Durkheim Extractos Principales Suicidio

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Libro Segundo

Causas sociales y tipos sociales

Captulo primero

Mtodo para determinarlosPor otro camino, sin embargo, podemos llegar al fin propuesto. Bastar con invertir el orden de nuestras investigaciones. En efecto, slo puede haber tipos diferentes de suicidios en cuanto sean diferentes las causas de que dependan.Nos mostrarn, adems, el sentido en que deba dirigirse la deduccin, y, por los ejemplos que nos proporcionen, podremos estar seguros de que las especies as constituidas no son imaginarias. De este modo, de las causas descenderemos a los efectos, y nuestra clasificacin etiolgica ser completada con una clasificacin morfolgica que servir para comprobar la primera, y viceversa.Para ello, dejando a un lado, por decirlo as, al individuo en cuanto individuo, a sus motivos, a sus ideas, nos preguntaremos inmediatamente cules son los estados de los diferentes medios sociales (confesiones religiosas, familia, sociedad, poltica, grupos profesionales, etc.) que determinan las variaciones del suicidio. Slo despus de esto, volviendo a los sujetos, investigaremos cmo esas causas generales se individualizan para producir los efectos homicidas que implican.EL SUICIDIO EGOSTA

Si dirigimos una mirada al mapa de los suicidios europeos, reconoceremos a primera vista que en los pases puramente catlicos, como Espaa, Portugal e Italia, el suicidio est muy poco desarrollado, mientras que llega a su mximum en los pases protestantes: Prusia, Sajonia, Dinamarca

As, por todas partes, sin excepcin alguna2, los protestantes producen mayor nmero de suicidios que los fieles de otros cultos.No es menos verdad que el catlico lo recibe todo hecho, sin examen, y no puede someterlo siquiera a la comprobacin histrica, porque en los textos originales sobre que se apoya le est prohibidos. Todo un sistema jerrquico de autoridades se halla organizado, y con un arte maravilloso, para hacer la tradicin invariable. Todo lo que constituye variacin causa horror al pensamiento catlico. El protestante es ms el autor de su creencia. La Biblia se deja en sus manos y ninguna interpretacin de ella se le impone.

La estructura misma del culto reformado hace ms sensible este estado de individualismo religioso.Llegamos a un primer resultado: que la inclinacin del protestantismo por el suicidio debe estar en relacin con el espritu de libre examen, que anima esta religin.Pero es que si tienen necesidad en adelante de esta libertad y esta necesidad no es ms que por una causa: la decadencia de las creencias tradicionalesSi se hubiese reconstruido un nuevo sistema de creencias que pareciese la todo el mundo tan indiscutible como el antiguo, no se pensara en debatirlo ms, no sera permitido ponerlo en discusin, pues las ideas que comparte toda una sociedad obtienen de este asentimiento una autoridad que las hace sacrosantas y que las coloca por encima de toda comprobacin. Para que sean ms tolerantes es preciso que obtengan una adhesin menos general y menos completa, que las controversias previas las hayan debilitado.

Una sociedad religiosa no existe sin un credo colectivo y es tanto ms nica y tanto ms fuerte cuanto ms extendido est ese credo. No une a los hombres por el cambio y reciprocidad de los servicios, vnculo temporal que supone y lleva consigo diferencias, y que es impotente para anular. No nos socializa ms que adhirindoles a todos a un mismo cuerpo de doctrinas, y los socializa mejor cuanto ms vasto y ms slidamente constituido est ese cuerpo de doctrina. Cuanto ms maneras hay de obrar y de pensar marcadas de un carcter religioso y sustradas, en consecuencia, al libre examen, ms presente est la idea de Dios en todos los estados de la existencia y ms hace converger hacia un solo e igual fin las voluntades individuales. En sentido inverso, cuanto ms se abandona un grupo confesional al juicio del pblico, ms ausente est de la vida de aqul y menos cohesin y consistencia tiene. Concluimos, por lo tanto, que la superioridad del protestantismo, desde el punto de vista del suicidio, proviene de que se trata de una iglesia integrada con menor fuerza que la iglesia catlica.Con el mismo argumento puede explicarse la situacin del judasmo. En efecto, la reprobacin con que les ha perseguido durante largo tiempo el cristianismo, ha creado entre los judos sentimientos de solidaridad de una particular energa. La necesidad de luchar contra una animosidad general, la misma imposibilidad de comunicarse libremente con el resto de la poblacin, les ha obligado a relacionarse estrechamente. En consecuencia, cada comunidad es una pequea sociedad compacta y coherente, que tiene un sentimiento muy vivo de ella misma y de su unidad. Todo el mundo piensa y vive en ella de la misma manera: las divergencias individuales son casi imposibles, a causa de la comunidad de la existencia y de la estrecha e incesante vigilancia, ejercida por todos sobre cada uno. Por esto la Iglesia juda resulta ser ms fuertemente concentrada que ninguna otra, recogida, como sta, en s misma por la intolerancia de que es objeto. En consecuencia, y por analoga con lo que acabamos de observar a propsito del protestantismo, es a esta misma causa a la que debe atribuirse la dbil inclinacin de los judos por el suicidio, a despecho de las circunstancias de toda clase que deberan, por el contrario, inclinarlos a l.III

El gusto del libre examen no puede despertarse sin ir acompaado del gusto por la instruccin. La ciencia, en efecto, es el nico medio de que la libre reflexin dispone para realizar sus fines. Cuando las creencias o las prcticas irrazonadas han perdido su autoridad, es preciso, para encontrar otras, hacer una llamada a la consciencia esclarecida, de la que la ciencia no es sino la forma ms elevada: en el fondo estas dos tendencias se funden en una y resultan de la misma causa. Los hombres, en general, slo aspiran a instruirse en la medida en que estn libres del yugo de la tradicin, pues mientras que sta es duea de la inteligencia es suficiente para todo y no tolera fcilmente el poder rival.

Inversamente, slo se busca la luz desde que la costumbre oscura no responde ya a las necesidades nuevas. Y he aqu por qu la Filosofa, esta forma primaria y sinttica de la ciencia, aparece desde que la religin ha perdido su imperio, y en este momento nicamente, y se la ve en seguida dar nacimiento progresivo a la multitud de ciencias particulares, a medida que la necesidad que la suscitaba va desenvolvindose. Si no nos despreciamos a nosotros mismos, si la debilitacin progresiva de los prejuicios colectivos y consuetudinarios inclina al suicidio, y si es de ah de donde viene la predisposicin especial del protestantismo, debemos comprobar los dos hechos siguientes: primero, el gusto de la instruccin debe ser ms vivo en los protestantes que en los catlicos; segundo, en tanto en cuanto denota una decadencia de les creencias comunes, debe, de una manera general, variar como el suicidio. Confirman los hechos esta doble hiptesis?De hecho, si las naciones protestantes han concedido tanta importancia a la instruccin elemental, es porque han juzgado necesario que cada individuo fuese capaz de interpretar la Biblia.Demostrada en esta forma la primera proporcin, quede por probar la segunda. Es verdad que la necesidad de la instruccin, en la medida que corresponde a una disminucin de la fe comn, se desenvuelve con el suicidio? Ya es una primera presuncin el hecho de que los protestantes son ms instruidos que los catlicos y se matan ms.

