El Arte Paleocristiano

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Tema 2: EL ARTE PALEOCRISTIANO: 2.1 La Iglesia en el Imperio Romano pagano: Entorno cultural en el que nace el cristianismo: influencia oriental. Los espacios cúlticos: Domus Ecclesiae y Tituli. Los espacios sepulcrales: los cementerios. Los orígenes de la iconografía. Su carácter simbólico. Temática de pinturas y relieves: la catequesis de iniciación cristiana. Introducción. De nuevo, Oriente, el lugar del sol naciente y de la luz, irradia su influencia sobre la Roma Imperial por variados y sutiles caminos. Al iniciarse la crisis del Imperio, los emperadores Aureliano y Diocleciano toman como modelos los soberanos absolutos y sagrados de Oriente. Las religiones mistéricas de origen egipcio y persa se difunden entre los romanos; las legiones introducen el culto al dios solar Mitra, el Sol Invictus, del que el mismo Costantino fue seguidor antes de su bautismo final. Desde los primeros momentos del Imperio, el Mediterráneo oriental se convierte en un hervidero de múltiples tendencias filosóficas y religiosas. Hacia el año 40 en Antioquía circula un nuevo término, el de christiano, para designar a los seguidores de una nueva revelación que con gran rapidez se extiende por todo el imperio, operando sobre todo en las comunidades judías de Siria, Egipto, Asia Menor y África del Norte. El primer cristianismo no constituye un cuerpo doctrinal homogéneo, sino que se adapta a las diversas tradiciones existentes en las diferentes zonas del imperio. La escuela filosófica que más influye en la fijación doctrinal es el neoplatonismo, sobre todo 1

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Tema 2: EL ARTE PALEOCRISTIANO:

2.1 La Iglesia en el Imperio Romano pagano: Entorno cultural en el que nace el cristianismo: influencia oriental. Los espacios cúlticos: Domus Ecclesiae y Tituli. Los espacios sepulcrales: los cementerios. Los orígenes de la iconografía. Su carácter simbólico. Temática de pinturas y relieves: la catequesis de iniciación cristiana.

Introducción. De nuevo, Oriente, el lugar del sol naciente y de la luz, irradia su influencia sobre la Roma Imperial por variados y sutiles caminos.

Al iniciarse la crisis del Imperio, los emperadores Aureliano y Diocleciano toman como modelos los soberanos absolutos y sagrados de Oriente. Las religiones mistéricas de origen egipcio y persa se difunden entre los romanos; las legiones introducen el culto al dios solar Mitra, el Sol Invictus, del que el mismo Costantino fue seguidor antes de su bautismo final. Desde los primeros momentos del Imperio, el Mediterráneo oriental se convierte en un hervidero de múltiples tendencias filosóficas y religiosas.

Hacia el año 40 en Antioquía circula un nuevo término, el de christiano, para designar a los seguidores de una nueva revelación que con gran rapidez se extiende por todo el imperio, operando sobre todo en las comunidades judías de Siria, Egipto, Asia Menor y África del Norte.

El primer cristianismo no constituye un cuerpo doctrinal homogéneo, sino que se adapta a las diversas tradiciones existentes en las diferentes zonas del imperio. La escuela filosófica que más influye en la fijación doctrinal es el neoplatonismo, sobre todo gracias a San Agustín que, antes de su conversión al cristianismo, había profesado el maniqueísmo.

La concepción del mundo de las escuelas y doctrinas anteriormente citadas considera lo percibido por los sentidos como pura ilusión. El alma, prisionera del cuerpo, se mancha en contacto con la naturaleza material de éste. Por ello, el alma debe huir de la oscuridad de la materia corporal hacia la luz del espíritu. Eso supone la identificación de la

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materia con la opacidad de las tinieblas y el espíritu con la transparencia de la luz. La dualidad entre materia y espíritu, alma y cuerpo o, si se prefiere, entre naturaleza y realidad espiritual marcan toda la trayectoria del cristianismo y de sus expresiones estéticas.

La observación realista y positiva de la naturaleza sobre la que se asienta el principio de unidad, que había constituido la característica básica de la Antigüedad Clásica, se ve ahora en entredicho. El espíritu y la idea que dan vida estética a Grecia y Roma inician su disolución.

La división del Imperio romano refleja las diferencias entre su parte oriental y accidental. Occidente, sumido en una profunda crisis, no sobrevive a la penetración de los pueblos germánicos; la autoridad del Papa y de la Iglesia romana se configuran como el nexo de unión con el pasado clásico, permeabilizándose a las aportaciones de los nuevos reinos germánicos que se establecen sobre las ruinas del Imperio.

Constantinopla se convierte en la capital cultural, política y económica de Oriente. Bizancia, ajeno a la decadencia de Roma, dirige diversos intentos de restauración del antiguo imperio; con su influencia cultural y artística, fecunda a Occidente en el intento de formular un arte propio que tendrá su reflejo en el arte de la Europa occidental.

Sinopsis: El cristianismo supuso una radical novedad en referencia a las otras formas de vida de su tiempo. Afectaba a sus contenidos ideológicos (monoteísmo y Dios Padre) y rituales (no imágenes ni formas externas de celebración, sino la vivencia religiosa de la comunidad con una relación interpersonal con Dios y una relación con la vida, alejándose de la ídolos paganos, del culto al emperador).

