Dossier de prensa europea El ciclista de Chernóbil Javier ...

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Dossier de prensa europea El ciclista de Chernóbil Javier Sebastián Italia http://www.guanda.it/scheda.asp?editore=Guanda&idlibro=7385&titolo=IL+CI CLISTA+DI+CERNOBYL Alemania http://www.wagenbach.de/buecher/titel/837-der-radfahrer-von- tschernobyl.html Francia http://www.editions-metailie.com/fiche_livre.php?id_livre=1502

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Dossier de prensa europea

El ciclista de Chernóbil Javier Sebastián

Italia http://www.guanda.it/scheda.asp?editore=Guanda&idlibro=7385&titolo=IL+CI

CLISTA+DI+CERNOBYL

Alemania http://www.wagenbach.de/buecher/titel/837-der-radfahrer-von-

tschernobyl.html

Francia http://www.editions-metailie.com/fiche_livre.php?id_livre=1502

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http://www.buecher.de/shop/buecher/der-radfahrer-von-tschernobyl/sebastan-javier/products_products/content/prod_id/34532337/#richcontent_8857477 BESPRECHUNG  VON  30.10.2012  

FLORIAN  BORCHMEYER  

Bailemos en una Pompeya radioactiva Javier Sebastián se adentra con la novela El ciclista de Chernóbil en la zona de exclusión contaminada. El resultado es una angustiosa mezcla de realidad y ficción. Una singular combinación de horror y fascinación se adueñó del fotógrafo canadiense Robert Polidori cuando en 2001, embozado en pesada ropa protectora, penetró con su cámara en la zona de exclusión de Chernóbil para retratar lo que quedó tras la catástrofe nuclear. Sus fotos de Pripiat, la ciudad más cercana al reactor accidentado, revelan una especie de Pompeya radiactiva: hospitales, escuelas y viviendas donde todo había quedado tal y como lo dejaron sus antiguos moradores en su huida: Un periodo de quince años preservado en una instantánea… no por la lava, sino por el miedo a la radiación. En su novela El ciclista de Chernóbil Javier Sebastián añade una vuelta de tuerca de horror al guión, pues puebla esa ciudad fantasma con personas. Describe a los que han regresado a Pripiat, los que se han infiltrado más allá del puesto de policía para exponer voluntariamente su corta vida a la radiación mortal. Náufragos, perseguidos, desengañados, que no podían encontrar su lugar en el mundo supuestamente habitable. «Retirados para morir» y por ello tolerados por la milicia, como se los denomina en los esporádicos artículos de prensa. Samosjoly, «reasentados», es el nombre oficial de esas existencias marginales. Entre tanto, la zona catastrófica ha sido durante mucho tiempo un parque temático de aventura ampliamente documentado para el turismo de masas occidental. Así, los personajes de la novela actúan a veces como entrevistados y figurantes. Sin embargo, Sebastián consigue con éxito dar voz a esas personas de la zona de exclusión. La atención se centra en el destino de Vasia, conocido como el ciclista de Chernóbil. En su vida anterior fue en tiempos uno de los ingenieros nucleares más prestigiosos de la Unión Soviética. Por eso fue convocado a Chernóbil en abril de 1986 por el Gobierno, para evitar el colapso del reactor averiado. La traumática experiencia le hizo cambiar de bando: pasó a ser un detractor de la energía nuclear y fundó Belrad, un instituto independiente para facilitar la supervivencia a las víctimas de la radiación por medio de un aparato patentado por él que podía medir la

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radiación en los cuerpos. Pero tanta generosidad granjea enemigos: El régimen postsoviético lo vigila estrechamente, lo persigue y finalmente lo amenaza, hasta que se da cuenta de que sólo le queda un destino: la contaminada ciudad fantasma de Pripiat, donde sus acosadores lo abandonan a su suerte. Lo que a priori podría parecer el exilio más inhumano, resulta ser un extraño islote idílico más allá del tiempo y el espacio. El que se retira ahí sabe que el mundo exterior no tiene ya nada que ofrecerle. Esto hace que surja entre los escasos habitantes de Pripiat un sentimiento de autoafirmación: todos ellos, «héroes de la radiación ionizante», se enfrentan a la muerte, para arrancar dulzuras insospechadas a un lugar hostil: tienen acceso ilimitado a cines, hoteles, teatro, las mejores viviendas. Con contadores Geiger importados secretamente se pueden encontrar terrenos no irradiados en los que cultivar verduras. Por otro lado, la vida social de la ciudad se caracteriza por la lucha en común contra los saqueadores y las adversidades de la vida cotidiana a través de una solidaridad que todos los que allí viven han buscando en vano en el mundo exterior. Hasta ha regresado una prostituta, que se ha acostumbrado al olor corporal de sus pretendientes, causado por las enfermedades que la radiación genera. Lo atractivo de la narración de Sebastián radica en este fino desarrollo de un mundo paralelo realmente imposible, que fluctúa entre lo irreal y lo auténtico. Al mismo tiempo, se plantea la pregunta de qué surge de la realidad y qué de la fantasía. El autor español propone a sus lectores un juego ambivalente y calculado. La trama se inserta en el marco inconfundible de una historia de ficción: la de un funcionario español de la Comisión de Pesas y Medidas, el narrador en primera persona del libro. Éste acude a París a una conferencia y allí se ve acusado por error de haber abandonado a su padre en un restaurante de comida rápida, y bajo amenaza de persecución penal se le conmina a que asuma su cuidado. Pronto se descubre que el anciano desorientado no es otro que Vasia, el físico nuclear bielorruso, huido a Francia como exiliado. Sebastián sigue el rastro de su protegido por vericuetos tortuosos entre Minsk, París, Madrid y Pripiat. Sin embargo, se arroja algo de luz ―basada en una investigación con notas a pie de página y enlaces web de referencia― sobre la para nada ficticia maquinaria encubridora del régimen soviético y sus «gulags nucleares», que cobrará aún más impulso tras el colapso de la Unión Soviética. Por otro lado, el «reasentado» Vasia se erige en auténtico símbolo de la lucha contra la energía nuclear. Ya desde la primera página del libro se señala que la novela se basa en parte en la vida del físico nuclear Vasili B. Nesterenko, fallecido en Minsk en agosto de 2008. Detalles fidedignos y plenamente verificables, como el discurso de aceptación del premio de la paz de Bremen 2006 pronunciado por Nesterenko ―que se cita literalmente― sirven para revestir de autenticidad los hechos. Esa ambigua oscilación entre lo documental y lo ficticio, sello distintivo del autor, que hace tiempo que cosecha éxitos en España, resulta fascinante desde el punto de vista literario. Sin embargo, existe una debilidad conceptual: la historia de ficción en torno al personaje del funcionario es inconsistente en sus detalles. Resulta poco verosímil que en nuestro presente europeo obsesionado por el control, un bielorruso sin identidad explicable ni pasaporte, que ha entrado ilegalmente en el Espacio Schengen, pueda volar de Madrid a París, alojarse en hoteles e incluso ser identificado como ciudadano español. Pero por encima de todo, la estrategia narrativa se opone a las evidentes pretensiones políticas en el camino de un texto narrativo tan poético como emocionante que trata de

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desenmascarar los mecanismos reales del lobby de la energía atómica. Después de que su portavoz despachase las críticas, tildándolas de teoría de la conspiración, todo son ficciones erróneas: En última instancia, tampoco queda claro al lector hasta qué punto las revelaciones sobre la propia destrucción de la planta nuclear no son un mero juego literario. Después de todo, una de las estrategias clásicas de autenticación de la literatura fantástica consiste en apelar a fuentes cinetíficas.

FLORIAN  BORCHMEYER  

Javier  Sebastián:  Der  Radfahrer  von  Tschernobyl.  Roman.    

