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CONSORCIO DEL CÍRCULO DE BELLAS ARTES

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CONSORCIO DEL CÍRCULO DE BELLAS ARTES

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El origen de los ensayos que componen este volumen es el ciclo de con-ferencias homónimo que tuvo lugar entre enero y junio de 2008 en el Círculo de Bellas Artes y que contó con la colaboración del grupo de investigación de la Universidad Complutense «Cibersomosaguas».

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Dominio abierto. Conocimiento libre y cooperación

Igor Sádaba (ed.)Michel Bauwens

Geert LovinkFernando Carbajo

César RenduelesRubén Blanco

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Círculo de Bellas Artes

PresidenteJuan Miguel Hernández León

DirectorJuan Barja

Esta obra se publica bajo una licencia Reconocimiento - No Comercial - Sin obras derivadas 2.5 España de Creative Commons. Se permite la distribución, copia y exhibición por terceros de esta obra siempre que se mencione la auto-ría y la procedencia, se realice con fi-nes no comerciales y se mantenga esta nota. No se autoriza la realización de obras derivadas.

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Diseño de colecciónEstudio Joaquín Gallego

ImpresiónArtscript

© Círculo de Bellas Artes, 2009 Alcalá, 42. 28014 Madrid Teléfono 913 605 400 www.circulobellasartes.com

© de los textos: sus autores, 2009© de la traducción: Marta Caro

ISBN: 978-84-87619-56-4Dep. Legal: M-13879-2009

cibersomosaguasgrupo de investigación ucm

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Dominio abierto. Conocimiento libre y cooperación

Igor Sádaba (ed.)Michel Bauwens

Geert LovinkFernando Carbajo

César RenduelesRubén Blanco

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prólogo

Igor Sádaba

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En apenas dos o tres décadas se ha instalado un discurso en la opinión pública y en las ciencias sociales que ha desma-terializado todo el sistema económico mundial, volviéndo-lo fluido, simbólico y vaporoso. Pareciera que trabajadores, fábricas y mercados se despedazaran o volatilizaran por exi-gencias de un guión histórico predefinido hasta convertirse en sombras fluctuantes que circulan generando algún tipo de valor. El conocimiento y la información serían el nuevo astro rey del capitalismo global del siglo xxi sobre el que orbita-rían el resto de satélites menores. A ello le seguiría una reor-ganización sin precedentes de las instituciones políticas, las prácticas sociales o las trayectorias biográficas del común de los mortales. El «postfordismo», la «sociedad de la infor-

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mación y el conocimiento», la «sociedad-red», la «moder-nidad líquida», la «sociedad virtual» o el «capitalismo desorganizado» son algunas de las expresiones que aspiran a nombrar dicho conjunto emergente de realidades, don-de el industrialismo clásico se desvanece, palideciendo sin remisión y dando lugar a menudo a referencias salpicadas de metáforas geométricas («reticularidad») o físico-químicas («fluidez») que harían enojar nuevamente al mismísimo Alan Sokal. Este tipo de miradas, que pueden llegar a servir como aproximaciones heurísticas a todo un elenco de fenó-menos de amplio calado, suele pecar de un enfoque genera-lista en exceso o exageradamente macro que ningunea tanto las microrrealidades concretas (siempre desiguales en com-posición, forma y ubicación) como las resistencias o alterna-tivas al mismo. La elección de la escala, en el caso de la «gran teoría» (como advertía Wright Mills), vela y sombrea rinco-nes y dobleces sociológicamente ricos y sugerentes, y en los que la uniformidad no es plena. A estas alturas sabemos que los cambios sociales no suelen producirse instantáneamente ni al unísono, como una orquestada sinfonía musical. A su paso encuentran no pocas reacciones conflictivas, conse-cuencias inesperadas y efectos colaterales. La centralidad que está asumiendo la economía política del conocimiento no tiene únicamente que ver con la disposición de regíme-nes globales de propiedades inmateriales o con la creación de mercados financieros supranacionales, sino también con los proyectos cooperativos de generación colectiva de conocimiento o con el desarrollo de derechos alternativos

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para compartir arte, cultura o ciencia. A la vista de los acon-tecimientos, se ha demostrado que las cadenas globales del valor quedan cortocircuitadas en ocasiones por actividades que no siguen los dictados del orden mercantil internacio-nal. Por tanto, la escena actual tiene muchos lazos con las entidades de gestión de derechos de propiedad intelectual o con los acuerdos multilaterales en comercio planetario que prescriben patentes y copyright indiscriminadamente, pero también está repleta de propuestas enciclopédicas sin licencias restrictivas, repositorios digitales de acceso libre, periódicos gratuitos, software de código abierto, redes para el intercambio de música, revistas científicas sin copyright, bancos de semillas sin propietarios, cláusulas copyleft en la industria editorial, etcétera. Todo ello constituye un desfile casi carnavalesco de anomalías y extrañezas que pueblan la aldea global y que empañan la casi perfecta serenata entona-da por los adalides de la globalización.

El impacto de ese sector «marginal», que se resiste con uñas y dientes al vector generalizado que extiende la pro-piedad intelectual (e industrial) de una manera mecánica e ilimitada en el mundo contemporáneo, resulta mucho mayor del que pudiera intuirse prima facie. Por un lado, y en un plano teórico, sirve como piedra de toque para las cómodas ciencias sociales, asentadas en sus inamovibles paradigmas y en sus, con frecuencia, estériles idealizaciones académicas. El conocimiento libre ha revitalizado y ayudado a redescu-brir viejas heridas por las que la teoría social y política aún sangra: la idea de cooperación, la noción de confianza (hacia

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o para las comunidades científicas), la existencia de disposi-tivos de reciprocidad social, el fetichismo que despiertan las (nuevas) tecnologías, la posibilidad de plantear una retri-bución justa para el trabajo intelectual, artístico o científi-co, el papel del derecho en la gestión de la información y el saber, las dicotomías eternas entre lo público y lo privado, o entre lo común y lo individual, etcétera. En consecuencia, se recuperan para la reflexión colectiva conceptos que habían sido desechados o, al menos, apartados hacia los terrenos de una árida y baldía metafísica política. Descarte, en la mayoría de los casos, inducido por la intolerancia extrema del academicismo petulante y sus modismos intelectuales, o por la urgencia de las militancias apresuradas y no por la superación de tales discusiones. Términos anteriormente en alza que han sido desplazados, por no decir sepultados, por la retórica posmoderna y otros estilismos vacíos, se tornan ahora puntos de paso esencial para comprender los movi-mientos de pieza que se están produciendo en el espacio de la cultura, el arte o la tecnociencia. El conocimiento abier-to tiene, como primera medalla en su casillero, la virtud de hacer retornar cuestiones elementales para la vida social y política que hasta fechas recientes juzgábamos constantes inalterables e indudables.

Por otro lado, el conocimiento libre resulta de utilidad como patrón de muestra de las singulares ramificaciones que experimenta y cuyas derivaciones no siguen los cami-nos pautados de la propiedad intelectual, poniendo en solfa ese pilar sagrado de la cultura occidental que es la propiedad

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privada, método favorito y óptimo de asignación de recursos entre los individuos. Las experiencias surgidas al calor de las nuevas redes de intercambio cooperativo no pudieron ser predichas desde ningún pedestal profético, violando varios de los axiomas y dogmas de fe del opaco espacio de pensa-miento tanto académico como político que disfrutamos y demostrando sus estrecheces de miras. La variabilidad y heterogeneidad de ejemplos, casos y prototipos que asoman bajo la bandera del conocimiento libre o abierto justifican, aunque sólo sea bajo el criterio de la abundancia, una dedi-cación y atención mucho mayores a la misma.

Esta doble articulación de renovación teórica y de pre-sentación práctica de alternativas y estudios de caso guía en cierto modo el sentido de este libro. El volumen recoge las aportaciones de los participantes al ciclo Dominio abierto, que tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes entre enero y junio de 2008. Ciclo en el que concurrieron voces de procedencias y latitudes diversas para dar cuenta del floreciente mundo de dichas prácticas de cooperación cognitiva y distribución libre de ciencia, arte o cultura. Bajo estas extrañas composi-ciones lingüísticas («conocimiento libre» o «conocimien-to abierto»), cajón de sastre algo impreciso, se acumulan las nuevas actividades que, en el contexto de las tecnologías digitales fundamentalmente, pero no sólo, han sorteado las directrices del capitalismo informatizado a través de vías cooperativas, colectivas y colaborativas en sectores artístico-culturales o científico-tecnológicos. Nuevos modelos hege-mónicos de industrias culturales y tecnocientíficas se exhi-

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ben, a la par que se postulan originales fórmulas de revertir y subvertir los mismos. Así pues, la redefinición del espacio de producción, distribución y consumo de ciencia o cultu-ra lleva aparejados numerosos temas, tramas colindantes y contenidos concurrentes, algunos de los cuales se tocarán de lleno en este libro y otros, más tangencialmente.

Quizás, antes de terminar, es pertinente y obligado un aviso a navegantes para evitar malentendidos o desilusiones. Si bien partimos de la premisa que reconoce las cualidades novedosas y rompedoras de los ejercicios de participación e intervención sociopolítica que se denominan «conocimien-to libre» o «abierto», no vamos a caer en la tentación, tan frecuente, de mitificarlo o idealizarlo. Aprender y entender las circunstancias y los efectos del conocimiento abierto sólo será posible si subrayamos con énfasis sus potencia-lidades, pero también recalcamos con energía sus límites. Precisamente, salvarlo de las garras de los enfoques empa-lagosamente apocalípticos o injustamente benevolentes es la condición de posibilidad de un planteamiento que haga del conocimiento libre una opción política de primera catego-ría para encarar tanto las crisis como las perversiones de una globalización desbocada como la que vivimos.

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las implicaciones políticas de la revolución p2p

Michel Bauwens

Traducción de Marta Caro

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1. introducción

Los procesos sociales entre iguales [peer-to-peer o, en siglas, P2P] son procedimientos de abajo-arriba que permiten a los participantes en una red distribuida realizar activida-des conjuntas voluntariamente y sin coerción externa. Es importante distinguir entre los sistemas descentralizados y los sistemas distribuidos: mientras que en los primeros los centros están dados y son obligatorios, en los segundos son el resultado de elecciones voluntarias. Por supuesto, las re-des distribuidas también tienen restricciones y coerciones internas, básicamente las condiciones que el grupo debe respetar para poder operar y que pueden estar empotradas en la infraestructura técnica, las normas sociales o las pau-tas legales. En cualquier caso, se trata de una dinámica so-cial sorprendente, basada en la participación voluntaria en la creación de bienes comunes universalmente accesibles.

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Los procesos peer to peer están apareciendo en prácti-camente todas las áreas de la vida social y han sido exten-samente documentados por la Foundation for Peer to Peer Alternatives, entre otras instituciones. Más concretamente, los procesos sociales P2P implican:

i. Producción entre iguales [peer production]. Cuando un

grupo de iguales se compromete en la producción de un re-

curso común.

ii. Gobernanza entre iguales [peer governance]. Los medios

que elige el grupo para gobernarse durante la producción

de dicho recurso.

iii. Propiedad entre iguales [peer property]. El marco insti-

tucional y legal que elige el grupo para prevenir la apropia-

ción privada de este trabajo común; habitualmente formas

no-excluyentes de propiedad común universal, tal y como

se definen en la Licencia Pública General (General Public

License)1, en algunas modalidades de las licencias de Crea-

tive Commons2 o en cuerpos normativos similares.

Estas nuevas formas de propiedad presentan al menos tres características:

1 www.gnu.org/copyleft/gpl.html2 www.creativecommons.com

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a. Se oponen a la apropiación privada del valor creado en

común.

b. Aspiran a facilitar el uso más amplio posible de la pro-

ducción, esto es, son regímenes de propiedad común uni-

versal.

c. Permiten que el individuo mantenga su soberanía sobre

ellas.

El tercer punto explica por qué la propiedad entre iguales difiere esencialmente tanto de la propiedad privada como de la propiedad colectiva. La propiedad privada es individual pero excluyente, lo que es mío no es tuyo. Pero el Estado, es decir, la propiedad colectiva, también es excluyente, aunque en otro sentido: es nuestra, pero eso significa que no tienes soberanía sobre ella. Es de todos, regulada por una burocra-cia o una democracia representativa, pero no es realmente tuya. Lo colectivo absorbe lo individual, muy a menudo por medio de alguna forma de coerción.

La Licencia Pública General o las licencias de Creative Commons permiten diferenciar entre propiedad común y propiedad colectiva. Con ellas el individuo obtiene ple-na atribución, es decir, el reconocimiento de su propiedad personal. Uno comparte libremente su soberanía con los de-más. Esto resulta particularmente claro en la estructura de las licencias de Creative Commons, que ofrecen una gama completa de opciones para elegir la forma de compartir. Per-

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miten un control total, es decir, «soberanía», y no implican ninguna clase de coerción.

Es importante tener en cuenta que la producción entre iguales es una forma de intercambio «generalizado» o no recíproco. No se trata de una economía del don basada en el intercambio directo o en la obligación. Del mismo modo, la producción entre iguales se diferencia de la producción coo-perativa para el mercado, ya que la participación es siempre voluntaria y no existe una recompensa directa (aunque sí mu-chas indirectas) en forma de compensación económica. El propio proceso es participativo y el resultado es igualmente libre, en el sentido de que todo el mundo puede acceder y uti-lizar el recurso común. En realidad, en la mayoría de los pro-yectos de producción entre iguales existe un núcleo reducido de personal remunerado que utiliza las finanzas para crear la infraestructura que posibilite la producción entre iguales.

En esencia, existen dos condiciones para que se produzca la producción entre iguales: abundancia y distribución. La abundancia hace referencia a la profusión intelectual y crea-tiva, a la posesión de medios de producción con la misma capacidad de excedente. La distribución es la accesibilidad a dichos recursos abundantes a través de instrumentos de pe-queña escala, lo que Yochai Benkler ha venido a llamar mo-dularidad o granularidad3. De nuevo, podríamos hablar de la distribución del intelecto, de la infraestructura productiva o del capital financiero.

3 www.benkler.org/Common_Wisdom.pdf

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Por otro lado, cabe distinguir entre dos esferas. En una de ellas, la cooperación digital y la reproducción de bienes cognoscitivos no rivales como el software, los contenidos o los diseños abiertos tienen lugar con costes marginales. No sólo no se producen pérdidas al compartir, sino que la re-ticularidad genera beneficios. Esta cooperación voluntaria sólo se puede entorpecer «artificialmente», ya sea median-te instrumentos legales (regimenes de propiedad intelec-tual) o a través de restricciones técnicas como la Gestión de Derechos Digitales (Digital Rights Management) que, bási-camente, aspiran a obstaculizar la innovación social. En esta esfera domina el modo de producción no recíproco, ya que los recursos no son rivales y la donación no entraña pérdi-da sino, al contrario, ganancia. En la esfera de la producción material, donde los costes de producción son más elevados y existen bienes rivales, todavía son necesarios regímenes de intercambio o de reciprocidad. En una esfera de abundancia virtual, en la que el copiado es trivial, no existe tensión entre la oferta y la demanda y, por tanto, no hay mercado.

A pesar de que está incrustada en la economía política actual y resulta esencial para la supervivencia de las formas cognitivas propias del capitalismo, la producción entre igua-les es esencialmente poscapitalista. Esto es así porque no está basada en el salario ni requiere el control de una jerar-quía corporativa y no asigna recursos según un mecanismo de precios o de mercado.

La gobernanza entre iguales es posdemocrática porque constituye una forma de gobierno que no se apoya en la re-

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presentación sino en la codecisión directa de los participan-tes; además, no se limita al campo político sino que se pue-de utilizar en cualquier ámbito social. Es no-representativa porque la comunicación reticular posibilita la coordinación global de grupos pequeños, lo que a su vez permite que la ló-gica entre iguales que los define pueda operar a escala glo-bal. Las jerarquías, el mercado e incluso la representación democrática son instrumentos para asignar recursos escasos que no encajan en un contexto donde los recursos abundan-tes se asignan directamente a través de un proceso social de cooperación. No obstante, dado que la lógica entre iguales pura sólo funciona plenamente en la esfera de la abundancia, deberá articularse siempre con los métodos de asignación de recursos utilizados en la esfera de la escasez material. El lide-razgo basado en la gobernanza entre iguales parece una com-binación de un tipo de dirección incitativa –es decir, centra-da en la capacidad para inspirar la cooperación voluntaria– y la gestión a posteriori sobre la base del bagaje de reputación así obtenido. No obstante, el propio proceso de producción es una propiedad emergente de las redes de cooperación.

La propiedad entre iguales es una forma de propiedad poscapitalista porque no es excluyente y crea un procomún con costes de reproducción marginales. Las principales for-mas de propiedad entre iguales son dos. La primera permite compartir individualmente las expresiones creativas y está dominada por la opción Creative Commons, que permite a un individuo decidir el nivel al que desea compartir. La se-gunda se aplica a la producción entre iguales basada en el

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procomún y adopta la forma de la Licencia Pública General o sus derivados y exige que cualquier cambio realizado en los bienes comunes pertenezca también a dichos bienes.

2. las condiciones para la expansión de la producción entre iguales

El medioambiente natural de la producción entre iguales es la esfera de la producción inmaterial. En este contexto, el ac-ceso a los recursos distribuidos es relativamente sencillo. En los países occidentales, un número muy elevado de personas posee un nivel de educación adecuado y dispone de ordena-dores; además, los costes de reproducción son marginales.

La expansión de la producción entre iguales depende de las condiciones culturales y legales. Requiere materia pri-ma cultural abierta y libre, estructuras participativas que la procesen y formas de propiedad comunales que protejan los resultados de la apropiación privada. Estas condiciones po-sibilitan la circulación del procomún obtenido –un concepto de Nick Dryer-Whiteford4– y la expansión vírica de la pro-ducción entre iguales.

No obstante, la producción entre iguales no se limita a la esfera de la producción inmaterial. Los recursos físicos pueden compartirse si están disponibles en un formato dis-tribuido. Por ejemplo, los ordenadores, sus archivos y su ca-

4 www.fims.uwo.ca/people/faculty/dyewitheford/

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pacidad de procesamiento. Se puede crear un fondo común de vehículos. Y otro tanto ocurre con el dinero, como en los intercambios financieros P2P de Zopa5 o en Prosper6. La desktop manufacturing o fabricación personal puede reducir las barreras de acceso a la participación, incrementando así los niveles de modularidad y granularidad en nuevos ámbi-tos. De hecho, en el ámbito de la maquinaria física se obser-va la misma tendencia hacia la miniaturización que condujo a la creación del ordenador en red y que, alimentada por la crisis energética y el agotamiento de los recursos naturales, es probable que en las próximas décadas de lugar a un nuevo equilibrio que favorezca la producción relocalizada.

En los procesos en los que la producción física requiere acceso a capital financiero centralizado –la producción de automóviles, por ejemplo–, resulta perfectamente factible la separación de la fase de diseño inmaterial del espacio de producción física. Algunas instituciones comerciales, como Innocentive7, están aplicando ya esta lógica. De hecho, cabe pensar verosímilmente en el desarrollo de una combinación de comunidades «glocales» de diseño abierto con un capi-talismo centrado en la producción física.

Finalmente, la relación entre objetos físicos, espacio ló-gico e identificadores digitales puede modificarse a fin de promover enfoques comunales. El experimento de la bici-cleta blanca realizado en Amsterdam fracasó porque se ba-

5 www.zopa.com/ZopaWeb6 www.prosper.com7 www.innocentive.com

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saba en un recurso físico escaso –las bicicletas– que no se podía rastrear ni proteger. Pero, en realidad, las bicicletas de propiedad común se pueden rastrear a través de RFID (iden-tificación por radiofrecuencia)8; de hecho, existe un campo floreciente de cooperación social que algunos definen como «economía de aventura» y que surge al compartir bienes fí-sicos. Esta expansión no es una mera extensión natural de la evolución técnica sino que se enfrenta a obstáculos estruc-turales y políticos. Obviamente, los formatos centralizados de capital propios de los antimercados neoliberales contem-poráneos impiden este desarrollo. Pero, incluso con tales li-mitaciones, las posibilidades de expansión de la producción entre iguales son significativas.

Existe, no obstante, un obstáculo adicional. En la esfera inmaterial la producción entre iguales no recíproca puede convertirse en la lógica dominante. En el ámbito de la esca-sez surgirán modos de producción informados entre iguales, lo que significa que las formas mercantiles están empezan-do a transformarse, pasando de una lógica puramente ca-pitalista –la creación de artículos para el intercambio a fin de incrementar el capital– a procesos en los que la lógica de intercambio queda subsumida en la lógica asociativa. Basta pensar en el comercio justo (un mercado sujeto a la gestión entre iguales), el empresariado social (cuyos beneficios se destinan a fines sociales), base del capitalismo inclusivo, y los numerosos movimientos sociales y políticos que aspiran

8 http://es.wikipedia.org/wiki/RFID

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a separar las formas mercantiles de la lógica de crecimiento infinito del capitalismo, como el movimiento del capitalis-mo natural surgido en los EE UU.

3. la adaptación del capitalismo cognitivo al peer to peer

La producción, la gobernanza y la propiedad entre iguales son más productivas desde el punto de vista económico, político y de la distribución que sus contrapartes estatales y comerciales, porque filtran las formas menos productivas de motivación y cooperación y conservan sólo la producción apasionada y la motivación intrínseca. En la mayoría de los casos, la distribución es superior tanto a la descentralización como a la centralización a la hora de lidiar con la compleji-dad. En muchos casos, los sistemas distribuidos adaptarán características centralizadas y descentralizadas que harán la participación más eficiente.

Ésta es la base de la ley de competencia asimétrica, que establece que las entidades con ánimo de lucro [for-profit] que recurren a formatos de propiedad cerrados y rechazan la participación irán perdiendo terreno frente a las institucio-nes pro-beneficio [for-benefit]9, abiertas a la colaboración

9 La institución pro-beneficio (for-benefit institution) es una figura organi-zativa asociada al llamado «cuarto sector», diferenciado tanto del sec-tor privado lucrativo como de las entidades sin ánimo de lucro: al igual que las entidades no lucrativas, las entidades pro-beneficio se suponen guiadas por un propósito social y pretenden ser social, ética y medioam-

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con distintas comunidades (piénsese en Explorer frente a Firefox). Como corolario, toda entidad con ánimo de lucro (y toda nación con sus políticas públicas) que incorpore ele-mentos abiertos/libres, participativos y basados en el proco-mún (tal y como hacen las compañías de software de código abierto) disfrutarán igualmente de ventajas clave. Esto ase-gura la introducción social de lógicas P2P en el núcleo mis-mo de nuestra economía.

Hasta el momento, las pruebas empíricas disponibles su-gieren la existencia de tres formas emergentes de adaptación entre la esfera de la cooperación peer to peer y el campo insti-tucional y mercantil.

i. Los procesos de colaboración individual –piénsese en

YouTube– cuyos usuarios mantienen entre sí vínculos rela-

tivamente débiles. Estas redes permiten un modelo de ne-

gocio basado en la Web 2.0, en el que la economía ética del

compartir coexiste con las plataformas propietarias que la

posibilitan y empoderan a cambio de la venta de atención

agregada.

ii. La esfera de producción entre iguales orientada al proco-

mún y basada en vínculos más fuertes entre los cooperan-

bientalmente responsables; al igual que las empresas lucrativas, pueden generar productos y servicios para el mercado libre con los que obtener beneficio económico y buscan incrementar al máximo la rentabilidad para sus accionistas, pero se reinvierten el 100% de los beneficios en sus fines sociales. [N. E.]

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tes, como es el caso de Linux y Wikipedia. Por lo general,

en este modelo conviven una comunidad autogobernada,

instituciones orientadas al beneficio (Apache Foundation,

Wikipedia Foundation, etcétera) que se encargan de ges-

tionar la infraestructura de colaboración y un ecosistema

de empresas que crean escasez en torno a los bienes comu-

nes y, a cambio, apoyan y mantienen el procomún del que

derivan su valor.

iii. Finalmente, el crowdsourcing10 surge cuando las propias

instituciones tratan de crear un marco que permita integrar

la participación en la cadena de valor. Esta tercera alterna-

tiva, que puede adoptar una amplia variedad de formas, re-

mite generalmente en el ámbito de la cocreación.

Hay que tener en cuenta que el valor monetario que gene-ran los participantes comerciales es, en muchos casos, si no en todos, de distinto orden que el valor creado por los pro-cesos de innovación social. Los usuarios-productores-par-ticipantes crean valor de uso directo: vídeos en YouTube, co-nocimiento y software en el caso de los proyectos comunales. Este valor de uso pasa a formar parte de un fondo común que puede utilizarse con total libertad y que, por consiguiente, no

10 Neologismo acuñado por Jeff Howe y Mark Robinson y derivado de la noción de «outsourcing» (externalización). Designa la búsqueda de herramientas tecnológicas y sociales para lograr que una gran cantidad de participantes voluntarios (crowd significa «multitud» en inglés) rea-lice el trabajo del que tradicionalmente se encargaría un pequeño grupo de profesionales experimentados. [N. E.]

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se compone de productos escasos por los que se pueda exigir un precio. Las plataformas que permiten compartir viven de la venta de la atención derivativa creada, no del propio valor de uso. En el modelo comunal, la abundancia de procomún tampoco puede comercializarse directamente sin la previa creación de «escaseces» adicionales.

¿Qué implicaciones tiene esto para la esfera del mercado? Hoy en día es posible crear todo tipo de valor de uso sin capi-tal o con una mínima intervención comercial. Nos encontra-mos ante modos de creación de valor e intercambio posmo-netarios y poscapitalistas, inmanentes al mercado, es decir, empotrados en él, pero que también lo trascienden o, lo que es lo mismo, operan fuera de sus límites. Por otro lado, el ca-pital depende y se beneficia cada vez más y de todas las mane-ras posibles de las externalidades positivas de la innovación social. Por último, la producción de modelos entre iguales totales, parciales o híbridos puede ser sostenible desde un punto de vista colectivo como procesos de creación de valor, pero no ofrecen una solución directa a la cuestión de los in-gresos y el sustento de los participantes.

El problema se puede describir así: 1) existe un proceso de innovación social que crea principalmente valor no mo-netario para sus participantes; 2) hay una creciente brecha entre las posibilidades de creación de valor posmonetario y la generación de valor de cambio derivativo que interesa a las empresas; 3) los participantes implicados en esta apasionada producción e innovación no pueden, en su mayoría, encon-trar en estos procesos una vía para su propio sustento. De ahí

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la imposibilidad de obtener nada más que un pequeño y par-cial valor monetario desde el punto de vista de la mayoría de participantes comerciales, lo que aumenta la precariedad de aquellas personas que contribuyen a la innovación social. En otras palabras, el modelo de mercado actual no cuenta con un modelo de redistribución inverso que permita gestionar el valor que se está creando.

Por supuesto, podría tratarse de una crisis temporal, pero no es el caso. La razón estriba en que el mercado sólo indirecta y parcialmente puede proporcionar compensación monetaria a procesos que no estén motivados por tales compensaciones. Lo que se necesita, por tanto, son procesos redistributivos más generales que permitan a la sociedad y al mercado devolver parte del valor así creado. Una posibilidad consiste en el de-sarrollo de medidas de transición centradas en el mercado de trabajo (proteger al trabajador, no al mercado) que se hagan cargo de la flexibilidad y la movilidad que caracterizan la vida laboral contemporánea. Pero esto precisa de un desarrollo adicional importante: la toma de conciencia de que los traba-jadores contemporáneos no sólo pasan regularmente de tra-bajo en trabajo, sino también de trabajos a no-trabajos, y que, de hecho, lo más útil y significativo para ellos (y para el mer-cado y la sociedad) no son los empleos mercantiles remunera-dos sino los episodios de producción apasionada. Por tanto, se necesita una medida más general no conectada al empleo pero concebida como una compensación por (y un incentivo a) la innovación social. El nombre de esa medida general es, muy probablemente, alguna forma de renta básica.

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4. las condiciones para la expansión de la gobernanza entre iguales

La gobernanza entre iguales funciona porque la producción entre iguales consiste en la coordinación macroscópica de un elevado número de equipos de microproducción. La toma de decisiones dentro de los equipos es participativa y con-sensual, mientras que la coordinación global es hoy técnica-mente factible y se acepta de manera voluntaria. Las peque-ñas tribus, las víctimas de las jerarquías de la civilización, quedan rehabilitados en el nuevo formato de cibercolectivos basados en la afinidad.

Positivamente, la gobernanza entre iguales expande la es-fera de la autonomía cooperativa a todos los ámbitos sociales con la promesa de que la producción se puede convertir en un proceso no jerárquico. Como ya se ha dicho, la gober-nanza entre iguales es «posdemocrática», pues no se basa en la representatividad. Su límite negativo consiste en que requiere un consenso a priori sobre el objeto común. Pero la sociedad en su conjunto carece, por definición, de dicho consenso: es un repertorio descentralizado de intereses y vi-siones del mundo enfrentados antes que una red distribuida de agentes libres. Por tanto, para la sociedad en su conjunto no existe una alternativa a una política democrática revita-lizada basada en la representación. No obstante, del mismo modo que la reforma del mercado puede inspirarse en la lógica P2P o en los principios de la cooperación (como ocu-rre en el comercio justo, sujeto a la gestión entre iguales),

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también es posible una gobernanza global basada en mode-los multiparte informados por iguales. En cualquier caso, la esfera de autonomía, esto es, de la gobernanza pura, puede expandirse sustancialmente incluso dentro de los límites del gobierno democrático.

5. la teoría p2p como posibilidad de emancipación de nuestra época

La política económica actual se basa en un error fundamen-tal. Por un lado, se basa en la presuposición de que los re-cursos naturales son ilimitados y de que existe un sumidero sin fondo. Por otro, crea una escasez artificial de recursos culturales potencialmente abundantes. Esta combinación de cuasi-abundancia y cuasi-escasez destruye la biosfera y obstaculiza la expansión de la innovación social y la cultura libre. En una sociedad basada en el modelo P2P, la situación es la contraria: se aceptan los límites de los recursos natura-les y la abundancia de recursos inmateriales se convierte en principio operativo central. La perspectiva de la teoría P2P es la siguiente:

i. el valor central intelectual, cultural y espiritual se produ-

cirá a través de la producción entre iguales no recíproca;

ii. está rodeado por una esfera de intercambio material re-

formado e inspirado en la lógica P2P;

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iii. se gestiona a nivel global a través de un estado refor-

mado y de un sistema de gobernanza inspirado en la ló-

gica P2P.

Estas características hacen que se pueda considerar el P2P como el elemento medular de la civilización inminente y la respuesta y la solución a la crisis estructural del capita-lismo contemporáneo. En la medida en que un sistema de crecimiento infinito en un entorno natural limitado cons-tituye una imposibilidad física y lógica, el sistema mundial actual se enfrenta a una crisis estructural a causa de su de-sarrollo extensivo. Si hoy estamos consumiendo el equiva-lente a «dos planetas», serían necesarios cuatro planetas para que China e India alcanzaran los niveles de consumo occidentales. La crisis ecológica y la escasez de recursos ter-minarán limitando la expansión extensiva del sistema. Del mismo modo, el sueño de un desarrollo intensivo capitalista en el ámbito inmaterial también se enfrenta a graves limita-ciones, pues la esfera de la abundancia y la producción social directa de valor a través de la producción entre iguales crea un crecimiento exponencial de valor de uso, mientras que el crecimiento de las oportunidades de mercado que surgen en sus márgenes es, digamos, lineal.

El actual sistema mundial se enfrenta a una crisis simi-lar a la que se produjo en el Imperio Romano, cuya economía esclavista ya no podía crecer extensivamente (llegado a cier-to punto, el coste del crecimiento supera los beneficios de la productividad añadida), pero tampoco podía desarrollarse

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intensivamente, pues eso hubiera requerido autonomía para los esclavos. Así surgió el sistema feudal, que se concentró de nuevo en el ámbito local, donde podía ser mucho más pro-ductivo y crecer «intensivamente». Los siervos, que seguían atados a la tierra pero ahora tenían familia, una parte fija de su producción y una carga fiscal mucho menor, eran consi-derablemente más productivos que los esclavos. Los señores feudales se apropiaron de una parte mucho menor del exce-dente. El crecimiento extensivo actual terminará bloqueán-dose, pero el crecimiento intensivo en la esfera inmaterial requiere una transformación substancial que transciende en gran medida la lógica del sistema actual.

Análogamente, la crisis estructural contemporánea pro-vocará una reconfiguración de las dos clases principales (de igual modo que los dueños de esclavos tuvieron que conver-tirse en señores feudales y los esclavos en siervos). Hoy esta-mos presenciando la emergencia de una clase «netárquica» de dueños de capital que están renunciando a su dependencia del régimen actual de acumulación inmaterial a través de la propiedad intelectual. Se convierten así en promotores de la participación social a través de plataformas propietarias que combinan astutamente elementos abiertos y cerrados a fin de asegurar un cierto control y beneficio, mientras que los trabajadores del conocimiento dejan de constituir una clase disociada de los medios de producción, ya que sus cerebros y las redes son ahora sus medios socializados de producción (en cambio, sigue en buena medida despojada de los medios autónomos de monetarización). Sería justo afirmar que, en la

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actualidad, las comunidades de producción entre iguales son sostenibles colectiva pero no individualmente, lo que está generando una crisis de valor y extendiendo la precariedad entre los trabajadores cognitivos. En mi opinión, la solución apunta en la siguiente dirección:

i. El sector privado debe reconocer su creciente dependen-

cia de las externalidades positivas que surgen de la coope-

ración social y, junto con las autoridades públicas, asumir

un nuevo compromiso histórico en forma de una renta bá-

sica, lo que permitirá a la esfera cooperativa prosperar aún

más generando beneficios mercantiles.

ii. La esfera del mercado debe disociarse del capitalismo

basado en el crecimiento ilimitado. Explicar esto con de-

talle desborda con creces los límites de este artículo, pero

la clave podría ser una reforma macromonetaria como la

propuesta por Bernard Lietaer, junto con un nuevo régi-

men que extienda la producción de dinero desde los ban-

cos privados a la esfera social a través de sistemas moneta-

rios abiertos.

iii. La esfera de la producción entre iguales crea «sistemas

de reconocimiento de riqueza» adecuados para reconocer

a aquellos que permiten su existencia; también existen

sistemas que pueden traducir en ingresos esa riqueza en

prestigio.

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36 Michel bauwens

6. gobernanza y democracia entre iguales

La dinámica relacional del P2P tendrá cada vez más efectos políticos a medida que las infraestructuras técnicas y socia-les entre iguales, como las redes sociables y los equipos au-togestionados, se conviertan en un modelo importante, si no dominante, en el contexto del nuevo capitalismo cognitivo.

Cabe recordar que la dinámica relacional del P2P surge allí donde existen redes distribuidas, es decir, redes cuyos agentes son libres de emprender acciones y establecer rela-ciones y en las que no existe coerción manifiesta que impi-da el surgimiento de modos de gobernanza de abajo-arriba. Consiste en la creación de procesos como la producción en-tre iguales o producción común de valor; la gobernanza entre iguales, es decir, la autogestión de estos proyectos; y la propiedad entre iguales, un sistema autoinmune que evita la apropiación privada del procomún.

Es importante distinguir entre la democracia representa-tiva y la gobernanza entre iguales de una multitud de grupos pequeños pero coordinados a nivel global que eligen proce-sos no representativos en los que los participantes codeciden sobre los proyectos. La primera es una forma descentralizada de compartir el poder basada en elecciones y representantes. Dado que la sociedad no es un grupo P2P que haya alcanzado un consenso a priori, sino más bien una estructura descen-tralizada compuesta por grupos que compiten entre sí, la gobernanza entre iguales no puede sustituir a la democracia representativa.

