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CAPITAL GLOBAL, TRABAJO Y SINDICATOS: ACERCA DE LAS FORMAS Y LOS CONTENIDOS 1 Ana C. Dinerstein 2 El presente trabajo busca ser un aporte para volver a mirar a los trabajadores y sus organizaciones otra vez y paradójicamente, desde el lugar del trabajo, en el marco del conflicto clases hoy. La premisa es el convencimiento de que, a través de la teoría, debemos atravesar los conceptos y, a través de la práctica, debemos atravesar las organizaciones, pues no tenemos otra tarea que develar las formas enganosas que asumen las palabras y las relaciones sociales. Introducción La globalización es un hecho indudable, como lo es también la crisis del trabajo y sus organizaciones. Sin embargo, los cambios que hoy acontecen obligan a interrogar críticamente sobre esta nueva forma de la acumulación capitalista Por un lado, el marco teórico que la teoría liberal ofrece para explicar la tendencia a la globalización y la situación del trabajo es descriptivo y estático: capital, trabajo y estado aparecen como entidades independientes y separadas, que interactúan entre sí. El desarrollo “económico” aparece desligado de las formas políticas que lo encarnan, y el proceso de globalización como un hecho externo y establecido, que impacta sobre los estados nacionales, las organizaciones empresarias y laborales y los actores sociales. Por otro lado, lejos del liberalismo teórico, otros autores sostienen que la globalización puede diferenciarse en tres esferas. Así, Waters, oponiéndose a la teoría Wallerstein, plantea que hay una tendencia a la localización de intercambios materiales, una tendencia a la internacionalización de intercambios políticos y una globalización de intercambios simbólicos. (Waters, 1995:9). La globalización es, para él, ‘una consecuencia de la expansión de la cultura europea por todo el planeta a través 1 La primera versión de este trabajo fue un paper presentado en las Jornadas de Reflexión Académica, Estado y Sociedad: las nuevas reglas del juego, CEA, Buenos Aires - Julio 1996, bajo el título: ‘Globalización ó fragmentación: el mundo del trabajo más allá del mito’. 2 Licenciada en Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires. Maestría en Estudios Laborales Comparados, Universidad de Warwick, Inglaterra. Docente de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires y University de Warwick, Inglaterra.

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CAPITAL GLOBAL, TRABAJO Y SINDICATOS: ACERCA DE LAS FORMAS Y LOS CONTENIDOS 1

Ana C. Dinerstein2

El presente trabajo busca ser un aporte para volver a mirar a los trabajadores y sus organizaciones otra vez y paradójicamente, desde el lugar del trabajo, en el marco del conflicto clases hoy. La premisa es el convencimiento de que, a través de la teoría, debemos atravesar los conceptos y, a través de la práctica, debemos atravesar las organizaciones, pues no tenemos otra tarea que develar las formas enganosas que asumen las palabras y las relaciones sociales.

Introducción

La globalización es un hecho indudable, como lo es también la crisis del trabajo y sus organizaciones. Sin embargo, los cambios que hoy acontecen obligan a interrogar críticamente sobre esta nueva forma de la acumulación capitalista

Por un lado, el marco teórico que la teoría liberal ofrece para explicar la tendencia a la globalización y la situación del trabajo es descriptivo y estático: capital, trabajo y estado aparecen como entidades independientes y separadas, que interactúan entre sí. El desarrollo “económico” aparece desligado de las formas políticas que lo encarnan, y el proceso de globalización como un hecho externo y establecido, que impacta sobre los estados nacionales, las organizaciones empresarias y laborales y los actores sociales.Por otro lado, lejos del liberalismo teórico, otros autores sostienen que la globalización puede diferenciarse en tres esferas. Así, Waters, oponiéndose a la teoría Wallerstein, plantea que hay una tendencia a la localización de intercambios materiales, una tendencia a la internacionalización de intercambios políticos y una globalización de intercambios simbólicos. (Waters, 1995:9). La globalización es, para él, ‘una consecuencia de la expansión de la cultura europea por todo el planeta a través del asentamiento, la colonización y del mimetismo cultural’ si bien adopta formas caóticas y diferenciadas (ídem ant:125). En ambos enfoques no existe realmente una explicación de por qué este fenómeno está teniendo lugar, ni de la conexión que pudiera existir entre los cambios en la economía mundial y su expresión a nivel de los estados nacionales y sus regímenes políticos.

La literatura sobre temas laborales inspirados en las relaciones industriales y en la escuela francesa de la regulación padecen, con excepciones, de un problema similar. La mayoría de ellos se concentran en los procesos de reestructuración del estado y del mercado de trabajo, las nuevas formas de empleo, el creciente desempleo, los cambios en las formas de producción e implicación de los trabajadores en ellas, los efectos de las nuevas tecnologías, la negociación colectiva y nuevas formas salariales, la acción sindical y nuevo rol de los sindicatos. Sin embargo, la globalización y la necesidad de cambios tecnológicos aparecen una vez más como hechos dados y externos, impactando sobre la fuerza de trabajo

1 La primera versión de este trabajo fue un paper presentado en las Jornadas de Reflexión Académica, Estado y Sociedad: las nuevas reglas del juego, CEA, Buenos Aires - Julio 1996, bajo el título: ‘Globalización ó fragmentación: el mundo del trabajo más allá del mito’.2 Licenciada en Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires. Maestría en Estudios Laborales Comparados, Universidad de Warwick, Inglaterra. Docente de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires y University de Warwick, Inglaterra.

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y sus organizaciones de diversas formas, en general mediadas por los estados nacionales, hoy debilitados.

La tan mentada globalización encierra muchas preguntas que no pueden ser exploradas adecuadamente ni considerando al capital y al trabajo, y a las esferas política, económica y cultural por separado, ni viendo a la economía global como externa a los estados nacionales. Desde otra perspectiva alternativa -materialista-, a mi entender esclarecedora, que entienda la metamorfosis del capitalismo en términos de su contradicción inherente, la lucha de clases se puede convertir en el punto de partida para explicar los cambios en las relaciones de producción capitalista, a nivel global y nacional, y las formas políticas en que se expresa.3

Desde este enfoque, el presente trabajo busca explicar la conexión interna que subyace entre la tendencia a la globalización del capital y los cambios al interior de los espacios nacionales, como así también re-conceptualizar a las organizaciones gremiales en su propia constitución, a la luz de los cambios. Para ello, será necesario desmitificar cuatro factores que se señalan como efectos de la actual tendencia a la globalización, tanto ámbitos políticos como intelectuales: i) una paradojal coincidencia entre globalización económica mundial y fragmentación político-social a niveles nacionales; ii) la debilidad de los estados nacionales; iii) mejores condiciones para organizar el movimiento obrero internacional, en un sentido tradicional; iv) la tendencia hacia un mundo más homogéneo.

