Ecuador en los Ojos de Fuera

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Visitantes extranjeros hablan sobre Ecuador... Desde el siglo XVI.

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Pedro Saad Herrera

ECUADOR EN LOS OJOS DE FUERA

Quito, 2006

Introduccin

El rostro en el espejoPuede una persona o un pueblo entenderse a s mismo? O slo podr conocerse en realidad, sin benevolencias ni maquillajes, en la visin que los otros tienen acerca de l? La verdad, tanto en la vida de los individuos cuanto en la existencia de las naciones, es que nicamente uno mismo puede auto-definirse y encontrar su lugar y su camino; pero es indudable que, para llegar a ese conocimiento, la visin desde fuera es un elemento indispensable para poder juzgarse y evaluarse con sinceridad y sin complacencias. Tanto la Biblia (que habla de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio) cuanto todos los grandes pensadores de todos los tiempos han enfatizado esa necesidad de "verse en el espejo"; es decir, escuchar con atencin cmo nos ven, qu piensan de nosotros y cunto nos valoran para llegar a una apreciacin objetiva de quines somos y adnde vamos. Este libro es una especie de bazar de barrio; una recopilacin de espejos o de fragmentos de espejos: una antologa (necesariamente apretada y escueta) de lo que han escrito extranjeros sobre nuestro pas en el curso de cinco siglos, desde cuando, el 21 de septiembre de 1526, el piloto Bartolom Ruiz, a rdenes de Francisco Pizarro, fue el primer europeo en ver costas ecuatorianas, hasta mediados del siglo XX y el estallido de la segunda guerra mundial. Por supuesto que ni Bartolom Ruiz (de quien no tenemos testimonio directo) fue el primero ni Benno Weiser el ltimo visitante en hablar sobre esta tierra; pero los anteriores (incluidos los incas) no dejaron testimonios escritos, y los ltimos han sido tan numerosos (unos 600,000 por ao) que sera imposible recopilar sus opiniones. Sin embargo, estos lmites temporales son slo una de las caractersticas que debemos aclarar. Aqu van otras

Las fuentesAl final de cada testimonio se dan unas referencias bibliogrficas, tiles para los lectores que se sientan "picados en la curiosidad" y deseen leer ms de lo escrito por Jorge Juan o Charles Darwin, por ejemplo; pero hay varias antologas previas realizadas con finalidades similares a sta, aunque limitadas a uno o dos siglos, o exclusivamente a una ciudad, o estrictamente sobre un tema. Ellas han sido invalorables para realizar este trabajo, y es de elemental justicia que al menos se mencionen aqu: - "El Ecuador visto por los extranjeros", tomo 13 de la Biblioteca Ecuatoriana Clsica. Seleccin de Humberto Toscano. Quito, Edit. CEyP, 1989. (siglos XVIII y XIX). - "Quito en los ojos de los viajeros". Seleccin de Ximena Romero. Edit. AbyaYala. Quito, 2000. (siglo XVIII). - "Guayaquil y el ro". Coleccin en varios volmenes. Compilacin de Jos Antonio Gmez Iturralde y Guillermo Arosemena Arosemena. Edicin Archivo Histrico del Guayas. Guayaquil, 1997.

- "Ecuador visto por los extranjeros". Sin sealar antlogo. Edit. Salvat. Quito, 1983. (se trata de las contraportadas de los fascculos que compusieron los tiles 8 volmenes de la "Historia del Ecuador" de la misma editorial). - "Quito segn los extranjeros". Compilador: Manuel Espinosa Apolo. Edit. Centro Felipe Guamn. Quito, 1998. Del mismo, "As fue". Quito, 2000. - "Quito, tradiciones, testimonio y nostalgia". Varios volmenes. Compilador: Edgar Freire Rubio. Quito, e/a, 1993 (para el volumen 3). Los autores Casi no hara falta decirlo; pero es de rigor hacerlo constar: el antlogo de la obra que el lector tiene en sus manos no comparte necesariamente la visin ni los conceptos de los autores incluidos en esta seleccin, y los fragmentos elegidos lo han sido exclusivamente en funcin de la importancia que ellos revisten para la reflexin sobre la identidad nacional, en el sentido expresado al comienzo de esta introduccin. Agradecimientos Esta obra habra sido ms pobre sin la colaboracin generosa de algunas personas. Entre ellas hay que resaltar a Ivan Egez, Juan Cueva Jaramillo y Eduardo Puente. Pero est sobre todo en deuda con el trabajo fraterno y desinteresado de Julio Csar de la Roche Martnez, quien contribuy de manera muy amplia y permanente en la seleccin, la organizacin y la revisin general de los textos. Todos ellos son acreedores al reconocimiento por las eventuales virtudes de esta obra, pero son totalmente inocentes de sus errores u omisiones. Pedro Saad Herrera *****

Siglo XVI: El choque y el asombroEn realidad, hablar de "visiones de extranjeros" en el siglo XVI es un abuso. Las 5 que recopilamos en este apartado estn escritas por espaoles, quienes a la poca no podan considerarse "extranjeros", pues se haban enseoreado en la tierra y la consideraban propia. Pero no lo era. O, al menos, tal vez la tierra fuese de ellos, como fruto de la conquista; pero ellos no eran todava de la tierra, y slo posteriormente, con la colonia, habran de afincarse entre nosotros y vincular su destino personal con la suerte del pas que habitaban. Slo el quinto de estos relatos (unas pocas notas sobre la revolucin de las alcabalas) puede considerarse parte ya de la colonia. Los otros cuatro son relaciones de corsarios, que no han venido a poblar un baldo, sino a saquear unos pueblos. Adems, debemos recordar que, todava a mediados del siglo XVI, los indios no eran considerados "seres humanos", en todo el sentido de la palabra, y en consecuencia no se narraba su historia, sino apenas se describan sus costumbres, pues nadie pensara en escribir la historia de una jaura de perros o una manada de monos, como en general se estimaba a los americanos. Pedro de Cieza de Len, llamado "el prncipe de los cronistas", es una excepcin a lo anterior. Era, a distingo de sus compaeros de aventura, muchos de ellos analfabetos, un hombre culto y bien educado en el manejo de la lengua, aunque no dispongamos de datos sobre su formacin acadmica. Es el nico de los conquistadores que parece entender siquiera algo del mundo al que ha llegado. En esto tuvimos mala suerte en Sudamrica, pues los dos principales adalides que nos llegaron (Pizarro y Almagro) ni siquiera pudieron firmar su nombre cuando acordaron, todava en Panam, repartirse las tierras y el botn que encontraran en la entonces llamada Tierra Firme, que luego bautizaron con el genrico de "Per". A diferencia de ellos, Hernn Corts, el conquistador de Mxico, haba cursado dos aos de la Universidad de Salamanca, y sus Cartas al rey evidencian esa cultura. Incluso su opositor, Bernal Daz del Castillo, nos dej una soberbia "Verdadera Historia" de aquella conquista. Ac no pas nada de eso. Vinieron, mataron, saquearon y se fueron. Pero hay distincin en los relatos. Cuando, hacia junio de 1533, se repartieron el rescate de Atahualpa, las riquezas obtenidas no tenan parangn en la historia. A Francisco Pizarro, por ejemplo, le correspondieron 312,000 pesos de su parte en dicho rescate, y a cada "capitn de a caballo" le cupieron 50,000. A la poca, esa era la cifra que se asignaba a don Felipe, el prncipe heredero, de modo que unos porquerizos analfabetos de la Extremadura adquirieron literalmente riquezas imperiales. Y se volvieron locos. Si una fortuna as haba sido posible en Cajamarca, quiz cualquier leyenda podra ser cierta, y corrieron a buscarlas. La codicia del primer momento se volvi demencia.

Gonzalo Pizarro fue en pos del Pas de la Canela; Sebastin de Benalczar march al Norte tras los pasos de El Prncipe Dorado; Hernando de Soto no cej hasta llegar a la Florida, tratando de encontrar La Fuente de la Juventud Y Francisco de Orellana se adentr en la selva, osando penetrar en el pas de las Amazonas. A esa aventura se refiere el relato de Fray Gaspar de Carvajal. Luego hallaran que las verdaderas riquezas no estaban en los sueos, sino bajo los pies, y encontraron las increbles minas de plata de Potos (en Bolivia) y Zacatecas (en Mxico), y los pases menos afortunados en riquezas mineras nos convertimos en agricultores o manufactureros, y la abundancia provino de los tributos e impuestos. Uno de ellos, la denominada alcabala, era un impuesto al comercio (algo as como el IVA del siglo XVI), y surgieron las rebeliones del pueblo, como lo narra Pedro Ordez de Cevallos en nuestra ltima crnica de este captulo. *****

ALGUNAS IMPRESIONES Y NOTICIAS DEL ASENTAMIENTOLa ciudad de San Francisco de Quito est a la parte del Norte en la interior provincia del reino del Per. Corre el trmino de esta provincia de longitud (que es de Este Oeste) casi setenta leguas y de latitud veinte y cinco o treinta. Est asentada en unos antiguos aposentos que los incas haban en el tiempo de su seoro mandado hacer en aquella parte y habalos ilustrado y acrecentado Huayna Capac y el gran Tupac inca, su padre. A estos aposentos tan reales y principales llamaban los naturales Quito, por donde la ciudad tom denominacin y nombre del mismo que tenan los antiguos. Es sitio sano ms fro que caliente. Tiene la ciudad poca vista de campos o casi ninguna, porque est asentada en una pequea llanada a manera de hoya que unas sierras altas donde ella est arrimada hacen, que estn de la misma ciudad entre el norte y el poniente. Es tan pequeo sitio y llanada que se tiene que el tiempo adelante han de edificar con trabajo si la ciudad se quisiere alargar, la cual podran hacer muy fuerte si fuese necesario. Esta ciudad de Quito est metida debajo de la lnea equinoccial tanto que la pasa casi a siete leguas. Es tierra toda la que tiene por trminos al parecer estril; pero en efecto es muy frtil, porque en ella se cran todos los ganados abundantemente y lo mismo todos los otros bastimentos de pan y legumbres, frutas y aves. Es la disposicin de la tierra muy alegre y en extremo parece a la de Espaa en la hierba y en el tiempo, porque entra el verano por el mes de abril y marzo y dura hasta el mes de noviembre, y aunque es fra se agosta la tierra ni ms ni menos que como en Espaa. En las vegas se coge gran cantidad de trigo y cebada y es mucho el mantenimiento que hay en la comarca de esta ciudad y por tiempo se darn toda la mayor parte de las frutas que hay en nuestra Espaa, porque ya se comienzan a criar algunas. Los naturales de la comarca, en general son ms domsticos y bien inclinados y ms sin vicio que ningunos de los pasados, ni aun de los que hay en toda la mayor parte del Per, lo cual es segn lo que yo vi y entend; otros habr que tendrn otro parecer; mas si hubieren visto y notado lo uno y lo otro como yo, tengo por cierto que sern de mi opinin. Es gente mediana de cuerpo y grandes labradores y han vivido con los mismos ritos que los reyes incas, salvo que no han sido tan polticos ni lo son, porque fueron conquistados por ellos y por su mano dada la orden que ahora tienen