Los nuevos creyentes adorarán a un Dios sólo y único, y no con complicados rituales externos en Templos de hechura humana. El culto del Padre en

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espíritu y verdad y los templos serán las mismas personas (1Cor 13). Hay una indiferencia de los cristianos ante las creaciones artísticas como en las otras religiones. Los cristianos se muestran contrarios al espacio sacro, al templo, a la imagen, a los objetos.

Aunque el cristianismo nacía sin estar sujeto a una cultura concreta, el estar insertado en la historia le lleva a tener un influjo de los ambientes culturales; Grecia, Roma, el judaísmo (influencia anicónica desde el Lev). La influencia fundamental va a ser el mundo oriental, que va a ser la que domina el cristianismo primitivo: el dominio entre el bien y el mal, entre el espíritu y la materia-carne. La primacía del espíritu sobre la materia va a suponer un abandono o rechazo de las formas pláticas. Las imágenes se entenderán como espiritualización del hombre.

La comunidad cristiana en sus orígenes manifestará un desdén por las formas pláticas por no confundirlo con los ídolos paganos y por influjo oriental.

Los espacios cúlticos: Domus ecclesiae y Tituli.

La primera necesidad que se plantea es la del espacio para reunirse. Pero no lo pueden hacer en el templo por sus connotaciones paganas.

Las primeras comunidades cristianas se reúnen en casa privadas, seguramente en las casas de alto nivel (Hch 2, 46-48; 1Cor 16, 19).

Por tanto para la celebración de la comunidad crearon las Domus ecclesiae y los Títuli.

Las Domus ecclesiae eran casa donde se reunía la Iglesia como comunidad. El acento no se ponía en el edificio sino más bien en la comunidad interpersonal en el Espíritu, como el Corpus Christi. Era el lugar espiritual donde se manifestaba Dios a la comunidad.

Los Tituli: cuando fue creciendo el número de los cristianos se tuvieron nuevas necesidades para las reuniones. Así, se fueron creando nuevos espacios

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dedicados especialmente para el culto: los tituli. Estos, sobre todo, aparecen en Roma.

Los espacios sepulcrales: los cementerios.

Desde el alba misma de la humanidad, el hombre siempre tuvo una gran preocupación por asegurar un lugar de reposo a sus despojos mortales; y puesto que toda criatura humana, por ley ineludible, está destinada a cerrar con la muerte el ciclo de su existencia terrena, el hombre honró la tumba de sus padres y de sus hijos para que sus descendientes honrasen también un día su sepulcro.

El problema que circunda a la muerte, el problema del desmoronamiento completo del cuerpo, el ansia de un mundo ultraterreno el cual, de algún modo, se eternice la vida humana, llamaron la atención y la preocupación del hombre, lo colocaron frente a la fatalidad de que si se debía padecer la muerte, también se podría hacer menos penosa.

De ahí la máxima sinceridad en la actitud universal de respeto, veneración y transformación de un hecho humano en un hecho religioso. Frente a la muerte, el hombre se expresó en términos extremadamente sinceros y dejó en su tumba el testimonio más vivo y genuino del ambiente natural, histórico y religiosos en que vivió y actuó.

Las tumbas han dado una contribución inestimable a la reconstrucción histórica de la vida de los pueblos antiguos.

Cuando se empezaron ha explorar sistemáticamente los cementerios cristianos se advirtió de inmediato la potencial riqueza de testimonios para el origen, la organización, la jerarquía, las manifestaciones artísticas y litúrgicas, para toda la vida pública y privada de los cristianos de los primeros siglos. Por eso mismo fueron considerados como un verdadero archivo de la fe de las primeras generaciones cristianas.

Los cristianos no innovaron nada en materia de enterramientos1; cuando en el siglo II comenzaron a construir en Roma los primeros cementerios, se aprovecharon de una experiencia y de una técnica que

1 Una equivocación ha sido, el considerar a los cementerios cristianos con culto eucarístico. Además no estaba permitido el culto eucarístico pero sí, el culto a los muertos.

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tenían ya una tradición plurisecular (tradiciones paganas, romanas y judías); pero sí cambió el espíritu: el difunto habiendo gozado del privilegio de la gracia regeneradora de los sacramentos y por haber sido partícipe de los dones del Espíritu Santo, confía en asumir de nuevo sus despojos mortales el día de la resurrección. En algunas inscripciones del Macedonia se le llama koimeteion), es decir, lugar de reposo (dormitorio) hasta la resurrección.

El vigoroso desarrollo de las comunidades cristianas, especialmente en Roma, y el cada día mayor deseo de reposar junto a los hermanos en la fe (que después se convertirá en norma eclesial) exigió un amplísimo desarrollo de las catacumbas, a fin de aprovechar al máximo de las posibilidades subterráneas que ofrecían las áreas cementeriales a cielo abierto que tenían a su disposición. Nació así una verdadera arquitectura cementerial subterránea, las catacumbas, que todavía hoy causan admiración a quienes las contemplan.

Los habitantes del Imperio Romano podían prepararse para sí y para su familia un sepulcro en aquel punto del suelo de su propiedad que quisieran; podían conceder a otras personas que hicieran en su misma propiedad un área de superficie fija y destinada para enterramiento. Por la deposición de un cadáver, un lugar cualquiera se convertía en lugar sagrado, que las leyes romanas hacían inviolable. Los sepulcros tenían que ser construidos fuera de la ciudad, porque dentro del perímetro de la ciudad estaba severamente prohibido incinerar o sepultar los cadáveres2.