Mi argumento básico es que globalización económica y fragmentación político-social son fenómenos complementarios del mismo proceso. En el marco de la redefinición de la relación capital-trabajo global, lo que existiría es un nuevo caos expresado de una forma heterogénea, con diferentes implicaciones para el capital y el trabajo a nivel nacional y global. En ese sentido, globalización sería una forma diferente, contradictoria y heterogénea de dicha relación, en el marco del histórico proceso de internacionalización de la economía mundial. No se trata de un fenómeno cultural y tecnológico, mediante el cual el mundo se estaría ‘achicando’ debido a la ‘compresión del espacio-tiempo, sino de un fenómeno clasista -en tanto capitalista-, y como tal, reestructurador de relaciones político - sociales. Este proceso no conduciría a facilitar la organización del movimiento obrero a nivel nacional y mundial, a menos que se revise la forma y conceptualización de las organizaciones sindicales y del poder del trabajo. En ese sentido, las organizaciones serán entendidas como resultado o expresión de la relación capital - trabajo, tanto en su forma como en su contenido.

1. Capital, trabajo y Estado: el enfoque teórico

‘Así son las cosas en la ciudad, cada vez que crees saber la respuesta a una pregunta, descubres que la pregunta ya no tiene sentido” (P.Auster: En el país de las últimas cosas)

Las actuales explicaciones acerca de la tendencia hacia la globalización en diversas disciplinas sugieren que ésta estaría produciendo la paradojal coincidencia entre globalización económica mundial y fragmentación político social, como así también la creciente debilidad de los estados nacionales. Estas afirmaciones encierran, a mi entender, una errónea concepción del estado nacional, el sistema mundial de estados y la conexión entre ambos.

3 Me refiero a John Holloway, Sol Picciotto, Simon Clarke, Werner Bonefeld, Peter Burnham, en Inglaterra, op. cit.

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Frecuentemente el mundo es concebido como ‘dividido en estados soberanos, la mayoría de ellos con una relativamente clara y unificada cultura nacional’ (Sklair, 1995:2). Acorde con ello, la ciencia política y las relaciones internacionales ortodoxas sostienen un concepto pluralista del estado, como la instancia neutra de las cuestiones públicas, un deus ex machine sobre el cual la economía global impacta. Aún cuando estados nacionales y economía global son interdependientes, ‘la noción de interdependencia no debiera ser confundida con una simple interconexión’ (Bonefeld et al, 1995b:16).

Al contrario que la ciencias sociales ortodoxas, Holloway argumenta que el mundo podría ser entendido como ‘... fragmentado en estados nacionales más que compuesto por ellos’, porque ’la existencia fracturada de lo político como estados nacionales descompone al mundo en muchas unidades aparentemente autónomas' (Holloway, 1994: 31). Aunque han habido históricamente dos tendencias contradictorias, una hacia la autonomía nacional y otra hacia a globalización (Hall, 1992:299), la constitución política nacional de los estados y el carácter global de la acumulación son dos fenómenos que se producen conjuntamente (Burnham, 1996b). Así, más que un sistema mundial de estados, el capitalismo implica la fragmentación del momento político de la relación capital-trabajo. Estas formas políticas compiten por atraer y retener el movimiento del capital (Holloway, 1994; Burnham, 1996b) tratando de crear condiciones favorables ‘para la reproducción del capital dentro de sus fronteras’ (Holloway, 1994:34). Por un lado, la estabilización política del estado es una condición necesaria a la expansión del capital para ‘asegurar la expansión de la reproducción del capital productivo nacional...’ (Clarke,1992b:37). Por otro lado, aunque ‘el carácter de clase del estado se defina globalmente (Bonefeld et al 1995b:27), y el estado no pueda resolver las contradicciones inherentes a la acumulación capitalista, éste sí

‘puede contener el impacto político de aquellas contradicciones siendo capaz en ese sentido de asegurar la integración de la acumulación de capital productivo nacional a la acumulación de capital a escala mundial, proveyendo así las bases para asegurar al integración política de la clase trabajadora’. (Clarke 1992b: 136)

Los límites de la habilidad del estado de lograrlo no se definen solamente por la forma del estado como estado nacional, sino ‘...por la forma del sistema de estados internacional’ (Clarke 1992b: 137). Esencialmente, porque los estados nacionales

’...proveen el apoyo ‘doméstico’ para la movilidad del capital y ofrecen instituciones rudimentarias que tienen por objetivo asegurar los derechos de propiedad internacionales como la base para la expansión continental del capital’ (Bonefeld et al, 1995b:28; Burnham, 1996a).

Cabe aclarar que, de todas maneras, las formas que adquieren las luchas en torno al desarrollo del capital global y de los estados nacionales difieren entre sí (Holloway 1994). Más aún,

‘cada estado nacional separado representa una fusión lograda o una movilización de un segmento particular de la burguesía y otras clases en una nación, y una nación formada en oposición a otras naciones (Barker 1991:207).

Desde este punto de vista, si los estados son la forma política fragmentada de la relación global capital - trabajo, la actual globalización sería una forma diferente de la relación global capitalista, en el marco de la internacionalización de los

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mercados, con especificas características nacionales. Su desarrollo modifica la forma estado a través de un movimiento no homogéneo, que no depende de las tan llamadas leyes de la acumulación capitalista, sino de la lucha de clases (Amin, 1995).

