Discursos Del Encuentro y Desencuentro Entre España y América

33
1 Los discursos del encuentro y del desencuentro surgidos desde el primer contacto entre Europa y América Anduli. Revista Andaluza de Ciencias Sociales Número 3, 2003, pp. 67-82, España Beatriz Elisa Moyano (Universidad Nacional de Salta- Argentina) Ángel María Casas Gragea (Universidad de Huelva) RESUMEN: Este trabajo tiene entre sus supuestos la relación que hubo —a partir del primer contacto de Europa con las Indias Occidentales— entre un doble tipo de prácticas, las de la España piadosa o las de la España impía, y dos tipos de discursos que hemos llamado del encuentro y del desencuentro. En líneas generales, los textos que responden al primero marcan también las bondades de las tierras descubiertas y de sus habitantes, mientras que los que pertenecen al segundo muestran su degeneración. A partir de esta conjetura inicial, analizamos discursivamente textos o fragmentos de textos cuyas unidades léxicas, que han permanecido más o menos invariables a través del tiempo, se hacen cargo de uno de las dos polos de las categorías

description

HISTORIA

Transcript of Discursos Del Encuentro y Desencuentro Entre España y América

  • 1

    Los discursos del encuentro y del desencuentro surgidos

    desde el primer contacto entre Europa y Amrica

    Anduli. Revista Andaluza de Ciencias Sociales

    Nmero 3, 2003, pp. 67-82, Espaa

    Beatriz Elisa Moyano (Universidad Nacional de Salta-Argentina) ngel Mara Casas Gragea (Universidad de Huelva)

    RESUMEN:

    Este trabajo tiene entre sus supuestos la relacin que hubo a partir del

    primer contacto de Europa con las Indias Occidentales entre un doble tipo

    de prcticas, las de la Espaa piadosa o las de la Espaa impa, y dos tipos

    de discursos que hemos llamado del encuentro y del desencuentro. En

    lneas generales, los textos que responden al primero marcan tambin las

    bondades de las tierras descubiertas y de sus habitantes, mientras que los

    que pertenecen al segundo muestran su degeneracin. A partir de esta

    conjetura inicial, analizamos discursivamente textos o fragmentos de textos

    cuyas unidades lxicas, que han permanecido ms o menos invariables a

    travs del tiempo, se hacen cargo de uno de las dos polos de las categoras

  • 2

    semnticas siguientes: piedad/impiedad, bondad/maldad, a fin de responder

    a un discurso o al otro. Nosotros tratamos de mostrar como se han ido

    entretejiendo ambos discursos a lo largo de la historia para poder discernir

    su vigencia actual.

    TEXTO DEL ARTCULO:

    En nuestros das, la relacin entre Espaa y Amrica Latina sigue

    presentando una gran paradoja, que se manifiesta en la simultaneidad de la

    querencia y el reproche mutuo. Este trabajo pretende mostrar que este

    contradictorio tipo de vnculo hunde sus races en la correspondencia que

    hubo a partir del primer contacto de Europa con las Indias Occidentales

    entre un doble tipo de prcticas y dos tipos de discursos. Digamos para

    aclarar esto que al accionar de la Espaa piadosa y protagonista de una

    magna empresa de redencin (la denominada leyenda blanca de la

    Conquista) que tuvo (y tiene) como respuesta la vigente adhesin de

    Amrica Latina a los valores de la cultura occidental, se sucedi el que

    hemos llamado el discurso del encuentro o la conciliacin de ambos

    mundos. Por el contrario, sabemos que las prcticas de la Espaa impa,

    despiadada y cruel (leyenda negra) que tuvo como rplica la repulsa por lo

    peninsular, fueron seguidas del discurso del desencuentro o la discordia.

  • 3

    Los discursos emanan normalmente de las prcticas pero, a veces, son

    capaces de fijar una imagen distorsionada de la realidad. En ese sentido, se

    produce en las dos mrgenes del Atlntico y a partir de esos discursos, un

    juego de varias representaciones1 diferentes en conflicto permanente.

    Nos ocuparemos de estos discursos y sus representaciones, tratando de

    buscar en qu etapa histrica nacieron y cuando han reaparecido a lo largo

    de la historia de relaciones entre ambos mundos a pesar de parecer en

    algn momento agotados. En otras palabras intentaremos reconstruir su

    vigencia en la larga duracin.

    La conjetura inicial de la existencia de un ncleo semntico que se mantiene

    invariable en todas las pocas, en la situacin histrica de origen y en las

    que acompaaron sus sucesivas reapariciones, nos ha servido para analizar

    los fragmentos textuales cuyas unidades lxicas se hacen cargo de uno de

    los dos polos de las categoras semnticas siguientes: piedad/impiedad,

    bondad/maldad, a fin de responder a un discurso o al otro. En lneas

    generales, los textos que responden al primero marcan el hecho csmico

    del Descubrimiento y la Conquista de Amrica y tambin las bondades de

    las tierras descubiertas y de sus habitantes, mientras que en los pertenecen 1 An ms all de esto, dice Foucault el discurso tiene el poder de representar su representacin, cosa que veremos en el rastreo de un lxico que se reitera por siglos (Foucault, 1991: 301).

  • 4

    al segundo se marca el aspecto despiadado de los espaoles que

    desembarcaron en tierras americanas y el carcter degenerado de los

    originarios de dichas tierras.

    Consideramos pertinente este anlisis de los discursos para observar como

    stos, teniendo su origen en ciertas prcticas, y habindose difundido con la

    ayuda de factores internos y externos al mundo hispanohablante, han

    distorsionado su realidad histrica y cultural al punto de que, en ciertos

    momentos, a ambos lados del Atlntico se activan reacciones irracionales,

    como ir en contra de lo que somos, lo que dificulta cierta fluidez, claridad y

    tolerancia en los modos de relacin.