Alle  Rechte  vorbehalten.  ©  F.A.Z.  GmbH,  Frankfurt  am  Main        

Lasst uns tanzen im radioaktiven Pompeji Javier Sebastián dringt in dem Roman "Der Radfahrer von Tschernobyl" in die

verseuchte Sperrzone ein. Das Ergebnis ist ein beklemmender Mix aus Wahrheit und Fiktion. Für eine eigenartige Mischung aus Grauen und Faszination sorgte der kanadische Fotograf Robert Polidori, als er sich 2001, in schwere Schutzkleidung gehüllt, mit seiner Kamera in die Sperrzone von Tschernobyl aufmachte, um zu porträtieren, was nach der Reaktorkatastrophe übrig blieb. Seine Bilder aus Prypjat, der dem Havariereaktor nächstgelegenen Stadt, ließen eine Art radioaktives Pompeji entdecken: Krankenhäuser, Schulen und Wohnungen, in denen alles geblieben war, wie es von den fliehenden Bewohnern zurückgelassen wurde: Fünfzehn Jahre lang in einer Momentaufnahme konserviert - nicht durch Lavaschichten, sondern durch die Angst vor der Strahlung. In seinem Roman "Der Radfahrer von Tschernobyl" fügt Javier Sebastián dem Szenario einen weiteren Dreh des Schauderns hinzu: indem er die Geisterstadt mit Menschen bevölkert. Er schildert Rückkehrer nach Prypjat, die sich an den Milizposten vorbeigeschlichen haben, um sich freiwillig einem kurzen Leben in der tödlichen Strahlung auszusetzen. Gestrandete, Verfolgte, Enttäuschte, die in der vermeintlich bewohnbaren Welt ihren Platz nicht finden konnten. "Zum Sterben zurückgezogen" und deshalb von der Miliz geduldet, wie es in den vereinzelten journalistischen Artikeln dazu heißt. Samosjoly, "Selbstumsiedler", heißen die Marginalexistenzen offiziell. Inzwischen ist das Katastrophengebiet längst ein vielfach dokumentiertes Abenteuergelände für den westlichen Massentourismus. So fungieren die Figuren im Roman zuweilen als Interviewgeber und Statisten. Und doch gelingt es Sebastián, diesen Menschen in der Sperrzone eine Stimme zu geben. Im Zentrum steht das Schicksal von Wasja, genannt der "Radfahrer von Tschernobyl". In seinem früheren Leben war er einmal einer der bedeutendsten Nuklearingenieure der Sowjetunion. Deshalb wurde er im April 1986 von der Regierung nach Tschernobyl zitiert, um die Kernschmelze im havarierten Reaktor zu verhindern. Das traumatische Erlebnis ließ ihn die Seiten wechseln: Er wurde zum Atomkraftgegner und gründete das unabhängige Institut Belrad, um den Strahlenopfern durch ein selbstentwickeltes Gerät zur Strahlenmessung im Körper das Überleben zu ermöglichen. So viel Selbstlosigkeit schafft Feinde: Das postsowjetische Regime lässt ihn beschatten, verfolgen, schließlich wird er bedroht, bis er nur noch ein Fluchtziel weiß: die kontaminierte Geisterstadt Prypjat, wo die Häscher von ihm ablassen. Was als unmenschlichster aller Exilorte erscheinen mag, entpuppt sich als eine befremdlich idyllische Insel jenseits von Raum und Zeit. Wer sich hierhin

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zurückzieht, weiß, dass ihm die Welt draußen nichts mehr zu bieten hat. Das lässt unter den wenigen Bewohnern von Prypjat ein Gefühl der Selbstbehauptung entstehen: Sie alle, "Helden der ionisierenden Strahlung", stellen sich dem Tod entgegen, um einem lebensfeindlichen Raum eine ungeahnte Süße abzuringen: Kinos, Hotels, Theater, die besten Wohnungen stehen ihnen uneingeschränkt zur Verfügung. Mit heimlich importierten Geigerzählern lässt sich unverstrahlter Boden finden, wo man Gemüse anbauen kann. Auch das soziale Leben der Stadt ist durch den gemeinsamen Kampf gegen Plünderer und die Widrigkeiten des Alltags durch eine Solidarität geprägt, die jeder hier in der Außenwelt vergeblich gesucht hat. Auch eine Prostituierte ist zurückgekehrt, die sich an den durch die Strahlenkrankheit verursachten Körpergeruch ihrer Freier gewöhnt hat. Dies feine Entwickeln einer eigentlich unmöglichen, zwischen Irrealität und Authentizität schwebenden Gegenwelt macht den Reiz von Sebastiáns Erzählen aus. Gleichzeitig wirft es die Frage auf, was davon der Wirklichkeit entspringt und was der Phantasie. Hier treibt der spanische Autor ein kalkuliertes, ambivalentes Spiel mit seinen Lesern. Eingebettet wird die Handlung in eine unverkennbar fiktive Rahmenhandlung um einen spanischen Funktionär der Kommission für Maße und Gewichte: dem Ich-Erzähler des Buchs. Irrtümlich wird ihm bei einer Konferenz in Paris unterstellt, seinen pflegebedürftigen Vater in einem Fast-Food-Restaurant ausgesetzt zu haben, und unter Androhung von Strafverfolgung wird er aufgefordert, sich seiner anzunehmen. Bald entpuppt sich der desorientierte Greis als der ins französische Exil geflohene weißrussische Kernphysiker Wasja. Auf allzu verschlungenen Wegen verfolgt Sebastián die Spur seines Schützlings zwischen Minsk, Paris, Madrid und Prypjat. Ans Licht tritt dabei aber - gestützt auf Recherchen mit Referenzfußnoten und verweisenden Links - die keineswegs fiktive Vertuschungsmaschinerie des sowjetischen Regimes und ihres "nuklearen GuLag", die auch nach dem Zerfall der Sowjetunion weitergetrieben wird. Zudem ist der Umsiedler Wasja eine reale Symbolfigur des Kampfes gegen die Kernkraft. Schon auf der ersten Seite des Buchs ist vermerkt, dass der Roman in Teilen auf dem Leben des Kernphysikers Wassili B. Nesterenko basiert, der im August 2008 in Minsk verstorben ist. Belegbare Detailtreue wie die wörtlich zitierte Laudatio zur Verleihung des Bremer Friedenspreises 2006 an Nesterenko soll die Authentizität des Geschehens evozieren. Dies doppelbödige Changieren zwischen Dokumentarischem und Fiktionalem, einem Markenzeichen des in Spanien bereits seit längerem erfolgreichen Autors, ist literarisch faszinierend. Dennoch gibt es eine konzeptionelle Schwachstelle. Denn die erfundene Handlung um die Figur des Funktionärskarrieristen ist im Detail unstimmig. Dass in unserer kontrollwütigen europäischen Gegenwart ein illegal ins Schengen-Gebiet eingereister Weißrusse ungeklärter Identität und ohne Ausweise von Madrid nach Paris fliegen, sich in Hotels einquartieren und gar als spanischer Staatsbürger identifiziert werden kann, ist unwahrscheinlich. Vor allem aber steht die Erzählstrategie dem offenkundigen politischen Anspruch entgegen, auf dem Weg eines poetischen wie spannenden Erzähltextes die realen Mechanismen der Atomlobby zu entlarven. Nachdem deren Wortführer Kritiken gern als Verschwörungstheorie abtun, arbeiten ihnen fehlerhafte Fiktionen zu: In letzter Instanz bleibt für den Leser nicht greifbar, in welchem Maße auch die Enthüllungen über das Vernichtungswerk der Atomkraft selbst bloß ein literarisch Spiel sein könnten. Immerhin gehört die Berufung auf wissenschaftliche Quellen zu den klassischen Beglaubigungsstrategien der phantastischen Literatur.

FLORIAN BORCHMEYER

Javier Sebastián: "Der Radfahrer von Tschernobyl". Roman. Aus dem Spanischen von Anja Lutter. Verlag Klaus Wagenbach,

Berlin 2012. 224 S., geb., 19,90 [Euro]. Alle Rechte vorbehalten. © F.A.Z.    GmbH, Frankfurt am Main

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Personas indestructibles Reseña de Gregor Ziolkowski

http://www.dradio.de/dkultur/sendungen/kritik/1728144/ El escritor español describe la vida en la «zona muerta» alrededor de la central nuclear de Chernóbil. Su novela es una obra maestra, una visión sin sentimentalismos de una catástrofe que causó muchas víctimas. Difícilmente podría ser más contrastante la asociación de ideas: «Chernóbil», paradigma de desastre nuclear del siglo XX, símbolo del hundimiento de un sistema enfermo y acabado, rasero del manejo manipulador por parte de un poder decadente de una situación apocalíptica que costó la salud o la vida a muchas personas. Y al lado de eso, una actividad como «montar en bicicleta», que en ese contexto aparece como algo bastante incongruente, cuando no completamente obsceno. ¿Resulta concebible que alguien pueda pedalear despreocupadamente por la zona cuando ha sucedido ―o está sucediendo― allí mismo una de las catástrofes más memorables? Pues sí, así es, aunque no hay lugar para la alegría

en este texto. La novela de Javier Sebastián combina una serie de elementos que a bote pronto nadie podría imaginar susceptibles de ser reunidos. Lo más evidente de la novela es la historia del físico nuclear Vasili Nesterenko, una eminencia en su terreno a quien se encomienda resolver o contener las consecuencias del accidente. El autor expone con gran pericia desde los acontecimientos y la evolución del antes y el después del accidente del reactor hasta la descabellada teoría según la cual un servicio de inteligencia de occidente podría haber provocado el desastre. Bastante insólito para una novela es el hecho de que el autor cite sus fuentes a pie de página, entre las que hay tanto publicaciones impresas como páginas web. Los personajes y cifras que se manejan corresponden en su mayoría a personas auténticas, la novela muestra claros tintes de libro de no ficción. Arriesgado en su planteamiento, prácticamente en el estilo de un thriller político, se lleva a cabo el relato de las circunstancias que llevaron a este científico a permanecer ―aun después de que la radiación atómica la devastara― en la «zona muerta», la ciudad bielorrusa

