Educacion en Medios

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“Caen bolsas por crisis nuclear”. “Ex monopolio Iusacellpasa del 100% al 4% del mercado por no invertir”.“Demanda contra el cantante Kalimba”. “¡Un, dos, trespor Paulette que está debajo de la cama!”. ¿Y cómo teenteraste? “Lo vi en la tele”.

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editorial“Caen bolsas por crisis nuclear”. “Ex monopolio Iusa-cell pasa del 100% al 4% del mercado por no invertir”. “Demanda contra el cantante Kalimba”. “¡Un, dos, tres por Paulette que está debajo de la cama!”. ¿Y cómo te enteraste? “Lo vi en la tele”.

Las noticias nos llegan en cada momento por medio de la televisión, la radio, el periódico, la internet. Acos-tumbrados a vivir en un estado acelerado, a veces no

nos damos cuenta de la cantidad de infor-

mación que recibimos a

diario, cómo

la dirigimos, procesamos y aplicamos a nuestra vida. Queremos que los problemas se resuelvan con la rapi-dez con que se envía un correo electrónico y cuesta trabajo pararnos en seco a reflexionar sobre nuestros actos, a escuchar a los otros, a proponer soluciones desde el diálogo.

Hablar sobre la educación en los medios de comuni-cación se vuelve relevante, ya que la comunicación, la educación en la recepción de mensajes y la crítica que se logra por cuestionar la información que recibimos, van de la mano. No hay que quedarse con la redacción de un texto informativo sobre lo que está sucediendo en el mundo, sino que hay que escarbar la noticia, leer entre líneas y formarse un propio criterio.

El objetivo de esta edición es promover la lectura crítica de los contenidos que se manejan en la televisión, en las revistas, periódicos, cómics, radio e internet. Abor-

damos el tema del medio de comunicación desde el medio, así como también la formación de audien-

cias críticas desde las escuelas y la evolución de valores de los cómics. Del mismo modo, brinda-

mos información de cómo los niños reciben y procesan los contenidos de los medios y

la importancia de conocer los aspectos le-gales que envuelven el tema.

Esperamos que este número de DÍSERES contribuya a fomentar una reflexión sobre los contenidos mediáti-

cos que contribuya eficazmente al desarrollo humano.

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El ser humano es una entidad global formada por tres dimensiones: biológica, psicológica y social, las cuales dan lugar a manifestaciones bio-sociales, psico-bio-lógicas y psico-sociales del desarrollo. Como soporte y puente entre la persona y el ambiente en el que ésta se desenvuelve, y también como conexión entre muchas de las operaciones humanas, se encuentra la motricidad, que se expresa en la actividad física o el deporte, y repercute en tres grandes áreas: biomotriz, psicomotriz y sociomotriz. Por lo tanto, la práctica deportiva puede hacerse partícipe de la formación integral del ser hu-mano, puesto que guarda relación con todos estos ele-mentos, no limitándose únicamente a las repercusiones físicas, sino teniendo también una gran capacidad de influencia sobre las funciones psicológicas (emociona-les) y sociales (relacionales).

En mi posición como trabajador del sector salud y en-trenador deportivo, deseo reflexionar y transmitir la esencia del ejercicio en forma de la actividad deportiva, donde muchas veces se olvida y que-da atrás la parte de la convivencia, competición sana y, por supuesto, la integración social y de aprendizaje.

Desde la perspectiva científica, se sabe que cual-quier actividad física tiene una repercusión en la liberación de endorfinas, conocidas como la hormona de la felicidad. Secretadas por nues-tro organismo, se encargan de dar analgesia, así como aumentar nuestro sentido de ánimo; se puede deducir que son un euforizante natural.

Una vez que se ha asumido la importancia de la actividad deportiva, se llega a un estado de ánimo que al principio no se sabe de dónde proviene. Cada vez dejan mejor sabor de boca las cosas. Al estar bien en nuestras esferas bio-psico-sociales, el cuerpo reacciona para bien en todos los aspectos: mejora la salud, aumenta la autoestima y se regulan todas las funciones del organismo.

Hay que comprender que el deporte no es difícil, mucho menos aburrido y pesado, sino todo lo contrario: puede llegar a ser un estilo de vida para regresarle al cuerpo algo de lo que nos aporta. Por ende, no hay que olvidar lo necesario que es recurrir a la fisioterapia, pues ésta nos ayudará a tener el estado muscular óptimo para la actividad física.

El estado muscular sin duda es algo que no se puede pasar por alto, puesto que la debilidad y tensión

muscular se refleja en problemas en la zona de la co-lumna vertebral, alteraciones posturales, en la articu-lación de carga o en las rodillas; también se presenta en la disminución de estabilidad articular, con lo que se acelera el proceso degenerativo, teniendo como resul-tado episodios dolorosos y limitando las actividades de la vida diaria.

Hacer deporte es algo que se tiene que tomar muy en serio, y de la misma forma trabajar con personal ca-pacitado que esté relacionado con el medio, ya que la enseñanza en determinadas actividades es el primer paso.

Cuando hagas ejercicio, es importante que alguien te lleve de la mano para darte un seguimiento, tips o consejos, los cuales irán destinados a la prevención de lesiones, a dar seguimiento para llegar a buenos resul-

tados y a la integración bio-psico-social.

*Licenciado en fisioterapia certificado en Kinesio Taping en los niveles Fundamentals y Advanced. En-trenamiento deportivo por Sport City y técnico en ur-gencias médicas.

Contacto: [email protected]

EL DEPORTE COMO MEDIO DE VIDAJorge Bautista Muñoz*

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A nivel social, la evolución tecnológica se ha dado de manera bilateral, entre quien crea y quienes opinan. La antropología nos indica que al inicio todo era la palabra; el desarrollo de la escritura; pensamientos profundos en el enciclopedismo; radio y su difusión sin necesidad de rostro, accesible a cualquiera; la televisión y su exclusividad para quienes la poseían; en la actualidad la internet y otros servicios ocupan un lugar importante para ciertos sectores de la po-blación, mas no la mayoría.

El lugar que ocupa internet es dis-tinto para los diferentes niveles socio-económico. Para algunos no pasa de las clases de computación que se imparten en muchas escuelas, tanto privadas como estatales; cosa distinta para quienes poseen en su casa una PC y continúan con la clase.

Los juegos de video, internet y la televisión han quitado espacio a la radio, esto por la penetración de los mismos. La falta de una legis-lación concreta sobre internet per-mite tener contenido diverso para todos los que utilizan esos medios interculturales, abriendo un espacio en el que ellos pueden leer, escribir, opinar. Cosa que no ocurre en la legis-latura radial.

