Dios Vuelve en Una Harley- El Regreso

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5/19/2018 DiosVuelveenUnaHarley-ElRegreso-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/dios-vuelve-en-una-harley-el-regreso 1/28  DIOS EN UNA HARLEY: EL REGRESO Respondiendo a una llamada silenciosa, Dios regresa cuando más se lo necesita JOAN BRADY Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN Para descargar de Internet: “ELEVEN” – Biblioteca del Nuevo Tiempo Rosario – Argentina  Adherida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nu Libros de Luz:  http://librosdeluz.tripod.com 

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Autoestima. Integridad. Confianza

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    DIOS EN UNA HARLEY:EL REGRESO

    Respondiendo a una llamada silenciosa, Dios regresa cuando ms se lo necesita

    JOAN BRADY

    Este libro fue pasado a formato digi tal para facilitar la difusin, y con el propsi to deque as como usted lo recibi lo pueda hacer llegar a alguien ms. HERNN

    Para descargar de Internet: ELEVEN Biblioteca del Nuevo Tiempo

    Rosario Argentina

    Adher ida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nuLibros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com

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    Dios en una Harley: El Regreso2002, Joan Brady.Digitalizador:Nascav (Espaa)L-08 20/12/03

    Dios en una Harley: El regreso2002 BY JOAN BRADY

    By nascav

    CONTRAPORTADA

    Antes de conocer a Jim y enamorarse de l, Christine se haba enamorado de su msica.Ahora es su marido, y est claro que nunca llegar a ser una estrella del rock. Su situacineconmica no es muy buena. Ha pasado mucho tiempo desde que Dios la visit bajo lainslita apariencia de un joven montado en una Harley Davidson- para indicarle el caminohacia la felicidad con sus palabras sencillas y sabias. Tanto, que casi le parece un sueo.Cuando se cas con Jim estaba segura de que jams volvera a sentirse sola. Sin embargo,el fuego de la relacin se ha extinguido y percibe, con inquietud, que la vida se le escapa delas manos. Se siente insegura en su papel de madre, agotada, desilusionada e insatisfecha.La angustia que se acumula en su pecho est a punto de ahogarla. Ha olvidado que tiene unamigo que nunca la abandonar y que responder a su llamada silenciosa

    UNO

    A las cuatro y media de la madrugada, me levant de la cama y me vest apresuradamente en la oscuridad.En fin, si es que a eso se le puede llamar vestirse. De hecho, alargu el brazo para agarrar el sujetador, me loabroch en la cintura y luego me lo sub y pas los brazos por los tirantes. Todo sin quitarme la enormecamiseta turquesa con la que dorma. Despus me embut en unos pantalones cortos de deporte, de esoselsticos, mientras meta los pies en un par de sandalias antediluvianas, que ya se haban amoldado a misjuanetes.

    Ech una rpida mirada a la amodorrada masa de extremidades y pelo alborotado que era mi marido(aunque yo no debera hablar demasiado). El ojo inexperto podra creerlo casi en estado vegetal, pero yo sabapor aos de experiencia que hasta la ms ligera llamada de los nios le haca saltar de la cama disparado. Esbueno para eso.

    Me cepill los dientes a la tenue luz de las farolas de la calle, que se filtraba por la ventana del cuarto debao. Despus busqu a tientas un bote de crema hidratante y me unt una fina capa en la cara. Con las llavesbien agarradas para que no hicieran ruido, me dirig de puntillas hacia el portal, sorte a la perra todavadormida y sal a la bochornosa y hmeda maana de Nueva Jersey.

    Silenciosamente, pas junto a la camioneta de Jim, de principios de los ochenta, y me fij en que estabaaparcada en un ngulo algo raro. Mir por la ventana de atrs y vi que no haba descargado los instrumentosmusicales despus del concierto de la noche anterior en el Harold's. Eso slo poda significar dos cosas: quehaba llegado a casa mucho ms tarde de lo normal y demasiado cansado para descargar el equipo o que sehaba tomado unas cuantas copas con los chicos despus de cerrar.

    Probablemente ambas cosas.

    Como de costumbre, la noche anterior yo haba aparcado mi Toyota junto al bordillo, lo ms lejos posible dela caja de cerillas que tenamos por casa. Siempre me levanto temprano para hacer la compra en lossupermercados que estn abiertos toda la noche y no quiero que el ruido del viejo motor despierte a los nios.Joey tiene nueve aos y Gracie, siete, y para su edad tienen el sueo sorprendentemente ligero.

    Gir la llave en el contacto y automticamente apagu la radio. A buen seguro, se sera el nico momentodurante las prximas veinticuatro horas en el que tendra garantizada una absoluta soledad, y mi intencin eradisfrutar de cada uno de sus segundos. Nunca pens que llegara el da en que me gustara hacer la compraen plena noche, pero esta extraa rutina se haba ido convirtiendo con los aos en un ritual sagrado para m,una especie de cita conmigo misma.

    Me recog el pelo con una goma y part hacia las calles todava desiertas y oscuras. En lo alto de la colinadobl a la derecha a la altura de una seal que deca: Vuelva pronto a Neptune City, y que siempre me hahecho gracia, porque a slo unas cuantas manzanas hay otra en la que se lee: Bienvenido a Neptune City.Como en muchas de las pequeas localidades costeras que se extienden a lo largo de la costa de Jersey, si

    estornudas un par de veces mientras conduces, puedes atravesar literalmente toda una poblacin sin nisiquiera enterarte.Las minsculas poblaciones que bordean la costa son como las piezas de un complicado rompecabezas. El

    litoral de Jersey a menudo pasa desapercibido bajo la sombra gigantesca y algo opresiva de las tres grandes

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    ciudades que lo rodean: Filadelfia al oeste, Nueva York al norte y Atlantic City al sur, por no mencionar lacapital de la nacin, un poco ms al sur. Yo siempre he credo que para llegar a percibir realmente los maticesque ofrece esta zona tan hermosa y pintoresca, se requiere cierto grado de sofisticacin. Por ejemplo, la mayorparte de la poblacin del cercano municipio de Ocean Grove est compuesta por ancianos; de ah que lallamen Ocean Grave.*

    Sin embargo, aunque muchas de esas poblaciones tengan nombres estrafalarios, no hay nada vulgar en elmodo en que el sol asoma su ardiente cabeza por el horizonte en Avon-by-the-Sea, o en la forma en que laluna proyecta un camino plateado sobre el agua en Bradley Beach, o en cmo las estrellas decoran el cielo,claro y sin contaminar, de Neptune City.

    stos son los pensamientos que me pasaban por la cabeza mientras conduca sin prisas hacia las brillantesluces de nuestro magnfico supermercado recin abierto, el Shop-Well. A pesar del crnico y grave estado defalta de sueo en el que vivo, esa hora de la madrugada parece despertar una faceta tmida y reservada de mialma. Disponer de un rato para pensar es como tener el mundo para m sola. A esta hora, el da todava es unrecin nacido, cargado de paz, promesas y potencial: de todas esas cosas que recuerdo que senta hace unmilln de aos, cuando era joven y soltera.

    Tena treinta y ocho aos cuando me cas, no era ninguna nia, as que s muy bien que mi vida era distintaal frenes que ahora comparto con Jim y los nios. Pero parece que no puedo recordar gran cosa de entonces.El matrimonio y la maternidad han acelerado vertiginosamente el discurrir de mis das hasta el punto de que mivida se ha convertido en una locura de actividad.

    Creedme si os digo que, durante esos primeros treinta y ocho aos de mi existencia, me pasaron un montnde cosas interesantes; cosas sobre las que no he hablado con nadie. Lo poco que todava recuerdo me parececasi surrealista, como si se tratara de un sueo vagamente familiar. A veces me pregunto si todo aquello llega suceder de verdad.

    En aquel entonces, pas por un largo y doloroso perodo de citas con hombres de todo tipo (la mayora deltipo equivocado) antes de acabar tropezando con Jim Ma Guire, un msico prometedor muy popular en lazona. Haba comprado el nico CD que ha grabado cuando lo o una noche en una tienda de msica cercana ala playa. Me haba quedado sorprendida y profundamente impresionada por su belleza. Aunque hasta entoncesno haba odo hablar de Jim Ma Guire, me sent instantneamente atrada hacia l por su msica, como unapaloma mensajera que, de repente, se encuentra cerca de su destino final.

    En aquella poca, yo haca el turno de tres a once en el Centro Mdico Metropolitano y viva en unaromntica casita de playa alquilada. Me haba apuntado a la filosofa del menos es ms y no tena mucho denada. Tal como lo vea, cualquier cosa que no cupiera en el asiento trasero de mi coche no era ms que unestorbo. Por increble que parezca, en aquellos tiempos ni siquiera tena despertador. Me deca que si no eracapaz de levantarme a tiempo para llegar a mi turno a las tres, es que tena problemas mucho ms serios que

    un estilo de vida minimalista. La palabra responsabilidad slo significaba algo durante la semana laboral detreinta y dos horas que haba escogido. Era completamente ajena a conceptos como hipoteca, aparatosdentales y fondos para la universidad; temas que han acabado por consumirme.

    Alrededor de media noche sola dejarme caer por un antro llamado The Cave, donde Jim sola amenizar lanoche con su saxofn. Me enamor de la msica de Jim mucho antes de conocernos, lo cual en aquelmomento consider muy buena seal. Quiero decir que la msica sale de algn lugar del alma, as que encierto modo, me imagin que el alma de Jim llamaba a la ma con su msica, y todo pareca ser perfecto. Noquiero parecer cursi, pero cuando el sacerdote nos declar marido y mujer, un escalofro me recorri laespalda, porque sent la increble sensacin de que Dios mismo haba bendecido nuestro matrimonio.

    Tras convertirme oficialmente en la seora de James Ma Guire, pens que lo peor ya haba pasado. Meavergenza admitirlo, pero supongo que di por sentado que una vez casada con el hombre al que amaba todoira bien. Estaba convencida de que haber encontrado por fin a mi alma gemela sera la clave del xito de mimatrimonio. Una vez superado aquel obstculo, cre ingenuamente que todos los dems componentes de

    nuestra relacin (cosas como el trabajo, el dinero y la familia) iran encajando por s solos en un colage enormey feliz. Entonces no saba que encontrar a tu media naranja es slo una pequea parte de lo que hacefuncionar una relacin. Yo haba credo ciegamente que el amor romntico era la respuesta a absolutamentetodo, y que estar casada significaba que jams volvera a estar sola.

    Qu equivocada estaba.La carrera de Jim no termin de despegar del modo en que haban pronosticado los entendidos en msica

    que corran por la costa. El pblico, amante inconstante, fue desplazando su atencin hacia los roqueros msjvenes que crecan a la sombra de Jim. Aunque l sostena que nunca haba compartido esas grandiosasexpectativas de xito y fortuna, yo not un cambio sutil, casi insignificante, en la conducta de mi marido.Observ que algo se apagaba en su mirada cuando se uni a una banda local y empez a tocar en cualquiersitio que consegua.

    Hacia el final de nuestro primer ao de casados, not que la desilusin iba erosionando la confianza de Jimen s mismo y amenazaba con arrebatarle su talento artstico. Oa su desencanto en las notas que salan de su

    *Tumba ocenica. (N. de la T.)

