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  • NO HAY SANGRE EN LA ARGENTINA

    Los jvenes radicales y la rebelin de Semana Santa de 1987

    Javier Roldn

    Basado en testimonios de:

    Luis Aguirre, Fabin Alexandro, Fernando Alonso, Laura Arbeloa, Manuel Atencio, Horacio Barreiro, Fernando Bosco, Guillermo Chielli, Sergio Estefanell, Alejandra Fster,

    Hugo Gigena, Gabriela Gmez, Abelardo Harbin, Roberto Leonis, Mara Ins Lliteras, Pablo Monteverde, Mnica Moure, Sergio Pardo,

    Rodolfo Paz, Daniel Pena, Jorge Pena, Patricia Pena, Oscar Prez, Eduardo Prina, Mariana Sayago, Marcelo Reguera, Fernando Valcarce y Mabel Valcarce

    25 AOS DEL TRIUNFO DEL GOBIERNO DEMOCRTICO SOBRE EL PODER MILITAR

    Abril de 2012

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    A la memoria de:

    Christian Alfonso Osvaldo Calvo Gabriela Carretero Jorge Fernndez Prieto Eduardo Armando Varas Gabriela Zarza Germanoff

    Nos acompaaron en la militancia de la Juventud Radical de Avellaneda,

    y su recuerdo nos sigue acompaando en la vida.

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    VSPERAS I

    El otoo de 1987 era un buen momento para ser joven en la Argentina. Algunos dirn que cualquier tiempo es bueno para ser joven, pero los que fuimos jvenes entonces, tuvimos lo que fue negado a las generaciones anteriores: vivir la libertad en paz. Otras generaciones tambin tuvieron un breve espacio de libertad, pero fue ahogado por la violencia y sus banderas manchadas con su propia sangre. Los jvenes pagaban la libertad muy caro.

    La cada de la Dictadura y la instalacin del nuevo gobierno democrtico haban alumbrado un perodo de movilizacin social, debate y explosin cultural. Los jvenes militbamos en poltica o en organizaciones sociales, bamos a recitales, discutamos en las escuelas, en las facultades, en el trabajo y en las casas. Se reeditaban libros prohibidos y se escriban muchos ms; volvan los exiliados, se normalizaba la Universidad, aparecan El Porteo y Diario de Poesa. Humo haca rer y pensar, mientras Lanata preparaba un nuevo diario: Pgina 12. Sonaba el rock, el tango, el jazz y cosas que no tenan an nombre. Sala a la luz lo que haba estado muy callado, escondido por aos en los stanos. Batato Barea en el Parakultural inventaba un nuevo lenguaje teatral, y la movida se mostraba por televisin, los sbados, en Bada y Compaa. Era poca de raros peinados nuevos, Soda Stereo y Piano Bar

    Pero se incubaba un nuevo huevo de la serpiente. La sociedad no haba exorcizado sus demonios. Charlie Garca se converta en profeta cuando adverta que haba que tener encendidos los candiles que los brujos piensan en volver a nublarnos el camino. En el otoo de 1987, quisieron volver. El pas de Alicia podra recaer en la locura y la sinrazn del rey de Espadas.

    La Dictadura Militar que haba gobernado haca poco ms de tres aos dej el

    pas como tierra arrasada. Una grave hipoteca en forma de deuda externa, y tambin enormes deudas internas de pobreza, desindustrializacin, desigualdad, y censura. Pero los militares tambin dejaron una deuda de sangre producto de la represin ilegal. La Junta Militar, en setiembre de 1983, quiso cubrir su retirada con la llamada Ley de Pacificacin Nacional (Ley 22924), que declaraba extinguidas las acciones penales emergentes de delitos cometidos por la represin ilegal y que fuera llamada la Ley de Autoanmista

    La ley se dict en plena campaa electoral y los partidos mayoritarios tomaron posiciones diferentes: el candidato del Partido Justicialista, Italo Lder, se manifest por reconocer la validez de la norma; mientras el candidato radical, Ral Alfonsn, rechazaba la amnista dictada por los militares y afirmaba la necesidad de juzgar a los involucrados conforme su nivel de responsabilidad. Deca Alfonsn en el estadio de Ferrocarril Oeste el 30 de setiembre de 1983;

    La autoanmista, vamos a declarar su nulidad. Pero tampoco vamos a ir hacia atrs mirando con sentido de venganza. No construiremos el pas del futuro de esta manera, pero tampoco lo construiremos sobre la base de una claudicacin moral que sin duda existira si acturamos como si nada hubiera ocurrido en la Argentina. Lo que queremos es que algunos pocos no se cubran la retirada con el miedo del total. Aqu hay distintas

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    responsabilidades: hay una responsabilidad de quienes tomaron la decisin de actuar como se hizo, hay una responsabilidad distinta de quienes cometieron excesos con la represin, y hay otra distinta de quienes no hicieron otra cosa que, en un marco de extrema confusin, cumplir rdenes. El presidente Alfonsn, en la misma semana en que asumi el poder, se hizo

    cargo del tema sin dilaciones. En un discurso anunci que haba tomado cuatro decisiones, que fueron histricas: cre la CONADEP (Comisin Nacional de Desaparicin de Personas), orden a los fiscales federales la acusacin contra las cpulas de las tres fuerzas armadas y de las organizaciones armadas guerrilleras, remiti al Parlamento sendos proyectos de ley derogando la ley de amnista dictada por la Dictadura Militar y reformando el Cdigo de Justicia Militar para permitir que las sentencias del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas fueran revisadas por la Cmara Federal Penal.

    La noche del discurso, Mabel, Eduardo, Gustavo, Rubn y otros chicos de la

    Juventud Radical estaban en la vereda del Comit de Avellaneda sobre la Avenida Belgrano, Haba tanta gente dentro que buscaban un poco de aire en la calle. Comentaban entusiasmados los decretos de Alfonsn de juzgamiento a las cpulas del terror. Se encontraron con Daniel, que estaba exultante.

    - Hoy me sent realmente orgulloso de ser radical! - dijo, llenando el pecho de aire como aspirando la libertad. - Con esto slo Alfonsn justific su presidencia!

    Daniel tena el aspecto fsico tpico de los eslavos: alta estatura, ojos azules y cabello rubio rojizo, tal como se los describe en los libros desde Herodoto. Como descendiente de ucranianos, adems de radical era un militante de la independencia de Ucrania, lo que causaba gracia a los jvenes radicales que lo vean como un sueo romntico imposible (era inconcebible la disolucin de la Unin Sovitica). Era uno de los pocos jvenes que haba tenido militancia en su adolescencia, antes del golpe militar.

    El Comit de Avellaneda haba permanecido semi-abierto durante la dictadura con una actividad limitada y con sordina, apenas tolerada por las autoridades. Como el local del Comit de Avellaneda haba sido construido en 1931, en plena dictadura de Uriburu, se utiliz la fachada de una sociedad civil, el Ateneo Beguiristain, que es el dueo legal de la propiedad y que lo alquila a la U.C.R. En los vaivenes de dictaduras y gobiernos militares result muy conveniente esa dualidad, pues se finalizaba con la actividad de la U.C.R. y continuaban las del Ateneo. Los mismos que frecuentaban el Comit, cancelada la actividad poltica, disimuladamente volvan al mismo lugar para participar en las actividades del ateneo, muy restringidas, intervenidas algunas veces por la polica y siempre vigiladas por los servicios de inteligencia. As, durante la dictadura se mantuvo la llama del radicalismo, y Daniel fue testigo y protagonista de esa militancia clandestina en los intersticios de libertad que siempre se cuelan, an en las peores dictaduras.

    - Vea el discurso de Alfonsn por televisin. Me pareca estar soando. Agregaba.

    Casi treinta aos despus es difcil darse una idea de lo conmocin que pudo haber causado la noticia en ese entonces. Es un lugar comn decir que los juicios a las Juntas fueron comparables a los juicios de Nuremberg despus de la Segunda Guerra Mundial, pero, Alfonsn fue ms all. El orgullo de Daniel puede explicarse en palabras de Carlos Nino: Hubo pocas instancias en la historia del mundo, y ciertamente ninguna en Latinoamrica de persecucin de quienes fueran los

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    responsables por violaciones masivas de derechos humanos. La Argentina hizo justamente eso y, en forma an ms notable, llev a cabo esta tarea sin un ejrcito invasor y sin ninguna divisin de las fuerzas armadas apoyando los juicios, contando slo con su capital moral.

    Pero la existencia de esos juicios tuvo para la sociedad argentina un significado adicional. Afirman que el misterioso Alfredo Yabrn deca que el poder era impunidad. Ningn grupo haba sido tan poderoso en la Argentina como los militares y ninguno tan impune. Pero lo ms asombroso era que seran juzgados los mismos que un par das atrs eran los dueos de la vida y destino de los argentinos y cuyos subordinados, y en algunos casos sus cmplices, an revistaban en las Fuerzas Armadas confundidos entre la oficialidad en actividad.

    La poltica trazada en materia de verdad y justicia fue llevada a cabo y as el 20 de setiembre de 1984, Ernesto Sbato, presidente de la CONADEP, entreg a Ral Alfonsn su informe que llev el ttulo de Nunca ms, que reconstruy el modus operandi del terrorismo de estado y el relevamiento de su infraestructura. Se contabilizaron 8.960 casos de desaparicin de personas y se identificaron unos 380 centros clandestinos de detencin.

    Si bien la ley vigente estableca que sera el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas quien debera juzgar a los efectivos militares, ya que separarlos del fuero militar, sera inconstitucional en virtud de la garanta de juzgamiento por los jueces naturales. La reforma del Cdigo de Justicia Militar permiti que la Cmara Federal pudiera intervenir en caso de denegacin o retardo de justicia, que fue precisamente lo que ocurri debido a que los jueces militares se negaron a juzgar a sus camaradas. Por primera vez en la historia se encomend el juzgamiento de los mximos responsables castrenses a las Cmaras Federales, anulando la tradicin corporativa de que los militares eran juzgados por militares.

    El 25 de septiembre de 1984, los militares pierden la posibilidad de ejercer una autodepuracin cuando el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas comunic una resolucin en la que sostena:

    Se hace constar que, segn resulta de los estudios realizados hasta el presente, los decretos, directivas, rdenes de operaciones, etctera que concretaron el accionar militar contra la subversin terrorista son, en cuanto a contenido y forma, inobjetables.

    Ante la evidencia de la demora injustificada de la justicia militar para enjuiciar a las juntas militares, el 4 de octubre de 1984 la Cmara Federal (tribunal civil) tom la decisin de desplazar al tribunal militar que estaba enjuiciando a las juntas para hacerse cargo directamente de la causa

    Entre el 22 de abril y el 9 de diciembre de 1985 se realiz el juicio oral y pblico a quienes integraron las tres juntas militares de la dictadura, donde se estableci la existencia de un plan criminal organizado y fij as el primer nivel de responsabilidad al sentenciar la culpabilidad de los excomandantes Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Agosti, Roberto Viola y Armando Lamburschini. El resto de las causas se giraban nuevamente al Consejo Supremo y el epicentro de los procesos judiciales se trasladaba a las Cmaras Federales de la Capital y del interior del pas, que deban tomar los casos dentro de su jurisdiccin.