En estos momentos, la radiodifusión en Guanajuato experimenta una evolución sistémica interesante, ya que la Secretaría de Gobernación a través de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, que se apoya en la Cámara Nacional de Ra-dio y Televisión, ha otorgado al estado de Guanajuato un cambio de sintonía, pasan-do de amplitud modulada (A.M.) a frecuen-cia modulada (F.M.); de esta manera, varios grupos radiofónicos locales disfrutarán de

las bondades de la f.m. Sin embargo, y para aterrizar el tema, la facultad de tener una concesión en F.M. no es una virtud por sí misma, sino que está implícito que lo que se le quiere ofrecer al público es algo que no necesariamente está obteniendo por internet, sino por la radio. Ahora bien, me pregunto qué harán las estaciones, o qué han hecho hasta el momento, por conquistar a ese público que se ha ido al ciberespacio para encontrar y escribir lo que le plazca. Considero que la radio actual en el estado ha apostado por la

calidad de sus contenidos y por gente pre-parada que desea conquistar mercados

nuevos; radio, que sin ser experimen-tal, pretende capturar a ese público disperso que navega por la red global.

Aunque no es un proceso exclu-sivo de la radio, es intrínseco para ella el hacer del radioescucha una parte importante del binomio co-municativo; no sólo es lo que ofrece, lo que dice y como lo dice, además otorga apertura a llamadas, esa co-laboración de los hacedores con sus radioescuchas en la que se realiza el sueño de Bertolt Brecht, “que el radioescucha, además de escuchar hable”. En primera instancia podría ser mediante la llamada, como ocurre

desde hace más de 40 años, pero después viene el proponer, analizar, se-

leccionar y sintonizar.

Ahora te pregunto radioescucha y lector, ¿merece la radio una llamada, tu partici-pación, que puede llegar todavía a cual-quier persona, o deseas ceder ese privilegio a internet y sus iniciados? Gracias y hasta la próxima.

*Licenciado en Comunicación.Contacto: [email protected]

INTERNET VS. RADIO Francisco Gárate*

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cuando un navegante detecta un imprevisto en el rumbo debe hacer las correcciones oportunas. En un país de millones de habitantes, ¿quiénes verda-deramente saben navegar?

La metáfora del navegante, que en ocasiones se ha utilizado para referirse al complejo viaje de los in-ternautas por el ciberespacio, en un océano de in-formación dispersa, no sólo aplica para el espacio virtual, sino que en general la podemos aplicar al bombardero diario de información que se maneja en los medios de comunicación. El exceso de in-formación también es desinformación porque no la digerimos ni procesamos, simplemente la acumula-mos como un montón de libros arrumbados.

Los navegantes somos personas quienes recibimos día con día este bombardeo. Tal vez no podamos decidir cuáles serán los vientos que soplarán, la in-formación que se manejará, pero lo que sí podemos hacer es adaptarnos al medio y sacarle provecho. Para conseguirlo, tenemos que conocer nuestra propia balsa, fomentar ser receptores críticos, que

para adaptarnos nos enfren-

temos a los me-dios de comuni-cación con lu-

cidez. En otras

palabras, para que el navegante pueda llevar su balsa a un puerto seguro, como ya se mencionó, debe ser consciente de los vientos que soplan en cada momento, saber cómo controlarlos, cómo manejarlos y no conformarse con un recorte de la realidad al que identifique como verdad absoluta1.

En México los medios de comunicación, al igual que en muchos lugares del mundo, se caracterizan por seguir y consumir el modelo comercial norteame-ricano. Sin embargo, cada país, ciudad o región tiene su propia razón de ser y estructura que se ve influida por los modelos extranjeros. Los mensajes que nos llegan a través de la publicidad comercial, las series de televisión, las películas, la propaganda política y demás medios fomentan la identidad de una nación, por lo que es importante que los nave-gantes de cada región entiendan y aprendan a leer críticamente estos mensajes de acuerdo a lo que vi-van en su entorno.

Gracias a la unión de imagen con sonido y a su ubicuidad casi de manera instantánea, la televisión, de entre todos los medios actuales de comunicación, tiene una presencia social mucho más amplia, que además de colocarla como un medio de entrete-nimiento la convierte en una importante influencia cultural e informativa. En México la televisión inició con una tónica política, y oficialmente quedó inau-gurada el 31 de agosto de 1950. La primera trans-misión fue al día siguiente, el 1° de septiembre, en la que por primera vez se pudo ver en televisión do-méstica al entonces presidente de México, Miguel Alemán Valdés, rindiendo su informe anual a la nación2. El impacto que la televisión tiene, y no sólo en nuestro país, sigue dando de qué hablar tanto entre investigadores de la comunicación como en-

tre sus productores, entre educadores y padres de familia.

Puesto que el poder que tienen los medios para vehicular

contenidos, percep-ciones y referentes

de todo tipo se ve

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reflejado en la forma de vida de las personas, que-remos plantear que no basta consumir lo que los medios de comunicación nos aportan, sino que es de suma importancia educar para la recepción, educar para ejercer este consumo.

Cuando tomamos a la televisión como medio para adquirir algún conocimiento, no debemos olvidar que el manejo de los contenidos no está estructu-rado con la misma precisión que goza el lengua-je escrito; la manera de interpretar los mensajes proporcionados por el medio televisivo irá de la mano con la realidad personal de cada individuo, sus costumbres, tradiciones, cultura y entorno. Así mismo, cada medio tiene una naturaleza específica que estimula determinadas clases de comunicación en tanto que impide otras; cada uno resulta espe-cialmente pertinente para adecuado tratamiento de ciertos contenidos, ya sean visuales, auditivos, au-diovisuales o escritos.

Por otro lado, tanto la educación escolar como los medios de comunicación, a través de sus discursos, fomentan valores, pero desde postulados morales que pueden llegar a ser totalmente distintos. Los va-lores que orientan a los medios no necesariamente se oponen frontalmente a los que se quieren inter-nalizar mediante la educación formal. Esta última, por su parte, debe promover una postura reflexiva ante el bombardeo de in-formación que recibimos, así como generar espacios para pensar y recrear los productos de los medios. Para proporcionar una edu-cación integral, es preciso que la escuela no dé la espalda a los medios, que no los satanice o los ignore y que constantemente se pregunte qué capacidad tiene para develar los intereses que in-spiran el discurso dominante de los medios de comunicación3.

El impulso de la tecnología de la in-formación hace que la sociedad di-sponga de una gran variedad de fuentes de información a través de toda una diversidad de soportes, los cuales ofrecen

la posibilidad de consumir propuestas, ideas, sug-erencias, mensajes y decisiones que están siendo transmitidas por las organizaciones mediáticas. Es entonces que se hace necesario entrar en el mundo de la comunicación con una postura crítica, que conlleve a la vez a una reflexión que nos haga estar en duda permanente sobre la función que ejercen éstos y cómo tenemos que interrogarlos4.

