El Anochecer

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A James Vanning, el protagonista de El anochecer, el destino le juega una mala pasada. Es un individuo sin grandes ambiciones, acaba de abandonar el ejrcito y slo quiere formar un hogar. Pero sus modestos sueos se convertirn en trgica pesadilla. Tras matar a un hombre en defensa propia y haber perdido un dinero robado que lleg a sus manos por una fatal casualidad, se ver acosado simultneamente por la polica, un detective y una banda de peligrosos criminales. En su desesperada huida deber intentar demostrar su inocencia.

Como es habitual en la obra de David Goodis, El anochecer huye de la violencia gratuita y de los trucos fciles del gnero, y basa su fuerza en una trama muy bien construida con una gran dosis de emocin.

David Goodis

El anochecer

Crimen & Cia. - 06

ePub r1.1

Ledo 28.07.14Ttulo original: NightfallDavid Goodis, 1947

Traduccin: Jorge Luis Mustieles

Diseo de cubierta: Jordi Paris

Editor digital: Ledo

Cesin de la reserva de la edicin: Allen

ePub base r1.1

1

Era una de esas noches clidas y pegajosas que hacen que a Manhattan se le note la edad. Haba algo de triste y estancado en la forma en que todo aquel calor, denso como el jarabe, se negaba a agitarse. Era una noche propicia para cualquier cosa, excepto para trabajar, y Vanning se incorpor y se alej unos pasos del tablero de dibujo. Al pasar, roz una caja de acuarelas y la oy chocar contra el suelo. Era lo que faltaba. El incidente termin con cualquier intencin que hubiera podido abrigar de terminar el trabajo aquella misma noche.

El calor penetr en la habitacin y descendi sobre Vanning. Encendi un cigarrillo. Se dijo que ya era hora de tomar otra copa. Dirigindose hacia la ventana, resolvi que ms le vala no pensar en la bebida. El calor era ms fuerte que el licor.

Se par ante la ventana, contemplando el panorama de Greenwich Village, viendo las luces, oyendo los ruidos de la calle. Sinti el deseo de formar parte del ruido. Quera conseguir un poco de aquellas luces, quera participar en aquella actividad, quera hablar con alguien. Pero tena miedo de salir.

Y se daba cuenta de ello. El descubrimiento le produjo ms temor. Se frot los ojos con las manos y se pregunt por qu esa noche era tan difcil. Y, de pronto, se dijo que esa noche iba a ocurrir algo.

Fue ms que una premonicin. Tena razones de peso que la apoyaban, y no guardaba relacin con la noche en s. Era algo que surga del pasado, y con los ojos cerrados vio una serie de escenas que le hicieron temblar sin moverse, tragar saliva sin tragar nada.

Haba un automvil azul claro, un descapotable. Era un color lgico aquel azul claro, lgico para empezar, porque todo haba empezado de una forma clara y tranquila, con el descapotable azul claro rodando suavemente, las montaas de Colorado tan bonitas y en calma, el firmamento tan pacfico, toda la escena de azul claro en una especie de estilo agradable y sin estridencias. Y luego apareci el rojo, un rojo brillante, la carrocera y los guardabarros del vehculo destrozado, el duro gris de la roca contra la que se apoyaba el coche accidentado, el duro gris que se converta en negro, el negro del revlver, el negro que permaneca mientras iban apareciendo otros colores. El verde de la habitacin del hotel, la alfombra anaranjada, o tal vez no fuese anaranjada podra haber sido morada, muchos de aquellos colores podran haber sido otros, pero el nico color sobre el que no caba equivocarse era el negro. Porque ese era el color de una pistola, un negro mate, un negro total, y a travs de un remolino de todos los colores que se unan en un estanque enloquecido, la pistola negra lleg a su mano y l la sostuvo all durante un lapso imposible de medir. Luego apunt la pistola negra y apret el gatillo y mat a un hombre.

Apart de su cara los puos apretados, abri los ojos y se forz a regresar a la habitacin del presente. Volvindose, vio el tablero de dibujo que le lanzaba un cable invisible, un cable que tiraba de l y le urga a abandonar el pasado y quedarse con el ahora. Porque el ahora le conoca como James Vanning, un ilustrador publicitario experto en esa clase de trabajos los ms difciles que los departamentos de arte de las agencias de publicidad solamente confan a especialistas con experiencia. Esa noche estaba liado con uno de los acostumbrados encargos urgentes, y el plazo de entrega terminaba al otro da a las cuatro de la tarde. Pero si se iba a dormir en seguida, podra levantarse temprano y terminar el trabajo a tiempo para dejar satisfecho al director artstico.

Si se iba a dormir en seguida. Eso s era decididamente cmico. Dormir. Como si dormir fuera algo que se consiguiera automticamente. Como si no tuviese ms que recostar la cabeza sobre la almohada, cerrar los ojos y quedarse dormido. Se rio en silencio. Se rio al imaginarse tratando de dormir. Todas las noches sostena una lucha con el sueo hecha de una serie de asaltos que se prolongaban hasta que por fin caa inconsciente ms o menos cuando comenzaba a salir el sol. As era su sueo.

Pas al cuarto de bao y se mir en el espejo. Estatura mediana, pero ms bien fornido. Cabello rubio rizado y abundante, de modo que no haba razn para inquietarse. La preocupacin se la causaban los matices plateados que asomaban aqu y all por entre lo rubio. Muy poca plata, apenas visible junto al oro, pero aun la poca que haba era demasiada para un hombre de treinta y tres aos. Y los surcos que se marcaban bajo sus ojos y en torno a sus labios no eran signos de vejez, sino de sufrimiento. Hasta su misma tez. Todava conservaba mucho Pacfico Sur Saipn y Okinawa sobre todo, pero aquella oscuridad era ms de sombras que de sol. Pareca que hubiera una gran sombra sobre l y en torno a l.

Fue llegando ms sombra, y decidi combatirla. Se duch, se afeit y mientras se enfundaba un traje veraniego recin lavado y planchado, oy los ruidos que suban del vestbulo.

Un poli exclamaba la voz. Quiero un poli.

Otra voz lleg del exterior.

Qu te pasa?

Quiero un poli.

Vanning apret los dientes. No poda respirar. Se qued all de pie, inmvil.

Por qu ests tan excitada? Qu te pasa?

Quin est excitada? Pasa que necesito un bolgrafo para anotar el telfono de mi hermana

Por qu no aprendes a hablar en cristiano?

Cierra la poca y treme el poli!

A partir de ah, sigui una tpica discusin conyugal, con la mujer pidiendo a gritos un bolgrafo y gritando de nuevo despus de conseguirlo. Vanning perdi un minuto o as tratando de decidir si eran hispanos, italianos o vieneses. Se pregunt cundo habran llegado a vivir all. No conoca a ninguno de sus vecinos. Procuraba deliberadamente mantenerse alejado de ellos. Mantenerse alejado de todo el mundo.

Se dijo que ya era hora de ponerse en movimiento. No saba adnde iba, pero, fuera donde fuese, tena mucha prisa por llegar.

2

El calor llegaba en oleadas, grandes olas de calor que venan rodando desde todas las partes de Manhattan y descendan de un firmamento de asfalto derretido. El calor inundaba el parque de Washington Square, permaneciendo all a pesar de alguna brisa espordica. Vanning solamente se qued unos minutos en el parque. Cuando lo dej, se encamin hacia la esquina de la calle Cristopher y Sheridan Square. Haba muchas luces en aquella direccin, y fue hacia ellas pensando en una o dos copas y quiz una charla con alguna persona sin importancia que le hablara de cosas sin importancia.

Acababa de cruzar una calle e iba a doblar una esquina cuando un hombre se le acerc y le pidi fuego. En aquel punto en concreto no haba farolas, y Vanning no pudo ver bien al hombre. A pesar de todo, distingui una pequea figura, un bigote y una cabellera negra pulcramente peinada. Encendi una cerilla y la aplic al cigarrillo del desconocido. El resplandor le proporcion una buena visin del rostro. Pero slo dur unos instantes. No haba ningn motivo en especial para estudiar la cara.

Qu calor! coment el hombre.

Espantoso.

He visto a unos chicos bandose en los muelles prosigui el hombre. Han tenido una buena idea.

Si lo hiciramos nosotros objet Vanning, la gente dira que estbamos locos.

Lo malo de la gente es que no entiende a la gente.

El hombre tena una voz agradable y un aire despreocupado, y Vanning se dijo que no haba nada de extrao en la situacin. El hombre tan slo quera fuego y pegar la hebra un ratito, y si empezaba a preocuparse por estas pequeeces, ms le valdra ir buscando plaza en un asilo.

El hombre se recost contra la pared de un edificio. Vanning encendi un cigarrillo. Permanecieron inmviles como un par de animales en calma dentro de un bosque en calma. Estaban rodeados de noche, las calles estaban en silencio y el calor lo dominaba todo.

Me gustara saber cmo pueden soportarlo quienes viven en los trpicos.

Ya estn acostumbrados.

Creo que yo no podra soportarlo dijo el hombre. Ha estado alguna vez cerca del ecuador?

Algunas veces, s.

Cmo es aquello?

Estupendo respondi Vanning. Se vuelve uno majara, pero no importa porque todo el mundo est majara.

Yo nunca he viajado gran cosa.

No vaya al ecuador le aconsej Vanning. Esto es como el veinte por ciento de lo que hay all.

Cundo estuvo usted por esos lugares?

Durante la guerra.

Yo no particip explic el hombre. Esposa e hijos.

A m me enviaron a la Marina dijo Vanning, y se oy decirlo, y pens que estaba hablando demasiado.

Decidi que ya empezaba a ser hora de moverse, pero el hombre continu:

Vio mucho movimiento?

El suficiente.

Dnde?

Por la parte de Borneo.

Se dijo que no pasaba nada. La conversacin se prolongara tal vez un minuto y luego le dira al hombre que alguien estaba esperndole en el bar de Jimmy Kelly o en cualquier otro sitio, se alejara y el incidente se desvanecera hasta convertirse en uno de esos pequeos y vagos incidentes que nunca aparecen en las primeras pginas ni en los libros de historia.

Le envidio confes el hombre.

Por qu?

Lo ms lejos que he estado de Nueva York ha sido en Maine. Sola pasar all los veranos, antes de que las cosas se pusieran mal.

Tiempos duros?

ltimamente respondi el hombre.

A qu se dedica?

Investigaciones.

Negocios?

Ms o menos.

Yo trabajo en publicidad dijo Vanning.

En una agencia?

Ilustrador freelance.

Cmo le van las cosas?

Hay ciclos. No s de qu depende. Tal vez de las manchas solares.

Creo que va a haber otra depresin pronostic el hombre.

Es difcil decirlo.

El hombre arroj su cigarrillo a la acera. Lo pis.

Bueno comenz, ser mejor que me vaya. Ella siempre me espera despierta.

Vanning iba a dejar correr todo el asunto, pero se encontr preguntando:

Hace mucho que est casado?

Once aos.

Ojal estuviera yo casado.

Lo dice como si verdaderamente lo creyera.

Y lo creo.

Tiene sus ventajas reconoci el hombre. Al principio, estuvimos a punto de separarnos. A veces, estaba desayunando y la vea al otro lado de la mesa y me preguntaba cmo podra librarme de ella. Pero luego me preguntaba por qu y no se me ocurra ningn motivo vlido.

La cosa de la libertad, tal vez.

Usted es libre.

Llega a hacerse montono. Creo que, si uno es normal, necesita tener a alguien. Una persona especial, que est siempre al lado de uno.

Y eso no se hace montono?

A usted qu le parece?

