Eduardo Antonio Parra - Nadie Los Vio Salir

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Este relato fue escrito con el apoyo delCentro de Escritores Juan Jose Arreola,

del Centro Cultural Casa Lamm.

Primera edici6n: 2001ISBN: 968.411.508.3

DR © 2001, Ediciones Era, S. A. de C. V.Calle del Trabajo 31,14269 Mexico, D. F.

Impreso y hecho en MexicoPrinted and made in Mex,ico

Este libro no puede ser fotocopiado, ni reproducido total 0 parcialmente,por ningu.n medio 0 metodo, sin la autorizaci6n por escrito del editor.

This book may not be reproduced, in whole or in part,in any form, without written permission from the publishers.

para Claudia Guillen,por supuesto

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Llcgaran a csa de lastres, cuando los musicos todavia no se cans any avientan cumbias y corridos como si estuvie-ran empezando. A esas alturas de la madrugadani nosotras ni los clientes estamos tan borra-chos, y casi nadie perdona una pieza sin poner-se a zapatear. Los de la maquila apenas acabanla segunda jornada y entran bien ganosos, conla garganta nuevecita y los billetes de la raya lis-tos en la bolsa para reventarse un buen rato decerveza y compania. Yo baje al filo de las once.EI mal de la Lorenza habia hecho crisis dos dfasantes, y no sentia ni tantitas ganas de trabajarpor culpa de la mortificaci6n. No hubiera baja-do, si no es porque la misma enferma me 10 pi-di6 con esa vocecilla de moribunda que tuvodesde que cay6 en cama. "Ve, manita, por mino te detengas", me dijo. "Ve, necesitas los cen-tavos." Y era cierto, as! que no estaba aquf porgusto, sino a causa de las apuraciones.

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Sf, debi6 ser mas 0 menos alas tres. Ni 11a-maron la atenci6n. Yo ya 10s vi sentados enuna mesa junto a la pared. Se me hizo raro,porque 10s gringos agarran siempre las mesascentrales, aHa, pegadas a la pista. Para eUos es-to result a un espectaculo, como asistir al circoa mirar elefantes y payasos. Si no hay mesasahf, rapido Ies desocupan una: Ios meseros qui-tan a la gente con el alegato de que necesitanellugar para unos turistas, que porque ellos sfconsumen y no nada mas calientan la silla ha-ciendose gtieyes con una cuba toda Ia noche.Ni quien dijera que se van a meter a congalescomo este, ~verdad? Eso sf, cuando traen pa-reja nomas se acaban un par de tragos Y se lar-gan. Y es que las gabachas son muy llamativasy Iuego luego se incomodan con tanta miradabraguetera. Si vienen gringas, nosotras ni exis-timos para Ios hombres. iC6mo nos vamos acomparar! Aqul trabajan hembras jovenci-tas, con buen cuerpo Y bonitas facciones, Yhasta con Ias grefias decoloradas, pero a Iosmexican os siempre Ios atraen mas Ias rubiasnaturales. Y si las escuinclas no pueden compe-tir, cuantimenos las veteranas que ya dejamos

atras 10s mejores afios. Ademas, como se sabeque Ios gabachos cargan sangre de Ia que nohierve, nunca falta un bravuc6n que se animey vaya a sacar a sus mujeres. Claro. cstos ca-brones son bien mandados y antes de terminarla primera pieza, las gringas se regresan a susilla ofendidas 0 asustadas, ya porque las fajan,ya porque les agarraron una nalga. ~Y Ios ma-ridos? Como si no vieran ... Por eso tienenfama de agachones. AHa ellos. No Ies importa.

Los negros son otra cosa: ellos sl imponen.Tanto, que nadie jala a bailar a una negra si'notrae sus farolazos encima, a menos que sea ellala ofrecida. Y aun aSI la mayorfa Ie escurre albulto. Dan miedo: adem as de prietos, gran do-tes como caballos y con esa cara de mlrame yno me chingues, aunque se dan 0 anden hastael copete. Pero ellos casi no vienen por aca.Prefieren irse a bailar a cualquier cabaret delcentro antes de ensuciarse Ios zapatos por es-tos barrios.

