Ojos Amarillos

Mario, Ricardo OJOS AMARILLOS

Ahora que s me decid a escribir esta historia quiero comenzar por

la noche en que el chico se despert con la sensacin de que unos

extraos ojos lo miraban mientras l dorma . . .

Luchando contra su propio miedo alarg la mano y busc a tientas

el interruptor del velador. La luz lo oblig a mantener los ojos

semicerrados hasta acostumbrarse a la claridad. De pronto le pareci

que algo se desplazaba en la ventana. Esa impresin le arranc un grito

y lo hizo sentarse en la cama. En situaciones as no le salan gritos

potentes, el miedo pareca obturarle la garganta y slo emita una

especie de aullido angustioso. Por lo dems, su madre estaba en una

habitacin suficientemente apartada como para no escucharlo.

Se qued parado sin saber qu hacer. Las dos opciones lo

atemorizaban por igual: quedarse all o caminar hasta el cuarto de su

madre, atravesando el largo pasillo que una las dos habitaciones. Era

una sensacin desagradable porque todava no haba salido

completamente el sueo. Entre ese estado de confusin, las piernas que

no le respondan del todo y el terror que senta, no poda pensar. En su

mente se mezclaba la sensacin de la pesadilla con lo que crea haber

R i c a r d o M a r i o O j o s a m a r i l l o s

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visto en la ventana.

Era bastante comn que tuviera miedo de noche, y cuando estaba

tan asustado slo lograba calmarse yendo al lado de su madre (su padre

estaba de viaje desde haca diez das). Hacer el trayecto hasta la

habitacin de sus padres le daba miedo, pero no hacerlo era peor: no

lograba dormir en toda la noche y pasaba esas interminables horas

mirando de reojo hacia la puerta, la ventana o el ropero y ni siquiera se

animaba a mirar debajo de la cama, que era otro sitio que le resultaba

amenazante.

Como en otras oportunidades, sali de su habitacin caminando

lentamente, esta vez casi retrocediendo, sin quitar los ojos de la

ventana, porque la pesadilla de esta noche se relacionaba con una

mirada. Una mirada de ojos extraos. Sali del cuarto con la sensacin

de que lo estaban mirando. Camin en puntas de pie por el pasillo, en

busca de la llave de luz que estaba en el otro extremo. Para empeorar

las cosas. La puerta de su cuarto emiti un dbil chirrido y se cerr,

dejando el pasillo completamente oscuro. El chico permaneci contra la

pared y en esa posicin resolvi que deba caminar rpido hacia la

habitacin de su madre, pero luego de contar hasta diez. Para contar

cerr los ojos y, antes de llegar a ocho, no aguant ms y sali

apresurado. De pronto fue tomado por los hombros. Los gritos, ahora s,

parecieron sacudir la casa.


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Sentados en la cocina, medio abrazados y temblando de fro o de

miedo, la madre y el chico parecan criaturas desamparadas.

Iba para tu habitacin a ver si estabas bien. Tuve una pesadilla

horrible le dijo la madre.

Qu pesadilla? quiso saber el chico.

No, no quiero ni acordarme. Y vos qu hacas ah, Joaqun?

Es que iba al bao.

Con la luz apagada?

Se me cerr la puerta.

A Joaqun le costaba reconocer que durante las noches tena miedo

y no estaba dispuesto a admitir ante su madre las frecuentes pesadillas

que convertan sus noches en una tortura.

Muchas veces resolva la situacin fingiendo que estaba enfermo.

Llamaba a la madre y le deca que le dola la garganta o la cabeza y as

lograba pasar un rato con ella. Durante ese tiempo, mientras la madre le

preparaba un t y luego se quedaba con l sentada en su cama, el chico

era feliz y se senta seguro.

se era uno de sus recursos contra el miedo, y el otro consista en

mantener el televisor encendido. Unas cuantas veces Pablo, su pap, lo

haba retado al advertir que tena el televisor encendido hasta la

madrugada y por eso Joaqun se cuidaba: se dorma con el televisor

funcionando pero pona un despertador para apagarlo en la madrugada,

cuando ya haba sol y su padre todava no se haba levantado.

Vamos, te acompao hasta la cama le dijo la madre.

Pero quedate conmigo hasta que me duerma.


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No, estoy cansada.

Es que tuve una pesadilla. So con unos ojos que me

miraban

Cuando Joaqun entr en la panadera, la chica que atenda y una

clienta la esposa del odontlogo se miraron con una extraa

expresin. No respondieron el saludo y permanecieron quietas y

calladas el tiempo suficiente como para llamar la atencin del chico.

Despus como si lo hubieran ensayado, las dos se volvieron hacia l y

preguntaron:

Qu soaste anoche?

Era una pregunta inesperada. Y ms todava si lo hacan dos

personas simultneamente. Joaqun se sonroj y dijo:

Nada.

Menos mal dijo la chica.

Por qu? se atrevi a preguntar Joaqun.

Es que la seora Carola y yo soamos lo mismo. Y, bueno, nos

asustamos ri, mientras le extenda el vuelto a la mujer. Qu vas a

llevar, Joaqun?

Medio kilo de flautas. Si que so. Me haba olvidado agreg

despus de un breve intervalo. La esposa del odontlogo, que tena una

figura graciosa por su cuerpo voluminoso y su pequea cara aniada, ya

haba abierto la puerta para irse, pero se detuvo y reingres.

Qu soaste, querido? pregunt la mujer acercando su cara a

la del chico.

No s, no me acuerdo bien.

Cmo que no te acords?


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Me acuerdo que so, pero no me acuerdo qu.