Las profesiones liberales y con ms generalidad las clases elevadas, son aquellas en que el gusto y la ciencia se siente con ms intensidad y en que se vive una vida ms intelectual. En segundo lugar, hemos visto que en todos los pases del mundo la mujer se suicida menos que el hombre. Es verdad que es tambin mucho menos instruida. Esencialmente tradicionalista, acomoda su conducta a las creencias establecidas y no tienen grandes necesidades intelectuales.

Hay un caso, sin embargo, en que pudiera parecer que nuestra ley no se comprueba.

De todas las confesiones religiosas, el judasmo es aquella en que hay menos suicidios, y no hay otra, en que la instruccin est ms extendida.

Pero si el judo encuentra medios de ser a la vez ms instruido y muy dbilmente inclinado al suicidio, es porque la curiosidad de que da pruebas, tiene un origen muy especial. Es ley general, que las minoras religiosas, para poder defenderse con ms seguridad contra los odios de que son objeto, o sencillamente por una especie de emulacin, se esfuercen en ser superiores en saber a las poblaciones que las rodean. Por esto es por lo que los protestantes mismos muestran mayor gusto por la ciencia cuando constituyen la menor parte de la poblacin general26. El judo trata de instruirse, no para reemplazar por nociones reflexivas sus prejuicios colectivos, sino sencillamente para quedar mejor en la lucha. Es para l un medio de compensar la situacin desventajosa, en que lo coloca la opinin y algunas veces la ley. Y como por s misma la ciencia no puede nada contra la tradicin que ha conservado todo su vigor, superpone esta vida intelectual a su actividad acostumbrada, sin que la primera destruya la segunda. De aqu viene la complejidad de su fisonoma. Primitivo por ciertos lados, es por otros un cerebral y un refinado. Une as las ventajas de la fuerte disciplina que caracteriza los pequeos grupos de otros tiempos, con los beneficios de la cultura intensa, de que tienen el privilegio nuestras sociedades actuales. Tiene toda la inteligencia de los modernos sin participar de su desesperanza.

Si pues en este caso el desenvolvimiento intelectual no est en relacin con el nmero de muertes voluntarias, es porque no tiene el mismo origen, ni la misma significacin que de ordinario. La excepcin slo es aparente y no hace ms que confirmar la regla. Prueba, en efecto, que si en los medios instruidos la inclinacin al suicidio est agravada, esta agravacin se debe, como ya hemos dicho, a la debilitacin de las creencias tradicionales y al estado de individualismo moral que de ella resulta, y desaparece cuando la instruccin tiene otra causa y responde a otras necesidades.De este captulo se deducen dos conclusiones importante. En primer lugar vemos en l, de una manera general, por qu el suicidio progresa con la ciencia. No es ella la que determina este progreso. Ella es inocente y nada hay ms injusto que acusarla; el ejemplo del judo sobre este punto es demostrativo. Estos dos hechos son productos simultneos de un mismo estado general que traducen bajo formas diferentes; el hombre trata de instruirse, y se mata porque la sociedad religiosa, de que forma parte, ha perdido su cohesin, pero no se mata porque sea instruido. Tampoco desorganiza la religin la instruccin que l adquiere; la necesidad de la instruccin se produce en l porque la religin se desorganiza. Esta instruccin no la busca como un medio para destruir las opiniones recibidas, sino porque la destruccin ha comenzado ya. Una vez que la ciencia existe, puede, sin duda alguna, combatir en nombre propio y por su cuenta y colocarse en posicin antagnica con los sentimientos tradicionales. Pero sus ataques quedaran sin efecto si esos sentimientos estuviesen an vivos, o ms bien no podran producirse. La fe no se desarraiga con demostraciones dialcticas; es necesario que est ya desarraigada por otras causas, para que no pueda resistir al choque de los argumentos.

La ciencia, no slo est muy lejos de ser la fuente del mal, sino que es el nico y slo remedio de que disponemos. Una vez que las creencias establecidas han sido arrastradas por el curso de las cosas, no es posible restablecerlas artificialmente, y slo puede ayudarnos a conducirnos en la vida la reflexin. Una vez que el instinto social se ha embotado, la inteligencia es la nica gula que nos queda y slo por ella es posible rehacerse una conciencia. Por peligrosa que sea la empresa, la duda no es permitida, porque carecemos de posibilidad de eleccin. Que aquellos que asisten no ciertamente sin inquietud y sin tristeza a la ruina de las viejas creencias y que sienten todas las dificultades de estos perodos crticos, no achaquen la ciencia un mal del que ella no es la causa, sino que por el contrario trata de curar. Que se guarden de considerarla como enemiga! No tiene la influencia disolvente que se la atribuye y es la nica arma que nos permite luchar contra la disolucin, de que ella misma es resultado. Proscribirla no es una solucin. Imponerle silencio no es el medio de devolver su autoridad a las tradiciones desaparecidas; con ello no conseguiremos ms que hacernos ms impotentes para reemplazarla. Es verdad, que es preciso cuidarse de no ver en la instruccin un fin que se basta a s mismo, cuando no es ms que un medio. Si no es encadenando artificialmente los espritus, como se les har perder el gusto de la independencia; no es bastante el liberarlos para devolverles su equilibrio. Es preciso que se emplee esta libertad como se deba. En segundo lugar vemos, por qu de un modo general, la religin ejerce una accin profilctica sobre el suicidio; no ocurre esto, como se ha dicho con frecuencia, porque lo condene con menos vacilacin que la moral laica, ni porque la idea de Dios comunique a sus preceptos una autoridad excepcional que hace que se plieguen a ellos las voluntades, ni porque la perspectiva de una vida futura y de penas terribles que all esperan a los culpables, den a sus prohibiciones una sancin ms eficaz que aquellas de que disponen las legislaciones humanas. El protestante no cree menos que el catlico en Dios y en la inmortalidad del alma. Hay ms; la religin que menos inclinacin muestra por el suicidio; es decir, el judasmo, es precisamente la nica que no lo proscribe formalmente y es tambin aquella en que la idea de la inmortalidad juega el menor papel. La Biblia, en efecto, no contiene disposicin alguna que prohba al hombre matarse27, y por otra parte, las creencias relativas a otra vida, son en ellas muy indecisas. No cabe duda, que sobre uno y otro punto, la enseanza rabnica ha llenado poco a poco las lagunas del libro sagrado; pero no tiene autoridad. La influencia bienhechora de la religin no se debe a la naturaleza especial de las concepciones religiosas. Si protege al hombre contra el deseo de destruirse, no es porque le prescriba con argumentos sui gneris, el respeto de su persona; es porque constituye una sociedad. Y lo que constituye esta sociedad es la existencia de un cierto nmero de creencias y de prcticas comunes a todos los fieles, tradicionales y, en consecuencia, obligatorias. Cuanto ms numerosos y fuertes son estos estados colectivos, ms fuertemente integrada est la comunidad religiosa y ms virtud preservativa tiene. El detalle de los dogmas y de los ritos es secundario; lo esencial es que sirvan, por su naturaleza, para alimentar una vida colectiva de una suficiente intensidad: porque la iglesia protestante no tiene el mismo grado de consistencia que las otras, es por lo que no ejerce sobre el suicidio la misma accin moderadora.

