Discurso de Orden del Dr. Juan Camacho: Felicitaciones a los graduados de Educación y de Filosofía...
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Universidad Antonio Ruiz de Montoya
Av. Paso de los Andes 970, Pueblo Libre. Lima – Perú
DISCURSO DE ORDEN DEL DR. JUAN CAMACHO: FELICITACIONES A LOS GRADUADOS DE
EDUCACION Y DE FILOSOFIA Y AGRADECIMIENTO POR DIPLOMA CONCEDIDO
SALUDOS:
R.P. Provincial de la Compañía de Jesús: Miguel Cruzado, S.J.
Sr. Rector de la UARM: Juan Carlos Morante, S. J.
Profesores y Funcionarios de la UARM.
Señores alumnos
Señoras y señores
PRIMERA PARTE: FELICITACIONES.
Mi intervención esta noche tendrá dos momentos: En el primero, deseo felicitar a los alumnos de
las Carreras de Educación y de Filosofía por haber terminado exitosamente sus estudios
universitarios de pregrado; en el segundo, quiero agradecer a la UARM por haber tenido la
gentileza de otorgarme un Diploma por mi trayectoria académica y profesional en la Universidad.
Comencemos por lo primero y más importante: en nombre de las autoridades, profesores y
personal administrativo, deseo expresar a los exalumnos de Educación y de Filosofía nuestras más
calurosas felicitaciones por haber concluido sus estudios profesionales en nuestra Universidad.
Reflexionemos un poco sobre este hecho: Están ustedes dejando atrás una de las etapas más
importante de sus vidas; van quedando en el recuerdo los profesores y sus exigencias, las lecturas
interminables y, a veces, ininteligibles - sobre todo las de filosofía-, los exámenes, siempre
atemorizantes. La época del “tienes”, del “debes”, de la heteronomía, comienza a formar parte del
ayer.
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Sin embargo, tengo también que decirles, desde esta altura de la vida, que ha concluido uno de los
más hermosos períodos de la existencia humana, en el que se dispone de todo el tiempo del
mundo para dedicarlo a la formación personal de cada uno, en el que se goza de los hermosos
años de la juventud y en el que se establecen las más sinceras y desinteresadas amistades,
lamentablemente, con mucha frecuencia estos amigos tienen que separarse y decirse adiós,
como lo hace Li Tai Po, el poeta de la Dinastía Tang, en una hermosa poesía, cuando afirma:
“Aquí nos separamos. Una hoja mustia solitaria,
flotará mil leguas en el viento.
Vaporosas nubes. Corazón de viajero.
Puesta de sol. Separación de viejos amigos.
Te alejas. Nos decimos adiós con la mano
y triste relincha tu caballo”
Más tarde, se vuelve, una y otra vez, a recordar y añorar esta época, y, en lugar de ir olvidando
cada alegría y sinsabor, se los va evocando agradecidos.
A partir de ahora, van a ingresar a la vida profesional que tiene sus propias exigencias,
adaptaciones y peligros. Estoy seguro de que ustedes, con la enseñanza y ejemplo recibidos de sus
profesores y su propio criterio, sabrán superar todas las dificultades que se les presenten. Si me
permiten, me atrevería a darles un sólo consejo: “nunca dejen de aprender y de pensar”, pues sólo
la sabiduría trae la verdad; de la ignorancia, sólo deriva la oscuridad y la confusión.
Termino esta parte reiterando a Uds. y a sus familiares nuestras más calurosas felicitaciones por
haber culminado sus estudios y, también, por haber elegido una de las más hermosas profesiones,
la docencia, tal como lo expresan las bellas palabras de Heidegger: “De ahí que siga siendo algo
sublime el llegar a ser maestro, cosa completamente distinta de ser docente afamado. Es de creer
que se debe a este objetivo sublime y su altura el que hoy en día, cuando todas las cosas se
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valorizan solamente hacia abajo, por ejemplo desde el punto de vista comercial, ya nadie quiere
ser maestro” (Q.s.p., 21). Para el filósofo esto es lo gravísimo de la época contemporánea. La
docencia les pondrá a ustedes en contacto con la juventud y con lo más valioso que ha producido
la humanidad hasta hoy día: las artes, las ciencias y la filosofía. Les deseamos muchos éxitos tanto
en lo personal como en lo profesional.
SEGUNDA PARTE: AGRADECIMIENTO.
La segunda parte de mi intervención es para agradecer a la UARM y al Consejo Universitario por
haberme concedido un Diploma por mi trayectoria académica en la Universidad. Esta parte es
mucho más privada y personal, y se ocupa de temas abstractos de filosofía, por lo cual puede
resultar un tanto tediosa para algunos de nosotros, por lo que les pido disculpas por anticipado.