Las leyes del Imperio Romano reconocían a todos el derecho de sepultura, incluso a los ajusticiados si alguien pedía el cadáver para ser sepultado.

Etimológicamente, cementerio, del griego , significa lugar de reposo, y encierra en sí la idea judía y cristiana de la resurrección; en algunas regiones griegas figuraba a la entrada de los lugares cristianos de enterramiento esta inscripción: koimeterion eis anastasyn, dormitorio hasta la resurrección.

2 Por ello, los cristianos salieron de la ciudad y en las canteras abandonadas de mina de turba empiezan a excavar la tierra para hacer sus cementerios.

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Al principio, los cristianos difuntos eran sepultados en los ámbitos sepulcrales de sus familias paganas; no es infrecuente encontrar zonas sepulcrales inicialmente paganas convertidas después en cristianas; lo cual significa que la familia propietaria se había convertido al cristianismo. Las comunidades cristianas tuvieron muy pronto lugares propios de enterramiento; unas veces porque alguna familia pudiente entregó a la comunidad cristiana sus propios campos sepulcrales para que en ellos fuesen enterrados los cristianos que no poseían tumbas propias; y otras veces la comunidad se los compró.

Los primeros lugares de enterramiento de los que se tiene noticia en Roma fueron las tumbas de San Pedro en el Vaticano y de San Pablo en la Vía Ostense, las cuales fueron cuidadas con especial esmero por la comunidad cristiana.

LAS CATACUMBAS ROMANAS: contrariamente a lo que hasta no hace aún mucho tiempo se decía, los cementerios cristianos no tuvieron sus comienzos bajo tierra, sino a cielo abierto. Un ejemplo de esto lo tenemos en la catacumba de San Calixto.

El nombre de catacumbas, que hoy se aplican a todos los cementerios subterráneos de Roma, era originariamente una denominación topográfica para designar una depresión del terreno u hondonada existente en el segundo miliario de la Vía Appia, entre la actual basílica de San Sebastián y la célebre tumba pagana de Cecilia Metela.

En las catacumbas podemos distinguir varios tipos de excavaciones o tres espacios fundamentales:

.- LOCULI: Son nichos. Con forma rectangular, se excavaba en la roca y ahí mismo se depositaba el cadáver. Se tapaba y –generalmente- no se les pintaba nada. Eran pobres en decoración..- ARCOSOLIUM: Arco sobre el nicho. Este era

o pertenecía a un mártir. Lo circular, era significado de vida, muerte y resurrección. Junto a él, por su santidad se enterraban muchas personas3.

3 Hay que decir que a partir del Edicto de Milán, a los mártires se les da un sentido triunfal. Este culto a los mártires dio lugar a las peregrinaciones y se empieza la sacralización de espacial. En un principio fue a los mártires pero con la invasión de los lombardos, se repliega la Iglesia intramuros (circa 700) y se

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.- CUBÍCULI: Cámaras excavadas. Eran para el enterramiento de una familia.

Las catacumbas desde el punto de vista artístico-iconográfico tienen un valor nulo. Las pinturas están hechas por artesanos al fresco, con los métodos y formas romanas.

No interesa tanto la calidad sino más bien el fondo temático. Eran catequesis que pintaban el contenido del mensaje en las paredes. El interés es histórico básicamente: las inscripciones, la iconografía, los objetos, etc., son reflejo de la vida cristiana de aquellos tiempos. Las catacumbas son esenciales para conocer la vida de las comunidades primitivas: las celebraciones, las catequesis...

La pintura: El repertorio básico de imágenes se encuentra en los muros de las catacumbas romanas, cementerios subterráneos donde los cristianos enterraban a sus difuntos, así como los sarcófagos.

Los temas tratados son muy variados, pero altamente significativos, ya que en ellos aparecen las líneas generales que constituyen la tradición artística cristiana de los siglos posteriores.

Algunos de los temas son modelos tomados de la Antigüedad Clásica, pero dotados de nuevos contenidos, como la imagen del Hermes Crióforo griego que ahora se convierte en el Buen Pastor, o la de Orfeo convertido en Cristo. Así mismo. Elementos vegetales y animales, como la vid, el cordero, el ciervo, el pavo real, la paloma, etc., se convierten en alegorías del mensaje cristiano.

La plástica cristiana abandona paulatinamente el carácter realista de las figuras romanas; sigue así una tendencia ya manifestada en el tardorromano, donde domina un estilo espiritualista en el que no tiene cabida la representación de la belleza física, sino la verdad interior. El volumen desaparece sustituido por imágenes planas sin profundidad y de trazos vigorosos y enérgicos. El parecido con la realidad no existe, son rostros con ojos grandes, de trazos bien definidos, como una ventana por la que se expresa la

quedan los cementerios aislados. Para evitar la profanación de las tumbas de los mártires se hacen incursiones, se sacan y se trasladan a la ciudad e hicieron basílicas en la ciudad. Esto hizo que se olvidaran los cementerios y tan solo quedó uno abierto: el de San Sebastián.

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fuerza de la vida interior, ojos que son la floración del alma. También hay que mencionar que los colores vivos y contrastados son símbolos de la luz divina.

