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Drogas, Poder y Derechos Humanos en América

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  • DROGAS, PODER Y DERECHOS HUMANOS

    EN AMERICA LATINA

  • Martin Jelsma(Coordinador)

    DROGAS, PODERY DERECHOS HUMANOS

    EN AMERICA LATINA

    Martin Jelsma, Ricardo Sobern, Adriana Rossi, Theo RonckenFrank Smyth, Carlos Fazio, Thelma Meja, Samuel Blixen,

    Jayme Brener, Coletta Youngers, Ricardo Vargas, Edgar Celada y Sandra Dvila

    Presentaciones de Mons. Luis Alberto Luna Tobar y Elsie Monge

    Abya-Yala1998

  • DROGAS, PODER Y DERECHOS HUMANOS EN AMERICA LATINAMartin Jelsma, Ricardo Sobern, Adriana Rossi, Theo Roncken, Frank Smyth, CarlosFazio, Thelma Meja, Samuel Blixen, Jayme Brener, Coletta Youngers, Ricardo Vargas,Edgar Celada y Sandra Dvila

    1a Edicin Derechos humanos, guerra antidrogas, democracia y militarizacin en Amrica Latina.Guatemala, 1997.Inforpress Centroamrica, Transnational, CEDIB

    Crimen UniformadoCochabamba, Bolivia, 1997Accin Andina - Transnational Institute

    2a Edicin Ediciones Abya-YalaAv. 12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla 17-12-719Tlf: 562-633/506-247/506-251Fax: (593 2) 506255e-mail: [email protected]

    Quito, Ecuador

    Correccin de Textos: Juan Coronel, Theo Roncken

    Autoedicin: Abya-Yala EditingQuito, Ecuador

    ISBN: 9978-04-442-6

    Impresin Digital: Docutech

    Impreso en Quito-Ecuador, 1998

  • INDICE

    PREFACIOS 7Por Fr. Luis Alberto Luna Tobar

    PRESENTACION 9Por Hna. Elsie Monge

    INTRODUCCION 13Por Martin Jelsma

    I Parte

    CORRUPCION, NARCOTRAFICO Y FUERZAS ARMADAS:Una aproximacin para Amrica Latina 21Por Ricardo Sobern Garrido

    ARGENTINA: LA INSEGURIDAD INTERNA 35Por Adriana Rossi

    DE NARCOAVIONES Y PROTECCIN POLICIAL EN BOLIVIA 49Por Theo Roncken

    LA MANO BLANCA EN COLOMBIA 69Por Frank Smyth

    MEXICO: EL CASO DEL NARCO-GENERAL 75Por Carlos Fazio

    HONDURAS: MILITARES Y DROGAS,UNA RELACIN INCONCLUSA 105Por Thelma Meja

    URUGUAY: BERROS, EL BIOQUMICO QUE INCOMOD 115Por Samuel Blixen

    PARAGUAY: CRIMEN SIN CASTIGO 127Por Jayme Brener

  • II Parte

    INTRODUCCIN:DAO COLATERAL DE LA GUERRA ANTIDROGASPor Martin Jelsma. 133

    LA GUERRA ANTIDROGAS: ESTADOS UNIDOS SIGUE UN CAMINOEQUIVOCADOPor Coletta Youngers 149

    MANIOBRAS RADICALESPor Jayme Brener 161

    ARGENTINA, FUTURO GENDARME DE AMRICA?Por Adriana Rossi 167

    COLOMBIA: LA HEREJA DE LOS MANIQUEOSPor Ricardo Vargas Meza 177

    ENTRE CUARTELES, CALETAS Y FRONTERAS:FUERZAS ARMADAS Y LUCHA ANTIDROGASPor Ricardo Sobern Garrido 185

    CENTROAMRICA:A LAS PUERTAS DE UNA NUEVA GUERRA?Por Edgar Celada Q. y Sandra Dvila 199

    BOLIVIA: LA IMPUNIDAD Y EL CONTROL DE LA CORRUPCIN EN LA LUCHA ANTIDRGASPor Theo Roncken 209

    EL DOBLE PAPEL DEL NARCOTRFICO EN EL TERRORISMO DE ESTADO Y EN LA DEMOCRACIA MILITARIZADAPor Samuel Blixen 219

    RELACION DE AUTORES 231

  • PREFACIO

    Fr. Luis Alberto Luna Tobar Arzobispo de Cuenca y

    Presidente de Derechos Humanos en el Azuay

    Dentro de su coleccin y participando con mrito del valor queella mantiene en el medio cultural americano, ABYA-YALA nos entre-ga un libro que cubre un espacio de anlisis social trascendental. Gua-temala lo public con el ttulo amplio de: Derechos humanos, guerraantidrogas, democracia y militarizacin en Amrica Latina. Bolivia lodenomin con simplicidad definidora: Crimen uniformado. Quito con-dena los significados.

    Los estudios ms serios sobre realidad social, poltica universal ysituacin americana encuentran que en ella se debate una aparentecontroversia entre seguridad nacional y narcolavado. Los medios haninsistido en calificar de aparente a una controversia que concita ex-traordinario aparato perseguidor, financiado por la CIA y sus provee-dores gubernamentales y mantenido por la DEA y sus anlogos provi-sores. Lo que acontece en toda Amrica no es aparente ni es controver-sia. Es una estrategia engaadora, entre un acuerdo sistemtico y unaactitud hipcrita. Jurar por la CIA o por la DEA es entregarse al mer-cado del poder.

    Los procesos de investigacin sobre las evidentes relaciones dedroga, narcolavado y democracia, dirigidos desde Amsterdan porTransnational Institute y fundamentados por la Documentacin e In-formacin Boliviana -CEDIB, de Cochabamba, exigen que todo com-prometido con Derechos Humanos opte por la vanguardia social, sincompromiso con poder alguno y sin miedo a cualquiera de sus siste-mas represivos.

    Avalan este compromiso y corroboran la actitud social de cora-je reconstructor la incontrovertible certeza aportada a la concienciauniversal por los investigadores que logran comprobar el poder delnarcolavado en la poltica de nuestras Amricas, comprobado en he-

  • cho fundamental de nuestra historia ltima, en la que elementos mili-tares y policiales persiguen y facilitan la droga, promueve o impiden sunegocio, asesinan figuras claves y preconizan lderes nuevos, al mismotiempo, con idntico cinismo, con la misma argumentacin jurdica ysocial: seguridad nacional. Muchas democracias cuentan con el nar-colavado. El narcolavado sabe ampararse en la seguridad nacional delcrimen uniformado y gobiernos narcolavados.

    La obra que nos entrega ABYA-YALA, describiendo con severacrtica investigativa, lo acontecido en Argentina, Bolivia, Colombia,Mxico, Honduras, Uruguay, Paraguay, si demuestra la relacin crimi-nal de democracia y narcolavado, es tambin y sobre todo una premo-nicin determinante para toda comunidad en la que aun queda respe-to a los valores humanos radicales y esperanza en el poder legtimo.

    Martn Jelsma, en la introduccin a esta extraordinaria obra deinvestigacin social, con sabia ponderacin y reduciendo a muy pocaspalabras todo el denso contenido de la publicacin en la que no sobrauna sola letra, anuncia con todos los escritores que la componen quela transnacionalizacin de las polticas antidrogas militarizadas y elaumento de personal estatal especializado en narcolavado, han creadola institucionalizacin de estructuras criminales, la asociacin entreviolencia original y violencia poltica, el efecto corrosivo de la corrup-cin en el sistema judicial y en el de seguridad, la criminalizacin de lapoltica y la economa y la sobrevivencia de estructuras de poder auto-ritarias, en base a los dineros ilcitos.

    Estas palabras, unidas al estudio previo que las explica y funda-menta son un desafo a nuestra conciencia americana y especficamen-te a la nuestra. No hay trmino de la definicin de Jelsma que no en-contremos ya en nuestra propia historia de cada da. La obra de tan po-derosos investigadores de la realidad poltica y social americana, debeser sustento de nuestra conducta personal y comunitaria. Sobreviva-mos en libertad desde una conciencia informada y con un permanentedesafo al dinero que corrompe, a la droga que enferma y al miedo quepervierte.

    Cuenca, 10 de agosto de 1998

    8 / Varios Autores

  • PRESENTACION

    Hna. Elsie MongeDirectora Ejecutiva de la CEDHU

    Quin se atreve a poner el cascabel al gato? Los autores del li-bro Drogas, poder y derechos humanos en Amrica Latina han osado po-ner en evidencia lo que es un secreto a voces. Es decir, la complicidadde fuerzas de seguridad y autoridades en el encubrimiento de la pro-duccin y trfico de drogas ilegales. Sus valiosas investigaciones contri-buyen a recorrer un poco el manto de oscuridad que envuelve los ten-tculos de este fenmeno. A nuestro entender las fuerzas de seguridadbuscan equivocadamente a los responsables en el pueblo llano, dondeprobablemente existe el menor grado de culpabilidad. Se deduce de lainformacin presentada que es en otros niveles de la sociedad dondereside la mayor responsabilidad y donde se debe concentrar los esfuer-zos oficiales en la lucha antidroga.

    Se evidencia indicios de encubrimiento o complicidad en situa-ciones como la tortura y asesinato de Jos Luis Cabezas, fotgrafo queinvestigaba robos y asaltos atribuidos a miembros de la polica de Bue-nos Aires y el caso de Alfredo Yabrn, empresario postal acusado de serel jefe de la mafia en Argentina. Este crimen, ocurrido en enero de 1997permanece en la impunidad; seguramente una investigacin prolijapondra al descubierto una relacin oficial con personas involucradasen actos ilegales. Acerca de Bolivia leemos que los operativos antidro-ga con frecuencia se han convertido en escndalos pblicos al vislum-brarse, y en ocasiones demostrarse, la proteccin de alto nivel o el in-volucramiento directo de altos funcionarios en el trfico de drogas.

    Un informe de 1995 sobre el Magdalena, Colombia, preparadopor investigadores de la polica judicial colombiana, sostiene que losmilitares y paramilitares en esta zona permanecen aliados no solo parala lucha anti-subersiva, sino tambin para beneficiarse econmicamen-te y abrir paso a los traficantes. El General Jess Gutirrez Rebollo, je-fe de la XV zona militar con sede en Guadalajara, Mxico, nombrado

  • director del Instituto Nacional para Combate a las Drogas en 1996, fuedetenido en 1997. Segn el Ministro de Defensa, el General tena unadoble funcin: la de zar antidrogas y protector del fallecido AmadoCarrillo, jefe del cartel de Juarez.

    El asesinato y desaparicin en Uruguay del ciudadano chilenoEugenio Berrios en 1991 cuando iba a ser citado como testigo en la cau-sa del asesinato del ex-canciller, Orlando Letelier en Washington, DCen 1996, no fue investigado como se hubiera esperado por parte de lasautoridades y el crimen permanece en la impunidad. Este personaje,colaborador de la DINA y conocido como elaborador, consumidor ytraficante de cocana, haba trabajado en los aos 70 con el agente dela CIA, Michael Townsend para experimentar con el gas llamado sarn,que integra la lista de armas qumicas prohibidas. (Existe hoy en dauna investigacin sobre el uso de este gas en la guerra de Vietnam).Tanto Townsend como Berrios compartieron los secretos de la Opera-cin Condor, mecanismo de coordinacin represiva de los aparatos deinteligencia de las dictaduras del Cono Sur.