El verdadero sentido de una formación crítica en el uso de los medios de comunicación se construye en la medida en que los profesores, padres de familia, alumnos e hijos sean críticos en su propio uso, más allá del contexto de aplicación en el aula, lo que garantiza un saber construido para integrarlo a la ciudadanía, o ser navegante del propio criterio.

A continuación presentamos algunos enfoques que abordan la experiencia de profesionales traba-jando a diario con contenidos desde los medios, así como la preocupación de académicos por detectar la criticidad en los alumnos y

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fomentar nociones de lectura crítica ante los me-dios de comunicación.

Fuentes1. Ferrés, Joan (2000). Educar en una cultura del espectáculo. Paidós.2. Orozco, Guillermo (2002). Historias de la televisión en América Latina. Gedisa.3. Charles Creel, Mercedes y Guillermo Orozco Gómez (2000). Educación para la recep­ción. Trillas.4. Ballesta Pagán, Javier. Educar para el consumo de los medios de comunicación. Universidad de Murcia.

* Redacción.

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MEDIOS DE COMUNICACIÓN: EDUCAR ENTRE LA EMOCIÓN Y EL INTELECTORaúl Muñiz Torres*

Informar, entretener y educar son los principios elemen-tales y básicos bajo los cuales debieran conducirse los contenidos de los medios de comunicación.

En una revisión preliminar, pareciera que los dos pri meros se cumplen a cabalidad. Sin embargo, valdría la pena revisar si la tarea informativa se ofrece con la respon-sabilidad debida. Apliquemos la duda. Nos llevaríamos sorpresas desagradables en ese sentido.

El segundo elemento, entretener, parece ser el ámbito so-bre el cual se tiene la certeza de que es el objetivo pri-mero de los medios masivos. El entretenimiento obedece al mandamiento del mercado. La cultura del espectáculo es uno de los caracteres privativos del concepto, tan real

como escurridizo, de globalización.

Pero el problema es educar. ¿Cumplen los medios con una responsabilidad tan

alta? ¿Les corresponde ese papel? Y si les es implícito, ¿están preparados para enfrascarse

en un camino para el cual se requiere un sentido de humanismo sin cortapisas? La respuesta inme-

diata para la primera y la tercera preguntas parece ser un rotundo NO, así, con mayúsculas.

Ya Román Gubern, el lúcido experto español en me-dios, sentenciaba en su libro Eros electrónico que, a

diferencia de la lectura, la televisión se dirige antes a la esfera emocional del sujeto que a su esfera intelectual.

Y si bien la labor educativa implica el manejo de emo-ciones, no sirve de mucho si se soslaya la inteligencia que a éstas se les debe aplicar. Es decir, educar es sinónimo de desarrollar, condición indispensable del bienestar común.

Por lo anterior, el académico y especialista en educación y comunicación Javier Esteinou Madrid, sentenciaba en un certero análisis que la comunicación no es una variable independiente o aislada del desarrollo, como lo proponen algunas visiones instrumentalistas de la modernidad (la comunicación por la comunicación misma), sino que, por lo contrario, es un elemento central de éste, sin el cual no se puede alcanzar el crecimiento.

De ahí la importancia y la certeza de que los medios de comunicación sí se encuentran obligados a la promoción de un público que tienda a la reflexión y a la criticidad, a la promoción de una ciudadanía no sólo receptora sino también generadora de mensajes. Un público que, como consumidor cultural de variopintos contenidos, debe tener en sus medios instrumentos que le faciliten qué pensar, nunca el cómo pensar. De lo contrario, la premisa apo-calíptica del recién nombrado Premio Nobel Mario Vargas Llosa sobre la civilización del espectáculo seguirá siendo una onerosa realidad: “un mundo en el que el primer lu-gar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entreten-imiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal… convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cul-tura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo es-pecífico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo”. Un mundo en donde la educación, como fac-tor de responsabilidad mediática, no tiene absolutamente ningún sentido, no tiene lugar, ni voz, ni voto.

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* Periodista, crítico de cine y profesor universitario. Ha practicado el oficio en los periódicos El Nacional y Correo y en las estaciones Radio UNAM y Radio Universidad de Guanajuato. Es Licenciado en Comunicación egresado de la Universidad Iberoamericana y aspirante a Maestro en Educación Humanista por la misma Universidad.

Contacto: [email protected]

LO DIJO JOAQUÍN, SALIÓ EN LA JORNADA, LO VI EN INTERNETSebastián Serra*

Con frases similares a éstas, jóvenes y adultos, hombres y mujeres argumentan para definir sus posturas, ideas y creencias. Si antes fue “el cura dijo”, “el maestro me enseñó que era así” o “el presidente así lo quiso”, hoy los medios de comunicación son los principales líderes de opinión y los primeros en influir sobre la identidad.

A través de la tecnología, la humanidad ha podido cono-cer en miles de imágenes la realidad global al tiempo en que está sucediendo, pero también ha sido capaz de crear una realidad virtual para anticiparnos a los mismos hechos. Para distinguir la realidad de la realidad virtual se requiere una capacidad de discernimiento que es nec-esario desarrollar.

Frente a la magnitud del mundo físico y a la complejidad de las relaciones entre las personas, la humanidad ha buscado explicaciones sencillas y fácilmente entendibles usando mitos, magia, leyendas y aún la ciencia misma. Estas explicaciones pueden llegar a campos profundos, como lo vería Freud al ahondar en el complejo de Edipo, o Camus, al escribir El mito de Sísifo, pero normalmente sólo sirven para disminuir la angustia a lo desconocido, controlar los miedos o explotar grupos de personas.

Ante la cantidad de información, datos, conocimientos, conjeturas, opiniones y suposiciones que llegan por inter-net y lo que se imprime en los periódicos o se escucha en la televisión y en la radio, hoy es imperiosa una formación crítica en jóvenes y adultos para tener capacidad de dis-tinguir lo fundamentado de lo supuesto, diferenciar una conjetura de una proposición demostrada, para expresar los propios sentimientos pero no confundirlos con razones para explicar hechos. Es necesario que los jóvenes re-conozcan las intenciones particulares de los medios, qué intereses se mueven en uno u otro y qué espacios existen para cuestionarlos.

En la educación formal se encuentra el espacio propi-cio para obtener la formación necesaria para enfrentar esta nueva realidad. Así como formar personas creativas requiere el fomento de la imaginación y la fantasía, la formación de personas críticas, que sepan argumentar con fundamento o tomar decisiones sólidas, requiere el desarrollo de nuevas competencias. Se requiere una per-sona que:

• Pregunta sobre la información, las opiniones o las definiciones que lee o escucha.• Investiga con imparcialidad las fuentes de sus argumentos.• Acepta y evalúa nuevas formas de pensar. • Somete sus conclusiones a evaluación antes de compartirlas.• Expresa sus ideas de forma clara y precisa.