Ah suspir la mujer, como desinflndose.

La panadera le alcanz la bolsita y el vuelto a Joaqun y el chico

sali apurado.

Pobrecito dijo la mujer.

Bueno, no exageremos! dijo la panadera.

Es que . . . es raro todo esto.

En la puerta de la panadera un hombre un empleado municipal

que limpiaba las calles y todos los das reciba una factura como

regalo se apart para dejar salir a Joaqun. En lugar de entrar en el

negocio, el hombre se qued detenido en la puerta mirando al chico

mientras se alejaba.

Buen da dijo despus, al entrar, mientras la panadera

automticamente meta una pinza en la bandeja y extraa una

medialuna.

Es increble agreg el hombre.

Qu es increble? le pregunt la panaderaQue anoche so

con este chico.

No! exclam la mujer del odontlogo.

So algo . . . feo.

Con un gato? pregunt la panadera. Un gato y este

chico?

S se extra el hombre Cmo lo sabe?

No, no, esto me da miedo dijo la mujer del odontlogo

frotndose los brazos como si tuvieran fro. Parece una pelcula . .

Hola, Carla. Soy Fernanda.


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Fernanda! Mand a Joaqun a la panadera y en cinco minutos

salgo. Qu raro que llames a esta hora.

Es que tengo que comentarte algo. Y no quiero hacerlo delante

de los dems.

Qu pas?

Nada especial . . . o s. No s como decirlo.

Me asustas.

Es una tontera en realidad.

Contame, dale.

Es que . . . tuve un sueo anoche y, bueno, mi marido tuvo el

mismo sueo. Eso es lo increble. Los dos tuvimos el mismo sueo.

Pero ahora me acaba de llamar desde su oficina. Ay, no debera

contarte esto pero no s, bueno, el socio de mi marido tuvo el mismo

sueo . . .

Y? No entiendo. Qu te preocupa?

Es que por favor no quiero alarmarte, los tres soamos con . . .

Joaqun.

Cmo?

S, los tres: mi marido, su socio y yo soamos lo mismo.

Soamos que a Joaqun le pasaba algo.

Me asustas!

S, me doy cuenta, soy una idiota, no deb contrtelo.

Es que . . . yo tambin so que a Joaqun le pasaba algo malo!

Lo que soaron ustedes es . . . con un gato?

S.

Dios! Bueno, despus hablamos en el trabajo. Joaqun est

entrando . . . dijo Carla en un hilo de voz.


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Hacia el medioda los habitantes de Mosquehu no hablaban de

otra cosa: todos haban soado lo mismo. La coincidencia era siniestra

porque, adems, en el sueo sucedan cosas horribles.

La gente buscaba explicaciones a ese extrao fenmeno y haba

quienes, con cierto grado de seguridad, aventuraban respuestas de lo

ms diversas.

El nico cura del pueblo tard dos horas en hacer tres cuadras

hasta la farmacia porque en el camino fue detenido por muchas

personas que queran or que opinaba la Iglesia sobre algo as.

Pero el cura tena muy poco para decir, y menos en nombre de la

iglesia. Los vecinos, que haban armado un crculo a su alrededor, se

sintieron defraudados cuando el padre se limit a pedir calma y a repetir

que consultara por telfono con el obispo. Para no alarmarlos ms, el

sacerdote omiti decir que l tambin haba soado con ese gato negro

y que se haba despertado sudando, asustado, en medio de la noche.

Algunos no recordaban si directamente el gato apareca caminando

por el interior de una casa o si antes iba por una vereda. La mayora

haba visto, en el sueo, claro, al gato de profundos ojos amarillos

caminar por una sala o un living a oscuras.

Para la mayora el gato primero pasaba por entre las piernas de un

hombre, se meta a una casa a oscuras y despus caminaba por un

pasillo como buscando una habitacin en especial. Pese a que la casa

estaba completamente a oscuras, en el sueo se poda ver al gato

asomarse sigilosamente a una habitacin, luego a la cocina y finalmente

a otra habitacin en la que s entraba.

Una vez adentro saltaba a una cama donde haba un chico

durmiendo: Joaqun. Los grupos de vecinos repasaron decenas de


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veces el sueo, tratando de encontrar coincidencias una y otra vez, pero

cuando llegaban a la parte en que el gato saltaba sobre el chico ninguno

se atreva a detallar como el gato lo mataba. En realidad saban

porque en el sueo se saba que el gato mataba al chico, pero ninguno

pareca querer ahondar en esas visiones, para obtener detalles de cmo

el gato lograba eso.

Sobre esa parte del sueo slo decan que el gato mataba al chico

y continuaban el relato detenindose nuevamente en cada detalle pero a

partir del instante en que el gato miraba hacia el frente, como cuando en

las pelculas un personaje mira al espectador (recin entonces se vean

clarsimos sus terribles ojos amarillos), y luego se marchaba con pasos

livianos y lentos, iba hasta la cocina y sala por una ventana.

La obsesin de la seora Carola era adelgazar. Su esposo, el

odontlogo, sola burlarse de sus esfuerzos, de modo que ella llevaba

una frrea disciplina de ejercicios y caminatas fuera del alcance de su

mirada y de la mirada de los vecinos. El pueblo donde vivan era muy

chico, perfecto para el deseo de tranquilidad de la seora Carola, pero

no contaba con un gimnasio. Para salvar ese dficit y no exponerse a la

burla de gente, la seora Carola sala a media maana y caminaba

bordeando los galpones del ferrocarril haca aos que no haba

servicios de trenes hasta llegar a un monte de eucaliptos.