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    saxo; lo notaba en sus dedos cuando me tocaba de formas que antao me haban hecho temblar; lo saboreabaen los templados besos, que se haban vuelto tan mediocres como su msica. Jim me acus una vez deinterponer un fino velo entre nosotros, un velo que ningn hombre, ni siquiera un marido, poda penetrar. Alprincipio, discrep; quise convencerme de que no era cierto. Sin embargo, creo que tengo que admitir queoculto una pequea parte de m. Es la nica parte que me pertenece por completo, casi como el latido de micorazn, y temo que si la expongo a los caprichos de otro ser humano, podra morir. Quizs eso tambin fueraparte del problema.

    Al mirar atrs y repasar todos estos aos, debo confesar que el lenguaje est en la base de nuestrosproblemas. Jim habla la lengua de la autoexpresin, de los instrumentos musicales y de la libertad artstica,mientras que yo slo entiendo la jerga de la responsabilidad, la productividad y las consecuencias. Supongoque, inevitablemente, nos fuimos convirtiendo en dos extraos en ese territorio al que llamamos nosotros,cada uno hablando en su propio dialecto sin que ninguno de los dos lograra ninguna comunicacin significativacon el otro.

    Al final, y sin hablarlo demasiado, Jim comenz a contribuir a nuestros ingresos dando clases particulares demsica a nios de la rica poblacin vecina de Spring Lake. Ms o menos por aquel entonces di a luz a Joey,pero la llegada de nuestro vigoroso y saludable hijo tampoco contribuy demasiado a elevar los nimos deaquel extrao tan familiar con el que estaba casada.

    Supongo que la cruda prueba de que nuestra relacin estaba agonizando lleg dos aos despus, durantelas semanas agotadoras y grises que siguieron al nacimiento de Gracie. Entonces se hizo palpable que,aunque habamos acordado que me dedicara exclusivamente a la maternidad, haba que hacer algo paramejorar nuestra precaria economa. Ese algo acab siendo el regreso a mi puesto de enfermera a tiempocompleto en el Centro Mdico Metropolitano. A las seis semanas escasas de dar a luz, volv a rastras altrabajo, todava hinchada, dolorida y amamantando a mi hija.

    Entr en el turno de da de la unidad de ortopedia, tambin conocida como cementerio de elefantes, dondetrabajo desde entonces.

    En esta unidad siempre hay puestos vacantes, porque conlleva uno de los tipos de enfermera menosatractivos que existen: el trabajo agotador de levantar y dar la vuelta a pacientes ancianos con la cadera rota.All es donde las enfermeras se ganan los juanetes y los dolores de espalda, y yo he conseguido ambos yahace tiempo. A los cuarenta y uno, pensaba que era demasiado vieja para ese trabajo, pero saba que no mequedaba otra opcin.

    Supongo que me convert en enfermera de la misma forma que me convert en madre: simplemente parecalo ms natural. Senta que era lo que se esperaba de m y jams lo cuestion, al menos no hasta que me dicuenta de que tendra que compatibilizar ambas cosas. Con toda sinceridad, creo que fue entonces cuando enalgn oscuro recoveco empezaron a nacer las primeras semillas de resentimiento.

    A altas horas de la noche, iba de arriba abajo con una nia berreando porque tena clicos, mientras Jimtocaba con su banda, supuestamente, para ganarse la vida. La idea que Jim tena del trabajo era tocar lamsica que le gustaba y dejarse adular por un pblico de chicas jvenes e idealistas, que soaban con cazar auna estrella del rock.

    Como haca yo en mis tiempos.Miraba el reloj continuamente, contando los minutos, hasta que l llegaba a casa. En cuanto entraba por la

    puerta, le pasaba la nia y as poda derrumbarme en la cama para disfrutar de un descanso ms que merecidoantes de levantarme a las cuatro y media y volver a empezar de nuevo.

    Gracie siempre se calmaba enseguida en los brazos de su padre y, por alguna razn, aquello me molestabaprofundamente. Pronto senta cmo el colchn se hunda del lado de Jim cuando l se meta en la cama y caainmediatamente en un sueo tranquilo y apacible, mientras yo segua all despierta, nerviosa y alterada. Creoque fue entonces cuando me di cuenta de que la pasin se haba evaporado de nuestro matrimonio y yo nosaba dnde haba ido a parar. Lo nico que saba era que me senta triste, cansada y abandonada. El fuego

    de nuestra relacin se haba apagado y me planteaba si tendra o no la energa o la voluntad suficiente paraavivarlo.Ya hace siete aos que las cosas van as. No nos peleamos. Bueno, no demasiado. Simplemente parece que

    hemos creado un sistema que los libros de biologa seguramente calificaran de simbitico. El caso es quesobrevivimos econmicamente, y los nios parecen ajenos al hecho de que sus padres van por la vida con unaenorme herida abierta en el pecho, all donde tenan el corazn.

    Y all estaba yo de nuevo, preparada para recorrer los pasillos del supermercado nocturno como una leonamadre a la caza del desayuno para sus cras. Hay algo instintivo, casi primitivo, que se despierta en mi interioren cuanto entro en el aparcamiento del Shop-Well y repaso mentalmente la lista de productos que Jim y mispequeos necesitarn por la maana.

    Como las compaeras y las madres de la mayora de las especies, dejo mis necesidades para el final de lalista con el objetivo de abastecer primero a mi familia. Si se me olvida algo o si estoy demasiado hecha polvopara acabar la compra, al menos, me quedo tranquila sabiendo que no ser yo quien protagonice una rabieta ni

    derrame una lgrima de decepcin por haber olvidado un par de medias o una caja de tampones. Por algunarazn, esa seguridad me hace sentir mucho ms tranquila.Dobl a la izquierda para entrar en el aparcamiento y pas despacio por delante de las plazas de

    minusvlidos y de las motos que estaban aparcadas delante de la entrada del supermercado. Una ola de

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    nostalgia me tom por sorpresa y me golpe con fuerza. Jim tena una moto, una Harley-Davidson, de hecho.Como si acabara de darle el pie para su entrada en escena, repar en un hombre de pelo largo que embutauna bolsa de comida en la cartera de piel de su moto. Satisfecho por tener su compra en lugar seguro, secoloc el casco y puso en marcha el poderoso motor de aquella preciosa mquina. Su novia trep detras de ly desliz sus brazos jvenes y torneados alrededor de la cintura dura y musculosa del hombre. l dio gas y ellase agarr con fuerza mientras se alejaban por la carretera como un animal salvaje, agazapado a punto deatacar. Sent un estremecimiento. sa era yo, pens con melancola. Hace un milln de aos y con diez kilosmenos, pero sos ramos Jim y yo.

    Un recuerdo poderoso flot ante m como un perfume seductor que me reanim y me puso alerta, perodespus se disolvi en el aire hmedo, clido e inmvil. Por un maravilloso y efmero momento, record cmoera sentirse en forma, guapa, descansada e ilusionada por la vida. Cmo haba podido perder aquellasensacin? Dnde se haba escondido? Adems, como seguramente nunca dispondra del tiempo ni eldinero necesarios para ir de nuevo a un gimnasio, sera posible recuperar el optimismo y la sensacin debienestar? Llegu a la conclusin de que, como con tantos otros cambios en mi vida, tendra que tratar deaceptar mi envejecimiento fsico con cierta dignidad.

    Suspir profundamente y aparqu mi viejo y cansado Toyota en un hueco cercano al guardia de seguridadflacucho que vigilaba la entrada principal del establecimiento. Por alguna razn, aparcar tan cerca de la zonailuminada de la entrada siempre me da una sensacin de seguridad, aunque lo ms probable es que se tratede una falsa seguridad. Seamos realistas, si alguien me atacara, no podra esperar que el desarmadoadolescente, recin salido de la pubertad y a quien pagaban el sueldo mnimo por llevar un uniforme azul, sepusiera en peligro por m. De hecho, supona que mi instinto maternal aflorara de repente y sera yo la queacabara defendindole a l.

    Baj del coche de un salto, lo cerr y me dirig hacia el supermercado. Llegu a la conclusin de que habasido enfermera y madre durante demasiado tiempo.

    Me cruc con otra pareja que sala del supermercado, empujando un carro de la compra entre los dos. Suconversacin era animada y llena de risas, y me pregunt que poda resultar tan divertido a aquellas horasintempestivas. El hombre abri el maletero, meti unas cuantas bolsas dentro y fue a abrirle la puerta a lamujer.

    Me acord de cuando los hombres hacan lo mismo por m.Continu hacia las puertas automticas, que se abrieron obedientemente al acercarme.Entonces se me ocurri que en adelante se era el nico tipo de puerta que se iba a abrir por m.Mientras la cdula electrnica esperaba educadamente a que entrara, capt la imagen de una mujer de

    mediana edad, poco atractiva con algo de sobrepeso que permaneca de pie en la entrada y, con horror,descubr que era yo.

    Medio atontada, saqu un carro de la fila que haba justo antes de cruzar las puertas y empuj hacia dentro.Seguro que ese reflejo haba sido simplemente una distorsin. Me dije a m misma que probablemente el cristalbarato de las puertas tendra algn defecto.

    Me acerqu a las zanahorias y las lechugas envasadas, que se alineaban en las estanteras del pasillo deproductos agrcolas. Apart unos cuantos envases y lanc una mirada furtiva al espejo fro y sucio que sehallaba detrs. Se me hel el corazn. No haba duda: la misma mujer desaliada y cansada que haba vistoen las puertas me devolvi la mirada desde all.

    No pude evitar romper a llorar en medio del pasillo de las verduras..., en medio de la noche..., en medio de mivida.

    DOS

    Me recompuse, justo a tiempo de fingir un resfriado ante un muchacho del supermercado que doblaba la

    esquina y se me acercaba lentamente empujando una fregona. Como para probar mi inocencia, puse enprctica un gran truco slo conocido por las madres, y saqu un pauelo de papel aparentemente de la nada.Con nfasis exagerado, me son la nariz como si padeciera algn extrao tipo de gripe veraniega.

    El paracetamol y los expectorantes estn en el pasillo diecisis ofreci el joven empleado, sonrindomecon simpata.

    Gracias. Es justo hacia donde iba ment.Obligada a mantener la mentira, gir el carrito en la direccin del pasillo de gripes y resfriados, contenta de

    que mi actuacin hubiera sido lo bastante convincente para engaar a un muchacho de diecisis aos. Pero ysi no hubiera podido reaccionar a tiempo? Qu hubiera ocurrido si me hubiera quedado all sollozando comola mujer de mediana edad, destrozada, exhausta y con un ataque de llanto en la que me haba convertido?Qu habra pasado? El sentido del deber de aquel joven empleado le hubiera llevado a llamar aEmergencias? Ya me imaginaba dicindole a la operadora que una mujer de aspecto desaliado estabasufriendo un ataque de nervios en el pasillo de las hortalizas, entre zanahorias, perejil y espinacas.

    Ah estaba yo, una mujer de cuarenta y ocho aos, completamente desilusionada con su trabajo, sumatrimonio y, lo peor de todo, consigo misma. Todava recuerdo que una vez elabor una lista de los tresmayores problemas de mi vida, que eran: los hombres, el peso y el trabajo. De eso haca unos doce aos, y lo

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    triste del caso es que la lista continuaba siendo idntica, salvo por la adicin de un importante cuarto tema: lafalta de tiempo.

    Camin penosamente sobre el suelo de linleo del Shop-Well, examinando mi estado de nimo e intentadoencontrarle algn sentido. Con abyecta determinacin, decid revisar otra vez la lista, empezando por el trabajo.