A modo de justificación, les diré que se trata del diálogo de dos profesores de filosofía que se
reúnen para tratar de diseñar un bello sueño: la organización de una Escuela de Filosofía.
Tengo que retroceder en el tiempo hasta los últimos días del mes de Noviembre de 1992, en que
tuve una entrevista, para mí inolvidable, con el Padre Vicente Santuc. Este encuentro dio inicio a
una profunda amistad que ha durado cerca de veinte años.
En 1992, ya se había culminado con los cuatro semestres de estudio de Humanidades y había que
poner en funcionamiento, a partir de marzo de 1993, los estudios propios de la Carrera de
Filosofía. Fui convocado gracias a la amabilidad de la profesora y amiga Hortensia Muñoz y de su
esposo el filósofo David Sobrevilla, quienes habían dado mi nombre; por esta deferencia siempre
les he estado muy agradecido.
La reunión fue larga, comenzó a las cuatro de la tarde y terminó pasadas las seis. Creo que -sin
cometer infidencia de lo conversado y de los argumentos a favor y en contra que se dieron-,
puedo agrupar académicamente lo tratado en tres temas que, a mi entender, constituyen los
cimientos de nuestra institución educativa:
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1°) Libertad de Cátedra.
2°) Formación humanística.
3°) Priorización de la “categoría histórica” en la formación filosófica.
Vamos a tratar brevemente de cada uno de ellos.
1°) Libertad de Cátedra.
La filosofía, la libertad y la verdad mantienen lazos indisolubles desde la Antigua Grecia, hasta
nuestros días. La filosofía para nacer, crecer y florecer necesita de un ambiente de absoluta
libertad; de lo contrario se mustia y muere. Es que la filosofía es la libre búsqueda de la verdad, en
ella no ingresa ninguna proposición que no haya superado el examen implacable del pensamiento
racional: “filosofar dice Platón, es abrirse paso entre los argumentos”
Felizmente, en el mundo moderno y contemporáneo, algunas Universidades han logrado
convertirse en lugares privilegiados para la libre exposición de las ideas, han devenido espacios de
confrontación de argumentos y contra argumentos de alumnos y profesores, y del estudio
paciente y respetuoso de todas las posiciones que sustentan los grandes pensadores,
generalmente, fundadores de Escuela. A eso llamamos Libertad de Cátedra.
La UARM desde sus inicios garantizó la más absoluta libertad y, además, convocó a profesores de
filosofía de los principales centros de formación universitaria: Universidad de San Marcos,
Universidad Católica, Universidad del Pacífico, Universidad de Lima; incluso ha ido incorporando a
profesores que trabajan en universidades del extranjero. Esta libertad ha sido una de las razones
más profundas y admiradas de mi larga y feliz permanencia en esta casa de estudios.
Al igual que con la libertad, también, desde hace mucho tiempo, se han establecido relaciones
esenciales entre la filosofía y la verdad. Nuestra palabra “verdad” deriva de la latina “veritas”, la
que, a su vez, es traducción de la palabra griega “alétheia” que etimológicamente significa “des-
ocultamiento”, “des-velamiento”. De esta manera, los griegos daban a entender el lento proceso
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de descubrimiento de lo que realmente es, como hermosa y trágicamente lo constatamos en la
tragedia “Edipo rey” de Sófocles, donde paulatina e inexorablemente se va develando la verdad: el
asesinato de su padre y las fatídicas nupcias con su madre. En filosofía, este lento pero seguro
proceso de des-cubrimiento parte de opiniones universalmente aceptadas, hasta lograr hacer
visible la esencia de lo que se anda buscando. Así, lo aplicó Sócrates con tan tristes consecuencias.
Este filósofo descubrió la ignorancia tras la pomposa apariencia de sabiduría de los sofistas, el
afán de orgullo que se escapaba por los huecos de la túnica de su discípulo, el resentimiento y
odio gratuitos que hacia él tenían algunos sectores políticos de Atenas por no haber querido
pertenecer a ninguno de ellos, sino mantenerse libre y solamente inclinarse frente a la verdad.
Con su vida, tuvo que pagar esta búsqueda incansable del verdadero significado de las palabras del
dios Apolo: “En Grecia, no hay nadie más sabio que Sócrates” La filosofía aplicada a la política,
sobre todo, se torna un quehacer y pensar peligrosos y es perseguida y proscrita por gobiernos
tiránicos; frente a ello, los pensadores, con frecuencia, tienen que recurrir al lenguaje esotérico, al
mensaje oculto. ¿En qué consiste éste? Expliquémoslo con un par de ejemplos.
