Dominique Lapierre, Javier Moro - Era Medianoche en Bhopal

423
  

Transcript of Dominique Lapierre, Javier Moro - Era Medianoche en Bhopal

i Planeta

Este libro no podr ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados Dominique Lapierre/Javier Moro, 2001 Editorial Planeta, S. A., 2001 Crsega, 273-279, 08008 Barcelona (Espaa) Diseo de la sobrecubierta: Departamento de Diseo de Editorial Planeta Ilustracin de la sobrecubierta: foto Suzanne Held Ilustraciones del interior: archivo autores, Jamaini y Zahur Ul Islam Primera edicin: marzo de 2001 Depsito Legal: B. 10.624-2001 ISBN 84-08-03845-1 Composicin: Foto Informtica, S. A. Impresin: A&M Grafic, S. L. Encuademacin: Argraf Encuademacin, S. L. Printed in Spain - Impreso en Espaa

El hombre y su seguridad deben constituir la preocupacin fundamental de toda aventura tecnolgica. No olvidis nunca esto cuando estis metidos de lleno en vuestros planos y en vuestras ecuaciones. ALBERT EINSTEIN

Carta a los lectores

Un da conoc a un indio alto, de unos cuarenta aos, la frente ceida con un pauelo rojo y el pelo anudado en una trenza en la nuca. Su sonrisa resplandeciente y el calor de su mirada me hicieron inmediatamente comprender que aquel hombre era un autntico apstol al servicio de los ms desfavorecidos. Habindose enterado de que el segundo barco-dispensario Ciudad de la alegra acababa de ser botado en el delta del Ganges para socorrer a las poblaciones de cuarenta islas totalmente desprovistas de asistencia mdica, quera solicitar mi ayuda. Desde hace diecisis aos, Satinath Sathyu Sarangi, ste es su nombre, anima una organizacin no gubernamental, apoltica y no confesional, empeada en cuidar a las vctimas ms pobres y ms abandonadas de la mayor catstrofe industrial de la historia, la que, en la noche del 2 al 3 de diciembre de 1984, a causa de un escape masivo de gases txicos, mat entre diecisis mil y treinta mil personas y caus ms de quinientos mil heridos en la ciudad de Bhopal, en la India. Tena un vago recuerdo de esa tragedia, pero, en cincuenta y dos aos de peregrinaciones por todo este inmenso pas, no me haba detenido nunca en la magnfica capital del Madhya Pradesh.

Sathyu vena a pedirme financiacin para montar y equipar una clnica ginecolgica con el fin de curar a las mujeres sin recursos que, diecisis aos despus del accidente, an sufren sus terribles secuelas. Fui a Bhopal. Lo que descubr ha sido, sin duda, uno de los mayores traumas de mi existencia. Gracias a mis derechos de autor, y a la generosidad de los lectores de La ciudad de la alegra y Mil soles, hemos podido abrir esta clnica, que hoy en da recibe, atiende y cura a un centenar de mujeres a las que todos los hospitales de la ciudad haban abandonado a su suerte. Pero sobre todo esa experiencia me puso sobre la pista de uno de los temas ms conmovedores de toda mi carrera de periodista y escritor: por qu y cmo pudo llegar a producirse un acontecimiento tan trgico? Quines han sido sus promotores, sus actores, sus vctimas y, finalmente, sus beneficiarios? Ped al escritor espaol Javier Moro, autor de un soberbio libro sobre el drama del Tibet, que viniese a reunirse conmigo en Bhopal. Nuestra investigacin ha durado tres aos. Este libro es su fruto. D. L.

A los hroes del Orya bast, de Chola y de Jai Prakash nagar

Primera parte Una nueva estrella en el cielo de la India

1

Petardos que matan, terneros que mueren, insectos que asesinan

Mudilapa, una de las quinientas mil aldeas de la India y sin duda una de las ms pobres de ese pas, grande como un continente. Situada al pie de los montes salvajes de Orissa, en ella vivan unas sesenta familias de la comunidad de los adivasis, los descendientes de las tribus aborgenes que poblaban la India hace unos tres mil aos, y que los invasores arios venidos del norte empujaron hacia las zonas montaosas, menos frtiles. Aunque estaban oficialmente protegidos por las autoridades, los adivasis permanecan en su mayora apartados de los programas de desarrollo que, a principios de los setenta, intentaron transformar la vida de los campesinos en la India. Los habitantes de la regin, desprovistos de tierras, intentaban mantener a sus familias trabajando como jornaleros. Cortar la caa de azcar, bajar a las minas de bauxita, romper piedras a lo largo de las carreteras... Aquellos desamparados de la mayor democracia del mundo no rechazaban ningn trabajo. Adis, mujer ma; adis, nios; adis, padre; adis, madre; adis, loro! Que el dios vele por vosotros en mi ausencia! Al principio de cada verano, mientras un calor infernal aplastaba la aldea como una losa de plomo, un hombrecillo seco y fuerte, de piel muy oscura, se despeda de los suyos antes de alejarse con su petate sobre la cabeza. Ratna Nadar, de trein-

ta y dos aos, se dispona a emprender un duro viaje de tres das a pie hasta un palmeral a orillas del golfo de Bengala. Gracias a la musculatura de sus brazos y de sus pantorrillas, haba sido contratado por un tharagar, un reclutador de mano de obra itinerante. El trabajo en un palmeral exige una agilidad y una fuerza atltica poco comunes; hay que trepar con las manos desnudas, sin arns de seguridad, hasta la cima de las palmeras, altas como edificios de cinco pisos, para hacer un corte en la base de las hojas y recoger la miel que segrega el corazn del rbol. Estos acrobticos ascensos eran la razn por la cual a Ratna y a sus compaeros se los conoca como hombres-mono. Cada noche, el capataz de la finca iba a cargar la preciada cosecha para llevrsela a un confitero de Bhubaneshwar. Ratna nunca haba podido saborear el delicioso nctar. Pero las cuatrocientas rupias de su trabajo temporal, ganadas con riesgo de su vida, le permitan alimentar a los siete miembros de su familia durante varias semanas. En cuanto presenta su regreso, su esposa, Sheela, encenda un bastoncillo de incienso frente a la imagen de Jagannath, que decoraba un rincn de la choza, para dar las gracias al dios del universo, una de las formas del dios hind Visn venerada por los adivasis. Sheela era una mujer frgil, vivaz, siempre sonriente. La coleta en la espalda, los ojos en forma de almendra y sus sonrosadas mejillas le daban un cierto aire de mueca china. Y no haba nada sorprendente en ello: sus antepasados pertenecan a una tribu aborigen oriunda de Assam, en el extremo norte del pas. Los Nadar tenan tres hijos. La mayor, Padmini, de ocho aos, era una nia delicada, de largos cabellos negros recogidos en una doble trenza. Haba heredado los bonitos ojos achinados de Sheela y el perfil de su padre. El pequeo aro de oro que, segn la tradicin, le atravesaba una aleta de la nariz, subrayaba el resplandor de su rostro. Desde el alba hasta la noche,

Era medianoche en Bhopal

15

Padmini era la nica ayuda de la casa. Se ocupaba de sus dos hermanos, Ashu, de siete aos, y Sunil, de seis, dos diablillos hirsutos, ms dispuestos a matar lagartos a pedradas que a ir a por agua a la charca del pueblo. En el hogar de los Nadar vivan tambin los progenitores de Ratna: su padre, Prodip, de facciones muy marcadas y con un eterno bigotillo gris, y su madre, Shunda, arrugada y con una joroba prematura. Como decenas de millones de nios indios, Padmini y sus hermanos no haban tenido la suerte de acercarse a la pizarra de una escuela. La nica enseanza que haban recibido haba sido la de aprender a sobrevivir en el pauprrimo mundo donde los dioses los haban hecho nacer. Y como los dems habitantes de Mudilapa, Ratna Nadar y los suyos vivan al acecho de la menor oportunidad de ganar unas rupias. Una de esas oportunidades volva todos los aos al principio de la estacin seca, cuando llega la hora de cosechar las distintas hojas que sirven para confeccionar los bidis, los finos cigarrillos indios de forma cnica. Durante seis semanas, Sheela, sus hijos y los padres de Ratna partan todas las maanas al alba con los dems aldeanos hacia la selva de Kantaroli. El espectculo de aquella gente, que invada la maleza como si de una nube de insectos se tratara, era fascinante. Cogan una hoja con precisin de autmata, la depositaban en un morral y volvan a repetir incansablemente el mismo gesto. Cada hora, los recolectores se detenan para confeccionar ramilletes de cincuenta hojas. Si se daban prisa, podan hacer hasta ochenta ramilletes en un da. Por cada ramillete pagaban treinta paisas, unas dos pesetas, el precio de un par de berenjenas. Los primeros das, mientras la recoleccin se haca en la linde de la selva, la joven Padmini a menudo consegua hacer unos cien ramilletes. Sus hermanos, Ashu y Sunil, no tenan la misma agilidad para arrancar de un golpe las hojas del tallo y su

cosecha se resenta por ello. Pero entre los seis -nios, madre y abuelos-, volvan a casa todas las noches con casi un centenar de rupias, una fortuna para esa familia, acostumbrada a sobrevivir un mes entero con mucho menos.

Un da corri por Mudilapa y sus alrededores el rumor de que se reclutaban nios en una fbrica de cigarrillos y cerillas que haban abierto recientemente. Gran parte de los cien mil millones de cerillas producidas cada ao en la India se fabricaban todava a mano, principalmente por nios cuyos dedi-tos lograban hacer maravillas. Ocurra lo mismo con los bidis. Si trabajaba sin parar desde el alba hasta el anochecer, un nio poda enrollar hasta mil doscientos cigarrillos al da. La inauguracin de esa fbrica caus una autntica conmocin entre los habitantes de Mudilapa. Todo vala para seducir al tharagar encargado de reclutar la mano de obra. Hubo madres que se precipitaron hacia el mohajan, el usurero de la aldea, para empear sus ltimas joyas; hubo padres que vendieron su nica cabra. Y eso a pesar de que las condiciones de trabajo propuestas eran extremadamente duras. -Mi camin pasar todos los das a las cuatro de la madrugada -anunci el tharagar a los padres de los nios que haba escogido-. Ojo con los que no estn fuera esperando! -Cundo nos devolvern a los nios? -pregunto preocupado el padre de Padmini, hacindose eco del sentimiento de los dems. -No antes del anochecer -contest secamente el tharagar.