    La verdad es que senta que me haban forzado hacia una carrera que se haba visto drstica ycatastrficamente modificada con la llegada del nuevo sistema sanitario o, como yo prefera llamarlo, la cintatransportadora de la medicina. En mi opinin, no era slo que el sistema sanitario hubiera eliminado laesencia misma de la profesin de enfermera, sino que el trabajo tambin requera la energa mental y fsicapropia de una persona con la mitad de mi edad (y que de paso corra maratones.) Siendo realista, cuntotiempo ms podra mantener ese ritmo?

    Adems, estaba el problema aadido de saber que en el momento en que mostrara signos de debilidad,habra una joven enfermera del tercer mundo, llena de ambicin, esperando para quitarme el puesto... por unsueldo menor. Visto as, casi tiene gracia. La misma situacin que hace que me sienta usada y explotada harque alguna enfermera inmigrante y pobre se sienta ms afortunada de lo que hubiera podido soar. El CentroMdico Metropolitano lo sabe.

    Y luego est lo de mi peso siempre fluctuante. En realidad, ya no flucta, se limita a ir aumentandoprogresivamente. Odio tener que usar la vieja justificacin del embarazo, pero es indiscutible que, despus dedar a luz dos veces a una edad ms bien madura, mi metabolismo se ha vuelto contra m. No es que nuncahayamos sido demasiado amigos, pero, por lo menos, antes de convertirme en una madre madurita, meresultaba ms fcil perder unos kilitos. Por supuesto, llevar a los nios a McDonald's entre actividadextraescolar y actividad extraescolar, y comer en la cafetera del trabajo tampoco es que me haya ayudadodemasiado. A veces, la comida es mi nico consuelo, especialmente cuando estoy cansada, y eso siempre esas.

    Evito mirar fotos mas de cuando estaba delgada y en forma, lo que significa que nuestro lbum de bodasest confinado en alguna parte lejos de mi vista, probablemente en el garaje o en el desvn. No estoy segurade dnde, pero me da exactamente lo mismo. Y es que estos kilos de ms no son slo deprimentes, tambinson totalmente vergonzosos.

    Creo que Jim ha entendido de una vez por todas que mi peso es un tema de conversacin prohibido. Sabe losensible que soy al asunto y, con muy buen criterio, nunca lo menciona. Pero por supuesto, tambin hace unsiglo que no me toca. Lo que ms me asusta es que para m es como una especie de alivio. En algn punto delcamino, Jim sufri una metamorfosis y pas de ser un marido a ser alguien importante, trmino que acabode aprender a valorar recientemente.

    Cmo ocurri? Cmo hemos llegado Jim y yo a distanciarnos tan irremediablemente? De algn modo,supongo que era inevitable que nuestro matrimonio se estropeara. Despus de todo, cul es la tasa de

    divorcio en nuestros das? Un cincuenta por ciento, no? As que supongo que no tendra que sorprendermetanto que las cosas no hayan ido tal como yo las haba soado hace diez aos, cuando me cas. Hastaentonces, me haba imaginado la vida de casada como un caudaloso ro de amor, pasin y felicidad. Yo notena ni idea de que el ro acabara desembocando en un ocano de cansancio, obesidad y resentimiento.

    Recordaba que cuando era soltera, mis amigas casadas siempre ensalzaban las virtudes del matrimonio,como si se tratara de un club secreto al que yo debiera querer unirme. Me preguntaba si todo aquello habasido una enorme farsa, porque, hoy por hoy, no conozco a ningn matrimonio que crea que es feliz de verdad.

    Sacudiendo la cabeza con muda resignacin, segu avanzando por el pasillo de los melones y las ciruelas.Decid que la vida es conseguir llegar a fin de mes, mantener la casa y la familia dentro de un orden y hacer lacompra de noche. Amn. Fin de la historia.

    Sorbindome las lgrimas, dej atrs las montaas de patatas y pltanos perfectamente construidas, sindejar de preguntarme qu me estaba pasando. Por qu iba por la vida con los nervios a flor de piel? Aos detrabajo en hospitales me haban demostrado, sin lugar a dudas, que haba montones de gente que soportaba

    problemas mucho ms graves que mi fatiga crnica y mi matrimonio deteriorado, y sin embargo, no vea anadie ms pasendose por el supermercado con lgrimas en los ojos.Aunque, quiz, fuera que nunca haba mirado bien.Con esos pensamientos, escudri mi entorno y, aunque sea duro, tengo que admitir que hasta me senta

    inadecuada en un ambiente como aqul. Localic a una mujer exageradamente obesa que tomaba una barrade chocolate tamao familiar de la estantera de dulces y la esconda rpidamente entre los artculos sanosdel carro cuando vio que la miraba, como si yo tuviera derecho a decir algo sobre la adiccin a los dulces.Segu avanzando y vi a una pareja de jvenes tatuados y de aspecto descuidado al final del pasillo del pan.Ajenos a la mujer mayor que escoga entre las barras de pan, justo a su lado, los jvenes se abrazaban yactuaban como si estuvieran en un parque oscuro y romntico.

    Pens que las magdalenas de mi lista podan esperar.Decididamente, hay algo en aquellas horas de la madrugada que aporta un elemento eclctico al

    supermercado. Los clientes suelen ser de los que se mueven a contracorriente de la sociedad. A veces juego a

    adivinar las enfermedades latentes que plagan las diversas vidas de estos compradores nocturnos:esquizofrenia, alcoholemia, drogadiccin, soledad, diabetes, depresin y cosas as. Parece que nunca dejo deser enfermera. Me gustara parar de hacer eso, pero la fuerza de la costumbre me impide resistir la imperiosanecesidad de evaluar y tratar los problemas de todo el mundo (excepto los mos, claro).

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    Como colofn vi a dos chicas en minifalda y con botas de piel examinando el pasillo de productosfemeninos. Se vea de una hora lejos que iban colocadas, pero aquella vez me sorprendi una repentinasensacin de envidia. Qu bonito debe de ser evadirse y escapar de las realidades de la vida, pens. Sinembargo, casi a la vez, Christine Moore Ma Guire, enfermera y madre de dos hijos, emergi del rincn msprofundo y disciplinado de mi mente para hacerme entrar en razn y me oblig a continuar mi excursin por lospasillos.

    Aparte de la absurdidad de la hora y las excentricidades de la clientela, el nico problema real de hacer lacompra de noche es que no tienes acceso a ciertos productos. El establecimiento aprovecha la tranquilidadpara rellenar las estanteras y suele cerrar grandes reas para ello. Eso obliga a clientes atrevidos y a vecesdesesperados como yo a escurrirse entre conos y superar varias barricadas para alcanzar los productos quenecesitan.

    Me tranquiliz ver que la seccin de ayudas a la digestin todava estaba abierta, aunque haba un montnde cajas de cartn apiladas delante de los productos. Entr con el carro y comenc a buscar un anticido. Noera para m, sino para la perra. S, para la perra. Tiene problemas intestinales, y, aunque la medicina es cara yyo soy la nica que se acuerda de drsela, he aprendido de la peor manera que no puedo olvidar administrarlesu dosis.

    Eso me record que necesitaba quitamanchas para las moquetas.Me saqu el omnipresente lpiz de detrs de la oreja y aad quitamanchas a la lista. Entonces me ocurri

    algo curioso. Tuve la sensacin inequvoca de que haba alguien detrs de m. Me volv, pero no vi a nadie. Meencog de hombros, agarr la botella de anticido y la met en el carro. De nuevo, se produjo la extraasensacin de que alguien invada mi espacio y, esta vez, llegu a pensar que haba odo pasos, pero cuandome volv, el pasillo estaba desierto por completo.

    Me pareci muy raro, porque Jim siempre me deca que era la persona menos observadora que conoca, ydebo admitir que seguramente tiene razn. Normalmente, estoy tan concentrada en lo que estoy haciendo queadquiero una especie de visin de tnel. Una vez, Jim lleg a casa con un ojo morado como consecuencia deuna pelea que haba comenzado mientras l tocaba con su banda. A la maana siguiente, pasaron tres horasantes de que reparara en el morado que tena debajo del ojo derecho.

    Era posible entonces que notara algo que no estaba all? No tena sentido. Entonces se me ocurri unaterrible idea. En una reciente sesin de seguridad personal que nos haban dado en el hospital, un detective deBradley Beach nos instruy sobre las agresiones sexuales y nos explic que las enfermeras a menudo sonblanco de ese tipo de delitos. Dijo que nuestra tendencia a ayudar y educar sola hacernos vulnerables a esaclase de ataques. Me plante si estaba enviando algn tipo de onda de enfermera hacia cualquier chaladoque pudiera estar al acecho en aquellos pasillos desiertos. O eso, o estaba ms cerca de la locura de lo quepensaba.

    No tena tiempo para ataques de nervios, as que volv a examinar las estanteras. Me acord de que la orejaizquierda de la perra volva a oler raro y pens que, sin ninguna duda, sera otra infeccin de hongos. Meimagin otra visita al veterinario, que simplemente no me poda permitir, y trat de dar con un remedio caseroeficaz. De repente, vi un tubo de crema vaginal fungicida en el siguiente estante. Convencida de que un hongoes un hongo, estaba a punto de dejar caer el tubo en el carro cuando un golpe seco al final del pasillo me hella sangre y me paraliz momentneamente.

    Cuando me atrev a mirar, vi a un anciano tendido en el suelo, cerca de la caja, con los brazos y las piernasextendidos. Un pequeo grupo de espectadores atnitos se haba congregado alrededor del hombre, quepermaneca inmvil y sin dar seales de vida sobre el suelo de linleo recin fregado. Casi con una curiosidadmorbosa, los espectadores observaban su rostro cetrino como si esperaran algn tipo de recuperacinespontnea y milagrosa. Entonces una mujer frgil y presa del pnico se dej caer de rodillas al lado delhombre. Le tom una de las manos abotargadas entre las suyas y comenz a alternar gritos al hombre paraque se levantara y al grupo de gente para que alguien la ayudara.

    Soy enfermera me o anunciar, mientras me abra paso entre el grupo de mirones. Me arrodill al lado dela mujer histrica, que ya estaba inclinada sobre el cuerpo del hombre. Cmo se llama? pregunt,ponindole los dedos en el cuello para encontrar el pulso cartido.

    Harry espet la mujercilla arrugada, apartndose de l. Es mi Harry.Agarr al viejo Harry por los hombros y lo sacud con fuerza.Harry! Harry! Est bien? grit, tal como indican los libros de primeros auxilios y, por primera vez en la

    vida, no me sent ridicula. Aquello no era una sesin de prcticas con un maniqu de plstico llamado Annie;aquello era real.

    Harry no respondi y su pulso tampoco. Puse la oreja cerca de la nariz y la boca, y observ si el pechomostraba algn signo de respiracin. Nada.

    Bien. Que alguien llame a una ambulancia! grit a varios pares de zapatos que ocupaban mi campo devisin. Saba que tena que insuflarle dos bocanadas rpidas de aire antes de comenzar las compresiones enel pecho, pero cuando mir los labios azules y sin vida, con saliva emergiendo de ellos, vacil.

    Por alguna estpida razn, distingu unas zapatillas blancas de deporte de la marca Nike entre todas lassandalias y zuecos que me rodeaban. Seal las Nike blancas con una mano, mientras le desabrochaba elcuello de la camisa a Harry con la otra.

    T. Treme una gasa! le ped, sin dignarme a mirarlo a la cara. Estn en el pasillo diecisis. Rpido!

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    Las zapatillas no se movieron. No creo que tenga que preocuparse por un poco de saliva dijo con calmael propietario de las Nike. Conozco a ese hombre y no padece ninguna enfermedad contagiosa.

