EL CASTELLANO, VEHÍCULO DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA EN EL...

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LA LENGUA ESPAÑOLA, VEHÍCULO DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA EN EL RENACIMIENTO Mª Jesús Mancho CILUS Universidad de Salamanca En este período histórico en que comienzan a disiparse las brumas del Medievo para alumbrar el despegue de la ciencia aplicada moderna, España se coloca a la vanguardia de las naciones de su entorno europeo y los españoles son plenamente conscientes de esta situación. La extrañeza suscitada por lo nuevo, que a una mentalidad medieval causaba temor, desde los albores del quinientos atrae la curiosidad de las mentes más inquietas y sirve de estímulo para el descubrimiento de fascinantes ámbitos de conocimiento 1 : Toda historia, aunque no sea bien escrita, deleyta. Por ende, no ay que recomendar la nuestra, sino avisar cómo es tan aplazible quanto nueva por la variedad de cosas, y tan notable como deleytosa por sus muchas extrañezas. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia general de las Indias, que contiene la conquista del Perú, Amberes, Martín Nucio, 1554. La cursiva es mía en éste y los restantes casos). No resulta sorprendente, por tanto, que la novedad, tanto de los territorios geográficos recién descubiertos, como de la propia descripción de los mismos, sea uno de los acicates que mueven a escribir obras, como resalta Gonçalo Fernández de Oviedo: Si no fuere tan ordenado lo que aquí será contenido, ni por tanta regla dicho, como me ofrezco que estará en el tratado que he dicho que tengo, copioso de todo ello, no mire Vuestra Majestad en esto, sino en la novedad de lo que quiero decir, que es el fin con que a esto me muevo. (Gonçalo Fernández de Oviedo, Sumario de la natural y general istoria de las Indias, Toledo, Remón de Petras, 1526). Y esta novedad es la que justifica la denominación del llamado Mundo Nuevo: También se puede llamar Nuevo, por ser todas sus cosas diferentíssimas de las del nuestro: los animales en general, aunque son pocos en especie, son de otra manera; los peces del agua, las aves del ayre, los árboles, frutas, yerva y grano de la tierra, que no es pequeña consideración del Criador, siendo los mismos elementos una misma cosa allá y acá. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia 1 “Frente a la concepción estática del saber en la Edad Media, de dentro de ella misma nace una tendencia a incorporar al conocimiento zonas hasta entonces no cultivadas, a ensanchar su ámbito, buscando en aquellos medios o instrumentos, que hasta entonces no se consideraban más que como productos de un saber permanente e inalterable, precisamente las novedades a descubrir”. (J.A. Maravall, “Defensa y exaltación de la novedad”, Antiguos y modernos, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 41). 1

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LA LENGUA ESPAÑOLA, VEHÍCULO DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA EN EL RENACIMIENTO

Mª Jesús Mancho CILUS Universidad de Salamanca

En este período histórico en que comienzan a disiparse las brumas del Medievo para

alumbrar el despegue de la ciencia aplicada moderna, España se coloca a la vanguardia

de las naciones de su entorno europeo y los españoles son plenamente conscientes de

esta situación. La extrañeza suscitada por lo nuevo, que a una mentalidad medieval

causaba temor, desde los albores del quinientos atrae la curiosidad de las mentes más

inquietas y sirve de estímulo para el descubrimiento de fascinantes ámbitos de

conocimiento1: Toda historia, aunque no sea bien escrita, deleyta. Por ende, no ay que recomendar la nuestra, sino avisar cómo es tan aplazible quanto nueva por la variedad de cosas, y tan notable como deleytosa por sus muchas extrañezas. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia general de las Indias, que contiene la conquista del Perú, Amberes, Martín Nucio, 1554. La cursiva es mía en éste y los restantes casos).

No resulta sorprendente, por tanto, que la novedad, tanto de los territorios

geográficos recién descubiertos, como de la propia descripción de los mismos, sea uno

de los acicates que mueven a escribir obras, como resalta Gonçalo Fernández de

Oviedo: Si no fuere tan ordenado lo que aquí será contenido, ni por tanta regla dicho, como me ofrezco que estará en el tratado que he dicho que tengo, copioso de todo ello, no mire Vuestra Majestad en esto, sino en la novedad de lo que quiero decir, que es el fin con que a esto me muevo. (Gonçalo Fernández de Oviedo, Sumario de la natural y general istoria de las Indias, Toledo, Remón de Petras, 1526).

Y esta novedad es la que justifica la denominación del llamado Mundo Nuevo: También se puede llamar Nuevo, por ser todas sus cosas diferentíssimas de las del nuestro: los animales en general, aunque son pocos en especie, son de otra manera; los peces del agua, las aves del ayre, los árboles, frutas, yerva y grano de la tierra, que no es pequeña consideración del Criador, siendo los mismos elementos una misma cosa allá y acá. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia

1 “Frente a la concepción estática del saber en la Edad Media, de dentro de ella misma nace una tendencia a incorporar al conocimiento zonas hasta entonces no cultivadas, a ensanchar su ámbito, buscando en aquellos medios o instrumentos, que hasta entonces no se consideraban más que como productos de un saber permanente e inalterable, precisamente las novedades a descubrir”. (J.A. Maravall, “Defensa y exaltación de la novedad”, Antiguos y modernos, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 41).

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general de las Indias, que contiene la conquista del Perú, Amberes, Martín Nucio, 1554)

Tales espacios pueden corresponder, incluso, a dimensiones espirituales, como en el

caso de las altas cumbres místicas, caracterizadas por su extrañez y novedad2: Porque extraño llaman a uno por una de dos cosas: o porque se anda retirado de

la gente, o porque es excelente y particular entre los demás hombres en sus hechos y obras. Por estas dos cosas llama el alma aquí a Dios extraño: porque no solamente es toda la extrañez de las ínsulas nunca vistas, pero también sus vías, consejos y obras son muy extrañas y nuevas y admirables para los hombres. Y no es maravilla que sea Dios extraño a los hombres que no le han visto, pues también lo es a los santos ángeles y almas que le ven, pues no le pueden acabar de ver ni acabarán; y hasta el último día del juicio van viendo en Él tantas novedades, según sus profundos juicios y acerca de las obras de su misericordia y justicia, que siempre les hace novedad y siempre se maravillan más. De manera que no solamente los hombres, pero también los ángeles le pueden llamar ínsulas extrañas. (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, 13-14, 8).

Si la variedad suscita la curiosidad, como reconoce Cristóbal Acosta:

Omnes homines naturam scire desiderant, dize el Philósofo en el principio de su Metaphísica. Amado lector, pudieron tanto conmigo estas palabras, que me hizieron, dexada mi patria, buscar por diversas regiones y provincias sabios y curiosos de quien pudiesse aprender cada día algo de nuevo. (Christóval de Acosta, Tractado de las drogas y medicinas de las Indias Orientales, Burgos, Martín de Victoria, 1578),

los descubrimientos provocan la admiración ante la maravilla del mundo creado y

promueven el deseo y afán de saber: Es el mundo tan grande y hermoso y tiene tanta diversidad de cosas, tan diferentes unas de otras, que pone admiración a quien bien lo piensa y comtempla. Pocos hombres ay, si ya no biven como brutos animales, que no se pongan alguna vez a considerar sus maravillas, porque natural a cada uno es el desseo de saber; empero unos tienen este desseo mayor que otros, a causa de aver juntado arte a la inclinación natural, y estos tales alcançan muy mejor los secretos y causas de las cosas que naturaleza obra. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia general de las Indias, que contiene la conquista del Perú, Amberes, Martín Nucio, 1554).

En consecuencia, el hombre tiene, por designio divino, el privilegio, pero también el

deber, de avanzar y profundizar en el conocimiento científico: Y, como Esdras dize: “Los que moran en la tierra pueden entender lo que ay en ella”, assí que, pues Dios puso el mundo en nuestra disputa y nos hizo capazes y merecedores de lo poder entender, y nos dio inclinación voluntaria y natural de saber, no perdamos nuestros previlegios y mercedes. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia general de las Indias, que contiene la conquista del Perú, Amberes, Martín Nucio, 1554)

Y en este proceso, superar temores, prejuicios, errores y fallos:

2 Sobre este aspecto, véanse J. A. Maravall, “El interés por lo extraño”, Ibidem, pp. 72-83 y mi artículo “Acerca de la «extrañez» sanjuanista”, Insula, nº 537, septiembre de 1991, pp. 29-31.

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Imaginar yo ahora que en un Mundo Nuevo, de historia nueva, siendo mayormente nuevo y tan moderno el escritor, no haya mil faltas que notar, mil sobras que quitar y aun mill buenas cosas que añedir, ignorancia mía, o, por mejor decir, soberbia y arrogancia fuera. (Juan de Cárdenas, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, México, Pedro Ocharte, 1591).

La monarquía española, por su parte, apoya y favorece el cultivo de unas disciplinas

novedosas, que no se ajustan a los cánones estrictos de los planes de estudios

universitarios, pero que proporcionan respuesta a acuciantes y generalizadas demandas

sociales3 y, por lo mismo, se manifiestan como absolutamente prioritarias para el

desarrollo económico y la modernización de un sociedad en expansión4. En estos

prólogos abundan las referencias a la función desempeñada por el Rey, parangonable a

la de los emperadores latinos, y a la imagen positiva que se tenía de España,

diametralmente opuesta a la que denunciará el atraso científico en el siglo siguiente5.

Las circunstancias históricas, en su conjunto, parecen confluir para que la lengua

española, que según Nebrija había alcanzado su máxima cima, afiance aún más su

hegemonía al convertirse en vehículo de divulgación científica en competencia con el

latín. Justamente, en las introducciones de estas obras, los representantes de este

humanismo científico6 ofrecen, de manera dispersa y sin pretensiones de organicidad,

3 Véase J.M. López Piñero, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII, Barcelona, Labor, 1979; del mismo, “El renacimiento en las ciencias”, especialmente el apartado “Las áreas de la actividad científica”, en Menéndez Pidal, Historia de España, Vol. XXI, La cultura del Renacimiento (1480-1580), Madrid, Espasa Calpe, 1999, pp. 324-325. 4 Sobre este concepto, véase J.A. Maravall, “La imagen de la sociedad expansiva en la conciencia castellana del siglo XVI”, Estudios de Historia del pensamiento español, Época del Renacimiento, Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1984, pp. 271-315. 5 Pueden servir como muestra los prólogos de Martín Cortés y de Pedro de Medina, y las respectivas dedicatorias a Carlos V y Felipe II, donde se ensalza la función de la navegación, el papel de España en el concierto de las naciones europeas y la función determinante del monarca. Martín Cortés no vacila en loar la “felicidad de estos tiempos”: • Por cierto, si no me engaño, estos nuestros tiempos no son inferiores de aquéllos y sabemos, sin

duda, Vuestra Majestad aver sido más útil a España que Saturno a los latinos y ser más excelente legislador quasi a toda Europa y tierra descubierta, o Mundo Nuevo, que aquél que lo fue a un rinconcillo de Italia. De aquí colijo no ser pequeña alabança a Vuestra Majestad la felicidad de vuestros tiempos [...] En vuestros felicíssimos tiempos paresce que España se ha renovado y en todas las artes mecánichas se ha pulido y mejorado, ha florecido en letras y hase encumbrado en armas, y aquélla que d’ellas carecía, de las sobras puede prestar a sus vezinos. Y porque a la Magestad Imperial para bien regir no basta leyes ordenar, si le faltan armas para defender y castigar, ¿quién, como Vuestra Magestad, tiene lo uno y no le falta lo otro, aviendo triunphado de reyes y reynos, estendiendo el nombre de España por tierras ignotas y bárbaras? (Martín Cortés, Breve compendio de la sphera y de la arte de navegar con nuevos instrumentos y reglas. Sevilla, Antón Álvarez, 1556).

6 Empleamos esta locución en el sentido en que aparece empleada por C. Flórez, P. García Castillo y R. Albares, quienes caracterizan este movimiento cultural por “el hecho de mantener una paideía o pedagogía, que tenía como objetivo una construcción rigurosa del saber en todas las disciplinas. Construcción que se lograba con la mediación del método, ya fuera éste más histórico, como en el caso de Nebrija y sus seguidores; o más racionalista como en el caso del Brocense o los suyos”. (El humanismo científico, Salamanca, Caja Duero, 1999, p. 13).

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sus reflexiones personales, no sólo acerca de la materia sobre la que versan sus propios

trabajos, sino también sobre la lengua en que se han expresado, el español en este caso7.

Ofrecemos, a continuación, una selección estructurada de estas afirmaciones, junto con

una interpretación y contextualización de las mismas, las cuales en general son muy

poco conocidas, dado el contexto científico y técnico en que se insertan,

tradicionalmente relegado por los historiadores de la lengua española. Sin embargo, su

interés, en sí y por la novedad que revisten, es palmario.

1. La elección de la lengua castellana o española.

Son abundantes en los prólogos de estas obras las referencias y menciones de los

propios autores –a veces de manera entusiasta- a la conveniencia de difundir estas

disciplinas en lengua vulgar o romance: Me he detenido muchas vezes de no osar escrevir aquesta materia en vulgar, hasta que he visto la grande necessidad que ay. (Luys Saravia de la Calle, Instrución de mercaderes, Medina del Campo, Pedro Castro, 1544). Y la intención d’este provecho me le hizo poner en romance. (Luys de Alcalá, Tractado en que a la clara se ponen y determinan las materias de los préstamos, Toledo, Juan de Ayala, 1543). Vuestra Magestad me mandó que bolviesse de latín en nuestro romance castellano el tratado que en días passados hize. (Diego del Castillo, Tratado de cuentas, Salamanca, Juan de Junta, 1551).

que se concreta en lengua castellana y ésta con española, nuestra lengua,8 en fin: He deliberado, con buen zelo de caridad, como devo a todos mis naturales próximos de España, escrevir este otro libro en nuestra lengua, en el qual más particularmente se trata la materia de las supersticiones y hechizerías vanas. (Pedro Ciruelo, Reprovación de las supersticiones y hechizerías, Salamanca, Pedro de Castro, 1538). Acordé de poner mi trabajo en hazer una suma de las provincias e partidas del universo en nuestra lengua castellana, porque mejor las comprehendiessen los que la leyessen e a más personas aprovechasse. (Martín Fernández de Enciso, Suma de Geographía, Sevilla, Juan Cromberger, 1519, 15302).