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No obstante, ambos modos se influenciarán y se aco-modarán el uno al otro. Cuando los proyectos P2P superen cierta escala, deberán empezar a tomar decisiones acerca de la gestión de recursos escasos, y lo más probable es que terminen adoptando algunos mecanismos representativos. La toma de decisión representativa y burocrática se podrá sustituir en algunos casos por redes globales de gobernanza en buena medida autogestionadas y, en cualquier caso, de-berá adoptar cada vez más modelos de múltiples partes inte-resadas que intenten incluir como participantes en la toma de decisiones a todos los grupos que se vean afectados por tales acciones. Este modelo de asociación basado en grupos difiere de la gobernanza entre iguales basada en individuos, aunque comparte el mismo espíritu en la medida en que am-bas privilegian el ethos de la participación.

7. hacia un enfoque del estado socio

La política del estado socio es un enfoque que fomenta la creación de valor por parte de las comunidades de usuarios eliminando algunos de los obstáculos a los que se enfrenta. Implica un cambio de perspectiva importante. La moderni-dad difundió una concepción atómica del individuo. La ins-titución de la sociedad requería un contrato que delegara en el soberano la autoridad de los individuos que, por otro lado, debían ser socializados por instituciones que los conside-raban como una masa indiferenciada. En cambio, desde el

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punto de vista contemporáneo, los individuos están «siem-pre-ya» conectados con sus iguales y ven las instituciones como estructuras de información entre iguales. Por tanto, las instituciones tendrán que evolucionar a fin de convertirse en ecosistemas de refuerzo y diseñar maneras de crear infraes-tructuras de apoyo.

Los políticos se convierten entonces en intérpretes y en expertos que pueden trasladar los asuntos surgidos en la so-ciedad civil basada en redes a la esfera institucional. El estado se convierte al menos en un árbitro neutral –o, idealmente, en partidario del procomún–, es decir, en el metarregulador de las tres esferas, y se desplaza del dilema impuesto por el binomio estado-privatización a la opción triárquica con una combinación óptima de regulación gubernamental, libertad del mercado privado y proyectos de una sociedad civil autó-noma. Un estado socio reconoce que la ley de competencia asimétrica le obliga a brindar el máximo apoyo a la innova-ción social.

El ejemplo más reciente que tengo a mi disposición es el trabajo realizado en el municipio de Brest, en la Bretaña francesa. El área de «Democracia Local» del Ayuntamiento, dirigida por Michel Briand, ofrece infraestructuras online, módulos educativos y equipamientos físicos compartidos (cámaras, equipos de sonido, etcétera) para que grupos e individuos locales puedan crear proyectos sociales y cultu-rales propios. Por ejemplo, el proyecto Territoires Sonores11

11 www.wiki-brest.net/index.php/Territoires_Sonores

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permite al público crear registros etnográficos de audio y ví-deo que no han sido producidos ni por empresas privadas ni por el Ayuntamiento. En otras palabras, la autoridad pública alienta y posibilita la producción directa de valor social.

La dinámica P2P y la reflexión y la experimentación que inspira no sólo encarnan una tercera forma de producción de valor social. También produce nuevas formas de institu-cionalización y de regulación que podrían ser exploradas y aplicadas de manera fructífera. De hecho, de la sociedad ci-vil emerge una nueva institucionalización, el procomún, una forma diferenciada de regulación y propiedad de reciente aparición. Al contrario de lo que ocurre en la propiedad pri-vada, que es excluyente, y en la propiedad estatal, en la que el colectivo «expropia» al individuo, con el procomún el indi-viduo retiene su soberanía, que después comparte de manera voluntaria. Sólo el enfoque de la propiedad comunal recono-ce la propensión del conocimiento a extenderse ilimitada-mente, mientras que el régimen propietario se ve obligado a librar una lucha feroz contra esta tendencia natural, lo que aumenta la probabilidad de que el modelo del procomún se adopte como la solución más competitiva.

En cuanto a la institucionalización de estas nuevas formas de propiedad comunal, Peter Barnes, en su importante obra Capitalism 3.012, explica cómo los parques nacionales y el procomún medioambiental podrían ser dirigidos por trusts que tendrían la obligación de mantener intacto todo el ca-

12 http://capitalism3.com/

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40 Michel bauwens

pital (natural) y serían responsables de la preservación de los recursos naturales comunes. Esto podría convertirse en una alternativa aceptable tanto a la nacionalización como a la desregulación y privatización.

Todo ello permite conjeturar que en la civilización inmi-nente, donde el P2P constituirá la lógica esencial de la crea-ción de valor, el procomún se convertirá en la institución central que regirá el metasistema, mientras que el mercado pasará a ser un subsistema de información entre iguales en-cargado de la producción de productos físicos rivales en el contexto de una economía pluralista que se beneficiará de una variedad de diseños basados en la reciprocidad.

8. una política progresista renovada centrada en el manteni-miento del procomún

¿Qué consecuencias tiene todo esto para las tradiciones emancipadoras que aparecieron en la era industrial? En mi opinión, podría tener dos efectos positivos:

i. Su disociación de su vínculo automático con las formas de go-

bierno burocrático (lo cual no significa que no sea apropiado

en ciertas circunstancias). Se pueden formular propuestas que

apoyen directamente el desarrollo del procomún.

ii. Su disociación de su alternativa: la desregulación y privati-

zación. Tanto el apoyo al procomún como la producción entre

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iguales implican la existencia de una alternativa frente a la pri-

vatización neoliberal y la introducción de la lógica privada en la

esfera pública.

Ésta es la base para la aparición de movimientos progre-sistas propios de la sociedad de la información y no arrai-gados exclusivamente en la sociedad industrial. Frente a la mera defensa del statu quo industrial, recuperan así su nervio ofensivo (en beneficio de una sociedad de la infor-mación basada en la equidad, por ejemplo) estrechamente aliados con las fuerzas y movimientos abiertos-libres, par-ticipativos y comunales. Estos tres movimientos sociales han surgido como respuesta a la necesidad de promover una reproducción social eficiente de la producción entre iguales y el procomún.

Los movimientos abiertos y libres aspiran a asegurar la existencia de materia prima para la producción y la apro-piación cultural y luchan contra las rentas monopolistas del capital que restringen la innovación. Se ubican en el lado de los insumos de la ecuación. Los movimientos participativos pretenden que cualquiera pueda utilizar su combinación específica de habilidades para contribuir a los proyectos comunes y trabajan para reducir las barreras de acceso téc-nicas, sociales y políticas. Finalmente, el movimiento del procomún promueve la preservación de lo comunal de la apropiación privada para así asegurar su reproducción social y su circulación fluida, de modo que se creen nuevas capas de materia prima abierta y libre.

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42 Michel bauwens

Estos movimientos adoptan las tres formas habituales:

a. movimientos transgresores, como el de los jóvenes y

adultos que comparten archivos, que demuestran que el

régimen legal debe cambiar;

b. movimientos constructivos que crean marcos para nue-

vos tipos de relaciones sociales, como Creative Commons,

el movimiento de software libre, etcétera;

c. propuestas radicales o reformistas dirigidas a modificar

el régimen institucional para adaptarlo a la nueva realidad.

En mi opinión, estos movimientos y redes de redes no darán lugar a nuevos partidos políticos, pero sí buscarán vín-culos políticos. Dado que el P2P es un régimen que combina igualdad y libertad y, por tanto, combina elementos de varias áreas del espectro político, creo que la izquierda política se encuentra en condiciones particularmente adecuadas para forjar una alianza con los nuevos deseos y demandas de estos movimientos.

Existe asimismo una conexión con el movimiento medio-ambiental. Mientras que los movimientos centrados en la cultura luchan contra la escasez artificial provocada por los regímenes restrictivos que imponen las leyes de patentes y copyright, los movimientos medioambientales luchan con-tra la abundancia artificial creada por la lógica irrestricta del mercado. Para que nuestra civilización sea sostenible en la

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nueva etapa es preciso justamente eliminar la seudoabun-dancia y la seudoescasez. Tal y como ha subrayado Richard Stallman, entre otros, los regímenes de patentes y de co-pyright están diseñados explícitamente para inhibir la coope-ración libre y el flujo cultural entre individuos creativos, y son tan perniciosos a la hora de alcanzar un mayor desarrollo de la humanidad como la destrucción de la biosfera.

Existe, por tanto, un enorme potencial para que este mo-vimiento renovado que lucha por la emancipación humana encaje en los valores de una nueva generación de jóvenes y permita recortar la gran ventaja que la derecha ha ido obte-niendo desde la década de los ochenta.

9. conclusión. ¿qué hacer?

Recapitulemos alguno de los puntos que he tratado y anali-cemos los puntos en común que existen entre el movimien-to contra la escasez artificial y el movimiento a favor de la sostenibilidad. La política económica que domina nuestras vidas funciona exactamente al revés. Creemos que nuestro mundo natural es infinito y que, por tanto, podemos dis-frutar de un sistema económico basado en el crecimiento infinito. Pero dado que el mundo material es finito, este sis-tema económico se basa en la pseudoabundancia. También creemos que debemos introducir escaseces artificiales en el mundo de la producción inmaterial, impidiendo el libre flu-jo de innovación social y cultural basada en la cooperación

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libre y erigiendo obstáculos en forma de permisos y rentas de la propiedad intelectual protegidas por el estado.

En cambio, lo que necesitamos es una política económi-ca basada en una comprensión veraz de la escasez material y consciente de la abundancia de la esfera inmaterial. La in-novación compleja precisa trabajadores creativos y autóno-mos que no vean obstaculizada su capacidad de compartir y aprender los unos de los otros.

En el mundo de la producción inmaterial de software, texto y diseño, los costes de reproducción son marginales; por tal motivo, está asistiendo a la aparición de un tipo de producción entre iguales no recíproca en la que los indivi-duos participan de manera voluntaria en la creación directa de valor de uso, obteniendo así beneficios del procomún re-sultante de manera general, pero sin reciprocidad especí-fica. En el mundo de la producción material, donde existe escasez y hay que recuperar los costes, no es posible la au-sencia de reciprocidad y, por tanto, se necesitan modos de intercambio neutral, como los mercantiles u otros modos de reciprocidad.

En la esfera de la producción inmaterial, la humanidad está aprendiendo las leyes de la abundancia, porque los bie-nes no rivales aumentan su valor al ser compartidos. En este ámbito estamos evolucionando hacia licencias no-propieta-rias, hacia modos de producción participativos y formas de propiedad comunales. También están surgiendo formas po-sitivas de retribalización basadas en la afinidad. En la esfera de los medios materiales escasos, en cambio, se avecina una

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sucesión de crisis de escasez, como el calentamiento global, por ejemplo, que fomentan las formas negativas de tribaliza-ción competitiva.

La lógica de la abundancia tiene el potencial para condu-cirnos a una reorganización de nuestro mundo basada en la lógica del P2P, que lo dotará de un mayor grado de comple-jidad. La lógica de escasez, por el contrario, puede llevarnos a una guerra generalizada por los recursos y a un grado in-ferior de complejidad, una nueva edad oscura, como ocurrió tras la desintegración del Imperio Romano. De modo que el reto consiste en inyectar la lógica emergente de la abundan-cia en el mundo de la escasez.

¿Se trata de una posibilidad realista? En el mundo in-material de la abundancia, compartir no constituye ningún problema y es muy probable que sigan apareciendo y ex-pandiéndose nuevos modos de producción no recíprocos. El ideal «juntos lo sabemos todo» es un ideal asequible. En el mundo material de la escasez, la abundancia se traduce en tres conceptos clave que pueden cambiar la conciencia humana y, por tanto, nuestras prácticas económicas. La no-ción de «todos lo tenemos todo» no parece muy factible, de modo que necesitamos conceptos transicionales.

El primer concepto es la distribución de todo. Esto sig-nifica que, en vez de abundancia, disponemos de un reparto de recursos y medios físicos de producción que permita a los individuos comprometerse y actuar libremente. Esto equiva-le a una economía que avanza gradualmente hacia modalida-des de mercado informado entre iguales, como el comercio

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justo (un mecanismo de mercado sujeto al arbitraje de pro-ductores y consumidores, que son considerados socios) o el empresariado social (que utiliza las ganancias para promo-ver el avance social). Las tendencias objetivas hacia la mi-niaturización de los medios de producción físicos favorecen este rumbo: la fabricación personal permite la aparición de diseñadores individuales; la manufactura rápida y el tooling están disminuyendo las ventajas de escala de la producción industrial. El préstamo social crea una distribución de capi-tal financiero y la producción social directa de dinero a tra-vés del software no está muy lejos de hacerse realidad en dis-tintas partes del mundo (véase la obra de Bernard Lietaer). Si la escasez encarece la energía y las materias primas, como seguramente sucederá, es probable que se produzca una re-localización de la producción y que los modos de producción informados entre iguales experimenten un auge.

El segundo concepto es la sostenibilidad. Dado que un sistema de crecimiento infinito no puede durar indefinida-mente, debemos adoptar nuevos conceptos de mercado como los que han descrito las escuelas del capitalismo natural (Da-vid Korten, Paul Hawken, Hazel Henderson), el capitalismo 3.0 y el diseño y los procesos de producción cradle to cradle centrados en la ecoefectividad y en la ausencia de residuos. Es preciso desarrollar una economía de crecimiento esta-cionario (Herman Daly) –que no necesariamente estática–, es decir, una economía en la que la posibilidad de obtener un mayor rendimiento de la naturaleza esté condicionada a nuestra capacidad para renovar los recursos utilizados.

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El tercer concepto es el de lo suficiente o «abundante». La abundancia posee un lado objetivo y otro subjetivo. En la economía material, el crecimiento infinito debe sustituirse por el suficiente, es decir, la comprensión de que la felici-dad humana no puede seguir dependiendo de la acumula-ción material infinita ni del sobreconsumo, sino que debe basarse en la acumulación y el crecimiento inmaterial. Los recursos deben ser suficientes para que podamos buscar el sentido y el estatus a través de nuestra identidad como indi-viduos creativos y colaboradores, reconocidos en las distin-tas comunidades de iguales a las que pertenecemos.

Sólo una economía de la riqueza en experiencia puede evitar una cultura de la frustración y el sacrificio, con toda su carga de represión e infelicidad. No obstante, esta economía de la experiencia no surgirá sólo de franquicias comerciales, sino que será también el resultado de la producción social directa de valor cultural. Las empresas y las comunidades de iguales, apoyadas por un estado socio, deberán crear un complejo entramado de valor inmaterial, y cuanto mayor sea el valor inmaterial de nuestro entorno, más débil será nues-tra relación con la mera posesión.

apéndice 1. tesis sumarias sobre la emergencia de la civiliza-ción y de la política económica entre iguales

1. El sistema mundial actual está marcado por una lógica de la organización social profundamente contraproducente:

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i. Se basa en un falso concepto de abundancia en el mundo

material limitado. Ha creado un sistema basado en el cre-

cimiento infinito en un entorno de recursos finitos.

ii. Se basa en un falso concepto de escasez en el mundo in-

material infinito. En vez de permitir una innovación social

experimental continua, erige deliberadamente barreras

legales y técnicas (patentes, copyright, etcétera) a fin de

impedir la cooperación libre.

2. Por consiguiente, la prioridad a la hora de construir una civilización sostenible es invertir estos principios:

a. Debemos basar nuestra economía física en el reconoci-

miento de la finitud de los recursos naturales y en lograr

una economía estacionaria sostenible.

b. Debemos facilitar la cooperación libre y creativa y re-

ducir las barreras que bloquean dicho intercambio a tra-

vés de la reforma del copyright y de otros regímenes res-

trictivos.

3. La jerarquía, los mercados e incluso la democracia son medios para asignar recursos escasos a través de la autori-dad, de la fijación de precios y de la negociación. Son inne-cesarios en el campo de la creación y del libre intercambio de valor inmaterial, ya que está dominado por formas de go-bernanza entre iguales de abajo-arriba.

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4. Los mercados, entendidos como un medio para gestio-nar recursos físicos escasos, son tan sólo una de las formas posibles de realizar esta asignación. Por otro lado, es preciso disociarlos de la idea de capitalismo, que es un sistema de crecimiento infinito.

5. La creación de valor inmaterial, que debe desempeñar un papel dominante en un mundo posmaterial que reconozca la finitud del mundo material, se caracterizará por una mayor presencia de la producción entre iguales no recíproca.

6. La producción entre iguales es un sistema más productivo a la hora de generar valor inmaterial que el sistema basado en el lucro. En los casos en que se produzca competencia asimétrica entre empresas con ánimo de lucro e instituciones y comu-nidades probeneficio, éstas últimas tenderán a prevalecer.

7. La producción entre iguales genera mayor felicidad so-cial porque a) se basa en la forma más elevada de motivación individual, es decir, la motivación intrínseca positiva; b) se basa en la forma más elevada de cooperación colectiva, es decir, la cooperación sinérgica caracterizada por cuatro vic-torias (de los participantes en el intercambio, de la comuni-dad y del sistema universal).

8. La gobernanza entre iguales, el modelo de toma de de-cisiones participativa de abajo-arriba (sólo deciden quienes participan) que surge de los proyectos entre iguales, es polí-ticamente más productivo que la democracia representativa y tenderá a aparecer en la producción inmaterial. No obstan-te, sólo puede reemplazar a los modelos representativos en el campo de la no escasez y constituirá un modelo complemen-

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tario en la esfera política. Necesitamos estructuras políticas que faciliten la convergencia entre los intereses individuales y los colectivos.

9. La propiedad entre iguales y los medios legales e ins-titucionales para la reproducción social de proyectos entre iguales son intrínsecamente más distributivos que la propie-dad pública y la propiedad privada excluyentes. La producción entre iguales tenderá a convertirse en la forma dominante dentro de la esfera de la producción inmaterial (que incluye la totalidad del diseño de los productos físicos).

10. El P2P como dinámica relacional entre agentes libres repartidos en redes distribuidas se convertirá muy probable-mente en el modo dominante de producción de valor inma-terial. Sin embargo, en el campo de la escasez, la lógica P2P tenderá a reforzar los modelos de mercado informados entre iguales, como el comercio justo. A su vez, el campo de la polí-tica de negociación con grupos basada en la escasez tenderá a reforzar las formas de Estado informado entre iguales, como es el caso de las formas de gobernanza multiparte.

11. El Estado debe dejar de ser el protector de los inte-reses dominantes y el árbitro entre la regulación pública y las estrategias de las empresas privadas (una solución bi-naria eterna e improductiva) para convertirse en el árbitro de una triarquía de regulación pública, mercado privado y producción social directa de valor. En última instancia debe abandonar el modelo del estado de bienestar para adoptar la estrategia del estado socio implicado en la protección de la creación social directa de valor.

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12. El mundo de la producción física debe caracterizarse por: a) formas sostenibles de intercambio mercantil infor-mado entre iguales (comercio justo, etcétera); b) formas de reciprocidad revigorizadas y economía del don; y c) un mundo basado en la innovación social y los diseños abiertos, dispo-nibles para la producción física en cualquier parte del mundo.

13. La mejor garantía de la expansión de la lógica P2P al mundo de la producción física es la distribución de todos los medios de producción entre individuos y comunidades a fin de que puedan participar en la cooperación social. Mien-tras que el mundo inmaterial se caracterizará por una lógica P2P basada en el intercambio generalizado no recíproco, el mundo del intercambio material informado entre iguales se caracterizará por la existencia de formas de reciprocidad en evolución y por el intercambio neutral.

14. Debemos abandonar la retórica anticapitalista va-cua e ineficaz y apostar por una construcción poscapitalista constructiva. La teoría P2P entendida como un intento de comprender la producción, la gobernanza y la propiedad entre iguales, así como los paradigmas, los sistemas de valor basados en lo abierto/libre y los movimientos a favor de la participación y orientados al procomún que se derivan de ella, se encuentra en una posición privilegiada para adaptar-se tanto a los valores prioritarios de la derecha (la libertad individual) como a los valores prioritarios de la izquierda (la igualdad). En la lógica P2P, la una es la condición de la otra: el individualismo cooperativo fusiona equipotencialidad y libertad en un contexto libre de coerción.

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15. Debemos ser políticamente sensibles a las arquitectu-ras de poder invisibles. En los sistemas distribuidos, en los que no existe una jerarquía manifiesta, el poder es una fun-ción del diseño. Uno de estos sistemas, tal vez el más impor-tante, es el sistema monetario, cuyo diseño basado en tipos de interés requiere la conexión del mercado con un siste-ma de crecimiento infinito. Es preciso romper este vínculo y, en este sentido, se hace necesaria o bien una reforma global del sistema monetario o bien una expansión de los nuevos medios de producción social directa de dinero.

16. Ésta es la verdad de la lógica P2P de las relaciones sociales: a) juntos lo tenemos todo; b) juntos lo sabemos todo. Por tanto, las condiciones para alcanzar una vida ma-terial y espiritual digna se encuentran en nuestras manos, en nuestra capacidad de relacionarnos y formar comunida-des. La teoría emancipadora del P2P no ofrece nuevas so-luciones para los problemas globales sino más bien nuevos medios para afrontarlos mediante la inteligencia colectiva de la humanidad. Estamos asistiendo a la rápida aparición de cajas de herramientas P2P para el mundo virtual y de técni-cas que facilitan el mundo físico de encuentros cara a cara; ambas son necesarias para promover el cambio de concien-cia. Utilizarlas depende de nosotros.

17. En la actualidad, el mundo de la producción empresa-rial se está beneficiando de las externalidades positivas de la innovación social (innovación entendida como una propie-dad emergente de la propia red, no como una característica interna de cualquier entidad), pero no existen mecanismos

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de retorno, lo que provoca el problema de la precariedad. Ahora que ya nadie cuestiona la productividad de lo social, necesitamos soluciones que permitan al Estado y a las en-tidades con ánimo de lucro crear mecanismos de retorno, como formas de renta que ya no estén directamente relacio-nadas con la producción privada de riqueza, sino que recom-pensen la producción social de riqueza.

apéndice 2. cómo la producción y la innovación entre iguales afecta a la política de innovación

1. Ley de competencia asimétrica: toda empresa o nación que compita con una institución pro-beneficio basada en formas libres de conocimiento, en modos de producción participa-tivos y en fuentes de conocimiento orientados al procomún tenderá a perder respecto a esta última.

2. Toda empresa o nación que utilice formatos de propie-dad cerrados, que no se apoye en comunidades participati-vas que promuevan la cocreación y que no desarrolle fuentes de conocimiento orientadas al procomún tenderá a perder frente a aquellos que adoptan estas prácticas.

3. Por tanto, necesitamos enfoques y plataformas inspirados en la idea del Estado socio que apoyen y fomenten la produc-ción social de valor de uso, así como los mecanismos a través de los cuáles los beneficios generados por la apropiación privada de las externalidades positivas de la innovación social puedan retornar a las comunidades para hacerlas más sostenibles.

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54 Michel bauwens

apéndice 3: un marco legal regulador para la sociedad participativa

1. En la esfera inmaterial:

i. Disminución de la escasez artificial en el campo infor-

mativo, de modo que se cree un inmenso valor social y la

cordialidad inmaterial pueda sustituir a la moribunda lógi-

ca de la acumulación material.

ii. Adopción de las políticas del estado socio, que fomentan

la creación directa de valor social, por parte de las autori-

dades públicas.

2. En la esfera de la materialidad:

i. Introducción del coste auténtico en el campo material, de

modo que el mercado ya no pueda crear externalidades ne-

gativas en el entorno natural. Disociación del mercado del

sistema de crecimiento material infinito.

ii. Creación de un acceso más distribuido a los medios de

producción (finanzas basadas en la lógica entre iguales,

producción distribuida de energía, etcétera), a fin de que la

dinámica entre iguales se introduzca también en la esfera

de producción material.

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aspectos jurídicos del conocimiento libre. propiedad intelectual

y acceso abierto a la información

Fernando Carbajo Cascón

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1. cultura y mercado en la sociedad de la información

Internet y el ciberespacio son el paradigma de la Sociedad de la Información, representan por igual un espacio para la libre difusión de información de todo tipo y un espacio de mer-cado o comercial donde los principales objetos de comer-cio (electrónico) son, precisamente, los contenidos de tipo cultural, informativo o de entretenimiento. La red aporta un importante ingrediente de democratización de la informa-ción y de la cultura al permitir el contacto directo entre los creadores de contenidos y los usuarios, facilitando la libre generación, circulación e intercambio de la información sin tener que pasar por el filtro del poder mediático; derechos y principios fundamentales como la libertad de expresión e información o el acceso a la cultura se erigen en los principa-les baluartes de este fenómeno. Pero en el ciberespacio exis-

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58 Fernando carbajo cascón

te también un nuevo mercado virtual global donde se desa-rrolla un comercio de prestaciones basadas prioritariamente en productos y servicios relacionados con la información, la cultura y el entretenimiento; y es aquí donde aparecen con fuerza otros derechos constitucionales como la propiedad y la libertad de empresa; en particular la propiedad intelectual, que actúa como instrumento y objeto del comercio electró-nico y motor fundamental del mercado electrónico. En de-finitiva, Internet es la máxima representación de la sociedad de la información; la sociedad conectada; la sociedad del co-nocimiento. Pero también es la máxima expresión del nuevo mercado electrónico o virtual; de la e-economía; del moder-no capitalismo cultural o capitalismo cognitivo.

Son conocidas las tensiones que se producen entre los partidarios de reforzar el derecho de propiedad intelectual para impedir el acceso no autorizado a contenidos digitales, y quienes abogan por potenciar el acceso libre, gratuito y uni-versal a todo tipo de información al margen de la propiedad intelectual. El debate se plantea en términos tecnológico-ju-rídicos, pues mientras unos justifican las recientes reformas de la legislación sobre propiedad intelectual que reconocen el derecho a utilizar vallas tecnológicas (medidas tecnológicas de protección [TPM] y sistemas de gestión digital de derechos [DRM]) y nuevas fórmulas contractuales (licencias de usuario final) que permiten controlar el acceso y el uso de contenidos protegidos, otros reclaman un mayor margen de aplicación de los límites o excepciones a los derechos exclusivos de propiedad intelectual (como la copia privada, la cita o la re-

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aspectos jurídicos del conociMiento libre 59

producción, préstamo y puesta a disposición en bibliotecas, archivos e instituciones similares) para fomentar el acceso libre a la información, al tiempo que animan a utilizar nuevos modelos de difusión de contenidos basados precisamente en la accesibilidad procurada por las nuevas tecnologías de la información (licencias públicas generales [GPL] y programas de intercambio de archivos entre pares [P2P]).

En el centro del debate se sitúa el concepto mismo de «información», que se convierte así en el término de refe-rencia (oberbegriff y leitmotiv) del nuevo modelo de sociedad y de economía destilado por la fulgurante aparición y creciente influencia de las nuevas tecnologías (informática, tecnología digital, telecomunicaciones). Paradójicamente, el amplísimo espacio virtual se torna estrecho por razón de su objeto. La información protagoniza agrios enfrentamientos entre quie-nes la consideran un elemento comercial –fundándose en legítimos derechos de propiedad intelectual que se explotan en línea en régimen de licencias de acceso y uso y con ayu-da de medidas tecnológicas de control de acceso, bloqueo de contenidos y control del copiado (copyright digital)– y quie-nes abogan por la libre difusión del conocimiento mediante sistemas de acceso abierto (open access) y creación comunal (procomún), como las licencias públicas generales (licencia GNU de software libre, licencias Creative Commons, licen-cias Coloriuris) y los programas de intercambio de archivos entre iguales o peer to peer (P2P).

En la actualidad es habitual encontrar declaraciones don-de se presenta la propiedad intelectual como un obstáculo

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–si no, directamente, un atentado– contra la libertad de in-formación, alegando el carácter libre –inapropiable– de la información, del conocimiento y de la cultura. Desde esta perspectiva la propiedad intelectual se considera una contra-dictio in terminis, un oxímoron, pues lo intelectual (el fruto del espíritu) no puede ser objeto de derechos de propiedad. Internet, como paradigma de la sociedad de la información, se aprecia fundamentalmente como un sistema abierto y co-munal para compartir y gestionar recursos; un sistema –en suma– que sirve para redescubrir la vieja idea del proco-mún (commons), donde la producción e intercambio entre iguales se entiende como una forma más eficiente, creativa y humanista de generar valor que las estructuras típicas del mercado basadas en la propiedad y en la lucha competitiva. La creación de valor intelectual y cultural –se llega a afirmar– no puede concebirse en términos de transacción económica, sino como un proceso continuo y necesario de la vida social y cultural de nuestra civilización.

Desde luego, no puede ignorarse el valor del conoci-miento compartido mediante libre acceso y difusión, ni el inestimable papel de Internet como regenerador de la vieja idea del procomún; sobre todo en el campo de la ciencia y la educación, tal y como demuestra la iniciativa Open Access. En este sentido, Internet, el ciberespacio, la sociedad de la información, ofrecen nuevas alternativas para la creación y difusión de información al margen de la industria de la cul-tura y medios de comunicación que, hasta la fecha, acapara-ban el control de lo que debía publicarse y difundirse entre

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el público. Pero eso no puede servir para ignorar los aspectos positivos de la propiedad intelectual y apartarla como un mo-delo obsoleto. Y, desde luego, no puede invocarse la idea del procomún para justificar lesiones evidentes de legítimos –y muy respetables– derechos de propiedad intelectual, como sucede habitualmente en el debate abierto en torno a la lici-tud o ilicitud del intercambio de archivos a través de progra-mas P2P. La propiedad intelectual ha sido durante muchos años una herramienta clave en la generación de creaciones originales y su difusión entre el gran público. Las relacio-nes entre autores e industria y la competitividad entre la in-dustria de contenidos han servido para poner a disposición del público de todo el mundo grandes cantidades de produc-tos y servicios culturales, favoreciendo con ello el acceso a la información y a la cultura. Es irreal y contraproducente a medio plazo presentar la propiedad intelectual como un fre-no a la generación y difusión del conocimiento.

En el trasfondo de este debate están movimientos tecno-filosóficos conocidos como ciberidealismo y tecnorrealismo. Mientras los primeros parten de una concepción absoluta-mente altruista e ideal (ciberutópica) de la red como herra-mienta para el libre intercambio de información que ha de partir de la inapropiabilidad de la información, la cultura y el conocimiento para culminar en una especie de panacea cultural, los segundos afirman que la información puede y debe ser protegida para que se produzcan creaciones de ca-lidad, debiendo centrarse el debate no en la desaparición de la propiedad intelectual sino en su correcta adaptación al

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nuevo entorno tecnológico. A mi juicio, es posible encontrar un punto de equilibrio entre ambas visiones del nuevo mo-delo de sociedad y economía basado en la información. Y ese equilibrio pasa por un adecuado entendimiento del concep-to mismo de información, alejado de posturas maximalistas y excluyentes.

El término información puede entenderse desde una do-ble perspectiva. Desde una perspectiva dinámica o procedi-mental, la información se presenta como mensaje: de una parte, como la acción de poner en conocimiento del público cualesquiera ideas, noticias o contenidos mediante distintos procedimientos o vías de transmisión o comunicación del mensaje informativo; y, de otra parte, como la recepción y conocimiento de esas ideas, noticias o contenidos por el pú-blico como consecuencia de la comunicación del mensaje. Desde una perspectiva material o sustantiva, la información se identifica con los contenidos que se hacen llegar al público por diferentes vías o medios y de los que se desprenden ideas, noticias o sucesos.

Podemos hablar así de la información como contenido y de la información como mensaje o comunicación (como vehícu-lo de transmisión de contenidos) entre una pluralidad de su-jetos (emisor y receptor o receptores). O, expresado de forma sintética, el objeto de las relaciones y procesos de comunica-ción es la información que se desprende de los contenidos.

Desde la perspectiva dinámica se da preferencia abso-luta a determinados aspectos constitucionales del concepto de información. En particular, a la libertad de información

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como manifestación derivada del derecho fundamental de libertad de expresión (art. 20.1 a. y d. de la Constitución Es-pañola de 1978). La libertad de información se manifiesta como uno de los derechos básicos de la persona desde una doble perspectiva: la libertad de informar (libertad de crea-ción, de opinión y de comunicación) y la libertad de ser in-formado (derecho a recibir información libre y plural). La información así entendida se pone en relación directa con el conocimiento y con la cultura; con los principios rectores de la política social y económica que obligan a los poderes públicos a promover y tutelar el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho (art. 44.1 CE), a promover la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general (art. 44.2 CE), y a garantizar la conservación y pro-mover el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico (art. 46 CE).

Pero la información no puede entenderse sin su aspecto o dimensión material o sustantiva; es decir, la información como contenido. Desde esta perspectiva la información se concibe como un bien en sí mismo; un bien inmaterial sus-ceptible de circulación y de intercambio; pero, con carácter previo, también susceptible de apropiación y de comercia-lización por quien lo genera y por quien lo difunde, encon-trando asimismo soporte constitucional en el derecho a la propiedad privada (art. 33 CE) y en el derecho de libertad de empresa en una economía de mercado que contiene im-plícitamente el principio de libre competencia (art. 38 CE). Si el bien inmaterial puede calificarse como obra intelectual

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original será objeto de propiedad por su creador (emisor) a través del derecho de autor; y también podrá ser objeto de propiedad el mero soporte a través del cual se ponen los con-tenidos a disposición del público (fonograma, videograma, emisión de radio o de televisión, base de datos…), en este caso mediante los derechos afines o conexos.

Así, en las relaciones informativas (comunicación de mensajes) existen objetos (contenidos) que normalmente estarán protegidos por derechos de propiedad intelectual (derechos de autor y derechos conexos). La información como contenido constituye un bien que se erige en el prin-cipal recurso económico en la era del conocimiento, mar-cada por un espectacular desarrollo tecnológico orientado precisamente a la generación, difusión e intercambio de datos. En este sentido, en los países anglosajones se habla indistintamente de «bienes informacionales» (informa-tional goods), de «productos intangibles informacionales» (intangible informational products) y de «propiedad informa-cional» (informational property). Esto es, cualquier creación humana potencialmente valiosa cuya existencia es autónoma del soporte en el que se plasma o expresa; pero también los soportes industriales que sirven como vía de expresión y co-municación hacia el público de la información.

Considero inexactas, por tanto, aquellas posturas según las cuales la información es un bien que no puede ser obje-to de apropiación al tratarse de una res communis. De hecho, es preciso partir de la idea contraria: la apropiabilidad de la información en tanto que contenido del cual se desprenden

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ideas y noticias y que es fruto de un esfuerzo intelectual o de una inversión industrial. Y es errónea también la plena identificación de la información con el conocimiento y con la cultura: la información no es conocimiento, sino que es cualquier tipo de material intelectual que, mediante los pro-cesos adecuados de comunicación, contribuye a engrosar el conocimiento humano y, con ello, la cultura de toda la so-ciedad; en suma, la información no es conocimiento sino fuente material y vehicular de conocimiento, así como fuen-te germinal de cultura.

2. propiedad y acceso

El art. 9.2 del Convenio TRIPS/ADPIC (Anexo 1 C del Tratado de Marrakech por el que se crea la Organización Mundial del Comercio) establece que «la protección del derecho de au-tor abarcará las expresiones pero no las ideas, procedimien-tos, métodos de operación o conceptos matemáticos en sí». En la misma línea, el art. 2.8 del Convenio de Berna sobre la propiedad literaria y artística dispone: «La protección del presente Convenio no se aplicará a las noticias del día ni de los sucesos que tengan el carácter de simples informaciones de Prensa».

Pero una cosa es que las ideas, las noticias, el conoci-miento y la cultura no sean apropiables, y otra cosa muy diferente es que no puedan ser objeto de apropiación las creaciones intelectuales literarias, visuales o audiovisuales

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donde se plasme un conjunto de ideas elaboradas fruto de la imaginación, o donde se plasmen de manera coherente y or-denada las noticias, sucesos o simples informaciones del día a día. Así pues, es preciso distinguir entre las ideas mismas o las simples noticias, y el desarrollo concreto y elaborado de las ideas o de las noticias expresado en una forma concreta: la obra. Es, al fin y al cabo, la diferencia entre ideas o noticias no desarrolladas o espontáneas e ideas o noticias desarro-lladas o elaboradas. La propiedad intelectual no protege las ideas ni las meras noticias o hechos noticiables, los cuales forman parte del domino público y, por lo tanto, se pueden utilizar libremente.