2. Globalización y crisis: la violencia del capital líquido

“Lo que realmente me asombra no es que todo se esté derrumbando, sino la gran cantidad de cosas que todavía siguen en pie...tal vez ésta sea la cuestión más interesante: saber que ocurriría si no quedara nada y si, aún así, sobreviviríamos” (P.Auster: En el país de las últimas cosas)

Las teorías liberales no aceptan que la crisis del capitalismo pueda verse como la crisis de la relación capital - trabajo. Rara vez el tema trabajo es incorporado para explicar una crisis ‘económica’. Las explicaciones normalmente refieren a aspectos financieros, problemas de crecimiento, exportaciones e importaciones, déficit en las balanza de pagos, alza de las tasas de interés, deuda externa. Si el tema trabajo es incorporado, entonces la referencia es al nivel de desempleo o empleo, a la influencia de estos sobre el sistema productivo, ó a las características del sindicalismo y su relación con el estado. Cómo interpretar las crisis es parte de su problema teórico. Desde el marxismo, Simon Clarke ha señalado que, básicamente, para Marx, ‘...la tendencia inherente a la crisis subraya la permanente inestabilidad de la existencia social en el capitalismo (Clarke, 1994:280). Entonces, dada la ‘constitución política nacional de los estados y el carácter global de la relación de acumulación capitalista’ (Bonefeld 1996:4), la crisis de los 70 significó la completa transformación de las relaciones sociales a nivel nacional e internacional, pues la crisis del keynesianismo puede ser vista como una crisis del capital como relación y por ende, como la ‘forma de reestructurar el conflicto de clase’ (London..., 1980:68-69)

El giro desde el keynesianismo al monetarismo puede ubicarse en la ruptura del sistema de Bretton Woods. Brevemente, siguiendo a Bonefeld, esta puede resumirse como la imposibilidad de regulación monetaria a niveles nacionales; la crisis de las políticas del bienestar a nivel nacional y de la integración de la clase trabajadora en las relaciones capitalistas, a través de políticas sociales; la emergencia de nuevas monedas como standard internacionales de ‘calidad’ con la consecuente nueva regionalización en torno a la cooperación regional (Bonefeld, 1996:5-6)Las políticas monetaristas básicamente rechazaron el ’compromiso político del pleno empleo para favorecer la subordinación de las relaciones sociales a la tan mentada libertad del mercado (Bonefeld et al, 1995b:52), sobre todo porque ‘la creciente movilidad del capital socavó la resistencia de la clase trabajadora a la reorganización del proceso de trabajo’ (Clarke, 1988:320). Desde mediados de los 60 la inestabilidad había crecido junto a los costos de explotación del trabajo, y la inversión en la producción devino menos segura como medio de expandir el capital (Holloway, 1994). Consecuentemente, ‘...durante los ‘70, la incorporación del movimiento sindical no pudo seguir legitimándose sobre las bases del pleno empleo y la estabilidad de precios. (Bonefeld et al 1995b:49). El cambio de posición de las monedas nacionales generó inestabilidad. Si bien la previa fijación de tasas de cambio permitía a las monedas nacionales ser fuertes, ésta produjo, al mismo tiempo, severos problemas en las balanzas de pagos. Así, la conexión entre el mercado mundial y las economías nacionales se transformó en una crisis de las monedas nacionales (Holloway 1995b:31)

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La ruptura de Bretton Woods se expresó así como la crisis de la deuda externa en los ‘80, el crash en el ‘87 y la recesión a principios de los ‘90, enfatizada a partir de la caída del muro de Berlín en 1989. ’Desde entonces, el ‘terrorismo global del dinero’ (cf. Marazzi, 1995) reemplazó al poder político de la confrontación de bloques” (Bonefeld, 1996:6).Es que, como explica Holloway, ‘el capital para sobrevivir necesitaba liberarse él mismo de las relaciones de explotación, despegando de su propia inadecuación y convirtiéndose en capital líquido. Este proceso puede describirse como sobre acumulación de capital (Holloway 1994). La continua transferencia de dinero desde los países deudores a los centrales como acumulación sostenida fue la mejor garantía para la fragmentación o descomposición de las relaciones de clase (Bonefeld, 1996:9). En tanto que ‘la característica central del keynesianismo era el reconocimiento de la fuerza organisativa de la clase trabajadora, su crisis la de una forma particular de contener el poder del trabajo, pero, a la vez, del reconocimiento e institucionalización de este poder y del papel central de los sindicatos (Holloway 1995b).

Las economías latinoamericanas debieron seguir afrontando la transformación iniciada en los 70, esta vez bajo la forma de ajuste monetarista y neo-liberal. Dicho monetarismo desplegó en América Latina dos tipos de salvajismo: en los 70, la represión directa, por todos conocida, y la violencia indirecta en la forma de la deuda externa. En los ‘80, la represión directa eliminada por la democracia fue reemplazada por la violencia de la hyperinflación y la crisis de la deuda externa produciendo a la vez conflictividad, escasez y aislamiento social.La salida a aquella crisis en general ha sido la disciplina fiscal, la liberalización de los mercados y la privatización, compensados con políticas sociales para los pobres (Bustos 1993:154-5). La necesidad era básicamente atar y disciplinar al trabajo y al sindicalismo a las nuevas reglas del juego.

3. La ‘debilidad estatal’

‘A Bonaparte le gustaría aparecer como el patriarca benefactor de todas las clases. Pero no puede darle a una sin sacarle a otra’ (K. Marx: El dieciocho brumario...)

La crisis capitalista desestructuró entonces las relaciones sociales a nivel global, y generó básicamente fragmentación, incertidumbre y desorganización de los trabajadores a niveles nacionales. Por otro lado, transformó al capital productivo en dinero, o sea, en su forma más perversa. Si los parámetros de la acumulación se han modificado y, como afirmamos, los estados son los espacios políticos fragmentados de la relación global, es lógico que la forma de la relación capital-trabajo cambie y con ella, la forma del estado (el eterno guardián de la relación, cualquiera sea su forma).

El estado de Bienestar y sus versiones periféricas han sido concebidos eminentemente como la forma de control sobre la fuerza de trabajo (Holloway,1991; London ..., 1980; Hardt-Negri, 1994) o como un modelo de compromiso entre capital y trabajo (Przeworski-Wallerstein:1989; ver Thwaites Rey, 1994). Como producto de la mundialización, los estados nacionales se han caracterizado por tener básicamente dos papeles: control y represión y al mismo tiempo, ámbito de negociación (Dinerstein 1994). Es decir que fue la forma política de la dominación capitalista, ‘confiado en resolver sus problemas vía su propia reproducción (Negri 1972 in Hardt-Negri 1994:48).