en el vivir; porque antiguamente eran como los comarcanos a ellos, mal vestidos y sin industria en el edificar. Hay muchos valles calientes, donde se cran muchos rboles de frutas y legumbres, de que hay gran cantidad en todo lo ms del ao. Tambin se dan en estos valles vias, aunque, como es principio, de sola la esperanza que se tiene de que se darn muy bien se puede hacer relacin y no otra cosa. Hay rboles muy grandes de naranjos y limas y las legumbres de Espaa que se cran son muy singulares, y todas las ms y principales que son necesarias para el mantenimiento de los hombres. Tienen mucha cantidad de algodn, de que se hacen ropas para su vestir y para pagar sus tributos. Haba en los trminos de esta ciudad de Quito gran cantidad de este ganado que nosotros llamamos ovejas, que ms propiamente tiran a camellos. Adelante tratar de este ganado y de su talle y cuantas diferencias hay de estas ovejas y carneros que decimos del Per. Hay tambin muchos venados y gran cantidad de conejos y perdices, trtolas, palomas y otras cazas. De los mantenimientos naturales fuera del maz, hay otros dos que se tienen por principal abastecimiento entre los indios: al uno llaman papas, que es a manera de turmas de tierra, el cual despus de cocido queda tan tierno por dentro como castaa cocida. Hay otro bastimento muy bueno, a quien llaman quinua, la cual tiene la hoja ni ms ni menos que bledo morisco, y crece la planta del casi un estado de hombre, y echa una semilla muy menuda: ella es blanca y ella es colorada, de la cual hacen brebajes, y tambin la comen guisada como nosotros el arroz. Otras muchas races y semillas hay sin stas: mas conociendo el provecho y utilidad del trigo y de la cebada, muchos de los naturales sujetos a esta ciudad de Quito siembran de lo uno y de lo otro, y usan comer de ello y hacen brebajes de la cebada. Y como arriba dije, todos estos indios son dados a la labor, porque son grandes labradores, aunque en algunas provincias son diferentes de las otras naciones, como dir cuando pasare por ellos, porque las mujeres son las que labran los campos y benefician las tierras y mieses, y los maridos hilan y tejen y se ocupan en hacer ropa y se dan a otros oficios femeniles, que debieron aprender de los incas; porque yo he visto en pueblos de indios comarcanos al Cuzco, de la generacin de los incas, mientras las mujeres estn arando, estn ellos hilando y aderezando sus armas y su vestido, y hacen cosas ms pertenecientes para el uso de las mujeres que no para el ejercicio de los hombres. Haba en el tiempo de los incas un camino real hecho a manos y fuerzas de hombres, que sala de esta ciudad y llegaba hasta la del Cuzco, de donde sala otro tan grande y soberbio como l, que iba hasta la provincia de Chile, que est del Quito ms de mil y doscientas leguas; en los cuales caminos haba a tres y a cuatro leguas muy galanos y hermosos aposentos o palacios de los seores, y muy ricamente aderezados. Podrase comparar este camino a la calzada que los romanos hicieron, que en Espaa llamamos camino de la Plata. Pedro Cieza de Len. 1548 Tomado de: Cieza de Len, La Crnica del Per, tercera edicin, Coleccin Austral, Espasa Calpe, S.A., Madrid, 1962, Pgs. 128-131. *****

LA ESMERALDA DE MANTA

As, estos indios, no embargante que adoraban al sol y a la luna, tambin adoraban en rboles, en piedras y en la mar y en la tierra, y en otras cosas que la imaginacin les daba. Aunque, segn yo me inform, en todas las ms partes destas que tenan por sagradas era visto por sus sacerdotes el demonio, con el cual comunicaban no otra cosa que perdicin para sus nimas. Y as, en el templo ms principal de Pachacama tenan una zorra en grande estimacin, la cual adoraban. Y en otras partes, como ir recontando en esta historia, y en esta comarca, afirman que el seor de Manta tiene o tena una piedra de esmeralda, de mucha grandeza y muy rica, la cual tuvieron y poseyeron sus antecesores por muy venerada y estimada, y algunos das la ponan en pblico, y la adoraban y reverenciaban como si estuviera en ella encerrada alguna deidad. Y como algn indio o india estuviese malo, despus de haber hecho sus sacrificios iban a hacer oracin a la piedra, a la cual afirman que hacan servicio de otras piedras, haciendo entender el sacerdote que hablaba con el demonio que vena la salud mediante aquellas ofrendas; las cuales despus el cacique y otros ministros del demonio aplicaban a s, porque de muchas partes de la tierra adentro venan los que estaban enfermos al pueblo de Manta a hacer los sacrificios y a ofrecer sus dones. Y as, me afirmaron a m algunos espaoles de los primeros que descubrieron este reino, hallar mucha riqueza en este pueblo de Manta, y que siempre dio ms que los comarcanos a l a los que tuvieron por seores o encomenderos. Y dicen que esta piedra tan grande y rica que jams han querido decir della, aunque han hecho hartas amenazas a los seores y principales, ni aun lo dirn jams, a lo que se cree, aunque los maten a todos: tanta fue la veneracin en que la tenan. Pedro Cieza de Len. 1548 Tomado de: Cieza de Len, La Crnica del Per, tercera edicin, Coleccin Austral, Espasa Calpe, S.A., Madrid, 1941, Pgs. 162-163. *****

LOS PUENTES QUE LOS INDIOS ACOSTUMBRAN HACERCamin el gobernador dos das por un valle abajo, a la orilla del ro de Xauxa, que era muy deleitable y poblada de muchos lugares, y al tercer da lleg a un puente de redes que est sobre el dicho ro, el cual haban quemado los soldados indios despus que hubieron pasado; pero ya el capitn que haba ido por delante haba hecho que los naturales lo repusieran. Y las partes en que hacen estos puentes de redes, donde los ros son crecidos, por estar poblada la tierra adentro lejos del mar, casi no hay indio alguno que sepa nadar, y por esta causa, aunque los ros sean pequeos y se puedan vadear, no obstante les echan puentes, de este modo: Echan una pared grande de piedra y despus ponen cuatro bejucos que atraviesan el ro, gruesos de dos palmos o poco menos y en el medio figura a manera de zarzo entretejen mimbres verdes gruesos como dos dedos bien tejidos, de suerte que unos no queden ms flojos que otros, atados en buena forma, y sobre stos ponen ramas atravesadas de modo que no se ve el agua y de esta manera es el piso del puente. Y de la misma suerte tejen una barandilla en el bordo del puente con estos mismos mimbres, para que nadie pueda caer en el agua, de lo cual no hay a la verdad ningn peligro haberlo de pasar, porque siendo el trecho grande se dobla el puente cuando pasa uno por l, que siempre va uno bajando hasta el medio, y desde all

subiendo, hasta que acabe de pasar a la otra orilla, y cuando se pasa tiembla muy fuerte, de manera que al que no est a ello acostumbrado se le va la cabeza. Hacen de ordinario dos puentes juntos, porque dicen que por el uno pasan los seores y por el otro la gente comn. Pedro Sancho de la Hoz. 1534 Tomado de: Cronistas Coloniales (primera parte), Biblioteca Ecuatoriana Mnima, Quito, 1960, Pgs. 157-159. *****

DE CMO LES EXPLIC UN INDIO EL GNERO DE VIDA QUE TENAN LAS AMAZONAS28.- En este asiento el capitn tom al indio que se haba tomado arriba, porque ya le entenda por un vocabulario que haba hecho, y le pregunt que de dnde era natural: el indio dijo que de aquel pueblo donde le haban tomado; el capitn le dijo que cmo se llamaba el seor desa tierra, y el indio le respondi que se llamaba Couynco, y que era muy gran seor y que seoreaba hasta donde estbamos, que, como dicho tengo, haba ciento cincuenta leguas. El capitn le pregunt qu mujeres eran aquellas (que) haban venido a les ayudar y darnos guerra: el indio dijo que eran unas mujeres que residan la tierra adentro siete jornadas de la costa, y por ser este seor Couynco sujeto a ellas, haban venido a guardar la costa. El capitn le pregunt si estas mujeres eran casadas: el indio dijo que no. El capitn le pregunt que de qu manera viven: el indio respondi que, como dicho tiene, estaban la tierra adentro, y que l haba estado muchas veces all y haba visto su trato y vivienda, que como su vasallo iba a llevar el tributo cuando el seor lo enviaba. El capitn pregunt si estas mujeres eran muchas: el indio dijo que s, y que l saba por nombre setenta pueblos, y contlos delante de los que all estbamos, y que en algunos haba estado. El capitn le dijo que si estos pueblos eran de paja: el indio dijo que no, sino de piedra y con sus puertas, y que de un pueblo a otro iban caminos cercados de una parte y de otra y a trechos por ellos puestos guardas porque no pueda entrar nadie sin que pague derechos. El capitn le pregunt si estas mujeres paran: el indio dijo que s. El capitn le dijo que cmo, no siendo casadas, ni resida hombre entre ellas, se empreaban: l dijo que estas indias participan con indios en tiempos, y cuando les viene aquella gana juntan mucha copia de gente de guerra y van a dar guerra a un muy gran seor que reside y tiene su tierra junto a la destas mujeres, y por fuerza los traen a sus tierras y tienen consigo aquel tiempo que se les antoja, y despus que se hallan preadas les tornan a enviar a su tierra sin les hacer otro mal; y despus, cuando viene el tiempo que han de parir, que si paren hijo le matan y le envan a sus padres, y si hija, la cran con muy gran solemnidad y la imponen en las cosas de la guerra. Dijo ms, que entre todas estas mujeres hay una seora que sujeta y tiene todas las dems debajo de su mano y jurisdiccin, la cual seora se llama Coori.

Dijo que hay muy grandsima riqueza de oro y plata, y que todas las seoras principales y de manera no es otro su servicio sino oro o plata, y las dems mujeres plebeyas se sirven en vasijas de palo, excepto lo que llega al fuego, que es barro. Dijo que en la cabecera y principal ciudad en donde reside la seora hay cinco casas muy grandes que son adoratorios y casas dedicadas al sol, las cuales ellas llaman caranain, y en estas casas por de dentro estn del suelo hasta medio estado en alto planchadas de gruesos techos aforrados de pinturas de diversos colores, y que en estas casas tienen muchos dolos de oro y de plata en figuras de mujeres, y mucha cantera de oro y de plata para el servicio del sol; y andan vestidas de ropa de lana muy fina, porque en esta tierra hay muchas ovejas de las del Per: su traje es unas mantas ceidas desde los pechos hasta abajo, encima echadas, y otras como manto abrochadas por delante con unos cordones; traen el cabello tendido en su tierra y puestas en la cabeza unas coronas de oro tan anchas como dos dedos y aquellos sus colores. Dijo ms, que en esta tierra, segn entendimos, hay camellos que los cargan, y dice que hay otros animales, los cuales no supimos entender, que son del tamao de un caballo, y que tienen: el pelo de un jeme y la pata hendida, y que los tienen atados, y que dstos hay pocos. Y todo lo que este indio dijo y ms nos haban dicho a nosotros a seis leguas de Quito, porque de estas mujeres haba all muy gran noticia, y por las ver vienen muchos indios el ro abajo mil y cuatrocientas leguas; y as nos decan arriba los indios que el que hubiese de bajar a la tierra de estas mujeres haba de ir muchacho y volver viejo. Fray Gaspar de Carvajal.1542 Tomado de: Relacin del Nuevo Descubrimiento del ro Grande de las Amazonas, Biblioteca Ecuatoriana Amaznica, 1992, Pgs. 129-130. *****

LA REVOLUCIN DE LAS ALCABALASJuntronse una noche todas las mujeres de la ciudad, de todas calidades, y se fueron tapadas, sin consentir fuese hombre con ellas, y entraron en las casas Reales, y despus de pasados muchos razonamientos y chistes sacaron al Procurador Bellido a pesar del Presidente, que no le aprovech decir que no era por las alcabalas la prisin sino por otras cosas; a lo cual respondan, que despus lo prenderan y otras razones muy pesadas. Querer contar por menudo todas las cosas que pasaron en estos alborotos. seria comenzar historia nueva. Tocar algunas cosas, y sea la primera: Que sobre estar el estandarte real en las casas reales, donde se haba pasado como General el Licenciado Zorrilla; las banderas y cuerpo de guardia que estaban en la Plaza, junto a las puertas del Cabildo, tuvieron su consejo y se determin que trajesen all el estandarte. Salieron tocando alarma y fueron a la Audiencia, y despus de grandes cosas bajaron el estandarte. Asise de l el Licenciado Cabezas, Oidor de aquella Audiencia, diciendo: aqu el Rey. Acudi toda la gente. Puesto a caballo marcharon por la plaza y de all a la Iglesia, que cierto era de ver todos los del Pueblo. como en diciendo: aqu del Rey. aunque fuese un criatura acudan todos, porque es lealsima ciudad y provincia.