    Los logros obtenidos en el juzgamiento de los responsables de la violencia produjeron crujidos en los grupos relacionados con la Dictadura, especialmente en las Fuerzas Armadas y particularmente en el Ejrcito. Alfonsn tuvo que cambiar dos veces al Jefe de Estado Mayor del Ejrcito en menos de dos aos y relevar al Jefe del Estado Mayor Conjunto.

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    En junio de 1984 el general Jorge Hugo Arguindegui fue separado del cargo por

    no poder sancionar al jefe del Tercer Cuerpo de Ejrcito que no dej ingresar a la CONADEP a las instalaciones de la unidad. Fue reemplazado por Ricardo Pianta. En marzo de 1985 el jefe de Estado Mayor Conjunto, Julio Fernndez Torres, se neg a suspender, como le peda el ministro de Defensa, la liberacin de Alfredo Aztiz dispuesta por el Consejo Supremo de la Fuerzas Armadas y fue reemplazado por el brigadier Teodoro Waldner. Coincidentemente era separado de su cargo el jefe del Estado Mayor del Ejrcito, general Pianta por negarse a asumir el puesto de jefe del Estado Mayor Conjunto y fue reemplazado por el general Hctor Ros Ere.

    El gobierno de Alfonsn estuvo permanentemente amenazado por sectores de las Fuerzas Armadas que se negaban a aceptar el enjuiciamiento por violaciones a los derechos humanos durante el rgimen anterior. Los jefes militares tenan dificultad para que sus subordinados concurrieran a las citaciones de los tribunales y eran frecuentes las manifestaciones de grupos de camaradas que iban a despedir a algn compaero citado.

    Los procesos a los militares se estaban extendiendo demasiado en el tiempo, pocos tribunales haban actuado con la celeridad y correccin de la Cmara Federal de Buenos Aires, por ejemplo, que haba llegado a sustanciar el juicio oral y pblico en las causas contra los exjefes de la Polica Bonaerense, los exgenerales Ramn Camps y Pablo Ricchieri, con condenas de veinticinco aos de crcel, adems de condenar tambin al excomisario Miguel Etchecolatz a 23 aos de prisin.

    Para intentar mantener bajo control el descontento en las Fuerzas Armadas, en 1986 Alfonsn debi intervenir personalmente para que el Congreso sancionara la Ley 23.492 de Caducidad de la Accin Penal, llamada de Punto Final imponiendo un plazo de 60 das para procesar a acusados de delitos de lesa humanidad cometidos durante el gobierno militar.

    La Ley tuvo un efecto exactamente contrario al previsto. Las Cmaras Federales que hasta entonces tenan adormecidos los expedientes, entraron en veloz actividad procesal y solamente a principios de 1987, las Cmaras de Baha Blanca, Tucumn y Comodoro Rivadavia llevaban adelante unas mil causas por violaciones a los derechos humanos. Esto significaba que mil quinientos o dos mil efectivos de las tres armas estaran sujetos a proceso penal, y si bien muchos seran absueltos, esto ocurrira luego de varios aos. La situacin de descontento militar era una bomba de tiempo.

    En esos das de incertidumbre Casella pas por el Comit de Avellaneda, y

    surgi el tema de los militares. Cuando fue reformado el Cdigo de Justicia Militar, en diciembre de 1984, fue el miembro informante en la Cmara de Diputados del proyecto y sostuvo una serie de reuniones con los chicos de la juventud para analizarlo con ellos. Fue una experiencia fascinante para quienes la vivieron, porque estaban frente a uno de los protagonistas del Parlamento, que desplegaba ante ellos el anlisis del articulado y el esbozo del discurso. Estaba muy interesado, en especial en la opinin de los estudiantes de derecho, y pona sus ideas sobre la mesa en una discusin abierta.

    Con el antecedente de aquellas charlas, enseguida los jvenes lo rodearon, formando un crculo de oyentes. Seal un dato alentador basado en la experiencia de tres aos de juicios, dijo:

    - Lo nico que hay que reconocerle a estos tipos. - se refera a los militares -, es que siempre se presentaron a las citaciones de la justicia, con la excepcin de Surez Mason, que se fug. Pero Surez Mason no es un militar representativo, sus

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    compaeros de armas lo tienen como un corrupto y un coimero, ya que su gestin en YPF fue tan escandalosa que lo desacredita por completo. Es paradjico que los militares se escandalicen ms por la corrupcin econmica que por haber torturado gente. Las palabras de Casella parecan alentadoras, pero luego agreg una sentencia proftica:

    - Imagnense ustedes si un militar en actividad no quisiera dejar su cuartel de destino para presentarse a un Tribunal, y sus superiores se negaran a cumplir la orden de entregarlo. En ese caso estamos en la peor de las alternativas, mucho peor que la fuga.

    Ciertamente la hiptesis preocupaba seriamente al Gobierno, y en la segunda quincena de febrero, se rumoreaba que el gobierno haba establecido un procedimiento de crisis en el caso que oficiales se negaran a presentarse ante los jueces. En tales circunstancias se prevea:

    1.- Destitucin de los jefes de unidades que los protegieran. 2.- Cerco sobre cualquier unidad rebelde. 3.- Corte de vveres, agua, electricidad y gas. 4.- Difusin nacional o internacional de los sucesos. 5.- Movilizaciones populares en apoyo a las instituciones republicanas 6. Utilizacin de la fuerza si fuera preciso.

    La negativa a presentarse a la justicia comenz a manifestarse con fuerza. As el 25 de febrero la Armada detuvo a seis almirantes retirados que se rehusaban a concurrir a una citacin judicial. El 27 de febrero la Cmara Federal portea dispuso la prisin de siete oficiales en actividad de la Armada. El 6 de marzo Ros Ere entreg a su ayudante teniente coronel Horacio Quiroga.

    El plan de accin pareca que daba resultados, pues las propias fuerzas entregaban a los remisos a declarar.

    II

    Gabriela, adems de afiliada radical en Avellaneda, era profesora de biologa y

    estaba estudiando para completar la licenciatura. Le gustaba la docencia y tena una verdadera vocacin por las ciencias naturales, al punto que, a diferencia de la mayora de la chicas de su edad, cuando vea una araa u otro bicho, en lugar de espantarse, lo miraba curiosa, y si el espcimen lo ameritaba lo tomaba con una servilleta y podra llegar a llevrselo en la cartera para su posterior inspeccin. Su debilidad por las alimaas, no mellaba el encanto de su sonrisa y de los ojos grandes, apenas velados por un flequillo escolar que se empeaba en no abandonar.

    En los das que siguieron en la Semana Santa de 1987 no pudo sacarse de la cabeza el encuentro que haba tenido a principios de marzo con H, un militante de la juventud, a quien slo se nombrar por esa letra. Se trataba de un chico muy joven, pero ya graduado universitario, que cuando se reestructur la Secretara de Informaciones del Estado, aprovechando sus estudios en comunicacin y ciencia poltica, ingres al cuerpo de analistas de inteligencia, ya con el gobierno democrtico instalado. Tradicionalmente en marzo se reanudan las actividades en el radicalismo. Alguien deca que la U.C.R. era un partido con vacaciones, dado que en los dos meses de verano la agrupacin entraba en letargo. Lo ms asombroso de la revolucin radical de 1905 es que hubieran podido organizarla para el 4 de febrero. Lo cierto es que era el primer lunes de marzo en que los militantes de la

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    Juventud volvan al Comit de Partido y Gabriela se encontr con H en la puerta. Lo vio dubitativo, pareca que no se decida a entrar. En realidad, desde que H entr en la SIDE, participaba cada vez menos de las reuniones partidarias, quiz para evitar que pensaran que, dado su trabajo, estuviera reuniendo informacin de las actividades de sus amigos. Hablaron un rato y l le pidi que lo acompaara a la farmacia frente al Hospital Fiorito, pues deba comprar unos medicamentos. Era temprano, la reunin de la Juventud Radical empezara tarde y tena que decirle algo. Caminaron juntos por la avenida Belgrano. Las viejas del Subcomit al que ambos estaban afiliados, le haban dicho a Gabriela que H estaba enamorado de ella, por lo que temi que lo que tena que decirle era ofrecerle salir juntos, as que fue pensando la respuesta para negarse sin herirlo. Mientras estaba haciendo mentalmente una lista de las cualidades de H para halagarlo antes de rechazarlo, mucho se sorprendi cuando le dijo:

    - Tengo que contarte algo muy confidencial, pero es importante que Uds., que estn en la militancia activa, lo sepan. Gabriela lo mir intrigada, esperando que siguiera.

    - Hay rumores de golpe de estado. Los militares se estn organizando. - Larg de golpe.

    - Cmo? - Hay reuniones en todo el pas. Oficiales de graduacin media visitan los

    cuarteles y se produce un clima deliberativo en todas las unidades. El principal problema, como siempre, est en el Ejrcito.

    - Qu quers que haga? - Que le transmitas la informacin a los chicos, es necesario que lo sepan y, si

    es posible, que se protejan si no se puede evitar. Termin de hablar y se qued parado en la vereda de la farmacia sin intentar

    entrar. Gabriela se lo qued mirando. Esto parece una pelcula de espionaje se dijo para si. l interrumpi sus pensamientos;

    - Ahora cruzo. - No vens a la reunin? - Pregunt Gabriela sabiendo la respuesta de

    antemano. - No, ya hice lo que vine a hacer. Cuidate - Gracias por la informacin - Le dio un beso y se alej rpido de vuelta al

    comit. Gabriela no tena dudas de la veracidad de los dichos de H. El dato justificaba

    su aparicin repentina en el Comit de Avellaneda despus de meses de evitar venir a las reuniones. No quiso producir alarma, en realidad ella estaba muy alarmada con lo que haba odo y la responsabilidad de transmitirlo. Busc a los que ejercan puestos de conduccin dentro de la organizacin juvenil local, as habl con Fernando y Jorge, que eran el presidente y el delegado a la Tercera Seccin de la Juventud del Movimiento de Renovacin y Cambio. Los llam aparte y conversaron en la vereda del Comit de Partido, bajo una de las ventanas. Escogi cuidadosamente las palabras, tratando de encontrar el tono justo para transmitir la informacin, sin denotar la fuerte angustia que la recorra. Fernando se interes, le hizo alguna pregunta para pedirle precisiones que no tena, pero Jorge, despus de tratar de contenerse un poco, directamente se ech a rer,. Gabriela lo mir con indignacin, l capto la mirada, entonces puso sus ojos redondos y mostr las palmas de las manos hacia arriba en seal de inocencia y sinceridad, y aclar:

    - No me estoy riendo de vos- - Entonces de qu te res? - Pregunt la chica, ms molesta por no poder

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    enojarse del todo con Jorge que por la actitud de ste. Jorge no le contest porque no poda dejar de rerse. Jorge no tena una risa contagiosa, pero era gracioso verlo rer. Como era muy alto, literalmente se doblaba de risa. A los veintids aos, tena el cuerpo de un hombre, siendo delgado haba perdido el tipo frgil de adolescente, pelo castao, ojos claros, cara angulosa que destacaba los pmulos, no era un lindo como para producir rechazo en los hombres, pero muy atractivo para las mujeres y como seductor tena la confianza de un record romntico envidiable. Trabajaba en el negocio familiar de produccin de seguros, tena buen pasar econmico, a diferencia de la mayora de los otros chicos, pero nunca haca ostentacin de dinero. Haba llegado al Partido por lazos familiares, y su padre haba dejado hace poco de ser concejal de Avellaneda.