7 Ya Lore Terracini llamaba la atención sobre el hecho de que las reflexiones sobre la lengua y la literatura en la España del Quinientos se caracterizan por “la totale assenza di precettistica” y la primacía de la individualidad, la concreción y el empirismo, lo que “si riflettono da un punto di vista esterno nel suo aspetto frammentario ed extemporaneo. Si tratta in massima parti di prologhi e di pagine sparse (e sono esempi tipici i prologhi-epistole di Garcilaso e di Boscán, il discorso di Morales, l’introduzione di Francisco de Medina alle Anotaciones de Herrera, i prologhi di Fray Luis de León alle poesie e al terzo libro de Los nombres de Cristo); [...] Questo aspetto a-sistematico culminerà nel carattere annotatorio delle pagine del Brocense, e sopratutto di Herrera, ma aveva già una prima expresione nella mancanza di organicità del Diálogo di Valdés”. (Lingua come problema nella letteratura sapgnola del Cinquecento, Torino, Stampatori Editore, 1979, pp. 123-124). 8 “Desde el reinado de los Reyes Católicos ya es posible la referencia a una lengua nuestra, básicamente castellana” (J. A. Frago, “La lengua”, Menéndez Pidal, Historia de España, Vol. XXI, La cultura del Renacimiento (1480-1580), p. 593.

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Me dispuse a sacar por aora este libro en lengua española, que resultó del tiempo que serví en la guerra a Su Magestad. (Christóval Mosquera, Comentario en breve compendio de disciplina militar, Madrid, Luis Sánchez, 1596).

El castellano se identifica, en efecto, con la lengua común de todos los

españoles: Determiné yo (con voluntad y beneplácito del autor) traduzir en castellano lo que los romancistas dessearían tener traduzido, y communicarlo con todas naciones de España que commúnmente entiende castellano. (Cristóbal Plantino, (trad.), Teatro de la Tierra universal de Abraham Ortelio, Amberes, Cristóbal Plantino, 1588). Hágola de presente en castellano, porque gozen d’ella luego todos nuestros españoles. Quedo haziéndola en latín de más espacio y acabaréla presto, Dios mediante, si Vuestra Majestad lo manda y favorece. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia general de las Indias, que contiene la conquista del Perú, Amberes, Martín Nucio, 1554).

En algún caso concreto aparece empleado el sintagma lengua familiar: De la primera culpa me escusa la importunidad de un grande amigo mío, mercader, que me pidió con grande instancia que le escriviesse alguna cosa en la materia de cambios y usuras, y por hablar con él lo traté en lengua familiar. (Cristóbal de Villalón, Provechoso tratado de cambios y contrataciones de mercaderes y reprovación de usura, Valladolid, Francisco Fernández de Córdova, 1542).

Como también lengua natural y materna: Y uvo señaladas personas en ellas hasta el tiempo del Rey don Alonso, que hizo Las Tablas, al qual, en este exercicio, le servían muchos varones doctos que no sabían latín, sino que en su lengua natural y materna, sabían muy bien todas estas disciplinas. Las quales no requieren tanta elegancia de lengua, como destreza y habilidad de ingenio, lo que muchas vezes se halla en hombres que no saben latín. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

O nuestra lengua materna castellana: Hízele en nuestra lengua materna castellana. (Gaspar Gutiérrez de los Ríos, Noticia general para la estimación de las Artes, Madrid, Pedro Madrigal, 1600). Fue sacado este tractado de lengua catalana en nuestra lengua materna e vulgar castellano. (Ruperto de Nola, (trad.), Libro de guisados, manjares y potajes, intitulado Libro de cozina, Logroño, Miguel de Eguía, 1529).

No faltan, incluso, las justificaciones de algunos de sus autores por utilizar la

lengua española, a pesar de no ser la suya propia, como en el caso de Marco Aurel, de

origen alemán9, por un pragmatismo explícito en el deseo del utilizar un vehículo de

comunicación más extendido para dar a conocer materias nuevas: Es verdad que no dexo de conoscer que podría ser, en todo y por todo, digno de gran pena y perpetua reprehensión en haverme querido atrever a componer y escrivir

9 Marco Aurel se afincó en Valencia hacia el ecuador del quinientos, donde se dedicó a la enseñanza de las matemáticas en un nivel secundario, y en la misma ciudad publicó sus obras. Véase López Piñero et alii, Diccionario histórico sobre la ciencia moderna en España, Barcelona, Península, 1983.

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libros en lengua agena de mi natural, si ya mi voluntad de querer aprovechar y la necessidad que d’ello ay no desculpassen del todo a mi atrevimiento. Por lo qual, si el proseguir y ingerir de mis razones en esta obra no fueren como deven, no ay por qué dar fe a mis disfraçadas palabras, sino a la fe y verdad de la regla con que la obra se trata. Assí que, por ser cosa nueva lo que trato y jamás vista ni declarada —y podrá ser que ni aun entendida ni imprimida en España—, me he atrevido a tratarla y escrivirla en lengua tan por entero repugnante a la mía. Y, dado que esto sea assí, como dicho tengo, no dexo, empero, de someterme a toda regla de verdadera correción y rogar a todos los que mi libro tratar quisieren, reciban y corrijan mi obra, no con otra voluntad ni amor, sino con aquélla que a mí me movió a querer aprovechar a todos. (Marco Aurel, Libro primero de Arithmética algebrática, “Carta al lector”, Valencia, Joan Mey, 1552).

Asimismo, en la utilización del español por hablantes de lenguas maternas

distintas se manifiesta un sentimiento de nacionalismo lingüístico10, en el sentido de que

escribir acerca de materias nobles en una lengua ensalza e ilustra la nación que utiliza

tal vehículo expresivo: Yo, ahunque lastimado también de mis primeros maestros y poco exercitado, assí en las buenas letras (que tarde he aprehendido), como en la lengua spañola (que, allende de ser aragonés, en muchos años de peregrinación habré algún tanto olvidado), con desseo de ayudar en algo a my nasçión, tuve por bien de hurtar a otros mayores estudios y occupaciones mías algunos ratos de trabajo para poner en lengua española la Geometría vulgar de Oroncio. (Pedro Juan de Lastanosa, (trad.), Los dos libros de la Geometría práctica de Oroncio Fineo Delphinate, s.l., s.i., 1554).

El resultado de estos esfuerzos es el enriquecimiento de la lengua española,

mérito imputable a los autores que se han dedicado a tal empresa, con quienes la nación

tiene contraída deuda de agradecimiento: Y aunque la paga y moneda mía carezca de aquel quilate y fineza que tuvo la suya, no se puede negar que con los trabajos passados míos no aya en parte enriquecido la lengua española, la nuestra, con diversos cuerpos de tratados y libros provechosos, a los quales yo he dado orgánico cuerpo. (Bernardo Pérez de Vargas, De re metallica, Madrid, Pierres Cosin, 1568). Todo esto, que a mí me ha dado atrevimiento para offrecer a tan gran príncipe tan pequeño don y esperar será más estimado que fue de Alexandro la Iliada de Homero, ha de ser causa para que Vuestra Magestad acepte esta voluntad de servirle y desseo de ayudar a enriquecer la lengua española. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582). Mucho deve España a este cavallero, pues a enriquecido su lengua con una escritura tan grave y digna de estimación y tan necessaria en el mundo. (Diego Álaba y Viamont, El perfeto capitán, instruido en la diciplina militar y nueva ciencia de la Artillería, Madrid, Pedro Madrigal, 1590).

10Véase M. Alvar, “La lengua y la creación de las nacionalidades modernas”, Revista de Filología Española, LXIV, 1984, pp. 205-238. Asimismo, J. Maravall, “La pertenencia a la comunidad. La lengua como creación”, Antiguos y modernos, pp. 400-407, y D. Ynduráin, Humanismo y Renacimiento en España, especialmente los apartados “Humanismo y razón de estado” y “Humanismo y política”, Madrid, Cátedra, 1994, pp. 115-128.

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Ciertamente, se pondera el acrecentamiento e ilustración de la lengua conferidos

por la labor de personas doctas y cultivadas, con sus obras serias y científicas: Que assí, no solamente los del vulgo se podrán levantar en el entendimiento y razón con el conoscimiento de cosas, mas ahun nuestra vulgar lengua rescibiría gran ornamento y copiosidad trabajando en ella doctos y sagaces ingenios, pues la prinçipal virtud de cada lengua es la que de las doctas limas recibe. (Pedro Juan de Lastanosa, (trad.), Los dos libros de la Geometría práctica de Oroncio Fineo Delphinate, s.l., s.i., 1554).

Tales efectos ennoblecedores contrastan con los derivados de la literatura de

entretenimiento y ficción, con la que el español –a juicio de ciertos críticos, cuya

severidad no está exenta, tal vez, de resabios erasmistas- no sólo no se enriquece, sino

que se envilece: En el entretanto, será cosa justa que los de nuestra nación que son doctos (pues los hay y muy señalados) s’empleassen en poner en lengua spañola, no monstruosos encuentros, ni nuevos géneros de vanas epístolas y otros desconçertados escritos (como algunos, no sin daño de la lengua y ahun del entendimiento y juyzio vulgar, osan publicar), sino cosas de pesso y tomo, sacadas de los antiguos, tanto en historia como en artes y sciencias, como son los de los doctíssimos varones Pero Mexía y Christóval de Strella y otros qu’en nuestro tiempo con grande fundamento de lenguas y sciencias muestra bien haver sido escritas de hombres doctos, prudentes y buenos. (Pedro Juan de Lastanosa, (trad.), Los dos libros de la Geometría práctica de Oroncio Fineo Delphinate, s.l., s.i., 1554).

El estudio, cultivo y perfeccionamiento de la lengua española es tarea

considerada de máxima importancia y de interés nacional11. Uno de los métodos para su

mejora es el recurso a las traducciones, tanto de autores clásicos, como extranjeros

coetáneos. Su trascendencia es puesta de manifiesto por algunos de sus principales

representantes: Una de las cosas en que más diligencia avrán de poner los vassallos de Vuestra Magestad es en el estudio de su propria lengua y en procurar enriquecerla, no solamente con los libros escritos de su principio en ella, sino con todos los buenos que en las otras se hallan, para que los grandes ingenios y entendimientos que esta provincia produze en tanta abundancia, tuviessen el pasto que dessean, junto con mucho acrescentamiento. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

Es clara la finalidad patriótica que se pretende con trasmitir estos contenidos en

lenguas vernáculas. En ocasiones, las traducciones a la española continúan otras hechas

con anterioridad en otras lenguas vulgares: He tomado yo este trabajo con el mesmo afecto y desseo que tuve quando, en francés y nuestra vulgar y materna lengua de Flandes, procuré se imprimiessen los mesmos libros; conviene a saber, ayudar aprovechar por mi parte y según mi

11 Sobre las modalidades que adopta ese sentimiento de defensa e ilustración de las lenguas nacionales y la oscilación entre las tendencias populares y cultas, véase J. A. Maravall, “La pertenencia a la comunidad. La lengua como creación”, Antiguos y modernos, p. 404.

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possibilidad a la república, y servir también en esto a la nobilíssima nación española. Y para que todos pudiessen gozar de los frutos y provechos d’este utilíssimo libro, trabajé de ponerlo en lengua a todos común. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

A esta consideración dignificadora de la lengua castellana o española y a su

enriquecimiento contribuye la incorporación de latinismos, concomitante con la

depuración de elementos árabes, reflejo de una mentalidad humanista extendida

en la época y de la concepción generalizada de ser su origen la corrupción del

latín: La qual [lengua española], con singular diligencia de muchos varones letrados, que componen libros con gran industria y sumo artificio, se enriquesce cada’l día, desechando de sí la schoria de algunos vocablos arábigos, y, tomando muchos latinos, torna a cobrar su natural y antigua nobleza de romance. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

Del logro de todas esas características se deriva la excelencia de la lengua

española12, como se encargan de poner de relieve de manera encomiástica algunos

autores en párrafos apologistas13: La lengua española, tan excellente y de tanto primor, tan estimada y celebrada de los estrangeros. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582). Me paresce que, traduziendo estas artes en lengua española, no se prophanan, pues, entre todas las lenguas vulgares, sin perjuyzio de las otras, se puede bien dezir es la más abundante, viril y sonora y más común a diversas naciones y pueblos del mundo. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

Cultivo de los doctos poco extendido, a pesar de la capacidad de la lengua

castellana de recibir una materia excelente, como se lamentan, siguiendo tópicos

renacentistas, los defensores o apologistas de la lengua vulgar: Por donde yo, viendo que a todas las otras lenguas se havía comunicado este tan señalado author, salvo a la nuestra española, que, o por nuestro descuydo o por

12 “Si el Humanismo renacentista tenía tal vez como primera de sus marcas la veneración por el latín y por el griego, ese mismo Humanismo suscitaría el interés y, finalmente, la exaltación honrosa de la lengua propia. El proceso ya nos es conocido. Se inicia con una primera fase en actitud de puro acatamiento a las lenguas clásicas, para postular después un mejoramiento de la lengua vulgar, por imitación de aquéllas, y llegar finalmente a buscar en el propio ser y contextura de cada lengua presente la norma de su desarrollo y perfeccionamiento –perfección que, antes de que termine el siglo XVI, muchos consideran haber sido ya alcanzada-, hasta el punto de poderse colocar la lengua vulgar y la obra de los “auctores” que en ella escriben por encima de cuantos dejó en herencia la antigüedad”. (J. A. Maravall, Antiguos y modernos, p. 499). 13 Sobre las apologías de la lengua española en el Quinientos, pueden verse J. F. Pastor, Apologías de la lengua castellana, Madrid, 1929; G. Bleiberg, Elogios de la lengua española, Madrid, Cultura hispánica, 1951 y P. Ruiz Pérez, “Sobre el debate de la lengua vulgar en el Renacimiento”, Criticón 38 (1987), pp. 15-44.

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alguna siniestra constellatión, ha sido siempre la menos cultivada de todas, con ser ella la más capaz, civil y fecunda de las vulgares, y teniendo entendidos los graves inconvenientes que sobrevenían a cada passo, assí en aquellos vuestros reynos d’España como en otras partes, por la ignorantia de la materia medicinal, resolvíme de hazerle de griego español. (Andrés de Laguna, (trad.), Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Anvers, Juan Latio, 1555).