Despacharon al capitn Arcos con provisiones y mandatos para que no pasase a Quito el General Pedro de Arana, que hizo alto en Chimbo con su gente; y Arcos se qued en Latacunga, y mand a hacer plvora, que sabido por el General Pedro de Arana le envi a mandar, so pena de la vida y traidor, que no la hiciera. Enojse el viejo, y escribile una carta de este tenor: "Carta al General Pedro de Arana. Pedro de Arana, bien sabis que fuiste mi criado, y que se dice en todo el Per mis grandes servicios a nuestro Rey, y mis hazaas os constan, que he igualado con los mejores capitanes y soldados de estos Reinos; noventa y tres aos tengo, y vos no tenis cumplidos sesenta, os desafo y reto. Venid si os parece, veris quien es el capitn Arcos; y si no vens, no hago caso de cobardes; vos sois el traidor''. El Alcalde Martn Jimeno escribi otra carta al Virrey, de parte de la ciudad, que se encomend a l y, en toda ella, con ir bien criada, no le dice merced, ni seora, ni excelencia. Por las cuales cartas les quitaron las vidas, como despus se dir. Llegaran hasta veinte todos los justiciados, y con esto ces, porque le o decir al General Oidor y al General Pedro de Arana la poca culpa que toda aquella ciudad tena, fuera de haber tomado las armas; y as envi perdn general el Virrey, y dice en l: "para si por ventura alguno hubiere hablado, que en todo los dems se sabe la lealtad de esta ciudad". Pedro Ordez de Cevallos. 1592-1593 Tomado de: Cronistas Coloniales (segunda parte). Biblioteca Ecuatoriana Mnima, Quito, 1960, Pgs. 505-514.

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Siglo XVII: La explotacin y los piratasCuando termin el siglo XVI, la cosa estaba clara: en el territorio de la Real Audiencia de Quito (creada en agosto de 1563) haba escaso oro y poqusima plata. Haba, en cambio, muchsimos indios. Y abundantes maderas preciosas. De modo que, as como en otras partes se explotaban las minas, entre nosotros se explotaba a los hombres. Seramos tierra de haciendas, obrajes y astilleros. El siglo XVII fue el asentamiento de la colonia. Y, con ella, de la picaresca y las malversaciones. Don Antonio de Morga, presidente de la Audiencia, se enriqueci mediante el conocido recurso del contrabando oficial, las coimas, la extorsin y el abuso del poder. Una frmula que subsiste an en nuestros das, sin la gracia del Dr. Morga, quien reciba sus sobornos en la plaza pblica, y sin los increbles disparates del mdico oficial, un tal Dr. Meneses, de quien se afirmaba que "a quien quiere dar la vida, da; y a quien quiere matar, mata". Tal vez era el comienzo del realismo mgico. Casi no hubo extranjeros de visita, pues el monopolio ibrico no se extenda nicamente a los productos y el comercio, sino que se cerr, en xenofobia extrema, para cualquier visita de sbditos no espaoles. Pero existieron los piratas Aqu incluimos un relato de Guillaume Dampier en un asalto a Guayaquil y una descripcin de Fray Antonio Vsquez de Espinosa. *****

ASPECTOS GEOGRFICOS Y ADMINISTRATIVOS La ciudad (Quito) se halla abundantemente provista de excelentes vveres y tan baratos que libra y media de hogaza de pan se vende por un real; un borrego, cuatro reales; un jamn, tres; y as para todo lo dems de alimento. Est muy bien provista y la plaza de mercado llena de todas las cosas. Tienen muchas especies de frutas deliciosas, como manzanas, duraznos, higos, melocotones pequeos y otras de esta suerte, todas en tal abundancia y tan baratas que por un real le dan a usted un gran canasto de manzanas o duraznos, que pesa ms de media arroba; frutas del pas que son igualmente abundantes y baratas, como pltanos, paltas o aguacates, pias nativas, pepinos, aunque diferentes de los nuestros y mejores, y granadillas de Los Quijos; legumbres excelentes y baratas; y durante todo el ao hay all rosas, claveles, claveles dobles, y otras flores de Espaa. En todo el distrito se produce mucho maz y trigo; se venden all muy barato judas, garbanzo, man y otros cereales. Hay grandes criaderos de ganado, borregos y cerdos. Comienzan a tener el borrego peruano del que no hay otro en el mundo (se refiere a las llamas); son como pequeos camellos del tamao de ciervos; su lana es parecida a la del borrego merino de Espaa; su cuello largo y no tienen cuernos; los hay de varios colores, parecidos a los nuestros. En los campos, como en todas las Indias. hay muchos venados, gran cantidad de yeguas y criaderos de mulas, y muchas cabras, por lo cual preparan mucho cuero en esta ciudad, lo cual es un importante negocio; l es exportado a la ciudad de Los Reyes (Lima) y otros puntos. El precio en Quito y su distrito de un par de zapatos de cordobn con tres excelentes suelas de espesor, es de tres o cuatro reales. Fray Antonio Vsquez de Espinosa. 1614 Tomado de: La Audiencia de Quito en el Siglo XVII. descripcin de Fray Antonio Vsquez de Espinosa, carmelita descalzo, en Boletn de la Academia Nacional de Historia, Volumen XXIV, julio - diciembre, Litografa e Imprenta Romero, Quito, 1944, Pgs. 232-234. ***** FRUSTRADO ASALTO DE PIRATAS A GUAYAQUIL El 18 (de noviembre de 1684) limpiamos el fondo de nuestros bajeles, decididos a hacernos a la vela al da siguiente para Guayaquil, porque estaba dispuesto que atacaramos esa ciudad antes de volver a La Plata. Nos hicimos a la vela el 19 y enfilamos directamente hacia la baha de Guayaquil. Esta baha est entre el Cabo Blanco por el lado sur y la punta de Chanduy por el lado norte. Ms o menos a unas 15 leguas del Cabo Blanco, cerca del fondo de la baha, hay una isla llamada Santa Clara, que se extiende de oriente a occidente. Es regularmente larga y parece como un hombre muerto extendido y amortajado. El lado oriental representa la cabeza, y el occidental los pies. Los bajeles destinados al ro de Guayaquil pasan por el sur para evitar los bajos fondos del norte, donde en otro tiempo se han perdido naves.

Los espaoles dicen que un bajel, ricamente cargado, naufrag al norte cerca de esta isla y que una parte de la plata fue retirada por un hombre que vena de la vieja Espaa, con una patente del rey que le permita rescatar los naufragios de estos mares, pero que como ese hombre muriese, el rescate no continu y que el bajel esta ah donde el hombre lo dej, y que solo los indios retiran de tiempo en tiempo algo a hurtadillas y que recogeran mucho ms, a no ser por los gatos de mar (bagres) que abundan en las inmediaciones. De la isla de Santa Clara hasta Punta Arenas hay siete leguas tirando hacia el este noreste. Esta Punta Arenas es la mas occidental de la isla de Pun. Todos los bajeles que vienen del ro de Guayaquil anclan ah y tienen que esperar un prctico, ya que la entrada es muy peligrosa para los extranjeros. La isla de Puna es bastante grande, pero baja y lisa. En esta isla no hay ms que una poblacin de indios, situada al sur cerca de la mar, a siete leguas de la punta de arena, y que, lo mismo que la isla, se llama Pun. Los habitantes de la aldea son todos marineros, y los nicos prcticos que hay en estos mares, sobre todo para este ro. Su principal ocupacin, cuando no estn en la mar, es el pescar. Los espaoles les obligan a hacer la guardia cuando vienen bajeles que anclan en Punta Arenas, que, como lo he dicho, est a siete leguas de la poblacin de Pun. El lugar donde montan guardia es una punta de tierra de la isla, que se mete en la mar, y de donde ven todas las naves que anclan en Punta Arenas. Van por la maana, y vuelven por la tarde a caballo. Desde esta punta donde se monta la guardia hasta la punta de arena hay cuatro leguas, toda es tierra baja llena de mangles. Entre estas dos puntas y a medio camino entre una y otra, hay otra pequea punta donde los indios tienen que montar otra guardia cuando hay temor de que se acerquen enemigos. El centinela va a este sitio en canoa, por la maana, y regresa al anochecer, porque no hay manera de ir por tierra a causa de las races de mangle. El medio de la isla Puna es un pastizal. Hay bosques en algunos sitios de tierra amarillenta y arenosa, que producen grandes rboles desconocidos para la mayora de los viajeros. En los espacios libres, entre estos arboles, los indios tienen algunas plantaciones de maz, yuca y patatas. La aldea de Pun est compuesta de unas veinte casas y una pequea iglesia. Las casas estn construidas sobre pilotes que se elevan hasta unos 10 19 pies sobre la tierra y se sube por escaleras que hay hacia afuera. Nunca he visto construcciones semejantes, sino en las Indias Orientales, entre los malayos. Las casas estn cubiertas de hojas de palmeto, y los cuartos bien entablados, en lo cual los punes superan a los malayos. El mejor sitio para anclar est hacia el centro de la aldea. Hay cinco brazas de agua a distancia de una maroma de la Costa, y un fondo fangoso y profundo donde se pueden carenar tos bajeles o halarlos a tierra. La mar sube a la altura de catorce o quince pies. Hay siete leguas de Pun a Guayaquil, y una legua hasta la desembocadura del ro de Guayaquil, que tiene ms de dos millas de ancho. Desde all en adelante el ro es bastante derecho, y serpentea poco. Los dos lados del ro son bajos y cenagosos y llenos de mangle rojo, y as no hay manera de bajar a tierra por ah. A cuatro millas de Guayaquil hay una pequea isla baja en el ro. Esta isla (Santay) divide el ro en dos partes y forma dos canales muy hermosos, por donde las naves pueden subir y bajar. El canal del sudoeste es mas ancho; el otro no es menos profundo, pero es ms angosto a causa de los varios arbustos que se extienden sobre el ro, tanto del lado de tierra firme como del lado de la isla. Hay tambin, de lado y lado en el agua, gruesos troncos de rboles de varias clases. La isla tiene ms de una milla de largo.

