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Índice Presentación .................................................................................................... 1
Prefacio .............................................................................................................. 3
I. Gráfico-resumen de “Un Curso de Milagros” (UCDM) ....... 7
II. Explicación ......................................................................................... 11
1. El ámbito de Dios ................................................................... 11
2. La percepción. La separación ........................................... 14
3. La Respuesta: El Espíritu Santo....................................... 17
4. Mente-cuerpo .......................................................................... 18
5. La Mente de Cristo................................................................. 19
6. El Cielo ........................................................................................ 19
7. Recordar por el perdón ....................................................... 20
8. La Faz de Cristo....................................................................... 20
9. Fin del aprendizaje. El despertar .................................... 20
Epílogo (provisional)................................................................................ 22
Continuación ................................................................................................ 23
III. Los Pilares de “Un Curso de Milagros” .................................. 24
1. El Espíritu Santo ..................................................................... 25
2. La Unicidad ............................................................................... 43
3. Los Milagros ............................................................................. 49
4. La Expiación ............................................................................. 57
5. El instante santo ..................................................................... 65
6. La relación santa .................................................................... 77
7. Despertar ................................................................................... 89
8. El perdón ................................................................................. 101
9. La Paz ........................................................................................ 115
10. El Amor ..................................................................................... 133
IV. La Oración ......................................................................................... 167
V. La Navidad ........................................................................................ 179
Epílogo .......................................................................................................... 185
Bibliografía .................................................................................................. 189
1
Presentación
Hace nueve años escribí un pequeño libro o folleto “Yo Soy”
que en su “introducción” decía:
Esta, para mi <<joya espiritual>>, es recopilación o fruto de
meditación sobre diversos libros sagrados, que he querido guardar
en lo más íntimo de mi corazón y para mi uso personal.
Como en vida espiritual hay que aprender a compartir, con
amor, todas las cosas, me he sentido, dulcemente, “obligado” a
compartir esta <<joya>> contigo. Con ella te invito a caminar en la
vida espiritual y a elaborar tu propia <<joya>>, que te ayudará y te
guiará en el camino de regreso a la casa del Padre.
Y no olvides nunca que:
¡Todo está en ti!
Desde mi <<YO SOY>>, que el Señor te bendiga ahora y siem-
pre.
Ponteareas, Navidad 2003
Hoy termino (provisionalmente) otro pequeño folleto que
expone una síntesis, un breve extracto, de una <<gran joya espi-
ritual>> fruto del estudio y práctica del libro más grande que he
encontrado en mi vida:
“Un curso de milagros (UCDM)”
Lo he denominado <<Cristo>> y es un a modo de introduc-
ción a “Un curso de milagros”, y todas sus palabras son un fiel
reflejo de “UCDM”.
Esta, al igual que la anterior, quiero compartirla contigo,
con los mismos fines y con el deseo que te ayuden en tu Desper-
tar y Regreso al Padre.
2
“Te bendigo hermano con el amor de Dios el cual quiero
compartir contigo. Pues quiero aprender la gozosa lección de
que no hay otro Amor que el de Dios, el tuyo, el mío y el de to-
dos”. (L.E.L. 127.p.245)
Ponteareas, Navidad 2012
José Luis Souto Paz
01308722-E
669 900 808
3
Prefacio
La psicóloga americana Helen Schucman recibió, durante
siete años, dictados de una Voz, que transcribió en lo que la
misma Voz designó como: “Un curso de milagros”.
Tomé contacto con “Un curso de milagros” (“UCDM”) en
diciembre de 2007 y durante los últimos cinco años me he dedi-
cado al estudio y práctica del mismo.
Con el fin de ayudar a otros a superar las enormes y casi in-
salvables dificultades que yo me encontré, en un principio, con
“UCDM”, se me ha “pedido” que haga este “a modo de introduc-
ción”, y así ayudar a aquellos que deban y quieran seguir este
camino espiritual, con el deseo que “UCDM” les llegue a resultar
una fuente viva e inagotable de conocimiento y de salvación,
como ahora lo es para mí.
Para facilitar el camino, lo pude concretar (me “llevaron” a
concretarlo), en un “gráfico-resumen” de “UCDM” y más tarde lo
acompañé de una “explicación”.
Llegado a este punto, “vinieron” a mi mente, tres preguntas
que debería desarrollar según los dictados de “UCDM”. Su obje-
tivo es conseguir un primer “centrado” y una llamada de “aten-
ción” sobre aspectos fundamentales de “UCDM”.
Estas preguntas son:
• ¿Qué es el mundo?
• ¿Qué hacer con “UCDM”?
• ¿Cuál es la meta de “UCDM”?
4
1. ¿Qué es el mundo?
“Nada de lo que el mundo cree es verdad, pues el mundo
es un lugar cuyo propósito es servir de hogar para que aquellos
que dicen no conocerse a sí mismos, puedan venir a cuestionar
lo que son. Y seguirán viniendo hasta que se acepte la Expiación
y aprendan que es imposible dudar de uno mismo y no ser cons-
ciente de lo que se es” (el subrayado es mío). (L.E.L.139.7.p.286)
(nota1)
Por eso, y dándote cuenta de lo frágiles que son las cadenas
que parecen mantener fuera de tu conciencia el conocimiento de
ti mismo, según repites:
“Aceptaré la Expiación para mí mismo,
pues aún soy tal como Dios me creó”.
(L.E.L.139.12-3.12-4.p.282)
Para eso estamos aquí y para eso sirve el mundo. Para que
aceptemos la Expiación, que simplemente es, aceptar que “aún
soy tal como Dios me creó”.
El principio de la Expiación es la respuesta de Dios a la se-
paración y que le fue dada al Espíritu Santo o “Respuesta” para
escapar del sueño en el que el Hijo de Dios, cayó.
“La Expiación es, sencillamente, la corrección o anulación
de los errores”. (M.M.18.4-6p.54)
“El Amor perfecto es la Expiación”. (T.C.Z.VI.7-8.p.33)
“La Expiación es el precio que tenemos que pagar por ser
conscientes de nuestra plenitud, aún así tenemos que invertir en
ello, no con dinero, sino con espíritu, pues el espíritu es voluntad
y la voluntad es el precio del Reino”. (T.C.12.IV.7.p.249)
5
“La Expiación es la última lección que necesitas aprender,
pues enseña que, puesto que nunca pecó, no tiene necesidad de
salvación”. (T.C.13. introd.46.p.262)
“El Espíritu Santo expía en todos nosotros des-haciendo y
de esta manera te libera de la carga que le has impuesto a tu
mente. Al seguir al Espíritu Santo se te conduce de regreso a
Dios, que es donde te corresponde estar. Mas, ¿cómo podrías
encontrar el camino que conduce a Él sino llevando a tu herma-
no contigo?”. (T.C.5.IV.6.p.90)
“Cuando aceptas la inocencia en tu hermano ves la Expia-
ción en Él. Su inocencia es tu Expiación. La Expiación se vuelve
real y visible para los que la ponen en práctica. Esa es tu única
función en la tierra. Hasta que no la aprendas te sentirás culpa-
ble” (T.C.14.IV.1-1,1-4,3-6,3-7,3-8.p.309)
Así vemos claramente lo que es el mundo y lo que necesi-
tamos para salir de Él: aceptar la Expiación para uno mismo.
2. ¿Qué hacer con “UCDM”?
“Algunas de las ideas que el libro de ejercicios presenta te
resultarán difíciles de creer, mientras que otras tal vez te parez-
can muy sorprendentes. Nada de eso importa. Se te pide sim-
plemente que las apliques tal como se te indique. No se te pide
que las juzgues. Se te pide únicamente que las uses. Es usándolas
como cobrarán sentido para ti. Y lo que te demostrará que son
verdad.
“Recuerda solamente esto: no tienes que creer en las ideas,
no tienes que aceptarlas y ni siquiera tienes que recibirlas con
agrado. Puede que hasta te opongas vehemente a algunas de
ellas. Nada de eso importa, ni disminuye su eficacia. Pero no
hagas excepciones al aplicar las ideas expuestas en el libro de
6
ejercicios. Sean cuales sean tus reacciones hacia ellas. Úsalas. No
se requiere nada más.” (L.E.introd. 9.p.2)
Úsalas, úsalas, úsalas…
3. ¿Cuál es la meta de “UCDM”?
El cambio de mentalidad
(prefacio.pxi)
NOTA 1: “Un curso de milagros” (“UCDM”) se compone de
tres libros (en uno): el “Texto”, el “Libro de ejercicios” y el “Manual
para el maestro.”
Las citas se refieren a: “Texto” (T), “Libro de ejercicios” (L.E.) y
“Manual para el maestro” (M.M.). Así: L.E.L.139.7.p.286, quiere de-
cir: Libro de ejercicios, lección 139, apartado 7, página 286. Así
T.C.14.IV.1-1,1-4,3-6,3-7,3-8.p.309, quiere decir: “Texto” capítulo 14,
sección IV, párrafo-apartado:1-1,1-4,3-6,3-7,3-8, página 309. Así
M.M.18.4-6.p.54, “Manual para el maestro” sección 18, párrafo-
apartado 4-6, página 54.
7
I. Gráfico-resumen de
“Un Curso de Milagros”
(UCDM)
8
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10
11
II. Explicación
“Dios-Padre creo a Su Hijo (el Hijo de Dios) y de acuerdo
con Él, creó al Espíritu Santo”. “Forman la Santísima Trinidad”.
1. El ámbito de Dios
Veamos algunos de los aspectos del ámbito de Dios.
“Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En
esto radica la Paz de Dios”
Así comienza “UCDM” y establece una clara diferencia en-
tre lo real (o ámbito de Dios) y lo irreal (lo que no existe), y entre
el conocimiento y la percepción.
La Paz de Dios
La Paz de Dios es la condición de todo y la condición para
todo.
En la Paz de Dios fuiste creado. La Paz de Dios fue creada
para ti; tu Creador te la dio y la estableció como su propio regalo
eterno.
El perdón es la condición indispensable para hallar la paz.
La Paz de Dios es la condición para que se haga su Volun-
tad. Alcanza su paz, y le recordarás.
“La Paz de Dios no es más que esto: el simple entendimien-
to de que su voluntad no tiene ningún opuesto.”
“La Paz es la condición del Reino.” (T.C.8.I.1-3 p.153)
“La Paz es la motivación para aprender este curso”.
(T.C.8.I.1. p.153)
“La Paz es el requisito previo para alcanzar el conocimien-
to” (T.C.8.I.1-3 p.153)
12
“Cuando no estás en Paz ello se debe únicamente a que no
crees que estás en Él.” (T.C.8.IV.1-3.p.159)
“La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la
Paz.” (T.C.12.III.5.p.245)
“La Paz es el patrimonio natural del espíritu”.
(T.C.3.VI.10.p.53)
“Tú que quieres la Paz solo la puedes encontrar perdonan-
do completamente”. (T.C.1.VI.1.p.14)
El Amor de Dios
La respuesta a la Paz es el Amor.
Dios es Amor. Y el Amor, que es lo que nos creó, es lo que
somos. Somos Amor.
“La función del Amor es unir todas las cosas en sí misma y
mantenerlas unidas, extendiendo su plenitud”. “La atracción del
amor por el amor sigue siendo irresistible” (T.C.12.VIII.7-11,7-
10.p.260)
“El amor siempre conduce al amor” (T.C.13.VI.10-4.p.279)
“Si amarse uno a sí mismo significa curarse a sí mismo, los
que están enfermos no se aman así mismos”. (T.C.12.II.1-
2.p.241)
“El mensaje de la crucifixión es inequívoco: enseña sola-
mente amor pues eso es lo que eres”. (T.C.6.I.13-1,13-2.p.104)
“Mas ve el amor de Dios en ti y lo verás en todas partes
porque está en todas partes”. “La Paz de Dios radica en entender
esto”. “Al desear sólo esto, tendrás solo esto, y al dar sólo esto,
serás solo esto”. (T.C.7:VII.10-4,10-8,11-3.p.143)
El Amor de Dios está en ti. Búscalo y lo encontrarás.
13
Espíritu-mente
Dios es Espíritu. La Mente es la forma de expresarse el Espí-
ritu. Representa el principio activo del espíritu, el cual le suminis-
tra a este su energía creativa.
Cuando el término va con mayúsculas, se refiere a Dios o a
Cristo (Mente de Dios o Mente de Cristo).
El Espíritu es el pensamiento de Dios que él creó semejante
a sí mismo.
Nuestra mente puede gozar de rectitud o estar errada, de-
pendiendo de la voz que escuche. La mentalidad recta escucha al
Espíritu Santo. La mentalidad errada escucha al ego. La Mentali-
dad-Uno es la mente de Cristo.
“La mente que tú y yo compartimos la compartimos con
todos nuestros hermanos y a medida que los vemos tal como
verdaderamente son ellos, se curan. Esta es la auténtica comu-
nión con el Espíritu Santo”. (T.C.7.V.11-2,11-6.p.136)
La Unicidad
La unicidad es otro aspecto fundamental de Dios. “UCDM”
la define como: “la calidad, estado o hecho de ser uno”.
Todos somos uno en Dios. Dios es uno. La Santísima Trini-
dad es una. El Hijo de Dios es uno. La Filiación es una. La creación
es una.
Aquellos que saben que son uno con Dios, lo son todo. Y
jamás se les puede negar ningún milagro. Separados de Dios no
somos nada.
“El Nombre de Dios es nuestra salvación y la manera de es-
capar de lo que nosotros mismos hemos hecho. Su Nombre nos
14
une en la unicidad que es nuestra herencia y nuestra paz.”
(L.E.L.184.15-7-15-8.p.372)
El Conocimiento
El conocimiento es la Verdad. Es la Voluntad de Dios. Y está
regido por una sola ley, la ley del Amor de Dios. La condición del
Conocimiento es una condición en la que los opuestos no exis-
ten.
El Conocimiento es el ámbito de Dios.
“Cuando ya no hay percepción, ni falso ni verdadera.
Cuando ya no hay perdón, pues su tarea ha finalizado.
Cuando ya no hay cuerpos, pues han desaparecido ante la
deslumbrante luz del altar del Hijo de Dios, es cuando el conoci-
miento de Dios, inmutable, absoluto, puro y completamente
comprensible, entra en su Reino”. (M.M.4.7.p.93)
El objetivo de “UCDM” es ponernos a las puertas del cono-
cimiento, no introducirnos en Él.
La extensión. La creación
La extensión, la capacidad de extenderse, es un aspecto
fundamental de Dios, que Él le dio a su Hijo. En la creación, Dios
se extendió a sí mismo a sus creaciones y les infundió su amoro-
sa voluntad de crear.
Esto no se puede perder pero sí usar inadecuadamente al
proyectar. (T.C.2.I.1-1,1-2,1-6.p.18)
2. La percepción. La separación
El uso inadecuado de la extensión – la proyección – da lugar
a la percepción, que tiene lugar cuando crees que existe alguna
15
carencia o vacuidad, y que crees puedes suplirla con tus propias
ideas, en lugar de con la verdad o conocimiento. Así ocurrió la
separación o “desvío hacia el miedo.” (T.C.2.I.1-7.2.p.18)
En un instante , mas en un paréntesis de vacío “parece”
que ocurrió “algo”, que en la eternidad ni siquiera ocurrió… pero
el Hijo de Dios (la mente separada) cayó en un profundo sueño.
Y en este mundo de sueños, en este mundo de separación
esto se hizo “real”.
El pecado que para “UCDM” es una falta de amor
Y como lo único que existe es el amor, para el Espíritu San-
to el pecado no existe, es un error que necesita corregirse, en
vez de algo perverso que merece castigo.
La culpabilidad o sentimiento de culpa
Sentido de culpa que se puede definir como la experiencia
de haber pecado. El pecado del cual nos sentimos más culpables,
y que es la fuente de toda nuestra culpa, es el pecado de nuestra
creencia en una separación de Dios. Pecado, culpa y separación
se pueden considerar sinónimos.
El Ego es el pensamiento de la mente separada
Es un sueño de lo que en realidad crees que eres. El ego no
es nada. Lo opuesto al ego, desde cualquier punto de vista – ori-
gen, efectos y consecuencias – le llamamos milagro.
El miedo
Cuando nos sentimos culpables es imposible no creer que
seremos castigados. Entonces nos da miedo. “El miedo en sí es
una petición de ayuda y por tanto una petición de amor.”
(T.C.12.I.8-7.8-13.p.240)
16
El miedo, como todas las ilusiones, es un error.
“El Espíritu Santo reemplaza al miedo por el amor, y trans-
forma el error en verdad. Y de esta manera aprenderás de Él
cómo reemplazar tu sueño de separación por el hecho innegable
de la unidad.” (T.C.12.I.10-4,10-5.p.241)
El cuerpo
El ego para poder percibir, tiene que percibir algo, con algo
y eso es el cuerpo. El hogar que el ego ha elegido para sí.
Junto a estas se hicieron “reales” también: la enfermedad,
la muerte… y todas son ilusiones.
Nuestra sensación de ser inadecuados, débiles y de estar
incompletos, procede del gran valor que le hemos otorgado al
Principio de escasez, el cual rige el mundo de las ilusiones. Así,
ante esta carencia, buscamos en otros lo que creemos que nos
falta. “Amamos” a otros con objeto, a cambio, de ver lo que po-
demos sacar de él. En el mundo de los sueños y de la separación
a eso se le llama amor. Grave error, pues el amor es incapaz de
exigir nada.
El mundo de la percepción es el mundo del tiempo, de los
cambios, de los comienzos y de los finales, se basa en interpreta-
ciones, no en hechos.
Una vez que alguien queda atrapado en el mundo de la
percepción queda atrapado en un sueño.
El mundo que vemos refleja simplemente nuestro marco de
referencia interno (lo proyectamos): la proyección da lugar a la
percepción.
17
3. La Respuesta: El Espíritu Santo
Cuando la mente separada del Hijo de Dios quedó atrapada
en un sueño, Dios dio, inmediatamente, Su Respuesta, con el
único medio de Escape, el verdadero Ayudante, Su Voz, Su Espíri-
tu Santo. El cual tiene como función ser mediador entre los dos
mundos: el del Conocimiento y el de la percepción.
El Espíritu Santo es, además, el puente entre la mente-
separada y la Mente de Cristo (nuestra mente no separada)
Dios nos dio, además, como respuesta el principio de la Ex-
piación.
El objetivo del Espíritu Santo es ayudarnos a escapar del
mundo de los sueños, enseñándonos como cambiar nuestra ma-
nera de pensar y como corregir nuestros errores.
El perdón es el recurso de aprendizaje excelso que el Espíri-
tu Santo utiliza para llevar a cabo ese cambio en nuestra manera
de pensar.
Por el perdón aprendemos a corregir nuestros errores de
percepción, primeramente reconociéndolos y después a pasarlos
por alto, es decir, a perdonarlos.
Al mismo tiempo nos perdonamos al mirar más allá de los
conceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos y ver
al ser que Dios creó en nosotros como nosotros.
• “Soy espíritu” (L.E.L.97.p.184)
• “Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo”
(L.E.L.35.p.58)
• "No soy un cuerpo. Soy libre pues aun soy tal como
Dios me creó" (L.E.sexto repaso.introd.3-3,3-4,3-
5.p.419)
18
4. Mente-cuerpo
En este mundo de separación todo y todos estamos sepa-
rados. Solo las mentes pueden unirse realmente y lo que Dios ha
unido, ningún hombre puede desunir.
Las mentes están unidas, los cuerpos no. Solo al atribuirle a
la mente las propiedades del cuerpo (grave error) parece posible
la separación.
La mente no puede atacar, pero puede forjar fantasías y
ordenarle al cuerpo que las exteriorice. La mente no puede ata-
car pero puede engañarse a sí misma.
Las mentes están unidas, pero tú no te identificas con ellas.
El cuerpo es algo externo a ti, y solo da la impresión de ro-
dearte, de aislarte de los demás y de mantenerte separado de
ellos y a ellos de ti.
El cuerpo, realmente, no existe. Estar consciente del cuerpo
es lo único que hace que el amor parezca limitado, pues el cuer-
po es un límite (una cerca) que se le impone al amor.
Cada cuerpo parece ser el albergue de una mente separada
(y ahí la confusión de esta), de un pensamiento desconectado del
resto, que vive solo y que de ningún modo está unido al pensa-
miento mediante el cual fue creado.
Las mentes están unidas. No obstante, la verdadera unión,
que nunca se perdió, solo es posible (y es posible) en el nivel de
la mente de Cristo.
El cuerpo aparenta ser, en gran medida, auto-motivado e
interdependiente, mas en realidad solo responde a las intencio-
nes de la mente. Si la mente lo utiliza para atacar, sea de la for-
19
ma que sea, el cuerpo se convierte en la víctima de la enferme-
dad, la vejez y la decrepitud.
La percepción es una función del cuerpo, y, por lo tanto,
supone una limitación de la conciencia.
La percepción ve a través de los ojos del cuerpo y oye
través de sus oídos. Produce las limitadas reacciones que este
tiene. Si la mente, en cambio, acepta el propósito del Espíritu
Santo, el cuerpo se convierte en un medio eficaz de comunica-
ción con otros - invulnerable mientras se le necesite - que luego,
sencillamente, se descarta cuando deja de ser necesario.
5. La Mente de Cristo
Lo opuesto a oír con los oídos del cuerpo es la comunica-
ción a través de la Voz que habla en favor de Dios.
Lo opuesto a ver con los ojos del cuerpo es la Visión de Cris-
to la cual refleja fortaleza en vez de debilidad, unidad en vez de
separación y amor en vez de miedo.
La Visión de Cristo es el don del Espíritu Santo. La alternati-
va que Dios nos ha dado contra la ilusión de la separación y la
creencia en la realidad del pecado, la culpabilidad y la muerte.
La benévola luz de la Visión de Cristo muestra todas las co-
sas desde otro punto de vista, reflejando el sistema de pensa-
miento que resulta del Conocimiento y haciendo que el retorno a
Dios no sólo sea posible, sino inevitable.
6. El Cielo
El Cielo es el estado natural de todos los hijos de Dios tal
como Él los creó. Esa es su realidad eternamente, la cual no ha
cambiado porque nos hayamos olvidado de ella.
20
7. Recordar por el perdón
Por último el perdón es el medio que nos permitirá recor-
dar. Mediante el perdón cambiamos la manera de pensar del
mundo. El mundo perdonado se convierte en el umbral del cielo,
porque mediante su misericordia podemos finalmente perdo-
narnos a nosotros mismos.
Al no mantener a nadie prisionero de la culpabilidad nos li-
beramos a nosotros mismos. Al reconocer a Cristo en todos
nuestros hermanos, reconocemos su presencia en nosotros
mismos. La salvación enseña que al dar es como reconoces que
has recibido. Aceptas que el perdón se ha consumado en ti,
cuando perdonas, pues esto es lo que has olvidado: percibir la
curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto,
la manera de recordar a Dios.
Por el perdón, al olvidar todas nuestras percepciones erró-
neas y al no permitir que nada del pasado nos detenga, podemos
recordar a Dios.
8. La Faz de Cristo
Antes de que el recuerdo de Dios pueda retornar, es nece-
sario ver la Faz de Cristo. La razón es obvia para ver la Faz de
Cristo se requiere percepción. El conocimiento no es algo que se
pueda ver. Pero la Faz de Cristo es el gran símbolo del perdón. Es
la salvación. Es el símbolo del mundo real, que solo lo pueden
percibir los ojos que han sido bendecidos por el perdón.
9. Fin del aprendizaje. El despertar
El aprendizaje no nos puede llevar más allá. Este es el fin
del aprendizaje.
21
Cuando estemos listos, Dios mismo dará el último paso en
nuestro despertar y nos conducirá de regreso a Él.
22
Epílogo (provisional)
Para terminar me gustaría deciros como veo ahora a "Un
Curso de Milagros". Lo veo como una gran esfera. Una gran esfe-
ra de conocimiento que nos llevará a recordar el Conocimiento
de Dios.
Esta esfera contiene todo el dictado de la voz que señalé en
el prefacio. Y esa voz es Jesús. Y esa esfera está atravesada por
un eje sobre el cual gira. Ese eje es el Espíritu Santo.
(Continuará ...)
23
Continuación
Dejamos este trabajo "parado” en el Epílogo (provisional).
Al reanudarlo ahora, quiero resaltar que trato de presentar:
“Cristo” a modo de introducción a “Un Curso de Milagros” en
tres niveles o aproximaciones al Curso.
Después de la “Presentación” y del “Prefacio” hemos ex-
puesto el “Gráfico-resumen de “Un Curso de Milagros” (UCDM)”.
Es pues el primer nivel: “El Gráfico-resumen” en el que he
tratado, con la Guía del Espíritu Santo y Jesús, de resumir al
máximo (en un folio) lo que es el Curso, aunque siempre pude
haber una sola palabra que lo defina: ¿Despertar?, ¿Amor?,
¿Perdón?...
En el segundo nivel: “La Explicación” tratamos de explicar el
“Gráfico-resumen” o ampliarlo.
Ahora en un tercer nivel, pretendemos hablar sobre “Los
pilares” de UCDM”. Y ahí continuamos.
24
III. Los Pilares de “Un Curso de Milagros”
Denomino “pilares” del Curso, lo que también se podría
llamar aspectos más importantes del mismo.
Son como “puertas” que nos introducen más en el Curso,
para que nos ayuden también a ir comprendiendo mejor lo que
en sí mismo es, y así irte familiarizando con el contenido del Cur-
so y con el fin de que te ayude a superar las dificultades (más o
menos grandes) con que te puedas encontrar y conduzcan a esa
fuente viva e inagotable de conocimiento y de salvación como es
el Curso en sí mismo.
Puede ser más o menos “acertada” la palabra “pilares”
porque el único pilar es el curso en sí. Y puede incluso que sea
“discutible” que estos sean los aspectos más importantes. Yo
simplemente me he “dejado ir” por Quien de Verdad sabe. Mi
mayor o menor “resistencia” han sido los que hayan podido alte-
rar el resultado. Lo que sí deseo y con todo mi amor que te ayu-
den a hundirte en ese océano de conocimiento que es el Curso y
que te llevarán, con toda seguridad, a: tu Despertar y al Regreso
al Padre. El éxito tuyo es Seguro.
Y como te digo en la “Presentación”, me tienes a tu disposi-
ción (así como el medio de comunicación”
Estos “pilares” son:
1. El Espíritu Santo
2. La Unicidad
3. Los milagros
4. La Expiación
5. El instante santo
6. La relación santa
7. El Despertar
8. El Perdón
9. La Paz
10. El Amor
25
1. El Espíritu Santo
En la “Explicación” decíamos que cuando la mente separa-
da del Hijo de Dios quedó atrapada en un sueño, Dios dio inme-
diatamente su Respuesta con el único medio de escape, el ver-
dadero Ayudante, su Voz, su Espíritu Santo.
El Espíritu Santo comenzó a existir como medio de protec-
ción al producirse la separación, lo cual inspiró simultáneamente
al Principio de la Expiación.
El Espíritu Santo es el Sanador, el Consolador, el Guía, tu
Maestro, el Maestro de la Realidad, el Maestro de la Paz.
Sin la ayuda de Dios, la masiva defensa del ego en contra de
Él – pecado, culpa, miedo y relaciones especiales – serían cierta-
mente invencibles. Sin embargo, Dios no nos dejó sin Él Mismo, y
su extensión dentro del sueño se llama el Espíritu Santo.
Es el puente en tu mente, entre la parte de tu mente – se-
parada (ego) y la parte de tu mente de tu ser.
La idea del Espíritu Santo se refuerza al compartirse y se
expande en ti a medida que se la ofreces a tu hermano, el cual
(tu hermano) no tiene que ser consciente del Espíritu Santo en él
o en ti para que se produzca este milagro.
El Espíritu Santo expía en todos nosotros des-haciendo y de
esta manera te libera de la carga que le has impuesto a tu men-
te.
La Salvación está en manos de Aquel a Quien Dios se la con-
fió para ti.
Dile únicamente al Espíritu Santo: “Decide por mí y está
hecho.”
26
“La Voz del Espíritu Santo es la llamada a la Expiación, es
decir, a la restitución de la integridad de la mente. El Espíritu
Santo es, pues, la mente de la Expiación.”
“El Espíritu Santo es el puente para la transferencia de la
percepción al conocimiento”
“El Espíritu Santo es la idea de la curación.”
“Al seguir al Espíritu Santo, se te conduce de regreso a Dios,
que es donde te corresponde estar. Entrégale todo al Espíritu
Santo. Él te curará.
Mas ¿cómo podrías encontrar el camino que conduce a Él
sino llevando a tu hermano contigo?
Jesús es la manifestación del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ha designado a Jesús como el líder para
llevar a cabo Su Plan. El Principio de la Expiación le fue dado al
Espíritu Santo mucho antes de que Jesús lo pusiese en marcha.
Si quieres recordar a tu Padre, deja que el Espíritu Santo
ponga orden en tus pensamientos y te dé la única respuesta con
la que él responde. Todo el mundo anda en busca de amor al
igual que tú, pero no pueden saberlo a menos que se unan a ti
en esa búsqueda.
El milagro es el reconocimiento de que esto es verdad. El
Espíritu Santo – la inspiración que toda la Filiación comparte –
induce a una clase de percepción en la que muchos elementos
son como los del Reino de los Cielos.
Pregúntale todo al Espíritu Santo y no tomes ninguna deci-
sión sin Su Dulce consejo. La Salvación está en manos de Aquel a
Quien Dios se la confió para ti.
27
En ti y en el Espíritu Santo reside el Santo lugar de encuen-
tro del Padre y del Hijo quienes jamás han estado separados.
Ésta es la invitación al Espíritu Santo.
“Los pensamientos se expanden cuando se comparten.
Cuántos más creen en ellos, más poderosos se tornan .
Todo es una idea.
¿Cómo entonces puede asociarse dar con perder?
En tu hermano reside (dice Jesús) tu salvación. El Espíritu
Santo se extiende desde tu mente a la suya y te contesta. No
puedes oir la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás
solo. No puedes rezar solo para ti, de la misma manera en que no
puedes encontrar dicha sólo para ti. La oración es la reafirmación
de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las
leyes de Dios.
Nos estamos embarcando (dice Jesús), por lo tanto, en un
programa muy bien organizado, que tiene por objeto aprender a
entregarle al Espíritu Santo todo aquello que no desees. Cual-
quier cosa que se le entregue que no sea de Dios, desaparece.
La erradicación de la culpabilidad es un aspecto esencial de
las enseñanzas del Espíritu Santo.
Libera a otros de la culpabilidad tal como tú quisieras ser li-
berado.
Si quieres ser un alumno feliz tienes que entregarle al Espí-
ritu Santo todo lo que has aprendido para así desaprenderlo. To-
do ello se basa en el Plan del Espíritu Santo para liberarse del pa-
sado y revelarse el camino hacia la libertad pues la verdad es
verdad.
28
El ego es la elección a favor de la culpabilidad. El Espíritu
Santo, la elección en favor de la inocencia.
La diferencia entre la proyección del ego y la extensión del
Espíritu Santo es muy simple. El ego proyecta para excluir, y por
lo tanto para engañar. El Espíritu Santo extiende al reconocerse a
Sí Mismo en cada mente, y de esta manera las percibe a todas
como una sola. Nada está en conflicto en esta percepción por-
que lo que el Espíritu Santo percibe es todo igual. La Paz de Dios
reside en este mensaje y por consiguiente la Paz de Dios reside
en ti.
“El Espíritu Santo fomenta la curación mirando más allá de
ella hacia lo que los Hijos de Dios eran antes de que la curación
fuese necesaria y hacia lo que serán una vez que hayan sanado.
El Espíritu Santo es la motivación para alcanzar la mentali-
dad milagrosa, la decisión de subsanar la separación renunciando
a ella.
El Espíritu Santo se encuentra en ti en un sentido muy lite-
ral. Suya es la Voz que te llama a retornar a donde antes estabas
y a donde estarás de nuevo. Aún en este mundo es posible oír
sólo esa Voz y ninguna otra. Ello requiere esfuerzo, así como un
gran deseo de aprender. El Espíritu Santo es el resplandor al que
debes permitir que desvanezca la idea de obscuridad.
Elegir al Espíritu Santo es elegir a Dios.
El Espíritu Santo te insta tanto a recordar como a olvidar.
Has elegido estar en un estado de oposición en el que los opues-
tos son posibles. Como resultado de ello, hay ciertas decisiones
que tienes que tomar. Elegir implica que la mente está dividida.
El Espíritu Santo es una de las alternativas que puedes elegir.
Dios no dejó a Sus Hijos desconsolados a pesar de que ellos deci-
29
dieron abandonarlo. La Voz que ellos pusieron en sus mentes no
era la Voz de su Voluntad, a favor de la cual habla el Espíritu San-
to.
La Voz de Dios (El Espíritu Santo) no da órdenes porque es
incapaz de ser arrogante. No exige nada porque su deseo no es
controlar. No vence porque no ataca. Su Voz es simplemente un
recordatorio. La Voz que habla por Dios es siempre serena por-
que habla de paz. La Paz es más poderosa que la guerra porque
sana. La guerra es división, no expansión. Nadie gana en la bata-
lla. ¿Qué saca un hombre con ganar el mundo entero si con ello
pierde su propia alma? Si le prestas oídos a la Voz que no debes,
pierdes de vista a tu alma. Por lo tanto, te parecerá que la has
“perdido” hasta que elijas correctamente.
El Espíritu Santo es tu Guía a la hora de elegir. Reside en la
parte de tu mente que siempre habla a favor de la elección co-
rrecta porque habla por Dios.
El Espíritu Santo es el último nexo de comunicación que te
queda con Dios, comunicación que puedes interrumpir, pero no
destruir.