2. Tensión latín–español:

En cualquier caso, es perceptible una tensión entre el latín y el romance o

vulgar, como vehículo de comunicación científica, a la hora de redactar los

tratados de las diferentes materias. En esta dialéctica se manifiestan claramente

diferentes posturas.

En primer lugar está la de quienes estiman por más noble la lengua latina y se

resisten al empleo del vulgar, pero la necesidad de difusión de sus contenidos

justifica esta elección. Es lo que defiende, dentro de un marco eclesiástico,

Saravia de la Calle, que denuncia enfáticamente la ignorancia de los sacerdotes,

no sólo de la lengua latina, sino también de otras materias atingentes a su

ministerio. Por lo que se refiere a lo primero, expone sus dudas y temores por las

posibles consecuencias del mal uso de su obra, escrita en vulgar, -como refleja en

sus críticas a los autores de confesionarios escritos en romance, y mucho más aún

a las traducciones de la Biblia, fuente de extensas y múltiples herejías coetáneas-,

en su Prólogo dedicado al Obispo de Cuenca: Pues si el latín vale tan poco, como es notorio, ¿qué valdrá el romance solo?. Pues luego, poco provecho se hazen los escriptores celosos a los confessores ygnorantes en darles confessionarios en romance; antes pienso que en gran manera los dañan, porque con tenerlos les dan atrevimiento que confiessen, lo qual, sin ellos, no osarían hazer. Y con no entendellos caen en grandes errores, pues no son menos dificultosas las cosas de consciencia en romance que en latín. Hebrayco devía saber el eunucho de la Reyna Candace de Aethiopía o, por ventura, leýa en griego, en su vulgar lengua, a Ysaýas, mas no entendía de quién hablava el propheta hasta que le enseñó Sant Philipe. Por lo qual, con mucha razón se defiende que la Sagrada Escriptura no se lea en vulgar, porque no aprovecha el oýr de las palabras sin entender los mysterios, sino para caer en errores. Considerando esto, me he detenido muchas vezes de no osar escrevir aquesta materia en vulgar, hasta que he visto la grande necessidad que ay, porque los confessores simples no dexan de confessar y en sus confessionarios no tienen resoluta aquesta materia ni declarada e a la mayor parte del mundo está puesta en tráfagos, e compras e arrendamientos, no sólo ciudadanos, labradores e mercaderes, mas hidalgos que, con oficios no debidos, se mantienen en tratos y mercaderías. (Luys Saravia de la Calle, Instrución de mercaderes, Medina del Campo, Pedro Castro, 1544).

Todavía hay quienes, en las lindes del seiscientos, tienen por ejercicio de

humildad escribir acerca de cuestiones elevadas en lengua castellana,

manifestando públicamente su preferencia e inclinación natural hacia la latina y

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justificándose, igualmente, por la necesidad de dar a conocer las materias de que

trata: Hízele en nuestra lengua materna castellana (si bien se tiene por humildad de ingenio el escribir en ella), contra mi natural inclinación y contino exercicio, que ha sido y es de escribir en la latina (en que otros dirán si he dado gusto), porque de otra manera no podía cumplir con lo prometido, ni conseguirse el fruto y fin que por este libro se pretende. Suplico, pues, al discreto lector, se sirva de leerle con la atención y zelo que yo le he hecho por servirle, no apressurando su censura sin averle leýdo y entendido primero, que yo sé que no será del todo inútil y que, por ventura, hallará en él más sentencias que palabras. (Gaspar Gutiérrez de los Ríos, Noticia general para la estimación de las Artes, Madrid, Pedro Madrigal, 1600).

Parece existir una opinión bastante extendida sobre el desconocimiento

generalizado de la lengua latina, a pesar de los denodados esfuerzos de los humanistas,

incluso en las mismas Universidades, donde, en algunos casos excepcionales, se

recomienda leer en romance, mejor comprendido que la culta lengua del Lacio: La otra difficultad se remedia con escrivir en romance y ser común a todos lo que era para solos los latinos, para los quales será también de provecho, por entenderse y imprimirse mejor estas cosas en el propio lenguaje, de que es harto evidente argumento aver, en las universidades adonde ay cátedras de Astrología, estatuto que se lea en romance por más provecho. (Gavriel Gómez, Libro de la esphera del mundo, en romance y por estilo muy claro y fácil a todos, con un tratado de Cosmographía mui provechoso, 1585, Ms., Biblioteca Universitaria de Salamanca).

Pero, frente a estas posiciones, basadas en las deficiencias de conocimiento de

la lengua latina, hay otras que, con planteamientos no exentos de retórica, presentan al

desnudo los prejuicios propios de la mentalidad tradicional, de situar la ciencia en una

región exclusiva, reservada a los conocedores del latín, e incluso llegan a conceder la

presunta superioridad de la lengua clásica, para a continuación refutarla y hacer una

cerrada defensa de la excelencia de la española14, con tal encendido ardor, que llegan a

constituir verdaderas apologías, exaltadoras de sus virtudes y, lo que es de destacar, de

su extensión y difusión entre las naciones de su entorno, expresiones que recuerdan el

célebre parlamento de Carlos V:

14 Como también hace López de Corella, quien presenta unas objeciones a su preferencia por la lengua española, para, a continuación, rechazarlas:

Otros dezían que era cogida del suelo, pues siendo de tan presciosos árboles, estando en tan baxo estilo, no mostrava la suavidad que en las ramas de la lengua latina tiene, sino sequedad y desabrimiento que, por estar en el suelo de la lengua vulgar, avía tomado [...]. Los que dezían ser cogida del suelo por estar en tan baxo estilo, miren que el bien tanto es mayor quanto más se comunica, y pues estando en este estilo muchos más pueden tener noticia de estas sentencias, está notorio ser cosa más útil ser puestas en esta manera de escrevir; y por esta causa movidos, muchos de los passados holgaron escrevir en esta forma, como bien se muestra del gran philósopho Petrarca, que, siendo en las letras latinas tan enseñado, no menospreció escrevir en lengua toscana cosas muy sentenciosas. (Alonso López de Corella, Trezientas preguntas de cosas naturales, Valladolid, Francisco Fernández de Córdova, 1546)

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No faltarán algunos, muy Magnífico Señor, a quien parezca inútil trabajo y curiosidad vana traduzir el presente libro de Cosmographía en romançe, pretendiendo que sea poca esta sciencia vertiéndola en lengua vulgar y se prophana haziéndola común y pública a todos. Otrosí que se da occasión de hazer negligentes a muchos de nuestros españoles, menospreciada la lengua latina, tan elegante y común a tantas naciones, y en los tiempos de agora algún tanto necessaria, se contenten con leer los libros en español, los quales, con mayor suavidad y fruto, se leerían en latín, por ser lengua más abundante de vocablos propios para cada sciencia. Me paresce que, traduziendo estas artes en lengua española, no se prophanan, pues, entre todas las lenguas vulgares, sin perjuyzio de las otras, se puede bien dezir es la más abundante, viril y sonora y más común a diversas naciones y pueblos del mundo. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

Ello supone el reconocimiento de la dignidad de la lengua española y su

equiparación con la latina: Sería razón que, como los latinos la [Arquitectura] saben en su lengua (porque en ella se escrivió al principio), assí los españoles en lengua castellana la supiessen. Porque estos provechos y otros muchos que de saber esta arte se sacan por Vitruvio no se pierdan entre los españoles, pues no son de menores ingenios y habilidades que las otras gentes. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

Y, con planteamientos que dejan al descubierto un cierto imperialismo

lingüístico, o consideración, al modo de los antiguos romanos, de la lengua como un

instrumento político15, el papel del emperador latino será ahora asumido, en total

emulación, por el monarca hispano, a quien se le dedican las obras: Y si él [Vitrubio] dedicó su libro en latín al emperador de los romanos, ¿no será más razón que yo offrezca a Vuestra Magestad este libro en español, como el Emperador de los españoles y de lo mejor del mundo? (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

Ansí, buelvo yo agora a Vuestra Católica y Real Magestad los libros de la Historia Natural, dechado y exemplar de las obras que hizo Dios, Nuestro Señor, en este mundo sensible y de cuanto se contiene entre el más alto Cielo y el centro de la Tierra, que ofreció antiguamente Cayo Plinio Segundo a Vespasiano, Emperador de Roma y señor, a la sazón, de la parte mayor y más floresciente del mundo. (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 1624).

3. La importancia de los destinatarios.

La imprenta supone una nueva concepción de la cultura, que implica la posibilidad de

una mayor extensión y rapidez del pensamiento y creación literaria16. Este hecho tiene

no sólo consecuencias técnicas, sino que “paulatinamente se revela como una

15 Sobre esta cuestión, véase A. Carrera de la Red, El «problema de la lengua» en el humanismo renacentista español, Valladolid, Universidad-Caja de Ahorros de Salamanca, 1988, pp. 108-153; asimismo, M.A González Manjarrés, Andrés Laguna y el humanismo médico, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2000, p. 262.

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revolución intelectual que condiciona la exposición de la cultura y la misma forma de

entender y conocer esa cultura”17. Por ello, no es de extrañar que en los prólogos se

hagan continuas referencias a los destinatarios y que la elección de la lengua, esto es, el

castellano, se justifique, por la amplitud de los mismos: Acordé de poner mi trabajo en hazer una suma de las provincias e partidas del universo en nuestra lengua castellana porque mejor las comprehendiessen los que la leyessen e a más personas aprovechasse, y presentarla a Vuestra Magestad para que la mandasse ver, e, vista, la mandasse corregir y emendar y le diesse su auctoridad. (Martín Fernández de Enciso, Suma de Geographía, Sevilla, Juan Cromberger, 1519, 15302).

Y por la existencia de una amplia mayoría, desconocedora del latín: La otra difficultad y de maior inconveniente es aver muchas personas de mucho ingenio y curiosidad, y inclinadas a saber, que, por no saber latín, desean de emplear su abilidad y tiempo en cosas que con mucho gusto los podían entretener y divertir de muchos males que la oçiosidad acarrea. (Gavriel Gómez, Libro de la esphera del mundo, en romance y por estilo muy claro y fácil a todos, con un tratado de Cosmographía mui provechoso, 1585, Ms., Biblioteca Universitaria de Salamanca). Y, porque los sabios no quieren baxarse a escrevir los secretos que alcançan en esta entr’ellos tan menospreciada manera de hablar, los que no alcançan la latinidad carescen de los secretos que debaxo d’ella están escritos. Y como yo no alcancé a comer a la mesa de los sabios y me contentaría con la parte que por buena la cananea elegía, quise escrevir con mi ruda péñola y humilde pensamiento, sometiéndome a la emienda y correción de mejor ingenio, este simple tratado en nuestra lengua castellana, por este tan tosco estilo, para que los que, como yo, no alcançaren la polida latinidad, a esta falta no dexen de saber algo por natural razón de las admirables obras y maravillas de Dios. (Francisco Faleiro, Tratado de la sphera y del arte del navegar, con el regimiento de las alturas con algunas reglas nuevamente escritas y muy necessarias, Sevilla, Juan Cromberger, 1535).

En definitiva, se trata de una atención a una franja social más extensa, integrada

por personas con inquietudes y curiosidad intelectuales, pero ajenas y alejadas de los

muros estrechos de los Estudios Universitarios o eclesiásticos: Como yo escrivo más para curiosos romancistas que para hombres scientíficos y letrados, pues éstos no tienen necessidad de documentos de un hombre moço, alargo

16 Véase, al respecto, J. Maravall, “La imprenta, base de una cultura en expansión”, Antiguos y modernos, pp. 555-557. 17 V. Infantes, “La educación, el libro y la lectura”, en Menéndez Pidal, Historia de España. Vol. XXI, La cultura del Renacimiento, (1480-1580), p. 23. Sobre la industria editorial en el XVI, pueden verse J. Moll, “El libro en el Siglo de Oro”, Edad de Oro, I (1982), pp. 43-54; “Para el estudio de la edición española del Siglo de Oro”, en Livres et libraires en Espagne et au Portugal (XVIè-XXè siècles), Paris, Éditions du Centre Nationale de la Recherche Scientifique, 1989, pp. 15-25; “Aproximaciones a la sociología de la obra literaria”, en P. Jauralde, D. Noguera y A. Rey (Eds.), La edición de textos. Actas del I Congreso Internacional de Hispanistas del Siglo de Oro, London, Tamesis Book, 1990, pp. 61-68; A. Petrucci y F. Gimeno (Eds.), Libros, editores y público en la Europa Moderna, Valencia, eds. Alfons el Magnànim, 1990; R. Chartier y D. Roche, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, Madrid, Alianza, 1993; El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII, Barcelona, Gedisa, 1994. De especial interés resultan los volúmenes colectivos dirigidos por L. López Vidriero y P. Cátedra, El libro antiguo español, Vol. I, Salamanca, Ed. Universidad, 1988; Vol. II, 1992; Vol. III, 1996; Vol. IV, 1998.

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las razones, ensancho las respuestas y aun repito muchas vezes una cosa, para que d’esta suerte queden más enterados en la solución y respuesta del problema. (Juan de Cárdenas, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, México, Pedro Ocharte, 1591).

Esta actitud lleva, asimismo, a divulgar las fuentes de erudición, mediante la

traducción de las citas de las autoridades y de las fuentes latinas18: Pero, con todo, para suplirlo, he procurado dar a mis razones buena compañía, autorizándolas con lugares de la divina Escritura, con el Derecho Civil, Canónico y Real, con autoridades y dotrinas de filósofos e historiadores, y otros autores gravíssimos, poniendo sus formales palabras adonde me ha parecido que es menester, y bolviéndolas en castellano, para que los que no entienden el latín passen, en viéndolo, adelante, sin perder el estilo a su declaración. Lo qual hago, assí porque hagan más fuerça y lo tenga el curioso presente todo junto, como también porque no se diga que doy más color a las cosas del que ellas se tienen. (Gaspar Gutiérrez de los Ríos, Noticia general para la estimación de las Artes, Madrid, Pedro Madrigal, 1600).