Si la religin no preserva del suicidio, sino en cuanto es una sociedad y en la medida en que lo es, es probable que otras sociedades produzcan el mismo efecto. Vamos a observar desde este punto de vista la familia y la sociedad poltica.

I

Si slo consultamos las cifras absolutas, parece que los clibes se matan menos que los casados.En efecto, para apreciar bien las cifras precedentemente citadas, es preciso tener en cuenta que un gran nmero de solteros tienen menos de diez y seis aos, mientras que todos los casados son de ms edad. Hasta los diez y seis aos, la tendencia al suicidio es muy dbil, por el solo hecho de la edad.Si la asociacin familiar no hiciese sentir su influencia, los casados deberan en virtud de su edad, matarse una mitad ms que los solteros y se matan menos; se puede decir, en consecuencia, que el estado del matrimonio disminuye aproximadamente en una mitad el peligro del suicidio.

El nico medio de escapar de estos inconvenientes, consiste en determinar separadamente la cifra de cada grupo por cada edad de la vida. En estas condiciones podrn compararse, por ejemplo, los solteros de veinticinco a treinta aos con los casados y los viudos de la misma edad e igualmente los de otros perodos. As, la influencia del estado civil ser separada de cualquiera otra y las variaciones de cualquier clase porque pueda pasar, sern puestas de relieve.Los matrimonios muy precoces ejercen una influencia agravante en el suicidio, sobre todo en lo que se refiere a los hombres. Todo tiende, pues, a probar que los matrimonios prematuros determinan un estado moral, cuya accin es nociva, sobre todo en los hombres.

A partir de los veinte aos, los casados de ambos sexos se benefician con un coeficiente de preservacin con relacin a los solteros.

La viudez disminuye el coeficiente de los esposos de ambos sexos, pero frecuentemente no lo suprime por completo. Los viudos se matan ms que los casados, pero por lo general menos que los solteros.

As en esta edad17, la parte de las mujeres en los suicidios de los casados, es muy superior a la misma parte en los suicidios de los solteros. Lo que prueba, de un modo perentorio, por lo menos, que esta desigualdad no tiene otro origen, es que se la ve nacer y crecer bajo la accin del medio domstico.

Por el contrario, es muy posible que la familia est en dos sociedades distintas, constituida de manera que obre de un modo diferente sobre los dos sexos. En la constitucin del grupo familiar, es donde debe encontrarse, por lo tanto, la causa principal del fenmeno que estudiamos.La inmunidad que presentan los casados en general, se debe en un sexo por entero, y en el otro, en la mayor parte, a la accin, no de la sociedad conyugal, sino de la sociedad familiar.Es preciso admitir que la sociedad conyugal, tan perniciosa para la mujer, es, por el contrario, beneficiosa para el hombre aun en el caso de ausencia de hijos. Los que entran a formar parte de ella no constituyen una aristocracia de nacimiento; no llevan al matrimonio un temperamento que los aparte del suicidio; adquieren este temperamento viviendo la vida conyugal. Si tienen algunas prerrogativas naturales, son muy vagas e indeterminadas, y permanecen sin efecto hasta que se producen en determinadas condiciones. Tan verdad es esto, que, el suicidio depende principalmente, ms que de cualidades congnitas de los individuos, de causas exteriores a ellos y que los dominan.

En una misma sociedad, la tendencia al suicidio en el estado de viudez es, para cada sexo, funcin de la tendencia al suicidio que tiene el mismo sexo en el estado matrimonial.La verdad es que la constitucin moral de los viudos y de las viudas no tiene nada de especfico, sino que depende de las de las gentes casadas del mismo sexo y el mismo pas, y slo es una prolongacin de sta. Decidme cmo, en una sociedad dada, afectan a hombres y mujeres el matrimonio y la vida de familia, y yo os dir lo que es la viudez para los unos y para las otras. Encontramos, pues, por una dichosa compensacin, que all donde el matrimonio y la sociedad domstica se encuentran en buen estado, si la crisis que produce la viudez es ms dolorosa, se est peor dotado para hacerla frente; en sentido inverso, es menos grave cuando la constitucin matrimonial y familiar deja ms que desear, pero en compensacin se est mejor dotado para resistirla. As, en las sociedades en que el hombre se beneficia con la familia ms que la mujer, sufre ms que sta cuando se queda solo, pero, al mismo tiempo, se halla en mejor estado para soportar este sufrimiento, porque las saludables influencias que ha recibido le hacen ms refractario a las resoluciones desesperadas.Resulta de este cuadro, y de los datos que preceden, que el matrimonio ejerce sobre el suicidio la accin preservativa que le es propia, pero sta es muy restringida, y adems no acta ms que en provecho de un solo sexo. Por til que haya sido determinar la existencia de la misma y ya se comprender mejor esta utilidad en un prximo captulo33, resulta que el factor esencial de la inmunidad de las gentes casadas es la familia, es decir, el grupo completo formado por los padres y los hijos.Sin duda, coma los esposos son miembros de ella, contribuyen tambin, por su parte, a producir este resultado, slo que no como marido o como mujer, sino como padre o como madre, como elemento de la asociacin familiar. Si la desaparicin de una de ellos acrece los riesgos de matarse del otro, no es porque los lazos que unan personalmente a ambos se hayan roto, sino porque resulta de ello una perturbacin para la familia, cuyo superviviente sufre el golpe. Reservndonos el estudiar despus la accin especial del matrimonio, diremos que la sociedad domstica, igual que la sociedad religioso, es un poderoso medio de preservacin contra el suicidio.

