Drogas Inteligentes

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FarmacologíaDROGASLos estudiantes no esperaron a que la ciencia confirmara su efectividad para usarlas pero ¿realmente pueden potenciar nuestra capacidad intelectual sin afectarnos? Por Miryam AudiffredINTELIGENTESH34an pasado dos años desde que James C. empezó a consumir las llamadas “drogas inteligentes”. A pesar de que la comunidad científica se encuentra dividida entre quienes aprueban y desaprueban su consumo, cada temporada de exámenes este joven estudiante de la Universidad de C

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Los estudiantes no esperaron a que la ciencia confirmara su efectividad para usarlas pero

¿realmente pueden potenciar nuestra capacidad intelectual sin afectarnos? Por Miryam Audiffred

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Han pasado dos años desde que James C. empezó a consumir las llamadas “drogas inteligentes”. A pesar de que la comunidad científica se encuentra divi-

dida entre quienes aprueban y desaprueban su consumo, cada temporada de exámenes este joven estudiante de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, se introduce clan-destinamente en el cuarto de su hermano menor para esculcar el cajón de su buró y robar un puñado de pastillas.

Su hermano fue diagnosticado con el Déficit de Atención con Hiperactividad y como parte de su tratamiento consume Ritalin, un medicamento que –según James- también a él le ha ayudado a aumentar su capacidad de concentración.

A punto de concluir la carrera de Economía, James está convencido de que el consumo de estas drogas le ha permitido

tener un mejor desempeño académico. Las toma una vez al día, durante el desayuno, y las suspende al finalizar el último examen, cuando ya no necesita pasar las noches sumergido en las páginas de los libros.

Esta forma de estudiar se ha extendido a tal grado que un estudio realizado por Sean Esteban McCabe, profesor de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, reportó en 2005 que 4.1% de los estudiantes estadouni-denses sigue los pasos de James en un afán de lograr mayor concentración y ampliar su capacidad de memoria.

Por supuesto, la promesa de un mayor desempeño cerebral es seductora y el fenó-meno no se ha limitado a la comunidad estudiantil. Así lo afirma la neuropsicóloga de la Universidad de Cambridge, Barbara Sahakian, quien hace un par de años reveló que también profesores y académicos con-sumen píldoras con fines estrictamente inte-

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Las "drogas inteligentes" todavía no tienen la autorización de toda la comunidad científica,

aunque algunos reconocen que funcionan.

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¡ATENCIÓN!Automedicarse puede acarrear graves problemas a la salud. Todos los medicamentos que aquí se mencionan requieren prescripción médica.

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lectuales, y más aun, una encuesta realizada por la revista Nature a 1,400 personas de 60 países indicó -en abril de 2008- que uno de cada cinco adultos ha utilizado estos “moto-res cerebrales”. Además, la gran mayoría mencionó que debería estar permitido que los adultos sanos consuman “refuerzos cere-brales” aunque esto implique padecer efectos secundarios ligeros.

¿Y en México?La misma encuesta incluyó sondeos dentro de nuestro país, y los chats estudiantiles lo confirman. Las “ drogas inteligentes” han pasado su examen de admisión a las aulas mexicanas. Aunque “su llegada es apenas perceptible”, según afirma Rafael Salín, especialista del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, quien agrega que “en el país el consumo de estas drogas con fines académi-cos es algo muy incipiente. Hasta el momen-to la droga más consumida por los estu-diantes sigue siendo la cafeína. Durante los periodos de exámenes hay jóvenes que llegan a tomar dosis excesivas de café y refresco de

cola. Algunos, incluso, hacen uso de pasti-llas antidepresivas para mantenerse alerta y estudiar por periodos muy prolongados sin dormirse”. Sin embargo, “sabemos, por experiencia, que en México solemos seguir las modas estadounidenses, así que hay que estar alertas”, nos dice.

A pesar de que la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) dice desconocer por com-pleto este fenómeno; no obstante, Laura H, estudiante de Derecho en la Universidad Iberoamericana, cuen-ta que ella y sus amigos han empezado a con-sumir pequeñas dosis de Provigil durante los exámenes. “Es algo completamente inocente. Necesitamos las pastillas para estar despiertos y no sentirnos exhaustos a la mitad de la jornada. La presión de pasar los exámenes y entregar los ensayos a tiempo es insoportable”.