Así, la exclusión de las ideas y de las meras noticias o sucesos del alcance del derecho de propiedad intelectual constituye el primer y fundamental límite a este derecho exclusivo o monopolístico que conocemos como propiedad intelectual. Una vez concretadas y plasmadas en un soporte que las haga accesibles al público, las ideas y noticias siguen siendo libres y pueden circular libremente. Lo que no podrá utilizarse libremente es esa concreta forma o manifestación de las mismas: la obra fruto del intelecto y la prestación co-nexa o afín (el contenido), que queda sujeta a un derecho ex-clusivo y excluyente (ius prohibendi), de manera que para su utilización habrá de contarse con la autorización previa del titular o titulares de derechos sobre la misma.

Entonces, el debate no debe plantearse sobre el acceso a la información, sino sobre el acceso a los contenidos de los que se desprende esa información. Información, cultura y mercado

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se encuentran estrechamente entrelazados en la sociedad de la información. Se complementan pero también pueden co-lisionar abiertamente si no se hace una interpretación equi-librada que coordine sus respectivos ámbitos de influencia. La información entendida en sentido amplio incrementa el conocimiento individual y colectivo de toda la Sociedad, ge-nerando y enriqueciendo la cultura. Pero, aprovechando el fuerte crecimiento en la demanda de información y de bie-nes y servicios «culturales» («informacionales», en la ruda terminología anglosajona) entre los ciudadanos, el mercado amplía considerablemente su radio de acción, su ámbito de influencia al sector de la información y la cultura: y de esa manera contribuye también a fomentar el conocimiento y enriquecer la cultura.

Desde sus orígenes la propiedad intelectual se ha consi-derado un mecanismo jurídico para fomentar la creación y la inversión en bienes culturales, aprovechando en primer lugar al creador, intérprete e industria, e indirectamente al conjunto de la sociedad (cfr. art. 1 Sect. 8 de la Constitu-ción de los Estados Unidos de América de 1787). Aunque es cierto que la atribución de un derecho de exclusiva a crea-dores, intérpretes e industria puede bloquear el acceso a los contenidos y, en consecuencia, a la información. Por eso el mismo derecho de propiedad intelectual establece límites al alcance del derecho exclusivo, intentado favorecer el acceso a los contenidos, a saber: la copia privada, la cita y revistas de prensa, la ilustración, trabajos sobre temas de actualidad, informaciones de actualidad, la parodia, etcétera.

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Los límites o excepciones al derecho exclusivo son la plasmación normativa de lo que los economistas llaman el dilema propiedad-acceso, que forma parte de la esencia misma de la propiedad intelectual. La propiedad intelectual quiere favorecer al titular de derechos sobre los contenidos para incentivar la creación y la inversión en bienes cultura-les, y con ello, indirectamente, engrosar el acervo cultural y favorecer el acceso de todos los ciudadanos a la cultura. Ahora bien, en la era de la información y del acceso, parece claro que los límites previstos en la legislación de propiedad intelectual son claramente insuficientes para satisfacer la ingente demanda de información que exige el nuevo modelo socioeconómico. Además, la utilización de medidas tecnoló-gicas para controlar el acceso no autorizado a los contenidos protegidos (encriptación, medidas de control del copiado, etcétera) hace que en muchas ocasiones esos límites resul-ten inaplicables e inoperantes.

Los sucesivos avances tecnológicos complican la solu-ción adecuada del dilema propiedad-acceso. Pero al mismo tiempo ofrecen nuevas soluciones para liberar los conteni-dos y facilitar el acceso a los mismos. La tecnología ha per-mitido el desarrollo de alternativas al modelo tradicional de la propiedad intelectual como sistema de explotación co-mercial de contenidos.

Internet permite el acceso abierto y universal a conte-nidos mediante modelos de licencia pública general de los titulares de derechos, que toman la decisión de permitir el acceso y la libre utilización y difusión de sus contenidos ba-

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sándose precisamente en su derecho de propiedad intelec-tual sobre esos contenidos (derecho que nace con el mismo hecho de la creación). El autor o titular de los contenidos (intérpretes, productores, editores) decide –amparándose en la libertad que le confiere su derecho de propiedad so-bre tales contenidos– poner libremente a disposición del público sus contenidos, permitiendo el acceso, la copia, la distribución, la comunicación e incluso, en ocasiones, la transformación o modificación de esos contenidos, hacien-do realidad así la vieja idea del procomún en el acceso, difu-sión y generación del conocimiento y la cultura, respetando al mismo tiempo el viejo sistema de la propiedad intelec-tual. En la era del acceso es preciso impulsar estos modelos alternativos, aunque respetando siempre los legítimos de-rechos de propiedad intelectual.

Otra alternativa son los programas de intercambio entre pares, o sistemas peer to peer (P2P), que permiten el inter-cambio masivo de archivos que contienen contenidos de todo tipo entre millones de personas, en lo que se considera la máxima expresión de la idea del procomún. Pero el pro-blema está en que la inmensa mayoría de los contenidos que se intercambian en estos sistemas pertenecen a terceros, ti-tulares de derechos de propiedad intelectual sobre los mis-mos, sin contar con su autorización. Por lo que, en este caso, la idea del procomún no respeta por lo general la propiedad intelectual ajena.

El intercambio de archivos en redes de iguales no en-cuentra cobijo en ninguna de las excepciones a los derechos

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de propiedad intelectual previstas en la ley. En particular, no encaja en el límite de copia privada, ya que el art. 31.2 TRLPI 1996, modificado por la Ley 23/2006, de 7 de julio, establece expresamente que sólo se incluye dentro del límite la repro-ducción de obras por una persona física para su uso priva-do «a partir de obras a las que haya accedido legalmente», queriendo con ello excluir del límite las reproducciones de obras y prestaciones protegidas realizadas a partir de sitios web ilegales (piratas) y de programas P2P.

Lo que ocurre es que, en la práctica, es prácticamente imposible frenar estos comportamientos. Las demandas selectivas contra usuarios compulsivos, e incluso contra los propios creadores de estos programas, servirán únicamen-te como ejemplo, pero no parece que puedan impedir el acceso masivo por parte del público a estas redes de inter-cambio. Y hay que tener en cuenta que los programas P2P ponen en peligro el desarrollo de los modelos de explota-ción de contenidos. Es preciso buscar una compensación adecuada para la «sangría» que las redes P2P suponen para los titulares de derechos de propiedad intelectual. Quizás haya que volver la vista de nuevo al canon digital, a pesar de ser claramente impopular; incluso a un canon más amplio que el canon por copia privada, previsto en el art. 25 TRLPI 1996 y desarrollado recientemente por la Orden Ministe-rial PRE/1743/2008, de 19 de junio, por la que se establece la relación de equipos, aparatos y soportes materiales suje-tos al pago de la compensación equitativa por copia privada, las cantidades aplicables a cada uno de ellos y la distribu-

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ción entre las diferentes modalidades de reproducción: un canon compensatorio no sólo en concepto de copia priva-da sino también en concepto de comunicación interactiva a través de la red, extendido por tanto a los operadores de redes y servicios de telecomunicación.

En definitiva, la clave reside en encontrar un equilibrio razonable entre los modelos de explotación comercial de con-tenidos, el acceso a la información que se desprende de esos contenidos y los modelos alternativos de libre difusión y acceso a contenidos. Nuevos contenidos encuentran nuevas vías y modelos de difusión. Pero hoy día parece ineludible encontrar también otras alternativas para poner a disposi-ción del público contenidos preexistentes (analógicos) pro-tegidos por derechos exclusivos: el proyecto de desarrollo de la biblioteca digital europea pone de manifiesto esta necesi-dad, recurriendo a nuevos conceptos como las declaraciones de obra huérfana o las licencias de obras descatalogadas. De modo que el acceso a la información requiere la combina-ción de nuevos modelos de difusión de contenidos de nueva creación con la puesta a disposición de contenidos preexis-tentes. En unos casos se permitirá el acceso para la repro-ducción, distribución, comunicación e incluso modificación de la obra, mientras que en otros solamente se permitirá el acceso a la obra para su consulta y utilización personal.

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3. el conocimiento libre: concepto, orígenes, caracteres bási-cos y reconocimiento normativo

Las medidas tecnológicas de protección (TPM) y los sistemas de gestión digital de derechos (DRM) inclinan la balanza de equilibrios a favor de los titulares de derechos y permiten de-sarrollar nuevos modelos de explotación comercial de obras y prestaciones afines. Pero los usuarios han reaccionado ha-ciendo caso omiso a los derechos de propiedad intelectual y priorizando el acceso al margen de la ley; la elusión o ruptura de medidas tecnológicas de control de acceso y control de la copia, así como los programas P2P de intercambio de archi-vos, son un claro ejemplo de esta rebelión social.

A medio camino de ambas posturas destaca la labor de al-gunas instituciones que, partiendo del reconocimiento ne-cesario de los derechos de propiedad intelectual, animan a autores e instituciones de carácter público y privado a difun-dir contenidos en régimen abierto, gratuito y universal a tra-vés de la red, mediante mecanismos como las declaraciones de renuncia de derechos o declaraciones de dominio público y, sobre todo, las licencias públicas generales (General Public Licenses) y la cláusula «copyleft», fomentando el libre inter-cambio y la creación gregaria o en cadena para hacer realidad la idea del procomún cultural (cultura libre).

Puede definirse el conocimiento libre o conocimiento abierto como la puesta a disposición del público de conteni-dos (obras y prestaciones afines) por el autor o titular de de-rechos de propiedad intelectual, autorizando a cada usuario

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que lo desee a acceder, utilizar, difundir e incluso modificar esos contenidos libremente, o a establecer enlaces a conte-nidos completos, sin las restricciones propias de los dere-chos exclusivos reconocidos por la legislación de propiedad intelectual, y con la única condición ineludible de reconocer la titularidad de derechos sobre esos contenidos. El soporte jurídico del conocimiento libre o abierto es, sin duda, el con-cepto de licencia pública general, que trastoca considerable-mente las reglas sobre transmisión de derechos de propie-dad intelectual contenidas en las legislaciones nacionales. El conocimiento abierto va más allá del simple acceso libre a la información. Éste se limita a permitir el acceso sin barre-ras a un contenido, pero exclusivamente para uso personal; mientras que el conocimiento abierto conlleva una autoriza-ción para utilizar el contenido en las condiciones estableci-das por el titular de derechos de propiedad intelectual.

Lo que caracteriza a algunos de los movimientos precurso-res del conocimiento libre es el establecimiento de criterios para facilitar el acceso, uso, difusión e incluso transformación de los contenidos, y no tanto su carácter gratuito («libre» no significa «gratis»). Posteriormente, el auge de las iniciati-vas de acceso abierto proclama el acceso libre y gratuito a la información científica, así como la posibilidad de utilizar, difundir e incluso modificar los contenidos. Actualmente la gratuidad es percibida por el público como algo inherente a estos modelos alternativos de difusión de contenidos, por lo que, en la práctica, son muy escasos los contenidos abiertos por los que el usuario tenga que pagar, aunque después pue-

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da utilizarlos, difundirlos e incluso modificarlos libremente. El origen de los movimientos precursores del conocimiento libre se sitúa en el ámbito del software, por parte de la Free Software Foundation, y en el terreno de la literatura científica y académica, en la Open Access Initiative. Posteriormente, el movimiento «Creative Commons» ha extendido la idea de la cultura libre a todo tipo de contenidos protegidos por dere-chos de propiedad intelectual, convirtiéndose en el principal exponente de la creación y difusión de contenidos al margen de los modelos y canales comerciales basados en el modelo de explotación tradicional del «copyright».

3. 1. La fundación de software libre y el movimiento Crea-tive Commons. La difusión de contenidos mediante li-cencias públicas generales

El primer y decisivo impulso para difundir la idea del domi-nio abierto, proviene de la Fundación para el Software Libre, que creó la licencia GNU inventando un nuevo concepto: la licencia pública general con copyleft, obra de Richard Stall-man, cuyo objetivo principal era la superación de los efectos negativos observados en los casos de renuncias expresas a la propiedad intelectual: la utilización comercial de programas de ordenador creados e incluso mejorados por terceros sin que luego se compartiera el código fuente modificado, apro-piándose así de lo que en principio nacía y se difundía de forma libre o abierta para ser compartido.

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La licencia pública general con copyleft significa que el autor o autores del programa de ordenador ponen a dispo-sición del público el acceso al programa y a su código fuente para que cada usuario decida libremente qué hacer con el mismo: copiarlo, distribuirlo, comunicarlo públicamente e incluso modificarlo libremente, con o sin fines comercia-les, pero con dos condiciones: reconocer la autoría sobre el programa original y volver a poner a disposición del público el programa modificado en las mismas condiciones que se licenció el original, lo cual excluye la apropiación de las ver-siones derivadas del programa original que, de esta forma, seguirá siendo modificado libremente generando un efecto de creación gregaria o en cadena de la que se beneficiará el conjunto de la humanidad.

El software libre se plantea como una cuestión de libertad para el usuario, no de precio: libertad de usar el programa, con cualquier propósito, comercial o no (libertad 0); liber-tad de estudiar cómo funciona el programa y adaptarlo a las necesidades de cada uno, siendo el acceso al código fuente una condición previa e inexcusable (libertad 1); libertad de distribuir y comunicar copias (libertad 2); y libertad de me-jorar el programa y hacer públicas las mejoras a los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie (libertad 3). Obviamente el acceso al código fuente es un requisito previo para el ejercicio de algunas de estas libertades.

El concepto de licencia pública general fue empleado lue-go por otras organizaciones para extenderlo a todo tipo de obras o prestaciones afines. Es el caso de las licencias Crea-

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tive Commons, o tierras comunales creativas, creadas por Lawrence Lessig, que ofrece más alternativas que la licencia GNU a los autores que desean poner sus creaciones a dispo-sición del público de manera abierta.

En realidad, Creative Commons es una organización sin ánimo de lucro, inspirada en el movimiento de software li-bre, que ofrece un sistema flexible y alternativo de derechos de autor para el trabajo creativo, poniendo a disposición de los creadores y productores de contenidos diferentes alter-nativas para la difusión de sus obras en Internet: las creative commons public licenses (CCPL). Creative Commons se erige así en alternativa a la difusión de contenidos bajo el régimen tradicional de explotación comercial (copyright). Busca pro-porcionar un modelo de difusión de contenidos intermedio entre el «todos los derechos reservados» del «copyright» y el «ningún derecho reservado» propio de las obras y presta-ciones que caen en el dominio público, sea por caducidad de los derechos de propiedad intelectual al transcurrir el periodo de protección fijado en la ley o sea por expresa renuncia del titular o titulares de esos derechos. Y para ello ha populariza-do la original fórmula del «algunos derechos reservados».

No deben confundirse las licencias Creative Commons ni en general el modelo de licencias públicas generales (GPL) con la cláusula copyleft. Ésta requiere en todo caso que el titular permita, por medio de una licencia pública general,

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la transformación o modificación de su obra, para, poste-riormente, obligar al responsable de la obra resultante de la transformación (obra derivada) a poner la misma a dispo-sición del público (sea de forma onerosa o gratuita) con las mismas condiciones; esto es, permitiendo el libre acceso y modificación de la obra. Sólo así puede lograrse la máxima libertad en la circulación de contenidos por la red; y sólo así se lograría alcanzar plenamente la idea del procomún.

Pero no todo autor está dispuesto a dejar que se modi-fique libremente su obra, y por eso el movimiento Creative Commons no es propiamente dicho un movimiento copyleft (como sucede con el movimiento de software libre y la licen-cia GNU). Es un movimiento más sutil y complejo que, ante todo, busca devolver al autor la soberanía sobre su obra, po-niendo a su disposición varios modelos de licencia para que escoja libremente entre ellas; y así podrá difundir su obra en la red de manera libre y abierta, pero impidiendo usos co-merciales o transformaciones.

En definitiva, habrá licencias Creative Commons que in-corporen la cláusula copyleft (share alike o «compartir por igual», conocida también como «cláusula vírica» por el efecto de creación en cadena que provoca) y otras que no lo hagan; en cualquier caso se cubrirá el objetivo básico, que es poner las obras en la red para su acceso libre y gratuito por parte del público, independientemente de que se permitan mayores o menores usos de esa obra.

Estos son los cinco modelos básicos de licencias Creative Commons:

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Reconocimiento. El material creado por un autor puede ser distribuido, copiado y exhibido por terce-ros si se muestra en los créditos.

Reconocimiento — sin obra derivada. El material creado por un autor puede ser dis-tribuido, copiado y exhibido por terceros si

se muestra en los créditos. No se pueden realizar obras de-rivadas.

Reconocimiento — sin obra deriva-da — no comercial. El material creado por un autor puede ser distribuido, co-

piado y exhibido por terceros si se muestra en los créditos. No se puede obtener ningún beneficio comercial. No se pue-den realizar obras derivadas.

Reconocimiento — no comercial. El ma-terial creado por un autor puede ser distri-buido, copiado y exhibido por terceros si se

muestra en los créditos. No se puede obtener ningún bene-ficio comercial.

Reconocimiento — no comercial — compartir igual. El material creado por un autor puede ser distribuido, copiado

y exhibido por terceros si se muestra en los créditos. No se puede obtener ningún beneficio comercial y las obras deri-vadas tienen que estar bajo los mismos términos de licencia que el trabajo original.

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El movimiento Creative Commons ofrece también otros modelos específicos de licencias (licencias para sampling, para países en desarrollo, etcétera) así como una declara-ción expresa de renuncia de derechos (public domain), que por el momento sólo es válida en los EE UU, ya que en otros países (como sucede en España) es dudosa la posibilidad de renunciar expresamente a la propiedad intelectual, al ser irrenunciables los derechos morales, de modo que el único motivo por el que una obra podría caer en el dominio públi-co sería por la extinción de los derechos de explotación (cfr. arts. 14.1 y 41LPI 1996).

A mi juicio, no obstante, podría hacerse una interpreta-ción favorable a la admisión y plena eficacia de declaraciones de dominio público, que afectarían solamente a las faculta-des patrimoniales del derecho de autor (en ningún caso a las morales), partiendo del principio básico de que todo dere-cho patrimonial puede ser objeto de renuncia. El problema reside en determinar cuándo una declaración de dominio público puede considerarse eficaz y vinculante para el autor erga omnes. Los terceros podrían usar libremente y sin re-muneración alguna las obras caídas en el dominio público, aunque, eso sí, respetando en todo caso las facultades o de-rechos morales del autor a exigir el reconocimiento o pater-nidad de la obra y a respetar la integridad de la obra (cfr. art. 41 LPI 1996).

En la filosofía Creative Commons, la licencia se expresa de tres formas: a) commons deed, que constituye un resu-men legible por los humanos del texto legal con los iconos

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relevantes; b) legal code, que es el texto completo en el que se basa la licencia escogida; y c) digital code, código digital, que puede leer la máquina y que sirve para que los motores de búsqueda y otras aplicaciones identifiquen el contenido y sus condiciones de uso.

Un movimiento similar, aunque adaptado al derecho de propiedad intelectual continental, es el conocido como Co-loriuris (colores de autor), que ofrece modelos de licencia si-milares a los de Creative Commons, aunque con símbolos en colores en lugar de iconos (www.coloriuris.net). Este mode-lo obliga al usuario a aceptar el contrato de licencia (contrato clic wrap) y permite limitar el tiempo y territorio de la licen-cia, a diferencia de las Creative Commons, que son ilimitadas (para todo el periodo de duración de los derechos de autor), mundiales e irrevocables. Aunque no parece, realmente, que una limitación temporal y espacial por parte del titular de la propiedad intelectual pueda restringir la difusión de su obra o prestación afín una vez que ésta entra en la red.

Últimamente, el movimiento Creative Commons viene trabajando en un ambicioso proyecto para extender su filo-sofía a los datos y descubrimientos científicos: el proyecto Science Commons. Realmente esta iniciativa parece partir de la diferencia entre la propiedad intelectual sobre obra científica y la llamada propiedad científica (ideas científi-cas, descubrimientos, métodos y procesos de investigación, datos resultantes de la investigación, opiniones científicas, hipótesis de trabajo, etcétera). El problema de esta inicia-tiva es que puede colisionar con los intereses comerciales

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relacionados con la patentabilidad de invenciones obtenidas precisamente a partir de esas investigaciones científicas. La puesta a disposición de datos científicos puede servir a ter-ceros para desarrollar invenciones patentables aprovechán-dose de los trabajos ajenos.

3.2. Las iniciativas de acceso abierto a contenidos cientí-ficos, técnicos y docentes

El origen de las iniciativas Open Access (OA) se sitúa en la reunión del Open Society Institute celebrada en Budapest en diciembre de 2001, patrocinada por la Fundación Soros, y de la que surgió la Budapest Open Access Initiative con la declaración de 14 de febrero de 2002, que busca impulsar el acceso libre a contenidos científicos y académicos:

Por acceso abierto a la literatura científica erudita, enten-

demos su disponibilidad gratuita en Internet, para que

cualquier usuario la pueda leer, descargar, copiar, distri-

buir o imprimir, con la posibilidad de buscar o enlazar al

texto completo del artículo, recorrerlo para una indexación

exhaustiva, usarlo como datos para software, o utilizarlo

para cualquier otro propósito legal, sin otras barreras fi-

nancieras, legales o técnicas distintas de la fundamental

de acceder a la propia Internet. El único límite a la repro-

ducción y distribución, y la única función del copyright en

este marco, no puede ser otra que garantizar a los autores

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el control sobre la integridad de su trabajo y el derecho a

ser acreditado y citados. Las nuevas revistas científicas no

se basarán en el copyright para restringir el acceso y uso

de los materiales que publican. En vez de eso, se aplicará

el copyright y otras herramientas para asegurar el acceso

abierto permanente a todos los artículos que se publiquen.

La iniciativa OA propone dos estrategias básicas para alcanzar sus objetivos: a) el autoarchivo de sus trabajos por parte de los propios investigadores en repositorios de acce-so público creados al efecto; y b) la publicación de revistas alternativas en formato digital en las que no se utilice el co-pyright para restringir el acceso y uso de los materiales cien-tíficos publicados (modelo comercial), sino para autorizar expresamente el acceso y utilización libre de esos materiales, buscando fórmulas alternativas de financiación. Cabe subra-yar que el OA parte del necesario respeto a los derechos de propiedad intelectual, esgrimiendo la posibilidad que estos mismos derechos confieren a los creadores-investigadores de poner sus trabajos a la libre disposición del público.

Poco después surgió la Bethesda Statemente on Open Ac-cess Publishing, del 20 de junio de 2003, patrocinada por distintos sectores implicados en la publicación científica en una reunión celebrada en el Howard Hughes Institute en Chevy Chase, Maryland, con la finalidad última de estimu-lar la discusión en el ámbito de la comunidad biomédica y fomentar el rápido y amplio acceso abierto a literatura cien-tífica primaria:

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aspectos jurídicos del conociMiento libre 83

Una publicación de acceso abierto es la que cumpla las si-

guientes condiciones:

1. El autor o autores y titulares del copyright garantizan

a los usuarios el derecho al acceso libre, irrevocable, mun-

dial y perpetuo, así como una licencia para copiar, usar,

distribuir, transmitir o comunicar al público la obra y a

efectuar y distribuir obras derivadas, en cualquier medio

digital para cualquier propósito razonable, sujeto a la atri-

bución de autoría, así como el derecho a realizar un núme-

ro reducido de copias impresas para uso personal.

2. Una versión completa de la obra y materiales com-

plementarios, incluyendo una copia de la licencia, será

depositada inmediatamente preferiblemente en formato

electrónico estándar en un repositorio en línea gestiona-

do por una institución académica, asociación educativa,

entidad gubernamental o cualquier otra organización re-

conocida, con la finalidad de procurar el acceso abierto,

la distribución ilimitada, la interoperabilidad y el archivo

perpetuo.

La Berlin Declaration on Open Access to Knoledge in the Sciencies and Humanities del 22 de octubre de 2003, patro-cinada por la Sociedad Max Planck, abunda en los principios y valores de la declaración de Budapest:

Definimos el acceso abierto como una amplia fuente de co-

nocimiento humano y patrimonio cultural aprobada por la

comunidad científica […].

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84 Fernando carbajo cascón

Las contribuciones de acceso abierto deben satisfacer

dos condiciones:

1. Los autores y depositarios de la propiedad intelectual

deben garantizar a todos los usuarios por igual, el derecho

gratuito, irrevocable y mundial de acceder a un trabajo

erudito, lo mismo que licencia para copiarlo, usarlo, dis-

tribuirlo, transmitirlo y exhibirlo públicamente, y para

hacer y distribuir trabajos derivativos, en cualquier medio

digital para cualquier propósito responsable, todo sujeto

al reconocimiento apropiado de autoría, lo mismo que el

derecho de efectuar copias impresas en pequeño número

para su uso personal.

2. Una versión completa del trabajo que incluya una co-

pia del permiso, en un conveniente formato electrónico es-

tándar, se deposita (y así es publicado) en por lo menos un

repositorio online, que utilice estándares técnicos acepta-

bles, que sea apoyado y mantenido por una institución aca-

démica, sociedad erudita, agencia gubernamental, o una

bien establecida organización que busque implementar el

acceso abierto, distribución irrestricta, interoperabilidad

y capacidad archivística a largo plazo.

Posteriormente se han venido sucediendo nuevas inicia-tivas y declaraciones para fomentar el acceso abierto a con-tenidos científicos, técnicos y académicos, sobre todo en el seno de instituciones y organizaciones internacionales. En-tre ellos merece la pena destacar la Declaration on Access to Research Data from Public Funding, del Comité para la Po-

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aspectos jurídicos del conociMiento libre 85

lítica Científica y Tecnológica de la OCDE, del 30 de marzo de 2004, según la cual fomentar un acceso abierto y amplio a los resultados de la investigación aumentará la calidad y la productividad de los sistemas científicos mundiales; la Open Course Ware Initiative del MIT, cuyo objetivo es poner a dis-posición del público materiales docentes de todo tipo; y el Acuerdo de la Asociación de Universidades Europeas sobre Open Access, del 25 de enero de 2008, donde se establecen como objetivos de las universidades el desarrollo de políti-cas para controlar y poner a disposición del público los re-sultados de la investigación de sus miembros, la creación de repositorios institucionales y políticas de información sobre derechos de propiedad intelectual a sus miembros y de re-serva del derecho a utilizar sus producciones científicas.

Siguiendo las premisas marcadas desde las iniciativas de acceso abierto, es posible crear diferentes formatos de licen-cias OA. Aunque en la actualidad lo común es recurrir a licen-cias Creative Commons para facilitar el acceso abierto a los creadores que decidan libremente apostar por este modelo de difusión de sus contenidos, aprovechando así el amplísimo reconocimiento de este tipo de licencias públicas generales en todo el mundo. Lo que no queda claro es si será obligato-rio insertar cláusulas de compartir por igual o creación en cadena (copyleft) para lograr el objetivo último del OA. A mi juicio no debería ser así. Por encima de los objetivos últimos de las iniciativas de acceso abierto está el dominio del autor sobre su obra. Basándose en su legítimo derecho de propie-dad, el autor tiene la libertad de elegir cómo quiere difundir

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86 Fernando carbajo cascón

su obra entre el público: mediante un modelo de explotación comercial basado en el derecho exclusivo o bien mediante un modelo de acceso abierto, permitiendo o no usos comer-ciales o la transformación de la obra.

3.3. El reconocimiento normativo del conocimiento libre

Los modelos basados en el acceso abierto a la información buscan y comparten el ideal del procomún en la difusión y generación de la cultura y el conocimiento humanos. En los últimos años este ideal ha sido apoyado por organizaciones internacionales e incluso por algunos Estados, que quieren aprovechar las posibilidades de acceso que ofrece la red para incrementar el volumen de información disponible y, con ello, fomentar el conocimiento y la cultura de los ciudadanos.

En España, el reconocimiento de los modelos de acceso abierto en la difusión de contenidos ha tenido lugar recien-temente por medio de leyes importantes relativas a la pro-piedad intelectual y a la sociedad de la información. La Dis-posición Adicional Tercera de la Ley 23/2006, de 7 de julio, de reforma del Texto Refundido de la Ley de Propiedad Inte-lectual de 1996, dispone que:

El Gobierno favorecerá la creación de espacios de utilidad

pública y para todos, que contendrán obras que se hallen

en dominio público en formato digital y aquellas otras

que sean de titularidad pública susceptibles de ser in-

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corporadas en dicho régimen, prestando particular aten-

ción a la diversidad cultural española. Estos espacios serán

preferentemente de acceso gratuito y de libre acceso por

sistemas telemáticos, mediante estándares de libre uso y

universalmente disponibles. Asimismo, a estos espacios

podrán incorporarse las obras cuyos autores así lo mani-

fiesten expresamente.

Se trata de un apoyo expreso a los estándares abiertos para el acceso y uso de información. El Gobierno asume un compromiso de volcado a la red de las obras que estén en dominio público y de las obras que sean de titularidad pú-blica, invitando además con carácter genérico y abierto a los creadores de todo tipo de obras a sumarse a esa iniciativa, aprovechando los puntos de acceso que sean implementados por la Administración si así lo desean.

En la misma línea, la Disposición Adicional Decimosexta de la Ley 57/2007, de 28 de diciembre, de Medidas de Impul-so de la Sociedad de la Información, intitulada «Contenidos digitales de titularidad pública para su puesta a disposición de la sociedad», establece que:

Siempre que por su naturaleza no perjudique el normal

funcionamiento de la Administración, ni afecte al interés

público o al interés general, los contenidos digitales o digi-

talizados de que dispongan las Administraciones Públicas,

cuyos derechos de propiedad intelectual le pertenezcan sin

restricciones o sean de dominio público, serán puestos a

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88 Fernando carbajo cascón

disposición del público en los términos legalmente esta-

blecidos, de forma telemática sin restricciones tecnológi-

cas, para su uso consistente en el estudio, copia o redistri-

bución, siempre que las obras utilizadas de acuerdo con lo

anteriormente señalado citen al autor y se distribuyan en

los mismos términos.

Esta norma no hace sino abundar en lo ya previsto en la DA 3ª de la Ley 23/2006, reforzando con ello el firme com-promiso de la Administración con la digitalización y acceso abierto.

Finalmente, la Disposición Adicional Decimoséptima de la misma Ley 56/2007, de 28 de diciembre, de Medidas de Impulso de la Sociedad de la Información, intitulada: «Ce-sión de contenidos para su puesta a disposición de la socie-dad», concreta y refuerza la invitación genérica formulada a los creadores en la DA 3ª de la Ley 23/2006, disponiendo que:

Las personas físicas o jurídicas podrán ceder sus derechos de

explotación sobre obras para que una copia digitalizada de las

mismas pueda ser puesta a disposición del público de forma

telemática, sin restricciones tecnológicas o metodológicas,

y libres para ser usados con cualquier propósito, estudia-

dos, copiados, modificados y redistribuidos, siempre que las

obras derivadas se distribuyan en los mismos términos.

Con ello nuestro legislador está reconociendo la impor-tancia del acceso abierto a los contenidos, asumiendo un

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compromiso para poner a disposición del público los con-tenidos de titularidad pública. Al mismo tiempo –y esto es, sin duda, lo más importante–, está dando carta de naturaleza legal a los modelos de difusión de contenidos en régimen de acceso abierto mediante licencias públicas generales. Aun-que, desde luego, la técnica legislativa es defectuosa: prime-ro, porque se hace una declaración genérica en una disposi-ción adicional de una ley sumamente heterogénea como es la Ley 56/2007 en lugar de contemplar esa forma de cesión o licencia de derechos de propiedad intelectual en su sede na-tural: la Ley de Propiedad Intelectual de 1996, reconociendo a los autores la posibilidad de otorgar autorizaciones al pú-blico para acceder y usar sus contenidos en el capítulo relati-vo a la transmisión de derechos de autor (arts. 42 y ss. TRLPI 1996); segundo, porque parece querer imponer la cláusula copyleft (compartir por igual) en lugar de dejar libertad a los creadores para que decidan libremente qué tipo de licencia pública general utilizan para poner sus contenidos a dispo-sición del público en forma de acceso abierto1.

1 No obstante, creo que la DA 17ª Ley 56/2007 debe relativizarse, en el sentido de que se trata de una declaración genérica del legislador re-conociendo la licitud de este tipo de modelos alternativos de difusión de contenidos en forma de licencias públicas generales, sin que pueda prejuzgar o determinar obligatoriamente el contenido concreto de esas licencias, que podrá ser definido por cada creador de acuerdo con sus intereses: exigir la cláusula copyleft iría contra la esencia misma de la propiedad intelectual, la libertad de elegir que ese derecho atribuye al autor para decidir cómo difunde su obra.

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En el ámbito de la Unión Europea, la Comunicación de la Comisión, de 14 de febrero de 2007, sobre Acceso, Distri-bución y Conservación de Información Científica en la Era Digital, llama la atención sobre la necesidad de potenciar la investigación, la difusión de la ciencia y la competitividad en una economía basada en la ciencia y en la información, fomentando modelos de difusión de información de acceso abierto, incrementando el número de repositorios (en forma de autoarchivo del autor o de revistas científicas digitales) y los puntos de acceso, sobre todo por parte de las Universida-des. En este sentido, la Comisión Europea considera que las prácticas habituales de cesiones de derechos de autor sobre obra científica a editores de revistas dificultan la utilización de contenidos en régimen de open access, y otro tanto sucede con el volcado de material científico a bases de datos prote-gidas por el llamado derecho sui generis del fabricante (arts. 133 y ss. TRLPI 1996), por lo cual deben ponerse los medios para facilitar el acceso a estos materiales desde dentro de las Universidades y centros de investigación.

A medida que estas iniciativas vayan calando en la comu-nidad científica, será frecuente encontrar políticas univer-sitarias e institucionales que supediten la financiación o la atribución de reconocimientos científicos a la publicación de los resultados de las investigaciones en repositorios de acceso abierto, facilitando herramientas de autoarchivo. Las editoriales científicas tradicionales tendrán que adaptarse progresivamente a esta realidad si no quieren desaparecer, y para ello podrán combinar modelos de explotación comer-

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cial con modelos de acceso abierto financiados bien por los propios autores que quieran publicar en esa revista (para lo cual deberá potenciarse la calidad de la misma y la revisión por pares) o bien indirectamente mediante publicidad. La idea de la iniciativa OA es que no sea el autor quien pague a la editorial que mantiene sitios de acceso abierto, sino que lo haga la institución o entidad a la que pertenece o que fi-nancia su investigación. Si el autor o la institución a que per-tenece decide no pagar la publicación, tendrá que pagar el acceso a los materiales científicos; mientras que si paga las publicaciones tendrá acceso libre y gratuito a todos los con-tenidos de la revista.

3.4. Análisis jurídico de las licencias públicas generales

Como se ha expuesto anteriormente, las licencias públicas generales constituyen un modelo alternativo para la difu-sión libre de contenidos a través de Internet, al margen de los canales comerciales habituales controlados por la in-dustria del sector. Su objetivo es facilitar el acceso de los ciudadanos a los contenidos intelectuales, así como su libre difusión tanto dentro como fuera de la red. En ocasiones se permite también interactuar con la obra para producir obras derivadas, con la condición de que éstas se pongan también a disposición del público en las mismas condiciones. Todo ello partiendo del reconocimiento de la autoría sobre esos contenidos libres.

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Aunque la cultura libre y las licencias públicas generales, en particular aquellas que incorporan la cláusula copyleft, se presenten frecuentemente como herramientas contrarias a la propiedad intelectual, realmente los distintos tipos de licen-cias públicas generales parten del expreso reconocimiento a la propiedad intelectual, si bien proponen un modelo al-ternativo para la difusión de contenidos lejos del modelo co-mercial típico de la industria del copyright. Por lo tanto, ni las licencias públicas generales ni, en particular, el copyleft (que traslada la idea de copia libre o permitida frente al derecho de copia o copyright, con el juego de palabras «izquierdos de au-tor» frente al tradicional copyright o derechos de autor), son algo contrario u opuesto al copyright o propiedad intelectual sino que, realmente, la licencia pública general y el copyleft parten del reconocimiento previo y necesario del copyright o derecho de autor por el simple hecho de la creación de una obra original. En suma: el copyleft es también copyright.