    Largo es enunciar los escorzos del discurso del encuentro. Su origen est

    en los textos de Cristbal Coln y de Hernn Corts en los que la pintura de

    las bondades de las tierras, las ciudades y los hombres descubiertos, sirve

    de plataforma sobre la cual Espaa puede extender su misin

    evangelizadora. No ha cesado de reaparecer en el siglo XVI ( el Inca

    Garcilaso de la Vega habla del excelente accionar de los reyes incas que

    prepar la misin universalizadora de Espaa y la armnica convergencia

    de los dos mundos), en el siglo XVIII (Juan Nuix remarca las buenas

    cualidades de los espaoles en oposicin a los otros colonizadores), en el

  • 5

    siglo XX (Rubn Daro habla de la fuerza de los mil cachorros del Len

    Espaol); o sea que, en todos los casos, se lee como positiva la base

    americana en la que puede desplegarse la cultura espaola. Nos

    referiremos a este discurso conciliador en los pargrafos impares de este

    trabajo.

    Ocurre lo mismo con el discurso del desencuentro, aquel que coloca a los

    actores como antagonistas, un versus entre espaoles y americanos, el que

    puso a stos ltimos el sambenito de la inferioridad y el que,

    reactivamente, coloc a Espaa en una segunda lnea entre las naciones

    europeas y a los espaoles como hombres impos y crueles. Estos textos

    han estado siempre y en sus dos vertientes, habitado por palabras que

    conllevan semas negativos (en lo que relativo a los hombres americanos se

    habla de pequeez, debilidad, cobarda, ignorancia, indolencia, dejadez; en

    lo que hace a los espaoles, se marca la crueldad). Sirvi para desvalorizar

    al hombre americano, y, conocido como leyenda negra, para dibujar los

    desmanes brutales que el espaol hiciera en tierra americanas. Lo

    desplegaremos en los pargrafos pares.

  • 6

    1.- Coln, Corts, las utopas y el buen salvaje

    Ocurrido el Descubrimiento de Amrica, Cristbal Coln escribe a los Reyes

    Catlicos, que haban financiado el Viaje, una serie de diarios y cartas que

    rpidamente son traducidas a varios idiomas europeos. En ellos se dibuja a

    los aborgenes americanos como seres buenos, absolutamente carentes de

    agresividad, que se haran cristianos fcilmente y permitiran a Espaa

    llevar a cabo la gran empresa de la evangelizacin.

    Dice Coln en el Diario del Primer Viaje que encontr: gente farto mansa

    (...) que ligeramente se haran cristianos (Coln, 1971: 31-32). Por otro

    lado, segn l, habitaban un entorno que nada tena que envidiar al Paraso

    Terrenal, al cual Coln cree verdaderamente haber llegado en el tercer viaje

    (Ibid.: 183-184). Casi un siglo despus2, los textos jesuticos tambin hacen

    referencia a esta mansedumbre y cortesa de los hombres originarios de

    Amrica: (padre Pablo Lejeune); (padre Francisco de Per) (Rubert de Vents,

    1997: 20-21).

    2 Los jesuitas no llegaron a Amrica hasta 1568.

  • 7

    La pintura de un hombre natural dcil y bueno, genera en Europa una

    produccin textual, que junto a la tendencia a pensar en las tierras

    descubiertas como el sitio ideal para la realizacin de las utopas3, celebra

    la reaparicin, en la escena de la escritura, de un personaje que ya haba

    circulado en leyendas, teatro y en la literatura durante la Edad Media (Gerbi,

    1960: 67), el salvaje, slo que en esta oportunidad se trata del buen salvaje

    que tiene su impacto, ya en el siglo XVIII y XIX, en las teoras

    rousseaunianas sobre el hombre en estado natural y en los textos literarios

    del romanticismo europeo y latinoamericano (Chateaubriand, 1979) (Mera,

    1967). Todas estas repercusiones confirman la larga duracin de este

    discurso.

    A poco de nacer este salvaje bueno es desmitificado por el mismo Coln. l

    mismo, ya en sus ltimos viajes, plantea que se trata en realidad de un

    verdadero canbal: Otra gente fall que coman hombres (Coln, 1971:

    199) dice. Es digno destacar que el Almirante haba comentado a los Reyes

    que en las tierras encontradas navegando hacia el oeste, los rboles no

    echaban races porque llova mucho y la tierra estaba podrida. Gonzalo

    3 Muchos pensadores han marcado la importancia que tuvo el descubrimiento de Amrica en la construccin del discurso utpico, en el arco que va desde el texto de Toms Moro, la Utopa (1516) y el de Tomasso Campanela, Ciudad del Sol hasta la produccin de los socialistas utpicos del siglo XIX.

  • 8

    Fernndez de Oviedo cita a la Reina Catlica, quien a partir de tal

    afirmacin habra mostrado su afliccin al manifestar: En esa tierra donde

    los rboles no se arraigan, poca verdad y menos constancia habr en los

    hombres (Gerbi, 1960: 37). Antonello Gerbi se pregunta, a partir de esto, si

    la primera crtica del clima de las Indias y de sus habitantes no fue de la

    misma Reina Isabel, protectora de Coln. Pero retomaremos esto ms

    adelante.

    Con la conquista de la tierra firme, un nuevo motivo de admiracin se instala

    en Europa por las posibilidades que se abran en las nuevas tierras. Las

    cartas de Hernn Corts cuyas traducciones se suceden rpidamente,

    plantean simultneamente la magnificencia del imperio azteca y la

    necesidad de derribarlo a fin de permitir la cristianizacin. Al hablar de las

    ciudades dice que tenan: muy buenas y grandes casas, as de

    aposentamientos como de mezquitas (Corts, 1982: 56-57), donde los

    indios adoraban a sus dolos. Dice Rubert de Vents respecto del estupor

    de los espaoles:

    No es de extraar que los soldados de Corts se sintieran embarazados con el lavamanos que les presentaban antes de las comidas, que no supieran utilizar el con que se mantenan los platos calientes y que acabaran escandalizndose ante la higiene que dominaba la vida cotidiana (Rubert de Vents, 1997: 19).

  • 9

    A pesar de todo, dice Corts ms adelante: Los ms principales de estos

    dolos (...) derroqu de sus sillas (...) y puse en ellas imgenes de Nuestra

    Seora.