Esta preservacin es mucho ms completa cuanto ms densa es la familia, o sea cuando comprende un mayor nmero de elementos.A medida que los suicidios disminuyen, la densidad familiar crece regularmente.

Igual relacin inversa se encuentra en la manera de evolucionar en el tiempo estos dos Fenmenos.

Estos sentimientos, para ser por s mismos eficaces, suponen un cierto estado de la sociedad domstica. No pueden ser poderosos si la familia est desintegrada. El nmero de elementos de que se compone se determina por la inclinacin al suicidio, porque la manera como funciona vara segn que sea ms o menos densa. Ocurre, en efecto, que la densidad de un grupo no puede descender sin que su vitalidad disminuya; si los sentimientos colectivos tienen una energa particular, es porque la fuerza con que cada conciencia individual los experimenta refleja en todas las dems, y recprocamente. La intensidad que alcanzan depende, pues, del nmero de conciencias que os sienten en comn. Por eso ocurre que cuanto mayor es una muchedumbre ms susceptibles de violencia son las pasiones que en ella se desencadenan. Por consecuencia, en el seno de una familia poco numerosa, los sentimientos, los recuerdos comunes no pueden ser muy intensos, porque no hay bastantes conciencias para representrselos y reforzarlos, participando de ellos. No podran formarse esas fuertes tradiciones que sirven de vnculos entre los miembros de un mismo grupo ms que sobrevivindoles y uniendo unas con otras las generaciones sucesivas. Por otra parte, las pequeas familias son necesariamente efmeras, y sin duracin no puede existir sociedad que sea consistente. No solamente los estados colectivos son dbiles, sino que no pueden ser numerosos, pues su nmero depende de la actividad con que se cambian las visiones e impresiones y circulan de un sujeto a otro y, de otra parte, este cambio mismo es tanto ms rpido cuantas ms son las personas que participan de l. En una sociedad suficientemente densa, esta circulacin es ininterrumpida, porque hay siempre unidades sociales en contacto, mientras que si son raras, sus relaciones no pueden ser ms que intermitentes, y hay momentos en que la vida comn queda suspendida. Igualmente, cuando la familia es poco extensa hay siempre pocos parientes juntos; la vida domstica languidece y vienen momentos en que est desierto el hogar.Pero decir de un grupo que tiene una menor vida comn que otro, es decir tambin que est integrado menos fuertemente: el estado de integracin de un agregado social no hace ms que reflejar la intensidad de la vida colectiva que por l circula. Es tanto ms nico y tanto ms resistente cuanto ms activo y ms continuo es el comercio entre sus miembros. La conclusin a que hemos llegado puede completarse as: por lo mismo que la familia es un preservativo poderoso del suicidio preserva tanto mejor cuanto ms poderosamente constituida est.

V

Se ha escrito muchas veces que las grandes conmociones polticas, multiplicaban los suicidios. Pero Morselli ha demostrado bien que los hechos contradicen esta opinin. Todas las revoluciones que han tenido lugar en Francia en el curso del siglo XIX, han disminuido el nmero de los suicidios en los momentos en que se han producido.Las comprobaciones deberan ser ms difciles an en el campo que en las ciudades. La verdadera razn de esta diferencia est, pues, en otra parte. Es que la guerra no ha producido toda su accin moral sino sobre la poblacin urbana, ms sensible, ms impresionable y, tambin, mejor informada de los acontecimientos que la poblacin rural.

Esos hechos no se explican ms que de una manera, y es porque las grandes conmociones sociales, como las grandes guerras populares, avivan los sentimientos colectivos, estimulan, tanto el espritu de partido como el patriotismo, la fe poltica, como la fe nacional y, conectando las actividades a un mismo fin, determinan, a lo menos, por cierto tiempo, una integracin ms fuerte de la sociedad. No es a la crisis a la que se debe la saludable influencia cuya existencia acabamos de establecer, sino a las luchas de que esta crisis es causa. Como ellas obligan a los hombres a asociarse para hacer cara al peligro general el individuo piensa menos en s y ms en la idea comn. Por otra parte, se comprende que esta integracin puede no ser puramente momentnea, y que sobrevive muchas veces a las causas que la han suscitado inmediatamente, sobre todo, cuando es intensa.VI

Hemos establecido, sucesivamente, las tres proposiciones que siguen:

El suicidio vara en razn inversa del grado de desintegracin de la sociedad:

religiosa.

domstica.

poltica.

Esta proximidad demuestra que, si esas diferentes sociedades tienen sobre el suicidio una influencia moderadora, no es por consecuencia de caracteres particulares de cada una de ellas, sino por una causa que es comn a todas.Pero la sociedad no puede desintegrarse sin que, en la misma medida, no se desprenda el individuo de la idea social, sin que los fines propios no lleguen a preponderar sobre los fines comunes, sin que la personalidad particular, en una palabra, no tienda a ponerse por encima de la personalidad colectiva. Cuanto ms debilitados son los grupos a que pertenece, menos depende de ellos, ms se exalta a s mismo para no reconocer otras reglas de conducta que las fundadas en sus intereses privados. As, pues, si se conviene en llamar egosmo a ese estado en que el yo individual se afirma con exceso frente al yo social y a expensas de este ltimo, podremos dar el nombre de egosta al tipo particular de suicidio que resulta de una individuacin desintegrada.Pero cmo puede tener tal origen el suicidio?

Por lo pronto se podra hacer observar que, siendo la fuerza colectiva uno de los obstculos que mejor pueden contenerle, no puede aqulla debilitarse, sin que ste se desarrolle.

Cuando la sociedad est fuertemente integrada tiene a los individuos bajo su dependencia, considera que estn a su servicio y, por consiguiente, no les permite disponer de s mismos a su antojo. Se opone, pues, a que eludan, por la muerte, los deberes que con ella tienen.