El Espíritu Santo es el vehículo mediante el cual la Voluntad
de Dios se cumple así en la tierra como en el Cielo. Tanto el Cielo
como la tierra están en ti porque la llamada de ambos está en tu
mente.
El Espíritu Santo es la llamada a despertar y a regocijarse.
Nuestra jubilosa tarea es la de despertar al mundo a la llamada a
Dios.
Todos responderán a la llamada del Espíritu Santo, ya que,
de lo contrario, la Filiación no sería una.
30
Te he pedido (dice Jesús) encarecidamente que te compor-
tes tal como yo me comporté, pero para eso tenemos que res-
ponder a la misma Mente. Esa Mente es el Espíritu Santo, Cuya
Voluntad dispone siempre a favor de Dios. El Espíritu Santo te
enseña que tenerme a mí de modelo para tu pensamiento y,
consecuentemente a comportarse como yo.
La manera de reconocer a tu hermano es reconociendo al
Espíritu Santo en él. El Espíritu Santo es el puente para la transfe-
rencia de la percepción al conocimiento, de modo que podemos
usar los términos como si en verdad estuviesen relacionados,
pues en Su Mente lo están.
Existen dos formas diametralmente opuestas de ver a tus
hermanos. Ambas tienen que encontrarse en tu mente porque tú
eres el perceptor. Tienen que encontrarse también en la suya
puesto que lo estás percibiendo a él. Mira a tu hermano a través
del Espíritu Santo en su mente, y reconocerás al Espíritu Santo en
la tuya. Lo que reconoces en tu hermano lo reconoces en ti, y lo
que compartes lo refuerzas.
La Voz del Espíritu Santo en ti es débil. Por eso es por lo que
debes compartirla. Tiene que hacerse más fuerte antes de que
puedas oírla. No es que de por sí sea débil. Sino que está limita-
do por tu renuencia a oírla. Por eso es por lo que debes compar-
tirla.
El Espíritu Santo es la respuesta de Dios al ego. Todo lo que
el Espíritu Santo te recuerda está en directa oposición a las no-
ciones del ego, pues las percepciones verdaderas y las falsas se
oponen entre sí. La tarea del Espíritu Santo es deshacer lo que el
ego ha hecho, y lo hace en el nivel que el ego opera.
31
Un nivel de la mente no es comprensible para otro. Lo
mismo ocurre con el ego y el Espíritu Santo; con el tiempo y la
eternidad, la eternidad es una idea de Dios, por lo tanto, el Espí-
ritu Santo la comprende perfectamente. El tiempo es una creen-
cia del ego, por lo tanto la mente inferior – el dominio del ego –
la acepta sin reservas. El único aspecto del tiempo que es eterno
es el ahora.
El Espíritu Santo es el mediador entre las interpretaciones
del ego y el conocimiento del espíritu. Su capacidad para utilizar
símbolos le permite actuar con las creencias del ego en el propio
lenguaje de éste. Su capacidad para mirar más allá de los símbo-
los hacia la eternidad le permite entender las leyes de Dios, en
nombre de las cuales habla. Puede, por consiguientes, llevar a
cabo la función de reinterpretar lo que el ego forja, no mediante
la destrucción, sino mediante el entendimiento. El entendimien-
to es luz, y la luz conduce al conocimiento. El Espíritu Santo se
encuentra en la luz porque Él está en ti que eres luz, pero tú des-
conoces esto. La tarea del Espíritu Santo consiste, pues, en rein-
terpretarte a ti, en nombre de Dios.
Tú no puedes comprenderte a ti mismo separado de los
demás, ello se debe a que tú, separado del legítimo lugar que
ocupas en la Filiación, no significas nada y el legítimo lugar de la
Filiación es Dios. Ésa es tu vida, tu eternidad y tu Ser. Esto es lo
que el Espíritu Santo te recuerda.
El ego se hace más fuerte en la lucha. Si crees que hay lu-
cha, reaccionarás con saña porque la idea de peligro se habrá
adentrado en tu mente. Dicha idea es un llamamiento al ego.
El Espíritu Santo está tan pendiente como el ego de cual-
quier señal de peligro, oponiéndose a éste con todas Sus Fuerzas,
de la misma forma en que el ego le da la bienvenida.
32
El Espíritu Santo contrarresta esta acogida dándole la bien-
venida a la paz. La eternidad y la paz están tan estrechamente
relacionadas como lo están el tiempo y la guerra.
El ego es el símbolo de la separación, tal como el Espíritu
Santo es el símbolo de la paz.
Te recuerdo aquí que: La salvación (de la separación) es pa-
ra la mente, que es lo que hay que sanar, y se obtiene por medio
de la paz. Y el amor es la única respuesta.
El Espíritu Santo es el Maestro perfecto. Se vale únicamen-
te de lo que tu mente ya comprende para enseñarte lo que tú no
comprendes. El Espíritu Santo puede tratar con un alumno reacio
sin oponerse a su mente porque parte de ella está todavía de
parte de Dios. A pesar de los intentos del ego por ocultarla, esa
parte es todavía más poderosa que el ego, si bien éste no la re-
conoce. El Espíritu Santo la reconoce perfectamente porque se
trata de Si Propia morada. El lugar de la mente donde Él se siente
a gusto. Tú también te sientes a gusto ahí porque es un lugar de
paz, y la paz es de Dios.
El ego construyó el mundo tal como lo percibe, pero el
Espíritu Santo – el reintérprete de lo que el ego construyó – ve al
mundo como un recurso de enseñanza para llevarte a tu hogar.
El Espíritu Santo tiene que percibir el tiempo y re-
interpretarlo como eterno. Tiene que llevar a cabo su labor me-
diante el uso de opuestos porque tiene que operar para una
mente y con una mente que está en oposición. Haz todas las co-
rrecciones que tengas que hacer. Procura aprender y mantén
una actitud receptiva con respecto al aprendizaje.
Tú no creaste la verdad, pero la verdad puede hacerte libre.
Contempla todo tal como el Espíritu Santo lo contempla, y en-
33
tiende todo tal como Él lo entiende. Su entendimiento evoca a
Dios en memoria de Jesús. Recuerda que Jesús es la manifesta-
ción del Espíritu Santo.
Él es tu Guía a la salvación porque recuerda el pasado y lo
que ha de venir, y lo trae al presente. Él mantiene ese regocijo en
tu mente con gran ternura, y solo te pide que lo incrementes
compartiéndolo en Nombre de Dios de modo que Su júbilo se in-
cremente en ti.
Hablábamos en la “Explicación” que: El objetivo del Espíritu
Santo es: Ayudarnos a escapar del mundo de los sueños, en-
señándonos cómo cambiar nuestra manera de pensar y cómo
corregir nuestros errores. El perdón es el recurso de aprendizaje
excelso que el Espíritu Santo utiliza para llevar a cabo ese cambio
en nuestra manera de pensar. Por el perdón aprendemos a co-
rregir nuestros errores de percepción, primeramente recono-
ciéndolos y después a pasarlos por alto, es decir, a perdonarlos.
Al mismo tiempo nos perdonamos al mirar más allá de los con-
ceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos y ver al
ser que Dios creó en nosotros como nosotros.
Aunque dedicaré un “Pilar” exclusivamente al perdón, me
gustaría hablar un poco del “Plan de Perdón del Espíritu Santo”.
La Expiación es la corrección o anulación de los errores. El
medio de la Expiación es el perdón. Y el mecanismo del perdón
son los milagros.
La Expiación es para todos porque es la forma de desvane-
cer la creencia de que algo pueda ser únicamente para ti. Perdo-
nar es pasar por alto. Mira, entonces, más allá del error, y no de-
jes que tu percepción se fije en él, pues, de lo contrario, creerás
lo que tu percepción te muestre. Acepta como verdadero sólo lo
34
que tu hermano es (lo que realmente es), si quieres conocerte a
ti mismo. Percibe lo que él no es (lo que realmente no es), y no
podrás saber lo que eres porque lo estarás viendo falsamente,
Recuerda siempre que tu Identidad es una identidad compartida,
y que en eso reside Su realidad.
Tienes un papel que desempeñar en la Expiación, pero el
plan de la Expiación en sí está más allá de ti. No sabes cómo pa-
sar por alto los errores, pues, de lo contrario no los cometerías.
Creer que no los cometes, o que lo puedes corregir sin un Guía
cuyo propósito es corregirlos, no sería más que otro error. Y si no
sigues a ese Guía, tus errores no podrán ser corregidos. De la
sensación de limitación es de donde emanan todos los errores.
La forma de deshacerlos, por lo tanto, no procede de ti, sino que
es para ti.
La Expiación es una lección acerca de cómo compartir, que
se te da porque te has olvidado de cómo hacerlo. El Espíritu San-
to simplemente te recuerda el uso natural de tus capacidades. Al
reinterpretar la capacidad de atacar como la capacidad de com-
partir, Él transforma lo que tú inventaste en lo que Dios creó. Si
quieres alcanzar esto por medio de Él, no puedes contemplar tus
capacidades a través de los ojos del ego, o las juzgarás como él lo
hace. El daño que puedan ocasionar reside en el juicio del ego. El
beneficio que puedan aportar reside en el juicio del Espíritu San-
to.
El ego tiene también un Plan de perdón porque estás pi-
diendo uno, aunque no al maestro adecuado. El Plan del ego, por
supuesto, no tiene sentido y nunca será viable.
El perdón que se aprende de mí (dice Jesús) no se vale del
miedo para deshacer el miedo. Ni tampoco otorga realidad a lo
que es irreal para más tarde destruirlo. Perdonar a través del
35
Espíritu Santo consiste simplemente en mirar más allá del error
desde un principio, haciendo que, de esta manera, nunca sea re-
al para ti. No dejes que ninguna creencia que afirme que el error
es real se infiltre en tu mente, o creerás también que para poder
ser perdonado tienes que deshacer lo que tú mismo has hecho.
Lo que no tiene efectos no existe, y para el Espíritu Santo los
efectos del error son inexistentes. Mediante la cancelación pro-
gresiva y sistemática de los efectos de todos los errores, en todas
partes y con respecto a todo, el Espíritu Santo enseña que el ego
no existe y lo demuestra.
Sigue, pues, las enseñanzas de perdón del Espíritu Santo
porque el perdón es Su función y Él sabe cómo llevarlo a cabo
perfectamente. Esto es (dice Jesús) lo que quise decir cuando di-
je que los milagros son naturales, y que cuando no ocurren es
que algo anda mal. Los milagros son simplemente la señal de que
estás dispuesto a seguir el plan de salvación del Espíritu Santo, y
de que reconoces que no sabes lo que dicho plan es. La función
que a Él le corresponde llevar a cabo no es lo que te corresponde
a ti, y a menos que aceptes esto, no podrás saber cuál es tu fun-
ción.
Criatura de Dios (dice Jesús), ¡mira! La realidad está aquí.
Te pertenece a ti, a mí y a Dios, y nos satisface completamente a
todos. Ser consciente de esto es lo único que sana porque es la
conciencia de la verdad.
Y lo demás son fantasías. ¿Qué podría ser temible si no las
fantasías? ¿Y quién recurre a las fantasías a menos que haya
perdido toda esperanza de poder encontrar satisfacción en la
realidad? Es indudable, no obstante, que jamás encontrarás sa-
tisfacción en fantasías, de manera que tu única esperanza es
cambiar de parecer con respecto a la realidad, más cuando la
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realidad alborea, las fantasías desaparecen, y esto es un hecho, y
es la verdad. Y la verdad es.
Veamos ahora otros aspectos del Espíritu Santo.
Si deseas creer en el error, tienes que otorgarle realidad
porque el error en sí no es real. Mas la verdad es real por dere-
cho propio, y para creer en ella no tienes que hacer nada.
Sólo hay una forma sensata de interpretar motivos. Y por
tratarse del juicio del Espíritu Santo, no requiere esfuerzo alguno
por tu parte. Todo pensamiento amoroso es verdadero. Todo lo
demás es una petición de ayuda y de curación, sea cual sea la
forma que adopte. Dejar de reconocer una petición de ayuda es
negarse a recibir ayuda.
No hay sino una sola manera de reaccionar ante la realidad
porque la realidad no suscita conflicto alguno. No hay sino un so-
lo Maestro de la realidad, el Cual entiende lo que ésta es. No in-
tentes “ayudar” a tu hermano a tu manera, pues no puedes ayu-
darte a ti mismo. La única reacción apropiada hacia un hermano
es apreciarlo.
Si deseas contemplar el amor, que es la realidad el mundo,
¿qué mejor cosa podrías hacer que reconocer en toda defensa
contra él la súplica de amor subyacente? ¿y de qué mejor mane-
ra podrías darte cuenta de su realidad que respondiendo a esa
súplica dando amor? De esta manera el Espíritu Santo reemplaza
el miedo por el amor y transforma el error en verdad. Y de esta
manera aprenderás de Él como reemplazar tu sueño de separa-
ción por el hecho innegable de la unidad.
Aunque es verdad que el Curso dice que el Espíritu Santo
siempre “enviará” gente para ayudarnos, el propósito último de
estas personas es guiarnos para que sepamos que la persona que
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más nos puede ayudar está dentro. Gracias a Dios que hay per-
sonas que pueden tomar nuestra mano y darnos sostén. Sin em-
bargo, la Fuente fundamental de consuelo siempre emanará de
adentro, pues es allí donde Dios ha puesto la Respuesta. Debo
hacer énfasis nuevamente en que este es un proceso lento. Si
vamos demasiado rápido, el miedo se tornará abrumador antes
de que hayamos desarrollado suficiente confianza en nosotros
mismos o en Dios. La confianza en nosotros está realmente en
saber que el Espíritu Santo está allí para prestarnos su apoyo. A
medida que progresamos y practicamos todas nuestras lecciones
diarias empezamos a reconocer que todos los milagros y cambios
que están ocurriendo no los hacemos nosotros. Ocurren a través
de nosotros, pero no los hacemos nosotros. Hay alguien que nos
está ayudando a lograrlo. Por eso es importantísimo, nos lo dice
el Curso, desarrollar una relación personal con Jesús o con el
Espíritu Santo, ¡o con los dos! pues ambos son nuestros Maes-
tros internos. Jesús es la manifestación del Espíritu Santo y am-
bos son una expresión del Amor de Dios por nosotros.
El Espíritu Santo es el mediador entre las ilusiones y la ver-
dad. El objetivo de las enseñanzas del Espíritu Santo es precisa-
mente acabar con los sueños. Si supieses cuánto anhela tu Padre
que reconozcas tu impecabilidad, no dejarías que Su Voz te lo pi-
diese en vano, ni le darías la espalda a lo que Él te ofrece para
reemplazar a todas las imágenes y sueños atemorizantes que tú
has forjado.
Desde el conocimiento, donde Dios lo ubicó, el Espíritu San-
to te exhorta a dejar que el perdón repose sobre tus sueños para
que puedas recobrar la cordura y la paz interior. Sin el perdón,
tus sueños seguirán aterrorizándote.
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Tú eres Su manifestación en este mundo. Tu hermano te
invoca para que seas Su Voz junto con él. Por sí solo no puede ser
el Ayudante del Hijo de Dios, pues por sí solo no tiene ninguna
función. Pero unido a ti es el resplandeciente Salvador del mun-
do, cuyo papel en la redención de éste, tú has completado.
El Espíritu Santo te enseña que: siempre te encuentras con-
tigo mismo y el encuentro es Santo porque tú lo eres.
Veamos final-mente cuatro aspectos que el Curso destaca
de una forma especial:
• Las lecciones del Espíritu Santo
• La invitación al Espíritu Santo
• La decisión a favor de Dios
• La oración final a tu amigo
La primera lección del Espíritu Santo es:
“Para poder tener, da todo a todos”
Así aprendes primero que tener se basa en dar, y no en ob-
tener.
La segunda lección es:
“Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es”
Luego aprendes que aprendes lo que enseñas, y que quie-
res aprender a estar en paz. Esta es la condición necesaria para
identificarte con el Reino, puesto que es la condición del Reino.
La tercera lección es:
“Mantente alerta sólo a favor de Dios y de Su Reino”
El tercer paso es un paso de protección para tu mente,
pues te permite identificarte sólo en el centro, donde Dios erigió
el altar a Si Mismo. Es pues una afirmación de lo que quieres cre-
er y requiere que estés dispuesto a abandonar todo lo demás. Si
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sigues al Espíritu Santo, Él te capacitará para que des este paso.
Tu vigilancia es señal de quieres que Él te guíe. Hasta ahora has
realizado enormes esfuerzos por conservar lo que inventaste
porque no es verdad. Por lo tanto, ahora tienes que canalizar to-
dos tus esfuerzos contra ello. Sólo esto puede eliminar la necesi-
dad de tener que esforzarte, e invocar al Ser que tienes y que
eres. Este reconocimiento no requiere ningún esfuerzo por tu
parte, puesto que ya es verdad, ni tampoco necesita protección.
Descansa en la perfecta seguridad de Dios. Por lo tanto, la inclu-
sión es total y la creación no tiene límites.
Decíamos anteriormente que esta es la invitación al Espíritu
Santo:
“Los pensamientos se expanden cuando se comparten”
“Cuántos más creen en ellos, más poderosos se tornan”
“Todo es una idea”
“¿Cómo, entonces, puede asociarse dar con perder?”
Demos comienzo a nuestro proceso de re-despertar con es-
tos conceptos simples.
Veamos ahora la “decisión en favor de Dios”:
Dios te encomendó Su Espíritu, y te pide que tú le enco-
miendes el tuyo. Es obvio que si te percatas de que si no te sien-
tes completamente dichoso es porque tú mismo así lo has deci-
dido. Por lo tanto, el primer paso en el proceso de des-
hacimiento es reconocer que decidiste equivocadamente a sa-
biendas, pero con igual empeño puedes decidir de otra manera.
Sé muy firme contigo mismo con respecto a esto, y mantente
plenamente consciente de que el proceso de des-hacimiento,
que no procede de ti, se encuentra no obstante en ti porque Dios
lo puso ahí.
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Tu papel consiste simplemente en hacer que tu pensamien-
to retorne al punto en que se cometió el error, y en entregárselo
allí a la Expiación en paz. Repite para tus adentros lo que sigue a
continuación tan sinceramente como puedas, recordando que el
Espíritu Santo responderá de lleno a tu más leve invitación:
“Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy
en paz”
“Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar
otra”
“Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz”
“No me siento culpable porque el Espíritu Santo, si se lo
permito, anulará todas las consecuencias de mi decisión equivo-
cada”
“Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios
por mí”
Por eso que nuestra oración sea:
“Espíritu Santo decide en favor de Dios por mí”
Y por último, y con esto termino, dedicamos la última ora-
ción del Libro de Ejercicios, a nuestro Amigo el Espíritu Santo.
Como dice el Curso “Este curso es un comienzo, no un final.
Tu amigo te acompaña, no estás solo. Nadie puede llamarlo en
vano. Sean cuales sean tus problemas, ten por seguro que él tie-
ne la solución y que gustosamente te la dará sólo con que te diri-
jas a Él y se lo pidas. Él sabe cómo solventar todos los problemas
y aclarar todas las dudas. Su certeza es tuya. Tan sólo necesitas
pedírsela, para que te sea dada.”
Y dile:
“Te entrego este instante santo.
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Sé tú quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, segu-
ro de que tu dirección me brindará paz.”
“Y si necesito una palabra de aliento, Él me la dará. Si nece-
sito un pensamiento, Él me lo dará también. Y si lo que necesito
es quietud y una mente receptiva y serena, ésos serán los regalos
que de Él recibiré. Él está a cargo a petición mía. Y me oirá y con-
testará porque Él habla en Nombre de Dios mi Padre y de Su San-
to Hijo”
Por eso, que nuestra oración constante sea:
“Espíritu Santo, decide en favor de Dios por mí”
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2. La Unicidad
Decíamos anteriormente que:
“La unicidad es otro aspecto fundamental de Dios. “UCDM”
la define como: “La calidad, estado o hecho de ser uno.”
Todos somos uno en Dios. Dios es Uno. La Santísima trini-
dad es Una. El Hijo de Dios es Uno. La Filiación es una. La Crea-
ción es Una.
Aquellos que saben que son uno con Dios, lo son todo, y
jamás se les puede negar ningún milagro. Separados de Dios no
somos nada.”
“El Nombre de Dios es nuestra salvación y la manera de es-
capar de lo que nosotros mismos hemos hecho. Su Nombre nos
une en la unicidad que es nuestra herencia y nuestra paz.” (L.E.L.
184. 15-7,15-8.p.372).
“La Unicidad de Dios y la nuestra no están separadas por-
que Su Unicidad incluye la nuestra. Unirte a mí (dice Jesús) es
restituir Su poder en ti toda vez que es algo que compartimos. Te
ofrezco únicamente el reconocimiento de Su poder en ti. Pero en
eso radica toda la verdad. A medida que tú y yo nos unimos, nos
unimos a Él. ¡Gloria a la unión de Dios con Sus santos Hijos! Toda
gloria reside en ellos porque están unidos. La voluntad indivisa
de la Filiación – la Voluntad de Dios – es el creador perfecto, por
ser completamente semejante a Dios. (T.C.8.V.p.162)
“Debe observarse con especial atención que Dios tiene so-
lamente un Hijo. Si todas las creaciones de Dios son Hijos Suyos,
cada una de ellas tiene que ser parte integral de toda la Filiación.
La Filiación, en su unicidad, transciende la suma de sus Partes.
Este hecho, no obstante, queda velado mientras falte una sola de
ellas. Por eso es por lo que, en última instancia, el conflicto no se
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puede resolver hasta que todas las partes de la Filiación hayan
retornado. Sólo entonces podrá comprenderse lo que, en el ver-
dadero sentido de la palabra, significa la plenitud. Cualquier par-
te de la Filiación puede creer en el error o en la incompleción si
así lo elige. Sin embargo, si lo hace, estará creyendo en la exis-
tencia de algo que no existe. Lo que corrige este error es la Ex-
piación”. (T.C.2.VII.p.36).
“La unidad es simplemente la idea de que Dios es. Y en Su
Ser, Él abarca todas las cosas. Ninguna mente contiene nada que
no sea Él. Decimos “Dios es”, y luego guardamos silencio, pues
en ese conocimiento las palabras carecen de sentido, pues la
unidad no puede sino encontrarse aquí. No hay necesidad de cla-
rificar más lo que nadie en el mundo puede entender. Cuando la
revelación de tu unidad tenga lugar, lo sabrás y lo comprenderás
plenamente. Y ahora pedimos que se nos conceda la gracia, el
último regalo que la salvación puede otorgar. La experiencia que
la gracia proporciona es temporal, pues la gracia es un preludio
del Cielo, pero sólo reemplaza a la idea de tiempo por un breve
lapso.” (L.E.L.169.p.345)
Repentinamente, surgió de la nada un aparente pensa-
miento en la mente de uno de los Hijos de Dios: ¿Puede haber un
opuesto a aquello que es? Un componente-Hijo, una parte del
Todo, quería tener la experiencia de ser el Todo, la Fuente de to-
do ser, y quería negar y reemplazar a nuestra Fuente. Esta locu-
ra, esta diminuta idea loca se difundió como un rayo láser a
través de toda la Filiación como un virus infeccioso. Incluso en
este vacío, permaneció en la Filiación la conciencia de que no
podíamos hacer esto en realidad, aunque podíamos creer que
estábamos en una dimensión alterna y para “entronizar” todo
esto tuvimos que “abandonar” el reino.
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Casi todas las religiones del mundo contienen una historia o
un mito que procura describir el origen del mundo y nuestro
propósito de estar aquí. El Curso también tiene una estructura
mítica, y refleja la historia de cómo una parte del Hijo de Dios se
quedó dormida. Fue nuestro “fracaso” progresivo en despertar
del sueño de rebelión lo que puso en movimiento el “drama”
cósmico que “culminó” en la fabricación del universo físico.
Parece ser que tres grupos de pensamientos-forma opacas
“parecían” estar surgiendo: un grupo de Luz, la manifestación del
Espíritu Santo de Dios, un grupo sombrío que contenía el pensa-
miento original de separación con el cual se identificaba; y final-
mente un grupo intermedio, atrapado entre los dos, y quienes se
encargaron de defender a Dios y derrotar a los sombríos. Luego
comenzaron los sombríos a proyectar hacia el exterior desde sus
mentes el pensamiento de su gran experimento (experimento
del que los sombríos se consideraban “vencedores” porque no
ha habido “reacción” de la Fuente y no podía haberla porque en
lo Real nada aconteció dado que “Nada Real puede ser amena-
zado”) A su vez los intermedios, los supuestos defensores de
Dios, lanzaron un pensamiento de luz para contrarrestar ese
pensamiento de obscuridad. Al “hacerlo” “tuvo” lugar la forma-
ción del cosmos, como una gran explosión. Y así comenzó la “his-
toria”.
Mientras tanto el grupo de Luz manifestaba que no se pod-
ían oponer a nada porque su verdadera naturaleza es el amor, y
el amor ni condena ni se opone.
Una parte de las mentes que habían considerado ese pen-
samiento, estaba experimentando sus efectos ahora. Eso es todo
lo que ha sucedido. Nada más. Aunque ese pensamiento y sus
46
efectos parecen “muy reales”, tu verdadero estado de ser – espí-
ritu, aunado con Dios – es la única Realidad.
¿Y cuáles han sido los efectos? La conciencia – el nivel de la
percepción – fue la primera división que se introdujo en la mente
después de la separación. La conciencia pertenece al ámbito del
ego. El ego es un intento erróneo de la mente de percibirte tal
como deseas ser, en vez de cómo realmente eres.
La capacidad de percibir hizo que el cuerpo fuese posible,
ya que tienes que percibir algo y percibir con algo. El ego, en sí,
es el pensamiento de la separación.
La mente errada es el ámbito del ego. Igual que la mente
correcta es el hogar del Espíritu Santo. La meta de la mente erra-
da del ego es perpetuar el síndrome original de pecado – culpa –
miedo.
La culpa se puede definir como la experiencia de haber pe-
cado. Tan pronto nos sentimos culpables, es imposible no creer
que seremos castigados por las cosas terribles que creemos
haber hecho, lo cual exigirá castigo. Ante el castigo sentimos
miedo.
Esto no tiene nada que ver con Dios como Él es, puesto que
Dios es solo Amor.
Y aquí comienza un “curioso” proceso. Ante el terror por el
miedo pedimos ayuda al ego, a lo que contesta: “que lo repri-
mamos o neguemos”
Pero como esto no funciona, el terror sigue ahí (debajo de
la “alfombra”). Volvemos a pedir ayuda y la nueva contestación:
“proyéctalo fuera de ti a otra persona”
A su vez, la forma de separarnos de alguien, una vez que le
hemos “adjudicado” nuestros pecados, es atacándolo o ponién-
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donos furiosos con él. Esta necesidad de proyectar nuestra culpa
es la causa básica de toda ira. Aunque en realidad es la forma de
aferrarnos más a ella. Al ego le atrae mucho sentirse culpable.
Nos dice: “Busca pero no halles”
Es este ciclo de culpa y ataque lo que hace funcionar este
mundo; no es el amor.
El Amor es el mundo de Dios y es posible reflejar ese Amor
en este mundo.
Un ciclo secundario que se establece es el ciclo de ataque-
defensa: una vez que creo que soy culpable y proyecto mi culpa
hacia ti y te ataco, creeré que mi culpa exigirá castigo. Y que me-
rezco que me ataquen por lo que debo defenderme contra tu
ataque.
Y así estoy reforzando el hecho mismo de que soy culpable.
El propósito de todas las defensas es proteger o defendernos
contra nuestro miedo.
Y todo esto hay que deshacerlo.
Y lo haremos por el medio del perdón, y con la ayuda del
Maestro de la Realidad – el Espíritu Santo – . Entreguémosle to-
do y Él nos sanará con sus milagros.
Por eso Espíritu Santo, perdón y milagros van de la mano.
Y este es todo el proceso de separación-salvación para vol-
ver a la Unicidad de Dios.
Padre, Tu Nombre nos une en la Unicidad que es nuestra
herencia y nuestra paz. Amén.
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3. Los Milagros
El milagro es una corrección. El milagro suprime la percep-
ción falsa. Es un cambio de percepción. El milagro es perdón. El
milagro es un medio para la salvación.
El milagro es un cambio interno que puede tener reflejo ex-
terno.
¿Qué es un milagro?
“El más santo de todos los lugares de la Tierra es aquel
donde un viejo odio se ha convertido en un amor presente”. Eso
es un milagro.
Si cambiamos nuestra percepción de odio a una percepción
de amor. Eso es un milagro.
La corrección de la forma como el ego mira a cómo mira el
Espíritu Santo. Eso es un milagro.
No cambiamos al mundo o a otra persona. Cambiamos
nuestros pensamientos sobre el mundo o cambiamos nuestra
forma de mirar a otra persona. Eso es un milagro.
Cada azucena de perdón le ofrece al mundo el silencioso
milagro del amor.
Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de
amor. El verdadero milagro es el amor que los inspira. Todo lo
que procede del amor es un milagro.
La oración es el vehículo de los milagros. Por medio de la
oración se recibe amor. Por medio de los milagros se expresa
amor.
Todos los días deberían consagrarse a los milagros. Consa-
gremos cada día a los milagros.
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En el proceso de separar lo falso de lo verdadero, el milagro
procede de acuerdo con lo siguiente:
El amor perfecto expulsa al miedo.
Si hay miedo,
es que no hay amor perfecto.
Mas:
Sólo el amor perfecto existe.
Si hay miedo,
este produce un estado que no existe:
Cree esto y serás libre. Sólo Dios puede establecer esta so-
lución, y esta fe es Su Don.
La confusión de los impulsos milagrosos con los impulsos
físicos, es una de las distorsiones básicas de la percepción. Los
impulsos físicos son impulsos milagrosos mal canalizados.
Ofrecérselos al Espíritu Santo y el milagro de realizará.
No hay grados de dificultad en los milagros. No hay ninguno
que sea más “difícil” o más “grande” que otro. Todos son Iguales.
Todas las expresiones de amor son máximas. Y eso es un milagro.
Los milagros – de por sí – no importan. Lo único que impor-
ta es su Origen, el cual está más allá de toda posible evaluación.
Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la
vida.
Los milagros son hábitos, y deben ser involuntarios. No de-
ben controlarse conscientemente. Los milagros seleccionados
conscientemente pueden proceder de un falso asesoramiento.
Los milagros son naturales. Cuando no ocurren es que algo
anda mal.
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Los milagros curan porque suplen una falta; los obran aque-
llos que temporalmente tienen más para aquellos que tempo-
ralmente tienen menos.
Los milagros son una especie de intercambio. Como toda
expresión de amor, que en el auténtico sentido de la palabra es
siempre milagrosa, dicho intercambio invierte las leyes físicas.
Brindan más amor tanto al que da como al que recibe.
Los milagros son pensamientos. Los pensamientos pueden
representar el nivel inferior o corporal de experiencia, o el nivel
superior o espiritual de experiencia. Uno de ellos da lugar a lo
físico. El otro crea lo espiritual.
Los milagros son recursos de enseñanza para demostrar
que dar es tan bienaventurado como recibir. Aumentan la forta-
leza del que da y simultáneamente le dan fortaleza al que recibe.
Los milagros transcienden al cuerpo. Son cambios súbitos al
dominio de lo invisible, más allá del nivel corporal. Por eso es por
lo que curan.
El milagro es un servicio. Es el máximo servicio que le pue-
des prestar a otro. Es una manera de amar al prójimo como a ti
mismo, en la que reconoces simultáneamente tu propia valía y la
de él.
Los milagros hacen que las mentes sean una con Dios. Se
basan en la cooperación porque la Filiación es la suma de todo lo
que Dios creó. Los milagros reflejan, por lo tanto, las leyes de la
eternidad, no las del tiempo.
Los milagros despiertan nuevamente la conciencia de que
el espíritu, no el cuerpo, es el altar de la verdad. Este reconoci-
miento es lo que confiere al milagro su poder curativo.
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Los milagros son expresiones naturales de perdón. Por me-
dio de los milagros aceptas el perdón de Dios al extendérselo a
otros.
El mecanismo del perdón es el milagro, el cual se define
como la corrección de nuestra manera equivocada de pensar y
percibir, al pasar del juicio, la condenación y los resentimientos
al perdón y la unión.
El milagro no hace nada. Lo único que hace es des-hacer y
de este modo, cancela la interferencia a lo que se ha hecho. No
añade nada, sino que simplemente elimina. Y lo que elimina hace
mucho que desapareció, pero puesto que se conserva en la me-
moria, sus efectos parecen estar teniendo lugar ahora.
Sinónimo de la palabra milagro son perdón, Expiación, cu-
ración, salvación y percepción verdadera. Todos estos términos
son virtualmente intercambiables entre sí.
Deshacer el miedo es un aspecto esencial del poder expia-
torio de los milagros.
El Espíritu Santo es el mecanismo de los milagros. Él reco-
noce las creaciones de Dios así como tus ilusiones. Separa lo ver-
dadero de lo falso mediante Su capacidad para percibir total-
mente en vez de selectivamente.
Yo (dice Jesús) inspiro todos los milagros, que en realidad
son intercesiones. Interceden en favor de tu santidad y santifican
tus percepciones. Al ubicarte más allá de las leyes físicas te ele-
van a la esfera del orden celestial. En ese orden tú eres perfecto.
El milagro se une a la Expiación al poner a la mente al servi-
cio del Espíritu Santo.
Y la Expiación – la profesión natural de los Hijos de Dios – es
el propósito de los milagros.
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El próposito del milagro es elevar el nivel de comunicación.