Esa noche no habfa gringos ni negros. Puronacional, pur a raza. Por eso se me hace raro quenadie los haya visto entrar. Nos dimos cuentade su presencia cuando pidieron el primer cu-

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betazo. Seguro andaban acalorados: como aqufno hay clima, 10 tinico es echarse unas frfas.Esos ventiladores del techo nomas sirven pararevolver olores; diario los mismos: sudor, cerve-za, meados, perfumes, cigarro y hasta v6mitoya cuando la madrugada termina de revolver-les el est6mago a los briagos. Una se acostum-bra, y mas si asiste noche a noche. Malo cuandoes la primera vez, ahf sf el tufo te da un buenchingadazo en la nariz y se necesitan variosalcoholes para hacerlo a un lado.

Yo acompanaba a mi cliente como a dos me-sas de distancia y fui quien hizo la sefia a la barrapara que los atendieran. Me gust6 el pelao, novoy a negarlo: alto, colorado, vestido de blanco ycon un aire de senorito que no se ve seguido porestos rumbos. Volteaba a todas partes curioso ycon un pafiuelo se limpiaba el sudor que Ie es-currfa por la cara, desde la frente hasta la barbi-ta esa que Ie dicen de candado. A ella no la vi alprincipio. S610de espaldas. Aunque tambien seIe reconoda 10fino, sobre todo en el vestido: deesos suavecitos, casi transparente como ala demosca. Y en el color de su pelo, entre rojo Y cas-tano, bien arreglado, de sal6n, pues.

Los meseros andaban en 10 suyo, y Agapitoni me pel6. El que me vio fue Marcial, y tam-poco me hubiera hecho caso si no Ie senalo alapareja. Habra pensado que querfa el serviciopara mi cliente, y como se trata de un viejitoque viene dos veces por semana, se toma doscervezas, me invita una, y luego se va sin bailary sin coger, pues ni valia la pena molestarse.Pero nomas se dio cuenta de que se trataba yIe grit6 fuerte al Agapito. Marcial es el dueno,y tambien la haee de cantinero. Siempre les dapreferencia a los gringos, confiado en qu~ Ievan a consumir un chorro de d61ares entre al-cohol, recamaras y mujeres. Hasta parece queno los conoce ...

Agapito les llev6 el cubetazo de ampolletas, yregres6 muy sonriente a la barra, como si Iehubieran dado propina. Empeee a ponerlesatenci6n: aquf Gadie da nada, ni siquiera des-pues de pasarse la noche manoseandola a unade gratis. Entonees se me ocurri6 que a 10me-jor ni gabachos eran y me entr6 el gusanito deque algo se trafan. GPor que escoger un lugaren donde casi no llega la luz, cerca del olor a ga-to muerto de los banos y junto a una de las boci-

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nas? Los excusados se tiran y el agua puerca seriega por entre las mesas apesUindolo tod~,dejando el piso resbaloso. Es~ sin c~ntar el ~~l-

dazo de la musica que no deja platlcar. QUlensabe que se traenin estos, Ie dije a mi cliente.Y me puse a vigilarlos.

Aquella noche acompaliaba a don Chepe, unviejo jubilado de una de las fabricas del gaba-cho. Qued6 medio sordo porque se pasaba eldfa a martillazo y martillazo, por eso no Ie im-porta acomodarse cerca de la bocina. Casi nohabla. Cuando viene me busca, aunque nadamas sea para invitarme una cerveza. Me agarr6ley: yo fui su novia; bueno, su chica fav~ri~a,ha-ce alios. Me conoci6 maciza, y el todavla Joven.Llegaba y enseguida preguntaba por mf, y ape-nas me vefa era jalarme a la pista y a darle aldanz6n. Bailabamos las horas, haciendo pausasnomas para echarnos unos tragos. Entoncestomabamos del fuerte, y yo Ie decfa Chepe, asecas, 0 Jose, 0 de otras maneras mas carifiosas.El "don" se 10 fui acomodando cuando me obli-garon sus achaques y su seriedad de hombregrande. Despues de bailar nos fbamos al cuar-to y hacfamos el amor hasta volvernos locos de

tanta cama. Me pagaba bien y siempre se que-daba a dormir conmigo para exigir su malianeroal despertar, antes de regresar a su fabrica y a sumartillo. Que tiempos. Ni hablar: con los aliosa el se Ie fue muriendo poco a poco la hombrfa,y yo, pues deje el atractivo por ahf. Ademascada ciertos meses llegan muchachas mas j6-venes, y las viejas sobrevi vimos con fichas pe-penadas por aquf y por aHa;0 haciendole de na-nas alas escuinclas 0, de plano, cuando no hayde otra, de sirvientas de Marcial. A falta de mi,comadre Lorenza, me dio gusto que don Che-pe estuviera esa noche conmigo, aunque nooyera 10 que Ie decfa.

