Latina: un espacio cultural en el mundo globalizado, Manuel Antonio Garretón (coordinador), Bogotá, Colombia, 1999.

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nuestra auto imagen como latinoamericanos y también en el modo como nos perciben los otros. Los países con mayor capacidad de producción y comercialización de productos y servicios culturales, no sólo logran reafirmar la identidad cultural y los imaginarios colectivos de sus pueblos, sino que, a la vez, están en mejores condiciones para influir en otras identidades e imaginarios. “Las imágenes de USA son –dice Octavio Getino- tan abundantes en la aldea global que es como si en vez de emigrar la gente a Norteamérica, ésta hubiese emigrado al mundo, permitiendo que la gente aspire a ser estadounidense incluso en los países más remotos”.41

A algunos estudiosos latinoamericanos les preocupa también el desequilibrio que se advierte en Internet o en la industria digital: “la asimetría en el acceso a la cultura de países centrales y periféricos se acentúa –señala Néstor García Canclini- con las tecnologías de avanzada: las redes de Internet en las que algunos ven una oportunidad de incrementar la participación social, según datos de 1998, cuentan en USA, con más de 20 millones de sitios, en cambio los países latinoamericanos con mayor participación Brasil y México, sólo cuentan con 117.200 y 41.659, respectivamente. En USA son usuarios de la red el 25 % de la población en América Latina, en cambio, no alcanza al 2%”42 Se estima que no más del 2% de los documentos disponibles en Internet están en idioma español.

Tal como repara uno de los asistentes al encuentro de Montreal, no se trata de aislarse de los flujos mundiales “ni de cerrar fronteras y censurar producciones de otros rincones del mundo a favor de la producción local, al contrario. Quienes propugnamos la diversidad cultural, lo hacemos en defensa de guardar espacios para la creación local como también para la creación de otras latitudes, evitando el camino unidireccional USA y/o multinacionales hacia el resto del mundo. Se trata de la libertad de poder ver lo propio y lo del otro”, de “buscar un equilibrio que evite que la mundialización golpee sin contrapesos la creación y las identidades locales y regionales”.43

Ahora bien, las industrias culturales no sólo deben contemplarse como un importantísimo sector de la economía globalizada, son también, como las llamó un estudioso alemán (con un cierto dejo de la Escuela de Francfort): “industrias de la conciencia”. El crecimiento constante en volumen transado de estas industrias implica una inflación de la cultura de 4141. Octavio Getino, op.cit. 42 .Néstor García Canclini La globalización imaginada, op. cit.43 . Paulo Slachevsky “La diversidad cultural en peligro. La cultura en los acuerdos de libre comercio” Rocinante, 41, Santiago, Chile, noviembre, 2001.

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masas, del “best seller”, de aquello que tiene un nicho de mercado asegurado y que obedece con frecuencia a fórmulas predigeridas, en menoscabo de una creatividad fresca, más imaginativa y arriesgada. Creemos que cualquier diagnóstico sereno debe convenir que en el escenario globalizado la cultura artística de mayor elaboración o de carácter alternativo está hoy día amenazada. Por ejemplo, por las dinámicas de la industria editorial, géneros artísticos que no son masivos, como la poesía, corren el riesgo de quedar sin posibilidades de circulación. Incluso la propia palabra escrita se ve actualmente amenazada por la preponderancia de la imagen audiovisual, que siempre será lo que tiene mayor mercado. Se trata de una situación que en cierta medida nos empobrece culturalmente, de hecho quienes laboramos en la Universidad hemos podido constatar como de modo creciente las nuevas generaciones han ido deteriorándose en términos de manejo de lenguaje y capacidad expresiva.

De todo lo señalado se desprende la necesidad de fortalecer y desarrollar las industrias culturales en América Latina, industrias culturales que junto con operar con criterios mercantiles deben orientarse también por criterios de bien público y de preservación de la diversidad cultural y estética. Se trata de una tarea que requiere de la colaboración del Estado, de las asociaciones profesionales, de la sociedad civil y del sector privado, tanto al interior de cada país como entre los distintos países del continente. Al Estado le compete en primer lugar recopilar información y darle tratamiento estadístico a los distintos rubros de las industrias culturales, para que así se puedan implementar políticas realistas y bien fundadas. A los distintos Estados les compete también un rol –junto con el sector privado- en el desarrollo de las industrias culturales nacionales, buscando un grado de complementariedad entre el sector privado y el sector público, entre los intereses y beneficios económicos y los intereses y beneficios culturales. En particular les compete este rol con respecto a la industria del cine, cuyo despegue en las actuales condiciones de desequilibrio resulta imposible sin un apoyo del Estado. Les compete, por lo tanto, generar marcos legales propicios al desarrollo de determinados sectores de las industrias culturales, y establecer al respecto políticas de estímulo coherentes y continuas en el tiempo. También le corresponde en políticas culturales un rol fundamental a la sociedad civil. Por una parte ejerciendo sus derechos comunicativos y culturales y por otra organizándose y ejerciendo presiones o trabajando en conjunto con los otros agentes para que el Estado ejerza un papel regulador en función del bien común. Si los cineastas o trabajadores audiovisuales no se movilizan es muy posible que no se tenga nunca por parte del Estado una

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política audiovisual con las características que hemos señalado. En general los Estados latinoamericanos han carecido de políticas públicas con respecto a las industrias culturales, en parte, como señala Jesús Martín Barbero, porque las políticas culturales se han concentrado en conservar patrimonio y promover las artes de élite, desconociendo por completo el papel decisivo de las industrias audiovisuales en la cultura cotidiana de las mayorías44.