Un milagro es el acto de un Hijo de Dios que ha abandona-
do a todos los dioses falsos y exhorta a sus hermanos a que
hagan lo mismo.
Los milagros son simplemente la transformación de la ne-
gación en verdad.
Así como los milagros te unen a tus hermanos en este
mundo, tus creaciones establecen tu paternidad en el cielo.
Los milagros dan testimonio de que eres bendito: si perdo-
nas completamente es porque has abandonado la culpabilidad,
al haber aceptado la Expiación y haber dado cuenta de que eres
inocente.
El milagro es el reconocimiento de que esto es verdad.
Donde hay amor allí lo encuentras. Pero en donde lo que
hay es una petición de amor, tú tienes que darlo en razón de lo
que eres. El milagro es el medio.
Los milagros son los instantes de liberación que ofreces y
que recibirás.
Los milagros te capacitan para curar a los enfermos y resu-
citar a los muertos porque tanto la enfermedad como la muerte
son invenciones tuyas, y, por lo tanto, las puedes abolir. Tú mis-
mo eres un milagro, capaz de crear a semejanza de tu Creador.
Todo lo demás no es más que tu propia pesadilla y no existe.
Sólo las creaciones de luz son reales.
Los milagros son parte de una cadena eslabonada de
perdón que una vez completa, es la Expiación. La Expiación opera
todo el tiempo y en todas las dimensiones del tiempo.
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Los milagros representan tu liberación del miedo. “Expiar”
significa “des-hacer”. Deshacer el miedo es un aspecto esencial
del poder expiatorio de los milagros.
Los milagros le devuelven a la mente su llenura. Al expiar su
sensación de carencia, establecen perfecta protección. La forta-
leza del espíritu no da cabida a intromisiones.
El milagro elimina el error porque el Espíritu Santo lo identi-
fica como falso o irreal. Esto es lo mismo que decir que al perci-
birse la luz, la obscuridad desaparece automáticamente.
El contenido perceptual de los milagros es la plenitud. De
ahí que puedan corregir o redimir la errada percepción de caren-
cia.
Los milagros son expresiones de una conciencia interna de
Cristo y de haber aceptado Su Expiación.
Y como final, el milagro es una corrección. No crea, ni cam-
bia realmente nada en absoluto. Simplemente contempla la de-
vastación y le recuerda a la mente que lo que ve es falso. Corrige
el error, mas no intenta ir más allá de la percepción, ni exceder la
función del perdón.
En el milagro reside el don de la gracia, pues se da y se re-
cibe como uno. Y así, nos da un ejemplo de lo que es la ley de la
verdad, que el mundo no acata porque no la entiende.
El perdón es la morada de los milagros. Los ojos de Cristo se
los ofrecen a todos los que Él contempla con misericordia y con
amor. La percepción queda corregida ante Su vista, y aquello cu-
yo propósito era maldecir tiene ahora el de bendecir.
Al principio el milagro se acepta mediante la fe, porque pe-
dirlo implica que la mente está lista para concebir aquello que no
puede ver ni entender. No obstante, la fe convocará a sus testi-
55
gos para demostrar que aquello en lo que se basa realmente
existe.
Los milagros son como gotas de lluvia regeneradora que
caen del cielo sobre un mundo árido y polvoriento, al cual criatu-
ras hambrientas y sedientas vienen a morir. Ahora el mundo tie-
ne agua y está lleno de verdor. Y brotan por doquier señales de
vida para demostrar que lo que nace jamás puede morir, pues lo
que tiene vida es inmortal.
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4. La Expiación
La Expiación es sencillamente la corrección o anulación de
los errores.
Al principio era el amor y la Expiación fue un acto de amor.
Expiar significa “des-hacer”. Des-hacer el miedo es un as-
pecto esencial del poder expiatorio de los milagros.
La Expiación es el precio de ser consciente de tu plenitud.
Aún así tienes que invertir en ello no con dinero sino con espíri-
tu, porque el espíritu es voluntad y la voluntad es el “precio” del
reino.
El Espíritu Santo expía en todos nosotros des-haciendo y de
esta manera te libera de la carga que le has impuesto a tu men-
te.
La Expiación – el último milagro – es un remedio y cualquier
clase de curación es su resultado.
Cuando la mente separada del Hijo de Dios quedó atrapada
en un sueño, Dios dijo: Mi Hijo ha quedado dormido, hay que
despertarlo. Y dio, inmediatamente, Su Respuesta, con el único
medio de Escape, el verdadero Ayudante, Su Voz, Su Espíritu
Santo. El cual es el Protector, el Sanador, el Guía, la Salvación a la
cual se llega con los sueños felices de perdón, así fue el principio
de la Expiación.
El principio de la Expiación le fue dado al Espíritu Santo mu-
cho antes de que Jesús lo pusiese en marcha.
Los milagros son parte de una cadena eslabonada de
perdón que, una vez completa, es la Expiación. La Expiación ope-
ra todo el tiempo y en todas las dimensiones del tiempo.
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Jesús está a cargo del proceso de Expiación, que emprendió
para darle comienzo.
Los perdonados son el medio de la Expiación.
Jesús dice: Yo soy la Expiación.
El propósito de la Expiación es devolvértelo todo, o más
bien, devolvérselo a tu conciencia.
Cuando la Expiación se haya completado, todos los Hijos de
Dios compartirán todas las aptitudes.
Solo puedes aceptar la Expiación dentro de ti liberando la
luz interior.
Para que la eficacia de la Expiación sea perfecta, a ésta le
corresponde estar en el centro del altar interior, desde donde
subsana la separación y restituye la plenitud de la mente.
El que todos acepten la Expiación es solo cuestión de tiem-
po.
La Expiación es la única ofrenda digna de ser ofrecida en el
altar de Dios, debido al valor que el altar en sí tiene.
Los Hijos de Dios tienen que aprender a ver el mundo como
un medio para poner fin a la separación. La Expiación es la ga-
rantía de que finalmente lo lograrán.
La única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar
la Expiación para sí mismo.
Cuando tienes miedo te has colocado a ti mismo en una po-
sición en la que necesitas la Expiación. Has actuado sin amor, al
haber elegido sin amor. Esta es la situación por la que se insti-
tuyó la Expiación.
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La Expiación te enseña como escapar para siempre de todo
lo que te has enseñado a ti mismo en el pasado al mostrarte úni-
camente lo que eres ahora.
El perdón es el medio de la Expiación. El mecanismo del
perdón es el milagro. Expiación, perdón, milagro, curación, salva-
ción y percepción verdadera son sinónimos.
Mi papel (dice Jesús) en la Expiación es cancelar todos los
errores que de otro modo tú no podrías corregir.
Cuando se te haya restituido la conciencia de tu estado ori-
ginal pasarás naturalmente a formar parte de la Expiación.
Yo soy (dice Jesús) el único que puede obrar milagros im-
parcialmente porque yo soy la Expiación. Tú tienes un papel en la
Expiación que yo te dictaré. Pregúntame qué milagros debes lle-
var a cabo. Ello te ahorrará esfuerzos innecesarios porque es-
tarás actuando bajo comunicación directa.
En realidad, sólo el error es vulnerable. Eres libre de esta-
blecer tu reino donde mejor te parezca, pero no puedes sino ele-
gir acertadamente si recuerdas esto:
“El espíritu está eternamente en estado de gracia.
Tu realidad es únicamente espíritu.
Por lo tanto, estás eternamente en estado de gracia”.
Desde este punto de vista, la Expiación deshace todos los
errores, y de esta forma extirpa las raíces del temor. Cada vez
que experimentas las palabras tranquilizadoras de Dios como
una amenaza, es siempre porque estás defendiendo una lealtad
mal situada o desencaminada.
Por lo tanto, ¡acepta la Expiación para ti mismo, pues aún
eres tal como Dios te creó!
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La naturaleza impersonal del milagro se debe a que la Ex-
piación en sí es una, lo cual une a todo lo creado con su Creador.
La Expiación es la única defensa que no puede usarse des-
tructivamente porque no es un recurso que tú mismo hayas in-
ventado. El principio de la Expiación estaba en vigor mucho antes
de que ésta comenzara.
La Expiación es la lección final.
La Expiación es el medio a través del cual puedes liberarte
del pasado a medida que avanzas. La Expiación desvanece los
errores que cometiste en el pasado, haciendo de este modo in-
necesario el que sigas volviendo sobre tus pasos sin avanzar
hacia tu retorno.
La Expiación es un compromiso total. Puede que aún aso-
cies esto con perder, equivocación ésta que todos los Hijos de
Dios separados cometen de una u otra forma.
La Expiación es para todos, porque es la forma de desvane-
cer la creencia de que algo pueda ser únicamente para ti. Perdo-
nar es pasar por alto. Mira, entonces, más allá del error, y no de-
jes que tu percepción se fije en él, pues, de lo contrario, creerás
lo que tu percepción te muestre.
La Expiación es una lección acerca de cómo compartir, que
se te da porque te has olvidado de cómo hacerlo.
Todos los sanadores no sanados siguen de una u otra forma
el plan de perdón del ego.
Un terapeuta no cura, sino que deja que la curación ocurra
espontáneamente. El Espíritu Santo es el único terapeuta.
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Y tú moras en paz cuando así lo decides. Pero no puedes
morar en paz a menos que aceptes la Expiación porque la Expia-
ción es el camino que conduce a la paz.
Cuando aceptas la inocencia de un hermano ves la Expia-
ción en él. Su inocencia es tu Expiación.
La Expiación se vuelve real y visible para los que la ponen
en práctica. Ésa es tu única función en la Tierra, y debes apren-
der que eso es lo único que te interesa aprender. Hasta que no lo
aprendas te sentirás culpable, pues en última instancia y sea cual
fuere la forma en que tu culpabilidad se manifieste, ésta procede
de no llevar a cabo tu función en la Mente de Dios con toda tu
mente.
La Expiación fue establecida como un medio de restaurar la
inocencia en las mentes que la habían negado, y que, por lo tan-
to, se habían negado el Cielo así mismas. La Expiación te muestra
la verdadera condición del Hijo de Dios.
Todo el mundo tienen un papel especial en la Expiación,
pero el mensaje que se le da a cada uno de ellos es siempre el
mismo: El Hijo de Dios es inocente. Cada uno enseña este mensa-
je de modo diferente, y lo aprende de modo diferente.
Aquí todos estamos unidos en la Expiación, y no hay nada
más en este mundo que pueda unirnos. Así es como desapare-
cerá el mundo de la separación, y como se restablecerá la plena
comunicación entre Padre e Hijo.
Lleva la inocencia a la luz en respuesta a la llamada de la
Expiación. Nunca permitas que la pureza permanezca oculta, sino
que, por el contrario, descorre con tu luz los pesados velos de la
culpabilidad tras los cuales el Hijo de Dios se ha ocultado a sí
mismo de sus propios ojos.
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Los maestros de la inocencia, cada uno a su manera, se han
unido para desempeñar el papel que les corresponde en el pro-
grama de estudios unificado de la Expiación.
Todo aquel a quien liberes de la culpabilidad te mostrará tu
inocencia. El círculo de la Expiación es infinito.
¡Que la paz sea, pues, con todos los que se convierten en
maestros de paz! Pues la paz es el reconocimiento de la pureza
perfecta, de la que nadie está excluido. Dentro de su santo círcu-
lo se encuentran todos los que Dios creó como Su Hijo. Mora a
mi lado dentro de él, como maestro de la Expiación y no de la
culpabilidad.
La crucifixión no jugó ningún papel en le Expiación. Sólo la
Resurrección lo hizo y esa fue mi contribución. La resurrección es
el símbolo de la liberación de la culpabilidad por medio de la ino-
cencia. Tú crucificarías a todo aquel a quien percibas como cul-
pable. Mas le devuelves la inocencia a todo a aquel a quien con-
sideras inocente. La crucifixión es siempre la meta del ego, que
considera a todo el mundo culpable, y mediante su condenación
procura matar. El Espíritu Santo sólo ve inocencia, y mediante Su
dulzura Él desea liberarte del miedo y re-establecer el reino del
amor.
A todo aquel que ves, o bien lo ubicas dentro del santo
círculo de la Expiación, o bien lo dejas afuera juzgándolo como
que merece ser crucificado o redimido. Si lo incluyes dentro del
círculo de pureza, descansarás allí con él. Si lo excluyes, te que-
das afuera con él.
La Expiación no te hace santo. Fuiste creado santo. La Ex-
piación lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad; o,
en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres. Llevar las
63
ilusiones ante la verdad, o el ego ante Dios, es la única función
del Espíritu Santo.
Acepto la Expiación para mi mismo. Con esto se acaban to-
das las decisiones, pues con esta lección llegamos a la decisión
de aceptarnos a nosotros mismos tal como Dios nos creó.
La Expiación pone fin a la extraña idea de que es posible
dudar de ti mismo y no estar seguro de lo que realmente eres.
Nada de lo que el mundo cree es verdad, pues el mundo es
un lugar cuyo propósito es servir de hogar para que aquellos que
dicen no conocerse a sí mismos, puedan venir a cuestionar lo
que son, y seguirán viniendo hasta que se acepte la Expiación y
aprendan que es imposible dudar de uno mismo, así como no ser
consciente de lo que se es (vivo por lo que soy y soy por lo que
vivo) (soy lo que soy y no lo que me imagino ser)
Esto es lo que la Expiación enseña, y lo que demuestra que
la unidad del Hijo de Dios no se ve afectada por su creencia de
que no sabe lo que es. Acepta hoy la Expiación, no para cambiar
la realidad sino simplemente para aceptar la verdad de lo que
eres y luego sigue tu camino regocijándote en el infinito Amor de
Dios.
“Acepto la Expiación para mi mismo,
pues aún soy tal como Dios me creó”.
El Espíritu Santo es el principio de la Expiación, la cual cons-
tituye la corrección a nuestra creencia de que la separación de Él
fue real. A través del Espíritu Santo en nuestras mentes, la Expia-
ción espera porque la aceptemos, lo cual se logrará por medio
del perdón.
“Tener plena conciencia de la Expiación es, por lo tanto, re-
conocer que la separación nunca tuvo lugar”.
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La curación y la Expiación no están relacionados. Son lo
mismo. No hay grados de dificultad en los milagros porque no
hay grados de Expiación.
Acepta la Expiación y te curarás. La Expiación es la palabra
de Dios. Acepta Su Palabra, y ya no quedará nada que pueda dar
lugar a la enfermedad. Acepta Su Palabra y todo se habrá reali-
zado. Perdonar es curar. El maestro de Dios ha decidido que
aceptar la Expiación para sí mismo es su única función.
Juzgar al Hijo es limitar a su Padre. Sin embargo, esto no se
comprenderá hasta que el maestro de Dios reconozca que juzgar
y limitar no son sino un mismo error. Con esto recibe la Expia-
ción, pues deja de juzgar al Hijo de Dios y lo acepta tal como el
Padre lo creó. Ahora él puede decir con Dios: “Éste es mi Hijo
amado, que fue creado perfecto y que permanecerá así eterna-
mente”
Por eso, que sea mi oración permanente:
“Aceptaré la Expiación para mí mismo,
pues aún soy tal como Dios me creó”.
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5. El instante santo
El objetivo del ego es la muerte, que es su propio fin. Mas
el objetivo del Espíritu Santo es la vida, la cual no tiene fin. El
Espíritu Santo quiere desvanecer todo esto ahora. No es el pre-
sente lo que da miedo, sino el pasado y el futuro, mas éstos no
existen.
Cada instante es un nacimiento inmaculado y puro en el
que el Hijo de Dios emerge del pasado al presente, y el presente
(el aquí y ahora) se extiende eternamente.
Es posible aprender el Curso inmediatamente, a no ser que
creas que lo que Dios dispone requiere tiempo. Y esto sólo pue-
de significar que prefieres seguir demorando reconocer el hecho
de que lo que Su voluntad dispone ya se ha cumplido. El instante
santo es este mismo instante y cada instante. El que deseas que
sea santo, lo es. El que no deseas que lo sea, lo desperdicias. En
tus manos está decidir qué instante ha de ser santo.
¿Puedes imaginarte lo que sería no tener inquietudes, pre-
ocupaciones ni ansiedades de ninguna clase, sino simplemente
gozar de perfecta calma y sosiego todo el tiempo? Ése es, no
obstante, el propósito del tiempo: aprender justamente eso y
nada más. El Espíritu Santo usa el tiempo a Su manera, y no está
limitado por él.
Esta lección no requiere tiempo para aprenderse, pues,
¿qué es el tiempo sin pasado ni futuro? El que te hayas desca-
rriado tan completamente ha requerido tiempo, pero ser lo que
eres no requiere tiempo en absoluto. Empieza a usar el tiempo
tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de en-
señanza para alcanzar paz y felicidad.
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Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en él
como si fuese, todo el tiempo que existe. En él nada del pasado
te puede afectar, y es en él donde te encuentras completamente
absuelto, completamente libre y sin condenación alguna. Desde
este instante santo donde tu santidad nace de nuevo, seguirás
adelante en el tiempo libre de todo temor y sin experimentar
ninguna sensación de cambio con el paso del tiempo.
El tiempo es inconcebible sin cambios, mas la santidad no
cambia. Aprende de este instante algo más que el simple hecho
de que el infierno no existe. En este instante redentor reside el
Cielo. Y el Cielo no cambiará, pues nacer al bendito presente es
librarse de los cambios.
Más nunca le podrás dar al Espíritu Santo ese instante san-
to a favor de tu liberación, mientras no estés dispuesto a dárselo
a tus hermanos a favor de la suya.
Si sientes la tentación de desanimarte pensando cuánto
tiempo va a tomar poder cambiar de parecer tan radicalmente,
pregúntate a ti mismo: “¿Es mucho un instante?”. ¿No le ofrecer-
ías al Espíritu Santo un intervalo de tiempo tan corto para tu
propia salvación? Él no te pide más, pues no tiene necesidad de
nada más.
Cuando te sientas tentado de atacar a un hermano, recuer-
da que su instante de liberación es el tuyo. Los milagros son los
instantes de liberación que ofreces y que recibirás. Dan testimo-
nio de que estás dispuesto a ser liberado y a ofrecerle el tiempo
al Espíritu Santo a fin de que Él lo use para sus propósitos.
¿Cuánto dura un instante? Dura tan poco para tu hermano
como para ti. Practica conceder ese bendito instante de libertad
a todos aquellos que están esclavizados por el tiempo, haciendo
67
así que para ellos éste se convierta en su amigo. Mediante tu da-
ción, el Espíritu Santo te da a ti el bendito instante que tú les das
a tus hermanos. Si ofreces santidad, no puedes sino ser santo.
¿Cuándo dura un instante? Dura el tiempo que sea necesa-
rio para restablecer la perfecta cordura, la perfecta paz y el per-
fecto amor por todo el mundo, por Dios y por ti; el tiempo que se
necesario para recordar la inmortalidad y a tus creaciones inmor-
tales que la comparten contigo; el tiempo que sea necesario pa-
ra intercambiar el infierno por el cielo, dura el tiempo suficiente
para que puedas transcender todo lo que el ego ha hecho y as-
cender hasta tu Padre.
El tiempo es tu amigo si lo pones a la disposición del Espíri-
tu Santo. Él necesita muy poco para restituirte todo el poder de
Dios. Aquel que transciende el tiempo por ti, entiende cuál es el
propósito del tiempo. La santidad no radica en el tiempo, sino en
la eternidad. Jamás hubo un solo instante en el que el Hijo de
Dios pudiese haber perdido su pureza.
En su santidad el tiempo se detiene, y deja de cambiar. Y
así, deja de ser tiempo, pues al estar atrapado en el único instan-
te de la eterna santidad de la creación de Dios, se transforma en
eternidad. Da el instante eterno, para que en ese radiante ins-
tante de perfecta liberación se pueda recordar la eternidad por
ti. Ofrece el milagro del instante santo por medio del Espíritu
Santo, y deja que sea Él Quien se encargue de dártelo a ti.
En el instante que se le ofrece al Espíritu Santo se le ofrece
a Dios, en tu nombre, y en ese instante despiertas dulcemente
en Él. En el instante bendito abandonas todo lo que aprendiste
en el pasado, y el Espíritu Santo te ofrece de inmediato la lección
de la paz en su totalidad.
68
No permitas que el tiempo sea motivo de preocupación pa-
ra ti, no tengas miedo del instante de santidad que ha de elimi-
nar todo vestigio de miedo, pues el instante de paz es eterno
precisamente porque está desprovisto de miedo. Dicho instante
llegará, ya que es la lección que Dios te da a través del Maestro
que Él ha designado para transformar el tiempo en eternidad.
¿Cuánto tiempo se puede tardar en llegar allí donde Dios
quiere que estés? Pues ya estás donde siempre has estado, y
donde has de estar eternamente. Todo lo que tienes, lo tienes
para siempre.
Tu práctica del instante santo, por lo tanto, debe basarse
en que estés dispuesto a dejar a un lado toda la pequeñez. El ins-
tante en que la grandeza ha de descender sobre ti, se encuentra
tan lejos como tu deseo de ella. Mientras no la desees, y en su
lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que
se encontrará de ti. En la medida en que la desees, en esa misma
medida harás que se aproxime a ti.
¿Quieres saber cuán perfecto e inmaculado es el santo altar
(recuerda tu mente es la que es Su anfitrión) en el que tu Padre
se ha ubicado a Si Mismo? Te darás cuenta de esto en el instante
santo, en el que gustosamente y de buena voluntad renuncias a
todo plan que no sea el Suyo pues en el instante santo se en-
cuentra la paz, perfectamente diáfana porque has estado dis-
puesto a satisfacer sus condiciones.
Yo (nos dice Jesús) me encuentro dentro del instante santo
tan claramente como tú quieres que lo esté, y el tiempo que tar-
des en aprender a aceptarme, será el mismo tiempo que tar-
darás en hacer tuyo el instante santo.
69
Podrías vivir en el instante santo para siempre, empezando
desde ahora hasta la eternidad, si no fuera por una razón muy
sencilla. La simple razón, llanamente es esta: el instante santo es
un momento en el que se recibe y se da perfecta comunicación.
Esto quiere decir que es un momento en el que tu mente es re-
ceptiva, tanto para recibir como para dar. El instante santo es el
reconocimiento de que todas las mentes están en comunicación.
Por lo tanto , tu mente no trata de cambiar nada, sino simple-
mente de aceptarlo todo.
¿Cómo puedes hacer esto cuando prefieres abrigar pensa-
mientos privados y no renunciar a ellos? La única manera en que
podrías hacer esto es negando la perfecta comunicación que
hace el instante santo sea lo que es. Crees que puedes abrigar
pensamientos que no quieres compartir con nadie, y que la sal-
vación radica en que te los reserves exclusivamente para ti.
Cada pensamiento que prefieres mantener oculto inte-
rrumpe la comunicación, puesto que eso es lo que quieres.
Pregúntate sinceramente: “¿deseo estar en perfecta comu-
nicación?¿estoy completamente dispuesto a renunciar para
siempre a todo lo que la obstaculiza?” Si la respuesta es no, en-
tonces no importa cuán dispuesto esté el Espíritu Santo a con-
cedértela, ello no será suficiente para que tú puedas disponer de
ella, pues no estás dispuesto a compartirla con Él.
Y la comunicación perfecta no puede tener lugar en una
mente que ha decidido oponerse a ella, pues dar el instante san-
to así como recibirlo, requiere la misma dosis de buena voluntad,
al ser la aceptación de la única Voluntad que gobierna todo pen-
samiento.
70
La condición necesaria para que el instante santo tenga lu-
gar no requiere que no abrigues pensamientos impuros, pero sí
requiere que no abrigues ninguno que desees conservar. La ino-
cencia no es obra tuya. Se te da en el momento en que la desees.
La Expiación no existiría si no hubiese necesidad de ella. No
serás capaz de aceptar la comunicación perfecta mientras sigas
queriendo ocultártela a ti mismo, pues lo que deseas ocultar se
encuentra oculto para ti.
En tu práctica, por consiguiente, trata solamente de man-
tenerte alerta contra el engaño, y no trates de proteger los pen-
samientos que quieres negarte a compartir, deja que la pureza
del Espíritu Santo los desvanezca con su fulgor, y concéntrate
sólo en estar listo para la pureza que Él te ofrece. De esta mane-
ra, Él te preparará para que reconozcas que eres un anfitrión de
Dios y no un rehén de nada ni de nadie.
El instante santo es el recurso de aprendizaje más útil de
que dispone el Espíritu Santo para enseñarte el significado del
amor, pues su propósito es la suspensión total de todo juicio. Los
juicios se basan siempre en el pasado, pues tus experiencias pa-
sadas constituyen su base. Es imposible juzgar sin el pasado,
pues sin él no entiendes nada. Por lo tanto, no intentarías juzgar
porque te resultaría obvio que no entiendes el significado de na-
da. Esto te da miedo porque crees que sin el ego, todo sería caó-
tico. Mas yo te aseguro (dice Jesús) que sin el ego, todo sería
Amor. El pasado es el principal recurso de aprendizaje del ego.
Aunque pasado y futuro no existen, en este mundo del tiempo lo
único que existe es este instante, aquí y ahora. Por eso la impor-
tancia fundamental del instante santo.
Dios te conoce ahora. Él no recuerda nada, pues siempre te
ha conocido como te conoce ahora. El instante santo refleja Su
71
conocimiento al desvanecer todas tus percepciones del pasado, y
al eliminar de esta manera el marco de referencia que inventaste
para juzgar a tus hermanos.
Una vez que éste (el marco de referencia) ha desaparecido,
el Espíritu Santo lo substituye con Su propio marco de referencia,
el cual es simplemente Dios. La intemporalidad del Espíritu Santo
radica sólo en esto, pues en el instante santo, el cual está libre
del pasado, ves que el amor se encuentra en ti y que no tienes
necesidad de buscarlo en algo externo y de arrebatarlo culpa-
blemente de donde pensabas que se encontraba.
Todas tus relaciones quedan bendecidas en el instante san-
to porque la bendición es ilimitada. En el instante santo la Filia-
ción se beneficia cual una sola, y al quedar unida en tu bendición,
se vuelve una para ti. El significado del amor es el que Dios le dio.
Mas en el instante santo te unes directamente a Dios, y todos tus
hermanos se unen en Cristo.
En el instante santo no hay conflicto de necesidades, ya que
sólo hay una necesidad, pues el instante santo se extiende hasta
la eternidad y hasta la Mente de Dios, y únicamente ahí tiene
sentido el amor, y únicamente ahí puede ser comprendido.
En el instante santo compartimos la fe que tenemos en el
Hijo de Dios porque juntos reconocemos que él es completamen-
te digno de ella, y en nuestro aprecio de su valía no podemos
dudar de su santidad, y por lo tanto le amamos. Toda separación
desaparece conforme se comparte la santidad.
En el instante santo reconoces que la idea del amor mora
en ti, y unes esta idea a la Mente que la pensó y que jamás podr-
ía abandonarla, puesto que dicha Mente mantiene dentro de sí
la idea del amor, no puede haber pérdida alguna. El instante san-
72
to se convierte así en una lección acerca de cómo mantener a
todos tus hermanos en tu mente, sin experimentar pérdida algu-
na sino tan solo complección. De esto se deduce que sólo puedes
dar. Y esto es amor, pues únicamente esto es natural de acuerdo
con las leyes de Dios.
En el instante santo prevalecen las leyes de Dios, que son
las únicas que tienen sentido. Las leyes de este mundo, por otra
parte, dejan de tenerlo.
En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí
siempre. Lo único que sucede es que se descorre el velo que
cubría la realidad. Nada ha cambiado.
Nadie que aún no haya experimentado el descorrimiento
del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz
que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin experi-
mentar miedo alguno, mas el Espíritu Santo te da esa fe porque
me la ofreció a mí y yo la acepté. No tengas miedo de que se te
vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué.
En el instante santo se recuerda a Dios, y con Él se recuerda
el lenguaje con el que te comunicas con todos tus hermanos,
pues la comunicación se recuerda en unión con otro, al igual que
la verdad. No hay exclusión en el instante santo porque el pasa-
do desaparece, y con él desaparece también la base de la exclu-
sión. Sin su fuente la exclusión se desvanece.
A través del instante santo es como se logra lo que parece
ser imposible, haciendo que resulte evidente que no lo es. En el
instante santo la culpabilidad no tiene ninguna atracción, puesto
que se ha reanudado la comunicación.
No hay nada en el instante santo que esté oculto ni hay en
él pensamientos privados. Al estar dispuesto a entablar comuni-
73
cación atrae a la comunicación y supera la soledad completa-
mente.
El instante santo no es un substitutivo de tu necesidad de
aprender, pues el Espíritu Santo no puede dejar de ser tu Maes-
tro hasta que el instante santo se haya extendido mucho más allá
del tiempo.
Unámonos para hacer que el instante santo sea lo único
que hay, al desear que sea lo único que hay. Escúchale gustosa-
mente, y aprende de Él que no tienes necesidad de relaciones
especiales en absoluto, pues Dios creó la única relación que tiene
significado, y esa relación es la relación que Él tiene contigo.
En el instante santo, en el que los Grandes Rayos reempla-
zan al cuerpo en tu conciencia, se te concede poder reconocer lo
que son las relaciones ilimitadas. En el instante santo no hay
cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios.
El instante santo es verdaderamente la hora de Cristo, pues
en ese instante liberador, no se culpa al Hijo de Dios por nada y,
de esta manera, se le restituye su poder ilimitado.
En el instante santo se satisface la condición del amor, pues
las mentes se unen sin la interferencia del cuerpo, y allí donde
hay comunicación hay paz. El Príncipe de la paz nació para re-
establecer la condición del amor, enseñando que la comunica-
ción continúa sin interrupción aunque el cuerpo sea destruido,
siempre y cuando no veas al cuerpo como el medio indispensa-
ble para la comunicación. Este instante es el único tiempo que
existe, y en este instante santo llega la salvación. Éste es el ins-
tante santo de mi liberación. El instante santo es como una “ren-
dija” por la que entramos en el Cielo.
74
El instante santo es la puerta de entrada a la eternidad, al
amor, a la paz, a lo milagros y a la relación santa.
Los milagros son los instantes de liberación que ofreces y
que recibirás.
El instante santo es un momento en el que se recibe y se da
perfecta comunicación.
En el instante santo nadie es especial. En el instante santo
reconoces que la idea de amor reside en ti.
En el instante santo se encuentra Su recordatorio de que Su
Hijo será siempre como fue creado. Busca y encuentra Su mensa-
je en el instante santo, en el que se perdonan todas las ilusiones
y así aceptar nuestra verdadera relación con el Padre.
El instante santo es una miniatura del Cielo. El instante san-
to es una miniatura de la eternidad.
La dificultad que tienes con el instante santo procede de tu
arraigada convicción de que no eres digno de él.
El instante santo es siempre el resultado de combinar tu
buena voluntad con el poder ilimitado de la Voluntad de Dios.
La preparación para el instante santo le corresponde a
aquel que lo da: “Esto es lo que hace que el instante santo sea
algo tan fácil y natural.”
Nunca solicites el instante santo después de haber tratado
de eliminar por tu cuenta todo odio y temor de tu mente. Esa es
Su función.
Nunca intentes pasar por alto tu culpabilidad antes de pe-
dirle ayuda al Espíritu Santo. Esa es su función.
El instante santo es un momento en el que se recibe y se da
perfecta comunicación.
75
Da el instante santo a tus hermanos por medio del Espíritu
Santo, y Él te dará a ti ese bendito instante.
Te invito a que repitas conmigo:
Espíritu Santo:
Sana mi mente para estar presente aquí en este instante santo
Espíritu Santo:
Te entrego todos mis errores, todos. Tómalos, sáname, cúrame.
Espíritu Santo:
Te entrego este instante santo
Sé tú quien dirige
pues quiero simplemente seguirte
seguro de que Tu dirección
me brindará paz
Espíritu Santo:
Decide en favor de Dios, por mí
Espíritu Santo:
Decide en favor de Dios, por mí
Espíritu Santo:
Decide en favor de Dios, por mí
Amén
76
77
6. La relación santa
Todas las relaciones, todas, para el ego son relaciones es-
peciales. Todas las relaciones, todas, bendecidas por el Espíritu
Santo en el instante santo son relaciones santas.
Empecemos por las relaciones especiales.
En el mundo de la separación, en el mundo del ego, tene-
mos la sensación de ser inadecuados, débiles y de estar incom-
pletos. Y procede del gran valor que le hemos otorgado al: Prin-
cipio de escasez. El cual rige el mundo de las ilusiones. Así, ante
esta carencia, buscamos en otros lo que creemos que nos falta.
“Amamos” a otros con objeto, a cambio de ver lo que podemos
sacar de él. En el mundo de los sueños y de la separación a eso
se le llama amor. Grave error, pues el amor es incapaz de exigir
nada.
El principio de escasez dice que dentro de nosotros falta al-
go. Hay algo que no está lleno, que está incompleto. Debido a
esta carencia tenemos ciertas necesidades. Y esto es parte im-
portante de toda experiencia de culpa. Así que nuevamente re-
currimos al ego y decimos, ¡socorro! Desde luego que el ego no
nos dice que lo que nos hace falta es Dios, porque si nos dijera
eso, escogeríamos a Dios y el ego dejaría de existir.
El ego nos dice que falta algo en nosotros y que lo que po-
demos es buscar fuera de nosotros a alguien o algo que pueda
compensar lo que nos falta.
El ego, a su vez nos dice, que hay relaciones especiales de
odio y relaciones de amor especial.