Una situación que puede ser salvada “como por arte de magia” según afirma James, ya que con el Ritalin consigue con-

centrarse de forma casi absoluta en los estu-dios. “Antes me distraía con cualquier cosa, pero ahora estoy tan enfocado que termino los ensayos más rápido. Siento que todo lo que leo me resulta claro, y eso hace que llegue mucho más tranquilo y seguro a la evaluación”.

¿En verdad sirven?La pregunta que se hacen los científicos es si el uso de estas drogas en verdad ayuda a

mejorar su desempeño o se trata del poder de autosugestión. La respuesta que ofrece Rubén Baler, científico del Instituto Nacional

contra el Abuso de las Drogas, con sede en Maryland, Estados Unidos, es que no se trata de placebos. Sin embargo, matiza, “aun en las mejores condiciones los beneficios cog-noscitivos son mínimos y los riesgos a la salud son bastante considerables”.

Como ejemplo de su funcionamiento, Baler se concentra en el metilfenidato, conocido comercialmente como Ritalin,

psicoestimulante que afecta los circuitos que usan dopamina.

Esa liberación artificial permite prestar mayor atención y enfocar la concentración, como si se tratara de un marcador de texto fluorescente.

Otro experimento llevado a cabo en 2002 por Jerome Yesavage y un grupo de colegas de la Universidad de Stanford concluyó que Donepezil, una droga utilizada para contra-rrestar la pérdida de memoria en pacientes de Alzheimer, podría servir también para mejorar la memoria de personas sanas.

Para comprobarlo, el equipo de Yesavage entrenó a un grupo de 18 pilotos de entre 30 y 70 años en un simulador de vuelo que los obligaba a realizar maniobras de control de tráfico aéreo.

Después de someterse a 75 minutos de entrenamiento en un simulador, los pilotos recibieron –de forma aleatoria- una botella idéntica con 30 cápsulas aparentemente iguales que contenían drogas o placebo. ¿El objetivo? Según los documentos de Yesavage, investigar la reacción que provocaba el tomar cinco miligramos de Donepezil durante un periodo de 30 días.

Al finalizar el tratamiento, los pilo-tos tuvieron que efectuar nuevamente las maniobras aéreas, revelando así los distintos niveles de retención y memoria que exis-tieron entre ellos. Con esto, los científicos pudieron afirmar que aquellos que consu-mieron las drogas recordaban mucho mejor el entrenamiento. “El Donepezil parece tener efectos beneficiosos sobre la retención en los adultos mayores sanos”, dice una de las conclusiones de este estudio.

En contraste, parecen pocas las voces autorizadas que niegan los beneficios de las “drogas inteligentes”. Una de ellas, de gran peso, es la de Rusiko Bourtchouladze, quien considera que estas drogas no son más que un placebo para los consumidores con un estado de salud sano. El autor de Memories are Made of This y quien contribuyó en el pro-yecto que llevó a Eric R. Kandel a obtener el Premio Nobel en el 2000 las descarta hacien-do gala de su buen humor: “Yo no me pre-ocuparía mucho sobre el impacto que puede tener en la salud el consumo de pastillas para

mejorar las capacidades cognitivas porque, simplemente, no existen tales drogas”.

La razón que conduce a tal afirmación radica en que -según sus estudios- la com-pleja mezcla de señales químicas, enzimas y proteínas que colaboran en la formación de la memoria sólo puede ser afectada por una droga cuando el organismo es víctima de una enfermedad.

De no estar enfermo, concluye Rusiko Bourtchouladze, la memoria establece una auto-regulación y un balance a prueba de

cualquier medica-mento.

Nicolas Rasmussen, historiador de ciencia y autor del libro On Speed, apoya dicha

tesis. En sus observaciones, algunas de las drogas que se erigen como “inteligentes” sólo generan la fantasía de un mejor desem-peño debido a que muchas de ellas –como las anfetaminas (Adderall)- al impactar en el estado de ánimo de las personas, “tienden a hacernos sentir que tenemos un rendimien-to especialmente bueno, cuando en realidad no es así”.

