El Arquero

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Fuera, el viento doblegaba a los altos árboles, arremolinaba las hojas caídas y convertía la fina lluvia en cuchillos que caían sesgando el aire. Alguna de ellas impactaban en la casa y, rodando por el tejado, acababan por encontrar un vacío, una rendija por donde se desprendían, y el fuego de la chimenea chisporroteaba como un perro mojado que se sacude, para después seguir durmiendo, crepitando tranquilo al calor de los tarugos. Solo abrió los ojos cuando la puerta se abrió repentinamente y el niño y la niña entraron corriendo, riendo sin parar, llenando el suelo de pequeños charcos. Vio cómo se dejaron caer al suelo, sobre la alfombra, cerca del él, pero mirándola a ella. Así que habéis venido a que os cuente una historiaLos dos niños asintieron emocionados, acercándose más a la mecedora. ¿Cuál os gustaría escuchar? ¡Una que sea real! contestó el niño rápidamente. La anciana sonrió. Todas mis historias son reales, querido. Ya corren suficientes leyendas y cuentos chinos por el mundo como para que yo me invente más... Si queréis, os puedo contar una que oí hace mucho tiempo, cuando era una niña. Una historia que se convirtió en el punto de inflexión del mundo, y que puso en movimiento ruedas que, hasta la fecha, siguen girando. ¡Sí! ¡Sí! ambos aplaudieron excitados.

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El Arquero

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  • Fuera, el viento doblegaba a los altos rboles, arremolinaba las hojas cadas y converta la fina lluvia

    en cuchillos que caan sesgando el aire. Alguna de ellas impactaban en la casa y, rodando por el

    tejado, acababan por encontrar un vaco, una rendija por donde se desprendan, y el fuego de la

    chimenea chisporroteaba como un perro mojado que se sacude, para despus seguir durmiendo,

    crepitando tranquilo al calor de los tarugos. Solo abri los ojos cuando la puerta se abri

    repentinamente y el nio y la nia entraron corriendo, riendo sin parar, llenando el suelo de pequeos

    charcos. Vio cmo se dejaron caer al suelo, sobre la alfombra, cerca del l, pero mirndola a ella.

    As que habis venido a que os cuente una historia

    Los dos nios asintieron emocionados, acercndose ms a la mecedora.

    Cul os gustara escuchar?

    Una que sea real! contest el nio rpidamente. La anciana sonri.

    Todas mis historias son reales, querido. Ya corren suficientes leyendas y cuentos chinos por el

    mundo como para que yo me invente ms... Si queris, os puedo contar una que o hace mucho

    tiempo, cuando era una nia. Una historia que se convirti en el punto de inflexin del mundo, y que

    puso en movimiento ruedas que, hasta la fecha, siguen girando.

    S! S! ambos aplaudieron excitados.

  • Muy bien. La anciana se aclar la voz . Esta historia comienza, como todas las buenas

    historias, en el mismo lugar donde acaba: en un bosque, en un mundo que ya no existe Se

    impuls y comenz a mecerse.

    Hace mucho tiempo, en un bosque donde los rboles hablaban en un idioma postergado: en la

    lengua del bosque, de las races y de las hojas. All donde el viento todava susurraba olvidadas

    canciones a odos de los ms atrevidos viajeros; en donde la magia todava cubra cada brizna de

    hierba y cada gota de roco, un llanto rompi con la calma de la espesura: un nio haba nacido en el

    lecho de los cazadores. Y tan pronto como el nio creci, un arco fue fabricado a su medida. Rpido

    y fuerte, no hubo da desde que comenz a andar en que el nio no disparase una saeta. A los

    troncos, a los pjaros, a las nubes e incluso a un perro algo grun que viva por all, a todo le

    apuntaba, pues la sangre de los cazadores le llenaba, pura y vivaz, cada parte de su cuerpo. No haba

    en todo el poblado padres ms orgullosos ni hijo tan prometedor.

    Y fueron pasando las estaciones, y con ellas, los aos. La blanca nieve haba cado cada invierno

    sobre las chozas, y haba desaparecido bajo los clidos rayos del sol primaveral. Y los gusanos de

    seda volaron de sus capullos hacia una nueva vida, como los osos despertaron de su larga

    hibernacin. Y el joven arquero, que con el paso del tiempo se haba convertido en un experto

    cazador, paseaba por el nudoso bosque da y noche en busca de una pieza digna de lucir su marca.

