D o b l e s e r a n l o s a n t e s

MONTADO EN SILLA DE RUEDAS, SIN PIERNAS, UN SóLO BRAZO, LENTES OSCUROS, ENE ENE SE DETIENE EN MEDIO DE LA ESCENA/ SE LLEVA LA úNICA MANO A LA BOCA, A MODO DE CORNETA

ENE ENE: tu tu tu tuuuuu! (VOZ ESTILO MATINé AMERICANA) columbia century fox presenta: una película donde el terror, el suspenso y la fantasía se tiran de los pelos... una historia que lo conmoverá y no lo dejará descansar en paz por el resto de la noche ni por el resto de su insignificante vida... ciudadano, no cuente a nadie el final de "vampiros del espacio"; nueve de cada diez amas de casa la prefieren a cualquier telenovela berreta... y es que "vampiros del espacio" garantiza efectos residuales que resisten varios lavados manteniendo la firmeza y la consistencia del día del estreno; "vampiros del espacio"; véala, antes que le arranquen la yugular!PAUSA/ TRANS/ VUELVE A SER “ÉL”ésa la filmaron acá, en estudios san miguel... tuve que doblarlo a Joe Rígoli en una escena aérea... me caía por una escalera y encima mío rodaba una gorda de ciento ventiocho kilos, fué uno de mis primeros largometrajes, si bien yo había empezado bien de pibe, a la edad de ocho años y seis meses para ser más preciso, y si bien el tiempo se encargó de confirmar mi condición de “doble precoz”, el primer diagnóstico presuntivo me calificaba como “niño suicida” y recomendaba una severa terapia de rehabilitación... y todo porqué? por quedar colgado de mi capa de hombre murciélago (mejor dicho, de niño murciélago) del balcón de un quinto piso, motivando la intervención de un grupo de rescate de la policía federal y mi primera aparición en un noticiero de mediodía. Como consecuencia de aquel episodio mamá fué internada por primera vez en la unidad coronaria del Güemes y un concejal de mi barrio presentó un proyecto de edicto que prohibía la proyección de la serie “batman” en el ámbito del partido de La Matanza. La moción fué rechazada, burlada y significó el fin de la carrera política del ex-concejal, actual vendedor de panchos en las cercanías de la estación de paso del rey.PAUSA

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A los doce, por deslumbrar a la vecinita de enfrente, me metí en la jaula de los leones de un circo acampado en un baldío de la calle Avellaneda. Los leones (viejos, indiferentes) no registraron mi presencia; pero el domador que entró en la jaula para (supuestamente) rescatarme de ellos, fué devorado. El incidente ocupó espacios en los medios de difusión y me lanzó nuevamente a la consideración pública. Cuando vió mi cara en el noticiero, madre sufrió una descompensación grave que obligó a su internación en la unidad de cuidados intensivos de la Clínica Bazterrica.PAUSAA los quince, por un juramento de amor a mi profesora de Educación Democrática permanecí recostado en los durmientes de la vía del Sarmiento, mientras el rápido Once-Moreno de menos cuarto pasaba sobre mi cuerpo (a una velocidad de ciento cuarenta km/h) sin provocarme daño alguno. El caso fué comentado en los diarios, pero en apartados insignificantes, porque nadie lo creyó, salvo los testigos oculares del hecho. Por increíble que parezca, no me resultó difícil: había visto decenas de películas donde lo hacían. El truco consiste (pero no se lo digan a nadie, eh?) en acostarte en la vía pero a lo largo, no a lo ancho, se entiende? Te ponés así, ves?, en línea paralela a los rieles, o sea, perpendicular a los durmientes, y cuando el tren viene por allá, vos cerrás los ojitos, te tapás las orejitas y cuando te quisiste acordaarrr...(SE TAPA OÍDOS Y OJOS) ya te pusieron el chaleco de fuerza y te cargaron en la ambulancia, previa pichicata inmuno-depresora, o sea...

SE TOMA LA CABEZA, SE LA SACUDE,

Tratamiento de “readaptación” basado en técnicas de persuasión y conductismo rigurosos (toalla mojada, picana eléctrica, cadenazos, trompadas en los tímpanos, etc etc etc). Una vez en libertad (por así llamarlo) decidí canalizar mi vocación. Quería ser alguien, me sentía un ser infructuoso, un mal paso de la naturaleza. Padre afirmaba con la cabeza. Madre sonreía, desde la foto encuadrada en la lápida de la Chacarita. Porque madre, no sé si les dije, pobrecita, no pudo ser testigo de mis éxitos. Quedó en