All se detena unos segundos para mirar disimuladamente hacia

todos lados y, si comprobaba que nadie la observaba entraba al monte

internndose unos cien metros. En una parte del monte, siempre la

misma, comenzaba sus ejercicios copiados de un programa de cable

que transmita desde Miami.


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Vindola transpirar hasta empapar su remera, nadie hubiera dicho

que para ella eso era un placer, pero lo era. Tambin le resultaba muy

grato, despus de los cuarenta minutos de ejercicios que controlaba con

dos relojes, tirarse al piso, cerrar los ojos, sentir como la respiracin

poco a poco se iba haciendo calma, y soar. Soaba que era delgada,

que su cabeza tan pequea guardaba perfecta proporcin con su

cuerpo, y que volaba. Se imaginaba volando no como un pjaro sino

como una hoja. Era ella misma, linda, delgada y perfecta, que pasaba

por encima de las copas de los rboles y de todo el pueblo, mecida

suavemente por el viento, subiendo y bajando con movimientos leves y

caprichosos.

Cuando la seora Carola termin la tanda de ejercicios que tena

programados hizo una repeticin ms de todos: un pequeo exceso que

subrayaba el triunfo de su voluntad, que la compensaba de las dos

medialunas que se haba permitido un rato antes. Enseguida se acost

sobre las hojas y as se qued, atenta a su respiracin agitada que se

fue calmando lentamente.

Poco a poco se fue adormeciendo. An medio dormida tuvo la clara

percepcin de que un peligro la acechaba. Se despert de repente,

alarmada con la sensacin de una presencia. Estaba segura de que

haba algo muy cerca, observndola. Se sent de golpe y mir

atemorizada hacia todos lados. De pronto grit espantada . . .

El nico que no estaba al tanto sobre la coincidencia de que todos

en el pueblo hubieran soado lo mismo era el propio Joaqun.

Su madre, antes de irse al trabajo era arquitecta y trabajaba en la

Municipalidad le pidi que se quedara en la casa, y ella misma llam a

Catalina. Catalina los compaeros del colegio le haban puesto ese


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sobrenombre porque se apellidaba Catalini era el mejor, el nico en

realidad, amigo de Joaqun. En los dos meses que Joaqun haba

concurrido a la escuela del pueblo despus vinieron las vacaciones,

slo se haba sentido en confianza con ese chico que casi no hablaba.

La primera reaccin de la seora Carola fue de espanto. Con los

ojos desorbitados se incorpor y, sin perder de vista al gato, observ de

reojo hacia donde poda escapar. Por suerte se senta suficientemente

gil como para hacerlo. Al mismo tiempo se deca que ese gato sin

ninguna duda era el del sueo. Aunque fuera algo inexplicable, ah

estaba ese animal, y se trataba del mismo porque esos extraos ojos

amarillos eran inconfundibles.

Cuando tuvo claro que en el peor de los casos poda salir corriendo,

la seora respir hondo y se dijo: Despus de todo es slo un gato, y

comenz a caminar en direccin al animal, con sus brazos extendidos

dispuesta a tomarlo por el cuerpo manteniendo lejos sus uas.

Vamos, gatito . . . dijo la seora Carola. Todos van a querer

verte de cerca . . . Carola te va a colocar adentro de una jaulita y se

podr saber qu es todo ese extrao asunto . . .

El gato hizo un intento por alejarse pero la seora Carola se arroj

sobre l, aprisionndolo con sus manos.

Aunque slo viva a seis cuadras de la casa de Joaqun, Catalina

tomaba tantas precauciones y haca tantos rodeos, que esas cuadras se

convertan en muchas ms. No pasaba delante de casas donde hubiera

perros, evitaba la vereda de los dos galpones por donde podan salir

camiones, lo mismo que las esquinas donde poda haber barras de


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chicos y las veredas donde vivan conocidos que podan saludarlo y

obligarlo a hablar.

Catalina era muy callado y tmido y siempre, a principios de cada

ao, la madre tena una entrevista con la nueva maestra para pedirle

que no obligara al chico a dar lecciones en el frente o a que hablara,

porque sencillamente no poda. Por escrito, en cambio, era impensable

que Catalina no se sacara la mejor nota. Como fuera, ningn chico se

relacionaba con l. Salvo Joaqun.

Catalina sola mirar continuamente hacia todos lados, de reojo, con

movimientos rpidos que le daban cierta apariencia de roedor o de

animalito que se sabe en peligro. Acaso por esa caracterstica fue que,

de camino a la casa de Joaqun, advirti algo raro en el interior de un

galpn abandonado. Nadie que pasara caminando por la vereda hubiera

podido verlo, pero l s . . .

De todas las versiones con que la gente intentaba explicar el

extrao fenmeno de los sueos coincidentes, una de las ms curiosas

era la de un hombre que estudiaba fenmenos paranormales. El hombre

era llamado Angelito y de l se saba que era un experto en levitacin,

transmigracin de las almas, demencia y demonologa. En todo caso,

alguien capaz de interceptar y entender las corrientes de energa

invisibles que impregnan el mundo, como sola aclarar l.

Angelito era un hombre delgado y sombro, que viva de una

pensin por invalidez y peridicamente publicaba sus trabajos en

revistas especializadas de Buenos Aires y de Mxico.

La primera persona que lo interrog sobre el tema de los sueos fue

la chica de la panadera. Dej el negocio cerrado por unos minutos y

corri una cuadra hacia lo de Angelito, porque pensaba que slo l


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poda aportar alguna claridad al caso. Angelito ya estaba enterado del

asunto, pero dej que la chica contara, hablando a borbotones, acerca

de todas las personas que en la panadera le haban corroborado que se

trataba del mismo sueo.