Desde la parte superior de la isla hasta la ciudad de Guayaquil hay cerca de una legua, y lo mismo o poco menos, desde el un lado del ro hasta el otro, los bajeles ms cargados pueden fcilmente anclar en este gran espacio, pero la mejor rada se halla ms cerca de! sitio donde est construida la ciudad, y as ese lugar rara vez est sin naves. Se puede contar a Guayaquil entre los principales puertos del Mar del Sur. Las mercancas que se transportan de all son cacao, pieles, sebo, zarzaparrilla, y otros artculos menores y tejidos de lana llamados comnmente telas de Quito. Crece el cacao a los dos lados del ro, ms arriba de la ciudad. Su nuez es pequea como la nuez de la baha de Campeche, y creo que es an ms pequea. Se cosecha tanto cacao como hace falta para todo el Reino del Per, y se enva tambin mucho a Acapulco y ms all, a las islas Filipinas. La zarzaparrilla crece en el agua, segn se me ha dicho, cerca de las orillas del ro. La tela de Quito viene de una rica ciudad del pas llamada Quito. Se hace ah gran cantidad de sargas y de telas anchas. Esta tela no es muy fina, pero el pueblo comn no viste otra en toda la extensin del Per. Estas telas y todas las otras mercancas que vienen de Quito, son embarcadas en Guayaquil para ser transportadas a otros sitios, y todo lo que se lleva a Quito pasa tambin por Guayaquil. Se puede juzgar por esto que Guayaquil es una plaza de gran comercio. Quito, segn se me ha dicho, es una ciudad muy poblada y situada en el corazn del pas. Una parte de los habitantes son espaoles, pero la mayora son indios sometidos a su dominacin. El pas est sometido a fuertes lluvias y a espesas brumas, principalmente los valles. De ah resulta que es extremadamente malsano y enfermizo. Las principales enfermedades son fiebres, violentos dolores de cabeza, dolores del vientre y fluxiones. Yo no conozco sitio donde haya oro y que no sea extremadamente malsano, como lo dir ms particularmente cuando hable de Achin en la isla de Sumatra, en las Indias Orientales. Guayaquil no es tan malsano como Quito y las otras ciudades del interior del pas. Sin embargo, lo es mucho en comparacin con las ciudades que estn en la Costa del mar Pacfico, al sur del Cabo Blanco. Como era a Guayaquil adonde habamos resuelto ir, dejamos nuestros bajeles a la altura del Cabo Blanco, y fuimos en nuestra barca y nuestras canoas a la baha de ese sitio, nos encaminamos hacia la isla de Santa Clara, adonde llegamos un da despus de haber dejado los bajeles. De all enviamos la noche siguiente dos canoas a la Punta Arenas. Esta punta abunda en ostras y otras conchas como almejas y pechinas. Los indios de Pun van all a menudo a pescar. Nuestras canoas terminaron su trayecto antes que apuntara el da, y se ocultaron en una ensenada esperando que viniesen los indios de Pun. A la maana llegaron algunos -segn su costumbre- con sus barcas de troncos de rboles, y al terminar la marea fueron todos cogidos por nuestros hombres. Al da siguiente los dos centinelas de Pun, por aviso de esos prisioneros, fueron atrapados juntamente con todos los habitantes, sin que se escapara ni uno. A la marea siguiente cogieron una barca pequea cargada de telas de Quito. Haba partido de Guayaquil con la marea e iba a Lima segura, por el aviso recibido de la barca que habamos visto en la isla de Lobos, de que nos habamos alejado de la Costa. El patrn de esta barca cargada de telas avis a nuestros hombres que venan tres barcas de Guayaquil cargadas de negros, y aadi que deban partir con la prxima marea. Apenas cogieron la barca cargada de tela enviaron una canoa a nuestra barca, donde estaba la mayor parte de nuestros hombres, con el aviso de ir sin retardo y con diligencia a la ciudad india. La barca estaba entonces anclada en Punta Arenas, y vino a la marea siguiente a

Pun con toda su gente y el resto de nuestras canoas. Como el flujo estaba cerca de terminar, esperamos a que terminase del todo. Enseguida nos pusimos a remar, despus de dejar cinco hombres a bordo de nuestra barca, con orden de no moverse hasta el da siguiente a las ocho, y de no tirar ni sobre barcos ni sobre barcas, hasta que pudiesen disparar sobre lo que se pusiese delante, ya que esperbamos que para esa hora ya seramos dueos de Guayaquil. No habamos remado dos millas cuando ya encontramos y capturamos una de las barcas cargadas de negros. El patrn nos dijo que las otras dos partiran de Guayaquil con la prxima marea. Cortamos su palo mayor y la dejamos anclada. Como estbamos entonces en pleamar, remamos diligentemente hacia la ciudad, con la esperanza de llegar antes que terminase la marea. Pero encontramos que la distancia era mayor que la imaginada por nosotros, o por mejor decir nuestras canoas estaban tan llenas de gente que no iban tan de prisa como lo habramos deseado. Vino el da y estbamos an a dos leguas del lugar, y sin embargo ya no nos quedaban ms que dos horas de marea. Por eso nuestro capitn pidi al prctico indio que nos llevara a alguna ensenada, donde pudisemos ocultarnos durante todo el da. Eso se hizo inmediatamente, y despachamos una canoa hacia nuestra barca que se qued en Pun, con aviso de que nadie se moviese ni disparase antes del da siguiente. Pero lleg demasiado tarde para revocar las rdenes primeras. Las dos barcas cargadas de negros, de que se ha hablado antes, partieron de la ciudad al final de la marea de la tarde y estaban ancladas en el ro cerca de la Costa. Como nosotros estbamos del otro lado, no las divisamos, ni fuimos vistos ni odos por ellas. En cuanto termin el flujo levaron anclas y continuaron su ruta hacia Pun. Las gentes de nuestra barca, vindolas venir en su direccin, y ambas llenas de gente, creyeron que habamos sido derrotados y que las barcas, cargadas de tropas espaolas, haban sido destacadas para apoderarse de nuestros bajeles. En esta suposicin dispararon tres caonazos contra las dos barcas, que estaban a ms de una legua de ellos. Las dos barcas espaolas se detuvieron al punto, y los patrones -saltando a sus chalupas- intentaron ganar la tierra a todo remar, pero nuestra canoa los persigui y los captur. Esos tres caonazos pusieron gran inquietud en nuestras gentes que haban avanzado. La mayora de ellos, creyendo haber sido odos en Guayaquil, juzg que no serva de nada permanecer escondidos en la ensenada y decidieron ir a la ciudad o regresar hacia nuestros bajeles. La marea no estaba ms que en la cuarta parte de su curso, as que no habramos podido subir aunque lo hubisemos querido. El capitn David dijo finalmente que quera bajar a tierra en la ensenada donde estbamos y marchar en direccin a la ciudad, con tal que cuarenta hombres quisiesen acompaarle y sin razonar ms desembarc a travs de los mangles que haba en esos cenagosos lugares. Los que eran de su parecer le siguieron en nmero de 40 50. El capitn Swan se qued tranquilo en la ensenada con el resto de nuestra gente, creyendo que no se poda hacer nada por aquel lado. El capitn David y su tropa estuvieron ausentes cerca de cuatro horas, y volvieron completamente mojados y fatigadsimos, sin haber podido hallar paso para entrar en la tierra firme. Haban estado tan lejos que casi perdieron la esperanza de poder regresar, porque un hombre no puede pasar sino con mucho trabajo a travs de esos mangles rojos. Una vez vuelto el capitn David, decidimos ir a la ciudad a favor de la primera marea, con el acuerdo de regresar sin emprender nada en el caso de que en la ciudad hubiese alarma. En cuanto volvi la marea, comenzamos nosotros a remar y pasamos cerca de la isla por el canal ms angosto que est por el lado noreste. Hay tantos troncos de rboles en el ro que es muy peligroso surcar ah de noche (que es

precisamente el tiempo que nosotros aprovechamos siempre para semejantes empresas), porque el ro es rpido, y una de nuestras canoas que dio contra un tronco habra sido sin duda volteada si las otras no la hubieran socorrido prontamente. Apenas llegamos al final de la isla nos lleg un tiro de mosquete desde los matorrales. La ciudad se abra completamente frente a nosotros, pero en cuanto son el disparo, la vimos al punto iluminada de antorchas en el lugar donde antes solo se vea una. No hizo falta ms para hacernos conocer que habamos sido descubiertos, aunque algunos de los nuestros dijeron que, como el da siguiente era fiesta, lo que tambin era verdad, los espaoles hacan fuegos de artificio, lo cual hacan a menudo la vspera de esos das. Remamos pues un poco hacia adelante y encontramos la tierra firme. El capitn David llev hasta tierra su canoa y baj con sus hombres. El capitn Swan y la mayora de los suyos pensaron que no era oportuno emprender nada, teniendo en cuenta que la ciudad estaba alerta, pero se les reproch tanto su falta de valor que finalmente echaron tambin pie a tierra. El lugar donde desembarcaron estaba a casi dos millas de la ciudad, estaba cubierto de un bosque tan tupido que no fue posible andar durante la noche. En consecuencia nos detuvimos y esperamos que llegara el da. Tenamos con nosotros a dos prcticos indios. Uno de ellos, que haba vivido un mes con nosotros y haba sido maltratado por un caballero de Guayaquil, nos ofreci sus servicios para vengarse, y as lo encontramos siempre muy fiel. Al otro lo habamos capturado tres o cuatro das antes, pero no pareca tener menos buena voluntad. Este ltimo era conducido por uno de los hombres del capitn David, que aparentaba mucha ansia por ir a la ciudad y era de los ms acalorados para reprochar en los dems su falta de valor. Sin embargo, ese mismo hombre, como lo confes despus, no obstante el valor que aparentaba tanto, cort secretamente la cuerda con que el gua estaba atado y le dej ir hacia la ciudad sin tomarse el trabajo de seguirle, y grit que el prctico se haba escapado y que alguien haba cortado la cuerda que lo ataba. Todo el mundo se puso en movimiento para buscar al indio, pero fue intil. Gran consternacin tuvimos al encontrarnos en la oscuridad y perdidos en medio del bosque. Fracasado as nuestro designio sin remedio, ninguno tuvo despus de eso corazn para hablar de proseguir la marcha. Permanecimos ah hasta la llegada del da, en cuanto clare ganamos a fuerza de remos el centro del ro, desde donde vimos la ciudad completamente al descubierto, la cual como ya lo he dicho ofrece muy agradable perspectiva. Estuvimos all cerca de media hora, alejados de la ciudad una milla o algo ms. Las gentes de la ciudad no tiraron contra nosotros ni nosotros contra ellas. As fracas nuestro plan contra Guayaquil. El capitn Trownley y el capitn Francisco Groniet fueron ms felices porque tomaron esa plaza poco tiempo despus. Despus de considerar la situacin, cruzamos el ro, fuimos a una hacienda donde matamos una vaca que preparamos y comimos. Nos quedamos ah hasta la marea de la noche, hora en que bajamos por el ro, y llegamos a Pun a las nueve de la maana. Por el camino abordamos las tres barcas cargadas de negros que habamos dejado ancladas en el ro y las llevamos con nosotros. Haba en ellas mil negros de uno y otro sexo, pero todos jvenes. Llegados a Pun, enviamos una canoa a Punta Arenas para ver si los bajeles haban venido. Volvi a las doce con noticia de que los tres estaban anclados. Por la tarde fuimos a bordo de nuestros bajeles, con la barca cargada de tela y ms o menos cuarenta negros de los ms vigorosos, dejando a los dems en las tres barcas. De esos cuarenta el capitn David y el capitn Swan escogieron unos catorce o quince cada uno, y mandaron a los dems a tierra.