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En los ‘70, el estado no pudo más ser capaz de subsidiar simultáneamente la acumulación privada a través de diversos mecanismos, y mantener una situación financiera saludable a través de l sistema de impuestos. El desequilibrio fue financiado por la deuda externa (de la Garza 1996). Por lo tanto, el gasto público no pudo seguir funcionando como el lubricante de los pactos sociales (de la Garza 1996, ver Holloway 1995b: 23). Entonces, ’la monetización del conflicto devino más y más problemática y la canalización del descontento se hizo menos efectiva y más costosa’ (Holloway 1995b:24).

De dónde proviene la idea de debilidad estatal? En el marco del revival neoliberal el estado ‘intervencionista’ se ha convertido en el culpable de todos nuestros males, llegando a ser el enemigo de la misma democracia. Si pensamos desde una perspectiva que entienda al estado como deus ex machine, y al capital como una fuerza incontrolable, la idea de que el estado se está debilitando sería bastante pertinente. Las privatizaciones, su propia reestructuración, la descentralización, la liberalización del comercio y la preponderancia de los organismos internacionales y la moneda internacional sobre estados nacionales y moneda nacional muestran los bordes de los espacios nacionales realmente difusos.

Sin embargo, desde el enfoque adoptado en este trabajo, la noción de ‘debilidad’ estatal puede ser revisada. Básicamente esta debiera ser acotada a una de las caras del estado: la de la forma pacífica del regulación del trabajo y de control del capital. Actualmente, en el marco de la globalización, existe una cierta incapacidad gubernamental de poder elegir entre diferentes opciones políticas la mejor, en términos de bienestar a nivel nacional. Esto es, el estado nacional es débil para contener y retener al capital, que en términos concretos significa disciplinar a los capitalistas nacionales. Este hecho se traduce en una ‘privatización del estado’ reforzada por un discurso que lo ataca, presentando al mercado y a la globalización como la mejor forma de competir. Sin embargo, como guardián de la relación capital trabajo, el estado, a través de su régimen político, mantiene -e incluso ha acrecentado- su poder en términos de 1) represión y control del conflicto social y 2) de la mismísima implementacion de la globalización.Los gobiernos realmente conservan su capacidad para cambiar la legislación laboral y reprimir al trabajo, y paradójicamente, en el marco del movimiento hacia la desregulación, están regulando el mercado de trabajo, efectuando las acciones y acuerdos necesarios para adaptar las economías nacionales a los nuevos parámetros de la acumulación capitalista. Como afirma Burnham,

‘...la globalización entonces significa reorganización de los estados (más que desestructuración4) y esta recomposición es levada a cabo activamente por los estados como parte de un intento más amplio de reestructurar y responder a la crisis de la relación capital-trabajo’ (Burnham,1996a :5).

La debilidad del estado refiere entonces a su progresivo abandono de la tarea de equilibrar la relación capital-trabajo, en favor del trabajo, porque, en tanto es una relación social,

‘...la subordinación del estado al dinero define la forma económica a través de la cual una crisis de sobre acumulación aparece en el estado, y pone los límites a los poderes de ese estado para responder a la crisis, esto no determina la forma política especifica del estado. La forma política del estado es determinada por la lucha de clases y más particularmente por las luchas de la clase trabajadora’ (Clarke1992b:136).

4 En inglés ‘rather than by passing’

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La idea de debilidad viene de mirar al estado a través del prisma de su forma ‘welfare’: desde allí hay indudablemente una correlación política de fuerzas negativa para el trabajo, en el marco de la lucha de clases. Sin embargo, la debilidad no es, en sí misma una propiedad atribuible al estado.

Por lo tanto, en primer lugar ni la debilidad de los estados nacionales generó la globalización ni vice versa: es la nueva relación capital trabajo la que se expresa en diferente formas políticas. La crisis del capitalismo ha sido siempre la ruptura y reconstitución de esta relación central, con expresiones nacionales. En segundo lugar, la extinción del ‘espacio social’ y la continua y fuerte tendencia al ‘mercado político’ (Hardt-Negri, 1994) no se estaría tampoco produciendo ni por dicha debilidad ni por las políticas conservadoras. El divorcio entre democracia/estado de bienestar y acumulación de capital es causado por el capital como relación social, o sea, por la lucha de clases que se expresa y constituye en una determinada forma política y nacional. En general, la izquierda siempre ha mal interpretado política y teóricamente el fenómeno del estado, confundiendo su forma ‘de bienestar’ con su esencia, y así, hoy se encuentra desarmada frente a la convulsión social que produce la ausencia de aquel espacio para las reformas sociales.

Las preguntas que siguen entonces son acerca de las nuevas formas de la relación capital-trabajo, en el marco del proceso de globalización actual, al interior de cada estado nación, y acerca de la organización y lucha obreras. Señalaremos algunas cuestiones para luego pensar si la organización de los trabajadores a nivel nacional e internacional se viera facilitada o entorpecida, y a la vez, esbozaremos una nueva forma de entender la cuestión de la organización de la lucha desde el trabajo.

4. La nueva relación: austeridad y fragmentación

‘Todos tenemos un infierno en la cabeza, que no se lleva bien con este corazón’ (S. Garré, Canción)

Varios intelectuales han señalado la conjunta y paradojal existencia de una creciente globalization de las economías junto a un fenómeno de fragmentación político-social (Godelier, 1995; Harvey :1995) donde, básicamente, el espacio de la acumulación y su gestión politico-administrativa ya no coincidirían (Amin, 1995). Aún si se aceptara esto como cierto, no parece tratarse de una contradicción.

Al contrario que después de la segunda guerra mundial, el actual período estaría generando una diferente relación capital-trabajo, esta vez definida por a) nuevas formas de consumo, ‘tendientes a alejarse de la planificación fordista de salarios y retornando a las leyes del mercado’; b) diferentes modelos de regulación, ‘extendidos más allá de las fronteras nacionales’; c) los cambios en el proceso de trabajo, y d) una completa modificación de la composición social del poder del trabajo (Hardt-Negri, 1994:272), expresado como ‘un crecimiento de una población fuera del mercado’, ‘diferenciación social’, ‘nuevas formas de segmentación y dualismo (Esping-Andersen, 1994: 147), ‘segregación de la clase trabajadora ’ (Hyman, 1994:151).