    - Vas a seguir rindote? - Insisti Gabriela - Con quin hablaste? Con Maxwell Smart, el sper agente 86? - Sabs con quien habl. Te lo dije. - Si, De dnde sac la informacin? Habl con el zapatfono a Jaunarena y le

    pregunt si Kaos iba a atacar a la democracia? - No entiendo por qu subestims a H - Replic Gabriela de mal modo que ya

    haba recobrado la aptitud de enojarse con Jorge. - Ese pibe en la SIDE hace anlisis de informacin, lee los diarios y hace

    resmenes de prensa. Est todo el da encerrado en un escritorio. X (nombr a un amigo comn que tambin trabajaba en la Secretara), qu es un operativo que est en la calle todo el da y recibe cursos de capacitacin como agente, me dijo que los analistas del servicio, como H, nunca aciertan una. Se quiso hacer el informado con vos para impresionarte. Luego se intern en las razones polticas que impediran el golpe, el hecho, irrefutable hasta entonces que si bien los militares se haban resistido a los juzgamientos, no se haban registrado incidentes demasiado graves, y que la Ley de Obediencia Debida dara sus frutos en trminos que ya estara delimitado el nmero de militares que seran llevados a juicio, terminara la zozobra por ser incluido en nuevos juicios y recobraran la calma los cuadros intermedios. Pensar en un golpe era un sinsentido. Un poco porque Gabriela, en su interior, no quera creer las noticias de H, y otro por el convencimiento con que hablaba Jorge, que adems emple a fondo su simpata para convencerla, le crey. Se qued tranquila, pero la semilla de la duda se instal en su subconsciente y en los das venideros no podra dejar de pensar en lo que le dijo H.

    Pero Fernando y Jorge no tenan real nocin de la convulsin que creca en los crculos militares, a tal grado que imposibilitados de emitir declaraciones por su estado, los oficiales se expresaban por sus instituciones sociales, As el 6 de marzo el Centro Naval denunci que se trataba de debilitar a la institucin con juicios polticos y el 17, el Crculo Miiltar declar que el personal que perdiera el grado por los procesos sera reconocido igualmente como socio. La tensin cedi con la visita de Juan Pablo II. En la semana del 6 al 12 de abril, el Papa efectu una gira pastoral que incluy un recorrido por el pas que abarc diez ciudades: Buenos Aires, Baha Blanca, Viedma, Mendoza, Crdoba, Tucumn, Salta, Corrientes, Paran y Rosario. Culmin con la celebracin del Domingo de Ramos ante una impresionante multitud en la Avenida 9 de Julio con la presencia del propio presidente de la Nacin.

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    Pero la visita del Papa no fue ms que una tregua, pues la semana siguiente amenazaba un tiempo de tormentas en la cuestin militar-judicial.

    El lunes 13 de abril se present voluntariamente a la Justicia Ral Guglielminetti, exintegrante de los servicios de inteligencia, buscado durante meses y qued detenido. El mismo da declar el Teniente Coronel Luis Enrique Beraldn en la causa por violaciones a los derechos humanos en el Primer Cuerpo de Ejrcito y tambin perdi la libertad. Asimismo ese da se localizaron en Asuncin del Paraguay a los mellizos Martn y Gustavo Rosetti, hijos de desaparecidos.

    El martes 14 de abril, el juez Martn Irurzun indag a Jos Lpez Rega por su participacin en el grupo terrorista de derecha Alianza Anticomunista Argentina y orden su detencin. Tambin se anunci la prisin preventiva para los generales Juan Bautista Sasiai y Humberto Gamen, y para el coronel Pedro Durn Senz, en la causa por los delitos cometidos en el Primer Cuerpo y, finalizada la declaracin por cinco das del general Abel Teodoro Catuzzi, exsegundo comandante del Quinto Cuerpo de Ejrcito, se orden su arresto. Asimismo se conoce que la Cmara Federal de La Plata llam a declarar para el 1 de junio al inspector general del Ejrcito, Jos Caridi, por inhumaciones ilegales en el cementerio de San Fernando.

    Para el da siguiente, mircoles 15, estaba prevista en Crdoba la indagatoria al mayor Ernesto Barreiro y para el 21 de abril la del capitn Gustavo Adolfo Alsina y el 23 del capitn Enrique Mones Ruiz. Pero Barreiro tena otros planes.

    III

    Fabin era alto, rubio y delgado, esta descripcin en un chico de dieciocho aos

    hace prever cierta fragilidad adolescente, no era el caso, pues su cuerpo era fibra y msculo e impresionaba verlo caminar con la seguridad de un hombre mayor.

    Estuvo esperando con ansiedad ese mircoles 15 de abril, no porque le entusiasmara la idea, sino porque quera enfrentar el tema lo ms rpido posible. Ese da deba presentarse en el centro de reclutamiento para iniciar su servicio militar obligatorio, y conocer cul sera el cuartel donde pasara al menos todo un ao haciendo la conscripcin. Apenas sali de la Terminal, mir por ltima vez su pelo largo en el reflejo de una vidriera. Con los militares todo se hace temprano, as que con la indefinida luz de las primeras horas de la maana estaba frente al portn del Regimiento 7, esperando que abrieran las puertas. Haba una gran cantidad de chicos en la misma situacin, conversaban en voz baja, se oan risas nerviosas y poda verse a algunos que se haban rapado el pelo con la intencin de evitar que le hiciera un corte impiadoso algn otro conscripto improvisado a peluquero.

    Fabin lo tomaba con filosofa, la colimba no era la muerte, pero le iba a costar acostumbrarse a estar bajo las rdenes de lo militares a los que, como toda su generacin, les haba perdido el respeto debido al desastre econmico, la Guerra de Malvinas perdida y la represin ilegal. l estaba informado de la realidad poltica y social del pas porque, pese a sus pocos aos, estaba muy politizado y era militante radical desde su temprana adolescencia.

    Militaba en la Juventud Radical, e internamente haba adherido a la Junta Coordinadora Nacional, por lo que le decan que era un Fredi Boy, lo que no le importaba pues tena un carcter muy reflexivo e independiente que lo alejaba de caer en personalismos. Como viva y militaba en Avellaneda, ya conoca lo que es la interna partidaria y tambin saba lo que era perder, pues inexorabablemente se impona la hegemona de Edison Otero y Juan Manuel Casella.

  • 11

    Fumaba apoyado en la pared. La espera fue larga, pero al fin los hicieron pasar

    al patio del cuartel, y nuevamente a esperar. Sala y entraba gente en forma incesante de las oficinas de los oficiales. El ao anterior, con motivo de la revisacin mdica, tambin se haba sorprendido con esa agitacin que intua estril, con gente yendo de un lado al otro sin motivo aparente, y que atribuy a la patolgica estupidez militar. Sin embargo, en esa oportunidad, le pareci que haba algo diferente, otro aire en el ambiente, otro sentido de urgencia.

    Se acerc uno de los conscriptos viejos, es decir que estaba haciendo la conscripcin desde el ao anterior, y le pidi cigarrillos. Fabin aprovech para preguntar:

    - Hoy hay bastante movimiento, no? - Si. Estn hablando entre ellos muy agitados desde la maana. - Qu pasa? - No se, pero por lo menos no nos gritan a nosotros Cada tanto sala al patio un oficial, los miraba y volva dentro. Los futuros

    soldados esperaban que los llamaran a formar o algo as, pero pasaba el tiempo y no haba novedad. Transcurri ya el medioda, tenan hambre y no se vean preparativos para la comida. Se adentraba la tarde y finalmente colocaron media docena de escritorios contra uno de los lados del patio, cada escritorio tena un cartel donde se repartan las letras del alfabeto. Se sentaron un par de soldados por escritorio y un oficial anunci:

    - Bien, formarn una fila y dejarn sus documentos en el escritorio que corresponda a la inicial de su apellido. Una vez que lo hagan podrn retirarse para pasar las Pascuas con su familia. Estarn de vuelta el lunes a las siete de la maana.

    Los frustrados conscriptos no pudieron contener el grito de alegra. Hicieron la fila, entregaron la libreta y ganaron la calle contentos de que los militares cambiaran de idea y la patria no los necesitara por cuatro das.

    Fabin busc un colectivo que lo llevara nuevamente a la estacin. Se preguntaba Qu habr pasado?

    Fabin lo habra sabido si unos das antes hubiera estado en una pizzera del Barrio Norte y hubiera acompaado a un mozo aburrido, a la hora de cerrar, mirando la mesa en que estaban sentados dos hombres que, despus de terminar una grande de muzzarella alargaban la noche con un caf. Algn periodista pudo reconstruir el dilogo que fue ms o menos as:

    - Mir, ato, ac se acab el tiempo de las palabras. Creo que ya es hora de meternos en los cuarteles y resistir hasta que nos oigan concluy el mayor Ernesto Guillermo Barreiro, mientras se reclinaba en su asiento.

    Aldo Rico se sac los anteojos, restreg sus prpados, limpi sus lentes con una servilleta de papel, trag saliva y dijo:

    - Estoy de acuerdo. Difcilmente podran encontrarse modelos de oficiales ms diferentes que los

    comensales de aquella noche. Barreiro, de cuarenta aos, era un oficial de inteligencia, de escritorio, que no haba peleado en Malvinas. Haba formado parte del grupo de tareas de la represin en el Tercer Cuerpo de Ejrcito, con numerosas denuncias por violaciones a los derechos humanos y an se lo sindicaba como jefe de los torturadores del campo de detencin clandestino de La Perla, en Crdoba. Por su parte Rico, de cuarenta y cuatro era un comando, haba peleado en Malvinas, donde fue condecorado, y no apareca en ningn listado de las organizaciones defensoras de derechos humanos. La nica mancha de su legajo eran numerosas sanciones por indisciplina.

  • 12

    Dos militares de carreras tan distintas estaban unidos por la conviccin de que

    deba evitarse la revisin de lo actuado en la represin, uno por conveniencia personal, el otro por instinto corporativo, ambos intoxicados por la ideologa autoritaria y sostenidos por el odio hacia la cpula del Ejrcito, que permita lo que ellos consideraban vejaciones contra la institucin castrense.

    Barreiro, que adems de cobarde y torturador era mentiroso, entr el 14 de abril a dependencias del III Cuerpo de Ejrcito diciendo que al da siguiente se presentara a las 16.30 horas, con su abogado defensor, al juez federal de la Ciudad de Crdoba, pero en la madrugada del da 15, comunic que no lo hara y pidi apoyo al jefe del Regimiento 14 de Infantera Aerotransportada, teniente coronel Luis Polo, para refugiarse en la unidad.

    El mircoles 15 mientras Fabin, el frustrado conscripto, disfrutaba de la comida en su casa en lugar del rancho del regimiento, en la Casa Rosada se segua con preocupacin los movimientos en Crdoba. De acuerdo al procedimiento establecido, una vez que la justicia federal de Crdoba confirm que Barreiro no se present, fue dado de baja.