Se encuentran también alegatos para la difusión de estas obras a la gente común:

Miremos también al provecho de la gente común, como son pastores, marineros, labradores, que se rigen por las estrellas, y de los que, por el calor del sol en el verano, caminan de noche, y por el relox verdadero que es el cielo, conocen las horas, lo que más çierto y fácilmente harían con algún instrumento de muchos que declara en este libro Pedro Apiano, el qual traduzimos en español, por hazer servicio a Vuestra Magestad, y común provecho de los que no saben latín. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

Y la pretensión es que estas obras lleguen a dirigirse a la totalidad de un público

que sea capaz de leer en castellano: Consta, pues, que no sea poca esta sciencia de Cosmographía, traduziéndola en lengua vulgar. Dezíme, ¿qué pierde por comunicarse a todos? (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548). En lo qual no tuve menor respeto al pobre que al rico, y a la baxa y grossera gente que a los doctos varones, de manera que, conociendo las operaciones y fuerças de las yervas (en que la principal parte de la medicina consiste), podrán usar d’ellas más subtil y seguramente. (Juan de Járava, (trad.), Historia de yervas y plantas, con los nombres griegos, latinos y españoles, Anvers, Herederos de Arnaldo Byrcman, 1557). En esta obra creo aver aprovechado a los que tienen cargo de justicia, e a los letrados, e aun a los otros todos, aunque no bivan del estado de las leyes o pleytos. Porque claro es que por esta obra, de la forma que va copilada, más fácilmente hallará qualquier letrado u otro qualquier debaxo de un capítulo cierto y señalado lo que se tratare en las dichas leyes, que no yéndolo a buscar debaxo de todos los títulos que hablan de la dicha materia; mayormente que debaxo de un título se tratan muchas vezes materias differentes y, como dizen los doctores, peregrinos. Y a todo hombre en general por esta obra he aprovechado, quier sea bueno, quier malo; porque el bueno con esta obra aprenderá a ser mejor e a bivir más virtuosamente,

18 Incluso en el ámbito de la espiritualidad. Un ejemplo paradigmático lo proporciona San Juan de la Cruz, quien en la segunda redacción del Cántico Espiritual (1580) traduce sistemáticamente las citas bíblicas, lo cual era una manera de difundir y divulgar los textos Sagrados entre quienes desconocían el latín, las monjitas –representadas por la M. Ana de Jesús-, a las que, evidentemente y en primer término, estaba dedicada la Declaración de las Canciones entre el alma y el Esposo.

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dando a cada uno lo que es suyo y haziéndose justicia e juez; y, por el contrario, el malo, conosciendo las penas y daños que se le podrían seguyr haziendo él lo que quisiesse, guardarse ýa de lo hazer, a lo menos por temor de la pena. (Hugo de Celso, Reportorio universal de todas las leyes d’estos reynos de Castilla, abreviadas y reduzidas en forma de reportorio decisivo, Medina del Campo, Juan María de Terranova y Jacome de Liarcari, 1553)

Con todo, a veces los autores, por la propia especificidad de los contenidos que

tratan, se dirigen a destinatarios concretos. Así, los hay de carácter tradicional, como

agricultores: Que es muy manifiesto que no se podían aprovechar d'ello las gentes labradores, que, como arriba dije, apenas saben qué cosas son letras, estando en otro lenguage que a ellos es del todo ageno, siendo para ellos más necessario que para otras gentes, porque ellos son los que estos preceptos y avisos han de traer al ejercicio; y por esso es bien que ellos sepan lo que tantos tiempos les ha leýdo por arte ignoto. (Gabriel Alonso de Herrera, Agricultura general, Alcalá de Henares, Arnao Guillén de Brocar, 1513).

Representantes de profesiones, doctas e ilustres, como los hombres de leyes, jueces y

abogados: En esta obra creo aver aprovechado a los que tienen cargo de justicia, e a los letrados, e aun a los otros todos, aunque no bivan del estado de las leyes o pleytos. (Hugo de Celso, Reportorio universal de todas las leyes d’estos reynos de Castilla, abreviadas y reduzidas en forma de reportorio decisivo, Medina del Campo, Juan María de Terranova y Jacome de Liarcari, 1553). Y porque, demás de ser la obra trabajosa a mí y necesaria y provechosa a todos en común, y especialmente a juezes y abogados d’estos reynos, basta sola ella para saberse todas las dichas leyes. (Andrés de Burgos, Reportorio de todas las Premáticas, Medina del Campo, Guillermo de Millis, 1551).

Pero también aparecen representadas otras ocupaciones19, con nuevas

modalidades, que testimonian la variedad y proliferación de oficios y actividades, como

las relativas a las relaciones comerciales, tratantes, mercaderes, prestamistas,

comerciantes, etc.: De la primera culpa me escusa la importunidad de un grande amigo mío, mercader, que me pidió con grande instancia que le escriviesse alguna cosa en la materia de cambios y usuras, y por hablar con él lo traté en lengua familiar. (Cristóbal de Villalón, Provechoso tratado de cambios y contrataciones de mercaderes y reprovación de usura, Valladolid, Francisco Fernández de Córdova, 1542).

Los tratados acerca de los cambios son de particular interés, tanto para

confesores que no saben mucho latín, como para numerosas personas que, dada la

difusión de una mentalidad preburguesa, propia de estratos medios urbanos, y su prurito

19Véase J. M. López Piñero, “El renacimiento en las ciencias”, especialmente el apartado “Posición social de los cultivadores de la ciencia”, Menéndez Pidal, Historia de España, Vol. XXI, La cultura del Renacimiento (1480-1580), pp. 309-314.

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de ascenso social, tenían necesidad de ayuda y orientación espiritual, especialmente en

operaciones mercantiles nuevas: Considerando esto, me he detenido muchas vezes de no osar escrevir aquesta materia en vulgar, hasta que he visto la grande necessidad que ay, porque los confessores simples no dexan de confessar y en sus confessionarios no tienen resoluta aquesta materia ni declarada, e a la mayor parte del mundo está puesta en tráfagos e compras e arrendamientos, no sólo ciudadanos, labradores e mercaderes, mas hidalgos que, con oficios no devidos, se mantienen en tratos y mercaderías. (Luys Saravia de la Calle, Instrución de mercaderes, Medina del Campo, Pedro Castro, 1544).

No deja de ser significativo que el libro de Saravia de la Calle esté editado en Medina

del Campo, centro de famosas ferias internacionales en esta época20. Así, pues, algunos

de estos tratados se deben al deseo de aclarar cuestiones de conciencia, especialmente

frecuentes y alarmantes -en opinión de sus autores- las referidas a los préstamos: No son pocas las vezes, prudente lector, que he sido importunado; lo uno, de porfías de algunos hombres, que, buscando excusaciones para sus pecados, han querido defender la materia de los préstamos que hazen e toman en sus negociaciones, sin querer para ellos admitir limitación alguna que sea; lo otro, de ruegos de otros que andan en esto con más temor de consciencia, los quales dessean mucho tener claridad en las cosas semejantes, para hallarse el día de la muerte con menos carga de peccados y de los bienes ajenos, porque assí puedan tener mayor seguridad de no perder el fin bienaventurado para el qual todos fuymos criados. Hase, también, a esto juntado la instancia charitativa de algunos Padres confessores, que no podían leer tantos libros quantos se requiere leer, y aun muy bien rumiar, para determinación de las materias que en este tractado (aunque breve) se contienen. (Luys de Alcalá, Tractado en que a la clara se ponen y determinan las materias de los préstamos, Toledo, Juan de Ayala, 1543).

Destinatarios específicos son los encargados de la administración de bienes ajenos: Vuestra Magestad me mandó que bolviesse de latín en nuestro romance castellano el tratado que en días passados hize para saber de qué manera tienen de dar cuenta los tutores, y curadores, mayordomos y thesoreros, y los otros que han tenido en administración bienes agenos, porque los legos que en adelante tuvieren administración de tales bienes puedan saber cómo se tienen de aver en dar cuenta d’ellos. (Diego del Castillo, Tratado de cuentas, Salamanca, Juan de Junta, 1551).

También, contadores y matemáticos en general: Doliéndome, pues, yo de una tan gran falta en tan felicíssimos reynos, y viendo quánta utilidad de mi no callar se seguía a muchos, assí mathemáticos como de otro qualquier género de contadores, y considerando la intención de los passados, la falta de los presentes, el bien de los por venir, el servicio que creo hazer a Vuestra Merced, no he podido dexar de no declarar en alguna parte las reglas tan necessarias

20 Las ferias de Medina eran “como es lógico, lugar de compraventa [...] pero, básicamente, instituciones de carácter financiero [...] El mecanismo financiero de las ferias estaba, en parte, basado en algo muy extraño a nuestros actuales usos y costumbres. Se utilizaba de modo intenso la letra de cambio, pero además de ser ésta un instrumento de compensación como ahora –al no poderse cambiar dos mercancías o una mercancía contra metálico- servía para evitar el interés del dinero que el cristianismo de entonces prohibía”. (J.A. García-Diego y N. García Tapia, Vida y técnica en el renacimiento, Valladolid, Secretariado de Publicaciones, 1987, pp. 18-19).

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a muchos. (Marco Aurel, Libro primero de Arithmética algebrática, “Carta al lector”, Valencia, Joan Mey, 1552).

Entre otras profesiones de gran auge en este período, cabe mencionar a los arquitectos: Todo esto que a mí me ha dado atrevimiento para offrecer a tan gran príncipe tan pequeño don y esperar será más estimado que fue de Alexandro la Iliada de Homero, ha de ser causa para que Vuestra Magestad acepte esta voluntad de servirle y desseo de ayudar a enriquecer la lengua española y aprovechamiento de los architectos d’ella. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

O pilotos, marineros y navegantes en general: E porque, demás de ser agradable de leer, fuesse provechosa, assí a Vuestra Magestad, a quien más pertenesce saber las provincias e cosas del universo y lo que en cada una ay e adónde cae, como a sus pilotos y marineros, a quien Vuestra Magestad encomienda los viajes quando embía a descobrir tierras nuevas, acordé poner en el principio el cuerpo sperico en romance, con el regimiento del norte y del sol, e con sus declinaciones e con la longitud e latitud del universo. (Martín Fernández de Enciso, Suma de Geographía, Sevilla, Juan Cromberger, 1519, 15302).

Y porque entre todas las gentes que agora biven en el mundo ninguna ay que más aya navegado los mares d’él, ni costeado y calado la tierra, que los naturales de España, y muchos d’ellos, pudiendo approvecharse d’este libro, tanto a propósito [fol. IIv] de su inclinación y occupación, por carecer de lengua latina, no sienten el gusto y provecho que podrían sacar, determiné yo (con voluntad y beneplácito del autor) traduzir en castellano lo que los romancistas dessearían tener traducido. (Cristóbal Plantino, (trad.), Teatro de la Tierra universal, de Abraham Ortelio, Amberes, Cristóbal Plantino, 1588).

Los médicos, por suponer una formación universitaria y, por consiguiente,

conocimientos de latín, tienen un trato preferente por parte de Juan de Járava, buen

conocedor y traductor de lenguas clásicas: Y, por concluyr a favor de todos los que estudian en Medicina, se han puesto encima de cada planta sus nombres en griego, latín y castellano, con los lugares donde ellas nascen, en qué tiempo se hallan y están en vigor, con un sumario de sus principales fuerças y virtudes. (Juan de Járava, (trad.), Historia de yervas y plantas, con los nombres griegos, latinos y españoles, Anvers, Herederos de Arnaldo Byrcman, 1557).

La trascendencia concedida a los destinatarios lleva a algún autor a establecer en el

prólogo una clasificación de lectores específicos, a los que se pueden aplicar las

materias de que se trata. A este respecto, conviene recordar que, al lado de oficios

tradicionales y de las profesiones académicas –organizadas de acuerdo con la jerarquía

tradicional de los saberes- que se preparaban en las universidades, son significativas las

nuevas profesiones que se diseñan en nuevos centros no universitarios, como la

Academia Real de Matemáticas, o las Academias de Artillería y Fortificación; es decir,

asistimos al surgimiento de nuevas necesidades o demandas del mercado profesional a

las que estas obras pretenden proporcionar cabal respuesta. Específicamente Juan Pérez

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de Moya, en su Manual de Contadores (Madrid, Pedro Madrigal, 1589), a la hora de

desgranar aplicaciones de las Matemáticas hace referencia a: músicos, plateros,

lapidarios, tratantes de perlas o piedras preciosas, soldados, labradores, carpinteros,

medidores de tierras, geómetras, medidores de alturas, albañires, reloxeros, marineros o

pilotos, a los que han de usar el astrolabio, los aficionados a la Astronomía,

Cosmografía, Geografía, gramáticos, legistas, lógicos y filósofos naturales (precursores

de los físicos), etc., a quienes indica apartados, párrafos y páginas concretos.

4. Necesidad social de las materias nuevas.

Son frecuentes las justificaciones basadas, generalmente, en la importancia de la

materia tratada y la necesidad social de su difusión: Entre los quales, y con mucha razón, es uno d’ellos Pedro Apiano, alemán, varón por cierto de mucha doctrina y muy docto methemático, como lo han mostrado muchas obras que tiene escriptas en Astronomía y, prinçipalmente, el libro llamado Astronómico Cesáreo, dicho assí por avello dedicado al Emperador don Carlos, vuestro tan Cathólico y bienaventurado padre, y al Sereníssimo Rey de Romanos, su hermano, el qual Su Magestad mandó trasladar de latín en nuestro común hablar castellano para mejor poder entender lo que contenía açerca del movimiento de los cielos y planetas, con otras cosas muy curiosas en las sciençias de Astrología y Cosmographía. E yo hize lo que por Su Magestad me fue mandado. (Alonso de Santa Cruz, Sobre el astronómico real, Ms. anterior a 1611, Biblioteca Universitaria de Salamanca).

La finalidad que se pretende es la divulgación y difusión de contenidos21

considerados de interés social: Y porque es muy necessaria a toda qualidad de personas esta admirable disciplina geométrica, me atrevería a aconsejar a los que mandan y goviernan repúblicas, que entretengan en ellas personas doctas, para que públicamente la lean y enseñen, y a persuadir a los padres, a quien Dios dio hijos y possibilidad para bien doctrinallos, a que, en acabando de saber leer, escrivir y contar, los metan en ella, assegurándoles que quando d’ella no saquen otro fructo que el averse acostumbrado a tratar con verdades que con otras verdades se compruevan, an de ser ellas harta parte para apartarlos del detestable vicio del mentir (si acaso fueren inclinados a él). (Juan Alfonso de Molina Cano, Descubrimientos geométricos, Anvers, Andrea Bacx, 1598).