Sheela vislumbr una expresin de miedo en el rostro de su hija, y en seguida trat de tranquilizarla. -Padmini, piensa en cmo ha acabado tu amiga Banita. Sheela se refera a la hija de sus vecinos, a la que sus padres

Era medianoche en Bhopal

17

haban vendido al ciego de la aldea para poder alimentar a sus otros hijos. Ese tipo de trato era corriente. A veces, unos padres demasiado ingenuos entregaban a sus hijas a contratistas que trabajaban para proxenetas, creyendo que seran empleadas como criadas en una familia o como obreras en algn taller. Era todava de noche cuando son la bocina del camin. Padmini, Ashu y Sunil ya estaban fuera, esperndolo, acurrucados los unos contra los otros. Tenan fro. Su madre se haba levantado antes que ellos para prepararles comida: un puado de arroz sazonado con un poco de dal (1), dos chapatis (2) para cada uno y una guindilla troceada en tres, todo envuelto en una hoja de banano. El camin se detuvo frente a un hangar recubierto de tejas, con un muro de tierra seca por detrs y unos pilares que sostenan el techo por delante. Segua siendo de noche y las lmparas de petrleo apenas conseguan iluminar el enorme edificio. El capataz era un hombre imponente y autoritario, que iba vestido con una camisa sin cuello y un taparrabos blanco. En la oscuridad, tena la impresin de que sus ojos brillaban como las brasas de nuestra chula (3), cont despus Padmini. -Sentaos todos a lo largo de la pared -orden. Cont a los nios y los reparti en dos grupos, uno para los bidis, el otro para las cerillas. A Padmini la separaron de sus hermanos y la mandaron al grupo de los cigarrillos. -A trabajar! orden el hombre del taparrabos blanco dando palmadas. -Sus ayudantes trajeron entonces unas bandejas llenas de hojas como las que Padmini haba recolectado en la selva. El mayor se puso en cuclillas frente a los nios para mostrarles(1) Pur de lentejas, fuente principal de protenas vegetales. (2) Tortitas de trigo. (3) Pequeo hornillo artesanal.

cmo haba que enrollar las hojas, dndoles la forma de un pequeo embudo, rellenarlas con picadura de tabaco y despus atarlo todo con hilo rojo. A Padmini no le cost imitarlo. En un instante, confeccion un paquete de bidis. Lo nico que no me gustaba era el olor picante de las hojas -confes-. Pero para acabar con el montn que tenamos delante de nosotros, lo mejor era pensar en el dinero que llevaramos a casa. Otros empleados colocaron pilas de minsculos bastoncillos frente a los nios encargados de fabricar las cerillas. -Los metis uno a uno en los dientes de este soporte metlico les explic el capataz. En cuanto est lleno, les dais la vuelta y mojis la punta de los bastoncillos en esta escudilla. El recipiente contena azufre lquido. Nada ms sacar las puntas de las cerillas, el azufre se solidificaba. El hermano menor de Padmini miraba con aprensin el lquido humeante. -Nos quemaremos los dedos! -dijo preocupado, lo bastante fuerte como para que el capataz lo oyese. -Cretino! -replic este ltimo-. Te he dicho que mojes solamente la punta de los trocitos de madera, no los trozos enteros. Nunca has visto una cerilla? Sunil agach la cabeza. Pero su temor era insignificante comparado con el peligro real que representaban los vapores txicos que emanaban del recipiente. Hubo nios que no tardaron en sentir quemaduras en los pulmones y en los ojos. Muchos acababan desmayndose. El capataz y sus ayudantes los reanimaban a tortazos o lanzndoles cubos de agua. Los que caan de nuevo eran expulsados de la fbrica sin piedad. Poco tiempo despus de nuestra llegada, un segundo hangar fue construido para albergar un taller de fabricacin de petardos -cont Padmini. All mandaron a mi hermano Ashu y a unos veinte nios ms. Ya no lo vea ms que una vez al da, cuando le llevaba su parte del almuerzo que nuestra madre nos

Era medianoche en Bhopal

19

haba preparado. El capataz anunciaba la pausa de la comida dando un campanazo. La que se armaba si no volvas a tu sitio al segundo aviso! El jefe te pegaba con una vara que haca girar constantemente en el aire para asustarnos y empujarnos a trabajar ms deprisa. Aparte de esa breve interrupcin, trabajbamos sin parar desde que llegbamos hasta la noche, cuando el camin nos devolva a casa. Mis hermanos y yo estbamos tan cansados que nos echbamos sin comer en el charpoi (4) y nos dormamos en seguida. Unos meses despus de la inauguracin del taller de petardos, una tragedia se cerni sobre la fbrica. Padmini vio cmo de pronto una enorme llamarada ilumin el hangar donde trabajaba su hermanito Ashu. La explosin arranc el techo y el muro. Unos nios salieron gritando entre la humareda; estaban llenos de sangre, la piel les colgaba a jirones. El capataz y sus ayudantes intentaban apagar el fuego con cubos de agua. Padmini, asustada, se precipit hacia la hoguera gritando el nombre de su hermano, pero nadie le respondi. Corra por todas partes y tropez. Al caer, vio un cuerpo en el suelo. Era su hermano. No tena brazos. Sus ojos estaban abiertos como si me mirasen, pero no se movan -dijo-. Ashu estaba muerto. A su alrededor haba otros cuerpecillos despedazados. Me levant y fui a darle la mano a mi otro hermano, que se haba refugiado en un rincn del hangar de las cerillas. Me sent a su lado, nos abrazamos y lloramos en silencio.

Un mes despus del drama, un funcionario con el uniforme militar de los servicios veterinarios de Orissa lleg a Mudilapa a bordo de un jeep con sirena y luces giratorias. Era(4) Literalmente, cuatro pies. Camastro hecho de cuerdas trenzadas sobre un marco de madera, soportado por cuatro patas.

la primera vez que un representante del gobierno haca su aparicin en la aldea. Llam a los habitantes con la ayuda de un megfono y toda la poblacin se congreg alrededor de su coche. -He venido a daros una gran noticia -declar, acariciando el megfono con sus dedos cubiertos de anillos. De acuerdo con la poltica de ayuda a los campesinos ms desfavorecidos de nuestro pas, Indira Gandhi, nuestra primera ministra, ha decidido haceros un regalo. Mir divertido el asombro que se lea en los rostros de los all presentes. Y, sealando al azar a uno de ellos, pregunt: -T! Tienes idea del regalo que nuestra madre quiere haceros? Un vecino del padre de Padmini dud. -Puede que nos regale un pozo -se atrevi a decir tmidamente. Pero el hombre de uniforme ya se estaba dirigiendo hacia otro campesino. -Y t? -Nos va a construir una carretera de verdad. -Y t? -Quiere traernos la luz. -Y t?... En menos de un minuto, el enviado del gobierno pudo medir el estado de pobreza y de abandono de la aldea. Pero el motivo de su visita no tena nada que ver con esas acuciantes necesidades. Tras mantener el suspense por medio de un largo silencio, volvi a hablarles con voz paternal: -Amigos mos, he venido a anunciaros que nuestra bienamada Indira ha decidido ofrecer una vaca a cada familia de Mudilapa. Una vaca? repitieron varias voces estupefactas. -Con qu vamos a alimentarla? -pregunt uno. -Nos os preocupis por eso -dijo el visitante-. Indira

Era medianoche en Bhopal

21

Gandhi lo ha previsto todo. Cada familia recibir una parcela de tierra sobre la que haris crecer el forraje necesario para alimentar a vuestro animal. Y el gobierno os pagar por ese trabajo. Era demasiado bonito. -Los dioses han visitado nuestra aldea! -deca maravillada la madre de Padmini, siempre dispuesta a dar gracias al cielo por el ms mnimo favor-. Tenemos que hacer en seguida una puja (5). El enviado del gobierno continu con su discurso. Hablaba con el nfasis propio de un poltico que distribuye prebendas antes de unas elecciones. -No os vayis, amigos, an no he terminado! Tengo que anunciaros otra noticia todava ms importante. El gobierno ha tomado medidas para que cada una de vuestras vacas pueda dar un ternero gracias al semen extrado de toros especialmente seleccionados e importados de Gran Bretaa. El esper-ma lo traern regularmente de Bombay y de Poona unos veterinarios del gobierno. Ellos mismos llevarn a cabo las inseminaciones. Este programa debe permitir la creacin en vuestra regin de una nueva raza capaz de producir ocho veces ms leche que el ganado local. Pero, ojo! Para alcanzar ese resultado debis comprometeros a no aparear nunca vuestras vacas con un toro de aqu. El asombro que se dibujaba en los rostros dio lugar a una explosin de alegra. -Nunca hemos recibido la visita de un benefactor como usted declar Ratna Nadar, convencido de que as expresaba el reconocimiento de todos. El da de la llegada de la manada, las mujeres sacaron del cofre familiar sus saris de boda y sus velos de fiesta como si fue(5) Ceremonia de ofrenda ante el altar de un dios.

sen a celebrar Diwali o Dassahra (6). Bailaron y cantaron toda la noche alrededor de los animales mientras stos daban un concierto de mugidos. Los Nadar dieron a su vaca el nombre de Lakshmi, la diosa de la riqueza y la prosperidad que los adivasis veneran con tanto fervor como los hindes. Tal y como lo haba anunciado el mensajero del gobierno, unos veterinarios oficiales llegaron poco tiempo despus a Mudilapa. Traan consigo unas gruesas jeringas para proceder a la inseminacin del esperma britnico. Diez lunas despus, un ternero vino al mundo en el patio de cada una de las chozas del pueblo. Pero la alegra de los habitantes slo dur una noche. Ninguno de los terneritos pudo ponerse en pie para mamar. Lloraban como bebs hambrientos. Sheela intent hacer beber un poco de leche al suyo en un cuenco hecho con medio coco. Todos los terneros murieron uno tras otro. Era una desgracia. Voy a llevar a Lakshmi a un toro de los nuestros -anunci una maana Ratna Nadar a su familia. Su vecino adopt la misma decisin. -Nuestros terneros han muerto porque sus padres no son de aqu afirm. Pero el intento se revel infructuoso. Los agentes del gobierno haban tomado sus precauciones, y para impedir que los campesinos llevaran a sus vacas a fecundar con un toro de raza local, los haban mandado castrar a todos.

La esperanza de los habitantes de Mudilapa renaci cuando vieron brotar el forraje que haban sembrado para sus vacas sobre la parcelita donada por el gobierno. Por lo menos po(6) Diwali, la fiesta de las luces, celebrada entre una explosin de fuegos artificiales y petardos, es la fiesta ms alegre de todo el calendario hind. Dassahra, dcimo da de las fiestas de Durga, que conmemoran la victoria de la diosa sobre el demonio-bfalo de la ignorancia.

Era medianoche en Bhopal

23

dran alimentar a sus animales! Todas las maanas, Ratna Nadar llevaba a su familia hasta su campo para vigilar la buena salud de la futura cosecha. Cierto da, observaron que la hierba haba cambiado sbitamente de color: se haba vuelto gris. No se deba a la falta de humedad porque el suelo estaba todava mojado por las ltimas lluvias. Al examinar cuidadosamente los tallos, Ratna descubri que unos pulgones negros devoraban la corteza y chupaban la savia. Los dems campesinos observaron lo mismo. Una calamidad se haba cernido sobre Mudilapa. Acaso el gran dios Jagannath estaba enfadado? Los Nadar y sus vecinos fueron a pedir al brujo del pueblo que ofreciese una puja al dios para que los campos recobrasen la salud, si no sus vacas moriran de hambre. El brujo -un anciano de cabeza afeitada-traz un crculo alrededor de algunos brotes y se puso a bailar salmodiando frmulas rituales. Luego los roci con ghee, manteca lquida, y les prendi fuego uno a uno. Pero el dios Jagannath permaneci sordo. El forraje de los Nadar muri en unos das, devorado por el pulgn. Estaban en septiembre y no sera posible sembrar de nuevo antes de la primavera. Muy pronto su vaca no tuvo ms que la piel sobre los huesos. La catstrofe lleg a odos de los mercaderes de ganado de la regin, que como buitres acudieron a arramblar a precio de saldo con los animales todava vivos. Los Nadar tuvieron que resignarse a que se llevasen a Lakshmi por cincuenta rupias. La venta les permiti sobrevivir unas semanas ms. Cuando la vieja Shunda, la abuela, que conservaba envueltos en un pauelo los ahorros de la familia, sac sus ltimas monedas, Ratna reuni a los suyos. -Voy a ir al mohajan declar. Empear el campo para que nos preste lo suficiente y as ir tirando hasta la prxima siembra. Esta vez, sembraremos trigo y lentejas, y buscaremos una manera de impedir que los malditos bichos devoren nuestra cosecha.