    La aguda contradiccin que se plantea entre el asombro y el estrago tiene

    relacin con el discurso contrapuesto que desplegaremos en el pargrafo

    siguiente. Importa ac marcar slo la magna obra en la que Espaa estaba

    embarcndose con la conquista de tierra firme, en la que era menester

    desviar de sus idolatras y atraer al conocimiento de Dios Nuestro Seor.

    2.- La polmica Las Casas- Seplveda

    La contradiccin entre las grandezas descriptas y el relato de cmo se las

    ha destruido hace que Corts busque entre los sabios de la poca quien

    desde el punto de vista filosfico lo ayude a justificar la dominacin de los

    indgenas. Corts encuentra en Gins de Seplveda un aliado en este

    sentido. En efecto, Seplveda arguye acerca de la inferioridad indgena, en

    la cual basa su idea de que los indios necesitan un tutor (Elliott, 1990:19-

    20).

    La connivencia entre los conquistadores y algunos estudiosos de la poca

    es explicitada por Xavier Rubert de Vents quin afirma:

  • 10

    Los ejemplos de aquella complicidad son tambin numerosos y bien documentados: desde su directa colaboracin en la superchera legal que fueron los Requerimientos4 (ininteligible mezcla de requisitoria jurdico-teolgica y de notificacin blica, que deba anteceder todo ataque) hasta la sancin poltico-teolgica que dieron Seplveda u Oviedo a la expoliacin y explotacin de los nativos (Rubert de Vents, 1997:28).

    Contra las prcticas de los colonizadores, la aquiescencia de los letrados y

    las afirmaciones respecto a la inferioridad de los indios, se alzar a

    mediados del siglo XVI la voz del padre Bartolom de Las Casas quien

    logra, despus de la polmica conocida por todos en la que el clrigo

    denuncia las aberraciones que los encomenderos espaoles cometan

    contra los indios, que las obra de Seplveda Democrates alter no llegue a

    ser publicadas. La suya se publica (Las Casas, 1941), es traducida a varias

    lenguas europeas y pasada a una versin pictrica (principalmente los

    grabados de Theodore de Bry) que perpeta la Conquista como una gesta

    cruel. Slo en un punto Las Casas fracasa. Haba logrado convencer a

    Carlos V de que cediera el Per a los incas, pero eso finalmente no se llev

    a cabo por el temor a la prdida de sus almas, cuestin en la que haba

    insistido Seplveda.

    Las leyes de Indias, que ya haban sido modificadas a partir de las prdicas

    de otros sacerdotes que defendieron a los indios antes que Las Casas (el

    4 Documento ledo a los indgenas antes de emprender una expedicin, por el que les exhortaba a aceptar a su nuevo soberano y adoptar el cristianismo. Se suprimi definitivamente en 1542.

  • 11

    padre Vitoria, que afirm en el primer cuarto del siglo XVI que los

    verdaderos dueos del territorio americano eran los indios y su derecho a

    no ser convertidos a la fuerza; fray Bernardino de Sahagn que realiz una

    investigacin sobre los aztecas, Historia general de las cosas de Nueva

    Espaa, donde us una metodologa cientfica que se adelantaba en cuatro

    siglos a los procedimientos aplicados actualmente por los etnlogos; el

    padre Montesinos que a partir de 1510 reconoce el derecho a negar la

    confesin a quien trate mal a los indios y colabor en la redaccin de las

    Leyes de Burgos de 1512 que rebatieron los argumentos de de los indgenas), continan siendo renovadas

    para evitar que los encomenderos sigan cometiendo los excesos que haba

    denunciado Las Casas; pero, en todos los casos, sabemos que hecha la

    ley, hecha la trampa y las leyes se incumplieron.

    A pesar del aparente triunfo de Las Casas sobre Seplveda en la defensa

    de los indios, el texto lascasiano, considerado por muchos estudiosos como

    el origen de los derechos humanos (Prez, ...), fue el punto de partida de la

    concepcin del indio como un ser indolente y dbil y un aporte fundamental

    a la leyenda negra que relataba los desmanes de la conquista y ya vena

    gestndose. En efecto, en lo que hace a la debilidad del indio, Las Casas

    muestra su delicadeza como un argumento con el cual trataba de salvarlos

  • 12

    de las garras de los encomenderos. Pero al estar basada su argumentacin

    en las teoras aristotlicas que dicen que el hombre rudo cuyas habilidades

    se inclinan a los trabajos manuales estn destinados a la esclavitud dice

    que el indio es endeble y sienta las bases de un discurso desvalorizador

    que ha operado en la larga duracin. Dice Antonello Gerbi El buensimo

    Las Casas no imaginaba que sus cndidas apologas del miserable, dbil,

    lnguido e inocente indio, se transformaran, al cabo de dos siglos, en

    pruebas de la corrompida y degenerada naturaleza de los americanos

    (Gerbi, 1960: 66).

    Con relacin a la otra vertiente del discurso del desencuentro, los textos de

    Las Casas han afectado el buen nombre de Espaa y es ste tambin un

    discurso que ha actuado en la longue dure. Pero estas derivaciones son ya

    otro captulo del discurso que venimos desplegando y que veremos en el

    pargrafo 4.

    3.- Neoplatonismo y providencialismo en el Inca Garcilaso de la Vega.

    La misin de Espaa

    Los textos del Inca Garcilaso de la Vega, escritos ya durante su

    permanencia en Espaa, hacia donde se dirigi para cobrar la herencia de

    su padre y de la que nunca regres, adscriben al discurso laudatorio de la

  • 13

    obra de Espaa. Se trata, fundamentalmente, de La Florida (1605), texto en

    el que manifiesta a cada paso la necesidad de la conquista para incorporar

    una zona ms a la generosa y amplia repblica cristiana, de acuerdo con el

    universalismo catlico de extender la unidad espiritual por todo el mundo.

    Para Garcilaso, catolicismo y Espaa son sinnimos y corresponde al Rey

    emprender esa misin, pues, para l, los lmites del imperio espaol y los de

    la fe catlica deban, en principio, coincidir.