    No poda creer lo que estaba oyendo! Hubiera querido hacer trizas a ese tipo con algn comentariosarcstico, pero mi mxima prioridad en aquel momento era hacerme cargo del viejo Harry. Los comentariosirnicos tendran que esperar.

    Alguien me tendi un pauelo limpio y perfectamente doblado, que yo coloqu sobre los labios de Harry, yproced a la reanimacin boca a boca. La ambulancia lleg en cuestin de minutos y se hizo cargo de lasituacin. Antes de que me diera cuenta, le haban devuelto la respiracin y un color rosado bastanteaceptable. El gento se dispers en cuanto trasladaron a Harry al hospital, con su diminuta mujer todavaaterrorizada agarrndole la mano.

    La conmocin se haba acabado tan rpido como haba empezado y, a m, lo nico que me preocupaba erapagar la compra para poder volver a casa a tiempo de preparar el desayuno a mis hijos y llegar al trabajo a mihora. Como veterana que soy, me deshice conscientemente de mis emociones ante la situacin y no volv apensar en lo que acababa de suceder.

    Recuper mi carro, que estaba en medio del pasillo donde lo haba dejado, y me dirig hacia la caja. Intentcomportarme con naturalidad, como si enfrentarme a la muerte fuese algo ordinario, cosa que en mi caso eracierta. Me puse en la cola detrs de una atractiva joven con el pelo largo y sedoso. La parte de arriba de unbiquini le resaltaba con gracia sus pechos morenos y bien formados. Por lo que pareca, haba salido a primerahora de la maana para comprar una revista, un ramo de flores frescas y medio litro de helado, lujos que yo yano me permita.

    Me fascin el efecto que su presencia produjo en el cajero y en el muchacho que empaquetaba la compra.Ambos comenzaron a desvivirse por hablar con ella, mientras el resto de los clientes, menos agraciados,esperbamos nuestro turno. El chico que empaquetaba introdujo los artculos de la joven en una bolsa deplstico con sumo cuidado y luego se ofreci para llevarle la bolsa al coche. Ella le concedi el privilegiogentilmente.

    Avanc en la cola y comenc a vaciar el contenido de mi carro en la caja. Como era de esperar, mi compra,mucho ms cuantiosa y voluminosa, fue empaquetada en bolsas con impresionante diligencia. Aparentemente,salvarle la vida a alguien no contaba tanto como ser joven y guapa. Qu poder tienen las mujeres jvenes,pens. Lo malo es que la mayora de ellas no se da cuenta hasta que es demasiado tarde.

    De repente, dese tener otra oportunidad de ser joven. Quera volver a ser Christine Moore, una chica quequiz no fuera despampanante, pero que era feliz, vital y llena de energa.

    La echaba de menos.Mis pensamientos fueron interrumpidos por la oferta desganada del cajero de llevarme las bolsas al coche.

    En un ataque de independencia y dignidad, declin la oferta. Y el chico que empaquetaba pareci bastante

    aliviado.Esta vez, cuando las puertas automticas se abrieron, descubrieron un cielo cubierto con un manto malva. Elamanecer era hmedo y caluroso, y el sol todava no haba salido, pero los que hacan footing s. Vi a unoscuantos que atravesaban el aparcamiento, corriendo con la gracia propia de los atletas entrenados,perturbando la quietud del aire con su pesada respiracin.

    Me tom un momento antes de sumergirme en la paz y la tranquilidad del encanto del amanecer. Intentcapturar la calma que me rodeaba para poder recurrir a ella ms tarde, cuando me viera obligada a cambiar demarcha y avanzar a toda mquina por el caos de la febril unidad de ortopedia durante el turno de da.

    De nuevo me invadi aquella sensacin tan curiosa.Escudri el aparcamiento a fondo antes de aventurarme a seguir adelante, pero como en las otras

    ocasiones, no vi nada extrao. Desconcertada, empuj el carrito de la compra hacia mi Toyota y lo apoy concuidado en el parachoques trasero, culpndome por ser tan paranoica. Abr el maletero y, con una apremiantesensacin, comenc a cargar las bolsas en el interior lo ms rpido posible.

    No s cmo, la ltima bolsa me resbal de las manos y todo su contenido se esparci por el suelo. Seisyogures comenzaron a rodar en diferentes direcciones y yo me agach para recoger los dos que se metandebajo del coche. Roc el asfalto con los dedos al atrapar los dos yogures renegados y, de repente, lo que videtrs de ellos me par el corazn.

    Unas zapatillas Nike completamente blancas permanecan firmemente plantadas a unos centmetros de mismanos y me o emitir un pequeo grito de susto. No caba ninguna duda de que las zapatillas iban unidas a lamisma persona que se haba negado a darme las gasas unos minutos antes.

    El corazn me martilleaba el pecho, mientras levantaba la vista por los vaqueros, el cinturn de piel y lacamiseta blanca hasta posarla en un par de ojos marrones, oscuros y profundos, que me parecieron magnficosy familiares.

    Ergu los hombros y lo mir de frente a la luz del alba. Ninguno de los dos intent moverse. Entonces,plcidamente, l extendi su enorme y bonita mano hacia m, mientras se fijaba en mi expresin de sorpresa.La curva de sus labios se expandi en una amable sonrisa, pero no dijo nada.

    Joe susurr con voz ronca. Dnde demonios te habas metido?

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    TRES

    Quiz sea mejor que me explique. Nunca he hablado con nadie de esto, pero creo que ya va siendo hora.Podra decirse que Joe es, bueno, un ser ms evolucionado que el resto de nosotros. Lo conoc har poco

    ms de diez aos, cuando descubr que el novio con el que haba estado tres aos y durante los cuales nuncapareci querer comprometerse, el doctor Michael Stein, se haba casado con otra poco despus de haber rotoconmigo. Yo no lo saba porque me haba largado inmediatamente a la Costa Oeste para sanar mis heridas ytratar de empezar de nuevo. Dej muy claro a mis amigos y a mi familia que no quera volver a or el nombre de

    Michael ni saber nada de l nunca ms. Unos aos despus, cuando ya pensaba que lo haba superado porcompleto, volv a Nueva Jersey, y en la cafetera del hospital tropec con una versin de l ms atractiva, conms xito y mucho ms aposentada. Aquella noche perd la cabeza imaginando un reencuentro romnticoantes de fijarme en el anillo de matrimonio en su mano izquierda. El mazazo definitivo fue descubrir que suesposa haba sido una colega ma a la que jams tuve especial cario.

    El resumen de la historia es que, cuando acab mi turno aquella noche, baj a la playa a llorar y me encontrcon un hombre guapsimo, montado en una Harley-Davidson. Era Joe. Ah, y otra cosa: Joe result ser Dios. Noes ninguna broma. Al principio, yo tampoco me lo cre, pero es cierto. Hizo de todo para demostrrmelo,incluyendo cambiarme la vida, ensearme a ser feliz de nuevo y encontrar marido.

    Vamos, que hizo unos cuantos milagros. Me dijo que poda llamarle como quisiera y me sugiri una lista denombres entre los que figuraban Fuerza Universal, Dios, Poder Supremo, Joe y cosas por el estilo.Como soy lo que podra describirse como una vctima de la escuela catlica, le dije que prefera llamarlesimplemente Joe, porque sonaba mucho menos intimidante que los dems nombres. l estuvo de acuerdo.

    Joe no haca alarde de su poder en absoluto y eso me gustaba. De hecho, me enamor un poco de l duranteel tiempo que pasamos juntos, aunque todava me da reparo admitirlo.Por aquel entonces, Joe me haba contado que se encontraba en una especie de misin, durante la cual

    deba pasar un poco de tiempo con cada persona del mundo, en lugar de dirigirse a las masas, como habahecho durante su larga y triste historia. Esos das, iba por ah dando a cada individuo una serie de directricesque slo resultaban pertinentes para esa persona en concreto. La ltima noche que lo vi, Joe haba grabadomis directrices personales en un pequeo amuleto de oro que me regal justo antes de marcharse.

    Aos ms tarde, cuando todava era un beb, mi hija Gracie lo sac de mi joyero. En un abrir y cerrar deojos, lo ech al vter y tir de la cadena en un momento en que se supona que Jim deba estar vigilndola. Meparti el corazn, y Jim no entenda por qu me apenaba tanto por un amuleto de oro tan minsculo. Como yahe dicho, nunca le haba contado esto a nadie hasta hoy porque seguramente habran pensado que alucinabay me habran encerrado. Jim segua preguntndome por qu estaba tan disgustada, pero yo nunca se lo cont.Se ofreci a comprarme otro colgante, el que quisiera, para que dejara de preocuparme por el que haba

    perdido y no siguiera hacindole sentir mal. Le dije que nunca podra reemplazarlo y as qued la cosa.Ninguno de los dos lo volvi a mencionar. Nunca pens que vera a Joe de nuevo y, al no tener ninguna pruebatangible de su existencia, comenc a creer que quiz lo haba soado todo.

    Joe siempre encontraba la forma de hacerme seguir el camino adecuado, y no poda creer que estuvieraviendo de nuevo su precioso y sereno rostro. Estaba tan impresionante como siempre, alto y delgado, conalgunas canas plateadas en el pelo antes de un negro azabache, que todava llevaba elegantemente largo.

    Como la primera noche que lo vi, me tendi la mano. La acept con timidez e inmediatamente sent unasensacin que slo puede describirse como de estar de nuevo en el hogar. Joe me bes dulcemente los dedosy me invadi una profunda alegra.

    De repente, dese que Joe me abrazara con sus poderosos brazos y me protegiera de todo lo que me hacadao. Dese fundirme con l, apoyar mi cabeza en su corazn y volver a or las olas del ocano, como lanoche en que nos conocimos.

    Pero no me atreva.

    No tena ni idea de si sera apropiado o no, as que decid esperar y observar. Me qued de pie con la manofelizmente acurrucada en la suya, esperando algn signo que me revelara que todava poda abrazarlo.

    Entonces record algo y, por alguna extraa razn, de todo lo que me oprima en la vida, lo primero que ledije fue:

    Por qu no me has querido traer las gasas que te he pedido?Ay, Christine exclam, tras rer a mandibula batiente, sin dar muestras de enfadoTodava tienes mucho miedo y desconfianza, verdad?Bueno, t tambin lo tendras me defend, si vieras todas las enfermedades contagiosas con las que

    me encuentro a diario.Lo s admiti Joe, comprensivo, despus de otra carcajada. Pero tienes que olvidar todo eso. Yo s

    qu pasar con esas cosas incluso antes de que ocurran. Slo intentaba ahorrarte algo de tiempo ypreocupacin. Eso es todo. Saba que Harry no tena ninguno de esos... ay, cmo lo llamis?

    Factores de riesgo le asist. Eso, factores de riesgo. Ya, pero cmo iba a saber yo que podafiarme de ti? le solt. Me di cuenta de que haba adoptado un tono defensivo, pero continu de todosmodos. Estaba ah tirada en el suelo, hablando a un montn de pies. Adems, ahora tengo dos hijos y noquiero llevarles nada a casa, sabes? De acuerdo concedi Joe, haces

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    bien en preocuparte. Me alegra ver que el instinto maternal que instal en ti funciona bien. Por cierto, lo hashecho muy bien ah dentro

    En realidad, me equivoqu admit algo avergonzada. Se supone que antes de buscar el pulso hay queescuchar la respiracin. Supongo que estaba un poco nerviosa. En el trabajo eso me habra hecho perderpuntos.

