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    ISSN 0719-4137 Revista de Historia y Geografa N 30 / 2014 13-35

    Artculo

    Sobre el rescate de cautivos y ladiplomacia fronteriza en Chile, 1598-16551

    Sonia Macarena Snchez Prez2

    Recibido: 9 de enero de 2014 Aprobado: 5 de marzo de 2014

    ResumenLos estudios del cautiverio durante el siglo XVII en la frontera sur de Chile

    presentan a la fecha un limitado corpus de publicaciones. Dentro de lostpicos ms trabajados, destacan los estudios sobre las cautivas, sus imagi-narios y aspectos del mestizaje que de l se derivan. Sin embargo, an nose ha configurado un boceto o tipologa de lo que signific el cautiverio enla frontera sur de Chile. Poco se sabe respecto a los aspectos propios de lacondicin del cautiverio y las dinmicas de captura, rescate o trueques delos prisioneros. Este artculo tiene como objetivo presentar el problema delcautiverio dentro del contexto fronterizo de la primera mitad del siglo XVII, entorno a las relaciones intertnicas hispano-mapuches, y explicar cmo este

    fenmeno dialog con el desarrollo de una incipiente diplomacia de carctermestizo, la que se tradujo en sistemas y polticas de rescate de los prisioneros.

    Palabras clave: Cautiverio, Cautivos, Frontera, Diplomacia.

    On the Rescue of Captives and Border Diplomacy in Chile, 1598-1655

    AbstractThe studies of captivity during the XVIIth century in the south border of Chilepresent, to date, a limited corpus of publications. Among the most craftedtopics, the studies on the women captives are outlined, their stereotypesand aspects of the crossbreeding that derive from it. Nevertheless, it has notconfigured a sketch or typology yet on what the captivity meant in the southborder of Chile. Little is known about the proper aspects of the condition ofcaptivity and the dynamism of apprehension, rescue or barter of the prisoners.

    1 Esta publicacin es parte de los resultados de la investigacin de la tesis doctoral y delproyecto Fondecyt N 1100215 La dispora mapuche en Chile colonial. Migracionesforzadas y voluntarias desde la Araucana hacia el centro y norte de Chile y otras regionesdel virreinato peruano (siglos XVI-XVIII) y recibe apoyo del Centro Interdisciplinario deEstudios Interculturales e Indgenas ICIIS Instituto de Sociologa - Programa de AntropologaPontificia Universidad Catlica de Chile (2013).

    2 Chilena, Magster en Estudios Amerindios, Universidad Complutense de Madrid, Doctora(c) en Historia, Pontificia Universidad Catlica de Chile. Directora de Estudios, Escuela deHistoria, Universidad Finis Terrae. E-mail: [email protected]

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    This article has an objective to present the problem of captivity within thefrontier context of the first half of the XVIIth century, concerning the Hispa-nic - Mapuche interethnic relations, and to explain how this phenomenondiscussed with the development of an incipient diplomacy of mixed birthcharacter, which turned into systems and politics for rescuing the prisoners.

    Key words: Captive, Captives, Borders, Diplomacy

    Sobe o resgate de cativos e a diplomacia fronteiria no Chile, 1598-1655

    ResumemOs estudos do cativeiro durante o sculo XVII na fronteira no sul do Chileapresentam data, um limitado corpus de publicaes. Dentro dos tpicos

    mais trabalhados, destacam os estudos sobre as cativas, seus imaginriose aspectos da mestiagem que dele se derivam. Porm, ainda no se temconfigurado um bosquejo o tipologia do que significou o cativeiro na fronteirasul do Chile. Pouco se conhece ao respeito dos aspectos prprios da condiodo cativeiro e as dinmicas de captura resgate ou troques dos prisioneiros.Este artigo tem como objetivo apresentar o problema do cativeiro dentro docontexto fronteirio da primeira metade do sculo XVII, em torno s relaesintertnicas hispano-mapuche, e explicar como este fenmeno dialogou como desenvolvimento de uma incipiente diplomacia de carter mestio, que se

    traduziu em sistemas e polticas de resgate dos prisioneiros.Palavras chave: Cativeiro, Cativos, Fronteira, Diplomacia.

    En Chile la violencia frontal entre espaoles y mapuches se desarroll des-de los primeros contactos y present dinmicas de ataque diversas. Entradasde guerra de alcances dismiles, con huestes numerosas y otros asaltos de

    menor alcance, conocidos como malones y malocas, cruzaron gran parte delperiodo3. Uno de los objetivos ms importantes de las malocas, adems de la

    3 El maln y la maloca era una tctica militar que consista en un ataque rpido y sorpresivode un importante nmero de soldados contra un grupo enemigo, ya fueran parcialidadesmapuches enemigas o poblaciones y fortificaciones de espaoles o criollos, con el objetivode obtener ganado, provisiones y prisioneros, sobre todo mujeres y nios. Esta estrategiatuvo su correlato en otros contextos, como el europeo en el sistema de Cabalgata. Estemodelo consista en una ofensiva de carcter estacional de corta duracin y que por suscaractersticas sola tener una logstica mnima, basndose en el autoabastecimiento. LaCabalgata no se vea afectada por las limitaciones forales respecto a la duracin del servi-cio. Era un modelo de lucha de bajo costo, que no requera fuertes inversiones ni grandesavances en materia armamentstica. Era sumamente rentable en el corto y mediano plazo,ya que se financiaba con la obtencin del botn de guerra, dentro de los cuales los cautivosocupaban un lugar privilegiado. Adems, aseguraba la destruccin de los bienes y tierrasenemigos con un mnimo margen de riesgo, lo que a largo plazo debilitaba al adversario

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    derrota y debilitamiento del enemigo, era el rescate y/o la captura depiezas,ya sea para su esclavitud o para conseguir, a travs del canje, la liberacin deotros cautivos. Esta dinmica oper de manera continua a lo largo de todo el

    periodo y fue una tctica utilizada desde ambos frentes. Mapuches autnomosorganizaron asaltos furtivos con el objetivo de liberar a sus parientes, perotambin para capturar a otros prisioneros, tanto espaoles como mapuchesaliados, y usarlos como moneda de canje para rescates. A su vez, las fuerzasespaolas y sus aliados mapuches, organizaron sus propias entradas de guerratambin para la redencin de cautivos y la captura de nuevos prisioneros. Conellos realizaron importantes negociaciones, ya sea para la paz o para obtenerla devolucin de otros cautivos. El uso de los cautivos como elementos denegociacin, era considerado como parte del proceso de guerra: en lo que

    toca a que los indios que cogieren en la guerra no sean esclavos el ordencristiano sino el que los cogiere se pueda servir de ellos y como su majestadordenare y que pueda rescatarlos como en todas las guerras del mundose acostumbra y que si de estos fueren menester algunos para enviar conmensajes es cosa justa (de Valdivia, 1621).