Partiendo del derecho de autor (y los derechos conexos o afines), este tipo de licencias ofrece algunos derechos a ter-ceras personas bajo ciertas condiciones. Será entonces cada titular quien libremente decida difundir su obra o prestación entre el público siguiendo un modelo propietario comercial o un modelo abierto y general, otorgando una licencia públi-ca para todo aquel que quiera aceptarla mediante el simple uso del contenido licenciado dentro de los márgenes permi-tidos por el licenciante.

El problema de estas iniciativas está en su alcance jurídi-co, más allá de su evidente función de utilidad social. Y en el

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exacto conocimiento de sus términos por los autores que de-cidan recurrir a las mismas. Al fin y al cabo son expresiones del derecho de propiedad intelectual: la libertad de decidir la forma en que la obra se pone a disposición del público; algo que sólo ha sido posible gracias a Internet y la sociedad de la información, democratizando así la difusión de la cultura y el acceso a la misma al margen de los grupos mediáticos.

Hay quien discute la existencia de un contrato en este tipo de licencias. No obstante, podría admitirse la existencia de un contrato entre el titular de derechos o un cesionario y cada miembro del público, apreciando una oferta en la declara-ción pública de voluntad del titular plasmada en la licencia, y una aceptación por actos concluyentes en el usuario que ac-cede a la obra y la usa dentro de los términos de la licencia. Lógicamente estaríamos ante un contrato de adhesión al que resultarían de aplicación las reglas generales del derecho co-mún sobre obligaciones y contratos y las normas sobre con-trol de las condiciones generales de la contratación.

No parece que tenga mucho sentido la aplicación de las disposiciones generales sobre transmisión de derechos de explotación (arts. 43 y ss. TRLPI), puesto que las licencias públicas generales quedan lejos de la finalidad de éstas, que no es otra que la cesión de derechos de explotación del autor o derechohabientes a un tercero (editor, productor) para la utilización económico-industrial de la obra. Si un cesiona-rio de derechos de explotación (por ejemplo un editor) qui-siera recurrir a este modelo de licencias públicas generales, deberá contar en todo caso con la autorización del titular o

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derechohabientes plasmada en el contrato de cesión exclu-siva o no exclusiva (art. 43.1 TRLPI). De no existir esa au-torización por parte del titular, el alcance de la cesión ten-drá que definirse recurriendo a los criterios contenidos en el art. 43.2 TRLPI, por lo que la intención del cesionario de difundir la obra en régimen de licencia general tiene que ser muy evidente y conocida previamente por el autor, debido a la amplitud de los derechos cedidos.

Las licencias públicas generales tienen carácter perpetuo, mundial e irrevocable. Cualquier limitación en el tiempo o el territorio, así como la posibilidad de revocación de la li-cencia, son directamente contrarias a la globalidad del me-dio natural de expresión de este tipo de licencias y, además, casi imposibles de controlar, por lo que se tornarían de facto ineficaces. Por eso se dice que, realmente, las licencias pú-blicas generales equivalen en la práctica a una renuncia a los derechos exclusivos autorizados en la licencia. Una vez que el contenido se pone a disposición del público con una licencia pública general, se difundirá libremente por la red y fuera de la red, copiándose de forma ilimitada e incluso siendo transformado.

Ahora bien, no se trata de una renuncia total sobre la obra, sino sobre los derechos cedidos o autorizados en la licencia. Si un usuario se excediera en los usos permitidos por el licen-ciante, podrá ser perseguido por infracción de los derechos de propiedad intelectual, lo cual demuestra claramente que el modelo de las licencias públicas generales, entre las que se cuentan las licencias Creative Commons (incluso las que in-

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corporan la cláusula copyleft), no se opone frontalmente al co-pyright, sino que se justifica y ampara en el mismo.

Por lo demás, la decisión de difundir una obra bajo una licencia pública general a través de Internet no impide al autor realizar actos de explotación económica de esa misma obra en otros formatos (libro, disco, vídeo), pues la licencia pública general es en todo caso una licencia no exclusiva (cfr. art. 50 TRLPI 1996). El hecho de que el titular autorice a un cesionario a la difusión de contenidos mediante licencias generales no excluye la posibilidad de una remuneración. No deben descartarse modelos de negocio donde se mezcle la difusión de contenidos mediante licencias públicas ge-nerales con ingresos directos por la compra de ejemplares o la descarga de archivos, o con ingresos indirectos por pu-blicidad insertada en el web de origen de esos contenidos. En este caso, la causa de la transmisión de derechos podría considerarse onerosa y, por lo tanto, podrían considerarse aplicables las reglas sobre remuneración en la transmisión de derechos de autor (art. 46 y 47 TRLPI 1996).

Otra cuestión abierta y muy problemática consiste en de-terminar si los titulares de derechos sobre contenidos pues-tos a disposición del público mediante licencias públicas ge-nerales pueden reclamar posteriormente a las entidades de gestión correspondientes parte de la recaudación derivada de la compensación equitativa por copia privada (art. 31.2 y 25 TRLPI 1996) o de los derechos de mera remuneración por usos secundarios de comunicación pública (en bares, res-taurantes, discotecas, medios de locomoción, etc., cfr. arts.

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108. 2 y 3, 116.2 y 3 y 122.2 y 3 TRLPI 1996). A mi juicio, no sería posible en tanto en cuanto son los propios titula-res de derechos quienes libremente deciden poner su obra a disposición del público para que pueda acceder, copiar, distribuir y comunicar, por lo que no sufren ningún per-juicio compensable ni pueden reclamar remuneraciones por copias o comunicaciones que ellos mismos autorizan de antemano.

4. la creación de repositorios con contenidos preexistentes

Hemos visto que el conocimiento abierto requiere la auto-rización del acceso con facultades de reproducción, distri-bución, comunicación pública e incluso transformación de la obra. Sin embargo, en la era del acceso es preciso ampliar las posibilidades de acceso a contenidos preexistentes, aun-que sólo sea para la consulta y uso personal. Se trata de dar acceso a la información y al conocimiento que se despren-den de los contenidos protegidos por derechos de propie-dad intelectual.

Desde la Unión Europea se viene sucediendo en los últimos años un conjunto importante de resoluciones programáticas (sin valor normativo directo) que apuesta decididamente por el fomento de la accesibilidad en línea de contenidos deposi-tados en bibliotecas, archivos, museos, fonotecas, filmotecas, hemerotecas y cualesquiera otras instituciones similares. El objetivo básico es potenciar fundamentalmente la digitali-

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zación, conservación y puesta a disposición de contenidos preexistentes en dominio público y protegidos por derechos de propiedad intelectual incluidos en el repertorio de biblio-tecas, archivos y museos. Mientras en los modelos de cono-cimiento libre se permitiría la copia, distribución, comuni-cación e incluso la transformación, en el caso de materiales protegidos se garantizaría únicamente el acceso, negociando otros actos de explotación con los titulares de derechos.

El punto de partida de estas resoluciones comunitarias está en el Proyecto i2010 de Biblioteca Digital Europea. Por lo tanto, no se relacionan directamente con el conocimiento libre sino con la digitalización y accesibilidad de materiales preexistentes y con protección vigente. Se trata, en concreto, de la Comunicación de la Comisión, de 30 de septiembre de 2005, «i2010 Bibliotecas Digitales» (COM2005, 465 final), que establece las bases para la creación de una biblioteca virtual europea que haga accesible el patrimonio cultural y científico de Europea, combinando el entorno multicul-tural con los avances tecnológicos mediante la creación de un único punto de acceso multilingüe, fomentando la digi-talización, preservación digital y accesibilidad en línea de materiales, con atención preferente a contenidos de texto e imagen, y respetando en todo caso los legítimos derechos de propiedad intelectual.

En relación con éste último punto, se ponen de mani-fiesto las dificultades que el actual régimen de tutela de la propiedad intelectual plantea para la accesibilidad en línea, puesto que la Directiva 29/2001/CE, de 22 de mayo, sobre la

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adaptación de los derechos de autor y derechos afines a la sociedad de la información, sólo permite a bibliotecas, ar-chivos, museos y establecimientos similares la digitalización con fines de conservación y puesta a disposición de los usua-rios en terminales específicos dispuestos dentro del mismo establecimiento (consulta in situ, cfr. arts. 5.2 c. y 5.3 n.; cfr. art. 37.3 TRLPI 1996), excluyendo así por completo la posi-bilidad del llamado préstamo virtual o puesta a disposición gratuita a distancia de los recursos de estos establecimien-tos. Se llega así a la conclusión de que sólo puede ofrecerse material digital en línea si es de dominio público o se cuenta con el consentimiento expreso de los titulares de derechos.

La posterior Comunicación y Recomendación de la Co-misión, de 24 de agosto de 2006, sobre la «Digitalización y accesibilidad del material cultural y la conservación digital» (COM2006 3808 final), insiste en la necesidad de potenciar el valor cultural y económico del patrimonio europeo, ampliando la disponibilidad de los contenidos europeos tanto en beneficio de los usuarios finales como de los operadores económicos que deseen ofrecer productos y servicios relacionados con los bie-nes culturales. Ante las dificultades que plantean los derechos de propiedad intelectual, se recomienda comenzar por la di-gitalización y puesta a disposición de obras en dominio públi-co y, para liberar siquiera parcialmente el acceso a materiales protegidos, se recomienda también potenciar los mecanismos de gestión de licencias sobre obras huérfanas y obras descatalo-gadas, así como acuerdos en forma de licencia no exclusiva con los distintos titulares de derechos de propiedad intelectual.

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Las conclusiones del Consejo de la Unión Europea, de 7 de diciembre de 2006, sobre la «Digitalización y accesibili-dad en línea del material cultural y la conservación digital» (DOCE 2006/C297/01), confirman la importancia de em-prender trabajos en la digitalización, conservación y puesta a disposición de contenidos digitales dentro del pleno respeto de la legislación comunitaria e internacional en materia de propiedad intelectual, animando a los titulares de conte-nidos a alcanzar acuerdos para que los mismos puedan ser objeto de búsqueda y resultar accesibles a través del punto común de acceso multilingüe, e instando a las autoridades competentes a impulsar acuerdos singulares o colectivas en-tre instituciones culturales (bibliotecas, archivos…) y los ti-tulares de propiedad intelectual para lograr que los conteni-dos protegidos puedan hacerse accesibles en línea mediante contratos de licencia, así como a establecer mecanismos técnicos y jurídicos para la digitalización y accesibilidad de obras huérfanas y descatalogadas, estableciendo un marco legislativo adecuado para la conservación digital con espe-cial atención al depósito legal de materiales digitales.

El «Informe del Alto Grupo de Expertos en Bibliotecas Digitales i2010 sobre los derechos de autor, la preservación digital, obras huérfanas y obras descatalogadas», de 18 de abril de 2007, pone de manifiesto la insuficiencia de los lí-mites al derecho de autor (en particular los límites de repro-ducción y puesta a disposición en bibliotecas e instituciones similares) para fomentar la digitalización, conservación y puesta a disposición de contenidos culturales, recomendan-

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do a los Estados miembros la creación de soluciones legales adecuadas para permitir el uso con fines no comerciales o comerciales de obras huérfanas, siempre que una búsqueda razonable o de buena fe de los titulares de la propiedad in-telectual no ofrezca ningún resultado positivo, previendo en todo caso remuneraciones por si aparecen en algún momen-to los titulares de derechos, y recomendando también que se impulsen acuerdos de licencia con titulares de derechos para permitir la digitalización y el acceso sobre obras descatalo-gadas que estén en el repertorio de bibliotecas, archivos y museos, incluso aunque fuera solamente en redes cerradas, y dejando abierta en todo caso una posible revocación de la licencia por parte de los titulares en el caso de que decidie-ran volver a comercializar la obra.

Finalmente, la Resolución del Parlamento Europeo, de 27 de septiembre de 2007, «i2010: Hacia una biblioteca digital europea» (2006/2040 INI), recomienda, en una primera fase, la digitalización y puesta a disposición de materiales de texto libres de derechos por estar en dominio público, para, en una segunda fase, integrar contenidos de todo tipo con protección vigente, potenciando los acuerdos con los ti-tulares de derechos, prestando especial atención a las obras huérfanas y descatalogadas. A juicio del Parlamento Euro-peo, la futura biblioteca digital europea debería permitir a los usuarios consultar íntegramente contenidos libres de derechos y, siquiera en forma de extractos, los contenidos protegidos, así como la posibilidad de hojear virtualmen-te los contenidos (de forma parecida al proyecto de Google

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aspectos jurídicos del conociMiento libre 101

Books Search), previendo que el acceso a la totalidad del contenido pueda efectuarse a partir de enlaces, de acuerdo con los titulares y a cambio de una remuneración justa.

En junio de 2008, el Alto Grupo de Expertos en Biblio-tecas Digitales ha adoptado y publicado el «Informe Final sobre conservación digital, obras huérfanas y obras descata-logadas», así como un «Informe Final sobre acciones comu-nes entre instituciones públicas y entidades privadas», que contiene recomendaciones sobre la cooperación pública-privada en el área de la información científica. Asimismo, se han publicado las directrices para una búsqueda diligente de obras huérfanas por sectores específicos y se ha firmado un «Memorandum of Understanding on Diligent Search Gui-delines for Orphan Works» entre representantes de biblio-tecas, archivos y titulares de derechos, donde se establecen los criterios razonables para la búsqueda diligente a fin de poder considerar una obra huérfana con vistas a impulsar su digitalización, conservación y puesta a disposición2. Es evidente, por tanto, que las instituciones comunitarias es-tán dando pasos importantes para lograr hacer realidad el acceso al patrimonio cultural europeo mediante el proyecto Biblioteca Digital i2010.

En la era del acceso, es preciso que confluyan los conte-nidos preexistentes con contenidos de nueva creación. A los repositorios institucionales de contenidos anteriores digi-talizados en régimen de libre acceso se sumarán repositorios

2 http://ec.europa.eu/information_society/activities/digital_libraries/index_en.htm

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102 Fernando carbajo cascón

que contengan nuevas creaciones puestas a disposición del público en régimen de conocimiento abierto, mediante li-cencias públicas generales. Pero para conseguir que el acceso al patrimonio cultural sea mucho más amplio, será necesario emprender conversaciones serias entre las instituciones y entidades culturales y los titulares de derechos de propiedad intelectual, para que se puedan poner a disposición del pú-blico contenidos protegidos, más allá de las obras huérfanas y descatalogadas. Los titulares tienen que apostar por dar acceso a sus contenidos, buscando fórmulas que permitan el sostenimiento de un régimen digno de remuneraciones. Hay que impulsar las licencias con editores y productores, para lo cual será fundamental la intervención de las enti-dades de gestión colectiva sectoriales; tanto para gestionar licencias de obras huérfanas y descatalogadas como para gestionar acuerdos sobre obras y prestaciones que estén en el mercado. El respeto a la propiedad intelectual debe com-binarse con amplias posibilidades de acceso y es preciso im-pulsar acuerdos con los distintos grupos de intereses. La era de la información así lo exige.

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ciberfetichismo y cooperación

César Rendueles e Igor Sádaba

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1. fetichismo cibernético e ideología liberal

Una de las formas más desacreditadas de explicación socio-lógica es el determinismo tecnológico, la bestia negra de las corrientes antihistoricistas contemporáneas junto con el evolucionismo. En las últimas décadas, la mera insinuación –por otro lado, bastante razonable– de que el nivel de desa-rrollo de la ciencia útil posee alguna capacidad explicativa sobre las relaciones sociales dominantes se ha considerado síntoma inequívoco de sevicia epistemológica, idiotez moral y sintonía estética con el archipiélago gulag.

Por supuesto, todo cambia tan pronto los oleaginosos en-granajes de la maquinaria pesada y las oficinas bartlebinianas que (no) determinaban a obreros manuales sin chispa multi-cultural y a empleados de cuello blanco afectos a la aurea me-diocritas dejan paso a un bruñido horizonte de iphones, mo-

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nitores de plasma y conexiones de alta velocidad. La concep-tualización hegemónica de las sociedades contemporáneas como «del conocimiento» –una definición claramente ela-borada por alguien que piensa que la descarga de archivos del P2P requiriere habilidades fáusticas– puede o no ser acerta-da. Lo extravagante es la combinación de esta comprensión con una crítica del determinismo tecnológico. Exactamente los mismos intelectuales que condenaban sin paliativos los intentos de explicación de las grandes estructuras sociales en virtud de sus distintas relaciones con el aparato productivo moderno, utilizan ahora toda clase de analogías tecnológicas –redes, nodos, interactividad…– mientras pretenden mo-verse en un horizonte espiritual audazmente posthistórico.

El resultado es un fetichismo cibernético difuso y asom-brosamente huero que se ha extendido como un reguero de pólvora. La tecnología no es, desde este punto de vista, un dis-positivo contingente de intervención social de consecuencias materiales ambiguas, tal y como los luditas defendieron con gran clarividencia. Tampoco el instrumento y la materializa-ción del avance inexorable de la razón universal, como supuso todo Occidente con resultados tan fascinantes como aterrado-res. Más bien se trata de un sometimiento cursi a los capri-chos del mercado tecnológico que inunda nuestras vidas con una inacabable cacharrería digital sistemáticamente infrauti-lizada y crecientemente obsolescente: de la cadena de montaje fordista al catálogo de Media Markt.

Uno de los elementos distintivos de este modelo es la aceptación acrítica de la capacidad intrínseca de las tecno-

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logías de la comunicación contemporáneas para facilitar la sociabilidad. Estas tecnologías serían elementos centrales de un repertorio de vínculos sociales de nueva generación capaces de remediar la labilidad social característica del in-dustrialismo y que –bien complementada por psicofármacos, asistentes sociales y un permanente estado de histerismo pedagógico– nos aproximaría por fin a un círculo virtuoso de libertad y creatividad individuales, solidez comunitaria y desarrollo económico. Las nuevas tecnologías serían así una encantadora astucia de la razón que, dos siglos después, pon-dría punto final a la «cuestión social».

No parece casual, en este sentido, que los prolegómenos del ciberfetichismo coincidan en el tiempo con la respues-ta entrópica neoliberal a la gran crisis general del modelo económico de posguerra que se inició en la década de los setenta del siglo pasado y cuyas consecuencias a largo plazo atisbamos ahora. Poco sorprendentemente también, los pri-meros episodios de la debacle financiera global –el pinchazo de la burbuja asiática en los años noventa– fueron el ruido de fondo del bluf de las puntocom. El turbocapitalismo especu-lativo «libre de fricción» –de fricción social, se sobreen-tiende– parecía sentirse a gusto en las cálidas aguas de la Red 2.0. Por fin había encontrado un contexto comunitario capaz de soportar la mercantilización general acelerada, la conmo-ción ininterrumpida de todas las relaciones sociales.

Por supuesto, se trata, en primer lugar, de un diagnóstico erróneo, aunque no inocente, de las tecnologías precedentes. El mantra de la interactividad dota de una pátina de automa-

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tismo e inevitabilidad a lo que a menudo son decisiones no tomadas o estrategias conscientes. La conversión de talleres y oficinas en mecanismos de sometimiento y alienación y no, más bien, en lugares de encuentro y realización personal, no es una consecuencia irrevocable de ciertos desarrollos cog-noscitivos sino una decisión política; si se prefiere, un epi-sodio de la lucha de clases. Simétricamente, no hay nada en los códigos fuente de los programas que gestionan las redes sociales que los haga inmunes a convertirse en instrumentos de aislamiento y control como, por otra parte, saben bien los oficinistas que padecen los programas corporativos de men-sajería instantánea.

Sobre todo, el fetichismo cibernético implica como peti-ción de principio una concepción del vínculo social de pro-fundas raíces liberales. La sociabilidad se entiende desde esta perspectiva como un fenómeno secundario, una con-secuencia de la interacción intencional individual primaria para cuyo fomento bastaría, por tanto, con establecer los nexos adecuados. Tal vez, incluso, tecnológicamente adecua-dos. Puede que estemos asistiendo a un renacimiento de la dimensión política de la utopía liberal cuyas declinaciones económicas, en cambio, cada vez resultan más hostiles e im-probables. Está surgiendo un nuevo «individualismo tecno-lógico» que ha aprendido bien las lecciones del multicultu-ralismo postmoderno y es capaz de reproducir un simulacro epitelial de los efectos reconfortantes del comunitarismo. El cemento de la sociedad surgiría en este contexto de la mera concurrencia en un espacio telemático límpido –sospecho-

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samente parecido al mercado, claro– de individuos autóno-mos sin otra relación que sus intereses comunes.

Este punto de vista acerca de las relaciones entre cien-cia, tecnología y sociedad ha tenido una enorme difusión. La prueba del nueve es su popularidad tanto entre los enfo-ques sociológicos críticos como entre las posiciones políticas antagonistas: incluso los más apocalípticos parecen haber aceptado con alborozo la retórica de la interactividad y la reticularidad como instrumentos de emancipación. Es muy llamativo, pues uno de los pocos elementos de consenso de esa pesadilla epistemológica llamada izquierda sociológica ha sido tradicionalmente la consideración del vínculo social como un fenómeno primario que no se puede descomponer con pleno sentido en el choque atómico de las acciones sig-nificativas individuales. La renuncia a esa clave de bóveda en el contexto de las tecnologías de la comunicación es revela-dora. De hecho, la corriente principal de los movimientos en favor del conocimiento libre constituye un ejemplo me-ridiano de la ideología cibernética contemporánea. El nuevo liberalismo informático entiende Internet como un vergel cognoscitivo que cabe depurar de lastres analógicos (mono-polios, censura, límites legales al uso del material digital…) y no más bien como un espacio de conflicto sociológicamente tupido que debe definirse políticamente. Es como si los de-fensores del copyleft se hubieran tomado demasiado en serio el ideal comunicativo habermasiano, un terreno conceptual que, en el mundo analógico, tiende a considerarse como un ritual retórico adecuado únicamente para la sociedad civil, la

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comunidad internacional, la alianza de civilizaciones y otros contextos de ficción.

2. propiedad intelectual y conflicto social

Lo paradójico de esta ideología ciberfestiva es que tiende a ocultar el auténtico alcance de los conflictos relacionados con el conocimiento y la tecnología, es decir, en realidad, difumina la importancia social de la tecnología contemporá-nea. Hasta hace muy poco, las guerras de la propiedad inte-lectual e industrial (PI) resultaban infrecuentes y muy espe-cializadas, monopolio de picapleitos empresariales y artistas plagiarios. Hoy ocupan un lugar central en la agenda política y social: las disputas por la propiedad de fórmulas, códigos, cadenas de bits, secuencias genéticas, derechos de autor de cintas, libros o partituras, cánones de soportes y bibliotecas, biotecnologías, semillas e industria agroalimentaria, redes P2P, etcétera, ya forman parte de nuestra cotidianeidad. Un extracto de un aterrador panfleto orwelliano dirigido a estu-diantes y editado por la Organización Mundial de la Propie-dad Intelectual (OMPI) puede resultar esclarecedor:

¿Sabías que la PI está en todas partes? Los estudiantes

como tú están siempre rodeados de PI, desde la ropa que

usan a los libros que llevan en la mochila pasando por la

música que escuchan. Lo que probablemente no sepas es

que la PI está siempre presente en la vida… […]. Está pre-

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sente todos los días, de la mañana a la noche, en la escuela

y en la universidad, cuando salimos con los amigos y hasta

cuando dormimos.

Los conflictos de la PI de ningún modo se circunscriben a la industria del entretenimiento. No se trata sólo de que la vida política esté vertebrada por medios de comunicación a cuyo pluralismo y autonomía afecta de forma crucial la con-centración empresarial que fomentan los regímenes mono-polistas de la PI. Incluso si agrupamos cínicamente, aunque no sin cierto realismo, los medios informativos más clásicos dentro del negocio del espectáculo, hay una gran cantidad de acontecimientos aparentemente periféricos –desde la reconstrucción de Irak1 a las reuniones del G-8 en San Pe-tersburgo en 2005, pasando por las últimas tendencias en ingeniería genética extrema– cuya lectura conjunta traza un paisaje en el que la reformulación global del régimen de pro-piedades inmateriales ocupa un lugar privilegiado. Su cen-tralidad se debe, principalmente, a la creciente dependencia del ciclo económico del valor que estos activos producen.

1 Antes de la «transferencia de poder» en Irak, Paul Bremer (Director de la Reconstrucción y Asistencia Humanitaria a Irak) promulgó aproxi-madamente un centenar de órdenes con naturaleza de ley. La número 81 sobre «Patentes, diseño industrial, información confidencial, circuitos integrados y variedades vegetales» establecía que sólo se permitirían plantar variedades «protegidas» que, curiosamente, coincidían con las introducidas en el país por grandes corporaciones del sector como Monsanto, Sygenta, Bayer y DowChemical.

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Por ejemplo, los tres sectores que más divisas generan a EE UU –las industrias químicas, del entretenimiento y del software– se basan en algún tipo de protección o propiedad intelectual. No son fenómenos asociados a un número redu-cido de industrias culturales y laboratorios de investigación de vanguardia, sino que infiltran casi todos los segmen-tos económicos en alza. Puede que no sea muy aventurado pensar que van a estar entre los conflictos rectores del siglo veintiuno en tanto que elementos esenciales de la acumula-ción capitalista contemporánea.

Las transformaciones que se han etiquetado como post-fordistas, globalizantes o de nuevo régimen productivo flexible –la aparición, en suma, de eso que Richard Sennett denomina «capital impaciente»– están íntimamente vincu-ladas con el incremento de los regímenes de propiedad inte-lectual e industrial, tanto en intensidad como en extensión. Frente a la imagen de saqueo generalizado del patrimonio intelectual y de explotación manchesteriana de los creado-res que predican los lobbies de la PI, lo cierto es que en las últimas décadas hemos asistido a un endurecimiento brutal de la protección de la legislación del copyright. De un lado, se ha ampliado la duración y el reconocimiento público de la PI, al tiempo que se fomentaba la persecución penal de las infracciones; de otro, se ha intentado incorporar todos los nuevos ámbitos estrella de la ola tecnológica al campo de la apropiación privada: biotecnologías, industria alimentaria, farmacia, software, arte digital, genómica… Estos procesos de privatización están dando lugar a un enfrentamiento glo-

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bal en torno a la gestión económica y social del conocimiento que afecta a un número de personas cada vez mayor.

¿Por qué, entonces, a pesar de su importancia, los con-flictos de la PI tienden a quedar diluidos en el nuevo utopis-mo cibernético? En realidad, la estructura profunda de es-tas luchas es antigua, pertenece a un dominio de problemas esencial para el desarrollo y supervivencia del capitalismo histórico. Las guerras de la PI deberían entenderse más como una exacerbación de un proceso continuo que en términos de ruptura. Aunque es habitual mencionar las discusiones ilustradas entre Diderot y Condorcet como su prehistoria, lo cierto es que los conflictos actuales no tienen que ver sólo con cuestiones jurídicas relativas a la legitimidad o conveniencia de determinados regímenes de explotación, sino también –tal vez sobre todo– con las dimensiones no mercantiles y a menudo ocultas de los procesos de creación de valor.

El sistema de producción capitalista entraña numerosos aspectos que van mucho más allá del orden de intercambios comerciales en el mercado o de las relaciones salariales en el trabajo. No se trata tanto de que el capitalismo tenga su pro-pia cultura –un complemento simbólico de aire weberiano a su materialidad– cuanto de que las transacciones estric-tamente mercantiles son parasitarias de sistemas sociales complejos, se componen de cadenas de valor global muy ex-pansivas. Se trata del tipo de intuiciones que han guiado una extensa tradición de estudios que abarca desde la primera hornada de teóricos del imperialismo –Hobson, Luxemburg y Hilferding, entre otros– hasta los teóricos del desarrollo

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desigual pasando por los sustancialistas antropológicos con Karl Polanyi y su análisis de las «mercancías ficticias» a la cabeza. Un ejemplo cotidiano ampliamente investigado es el trabajo doméstico no remunerado, sin el cual sería in-concebible el desarrollo histórico y la supervivencia de la economía moderna. Lo mismo ocurre con numerosos cono-cimientos y habilidades, técnicos o informales, que forman un depósito heteróclito de recursos comunes elaborados a lo largo del tiempo y de titularidad poco definida que la eco-nomía capitalista explota mercantilmente pero es incapaz de generar. Nuestra economía vive permanentemente en una tensión procedente de su relación con contextos comu-nitarios de cuya fecundidad depende su supervivencia pero que se ve impelida a colonizar destructivamente en aras de su propia reproducción ampliada. La vampirización capita-lista requiere la movilización de imaginarios, comunidades y relaciones sociales y una constante revolución legitimado-ra que justifique su constricción a la lógica mercantil. Por tal razón, uno de los pocos rasgos permanentes de la ideolo-gía capitalista, tan sutilmente dúctil, es la minimización del papel que desempeñan sus condiciones sociales de supervi-vencia y el encumbramiento de los procedimientos técnicos formales, muy en particular aquellos vinculados al desarro-llo tecnológico. En este sentido, el fetichismo cibernético puede considerarse la culminación de una amplia tendencia de todo signo teórico y político a pensar las relaciones de producción en términos exclusivamente tecnolaborales, sin tomar en cuenta las ramificaciones de las mercantilizacio-

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nes generalizadas que exceden los límites del entorno pro-ductivo manufacturero.

3. la cooperación imposible

Si hay una palabra fetiche dentro de los movimientos con-temporáneos de defensa del conocimiento libre es «coope-ración». Los grandes hitos del conocimiento libre, como Wikipedia o Linux, son, efectivamente, proyectos colabo-rativos con un alto grado de anonimato y parecen surgir de una masa social indeterminada como genuinas conquistas comunitarias. Es cierto que existen algunas objeciones em-píricas a esta visión tan optimista. Los estudios cuantitativos demuestran que, por un lado, aunque en estos proyectos existe una gran cantidad de colaboradores esporádicos, el número de participantes estables es mucho más reducido de lo que parece a primera vista y, por otro lado, tienden a es-tar más jerarquizados de lo que habitualmente se reconoce. Los liderazgos, las asimetrías cognoscitivas y el papel de los expertos son el «otro» gran secreto de las comunidades de conocimiento abierto –el primero es el sesgo socioeconómi-co, cultural y de género de sus participantes– del que nunca se habla con claridad pero que afecta radicalmente a su natu-raleza. Es posible, en este sentido, que los principales expe-rimentos de cooperación masiva exitosa sean las redes P2P, es decir, tecnologías que facilitan, generalizan y potencian formas de donar y compartir hasta cierto punto extraídas del

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mundo analógico, antes que la generación de contenidos y comunidades novedosas.

En cualquier caso, la centralidad –ya sea empírica o ex-clusivamente ideológica– de la cooperación en este contexto es interesante, pues recupera uno de los grandes campos de batalla sociológicos, una línea de fractura fundamental que se encuentra en el origen de las ciencias sociales como do-minio epistémico políticamente conflictivo. La noción mis-ma de «ciencia social» surgió en el seno de corrientes de-cimonónicas que se enfrentaron a la «economía política» liberal y cuya principal seña de identidad era precisamente la cardinalidad teórica y práctica de la cooperación. En contra de Mandeville y Smith, de la concepción del vínculo social como subproducto de la interacción individual y del merca-do como modelo privilegiado de relación colectiva, los pa-leosociólogos comunitaristas propusieron la anterioridad ontológica de los fenómenos colaborativos. Así que la mera elección del término «cooperación» debería situar a los movimientos del conocimiento libre en un terreno en el que la sociabilidad es un fenómeno primario de fuerte potencia explicativa y no un problema que cabe solucionar mediante su reducción a motivaciones individuales.

Sin embargo, el modelo de cooperación dominante nor-mativa y teóricamente en los movimientos del conocimien-to libre es básicamente mandevilleano y liberal, proyecta el atomismo mercantil sobre los procesos de colaboración. Aunque es injusto generalizar, en esta esfera la cooperación tiende a entenderse como la concurrencia en un espacio co-

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municativo extremadamente depurado de individuos unidos tan sólo por intereses similares: la programación de soft-ware, las cuestiones legales, la creación artística, la redacción colectiva de artículos para una enciclopedia… Las tecnolo-gías de la comunicación se presentan señeramente como un sofisticado mecano generador de sociabilidad a partir del cruce de estas acciones individuales fragmentarias. Tras el halo de futurismo y postmodernidad del fetichismo tecno-lógico, late la fantasía burguesa de un contacto comunitario parcelado que, además, deje inalterado el ámbito privado, la vieja aspiración a que la labor pública económica, políti-ca o cultural se desarrolle en contenedores estancos que no comprometan a sus participantes más allá de dicha actividad (un director de recursos humanos que colecciona videoarte feminista podría ser su ideal de vida).

En este sentido, la colaboración cibernética no es muy distinta de los patrones de cooperación dominantes en otros terrenos. Frente a las reivindicaciones modernas de justicia social y emancipación política –auténticas matrices comu-nitarias con importantes claroscuros que proponían la par-ticipación en un proyecto colectivo y a menudo exigían una intensa transformación personal–, las organizaciones perte-necientes a lo que se ha dado en llamar el «tercer sector» ofrecen técnicas administrativas para mantener contacto con la colectividad a tiempo parcial, son formas de ejercer un interés personal –loable y seguramente necesario– antes que proyectos de vida común cimentados por normas y com-promisos retroalimentados.

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Tal vez por eso la colaboración cibernética a menudo se plantea en términos de altruismo. En realidad, el altruismo no tiene que ver necesariamente con la cooperación. Una forma sencilla de mostrarlo es recordar que el altruismo está tan sujeto al dilema del prisionero como el egoísmo2. Resulta significativo porque el dilema del prisionero es un teorema de imposibilidad que establece nuestra incapacidad para ex-plicar la cooperación a partir de la interacción de conductas optimizadoras individuales. Dado que, de hecho, la coopera-ción existe, el dilema del prisionero demuestra que se trata de un fenómeno primario no analizable por descomposición en egoísmo o altruismo en los términos que propone la teoría de la elección racional (aunque no necesariamente en otros).

Por supuesto, la teoría de la elección racional no es la única versión posible del individualismo metodológico y aún me-nos del liberalismo político, pero se trata de una fundamen-tación clara y rigurosa que permite explorar los límites de esta perspectiva en la teoría y en la práctica, unos límites que

2 Por ejemplo, una pareja de enamorados atraca un banco, son detenidos e incomunicados. La policía sólo tiene pruebas circunstanciales contra ellos y si no confiesa ninguno de los dos sólo podría condenarlos a un año de cárcel. Si uno confiesa y el otro no, el que confiesa será condenado a diez años y el otro saldrá libre. Si los dos confiesan el fiscal está dispuesto a ser benévolo y pedir sólo cinco años de cárcel cada uno. La pareja se ama apasionadamente y su prioridad es que el otro salga libre sin parar mientes en uno mismo. En esta situación, ambos serán condenados a cinco años. Haga lo que haga cada uno, la mejor opción del otro es confe-sar. Pero de este modo obtienen un resultado peor para el otro de lo que hubieran conseguido cooperando para salvarse.

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tienen que ver precisamente con la comprensión de los fe-nómenos cooperativos. En efecto, para las versiones están-dar de la racionalidad práctica –o, más exactamente, para las extremadamente exóticas versiones de la racionalidad que se han popularizado en las universidades–, la cooperación no individualista es un fenómeno problemático incluso en sus versiones más triviales. Desde la perspectiva de la naturaleza humana dominante en las cátedras de economía, la colabo-ración con uno mismo –algo que el común de los mortales da por supuesto salvo en caso de grave enfermedad mental– es una formidable fuente de aporías. Un ejemplo bien conocido es la paradoja del fumador. Como cada cigarrillo supone una contribución infinitesimal a una posible enfermedad futura, el fumador nunca tiene motivos racionales en un momen-to determinado para no fumar un cigarrillo, ya que el daño que le causa cada cigarrillo es menor que el beneficio que le proporciona. Sin embargo, la suma total de todos estos actos causa un perjuicio total –una enfermedad mortal– que exce-de los beneficios totales, de ahí la paradoja.