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de Pripiat, fantasmal y en gran parte despoblada, para prestar ayuda como ciclista a los pocos que allí se quedaron. No explica este giro de los acontecimientos su vocación de samaritano, sino más bien su labor como científico que se esfuerza por esclarecer, documentar e investigar los sucesos en torno a la catástrofe de Chernóbil. Pero los gobernantes de la era postsoviética no están muy interesados en ello. Lo someten a una presión creciente. Cuando ve amenazada su vida por un dudoso perseguidor, se esconde en la «zona muerta», donde se topa con un mundo lleno de sufrimiento, pero también lleno de una energía vital y actividad indestructibles. Al final se las arregla para escapar a París. Allí irrumpe por pura casualidad en el entorno del narrador, quien reconstruye con oficio detectivesco la historia de este anciano misterioso y algo aturdido, que luego prosigue cuando este ciclista regresa huyendo a aquella «zona muerta» de Pripiat, que continúa siendo el lugar de su fatal destino. La novela de Javier Sebastián es una obra maestra de la representación: de una catástrofe, un destino, una tragedia vital que concita múltiples actores y afectados. Narrada de modo bastante poco sentimental y con el adecuado distanciamiento, esta novela llama poderosamente nuestra atención sobre el hecho de que los partes aparecidos en los medios de comunicación contenían historias de carne y hueso, que distan mucho de haber terminado sólo porque ya no se hable de ellas

Gregor  Ziolkowski  

Javier  Sebastián:  Der  Radfahrer  von  Tschernobyl  Aus  dem  Spanischen  von  Anja  Lutter  Verlag  Klaus  Wagenbach,  Berlin  2012  220  Seiten  

  12.04.2012

Ein Schild warnt in der Nähe von

Tschernobyl vor dem Verzehr von gesammelten Beeren und Pilzen (Bild: AP)

Unverwüstliche Menschen Javier Sebastián: "Der Radfahrer

von Tschernobyl", Verlag Klaus Wagenbach, 220 Seiten Der spanische Autor

beschreibt das Leben in der "Todeszone" rund um das Atomkraftwerk Tschernobyl. Sein Roman ist ein Meisterwerk der unsentimentalen Vergegenwärtigung einer Katastrophe, die viele Betroffene einschließt.

Gegensätzlicher könnte die Paarung kaum sein: "Tschernobyl", der Inbegriff einer Reaktorkatastrophe aus dem 20. Jahrhundert, Sinnbild des

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Untergangs eines zerrütteten, maroden Systems, Chiffre nicht zuletzt für den manipulativen Umgang einer dekadenten Macht mit einer apokalyptischen Situation, die dann viele Menschen das Leben oder die Gesundheit kosten sollte. Und dazu eine Beschäftigung wie "Radfahren", die in diesem Zusammenhang ganz unpassend, ja geradezu obszön anmutet. Ist es vorstellbar, dass jemand heiter strampelnd durch die Gegend radelt, während sich genau dort eine der denkwürdigsten Katastrophen abspielt oder abgespielt hat? Ja, das ist es, auch wenn von Heiterkeit keine Rede sein kann in diesem Text. Javier Sebastiáns Roman vereint etliche Elemente, die man auf Anhieb nicht nebeneinander vermuten würde. Am einleuchtendsten für einen Roman ist die Geschichte des Atomphysikers Wassili Nesterenko. Als Koryphäe auf seinem Gebiet wird er zur Bewältigung oder Eindämmung der Folgen des Unglücks herangezogen. Mit großer Sachkenntnis breitet der Autor die Geschehnisse und Entwicklungen vor und nach dem Reaktorunfall aus, bis hin zu abenteuerlichen Theorien, wonach ein westlicher Geheimdienst die Katastrophe ausgelöst haben könnte. Eher ungewöhnlich für einen Roman ist der Umstand, dass der Autor in Fußnoten seine Quellen zitiert, unter denen sowohl gedruckte Publikationen als auch Weblinks sind. Die handelnden Figuren sind in der Mehrzahl authentische Personen, der Roman hat hier deutliche Züge eines Sachbuches. Abenteuerlicher, geradezu in der Manier eines politischen Thrillers gehalten ist die Schilderung der Umstände, die diesen Wissenschaftler dazu brachten, auch nach der Verheerung durch die atomare Strahlung in der "Todeszone", der gespenstischen und weitgehend entvölkerten weißrussischen Stadt Pripjat, zu bleiben, um als jener Radfahrer den wenigen Verbliebenen Hilfe zu leisten. Nicht die Berufung zum Samariterdasein erklärt diese Wendung, vielmehr sein Wirken als Wissenschaftler, der an Aufklärung, Dokumentation und Untersuchung des Geschehens um die Tschernobyl-Katatstrophe bemüht ist. Auch den postsowjetischen Machthabern ist daran wenig gelegen. Sie setzen ihn zunehmend unter Druck. Als er durch dubiose Verfolger sein Leben bedroht sieht, versteckt er sich in der "Todeszone", wo er auf eine Welt voller Leid, aber auch voller unverwüstlicher Lebensenergie und Aktivität trifft. Schließlich gelingt es ihm, nach Paris zu fliehen. Hier gerät er durch einen reinen Zufall ins Umfeld des Ich-Erzählers, der die Geschichte dieses rätselhaften und etwas verwirrten älteren Mannes in detektivischer Arbeit rekonstruiert und sie auch dann weiter verfolgt, als dieser Radfahrer fluchtartig zurückkehrt in jene "Todeszone" von Pripjat, die sein Schicksalsort bleiben soll. Javier Sebastiáns Roman ist ein Meisterwerk der Vergegenwärtigung - einer Katastrophe, eines Schicksals, einer Lebenstragödie, die viele Beteiligte und Betroffene einschließt. Ganz unsentimental und mit gebührender Distanz erzählt, macht dieser Roman mit großer Intensität darauf aufmerksam, dass die Unglücksmeldungen aus den Medien Geschichten aus Fleisch und Blut enthalten und längst nicht vorbei sind, wenn kaum mehr über sie gesprochen wird. Besprochen von Gregor Ziolkowski Javier Sebastián: Der Radfahrer von Tschernobyl Aus dem Spanischen von Anja Lutter Verlag Klaus Wagenbach, Berlin 2012 220 Seiten, 19,90 Euro

 

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oir vers le doux visage de Manon '

 12-­‐09-­‐2013  

 

Eric  Chevillard:  

 "Un   livre   terrible  et   très  étonnant   (...)  auquel   je  ne  connais  pas  d'équivalent  qui allie  la  plus  grande  rigueur  historique, documentaire à  la  plus  folle  liberté  d’invention".  

"Ce livre   lucide   et   douloureux   -­‐  mais   qui   attrape   aussi   quelque   chose   de   la  démesure russe   -­‐   ne  manquera  pas  de  développer chez   le   lecteur,   a  défaut  des  anticorps  qui le  prémuniraient  contre   la  contamination prochaine,   cette  conscience  du  pire  qui  est le  premier  stade  de  la  révolte".

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Der Radfahrer von Tschernobyl (Novela) Pedalear contra el olvido 25/07/2012 Por Jutta Person http://www.sueddeutsche.de/kultur/roman-der-radfahrer-von-tschernobyl-in-die-pedale-treten-gegen-das-vergessen-1.1421411 En la zona hay vida: El escritor Javier Sebastián imagina a un físico nuclear pedaleando por Chernóbil. Su novela acerca de la ciudad fantasma y sus habitantes ocultos describe un escenario de crímenes encubiertos, pero también la fascinación que emana de la fugacidad humana. Las ciudades fantasmas son máquinas de deseo. Con el poder de la cotidianeidad otrora floreciente atraen hacia ellas a supervivientes y curiosos, investigadores y saqueadores. La zona, en un tiempo habitada y posteriormente abandonada, desasosiega y fascina por igual, quizá porque las almas de sus antiguos moradores aún permanecen allí. Cuando chirrían las norias oxidadas, cuando los árboles revientan las aceras y los perros asilvestrados merodean por las calles desiertas, cuando los pisos se convierten en guaridas y se pudren los muebles volcados en la huida precipitada, entonces las cosas, las plantas y los animales dicen: Así podría sucederle también a vuestra arrogancia. Porque esas catástrofes capaces de convertir una ciudad en una zona desierta se deben casi siempre a la mano del hombre. Esto resulta aplicable bastante bien a Pripiat, la ciudad fantasma situada a cuatro kilómetros de la central nuclear de Chernóbil. El escritor español Javier Sebastián ha situado dicho enclave en el centro de una novela en la que realidad y ficción se unen de manera maravillosa. Porque, por supuesto, Pripiat no sólo es una zona mítica de memento mori, sino sobre todo un