    Es posible rastrear estas ideas tambin en Los comentarios reales (1606)

    (Garcilaso de la Vega, 1971), en el que aparece su neoplatonismo, filosofa

    en la que encontr una base conceptual slida y apropiada para pensar y

    pensarse en funcin de una armnica convergencia (recordemos que era

    hijo de una usta indgena y de un capitn espaol) de fuerzas dismiles y

    encontradas. Bajo el influjo de esta corriente, idealiz al incario al punto de

    mostrarlo como una utopa ya realizada. Por otra parte, segn su

    concepcin providencialista de la historia, los indios del Per estaban

    preparados, a travs del excelente accionar de los reyes incas, para la

    futura conquista y colonizacin espaola. Aquellos fueron, segn l, el

    puente que permiti al mundo indgena llegar con mayor rapidez a una

    plena aceptacin del Evangelio. Dice Cornejo Polar al respecto:

  • 14

    En este orden de cosas, Garcilaso sita al incario no en contraposicin a la Conquista sino como el mundo clsico respecto al cristiano a la manera de prlogo propiciatorio de la evangelizacin de las Indias. Es obvio que as, como las etapas de un solo gran proceso deseado por Dios, que conduce de la barbarie de las pocas remotas a la razn natural de incanato y de la razn natural a la revelacin divina que se ofrece a los indios con la Conquista, se desdramatiza el fin del imperio y su sojuzgamiento por los espaoles. El discurso histrico puede discurrir sin contratiempos, suturando desgarraduras y soldando lo quebrado con la mayor de las razones: la divina. Hasta cierto punto, esta operacin logra superar los desencuentros del propio Garcilaso (Cornejo, 1994:97).

    Sin embargo, Cornejo, a travs de un trabajo con el nivel discursivo de Los

    comentarios..., llega a vislumbrar la fisura entre los dos mundos.

    En los textos de Coln, Corts, y Garcilaso de la Vega, el discurso del

    encuentro o la conciliacin de los dos mundos, como una obra gigantesca

    hecha por Espaa, tuvo la misma intencionalidad5: magnificar lo descubierto

    y la obra hispana (Coln, Corts) o exaltar a los antepasados por quienes

    la obra espaola fue posible (el Inca) como un modo de destacar la propia

    obra para obtener cargos y/o prebendas para s mismos o sus

    descendientes.

    5 Usamos el trmino intencionalidad a la manera de la semitica que lo distingue de la intencin que parece motivar y justificar el acto comunicativo como un acto voluntario y consciente. La formulacin semitica lo acerca al concepto de competencia modal, que implica un querer o un deber-hacer que rigen un poder o un saber-hacer (Greimas, 1990: 224).

  • 15

    4.- Las secuelas del discurso lascasiano

    Retomemos lo dicho con relacin a los efectos del texto de Bartolom de

    Las Casas ya mencionado. Si, a travs de l, el dominico quiso defender al

    indio, terribles fueron, sin embargo, las derivaciones que tuvieron en contra

    del mismo indio (como vimos en el pargrafo 2) y de la propia Espaa. Dice

    Elliot al referirse a la victoria de Las Casas sobre Seplveda:

    Sin embargo, consigui otra victoria ms ambigua, sta en el tribunal de la opinin pblica internacional. La leyenda negra de la brutalidad de los espaoles era anterior a Las Casas (...) Pero la devastadora denuncia de Las Casas de la conducta de sus compatriotas en Breve relacin de la destruccin de las indias, publicada por primera vez en Espaa en 1552, iba a suponer junto con la Historia del nuevo mundo de Girolamo Benzoni (Venecia, 1565), una reserva de historias de horror que los enemigos de Espaa explotaran en su beneficio. Las traducciones francesa y holandesa aparecieron en 1579 y la primera edicin inglesa, en 1583, cuando el antagonismo entre la Espaa de Felipe II y los protestantes del norte alcanzaba su clmax. Los espeluznantes grabados de Theodore de Bry reforzaron la palabra escrita con imgenes visuales de las atrocidades espaolas contra los indios inocentes, lo cual imprimi un crudo estereotipo del rgimen imperial espaol en las mentes de generaciones de europeos (Elliott, 1990: 21).

    A partir de esta divulgacin, se produce en toda Europa una revisin

    profunda de la idea colombina del buen salvaje y comienza a pensrselo

    como un ser absolutamente inferior, raza inmadura, imperfecta o

    degenerada de la que se duda hasta de su capacidad para el amor6. Se

    supone (retomando la frase de Coln que afligi a la Reina Isabel) que los

    6 En este apartado, seguimos el rastreo hecho por Antonello Gerbi (Gerbi, 1960).

  • 16

    climas y las humedades pesaron sobre los habitantes de Amrica y los

    dejaron blandos como los muecos de barro del Popol Vuh que se diluyeron

    con el primer aguacero (la comparacin es nuestra).

    Con algn antecedente en el siglo XVI (Bodin, Montaigne), la relacin clima-

    temperamento hace su eclosin en el siglo XVIII con la voluntad de orden

    puesta de manifiesto en la poca clsica y que dio lugar al establecimiento

    de categoras, y clasificaciones varias. Buffon (1707-1778), naturalista

    francs, primer estudioso de las transformaciones de las especies, centra su

    atencin en las especies del Nuevo Mundo y las compara con las del viejo

    concluyendo que en Amrica los animales de sangre caliente son

    pequeos, dbiles y cobardes (estos caracteres son rpidamente

    transferidos a los seres humanos, que son segn l, incapaces para

    dominar la naturaleza hostil). Los animales fros (sapos, vboras, insectos)

    en cambio, son grandes y temibles. David Hume (1711-1776), naturalista

    escocs, revisa la conexin entre el clima y el temperamento, centrando su

    atencin en la indolencia del pusilnime habitante de los trpicos.