-Ratna, padre de mis hijos -interrumpi tmidamente Sheela-, no te lo dije para no atormentarte ms, pero has de saber que ya no tenemos la parcela. Un da que habas ido a trabajar al palmeral, los del gobierno vinieron a por todas las parcelas que encontraron sin cultivar. Por mucho que me esforc en explicarles que los insectos se haban comido nuestras plantaciones, se negaron a admitirlo. No valis para nada!, grit su jefe, rompiendo los papeles que nos haban dado cuando vinieron con las vacas. La revelacin dej a la familia asombrada y sin fuerzas para decir nada. Esta vez, los Nadar parecan haber alcanzado el lmite de su capacidad de resistencia. Fue entonces cuando una voz surgi en la calurosa choza. -Voy a volver a enrollar bidis -declar Padmini.

Sin embargo, su valiente ofrecimiento result intil. Unos das ms tarde, un tharagar desconocido pas por Mudilapa. Lo mandaba la Compaa de Ferrocarril de Madhya Pradesh para reclutar mano de obra destinada a los trabajos de desdoblamiento de las vas que conducen a Bhopal, la capital del estado. -Podrs ganar hasta treinta rupias al da anunci a Ratna Nadar, despus de examinar con su ojo profesional los msculos del trepador de palmeras. Y mi familia? pregunt este ltimo. El tharagar se encogi de hombros. Pues llvala contigo. En Bhopal sobra sitio! Cont a los ocupantes de la choza. -Toma, aqu hay seis billetes de tren para Bhopal -dijo sacando de su longhi (7) seis cuadraditos de papel de color(7) Largo pao de algodn anudado en la cintura.

Era medianoche en Bhopal

25

rosa-. Hay dos o tres das de viaje. Y aqu, toma cincuenta rupias de adelanto sobre tu primera paga. El trato se haba cerrado en menos de cinco minutos. Pero el gesto de aquel comprador de brazos no tena nada de generoso. Los adivasis constituan una reserva tradicional de mano de obra tan poco exigente como fcilmente explotable.

El xodo de la familia Nadar no supuso problema alguno. Aparte de algunos utensilios, un poco de ropa y de Mangal, el inagotable loro de plumaje rojo y amarillo, no posean ningn otro bien. Las tormentas del prximo monzn se encargaran de destruir la choza, salvo que una familia que estuviera de paso tomase posesin de ella. Una maana, mientras los primeros rayos de Surya, el dios sol, enrojecan el horizonte, los Nadar se pusieron en marcha con Ratna y su padre, Prodip, a la cabeza. Cada uno portaba un hatillo. La pequea caravana, a la que se haban unido otras familias de Mudilapa, dej tras de s una nube de polvo. El joven Sunil, que cargaba con la jaula del loro, estaba emocionado con la perspectiva de la aventura. Padmini no poda contener las lgrimas. Antes de que el camino se desviase hacia el norte, gir la cabeza para mirar por ltima vez y despedirse de la choza de su infancia.

2

El holocausto planetario de millones de insectos devastadores

La desgracia de los campesinos indios de Mudilapa no era ms que un pequeo episodio de una tragedia que azotaba al conjunto del planeta. El pulgn negro que haba expulsado a los Nadar de su tierra perteneca a una de las ochocientas cincuenta mil especies de insectos que, desde el albor de la humanidad, haban arrebatado al hombre la mitad de sus recursos alimenticios. Los nombres dados a muchos de ellos no permiten imaginar la naturaleza y la importancia de los desastres de los que son culpables. Cmo sospechar que esos bichitos bautizados por el Tribunal Fitosanitario con nombres tan sugestivos como escarabajos violn, orugas procesionarias de los pinos, cicadelas doradas de la vid, moscas minadoras del trigo, polillas tortrcidas del melocotonero, noctuidas de las lentejas, o avispas portasierras del nabo, puedan revelarse tan dainos malhechores? La variedad de sus armas, la extrema diversidad de sus apariencias y el brillo de sus caparazones convierten a esos parsitos en el ms fabuloso de los bestiarios. El resplandor de las alas de algunas mariposas destructoras de frutas evoca sofisticados adornos, al contrario que la piel velluda de las repugnantes orugas que destruyen los campos de algodn. Cada especie tiene su propia manera de vivir a expensas de sus presas. Hay insectos chupadores, como el pulgn

Era medianoche en Bhopal

27

de Mudilapa, mientras que otros son trituradores; los hay de-voradores, lamedores, estragadores, saqueadores, pulpvoros, fitfagos y xilfagos. Algunos de esos parsitos trituran los vegetales con las mandbulas; otros los chupan con su larga trompa; otros los lamen antes de aspirarlos con ayuda de una funda que les envuelve la lengua; otros los cosen a pualadas antes de sorber su savia. Algunos roen sus hojas, las recortan como encaje, las decapan o las acribillan de agujeritos. Otros invaden sus vasos, esparcindose entre la nervadura de las hojas. Espesos follajes se encuentran as bruscamente moteados de puntitos blanquecinos que albergan ejrcitos de asaltantes gruesos como cabezas de alfiler. Plantas sanas y vigorosas se ven de pronto cubiertas de pstulas parduscas que acaban por marchitarlas irremediablemente. Otros insectos aniquilan los vegetales cavando galeras que suben hasta la base de las hojas. Las musculadas pantorrillas de bailarina de los escaraba-juelos del lino les permiten saltar de un tallo a otro como acrbatas de circo, mientras las casidas de la remolacha se arrastran sobre las hojas con aires de tortuga patosa. Los escarabajos de resorte del cereal son filiformes, las tpulas de las legumbres son como gruesos mosquitos atiborrados de la sangre de sus vctimas. Las polillas asoladoras de las lentejas con escamas aladas iridiscentes, las moscas de tormenta, asesinos del olivar, los caros rojos como el brillo de un rub, terror de los ctricos, todos forman parte de una jungla de lo infinitamente pequeo, bulliciosa y amenazante. Por su ilimitada capacidad de adaptacin, estos insectos se encuentran en todos los hbitats y en todas las latitudes, tanto en las arenas ardientes de los desiertos africanos como bajo los bancos de hielo del rtico. Algunos son responsables de varias de las mayores catstrofes de la humanidad, como la invasin de saltamontes del Antiguo Egipto, la de la filoxera, que acab con los viedos de Francia a finales del siglo xix, o

tambin la de los escarabajos de la patata, que mataron de hambre al pueblo irlands destruyendo su principal fuente de alimentacin. Todos esos bichitos actan sin tregua y no perdonan ningn cultivo. En los campos de trigo, de avena, de cebada y de centeno, el mismo gusano puede pasar de una espiga a otra. Con los tallos horadados y las races carcomidas por la bulimia de millones de larvas, superficies inmensas de cereales son destrozadas antes de producir un solo grano. El arroz, que representa ms del 60 por ciento del producto alimenticio de la poblacin mundial, es el blanco preferido de estos saqueadores. Cardadores de cuerpo moteado y cilindrico, ciempis rosados, escarabajos mordedores, tpulas grisceas desprovistas de patas, orugas de polillas noctuidas, larvas de abejorros, cica-delas, nematodos: ms de un centenar de especies en todo el mundo atacan a esta gramnea. El invertebrado ms devastador es una mariposa llamada piral (literalmente, insecto que vive en el fuego), cuyas largas orugas grisceas horadan tneles en las espigas hasta provocar su cada. Tanto o ms destructivas son unas viciosas criaturas armadas de un estilete chupador, a las que un duro caparazn protege de sus depredadores. En cuanto a los gorgojos, han devorado sin duda ms arroz, ms trigo y ms patatas que todo lo que los hombres han consumido desde el inicio de la agricultura. Desde hace miles de aos, el hombre lleva a cabo una guerra sin cuartel contra los autores de tales estragos. Los textos de la antigua China, de la antigua Roma, de la Europa de la Edad Media, estn plagados de relatos, a veces demenciales, de esos combates. A falta de conocimientos cientficos eficaces, nuestros lejanos antepasados recurran a dudosas prcticas mgicas o religiosas. Los campesinos nepales plantaban en los arrozales unos carteles en los que se ordenaba a los insectos que se abstuvieran de penetrar so pena de denuncia jurdica. Menos

Era medianoche en Bhopal

29

ingenuos pero igual de utpicos, los campesinos romanos hacan dar vueltas a sus mujeres embarazadas alrededor de los rboles frutales. La Europa cristiana de la Edad Media organizaba procesiones y novenas contra la polilla Cochylis y la polilla piral del trigo. Los agricultores de Venezuela daban golpes con un cinturn a sus mazorcas de maz con la esperanza de que ese tratamiento de choque reforzara su resistencia a los parsitos. Mientras los cultivadores de Siam sembraban sus campos de cascaras de huevo pinchadas sobre palitos, los de Malasia ataban sapos muertos a los tallos de bamb para ahuyentar a la mosca blanca de los arrozales. Las poblaciones del ao 1000, convencidas de que los ataques de los insectos eran consecuencia del pecado original, no dudaban en llevar a los insectos destructores a juicio. En Lausana, en 1120, unas orugas fueron excomulgadas. Cuatro siglos ms tarde, un tribunal de Auvernia condenaba a otras orugas a terminar su miserable vida en el lugar que se les haba designado. El ltimo caso de excomunin de insectos se remonta a hace menos de un siglo. Por suerte, tambin se intentaron otras respuestas ms realistas. Los campesinos del sur de la India consiguieron ahogar millones de insectos destructores inundando sus campos en ciertas pocas del ao. En Kenia y en Mxico, la simple idea de intercalar en otros cultivos parcelas plantadas de maz como cebo permiti salvar las plantaciones de sorgo y de hortalizas. En otros lugares, como en los habitados por los indgenas del Amazonas, el descubrimiento de que tambin existen insectos depredadores de otras especies permiti ganar algunas batallas. Diversos textos del siglo ni cuentan que los agricultores chinos llenaban sus limoneros de hormigas devoradoras de vanessas, unas mariposas de colores que sembraban el terror en sus huertos. Quince siglos ms tarde, California salv sus plantaciones de ctricos de los estragos de la mosca australiana gracias a las mandbulas de un escarabajo asesino.