Es esencial para el plan de salvación del ego que haya ene-
migos sobre quienes podamos proyectar nuestro odio y poste-
riormente atacarlos. Sin ellos nos veríamos obligados a enfrentar
78
el odio de nosotros mismos, sobre lo cual el ego ya nos ha con-
vencido de que significaría una aniquilación segura. Para poder
sobrevivir, por lo tanto, el ego nos dice que tenemos que tener
un enemigo, alguien a quien podamos culpar de la desgracia e
infelicidad que en última instancia es nuestra propia responsabi-
lidad. Esto inevitablemente origina una percepción de un mundo
“nosotros-ellos”, “chicos buenos” y “chicos malos”, “víctimas” y
“victimarios”. Continuamente nos identificamos con las víctimas
inocentes del mundo quienes sufren injustificadamente a manos
de fuerzas “malvadas y sombrías” que están más allá de su con-
trol. Mientras tanto, toda nuestra culpa – “malvada y sombría” –
permanece escondida en las “bóvedas ocultas” de nuestro in-
consciente, protegidas para siempre por nuestra “justificada” ira
contra el mundo externo.
Esta división, falta de unidad, este odio y ataque no reflejan
sino la mentalidad original del grupo intermedio que hizo real al
pecado de la separación y que dividió a la Filiación en “buena” y
“mala”, “luz” y “sombra”, “santo” e “impía” y “salvada” y “con-
denada”. En contraste, el grupo de luz quería que mirásemos
más allá del error tanto de los miembros del grupo sombrío co-
mo de los miembros del grupo intermedio. Lamentablemente
estas son las “relaciones” más “evidentes”.
Sin embargo las relaciones más insidiosas y excluyentes,
son las relaciones de amor especial, pues aparentan ser lo que
no son.
Las relaciones de amor especial – desde la más casual hasta
la más íntima – son intentos de mantener alejados de nuestra
conciencia a la culpa y al odio de nosotros mismos, y evitar de
ese modo el agudo dolor que dicha conciencia ocasionaría.
79
Las relaciones de amor especial son aquellas en las cuales
nos permitimos hacernos dependientes – otro principio el de
“dependencia” – de otras personas como una forma de substituir
nuestra dependencia de Dios. En lugar de volvernos hacia Dios, o
hacia el Espíritu Santo, en busca de solución para nuestro perci-
bido problema de carencia, de culpa y de odio de nosotros mis-
mos, tratamos de rodearnos de relaciones de amor especial que
nos “protegerán” de tener que hacer frente a esta culpa. El amor
especial cambia, rápidamente, a su odio subyacente, no obstan-
te, cuando ya no se satisfacen nuestras necesidades.
En conclusión, nuestras relaciones especiales son mini-
guerras en las cuales creemos que estamos luchando en contra
del enemigo externo para protegernos del enemigo interno. En
todas ellas, “no hace sino revivir” ese instante en el que la hora
del terror ocupó el lugar del amor”
En síntesis, en estas “relaciones especiales”, en la medida
en que tú satisfagas mis necesidades especiales, tal como yo las
he organizado, en esa misma medida yo te amaré. Y entonces,
cuando tú tengas ciertas necesidades especiales que yo pueda
llenar, tú me amarás, por lo tanto, lo que este mundo llama
amor, es realmente especialismo, una burda distorsión del amor,
desde el punto de vista del Espíritu Santo.
Existe una cualidad que es muy importante y la cual siem-
pre nos indica si estamos envueltos en una relación especial o en
una relación santa. Siempre podemos darnos cuenta por nuestra
actitud hacia otras personas. Si estamos envueltos en una rela-
ción especial, esa relación será exclusiva. No habrá cabida en ella
para nadie más.
Esto significa que si no tengo el 100%, la tapa de mi bote
empezará a aflojarse. Esta es la fuente de todos los celos. La
80
razón por la cual la gente es celosa es porque siente que sus ne-
cesidades especiales, ya no son atendidas como se supone que
deben serlo.
Por lo tanto, si tu amas a alguna otra persona además de
mí, eso significa que voy a recibir menos amor. Para el ego el
amor es cuantitativo. Sólo existe determinada cantidad disponi-
ble así que si amo a éste no puedo amar a aquel otro en la mis-
ma medida.
Para el Espíritu Santo el amor es cualitativo y abarca a to-
dos. Esto no significa que amemos a todo el mundo de la misma
manera; esto no es posible en este mundo. Lo que significa, sin
embargo, es que la fuente de amor es la misma; el amor es el
mismo, pero los medios de expresión serán distintos.
Una relación santa significa que cuando amas a alguien no
excluye el que ames a alguien más; no se hace a expensas de
otro. El amor especial siempre será a expensas de otro. Siempre
será un amor comparativo donde comparas a ciertas personas
con otras; encuentras a algunas deficientes y otras aceptables. Es
así, repito, como puedes determinar cuándo una relación es es-
pecial o santa, según el grado en que excluyes a otras personas.
Así que lo que el mundo llama amor es especialismo y se
caracteriza por la dependencia.
Las relaciones especiales al entregarse en el instante santo
al Espíritu Santo pueden convertirse en lo más sagrado de la Tie-
rra que señalan el camino de retorno al Cielo, eso es la relación
santa.
Una relación santa significa que cuando amas a alguien no
excluye el que ames a alguien más; no se hace a expensas de
otro.
81
Llegado aquí, es interesante señalar dos apuntes que el
Curso hace sobre el amor.
“Mas ve el Amor de Dios en ti y lo verás en todas partes
porque está en todas partes”. “La paz de Dios radica en entender
esto”. “Al desear solo esto, tendrás solo esto, y al dar sólo esto
serás solo esto”.
“Mas no excluyas a nadie de tu amor, o, de lo contrario, es-
tarás ocultando un tenebroso lugar de tu mente donde se le nie-
ga la bienvenida al Espíritu Santo”.
Creer que las relaciones especiales, con un amor especial,
pueden ofrecerte la salvación, es creer que la separación es la
salvación, pues la salvación radica en la perfecta igualdad de la
Expiación.
El Espíritu Santo sabe que nadie es especial. Él percibe que
has entablado relaciones especiales, que Él desea purificar, y no
dejar que destruyas. Ofrécesela y Él puede transformarlas en
santidad.
La relación santa es la expresión del instante santo mien-
tras uno viva en este mundo (T.C.17.V.1.P.402)
Es la relación no santa de antes, pero transformada y vista
con otros ojos.
Esa es la función de tu relación santa, pues lo que uno de
vosotros piense, el otro lo experimentará con él. ¿Qué puede
querer decir esto, sino que tu mente y la mente de tu hermano
son una?
Como dice Jesús en el Curso: “la mente que tú y yo compar-
timos, la compartimos con todos nuestros hermanos, y a medida
que los vemos tal como verdaderamente son, ellos se curan: esto
es la auténtica comunión con el Espíritu Santo.”
82
Las relaciones especiales, repito, al entregárselas al Espíritu
Santo, pueden convertirse en lo más sagrado de la Tierra: en los
milagros que señalan el camino de retorno al Cielo.
Toda relación que el ego entabla es siempre especial. No
está enamorado del otro en absoluto, siempre cree estar enamo-
rado del sacrificio (T.C15.VII.1-7.P-351)
La única relación que tiene significado, es la que Dios creó,
y esa es la que Él tiene contigo.
El instante santo es el recurso que dispone el Espíritu Santo
para protegerte de la culpabilidad que es el verdadero señuelo
de la relación especial.
Es imposible abandonar el pasado sin renunciar a la rela-
ción especial.
Santo hermano mío (nos dice Jesús), quiero formar parte
de todas tus relaciones e interponerme entre tus fantasías y tú.
A través de tu relación santa renacida y bendecida en cada
instante que tú no planees, miles de seres ascenderán hasta el
Cielo junto contigo.
Los sueños felices se vuelven reales, no porque sean sue-
ños, sino únicamente porque son felices y por lo tanto amorosos.
Tu relación se convertirá en el sueño feliz a través del cual
el Espíritu Santo podrá derramar Su Alegría sobre miles y miles
de personas para los que el amor es miedo y no felicidad.
Cuando sientas que la santidad de tu relación se vea ame-
nazada por algo, detente de inmediato y, a pesar del temor que
puedas sentir, ofrécela al Espíritu Santo, tu consentimiento para
que Él cambie ese instante por el instante santo que preferirías
tener. Él jamás dejará de complacer tu ruego.
83
Ante cualquier amenaza en tu relación di:
“Deseo que éste sea un instante para mí, a fin de compar-
tirlo con mi hermano, a quien amo:
Es imposible que se me pueda conceder a mí sin él o a él sin
mí.
Pero nos es totalmente posible compartirlo ahora.
“Elijo por lo tanto, ofrecerle este instante al Espíritu Santo,
para que Su Bendición pueda descender sobre nosotros y man-
tenernos a los dos en paz”
(T.C.18.V.7-2.P.427)
Aunque todo lo que relato es transquición del texto del
Curso, esta, en particular he puesto la “referencia” por si deseas
convertirla en una oración para ti.
En este mundo, el Hijo de Dios, se acerca al máximo a sí
mismo en una relación santa.
Todas las relaciones especiales contienen elementos de
miedo en ellas debido a la culpabilidad. Por eso es por lo que
están sujetas a cambios y variaciones. No se basan exclusivamen-
te en el amor inmutable. Y allí donde el miedo ha hecho acto de
presencia no se puede contar con el amor, pues ha dejado de ser
perfecto.
Ofrece amor, y el amor vendrá a ti porque se siente atraído
por sí mismo. Mas ofrece ataque, y el amor permanecerá oculto,
pues solo puede vivir en paz. Mas yo te aseguro que sin el ego,
todo sería amor.
Siguiendo Sus enseñanzas, todas las relaciones se convier-
ten en lecciones de amor.
84
Todas tus relaciones quedan bendecidas en el instante san-
to porque la bendición es ilimitada.
Es imposible usar una relación a expensas de otra sin sentir
culpabilidad, y es igualmente imposible condenar parte de una
relación y encontrar paz en ella. De acuerdo con las enseñanzas
del Espíritu Santo, todas las relaciones son compromisos totales,
no hay conflicto alguno entre ellas.
La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no
estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se en-
cuentra el amor perfecto. Y así, buscas afuera lo que no se puede
encontrar afuera.
Toda separación desaparece conforme se comparte la san-
tidad, pues la santidad es poder, y cuando se comparte, su fuerza
aumenta.
Cada vez que te enfadas, puedes estar seguro de que has
entablado una relación especial que el ego ha “bendecido”, pues
la ira es su bendición.
La culpabilidad es la única necesidad del ego, y mientras te
sigas identificando con él, la culpabilidad te seguirá atrayendo.
Mas recuerda esto: estar con un cuerpo no es estar en comuni-
cación. Y si crees que lo es, te sentirás culpable con respecto a la
comunicación, y tendrás miedo de oír al Espíritu Santo, al reco-
nocer en Su Voz tu propia necesidad de comunicación. La unión
de los cuerpos se convierte, por lo tanto, en la forma de mante-
ner la separación de las mentes, pues los cuerpos son incapaces
de perdonar. Sólo pueden hacer lo que la mente les ordena.
La función docente del Espíritu Santo consiste en enseñar
que la comunicación es la salvación a aquellos que creen que es
85
condenación. El perdón radica en la comunicación tan inexora-
blemente como la condenación radica en la culpabilidad.
A través del instante santo, es como se logra lo que parece
ser imposible, haciendo que resulte evidente que no lo es. En el
instante santo la culpabilidad no ejerce ninguna atracción, pues-
to que se ha reanudado la comunicación. Y la culpabilidad, cuyo
único propósito es interrumpir la comunicación, no tiene ningún
propósito en él. No hay nada en el instante santo que esté oculto
ni hay en él pensamientos privados. Al estar dispuesto a entablar
comunicación atrae a la comunicación y supera la soledad com-
pletamente.
Escucha gustosamente al Espíritu Santo, y aprende de Él
que no tienes necesidad de relaciones especiales en absoluto. Lo
único que buscas en ellas es aquello que desechaste. Unámonos
para hacer que el instante santo sea lo único que hay, al desear
que sea lo único que hay.
El cuerpo es el símbolo del ego, tal como el ego es el símbo-
lo de la separación. Y ambos no son más que intentos de entor-
pecer la comunicación y, por lo tanto, de imposibilitarla, pues la
comunicación tiene que ser ilimitada para que tenga significado,
ya que si no tuviese significado, te dejaría insatisfecho. La comu-
nicación sigue siendo, sin embargo, el único medio por el que
puedes entablar auténticas relaciones, que al haber sido estable-
cidas por Dios, son ilimitadas.
La relación santa es en todos sus aspectos – comienzo, de-
sarrollo y consumación – lo opuesto a la relación no santa. Con-
suélate con esto: la única fase que es difícil es el comienzo.
Cristo acude a lo que es semejante a Él; a lo que es lo mis-
mo, no a lo que es diferente, pues siempre se siente atraído
86
hacia Sí Mismo. ¿Qué se asemeja más Él que una relación santa?
Y lo que hace que tú te sientas atraído hacia tu hermano, es lo
que hace que Él se sienta atraído hacia ti. Ahí Su dulzura y Su
benévola inocencia están a salvo del ataque.
Y el que se siente atraído hacia Cristo se siente atraído
hacia Dios tan irremediablemente como Cristo y Dios se sienten
atraídos hacia toda relación santa: la morada que ha sido prepa-
rada para Ellos a medida que la Tierra se convierte en Cielo.
Así que resumamos:
Todas las relaciones, todas, para el ego son relaciones es-
peciales. Todas las relaciones, todas, bendecidas por el Espíritu
Santo, en el instante santo, son relaciones santas.
Para el ego hay relaciones especiales de odio y relaciones
de amor especial.
Las relaciones de amor especial – desde la más casual hasta
la más íntima – son intentos de mantener alejados de nuestra
conciencia a la culpa y al odio de nosotros mismos, y evitar de
este modo el agudo dolor que dicha conciencia ocasionaría.
Lo que el mundo llama amor es especialismo y se caracteri-
za por la dependencia.
Para el ego el amor es cuantitativo. Sólo existe determinada
cantidad disponible, así que si amo a éste no puedo amar a aquel
otro en la misma medida.
Para el Espíritu Santo el amor es cualitativo, abarca a todos
y es ilimitado.
Las relaciones especiales al entregarse en el instante santo
al Espíritu Santo, pueden convertirse en lo más sagrado de la Tie-
87
rra, que señalan el camino de retorno al Cielo. Eso es la relación
santa.
Una relación santa significa que cuando amas a alguien no
excluye el que ames a otros, no se hace a expensas de otro.
El Espíritu Santo sabe que nadie es especial. Él percibe que
has entablado relaciones especiales, que, Él desea purificar, y no
dejar que destruyas. Ofréceselas y Él puede transformarlas en
santidad.
En este mundo, el Hijo de Dios, se acerca al máximo a sí
mismo en una relación santa.
La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no
estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se en-
cuentra el amor perfecto. Y así, buscas afuera lo que no se puede
encontrar afuera.
La función docente del Espíritu Santo consiste en enseñar
que la comunicación es la salvación a aquellos que creen que es
condenación. El perdón radica en la comunicación tan inexora-
blemente como la condenación radica en la culpabilidad.
A través del instante santo se reanuda la comunicación y la
culpabilidad no tiene ninguna atracción.
La comunicación sigue siendo, sin embargo, el único medio
por el que puedes entablar auténticas relaciones, que al haber
sido establecidas por Dios, son ilimitadas.
El que se siente atraído hacia Cristo se siente atraído hacia
Dios, tan irremediablemente como Cristo y Dios se sienten atraí-
dos hacia toda relación santa.
La relación santa es la expresión del instante santo mien-
tras uno viva en este mundo.
88
La única relación que tiene significado, es la que Dios creó,
y esa es la que Él tiene contigo.
89
7. Despertar
En un instante, mas en un paréntesis de vacío “parece” que
ocurrió “algo”, que en la eternidad ni siquiera ocurrió, pero el
Hijo de Dios (la mente separada) cayó en un profundo sueño. En-
tonces Dios dijo: “Mi Hijo se ha dormido, hay que despertarlo”…
Y así cuando la mente separada del Hijo de Dios quedó
atrapada en un sueño, Dios nos dio, inmediatamente, Su res-
puesta, con el único medio de Escape, el verdadero Ayudante, Su
Voz, Su Espíritu Santo. Su objetivo es: ayudarnos a escapar del
mundo de los sueños.
Si vivo en ti (dice Jesús), tú estás despierto.
El Hijo de Dios no necesita ser perdonado, sino despertado.
Tomar conciencia de estar despierto.
El sueño del despertar se vuelve fácilmente en realidad,
pues ese sueño refleja tu voluntad unida a la Voluntad de Dios. Y
lo que esta Voluntad dispone es que se haga lo que jamás ha de-
jado de hacerse.
El Espíritu Santo es la llamada a despertar y a regocijarse.
Nuestra jubilosa tarea es la de despertar al mundo a la llamada
de Dios.
En la mente que Dios creó, perfecta como Él Mismo se
adentró un sueño de juicios. Y en ese sueño el Cielo se trocó en
infierno y Dios se convirtió en el enemigo de Su Hijo.
¿Cómo puede despertar el Hijo de Dios de este sueño? Es
un sueño de juicios. Para despertar, por lo tanto, tiene que dejar
de juzgar.
Y tener los sueños felices de perdón del Espíritu Santo. El
cual da paso al mundo real el cual sigue siendo un sueño.
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Estás despierto, pero no lo recuerdas.
Recuerda simplemente que tu mente no existió jamás se-
parada de la Mente de Dios. Acepta totalmente el pensamiento
de que tu mente forma parte de la Mente de Dios, y que ella ex-
presa la totalidad de la mente de Dios. No tienes necesidad de
preocuparte de otra cosa. Y todas las mentes son una en la Men-
te de Dios. La unión y la comunicación es total.
Tú nunca has cambiado. Eres tal como el Padre te ha crea-
do, simplemente no te permites recordarlo.
¿Y a qué se le parece el despertar? Es cuando ves única-
mente a Dios como la Causa y te ves a ti mismo como el efecto
que lo expresa totalmente. Tú ya no sientes más la necesidad de
ver a tu mente como una identidad separada en el interior de la
Mente Global.
Toda clase de miedo se vuelve desconocida. Todo pensa-
miento va acompañado de una alegría desbordante cuando el
Amor viene de nuevo a tu memoria. La conexión que se produce,
y que soli-difica a la mente como una totalidad, es este Amor
mismo. Esta no es la expresión del amor exclusivo que experi-
mentas en tu estado de limitación. Es aquí que Dios Se expresa. Y
Su Amor no hace ninguna distinción.
Tú no tienes que hacer conscientemente nada más que una
sola elección: reconocer tu ser, “despertarte” a la plenitud de tu
mente total. Mientras pareces estar en un estado de ensoñación,
piensas que tienes dos cosas que hacer para poder alcanzar la
plena realización de lo que eres: primero, permitirte pasar más
allá de los límites que te presenta tu ego, y luego, expresar el Ser
que tú eres, el Cristo que eres tú. Pero te digo que no tienes que
91
hacer nada más que lo primero, porque lo segundo se producirá
por si solo mientras esté pasando la primera experiencia.
Permíteme repetirte que tienes sólo una cosa que recordar:
tú ya estás despierto… simplemente rechazas creerlo.
La primera cosa, repito, que hay que reconocer, es que ya
estás Despierto. Pareces no estarlo. La experiencia de sueño de-
ntro de la cual te percibes, te hace creer que no estás Despierto.
Comienza por aceptar totalmente que eres el pensamiento
perfecto de Dios. Puedes decir intelectualmente que compren-
des esto, pero no lo crees. ¿Cómo podrías decir que crees y al
mismo tiempo decir: “lucho para estar despierto”? se trata de
aceptar lo que ya es, y esto no exige ninguna lucha. Esto exige
rendirte, sabiendo firmemente que te abandonas a tu Ser, a la
totalidad del Cristo.
Rendición y resistencia dos términos muy importantes a los
que volveré.
Cuan necesario para todo ello es la eliminación de toda lu-
cha suplementaria.
No puedes ser víctima de nada. Más allá de lo que reconoz-
cas en este momento, tú tienes dentro de ti conciencia clara de
lo que es un sentimiento de paz. Cree en la verdad de esto y to-
marás conciencia. En tu interior, reconoces ya claramente que
tienes el poder de traer la paz a tu experiencia y lo haces. Llama
a este poder y tenle confianza. Tú no eres víctima de ninguna co-
sa. Y no te sugeriría algo que esté fuera de tu alcance. Elige la paz
y permite que así sea.
Recuerda: la paz es todo y es la condición para todo.
Recuerda que tú ya eres un Maestro de Enseñanza, plena-
mente divino, como lo serás siempre. Nadie te enseñará a des-
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pertarte a esto en el futuro porque no hay más que un solo
tiempo – ahora –, y un solo lugar – aquí – donde tú estás presen-
te. El despertar en el futuro es imposible, porque el futuro per-
manece siempre como algo que se encuentra delante de ti.
Solo existe: aquí y ahora.
La evolución por etapas es la perfecta descripción del éxito
supremo del ego. Esto te mantiene dentro de un estado perma-
nente donde tú llegas a creer que hay un objetivo en alguna par-
te, en cambio, si reconoces que eres la creación perfecta del Pa-
dre, no hay hacia donde evolucionar, sino solo acordarte. Y este
recuerdo es instantáneo.
¿Y cuánto tiempo se necesita para alcanzar esto? Eso de-
pende enteramente de ti. Comprende bien que, cuando tú eliges
totalmente la paz, la experiencia de esta paz es instantánea. El
proceso de crear la forma de pensar que elija la paz en toda si-
tuación, continuamente y sin equívoco, tomará tanto tiempo
como tú elijas que tome. La razón para elegir la paz es que la paz
no forma parte de la ilusión. Ella es un reflejo de la Realidad.
Lo que puedo sugerirte es que dejes ir los pensamientos
que no son pacíficos. Eso es todo, sólo déjalos ir. Tú los dejas ir
cuando no los juzgas. Les dejas ir al no resistirlos.
Vosotros estáis despiertos en este momento. La totalidad
de tu ser tiene plena conciencia de quién es ella.
Estamos juntos en este instante, y nos compartimos. Este
compartir no tiene ningún límite.
Tú tienes (nos sigue diciendo Jesús) sólo una responsabili-
dad y esta es ser tu propio Ser y expresar el amor, la paz y la
alegría que son la definición de tu Ser. No hay nadie a tu alrede-
dor ahora, ni lo habrá jamás que acepte algo menos que esto, sin
93
importar cuál sea la expresión consciente o aparente de sus de-
seos.
La naturaleza de Dios, el esquema Real de toda la Creación,
es algo que es armonía, amor y perfección. Pero ese esquema
permanece sólo como una idea mientras no sea experimentado.
Y es a través de ti que esta experiencia se produce. Es cuando tú
estás en el estado donde comprendes quién eres, que todo el
significado de la Creación se expresa. Él se expresa porque es ex-
perimentado. Esta es la razón por la cual te digo que sólo tienes
una sola cosa que hacer: conoce tu Ser. Es en este conocimiento
que harías las experiencias. Es haciendo estas experiencias como
te expresarás. Y lo que expresarás será Dios. Y lo que Dios es, es
Amor.
Puesto que no puedes dejar de enseñar, tu salvación radica
en enseñar exactamente lo opuesto a lo que el ego cree. Así es
como aprenderás la verdad que te hará libre y que te mantendrá
libre a medida que otros la aprendan de ti. La única manera de
tener paz es enseñando paz. Aprendes todo lo que enseñas. Al
enseñarla, no puedes sino aprenderla, pues no puedes enseñar
aquello de lo que todavía te disocias. Sólo así podrás recobrar el
conocimiento que desechaste. Para compartir una idea tienes
primero que disponer de ella. Dicha idea despierta en tu mente
mediante la convicción que nace de enseñarla. Enseña solamen-
te amor, y aprende que el amor es tuyo y que tú eres amor.
Muchas veces has escuchado en tu mente: “Ríndete a
Dios”. Este es el significado de esta frase: ríndete a la identifica-
ción que Dios hace de ti. Conoce tu Ser, y expresarás a Dios.
Mientras más pongas la energía de tu atención y emoción
sobre un punto, más fuerte éste se vuelve.
94
No te sugiero que ignores ni resistas un problema que sien-
tes que tienes. Se trata más bien de seguir un proceso que con-
siste en mirar al problema, permitirle que te hable y pasar a otra
cosa. Puedes comenzar a dejarlo ir si recuerdas quién eres y
abandonas todo el valor que habías dado al miedo subyacente
en él. Tanto la resistencia a un problema como el trabajo que
haces sobre él, aumentan el poder que le das sobre ti. Cuando
eres capaz de mirarlo y dejarlo ir, eso desvanece la ilusión de ser
tu propia víctima y es el reconocimiento de tu Divinidad.
No te resistas a ningún pensamiento ni ningún sentimiento
que venga a ti. Toda resistencia se basa en un juicio pasado don-
de tu decretaste que algo podía causarte daño o temor. Así que
resistirte significa que tú áun tienes esa creencia de que ese te-
mor es real y justificable y merece ser conservado…
Esos pensamientos y sentimientos aparecen para darles
ocasión de hacer nuevas elecciones, de hacer un cambio de pro-
grama en el que se sueltan las ataduras para recuperar la liber-
tad. Recíbelos a todos, simplemente viendo su origen. Los que
vienen de Dios no te hablarán más que de Amor, ya que, como
está claramente dicho en el Curso: “Dios es sólo Amor, por lo
tanto, eso eres tú. Cualquier otro pensamiento sólo esconderá
esta verdad…”
No guardes ni remordimientos, ni culpas por haber tenido
algún día esos temores. Reconoce simplemente que ellos ya no
tienen ningún valor en tu camino actual. No exageres las cosas
cuando los dejes ir, porque eso también les daría una importan-
cia que ellos no merecen. Déjalos simplemente desaparecer.
Déjalos atravesar la luz plena del amor que tú eres verdadera-
mente. Tú puedes hacer esto porque yo (repito, dice Jesús) estoy
siempre allí para ayudar…
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Precisemos las cosas: si la paz es la base de todo lo que
existe en la realidad, ¿cómo puedes sentirte conectado a tu
fuente si no sientes paz? Esta paz no es más que una palabra si
no la dejas pasar a través de ti…
Y como eres la expresión de la Creación, todo debe pasar
por ti para ser real. Tu experiencia de la Creación permanece
bloqueada, mientras no estés dispuesto a dejar que se exprese a
través de ti. ¿Qué es el Amor sino una palabra, a menos que sea
expresado?, ¿y cómo puede ser él expresado, si no es a través de
ti?
La Creación es. Dios es. Tú eres. Pero la conexión de todo lo
que es, permanece bloqueada si tú no reconoces que eres su ca-
nal. Es como el sistema eléctrico de tu casa. Él existe y te rodea,
pero si el interruptor está “apagado”, la corriente no pasa, hay
una resistencia ¿qué puede ser Dios si no es expresado? Y, como
Su Creación perfecta ¿qué puedes ser tú, si te resistes a expre-
sarlo permaneciendo como un circuito apagado? Aquí yace el
proceso de la separación. Es un proceso de resistencia que con-
siste en instalar un corto circuito que resiste a la corriente natu-
ral de Dios.
Es la ilusión de creer que uno ha puesto un interruptor del
circuito entre la Verdad de Dios y lo que pareces experimentar.
Para salir de la ilusión sigues esperando poder irte a alguna parte
de otro mundo. Tú no tienes otro lugar a donde ir. Tú no tienes
que ser diferente. Y no te volverás alguien diferente. Tú recono-
cerás simplemente a la persona que siempre has sido en reali-
dad, y el proceso de regreso a esta realidad se pone en marcha
cuando quitas el interruptor del circuito, y permites a la corriente
que es Dios que se exprese naturalmente y sin interrupción, ya
que tú eres la expresión natural de Su corriente.
96
Por esta razón todo se te presenta bajo el término “Rendi-
ción”. Es tu Ser el que te alienta a dejar que se rinda toda resis-
tencia. Actualmente la mejor manera de que veas esto es rin-
diendo cualquier resistencia a cualquier cosa. Yo te ruego que
me escuches bien cuando te digo que si permites que este pro-
ceso ocurra, abandonando toda resistencia a los pensamientos y
actividades que pasan en ti y a tu alrededor, todas las cosas que
parecen producirse empezarán a tomar una apariencia diferente.
Su apariencia cambiará porque constatarás que al no resistirlas
más, dejarás de juzgarlas. Al hacer esto, te animarás a abrirte
también para que la corriente de el mundo Real se vuelva visible.
Con la desaparición de tus juicios, tus miedos se desvanecerán.
Verás donde se encuentra tu total seguridad.
Esta es la razón (sigue diciendo Jesús) por la que te digo
que sólo tienes una sola cosa que hacer: conoce Tu Ser. Es con
este conocimiento que harás las experiencias. Es haciendo estas
experiencias como te expresarás. Y lo que expresarás será Dios. Y
lo que Dios es, es Amor.
Despiértate para comprender que siempre has sido la ex-
presión de Dios, que siempre has vivido dentro de un estado de
perfecta armonía. No trates de utilizar tu intelecto para com-
prender cómo eso puede parecerte tan real, y sin embargo yo
digo simplemente que es un sueño. No lo entenderás. No te re-
sistas a ello. No trates de escapar a eso. No pienses que pasarás
de un plano al otro muriendo. No existe lugar donde puedas ir.
Estás ahora en Tu hogar. Siempre has estado en tu hogar, y so-
lamente cuando permitas que este reconocimiento amanezca en
tu mente, podrás ver que así es. Verás la gloria de Dios que
siempre ha estado alrededor de ti. Verás el estado de Amor de-
ntro del cual siempre has estado. Pero no lo verás si te resistes a
97
ello o si tratas de hacerlo lo que él es. Simplemente abandona tu
creencia de que no es así.
No hay nada más que hacer.
Te daré (dice Jesús) una pequeña pista: cuando despiertes,
descubrirás que jamás dejaste de ser totalmente amor, y que
jamás has visto que la expresión de un solo aspecto de la Crea-
ción de Dios te diera un mensaje que no estuviera lleno de Amor.
También, cuando buscas lo que tú vas a dejar ir, yo te sugiero es-
to: deja ir lo que viene a tu percepción sin estar lleno de amor,
sin ser representativo de lo que tú eres, sin ser coherente con
quien tú eres. Añado que todas estas cosas son sentimientos de
miedo. Y te digo categóricamente: deja de creer en el miedo, y
no quedará nada que parezca contradecir al Amor.
La expresión de la paz y del amor es la expresión de la
Creación.
El Curso afirma que “el conocimiento no es la motivación
para aprender este curso. La paz lo es.” En otras palabras, la me-
ta del Curso no es el estado del Cielo, donde sólo lo habita el co-
nocimiento. Más bien su meta es lograr que vivamos en este
mundo con nuestras mentes transformadas en un estado de pu-
ro perdón el cual se traduce en un experiencia de paz total.
Esta transformación es lograr lo que el Curso llama “el
mundo real”.
El mundo real es verdaderamente la aceptación de los sue-
ños felices del Espíritu Santo en lugar de las pesadillas del ego.
Acepta el sueño que Él te dio en lugar del tuyo… descansa
en el Espíritu Santo, y permite que Sus dulces sueños reemplacen
a los que soñaste aterrorizado, temiéndole a la muerte.
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El mundo real también es ilusorio, pues corrige lo que
jamás sucedió. Mas es la ilusión que conduce más allá de todas
las ilusiones. Es la señal de que ha llegado el perdón total.
Pero ni siquiera el perdón es el final. El perdón hace que
todo sea bello, pero no puede crear. Es la fuente de la curación:
el emisario del amor, pero no su Fuente. Se te conduce ahí para
que Dios Mismo pueda dar el paso final sin impedimentos, pues
ahí nada se opone al amor, sino que le permite ser lo que es. Un
paso más allá de este santo lugar de perdón, ahí reside la Fuente
de la luz, ahí nada se percibe, se perdona o se transforma, sino
que simplemente se conoce.
Dentro del mundo de la percepción y antes de que el re-
cuerdo de Dios pueda retornar, es necesario ver la Faz de Cristo.
La razón es obvia. Para ver la Faz de Cristo se requiere percep-
ción. La Faz de Cristo es el gran símbolo de perdón. Es la salva-
ción. Es el símbolo del mundo real. El que la ve, deja de ver el
mundo.
El primer advenimiento de Cristo no es más que otro nom-
bre para la creación, pues Cristo es el Hijo de Dios, el segundo
advenimiento de Cristo no significa otra cosa que el fin del domi-
nio del ego y la curación de la mente.
Por lo general, se considera al juicio final como un proceso
que Dios emprendió. Pero en realidad son mis (de Jesús) herma-
nos quienes lo emprenderán como mi ayuda. El juicio final es la
última curación, en vez de un reparto de castigos…
Es esta aceptación de la Realidad, tal como es, lo que des-
hace al error original. Con este reconocimiento, el Hijo despierta
del sueño con estas santas palabras sobre sus labios:
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“Soy el Hijo de Dios, pleno, sano e íntegro, resplandeciente
en el reflejo de Su Amor. En mi Su creación se santifica y se le ga-
rantiza vida eterna. En mí el amor alcanza la perfección, el miedo
es imposible y la dicha se establece sin opuestos. Soy el santo
hogar de Dios Mismo. Soy el Cielo donde Su Amor reside. Soy Su
Santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya
Propia”. (Eso es lo que soy) (LE.P.II.14.1.P.513)
100
101
8. El perdón
Veamos ahora las que denomino las tres “perlas” del Cur-
so: el perdón, la paz y el amor. Son, para mí, las “perlas” de la
gran “Perla” que es en sí el Curso.
El perdón es la condición indispensable para hallar la paz.