    La noticia lleg a la prensa y obtuvo difusin, pero de inmediato comenzaron a aparecer signos inquietantes. Los medios reciban comunicados de adhesin a Barreiro presuntamente por parte de militares. Mientras en Crdoba estallaba una bomba en la sede de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, en una parrilla en Buenos Aires eran baleados, aunque sin consecuencias, un grupo de dirigentes radicales que cenaban comentando los sucesos del da.

    Con la seguridad del general Fichera, comandante del III Cuerpo de Ejrcito, de que en breve sera superada la crisis, el ministro de Defensa Horacio Jaunarena le aconsej al Dr. Alfonsn que tomara los das de descanso previstos en Chascoms por la Semana Santa, pues de lo contrario sera interpretado por el periodismo como que la crisis tena una entidad mayor a la real. A regaadientes, Alfonsn le hizo caso y se fue de la capital para su pago chico.

    No dur mucho la calma, y en la madrugada del jueves 16 de abril, por culpa de Barreiro, quien tuvo que hacer guardia fue Ral, el presidente, y no Fabin, el conscripto, cuando, de madrugada, lo despert un llamado del Ministro de Defensa:

    - Presidente, la cosa es ms seria de lo que pensbamos anoche. Admiti Jaunarena.

    Alfonsn lo supo antes que Fabin, pero ninguno de los dos radicales se imagin los acontecimientos que les tocaran vivir en los prximos cuatro das.

  • 13

    JUEVES 18 DE ABRIL

    (Jueves Santo)

    IV

    Moreau llam a Todoli. Era su compaero de militancia desde los doce aos. Eran las cinco de la maana, y con ese llamado se iniciaba la movilizacin en San Isidro. Son el telfono con insistencia hasta que ste, al fin, atendi, medio dormido pero inquieto por recibir una comunicacin a esa hora. Se saludaron brevemente y Moreau dijo:

    - Las cosas se estn poniendo muy complicadas, tanto es as que Alfonsn tuvo que volverse de Chascoms.

    - Por qu?... Qu pas?... Pregunt el otro dormido. - Es por el asunto de Barreiro. Respondi Leopoldo. - Qu hizo Horacito?...- Inquiri alarmado y confundido

    Horacito, era un joven de unos veinticinco aos militante y dirigente juvenil, cuya homonimia con el apellido del insurrecto Ernesto Barreiro fue la causa de la confusin. Si bien suponer que el presidente de la Nacin interrumpiera su descanso pascual por accin de Horacio era una exageracin, algo haba en la personalidad y militancia de este estudiante de Derecho que hiciera posible la confusin.

    Horacio, hecho en la escuela de militancia de Moreau, adems de ser muy activo y emprendedor, era un hbil polemista, de inteligencia analtico deductiva, formaba sus argumentos en orden de batalla, sin olvidar preparar una adecuada artillera de antecedentes, hechos y cifras. Nariz prominente, perpetuos anteojos, no muy alto, frente despejada, y sobriedad radical en el vestir, tena un tipo simptico que le servia para hacerse perdonar ciertos arranques de petulancia de saberse talentoso. Militaba en San Isidro, y desde 1985 era secretario de la Mesa Diretiva de la Juventud Radical de la Provincia. Fue una de las primeras personas en que pens Leopoldo para organizar la movilizacin, por eso, luego de explicar de qu Barreiro hablaba y de pedirle que se reunieran para coordinar el da, le encarg:

    - Ya que hablaste de Horacio, l no tiene telfono, and a avisarle dnde se reunirn.

    - A esta hora? - Los militares lo hacen todo temprano, y nosotros tenemos que entrar en

    operaciones de inmediato. Replic para enfatizar el sentido de urgencia con la irona. Despertar a las seis de la maana del feriado del Jueves Santo a un chico de

    veinticinco aos que estudiaba, trabajaba, militaba y viva la doble primavera de la juventud y del renacer democrtico, era ms propio para las trompetas del Juicio Final que para el timbre del departamento de soltero de la calle Albarellos en Martnez donde viva Horacio.

    ste record la frase de Winston Churchill: "La democracia es el sistema poltico en el cual, cuando alguien llama a la puerta de calle a la seis de la maana, se sabe que es el lechero", pens en la madre de este inoportuno lechero, se calz los anteojos, y pregunt:

    - Quin es? - Soy yo. Reconoci al mensajero de Moreau y se termin de despertar de

    inmediato. Haba olvidado algn compromiso esa maana? La poltica suele ser una actividad de bhos nocturnos antes que de alondras maaneras por lo que la visita a esa hora resultaba doblemente inusual. - Vestite y baj, que el asunto de Crdoba empeor,

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    los militares estn en franca rebelin y Leopoldo quiere que nos reunamos para coordinar la movilizacin.

    En minutos subi al coche, fueron a un bar cerca de la estacin de San Isidro, se pusieron al tanto de las novedades y planificaron los prximos pasos. As iniciaba Horacio los cuatro das de mayor tensin de su militancia poltica.

    Tambin Gabriela, la estudiante de biologa que se haba encontrado con H a

    principios de marzo, se haba levantado temprano pese al feriado, porque haba quedado con unos amigos de la Facultad a pasar el da en La Plata. Desde que falleci su mam viva en la casa de su abuelo, Don Agustn, en Sarand. Llamaron a la puerta. No se le poda ocurrir quin viniera a esa hora y se sorprendi al ver a Claudito montado en bicicleta. Lo que ms le extra al ver al chico no fue ni la hora, ni su evidente agitacin, sino que no lo viera con su habitual sonrisa. Lo salud temiendo escuchar una mala noticia.

    - Hola Claudio! Buen da. Ni siquiera salud y dijo de un tirn sin respirar - Hay un golpe militar, nos vemos en el Comit. Estoy avisando a todos los chicos.. - Se refera a los del Subcomit de Villa Domnico, donde Gabriela estaba afiliada y Claudito, que no poda afiliarse a un partido poltico por falta de la edad reglamentaria, a sus trece aos ya tena una intensa militancia de dos campaas electorales.

    - Por qu no le aviss a Eduardo?, l no tiene telfono en la casa. - Propuso Gabriela, antes que el pequeo mensajero se fuera tan rpido como haba llegado. Eduardo era el secretario general de la Juventud Radical y viva a unas cuadras de Gabriela, al otro lado de la Avenida Mitre. Como era afiliado del Subcomit de Avellaneda Centro, supuso que no estaba en la lista.

    - No hay problema, el Pony Express est siempre listo! - Tom la bicicleta y se alej por la calle Comodoro Rivadavia, en contramano y a toda la velocidad que le daban sus piernas.

    Eduardo era mayor que Gabriela, se haba recibido de contador pblico muy

    joven y cuando se afili al radicalismo entr en el grupo de profesionales, pero la militancia tcnica no le satisfizo del todo y al tiempo entr a la Juventud Radical, de la que era el secretario general en Avellaneda. Era muy flaco, con un metro setenta y ocho de altura, pesaba cincuenta y ocho kilos, pelo castao muy ondeado, nariz grande, boca chica y ojos marrones. Lea mucho, tena un humor muy particular a veces ininteligible y hablaba en voz baja porque era bastante tmido.

    Se haba acostado tarde el da anterior, pues se qued comiendo pizza con los chicos del comit. Pens en quedarse en la cama hasta tarde ya que era feriado, pero a la maana lo despertaron diciendo que un chico en bicicleta estaba en la puerta de la casa y traa un mensaje del comit. De un salto sali de la cama y, mientras se vesta, espi a travs de los intersticios de la ventana que daba al porche y, como se imaginaba, vio a un chico de trece aos, cara redonda, el pelo negro peinado con flequillo y vestido con un pulver rojo y jean. Era Claudio, mejor Claudito, el ms joven de los militantes de la J.R. Se haba unido al grupo de Franja Morada Secundaria, pese a que entonces an cursaba el ltimo ao de la primaria, una tarde que los encontr panfleteando en la Plaza Alsina en la campaa de 1985, y desde entonces no se despegaba de ellos. Eduardo, ejerciendo su cargo de secretario general de la Juventud, tena que ponerse firme para que abandonara el comit y fuera a estudiar. An lleg a encontrarlo alguna tarde, en horas de colegio, en el comit de campaa que se haba montado frente a la

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    Municipalidad y directamente lo ech, prohibiendo que lo dejaran ingresar en horario escolar, aunque no tuvo mucho xito. An a quienes vivieron la poca, les cuesta imaginar un mundo sin telfonos celulares ni conexiones a Internet; en el caso de Eduardo a eso se agregaba que ni siquiera tena telfono fijo en su casa. Para enviarle una noticia urgente, la mejor manera era hacerlo con mensajero. No era el nico en Avellaneda en no tener telfono, en aquellos tiempos, cuando alguien venda una casa si dejaba al nuevo dueo la lnea telefnica, la propiedad vala mil dlares ms.

    Claudito, sin bajarse de la bicicleta, le avis de la reunin en el comit para tratar la crisis militar. Sorprendido, Eduardo pregunt: - No termin el lo con los militares? - No viste la televisin? - Respondi Claudio - No, recin me levanto. - En Crdoba Barreiro sigue atrincherado en el regimiento. El Partido est en reunin permanente.

    - Deciles que en un rato estoy. - Eduardo se despidi de Claudito, que sali apurado con su bicicleta a continuar su misin de mensajero de noticias inquietantes.

    A esa misma hora, la madre de Fernandito atiende el telfono: - Para vos. David Medio dormido Fernandito atiende el telfono y saluda. - Se confirm. Hay un golpe militar. lo oste por la radio? - No. Fernandito no escuchaba radio, todava faltaba una semana para que

    saliera al aire Radio Bangkok (la primera emisin fue el 23 de abril), as que no haba nada que realmente le interesara escuchar. - Golpe militar? pareci despertar.

    - Hay una reunin en el Comit, van a dar un panorama de la situacin, paso por tu casa en 20 minutos.

    - Listo, te espero. Chau. - Chau. Fernandito tena diecisis o diecisiete aos, su delgadez y el pelo largo y claro le

    hacan parecer an ms joven, pero cuando hablaba, la propiedad y seriedad con que se expresaba le agregaban aos. Junto con David haba comenzado a militar en la Franja Morada Secundaria de la ENET N 3 en tercer ao. David, el chico que lo haba llamado ese da, era militante de Villa Porvenir, muy alto y muy serio para su edad, pelo largo castao, buen carcter pero firme. No haba que hacerlo enojar. Tena algo de lder que se le notaba al tomar invariablemente la iniciativa

    Pero los chicos no pasaron ms tiempo juntos en el colegio, porque Fernandito, en cuarto ao, se haba cambiado a la Escuela Normal, ya que su vocacin no estaba en la tecnologa, y entonces, cuando un adolescente no saba qu hacer, estudiaba para recibirse de bachiller. En su nueva escuela conoci a Mara Ins, Kiki y Sebastin, el hermano de Mara Ins que era menor que ellos.