    Alguien ha escrito que la primera seal de corrupcin en una so-ciedad es que el fin justifique los medios. Esto lo vemos con demasiadafrecuencia en nuestro pas con relacin a los delitos de trfico de drogacuando maltratan y privan de la libertad a personas inocentes. El endu-recimiento de las penas aplicadas a los menos responsables, no ha dis-minuido este delito; sin embargo, aparenta una lucha contra el narco-trfico. Es muy distinta la forma en que gobiernos como los de Per yEcuador han combatido a organizaciones subversivas de la manera co-mo enfrentan al trfico de estupefacientes. En el primer caso llegaron acometer crmenes de estado en su afn por eliminarlas. Rechazamos es-ta manera de actuar fuera de los parmetros de la ley y las graves viola-ciones a los derechos humanos ocasionadas. Pero lo que queremos re-saltar es que si hubiera voluntad poltica para combatir con entereza elnarcotrfico, se comenzara desde arriba con los que tienen mayor res-ponsabilidad.

    Por su experiencia en las crceles y los testimonios de personastorturadas y acusadas falsamente de trfico, la CEDHU ha consideradoque el esfuerzo oficial para combatirlo es ms retrico que real. Pero es-te libro tan informativo confirma la sospecha a travs de hechos y da-tos cuidadosamente indagados, recopilados y elaborados. Conocer laverdad sobre el nefasto negocio de la droga constituye un paso hacia su

    10 / Varios Autores

  • eliminacin y estimamos que los autores del libro han contribuido adar este paso. Con sus investigaciones sobre importantes aconteci-mientos reales, ellos ayudan a que el pblico comprenda algunas de lasrazones por las que florece cada vez ms este fenmeno, que tanto da-o causa a la sociedad.

    Drogas, Poder y Derechos Humanos en Amrica Latina / 11

  • INTRODUCCIN1

    Martin JelsmaTransnational Institute

    Esta I parte presenta una coleccin de estudios pormenorizadosde casos de involucramiento de las fuerzas de seguridad latinoamerica-nas en la produccin y el trfico de drogas ilcitas. La edicin es pro-ducto de un proyecto de investigacin sobre la relacin entre drogas ydemocracia, coordinado por el Transnational Institute (TNI), con sedeen Amsterdam, y Accin Andina, mediante el Centro de Documenta-cin e Informacin Bolivia (CEDIB) en Cochabamba, Bolivia.

    Desde 1996, dicho proyecto ha analizado los daos ocasionadospor el trfico de drogas ilcitas y las actuales estrategias para combatir-lo y las polticas domsticas latinoamericanas. Participan en el esfuer-zo ms de veinte investigadores de 16 pases, cuyos enfoques han sido:(1) Las consecuencias de la transnacionalizacin de las polticas anti-drogas militarizadas, incluyendo las violaciones a los derechos huma-nos, la legislacin represiva, y la relegitimizacin de un rol domsticodel aparato militar, y (2) los efectos del aumento en el involucramien-to de representantes de las estructuras militares, policiales, de inteli-gencia y de la burocracia estatal, en el negocio de las drogas ilcitas. Setrata, por ejemplo, de la institucionalizacin de estructuras criminales;la asociacin entre violencia criminal y violencia poltica, el efecto co-rrosivo de la corrupcin en el sistema judicial y el de seguridad, la cri-minalizacin de la poltica y la economa, y la sobrevivencia de estruc-turas de poder autoritarias en base a los dineros ilcitos.

    Esta I parte es parte de una serie de publicaciones del equipo, cu-yo primer producto2 fue galardonado, en octubre de 1997, con el Pre-mio Simn Bolvar de Periodismo Escrito, otorgado por el ParlamentoLatinoamericano. Algunos de los materiales producidos sern orienta-dos especficamente a la Sesin Especial sobre Drogas de la AsambleaGeneral de las Naciones Unidas, en junio de 1998. Se propone estimu-lar la reflexin sobre los enfoques prohibicionistas y represivos de laspolticas convencionales, y apuntar a polticas que se basen en princi-

  • pios de comercio justo, desarrollo, democracia, respeto a los derechoshumanos y prevencin de conflictos.

    Los investigadores opinan que los problemas en los dos extremosde la cadena de las drogas ilcitas -el cultivo de su materia prima y elconsumo individual de drogas- deben resolverse en el marco de polti-cas de desarrollo sostenible y de salud pblica, respectivamente. En me-dio se encuentran el procesamiento de drogas, el trfico de gran escalay el lavado de activos, que juntos representan ms del 10% del comer-cio mundial de artculos de consumo. La coleccin Crimen Uniforma-do se centra en estos momentos de la cadena. Los mltiples ejemplosdel dao a los frgiles procesos democrticos en Amrica Latina, oca-sionado tanto por el circuito de las drogas ilcitas, como por las polti-cas antidrogas, destacan la urgencia de disear -para estos sectores dela economa ilegal- polticas internacionales de reduccin de dao po-ltico. Nuestras futuras publicaciones incluirn varias propuestas con-cretas con esta orientacin.

    Los textos presentados en Crimen Uniformado y re-editadosaqu, buscan aclarar detalles del modus operandi de la corrupcin a ni-vel de las instituciones de seguridad nacional y ciudadana; cuestionanla imagen de un aparato estatal asediado por los criminales en buscade proteccin para sus viles actos. Los casos investigados sugieren laexistencia de dinmicas mucho ms complejas y de mezclas muchoms ntimas entre las estructuras criminales y estatales, donde oficialesuniformados se encuentran completamente integrados en los nivelesoperativos de la economa ilegal. En adicin a los sobornos generaliza-dos -la categora ms baja de la corrupcin- la edicin aporta eviden-cias de involucramiento uniformado al ms alto nivel, desde la protec-cin al trfico de drogas ilcitas hasta la participacin directa en la lo-gstica del negocio.

    El captulo sobre Mxico, escrito por Carlos Fazio, indaga en elaltamente publicitado arresto, a principios de 1997, del general JessGutirrez Rebollo, el zar antidrogas que fue acusado de haber brinda-do proteccin a uno de los crteles ms grandes del pas. Fazio descri-be, con una vivacidad temerosa, los detalles del escndalo que se desa-rroll y alumbr el avanzado rol de militares de la alta jerarqua en laeconoma de drogas ilcitas. Mucho ms all de una presentacin de ca-sos de corrupcin comprobados, Fazio analiza la complejidad polticadel fenmeno, sacando a luz el uso que le dan las agencias estadouni-denses para reestructurar, penetrar y controlar partes del aparato me-

    14 / Varios Autores

  • xicano de seguridad, a tal grado que -en este caso- la soberana de M-xico qued en entredicho.

    Theo Roncken (Holanda) analiza el caso del narcoavin bolivia-no, el transporte de varias toneladas de cocana destinadas a los amigosdel general Gutirrez Rebollo en Mxico, interceptadas en Per en sep-tiembre de 1995. El captulo de Roncken no slo documenta el involu-cramiento de altos oficiales bolivianos en este caso particular, sino ad-vierte la existencia de un patrn de crimen uniformado ininterrumpi-do, trazando los mayores escndalos de trfico de drogas de la historiaboliviana. Si los niveles de corrupcin expuestos causan asombro, elanlisis de las prcticas antidrogas y el oscuro mundo de la rivalidadentre las agencias de interdiccin e inteligencia nacionales e internacio-nales, dejan al lector completamente perplejo.

    El captulo escrito por Jayme Brener (Brasil) nos introduce enlas intrigas propias del negocio en Amrica Latina. Brener describe elasesinato del zar antidrogas del Paraguay, general Rosa Rodrguez, enoctubre de 1994, justo cuando estaba a punto de revelar el rol princi-pal, en el negocio de las drogas, del expresidente del pas, el general An-drs Rodrguez (el primer presidente en democracia, despus de dca-das de la dictadura militar de Stroessner). La informacin del generalRosa Rodrguez, publicada despus de su muerte, echa luz a un oscuroprograma de entregas encubiertas, organizado por agentes de la DEA,originalmente, para desmantelar la ruta paraguaya de trnsito de dro-gas, posteriormente desviado.

    En el caso de Honduras, Thelma Meja relata la larga historia delinvolucramiento militar en el trfico de drogas, intensificado en la po-ca de las operaciones contrarrevolucionarias para derrumbar al gobier-no sandinista de Nicaragua y mantenido hasta el da de hoy.

    La misma relacin sospechosa entre las operaciones anticomu-nistas y las estructuras del trfico de drogas se revela en el artculo so-bre Colombia, escrito por Frank Smyth. El autor se concentra en las es-tructuras paramilitares colombianas como principales traficantes dedrogas y financiadores de la escalada guerra sucia, que gan para Co-lombia su reputacin como el pas ms sangriento del mundo. Smythdocumenta informacin nueva e impactante sobre el rol instrumentalque tuvo la CIA en la creacin de esas estructuras paramilitares, con-trarrestando as los esfuerzos, de la DEA y de la nueva divisin antinar-cticos de la CIA, por desmantelar los crteles de la droga en Colom-bia.

    Drogas, Poder y Derechos Humanos en Amrica Latina / 15

  • Los dos otros casos publicados en esta coleccin tienen un carac-ter algo diferente. El asesinato del fotgrafo Jos Luis Cabezas en Ar-gentina es el punto de partida que permite a Adriana Rossi (Italia) des-cribirnos el proceso general de criminalizacin del aparato estatal ar-gentino, en el cual, el factor drogas tan slo es uno entre muchos. Tam-bin la contribucin de Samuel Blixen se forma alrededor de un asesi-nato: el de Eugenio Berros, bioqumico chileno que desapareci en1991 y cuyo cuerpo fue encontrado ms tarde en Uruguay. Berros fueconvocado como uno de los testigos principales del caso Letelier3. Bli-xen relata en detalle la escalofriante historia de Berros y asocia sumuerte con las estructuras de inteligencia militar que sobrevivieron alos aos de dictadura militar en el Cono Sur y que, probablemente, usa-ron las cualidades profesionales del bioqumico para realizar experi-mentos de procesamiento de cocana.

    Abrimos esta publicacin con el captulo escrito por Ricardo So-bern (Per), trabajo que nos introduce en algunos conceptos en tor-no a la corrupcin, distinguiendo diferentes niveles de involucramien-to y haciendo ms comprensible la fragilidad moral de las institucionesestatales en Amrica Latina as como la lgica que funciona detrs delos mecanismos corruptivos de ambas partes: los traficantes de droga ylos representantes del Estado. Sobern concluye subrayando la necesi-dad de reemplazar la intil Guerra a las Drogas por polticas ms efi-cientes que no sacrifiquen la salud institucional de las agencias del Es-tado de Derecho, respetando, a la vez, el propsito original de protegerla salud individual y colectiva.

    Estas visiones son reflejadas por el catedrtico Amartya Sen, enel captulo De corrupcin y crimen organizado del recin publicadoWorld Drug Report (Informe Mundial sobre Drogas) del Programa deControl de Drogas de las Naciones Unidas: En la bsqueda de solucio-nes, la reforma de polticas gubernamentales es, sin duda, importante.Es claro que no es correcto sacrificar todas las dems metas sociales pa-ra nicamente minimizar el crimen y la corrupcin (aunque sea unatarea importante), pero es particularmente necesario examinar y escu-driar las reglas, regulaciones y otras polticas para ver si, en efecto,promueven el propsito para el cual fueron diseadas, sin crear msproblemas que soluciones.