El perdón es el recurso de aprendizaje excelso que el Espíri-
tu Santo utiliza para llevar a cabo el cambio en nuestra manera
de pensar. Por el perdón aprendemos a corregir nuestros errores
de percepción, primeramente reconociéndolos y después a pa-
sarlos por alto, es decir, a perdonarlos.
Al mismo tiempo nos perdonamos al mirar más allá de los
conceptos distorsionados que tenemos de nosotros mismos y ver
al ser que Dios creó en nosotros como nosotros.
El perdón es el medio que nos permitirá recordar. Median-
te el perdón cambiamos la manera de pensar del mundo. El
mundo perdonado se convierte en el umbral del Cielo, porque
mediante su misericordia podemos finalmente perdonarnos a
nosotros mismos.
Por el perdón, al olvidar todas nuestras percepciones erró-
neas y al no permitir que nada del pasado nos detenga, podemos
recordar a Dios.
El perdón reconoce que lo que pensaste que tu hermano te
había hecho en realidad nunca ocurrió. El perdón no perdona
pecados, otorgándoles así realidad. Simplemente ve que no hubo
pecado. Y desde este punto de vista todos tus pecados quedan
perdonados. ¿Qué es el pecado sino una idea falsa acerca del
Hijo de Dios? El perdón ve simplemente la falsedad de dicha idea
y, por lo tanto, la descarta. Lo que entonces queda libre para
ocupar su lugar es la Voluntad de Dios.
102
Un pensamiento que no perdona es aquel que emite un jui-
cio que no pone en duda a pesar de que es falso. La mente se ha
cerrado y no puede liberarse.
Un pensamiento que no perdona, hace muchas cosas. Per-
sigue su objetivo frenéticamente, retorciendo y volcando todo
aquello que cree que se interpone en su camino. Su propósito es
distorsionar, lo cual es también el medio por el que procura al-
canzar ese propósito.
El perdón, en cambio, es tranquilo y sosegado, y no hace
nada, no ofende ningún aspecto de la realidad ni busca tergiver-
sarla para que adquiera apariencias que él le gusten.
Simplemente observa, espera y no juzga. El que no perdona
se ve obligado a juzgar, pues tiene que justificar el no haber per-
donado. Pero aquel que ha de perdonarse a sí mismo, debe
aprender darle la bienvenida a la verdad exactamente como ésta
es.
No hagas nada, pues, y deja que el perdón te muestre lo
que debes hacer a través de Aquel que es tu Guía, tu Salvador y
Protector, Quien, lleno de esperanza, está seguro de que final-
mente triunfarás. Él ya te ha personado, pues ésta es la función
que Dios le encomendó. Ahora, tú debes compartir Su función, y
perdonar a aquel que Él ha salvado, cuya inocencia Él ve y a
quien honra como el Hijo de Dios.
Tu perdón es lo que lleva a este mundo de tinieblas a la luz.
Tu perdón es lo que permite reconocer la luz en la que ves. El
perdón es la demostración de que tú eres la luz del mundo. Me-
diante tu perdón vuelves a recordar la verdad acerca de ti. En tu
perdón, por lo tanto, reside tu salvación.
103
“Perdonar es mi función por ser la luz del mundo, cumpliré
mi función para así poder ser feliz”.
“El perdón es la llave de la felicidad”. He aquí la respuesta a
tu búsqueda de paz. La mente que no perdona vive atemorizada.
La mente que no perdona vive atormentada por la duda. La men-
te que no perdona no ve errores, sino pecados. La mente que no
perdona vive desesperada, sin la menor esperanza de que el fu-
turo pueda ofrecerle nada que no sea desesperación.
El perdón es algo que se adquiere, no es algo inherente a la
mente, la cual no puede pecar. Del mismo modo en que el peca-
do es una idea que te enseñaste a ti mismo, así el perdón es algo
que tienes que aprender, no de ti mismo, sino del Maestro que
representa a tu otro ser. A través de Él aprendes a perdonar al
ser que crees haber hecho, y dejas que desaparezca. Así es como
le devuelves tu mente en su totalidad a Aquel que es tu Ser y que
jamás pudo pecar.
La mente que no perdona tiene que aprender, mediante tu
perdón, que se ha salvado del infierno. Y a medida que enseñes
salvación, aprenderás lo que es.
Permite entonces que tu hermano te ofrezca la luz que ves
en él, y deja que tu “enemigo” y tu amigo se unan para bendecir-
te con lo que tú les diste. Ahora eres uno con ellos, tal como ellos
son uno contigo. Ahora te has perdonado a ti mismo.
“El perdón es la llave de la felicidad. Despertaré del sueño
de que soy mortal, falible y lleno de pecado, y sabré que soy el
perfecto Hijo de Dios.”
¿Qué podrías desear que el perdón no pudiese ofrecer-
te?¿Deseas paz? El perdón te la ofrece. ¿Deseas ser feliz, tener
una mente serena, certeza de propósito y una sensación de be-
104
lleza y de ser valioso que transciende el mundo?¿Deseas cuida-
dos y seguridad, y disponer siempre del calor de una protección
segura?¿Deseas una quietud que no pueda ser perturbada?
El perdón te ofrece todo eso y más. El perdón pone un des-
tello de luz en tus ojos al despertar, y te infunde júbilo con el que
hacer frente al día. Acaricia tu frente mientras duermes, y reposa
sobre tus párpados para que no tengas sueños de miedo o de
maldad, de malicia o de ataque. Y cuando despiertas de nuevo,
te ofrece otro día de felicidad y de paz. El perdón te ofrece todo
esto y más.
“El perdón me ofrece todo lo que quiero.
Hoy he aceptado que esto es verdad.
Hoy he recibido los regalos de Dios”.
Repasemos ahora lo que significa “perdonar”, ya que es al-
go que puede tergiversarse muy fácilmente y percibirse como
que entraña un sacrificio de la justa indignación, como una dádi-
va injustificada e inmerecida y como una total negación de la
verdad. Desde esta perspectiva, perdonar no puede sino verse
como una extravagancia.
Esta perspectiva distorsionada de lo que significa perdonar
puede corregirse fácilmente, si puedes aceptar el hecho de que
no se te está pidiendo que perdones lo que es verdad. El perdón
se limita únicamente a lo que es falso. Es irrelevante con respec-
to a todo, excepto con respecto a las ilusiones. La verdad es la
creación de Dios, y perdonar eso no tiene sentido. Todo lo que es
verdad le pertenece a Él, refleja Sus leyes e irradia Su Amor.
¿Puede esto acaso requerir perdón?¿Cómo vas a poder perdonar
lo que es incapaz de pecar y es eternamente bondadoso?
105
La irrealidad del pecado es lo que hace que el perdón sea
algo completamente natural y sano. Un profundo consuelo para
todos aquellos que lo conceden y una silenciosa bendición allí
donde se recibe. Así es, perdona y serás perdonado.
Y el pecado es una irrealidad porque no procede de una
Creación de Dios. El pecado es una ilusión fabricada por la ilusión
que somos en este mundo ilusorio.
El perdón es lo único que representa a la verdad en medio
de las ilusiones del mundo. El perdón ve su insubstancialidad, y
mira más allá de las miles de formas en que pueden presentarse.
Ve las mentiras, pero no se deja engañar por ellas. No hace caso
de los alaridos autoacusadores de los pecadores enloquedidos
por la culpabilidad. Los mira con ojos serenos, y simplemente les
dice: “Hermano mío, lo que crees no es verdad.”
La fuerza del perdón estriba en su honestidad, la cual es tan
incorruptible que ve las ilusiones como ilusiones, y no como la
verdad. Por eso, en presencia de las mentiras, el perdón se con-
vierte en aquello que desengaña; en el gran restaurador de la
simple verdad. Mediante su capacidad de pasar por alto lo que
no existe, le allana el camino a la verdad, la cual había estado
bloqueada por sueños de culpabilidad. Ahora eres libre para re-
correr el camino que al perdonar de verdad se despliega ante ti,
pues si un hermano ha recibido este regalo de tu parte, la puerta
queda abierta para ti.
Hay una manera muy sencilla de encontrar la puerta que
conduce al verdadero perdón y de percibir que está abierta de
par en par en señal de bienvenida. Cuando te sientas tentado de
acusar a alguien de algún pecado, no permitas que tu mente se
detenga a pensar en lo que esa persona hizo, pues eso es enga-
106
ñarse uno a sí mismo. Pregúntate, en cambio: “¿Me acusaría a mí
mismo de eso?”.
Escoge entonces un hermano tal como Él, tu Guía, te indi-
que, y cataloga sus “pecados” uno a uno a medida que crucen tu
mente. Asegúrate de no concentrarte en ninguno de ellos en
particular, antes bien, date cuenta de que estás valiendo de sus
“ofensas” para salvar al mundo de toda idea de pecado. Examina
brevemente todas las cosas negativas que hayas pensado acerca
de él y pregúntate en cada caso: “¿Me condenaría a mí mismo
por haber hecho eso?”
Cuando esto ocurra, permite que tu mente vea más allá de
esa ilusión según repites para tus adentros:
Permítaseme poder percibir el perdón tal como es. ¿Me
acusaría a mí mismo de eso? No me voy a encadenar a mí mismo
de esta manera”.
“Nadie es crucificado solo. Mas, por otra parte, nadie pue-
de entrar en el Cielo solo”.
El perdón es algo que tiene que practicarse, pues el mundo
no puede percibir su significado ni proveer un guía que muestre
su beneficencia. El perdón es algo tan ajeno al mundo como lo es
tu propia realidad. Sin embargo es lo que une a tu mente con la
realidad que mora en ti.
Así ve las ilusiones en tu hermano, y pregúntate a ti mismo:
¿me condenaría a mí mismo por haber hecho esto?
El pecado es el símbolo del ataque. Si lo veo en alguna par-
te, sufriré, pues el perdón es el único medio por el que puedo al-
canzar la Visión de Cristo. Tu impecabilidad, es la mía propia. Has
sido perdonado, y yo junto contigo.
“Sin el perdón aún estaría ciego”.
107
El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya
no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido.
El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin.
“El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación
de pérdida”.
El Plan de Dios para tu salvación no puede cambiar ni fraca-
sar.
¡He aquí la respuesta! ¿Preferirías quedarte afuera cuando
el Cielo en su totalidad te espera adentro? Perdona y serás per-
donado. Tal como des, así recibirás. No hay más plan que éste
para la salvación del Hijo de Dios. Regocijémonos hoy de que así
sea pues la respuesta que aquí se nos da es clara y explícita y su
sencillez hace que sea inmune al engaño. Abre hoy los ojos y
contempla un mundo feliz, donde reinan la paz y la seguridad. El
perdón es el medio por el que este mundo feliz viene a ocupar el
lugar del infierno.
“Perdona y serás perdonado. No hay más plan que este pa-
ra la salvación del Hijo de Dios”.
“Perdona lo que inventaste y te habrás salvado”.
“Tú que quieres la paz, sólo la puedes encontrar perdonan-
do completamente”.
El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único re-
galo que deseo. Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo
doy. Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. Y yo, que quiero
salvarme, la adoptaré para regir mi vida por ella en un mundo
que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la
Expiación para mí mismo.
“El perdón es el único regalo que doy”.
108
El conflicto debe ser resuelto. Si se quiere escapar de él, no
debe evadirse, ignorarse, negarse, encubrirse, verse en otra par-
te, llamarse por otro nombre u ocultarse mediante cualquier cla-
se de engaños. Tiene que verse exactamente como es, allí donde
se cree que está. Padre, el perdón es la luz que Tú elegiste para
que desvaneciese todo conflicto y toda duda, y para que alum-
brase el camino que nos lleva de regreso a Ti.
“El perdón pone fin al sueño de conflicto”.
No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros
que mi Padre me ofrece. Todas las ilusiones son vanas, y los sue-
ños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pen-
samientos basados en percepciones falsas. No dejes que hoy
vuelva a aceptar regalos tan míseros.
“Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga”.
El perdón es el medio a través del cual a la percepción le
llega su fin. El conocimiento es restituido una vez que la percep-
ción ha sido transformada y ha dado paso enteramente a lo que
por siempre ha de estar más allá de su más elevado alcance,
pues las imágenes y los sonidos tan solo pueden servir, en el me-
jor de los casos, para evocar el recuerdo que yace tras todos
ellos. El perdón elimina las distorsiones y revela el altar a la ver-
dad que se hallaba oculto. Sus blancas azucenas refulgen en la
mente, pues ahí, y solo ahí, se restaura la paz interior, al ser la
morada de Dios Mismo.
“El perdón me enseña que todas las mentes están unidas”.
“Dejo que el perdón descanse sobre todas las cosas, pues
de este modo es como se me concederá a mí”.
El perdón es el medio que nos lleva a Dios y que nos permi-
te alcanzarle, mas es algo ajeno a Él. Es imposible concebir que
109
algo creado por Él necesita perdón. El perdón, entonces es una
ilusión, pero debido a su propósito, que es el del Espíritu Santo,
hay algo en ella que hace que sea diferente. A diferencia de las
demás ilusiones, nos aleja del error en vez de acercarnos a Él.
Al perdón podría considerársele una clase de ficción feliz:
una manera en la que los que no saben pueden salvar la brecha
entre su percepción y la verdad. No pueden pasar directamente
de la percepción al conocimiento porque no creen que ésa sea su
voluntad. Esto hace que Dios parezca ser un enemigo en lugar de
lo que realmente es. Y es precisamente esta percepción demente
la que hace que no estén dispuestos a simplemente ascender y
retornar a Él en paz.
Y de este modo, necesitan una ilusión de ayuda porque se
encuentran desvalidos; un Pensamiento de paz porque están en
conflicto. Dios sabe lo que Su Hijo necesita antes de que él se lo
pida. Dios no se ocupa en absoluto de la forma, pero al haber
otorgado el contenido, Su Voluntad es que se comprenda. Y eso
basta. Las formas se adaptan a las necesidades, pero el conteni-
do es inmutable, tan eterno como su Creador.
Elegir el perdón – esta “otra manera de percibir” – es el
medio que el Espíritu Santo utiliza para despertarnos de nuestros
sueños de juicio y de angustia. El perdón también es un sueño
pero un “sueño feliz” que dulcemente salva el abismo entre las
pesadillas del ego y el despertar a la Realidad.
Pues antes del perdón ese sueño es tan temible y tan real
en apariencia que él (el Hijo de Dios) no podría despertar a la
realidad sin verse inundado por el frío sudor del terror y sin dar
gritos de pánico, a menos que un sueño más dulce precediese su
despertar y permitiese que su mente se calmara para poder aco-
ger – no temer – la Voz que con amor lo llama a despertar; un
110
sueño más dulce, en el que su sufrimiento cesa y en el que su
hermano es su amigo. Dios dispuso que su despertar fuese dulce
y jubiloso, y le proporcionó los medios para que pudiese desper-
tar sin miedo.
El objetivo de las enseñanzas del Espíritu Santo es precisa-
mente acabar con los sueños, pues todo sonido e imagen tiene
que transformarse de testigo del miedo en testigo del amor…
Desde el conocimiento, donde Dios lo ubicó, el Espíritu San-
to te exhorta a dejar que el perdón repose sobre tus sueños para
que puedas recobrar la cordura y la paz interior. Sin el perdón,
tus sueños seguirán aterrorizándote, y el recuerdo de todo el
Amor de tu Padre no podrá retornar a tu mente para proclamar
que a los sueños le ha llegado su fin.
Puedes aplazar lo que tienes que hacer y eres capaz de
enormes dilaciones, pero no puedes desvincularte completa-
mente de tu Creador, Quien fija los límites de tu capacidad para
crear falsamente. El Espíritu Santo es este “límite”, pues su pre-
sencia en nuestras mentes asegura que jamás podemos estar to-
talmente locos. La presencia amorosa de Dios asegura que al lle-
gar a cierto punto todo el mundo oirá Su llamada y despertará en
Él. El resultado “es tan seguro como Dios”.
El mecanismo del perdón es el milagro, el cual se define
como la corrección de nuestra manera equivocada de pensar y
percibir; al pasar del juicio, la condenación y los resentimientos
al perdón y a la unión. El milagro no hace nada. Lo único que
hace es deshacer. Y de este modo, cancela la interferencia a lo
que se ha hecho. No añade nada, sino que simplemente elimina.
Y lo que elimina hace mucho que desapareció, pero puesto que
se conserva en la memoria, sus efectos parecen estar teniendo
lugar ahora.
111
Así que el milagro es un cambio de percepción de la mente
errada del ego a la mente correcta del Espíritu Santo, un cambio
que deshace las barreras que nos mantienen separados a unos
de otros y en última instancia de nuestro Creador y Fuente.
El perdón puede ser resumido en tres pasos básicos. El pri-
mer paso deshace la ira proyectada al admitir que el problema
no está fuera de mí; el problema está dentro de mí. El segundo
paso dice que el problema que está dentro de mí es uno que yo
forjé y que ya no quiero. El tercer paso se toma cuando se lo en-
tregamos al Espíritu Santo y Él se hace cargo del mismo.
El perdón es mirar más allá de la oscuridad de tu ataque y
verlo como un pedido de luz. Esta es la visión de Cristo. El rostro
de Cristo es el rostro de la inocencia que vemos en cada uno en
este mundo. Es como una oportunidad que puede utilizar el Espí-
ritu Santo para ayudarnos a vernos sin culpa. La forma cómo mi-
ramos a las personas en nuestras vidas es la forma cómo nos mi-
ramos a nosotros mismos.
Y esta será siempre nuestra eterna elección, como dice el
Curso: “Hermano mío, elige de nuevo”, y la elección siempre es si
perdonamos o no perdonamos.
El perdón a los demás realmente constituye el perdón a no-
sotros mismos, pues es nuestra propia culpa la que vemos en
ellos. Verdaderamente, no perdonamos a los demás por lo que
han pensado o han hecho; nos perdonamos a nosotros mismos
por lo que nosotros hemos pensado o hemos hecho, por eso:
perdona y serás perdonado.
Perdonar a través del Espíritu Santo, consiste simplemente
en mirar más allá del error desde un principio, haciendo que, de
esta manera nunca sea real para ti. Sigue, pues, las enseñanzas
112
de perdón del Espíritu Santo porque el perdón es Su función. Él
sabe cómo llevarlo a cabo perfectamente.
Sea nuestra oración al Padre:
“Perdónanos nuestras ilusiones, Padre, y ayúdanos a acep-
tar nuestra verdadera relación Contigo. En la que no hay ilusio-
nes y en la que jamás puede infiltrarse ninguna. Nuestra Santi-
dad es la Tuya. ¿Qué puede haber en nosotros que necesite
perdón si Tu perdón es perfecto? El sueño del olvido no es más
que nuestra renuencia a recordar Tu perdón y Tu amor. No nos
dejes caer en la tentación, pues la tentación del Hijo de Dios no
es Tu Voluntad. Y déjanos recibir únicamente lo que Tú has dado,
y aceptar sólo eso en las mentes que Tú creaste y que amas.
Amén”.
Tratemos de resumir lo dicho:
El perdón es la condición indispensable para hallar la paz.
El perdón es el recurso de aprendizaje excelso que el Espíri-
tu Santo utiliza para llevar a cabo el cambio en nuestra manera
de pensar.
Por el perdón, al olvidar todas nuestras percepciones erró-
neas y al no permitir que nada del pasado nos detenga, podemos
recordar a Dios.
No hagas nada, pues, y deja que el perdón te muestre lo
que debes hacer a través de Aquel que es tu Guía.
Tu perdón es lo que lleva a este mundo de tinieblas a la
luz.
El perdón es algo que se adquiere. No es algo inherente a la
mente. Es algo que tienes que aprender, no de ti mismo, sino del
Maestro que representa a tu otro Ser.
113
El perdón me ofrece todo lo que quiero. Hoy acepto que es-
to es verdad. Y recibo los regalos de Dios.
Ante la percepción de ver al acto de “perdonar” como algo
tergiversado, como una dádiva injustificada e inmerecida y como
una negación de la verdad, contéstate que se perdona lo que es
falso, no la verdad.
El perdón es lo único que representa a la verdad en medio
de las ilusiones del mundo.
Hay una manera muy sencilla de encontrar la puerta que
conduce al verdadero perdón. Cuando te sientas tentado de acu-
sar… Repite: Permítaseme poder percibir el perdón tal como es.
¿Me acusaría a mí mismo de eso? No me voy a encadenar a mí
mismo de esta manera.
El perdón es algo que tiene que practicarse.
Perdona y serás perdonado. Tal como des, así recibirás. No
hay más plan que éste para la salvación del Hijo de Dios.
El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único que
deseo.
El perdón es el medio a través del cual a la percepción le
llega a su fin.
Dejo que el perdón descanse sobre todas las cosas, pues de
este modo es como se me concederá a mí.
El perdón es el medio que nos lleva a Dios.
El Espíritu Santo te exhorta a dejar que el perdón repose
sobre tus sueños para que puedas recobrar la cordura y la paz
interior.
El mecanismo del perdón es el milagro.
114
Hermano mío, elige de nuevo. Y la elección siempre es si
perdonamos o no.
El perdón a los demás constituye el perdón a nosotros
mismos.
Perdonar a través del Espíritu Santo, consiste simplemente
en mirar más allá del error desde un principio, haciendo que, de
esta manera nunca sea real para ti.
Recuerda que esta sea nuestra oración de perdón al Padre:
“Perdónanos nuestras ilusiones Padre, y ayúdanos a acep-tar nuestra verdadera relación contigo. En la que no hay
ilusiones y en la que jamás puede infiltrarse ninguna…
No nos dejes caer en la tentación, pues la tentación del Hijo de Dios no es Tu Voluntad. Y déjanos recibir única-
mente lo que Tú has dado, y aceptar sólo eso en las mentes que Tú creaste y que amas”. “Amén”.
115
9. La Paz
La Paz de Dios es la condición de todo y la condición para
todo.
En la Paz de Dios fuiste creado. La Paz de Dios fue creada
para ti; tu Creador te la dio y la estableció como su propio regalo
eterno.
El perdón es la condición indispensable para hallar la paz.
La Paz de Dios es la condición para que se haga Su Volun-
tad. Alcanza Su Paz, y le recordarás.
La Paz de Dios no es más que esto: el simple entendimiento
de que Su Voluntad no tiene ningún opuesto.
“La Paz de Dios es la condición del Reino”.
“La Paz es la motivación para aprender este Curso”.
“La Paz es el requisito previo para alcanzar el conocimien-
to”.
“Cuando no estás en Paz ello se debe únicamente a que no
crees que estás en Él.”
“La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la
Paz”.
“La Paz es el patrimonio natural del espíritu”.
“Tú que quieres la Paz sólo la puedes encontrar perdonan-
do completamente”.
“Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En es-
to radica la Paz de Dios”.
¿Qué es la Paz de Dios?
116
Se ha dicho que hay una paz que no es de este mundo.
¿Cómo se puede reconocer?¿Cómo se puede encontrar? Y una
vez que se encuentra, ¿cómo se puede conservar?
¿Cómo se puede reconocer la Paz de Dios? La Paz de Dios
se reconoce al principio sólo por una cosa: desde cualquier punto
de vista es una experiencia radicalmente distinta de cualquier
experiencia previa. No trae a la mente nada que haya sucedido
antes. No evoca nada que se pueda asociar con el pasado. Es al-
go completamente nuevo. Existe ciertamente un contraste entre
esta experiencia y cualquier experiencia del pasado. Pero curio-
samente, no es éste un contraste que esté basado en diferencias
reales.
El pasado sencillamente se desvanece, y la quietud eterna
pasa a ocupar su lugar. Eso es todo. El contraste que se había
percibido al principio sencillamente desaparece. La quietud se ha
extendido para cubrirlo todo.
¿Cómo se encuentra esta quietud? Nadie que busque úni-
camente sus condiciones puede dejar de encontrarla. La Paz de
Dios no puede hacer acto de presencia allí donde hay ira, pues la
ira niega forzosamente la existencia de la paz. Todo aquel que de
alguna manera o en cualquier circunstancia considere que la ira
está justificada, proclama que la paz es una insensatez, y no
podrá por menos que creer que no existe. En esas condiciones
no se puede hallar la Paz de Dios. El perdón es, por lo tanto, la
condición indispensable para hallarla. Lo que es más, donde hay
perdón tiene que haber paz, pues ¿qué otra cosa sino el ataque
conduce a la guerra?¿y qué otra cosa sino la paz es lo opuesto a
la guerra? Aquí el contraste inicial resalta de una manera clara y
evidente. Cuando se halla la paz, no obstante, la guerra deja de
117
tener sentido. Y ahora es el conflicto el que se percibe como in-
existente e irreal.
¿Cómo se conserva la Paz de Dios una vez que se ha encon-
trado? Si la ira retorna, en la forma que sea, el pesado telón vol-
verá a caer una vez más y la creencia de que no es posible que
haya paz inevitablemente regresará. La guerra se volverá a acep-
tar una vez más como la única realidad. Y ahora tendrás que de-
poner tu espada nuevamente, aunque no te hayas dado cuenta
de que la habías vuelto a blandir. Pero al recordar, aunque sólo
sea vagamente, cuán feliz eras sin ella, te darás cuenta de que
debiste haberla vuelto a blandir para defenderte. Detente en-
tonces por un momento y piensa en lo siguiente: ¿prefieres el
conflicto o sería la Paz de Dios una opción mejor? ¿Cuál te aporta
más? Una mente tranquila no es un regalo baladí. ¿No es prefe-
rible vivir a elegir la muerte?
Vivir es júbilo, pero la muerte no es sino llanto. Ves en la
muerte tu escapatoria de lo que has hecho, pero lo que no ves es
que tú mismo inventaste la muerte, la cual no es más que la ilu-
sión de un final. La muerte no puede ser una escapatoria porque
el problema no radica en la vida. La vida no tiene opuesto, pues
es Dios. La vida parece ser lo opuesto a la muerte porque tú has
decidido que la muerte acaba con la vida. Perdona al mundo y
comprenderás que nada que Dios creó puede tener fin, y que
nada que Él no haya creado es real. Con esta frase se resume el
Curso. Con esta frase se le da a las prácticas del mismo el único
objetivo que tienen. Con esta frase se describe el programa de
estudios del Espíritu Santo exactamente como es.
¿Qué es la Paz de Dios? La Paz de Dios no es más que esto:
el simple entendimiento de que Su Voluntad no tiene ningún
opuesto. Ningún pensamiento que contradiga Su Voluntad pue-
118
de ser verdadero. El contraste entre Su Voluntad y la tuya tan
sólo daba la impresión de ser real. En realidad no había conflicto
pues Su Voluntad es la tuya. Ahora la poderosa Voluntad de Dios
Mismo es Su regalo para ti. Él no desea quedarse con Ella sólo
para Sí. ¿Por qué querrías mantener tus insignificantes y frágiles
alucinaciones ocultas de Él? La Voluntad de Dios es una y es lo
único que existe. Ese es tu patrimonio. Todo el universo que se
encuentra más allá del Sol y las estrellas, así como de todos los
pensamientos que puedas concebir, te pertenece. La Paz de Dios
es la condición para que se haga Su Voluntad. Alcanza Su Paz, y le
recordarás.
La Paz de Dios radica en entender esto:
“Mas ve el amor de Dios en ti y lo verás en todas partes
porque está en todas partes”.
“Y tu moras en Paz cuando así lo decides”. “Pero no puedes
morar en paz a menos que aceptes la Expiación, porque la Expia-
ción es el camino que conduce a la paz”.
Cuando un hermano está enfermo es porque no está pi-
diendo paz, y, por lo tanto, no sabe que ya dispone de ella. Acep-
tar la paz es negar lo ilusorio, y la enfermedad es una ilusión”.
“La salvación es para la mente (que es lo que hay que sal-
var), y se alcanza por medio de la paz. Y el amor es la única res-
puesta”.
“El amor brinda paz”.
“La paz es la condición que te permite ser consciente de tu
relación con Dios”.
La paz llegará a través de nosotros. Únete a mí (dice Jesús)
en la idea de la paz, pues las mentes se comunican por medio de
las ideas. Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, en-
119
tenderás lo que es la Conciencia de Ser. Y con ello entenderías el
significado del amor.
Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es.
Aprendes lo que enseñas.
Tu nombre nos une en la unicidad que es nuestra herencia
y nuestra paz. Amén.
La decisión de Juzgar en vez de conocer es lo que nos hace
perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percep-
ción, pero no el conocimiento.
No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que
resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir
juicios de ninguna clase.
Cuando hayas aceptado tu misión de extender paz, hallarás
paz.
¿No sabías que caminé (dice Jesús) con Él en paz? ¿y no
significa eso que la paz nos acompaña durante toda la jornada?
Primero soñarás con la paz, y luego despertarás a ella. Es el
intercambio de las pesadillas por los sueños felices de amor. Los
sueños de amor conducen al conocimiento.
Siempre que crees que sabes, la paz se aleja de ti porque
has abandonado al Maestro de la Paz. Si quieres paz tienes que
abandonar al maestro del ataque. El Maestro de la Paz nunca te
abandonará.
Cuando se está en paz no es necesario estar alerta. El esta-
do de alerta es necesario contra las creencias que no son ciertas,
y el Espíritu Santo nunca lo habría solicitado si tú no hubieses
creído lo falso.
120
Si tuvieras presente lo que el Espíritu Santo te ofrece, no
podrías mantenerte alerta excepto en favor de Dios y de Su Re-
ino. Por eso déjalo todo en manos del Espíritu Santo.
Si la verdad es total, lo que no es verdad no existe. Tu com-
promiso con cualquiera de esas dos posibilidades tiene que ser
total. La verdad y lo falso no pueden coexistir en tu mente sin di-
vidirla. Si no pueden coexistir en paz, y si lo que quieres es estar
en paz, tienes que abandonar por completo y para siempre la
idea de conflicto.
El instante santo es una situación de perfecta paz, debido
simplemente a que la has dejado ser lo que es.
Esta simple cortesía es todo lo que el Espíritu Santo te pide:
Que dejes que la verdad sea lo que es. No intervengas, no la ata-
ques, ni interrumpas su llegada. Deja que envuelva cada situa-
ción y que te brinde paz. Ni siquiera se te pide que tengas fe,
pues la verdad no pide nada. Déjala entrar, y ella invocará la fe
que necesitas para gozar de paz, y se asegurará de que dispongas
de ella. Pero no te alces contra ella, pues no puede hacer acto de
presencia si te opones a ella.
Cuando aceptaste la verdad como el objetivo de tu rela-
ción, te convertiste en un dador de paz tan irremediablemente
como que tu Padre te dio paz, pues el objetivo de la paz no se
puede aceptar sin sus condiciones, y tú tuviste que haber tenido
fe en dicho objetivo, pues nadie acepta lo que no cree que es
real. Tu propósito no ha cambiado ni cambiará jamás, pues acep-
taste lo que nunca puede cambiar. Y ahora no le puedes negar
nada que necesite para ser eternamente inmutable. Y demuestra
que te has elevado muy por encima de cualquier situación que
pudiese detenerte y mantenerte separado de Aquel Cuya llama-
da contestaste.
121
Cuando una situación se ha dedicado completamente a la
verdad, la paz es inevitable. La consecución de ésta es el criterio
por medio del cual se puede determinar con seguridad si dicha
dedicación fue total. Es imposible alcanzar la paz sin tener fe,
pues lo que se le entrega a la verdad para que ésta sea su único
objetivo, se lleva a la verdad mediante la fe.
Si los ataques a tu paz mental se manifiestan en forma de
emociones adversas más generalizadas, tales como depresión,
ansiedad o preocupación, repite esta idea u oración: “Puedo
substituir mis sentimientos de depresión, ansiedad o preocupa-
ción por paz”. Y en forma más generalizada: “Podría ver paz en
lugar de esto”.
Crees ser la morada del mal, de las tinieblas y del pecado.
Piensas que si alguien pudiese ver la verdad acerca de ti, sentiría
tal repulsión que se alejaría de ti como si de una serpiente vene-
nosa se tratase. Estas creencias están tan arraigadas, tan firme-
mente arraigadas en ti que resulta difícil hacerte entender que
no tienen fundamento alguno. Que has cometido errores es ob-
vio. Estos pensamientos no concuerdan con la Voluntad de Dios.
Él no comparte contigo estas extrañas creencias. Esto es suficien-
te para probarte que son erróneas, pero tú no te das cuenta de
ello.
El ser que tú fabricas no es el Hijo de Dios, por lo tanto, no
existe en absoluto. Y todo lo que aparentemente hace o piensa,
carece de significado. No es bueno ni malo. Es simplemente irre-
al, nada más. No batalla con el Hijo de Dios. No le hace daño ni
ataca su paz.
Tu impecabilidad está garantizada por Dios. Esto tiene que
repetirse una y otra vez, hasta que se acepte. Es la verdad. La
salvación requiere que aceptes un solo pensamiento: que eres
122
tal como Dios te creó, y no lo que has hecho de ti mismo. La luz,
la dicha y la paz moran en ti porque ahí las puso Dios.
Por eso repite esta idea u oración:
“La luz, la dicha y la paz moran en mi.
Mi impecabilidad está garantizada por Dios”.
La paz y la dicha de Dios te pertenecen.“Mías son la paz y la
dicha de Dios”. Las aceptamos sabiendo que son nuestras. Y tra-
taremos de entender que estos regalos se multiplican a medida
que los recibimos. No son como los regalos que el mundo da, en
los que el que hace el regalo pierde al darlo, y el que lo recibe se
enriquece a costa de la pérdida del que se lo dio. Esos no son los
regalos, sino regateos que se hacen con la culpabilidad.