    Adems de la Franja, Fernandito militaba en el Subcomit del Circuito N 4. Se inici en la tarea militante barrial de la manera ms dura, con un pico y una pala. En efecto, en aquellos das Julio, profesor de Ciencias Polticas y estudiante de Derecho, haba desarrollado el proyecto de dotar al barrio de Crucesita de un Anfiteatro. Se trataba de un terreno del ferrocarril estratgicamente ubicado a una cuadra de la Avenida Mitre, donde poda aprovecharse el terrapln para ubicar los asientos. Con los jvenes radicales del Subcomit del Circuito 4 haba completado la primera etapa, e inaugurado con nmeros artsticos y gran concurrencia, el Anfiteatro 30 de octubre, pero ahora, quera continuar con nuevas mejoras. Sus amigos lo acompaaban con

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    reticencia pues la obra pareca tomar proporciones egipcias. En eso lleg Fernandito al Subcomit, y lo referenciaron con Julio:

    - Milito en la Franja Morada Secundaria y me gustara empezar a militar en la Juventud Radical, me dijeron que hablara con vos. Empez

    - Mir que ac no es como la Juventud Radical del Comit de Partido se refera a los amigos de Eduardo -, ac hay trabajo en serio. Le advirti

    - Estoy acostumbrado. Contest sin preguntar demasiado y fue citado al da siguiente en la estacin de servicio de Grondona, en Mitre y Castelli. Cuando Fernandito pens en el trabajo al que estaba acostumbrado, tena en mente el de propaganda y agitacin. Para su sorpresa se encontr con un pico y una pala y pas esa tarde y otras ms, de pen de albail en la interminable obra de Julio.

    Durante los sucesos de Semana Santa, vio a Julio con las columnas de la Franja Morada de Derecho. Lo salud a la distancia y lament que no estuviera con ellos.

    Fernando era muy joven, apenas veintids aos y la vocacin de periodista lo haba

    llevado a ejercer funciones de prensa institucional, mientras continuaba su formacin. Muy delgado, vivaces ojos marrones que no perdan detalle, pelo indomable y alto sin exageracin, con independencia econmica, viva una juventud dichosa. Haba estado esperando ese fin de semana largo para dejar la ciudad y tomarse un descanso, aprovechando la anunciada benignidad del clima.

    Fernando tambin tena su costado militante, haba trabajado duramente en la Campaa de Alfonsn, primero en la interna y luego en la general en la Juventud Radical de Avellaneda, donde representaba al Subcomit de Gerli. De familia radical, le vena en la sangre. En lugar de A, B, o 0, le haba tocado UCR (cuyo RH siempre es positivo). Un trabajo sin horarios ciertos en la Capital Federal y otras obligaciones lo haban alejado de la militancia activa, aunque continuaba ligado por el corazn, y a veces se encontraba con los chicos.

    Desde que se enter de la actitud asumida por Barreiro supo que su fin de semana sera muy distinto de lo que tena pensado. En el ambiente periodstico se seguan los hechos con inquietud y se esperaba en cualquier momento lo que para algunos sera la noticia, y que para el l era algo de mayor significado. Vivi los cuatro das con los ojos ms abiertos que nunca, estaba convencido que el periodismo es la primera versin de la historia, y aqu vera historia que se recordara por aos.

    Mariana trabajaba en la direccin mdica de una importante obra social. Para una

    chica interesada en la poltica, pese a lo tcnico de las funciones del rea, resultaba un ambiente estimulante pues vea desenvolverse en la realidad uno de los componentes principales del sistema de salud. No era muy alta, pero su dinamismo compensaba ampliamente la estatura, pelo negro enrulado, nariz respingada y ojos negros penetrantes. Sola ser implacable con los detalles, ya que era conciente de la importancia de su trabajo para la gente, y tambin era insistente respecto de la responsabilidad de los dems.

    Esa maana la llam por telfono Fernando, el lder de los jvenes de la Coordinadora de Avellaneda (haba sido el candidato de ese sector en las elecciones de dos aos atrs), y le dijo directamente:

    - Estamos frente a un golpe de estado. Tenemos que ponernos a trabajar de inmediato.

    Mariana no dud. Haba odo en el trabajo rumores muy preocupantes. Se sum a la tarea de la militancia de todo Avellaneda. Haban comenzado cuatro das que no olvidara.

  • 17

    V

    El Comit de la Unin Cvica Radical de la Provincia de Buenos Aires se haba mudado recientemente a un confortable edificio ubicado a metros de la interseccin de Paseo Coln con Chile, en San Telmo, y que reemplazaba al histrico local de Ayacucho 132, una hermosa casona que ya quedaba chica para la actividad del comit provincial ms importante del pas. Hubo una discusin respecto de la conveniencia de continuar en la ciudad de Buenos Aires en lugar de trasladarlo a La Plata, al fin de cuentas la capital de la provincia, no obstante la comodidad de las comunicaciones de la capital del pas, la relevancia de estar cerca de los centros de decisin nacional como el Congreso, la Casa de Gobierno y los ministerios y el peso de los distritos del Conurbano que rodean la ciudad portea, inclin la balanza en ese sentido. Es un edificio de cinco pisos, donde hay oficinas para desarrollar las tareas administrativas y despachos para las autoridades, salas de reuniones, equipos de comunicaciones, un amplio auditorio para conferencias y un bar en el ltimo piso que era el centro de las reuniones informales. El edifico haba sido totalmente refaccionado y refuncionalizado y an ola a nuevo. Era un orgullo para el radicalismo de Buenos Aires y pretenda ser el reflejo de un partido dinmico, con participacin y trabajo de sus militantes y dirigentes. Los de Avellaneda fueron de los primeros en llegar al Comit Provincia. Juan Manuel Moure, el presidente del Comit de Partido, les haba pedido que se presentaran all, porque se necesitaba gente de confianza. La cercana de su ciudad les permiti estar desde el inicio de la crisis.

    Como fueron los primeros en llegar, y adems Casella era el presidente y Omar Bruzzo, otro dirigente de Avellaneda, el secretario general, los jvenes avellanedenses se instalaron como dueos de casa. Aunque ms que como dueos se debera decir como asistentes para todo servicio. Para poder manejar el Comit de la Provincia, haba empleados rentados que hacan el trabajo administrativo y operativo del edificio. Pero ese feriado los empleados no haban ido a trabajar. Algunos vivan en el interior de la Provincia y haban viajado a sus ciudades de origen, pero otros, sencillamente, lo tomaban como un trabajo ms y no creyeron su obligacin venir. Ante la necesidad, los chicos se pusieron a trabajar atendiendo los telfonos, preparando caf, pasando notas a mquina, haciendo de mensajeros o lo que se les pidiera.

    Para algunos, la permanencia en el Comit Provincia se convirti en una larga vigilia que se extendera por todo el feriado de la Semana Santa, con breves pasadas por la casa de cada uno para higienizarse y cambiarse de ropa.

    Cuando llegaron al Comit Provincia ya estaba Casella, quien haba renunciado a una diputacin nacional para ser ministro de Trabajo en 1984, y en 1985 asumi la presidencia del Comit de la Provincia de Buenos Aires, el mismo puesto que haba ocupado casi cien aos antes Hiplito Yrigoyen. Como presidente de la UCR de la Provincia de Buenos Aires Casella consider que su deber era permanecer en la sede partidaria, brindando a los radicales la informacin y la referencia en horas tan graves.

    Juan Manuel Casella era entonces un hombre de 45 aos, candidato a gobernador en las elecciones que se llevaran a cabo ese ao. Era de Avellaneda, abogado, hijo de un prestigioso dirigente, fallecido veinticinco aos atrs, que fuera diputado. Era un hombre analtico, muy estudioso, sus discursos parecan antes enfticas clases magistrales de atril de profesor que arengas de la tribuna poltica. Era inteligente persuasivo y tenaz, pero le escapaba a las patticas miserabilidades de la

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    poltica, como las llamaba Yrigoyen, y evitaba estar involucrado en las confrontaciones desagradables y la rosca.

    Desde el primer momento Casella se impuso que el Comit Provincia actuara como el centro de comunicacin con los dirigentes de la vasta provincia, y su presencia fue constante en el local partidario de Chile y Paseo Coln.

    Cuando lleg Moreau intercambiaron informacin y juntos desplegaron una actividad incansable durante los das de la crisis. Horacio, el dirigente juvenil que fue despertado intempestivamente, fue testigo privilegiado. Haba un reparto natural de competencias entre ambos que los converta en una dupla poltica imbatible, dado lo opuesto y complementario de sus personalidades y estilos. Mientras Casella tena una tendencia a la reflexin y al logro de consensos, que a veces haca que lo acusaran de pasividad, Moreau era una dnamo donde el pensamiento, la palabra y la accin se sucedan a velocidad instantnea. Casella corra el riesgo que la bsqueda de consenso retrasara las acciones, mientras que en Moreau las acciones podan quedar hurfanas de personas que las sustentaran. Casella sostena la red institucional, Moreau la informal; Casella organizaba la informacin y Moreau la reuna y la distribua; Casella informaba al conjunto de los radicales, Moreau a las redes de los militantes.

    Una vez en el Comit, los dirigentes y militantes convocados fueron

    informados que se estaba desarrollando el procedimiento de crisis previsto desde hacia dos meses. Barreiro haba sido dado de baja en la noche del da anterior, y se realizaran actividades en todas las plazas del pas y una concentracin para esa noche frente al Congreso Nacional, donde se reunira la Asamblea Legislativa, as como actos en las canchas de ftbol previo a los partidos de primera. En ese mismo momento los polticos radicales y peronistas renovadores salan por radio y televisin para dar difusin inmediata a estas medidas.

    Haba que ponerse a trabajar para lograr una concentracin contundente en apoyo a la democracia.

    Mientras el Partido Radical se abocaba a la movilizacin, Juan Manuel Moure,

    luego de dar unas breves instrucciones como titular del radicalismo de Avellaneda y dejar encaminada la movilizacin en su distrito, encar una dura jornada en su condicin de funcionario. Hasta no haca mucho Moure haba sido senador de la Provincia de Buenos Aires por la Tercera Seccin Electoral, entonces el presidente Alfonsn y Trccoli, el ministro del Interior, le pidieron que asumiera la Direccin Nacional de Provincias, de la que luego sera subsecretario y secretario de estado.

    Tito, como se lo conoca en medios partidarios, haba hecho el cursus honorum radical avanzando paso a paso en una carrera poltica sin fisuras de concejal a senador provincial y ahora encumbrado funcionario nacional, as como de presidente del Subcomit de Sarand a presidente del Comit de Partido de Avellaneda. Pero la poltica argentina que le toc vivir era intermitente con golpes militares que congelaban la actividad, por eso, sin nunca dejar la militancia, con los golpes de estado dejaba las dignidades pblicas y volva, como en Roma haca Cincinato con el arado, que en su caso se trataba de una mediana industria textil. Abundante pelo negro donde la cincuentena comenzaba a pintar las canas, voz grave, muy erguido al andar y el gesto contenido, ayudan a completar su imagen. Era un componedor y un hombre paciente, rasgos de carcter que le facilitaban el arduo trabajo de tratar cotidianamente con los gobernadores.