4. cibercolectividades liberales

El punctuns dolens pragmático de la teoría de la elección ra-cional es que, desde sus presupuestos teóricos, la identidad personal empírica cotidiana, nuestro «yo» real sujeto a normas sociales, emociones, recuerdos de infancia o pers-pectivas de futuro es, literalmente, una colectividad. El yo del

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fumador actual que saborea con fruición su cigarrillo es dis-tinto del que se esfuerza en dejar su hábito o del enfermo de enfisema que se arrepiente de sus años de tabaquismo, con independencia de que una y la misma persona experimente todos esos estados a lo largo de su vida. En palabras de Ber-nard Williams, «la perspectiva correcta de la propia vida es la del momento actual». El yo técnico de la teoría de la elec-ción racional es un mero punto vacío atemporal que se debe reactualizar constantemente so pena de incoherencia formal. El fracaso empírico del individualismo metodológico estricto demuestra refutativamente que, al menos en su estado actual, las ciencias sociales y las prácticas políticas no pueden renun-ciar a alguna forma moderada de colectivismo metodológico.

Sin embargo, el fetichismo tecnológico parece propor-cionar a las ciencias sociales un instrumento para, por fin, disponer de una versión de la identidad personal que aúna densidad sociológica y el rigor formal de la teoría de la elec-ción racional. Es como si Internet ofreciera el material ne-cesario para, teóricamente, reconstruir el vínculo social a partir de un individualismo estricto y, normativamente, generar comunidades sólidas desde presupuestos políticos radicalmente liberales. Los proyectos cooperativos ciber-néticos están basados en procedimientos técnicos aparente-mente indiferentes a las identidades personales empíricas. El anonimato y la inmediatez permiten colaborar, compartir y formar parte de una comunidad cuando uno quiere, si es que quiere y con la personalidad preferida. La tecnocoope-ración parece el producto de una serie rapsódica de deciso-

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res racionales perfectos sin más pasado o futuro que el de sus preferencias actuales. La teoría de la elección racional se enfrenta a la aporía de dar cuenta formalmente de individuos reales que sólo puede concebir como colectividades porque están articulados por la sociabilidad, son insignificantes al margen de su dimensión cooperativa. Las tecnologías de la comunicación ofrecen un velo ideológico para solucionar este problema descomponiendo la personalidad empírica en una serie de identidades bien compartimentadas y, sobre todo, planteando un mecanismo técnico para recomponer la actividad social por medio de artefactos participativos.

En este sentido, el fetichismo cibernético desempeña una función literalmente análoga a la del mercado de trabajo: es un dispositivo pragmático para liberar la actividad cooperativa –laboral o cognoscitiva– de lastres antropológicos, un proce-dimiento para convertir en una transacción formal un tipo de vínculo tradicionalmente basado en relaciones de dependen-cia mutua colectiva. A diferencia de lo que ocurre en el campo de la cooperación «analógica» de las organizaciones caritati-vas, donde resultan manifiestas las contradicciones implícitas en la colaboración individualista fragmentaria, las tecnologías de la comunicación permiten la ficción de un nuevo tipo de comunidad, un modelo de organización social novedoso com-puesto de fragmentos de yo, de infinitésimas de identidad personal, del mismo modo que Wikipedia se elabora a partir de las infinitésimas de erudito que cada participante posee.

Un contraargumento sencillo a esta idea pasa por recor-dar que, en el fondo, toda comunidad es ficticia. Ocurre,

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sin embargo, que hay ficciones y ficciones, como hay tra-bajo intelectual y trabajo intelectual. Ocupar un puesto de teleoperador durante ocho horas al día se parece bastante más a trabajar en una cadena de montaje industrial que a ser profesor universitario, por mucho que ambos sean trabajos inmateriales. Del mismo modo, no hace falta ser un antina-turalista acérrimo para aceptar que las familias extendidas, las agrupaciones laborales o las iglesias tienen dimensiones imaginarias, pero también parece razonable pensar que es-tas «ficciones» sedimentadas a lo largo de milenios y con un sorprendente rango de universalidad se parecen bastante a realidades antropológicas sólidas.

Por tal motivo, al igual que en el ámbito laboral, más allá de los eslóganes a favor de la cooperación es importante pre-guntarse cuáles son las condiciones reales necesarias para compartir, trabajar conjuntamente y colectivizar ciertos bie-nes y servicios cognoscitivos. ¿Redes de comunicación digi-tal universales? ¿Un umbral mínimo de participantes? ¿La lenta sedimentación de una motivación ideológica? ¿El re-conocimiento de una capacidad innata? ¿Existe una propen-sión natural, un incentivo simbólico o una palanca mecánica mágica que nos propulse a la cooperación cognitiva?

5. utopías cibernéticas y conflictos analógicos

Un descubrimiento entre divertido y espeluznante para cual-quiera que se adentre en el mundo del conocimiento libre es

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la gran agresividad de las discusiones que se producen en este terreno. Los debates más o menos nimios y generalmen-te muy técnicos acerca de licencias, protocolos o formatos a menudo se convierten en desesperadas batallas dialécticas donde salen a la luz abismos infranqueables entre las distin-tas posiciones. Por supuesto, Internet es un pésimo entor-no para la discusión civilizada. No obstante, esta especie de irritabilidad cibernética permanente podría ser un síntoma de la fragilidad de las comunidades que crean las tecnologías sociales de nueva generación. Muchas de las iniciativas que se emprenden requieren marcos institucionales que des-bordan la libre concurrencia fragmentaria cibernética. Así, a menudo los participantes en estos proyectos se desilusio-nan al observar la inflexibilidad del mundo para plegarse a los desarrollos cognitivos colaborativos. Por ejemplo, la migración a software libre de los recursos ofimáticos de una empresa es una decisión compleja que en absoluto tiene que ver únicamente con cuestiones técnicas, sino que entraña aprendizajes, negociaciones, resistencias… En otros casos, las estructuras comunitarias tradicionales existen ocultas y se ponen de manifiesto cuando se produce algún conflicto y, por ejemplo, salen a la luz las motivaciones personales de los distintos participantes en un proyecto cooperativo. Son esos momentos en los que uno acepta con cierto vértigo que el foro en el que llevaba meses participando como parte de su militancia anarquista es, en realidad, una lista de discusión de informáticos de derechas cuyo principal afán es demos-trar sus conocimientos sobre sistemas operativos.

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Los referentes exitosos operan como iconos revoluciona-rios, a menudo se idealizan y se desactiva la reflexión sobre sus límites. Linux se ha convertido en una metáfora vírica, la toma del Palacio de Invierno del capitalismo cognitivo. Sin embargo, cada vez resulta más evidente la dificultad de generalizar o extrapolar el paradigma del software libre más allá de un ámbito de actuación mucho más limitado de lo que parecía hace algunos años. La idealización del programador libre ha dificultado la búsqueda de modelos de trabajo ade-cuados para ámbitos con condiciones de producción ma-terial completamente distintas a las de la programación de software, por ejemplo, procesos difíciles de fragmentar en paquetes de tareas, con barreras de acceso económicas, ma-teriales o temporales (proyectos estacionales, sincronizados o con plazos de entrega breves) o que requieren contacto cara a cara. El paradigma de lo libre no sólo se enfrenta a las barreras externas del modelo propietario, también tiene sus propios límites internos relacionados con sus referen-cias y sus sistemas de organización. Paradójicamente, los procedimientos de cooperación cibernética carecen de la flexibilidad y la eficacia pragmática de las sedimentaciones cognoscitivas vinculadas a un marco colectivo tradicional. Lo grave de esto es que impide explotar plenamente las grandes potencialidades de los esfuerzos realizados recientemente y cortocircuita la posibilidad de generalizar estos modelos no-vedosos de colaboración. En el fondo, por mucho que se in-tente eludir, la gran asignatura pendiente de los movimien-tos contemporáneos de conocimiento libre es su relación

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con el mundo analógico, es decir, la relación de la coopera-ción cibernética con los vínculos sociales convencionales.

Hasta ahora, el problema se ha planteado mayormente en términos de la remuneración del trabajador intelectual. La gratuidad no es lo mismo que la libertad y la ausencia de mecanismos de retribución limita la posibilidad de liberar información y saber a espacios productivos y cognitivos muy concretos (básicamente, aquellos con condiciones sociola-borales privilegiadas que permiten a sus miembros disponer de tiempo y recursos que dedicar a la comunidad: progra-madores informáticos, profesores universitarios, etcétera). No obstante, el problema es más amplio y consiste en la di-ficultad de compatibilizar una cooperación telemática cuyo principal atractivo es su inmediatez y parsimonia con redes sociales analógicas muy abigarradas. Se trata de un problema urgente y nada académico. Por ejemplo, One Laptop Per Child (OLPC) es una iniciativa privada dirigida a fabricar masiva-mente ordenadores portátiles de coste muy reducido especí-ficamente diseñados para ser utilizados por niños de países pobres. El plan ha desencadenado intensas discusiones téc-nicas en cuyo transcurso su principal limitación apenas se ha mencionado: sus posibilidades de éxito están condicionadas a la existencia de estructuras educativas y gubernamentales fiables que difundan y canalicen esta innovación tecnológica, es decir, instituciones eficaces que distribuyan los ordenado-res a través de los programas públicos apropiados. La para-doja, por tanto, es que OLPC sólo se podría implementar con facilidad en países ricos con sistemas educativos asentados

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donde no es necesario o, por supuesto, en los pocos países pobres que cuentan con una firme estructura institucional, como podría ser el caso de Cuba. La iniciativa OLPC parece haber realizado un descubrimiento poco emocionante: no sólo que los países pobres tienen más necesidad de cambios políticos que de una revolución tecnológica sino, sobre todo, que la consideración de algo como avance tecnológico no es independiente del régimen económico y social, de las rela-ciones de producción en las que se inscribe.

En términos más generales, los movimientos de conoci-miento libre podrían y deberían convertirse en la punta de lanza del abandono de la principal y más negativa caracterís-tica del fetichismo cibernético dominante: la ficción de que las tecnologías de la comunicación y los conocimientos aso-ciados tienen un sentido neutro al margen de su contexto so-cial, institucional o político. En el fondo, ésta es la idea que subyace al escaso interés de muchos de los participantes en estos proyectos por explorar las declinaciones económicas, políticas o comunitarias de sus aportaciones cooperativas. Por supuesto, la pretensión de que es posible el desarrollo tecnológico sin un contexto institucional asociado es una opción política perfectamente definida, concretamente la que ha dominado el mundo durante los últimos treinta años. Pero sin duda existen alternativas. Por ejemplo, los defenso-res de las redes P2P no tienen por qué limitarse a anunciar en tono oracular y con amplias dosis de olimpismo (por no decir clasismo) que los empleados de las discográficas y tien-das de discos trabajan en un sector tecnológicamente obso-

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leto destinado a su desaparición en el mercado darwiniano. En este contexto apenas se han explorado las inmensas po-sibilidades laborales que abriría una apuesta estatal por las plataformas de mediación editorial adaptadas a las nuevas tecnologías de la comunicación. La reivindicación de una in-versión pública masiva en estudios de grabación, mediatecas y gabinetes de edición públicos que utilicen intensivamente los recursos contemporáneos –crowdsourcing, P2P, licencias víricas– podría hacer cambiar de posición a agentes sociales hasta ahora refractarios o poco sensibles a los movimientos de conocimiento libre. En suma, tal vez deberíamos abogar por un modelo de cooperación menos elegante y automático, al que incluso se podría tachar de reaccionario, que acepte la necesidad de asumir el elenco de dilemas y desafíos que marcaron las comunidades políticas modernas. Un modelo de colaboración en el que las soluciones tecnológicas lo sean a problemas en cuya definición las distintas posibilidades políticas desempeñen a cara descubierta su auténtico papel.

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oekonux y el modelo del software libre. de linux a la sociedad gpl

Geert Lovink

Traducción de Marta Caro

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Die guten Zeiten kommen nicht wie der Morgen nach einer

durchschlafenen Nacht

Bertolt Brecht

linux como modelo para una nueva sociedad

En lo que sigue, hablaré con cierto detalle acerca de la lista de correo alemana Oekonux para examinar algunos aspec-tos relacionados con el software libre1. El término Oekonux resulta de la combinación de las palabras «economía» y «Linux», y la lista a la que da nombre es la responsable de

1 Gracias a Volker Grassmuck, Jeebesh Bagchi, Benni Bärmann, Felix Stalder, McKenzie Wark, Seppo Koskela, Benja Fallenstein, Graham Seaman y Ned Rossiter por los comentarios realizados en las primeras versiones del presente artículo.

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la introducción del concepto «sociedad GPL». Literalmen-te significa sociedad basada en la Licencia Pública General (General Public License) que Richard Stallman ideó en 1984 y que sigue siendo la base legal del software copyleft más ampliamente utilizada2. La GPL convierte el software en una forma de propiedad comunal, de modo que los creadores de software GPL que incorporan o modifican programas basa-dos en la licencia GPL están obligados a publicar el software bajo la misma en caso de que quieran distribuirlo. Ésta es la razón por la que a menudo se dice que la GPL es una licen-cia «vírica». Y lo mismo vale para la sociedad GPL: la idea es que no se establecerá a través de una revolución o de alguna clase de reforma política, sino que se constituirá víricamen-te. Puede que ya existan los cimientos de esa sociedad, pero no podrá desarrollar libremente todo su potencial dentro del capitalismo. Por el momento, su crecimiento es práctica-mente invisible pero ya es posible identificar los «cristales de la red»3 que forman parte de su futura apariencia. Una

2 No es mi intención explicar con detalle qué es el software libre, cómo funciona exactamente la GPL ni reconstruir la ruptura ideológica que se produjo en 1998. Se puede encontrar más información sobre las ideas y la historia del software libre en, por ejemplo, la (auto)biografía de Richard Stallman Free as in Freedom y en su recopilación de artículos Software libre para una sociedad libre (Madrid, Traficantes de Sueños, 2004). Asimismo, existe información en los libros Just for fun: The Story of an Accidental Re-volutionary, de Linus Torvalds, en el ensayo La catedral y el bazar, de Eric Raymond (traducción al español disponible en http://biblioweb.sindo-minio.net/telematica/catedral.html) y en Rebel Code, de Glyn Moody.

3 Utilizo la expresión «cristales de red» en el sentido de los cristales de masa a los que se refiere Elias Canetti en Masas y poder: «Los cristales

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mejor comprensión de la dinámica de dichas transforma-ciones podría ayudarnos a iniciar la construcción de estruc-turas poscapitalistas. La sociedad GPL no está simplemente a favor o en contra del capitalismo, sino «más allá», evitando la retórica revolucionaria leninista y promoviendo el surgi-miento de nuevas prácticas, teorías y debates.

Groseramente se podría decir que el software libre cuenta con tres figuras principales que definen la ideología del mo-vimiento. Por un lado se encuentra el ya mencionado Richard Stallman y su Fundación del Software Libre. Linus Torvalds, por otro lado, representa una figura clave en el desarrollo del sistema operativo Linux. Por último, Eric Raymond, progra-mador de software libre, es conocido por su ensayo La catedral y el bazar y por ser el promotor del modelo de negocio basado en el código abierto. En 1998, en pleno apogeo de las punto-com, tuvo lugar una escisión entre, por un lado, la facción del software libre capitaneada por Stallman y defensora de una estrategia basada en principios y, por otro, la comunidad del código abierto marcada por la mentalidad empresarial y cer-cana al «anarquista de mercado» Eric Raymond. Por un mo-mento, «compartir» [sharing] y «acciones» [shares] fueron la misma cosa. Linus Torvalds intentó mantenerse al margen de la disputa, pero en realidad se inclinaba más hacia el código abierto de Raymond. El enfrentamiento entre Linus Torvald y Richard Stallman se remonta a principios de la década de los noventa, cuando Torvalds sorprendió al grupo de programa-

de masa son grupos humanos, pequeños y rígidos, bien delimitados y de gran estabilidad, que sirven para desencadenar la formación de masas».

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dores que se había formado en torno a Stallman y que trabaja-ba en el desarrollo del sistema operativo GNU con el kernel que faltaba, que fue bautizado como Linux. Desde ese momento, surgió una rivalidad entre quienes sencillamente hablan de Linux y los partidarios de Stallman, que subrayan la denomi-nación GNU/Linux para poner de manifiesto la importancia del trabajo realizado por los desarrolladores del GNU. El de-bate entre el software libre y el código abierto se ha desarro-llado en muchas conferencias, listas y foros de Internet4.

La GPL no es la única licencia que existe. Una de las prime-ras en aparecer fue la licencia BSD, que se remonta a 1979. La GPL fue una respuesta a las limitaciones que la licencia BSD imponía a los programadores. Lo que algunos consideran una creciente confusión de acrónimos, puede interpretarse tam-bién como el signo de una cultura muy rica que durante las dos últimas décadas ha desarrollado un conjunto muy sofisticado de modelos diferentes. En la actualidad se puede elegir entre unas sesenta licencias de software libre y código abierto que se distinguen por sutiles diferencias. Los geeks siempre están alerta para denunciar la confusión del freeware o el shareware con el software de domino público. De la misma manera, no se deben confundir las licencias de Apple, SUN o IBM con la GPL. La diferencia esencial radica en el carácter «contami-nante» de la GPL, que impide la privatización de los cambios

4 Véase Chris DiBona, Sam Ockman & Mark Stone, Open Sources. Voices from the Open Source Revolution, Sebastopol, O’Reilly Publishing, 1999. Se pueden encontrar debates al respecto en la red, por ejemplo en la lis-ta FSB (Free Software Business) list, http://www.crynwr.com/fsb/.

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realizados en el software. A diferencia de lo que ocurre con las licencias de código abierto, la GPL construye activamente un procomún. Ésta es la razón por la que los fundadores de Oekonux la eligieron como concepto base.

En la era pospuntocom, los memes del software libre se re-plican con rapidez, aunque por el momento permanezcan bajo la superficie de los medios de comunicación. Como a menudo se ha señalado, el software libre es algo más que un enfren-tamiento entre Microsoft y Linux. Para algunos se trata de un modelo utópico, mientras que para otros supone una oportu-nidad de negocio. El presente artículo constituye una de las muchas maneras de contar la historia del software libre y de la sociedad que encarna. Mi perspectiva es la de una persona que no se dedica a programar, la de un teórico de los medios de comunicación y la de un creador de medios de comunica-ción tácticos con un interés particular en Internet. Sin negar la importancia del código y la licencia, entiendo el software libre primeramente como una metáfora. En mi opinión, el software no es únicamente una herramienta, sino también un artefacto social y cultural, un producto y una reflexión surgi-dos de una configuración histórica específica que trasciende la funcionalidad técnica y legal de las «versiones». No es una coincidencia que haya escogido una lista de correo alemana. Con un 12,4%, Alemania ocupa el segundo puesto en la lista de programadores de software libre ordenados por su nacio-nalidad5. A menudo se afirma que su motivación es su interés

5 Véase http://www.infonomics.nl/FLOSS/report/FLOSSFinal_2b.pdf.

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por el dominio público. Muchos de los miembros de Oeko-nux están implicados en el desarrollo de proyectos de soft-ware libre. Oekonux es una de las pocas iniciativas online de reflexión sociológica crítica sobre el software libre, más allá de sus aspectos técnicos. Lo explicaré mejor: el proyecto Oekonux no propone un modelo propio de código abierto. Como la mayoría de programadores de software libre, los miembros de Oekonux estarían satisfechos trabajando con una licencia GPL. Oekonux ofrece una teorización rica y pro-funda, aunque culturalmente concreta, de este campo.

Muchos de los debates de Oekonux giran en torno a la llamada hipótesis del «Keinform» (germen, embrión o semilla), según la cual el software libre posee la capacidad de «germinar» hasta convertirse en una amplia estructura político-económica. El modelo no se basa ni en una «revo-lución» leninista con una dinámica jerárquica ni en un con-junto de compromisos de clase socialdemócratas, sino más bien en la posibilidad de una transformación radical «ví-rica». El enfoque de la «germinación» tiene la ventaja de no quedarse estancado en la obscena realidad cotidiana del capitalismo y de no limitarse a proponer un proyecto refor-mista, tal y como ocurrió con muchos partidos verdes e ini-ciativas medioambientales. La sociedad GPL ha aprendido alguna lección del siglo veinte. ¿Cómo puede una sociedad basarse en la tecnología sin convertirse en una teocracia tec-nodeterminista gobernada por ingenieros? ¿Cómo pueden los proyectos de software libre trascender los círculos geeks y «crecer» sin establecer compromisos o provocar accidentes

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fatales6? ¿Cómo puede la tecnología, con toda su carga so-cial, política y cultural, transformar la sociedad más allá del plano instrumental del código? Y viceversa, ¿hasta qué pun-to la sociedad está infectando algunos proyectos de software libre debido al éxito que han alcanzado? El grupo Oekonux que trata estos temas es pequeño y lo hace, principalmente, en alemán, pero no cabe duda de que muy pronto surgirán debates similares en círculos más amplios y en otros contex-tos. Ya existen listas semejantes en otros idiomas.

Vivimos un periodo crucial, en el que el software libre y el código abierto se encuentran a punto de abandonar la «cultura geek» de la tecnología de la información (TI) para desarrollarse en múltiples direcciones, como software pero también como un conjunto de conceptos e ideas atractivas e «infecciosas». El proceso de introducción en la sociedad en su conjunto comenzó a finales de los noventa, pero por mu-chas razones, entre ellas la fiebre de las puntocom, la imple-mentación del software libre sólo tenía interés para progra-madores y otros expertos de la TI. En mi opinión, parte del proceso de «socialización» del software libre consiste en abrir canales de diálogo multidisciplinares, algo más que la mera instrucción de los usuarios en la instalación de Debian, Open Office o KDE.

6 La relación entre crecimiento, transformación y medios técnicos de co-municación se describe en el trabajo del teórico de los medios de comu-nicación alemán Klaus Theweleit. Theweleit combina el psicoanálisis, la crítica literaria y la cultura popular de los medios de comunicación en su intento de definir formas de poder igualitarias y no violentas. Para más in-formación, véase Adilkino, Media Archive, Brooklyn, Autonomedia, 1998.

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Los usuarios ya no reciben órdenes de una casta de inge-nieros todopoderosos, armados de soluciones «técnicas» avanzadas para los contratiempos de la humanidad. A los usuarios de Windows y Macintosh no les «ciega» la propa-ganda corporativa. Aceptémoslo: a la inmensa mayoría no le interesan otros sistemas operativos, ni siquiera cuando el software es gratuito. Lo que necesita la comunidad de software libre es una comprensión crítica de la economía, la filosofía, la política global y las cuestiones culturales contemporáneas. Uno de los impactos «ocultos» del software libre y del códi-go abierto es la amplia transferencia de valores económicos desde los países ricos al mundo en desarrollo. En este sen-tido, tanto la cultura geek como la sociedad deben abrirse y cambiar. No pertenezco ni al grupo de partidarios del soft-ware libre ni al de los partidarios del código abierto. Afortu-nadamente, las desavenencias entre Richard Stallman y Eric Raymond acerca de cómo hacer que el software libre resulte menos hostil para el mundo de los negocios se está mitigan-do. Como consecuencia, la rivalidad entre el software libre y el código abierto tiene cada vez menos sentido y, de todas for-mas, nunca ha contado con un amplio respaldo. No utilizaré los términos (políticamente) correctos GNU/Linux o FLOSS7. O quizá sí. En mi opinión, la jerga que utiliza gente como Ri-chard Stallman forma parte del problema, no de la solución.

7 FLOSS son las siglas de Free/Libre Open Source Software [Software Li-bre y de Código Abierto]. Véase http://www.infonomics.nl/FLOSS/. Se trata de un estudio realizado por usuarios y desarrolladores sobre el có-digo abierto y el software libre dirigido por Rishab Gosh en 2001/2002.

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Un vocabulario rígido suele crear guetos y no alianzas intere-santes. La claridad conceptual es sin duda importante, pero el esfuerzo para alcanzarla no debería estar dirigido a vigilar a los demás. No está en mi ánimo buscar nuevas definiciones o «depurar» las ya existentes, ya que resulta mucho más in-teresante dar cuenta de los debates y los proyectos que están contextualizando el software libre. Parte de dicho esfuerzo debería orientarse a hacer llegar todo el material escrito en otros idiomas a la comunidad lectora angloparlante, en vez de siempre al contrario.

los congresos wizard of os

El proyecto Oekonux es el resultado de la primera conferen-cia Wizard of OS (Sistema Operativo), organizada en Berlín en julio de 1999 por Berlin Mikro e.V., una red de artistas y críticos de los nuevos medios de comunicación fundada en 19988. Mikro fue el resultado del creciente descontento por el fracaso de las políticas en torno a los nuevos medios de comunicación en la capital alemana9. Aparte de una serie de exitosas presentaciones y debates públicos, de la lista de correo Rohrpost dedicada a la cultura net alemana y del es-

8 Véase el informe de Bettina Berendt «Protocol of Meeting at OS», Oekonux, 3 de agosto de 1999: http://www.mikro.org/Events/OS/frameset_e.html?Submit1=englishwww.wizards-of-os.org.

9 Para más información sobre las actividades de Mikro: http://www.mikro.org/Doku98-99/allg-e.html.

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pacio de medios de comunicación Bootlab, la serie de con-gresos WOS es la actividad más amplia y visible de Mikro. Volker Grassmuch, miembro de Mikro, es el impulsor de las conferencias WOS. En WOS I Stefan Merten, programador y fundador de Oekonux, convocó a un grupo de personas para el debate «¿Nueva Economía?». La lista de correo surgió de esta reunión informal.

Wizard of OS no fue un congreso más sobre Linux. Su or-den del día contenía una mezcla única de contenidos estre-chamente relacionados con la biografía de Grassmuck. Desde un punto de vista teórico, los miembros del círculo de Frie-drich Kittler defendieron que los sistemas operativos de los ordenadores constituían la literatura de nuestro tiempo. El subtítulo del evento era «Sistemas operativos y sistemas sociales», y la historia de los ordenadores ocupó una parte importante del programa. El congreso comenzó con el bri-llante discurso de Wolfgang Hagen, experto en historia de los ordenadores10. Hagen es un representante típico de la escuela tecnodeterminista y defiende la idea de que el hard-ware pauta el desarrollo del software. En otras palabras, el software ha sido, es y será un subproducto del hardware y de su lógica. La velocidad y el modo de calcular es simplemente una cuestión de biestables, frecuencias y pulsos electróni-cos. Según Hagen, en la primera generación de ordenadores el software estaba literalmente inscrito en la arquitectura del

10 Está disponible en la red el texto en alemán de Wolfgang Hagen: http://www.mikro.org/Events/OS/ref-texte/hagen/index.html.

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hardware, y sólo después se fue convirtiendo gradualmente en una cuestión lingüística.

Los temas relacionados con el arte tuvieron una impor-tancia marginal durante el primer congreso WOS, con la excepción de una presentación del netartista ruso Alexei Shulgin. Pero en el segundo congreso, WOS 2, organizado en 2001, el arte adquirió mayor protagonismo. El debate que tuvo lugar en 1999, en plena fiebre puntocom, se cen-tró en la economía del código abierto. Los temas tratados en WOS 1 fueron, entre otros, la criptografía de código abierto, las empresas de biotecnología y el código abierto de la vida o el software libre en la educación. Richard Stallman fue el orador principal11, mientras que Tim O’Reilly pronunció una conferencia visionaria sobre el potencial de las puntocom y del infoware como sustituto del software. O’Reilly explicó al público alemán que la revolución del código abierto estaba a punto de terminar. Se podían divisar ya en el horizonte la comercialización y las absorciones empresariales. Según O’Reilly, el infoware estaba relegando al hardware y al soft-ware y el resultado era una avalancha de productos y servi-cios gratuitos. Los ISP, los sistemas operativos, los navega-dores, el espacio web y el correo electrónico pronto serían gratuitos. Amazon.com se convertiría en la aplicación más utilizada, no Dell ni HP ni Microsoft. Según O’Reilly, las aplicaciones basadas en software libre eran el futuro. En

11 Se puede leer la entrevista que realicé a Richard Stallman durante la conferencia WOS 1 en Nettime, 21 de julio de 1999. También colgué un artículo sobre las conferencia WOS en Nettime el 19 julio de 1999.

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abril de 2001 se organizó un congreso similar en Cambridge titulado Code y centrado en la colaboración y la propiedad en la era digital12. Para entonces el debate se había alejado de la economía puntocom para centrarse en aspectos de la cien-cia y la cultura «abiertas» y su relación con los regimenes de «propiedad intelectual».

Políticamente hablando, Volker Grassmuck, organiza-dor de WOS, se encuentra muy cerca de Lawrence Lessig13. Lessig ataca a monopolios como Microsoft y defiende los mercados verdaderamente libres, además de un clima de apertura que permita el libre desarrollo del «conocimien-to abierto». Grassmuck, sin embargo, no es un defensor del mercado neoliberal, tampoco está próximo a la decons-trucción del proyecto neolibertario hacker de Nettime, ni al marxismo utópico del círculo Oekonux. Su pasado como tecnodeterminista kittleriano le permite analizar con op-timismo la capacidad de la tecnología para transformar las relaciones sociales. Como académico europeo, está conven-cido de que el estado desempeña un papel muy importante a la hora de frenar el poder monopolista. Grassmuck defiende un «mercado de ideas» que pueda operar en el exterior de la economía monetaria. En su opinión, la postura de Lessig a favor del mercado debe entenderse como un gesto estratégi-co. La iniciativa Creative Commons de Lessig, por ejemplo,

12 http://www.cl.cam.ac.uk/CODE/. 13 Véase la introducción de Volker Grassmuck (en alemán), Freie Software,

Bonn, Bundeszentrale fuer Politische Bildung, 2002 (http://freie-soft-ware.bpb.de/).

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no está dirigida en absoluto al área comercial. Gracias a los esfuerzos realizados por Grassmuck, WOS se ha convertido en el brazo cultural y académico de la comunidad alemana de software libre, un elemento que faltaba en el Computer Chaos Club (www.ccc.de), similar a otros grupos de hackers como el estadounidense 2600 y el holandés HackTic/xs4all. El propósito de WOS y otros eventos similares es inyectar «reflexión cultural» en la comunidad del software libre, así como familiarizar al mundo académico y al sector cultu-ral con los principios del software libre14. Grassmuck trata de recordarnos que las ideas del código abierto surgen de la comunidad científica que ahora debe lidiar con distintas po-líticas para comercializar la producción de conocimiento de titularidad y financiación pública.

la cultura alemana del debate

Poco después de que empezara la lista de correo Oekonux, en julio de 1999, Stefan Merten inauguró la página www.oeko-nux.de con enlaces, textos, anuncios y el archivo de la lista. La página incluye una sección especial en inglés. Oekonux presenta una característica única, una lista interna llamada projekt a la que los miembros se pueden unir si desean dirigir la iniciativa. En 2002 Oekonux creó una segunda lista inter-

14 Consúltese, por ejemplo, el congreso Open Cultures, organizado en Vie-na por Public Netbase durante los días 5 y 6 de junio de 2003: http://opencultures.t0.or.at.

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nacional en inglés que a principios de 2003 apenas contaba con noventa suscriptores. La lista alemana creció de manera constante y alcanzó los 250 subscriptores en 2003. El tráfico en la lista alemana varía entre los cincuenta y los trescientos mensajes mensuales, entre seis y ocho mensajes diarios. A mediados del mismo año, el archivo de la web contaba con 6.700 mensajes. Según la página de inicio, Oekonux recibe entre 150.000 y 200.000 impactos al mes15 y entre 500 y 700 visitantes al día. Hasta el momento, Oekonux ha organizado dos encuentros, uno en Dortmund, del 28 al 30 de abril de 2001, y otro en Berlín en noviembre de 200216, con un nu-mero significativamente mayor de visitantes internaciona-les. En este momento se está escribiendo un libro que puede consultarse en la red17. La lista Oekonux en inglés también ha recibido propuestas para reunir una antología de textos. A lo largo de los años, Oekonux ha adquirido un talante más internacional, pero el proceso es lento. El corazón de Oeko-nux lo sigue constituyendo la lista de correo alemana.

Stefan Merten destaca la agradable atmósfera que se res-pira en la lista. Apenas surgen flamewars y de momento sólo unos cuantos usuarios han anulado su suscripción. Dada la gran cantidad de temas que se discuten en la lista alemana,

15 Véase http://www.oekonux.de/projekt/statistik/. Existe un texto general en Oekonux que resume la historia, los datos y los temas tratados en el proyecto: http://www.opentheory.org/wasistox/text.phtml.

16 Existe información sobre las actas y los anuncios de la conferencia en www.oekonux-konferenz.de.

17 Véase http://www.opentheory.org/buchprojekt.

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así como su amplitud y profundidad, me gustaría dejar claro que el presente resumen es de factura estrictamente personal y que en ningún momento aspira a ofrecer una visión gene-ral de todos los participantes y de las distintas posturas que defienden. El discurso de Oekonux es denso. Algunos de los hilos pueden prolongarse durante meses y aglutinar más de un centenar de mensajes con diferentes encabezamientos, lo que dificulta el resumen de los debates. Reflexiones que en otras listas se ignoran y terminan perdiéndose, en Oekonux encuentran respuesta. A menudo, algunas respuestas que se envían con mucho retraso recuperan hilos que, de otra ma-nera, habría desaparecido. El propósito último de Oekonux, tal y como se describe en el archivo de la introducción, es el «aprendizaje común» a través del debate. Los debates pue-den alcanzar un nivel muy alto de sofisticación pero, como el mismo documento afirma, sólo en un ambiente amigable se pueden proponer temas que van más allá del entendimien-to común. Oekonux es una de las listas de correo de Internet más «racionales», profundiza todo lo posible en cada uno de los argumentos presentados y le da la vuelta a conceptos comúnmente utilizados.

En la lista Oekonux se nota la impronta de la retórica ale-mana. Es reconfortante comprobar que todavía hay foros en la red inmunes a los trolls y el spam, siempre y cuando uno no sea alérgico a los vestigios de la jerga marxista académica de los setenta. La comunidad Oekonux se encuentra arraiga-da en la cultura intelectual alemana, pero lo cierto es que el interés por el posmarxismo o tardomarxismo apenas es rele-

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vante fuera de la comunidad germanoparlante. No existe una palabra equivalente en inglés para «auseinandersetzen». El diccionario la equipara con «discutir», «abordar», «con-frontar» o incluso «chocar», pero estos términos sólo definen la mitad del significado. Lo que falta es el aspecto analítico, tanto desde el punto de vista hermenéutico como estético de, por ejemplo, el «Redebeitrag», una contribu-ción al debate en el que se van desmontando las cláusulas, o más bien los principios y los teoremas. Las polémicas ale-manas son a menudo entretenidas (como debe ser la buena retórica), al tiempo que profundizan en el tema y en el len-guaje mismo. Esta difundida práctica cultural no debería confundirse con la escuela académica deconstructiva. Me refiero aquí a debates animados, profundos y nada olímpicos que se mantienen durante largas sesiones plenarias (o «Ple-num»). La lista Oekonux proporciona una buena muestra de la cultura alemana, tan metódicamente precisa y fascinante al mismo tiempo18.

18 Durante su presentación en la primera conferencia de Oekonux, Kim Veltman realizó otra conexión entre Alemania y el código abierto: «Cuando se empezó a imprimir en Alemania, se hacía en gran medida con la convicción de que se hacía por el bien público. No deja de resultar interesante que Alemania sea el país que más ha contribuido a la crea-ción del Código Abierto» (http://erste.oekonux-konferenz.de/doku-mentation/texte/veltman.html).