Se acabaron la primera cubeta igual que sifuera agua. Es diffcil soportar el calor aquf, en-tre la gente, con las parejas bailando, sin unatriste ventana. De las ocho ampolletas, la mu-chacha se bebi6 cinco. Que juego de garganta:se las empinaba y las vaciaba de un solo trago..81 tomaba un poco mas despacio. No cref queformaran pareja de novios 0 de casados; masbien parecfan camaradas, amigos de juerga. Pe-ro al mirarlos con cuidado era facil notar lacomplicidad entre los dos: como si hicieran una

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travesura, igual a los chamacos que se van depinta en vez de ir a clase. Se entendfan ala per-feccion con miradas y gestos, no necesitabanhablar. La muchacha tenfa maneras de dama.No podia verle la cara y, sin embargo, a pesarde la poca luz alcance aver sus manos: cuida-das, con ufias largas, aunque sin pintar; conmovimientos de esos que ni las gringas ... Losdos segufan con el cuerpo el ritmo de la musica.Se mostraban alegres, pero no a causa del al-cohol, ni del lugar, ni de la gente. Por el sem-blante del joven me di cuenta de que su alegrfaera privada y ya la trafan desde antes de entraraqul. No ten fan ojos mas que para ellos. Comosi estuvieran dentro de una vitrina, de una bur-buja de cristal, alejados de todo.

Siguieron metidos uno en el otro hasta que eljoven levan to la mana para pedir un cubetazomas. Entonces la muchacha volteo hacia la ba-rra y vi su cara: bonita, no como la habfa imagi-nado, pero habfa en esos rasgos algo que atrafaharto: la expresion cachonda quiza, de hembraganosa, dispuesta a disfrutar a su hombre. Depronto ella vefa muy raro, parecfa que se Ie ibaa echar encima. Luego la mirada Ie cambiaba: se

Ie llenaban los ojos de ternura. Estos no duranaquf, me dije, nomas se acaban las cervezas y selargan a coger como Dios manda.

En ese momento perdf el interes y deje devigilarlos, no solo porque cref adivinar 10que su-cederfa, sino porque en ese rata llego un grupode gringos. Venfan mas que borrachos, algunoshasta cayendose; dos de ellos trafan su som-brerote de zapatista recien comprado en lascurios del centro, aunque no les hacfan ni tan-tito juego alas bermudas floreadas que usan.Como no se dan cuenta de que parecen paya-sos: con esas canillitas lechosas y patones, sincalcetines y casi sin pelos, tan ridfculos los po-bres. Las muchachas bonitas, sf, pero flacasflacas, y tan largas que daban la impresion deestar a punto de trozarse por la mitad. Marcialles mando desocupar tres mesas cerca de labarra; las juntaron y les sirvieron una botellade tequila y a cada uno su caballito lleno hastael tope.

Es divertido ver a 10s gringos bailando estamusica, sobre todo si se ponen a zapatear corri-dos como ese que cuenta como Pancho Villa lescorto las orejas cuando vinieron a perseguirlo.

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Ellos ni entienden, pero en cuanto oyen men-tar a Villa se deshacen en gritos de coyote ena-morado de la luna. Y ahf estaban los gtieros, enla pista, bien apretaditos a su vieja, dando vuel-tas hasta marearse y caer en su silla con tre-mendo costalazo. Le echan mucha fibra al bai-le, pero se cansan pronto. Se me figura que asfhan de ser para la cama. Con los mexicanos esal reyes: hay que apapacharlos, mantenerlesel ritmo, tratarlos como si una fuera su mamapara que no pierdan el interes. Bueno, es mi opi-nion. Pero la Lorenza y yo, con hartos anos deexperiencia, siempre estuvimos de acuerdo, asfque puedo hablar con autoridad del asunto. An-tes nos encamabamos ados 0 tres tipos pornoche, cuando no venfa don Chepe, porq ue elme exigfa exclusividad. No importaba quienfuera el cliente: eramos bien jariosas y nos gus-taba tanto el hombre ... Pero los anos no nomasse llevan 10 bonito de una; tambien las ganas, ynos dejan la pura nostalgia. Por eso cuando vila calentura bien prendida al gesto de la gtieri-ta simpatice con ella, y hasta me dio un pocode envidia. A estas alturas yo me engatuso a unhombre apenas si esta viejo yanda borracho, pe-