Uno de los principales objetivos de aprendizaje del Curso es
invertir tu concepto de lo que es dar, de modo que puedas reci-
bir. Acepta la paz y la dicha de Dios, y aprenderás a ver lo que es
un regalo de otra manera. Los regalos de Dios no disminuyen
cuando se dan. Por el contrario se multiplican. Dar verdadera-
mente equivale a crear.
Acepta Su regalo de dicha y de paz, y Él te dará gracias por
el regalo que le haces.
Piensa en aquellos hermanos a quienes les has negado la
paz y la dicha a las que tienen derecho de acuerdo con las equi-
tativas leyes de Dios. Al negárselas a ellos, fue cuando te las ne-
gaste a ti mismo.
Piensa en tus “enemigos” por un rato y diles:
“Hermano, te ofrezco paz y dicha
para que la paz y la dicha de Dios sean mías”
123
“Deseo la paz de Dios”. Decir estas palabras no es nada. Pe-
ro decirlas de corazón lo es todo. Si pudieras decirlas de corazón,
aunque sólo fuera por un instante, jamás volverías a sentir pesar
alguno, en ningún lugar o momento. Recobrarías plena concien-
cia del Cielo, el recuerdo de Dios quedaría completamente reins-
taurado y la resurrección de toda la creación plenamente reco-
nocida.
No hay nadie que pueda decir estas palabras de todo co-
razón y no curarse. Ya no podría entretenerse con sueños o creer
que él mismo es un sueño. No podría inventar un infierno y creer
que es real. Desea la Paz de Dios, y se le concede. Eso es todo lo
que desea y todo lo que recibirá. Son muchos los que han dicho
estas palabras, pero ciertamente son muy pocos los que las han
dicho de todo corazón.
La mente que desea la paz de todo corazón debe unirse a
otras mentes, pues así es como se alcanza la paz.
Nadie que realmente busque la Paz de Dios puede dejar de
hallarla, pues lo único que pide es dejar de engañarse a sí mismo,
al negarse lo que la Voluntad de Dios dispone.
La paz fue creada para ti; tu Creador te la dio y la estableció
como Su propio regalo eterno. ¿Cómo ibas a poder fracasar
cuando tan sólo estás pidiendo lo que Él dispone para ti?
“Deseo la Paz de Dios”
Tu paz me rodea, Padre. Dondequiera que voy, tu paz me
acompaña y derrama su luz sobre todo aquel con quien me en-
cuentro. Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se sien-
te solo y al que tiene miedo. Se la ofrezco a los que sufren, a los
que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser
infelices y haber perdido toda esperanza, pues quiero salvar a Tu
124
Hijo, tal como dispone Tu Voluntad, para poder llegar a recono-
cer mi Ser.
Y así caminamos en paz, transmitiendo al mundo entero el
mensaje que hemos recibido.
“Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo”.
No me parece que pueda elegir experimentar únicamente
paz hoy. Sin embargo, mi Dios asegura que Su Hijo es como Él.
Que pueda hoy tener fe en Aquel que afirma que soy el Hijo de
Dios. Y que la paz que hoy elijo experimentar dé fe de la verdad
de Sus Palabras. El Hijo de Dios no puede sino estar libre de pre-
ocupaciones y morar eternamente en la Paz del Cielo.
“Elijo pasar este día en perfecta Paz”.
“La Paz de Dios refulge en mi ahora”. ¿Por qué esperar al
Cielo? Los que buscan la luz están simplemente cubriendo los
ojos. La luz está en ellos. La iluminación es simplemente un reco-
nocimiento, no un cambio.
Esta luz no se puede perder. No es difícil mirar en nuestro
interior, pues ahí nace toda visión. Ahí comienza la percepción y
ahí termina. No tiene otra fuente que ésta.
La Paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se ex-
tiende por todo el mundo.
Siéntate en silencio y cierra los ojos. La luz en tu interior es
suficiente. Sólo ella puede concederte el don de la visión. Ciérra-
te al mundo exterior, y dale alas a tus pensamientos para que
lleguen hasta la paz que yace dentro de ti. Ellos conocen el cami-
no.
“La Paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas
refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con
125
la luz que mora en mí”.
“No hay más paz que la Paz de Dios”. Deja de buscar. No
hallarás otra paz, que la Paz de Dios. Acepta este hecho y te evi-
tarás la agonía de sufrir aún más amargos desengaños.
No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor, fe-
licidad y vida eterna en una paz que no tiene fin. pide esto, y solo
puedes ganar. Pedir lo que ya tienes te lleva al éxito.
¿Qué función tiene el perdón? En realidad no tienen ningu-
na, ni hace nada, pues es desconocido en el Cielo. Es sólo en el
infierno donde se le necesita y donde tiene una formidable fun-
ción que desempeñar. ¿No es acaso un propósito loable ayudar
al bienamado Hijo de Dios a escapar de los sueños de maldad,
que aunque son sólo fabricaciones suyas, él cree que son reales?
No hay más paz que la paz de Dios porque Él solo tiene un
Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Volun-
tad de Su padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de
Él.
La paz es el puente que todos habrán de cruzar para dejar
atrás este mundo. Pero se empieza a tener paz en él cuando se
le percibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce
hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas.
Nos encontramos muy cerca de nuestro hogar, y nos acer-
camos aún más a él cada vez que decimos:
“No hay más paz que la Paz de Dios,
y estoy contento y agradecido de que así sea”.
“Mi corazón late en la Paz de Dios”. Lo que me rodea es la
vida que Dios creó en Su Amor. Me llama con cada latido, con
cada acción y con cada pensamiento. La paz llena mi corazón e
126
inunda mi cuerpo con el propósito del perdón. Ahora mi mente
ha sanado, y se me concede todo lo que necesito para salvar al
mundo. Cada latido de mi corazón me inunda de paz; cada alien-
to me infunde fuerza. Soy un mensajero de Dios, guiado por Su
Voz, apoyado por Su Amor y amparado eternamente en la quie-
tud y en la paz de Sus amorosos Brazos.
“Mi corazón late en la Paz de Dios”.
Padre, al despertar los milagros corrigen mi percepción de
todas las cosas. Y así comienza el día que voy a compartir Conti-
go tal como compartiré la eternidad, pues el tiempo se ha hecho
a un lado hoy. Quiero olvidarme de todo excepto de Tu Amor.
Quiero morar en Ti y no saber nada de ninguna otra ley que no
sea Tu Ley del Amor. Y al llegar la noche, recordaremos única-
mente la Paz de Dios, pues hoy veremos qué clase de paz es la
nuestra, cuando nos olvidamos de todo excepto del Amor de
Dios.
“Hoy me envuelve la Paz de Dios,
y me olvido de todo excepto de Su Amor”.
¿Quién es mi hermano sino Tu santo Hijo. Mas si veo peca-
do en él, proclamo que soy un pecador, en vez de un Hijo de
Dios, y que me encuentro solo y sin amigos en un mundo ate-
rrante. Mas percibirme de esa manera es una decisión que yo
mismo he tomado y puedo, por consiguiente, volverme atrás.
Puedo asimismo ver a mi hermano exento de pecado, y como Tu
Santo Hijo. Y si ésta es la alternativa por la que me decido, veo
mi impecabilidad, a mi eterno Consolador y Amigo junto a mí, y
el camino libre y despejado. Elige, pues, por mí, Padre mío, a
través de Aquel que habla por Ti, pues sólo Él juzga en Tu Nom-
bre.
127
“Mi hermano impecable es mi guía a la paz.
Mi hermano pecador es mi guía al dolor.
Y el que elija ver será el que contemplaré”.
El perdón ve solo impecabilidad, y no juzga. Ésta es la ma-
nera de llegar a Ti. Los juicios me vendan los ojos y me ciegan. El
amor, que aquí se refleja en forma de perdón, me recuerda, por
otra parte, que Tú me has proporcionado un camino para volver
a encontrar Tu paz. Soy redimido cuando elijo seguir ese camino.
Tu no me has dejado desamparado. Dentro de mi yace Tu re-
cuerdo, así como Uno que me conduce hasta él. Padre, hoy quie-
ro oír Tu Voz y encontrar Tu Paz. Pues quiero amar mi propia
Identidad y encontrar en Ella el recuerdo de Ti.
“Los juicios son lo opuesto al amor. De los
juicios procede todo el dolor del mundo,
y del amor, la Paz de Dios”.
Mi unidad con el Cristo me establece como Tu Hijo, más
allá del alcance del tiempo y libre de toda ley, salvo de la Tuya.
No tengo otro ser que el Cristo que vive en mí. No tengo otro
propósito que el Suyo. Y Él es como Su Padre. Por lo tanto, no
puedo sino ser uno contigo, así como con Él. Pues, ¿quién es el
Cristo sino Tu Hijo tal como Tú lo creaste?¿y qué soy yo sino el
Cristo en mí?
“Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros
de nuestro propósito. Su Creador reside en Él,
tal como Él reside en mí”.
¿Por qué debo esperar, Padre mío, para recibir la dicha que
Tú me prometiste? Pues tú mantendrás Tu palabra, que le diste a
Tu Hijo en el exilio. Estoy seguro de que mi tesoro me aguarda y
128
de que sólo tengo que extender la mano para encontrarlo. Inclu-
so ahora mismo mis dedos ya lo están tocando. Está muy cerca.
No es necesario que espere ni un instante más para estar en paz
para siempre. Es a Ti a Quien elijo, y a mi Identidad junto Conti-
go. Tu Hijo quiere ser él mismo, y reconocerte como Su Padre y
Creador, así como su Amor.
“La paz, la dicha y los milagros que otorgaré
cuando acepte la Palabra de Dios son ilimitados.
¿Por qué no aceptarla hoy?”.
Padre, hoy vamos a perdonar Tu mundo y a dejar que la
creación sea Tuya. Hemos entendido todas las cosas errónea-
mente. Pero no hemos podido convertir a los santos Hijos de
Dios en pecadores. Lo que Tú creaste, libre de pecado ha de
permanecer así por siempre jamás. Esa es nuestra condición. Y
nos regocijamos al darnos cuenta de que los errores que hemos
cometido no tienen efectos reales sobre nosotros. El pecado es
imposible, y en este hecho descansa el perdón sobre una base
mucho más sólida que el mundo de sombras que vemos. Ayúda-
nos a perdonar, pues queremos ser redimidos. Ayúdanos a per-
donar, pues queremos estar en paz.
“La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana;
toda aflicción queda reemplazada por la dicha. Las puertas de la
prisión se abren. Y se comprende que todo pecado no es más
que un simple error”.
Padre, Tu Paz es lo que quiero dar, al haberla recibido de Ti.
Yo soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Gran-
des Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturba-
bles. Quiero llegar a ellos en silencio y con certeza, pues en nin-
guna otra parte se puede hallar certeza. Que la paz sea conmigo,
129
así como con el mundo. En la santidad fuimos creados y en la
santidad seguimos. En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha
alguna de pecado. Y con este pensamiento decimos felizmente,
“Amén”.
“Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios.
Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo.
Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz”.
Hagamos algunas reflexiones sobre la paz con Jesús.
La razón para elegir la paz es que ella no es ilusión. Es un
reflejo de la Realidad. Las elecciones que no te dan paz confir-
man la ilusión y mantienen tu atención sobre ella.
Lo que en realidad estás tratando de lograr es un senti-
miento de paz. Te sugiero hacer esto: cuando estés atravesando
cualquier proceso, reconoce que lo atraviesas para llegar a un
estado de paz.
Elige la paz mientras te estás cepillando los dientes. Elige la
paz al contemplar una bella flor. Elige la paz cuando sientas que
alguien mastica en tu nuca.
Hago esto para darme paz. Entonces tendrás consciente-
mente la oportunidad de elegir de nuevo. No tienes que hacer
nada que no te dé paz.
Si tú te permites continuar haciendo lo que no te aporta la
paz, y lo haces con un estado de espíritu sin juzgar, tomarás con-
ciencia del hecho de que la paz se encontraba allí a pesar de to-
do.
En todo lo que hagas, elige la paz.
Comprende bien que, cuando tú eliges totalmente la paz, la
experiencia de esta paz es instantánea. El proceso de crear la
130
forma de pensar que elija la paz en toda situación, continuamen-
te y sin equívoco tomará tanto tiempo como tú elijas que tome.
La razón para elegir la paz es que la paz no forma parte de la ilu-
sión. Ella es un reflejo de la realidad.
El pensamiento se ha vuelto un proceso al cual se ve equi-
vocadamente como sinónimo de conocimiento. Yo insisto en que
se trata de una creencia falsa. El conocimiento no existe más que
por un estado de sentir. Puedes muy fácilmente alcanzar este es-
tado de sentir por el amor en lo que haces. Tienes acceso al sen-
tir. A causa del amor generado por lo que haces.
Así que mi sugerencia simplemente es que se abandonen a
su sentimiento, cualquiera que este sea, abandónense a él, por-
que esa será su comunicación más profunda con el Ser de su Yo.
Los sentimientos que parecen generar temor son abando-
nados más fácilmente si te permites compararlos con los senti-
mientos de paz.
Lo que puedo sugerirte es que dejes ir los pensamientos
que no son pacíficos. Eso es todo. Sólo déjalos ir. Tú los dejas ir
cuando no los juzgas. Los dejas ir al no resistirlos.
Permítete estar en un estado de alegría y sabe que, cuando
estás en este estado, te encuentras dentro de un estado que per-
tenece a Dios. El resto lo seguirá.
Es tu elección de estar en alegría y paz lo que creará un
modo de pensamiento que reflejará alegría y paz. Cuando tu
espíritu esté en un estado de paz perpetua y perfecta, te será
imposible vivir experiencias que no reflejen la paz, la alegría y el
amor. Si cambias el escenario interior cambias el juego externo.
Te voy a dar una pequeña indicación. Te preguntarás con
frecuencia si has recibido bien la respuesta. Formularás la cues-
131
tión preguntándote: “¿Es esta la respuesta que debo oír?” y te
preguntarás si no ha sido dictada por tu ego, o si es más bien la
voz de tu ser unificado. Para saber lo que es, hazte la siguiente
pregunta: “Con esta respuesta ¿estoy más lleno de amor?¿tengo
más paz?¿encontré en ella la alegría? Y así sabrás de donde viene
la respuesta.
Tú tienes sólo una responsabilidad y esta es ser tu propio
ser y expresar el amor, la paz y la alegría que son la definición de
tu Ser.
La culpa y el juicio son como guardias que impiden pasar
por la entrada hacia la paz. Por eso: “Busca tu paz, busca primero
la expresión de tu ser”.
Si la paz es la base de todo lo que existe en la realidad
¿cómo puedes sentirte conectado a tu Fuente si no sientes paz?
Esta paz no es más que una palabra si no la dejas pasar a través
de ti.
Y que sea nuestra oración final de paz:
Espíritu Santo
Te entrego este instante santo.
Sé tú quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, se-guro de que
Tu dirección me brindará paz.
132
133
10. El Amor
La respuesta a la paz es el Amor.
Dios es Amor. Y el Amor que es lo que nos creó es lo que
somos. Somos amor.
“la función del amor es unir todas las cosas en sí misma y
mantenerlas unidas, extendiendo su plenitud.” “La atracción del
amor por el amor sigue siendo irresistible”.
“El amor siempre conduce al amor”.
“Si amarse uno a sí mismo significa curarse a sí mismo, los
que están enfermos no se aman a sí mismos”.
“El mensaje de la crucifixión en inequívoco: enseña sola-
mente amor pues eso es lo que eres”.
“Mas ve el amor de Dios en ti y lo verás en todas partes
porque está en todas partes.” “La Paz de Dios radica en entender
esto”. “Al desear sólo esto, tendrás solo esto, y al dar sólo esto,
serás solo esto”.
El Amor de Dios está en ti. Búscalo y lo encontrarás. En el
Cielo el Amor es lo mismo que la unión.
Aquí, donde en lugar del Amor se acepta la ilusión del
amor, el amor se percibe como separación y exclusión.
La única emoción en que la substitución es imposible es el
Amor.
El Amor aflorará de inmediato en cualquier mente que de
verdad lo desee, pero tiene que desearlo de verdad.
El único estado de plenitud posible es el de amor.
Siempre que no te sientes completamente dichoso es por-
que has reaccionado sin amor ante una de las creaciones de
134
Dios, no estoy en paz, debo haber decidido equivocadamente. Yo
mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra. Quiero
tomar otra porque deseo estar en paz. No me siento culpable
porque el Espíritu Santo, si se lo permito, anulará todas las con-
secuencias de mi decisión equivocada.
Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios
por mí. Espíritu Santo decide en favor de Dios por mí.
Y allí llega la paz. Y donde hay paz allí está el amor.
Crear es amar. El hecho de que Dios es Amor no requiere
que se cree en ello pero si requiere aceptación.
Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más.
Ofrece amor, y el amor vendrá a ti porque se siente atraído
por sí mismo. Mas ofrece ataque y el amor permanecerá oculto,
pues solo puede vivir en paz. Y allí donde no hay sacrificio allí
está el amor.
El amor no es una ilusión es un hecho.
El Espíritu Santo es el puente que conduce hasta Él.
Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de
amor. El verdadero milagro es el amor que los inspira. En este
sentido todo lo que procede del amor es un milagro.
La oración es el vehículo de los milagros. Es el medio de
comunicación entre lo creado y el Creador. Por medio de la ora-
ción se recibe amor, y por medio de los milagros se expresa
amor.
El milagro es un servicio. Es el máximo servicio que le pue-
des prestar a otro. Es una manera de amar al prójimo como a ti
mismo, en la que reconoces simultáneamente tu propia valía y la
de él.
135
Los milagros te honran porque eres digno de ser amado.
Desvanecen las ilusiones que albergas acerca de ti mismo y per-
ciben la luz en ti. De esta forma, al liberarte de tus pesadillas, ex-
pían tus errores. Al liberar a tu mente de la prisión de tus ilusio-
nes, te restaura la cordura.
Los milagros son expresiones de amor, pero puede que no
siempre tengan efectos observables.
Si una mente percibe sin amor, percibe tan sólo un ar-
mazón vacío y no se da cuenta del espíritu que mora adentro.
En el proceso de separar lo falso de lo verdadero, el milagro
procede de acuerdo con lo siguiente:
“El amor perfecto expulsa el miedo.
Si hay miedo,
es que no hay amor perfecto.
Mas:
Sólo el amor perfecto existe.
Si hay miedo,
éste produce un estado que no existe”.
Cree esto y serás libre. Sólo Dios puede establecer esta so-
lución y esta fe es Su don.
Criatura de Dios, fuiste creado para crear lo bueno, lo her-
moso y lo santo. No te olvides de eso. El Amor de Dios, por un
breve periodo de tiempo, todavía tiene que expresarse de un
cuerpo a otro, ya que la visión es aún muy tenue. El mejor uso
que puedes hacer del cuerpo es utilizarlo para que te ayude a
ampliar tu percepción, de forma que puedas alcanzar la verdade-
ra visión de la que el ojo físico es incapaz. Aprender a hacer esto
es la única utilidad real del cuerpo.
136
El principio era el amor y la Expiación fue un acto de amor.
Es esencial recordar que sólo la mente puede crear, y que la
corrección sólo puede tener lugar en el nivel de pensamiento. El
espíritu ya es perfecto, y, por lo tanto, no requiere corrección. El
cuerpo no existe, excepto como un recurso de aprendizaje al
servicio de la mente. Este recurso de aprendizaje, de por sí, no
comete errores porque no puede crear. Es obvio, pues, que in-
ducir a la mente a que renuncie a sus creaciones falsas es la úni-
ca aplicación de la capacidad creativa que realmente tiene senti-
do.
Sólo la mente es capaz de iluminación. El espíritu ya está
iluminado, y el cuerpo, de por sí, es demasiado denso.
“Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentan-
do es miedo.
El miedo procede de una falta de amor.
El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.
El amor perfecto es la Expiación”.
El primer paso correctivo para deshacer el error es darse
cuenta, antes de nada, de que todo conflicto es siempre una ex-
presión de miedo. A partir de ahí, todo el proceso correctivo se
reduce a una serie de pasos pragmáticos, que acabamos de des-
arrollar, dentro del proceso más amplio de aceptar que la Expia-
ción es el remedio.
El conflicto es, por lo tanto, entre el amor y el miedo. Todo
intento de resolver el error tratando de dominar el miedo es in-
útil. La verdadera solución descansa enteramente en alcanzar el
dominio por medio del amor. El miedo no es nada realmente y el
amor lo es todo.
137
La creación falsa hizo que esto fuese necesario como recur-
so de corrección. La aseveración: “Porque tanto amó Dios al
mundo que le dio Su unigénito Hijo, para que todo el que crea en
Él no perezca, mas tenga vida eterna”. Necesita (nos dice Jesús)
solamente una leve corrección para que tenga sentido en este
contexto: “se lo dio a Su unigénito Hijo”. Debe observarse con
especial atención que Dios tiene solamente un Hijo. Si todas las
creaciones de Dios son Hijos Suyos, cada una de ellas tiene que
ser parte integral de toda la Filiación. La Filiación, en su Unicidad,
transciende la suma de sus partes.
El conflicto no se puede resolver hasta que todas las partes
de la Filiación hayan retornado. Solo entonces podrá compren-
derse lo que, en el verdadero sentido de la palabra, significa la
plenitud.
Llegados a este punto, es necesario volver a lo que habla-
mos, en su momento, sobre la separación y hacer unas cuantas
reflexiones sobre: espíritu, mente y cuerpo.
Somos espíritu, somos mente, y estamos en un cuerpo,
aunque el cuerpo realmente no existe, excepto como un recurso
de aprendizaje al servicio de la mente.
La mente es muy activa. Cuando elige estar separada, elige
percibir. Hasta ese momento su voluntad es únicamente gozar
de conocimiento. La mente elige dividirse a sí misma cuando eli-
ge inventar sus propios niveles. Pero no puede separarse com-
pletamente del espíritu, ya que de éste es de donde deriva su
poder para fabricar o para crear. La capacidad de percibir hizo
que el cuerpo fuese posible, ya que tienes que percibir algo y
percibirlo con algo.
138
El espíritu, que goza de absoluto conocimiento, no pudo
avenirse a esta pérdida de poder ya que es incapaz de albergar
obscuridad. Esto hizo que el espíritu fuese casi inaccesible a la
mente y completamente inaccesible al cuerpo. A partir de ahí, se
percibió al espíritu como una amenaza, puesto que la luz disipa
la obscuridad al mostrarle simplemente que ésta no se encuen-
tra ahí. La verdad siempre prevalecería sobre el error de este
modo. No puede ser éste un proceso activo de corrección por-
que, el conocimiento no hace nada. Puede ser percibido como un
agresor, pero no puede atacar. Lo que tú percibes como un ata-
que es tu propio vago reconocimiento de que el conocimiento
siempre se puede recordar, al no haber sido jamás destruido.
Dios y Sus creaciones permanecen a salvo, y saben, por lo
tanto, que no existe ninguna creación falsa. La verdad no puede
lidiar con los errores que tú deseas conservar. Yo (nos dice Jesús)
fui un hombre que recordó al espíritu y su conocimiento. Como
hombre no traté de contrarrestar los errores con el conocimien-
to sino de corregir el error de raíz. Demostré tanto la impotencia
del cuerpo como el poder de la mente. Al unir mi voluntad con la
de mi Creador recordé naturalmente al espíritu y su verdadero
propósito.
Yo no puedo unir tu voluntad a la de Dios por ti, pero pue-
do borrar todas las percepciones falsas de tu mente si las pones
bajo mi tutela. Solo tus percepciones falsas se interponen en tu
camino. Sin ellas, no hay duda de la alternativa que elegirías,
pues una percepción sana induce a una elección sana. No puedo
elegir por ti, pero puedo ayudarte a que elijas correctamente.
“Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos” de-
bería rezar: “Todos son llamados pero son pocos los que eligen
escuchar”. Por lo tanto, no eligen correctamente. Los “escogi-
139
dos” son sencillamente los que eligen correctamente más pron-
to.
Las mentes sanas pueden hacer esto ahora, y al hacerlo
hallarán descanso para sus almas. Dios, te conoce sólo en paz, y
ésa es tu única realidad.
Él (Jesús) dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, por
haber hecho esa elección durante su vida. A Él debemos gratitud
eterna, porque de ese modo nos marcó el camino y además nos
confirma que siempre está a nuestro lado.
¿Cuántas veces le hemos dicho no o miramos para otro la-
do?¿Volveremos a hacerlo? Gracias amado Jesús.
Y así nos enseñó: enseña solamente amor pues eso es lo
que eres.
Tú que te identificas con el ego no puedes creer que Dios te
ame. No amas lo que hiciste y lo que hiciste no te ama a ti.
Proyectas sobre el ego tu decisión de estar separado, y esto
entra en conflicto con el amor que, por ser su hacedor, sientes
por él. No hay amor en este mundo que esté exento de esta am-
bivalencia, y puesto que ningún ego ha experimentado amor sin
ambivalencia, el amor es un concepto que está más allá de su en-
tendimiento. El amor aflorará de inmediato en cualquier mente
que de verdad lo desee, pero tiene que desearlo de verdad.
Ninguna fuerza excepto tu propia voluntad es lo suficien-
temente fuerte o digna como para guiarte. En esto eres tan libre
como Dios, y así será eternamente. Pidámosle al Padre en mi
nombre que te mantenga consciente de Su Amor por ti y del tuyo
por Él.
En el lenguaje del ego “tener” y “ser” significan dos cosas
distintas, si bien para el Espíritu Santo son exactamente lo mis-
140
mo. El Espíritu Santo sabe que lo “tienes” todo y que lo “eres”
todo. Por eso es por lo que no hacemos ninguna distinción entre
tener el Reino y ser el Reino de Dios.
A medida que te acercas a un hermano te acercas a mí, y a
medida que te alejas de él, la distancia entre tú y yo aumenta. Y
la salvación es una empresa de colaboración. No la pueden em-
prender con éxito aquellos que se desvinculan de la Filiación
porque al hacer eso se desvinculan de mí. Dios acudirá a ti en la
medida en que se Lo ofrezcas a tus hermanos. Aprende primero
de ellos, y estarás listo para oír a Dios. Eso se debe a que el Amor
sólo tiene una función.
Dios te ofrece a cambio la continuidad de la eternidad
cuando te decidas a hacer este intercambio, reemplazarás, la
crueldad por el amor y el dolor por la paz.
El verdadero significado de la crucifixión radica en la apa-
rente intensidad de la agresión cometida por algunos de los Hijos
Dios contra otro. Esto, por supuesto, es imposible, y se tiene que
entender cabalmente que es imposible. De lo contrario, yo no
puedo servir de modelo para el aprendizaje.
El mensaje de la crucifixión es inequívoco:
“Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres”.
El Espíritu Santo comienza percibiendo tu perfección. Como
sabe que esa perfección es algo que todos comparten, la recono-
ce en otros, y así la refuerza tanto en ti como en ellos. En vez de
ira, esto suscita amor tanto en ellos como en ti porque establece
el estado de inclusión.
Por eso es por lo que debes enseñar solamente una lección.
Si has de verte libre de conflictos, tienes que aprender única-
mente del Espíritu Santo y enseñar únicamente con Él. Tú eres
141
únicamente amor, mas cuando lo niegas, haces de lo que eres
algo que tienes que aprender a recordar. Por eso: “enseña sola-
mente amor, pues eso es lo que eres”.
Puesto que no puedes dejar de enseñar, tu salvación radica
en enseñar lo opuesto a lo que el ego cree. Para poder compartir
una idea tienes primero que disponer de ella. Dicha idea despier-
ta en tu mente mediante la convicción que nace de enseñarla.
Aprendes todo lo que enseñas. Enseña solamente amor, y
aprende que el amor es tuyo y que tú eres amor.
Cuando Dios te creó te hizo parte de Él por eso por lo que
el ataque no tiene cabida dentro del Reino hiciste al ego sin
amor, y, por consiguiente, él no te ama. No puedes permanecer
dentro del Reino sin amor, y puesto que el Reino es amor, crees
estar privado de él.
A tus creaciones les corresponde estar en ti del mismo mo-
do en que a ti te corresponde estar en Dios. Tú eres parte de
Dios, tal como tus hijos son parte de Sus Hijos. Crear es amar. El
amor se extiende hacia afuera simplemente porque no puede ser
contenido.
Yo le di al Reino únicamente amor porque creí que eso era
lo que yo era. Lo que tú crees ser determina los regalos que
haces, y si Dios te creó extendiéndose a Sí Mismo hasta dar lugar
a lo que eres, sólo puedes extenderte a ti mismo tal como Él lo
hizo.
El amor llega libremente a toda la Filiación, al ser lo que la
Filiación es. Cuando despiertas al amor, estás simplemente olvi-
dando lo que no eres, lo cual te capacita para recordar lo que sí
eres.
142
El sanador que no ha sanado desea la gratitud de sus her-
manos, pero él no les está agradecido. Ello se debe a que cree
que les está dando algo y que no está recibiendo algo igualmente
a cambio.
El miedo y el amor fabrican o crean, dependiendo de si es
el ego o el Espíritu Santo el que los engendra o inspira, pero en
cualquier caso retornan a la mente del pensador y afectan la to-
talidad de su percepción. Eso incluye el concepto que tiene de
Dios, de Sus creaciones y de sí mismo. Dicho pensador no apre-
ciará ni a unos ni a otros si los contempla con miedo. Pero los
apreciará a todos si los contempla con amor.
La mente que acepta el ataque es incapaz de amar. Ello se
debe a que cree que puede destruir el amor, lo cual requiere de-
cir, por lo tanto, que no comprende lo que éste es. Si no com-
prende lo que es el amor, no se puede percibir a sí misma como
amorosa.
La mente siempre se reproduce tal como fue producida. El
ego, que es el producto del miedo, reproduce miedo. Le es leal a
éste, y esa lealtad le hace traicionar al amor porque tú eres
amor. El amor es tu poder, que el ego tiene que negar.
Percibe cualquier parte del sistema de pensamiento del ego
como completamente demente, completamente ilusoria y com-
pletamente indeseable, y habrás evaluado correctamente todo el
sistema. Esta corrección te permite percibir cualquier parte de la
creación como completamente perfecta, completamente real y
completamente deseable. Al desear sólo esto, tendrás sólo esto,
y al dar sólo eso, serás solo esto. Las ofrendas que le haces al ego
siempre se experimentan como sacrificios pero las que le haces
al Reino son ofrendas que te haces a ti mismo. Dios siempre las
estimará porque les pertenecen a Sus Hijos amados, y Sus Hijos
143
le pertenecen a Él. Todo poder y gloria son tuyos porque el Reino
es Suyo.
Sin proyección no puede haber ira, pero también es verdad
que sin extensión no puede haber amor. Todo ello refleja una ley
fundamental de la mente y, por consiguiente, una ley que siem-
pre está en vigor. Es la ley mediante la cual creas y mediante la
cual fuiste creado. Es la ley que unifica al Reino y lo conserva en
la Mente de Dios.
Si eres la Voluntad de Dios, y no aceptas Su Voluntad estás
negando la dicha. El milagro es, por lo tanto, una lección acerca
de lo que es la dicha. Por tratarse de una lección acerca de cómo
compartir es una lección de amor, que es a su vez dicha. Todo
milagro es, pues una lección acerca de lo que es la verdad, y al
ofrecer lo que es la verdad estás aprendiendo a distinguir entre
la dicha y el dolor.
El plan de perdón del ego se utiliza mucho más que el de
Dios. Esto se debe a que lo ponen en práctica sanadores que no
han sanado, y pertenece, por lo tanto, al ámbito del ego. Consi-
deremos ahora con más detenimiento al sanador no sanado. Por
definición, está tratando de dar lo que no ha recibido. Si un sa-
nador no sanado es un teólogo, por ejemplo, puede que parta de
la premisa: “soy un miserable pecador, y eso es lo que eres tú
también”. Si es un psicoterapeuta, es más probable que parta de
la creencia igualmente absurda de que el ataque es real tanto
para él como para su paciente, aunque eso es algo que a ninguno
de los dos debiera importar.
Todos los sanadores no sanados siguen de una u otra forma
el plan de perdón del ego.
144
Si la manera de contrarrestar el miedo es reduciendo la im-
portancia de la mente, ¿de qué manera puede esto fortalecer al
ego? Tales obvias incongruencias explican por qué nadie ha sido
capaz todavía de explicar lo que ocurre realmente en la psicote-
rapia. En realidad no ocurre nada.
¿Qué se debe hacer entonces? Cuando Dios dijo: “Que haya
luz”, hubo luz. ¿Puedes acaso encontrar luz analizando la obscu-
ridad, tal como hace el psicoterapeuta, o reconociendo la obscu-
ridad en ti mismo – tal como hace el teólogo – y buscando una
luz distante que la disipe al mismo tiempo que enfatizas lo lejos
que está? La curación no es un misterio. Nada puede cambiar a
menos que se entienda, ya que la luz es entendimiento.
Un terapeuta no cura, sino que deja que la curación ocurra
espontáneamente. Puede señalar la obscuridad, pero no puede
traer luz por su cuenta, pues la luz no es de él. No obstante, al
ser para él, tiene que ser también para su paciente. El Espíritu
Santo es el único Terapeuta. Él hace que la curación sea evidente
en cualquier situación en la que Él es el Guía. Lo único que pue-
des hacer es dejar que Él desempeñe Su función.
La salvación es para la mente, y se alcanza por medio de la
paz. La mente es lo único que se puede salvar, y sólo se puede
salvar a través de la paz. Cualquier otra respuesta que no sea
amor, surge como resultado de una confusión con respecto a
“qué” es la salvación y a “cómo” se alcanza, y el amor es la única
repuesta.