    El problema de conseguir rescates desde el punto de vista espaol, no secircunscribi solo a la redencin de cristianos, sino que tambin era extensi-vo a la necesidad de rescatar a sus aliados mapuches. Estratgicamente no

    acudir en rescate de indios amigos representaba un peligro para el futurode la alianza. Estos pactos intertnicos se fundaban en la asistencia para laguerra, pero tambin en la proteccin mutua. Sin embargo, esta motivacinmuchas veces chocaba con los intereses econmicos generados por la ventade los mapuches liberados. El rescate de cautivos indgenas tras las entradaso malocas emprendidas por soldados espaoles, no siempre terminaba conel retorno de estos a sus comunidades de origen. As lo informa el jesuitaGaspar Sobrino, quien expresa que ninguna destas piecas que se cogieronal enemigo, se entregaron a nuestros amigos sino que parte dellas se dieronalgunos oficiales de guerra, y otros se vendieron por ochenta y cien reales dea ocho, conforme a la calidad de cada una dellas (Sobrino, s/f, a).4

    y facilitaba la anexin de territorios. Era una forma de guerra que se adaptaba muy biena las caractersticas de una economa agraria que produca pocos excedentes con los quefinanciar grandes esfuerzos blicos (Sesma, 2002: 24). Para idntica actividad realizada porespaoles contra indgenas en la poca colonial, en cambio, se reserva el trmino malocaen estos pases.

    4 Esta prctica de negociacin de cautivos tuvo tambin como antecedente el ejemplo europeoentre moros y cristianos. Las relaciones polticas desarrolladas desde el siglo XIII hasta XV entreGranada y Castilla estuvieron marcadas por cierta indefinicin y largos espacios intermediosde paz y guerra. Dentro de estos mrgenes, se estableca tambin un tercer estado, uno quenace de la negociacin e impone este trmino como su expresin cotidiana, el estado dela tregua. Tal situacin oblig a constituir cdigos comunes y el perfeccionamiento de unadiplomacia entre las partes, la que se desplegaba con gran lucidez en tiempos de paz. Las

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    Con todo, el trueque de personas pareci ser un mecanismo utilizado entrelas partes para conseguir la libertad de sus prisioneros cautivos. Esta prcticacondujo a pensar en reservar a ciertos prisioneros en fuertes y presidios en

    espera de que se concrete el trueque o negociacin. Uno de los argumentosque promova este tipo de prctica era la dificultad que tenan los agentesde liberacin para comprar al prisionero mapuche a un particular, como alparecer era lo acostumbrado durante los primeros aos de guerra: para elfin tan deseado del rescate de los espaoles cautivos, porque en tiempo dela guerra antigua haba dos grandes dificultades para estos rescates (deValdivia, 1611). El primero era que cuando se solicitaba algn indio cautivoen trueque de alguna espaola era menester que los parientes de la dichaespaola o el gobernador buscasen ciento o doscientos pesos que pagar al

    espaol que posea al indio esclavo para que lo diece para el rescate(deValdivia, 1611). Dada la situacin financiera de muchas de las familias afec-tadas por el cautiverio y la guerra y como no haba orden para gastar enesto la hacienda de VM y haba de buscar de limosnas por la pobreza de losparientes de la espaola, era difcil el rescate. Es por esto que finalmentevenciose esta dificultad con este orden, siendo los prisioneros que se habade trocar libres y puestos en depsito para ese fin, y as se ha rescatado buennmero de personas espaolas cautivas (de Valdivia, 1611).

    Para mediados del XVII, el intercambio de cautivos pareca ser un sistemacomn e institucionalizado tanto para espaoles y mapuches. Era comn quemapuches capturaran y conservaran tambin a cautivos para usarlos comobienes de intercambio y as rescatar a sus parientes: que ellos [mapuchesautnomos] no tienen mercadera ms que espaoles y espaolas de las quetodava viven de las iudades perdidas (Laso de la Vega, 1633). El mismoLaso de la Vega lo expresa en esos trminos cuando en 1633 seala que al

    treguas cristiano-musulmanas eran instituciones de carcter temporal que instalaban unapaz transitoria en el territorio. Estas instancias originadas dentro de un estado de guerra yhostilidades, se presentaron como ideales para la liberacin y rescate de cautivos. Las treguasimplicaban, por lo general, el pago de tributo de una de las partes, la ms debilitada. Si bienla condicin de devolucin de cautivos en masa era fundamental para determinar el xito delas treguas dinmica similar a la vista en los parlamentos hispano-mapuches, esta medidaencontraba sus obstculos puesto que la poblacin musulmana era reticente a entregar asus prisioneros. Los cautivos constituan no solo un bien preciado por su valor comercial olaboral, sino un seguro en caso de la captura de algn familiar, caracterstica que comoya se analiz se repite en el caso de los cautivos cristianos entre mapuches. Los cautivoscristianos eran una importante moneda de canje para realizar un rescate directo. Si losfamiliares interesados no contaban con un enemigo prisionero, stos se podan adquirir enel mercado de esclavos o a travs de la compra a algn particular que haya participado dealguna empresa blica, quien tena la obligacin de facilitarles la compra. Por lo tanto, laadquisicin de prisioneros en la guerra se presentaba como fundamental para el resguardode la propia poblacin. Mantener un nmero importante de cautivos podra representar unseguro a mediano plazo y su entrega constitua un futuro riesgo.

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    capturarse a algn indgena se les exsamina diindoles que si en su tierrasu padre madre o hermano o pariente tiene algun espaol cautibo que [le]dan por l (Laso de la Vega, 1633).

    Los cautivos, por lo general, no eran abandonados a su suerte. Si a travsde las armas no lograban conseguir los rescates, se abra paso a la negociacinal alero del desarrollo de una incipiente diplomacia que vena establecindoseen la zona. El xito o fracaso de una iniciativa militar en parte se meda porla oportunidad que brindaba para conseguir el retorno de un mayor nmerode prisioneros cautivos. La posibilidad de alcanzar el rescate de cautivos fueparte de las consideraciones del ejrcito. Al momento de analizar las alter-nativas de ataque, no se perda de vista la necesidad de rescate de cautivos.

    Conseguir dar con el paradero de esposas, hijos o sacerdotes, o lderesmilitares, y obtener su liberacin, influy en los lineamientos y planificacintctica de los ejrcitos.

    El acta de acuerdo de la Junta de Guerra celebrada en Santiago de Chileel 18 de junio de 1604, que versaba sobre los recursos para la campaa deArauco, destac la necesidad del rescate de espaoles cautivos y expres lapreocupacin por evitar nuevas capturas de indgenas aliados por parte delenemigo. Entre otros temas sealaba que para campear, vieren y confirieren

    si convendr pasar la guerra a los trminos de la Imperial a sacar los cautivosque se pudiesen de los enemigos o en su lugar estudiar la alternativa dehacerla en las provincias de Arauco, Catiray y los Angoles, que son los quenos la hacen, inquietando los indios nuestros amigos de los trminos de lasciudades de la Concepcin, san Bartolom o ribera de Biobo con intentode levantarlos y llevarlos y a sus mujeres e hijos a sus tierras, como lo hanacostumbrado (Garca Ramn, 1604).

    Los aos que abren el siglo XVII constituyeron un periodo de gran com-

    plejidad para la ocupacin espaola del territorio y una conquista para laresistencia mapuche. En 1598 se afirmaba el poder mapuche, tras la famosagesta de Curalaba, que dio como resultado la prdida de todas las recinfundadas ciudades espaolas en el sur.5Una de las consecuencias ms do-

    5 Entre 1598 y 1604 se produjo el gran alzamiento que llev a la prdida total de losasentamientos del sur. Este hecho es considerado como uno de los traspis militares msimportantes para las fuerzas espaolas en el Nuevo Mundo. Las ciudades, especialmenteValdivia y Osorno, se haban perfilado durante los aos previos como urbes relevantes y eranconsideradas potenciales centros neurlgicos de la ocupacin. Valdivia constitua una ciudadamurallada, con ms de 600 espaoles y numerosos indios tributarios, hasta que las fuerzasde Anganamn, Paillamachu y Pelantaru asolaron el lugar. La ciudad fue abandonada hasta1643. Se contaba en ms de 300 las mujeres cautivas, llegando algunos testigos a afirmarque eran ms de 500. Entre ellas estaban monjas de conventos y mujeres de importancia,como es el caso de Esmeralda, hija del capitn Valenzuela, que fue rescatada varias dcadas

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    lorosas de este enfrentamiento fue la captura de un nmero importantsimode cautivos. En este escenario, la preocupacin por el rescate se reiterabaen la mayor parte de los informes de guerra, dando cuenta de los esfuerzos

    por revertir la situacin. En la sociedad colonial se instal con gran fuerzael imaginario del cautiverio, especialmente en los asentamientos contiguosa las fronteras.