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lugar muy real, escenario de crímenes encubiertos: desde el desastre nuclear del 26 de abril de 1986 hasta las mentiras con las que se minimizó la magnitud del hecho y con las que se justificaron innumerables muertes por radiación, así como daños a millones de seres humanos en un perímetro más extenso. Aquellos científicos que contradijeron las declaraciones de las autoridades fueron silenciados. Tal es el caso de Vasili Nesterenko, físico nuclear bielorruso que consagró su vida a las víctimas, fundó el Instituto no gubernamental Belrad para la seguridad radiológica y fue amenazado de muerte por las autoridades bielorrusas. Nesterenko, que en 2005 fue galardonado con el Premio de la Paz de Bremen, es el «ciclista de Chernóbil» que da nombre a la novela de Sebastián. El escritor convierte su meticulosa investigación en una descripción conmovedora y densamente literaria de la zona y sus habitantes ocultos. A ello suma otro exitoso artificio narrativo: Sebastián urde una trama narrativa hispano-francesa, que reúne a un narrador anónimo en primera persona con Nesterenko. El apocalipsis del este alcanza a la plácida Europa central. Desafiando la depresión, la enfermedad, el frío y los saqueadores París, un restaurante de comida rápida, finales de 2009: El anónimo narrador español en primera persona se fija en un anciano desaliñado que a todas luces ha sido abandonado. Se lo lleva consigo, lo que complica sumamente su actividad laboral: El español es delegado de una conferencia europea de pesas y medidas, responsable del kilo. Todos le llaman «Dos Kilos». Este hombre de la industria de la precisión se ve entonces inmerso en la mayor desgracia de la desmesura humana. Wasja, que va revelando su historia poco a poco, lleva un misterioso tatuaje: «Samosjol», que es como llaman a los hombres que han ido volviendo a Pripiat a escondidas. Allí malviven, venden insectos mutados a los turistas, plantan verduras, se alimentan de lombrices, sufren y mueren. Y pese a todo, conforman un grupo que, desafiante, lucha a la desesperada contra la depresión, la enfermedad, el frío y los saqueadores. Allí canta Laurenti Bajtiarov en el Cine-Teatro Prometheus, que se cae a pedazos. No quiere dejar sola la tumba de su mujer Ekaterina, que el día del accidente se encontraba en el bosque y murió al poco. O la anciana Nastja Elzowa, que cría pollos cuyas crestas se volvieron negras a raíz de la radiación, según dicen. También Wasja recala en Pripiat huyendo de los esbirros del régimen. Encuentra una bicicleta y, pedaleando en aquel entorno vacío, reaviva sus energías: Se propone ayudar a ese puñado disperso de desposeídos. Sebastián se las arregla para ir perfilando poco a poco esos estrafalarios personajes sin caer en un sentimentalismos. Al mismo tiempo, esta historia de la zona es un libro que acusa: «De pronto, se habló sólo de doscientos en lugar de los tres mil pueblos contaminados en 1992, y los dos millones de personas que tuvieron que ser tratados de enfermedades causadas por la radiación se redujeron a cincuenta mil», según cuenta Nesterenko. Minimización y olvido

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Un estudio citado en la novela estima las consecuencias de la energía nuclear en «376 millones de casos de cáncer, 235 millones de defectos genéticos y 587 millones de efectos teratogénicos en todo el mundo». Se han minimizado los accidentes por la fuerza y con violencia, y serán olvidados tan pronto como los primeros titulares se hayan esfumado, nos recuerda Sebastián. De hecho, es increíble lo poco que sobre aquella zona puede leerse un año después de lo de Fukushima. El ciclista de Chernóbil pedalea contra el olvido, aunque suene demasiado dramático para un libro que habla con sensibilidad y profundo ingenio de los fantasmas de Pripiat. Unos fantasmas que ansían regresar a la memoria de los vivos.

Die Zone lebt: Der spanische Schriftsteller Javier Sebastián lässt einen Kernphysiker durch Tschernobyl radeln. Sein Roman über eine Geisterstadt und ihre heimlichen Bewohner bringt Fakten und Fiktion auf wundersame Weise zusammen VON JUTTA PERSON Geisterstädte sind Wunschmaschinen. Mit der Macht des ehemals blühenden Alltags saugen sie die Überlebenden und Neugierigen, die Forscher und Plünderer in sich zurück. Die einst bewohnte, dann menschenleere Zone beunruhigt und fasziniert gleichermaßen; vielleicht, weil die Seelen der alten Bewohner ja doch noch da sind. Wenn rostige Riesenräder quietschen, wenn sich Bäume durchs Trottoir sprengen und wilde Hunde durch verlassene Straßen jagen, wenn aus Wohnungen Höhlen werden und die in letzter Hast umgeworfenen Möbel verrotten – dann sagen Dinge, Pflanzen und Tiere: So schnell kann es gehen mit eurer Hybris. Denn die Katastrophen, die eine Stadt in eine menschenleere Zone verwandeln, sind fast immer menschengemacht. Das trifft ganz besonders für Prypjat zu, die Geisterstadt vier Kilometer neben dem Atomkraftwerk Tschernobyl. Der spanische Schriftsteller Javier Sebastián hat Prypjat ins Zentrum eines Romans gestellt, der Fakten und Fiktion in wundersamer Weise vereint. Denn Prypjat ist natürlich nicht nur eine mythische Memento-mori-Zone – sie ist vor allem der sehr konkrete Ort verbrecherischer Verschleierungstaktiken: angefangen mit der Reaktorkatastrophe vom 26. April 1986 bis zu den Lügen, mit denen das Ausmaß heruntergespielt und damit unzählige Strahlentote sowie, im größeren Umkreis, Folgeschäden bei Millionen von Menschen in Kauf genommen wurden. Wissenschaftler, die den Verlautbarungen der Behörden widersprachen, wurden zum Schweigen gebracht. Wie im Fall des weißrussischen Kernphysikers Wassili Nesterenko, der sein Leben in den Dienst der Opfer stellte, das nichtstaatliche Belrad-Institut für Strahlensicherheit gründete und von weißrussischen Behörden tödlich bedroht wurde. Nesterenko, der 2005 den Bremer Friedenspreis erhielt, ist der titelgebende „Radfahrer von Tschernobyl“ in Sebastiáns Roman. Der 1962 geborene Schriftsteller, der an der Universität Saragossa lehrt, hat seine akribische Recherche in eine mitreißende, literarisch dichte Beschreibung der Zone und ihrer heimlichen Bewohner verwandelt. Dazu kommt ein weiterer gelungener Kunstgriff: Sebastián hat einen spanisch-französischen Erzählstrang eingeflochten, der einen namenlosen Ich-Erzähler mit Nesterenko zusammenbringt. Osteuropäische Apokalypse trifft behäbiges Kerneuropa. Paris, in einem Schnellrestaurant Ende der Nullerjahre: Der namenlose spanische Ich-Erzähler bemerkt einen verwahrlosten alten Mann, der offensichtlich ausgesetzt wurde. Er nimmt ihn mit, was sein Arbeitsleben

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extrem verkompliziert: Der Spanier ist Delegierter einer europäischen Konferenz für Maße und Gewichte, zuständig fürs Kilo. Alle nennen ihn nur „Dos Kilos“, und dieser Mann des Präzisionsgewerbes wird nun in den größten anzunehmenden Unfall menschlicher Maßlosigkeit hineinkatapultiert. Wasja, der seine Geschichte erst allmählich preisgibt, trägt eine rätselhafte Tätowierung: „Samosjol“, so nennen sich die Menschen, die heimlich nach Prypjat zurückgekehrt sind. Sie leben dort mehr schlecht als recht, verkaufen mutierte Insekten an Touristen, pflanzen Gemüse an, essen Regenwürmer, leiden und sterben. Und doch bilden sie ein Desperado-Grüppchen, das trotzig gegen Depression, Krankheit, Kälte und Plünderer kämpft. Da ist Laurenti Bachtjarow, der im bröckelnden Kino-Theater Prometheus singt. Er will das Grab seiner Frau Ekaterina nicht allein lassen, die am Tag des Unfalls im Wald war und kurz darauf starb. Oder die alte Nastja Elzowa, die Hühner hält, deren Kämme, so sagt man, schwarz werden von der Strahlung. Auch Wasja landet auf der Flucht vor den Schergen des Regimes in Prypjat. Er findet ein Fahrrad und das Radeln über die leeren Prospekte weckt seine Tatkraft: Er will dem Häuflein versprengter Vogelscheuchen helfen. Sebastián schafft es, diese schrulligen Gestalten nach und nach zusammenkommen zu lassen, ohne je in kitschiges Gemeinschaftspathos zu verfallen. Gleichzeitig ist diese Zonengeschichte ein Buch der Anklage: „Auf einmal war nur noch von zweihundert verstrahlten Ortschaften die Rede statt von dreitausend, die es 1992 gewesen waren, und die zwei Millionen Menschen, die wegen Strahlenkrankheit behandelt werden mussten, hatte man auf fünfzigtausend heruntergerechnet“, berichtet Nesterenko. Die Folgen der Kernenergie veranschlagt eine im Roman zitierte Studie mit „weltweit 376 Millionen Krebsfällen, 235 Millionen genetischen Defekten und 587 Millionen teratogenen Effekten“. Unfälle werden mit Macht und Gewalt kleingeredet, und sie werden vergessen, sobald die ersten Schlagzeilen verpufft sind; daran erinnert Sebastián. Tatsächlich ist es schon erstaunlich, wie wenig man ein Jahr nach Fukushima über die dortige Zone liest. „Der Radfahrer von Tschernobyl“ radelt gegen das Vergessen, auch wenn das zu pathetisch klingt für ein Buch, das feinfühlig und mit hintergründigem Witz von den Geistern aus Prypjat erzählt. Geister, die sich in die Erinnerung der Lebenden zurückwünschen. Javier Sebastián: Der Radfahrer von Tschernobyl. Aus dem Spanischen von Anja Lutter. Wagenbach Verlag, Berlin 2012. 220 Seiten, 19,90 Euro. Eine Anklage und doch ein Buch von hintergründigem Witz Wie ein Tschechow-Bühnenbild mutet mancher Raum in den aufgelassenen Gebäuden von Prypjat an: Hier eine verlassene Geburtsklinik. FOTO: DONALD WEBER/POLARIS/LAIF DIZdigital: Alle Rechte vorbehalten – Süddeutsche Zeitung GmbH, München Jegliche Veröffentlichung und nicht-private Nutzung exklusiv über www.sz-content.de