    De Pauw, prusiano que en 1792 recibe la ciudadana francesa honoraria,

    polemiza contra los admiradores del noble salvaje (Gerbi, 1960: 51) y

    construye su teora sobre el indio perezoso, dbil y enervado, e incapaz de

  • 17

    progreso mental. Un captulo de su obra est destinado a polemizar con el

    Inca Garcilaso. Describe el Cuzco como un amontonamiento de casuchas,

    sin tragaluces ni ventanas; en una de ellas ciertos titulados (los amautas),

    que no saban leer ni escribir, enseaban Filosofa a otros ignorantes que

    no saban hablar (Gerbi, 1960: 54). De Pauw se coloc en las antpodas de

    los defensores del buen salvaje, y de los que defienden las grandezas de

    las civilizaciones precolombinas. Dice Giuseppe Galasso: La influencia de

    De Pauw fue tal que el propio Emmanuel Kant expresaba en 1764 una alta

    consideracin hacia los salvajes y slo 10 aos ms tarde, despus de

    haber ledo a De Pauw, juzgaba a los indios una raza inferior (Galazo,

    1999: 88).

    La excepcin a esta regularidad en la concepcin desvalorizada de Amrica

    y los americanos la constituyen los cientficos que la visitaron. Galasso

    afirma que slo con Alexander von Humboldt, que visit y estudi las

    Amricas durante cinco aos entre el siglo XVIII y el siglo XIX, se puede

    decir que hay una visin europea de las Amricas como una parte del

    mundo igual a las otras en su problemtica humana y general (Ibid.).

    De Pauw tambin envisti en contra de los paladines de las glorias y el

    humanitarismo de Espaa. En el mismo siglo XVIII, el filsofo francs

  • 18

    Voltaire (1694-1778), a quien haba llamado la atencin el hombre y el len

    americanos, lampio y calvo respectivamente, denuncia la crueldad

    espaola y la acusa de ser el fin del comercio carnal de muchos aborgenes.

    El escritor francs Marmontel, que segn Gerbi es un secuaz de Las Casas

    (Gerbi 1960: 172) reivindica lo primitivo contra la opresin. Los indios eran

    dbiles a causa de la impiedad europea que los venca y los sojuzgaba.

    Rousseau defensor del buen salvaje, habla del fanatismo del conquistador.

    Pensemos que si las polmicas acerca del hombre americano que se

    haban sucedido en el siglo inmediatamente posterior al Descubrimiento, el

    XVI, eran de carcter filosfico y teolgico; en el XVII y XVIII las reflexiones

    sobre estas tierras estn atravesadas del historicismo providencialista

    (Garcilaso) y de cientificismo (los hombres de la Ilustracin). Durante esos

    siglos, Espaa era la primera potencia de Europa y su posicin tena

    adeptos y detractores. Entre estos ltimos se encontraban sus enemigos,

    fundamentalmente los holandeses, los franceses y los ingleses y las noticias

    del manejo incorrecto en la Espaa de Ultramar fueron utilizadas por ellos

    para reflotar el deseo de un enclave americano que les permitiera realizar

    transacciones comerciales en detrimento del monopolio espaol. Esto

    finalmente se hizo efectivo, cuando extinguida la dinasta de los Austrias y

    realizada la Guerra de Sucesin, el Tratado de Utrecht (1713) reparte las

  • 19

    posesiones europeas de Espaa y, gracias a ciertas concesiones, el

    imperio queda a merced de la navegacin extranjera y del contrabando. No

    fue fcil a la Corona espaola, que en este nuevo siglo qued en manos de

    los Borbones, revertir esta situacin y recuperar el dominio perdido por los

    ltimos Austrias. Y esta dificultad se relaciona no slo con las crueles e

    impopulares reformas borbnicas, (alguna de las cuales mencionaremos en

    seguida) que dilataron el mal nombre de Espaa, sino, y fundamentalmente,

    con los textos de los escritores europeos ya nombrados: escoceses (Hume),

    alemanes (De Pauw), o franceses (los hombres de la Ilustracin) que se

    hicieron cargo de la debilidad del indgena y de la leyenda negra. Todo lo

    cual demuestra que los episodios de la historia tienen ntima relacin con

    los discursos vigentes.

    5.- El discurso del encuentro en el ocaso de la Colonia. Los jesuitas

    espaoles

    Si en los textos de los protagonistas del Descubrimiento, la Conquista y los

    primeros mestizajes, o sea durante los cien primeros aos de la

    colonizacin de Amrica irrumpe en el mundo hispanohablante el discurso

    de la conciliacin, su reaparicin vino de la mano de los jesuitas espaoles

    expulsados desde la Pennsula Ibrica por las reformas del absolutismo

  • 20

    borbnico, y quiso neutralizar la mala prensa europea, de la que se haban

    hecho eco los criollos durante los aos anteriores a las guerras de

    independencia en Amrica del Sur (como si ya se vislumbraran las mismas).

    Los jesuitas nacidos en la Pennsula salieron al encuentro de los enemigos

    de Espaa, fundamentalmente del prusiano De Pauw, y lo hicieron para

    defender el proceder de los conquistadores espaoles y sus buenas

    cualidades en oposicin a los otros colonizadores. Fue fundamentalmente el

    libro del padre jesuita Juan Nuix editado en Venecia en 17807, el que

    menciona a De Pauw entre los autores que han tratado de oscurecer el

    nombre de Espaa. Esta reaccin es la apropiada para el XVIII, siglo en el

    que los afanes cientfico y clasificatorio haban sido utilizados por las

    naciones enemigas de Espaa para dejarla en el cono de las sombras. Nuix

    afirma que es difcil encontrar en Espaa alguien que compare a los

    salvajes con las bestias (Gerbi, 1960: 173) como lo han hecho filsofos

    recientes (los ya mencionados). Nuix no tiene simpata alguna por los

    indgenas (hombres los ms poltrones que han llegado a verse en el

    mundo (Ibid.)) pero los defiende porque son un espejo en que refulgen

    ms esplndidas las virtudes y las glorias de los reyes y de los capitanes de

    7 Juan Nuix, Riflessioni imparziali sopra lumnit degli Spagnuoli nellIndie, contro i pretesi filosofi e politici, per servire di lume alle storie dei signori Raynal e Robertson (Gerbi, 1960: 173).

  • 21

    Castilla (Ibid.). En nota al pie, la 151, Antonello Gerbi habla de otros

    jesuitas que defendieron a Espaa. Nombra por ejemplo a Mariano Llorente

    y su Saggio apologetico degli storici e conquistatori spagnuoli dellAmerica,

    editado en Parma en 1804, libro en el que se polemiza contra Marmontel y

    Las Casas, entre otros.