    En 1604, mismo ao en que se publicaba el acta de la junta de guerraantes citada, que pona de manifiesto la necesidad por la redencin de loscautivos, el gobernador Garca Ramn, comenzaba una campaa militar enla zona, con una lgica similar. En noviembre llegaron a Santiago 952 solda-dos, de un total de mil que Felipe III haba enviado al territorio. Era el mayor

    contingente conseguido gracias a las gestiones del gobernador, a lo que sesum el auxilio del Real Situado asignado a Chile para el pago y manutencinde las tropas. El plan era realizar una entrada a travs de diferentes flancosa tierra de guerra, someter al enemigo y conseguir el rescate de cerca dedoscientos cautivos, entre los que se contaban hombres, mujeres y niostanto espaoles como mapuches aliados tomados prisioneros durante losltimos seis aos. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos desplegados en suscampaas, luego de siete meses de incursiones, se reconoca el da 15 deagosto de 1606, que solo haban rescatado y liberado de su poder a fuerza

    de armas quince espaoles y entre ellas ocho mujeres (Garca Ramn, s/f),aunque otro informe firmado por Lorenzo del Salto, que se refiere a los res-cates alcanzados ese mismo ao por las campaas del gobernador mencionaunas cuantas ms (Del Salto, 1606). Con todo, era un nmero muy modestoen relacin con la cifra estimada al inicio de la operacin.

    Garca Ramn informaba detalladamente el proceso del rescate ejecutado,apuntando su esperanza en el poder blico de sus tropas y en el polmicosistema de guerra ofensiva para someter a los mapuches rebeldes y lograr la

    libertad de los cautivos.6Si bien el nmero de personas redimidas no era deimportancia, su estatus s lo era. En el informe de Lorenzo del Salto respectode los rescates del gobernador y su ejrcito, se destacaba la presencia de

    despus, para terminar recluida en un convento. Entre los muertos, se encontraban loscapitanes Gmez Romero y Alonso Prez de Valenzuela y Buiza, y ms de cuatrocientosadultos y cincuenta nios espaoles. Rosales y otros testigos dan cuenta del episodio conprofundo sentir. Para profundizar este tema es posible consultar Guarda (1990 y 1993) yUrbina (2009).

    6 As lo expres adelantando que no obstante los resultados, confiaba en la misericordiade Dios que dentro de poco tiempo, aunque es grande el nmero de mujeres que tienencautivas se han de ver libres de los grandes trabajos y miserias que padecen. Solo pedaque l y su ejrcito pudieran mantener la ayuda del Estado y contar con lo principal quees lo que es suplicado a Vuestra Magestad mande proveer no hay duda sino que la guerrade este Reino ha de tener muy gran mejora de todo (Garca Ramn, 1606a).

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    una veintena de mujeres con el apelativo de doas.7Entre ellas se contabael nombre de doa Ins de Castaeda, espaola, prisionera en la toma delfuerte de Boroa y rescatada en 1606 por el capitn Francisco Gil Negrete

    en La Imperial, con un hijo de poco ms de un ao. El nio, mestizo, segnregistra Medina (1906: 191), habra tomado el hbito de Agustino en 1621.Tambin figuraba en la nmina Leonardo Corts, quin ostent ttulos comolos de corregidor y procurador general del ejrcito. Su hija se habra casadoms tarde con el capitn Andrs de Escobar (Medina, 1906: 217).

    La prdida territorial de la zona sur y la captura de miembros de la so-ciedad criolla, haba generado entre la poblacin hispana una sensacin deindefensin; un espritu de derrota y desolacin que se manifest durante

    largo tiempo. Hombres, mujeres y nios que formaban una emergente elitelocal fueron parte de este desolador nmero de prisioneros. En aquella oca-sin, las prdidas no se reducan a un grupo de soldados o algn misionerointernado en zonas riesgosas. En este caso, los muertos y cautivos eranmayoritariamente civiles y, por esta misma razn, su rescate cobr ms im-portancia que nunca. Durante los primeros aos se consigui la liberacin decautivos espaoles y mapuches aliados gracias a entradas de guerra, canje,compra y negociaciones bilaterales. Otros cautivos tuvieron que esperar anms tiempo para su liberacin, como Marco Chavarri de Almonacid, quien se

    declara hijo y nieto de los primeros conquistadores de este reino y vecino deVillarica, quien permaneci ms de veinticinco aos como prisionero, tras sercapturado durante estos aos en las cercanas de Angol (Medina, 1906: 232).

    7 Segn el informe de Lorenzo del Salto respecto a los rescates del gobernador, se avisaque: Memoria de las personas que se han rescatado de poder del enemigo en la guerrade Chile a siete meses a esta parte que entr a campear el seor Alonso Garca Ramngovernador del dicho Reyno: El capitn Pablo Hernndez de Crdova, Doa Ynes Veas,Jusephe Hernandez, Doa Luia de la Puente, Mateo de Chaves Tablada, Doa Marcela deSauedo, Diego de Godoy, Doa Veatriz de Navarrete, Don Juan de Maluenda, Mara Pardo,Leonardo Cortes, Doa Ynes de Castaeda, Pedro Portillo, Doa Mariana de Ayala, JuanChavero, Doa Anna de Paz, Alonso de Torres, Doa Ysabel de Villarroel, Diego Ramn,Doa Mara de Cerveros, Alonso, nio de poca edad, Doa Ana Daz Tellez, Diego Gordillo,Veatriz de los Reyes, Diego Bacan, Doa Veatriz de lo Caa, Pedro de Sauedo, FranciscaHernandez, Diego de Figueroa, Francisca Garca, El capitn Juan de Len, Doa Baltasarade Len, Gaspar de Ocampo, Doa Clara de Larrea, otro hermano suyo Doa Mara apata,Vernardino de Bungos, Doa Mara de la Puente, Valtasar Cabrito, Doa Petronila Varua,Jacome Prez, Doa rsula de Alvarado, Juan de la Parta, Doa Ysabel Muoz de vila,Mariana, nia de poca edad, Doa Marcela de Fugueroa, Doa Leonor de Chaves Tablada,Ynes Ramrez, Juana Gonalez, Ynes Minel, Anna Velzquez Rengel, Francisca Monje. Unmulato llamado Diego Hernndez, un negro llamado Andrs, barrerain, yndios e yndiascristianos que se an rescatado. Las quales dichas personas, avia la que menos siete u ochoaos questaba cautiva, entre los enemigos hasta oy 15 de agosto de 1606 aos y se anrescatado en mi presencia a lanadas y trocadose algunas por prisioneros y algunos gnerosde ropa y dello doy fee. Lorenzo del Salto [Firmado] (del Salto y Garca Ramn, 1606).