A finales del siglo xix, la utilizacin de materias de origen vegetal, como la nicotina o la flor de pelitre, y ms tarde de sustancias minerales, como el arsnico y el sulfato de cobre, proporcion a los campesinos nuevas armas que pronto bautizaron con el nombre mgico de insecticidas, y posteriormente de pesticidas. El descubrimiento, en 1868, de que la pulverizacin del colorante, a base de un arsnico llamado verde de Pars, produca un cierto efecto sobre los parsitos del algodn, lanz a Estados Unidos a la comercializacin desenfrenada de los venenos naturales. En 1910, la facturacin de la nueva industria norteamericana de insecticidas alcanzaba ya los veinte millones de dlares. Al verde de Pars se aadieron productos a base de arseniato de plomo. La primera guerra mundial provoc la expansin de esta industria en otras direcciones. Comprometidas las importaciones de verde de Pars por culpa de los submarinos alemanes y con el arsnico acaparado para fabricar municiones, cohetes de bengala y gases de combate, los fabricantes de insecticidas recurrieron a la industria qumica. Los qumicos se apresuraron a aceptar el desafo, felices por encontrar una salida a los productos derivados del petrleo. Importantes sociedades de Europa y de Amrica invirtieron enormes partidas de dinero en la investigacin de molculas de sntesis eficaces contra los insectos dainos. La poca entre las dos guerras mundiales vio nacer as una serie de familias qumicas que ofrecan cada una nuevas posibilidades para exterminar parsitos. En vsperas de la segunda guerra mundial se crey alcanzar la meta cuando un qumico suizo, Hermn Mueller, que buscaba fabricar un insecticida de contacto eficaz, descubri una molcula que pareci colmar sus esperanzas; sta llevaba el nombre brbaro de dicloro-difenil-triclo-roetano. El cientfico helvtico, sin embargo, le dio una denominacin abreviada; el mundo de los insectos poda empezar

Era medianoche en Bhopal

31

a temblar: el DDT haba nacido! Este espectacular descubrimiento le vali a su autor el Premio Nobel de Fisiologa y de Medicina. Porque el DDT iba a permitir el exterminio masivo, en la escena de las operaciones militares, de los mosquitos portadores del paludismo, e iba a salvar as la vida a centenares de miles de soldados. Con el final de la guerra, ese insecticida orgnico encontr las aplicaciones civiles para las que haba sido inventado. Los estudios de campo demostraron que destrua rpidamente una gama muy amplia de insectos fitfagos, lo que permiti un aumento inmediato de los rendimientos agrcolas. Las experiencias llevadas a cabo en los estados de Nueva York y de Wisconsin revelaron que la produccin de los campos de patata tratados con DDT aumentaba un sesenta por ciento. La euforia provocada por tan buenos resultados decay cuando se descubri, cincuenta aos despus de su creacin, que el DDT contaminaba peligrosamente el suelo, los mamferos, los pjaros, los peces y hasta a los hombres, a travs de los alimentos que consuman. Fue declarado ilegal en la mayora de los pases occidentales, y tanto en Europa como en Estados Unidos surgi una legislacin que obligaba a los fabricantes de pesticidas a respetar unas normas de proteccin y de seguridad cada vez ms draconianas. Presionada por una agricultura impaciente, la industria orient sus investigaciones hacia productos que conciliaban la destruccin de los insectos con una toxicidad tolerable para el hombre y su entorno. Comenzaba as una formidable aventura.

Un barrio de chabolas llamado Orya bast

Despus de pasar cincuenta y nueve horas en el pintoresco abigarramiento de un tren indio, los exiliados de Mudilapa llegaron por fin a su destino, Bhopal. Durante los meses que siguieron a la independencia de la India, la prestigiosa ciudad se haba convertido en capital del estado de Madhya Pradesh, un territorio situado en el corazn geogrfico del pas y casi tan extenso como dos veces Espaa. Padmini Nadar y su familia no haban dejado de extasiarse frente a la belleza de los paisajes que atravesaban, particularmente durante las ltimas horas del recorrido. No era en esas profundas y misteriosas selvas donde se haban refugiado el dios Rama y los hermanos Pandava de la mitologa hind, y donde Rudyard Kipling haba ambientado su gran Libro de la jungla? Seguiran pobladas de tigres y elefantes? Algunos kilmetros antes de su destino, la va frrea pasaba cerca de las clebres cuevas de Bimbhetka, que albergan magnficas pinturas rupestres. La estacin donde desembarcaron los inmigrantes de Orissa era uno de esos hervideros de gente lleno de ruidos, de agitacin y de los olores que caracterizan las grandes escalas ferroviarias de la India. Haba sido construida en el siglo xix. Las fiestas ms bulliciosas del folclore de los adivasis no hubieran podido dar a Padmini y a los suyos una idea del jbilo que se

Era medianoche en Bhopal

33

vivi en la estacin el da de su inauguracin, el 18 de noviembre de 1884. Unir la rancia y magnfica capital a la red del ferrocarril haba sido idea de un administrador britnico despus de que una terrible sequa matase de hambre a decenas de miles de habitantes de la regin, privados de ayuda por falta de medios de comunicacin. Aunque el nombre del brillante coronel Henry Daly no pas a la historia, este benefactor fue, sin embargo, el autor del regalo ms preciado que una ciudad india poda entonces recibir de sus colonizadores. Una multitud de autoridades britnicas con uniformes cargados de condecoraciones y todos los dignatarios locales vestidos de gala acudieron a la invitacin de la begum, una mujercita escondida bajo los pliegues de su burqa (1) que reinaba con el ttulo de begum sobre el sultanato de Bhopal. Los festejos duraron tres das y tres noches. La poblacin se congreg a lo largo de los rales engalanados con arcos de triunfo con los colores rojo, blanco y azul del Imperio britnico para vitorear al primer convoy de siete vagones decorados con estandartes. En el andn esperaba una doble fila de lanceros a caballo, regimientos de cipayos con turbantes y los msicos de la rutilante banda real. En la poca no exista ni radio ni televisin para inmortalizar los discursos intercambiados aquel da memorable entre los representantes de la reina Victoria, emperatriz de los pueblos de allende los mares, y la soberana de aquel rincn del Imperio britnico de las Indias. Doy un millar de gracias al Dios Todopoderoso que ha permitido a Bhopal disfrutar de la insigne proteccin de Su Majestad la Emperatriz para que resplandezca en nuestra tierra el brillo de la ciencia de Occidente..., haba declarado la begum Shah Jehan. En su respuesta, el enviado de Londres haba exaltado las ventajas polticas y comer(1) Chador, largo traje negro que llevan las mujeres musulmanas y que les disimula el rostro.

cales que la llegada del ferrocarril iba a aportar no slo al pequeo sultanato de Bhopal, sino tambin a toda la India central. Despus, haba alzado su vaso para brindar solemnemente por el xito de aquella maravilla moderna que la iluminada soberana haba pagado de su bolsillo. Los fuegos artificiales pusieron el broche de oro al acontecimiento. Aquel da, una parcela de la India ancestral abrazaba el progreso.

Despus de bajar del tren, los Nadar permanecieron un momento en el andn, sin atreverse a dar un paso, aturdidos ante el espectculo que se ofreca a su vista. El andn estaba lleno de campesinos sin tierra llegados tambin, como ellos, en busca de trabajo, y pronto se encontraron prisioneros de un mar de gente que iba y vena en todas direcciones. Unos culis (2) trotaban con montaas de maletas y de paquetes en la cabeza, mientras los vendedores ambulantes ofrecan todo tipo de mercancas inimaginables. Jams haban visto tantas riquezas: pirmides de naranjas, de chancletas, de peines, de tijeras, de candados, de gafas, de bolsos; pilas de chales, de saris, de dhotis; peridicos, comida y bebida de todo tipo. Padmini y los suyos estaban aturrullados, asombrados, despistados... A su alrededor, muchos viajeros parecan igual de perdidos. Slo el loro Mongol pareca sentirse a gusto. No cesaba de cantar su alegra con un parloteo que haca rer a los nios. -Pap, qu vamos a hacer ahora? -pregunt la nia, visiblemente desamparada. Dnde vamos a dormir esta noche? aadi su hermano Sunil, que sujetaba con firmeza la jaula del loro sobre la cabeza para que sus padres no lo perdieran de vista, dada su pequea estatura.(2) Porteadores.

Era medianoche en Bhopal

35

-Hay que buscar a un polica -aconsej el viejo Prodip, quien, al igual que su hijo, no haba podido descifrar la hoja de contratacin que les haba dejado el tharagar de los ferrocarriles. En el exterior de la estacin, un agente con un casco blanco intentaba canalizar el flujo catico del trfico. Ratna se abri paso hasta l. -Llegamos de Orissa le susurr tmidamente. Sabe usted si hay paisanos nuestros que vivan por aqu? El polica hizo una sea como si no hubiera entendido la pregunta. No era de extraar. Haba tantas personas que desembarcaban en Bhopal y que hablaban distintos idiomas...! De pronto, Padmini avist un vendedor de sarnosas (3) al final de la plaza. La nia, con ese sexto sentido que tienen los indios para identificar los orgenes y la casta de un desconocido, estaba segura de haber descubierto a un compatriota. Y no estaba equivocada. No os preocupis, amigos mos, hay un barrio donde slo viven paisanos nuestros. Se llama Orya bast (4) porque sus habitantes son todos, como vosotros y yo mismo, originarios de Orissa y hablan nuestra lengua, el orya. -Levant el brazo en direccin al minarete de una mezquita situada frente a la estacin-. Rodead esa mezquita explic y seguid recto. En la va del tren, torced a la derecha. Veris un montn de chabolas y de chozas de barro. Es el Orya bast. Ratna Nadar se inclin hasta el suelo para dar las gracias a aquel benefactor, tocando el polvo de sus chanclas con la mano derecha, que luego puso sobre su cabeza. Padmini se precipit hacia la jaula del loro.(3) Buuelos en forma de tringulo rellenos de verduras o de carne picada. (4) Bast, barrio de chabolas.

-Estamos salvados! -le grit al loro, que se apresur a repetir la exclamacin con un cacareo triunfal.

En cuanto vio acercarse la pequea caravana, el hombre empu su bastn y fue a su encuentro. Era un tipo fuerte, de unos cincuenta aos, con una cabellera rizada y unas patillas que se juntaban con las cadas puntas de sus bigotes. -Bienvenidos, amigos! -exclam con una voz suave que contrastaba con su aspecto imponente-. Apuesto a que vens aqu buscando un techo! -Un techo sera demasiado pedir balbuci Ratna Nadar como disculpndose-, pero quizs haya un lugar donde pueda acampar con mi familia. -Me llamo Belram Mukkadam -anunci el desconocido, juntando las manos a la altura del pecho para saludar al pequeo grupo. Dirijo el comit de apoyo de los barrios de la Explanada negra. -Y levant los brazos en direccin al anillo de chozas y de barracas que bordeaba un gran descampado vaco paralelo a la va del tren-. Voy a indicaros donde podris instalaros y construir una chabola. Aunque no era un adivasi, Mukkadam hablaba el idioma de los nativos de Orissa. Treinta aos antes, haba sido el primero en ocupar el descampado colindante con el inmenso campo de maniobras de los Victoria Lancers, el regimiento de caballera de los nababs de Bhopal. La chabola que se haba construido con la ayuda de su mujer, Tulsabai, y de su hijo Pratap haba sido la primera entre los centenares que hoy se desparramaban en tres barriadas donde vivan varios miles de inmigrantes llegados de distintas regiones de la India. Aparte del Orya bast, estaban el Chola bast y el Jai Prakash bast. Chola significa garbanzo, y fue por haber plantado esta leguminosa a orillas de sus campamentos por lo que los primeros habi-

Era medianoche en Bhopal

37

tantes del Chola bast sobrevivieron a la hambruna. En cuanto a Jai Prakash, es el nombre de un clebre discpulo del Mahatma Gandhi que luch por los ms desfavorecidos. El hecho de ser el decano de los tres barrios de chabolas le vala a Belram Mukkadam una prerrogativa que nunca haba sido cuestionada por los distintos padrinos de la mafia local, que controlaban las actividades de los barrios pobres, donde no intervena autoridad municipal alguna. Era l quien asignaba a cada recin llegado el lugar donde poda instalarse. Acompa a la familia Nadar a lo largo de una callejuela que bordeaba la va del ferrocarril y les mostr un espacio libre al final de una hilera de chabolas. -ste es vuestro trozo de terreno -dijo, trazando en la tierra negra un cuadrado de tres metros de lado con su bastn de madera de tamarindo. El comit de apoyo os traer materiales, un charpoi y algunos utensilios. Ratna Nadar se inclin de nuevo hasta tocar el suelo para dar las gracias al nuevo benefactor. Luego se dirigi a su familia. -El enfado del gran dios se ha acabado -declar-. Nuestra chakra (5) gira de nuevo.