Han existido espacios académicos para desarrollar este pensamiento crítico, como los cursos de Habilidades del Pensamiento en el bachillerato, aunque se han orientado más al desarrollo de la agilidad mental o estrategias de solución de problemas, pero el verdadero esfuerzo debe estar en todo el proceso educativo, desde la educación básica hasta la universidad, como un esfuerzo sistemáti-co y sostenido.

En los estudios universitarios se ha insistido mucho en la formación integral de los alumnos, en buscar el desa-rrollo armónico de la persona en todas sus dimensiones: afectiva, ética, social, profesional, corporal, estética y de responsabilidad con la naturaleza.

Reconociendo los esfuerzos de todas las universidades, en la Filosofía Educativa de las universidades jesuitas se expresa el compromiso por formar personas libres, críticas, solidarias, afectivamente integradas, creativas y conscientes de la naturaleza de su actuar. Ante este reto, estas universidades han propuesto, en sus planes de estudio, el desarrollo de las competencias que permitan demostrar esas características personales de sus alum-nos. La sociedad urge.

*Ingeniero Químico con Maestría en Sistemas, Planeación e In-formática. Ex rector de la Ibero León y actualmente Rector de la Ibero Tijuana. Teleadicto, turista de Facebook, lector empedernido, maestro y papá consentidor.

Contacto: [email protected]

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EDUCACIÓN PARA LOS MEDIOS EN LOS NIÑOS Y JÓVENESEnrique Vidal Olascoaga*

Partiendo de la idea que la actividad propia de los medios de comunicación e información de cualquier corte o géne-ro conlleva, de facto, procesos educativos, esta actividad asume una responsabilidad social insoslayable. Respon-sabilidad que se hace más grande si ponemos especial atención en la capacidad y disposición natural de los niños y jóvenes para “absorber” conceptos, ideas, ideologías y modelos sociales, de forma más abierta, inocente, crédula y vulnerable. Y si tomamos en cuenta el bono poblacio-nal que nos caracteriza actualmente, en el cual el 50% de las personas en México pertenecemos a los gupos de edad infantil y juvenil, la crítica al rol de los medios en su influencia educativa debe ser cada vez más aguda, puntual y abundante entre las distintas voces de nuestra sociedad; reprochando, para empezar, las vi-siones meramente utilitaristas, que de manera hipócrita niegan los efectos de su acción justificando una aparente legitimidad en sus causas más inme-diatas, como en el campo de la publici-dad dentro de algu-nos medios.

Sin embargo, re-sulta más útil, en este espacio, llevar la mirada hacia el campo de acción al que tenemos al-cance como sujetos llamados “pasivos” ante los medios de comunicación e información a gran escala, en donde ubicamos a los niños y jóvenes como principales educandos de una sociedad, nuestra, característicamente interconectada. Donde es pertinente la autocrítica y el cuestionamiento del actuar propio en la creciente adap-tación que nuestra época nos exige. ¿Se puede decir que existe un exceso en el acceso a la información? ¿Se puede frenar el ritmo de comunicación con el que interactuamos diariamente?

Los medios de comunicación e información representan una de las principales fuentes de estereotipos sociales y parámetros morales que asimilan los jóvenes y niños coti-dianamente y que los cuales juegan una función ambivalente

en sus procesos educativos fuera de la escuela. Por un lado les permiten un sentimiento de adaptación y pertenencia a determinados grupos sociales como elemento esencial en la conformación de su identidad individual, es decir, el estereotipo acerca al niño a su respuesta ante la pregunta “¿Quién soy yo?” a partir de “¿Quién quiero ser?”. Esto significa que ayudan en el eterno proceso humano de ma-durar, sentirse útil y ser feliz. Aunque, por otro lado, estos mismos estereotipos, como efecto negativo para niños y jóvenes, contaminan u obstruyen su construcción de ideas y conceptos críticos e integrales más fieles a una realidad innegablemente compleja y abstracta. Este segundo efecto es una de las carencias naturales de los programas domi-nantes en la televisión, la radio e internet, que no propi-cian el diálogo ni la argumentación, que responden a un lenguaje simbólico y no lógico y que, finalmente, buscan

la reacción y no la re-troalimentación. En el peor de los casos, son arma de manipu-lación para lograr una conducta esperada (no obstante, el riesgo de manipulación es propio también de la educación misma).

La educación es una cadena de comu-nicación de prin-cipio a fin, donde

la información es tan sólo un eslabón entre

el saber, saber hacer, ser y convivir. Resulta en

una responsabilidad social para los padres de familia

y docentes por reconocer y reivindicar las suficientes y bastantes capacidades intelectuales y afectivas propias de la infancia y juventud, acompañando a nuestros chicos en sus procesos de selección de información, que les llevarán a valorar, frente a otras fuentes, sus convicciones propias, y por lo tanto les permitirán tomar decisiones cada vez más autónomas, veraces y responsables; en suma, cada vez más éticas.

La asignatura pendiente, como sociedad que tiende al fu-turo, radica en revalorar al joven y al infante como perso-nas íntegras, en procesos tan auténticos como los adultos, fomentando entre todos, a través del diálogo y la retroali-mentación, las herramientas intelectuales, de sensibilidad y valorativas suficientes ante un mundo imparable, cada

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vez más difícil de asimilar, y en donde pareciera que la información y la comunicación no van siempre de la mano con el conocimiento y la sabiduría.

* Profesor de Filosofía para Niños y Formación Cívica y Ética a nivel secundaria.Contacto: [email protected]

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: CULTURA JURÍDICA-VALORATIVA DE LA HIPERSENSIBILIDAD SOCIALRamsés Samael Montoya Camarena*

El acceso a la información como derecho compone el cora-zón de la democracia1, pues sólo una sociedad bien infor-mada construye su futuro en la medida en que presupone su existencia para la construcción de una “racionalidad discursiva” que, desde la óptica del filosofo de Frankfurt Jürgen Habermas, se traduce en tres ejes centrales: la di-versificación de la toma de decisiones entre los componen-tes de los diversos conglomerados sociales, encauce de la expresión de los disensos y fomento de la libertad legítima creadora de la “opinión pública”2, trazada en la obtención de información.

De ahí que si el quehacer jurídico regulatorio se desen-tiende de la dominación informativa, los agentes decisivos de la adaptación de la realidad político-social encontrarán problemáticas en el intercambio expresivo de las ideas en el debate, que en su amplitud permite la autorreferencia de las convicciones de la ciudadanía3.