    Octubre de 1997

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  • Notas:

    1. Texto original en ingls. Traduccin: Theo Roncken2. Guerra antidrogas, democracia, derechos humanos y militarizacin en Amrica Lati-

    na, coedicin en castellano e ingls de: Transnational Institute, Inforpress Centroa-mericana y el Centro de Documentacin e Informacin Bolivia, abril de 1997. Otrapublicacin que anticip la presente es: Reluctant Recruits: The US Military and theWar on Drugs, publicado por WOLA (Washington Office on Latin America), agos-to de 1997.

    3. Orlando Letelier, excanciller chileno, fue asesinado en 1976 en Washington dondeviva exiliado y ocupaba el cargo de director del Transnational Institute.

    Drogas, Poder y Derechos Humanos en Amrica Latina / 17

  • IPARTE

  • CORRUPCIN, NARCOTRFICO Y FUERZASARMADAS: UNA APROXIMACIN PARA

    AMERICA LATINA

    Ricardo Sobern Garrido

    Los casos en que funcionarios del Estado en Latinoamrica -particu-larmente de las Fuerzas Armadas y Policiales- se han visto involu-crados en actividades ilegales con organizaciones que se dedican al tr-fico ilegal de sustancias prohibidas (en adelante TID) o su favoreci-miento, es el hecho que con mayor frecuencia se muestra en los mediosde comunicacin.

    Esta situacin nos lleva a preguntarnos sobre la exacta magni-tud, modalidades y escenarios en las altas esferas del poder de estas or-ganizaciones criminales, as como su presencia poderosa en distintosniveles del Estado, mediante la realizacin de actos genricos de co-rrupcin. Para ello, creemos, es necesario plantearnos la investigacinde las ventajas mutuas que ofrecen ambos sectores, el del narcotrficoy el de las instituciones del Estado, de modo que los actos de corrup-cin se vean posibilitados o facilitados cuando ambas instancias seconfrontan.

    La relacin existente entre la corrupcin y el TID, no es exclusi-va de pases institucionalmente poco slidos, ni de aquellos donde seproduce o trafica la droga, pero el hecho de que desde nuestros pasesandinos provenga el 99% de la cocana ofertada, y de que tengamosformas particulares de ser gobernados1, focalizan los riesgos de la co-rrupcin en determinadas etapas, especialmente en la medida en quelas organizaciones intentan sacar la droga de inhspitos valles selvti-cos usualmente bajo control policial, por cualquier medio, para su re-finacin en el exterior. En pases como Colombia o Mxico, la relacinentre corrupcin y narcotrfico, se presenta en el marco de las vincula-ciones que buscan estas organizaciones -en ellos llamadas crteles- conautoridades de gobierno, directamente, para lograr ciertas concesiones

  • (relajamiento del control, negacin de la extradicin como poltica deintercambio recproco, influencia en campaas electorales, etctera).En los pases de destino final de la droga, las mayores presiones e in-fluencias de estas organizaciones, van dirigidas a la flexibilizacin delcontrol, de tal modo que se facilite la comercializacin al por mayor ymenor: puertos, aduanas, unidades policiales. Otro segmento de la so-ciedad que se ve fuertemente presionado por la corrupcin y el narco-trfico, en los pases consumidores, es el sector bancario, donde princi-palmente se buscan medios para lavar dinero ilegal con la participacinde funcionarios de entidades pblicas o privadas.

    Todo ello lleva a plantear la necesidad de contar en la actualidadcon un adecuado diagnstico de la forma cmo se viene dando dicharelacin ilcita, as como los efectos negativos que se produce a partir deella, para de esta manera poder encontrarnos en la capacidad de plan-tear alternativas viables que permitan que las instituciones del Estadono sigan siendo infiltradas por las organizaciones relacionadas al TID.

    La corrupcin, seal de nuestros tiempos

    El fenmeno de la corrupcin, desde las nociones de la funcinpblica, el inters pblico y la burocracia, sentido en que asumimos di-cho trmino en este documento, puede ser definida como:

    - toda conducta que se desva de los deberes normales inherentes a lafuncin pblica debido a consideraciones privadas, tales las fami-liares, de clan o de amistad, con objeto de obtener beneficios perso-nales -en dinero o en posicin social2.

    - cualquier violacin del inters pblico para obtener ventajas espe-ciales3, o

    - toda conducta ilcita utilizada por individuos o grupos para obte-ner influencia sobre las acciones de la burocracia4.

    En este sentido, no es un fenmeno que se desarrolle nicamen-te en relacin con el TID, pero dadas las grandes concentraciones eco-nmicas que representa el narcotrfico y el carcter ilegal que lo acom-paa, s reviste algunas particularidades en este caso y a ellas apunta es-te trabajo. Lamentablemente, en el caso de los pases andinos, los casos

    22 / Ricardo Sobern Garrido

  • de corrupcin relacionados a la actividad poltica y al TID, se han in-crementado cuantitativa y cualitativamente, particularmente desde1988 a la fecha, en la medida que las presiones internacionales han in-volucrado a fuerzas policiales y militares, casi con carcter de exclusi-vidad y sin mayores posibilidades de control externo. Basta recordar lossucesos ocurridos ltimamente en Argentina, Mxico, Panam, Brasil,Colombia, Venezuela y Per (algunos de los cuales da cuenta el presen-te volumen), para darse cuenta de que, lamentablemente, el fenmenose encuentra presente en los pases de Amrica Latina5, como en todaslas sociedades occidentales, hasta tal punto que la corrupcin pblicaha sido considerada en los ltimos tiempos como un grave problemasocio-poltico.

    La corrupcin es uno de los factores que pone en peligro la esta-bilidad de las democracias, y es un obstculo insalvable para garantizarla gobernabilidad de los pases y la seguridad de las sociedades involu-cradas. Conjuntamente con los costos econmicos y sociales que ellaacarrea, las consecuencias polticas son tambin graves en tanto la co-rrupcin del sector pblico pone en juicio la credibilidad y legitimidadde los gobiernos, con mayor razn en estos momentos de ajuste y es-tabilizacin, cuando se exige a la poblacin austeridad y sacrificio pa-ra hacer frente a los ajustes econmicos.

    Por otro lado, la preocupacin por el fenmeno puede medirseen funcin a las mltiples campaas anticorrupcin que en la regin sehan realizado en los ltimos aos, en pases como Argentina, Bolivia,Colombia, Guatemala, Mxico y Paraguay. En el Per, el tema fue unode los principales argumentos esgrimidos para justificar los sucesospolticos de abril de 1992, cuando Fujimori cerr el Congreso y el Po-der Judicial. Ha sido, pues, un lugar comn que la mayora de campa-as polticas sean encabezadas por esfuerzos contra este fenmeno (ensu momento los candidatos Caldera, Fujimori, Nebot).

    Ms all que una evaluacin sobre estas polticas arroje resulta-dos negativos, o que el tema sea usado como simple justificacin, loque se puede concluir es que, el incremento de los problemas relacio-nados a la corrupcin es de tal magnitud, que ningn programa de go-bierno puede dejarlo de lado como un argumento slido para justifi-car su acceso al poder o sus acciones de fiscalizacin al interior de ca-da administracin. Ello debido a que la propia sociedad civil ha expre-

    Corrupcin, narcotrfico y fuerzas armadas / 23

  • sado de diversas maneras su rechazo a los actos de corrupcin en suspropias instituciones estatales.

    La preocupacin por el tema no se circunscribe nicamente alplano interno, sino que la propia comunidad internacional ha comen-zado a realizar diversas acciones en bsqueda de combatirlo; as, la con-vocatoria a conferencias internacionales o la suscripcin de convencio-nes hemisfricas o frecuentes declaraciones sobre este tema. La impor-tancia de la lucha contra la corrupcin lleg a un nivel tal, que ha pa-sado a formar parte de la agenda de negociaciones entre los pases de lacomunidad internacional. Asimismo, el tema ha sido vinculado direc-tamente en la resolucin de otros puntos problemticos, como la situa-cin de los derechos humanos, la lucha contra el narcotrfico, as comolos distintos procesos de democratizacin, promocin de la inversin yla consecucin del desarrollo econmico, etc. Toda esta preocupacinfrente al tema ha llevado a que, por ejemplo, a nivel de Amrica, la Or-ganizacin de Estados Americanos haya auspiciado la firma de la Con-vencin Interamericana contra la Corrupcin, en marzo de 1996. Sinembargo, no siempre se hacen las mejores cosas; algunos pases euro-peos en 1997 han empezado a permitir comisiones deducibles del im-puesto a la renta, como si fueran gastos, cuando normalmente estas co-misiones son sobornos.

    Modelos explicativos de la corrupcin

    Sobre la corrupcin se han planteado diversas teoras explicati-vas. Con la finalidad de poder usarlas para explicar los casos en que sehan relacionado con la organizacin del TID, sealamos las desarrolla-das por Bruno Speck6, politlogo del Instituto de Estudios Econmi-cos, Sociales y Polticos de Sao Paulo:

    a. Escuela Legalista Moral. Que afirma que la impunidad en laque quedan los casos de corrupcin, es lo que ha llevado al deterioro dela moral pblica. Esta moral debera ser restituida mediante la revalua-cin del Estado de Derecho, y el castigo de todos los casos de corrup-cin, sin importar el status social de los infractores (corruptor y co-rrompido). Implementar las polticas de prevencin y castigo requieremodificaciones legales para hacerlas ms eficientes; por ello, la lucha

    24 / Ricardo Sobern Garrido

  • contra la corrupcin es ante todo un asunto de mejorar y difundir le-yes y darles el valor que les corresponda.

    b. Escuela Econmica Liberal. El abuso en los cargos pblicos sedebe (de acuerdo a esta propuesta) a la excesiva intervencin del Esta-do en la economa y en la sociedad. Por lo tanto, la solucin debe ser laimplementacin de programas de privatizacin de todo el patrimoniopblico (algunos lo denominan programa de canibalizacin), as comola desregulacin de la economa en otros sectores (eliminacin de cual-quier tipo de subvenciones, programas regionales de promocin al de-sarrollo, etc.)

    c. Tesis de la Instrumentalizacin del Estado. En contraposicina la anterior, fundamentada por los grupos de izquierda; seala que sonlos grupos econmicos poderosos quienes instrumentalizan el Estado,siendo sta la principal causa de la corrupcin. La solucin para ella nose encuentra en la privatizacin sino en el incremento de la transparen-cia y el fortalecimiento de las formas de participacin y de control delsector pblico.

    d. Una cuarta postura seala que los cambios institucionales enla organizacin del aparato del Estado pueden ayudar a la lucha contrala corrupcin. Se seala que las sanciones penales solas no tienen xi-to, por lo que nuevas reas de la poltica y de la administracin han deser reglamentadas nuevamente para disminuir las posibilidades de co-rrupcin del sistema. La corrupcin dentro de este modelo se relacio-na directamente con el fortalecimiento de la gobernabilidad.

    e. Escuela Histrico-Culturalista. Afirma que la corrupcin for-ma parte de la cultura de los pases latinoamericanos, como parte de lahistoria de sus instituciones. En la vida cotidiana de los mismo nuncase logr separar las normas de la vida privada de amistad y solidaridady las normas pblicas de legalidad y neutralidad. As, en el siglo pasa-do no se produjo la formacin de un cuerpo de funcionarios de carre-ra, considerada como autoridad ejecutora que se definiera sobre laneutralidad y el respeto de las leyes. La falta de neutralidad de la admi-nistracin en la gestin de los asuntos pblicos ha dejado huellas has-ta el presente. Esto se evidencia en el hecho de que mediante vnculos

    Corrupcin, narcotrfico y fuerzas armadas / 25

  • de amistad privada es posible abrirse paso en la cultura de un ordenpblico poco confiable y poco amable. Los comportamientos correctosy la equidad son considerados, en este contexto, signos de torpeza y es-tupidez.