    Joe levant la vista hacia el cielo, y me solt la mano y meti las suyas en los bolsillos de los vaqueros.Vacil un instante y luego me mir de frente a los ojos.

    Tienes razn dijo finalmente. Que hayas salvado una vida ah dentro no quiere decir que debaspermitirte ninguna negligencia, verdad?

    Hice una mueca, porque saba adonde quera ir a parar. Nunca me ha gustado congratularme demasiado pornada. Por alguna razn (que sospecho que tiene que ver con mi educacin en un colegio religioso), siempreme he sentido mejor con las crticas que con los cumplidos. Tena la sensacin de que Joe me lo iba areprochar.

    En serio, Christine dijo, sacando las dos manos a la vez, nunca te cansas de vapulearte?Parece que no re.

    Se instal entre nosotros un pesado silencio, como una cortina de terciopelo. Como siempre, Joe esper aque yo decidiera qu ms quera decir.

    Oh, Joe acab por estallar, sacudiendo la cabeza. Supongo que me siento fracasada.Por salvar a un hombre ah dentro?inquiri con ternura, y no haba ni el ms mnimo indicio de sarcasmo en sus palabras.No. Porque te he fallado confes. Porque he vuelto a las andadas desde la ltima vez que estuvimos

    juntos. Quiero decir que, cunta gente tiene al propio Dios como su mentor personal? E incluso con esaenorme ventaja, me he vuelto a sentir miserable. Supongo que lo que me pasa es que estoy avergonzada y yaest.

    Ya veo dijo Joe, sin coincidir ni discrepar. Slo ya veo.No le mir a la cara; no quera. En lugar de eso, me centr en sus manos, clidas, suaves, de un tamao

    desproporcionado, aunque supongo que necesario para sostener los problemas de la gente.Vi que una bandada de gorriones se posaba en el asfalto, justo detrs de l, y comenzaban a comer, sin

    ceremonias, de una bolsa de palomitas tirada en el suelo.Aunque algunos de los gorriones estaban a slo unos centmetros de los pies de Joe, no parecan sentirse

    amenazados por su presencia y se dedicaban a lo suyo, sabiendo que podan bajar la guardia mientrasestuvieran a su lado.

    Conoca la sensacin.Hay algo ms que necesito decir murmur suavemente.

    Joe esper pacientemente a que descargara mis temores y preocupaciones, y, la verdad, no le decepcion.Las palabras comenzaron a brotar de mis labios con tanta rapidez que hasta olvidaba respirar. Eran cosasimportantes y tena que sacarlas antes de perder los nervios.

    Temo que te canses de ayudarme comenc con voz trmula. De verdad, puse en prctica todosaquellos grandes principios que me enseaste cuando todava era soltera, pero despus me cas con Jim y,antes de darme cuenta, llegaron los nios y, de algn modo, dej esas importantes lecciones en el cajn y meolvid de ellas hasta que, al final, ya ni siquiera me parecan reales. En ese punto tom aire, pues lonecesitaba. Por eso tengo miedo de que te sientas defraudado e impaciente conmigo conclu. Porquesoy una alumna muy lenta, sabes?

    Ya veo.Volvi a quedarse mudo, por si haba algo que yo quisiera aadir a esa pequea diatriba.Satisfecho al ver que no quedaba nada ms, continu.Me parece que la nica que se muestra impaciente contigo eres t misma me dijo con verdadera

    sinceridad. Es que no te das cuenta?Se nota que no has hablado con mi ma rido y mis hijos, ya veo. No lo pill.Christine, a tu capacidad de aprendizaje no le ocurre nada me asegur, sin hacer caso de mi ltimo

    comentario. La iluminacin espiritual no es ninguna carrera ni ningn concurso. En realidad, es mucho msfcil recordar cmo debes cuidar de ti misma y cmo puedes ser feliz cuando t eres la nica persona de la quedebes preocuparte. Cuando adems de todo eso tienes una familia, la cosa es mucho ms complicada. No tedas cuenta? Cumpliste muy bien con esos principios mientras eras soltera, pero luego te pas a un nivel con unreto ligeramente superior. Debes verlo como un aumento de categora.

    Me sent como si me acabaran de quitar cien kilos de encima. Deb haber sabido que no encontrara castigosni crticas en Joe Era una criatura buena y llena de amor, y me pareca que su principal prioridad era siemprehacerme sentir mejor. Entendis ahora por qu me enamoro de este hombre cada vez que lo veo? Dnde seencuentra compasin, comprensin y amor verdadero? Cmo podra haber alguien que no amara a estehombre? Todo el amor es perfecto afirm Joe. Record que poda leerme el pensamiento. Cuando nos

    conocimos, eso me sacaba de quicio, pero esta vez no me molest. Supongo que eso era una muestra deprogreso por mi parte.Estoy muy asustada, Joe me o decir, y sin previo aviso romp a sollozar y las lgrimas empezaron a

    resbalar por mi rostro. Siento haber metido la pata tantas veces. Tienes razn, claro. Yo soy la que se

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    impacienta y se frustra, y no slo conmigo misma. A veces me agobio y me enfado con los nios, y me sientomuy culpable... dije, conteniendo las lgrimas. Quiero mucho a Joey y a Gracie, sabes?, pero tengomiedo de que ellos no lo sepan porque siempre estoy tensa, cansada y

    ajetreada.Todo ir bien, Christine me dijo con una enorme confianza, sonriendo afablemente. Entonces me

    sorprendi, porque me acerc a l. Yo disfrut del instante y respir la esencia familiar de aquel hombre comosi la hubiera estado ansiando, y de hecho, as haba sido. Como los pequeos gorriones que tena a los pies,me relaj por completo ante la presencia tranquilizadora de Joe. Confa en m, vale? le o susurrarme alodo.

    Entonces sent que algo me oprima la boca del estmago. Era clido, sobrenatural y maravilloso a la vez.Adems ara la puerta que daba a mis recuerdos hasta que rememor la ltima vez que lo haba sentido. Erauna sensacin nicamente atribuible a Joe. Dej que los antiguos sentimientos renacieran y me hicieran sentirde nuevo guapa, tranquila y viva. No pude evitar pensar si aquel exquisito efluvio de emociones ysentimentalismo que estaba liberando poda constituir una posible infidelidad por mi parte. Estaba siendoadltera? No paraba de preguntrmelo.

    Puedes parar de sentirte culpable, por favor? O que me deca Joe. Me re.Escucha dije, levantando la cabeza para mirar su bello rostro, me muero de ganas de preguntarte

    algo.Pregunta me invit.Es sobre aquel guio que me hiciste hace diez aos, sabes de qu te hablo?Se tom su tiempo y reflexion un momento.Te refieres a la noche que conociste a Jim y os largasteis en su Harley?S, eso es reconoc con entusiasmo. Nos paramos en el semforo en rojo y yo mir fijamente la

    medalla que Jim llevaba en el cuello. Entonces supe que l era el hombre que deba elegir.S. Me acuerdo perfectamente.

    Bueno, es que siempre me he preguntado si no me equivoqu aquel da confes, y advert que habasonado algo sumisa. Odiaba ponerme tan sensiblera e insegura.

    Por qu? pregunt Joe, sin hacer caso de mi repentina inseguridad.Ahora fui yo la que vacil antes de contestar. Bueno, yo pens que t me dabas tu aprobacin. Ya sabes.

    Pens que me estabas diciendo que Jim Ma Guire era el hombre adecuado para m. Ya sabes, mi alma gemelay todas esas cosas. Estaba en lo cierto?

    Quiz respondi Joe, dibujando una sonrisa.Bueno, pues creo que a lo mejor te equivocaste barrunt inexpresivamente.Ah? fue todo lo que dijo, con cara de sorpresa.

    De nuevo, las lgrimas se me agolparon en los ojos, pidiendo ser liberadas. Diez aos de dudas, decepcin yrabia en mi matrimonio quedaron instantneamente licuados y corrieron mejillas abajo. Lo que me sali por laboca despus me sorprendi tanto como a Joe.

    Ya no quiero a mi marido balbuce y te he rezado durante estos diez aos para que me ayudaras dealgn modo, pero nunca me hiciste caso. No me escuchabas, verdad?

    Joe pareci algo dolido y me sent inmediatamente arrepentida por haber sido tan dura con l. Hasta esepreciso momento, no me haba dado cuenta de que haba estado acarreando un terrible rencor contra Joe ycontra mi marido, los dos hombres ms importantes de mi vida. Pero ya no haba vuelta atrs. Haba dicho loque tanto haba temido decir durante todo aquel tiempo y no haba manera de retroceder. Y en realidadtampoco quera.

    De verdad piensas eso, Christine? pregunt Joe con calma. Despus de todo lo que te he enseado,todava piensas que no estaba contigo? Por primera vez, no esper a que le contestara. Yo estaba y t losabes insisti. Siempre estuve a tu lado, si no te importa que te lo diga, pero t estabas tan ocupada en tu

    universo que ni siquiera me viste.Eso tena toda la pinta de ser cierto, pero no estaba dispuesta a admitir mi culpabilidad tan pronto, as queme qued all de pie, respirando ruidosamente, lloriqueando y gruendo, sin decir una palabra. Quera volver aestar segura de su amor por m.

    Estuve ah el da de tu boda continu Joe. Y s que entonces lo sabas. Me equivoco?Muy bien. S, de ese da me acuerdo coincid. Ese da not tu presencia.Y tambin estuve ah cuando diste a luz al pequeo Joey y, dos aos ms tarde, a Grade aadi.Pues no lo pareca dije, ponindole morros. sas dos fueron las ocasiones en las que me convenc de

    que no me escuchabas.Cmo no iba a escucharte? ri. Recuerdo que gritabas mi nombre con todas tus fuerzas.Aunque me sent un poco avergonzada, todava necesitaba ms pruebas, como siempre.Vale, muy bien, s que estabas ced. Pero, y el dinero? Y mis dolores de espalda, mis juanetes y mi

    fatiga crnica? Y encima tengo que ir a ese odioso trabajo para sobrevivir. Qu pasa con todo eso, eh?

    Joe se qued mudo tanto rato que me pregunt si me haba pasado de la raya. Sin embargo, justo cuandoiba a disculparme, me abraz entre sus brazos fuertes y tiernos. Me sorprendi lo poco que me costaba pasarde ser una adulta enfadada y acusadora a ser una nia asustada y confusa que necesitaba consuelo.

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    Tu actual estilo de vida quiz requiera que trabajes en el hospital una temporada susurr suavemente enmi odo, pero no tienes que sentirte desgraciada por eso.

    Por supuesto, tena razn, pero no saba cmo encajar un trabajo que erosionaba lentamente mi espritualtruista, o lo que quedaba de l. Adems, en aquel momento, era demasiado inestable para pensar conclaridad. Slo quera consuelo y esperaba que Joe lo entendiera.

    No me decepcion. Antes de que yo pudiera volver a la carga con ms acusaciones de negligencia, Joevolvi a acercarme a l con un gesto protector. Apoy la cabeza en su pecho, y l me acarici el pelo conternura, consiguiendo que volviera a sentirme como una nia pequea.

    Pensaba que todo esto ya lo habamos solucionado hace diez aos dijo, y suspir, pero supongo queun pequeo refuerzo no te vendr mal. Entonces me abraz an ms fuerte. Deja que te cuente algo de loque he presenciado de tu vida durante estos diez aos sugiri y luego decides si te he estado escuchandoo no, vale?