Nos cuenta Kierkegaar, filósofo del siglo XIX, en “Temor y Temblor”, que el hijo de Tarquino el
Soberbio había conquistado una ciudad italiana y envió un mensajero a su padre para preguntarle
“¿qué debía hacer?”. Como Tarquino no estaba muy seguro de la fidelidad del mensajero, lo llevó
al jardín y a bastonazos derribó la amapolas más altas y le dijo que regresara y narrara a su hijo lo
que había visto. Termina el filósofo su relato diciendo que el mensajero no entendió la respuesta,
pero el hijo de Tarquino, sí. ¿Cuál fue la respuesta? Es fácil de descubrir; sin embargo hay otros
casos donde el mensaje es mucho más profundo y oculto, como es el caso de la fundación del
Budismo Zen, en el pensamiento de la India.
Se cuenta que un día se había anunciado que el Iluminado daría un mensaje y se colocó la
alfombra y un ramo de flores frente al sitio del Maestro. A la hora convenida, ingresó Buda y tomó
asiento. El Iluminado alargó la mano y tocó el borde de uno de los pétalos de la flor y anunció que
el mensaje había sido dado. El venerable Mahakasyapa sonrió imperceptiblemente y se inclino: El
Buda dijo: “Nadie me ha entendido a excepción del Venerable Mahakasyapa”. Se paró y salió del
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salón. ¿Qué quiso decir Buda? ¿Qué en la vida se debe pasar apenas rozando las cosas, sin
adherirse a ninguna de ellas? ¿O, quizás, que la comunicación proposicional es insuficiente para
trasmitir lo más importante y profundo y que debe hacerse, más bien, por medio de gestos? ¿O,
está él predicando el “desapego” y el “silencio?
En conclusión, creo que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la verdad y la filosofía
son procesos idénticos y términos sinónimos
2°) Formación humanística.
El segundo tema: “formación humanística”, puede ser entendido de tres maneras. En primer lugar,
se entiende por “humanismo” el cultivo de las Bellas Artes antiguas, como la poesía, el teatro y la
filosofía griegas. Así, se lo entendió en la cultura romana y, siglos más tarde, en el Renacimiento
italiano, donde se estudió, asimiló y, luego, aplicó a la vida diaria el pensamiento y las expresiones
culturales griegas. Históricamente entendido, el humanismo es “studiorum humanitatis”
En segundo lugar, se entiende “lo humano” en un doble sentido, como lo hace Publio Terencio, el
Africano, en su comedia “El enemigo de sí mismo” (Heauton Timorumenos) cuando afirma: “Homo
sum, humani nihil a me alienum puto” “Hombre soy y nada de lo humano me es ajeno”. Si
partimos de “Hombre soy” (Homo sum) desembocamos, con la modernidad, en el concepto de
“Individuo”, del hombre concreto, existencialmente presente; en cambio, si lo hacemos desde “lo
humano” desembocamos en lo universal: en el género, diría Platón, en lo social, diríamos
nosotros.
Con el concepto de individuo, hacemos referencia a lo que todos y cada uno de nosotros somos:
una realidad indecible, indescriptible, imposible de ser captada con las mallas universalizantes de
los conceptos. Escribe Stirner: “¿Qué soy, pues, para ti? ¿Soy ese yo de carne y hueso que va y
viene? ¡De ningún modo! Ese yo con sus pensamientos, sus determinaciones y sus pasiones es
‘algo privado’ que no te concierne, ‘una cosa para sí’. Como ‘cosa para ti’ no existe más que mi
concepto, el concepto de la especie a la que pertenezco: el Hombre, que se llama tal vez Pedro,
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pero que podría llamarse lo mismo Juan o Miguel. Tú ves en mí, no a mí, el real, el corporal, sino al
irreal, al fantasma: un Hombre”
En contraste, “lo humano” (humanus), sería lo que tenemos en conjunto y nos identifica con el
otro hasta formar grupos sociales, que poseen también sus afinidades, sus discrepancias y
conflictos.
Pues bien, estas distintas formas de entender el humanismo repercutieron en el nacimiento y
configuración de nuestra Universidad. Así, el humanismo, como el cultivo de las Bellas Artes
(Bonas artes), influyó, y sigue influyendo, en la determinación de nuestros Currículos,
preferentemente en los estudios de los cuatro semestres de Humanidades, pero, también, en los
cursos que se enseñan en los ciclos de especialización.