La monotona es algo relativo.

No estar usted bromeando. O s?

No respondi el hombre. Lo digo en serio. Uno sale en busca de emociones y cuando las obtiene ya no existen. La emocin est en la bsqueda. Cuando se tiene a una persona, se puede buscar emociones junto a ella.

No es eso un poco profundo?

La conoc en un baile prosigui el hombre. No se imagina los esfuerzos que tuve que hacer para llegar a conocerla verdaderamente. No sola alternar mucho, y ya sabe usted cmo es Nueva York. Apuesto a que hay ms vrgenes en Nueva York que en cualquier otra ciudad del pas. En proporcin, quiero decir. Ms incluso que en las pequeas ciudades del campo. Aqu aprenden a construirse un mecanismo de defensa desde muy pequeas. Y puede uno agotarse tratando de vencerlo. Pero no me interprete mal. No me cas con ella por eso.

Por qu se cas con ella?

Lleg a gustarme. Nos lo pasbamos muy bien juntos. No s quin es usted y no volveremos a vernos ni en cien aos, conque no me importa hablarle de esta manera. Creo que es bueno desahogarse con un extrao, de vez en cuando.

Puede que tenga razn.

Me encari con ella. Quera ponerle las manos encima y al mismo tiempo no quera hacer eso, y empec a darle vueltas al asunto. La cosa lleg al punto de que le compraba regalos para tener la satisfaccin de ver cmo se le iluminaba la cara cuando abra los paquetes. Nunca me haba ocurrido nada igual. Estuvimos saliendo juntos poco ms de un ao, y un da fui y le compr un anillo.

Siempre sucede as.

No siempre replic el hombre. Creo que me enamor realmente de ella un par de aos despus de casados. Entonces ella estaba en el hospital, iba a dar a luz nuestro primer hijo. Recuerdo que me qued parado junto a la cama, y ah estaba ella, y ah estaba el beb, y sent que me atragantaba. Supongo que fue entonces. Ese fue el verdadero comienzo.

Cuntos tiene ahora?

Tres.

Tres es el nmero justo.

Son unos chicos estupendos asegur. Luego, alz la mueca hacia sus ojos y escrut la esfera de un pequeo reloj. Bueno, tendr que correr. Mantngase en forma.

Lo har respondi Vanning, mientras el hombre echaba a andar. Buena suerte.

Gracias contest, ya cruzando la calle.

Dobl la esquina y recorri otra manzana y cruz otra calle. Por ella bajaba un taxi apticamente, su conductor indiferente tras el volante, un cigarrillo suspendido como de milagro de sus labios. El hombre alz un brazo, lo agit, y el taxi se aproxim al bordillo.

El hombre subi al automvil y le dio al conductor una direccin del barrio Este, un poco al norte de la calle Cuarenta y dos, en la zona conocida como Tudor City. El conductor puso la palanca del cambio en segunda y se alejaron.

En poco ms de cinco minutos, el hombre estaba en su casa. Tena un apartamento en el sptimo piso de un edificio antao de categora y un tanto venido a menos. En el ascensor encendi un cigarrillo, volvi a consultar su reloj de pulsera al salir del ascensor y vio que las manecillas indicaban las doce menos cuarto. Mientras recorra el corredor, extrajo un llavero del bolsillo del pantaln y, cuando lleg ante la puerta con el nmero 714, consult una vez ms su reloj de pulsera. Luego insert la llave, abri la puerta y entr en el apartamento.

Era un pisito agradable, decididamente pequeo para una familia de cinco miembros, pero amueblado de forma que diera la impresin de ms espacio. El principal elemento era una amplia ventana que se abra sobre el ro Este. Y haba un piano de concierto que le tuvo en nmeros rojos varios meses. Haba un escritorio bastante presentable, y una vitrina con libros de aspecto serio. El estante superior estaba ocupado por todos los volmenes de El libro del conocimiento, pero los de abajo eran de material estrictamente para adultos. Bastante de Freud, Jung, Horney y Menninger, y algunas obras menos conocidas de otros psiquiatras y neurlogos. Los chicos estaban siempre trepando a sillas para alcanzar El libro del conocimiento, y ocasionalmente se entretenan con los otros libros y de vez en cuando rayaban algunas pginas con sus lpices, pero El libro del conocimiento tena que estar en el estante superior, porque los dems no estaban lo bastante separados. Haban hablado de ello alguna vez, sobre todo cuando la hija de seis aos arranc todas las ilustraciones de una de las obras ms profundas y patolgicas acerca del sistema nervioso del hombre, pero lo cierto era que no haba sitio para otra estantera y no vala la pena hacer un gran problema del asunto.

El hombre entr en la sala de estar y su esposa dej el libro, se levant y se acerc a l.

Hola, seor Fraser.

Hola, seora Fraser.

La bes en la mejilla. Ella quiso que la besara en la boca. La bes en la boca. Ella era un par de centmetros ms alta que l, tirando a flaca, y tena la clase de cara que utilizan en los anuncios de las revistas de moda cuando la cara no tiene demasiada importancia. Era un rostro interesante, pero nada sensacional. Resultaba interesante porque reflejaba contento, pero no presuncin.

La mujer le sujet la cabeza entre sus manos y le dio masaje en las sienes.

Cansado?

Slo un poco.

Quieres beber algo?

Comera algo, ms bien.

Un emparedado?

Nada de carne. Algo ligero. Qu calor hace!

No poda conseguir que se durmieran los chicos. Deben de estar nadando, ah dentro.

T pareces fresca.

He estado una hora en la baera. Ven a la cocina. Te preparar algo.

En la cocina, el hombre tom asiento ante una mesita blanca, y su esposa empez a preparar una ensalada. Le pareci que tena buen aspecto, por lo que aadi ms ingredientes y prepar dos raciones. Haba un jarro de limonada y ech en su interior ms hielo, azcar y agua y se sent tambin a la mesa.

Le contempl mientras l atacaba la ensalada. El hombre alz la vista y sonri. Ella le devolvi la sonrisa.

Le sirvi algo de limonada, y mientras l se llevaba a la boca un tenedor cargado de lechuga y huevo duro, le pregunt:

No habas cenado?

Quin puede comer con este calor?

Tena la esperanza de que subiera una brisa fresca desde el ro.

Deb haberte enviado al campo con los nios.

Ya hemos hablado de eso.

An no es demasiado tarde insisti.

Olvdalo. La ola de calor ya est a punto de acabar.

Me dara de golpes.

Ya iremos el ao que viene.

Eso dijimos el verano pasado.

Es culpa ma?

No. Es culpa ma. Lo siento, cario; de veras que lo siento.

Sabes una cosa? pregunt ella dulcemente. Eres un tipo muy amable.

No soy nada amable. Pensaba en el dinero.

Est todo por las nubes observ la mujer. A juzgar por los precios que piden, cualquiera dira que se han vuelto locos. Tendras que ver lo que estn pidiendo en Long Island.

Yo pensaba en el campo.

Te preocupan los chicos.

Los chicos y t.

Oh, basta ya! Ganas lo suficiente.

Estoy ganando una fortuna. La semana que viene me comprar un yate.

Ella ech mayonesa en su ensalada, la revolvi, comi un rato y, mientras se concentraba en la comida, pregunt:

Alguna novedad?

Sigo investigando. Bebi un poco de limonada. Es difcil.

Todava sigue all?

Todava. Esta noche he hablado con l.

Ella dej de comer. Alz la vista.

Qu ha ocurrido?

He hablado con l, eso es todo. Nada fenomenal. Sali sobre las once. Fue andando al parque. Le segu. Se march del parque, me acerqu a l y le ped una cerilla. Nada ms.

No te ha dicho nada?

Nada que me sea til. Es un caso difcil. Si hay algo criminal en esta direccin, yo no soy capaz de verlo.

Vamos, vamos

Lo digo en serio, cario. Me tiene loco. Por menos de dos centavos, ira al cuartel general y les dira que estn siguiendo una pista falsa.

Y si te diera yo los dos centavos?

Retirara lo que he dicho.

Ella le sirvi ms limonada.

He llevado tu traje marrn a la lavandera y necesitas otro par de zapatos.

Esperar hasta el otoo.

Ella estudi la mirada de su marido y coment:

Nunca compras nada para ti.

Tengo todo lo que necesito.

Lo tienes todo repiti la esposa. Se puso en pie y se acerc a l. Sus dedos le desordenaron los cabellos. Algn da sers importante.

l le dirigi una sonrisa.

Nunca ser importante, pero siempre ser feliz. Le tom una mano, la bes y volvi a levantar la vista hacia su rostro: No seremos felices siempre?

Claro que s.

Sintate sobre mis rodillas.

Estoy engordando.

Eres una pluma.

Se sent sobre sus rodillas. l bebi ms limonada y se la ofreci a ella, que a su vez le dio a comer un poco ms de ensalada y tambin comi algo. Se miraron a los ojos y rieron suavemente.

Te gusta mi pelo?

l asinti. Tendi una mano hacia la cabeza de la mujer y jug con sus cabellos.

Las mujeres lo tenis mal en verano, con tanto pelo.

En invierno va la mar de bien.

Ojal estuviramos ya en invierno. Ojal hubiera terminado ya este caso.

T terminars con l.

Es un problema.

Y t te comes los problemas le dijo ella dirigindole una sonrisa de soslayo.

Este no. Este es distinto. Tiene algo que me deprime. La forma en que hablaba. Su tono. No s

Ella se levant.

Voy a ver si los chicos se han dormido ya.

Fraser encendi un cigarrillo, y se ech un poco hacia atrs para ver a su mujer mientras cruzaba la sala. Cuando el tabique le impidi la visin, se inclin hacia delante, aspir intensamente el humo y contempl el vaso vaco frente a l. En su frente apareci una arruga que fue convirtindose en un ceo fruncido. El vaso vaco se vea muy vaco.

3

En aquel local del Village no haba mucho que hacer. Cuatro hombres al extremo de la barra sostenan una tranquila conversacin a propsito de caballos. Una pareja joven consuma pausadamente frescos tragos largos, sonrindose. Un hombre grueso y bajo contemplaba taciturno un vaso de cerveza.

Vanning se volvi hacia su gin rickey. Le dominaba una peculiar sensacin de soledad, y saba que era sencillamente eso y nada ms. Quera hablar con alguien. De cualquier cosa. Y de nuevo se vio reflejado en un espejo, esta vez el espejo del otro lado de la barra, y advirti en sus propios ojos la expresin de un hombre sin un amigo. Senta apenas un poco de compasin por s mismo. Un hombre de treinta y tres aos debera tener una esposa y dos o tres hijos. Un hombre debera tener un hogar. Un hombre no debera estar solo en un sitio como aquel, sin un sentido, sin un propsito. Debera tener un motivo realmente vlido para levantarse por la maana. Debera tener algn incentivo, debera tener algo.

Nuevamente se escap de sus labios uno de aquellos suspiros, y l lo reconoci y no le gust nada. ltimamente suspiraba demasiado. Termin su bebida, engullendo los ltimos sorbos con excesiva rapidez para apreciar realmente su sabor, y en seguida pidi otra. Mientras esperaba, vio que el bajo y corpulento bebedor de cerveza le contemplaba con aspecto vacilante. Era evidente que el gordo quera entablar conversacin, que tambin se senta solitario. En aquel preciso momento lleg su bebida.

Vanning dirigi al gordo una sonrisa amable, sonrisa que fue agradecida y correspondida. Vanning se desplaz con su bebida a lo largo de la barra, manteniendo la sonrisa, y coment:

Bueno, es una forma como otra de combatir el calor.

El gordo asinti.