El Orya bast donde acababan de recalar el campesino de Mudilapa y su familia era el ms pobre de los tres barrios miserables que haba junto al campo de maniobras. En el laberinto de sus callejuelas, un ruido destacaba entre todos los dems, el de los ataques de tos. All, la tuberculosis haca estragos. No haba ni electricidad ni fuente de agua potable ni alcantarillas ni el ms rudimentario dispensario. Ni tan siquiera haba comercios, exceptuando a un vendedor ambulante de hortali(5) La rueda del destino.

38

Dominique Lapierre / Javier Moro

zas y dos pequeas tea-stalls (6). El t con leche, muy azucarado, que se venda en cuencos de barro cocido, proporcionaba a menudo una parte importante de los recursos energticos de muchos vecinos. Quitando tres o cuatro vacas esquelticas y varios perros sarnosos, los nicos animales que se vean eran las cabras. Su leche aportaba preciadas protenas animales a sus propietarios, que no dudaban en vestirlas con viejos jer-sis en invierno para que no se acatarrasen. A pesar de la miseria, el Orya bast no era un barrio de chabolas como los dems. En primer lugar, porque haba conseguido conservar un aspecto rural que contrastaba con el enmaraamiento de las chabolas hechas de trozos de chapa y de planchas de madera de los otros barrios. Todas las viviendas eran chozas de bamb y de barro. Esas katcha houses (7) estaban decoradas con dibujos geomtricos, hechos con pasta de arroz, para atraer la prosperidad, como en las aldeas de Orissa, lo que le daba al hacinamiento un encanto campestre inesperado. En segundo lugar, porque los antiguos campesinos all refugiados no eran unos marginados. En su exilio, reconstruyeron como pudieron la vida de sus aldeas, y levantaron un pequeo templo de bamb y de barro para dar cobijo a una imagen del dios Jagannath. Al lado, plantaron un tulsi sagrado, una especie de acacia que mantena alejados a los reptiles, en particular a las cobras y sus mortales picaduras. Las mujeres del barrio profesaban una admiracin sin lmites al tulsi, y muchas acudan a hacerle ofrendas para curar su esterilidad. All, como en los dems lugares de la India, las creencias se expresaban en una sucesin ininterrumpida de fiestas rituales. El primer diente de un nio, el primer corte de pelo; la primera regla de una jovencita, la pedida, las bodas, los lutos; Diwali, la fiesta(6) Puestos de t. (7) Casas de adobe.

Era medianoche en Bhopal

39

de las luces; el Id de los musulmanes y hasta Navidad, todos los acontecimientos de la existencia, todas las fiestas profanas y religiosas, eran objeto de celebracin. A pesar de su analfabetismo y de su absoluta indigencia, los adivasis del Orya bast haban conseguido mantenerse visceralmente ligados a todos los ritos, a todas las expresiones de la vida social y religiosa que constituyen el entramado tan rico y variado de su pas.

4

Un millonario clarividente dedicado a los alimentos de los hombres

La fechora cometida por los infames pulgones del campo de Mudilapa no quedara impune. En el mundo entero, ejrcitos de investigadores trabajaban con ahnco para destruir a esos monstruos en miniatura. Uno de los principales templos de la cruzada contra los insectos que devastaban las cosechas era el Boyce Thompson Institute, un centro de investigacin agronmica instalado en Yonkers, un barrio residencial de Nueva York, al borde del Hudson. El hombre que haba fundado dicha institucin era un multimillonario clarividente posedo por el deseo mesinico de poner su fortuna al servicio de una gran causa humanitaria. William Boyce Thompson (1869-1930) se haba labrado una gigantesca fortuna explotando los recursos de las minas de cobre en las montaas de Montana. En octubre de 1917, la Cruz Roja norteamericana lo situ a la cabeza de una misin de asistencia humanitaria en Rusia, que estaba entonces en plena revolucin. El generoso industrial troc la pajarita y la chistera por un uniforme militar, y aadi un milln de dlares a las subvenciones concedidas por el gobierno norteamericano a las vctimas de la hambruna que castigaba el pas. Regres de ese viaje al infierno convencido de que la paz del mundo dependa de una distribucin equitativa de los alimentos, un con-

Era medianoche en Bhopal

41

vencimiento fortificado por una ardiente fe en la ciencia, que lo llev a concebir un espectacular proyecto filantrpico. Dado que el crecimiento demogrfico iba a multiplicar las necesidades alimentarias, era urgente comprender por qu y cmo crecen las plantas, por qu vegetan o prosperan, cmo se pueden erradicar sus enfermedades y cmo estimular su desarrollo hacia un mejor control de los elementos que contribuyen a su existencia. El estudio de las plantas, afirmaba el generoso mecenas, poda aportar una contribucin decisiva al bienestar de los hombres. De esta certeza haba nacido, en 1924, el Boyce Thompson Institute for Plant Research (1) un ultramoderno centro de investigacin agronmica edificado sobre varias hectreas a menos de una hora del centro de Nueva York. Dotado por su fundador con un capital de diez millones de dlares -una suma considerable para la poca-, el instituto albergaba laboratorios de qumica y de biologa, invernaderos de experimentacin y viveros de insectos. Fue en el frente de la lucha contra las especies fitfagas donde los investigadores del Boyce Thompson Institute consiguieron sus primeras y ms significativas victorias, ya fuera la erradicacin de los colepteros asesinos de los pinos de California, o el invento de sutiles sustancias odorferas capaces de atraer a los insectos dainos hacia trampas mortales. A principios de los aos cincuenta, el Aphis fabae, un pulgn tan destructivo como el que aniquil algunos aos ms tarde los campos de forraje de Mudilapa, haca estragos en las plantaciones norteamericanas, as como en los cultivos de Mxico, de Centroamrica y de varios pases de Sudamrica, habiendo sido detectado tambin en Malasia, en Japn y en el sur de Europa. Se cebaba tanto en la patata como en los ce(1) Instituto Boyce Thompson para la Investigacin de las Plantas.

43

Dominique Lapierre / Javier Moro

reales, la remolacha, los frutales y los cultivos de hortalizas, plantas forrajeras y ornamentales. Este minsculo depredador est provisto de una especie de pico por el que corren dos finsimos estiletes que le permiten aspirar la savia de las plantas. Como pudo comprobar el campesino indio Ratna Nadar, las plantas, sbitamente desposedas de su sustancia vital, languidecen y sucumben en pocos das. Antes de provocar la muerte, el pulgn, apenas mayor que una cabeza de alfiler, inyecta a sus vctimas una saliva txica que causa una horrorosa deformacin de los tallos y las hojas. Para rematar su fechora, el insecto expulsa por el ano una ligamaza dulce que atrae a las hormigas, que depositan en las hojas una especie de holln que asfixia toda vegetacin. Este parsito no era por aquel entonces la nica pesadilla de los campesinos de Amrica y de Asia. El acaro rojo de la vid, la polilla noctuida de los cultivos alimenticios, la polilla piral del arroz, as como otras especies devastadoras contribuan, a mediados de siglo, a desposeer a la humanidad de gran parte de sus recursos agrcolas. Slo la industria qumica era capaz de inventar los medios para erradicar esas plagas. Conscientes de lo que estaba en juego, numerosas empresas se movilizaron. Una de ellas era norteamericana, se llamaba Union Carbide.

Nacida a principios de siglo de la unin entre cuatro grandes empresas que fabricaban pilas elctricas y arcos luminosos para el alumbrado con acetileno de las calles y los faros de los primeros coches, la Carbide como la llamaban afectuosamente sus empleados- deba su primera hora de gloria a la guerra de 1914-1918. El helio que se destilaba en sus alambiques haba permitido a los globos cautivos elevarse en el cielo de Francia para avistar las bateras de artillera alemanas; un blindaje que haban inventado, a base de hierro y de

Era medianoche en Bhopal

43

circonio, haba detenido los obuses del kaiser sobre los primeros carros de combate aliados; sus pastillas de carbn activo -en las mscaras antigs- haban protegido los pulmones de miles de soldados de las trincheras del Somme y de la Champagne. Veinticinco aos despus, otro conflicto mundial moviliz a la Carbide al servicio de Norteamrica: de su colaboracin con los cientficos del Manhattan Project haba nacido la primera bomba atmica. La absorcin de decenas de empresas propuls a esta compaa, en menos de una generacin, al pelotn de cabeza de las multinacionales. En la segunda mitad de siglo figuraba como el orgullo de la potencia industrial norteamericana, ya que contaba con ciento treinta filiales que operaban en unos cuarenta pases, casi quinientos centros de produccin y ciento veinte mil empleados. En 1976, anunci una facturacin de seis mil quinientos millones de dlares. Innumerables productos salan de sus laboratorios, de sus fbricas, de sus pozos y de sus minas. La Carbide era el gran proveedor de gases industriales utilizados por la industria petroqumica -como el nitrgeno, el oxgeno, el gas carbnico, el metano, el etileno, el propano...-, y de sustancias qumicas como el amonaco y la urea, destinadas, entre otras cosas, a la fabricacin de abonos. Produca, adems, sofisticadas especialidades metalrgicas a base de aleaciones de cobalto, de cromo, de tungsteno, utilizadas para equipos de alta resistencia, como las turbinas de los aviones. En fin, fabricaba toda una gama de productos de plstico de gran consumo. Ocho de cada diez amas de casa norteamericanas hacan la compra con bolsas de plstico que llevaban el rombo azul y blanco de Union Carbide. Este logo tambin apareca en millones de botellas de plstico, as como en los envoltorios de los productos alimenticios, en carretes fotogrficos y en muchos otros artculos de uso corriente. Las conversaciones telefnicas intercontinentales de la mitad de los habitan-

tes del planeta transitaban por cables submarinos envueltos en fundas made by Carbide. El lquido anticongelante de uno de cada dos coches, el sesenta por ciento de las pilas elctricas y de los bastones de silicona utilizados en ciruga esttica, el caucho de uno de cada cinco neumticos, la mayor parte de los aerosoles contra los insectos y hasta los diamantes sintticos salan de las fbricas de ese gigante cuyas acciones eran uno de los valores ms seguros de Wall Street. Desde su impresionante rascacielos de aluminio y de cristal de cincuenta y dos pisos en el 270 de Park Avenue, en pleno corazn de Manhattan, la Carbide rega las costumbres y dictaba lo que elegan millones de hombres, mujeres y nios en todos los continentes. Ninguna empresa industrial disfrutaba de tanta respetabilidad, por lo menos aparentemente. No decan que lo que era bueno para la Carbide lo era tambin para Norteamrica y, por consiguiente, para el mundo? La aventura de la produccin de pesticidas en la que la empresa haba decidido embarcarse era coherente con su pasado y su experiencia. Su finalidad -librar a la humanidad de los insectos que le robaban su alimento- slo poda mejorar el prestigio que gozaba en el mundo entero.