    Las teoras descritas anteriormente no deben ser consideradas demanera excluyente. La ocurrencia y las manifestaciones de casos de co-rrupcin en relacin al TID es en s misma tan compleja, que todasellas pueden ayudarnos a entender el fenmeno en cada caso en con-creto y trazar algunas tendencias generales.

    Es cierto que nuestra historia no es rica en haber logrado insti-tuciones slidas. As, pues, hasta podramos decir que el monopolio co-mercial impuesto por Espaa desde el siglo XVI en adelante concluyen la aparicin del fenmeno del contrabando, a todo nivel. Las razo-nes que nos brindan los legalistas nos conducen a pensar tambin en lacoexistencia de una cultura de la impunidad a nivel latinoamericano,que excede los marcos de los delitos contra los derechos humanos y sevierte a otras esferas de la coexistencia social.

    Funcionalidad de la corrupcin en el trfico ilcito de drogas

    Realizando un anlisis del accionar de las organizaciones dedica-das al TID despojado de cualquier carga valorativa, ste puede ser ana-lizado como un fenmeno empresarial, similar a cualquier otro queimplique riesgo. En este caso, el negocio radica en la produccin y co-mercializacin de un determinado producto agroindustrial, la PastaBase de Cocana (PBC) y el Clorhidrato de Cocana (HCl), que a dife-rencia de otros se halla formalmente prohibido (aunque, segn nuestromodesto entender, esto no es as, pues, a pocos meses del siglo XXI, ladroga se sigue produciendo en nuevas zonas de la Amazonia, mientrasque las rutas, los medios de transporte y los mercados internacionalesse siguen reproduciendo e incrementando). Esta ilegalidad significa pa-ra estas organizaciones, por ende tambin ilegales, mejores posibilida-des de ganancias (gracias al costo que conlleva la ilegalidad), perotambien mayores obstculos a vencer para que la circulacin de su pro-ducto (riesgos de la accin estatal por ejemplo)7 se vea garantizada.

    Como toda actividad comercial, la organizacin busca la mane-ra de maximizar sus ganancias a partir de la agilizacin del proceso,

    26 / Ricardo Sobern Garrido

  • desde la promocin de los cultivos de coca con mejores paquetes tec-nolgicos, la refinacin del producto en lugares adecuados y su trans-porte por medios lcitos o ilcitos, hasta su comercializacin al menu-deo. En todas estas etapas, las organizaciones de traficantes buscan laeliminacin de los obstculos econmicos y polticos que permita unrendimiento econmico ptimo de la actividad empresarial.

    Este inters empresarial se encuentra en abierta contradiccincon los intereses del Estado, encargado del control y represin de todaactividad ilcita, como es el caso del TID. Esta labor de control de laconducta ilcita, es realizada por las diversas y numerosas institucionesde control con que cuenta el Estado: administracin pblica -aduanas,entidades bancarias, etc-, fuerzas policiales (y militares en algunos ca-sos), integrantes de la administracin de justicia, del rgimen peniten-ciario, legisladores, etc. Eventualmente , todos los actores pueden estarsometidos al riesgo que representan las transacciones de los traficantes.

    El enfrentamiento entre la organizacin del TID y el Estado, da-da esta oposicin de intereses, resulta inevitable. Siguiendo un enfoqueempresarial de la actividad de la organizacin, la labor del Estado es unobstculo que debe ser evitado o neutralizado, si es que la organizacindesea seguir existiendo y siendo eficiente. Para lograr este objetivo, re-quiere implementar estrategias para responder a los desafos que sig-nifica enfrentarse al Estado.

    Estas estrategias pueden ser tipificadas a grandes rasgos de la si-guiente manera:

    a. La corrupcin de tantos o tan importantes funcionarios en una ins-titucin, que puede concluirse en la corrupcin de la institucin es-tatal en su conjunto, para que facilite y permita la actividad ilcita.Un ejemplo de esta estrategia se encuentra en la accin que tom elcrtel de Cali -la infiltracin- frente al Estado colombiano, en des-medro del ejercicio de la violencia directa a cargo de otros gruposcomo el de Medelln. Lo mismo puede decirse del perodo de 1992a 1995 que dur la ocupacin militar directa de los escenarios delnarcotrfico en el Per y la manera cmo respondieron las firmaslocales, desde que las Fuerzas Armadas asumen su rol antinarcti-cos.

    b. El uso de la violencia frente al Estado, como forma de enfrentamien-to directo con l, as como frente a los grupos alzados en armas,

    Corrupcin, narcotrfico y fuerzas armadas / 27

  • cuando existen intereses encontrados entre ambas organizaciones8.Recurriendo nuevamente al caso colombiano, podemos citar la po-sicin asumida en los ltimos aos de los 80, por el crtel de Mede-lln (masacres, magnicidios, amenazas, atentados, etc).

    c. As mismo se puede observar la existencia de un accionar destinadoa la bsqueda de una subordinacin de determinados sectores den-tro de la sociedad civil:

    i. En primer lugar sectores marginados en la sociedad, como puedenser la poblacin colona y migrante en Selva Alta, que se ve tentadaal cultivo de la coca; jvenes desempleados en la ciudad, como fu-turos consumidores; desplazados, burriers, mulas, hormigas, etc.Estas personas pueden servir como trabajadores en distintos ni-veles del proceso.

    ii. Asimismo, grupos de personas que tengan una representatividad enla sociedad, como pueden ser artistas, deportistas u otros lderes deopinin, los que pueden ayudar a narcos y testaferros a introducir-se dentro de la vida social del pas.

    La experiencia reciente nos ensea que las citadas estrategias noson contradictorias ni incompatibles entre s. Es posible hacer uso detodas ellas al mismo tiempo o de acuerdo a la oportunidad necesaria;as, en algunos casos, ser ms conveniente corromper a las autoridadesque enfrentarse a ellas, o, si falla una de ellas, ha de recurrirse a la otra,dependiendo en cada caso de la respuesta que se obtenga desde el Esta-do.

    La corrupcin debe ser entendida entonces como una estrategiams de la organizacin de traficantes para hacer frente al Estado; stees el fundamento del porqu es buscada por la organizacin como unafrmula de acercamiento e intimidacin. Los traficantes, por lo tanto,no corrompen a los funcionarios pblicos por el simple placer de te-nerlos bajo su control, sino porque la corrupcin es una estrategia fun-cional a los intereses de la organizacin.

    Esta funcionalidad de la corrupcin puede ser entendida si seconsidera que es til a la organizacion de la siguiente manera:

    a. Facilita una mejor vinculacin econmica y comercial de las dis-tintas etapas del proceso: produccin agroindustrial/sistema deacopio, almacenaje y transporte internacional a largas distan-cias/distribucin ilegal.

    28 / Ricardo Sobern Garrido

  • b. Flexibiliza el rol represivo del Estado, si es que no lo anula ple-namente o incluso permite la colaboracin directa, como es elcaso del uso de buques o aviones militares en el Per.

    Tipologa de la corrupcin generada por el trfico ilcito de drogas

    Las formas en la que las organizaciones de traficantes utilizan lacorrupcin frente al Estado y la sociedad en general, son diversas. La si-guiente es una tipologa que intenta clasificar estas formas (ver tam-bin cuadro No. 1):

    a. Participacin directa de funcionarios estatales en la organizacindel trfico

    En este supuesto, los funcionarios estatales comprometidos nosolamente prestan alguna forma de colaboracin con la organizacin,sino que participan de manera directa en la misma, teniendo as un pa-pel director en alguno de los niveles de la organizacin. En este caso losfuncionarios estales mantienen una relacin de coordinacin con laorganizacin y se puede decir que cuentan con el beneplcito de sta.

    Otra manera de participacin directa de los funcionarios estata-les, lo constituyen los casos en que ellos ingresan al circuito del trficomediante la comercializacin de una parte de los cargamentos de dro-gas confiscados por las autoridades (entidades como la Oficina Ejecu-tiva de Control de Drogas (OFECOD) en el Per), segn estudio de laComisin parlamentaria que investig estos hechos en 1991). La reven-ta de esta droga origina una forma de competencia desleal, que, por loregular, no slo no es aceptada por los grupos de traficantes sino quees mal vista en la lgica delincuencial de las drogas, dando da pie a ven-dettas y otro tipo de venganzas.

    Estos supuestos de participacin directa de los funcionarios es-tatales constituyen los casos ms graves de corrupcin y los ms peli-grosos para el accionar del Estado, en tanto el funcionario involucradomantiene un doble poder de control y direccin: sobre la institucinestatal a la que pertenece y/o dirige, y sobre la organizacin del trfico.Su capacidad de mantener y extender la corrupcin al resto del Estadoes pues, mucho mayor.

    Corrupcin, narcotrfico y fuerzas armadas / 29

  • b. Omisin del deber de control por parte de los funcionarios estatales

    En este caso, los funcionarios estatales no participan directa-mente, sino que omiten las funciones de vigilancia y control propios desus cargos. Este tipo de corrupcin puede verse en los diversos nivelesdel control penal: policial (que en algunos casos es realizado ademspor personal militar), judicial y penitenciario.

    Con respecto al nivel policial (o militar), se observa el consen-timiento de las labores de la organizacin para que sta pueda realizarsus actividades libremente: retenes, puestos, bases, a las que se les pagapara que dejen de vigilar. Es claro el testimonio de ciertos jefes de fir-ma -p.ej., el recientemente capturado Vaticano- que refieren el caso deciertos militares peruanos destacados en la selva, que permiten los vue-los de las avionetas con droga pertenecientes a los traficantes. Se hablatambin que la ayuda consiste en la entrega de rutas o repuestos a cam-bio de alimento y dinero.

    En otros casos en el Per, la participacin de los funcionarios hasido extremadamente notoria, como son los casos de:

    - El general FAP (r) F. Tweedle, en 1989, detenido cuando intenta-ba sacar droga en su maleta.

    - El caso de la motonave peruana Mar Pacfico, en 1990 (deteni-da en Argentina, con 250 kilos de HCL).

    - El caso del BAP Etn, en 1992.- Casos de chatas y motonaves fluviales que llevan droga por los

    ros amaznicos hasta la frontera con Colombia.- Casos de valijas diplomaticas utilizadas por ciertos funcionarios

    diplomticos.Numerosos elementos de la polica colombiana han sido acusa-

    dos y destituidos por colaborar con el narcotrfico (prevenirlos de ac-ciones u operativos en su contra), y en 1995 un buen nmero fue des-tituido por este motivo. El narcoavin boliviano detenido en Lima esotro ejemplo; en este caso se puede sealar el conocimiento de jefes desecciones de la FELCN (y de la DEA) de este hecho, sin que hicieran na-da al respecto.