Lo que me gusta de la cerveza explic es que aun dentro de uno se mantiene fresca. Con el whisky no ocurre lo mismo.

Supongo que el whisky es una bebida de invierno respondi Vanning, comprendiendo de pronto que iba a ser una conversacin sumamente aburrida, y que si no cambiaba cuanto antes de tema se pasaran el resto de la velada hablando de licores.

Se pregunt de qu otra cosa podan hablar, y por unos instantes pens en el bisbol, pero tuvo que descartarlo porque no estaba muy al corriente. Ni siquiera saba cmo andaba la liga. Desde haca mucho tiempo, pasaba las pginas deportivas de los peridicos sin mirarlas.

Y entonces, como no haba nada que decir ni nada mejor que hacer, Vanning sigui ocupndose de su bebida.

Est mirndole le advirti el gordo.

Vanning tom otro sorbo y lo hizo bajar. Se volvi hacia el tipo gordo.

Qu? pregunt.

Acaba de entrar una chica.

Vanning se inclin sobre la barra y estudi el vaso y su contenido. Sin saber del todo por qu, respondi con desgana:

Siempre estn entrando chicas.

Esa no est mal.

Ninguna est mal replic Vanning. Son todas maravillosas.

Bueno, yo slo quera advertrselo.

Gracias. Gracias por advertrmelo.

El tipo gordo se encogi de hombros y se ech un trago de cerveza al gaznate. Permaneci algn tiempo en silencio, pero finalmente insisti:

Lstima que no le interese.

Por qu?

A ella s que le interesa usted.

Eso es bueno concedi Vanning. Le levanta la moral a uno.

Ojal estuviera mirndome a m.

A lo mejor estoy estorbndole.

Oh, no se preocupe por eso rechaz el gordo.

No, en serio. Vanning emiti una breve risa contenida. Me alejar un poco. O saldr a dar un paseo. Lo que usted prefiera.

No lo haga. No me servira de nada. Yo no estoy en la onda de esa chica.

La desgana de Vanning se desvaneci. Volviendo su mirada hacia el gordo, le dijo, con simpata:

Vamos, hombre. Por qu dice estas cosas?

No siga, por favor replic el gordo, hoscamente. No soy ms que un gordo detestable, y no tengo bastante talento para lograr que la gente lo pase por alto.

Hormonas?

No, nada de hormonas. Apetito. Hoy he tomado ya seis comidas, y la noche todava es joven. Tengo tantas posibilidades con esta ta como un esquimal en el Sahara.

Vamos, vamos insisti Vanning, divertido. Nunca hay que perder las esperanzas. Intntelo. El que no se arriesga

S, ya conozco esa historia, y si creyera que tengo una probabilidad entre mil de que me dijera hola, tratara de ligar con ella. Pero es un caso perdido. Yo no juego en esta liga. Mrela bien y ver por qu lo digo.

No se deje intimidar por las mujeres le aconsej Vanning. No son venenosas.

Tal vez pudiera convencerme, pero, por la forma en que lo dice, veo que ni usted mismo lo cree. A usted le han hecho dao, hermano. No trate de engaarme. A usted le han hecho mucho dao.

La mano de Vanning se cerr con fuerza en torno a su vaso. Lo dej en el mostrador. Tamborile con los diez dedos sobre la superficie de la barra, respir hondo y clav su vista al frente.

De acuerdo replic. Pasa algo?

Nada contest el bebedor de cerveza. A m tambin me han hecho dao.

Qu lstima. Empezamos a llorar sobre nuestros respectivos hombros o le parece buena idea que dejemos correr todo este asunto? Quiere otra cerveza?

Todava sigue mirndole.

Muy bien dijo Vanning; pues no se tome otra cerveza. Y hgame un favor. No siga comentndome lo que ocurre en el otro extremo de la barra.

Apuesto a que s cul es su problema. El gordo exhibi una sonrisita regocijada y astuta. Usted es uno de esos tipos tmidos. Apuesto a que tiene miedo.

Miedo?

Eso he dicho.

Miedo musit Vanning. Se aferr al borde redondeado de la barra. Miedo. Tengo miedo.

El bebedor de cerveza esper un poco, y luego aadi:

No se lo tome a mal, amigo, pero le importara decirme qu diablos le pasa?

Tengo miedo repiti Vanning.

Saldr a comprarme un bocadillo anunci el gordo. La comida resuelve todos mis problemas, pero mi mayor problema es la comida. As estn las cosas, amigo, y le digo que es un buen crculo vicioso. Vaya si lo es.

Supongo que s admiti Vanning.

El gordo pag su cuenta, se alej de la barra y, anduvo hacia la puerta. Vanning le contempl, y luego dirigi su mirada a un lado, hacia la parte de la barra donde la chica del vestido amarillo permaneca en pie, sola. Su silueta tenda ms bien a llena. Voluptuosa, pero de un modo natural y sin estridencias.

Deba de tener unos veintisis aos, calcul Vanning mientras la miraba y ella le devolva la mirada. Y el primer pensamiento coherente que pas entonces por su cabeza fue la idea de que ella no estaba en su ambiente, que tendra que estar en su casa leyendo un buen libro, y por la maana tendra que caminar por el parque empujando un cochecito de beb. Y todo esto estaba en sus ojos cuando se levant, an mirndola, y los ojos de ella se manifestaban de acuerdo en todo cuando sostuvo su mirada.

Aun desde aquella distancia, Vanning advirti que no haba maquillaje en su cara, salvo un toque de pintura de labios. Pero en su cara haba color, bastante color aun sin contar el bronceado playero, y sus mejillas eran de un rosa intenso. Vanning no crey que se debiera a l. El rosa intenso era probablemente el color natural de su cara, y esta armonizaba con el resto de su persona. Al contemplarla, comprendi por qu el gordo se haba retirado de la situacin. La brillante cabellera rubia, suelta, tenue y encantadora en torno a los hombros, deba haberle hecho pasar un mal rato al gordo.

Ella segua mirando a Vanning, y l la miraba. Finalmente, se dijo que era la curiosidad y no otra cosa lo que le haca asir su vaso y caminar hacia la desconocida.

Ir hacia ella. Pareca ms bien que ella se acercara a l, y el efecto que le produca era tremendo. Vanning no poda comprenderlo, porque en todo ello haba algo de misterioso, y lo ms misterioso era el hecho de que ella nada tena de misteriosa o difcil de comprender. Se propuso no seguir tratando de entenderlo.

Le parece que nos conocemos?

No.

Entonces, por qu me mira?

No puedo mirar?

Frunci el ceo y la observ, inclinando un poco la cabeza. Ella permaneci inmvil, tambin mirndole. Vanning tuvo la sensacin de que ella le llevaba unos cuantos pasos de ventaja, y no le gust.

Supongo que puede mirar, si quiere respondi. No s qu espera ver.

Yo tampoco lo s muy bien.

Si tiene papel y lpiz propuso Vanning, con gusto le escribir una breve autobiografa.

No es necesario. Pero puede decirme a qu se dedica.

Vanning se ech a rer. Al fin y al cabo, era una forma de pasar el tiempo. No se atreva a decirse la verdad. Pero la verdad estaba ah, dentro de l, y esta era que una mujer, en unos pocos instantes, rpidos y sorprendentes, se haba apoderado de l y l no senta el menor deseo de liberarse.

Pinto.

Casas?

Casas, caballos, estilogrficas, lo que me encargan.

Oh! exclam ella. Entonces es usted un artista.

Con mis disculpas a Rembrandt.

No pensaba que fuera un artista. Supona

Camionero, estibador, luchador de peso pesado.

Algo por el estilo, s.

Decepcionada?

Oh, no! Los artistas tienen su encanto.

Soy ilustrador publicitario explic Vanning, lo cual quiere decir que soy tambin un vendedor. Formo parte de una gran mquina de vender, y en realidad me pagan para que pinte imgenes bonitas.

Parece una manera interesante de ganarse la vida.

Tiene sus ventajas admiti Vanning. Pero trabajo todo el da en ello, y por la noche prefiero olvidarlo.

Lo siento.

No lo sienta. Hbleme. Para eso he venido aqu.

Para ver si encontraba a alguna chica?

Para ver si encontraba a alguien interesante con quien hablar.

Eso es muy extrao observ ella.

Por qu?

Yo tena la misma idea.

No lo creo dijo Vanning. Apart su mirada de ella y la fij en sus propios dedos, que recorran una y otra vez la lisa curvatura de su vaso. Creo que ha venido aqu porque se siente desgraciada, desesperadamente desgraciada y desengaada de los hombres, aunque tal vez no tan desilusionada como para rechazarlos a todos en bloque. Voy bien?

Adelante. Hable.

Bueno Vanning sigui jugueteando con el vaso. Creo que ha venido aqu un poco inquieta, como si se hubiera concedido un nmero fijo de oportunidades de conocer a alguien que valga la pena. Quiz este sea el ltimo intento. Y me ha visto ah, en la barra, y se ha dicho que esta vez haba dado en el blanco, si consegua atraer mi atencin.

Son todos los artistas tan buenos conocedores de la naturaleza humana?

No sabra decirle. No me relaciono con otros artistas. Pero cada cosa a su tiempo. Hablaremos de m cuando terminemos de hablar de usted. Le parece bien?

Si no me parece bien lo haremos igualmente contest ella, porque veo que se lo ha propuesto. Le resulta divertido.

No exactamente lo que se dice divertido. Pero creo que ser mejor para los dos que nos dejemos de rodeos. Empezar por el principio, quiero decir, y ponerlo todo encima de la mesa. As se ahorra mucho tiempo. A veces, tambin se ahorran lamentaciones ms adelante.

Qu le hace pensar que habr un ms adelante?

No he dicho que lo vaya a haber. Lo que pretendo, en realidad, es ponerme a su nivel. Estoy seguro de que es lo bastante madura como para no ofenderse por ello.

Ella sonri.

Me llamo Martha.

Jim.

Hola, Jim.

Hola. Quieres otra copa?

Ya he tomado suficientes, gracias. Demasiadas para un estmago vaco, me parece.

Esto tiene arreglo dijo Vanning. Ahora que lo pienso, lo nico que he comido esta noche ha sido un emparedado y un vaso de leche malteada.

Vanning pag las consumiciones y salieron juntos del bar. Pareca que el calor era un poco menos agobiante, y del Hudson llegaba una brisa fresca. Cerca ya de la medianoche, las calles empezaban a aquietarse, y todo el movimiento se centraba en los bares y los clubes nocturnos.

Vanning se volvi hacia ella.

Conoces algn sitio en particular?

Hay un pequeo restaurante en una travesa de la calle Cuatro. No s si todava estar abierto.

Lo comprobaremos.

El restaurante estaba bastante apartado de la calle Cuatro, y la tenue luz amarilla de su ventana era la nica iluminacin de la angosta calle. Vanning la acompa al interior y tomaron asiento ante una mesa pequea junto a la ventana. No haba nadie ms en el establecimiento. Era muy pequeo. El camarero era el mismo dueo, y el hombre tena el aspecto de necesitar una de sus propias comidas. Intentaba mostrarse amable, pero el cansancio le impeda conseguirlo. Tom nota del pedido y se march.

Muy bien empez Vanning, inclinndose hacia ella. Ahora, cuntame.

S, he estado casada. Divorciada. Sin hijos. Me encargo de las compras en unos grandes almacenes. Seccin de cristalera. Vivo sola en un pequeo apartamento aqu en el Village.

Quiero la direccin. Y el nmero de telfono.

Ahora?