La cafeína es la droga más usada en las aulas de México.

Algunos científicosdicen que es una mera fantasía.

RitalinEl metilfenidato, mejor conocido por la marca comercial Ritalin, es un psi-coestimulante utilizado para tratar a individuos que padecen de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. También se prescribe para combatir la Narcolepsia, una enfermedad que se caracteriza por una somnolencia irresistible durante el día. Un psicoestimulante es una droga que aumenta los niveles de actividad motriz y congnitiva, refuer-za la vigilia, el estado de alerta y la atención, debido a que actúa sobre el sistema nervioso central.

La caja de 30 cápsulas de 20 miligramos cuesta, en promedio, 580 pesos.

Ritalin y Adderall son, sin duda, las drogas de uso más común. Ambas alteran la actividad del neurotransmisor dopamina durante la sinapsis, que es el encuentro de Las drogas de la familia SMART

neuronas. La dopamina realiza numerosas funciones en el cerebro, entre ellas la motivación, el sueño, el humor, la atención y el aprendizaje. Cualquier alteración en la dopamina impacta en la capacidad de concentración, vigilia y estado de ánimo. Aquí su funcionamiento a detalle.

addeRallLas anfetaminas, que contienen medicamentos como el Adderall, son un potente estimulante del sistema nervioso central.

Se prescriben para controlar tras-tornos de sueño y atender a quienes padecen de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Además, alteran la actividad del neu-rotransmisor dopamina durante la sinapsis, pero éste actúa presinapsis. Al aumentar la cantidad de dopamina es posible incrementar también la motivación, el sueño, el estado de ánimo, la atención y el aprendizaje.La caja de 30 tabletas de 10 miligra-mos cuesta, en promedio, 350 pesos.

Mejor conocido como Provigil, el Modafinil es un estimulante del siste-ma nervioso central. Se se prescribe para tratar trastornos del sueño, pues incrementa y mejora el estado de vigilia. Su mecanismo de acción es poco conocido, pero difiere del resto de psicoestimulantes pues no altera los niveles de dopamina. Algunos científicos se refieren a este fármaco como una “auténtica revolución bio-tecnológica”, pues te mantiene des-pierto, concentrado y lúcido durante largos periodos de tiempo y –según estudios- el riesgo de adicción es mínimo. En Mexico se adquiere bajo la marca Mediodal. La caja de 14 tabletas de 200 miligramos cuesta, en promedio, 460 pesos.

donepezilConocida en el mercado mexicano como Eranz, este nuevo fármaco es usado para combatir el deterioro en los procesos cognitivos que provocan enfermedades como la demencia y el Alzheimer. El Donepezil aumenta la cantidad de la sustancia química denominada acetilcolina en el cerebro. La acetil-colina es un neurotransmisor que, distribuido en los sistemas nervioso central y periférico, guarda estrecha relación con la memoria, la atención y el aprendizaje.La caja de 28 tabletas de 10 miligra-mos cuesta en promedio 900 pesos.

Modafinil

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En EU cuatro de cada 10 estudian-tes consume alguna droga inteli-gente. maestros también lo hacen.ritalin y Provigil son las más empleadas aunque no está confir-mada su efectividad.

La industria farmacéutica no piensa lo mismo. O al menos los directivos de la empresa Cephalon, la única que abiertamen-te ha mostrado su intención de ofrecer en el mercado como píldora inteligente la droga Modafinil, conocida comercialmente como Provigil.

La compañía nació en 1987 por iniciativa de un grupo de jóvenes investigadores y su director ejecutivo, Frank Baldino, considera que el consumo de Provigil –un fármaco estimulante del sistema nervioso utilizado por los médicos para combatir trastornos del sueño- puede hacer que personas que están fatigadas se mantengan despiertas. ¿Y si las consume alguien sin fatiga? Simplemente, no sucederá nada, responde.

Pensar… ¿mejor?Pero la ciencia busca respuestas más com-plejas –y certeras—que la contestación de Baldino. Para Anjan Chatterjee, profesor del Centro de Neurociencias Cognoscitivas

de la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos, el consumo de estas drogas acarrea, inevitablemente, un efecto adverso. En el caso del Ritalin, la droga más utilizada en las universidades estadounidenses y de la que más se habla en los foros estudiantiles mexi-canos, señala que los efectos secundarios pueden ser muy graves cuando se consume sin supervisión médica.