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    Cerca de un tercio de la poblacin qued en cautiverio. El impacto humanoque se verific tras el levantamiento que termin con las ciudades ubicadasal sur del ro Bo-Bo, se puede apreciar en dos planos. El primero de ellos

    es el material, que provoc un brusco retroceso en la economa, a partir dela prdida de pertrechos, armas y poblacin. El segundo impacto fue msbien psicolgico y se manifest ntidamente en una sensacin generalizadade inseguridad y desmoralizacin por parte de la sociedad hispana, ahoraagudizada por una nueva preocupacin: la prdida masiva de seres queridosque terminaron en condicin de cautivos entre los mapuches (Gonzlez,2001-2002: 73). El desconsuelo y preocupacin tras evidenciarse los primerosreveses en los rescates protagonizados por el ejrcito espaol, sirvi comoargumento para desacreditar el mtodo de guerra ofensiva e instalar la nece-

    sidad de una estrategia diferente, el de la guerra defensiva. En 1608, el PadreGaspar Sobrino, miembro de la Compaa de Jess, a quien el Padre Luis deValdivia haba enviado a Chile, explicaba en una carta al rey, algunas razonesque probaban la eficacia del modelo defensivo para conseguir liberar a unmayor nmero de cautivos cristianos retenidos por las fuerzas mapuches.8Segn el religioso, el segundo beneficio que percibe en este cambio de es-trategia fue facilitar con este nuevo modo de guerra [defensiva] el rescatede las cautivas, que ya no son quinientas como el Maestre de Campo PedroCorts dize en un Memorial que present a V.M. (Sobrino, s/f, b).

    En un periodo muy corto de tiempo se habran conseguido, gracias a lasconversaciones de paz, el rescate de un porcentaje considerable de personas,muchas de ellas vecinos de importancia en la regin, individualizados consu nombre y ttulo de don. En palabras del jesuita: y de los efectos destemotivo ya hemos gozado, pues en poco mas de un ao se han rescatado donAlonso de Quesada, el Sargento Juan de Torres, Francisco Fernandez, un P.Dominico y tres mugeres, que por todos son siete. Finalmente destaca yesto cierto es, que no se puede atribuir a la guerra ofensiva, pues no la avia,ni jams con ella en quatro aos se han rescatado tantos, y con la defensivay la experiencia nos ensea que s () (Sobrino, s/f, b).

    8 Luis de Valdivia (1561 -1642) fue un jesuita espaol que arrib a Chile en 1593 junto a otrosmiembros de su Orden, dedicndose a la evangelizacin y visitando los pueblos del sur delterritorio. Tras la derrota espaola en Curalaba, la muerte del gobernador y la legalizacinde la esclavitud mapuche, su accin se concentr en la defensa y planteamiento de la guerradefensiva, sistema que se aplic entre 1612 y 1625. Se haba instalado la idea que el medioms eficaz para concluir con la Guerra de Arauco era la supresin del servicio personal de losindgenas y el trmino de la guerra ofensiva, lo que deba ir acompaado por un esfuerzode conversin al cristianismo. En esta lnea el nuevo gobernador Alonso de Ribera crea unanueva estrategia consistente en fortificar el ro Bo-Bo y mantener guarniciones de soldadospermanentes en la zona. Estos fuertes deban ir lentamente avanzando sobre el territoriomapuche consolidando la conquista.

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    Efectivamente, como lo sealaba el padre Sobrino muchas de las entradasde guerra no daban los resultados esperados e incluso podan ocasionar msprdidas que rescates, como fue el caso de la campaa del gobernador Garca

    de Ramn en 1606. Bajo este escenario, otras opciones como el canje o true-que cobraron fuerza como mecanismos alternativos de liberacin frente a laopcin del ataque frontal o entrada de guerra. Estos mtodos de rescate quetenan como procedimiento el dilogo y la negociacin, claramente requerandel soporte de un lenguaje comn, del avance de una diplomacia mestiza.

    Si bien uno de los principales patrimonios usados para el canje de uncautivo era, de hecho, otro cautivo, capturado generalmente gracias a unaincursin violenta, el proceso de canje se desarrollaba dentro de un formato

    de acuerdo entre las partes. En 1611 se solicitaba que los mapuches quede all adelante se confiesen en la guerra defensiva no fuesen esclavos, sinoque los muy culpados se castigasen y los dems se depositasen, para quepor ello se rescatasen algunas personas espaolas, de las que antiguamentecautivaron en las ciudades que se llevaron (Archivo del Arzobispado deSantiago, 1611). Este proceso de intercambio de cautivos fue fortaleciendoel manejo de una suerte de protocolo intertnico, cuyo modelo se fue insta-lando a lo largo de estos aos.

    El proceso de canje contemplaba una serie de pasos protocolares, los quese fueron perfeccionando y modificando de acuerdo a las circunstancias y eldesarrollo de las relaciones bilaterales. Una vez iniciadas las conversacionesy negociaciones, haba que determinar por cuntos cautivos o por culesde ellos, especficamente, se ofrecera la libertad de un prisionero. Una vezacordado este punto, los agentes mediadores o quienes lideraban el procesode intercambio, necesitaban ubicar a los amos de los cautivos que serviranpara el trueque o canje y negociar con ellos un pago o compensacin justapara conseguir que los entreguen: el enemigo enbia luego a saver donde

    paran las dichas piessas de yndios e yndias para tratar de rescate (Laso de laVega, 1633). Esto, en el caso que los cautivos no se encontraran ya reserva-dos para estos fines desde su captura, lo que de ser as, era probable que seencontraran prisioneros en los mismos fuertes o en poder de las autoridadesa la espera de que se concrete su entrega por otro prisionero.9Por lo general,

    9 Respecto a esta costumbre de reservar desde el inicio ciertos cautivos para su canje, exis-ten importantes referentes en el contexto europeo. Informa Emilio Cabrera, en el contextomediterrneo, que los cautivos estaban claramente diferenciados respecto a su estatus yfinalidad. Existan dentro de ellos los conocidos como cautivos de rescate, cuyo destinoprincipal era ser entregado ya sea por otro cautivo o por una compensacin econmica.Estos cautivos no realizaban labores o tareas muy pesadas o riesgosas sino que se mantenanrecluidos en espera de su liberacin (Cabrera, 1996). En el caso chileno, existen indicios deque, en ciertos casos, la dinmica pudo ser similar, en la medida de que si se estableca elcarcter canjeable de un prisionero, ya sea espaol o mapuche, a estos se les someta a

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    una vez ubicados a los amos, les d a los padres algunas cosas para queden a los caciques y a los indios para ganarlos (Reino de Chile y Colegiode Santiago, 1577-1613). En el caso espaol, los mediadores deban contar

    con una autorizacin especial para comenzar las gestiones. Finalmente, latransaccin con la contraparte eventualmente poda apoyarse con la entregade otros bienes, dentro de los cuales era comn encontrar paos, chaquiras,animales, entre otros.

    En 1612 el sargento Pedro Melendes, que acompa a Luis de Valdivia,por rdenes de Alonso de Rivera, para tratar la paz con los sectores mapuchesen guerra, daba cuenta en primer lugar de la delicadeza de la diplomacia, lacomplejidad del desarrollo de las relaciones intertnicas y la importancia de

    contar con prisioneros de relevancia as como tambin de agentes mediadoresal momento de negociar una liberacin de cautivos: en cumplimiento delo que centr en las provincias de guerra de los dichos enemigos de Purn iPayllaguen, Imperial, Boroa i Maquegua i otra provincia en que pas notoriopeligro de su vida acudiendo a lo que llevaba a cargo donde no saliera deperpetuo cautiverio si no fuera por un indio llamado Turelipe, grandementeestimado de los indios de guerra, que estaba prisionero en el castillo de Arau-co, a cuyo rescate i de otras piezas de los enemigos trujeron a este declarantei alfrez don Alonso Prez de Quezada i al alfrez Juan de Torres cautivos

    que tena el enemigo a Paicav (Archivo Arzobispado de Santiago, 1613).