Pero cuando rehsan aceptar como legtima esta subordinacin, cmo puede aqulla imponer su supremaca? No tiene entonces la autoridad necesaria para retenerlos, si quieren desertar de su puesto y, consciente de su debilidad, llega hasta reconocerles el derecho de hacer libremente lo que ya no puede impedir. En cuanto se admite que son los dueos de sus destinos, a ellos les corresponde sealar el trmino de los mismos. Les falta, por otra parte, una razn para soportar con paciencia las miserias de la vida. Porque, cuando son solidarios de un grupo que aman, para no faltar a intereses ante los cuales estn habituados a inclinar los suyos, ponen ms obstinacin en vivir. El lazo que les liga a la causa comn, les une a la vida, y, por otra parte, el elevado objetivo sobre el que tienen fijos los ojos, les impide sentir tan vivamente las contrariedades privadas. En fin, en una sociedad coherente y vivaz hay, de todos a cada uno y de cada uno a todos, un continuo cambio de ideas y sentimientos y como una mutua asistencia moral, que hace que el individuo, en vez de estar reducido a sus solos esfuerzos, participe de la energa colectiva y acuda a ella para reconfortar la suya cuando est gastada.Pero estas razones son secundarias. El individualismo excesivo no tiene tan slo por resultado favorecer la accin de las causas suicidgenas, es, por s mismo, una causa de ese gnero. No slo desembaraza de un obstculo tilmente molesto a la inclinacin que impulsa a los hombres a matarse, sino que crea por completo esta inclinacin y de as, nacimiento a un suicidio especial en el que deja su huella. Esto es lo que importa comprender, porque es lo que confiere naturaleza propia al tipo de suicidio que acaba de ser designado, y lo que justifica el nombre que le hemos dado. Qu hay, pues, en el individualismo que pueda explicar ese resultado?Para el fiel firmemente apegado a su fe, para el hombre fuertemente atado por los lazos de una sociedad familiar o poltica, el problema no existe. Por s mismos y sin reflexionar, contribuyen con lo que son y lo que hacen, el uno a su Iglesia o a su Dios, smbolo viviente de esta misma Iglesia, el otro a su familia, el otro a su patria o a su partido. En sus mismos sufrimientos no ven ms que los medios de servir a la glorificacin del grupo a que pertenecen, y se los ofrecen. As es como el cristiano llega a amar y a buscar el dolor para testimoniar mejor su desprecio de la carne y acercarse ms a su modelo divino. Pero en la medida en que duda el creyente, es decir, se siente menos solidario de la confesin religiosa de que forma parte y se emancipa de ella, en la medida en que la familia y la sociedad se le hagan extraas, se convierte en un misterio para s mismo y entonces no puede escapar a la pregunta irritante y angustiosa: para qu?

De ello resulta que nos faltan las razones de vivir; porque la nica vida a la que podamos tener apego no responde ya a nada en la realidad; y la nica que est todava fundada en la realidad no responde ya a nuestras necesidades. Por haber sido iniciados en una existencia ms exaltada no podemos contentamos con lo que satisface al nio y al animal, y la primera forma tambin se nos escapa y nos deja desamparados. No hay ya nada a que puedan prenderse nuestros esfuerzos y tenemos la sensacin de que se pierden en el vaco. He aqu en qu sentido se puede decir que nuestra actividad necesita un objeto que la exceda. No es que nos sea necesario para mantenernos en la ilusin de una inmortalidad imposible; es que est implicado en nuestra constitucin moral, y que no puede eludirla, ni aun en parte, sin que en la misma medida, pierda su razn de ser. No hay necesidad de demostrar que, en tal estado de conmocin, las menores causas de descorazonamiento pueden fcilmente dar origen a resoluciones desesperadas. Si la vida no vale la pena de vivirse, todo llega a ser pretexto para desembarazarse de ella.

Bien merece, pues, este tipo de suicidio, el nombre que le hemos dado. El egosmo no es un factor simplemente auxiliar; es su causa generadora. Si, en ese caso, el lazo que liga al hombre a la vida se afloja, es porque el nexo que le une a la sociedad, se ha relajado. Los incidentes de la existencia privada, que parecen inspirar inmediatamente el suicidio y que pasan por ser sus condiciones determinantes, en realidad no son ms que causas excepcionales. Si el individua cede al menor choque de las circunstancias es porque en el estado en que se encuentra, la sociedad ha hecho de l una fuerza dispuesta al suicidio

EL SUICIDIO ALTRUISTA

En el orden de la existencia nada es bueno sin medida. Un carcter biolgico no puede llenar los fines a que debe servir, ms que a condicin de no traspasar ciertos lmites. Igual ocurre con los fenmenos sociales. Si, como acabamos de ver, una individuacin excesiva conduce al suicidio, una individuacin insuficiente produce los mismos efectos. Cuando el hombre est desligado de la sociedad se mata fcilmente; fcilmente, tambin, se mata cuando est con demasiada fuerza integrado en ella.Para que la sociedad pueda constreir as a ciertos miembros suyos a matarse, es preciso que la personalidad individual se cuente por poca cosa. Porque, desde que empieza a constituirse, el primer derecho que se le reconoce es el de vivir; todo lo ms se le suspende en las circunstancias, muy excepcionales, como la guerra. Pero esta misma dbil individuacin no puede tener ms que una sola causa. Para que el individuo ocupe tan poco lugar en la vida colectiva, es preciso que est casi totalmente absorbido en el grupo y, por consiguiente, que ste se halle muy fuertemente integrado. Para que las partes tengan tan poca existencia propia, es preciso que el todo forme una masa compacta y continua. Y, en efecto, en otra parte hemos mostrado, que esta cohesin maciza es, desde luego, la de las sociedades donde se observan las prcticas precedentes17. Como no comprenden ms que un pequeo nmero de elementos, todo el mundo vive all la misma vida: todo es comn a todo, ideas, sentimientos, ocupaciones. Al mismo tiempo, por lo mismo que el grupo es pequeo, est cerca de todos y as puede no perder a nadie de vista; resulta de ello que la vigilancia colectiva se lleva a cabo en todo momento, se extiende a todo y previene ms fcilmente las divergencias. Faltan, pues, al individuo, los medios para crearse un ambiente especial, a cuyo abrigo Puede desarrollar su naturaleza y hacerse una fisonoma propia. Distinto de sus compaeros, no es, por decirlo as, ms que una parte alicua del todo, sin valor por s mismo. Su persona tiene tan poco precio, que, los atentados dirigidos contra ella por los particulares, slo son objeto de una represin relativamente indulgente. Desde luego, es ms natural que est an menos protegido contra las exigencias colectivas, y que la sociedad, por el menor motivo, no duda en pedirle que ponga fin a una vida, que ella estima en tan poco.