En el marco de estos cambios, cuatro características -en principio- podrían ser señaladas: i) la presencia violenta del poder del dinero combinado con pobreza y desempleo, ii) la tendencia a la fragmentación de la fuerza de trabajo y

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consecuentemente de sus luchas, iii) la generación de un escenario de escasez y austeridad, iv) la reducción del espacio para la participación sindical.Tomando como ejemplo la reestructuración del estado argentino (Dinerstein 1996b) el poder del capital líquido para recomponerse sobre bases nacionales y la transformación del estado se ha exhibido a través de la misma necesidad de su reestructuración, de las privatizaciones, y cambios en los modelos productivos, para hacer al estado atractivo al capital global. En segundo lugar, la constitución de un escenario fragmentado se vio en la constante presión desde el estado y los capitalistas para descentralizar la negociación colectiva, la necesidad de salarios por productividad, y la socialización de las perdidas que, algunos casos, se expresó en la rotación del trabajo por turnos y en retiros voluntarios5. La tendencia a la fragmentacion se ha percibido en la presión del gobierno sobre las luchas de los trabajadores contra las privatizaciones de las empresas estatales, tratando de aislarlos, acusándolos de estar ideológicamente ‘fuera de moda’; sacando ventaja del dilema que tiene todos los trabajadores estatales de actuar de acuerdo a sus intereses y al mismo tiempo, ‘ser proveedores de bienes y servicios socialmente necesarios (Fairbrother,1989: 208); tratando de incrementar las divisiones entre los sindicatos6. En tercer lugar, el entorno de escasez también se evidencio en la necesidad de implementar reestructuraciones, despidos, rotaciones, en la necesidad de vender empresas para pagar salarios7, o privatizar las empresas del estado para ‘poder invertir en áreas importantes como, por ejemplo, educación’. El escenario de crisis económica así generado coadyuvó a adeudar salarios y jubilaciones, e incluso, intentar reducirlos.En cuarto lugar, la tendencia hacia un doble decrecimiento del espacio para la participación sindical es casi un hecho. El espacio para la negociación colectiva se ha reducido. Pero, al mismo tiempo, los sindicatos están siendo negados como el medio mas idóneos para elevar las demandas de los trabajadores y obtener beneficios.

Estas características dibujan un escenario donde la institucionalización del conflicto de clase se estaría logrando débil y temporariamente como el intento de construir este tipo de escenario de escasez, es decir, la legitimación de la austeridad (Bonefeld et al 1995b:50; Dinerstein, 1994) que implica, a la vez, la lucha por constituir subjetividades que acepten las nuevas pautas, como mecanismos políticos de disciplinar al trabajo Battistini-Dinerstein 1995; Dinerstein, 1996a). Fragmentación y escasez son así dos caras de la misma moneda: la forma y el contenido respectivamente de la relación capital trabajo y la lucha del capital por constituir subjetividades en el contexto de la imposición de la lógica del mercado. La pobreza genera divisiones y estas generan aislamiento: el mejor medio para aceptar la visión dominante de la crisis económica y los cambios.Más aún, si la globalización es una etapa de la acumulación capitalista, la fragmentación de la clase trabajadora, la precarización de la fuerza de trabajo y el desempleo, no serían ‘efectos no deseados’ del proceso, sino una necesidad de las nuevas formas de producción, por ejemplo el chido-ka y el just in time, y la externalización de la producción con el intercambio de fuerza de trabajo barata, es decir, lo que Stolovich ha llamado el dumping social (Stolovich, 1995).

5 Ver el caso de la reestructuración productiva en ACINDAR, en Argentina en Dinerstein 1996b)6 Por ejemplo, en los conflictos provinciales durante 1993-95 en Argentina, el uso alternativo de la violencia, de la intervención política y del dinero han sido estrategias usadas alternativamente para contener el conflicto y fragmentar la lucha de los trabajadores7 Ver en Río Negro, Argentina, el caso de la venta de los complejos de Alicurá y El Chocón para pagar salarios atrasados en la provincias (Página 12, 15.6.95:4, en Dinerstein 1996b)

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5. Trabajo y organizaciones sindicales: conceptos y realidades

‘...las marchas no nos llevan a ningún lado, que había que sentarse a la mesa, con inteligencia, capacidad y propuestas’ (A. Casia, ex Secretario General de CGT)

El keynesianismo permitió al enfoque de las relaciones industriales desarrollarse, pero la presente complejidad de la situación laboral muestra que la visión dahrendorfiana que hace hincapié en la esfera política y define a las organizaciones según su influencia y participación en el poder político está agotada(Ver Dahrendorf, 1976). Este nivel de análisis resulta escaso y pobre frente a la magnificencia de la recomposición del capital. El enfoque de las relaciones industriales fallan en explicar lo que ocurre con los sindicatos porque los toma como el punto de partida del análisis. Más que especialistas en el tema, los autores que intentan explicar la situación laboral generalmente -e inconscientemente- se vuelven ellos mismos parte del proceso fetichizante, en tanto no descubren lo que hay detrás de los problemas organizacionales. El límite epistemológico de estos trabajos reside en su acriticismo porque aíslan a los sindicatos de la recomposición global del capital y las nuevas formas de la lucha de clases. El enfoque decepciona porque es descriptivo. El segundo límite que padecen es que sus conclusiones sobre la situación laboral son indefectiblemente pesimistas pero además, políticamente y teóricamente peligrosas. En que sentido? Porque si el presente es un momento regresivo para el trabajo, y si las organizaciones laborales son impotentes para enfrentar los cambios en los modelos productivos y el avance del capital, consecuentemente la clase trabajadora es también débil ó, lo que es peor, no existe más como tal. Por último, el determinismo tecnológico de estos enfoques -que creen en definiciones tales como fordismo y post-fordismo- les impide entender que en el nuevo caos (Peláez y Holloway, 1991), la clase trabajadora no es explotada por la tecnología sino por el capitalismo (Clarke, 1992a:150). En este sentido, la desaparición de la clase trabajadora o su desintegración es una fantasía que no viene de un correcto análisis de la actual relación capital trabajo, si bien necesita reconceptualizarse.