    Asent en silencio y empez a recitar con su voz profunda toda una letana de sucesos, algunos de los cualesni siquiera yo habra podido recordar con precisin.

    Me avergonc cuando mencion que yo haba estado marcando en secreto las botellas de whisky duranteaos para saber cunto beba Jim en una noche. Me habl de las depresiones posparto que sufr las dos vecesque di a luz, y de cmo las haba ocultado a mi marido y a mis compaeros de trabajo. Saba que una nocheme haba puesto el abrigo y me haba ido de casa porque los nios me estaban volviendo loca, pero merecord que simplemente me haba quedado bajo la ventana y que los haba estado observando, llorando ensilencio entre los setos cubiertos de nieve. l comprenda que aquella noche yo haba llegado a mi lmite y mefelicit por haberme tomado un descanso, en lugar de decir o hacer algo que tal vez despus hubieralamentado.

    Como si aquello no bastara, Joe continu explicndome que me senta celosa de mi propia hija. Abr la bocapara protestar, pero me call porque saba que estaba en lo cierto. Me dijo que, aunque yo slo quera lo mejorpara Gracie, tambin envidiaba las oportunidades de las que ella dispondra y con las cuales yo jams habacontado. A diferencia de las generaciones de mujeres que la haban precedido, la vida de Gracie estara llenade posibilidades, sin limitaciones debidas a su sexo.

    Tanta sinceridad me estaba provocando dolor de cabeza, pero Joe no paraba. Pas a hablarme del trabajo yme hizo ver que me senta inferior por ser una simple enfermera de planta. l saba perfectamente quedeseaba trabajar en la UCI, en quirfano, o en alguna unidad de alta tecnologa que mereciera ms respeto. Nisiquiera intent contradecirle.

    Despus me habl de las veces que haba renunciado a ir a la playa porque no soportaba verme a m mismaen baador. Y lo que es peor, estaba enterado de que no haba vuelto a ir al club a escuchar a Jim y a subanda porque tema que sus jvenes admiradoras se preguntaran qu haba visto Jim Ma Guire en m, el

    adefesio estropeado y obeso de su esposa.Entonces Joe sac la artillera pesada y comenz a repasar mi matrimonio. Me dijo que estaba resentida conel talento artstico de Jim, porque estaba convencida de que yo no tena ningn don similar. Joe sostena queyo, adems de envidiar el talento de mi marido, envidiaba que disfrutara tanto de su trabajo, mientras que yocada da deba realizar un gran esfuerzo para cumplir con mi turno en el hospital. Me maravillaba el hecho deque el tono de Joe no denotara el menor atisbo de reproche mientras enumeraba todos esos defectos de micarcter. De hecho, notaba que de l no emanaba ms que puro amor, comprensin y hasta compasin.

    Finalmente, Joe mencion un ltimo resentimiento que yo ni siquiera me haba atrevido a expresar conpalabras. No pude reprimir una mueca de dolor al orle decir que me asustaba que los nios quisieran ms a supadre que a m.

    Esta ltima declaracin me impresion realmente. Y no slo porque fuera cierta, sino porque era laobservacin ms dolorosa que Joe me haba hecho jams. Mis hijos son lo ms importante del mundo para m.Sin embargo, todo el tiempo que paso lejos de los nios hace que sienta que estoy perdiendo la conexin con

    ellos. Eso es precisamente lo que me aterra. La cuestin es que, a causa de nuestros horarios disparatados,Jim puede pasar ms horas con ellos, mientras que yo gasto toda mi energa en el nico trabajo que enrealidad nos mantiene a todos. Aunque para ser justos, debo admitir que Jim suele ser mucho ms divertidoque yo y tambin acostumbra a estar de mejor humor.

    Debera haber sabido que no podra ocultar a Joe esos dolorosos sentimientos. A pesar de mis protestas,haba logrado penetrar en lo ms profundo de mi ser y me haba arrancado mis ms oscuros secretos. Mesorprendi darme cuenta de que compartir todos esos miedos, privados y ocultos, con otra persona habahecho que empezaran a ser menos importantes. De repente, me senta mucho mejor.

    Joe haba creado un entorno seguro para que pudiera sincerarme conmigo misma. De alguna manera, habadado voz a todos mis fallos y a todo mi resentimiento, a todas las palabras irritadas que nunca habapronunciado y que todava tena atragantadas, a todas las dagas que permanecan clavadas en mi corazn porlas duras palabras que Jim y yo a veces intercambibamos. Cuando hubo terminado, Joe me abraz ensilencio y me acarici el pelo.

    No pasa nada me tranquiliz. Todo mejorar, Christine. Te lo prometo.Pero es que es desesperante solloc con la cabeza apoyada en su hombro. Es demasiado, Joe.Tengo que cambiar demasiadas cosas. No creo que pueda.

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    Claro que puedes refut l, riendo. Una chispa de irritacin se me encendi en el estmago cuando medijo aquello. No tena ninguna gracia. Me senta abrumada ante la inmensidad de los retos que me esperaban yapenas confiaba en mi capacidad de arreglar todos los fallos que l haba enumerado.

    Ya veo que todava estamos un poco susceptibles dijo Joe con dulzura.No puedo, Joe afirm rotundamente, levantando la cabeza para mirarle de frente. Todava lucho

    contra los mismos tres problemas contra los que he luchado toda mi vida, pero en mayor escala. Misrelaciones, mi trabajo y mi peso son todava los tres mayores obstculos para alcanzar la felicidad, y todoindica que no soy capaz de superarlos. Ni siquiera s por dnde empezar.

    Quiz superarlos no sea lo mejor sugiri con tacto. Quizs aceptarlos tal como son sea un buenprincipio continu. Y a partir de ah, intenta hacer cosas que te ayuden a cambiar.

    Entonces me separ bruscamente de l, a pesar de que todava no s muy bien por qu.Joe, ahora mismo todo esto es demasiado, vale? espet. Estoy cansada, soy demasiado sensible y

    tengo que hacer un milln de cosas en las prximas dos horas. No puedo quedarme sentada y aceptar lascosas tal como son.

    Joe pareci herido por un instante, pero no tard en recuperarse.Si me lo permites comenz educadamente, no me parece que hayas empleado toda esa sensibilidad

    hacindole el boca a boca al viejo Harry.Bueeeeno, no dije lentamente, ordenando las ideas para defenderme. Qu esperabas? Soy una

    profesional.Ah, claro dijo, asintiendo. Una profesional.Se produjo un silencio tenso y ya no supe qu decir. Saba que mi reaccin haba sido excesiva y que haba

    actuado mal, pero necesitaba desesperadamente que me escucharan y me comprendieran, y aquella habasido la primera oportunidad que se me haba presentado en mucho tiempo. Me maravillaba al ver que portestaruda que me mostrara con l, Joe nunca se ofenda. Cunto deseaba ser como l!

    Saba que tena que volver a casa a despertar a los nios para ir al ftbol y prepararles el desayuno, pero noquera dejar las cosas en un punto tan doloroso como aqul. Supongo que Joe debi de leerme el pensamientootra vez, porque me arrebat las llaves con dulzura y me abri la puerta del coche.

    Oye, todava tienes aquel pequeo amuleto que te regal? pregunt, resplandeciente. Ya sabes, elque llevaba grabadas tus seis directrices.

    No confes con el corazn en un puo. Lo siento, pero no. Gracie lo tir al vter cuando tena dosaos.

    No pareci entristecerse.Por casualidad te acuerdas de cul era la nmero tres? me pregunt, aunque yo no estaba segura de si

    era una pregunta trampa o una peticin sincera.

    La nmero tres? repet, haciendo tiempo. Hum, era esa que deca algo de reducir el ego, no?No respondi, sacudiendo la cabeza. De repente, pareca mucho ms animado, atormentndome conacertijos como sola hacer en los viejos tiempos.

    Bueno rogu, sonriendo sumisamente, no me tengas en vilo.Cuida de tu persona, ante todo y sobre todo enunci. Eso es lo que deca.Esper una explicacin ms extensa, puesto que la experiencia me haba enseado que sta no iba a tardar

    en llegar. Sin embargo, lo que dijo despus, me dej sin aliento.No lo ves, Christine? insisti Joe con evidente sinceridad. No has dejado de querer a tu marido; es a

    ti a quien has dejado de querer.Esas palabras me golpearon el alma como una bola de demolicin e hicieron aicos todas mis teoras y mis

    anteriores convicciones. Sera cierto? Todava haba esperanza de salvar mi matrimonio? Y lo que era msimportante, era yo la nica que tena la clave para hacerlo?

    Cerr los ojos y volv a regaadientes al presente. Joe segua sujetando la puerta del coche y me invitaba a

    subir. Como en un trance, me sent en el asiento del conductor, con la sensacin de no tener ni un solo huesoen el cuerpo.A cmara lenta, introduje la llave en el contacto, y Joe se inclin hacia m.Enamrate de ti misma, Christine susurr, y vers como todo vuelve a su cauce. Y digo todo.Sin saber muy bien cmo, me encontr saliendo del aparcamiento y en direccin a casa. Me senta muy

    alterada. Lo nico que pude musitar mientras el coche avanzaba hacia el este, hacia el sol naciente de agosto,fue un profundo y prolongado guau.

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    CU TRO

    Jim y los nios ya se haban levantado cuando llegu.Estaban sentados ante desayunos a medio consumir.Joey y Gracie ya estaban vestidos con el uniforme azul y blanco en el que se lea Liga de Ftbol de NeptuneCity con enormes letras azules en la parte delantera y Ma Guire con letras perfectamente bordadas sobresus pequeas espaldas. Jim, que todava tena los ojos hinchados de sueo, o quin sabe si de demasiadascopas de la noche anterior, serva zumo de naranja y reparta las servilletas con gran destreza.

    Lo observ durante un momento desde la puerta, y me pregunt por qu me importaba tanto lo que hubiera

    bebido la noche anterior. Su adiccin al alcohol no me afectaba para nada. El es quien tiene que sufrir laresaca, pens. Con todo, todava me preguntaba cuntas copas haba tomado y, lo que era ms importante,con quin.

    Joey fue el primero en reparar en mi presencia.Hola, mami me dijo, con la boca llena de cereales. Te has acordado de comprar tortas de maz?Qu? Tortas de maz? respond despistada. Creo que s. Por qu no vas al coche y traes algunos

    paquetes, cario?Bueno, espero que te hayas acordado del regaliz rojo mascull Gracie. Me lo prometiste te

    acuerdas?Not que Jim me observaba.Ests bien, Christine? Pareces un poco... rara.Ah, s. S, estoy bien ment. Es... que... siento haber llegado tan tarde aad.No estaba dispuesta ha comentar mi encuentro con Joe, porque era algo demasiado personal. El cerebro me

    iba a mil por hora mientras pensaba en alguna explicacin creble para mi tardanza. En el peor de los casos,usara lo del boca a boca. No sera exactamente una mentira, sera slo lo que las monjas solan calificar depecado de omisin.

    No llegas tarde, Chris dijo Jim, confuso. Llegas como siempre.Mir el reloj y, cierto, eran slo las seis y cuarto, mi hora habitual de llegada. Eso significaba que todava me

    quedaba tiempo para darme una ducha y llegar a las siete al trabajo. Qu estaba sucediendo? Pens que laconversacin con Joe haba tenido que durar por lo menos veinte o treinta minutos, y recordaba perfectamentehaber mirado el reloj del coche y haber visto que eran las seis y diez. Cmo es posible que el tiempo quehaba pasado con Joe no existiera?