Tanta importancia guarda el respeto y protección de la libertad de expresión, que los medios masivos de comuni-cación configuran sus límites principalmente en dos orde-namientos federales: Ley Federal de Telecomunicaciones y Ley Federal de Radio y Televisión. La primera encargada de reglamentar los servicios de audio y televisión cerrados mediante banda de frecuencia satelital a través del espec-tro radioeléctrico aéreo situado sobre el territorio nacional, mientras que la otra ley tiene por objeto normar las trans-misiones radial y televisiva abiertas, o las que la población puede recibir de manera directa y gratuita.

Tales cuerpos legales optimizan en dos sentidos la pro-ducción de los medios de comunicación en una cultura valorativa con referencia a su función social. La primera di-spone el condicionamiento de la programación y labor de los comunicadores conforme al respeto y cumplimiento de los derechos fundamentales; la segunda sujeta a los servi-dores de la comunicación a proporcionar un acceso en

condiciones de igualdad y desconcentración de grupos de poder –en la determinación económica del mercado rele-vante-, fomentando calidad en el servicio y estructurando un cuerpo social plural.

Los elementos anteriores (jurídicos y valorativos) son codi-ficadores de una red combatiente del colapso ideológico; es decir, condenados a la ignorancia. Bajo ese prisma co-incidente se revela que la revolución que los medios de comunicación causan en la familia o en la sociedad nada tiene que ver con la perversidad de sus contenidos sino que proviene de su eficacia como instrumentos para comunicar conocimientos, la seducción que causa la expectativa de la elevación crítica, la estimulación contextualizada en los engranajes transmisores de la concordia y, por supuesto, el reforzamiento creativo de modelos menos contraprodu-centes al interior de la pedagogía, o sí se quiere, un deve-lamiento cultural en el camino educativo.

Notas

1. Mendel, Toby (2006). El derecho a la información en América Latina. Comparación jurídica. Quito: UNESCO, p. 3.2. Opinión pública en el sentido de que el público es realmente el sujeto principal que expresa su parecer en intereses generales, sin confundirse con episteme o creencia; incluso evitando situarse en la fabricada videocracia sólidamente hete-dirigida con sustancia vacía, convirtiendo la democracia como gobierno de opinión, que opina nada más. Véase: Sartori, Giovanni (2010). Homo videns. La sociedad teledirigida. México: Punto de Lectura, pp. 75-79.3. Véase Carbonell, Miguel (2004). “La libertad de expresión en la Constitución Mexicana”, en Derecho comparado de la información, número 3, enero-junio. México, pp. 3-59.

Referencia• Esteinou, Javier (2000). “Globalización, medios de comunicación y cultura en México a principios del siglo XXI”, en Ámbitos, México, número 5, agosto-diciembre, pp. 7-49.• Lipovetsky, Gilles (2003). Metamorfosis de la cultura liberal. Ética, medios de comunicación y empresa. Barcelona: Anagrama.• Mill, John Stuart (1997). Sobre la libertad, Madrid: Alianza.• Prinz, Jesse (2007). The emotional construction of morals. Nueva York: Oxford University Press.• Salles, Arleen (2010). “Sobre el asco en la moralidad”, en Dia­noia, volumen LV, número 64, México, mayo, pp. 27-45.• Savater, Fernando (1997). El valor de educar. 2ª ed., Barcelona: Ariel.• Solís, Brisa (2009). “Libertad de expresión y el monopolio de los medios de comunicación: el caso mexicano”, en El cotidiano, México, noviembre-diciembre, pp. 15-24.

*Estudiante de posgrado en la División de Investigación y Pos-grado de la Facultad de Derecho en la Universidad Autónoma de Querétaro.

Contacto: [email protected]

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¿Quién vigila a nuestros vigilantes?Juvenal (poeta latino de los dosprimeros siglos de nuestra era)

Imagínate el siguiente escenario: en los últimos veinte años, el mundo que has conocido se ha estado de-rrumbando entre la peor crisis económica de la historia hasta ese momento, una guerra como nunca se había visto, la amenaza del fascismo y el comunismo contra-rios a lo que tú entiendes como democracia, migra-ciones multitudinarias y el abandono del campo por la vida de la ciudad. Los valores que tenías como seguros y claros están desvaneciéndose. ¿Te imaginas la necesi-dad que sentirías por tener algo a que aferrarte ante este mundo cambiante?

Lo mismo, seguramente, pasó por la mente y el corazón del escritor norteamericano Jerry Siegel (1914-1996), hijo de inmigrantes judíos y nacido en Cleveland. Sie-gel creó (junto al canadiense Joe Shuster y ante la in-minencia de una Segunda Guerra Mundial) un símbolo que resumiera todos los grandes valores que el joven Jerry creía ver desmoronarse: la democracia, la impor-tancia de los migrantes en la conformación de los Esta-dos Unidos, el orden, el progreso, la libertad y, sobre todo, la certeza de que el bien vence sobre el mal. El nombre de este símbolo era la identidad secreta de un personaje llamado Clark Kent, mejor conocido como Superman (1938).

Sin duda Siegel y Shuster no eran los únicos que sentían ese desvanecimiento valoral. Prueba de ello fue la acep-tación de miles de lectores y la subsiguiente aparición de otros superhéroes que buscaban defender los mis-mos valores que Superman: Batman (1939), Capitán Marvel (1940), Linterna Verde (1940), Capitán Améri­ca (1941), la Mujer Maravilla (1941), entre muchos otros. Sobra decir que la Guerra llegó y que, lejos de desaparecer la popularidad de los superhéroes, el con-flicto los hizo aún más populares; tanto que pasaron de ser entretenimiento popular a ser usados como propa-ganda política durante la guerra y como ejemplos del individualismo, donde un sujeto puede, necesitar a su comunidad, cambiar su contexto.

Al acabar la Gran Guerra, muchas de estas historietas de superhéroes perdieron fuerza y desaparecieron to-tal o temporalmente. Hubo algunos benditos personajes que mantuvieron las ventas, la popularidad y, es más,

NADIE VUELA HOY SOBRE METRÓPOLIS: DEL FANATISMO CAPITALISTA AL SIN SENTIDO GLOBALF. Renato Padilla Gómez*

ganaron nuevos adeptos. Tal fue el caso de Superman, Batman y la Mujer Maravilla.

Durante la década de los sesenta hubo una nueva crisis ideológica que cuestionaba valores como la castidad, el papel de la mujer en la sociedad, la imagen del gobier-no y las diferencias raciales. En este contexto aparecen nuevos héroes que, si bien estaban a tono con estas críti-cas juveniles, aún seguían buscando defender valores como la libertad, la justicia y la democracia. Represen-tantes de esta nueva generación de superhéroes son los Cuatro Fantásticos (1961), Hulk (1962), El hombre ara­ña (1962), Iron Man (1963) y los Hombres X (1963).