Las políticas públicas en el campo de las industrias culturales son específicas a cada sector (por ejemplo las políticas de desarrollo de la industria editorial serán distintas de las políticas para el cine, para la música etc). Todas tienen sin embargo un objetivo común: apoyar el desarrollo de esas industrias e incentivarlas para que junto con obtener un beneficio económico legítimo se hagan cargo, en alguna medida, de una función social: servir de vehículo para la expresividad cultural y artística diversa de cada país y del continente.

Ahora bien, para cumplir este designio se requiere atender de modo urgente las cuestiones vinculadas a la liberalización del intercambio comercial y a las negociaciones y tratados económicos en curso. En diversas reuniones y foros internacionales, tanto europeas como latinoamericanas, han surgido al respecto dos posturas. Estados Unidos ha dejado entender que no es partidario de excluir de las negociaciones (que buscan liberalizar el intercambio) a la cultura. Al no excluir ni darle excepcionalidad a la cultura Estados Unidos defiende sus intereses económicos, pues se trata de un sector que tiene gran significación para ese país y también en términos de empleo. Francia, Canadá y algunos países latinoamericanos están preocupados por el tema, sostienen que la cultura ejerce un rol en términos de identidad y ciudadanía, que es importante acceder a una amplia oferta de productos y creaciones culturales, pero una oferta cultural en que los productos y creaciones locales se equilibren con los extranjeros. De modo general los acuerdos de comercio internacional se proponen liberalizar al máximo el comercio entre los países signatarios, eliminando toda restricción o impedimento directo o indirecto de acceso al mercado de bienes o productos comercializados entre tales países. Se estipula explícitamente que no se puede imponer a empresas extranjeras un tratamiento que sea discriminatorio con respecto a las empresas nacionales. En esta perspectiva sería imposible, por ejemplo, resguardar cuotas de pantalla para la producción audiovisual del continente. La postura contraria esgrime la idea de la excepcionalidad de la cultura, la que se justifica por que el libre juego del mercado por si solo no puede asegurar la diversidad cultural, y menos aun en

44 . Jesús Martín Barbero “Las transformaciones del mapa: identidades, industrias y culturas” op.cit.

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la era de la globalización, de allí la necesidad de políticas culturales que aseguren este equilibrio y propendan a la diversidad cultural.

Por otra parte los tratados regionales o subregionales de comercio, como el MERCOSUR o el mercado común de Centroamérica, ofrecen oportunidades para establecer alianzas y buscar acuerdos que permitan eliminar las trabas y generen un amplio intercambio de bienes y servicios culturales en la región Un intercambio que abarque la industria fonográfica, la producción de espectáculos, los derechos de autor y conexos, el área del libro y su circulación, el área audiovisual y del cine y sobre todo coproducciones y acuerdos de distribución, comercialización y exhibición. Dada la importancia creciente de las industrias culturales de las que –para bien o para mal- depende el paisaje contemporáneo de la cultura, no cabe duda que queda todavía mucho por hacer en el área de políticas públicas relativas a estas industrias, políticas que contribuyan a restablecer los equilibrios y a resguardar la diversidad cultural.

Consideración final

Hemos realizado un amplio recorrido sobre el tema de la globalización y los desafíos que ella plantea a la cultura de América Latina. Más que un conjunto de recetas puntuales para abordar el impacto de esa confluencia (tarea que habría sido pretenciosa e imposible), hemos intentado socializar un lenguaje que permita hablar sobre ella, compartir enfoques, diagnósticos, reflexiones y problemas, de modo que desde allí se pueda orientar la formulación y puesta en marcha de estrategias y políticas para asumir los desafíos que nos plantea el nuevo escenario. Estamos conscientes de que hay temas importantes que hemos dejado afuera, como por ejemplo el de las culturas populares y la cultura de masas. Por razones de espacio sólo los insinuamos por aquí y por allá. Con respecto a los sectores que sí hemos recorrido -pueblos originarios, culturas de ancestro, educación intercultural e industrias culturales- hemos sugerido estrategias y cursos de acción, sustentadas en el convencimiento de que las políticas públicas en pro de la cultura y la diversidad cultural son posibles, necesarias y en algunos casos hasta urgentes. Se trata de políticas que están llamadas a enfrentar los desafíos que conlleva una etapa distinta de construcción de la nación, la etapa de una nueva escenificación del tiempo nacional: la de un mundo globalizado.

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