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    Ahora debi empearse ms que nunca en sus contactos con las provincias, aunque tambin, dada su posicin en el Ministerio poltico tuvo que atender a organizaciones sociales y polticas que queran mostrar su solidaridad con el gobierno. Tito no poda recordar a todos los que se hicieron presentes. l mismo se sorprenda de la variedad de sus dilogos con dirigentes tan dismiles como la liberal Adelina de Viola, el socialista Guillermo Estvez Boero, el democristiano Carlos Auyero o el peronista histrico Lorenzo Pepe. Al decir de Moure, las fuerzas polticas se entrelazaron con la Unin Cvica Radical, que mostraba sin fisuras su adhesin y disposicin al sostenimiento de las instituciones. Mientras Moure atenda las visitas, Antonio Cafiero y Jos Luis Manzano, usaban las oficinas de la presidencia como propias para realizar llamados a otros dirigentes para alinearlos en la defensa de la Constitucin o a periodistas para explicitar su posicin.

    Una llamada fue centro de atencin de quienes no conocan a Moure y la profundidad de las relaciones que haba trabado en todos los medios de Avellaneda. Un empleado de la Casa Rosada, intrigado, le pas el telfono, incrdulo:

    - Seor Puede ser que llame Herminio Iglesias?... - Psemelo, por favor. Tito se sonre ante la cara del empleado. Hola,

    Herminio Muchas gracias por llamar!... Y sigue el dilogo con el mtico caudillo peronista.

    Slo era el comienzo. Jorge, el que no haba credo la informacin de H, no necesit que nadie

    viniera a despertarlo o lo llamaran por telfono, fue directamente al Comit de la Provincia apenas se enter de la situacin, pens que all encontrara la mejor informacin. Tambin militaba en la Juventud Radical de Avellaneda, era del Subcomit del Circuito 3, barrio de Entre Vas, famoso otrora por los guapos, hoy olvidados, ya que no los cant Borges.

    De decisiones rpidas, encar a Eduardo para ponerse a trabajar de inmediato. Ellos formaban una excelente pareja de dirigentes de la juventud, se llevaban muy bien, tanto porque se tenan aprecio recproco, como porque Eduardo era bastante mayor que Jorge y por lo tanto no se presentara a las prximas elecciones juveniles. No competir entre si, constituye en poltica el fundamento ms slido de las mejores relaciones.

    - Yo me vuelvo a Avellaneda, organizando las cosas all. convino Eduardo. - Bien, yo me quedo para informar las novedades con los chicos que estn

    ayudando. Te llamo al Comit de Partido? - Pregunt Jorge. - No, voy a estar en mi oficina. Es ms prctico que el Comit de Partido. Trat

    de darle el nmero pero no pudo recordarlo. Mejor preguntale a Roxana, ella lo sabe. Es un nmero que no me dice nada. Eduardo hablaba con los nmeros, tena una relacin casi pitagrica con ellos. Sus amigos lo atribuan a su profesin de contador pblico. Lo cierto es que haba nmeros que le resultaban simpticos y otros no, y para retenerlos usaba reglas mnemotcnicas bastante estrafalarias, por ejemplo cuando viva en French 97 sola decir que era un nmero notable porque era el mayor nmero primo de dos dgitos; o el nmero del Comit de Partido le era simptico porque le recordaba la consulta popular por el arreglo de lmites con Chile: 201-1984. En cambio el nmero de su oficina no le resultaba ni notable ni simptico y directamente lo olvidaba. Comparado con las cosas que se ven en la poltica, resultaba una chifladura inofensiva.

  • 20

    VI

    Eduardo ya era profesional universitario cuando se afili al radicalismo.

    Bromeaba diciendo que era un profesional de la dictadura porque haba estudiado entre 1976 y 1981. Como haba trabajado en los equipos que redactaron la plataforma municipal de Avellaneda, al constituirse el gobierno le ofrecieron la Direccin General de Finanzas. Su oficina, ubicada en el segundo piso del edificio nuevo de la Municipalidad (nuevo significaba que ese sector se haba construido en 1946), se constituy en uno de los puntos neurlgicos de la movilizacin de Semana Santa en Avellaneda.

    La oficina le permita tener telfono, mquina de escribir y un lugar confortable para reuniones y poder trabajar. Los chicos entraban y salan de su oficina trayendo novedades y organizando los puntos en que se colocaran las mesas de difusin, el reparto de los volantes y la coordinacin de la movilizacin de esos das.

    Roxana, que trabajaba con Eduardo en la Municipalidad, era una chica de veintids aos, alta y su buena figura reciba la admirativa mirada de los funcionarios y agentes municipales que traan sus peticiones de presupuesto a la Direccin General de Finanzas. Haba sido educada por las Hermanas de Mara Auxiliadora, quienes le dieron una excelente educacin secundaria y a la vez la capacitaron en todo tipo de habilidades prcticas, en las que las monjas son incomparables desde los tiempos de Don Bosco. Tena una habilidad notable para disear y armar folletos y afiches. En aquellos tiempos sin computadora personal que realizara grficos o programas de edicin de texto con mltiples tipos de escritura y tamaos, cuando no se recurra a trabajos de imprenta, se deban confeccionar los originales a mano para ser fotocopiados. Un original se creaba mediante un trabajo artesanal donde se utilizaba regla, escuadra, dibujos a mano, mucha imaginacin y las palabras se armaban con letras negras autopegables en la hoja de papel, que venan en una plancha cuya denominacin comercial era Letraset.

    Se obtuvo la colaboracin del jefe de la Imprenta Municipal, un empleado de muchos aos de servicio, que amaba su trabajo, y estaba realmente satisfecho con la modernizacin del rea que se haba realizado en la gestin del gobierno democrtico, y sabiendo de que podran necesitarlo, se puso a disposicin para imprimir el material grfico que se necesitara en la emergencia. An en ese momento de tensin extrema, los chicos conservaban el prurito de la utilizacin de los bienes del estado en tareas partidarias, por lo que se le pidi a Roxana disear un folleto institucional, llamando a la movilizacin y la defensa de la democracia, donde no apareciera mencin al Partido Radical.

    Mientras salan las primeras tandas de volantes, se organizaron los lugares de distribucin y las mesas de trabajo para el reparto de material y se continu con la cadena telefnica para avisar a los que todava no se haban presentado. A medida que llegaban las resmas de volantes, volaban hacia su lugar de distribucin entre la Juventud, la Franja Morada, el Comit de Partido y los distintos subcomits de Avellaneda.

    Fundada en 1891, la Unin Cvica Radical es el partido organizado ms

    antiguo de la Argentina. En sus comienzos adopt la estructura del Partido Demcrata de los Estados Unidos. Su estructura actual, modernizada y adaptada a los tiempos, organiza el partido en los tres niveles de gobierno: nacional, provincial y municipal, y en cada nivel un ejecutivo llamado comit y un deliberativo, la Convencin. As hay

  • 21

    un Comit Nacional y una Convencin Nacional; un Comit Provincia y una Convencin Provincial y a nivel local lo que entonces se llamaban en la Provincia de Buenos Aires Comits de Partido y hoy se conocen como Comits de Distrito, cuyo rgano deliberativo es la Asamblea de Afiliados. Adems existen instancias de juzgamiento de la conducta partidaria a travs de los Tribunales de Disciplina o procedimientos especiales a cargo de los comits o la convencin. Hay un nivel submunicipal, que es el Comit de Circuito, o Subcomit, como se los conoca entonces. En Avellaneda los quince subcomits descentralizan la labor partidaria y acercan la U.C.R. al vecindario, cada cual con su presidente y mesa directiva.

    Paralelamente a la estructura del partido, existe otra estructura, organizada asimismo en los tres niveles, la Juventud Radical, la J.R., en la que pueden participar los afiliados menores de treinta y un aos. Se trata de una participacin voluntaria, ya que cualquier afiliado mayor de dieciocho aos puede militar directamente en la organizacin de los mayores, sin necesidad de pasar por la organizacin juvenil. sta esta concebida como una instancia de formacin donde los jvenes, con autonoma de los dirigentes del Partido, pueden determinar sus propias actividades sin interferencias.

    Como todos los jvenes radicales, los chicos de Avellaneda eran muy celosos de su autonoma frente al Partido, lo que traa no pocos desencuentros, suspicacias y problemas con los dirigentes, pero ello no era algo raro en el radicalismo. Casella sola contar que deca su padre: Si veo dos personas en la calle hablando, no puedo saber su ideologa poltica; si estn discutiendo, son radicales.

    Otra estructura juvenil importante ligada al radicalismo es su brazo universitario, la Franja Morada. En Avellaneda haba una agrupacin de Franja Morada actuando en la Regional Avellaneda de la Universidad Tecnolgica Nacional, aunque no tena mayor relacin con la Juventud Radical local. Los que se haban integrado a la vida partidaria eran los adherentes a la Franja Morada Secundarios, la organizacin de estudiantes de nivel medio que se haba establecido con gran xito en Avellaneda, especialmente en el Centro donde hay una importante concentracin de colegios.

    Se organiz la movilizacin. Se designaron los puntos de concentracin y

    consiguieron micros para ayudar al desplazamiento de los que queran participar en los actos de esa noche. Laura, una de las chicas de la Juventud, fue a buscar los volantes para armar una mesa. Al ver a la jovencita, esplndida en su veintipocos aos, rulos rubios, delgadita y ms bien baja, Eduardo la adivin frgil y le dijo:

    - No te preocups, alguno de los chicos te los alcanzan. La jovencita lo mir burlona, con cara de ya nos sacamos el miriaque hace

    cien aos, y tom el bulto primorosamente atado con hilo que haba armado Roxana y le contest:

    - Ocupate de tener suficientes volantes, que si necesito changarn te aviso. Y se fue medio doblada por el peso.

    Las mesas se armaban con caballetes, utilizaron unos afiches con el escudo del Partido que quedaron de una campaa interna, donde reemplazaron con tiras de papel pegado las consignas partidarias por otras alusivas a la defensa de la democracia y pusieron presencia militante en las calles de Avellaneda desde Pieyro hasta Wilde, de Gerli hasta el Dock Sud. Lo que no saban todava era que la incesante actividad se prolongara por todo el feriado de Semana Santa.

    A la Franja Morada Secundaria le toc volantear en la Plaza Alsina. Inquietos

    como eran, no se quedaban panfleteando en el lugar, pues impacientes al ver que a

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    determinadas horas mermaba la gente de paso y les arda comunicar la gravedad del momento que estaba pasando el pas, adoptaron un nuevo mtodo, y sin descuidar la mesa que tenan instalada, suban a los colectivos. Mientras uno reparta los panfletos entre los pasajeros, otro haca una pequea arenga. En el Relax, el bar de Mitre y French, uno de los clientes habituales se apoy en la barra, luego de pedir un caf y mirar el televisor encendido, que segua la transmisin de ATC, coment:

    - Hugo, en mi vida haba visto algo igual, est todo agitado contra los militares. Hugo sirvi el pocillo y tambin l miro las escenas que mostraban gente en la Plaza de los Dos Congresos y coment: - Por la hora, hay mucha..

    - Y ac en Avellaneda, viste lo qu es? - Vi que haba gente en la Plaza Alsina. - Respondi sin sacar la vista de la

    pantalla. - La Plaza? Vena en el colectivo y subieron dos chicos, muy lindos pibes;

    eran altos pero veas que no tenan ms que diecisis aos. El chico comenz a repartir panfletos y la borreguita, alta, muy bien plantada se puso a hacer un discurso sobre la democracia.