    Aunque, gracias a sus portentosas presas, ya fuera la envidia de muchos jvenes e incluso expertos

    cazadores, el joven no se contentaba con coloridos pjaros exticos nunca vistos, veloces conejos de

    lomo plateado o nocturninos azules, quera llevarle a todo el mundo lo nunca visto, quera ser

    admirado por todos, quera ser el mejor de todos los cazadores.

    Una tarde, en uno de sus paseos, mientras caminaba sigilosamente con el arco ligeramente

    preparado, un repentino brill dorado naci entre dos troncos. El joven ech mano a su carcaj, agarr

    con firmeza una de las flechas, y la tens en la cuerda.

    Entonces, sin apartar la mirada del lugar por donde el brillo haba escapado, disminuy la

    respiracin, aminor los latidos del corazn, bail por encima de las hojas cadas, sin levantar un

    solo crujido y, cuando estuvo parapetado entre los dos troncos, asom la cabeza lentamente.

    Un pequeo prado se abra en el corazn del bosque, en el centro, de espaldas al muchacho, estaba

    tendido en la hierba. Tena el pelaje de color caoba brillante y en su cabeza unas grandes astas

    blancas lo coronaban. El chico supuso que sera un ciervo; el ciervo ms hermoso que haba visto.

    Imagin esas grandes astas adornando la pared de su habitacin. Eran enormes, poderosas, de un

    blanco pursimo, fino y brillante. Adems el precioso pelaje le servira para fabricarse una hermosa

    capa; una capa que hondease tras de s, esplendorosa y suave, reflejando los rayos del sol y de la

    luna, retndoles a las estrellas.

    Imbuido en sus pensamientos, y con el corazn en tensin, sali de su escondrijo y a cortos pasos se

    acerc ms a su presa. Ahora era incluso ms bello, la luz pareca ondear a su alrededor como

    diminutas mariposas. Apenas poda respirar. Tens, aline la vista, y dispar la flecha al cuello. El

    animal bram y se desplom sobre la tierra. Una nube de pjaros cubri el cielo, volando asustados.

  • Emocionado, el joven se colg el arco a la espalda y corri hacia su presa que permaneca inmvil

    sobre el suelo con la flecha bien clavada, mirando al cielo, como la bandera de un conquistador

    hundida en tierra virgen.

    A medida que corra, su ritmo fue decayendo, del galope a los pasos inciertos, y su sonrisa mud

    hasta quedarse en una delgada lnea. La figura del hermoso ciervo haba comenzado a moverse, a

    retorcerse, perdiendo grandes mechones de pelo primero, despus verdaderos trozos de carne,

    transformando el cuerpo del animal primero en algo grotesco y, finalmente, en una mujer.

    Estaba tumbada haca arriba, con la mirada bebiendo en el cielo y el cabello rojo extendido sobre la

    hierba.

    Su desnudez irradiaba una pureza eterna, cubriendo un cuerpo menudo, delicado y suave. En la piel

    final y clara, el rubor entre las piernas y el pellizco en los pechos latan como besos. Al final de las

    piernas, la tierra haba mojado las plantas de los pies que haban andado durante mucho tiempo, con

    florecillas entre los dedos.

    Mantena las manos gentilmente colocados sobre el vientre, entrelazadas, y respiraba con dificultad.

    Cada vez que sus pechos bajaban, un ronquido de opresin sala de su garganta.

    En el costado, all donde estaba la flecha clavada, un hilo de sangre brillante brotaba con calma; un

    ro carmes que naca en la herida, para morir pintando las briznas de hierba, o mojando la tierra.

    Ella se movi.

    Acrcate dijo con voz dulce pero trmula.

    El muchacho no se movi. Recorra con la mirada una y otra vez su cuerpo, incrdulo, y se detena

    en la mancha roja, horrorizado.

    Acrcate volvi a repetir con dificultad.

    Esta vez la oy. Trag saliva y, tembloroso, se arrodill a su lado. Ella gir la cabeza haca l. Unos

    ojos redondsimos de un azul mgico lo miraron, calmados.

    Yo n-no quera no saba que eras una persona!

    Las lgrimas surcaban el rostro del muchacho, no poda creer que hubiera matado a una persona, a

    una mujer tan hermosa.