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TchernobylentêtePar MATHIEU LINDON

Le Cycliste de Tchernobyl commenée aux Champs-Elysées,avenue qui n'est pas sponta-nément associée à la centraleexplosée. Le narrateur est

dans un self service, il lit un article surle naufrage du Lusitonia et repère unhomme à une table à côté, d'abord ac-compagné d'une femme puis aban-donné avec ses sacs de vêtements, quilui semble aussi perdu qu'un «RescapéduLusitania». Pendant ce temps, pour-rait on croire faussement puisque c'està la suite dans le roman, «l'homme dePripiat se réfugiait dans la cabine desautos tamponneuses». «Oui, tout avaitcommencé avec les autos tamponneuses. »Mais le lecteur ignore en quoi consistece «tout». Il ne l'apprendra pas tout desuite car on en revient au narrateur. Ilest à Paris pour participer à la «Confé-rence internationale des poids et mesu-res», institution à l'intitulé un peu burlesque mais dont le travail consiste àprocéder «à fa vérification du poids exactde chaque cylindre pour ensuite certifierdans les territoires de notre juridictionqu 'un kilogramme était exactement im ki-logramme». A ce moment, le lecteurimagine que le roman est peut-être untexte borgésien, que la vérification deces poids et mesures va entraîner le

narrateur dans une sorte d'abstractionlitteraire et paradoxale, qu'une sorte delabyrinthe textuel est en train de seconstituer. Or trois pages ne sont paspassées que la police vient chercher lenarrateur dont le crime principal estalors de s'être intéressé à nouveau uninstant au «Rescapé du Lusitania». Il ya des choses a ne pas faire dans unmonde qui contient concrètementbeaucoup plus que deux poids et deuxmesures.Javier Sébastian est né à Saragosseen 1962. Le Cycliste de Tchernobyl est sonpremier livre traduit en français. Sur lapage suivant la dédicace («Pour mes pa-rents, car mon premier mot fut le leur»),il y a juste cette information ; « Ce romans'inspire de certains épisodes de la vie duphysicien Vassili B. Nesterenko, mort àMinsk en août 2008. » ll s'agit d'un spécialiste du nucleaire qui va avoir contrelui toute l'Union soviétique parce que,envoyé sur place, il comprend le dramede Tchernobyl, la désinformation miseen place et qu'il se met en tête de com-battre. Il s'occupe des enfants, au début,les interroge, par exemple Semion Pojar.«fl avait les dents de guingois, mais sa laideur était effacée par son regard, et unevoix qui semblait ne pouvoir sortir d'aucunendroit précis de son corps tellement fl était

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«Comme ce roman est composé ���de 61260 mots, il faudrait écrire ���19 588 romans pour que chaque mot représente une victime du nucléaire. »

maigre.» «L'homme de Pripiat» (c'estla première ville atteinte en fuyant Tcher- nobyl) ne pèse rien non plus par rapport au KGB acharné à sa perte, mais il faudra

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'autorise : le terrifiant état d'abandon, d'incurie, des

SEPT 13

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, ANTHONY DUFRAISSE, ERIC DUSSERT, DIDIER GARCIA,

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http://www.giudiziouniversale.it/articolo/libri/il-nucleare-pedali

Il nucleare a pedali A ventisei anni dalla tragedia della centrale, Il ciclista di Cernobyl dello spagnolo Javier Sebastiàn torna sul luogo del delitto, a Pripjat’. Protagonista il fisico Vasilij Nesterenko, che ha realmente diretto l'istituto per l'Energia atomica russa. Un romanzo che insegna il valore della lentezza, nella vita come nella lettura

di Stefano Nicosia

(particolare dalla copertina di Guido Scarabottolo) Se   cercaste   Cernobyl   su   un   atlante,   la   trovereste   quasi   sul   confine   tra   Ucraina   e  Bielorussia.  Chi  è  nato  prima  degli  anni  Ottanta  si  ricorderà  le  carte  dei  telegiornali  nei   servizi   sul   disastro,   la   sagoma   stilizzata   della   centrale,   le   fotografie   grigie   di  nuvolaglia   bassa,   con   le   torri   a   fasce   rosse   sullo   sfondo.   Se   oggi   entraste   nella  vicina  Pripjat’,  negli  edifici  abbandonati,  senza  più  le  porte,  le  piante  tra  i  mattoni,  

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trovereste  ancora  gli  oggetti  cristallizzati  in  un’attesa  che  non  verrà  ricompensata.  Quasi  nessuno  è  più   tornato   in  quelle  stanze,  soltanto   i  cani   randagi,  gli   sciacalli,  e  pochi  abitanti  che  ostinatamente  vivono   in  una  città  che  piano  piano  è  stata  erosa  dal   tempo.        Vasilij   Nesterenko,   fisico   nucleare   sovietico,   è   lo   sguardo   mite   ma  caparbio  che  si  aggira  nella  città  silenziosa,  coperta  di  neve,  irrimediabilmente  bianca  e   grigia.   Per   anni   si   è   occupato   di   energia   atomica   per   l’URSS,   come   direttore  dell’Istituto  per   l’Energia  Nucleare,   fin  quando  Cernobyl  segna   la   frattura,  nella  sua  vita  e  nella  sua  carriera.  Nesterenko  capisce  che,   in  quella  primavera  sovietica  del  1986,   in   realtà   molto   è   ancora   gelato   sotto   il   silenzio   governativo.   Sembra   un  romanzo,  ma  non  lo  è:  Vasilij  –  Vasja  –  viene  emarginato,  minacciato,  poi  blandito,  e  infine  fonda  un  istituto  indipendente  per  monitorare  le  conseguenze  del  disastro.            

     

È  questo  scienziato  il  protagonista  del  romanzo  di  Javier  Sebastián,  basato  su  alcuni  episodi  della  vera  vita  di  Nesterenko.  Il  ciclista  di  Cernobyl  è  sì  romanzo,  ambientato  però   lì  dove   l’esatto  confine   tra   la   realtà  e   la   sua   rappresentazione  viene  abolito  dalle   circostanze   storiche,   tragiche,   dell’esplosione   della   centrale.   Pripjat’   esiste,  Nesterenko  è  esistito,  i  rapporti  che  vengono  citati  nel  romanzo  sono  veri  documenti  sull’incidente   nucleare,   le   cifre,   la   radioattività   sono   tremendamente   veri.   Sotto   la  neve  si  deve  tuttavia  rinegoziare  la  realtà  brano  a  brano.  Ricostruire  il  legame  con  i  luoghi,  con  gli  altri.  L’autoscontro  abbandonato,   il   secondo  spazio  con  cui  si  apre   il  libro,  diventa  il  luogo  dove  Vasilij  ricrea  la  vita  e  dal  quale  davvero  riesce  a  ripartire  la  storia,  che  è  fatta  di  uomini.        Lungo  le  pagine,  si  vedono  a  poco  a  poco  ricrearsi  i  rapporti,  come  se  una  nuova  maglia  si  ricostruisse  sopra  quella  sconvolta  dal  disastro  della  centrale.  Sebastián  è   formidabile  nel   tenere   insieme  due   livelli   temporali  di  narrazione,  non  freddamente  paralleli,  ma  al  contrario  sempre  in  gioco  di  specchi  reciproci.  L’alternanza  di   scene  è  a   tratti   surreale,  ma  all'autore  basta  mettere   le  realtà   a   contatto,   e   farle   reagire   tra   loro.   Il   cortocircuito   tra   le   due   vite   non  esaurisce   i   suoi   effetti   nel   breve   giro   di   qualche   pagina.   Persiste,   lentamente,   fino  alla  fine,  modulandosi  secondo  la  partizione  che  l’autore  ha  voluto  dare  alla  storia:  in  parte  fiction,  altrove  invece  quasi  pamphlet  (non  solo  negli  argomenti,  ma  si  nota  un  picco  di   ritmo,   quasi   uno   sbalzo   sul   tracciato  dell’elettrocardiogramma)  o   cronaca.  Rimane,  fin  quando  non  si  chiude,   la  perplessità  che  sia  tutto  vero,   la  speranza  che  sia  tutto  finto.      Forse  oggi  è  impossibile  accreditare  ai  lettori  voraci  la  lentezza  come  un   valore,   eppure   questo   libro   procede   con   l’inesorabilità   che   solo   un   lungo  racconto   –   che   ha   bisogno   di   tutte   le   tappe   per   essere   davvero   compreso   –  possiede.   Rispecchia   in   maniera   perfetta   la   dilatazione   dei   tempi   e   dei   luoghi  innevati   dell’Ucraina   atomica.        Nel   bianco   di   Pripjat’   si   sente   il   silenzio  