Cuando la chica al fin dej de hablar y por cuarta o quinta vez pidi

una explicacin, Angelito dio media vuelta en su silla de ruedas sac un

cuaderno de un cajn, hizo varias anotaciones con una birome, y al fin la

enfrent para decirle con voz montona, como si estuviera hablando de

algo perfectamente natural:

El diablo est entre nosotros . . .

Angelito, no diga eso! exclam la chica abrazndose a s

misma y frotndose los brazos.

Vamos por partes . . . dijo Angelito.

Hay dos . . . fenmenos. Uno, el funcionamiento coincidente de las

mentes de todos los individuos de este pueblo en una misma noche.

Si . . .

Para eso tengo una explicacin posible: quiz se deba al

asentamiento en esta zona de una nube energtica. Tal vez pueda

desentraar las caractersticas magnticas de esa nube poniendo

sensores en varios lugares. Se entiende?

Ms o menos. Y el otro?

El otro fenmeno es lo importante. La naturaleza de la nube no,

porque casos de conductividad mental suelen darse a menudo entre

pocas personas, generalmente slo entre dos. Es extraordinario y nunca

he sabido que le ocurra a un pueblo entero, pero . . .

S . . .


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. . . lo importante, lo alarmante en verdad, es que tiene que haber

algo que emita las imgenes de ese sueo anticipatorio.

Anticipatorio?

S, no tengo la menor duda de que esto que vimos en el sueo

va a ocurrir en la realidad.

Dios!

Ese gato no puede ser sino un avatar.

Un avatar es un descendiente o enviado del Demonio o del Mal o

como prefieras llamarlo. Es la forma animal que toma uno de sus

servidores, puesto que el Rey de las Tinieblas no acta sino a travs de

sus esclavos.

Me est diciendo en serio todo esto?

Por supuesto. Yo digo que algo, una mente maligna y superior,

con un campo magntico tan poderoso para que nuestras mentes

funcionen en sincrona con ella, pens eso que soamos. Jug con

todos nosotros. Quiso que lo supiramos de antemano.

Es algo espantoso. No puede ser.

Es una teora provisoria. Slo trato de razonar para entender esto

tan extrao que nos est pasando . . . dijo Angelito.

Est ah, est ah!

La chica de la panadera se asom por la ventana y vio que el hijo

de los Catalina, ese chico flaquito y casi enfermizo, sealaba hacia un

galpn que haba servido como depsito de materiales de construccin y

con expresin de desesperado emita gritos agudos.

Para cuando la chica sali a la vereda empujando la silla de

Angelito, varias personas rodeaban al chico.


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Dice que vio al gato del sueo explic alguien.

Los ms jvenes se pusieron a buscar de inmediato, con cierta

alegra infantil. Un vecino entr en su casa y regres con un palo. As se

form un grupo que encabezaban los vecinos de la cuadra el dentista,

un jubilado y dos jvenes seguidos a unos metros por la chica,

Angelito y Catalina. El grupo camin por el interior del depsito mirando

a un lado y a otro.

Del galpn pasaron a un terreno que haba detrs y fue all donde

uno de los jvenes grit sealando al gato. El gato camin unos pasos

por arriba de un tapial y luego se lanz hacia el otro lado, donde haba

un baldo.

El depsito de materiales estaba comunicado con el baldo aledao

por una puertita de chapa con un candado. Exaltado, el dentista tom un

fierro muy grande que encontr en el piso y con l peg varias veces

sobre el candado. La chica de la panadera mir asustada, ya no por el

gato sino por la violencia con que el hombre descargaba toda su fuerza

sobre la puerta, que finalmente se abri.

Pasaron todos a la carrera y del otro lado se encontraron al gato

sobre un tronco. Antes de que el animal se diera vuelta, uno de los

jvenes le lanz un golpe con un palo. No alcanz a impactarlo de lleno

pero igualmente lo hizo rodar. El dentista levant la barra de hierro y la

dej caer sobre el felino. Milagrosamente el golpe se produjo sobre una

piedra que estaba a milmetros del animal.

El segundo impacto tuvo peor destino: la cabeza de uno de los

jvenes, quin se haba arrojado al suelo para tomar con sus manos al

gato. La furia del dentista lo haca golpear una y otra vez con la barra de

hierro pero sin acertar su objetivo. La gente se olvid del animal, y

viendo al hombre completamente fuera de s se lanz sobre l para


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detenerlo. Podra haber sido una escena grotesca si no hubieran

reparado, cuando lograron reducir al enloquecido odontlogo, en el

cuerpo cado del joven que haba recibido el golpe.

Silenciosamente, espantados, tapndose la boca para reprimir los

gritos, el grupo rode al herido. Entre dos hombres lo recogieron y lo

trasladaron hasta la vereda. El dentista no sala de su asombro, pero

algo los sac de su mutismo. Una mujer lleg corriendo y avis:

Encontraron muerta a la seora Carola!

El dentista se volvi hacia la mujer que haba dicho eso y la mir

como si hablara en otro idioma. Haba entendido

perfectamente sus palabras pero no poda asimilar algo

as. Quien haba gritado era su propia secretaria. La

mujer se arroj en brazos del dentista y llor a gritos sin

responder a los que le preguntaban que haba ocurrido.

Slo pudo hacerlo unos minutos despus. Ms que

explicar, se limit a sealar hacia el monte.

Es un accidente. Est clarsimo repiti una vez ms el

comisario ante el empleado del ferroviario. Yo no me acercaba porque

me pareca que ella no quera que la viesen. El empleado era un

hombre mayor, el nico encargado de cuidar la estacin desde haca

unos aos, cuando se haba levantado el servicio de trenes.