Estamos, pues, en presencia de un tipo de suicidio que se distingue del precedente por caracteres definidos. Mientras que ste se debe a un exceso de individuacin, aqul tiene por causa, una individuacin demasiado rudimentaria. El uno, se produce porque la sociedad, disgregada en ciertos puntos, o aun en su conjunto, deja al individuo escaprsele; el otro, porque le tiene muy estrechamente bajo su dependencia. Puesto que hemos llamado egosmo, al estado en que se encuentra el yo cuando vive su vida personal y no obedece ms que a s mismo, la palabra altruismo expresa bastante bien el estado contrario, aqul en que el yo no se pertenece, en que se confunde con otra cosa que no es l, en que el polo de su conducta est situado fuera de l, en uno de los grupos de que forma parte. Por eso llamamos suicidio altruista, al que resulta de un altruismo intenso.

He aqu, pues, constituido un segundo tipo de suicidio, que comprende tres variedades: el suicidio altruista obligatorio, el suicidio altruista facultativo, el suicidio altruista agudo, cuyo perfecto modelo es el suicidio mstico. Estas diferentes formas contrastan del modo ms notable con el suicidio egosta. El uno est ligado a esa ruda moral que estima en nada lo que slo interesa al individuo; el otro es solitario de esta tica refinada que pone tan alta la personalidad humana que sta no puede ya subordinarse a nada. Hay, pues, entre ellas, toda la distancia que separa a los pueblos primitivos de las naciones ms cultas.Sin embargo, si las sociedades inferiores son, por excelencia, el terreno del suicidio altruista, ste se encuentra tambin en las civilizaciones ms recientes. Especialmente se puede clasificar bajo este rtulo la muerte de cierto nmero de mrtires cristianos.

() todava hoy existe entre nosotros un medio especial donde el suicidio altruista est en estado crnico: es el ejrcito.Es preciso que est ejercitado en hacer poco caso de su existencia, puesto que debe hallarse dispuesto a su sacrificio en cuanto se le ordene. Aun aparte de estas circunstancias excepcionales, en tiempo de paz, y en la prctica cotidiana de la profesin, la disciplina exige que obedezca sin discutir y aun muchas veces sin comprender. Pero para eso es necesaria una abnegacin intelectual poco compatible con el individualismo. Es preciso estar muy dbilmente apegado a la individualidad para conformarse tan rpidamente con los impulsos exteriores. En una palabra, el soldado tiene las principios de su conducta fuera de s mismo, que es lo que caracteriza al estado de altruismo. De todas las partes que componen nuestras sociedades modernas, el Ejrcito es, por la dems, la que recuerda mejor la estructura de las sociedades inferiores. Consiste tambin en un grupo macizo y compacto, que enmarca fuertemente al individuo y le impide moverse con movimiento propio. Puesto que esta constitucin moral es, pues, el terreno natural del suicidio altruista, hay mucha razn para suponer que el suicidio militar tiene ese mismo carcter y proviene del mismo origen.EL SUICIDIO ANMICO

As, pues, si las crisis industriales o financieras aumentan los suicidios, no es por no que empobrecen, puesto que las crisis de prosperidad tienen el mismo resultado; es porque son crisis, es decir, perturbaciones de orden colectivo.

Toda rotura de equilibrio, aun cuando de ella resulte un bienestar ms grande y un alza de la vitalidad general, empuja a la muerte voluntaria. Cuantas veces se producen en el cuerpo social graves reorganizaciones, ya sean debidas a un sbito movimiento de crecimiento o a un cataclismo inesperado, el hombre se mata ms fcilmente. Cmo es posible esto? Cmo lo que se considera generalmente como un mejoramiento de la existencia puede separar de ella?As, cuanto ms se tenga, ms se querr tener, puesto que las satisfacciones recibidas no hacen ms que estimular las necesidades, en lugar de calmarlas. Se dir que la accin es agradable por s misma? Pero, en primer lugar, es preciso que se ciegue bastante para no sufrir su inutilidad. Despus, para que este placer sea percibido y venga a atemperar y velar a medias la inquietud dolorosa que acompaa, es preciso, al menos, que este movimiento sin fin se despliegue siempre con comodidad y sin contrariedad alguna. Pero que se le pongan trabas, y quede la inquietud sola, con el malestar que lleva consigo. Sera un milagro si no surgiera nunca algn obstculo infranqueable. En estas condiciones no se est unido a la vida ms que por un hilo muy tenue y que a cada momento puede romperse.

Para que pase otra cosa es preciso, ante todo, que las pasiones sean limitadas. Solamente entonces podrn ser puestas en armona con las facultades, y, por consiguiente, satisfechas.

Pero, puesto que no hay nada en el individuo que pueda fijarles un lmite, ste debe venirle necesariamente de alguna fuerza exterior a l. Es preciso que un poder regulador desempee para las necesidades morales el mismo papel que el organismo para las necesidades fsicas. Es decir, que este poder no puede ser ms que moral. Es el despertar de la conciencia lo que ha venido a romper el estado de equilibrio en el que dormitaba el animal; la conciencia solamente puede proporcionar los medios de restablecerlo.Deben, pues, recibirla de una autoridad que respeten y delante de la cual se inclinen espontneamente. La sociedad sola, sea directamente y en su conjunto, sea por medio de uno de sus rganos, est en situacin de desempear este papel moderador; porque ella es el nico poder moral superior al individuo, y cuya superioridad acepta ste. Ella sola tiene la autoridad necesaria para declarar l derecho y marcar a las pasiones el punto ms all del cual no deben ir. Ella sola, tambin, puede apreciar qu premio debe ofrecerse en perspectiva a cada orden de funcionarios, en bien del inters comn.El ideal econmico asignado a cada categora de ciudadanos est comprendido entre ciertos lmites, dentro de los cuales los deseos pueden moverse con libertad. Pero no es ilimitado. Esta limitacin relativa y la moderacin que de ella resulta, es la que hace que los hombres estn contentos con su suerte, al mismo tiempo que les estimula con medida a hacerla mejor; y este contento medio, es el que produce ese sentimiento de goce tranquilo y activo, ese placer de ser y vivir que, tanto para las sociedades como para los individuos, es la caracterstica de la salud.El equilibrio de su dicha se establece porque est definido y no bastan algunos disgustos para trastornarlo.