    Ciertos jueces especiales bolivianos han sido acusados de co-rrupcin al no permitir las extradiciones, apelando a la defensa de susfueros. Los jueces peruanos en la selva han sido tambin acusados porel Decano del Colegio de Abogados de Ucayali-Pucallpa. l seala que

    30 / Ricardo Sobern Garrido

  • sta es la zona donde la administracin de justicia ostenta los mximosrcordrs de acumulacin de causas, prdidas de expedientes, fallos con-tra los intereses del Estado y prevaricato, pero jams de celeridad de losprocesos que reclaman los litigantes de la regin. En Colombia, el pro-ceso contra Miguel Rodrguez Orejuela tambin ha sido materia de es-te tipo de denuncias. Las fugas de narcotraficantes en el Per y Colom-bia han mostrado la complicidad de agentes policiales y penitenciarios.

    Cuadro 1Fragilidad intrnseca de las instituciones en el Per

    Poltica y trfico ilcito de drogas

    En determinados casos, la organizacin considera conveniente no ni-camente una participacin con funcionarios de carrera, sino ingresar alos niveles de toma de decisin, es decir a los cargos pblicos.

    Esto se hace mediante el financiamiento de campaas electora-les; los casos de Colombia, con el Presidente Samper; Mxico, y la acu-sacin contra Zedillo; Puerto Rico acusando a miembros del Poder Le-gislativo, y Bolivia, con el MIR, son los ms notorios pero tal vez no losnicos. El apoyo recibido en las campaas es pagado con la promul-gacin de leyes convenientes, como la del arrepentimiento y la prohi-bicin de extradicin, u otros diversos favores polticos.

    Drogas, Poder y Derechos Humanos en Amrica Latina / 31

    VARIABLES Polica Fuerzas Armadas Poder Judicial Adm. Pblica Nacional (en general)

    Sueldos muy bajos un poco ms altos uno de los ms altos bajos en que la Polica y en la Administracin promediosujetos a algunas Pblica del Per.bonificaciones

    Estructura vertical, vertical, vertical, pero con vertical, peroorgnica jerarquizada y extremadamente cierto tipo de con algun grado

    subordinada jerarquizada y autonoma e de autonoma subordinada independencia en las

    funcional competencias.Espiritu de debilitados normal es aunque debilitados frente a la debilitados frentecuerpo/moral debilitados en materia corrupcin pero con a la corrupcin

    de casos de drogas gran capacidad de decisin

    Presencia en escaso hasta muy fuerte,casi presente, aunque dbilescenarios de julio de 1996 monoplico hasta no dirimente droga julio de 1996

  • Como se ve en estos casos, el nivel al que llega la corrupcin esalto; trminos como Estado de Corrupcin (en lugar de Estado deDerecho) o Narcodemocracias, nos dan una idea de ello.

    Respuesta de las agencias del Estado

    Lamentablemente, las respuestas estatales frente al problema delTID y frente al fenmeno de la corrupcin, no han sido adecuadas; laproduccin de drogas y su consumo han aumentado, el problema de lacorrupcin se ha expandido. Frente al primer problema, conocemos loque ha hecho el Estado es involucrar a mayor nmero de agencias yfuncionarios. Ello ha aumentado los riesgos de corrupcin y no ha re-suelto el problema.

    Una segunda respuesta ha sido especializar o monopolizar la ac-cin antinarcticos del Estado, en manos de ciertos funcionarios su-puestamente especializados: policas antidrogas (UMOPAR, Leopardos,FELCN, DINANDRO), fiscales especiales y jueces especiales. Tambinse conoce de crceles especiales (Envigado o La Picota, en Colombia).En forma sinttica, creemos que ninguno de los dos extremos garanti-za la buena accin del Estado en esta materia.

    Existen motivos de preocupacin cuando evaluamos la respues-ta del Estado, particularmente en el caso peruano. En trminos genera-les, desde julio de 1990, el gobierno ha conducido una eficiente luchacontra Sendero Luminoso y el MRTA, as como en el control de la hi-perinflacin y la creacin de condiciones generales de estabilidad eco-nmica y poltica9, que le han permitido ganar elecciones polticas ymunicipales y que la opinin pblica acepte -aunque cada vez con me-nor resignacin- el enorme costo social y econmico del ajuste estruc-tural, as como el costo poltico para un verdadero fortalecimiento ins-titucional que representa la gestin de Fujimori en los ltimos aos.

    No obstante, debemos afirmar, a manera de preocupacin, queexisten diversas hiptesis, denuncias y casos que nos permiten suponerque a lo largo de ese perodo de tiempo (abril de 1990 hasta la fecha),se hayan tejido relaciones o espacios, donde las posibilidades de ocu-rrencia de casos sistemticos de corrupcin vinculados al TID, desvode qumicos y lavado de dinero, han sido muy grandes, y que stas ha-yan sido sometidas a distintos tipos de negociaciones internas y exter-

    32 / Ricardo Sobern Garrido

  • nas, incluyendo el concurso indirecto de agencias de gobiernos extran-jeros.

    Propuestas

    Creemos en la necesidad de un trmino medio en el que la espe-cializacin (administrativa, represiva o judicial), no signifique exclu-sin de entidades encargadas de la fiscalizacin, ni la suficiente apertu-ra para que se conozca el accionar de las agencias estatales encargadasde la lucha antidrogas.

    Debe haber absoluto convencimiento de que las medidas adop-tadas por los policy makers, en materia de lucha antidrogas, son las quems han fomentado los riesgos de corrupcin, en cualquier nivel, ob-viamente sin haber encontrado la solucin al tema del trfico, la pro-duccin y el consumo de drogas.

    Surge la necesidad de evaluar en qu medida los fenmenos dela desregulacin financiera, los propios procesos de conformacin debloques, el mayor acceso a la tecnologa, los procesos de estabilizacin,se convierten en facilitadores de la corrupcin vinculada al TID.

    Existe la necesidad de desmontar esta guerra intil, que toda-va se pelea en diarios, informes, reuniones, y pasar a la adopcin depolticas ms eficientes, que en ningn caso significan abandonar lanecesidad de proteger la salud individual y colectiva, pero no a costa dela salud institucional de las agencias/corporaciones de los Estados deDerecho.

    NOTAS:

    1. Caracterizados genricamente por la centralizacin acentuada del poder y losasuntos pblicos; en algunos casos una estrecha relacin con ciertos elementosde la cpula militar as como por una incapacidad para compartir democrtica-mente algunos asuntos esenciales del buen gobierno.

    2. NYE, Joseph S. Corruption and Political Develoment: a Cost-Benefit Analysis,American Political Science Review, n. 51 June 1967. pp. 417-429. En RICO, JosMara La corrupcin pblica y su control en Amrica Latina: El caso venezola-no, p.3, San Jos 1993, Indito.

    Corrupcin, narcotrfico y fuerzas armadas / 33

  • 3. ROGOW, Arnold A. y LASSWELL, D.H. The Definition of Corruption. En:HEIDENHEIMER, Arnold J. (ed.), Political Corruption. Readings in Comparati-ve Analysis, New Brunswick, N.J., Transaction Books, 1970. pp. 54-55. Citado porRICO: 1993; 3.

    4. LEFT, N. Economic Develoment Trought Bureaucratic Corruption. En: HEI-DENHEIMER, Arnold J. (ed.), Political Corruption. Readings in ComparativeAnalysis, New Brunswick, N.J., Transaction Books, 1970. pp. 510-520. Citado porRICO: 1993; 3.

    5. Recordemos que, en Brasil y Venezuela, los presidentes en ejercicio FernandoCollor de Mello y Carlos Andrs Prez fueron destituidos y posteriormente sen-tenciados por corrupcin, aunque no necesariamente vinculada al TID. En el ca-so peruano, el juicio del ex presidente Alan Garca nos hace recordar que dichopas no escapa a este fenmeno en el mbito presidencial. No obstante, diversaspersonalidades e instituciones han sido denunciadas por corrupcin y TID endiversos pases: ministros de gobierno y legisladores (Brasil y Venezuela), altosmandos de las Fuerzas Armadas y Policiales (Bolivia, Colombia, El Salvador,Honduras, Mxico, Paraguay, Per, Repblica Dominicana y Venezuela), magis-trados de la Corte Suprema (Bolivia y Venezuela), etctera. En el caso del Per,en los ultimos meses hemos asistido al descubrimiento de varios casos de co-rrupcin por parte de miembros de las Fuerzas Armadas, la Polica Nacional y elPoder Judicial, los cuales han sido -en contados casos- descubiertos y procesa-dos.

    6. SPECK, Bruno W. Guerra a la corrupcin en Brasil. En: Perfiles Liberales n.35,1994, pp. 44-49.

    7. Ya a finales de la dcada pasada, se poda observar la existencia del peligro de lacorrupcin por ejemplo para los pases de la regin andina: La ilegalidad delnarcotrfico y la gigantesca cantidad de dinero envuelto en el negocio lo hanconvertido en la principal fuente de corrupcin penetrando a los distintos nive-les de la sociedad y el Estado. GARCIA SAYAN: 1990; 28.

    8. Ocasionalmente, este enfrentamiento puede dar paso a una alianza con movi-mientos subversivos u otros grupos irregulares o paramilitares, que tienen en co-mn un accionar que enfrenta la labor del Estado.

    9. Aunque stas hayan sido puestas en tela de juicio despus de los incidentes ocu-rridos en la residencia del embajador japons en Lima, a partir del 17 de diciem-bre de 1996.

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  • ARGENTINA:LA INSEGURIDAD INTERNA

    Adriana Rossi

    Un asesinato feroz

    El da 25 de enero de 1997, en plena temporada de verano, en una ca-va de arena ubicada a 15 km. de Pinamar, localidad turstica de laCosta Atlntica frecuentada por polticos y empresarios de fama, apa-reci calcinado el cadver del fotgrafo de la revista Noticias de Bue-nos Aires, Jos Luis Cabezas. Secuestrado de madrugada a la salida dela fiesta de cumpleaos del empresario postal Andreani, Cabezas fueesposado, llevado por un camino apartado; luego, segn los resultadosde la segunda pericia forense, fue violentamente golpeado y ejecutadode dos tiros en la nuca. El auto con su cuerpo acomodado en el asien-to delantero, fue rociado de combustible y quemado. De Cabezas sloquedaron restos prcticamente irreconocibles.

    Era desde las pocas de Isabel Pern y Lpez Rega (Ministro deBienestar Social, jefe de la Triple A1), y de la dictadura militar que lossigui, que el pas no se enfrentaba a un crimen de esta naturaleza. Lasmanos esposadas adelante, la ejecucin, la incineracin del cuerpo pa-ra borrar huellas, smbolos de una parafernalia mafiosa, y la mismaprofesin de Cabezas, evidenciaron desde un comienzo que el homici-dio no tena la connotacin de un delito comn. Empezaron las inves-tigaciones y con las investigaciones las suposiciones y la bsqueda fre-ntica de un mvil que pudiera llevar a los autores materiales e intelec-tuales del crimen.

    El fotgrafo Cabezas

    Jos Luis Cabezas, fotgrafo de una revista en la que las notas so-bre la farndula se entremezclan con investigaciones periodsticas so-bre personajes y hechos relacionados con la corrupcin y la poltica,

  • particip en dos trabajos que fueron los que posiblemente le costaronla vida: uno sobre la ola de robos y asaltos en Pinamar atribuidos amiembros de la polica de la provincia de Buenos Aires, y otro sobre Al-fredo Yabrn, poderoso empresario postal acusado pblicamente por elex ministro de Economa Domingo Cavallo de ser el jefe de la mafia enLa Argentina.

