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Documento C. BENIGNO DEL CARRIL Praderas de alfalfa (1892)
Anales de la Sociedad Rural Argentina, Vol. XXVI, Buenos Aires, 1892.
"Al señor Vicepresidente primero de la Sociedad Rural Argentina
D. Manuel J. de Guerrico
Señor:
Tengo el agrado de dirigirle la presente comunicación, por lo que ella pueda interesar a nuestro gremio rural
y muy particularmente a los de la región N. O. de la Provincia de Buenos Aires, desde que se trata de un
ensayo en esa zona, que acabo de realizaren mi establecimiento de Rojas, tendiente al mejoramiento de los
campos de pastos duros o fuertes.
Sin pretensiones de ningún género, le diré a V. lisa y llanamente el procedimiento que he adoptado para
conseguirlo. Aleccionado por la experiencia en cabeza ajena, apartéme deliberadamente del procedimiento
seguido por mis distinguidos profesores en la empresa, los señores Dr. Julio Carrié en Junín, Juan Hughes e
hijo en Rojas, y Rott Hnos. en el Pergamino, a quienes se debe indudablemente esta grande iniciativa en la
provincia de Buenos Aires, puesto que ellos han sido los primeros en acometer la ardua empresa en grande
escala a su riesgo y peligro; no siendo menos de 12.000 cuadras cuadradas las que actualmente poseen
cultivadas en conjunto.
Soy el primero en reconocer que se han hecho acreedores al mayor encomio de parte de nuestro gremio
rural, por la enseñanza que nos han dado realizando tan trascendental mejora en sus respectivos campos,
transformados hoy en espléndidas praderas alfalfadas. No de otra manera llegaremos a prepararnos
convenientemente para resolver el problema hasta hoy insoluble, de la exportación en grande escala de
nuestros ganados en pie, para Europa y el Brasil, si no contamos con prados naturales o artificiales de
reserva, que aseguren permanentemente el engorde de las reses en todas las estaciones del año. Sin embargo,
conviene estudiar esta importante cuestión bajo el punto de vista dela economía del capital a emplearse con
la gran reforma, para ponerla al alcance del mayor número posible de estancieros.
El procedimiento seguido por mis distinguidos predecesores no está, seguramente, al alcance de todos, sino
de aquellos que dispongan de fuertes capitales y que quieran abordar valientemente la empresa a costa de
grandes sacrificios pecuniarios, cultivando de su cuenta y riesgo considerables extensiones de tierra con
trigo y maíz, durante dos o tres años consecutivos, para poder sembrar en seguida la alfalfa sola, si no
prefieren acompañarla con trigo y maíz. Afirmo que aquellos señores han realizado la operación a costa de
grandes sacrificios pecuniarios, porque es una verdad averiguada, desgraciadamente, que no siempre los
productos trigo y maíz, etc., etc., remuneran los gastos de roturar la tierra, sembrar y cosechar;
mayormente si la explotación se emprende con personal asalariado.
El sistema empleado en mi establecimiento difiere fundamentalmente en cuanto a la forma del
procedimiento, siendo en el fondo exactamente el mismo. Consiste sencillamente en lo siguiente: la tierra se
divide previamente en potreros alambrados de 1.600 a 2.000 hectáreas, y en seguida se subdivide en lotes
amojonados y numerados de 200 hectáreas, sin alambrado intermedio. Estos lotes se arriendan a chacareros
italianos con elementos y recursos propios, a razón de $ 4 m/n la hectárea por el término de tres años, con la
obligación de dejar el terreno sembrado con alfalfa al finalizar el contrato, siendo de cuenta del
establecimiento proporcionar la semilla de alfalfa. En la forma indicada, se han sembrado, el presente año,
en mi establecimiento de Rojas, 1.000 cuadras cuadradas de alfalfa con trigo y maíz. Se han empleado 25
quilogramos de semilla de alfalfa por cuadra cuadrada, o sea 25.000 en las 1.000 cuadras sembradas, que a
razón de $ 4 m/n los 10 quilogramos son $ 10.000 m/n. He ahí el capital invertido para sembrar 1.000
cuadras de alfalfa con trigo y maíz. Costó por cuadra cuadrada $ 10 m/n.
Siempre que sea posible, la siembra de alfalfa deberá hacerse en potreros alternados con otros de pastos
naturales, para el mejor aprovechamiento de los pastos artificiales. De tal manera que, durante las
estaciones lluviosas, o de fuertes hielos, puedan trasladarse los animales de invernada a estos últimos , que
con motivo de haber permanecido desocupados y de reserva, se encontrarán en condiciones excelentes para
entretenerlos en buen estado hasta que sea oportuno devolverlos nuevamente a los alfalfares a fin de que
completen el engorde. Considero que en la privilegiada región Norte sería un error, más bien dicho, una
insensatez, roturar la tierra con el fin de cultivar prados artificiales de pastoreo, destruyendo
imprudentemente la vegetación espontánea de sus ricos y variados pastos tiernos, muy superior a la alfalfa
misma, puesto que tienen la ventaja inapreciable sobre ésta de soportar los hielos de la estación de invierno
en plena vegetación y lozanía; superándole además en la rapidez y exuberancia de los engordes.