ro luego me sale el tiro por la culata: me lIevomi buena soba intentando levantarle el muerto.Y de pensar que la muchacha en cualquier ratose iba a ejecutar al jovenazo ese ...

El grupo de gringos se fue apaciguando has-ta quedar casi en silencio, viendo sus cervezasy comentando sus cosas por debajo de la musi-ca. Que raro es el juego de miradas en el pute-ro cuando se calma el alboroto: los gringos yensu trago, las gringas los yen a elIos, la bola debriagos alrededor encueran a las gringa~ conlos ojos, y Marcial y los meseros no dejan devigilar a los mas calenturientos para que novayan a importunarios. Y como don Chepe nohabla, ni me toca, ni se acaba su cerveza, ni seva, pues no me queda de otra que mirar yseguir mirando. Asf, entre tantas miradas paraalla y para aca, me volvf a topar con los glierosdel rincon.

Debfan ir en su tercer cubetazo, por la canti-dad de botellas sobre la mesa. Agapito se des-hacia atendiendo a los gabachos y ni quien selas recogiera. Aunque a ellos no les moles tab a:segufan enganchados por los ojos sin hablar yde vez en vez daban un trago a sus ampolletas.

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Por momentos el joven Ie acariciaba un brazoa ella, y a leguas se vefa que se Ie erizaban lospelitos, que se estremecfa, pues. Esa caricia pue-de parecer muy inocente, pero con las carasque tenfan a mf me empezaba a cosquillear elestomago.

De puro aburrida, y tambien para calarlos, Iehice al joven la selia de que si me invitaba unacerveza. Con un gesto de disculpa me ensefio lacubeta vacfa. Ella se dio cuenta, porque igualvolteo, y luego se inclino para murmurarle algo.Yo cref que Ie decfa que me mandara a la chin-gada, pero enseguida el joven pidio con la ma-no dos cubetas. l,Dos?, pregunto desde lejos elAgapito con cara de sorpresa. La gtierita Ie con-firmo la orden con los dedos. Y ahf va el otro,muy extrafiado, hacia la barra; nomas Ie faltorascarse la cabeza. A Marcial tambien se Ie hi-zo raro, pero rapido echo al balde el hielo y Iascheves, no se Ie fueran a arrepentir.

Cuando se las llevaron, Ia gtierita se puso depie, se acomodo el vestido, tomo una de las cu-betas y camino hacia mt. Don Chepe, que has-ta se estaba quedando dormido, pelo tamafiosojos al verla. 'y es que de frente lucfa mejor: el

cabello se Ie esponjaba detras de la nuca comosi fuera partiendo el aire; los ojos grandes, lanariz finita y un poco respingada; sin colorete,por 10 que daba un aspecto inocente, natural.Mientras venfa hacia mf atrapo la atencion delos borrachos que hasta entonces segufan em-bobados con las gringas, y ya no dejaron deembarrarie las babas de su mirada. jSi hubieraestado aquf la Lorenza! Porgue mi comadre,de cuando en cuando, les daba su llegue alasjovencitas. Eso sf, debfan ser agraciadas, lflan-cas, con caritas angelicales, como la muchachaesa. Nos dejo la cubeta y me brindo una son-risa maliciosa y un guino de ojos. Ademas, oHamuy rico, a perfume suavecito, y el aroma sedesparramaba por el aire a su alrededor. Conrazon ni se les arrugaba la nariz con la peste delos banos. Sin decir palabra, dio media vueltay camino de regreso a su mesa. EI vestido Iellegaba a la altura de las corvas, amplio, vapo-roso; parecfa flotar como si no tuviera a nadieadentro.