Te lo explico. Hay una ligera posibilidad de que tenga que dejarte precipitadamente. No me preguntes por qu, pero si las cosas se presentan as, quiero poder verte otra vez.

Ella abri su bolso y extrajo un lpiz y una libreta pequea. Escribi unas palabras y le tendi la hoja de papel. Sin mirarla, Vanning la dobl y la guard en su cartera.

Y ahora dijo ella, me hablars de tu vida?

No me he casado nunca. Nac en Detroit y estudi ingeniera en Minnesota. Si te interesan los detalles, fui guarda de la All-Western Conference. Luego estuve en Centroamrica, ensendoles algunos trucos nuevos con la electricidad, energa hidrulica y cosas por el estilo. Fue entonces cuando comenc a pintar. Para distraerme. Alguien me dijo que tena talento y yo lo cre. Pint mucho mientras estaba por all. Al final, la ingeniera pas a un segundo plano, as que regres a los Estados Unidos y me matricul en una escuela de arte en Chicago. Si hubiera sido rico me habra dedicado a las bellas artes. Pero como no lo era, tuve que hacerme ilustrador publicitario. Las cosas me fueron saliendo la mar de bien y tuve suerte durante todos esos aos e incluso durante la guerra. No recib ni un araazo.

Qu hiciste en la guerra?

Estuve en la Marina. Oficial de control de daos en un barco de guerra.

Su voz estaba adquiriendo un tono lgubre que no le gust en absoluto. Quera mostrarse alegre, divertido. Deseaba hacerle pasar un buen rato. Se dijo que era una buena cosa lo que estaba ocurrindole. La chica era algo limpio y refrescante; estaba seguro de que esto era lo que haba presentido que iba a ocurrir esa noche. Estaba contento, pero al mismo tiempo experimentaba cierta sensacin de inquietud que no lograba explicarse.

Lleg la cena, y empezaron a comer en silencio. De vez en cuando, l alzaba la vista y la contemplaba brevemente. Una especie de entusiasmo tranquilo. Ella se mova pausadamente, pero sin perder el tiempo. Sus modales en la mesa eran sueltos y naturales, y convertan su compaa en un placer.

Cuando terminaron, Vanning pidi licor de melocotn para los dos. Lo bebieron a pequeos sorbos, sonrindose el uno al otro.

Tendra que sentirme avergonzada dijo ella. Quiero decir, dejarme abordar de esta manera. O, mejor dicho, abordarte yo a ti. Pero tenas razn, Jim. Me senta muy solitaria, desesperada incluso. Espero que volvamos a vernos.

Cundo?

Cuando t quieras.

No sabes lo bien que me suena eso.

Terminaron sus bebidas, Vanning pag la cuenta y se dirigieron a la puerta. Tuvieron que bajar unos cuantos escalones, porque la puerta quedaba por debajo del nivel de la calle. Otros peldaos ascendan hasta la acera. Vanning abri la puerta, empezaron a subir los escalones, y en ese instante supo que algo andaba mal: vio las sombras que se recortaban sobre la luz procedente del restaurante, vio las formas que seguan a las sombras y pens en echar a correr hacia el restaurante y buscar una puerta posterior. Pero ya era demasiado tarde para eso. Estaba furioso, y la furia pudo ms que su discrecin. Suba los escalones llevando a la chica consigo, pero como sin percatarse de su proximidad. De pronto, cuando los tres hombres surgieron de las tinieblas y se situaron frente a l, supo que lo haban estado esperando. De eso se trataba, pues. Eso era lo que haba imaginado que ocurrira esa noche.

Los tres esperaban all, en el ltimo peldao.

Y uno de ellos, de rostro medio negro, medio amarillo anaranjado donde le daba la luz, sonri y se quit el cigarrillo de la boca, baj la vista hacia Vanning y le dijo:

Vale, colega. El juego ha terminado.

La mano de ella se aferr a su mueca, y l record que estaba a su lado. Esta idea le llev a otra, y hubo un estallido de truenos que le hizo parpadear y tambalearse sin moverse. Asi la mano que se sujetaba a la suya, la retorci con violencia y la apart de s. La chica emiti un jadeo.

Se oy rer a uno de los hombres de arriba.

Vanning termin de subir los peldaos hacia l. Los otros se echaron un poco hacia atrs para dejarle sitio, pero rodendole. Ahora tena a los tres hombres y a la chica junto a l.

Y entonces uno de ellos mir a Martha y dijo:

Gracias, preciosa. Ha sido un magnfico trabajo.

S aadi Vanning. Impresionante.

T exclam el hombre que acababa de hablar, sonriendo tranquilamente a Vanning, t te callas! Ya hablars cuando sea el momento. Luego, apartando la mirada de Vanning, se volvi hacia la chica y prosigui: Ya puedes irte a casa, preciosa. Se ech a rer de puro disfrute. Te llamaremos cuando te necesitemos.

Muy bien respondi ella. All estar.

Luego termin de subir los escalones y, pasando ante Vanning, le mir con ojos vacos, durante un explosivo segundo, y luego se volvi y desapareci en la noche.

Los tres hombres se acercaron ms a Vanning. Dos de ellos llevaban las manos en los bolsillos de sendos trajes de oscuro estambre tropical, pero las manos solas no podan abultar tanto en los bolsillos, y Vanning se dijo que deba dejar de pensar en una escapatoria.

Vamos a dar un paseto por la calle propuso uno de ellos.

Los cuatro cruzaron la calle, caminando por la otra acera hasta un sedn grande, color verde brillante, que era lo nico que se interpona ante la densa oscuridad de la medianoche.

El hombre que ya haba hablado antes anunci:

Ahora vamos a dar una vuelta en coche.

Subi al asiento delantero. Vanning se sent en el posterior, con un hombre a cada lado. Su cerebro estaba en blanco. Tena la boca seca y empezaba a sentirse fro por dentro. Entonces, el automvil se puso en marcha, avanz por la calle, dobl una esquina y tom velocidad. Viraron de nuevo. Iban hacia el centro, pero entonces se desviaron por una calle amplia y enfilaron hacia el puente de Brooklyn.

Si nos lo dices ahora propuso el que conduca, te dejaremos salir y podrs volver a tu casa.

Eso estara bien respondi Vanning.

Por qu no nos lo dices ahora? insisti el hombre. Tarde o temprano, terminars hablando.

No rechaz Vanning. No puedo decir nada.

No puedes decir nada ahora, porque eres un duro. Pero no por mucho tiempo. Cuando te ablandemos, dirs lo que queremos que digas.

No es eso protest Vanning. No me gusta que me hagan dao. Si lo supiera, os lo dira.

Corta ya replic el hombre. Eso es el cuento de la lgrima. Sabes lo que vas a sacar con esta historia? No sacars nada.

Mala suerte dijo Vanning. Entonces, ninguno sacaremos nada.

Es un duro observ el conductor. Me parece que es demasiado duro. A vosotros qu os parece?

Yo digo que es demasiado duro respondi el que se sentaba a la izquierda de Vanning.

Era un hombre corpulento, con gafas. Se quit las gafas muy lentamente, las guard en un estuche y se meti este en el bolsillo.

T qu dices, Sam?

S, es demasiado duro respondi el hombre de su derecha, un tipo bajo y delgado, pero fuerte, con muy poco cabello en su cabeza. Tena los brazos cruzados, pero empez a descruzarlos lentamente.

No soy nada duro objet Vanning. Estoy muerto de miedo.

Adems es un bromista coment el que conduca. Estaban en el puente de Brooklyn. Las luces pasaban velozmente junto al coche, y otras destellaban en los lados de otros coches, y toda la luz rebotaba a su alrededor como relmpagos capturados en una bveda negra.

Qu te parece aqu? pregunt Sam.

Espera un segundo replic el conductor. Espera a que salgamos del puente.

Creo que el puente es el mejor sitio intervino el hombre que antes llevaba gafas.

Nos esperaremos un poco decidi el conductor. Slo un poco, Pete. En seguida tendrs tu diversin.

Diversin? repiti Vanning.

Pues claro contest Pete, y se ech a rer. Cuanto ms grandes son, ms me divierto.

Siempre y cuando estn atados de pies y manos, verdad?

Ya veo que voy a divertirme mucho contigo dijo Pete.

El sedn verde sali del puente de Brooklyn y se meti en el barrio de Brooklyn a gran velocidad, lo atraves, sali de la ciudad y lleg a una zona de solares y colinas de escasa altura.

Creo que ahora sera un buen momento dijo Pete. Qu te parece, John?

Espera un poco respondi el conductor.

Ya casi hemos llegado observ Sam. Qu te parece, John? Slo para que vaya hacindose a la idea.

Puede que tengas razn concedi John. Y luego lo tumbis en el suelo y lo sujetis ah. No quiero que vea el sitio hasta que estemos dentro. O sea que, si queris, podis empezar a trabajarlo.

Pete se volvi y lanz contra Vanning un puetazo que le alcanz en un lado de la cabeza, y un instante despus Sam le golpe en la mandbula con una nudillera de metal. Inclin la cabeza, observando el dolor y el vrtigo, sintiendo otro golpe, y otro, y otro ms, y luego cay al suelo y comenzaron a darle puntapis. Se pregunt cunto tardara en perder el conocimiento. Alz la mirada y vio la nudillera de metal descender hacia l, se arroj a un lado, y los nudillos pasaron de largo junto a su cabeza. Entonces, el canto de un zapato le dio en la boca y Vanning comprendi que slo haba una manera de poner fin a aquello. No les interesaba matarle, y si iba a sacar alguna satisfaccin de todo el asunto, aquel era el momento de conseguirla.

Se levant del suelo, hizo una finta hacia Pete, gir y lanz ambos puos contra el rostro de Sam. Tuvo la oportunidad de repetir, pero, en lugar de aprovecharla, Vanning gir de nuevo y dedic su atencin a Pete. Se inclin, apartndose de su brazo extendido, se introdujo por debajo del brazo, situ el codo bajo su barbilla e hizo presin con el codo, envindole la cabeza hacia atrs. Entonces le golpe en la boca, repiti el golpe en la boca con la misma mano, y a continuacin us ambas manos sobre su cara. Eso fue todo lo que pudo hacer con Pete, porque Sam haba sacado un revlver y estaba echando maldiciones y un buen chorro de sangre flua de su nariz.

Ya empezamos con las balas? pregunt Vanning.

Guarda la pistola orden John.

Me entran ganas de agujerearlo.

Sam sostena la pistola a escasos centmetros de la cabeza de Vanning.

Te he dicho que guardes la pistola repiti John. Eres demasiado nervioso con las armas, Sam. Eso no es bueno. Ya sabes que con esas cosas no se juega. Te lo he dicho un montn de veces. Anda, dale la pistola a Pete.

S farfull Pete, escupiendo sangre. Djame a m la pistola.

Ten cuidado le advirti John. Nos espera una noche muy larga. Limtate a cubrirlo y que no se mueva del suelo.

El pie de Pete cay sobre el pecho de Vanning, aplastndolo contra el suelo del coche y el respaldo del asiento delantero.

Qudate quieto le orden Pete. Limtate a quedarte quieto y a lamentar lo que has hecho.

A m me ha parecido divertido contest Vanning. No ha sido divertido?

La verdadera diversin an no ha empezado.