    - Los chicos vienen bravos. - coment Hugo. - Pese a que algunos los miraban indiferentes como si estuvieran vendiendo

    pastillas DRF, la mayora los atenda y nadie rechazaba los panfletos. Si vieras la polenta que tenan! A estos no los van a parar as noms.

    - Como en el campeonato de Boca del 63, Qu tiempos locos! Te acords?, la hinchada cantaba:

    De noche, de da, a Boca no lo paran

    ni los tanques de Ongana Despus del recuerdo del cantito futbolero que aluda a los enfrentamientos

    entre militares azules (legalistas) y colorados (golpistas) y al General Juan Carlos Ongana vencedor de esos hechos ocurridos veinticinco aos atrs, la conversacin se perdi en formaciones mticas del club de la ribera y en la gambeta del gran Ernesto Grillo, que fuera jugador de Independiente, aunque termin su carrera en la dcada del 60 en el Boca Juniors multicampen de aquellos aos. Mientras hablaban los parroquianos en el bar, Mara Ins y Christian, a quien todos llamaban Kiki continuaban subiendo a los colectivos, esta vez eligieron un 98, y mientras su compaero reparta los volantes, ella se tomaba del silln del conductor y comenzaba su discurso. Lo tena ajustado al tiempo de reparto del material de propaganda:

    - Seoras y seores, somos de la Franja Morada Secundaria de Avellaneda y queremos advertir del peligro que se cierne sobre la Democracia debido a la rebelin militar que todos conocen. La nica forma de pararlos es con la movilizacin popular y los invitamos a unirse a las marchas y manifestaciones que se realizan en todo el pas.

    La conviccin que denotaban sus palabras causaban su efecto en los pasajeros, pese a que lo tena que decir rpido para poder bajar en la prxima parada, en general la de la calle Beruti, para cruzar la Avenida Mitre, tomar otro colectivo y volver a empezar con la volanteada y el discurso, y as pasaban subiendo y bajando, multiplicando el mensaje de apoyo a la republica en peligro. Por todo Avellaneda volaban los radicales, jvenes y mayores realizando propaganda, llamando a los simpatizantes a participar del acto. Lo mismo hacan los otros partidos polticos para asegurar el xito de la convocatoria. Cuando la caravana

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    parti hacia la Plaza de los Dos Congresos, era un espectculo imponente por el nmero de colectivos y coches que cruzaban el Puente Pueyrredn.

    VII Una vez en la Capital, la caravana de Avellaneda trat de llegar lo ms cerca posible de la Plaza de los Dos Congresos. Entonces no se haba construido la Autopista Sur por lo que entre Hornos y Herrera se extenda un gran baldo, ya que los militares nunca haban concluido las obras, limitndose a demoler los inmuebles, por lo que el lugar pareca los restos de una ciudad bombardeada. Los coches y los colectivos tomaron Hornos, llegaron a Constitucin y por Bernardo de Irigoyen se acercaron a la Avenida de Mayo. Finalmente lograron llegar a la Plaza, donde ya encontraron gran cantidad de manifestantes. Los chicos de la Franja Morada haban comprado, merced donaciones y colectas entre sus militantes, siete bombos y siete redoblantes que retumbaban atronadoramente en la avenida. La Juventud Radical de Avellaneda aprovechaba a desplegar una gran bandera, que tena el tamao exacto para destacarse sin ser demasiado engorroso su traslado ya que no necesitaba sogas para mantenerse erguida, bastando los agujeros estratgicamente dispuestos que impedan que se embolsara el viento. Haba otras banderas y estandartes, como la del propio comit de distrito, ms pequea que la de la Juventud y que se limitaba a un austero y poco imaginativo AVELLANEDA.

    Finalmente llegaron a la Plaza y se colocaron sobre Rivadavia, cerca de la Avenida Callao, donde tenan una buena vista de las escalinatas de ingreso al Palacio del Congreso, por donde imaginaban que debera llegar el presidente Alfonsn para dar su discurso ante la Asamblea Legislativa. Jorge, alentado por Alejandra, quiso estar ms cerca para ver a Alfonsn cuando llegara. Fueron avanzando entre el mar de cabezas y, sin advertirlo, quedaron adentro de las columnas peronistas. Los muchachos de la famosa marcha, tenan cartones de vino de los que haban tomado con generosidad y se produjeron algunos disturbios. Alejandra, de apenas veinte aos, abri los ojos atemorizada. Jorge le dijo al odo:

    - Hacete la desmayada, as salimos. Como si dependiera un Oscar de su actuacin, Alejandra simul un desmayo que

    poco faltaba para que fuera realidad. Como era menuda y pesaba muy poco, Jorge pudo cargarla con facilidad, y dijo:

    - Permiso un mdico! Hay una desmayada. Los peronistas abrieron paso y pudo llegar con su carga a cuestas tras los

    cordones radicales, y a Alejandra se le pas instantneamente la lipotimia. Desde las cuatro de la tarde que estaba llegando gente y hacia las siete, la

    multitud cubra totalmente la Plaza haba gente trepada al Monumento de los Dos Congresos, a las farolas, y los techos de los bares sobre Irigoyen y Rivadavia. Desde los balcones y ventanas de los edificios, los vecinos participaban arrojando papelitos y saludando con los brazos en alto a los manifestantes.

    Haba columnas de todos los colores e ideologas polticas, pero resaltaban los rojos y blancos de la Unin Cvica Radical, que haba reunido a todas sus tribus internas: los de Renovacin y Cambio, los coordinadores y los balbinistas, en sus distintas versiones porteas y bonaerenses. Se veian banderas de las agrupaciones internas y tambin otras banderas histricas como la bandera del Parque, con sus increbles colores blanco, verde y rosa. Todos unidos en su diversidad, cantando:

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    Ojo con tocarlo a Ral, lo banca el Pueblo;

    y por eso, Seor Presidente, decimos: presente!

    por cien aos ms. . En eso atruenan los bombos y estallan petardos, se agitan los estandartes

    verdes de la Renovacin Peronista, mezclados con otros ms tradicionales de otras agrupaciones con los colores azul y blanco. Haba llegado una imponente columna, aunque menor que la radical, y se escucha:

    Che milico, Che milico, No al golpe. Que lleg,

    el peronismo! Los radicales ya le haban tomado el gusto al bombo y montaban sus propias

    bateras, batucadas, con bombos y redoblantes. Al principio de la campaa de Alfonsn causaban sorpresa y hasta disgusto en alguno, pero poco a poco fueron tomando carta de ciudadana radical, cuando los mayores vieron que los ms jvenes los adoptaban sin prejuicios y perciban que olan a nuevas mayoras. Entonces viene la respuesta de las bateras radicales:

    No son iguales, no son iguales,

    los bombos peronistas, que los bombos radicales.

    Pronto se abandona la rivalidad de las mayoras. Aparecen las banderas rojas y negras de la Revolucin Nicaragense, la bandera de Sandino que adopt el Partido Intransigente, en alto mientras sus militantes saltan y gritan:

    Somos la patota del doctor Oscar Alende,

    largue todo y venga volando,

    que se est gestando la revolucin

    Aunque mezclados con las banderas de la renovacin peronista hay alguna de sus aliados democristianos, y se dice que apareci, como perdida, una pancarta desafiando la desaparicin del MID de Frondizi y Frigerio, la representatividad de la otrora multipartidaria haba quedado reducida a los tres primeros partidos, y algunos que todava esperaban el Tercer Movimiento Histrico cantaban:

    Radicales de Yrigoyen, peronistas de Pern,

    socialistas, intransigentes, Para la liberacin!

    Los jvenes peronistas cantan su clsico:

    Y ya lo ve, y ya lo ve

    Es la gloriosa jotap! Pero todos se unen en un clima de fiesta cuando cantan el que todos consideran clsico de los ltimos aos de la Dictadura, el que se cantaba en los recitales y en las

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    canchas, como un grito de desafo, el que apareci en las manifestaciones de las fuerzas populares desde 1982:

    Milicos, muy mal paridos: Qu es lo que han hecho con los desparecidos,

    la deuda externa, la corrupcin? Son la peor mierda que ha pisado la Nacin.

    Qu pas con las Malvinas? Esos chicos dnde estn. No podemos olvidarlos,

    y por eso hay que luchar. Lgicamente haba cantos hostiles a los militares, algunos muy hostiles. Si bien

    los chicos de Avellaneda no lo escucharon, Gustavo, un periodista que cubra la crisis de Semana Santa para el diario La Razn, cont que haba odo a un centenar de jvenes corear:

    Videla Viola y Massera, hagan las tumbas que Aramburu los espera.

    No va a quedar ningn milico, venceremos esta vez! Y si queda uno solito

    lo matamos en el cuartel An as era un hecho aislado y la Plaza continu de fiesta, hasta que, por una

    de las esquinas, se ve una imponente bandera negra que tena escrito en letras blancas: MONTONEROS. Un murmullo de disgusto recorri toda la plaza, enseguida se oyen unos silbidos y unos gritos, y luego la multitud comienza a corear:

    Montos, atrs! El pueblo quiere paz

    Los de Avellaneda estn un poco lejos, pero intuyen un forcejeo con las otras columnas, hasta que los Montoneros bajan la bandera que la multitud tom como una provocacin. Nuevamente los Montoneros se haban equivocado. Desde el inicio de la Democracia los Montoneros no supieron qu hacer. Usaron el dinero y las estructuras militantes que tenan, para formar una lnea interna dentro del peronismo, Intransigencia y Movilizacin, una especie de cambio de marca manteniendo la identificacin del color negro y blanco. Pusieron mucha plata, que les alcanz para alquilar un histrico caudillo peronista, el catamarqueo Vicente Lenidas Saadi, que con la contundencia de sus billetes lleg a ser vicepresidente 1 del Partido, y hasta fundaron un diario: La Voz, un fracaso editorial cuyo mayor mrito fue la publicacin por entregas de Manual de Perdedores de Juan Sasturain en contratapa. La gente no los quera, y ellos no entendan por qu. Cuando Mario Firmenich fue extraditado de Brasil en 1984, pensaron que la llegada del lder montonero provocara una especie de 17 de octubre, pero no pas nada. Para hacer poltica, tenan que esconder su nombre y despus del fracaso de Autonoma y Liberacin, Firmenich pas a liderar, desde la crcel, una agrupacin llamada Peronismo Revolucionario, que tampoco pudo alcanzar relevancia alguna. No obstante mantenan un, cada vez ms menguante, grupo militante que exhiban en las manifestaciones. Los Montoneros no se resignaban a no ser lo que fueron. Tenan hartos a los militantes de todos los partidos polticos con su soberbia y planteos irreales. Cuando el Movimiento de Juventudes Polticas coordinaba marchas conjuntas, ellos exigan siempre estar adelante, diciendo que eran los que movilizaban ms gente, y cuando fue

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    evidente que el radicalismo mostraba un nivel de movilizacin superior, entonces apelaban a que ellos eran los que tenan ms muertos, y si la discusin se tensaba, sacaban a relucir las armas, porque no haban perdido la costumbre de andar armados. Eduardo recordaba bien una reunin a principios de 1983, despus de una marcha en que los radicales dejaron a los Montoneros encabezar la columna, los delegados de las secciones de la Capital, hartos de prepotencia, se quejaban de Jess Rodrguez, que entonces lideraba la Junta Coordinadora Nacional de la Juventud Radical de la Capital Federal, por permitirlo. La reunin se puso tensa, hasta se discuti el liderazgo del Gallego, acusndolo de flojo. Rodrguez dijo:

    - Los Montos quieren un muerto. Llevan chumbos y estn locos. Todos estn cansados de los Montoneros, pero si los primerimos va a haber disturbios y alguno va a cometer una barrabasada. Yo me siento responsable por la seguridad de cada uno de los chicos que acompaan las banderas radicales y por discutir quien va primero o segundo en una marcha, no voy a arriesgar la vida de ninguno. Desde ese momento, y hasta el presente, Eduardo siente una fuerte simpata por Jess Rodrguez. En la exaltacin militante de una reunin, no fue fcil decir lo que dijo esa noche. En esos das de Semana Santa, muchas veces recordara las palabras de Jess Rodrguez, que entonces tendra la edad que tena Eduardo, y la responsabilidad, que como secretario de la Juventud de Avellaneda le caba en la emergencia.