Con todo lo dicho podemos concluir diciendo que:

Las pinturas de las catacumbas no pretenden ser imágenes ni narraciones del Nuevo Testamento. Son pinturas litúrgicas poniendo de relieve los centros de interés de la iniciación cristiana de la Iglesia primitiva (Bautismo, Comunión, Eucaristía, y su praxis catequética) y su aspecto soteriológico y el kerigma y una lectura de la Escritura. No son pinturas de culto. Hacen alusión a la liturgia pascual y cuaresmal.

Podemos distinguir tres grupos de pinturas:

a) Pinturas simbólicas de origen pagano que los cristianos les dan un nuevo sentido.

b) Escenas y personajes del Nuevo Testamento.

c) Alegorías y símbolos que hacen referencia al Misterio cristiano. El Antiguo Testamento ilustra el Nuevo Testamento.

Había 44 catacumbas en Roma, con Kilómetros de tierra excavada. En la entrada a las catacumbas había una sala para las reuniones y la catequesis. Tiene 4-5 pisos.

Concretando algunos de los temas que había allí reflejados podemos decir:

*El paso del Mar Rojo.*La multiplicación de los panes(alusión

a la eucaristía. Símbolos: el pan y el pez.*Aparecían en el mármol los hombres, con

la profesión, la enfermedad. *Los tres jóvenes en el fuego; es

postura orante esperando la salvación.*Abraham e Isaac.*Susana y los viejos.*Isaías señalando la maternidad de María

(primera representación de María).*La resurrección de Lázaro.

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El lenguaje de los símbolos: Su carácter simbólico.

El hombre ha utilizado siempre el lenguaje de los símbolos: forma visible a través de la cual se revela mejor que a través de las palabras el significado invisible de un apersona, de un objeto o de una idea. Hay que establecer una distinción entre símbolo y signo. Un signo representa algo, y toma su carácter de lo que se hace con él: la cruz es un signo cristiano porque representa la fe cristiana e indica la crucifixión de Cristo. Un símbolo se parece a algo; posee un significado más profundo que el signo, porque se identifica más con lo que se sugiere. Su carácter se deriva por lo que de él se sabe: el cordero, la víctima propiciatoria de la fe judía, era ofrecido sobre el altar en procura del perdón de los pecados. Cristo es llamado cordero de Dios porque su sacrificio de sí mismo en la cruz se asemejaba a ese acto de expiación. El símbolo es ante todo el simple reflejo de circunstancias históricas o legendarias; puede ser una imagen simplificada de un cierto número de recuerdos o de pensamientos, imagen reducida de un solo elemento que evoca todos los demás. El sentido del símbolo es algo ligero, vaporoso; a veces es doble y hasta triple; y puede evolucionar con una rapidez desconcertante porque es manejado por artistas muy diferentes entre sí, y cada uno de ellos deja su impronta en el propio símbolo.

A pesar de sus limitaciones, el símbolo es un instrumento de comunicación de conocimientos y de sensaciones muy importante para los creyentes de todos los tiempos; quizá quienes vivan su fe de una manera exclusivamente racional no sean capaces de captar el significado profundo de muchos símbolos paleocristianos y, por consiguiente, no les concedan importancia alguna, porque es un lenguaje muy infantil, escasamente preciso. Los símbolos no existen en sí mismos; para comprenderlos es preciso situarlos en el trasfondo al que están unidos. Un símbolo cristiano sólo es inteligible en función del cristianismo.

Estudiar los símbolos paleocristianos implica introducirse en el jardín siempre algo secreto de la fe; en los símbolos, en efecto, se refleja la fe viva de aquellos cristianos de los primeros siglos; en cierta medida, el análisis de la evolución de la

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iconografía simbólica paleocristiana equivale a comprender la evolución de las comunidades cristianas de aquellos tiempos.

Muchos símbolos empleados en el cristianismo, y especialmente en el arte paleocristiano, eran usados en cultura y en religiones muy anteriores al cristianismo; pero no quiere decir que los cristianos los hayan tomado explícitamente de esas culturas o religiones, sino que los emplearon, unas veces como lenguaje universal de la experiencia humana, por ejemplo el agua que lava o purifica las manchas, el aceite, que unge y fortifica; y otras por la inculturación del cristianismo en el contexto de una cultura determinada, como fue el caso de la cultura persa, egipcia o grecorromana, por no citar nada más algunas entre las que existe una gran coincidencia con algunos símbolos cristianos, como por ejemplo Orfeo, que atraía a los animales con la dulzura de su música, lo toman los cristianos para representar a Cristo, que atrae las almas con la dulzura de su doctrina. La Iglesia se ha servido de todo lao que ha encontrado en las diversas culturas para el cumplimiento de llevar el mensaje evangélico a todos los pueblos. La pureza, por ejemplo, es representada por los griegos y por los cristianos en un cordero blanco; pero la pureza que quiere representar el griego no es la misma que quiere simbolizar el cristiano.

Los primeros símbolos paleocristianos surgieron con toda probabilidad de la necesidad que tenían los cristianos de darse a conocer y de afirmarse en unos tiempos tan calamitosos para ellos como el de las persecuciones del Imperio Romano; necesitaban símbolos que sólo ellos pudieran comprender; en cambio, después de la paz constantiniana ya les fue posible expresarse en signos absolutamente propios de la fe cristiana; sin duda, siguieron usando los antiguos símbolos, pero con un sentido más amplio; y a ellos añadieron otros más explícitamente cristianos, que, a su vez, evolucionaron rápidamente. Y l a Iglesia se sirvió de símbolos propios y ajenos, es decir, tomándolos de las culturas en que se iba progresivamente encarnando.