Las demas mujeres vieron el regalo y luegoluego quisieron acoplarse. Primero la Marcela,quien no por nada es la mas arrastrada: se les

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arrimo con ojos de perra sin duefio y Ie bisbiseouna frase al ofdo a la muchacha. Ella agarro unaampolleta y se la dio. Luego se acercaron otrasdos escuinclas y les bajaron una cerveza cad auna. La ultima fue Hermenegilda. Al rata Mar-cial tuvo que mandarles al Agapito con otroservicio, segun el para reponer el dafio de suspupilas, aunque segura tambien 10 apunto en lacuenta. jCuando ha dado algo gratis ese ca-bron! Y Agapito mantuvo a raya alas colgadasbajo la amenaza de echarlas a la calle. Enton-ces intentaron pedirme las cervezas a mf, peroconmigo las escuinclas se chingan: no les doy niagua. Ya parece ... Con las viejas, al contrario,soy bastante solidaria. Por eso a las de mi roda-da sf les repartf. Lo malo es que al final donChepe solo alcanzo una cerveza y yo dos.Viendolo bien, no importa: si las maduritas nosomos generosas con nosotras mismas, quienva a serlo, pues. Basta se me ocurrio subirle unaa mi comadre, pero luego pense que con el al-cohol se pondrfa peor. Al menos la que se tomodon Chepe me hizo sentir bien: pude devolver-Ie algo de 10 que el me ha dado en cuarentaafios. No se me olvida que, aunque sea con un

triste trago, muchas noches es el unico que merescata del aburrimiento. No se si haya sido poreso, pero a mf me supieron a gloria.

La madrugada ya se venfa acercando a esepunto en que todo se quiebra: la resistencia, elhumor, el ambiente. Una 10 sabe porque es cuan-do los musicos cambian el ritmo: hacen a un la-do tropicales y rancheras y empiezan a tocar lascalmaditas. Como si dijeran "Orale, es tarde,vayanse a coger 0 a dormir, pero ya lleguenle ala cama". Y la pareja, fresca, igual que si,aca-bara de entrar. Ella bailando con el cuerpo, sinlevantarse de la sill a; yael no se Ie borrabandel rostro ni la sonrisa divertida ni la miradatierna. Lo unico que Ie habfa hecho el alcoholera ponerlo mas colorado. 0 al menos eso crefayo en esos momentos, porque de pronto se paromeciendose en el aire. Se va a caer de borra-cho, pense. Pero extendio los brazos con las pal-mas hacia abajo, y recupero el equilibrio paradirigirse muy derechito al bafio. Al verlo ir aorinar sentf una cosa semejante al alivio. Quecurioso, como si fuera yo la de las ganas. Eraguapo, ya 10 dije, y con e~a ropa blanca se mefiguraba una aparicion, alguien fuera de este

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mundo. Bonito, como nino Dios. Para eso 1asviejas tenemos el ojo experto, y nomas de verc6mo 10 ollan y se 10 bebian mis comadres a supaso puedo asegurar que nunca antes vino unhombre asf a este agujero ... acompanado, 1asti-ma. E1 olfato de las viejas no se Ie despeg6 enningun instante mientras caminaba. Con eJ tiem-po 1as mujeres perdemos audacia, si no, seguroa1guna de nosotras 10 hubiera acompanado pa-ra preguntarle que se Ie ofrecfa.

Varios tipos tambien 10 vigilaban; en cuantodesapareci6 detras de la puerta, se arrimaron a1a muchacha. Los que no tuvieron coraje parainvitar1a a bailar, Ie clavaban la vista como siquisieran metersele en las entranas. De veras,nunca vi asi de jariosos a esos cabrones, nicuando el congal se llena de gringas, ni cuandoa alguna de las escuinc1as, ya muy borracha, Ieda por encuerarse en medio de la pista. La gtie-rita ni se inmut6. Al contrario, repartfa sonrisasa diestra y siniestra, y a los que se Ie acercabanmucho nada mas les decfa no con la cabeza sindejar de sonrefr. Ninguno insisti6, ninguno sepropas6, ninguno la toc6 siquiera. Algo habia enella que los obligaba a 1adistancia.