En algunos de expone claramente el orgullo de ser los primeros en tratar estas

cosas en romance22 y en haber sabido superar las dificultades de una traducción de

textos científicos complejos:

21Véase J.M. López Piñero, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII; del mismo, “El renacimiento en las ciencias”, “Las áreas de la actividad científica”, Menéndez Pidal, Historia de España, Vol. XXI, La cultura del Renacimiento (1480-1580), pp. 324-325. 22 Actitud que trasluce su modernidad. Véase, al respecto, J.A. Maravall (“La pretensión de originalidad”, Antiguos y modernos, de modo especial, p. 51, n. 21), quien recoge precisamente el testimonio de Herrera, si bien no en la misma amplitud que ofrecemos aquí.

17

Y d'ella, en griego y en latín y otros lenguajes, ay y huvo muy singulares libros escritos, mas puedo decir, con verdad, ser yo el primero que aya procurado poner en nuestro castellano las reglas y arte d' ello, aunque yo digo muy poco en respeto de lo que queda por decir. (Gabriel Alonso de Herrera, Agricultura general, Alcalá de Henares, Arnao Guillén de Brocar, 1513). Otros avrá que con más doctrina, porque sabrán más, y con mejor estilo, proseguirán las reglas y preceptos d'esta arte. Mas pienso yo no aver tentado pequeña empresa en ser el primero que escrivió de esta materia en nuestro castellano y abrir la puerta a otros. Reciba Vuestra Señoría Reverendíssima lo que me mandó. Quiera Dios que ello sea tal, que yo sin vergüenza y temor ose parecer por averlo tomado a cargo, y Vuestra Señoría Illustríssima no se arrepienta por avérmelo a mí encomendado. (Gabriel Alonso de Herrera, Agricultura general, Alcalá de Henares, Arnao Guillén de Brocar, 1513). No es poco acometer cosa de que han escripto hombres doctísimos de nuestra edad, ser no sólo dificultoso pero imposible hazerse, porque yo soy el primero, Sacra Magestad, que he puesto el pecho a esta cosa y tentado esta empresa. Digan los hombres malédicos y que creen hazerse famosos y sabios con infamar y escurecer los trabajos agenos y estorvan el bien común con mordedoras palabras y llenas de invidia lo que quisieren, pues ninguno, hasta estos tiempos, havía desatado sus ñudos o trasladado en otra lengua alguna, según era menester y a la dignidad d’este autor pertenecía doctrina tan recóndita y alta. (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 1624).

5. Las traducciones.

En esta época de esplendor humanístico23 se comprueba un auge de las

traducciones, en primer lugar de textos clásicos, preferentemente latinos y, a distancia

notable, griegos24, pero también de autores extranjeros coetáneos que, por el carácter

científico de sus obras escribían preferentemente en lengua latina, aunque también en

sus respectivas lenguas. De este modo, se dieron a conocer Plinio, Vitrubio,

Dioscórides, Euclides y otros autores eminentes de la antigüedad greco-latina, junto con

otros modernos, equiparados en importancia científica con ellos.

La primera preocupación de los traductores, al menos de los adelantados, es

justificar las causas de sus traslaciones al vulgar castellano y loar tal empeño, dejando

muy claro la ausencia de menoscabo de la lengua latina. Tal actitud defensiva delata

todavía cierta inseguridad, cuando no toma de precauciones por temor a críticas abiertas

por parte de los partidarios del latín, y es propia más bien de autores de la primera mitad

del XVI: Ni por estas traslaciones se hazen negligentes los hombres, antes más se despiertan a dessear saber la lingua latina, pues tantas disciplinas ay escritas en ella. Considerando, empero, que ay muchos que ni saben latín ni lo pueden estudiar, por justos impedimentos, para que los tales no sean privados de las cosas que les conviene saber y no puedan alcançarlas en latín, me parece digna de alabança la industria de los que en nuestros tiempos emplean su trabajo en traduzir libros de

23 Véanse L. Gil, “Líneas maestras del humanismo español”, Menéndez Pidal, Historia de España. Vol. XXI, La cultura del Renacimiento, (1480-1580), pp. 211-303; D. Ynduráin, Humanismo y Renacimiento en España, especialmente “Humanismo y razón de estado” y “Humanismo y política”, pp. 115-128. 24 L. Gil, “Las traducciones de autores griegos”, Ibidem, pp. 289-296.

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historias verdaderas, y de algunas artes útiles y convenientes para aguzar y adelgazar el ingenio, para polir y assentar el juizio. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

Entre las razones alegadas para defender la labor traductora, destaca

preferentemente el desconocimiento del latín y las escasas o nulas perspectivas de

aprendizaje de los potenciales lectores e interesados de las obras: Y porque entre todas las gentes que agora biven en el mundo ninguna ay que más aya navegado los mares d’él, ni costeado y calado la tierra que los naturales de España, y muchos d’ellos, pudiendo approvecharse d’este libro, tanto a propósito de su inclinación y occupación, por carecer de lengua latina, no sienten el gusto y provecho que podrían sacar, determiné yo (con voluntad y beneplácito del autor) traduzir en castellano lo que los romancistas dessearían tener traduzido, y communicarlo con todas naciones de España que commúnmente entiende castellano, por la affección que siempre les he tenido y tengo en particular, allende las generales obligaciones de ser hijos de una Yglesia Cathólica Romana, y bivir todos nosotros debaxo de un dominio y gobierno de un mesmo Rey y Señor proprio natural. (Cristóbal Plantino, (trad.), Teatro de la Tierra universal, de Abraham Ortelio, Amberes, Cristóbal Plantino, 1588).

En ocasiones, tal vez prolongando o repitiendo tópicos, se lamenta la situación

de falta de familiaridad con las letras clásicas –griega y latina-, que se interpreta

consecuencia de las circunstancias históricas y se confía que con el tiempo mejorará su

nivel de conocimiento: Bien veo que será mejor que cada uno s’enseñoreasse bien de las lenguas griega y latina, y buscase las artes y sciencias en sus primeros originales, pero, haviendo sido tanta la confusión y torpeza de los tiempos de atrás, no me maravillo tanto cómo no tengamos el justo conosçimiento de lenguas, quanto cómo a ningún resabiado y desverzado con el pestilente azíbar bárbaro pudo quedar alguna affición ni desseo de cosa de letras.

Espero que con el verdadero conoscimiento de cosas bolveremos poco a poco al de las lenguas, para que pueda cada uno ayudarse mejor de los inestimables thesoros antiguos, los quales, por bien que nos trabajemos en mudarlos de su primero lugar, pierden mucho de su ser y quillate. En el entretanto, será cosa justa que los de nuestra nación que son doctos (pues los hay, y muy señalados) s’empleassen en poner en lengua spañola, no monstruosos encuentros, ni nuevos géneros de vanas epístolas y otros desconçertados escritos (como algunos, no sin daño de la lengua y ahun del entendimiento y juyzio vulgar, osan publicar), sino cosas de pesso y tomo, sacadas de los antiguos (Pedro Juan de Lastanosa, (trad.), Los dos libros de la Geometría práctica de Oroncio Fineo Delphinate, s.l., s.i., 1554).

A veces, en estas tareas se imita lo efectuado con anterioridad en otras lenguas,

como declara el mismo librero encargado de la edición en castellano de la Cosmografía

de Pedro Apiano: Sacamos a luz, christiano lector, el singular libro del docto varón Pedro Apiano, con algunos otros libritos que hizo el señor Gemma Frisio, que tratan por muy docto estilo el arte de Cosmographía, agora nuevamente sacados de latín en lengua castellana para provecho y utilidad de aquellos que no entienden la latina. He tomado yo este trabajo con el mesmo afecto y desseo que tuve quando en francés y nuestra vulgar y materna lengua de Flandes procuré se imprimiessen los mesmos libros; conviene a saber, ayudar aprovechar por mi parte y según mi

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possibilidad a la república, y servir también en esto a la nobilíssima nación española.Y para que todos pudiessen gozar de los frutos y provechos d’este utilíssimo libro, trabajé de ponerlo en lengua a todos común. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

O, como reconoce Miguel de Urrea, en la traducción de Vitrubio, en un evidente

deseo de emulación renacentista, no exento de patriotismo: Pues, por imitar a las otras naciones que tienen traduzida esta Architectura en sus lenguas, Miguel Urrea, architecto, natural de la villa de Fuentes, de la diócesi de Toledo, y Juan Gracián, impresor, vezino de Alcalá, desseando hazer a su Magestad algún servicio y aprovechar a sus vasallos, tomaron trabajo de traduzir esta Architectura de Vitruvio de lengua latina en castellana. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

El interés de las materias y su necesidad de difusión, así como la excelencia del

tratamiento otorgado por autores célebres, son otros de los motivos más esgrimidos a la

hora de presentar las traducciones: Por acudir con mi pequeña parte al remedio d’esto, entendiendo que los demás harán lo mismo (como es tanta razón) me pareció bolver en nuestro lenguage, con mucha costa y trabajo, al famoso Architecto Vitruvio, tan celebrado de los romanos y tan señalado entre ellos, en tiempo que esta arte estuvo en la cumbre de su estimación. Moviome a no echar de ver los inconvenientes que d’esta empressa se me podrían seguir y a la difficultad grande que tiene este auctor, assí por ser difficultosa la materia y poco aparejada para eloqüencia, como por ser los términos d’ella tan escuros y escabrosos, el entender la excellencia y verdad con que trata esta materia, la importancia d’ella y la utilidad que se seguirá de que tengan tal maestro los buenos artífices que comiençan a florecer en España. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

También Diego Sagredo insiste en estos aspectos:

Y como yo considerasse, muy Illustre Señor, la mucha inclinación que Vuestra Señoría tiene a edificios, y lo que en ellos ha hecho en Santiago y haze en Salamanca, y se espera que hará en esta su diócesi de Toledo, he sacado de las obras de los antiguos que en la sciencia de Architetura largamente escrivieron, este breve diálogo, en el qual se tratan las medidas que han de saber los oficiales que quieren ymitar y contrahazer los edificios romanos. (Diego de Sagredo, Medidas del romano, necessarias a los oficiales que quieren seguir las formaciones de las basas, colunas, capiteles y otras pieças de los edificios antiguos, Toledo, Remón de Petras, 1526).

Este interés es el que mueve a la consulta de manuscritos que completen y

mejoren las traducciones, como aconteció con la de Dioscórides, realizada por Laguna,

quien se jacta de haber llevado a cabo una traducción, la más perfecta realizada hasta

entonces, lo que también ensalza la nación española Assí mesmo, el doctor Juan Páez de Castro, varón de rara doctrina y digníssimo coronista cesáreo, me ayudó para la mesma empresa con un antiquíssimo códice griego y manuscripto del mesmo Dioscórides, por medio del qual restituý más de 7000 lugares, en los quales hasta agora tropeçaron todos los intérpretes de aquel author, ansí latinos como vulgares, por donde se puede justamente alabar toda España, que le tiene ya transferido y más fielmente en su lengua española, que jamás se vio en la latina, lo qual podrán fácilmente juzgar aquellos que quisieren

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conferir mi translatión con todas las otras. (Andrés de Laguna, (trad.), Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Anvers, Juan Latio, 1555).

En la empresa de traducción de obras clásicas destaca igualmente el papel de

motor de las ciencias desempeñado por la figura del Rey, especialmente en áreas como

las de Matemáticas, Cosmografía y Arquitectura: Y sobre todo, ver quánto se deleyta Vuestra Magestad con esta sciencia, quánto la haze crecer, quánto favorece a los que la tratan y quántos exemplos tenemos de que ha medido Vuestra Magestad la bondad de la materia con la maravillosa doctrina d’este auctor, pues quien sabe tanto d’ella la ha de aver sacado d’él, mejorándole con su raro entendimiento. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

Pero también la Historia Natural: Me he valido de los antiguos autores y códices más castigados para hazer este servicio a la república, por mandado del invictísimo Philippo Segundo, Nuestro Señor y verdadero padre de la Región y Patria, a quien se debe el beneficio presente, si alguno es, y [a quien] conviene se agradezcan los trabajos d’esta obra. (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 1624).

A veces, se descubre la plasmación de una conciencia de continuidad cultural

como referencia homogénea de base25, al fundirse los autores clásicos con los

modernos, en igualación o incluso supremacía de los últimos26. Esta actitud implica el

convencimiento íntimo de la idea de avance y de progreso, en buena medida por el

sentimiento de superioridad emanado de los logros conseguidos mediante las nuevas

técnicas y avalado por la propia experiencia, dado el valor incontestable que se concede

al empirismo científico y a la razón: Considerando, amigos lectores, quán grande provecho y utilidad se sacava de un libro intitulado la Historia de las Plantas o Yervas, compuesta por el muy excelente y famoso médico Leonardo Fuchsio, alemán, [...], pareciome bien, para que cada uno pudiesse gozar d’él con mayor comodidad, reduzirle en breve y aplazible compendio [...] Aquí está contenido el sumario de cada yerva o planta, según Dioscórides, Galeno, Plinio, Paulo Egineta y este autor, Leonardo Fuchsio, con muchos antiguos y modernos médicos, assí por conservar la sanidad, como por curar las enfermedades han dexado escrito. Van añadidas algunas yervas, hasta agora poco conocidas, con sus pinturas y debuxos muy al natural contrahechos. (Juan de Járava,

25 “A través del largo ejercicio de actitudes comparativas en todos los campos de la vida humana, hubo de acabarse por llegar a una clara conciencia de distinción entre los términos que se relacionaban, pero distinción que necesitaba, por la otra cara, el mantenimiento de una no menos firme conciencia de homogeneidad, ya que tan sólo magnitudes homogéneas se pueden comparar [...] Esta conciencia de lo homogéneo lleva a que la misma admiración por los antiguos suscite gradualmente una estimación por los modernos”. (J.A. Maravall, Antiguos y modernos, pp. 363-364). 26 “La exaltación de lo moderno frente a lo antiguo sobre la base del progreso técnico llegó a ser un lugar común para los tratadistas de arte militar, ingeniería, arte de navegar, beneficio de los minerales y agricultura, así como para los que se ocuparon de cálculo mercantil y de las «nuevas medicinas» procedentes de América” (J. M. López Piñero, “El renacimiento en la ciencias”, Menéndez Pidal, Historia de España, Vol. XXI, La cultura del Renacimiento (1480-1580), p. 331).

