El castillo del patio de oro falso

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El castillo del patio de oro falso Hubo una vez, hace mucho, mucho tiempo, un próspero castillo que fue fundado en unas tierras que un grupo de gente muy buena donó para que todo un pueblo pudiera vivir, después de una gran y muy larga migración. A lo largo de sus 340 años de historia tuvo una gran cantidad de reyes buenos y respetuosos, se podía respirar alegría y dicha, pero un día esta felicidad se convirtió en una terrible pesadilla: un malvado rey asumió el poder y decidió perennizar su reinado, valiéndose de argucias y encantando a su corte real de caballeros y a todo el reino. Durante un tiempo, todo “en apariencia” acontecía normalmente, pero algunos miembros de su corte real, sabios -por cierto-, decidieron encararlo y luego renunciar ante tanto abuso y prepotencia. Además, el malvado rey, decidió despedir y degradar a diversos funcionarios del castillo, quienes luego de acudir a la divina justicia, es decir, al Viejo Sabio de los Montes, lograron reestablecer su honor. El malvado rey, muy molesto ante la decisión del Viejo Sabio de los Montes ordenó cerrar las puertas del reino para que el pueblo que habitaba rodeando el castillo no supiera de esta decisión que consideraba como subversiva para su reinado. El pueblo, siempre de muy buena fe, no se imaginaba que su rey hacía cosas malas, porque pensaba que era uno de los mejores gobernantes. PRIMERA MORELEJA: “Las cosas NO siempre son lo que parecen”. Dentro del castillo, se vivía un ambiente de miedo, mucho miedo, los funcionarios que quedaron no podían hablar y los nuevos funcionarios, trabajaban tanto como los funcionarios antiguos, pero cobraban por trueque, es decir, no recibían el oro en monedas de la nómina real de funcionarios, algo totalmente extraño para esas épocas. Más aún, éstos, no poseían beneficios sociales, no contaban con asistencia médica de los mágicos alquimistas ni siquiera tenían asegurada una jubilación digna como sí la tenían los funcionarios que se encontraban en la nómina real del castillo. Una nube más oscura y tormentosa rodeaba el castillo ya que pasaban cosas más extrañas: desaparecieron los grandes libros de los testamentos sagrados, escrituras muy antiguas y valiosas, que hasta antes de su reinado había estado protegidas en la real torre. Poco a poco, algunas personas del pueblo, empezaron a cuestionarse sobre qué estaba pasando realmente en el castillo, pero el rey, para que su pueblo creyera que todo continuaba en paz, unión y armonía y que la época de las vacas gordas continuaba, decidió revestir de oro al patio real y mandar voceros a lo largo y ancho del reino para que divulgaran sólo medias verdades. Algunos pocos pobladores se dieron cuenta que el oro era sólo pintura dorada, “FALSA”, que se descascaraba lentamente, como su reinado. SEGUNDA MORALEJA: “Las medias verdades son una manera de mentir”. Un día, un valeroso y reconocido caballero llamado Médicus fue timado por el rey, y éste, alejado hace mucho tiempo de cargos en el castillo decidió salir al frente montando su a su fiel caballo llamado Veritas, así, fue a golpear las puertas del castillo y denunciar los actos malvados del rey que quería quedarse en el poder. Médicus y su caballo Veritas eran respetados por todos y en “La Plaza del Falso Oro” del castillo, demostró el mal uso del poder del rey. Por supuesto, el monarca,

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Cuento publicado por Andrés Kishimoto Kanna y publicado en Perú Shimpo.