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El fundador de la lista Oekonux se licenció en informática bien entrada la treintena. Residente en el municipio alemán de Kaiserslaurten, Merten se describe a sí mismo como un «anarco-libertario» que todavía recurre a Karl Marx. En uno de sus primeros mensajes en la lista habla de uno de sus proyectos pioneros, denominado «universidad crítica». Los trabajos del teórico marxista Robert Kurz y del grupo Krisis le llevaron a analizar los potenciales «socializadores» de Linux19. Antes de iniciar el proyecto Oekonux, Merten había intentado tratar el tema del software libre dentro del gru-po Krisis, pero la cosa no terminó de funcionar. Aún así, la obra de Robert Kurz y otros miembros de Krisis sigue siendo una referencia crucial en Oekonux. La tesis principal de los marxistas apocalípticos es el «estado de crisis» del capita-lismo actual, puesto que ya no puede prometer pleno empleo y prosperidad para todos20. El sueño del estado de bienestar se ha acabado. Ya no hay manera de producir excedente, ni

19 Stefan Merten, «Vorstellungsrunde», Oekonux, 22 de julio de 1999.20 Se puede encontrar más información sobre Robert Kurz y el grupo Kri-

sis y su revista en www.krisis.org. Sus textos se traducen cada vez más a otros idiomas. A principios de 1993 visité, junto con un miembro de Adilkno, a Robert Kurz en Nürnberg. Realizamos un programa sobre su trabajo para la emisora Radio Patapoe. La entrevista no se ha transcrito ni se ha publicado. No obstante, redacté una reseña (en inglés) sobre su Die Welt als Wille und Design. Postmoderne, Lifestyle-Linke und die Aestheti-sierung der Krise (Berlín, Tiamat, 1999), parte del ensayo Relaxed Stagna-tion: Diederichsen, Bolz, Kurz and the German Cultural Condition, colgado en Nettime el 1 de septiembre de 1999.

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siquiera en las fábricas automatizadas. El sistema financiero global se basta a sí mismo y ya no necesita mano de obra para sus propósitos acumulativos. La destrucción del medioam-biente y la progresiva renuncia a la tradicional explotación del trabajador a favor de los mercados financieros globales conduce al llamado «capitalismo de casino»21, inherente-mente inestable y proclive a oscilar entre épocas de auge y épocas de quiebra total. Los problemas son endémicos, de ahí que el grupo Krisis utilice el término «catastrófico» tan a menudo. Krisis ha recibido muchas críticas por su creen-cia fatalista de que el capitalismo sencillamente acabará por hundirse bajo el peso de sus propias contradicciones22. Al haber abandonado toda esperanza sobre el papel de la clase trabajadora, este «marxismo sin sujeto» sólo puede ofrecer un pensamiento radicalmente negativo, alejado de cualquier lucha práctica. Desde un punto de vista teórico, muchos de los miembros de Oekonux operan en el entorno de Krisis, pero también reconocen y destacan el núcleo de otra socie-dad que emerge del movimiento del software libre.

Stefan Meretz (no confundir con el otro Stefan) es otro de los miembros fundadores de Oekonux, experto en tec-nologías de la información y residente en Berlín. Trabaja para el sindicato ver.di y tiene experiencia en el campo de la «informática crítica». En la actualidad es uno de los de-

21 Hay varias entrevistas a Robert Kurz traducidas al inglés y disponibles en la red que sirven como introducción a su trabajo. Por ejemplo: http://www.giga.or.at/others/krisis/r-kurz_marx2000_englisch.html. Más en www.krisis.org.

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sarrolladores del sistema de gestión para los sindicatos que trabajan con software libre (www.verdi.org). A principios de 1999 dio una charla sobre Linux y su potencial para conver-tirse en una verdadera alternativa social. Los temas que en principio se iban a debatir en la lista incluían el modelo eco-nómico de Linux, a qué áreas de la sociedad podían trans-ferirse sus principios, si desafiaban la propiedad privada y hasta qué punto el capitalismo iba a ser capaz de absorber el software libre23. Meretz dirige Open Theory, un proyecto que permite a los autores colgar sus textos para que otros puedan añadir comentarios24. Los dos Stefans defienden posturas teórico-políticas diferentes. Mientras que Merten tiende hacia la postura tecnodeterminista, Meretz no se hace ilu-siones y a menudo pone de relieve la dimensión social. Otros miembros de Oekonux defienden ideas procedentes de mo-vimientos ecologistas radicales, de la izquierda New Age y de

22 Según el crítico neoyorkino Doug Henwood, las crisis no son sino «com-petitividad normal, un elemento de la ‘belleza del capitalismo’, como dijo Paul O’Neill de Enron. Ganadores, perdedores, fortunas, liquida-ciones, expansiones, recesiones. Llamar crisis a esto es engañoso porque la palabra implica una ruptura drástica. Si ocurren cada día, entonces son, por definición, rutina. La mayoría de los marxistas que utilizan la palabra están, consciente o inconscientemente, utilizando la retórica de la ‘muerte agónica’: esta es la Gran Crisis, la que va a destapar todas las contradicciones ocultas, y entonces el Sistema se romperá en mil peda-zos. Aunque no sea la intención de los que usan el concepto, en realidad están evocando ese tipo de registro discursivo», Lbo-talk digest, vol. 1 # 735, 5 de julio de 2003.

23 Stefan Merten, «Info-Text», Oekonux, 25 de julio de 1999.24 Véase www.opentheory.org.

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grupos socialistas. Con sus antecedentes alternativos y de izquierdas, Oekonux podría fácilmente convertirse en un enemigo de la tendencia mercantil del código abierto25. No obstante, no es esa la impresión que uno extrae de la lista. El negocio del software libre no se percibe como una «herejía» que hay que aplastar para mantener el movimiento en su es-tado puro. Más bien prevalece la cultura posmoderna inarti-culada de la tolerancia y el diálogo. El hecho de que IBM esté cosechando beneficios millonarios gracias a Linux se tiene en cuenta, pero no se considera una «traición» ni se analiza en términos de (auto)explotación de la mano de obra volun-taria. De momento, todas estas culturas coexisten. Hay luchas sectarias, pero sólo en defensa de definiciones metafísicas, no de mercados o de influencia política.

Oekonux constituye un entorno casi perfecto de debate platónico, formado por alemanes autodisciplinados que ya querrían para sí muchos moderadores de este tipo de listas. Casi podría decirse que es demasiado bueno para ser verdad.

25 El periódico The Boston Globe publicó un artículo sobre un grupo de in-vestigadores interesados en el éxito de Linux. Uno de ellos, Mark Blaxill, dice: «Lo interesante del código abierto no es el amor libre y el abrirse al mundo, sino su funcionamiento. Estamos ante algo competitivo, ca-paz de enfrentarse con éxito a Microsoft. Por lo tanto, debe existir un aspecto económico importante y unos principios estratégicos subyacen-tes». Los investigadores estudian la ventaja conseguida por el código abierto en Internet, la influencia de los costes de transacción más bajos que ofrecen estas redes electrónicas, el liderazgo de Linus Torvalds y los factores que motivan e inspiran a miles de programadores para trabajar en proyectos sin liderazgo al estilo del proyecto de Torvalds (www.bos-ton.com/globe, 16 de marzo de 2003).

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La influencia del moderador en el proyecto es considerable y todo los asuntos se tratan con una seriedad enorme. Oeko-nux es un nuevo ejemplo de «dictadura benevolente», con un moderador cargado de buenas intenciones. En este caso, el «poder» de Merten no es sólo estructural, sino también de naturaleza discursiva. Su voz en la lista es omnipresente. Stefan Merten es el único moderador que conozco que con-testa literalmente a todos los mensajes. Esto produce repe-tidos bostezos y quejas por su parte porque, obviamente, no da abasto. A veces responde a mensajes colgados treinta o cuarenta días antes. A Stefan Merten le resulta difícil ca-llarse y dejar que la lista siga su curso, lo cual le ha gran-jeado una imagen de metomentodo. Aunque su implicación en el proyecto es enorme, casi patológica, sobre todo porque el proyecto Oekonux ha adquirido dimensiones demasiado grandes como para continuar siendo la obsesión privada de una sola persona. Aún así, se puede encontrar la firma de Mer-ten por todas partes y muy a menudo la lista critica su pre-sencia dominante26. Ésta es la opinión de Graham Seaman, suscriptor de Oekonux, sobre el papel de Merten:

A veces soy un «mediador», alguien que pone en contac-

to a gente de distintos grupos, sin que eso signifique que

yo tenga algo concreto que decir. Stefan es más bien un

«perpetuador», una persona que intenta resumir todo lo

que otra gente ha dicho para que todo el mundo se sienta

26 Véase, por ejemplo, el hilo Prinzipielles/Teil II, creado por Sabine Nuss (abril de 2001).

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respondido, lo cual constituye una base para continuar lo

que de otra manera se hubiese quedado en una discusión

fragmentada27.

Es posible que la continua interferencia de Merten cons-tituya una de las razones por las que el proyecto Oekonux se ha estancado un poco a lo largo de sus casi cuatro años de existencia (este artículo se escribió a mediados de 2003). Merten señala cuidadosamente todo lo que no es coheren-te con los propósitos del proyecto Oekonux y no oculta sus gustos y opiniones. La firme influencia de Merten en los de-bates ha dado lugar a argumentos repetidos, lo cual ha pro-vocado que sólo un grupo selecto continúe colgando mensa-jes e intercambiando argumentos con Merten, mientras que aquellos que no encajan en su marco ideológico desaparecen tras colgar unos cuantos mensajes28. A principios de 2002, el ambiente general de la lista comenzó a deteriorarse. Au-mentaron las diferencias de opinión, lo que condujo a Ar-nulf Pelzer a acusar a los usuarios de Oekonux de ser «más papistas que el Papa»29.

27 Intercambio personal de correos electrónicos. 6 de julio de 2003.28 Entre los usuarios más frecuentes destacan: Benja Fallenstein, Benni

Bärmann, Christoph Reuss, Enrico Weigelt, Franz Nahrada, Hans-Gert Gräbe, Holger Weiss, Horst Ribbeck, Stefan Seefeld, Kurt-Werner Pört-ner, Hartmut Pilch, Casimir Purzelbaum y Thomas Uwe Gruettmueller.

29 Arnulf Pelzer, Oekonux, 1 de abril de 2002 y el siguiente hilo «Warum seid ihr so verbiestert?»

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gérmenes poscapitalistas

La cuestión principal que ocupa a la comunidad Oekonux es hasta qué punto se puede describir el software libre como un «Keimform» que puede «germinar» al tiempo que migra a otras áreas de la sociedad a través de lo que se podría deno-minar un proceso de metamorfosis socioeconómica. Cabría decir que Oekonux busca nuevos rituales más allá del sistema operativo Linux en el disco duro. ¿Cuáles son las leyes históri-cas que impulsan la introducción de los principios del códi-go abierto en la sociedad? La tesis de Oekonux afirma que el software libre no es sólo un código de ordenador, sino que debería ser interpretado, analizado y desarrollado como parte de una transformación más amplia llamada «Vergesellschaf-tung» (concepto a medio camino entre socialización y diná-mica social; literalmente «el llegar a ser de la sociedad»). A principios de 2001 entrevisté a Stefan Merten para Nettime. En la entrevista, Merten comenta que en realidad pocos marxis-tas se han dedicado a repensar los términos desarrollados por Marx. La gente que se hace llamar «marxista» muy pocas veces le resulta interesante: «Mis críticas a las antiguas corrientes de izquierdas (marxistas) se basan en que carecen de una utopía. La ‘utopía’ que defendían no era más que una sociedad de traba-jadores perfeccionada, bastante similar a la sociedad en la que estaban viviendo»30. Merten señala que en Oekonux exis-te un sentimiento generalizado basado en la idea de que el

30 Entrevista con Stefan Merten, Nettime, 24 de abril de 2001.

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software libre es «un anticipo de la nueva sociedad empotrado en la vieja». Como dice Linus Torvalds: «Se pueden construir nuevos mundos con los ordenadores y con la programación, y a veces los patrones resultantes son realmente hermosos»31.

La teoría del «Keinform» surge del trabajo del psicólo-go marxista Klaus Holzkamp, una teoría que Merten, Meretz y otros promueven con fuerza en Oekonux. Holzkamp ganó notoriedad en los círculos académicos alemanes en la década de los setenta como representante de la escuela de «psicolo-gía crítica». Según Holzkamp, los cambios acontecidos en la sociedad se pueden describir en cinco pasos. En la primera fase, el «germen» se hace realidad como resultado de una «invención colectiva» (Robert Allen)32. En este periodo temprano, el conjunto de nuevas ideas es todavía invisible. Esta circunstancia cambia en la segunda fase, cuando la for-ma dominante entra en crisis. Durante la tercera fase, el ger-men aumenta su hegemonía dentro de la vieja y dominante estructura. Luego el germen se desarrolla hasta convertirse en un factor dominante. Pero es sólo en la quinta y última fase cuando todo el sistema debe subordinarse al germen porque ha alcanzado el dominio total. Según Merten, en la actualidad el software libre se encuentra en la tercera fase33.

31 Linus Torvalds (con David Diamond), Just for Fun, New York, HarperCo-llins, 2002, p. 75.

32 Véase Alessandro, Nuvolari, «Open Source Software Development: Some Historical Perspectives»

(http://opensource.mit.edu/papers/nuvolari.pdf).33 El origen también se puede encontrar en un ensayo de Robert Kurz es-

crito en 1997: «Anti Economy, Anti Politics» (Krisis 19), en el que dis-

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Existen dos escuelas diferenciadas dentro de la comunidad en red de Linux, descritas por Glyn Moody en Rebel Code. Una defiende la filosofía de «primero hazlo funcionar y des-pués mejóralo», mientras que la otra prefiere el «mejóralo primero»34. La sociedad GPL de Oekonux se decanta clara-mente por la segunda opción. No hay prisa. La revolución de la sociedad tendrá lugar desde dentro, desde el corazón mis-mo de la Máquina.

Uno de los aspectos más relevantes de Oekonux es que permite dejar de lado temas muy manidos de la cultura crítica de Internet y hablar de lo que sucede en los talleres de metal o en las fábricas de automóviles y comprobar por uno mismo lo que ocurre en las grandes oficinas35. Existe la creencia entre los usuarios de Oekonux de que los principios del software libre de los que hablan se encuentran profundamente arrai-gados en las estructuras económicas, si no de la sociedad ac-tual, sí de la futura. Puede resultar interesante comparar los algoritmos con los productos ordinarios que compras en el supermercado… También se habla sobre el uso de materiales nuevos y ligeros, la nanotecnología y los procesos de produc-ción computerizados. La cuestión es cómo traducir los con-ceptos que se aplican a la información al reino material. Por

cute el estatus de los «gérmenes» en la actual sociedad capitalista tras la caída del comunismo. URL: http://www.giga.or.at/others/krisis/r-kurz_antioekonomie-und-antipolitik_krisis19_1997.html.

34 Glyn Moody, Rebel Code, Linux and the Open Source Revolution, Londres, Penguin Books, 2001, p. 77.

35 Véase, por ejemplo, el informe de Stefan Merten sobre su visita a una empresa de construcción, Oekonux, 19 de noviembre de 2001.

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ejemplo, el proyecto Openeeg está intentando crear un dis-positivo de bajo coste para realizar electroencefalogramas36. Franz Nahrada ofrece un ejemplo ideal de «Keimform»: las sillas «Rough and Ready» del diseñador de interiores an-gloholandés Tord Boontje. En vez de vender objetos, Boontje ofrece dibujos gratuitos de objetos con instrucciones para montarlos37. La contradicción muchas veces planteada entre los productos «reales» y la información virtual ya no es rele-vante. El ciberespacio ya envuelve la sociedad38.

Hoy en día, la mayor parte de la producción de bienes ma-teriales se basa en las tecnologías de la información. Como

36 Véase http://openeeg.sourceforge.net/doc/index.html. El proyecto OpenEEG se encarga de realizar planos y software de uso gratuito para la creación de dispositivos de encefalograma caseros. Otro ejemplo es OpenCola, proyecto que la revista New Scientist considera el primer producto del mundo basado en el código abierto. Al contrario que Coca Cola, revela su receta de manera gratuita.

(http://www.newscientist.com/hottopics/copyleft/copyleftart.jsp). 37 Tord Boontje: «Se trata de ofrecer una consciencia de la elección, de pro-

porcionar información en lugar de cosas, de potenciar lo hecho en casa en vez de lo hecho en fábricas. Hasta la fecha se han distribuido de manera gratuita 30.000 dibujos» (http://www.tordboontje.com/rough-an.htm).

38 Véase la declaración escrita del tercer encuentro de Fibreculture, Bris-bane, 11-13 julio de 2003. «Persiste el mito de un ‘ciberespacio’ separa-do y abarcable pese a las pruebas que existen de lo contrario. En lugar de perpetuar visiones propias de la nueva era basadas en la idea de aban-donar el cuerpo para ‘habitar’ el espacio, es importante empezar a darse cuenta de que el ciberespacio, o el ‘fibrespacio’, ya envuelve la sociedad, ya es la sociedad. ¿Cómo pueden las distintas disciplinas integrar el contenido de Internet, la alfabetización y las tecnologías como parte de sus actividades principales y no como un apéndice postrero?», colgado en Fibreculture por Axel Bruns el 18 de junio de 2003.

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marxistas de raza que son, los usuarios de Oekonux se con-centran sobre todo en los aspectos laborales y productivos de la sociedad y no sólo en la resbaladiza esfera simulacro de los medios de comunicación, las artes y la cultura. Del mismo modo, podemos preguntar por qué hasta el momento no se ha analizado el software de la cadena de suministros desde una perspectiva sociocultural. Millones de personas traba-jan con SAP o productos Baan, el mundo entero depende en gran medida de ello, y poco tienen que ver con el «software social». Hasta cierto punto es un alivio comprobar que no existe un interés especial en Oekonux por los estudios cul-turales o las «industrias creativas». Para muchos de los par-ticipantes en Oekonux, el ordenador tiene potencialidades que exceden la capacidad de posibilitar la comunicación. Se-gún Merten, «el desarrollo de los ordenadores como proce-sadores universales de información con una capacidad cada vez mayor está desviando el punto focal de la producción del lado material al lado inmaterial o informativo. El desarrollo de los medios de producción en el capitalismo ha entrado en una nueva fase histórica»39.

Stefan Merten admite que Oekonux no ha planteado una idea cabal del aspecto que tendrá la nueva sociedad, «y lo mejor sería que siguiéramos sin tener esa clase de mode-los». No obstante, «las ONG comparten una serie de aspec-tos interesantes con el desarrollo del software libre y pueden

39 Joanne Richardson, entrevista con Stefan Merten, Nettime, 5 de diciem-bre de 2001.

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considerarse una contraparte no técnica entre las formas germen de la sociedad GPL», afirma Merten. «Se puede comprobar cómo los procesos de producción que se encuen-tran en el corazón del capitalismo dependen cada vez más de la información». Según Merten, hoy en día el lado material de la producción es cada vez menos importante: «Y la infor-mación es muy diferente del mundo material por la sencilla razón de que se puede copiar sin perder el original». Desde que se inventaron los ordenadores y, en especial, Internet, resulta muy difícil mantener la escasez de información digital, afirma Merten. Una vez producida, la información digital se puede reproducir a costes extremadamente marginales. Ésta es la razón por la que empresas de todo tipo están creando tanto revuelo con los «derechos de propiedad intelectual», cuyo objetivo es convertir la información digital en un bien escaso con capacidad para generar beneficios. Stefan Merten comparte con sus compañeros de Oekonux la opinión de que, con los medios técnicos de reproducción distribuidos ya por millones de hogares, «la lámpara se ha abierto, el genio está libre y nada ni nadie será capaz de volverlo a meter en ella». El software libre es un ejemplo de bien no rival40. No obs-tante, existe una razón mucho más fundamental por la que

40 Graham Seaman lo explica: «Además de su sentido general, la riva-lidad es un término económico usado especialmente en la ‘economía del bienestar’. En su sentido negativo significa que si algo es no-rival, su uso/consumo no tiene efectos sobre el uso/consumo de otras perso-nas. En muchos casos significa que puedo dar un bien no-rival y seguir conservando el mío. Ejemplos de bienes no rivales son: las ideas, el soft-ware, los programas de televisión, etc.», Oekonux, 2 de febrero de 2003.

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Merten cree que la libre producción de información, y en último término de todos los bienes materiales, trascenderá la sociedad basada en el intercambio: se supone que son de mejor calidad. Flota en el aire un sentimiento de superiori-dad. Stefan Merten pone como ejemplos la ciencia del códi-go abierto, los cuentos de hadas y las recetas de cocina, todos ellos muestran lo útil que puede ser la cooperación global y el compartir información a la hora de crear la sociedad GPL.

Para Merten, el software libre es una anomalía, una con-tradicción del capitalismo41. No es un producto y además opera fuera de la esfera de la acumulación, su propia natu-raleza es ajena al modo de producción capitalista. Parafra-seando a Merten, el software libre elimina el valor de cambio abstracto y fetichista y crea una economía dominada por el valor práctico (de uso) de bienes y servicios. El capitalismo no puede desarrollar un método de producción basado en la expresión personal. Algunos se han opuesto a esta afirma-ción aduciendo que el capitalismo es capaz de apropiarse de prácticamente cualquier cosa. En vez de considerar el soft-ware libre una contradicción inherente, los críticos insisten en señalar que la producción de este tipo de software es una provocación creativa que terminará siendo neutralizada e integrada en la próxima ola de modernización42. Sobre esta base, Christian Fuchs acusó a Oekonux de ser simplemente

41 Véase Sabine Nuss y Michael Heinrich, «Warum Freie Software dem Kapitalismus nicht viel anhaben kann», colgado en Oekonux el 3 de ju-lio de 2001.

42 Véase el debate en la lista Oekonux, julio-octubre de 2001.

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un círculo tecnoelitista que no reconoce su papel «objetivo» en el proceso de reforma del capitalismo43. Está claro que los hackers no operan al margen de la economía capitalista... La posibilidad de que dediquen su tiempo libre a trabajar en el software libre se debe a otras causas, pero esta constatación tampoco permite avanzar gran cosa en el debate. Las teorías de la apropiación de tono cínico son válidas pero tediosas porque siempre tienen razón. Más que iniciar debates es-tratégicos, los concluyen y raramente desarrollan nuevas prácticas. La respuesta de Merten a Fuchs consistió en que lo «nuevo» no puede desarrollarse en el vacío y que es im-posible escindirse de las «viejas» estructuras. Codificar es fértil, no fútil. En mi opinión, la labor de la tecno-intelligent-sia consiste en buscar en los sistemas complejos existentes «gérmenes de lo nuevo» y dejar de quejarse del enorme poder que ejerce la bestia capitalista que, además, terminará absorbiendo toda la disidencia. La generación post-1989 está realizando claros esfuerzos para dejar atrás el siglo veinte y sortear la «cansina» elección entre reforma y revolución.

Existen numerosas tendencias «no capitalistas» en la historia del hacking a la espera de ser descubiertas. La cre-ciente importancia del conocimiento resquebraja la lógica

43 Christian Fuchs, «Die Anwendbarkeit der Wertkritik in der Informa-tionsgesellschaft», Oekonux, 30 de noviembre de 2000. Véase también el mensaje del 10 de diciembre de 2000: «Du bist der Depp des Kapi-tals, Stefan Merten». Alguien más responde: «¡Os odio! ¡Ayuda! ¿Dón-de está mi motosierra?» Desde entonces, Christian Fuchs ha compuesto su propia teoría sobre la ingeniería del software y la producción de valor excedente: http://eserver.org/clogic/2002/fuchs.html.

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capitalista44. En su biografía, el inventor de la GPL, Richard Stallman, relata cómo durante el gobierno de Reagan el soft-ware dejó de ser considerado un producto de coste cero y co-menzó a comercializarse:

Vender software suponía algo más que una manera de re-

cuperar costes, se convirtió en una declaración política.

No pocos programadores tacharon la ética hacker de an-

ticompetitiva y, por extensión, de antiamericana. Consti-

tuía no menos que un regreso a las posturas anticorporati-

vas de finales de los sesenta y principios de los setenta. Al

igual que un banquero de Wall Street que de repente en-

cuentra una vieja camisa teñida entre sus trajes cruzados y

camisas con puño francés, muchos programadores vieron

en la ética de los piratas informáticos un recordatorio em-

barazoso de una época idealista»45.

Lo mismo podría decirse del discurso y los rituales de Oekonux, para los germanófilos un vestigio de los rígidos años de la «Stamokap» durante la década de los setenta46,

44 Véase André Gorz, L’ immatériel. Connaissance, valeur et capital, París, Galilée, 2003.

45 Richard Stallman, citado en su biografía, escrita por Sam Williams, Free as in Freedom, Sebastopol, O’Reilly, 2002, p. 101.

46 Stamokap significa «capitalismo monopolista de Estado». Según Lenin, el capitalismo monopolista de Estado no se convertirá en socialismo. Pero, en su opinión, crea los requisitos materiales para el socialismo al concentrar y centralizar la producción y las finanzas y al promover la especialización y la cooperación, así como métodos perfeccionados de

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dominados por «marxistas científicos» y por miles de «jó-venes socialistas» que se reunían en grupos locales de estu-dio para leer a Marx (incluido el canciller Gerhard Schrö-der). Habría que superar ese temor al antagonismo e igno-rar el Zeitgeist y las opiniones de periodistas y amigos para extraer del cajón de Oekonux aquello que resulte de utilidad para el contexto y las necesidades de cada uno.

las mujeres y otros temas

Los asuntos tratados en la lista alemana de Oekonux abarcan desde temas de alto nivel conceptual a las habituales noti-cias relativas al software libre pasando por breves cotidia-nos. Merece la pena repasar algunos aunque, dada la enorme cantidad y extensión de los mensajes (a menudo con citas), no será posible resumirlos todos. Se iniciaron discusiones sobre la remuneración de los autores y sobre las patentes de software, también se recuperó el debate sobre la renta bási-ca –relacionado con André Gorz, un pensador que defiende una postura ideológica cercana a la de Oekonux– y sobre la cuestión de los «modos de dominancia» (Herrschaftsver-hältnisse) y la posibilidad de un mundo sin gobierno, gober-naza o poder47. Otro de los temas recurrentes es la cuestión

organización económica, contabilidad y control. El neoliberalismo se apoderó de la escena en los ochenta y la stamokap desapareció del hori-zonte (http://venus.spaceports.com/~theory/economy_1.htm).

47 Se organizó una conferencia especial sobre este tema: URL: http://www.projektwerkstatt.de/herrschaft.

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sobre el estatus del «conocimiento» en relación a (la crisis del) trabajo. ¿Hasta qué punto los izquierdistas aceptan la retórica de la «sociedad del conocimiento»? Se inició una discusión sobre el concepto de Ulrich Sigor de «feudalismo de los medios de comunicación»: la idea de que la autoridad política gira en torno a organizaciones privadas y se basa en la gestión de formas abstractas de riqueza48. La única ocasión en que se tocó un tema no relacionado fue inmediatamente después del 11-S, cuando por toda Alemania se debatía so-bre los orígenes antisemíticos de la «Guerra contra Amé-rica». Cabe destacar que Oekonux mantiene una relación poco cuestionada con el ciberlibertiarianismo, con la idea estadounidense de libertad y los «padres fundadores». La razón podría estribar en que el objetivo del proyecto no es la deconstrucción de otros, sino la profundización conceptual a fin de crear una teoría exhaustiva del futuro social.

Aparecen también frecuentes referencias al escritor de ciencia ficción política Christoph Spehr y a su teoría de la «libre cooperación»49. Mientras que algunos encuentran elementos útiles en el trabajo de Spehr, otros, como Stefan Merten, lo rechazan por un supuesto «exceso de identifica-ción» con los grupos marginales y sin poder que Spehr de-

48 Véase Oekonux, finales de agosto de 2001. En este debate Robert Ge-hring hace referencia a Abbe Mowshowitz, «Virtual Feudalism» (en Peter J. Denning, Robert M. Metcalfe (ed.), Beyond Calculation. The next fifty years of computing, Nueva York, Springer, 1997).

49 Existe version PDF en alemán del ensayo «Gleicher als Andere», Foun-dation of Free Cooperation: http://www.rosaluxemburgstiftung.de/Ein-zel/Preis/rlspreis.pdf.

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nomina «maquis» (término que, en este contexto, se puede comparar con el de multitud)50. Merten acusa a Spehr de ser un «populista de izquierdas» que no contribuye a una ma-yor conceptualización. Lo cierto es que aquellos con cierta imaginación literaria pueden caer en desgracia en este árido entorno científico51. Stefan Meretz realizó varios comenta-rios interesantes sobre Spehr en The Wild Jungle of Coopera-tion52. Más allá del bien y del mal, para Meretz no se debería analizar la cooperación con argumentos morales. La coope-ración es un tema complejo, no importa a qué escala ocurra. Contraponer la sociedad en su conjunto y su complejidad a grupos pequeños y simples es una falsa contradicción. Como afirma Spehr, la esencia de la cooperación libre se encuentra en la libertad para romper con lo anterior y avanzar.

La ausencia de mujeres en los proyectos de software libre sigue constituyendo un reto y un tema relevante en Oekonux. Las pocas mujeres que cuelgan mensajes, entre ellas Annette Schlemm y Sabine Nuss, no bastan para que la situación dé un giro. No es tanto que se haga caso omiso a las cuestiones

50 Christoph Spehr dijo en una entrevista que le hice: «Mi trabajo inspiró controversias muy interesantes en Oekonux entre el modelo GPL, que defiende la gratuidad total, y el modelo de cooperación libre, que defien-de un equilibrio entre grupos poderosos o individuos. Me gustaría llevar más allá esa discusión. Para poder tender puentes entre los activistas y los nerds, éstos deberían abrirse más a la producción de cosas que necesitan los activistas y sus grupos. Debería haber más negociación y cooperación entre ambos grupos». Colgado en Oekonux-en el 7 de junio de 2003.

51 Véase todo el debate en Oekonux, octubre de 2001.52 Stefan Meretz, «Der wilde Schungel der Kooperation», Oekonux, 4 de

octubre de 2001: http://www.opentheory.org/dschungel.

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de género cuanto que existe una incapacidad generalizada para modificar las relaciones de género dentro de la comu-nidad del software libre, y Oekonux no es una excepción53. Aunque las mujeres desempeñan un papel clave como opera-doras informáticas y se familiarizan rápidamente con Inter-net, su papel en el sector de la tecnología de la información es marginal (apenas el 10% del total de los trabajadores). La situación ha empeorado en comparación con la década de los ochenta y principios de la de los noventa incluso en térmi-nos absolutos. El argumento que afirma que las mujeres se interesan en los ordenadores como herramientas, mientras que los hombres construyen su identidad alrededor del or-denador como si se tratase de una «máquina soltera» auto-rreferencial, puede sonar plausible pero no apunta a ningu-na solución. La situación en el campo del software libre es incluso más dramática si se compara con los proyectos TI convencionales. Benni Bärman se pregunta en Oekonux: «Si el 89% de los desarrolladores de software son hombres54 y

53 Véase el debate «Patriachat und Netzaktivismus», Oekonux, noviembre/diciembre de 2001. Oliver Frommel escribe: «Existe una cierta tenden-cia conservadora en la mayor parte del movimiento de software libre. Muy a menudo he oído hablar a gente del movimiento sobre acciones de mercado como un valor en sí mismo y sin un objetivo ulterior. Es intere-sante observar una actitud que casa con esto y que es también la confir-mación de la existencia de estructuras patriarcales: la, a veces, tendencia criptofascista de la administración del sistema (a menudo una ocupación remunerada para los desarrolladores de software libre) y en general una tendencia misógina y homófoba», Oekonux, 4 de diciembre de 2001.

54 Véase el estudio sobre hackers del Boston Consulting Group (Lakhani, Wolf and Bates): http://www.osdn.com/bcg/BCGHACKERSURVEY.pdf.

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si, al mismo tiempo, el software libre se está convirtiendo en el modelo de la sociedad futura, ¿no estaremos cometiendo un error fundamental?»55.

Oekonux no es la única lista que existe. Graham Seaman es uno de los pocos que pueden comparar Oekonux con la lista hispano-portuguesa Hipatia, en la que se tratan temas similares. Hipatia se creó originalmente en Latinoamérica, pero en la actualidad está presente en todos los países de lengua española y portuguesa y acaba de inaugurarse en Ita-lia. En palabras de Seaman:

Entre las diferencias entre Hipatia y Oekonux destaca el

alcance geográfico de los idiomas, pero en Hipatia hay mu-

cha más actitud porque es más abierta y enérgica. Oekonux

analiza los temas en detalle, mientras que en Hipatia se tra-

tan de manera superficial. Da la impresión de que la gente

siempre está queriendo hacer algo. Los debates no superan

los diez mensajes y después no reaparecen. Por ejemplo, la

mayoría de los participantes cree que debería mejorarse el

manifiesto de Hipatia, pero el texto ya ha sido traducido a

varios idiomas, entre ellos el farsi, el ruso y el coreano. Hay

55 Benni Bärmann, Oekonux, 27 de noviembre de 2001. Para más infor-mación sobre el tema, véase Francis Hunger, «Open Source – Open Gender?» (en alemán), capítulo de Computer als Männnermaschine, http://www.hgb-leipzig.de/~francis/txt/comamama/index.htm. Seppo Koskela (Helsinki) informa de dos excepciones: en el Grupo de Usua-rios de Linux de Finlandia (FLUG) existe un subgrupo formado por mujeres que, sarcásticamente, se autodenomina Linux Blondes. La otra excepción se encuentra en Brasil y su nombre deriva del folklore local.

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muy poca claridad respecto a los objetivos compartidos:

sencillamente se da por supuesto que se comparten.

Seaman señala que la proporción de mujeres en Hipatia es mucho mayor (y a veces dominan los debates) y que la lista se desvía a menudo de su camino para influir en grupos po-líticos. En Oekonux, por el contrario, los usuarios recelan de la política externa. Los miembros de Oekonux inspeccionan fábricas a fin de comprender cómo funciona la tecnología productiva, en Hipatia se visita las factorías para propor-cionar apoyo informático a las ocupaciones de fábricas. Al contrario que en Hipatia, en Oekonux casi nunca se habla de software. En palabras de Seaman:

Me sorprende lo diferentes que son los dos grupos pese

a que comparten una misma base formal. Otra de las di-

ferencias, positiva y negativa al mismo tiempo, es la pre-

sencia de los dos Stefans. Las personas que inspiraron la

creación de Hipatia permanecen calladas, aunque a veces

hacen alguna que otra intervención magistral. Gran parte

de la naturaleza de Oekonux viene definida por la nacio-

nalidad. Existe una teorización interminable heredada (al

estilo de los jóvenes hegelianos) que se combina con una

actitud defensiva y un temor a imponer al mundo valores

alemanes bienintencionados, lo cual es una lección que

han aprendido de la historia reciente56.

56 Intercambio privado de correos electrónicos del 6 de julio de 2003. Para más información sobre Hipatia: www.hipatia.info.

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«autodespliegue»

Oekonux critica el meme de la «economía de la atención», antes muy popular entre los académicos de la Nueva Eco-nomía, por su intento de reintroducir por la puerta de atrás los principios capitalistas del dinero y del intercambio57. Existe un dicho en el mundo del software libre que reza «no contribuyas con nada, no esperes nada», que no es sino una variación del viejo «contribuye con lo que puedas y coge lo que necesites» (o incluso del «produce lo que quieras, consume lo que puedas»). Merten afirma: «He entrado en miles de páginas web y he usado millones de líneas de códi-go contenidas en software libre sin dar nada a cambio. Sim-plemente coges lo que necesitas y das lo que quieres. No es casual que esta situación refleje el viejo lema ‘a cada cual según sus necesidades’»58. De manera similar, se recha-zan los modelos antropológicos del don y del potlatch. Se-gún Merten, no existe reciprocidad, ya que los productores de software no esperan recibir nada, a excepción quizás de la «reputación» que puedan obtener entre sus iguales. Es

57 Muchos critican el concepto de economía de la atención, pero lo que está claro es que Linus Torvalds apoya la idea. En su autobiografía escribe: «Los hackers del código abierto no son la Madre Teresa de la alta tecno-logía. Asocian sus nombres a sus contribuciones en forma de ‘créditos’ o ‘historiales’ que adjuntan a cada proyecto. Los colaboradores más prolí-ficos atraen la atención de los empleadores, que examinan el código con la esperanza de localizar y contratar a los mejores programadores».

58 Joanne Richardson, entrevista con Stefan Merten, Nettime, 5 de diciem-bre de 2001.

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objeto de debate si se da o no acumulación de «capital cul-tural» (Bourdieu) en la producción de software libre, pero sospecho que, efectivamente, esa acumulación existe.