El coche tom una curva muy cerrada, haciendo chirriar los neumticos. Vanning cerr los ojos y se dijo que ya era hora de aceptar la situacin tal y como era. Y era muy clara y muy sencilla: aquella noche iba a perder la vida. Resultaba inevitable que sucediera un da u otro, y aunque lo haba sabido durante todo el tiempo, trat de postergarlo cuanto pudo. Ese era el modo ms natural de tomrselo, y no poda culparse por actuar de un modo natural. En resumidas cuentas, era una de esas circunstancias tan desgraciadas comenzada un da en el que sencillamente no le tocaba sacar buenas cartas. Habra podido morir aquel da, o el siguiente, o una semana despus. Habra podido morir un da cualquiera de los varios centenares transcurridos durante los meses que separaban aquel momento del presente, as que todo se reduca a que haba pasado aquel tiempo viviendo de prestado y la nica cuestin era la de cundo llegara la hora de pagar.

El coche tom una serie de curvas, recorri largos tramos sin curvas, de nuevo curvas, y finalmente describi un amplio crculo disminuyendo de velocidad.

Tpale los ojos con algo pidi John.

Para qu? objet Sam. Esta es su ltima parada.

No hables as intervino Vanning. Me asustas.

Pon aqu la mano orden Pete. Estaba manipulando un pauelo grande, doblndolo y volvindolo a doblar. Luego lo enroll en torno a la cabeza de Vanning, ajustndolo firmemente, y lo anud.

Est demasiado apretado dijo Vanning.

Qu lstima!

El automvil se haba detenido. Descendieron. Llevaron a Vanning a travs de una especie de campo. Senta el roce de hierba alta en sus tobillos. Luego, la hierba alta fue sustituida por tierra apisonada, y sigui as unos minutos, hasta que llegaron a unos escalones que deban de ser de madera, a juzgar por los crujidos. Despus, los ruidos de una llave en una cerradura y de una puerta al abrirse, la sensacin de penetrar en una espaciosa habitacin, de atravesarla mientras unas manazas le empujaban, le retenan, volvan a empujarle. En seguida, un largo tramo de escaleras, un corredor, otra puerta que se abra ante l, el sonido de un interruptor de pared, la luz que se filtraba a travs del tejido que vendaba sus ojos. Orden a sus labios que compusieran una sonrisa. Logr formarla. Haba algo de fatalismo en ella, y una pizca de desafo. Por debajo de la sonrisa, estaba terriblemente asustado.

4

Sobre el ro purpreo descenda una claridad color lavanda. Cruzaba un enorme transbordador abarrotado de gente. El transbordador haba desconectado sus motores y flotaba hacia el embarcadero cuando, de pronto, una ola monstruosa surgi de la nada y embisti al buque por estribor y lo hizo volcar. Ya no se vea la gente. Slo el transbordador, flotando con la quilla hacia el cielo. Y el ro, plcido de nuevo. Fraser contorsion su rostro sobre la almohada y profiri un quejido. Abri sus ojos. Los cerr otra vez, los abri otra vez y vio a su esposa sentada a su lado, mirndole.

Ests muy preocupado dijo ella.

Qu estaba haciendo?

Hacas ruidos.

He dicho algo?

Nada comprensible. Quieres que te traiga algo?

No. Enciende la luz, por favor.

Ella encendi una lmpara junto a la cabecera. Fraser parpade y se restreg los ojos. Tendi la mano hacia una mesita al lado de la cama y busc a tientas un paquete de cigarrillos y un estuche de cerillas. No, ella no quera un cigarrillo; quera que volviera a dormirse. Encendiendo su cigarrillo, Fraser salt de la cama, se acerc a la ventana y mir al exterior. El ro Este era un trmulo resplandor negro y las luces, puntas de lanza que horadaban una noche que arda sin llama.

Aspir varias bocanadas breves del cigarrillo.

No logro quitrmelo de la cabeza.

Tendras que cobrar horas extraordinarias. Trabajas las veinticuatro horas del da.

No siempre.

Quieres un vaso de agua?

Puedo ir a buscarlo yo.

Djame que vaya yo.

Se levant de la cama y Fraser qued a solas en la habitacin. Sinti ganas de vestirse y salir del apartamento. Estaba ponindose los calcetines cuando ella regres con el agua. Su mujer esper a que terminara el vaso y luego cogi sus zapatos y volvi a guardarlos en el armario.

Qutate los calcetines le orden y djate de tonteras.

Tengo ganas de hacer algo.

Algo, pero qu?

No lo s contest Fraser.

Ojal te buscaras un empleo en Wall Street. Si sigues as, te saldrn canas dentro de nada.

Se sent junto a l, en el borde de la cama. Puso una mano en su hombro. Por un tiempo, permanecieron sentados en silencio. Luego Fraser se puso en pie y camin hacia la cmoda. Abri el cajn superior y extrajo una carpeta de papel marrn, de la que empez a sacar papeles. Se qued all, de pie ante la cmoda, estudiando diversos documentos.

La situacin se prolong varios minutos, hasta que ella se le aproxim. l la mir, y estaba con los brazos cruzados, dicindole:

Djalo correr.

Vuelve a la cama.

No puedo dormir con la luz encendida.

Ponte el antifaz.

Esto es una falta de consideracin.

Lo siento se excus Fraser. No puedo evitarlo.

Pero qu ocurre? Cul es el problema?

Demasiados puntos que no logro explicarme.

Maana. Por favor, cario. Maana.

Vuelve a la cama. Yo me ir a la otra habitacin.

Ella volvi a la cama. Fraser sali del cuarto. Encendi la luz de la sala y se sent, con todos los documentos. Al cabo de unos minutos, entr ella en la sala.

No puedo dormir explic, si t no duermes.

l recopil los papeles y comenz a guardarlos otra vez en la carpeta.

De acuerdo asinti. Ya he terminado.

Ella le detuvo.

No, todava no. No podrs dormir en toda la noche. Sintate aqu. Hblame. Cuntamelo.

Fraser sonri.

Tienes una nariz muy bonita.

Es demasiado huesuda.

A m me parece muy bonita.

Le pas un dedo por el puente de la nariz. Luego apart su mirada de ella y empez a golpear con un puo sobre la palma de la otra mano, suavemente, con insistencia.

Me permiten que lo haga a mi manera comenz. Si lo estropeo, es culpa ma, ma y de nadie ms. Estoy seguro de que s lo que hago, pero no soy infalible. Ningn hombre lo es.

No necesitas justificarte ante m. He ido a la universidad. Entiendo las cosas.

Fraser dej escapar un suspiro.

Se trata de una situacin muy difcil. Es como uno de esos criptogramas en los que, cuantas ms partes resuelves, ms complicado resulta lo dems.

Ya lo solucionars.

Tengo mis dudas.

Lo dices en serio?

Fraser la mir y asinti con la cabeza, lentamente.

Es un mal caso, cario. Malo de verdad. Con lo que tengo ahora mismo, podra detenerlo maana. Con lo que hay contra l, podran llevarlo a juicio y habra cien probabilidades contra una de que lo condenaran a muerte. Por eso me resulta un poco difcil dormir.

Pero si es eso lo que merece

Si lo es

Es esto lo que te tiene preocupado?

En circunstancias ordinarias no me preocupara. Pero este asunto se presenta muy extrao. Segn los papeles, el hombre es un atracador y un asesino. Todo encaja. Todo concuerda. Tienen testigos, huellas dactilares, una tonelada de deducciones lgicas que apuntan a l. Y lo que tengo yo es un bloqueo mental.

Por qu? El viejo factor humano?

Slo una teora.

T tienes una teora y ellos, los hechos.

Ya lo s replic Fraser. Ya lo s. Ya lo s. Se frot la nuca. Si pudiera hablar con l. Hablar en serio, quiero decir. Si no estuviera en una situacin tan delicada. Es un jaleo del demonio, y cada vez que entro en el cuartel me miran con cara de pena.

Necesitas ayuda en este caso.

Necesito un milagro.

Ests haciendo cuanto puedes.

Eso es lo que me molesta contest Fraser. El mejor trabajo de seguimiento que jams haya realizado. Conozco todos sus movimientos. He llegado a un punto en que puedo dejarlo por la noche y volver a recogerlo cuando sale por la maana. S qu come en el almuerzo, qu marca de crema de afeitar utiliza, cunto gana con el trabajo de dibujante. Lo s todo, salvo lo que me hace falta saber.

Es un tipo listo.

No es listo protest Fraser. Es otra cosa. Y estoy seguro de ello: es inteligente, pero no listo. Hablando de paradojas, esta se lleva la palma.

No puedes ver en las mentes. No eres una calculadora. Slo tienes un cerebro y un par de ojos. Deja de atormentarte.

Fraser se puso en pie. Cruz la sala, regres al sof y se qued contemplando la pared.

Es una vergenza exclam. Es una condenada vergenza.

A qu te refieres?

Tuvieron que perder la pista de los otros. Eso es lo que se saca cuando se dedica personal de segunda a un caso importante. Cuando pienso lo torpemente que lo han llevado

Eso es culpa de ellos, no tuya.

Ser culpa ma si Vanning acaba en la silla.

Por qu ests tan seguro de que es inocente?

No estoy seguro.

Entonces, qu te preocupa?

Para alguien que ha ido a la universidad, me parece una pregunta bastante tonta.

Ests enfadado conmigo?

Estoy enfadado conmigo mismo.

Ella tir de l hacia el sof, le sujet la cabeza entre sus manos y le hizo volverse a mirarla.

Te preparar un t.

Mejor caf.

He dicho un t.

Muy bien, un t.

Ella se fue hacia la cocina. Fraser permaneci un rato sentado en el sof, y luego se dirigi a la cocina. Su mujer estaba de pie ante el fogn.

Se detuvo detrs de ella y le pregunt:

Me permites que te aburra un poco?

Te lo ruego.

Respir hondo.

Con mis saludos a Esopo empez. Tres hombres atracan un banco en Seattle. Se escapan con trescientos mil dlares. Llegan hasta Denver. En Denver se registran en un hotel bajo nombres supuestos. Tienen un contacto en Denver, un individuo llamado Harrison. A este Harrison le corresponde hacerse cargo del dinero y guardarlo en lugar seguro, distribuirlo por distintos canales o algo as. Me sigues?

He odo la historia un millar de veces.

Escchala una vez ms. El tal Harrison se presenta en el hotel. Sale con uno de los hombres, un individuo inscrito bajo el nombre de Dilks. Ahora presta atencin, porque de esto hay testigos. Dilks llevaba una pequea cartera negra. El dinero. Muy bien, hasta aqu todo son hechos. Pasamos a la teora?

La tuya?

No; la del cuartel general. Harrison y Dilks salen a dar un paseto. Y, de pronto, a Dilks se le ocurre una idea brillante. Decide que trescientos mil dlares son una suma muy atractiva. Y por qu habra de entregrsela a Harrison? Por qu no quedrsela para l? Espera hasta que Harrison y l llegan a una calle oscura y solitaria, saca una pistola y mata a Harrison. Luego se escapa y esconde el dinero. Aqu dejamos la teora y volvemos a los hechos.

Aqu tienes el t.

Djalo en la mesa. Escucha. Dilks se va de Denver. Pero han quedado sus huellas en la pistola que se encontr junto al cuerpo de Harrison. Ha abandonado un descapotable azul con matrcula de California. La polica se pone a trabajar y efecta sus comprobaciones. Y resulta que este tal Dilks no se llama Dilks en absoluto, sino que es un antiguo oficial de la Marina llamado James Vanning. As que empiezan a buscarlo.

Limn?

Slo una gota. En una noche como esta, me hace falta un t caliente.

Te har bien. Dicen que es lo mejor cuando hace calor.

Quieres que siga? pregunt Fraser. Ella asinti con un gesto, y l prosigui: Se exprimen sus cerebros tratando de comprender a este Vanning. Nada de antecedentes, excepto algunas multas de trfico sin importancia, y muy antiguas. Antes de la guerra haba trabajado como ilustrador publicitario en Chicago. Se ganaba bastante bien la vida. Por qu un hombre as decide robar un banco? Por qu comete un asesinato?