    6.- El discurso del desencuentro en el ocaso de la colonia. Los jesuitas

    hispanoamericanos. Las independencias y el siglo XIX

    El destierro afect tanto a los jesuitas espaoles como a los

    hispanoamericanos, los cuales debieron partir ya de la Pennsula ya de las

    colonias. Eran intelectuales insignes y retomaron los discursos casi

    extinguidos.

    Con los nacidos en la Pennsula, como Juan Nuix, se recupera el discurso

    del encuentro. En cambio, los nacidos en territorio americano, en oposicin

    a los anteriores, activaron el discurso de la discordia.

    Los criollos, tanto como las etnias aborgenes o los mestizos, cargaban con

    la mancha que se atribua desde los lugares de poder a los que, aunque

    descendientes de padre y madre hispanos, eran inferiores por el slo hecho

    de haber nacido en Amrica. Este estigma de la inferioridad, que se haba

  • 22

    generado con el discurso del desencuentro en los siglos anteriores, fue

    sentido por estos jesuitas criollos en carne propia.

    Lo que resulta curioso y sorprende es la reaccin que tuvieron estos criollos

    refugiados en Italia (les estaba prohibido permanecer en Amrica y en

    Espaa) pues, por un lado, se dedicaron a escribir libros en que refutaban

    las tesis de Pauw y, por otro, despus de ocurrido el levantamiento de

    Tupac Amaru en Per, se dirigieron a Inglaterra para lograr su apoyo en

    contra de Espaa. Esta es una muestra de como los discursos pesan sobre

    las prcticas.

    Este discurso de la discordia que haba tenido tantos adeptos en la Europa

    dieciochesca, por el ingreso en el juego de las representaciones de las

    potencias enemigas de Espaa, vuelve a nacer en el siglo XIX, con el

    antecedente de los jesuitas americanos, en toda la extensin de Amrica

    Latina, como si slo sintiendo a Espaa como una madrastra no como una

    madre, los actuales pases de Hispanoamrica hubieran podido declarar las

    independencias. Claro sntoma de lo que afirmamos es la reimpresin de la

    Brevsima relacin de la destrucccin de las Indias (Kning, 1994: 244) en

    Bogot en 1813. Bolvar en La Carta de Jamaica vuelve a este texto para

    hacer hincapi en las barbaridades (Bolvar, 1997: 162) cometidas por

  • 23

    Espaa y solicita (como los jesuitas americanos) ayuda a los anglosajones.

    A pocos aos de estos episodios surge en el Ro de la Plata la ms cruda

    de las hispanofobias con la llegada del romanticismo8. Sus cultores, los

    hombres de la llamada generacin de 1837 o del Saln Literario, realizan en

    sus textos una de las diatribas ms fuertes contra Espaa y contra la poca

    colonial. Dice Losada que Juan Mara Gutirrez, en su famoso discurso en

    la inauguracin del Saln Literario (1837), despus de proponer el completo

    divorcio de las tradiciones culturales espaolas, le aconseja a cada

    argentino que asuma su responsabilidad intelectual preocupndose de su

    propia formacin (Losada, 1986: 158).

    La generacin se consideraba representante del progreso humano en medio

    de una sociedad dominada todava por el pasado colonial o por la reaccin

    restauradora de los caudillos que trataban de impedir el progreso de la

    revolucin independentista.

    Los hombres del 37 (...) todo lo clasificaban segn perteneciera al futuro o

    al pasado, a la reaccin retrgrada o al progreso, al estado de vasallaje y de

    8 Podemos trazar una oposicin entre el romanticismo peruano y el rioplatense. Los escritores peruanos ponen todo su esfuerzo en articularse a una sociedad segura de s misma en una posicin ms favorable al estrato medio intelectual que no posee riquezas; mientras que los del Ro de la Plata se identifican con un proyecto alternativo que revolucionara el orden social. Unos eran hispanfilos, otros eran hispanfobos (Losada, ...: 95).

  • 24

    esclavitud que dominaba la conciencia social durante el antiguo rgimen o a

    la lucha por una sociedad emancipada y democrtica que ellos trataban de

    reestructurar (Ibid.: 153).

    Emigrados a Montevideo o a Chile durante el gobierno de uno de los

    caudillos, Juan Manuel de Rosas, produjeron textos en los que lean la

    realidad del pas desde la dicotoma civilizacin-barbarie, pero siempre la

    civilizacin estaba en Francia o en los pases anglosajones, nunca en

    Espaa, esta nacin permaneca en el polo de la barbarie. En todos los

    casos, se atribua el atraso de esta parte de Amrica fundamentalmente a

    dos factores: la raz indgena y la herencia hispnica. J. B. Alberdi

    comentaba el Facundo de Sarmiento (Sarmiento, 1971), el libro ms

    importante de la generacin, publicado como folletn en Santiago de Chile

    en 1845, y deca que el libro atribuye la manera de ser de esa sociedad al

    suelo extenso y al desierto, a los trescientos aos de colonizacin espaola

    mal establecida, y a los restos de las razas indgenas (Losada, ...: 160).

    En efecto, Sarmiento, influido por las teoras deterministas, atribuye al suelo

    y a las herencias indgena y espaola el estado de atraso de la regin

    rioplatense.

  • 25

    Losada nos habla de una polmica, ocurrida al ao siguiente de la

    publicacin de Facundo, en un clima intelectual semejante, entre el mentor

    de la generacin y un crtico espaol:

    Este mismo contexto ideolgico sostiene la respuesta de Esteban Echeverra al crtico espaol Alcal Galeano en 1846. Galeano haba afirmado que Amrica no deba renegar de sus antecedentes espaoles, hacindose eco seguramente de las escandalizadas crticas que levantaron entre los grupos ilustrados tradicionales la actitud iconoclasta de toda esta generacin con respecto a su pasado colonial. Echeverra negaba que en aquella tradicin espaola, Amrica pudiera encontrar el principio engendrador de su literatura, vinculando la cuestin literaria al movimiento de independencia poltica empezado unas dcadas antes, y afirmando que es absurdo ser espaol en literatura y americano en poltica. Dentro de la Espaa contempornea defiende Echeverra (p. 153) las tendencias progresistas de Larra y Espronceda, que segn l aspiraban a lo nuevo y original en pensamiento y forma, no as a Zorrilla, quien rehabilitando las formas y las preocupaciones de la vieja Espaa, suicida su bello ingenio potico y reacciona contra el progreso (Ibid.: 154).