    Bajo el modelo canje se consigui la liberacin de un importante nmerode prisioneros. A menos de siete meses de iniciadas las gestiones del go-bernador Francisco Laso de la Vega (1633) notific que rescat una mugerprinipal que a 33 aos que estava cautiba y en tiempo de un ao he sacado22 espaoles de cautiberio y muchos yndios de los amigos que estavan asmesmo cautibos fuera de muchos que se me han venido como hago relaionen la que enbio a Vuestra Magestad de los subcessos de la guerra. El objetivo

    del documento era destacar que bajo este procedimiento de negociacionesy parlas, que promova el rescate a travs del canje, el nmero de cristianosredimidos era superior al ofrecido por la guerra a sangre y fuego o guerraofensiva. Es por esto que no resulta extrao que la prctica de capturarpiezascon el objetivo de utilizarlas como moneda de trueque para el rescate deprisioneros se haya institucionalizado. La documentacin as lo manifiesta enreiteradas ocasiones. Los informes o cartas sobre el estado de la guerra enChile, hacen referencias una y otra vez a este modelo de rescate. Dentro deeste mismo sistema fue rescatado Nuez de Pineda, el jefe mapuche Turalipey el sacerdote Juan Falcn, entre muchos otros. As lo declar este ltimo,

    un trato diferente. En el caso de los cautivos mapuches, estos quedaban por lo general enlos fuertes como prisioneros y no eran desterrados o esclavizados.

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    cuando se le pregunt cmo sali de poder del enemigo, si le dejaron venirlibremente o si fue rescatado o trocado por algn prisionero y quin le regatoy en que tiempo respondiendo que hace tres meses ms o menos Alonso de

    Rivera dio en rescate a los enemigos un cacique principal de ellos llamadoLincalebo que estaba preso en el fuerte de el Nacimiento y que para esteefecto sus parientes y deudos le compraron del dicho Guenucuca su amode adonde se vino a esta dicha ciudad que habr ochenta leguas poco mso menos a su convento y religin a cumplir con su obligacin y lo que tieneprofesado (Falcn, 1614).

    A travs de este documento se observa parte importante del desarrollodel sistema de rescate a partir del truque. Gracias a la captura de un cacique

    de relevancia como lo era Lincalebo, los mapuches comenzaron un procesode negociacin con las fuerzas hispanas para conseguir su rescate. El caci-que, como sola ocurrir con otros prisioneros de importancia, era recluidoen el fuerte, a diferencia de otros cautivos mapuches que usualmente eranvendidos como esclavos y desterrados. Los agentes mediadores acordaroncomo parte del intercambio o moneda de canje, la entrega del sacerdote.Como Falcn no se encontraba en poder de los interesados en este caso, losparientes y miembros del Rewede Lincalebo se vieron obligados a comprar lalibertad del prisionero con su amo Guenucuca y as poder concretar la entrega.

    En algunos casos, cuando no se contaba con otro prisionero para inter-cambiar o simplemente porque el rescate no estaba dentro de las prioridadesde quien posea a un cautivo, la transaccin poda ser fijada en dinero o mscomnmente especies. La libertad del cautivo entontes era comprada a suamo. El desarrollo de un temprano comercio fronterizo permiti identificary equiparar productos de inters para intercambio en estas instancias. Lamayor parte de los acuerdos que implicaba el pago por la liberacin de uncautivo comprometieron la entrega de bienes de alta demanda en el merca-

    do desarrollado entre hispanos y mapuches. En 1606 el licenciado Juan dela Fuente, Vicario General, el padre fray Juan de Lagunilla de la orden SanFrancisco y el padre fray Juan de la Barrera con dos compaeros sacerdotesde Nuestra Seora de la Merced acompaaron al gobernador para la ayudaen las labores de rescate. El predicador que juntamente traa oficio de re-dentor de cautivos para lo cual traa el dicho padre fray Juan de la Barreracinco mil patacones en ropas y sedas que su religin pidi de limosna enla ciudad de los Reyes en compaa del dicho gobernador para rescatar lasseoras cautivas (Garca Ramn, 1606c). El cautivo pas a constituir unamercanca transable en el contexto fronterizo. Se pagaba por su rescate, ascomo tambin serva de pago por otro rescate.

    Llama la atencin la condicin de la comitiva que acompaaba al go-bernador en las labores de rescate. Un vicario general, el padre Juan de

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    Lagunilla y la trayectoria de quien oficiara como redentor, el fray Juan de laBarrera. Segn registra Medina, se trataba de un religioso letrado y con unaimportante carrera en la Orden de la Merced. Hijo de Gaspar de la Barrera

    y Luciana de Vergara y hermano del militar Pedro de la Barrera, quien entreotras cosas se desempe como maestre de campo y gobernador de Chiloen 1612. Juan fue maestro durante muchos aos en Convento de la ciudadde los Reyes, lector de teologa y uno de los predicadores de importancia. EnChile, fue comendador y vicario provincial y el primer maestro de teologagraduado en la Universidad de Lima (Medina, 1906: 116-118).

    Su rol en la frontera y especialmente como mediador parece ser reconocidapor las autoridades. Segn explica Medina, se distingui en los encuentros

    que mediaron con los indios durante el sitio de La Imperial, y especialmenteen el ao 1606, en que con los hbitos en cinta, fue dando a todos muni-ciones y animando a los soldados. Su madre en el memorial que se presental Consejo de Indias de 1616, deca: Ha servido a Vuestra Magestad consu persona, llevndole consigo el gobernador Alonso Garca Ramn en el y[sic] ejrcito real cuando fue a poblar la Imperial y a sacar de cautiverio lasmujeres espaolas para que el dicho fray Juan, su hijo, tratase con los indiosrebelados su rescate, como lo hizo con su buena industria, rescatando msde cuarenta y predic a los espaoles e indios el Santo Evangelio, con gran

    aceptacin y provecho de las almas (Medina, 1906: 232). Tambin habraprestado un servicio similar como mediador y evangelizador entre soldadose indios de paz y de guerra con los gobernadores Luis Merlo de la Fuente,Juan Jara Quemada y Alonso Ribera (Medina, 1906: 232).

    Para este mercedario, cuya historia estuvo cruzada por la guerra ylas relaciones fronterizas, los conflictos en tierra de guerra no eran temanuevo, especialmente el cautiverio. Su hermano Francisco, tambin militarde rango, estuvo cautivo durante ms de tres aos pasando excesivos

    trabajos y mala vida. Segn se desprende de lo sealado por Medina,habra sido capturado en Cuyuncav en 1609, durante la ltima campaade Garca Ramn en las provincias del sur entre 1609 y 1610. Ese ao elmaestre de Campo Diego Bravo Saravia lider varias correras en el sectorde Tucapel con alrededor de 350 soldados. Menospreciando la capacidadblica del enemigo, march e inici una seguidilla de ataques sin encon-trar una mayor resistencia en sus inicios. Sin embargo, a mediados dediciembre en Cuyuncav fue emboscado por guerreros de Purn, dondeno pudo imponer mayor resistencia. Treinta y cuatro espaoles murieron ofueron capturados, entre los que se contara el hermano del mercedario.As y despus setenta y tres ventas sucesivas que declara Medina, estuvoubicable para su familia. En 1612 su hermano Pedro iniciara una campaaen la zona cuyo objetivo era su rescate, el que consigui por un costo dems de cuatro mil ducados (Medina, 1906: 118).