Jesús mismo usó con frecuencia los símbolos para su enseñanza: Jonás y su resurrección (Mt 12, 40), “Yo soy el buen pastor”(Jn 10, 6.10); la serpiente levantada por Moisés en el desierto (Jn 3, 14).

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Concretando más, habría que decir que los primeros cristianos prohiben las pinturas para que no se dé culto a aquello que se representa. Entonces ¿cómo hay pinturas en las catacumbas? Esto se responde diciendo que las pinturas allí representadas tienen un carácter simbólico, que tienen fundamentalmente una dimensión catequética. El decorar las paredes de los cementerios se hacía con la catequesis de los iniciados4.

Todo esto, es decir, tantos las pinturas simbólicas, los personajes del Antiguo y Nuevo testamento, las alegorías, están representando el núcleo de la iniciación cristiana. Así, tenemos que desde los orígenes, la iconografía está ligada con la liturgia. Las imágenes son apoyatura de la celebración pascual. Las imágenes no tienen fin decorativo sino más bien son medio por el que se expresa la catequesis (sobre todo para los que no sabían leer). Es una catequesis por los sentidos.

2.2 La iglesia en el Imperio Romano Cristiano. La nueva situación de la Iglesia. La arquitectura paleocristiana y sus antecedentes en el mundo clásico: baptisterio, martyria y basílica. Iconografía y controversias cristológicas. Los sarcófagos.

Cristianismo, religión oficial del estado. Desde el momento en que el cristianismo se convierte en religión oficial del Imperio, con Teodosio, en el siglo IV, y el cristianismo no es sólo un mensaje de salvación para las masas populares, sino también de las clases dirigentes y cultivadas, el dilema se resuelve mediante la aceptación de la tradición cultural pagana, cristianizándola.

La arquitectura: Hasta el año 313, el arte cristiano se expresa a través de humildes medios en los que hace referencia casi exclusivamente al mensaje de salvación. Desde el momento del triunfo, al pasar de perseguida a permitida y protegida por el Estado,

4 Ejemplos de ello son las pinturas del paso del mar rojo, la eucaristía, banquetes... estos dibujos no pretenden ser representaciones de personajes concretos. Su temática principal es la iniciación cristiana.

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no tarda en manifestar su gusto por las representaciones prestigiosas como vehículos eficaces de propaganda.

La primera necesidad que se plantea en esta nueva etapa consiste en dotar a la liturgia, en la que se representa el misterio central de la fe, la muerte y resurrección de Cristo, de un espacio arquitectónico adecuado debido al crecimiento del número de cristianos. Con lo cual, los domus ecclesia y los titulis ya no bastan para acoger a todos los cristianos. Escogieron las basílicas (lugar que poseía el noble y una ciudad para administrar justicia) y no el templo pues no tenía connotaciones que se pueden denominar como paganas. Pero también escogieron dos espacios más para el culto cristiano: Baptisterio (Liturgia bautismal) y Martyria (liturgia difuntos).

Antes de explicar lo que son cada uno de estos lugares mencionados hay que hacer un breve resumen sobre las causas que animaron la búsqueda de nuevos espacios para el culto. Veamos las causas:

- De ser comunidades reducidas y clandestinas se pasa a ser unas comunidades masivas apoyadas por el estado.

- La masiva afluencia significa que el mudo pagano se hace cristiano de la noche a la mañana. No tenían formación e incluso hubo gente obligada a ser bautizada pues si antes estaba perseguida, ahora se hace la vida más fácil, también se facilitan los impuestos. Por tanto no hay convencimiento personal. Así, hay muchas costumbres paganas arraigadas y como se hacen cristianos por una mejora de vida esto lleva a seguir con esas costumbres paganas.

- Se trasladan los mártires a los “martyrium”.- Hacen falta espacios para el bautismo:

sacramento fundante de la Iglesia. Se construyen los baptisterios.

- Hacen falta espacios para la eucaristía, para la celebración de la pascua. Se escogen las basílicas.

Baptisterio: no hay antecedente arquitectónico. Adopta el espacio funerario de la antigüedad clásica: un edificio circular u octogonal; en el centro se

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sitúa la cisterna o piscina para el bautismo por inmersión. Tenía la dinámica de la muerte y la resurrección (de ahí la forma octogonal: símbolo del descanso de la resurrección). La gente se ponía alrededor. Era un culto anual (Vigilia Pascual).

Martyria: Copia del panteón griego (en Roma el Panteón de Agripa). También es circular por el círculo como eterno retorno de la muerte y la resurrección; y también como deambulatorio. Se cogen los cadáveres de los mártires de las catacumbas, y también los grandes personajes y se trasladan a edificios especiales en Roma. El culto era anual, en la conmemoración del difunto. Constantino construye en torno a la tumba de Cristo un edificio circular; también en la cripta de San Pedro en Roma.

Basílicas: se celebra el culto de la Eucaristía, todos los domingos. Ellos no cogen el Templo pagano porque se llegaba a los ídolos; y ellos querían recalcar su ruptura con los cultos paganos y crear un culto fraterno. Cogen las salas más grandes para administrar la justicia y las salas de los tribunos para pagar a sus asalariados y para celebrar fiestas.