S, yo tambin la he visto algunas veces dijo el comisario.

Tuvo la mala suerte de que justo le cayera encima esta enorme rama

agreg, mirando a lo alto del rbol para constatar que haba ms ramas

secas en ese gigantesco eucalipto. Tiene la cara araada por las

ramas y un golpe muy fuerte en la cabeza.

Estn pasando cosas muy raras . . . dijo el ferroviario.


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Bah. . . ese asunto del sueo no tiene nada que ver lo cort el

comisario. Est clarsimo: le cay una rama en la cabeza. Cada tanto

se cae una rama pero jams hay alguien debajo y menos haciendo

gimnasia no? Esta mujer tuvo esta desgracia, eso es todo. Ahora

tenemos que ir a decrselo al pobre marido.

No hace falta, ah viene.

Hola, Joaqun, soy yo, mam.

Hola.

Qu ests haciendo?

Nada.

Nada? Cmo nada? Tardaste mucho en atender.

Estaba.. . leyendo una historieta.

Catalina no lleg todava?

No.

Qu raro, no dijo que iba a estar a las tres?

S.

Son casi las cuatro. Qu fue ese grito?

Grito? Qu grito?

Como un . . . no, un maullido. Hay un gato ah?

Cmo va a haber un gato? Si me dijiste que no puedo tener

animales.

No importa, hay un gato? Fijate si no anda un gato por el patio.

No.

Pero no te fijaste.

Y qu tiene si hay un gato?


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Qu se yo, dale, and a fijarte.

Ya me fij. No hay. Por qu no puedo tener un gato o un perro?

Porque no. Ya te dije: no quiero animales en casa.

Pero yo s.

Y yo no. Y pap tampoco. Slo podramos tener un animal si los

tres estuviramos de acuerdo, es justo no?

No, porque los grandes nunca quieren tener animales. Cundo

voy a tener un animal? Cuando sea grande? Cuando sea grande no

voy a querer tener un gato.

No me hables de gatos!

Por qu?

Ay, no s, estoy nerviosa. Despus vuelvo a llamarte.

Por qu llams tantas veces hoy? Esta es la cuarta.

Y qu tiene de malo? Hoy te voy a hacer milanesas.

Qu tiene que ver?

Nada. Slo te digo que hoy voy a cocinar milanesas. Salgo a las

seis y llego a la casa a las siete.

Bueno, chau.

Un besito Escucho como un maullido !

Basta! Debe ser en la calle, que se yo, chau.

Chau.

Joaqun colg el receptor y corri al patio. El gato pareca

reponerse. Se estaba lamiendo la herida del lomo donde l le haba

puesto desinfectante y maullaba, seguramente de dolor. Era un gato

raro. l nunca haba visto uno as, aunque mucho no saba sobre gatos.

Pero era una increble casualidad que apareciera en un tapial un gato

herido y que l pudiera curarlo. Ojal Catalina llegara pronto para


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mostrrselo. Despus iba a tener que pensar algo para convencer a su

mam. Por ahora poda mantenerlo escondido en algn lugar de la casa.

En su habitacin, por ejemplo.

Ya hubo una muerte y tambin tenemos un moribundo deca

Angelito a los cuatro vecinos que lo rodeaban. No me siento capaz de

interpretar los alcances del sueo que tuvimos todos pero algo oscuro y

terrible ha comenzado. Se que esto es slo el principio.

Y qu podemos hacer? pregunt la chica de la panadera. Al

enterarse de la suerte corrida por la seora Carola, su opinin respecto

de Angelito era que era la nica persona del pueblo que entenda lo que

estaba ocurriendo. Los otros vecinos una cuada de la seora Carola,

un polica jubilado y un hombre llamado Justo eran seguidores y

admiradores de Angelito, y a l haban acudido espontneamente en

busca de explicaciones.

Esto empez con este sueo siniestro que todos tuvimos. Me

pregunto si el chico tambin lo habr tenido.

No dijo la chica de la panadera.

Una amiga ma, que es amiga de una compaera de trabajo de la

madre del chico, habl con ella por telfono y ella le dijo

Quin habl con quin? pregunt Angelito fastidiado.

Mi amiga con la compaera de trabajo de la madre del chico. Y

parece que el chico no so lo mismo que todos nosotros. Por eso la

madre lo tiene encerrado en la casa y no quiere que hable con nadie. No

quiere que el chico sepa todo esto que pasa.

As que todos soamos eso pero l no

Tendramos que hacer algo-reflexion Angelito.


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Qu cosa? pregunt Justo.

Son las seis de la tarde. Empieza a anochecer dijo Angelito

demorando la respuesta. Ven aquellas cajas all arriba?

Saquen de all todas las velas negras que encuentren. Tienen que

ser velas negras. Vos, Justo, seguime -Agreg Angelito

misteriosamente, dirigindose a la habitacin del fondo, donde guardaba

unas extraas figuras que l mismo tallaba copindolas de un antiguo

libro con letras gticas y grabados.

El gato pareca totalmente recuperado.

Ya caminaba por el patio y segua a Joaqun a todos lados, era un

gato decididamente raro pero Joaqun nunca haba tenido una mascota.

Le daba un poco de temor tocarlo pero pensaba que se deba a la falta

de familiaridad con los animales. El gato tena una mirada

increblemente profunda. Cada tanto el chico se senta mirado por el

animal y al darse vuelta vea esos extraos ojos amarillos que

delataban, si no fuera absurdo concebirlo as, un pensamiento.