No fue sino hasta la década de los ochenta y con el ocaso de la Guerra Fría que el bloque capitalista em-pezó a preguntarse algo que hasta ese momento era inconcebible: “¿Y si nosotros somos ‘los malos’?”. Los superhéroes, lo mismo que el gobierno norteamericano, habían buscado un “bienestar” para la humanidad, persiguiendo estados democráticos sin que esta lucha fuera solicitada. De alguna manera eran vigilantes que hacían justicia por su propia mano.

Dark Knight Returns (1986) de Frank Miller y Watchmen (1986-87) de Alan Moore y Dave Gibbons sentaron la base para entender de otra manera a los superhéroes (y al mundo, de paso). La primera es una obra sobre el Batman que conocemos hoy día (oscuro, medio loco y mucho más violento). Por su parte, en el cómic de Moore y Gibbons, Watchmen, se replantea la historia del Siglo XX y las consecuencias malignas que las figuras vigilan-tes, como los superhéroes, traen al mundo. Es una obra de una psicología profunda que cuestiona de base no solo las líneas valorales propuestas por Siegel y Shuster en Superman, sino todas las certezas sobre las que se fundaba el mundo capitalista.

Las preguntas eran: ¿vale la pena una paz construida sobre los cadáveres de millones de personas? y ¿es-tos, nuestros héroes, son inalcanzables, omnipotentes y éticamente perfectos? En las décadas siguientes, los héroes sufrirían problemas de alcoholismo (Iron Man), locura (Linterna Verde), pérdidas de seres queridos (Bat-man), cometerían incluso asesinatos (Mujer Maravilla) y podrían ser homosexuales y discriminados por ello (Question). Todos estos problemas ya se planteaban, cínicamente, en Watchmen. Para rematar, en 1992 Su-perman sería asesinado.

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Este evento significaba la muerte heroica del represen-tante de toda una ideología. Pero urgiría resucitar al mártir porque hubo un terrible miedo: si el héroe in-destructible había caído, ¿qué garantía teníamos como ciudadanos? Tras volver de la tumba, el Gran Héroe sería más que un gran y poderoso ciudadano, volvería como una visión casi mesiánica y con muchos elementos que lo equipararían con Jesús de Nazaret. Para mayor prueba véase el póster promocional de la película Su­perman Returns (2006) y compáresele con el cuadro Cristo de San Juan de la Cruz de Dalí (1951). El pare-cido es impresionante y no mera coincidencia.

Por un lado, la muerte y consecuente resurrección de Superman dejaría entrever un fanatismo religioso que se acrecentaría en el nuevo siglo. Véanse como ejemplo los extremismos islámicos o la supuesta nueva cruza-da que emprendió el gobierno norteamericano contra aquellos. Por el otro lado, ciertos grupos relativizaron tanto los valores que se manifestó una sociedad cínica y desarraigada, justo como la de Watchmen, y que tan sólo sirvió para alentar el fanatismo y tradicionalismo del otro grupo.

En un punto intermedio aparecería Kick­Ass (2008), una historieta donde un chico común se decide a ejercer un cambio por sí mismo e inspirando a otros por medios de redes sociales en internet. Lo haría sin ninguna certeza, pero sí con la esperanza de que el mundo pueda me-jorar con la acción de todos y cada uno; sabiendo que no hay ninguna institución capaz de salvarnos. Nadie vuela hoy sobre Metrópolis para defendernos de no-sotros mismos.

Estamos en nuestras propias manos.

*Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana. Actual-mente es profesor de nivel medio superior y es responsable del área de narrativa del despacho de diseño Napocomics.

Contacto: [email protected]

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Fue el director y dramaturgo Héctor Azar quien dijo: “El teatro bien educa o mal educa, pero educa”. Asumo que la sentencia aplica igual para los modernos medios electróni-cos de comunicación masiva.

La piedra angular del modelo de televisora pública donde actualmente laboro es la política de servicio. Su objetivo es compartir con el público una visión positiva de nuestro entorno, no necesariamente inmediato, que al mismo ti-empo apoye su desarrollo económico, social y educativo, sin dejar de lado el entretenimiento.

Por ende, TV4, la Unidad de Televisión de Guanajuato, tiene en sus contenidos la diferencia del panorama tele-visivo actual. El perfil de la televisora no es entrete ner por entretener sino hacerlo con un trasfondo que, aunque sea pequeño, deje huella. Un contenido alejado del resto de opciones volátiles y tendenciosas.

Los programadores del canal, productores, guionistas y conductores de las producciones propias buscamos sacar al aire mensajes propositivos; “vender” las ideas y no los productos.

En el caso particular del segmento infantil que atendemos, desde hace décadas TV4 se ha interesado en programar series y caricaturas distintas a lo más asequible del mer-cado, que fuercen el pensamiento crítico del niño de una manera divertida, alejándolo del torbe llino cotidiano de propuestas que en algún momento llegarán a sus manos como muñecos, discos, ropa, comida o cualquier producto imprimible.

Considero importante enfatizar que quienes hacemos los contenidos en TV4 no odiamos la televisión comercial. Por el contrario, apreciamos los buenos productos que de ahí emanan: series de ficción, realities, documen-tales con temas controversiales, musicales e incluso campañas como Luchemos por lo bueno, necesarias para nuestra disten-sión, imaginario y otros aspectos de nuestra vida comunitaria, pues es indudable la sin-cronía que el medio provoca. Muchas veces obten-emos in-

LA PERSPECTIVA DE CONTENIDOS EN TV4Andrés Arellano*

spiración y, ocasionalmente, modelos dignos de imitarse, cambiando el contenido por lo que nos interesa comunicar.

Durante los últimos seis años, la barra infantil de TV4 ha permanecido bajo la dirección de la misma productora, manteniendo el éxito de sus dos emisiones. En Tv4 Niños y Tv4 Niños para Peques buscamos acercarnos a los in-fantes con contenidos y tratamientos que nos gustaban cuando teníamos su edad, que nos educaron de manera divertida y nos hicieron quienes somos. La actualización es muy importante, así que procuramos conocer los gus-tos de esa franja del público, pero sin dejarnos llevar por las preferencias mayoritarias, muchas veces negativas, así que basamos nuestros contenidos en valores universales y perennes más que en modas mediáticas, sin dejar de tra-bajar formatos contemporáneos, pues no somos un museo de nuestra niñez.

Hace poco me apuntaban el deber de apegarnos más a los contenidos de la Secretaría de Educación. Quiero asentar que sí conocemos el programa, nos asesoramos con mae-stros, psicólogos y pedagogos, pero el punto importante es que NO somos un complemento escolar. Siguiendo la sentencia inicial de este artículo, sí estamos interesados en mantener una buena educación en nuestros contenidos, pero más allá del didactismo, más apegados a un estímulo vivencial.