Nunca ha habido una mejor ocasin para enriquecerse que la que nosotros tuvimos entonces. Bastaba ir a establecerse con esos negros en Santa Mara, en el istmo de Darin, y estar ocupados en extraer oro de las minas que hay all. Podamos hacerlo fcilmente porque dos meses antes el capitn Harris, que estaba entonces con nosotros, habiendo venido por tierra del Mar del Sur con su cuerpo de aventureros, haba echado a los espaoles de la ciudad y de las minas de oro de Santa Mara, y los haba echado tan bien, que ellos nunca ms pensaron en volver a establecerse all. Aadid a eso que los indios, que odiaban mortalmente a los espaoles y que se haban enriquecido con las ventajas que les haba proporcionado el socorro de los aventureros durante varios aos, eran nuestros amigos a toda prueba y estaban listos a recibirnos y a darnos su ayuda. Tenamos como he dicho mil negros aptos para trabajar; tenamos 200 toneladas de harina en Galpagos; haba el ro de Santa Mara donde podamos carenar y equipar nuestros bajeles; podamos fortificar la desembocadura del ro, de modo que habramos podido defendernos de los espaoles, aunque vinieran con todas las fuerzas que tienen en el Per. Y si hubiesen querido sitiarnos con bajeles de guerra, tenamos para vivir en un pas de gran extensin, y por amigos los indios que forman una gran nacin. Pero la ms grande ventaja que tenamos eran los mares del norte que nos favorecan. Habramos podido no solo transportarnos y transportar nuestras cosas, sino tambin hacer venir tropas y municiones, porque en poco tiempo habramos sido socorridos por todo lo que hay en las Indias Occidentales: varios miles de aventureros habran venido a nosotros desde la Jamaica y principalmente de las islas francesas, y a la hora de la hora seramos no solamente dueos de las minas ms ricas que se han descubierto hasta el momento en Amrica, sino de toda la Costa hasta Quito, y hay indicios de que habramos hecho aun mucho ms de lo que digo. Pero volvamos a tomar el hilo de nuestro viaje y no hablemos ms de estas cosas que parecern sin duda a los lectores magnficas visiones... Capt. Guillaume Dampier. 1684 Tomado de: Nuevo Viaje al Rededor del Mundo. (Traducido de Guillaume Dampier, Nouveou Voyage Autour du Monde, Tome Premier, Rouen, MDCCXV, Pgs. 191-206. *****

Siglo XVIII: Crisis y vida diariaPara el siglo XVIII, la colonia est madura. Tan madura que comienza a podrirse. Las gigantescas cifras que, en oro y plata, llegaron de Amrica a la pennsula, deformaron Espaa y all fue molicie lo que en Inglaterra o Francia era trabajo. Para mediados del siglo, la crisis era generalizada en todo el enorme imperio. Junto con la decadencia del sistema colonial, se multiplicaron los vicios. Para objeto de este libro, tenemos la suerte de que se incrementaron las visitas de extranjeros y sus relatos. El jesuita Mario Cicala y el franciscano Fray Juan de Santa Gertrudis nos dejaron muy sabrosas crnicas de estos tiempos: sobre las modas, los robos, las borracheras y el juego. Pero tambin algunos datos sobre el carcter bondadoso de los hombres sencillos del pas. Pronto se vera que aquella afabilidad era dulzura y no mansedumbre. Fueron tambin los tiempos del arribo de los acadmicos franceses y de los muy perspicaces Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes escribieron un informe oficial y otro reservado que, con el ttulo de "Noticias Secretas" slo llegara al gran pblico despus de la emancipacin poltica. Tal vez son los relatos ms divertidos de todo el libro; pero no hay que olvidar que, al tiempo que el jolgorio pretenda acallar o camuflar la crisis, haba una rebelda que creca a la sombra y que pronto habra de estallar en las luchas libertarias. *****

SOBRE LA CIUDAD DE QUITO Dar algn dato e indicio de la opulencia de la ciudad de Quito y de toda la provincia, por todo lo que se me ha contado, y por cuanto yo mismo he visto y por lo que se puede observar en la ciudad al presente. Y comenzando por este ultimo punto, la gran riqueza de la ciudad de Quito se puede conjeturar prudentemente por los decorados y adornos que han quedado en todas las casas (paso por alto los de los templos), riqusimos, preciosos y soberbios, los que sin duda debieron costar miles y cientos de miles de escudos. Es necesario confesar que antes haba ingentes fortunas y grandes capitales, porque para adornar y decorar magnfica y soberbiamente una casa se gastan 30, 40, 60 y ms miles de escudos, a la vez que pensaban que por lo menos tena que quedarles otro tanto de capital, pues habra sido una tontera soberana gastar toda la fortuna en el adorno de la casa, quedarse absolutamente sin nada para su mantenimiento. Por lo que me han contado, la dote que se sola dar (me refiero a las personas nobles civiles), al casarse las hijas, jams era menos de los 20 mil escudos, en dinero, adems de muchos otros miles que llevaba consigo la seorita en vestidos, atavos, joyas y perlas, y esto aunque los hijos e hijas fueran muchos. El Marqus de Solanda, que tena nueve o diez hijos, tres de ellos eran mujeres, distribuy poco antes de fallecer a cada uno solamente la herencia paterna, y dio a todos 40 mil escudos en doblones y en pesos fuertes y a las mujeres poco menos de otros tantos miles de escudos en galas, vestidos y joyas de gran valor y precio. Los varones fueron recompensados a su vez con otras cosas. Muri luego la Marquesa y se le dieron a cada uno ms de sesenta mil escudos de la parte materna, quedando intactos los dems bienes paternos y maternos, extensas haciendas y fincas de grandsima utilidad, casas bellas y grandes soberbiamente embellecidas y adornadas, fbricas de paos y otras telas de lana, posesiones de infinitos rebaos bovinos y ovejas. Y toda esta opulentsima fortuna en dinero la vi yo depositada en la Procura del Colegio Mximo. Esto referente a lo que yo he visto. Tambin conoc, algunas todava viven, a las seoras Yerovis. Estas fueron cinco o seis hijas, todas casadas en vida de su padre, quien celebraba esplendidsimas, soberbias, suntuosas, magnficas y pomposas fiestas con motivo de las bodas de sus hijas. Por la noche, luego de una ligera cena o refresco, ante la presencia de toda la distinguida concurrencia de los invitados, se pona de pie, tomaba de la mano a su hija desposada y la entregaba a su esposo, dicindoles que vivieran en paz, en unin y en la amistad de Dios y en su santo temor. "Andaos ya a vuestra casa (o bien construida o comprada antes por l y amueblada con toda elegancia de adornos y a la vez provista de todo lo necesario para habitarla sin que tuvieran que gastar ni un cuarto). "Vos, joven, que os provean de preciosos vestidos y ropa blanca finsima. Vos hija ma, que os engalanen tambin de galas y vestidos riqusimos as como de perlas y joyas de gran precio. He aqu la dote en dinero, oro y plata, que son cien mil escudos: si queris contadlos, en vuestra casa". As los despeda, hacindoles preceder de negros esclavos cargados con los cajones de doblones y pesos fuertes, esclavos negros que quedaban tambin destinados a su servicio, y los nuevos esposos constituidos en sus dueos. De tales y muchsimos otros casos se evidencia que la ciudad de Quito siempre fue opulentsima durante todo el tiempo que vinieron de Espaa las flotas con direccin a Amrica Meridional y que Quito gozaba del comercio.

Adems, me fue contado tanto por los Jesutas como por todos los seglares que todos los almacenes de los mercaderes estaban llenos de cajones de dinero, colocados uno sobre otro desde el suelo hasta el techo, haciendo de esta manera cada uno ostentacin de su imponente riqueza. De tales almacenes, cuando llegu a Quito, solo vi dos o tres. En uno de ellos, un gran almacn me mostr, D. Bartolom Pinto, Comisionado del Comercio de Cdiz en la ltima Flota, el ltimo resto de aquel ingente capital, que era de once millones, y era el ltimo pequeo resto; pues me parece, si no me engao, que todo el capital y fortuna de dicha Flota sobrepas de cuarenta o cuarenta y cinco millones. Despus de ocho o nueve aos, una vez terminada la guerra entre Espaa y Gran Bretaa y establecida a paz, el dicho Pinto se traslad con todos aquellos millones, que los vi pasar sobre las mulas por Ambato a Panam y de all a Cartagena, desde donde los embarc a Cdiz. Tan grande era la riqueza y opulencia de la ciudad de Quito, pero al presente es mucho mayor su pobreza y miseria, como tambin de muchsimas otras Provincias, de lo que fue antes su riqueza, creciendo cada da ms y ms, y crecern siempre la miseria y pobreza de ellas no obstante que son ellas las fuentes de las riquezas en los metales ms preciosos, el oro y la plata, y de innumerables otros frutos y productos preciossimos. En verdad parecen, y realmente lo son, aquellos americanos Tntalos muy infelices, pues arden de sed sin poder tragar ni una sola gota de la copiossima abundancia de agua, porque sta se escapa de sus labios. Todos aquellos valles y montes ofrecen sus entraas llenas de oro y plata en grandsima cantidad solamente para enriquecer a los europeos, dejando pobres a los americanos Quin lo creera! Puede llegar a ms alto grado el infortunio, la miseria, la pobreza de aquellos desafortunados americanos, nadando, por decirlo as, en oro y plata? Baste para probarlo esta afirmacin ma: Hay ms pobreza, ms miseria y por consiguiente muchos ms pobres y mendigos en Amrica Meridional, o por lo menos en muchas Provincias vastsimas de ella, que en Europa entera o por lo menos en muchsimos Reinos de Europa. De los vicios y virtudes principales de los habitantes de Quito La sinceridad y verdad de la historia exige tambin dar, por lo menos en bosquejo, alguna verificacin de los vicios y de las virtudes civiles y morales que ms dominan y campean en las ciudades y regiones lejanas, ya que la diversidad de climas, la variedad de naciones que concurren no puede menos que despertar las pasiones e inclinaciones de aquellos lejanos habitantes, por lo dems quizs muy ajenos a ciertos vicios. Del hurto El vicio de robar, en la ciudad y contornos de Quito es uno de aquellos, que en todas las Repblicas llmanse comunes. Los indios estn inclinados en gran parte al robo, pero de ordinario roban bagatelas, cosas comestibles, sin atreverse nunca a cometer hurtos graves y de mucha consideracin. En todo el tiempo que permanec en aquella provincia solo conoc un indio ladrn verdaderamente famoso, adems de cruel, inhumano y sanguinario, llamado Mishqui Rosca en lengua india, quiere decir rosquilla dulce. Este, luego de muchsimos asesinatos, homicidios crueles e inhumanos por fin fue preso, y castigado por la justicia segn sus tan enormes delitos, de ste se deca que tena pacto con el diablo y que ste le acompaaba a veces visiblemente. Jams vi hombre tan audaz, desvergonzado, intrpido como aquel indio, quien perseguido de da por los alguaciles con el hurto en las manos entr en el Colegio de Ambato donde un gran nmero de indios e indias haban