Con todo, no servir para nada que cada uno estimase como justa la jerarqua de las funciones tal como est organizada por la opinin, si al mismo tiempo no se considerase como igualmente justa la manera con que se reclutan esas funciones. El trabajador no se encuentra en armona con su situacin social si no est convencido de que tiene lo que debe tener. Si se cree apto para ocupar otra, la que tiene no puede satisfacerle. No basta, pues, que el nivel medio de las necesidades est, para cada condicin, regulado por el sentir pblico; aun es necesario que otra reglamentacin, ms precisa, fije la manera cmo las diferentes condiciones deben ser asequibles a los particulares. Y, en efecto, no hay sociedad donde esta reglamentacin no exista. Varia segn los tiempos y los lugares. Antao haca del nacimiento el principio casi exclusivo de la clasificacin social; hoy no mantiene otra desigualdad nativa que la que resulta de la formacin hereditaria y del mrito. Pero, bajo esas diversas formas, en todas partes tiene el mismo objeto. Tambin en todas partes no es posible ms que si se impone a los individuos por una autoridad que est por encima de ellos, es decir, por la autoridad colectiva. Porque no puede establecerse sin pedir a los unos y a los otros, sacrificios y concesiones en nombre del inters pblico.Slo que esta disciplina, del mismo modo que la precedente, no puede ser til, ms que si es considerada como justa por los pueblos que se le han sometido. Porque esta reglamentacin est destinada a contener las pasiones individuales, es preciso que emane de un poder que domine a los individuos, pero igualmente es preciso que se obedezca a este poder por respeto y no por temor.

Lo que el hombre tiene de caracterstico es que el freno a que est sometido no es fsico, sino moral, es decir, social. Recibe su ley, no de un medio material que se le impone brutalmente, sino de una conciencia superior a la suya y cuya imperiosidad siente. Porque la mayor y la mejor parte de su vida sobrepasa el cuerpo, escapa al yugo del cuerpo, pero sufre el de la sociedad.

Solamente cuando la sociedad est perturbada, ya sea por crisis dolorosas o felices, por demasiado sbitas transformaciones, es transitoriamente incapaz de ejercer esta accin; y he aqu de dnde vienen estas bruscas ascensiones de la curva de los suicidios, cuya existencia hemos establecido ms arriba.

En efecto, en los casos de desastres econmicos, se produce como una escalificacin, que arroja bruscamente a ciertos individuos en una situacin inferior a la que ocupaban hasta entonces. Es preciso que rebajen sus exigencias, que restrinjan sus necesidades, que aprendan a contenerse ms. Todos los frutos de la accin social se pierden en lo que les concierne; se ha de rehacer su educacin moral. Ahora bien, la sociedad no puede plegarlos en un instante a esta vida nueva y ensearles a ejercer sobre s mismos este aumento de continencia al que no se hallaban acostumbrados. De ello resulta que no estn ajustados a la condicin que se les crea, y que hasta su perspectiva les es intolerable; de aqu los sufrimientos que les apartan de una existencia empequeecida, aun antes de que la hayan experimentado.Pero no ocurre de otro modo si la crisis tiene por origen un brusco acrecentamiento del podero y de la fortuna. Hace falta tiempo para que los hombres y las cosas sean de nuevo clasificados por la conciencia pblica. Hasta que las fuerzas sociales, as puestas en libertad, no hayan vuelto a encontrar el equilibrio, su valor respectivo permanece indeterminado, y, por consecuencia, toda reglamentacin es defectuosa durante algn tiempo. Ya no se sabe lo que es posible y lo que no lo es, lo que es justo y lo que es injusto, cules son las reivindicaciones y las esperanzas legitimas, cules las que pasan de la medida. Por consiguiente, no hay nada que no se pretenda. Por poco profunda que sea esta conmocin, alcanza hasta a los principios que presiden la distribucin de los ciudadanos entre los diferentes empleos. El estado de irregularidad o de anomala est, pues, reforzado por el hecho de que las pasiones se encuentran menos disciplinadas en el preciso momento en que tendran necesidad una disciplina ms fuerte.

Ahora bien, cuando menos limitado se siente uno, ms insoportable le parece toda limitacin. No sin razn, pues, tantas religiones han celebrado los beneficios y el valor moral de la pobreza. Es porque ella es, en efecto, la mejor de las escuelas para ensear al hombre a contenerse. Al obligarnos a ejercer sobre nosotros una constante disciplina nos prepara a aceptar dcilmente la disciplina colectiva, mientras que la riqueza, exaltando al individua, est en peligra siempre de despertar ese espritu de rebelin, que es la fuente misma de la inmoralidad. No hay duda de que esta no es una razn para impedir a la humanidad el mejoramiento de su condicin natural. Pera si el peligra moral que trae consigo todo acrecentamiento del bienestar no es irremediable, es precisa, con todo, no perderlo de vista.III

Si, coma en los casos precedentes, la anomala no se produjera sino por accesos intermitentes y bajo la forma de crisis agudas, podra hacer variar de vez en cuando el porcentaje social de los suicidios, pero no sera un factor regular y constante. Pero hay una esfera de la vida social donde est actualmente en estado crnico: la del mundo del comercio y de la industria.Desde hace un siglo, en efecto, el progreso econmico ha consistido, principalmente, en libertar a las relaciones industriales de toda reglamentacin. Hasta los tiempos recientes, todo un sistema de poderes morales tena por funcin disciplinarlos. Por lo pronto, estaba la religin, cuya influencia se haca sentir lo mismo sobre los obreros que sobre los patronos, sobre los pobres que sobre los ricos. Consolaba a los primeros y los enseaba a contentarse con su suerte, mostrndoles que el orden social es providencial, que la parte de cada clase ha sido fijada por Dios mismo, y hacindoles esperar de un mundo futuro las justas compensaciones a las desigualdades de ste. Moderaba a los segundas recordndoles que los intereses terrenos no son todo para el hombre, que deben subordinarse a otros, ms elevados, y, por consiguiente, que no merecen ser perseguidos sin regla ni medida.En efecto, la religin ha perdido la parte ms grande de su imperio.

El Poder gubernamental, en vez de ser el regulador de la vida econmica, se ha convertido en su instrumento y su servidor.

() la industria, en vez de continuar siendo considerada como un medio al servicio de un fin que le sobrepasa, se ha convertido en el fin supremo de los individuos y de las sociedades. Entonces ha ocurrido que los apetitos que pone en juego se han encontrado libertados de toda autoridad que los limite. Esta apoteosis del bienestar, al santificados, por decido as, los ha puesto por encima de toda ley humana. Parece que hay una especie de sacrilegio en ponerles diques. Por esto, aun la reglamentacin puramente utilitaria que el mismo mundo industrial ejerca sobre ellos, por intermedio de las corporaciones, no ha logrado mantenerse.Cuando no se tiene otro objetivo que sobrepasar sin cesar el lugar que se ha alcanzado, cun doloroso es ser lanzado hacia atrs! Esta misma desorganizacin que caracteriza nuestro estado econmico abre la puerta a todas las aventuras. Como las imaginaciones estn vidas de novedades y nada las regula, andan a tientas, al azar. Necesariamente, los fracasos crecen con los riesgos, y as, las crisis se multiplican en el momento en que se hacen ms mortferas.Y, sin embargo, estas disposiciones son tan inveteradas, que la sociedad se ha hecho a ellas y se ha acostumbrado a considerarlas como normales. Se repite sin cesar que est en la naturaleza del hombre ser un eterno descontento, ir siempre para adelante, sin tregua ni reposo, hacia un fin indeterminado. La pasin del infinito se presenta diariamente como una seal de distincin moral, siendo as que no puede producirse sino en el seno de las conciencias desordenadas y que erigen en regla el desorden que sufren. La doctrina del progreso, a pesar de todo y lo ms rpido posible, se ha convertido en artculo de fe.