Me gustaría mucho que vieran la programación del canal y nos compartieran su opinión, a fin de aclarar más nuestra trayectoria.

*Hijo de educadora y arquitecto, sobrino de reconocida abogada, decidió darle vuelta a la tortilla y convertirse en aprendiz de ac-tor, titiritero, dramaturgo y guionista de radio y televisión. Alguna

vez coordinó el programa Alas y Raíces a los Niños, del Instituto Estatal de Cultura y actualmente es

guionista y (pomposamente dicho) director artístico de El Diario Despinpongue en

TV4.

Contacto: ludusteatro@

hotmail.com

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La sociedad está hecha de fantasmas. Cuando un escritor se encuentra en el afán dignísimo de construir un texto, tiene por lo menos a dos fantasmas enfrente: su musa y su “lector modelo”. Entendemos al lector modelo como el personaje idealizado por el escritor, como aquel habrá de entenderlo realmente.

El lector modelo es alguien capaz de “actualizar” el texto. Podría decirse que el lector modelo es un cómplice del es-critor. Así, el texto ya no es obra exclusiva de su crea-dor, sino también de su público. Sobraría decir que dicha teoría aplicada al texto literario le viene bien a cualquier otro medio de comunicación.

Para el lector modelo de este artículo, gente interesada en alguna reflexión crítica sobre la educación para los medio de comuni-cación, proponemos algunas estrategias.

Leer estéticamente

Cuando se trata de lectura en voz alta (una práctica por desgracia en extinción), hay gente que lee bonito, da gusto escucharles. Otros parecen estar hablando en lenguas demoníacas. Pero la estética de la lectura van más allá. Un lector modelo que lee estéticamente relaciona lo leído, visto o escuchado con otras obras igualmente bellas. Ese lector no se casa sólo con la belleza de un texto o una fotografía, por ejemplo, sino que se interesa por la belleza del concepto. No es lo mismo leer un poema de Octavio Paz y sonreír, que, una vez sonriente, el lector se levante y busque, en el mundo de las imágenes, un “árbol adentro” que complete su deleite. Motivemos a nuestros estudiantes a relacionar una belleza con otra. Suceden cosas increíbles.

Leer con civilidad

El lector modelo debe aprender a “manifiestarse” ante su escritor modelo. Hay que aparecerse. El lector modelo no puede ser alguien que, habiendo encontrado una verdad en un texto, una película o un periódico, se cruce de bra-zos y calle. Debe ser un mensajero. Ir a la ciudad y, en

3 CONSEJOS PARA PEINAR AL LECTOR MODELOJosé Antonio Alvear*

medio de la plaza, la oficina, el salón de clase, la familia, o los amigos, resonar y reverberar lo hallado. Más aún: hacerlo de tal manera que el escritor se entere. Sólo así, el lector modelo pasará de ser un fantasma mal imaginado a un ciudadano modelo que actualiza lo encontrado, e incluso lo no dicho en el texto.

Leer comunitariamente

Quien cree que lee sólo, se equivoca, por privado que sea su recinto sagrado. No sólo le acompaña

el propio escritor, sino todos aquellos que han contribuido para que entienda lo

leído. Incluso le acompañan ya to-dos aquellos que habrán de ser

contagiados por lo que el lec-tor modelo ha entendido del texto. Por eso, hay que leer metódicamente en comu-nidad. Las ideas vertidas en un texto tienen fuerza propia, se aceleran fren te a un lector mod-elo y se disparan como proyectiles cuando se combinan con la inteli-gencia comunitaria. Cír-culos de lectura, foros de

discusión, exposiciones didácticas de fotografía,

cine clubes, puestas en común de la prensa del día,

museo bien guiados… mil y una forma de hacer lectura

comunitaria.

Dicho lo cual, los fantasmas bien peinados, que aparezcan…

Para saber más sobre el Lector Modelo: Eco, Humberto (2000). Lector in Fabula. Barcelona: Lumen.

*Maestro en Historia y Antropología Social. Académico en el De-partamento de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Iberoamericana León. Encargado de la Productora de Documen-tales Tiempo a Doc. Profesor universitario desde hace 17 años especializado en filosofía, guionismo, teatralidad y antropología simbólica.Contacto: [email protected]

22 DÍSERES.COM.MX OLGORIOj Senderos de reflexión

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QUIEN CONTROLA EL PRESENTEUlises Guzmán*

1949. Se publica Mil Novecientos Ochenta y Cua­tro, de George Orwell, una de las más importantes e influyentes obras literarias del siglo XX y del gé-nero de ciencia ficción. En la obra se plantea la ex-istencia de un futuro alterno en el que una sociedad colectivista es regida por un Estado totalitario, que mantiene a la población en constante vigilancia y sometida a un bombardeo permanente de propa-ganda bélica, creando un clima de temor gene-ralizado y sustentando, con ello, la aprobación pública de toda acción por parte del Estado.

El régimen totalitario fomenta el aislamiento y el individualismo exacerbado para mermar la comu-nicación, y con ello el desarrollo y crecimiento de las ideas. Además, monitorea cualquier actividad que pudiese considerarse subversiva o disidente. Son reprimidas, también, cualquier manifestación o sentimiento de inconformidad, así como las emo-ciones y relaciones afectivas y sexuales entre los in-dividuos. Para ello se usan métodos que van desde el alcoholismo promovido por el Estado, hasta la tortura y el lavado de cerebro.

1984. Se reelige a Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos para un segundo periodo. El go-bierno de Reagan se caracterizó por adoptar medi-das económicas “desregularizadoras” y apoyar el desarrollo del libre comercio, dando pie a la adop-ción mundial de los modelos económicos neolibe-rales aún vigentes hoy y estableciendo condiciones que favorecieron, en gran medida, a las corpora-ciones transnacionales de gran capital, particular-mente a los consorcios televisivos y tecnológicos. Durante el periodo presidencial de Reagan ocurrió el debilitamiento económico y político de la Unión Soviética que derivó en la di-solución, prácticamente definitiva, del bloque socialista de naciones consolidado tras la segunda guerra mundial.

Entre abril y junio se produce una adaptación cine-matográfica de Mil Novecientos Ochenta y Cua­tro, dirigida por Michael

Radford. La producción de esta película ocurre exactamente en las fechas en que Orwell sitúa su novela.

1998. Se estrena El Show de Truman, película di-rigida por Peter Weir. En ella, se plantea la existen-cia de un futuro cercano en el que una corporación mediática adopta legalmente a un recién nacido, llamado Truman, con el objetivo de televisar su vida desde el vientre de su madre hasta el momento de su muerte, sin que él lo sepa.