El marxismo tampoco lo ha hecho mejor. Su desafío sigue siendo el poder explicar la particularidad y la globalidad al mismo tiempo (Cleaver, 1993). En general, en tanto ha estado -al menos teóricamente- preocupado por el cambio de la sociedad capitalista, el marxismo se ha visto atrapado por el debate histórico sobre reformismo ó revolución. El tema de las relaciones industriales le es problemático en este marco (Hyman, 1989).

Básicamente, para el marxismo, los sindicatos constituyen a la vez, amenaza y soporte al status quo (Taylor,1989). Algunos marxistas entienden a los sindicatos como parte esencial de la sociedad capitalista (Anderson, 1977). Afirman que, si la raison d’être de los sindicatos es el sistema salarial creado por el capitalismo, sin el capitalismo los sindicatos no existirían (Allender, 1996). Otros, que hacen hincapié en la lucha de clases, ubican a los sindicatos, a un alto grado de abstracción, como formas fetichizadas del proceso político burgués. Así, para mantener la separación de lo político y lo económico, el capitalismo requeriría de instituciones políticas separadas que lo legitimen:

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‘La supervivencia de instituciones políticas...depende del éxito de la lucha en mantener la separación, canalizando los conflictos que aparecen de la real naturaleza de la sociedad capitalista como formas fetichizadas del proceso político burgués (Holloway y Picciotto, 1977: 115).

Negri va más lejos aún explicando que

‘el problema de la organización política del proletariado de ninguna manera puede resolverse en la representación delegada ...en general la representación política coincide con la separación entre lo económico y lo político, entre sindicalismo y actividad política partidaria’ (Negri, 1992: 98-9).

Creemos que estos enfoques huyen del desafío de explicar el todo y la particularidad a la vez. Las luchas de los trabajadores merecen ser específicamente analizadas en forma y contenido, dentro del proceso global que hemos descripto. Primero, su concepción requiere de una revisión. Esta será mi tarea ya que los casos particulares requieren estudios específicos (ver Dinerstein, 1996b)8

Básicamente, la pregunta acerca de si los sindicatos son una amenaza para el capitalismo ó significan la incorporación de la clase trabajadora al sistema. (Taylor, 1989:183), hoy más que nunca está erróneamente hecha. Para salir del atolladero de las ‘debilidades estatal y sindical’, y re-ubicar el tema del poder del trabajo en el marco de la globalización, la pregunta debe ser puesta de cabeza: cuales son las formas organizacionales en las que la lucha de clase se expresa actualmente?

John Holloway ha sugerido que, si el capital es en realidad trabajo en una forma alienada, las crisis capitalistas son crisis provocadas por los esfuerzos del capital por volverse independiente del trabajo (Holloway, 1991, 1995; también Bonefeld, 1995). En ese nivel de abstracción esto es real. Sin embargo, las formas concretas que la lucha de clases adopta muestran el fracaso temporario de los movimientos obreros tradicionales. No obstante, la reducción del espacio político y la tendencia a la división y el aislamiento es conflictiva y contradictoria. Por un lado, bajo la forma de democracia política, el estado trata de mantener a los sindicatos como las organizaciones que puedan controlar al trabajo y trata de forzarlo a adaptarse a las nuevas pautas. Por otro lado, el capital ataca a los sindicatos porque el espacio democrático se esta convirtiendo en una traba a la forma presente de la acumulación. Así, el capital necesita de la descentralización y la fragmentación de la fuerza de trabajo y de la reducción del espacio democrático o corporatista para no tener que negociar condiciones salariales y laborales, pero necesita del control que los sindicatos le pueden proporcionar frente a la conflictividad. Como consecuencia, los sindicatos están inevitablemente presionados por estas dos tendencias generadas por la relación capitalista. En tanto el capital todavía necesita control, y rechaza la negociación, la respuesta gubernamental al fantasma del conflicto social (su pesadilla permanente) es la represión.

El principal problema para los sindicatos combativos es que las demandas por la reproducción social van en contra de la liberación del trabajo en sentido amplio. En otras palabras, si el trabajo existe como tal y, además, en su forma de ser negada - capital- (Bonefeld 1995), y el estado es una relación que garantiza esta forma perversa, el trabajo, pidiendo por mayor intervención estatal, paradójicamente se

8 El trabajo citado contiene un estudio empírico de tres estudios de caso. Ellos son tres conflictos laborales y acción sindical desarrollados durante la reforma del estado en Argentina en los ‘90. (la privatización de Aerolíneas Argentinas, 1989-90; la reestructuración de la empresa ACINDAR , 1991; los conflictos provinciales 1993-95)

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mantiene a sí mismo como trabajo alienado y reclama, aunque mas no sea inconscientemente por la institucionalización del conflicto de clase. Para sobrevivir (literalmente), los trabajadores requieren de esa intervención estatal, pero para liberarse el trabajo necesitaría al menos separarse de la institucionalización del conflicto y del estado. En el mismo reclamo por su reproducción, el trabajo anula la posibilidad de destruir la habilidad del capital de controlarlo a través de los sindicatos.

La crisis sindical entonces, es mucho más que un problema organizacional. Es cierto que la crisis del estado ha devastado el poder sindical y que están teniendo lugar una serie de rupturas: i) debido a los cambios en la composición de clase, las variedad de demandas de los diferentes trabajadores ya no coinciden con la jerarquia centralizada que caracteriza a las organizaciones sindicales; ii)debido a los cambios en los modos de acumulación de capital, la fragmentación y descentralización ya no se corresponden con la pretensión de los sindicatos de centralizar la lucha en huelgas generales y la pelea por el espacio nacional de la negociación; iii) dada la crisis de la previa forma de institucionalización del conflicto de clase, el poder del trabajo tiende a separarse cada vez más del poder de los sindicatos.