Cuando regres6 e1 joven, 10s ga1anes se hi-cieron pendejos. Se entretenian mirando el tra-go 0 sacaban a bailar a su fichera. Entonces,igual que si se hubieran puesto de acuerdo, ape-nas se sent6 el y ella se levant6. Y otra vez alamer1a con 1a mirada. Hasta 10s gringos, queya se habfan apagado bastante, recuperaron 10sanimos. Uno de ellos se sinti6 Pedro Infante:lanz6 un grito largo y se empin6 la botella detequila de pura emoci6n antes de gritarle con unespano1 de tarado "Adious, ma-ma-ci-taaaa".No era para menos: como e1bano de mujeres es-ta alIa, cerca de la entrada, ningun tipo tuvo pro-blema para contemp1arla a sus anchas. Habiatornado muchisimo, pero 1ucfa igual de sob riaque al principio. Se movia como un gato, eJegan-te, sin menearse. E1 vestido se Ie untaba a sucuerpo y, a1 pasar junto a uno de 10s focos quei1uminan la pista, una serie de murmullos ybesos tronados en el aire anunci6 a todos lospresentes que no usaba nada bajo la tela.

Apenas entr6 al bana, 10s musicos termina-ron una pieza y el 1ugar qued6 en silencio.Nadie hab1aba, pero en las caras de 10shombresse advertfa la inquietud de 1a ca1entura. Cada

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uno de eUos estaba atento a la puerta, esperan-do verla reaparecer. Me dio un poco de miedo.En el fondo de todos los ojos habfa un brillo delocura. Hasta don Chepe parecfa haber recu-perado la lujuria de la juventud y miraba endirecci6n del baii.o sin pestafiear. Las mujeres,j6venes y viejas, un poquito mas discretas, vefanal joven con codicia mientras el, con cierta ino-cencia, aguardaba el regreso de su compafieradando pequefios tragos a su cerveza.

La muchacha imponfa. Ninguno se atrevi6 aotra cosa que a mirarla cuando volvi6 al mismotiempo que los musicos iniciaban la siguientecanci6n. Al atravesar la pista, aun vacfa por lapausa entre pieza y pieza, se detuvo para aven-tarse el palomazo de unos pasos de baile. Seme hace imposible explicarlo: parecfa que sucuerpo no pesara y resbalaba muy rapido porel suelo sin perder el equilibrio. No se, como sino tuviera huesos dentro y la piel y el vestidofueran la envoltura de un paquete a punto deabrir. Cref que iba a echarse a volar cuandomenos 10 esperaramos y sentf una especie deahogo por la emoci6n. Debe ser una bailarinade a de veras, de las que anuncian en el teatro

y salen en la tele, Ie dije a don Chepe. El, em-bobado, no me hizo caso.

Aunque bail6 nada mas unos segundos, susmovimientos agitaron el ambiente: los hom-bres se removfan nerviosos, igual que si les co-rrieran hormigas entre las piernas, respirabancomo si no pudieran, apretaban fuerte su vasao su boteUa. Cuando la joven sacudi6 las manosen sefial de invitaci6n a la pista, los que tenfanpareja se pararon muy contentos a desentu-mirse y, los que no, fueron a buscar una. In~lusodon Chepe marcaba los compases con los pies.Que raro, pense en voz alta, por 10regular a esashoras el antra empieza a vaciarse ...

Esa fue la ultima ocasi6n en que me acordede mi comadre durante aquella noche. A Lo-renza siempre Ie encant6 bailar y, hasta antesde caer enferma, por 10 menos una vez se ]an-zaba a 1a pista. No Ie importaba ir sola, si no te-nfa clientes que atender. Y mas 10 disfrutaba sihabfa bebido. "Ya sabes, comadrita", me ad-vertfa, "yo soy capaz de morirme bail an do. "Hace much os afios, una noche de pan-anda,mientras girabamos como trompos chilladoresen medio de 1a pista, me dijo bien borracha:

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"l,Sabes que me gustarfa? Que cuando memuera en vez de velorio me organicen una pa-changa. Me voy a ir mas contenta si quienesme quieren estan dandole gusto al cuerpo". Tanloca la Lorenza. Lastima que su enfermedadno la dejo ver aquello.

De puro placer, nomas por como Ie alegrabanel ambiente, Marcialles mando otra cubeta lle-na de cervezas. No se daba abasto para surtir 10que Ie pedfan los clientes. El baile provoca har-ta sed, y el zonzo de Agapito iba y venfa con lalengua de fuera llevando tragos aquf y aHa. Contanto darle a la zapatiza, los demas dejaron a lapareja de gtieros tranquila por un rato. Yo mis-ma, al sentir a don Chepe tan animoso como nohabfa estado en mucho tiempo, 10s olvide porunos minutos. Al buscarlos otra vez con los ojos,vi que la muchacha se habfa encaramado a unade las piernas del joven y ambos se medan,restregandose lentamente al ritmo de la musica.