    Imbuidos de liberalismo, los romnticos argentinos, quisieron profundizar la

    lucha emancipadora y propugnaron el librecambismo, el parlamentarismo y

    el constitucionalismo convencidos de que eran agentes del progreso.

    Del mismo modo que las prdicas lascacianas, que presumiblemente iban a

    traer la liberacin de los indios, abrieron la doble vertiente del discurso del

    desencuentro que las potencias extranjeras utilizaron a su favor generando

    la dependencia comercial an vigente; en la etapa romntica, la

    hisponofobia y el ingreso del liberalismo que hipotticamente iban a

  • 26

    independizar a Hispanoamrica de la opresin espaola al traer la

    modernidad a estas tierras, slo generaron ms dependencia.

    El discurso del desencuentro sigui vigente hasta cerca del fin del siglo.

    Jos Mart escribe un texto en alabanza a la obra de fray Bartolom de las

    Casas, en el que refirindose al trato que los espaoles daban a los

    indios dice: aquellos hombres crueles los cargaban de cadenas (Mart,

    1968) y en referencia a los indios los hombres eran bellos y amables; pero

    no eran fuertes (Ibid.). En 1891 en Nuestra Amrica an anatematiza

    contra los siglos coloniales. Llama al colonizador desptico y avieso (Ibid.:

    127). En ambos textos se hace patente la vigencia de discursos nacidos

    haca varios siglos.

    En el ao del cuarto centenario del descubrimiento de Amrica, Rubn

    Daro apostrofa A Coln (Dario, 1969: 112), a quien llama desgraciado.

    Lo culpa de la destruccin de estas tierras, de las guerras fratricidas, y de la

    ambicin desmedida que nunca existi en los pueblos indgenas. Hay en el

    texto una idealizacin, tpicamente modernista, de los imperios inca y

    azteca.

    Sin embargo, y en medio de la diatriba hay una pequea revalorizacin de

    la potencia hispana y del bro indgena que anticipa una etapa posterior del

  • 27

    mismo escritor que veremos en el pargrafo siguiente en la que se reconoce

    el aporte de Espaa y la fuerza de los mestizajes. Pero, acto seguido,

    retorna el repudio y se manifiesta la pretensin de que nunca las carabelas

    hubieran surcado el mar y de que los espaoles nunca hubieran pisado el

    suelo americano9, con lo que un discurso hispanfobo, de total

    desencuentro con la obra de Espaa, sus valores y su religin, atraviesa el

    resto del texto.

    7.- El discurso del encuentro y la revalorizacin de Espaa en el cuarto

    centenario del Descubrimiento de Amrica. El fin de un Imperio y el

    avance de otro

    Ya desde el cuarto centenario, 1892, Espaa intenta recuperar las viejas

    glorias, la leyenda blanca. Intervienen en esta recuperacin cuestiones

    polticas, pues se vislumbra ya la emancipacin de la ltima colonia, Cuba.

    En el 98, con la prdida de la misma, Espaa entra en una gran crisis y hay

    un intento de volver a los viejos valores despus de siglos de decadencia.

    9 Se podra realizar un paralelismo de la elucubracin dariana con el ejercicio de pensar la historia que podra haber sido, con una Amrica Central y del Sur holandesa y sajona, respectivamente, y los efectos positivos que hubiera tenido sobre Amrica Latina (De Imaz, 1984: 14-58).

  • 28

    Despus de estas fechas (el cuarto centenario, y el fin de la Espaa

    imperial), en Hispanoamrica, ciertos sectores comienzan a recuperar la

    herencia hispnica10 ante el peligro que se vislumbra en el creciente podero

    de la Amrica del Norte. Veamos el cambio operado en otro texto de Rubn

    Daro. Se dirige al Presidente de los Estados Unidos y le dice Cazador

    (Dario, 1969:114), pues ya se prev que Amrica Latina est a punto de

    constituirse en su presa.

    Se plantea entonces una contraposicin entre las dos Amricas (Amrica

    Latina y Amrica Sajona) y a las riquezas materiales de una de ellas, opone

    los tesoros espirituales11 de la otra. Se revalora entonces el arte, la herencia

    indgena pero tambin la obra espaola y la religin trasmitida:

    10 La bandera de lo hispnico fue izada en la Argentina por los nacionalistas como parte de un conjunto de reivindicaciones realizadas (la recuperacin de los gauchos y de los caudillos novecentistas) frente al avance de las oleadas inmigratorias (Rock, 1993). 11 En estas estrofas, el poeta nicaragense se anticipa a la reflexin que, en 1975, hiciera acerca de la Amrica del Norte Salvador de Madariaga: Grave es pues para el continente hispano el fracaso moral e histrico de la metrpoli; pero ms grave es todava el de los Estados Unidos. Este pas gigantesco no logra imprimir en la historia humana un orden intelectual y moral que inspire autoridad. A lo ms que alcanza es a un empiricismo heredado de Inglaterra y todava ms exento de principios. Tan vaco que ni siquiera se da cuenta de que exista la sustancia y la plenitud que le faltan (...) Y esta carencia de espritu que padecen los Estados Unidos se manifiesta en su aspecto ms lamentable en sus relaciones con la Amrica Espaola (Madariaga, 1984: VI-VII).

  • 29

    8.- Reflexin final

    Para concluir y evaluando la abultada cantidad de pginas que han tenido el

    discurso del desencuentro, volvamos a l para una reflexin final.