Le dan un nuevo sentido: el lugar donde Dios administra su perdón, su justicia, su misericordia.

El sacrificio cristiano es un banquete que tiene que hacerse en la sala más noble de una casa: la Basílica.

El Templo tenía muchas columnas y no era útil.

Era un edificio rectangular. Tenía un ábside y tres naves. Suprimen la puerta lateral y la puerta está frente a la cabecera. El altar se pone delante de la cabecera, con el ministro que preside. Para la palabra había un espacio propio. Con el tejado a dos aguas. Con ventanas superiores. El espacio, espacio-camino, es simbólico: vamos caminando hacia el señor, es decir, el ábside, donde está Cristo, que es víctima y altar5. Había también lo que se denomina el “matronium” que estaba situado sobre las naves laterales y era un lugar exclusivamente para las mujeres, madres, catecúmenos y niños.

5 El Templo pagano tenía espacio para el sacrificio interior. El “templo” cristiano no tiene sacrificios de animales sino que era Cristo; el cual se sacrificaba en el altar, en la mesa. Una mesa que era movible.

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Al acercarse la gente al altar al principio de las naves, se agranda y surge así la planta de cruz latina6. Junto al altar, un arco de triunfo o arco toral7 y un altar8. El obispo lo presidía (la sede). Ya se aprecia la estructura jerárquica.

El arte paleocristiano: Con anterioridad a los edictos de Tolerancia religiosa(313) y a la promulgación del cristianismo como religión oficial del Estado(391), las necesidades de representación plástica de la nueva religión están condicionadas por la contradicción entre la herencia anicónica y antimaterial de la tradición judía y de la influencia neoplatónica, por una parte, y por otra, por la necesidad de recoger el lenguaje de la tradición clásica con el que los fieles están familiarizados, facilitándose la utilización de las imágenes con fines didácticos, plasmar gráficamente los conceptos de la nueva fe.

Iconografía y controversias cristológicas: Las primeras comunidades fueron reacias a las imágenes por ser consideradas como ídolos. Tras la proclamación del cristianismo como religión oficial del Imperio lleva a la influencia masiva de paganos convertidos, pero con sus costumbres.

En la actitud de la iglesia primitiva frente a las imágenes hay que hacer una distinción que no siempre se tiene en cuenta: el uso y el culto. El uso precedió al culto.

El uso de las imágenes apareció muy pronto en las comunidades cristianas primitivas, como lo atestiguan las catacumbas romanas. (Aunque –como ya sabemos- no valían por lo que se pintaba concretamente sino por lo que significaba. Pues ya hablamos sobre el tema diciendo que las pinturas de las catacumbas no tenían 6 Este hacho, que se debió más bien a funcionalidad, se interpretó con un sentido nuevo, viniendo a significar que la Iglesia es la cruz de Cristo.7

?Este es un arco que une el ábside y la nave de la Basílica. Significa el triunfo de la muerte y la resurrección de Cristo.

8El significado del altar viene a ser que Cristo es sacerdote, víctima y altar. Si se besaba el altar, se estaba besando a Cristo.

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ningún valor artístico pero eran grandes catequesis donde los temas más tratados y fundamentales son los de la iniciación cristiana).

El culto a las imágenes se implantó más lentamente entre los cristianos; sin duda por la prohibición explícita del Antiguo Testamento:

“no te harás ni escultura ni imagen alguna de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas bajo la tierra. Ni te postrarás ante ellas, ni les darás culto, porque yo, Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso” (Ex 20, 4ss).

En los primeros siglos cristianos no faltaron algunas voces contradictorias al uso de las imágenes, apoyándose precisamente en la prohibición del Antiguo Testamento. Veamos algunos de estos testimonios:

Eusebio de Cesarea ve en las imágenes un peligro de idolatría o, cuando menos, un claro influjo del paganismo:

“...hemos indagado que se conservan pintadas en los cuadros de las imágenes de los Apóstoles Pablo y Pedro, e incluso del mismo Cristo, cosa natural, pues los antiguos tenían por costumbre honrarlos de este modo, sin miramiento, como salvadores, según el uso pagano vigente entre ellos”.

La Emperatriz Constancia, hermana de Constantino y esposa de Licinio, desea conseguir una imagen de Cristo; y Eusebio se niega a proporcionársela alegando que:

“ahora la forma humana de Cristo ha sido divinizada, de modo que, en adelante, ya no puede ser representada”.

El Concilio de Elvira, en el canon 36, prohibe expresamente la presencia de pinturas en las iglesias:

“Se dispuso que no debe haber pinturas en las iglesias, para que lo que se venera y se adora no se pinte en las paredes”.

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Después de la paz de la Iglesia (313), con progresiva desaparición del paganismo, el peligro de idolatría se hace cada vez más remoto; y, por consiguiente, el uso de imágenes se difunde no con muchos problemas por todas las comunidades cristianas pero con una gran timidez. Además hay que apuntar que esta entrada de las imágenes se hacía no con un valor estilístico o cultual o decorativos sino como elementos de transmisión catequética del mensaje cristiano para una gente analfabeta. Se va pasando a ver a las imágenes como elementos de misión y evangelización.

El culto de las imágenes empieza por la cruz. Y no sólo el madero de la cruz de Jesús descubierto por Santa Elena, que es venerado como una reliquia auténtica, sino el signo de la cruz propiamente dicho, que empieza a multiplicarse. Decir tiene que todos los testimonios que hay de esta época en referencia a las imágenes pintadas, se refieren más al uso que al culto.