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    Sin embargo, no todos los canjes terminaban en xito, entre otras razonesporque no todos los prisioneros eran igualmente estimados. No siempre estosintercambios de cautivos los protagonizaron y gestionaron los familiares o

    cercanos al sujeto en cautiverio y, en algunas ocasiones, como cuenta Ovalle elcaso de una anciana espaola, la cual trajeron dos mancebos [indgenas] enrescate de su padre... y el Maestre de Campo no se content del trueque porser ya vieja esta cautiva y as, depositndola all, volvieron por otra (Ovalle,1696, citado en Guarda, 1987: 120). Otra dificultad que poda ofrecer elsistema de trueque o canje, lo constituy el mismo Estado o el poder ecle-sistico, quienes a pesar de considerarlo una labor piadosa y necesaria, veanen l un peligro estratgico, dada la informacin que podan proporcionarlos retornados, o un mecanismo que dejaba importantes prdidas de almas

    en proceso de conversin.

    Los cautivos mapuches, una vez en poder espaol, eran por lo generalbautizados, por lo tanto, retornarlos en una etapa temprana no haca msque asegurar su apostasa. Ya en 1611 se expresaba esta aprensin y se es-tableca como una de las dificultades para conseguir la liberacin a travs delsistema de canje de prisioneros. Es por ello que se precisa que como todoslos indios antiguamente cogidos en la guerra eran ya cristianos, no se podanenviar a tierra de infieles en trueques, conforme a buena conciencia. De

    este modo se ordenaba que solo los indios infieles que se cogiesen de aquen adelante, de quienes se esperare rescate, que no quisiesen ser cristianosse guardasen para estos trueques (Memorial del padre Luis de Valdivia dela Compaa de Jess sobre hacer la guerra defensiva a los indios, ArchivoArzobispado de Santiago, 1611). Esta interpretacin es reiterada ocho aosdespus en un documento que establece que se debe llevar a discusin elasunto del canje de cautivos, pues si bien es deber salvar las almas de tantasmujeres espaolas cautivas, el trueque que tena como objetivo el til res-cate de los nuestros sacndolos de entre infieles donde corren tanto riesgosus conciencias con que no multiplicaran su generacin en las espaolas quetienen en su poder; sin embargo, en el prrafo siguiente declara que debequedar claro al mismo tiempo que era un riesgo que los indios canjeadosy ya bautizados se degenerasen a apostatar entre los dems (BibliotecaNacional, 17 de mayo de 1619).

    A lo anterior se suma el hecho de que en ciertas ocasiones se haca im-posible concretar los rescates principalmente por el largo tiempo transcurridopara conseguir autorizacin para efectuarlos y la obtencin de fondos parallevarlos a cabo. En este plazo muchos cautivos eran trasladados a otraszonas, ya por venta y esclavizacin o por la movilidad del captor. Con todo,estas acciones ms o menos particulares de negociacin en torno al rescatefueron desarrollando un entramado de acomodos y vnculos intertnicos quese afirm en el progreso que tuvieron las relaciones fronterizas en la zona,

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    llegando incluso a constituir el rescate una parte de una institucionalidadcolectiva de negociaciones bilaterales, como lo fueron los parlamentos (Za-vala, 1998: 185-208).

    Con todo, ambos sistemas de rescate, aquel resuelto desde la negociacinintertnica as como el alcanzado en las entradas de guerra, se dieron citadurante todo el periodo. Pese a los detractores o defensores de cada modelo,muchos utilizaron ambos sistemas con el fin de recuperar a sus prisioneros.Ignacio Carrera Iturgoyen, gobernador de Chilo para mediados de siglo,logr la liberacin de cautivos, entre ellos el jesuita Agustn de Villaza, captu-rado mientras dictaba misa, adems de la paz de los sectores rebeldes, todogracias al uso de las armas. Carrera Iturgoyen mantuvo su protagonismo en

    los asuntos de guerra, gracias a su experiencia en estos aos resistiendo yatacando parcialidades indgenas. En el conflicto de 1655 ostentaba el cargode sargento mayor del reino, cabo del tercio de Santa Mara y fronteras delBo-Bo (Medina, 1906: 174-175). As, el rescate por las armas pareci reto-mar su protagonismo a la luz del conflicto que medi el siglo. La biografadel capitn Alonso de Crdova y Figueroa exhibe en su semblanza el rescatede ciento ochenta personas de ambos sexos, una vez construido el Fuertede Tolpn en 1657, por la orden del gobernador de Pedro Porter Casanate,en el entonces territorio mapuche. El capitn de Crdova y Figueroa utiliz

    esta fortaleza para emprender contra los mapuches, durante la insurreccinmapuche de 1655 (Medina, 1906: 211).

    El canje entre prisioneros exiga establecer ponderaciones, tales comoel estatus del sujeto a intercambiar y el inters de la contraparte por conse-guir su rescate. No todos los cautivos eran igualmente importantes desdeel punto de vista de quienes estaban a cargo de la negociacin y, por lotanto, no siempre la reciprocidad se estableca de uno es a uno o el pasode un cautivo por otro. Dependiendo de la relevancia social y/o militar del

    prisionero, su liberacin poda costar la entrega de ms de un individuo ysumarse adems el pago en especies. Los intercambios podan gestionarsepara el rescate de un solo cautivo o un grupo de estos y las negociacionescomprometan a una amplia red de personas para lograrlo. No se tratabasolo de una empresa que organizaba la familia directa de los cautivos, aun-que en primera instancia fueran estos quienes impulsaran el proceso. Dadoel contexto, se haca necesaria la intervencin de agentes mediadores queconcretaran la transaccin.10Entre estos personajes de mediacin destaca el

    10 Estos agentes mediadores podan ser soldados o sacerdotes, principalmente jesuitas ymercedarios, as como tambin otras autoridades locales e incluso comerciantes. Todosellos tenan en comn ser individuos que transitaban entre los dos mundos y que contabancon una red de contactos que los instalaba como interlocutores vlidos para espaoles ymapuches.