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(trad.), Historia de yervas y plantas, con los nombres griegos, latinos y españoles, Anvers, Herederos de Arnaldo Byrcman, 1557).

En consecuencia, el desglose pormenorizado de autoridades contiene, por las

mismas razones de emulación y superación científicas que hemos señalado27, nombres

de autores modernos, constituidos, así, en paradigma homologable o incluso superior al

que la tradición venía atribuyendo a los pretéritos28. No es extraño, tampoco, encontrar

una sucesión de autoridades antiguas y medievales junto a otras recientes, en tanto que

fuentes vivas de las que fluye continua la corriente del saber29: Confieso averme aprovechado de algunos libros de hombres sabios y muy doctos en las sçiençias que tracto, a los quales, por no pareçer yngrato, no dexaré de publicar aquí sus nombres, y son: Joanes de Sacrobusto, Jacobo Fabro, Françisco Capuano, Joanes de Monteregio, Stoflerino, el Venerable Beda, Guillermo Egidio, Geraldo Cremonense y Georgio Purbacho, Michael Scoto, Campano, Joan Fernelio, Pedro Apiano, alemán, Oronçio, Joan Sconero, Sevastián Mostero, etc., cogiendo d’ellos y de sus verdes y deleytosos prados de buena doctrina las flores que me pareçió convenir para la fábrica d’este pañal de muy fina y preçiosa miel y sçiençia de Astronomía, que a Vuestra Magestad va dedicado, con título de Astronómico Real (Alonso de Santa Cruz, Sobre el astronómico real, Ms. anterior a 1611, Biblioteca Universitaria de Salamanca).

En ocasiones, la superioridad de los nuevos tiempos se revela en el hecho de que

científicos modernos ayuden a traducir y aclarar pasajes oscuros30. Quanto pudieron hizieron por sacar a la luz la grande obscuridad que en muchos passos tiene el latín y, assí, donde fue necessario ver otros libros y commentarios o consultarlo con hombres doctos y personas muy eminentes, especial en Philosophía y Mathemáticas, lo hizieron. Pero si, con todo esso, esta tradución o parte d’ella no estuviere tal, suplican no se impute a su voluntad y poco trabajo, sino a que los intérpretes no pudieron más y aun el Vitruvio, muchas vezes por su grande obscuridad, no da lugar a más. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

27 “La idea de progreso no significaba solamente la superioridad de lo moderno en el terreno técnico, sino también en el propiamente científico. La superación de los antiguos significó, por ello, la paulatina sustitución del principio de autoridad de los clásicos como criterio científico por la experiencia y la razón personales”. ( J. M. López Piñero, “Ibidem”, p. 332). 28 “Hemos visto, en otros muchos pasajes de nuestros escritores del XVI y XVII, la voz «moderno» acompañar a personajes, hechos, obras, etc., que alcanzaban la más alta estimación y que, en consecuencia, hacían a su vez estimable la calidad de moderno. Pero llega un momento, desde mediados del XVI, en que esa calidad de por sí es estimable y se usa como calificación favorable, enaltecedora de personas, uso, obras, modas, etc., las cuales se reputan valiosas por esa condición de modernas”. (J. A. Maravall, Antiguos y modernos, p. 385). 29 Sobre este aspecto y otras cuestiones derivadas, véase J. A. Maravall, “La continuidad, principio de las culturas europeas” y “El proceso de la cultura como un curso fluvial” (Antiguos y modernos, pp. 373-386). 30 El sentido es el del avance de la cultura en una línea de mejora y enriquecimiento ascendente, tal como defiende Maravall (“Hacia una visión secularizada e inmanente del avance histórico”, Antiguos y modernos, pp. 581-611).

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En esta misma línea de avance progresista, las traducciones se hacen en

determinados casos a partir de autores y lenguas extranjeros coetáneos, especialmente

las del entorno europeo más próximo31. Así, Andrés de Poza advierte: Sabré deziros, amigo lector, que aquí he juntado lo más curioso que se halla escrito en las lenguas italiana, francesa, inglesa y flamenca, pareciéndome que nuestra nación, como más interesada con más justa razón, devía tener noticia de quanto en esta materia se uviesse escrito. Suplícoos tengáys por bueno mi cuydado y zelo, porque la voluntad y intención ha sido de aprovecharos con las lenguas de que tengo noticia y con la facultad que estudié quando no pensé venir a necessidad de ser abogado en Vizcaya, aviéndome criado en mi juventud con mucha largueza, nueve años en la Universidad de Lovayna y diez en Salamanca, donde me gradué de licenciado en leyes, año de 1570, de la qual mi professión y otras, presto, Dios queriendo, veréys algún testimonio.( Andrés de Poça, Hydrografía, la más curiosa que hasta aquí ha salido a luz, en que, demás de un derrotero general, se enseña la navegación por altura y derrota, y la del este-oeste, con la graduación de los puertos y la navegación al Catayo por cinco vías diferentes, Bilbao, Mathías Mares, 1585).

En ocasiones, es la falta de preparación en letras clásicas -griego y latín- la que

obliga a los autores a consultar obras en otras lenguas, como confiesa Juan Alfonso de

Molina Cano: Pues, ignorando yo la lengua latina con las demás letras humanas que a otros sobran para filosophar, y no haviendo aprendido de voz viva los elementos del solo introductor d’ellos, Euclides Megarense, sino por sólo el estudio que con suma affición (en intervalos) e hecho en estos estados, de 13 años a esta parte, leyendo en italiano y francés (los ratos desocupados) sus primeros nueve libros, que tratan de los admirables efectos de las dos hermanas Mathemáticas, y procurando rastrear lo más que he podido en el décimo, por no ignorar el origen de la industriosa álgebra, a sido su divina Magestad servido dexarme hallar lo que a los que con mucho estudio les ocultó. (Juan Alfonso de Molina Cano, Descubrimientos geométricos, Anvers, Andrea Bacx, 1598).

Entre las lenguas concretas, no clásicas, de las que se realizan traducciones

directas cabe destacar el toscano: Heme determinado dirigir a Vuestra Alteza el libro de Viñola, que trata de la parte edificatoria de las cinco órdenes muy curiosa y cumplidamente, los quales me puse a traduzir, por mi passatiempo, de toscano en romance castellano el año de 1567, que su Magestad me hizo merced de recebirme en su real servicio y estava ya començada la insigne y devota fábrica del Escurial; y después, para provecho de los que en estos reynos no entienden la lengua y loavan y desseavan esta impressión, he venido en consentir en que se impriman, aviéndome mucho animado a ello la aprovación de Juan de Herrera, Architeto Mayor de Su Majestad. (Patricio Caxés, (trad.), Regla de las cinco órdenes de Architectura, de Jacome de Vignola, Madrid, Vicencio Carducho, 1593). Y porque entre las maneras de adevinar lo por venir la que no menos daño, antes más e mayor estrago ha hecho es la Astrología Judiciaria, pues so color de sciencia ha engañado y engaña a muchos, movido yo con zelo de charidad, tomé este trabajo de sacar de lengua ytaliana en nuestra vulgar castellana este librillo, el qual, a mi

31 Sobre el ambiente plurilingüe en Flandes, véase Mª. A. García Asensio, “Testimonios españoles sobre el plurilingüismo de los Países Bajos durante los siglos XVI y XVII”, en E. Martinell Gifre y M. Cruz Piñol (eds.), La conciencia lingüística en Europa, Barcelona, PPU, 1996, pp. 291-308.

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ver, del todo la destruye y echa por tierra. (Anónimo, Reprobación de la Astrología judiciaria o divinatoria, sacada de toscano en lengua castellana, Salamanca, Juan de Junta, 1546).

También el catalán:

Fue sacado este tractado de lengua catalana en nuestra lengua materna e vulgar castellano en la ciudad de Toledo, estando en ella el Emperador Don Carlos, Nuestro Señor (Ruperto de Nola, (trad.), Libro de guisados, manjares y potajes, intitulado Libro de cozina, Logroño, Miguel de Eguía, 1529).

En determinadas circunstancias se aprovecha de las versiones efectuadas en otras

lenguas, con anotaciones y aclaraciones propias, como del italiano: Sirviéronme no poco en este trabajo tan importante los comentarios de Andreas Mathiolo Senes, médico excellente de nuestros tiempos, el qual, con increýble destreza, trasladó el mesmo Dioscórides en lengua toscana y le dio grandíssima claridad con las singulares expositiones que sobr’él hizo, de las quales nos aprovechamos en algunos lugares de nuestras annotactiones. (Andrés de Laguna, (trad.), Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, Anvers, Juan Latio, 1555).

En otras, se hace una crítica dura a las deficiencias que presentan las traducciones

de los clásicos en diferentes lenguas, como en el propio italiano: Paso a los que creen derogar estos trabajos estar Plinio puesto en lengua italiana, a los cuales (si gustan de engañarse) ruego depongan aquella voluntad, y si de ser desengañados, traigan a la memoria que, ya que esté en italiano, no lo está en hespañol, y si interpretado, no ilustrado, mayormente que la de Landino no es traslación sino confusión. (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 162432).

Las dificultades de la empresa traductora, en aras de la divulgación científica,

son a menudo resaltadas en las introducciones de estas obras: Y la intención d’este provecho me le hizo poner en romance, porque assí los que defendían su opinión, como los que dessean saber lo cierto y no saben latín, no dexen de entender lo que digo. Lo qual, empero, no ha causado poca dificultad, trabajando (como era necessario) de dar al romance, no solamente el sentido, mas aun las proprias palabras que los textos y doctores ponen en latín. (Luys de Alcalá, Tractado en que a la clara se ponen y determinan las materias de los préstamos, Toledo, Juan de Ayala, 1543).

Fieles a las directrices humanistas33, intentan aplicar algunas reglas clásicas para

la traducción, como la primacía del sentido frente a la traslación palabra por palabra:

32 Se trata de una versión completa que reúne otras anteriores del mismo autor: una que vio la luz en Madrid, en 1599, versión de los libros VII y VIII de la Historia Naturalis de Plinio, bajo el título De la historia natural de los animales, y otra de 1603, aparecida también en Madrid y titulada el Libro nono de la historia natural. Véase, al respecto, L. Gil, “Las traducciones del latín”, en “Líneas maestras del Humanismo español”, Menéndez Pidal, Historia de España, Vol. XXI, La cultura del Renacimiento (1480-1580), p. 245. 33 En estos aspectos, el modelo clásico de traductor lo proporcionó Cicerón, como señalan C. Flórez, P. García Castillo y R. Albares (El humanismo científico, p. 101). La coincidencia es clara con otros escritores renacentistas: “Fue [Boscán] demás desto, muy fiel traductor, porque no se ató al rigor de la

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Tomaron trabajo de traduzir esta Architectura de Vitruvio de lengua latina en castellana, en la qual tradución siempre tuvieron cuydado y principal intento de trasladar la verdad como está en el original latino, como entenderán los que cotejaren el romance con el latín. No se puede trasladar una palabra por otra, pero tiénese intento al verdadero sentido, que es la mejor manera de traduzir, como Horacio escrive en el Arte Poética. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

En ese esfuerzo, se ponderan las dificultades en la adaptación a las normas del

español34: En el traduzir tengo más attención al sentido y arte que scrivo que a las palabras. Siendo cierto quán diffícil cosa sea hablar bien y rimado en estas artes mathemáticas, y mayormente en lengua vulgar, donde faltan muchas de las necessarias palabras, algunas vezes he sido también forçado, assí por la propriedad de nuestra lengua como por el particular stylo del auctor, trastocar, añadir y quitar algo, teniendo siempre ojo a que l’arte parezca en español la más clara y cumplida que me fuere possible. Pero lo que sin hazer manifiesto agravio al auctor mudar no puedo, lo dexo en su orden y ser. (Pedro Juan de Lastanosa (trad.), Los dos libros de la Geometría práctica de Oroncio Fineo Delphinate, s.l., s.i., 1554).

Así ocurre con las que presenta el estilo de ciertos autores clásicos, como Plinio:

No es poco desenterrar un tesoro escondido por tantos siglos en las entrañas de su dificultad y adaptar nombres tan peregrinos a cosas que traemos entre las manos, y expresar en nuestra [lengua] hespañola un estilo de quien está dicho que, si las Musas hablaran, en este lenguage y no en otro lo hizieran, exprimiendo, no sólo los conceptos d’este autor, mas la fuerza de su elocuencia, el movimiento de sus labios y el susurro de sus palabras. (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 1624).

o la propia naturaleza de los contenidos:

Excusado será detenernos en encarecer la doctrina y estilo pliniano, pues ello habla, y cualquiera materia que se tracta y aun cada capítulo merece particularmente ser tenido en mucho, cuanto más tanto número de cosas o, por dezirlo en una palabra, la suma y compendio de todas las ciencias. Ni quiero, aunque lo afirmó Erasmo, varón muy erudito de nuestra edad, que sólo baste para creerse no ser un hombre del todo ignorante haver procurado hazer más llano el entendimiento de algunos lugares d’este autor. Yo me contentaría con que no se menospreciase haver tentado de interpretarle e ilustrarle todo, porque ya que no sea yo autor, sino intérprete, que no siga traza mía, sino agena, ni comunique doctrina propria, antes declare la que dexó Plinio escripta. (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 1624).

letra, como hacen algunos, sino a la verdad de las sentencias” (Garcilaso de la Vega, Carta I, a Doña Jerónima Palova de Almogávar, Apud, B. Morros, Garcilaso de la Vega, Obra poética y textos en prosa, Barcelona, Crítica, 1995, p. 267). En nota a pie, B. Morros explica que “los romanceadores medievales habían tomado dos rumbos distintos: el de quienes intentan expresarlo todo palabra por palabra (verbum e verbo) ... y los que dentro de la tradición de Cicerón (De finibus, III, 15) y San Jerónimo (Epist., 57, 5) se esfuerzan por exprimir el sentido (sensum exprimere de sensu) para ofrecer un texto claro e inteligible. Boscán ... adopta los criterios de los segundos, proclamando tajantemente la autonomía de la letra y evitando las rutinarias equivalencias” (Ibidem, pp. 267-268). Ya Valdés había defendido esta postura (Diálogo de la lengua, ed. de C. Barbolani, Madrid, Cátedra,1982, p. 247). 34 Para que una traducción fuera considerada de buena calidad, debía cumplir los requisitos siguientes: “conocer bien el lenguaje del autor, la lengua de la que traduce y la materia sobre la que trata el autor” (C. Flórez, P. García Castillo y R. Albares, Ibidem, p. 101).