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dell’abbandono,   il   dialogo   di   una   persona   sola   con   un  mondo   che   se   n’è   andato,  morto   o   partito.   L’inesorabile   lentezza   del   gelo   e   del   silenzio,   progressivamente  sospinti   altrove   dalla   riappropriazione   dello   spazio,   scrivono   nelle   parole   dello  scrittore  spagnolo  una  storia  di  uno  spazio  confinato,  confinante,  dove  alcuni  uomini  sono  isolati,  e  vivono  come  nella  ripetizione  di  pochi  gesti  che  li  mantengono  ancora  uomini.   I   vuoti   di   Pripjat’   non   sono   quelli   delle   attese,   sono   quelli   delle   ritirate,  come  di  eserciti   in   fuga.  Ma   la  scrittura  di  Sebastián   fa  emergere,  con   leggerezza  poetica  a  volte,   la   sospensione,   come   fase  di  un  ciclo   in   cui   il  movimento   resiste  all’attrito   del   tempo.   È   il   movimento   della   bicicletta   di   Nesterenko,   in   volo   sul  bianco   niveo   dell’illustrazione   di    copertina   di   Guido   Scarabottolo,   matita  meravigliosa  come  sempre.      Sebastián  possiede  il  dono  della  descrizione  fotografica,  del  dettaglio   folgorante,  senza  però   l’aggressività  dell’epifania  visuale.   Il  ciclista  è   il  suo  primo  romanzo  tradotto  in  Italia  (dal  bravo  Bruno  Arpaia:  anche  se  nitrogeno  va  tradotto  ‘azoto’,  ed  è  forse  l’unica  sbavatura)  e  –  come  si  dice  in  queste  occasioni  –  già   premio   Cálamo   Libro   del   año   2011   in   Spagna.  Ma   l’autore   non   ha   bisogno   di  statuette   d’oro   di   presentazione:   la   sua   elegante   semplicità   conquista   dalla   prima  pagina.  

di Stefano Nicosia

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PANORAMA ITALIA

http://cultura.panorama.it/libri/Il-ciclista-di-Cernobyl-la-storia-di-Vasilij-Nesterenko-e-di-una-citta-nientificata

Cultura - Libri - Il ciclista di Cernobyl: la storia di Vasilij Nesterenko e di una città

nientificata

Il ciclista di Cernobyl: la storia di Vasilij Nesterenko e di una città

nientificata.

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Guanda  pubblica  un  romanzo  di  Javier  Sebastiàn,  incentrata  sulla  figura  del  fisico  che  per  primo  fece  conoscere  al  

mondo  la  vera  storia  del  disastro  nucleare.  

 

         Si  chiamava  Vasilij  Nesterenko  e  non  era  un  uomo  qualunque.  Di  professione  faceva  il  fisico  per  l’esercito  sovietico.  Con  quel  ruolo,  nel  1986  si  trovò  a  fare  i  conti  con  la  più  grande  tragedia  nucleare,  il  disastro  di  Chernobyl  .  Fronteggiare  un   incubo  non  è  semplice:   l’incidenza  del  pericolo  esula  dal  tentativo,  già   disperato,   di   estinguere   l’incendio   di   un   reattore   (il   numero   4),   di   contare   le  migliaia  di  vittime,  di  restare  attoniti  di  fronte  a  un  paesaggio  scarnificato,  ridotto  a  muto  testimone  di  se  stesso.  Ci   sono   almeno   altri   due   fardelli,   nella   vita   di   Nesterenko,   che   si   inseguono  reciprocamente  in  un  reciproco  scambio  di  ombre.  Il  primo  è  di  ordine  per  così  dire  pratico:  Nesterenko  è  un   tecnico  esperto,   che  ha  visto  troppo  e  che  passo  dopo  passo  ha  seguito  tutte  le  bugie  e  le  mezze  verità  di  un  governo   incapace   di   assumersi   le   proprie   responsabilità   di   fronte   a   un   disastro   di  proporzioni  epocali.  Il   secondo  è  meno  estrinseco,  ma  molto  più  penetrante  e  capillare:  Nesterenko  ha  vissuto  a  Pripjat’,  la  città  fantasma  nientificata  all’ombra  della  centrale,  ne  ha  solcato  le  ferite,  ne  ha  calcato  le  strade  deserte,  abitate  solo  da  cani  randagi,  “magri,  sporchi  di  fango”,  con  le  zampe  spelacchiate  e  sanguinanti.  Per   questi   due  motivi   (ma   più   per   il   secondo   che   per   il   primo)   non   ha   la   forza   di  andare  avanti  e  di  glissare.  La   sua   storia   è  ora   al   centro  di   un  bel   libro  da  poco  pubblicato  da  Guanda    con   la  traduzione  di  Bruno  Arpaia.   Si   intitola   Il   ciclista   di   Cernobyl   ed  è   firmato  da   Javier  Sebastiàn,   un  narratore   spagnolo  non   ancora   conosciuto   in   Italia,   che  ha   il   grande  merito   di   scrivere   un   romanzo   raccontando   una   verità.   Merito   non   dappoco,   che  rende  la  lettura  davvero  singolare.      

FMBATTAGLIA  

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http://www.lacauselitteraire.fr/le-cycliste-de-tchernobyl-javier-sebastian

Le cycliste de Tchernobyl, traduit de l’espagnol par François Gaudry, 5 septembre 2013, 208 p.

Ecrivain(s): Javier Sebastián Edition: Métailié

Il   est   des   hommes   qui   ont   traversé   le   siècle   précédent   à   la   trajectoire   purement  romanesque.  C’est  probablement   ce  qu’a  dû  penser   Javier   Sebastián   lorsqu’il   s’est  penché   sur   la   biographie   du   physicien   Vassili   Nesterenko   dont   il   tire   la   présente  fiction.  Plus  précisément,  l’écrivain  espagnol  a  tissé  son  récit  autour  de  trois  périodes  correspondant   en   quelque   sorte   aux   trois   états  mentaux   d’un   homme  marqué   au  plus  profond  de  sa  psyché  par  la  catastrophe  nucléaire  de  1986.  En   respectant   la   continuité  historique,  nous  aurions   l’expert  en  physique  nucléaire  qui   doit   faire   face   aux   immédiates   retombées   de   l’explosion,   puis   le   cycliste   qui  sillonne  une   zone  de   Tchernobyl   toujours   irradiée  mais   repeuplée,   et   enfin   le   vieil  homme  traumatisé  et  perdu  dans  un  Paris  qui  lui  est  irrémédiablement  étranger.  Du  fait   de   son   maillage   singulier,   Le   cycliste   de   Tchernobyl   est   composé   comme   une  fugue  aux  trois  voix  qui  s’alternent,  se  répondent  et  reconstruisent  progressivement  le  drame  de  cet  homme  jusqu’à  la  coda,  sublime  et  bouleversante.  