acudido a verlo, y tocaban su cuerpo con sus rosarios y le daban limosnas en dinero y en cosas comestibles, le hacan bendecir a sus hijos y l los bendeca con una desvergenza verdaderamente temeraria. Como viniese yo de fuera, al observar aquella gran algazara y tumulto de gente y queriendo sacar a todos afuera, porque el patio, an no cerrado en cuadro, se llenaba cada vez ms, y ya todos los padres estaban exasperados con tal multitud de indios e indias, sin saber qu hacer para librarse de aquella horrible confusin, no me fue posible conseguirlo, ni con palabras ni con latigazos; hasta que, por fin increp al indio ladrn cuya fama haca muchos aos que corra por toda la provincia, ordenndole que se fuese a otra parte y que restituyera inmediatamente el robo, que tena en las manos, a sus dueos que estaban all presentes, Qu me respondi? Me dijo: Padre, yo soy un hombre de bien y muy honrado, es calumnia y falso testimonio de stos. Todas estas cosas son mas propias, son de mi mujer y de mis hijos. Yo no soy ni me llamo Bunga; ste s es un impo, un infame, un asesino, un homicida inhumano brbaro. Aqu tiene los testimonios (eran dos compaeros suyos): decid, decid tambin la verdad. No soy yo de la tierra de Guano, tejedor de paos y bayetas? As es respondieron los dos compaeros. Sin embargo, repliqu, ya que sois hombre de bien marchaos a otra parte y no alborotis a esta gente, pues sta es casa de religiosos. Animo, pues, que vuestra inocencia os defender y si no os queris ir enseguida, por lo menos entrad a los corredores y despedid a toda esta multitud de gente. As lo hizo y cumpli inmediatamente de manera que no qued ninguna persona, e hice cerrar la puerta. Entonces me esforc por persuadirles la restitucin de aquellas cosas, pero no fue posible. Siempre se mantuvo en decir y sostener hasta con mil juramentos que todas aquellas cosas eran suyas, con la mayor desvergenza y audacia. Por fin me dijo: Padre, para que vea que soy inocente y hombre de bien y que todo esto es mo, hgame abrir la puerta falsa pues quiero pasearme por todas las calles de Ambato, Sali pues, y por las calles y senderos a trasmano se dirigi al Convento de San Francisco, y tanto a los religiosos como a los seglares que encontraba por las calles les deca: Oh Jess Mara! He ido a los padres Jesutas para hacer una semana de Ejercicios Espirituales, luego de darme algunos de ellos los puntos de las meditaciones, me han echado fuera. Qu os parece? y no ha sido esto lo peor; me han acusado de ser yo Bunga, el ladrn, asesino, y homicida, no siendo yo otro que un hombre de bien. Quiero ver si los Padres Franciscanos me harn la caridad de darme ellos los Ejercicios Espirituales. Tan intrpido, audaz y atrevido era aquel indio, verdaderamente un monstruo de crueldad e inhumanidad. Fuera de ste no conoc otros indios ladrones famosos. Pero entre los mestizos y otros s conoc innumerables y algunos tambin de categora. Continuamente se oa hablar de robos de gran valor, de cajas guarnecidas de clavos que haban sido forzadas, de puertas quebradas, de techos abiertos. Robos muy frecuentes en las iglesias. En mi tiempo se dieron ms de cinco robos sacrlegos en varias iglesias, de ciborios, custodias del Sacramento con partculas de hostias consagradas, adems de muchsimos otros en que se llevaban la platera, ornamentos sagrados, quitndolos de las imgenes de la Virgen y de otros Santos la corona y diademas, joyas y aun los vestidos preciosos. El comercio de la ciudad mantiene a su costa durante el ao una patrulla bien pagada, de dos hombres que con sus pfanos rondan continuamente cada noche desde la primera hora de la noche hasta las once de la maana, por las dos calles de los mercaderes. Sin embargo, rara es la noche que no haya robos en aquellas dos calles. Quitan el ferreruelo, la capa, el sombrero y otras cosas de noche a los que transitan por las calles y esto frecuentsimamente, y de ordinario; no pocas veces han quitado el

sombrero a los jesutas que salan para confesar o ayudar a bien morir. Es cosa sabida que los ladrones en la ciudad y aun en toda aquella provincia, en que son muy supersticiosos, usan ciertos polvos con otros ingredientes y porqueras (dicen que usan polvos de huesos de cuerpo humano), que encendidos producen un humo denso, con lo que quedan sumidos los habitantes de la casa en un sopor y sueo tan profundo, que ni un caonazo los puede despertar. Usan adems otros polvos que encendidos vuelven tontos a cualquiera que estuviera despierto y vigilante, o le dejan mudo, enervado de fuerzas e inmvil, acabndose el efecto tanto de unos como de otros polvos cuando se han reducido a cenizas y gastado completamente. Los ladrones, en cambio, llevan consigo el antdoto o preservativo contra semejantes humos infernales, a fin de que puedan permanecer libres de aquellos efectos y robar con mano segura. A quien leyese estas cosas le parecern (tal como a m me parecan), solemnes quimeras, bellas fbulas y buenos embustes; sin embargo, con el correr del tiempo me he visto obligado a tenerlas por cosas ciertas, certsimas, tanto por habrmelas contado las mismas personas y personas de juicio, autoridad, edad y verdad, quienes haban padecido semejantes cosas y haban sido robadas. Entre stas, una persona que estando despierta, con los criados, unos en la cama otros en pie, vio (y conoci a los ladrones) cmo le robaban en toda la casa, abrir bales, cofres, cajones, etc, quedando todos como estatuas de madera hasta hacer de da: a la maana misma se fue aquel hombre con sus criados a denunciar en la Real Audiencia aquel robo, los ladrones con sus nombres y apellidos. Fueron, en efecto, los ministros de justicia a las casas de los ladrones, pero no les encontraron, en cambio encontraron algunos muebles y adornos de la casa, que fueron restituidos a su dueo, pues haba presentado una lista de todas las cosas robadas. Vive todava un Hermano que era Procurador del Colegio de Latacunga, al cual le robaron casi toda la Procura, abriendo con martillos de hierro cajas y armarios y aun rompindolas con hachitas, sin que nada oyera. Por la maana, ya avanzado el da, el Padre Ministro buscaba al Hermano para darle las cosas necesarias para la cocina y no encontrndolo se dirigi a la Procura, vio la puerta removida y toda la habitacin llena de una humareda pestfera y maloliente. Llam inmediatamente a los criados hizo abrir las ventanas, y se encontraron con dos globos de estopa y otras cosas combustibles encendidas, las cuales fueron apagadas y echadas fuera. Fueron al lecho para despertar al Hermano, pero lo vieron en un sueo tan profundo que sacudindolo y aun levantndolo no se despertaba. Por fin, abiertas todas las ventanas y la puerta del corredor comenz a desvanecerse y disiparse aquella humareda y as poco a poco se despert el hermano. Por estos y otros muchos sucesos relatados por las mismas personas robadas y por las confesiones judiciales de los mismos ladrones he tenido siempre por verdaderos y ciertos aquellos humos y los efectos ocasionados por stos, por su secreto y cualidad natural. Ladrones y ladronzuelos en los caminos son raros. Solamente en el pramo llamado Tiopullo situado en los lmites del territorio de Quito y de Latacunga suele haber ladrones famosos, por ser lugar y paso solitario y fro y haber algunos matorrales donde esconderse. Viajando por all solo con mi criado hacia Quito salieron tres enmascarados sobre tres bellos caballos soberbiamente enjaezados y ellos bien vestidos: me rodearon, observaron por delante y por detrs lo que llevaba que era nicamente la cama, me acompaaron un buen trecho de camino y espoleando repentinamente a sus caballos se volvieron atrs. De la embriaguez

Otro vicio comn a toda clase de personas es la embriaguez, que comenz el ao 1745 y despus ha ido en aumento ms y ms, de manera que ha sido introducida en estos ltimos tiempos hasta en los claustros y en las personas ms conspicuas por su dignidad. En tiempos pasados, a las personas civiles o religiosas que iban de visita o por la maana despus de comer, se les ofreca el chocolate o un refresco de pia o dulces exquisitos de delicadsimas conservas, con agua de nieve u otras bebidas frescas y delicadas. Mas desde hace 15 16 aos en todas las casas y mucho ms en las de las familias ms nobles, no se ofrece otra bebida ni otro refresco que o rosado, o mistela, o aguardiente fortsimo con algn bizcocho dulce. Siempre los indios han sido propensos a la embriaguez, pero se emborrachan con su cerveza llamada chicha, que es una embriaguez lenta que solo les ocasionaba un poco ms de alegra natural. Pero desde que un Ministro de la Real Audiencia en 1745 estableci el monopolio del aguardiente hecho del jugo de la caa de azcar para sus propios fines, motivos e intereses particulares. Al principio se preparaba as: en un gran cubilete o por lo general de plata, (o en un gran vaso de boca ancha de cristal o de plata), lleno casi de agua, se expriman tres o cuatro limoncitos llamados "zentil", cuya acidez es muy activa y eficaz; luego se raspaba o una o media nuez moscada, otros la ponan pulverizada, y juntamente una cucharadita de azcar. Por fin un vasito pequesimo de aguardiente llamado "ron" de alcohol fuerte, ya que es destilado tres veces en el alambique junto con fermento triturado. Al principio esta bebida era usada por pocos, luego por muchos, por fin por todos. Algunos la beban por placer, otros como remedio, unos por ser diurtica, otros por ser refrescante. Pero luego, halagado poco a poco el paladar por aquel alcohol tan fuerte del ron, comenzaron los aficionados al ponche a alterar las dosis y la mezcla, aadiendo ms aguardiente ron que antes, diciendo que era para quitar pronto la acidez del agua y del limoncito; en realidad era una disimulada embriaguez, ya que su cabeza no les obedeca por la gran fuerza del alcohol de ron. Finalmente la tal bebida del ponche lo adulteraron de tal manera, que la preparaban al revs, esto es la porcin grande que antes se pona de agua, la ponan luego de aguardiente ron y en cambio le mezclaban un vasito pequesimo de agua. Pronto muchsimos, para mayor jococidad y gracia, metiendo el dedo meique en el vasito de agua ponan en el cubilete la gota de agua que estaba por caer de la punta del dedo. De ah que un solo traguito de semejante ponche perturbaba inmediatamente la cabeza de los bebedores con una embriaguez abominable hacindoles decir despropsitos, con palabras y obras completamente ajenas de un ser racional, de manera que ms parecan bestias que hombres. De tal manera lo exaltaban y alababan, que excitaban en todos el deseo y despertaban el apetito de tomarlo. Y as suceda. Unos tomaban el ponche contra la debilidad del estmago, pero se emborrachaban solamente; otros contra los clculos y se embriagaban. Unos contra la flema y el viscoso y se emborrachaban; otros contra las indigestiones y se emborrachaban. Algunas damas lo beban contra los efectos histricos y se emborrachaban; otras contra los vrtigos y se emborrachaban. Estos contra el dolor de cabeza, es decir la jaqueca, y se emborrachaban; aquellos contra las afecciones reumticas y se emborrachaban. Por fin, cada uno inventaba motivos, escogitaba razones, finga enfermedades, alegaba causas para usar el tal ponche. De esta manera se introdujo en las casas ms conspicuas (adems de los tugurios y casitas), en los tribunales ms serios, en los palacios ms magnficos, en las jerarquas eclesisticas ms autorizadas, en las comunidades religiosas ms austeras; sin el menor reparo ni respeto a la clausura ms estrecha y celosa entr el Seor ponche (as lo llamaban), en los Monasterios de las religiosas ms dignas de consideracin y observantes. As