5

Tres presidiarios a orillas del Hudson

Parecan jugadores de la Copa Davis en lugar de investigadores de laboratorio. Harry Haynes, de treinta y cuatro aos, y Herbert Moorefield, de treinta y seis, dos tipos atlticos, ejercan una profesin relativamente nueva. Eran doctores en entomologa. En julio de 1954, la direccin de Union Carbide alquil un ala de las instalaciones del Boyce Thompson Institute de Yonkers para acomodar a estos dos eminentes especialistas en insectos. Les reforz envindoles una de las personalidades ms brillantes de su centro de investigacin de South Charleston, el qumico Joseph Lambrech, de treinta y ocho aos. A estos tres superdotados, la empresa les encomend una misin de la mayor importancia: descubrir un producto capaz de exterminar una amplia gama de parsitos, respetando al mismo tiempo las normas que estaban en vigor sobre la proteccin y la seguridad del hombre y su entorno. Aquel verano, en el ltimo piso de la sede de la multinacional en Nueva York, nadie albergaba dudas: la compaa que consiguiera conciliar los dos objetivos se llevara el pastel del mercado mundial de los pes-ticidas. Lambrech dio un nombre de cdigo a su trabajo. Por comodidad, el Experimental Insecticide Seven Seven se convirti pronto en el Sevin.

El qumico examin todos los estudios de sus predecesores y se dedic con ahnco a combinar nuevas molculas con la esperanza de encontrar una que matase a los pulgones, ca-ros rojos y polillas noctuidas sin dejar en los vegetales y en el medio ambiente demasiados residuos txicos peligrosos para el hombre y los animales. Durante meses, sus colegas entomlogos ensayaron combinaciones sobre hojas, tallos y espigas infestadas por todo tipo de insectos. Los cientos de cajas y de jaulas del Boyce Thompson Institute eran como un zoo de lo infinitamente pequeo, un zoo de una riqueza inimaginable. Tambin existan hectreas de invernaderos donde se podan recrear todos los climas del planeta y en los que crecan una variedad sin lmite de plantas y de especies vegetales. Las grandes vitrinas servan para experimentar las distintas molculas, pulverizndolas sobre muestras de todo tipo de cultivos, con dosificaciones progresivas y desde todos los ngulos posibles. Los entomlogos Haynes y Moorefield depositaban sobre las superficies tratadas colonias de larvas, orugas y dems insectos criados en sus laboratorios. Cada hora vigilaban la agona de sus subditos. Recogan los cadveres sobre placas de laboratorio, los examinaban bajo el microscopio, y se entregaban a minuciosos anlisis sobre las plantas y los terrenos donde stas haban crecido con el fin de descubrir posibles restos de contaminacin qumica. Sus observaciones permitan afinar la puesta a punto, por su colega qumico, de una sustancia insecticida cada vez ms prxima al objetivo deseado. Al cabo de tres aos de encarnizadas investigaciones, el equipo elabor una combinacin de un derivado metilado del cido carbmico y del alfa naftol, en la forma de un polvo de cristales blanquecinos solubles en agua. Tres aos consagrados a cientos de experimentos, no slo sobre todas las especies de insectos conocidas, sino tambin sobre miles de ratas machos y hembras, sobre conejos, sobre palomas, peces, abejas, y has-

Era medianoche en Bhopal

47

ta sobre gambas y langostas. Una noche de julio de 1957, los tres presidiarios de Yonkers pudieron por fin brindar por el xito de su empresa con sus esposas Rita, Naomi y Vallah. Haba sido necesario eliminar al dios DDT, pero la agricultura no permanecera sin defensa frente al asalto de los bichos devorado-res. El Sevin, nacido a orillas del Hudson, sera pronto un arma a disposicin de los campesinos del mundo.

Carbide se apresur a inundar Norteamrica con folletos que ensalzaban el nacimiento de su producto milagroso. No faltaba nada en el concierto de alabanzas, y para subrayar claramente la ausencia total de toxicidad, unas fotografas mostraban a Herbert Moorefield, uno de los inventores del Sevin, probando algunos granos con el aire goloso de un nio lamiendo un trozo de chocolate. El Sevin -segn afirmaba la publicidad-protega una variedad infinita de cultivos: el algodn, las hortalizas, los limones, los pltanos, las pinas, las aceitunas, el cacao, el caf, los girasoles, el sorgo, la caa de azcar, el arroz... Se poda pulverizar sobre el maz, la alfalfa, las judas, los cacahuetes y la soja hasta el mismo da de la cosecha sin riesgo del ms mnimo residuo txico. Actuaba tanto sobre los insectos adultos como sobre los huevos y las larvas. Su eficacia era tal, que envenenaba hasta a los parsitos que se haban hecho resistentes a otros insecticidas. Pero su poder no se detena en los cultivos. Algunos gramos de Sevin vertidos alrededor de las viviendas o pulverizados sobre las paredes, la madera o los techos de las casas exterminaban mosquitos, cucarachas, chinches y otros agresores de la vida familiar. Adems, el Sevin tambin le ajustaba las cuentas a las pulgas, a los piojos y a las garrapatas de los perros, los gatos, y los animales de granja, sin poner su vida en peligro. En suma, el Sevin era la panacea mgica que ansiaba tener la nueva divisin de productos agr-

colas de la multinacional de Nueva York para multiplicar su facturacin. Nadie estaba tan convencido de ello como un joven ingeniero agrnomo argentino de veintinueve aos. Bien parecido, encantador, Eduardo Muoz era hijo de una buena familia de Buenos Aires. Haba escogido la agronoma por despecho, despus de haber suspendido las oposiciones a diplomtico. Al casarse con una atractiva norteamericana empleada en la Embajada de Estados Unidos, encontr en su ajuar la posibilidad de la ms bella invitacin a viajar hacia otros horizontes, la famosa carta verde que permita trabajar en el pas del To Sam. De las cincuenta respuestas recibidas despus de haber enviado su curriculum vitae, haba escogido la primera. Vena de Union Carbide. Un ao de prcticas en las diferentes sedes de la empresa con un salario mensual de 485 dlares haba hecho del apuesto argentino un autntico Carbider. El invento del Sevin le dara la oportunidad de ejercer sus extraordinarias dotes de vendedor. Mxico, Colombia, Per, Argentina, Chile, Brasil..., pronto no hubo ni un solo cultivador que ignorase los mritos del pesticida norteamericano. Ferias agrcolas, concursos de cosechas, encuentros con campesinos... Muoz estaba en todas partes con sus banderitas glosando la gloria del Sevin, con sus demostraciones sobre el terreno, sus distribuciones de regalos, sus tmbolas publicitarias. Pero pronto Centroamrica y Sudamrica se hicieron demasiado pequeas para el incansable viajante. Necesitaba encontrar otros espacios para saciar su pasin por vender.

6

El herosmo cotidiano del pueblo de los basts

Aqu, hermano, es ms barato hacer sudar a muerte a un tipo que alquilar un bfalo, declar Belram Mukkadam al padre de Padmini cuando ste regresaba de las obras en la va del ferrocarril que llevaba a Bhopal. El fuerte trepador de palmeras de Orissa trastabillaba por el cansancio. Durante todo el da haba transportado traviesas y rales de acero. Todos los culis reclutados por la direccin de los ferrocarriles eran inmigrantes como l, gentes a las que la miseria del campo haba obligado a exiliarse. Los primeros tiempos en ese trabajo fueron terribles. Ratna Nadar se senta cada da ms dbil, abatido por las nuseas, calambres, sudores y vrtigos. Sus msculos se derretan, y pronto le cost hasta mantenerse en pie. Padeca alucinaciones y pesadillas. Era vctima de lo que los especialistas llaman el sndrome del presidiario. No obstante, el poco arroz, las lentejas y el pescado que a veces compraba por la maana, antes de ir a trabajar, le estaban destinados. Es la tradicin entre los pobres de la India: se reserva la comida de la familia al rice earner, al que gana el arroz. Pero la falta de combustible impeda a veces a Sheela cocinar la comida de su marido. Fueron necesarias varias semanas para que Ratna sintiese que le volvan las fuerzas de nuevo. Slo entonces, toda la familia pudo comer casi a su antojo.

Para Padmini y su hermano Sunil, la brutal inmersin en el universo de una ciudad obrera superpoblada fue un trauma igual de penoso. Todos los das se topaban con espectculos que heran su sensibilidad de nios criados en el campo. -iSunil, mira! -grit una maana Padmini, mostrndole a su hermano una pandilla de nios que trepaban por la parte trasera de una locomotora detenida. -Van a robar pedazos de carbn -explic tranquilamente Sunil. -Son unos ladrones! -grit Padmini, furiosa por el hecho de que su hermano no compartiese su indignacin. Sus ojillos achinados se haban humedecido. Seca tus lgrimas, pequea. T tambin irs a robar carbn para hacer ladhus (1). Si no, tu madre no podr cocer nada para daros de comer. El hombre que acababa de hablar no tena dedos en la mano derecha. Padmini y sus padres aprenderan a conocer mejor y a respetar a aquel personaje del Orya bast. A los treinta y ocho aos, Ganga Ram era un superviviente de la lepra, esa enfermedad que se vive como una maldicin que afecta a cinco millones de indios. Despedido por el propietario del garaje de Bombay donde lavaba coches, Ram haba recalado un da en una sala comn del hospital Hamidia de Bhopal. Haba tenido la suerte de curarse, como lo atestiguaba el certificado que le entreg el mdico. Pero sin saber dnde vivir, se haba quedado siete aos en el pabelln de los contagiosos, haciendo pequeos favores a los pacientes y a las enfermeras. Se encargaba de las curas, del aseo de los incontinentes, administraba las lavativas y hasta pona inyecciones. Un da lo llamaron para transportar a una bella mujer de unos treinta aos y lumino(1) Bolitas de carbn y barro que sirven de combustible para cocinar los alimentos.

Era medianoche en Bhopal

51

sos ojos verdes que haba sido arrollada por un camin y tena las dos piernas rotas. Se llamaba Dalima. Fue un flechazo. En la sala comn, Dalima adopt a un hurfano de diez aos que haba sido encontrado medio muerto en una acera. Haba llegado al hospital en un furgn de la polica. Se llamaba Dilip. Despierto y alegre, aquel chico delgaducho, con el pelo muy corto, siempre dispuesto a hacer un favor, era la alegra de la sala comn. Unos das despus, el antiguo leproso, Dalima y el joven Dilip dejaron el hospital para desembarcar en el Orya bast, donde Belram Mukkadam les asign con su bastn un espacio para construir una chabola. Unos vecinos les trajeron bambes, planchas de madera y un trozo de tela, otros les dieron utensilios de cocina, un charpoi y un poco de ropa. Nuestro nico equipaje eran las muletas de Dalima, dijo Ganga Ram. Sobrevivieron durante meses gracias al desparpajo y al ingenio de Dilip, era l quien incitaba a los nios del barrio a hurtar trozos de carbn en las locomotoras. Una maana, convenci a Padmini para que fuese con l. -Hay que darse prisa, hermanita, porque los policas de los ferrocarriles estn al acecho. -Son malos? pregunt ingenuamente la muchacha. -Malos? -El chico rompi a rer-. Si te cogen, ms vale que les des un buen bakshish (2). Si no, te meten en un vagn y all... -Dilip hizo un gesto cuyo sentido la candida campesina no capt. Al regreso de la expedicin, la comadrona del barrio, la vieja Prema Bai, que viva en la choza de enfrente, dio un poco de paja y algunas cagarrutas de cabra a su joven vecina. -Aplastas el carbn con la paja y las cagarrutas, lo amasas todo durante un buen rato y luego haces bolitas que pones a secar -le dijo.(2) Propina, soborno.