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Con el mismo espíritu de emulación, propio del humanismo, se pretende

parangonar la labor de asimilación de Plinio con la labor del traductor en castellano –

cuya fama inmortal también pretende- y el enriquecimiento de la lengua del imperio,

con el enriquecimiento de la del nuevo imperio español: Dévese considerar que no mereció él [Plinio]menor alabanza por la que sacó de otros, como no haya nada nuevo (según se lee en el Eclesiastés) debaxo del Sol, o pueda dezir alguno cosa que no esté ya dicha. Y si él hizo tanto en ponerlo en estilo, procediendo con libertad y declarando su ánimo por aquella vía que se le ofreció y entendió sería su lectura más agradable, ¿qué se dirá haver yo hecho en pasar, atado a sus conceptos y estilo, por ventura, con no menor felicidad, las riquezas que él dexó esmaltadas en el lenguage romano a nuestra plática hespañola y dar a los que sobra entendimiento y falta la lengua latina las manos llenas para que en su [lengua] vulgar y materna puedan espaciarse por el océano de las ciencias y aprovecharse en el conoscimiento general y particular de las cosas y leer la Historia Natural? Y, si Plinio mereció inmortal fama y que le agradesciese su edad y las que le havían de suceder, sacar de tan numerosa caterva de autores, en compendio, tan sublime y alta doctrina, hallándola clara, distincta y bastantemente dilatada, ¿qué se dirá que haze el que no sólo la tiene de trasladar, pero entender e ilustrar, aprobar, improbar y hazer censura y juizio d’ella, hallándola tan cifrada y desgajada de los autores de donde la sacó y apartada de otras cláusulas que havían de darle luz y hazer más inteligible? (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 1624).

En esta empresa, se apela a la utilización de fuentes primarias, y se desdeña la

labor traductora de autores coetáneos extranjeros, en el marco de la pugna entre anciens

et modernes: El segundo y cuarto libro[s] se han comentado de otros no infelizmente, pero como se han dexado por declarar muchos lugares escuros, ansí han expuesto otros fuera de lo pretendido del autor. No digo esto con ánimo de escurecer las vigilias agenas, que no hay cosa más lexos de mi condición, sino porque entienda el estudioso lector la poca alhaja que me han hecho los modernos escriptores y que, por la mayor parte, me he valido de los antiguos autores y códices más castigados para hazer este servicio a la república, por mandado del invictísimo Philippo Segundo, Nuestro Señor y verdadero padre de la Región y Patria, a quien se debe el beneficio presente, si alguno es, y [a quien] conviene se agradezcan los trabajos d’esta obra. (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 1624).

Son frecuentes las traducciones compendiadas o versiones reducidas:

Considerando, amigos lectores, quán grande provecho y utilidad se sacava de un libro intitulado la Historia de las Plantas o Yervas, compuesta por el muy excelente y famoso médico Leonardo Fuchsio, alemán, [...] parecióme bien, para que cada uno pudiesse gozar d’él con mayor comodidad, reduzirle en breve y aplazible compendio. (Juan de Járava, (trad.), Historia de yervas y plantas, con los nombres griegos, latinos y españoles, Anvers, Herederos de Arnaldo Byrcman, 1557).

Una de las mayores dificultades radicaba en la abundante presencia de tecnicismos:

No dexo de conocer que agora, a los principios, se hará difficil a muchos admitir algunos vocablos inusitados, pero es menester tener çufrimiento en las orejas. Porque, de les que tomamos las mercaderías, tomamos los nombres con que se trata

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d’ellas. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548). Moviome a no echar de ver los inconvenientes que d’esta empressa se me podrían seguir y a la difficultad grande que tiene este auctor, assí por ser difficultosa la materia y poco aparejada para eloqüencia, como por ser los términos d’ella tan escuros y escabrosos. (Miguel de Urrea, (trad.), Marco Vitruvio Pollión, De Architectura, Alcalá, Juan Gracián, 1582).

Hay autores que son conscientes de su especificidad, en tanto en cuanto

desempeñan funciones eminentemente designativas en un ámbito especializado y, por

tanto, poco conocido para un público extenso, de donde deriva su oscuridad: “Los vocablos naçen de la propia necesidad del arte y, por no ser usados, son obscuros” (Ginés Martínez de Aranda, Cerramientos y trazas de montea, “Al letor”, Ms. de finales del XVI).

Una de las cuestiones más arduas era su comprensión y traducción, adaptándolos

a las reglas de morfología y fonología españolas: Y porque todas aquellas cosas de que los doctores tratan en las Escuelas tienen ciertos vocablos y términos propios y anejos a su manera de decir para se declarar, los quales es gran dificultad traerlos al castellano con aquella mesma fuerça y significación que suenan en latín. Por tanto, supla en qualquiera cosa las faltas el christiano lector. (Cristóbal de Villalón, Provechoso tratado de cambios y contrataciones de mercaderes y reprovación de usura, Valladolid, Francisco Fernández de Córdova, 1542).

En este cometido el objetivo es emular a los romanos cuando adaptaban términos del griego:

Ni dexaron los latinos de sentir fatiga al tiempo que començavan a traduzir las artes de griego en latín, en tanto que fueron forçados usar de muchos vocablos que traýa consigo la disciplina.Y el mesmo trabajo, si no me engaño, sienten todos los que se exercitan en trasladar de otra lengua en nuestra española, so cuya correción y emienda, sale esta obrezita a luz, y no de aquellos que, como mal pláticos, son más fáciles a reprehender que imitar. (Gemma Frisio, (trad.), Cosmographía de Pedro Apiano, Amberes, Gregorio Bontino, 1548).

En otros casos, el problema no es el de adaptar voces del latín o del griego, sino

términos técnicos utilizados en otras lenguas. En algún momento se ofrecen disculpas

por este traslado, y por el desconocimiento de voces más españolas: Primeramente, se ha de saver que los nombres que digo en todas las partes de las piezas y de las cosas necesarias a ellas, los he tomado de los que se usan en los estados de Flandes y en éste de Milán, donde he servido mandando la artillería; sin aver podido poner los usados en España, por no aver servido en ella y por no saverlos, aviéndolos declarado tanto, que con facilidad entenderán lo que es cada cosa, para confrontarla y por ella saver lo que es la persona práctica en las de España. (Cristóval Lechuga, Discurso del Capitán Cristóval Lechuga, en que trata de la Artillería y de todo lo necessario a ella, con un tratado de fortificación y otros advertimientos, Milán, Marco Tulio Malatesta, 1611).

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De cualquier modo, es la práctica, el uso empírico, el que, en muchos casos,

justifica su introducción, frente a las voces técnicas de raigambre clásica o a las

extraídas de la ciencia teórica: Item, que los nombres puestos en lo que trato de fortificación son los más usados entre prácticos de ella, y que no he puesto las fuerzas cumplidas por el peligro que tienen de perderse, aviendo de yr en papel más grande que el del libro, entendiendo que los que las supieren haçer por las que pongo savrán haçer las que quisieren enteras, y por las escalas formar quantas les pareçiere, mayores y menores. (Cristóval Lechuga, Discurso del Capitán Cristóval Lechuga, en que trata de la Artillería y de todo lo necessario a ella, con un tratado de fortificación y otros advertimientos, Milán, Marco Tulio Malatesta, 1611).

Asimismo, se recurre a la experiencia de expertos y especialistas: Cuanto pude hize por sacar a luz la grande obscuridad que los términos d’ellas tienen, consultando los ombres doctos y personas eminentes y tracistas. (Ginés Martínez de Aranda, Cerramientos y trazas de montea, “Al letor”, Ms. de finales del XVI.).

Y su aportación se considera, en bastantes ocasiones, parangonable a la obra de

los antiguos, que a veces ofrecieron un espeso silencio sobre determinadas cuestiones o

las dejaron para que los modernos las trataran: Así como se a tenido perpetuo silencio en estas dichas traças de montea, si no me engaño. Los grandes artífices antigos las an dexado para que los benideros tengan continuo exercicio en el traçar y contrahacerlas. (Ginés Martínez de Aranda, Cerramientos y trazas de montea, “Al letor”, Ms. de finales del XVI.).

Por ello, no faltan algunos autores –sean o no traductores- que, preocupados por

la precisión conceptual, resaltan en las introducciones el haber establecido definiciones

y distinciones de carácter semántico, que se inscriben en la tendencia que abocará en la

confección de declaraciones de vocablos oscuros, o pequeños glosarios especializados35,

y en su inclusión en estas obras: Declaro cómo se entiende esta palabra arte, qué cosa es, y qué es sciencia y qué lo

que llamamos oficio, y la diferencia que ay de lo uno a lo otro. Trato de sus

difiniciones y divisiones largamente. En el libro segundo declaro por qué se dixeron

artes liberales, por qué mecánicas y serviles y en qué manera se conocen,

deshaziendo un labirinto de opiniones. Declaro cómo se conocen conforme a la

verdad, cómo conforme a la costumbre, cómo se entiende que no ay más de siete

artes liberales, cómo se toma esta palabra arte liberal conforme al Derecho. (Gaspar

35Como ocurre, en una línea clásica, con Lorenzo Palmireno, o con independencia de las traducciones, con Alejo de Venegas, o con el licenciado Poza, en su Hidrografía. Pueden verse a este respecto las siguientes Memorias de Licenciatura inéditas: José Ramón Carriazo, El Lexicon Aquatile de Lorenzo Palmireno, Universidad de Salamanca, Facultad de Filología, 1999; Cristina Blas Nistal, El Abecedario de yerbas del Vocabulario del Humanista de Lorenzo Palmireno, Universidad de Salamanca, Facultad de Filología, 1999; Soraya Almansa, El Glosario de Voces oscuras a la Agonía del Tránsito de la muerte de Alejo de Venegas, Universidad de Salamanca, Facultad de Filología, 1999.

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Gutiérrez de los Ríos, Noticia general para la estimación de las Artes, Madrid,

Pedro Madrigal, 1600).

En cualquier caso, los traductores son conscientes de las dificultades de la

empresa traductora, más compleja que la de simplemente verter unas palabras en otra

lengua, y por consiguiente, del mérito y reconocimiento público al que aspiran: Y si Plinio mereció inmortal fama y que le agradeciese su edad y las que le havían de suceder, sacar de tan numerosa caterva de autores en compendio tan sublime y alta docrina, hallándola clara, distincta y bastentemente dilatada, ¿qué se dirá que haze el que, no sólo la tiene que trasladar, pero entender e ilustrar, aprobar, improbar y hazer cesura y juicio d’ella, hallándola tan cifrada y desgajada de los autores de donde la sacó y apartada de otras cláusulas que havían de darle luz y hazer más inteligible? (Gerónimo de Huerta, (trad.), Historia natural, de Cayo Plinio Segundo, Madrid, Luis Sánchez, 1624).

6. Retórica y estilo.

De acuerdo con las convenciones del género36, predominan en los prólogos las

declaraciones que defienden la claridad y llaneza como ideal lingüístico, tanto a

mediados como a finales de siglo, lo que compagina muy bien con la amplitud de

destinatarios a que aspiraban sus autores: Y púselo en estilo quanto más llano e claro yo pude, porque d’esta manera ni los doctos, si no tienen hastío, lo dexarán de leer, ni los que de letras carecen podrán poner achaque que no lo pueden entender, e todos con leérsele se aprovecharán para salir d’este tan pestífero engaño que es creer que aya tal sciencia que por los cielos pueda alcançar lo que está por venir. (Anónimo, Reprobación de la Astrología judiciaria o divinatoria, sacada de toscano en lengua castellana, Salamanca, Juan de Junta, 1546). Basta por agora que para lo que toca a la verdad e intelligencia de la materia, lleva su propriedad y va con tanta llaneza y claridad de estilo, que a pie llano se puede entrar quien quiera por ella, sin necessidad de ninguna otra cognición de Medicina, ni otras sciencias, salvo del buen juyzio de cada uno para entenderla y aprovecharse d’ella. (Bernardino Gómez Miedes, Enchiridion, o manual instrumento de salud, contra el morbo articular, que llaman gota, Çaragoça, Lorenço y Diego de Robles, 1589). Porque me paresció libro que merescía y fácilmente podía çufrir traductión, por ser su stylo más vulgar que latino y tratar las vulgares medidas de las líneas, superficies y cuerpos más copiosa y más ordenadamente que ningún otro libro que yo haya visto. (Pedro Juan de Lastanosa, (trad.), Los dos libros de la Geometría práctica de Oroncio Fineo Delphinate, s.l., s.i., 1554).

En consecuencia, se critica el alambicamiento expresivo y la oscuridad en los

razonamientos, y se defiende una exposición clara de los datos empíricos, que

contribuye a otorgar un mayor valor didascálico o pedagógico:

36 Véanse A. Porqueras Mayo, El prólogo como género literario. Su estudio en el siglo de Oro español, Madrid, C.S.I.C., 1957; El prólogo en el Renacimiento español, Madrid, C.S.I.C., 1965; El prólogo en el manierismo y barroco español, Madrid, C.S.I.C., 1968 y J. Laurenti y A. Porqueras Mayo, Ensayo bibliográfico del prólogo en la literatura, Madrid, C.S.I.C., 1971.

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Y porque ha avido algunos, y pocos, que en otras lenguas han tratado esta materia, unos con mayor abundancia de palabras que sentencias, otros con estilo y entendimiento confuso y razones escuras, escogí de todos lo mejor y más aprobado, ayudado del experiencia maestra que he tenido, y saqué esta summa en mejor y más claro estilo que pude. (Bernardo Pérez de Vargas, De re metallica, Madrid, Pierres Cosin, 1568).