El amor del Espíritu Santo es tu fortaleza, pues el tuyo está
dividido, y, por lo tanto, no es real. No puedes confiar en tu pro-
pio amor cuando lo atacas. No puedes aprender lo que es el
amor perfecto con una mente dividida porque una mente dividi-
da se ha convertido a sí misma en un mal estudiante.
145
Ofrece amor, y el amor vendrá a ti porque se siente atraído
por sí mismo. Mas ofrece ataque, y el amor permanecerá oculto,
pues sólo puede vivir en paz.
El Hijo de Dios se encuentra tan a salvo como Su Padre,
pues el Hijo sabe que su Padre lo protege, y, por lo tanto, no
puede temer. El amor de Su Padre lo mantiene en perfecta paz y,
al no necesitar nada, no pide nada.
Por razón del Amor que tu Padre te profesa, nunca podrás
olvidarte de Él, pues nadie puede olvidar lo que Dios Mismo puso
en su memoria. Puedes negarlo, pero no puedes perderlo.
El mundo irreal es desesperante, pues nunca podrá ser real.
Y tú que compartes el Ser de Dios con Él, nunca podrás sentirte
satisfecho sin la realidad. Lo que Dios no te dio no tiene poder
sobre ti, y la atracción del amor por el amor sigue siendo irresis-
tible. La función del amor es unir todas las cosas en sí mismo, y
mantenerlas unidas extendiendo su plenitud.
Dios te dio el mundo real en amoroso intercambio por el
mundo que tú construiste y que ves. Recíbelo simplemente de la
mano de Cristo y contémplalo. Su realidad hará que todo lo de-
más sea invisible, pues contemplarlo es una percepción total.
Una percepción redimida se convierte fácilmente en conocimien-
to, pues sólo la percepción puede equivocarse y la percepción
nunca existió. Al ser corregido da paso al conocimiento, que es la
única realidad eternamente. La Expiación no es sino el camino de
regreso a lo que nunca se había perdido. El Padre nunca pudo
haber dejado de amar a Su Hijo.
Este mundo es la imagen de la crucifixión del Hijo de Dios. Y
hasta que no te des cuenta de que el Hijo de Dios no puede ser
crucificado, éste sería el mundo que verás. No podrás compren-
146
der esto, no obstante, hasta que aceptes el hecho eterno de que
el Hijo de Dios no es culpable. Él sólo merece amor porque sólo
ha dado amor. No se le puede condenar porque él nunca ha con-
denado. La Expiación es la última elección que necesita aprender
pues le enseña que, puesto que nunca pecó, no tiene necesidad
de salvación.
Libera a otros de la culpabilidad tal como tú quisieras ser li-
berado. Esa es la única manera de mirar en tu interior y ver la luz
del amor refulgiendo con la misma constancia y certeza con la
que Dios Mismo ha amado siempre a Su Hijo. Y con la que Su Hijo
lo ama a Él. En el amor no hay cabida para el miedo, pues el
amor es inocente.
No puedes entablar ninguna relación real con ninguno de
los Hijos de Dios a menos que los ames a todos y que los ames
por igual. El amor no hace excepciones.
Si otorgas tu amor a una sola parte de la Filiación exclusi-
vamente, estarás sembrando culpabilidad en todas tus relaciones
y haciendo que sean irreales. Sólo puedes amar tal como Dios
ama. No intentes amar de forma diferente de cómo Él lo hace,
pues no hay amor aparte del Suyo. Hasta que no reconozcas que
esto es verdad, no tendrás idea de lo que es el amor.
Alabado seas tú que haces que el Padre sea uno con Su
Propio Hijo. Por separado, no somos nada, pero unidos brillamos
con un fulgor tan intenso que ninguno de nosotros por sí solo
podría ni siquiera concebir. Ante el glorioso esplendor del Reino,
la culpabilidad desvanece, y habiéndose transformado en bon-
dad ya nunca volverá a ser lo que antes fue.
El amor siempre producirá expansión. El ego es lo que exige
límites, y éstos presentan sus exigencias de querer empequeñe-
147
cer e incapacitar. Si te limitas a ver a tu hermano como un cuer-
po, que es lo que harás mientras no quieras liberarlo del mismo,
habrás rechazado el regalo que él te puede hacer.
Cuando te parezca ver alguna forma distorsionada del
error original tratando de atemorizarte, di únicamente: “Dios es
Amor y el miedo no forma parte de Él”, y desaparecerá.
El Espíritu Santo no puede castigar el pecado. Reconoce los
errores, y Su deseo es corregirlos tal como Dios le encargó que
hiciese. Pero no conoce el pecado, ni tampoco puede ver errores
que no puedan ser corregidos, pues la idea de un error incorre-
gible no tiene sentido para Él. Lo único que el error pide es co-
rrección, y eso es todo. Lo que pide castigo no está realmente
pidiendo nada. Todo error es necesariamente una petición de
amor. ¿Qué es, entonces, el pecado? ¿Qué otra cosa podría ser
sino una equivocación que quieres mantener oculta, una petición
de ayuda que no quieres que sea oída, y que por lo tanto, se
queda sin contestar?
La única creencia que se mantiene celosamente oculta y
que se defiende aunque no se reconoce, es la fe de ser especial.
Sólo los que creen ser especiales pueden tener enemigos, pues
creen ser diferentes y no iguales. Los que se creen especiales se
ven obligados a defender las ilusiones contra la verdad, pues,
¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra
la Voluntad de Dios? No amas a tu hermano mientras sea eso lo
que defiendes en contra suya. Aquí él no puede sino ser tu ene-
migo, no tu amigo. Jamás podrá haber paz entre los que son dife-
rentes. Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo.
El más santo de todos los lugares de la Tierra es aquel don-
de un viejo odio se ha convertido en un amor presente. No hay
lugar en el Cielo que sea más santo.
148
“Dios es el Amor en el que perdono”. Dios no perdona por-
que nunca ha condenado. Y primero tiene que haber condena-
ción para que el perdón sea necesario. El perdón es la mayor ne-
cesidad de este mundo, y esto se debe a que es un mundo de ilu-
siones. Aquellos que perdonan se liberan a sí mismos de las ilu-
siones, mientras que los que se niegan a hacerlo se atan a ellas.
De la misma manera en que sólo te condenas a ti mismo, de igual
modo, sólo te perdonas a ti mismo.
Pero si bien Dios no perdona, Su Amor es, no obstante, la
base del perdón. El miedo condena y el amor perdona. El perdón,
pues, deshace lo que el miedo ha producido, y lleva de nuevo a la
mente a la conciencia de Dios. Por esta razón, al perdón puede
llamársele verdaderamente salvación. Es el medio a través del
cual desaparecen las ilusiones.
“No puedo ser culpable, porque soy un Hijo de Dios.
Ya he sido perdonado. El miedo no tiene cabida en
una mente que Dios ama. No tengo necesidad de atacar
porque el amor me ha perdonado”.
“Dios es el Amor en el que (te perdono, me perdono) perdono”.
“El Amor de Dios es mi sustento”. He aquí la respuesta a
cualquier problema que se te presente, hoy, mañana o a lo largo
del tiempo. Crees que lo que te sustenta en este mundo es todo
menos Dios. Has depositado tu fe en los símbolos más triviales y
absurdos. Son himnos de alabanza al ego. Sólo el Amor de Dios
te protegerá en toda circunstancia.
No deposites tu fe en ilusiones. Te fallarán. Deposita toda
tu fe en el Amor de Dios en ti: eterno, inmutable y por siempre
indefectible. Tal es el Reino de los Cielos.
149
“El Amor de Dios es mi sustento”.
“El Amor me creó a semejanza de Sí Mismo”. La idea de hoy
es una afirmación exacta y cabal de lo que eres.
Podríamos añadir algunos pensamientos afines: “la Santi-
dad me creó santo”. “La Bondad me creó bondadoso”. “la Asis-
tencia me creó servicial”. “la Perfección me creó perfecto”.
Así estamos tratando de enmendar tu definición de Dios y
de reemplazarla por la Suya.
“El Amor me creó a semejanza de Sí Mismo”.
“El Amor no abriga resentimientos”. Tú, que fuiste creado
por el Amor a semejanza de Sí Mismo, no puedes abrigar resen-
timientos y conocer tu ser. Abrigar resentimientos es olvidarse
de quién eres. Abrigar resentimientos es permitir que el ego go-
bierne tu mente y condenar el cuerpo a morir.
Escindido de tu Ser, el Cual sigue consciente de Su seme-
janza con Su Creador, tu Ser parece dormir, mientras que la par-
te de tu mente que teje ilusiones mientras, duerme, parece estar
despierta. ¿Podría ser todo esto el resultado de abrigar resenti-
mientos? ¡Desde luego que sí! Pues aquel que abriga resenti-
mientos niega haber sido creado por el Amor, y en su sueño de
odio, su Creador se ha vuelto algo temible. ¿Quién podría tener
sueños de odio y no temer a Dios?
Es tan cierto que aquellos que abrigan resentimientos sen-
tirán culpabilidad, como que los que perdonan hallarán la paz. Y
es igualmente cierto que aquellos que abrigan resentimientos se
olvidarán de quienes son, como que los que perdonan lo recor-
darán.
150
“El Amor no abriga resentimientos. Quiere despertar a la
verdad de mi Ser dejando a un lado todos mis resentimientos y
despertando en Él”.
“El amor no abriga resentimientos”.
“Dios, al ser Amor, es también felicidad”. La felicidad es un
atributo del Amor. No se puede separar de él ni experimentarse
donde no está. El amor no tiene límites, al estar en todas partes.
La dicha, por consiguiente, está así mismo en todas partes.
“Dios, al ser Amor, es también felicidad. Tener miedo de Él
es tener miedo de la dicha. Y la felicidad es lo que busco hoy. No
puedo fracasar, pues lo que busco es la verdad”.
“Dios al ser Amor, es también felicidad”.
“No hay otro amor que el de Dios”. Tal vez creas que hay di-
ferentes clases de amor. El amor es uno. No tienes partes sepa-
radas ni grados; no hay diferentes clases de amor ni tampoco di-
ferentes niveles; en él no hay divergencias ni distinciones. Es
igual a sí mismo, sin ningún cambio en ninguna parte de él. Nin-
guna persona o circunstancia puede hacer que cambie. Es el co-
razón de Dios y también el de Su Hijo.
El amor no puede juzgar. No hay otro amor que el de Dios,
y todo amor es de Él. Ningún otro principio puede gobernar allí
donde no hay amor. El amor es una ley que no tiene opuestos.
Invoca a tu Padre con la certeza de que Su Voz te respon-
derá. Él Mismo lo ha prometido, y Él Mismo pondrá una chispa
de verdad en tu mente cada vez que renuncies a una creencia
falsa o a una tenebrosa ilusión de tu realidad y de lo que significa
el amor.
Nos acordaremos de nuestros hermanos en el transcurso
del día, ya que no podemos excluir de nuestro amor a ninguna
151
parte de nosotros si queremos conocer a nuestro Ser. Y cuando
te venga a la mente un hermano, comunícale este mensaje de
parte de tu Ser:
“Te bendigo, hermano, con el Amor de Dios, el cual
quiero compartir contigo, pues quiero aprender
la gozosa lección de que no hay otro amor que
el de Dios, el tuyo, el mío y el de todos”.
“No hay otro amor que el de Dios”.
“Siento el Amor de Dios dentro de mí ahora”. Hay una luz
en ti que el mundo no puede percibir. Y con sus ojos no la podrás
ver, pues estás cegado por Él. No obstante, tienes ojos con los
que poder verla. Está ahí para que la contemples. No se puso en
ti para que se mantuviese oculta de tu vista. Esta luz es un reflejo
del pensamiento con el que practicamos ahora: “Siento el Amor
de Dios dentro de mí ahora: sentir el Amor de Dios dentro de ti
es ver el mundo renovado, radiante de inocencia, lleno de espe-
ranza y bendecido con perfecta caridad y amor.
¿Quién podría sentir temor en un mundo así? Dicho mundo
te da la bienvenida. Te ofrece un hogar cálido y tranquilo. Te
bendice a lo largo del día, y te cuida durante la noche, cual silen-
cioso guardián de tu sueño santo. Éste es el mundo que el Amor
de Dios revela.
Sin embargo, el mundo del odio es igualmente invisible e
inconcebible para aquellos que sienten dentro de sí el Amor de
Dios.
¿Cuál de ellos quieres ver? Eres libre de elegir. Mas debes
conocer la ley que rige toda visión y no dejar que tu mente se ol-
vide de ella: contemplarás aquello que sientas en tu interior. Si el
152
odio encuentra acogida en tu corazón, percibirás un mundo te-
mible, atenazado cruelmente por las huesudas y afiladas garras
de la muerte. Mas si sientes el Amor de Dios dentro de ti, con-
templarás un mundo de misericordia y de Amor.
Hoy pasamos de largo las ilusiones, según intentamos llegar
hasta lo que es verdad en nosotros. Haz simplemente esto: per-
manece muy quedo y deja a un lado todos los pensamientos
acerca de lo que tú eres y de lo que Dios es; todos los conceptos
acerca del mundo y de ti mismo. Vacía tu mente de todo lo que
ella piensa que es verdadero o falso, bueno o malo; de todo pen-
samiento que considere digno, así como de todas las ideas de las
que se siente avergonzado. No conserves nada. No traigas conti-
go ni un solo pensamiento que el pasado te haya enseñado, ni
ninguna creencia que, sea cual sea su procedencia, hayas apren-
dido con anterioridad. Olvídate de este mundo, olvídate de este
Curso, y con las manos completamente vacías, ve a tu Dios.
¿No es acaso Él Quien sabe cómo llegar a ti? Tú no necesi-
tas saber cómo llegar a Él. Tu papel consiste simplemente en
permitir que todos los obstáculos que has interpuesto entre el
Hijo y Dios el Padre sean eliminados silenciosamente para siem-
pre. Dios hará lo que le corresponde hacer en gozosa e inmediata
respuesta. Pide y recibirás. Mas no vengas con exigencias, ni le
señales el camino por donde Él debe aparecer ante ti. La manera
de llegar a Él es simplemente dejando que Él sea lo que es, pues
de esa forma se proclama también tu realidad.
Así pues, hoy no elegiremos el camino, por el que vamos a
Él. Pero sí elegimos dejar que Él venga a nosotros. Y con esta de-
cisión descansamos. Su amor se abrirá paso por su cuenta en
nuestros corazones serenos y en nuestras mentes abiertas. Es
indudable que lo que no ha sido negado se encuentra ahí, si es
153
que es verdad y puede alcanzarse. Dios conoce a Su Hijo y sabe
cómo llegar a Él. No necesita que Su Hijo le muestre el camino. A
través de cada puerta abierta Su amor refulge hacia afuera desde
su hogar interno e ilumina al mundo con inocencia.
“Padre, no sabemos cómo llegar a Ti. Pero te hemos llama-
do y Tú nos has contestado. No interferimos. Los caminos de la
salvación no son nuestros, pues te pertenecen a Ti. Y es a Ti a
donde vamos para encontrarlos. Nuestras manos están abiertas
para recibir tus dones. No tenemos ningún pensamiento que no
pensemos contigo, ni abrigamos creencia alguna con respecto a
lo que somos o a Quien nos creó. Tuyo es el camino que quere-
mos hallar y seguir. Y sólo pedimos que Tu Voluntad, que tam-
bién es la nuestra, se haga en nosotros y en el mundo, para que
éste pase a formar parte del Cielo. Amén.
“Siento el Amor de Dios dentro de mí ahora”.
“El amor es el camino que recorro con gratitud. Para aque-
llos que contemplan el mundo desde una perspectiva errónea, la
gratitud es una es una lección muy difícil de aprender”.
Es absurdo dar gracias por el sufrimiento. Mas es igualmen-
te absurdo no estarle agradecido a uno que te ofrece los medios
por los cuales todo dolor se cura y todo sufrimiento queda re-
emplazado por la risa y la felicidad.
Tu hermano es tu “enemigo” porque lo ves como el rival
de tu paz.
El amor no hace comparaciones. Y la gratitud sólo puede
ser sincera si va acompañada de amor.
Da gracias, por lo tanto, pero con sinceridad. Y deja que en
tu gratitud haya cabida para todos los que han de escapar conti-
go: los enfermos, los débiles, los necesitados y los temerosos, así
154
como los que se lamentan de lo que parece ser una pérdida, los
que sienten un aparente dolor y los que pasan frío o hambre y
caminan por el camino del odio y la senda de la muerte. Todos
ellos te acompañan.
Le damos las gracias a nuestro Padre sólo por una cosa: que
no estamos separados de ninguna cosa viviente, y, por lo tanto,
somos uno con Él.
Permitamos, entonces, que nuestros hermanos reclinen su
fatigada cabeza sobre nuestros hombros y que descansen por un
rato. Damos gracias por ellos.
Recorre, pues, con gratitud el camino del amor. Hoy apren-
demos a pensar en la gratitud en vez de la ira, la malicia y la ven-
ganza.
Nuestra gratitud allanará el camino que nos conduce a Él y
acortará la duración de nuestro aprendizaje mucho más de lo
que jamás podrías haber soñado. La gratitud y el amor van de la
mano, y allí donde uno de ellos se encuentra, el otro no puede
sino estar, pues la gratitud no es sino un aspecto del amor, que
es la Fuente de toda la creación. Dios te da las gracias a ti, Su
Hijo, por ser lo que eres: Su Propia complección y la Fuente del
amor junto con Él. Tu gratitud hacia Él es la misma que la Suya
hacia ti, pues el amor no puede recorrer, ningún camino que no
sea el de la gratitud, y ése es el camino que recorreremos los que
nos encaminamos hacia Dios.
“El amor es el camino que recorro con gratitud”
“Amar a mi Padre es amar a Su Hijo”, que no piense que
puedo encontrar el camino a Dios si abrigo odio en mi corazón.
Que no piense que puedo conocer a mi Padre o a mi Ser, si trato
de hacerle daño al Hijo de Dios. Que no deje de reconocerme a
155
mí mismo, y siga creyendo que mi conciencia puede abarcar lo
que mi Padre es, o que mi mente puede concebir todo el amor
que Él me profesa y el que yo le profeso a Él.
“Amar a mi Padre es amar a Su Hijo”
“El Amor de Dios me rodea”. Padre, estás delante y detrás
de mí, a mi lado, allí donde me veo a mí mismo y dondequiera
que voy. Estás en todo lo que contemplo, en los sonidos que oigo
y en cada mano que busca la mía. En Ti el tiempo desaparece, y
la idea del espacio se vuelve una creencia absurda, pues lo que
rodea a Tu Hijo y lo mantiene a la salvo es el Amor Mismo. No
hay otra fuente que ésa, y no hay nada que no comparta Su San-
tidad, nada que se encuentre aparte de Tu única creación o que
carezca del Amor que envuelve a todas las cosas dentro de Sí.
“El Amor de Dios me rodea”
“Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de
nada”. Padre, hoy quiero que todas las cosas sean como Tú las
creaste y ofrecerle a Tu Hijo el honor que se merece por su im-
pecabilidad; el amor de un hermano hacia su hermano y amigo.
Hoy nos llega una bendición especial de Aquel que es nues-
tro Padre. Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada
hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor.
“Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendrá miedo de
nada”
“Hoy no tendré miedo del amor”. Sólo con que pudiese
comprender esto hoy, el mundo se salvaría, pues es la decisión
de abandonar la locura y aceptarme tal como Dios Mismo, mi
Padre y mi Fuente, me creó. Es la resolución de no seguir dormi-
do en sueños de muerte, mientras la verdad sigue viviendo eter-
namente en el júbilo del amor.
156
Padre, Tu nombre, al igual que el mío, es Amor. Esa es la
verdad.
“Hoy no tendré miedo del amor”
“El miedo ya se acabó y lo único que hay aquí es amor”. El
miedo ya se acabó porque su fuente ha desaparecido, y con ella,
todos sus pensamientos desaparecieron también. El amor sigue
siendo el único estado presente, cuya Fuente está aquí para
siempre.
“El miedo ya se acabó y lo único que hay aquí es amor”
“Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo”. Mi gratitud hace
posible que mi amor sea aceptado sin miedo. Y, de esta manera,
se me restituye por fin mi realidad. El perdón elimina todo cuan-
to se interponía en mi santa visión. Y me aproximo al final de to-
das las jornadas absurdas, las carreras locas y los valores artificia-
les. En su lugar, acepto lo que Dios establece como mío, seguro
de que sólo mediante ello me puedo salvar, y de que atravieso el
miedo para encontrarme con mi amor. Padre, hoy vengo a Ti
porque no quiero seguir otro camino que no sea el Tuyo. Tú
estás a mi lado. Tu camino es seguro.
“Te amo, Padre, y amo también a Tu Hijo”
“Paso este día sin miedo y lleno de amor”. Quiero pasar es-
te día contigo, Padre mío, tal como Tú has dispuesto que deben
ser todos mis días.
Este día lo pasaremos juntos, tú y yo. Y todo el mundo unirá
sus voces a nuestro himno de alegría y gratitud hacia Aquel que
nos brindó la salvación y nos liberó. Hoy el miedo no tiene cabida
en nosotros, pues le hemos dado la bienvenida al amor en nues-
tros corazones.
“Paso este día sin miedo y lleno de amor”
157
“Hoy aprendo la ley del amor: que lo que le doy a mi her-
mano es el regalo que me hago a mí mismo”.
Esta es Tu Ley, Padre mío, no la mía. Al no comprender lo
que significaba dar, procuré quedarme con lo que deseaba sólo
para mí. Y cuando contemplé el tesoro que creía tener, encontré
un lugar vacío en el que nunca hubo nada, en el que no hay nada
ahora y en el que nada habrá jamás. ¿Quién puede compartir un
sueño? ¿Y qué puede ofrecerme una ilusión? Pero aquel a quien
perdone me agasajará con regalos mucho más valiosos que cual-
quier cosa que haya en la Tierra. Permite que mis hermanos re-
dimidos llenen mis arcas con los tesoros del Cielo, que son los
únicos que son reales. Así se cumple la ley del amor. Y así es co-
mo Tu Hijo se eleva y regresa a Ti.
“Hoy aprendo la ley del amor: lo que le doy a mi hermano
es el regalo que me hago a mí mismo”.
“Hoy me envuelve la paz de Dios, y me olvido de todo ex-
cepto de Su Amor”. Padre, al despertar hoy los milagros corrigen
mi percepción de todas las cosas. Quiero olvidarme de todo ex-
cepto de Tu amor. Quiero morar en Ti y no saber nada de ningu-
na otra ley que no sea Tu ley del amor.
Y al llegar la noche, recordaremos únicamente la paz de
Dios, pues hoy veremos qué clase de paz es la nuestra, cuando
nos olvidamos de todo excepto del Amor de Dios.
“Hoy me envuelve la paz de Dios, y me olvido de todo ex-
cepto de Su Amor”.
“Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas
por mí, y que, en lugar de juzgarlas, les conceda a cada una un
milagro de amor”. Así quiero liberar las cosas que veo, conce-
diéndoles la libertad que busco. De esta manera, obedezco la ley
158
del amor, dando lo que quiero encontrar y hacer mío. Ello se me
dará, porque lo he elegido como el regalo que quiero dar. Padre,
Tus regalos son míos. Cada regalo que acepto me concede un mi-
lagro, que puedo dar. Y al dar tal como quiero recibir, compren-
do que Tus milagros de curación me pertenecen.
“Hoy dejo que la visión de Cristo contemple todas las cosas
por mí, y que, en lugar de juzgarlas, les concedo a cada una un
milagro de amor.”
“Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofre-
cerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mun-
do”.
Lo que perdonamos se vuelve parte de nosotros, tal como
nos percibimos a nosotros mismos. Tal como Tú creaste a Tu
Hijo, él encierra dentro de sí todas las cosas. El que yo Te pueda
recordar depende de que lo perdone a él. Lo que él es, no se ve
afectado por sus pensamientos. Pero lo que contempla es el re-
sultado directo de ellos. Así pues, Padre mío, quiero ampararme
en Ti: Sólo tu recuerdo me liberará. Y sólo perdonando puedo
aprender a dejar que tu recuerdo vuelva a mí, y a ofrecérselo al
mundo con agradecimiento.
Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros, estare-
mos en verdad agradecidos, pues conforme lo recordemos, Su
Hijo nos será restituido en la realidad del Amor.
“Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofre-
cerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mun-
do”.
“Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede
todo el dolor del mundo, y del amor, la paz de Dios.” El perdón
ve sólo impecabilidad, y no juzga. Ésta es la manera de llegar a Ti.
159
Los juicios me vendan los ojos y me ciegan. El amor, que aquí se
refleja en forma de perdón, me recuerda, por otra parte, que Tú
me has proporcionado un camino para volver a encontrar Tu paz.
Soy redimido cuando elijo seguir ese camino. Tú no me has deja-
do desamparado. Dentro de mí yace Tu recuerdo, así como Uno
que me conduce hasta Él. Padre, hoy quiero oír Tu Voz y encon-
trar Tu paz, pues quiero amar mi propia Identidad y encontrar en
Ella el recuerdo de Ti.
“Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede
todo el dolor del mundo, y del amor, la paz de Dios.”
Todo pensamiento va acompañado de una alegría desbor-
dante cuando el Amor viene de nuevo a tu memoria. La conexión
que se produce, y que solidifica a la mente como una totalidad,
de este Amor mismo. Esta no es la expresión del amor exclusivo
que experimentas en tu estado de limitación. Es aquí que Dios se
expresa y Su Amor no hace ninguna distinción.
La Voluntad de Dios para ti en este instante y desde siem-
pre, es que experimentes lo que es, que experimentes el Amor y
que seas el Amor, con el conocimiento seguro de estar siendo tú
una extensión de Su perfección. Tú no has hecho estrictamente
nada para cumplir esto que es tu estado de ser natural.
Entre los sentimientos que tienes y que están dentro de la
gama de las emociones, hay uno que no es para nada una emo-
ción. Es el sentimiento del amor. El amor está clasificado muy
erróneamente como una emoción. Las emociones sirven al ego
de manera eficaz. Ellas no sirven al espíritu. Las emociones sur-
gieron como expresiones de las actividades del ego. Hay senti-
mientos que percibes como producidos por tu ego, y los senti-
mientos que percibes como reflejo de tu estado de Ser.
160
Te recuerdo que tú tienes sólo una responsabilidad y esta
es ser tu propio Ser y expresar el amor, la paz y la alegría que son
la definición de tu Ser.
Permítete vivir tu vida simplemente para ser coherente con
la expresión de tu ser, es decir, con la expresión y la encarnación
del amor con el que sabes que te ha creado tu Padre. Es dentro
de este marco de amor que conocerás la paz. Por lo tanto, busca
la paz para comprender el amor. No se trata aquí de una manera
hipotética o intelectual de abordar la cuestión. Es la única mane-
ra que tienes de comprender y de reconocer la respuesta a la
pregunta: “¿Quién soy yo?”.
Permíteme decirte que, básicamente, el Tú que Dios creó
existe única y totalmente en forma de amor. Lo que tú decides
con el poder de este amor constituye tu elección de tener cierta
experiencia. Y cuando esa experiencia te pone en un estado
mental que te lleva a creer que estás separado de Dios, que eres
menos que lo que Dios ha creado, desarrollas un sentimiento de
necesidad. Comienzas entonces a buscar algo para llenar esa ne-
cesidad. Es tu elección. Pero Tú eres Amor, y ahí lo tienes todo.
El mundo que te rodea no es más que un lugar que espera
que proyectes en él tus manifestaciones. Cuando tú le proyectas
los miedos y las dudas, es esto lo que experimentarás. Pero si
permites que la experiencia del Amor se desarrolle en ti, el mun-
do reflejará esta experiencia de Amor.
Nuestro camino intenta sanar la separación. No nos base-
mos en ningún aspecto de la verdad o de la percepción que pue-
dan sernos comunicados en formas que parezcan favorecer cier-
tos juicios y crear sentimientos de separación. Ama a tu hermano
sea lo que sea que él diga. Honra el sentimiento de amor que
está dentro de ti y se expande hacia afuera. Reconoce y abraza el
161
sentimiento de amor que está en él y que va más allá de las fron-
teras y de los límites estrechos que representa la comunicación a
través de palabras.
Las palabras son herramientas de intelecto. Los sentimien-
tos son expresiones de tu espíritu. Permite que las palabras co-
muniquen lo más claramente posible los sentimientos tal como
tú lo sientes. Pero por favor no te ates ni separes por palabras
que tengan un significado diferente para aquellos a quienes ellas
son dirigidas al de quien ellas son ofrecidas.
Si permaneces en su presencia expandiendo el amor de tu
Ser sin que sea necesaria ninguna palabra, es imposible que la
comunicación sea alterada.
No busques los sentidos fundados en la ilusión del miedo
que el mundo parece presentar. Acepta (nos dice Jesús) simple-
mente que mi objetivo consistió, y consiste siempre en expresar
la Verdad de Dios, es decir, que Él es solo amor, y tú también lo
eres (que ese sea siempre nuestro objetivo también).
Permite que el sentimiento del abrazo, del Amor que com-
partimos sea eso con lo que te identificas. Te ruego que no ma-
linterpretes más el mensaje que te ha sido dado, siguiendo los
sentimientos de los demás, basándose en sus imágenes y sus in-
terpretaciones, según lo cual parece que yo fui enviado a la
muerte, para sufrir y liberarte de tus pecados. Estas son percep-
ciones falsas. Comprende el Amor que te tengo. Comprende el
amor que te tengo. Comprende igualmente que yo no podría te-
nerte ese amor si no lo sintiera venir de ti y si yo no supiera que
el Amor es la esencia de tu Ser.
Te preguntas qué es lo que ocurrió con mi cuerpo. Ante to-
do misterio te diré y explicaré lo siguiente. Tu cuerpo y el mío no
162
son nada más que la manifestación de la noción que tiene de él
nuestro espíritu. Llegará un momento en el que este misterio no
existirá más para ti. Cuando tú desees manifestar un cuerpo o
dejarlo que regrese a algo no físico, esto se producirá simple-
mente porque comprenderás que esa es su naturaleza.
Jamás identifiques tu Estado de Ser, con la expresión física.
Verdaderamente, lo que más te ayuda es focalizar tu atención en
experimentar el amor y la alegría que te has negado. Simplemen-
te esto. Ante todo eres amor, paz y alegría.
El amor que está presente en ti es algo maravilloso para
compartir. Compartir este amor es la cosa más significativa que
puedes hacer. Una vez más, se trata de concentrarte en permitir
tu sentimiento. Las palabras pueden ser percibidas de manera
correcta o errónea, pero ellas están siempre en el campo de la
percepción. Cuando te permites estar inmerso plenamente en el
sentimiento de tu Ser, en el sentimiento de amor, ahí es cuando
comunicas a los demás Quién es Dios. Cuando trates de explicar
racionalmente lo que sientes necesidad de hacer, ello es preci-
samente esto: comunicar el Amor de Dios. Esto no se producirá a
través de palabras.
Esto no se produce a través de lo que llamas comprensión o
conocimiento. Esto ocurre sólo cuando te permites ser la expre-
sión de lo que eres, y esto no llega más que a través del senti-
miento. Esto no llega más que cuando reconoces lo que Tú Eres y
cuando tienes plenamente confianza en que tu visión de quién
Tú Eres, es el único medio que puede reavivar la memoria de
cualquiera, sin importar quién sea. Y así puedan ver y sentir que
son Amor, eso es lo que Tú Eres.
Se honran las elecciones que haces dentro de la ilusión por
el valor que tienen para ayudarte a salir de la ilusión. No se trata
163
de un acto de indiferencia o de desinterés. Se trata más de algo
que reconoce lo que es la ilusión por oposición a lo que se sabe
que es Realidad. Yo veo a la Realidad como la extensión de la
Mente y del Amor de Dios. Dentro de esta extensión veo paz,
perfección y armonía.
La “forma” que toma Dios es la forma del Amor. Donde sea
que percibas amor expresado de cierta manera, te reconocerás a
ti mismo como expresión de este Amor de Dios y lo verás mani-
festarse. La forma que ves no tiene ninguna importancia. Sola-
mente lo que sientes en relación a la forma es lo que tiene senti-
do, la extensión del sentimiento en el cual tú te reconoces como
el Amor de Dios.
Precisemos las cosas: si la paz es la base de todo lo que
existe en la realidad, ¿cómo puedes sentirte conectado a tu
Fuente si no sientes paz? Esta paz no es más que una palabra si
no la dejas pasar a través de ti. Tú eres la expresión de la Crea-
ción. Y allí donde está la Paz está el Amor.
Y como eres la expresión de la Creación, todo debe pasar
por ti para ser real. Tu experiencia de la creación permanece
bloqueada, mientras no estés dispuesto a dejar que se exprese a
través de ti. ¿Qué es el Amor, sino una palabra, a menos que sea
expresado? ¿y cómo puede ser él expresado, si no es a través de
ti?
La expresión de la paz y del amor, que es la expresión de la
Creación, tiene numerosas posibilidades, tanto como la expre-
sión de una ilusión. Cuando estás en un estado mental de Reali-
zación, tus elecciones constituyen el movimiento de la creación.
Aquí está el movimiento de la Creación. Consiste en permitirte
entrar en un marco que exprese a Dios. Allí reconocerás tu Ser
como expresión de Dios, y reconocerás que lo que actualmente
164
llamas elecciones son la expresión de la Creación, que se llama
Voluntad de Dios.
Dios no tiene sentido si no es expresado. Tú eres su expre-
sión ahora. Esto ocurre ahora. Si te permites no resistir a ningún
sentimiento, no te resistirás tampoco a éste. Esto es lo que quie-
ro decir cuando te pido que sientas que estás dentro de la co-
rriente, y que reconozcas que la corriente eres tú. Tú eres Amor.