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    rol de autoridades mapuches y espaolas, tanto civiles, religiosas y militares.En el caso de las autoridades civiles, el rescate se present como un objetivode relevancia para espaoles y mapuches. Fue parte de la labor militar y mi-

    sional en la frontera. El Maestre de Campo Diego Bravo de Saravia declarhaber capturado 24 yndios los ms de ellos caciques principales y capitanesy se mataron 12 de donde resultaron sucesos muy deseados. El primero fuecomenzarse el rescate de cautivos a trueque de los dichos yndios prisioneros.Gracias a tal empresa en un plazo de diez das habra logrado la liberacin de22 personas espaolas las ms de ellas de mucha calidad y dozena y mediade yndios e yndias cautivas (Garca Ramn, 30 de diciembre de 1605).11

    En el documento citado, queda en evidencia la importancia de la captura

    con el fin de liberar a prisioneros y cmo se estableca y discriminaba segn elestatus concedido a un prisionero, en este caso, caciques muy principales.Por lo general, los cautivos que gozaban de mayor reputacin no eran vendi-dos ni desterrados, sino reservados para el canje o asesinados por represaliay como una manera de venganza simblica ante el poder enemigo. Losprisioneros podan ser valorados segn su gnero, oficio o red social y estodeterminaba en gran medida su destino, ya sea la venta, esclavitud, inter-cambio o asimilacin del cautivo al interior de la comunidad. Desconocemossi exista alguna predileccin o valor particular desde el punto de vista del

    gnero a la hora de establecer qu cautivos seran reservados o consideradosms idneos para el canje, o si slo dependa del inters de las partes. 12Loque s parece claro era que tanto mujeres como nios fueron integrados conmayor facilidad al interior del grupo captor. As lo declar Diego de Medina(12 de abril de 1615), cautivo que una vez liberado fue consultado respectoa la cantidad de cautivos espaoles que exista en el periodo, sealando quecautivas hay en poder del enemigo ms de doscientas y que todas las msde ellas tienen hijos de los indios y que espaoles hay pocos porque los hanmuerto en borracheras y otras ocasiones. As tambin lo especifica otrodocumento destinado a analizar el rescate de cautivas y cautivos espaolesen tierra de guerra. En l se explica la necesidad de confesarlos y consolarlosque segn buena doctrina estando como estaban tantos aos entre infieles

    11 Diego Bravo de Saravia fue nombrado Maestre de Campo por el gobernador Alonso Garcade Ramn en julio de ese mismo ao 1605. Tras su participacin en la guerra, al parecerde manera destacada, continu una carrera militar ascendente. En 1611 el marqus deMontesclaros lo nombr Almirante de la armada que llevaba a Panam los tributos del Per(Medina, 1906: 139-140).

    12 Emilio Cabrera explica, respecto a los rescates de cautivos en Granada, que llama la atencinla enorme disparidad entre hombres y mujeres, representando los primeros cerca del 87%de los registros de liberacin. Esto se explica, entre otras cosas, porque la liberacin de mu-

    jeres era ms problemtica debido al gran inters por hacer de ellas, esclavas o concubinas.Muchas pasaron a integrar las familias de sus captores, tuvieron descendencia y apostaronen el proceso, por lo tanto, su recuperacin se haca casi inviable (Cabrera, 1996: 114).

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    y brbaros, bien ha hecho de ver que tenan extrema necesidad espiritualde ser ayudados y () lo ms que estn en cautiverio son mujeres (Reinode Chile y Colegio de Santiago, 1577-1613). Algunas mujeres espaolas o

    mapuches cautivas, llegaban a ser concubinas o esposas de caciques aut-nomos. Los nios tomados en la guerra tambin eran criados como hijos.13Algunas mujeres mapuches cautivas entre espaoles tambin se dedicaronal servicio domstico o pasaron a ser concubinas de sus captores. En todosestos casos pudo ser ms compleja su entrega como pago o intercambio porotro prisionero. Esta dificultad pareci estar presente para las autoridadesy agentes de mediacin. Es por ello que se advierte que los padres vayanhaciendo memoria de los cautivos y quien sean sus amos y cuanto piden porsu rescate y que no tasen de las que estn casadas con indios por ahora

    (Reino de Chile y Colegio de Santiago, 1577-1613b).

    Los cautivos que fueron asimilados de una u otra forma al grupo familiarextendido, desempearon un rol econmico importante como fuerza laboral.Las cautivas mapuches se dedicaron al servicio domstico y cautivas espa-olas fueron parte de la fuerza de trabajo del grupo familiar.14Los hombres,en general, cooperaban en todo tipo de labores productivas. Asimismo losespaoles, mestizos o indios amigos cautivos o fugados muchas veces eranconservados con vida aprovechando sus conocimientos en el manejo de las

    armas, estrategia y elaboracin de la plvora. Este fue el caso de Gregoriode Hinestroza, cautivo desde 1609 hasta 1621, quien, segn Rosales, habrasido muy bien tratado gracias a su astucia: se present como herrero. Des-empe as esta labor muy valorada entre mapuches y lo que signific que lotrasladaran a distintos sectores para ejercer su oficio y le ofrecieran obsequiosy mujeres. En 1621 Hinestroza vuelve con otros cautivos a Negrete. Es difcilsaberlo, pero si confiamos en la mirada de Rosales, quien seala que dichasofrendas eran para conseguir perpetuarle consigo, cabra pensar que elsoldado gozaba de cierta libertad y autonoma y que su fuga o mejor dichoretorno lo concret cuando l estim conveniente.15

    13 Si bien no existen estudios que profundicen en este tema, la documentacin indica quede ambos sectores existi un nmero muy significativo de nios cautivos. Segn FernandoOper (2001: 112-113), dentro de la documentacin emanada de la liberacin de cautivosespaoles en la frontera trasandina durante principios de siglo XIX, se puede constatar quede los 245 hombres rescatados de cerca de 700 cautivos, la edad promedio al momento desu rescate era de 13 aos. Cerca del 62% de ellos no podan recordar su captura. SusanSocolow (1992: 79-81) reafirma estas conclusiones sealando que la mayor parte de loscautivos hombres eran nios menores de 13 aos.

    14 Numerosos estudios exponen la importancia de la mujer cautiva en el mundo mapuche,desde el punto de vista simblico, econmico y cultural. Ver ms en Socolow (1992) y Lzaro(1994)

    15 Medina (1906: 409-410). En muchos casos cabe concluir que si bien muchos cautivos ycautivas comenzaban su paso allende la frontera del Otro, el enemigo desde la basede la desconfianza, algunos lograron ascender a roles de prestigio y confianza. En el caso

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    Con el correr de los aos, la intervencin de elementos como los afectos,apegos y la asimilacin al grupo captor, aunque sea en una posicin desme-jorada, promova que la condicin de cautivo se desdibujara y se encaminara

    hacia otras clasificaciones. En estos casos, su devolucin y retorno podahacerse indeseada de parte del captor y tambin del ahora ex cautivo. Enrelacin a los rescates y truques de cautivas, Pedro Melendez seala en 1612en cuanto a las mujeres espaolas, de quienes tienen muchos hixos [losmapuches], que son su propia sangre, ni ellos ni ellas los querrn dezar(Rosales, 1887:565). En parte ya no se trataba de un prisionero, sino de unamadre, una esposa, una hija, la que solo en su origen como miembro delgrupo contena su condicin de cautiverio.16En estas circunstancias se hacaimposible cederlo como pieza de intercambio, pues no haba compensacin

    para reemplazarlo. Conocido es el caso de la fuga de las esposas de Anga-namn, entre las que se contaba una espaola cautiva. Para el cacique nohubo pago o compensacin posible y la nica alternativa ante tal desagravioera la devolucin de sus mujeres. En vista de la negativa de parte de lasautoridades hispanas, Anganamn organiz su ataque que termin con elepisodio del martirio de Elicura.17Tambin podemos mencionar en este

    de los mapuches, se promova su bautismo. Para los cautivos espaoles, muchos debanabandonar su nombre y tomar otro indgena que simbolizara algunas cualidades milita-res. Otros prisioneros aportaron sus dotes para forjar el hierro, fabricar frenos, espuelas,puntas para las lanzas y otros instrumentos. Un caso emblemtico es el protagonizado porAlonso Daz, aquel mestizo que durante largos aos combati contra los espaoles bajo losgobiernos de Quiroga, de Ruiz de Gamboa y de Sotomayor, era conocido entre los indioscon el nombre de Paienancu o, ms propiamente, Paiancu, que significaba guila grande.La superioridad de su inteligencia, su conocimiento de las armas y de la tctica militar delos espaoles, convertan pronto a estos auxiliares en jefes de los indios de guerra (BarrosArana, 1999: 117).