Muchos hombres volvieron de la guerra con las ideas torcidas y se metieron en problemas.

Fraser asinti.

Eso es lo que dice Seattle. Eso es lo que dice Denver. Eso es lo que dice el cuartel general. Quiz tengan razn.

Entonces?

Quiz estn equivocados. Ahora, dime: quieres que termine de explicrtelo?

No te he interrumpido protest ella, dirigindole una mirada de indignacin. Slo haca un comentario.

Fraser removi el azcar en su taza. Sopl sobre el t y tom un sorbo de prueba.

Demasiado caliente decidi. Dejar que se enfre un poco. Volvi a respirar hondo y se inclin hacia delante. As que empiezan a buscar a Vanning. No logran encontrarlo. Buscan a los otros dos hombres. Ni rastro. Pasa el tiempo y vemos a esos dos hombres aqu, en Manhattan. Los seguimos. Estamos a punto de detenerlos, pero entonces nos ponemos brillantes y los perdemos de vista.

Y entonces recibimos una llamada de alguien que ha visto a un hombre que coincide con la descripcin de Vanning. Lo investigamos. Es Vanning. Y el cuartel general quiere ir a por l, pero Seattle no tiene intencin de perder los trescientos mil dlares, y adems hay que asegurarse bien. El cuartel general no est de acuerdo con Seattle, pero Seattle aduce que sera muy bonito dar con el dinero al mismo tiempo que se detiene a Vanning. Por supuesto, Denver protesta, porque Denver quiere resolver un caso de asesinato. Se produce algn retraso y finalmente me asignan a m el asunto, y se supone que yo he de zanjar esta pequea discusin entre las tres ciudades.

De manera que me concentro en Vanning. Espero. Espero un poco ms. Le sigo como nunca he seguido a nadie. Y sigo a la espera de alguna seal de que est gastando, escondiendo o invirtiendo una gran cantidad de dinero. Nada. Ni rastro. Solamente Vanning, da tras da, y si no me doy prisa y les llevo algo concreto me ordenarn detenerlo.

Y tendrn razn.

No, no tendrn razn. Estarn cometiendo un terrible error. Por qu han venido a Nueva York los otros dos hombres? Porque Vanning est aqu. Le han seguido la pista. Saben que se halla en algn lugar de la ciudad y se proponen dar con l. Quieren el dinero. Si detenemos a Vanning, perdemos la oportunidad de llegar a los otros hombres a travs de l. El cuartel general dice que podemos olvidar a los otros, pero yo tengo la sensacin de que jams aclararemos este asunto si no los detenemos a los tres.

Pero no es Vanning el asesino?

S.

Con toda seguridad?

S.

En tu opinin personal?

S.

Entonces?

Fraser agach la cabeza. Golpe la superficie de la mesa con sus puos.

No lo s. No logro desprenderme de esta sensacin. Es un asesino, y sin embargo no es un asesino.

Ella volvi su cabeza hacia un lado y estudi cuidadosamente a su marido.

Ese Vanning es familiar tuyo o algo as?

l asi la taza de t y bebi unos sorbos.

Me gustara que trataras de entenderme. Si fuera cosa de una corazonada o de una premonicin, me reira de m mismo. Pero se trata de algo mucho ms profundo. Se inclin hacia ella, por encima de la mesa. Conozco a Vanning. Llevo meses andando tras l, observando sus menores movimientos. He estado en su habitacin cuando l haba salido, cuando me constaba que an tardara media hora en terminar su comida en algn restaurante. He estado con Vanning hora tras hora, da tras da. He vivido su vida. Es que no te das cuenta? Le conozco. Le conozco. Y el resto le sali en voz baja, atropelladamente, con tensin: Yo le comprendo.

Su mujer se incorpor, recogi las tazas de t de encima de la mesa y las llev al fregadero. Hizo girar el grifo y sali un chorro demasiado potente. Lo cerr un poco. Con rapidez y eficacia, las tazas fueron lavadas, secadas y vueltas a depositar en el armario de la cocina. Mientras cerraba la puerta del armario, oy que l se levantaba de la mesa, y se volvi para verlo salir de la cocina. Iba a seguirlo, pero entonces su mirada se pos en la blanca y lisa superficie de la mesa y vio algo sobre ella que le hizo fruncir el ceo. Se aproxim a la mesa.

Solamente en una ocasin haba visto antes aquella seal de extrema agitacin, durante una noche en la que su hijo menor, enfermo de neumona, acababa de sufrir la crisis.

Permaneci all, junto a la mesa, contemplando los minsculos fragmentos de ua.

5

Muy bien dijo John. Dejad que vea dnde est.

La venda de los ojos fue retirada. Vanning parpade unas cuantas veces y luego mir a John. Era el mismo John. Los mismos hombros encorvados, ms bien anchos, la misma cara curtida y arrugada, con una nariz grande y aplastada y unos gruesos labios que no tenan mucha sangre. La misma corbata estrecha. Todo igual, incluso el cabello cortado a cepillo que le cubra la cabeza como una capa de virutillas de acero.

John se puso un cigarrillo en la boca y lo encendi. Estaba sentado en el borde de un sof. Sam y Pete se mantenan de pie junto a la pared, como estatuas. Eso dejaba a Vanning en el centro del cuarto, bajo la luz que caa lentamente del techo sobre su cabeza. Senta algo de dolor en la cara, por las nudilleras metlicas, y notaba algo de vrtigo, pero no tanto que le impidiera permanecer erguido sobre sus dos pies. Volvi la espalda a los dos hombres que continuaban junto a la pared. Mir a John.

Y bien? dijo John.

Es tu turno respondi Vanning.

Se miraban como si estuvieran solos en la habitacin. John se recost sobre un codo, cruz las piernas y aspir una larga y contemplativa bocanada de su cigarrillo. Luego, solt el humo en una rpida exhalacin y observ:

Lo nico que quiero es la pasta.

No s dnde est.

Dilo otra vez le pidi John. Dilo otra vez y escchate atentamente a ti mismo. Vers qu tonto te suena.

Ya s que suena tonto, pero as son las cosas y yo no puedo cambiarlas.

John contempl los zapatos bicolores blanco y negro, el traje, la camisa y la corbata azul y negra, y coment:

Llevas una ropa bonita.

A m me gusta.

Cuesta dinero.

No es ropa mala admiti Vanning, pero tampoco es de primera calidad. No es el tipo de ropa que llevara si tuviera tanto dinero como t crees.

Es un punto concedi John. Pero no muy importante. Qu ests haciendo ltimamente?

A Vanning le gust la pregunta. Era ms una respuesta que una pregunta. Le deca algo que estaba anhelando saber, y le ofreca la base para una posible estrategia.

No gran cosa. Sopes varias ideas en su mente, eligi una de ellas y aadi: Tengo un estudio fotogrfico en la parte alta de la ciudad, en el West Side. Me da lo suficiente para vivir. Tiene cuarto de bao y una cama plegable, as que me ahorro el alquiler.

John mir el suelo y ech humo hacia una descolorida alfombra violeta. Vanning estudi el rostro de John y se dijo que haba sido una jugada inteligente. Por lo menos, saba que no tenan idea de dnde estaba viviendo. Se hizo rpidamente una composicin de lugar. Le haban visto en el Village. Le siguieron, llamaron en seguida a la chica y le dijeron que le diera conversacin, que lo sacara del bar y lo llevara a aquel restaurante en una calle oscura y vaca. Era razonable. Encajaba. Se trataba de una manipulacin tpica de John. Porque John tena algo de talento. No era exactamente un tonto, pero era ms duro que listo, y probablemente se daba cuenta, pues tena la costumbre de esforzarse por ser listo.

Mira insisti John. T eres bastante inteligente. T ests de un lado y yo de otro. Eso est claro. As que partiremos de ah. Hay que llevarlo de esta forma. Para seguir viviendo y llevar una vida larga y feliz, lo que has de hacer es decirme dnde pusiste el dinero. Entonces, te mantendremos aqu hasta que tengamos el dinero y luego te dejaremos ir. Qu te parece el plan?

Me parecera magnfico replic Vanning, si no fuera porque no s dnde est escondido ese dinero, y por eso mismo no puedo decrtelo. Qu te parece a ti?

Me parece muy mal. Puedo entender que un hombre pierda un billete de diez dlares. Quizs, incluso, un billete de cien dlares. Pero no puedo entender que un hombre deje escapar de sus manos trescientos mil dlares, as, por las buenas. Y eso nos lleva a otra cuestin. Si verdaderamente perdiste el dinero, lo perdiste en Colorado. Y eso significa que no estaras aqu. Estaras an en Colorado, buscndolo.

Colorado es un sitio muy grande.

Tambin trescientos mil dlares es una cantidad muy grande. La mayora de la gente que conozco estara buscando con lupa por todo el estado, centmetro a centmetro.

Tal vez t y yo no conozcamos a la misma gente.

John tir el cigarrillo al suelo, esper hasta que empez a quemar la alfombra y entonces lo pis. Contempl la colilla aplastada.

As no vamos a ninguna parte concluy. Luego, mir a Vanning sin levantar la cabeza. No crees?

Vanning suspir.

No podemos ir a ninguna parte. Yo no s dnde est. Te digo que no s dnde est.

No te excites sugiri John. Tenemos mucho tiempo.

Yo no lo veo as. Si lo creyera, tratara de ganar tiempo, de negociar. Os pedira alguna seguridad de que me soltarais cuando tuvierais el dinero, y a la vez os dara seguridades de que os iba a dejar en paz.

Eso est de ms respondi John. Pues claro que nos ibas a dejar en paz! No tiene sentido que recurras a la polica, cuando precisamente anda buscndote.

Vanning frunci el entrecejo.

Qu quieres decir, que me estn buscando?

Te buscan por asesinato explic John. No lo sabas?

Me llevas mucha delantera admiti Vanning. No recuerdo haber asesinado a nadie.

John sonri con paciencia y comprensin, sin apresurarse a responder. Luego, con un gesto de la mano, dijo suavemente:

Vamos, vamos.

Vanning, sin mover la cabeza, vea parte de la ventana que tena al lado, y se pregunt si podra llegar hasta ella de un solo salto. Se pregunt cunta distancia habra hasta el suelo. Haciendo un gran esfuerzo, apart la ventana de sus pensamientos e insisti:

Cunto sabes?

Sabemos que t lo mataste contest John. Sabemos que la ley te ha identificado. Hay gente que te vio con l aquella noche. As que se enteraron de tu aspecto. Y la licencia del coche. Esa es otra. Tu descripcin coincida con la del propietario del coche. Y otra cosa ms, la definitiva: compraste el coche en Los ngeles y sacaste all la licencia. Eso les dio un registro de tus huellas, y las huellas eran las mismas que las que haba en la pistola.

Cmo has sabido todo esto?

Es el tipo de informacin que circula fcilmente. La prensa, los comentarios de la gente, cosas as. Anduvimos buscndote por Denver algn tiempo, hasta que nos lleg un soplo de Nueva Orleans. Luego recibimos otro soplo de Memphis. Y ms tarde otro, de Nueva York. Supusimos que te quedaras en Nueva York una temporada. Es un bonito lugar para esconderse. Al final, te vieron en un bar del Village. El hombre que haba hecho el contacto te perdi en un atasco de trfico, pero pensamos que tarde o temprano volveramos a dar contigo. Y as han ido las cosas, conque quiz ahora podamos entendernos.

Ojal pudiramos respondi Vanning. Ojal tuviera algo que deciros.