Los testimonios que garantizan la existencia del culto de las imágenes de Cristo, de la Virgen y de los Santos son más bien escasos hasta el siglo IV. A finales de esta centuria, Leoncio, obispo de Neápolis (Chipre), defiende a los cristianos contra las acusaciones de los judíos, que los tachaban de idólatras por el culto que tributaban a las imágenes.

Pero el primer texto oficial de la Iglesia que defiende las imágenes es del siglo VI-VII9: San Gregorio Magno corrige a Sereno, obispo de Marsella, el cual había destruido algunas imágenes por miedo a que el pueblo cayese en idolatría. Se puede afirmar que fue este papa quien explicitó definitivamente la doctrina ortodoxa relativa al culto de las imágenes cuando afirmaba:

“Una cosa es adorar las imágenes, y otra distinta venir en conocimiento, por medio de ellas, de lo que se ha de adorar. Lo que la escritura es para el lector, eso mismo es la imagen para quienes no saben

9 Hay que tener en cuenta que las imágenes aparecen muy tarde si las comparamos con las pinturas y los mosaicos.

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leer. No cabe duda de que no es desacertado elevarse por lo visible a lo invisible”.

Antes de seguir hay que hacer una apreciación: estas imágenes eran simbólicas, espiritualizadas10. La imagen era desmaterializada, deshumanizada. No hay contexto natural.

La misión de las primera imágenes es la formación, la catequesis: intenta transmitir una idea transcendente, espiritual, soteriológica a través de la materia.

Detrás de las imágenes late una concepción cristológica, una forma de concebir la persona y obra de Cristo. Siempre que hay una controversia cristológica, hay una determinada imagen de Cristo, y viceversa, detrás de una controversia iconográfica hay una visión de la persona de Cristo11.

San Gregorio de Nisa ya había llamado a las imágenes la Biblia de los pobres y de los ignorantes.

San Basilio decía que la pintura, las imágenes, manifiestan y hacen visible, a través de la imitación, lo mismo que cuanto el discurso manifiesta a través del oído. Las imágenes son como un libro abierto que estimula al deseo de las realidades espirituales.

San Juan Damasceno fue “el mejor” de los Padres que plantearon –siguiendo el pensamiento de la iglesia occidental- el tema de la veneración de las imágenes:

“Hubo un tiempo en que no se hacía imagen alguna de Dios, dado que él existe sin cuerpo ni figura. Ahora, en cambio, después de haberse manifestado en la carne y de haber vivido con los hombres, hago objeto de imagen cuanto de Dios es visible. No adoro la materia, sino al creador de la materia... No dejaré de honrar la materia que sirvió de instrumento para procurarme la salvación”.

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? Debido a la influencia platónica. 11 Importante para recalcar la humanidad de Cristo serán las decisiones de los Concilios de Nicea, Constantinola, Calcedonia.

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Los sarcófagos: La escultura tiene su mejor expresión en los relieves de los sarcófagos. Son las únicas representaciones que tenemos en relieve o sobre mármol12. También hay una catequesis programática.

Al principio, los fieles no usaban los sarcófagos para los enterramientos. Los pudientes utilizaban los sarcófagos paganos. Se va pasando a escenas y símbolos cristianos en los sarcófagos, sobre todo tras convertirse el cristianismo como religión oficial del Imperio.

Aparecen a finales del siglo III y se desarrollan durante el siglo IV-V; se desplaza su producción a Milán, Rávena, sur de Francia, Levante español, Andalucía y Norte de África. A partir del 250, aparecen escenas del Antiguo Testamento y posteriormente las escenas del Nuevo Testamento; se quitan los filósofos y las fiestas paganas.

En al siglo IV se distinguen tres periodos o épocas:

a) Época constantiniana (313-337); con el sarcófago dogmático con escenas de friso continuo y estrigilos del Antiguo y Nuevo Testamento. Después habrá separación de escenas por columnas o árboles. Las escenas son de tipo soteriológico, milagros y escenas de Pedro. El centro del sarcófago lo ocupa la imagen del Orante o Pietas. Se cuidan poco las formas corporales. Hay “Timor Vacui” o Horror Vacui”, es decir, temor u horror al vacío lo que hace que las imágenes aparezcan apelmazadas, con superposición de imágenes. Las cabezas son de tipo expresionista.

b) Época del renacimiento clásico (340-370); aparecen las escenas de Pasión (Jesús de la Meditación, sentado pensando, tomado de la figura de Job, y ésta tomada del filósofo romano). El sarcófago más representativo es el de Julio Basso. También hay escenas del Antiguo y Nuevo Testamento (historia de la salvación). Se cuidan más las formas y la plasticidad

12 Esto denota la presencia de cristianos ricos en la Iglesia.

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(más realismo). La composición de las escenas es más armónica y teatral. Hay una gran belleza formal. Hay escenas de grupos diferenciados.

c) Época Teodosiana (380-400); el sarcófago de San Ambrosio y Arlés. Predominan los símbolos de triunfo. Son sarcófagos más monumentales, con imágenes más grandes. Hay espacios libres para destacar las imágenes. La figura más representativa es la de Jesús rodeado de sus apóstoles. Es una etapa más manierista, reacción de la anterior etapa idealista. Aparecen las figuras más alargadas. Se cuidan menos las formas plásticas. Se vuelven a utilizar los trépanos, quitando idealismo.