    Seguro que ests bien? insisti Jim. Te veo... diferente.Slo estoy cansada contest por inercia.Hbilmente, Jim caz al vuelo una tostada que acababa de salir de la tostadora.Vaya una novedad! murmur para el cuello de su camisa.

    Me prepar para replicarle con algn comentario sarcstico. Comenc a reunir frases en mi cabeza sobre lomucho que trabajaba, lo poco que dorma y el derecho que tena a estar cansada. Pero, de repente, me dicuenta de algo absolutamente increble: no estaba cansada en absoluto! Quizs era la primera vez que no mesenta completamente exhausta desde que Joey haba nacido, nueve aos atrs. En realidad, me senta muybien. No, fantsticamente; me senta genial, llena de energa y hasta un poco eufrica. Qu me pasaba? Noera normal.

    Corr de cabeza al bao, dejando a Jim perplejo y confuso. Encend la potente luz del techo y me mirdetenidamente en el espejo. Lo que vi me impact.

    Christine Moore me estaba mirando, con un rostro fresco, tranquilo y sin arrugas, a pesar de estar bajo unabombilla de 120 vatios. Despus, el dolor crnico en la regin lumbar desapareci misteriosamente, igual queel dolor sordo de mis juanetes.

    No me caba la menor duda de que Joe tena algo que ver con todo eso.Como los amantes que aprietan las manos contra el cristal que los separa en la sala de visitas de una prisin,

    coloqu mis dedos de cuarenta y ocho aos con toda delicadeza sobre aquella maravillosa imagen de mijuventud que estaba al otro lado del espejo. El reflejo alz unas manos que eran blancas y suaves, llenas dejuventud. Sin embargo, en mi lado del espejo, las manos estaban cubiertas de minsculas arrugas secas y deuna piel transparente que dejaba ver los nudillos prominentes y las venas azules. Hipnotizada, me inclin paramirarme todava ms de cerca.

    Dnde has ido a parar? susurr, dejando un pequeo crculo de vaho en el cristal.Christine? Jim me llamaba desde el vestbulo. Ests bien?Antes de que pudiera contestarle, se plant en la puerta y la maravillosa figura del espejo se esfum con la

    misma rapidez con la que haba aparecido.S, estoy bien contest. Nunca haba estado tan bien.Preocupado, Jim me mir de la cabeza a los pies e hizo un gesto de incredulidad.Mientras me duchaba, pens en todo lo que me haba sucedido aquella maana y en mi conversacin con

    Joe. A pesar de mi feroz resistencia, una sutil semilla de esperanza y optimismo trataba de arraigar de nuevoen mi corazn. Me encantaba la sensacin, aunque no me atreva a confiarme. Me daba miedo pensar que lascosas podan mejorar, pero me asustaba an ms pensar que quiz no mejoraran.

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    Lamentaba no haberle hecho ms preguntas a Joe. Por ejemplo, me preguntaba si todava llevaba unaHarley. No lo vi llegar ni irse, as que no lo saba seguro, aunque esperaba que s. Haba algo en su imagensobre esa magnfica mquina que irradiaba libertad, autenticidad y poder personal: todo aquello que Joerepresentaba.

    Sin embargo, lo que peor me supo fue no haberle preguntado cmo podra contactar con l o cundo lovolvera a ver, si es que iba a volver a verlo. Me pregunt si Joe me llamara a casa, e inmediatamentecomenc a preocuparme por si lo haca. Qu pensara Jim si descolgara l el telfono? Qu le dira Joe?Qu le dira yo? Y por qu me senta culpable si no haba hecho nada malo?

    Pas una semana entera sin noticias de Joe. Aun as, encontraba pruebas de florecientes milagros en cosasen las que nunca habra reparado. Por ejemplo, mi ansia por comer dulces empez a desaparecer. Cuandovea a Gracie sentada delante de la tele, devorando su regaliz rojo, no senta ni la ms mnima tentacin dequedarme con unas cuantas tiras. A decir verdad, lo encontraba repulsivo, lo que no deja de ser extrao,porque era una de mis golosinas preferidas.

    Entonces, por pura casualidad, encontr la vieja placa dorada que compr despus de graduarme en laescuela de enfermera para llevar mi nombre en la bata. Lo consider otro pequeo milagro, porque no sabaque todava la conservaba. La descubr enterrada en el fondo de un viejo joyero que le iba a dar a Gracie y asus amigas para que jugaran. Haca diez aos que no la vea y la sostuve en la mano con nostalgia mientraslea la inscripcin. Christine Moore, E. D., deca, y record con qu orgullo haba lucido aquellas inicialesjunto a mi nombre.

    De aquellos das hasta hoy, la poltica y los procedimientos haban cambiado drsticamente en el CentroMdico Metropolitano, y probablemente tambin en los dems hospitales. Ahora las enfermeras diplomadas denuestro hospital tienen que llevar la misma tarjeta de plstico que todos los dems, incluidos los tcnicos derayos X, los ordenanzas y hasta el servicio de limpieza. En la etiqueta figuraba el logotipo del hospital, una fototamao carn y slo el nombre de pila del empleado, seguido de un pequeo eslogan que deca: Compaerosen asistencia. Ya no se indica ni el ttulo acadmico ni el puesto, todos son compaeros en asistencia.

    A m me pareca que eso daba a los pacientes una falsa sensacin de seguridad y haca que asumieranerrneamente que todo el que participaba en su asistencia estaba igualmente cualificado. Algo que, porsupuesto, le convena al Centro Mdico Metropolitano.

    Met rpidamente la vieja placa descolorida en un recipiente con limpiador de metales y la frot con un traposuave hasta que le saqu brillo. Cuando fui a trabajar al da siguiente, hice algo completamente impropio de m.Mi coloqu la placa de oro reluciente y luc m E. D. con actitud desafiante. Lo increbl del caso es que nadie,ni siquiera el auxiliar ad ministrativo amargado de mi planta, se atrevio a decirme nada: otro pequeo milagro.

    A consecuencia de mi encuentro con Joe tengo que admitir que comenc a encontrar excusas para ir alShop-Well ms a menudo de lo estrictamente necesario. Me acordaba de que necesitbamos leche u olvidaba

    deliberadamente comprar cereales, para volver a la maana siguiente. Pese a que slo me llevaba uno o dosartculos cada vez, recorra todos y cada uno de los pasillos en una especie de misin de reconocimiento, conla esperanza de volver a tropezarme con Joe.

    Jim cada vez estaba ms preocupado por lo que a l le pareca un estado de distraccin alarmante. A pesarde que estaba absolutamente impresionado con toda aquella nueva energa en m, me percat de sus miradassuspicaces y de las malas caras que me pona cada vez que anunciaba que tena que hacer otro viaje alsupermercado.

    Tambin comenc a arreglarme un poco por la maana, antes de salir hacia el Shop-Well. Tampoco es queme esforzara demasiado, pero me paraba a maquillarme y me cepillaba el pelo antes de recogerlo en unacoleta. Un par de veces vi que Jim olisqueaba el aire mientras dorma, despus de que yo me hubiera echadounas gotitas de perfume. Sonre. Tambin comenc a ponerme un pauelo de colores en la coleta, en lugar dedejar que la goma elstica realizara sola su funcin. Al fin y al cabo, Joe haba dicho algo de que me cuidarams, no? Adems, cmo poda enamorarme de m misma si me exhiba en pblico tal como me levantaba

    de la cama?Tras la segunda semana de infructuosa bsqueda entre los pasillos del Shop-Well, donde no encontrninguna pista de Joe, comenc a darme cuenta de lo tonta que estaba siendo. Por experiencia, saba que siJoe quera que lo viera, no tendra ningn problema para encontrarme.

    Pas otra semana y me senta con tanta energa que un da me llev las zapatillas de deporte alsupermercado, para as poder correr por la playa despus de haber hecho la compra. Llevaba aos sin correr yme avergonzaba que me vieran en el paseo entablado, donde los corredores serios iban a realizar susejercicios matutinos. Supuse que no sera tan humillante si evitaba el paseo entablado por el momento, por lomenos hasta que me encontrara en mejor forma.

    Decid correr por la arena mojada y compacta de la orilla, que casi nadie utiliza por miedo a arruinar las caraszapatillas de deporte con el salitre del agua. A mis zapatillas tanto les daba, porque ya les haba hecho un cortepara que se adaptaran a mis juanetes. Era la nica forma de poder correr sin tener que soportar un dolorinsufrible. Cuando era joven, no tena que utilizar esta clase de trucos, pero tampoco estaba en tan mala forma.

    Inici mi nueva rutina esforzndome tanto como me permitieron mis msculos aletargados. Me plant delantede la orilla y realic una tmida sesin de estiramientos. Despus de esos preparativos, ya estaba lista.La maana era agradable y el cielo del color de los pomelos rosados. Inspir profundamente y comenc a

    correr despacio. La brisa marina alimentaba una niebla fresca que flotaba sobre la cresta de las olas y me

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    salpicaba con su refrescante humedad. Me senta cada vez ms despierta a medida que llenaba los pulmonescon el aire del ocano. Haba decidido no medir las distancias, slo controlara el tiempo e intentara correr deforma constante durante veinte minutos.

    Me cost mucho ms de lo que haba pensado. Al cabo de slo cinco minutos, repar en la dolorosaexistencia de ciertos msculos que no haban cobrado vida en ms de una dcada. El sudor me empapaba lafrente y me atac el flato, pero segu adelante, inasequible al desaliento.

    Otro corredor solitario se cruz conmigo y me salud con la cabeza. Consegu controlar la respiracin paradar la falsa impresin de que correr no me causaba problemas. Por supuesto, justo despus de que pasara,baj la marcha y solt un gruido.

    Transcurridos los veinte minutos, me detuve de golpe y comenc a caminar en pequeos crculos, con lasmanos en las caderas, jadeando y sudando profusamente. Me detuve y me inclin hacia delante, intentandocontrolar la respiracin y calmar el dolor en el costado.

    No me di cuenta de que, a solo unos pasos, haba un hombre de pelo largo sentado sobre una Harley-Davidson.

    No es imprescindible sufrir para perder peso dijo una voz melodiosa.Aunque el tono era tranquilo, me sac de mi estado absorto y di un respingo.Joe exhal, pasmada ante aquella visin.Tom un poco ms de aire. No estaba segura de si me haba quedado sin aliento por el ejercicio o por la

    sorpresa de volver a verlo. Sus rasgos eran ms suaves, como si lo estuviera mirando a travs de la lente deuna cmara especial, con la cara tan radiante como el mar centelleante y ligeramente iluminado por elresplandor rosado del cielo matinal.

    Qu te parece el amanecer? me pregunt, levantando la mirada hacia el cielo incandescente que tenaa mi espalda.

    Una brillante lnea carmes iluminaba el horizonte, como un preludio del sol naciente.Es precioso suspir. Verdaderamente magnfico.

    Pues t tambin, Christine dijo simplemente. -Qu?Digo que exactamente como t aadi tras una breve pausa. No te mates con el ejercicio ni con nada

    por el estilo. Eres preciosa en todas tus etapas, Christine... como el amanecer. Intenta disfrutar del proceso.Estaba a punto de llorar, me ardan los ojos. Haba pasado un montn de aos desde la ltima vez que un

    hombre me dijo que era bonita y, hasta ese preciso momento, ni yo misma era consciente de lo mucho quehaba deseado que volvieran a decrmelo.

    Esta vez no me par a pensar. Corr hacia Joe y le lanc los brazos al cuello. l me acogi con un abrazodulce y clido.