El “humanismo”, entendido como referencia al individuo humano, se encuentra en lo que hemos
llamado “educación personalizada”, en las tutorías y en el conocimiento personal del estudiante:
conocemos a cada alumno en sus historias personales, en sus intereses e inclinaciones, dolencias
físicas o problemas psicológicos y tratamos de darle el trato que les corresponde, sin servirles de
muleta ni devenir, tampoco, profesores indiferentes. Nuestro ideal siempre ha sido: ayudar a cada
uno a alcanzar sus propias metas, a recorrer su camino a su propio ritmo y compás, como dice
Thoreau: “Si un hombre no guarda el paso con sus compañeros quizá se deba a que oye un tambor
diferente. Dejémosle marchar al compás de la música que llega sus oídos, aunque sea lenta y
lejana”.
Finalmente, veamos, “lo humano”, como lo universal y socialmente compartido, a lo cual Vicente
Santuc era tan sensible. Él siempre trataba de involucrar a nuestros alumnos con la sociedad, sus
conflictos y su búsqueda urgente de orientación, sobre todo en este mundo unificado y
cambiante. Hablaba Vicente Santuc de estar siempre en los “problemas de frontera” y de ayudar,
con un conocimiento más informado y profundo, a resolverlos.
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3°) Priorización de la “categoría histórica”.
Veamos, ahora, el tercer y último principio sobre el que conversamos aquella tarde de 1992: la
priorización de la “categoría histórica” en la selección y organización de nuestros Currículos.
Para comprender el significado de este principio, vamos a esclarecer brevemente dos relaciones
previas. Primero, la relación de la filosofía y su historia y segundo, la relación de lo histórico y el
tiempo.
Para las ciencias en general, su historia es un añadido inesencial, un complemento erudito; para la
filosofía, en cambio, no es así: ella vive en su historia. Es verdad que para tratar un tema
cualquiera se tiene que conocer todo lo que se ha avanzado en el pasado y que hay también, en la
filosofía, un atesorar erudito que es, sin lugar a dudas útil; pero eso no es suficiente para un
filosofar comprometido: éste exige del pensamiento y de la voluntad su máxima tensión y
capacidad. Tácitamente concluíamos, en aquella soleada tarde de 1992, que nuestra Carrera de
Filosofía debía ir a caballo entre la información filosófica, sobre todo del conocimiento de las
grandes obras que conserva la tradición, y la meditación comprometida y solitaria en los grandes
problemas que permanecen aun sin respuesta y que aquejan al hombre en la actualidad. Esto nos
remite al último tema tratado: el tiempo.
De este tema, extremadamente difícil, solamente tocaremos una arista: el tiempo nos abre la
realidad de tres modos: lo necesario, lo posible y lo efectivo.
Lo necesario es el pasado, lo que fue y es inmodificable. Afirma un pensador: “Hay tres cosas que
no se puede cambiar: la flecha disparada, la palabra dicha y las cosas que ya fueron” El recuerdo
puede cambiar, la sucesión de las cosas recordadas, no. Sobre la primera posibilidad, escribe
Pirandello, en su monólogo “El hombre de la flor en la boca”: “De aquí a diez años, sabe Dios qué
sabor tendrán estas lágrimas”.
Lo posible, es el futuro, el éxtasis aún no vivido del tiempo, en nuestro caso, el proyecto que con
tanta esperanza y amor diseñábamos en aquel entonces. Pensábamos en una Escuela en la que se
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estudien los grandes pensadores ayudados por profesores especializados en ellos, se discutan los
principales temas de la tradición filosófica y la realidad actual, se creen y publiquen trabajos de
profesores y alumnos y, de vez en cuando, se organicen eventos entre los distintos centros de
enseñanza filosófica. Tales eran algunas de las metas de futura realización.
Lo efectivo, es el presente, lo que actualmente estamos haciendo los profesores y alumnos de
este centro de formación filosófica. De este hermoso sueño que espero que ahora lo disfruten
unos y otros, pues “la filosofía es un domingo de la vida”, al decir de Hegel.
Concluyo mi intervención abrigando la esperanza de que con todo lo dicho se haya explicado mi
ingreso a la Universidad, mi larga permanencia en ella, así como mi admiración y cariño por el P.
Vicente Santuc, a quien recuerdo, permanentemente, argumentando, riendo, transitando con
mucha facilidad y soltura desde los temas más cotidianos y personales hasta los más abstractos y
universales: a todos los cuales ubicaba dentro de una concepción alegre y optimista de la vida.
En nombre suyo y mío acepto agradecido el Diploma que me ha sido concedido.
Muchas gracias a ustedes por su atención.
Lima, 14 de Junio del 2011