la ebriedad levant su trono en Amrica Meridional, cortejada por el ms srdido de los vicios, dominando desvergonzadamente y sin rubor, cada da ms atrevida e insolente, campeando en las semanas ms santas, en las fiestas ms devotas y en las solemnidades ms dignas de la piedad cristiana. Las exageraciones que se cometen en las bodas por la embriaguez prolongada hasta ocho y quince das, son increbles. Conoc a gobernadores espaoles y nobles, por lo dems adornados de preciossimas cualidades, de carcter generoso y an de gran piedad cristiana; conoc a caballeros tambin espaoles y nobles, de sealada prudencia, de singular madurez y juicio, que habiendo sido venerados y respetados durante toda su vida como hombres capaces, justos e intachables y aun como de honra de la Repblica, que, luego avanzados en edad, se haban convertido, por este vergonzoso vicio de la embriaguez, en el ludibrio, oprobio, y el blanco de todas las befas y burlas de los nios, pues de sobrios se haban hecho ebrios. Cuntas seoras de rango, viudas, casadas, cuntas y cuntas por la embriaguez despilfarraron sus grandes capitales, y para fomentar cada vez ms un vicio abominable y mucho ms en las mujeres, al que gentilsimamente (termino usado por ellas) se haban habituado segn la nueva moda, dejaron perecer a sus hijos e hijas de hambre. Pidindoles stos pan, les daban latigazos, vindose por ellos obligados a pedirlo de limosna. No es fcil enumerar las familias reducidas a una escasez y miseria total en la ciudad de Quito y sus contornos, por el vicio de la embriaguez. Ni siquiera las tabernas o Estancos Reales que hay por toda la ciudad y en todos sus barrios, donde se venden licores, aguardiente, mistela y rosado, combinados con mil otros sucsimos y nocivos ingredientes, para venderlos ms fogosos, ardientes y fuertes y aquellos taberneros o estanqueros impos y malvados, para tener mayor concurrencia y ventas y tambin para atraer y acostumbrar a todos a frecuentar sus bodegas, se han servido de las ms infame y diablica invencin de tener escondidas detrs de algunas telas y esteras seis y ms mujeres jvenes, desvergonzadas e insolentes, pagadas por aquellos, a fin de invitar a los hombres que entraban, o al baile, o al canto o a otras nefandas acciones, convirtindose las tabernas en otros tantos burdeles y lupanares. Tambin es increble la gran cantidad de aguardiente que cada da se consume y se vende en solo la ciudad; el da ms escaso y de menores ventas en todas las tabernas reales es de treinta o cuarenta barriles grandes y de buena medida, los cuales apenas si los puede llevar un hombre robusto. Y esto adems del aguardiente destilado del mosto de la uva, de que se sirven todas las personas civiles y nobles en sus mesas. Un comerciante quiteo que cada ao empleaba de 14 a 16 mil escudos en la ciudad de Lima y en la de Guayaquil me dijo que en todo el ao se vendan ms de seis mil botijas de aguardiente de uva, cada una con una capacidad para 50 y aun 60 frascos de vidrio holandeses de tres hojuelas por lo menos, si no ms. No estando tal clase de aguardiente bajo los Impuestos a cuenta del Rey, solamente paga a cada uno de los negociantes y tratantes el impuesto llamado Alcabala del tres al cinco por ciento, a sus arrendadores. Ahora bien, desde que se introdujo y propag universalmente la embriaguez en aquella ciudad y alrededores comenzaron a pulular muchsimos otros vicios escandalosos y abominables, necesariamente originados en la embriaguez y de semejante embriaguez: divorcios sin nmero, discordias, rias, contiendas sin fin, pualadas, cuchillazos, palizas sin trmino; porqueras, obscenidad, blasfemias, juramentos infinitos en boca aun de las personas honorables. Adems, parto legtimo de la embriaguez, es el juego. Del juego

El vicio del juego, con mucho el ms generalizado, es el que ha arruinado toda la ciudad de Quito, y la ha reducido a un deplorabilsimo estado de pobreza y miseria. Al juego de los dados no hay clase de personas que no se entregue de da y de noche. Cuan grandes sumas, qu ingentes valores se juegan los caballeros! Las damas, sus joyas y lujosos vestidos: la gente plebeya todo lo que tiene encima, todo lo de sus mujeres, todo se juega a los dados. El juego de las cartas, llamadas por los espaoles naipes, se ha introducido hasta en los nios ms pequeos. Una seora noble, cada noche jugaba a las cartas por lo menos de tres a cuatro mil escudos y el infelicsimo marido no saba qu hacer para mantener el vicio de su mujer. Reina tambin all el juego del truco que primero serva a los caballeros de diversin, pero luego se extendi de tal manera que es uno de los vicios ms terribles, ya que hasta de noche dejan de cenar y dormir para jugar al truco, toda clase de personas; caballeros, comerciantes, sacerdotes, frailes, plebeyos, mestizos jugndose hasta las hebillas, la capa, el sombrero y cuanto llevan encima, fuera de los grandes capitales que se juegan. Otro vicio de fatalsimas escandalosas consecuencias que domina y seorea en todos es el del baile. No saben ni usan bailes serios de minuetos ni danzas honestas; alguna vez bailan alguna contradanza artstica especficamente entre algunos jvenes civiles y nobles en la celebracin de algn matrimonio de personas de rango, Pero el baile universal y de todas las clases sociales, sin excepcin de las ms respetables, es el que se llama Fandango o Fandanguillo; un baile confuso, sin orden, sin arte, sin simetra, entre mujeres y hombres; parecen otros tantos locos de cadena; algunos hacen los gestos ms obscenos, las actitudes ms escandalosas, los movimientos ms insolentes, las acciones ms nefandas y desvergonzadas, y son ellos los ms aplaudidos y alabados. En verdad que es una cosa que aturde el ver como durante una noche entera y a veces hasta el da entero resisten aquellos hombres y aquellas mujeres en el baile y en el saltar de aquellos Fandangos por dos y tres horas seguidas, con saltos violentsimos, sin fatigarse ni debilitarse lo ms mnimo; y lo que ms sorprende es que apenas acabado un baile, tomando y bebiendo aguardiente y otras bebidas, inmediatamente comienza otro. Muchsimos otros vicios predominan grandemente en aquella ciudad, tales como los concubinatos, adulterios, incestos, raptos, etc. aunque parecen comunes y generalizados casi en todo el mundo, lo mismo que los otros referidos ms arriba, no porque sean peculiares y particulares de aquella ciudad y de aquellos pases americanos, siendo como son tambin dichos vicios, comunes y universales, sino en todos, o por lo menos en casi todos los Reinos de Europa, sino para que los lectores sepan lo que hay de malo en Amrica Meridional y tambin lo que hay de bueno, porque entre tantos vicios destacan y reinan tambin las bellsimas virtudes y no pocas cualidades naturales y ciertamente no ordinarias en toda aquella gente americana e india. De los talentos y capacidades naturales de los ciudadanos de Quito Los talentos naturales de aquella gente no son despreciables, si hablamos de los indios por todo lo que hemos referido hasta aqu, debemos confesar que sus ingenios son tan perspicaces y capaces por lo menos para aprender las artes mecnicas, como lo son los de las dems naciones europeas, engandose grandemente quienes creen que los indios son ms bien animales que hombres, de inteligencia obtusa, de una capacidad mucho menor que la ordinaria. Podra aducir mil pruebas para demostrar con evidencia lo contrario, pero lo dejo a causa de la brevedad. Asevero solamente que vaya all el europeo ms astuto y ms sagaz y

vea si puede engaar y convencer a un solo indio (hablo de los indios civilizados y educados en la ciudad y tierras de toda la provincia), srvase de todas las astucias y estratagemas ms sutiles para confundirlo, a buen seguro que jams conseguir convencerlo. Traer tantas razones, tantas respuestas, todas ajustadsimas, se despachar y saldr de los apuros de tal manera que no quedar ni engaado ni convencido; y mucho menos ocurrir con la mujer india. Ni se crea que las razones y respuestas del indio sean disparatadas, dichas al aire y con necedad. No ciertamente, sino todas bien dichas, bien tramadas y bien correlacionadas. Solo aducir el caso de dos caciques (podra aducir muchsimos otros testimonios de vista) que en sus gravsimos litigios ponan a los abogados ms clebres y sagaces como tambin a todos los jueces, con las espaldas contra la pared, al presentar sus razones "non in scriptis", sino "verbaliter", confundindoles de tal manera que los obligaban a revocar las sentencias, y todos temblaban cuando ellos comparecan en los tribunales. Para decir verdad, si los indios pudieran dedicarse a los estudios como los espaoles y europeos, entonces se vera que sus ingenios no son obtusos ni ordinarios, sino muy agudos y profundos. Si luego nos referimos a los mestizos, se debe confesar que son stos de buen ingenio y de singular capacidad pues la experiencia as lo muestra (esto debe entenderse hablando en general, lo mismo de los indios, ya que entre ellos no faltan los de cortsimo talento y capacidad). Cuntos y cuntos mestizos conozco buenos filsofos, y excelentes telogos y moralistas los cuales, aunque pobres y como pajes sirvientes en los Colegios y Seminarios, han resultado de ingenio tan agudo, claro y profundo, que solamente la mcula de sangre india y la marca de mestizo han impedido sus pblicas funciones escolsticas, a quienes se deba conceder en justicia antes que a muchsimos otros americanos y nobles. No hay duda que es una clase de gente muy vivaz, astuta, sagacsima sobremanera habilsima en todo arte y oficio. Ciertamente he estado en todas las casas de los caballeros quiteos y en todas las conversaciones he quedado maravillado al or discutir sutilsimamente e ingeniosamente a las seoras, respondiendo en la conversacin con prontitud, vivacidad, agudeza y profundidad de razones y discursos. Y como todas las nobles seoras (y aun las civiles, adems de muchsimas de baja condicin), primero aprenden a leer y a escribir antes que a cocinar y desde la infancia se aplican a leer libros espirituales y libros de historias y otras materias polticas, sucede que hacen resaltar maravillosamente su capacidad en las conversaciones, haciendo ostentacin de palabras selectas y de erudicin, mas con discreta sabidura y sin afectacin. Si queremos hablar de las monjas basta repetir lo que un Obispo doctsimo y de ingenio anglico sola decir: conversar con las religiosas de Quito, quienquiera que sea, que se tome el trabajo de hablar cada palabra segn la ms estricta medida de la discrecin, sabidura, crtica y educacin aguzando perfectamente cada proposicin y afirmacin, si no quiere perder la reputacin de sabio ante ellas, en tal manera son capaces, crticas, vivaces, ingeniosas y elocuentes. Otro talento no ordinario de los quiteos es hacer stiras y pasquinadas agudsimas y concisas. Son formidables en esta materia y famossimos en toda Amrica Meridional. Las usan en pinturas, con sus lacnicos motes; tambin en carteles meramente satricos. Tiemblan los Ministros Regios, Obispos, Presidentes y dems personas pblicas, constituidas en alguna dignidad civil las pasquinadas de los quiteos; no se crea que solo las hacen los hombres doctos y eruditos, sino frecuentsimamente algunos llamados all capirotes, (es decir, que tienen su capa o