    En el primer artculo; Maldita polica, se presentaba al organis-mo polocial como una institucin fuera de control, involucrada en he-chos delictivos y terroristas. En el segundo, se mencionaban las activi-dades, propiedades e inversiones de Alfredo Yabrn, presunto dueo deagencias de seguridad privada, cuyos guardaespaldas seran hombresvinculados a la dictadura militar del 76.

    Estos dos artculos fueron el punto de partida de las especulacio-nes que se fueron multiplicando, sobre las razones de la muerte de Ca-bezas; se siguieron ms de cincuenta pistas, prevaleciendo la que con-duca a una supuesta banda, la de Margarita Di Tullio, alias Pepita laPistolera.

    De Pepita la Pistolera a Yabrn

    Duea de un bar de mala muerte, acusada de regentar prostbu-los y dedicarse al expendio de drogas en la zona de la Costa, fue denun-ciada, junto con sus socios (los llamados Pepitos), por un testigo, Car-los Alberto Redruello. Se encontr el arma del delito y se realizaron ca-reos que se supona iban a conducir al rpido esclarecimiento del cri-men. No fue as. A pesar del triunfalismo de la polica, algo fallaba: elmvil. Fueron muy pocos los que creyeron que Pepita la Pistolera pu-diera ser la instigadora de un delito de semejante naturaleza, que se ha-bra cometido para proteger, segn las acusaciones del testigo, los ne-gocios de una banda de poca monta, o para sacarse de encima a un Ca-bezas en el rol de chantajista. A nadie se le escapaba el hecho de que elcrimen tena todas las caractersticas de haber sido ejecutado por pro-fesionales que hacan recordar los mtodos de los grupos de tarea (gru-pos parapoliciales) de la poca de la dictadura. Y muchos sospecharonque el crimen se haba ejecutado por encargo.

    Redruello pronto result ser piloteado por la misma polica conel afn de despistar las investigaciones. Actualmente, se encuentra bajo

    36 / Adriana Rossi

  • sospecha de haber sido partcipe secundario del crimen. Se descubrique el arma, efectivamente usada para cometer el delito, fue sustraday luego puesta de nuevo en su lugar, sin que el legtimo propietario,uno de los Pepitos, estuviese al tanto de la maniobra que habra de lle-varlo a su falsa incriminacin.

    A medida que avanzaban las investigaciones, la pista de los Pepi-tos empez a perder consistencia y, a pesar de la renuencia de Jos LuisMacchi (juez a cargo del caso), tuvo que ser abandonada. Se dio segui-miento a la pista dirigida hacia la polica, cuya actitud durante la inves-tigacin llam poderosamente la atencin por las irregularidades co-metidas. Fue as que se descubri que, la noche del crimen, el comisa-rio de Pinamar y otros oficiales haban dado disposiciones para liberar(dejar sin proteccin policial) la zona donde se realiz el secuestro y selleg a formular la hiptesis de una banda mixta, conformada por po-licas, agentes de seguridad privada y delincuentes comunes, que, se su-pona, podra haber montado una red de distribucin de droga en laCosta Atlntica.

    Las investigaciones llegaron al descubrimiento de los supuestosautores materiales del crimen que actualmente (agosto de 1997) estnpresos. Cuatro de ellos confesaron su participacin en el secuestro: dospequeos delincuentes de Los Hornos, localidad de la provincia deBuenos Aires, contratados para apretar a la vctima por Gustavo Prelle-zo, oficial inspector de la polica, indicado como el que efectu por lomenos uno de los disparos que terminaron con la vida del fotgrafo,Sergio Camaratta, polica, ex jefe de la Delegacin de Valeria del Mar(localidad de la Costa Atlntica) y supuesto colaborador en el planea-miento del crimen.

    Aunque se intent atribuir a este grupo no solamente la autoramaterial, sino tambin la intelectual, las investigaciones indicaban algodistinto. Actualmente, se sospecha la participacin de ms personas,quizs todos policas, algunos de los cuales habran por lo menos asis-tido a la ejecucin y que en uno o dos autos habran ido a la cava,unindose al grupo secuestrador. Adems, las pistas llevan a otro per-sonaje, Gregorio Ros, jefe de seguridad del empresario postal AlfredoYabrn. A pesar de sus esfuerzos para demostrar no haber tenido mu-cho trato con Prellezo, actualmente Ros se encuentra complicado, yaque a travs del sistema Excalibur de rastreo de llamadas efectuadasdesde telfonos celulares, se demostr que estuvo en estrecho contacto

    Argentina: La inseguridad interna / 37

  • con Prellezo con quien habl por ltima vez el da 25 de enero, dos ho-ras despus del crimen. Adems, el mismo Prellezo, que en un princi-pio se haba escudado detrs de un cerrado silencio, ha confesado estartrabajando para Gregorio Ros en la seguridad de un hotel de Pinamarcuyo propietario es Alfredo Yabrn.

    Para comunicarse con Prellezo, Ros utiliz los celulares de dosempresas, una agropecuaria, Yabito, y otra de seguridad, Bridess. Laprimera es de propiedad de Alfredo Yabrn, la segunda se supone quelo es. Estos hechos ponen en una situacin cada vez ms incmoda alempresario sobre el que recae la sospecha de ser el autor intelectual, apesar de que la banda de Los Hornos hable de un autor intelectual alque llaman el candidato, mientras el informante que hizo detener a labanda de Pepita la Pistolera, afirme que unos diputados lo habran vi-sitado en la crcel mientras se estaba planificando el asesinato de Cabe-zas.

    A pesar de que existen detenidos, el esclarecimiento del caso pa-rece estar todava muy lejos, a tal punto que el comisario mayor, VctorFogelman, que tiene a su cargo la investigacin, afirm en algn mo-mento que posiblemente nunca se llegue a descubrir el autor intelec-tual. De hecho sigue faltando el mvil.

    Las investigaciones paralelas

    Las investigaciones fueron iniciadas por la polica local, y se ca-racterizaron de inmediato por la desprolijidad. Se fueron sumando a lolargo del proceso indagatorio: huellas borradas, pruebas perdidas, ele-mentos encontrados indebidamente manejados. La primera pericia fo-rense determin que Cabezas habra muerto de un tiro a la sien; la se-gunda, efectuada algunos meses ms tarde, a raz de los testimonios dela banda de Los Hornos, lleg a la conclusin que el cuerpo del fot-grafo presentaba la fractura de la mandbula y de una costilla, por locual se determin que fue brutalmente golpeado (quizs para sacarlealguna informacin) y luego ejecutado con dos tiros en la nuca.

    Oficiales de la polica fueron alejados de sus cargos por ineficien-cia e incompetencia, pero pronto se descubri que los descuidos noeran tales, sino parte de una estrategia de encubrimiento que puso entela de juicio el accionar no solamente de algunos agentes, sino de la

    38 / Adriana Rossi

  • fuerza en su conjunto. Desconfiando de su propia polica, el goberna-dor de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, puso en mar-cha una investigacin paralela a cargo de la Secretara de Seguridad dela provincia, asumiendo directamente el control y convocando al FBIpara que le diera un soporte tcnico.

    Por su parte, el Gobierno busc en un primer momento deslin-dar cualquier responsabilidad, intentando reducir el caso a un merohecho de crnica roja. Luego, trat de desentenderse por haberse co-metido el delito en la provincia administrada por Duhalde, gobernadorque se haba convertido en el adversario poltico del menemismo demayor peso al interior del mismo partido justicialista. Sin embargo,despus de constatar las repercusiones polticas que estaba teniendo elcaso, el Ejecutivo decidi encargar la investigacin a los servicios de in-teligencia de la nacin mientras el Congreso, a pesar de las maniobrasobstruccionistas del oficialismo, cre una comisin de control de la in-vestigacin.

    Lo que se gener fue una verdadera guerra por el control delproceso indagatorio en la que dominaron la desconfianza y las suspica-cias. Si, al comienzo, la bsqueda de los culpables se desarroll en unclima muy denso, hoy en da hay fuertes sospechas de que se busquecrear una cortina de humo desde el mismo poder. De todas formas, elcaso Cabezas puso al descubierto una serie de situaciones por lo menosinquietantes para la democracia argentina.

    De policas y custodios

    Lo primero que se puso de manifiesto fue algo que era un secre-to a voces: la polica de la provincia de Buenos Aires es corrupta, y mu-chos de sus integrantes son sospechosos de crmenes que han quedado,en su mayora, impunes. Las denuncias reiteradas de casos de gatillo f-cil, de involucramiento en trfico de drogas, de enriquecimiento ilcito,de apremios ilegales, resabios de la dictadura; las sospechas de encubri-miento y de apoyo logstico a los atentados que sacudieron la Argenti-na en 1992 y en 19942, de repente se transformaron, de supuestos deli-rios de la oposicin empeada en desacreditar a la mejor polica delmundo (como alguna vez la defini el mismo Duhalde), en una reali-

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  • dad que el Gobernador no poda negar ms sin destruir su proyectopoltico de convertirse en presidente de la repblica en 1999.

    La polica, que habra tratado de despistar las investigaciones uti-lizando a la banda de Pepita la Pistolera como chivo expiatorio, se en-contr en el ojo de la tormenta. Acusada de encubrimiento, de partici-pacin directa en el crimen, de haber montado una red de narcotrficoen la Costa, o por lo menos de ser parte de esa red, fue sometida porDuhalde a una purga. Fueron declarados en disponibilidad todos losefectivos, 48.000 hombres, la fuerza de seguridad ms grande de La Ar-gentina, y se abrieron sumarios para todos aquellos sospechosos de ha-ber cometido algn delito. La Secretara de Seguridad de la provinciafue reestructurada mediante decreto. Se cre una Subsecretara de Au-ditora y Control con una Direccin de Control de Gestin Policial, querecibir los reclamos sobre hechos de corrupcin y abuso de autoridadpor parte de los uniformados, presentados por la comunidad. Duhaldeamenaz entregar la nueva entidad a un civil, amenaza que luego cum-pli, ya que fue nombrada como responsable una abogada, Mirta ElsaMisiti.

    Las medidas impulsadas por Duhalde provocaron profundo ma-lestar en la institucin. Se lleg a plantear un posible paro por parte delos efectivos de la polica, que no tuvo lugar por la presin social. Eldescrdito de la fuerza de seguridad ante la sociedad civil haba llegadoa niveles tales, que la institucin no estaba en condiciones de soportarel total resquebrajamiento de su imagen y la prdida de toda legitimi-dad que el acto de rebelda hubiese podido provocar.

    La polica, de todas formas, no fue la nica en apuros. La aten-cin se concentr tambin en las agencias de seguridad privada, en lasque se descubri que trabaja un nmero elevado de ex policas que fue-ron sumariados y exonerados por cometer irregularidades o delitos y lallamada mano de obra desocupada que en la poca de la dictadura mili-tar ejerci la represin a mansalva. Las agencias en la provincia de Bue-nos Aires emplean alrededor de 50.000 hombres a los que hay que aa-dir unos 20.000 a 25.000 con contratos a trmino. Representan un ver-dadero ejrcito privado, superior en efectivos a la polica provincial, sinningn control de parte del Estado.