Estas nuevas ‘no coincidencias’ explican que, en realidad, las relaciones sociales capitalistas no están estructuradas por organizaciones que buscan poder sino que las organizaciones son una consecuencia de la lucha de clases. Por ello, más que verse ‘afectadas’ por la nueva relación capital trabajo, los sindicatos expresan esa relación. En tanto la forma política estado es puesta en peligro por la recomposición del capital, los sindicatos realmente pierden el poder de organizar las luchas, y negociar condiciones salariales y de trabajo a nivel nacional. Pero su vulnerabilidad sólo puede explicarse como parte de la reestructuración global del capital y no como su efecto. La insistencia en su debilidad, tomada aisladamente, implica una segunda confusión teórica (la primera era confundir el estado con el estado de bienestar): la de pensar en las organizaciones laborales en términos de institucionalización, desde el prisma del estado de bienestar.Por ello, los conflictos ‘laborales’ están ‘polítizándose’. Lo que ocurre es que, sobre todo, los actuales parámetros de la relación capital-trabajo cuestionan la precaria pero tradicional categorización por separado de acción política y acción laboral/gremial, y destruye la retórica política que históricamente ubico a los sindicatos en el nivel económico. Como explica Clarke,

‘la presión de la sobre acumulación aparece en la forma de presión por beneficios, intensos conflictos industriales, presión de los bancos y mercados financieros y creciente desempleo...En tanto sindicatos entran en conflicto con el poder represor de las cortes y la policía, y los desempleados con las formas represivas del alivio a la pobreza, la lucha de clases toma una forma política directa y amenaza con sobrepasar los canales constitucionales para tal fin. Al mismo tiempo, las posibilidad para concesiones materiales se achica porque los beneficios se comprimen y porque el estado tiene que afrontar una crisis fiscal’(Clarke, 1988:144, mi énfasis).

Si bien los sindicatos antes eran fuertes, ‘cuanto más poderosas aparecían en términos de influencia en el estado, se volvía menos efectivos tanto en representar o controlar a sus miembros, su poder crecía como un poder vacío, un poder institucional sin substancia.’ (Holloway 1995:27). Achicado el escenario para desplegar ese poder institucional, ligado al estado, los sindicatos aparecen como

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cajas vacías, no sólo para los trabajadores, que no encuentran en los viejos sindicatos un real instrumento de lucha, sino también del lado del capital, que pretende arrojarlos al baúl de las cosas olvidadas. Entonces, esa politización no se produce por la impotencia de los sindicatos sobrepasados por el conflicto social sino porque la relación capital trabajo es tanto política como económica. Más aún, los sindicatos nunca han sido organizaciones poderosas per se: son especificas formas políticas en un también especifico momento de la lucha de clases y dentro de una especial configuración de la relación capital trabajo y estado a nivel nacional.

Que sucede a nivel internacional? Como anticipé en la introducción, hay una tendencia a asociar globalización del capital con globalización de la lucha contra el capital.Así, Bina y Davis afirman que hoy, la famosa frase “trabajadores del mundo uníos’ se estaría volviendo relevante y aplicable, en tanto que el capital estaría traspasando las barreras del estado nacional. Para ellos ‘la transnacionalización de las relaciones capitalistas de producción permitirían ahunar intereses del movimiento obrero de distintos países y elevaría potencialmente la solidaridad del trabajo a nivel internacional' (Bina-Davis en Berberoglu 1993:152 ). Sus premisas son que , primero, '...el capital global puede ser visto como una entidad socioeconómica orgánica y supranacional que corresponde a la estructura de relaciones sociales globales'; y segundo, '...si el capital es una entidad global, entonces debe haber una estrategia de revitalización para el trabajo...'(ídem ant: 153). Aún más, argumentan que 'un nuevo movimiento obrero esta emergiendo internacionalmente y en el cual los sindicatos se están volviendo mas autónomos en relación a su respectivos estados nacionales...'(ídem ant:167).

Contrario a esto, mi hipótesis es que en realidad, como este proceso requiere a la vez de fragmentacion y localización de las luchas de los trabajadores, la de estos autores es una asociación espuria, en todo caso bien intencionada, pero falta de precisión.En primer lugar, no es desde conceptos y formas organizacionales tradicionales desde donde se puede pensar en mejores condiciones para la organización obrera mundial En términos tradicionales, no se puede afirmar que ‘las condiciones objetivas para el movimiento obrero internacional sean mas fuertes hoy que antes en términos de solidaridad de clase (Bina-Davis, 1993:165). Me parece que, al contrario, el proceso actual descripto no sólo no ayuda a organización de los trabajadores a nivel internacional, sino que la dificulta. Justamente lo que había permitido la solidaridad y organización internacional de las organizaciones obreras a nivel mundial había sido la reproducción de los esquemas del estado de bienestar en todas sus versiones con su consecuente tendencia al pleno empleo y cierto nivel de homogeneidad de la fuerza de trabajo. Fueron estos factores del bienestar en todo caso los que entorpecieron los intentos revolucionarios, los que no presentaban alternativas al capitalismo. Posiblemente, ‘...la euforia [de las mejores condiciones] es atribuible a la idea de que el proceso de “internacionalización del capital” en el marco de las corporaciones multinacionales, por primera vez en la historia del capitalismo proveyó de las condiciones objetivas para la superación de las divisiones del sindicalismo, en fracciones nacionales’ (Olle-Schoeller in Boyd et al,1987:26). Pero como se ha expresado, no existen tales condiciones objetivas. Los cambios tecnológicos en la producción y el intercambio, en la acumulación no son causa de la lucha de clases sino su consecuencia.

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Es verdad que el mercado de trabajo se estaría volviendo global en términos del uso de la fuerza de trabajo, pero ello no implica para el trabajo la misma homogeneidad y movimiento que existe para el capital. La globalización y la expansión de las multinacionales requiere de regionalización y localización de ciertas actividades productivas (periféricas) que para sus trabajadores están lejos de ser globales. Los nuevos parámetros de precarización, informalidad, individualismo, desempleo, regionalización, lo mismo que las nuevas y represoras técnicas de management que los trabajadores padecen a niveles nacionales se reproducen globalmente ya que son las relaciones de explotación se vuelven globales en ausencia de los espacios políticos nacionales que homogeneizaban a la fuerza de trabajo a través de políticas sociales y salariales9

Si de organización de a lucha se trata, el tema no sería el cómo lograr una acción internacional común de los ‘diferentes movimientos’ (Harvey:1995) (otra vez el error) sino como interpretar la nueva fragmentación que el capital impone al movimiento obrero a nivel mundial, en su especificidad. Pero para ello resulta imprescindible ampliar el concepto de ‘trabajo’ y aceptar que quizá las nuevas formas no sean exactamente ‘sindicales’.