manteo roto, viejo y andrajoso) y son los mestizos. El Sr. Presidente Montfar, Marqus de Selva Alegre muchas veces me dijo: "Amigo, temo y tiemblo las pasquinadas tan terribles de los mestizos, sepa (y yo muy bien lo saba y an mejor que l) que los mestizos quiteos son endiablados para las pasquinadas mordaces y picantes; es necesario admitir que stos tienen relaciones con el diablo, ya que con dos palabras definen a cualquiera con las ms exacta propiedad. He aqu otro talento singular de los quiteos, es la extraordinaria aptitud e inclinacin natural a la poesa castellana. En cada clase de personas se encuentran poetas en gran nmero y muy ingeniosos. En menor nmero se encuentran entre las mujeres y monjas, aunque entre stas no pocas descuellan en poetizar ms que los hombres, conoc dos seoritas cuyas poesas, improvisadas, eran a la verdad dignas de la imprenta. Tambin conoc varios sacerdotes, con quienes trat mucho, cuyo estro potico era tan espontneo y expedito, y al mismo tiempo ntido, agudo, dulce, fluido, natural y erudito. En verdad que es muy grande el placer que encuentra aquella gente en la poesa, gozndose sobremanera en ella, pues desde nios se dedican a leer libros de poetas castellanos, acostumbrndose a imitarlos, al mismo tiempo que avezan su odo a la meloda y dulzura del verso castellano. Por lo que se refiere a las propiedades naturales y extrnsecas, hablando solo de los americanos, espaoles y nobles, hay que notar tambin que sus cuerpos tienen un mayor garbo gentil en todos los miembros que los dems europeos. La verdad es que los espaoles, europeos casados en Quito (lo mismo dicen en toda Amrica Meridional), engendran hijos mucho ms garbosos, hermosos, seoriles y delicados que en Espaa. Los rasgos por lo comn son finos y nada vulgares; en las mujeres seorea mucho la belleza de rostro y gentileza de miembros. De la liberalidad y generosidad de aquella gente Por cuanto pude observar en aquella gente americana siempre vi, por lo general, una grande y generosa liberalidad en servir, obsequiar, favorecer, y regalar. Podra afirmar en verdad, sin escrpulo de la ms mnima exageracin que el vicio detestable de la tacaera, de la glotonera y cicatera no se encuentra tan fcilmente o tan generalizado como en muchos Reinos y ciudades de Europa. Si quisiera hablar de la liberalidad innata de los indios tendra muchas cosas que decir. Solo dir que, siendo los indios pobres y muy faltos de todo, sin embargo son generosos con lo poco que tienen. Si compra su cerveza o chicha, para beber, invita cuantos encuentra; lo mismo hace si come, de lo cual hablar en otra parte con ms detalle. Por lo menos esto es gran verdad, que el indio con los indios es de una gran liberalidad, y con los mestizos y con los espaoles americanos tambin aun en servirles gratuitamente, en cualquier cosa que se le mande. Las mujeres todava son mucho ms generosas. A cualquiera que pasa por la plaza y pide alguna fruta a aquellas indias que las venden, inmediatamente se las dan con gran generosidad. Todas las otras clases de personas espaolas americanas de aquella ciudad son generossimas y muy liberales en cualquier cosa que se ofrece; son generossimos en prestar hasta toda la platera y otros enseres de sus casas; en corresponder por cualquier pequesimo beneficio que reciben, detestando la ingratitud y tacaera como el vicio ms abominable. De la afabilidad y dulzura de su carcter y trato Otra bella cualidad natural de los quiteos (sucede lo mismo en toda aquella provincia) es la afabilidad, la benevolencia, y la dulzura en su trato; parece que la gravedad y seriedad espaola ha sido retirada de Amrica, no porque no se

encuentre en ellos sino que est mezclada con una especial afabilidad, suavidad y gracia, de manera que se conoce ser su carcter dulce, carioso, afable, amable pero mezclado con un no s qu de bien moderada gravedad y seriedad, nada arrogante, spera, fastidiosa o que pueda parecer dominacin alguna. Por eso seorea en sus nimos la alegra de carcter y nada afectada; una cortesa de urbanidad benvola y afectuosa. Verdaderamente son todos, hablando en general, amables por aquellas dulces y afables maneras de su carcter y trato. Mario Cicala S.I. 1743 Tomado de: Descripcin historico-topogrfica de la Provincia de Quito de la Compaa de Jess, Quito, Biblioteca Aurelio Espinosa Polit, 1994. ***** DE LAS ARTES, ARTESANOS Y OFICIOS, DE LOS TALENTOS Y CUALIDADES NATURALES, DE LAS VIRTUDES Y VICIOS DE QUE ESTAN ADORNADOS LOS HABITANTES DE LA CIUDAD Y DE LOS ALREDEDORES DE QUITO De las Artes, artesanos y oficios En la ciudad de Quito se ven florecer casi todas las artes, esto es, mercaderes, relojeros, oropeleros, tintores, torneros, silleros, batidores de oro, caldereros, libreros, joyeros, confiteros, olleros, azadores, pasteleros, panaderos, cereros, alpargateros, zapateros, sastres, tapiceros, plateros, armeros, ladrilleros, fundidores, cordeleros, sombrereros, curtidores, drogueros, barberos, carpinteros, escultores, pintores, herreros, doradores, ebanistas, boticarios, tejedores de telas de algodn y de lana. Pero las artes que florecen a maravilla mucho mas que en otras partes son la estatuaria, la pintura, la escultura en madera, pues no hay mrmoles. Estas tres son caractersticas de aquella ciudad, y son verdaderamente de lo ms perfectas, de manera que no tienen por qu envidiar en nada a los europeos. Desde algunos aos para ac se han perfeccionado tambin mucho los orfebres plateros, joyeros y herreros, ya que al haber visto y observado las obras y manufacturas ms exquisitas, finas y delicadas de los franceses, ingleses y romanos, aquellos artfices se empearon en imitarles, y resultaron peritsimos y famossimos artfices, en verdad, las pinturas, estatuas y esculturas trabajadas en la ciudad de Quito son transportadas a Lima y a todo el Per, a Chile, a Buenos Aires, a Panam, a Guatemala y aun a Mxico, a Popayn, a Santa Fe y a todo el Nuevo Reino de Granada, y son estimadas y apreciadas de tal manera por su perfeccin delicadeza y elegancia, que se pagan por ellas precios altsimos. Pero mucha mayor admiracin mostrar quienquiera que sea, al saber quines son los artesanos y cules sus instrumentos. Los artfices casi todos son indios, pocos los mestizos, ningn espaol o europeo. Quien viera a un indio mal arreglado, mal vestido, harapiento, descalzo los pies, con un sombrero completamente viejo, desgarrado y roto, mal llevado que no vale todo l cuatro cuartos, no se podra creer que se trata de un excelente pintor, un famossimo estatuario, un peritsimo escultor, un delicadsimo orfebre platero, joyero, etc. y por cierto es as. Bajo aquel descuidado y desaliado vestido se esconde el arte ms perfecto y delicado, el oficio ms noble y lucrativo. De ah se deduce cuan hbiles, ingeniosos y capaces son los indios para las artes y oficios mecnicos y serviles. En verdad que me rea, entre espantado y estupefacto, la primera vez que vi un indio mal trajeado, completamente

sucio y despeinado, con el pincel en las manos y a otro con el buril, aquel con agilidad y finura, ste con rapidez y destreza, al uno pintar maravillosamente, esculpir y tallar al otro delicadsimamente; pero lo que me produjo ms admiracin, fue observar que apenas si se vean algunos poqusimos delineamientos sobre la tela y sobre la mesa, Y todava creci en m mucho ms el estupor al ver sus respectivos instrumentos. El primero no tena ms que cuatro pinceles y los colores sobre un trocito de tabla mal hecha; el otro dos cinceles de diversa forma, hechos con el hierro de un cuchillito colocado entre dos trocitos de madera atados con un cordel, y un martillo o mazo de madera dura y fuerte; los dems artfices estaban en la misma penuria y escasez de instrumentos. Pero aquellos indios, aquellos mestizos tan rudos y mal presentados usaban y hacan servir un solo instrumento para mil fines, tanto se ingeniaban, tantas maneras e industrias usaban, que quien los contemplaba quedaba absorto y aterrado. Pero estos ltimos aos los Padres Procuradores haban trado de Europa casi toda clase de instrumentos necesarios para los escultores, estatuarios, herreros, plateros, carpinteros, etc. a fin de que pudieran trabajar con mayor facilidad, pero aun ahora no faltan tales artfices, y no son pocos, los que con cuatro hierros ridculos, viejos y mal forjados trabajan sus obras exquisitas y perfectas. De la amenidad y clima de la ciudad de Quito En resumen: es un clima admirable, ya que tanto se adapta al cuerpo humano el vestido de pao como el de seda; tanto el de medio tiempo como el de verano, sin causar la menor molestia a quien usase uno u otro o alternativamente los dos. Hay tambin algunos meses en que el clima parece ser un poco ms caluroso, pero no sobrepasa el calor de primavera que suele sentirse en algunos lugares martimos, al fin de ella. Otra condicin, de ese delicioso clima es que tambin es maravillosamente sano a no ser que se introduzca de otras partes alguna epidemia contagiosa, como sucedi no pocas veces en mi tiempo. Hace siete aos, en 1763, vino de Mjico un contagio o peste introducida en las mercancas de varios negociantes, que solamente infestaba a los indios, luego tambin a los mestizos, aunque los mayores estragos produca entre los indgenas. En las casas y familias donde entraba mataba a todos absolutamente, hasta el sptimo grado, en tres das, y a muchos en dos, sin remedio posible, de manera que muchsimas haciendas y posesiones de gran importancia quedaron abandonadas por sus dueos por habrseles muerto todos los indios, aun sus hijos pequeos a quienes los cuidaban como parte de su personal de trabajo. Fuera de eso, tantas poblaciones de indios fueron destruidas y aniquiladas hasta el punto de no quedar ni un solo nio; todas las casas tuvieron que ser quemadas, como sucedi, encontrndome yo presente, en el pueblo llamado Izamba, en otro llamado Sta. Rosa, y en muchos otros. Adems casi todas las fbricas de paos y de otras telas de lana, todos los ingenios azucareros se vieron cerrados por la muerte de todos los obreros indios. Todava ahora mantiene su fuerza y persiste en todas aquellas provincias y ciudades aquella peste, contagiosa solo para los indios dejando libres a los espaoles. En otro sitio quizs tendr ocasin de hablar de ella con ms detencin. Sucede una cosa digna de contarse, y es que caminando por el lado de una calle, por la sombra, se experimenta una temperatura en gran manera agradable, mientras que si se pasa al otro lado, donde da el sol, es increble el calor y ardor que se siente, pues parecen llamas los rayos que queman y abrasan por lo que cada uno conoce perfectamente hallarse bajo la lnea equinoccial. Mario Cicala S.I. 1743

Tomado de: Descripcin historico-topogrfica de la Provincia de Quito de la Compaa de Jess, Mario Cicala S.I., Quito, Biblioteca Aurelio Espinosa Polit, 1994. ***** LOS OFICIOS DE LA GENTE Los sbados en especial, al ponerse del sol, hay todo el ao una grande feria de obras de escultura y pintura en las cuatro esquinas de la calle de los mercaderes. Traen tambin all a vender sombreros, medias de seda y de algodn; pero es menester ir con mucho cuidado, porque por los desvanes de la ciudad van los cholos recogiendo cuantos andrajos y trapos hallan, y de trozos de sombreros viejos los pulen y los une de modo que parecen un sombrero castor o de la tierra acabado de hacer, pero a los ocho das ya son trapos. Deshacen la media de seda vieja y la vuelven a hilar, y o en madeja o en medias bien lustroso lo venden por nuevo. Unen los trapos de camisas viejas o calzones, y hacen lienzos y los pintan, y la pintura la venden por nueva, siendo de trapos podridos. Hacen figuras amoldadas de cera muy bellas, y las encarnan con buen pincel, y lo venden por hechura de palo. Del corozo, que es como mrmol y es la fruta de la palma cabeza de negro, fabric