    Esto dio paso a que en el Congreso se discutiera la necesidad dereglamentar las agencias, y sobre todo la contratacin del personal, pa-ra impedir que la Seguridad Interna sea puesta en entredicho por la

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  • presencia de organismos conformados por hombres disponibles y dis-puestos a llevar a cabo acciones fuera del marco de la ley y de la convi-vencia civil. De esta forma, fue presentado un proyecto de Ley de Segu-ridad Interna, en el que se considera esta reglamentacin en un marcolegal peligrosamente restrictivo, que logr consenso en los distintossectores polticos dada la ola de repudios al crimen.

    El misterioso seor Yabrn

    Gran parte de las agencias en la Provincia seran de propiedad deun personaje hasta hace poco misterioso e invisible: Alfredo Yabrn.Siempre se autodefini como un simple empresario del correo priva-do. Nunca mostr la cara cuando Domingo Cavallo lo acusaba de serun mafioso que, por sus relaciones privilegiadas con el gobierno, con-trolaba las reas clave de la seguridad interna del pas mediante de lasmencionadas agencias, de las empresas que proveen al Estado de losdocumentos de identidad de los ciudadanos, del transporte de cartas ydocumentos a travs del correo privado, del ingreso de la mercaderaen el pas por el aeropuerto internacional de Ezeiza, donde el contra-bando se haba institucionalizado. Yabrn siempre neg ser el propie-tario o accionista de todas las empresas que se le atribuyen, as como demantener relaciones estrechas con el gobierno y sobre todo con el Pre-sidente Menem, que, a su vez, niega rotundamente cualquier tipo detrato ntimo con Yabrn.

    Los hechos desmienten cuanto afirman Yabrn y el mismo Go-bierno. Ante la arremetida de los investigadores, Yabrn, en apuros, sedirigi ms de una vez a altos funcionarios del Gobierno. Con el siste-ma Excalibur, se detectaron muchas llamadas desde las oficinas del em-presario, al Ministro del Interior, Carlos Corach, (17 llamadas); al Mi-nistro de Defensa, Jorge Rodrguez, que afirm haber conocido a Ya-brn cuando era Intendente de Buenos Aires (1); al Ministro de Justi-cia, Elas Jassan, que neg hasta el final conocer a Yabrn, y que luego,frente a la evidencia y al escndalo, tuvo que presentar su renuncia(102). Hubo otras llamadas al despacho de la Presidencia de la Nacin(35); a Alberto Pierri, hombre del Gobernador Duhalde, candidato adiputado para las elecciones de octubre de este ao; a la Secretara deRecursos Naturales y Desarrollo Sustentable; al diputado Ral Baglini

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  • y a la SIDE, el Servicio de Inteligencia, donde se comunic con el res-ponsable de las escuchas telefnicas, entre otros. Adems, Yabrn fuerecibido, en medio de sendas crticas, por el jefe del Gabinete, Jorge Ro-drguez, para expresar sus quejas por ser el blanco de una campaa queconsidera de difamacin hacia su persona y que est afectando sus ne-gocios. Estas quejas ya haban sido presentadas al Gobierno medianteEmir Yoma, el ex asesor presidencial actualmente indagado por la jus-ticia por la causa de contrabando de armas a Ecuador y Croacia.

    Estos hechos, por un lado, refuerzan, en la opinin pblio la te-sis de que Yabrn est vinculado al crimen, lo cual ya haba obligado alempresario a dejar el anonimato que siempre lo envolvi y, en un in-tento por blanquear su imagen como mafioso, presentarse a los mediosde comunicacin y luego al Congreso, para dar explicaciones sobre susnegocios y las relaciones con el poder. Las dudas sobre la legitimidad desus empresas comerciales no se despejaron, ms bien determinaron laconformacin de la Comisin Antimafia en el Congreso, que lo est in-vestigando y que deber aclarar las dudas que algunos formulan sobreuna posible vinculacin de Yabrn con el narcotrfico. Por el otro, es-tos mismos hechos hacen pensar en una relacin estrecha entre el em-presario y el poder poltico que, ni con las declaraciones del PresidenteMenem en defensa de Yabrn, fue posible desmentir.

    Las pulseadas polticas

    El asesinato de Cabezas ocurri en un perodo crucial para el fu-turo del Gobierno en Argentina, ya que en octubre de este ao se reali-zarn los comicios para renovar la Cmara de Diputados y el Senado dela Nacin. Los partidos se estaban alistando en medio de una pugna enla que lo que est en juego no son solamente los escaos en el Congre-so y la correlacin de fuerzas entre la oposicin y el partido justicialis-ta gobernante, sino las decisiones internas de los partidos, que depen-dern en parte de los resultados de esas elecciones, sobre el candidato ala Presidencia de la Repblica que presentarn para 1999.

    La ausencia de un programa poltico realmente alternativo, loserrores estratgicos y las pugnas internas en los partidos de oposicinparecan, en esos meses, favorecer de alguna forma al oficialismo, queslo hubiera tenido que luchar contra las estadsticas sobre el desem-

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  • pleo y las reiteradas acusaciones de corrupcin y connivencia con lamafia de parte del ex ministro de Economa Domingo Cavallo.

    A nivel de partido, estaba claro que Eduardo Duhalde3, el natu-ral sucesor de Menem, iba a ganar las internas y con seguridad las elec-ciones presidenciales. Sin embargo, un factor nuevo agit las aguas deeste panorama poltico: un grupo de menemistas a ultranza, dentro delos cuales se encontraba el senador Jorge Yoma, ex cuado del Presi-dente, lanz una campaa a favor de un tercer mandato de Menem, apesar de que la Constitucin lo prohibe expresamente. Para obviar es-te obstculo, se habl de convocar a un referndum que modificara elartculo constitucional en cuestin.

    El proyecto encontr mucha resistencia y, por sobre todo, echpor tierra las aspiraciones de Duhalde, que se prepar para defender suespacio poltico. Las relaciones entre el Presidente y el Gobernador sevolvieron tensas. Se inici una verdadera guerra entre dos hombres queuna vez fueron compaeros de frmula y aliados. La sociedad argenti-na asisti a una lucha que asumi cada vez ms las caractersticas de unenfrentamiento con consecuencias polticamente imprevisibles.

    Un gobernador en apuros

    La muerte de Cabezas complic an ms la posicin del Gober-nador Duhalde, ya que la falta de un esclarecimiento del crimen hubie-ra podido ser utilizada en su contra por la oposicin y por un sector deloficialismo, el menemista, con el que se encontraba enfrentado. En lalucha por el poder, el crimen de Cabezas, arriesgaba convertirse en unfrente abierto aprovechable para desplazar al Gobernador poniendo entela de juicio su capacidad para garantizar la seguridad, y hubiera re-saltado el clima de impunidad existente, temas candentes para el elec-torado. De hecho, el caso se prest para que se lanzaran dardos entreduhaldistas y menemistas, estos ltimos sacando ventaja de las dificul-tades en las que se debata Duhalde. Mientras el Gobernador senta quele haban echado el muerto y que los autores del crimen le haban en-viado un mensaje de fuerza para hacerle la vida difcil, empezaron aproducirse una serie de acontecimientos que no encontraron una ex-plicacin seria.

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  • En Pinamar hubo un intento de atentado en contra de un copi-loto de carreras automovilsticas, Rubn Valentini, que luego resulthaber recibido dos das despus del crimen Cabezas una llamada desdelas oficinas de Yabrn, aunque anteriormente Valentini haba negadotener algn trato con el empresario. Nadie reivindic el fallido atenta-do y no se pudo entender el mvil. Valentini pertenece al team de la es-cudera del presidente Menem, en la que el hijo de ste, Carlos Jr., se de-sempe como corredor antes de fallecer.

    Al poco tiempo, algunos periodistas trataron de lanzar al aireuna investigacion-documental en la que se mostraba la mansin re-cientemente inaugurada del Presidente en Anillaco, un pueblo de 1.000habitantes en la provincia de La Rioja. Con la mansin se mostrabatambin la pista de aterrizaje comparable en tamao a las pistas del ae-ropuerto internacional de Buenos Aires. Ubicada a un kilmetro de lacasa, fue construda con fondos que se supone reservados o con dona-ciones un tanto dudosas y con la clara finalidad de servir slo al Presi-dente. El programa fue censurado, lo que dio origen a una fuerte pol-mica y a acusaciones sobre la violacin de la libertad de informacin.El hecho es grave en s; sin embargo, lo que llam la atencin es que lanoticia de la pista no era nada nueva. Denuncias ya haban sido formu-ladas muchos meses antes, sin que tuvieran resonancia alguna. Esta vezel escndalo tuvo repercusiones tales que el Presidente prefiri mante-ner un perfil bajo hasta el punto de desmentir su participacin en lacontienda electoral.

    Las treguas

    Luego de estos hechos, Menem invit a Duhalde a una reuninen la residencia presidencial. Los dos hombres ya no aparecan juntosen pblico, ni se hablaban, aunque desmentan cada cual que hubiesealgn roce entre ellos. La reunin, en un primer momento postergadapor Duhalde, se realiz en forma privada, sin la presencia de ningnfuncionario y con una agenda reservada. Todos hablaron de una tre-gua, lo que hace sospechar que todo lo ocurrido poda haber significa-do una serie de advertencias, como lo fue el asesinato de Cabezas paraDuhalde, de acuerdo a sus propias declaraciones.

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  • Con el frente interno ms tranquilo, Duhalde logr seguir con lainvestigacin y llegar, gracias a los aportes de personas amigas, un se-nador y un empresario, a los autores materiales del crimen. Sin embar-go, lo que hubiera podido considerarse una victoria para el Goberna-dor se transform en un arma a doble filo. El Secretario de Seguridadde la provincia de Buenos Aires, que haba contribudo a que las inves-tigaciones no se empantanaran siguiendo la falsa pista de los Pepitos,renunci a su cargo, posiblemente por unos problemas internos, qui-zs con el mismo Duhalde, mientras el Gobernador vena insinuandoque los autores intelectuales bien podan ser los mismos que matarona Cabezas, afirmacin que no encontr crdito en la sociedad civil,muy escptica respecto de las investigaciones.

    Esa versin contrastaba con las declaraciones de la banda de LosHornos, ante el juez que ya hablaban de un candidato, mientras el fal-so testigo apuntaba a supuestos diputados. En ese mismo perodo, deforma inesperada, en uno de los nmeros de la revista Noticias, apare-ci en la tapa, sin explicacin de ningn tipo, la foto del presidente dela Cmara de Diputados y candidato en la interna del partido para ladiputacin en la provincia de Buenos Aires, Alberto Pierri, el hombrede confianza de Duhalde, al que los enemigos acusan de enriqueci-miento ilcito, de trafico de influencias, de organizacin y control de lamafia del Mercado de Abasto de Buenos Aires y de utilizar mtodos nopropiamente caballerescos contra sus opositores. Pierri, no est por de-ms sealarlo, gan la interna gracias al apoyo no del todo espontaneoque le brind Duhalde.

    Estos hechos proyectaron una sombra sobre el Gobernador y sureal voluntad poltica de esclarecer el crimen. Si bien, por necesidad deimagen, haba impulsado la bsqueda de los culpables, es posible quese haya encontrado con elementos que podan resultar peligrosos paral y para su reputacin siempre fuertemente cuestionada por sospe-chas, nunca abiertamente formuladas, de tener alguna vinculacin conel narcotrfico. La aparicin en el escenario de Yabrn permiti de al-guna forma a Duhalde remontar la situacin. Duhalde embisti contraYabrn, a quien pblicamente indic como posible responsable del cri-men, invitndolo a buscarse a un buen abogado para que lo defienda;sin embargo, desestim la gravedad de las llamadas de Yabrn a miem-bros del Gobierno para no llegar a una nueva ruptura con el menemis-mo, que se verific de todas formas cuando Yabrn fue recibido por

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  • Jorge Domnguez. Duhalde no tuvo reparos en manifestar su desacuer-do.