Joaqun no quera dejarse arrastrar por las fantasas de las

pelculas y libros de terror y suspenso que a veces lea, pero tena la

sensacin de que el gato pensaba. Igual se senta muy satisfecho de

haberlo curado y estaba totalmente decidido a ser su dueo, sin importar

lo que dijera su madre. Por esa noche escondera al gato en su

habitacin y al da siguiente se plantara frente a su mam y llorara y

gritara todo lo que fuera necesario para convencerla.

El gato ya empezaba a seguirlo a todas partes y eso ablandara un

poco a su madre, porque vera el entendimiento entre uno y otro. Le iba

a decir a su mam, por ejemplo que el gato sera la compaa ideal para


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no tener miedo durante las noches. En esos pensamientos estaba

cuando escuch un grito:

Estn juntos!

Sobresaltado, Joaqun mir hacia el tapial que daba al frente y

alcanz a ver la cabeza de un hombre que al instante desapareci.

El chico y el gato estn juntos! se volvi a escuchar.

Joaqun tom al gato y se meti en la cocina.

Hola, Joaqun, esta vez te llamo

Mam!

Qu pas?

Ven pronto estoy asustado.

Qu pas?

No s afuera hay gente Primero se asom un tipo por el

tapial del frente y ahora hay un grupo en la vereda. Tienen velas

encendidas y gritaban cosas raras.

Cmo? Quines son?

Repiten mi nombre y hablan, como si rezaran pero no es un rezo.

Dicen cosas raras, incomprensibles. No s por qu hacen eso. Me da

miedo

No puede ser! Cmo que dicen tu nombre? Quines son?

No s. Hay uno en una silla de ruedas.

Y est la de la panadera.

Salgo para all!


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El chico debe estar posedo dijo Angelito, nervioso . Son

casos extraordinarios, pero sucede. Para poseer una vctima Satn se

vale de un intermediario, como una bruja o un hechicero, o bien puede

ser l mismo bajo la apariencia de un animal. Las vctimas elegidas

suelen ser personas dbiles y extraas, y ese chico sin duda lo es.

Cuando la posesin ya fue hecha, la vctima comienza a cambiar la voz

o su apariencia. Puede sufrir convulsiones, y le de casos en que, en

medio de la crisis, el posedo expulsa por su boca objetos y hasta

culebras, lagartijas y todo tipo de criaturas repulsivas. Empecemos ya.

Formen un crculo, tmense de las manos, cierren los ojos, resstanse al

terror y no dejen de repetir mis palabras, an si se oyen horribles voces

que jams escucharon, o si ese mismo chico se nos aparece ac en la

vereda

Carla tom la cartera y sali a la carrera de su despacho sin

siquiera avisar a su jefe o a Fernanda. Haba estado todo el da

pensando en el sueo del gato y el llamado de su hijo termin por

alterarla. Estaba tan nerviosa que demor una eternidad en poder

colocar la llave en el auto y salir del estacionamiento de la

Municipalidad. Tena sesenta kilmetros hasta su casa, y habitualmente

recorra ese trayecto en cuarenta minutos.

Ese maldito pueblo. Haca cuatro meses que viva all y conoca a

muy pocas personas, pero desde el principio casi todas le haban cado

mal. Su marido se haba empecinado en vivir all slo porque las casas

eran ms baratas y podan disponer de un gran patio. Para l, que

viajaba muy seguido, el lugar era un paraso y un descanso, pero para

ella y su hijo era horrible. Joaqun no haba hecho ms que un amigo en

todo ese tiempo y ella no tena trato con nadie. La gente la miraba al


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pasar con demasiada curiosidad, pero nadie le mostraba la menor

simpata. Eran raros Y ella dejaba a su hijo all, solo. Qu estaran

haciendo esos desequilibrados? Joaqun haba dicho que decan cosas

raras e incomprensibles

El coche iba a ms de ciento treinta kilmetros y empezaba a caer

la tarde. El sol se estaba metiendo a ras de la ruta, dificultando mucho

ms la visin. De pronto tuvo miedo de chocar, de que le pasara algo a

ella y que su hijo quedara solo a merced de los locos esos reunidos

alrededor de su casa.

Agazapado detrs de la ventana, Joaqun espiaba hacia la calle.

Haba un grupo de unas veinte personas rodeando al de la silla de

ruedas, que pareca dirigir una ceremonia. El tipo haca gestos como de

arrancarse algo del cuerpo y los dems lo imitaban, repitiendo sus

palabras. Casi todos sostenan velas y eso les daba una apariencia

fantasmal que termin por aterrorizar al chico.

En cierto momento, cuando pareca que la ceremonia haba

terminado, uno de ellos dijo:

Hay que entrar a matar al gato!

Y qu hacemos con el chico? pregunt otra voz.

Ya veremos. Al chico seguramente convendra tenerlo en

observacin. Pero es cierto que hay que matar a ese gato antes de que

pase algo inevitable.

Joaqun no entenda nada de lo que ocurra, pero s escuch

perfectamente lo que esas personas se proponan hacer con su gato. Se

le ocurri entonces escapar por la terraza. Tom al gato en sus brazos y

camin por el patio pegado a una pared, para que no lo vieran si alguien

se asomaba.


23

Subi la escalera de cemento sin hacer ruido. Cuando lleg a la

terraza, vio que un hombre saltaba al patio de su casa. Enseguida se le

sumaron otros dos.

El chico fue al extremo opuesto de la terraza y all se subi a una

pequea pared. Ms all de la pared empezaba el techo de la casa

vecina. Pas una pierna y estaba por pasar la otra cuando se le ocurri

mirar hacia la calle. Vio entonces que alguien lo estaba mirando:

Catalina.