As!, uno junto al otro, con la luz que apenas10s alumbraba, me fije en que eran muy seme-jantes. Como hermanos. No 10 habfa notado yme dio curiosidad. Force la vista para fisgo-nearlos bien, y un estremecimiento me puso el

peHejo de gallina. No nada mas paredan her-manos, sino gemelos: quitando1e a e1 barba ybigote, cortando1e a ella el cabello, y sin tomaren cuenta 1a diferencia en los tamanos, se po-drfa jurar que habfan nacido de la misma ma-dre y el mismo padre. Pero mi reaccion no fuepor sentirme escandalizada, Ifbreme Dios deeso, yo no juzgo a la gente y ademas estoy tanvieja y he visto tantas cosas en este mundo queya no me asusto de nada. La piel se me enchi-no a causa de tanta belleza. Ludan tan her-

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mosos, tan felices, que me conmovf hasta elesqueleto y busque con mi mano la de donChepe. El me la apreto con la fuerza de cuan-do acababamos de conocernos y la mantuvoasf mientras 10s musicos tocaban una cancionque fue mi favorita en 1a juventud.

Lenta, 1a me10dfa es de esas que se bailanembarrando e1cuerpo a1del companero, comoqueriendo hacerse uno solo. Los bailarines en 1apista comenzaron a besarse, a acariciarse, a bus-car la calentura del otro aunque estuviera laropa de por medio. Y la pareja hada 10 mismoen la silla. Las manos de el repasaban las car-nes de 1a gtierita igual que si hubiera sido 1a

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primera vez. Con curiosidad, con mucha aten-ci6n. Ella sudaba a chorros, y el sudor Ie empa-paba el vestido hasta volverlo transparente Ydejaba ver las formas de su cuerpo. Ya no son-refan. Su expresi6n ahora mostraba sorpresa.Se manoseaban uno al otro como si se estuvie-ran reconociendo, como si durante mucho tiem-po no hubieran podido estar juntos. Y ahora sfla sangre enloqueci6 dentro de mf. Me entra-ron cosquillas hasta en las canas. Me tiritabanlos huesos y los dientes. Tuve ganas de haceralgo, no sabfa con claridad que. Despues dealios y alios volvfa a sentirme urgida, viva.

Quienes ocupaban las mesas de alrededor,los que segufan en la pista, hasta Marcial, va-mos, todos tenfan los ojos clavados en la pare-ja. No supe si alguien movi6 las luces hacia aca,pero de repente el rinc6n de los amantes dej6de estar medio oscuro, y ellos mismos parecfanalumbrados; brillaban, pues. Nadie se atrevi6 aacercarseles y, sin embargo, estoy segura de quenadie perdfa detalle. Aunque la musica conti-nuaba sonando, pude escuchar clarito c6mo lasrespiraciones se ace1eraron cuando el joven,con un gesto mas de fisg6n que de lujurioso, Ie

alz6 el vestido a la muchacha. Batall6 un poco,hasta que ella se puso de pie delante de el paradejarlo sacar al aire unas nalgas esponjadas y unaentrepierna lampilia, como la de una recien naci-da. Despues ella Ie abri6 Ia camisa para besarleel pecho y todos pudimos ver que, aunque fuerte,como no tenfa pelos daba una impresi6n de de-bilidad que invitaba a protegerlo.

Hombres y mujeres dieron un suspiro quehizo temblar ellugar cuando ella se puso de ro-dillas y comenz6 a desabrocharle el panta16n.Yo creo que a esas horas hasta los musicos, losmeseros y Marcial habfan parado sus trajinespara tambien arrimarse a donde pudieran ver.La verdad, no me fije, ni se si se ofa musica. ElIe baj6 el vestido por los hombros hast a la cin-tura. Su pecho era casi plano, pero los pezonessobresalfan mucho, largos y picudos, como pa-ra que su compaliero pudiera pellizcarlos facil-mente. Y asf 10 hizo mientras Ie acariciaba esecabello que parecfa hecho de plumas, el cuello,los hombros. El coraz6n me latfa rapidfsimo,igual que el de cualquier mirona morbosa; tan-to, que al verla hundir la cara entre las piernasdel joven pense que iba a desmayarme. Lo que