Ponte en mi lugar le rog John. Estoy ansioso por pillar ese dinero. Estoy tan ansioso, que hasta te dara una parte. Digamos cincuenta mil. Qu tal te suena?

Suena estupendo. Y eso es lo que hace que me sienta tan desgraciado. No s dnde est el dinero.

John se puso a rer.

Es tu ltima palabra?

Mi ltima palabra afirm Vanning.

No replic John. Yo no lo creo.

Se volvi hacia los dos hombres que permanecan inmviles junto a la pared.

Bien? inquiri Pete.

Muy bien. John ech a andar hacia la puerta. Lo dejo en vuestras manos.

Ms all del dolor, ms all del vrtigo y de todo el rojo brillante, ms all del alud de rocas que rebotaban con estruendo, y ms all de la negra inundacin veteada con ms rojo, con lvidos destellos de prpura; ms all de todo eso, haba una quietud, la quietud del recuerdo. Y trat de avanzar a tientas hacia ella. Sali al resplandor dorado de una tarde de primavera en Colorado, en el cup descapotable de color azul claro que haba comprado en Los ngeles despus de licenciarse, y estaba conduciendo en direccin a Denver con la intencin de quedarse algn tiempo en esa ciudad antes de seguir tranquilamente hacia Chicago.

El descapotable ronroneaba por la carretera de montaa, y la radio ronroneaba con l una suave rumba de Noro Morales. La capota estaba plegada y el firmamento era muy claro. Resultaba alentador saber que la guerra haba terminado y que la agencia de Chicago era de las que mantienen sus promesas: una empresa grande con estabilidad y energa. Su trabajo les haba gustado, y respondieron a su carta que volviera y comenzara a trabajar. Le preguntaron si siete mil quinientos al ao le parecan bien. Estaba pensando que antes de la guerra le pagaban cinco mil al ao. Esto demostraba qu clase de empresa era. Se senta contento de regresar. Chicago era un buen lugar, y en un futuro no muy lejano conocera a una chica agradable, se casara y fundara un hogar. Era magnfico tener treinta y dos aos y estar vivo y sano. Era maravilloso empezar otra vez la vida.

Iba silbando al ritmo de Noro Morales y el descapotable flotaba sobre el asfalto.

De repente, en la lejana frente a l, all donde la carretera ascenda entre curvas por la ladera, se produjo un ruido violento, como el de un automvil que hubiera chocado contra algo. Vanning pis a fondo el acelerador, el descapotable salt hacia delante y tom una serie de curvas, recorri como una bala un tramo recto en el que la carretera se sumerga en un tnel, sali al otro lado para virar en otra curva y entonces descubri una bifurcacin, una carretera muy angosta que se abra casi en ngulo recto, y vio el accidente.

Era un coche tipo familiar y estaba volcado junto a una roca. Cerca de la roca haba dos hombres tendidos en una pequea extensin de verde brillante, y un tercer hombre en mangas de camisa se apoyaba sobre la roca.

Vanning enfil el descapotable por la carretera angosta y corri hacia la escena del accidente. Mientras detena el descapotable, el hombre que segua en pie empez a andar hacia l. Tena una cara curtida y una cabellera semejante a una capa de virutillas de acero. Bajo su hombro izquierdo haba un artilugio de cuero, suspendido por medio de unas correas, y el hombre se llev all la mano, extrajo algo, se acerc a Vanning y le apunt con el revlver a la cara.

Salga del coche le orden. cheme una mano.

Por qu la pistola?

He dicho que salga del coche.

Vanning salt del descapotable y empez a andar junto al hombre. Los dos que haba en el suelo se agitaban y geman. Uno de ellos, un hombre corpulento con gafas que le colgaban de una oreja, logr sentarse con esfuerzo, se puso bien las gafas y mir a su alrededor con expresin estpida. El otro, pequeo y delgado, pero fuerte, con calvicie incipiente, permaneca sumido en la inconsciencia.

El hombre de la pistola pregunt:

Cmo ests, Pete?

Me parece que estoy bien respondi el hombretn. Me haba quedado sin aliento. Mir a Vanning. De dnde has sacado a este?

Acaba de llegar.

El hombretn volvi la cabeza para contemplar el automvil de Vanning.

Es un golpe de suerte.

S, hoy tenemos un da verdaderamente afortunado respondi el hombre de la pistola. Mir el automvil destrozado. Verdaderamente afortunado. Toma la pistola y vigila a este tipo. Voy a ver cmo est Sam.

Quiz deberamos darnos prisa opin Pete.

Por eso hemos chocado. Tenamos demasiada prisa. No dejes de apuntarle. Parece nervioso.

Por qu habra de estar nervioso? quiso saber Vanning.

T te callas dijo Pete. Hundi el can del arma en la espalda de Vanning y lo mantuvo all. Cmo lo ves, John?

Me parece que est acabado respondi el hombre de la cabellera como virutillas de acero. Creo que se ha roto la cabeza. Pero todava respira.

Crees que durar mucho?

No lo s.

Ya te dije que Sam era un conductor asqueroso. Te advert que en un apuro no nos servira de nada.

Cierra la boca. Estoy tratando de pensar qu vamos a hacer ahora.

Lo dejamos aqu?

Por eso te he pedido que cierres la boca, porque cada vez que la abres demuestras que naciste sin sesos. Cmo vamos a dejarlo aqu? Mralo. Todava est vivo.

Ya lo s, John, pero t mismo has dicho que no va a durar mucho. Por qu dejar que sufra? Si le pegamos un tiro le haremos un favor. Lo nico que he de hacer es

Deja esa pistola donde est orden John. Y mantn la boca cerrada mientras decido qu hacemos.

En aquel momento, el hombre del suelo emiti un quejido y abri los ojos.

No s, John. No tenemos mucho tiempo insisti Pete.

John volvi la vista hacia el herido.

Sam, conduces como un mono.

Sam dej escapar otro gemido y cerr los ojos.

T dijo John, sealando a Vanning, t: ven aqu y chame una mano.

Un momento dijo Pete. Qu vas a hacer?

T qu crees?

No podemos llevarnos a Sam protest Pete. Nos har ir ms despacio.

Seguro, tienes razn admiti John. Y si lo dejamos aqu y lo encuentran todava vivo, lo primero que va a pensar es que le hemos abandonado. No creo que eso le guste mucho. Nunca se sabe. Hasta es posible que le diera por cantar.

Pero si est muerto no podr cantar.

Qu te pasa, Pete? No te gusta Sam?

Nos llevamos bien. Ya lo sabes. Pero por qu hemos de correr ms riesgos?

No vamos a pegarle un tiro decidi John, y no se hable ms. Nos lo llevamos con nosotros, y si encontramos un mdico en alguna parte veremos si puede salir de esta. Mir de reojo a Vanning. Venga, t. Vamos a trabajar.

Vanning y John cargaron al herido hasta el descapotable y lo depositaron en el asiento trasero. Luego, John corri hacia el vehculo destrozado, se meti en l y volvi a salir con una cartera negra. La llev al descapotable, la arroj al suelo junto al asiento del conductor y le dijo a Vanning:

Mtete ah dentro y cierra la capota.

Qu quieren de m? pregunt Vanning. Por qu no se llevan el coche? Djenme aqu.

Para que des la descripcin del coche a la polica? John sonri, complacido por su agudeza. Sacudi la cabeza. De ninguna manera. T vienes con nosotros. Conducirs el coche. Pete, qudate en el asiento de atrs y cuida de Sam.

Sigo pensando protest Pete que sera mejor pegarle un tiro a Sam.

Sigo pensando replic John, que haras bien en quitarte esas ideas de la cabeza.

No es que tenga nada contra l. Es slo que yo

Vamos le interrumpi John. En marcha.

Estaban todos en el coche, la capota estaba echada y el coche rodaba. Volvieron a la otra carretera, avanzaron por ella y trep hacia las cumbres serpenteando por la ladera. Vanning mir el retrovisor.

Mantn la vista en la carretera le orden John.

Estoy ponindome un poco nervioso advirti Vanning.

Tambin yo dijo John, y alz el revlver para que Vanning viera que an lo tena. Ser mejor que nos tranquilicemos los dos, y quiz entonces no ocurra nada.

Pongo la radio?

No rechaz John. Yo te distraer. Te contar un cuento. ranse una vez tres hombres malos. Muy, muy malos. Atracaban bancos. En Seattle, atracaron un banco y se escaparon con trescientos mil dlares en billetes de mil. Despus, robaron un coche tipo familiar y se largaron de Salt Lake City. Iban persiguindoles, as que deban correr. Iban a tanta velocidad que tuvieron un accidente y el coche se averi. Pero entonces lleg un hombre muy amable y les ayud. Tena un coche azul y se tom la cosa con mucha tranquilidad.

Desde el asiento posterior les lleg la voz de Pete, lamentndose:

No veo por qu has tenido que hablarle de los trescientos grandes.

Le hablo de lo que me parece replic John. Adems, tengo la extraa sensacin de que va a quedarse con nosotros un buen rato. Se volvi hacia Vanning. Qu dices a eso? Te gustara?

Me encantara contest Vanning.

Desvate por el prximo cruce dijo John. Hay una carretera que lleva a Leadville. Hay un mdico all; bueno, creo que era en Leadville. Hace mucho tiempo de esto, pero este mdico, si no recuerdo mal, estaba dispuesto a llegar a un acuerdo. De todos modos, probaremos.

Un cuarto de hora ms tarde, el descapotable azul lleg a Leadville y comenz a dar vueltas por la poblacin, mientras John intentaba recordar dnde paraba el mdico.

Finalmente, se detuvieron ante un hotel y John entr y volvi a salir al cabo de unos minutos. Siguieron calle abajo, giraron y pararon frente a una estructura de madera que mucho tiempo atrs haba desistido de luchar contra la decadencia. John se ape del coche, mir hacia ambos lados, esper a que un par de mujeres de edad madura cruzaran la calle y se perdieran de vista, y entonces le hizo un gesto a Pete. Mientras este sacaba a Sam del automvil, John entr en la derruida vivienda, empujando ligeramente con su pistola a Vanning, que avanzaba apenas un poco por delante de l cuando llegaron al vestbulo.

El mdico les pidi quinientos dlares al momento y quinientos ms a pagar en tres semanas, cuando Sam estuviera de nuevo en condiciones de viajar. John le dio el dinero al mdico y, acto seguido, Vanning, Pete y l salieron de la casa y regresaron al coche.

Ahora iremos a Denver anunci John.

Llegaron a Denver cuando el sol empezaba a ponerse. Se inscribieron en un pequeo hotel de un barrio pobre y les asignaron una habitacin bastante grande en el tercer piso. John mand al botones en busca de licor. El botones regres con licor, cubitos de hielo, botellas de ginger ale y varios paquetes de cigarrillos. John le dio un billete de un dlar y Vanning mir al botones, pero este slo miraba el billete de un dlar. Se apresur a retirarse, cerr la puerta y la habitacin qued en silencio.

John destap una botella y empez a manipular el hielo y el ginger ale. Pete estaba tendido en la cama y cada pocos instantes se lamentaba por lo de Sam y se quejaba de cmo resolvieron el asunto. Finalmente, John le amenaz con golpearle en la cabeza con una botella si no se callaba.

No puedo dejar de preocuparme aleg Pete.

Sal a tomar el aire le aconsej John. Preocpate en la calle. No. Espera un momento. Tengo otra idea. Qudate aqu. Apntale con la pistola un minuto. Quiero echar un vistazo al cuarto de bao.

Qu hay en el cuarto de bao? pregunt Pete.

