El chisme como práctica comunicacional

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Repercusiones de ‘sacar el cuero’: El sentido del chisme en una comunidad de pobres urbanos Paraná, marzo de 2005.- Autores: Mg. Patricia Fasano; Lic. Aurora Ruiu; Lic. Juan Manuel Giménez; Lic. Alejandro Ramírez; Lic. Ana Aymá; Téc. Natalia Savulsky Filiación institucional: Universidad Nacional de Entre Ríos (Proyecto de Investigación: “El chisme como práctica comunicacional en sectores de pobreza” – Facultad de Ciencias de la Educación, Licenciatura en Comunicación Social) Nuestro interés por el estudio del chisme como práctica comunicacional en sectores de pobreza fue surgiendo paulatinamente a lo largo de los años en que realizamos trabajos de investigación en sectores de pobreza urbanos de las ciudades de Paraná y Santa Fe 1 . En ese contexto, la importancia del chisme en la configuración de las relaciones entre vecinos en las distintas comunidades barriales –y, por ello, en la construcción de sus identidades sociales- emergió directamente de las expresiones de los propios entrevistados o encuestados 2 , que reiteradamente aludían al chisme como un componente de la vida barrial que condicionaba fuertemente sus vidas particulares. Lo que señalaban era la intervención directa de esta práctica comunicacional en la regulación de las relaciones interpersonales y, a través de ello, su participación en aspectos centrales de la construcción del sentido de la vida cotidiana dentro del barrio. Estas afirmaciones, surgidas en el contexto de la observación y convertidas luego en problema de investigación, no intentan sugerir que los sectores de pobreza sean “especialmente chismosos–tal como sugiere en términos descalificativos cierto sentido común estigmatizante de la pobreza-, sino introducir una problematización en el propio centro de tal estigma para 1

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Avance de investigación en un barrio de la ciudad de Paraná (E.R.)

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Nuestro inters por el estudio del chisme como prctica comunicacional en sectores de pobreza urbana fue surgiendo paulatinamente a lo largo de los aos en que realizamos diversos abordajes empricos para realizar registros observacionales en sectores de

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Repercusiones de sacar el cuero:

El sentido del chisme en una comunidad de pobres urbanos

Paran, marzo de 2005.-

Autores: Mg. Patricia Fasano; Lic. Aurora Ruiu; Lic. Juan Manuel Gimnez; Lic. Alejandro Ramrez; Lic. Ana Aym; Tc. Natalia Savulsky

Filiacin institucional: Universidad Nacional de Entre Ros (Proyecto de Investigacin: El chisme como prctica comunicacional en sectores de pobreza Facultad de Ciencias de la Educacin, Licenciatura en Comunicacin Social)

Nuestro inters por el estudio del chisme como prctica comunicacional en sectores de pobreza fue surgiendo paulatinamente a lo largo de los aos en que realizamos trabajos de investigacin en sectores de pobreza urbanos de las ciudades de Paran y Santa Fe.

En ese contexto, la importancia del chisme en la configuracin de las relaciones entre vecinos en las distintas comunidades barriales y, por ello, en la construccin de sus identidades sociales- emergi directamente de las expresiones de los propios entrevistados o encuestados, que reiteradamente aludan al chisme como un componente de la vida barrial que condicionaba fuertemente sus vidas particulares. Lo que sealaban era la intervencin directa de esta prctica comunicacional en la regulacin de las relaciones interpersonales y, a travs de ello, su participacin en aspectos centrales de la construccin del sentido de la vida cotidiana dentro del barrio.

Estas afirmaciones, surgidas en el contexto de la observacin y convertidas luego en problema de investigacin, no intentan sugerir que los sectores de pobreza sean especialmente chismosos tal como sugiere en trminos descalificativos cierto sentido comn estigmatizante de la pobreza-, sino introducir una problematizacin en el propio centro de tal estigma para responder a la siguiente pregunta de investigacin: puesto que en los sectores de pobreza urbanos el chisme es identificado por los propios actores como un fenmeno con fuerte capacidad de incidencia en la construccin y desenvolvimiento de la vida cotidiana, de qu forma produce sentido esta prctica comunicacional en este contexto especfico?

Esta pregunta nos lleva directamente al campo de los estudios comunicacionales, entendidos como aqullos en cuyo centro se halla la preocupacin por los procesos de construccin y puesta en forma del sentido de la vida social (Vizer 2003). No postulamos de ninguna manera que en este contexto sea el chisme la nica prctica comunicacional con capacidad realizativa si acordamos en que la realizatividad o performatividad (Austin 1982; Wolf 1979) de las prcticas discursivas, y el chisme lo es, constituye una condicin podramos decir ontolgica de las mismas-; ni siquiera estamos en condiciones de afirmar que tenga al respecto mayor importancia que otras ya que para ello hara falta realizar un estudio comparativo de mayor alcance-: nuestra investigacin sobre el chisme surge de una pregunta antropolgica, en el sentido en que lo sugiere Darnton cuando afirma que cuando se advierte que no se entiende algo particularmente significativo para los nativos, puede verse dnde abordar un sistema de significados extrao con el objeto de estudiarlo (1987: 83). Ese componente cultural particularmente significativo para las personas pertenecientes a los sectores de pobreza en los que hemos trabajado es la relevancia del chisme en la construccin de la vida cotidiana, y la particularidad consiste no en la mera existencia del chisme presente y activo en otros grupos sociales- sino en su ntima vinculacin con la constitucin de la vida comunitaria. En tal sentido, nuestra pregunta de investigacin no se orienta tanto a responder el por qu? de tal fenmeno, sino ms bien el cmo?; lo cual no es sino un modo de responder al por qu en los trminos de la epistemologa comprensiva que enmarca nuestro trabajo.