    Las cosas no son tan difciles como quieres que parezcan, Christine me susurr al odo. Todo es

    mucho ms fcil de lo que parece.. Vale, intentar recordarlo le promet, levantando la cara para ver sus ojos color caoba. Lo que pasaes que todo me supera enseguida sabes? Me preocupo por los nios, por el dinero, por Jim y por m, y por loque puede suceder si no consigo arreglar nuestra relacin y...

    Shhhh susurr Joe con una sonrisa, ponindome el dedo en el hoyuelo del labio superior. Deja que teensee una manera de saber cul debe ser tu prioridad del da, vale? Ests preparada?

    Dime. Tragu saliva.Mira el espejo comenz. En serio. Es as de simple insisti, con sus manos envolviendo mi rostro.

    Si quieres saber lo que tienes que hacer, mira el espejo y lo que veas en l ser en lo que quiero que pongasespecial cuidado ese da.

    Pero si siempre veo lo mismo protest. A m.Pues ah est contest.Pero...

    Esa es la clave me interrumpi. Si quisiera que fueras contando las copas que tom Jim la nocheanterior o con quin se las tom, en el espejo veras reflejada la cara de Jim. Pero no la ves, verdad? Y esoes porque el que tiene que cuidar de Jim es Jim y la que tiene que cuidar de ti eres t. Entiendes?

    Pero...Pero nada me cort Joe, con una carcajada. Por qu siempre te cuesta tanto aceptar las lecciones

    ms simples? Te di este cuerpo y esta vida para que hicieras lo que quisieras, pero no puse en tus manos elcontrol de la vida de nadie ms. Lo comprendes?

    En ese momento no dije nada. Joe tena razn, claro. Pero es que no me imaginaba cmo iban a ir las cosassi no me mantena alerta y no controlaba personalmente los aspectos econmicos y prcticos del cuidado de lafamilia.

    Y, por cierto aadi con una sonrisa maliciosa, controlar el universo es mi trabajo; no el tuyo, vale?Queda claro?

    Estaba asustada. Joe pareca pedirme que dejara de intentar controlar todo lo que, de todas maneras,

    tampoco consegua controlar. Supongo que quera ensearme que mis sensaciones de poder y eficiencia eranslo una ilusin.Sin embargo, no poda parar de preguntarme qu pasara si lo dejaba todo al azar. Quinhara todo el trabajo de casa? Quin preparara la comida para los nios? Quin la comprara? Y lo que erams importante an, de donde saldra el dinero?

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    No, me dije, Joe se haba equivocado por completo en eso. Alguien tena que asumir la responsabilidad dellevar una casa, y ese alguien tena que ser yo. Es indiscutible que Jim es un soador y un artista, mientras queyo soy prctica, sensata y realista. S hacerme con el control de la situacin y lo avalan mis veinte aos deenfermera. No me caba la menor duda de que yo deba asumir el control. Abr la boca para explicrselo, peroJoe ya haba comenzado a hablar.

    Dnde ha quedado el romanticismo de tu vida, Christine? me pregunt, y la pregunta me sorprendi.Y ya que estamos, dnde est tu sentido del humor? Y tu creatividad? Y tus ganas de divertirte? Y tupasin?

    Tena la ligera impresin de que mi boca segua abierta pero, aunque sea raro en m, no sala de ella ni unapalabra.

    Mira murmur Joe suavemente, mientras apuntaba al horizonte, detrs de m.Obediente, me volv y lo que vi me hizo ahogar un grito de asombro. El cielo era una mezcla indescriptible de

    tonos rosados y dorados, donde se recortaban bellamente las siluetas de los botes que navegaban a lo lejos.Un regimiento de delgadas nubes del color de las llamas escoltaban al majestuoso sol de oro, que, alzadosobre el ocano, derramaba una suave luz dorada sobre la playa.

    Ay, Joe logr balbucear, incapaz de apartar los ojos de aquella espectacular vista. Cunta razntienes. Dnde est el romanticismo de mi vida?

    Esper su sabia respuesta. Como no llegaba, me volv y me sorprendi ver que, salvo por las huellasrecientes de los neumticos, la playa estaba completamente desierta.

    CINCO

    Las preguntas de Joe me obsesionaron durante unos cuantos das. No poda dejar de pensar en cmopodan redescubrirse aspectos tan intangibles como el romanticismo, la diversin, la pasin y la creatividad.Por dnde esperaba que empezase? Adems, cualquier persona razonable que supere los cuarenta sabe queeso son cosas que suelen desaparecer cuando se entra en la mediana edad. Si tuviera que decir algo, diraque los perd en las mismas misteriosas y oscuras cavernas de mi mente que tambin se haban tragado elentusiasmo, el idealismo y la esperanza por un futuro mejor.

    La supervivencia y la seguridad econmica haban reemplazado insidiosamente las frivolas metas de lajuventud, y quiz sea as como se supone que debe ser. Quiero decir que, cuando se tiene una familia, haymuchas ms cosas por las que preocuparse que las pasiones y la diversin. Al menos, eso era lo que yosiempre haba credo. Si sa era la manera, como siempre indirecta, en que Joe me indicaba que deba tomarun nuevo rumbo, me pareci que lo mismo me poda haber pedido que sacara un conejo de una chistera.Simple y llanamente, no poda hacerlo.

    Me qued sentada en el coche, reflexionando sobre todo eso, mientras esperaba delante de la escuela dekarate a que los nios acabaran su clase. Pensaba llevarlos a casa para que cenaran rpido y Joey se pusieracon los deberes. Luego llevara a Gracie a su clase de ballet. Pero entonces ocurri algo extrao. Joey salicomo un torbellino por la puerta de la escuela y se meti de cabeza en el coche, con una cajita de cartn llenade hierba y trozos de lechuga. Sin darme tiempo a preguntar nada, Gracie apareci con un conejito esculidoacurrucado entre sus bracitos rechonchos.

    Supongo que no debera haberme sorprendido.Mami! exclam Joey con la excitacin propia de los nios de nueve aos. Gracie ha encontrado un

    conejo! Nos lo podemos quedar? Por favor, mam. No dar problemas. Podemos? Por favor.No sabes si l es un conejo reproch Gracie a su hermano. Podra ser una coneja, verdad, mami?

    dijo, sosteniendo al tembloroso animal contra el pecho. Nos la podemos quedar? Por favor, podemos? Yale he puesto nombre. Se llama Jersey.

    Entonces ocurri otra cosa extraa. Me o decir s, a pesar de saber que sera yo la que acabara cuidandode aquel dbil animalillo. En aquel momento, no era consciente de que aquel conejo medio muerto de hambreque sostena mi hija sera el catalizador de algunos importantes cambios en la dinmica de nuestra familia.

    Gracie decidi que no quera ir a su clase de ballet esa noche y, aunque s que deb darle un sermn sobrela responsabilidad y sobre acabar lo que se empieza, la verdad es que sent un gran alivio. No tena ganas deconducir ms, y eso por no mencionar que as podra preparar la verdura y la pasta que haba comprado por lamaana en una de mis excursiones diarias al Shop-Well.

    Nunca imagin que llegara a estar ansiosa por cocinar, pero, por raro que parezca, al disponerinesperadamente de un rato libre, me entraron ganas de cocinar una autntica cena casera para mis hijos. Jimtena un par de clases apalabradas en la escuela primaria de Bradley Beach y luego una actuacin con subanda en el Harold's, as que no llegara a casa hasta mucho ms tarde. Por algn motivo, eso tambin mequit un peso de encima. Supongo que me sent un poco ms libre para experimentar en la cocina. Y no es queJim se hubiera quejado nunca. Supongo que slo tena miedo de que se quejara algn da.

    Me sorprend tarareando mientras pona a hervir el agua para la pasta y comenzaba a cortar los tomates, lascebolletas y los ajos. Entonces capt un sonido muy extrao procedente del saln, donde Joey y Graciejugaban con su nueva mascota. Se trataba del maravilloso y caracterstico sonido de las conversaciones. Porincreble que parezca, su entusiasmo infantil por Jersey les haba hecho olvidar sus entretenimientos

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    habituales, esto es, la tele, los videojuegos y los cedes. Por primera vez, no se oa nada ms que las risillassofocadas y los comentarios emocionados de mis dos hijos. Sus risas y sus chillidos de placer me acariciabanlos odos y, por un momento, dej de cortar la verdura y me qued escuchndolos con una enorme sonrisa quenaca de lo ms profundo de mi ser.

    Cenamos en la mesa, juntos, sin mirar el reloj y sin el parloteo incesante del televisor. Me avergenza admitirque ni siquiera recordaba la ltima vez que habamos cenado as. Los nios me contaron que Gracie habaencontrado el conejo en el patio del colegio. Joey la haba ayudado a capturarlo, y la maestra de Gracie leshaba explicado los pormenores de la dieta de un conejo. Nos remos, charlamos, comimos.. . Y tuve la vagaimpresin de que un rincn hambriento de mi alma encontraba, por fin, alimento.

    Gracie y Joey jugaban a pillar en el jardn mientras yo lavaba los platos y los observaba desde la ventana dela cocina. La tarde de septiembre, en los ltimos das del verano, era todava clida y agradable. Hasta elirritante ruido de la puerta mosquitera, que no paraba de dar portazos, me traa recuerdos agradables de losdas despreocupados de mi infancia y me di perfecta cuenta de que me acababan de hacer un regalo precioso.

    Los chicos se sentaron en la mesa de la cocina e hicieron sus deberes, mientras yo les preparaba losbocadillos para el almuerzo del da siguiente. Estaba concentrada con el bote de mantequilla de cacahuetecuando Joey me pregunt si quera hacer un test de inteligencia. Le dije que s y l me hizo unas cuantaspreguntas simples, que yo respond sin pensarlo entre fruta, pan, tarros y envoltorios. Gracie y Joey se rean demis respuestas. No entend qu les hacia; tanta gracia hasta que, en la dcima pregunta, Joey me dedic unamirada maliciosa y me dijo: Gracias por hacerme los deberes, mami. Por lo que fuera, no se me ocurri darleun sermn sobre honestidad y, en lugar de eso, me re de m misma. Para sorpresa ma, rerme me hacasentir mucho mejor que sermonear.

    Despus de que se baaran, nos reunimos todos en la habitacin de Gracie, donde se pusieron los pijamas yse prepararon para ir a la cama. Esa noche, los dos queran dormir con el conejo, as que decidimos que Joeydormira en el plegatn que haba en la habitacin de Gracie para que el conejo no se sintiera solo. Los dosme dieron un beso de buenas noches y luego corrieron a la caja de cartn que habamos dejado en un rincnde la habitacin y le dieron las buenas noches a Jersey.

    Mamita dijo Joey, cuando ya sala de la habitacin. Haca siglos que no me haba llamado as. Por logeneral, deca mami o mam, pero nunca mamita.

    Qu pasa, cario? pregunt desde el umbral.Esta noche me lo he pasado muy bien.Yo tambin admit con una sonrisa.Y yo aadi Gracie desde su cama.Pero Joey no haba terminado.Crees que podramos hacer esto todos los das si Gracie dejara el ballet y dejramos tambin el karate?

    pregunt. Me gusta mucho ms estar contigo que con el profesor de karate.Y a m corrobor Gracie. Menos mal que estaba oscuro y mis hijos no vieron las lgrimas que asomarona mis ojos. Desanduve mis pasos y me sent en un lado de la cama de Joey, en la oscuridad. Lo abrac y besla suave piel de su mejill