Una hora ms tarde, Padmini aportaba triunfalmente el fruto de su labor a su madre. -Toma, mam, aqu estn los ladhus. Para que le hagas la comida a pap.

Para los campesinos acostumbrados al silencio del campo, el estrpito infernal de los trenes pasando al lado de sus chabolas fue una prueba difcil. Sin embargo, su existencia lata al ritmo del incesante vaivn de decenas de convoyes. Aprend a conocer sus horarios, a saber si venan puntuales o con retraso -contaba Padmini-. Algunos, como el Mngala Express, sacudan nuestras chabolas rugiendo en mitad de la noche. Era el ms terrible. El Shatabdi Express que iba a Delhi pasaba a principios de la tarde, y el Jammu Mail justo antes del anochecer. Los maquinistas se lo deban de pasar muy bien al aterrorizarnos con los silbidos de sus locomotoras. La proximidad de las vas aportaba a veces algunas ventajas. Cuando un semforo en rojo haca que el tren se detuviera a la altura de las chabolas, los maquinistas tiraban a los nios algunas monedas para que corrieran a comprarles unos pan (3). Solan quedarse con el cambio. Ojo al pisar entre los rales! -le recomend Dilip a Padmini-. Es all donde la gente va a hacer sus necesidades. Afortunadamente, las vas tambin estaban llenas de multitud de pequeos tesoros tirados por los viajeros: botellas, viejos tubos de pasta dentfrica, pilas gastadas, latas vacas, suelas de plstico, jirones de tela, trapos... Dilip negociaba el precio con un trapero que pasaba todas las semanas. La cosecha representaba hasta tres o cuatro rupias al da. Sobre los envoltorios de los paquetes de cigarrillos Magnet haba un grabado(3) Mascadura de betel.

Era medianoche en Bhopal

53

del Taj Mahal, el clebre mausoleo de Agr. Dilip y Sunil, el hermano de Padmini, recortaban la imagen para fabricar barajas de cartas que vendan en los andenes de la estacin. No olvidar nunca los trenes del Orya bast -deca Padmini-. Aportaban un poco de animacin y de alegra a nuestras difciles vidas. Una de esas alegras tena una causa sorprendente. Todas las maanas, la madre de Padmini y sus vecinos hacan cola a lo largo de la va del tren a la espera de la llegada del Punjab Express. Llevaban cntaros sobre la cabeza, cubos y palanganas, y en cuanto el tren se detena, se precipitaban hacia la locomotora. Que el gran dios te bendiga! -gritaban en coro al maquinista-. Nos abres el grifo? Cuando estaba de buen humor, el maquinista abra el grifo de su caldera para dejar correr en cada recipiente unos litros de agua caliente, un bien que muy pocos pobres disfrutaban en Bhopal.

7

Un valle norteamericano que reinaba en el mundo

Dilip tena vista: enseguida se dio cuenta de que la chabola levantada por Ratna Nadar y su familia no resistira los primeros ataques del monzn. -Hay que reforzar las viguetas que sostienen la techumbre -aconsej a Padmini. La muchacha hizo un gesto de impotencia. -No tenemos ni siquiera para comprar bastoncillos de incienso para el dios -suspir ella-. Los abuelos llevan tres das sin comer. Se niegan a sacrificar al loro. Dilip sac de su pantaln un billete de cinco rupias. -Toma -le dijo-, es un adelanto sobre la prxima caza del tesoro entre los rales del tren. Tu padre podr comprar dos bambes.

En la otra punta del mundo, en un verde valle de Virginia occidental, un equipo de ingenieros y de obreros de Union Carbide colocaba las vigas de una nueva fbrica destinada a convertirse en el buque insignia de la multinacional. El Kanahwa Valley era desde haca tiempo el feudo de la empresa del rombo azul y blanco. Curiosamente, su denominacin de valle

Era medianoche en Bhopal

55

mgico se deba a la ms banal de las riquezas: yacimientos de sal cuyas reservas alcanzaban casi un millar de toneladas. Desde la prehistoria, la sal atraa a hombres y animales. Las bestias salvajes se abran camino entre los bosques para llegar hasta los estanques salinos de la vera del ro. Los indios cazadores se lanzaban sobre las mismas pistas para conseguir la salmuera necesaria para la conservacin de sus presas. En el siglo xvn, la sal atrajo tambin a algunos valientes exploradores hacia aquella regin por lo dems inhspita. Pero el oro blanco no era la nica riqueza de ese valle mgico. Los primitivos bosques que lo recubran proporcionaban los materiales indispensables para la construccin de casas, botes, chalanas, barricas para el transporte de la sal, carretas, puentes, ruedas de molino. Toda una industria de la madera se afianz a lo largo del Kanahwa. Este ro ofreca a las mercancas y a los viajeros del valle una va privilegiada hacia el centro y el sur del pas, comunicando directamente con los estados de Ohio y del Mississippi. Al principio de la primera guerra mundial, las entraas del valle mgico revelaron que tambin encerraban fabulosas reservas energticas. El descubrimiento de petrleo, de carbn y de gas natural empuj al Kanahwa hacia la aventura de la industria qumica cuyos horizontes eran ilimitados. Los aos veinte haban visto desaparecer los bosques de la regin, que se recubrieron de otros bosques, metlicos stos, con chimeneas, torretas, incineradoras, depsitos, plataformas y tuberas. Estas nuevas fbricas pertenecan a gigantes como Dupont de Nemours, Monsanto o Union Carbide. Era all, en su sede del Institute y en su centro de investigacin de South Charleston, a algunos kilmetros de la pequea ciudad de Charleston, donde los ingenieros qumicos de Carbide haban inventado los innumerables productos innovadores que iban a transformar la vida de cientos de millones de habitantes del planeta. Convir-

tiendo la qumica en el comodn de la civilizacin cotidiana, contribuyeron a revolucionar campos tan distintos como los abonos, las medicinas, los textiles, los detergentes, las pinturas, los carretes fotogrficos... la lista no tena fin; pero esa revolucin tena un precio, porque la industria qumica no es una actividad como las dems. Se manipulan un gran nmero de sustancias que son tan peligrosas como las radiaciones producidas por la industria nuclear. El xido de etileno, componente con el que se fabrica un inofensivo anticongelante para coches, puede revelarse tan mortal como el polvo de plutonio. Uno de los componentes industriales ms corrientemente utilizados, el gas fosgeno, ms conocido como gas mostaza, haba asfixiado a miles de combatientes de la primera guerra mundial. El cido cianhdrico, un gas con olor a almendras amargas que forma parte de la fabricacin de ciertas medicinas, fue adoptado por un gran nmero de penitenciaras norteamericanas para la ejecucin de los condenados a muerte. En sus fbricas del Kanahwa Valley, slo Carbide produca doscientas sustancias qumicas, muchas de las cuales eran conocidas por su propensin a provocar cncer en los hombres y los animales, como el cloroformo, el xido de etileno, el acrilonitrilo, el benzeno y el cloruro de vinilo. Al igual que sus competidores, la empresa Carbide se esforzaba por preservar su reputacin dedicando importantes partidas de dinero a la seguridad del personal en los lugares de trabajo, as como a una poltica estricta de proteccin del medio ambiente. Eran incontables los certificados de buena conducta que se autoconcedan las empresas cuyos desechos txicos envenenaban, sin embargo, los verdes paisajes del Kanahwa Valley. A pesar de que se les daba gran publicidad en los medios de comunicacin, esos esfuerzos no alcanzaban siempre sus objetivos: Carbide se vio condenada a fuertes multas por haber vertido en el Kanahwa y en la atmsfera productos altamente

Era medianoche en Bhopal

57

cancergenos. Una encuesta realizada en los aos setenta revel que el nmero de casos de cncer diagnosticados entre los habitantes del valle era un 21 por ciento superior a la media nacional norteamericana. En concreto, las tasas de cncer de pulmn, de las glndulas endocrinas y de leucemia estaban entre las ms altas del pas. Un estudio realizado por el Departamento de Salud del estado de Virginia occidental precis que los habitantes de los barrios situados en el paso de los vientos que soplaban sobre las fbricas de South Charleston y del Institute presentaban dos veces ms tumores cancerosos que el resto de la poblacin de Estados Unidos. Estos resultados no impidieron que Carbide construyera en su sede del Institute una fbrica de ideas innovadoras dedicada a hacer todava ms competitiva la fabricacin del Sevin, el insecticida estrella que la empresa quera distribuir en el mundo entero. Este proyecto de alta tecnologa modificaba completamente el procedimiento puesto a punto por los tres investigadores del Boyce Thompson Institute que haban inventado el Sevin. Haca intervenir un procedimiento qumico que permita reducir los costes de produccin de manera sustancial, eliminando a la vez los desechos. El procedimiento de fabricacin consista en hacer reaccionar gas fosgeno sobre otro gas llamado monometilamina. La reaccin de estos dos gases originaba una nueva molcula, el isocianato de metilo. En una segunda etapa se combinaba el isocianato de metilo con alfa naftol, lo que produca el Sevin. El isocianato de metilo, ms conocido como MIC (de Methyl-Iso-Cyanate), es uno de los compuestos ms peligrosos jams concebidos por los aprendices de brujo de la qumica industrial. Los toxiclogos de Carbide lo haban experimentado en ratas de laboratorio. Los resultados se revelaron tan terrorficos que la empresa prohibi su publicacin. Otros experimentos permitieron comprobar la muerte casi inmediata de animales expuestos a los vapores del MIC; stos destruan

de manera fulgurante el aparato respiratorio, causaban cegueras irreversibles y quemaban la piel. Algunos toxiclogos alemanes se atrevieron a ir ms lejos, sometiendo a cobayas humanas voluntarias a nfimas dosis de MIC. A pesar de contar con la reprobacin de la comunidad cientfica, dichas experiencias permitieron determinar los grados de tolerancia de una exposicin al MIC, tal y como se hizo para establecer el grado de tolerancia a las radiaciones nucleares. Estas investigaciones fueron an ms tiles, ya que miles de obreros en todo el mundo se encontraban en contacto cotidiano con otros isocianatos parientes del MIC empleados en la fabricacin de innumerables productos a base de espumas sintticas, como los paneles aislantes, los colchones o los asientos de automviles. Gracias a su nueva fbrica, Carbide podra vender MIC a todas las empresas que utilizasen isocianatos pero que no desearan enfrentarse a los peligros de su fabricacin. Sobre todo, la empresa norteamericana podra vender Sevin en el mundo entero.