En el transcurso de una entrevista, Stefan Merten me ex-plicó que la sociedad futura ya no estará basada en el inter-cambio ni en el valor de cambio; por eso, el término «traba-jo» carecerá de sentido. La base de la nueva sociedad estará formada por principios como la expresión individual («Se-lbstenftaltung»), la autoorganización y la cooperación global. Aquí las ideas de Merten rozan las fantasías de las puntocom sobre la creatividad, las condiciones laborales y la «ideología libre», tan común entre la generación de usuarios de Internet de finales de los noventa59: «En una sociedad así, los bienes no se venden, simplemente están disponibles y los utilizan quienes los necesitan. La sociedad GPL trasciende el modelo industrial de producción y crea una forma de sociedad que fa-vorece el florecimiento del potencial humano». Pero Merten enseguida añade: «Claro, para la gente que creció pensando sólo en el dinero, es muy difícil imaginar una sociedad así». La ausencia de valor de cambio (es decir, dinero), el «autode-sarrollo», la autoorganización y la cooperación global consti-tuyen conceptos clave en Oekonux que además se encuentran en los principios del desarrollo del software libre.

El autodesarrollo, o más bien el «autodespliegue», por usar la desafortunada traducción literal del término alemán Selbstentfaltung, constituye otra de las nociones clave (y pro-

59 Para una descripción empírica detallada de la ética del trabajo de las pun-tocom, véase Andrew Ross, No-Collar, Nueva York, Basic Books, 2003.

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fundamente protestante) de Oekonux. Según su glosario, «el Selbstentfaltung individual y colectivo representa la principal fuente de productividad social. Posee el potencial de abolir la actual forma de economía basada en el trabajo asalariado, el dinero y el intercambio». La fórmula Oekonux es software libre = autodesarrollo + Internet. No existe acuerdo sobre la correcta traducción al inglés de Selbstentfaltung. El desarro-llo personal va más allá de la autorrealización, concepto que se centra demasiado en el individuo aislado y que poco tiene que ver con el altruismo: «El autodesarrollo implica que los humanos están formados por las relaciones que mantienen. El autodesarrollo del individuo constituye una precondición directa para el desarrollo de los demás, y viceversa»60. Algu-nos prefieren la expresión «despliegue del hombre» o sim-plemente «despliegue». Stefan Merten explica por qué pre-fiere añadir el prefijo «auto»: «No hago algo explícitamente para ‘otros’ (de manera altruista), sino que lo hago para mí. Sin embargo, lo que hago ‘para mí’ no tiene costes para los demás. El concepto de ‘autodesarrollo’ comienza con ‘auto’, que se refiere a mí y no a algo externo (un conocimiento su-perior, la espiritualidad o cosas por el estilo)»61.

En Oekonux se discute el concepto autodesarrollo en un intento por superar el imperativo «laboral»62. El autodesa-

60 http://www.oekonux.org/introduction/blotter/default_7.html 61 Stefan Merten, Oekonux-en, 13 de enero de 2002. 62 Véase el «Manifesto Against Work» del Grupo Krisis. Su lema es: «Pode-

mos conseguir un mundo donde no exista el trabajo. Trabajadores del mun-do ¡se acabó!» (http://www.giga.or.at/others/krisis/manifesto-against-la-

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rrollo se opone a la alienación laboral en una economía jerar-quizada. Tal y como ocurre en otros debates alemanes sobre la «economía» y el «dinero», algunos usuarios de Oeko-nux no buscan alternativas dentro de la categoría del traba-jo, sino que rechazan de lleno el concepto. Otros miembros, sin embargo, cuestionan el uso de negaciones tan radicales y buscan soluciones más pragmáticas. En la versión inglesa de Oekonux, Graham Seaman propuso el concepto «trabajo vernáculo», de Iván Illich: actividades no remuneradas que proporcionan y mejoran el sustento, pero completamen-te refractarias a cualquier análisis que utilice los conceptos propios de la economía formal63. La «naturaleza» de la pro-ducción de software libre es importante porque no surge ni del egoísmo ni del altruismo, en el sentido clásico del trabajo caritativo. El Selbstentfaltung genera dos resultados: creo algo que es útil para mucha gente y me formo a mí mismo. Ambas consecuencias son de interés para todos. La importancia de la primera puede variar, ya que el grado de utilidad para los otros puede ser cercano a cero; el segundo elemento, sin em-bargo, siempre está presente64. En este contexto no se suelen

bour.html). También en Norbert Trenkle, Terror of labour (http://www.giga.or.at/others/krisis/n-trenkle_terror-der-arbeit-englisch.html).

63 Graham Seaman, Oekonux-en, 23 de noviembre de 2001. Referencias en la red al trabajo de Illich: http://www.oikos.org/ecology/illichverna-cular.htm. Seaman averiguó también que Paolo Freire usó el término «despliegue personal».

64 Existe una traducción del mensaje de Stefan Meretz en Oekonux-en, el 17 de diciembre de 2001: «La cuestión no es conseguir buenos produc-tos a corto plazo, sino conseguir gente que, a largo plazo y en su propio beneficio, velen por la calidad de vida de todo el mundo.»

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discutir alguno de los conceptos más sofisticados de Michel Foucault –«técnicas del yo», «soberanía», «gubernamen-talidad»…– o la noción de «reflexividad» de Christopher Lasch, aunque sin duda podrían resultar de interés.

A pesar de su interés explícito por la utopía, Oekonux no es vanguardista ni tampoco debería compararse con el área de tecnología de ningún partido verde o comunista. En mi opinión, se trata de un laboratorio crítico-hermenéutico (ligeramente protestante), centrado en el desarrollo y la va-loración de ideas. Su marxismo intempestivo se presta a la crítica, pero podría aceptarse como la peculiaridad cultural de esta particular tribu online. Según el canon de Oekonux, el objetivo de la sociedad GPL no consiste tanto en desban-car al capitalismo cuanto en deshacerse de sus principios subyacentes. Por lo general, el dinero se considera la forma tangible de la apariencia de valor. Dado que el capitalismo suele equipararse con la economía del dinero, no es posible establecer una «contraeconomía» efectiva que desarro-lle software libre basada en el mismo principio monetario. Esta idea está ampliamente aceptada y se ha convertido en la piedra angular de la filosofía Oekonux porque sus miembros trabajan gratis y no necesitan remuneración (todos tienen un empleo y un salario oficial...). Al contrario que la «economía alternativa» de las cooperativas surgidas en los setenta y en los ochenta, dedicadas a la gestión de empresas de edición e impresión y de medios de comunicación, de granjas bioló-gicas, herbolarios, cafés, librerías y demás y caracterizadas por compartir un componente monetario, el movimiento del

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software libre funciona fuera de esta circulación monetaria65. La postura moral que considera que el dinero corrompe y prolonga la existencia del capitalismo supera los confines de la cultura geek y se extiende por toda la red. Al contrario de lo que podría esperarse de un círculo marxista que debate sobre el software libre, apenas se ha cuestionado la ideología de lo «gratuito»66. La manera en que los programadores de soft-ware se ganan el sustento es un asunto personal sobre el que generalmente no se habla ni mucho menos se politiza.

Un tema relacionado con lo anterior que surgió pron-to en la lista Oekonux es el estatus del trabajo voluntario. El trabajo no remunerado está aumentando, circunstancia que puede interpretarse como una expresión de crisis pero también como una señal de liberación. De alguna manera, el debate recuerda una de las teorías feministas elaboradas en los setenta sobre la política económica del trabajo domésti-co. No obstante, en este caso el trabajo «gratuito» lo reali-zan principalmente hombres muy cualificados que perciben su contribución al desarrollo del software libre como una

65 Una cita de Stefan Merten como ejemplo de este argumento: «¿Cómo puedo crear un contexto para músicos que quieran desarrollar sus ca-pacidades sin obstáculos, de manera que tanto su ejecución como sus oyentes salgan beneficiados? Es indiscutible que la remuneración limita este proceso, especialmente si uno observa las prácticas dirigidas a la creación de productos generados por ordenador en el seno de la indus-tria musical. Debe abolirse la idea de que el éxito depende del dinero», Oekonux, 21 de octubre de 2001.

66 He intentado reunir unos cuantos elementos de la ideología libre en el proyecto Free for What?: www.waag.org/free, producido en el Kiasma temp media lab, Helsinki, noviembre de 1999.

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liberación de la economía monetaria (capitalista). Linux se considera una actividad sin ánimo de lucro capaz de desmer-cantilizar productos basados en el beneficio y de cuestionar la tradicional división entre placer y trabajo. La cooperación libre se presenta como superior a la competitividad67. Según ciertas fórmulas marxistas, escribir códigos de software libre no es una afición personal ni tampoco puede compararse con el trabajo reproductivo (doméstico). Existe desacuerdo en la lista acerca de las distinciones normativas entre los diferen-tes tipos de trabajo, ya que algunas actividades están relacio-nadas estratégicamente con las fuerzas productivas y otras no. Stefan Meretz insiste en que la producción de software libre no es una afición porque una afición tiene connotacio-nes manuales y decimonónicas. Para él, los proyectos como Linux deberían situarse en la vanguardia del desarrollo eco-nómico y ser de uso general en vez de tratarlos con desdén y condescendencia68.

Proyectos más allá del software libre

Existen innumerables proyectos que aplican los princi-pios del software libre a otras áreas de la sociedad. Muchos de ellos se discuten en Oekonux y juntos podrían dar una

67 Stefan Merten, «Ehrenamt und Tauschwert», Oekonux, 29 de julio de 1999.

68 Interpretación libre de la postura que Meretz explica en uno de los pri-meros correos electrónicos a Oekonux, agosto de 1999.

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idea de hacia dónde se dirige la sociedad GPL. El proyecto www.ourproject.org, similar a Oekonux, proporciona he-rramientas que «promueven el trabajo cooperativo entre todo tipo de personas y en todo el mundo y que alientan la creación de grupos y el intercambio de ideas y de solucio-nes para los problemas. Todo ello con la condición de que los resultados de los proyectos continúen siendo de libre acceso para cualquiera a quien le resulten de utilidad»69. El truco consiste en no realizar la distinción habitual entre los aspectos técnicos y no técnicos de la sociedad. La tecnología ha «invadido» todas las dimensiones de la vida. En prácti-camente todas las profesiones se trabaja con ordenadores y con redes de ordenadores. Esta tecnocultura omnipresente posibilita la «migración» de los principios generales del software libre a otros contextos. Dentro del propio Oeko-nux se encuentra el Open Theory Project, un asistente para escribir textos «abiertos». Con la ayuda de un interfaz, los lectores pueden comentar los textos, colgados y gestionados por una persona que se encarga del mantenimiento.

Luego tenemos las enciclopedias gratuitas, como Wikipe-dia70, o la «música gratuita» o no copiada de CD comercia-

69 Mensaje de Vincente Ruiz en la lista Oekonux en inglés, 23 de abril de 2003: http://ourproject.org.

70 Véase www.wikipedia.org: «Wikipedia es una enciclopedia internatio-nal de contenido abierto desarrollada de manera colectiva. Desde mayo de 2003, cubre un vasto espectro de temas y cuenta con cerca de 120.000 entradas en inglés y más de 75.000 entradas en otros idiomas. El pro-yecto se inició en inglés el 15 de junio de 2001 y existen proyectos muy activos para crear una Wikipedia en otros idiomas». La wikificación es

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les, es decir, música gratuita desde el principio que se distri-buye en línea con GPL. Hay artistas visuales que experimen-tan con el copyleft y los contenidos abiertos utilizando las licencias Creative Commons e intercambian trabajos artís-ticos en páginas web como www.opuscommons.net, gestio-nada por el centro de nuevos medios de comunicación Sarai, ubicado en Nueva Delhi. La cuestión que se discute aquí es cómo se puede aplicar la teoría del código abierto a proyec-tos artísticos colaborativos. Los miembros de Oekonux han debatido extensamente sobre las llamadas Umsonstläden, tiendas gratuitas donde la gente puede obtener bienes sin coste alguno. En el frente telemático se está desarrollando, de manera lenta pero constante, la «wikificación» de la pro-ducción de conocimiento, que ya está superando al propio proyecto Wikipedia. Se podría mencionar también el movi-miento del saber libre en Internet (FOS o Free Online Scho-larship), que se ocupa de colgar en la red literatura académica revisada por pares71. Los principios del código abierto tam-

sinónimo de entornos de trabajo cooperativo en la red donde los usua-rios añaden entradas y comentan las de otros. Para que funcione, los colaboradores deben compartir la presunción de Wikipedia de que no existe un conocimiento objetivo. «Debido a la existencia de una enorme variedad de participantes de todo el mundo con ideologías diferentes, Wikipedia se compromete a que los artículos estén lo menos sesgados posible. El objetivo no consiste en escribir artículos desde un solo punto de vista –un elemento de la política de Wikipedia que suele malinter-pretarse–, sino en presentar todas las interpretaciones de un tema de una manera justa y comprensiva» (3 de mayo de 2003).

71 Véase el blog de Peter Suber sobre el movimiento WOS: http://www.earlham.edu/~peters/fos/fosblog.html.

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bién se aplican a las ciencias duras, basta pensar en la batalla del código abierto que se está librando en el contexto del proyecto del genoma humano72. También se podría mencionar OpenLaw, un experimento dedicado a la creación de argumen-taciones legales en un foro abierto. Con la ayuda de los usua-rios, OpenLaw construye argumentaciones, redacta alegatos y edita casos en la red73. Otros proyectos que cabe mencionar son OpenMedicine, OpenBiology y OpenScience, todos ellos en lucha contra las editoriales científicas y sus rígidos regí-menes de propiedad intelectual.

En un ensayo escrito en 2000, el académico canadiense Michael Century ofrecía un resumen de la historia cultural del «código abierto», cuyo alcance supera el conocido ca-non del software libre definido por Richard Stallman, Eric Raymond y Linus Torvalds. Existe cierto descontento entre los académicos de humanidades debido al uso de términos exclusivamente etnográficos, como «economía del don» o «mercados olla», para describir la producción de software

72 URL: http://www.ornl.gov/TechResources/Human_Genome/home.html. La cuestión es quién terminará por apropiarse del «código fuen-te» de la secuencia genética humana. La secuenciación y el análisis del genoma humano se publicó en febrero de 2001 en las revistas Nature y Science. Véase también http://open-bio.org/, http://bio.perl.org/ y otras páginas para aquellos desarrolladores interesados en las herramientas de código abierto en el campo de la bioinformática.

73 URL: http://eon.law.harvard.edu/openlaw/. Otra iniciativa es la lista de arquitectura libre que «trata temas relacionados con la aplicación y las implicaciones de las ideas y los métodos del movimiento de software li-bre en el mundo de la arquitectura y el diseño del entorno construido» (http://www.email-lists.org/mailman/listinfo/freearchitecture).

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libre. Michael Century menciona posibles alternativas, como la construcción social histórica de la autoría (Woodmansee), la poética del «trabajo abierto» (Umberto Eco) y las prime-ras ideas sobre el hipertexto y los documentos conectados a través de enlaces, como el Xanadu de Ted Nelson, fundamen-to de las redes de ordenadores. Century apunta también a las tradiciones colaborativas dentro del arte contemporáneo:

A medida que los ordenadores personales se hicieron

ubicuos en la década de los ochenta, surgieron distintos

lenguajes para programar obras de arte «experienciales»

interactivas; por lo general, se pensaron para cumplir con

los requisitos de un proyecto específico, pero se fueron

adaptando progresivamente hasta convertirse en cuasi-

estándares. Uno de estos lenguajes, el MAX, apareció en

el campo de la investigación de la música por ordenador

(IRCAM, París) y casi llegó a convertirse en una lengua

franca entre la comunidad mundial de artistas interesados

en la performance interactiva74.

También podemos referirnos a las imágenes y a los mon-tajes de sonido, a las emisiones radiofónicas y a Internet durante las raves, que mezclan noticias y samplers musicales. Según Century: «La música generativa, en sus dos estilos, el vanguardista y el ‘ambient’ popular de músicos como Brian Eno, se practica desde la década de los sesenta. Las ideas de

74 Michael Century, «Open Code and Creativity in the Digital Age», ver-sión del 8 de mayo de 2000, en www.mikro.org/wos.

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Eno sobre la música sin autor se están implementando en la actualidad en el campo del software». No obstante, no es en el mundo artístico comercial, con su enorme necesidad de generar celebridades y regímenes de propiedad intelectual, donde se desarrolla el arte en red anónimo. Este fenómeno sólo puede encontrarse en servidores alternativos, en emi-soras de radio piratas o libres y en fanzines en papel donde la autoría individual no se tiene en cuenta.

En suma, los elementos clave de la sociedad GPL son el concepto de «autodesarrollo» como principal motivación para la producción; la creciente irrelevancia del valor de cambio e importancia del valor de uso; la libre cooperación entre personas y equipos internacionales75: «Del mismo modo que el capitalismo y su modelo industrial fueron ca-paces de proporcionar mejores productos en comparación con los antiguos modelos feudales, razón por la cual supe-ró al feudalismo, la libre producción de bienes superará el actual modelo de capitalismo»76. De la misma manera que la agricultura ya no es una industria primaria esencial en el mundo desarrollado, el capitalismo dependerá cada vez menos de la producción industrial. Esta «verdad» históri-ca puede extrapolarse al futuro. A menudo Benni Bärmann se enfrenta al tecnodeterminismo marxista. En «Ocho tesis sobre la liberación», Bärmann define la liberación como un

75 De Joanne Richardson, entrevista con Stefan Merten, Nettime, 5 de di-ciembre de 2001.

76 Todas las citas presentes en este párrafo proceden de la entrevista que realicé a Stefan Merten en Nettime el 24 de abril de 2001.

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proceso interminable. Advierte sobre la simpleza de la idea de que los principios del software libre formen parte de al-guna clase de «verdad histórica» que se desarrolla a lo largo del tiempo y que simplemente hay que seguir77. El hecho de que el capitalismo esté en crisis carece de sentido a la hora de considerar las posibilidades de liberación. Una sociedad GPL no es una totalidad y es imperfecta por definición; debe integrar su negación y no puede constituirse en una sociedad con una estructura jerárquica. Linus Torvalds niega que toda innovación deba pasar por el cedazo de la GPL: «El indivi-duo innovador debería poder decidir por sí mismo si quiere que su proyecto se base en la GPL». En este contexto, Tor-valds nos advierte contra el fanatismo religioso creador de divisiones políticas innecesarias78.

En este contexto tiene cierto interés la comparación que a veces se hace entre el software libre y el movimiento de los derechos civiles. Tal y como ilustran los debates de Oekonux, las reivindicaciones del software libre van más allá de los «in-tereses concretos» y tienen que ver con asuntos generales. Richard Stallman rechazó ser comparado con Martin Luther King: «Practico el mismo deporte, pero no juego en su liga». Lo que, según Stallman, le une a King es que ambos tienen un mensaje universal. «Se trata de una firme condena de cier-tas prácticas que maltratan a otras. No es un mensaje de odio

77 Benni Bärmann, «8 Thesen zur Befreiung», Oekonux, 27 de diciembre de 2001.

78 Linus Torvalds (con David Diamond), Just for Fun, New York, Harper Collins, 2002, p. 195.

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contra nadie ni está dirigido a un grupo pequeño de personas. Invito a cualquiera a valorar la libertad y a poseer libertad»79. Manuel DeLanda ofrece algún comentario más sobre la uni-versalidad de los objetivos de Richard Stallman. Escribe:

Estratégicamente hablando, siempre he creído que basar

la filosofía de uno en «principios morales universales»

es una mala idea, especialmente cuando eso implica la ge-

neralización de una moralidad personal y su imposición

general. El hecho de que muchos hackers rechacen esta

postura moral debería arrojar dudas sobre su universali-

dad. Y si la comunidad, relativamente pequeña, de hackers

no se identifica con estos valores morales, uno se pregunta

de dónde saca Stallman la idea de que está defendiendo «la

prosperidad y la libertad del público en general80.

DeLanda señala que, en contraste con la excelente cali-dad de los productos que genera el software libre, sus filo-sofías son «banales y precarias». Al igual que yo, DeLanda no pretende restar mérito a los logros reales alcanzados por gente como Stallman, un tipo de argumentación que tiende a detener el proceso de teorización. Al contrario, DeLanda con-tribuye a esta teorización conectando el software libre con el

79 Sam Williams, Free as in Freedom, Sebastopol, O’Reilly, 2002, p. 77.80 Manuel Delanda, «Open-Source, a Movement in Search of a Philoso-

phy», 2001 (http://www.btinternet.com/~cyberchimp/delanda/pages/opensource.htm). Cita la obra de Richard Stallman, «Why Software Should Be Free» (http://www.gnu.org/philosophy/shouldbefree.html).

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concepto de «costes de transacción» desarrollado por la es-cuela del Nuevo Institucionalismo. DeLanda interpreta la GPL como un mecanismo de refuerzo para las normas de la comu-nidad. Aparte de este único ensayo colgado en la red, es difícil encontrar otra crítica «posmoderna» del software libre81.

La cuestión central en Oekonux es cómo conseguir que la sociedad sea compatible con el software libre, y no al revés. En uno de los primeros mensajes colgados, Pit Schultz, co-fundador de la lista Nettime, propuso abandonar las catego-rías marxistas y hacer una lectura más deleuziana de la pro-ducción de software libre82, pero la idea no caló. Conceptos como el de «trabajo inmaterial», de Maurizio Lazzarato, no terminan de encajar en los esquemas de muchos usuarios de Oekonux, ya que prefieren no alejarse de la terminología marxista alemana y de su tradición hermenéutico-dialéctica, que utiliza términos como «valor de uso» y «valor de cam-bio» para desarrollar ese fascinante proceso de retroali-mentación que ha hecho famosos a los académicos marxistas alemanes. Se echa de menos ciertas dosis de internaciona-lismo contemporáneo que sustituya la introversión cultural

81 Como siempre, existen excepciones inspiradoras, como la de Tiziana Terranova, «Free labor: producing culture for the digital economy», colgado en Nettime el 31 de marzo de 2000 y publicada en Social Text 63, Vol. 18, no. 2, verano de 2000, pp 33-48; Richard Barbrook, «High-tech Gift Economy» (www.firstmonday.dk/issues/issue3_12/barbrook/).

82 Pit Schultz, Oekonux, 26 de julio de 1999 y también Thorsten Schilling: «Ehrenamt und Tauschwert», 29 de julio de 1999. Schilling propone un variado número de temas sobre el marxismo y el discurso posmoderno del siglo veinte.

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alemana. Existe una excepción, no obstante, el taller orga-nizado durante la segunda conferencia Oekonux sobre Impe-rio, de Michael Hardt y Antonio Negri, organizado por Stefan Meretz, Ulli Weiss y Benni Bärmann. En el periodo previo a la sesión, Benni Bärmann escribió un texto titulado «El soft-ware libre dentro del Imperio»83 en el que compara la pesi-mista «crítica del valor» del grupo Krisis, en el que el indi-viduo está sometido a una «máquina cibernética» abstracta generadora de capital, con el punto de vista optimista de los postobreristas italianos, para quienes la historia es un pro-ducto de las luchas sociales entre el «Imperio» y las «multi-tudes». La nueva constitución del «trabajo inmaterial» (tal y como lo define Lazzarato) exige a los sujetos trabajadores que sean ricos en conocimiento y que, como ágiles «sujetos activos», sean capaces de iniciar o incluso dirigir una coope-ración productiva. Sin duda alguna, el software libre encaja en esta categoría, así como el «derecho a la reapropiación», una de las principales exigencias de Negri y Hardt, junto con los derechos de la ciudadanía global y el salario social. Bär-mann señala también los puntos en común entre Imperio y la teoría de la libre cooperación de Christoph Spehr.

La búsqueda de los fundamentos filosóficos del software li-bre puede convertirse en una tarea de enormes proporciones. Las tres posturas analizadas hasta ahora podrían resumirse de la siguiente manera. Richard Stallman: quiero una sociedad li-

83 Véase http://www.opentheory.org/fs_empire/text.phtml, colgado en Oekonux el 28 de junio de 2002.

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bre en la que todo el mundo pueda usar todo el software dispo-nible libremente. Eric Raymond: quiero software libre porque es mejor software. Linus Torvalds: quiero cerveza gratis. Al parecer los esquimales disponen de veinte palabras diferen-tes parar nombrar la nieve; y algo así parece suceder en este contexto con la idea de libertad. Muchos se han dado cuenta de la incapacidad del inglés a la hora de distinguir entre libre [free] como libre de coste o gratis y libre [free] como libertad. No estaría de más que la comunidad del software libre de-mostrara estar a la altura y empezase a jugar con los conceptos poskantianos de libertad, que muestran que la idea de libertad ya no puede estar restringida por absolutos racionales y cate-gorías morales universales. Como poco, hay que cuestionar la conexión de la libertad con categorías esencialistas. Dado el trasfondo marxista de Oekonux, no debería sorprender que términos como «gratis» y «libertad», tal y como los definen distintos pensadores, de John Stuart Mill a Max Stirner, pa-sando por Hannah Ahrendt, Friedrich Hayek o Isaiah Berlin, no se hayan investigado lo suficiente84. No es realista, y quizás tampoco políticamente correcto, esperar un «Kritik der Frei-heit» de procedencia alemana, pero la historia no puede ser-vir de excusa. En vez de deconstruir terminologías infladas, sería mejor inventar otras nuevas. De momento, el adjetivo «free» no ha hecho más que causar confusión. De igual mane-ra, sería necesario ahondar en el uso del término «abierto» en las expresiones código abierto y culturas abiertas.

84 Una excepción se encuentra en el hilo «Ein paar Gedanken zum Frei-heitsverständis», Oekonux, agosto de 2001.

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Resulta igualmente destacable que apenas se haya discu-tido la naturaleza legal de la GPL. La sociedad GPL será, muy probablemente, una sociedad dirigida por «observadores» profesionales que vigilarán el posible mal uso de las licencias y que contratarán a excelentes abogados para encausar a quie-nes realicen acciones criminales contra la GPL. Como señala Manuel DeLanda, la GPL todavía no ha pasado por el juzgado:

Se trata de una pieza de maquinaria legal que ha demostra-

do su poder en la práctica, pero que algún día puede ser de-

safiada y mostrar que, después de todo, ni siquiera reduce

los costes de cumplimiento. Una de las tareas urgentes a las

que se enfrentan los expertos legales consiste en crear es-

cenarios imaginarios donde se pueda abordar este proble-

ma e idear nuevas licencias dirigidas a evitar consecuencias

negativas85.

No basta con decir que la sociedad utópica ya no necesita licencias porque abolirá el copyright. Puede que los pioneros no tuvieran la intención de crear este punto ciego legal del debate pero, en mi opinión, constituye un peligro considera-ble para la comunidad productora de códigos. Los abogados pueden secuestrar el movimiento y ganar mucho dinero en los juzgados. Este es el riesgo que corre una sociedad basada en las licencias. ¿O acaso cree la «sociedad GPL» que tam-bién cambiará la naturaleza humana y que el arbitraje se lle-

85 http://www.btinternet.com/~cyberchimp/delanda/pages/opensource.htm.

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vará a cabo fuera de los juzgados? Un estudio cuidadoso de la «economía libidinal» de los productores de código tendría un valor incalculable, ya que la «cultura geek» sigue siendo el motor del software libre. Los problemas legales podrían perturbar o dañar fatalmente el delicado ecosistema de los tecnodeseos tribales. El punto de partida de este enfoque lo podría constituir la reivindicación de una «vida apasiona-da» que Pekka Himanen plantea en La ética del hacker y el es-píritu de la era de la información. Himanen resume muy bien la filosofía Oekonux cuando afirma:

Si de lo que estamos hablando es de una vida con sentido,

entonces debe abandonarse por completo la dualidad tra-

bajo/ocio. Mientras sigamos viviendo en nuestro trabajo o

en nuestro ocio, no estaremos viviendo verdaderamente.

El sentido no se puede encontrar en el trabajo o en el ocio,

sino que debe surgir de la naturaleza de la actividad misma.

Debe ser apasionada y creativa y debe poseer valor social86.

estrategias abiertas

Me gustaría finalizar con una serie de comentarios perso-nales propios de alguien con un pie dentro y otro fuera del movimiento. Tras más de una década en desarrollo, es hora

86 Véase el resumen y los comentarios realizados por Stefan Merten sobre Himanen (en inglés), Oekonux, 19 de mayo de 2002.

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de abandonar la cultura-beta y empezar a tomarse en serio la creación de propaganda para el software libre. El propio Oekonux no parece muy «vírico». ¿Cómo desarrollar «ar-mas de instrucción masiva»87 para ganarse el corazón y la mente del usuario común88? ¿Cómo pueden los «gérme-nes» transformarse y alcanzar una escala superior? ¿En qué punto los memes se multiplican exponencialmente y provo-can una pluralidad de prácticas más allá del grupo original? Tal vez habría que abandonar las metáforas biológicas para que salgan a la luz explícitamente los programas sociales y principios mercantiles. Cabe recordar que los gérmenes brotan, crecen y florecen, pero también mueren. Puede que existan «muchedumbres inteligentes», pero ¿cómo crecen hasta convertirse en masas? La respuesta tecnodeterminista que afirma que, dado que el copiado en la era digital es gra-tuito, el software libre se extenderá de manera automática, no tiene en cuenta la «venganza de la sociedad». La tecno-logía en sí misma no crea democracia, prosperidad ni liber-tad. Muchos confunden los CD-ROM autoejecutables con un esfuerzo serio en el frente educativo. Asimismo, hay que te-

87 Subtítulo de la petición Book not Bombs [libros, no bombas] firma-da por bibliotecarios contra la Guerra de Irak en septiembre de 2002: http://www.libr.org/peace/Iraq.Sept.2002.html.

88 Una iniciativa alentadora que emergió del contexto de Oekonux es el Linux Bildungsbande (grupo de education): http://www.oekonux-kon-ferenz.org/documentation/texts/Rehzi.html. Véase también el trabajo de dos iniciativas de Ámsterdam, el espacio de trabajo en Internet ascii, gestionado por activistas (http://squat.net/ascii), y www.tacticaltech.org, centrada en las ONG.

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ner en cuenta que las tecnologías tienen que contar con una estética seductora y rica desde el punto de vista semántico. Esto es precisamente lo que el software libre no ha consegui-do hasta ahora. Los interfaces torpes, los fallos en los con-troladores y las fuentes o los problemas de instalación son (casi) un problema del pasado; sin embargo, su sombra es alargada y se prolongará en el futuro89. Es hora de abando-nar ese logo del pingüino tan geek y abogar por una transfor-mación cultural radical90. A partir de cierto punto, no será la funcionalidad o la «libertad» lo que convencerá a la gente. El software libre no es sólo una relación, sino que también puede ser una «cosa», así que ¿por qué no transformarlo en un fetiche deseable? Es posible que este popware no se convierta en un producto, pero sin duda puede tener valores culturales y simbólicos.

Se ha hecho una interesante propuesta para catalogar el software libre como un patrimonio cultural mundial in-tangible91. La lucha contra Microsoft que se inició a finales

89 En una respuesta típica, Chris Zielinski escribe en la lista Community Informatics: «El código abierto está hecho para aquellos que poseen una alta preparación tecnológica (a una minoría cada vez más pequeña de la población). Si, como yo, nunca has sentido el deseo de descompilar tu sistema operativo o de reescribir los controladores de tu impresora, la emoción de poder hacerlo gracias a que uno dispone de una arquitectura abierta no es tan potente» (colgado el 17 de julio de 2003).

90 A pesar de todo lo que se dice acerca del despegue del software libre, Linux representa el 1% en las estadísticas de los sistemas operativos utilizados para acceder al buscador de Google. (http://www.google.com/press/zeitgeist.html).

91 Véase http://www.fsfeurope.org/projects/mankind/.

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de los noventa no consiguió poner de su parte a la mayoría de los usuarios de ordenadores. Puede que la posición «anti» sólo atraiga a un grupo limitado de personas. Antes las apli-caciones no se habían desarrollado lo suficiente, pero ahora la situación es distinta. ¿A qué está esperando entonces la comunidad del software libre? ¿Es la actitud sectaria de los creyentes lo que echa para atrás a la gente? ¿Cómo se puede inyectar habilidades culturales en movimientos que realizan un trabajo tan importante? La traducción es un obstáculo clave en la materialización de la sociedad del software libre que defiende Oekonux. Todavía existen aspectos técnicos por resolver que dificultan el paso de un sistema operativo a otro del trabajo en proceso y de los archivos digitales existentes. ¿O acaso deberíamos considerar el aislamiento del software libre desde un punto de vista puramente político-cultural? ¿Constituyen las cuestiones de género sin resolver un obs-táculo crucial a la expansión del software libre, al margen del obvio bloqueo empresarial del camino hacia la utopía? ¿Es el grupo de presión de Microsoft demasiado poderoso? Las re-cientes adaptaciones de software libre realizadas por agen-cias gubernamentales constituyen señales esperanzadoras, pero aún no se han convertido en una alternativa significa-tiva al software patentado.

El código abierto y el software libre entraron reciente-mente en el negocio de los servidores. Una de las razones podría ser que la ideología geek masculina sigue constitu-yendo la cultura dominante de empresas como IBM, Oracle o SUN que utilizan software con código abierto. La cultura geek

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es, de hecho, un fenómeno global que no se limita a los paí-ses occidentales. Shekher Krishnan señala desde Delhi que los programadores de Linux simpatizan cada vez más con las empresas, de cuyas políticas se mofan mientras rivalizan por sus contratos. «La mayoría de los programadores reclaman, por un lado, que Linux es el mejor servidor para tu empresa mientras que, por otro, afirman en tono medio irónico que hacen Linux porque es libre y creen en la libertad.» La con-tradicción está servida: «Ganar dinero es algo que ni siquie-ra se discute, y el radicalismo del software libre se reduce a una pose retórica o a una forma de evitar la cuestión, más compleja, del mercado. O, peor aún, esta postura convierte la política del software libre en la mera elección política in-dividual del usuario»92.

Felix Stalder, moderador de Nettime y creador de www.openflows.org, pide una crítica precisa de los «derechos de propiedad intelectual» y de los «monopolios del conoci-miento» en lugar de la teoría basada en el marxismo utópico. Desde su punto de vista, el anticapitalismo y los derechos de propiedad intelectual son temas muy diferentes y la GPL no tiene nada que ver con el primero y mucho con el segundo. En palabras de Stalder:

Lo que hace la GPL, algo que IBM entendió muy bien, es

crear la base para convertir un producto en un servicio. El

92 Informe del South Asian Tactical Media Lab, organizado por Sarai, Del-hi, 14-16 de noviembre de 2002. Colgado en la lista TML, 10 de diciem-bre de 2002.

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software es un servicio. La materia prima para proporcio-

nar el servicio está disponible libremente. El modelo clave

aquí es el del abogado. La materia prima –el texto legal y los

precedentes– está disponible gratuitamente pero, aún así,

la mayoría de la gente se siente cómoda pagando a gente

para que se la «personalice». ¿Es esto anticapitalista? No

¿Requiere derechos de propiedad intelectual? No. De he-

cho, funciona mejor sin ellos93.

Según Krishnan, el éxito práctico del software libre está dando lugar a una erosión de su dimensión política que Ri-chard Stallman defiende (obstinadamente, añadirían al-gunos). Durante el taller organizado en el Sarai New Media Centre de Dehli se podía respirar decepción en el aire ante la rigidez de Stallman a la hora de articular el mensaje del software libre en los lugares donde podría tener más impor-tancia hacerlo. No se trata de la típica controversia entre el lucro y el no lucro, sino de la ausencia de una estrategia de comunicación general. ¿Es realmente el software libre una tecnología tan rupturista como muchos afirman? Quizás su significado no llegue a superar los límites de la comunidad de programadores. A final de cuentas, la esencia del software libre sigue siendo la libertad de cambiar el código fuente. Pero ¿a cuántos usuarios les interesa este aspecto técnico? Todos los desarrolladores son usuarios, pero lo contrario no es cierto ni debería presentarse como un futuro desea-

93 Intercambio personal de correos electrónicos, 9 de julio de 2003.

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ble. Franz Nahrada, ciudadano austriaco y defensor de los «pueblos globales», ha insistido varias veces en este pun-to en Oekonux. Propuso la noción de «produsuario» como solución para evitar la dicotomía usuario-productor. En el contexto del software libre, el «produsuario» tiene la posi-bilidad y el derecho de modificar el software, pero no tiene por qué hacerlo. El acto de usar forma parte de un proceso de producción más amplio y ya no se ve como una actividad pasiva ubicada en el extremo final de la cadena de valor94.