Se hace necesario entonces de-construir el nivel organizacional para establecer los nuevos parámetros de la lucha. Si partimos de la crisis de las organizaciones sindicales como un hecho dado, en el plano de lo político, la única interpretación y sentimiento posible es la derrota. Partiendo de la contradicción, el papel de los sindicatos puede ser redimensionado, pues ha cambiado el conflicto laboral no sólo en su forma sino también en su contenido. La insistencia en la debilidad de los sindicatos erróneamente asociada a la debilidad del trabajo también es en sí misma un instrumento de la fragmentacion que el capital quiere imponer, pues constituye subjetividades del trabajo aisladas y debilitadas en esta creencia.

6. El mito de la aldea global

‘En otras palabras, estoy casi convencido de que nunca habrá una justa distribución de bienes, o una organización satisfactoria de la vida humana hasta que sea abolida la propiedad privada’ (T. Moro, Utopía)

La versión teórica predominante de la globalización es,, en realidad, una ayuda a la implementación política de los cambios necesarios para disciplinar al trabajo, pues fetichiza con un renovado discurso, las nuevas relaciones capitalistas de producción. Ella pinta la nueva era como un proceso más bien cultural, o económico, donde el intercambio y acceso a bienes y servicios se vería facilitado. La ideología del interés común antes provista por el estado nación, la que mostraba el interés privado como público, está lenta pero constantemente siendo reemplazada por los dos nuevos monstruos sagrados: el mercado y la aldea global. Los beneficios del mercado global se convierten en el nuevo interés común, rechazando las arenas político nacionales para discutir y negociar opciones.Por su parte, la noción de compresión del espacio-tiempo que la globalización proporcionaría (Harvey in Waters,1996: 57) realmente debiera ser relativizada al desarrollo de los mercados financieros y medios de comunicación10. Porque ciertamente, la globalización contiene una esencia capitalista clasista donde 9 Ver los cambios en las formas y contenidos de las políticas sociales en Argentina en Grassi et al, 1994.10 Touraine argumenta que la mentada “construcción europea’ por ejemplo, es realmente sólo el refuerzo de las grandes corporaciones y los bancos europeos, en el marco de la globalización económica que está teniendo lugar en Europa. Señala como ejemplo los problemas que la Unión Europea tiene en llevar adelante una política social común (El País, Madrid: 1996)

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mientras la burguesía se vuelve cosmopolita y transnacional (Harvey,1995) el trabajo (en un amplio sentido) se vuelve más y más fragmentado, y atado a intereses no sólo nacionales sino aún más restringidos a áreas locales.

Si estuve en lo correcto, la aldea global se caracterizaría por el desempleo, la pobreza la fragmentacion junto a la expansión líquida del capital, y la concentración de la riqueza. La compresión del espacio tiempo podría aplicarse al mundo de las finanzas, y los negocios, y al de la burguesía culturalmente globalizada que accede a bienes y servicios de todo el mundo. Para ellos, el mundo se ha achicado a través del uso de Internet, telefonía móvil, mercados financieros, servicios bancarios, viajes. Sin embargo, al no ser un fenómeno socializado, se ha convertido en un abismo para el común de la gente. En realidad el único y gran ‘logro masivo capitalista del siglo’ es la globalización de la violencia y el desempleo.

7. Salvedades

‘Al parecer, no importaba mucho concluir los trabajos iniciados. La mayoría de ellos insumía la vida entera. Pero los hombres de la sociedad sabían que el camino es siempre mejor que la posada y desdeñaban la satisfacción del sueno cumplido’ (A Dolina: Crónicas del Ángel gris)

Todo pronóstico pesimista acerca de los trabajadores merece la obligada otra pregunta: cómo podrá el capital mantener el control sobre el trabajo si está permanentemente socavando las bases de su organización institucionalizada, los espacios de negociación y a los sindicatos, que son, en parte, el medio de control del trabajo? Cómo puede el capital controlar su forma líquida global y su contracara, es decir, la expansión también global de la pobreza y el desempleo?

Si bien la institucionalización del conflicto de clase está deviniendo represiva y fuerte, es también cierto que es precaria y descentralizada. La resistencia del trabajo debe analizarse en un sentido más amplio, ya que el poder de éste no es ni un atributo organizacional ni personal, ni depende de funciones de liderazgo, sino que, como potencia en Spinoza, es a la vez sistémico y subjetivo. Es el poder de destruirse asimismo como capital, para de-construir su forma de existencia perversa y recuperarse como creatividad.

Lo que es en algún sentido nuevo, para los ‘90 es la repercusión global del conflicto de clase. El ejemplo de los zapatistas no debiera ser subestimado, (Holloway, 1995a; 1996), pues pone en cuestión no sólo a las organizaciones tradicionales, sino el mismísimo concepto de poder del trabajo.Desde el prisma del estado de bienestar es difícil pensar con optimismo en los trabajadores. Por el momento, la ideología neoliberal ha sido exitosa en imponer su interpretación de los hechos presentados tristemente como ‘crisis económica’. Superar este discurso es también una tarea para los movimientos obreros a nivel nacional e internacional. Para entender el proceso contradictorio en el que el trabajo se desarrolla, es necesario creer en que ‘...el capital todavía no ha ganado la batalla del acostumbramiento11 (Cohen-Hendeerson en Cohen 1991:52). Este tiene aún que luchar contra lo esencial su propia creación, es decir el hambre y la miseria. Tiene que fetichizar la presencia simultánea y violenta del dinero y el desempleo. Si esto fuera cierto, entonces, aunque la aldea global está muy lejos de ser hoy el escenario para la solidaridad del trabajo, no deben descartarse nuevas formas de organización y lucha porque, siguiendo a Battistini (1994) lo que sigue

11 en inglés: habituation

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estando en juego siempre que exista capitalismo, es el poder del trabajo, más allá de las formas políticas y económicas que adoptaran la explotación y la lucha de clases.

Ana DinersteinSeptiembre 1996

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