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El castillo del patio de oro falso Hubo una vez, hace mucho, mucho tiempo, un próspero castillo que fue fundado en unas tierras que un grupo de gente muy buena donó para que todo un pueblo pudiera vivir, después de una gran y muy larga migración. A lo largo de sus 340 años de historia tuvo una gran cantidad de reyes buenos y respetuosos, se podía respirar alegría y dicha, pero un día esta felicidad se convirtió en una terrible pesadilla: un malvado rey asumió el poder y decidió perennizar su reinado, valiéndose de argucias y encantando a su corte real de caballeros y a todo el reino. Durante un tiempo, todo “en apariencia” acontecía normalmente, pero algunos miembros de su corte real, sabios -por cierto-, decidieron encararlo y luego renunciar ante tanto abuso y prepotencia. Además, el malvado rey, decidió despedir y degradar a diversos funcionarios del castillo, quienes luego de acudir a la divina justicia, es decir, al Viejo Sabio de los Montes, lograron reestablecer su honor. El malvado rey, muy molesto ante la decisión del Viejo Sabio de los Montes ordenó cerrar las puertas del reino para que el pueblo que habitaba rodeando el castillo no supiera de esta decisión que consideraba como subversiva para su reinado. El pueblo, siempre de muy buena fe, no se imaginaba que su rey hacía cosas malas, porque pensaba que era uno de los mejores gobernantes. PRIMERA MORELEJA: “Las cosas NO siempre son lo que parecen”. Dentro del castillo, se vivía un ambiente de miedo, mucho miedo, los funcionarios que quedaron no podían hablar y los nuevos funcionarios, trabajaban tanto como los funcionarios antiguos, pero cobraban por trueque, es decir, no recibían el oro en monedas de la nómina real de funcionarios, algo totalmente extraño para esas épocas. Más aún, éstos, no poseían beneficios sociales, no contaban con asistencia médica de los mágicos alquimistas ni siquiera tenían asegurada una jubilación digna como sí la tenían los funcionarios que se encontraban en la nómina real del castillo. Una nube más oscura y tormentosa rodeaba el castillo ya que pasaban cosas más extrañas: desaparecieron los grandes libros de los testamentos sagrados, escrituras muy antiguas y valiosas, que hasta antes de su reinado había estado protegidas en la real torre. Poco a poco, algunas personas del pueblo, empezaron a cuestionarse sobre qué estaba pasando realmente en el castillo, pero el rey, para que su pueblo creyera que todo continuaba en paz, unión y armonía y que la época de las vacas gordas continuaba, decidió revestir de oro al patio real y mandar voceros a lo largo y ancho del reino para que divulgaran sólo medias verdades. Algunos pocos pobladores se dieron cuenta que el oro era sólo pintura dorada, “FALSA”, que se descascaraba lentamente, como su reinado. SEGUNDA MORALEJA: “Las medias verdades son una manera de mentir”. Un día, un valeroso y reconocido caballero llamado Médicus fue timado por el rey, y éste, alejado hace mucho tiempo de cargos en el castillo decidió salir al frente montando su a su fiel caballo llamado Veritas, así, fue a golpear las puertas del castillo y denunciar los actos malvados del rey que quería quedarse en el poder. Médicus y su caballo Veritas eran respetados por todos y en “La Plaza del Falso Oro” del castillo, demostró el mal uso del poder del rey. Por supuesto, el monarca,

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iracundo, mandó a sus escuderos a sacarlo y a desterrarlo del reino. El pueblo escuchó a Médicus y luego a su rey: no supieron que hacer, tuvieron muchas dudas; por un lado, respetaban y creían a Médicus, pero por el otro, aún consideraban que su rey era uno de los mejores. Médicus con mucha dignidad, abandonó el castillo. Pero con la frente muy en alto porque sabía que el Viejo Sabio de los Montes y muy en el fondo, el pueblo le había creído. Mientras tanto, el rey pensaba que había triunfado y celebró con banquetes enormes mintiendo y utilizando los ya casi, agotados tesoros reales. Se encargó de hacer lo que en nuestros días se llama “populismo”, agotando y malgastando las reservas que se tenían para el frío invierno. TERCERA MORALEJA: “Nada dura para siempre”. Pero lo que no supo el rey fue que “los malos nunca triunfan” (CUARTA MORALEJA), Médicus no estaba sólo. Médicus tenía muchos aliados que se reunían en una mesa redonda y sabían toda la verdad. Estos valerosos caballeros tenían un objetivo: reestablecer el orden y la justicia en el castillo, por el bien de sus habitantes y en especial, de los centenares de niños que habitan el pueblo. Estos caballeros deseaban fervorosamente que se les volviera a inculcar valores como honestidad, honradez y lealtad a sus niños. Estos insignes caballeros con Médicus a la cabeza, tuvieron el sueño que el patio del castillo brillara por sí mismo, amparado en los valores de sus fundadores hace 340 años: honradez, lealtad, cooperación, amor al prójimo, etc. NO necesitaban de pinturas doradas ni de “populismo” ni de medias verdades porque sus ropajes de por sí brillaban porque tenían a la verdad como aliada. Médicus y sus caballeros lograron entrar una noche, agazapados al castillo, allí en aquella plaza de oro falso, se reunieron con todo el pueblo que escuchó atentamente de ellos, de los miembros de la corte real renunciantes y del Viejo Sabio de los Montes toda la verdad, la única verdad. ¡YA NO MAS MENTIRAS! El pueblo se enteró por fin de lo que estaba pasando y en ese mismo instante, aquella pintura dorada que cubría el piso, adquirió un color negro, tan negro como una noche sin estrellas y sin luna. “La verdad había triunfado”. El rey no supo ni siquiera que pasó esa memorable noche, puesto que al ver el alboroto generado por Médicus con su caballo Veritas, los valerosos caballeros, los miembros de la corte real que renunciaron y el Viejo Sabio de los Montes, huyó hasta lo más recóndito del reino, cruzó la frontera y nunca, nunca se supo nada más de él. QUINTA Y ULTIMA MORALEJA: “La justicia tarda, pero llega”. Andrés Kishimoto Kanna