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el camino, no sobrevivió a tanta dicha, por así decirlo. Porque faltaba lo mejor, ahora van a ver. Resulta que un día, en una de esas revistas que sólo se pueden encontrar en los revisteros de las peluquerías, leí sobre los dobles y el alto beneficio que le rinden a la industria cinematográfica. Lo supe inmediatamente; estaba en las puertas de algo grande; encontraría la llave?Transité pasillos desiertos, me convertí en un elemento de utilería. Ensayé infructuosas variantes para convencer a productores y estrellas de la tevé. Me humillé, sodomicé y fuí sodomizado, vendí mi recto al peor postor; no era el camino, la criocirugía borró las huellas de mis infructuosos (y reiterados) sacrificios. Hasta que las variaciones de la balanza internacional desviaron la mirada de algunos productores americanos hacia el cono sur; en la relación costo-beneficio la vida de un doble “sudaca” cotizaba a precios accesibles y sin riesgo. Como si esto fuera poco, el doble sudaca es mas resistente a los accidentes e inclemencias del oficio. Está comprobado estadísticamente que soporta más horas, sin sufrir deterioros ni escoriaciones. Es decir, amortiza a largo plazo. Legiones de mesías bajaron de la madre patria a buscar materia prima. Mano de obra barata y calificada. Y pagaban en dólares, y hasta en Euros, un lujo. En una escena de alto riesgo contra Christopher Lámbert puse demasiado esmero en mi rol de villano y perdí una pierna por efecto de una cimitarra demasiado afilada; mi imagen recorrió las mas importantes pantallas del mundo, los derechos de video y tevé me permitieron reunirme con una prótesis de alta tecnología; en muy poco tiempo se adaptó a mi cuerpo y casi no extrañé la original. Una suerte, en cierto sentido, porque a las pocas semanas perdí la pierna restante en una portorriqueña de monstruos y habituarme a dos prótesis al mismo tiempo hubiera sido mucho más complicado. Sin embargo, no me iba a dar por vencido. El casting para seleccionar un enano (envasado en un muñeco de extraterrestre para una argentina de ciencia ficción) me posibilitó volver a los sets. En la convocatoria se advertía sobre el alto riesgo de algunas escenas, pero en esta profesión, riesgo es el segundo apellido (y amputación el tercero). Esa misma noche leí de un tirón el guión de la película. Se trataba de un protagónico, el extraterrestre era el eje central de la historia. Un desafío. Las dudas llegaron

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en las últimas páginas del script; la nave del extreterrestre era bombardeada, el protagonista moría carbonizado etc. Qué imaginación, pensé. Me preguntaba cómo resolverían técnicamente semejante desenlace. La respuesta fué la pérdida del único brazo que me quedaba. Ya no podía manipular mis prótesis, no me podía movilizar, no servía ni para repuesto de robocoop. Se imponía un final a toda orquesta. Para documentar mi suicidio contraté los servicios de un camarógrafo y un experto en efectos especiales. Siempre se vuelve a los orígenes; en las vías del Sarmiento, a escasos metros de la estación de Haedo, el rápido Once Moreno (que seguía, sigue, seguirá pasando a la misma hora) se encargaría de convertir mis restos vivientes en carne de primera plana. A la hora señalada, la potente bocina del rápido anunció el clímax dramátis con escalofriante puntualidad. Me despedí de mis colegas con un sentido abrazo y saludé a la cámara con el pulgar hacia adelante, aunque temblequeando, inquieto. Estacioné mi nave cuadra-pléjica junto a la vía como cualquier transeúnte que espera el paso del tren para cruzar la vía. Cuando estuve seguro de que el mótorman no tendría posibilidades de frenar, me acosté apaciblemente en forma paralela a los durmientes, garantizando el descuartizamiento inevitable. Sucedió que el rápido descarriló unos cien metros antes, y las imágenes de la catástrofe (80 muertos, 120 heridos, 30 desaparecidos) recorrieron varias veces el mundo, haciendo famoso al camarógrafo que las registró. Inmediatamente, renunció a mi plan, ocupado en seguir alimentando su propia, flamante fama. Un tropezón no es caída (tampoco un descarrilamiento); me quedaba Pepe Trotyl, el especialista en efectos. El cine le debe un par de escenas memorables, asi como innumerables mutilaciones. Ideamos un número de fuegos artificiales que funcionaría en dos etapas, a saber:a) me dispararía por el aire y b) a una altura considerable, un ingenioso cóctel de explosivos y combustibles altamente inflamables me convertirían en tea humana. Elegimos la terraza de un importante edificio céntrico, de cara al obelisco. Convocamos a medios de difusión, organizaciones de derechos humanos y autoridades de la comuna. Pero llegado el gran momento algo falló en el mecanismo de propulsión; en lugar de salir despedido, quedé aprisionado en mi base de lanzamiento, reducido a un resto achicharrado, tembleque. Las secuelas del accidente no pudieron ser peores; imposibilitado de ver u oír mas

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allá de mi propia imaginación, visito tres veces a la semana la tumba de Madre y a las palomas de la plaza Vélez Sársfield, que me han convertido en blanco de sus excreciones. Padre, convertido en mi lazarillo y secretario personal, trabaja en la fórmula de un repelente de palomas y en la transcripción de mis memorias al sistema Braille. Y yo, que recibí la prótesis de oro por irreparables pérdidas sufridas en cumplimiento del deber, yo, que batí el récord mundial de permanencia en terapia intensiva, yo, que en suma fuí otros para no ser nadie, no tengo más remedio que sonarme la nariz con el autógrafo que Bruce Willis me dedicó en una porción de papel higiénico.SE SUENA, PAUSAPor eso cuando un principiante me viene a pedir consejo, no me canso de recomandarles la máxima que me acompañó a lo largo de mi dilatada trayectoria, y que dice así, dos puntos: (CARRASPEA) sólo llegan a doble los que primero pasaron por uno.

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