    No tienes de qu arrepentirte, el ser humano es como el amor, caprichoso e irracional. Admirabas

    mi belleza y la quisiste para ti, ya nada se puede hacer, mi vida se agota con cada lgrima que llora tu

    flecha

    No te vas a morir! Te llevar corriendo al refugio, el sanador sabr qu hacer! la interrumpi

    el chico.

    Ella alarg el brazo con dificultad y agarr su mano.

  • Todo nace y todo muere, ese es el orden de las cosas, el equilibrio que mantiene el mundo

    incluso para m. No hay tiempo para ms palabras, tan slo me quedan fuerzas para una ltima cosa,

    pero necesito tu ayudaCada vez sonaba ms apagadas, sus labios apenas se abran y sus ojos se

    entrecerraban.

    Har lo que sea!, har lo que sea por ti!

    Coge tu arco y tu carcaj. Y djalos sobre mi pechoCerr los ojos y gir la cabeza, en

    direccin al cielo de nuevo.

    El muchacho se descolg el carcaj con rapidez, agarr el arco, y con cuidado los pos entre sus

    pechos.

    Ya est la urgi, pensando que en un ltimo momento aquello podra salvar su vida.

    Ella cruz los brazos aguantando un latigazo de dolor, y abraz las armas del muchacho cazador.

    Qu gracia, nunca pens que morira de esta forma. Esboz una pequea sonrisa. Su cuerpo

    desnudo despeda una tenue luz blanquecina. Espero que a partir de ahora ayudes al resto de las

    personas a encontrar a su ciervo dorado, de acuerdo, Cupido?

    Y antes de que Cupido pudiera contestar, la mujer solt un largo y dulce suspiro, su pelo rojo

    revolote durante unos segundos, y todo su cuerpo se convirti en centellas que bailaron y brillaron

    alrededor del arco y el carcaj, entrando dentro de ellos, imbuyendo la madera, la cuerda, la pluma y

    la hoja. Y cuando desaparecieron todas, los objetos brillaban infinitos en un nuevo poder.

    Los dedos de Cupido se estremecieron al tocarlos, y de su espalda salieron unas grandes alas. Pero

    no sinti miedo ni incertidumbre, de repente posea la sabidura de un Eterno. Empu su arco y

    carg con su carcaj, para despus batir alas sabiendo que amar es un crimen por el que ningn

    humano puede ser castigado.

    Y ya est? pregunt el nio.

    Y ya est.

    Pero a que despus mat a muchos dragones con su arco nuevo?

    No, querido, no mat a ningn dragn.

    Mira que eres bobo! Cmo va a matar dragones? Si es una historia de amor! dijo la nia.

    Pues vaya rollo de historia! Las historias de amor son un rollo! Es la ltima que pienso

    escuchar!

    Cllate, t s que eres un rollo! No le hagas caso, Nanae, a m me ha gustado mucho.

    Me alegra mucho, mi nia. Y no te enfades con l, al fin y al cabo va a tener que escuchar muchas,

    e incluso vivirlas rio Nanae.

  • Qu, qu?! No, no no, puaj, qu asco! El nio sac la lengua y dio manotazos al aire.

    No seas tan teatrero, ya soy muy mayor para que me puedas engaas.

    No te engao, Nanae. Yo nunca me pienso enamorar!

    Oh, querido, una cosa es lo que t pienses y otra muy diferente lo que piense Cupido. De hecho

    me parece a ver visto una flecha clavada en ese culete flacudo tuyo.

    El nio dio un respingo y se palp preocupado.

    Pero si no tengo nada!

    Claro que la tienes, la veo desde aqu.Nanae la seal . Y ella seguro que tambin la est

    viendo.

    La nia pareci desconcertada.

    Yo tampoco veo nada, Nanae.

    La anciana se llev las manos a la cabeza sorprendida.

    Eso es porque ambos habis sido disparados por la misma flecha!

    Qu? Qu? preguntaron al unsono.

    Que estis enamorados el uno del otro!

    Ambos palidecieron. Y el nio sonrojado comenz a negarlo compulsivamente, mientras que la nia

    se qued muda mientras esconda una tmida sonrisa. Y Nanae rompi a rer con toda la fuerza que le

    haban dado los aos.

    Y los nios escaparon de la casa en cuanto pudieron, pues fuera ya haba dejado de llover.