El reconocimiento de tu Ser, que es Amor, se produce
cuando reconoces mi Ser, cuando reconoces el Ser de cada uno
de tus hermanos como una extensión de tu Ser. Cuando enfren-
tas una situación que se presenta ante ti creyendo que ésta se
produce en un espacio que está fuera de ti, estás reconociendo
la separación.
El reino de los Cielos no es un lugar. El Reino de los Cielos
es simplemente el estado mental que reconoce la unidad y la
armonía de la Mente de Dios. Y es dentro de este estado mental
que puedes reconocer a tu hermano.
Os invito a reconocer que en el nivel más amplio de tu Ser,
está eso que se llama comunión. Os invito a saber (nos sigue di-
ciendo Jesús) que yo estoy con vosotros ahora, de una manera
tan plena y total como vosotros os experimentáis unos a otros.
Quiero que sepáis esto, que este sentimiento de comunión se os
haga familiar y que os sintáis bien con él.
La Creación no está dividida. La Creación es la Mente de
Dios, y el concepto de división no existe dentro de Su Mente. No-
sotros somos Uno. Simplemente, os veis erróneamente confina-
dos dentro de una serie de experiencias definidas por sus senti-
dos físicos. Yo os pido que sepáis que no es así. Es sólo un estado
mental el que os confina. Nuestra unión es tan real como cuando
165
extiendo la mano y os toco. ¿Amáis esto que sentís? Sabed que
yo lo amo también.
Vosotros sois tan libres y tan ilimitados como le permitáis
ser a vuestros pensamientos. Vosotros sois esto, mis (sigue, co-
mo siempre, Jesús) maravillosos hermanos. ¡Vosotros y yo, noso-
tros somos uno! No hay que saber nada más allá de lo que voso-
tros sois. Y os recuerdo algo que ya sabéis: vosotros sois el Amor.
Y es el Amor el que terminará por hacer desaparecer sus miedos
y su sentido de límites.
La Mente que mueve Todo lo Que Es, es la fuerza del Amor
incondicional, sin compromiso, que constituye su Ser. Su identi-
dad es inseparable de la vuestra.
¿Qué tan cerca estás de Dios? Estás tan cerca de Dios como
tu deseo de abandonar tu pensamiento erróneo de separación.
Que ésta sea la celebración del nacimiento de Cristo en ti. Expre-
sa tu alegría permitiendo que la naturaleza de tu Ser se vuelva
transparente, expandiendo y experimentando el flujo de Amor
que es Dios y Tú.
Él se expresa porque es experimentado. Esta es la razón por
la cual te digo que sólo tienes una sola cosa que hacer: conoce
Tu Ser. Es con ese conocimiento que harás las experiencias. Es
haciendo estas experiencias como te expresarás. Y lo que expre-
sarás será Dios. Y lo que Dios es, es Amor.
No trates de utilizar tu intelecto para comprender cómo el
mundo puede parecerte tan real, y sin embargo yo digo simple-
mente que es un sueño. No lo entenderás. No te resistas a ello.
No trates de escapar a eso. No existe lugar donde puedas ir.
Estás ahora en Tu hogar. Siempre has estado en Tu hogar, y so-
lamente cuando permitas que este reconocimiento amanezca en
166
tu mente, podrás ver que así es. Verás la gloria de Dios que
siempre ha estado alrededor de ti. Verás el estado de Amor de-
ntro del cual siempre has estado. Pero no lo verás si te resistes a
ello o si tratas de hacerlo lo que él es. Simplemente abandona tu
creencia de que no es así.
No hay nada más que hacer.
Y que sea nuestra oración final:
“Al Espíritu Santo encomendamos nuestros pasos y deci-mos “Amén”. Continuaremos recorriendo Su camino en
paz, confiándole todas las cosas. Y esperaremos Sus res-puestas llenos de confianza, cuando le preguntemos cuál es la Voluntad de Dios en todo lo que hagamos. Él ama al
Hijo de Dios tal como nosotros queremos amarlo. Y nos enseña cómo contemplarlo a través de Sus ojos y a amarlo tal como Él lo ama. No caminas solo. Los ángeles de Dios
revolotean a tu alrededor, muy cerca de ti. Su Amor te ro-dea. Y de esto puedes estar seguro: Yo (Jesús) nunca te de-
jaré desamparado”. “Amén”.
167
IV. La Oración
La oración es el medio de comunicación con Dios. La ora-
ción es el mayor regalo con el que Dios bendijo a Su Hijo cuando
lo creó. Ya era entonces aquello en lo que habría de llegar a ser:
la única voz que el Creador y la creación comparten; el canto que
el Hijo entona al Padre, Quien le devuelve las gracias que el can-
to le brinda. La armonía es perpetua, y perpetua es también la
gozosa concordia de amor que eternamente ambos se profesan
el Uno al Otro y de este modo se extiende la creación. Dios da
gracias a Su extensión en Su Hijo. El Hijo da gracias por su crea-
ción en el canto que entona mientras crea en Nombre de su Pa-
dre. El amor que comparten es lo que toda oración habrá de ser
por toda la eternidad, cuando al tiempo le llegue su fin, porque
así era antes de que el tiempo pareciese existir.
Abandona tus sueños, santo Hijo de Dios, y alzándote tal
como Dios te creó, prescinde de los ídolos y acuérdate de Él. La
oración te sustentará ahora y te bendecirá según eleves tu co-
razón a Él en un canto ascendente que se eleva muy alto, y luego
más alto aún, hasta que tanto lo alto como lo bajo desaparecen.
La fe en tu objetivo crecerá y te apoyará a medida que asciendas
por la luminosa escalera que te lleva a las praderas celestiales y
al umbral de la paz. Pues esto es la oración, y ahí se encuentra la
salvación. Éste es el camino. Éste es el regalo que Dios te hace.
“Padre, quiero unirme a toda Tu Creación en
el canto de la oración a Ti. Un canto de
acción de gracias y de amor”.
168
La oración es un camino que ofrece el Espíritu Santo para
llegar a Dios. No es simplemente una petición o una súplica. No
tendrá éxito hasta que te des cuenta que no pide nada.
Se te ha dicho que le pidas al Espíritu Santo la respuesta a
cualquier problema específico, y que recibirás una respuesta si
tal es tu necesidad. Se te ha dicho también que sólo hay un pro-
blema y sólo una solución. En lo que respecta a la oración, esto
no es contradictorio. Por lo tanto, no es la forma de la petición lo
que importa, ni tampoco cómo se hace. La forma de la respuesta,
si es que procede de Dios, satisfará tu necesidad tal como la per-
cibas. Mas ello es simplemente un eco de la respuesta de Su Voz.
El verdadero sonido es siempre un canto de acción de gracias y
de amor.
No puedes, por lo tanto, pedir el eco. El canto es lo que
constituye el regalo. Con él vienen las resonancias, las armonías,
los ecos, mas todo eso es secundario. En la verdadera oración
sólo escuchas el canto.
El secreto de la verdadera oración es olvidarte de las cosas
que crees que necesitas. Pedir algo específico es igual que ver el
pecado primero y luego perdonarlo. Del mismo modo, al orar pa-
sas por alto tus necesidades específicas tal como las ves, y las de-
jas en Manos de Dios. Ahí se convierten en los regalos que Le
haces, pues Le dicen que no antepondrás otros dioses a Él, ni que
quieres otro amor que el Suyo. ¿Cuál podría ser Su respuesta si-
no tu recuerdo de Él?
Orar es hacerse a un lado; un abandonarse, un momento
de sosegada escucha y amor. No debe confundirse con súplicas
de ninguna clase, ya que es una manera de recordar tu santidad.
¿Por qué habría de suplicar la santidad cuando tiene pleno dere-
cho a todo lo que el Amor ofrece? Y es al Amor a dónde vas
169
cuando oras. La oración es una ofrenda: un renunciar a ti mismo
para ser uno con el Amor. No hay nada que pedir porque no hay
nada más que desear. Esa nada se convierte en el altar de Dios. Y
desaparece en Él.
Éste no es un nivel de oración que todo el mundo pueda al-
canzar por ahora. Aquellos que aún no lo han conseguido necesi-
tan que los ayudes con tus oraciones, porque su pedir no se basa
todavía en la aceptación. El que alguien ayude con sus oraciones
no significa que otro media entre tú y Dios. Pero significa que
otro está a tu lado y te ayuda a elevarte hasta Él. Quien se ha da-
do cuenta de la bondad de Dios, ora sin temor. Y el que ora sin
temor, no puede sino llegar a Él. Por lo tanto, también Él puede
llegar hasta Su Hijo, dondequiera que éste se encuentre, y cual-
quiera que sea la forma que parezca adoptar.
Orar a Cristo en cualquiera es una verdadera oración, por-
que constituye un regalo de agradecimiento a Su Padre. Pedir
que Cristo no sea sino Él mismo no es una súplica. Es un canto de
gratitud por lo que eres. En esto radica el poder de la oración.
Esta oración puede ser compartida porque recibe por todos. Orar
con alguien que sabe que esto es verdad es haber recibido la
respuesta. Tal vez la forma concreta de la solución a un problema
específico se le ocurra a uno de vosotros, no importa a quien de
los dos sea. Tal vez os llegue a ambos, si estáis en una genuina
armonía el uno con el otro. Mas vendría porque os habéis dado
cuenta de que Cristo habita en los dos. Ésa es su única verdad.
La oración no tiene principio ni fin. Es parte de la vida. Pero
sí cambia de forma y crece a medida que uno va aprendiendo,
hasta que alcanza su estado amorfo, y se funde en una comuni-
cación total con Dios. En su aspecto peticionario no necesita ape-
lar a Dios – que de hecho rara vez hace – y ni siquiera entraña
170
creencia alguna en Él. En estos niveles la oración es un simple
desear, que surge de un sentido de carencia y escasez.
La oración es un camino a la verdadera humildad. Y aquí se
eleva lentamente una vez más, y crece en fuerza, amor y santi-
dad. Deja que abandone el suelo desde donde comienza a ele-
varse hacia a Dios, y la verdadera humildad vendrá por fin a
agraciar la mente que pensó que se enfrentaba al mundo sola. La
humildad trae paz porque no afirma que tú debas regir al univer-
so ni juzgar las cosas en función de como tú quisieras que fuesen.
Deja a un lado felizmente todos los insignificantes dioses, no con
resentimiento, sino con honestidad y con el reconocimiento de
que no sirven para nada.
Las ilusiones y la humildad tienen metas tan dispares que
no pueden coexistir, ni compartir una morada donde pudieran
encontrarse. Allí donde una llega, la otra desaparece. Los que
son verdaderamente humildes no tienen otra meta que Dios,
porque no necesitan ídolos, y las defensas no tienen objeto.
Ahora la oración se eleva por encima del mundo de las co-
sas, de los cuerpos, y de los dioses de todo tipo, y por fin puedes
descansar en santidad. La humildad ha venido a enseñarte cómo
entender la gloria que es tuya por ser Hijo de Dios y a reconocer
la arrogancia del pecado. Un sueño ocultaba la faz de Cristo de ti.
Mas ahora puedes contemplar Su impecabilidad. La escalera ha
llegado muy alto. Ya casi estás en el cielo. Es muy poco lo que
queda por aprender antes de que la jornada finalice. Ahora pue-
des decir a todo aquel que venga a unirse contigo en oración:
“No puedo ir sin ti, pues eres parte de mí”
171
Y así es en verdad. Ahora puedes orar sólo por lo que real-
mente compartes con él, pues has comprendido que nunca se
marchó, y que tú, que parecías estar solo, eres uno con él.
Éste es el final de la escalera, pues ya no hay nada más que
aprender. Ahora te encuentras ante el umbral del Cielo, con tu
hermano a tu lado. Los jardines son amplios y serenos, pues ahí
el lugar señalado para el momento en que debías venir ha estado
esperando por ti desde hace mucho. Ahí finaliza el tiempo para
siempre. En ese umbral la eternidad misma se une a ti. La ora-
ción se ha convertido en lo que siempre estuvo destinada a ser,
pues has reconocido al Cristo en ti.
El Curso es enteramente, entre otras cosas, un libro de
Oración, pues ¿no es un medio de comunicación con Dios? El
Curso es un libro lleno de ideas u oraciones para llevar a cabo la
meta del Curso. Meta que no es otra que un cambio de mentali-
dad. Y las ideas del Curso, como decíamos en el Prefacio, son pa-
ra ser usadas, y así cobrarán sentido para ti, y lo que te demos-
trará que son verdad.
Primero perdonas, luego oras y de este modo te curas. El
perdón da alas a la oración para que su ascenso sea fácil y su
progreso veloz.
Testigo del perdón y ayudante en la oración, dadora de la
certeza de que finalmente alcanzarás la meta, eso es la curación.
La oración tiene ayudantes y testigos que hacen más lleva-
dero y seguro el empinado ascenso, aliviando el dolor causado
por el miedo, y ofreciendo consuelo y promesas de esperanza.
El perdón es el aliado de la oración; su hermano en el plan
para tu salvación.
172
La oración es el vehículo de los milagros. Es el medio de
comunicación entre lo creado y Creador. Por medio de la oración
se recibe amor, y por medio de los milagros se expresa amor.
Así que, hagamos un recorrido por algunas de las oraciones
del curso, y tú encontrarás en el Curso un número ilimitado:
“El espíritu está eternamente en estado de gracia.
Tu realidad es únicamente espíritu.
Por lo tanto, estás eternamente en estado de gracia”.
____________________
En el proceso de separar lo falso de lo verdadero, el milagro
procede de acuerdo con lo siguiente:
“El amor perfecto expulsa el miedo.
Si hay miedo,
es que no ha amor perfecto”.
Mas:
“Sólo el amor perfecto existe.
si hay miedo,
Éste produce un estado que no existe”.
Cree esto y serás libre. Sólo Dios puede establecer esta so-
lución, y esta fe es Su don.
____________________
“Estoy aquí únicamente para ser útil.
Estoy aquí en representación de Aquel que me envió.
173
No tengo que preocuparme por lo que debo decir ni por lo
que debo hacer, pues Aquel que me envió, me guiará.
Me siento satisfecho de estar dondequiera que Él desee,
porque sé que Él estará allí conmigo.
Sanaré a medida que le permita enseñarme a sanar”.
____________________
“Me puedes confiar tu cuerpo y tu ego (nos dice Jesús) de-
bido únicamente a que esto te permite desentenderte de ellos y
me deja mostrarte que no son importantes”.
Y recuerda lo siguiente:
“En este mundo no hay por qué tener tribulaciones porque
yo he vencido al mundo. Por eso es por lo que debes estar ani-
mado”.
____________________
“El Reino está perfectamente unido y perfectamente pro-
tegido, y el ego no prevalecerá contra él. Amén”.
____________________
“Los pensamientos se expanden cuando se comparten.
Cuantos más creen en ellos, más poderosos se tornan. Todo es
una idea.
¿Cómo entonces, puede asociarse dar con perder?”
“Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy
en paz. Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar
otra. Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz. No
174
me siento culpable porque el Espíritu Santo, si se lo permito,
anulará todas las consecuencias de mi decisión equivocada.
Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios
por mí”.
Por ello:
“Espíritu Santo, decide en favor de Dios por mí”.
____________________
El mensaje de la crucifixión es inequívoco:
“Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres”.
Estas son las lecciones del Espíritu Santo:
“Para poder tener, da todo a todos”.
“Para tener paz, enseña paz, para así aprender lo que es”.
“Mantente alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino”.
____________________
“Cristo está en mí, y donde Él está, Dios tiene que estar,
pues Cristo es parte de Él”.
____________________
“Puesto que mi voluntad es conocerme a mí mismo, te veo
a ti como el Hijo de Dios y como mi hermano”.
____________________
175
“Por sus frutos los conoceréis, y ellos se conocerán a sí
mismos”.
____________________
“Dios Mismo está incompleto sin mí”.
____________________
“Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi men-
te”.
____________________
“Podría ver paz en lugar de esto”.
____________________
“Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él”.
____________________
“Dios es el Amor en el que perdono”.
____________________
“El Amor de Dios es mi sustento”.
“Yo soy la luz del mundo”.
“El Amor me creó a semejanza de Sí Mismo”.
“El Amor no abriga resentimientos”.
“Dios, al ser Amor, es también felicidad”.
176
“Descanso en Dios”.
“Por la gracia vivo. Por la gracia soy liberado”.
“El Nombre de Dios es mi herencia”.
“Siento el Amor de Dios dentro de mí ahora”.
“El amor es el camino que recorro con gratitud”.
“No hay más paz que la paz de Dios”.
“El Amor, que es lo que me creó, es lo que soy”.
“El Amor de Dios me rodea”.
“El perdón es el único regalo que doy”.
“Gracias Padre por los regalos que me has concedido”.
“Tú que quieres la paz, solo la puedes encontrar perdonan-
do completamente”.
“Perdona y serás perdonado”. “No hay más plan que éste
para la salvación del Hijo de Dios”.
“La función del Amor es unir todas las cosas en sí misma y
mantenerlas unidas, extendiendo su plenitud”.
“La Fuente de la curación se encuentra en nuestra mente
donde Nuestro Padre la ubicó. Sólo necesitamos buscarla y la
hallaremos”.
“Dios es Amor y el miedo no forma parte de Él”.
“Te bendigo, hermano, con el Amor de Dios el cual quiero
compartir contigo, pues quiero aprender la gloriosa lección de
que no hay otro amor que el de Dios, el tuyo, el mío y el de to-
dos”.
“Sana a tus hermanos aceptando simplemente a Dios por
ellos”.
177
“Te estoy enseñando que asocies la infelicidad con el ego y
la felicidad con el espíritu”.
“el Amor siempre conduce al Amor”.
“No soy un cuerpo, soy libre, pues aún soy tal como Dios
me creó”.
“Déjame aquietarme y escuchar la verdad. La verdad corre-
girá todos los errores de mi mente, y descansaré en Aquel que es
mi Ser”.
“Más no excluyas a nadie de tu amor, o, de lo contrario, es-
tarás ocultando un tenebroso lugar de tu mente donde se le nie-
ga la bienvenida al Espíritu Santo”.
“El amor crea amor y nada más que amor”.
“Dios es el Amor en el que Perdono”.
“La Voz de Dios me habla durante todo el día”.
“Padre quiero unirme a toda Tu Creación en el canto de la
oración a Ti. Un canto de acción de gracias y de amor”.
“Descanso en Dios”.
“Hoy pedimos descanso, y una quietud que las apariencias
del mundo no puedan perturbar. Pedimos paz y tranquilidad en
medio de todo el torbellino nacido de sueños conflictivos. Pedi-
mos seguridad y felicidad, aunque lo que parece que vemos es
peligro e infortunio. Y disponemos del pensamiento que respon-
derá a nuestra petición con lo que pedimos”.
“Descanso en Dios”.
“Soy tal como Dios me creó”.
“Su Hijo no puede sufrir y yo soy su Hijo”.
“Soy tal como Dios me creó.
178
Esta idea es suficiente para sanar el pasado y liberar el futu-
ro. Esta idea es suficiente para permitir que el presente se
acepte tal como es”.
“Soy tal como Dios me creó”.
“Soy un solo ser unido a mi Creador”.
“Aceptaré la Expiación para mí mismo, pues aún soy tal
como Dios me creó”.
“Soy Espíritu”.
“Espíritu Santo sana mi mente para estar presente aquí en
este instante santo”.
“Espíritu Santo:
Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues
quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me
brindará paz”.
“Espíritu Santo, decide en favor de Dios por mí”.
“Espíritu Santo te entrego todos mis errores. Sáname,
cúrame”.
“Amén”
179
V. La Navidad
Como decíamos al principio, “Yo Soy” se gestó en la Navi-
dad – 2003 y “Cristo” en la Navidad 2012. Parece que era una
primera llamada a la Navidad.
La Navidad es un renacimiento. La Navidad es la hora de
Cristo que ha llegado. La Navidad es una luz en la obscuridad. En
la Navidad junto a la Paz, se re-establece la condición del amor.
Como dice el Curso en: “La Navidad como símbolo del fin
del sacrificio”.
No temas reconocer que la idea del sacrificio no es sino tu
propia invención, ni trates de protegerte a ti mismo buscando
seguridad donde no la hay. Tus hermanos y tu Padre se han vuel-
to muy temibles para ti. Y estás dispuesto a regatear con ellos
por unas cuantas relaciones especiales, en las que crees ver cier-
tos vestigios de seguridad. No sigas tratando de mantener tus
pensamientos separados del Pensamiento que se te ha dado.
Cuando aquellos se ponen al lado de Éste y se perciben allí don-
de realmente se encuentran, elegir entre ellos no es más que un
dulce despertar, tan simple como abrir los ojos a la luz del día
cuando ya no tienes más sueño.
El símbolo de la Navidad es una estrella: una luz en la obs-
curidad. No la veas como algo que se encuentra fuera de ti, sino
como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la se-
ñal de que la hora de Cristo ha llegado. Cristo llega sin exigir na-
da. No le exige a nadie ningún tipo de sacrificio. En su presencia
la idea de sacrificio deja de tener significado, pues Él es el Anfi-
trión de Dios. Y tú no tienes más que invitar a Aquel que ya se
encuentra ahí, al reconocer que Su anfitrión es uno y que ningún
pensamiento ajeno a Su Unicidad, puede residir allí con Él. El
180
amor tiene que ser total para que se le pueda dar la bienvenida,
pues la presencia de la santidad es lo que crea la santidad que lo
envuelve. Ningún temor puede asaltar al anfitrión que le abre los
brazos a Dios en la hora de Cristo, pues el anfitrión es tan santo
como la Perfecta Inocencia a la que protege, y Cuyo poder a su
vez lo protege Él.
Esta Navidad entrégale al Espíritu Santo todo lo que te hie-
re. Permítete a ti mismo ser sanado completamente para que te
puedas unirte a Él en la curación, y celebremos juntos nuestra
liberación liberando a todo el mundo junto con nosotros. Inclú-
yelo todo, pues la liberación es total, y cuando la hayas aceptado
junto conmigo la darás junto conmigo. Todo dolor, sacrificio, o
pequeñez desaparecerá de nuestra relación, que es tan pura co-
mo la relación que tenemos con nuestro Padre, y tan poderosa.
Todo dolor que se traiga ante nuestra presencia desaparecerá, y
sin dolor no puede haber sacrificio. Y allí donde no hay sacrificio
allí está el amor.
Tú, que crees que el sacrificio es amor, debes aprender que
el sacrificio no hace sino alejarnos del amor, pues el sacrificio
conlleva culpabilidad tan inevitablemente como el amor brinda
paz. La culpabilidad es la condición que da lugar al sacrificio, de
la misma manera en que la paz es la condición que te permite ser
consciente de tu relación con Dios. Mediante la culpabilidad ex-
cluyes a tu Padre y a tus hermanos de ti mismo. Mediante la paz
los invitas de nuevo al darte cuenta de que ellos se encuentran
allí donde tú les pides que estén. Lo que excluyes de ti mismo pa-
rece temible, pues lo imbuyes de temor y tratas de deshacerte, si
bien forma parte de ti ¿Quién puede percibir parte de sí mismo
como despreciable, y al mismo tiempo vivir en paz consigo mis-
mo? ¿Y quién puede tratar de resolver su “conflicto” interno en-
181
tre el cielo y el infierno expulsando al Cielo y dotándolo de los
atributos del infierno, sin sentirse incompleto y solo?
Mientras percibas el cuerpo como lo que constituye tu rea-
lidad, te percibirás a ti mismo como un ser solitario y desposeído.
Y te percibirás también como una víctima del sacrificio, y creerás
que está justificado sacrificar a otros. Pues, ¿quién podría recha-
zar al Cielo y a Su Creador sin experimentar una sensación de sa-
crificio y de pérdida? ¿Y quién podría ser objeto de sacrificios y
pérdidas sin tratar de rehacerse a sí mismo? No obstante ¿cómo
ibas a poder hacer esto por tu cuenta, cuando la base de tus in-
tentos es que crees en la realidad de la privación? Sentirte priva-
do de algo engendra ataque, al ser la creencia de que el ataque
está justificado. Y mientras prefieras conservar la privación, el
ataque se vuelve salvación y el sacrificio amor.
Y así resulta que, en tu búsqueda de amor, vas en busca de
sacrificio y lo encuentras. Mas no encuentras amor. Es imposible
negar lo que es el amor y al mismo tiempo reconocerlo. El signi-
ficado del amor reside en aquello de lo que te desprendiste, lo
cual no tiene significado aparte de ti. Lo que prefieres conservar
es lo que no tiene significado, mientras que lo que quieres man-
tener alejado de ti encierra todo el significado del universo y lo
conserva intacto dentro de su propio significado. Si el universo
no estuviese unido en ti, estaría separado de Dios, y estar sin Él
es carecer de significado.
En el instante santo se satisface la condición del amor, pues
las mentes se unen sin la interferencia del cuerpo, y allí donde
hay comunicación hay paz. El príncipe de la Paz nació para re-
establecer la condición del amor, enseñando que la comunica-
ción continúa sin interrupción aunque el cuerpo sea destruido,
siempre y cuando no veas al cuerpo como el medio indispensa-
182
ble para la comunicación. Y si entiendes esta lección, te darás
cuenta de que sacrificar el cuerpo no es sacrificar nada, y que la
comunicación, que es algo que es sólo propio de la mente, no
puede ser sacrificada. ¿Dónde está entonces el sacrificio? Nací
para enseñar la lección de que el sacrificio no está en ninguna
parte y de que el amor está en todas partes, y esta es la lección
que todavía quiero enseñarles a todos mis hermanos, pues la
comunicación lo abarca todo, y en la paz que re-establece, el
amor viene por su propia voluntad.
No permitas que la desesperanza opaque la alegría de la
Navidad, pues la hora de Cristo no tiene sentido si no va acom-
pañada de alegría. Unámonos en la celebración de la paz, no exi-
giéndole a nadie ningún sacrificio, pues de esta manera me ofre-
ces el amor que yo te ofrezco. ¿Qué podría hacernos más felices
que percibir que no carecemos de nada? Ése es el mensaje de la
hora de Cristo, que yo te doy para que tú lo puedas dar y se lo
devuelvas al Padre, que me lo dio a mí, pues en la hora de Cristo
se restablece la comunicación, y Él se une a nosotros para cele-
brar la creación de Su Hijo.
Dios le da las gracias al santo anfitrión que desee recibirle y
le deje entrar y morar, allí donde Él desea estar. Y al tú darle la
bienvenida, Él te acoge en Sí Mismo, pues lo que se encuentra en
ti que le das la bienvenida, se le devuelve a Él. Y nosotros no
haremos sino celebrar Su Plenitud cuando le damos la bienveni-
da dentro de nosotros. Los que reciben al Padre son uno con Él,
al ser anfitriones de Aquel que los creó. Y al abrirle las puertas,
Su recuerdo llega con Él, y así recuerdan la única relación que
jamás tuvieron y que jamás querrán tener.
El nombre de Jesús es el nombre de uno, que, siendo hom-
bre, vio la Faz de Cristo en todos sus hermanos y recordó a Dios.
183
Al identificarse con Cristo, dejó de ser un hombre y se volvió uno
con Dios. Jesús sigue siendo un Salvador porque vio lo falso y no
lo aceptó como la verdad. Cristo necesitó su forma para poder
presentarse ante los hombres y salvarlos de sus ilusiones. En su
completa identificación con el Cristo – el perfecto Hijo de Dios,
Su única creación y Su felicidad, por siempre como Él y uno con
Él – Jesús se convirtió en lo que todos vosotros no podéis sino
ser. Mostró el camino para que lo siguieras. Él te conduce de re-
greso a Dios porque vio el camino ante sí y lo siguió. Jesús hizo
una clara distinción, todavía velada para ti, entre lo falso y lo
verdadero. ¿Es él Cristo? Por supuesto que sí, junto contigo.
Ésta es la época en la que muy pronto dará comienzo un
nuevo año del calendario cristiano. Tengo absoluta confianza en
que lograrás todo lo que te propongas hacer. Nada te ha de fal-
tar, y tu voluntad será contemplar, no destruir. Dile entonces, a
tu hermano:
“Te entrego al Espíritu Santo como parte de mi mismo. Sé
que te liberarás, a menos que quiera valerme de ti para aprisio-
narme a mi mismo.
En nombre de la libertad, elijo tu liberación porque reco-
nozco que nos hemos de liberar juntos.”
De esta forma damos comienzo al año con alegría y en li-
bertad. Es mucho lo que aún nos queda por hacer, y llevamos
mucho retraso. Acepta el instante santo con el nacimiento de es-
te año, y ocupa tu lugar – por tanto tiempo vacante – en el Gran
Despertar. Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea
lo mismo. Y permite que todas tus relaciones te sean santifica-
das. Ésta es nuestra voluntad. Amén.
184
185
Epílogo
Recuerda: Dios te creó a Semejanza Suya, Santo y Perfecto.
Ese es tu Ser.
Parece que en un momento, que en la eternidad ni existió,
pasó por una parte de la Mente de uno de los Hijos de Dios un
pensamiento (Y si…), y cayó en un profundo sueño, dando lugar
al mundo de lo ilusorio.
En este mundo de lo ilusorio se fabricó: el pecado, la culpa,
el miedo, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Igual que se
fabricó, puede ser revocado.
La Respuesta de Dios fue el Espíritu Santo y el Principio de
la Expiación. La Expiación – corrección o anulación de los errores
– y el perdón – o pasar por alto esos errores – son los medios de
respuesta.
El primer paso en el proceso de deshacer lo ilusorio, es
cuestionarlo. El milagro – la respuesta correcta – lo corrige.
Jesús es la Expiación e inspira todos los milagros. El Espíritu
Santo es el mecanismo de los milagros.
Por todo ello deberíamos tomar como nuestros Guías y
Protectores al Espíritu Santo y a Jesús.
Tú ya estás despierto. Toma conciencia de ello.
Como decíamos, anteriormente, desvelada la ilusión, tienes
lo que verdaderamente eres: tu Ser. Y tienes que practicar estar
en tu Ser, experimentar tu Ser, pues tú tienes solo una responsa-
bilidad y esta es: ser tu propio Ser y expresar el Amor, la Paz y la
Alegría que son la definición de tu Ser.
186
Si la Paz es la base de todo lo que existe en la Realidad,
¿cómo puedes sentirte conectado a tu Fuente, si no sientes Paz?
La Paz es la Base de todo.
Y el Amor lo es todo. la Función del Amor es unir todas las
cosas en sí mismas y mantenerlas unidas extendiendo su pleni-
tud. Unida al Amor está la Alegría, la Dicha, la Felicidad.
Y nunca olvides la Ley del Amor: “que lo que le doy a mi
hermano es el regalo que me hago a mí mismo.”
Y los juicios son lo opuesto al Amor. De los juicios procede
el dolor del mundo; y del Amor, la Paz de Dios.
Deja ir todo lo que viene a tu percepción, sin estar lleno de
Amor, sin ser representativo de lo que Tú eres, sin ser coherente
con quien Tú eres, pues todas esas cosas que dejas ir son senti-
mientos de miedo. Deja de creer en el miedo, y no quedará nada
que parezca contradecir al Amor. Dejando ir tu creencia en el
miedo, y adoptando el significado inherente a un estado no de-
fensivo, reconoces que tu seguridad se encuentra únicamente
dentro de la expresión del Ser lleno de Amor que tú eres.
____________________
No olvides que, una vez que esta jornada ha comenzado, el
final es seguro. Las dudas te asaltarán una y otra vez a lo largo
del camino, y luego se aplacarán sólo para volver a surgir. El final,
no obstante, es indudable. Nadie puede dejar de hacer lo que
Dios le ha encomendado que haga. Cuando te olvides de esto,
recuerda que caminas a Su lado, con Su Palabra impresa en tu
corazón. ¿Quién puede desalentarse teniendo una esperanza
como ésa? Ilusiones de abatimiento parecerán asaltarte pero
aprende a no dejarte engañar por ellas. Detrás de cada ilusión
187
está la Realidad y está Dios. ¿Por qué querrías seguir esperando
por esto y sustituirlo por ilusiones, cuando Su Amor se encuentra
tan sólo un instante más allá en el camino donde todas ellas aca-
ban? El final es indudable y está garantizado por Dios. ¿Quién se
detendrá ante una imagen inerte, cuando un paso más allá el
más Santo de todos los Santos abre una Puerta inmemorable que
conduce más allá del mundo?
A Él le encomendamos nuestros pasos y decimos “Amén”.
Continuaremos recorriendo Su camino en paz, confiándole todas
las cosas. Y esperaremos Sus respuestas llenos de confianza,
cuando le preguntemos cuál es la Voluntad de Dios en todo lo
que hagamos. Él ama al Hijo de Dios tal como nosotros queremos
amarlo. Y nos enseña cómo contemplarlo a través de Sus ojos y a
amarlo tal como Él lo ama. No caminas solo. Los ángeles de Dios
revolotean a tu alrededor, muy cerca de ti. Su Amor te rodea, y
de esto puedes estar seguro: yo (dice Jesús) nunca te dejaré des-
amparado.
“Amén”
188
189
Bibliografía
Casi exclusivamente de:
• “Un Curso de Milagros” de Foundation For Inner Peace
Además:
• “Despierta del sueño” y “Una Introducción básica a Un
Curso de Milagros” de Kenneth Wapnick Ph.D.
• “Diálogo sobre el despertar” de Tom Carpenter
Desvelada la ilusión, tienes lo que verdaderamente eres: tu Ser. Y
tienes que practicar estar en tu Ser, experimentar tu Ser, pues tú tienes
solo una responsabilidad y esta es: ser tu propio Ser y expresar el Amor, la
Paz y la Alegría que son la definición de tu Ser.