ANEXO 1

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El iconoclasmo:

A lo largo del siglo VII, el culto a las imágenes emprendió una marcha triunfal en devoción a las gentes sencillas, favoreciendo así las leyendas e incluso la milagrería. Fue por entonces cuando empezaron a parecer imágenes de Cristo no pintadas por mano de hombre (akeiropoieta), imágenes de la Virgen atribuidas a san Lucas, imágenes caídas del cielo; imágenes que derramaban sangre, que defendía contra las enfermedades...

Quizás por esa especie de fanatismo surgieron de nuevo algunas voces contra las imágenes. Había incluso regiones enteras, como Armenia, que eran hostiles a las imágenes; y no precisamente entre los herejes, especialmente los monofisistas, y sectarios, como los paulicianos, sino también entre obispos plenamente ortodoxos.

El origen de la iconoclastia parece que no estuvo tanto en el Emperador León III el Isaúrico, cuando en algunos obispos de Asia Menor, entre los que sobresalieron Constantino de Nacoeo, el metropolita Tomás de Claudiópolis, y el también metropolita Teodoro de Éfeso. Estos obispos, antes de que brotase la contienda del iconoclasmo, habían pedido al patriarca Germán de Constantinopla, no sólo que moderara, sino incluso que reprimiera el culto a las imágenes.

No se puede decir cuando empezó el verdadero culto a las imágenes; pero tuvo que ser, más o menos, a finales del siglo VII, porque Concilio Trulano o Quinisexto (692) promulgó tres cánones sobre el culto de las imágenes: el canon 73 se refiere a la veneración de al cruz; el 82 pide que se sustituyan las representaciones simbólicas y alegóricas de Cristo, por ejemplo el cordero, por figuras humanas; y el 100 da normas concretas sobre la decencia en el arte sacro.

San Juan Damasceno fue el adversario más demoledor de los iconoclastas, porque, según estos, la trascendencia divina, es decir, la esfera de lo sagrado, es absolutamente intangible; en cambio, según San Juan Damasceno, la imagen va unida a la presencia viva y actual del evento narrado.

ANEXO 2

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El decreto dogmático del Concilio II de Nicea:

El Concilio II de Nicea fue convocado en el año 787 por la emperatriz Irene, regente durante la minoría de edad de su hijo Constantino IV (780-790), la cual había permanecido fiel, aunque en secreto, al culto de las imágenes.

El Papa Adriano I (772-795), invitado al Concilio por la Emperatriz, no asistió personalmente, pero envió, como era costumbre, sus legados: Pedro, arcipreste de la Basílica de san Pedro, y el abad Pedro, del monasterio de san sabas.

Después de muchas dificultades provocadas por los obispos iconoclastas, que pretendían boicotear el Concilio, los Padres conciliares, juntamente con la Emperatriz Irene y su hijo Constantino IV, firmaron las actas del Concilio, en las que figura el siguiente decreto dogmático que había sido aprobado en la sesión IV (13.01.787):

“Siguiendo el camino real, fieles al magisterio divinamente inspirado de nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia Católica, pues la reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella, definimos con todo esmero y diligencia que, como la de la preciosa y edificante Cruz, así también hay que exhibir las venerables y santas imágenes, tanto las de colores como la de mosaicos o de otras materias convenientes, en las santas iglesias de Dios, en los vasos y vestidos sagrados y en los muros y tablas, en las casas y en los caminos; a saber, tanto la imagen de Nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo, como la de Nuestra Inmaculada Señora, la Santa Madre de Dios, y las de los honorables ángeles y de todos los santos y piadosos varones.

Porque cuanto más se las contempla en una reproducción figurada, tanto más los que las miran se sienten estimulados al recuerdo y afición de los representados, a besarlas y a rendirles el homenaje de la veneración (proskinesis timetiké), aunque sin testificarle adoración (latría), la cual sólo compete a la naturaleza divina: de manera que

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a ellas (las imágenes) como a la figura de la preciosa y vivificante Cruz, a los santos evangelios y a las demás ofrendas sagradas, les corresponde el honor tributado a la imagen se refiere al representado en ella, y quien venera una imagen venera en ella a la persona representada”. (Denzinger, 600-601).

San Basilio asimilaba ontológicamente la imagen a al Palabra divina; y le brindó al Concilio II de Nicea la fórmula teológica:

“La adoración de la imagen pasa a quien está pintado. Sea por el pensamiento en las palabras de la Escritura, sea por la representación del icono..., nosotros recordamos los prototipos (sus modelos vivientes) y somos introducidos al lado de ellos”.

Después de la victoria del culto a las imágenes, un sínodo de Constantinopla (860) sentenció en el siguiente decreto:

“Lo que el Evangelio nos dice con palabras, el icono lo hace con colores y lo hace presente”.

El Concilio Niceno II (787) acalló definitivamente todas las voces contrarias al culto de las imágenes; pero no logró acabar con las de algunas sectas, por ejemplo con los paulicianos, los cuales encontraran bastantes adeptos en la Edad Media, tales como Pedro y Enrique de Bruys, y posteriormente Wyclif, Juan Hus y los reformadores protestantes, en general, y muy especialmente Calvino. Contra todos ellos el Concilio de Trento proclamó de nuevo la legitimidad del culto a las imágenes.

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