Durante un largusimo momento las miradas de Joaqun y de

Catalina se cruzaron. En la cara de Catalina se dibuj una expresin de

incomprensin y en la de Joaqun un desesperado pedido de no ser

delatado.

Joaqun pas al techo de la casa vecina y de sta a la siguiente,

hasta que un perro comenz a aullar y a ladrar frenticamente.

All est! grit un hombre desde un patio.

Joaqun se qued paralizado. En segundos varias linternas lo

alumbraron y el hombre que haba gritado trep al techo gilmente. Se

par sobre la pared medianera y mostr una desagradable sonrisa.

Sac un pequeo revlver del bolsillo trasero del pantaln y seal al

gato.

Soltalo, nene orden.

El chico hizo el ademn de dejar al gato en el suelo, pero cuando

estaba por apoyarlo, arroj al animal hacia el costado, donde haba un

techo ms bajo que resultaba inaccesible para el hombre de la pistola,

en la posicin en la que se encontraba. El gato cay sobre ese techo y

en segundos desapareci.

Estpido! grit el hombre, tomando a Joaqun por el hombro y

empujndolo hacia el centro de la terraza.


24

Cuando Carla fren y baj del coche se encontr con un

espectculo absurdo y penoso: su pobre hijo estaba sentado en el suelo,

en medio de la calle, y a su alrededor un grupo de personas repeta

oraciones incomprensibles cuya letra aportaba el hombre de la silla de

ruedas.

La mujer se abri paso a empujones y se abraz a su hijo. Luego lo

ayud a ponerse de pie y juntos entraron en la casa. Como hipnotizada,

llen un bolso con ropas y regres con Joaqun al auto. Afuera todava

estaban los vecinos reunidos. Uno de ellos intent detenerla. La chica

de la panadera trat de decirle algo, pero Carla no estaba como para

escucharla. Puso en marcha el coche, Joaqun se sent a su lado y

avanz a toda velocidad en direccin a la salida del pueblo.

Tengo que tranquilizarme dijo Carla en voz alta, hablndole a

nadie, o en todo caso a ella misma. Tengo que tranquilizarme. No

puede ser todo una conjura. Si voy tranquila vamos a llegar sanos y

salvos a Alberti.

A Joaqun le dio miedo que su madre hablara as.

Vamos a Alberti, a casa de tu abuela a pasar la noche ah, lejos

de todos esos locos le explic a su hijo. Maana llega tu pap y ya

veremos que hacemos. Le dej una notita sobre la mesa.

La vi.

Nos fuimos a pasar la noche a lo de tus padres. Si por casualidad

llegs antes, and a vernos all. Un beso, Carla y Joaqun, deca el

papel que estaba sobre la mesa.

Pablo se haba apurado para regresar un da antes y sorprender a

su esposa y a su hijo, pero haba encontrado la casa vaca y esa nota.


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Como tena muchas ganas de verlos no lo pens demasiado. En menos

de una hora poda llegar hasta la casa de sus padres.

Antes de salir abri las puertas y el bal del coche, e hizo varios

viajes hasta la casa descargando bolsos y cajas. Era ya la medianoche

cuando sali hacia Alberti.

La abuela de Joaqun estaba a punto de irse a dormir cuando Carla

golpe la puerta. La mujer se sorprendi al ver a esa hora a su nieto y a

su nuera.

Tuve un problema en casa con una prdida de gas y no quise que

pasramos la noche all fue lo que se le ocurri decir a Carla.

Hicieron muy bien en venir querida.

Las dos mujeres charlaron unos minutos en la cocina el abuelo

dorma mientras Joaqun miraba televisin. A la una, todos se fueron a

dormir: Carla en un sof del living y Joaqun en el cuarto que usaba su

pap cuando era soltero.

A la una y media Pablo lleg a la casa de sus padres. Espero que

no me oigan entrar porque si no se van asustar, pens. Pero bueno, ya

estaba ah, y lo mejor era usar la llave que tena y entrar sin hacer ruido.

Sin embargo, el primer susto fue para l: cuando abri la puerta del

coche una cosa oscura sali del interior y salt a la vereda. El hombre

casi se desmaya del susto. Pero slo era un gato. Cmo se haba

metido ese gato en el auto? Cuando se lo contara a Carla se iba a rer.

Seguro que el animal se haba subido mientras l descargaba los

bolsos. Un gato de Moquegu que decidi mudarse a Alberti, se dijo.

En el umbral de la puerta Pablo se quit los zapatos. Coloc la llave

en la cerradura con la mayor suavidad y pas al interior como


26

caminando sobre el aire El maldito gato! En ese momento el gato se

escurri entre sus piernas y pas junto con l al interior de la casa. Pero

Pablo no poda gritar ni ponerse a perseguirlo. Slo tena que confiar en

la habilidad del animal para no chocar contra ningn mueble y hacer un

ruido.

A la maana buscara a ese gato confianzudo y lo sacara a

escobazos. Ahora, lo mejor era dejarlo. Antes de cerrar la puerta vio,

gracias a una franja de luz proyectada de la calle, a Carla durmiendo

sobre el sof. Dej los zapatos a un lado y se acost junto a ella. Sin

despertarse, la mujer gir hacia l y lo abraz. Pablo, sonri, cmo

haba extraado a su mujer y a su hijo! Ahora que volva a estar con

ellos lamentaba que fuera tan tarde. Al da siguiente Carla le reprochara

no haberla despertado, pero dorma tan profundamente que era una

pena interrumpirla.