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S’il   est   bien   question   de   fuites   dans   ce   roman,   le   physicien   devant   s’échapper   de  Minsk,  Pripiat  ou  même  Paris  (quoique  pour  des  motifs  différents),  cette  fugue  n’en  reste  pas  moins  une  ode  au  courage.  Car  Vassili  Nesterenko  fait  partie  de  la  trempe  des   héros,   de   ceux   qui   se   battent   continuellement,   en   dépit   des   risques   et   des  menaces.   Du   courage   il   en   fallait   s’en   injecter   une   jolie   dose   pour   défier   la  nomenklatura   soviétique   qui   aura   tout   fait   pour   taire,   ignorer   ou   minimiser   les  conséquences  humaines  et  écologiques  de  l’explosion  nucléaire.  Avec  sobriété,  dans  un   style   qui   frise   à   quelques   reprises   l’essai   journalistique,   Javier   Sebastián   nous  replonge   dans   le   monstre   froid   moscovite,   notamment   responsable   à   la   fin   des  années  80  d’une  étrange  épidémie   touchant  une  communauté   scientifique  un  peu  trop  consciencieuse  et  curieuse.  Il  fallait  tout  autant  faire  peu  de  cas  de  son  intégrité  physique   pour   retourner   à   Pripiat,   en   plein   cœur   de   la   Zone.   Jongler   avec   les  Becquerels   tout   en   prêchant   les   règles   primordiales   de   la   survie   en  milieu   irradié,  voilà  quel  aura  été  le  sacerdoce  de  ce  scientifique  hors  du  commun.  En   titrant   son   roman  Le   cycliste   de   Tchernobyl,   Javier   Sebastián   met   bien  évidemment  en  exergue  cette  étape  charnière  qui  explique  le  basculement  définitif  qu’aura  opéré  son  protagoniste.  Vassia,  le  professeur  Nesterenko,  celui  qui  donne  la  vie,   chantent   les  enfants  dans   le   roman.  Le  cycliste  c’est   le   thaumaturge  qui  arrive  cahin-­‐caha  sur  les  chemins  de  Pripiat,  c’est  le  prophète  improbable  des  âmes  qui  ne  veulent  pas  partir,  c’est  le  maire  improvisé  de  cette  communauté  des  oubliés.  A   contrario   du   non  moins   sublime  La   Nuit   Tombée   d’Antoine   Choplin,   il   n’est   pas  question   d’une   Nature   reprenant   ses   droits,   mais   au   contraire   d’hommes   et   de  femmes  qui  s’accrochent  désespérément  aux  leurs.  L’écrivain  change  de  mode  pour  rendre   hommage   à   ces   ultimes   survivants   soudés   autour   de   cet   idéal   absurde,  continuer  à  vivre  dans  un  enfer  à  ciel  ouvert.  Sa  plume  se  fait  plus  douce,  s’attarde  comme  une  photo  en   gros  plan  de   ces  samosiol,   cherche  délicatement   à   capter   le  moindre   geste,   la   plus   petite   tendresse,   reliquats   d’une   humanité   littéralement   à  fleur  de  peau.  Emouvant  manifeste  aux  visées  humanistes,  Le  cycliste  de  Tchernobyl  éclate  comme  un   hymne   à   la   vie,   croyance   irréductible   que   les   plus   belles   actions   peuvent   aussi  surgir   dans   les   contextes   les   plus   sombres.   Un   message   salutaire   pour   une   des  indéniables  réussites  littéraires  de  cette  rentrée.  

Adrien Battini

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Javier Sebastián. Der Radfahrer von Tschernobyl Fantasía y realidad en torno a un accidente nuclear Nürnberger Nachrichten - 25/07/2012 Katharina Erlenwein http://www.nordbayern.de/nuernberger-nachrichten/kultur/javier-sebastians-der-radfahrer-von-tschernobyl-1.2228186 «¿Realmente ha sucedido todo esto?» es lo que inevitablemente se pregunta el lector al enfrentarse a la novela de Javier Sebastián El ciclista de Chernóbil, en la que ficción y realidad se entrelazan hábilmente. El desastre es bien conocido: en 1986 hizo explosión la planta nuclear de Chernóbil. A día de hoy las causas también lo son. ¿O no? ¿Estuvieron detrás del suceso las agencias de inteligencia occidentales? ¿Qué se ocultó a la población? ¿Cómo les va hoy a quienes nacieron entonces? El español Javier Sebastián plantea todos estos interrogantes en su quinta novela. Suena a ensayo bien documentado, pero no lo es. El ciclista de Chernóbil cautiva al lector con una acertada historia que describe con aparente objetividad unas peripecias que resultan fascinantes. En Pripiat, la población cercana al reactor siniestrado, que fue totalmente evacuada, malviven un puñado de supervivientes que que se niegan a obrar con prudencia: Qué pintan en un país extranjero si sus familias proceden de allí. Viven en casas saqueadas, buscan trastos y harapos, forman una especie de asamblea municipal y cultivan cebollas: según dicen, si se las tiene en remojo un par de días en agua, el valor del cesio supuestamente alcanza niveles tolerables. Vasia es su benefactor. El adjetivo le cuadra realmente. Vasili Nesterenko (fallecido en 2008) fue en su día un aclamado científico, director del Instituto de la Energía Atómica, a quien los soviéticos ordenaron ir al área crítica para sobrevolar directamente el reactor ardiente, evaluar la situación y organizar la atención médica a los niños. Pero él ya no quiso seguir propagando las mentiras con las que los burócratas engañaban a la población y fundó el instituto radiológico independiente Belrad. Ése es el hilo conductor de la novela: los niños están

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en peligro, a pesar de que Vasia prescribe remedios contra las enfermedades causadas por la radiación y lucha contra los informes oficiales, identificando los falsos niveles de radiación. En la novela, Vasia decide convertirse en uno de los habitantes fantasmales de Pripiat. Se da cuenta de que no quiere irse de allí y explora el lugar montado en su vieja bicicleta. Sebastián ensambla todo ello en un marco de acción sumamente sutil, en el que se palpa la impotencia con que los observadores occidentales afrontan la situación. El narrador español en primera persona es miembro de la comisión científica encargada de supervisar el kilo, el metro y otras unidades y se reúne regularmente en París. Casualmente se encuentra con Vasia, que a todas luces ha sido abandonado en un restaurante de comida rápida. Éste había terminado por instalarse en París desde Pripiat, huyendo de los servicios secretos, porque quería sacar a la luz la verdad sobre la contaminación. Merece absolutamente la pena leer cómo ese extraño debilitado y difícil gradualmente se va convirtiendo en amigo, cómo el científico español llega hasta el fondo de la confusa historia y cómo el autor entrelaza simultáneamente las verdades incómodas con la narración novelesca. El ciclista de Chernóbil nos permite una nueva mirada a Chernóbil: la de los de dentro. El artificio radica en la personalización. Uno puede entender a la perfección la angustiosa situación de los habitantes de Pripiat, así como captar su humor macabro y el entramado interno del grupo. En anteriores libros, Javier Sebastián ya utiliza como principio la fusión de realidad y ficción. En esta novela, que se publica por primera vez en alemán, entremezcla en la trama protocolos de ayuda en caso de desastre, recetas para los afectados, páginas web y reportajes periodísticos, e incluso hace referencias a las fuentes en notas a pie de página. Esto hace que la narración episódica resulte considerablemente más explosiva de lo que ya es de todos modos gracias a su lograda construcción.

Javier Sebastiáns „Der Radfahrer von Tschernobyl“ Fantasie trifft auf Fakten zum Reaktorunglück - 25.07.2012

Ist das alles wirklich passiert? Das fragt sich der Leser unweigerlich beim Lesen von Javier Sebastiáns

raffiniert aus Fiktion und Fakten zusammengewebten Roman „Der Radfahrer von Tschernobyl“.

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Fesselnde Schilderung realer Geschichte: Sebastiáns "Der Radfahrer von Tschernobyl". Foto: Wagenbach Verlag Die Katastrophe ist bekannt. 1986 explodierte das Atomkraftwerk in Tschernobyl. Die Ursachen sind es mittlerweile

auch. Oder doch nicht? Hatten westliche Geheimdienste ihre Hände im Spiel? Was wurde vertuscht gegenüber der Bevölkerung? Wie geht es denen, die damals geboren wurden, heute? All diese Fragen greift der Spanier Javier Sebastián in seinem fünften Roman auf. Das klingt nach gut recherchiertem Sachbuch. Ist es aber nicht. „Der Radfahrer von Tschernobyl“ fesselt mit einer gelungenen Story, die mit vordergründig sachlichem Ton Schicksale schildert, die unvorstellbar scheinen. In Prypjat, dem Ort nahe dem Katastrophenreaktor, der weiträumig evakuiert wurde, hausen nämlich eine Handvoll Überlebender, die nicht vernünftig reagieren wollen: Was sollen sie in der Fremde, ihre Familien stammen von hier. Sie hausen in ausgeplünderten Wohnungen, suchen sich Klamotten, bilden eine Art Gemeinderat und bauen Zwiebeln an — wenn man sie ein paar Tage in Wasser einweicht, erreicht der Cäsium-Wert angeblich ein verträgliches Maß, heißt es. Wasja ist ihr Wohltäter. Es gab ihn wirklich. Wassili Nesterenko (gestorben 2008) war einst hochgelobter Wissenschaftler und Direktor des Instituts für Atomenergie, wurde von den Sowjets ins Krisengebiet beordert, um direkt über den glühenden Reaktor zu fliegen, um die Lage zu ergründen, um die medizinische Versorgung der Kinder zu organisieren. Doch er wollte nicht mehr die Lügen verbreiten, mit denen die Offiziellen die Bevölkerung täuschten, und gründete das unabhängige Strahleninstitut Belrad. Das ist der rote Faden des Romans: Kinder sind in Gefahr, obwohl Wasja ihnen Mittel gegen die Strahlenkrankheit verschreibt, er kämpft gegen die offiziellen Berichte, die falsche Strahlenwerte ausweisen. Im Roman setzt sich Wasja ab, wird einer der gespenstischen Bewohner von Prypjat. Er versteht die, die hier nicht weg wollen und erkundet den Ort auf seinem alten Fahrrad. Sebastián hat all dies höchst raffiniert in eine Rahmenhandlung eingebaut, in der die Hilfslosigkeit greifbar wird, mit der westliche Beobachter der Situation gegenüberstehen. Der spanische Ich-Erzähler gehört der Wissenschaftler-Kommission an, die über Kilo, Meter und andere Einheiten wacht und sich in Paris regelmäßig trifft. Zufällig trifft er auf Wasja, der offenbar ausgesetzt wurde in einem Fast-Food-Restaurant. Er hatte sich schließlich doch von Prypjat nach Paris abgesetzt, auf der Flucht vor den Geheimdiensten, denn er wollte die Wahrheit über die Verseuchungen ans Licht bringen. Wie der geschwächte, schwer durchschaubare Fremde allmählich ein Freund wird, wie der spanische Wissenschaftler der verworrenen Geschichte auf den Grund kommt und der Autor gleichzeitig unbequeme Wahrheiten und die fantastische Erzählung verquickt, ist absolut lesenswert. „Der Radfahrer von Tschernobyl“ erlaubt einen neuen Blick auf Tschernobyl. Den von innen. Der Kniff liegt in der Personalisierung. Man kann die erschütternde Lage der Bewohner von Prypjat genauso nachvollziehen, wie man ihren makabren Humor und die gruppen-internen Hakeleien mitbekommt. Javier Sebastián hat auch in früheren Büchern die Verquickung von Fakten und Fiktion zum Prinzip erhoben. In diesem ersten auf Deutsch erscheinenden Roman flicht er Protokollmitschriften der Katastropheneinsätze, Kochrezepte für die Betroffenen, Weblinks und Zeitungsberichte ein und verweist sogar mit Fußnoten auf die Quellen. Das macht die episodenhaft erzählte Geschichte noch wesentlich brisanter, als sie durch seine gelungene Konstruktion sowieso schon wäre. Javier Sebastián: Der Radfahrer von Tschernobyl. Roman, aus dem Spanischen von Anja Lutter. Verlag Klaus Wagenbach, Berlin, 224 Seiten, 19,90 Euro.