La ausencia de sentido del humor e ingenio subversivo de Oekonux parece estar extendiéndose por todos los gru-pos de software. El instigador de Linux, Linus Torvalds, se queja de que la gente le toma demasiado en serio. En su autobiografía Sólo por diversión escribe: «Algunas personas no parecen contentarse con tomarse las cosas demasiado en serio. No son felices si no convencen a los demás de que compartan su obsesión»95. Esto describe bastante bien el ambiente que se respira en Oekonux. El lado oscuro de la cultura alemana del debate es su obsesión por el discurso y por una actitud paradójica frente al liderazgo, en este caso el de Stefan Merten. Como en muchos otros grupos alema-nes, a los usuarios de Oekonux les encantan los portavoces brillantes que saben llevar la batuta pero, al mismo tiempo, luchan amargamente contra las jerarquías internas. Según

94 Franz Nahrada, «Globale Dörfer und Freie Software»: http://www.opentheory.org/globale_doerfer/text.phtml, colgado en Oekonux el 18 de julio de 2001.

95 Linus Torvalds (con David Diamond), Just for Fun, pp. 121-192.

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Bruce Sterling, el código abierto tiene que ver con pasar un rato con tipos estupendos: «Es muy tribal y muy fraternal. Al final, se trata de Eric y de Linus, de RMS, de Tim y de Bruce y de Tom y de Larry. Éstos son los tipos con carisma, como los líderes de un movimiento artístico. Llevan sombreros de mago y una aureola en la cabeza»96. Linus Torvalds, «un lí-der sin instinto para dirigir», se deprime al saber lo que la gente espera de él: que sea un antihéroe con estilo propio: «La gente sigue a cualquiera, incluso a mí. Y temo que des-pués quieran imponer su seguidismo a los demás, incluso a mí». Se puede observar la misma dinámica social en Oeko-nux en torno a su fundador anarcolibertario. El culto a la personalidad que existe en la cultura predominantemente masculina de las TI está estrechamente relacionado con las estructuras descentralizadas y horizontales97. No implica ninguna contradicción. La guía de los líderes en el entorno de las TI es cualquier cosa menos invisible. Merten adopta el estilo de liderazgo de Torvalds en el sentido en que «deja a la gente hacer cosas porque quieren hacerlas, no porque tú quieres que las hagan». Según Torvalds, «los líderes permi-ten que los demás tomen decisiones por sí mismos».

96 Bruce Sterling, «A Contrarian View on Open Source», congreso O’Reilly Open Source en San Diego el 26 de julio de 2002, colgado en Nettime el 5 de agosto de 2002.

97 Como David Diamond escribe en la introducción a la (auto)biografía de Linus Torvalds, Just for Fun: «La mayoría de la gente que uno conoce en Si-licon Valley muestra un fervor cercano al culto. Se concentran tanto en sus negocios que el resto del mundo deja de existir. Nada interrumpe el bucle continuo de autocelebración que hace las veces de conversación» (p. 23).

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Como hemos visto, existe un rechazo a tratar temas más amplios relacionados con el dinero. Para los usuarios de paí-ses no occidentales donde escasean las monedas fuertes el software gratuito es, desde luego, una necesidad. No obstan-te, según la ideología oficial del software libre, no es correc-to afirmar públicamente que uno está usando software libre por razones económicas. Existe un temor constante a que el aspecto «gratuito» oculte los demás. Pero, como escribe Frederick Noronha, de Goa, India:

La mayoría de nosotros (el 95%) no podemos permitirnos

comprar una copia legal de Windows. Con el software libre

no me siento como un filibustero del siglo XVI, surcando

los siete mares y degollando a los marineros de otros bar-

cos para robar sus tesoros. De otra manera se me habría

tachado de «pirata»98.

¿Qué es FLOSS sino la combinación de un buen software y una mala filosofía? Quizá por primera vez en la corta historia de los ordenadores y de las redes de ordenadores, la gente tenga una posibilidad real de construir sus propios sistemas. Esto significa mucho para la parte del mundo en desarrollo en términos económicos y políticos. La independencia de

98 Frederick Noronha en respuesta a Alfred Bork, que escribió: «No es cierto que el código abierto sea una estrategia para disminuir la brecha digital o proporcionar educación para todos. Es una falacia». Colgado en bytesforall_readers, 30 de enero de 2003. Véanse también las respuestas de Ajit Maru y Vivek Gupta.

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los poderes (neo)coloniales y de los monopolios corporati-vos ya no es pura retórica. En casi todo el mundo, el software libre forma parte de una «economía gris» más amplia que permite a los individuos y a sus pequeñas empresas usar TI sin tener que pagar las costosas licencias occidentales. En los países de Occidente, sin embargo, existe un temor difuso a que los productos gratuitos sean de mala calidad y a que los altos costes laborales que implica crear software libre que-den eclipsados por el aspecto «gratuito». Es hora de defen-der públicamente el aspecto «gratuito» del software libre y de incorporar el software libre y las críticas a los derechos de propiedad intelectual en los debates sobre la «brecha digi-tal»99. Jeebesh Bagchi, del Sarai New Media Centre, advierte que el argumento del «precio bajo» puede cargarse de con-notaciones nacionalistas:

La industria india de la TI trabaja sobre la base del modelo

de «ventaja comparativa» y la «creación masiva de riqueza

nacional». Hay un sentimiento de euforia que viene a de-

cir: «Estamos en la cresta de la ola y debemos sacar todo

el provecho posible». Los argumentos de los precios bajos

poco tienen que decir en contra del modelo nacional de

generación de riqueza basado en el crecimiento de la TI.

Para esto necesitarán sólidos regímenes de protección de

99 Existe un informe general realizado por Niranjan Rajani (cerrado en mayo de 2003) sobre el interés expresado hacia FLOSS en los países en desarrollo: http://www.maailma.kaapeli.fi/FLOSS_for_dev.html.

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la propiedad intelectual y el software libre no podrá encon-

trar argumentos fáciles en esta situación100.

Bagchi teme también que el software libre se vea envuelto en la política de «seguridad tecnológica» relacionada con el «estado de seguridad nacional»: «Es posible que acabemos en una situación en la que el Estado use software libre para sus sistemas de identificación a gran escala».

En su editorial para Mediumi, revista finlandesa dedicada al código abierto, Tapio Mäkelä aconseja ser prudente con el uso de metáforas y exige terminar con el «culto al indi-viduo» en torno a Stallman, Raymond y Torvalds. Hasta el momento, la producción de software de código abierto no ha carecido de jerarquías. Según Mäkelä:

A menudo la jerga del software libre está íntimamente rela-

cionada con el discurso neoliberal que encumbra al indivi-

duo por encima del esfuerzo colectivo. Estas posturas polí-

ticas implícitas no suelen discutirse porque se supone que,

de alguna manera, el código abierto incluye una supuesta

«ética purificadora» que proporciona una excusa para ha-

blar únicamente del código puro y considerar secundarios

los usos del software. Los servidores y el software basado en

el código abierto no garantizan una sociedad y una cultura

de la información, a menos que estén diseñados por y en

100 Intercambio personal de correos electrónicos, 28 de junio de 2003.

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contextos sociales y culturales diferentes y estén conecta-

dos a varias iniciativas de contenido abierto101.

Lo que el mundo necesita ahora son grupos de interme-diarios que transgredan los límites de los introvertidos cír-culos de la TI. ¿Qué memes deberían instalar en las redes contemporáneas? Ha llegado la hora de decidir. En palabras de Linus Torvalds: «Tienes que tomar la decisión de ser abierto. Al principio es una postura difícil de defender, pero al final crea más estabilidad»102. Los debates mantenidos en Oekonux ofrecen varias pistas. Al tratarse más de una rela-ción que de una empresa, el software libre no posee los re-cursos que Microsoft puede dedicar para su autopromoción. El software libre necesita historias de usuarios con final feliz que atraigan a los no desarrolladores. La oscuridad concep-tual constituye una amenaza mucho mayor para los autores y para los artistas creativos que la piratería. Y esto también vale para el software libre.

101 Tapio Makela, «Open source and content: the cultural move», http://www.m-cult.net/mediumi/, número 2.1.

102 Linus Torvalds (con David Diamond), Just for Fun, p. 229.

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sobre la conf ianza en la ciencia en tiempos del conocimiento abierto

Rubén Blanco

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Nuestra supervivencia depende de nuestra capacidad de

juzgar las cosas por sus resultados y de establecer rela-

ciones de confianza y responsabilidad para que podamos

aprovechar lo que saben otras personas. No podríamos vi-

vir en una sociedad moderna si no depositáramos a diario

nuestra confianza en farmacéuticos, cirujanos, pilotos, ca-

jeros de banco, ingenieros, fontaneros, técnicos, abogados,

funcionarios públicos, contables, tribunales, telefonistas,

artesanos y en otros tantos... La democracia, como casi

todo lo que hacemos; es una forma de colaboración entre

gente ignorante y expertos.

E. E. Schattschneider, The Semi-Sovereign People. A Realist’s

View of Democracy in America

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introducción

Las relaciones entre la institución social de la ciencia –la comunidad científica– y la sociedad en general, y el público del conocimiento científico en particular, han estado regidas por la ambivalencia (Merton, 1977; Handlin, 1980), y en las últimas décadas también por la incertidumbre y el riesgo (Beck, 1998). Las expectativas sociales institucionalizadas, alenta-das desde la propia comunidad científica, no se han ajustado a menudo a los resultados efectivos que la ciencia es capaz de producir. Desde hace medio milenio, la ciencia ha ganado un reconocimiento social creciente por efecto de la utilidad que se imputa al conocimiento experto, tanto por su contribu-ción a la educación de una personalidad cultivada como por su invención de conceptos, técnicas e instrumentos que in-crementan la capacidad humana de predicción y control. Sin embargo, el proceso de especialización, profesionalización e institucionalización de la comunidad científica ha producido un creciente abismo entre el ciudadano corriente y el cono-cimiento esotérico del especialista, cuyo efecto genérico ha sido una creciente desconfianza hacia los motivos, prácticas y consecuencias desconocidas de la ciencia y la tecnología.

La ambivalencia insita tanto en los papeles sociales de los investigadores como en el funcionamiento institucional de la comunidad científica fue considerada durante décadas como un interesante problema sociológico y un problema social casi irrelevante. El desarrollo económico de posguerra y el crecimiento de la tecnociencia en todas sus dimensiones ma-

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sobre la conFianza en la ciencia 203

teriales y humanas sugería que, de alguna manera, los cientí-ficos resolvían eficazmente los problemas prácticos que sur-gían por efecto de la interpretabilidad de las expectativas so-ciales adscritas a su estatus. En la actualidad, la globalización de la competencia económica y de problemas sociales como la crisis ambiental o la masiva reorganización productiva y comercial, unida al estancamiento de la financiación pública de la investigación, generan una tesitura crítica y de elevada incertidumbre. La tecnociencia se halla bajo el fuego cruza-do de empresas y estados que demandan una intensificación de su aplicabilidad, especialmente productiva, y de agentes sociales (como sindicatos, consumidores, movimientos so-ciales con múltiples intereses, etcétera) que exigen que sus resultados no puedan ser usados para aumentar los desequi-librios sociales y ambientales, ni para empeorar sus efectos, sino al contrario, que sea receptiva a los problemas sociales que conforman las actuales demandas ciudadanas.

La autoridad y la credibilidad de la ciencia, no como ins-titución, sino como cuerpo de conocimiento, ha llegado a es-tar parcialmente en entredicho. A causa del éxito social de la ciencia, de que los científicos, impulsados por la necesidad de nuevos recursos, se han propuesto como fuente de solu-ción a todos los problemas de la sociedad, y de que los polí-ticos han comenzado a delegar en ellos algunas decisiones al respecto, sus resultados (el conocimiento científico) y, acto seguido, los medios por los que es elaborado (la propia in-vestigación científica) han captado la atención pública. Esta visibilidad ha suscitado una demanda inmediata de respon-

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sabilidad más allá de la tradicional confianza que ha regido estas relaciones. Como consecuencia de un nuevo y minu-cioso escrutinio de las prácticas científicas, se han vuelto re-levantes las convenciones sociales imprescindibles para la pro-ducción de conocimiento: el conflicto por el mantenimiento de fronteras disciplinares, la negociación de los supuestos factuales, teóricos y técnicos que organizan la investigación empírica, los juicios situados sobre el significado de los re-sultados obtenidos y publicados, de las disputas sobre los criterios de competencia técnica de los investigadores, etcé-tera. Dos rasgos propios de la ciencia, usados de modo siste-mático pero no público para la renovación del conocimiento, como son el escepticismo y la deconstrucción de la tradición especialista recibida, son ahora públicamente observables y, lo que es aún más importante, accesibles a agentes sociales no especializados como científicos profesionales.

Si la nueva ambivalencia del conocimiento científico obe-dece a su definición como conocimiento objetivo, natural, cuando es visiblemente un producto parcial de decisiones sociales, convencionales, la incertidumbre emerge del pa-pel hegemónico de la tecnociencia en el momento presente como causa (consecuencias inesperadas de la acción), ins-trumento de definición (tecnocracia y cientificismo) y fuen-te de solución de riesgos (depositaria tradicional de la idea del progreso ilustrado), de tal manera que «el desarrollo científico-técnico se hace contradictorio por el intercambio de riesgos, por él mismo coproducidos y codefinidos, y su crítica pública y social» (Beck, 1998: 204). La solución de

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sobre la conFianza en la ciencia 205

tal diagnóstico pasa por una adecuada educación del público que no se reduzca a un aprendizaje fragmentario del saber admitido actual, sino que le ofrezca una comprensión de la autoridad científica nacida del estudio social de dicha profe-sión. De este modo, el conocimiento científico podrá consti-tuirse en un recurso para la acción social cuando los agentes ordinarios contemplen su adquisición «como un proceso activo de interpretación, no simplemente como la recepción pasiva de información acreditada como experta» (Yearley, 1993-94: 65). No obstante, es preciso observar que este planteamiento asume de partida la distinción ordinaria en-tre productores especializados de ciencia y consumidores legos de ese conocimiento. En cierta medida, la propia institución científica, tal como hoy la conocemos, es fruto de la conso-lidación de esa distinción social, que en otro tiempo fuera más difusa. Es quizá esa demarcación tajante entre ciencia y público la que podría estar en la raíz de los problemas de las relaciones actuales entre la tecnociencia y la sociedad.

En la actualidad, el Estado se ha convertido en el defen-sor legítimo de los intereses sociales frente a la tendencia de la ciencia a primar programas de investigación orientados a la producción de conocimiento por sí mismo y a la mejora de las propias técnicas de investigación. A cambio del apoyo material y moral de la sociedad, y del respeto a su autonomía de procedimiento, se reclama a la ciencia utilidad técnica, económica, cognitiva y moral. La figura mediadora que re-presenta la excelencia cognitiva y, al tiempo, la participación de la ciencia en el escenario de los asuntos públicos más ge-

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nerales es el «experto» forense y, quizá aún más, aunque con mucha menor visibilidad pública, el investigador tecnocien-tífico asalariado por organizaciones que persiguen el desa-rrollo de logros técnicos en los ámbitos económico y militar.

La entente ciencia/sociedad no se ha explicitado, sin em-bargo, como un intercambio crematístico de conveniencia sino como un cruce de «dones» entre actores desiguales: la sociedad paga impuestos para que la Administración gobier-ne, y el Gobierno o las empresas sufragan la ciencia para que ésta informe con veracidad y relevancia. En el primer caso, la relación política se basa en la noción moral de «legitimi-dad»; en el segundo, la legitimidad de la ciencia se traduce en la noción de «competencia intelectual» (Shapin, 1990). En el curso de su profesionalización, la práctica de la ciencia ha llegado a demandar la adquisición y desarrollo de com-plejas destrezas intelectuales, necesarias para abordar el conjunto de problemas técnicos definidos por la propia co-munidad científica. La institucionalización de esa compe-tencia, inicialmente lograda en el ámbito de las matemáticas –incluyendo astronomía, música, óptica, física y contabili-dad (Kuhn, 1983)–, conforma un espacio diferenciado de comprensión y actividad entre sus practicantes cualificados y el público más amplio. La ruptura del aislamiento de la cien-cia y su implicación con el resto de la sociedad exigió, por tanto, un compromiso consistente en proponer a la ciencia el estudio de problemas definidos como tales por la sociedad más amplia, aceptar que los «expertos» redefinan esos pro-blemas de modo que puedan ofrecer soluciones desde los su-

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puestos, prácticas y técnicas que dominan en exclusiva y re-compensar sus resultados –tanto aplicados como puramente noseológicos– con honores y con recursos complementarios dedicados a trabajos de interés exclusivamente académico.

el «contrato social por la ciencia»

Los actores básicos del vínculo actual entre el conocimien-to científico y la vida social son la Comunidad Científica y el Estado. Su relación está mediada, en una dirección, por los caudales del Presupuesto dedicados a la investigación y, en la dirección opuesta, por la producción de cuerpos de cono-cimiento de «uso práctico» técnico-político-económico. Este nexo es inestable porque la ciencia no tiene un límite «natural» de crecimiento y su competencia interna ha ori-ginado ingentes demandas de grandes infraestructuras y equipos más complejos, lo que se denomina «gran ciencia» (Price, 1973). Y si bien hasta fechas recientes la ciencia ha competido con ventaja con otras necesidades sociales por la obtención de dinero público en los países desarrollados, esa situación se ha vuelto problemática en un marco de restric-ción presupuestaria y creciente activismo de amplios colec-tivos sociales en defensa de su porción del presupuesto.

De otro lado, esta relación es también interesada y am-bivalente porque los roles «oficiales» nunca han sido otra cosa que un ideal irrealizable, o más bien una ideología inte-resada. De hecho, la asignación de prioridad presupuestaria

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a determinadas disciplinas y áreas de investigación ha sido desde el comienzo una atribución discrecional de la autori-dad política y, en contrapartida, los científicos se han aden-trado en los mecanismos de poder y control político, con-vertidos en consejeros-expertos para la toma de decisiones políticas relacionadas principalmente con la investigación científico-técnica (financiación, líneas de investigación, aplicaciones científico-técnicas, etcétera), pero también como expertos en los aspectos «técnicos» (a menudo iden-tificados con los «socialmente problemáticos») de nume-rosas líneas de políticas públicas. El sistema en su conjunto combina autonomía, legitimidad, vigilancia, asesoría y crí-tica recíprocas de un modo ambivalente que es la base de su buen funcionamiento: cada parte resuelve tácita y pragmáti-camente la paradoja que produce su oscilación entre la pro-clamación de su autonomía y su especialización funcional y la reivindicación de su autoridad para opinar críticamente sobre las decisiones organizativas propias de su partenaire.

El vínculo entre la Comunidad Científica y el Estado que-dó instituido y formalizado a finales de los años cuarenta mediante lo que se ha llegado a conocer como el «contra-to social en pro de la ciencia» (social contract for science). Así se designa el compromiso de los Estados industriales avanzados de sufragar el avance científico-técnico a cambio de que una parte sustantiva de sus resultados sirviera para mantener su supremacía en los mercados internacionales y en el terreno militar, y para elevar el estándar de vida de la población. El principal beneficiario de dicho contrato sería

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la sociedad en general, pues, gracias a la inversión pública, obtendría un bien público (a la postre, ciencia «útil») para cuya producción no podría contarse con la iniciativa privada debido a la elevada incertidumbre de los resultados, los lar-gos periodos de amortización y la contingencia y dispersión de sus aplicaciones beneficiosas. Los científicos también se beneficiarían gracias al incremento y regularidad de sus nuevos recursos y, sobre todo, por el aumento de su capaci-dad de auto-gobierno y auto-regulación institucional al exi-guo precio de comportarse con profesionalidad y elegir sus objetivos con miras al bien público más que a la curiosidad ociosa o a un mayor virtuosismo técnico.

De un acuerdo tan ventajoso los gobiernos esperaban obtener beneficios políticos traducidos en votos, beneficios económicos traducidos en impuestos, y beneficios operati-vos traducidos en la complaciente asesoría de investigadores competentes y agradecidos. La única dificultad estribaba en la gestión normal del contrato, que debía basarse en el equi-librio entre las obligaciones de responsabilidad propia del gobierno representativo y la autonomía intelectual propia de una Comunidad Científica de profesionales independien-tes. Los gobiernos establecieron desde el comienzo que los fondos, como en cualquier otra partida de gasto público, se otorgarían a través de contratos y becas con condiciones y en términos muy concretos. Por otro lado, la Administración era consciente de su incapacidad técnica para evaluar las pro-puestas de los científicos. La solución de compromiso fue la «evaluación por los pares» (peer review). El sistema, copiado

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del procedimiento por el que los consejos editoriales de las revistas profesionales seleccionan los artículos que publican, consiste en someter las propuestas al juicio crítico de expertos acreditados en las distintas áreas de la ciencia; los miembros superiores de ese colectivo son los asesores gubernamentales encargados de aconsejar sobre las prioridades nacionales en investigación. Una vez seleccionadas las grandes metas y los equipos más competentes, sería cuestión exclusiva de los in-vestigadores el modo de llevar adelante su trabajo.

Al margen de casos particulares de comportamiento des-honesto (Di Trocchio, 1995), el punto más débil de la relación ciencia/estado ha sido el control público del cumplimiento del «contrato». La primera causa de fricción entre la ciencia y la administración reside en las profundas diferencias entre los principios de organización crecientemente democráticos de las políticas públicas y los modos de gobierno, de índole más «senatorial» y «patrimonialista», de la comunidad científi-ca. Sin embargo, no puede achacarse toda la responsabilidad de este hecho a un «déficit democrático» de las institucio-nes científicas; las múltiples y contrapuestas demandas que desde diferentes segmentos sociales recaen sobre un Estado corporativo (Offe, 1990, 1992) han incidido también en una mayor inestabilidad de las orientaciones públicas de la cien-cia. El resultado ha sido una creciente insatisfacción pública, tanto del público lego como de las instancias políticas, con la efectividad del sistema «meritocrático» imperante en la co-munidad científica y con su modo de asignación de proyectos de investigación y, por ende, de fondos para su financiación.

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En consecuencia, los políticos se han mostrado cada vez más interesados en disponer de instrumentos administrativos y contables con que medir de modo más directo y preciso la productividad de la ciencia y el ajuste de sus logros a las me-tas definidas políticamente, a la vez que presionar para in-crementar la participación política en la definición de dichas metas. Todo ello es interpretado por los científicos como una amenaza a su autonomía, lo que aumenta la inestabilidad del propio contrato. En este marco, Guston y Keniston (1994) han clasificado las tensiones entre política democrática y práctica científica en tres tipos: «tensión populista», «ten-sión plutocrática» y «tensión excluyente».

En primer lugar, la tensión «plutocrática» surge como consecuencia de la insaciable demanda de nuevos recursos por parte del sistema de ciencia y tecnología y la creciente percepción por parte tanto del conjunto de la sociedad como de los responsables públicos de que la ciencia ha alcanzado ya una posición de riqueza y privilegio –como institución, no sus miembros individuales– que es instrumentada sin otro fin que su propio crecimiento (Cozzens y Woodhouse, 1995). Esta tensión había sido amortiguada durante décadas por el crecimiento económico y el consenso social en torno a las metas «de Estado» de las políticas públicas para la ciencia. Sucesivos informes de la OCDE, inspirados en las prácticas y trayectorias de los países líderes de la investigación mun-dial, incentivaron y coordinaron el desarrollo internacional de una ciencia que durante la guerra fría se orientó a la inves-tigación militar –que nunca ha abandonado– y a las ciencias

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básicas aplicables a la reconstrucción industrial, que duran-te los años sesenta puso las bases de sectores actualmente en eclosión como la microelectrónica y la biotecnología, y durante los años setenta respondió a una mayor conciencia social de sus actividades con programas de responsabilidad social y un giro hacia los programas de salud («guerra contra el cáncer»), de medio ambiente y de carácter social. La crisis económica de los setenta truncó esta evolución y, junto con la congelación presupuestaria, llegó una presión creciente hacia la orquestación de los sistemas de investigación y de-sarrollo en su conjunto y, ya en los noventa, su subordina-ción explícita a la recuperación económica y la defensa de las economías occidentales frente al crecimiento de competi-dores orientales (Elzinga y Jamison 1995).

Los científicos han respondido a estas presiones buscando fórmulas de entendimiento que permitan restaurar el con-trato sobre las viejas bases de respeto a la mutua autonomía. De forma emblemática, John Ziman (1994) ha afirmado que la ciencia debe asumir una nueva época de «estado estacio-nario». Cómo superar esa situación dependería en buena medida del equilibrio de poder en el gobierno de la cien-cia. Ziman asume las demandas públicas de responsabilidad frente a la administración, selectividad en la elección de lí-neas de trabajo, definición de prioridades, evaluación de lo-gros, explotación utilitaria de los descubrimientos, énfasis en la formación del potencial humano, incentivación de la competencia y mejora de la gestión de las instituciones de in-vestigación. Sin embargo, este programa de optimización de

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la productividad de la ciencia podría conducir a su ruina. Si la política científica concentra los medios en aquellos grupos e instituciones con mejores conexiones con la industria y más facilidad para generar investigación estratégica y precompe-titiva, o en los programas nacionales de investigación dirigi-da en campos como la biotecnología o las tecnologías de la in-formación, y si se vuelca en la contratación por becas ligadas a proyectos concretos en lugar de mediante contratos formales, la base humana de la ciencia básica puede desaparecer. Para Ziman, toda organización dedicada a la investigación precisa generosas cantidades de espacio social para la iniciativa y la creatividad personales, tiempo para que las ideas maduren, apertura al debate y la crítica, hospitalidad hacia la novedad y respeto por la experiencia especialista, autonomía técnica, estabilidad en el empleo o libertad para seguir oportunidades surgidas casualmente. Sin estos requisitos básicos, el avance continuo del conocimiento científico y, por supuesto, el de sus eventuales beneficios sociales estaría en peligro.

En segundo lugar, la tensión «populista» refleja el hecho de que las preferencias populares son distintas, y en algunos casos antagónicas, a las de la comunidad científica. Debido a que, por un lado, las instituciones democráticas son contro-ladas por la voluntad popular pero, por otro lado, la investi-gación científica suele ser un tema marginal en los debates públicos sobre política general, la Administración no suele tener demasiadas dificultades para mantener una distribu-ción de fondos que equilibre las demandas profesionales de recursos para la investigación básica, las exigencias corpo-

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rativas de apoyo al desarrollo técnico patentable y sus pro-pias apuestas de investigación estratégica, frecuentemente en detrimento de las expectativas del público. Éste suele primar con su preferencia en las encuestas a la investigación biomédica, agroalimentaria, ambiental y sociohistórica; los empresarios suelen referirse vagamente al apoyo a las cien-cias básicas ligadas a la ingeniería, el transporte y la cons-trucción. Sin embargo, los presupuestos de la mayoría de los grandes países industriales están encabezados por las rúbri-cas del gasto en investigación militar, física de altas energías (nuclear), astronomía, genética y química. El resultado fi-nal es, en consecuencia, un creciente descontento de todos los sectores con dicho reparto: el público considera que se favorecen los intereses de los agentes corporativos podero-sos, éstos se quejan de que se dedican demasiados recursos a investigación básica, promoción general del conocimiento y formación del profesorado, y los científicos protestan por la restricción de su autonomía y advierten que la concentra-ción de todos los países en las mismas prioridades, con el consiguiente aumento de la competencia, no sólo mina las tradiciones nacionales de investigación y genera una despil-farradora redundancia, sino que constituye una arriesgada apuesta por un arco muy reducido de líneas de trabajo.

Por último, la tensión «excluyente» se manifiesta en las más o menos enfáticas demandas de los científicos de sobe-ranía absoluta sobre su dominio. El conflicto surge porque los procesos y la metas democráticas no son necesariamente tan compatibles con los procesos y metas científicas como

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suele creerse. Los valores de participación y búsqueda de la justicia en la política democrática chocan con los valores de excelencia y mérito técnico y búsqueda de la verdad propios de la ciencia. Este conflicto sobre los modos de evaluar la ac-tividad científica carecería de relevancia si no fuese la clave de las decisiones sobre asignación de fondos a distintos pro-gramas de investigación. En efecto, no existe una voluntad política dispuesta a reducir sustancialmente el gasto nacional en I+D; al contrario, los países que aún no dedican el 2%-3% de su PIB a esta actividad lo pretenden como objetivo. Sin embargo, la convicción de que los beneficios sociales de la ciencia se demoran y son más exiguos de lo que deberían está conduciendo a los Estados a promover que la inversión pri-vada en este campo aumente y, en el ámbito público, a trans-mitir con claridad presupuestaria a los científicos que tienen que competir por sus recursos con otros intereses sociales. Por ello la ciencia debe ser más clara en sus pretensiones y más política en su justificación.

En suma, como afirman Guston y Keniston:

El viejo contrato entre la ciencia y el gobierno era frágil

porque negaba estas tensiones […], el nuevo contrato debe

comprender que los límites entre la política y la ciencia son

indefinidos y debe reconocer que la tensión existente en-

tre ellos es intrínseca. [Pese a ello] puede haber inmensos

beneficios tanto para la democracia como para la ciencia si

sus relaciones se gestionan abierta, inteligentemente y con

mutuo respeto. (1994: 33)

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En este sentido, los científicos han respondido con ra-pidez, al menos en las formas –como no podría ser de otro modo, pues la experiencia temática y la competencia práctica no se improvisan–, y se esfuerzan cada vez más por guiar su actividad hacia líneas de trabajo y proyectos concretos que puedan contribuir, de hecho, al bien público. (Otra cosa es que los científicos, como cualquier otro ciudadano, puedan discrepar radicalmente de la idea de «bien público» hege-mónica en un momento dado en la Administración.)

De otro lado, también el público debe asumir, por su par-te, que la ciencia y la tecnología son elementos básicos del moderno sistema socioeconómico. Para favorecer esta mutua aproximación, los científicos deberían realizar un esfuerzo pedagógico para hacer más claros la naturaleza y el trabajo de la ciencia. Si la ciencia ha de ser no sólo conocimiento públi-co sino para el público, ello implica, en una sociedad demo-crática, que el público ha de participar en la orientación de las políticas públicas de la ciencia. Sin embargo, al ser éste un ámbito tan especializado y esotérico, el requisito de par-ticipación hace necesaria la promoción de acciones públicas en favor de una mayor y mejor implicación en la cultura tec-nocientífica. La ambivalencia del significado, implicaciones y efectos sociales de la difusión de este nuevo concepto es clave para entender la relación ciencia/tecnología/sociedad en un tiempo como el presente, de acusadas incertidumbres institucionales.

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hacia un «contrato social en favor del conocimiento abierto»

Junto con lo anteriormente expuesto, tenemos que reconocer el paulatino cercamiento y monopolización no sólo del co-nocimiento tecnocientífico, sino de prácticamente cualquier forma de creación social y de los diferentes «regímenes de la propiedad intelectual» (Sádaba, 2008) que han conformado y conforman el actual contrato social por la ciencia. Por el con-trario, resulta muy interesante observar diferentes iniciativas que de forma tentativa queremos encuadrar en lo que podría significar un «contrato social por el conocimiento abier-to». Desde nuestra perspectiva, sería posible identificar tres grandes líneas de generación de «conocimiento abierto».

En primer lugar, si la producción de conocimiento es la finalidad última de la comunidad científica, no menos im-portante es la comunicación y difusión del mismo; de hecho, se trata de los pilares fundamentales de la ciencia en tanto institución social. Aun más, en las últimas décadas tanto la propiedad como el control de tales aportaciones en muchí-simos casos escapa a sus propios creadores debido a la in-cesante mercantilización y privatización del conocimiento tecnocientífico. En este sentido, los intentos de volver a controlar los canales de comunicación y publicitación de los resultados de la investigación científica gracias a las inicia-tivas relacionadas con el principio open access en cuanto a la publicación, difusión y acceso a los resultados de la investi-gación permiten mostrarnos un camino esperanzador en lo que podría ser dicho nuevo contrato (Willinsky, 2006).

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En segundo lugar, tal como se ha mostrado anteriormente, la lenta pero inexorable dinámica de afianzamiento de las re-laciones entre comunidad científica y ciudadanía ha supuesto en los últimos tiempos dinámicas de cooperación y colabo-ración en la generación de conocimiento abierto gracias a la creación de diferentes mecanismos y espacios de intercam-bio. En unos casos, amparados por las relaciones entre pa-cientes, fruto del desarrollo de las redes de comunicación que han propiciado el surgimiento y movilización de «asociacio-nes de pacientes/enfermos/afectados», no sólo reclaman un papel activo en su propia definición como «objetos» de la investigación, sino que también exigen un reconocimiento social amparado en compromisos políticos; asimismo, abo-gan por una participación plena en la praxis médica, esto es, por incorporar su conocimiento/experiencia en la elabora-ción de ensayos terapéuticos y en la coproducción del cono-cimiento científico sobre ellos (Epstein, 1996; Rabeharisoa y Callon, 2002). No obstante, este tipo de iniciativas ha sido criticada desde la comunidad científica en algunas circuns-tancias por su excesiva orientación instrumentalista y fina-lista. En otros casos, son las propias entidades generadoras del conocimiento experto las que implementan interfaces accesibles a los ciudadanos para tratar de recoger las deman-das y colaborar con ellos, esto es, con la sociedad en último extremo (es el caso de las denominadas «Science Shops» o «bazares de ciencias» de los Países Bajos [Lafuente, 2007]). Por último, estaríamos asistiendo a una eclosión y amplifica-ción de la denominada «ciencia de garaje», más tradicional-

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mente conocida como «ciencia amateur» (Lafuente, 2007), basada paradójicamente en un mayor acceso al conocimiento experto por parte de diferentes colectivos sociales.

En tercer y último lugar, nos encontramos con el paradig-ma del mecanismo actual que con mayor precisión encarna los principios de la producción colaborativa de conocimien-to libre y abierto: Wikipedia, la Enciclopedia Libre. En este proyecto podemos encontrar las diferentes debilidades y fortalezas que conforman el conocimiento social, tanto en lo intrincado de su producción como en su evaluación y apli-cación. Todos somos potenciales partícipes de tan inmensa obra, a la par que potenciales usuarios de la misma. Wiki-pedia, como fenómeno social, nos muestra la posibilidad de romper con las distinciones entre expertos y legos, entre productores y editores, entre consumidores y usuarios. El conocimiento libre no «sabe» de distinciones epistemo-lógicas: cualquiera puede aportar su conocimiento, que va a ser recibido como tal por los miembros de la sociedad. No obstante, las experiencias en el desarrollo del proyecto de la Wikipedia muestran incertidumbres en cuanto a la asunción del ideal regulador de dicho proyecto (punto de vista neutral, verificabilidad y relevancia) (Gourdain, O’Kelly, Roman-Amat, Soulas y von Droste zu Hülshoff, 2008).

En suma, la producción de conocimiento bajo el amparo de un referente abierto y/o libre adquiere, más que nunca, un compromiso político y social que nos muestra sin matiz alguno la situación presente del conocimiento «experto» tecnocientífico y la necesidad de reflexionar sobre esta si-

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tuación, sobre la confianza en las instituciones y mecanis-mos que amparan su producción, cercamiento y uso.

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índice

PrólogoIgor Sádaba 7

Las implicaciones políticas de la revolución P2PMichel Bauwens 15

Aspectos jurídicos del conocimiento libre. Propiedad intelectual y acceso abierto a la informaciónFernando Carbajo Cascón 55

Ciberfetichismo y cooperación

César Rendueles e Igor Sádaba 103

Oekonux y el modelo del software libre.

De Linux a la sociedad GPL

Geert Lovink 129

Sobre la conf ianza en la ciencia

en tiempos del conocimiento abierto

Rubén Blanco 199

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