A los diez minutos de estar en esa posicin tan incmoda, Pablo

pens que lo mejor sera dormir en la habitacin que haba sido suya,

donde deba de estar durmiendo Joaqun. Ah haba una sola cama pero

el piso estaba alfombrado y poda poner una manta en el suelo. Con

movimientos lentos sali del abrazo de Carla y se apart del sof,

cayendo suavemente al suelo. Hoy es mi noche ridcula, pens

mientras trataba de incorporarse.

De pronto algo lo hizo estremecerse: Carla emiti un horrible

aullido, una queja honda y terrible que en medio de la oscuridad

resultaba escalofriante. Un segundo despus se escucharon gritos

parecidos provenientes de la habitacin de sus padres. Eran aullidos

terribles pero an ms espantosa era la coincidencia: los tres al mismo

tiempo! Como si estuvieran envueltos en la misma pesadilla en el

mismo momento!


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El hombre no soport una nueva repeticin de los gritos y encendi

las luces. Vio a Carla con una expresin desfigurada por una mueca de

angustia y de espanto. Pese a la luz, la mujer no terminaba de salir de la

pesadilla. Tuvo que despertarla con sacudones bastante fuertes. Al fin

Carla entreabri los ojos, mir la habitacin y a l, como si no entendiera

dnde se encontraba.

Qu hacs ac?

De repente se frot la frente y se incorpor de un salto:

El gato! dijo con voz ahogada. El gato est con Joaqun!

Carla y Pablo llegaron corriendo a la habitacin donde dorma

Joaqun. Lo que el hombre vio porque fue quien entr primero, no iba

poder explicarlo jams en su vida, y tampoco me lo explic bien a m,

aos despus, pese a que estaba tan interesado en que yo escribiera

esta historia respetando cada detalle de lo ocurrido.

A Pablo, el padre de Joaqun, lo conoc por casualidad en una plaza

de Alemania, donde actualmente vive, y al rato de charlar ya me estaba

narrando su extraa historia y pidindome que la escribiera. Le dije que

no, un poco porque siempre digo que no a este tipo de cosas, y otro

poco porque al final de esta historia me provoca un profundo rechazo.

Sin embargo, ac estoy, terminndola, no s si para cumplir con su

pedido o para buscarle un final ms tolerable.

Cuando Pablo entr en la habitacin del chico, encendi la luz: su

hijo dorma en el suelo, hecho un ovillo, en una extraa posicin. Por un

instante el hombre crey ver que el gato estaba all, junto a su hijo. Pero

de inmediato la figura del animal desapareci, como si se fundiera en la

del chico. Su esposa no vio nada de eso. Ella entr detrs y, despus de


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comprobar que Joaqun estaba bien, y de hacerlo regresar a la cama, se

puso a buscar al gato por toda la casa. Descontrolada, sobre todo al

saber por su marido que efectivamente haba entrado un gato en la

casa, revis todo, centmetro por centmetro. Pero no encontr al animal.

Todos pasaron aquella noche sin dormir y por ms que trataron de

interpretar lo ocurrido barajando las ideas ms inverosmiles, no lograron

aclarar nada.

Claro que todava no haban asistido a lo peor.

A la maana cuando el chico se despert ya no era el mismo. No

habl en ese momento ni nunca ms lo hizo, por ms que sus padres

probaron todas las formas posibles de terapias y consultaron a los

mdicos ms prestigiosos. En poco tiempo el chico cambi, su fsico,

sus gestos, sus hbitos, sus miradas sobre todo sus miradas y ya

nunca ms fue normal. Los intentos por ingresarlo en escuelas, an las

ms especializadas, terminaron en duras polmicas, porque los padres

jams aceptaron los alarmantes informes de los maestros y

psicopedagogos.

Aquella tarde en la plaza de Hamburgo, Pablo (en la vida real, por

supuesto tiene otro nombre) me refiri la historia de su hijo y yo la

escuch con un inters limitado, propio de quien supone que no ver

pruebas del hecho extraordinario que le estn contando. Me equivocaba.

All est mi hijo me indic l en cierto momento.

Haba otros chicos trepados al rbol pero no necesit que me

sealara bien cul de todos era Joaqun. Vi a un chico delgadsimo,

vestido enteramente de negro (se enfurece si tratamos de que vista otro

color de ropa, explic Pablo), que pasaba de una rama a otra como

deslizndose, con una soltura por lo menos llamativa. En cierto


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momento el chico volvi su cara hacia nosotros y fue entonces cuando vi

esos ojos amarillos que me causaron una irreprimible repulsin y, debo

confesarlo, temor.

No lo odie me dijo Pablo, como si adivinara mi pensamiento.

No cmo me dice eso? contest. Si es un chico.

Es mi hijo. Supongo que es una especie de prisionero

Prisionero de qu?

De un gato, del alma de un gato, qu s yo.

Permanecimos en silencio largos minutos.

Y? Se anima a escribir esta historia? me pregunt

finalmente.

No, no creo que me interese escribir este tipo de historias.


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RICARDO MARIO ____________________________________________

Es escritor, periodista, y tambin autor de numerosos libros para

nios y adolescentes. Colabora con distintos medios periodsticos. Entre

sus ttulos figuran Botella al mar, La casa maldita, El insoportable, La

expedicin, El hijo del superhroe, Cuentos ridculos, Lo nico del

mundo, La noche de los muertos, Roco y sus hermanas y Perdido en la

selva. Entre otras distinciones ha merecido el Premio Casa de las

Amricas, varias recomendaciones de IBBY (Internacional Borrad of

Books for Young People) y, en dos oportunidades (1994 y 2004), el

premio Konex a la trayectoria.

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