Truman es colocado en un inmenso estudio de tele-visión que simula ser un pueblo real ubicado en una isla. En ese lugar, Truman vive plácidamente alre-dedor de treinta y tres años, mientras el mundo en-tero lo ve crecer y madurar en sus televisores. Todas las personas que Truman conoce son actores. Todo lo que vive son eventos planeados y ejecutados por un productor y su equipo. Todo lo que Truman es, sus experiencias, emociones, recuerdos, miedos y demás, surgen de un escenario de ficción contro-lado, de un guión dramático. No obstante, Truman tiene hambre de conocer algo más allá de ese mun-do donde lo han contenido, y su historia progresa gracias a ese apetito.

La colosal puesta en escena en la que vive Truman muestra matices muy peculiares. A pesar de estar ubicada en un contexto futurista, la isla es una representación que evoca la década de 1950, periodo en el cual están cimentados muchos aspectos de la identidad norteamericana. Para Estados Unidos, los años cincuenta representaron un periodo de bo-

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nanza sin igual hasta ahora; su exitosa incursión en la Segunda Guerra Mundial significó un refuer-zo moral casi inquebrantable para su proyecto de nación (habían defendido la democracia y la bon-dad para todo el mundo); el modelo capitalista se encontraba en uno de sus momentos más saludables gracias al agresivo fomento al consumo por parte del gobierno y las empresas. Por lo anterior, aunado a una gigantesca confianza en las instituciones, los cincuenta representan en el imaginario norteame-ricano un ideal de seguridad frente al futuro y las amenazas.

La isla de Truman, en ocasiones, pareciera ser un útero protector ante el mundo: el productor llega explicar que se trata del mundo perfecto que creó para Truman cuando se le cuestiona sobre la per-tinencia moral del show. En ella, los personajes hablan de forma reconfortante sobre los productos que consumen, justo a la usanza de los comerciales de los años cincuenta, precisamente porque se trata de comerciales para los televidentes que se encuen-tran viendo a Truman. Los cincuenta como ideal de seguridad económica y moral representan el sueño americano, la máxima fantasía suburbana de la casa con cerca blanca y la comunidad pequeña y cerrada. El conflicto de Truman es seguir viviendo en ese limitadísimo espacio de ensueño o salir a ver el mundo real, a pesar de su imperfección e incertidumbre.

El Show de Truman aparece justo tras el ascenso en la popularidad de los llamados reality shows en todo el mundo, luego de que programas como The Real World (MTV-Viacom) y Big Brother (con-cepto producido por Endemol y que toma como título el nombre del antagonista de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro) experimentaran con la fórmula de colocar a gente, supuestamente común, en un espacio de convivencia forzada y siendo monito-reada por cámaras de televisión en todo momento. Al poco tiempo la fórmula se diversificó al utilizar distintos espacios y situaciones de convivencia e interacción, así como diferentes estereotipos en cuanto a las personas participantes. Eventualmente, los reality shows aumentaron en número y, sobre todo, en sordidez, buscando personas, situaciones y temas cada vez más escandalosos. También au-mentó el grado de control que las producciones de-bían tener para ser seguras y aceptables televisiva

y comercialmente, un desarrollo paradójico que precisamente destruyó la “ilusión de realidad” al disminuir el contraste entre los reality shows y las producciones convencionales.

Ocurre también en 1998 la primera gran crisis de internet al desplomarse el valor especulativo de una gran cantidad de portales y sitios que no habían definido su estrategia o valor comercial y no podían sustentar sus operaciones. Este evento advirtió a las empresas de tecnología e información que un replanteamiento en los paradigmas de inter-net era necesario, tanto comercialmente como para los usuarios.

2011. Se hace necesario, a más de una década de El Show de Truman (más de medio siglo de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro), evaluar cuánto he-mos avanzado, como sociedad, por los senderos esbozados por dichas obras. Actualmente, la tele-visión de realidad se ha transformado; sus elemen-tos se han diluido, segmentado e integrado a otros formatos. En años recientes, el público se percató de la poca realidad que había en esos programas y comenzaron a solicitar historias reales en formatos de televisión tradicional. Esta tendencia parece des-prenderse de la llamada Web 2.0, un modelo de diseño interactivo para internet que procura la par-ticipación constante del usuario como generador de contenido. El público desea lo mismo en televisión; historias sobre sí mismos o gente como ellos. Ese proceso dio nueva forma al reality show y a la tele-visión que conocemos hoy.

Ese desarrollo refleja el poder de la audiencia y su capacidad de discernimiento ante el bombardeo mediático. También revela un panorama de nue-vos riesgos al desvanecerse la frontera entre mundo real, la ficción y la realidad mediática. Así como temimos que la ficción televisiva se convirtiese en propaganda, también debemos ser cautelosos al ver a los nuevos medios como un escaparate de valores e intereses que intentan guiar nuestro modo de vida.

Los medios de comunicación no son los en-tes malignos que muchas veces estamos tentados a creer; son empresas con objetivos e intereses definidos, nor-malmente comerciales, que nos

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ofrecen ciertas satisfacciones a cambio de hacernos llegar algunos mensajes que por sí mismos pueden ser un bien o un lastre que pretende motivarnos a consumir. El gran conflicto es que estos mensajes suelen llegar en forma de seductores discursos sobre nuestras necesidades y aspiraciones.

La formación de criterios es nuestra mejor arma ante las sirenas e ilusiones del panorama mediático. La escuela, la familia, las experiencias y el auto-conocimiento son fundamentales para fomentar una adecuada lectura de los medios de comunicación, basada en la crítica y la reflexión de todo lo que proviene de ellos, sin perder de vista la libertad mul-tipartita que una comunicación saludable implica. Las personas cuyo ser está definido pueden enfren-tarse a la masiva exposición de contenidos a la que los medios nos someten, y extraer de ello sólo lo que beneficie a cada uno en el marco de su propia libertad, responsabilidad y esencia.

Los medios de comunicación hacen mucho bien si sabemos verlos, leerlos y utilizarlos; nos transmiten ideas que, estemos de acuerdo o no con ellas, nos hacen crecer como personas y conocer rincones del mundo que, sin esas ventanas, tal vez nunca veríamos. Para ello es necesario estar dispues-tos a des apegarse de la comodidad que repre senta el consumir los contenidos mediáticos de forma ingenua y pa-siva, pero también de la que nos brindan nuestras propias opiniones, muchas veces cerradas, parciales y hasta ciegas; de no hacerlo corremos el

riesgo de, como Truman, ser sólo actores en una historia falsa dentro de una isla vigilada por un Gran Hermano.

¿Queremos evitarlo? La consigna es: libertad, críti-ca, comunicación. Siempre. Contra ti. Contra mí.

*Redacción DÍSERES.Contacto: [email protected]

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díseres te presenta las siguientes actividades a través de:

LA PIZARRA

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