    El MAS, partido marxista de filiacin trotskista, estaba entonces aliado con el

    estalinista Partido Comunista Argentino en una nueva y equvoca resurreccin del Frente Popular que se llamaba FREPU, Frente del Pueblo A diferencia del comunismo, el MAS, Movimiento al Socialismo, tena un dirigente muy carismtico y de alto perfil en los medios de difusin, Luis Zamora, que aprovechando ambigedades ideolgicas y la libertad que da la nula representacin institucional, haca altisonantes declaraciones que lo convertan en el preferido de los periodistas. Contrariamente al perfil de la dirigencia trotskista tradicional proveniente del viejo PST, Zamora era menos dogmtico, abogado de los derechos humanos y criado en una casa de clase media en San Isidro, la nomenclatura ortodoxa del partido le desconfiaba y reprochaba por lo bajo su pasado de exrugbier. Pero lo cierto que le haba dado al MAS una visibilidad nunca antes lograda por la izquierda dura. Con el MAS se aplicaba perfectamente el llamado Teorema de Baglini. Ral Baglini era un diputado radical mendocino, un hombre de mucho humor (en ese mismo ao 1987, un contrincante usaba el slogan Bordn 87, entonces Baglini, que era muy gordo, hizo pegar carteles con el slogan: Baglini 120). Este diputado gordo, humorista y brillante, haba popularizado, en los medios polticos, un teorema en broma que deca que la responsabilidad de las propuestas polticas de un partido era directamente proporcional a su representatividad. El MAS era la demostracin prctica de los dichos del mendocino. El MAS entr a la Plaza de los Dos Congresos cantando:

    Eso pasa, eso pasa. Eso pasa: por el punto final!

    En la columna, Eduardo encontr a Pedro, estudiante de sociologa que haba militado en Avellaneda en el Comit de Sarand, pero luego se haba pasado a la agrupacin universitaria del MAS y haca tiempo que no lo vean. An en la militancia radical, Pedro tena el aspecto exterior del biotipo del militante de izquierda. As como los militantes capitalinos de la Coordinadora se los reconoca por su blazer; a los del MAS y sus primos del P.O. se los sacaba por la barba larga y el pelo sucio y crecido, la preferencia por colores apagados y un morral de lona al hombro Cualesquiera fueran

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    las diferencias, polticas y estticas, se saludaron con afecto. - Por qu no se dejan de embromar con los cantitos? - Le dijo Eduardo casi al

    odo por el gritero de la multitud. - Para dejar en claro que la culpa de la rebelin la tiene Alfonsn, por su poltica

    capituladora frente a los militares. - Le respondi. En ese momento, desde la columna del MAS se desprendieron unos chicos con apagada campera verde y brazaletes rojos en el brazo que comenzaron a gritar:

    - Vamos!, Adentro del cordn que nos vamos! - Qu pasa? - Pregunt Pedro. - Nos vamos. Vamos a hacer nuestro propio acto. - Le respondieron y siguieron

    de largo. - Che, y la unidad de accin del pueblo organizado? - Le pregunt con sorna

    Eduardo leyendo un volante que repartan los amigos de Pedro - As se aplica la unidad de accin: en la movilizacin de las masas, aunque la

    direccin sea burguesa, aunque los organismos superestructurales sean controlados por la burguesa. - Recit y se alej para meterse en la columna con sus compaeros que buscaba la Avenida Entre Ros, no sin antes gritar: - Como deca Lenn, hay que golpear al gobierno de costado mientras se lucha contra los genocidas! Luego, el MAS y el Partido Comunista, se retiraron completamente de la Plaza de los Dos Congresos, con la intencin de realizar un acto a pocas cuadras de all, donde, paradjicamente manifestaron su decisin de impulsar la movilizacin de manera unitaria o dicho de otra manera, se separaban para unirse. Nadie se enter demasiado de la ida de los abanderados de la revolucin proletaria.

    Ya estaban encendidas las luces de los faroles de la plaza cuando, a las ocho de la noche lleg Alfonsn al Congreso Nacional. Ingres al recinto colmado que estall en un aplauso cerrado. Por su parte, el Presidente, entr aplaudiendo devolviendo el gesto. Se sent en el silln de la presidencia de la Cmara, y comenz su discurso:

    Seores participantes de este verdadero cabildo abierto de la democracia argentina

    El discurso fue transmitido por los parlantes a todos los que estaban en la Plaza. Trataron de escucharlo con atencin, aunque era tal la multitud que algunos sectores no podan siquiera orlo. Desde donde estaban los de Avellaneda se oa bien. Varias veces fue interrumpido con aplausos. Terminado el acto en el recinto, se dirigi a un balcn, que estaba ubicado en la oficina del vicepresidente Martnez, y desde all dio un breve discurso a la multitud, luego que se calmaran los aplausos al primer mandatario. Dijo Alfonsn:

    Muchas gracias por esta demostracin extraordinaria del pueblo de la Capital, que se est reiterando en todas las capitales de provincia. Muchas gracias por esta voluntad de defender la democracia de los argentinos, que es defender nuestra propia dignidad. Muchas gracias por salvar la dignidad de la Repblica en el marco nacional e internacional. Tengan la seguridad de que lograremos nuestros objetivos a travs del esfuerzo del conjunto nacional. Entregaremos a nuestros hijos el pas que nos merecemos, Muchas gracias.

    Fue atronadora la ovacin de la multitud. La firmeza de la entonacin de las breves palabras que pronunci fue lo que la gente necesitaba para dar por cumplido su deber del da, y renovar las esperanzas de una pronta solucin. Se inici, apagados los aplausos y los vtores, una ejemplar desconcentracin sin incidentes y en orden perfecto.

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    La convocatoria a la Asamblea Legislativa fue un xito. Nunca jams en la historia se haba logrado mostrar un consenso semejante en la defensa de las instituciones. La noche del jueves, Horacio estaba rendido despus de estar veinte horas de pie sostenido a base de caf y nervios, y se distendi en un bar de la Avenida de Mayo. Pero algo le deca que no todo estaba bien. En realidad la cuestin militar no se haba solucionado, Ernesto Barreiro continuaba acuartelado en Crdoba y se hablaba de movimientos inusuales en Campo de Mayo.

    - Esta noche duermo en la casa de mi vieja. Anunci al que tena al lado. - Vos tambin penss que te pueden chupar? le preguntaron. - No, es que en mi departamento no tengo telfono y mi mam tiene. Si me

    necesitan me pueden localizar ms fcil, hoy a la maana tuvieron que venir a avisarme a casa.

    Mantenerse en accin exorcizaba en Horacio los temores y pensamientos negativos. Siempre tuvo la certeza de un desenlace favorable. Ni an en los momentos ms difciles pens siquiera que su vida corriera peligro o que estuviera haciendo algo heroico. Pronto esas convicciones se pondran con fuerza a prueba, pero su actitud nunca vari. Sea que creyera con Virgilio que Audaces Fortuna Juvat (la fortuna ayuda a los audaces), o que fuera un reverendo inconsciente, nunca vari su actitud de fondo. A lo mejor, pens, simplemente era valiente. El pensamiento lo reconfort.

    VIII Sergio era de Chascoms, pero entonces trabajaba en La Plata y estudiaba en la Facultad de Derecho de su universidad, por lo que la rebelin lo sorprendi en la capital de la Provincia. Era muy delgado, menudo de cuerpo y el pelo, abundante y ondeado, en lucha por mantener la raya en una lnea recta. Era dinmico pero con el toque de serenidad que le daba el haber nacido en un distrito del interior. Estuvo en la concentracin de la Plaza Moreno, junto con miles de jvenes estudiantes, pero cuando ya el fro manso del otoo comenzaba a hacerse sentir, mengu la cantidad de gente, pues muchos buscaron refugio en sus hogares y de paso ver por televisin el discurso de Alfonsn. El mejor lugar para calmar la ansiedad de noticias en la ciudad de las diagonales era la Legislatura. Jorge Fava y Augusto Espinosa, eran dos diputados de la Tercera Seccin Electoral, tenan muy buena relacin con los jvenes de Renovacin y Cambio, as que pas a verlos. Estaban en el despacho del segundo, con un militante que Sergio conoca, pero cuyo nombre no record en el momento. Los encontr muy preocupados. - Me tiene inquieto la situacin del Regimiento 8 de Magdalena. - Le explic Espinosa. - Se rebelaron tambin? - pregunt. Sergio. - Es ms complicado, no hay ninguna noticia, algunos amigos que tienen conocidos en el cuartel me dicen que todo es muy confuso. Que los militares estn deliberando y que algunos que tenan que estar de franco han vuelto al regimiento, no se si es porque piensan que los van a movilizar o porque ellos mismos piensan salir solos, no hay confirmaciones claras en ningn sentido. - Agreg Fava. - Entonces? - Pregunt. - Entonces nos vamos para all!. - Dijo Espinosa y se puso de pie. - Tengo el coche en el estacionamiento. Vienen?.. Ya era noche cerrada, el regimiento estaba a ms de cincuenta kilmetros por una ruta no demasiado bien sealizada y oscura, poda haber retenes en el camino y

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    caba el riesgo de que, si se haban amotinado. que capturaran a dos diputados de la Provincia produciendo un problema institucional maysculo. La propuesta de Espinosa era una imprudencia evidente, pero sin pensarlo ni un segundo, los tres imprudentes que lo escuchaban lo siguieron hacia el pasillo. Espinosa tena un Peugeot 505, as que por lo menos viajaran cmodos. Como los diputados estaban acostumbrados a recorrer los caminos de su seccin electoral, no hubo vacilaciones en la ruta, tampoco se encontraron con ninguna patrulla enemiga, pero recorrieron el permetro del regimiento sin poder sacar ninguna conclusin vlida.

    - No hay movimientos de ningn tipo. - Admiti Espinosa. Se volveran a La Plata al menos ms tranquilos. - Los norteam