Suele haber una claraboya, cuando est en el ltimo piso.

Pete dirigi la mirada a Vanning y le apunt con el revlver.

No estamos en el ltimo piso.

Quiero asegurarme respondi John. No dejes de apuntarle.

John entr en el cuarto de bao, sali y anunci:

Est bien. No hay claraboya ni ventanas. Dirigi una sonrisa a Vanning. Mtete ah dentro.

Vanning pas al cuarto de bao y cerraron la puerta tras l. Les oa hablar en la habitacin contigua. De pronto, sus voces disminuyeron de volumen y, aunque aplic el odo a la rendija de la puerta, no alcanz a entender qu decan. La conversacin en voz baja se prolong un buen rato. Y luego se extingui y no hubo nada. Esa nada dur un tiempo muy largo, y Vanning no lo entenda.

De pie ante la puerta, pregunt:

Cunto tiempo ms vais a tenerme aqu encerrado?

No hubo contestacin.

Empieza a faltar el aire dijo.

Sin respuesta.

Por lo menos insisti, podrais darme un cigarrillo.

Nada.

O un trago.

Y tampoco hubo respuesta.

A lo mejor no hay nadie ah! dijo en voz alta. A lo mejor habis salido a dar un paseo.

Ninguna respuesta.

Muy bien anunci. Voy a averiguarlo.

Abri la puerta y se encontr mirando la habitacin vaca.

La habitacin estaba terriblemente vaca. La puerta, cerrada. El que la habitacin estuviese vaca resultaba tranquilizador, pero eso era sospechoso. Estaba demasiado bien. Lo que daba aquella ridcula sensacin de ir bien las cosas era el revlver, que pareca devolverle serenamente la mirada desde el lugar en que reposaba, contrastando su color negro con la blanca colcha. Se aproxim a la cama, tom el revlver y se lo meti en el bolsillo. Sin ningn motivo en especial, fue hacia la ventana y mir al exterior. Vio un callejn, un cielo oscuro y nada ms. Cruz la habitacin, asi una botella de whisky medio vaca, la mir y volvi a dejarla. Cogi un deteriorado paquete de cigarrillos y se puso uno de ellos en la boca. No saba qu hacer. Se dijo que, razonando tranquilamente, sin duda llegara al meollo de la situacin. Y se sent en la cama, fij la vista en el suelo y trat de razonar tranquilamente.

Lo que hubieran debido hacer con l, si no eran tontos, era llevarlo hasta algn lugar solitario, en los bosques o en un callejn oscuro, y entonces matarle y desaparecer a toda prisa de Denver. Esa era la forma de obrar sin meterse en complicaciones. Abandonarlo en el hotel y dejarlo a solas con el revlver sobre la cama era una maniobra muy extraa, y la nica manera de averiguar la respuesta consista en ponerse en el lugar de ellos y tratar de pensar como ellos pensaran. Se dijo que debera mostrarse lo bastante inteligente como para enfrentrseles, si ellos deseaban provocar un enfrentamiento. Se dijo que, a pesar de que John y l se movan en mbitos muy distintos, debera aventajarle en agudeza o, al menos, igualarlo.

Aun sabiendo que la bebida no le servira de ayuda, decidi tomar una copa. Se incorpor, anduvo hacia la cmoda sobre la que haban dejado las botellas y el hielo, y se detuvo en seco, primero frunciendo el ceo, luego abriendo los ojos hasta que le hicieron dao y, por fin, frunciendo otra vez el ceo. Miraba la superficie de la cmoda, pero no las botellas, sino la cartera.

All estaba, enfrente mismo de l. La cartera negra que John sac del coche accidentado. Una cartera nueva de cuero finamente granulado. Fuera cual fuese su contenido, la llenaba por completo y le daba un aspecto abultado. l saba qu haba all, pero prefiri ignorarlo. Se oblig a olvidar la cartera, dejar el revlver otra vez sobre la cama, marcharse del hotel y abandonar Denver. Y deprisa, al momento. Apresurarse en llegar a Chicago, ponerse a trabajar ante el tablero de dibujo, conocer a una chica agradable y fundar una familia. Olvidarse de la cartera. No tocar la cartera.

Usa tu cabeza se dijo en voz alta. No la toques.

Se frot los ojos. Hubo chasquidos y castaeteo de dientes. Su cabeza se agach y comenz a agitarse.

Vamos, hombre insisti. Djalo correr.

Y entonces alz la cabeza y contempl la cartera. All estaba, gruesa, negra, brillante y repleta. Tena algo de suntuoso. Pareca muy pagada de s misma, all encima de la cmoda.

Vanning se aproxim a la cmoda y sus manos se tendieron hacia la cartera, pero de pronto se desviaron y se cerraron en torno a la botella ms cercana. Se sirvi whisky en un vaso alto, estudiando la cantidad que acababa de verter, dicindose que jams haba tomado tanto whisky de una sola vez. Llev el vaso hacia la puerta del cuarto de bao, se apoy en ella y se puso a mirar la cartera, sin desviar los ojos ni siquiera cuando echaba la cabeza hacia atrs y alzaba el vaso hacia su boca. Entonces cerr los ojos, el whisky corri por su garganta y estall en su estmago. Y el vaso vaco se desliz de su mano yerta y choc contra el suelo y produjo un ruido considerable al hacerse aicos.

El ruido reson en el cerebro de Vanning. Pens en acercarse a la ventana y gritar pidiendo ayuda. Pero se rio de s mismo. Se rio a carcajadas. El sonido de la risa le result atractivo, de un modo un tanto misterioso, y se rio con ms fuerza an. Quiz si rea con la suficiente fuerza acudira alguien, le vera y hablara con l. Lo necesitaba desesperadamente. Dese que hubiera alguien a su lado, alguien con quien discutir la situacin. Su vista se fij en la cartera.

Se frot las manos y se acerc otra vez a la cmoda. Volvi a restregarse las manos. Asi la cartera, la alz, la llev hasta la cama, la abri y vio billetes de los Estados Unidos.

Billetes de mil dlares. En pequeos fajos: diez billetes en cada fajo, y cont treinta fajos. Eso ascenda a trescientos mil dlares, se dijo. Devolvi los fajos a la cartera, la cerr y se la qued mirando.

Y entonces se levant de la cama de un salto, aferr la cartera y sali de la habitacin. Anduvo por el corredor hacia la escalera. Inmediatamente antes de llegar a ella, alguien se le situ detrs y apret algo contra su costado.

Siga andando. Prtese bien le conmin aquel individuo.

Vanning volvi la cabeza y vio a un desconocido. El hombre llevaba sombrero panam blanco, traje verde claro, camisa verde oscuro, corbata amarilla y un pauelo amarillo que asomaba en gran parte, y graciosamente, del bolsillo superior. El hombre era alto y robusto, y tena un rostro anguloso, de tez bronceada por el sol.

Siga andando repiti el hombre hasta la planta baja y hacia la derecha, y saldremos por una puerta lateral.

Puede quedarse con el dinero le ofreci Vanning.

No quiero el dinero.

Es usted polica?

El hombre lanz una risotada que, de repente, se cort en seco.

Limtese a seguir andando.

Llegaron al rellano del segundo piso. La pistola presion ligeramente el costado de Vanning, luego apret con ms fuerza, lo que provoc en Vanning una mueca de dolor, y sigui escaleras abajo con el hombre junto a l y la pistola contra l, hasta llegar al vestbulo. All haba unas cuantas personas sin hacer nada, del modo en que slo es posible no hacer nada en los vestbulos de hotel.

Como se le ocurra lloriquear le advirti el hombre, aprieto el gatillo. Ahora vaya hacia esa puerta lateral, como si fusemos los dos a dar un paseo.

Se dirigieron a la puerta lateral. El hombre abri la puerta, salieron a una calle oscura y echaron a andar por ella sin abrir la boca hasta que el hombre orden a Vanning que doblara una esquina. Un minuto despus le orden que doblara otra. Estaban en un estrecho callejn, iluminado dbilmente por la amarillenta luz que sala de las ventanas de los segundos pisos.

Ahora dijo el hombre, colocndose enfrente de Vanning, entrgueme esa cartera.

Vanning le tendi la cartera. Mir al hombre, que sonrea. Vanning suspir. Vio que el revlver se alzaba y apuntaba hacia su pecho. Volvi a suspirar.

Lo saba coment.

Es duro reconoci el hombre, pero no hay otro remedio.

Puede concederme un minuto?

Demasiado.

Medio minuto.

De acuerdo.

Tengo alguna oportunidad?

No pierda el tiempo pidindome una oportunidad. Si quiere que hablemos del tiempo, hablaremos del tiempo, pero si empieza a pedirme una oportunidad slo conseguir que me enfade.

Trabaja para John?

Correcto.

Por qu le ha llamado?

John siempre me llama a m para este tipo de cosas. No le gusta hacerlas l mismo.

Entonces, por qu no utiliza a Pete?

Porque Pete es un cabeza de chorlito. Pete tiene la costumbre de cometer errores.

Ya entiendo.

Me alegra que lo entienda. Me alegra que haya quedado todo claro.

Excepto una cosa.

Pregunte. Si puedo contestarle, le contestar.

Por qu me han dado esto? pregunt Vanning con total sinceridad, extrayendo con absoluta ingenuidad el revlver de su bolsillo y mostrndoselo al hombre.

El hombre mir el revlver y entonces Vanning baj la vista hacia l y advirti que verdaderamente era un revlver y que lo tena en la mano. Alz la vista hacia la cara del hombre y advirti su consternacin. Y cuando la consternacin empezaba a convertirse en rabia, Vanning apret el gatillo, volvi a apretarlo, lo apret otra vez: los disparos rebotaron a uno y otro lado, arriba y abajo, mientras el hombre descenda en un ascensor invisible. Vanning retrocedi un paso. El hombre estaba tendido en el suelo, retorcindose, los brazos extendidos, el revlver cado junto a su mueca, los dedos agitndose espasmdicamente. Luego se agit todo su cuerpo, en un movimiento convulsivo que le hizo volverse boca arriba. Se retorci una vez ms, sus ojos se abrieron del todo y su boca se abri un poco, estaba muerto.

Vanning ech a correr. Corri tan deprisa como pudo. Haba una colina. Corri colina arriba. Haba un campo. Corri a travs del campo. Haba un arroyuelo. Se meti en el arroyo y el agua le cubri hasta las rodillas, luego hasta la cintura, despus hasta el pecho, y levant un brazo en alto. Se pregunt por qu haca eso. Mir el brazo, la cosa que colgaba de la mano: la cartera. Trat de recordar. No logr recordar haber cogido la cartera. Pero deba haberla cogido. No haba llegado sola hasta su mano. No estaba viva. O tal vez s. El agua le cubri hasta la barbilla. Pens en soltar la cartera, dejar que se hundiera en la corriente. Se dijo que las balas haban golpeado al hombre, que el hombre se haba desplomado y haba soltado la cartera. Y l se haba quedado contemplando al muerto. Despus recogi la cartera y ech a correr con ella.

Esa parte de la historia era demasiado para l. No tena la pistola. Tena la cartera. Haba dejado la pistola all y se haba llevado la cartera. Se pregunt para qu quera la cartera. Se pregunt por qu la haba sacado de la habitacin, para empezar. Esta pregunta tena una respuesta. Su propsito era entregar la cartera a la polica. Hasta ah, todo estaba bien. Pero no alcanzaba a comprender por qu le haba quitado la cartera al muerto. Quiz la respuesta era idntica a la de la primera pregunta. Quiz pens en llevarla a la polica. Sin embargo, esta explicacin se le antojaba un tanto dbil