BIBL/GrECA UNIVERSlDAD DE MONTERHEI

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me mantuvo despierta fueron su boca, susgestos, sus ojos: una forma de mover los labios,de abrirlos y cerrarlos, que la hacfa verse aunmas hermosa; sus gestos, los de quien esta se-gura de dar to do el placer a su macho, como sifuera la unica oportunidad; y en sus ojos, queno dejaban de pestanear, se notaba un gustoinfinito. Yo se de eso. Hablo con experiencia.

Deje de mirar cuando sentf la mana de donChepe quemandome los rnuslos por debajo dela falda. Lo encare y, sin darme tiempo de na-da, me bes6 igual que 10 hacfa en nuestros me-jores anos antes de subir a la recamara. Seapret6 a mf con ganas y su cuerpo estaba ca-liente y Heno de temblores. Una de sus manosse meti6 en mi escote buscando mis pechos, yde pronto me atacaron sensaciones olvidadas.Gemf cuando, con la otra mano, !lev6 la miahacia su bragueta y mis dedos agarraron sufierro duro, vuelto a nacer. Todavia mientrasnos poniamos de pie, alcance aver c6mo lacara de la muchacha se retiraba de entre laspiernas de su companero. Un brillo de calen-tura Ie brotaba del fondo de las pupilas y pen-se que de seguro yo tenia el mismo brillo en

las mfas. Don Chepe me ja16 por la cinturacon firmeza, pero antes de iniciar la fuga losdos vimos que ella se recogfa el vestido, levan-taba una pierna para montarse en el y se deja-ba caer al tiempo que de su boca salfa un que-jido largo, agudo, como el chillido de un pajaro,que se mantuvo retumbando en el ambientepor mucho rato.

Casi corrimos hacia la recamara, y en las es-caleras me di cuenta de que a todos les habfainvadido la misma prisa. En el sal6n, las parejasse besaban y acariciaban como animales en bra-ma, los gringos ya habian encuerado a susmujeres, las mesas se iban quedando vadas.Ganamos apenas mi cuarto, pues otros ya bus-caban dande meterse. Y ahi, al fin a solas, nosvolvimos a disfrutar despacito, con la calmaque dan tantas noches juntos, agradeciendoleal cielo el regalo de poder hacer 10 que yacrefamos imposible. A esas horas de la madru-gada, cuando ya mero amaneda, mi antiguoamante volvi6 a comportarse como un jovenci-to: me Hen6 de besos, de carino, de cama, deamor. Se qued6 a dormir conmigo. Claro, aldespertar todo el cuerpo nos doHa. Pero esa fe-

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licidad recuperada despues de haberla perdidomuchos an os atn1s, esos minutos que alarga-mos como si fueran 10s ultimos, nos conven-cieron a 10s dos de que ya nada nos faltaba, deque ahora sf podemos morir tranquilos ...

Y asf como nadie vio llegar al joven y a la gUe-rita, tampoco nadie 10s vio salir. Todos andabanocupadfsimos. Despues me dijeron que los queno alcanzaron cuarto se pusieron a coger encualquier rinc6n, 0 en las mesas 0 hasta en el sue-10 de la pista de baile. Incluso los musicos. Va-mos, hasta M.arcial, que nunca se mete con suspupilas, agarr6 a la Hermenegilda y se la llev6 ala bodega.

Luego, como siempre pasa, empezaron losdimes y diretes, y, conforme se van yendo lassemanas y 10s meses, aumentan las versiones.jLa de inventos que he ofdo sabre esa noche!Tal parece que s610 yo me di cuenta de quieneseran. No fue tan diffcil. Cosa de mirarIos conmucho cuidado y de fijarse en los detalles. Porel milagro que lograron conmigo y con don Che-pe, empece a sospecharlo. Pero ya a media ma-nana, cuando fui al cuarto de mi comadre averc6mo segufa, entendf d~ veras a que habfan ve-

nido. La Lorenza tenfa una sonrisa de felicidadcomo nunca se la vi antes. Sf, estaba muerta.Bien muerta. Pero feliz.