Son frecuentes las protestas de escribir en un registro llano o bajo, estableciendo

una contraposición entre forma y sustancia, meollo y corteza, palabras limadas o

elegantes y conceptos o verdades ciertas, en la que se valora y prima el segundo

elemento sobre el primero: Y conozco que pudiera esto escrevirse en estilo más elegante, pero precio más decir verdades ciertas que palabras limadas. Y assí, te ruego rescibas mi desseo en la qüenta que deves y no mires al pequeño volumen de esta obra, que aunque paresce pequeña en cantidad, su calidad es grande. (Christóval de Acosta, Tractado de las drogas y medicinas de las Indias Orientales con sus plantas debuxadas al bivo, Burgos, Martín de Victoria, 1578). Éstas fueron las causas y principio d’este libro, y porque los efetos que hizieron las lecciones fueron tan grandes como he dicho, determiné no mudar estilo sino seguir el mesmo que en ellas avía tenido, porque por ventura con el cuydado de las palabras no se ofuscassen en los conceptos, que es el fin que en esta obra se pretende (Christóval de Rojas, Teórica y práctica de fortificación, conforme a las medidas y defensas d’estos tiempos, repartida en tres partes, Madrid, Luis Sánchez, 1592).

Se percibe un evidente deseo de captatio benevolentiae, de carácter retórico. Los

rasgos alegados para la excusa son: estilo rudo, bajo o austero; falta de orden; palabras

poco elegantes: No pares, te supplico, en la corteza, porque nunca llegarás al meollo. Si la austeridad y rudeza d’este tractado offendiere tu delicado ingenio y buen entendimiento, por las mal ordenadas y poco elegantes palabras, no te desgracie tanto que te sea impedimento para que no passes adelante y veas lo que tiene y contiene en sí: “So el sayal ay al, como so la flor la culebra”. Si pones los ojos en la intención con que desseo servirte y los apartas del juyzio del buen o mal estilo de mi escrevir, yo fío que te será tan dulce y agradable el fructo que d’esta doctrina sacares, que no sientas el agrio y azedo de su torpeza. Y assí, tu lengua alabará mi trabajo y mi trabajo a tu salud será provechoso, con el ayuda y gracia de Dios, a quien supplico lo enderece a su sancto servicio. Amén. (Martínez de Castrillo, Tractado breve y compendioso sobre la maravillosa obra de la boca y dentadura, Madrid, Alonso Gómez, 1570). Según esto, ni quito la occasión a que de mí no digan, ni menos me agravio de lo que dixeren, mayormente que en todas las artes, en todas las sciencias y disciplinas es cosa natural començar por estilo baxo, por humildes e incultos conceptos, más errando que acertando, más dando occasión de enmendar que modelo para corregir. Y assí sospecho abrá de ser esta mi pequeña y humilde obra, que como cosa nueva, y de nadie intentada, servirá sólo de dar motivo a que otros más expertos y limados ingenios que el mío, puedan añedir lo bueno que falta y cercenar lo malo que sobra. (Juan de Cárdenas, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, México, Pedro Ocharte, 1591).

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Se insiste en la importancia de los contenidos, no en la utilización de palabras

brillantes u oscuras, ni en la frecuente repetición de tecnicismos, ni en la complejidad

sintáctica: Y, assí, se puede perdonar el descuydo que huviere en la oración y lenguaje y en los términos replicados muchas vezes, pues lo essencial de semejantes libros no consiste en las palabras muy escogidas y cláusulas muy rodadas. (Christóval de Rojas, Teórica y práctica de fortificación, conforme a las medidas y defensas d’estos tiempos, repartida en tres partes, Madrid, Luis Sánchez, 1592).

Por esta importancia asignada a los contenidos, se hace hincapié en la

ordenación de las ideas, en la trabazón o cohesión lógica, que impida incoherencias y

repeticiones: Bien entiendo que avrá muchos que ultragen el orden de los capítulos, la cortedad de la historia, la prolixidad de las respuestas, y aun la poca policía de los bocablos. De todo lo qual, si a mí en particular se pudiera pedir qüenta, sospecho diera bastante satisfación a todo, porque, si en quanto al orden de los capítulos me pusieran objeción, diziendo que por qué causa, siendo esta historia tan varia y tocando materias tan differentes, no hize d’ella una selva de varia leción indiana, para variar los gustos al lector, a esto respondiera que, como mi principal intento fue dar razón y causa de lo que en cada problema se pregunta, y esta razón venga dependiente de otra, no fue possible dexar de encadenar los capítulos para que d’esta suerte se escusasse a cada rato el repetir mil vezes una mesma cosa. Y assí, tomé por orden dividir el tratado en tres libros. (Juan de Cárdenas, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, México, Pedro Ocharte, 1591).

No faltan expositores de las características propias de su estilo, con descripción

pormenorizada, en la pretensión de poner de relieve el cuidado aplicado a la redacción

de sus obras: El romance que lleva es llano y qual agora usan; la orden, concertada y ygual; los capítulos, cortos por ahorrar palabras; las sentencias, claras, aunque breves; y trabajado en dezir las cosas como passan. Si algún error o falta uviere, suplildo vos por cortezía, y si aspereza o blandura, dissimulad, considerando las reglas de la Historia, que os certifico no ser por malicia. Contar quándo, dónde y quién hizo una cosa, bien se acierta; empero, dezir cómo es dificultoso y assí suele siempre aver en esto diferencia. Por tanto, se deve contentar quien lee historias de saber lo que dessea en suma y verdadero, teniendo por cierto que particularizar las cosas es engañoso y aun muy odioso. Lo general ofende poco, si es público, aunque toque a qualquiera; la brevedad a todos aplaze; solamente descontenta a los curiosos, que son pocos, y a los ociosos, que son pesados. Por lo qual he tenido en esta mi obra dos estilos: ca soy breve en la historia y prolixo en la conquista de México. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia general de las Indias, que contiene la conquista del Perú, Amberes, Martín Nucio, 1554).

Incluso hay quienes se adelantan previendo posibles traducciones de sus obras,

como López de Gómara, quien exige preservar la propiedad del romance y,

especialmente, la fidelidad en la reproducción de los nombres propios: Algunos por ventura querrán trasladar esta historia en otra lengua, para que los de su nación entiendan las maravillas y grandeza de las Indias y conozcan que las obras ygualan, y aun sobrepujan, a la fama que d’ellas anda por todo el mundo. Yo ruego mucho a los tales, por el amor que tienen a las historias, que guarden mucho la

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sentencia, mirando bien la propiedad de nuestro romance, que muchas vezes ataja grandes razones con pocas palabras. Y que no quiten, ni añadan, ni muden letra a los nombres propios de indios, ni a los sobrenombres de españoles, si quieren hazer oficio de fieles traduzidores, que de otra manera es certíssimo que se corromperán los apellidos de los linajes. También les aviso cómo compongo estas historias en latín para que no tomen trabajo en ello. (Francisco López de Gómara, La primera parte de la historia general de las Indias, que contiene la conquista del Perú, Amberes, Martín Nucio, 1554).

Existe alguna discrepancia en las posturas relativas a la antinomia: brevedad/

prolijidad. Si, como hemos visto, Cárdenas considera esta última reprobable en las

respuestas, parece decantarse por ella en la narración. López de Gómara, aunque

prefiere la primera en capítulos y sentencias, combina la segunda en la conquista de

México. Hugo Celso, por su parte, expone las razones que le mueven a inclinarse por la

prolijidad, eliminando, eso sí, la superfluidad: Podíase hazer, y yo lo confiesso, esta obra más breve, si yo la quisiera hazer para solos los letrados; pero, por quanto dize el Apóstol somos deudores de todos, yo quise trabajar para que todos con mi trabajo descansassen, declarando para los que no son letrados la ley. Y lo que yo escrivo, lo más claro que yo pude, presuponiendo que si d’esta obra se quisieren servir los que no saben leyes, dixessen d’ella lo que dize el poeta Lýrico: «Si yo quiero ser breve, yo soy escuro y no me entienden». Por ende, más quise ser arguydo de prolixidad donde no ay superfluydad, que no de brevedad que causasse obscuridad y hiziesse que esta obra no fuesse general; mayormente que la tal prolixidad, que procedió para quererme dar a entender a todos, no daña a nadie, y la escuridad dañaría a los que no son sabidos, como ya dixe; los quales, tampoco son escusados de saber las leyes como qualquier doctor o letrado. Y por esto, se haze la ley de manera que todos la puedan entender. (Hugo de Celso, Reportorio universal de todas las leyes d’estos reynos de Castilla, abreviadas y reduzidas en forma de reportorio decisivo, Medina del Campo, Juan María de Terranova y Jacome de Liarcari, 1553).

Hay también autores, con actitud más moderna, que evitan la proliferación de

autoridades y citas o lugares de obras y se anticipan a las críticas de los lectores de

mentalidad más conservadora, excusándose en el prólogo: Alguno me podría dezir que con justa causa puedo ser reprehendido, porque no sigo el estilo común, assí como por no alegar muchos autores como por no poner, si algo traygo de ellos, el lugar dónde lo dizen. En aquel diálogo que hize de la vida y muerte merezco bien d’esta culpa, e aquí torno a dezir que el que oviere visto a quien habla de la materia que aquí trato, alcançará cómo no excede de la verdad, porque el otro (si tiene buen juyzio) bien entenderá que no ay falta en lo que digo, quanto más que no solamente en esto se gasta el tiempo e ay más trabajo, y se hinchen los libros sin provecho, mas también no veo alguno tan curioso que, luego de leýda la autoridad, vaya a buscar de dónde se trae, y si falsamente se alega, por lo qual bien creo que qualquiera estará con aquesto satisfecho. (Christóval Méndez, Libro del exercicio corporal y de sus provechos, por el qual cada uno podrá entender qué exercicio le sea necessario para conservar su salud, Sevilla, Gregorio de la Torre, 1553).

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Frente a esta postura, persisten las alabanzas a la erudición con que se trataban

ciertas materias, tal como expone Don Antonio de Toledo, Señor de Pozuelo de

Belmonte, a los lectores: Con increíble assistencia de tal maestro estudió don Diego todas las ciencias matemáticas y con ellas descubrió tantos secretos en la artillería, que creo yo ay más en una hoja de su libro que en los enteros que d’esto tratan. Fuera de la gran certidumbre con que todo se prueva, las ordenanças de los exércitos, los alojamientos, las hileras, lo sitios, las fortificaciones y todas las demás cosas que tan necessarias son en esta disciplina, puso con tanta claridad, con tanta certeza, con tan buen estilo, con tan gran erudición, que si huviera gastado cincuenta años de su edad no estudiando otra cosa sino sólo este libro, pareciera una obra milagrosa. (Diego Álaba y Viamont, El perfeto capitán, instruido en la diciplina militar y nueva ciencia de la Artillería, Madrid, Pedro Madrigal, 1590. “Don Antonio de Toledo, Señor de Pozuelo de Belmonte, a los letores”).

Con todo, no falta algún autor que, mediante recursos retóricos, pretende

persuadir y difundir mejor una materia considerada porco atractiva: Razonablemente he procurado, por darle el mejor lustre posible, con colores retóricos e persuasivos [...] Algunas materias ellas son tan hermosas, por la conformidad que tienen con la razón natural, que no piden otros colores para persuadir ni halagar, mas otras ay (como ésta de que hablamos), que es tan fea, y desaliñada y descompuesta, que parece bruxa, tan remota y apartada del entendimiento que no la puede ver ni entender y apenas creer. Y para esta tal se requieren muchos atavíos, afeites y colores, que no se hallarán en su casa. (Martín de Castañega, Tratado muy sotil y bien fundado de las supersticiones y hechizerías, Logroño, Miguel de Eguía, 1529).

Para terminar, quisiéramos apuntar otra tensión que aflora en estos prólogos, si

bien de modo muy discreto. Nos referimos a la que tiene que ver con el género

prosístico: a la elección entre Tratado o Diálogo. La gran mayoría de estos textos se

adscriben al formato tratadístico, pero de modo minoritario alguno se presenta en el

dialógico, sin que falten partes de algunas obras o apartados de las mismas

estructurados en formato dialogal: Finalmente, se halla en diálogo un copiosíssimo examen de artilleros, por el qual los ministros de Vuestra Magestad podrán perfectamente examinarlos todos, con otras importantíssimas consideraciones y advertimientos annexos al arte de la artillería y muy necessarios en la guerra. (Luys Collado de Lebrixa, Plática manual de Artillería, Milán, Pablo Gotardio Poncio, 1592).

No obstante, la consideración de los autores es que lo que se escribe en diálogo

tiene menos densidad científica y, por el contrario, manifiesta el propósito de una

divulgación más amplia y de contenido más liviano, variado y de mayor divertimento: En el nono [libro] se pone un diálogo en que se prueva ser la Arithmética sciencia útil y necessaria a todo hombre; tracta más para recreación y exercicio de la memoria, que de mostrar preceptos del arte. (Juan Pérez de Moya, Arithmética práctica y speculativa, Salamanca, Mathías Gast, 1562). Y de aquí a venido a ser que, convencido tanto de ellos como aora de nuebo obligado del ruego o, por hablar con propriedad, del mandato de algunos señores,

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que en Madrid, donde asistí algunos meses como Diputado de la Universidad de los Mareantes y en nombre de ella en los Consejos de Guerra y de Yndias, me lo pidieron y mandaron, lo aya puesto en este estilo y pequeño volumen, y repartídolo en diálogos, como ello muestra, porque assí fuese la materia más descançada, apazible e intellegible. (Thomé Cano, Arte para fabricar, fortificar y aparejar naos de guerra y merchante con las reglas de archearlas, reduzido a toda cuenta y medida, y en grande utilidad de la navegación, Sevilla, Luis de Estupiñán, 1611). Y assí como su obra trata de diversas medicinas y plantas y otras cosas pertenescientes a la salud humana, assí también trata de otras que son inútiles y sin algún provecho para ella, siéndole forçoso tratallas por seguir el estilo de diálogos, do los que hablan suelen divertirse y derramarse fuera de lo que toca a su principal propósito. (Christóval de Acosta, Tractado de las drogas y medicinas de las Indias Orientales con sus plantas debuxadas al bivo, Burgos, Martín de Victoria, 1578).

En resumen, las convenciones del género son respetadas de modo prácticamente

unánime y las reflexiones metodológicas sobre estilo, variedad y selección de palabras,

claridad expositiva, sencillez, brevedad, etc., establecen una tipología sobria y sintética,

como la que la arquitectura clasicista postulaba en la época y de la que el pórtico

configurado por estos prólogos constituye una cabal muestra.

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