    Pensamos que sera un exceso pensar que fue fray Bartolom de las Casas

    el responsable del nacimiento de las dos vertientes del discurso del

    desencuentro cuyas emergencias hemos ido rastreando en la longue dure

    y que fueron, desde nuestro punto de vista, una de las causas de la

    decadencia espaola. Muchos factores se conjugaron para producirla: la

    rapacidad creciente de las otras potencias; la dualidad del pueblo espaol,

    magistralmente retratada por Miguel de Cervantes, que queda implcita en el

    doble tipo de prcticas que originaron los dos tipos de discursos objeto de

    nuestro estudio. Sin embargo, la mala prensa generada por el texto

    lascasiano fue creciendo en crculos concntricos y su actuacin tuvo el

    doble flanco del que venamos ocupndonos: recay simultneamente

    sobre el mundo hispanohablante, al punto de que un pensador de la talla de

    Hegel (1770-1831) observ, ya en el siglo XIX que el hombre americano

    perteneca a la esfera de la Naturaleza, sin un destello del Espritu. Con

    respecto a los hombres del Viejo Mundo, dijo que los italianos y los

  • 30

    espaoles viven la vida de la Naturaleza mucho ms que los alemanes y los

    nrdicos ( Gerbi, 1960: 398).

    En efecto, las dos vertientes (la debilidad del hombre americano y la

    leyenda negra) del discurso del desencuentro han ido colocando entre los

    albores de la Colonia y su ocaso, en un primer momento, a espaoles

    contra espaoles (ver Gins de Seplveda-Las Casas) y, en una segunda

    etapa, a los hispanoamericanos contra los espaoles (jesuitas americanos-

    Espaa, entre otros).

    Nuestro trabajo ha pretendido, a partir del anlisis de los discursos y las

    prcticas, mostrar que las relaciones entre Espaa y la actual

    Hispanoamrica han estado marcadas por los unos y las otras, que ambas

    instancias se siguen activando en sentido positivo y negativo cada cierto

    tiempo, que marcan sustancialmente la sensibilidad de las relaciones y por

    lo tanto deben ser tenidos en cuenta de cara a poder construir relaciones

    que construyan futuro entre ambos lados del Atlntico.

    El conocimiento profundo de los discursos podra ayudar a neutralizar

    prcticas que parten de discursos distorsionadores de la realidad, y

    consecuentemente a superarlas y desactivarlas en adelante.

  • 31

    Adems, cuando tras una dcada de aplicar polticas neoliberales en toda

    Amrica del Sur las distancias entre ricos y pobres se han hecho ms

    grandes y cuando las desatinadas alianzas espaolas alejan una vez ms a

    la madre patria de sus hijas hispanoamericanas, nos preguntamos si no es

    necesario que el mundo hispanohablante intente re-conocerse ms all de

    los discursos que lo separan en una bsqueda identitaria que reponga el

    valor y la importancia del patrimonio comn, y como resultado lo dote de

    mayor independencia a la hora de disear su desarrollo econmico y social

    y lo ilumine a la hora de sus alianzas a nivel internacional.

  • 32

    BIBLIOGRAFA.

    Bolvar, Simn (1997). La Carta de Jamaica, en: Chibn, Alicia et al., Discursos Bolivarianos, Colombia: Imprenta Nacional. Coln, Cristobal (1971). Los cuatro viajes del almirante y su testamento, Buenos Aires: Espasa Calpe, Coleccin Austral. Cornejo Polar, Antonio (1994). Escribir en el aire, Lima: Horizonte. Corts, Hernn (1982). Cartas de relacin de la conquista de Mxico, Madrid: Espasa Calpe, Coleccin Austral. Chateaubriand, Visconde de (1979). Atala, Madrid: Espasa Calpe, Coleccin Austral. Daro, Rubn (1969). Antologa potica, Buenos Aires: Losada. De Imaz, Jos Luis (1984). Sobre la identidad iberoamericana, Buenos Aires: Editorial Sudamericana. Elliott, J. H. (1990). Espaa y Amrica en los siglos XVI y XVII, en: Bethell, Leslie (ed.), Historia de Amrica Latina, Tomo 2, Barcelona: Ed. Crtica. Galasso, Giuseppe (1999). Latinoamrica en la conciencia del mundo moderno, en: Galeana, Patricia (coord.), Latinoamrica en la conciencia europea. Europa en la conciencia latinoamericana, Mxico: Archivo General de la Nacin/Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, UNAM/Facultad de Filosofa y Letras, UNAM/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Fondo de Cultura Econmica. Garcilaso de la Vega, Inca (1971). Comentarios Reales, Buenos Aires: Kapelutsz. Gerbi, Antonello (1960). La disputa del nuevo mundo. Historia de una polmica 1750-1900, Mxico: Fondo de Cultura Econmica. Greimas, A. J. , y Courts, J. (1990). Semitica. Diccionario razonado de la teora del lenguaje, Tomo I, Madrid: Gredos. Knig, Hans-Joachim (1994). En el camino a la Nacin. Nacionalismo en el proceso de formacin del Estado y de la Nacin de La nueva Granada, 1751-1856, Bogot: Banco de la Repblica. Las Casas, Bartolom de (1941). Brevsima relacin de la destruccin de las Indias occidentales, Mxico: Doctrina. Losada, Alejandro El modo autnomo de produccin literaria y el realismo social en El surgimiento del realismo social.

  • 33

    ---------------------- (1983). El realismo social en el Ro de la Plata (1837-1880), en: La literatura en la sociedad de Amrica Latina. Per y el Ro de la Plata, 1837-1880, Frankfurt: Vervuerter. Madariaga, Salvador de (1974). Presente y porvenir de Hispanoamrica, Buenos Aires: Editorial Sudamericana. Mart, Jos (1968). El padre Las Casas, en: Prosa y poesa, Buenos Aires: Kapeluz. Mera, Juan Len (1967). Cumand o un drama entre salvajes, Madrid: Espasa Calpe. Prez Fernndez, Ignacio, Fray Bartolom de las Casas, en: Enciclopedia iberoamericana de filosofa. Tomo 1: Filosofa iberoamericana de la poca del encuentro. Rock, David (1993). La Argentina autoritaria: los nacionalistas, su historia y su influencia en la vida pblica, Buenos Aires: Ariel. Rubert de Vents, Xavier (1997). El laberinto de la hispanidad, Barcelona: Anagrama. Sarmiento, Domingo Faustino (1971). Facundo, Buenos Aires: Kapelutsz.