8

Una mujer cita bajo los asientos de los trenes de Bhopal

The Bhopal Tea-House. El rtulo tena gracia. Sus letras descoloridas adornaban la fachada de una chabola hecha con tablones de madera que se encontraba casi frente a la entrada del Orya bast. En medio de un olor nauseabundo a fritanga, servan el tradicional t con leche muy dulce, buuelos de harina de mijo, pimiento y cebolla picados, chapatis y otros tipos de tortitas. Pero lo esencial del comercio era el country liquor, un matarratas local hecho a base de visceras de animales fermentadas del que la tea-house despachaba diariamente decenas de litros. Un cartel en ingls adverta a los clientes que la casa no fiaba. You eat, you drink, you pay, you go (1), anunciaba. El propietario, un sij barrigudo de cejas muy pobladas, apareca pocas veces. A pesar de ser uno de los principales personajes locales, Pulpul Singh, de cuarenta y cinco aos, manifestaba su dominio en otro lugar y de otra manera. Era el usurero de los tres basts, profesin que ejerca protegido por las gruesas rejas de su casa nueva de dos pisos construida en medio de Chola. Reinaba como un buda frente a su caja fuerte Godrej, enmarcada por dos inmensos cromos del Templo de oro de Amritsar(1) Comes, bebes, pagas y te vas.

y del retrato del gur Nanak, el venerado fundador de su comunidad. Como todos los usureros del mundo, Pulpul Singh explotaba la miseria econmica de los pobres. Para cobrar sus prstamos, haba contratado a un delincuente evadido de una crcel de Punjab. Tocado con un turbante mugriento y siempre dispuesto a esgrimir su pual, protegido por la polica que sobornaba a cuenta de su jefe, Tara Singh, de treinta y cinco aos, era el terror de los pequeos acreedores. Era tan odiado que su jefe haba renunciado a confiarle la gerencia de su cafetn. En su lugar utilizaba al hombre ms respetado de la poblacin, Belram Mukkadam, cuyo bastn haba trazado el emplazamiento de la chabola de Padmini y de los dems habitantes. Fundador del comit de ayuda que luchaba contra las injusticias y las situaciones ms extremas de desamparo, Mukkadam era un personaje legendario. Llevaba treinta aos luchando sin descanso contra los funcionarios corruptos del municipio, contra los polticos turbios, contra los promotores inmobiliarios y, en general, contra todos los que buscaban acabar con los guetos del cin-turn norte de la ciudad. Gracias a l, la fecha del 18 de agosto de 1978 se hizo clebre en la historia de Bhopal. Ese da, dos mil pobres diablos encabezados por Mukkadam invadieron el parlamento local para exigir la anulacin de una orden de expulsin prevista para el da siguiente. Mukkadam consigui que los pobres levantaran la cabeza, consigui reforzar su espritu de resistencia; junt a su alrededor, sin distincin de religin, de casta ni de origen, a un equipo cohesionado, una especie de gobierno oculto de los barrios de chabolas. Aunque un abismo separaba a ese apstol de las prcticas srdidas del patrono que le empleaba, Mukkadam haba aceptado l gerencia de la Bhopal Tea-Shop porque esa actividad le proporcionaba un foro. Alrededor de las escasas mesas, que olan a alcohol, los vecinos podan discutir sus asuntos a la luz del da y organizar mejor las respuestas a los peligros que los acechaban.

Era medianoche en Bhopal

61

La chiquilla se abalanz hacia el hombre con mal aspecto que acababa de aparecer al fondo de la callejuela y que trastabillaba como un borracho. -Pap, pap! -gritaba ella corriendo hacia su padre. Sin duda haba pasado por la tea-house de Belram Mukkadam. l, que no beba nunca, haba tomado unos tragos de matarratas. Era seal de que algo grave haba ocurrido. Padmini se tir a sus pies. -Las obras del ferrocarril se han acabado mascull Ratna Nadar con pena-. Nos han echado. Ese da de invierno, ms de trescientos culis corrieron la misma suerte. Ninguna legislacin social protega a los trabajadores eventuales: se los poda despedir en cualquier momento sin notificacin previa ni indemnizacin. Para los Nadar, como para las dems familias, era un duro golpe. Mi padre busc desesperadamente un nuevo trabajo -contaba Padmini-. Todas las maanas se iba hacia Berasia Road con la esperanza de encontrar un tharagar que lo contratase durante unas horas o unos das para tirar de un carrito o cargar materiales. Pero aquel invierno no haba ninguna obra en la zona donde acampbamos. De nuevo, nuestras tripas se pusieron a rugir. Una noche en la que la familia se dispona a meterse en la cama sin haber ingerido el ms mnimo alimento, Sheela decidi dar una sorpresa a los suyos. Coloc en fila sobre el suelo de tierra todas las escudillas y las llen de un mejunje viscoso generosamente sazonado con curry. Tened cuidado y no os traguis los huesecillos, recomend. Todos entendieron. Haba guisado al loro. A la maana siguiente, Padmini vio aparecer de pronto a Dilip en el umbral de su vivienda.

-Si vienes conmigo, te prometo que nunca ms nadie pasar hambre en tu chabola -declar con autoridad. La chiquilla mir con inquietud la ropa remendada del chico. Su pantaln y su camisa estaban manchados de sangre. -Qu quieres decir? Dilip seal con un dedo el amuleto que llevaba al cuello. No tengas miedo. Con esto, no corremos ningn riesgo. Anduvieron entre los rales hacia la estacin. En el camino, Dilip se detuvo ante un montn de basura y empez a hurgar furiosamente en ella. -Mira, Padmini! -grit mientras esgrima dos escobitas que acababa de desenterrar-. Te van a hacer ganar muchas rupias. En la estacin, Dilip se encontr con los miembros de su pandilla. Hola, jefe! -dijo uno de los chavales, tambin armado con una escobita. No estamos de suerte, el tren de Delhi lleva retraso -anunci otro chico. -Y el de Bombay? -pregunt Dilip. Todava no se sabe nada -respondi un tercero, que llevaba un gorrito de musulmn en la cabeza. Los miembros del equipo pertenecan a todas las confesiones. Dilip present a Padmini a sus compaeros y todos movieron la cabeza en signo de admiracin. -Con una mujercita tan guapa vamos a ganar una fortuna! dijo, rindose, el mayor. El ruido de un silbato interrumpi los comentarios y puso a la pandilla en estado de alerta. Dilip cogi a Padmini de la mano y todos saltaron a la va para volver a subir por el otro andn. El hombre que haba tocado el silbato era un inspector de la polica del ferrocarril. l y otro polica se disponan a perseguir a la pandilla cuando Dilip alz el brazo. Ya voy! -grit.

Era medianoche en Bhopal

63

Saltando por encima de los rales con agilidad felina, alcanz a los policas. Padmini vio cmo su compaero sacaba un billete del bolsillo de su pantaln y lo entregaba discretamente al inspector. Aquel tipo de transaccin era corriente. En ese momento lleg el tren de Delhi. Los miembros de la pandilla se colocaron a lo largo de todo el andn para repartirse los diferentes vagones. Dilip empuj a Padmini hacia la primera puerta abierta y le indic la serie de banquetas donde se api-fiaban los viajeros. -Te pones a cuatro patas, y te arrastras con la escobita para recoger todo lo que encuentres -le indic-. Pero tienes que darte prisa. Tenemos que bajar en la prxima parada para volver a Bhopal. Padmini se desliz bajo la primera banqueta con el frenes de un buscador de oro. De repente, entre los pies de un viajero, descubri un pedazo de chapati. Tena tanta hambre que me abalanc sobre l y me lo zamp -confes-. Afortunadamente, la gente tambin haba tirado pieles de pltano y mondaduras de naranja. La pequea barrendera no tard en hacer otros descubrimientos. En la primera parada hicieron el inventario de sus hallazgos. -Adivina lo que tengo en la mano! dijo ella, colocando su puo cerrado bajo los ojos del chico. -Un diamante gordo como el corcho de una botella! -Tonto! -dijo Padmini, rindose, mientras abra la mano que encerraba dos paisas, lo justo para comprar dos bidis a su padre. -Estupendo! -aadi Dilip, extasiado, sacando un calcetn, una pila gastada, una sandalia y un cucurucho de papel de peridico lleno de cacahuetes-. Se lo pasar a mi trapero. Se podran sacar unas tres o cuatro rupias. Por la noche, el hijo de Dalima entreg un billete de diez rupias a su joven cmplice. Haba redondeado generosamen-

64

Dominique Lapierre / Javier Moro

te la cantidad recibida del trapero. Padmini estuvo largo rato acariciando el billete. Y luego suspir: -Estamos salvados!

Padmini acab teniendo sus trenes favoritos y conociendo a todos sus cobradores. Algunos, cuando se la encontraban a rastras con su escobita o en los pasillos, le daban una o dos rupias y, de vez en cuando, una galleta. Pero tambin haba big dadas (2) en la estacin de Bhopal. Siempre estaban buscando pelea, e intentaban apoderarse de la cosecha de los barrenderos. Estaban compinchados con los policas, y si Dilip no les entregaba diez o quince rupias, sacaban sus porras. A menudo conseguan quitarnos todo lo que habamos juntado durante el da -deca Padmini-. Entonces me tocaba volver a casa con las manos vacas y mi madre y mi hermano Sunil se echaban a llorar. A veces, cuando los trenes se retrasaban, pasaba la noche con Dilip y su pandilla en la estacin. Cuando haca mucho fro, Dilip encenda una hoguera en el andn y nos tumbbamos cerca de las llamas para dormir hasta la llegada del prximo convoy. Tambin de vez en cuando tenamos que dormir en otras estaciones, en Nagpur, en Itarsi, en Indore, a la espera de que un tren nos devolviera a Bhopal. Fue en una de esas estaciones donde Dilip y sus compaeros perdieron, una noche de invierno, a su amiga adivasi.(2) Truhanes.

9

Un veneno con olor a col hervida

Peligro mortal en caso de inhalacin! La advertencia se poda leer en etiquetas ilustradas con dos tibias cruzadas y una calavera. Estaba reproducida en carteles y en las pginas impresas de un manual de instrucciones, y se diriga a los fabricantes, a los transportistas y a los usuarios del MIC, el isocianato de metilo, que permitira a Carbide fabricar Sevin a bajo coste, el pes-ticida que iba a inundar el mundo. Dicha molcula tena un carcter tan irascible que le bastaba entrar en contacto con algunas gotas de agua, o algunos gramos de polvo de metal, para desencadenar una reaccin de una violencia incontrolable. Para evitar una explosin, el MIC deba mantenerse permanentemente a una temperatura cercana a los cero grados. Por tanto, era necesario prever la perfecta refrigeracin de los depsitos destinados a contenerla. Adems, todas las instalaciones de almacenamiento deban estar equipadas con aparatos de descontaminacin e incineradoras capaces de neutralizarla o quemarla en caso de fuga accidental. El transporte del isocianato de metilo el MIC era objeto de extraordinarias precauciones. Los conductores de los camiones de reparto de metilo deban evitar obligatoriamente los itinerarios con demasiado trfico, rodear las ciudades y los pueblos, y detenerse tan pocas veces como fuera posible. En caso de repentina que-

86

Dominique Lapierre / Javier Moro

mazn en los ojos deban precipitarse a la primera cabina telefnica para marcar el indicativo HELP (1), seguido de las cifras 744 34 85, el nmero de urgencias de Carbide. Acto seguido, t