Dios Me Sustenta Cada Dia

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Dios me sustenta cada día por Silvia Inés Sendín « Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Rom. 8:28). Hace un par de años, en un examen de rutina, me detectaron un incipiente carcinoma mamario. Como por experiencia o por referencia las vicisitudes de la enfermedad son bastante conocidas, no entraré en detalles. Hablaré de las consecuencias. Aun después de haber terminado con la radioterapia y otros tratamientos aleatorios con sumo éxito, me sentía débil y deprimida. Había superado la enfermedad pero la energía puesta en ello me había agotado. Mi relación con Dios estaba enrarecida, así como el trato con mi familia y amigos, si bien todos ellos me habían acompañado y fueron mi sostén en todo momento. Sentía que ya no era la misma persona, que mis objetivos de desarrollo profesional, económico y de vida en general no me completaban. Mi proyecto de vida había sucumbido ante la situación límite, ante la posibilidad de la muerte. De pronto, a los 48 años, yo, que siempre había estado tan segura de mí misma y de mi plan de vida me encontraba desorientada, vacía, desmotivada, triste, deprimida, con ataques de pánico, sin voluntad y con todos los atributos negativos imaginables. Si bien leía la Biblia y oraba, lo hacía más por costumbre que por convicción, aunque siempre con la esperanza de encontrar algún mensaje de Dios que me llegara al corazón y me permitiera salir de ese letargo, de ese tan mentado «vacío existencial». Hasta que un día leyendo Romanos, hubo unos versículos que me connotaron de manera especial: «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. … Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Rom. 8:26-28). Esto me hizo pensar que lo que me había sucedido era para mi bien, que en mi confusión y debilidad no sabía ni qué ni cómo pedirle a Dios, pero que la promesa es clara: el Espíritu me ayuda en mi debilidad e intercede por mí para pedir lo que me conviene. Y el Espíritu me guió hacia la lectura de otros versículos que confirmaban lo que acababa de descubrir como: «Por lo tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria» (2 Cor. 4:16-17). He aquí otra promesa: esta aflicción no sería eterna, como a mí me parecía, sino temporaria y

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  • Dios me sustenta cada dapor Silvia Ins Sendn

    Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Rom. 8:28).Hace un par de aos, en un examen de

    rutina, me detectaron un incipiente carcinoma mamario. Como por experiencia o por referencia las vicisitudes de la enfermedad son bastante conocidas, no entrar en detalles. Hablar de las consecuencias.

    Aun despus de haber terminado con la radioterapia y otros tratamientos aleatorios con sumo xito, me senta dbil y deprimida. Haba superado la enfermedad pero la energa puesta en ello me haba agotado. Mi relacin con Dios estaba enrarecida, as como el trato con mi familia y amigos, si bien todos ellos me haban acompaado y fueron mi sostn en todo momento.

    Senta que ya no era la misma persona, que mis objetivos de desarrollo profesional, econmico y de vida en general no me completaban.

    Mi proyecto de vida haba sucumbido ante la situacin lmite, ante la posibilidad de la muerte.

    De pronto, a los 48 aos, yo, que siempre haba estado tan segura de m misma y de mi plan de vida me encontraba desorientada, vaca, desmotivada, triste, deprimida, con ataques de pnico, sin voluntad y con todos los atributos negativos imaginables.

    Si bien lea la Biblia y oraba, lo haca ms por

    costumbre que por conviccin, aunque siempre con la esperanza de encontrar algn mensaje de Dios que me llegara al corazn y me permitiera salir de ese letargo, de ese tan mentado vaco existencial.

    Hasta que un da leyendo Romanos, hubo unos versculos que me connotaron de manera especial: Y de igual manera el Espritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qu hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien (Rom. 8:26-28).

    Esto me hizo pensar que lo que me haba sucedido era para mi bien, que en mi confusin y debilidad no saba ni qu ni cmo pedirle a Dios, pero que la promesa es clara: el Espritu me ayuda en mi debilidad e intercede por m para pedir lo que me conviene.

    Y el Espritu me gui hacia la lectura de otros versculos que confirmaban lo que acababa de descubrir como: Por lo tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de da en da. Porque esta leve tribulacin momentnea produce en nosotros un cada vez ms excelente y eterno peso de gloria (2 Cor. 4:16-17).

    He aqu otra promesa: esta afliccin no sera eterna, como a m me pareca, sino temporaria y

  • con una finalidad positiva que mejorara mi vida y mi relacin con Dios.

    Y as comenc a recuperar la fe, la confianza y la esperanza que fueron la base para volver a tener paz y gozo.

    Este cambio no fue algo mgico y acabado, que dur para siempre, sino que es una tarea de cada da. Cada maana cuando me levanto, a veces con angustia, hablo con Dios, leo Su Palabra, me refugio en Sus promesas, le pido que me abrace, que me proteja de esa sensacin de desamparo y le ruego que Su poder se manifieste en este aspecto que es mi debilidad.

    Slo as siento que puedo salir a mi trabajo y hacerlo bien, estar con mi familia y amigos dando y recibiendo afecto, enfrentar los problemas cotidianos de manera positiva, tratar con las personas que conozco circunstancialmente y transmitirles un mensaje de vida, caminar por la calle sin temor y volver a la noche a casa, segura de que en cada momento Dios est conmigo.

    Entregu a Dios mi voluntad o, lo que es lo mismo, mi mente y mi corazn para que estuviera unida a la de l en todos los sucesos de mi vida.

    Tuve que pasar por esa sensacin de vaco para llenarme de Dios quien me hizo sacar del pozo de la desesperacin puso mis pies sobre pea, y enderez mis pasos. Puso luego en mi boca cntico nuevo (Sal. 40:2-3).

    Hoy tengo un nuevo proyecto de vida, redimension mis prioridades para no volver a enfermarme y puedo decir, porque lo experiment, que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardar vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jess (Fil. 4:7).

    Para mis queridas hermanas que estn pasando por diversas dificultades les recuerdo lo que escribe el apstol San Pedro: Aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho mas preciosa que el oro sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo (1 Ped. 1:6-7). Amn.

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