KATHARINA ERLENWEIN

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Le Cycliste de Tchernobyl, de Javier Sebastián – éd. Métailié

Publié le 16/09/2013 par Mikaël Demets

Le Cycliste de Tchernobyl est un manifeste à la gloire de la fiction. Inspiré de faits réels, mettant en scène des personnages réels, le roman de Javier Sebastián montre à quel point l’imagination peut être un merveilleux outil pour raconter la réalité. Pour embrasser un sujet aussi dense que l’accident nucléaire de 1986 et ses conséquences sans tomber dans l’essai documentaire ni s’embarquer dans un texte-fleuve de 600 pages, l’auteur espagnol signe un numéro d’équilibriste, construisant une intrigue qui accole des morceaux de

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passé et de présent, et où les anecdotes sur Tchernobyl s’entrelacent avec la fiction.

Pour ce faire, il choisit de romancer la vie de Vassili Nesterenko, physicien ukrainien (1934-2008), dissident persécuté par le régime soviétique simplement parce qu’il s’acharna à dénoncer l’ampleur de la catastrophe de Tchernobyl et à tenter d’en contrecarrer les effets sur les populations civiles délaissées. Dans les années 2000, Vassili est devenu Vassia, un vieil homme abandonné dans un self des Champs-Elysées, qui se met peu à peu à dévoiler son histoire à celui qui le recueille. “J’ai peur, je ne me rappelle plus grand-chose. Sauf qu’ils veulent me tuer.” Puis les souvenirs remontent. L’incendie, le risque d’explosion qui a failli rayer l’Europe de la carte. Le sort de ces jeunes Soviétiques envoyés là où des robots fondaient pour museler la centrale, exposés à des doses inhumaines de radiations. La minimisation de l’étendue de la catastrophe par les Soviétiques, mais aussi par les Occidentaux.

Et l’après. De nos jours. La poignée d’habitants restés malgré tout à Pripiat, qui ingèrent des aliments radioactifs plutôt que de mourir de faim, et vendent des animaux atrophiés sur eBay pour financer leur survie. Ceux qui reviennent, aussi – “De plus en plus de gens rentraient chez eux. Ils n’avaient plus peur de l’atome. Mais, en fait, ils revenaient parce qu’on n’avait pas voulu d’eux ailleurs.” L’étrange faune de pilleurs, de touristes occidentaux, de chiens efflanqués et de fantômes qui circulent dans la zone interdite. Sans oublier le travail de quelques spécialistes qui œuvrent aux côtés des populations malgré les risques et le harcèlement des autorités.

Tous ces sujets, Javier Sebastián arrive non seulement à les évoquer sans mâcher ses mots, mais surtout à les incarner. Il les articule au gré d’un roman ingénieux qui sait, en quelques lignes, esquisser un paysage inoubliable, modeler un visage marquant. Et malgré la noirceur qu’il doit affronter, Le Cycliste de Tchernobyl conserve jusqu’au bout une poésie du désenchantement qui lui confère un éclat éthéré. Si bien qu’il donne l’impression de triompher de la désolation et du cynisme par la seule force de la fiction.

Mikaël Demets

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Prensa  en  España  

   El  Mundo.    “Una  novela  magnífica  que  recomiendo  con  entusiasmo  a  quien  busque  en  la  literatura  actualidad,  exigencia  y  excelencia.”    Santos  Sanz  Villanueva.  3  de  junio  de  2011    http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/29273/El_ciclista_de_Chernobil      El  Periódico.      “El  ciclista  de  Chernóbil  es  una  novela  perturbadora  y  certera  (…),  en  la  que  la  lírica  austeridad  del  estilo  de  Javier  Sebastián  y  un  pulso  narrativo  tan  calculado  como  intenso  logran  triunfar  sobre  lo  irrepresentable.”    Domingo  Ródenas.  18  de  mayo  de  2011    http://epreader.elperiodico.com/APPS_GetPlayerZ.aspx?pro_id=00000000-­‐0000-­‐0000-­‐0000-­‐000000000001&fecha=18/05/2011&idioma=0&doc_id=baa13849-­‐f5a2-­‐4674-­‐8c34-­‐6e88c86ceaaa      ABC  Cultural    “Leer  una  novela  es  un  viaje  que  te  lleva  a  donde  no  querías  ir.  A  mí  me  ha  pasado  con  esta  de  Javier  Sebastián  y  al   terminarla  me  daban  ganas  de  repetir  las  palabras  de  Aldrin  cuando  pisó  la  luna:  Beautiful,  beautiful.  Magnificent  desolation”.      Rafael  Reig.  ABC  Cultural.  9  de  abril  de  2011  

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 http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/cultural/2011/04/09/009.html  http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=16064&sec=38      Qué  Leer    “Elegancia   estilística   (…),   fuerza   extraordinaria   de   las   imágenes.  Narrativa  del  silencio.  Nos  encontramos  ante   la  historia  que  refleja  con  mayor  eficacia  el  espíritu  de  aquellos  hechos.  El  ciclista  de  Chernóbil  es  un  gran  libro.”    Álvaro  Colomer.  Qué  leer.  Número  166.  Junio  de  2011    http://www.que-­‐leer.com/13559/“el-­‐ciclista-­‐de-­‐chernobil”.html#.TuZDo5g72Fg      La  Vanguardia.      "Novela  documental  y  de  denuncia  que  impacta  por  el  talento  de  Javier  Sebastián  para  entrar  en   lo  más  profundo  y  desolador  de   la  naturaleza  humana"    J.A  Masolliver  Ródenas.  La  Vanguardia,  20  de  julio  de  2011    http://hemeroteca.lavanguardia.com/search.html?fromISO=true&q=el%2520ciclista%2520de%2520chernobil&aux=el+ciclista+de+chernobil&bd=20&bm=07&by=2011&ed=20&em=07&ey=2011&x=0&y=0        

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Revista  Quimera.  Artículo  de  Manuel  Vilas  sobre  la  nueva  novela  española.  “Narrativa  española  última”    Manuel  Vilas.  Quimera.  Número  330.  Mayo  de  2011.    http://1.bp.blogspot.com/-­‐j_bdzI0i2Ak/TcOTT9_Qh6I/AAAAAAAABJk/A-­‐MojIdg6s8/s1600/GT%2Bquimera%2Bvilas.jpg      Revista  Turia,  número  100.    “Deslumbrante   invención   literaria   (…)   Javier   Sebastián   hace   gala   en   El  ciclista   de   Chernóbil   de   mucha   ironía,   mucho   buen   humor   y   ternura  infinita  al  cifrar  el  umbral  de  la  vida  en  el  universalmente  famoso  umbral  de  Demis  Roussos  (…)  y  conecta  con  otras  novelas  recientes  en   las  que  se  pone  de  manifiesto  el  desprecio  ejercido  por  los  poderosos  contra  la  ciudadanía,  la  desconsideración  que  convierte  la  vida  de  los  mejores  en  un  confuso  laberinto  que  termina  en  la  abyección”.    María  Ángeles  Naval.  Revista  Turia,  número  100,  diciembre  de  2011.