    16 Para el problema de la liminalidad de la condicin de cautivo revisar Snchez, 2010.17 La muerte de los misioneros jesuitas en manos del cacique Anganamn, conocido tambin

    como el martirio de Elicura, se refiere al conflicto entre las autoridades indgenas e hispanastras la huida de las tres esposas del cacique hacia el sector hispano en plenas negociacionespara acordar una tregua entre las partes. Dicho pacto, que no contaba con total apoyo dela elite criolla, demandante del comercio de esclavos generado al alero del conflicto, ni detodas las autoridades mapuches, recelosas de las buenas intenciones espaolas, estaba enpleno proceso y sus alcances en la regin dependan en gran medida del resultado de la pazcon Anganamn. As, mientras el cacique se aprestaba a concretar el acuerdo, para lo cual,como de costumbre, reuna prisioneros cautivos en su poder para su canje (como smbolo debuena fe), tres de sus esposas, una de ellas espaola cautiva, emprendieron su escape haciael fuerte de Paicav, junto con Juan Torres, sargento tambin cautivo de Anganamn. Estehecho que en s mismo arriesgaba todo lo logrado en favor de la paz, fue agravado tras lanegativa de las autoridades de devolver a sus mujeres. El 7 de diciembre llegaron al fuertelos caciques con sus tropas con ramos de canelo en las manos`, a tratar las paces, solo bajola condicin de la demolicin del fuerte y la entrega de las mujeres. Sin embargo, las mujeresya bautizadas no podan entregarse. El fuerte sera demolido y los tres misioneros iran aparlamentar el conflicto de las mujeres con Anganamn. El hermano Diego de Montalbn,el padre Martn de Aranda y Horacio Vecchi iban con los caciques rumbo a Elicura, el da 9de diciembre, esperando lograr el acuerdo a partir del pago de una compensacin por las

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    sentido el caso de Lientur, quien en 1617 atac la zona de Chilln junto conel cacique Cayeguemo. Ambos haban combatido para las fuerzas hispanaspero cambiaron de bando despus de que estos rescataran a una cautiva

    que tena como concubina (Gay, 1845).En otras ocasiones, son los mismos cautivos quienes no deseaban volver.

    Segn explica Carlos Lzaro, es muy posible que para algunos ex cautivoslas crticas y rechazo de la sociedad espaola ante los rumores de amanceba-miento, hereja e incesto frenara, particularmente en el caso de las mujeres,el deseo del retorno. Fray Baltasar de Ovando, explica que los desdichadosespaoles cautivos que aunque tienen ya libertad para salir del cautiverio,o ya por la vergenza de parecer entre los suyos, olvidados de la polica,

    y nativa lengua, o lo que es ms cierto por estar ya tan enviciados en lascostumbres de los indios, que lo menos que tienen aprendido dellos es lapoligamia (Relacin verdadera de las paces del Marqus de Baides, 1642,BNM: f.802r). En el caso de las cautivas espaolas, la reinsercin poda sermucho ms compleja dado que la mayora de ellas haban tenido hijos conhombres mapuches, por lo que eran bastante despreciadas. Lzaro se afirmade los testimonios de Quiroga y Gonzlez de Njera para constatar que mu-chas mujeres ya sea por vergenza o por amor a sus hijos mestizos decidenpermanecer voluntariamente entre sus captores.18 No tenemos registros

    respecto a las dificultades del retorno para las mujeres mapuches cautivas.

    Concluimos, entonces, que ante la dificultad de imponer una soberanadefinitiva en la regin a partir de la supremaca militar, ambos sectores, his-pano y mapuche, se vieron en la obligacin de recurrir a nuevos agentes yespacios de negociacin con su oponente. Uno de los objetivos para buscarese vnculo era concertar con xito la entrega de los numerosos prisionerosque ya hacan perdidos durante dcadas de conflicto.

    Comenzando el siglo XVII, se plante un giro en las polticas de contactointertnico, las que dieron cabida a mayores espacios de interaccin, am-bigedad y negociacin, ms all del binomio guerra/paz. El paradigma de

    mujeres. Pero el pago no se realiz al ser ambos asesinados. La confusin fue enorme y nosolo murieron los sacerdotes y numerosos mapuches que los acompaaban, sino tambinparte de fe en los alcances del proyecto de la guerra defensiva. Algunos documentos quese refieren al tema son Sobrino (22 de marzo de 1635) y Vsquez (22 de marzo de 1635).

    18 Carlos Lzaro cita a Quiroga (1979) y expone iban los indios a traer a algunas cautivas, lascuales aunque se haba, i concluido los conciertos de sus rescates no queran venir delantede los nuestros por verse preadas, escogiendo por mejor partido el quedarse condenadasa perpetua esclavitud antes de padecer tal vergenza ante los ojos de sus maridos y de todoel campo. Las que se resolvan, a volver al lado de los suyos traan los rostros tapados. Unaparte de las mujeres opt por quedarse en territorio indgena porque movidas por su amorde madre y ante el posible escarnio pblico. Citado por Carlos Lzaro (1994: 202-203).

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    una guerra defensiva comenz a tomar fuerza, frente a la alternativa deguerra total. En 1612 se aprob a travs de una Real Cdula el cambiode estrategia. Este nuevo modelo de acceso a la zona no ocupada, propona

    principalmente el establecimiento de una frontera permanente, cuyo eje divi-sorio recaa en el ro Bo-Bo y requera, al mismo tiempo, la interrupcin delas incursiones blicas a territorio indgena, el cese de la quema de viviendas ysembrados mapuches,as como la captura de prisioneros para su venta comoesclavos. Al mismo tiempo, fijaba la presencia de misioneros para avanzar enel proceso de evangelizacin y rescate de cautivos.

    Con el establecimiento de esta frontera se instal desde el punto devista sociocultural una mayor horizontalidad en las relaciones intertnicas.

    Ninguna de las partes se encontraba en posicin de derrotar definitivamentea su adversario y no qued ms alternativa que la transaccin. Era imposibledemandar o imponer. As, entonces, las relaciones intertnicas se fundaronfuertemente a partir de prcticas de violencia, pero tambin de mediaciny dilogo. Las dinmicas expuestas promovieron el surgimiento y prolifera-cin de nuevos agentes especializados en estos fines. En estos aos se fueconsolidando una plataforma comn de signos y cdigos reconocidos yaceptados por los distintos actores, que permitieron mediar en un lenguajecomn acuerdos y pactos, los que al mismo tiempo fueron utilizados como

    instrumento para la liberacin de cautivos. Este conjunto de reglas y mtodosdictaban de alguna forma el correcto proceder para efectuar las parlas yconvenios y fue el recurso del cual se valieron, tantos los redentores comolos diversos agentes fronterizos, entre ellos los mismos prisioneros, paragestionar el rescate de personas.

    Sin la presencia de estos mecanismos mnimos de comprensin e inter-subjetividad, hubiese resultado imposible lograr la liberacin de cautivos atravs de la negociacin y la interaccin. El rescate hubiese quedado rele-

    gado exclusivamente a incursiones de guerra. Fue la diplomacia abierta y eldesarrollo de las relaciones intertnicas durante este periodo las que dieroncabida a instancias alternativas redencin de cautivos, espaoles y mapuchesaliados y autnomos o rebeldes.

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