LA ANOMIA ES, PUES, EN NUESTRAS SOCIEDADES MODERNAS, UN FACTOR REGULAR Y ESPECIFICO DE SUICIDIOS; UNA DE LAS FUENTES DONDE SE ALIMENTA EL CONTINGENTE ANUAL. ESTAMOS, POR CONSIGUIENTE, EN PRESENCIA DE UN NUEVO TIPO QUE DEBE DISTINGUIRSE DE LOS OTROS. DIFIERE DE ELLOS EN CUANTO DEPENDE, NO DE LA MANERA DE ESTAR LIGADOS LOS INDIVIDUOS A LA SOCIEDAD, SINO DEL MODO COMO ELLA LOS REGLAMENTA. EL SUICIDIO EGOSTA PROCEDE DE QUE LOS HOMBRES NO PERCIBEN YA LA RAZN DE ESTAR EN LA VIDA; EL SUICIDIO ALTRUISTA, DE QUE ESTA RAZN LES PARECE ESTAR FUERA DE LA MISMA VIDA; LA TERCERA CLASE DE SUICIDIO, CUYA EXISTENCIA ACABAMOS DE COMPROBAR, DE QUE SU ACTIVIDAD EST DESORGANIZADA Y DE LO QUE POR ESTA RAZN SUFREN. EN ORDEN DE SU ORIGEN, DEMOS A ESTA LTIMA ESPECIE EL NOMBRE DE SUICIDIO ANMICO. SEGURAMENTE ESTE SUICIDIO Y EL SUICIDIO EGOSTA NO DEJAN DE TENER RELACIONES DE PARENTESCO. EL UNO Y EL OTRO SE PRODUCEN POR NO ESTAR LA SOCIEDAD BASTANTE PRESENTE ANTE LOS INDIVIDUOS. PERO LA ESFERA DE DONDE EST AUSENTE NO ES LA MISMA EN LOS DOS CASOS. EN EL SUICIDIO EGOSTA ES A LA ACTIVIDAD PROPIAMENTE COLECTIVA A QUIEN HACE FALTA, DEJNDOLA AS DESPROVISTA DE FRENO Y DE SIGNIFICACIN. EN EL SUICIDIO ANMICO SON LAS PASIONES PROPIAMENTE INDIVIDUALES LAS QUE LA NECESITAN Y QUEDAN SIN NORMA QUE LES REGULE. DE ELLO RESULTA QUE, A PESAR DE SUS RELACIONES, ESTOS DOS TIPOS QUEDAN INDEPENDIENTES UNO DE OTRO. PODEMOS DEVOLVER A LA SOCIEDAD TODO LO QUE HAY DE SOCIAL EN NOSOTROS Y NO SABER LIMITAR NUESTROS DESEOS; SIN SER UN EGOSTA SE PUEDE VIVIR EN ESTADO DE ANOMIA Y VICEVERSA. AS, NO ES EN LOS MISMOS MEDIOS SOCIALES DONDE ESTAS DOS ESPECIES DE SUICIDIOS RECLUTAN SU PRINCIPAL CLIENTELA; EL UNO ELIGE EL TERRENO DE LAS CARRERAS INTELECTUALES, EL MUNDO DONDE SE PIENSA; EL OTRO, EL MUNDO INDUSTRIAL O COMERCIAL.IV

Pero la anomia econmica no es la nica que puede engendrar el suicidio.

Son los cantones protestantes los que cuentan ms divorcios; ellos son tambin los que cuentan ms suicidios.

As, los divorciados de los dos sexos se matan de tres y cuatro veces ms que los casados, aunque sean ms jvenes (cuarenta aos en Francia, en lugar de cuarenta y seis aos) y sensiblemente ms que los viudos, a pesar de la agravacin que resulta para estos ltimos, de su edad avanzada. Cmo ocurre esto?

No hay duda de que el cambio de rgimen moral y material, que es consecuencia del divorcio, debe contribuir a este resultado.

Tal es la funcin del matrimonio. Regula toda esta vida pasional, y el matrimonio monogmica ms estrechamente que cualquier otro, porque, al obligar al hambre a no ligarse sino a una mujer, siempre la misma, asigna a la necesidad de amar un objeto rigurosamente definido y cierra el horizonte.

Esta determinacin es la que produce el estado de equilibrio moral con que se beneficia el esposo. Parque no puede, sin faltar a sus deberes, buscar otras satisfacciones que las que as le estn permitidas, limitando sus deseos.Ahora bien, el divorcio implica un debilitamiento de la reglamentacin matrimonial.

Es, pues, el estado de anomia conyugal, producido por la institucin del divorcio, el que explica el desarrollo paralelo de los divorcios y los suicidios.EL ELEMENTO SOCIAL DEL SUICIDIO

De todos estos hechos resulta que la cifra social de los suicidios no se explica ms que sociolgicamente. Es la constitucin moral de la sociedad la que fija en cada instante el contingente de las muertes voluntarias. Existe pues, para cada pueblo una fuerza colectiva, de una energa determinada, que impulsa a los hombres a matarse. Los actos que el paciente lleva a cabo y que, a primera vista, parecen expresar tan slo su temperamento personal, son, en realidad, la consecuencia y prolongacin de un estado social, que ellos manifiestan exteriormente.

As se encuentra resuelta la cuestin que nos hemos planteado al principio de este trabajo.

No es una metfora decir que cada sociedad humana tiene para el suicidio una aptitud ms o menos pronunciada; la expresin se funda en la naturaleza de las cosas. Cada grupo social tiene realmente por este acto una inclinacin colectiva que le es propia y de la que proceden las inclinaciones individuales; de ningn modo nace de stas. Lo que la constituye son esas corrientes de egosmo, de altruismo y de anomia que influyen en la sociedad examinada con las tendencias a la melancola lnguida o al renunciamiento colectivo o al cansancio exasperado, que son sus consecuencias. Son esas, tendencias de la colectividad las que, penetrando en los individuos, los impulsan a matarse.