    A pesar de que la posicin ante Yabrn pone a menemistas y du-haldistas en abierto conflicto, el Presidente y el Gobernador pactaronun nuevo acuerdo en vista de las elecciones, ya que la pelea interna es-taba afectando enormemente al oficialismo: segn las encuestas, quepor primera vez no eran favorables al partido en la provincia de Bue-nos Aires, el proyecto poltico de Duhalde estaba en peligro, y tambinel del partido de gobierno en su conjunto.

    Las consecuencias

    Los efectos de la nueva tregua no se hicieron esperar. A los pocosdas se produjo la declaracin de Fogelman (el comisario mayor a car-go de la investigacin) sobre la casi imposibilidad de llegar a los auto-res intelectuales del crimen mientras, como medida para despolitizarla investigacin, se resolvi no entregar el resultado de todo el rastreode llamadas con el sistema Excalibur al juez, sino solamente el listadode aquellas que tuvieran que ver directamente con el asesinato a crite-rio del gobierno de la Provincia. En sustancia, esto podra significar ce-irse solamente a las llamadas de Gregorio Ros y dejar de investigar lasllamadas de Yabrn a los personeros del Gobierno, incluido al propioPresidente de la Nacin. De esta forma se reactivara una pista ya aban-donada, la de la banda mixta de policas, agentes de seguridad y delin-cuentes comunes.

    El lado oscuro del poder

    Hoy, a ms de medio ao de la muerte de Cabezas, las investiga-ciones parecen destinadas a empantanarse si no a diluirse, diluyendo asu vez responsabilidades y encontrando chivos expiatorios. Los puntososcuros de esta historia son muchos, quizs demasiados. Narcotrfico,responsabilidades en los atentados, millonarios negocios ilcitos, cual-quiera de estos temas puede haber sido el desencadenante del delito,aunque las sospechas apunten actualmente a un trfico de drogas que

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  • posiblemente supere el mbito de una simple red de distribucin en laCosta Atlntica.

    Las dificultades en determinar el mvil son la muestra de cmola ilegalidad se ha apoderado de distintos mbitos y ha penetrado ins-tituciones. Hasta hoy no hay evidencias, quizs slo sus estrechos cola-boradores, que se han abocado al ms cerrado silencio, sepan lo queCabezas haba descubierto y que seguramente fue tan grave como pa-ra decretar su muerte. Lo nico evidente es que el crimen fue llevado acabo con la participacin de la Polica en conexin con elementos de laseguridad privada relacionados con la represin de la poca dictato-rial4, poniendo en el tapete posibles nexos entre estos elementos ymiembros del establishment en una red de complicidades y correspon-sabilidades de amplias proporciones.

    Lo que queda claro despus de este crimen es que los organis-mos de seguridad del Estado y privados, en lugar de ser un instrumen-to de defensa del ciudadano, se han convertido en una empresa crimi-nal al servicio de intereses inconfesables y que gozan de una impuni-dad casi total, una impunidad que se vi avalada en Argentina por laLey de Obediencia Debida y Punto Final de la poca de Alfonsn y porel indulto de Menem a los responsables de la represin, acciones quesalvaron a muchos militares y policas de la crcel, hacindoles creerque tenan un salvaconducto para cometer cualquier tipo de crimen.

    Deja en claro tambin que en las instituciones polticas, sobretodo en el Ejecutivo, se ha instalado la corrupcin y que el reparto delpoder enfrenta a bandos opuestos dispuestos a usar todas las armas pa-ra ganar la apuesta. En el caso Cabezas esta lucha parece haber asumi-do todas las caractersticas de una guerra mafiosa que podra estar in-volucrando al Poder Ejecutivo mucho ms all de lo que se supone.

    Deja tambin en claro que la sociedad argentina, que haba reac-cionado con mucha fuerza, se vuelve a encontrar ante situaciones quela dejan en la indefensin. Ejemplos de ello son: el clima enrarecidoque se est viviendo por las amenazas a periodistas -ms de 130 desdeenero- que siguen las vicisitudes de este crimen y de los distintos casosde corrupcin; las intimidaciones a testigos y a fiscales que estn em-peados en esclarecer otros delitos de corte mafioso (el caso del fiscalLanusse, que est indagando sobre el contrabando de oro); los asaltoscon sabor a advertencia a personeros del Gobierno o a sus familiares (elreciente caso de agresin en contra de los custodios de la hija del Jefe

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  • de Gabinete, Jorge Rodrguez); advertencias a voceros (el caso de la exmujer del Presidente de la Nacin, Zulema Yoma, enfrentada al Gobier-no por la muerte de su hijo); las protestas por la impunidad que en-vuelve los graves actos terroristas contra objetivos judos, como la Em-bajada de Israel en 1992 y la Asociacin Mutual Israel-Argentina,AMIA, en 1994, de los que se llega a acusar al Gobierno de encubri-miento, y el descubrimiento reciente de que la muerte de Carlos Me-nem Jr. (ocurrida en marzo de 1995), posiblemente no fue accidental,sino resultado de un atentado.

    Deja en claro que en la actual Argentina, escenario de numero-sos e inconfesables trficos como el de droga y el de armas -en los quese encuentran envueltos elementos uniformados, funcionarios, empre-sarios, con posibles y sospechadas vinculaciones con el Gobierno-, exis-te una trama oscura donde el poder y la ilegalidad se entremezclan y sevalen de estructuras y mecanismos heredados del periodo dictatorial,vaciando de contenido las instituciones democrticas y ponindolas enserio peligro, dejando en la sociedad la sensacin de que, hoy, todos so-mos Cabezas.

    Notas:

    1. Escuadrones de la muerte de la Alianza Anticomunista Argentina, en la postri-meras del ltimo gobierno peronista.

    2. Estos atentados haban obligado al mismo Gobernador Duhalde a poner en dis-ponibilidad a varios de los integrantes, incluido el jefe de la polica, PedroKlodczyk, y que dieron origen al publicitado y nunca ejecutado proyecto de rees-tructuracin de la fuerza de seguridad.

    3. Poderoso gobernador de la provincia de Buenos Aires, donde vive casi la mitadde la poblacin argentina, que maneja fondos millonarios para resolver los pro-blemas sociales que afronta con una acentuada actitud paternalista

    4. Gregorio Ros y el responsable de la sociedad Bridess fueron represores respec-tivamente en la ESMA y en El Vesubio, campos de detencin clandestinos.

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  • DE NARCOAVIONESY PROTECCIN POLICIAL EN BOLIVIA

    Theo Roncken

    El 15 de septiembre de 1995, la polica antidroga del Per (DINAN-DRO) detuvo en Lima un avin de la empresa boliviana Aerobol. Lanave, por el volumen de cristal de cocana que transportaba (un pocoms de 4 toneladas), entra en la historia de Bolivia como el narcoavin.Las autoridades destacanron el operativo como un gran golpe al nar-cotrfico, pero multiples contradicciones en las emisiones oficiales le-vantaron interrogantes que hasta hoy no han sido aclarados. Uno de lostemas que an se encuentra en las sombras se refiere a la existencia deoperativos de inteligencia policial fuera del control estatal.

    Investigaciones parlamentarias del caso narcoavin establecieronque los jefes de dos departamentos de la polica antidroga boliviana(FELCN), coordinaban importantes actividades de inteligencia direc-tamente con funcionarios estadounidenses sin el conocimiento de sucomandante. Algunas de esas actividades fueron calificadas como ile-gales. Surge, en este y otros casos, el nombre del Centro de Operacio-nes Policiales Especiales (COPES) como una unidad operativa extrao-ficial y con posibles races en pocas dictatoriales.

    Los operativos antidroga en Bolivia no pocas veces se han con-vertido en escndalos pblicos, al vislumbrarse, y en ocasiones demos-trarse, la proteccin de alto nivel o el involucramiento directo de altosfuncionarios en el trfico de drogas. Sin embargo, no existe en la socie-dad una idea clara del poder de la inteligencia, de las mltiples formaspara convertirla en herramientas polticas y de las personas y estructu-ras que manejan estos datos. El presente artculo busca sistematizar al-gunos de los escndalos del pasado en su relacin con el caso narcoa-vin.

  • Una seleccin de antecedentes del trfico de drogas en Bolivia

    La Virgen de la Candelaria de Copacabana es patrona de la Poli-ca Nacional Boliviana. Miles de funcionarios bolivianos visitan anual-mente su camarn, donde la Santa, rodeada por pilares de oro y vigila-da por ngeles, recibe sin discriminacin las splicas y donaciones delos devotos. Pocos se fijan en la tablilla pegada a una de las paredes, quedice Pintura del Camarn Devocin de los Prestes - Alex Pacheco S. -Otilia A. de Pacheco e hijos - 5 de agosto 1968. A fuera cuelga otra del20 de septiembre de 1980, que recuerda un aporte de los esposos Pache-co y otra pareja cristiana.

    Exactamente quince aos ms tarde, en 1995, despus de su de-tencin como el principal acusado del caso narcoavin, Luis Amado Pa-checo Abraham alias Barbaschocas (hijo de los esposos Pacheco), cuen-ta a sus interrogadores de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narco-trfico (FELCN) cmo su padre se introdujo en el negocio del acopiode la pasta base peruana para su transporte a Colombia desde 1975.

    Para Alejandro (o Alex) Pacheco Sotomayor, Copacabana, unhermoso pueblo de casas blancas en la orilla del Lago Titicaca, era untrampoln que le permiti ganar el aprecio del Cnel. de Ejrcito LuisArce Gmez1 quien, en 1980, lo acredita como Inspector General delMinisterio del Interior de la Dictadura de la Cocana2, presidida por elGral. Lus Garca Meza Tejada3.

    Segn un informe secreto de la poca de Garca Meza, del Servi-cio Especial de Seguridad del Estado (SES)4, la estrecha relacin entreArce Gmez y Pacheco Sotomayor es vista con preocupacin por otrosexportadores bolivianos de cocana y cuando, despus de un ao, ya noejerce posiciones de poder, Alejandro Pacheco es detenido por Narc-ticos, quedando endeudado con el traficante colombiano Lico Chvez,quien exige al hijo, Luis Amado Pacheco, el pago.

    Barbaschocas se apoya en amigos de su padre, entre ellos Fernan-do Jaimes Viaa, con conexiones en Mxico y Estados Unidos, y en aso-ciacin con l establece contactos para garantizar los fondos, el acopiode la merca y la cobertura para su transporte. Exporta hacia Europa,Mxico y Estados Unidos, principalmente.

    Para los empresarios bolivianos de la cocana, la poca 82-85 es-t caracterizada por una creciente independizacin de los traficantescolombianos5. Bolivia marcha hacia la democracia pero no logra rom-

    50 / Theo Roncken

  • per con todas las estructuras de poder construidas en dictadura, ni conla dependencia de los ingresos de la economa de la cocana. El gobier-no de Hernn Siles Suazo, el primero democrtico despus de diez aosde dictadura, enfrenta a un lado las exigencias de la Casa Blanca parareducir la oferta de coca y cocana boliviana, y por el otro la observa-cin del empresariado de la cocana bie