En principio, puede causar adicción en personas sanas, lo que no sucede cuando quienes las consumen son enfermos.

También puede provocar problemas car-diovasculares, arritmia cardiaca e incluso muerte súbita. Paradójicamente, concluye Chatterjee, el consumo por periodos prolon-gados de Ritalin puede conducir también a la pérdida de la creatividad.

¿Si los riesgos son tan altos, cómo es que el uso de estas pastillas se ha popularizado a tal grado? Rubén Baler considera que “está sucediendo lo mismo que sucede con la cafeína, que cambia la química del cerebro y te permite realizar trabajo que pensaste no podrías hacer sin consumirla. Se trata del mismo fenómeno conductual y químico, sólo que estamos acostumbrados al café, que es la droga universal por excelencia”.

Así, las drogas que consumen James, Laura y muchos otros estudiantes fueron creadas originalmente para tratar trastornos

de sueño o enfermedades de deterioro cog-nitivo como Alzheimer.

También para atender el Déficit de Atención con Hiperactividad que –según estimaciones oficiales- afecta a entre 5 y 10 % de la población infantil y juvenil. Fueron ideadas para mejorar la salud de personas enfermas y, sin embargo, su consumo por parte de individuos sanos parece una marea difícil de parar.

¿Un lustro?La posibilidad de contar con drogas que mejoren las capacidades cerebrales es una realidad que, de acuerdo con el neu-rocientífico Michael S. Gazzaniga, podría alcanzarnos en menos de cinco años.

Autor del libro Ethical Brain y director del Centro de Neurociencias Cognitivas del Colegio de Dartmouth, en Estados Unidos, Gazzaniga asegura que en estos momentos hay varios medicamentos que están siendo probados y analizados en clínicas y laborato-rios, con fines de lanzarlos al mercado en un futuro inmediato.

“Genetistas y neurocientíficos han hecho numerosos esfuerzos por entender

qué genes, estructuras cerebrales y neuro-químicas pueden alterarse artificialmente para incrementar la inteligencia”, afirma Gazzaniga.

“Ha llegado el momento de aceptar la posibilidad de usar ciertas drogas como motores cerebrales”, nos dice John Harris desde el Instituto de Ciencia, Ética e Innovación de la Universidad de Manchester.

Autor de una veintena de libros, entre ellos el polémico Enhancing Evolution: The Ethical Case for Making Better People, Harris considera que mejorar el proceso cognitivo de los seres humanos es algo natural.

“A mucha gente no le gusta la idea, piensan que es ilícito perfeccio-nar al ser humano cuan-do es algo moralmente defendible y, a veces,

moralmente obligatorio. Tendríamos que ver-las como una extensión natural del proceso educativo y no como una amenaza”.

Por su parte, Rafael Salín, especialista en Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, opina que nadie está buscando llenar el mundo de Einsteins, sólo se habla de capacitarnos a nosotros mismos con mecanismos que nos permitan realizar aquello que en términos evolutivos nos es imposible.

Más que prohibir el consumo de tales drogas, la búsqueda parece encaminarse hacia la identificación de la dosis justa que permitirá a jóvenes como James y Laura con-sumirlas de manera segura.

Pero aún queda camino por andar. Falta analizar los efectos en personas de distinta edad y género y especificar quiénes pueden o no tomarlas, pero tal parece que el poderoso cerebro humano, joya máxima de la evolu-ción, no le basta a nuestra especie, decidida a explorar las fronteras desconocidas de la química neurológica con tal de potenciar sus habilidades. Ya lo había adelantado el psi-cólogo Corneliu Giurgea en los años setenta al señalar que “el hombre no va a esperar millones de años a que la evolución le ofrez-ca un mejor cerebro”.

Farmacéuticas hacen experimentos para asegurar su efecto.

La firma Cephlonya reconoce a Provigil como droga inteligente.

El uso de algunas de estas drogas, sin prescripción médica, puede ocasionar problemas cardiovasculares, arritmia y hasta muerte.

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