Enfoque epistemolgico

Desde la propia formulacin de la pregunta de investigacin, nuestro proceso de produccin de conocimiento se sita en el marco del llamado (o interpretativo), que asigna a las ciencias sociales y humanas la capacidad para comprender el de que estn dotadas las acciones de los seres humanos particulares en el contexto de la cultura; partiendo de la base que el ser humano no realiza acciones que no tengan (Schutz 1993) y que en este es donde se materializa el modo particular con que las culturas especficas permiten la inscripcin de los sujetos particulares -podramos decir de manera , a condicin de que no entendamos subjetivo ni como individual ni como consciente, sino como lo propone Pierre Bourdieu a travs del concepto de - en cierto orden de relaciones estructurales (econmicas, sociales, polticas). , entonces -como lo postulan autores que van desde la filosofa hermenutica hasta la antropologa interpretativa y la etnometodologa, arraigando en la tradicin sociolgica y filosfica con bases en Max Weber, Georg Simmel y Wilhelm Dilthey y abonando al movimiento ms reciente que se ha dado en llamar de las ciencias sociales-, implica comprender la especificidad con que en cada grupo cultural se realiza la produccin social de significaciones.

Ese cometido demanda de un mtodo que lo posibilite, y este mtodo es por excelencia la etnografa, en tanto caracterizado por la realizacin de un trabajo de campo extenso en el tiempo y profundo en sus alcances durante el cual, mediante el uso de tcnicas no-directivas para la recoleccin de informacin (especialmente observacin participante y entrevistas), el cientista social accede a cierta comprensin de la lgica de esa otredad cultural sobre la cual realiza su investigacin (Guber 2001). Ese caracterstico del trabajo de campo etnogrfico implica estar en terreno con el tiempo y la disposicin necesarios para posibilitar que se produzca el proceso de inteleccin de un sistema de significacin al que el cientista es ajeno. En el caso de nuestra investigacin, si de lo que se trataba era de comprender cmo hace sentido el chisme en un barrio de pobres urbanos, entonces lo que hubimos de hacer fue el tiempo suficiente.

El barrio donde se desarroll nuestro trabajo de campo fue La Pasarela (o Barrio Belgrano), de la ciudad de Paran, con cuya socialidad estuvimos en contacto durante gran parte de los aos 2002 y 2003 a travs de la participacin en distinto tipo de actividades.Qu chisme?

En el propio nombre de nuestro P.I. ya estn presentes algunas de las principales definiciones tericas a partir de las cuales construimos nuestro objeto de investigacin. Al decir el chisme como prctica comunicacional en sectores de pobreza estamos delimitando que:

en primer lugar, hablar de implica diferenciar nuestro objeto de otros fenmenos asociados en relacin con los cuales el chisme suele ser considerado prximo o incluso igual; especialmente del rumor, pero tambin de otras prcticas de la transmisin oral y extraoficial de informaciones (leyendas, moralejas, etctera) como asimismo del secreto y la difamacin, que si bien pueden formar parte del proceso del chisme, de ninguna manera pueden ser considerados fenmenos homlogos;

en segundo lugar, abordamos al chisme como ; esto es, ni como prctica de divulgacin de informacin, ni de formacin de opinin pblica, ni de cohesin o conflicto grupal, ni rastreando sus orgenes psicolgicos, como son algunos de los abordajes clsicos desde los cuales ha sido estudiado el fenmeno y que hemos tenido en cuenta. Definir, en cambio, el chisme como prctica comunicacional implica poner el nfasis de nuestra mirada en su capacidad de puesta en forma de ciertos procesos sociales de significacin que a travs del chisme actan en la vida social; es decir que significa enmarcar su estudio en la problemtica de construccin y puesta en forma del sentido de la vida social, que caracteriza el enfoque comunicacional (segn postula Vizer [2003] y nosotros acordamos);

por ltimo se trata, el nuestro, del estudio del chisme en un locus social bien especfico: los sectores de pobreza urbanos. Esta ltima decisin constitutiva de nuestro objeto no alude meramente a una localizacin azarosa, a los fines del trabajo de campo, de un fenmeno universal que bien podra manifestarse anlogamente en otros grupos sociales (a la manera de la estadstica), sino que la pobreza urbana es el fenmeno sociolgico y antropolgico especfico que pone las condiciones de produccin concretas para un chisme que ha de presentarse, aqu, con caractersticas culturales particulares y nicas.

Brevsimo estado de la cuestin

En principio, se nos plante la consideracin de un enfoque sobre lenguaje como materialidad constituyente de nuestra cuestin. Esta visin material del lenguaje (forma concreta) no es otra cosa que el lenguaje en estado prctico; vale decir una visin del lenguaje trabajando en el seno de la vida social.

Desde esta solicitud, los aportes de Valentn L. Voloshinov y Mijail Bajtin fundamentalmente, son centrales en la comprensin del estado (vivo) de nuestra cuestin. Precisamente una de las jugosas riquezas de los aportes que estos autores plantean a nuestra mirada es la ntima relacin existente entre lenguaje y vida. Esta relacin ntima est dada por el proceso generativo que habita ambas instancias; las mismas cobran existencia en el proceso de generacin social. En el lenguaje suenan los tonos subjetivos en la vida social; all se manifiesta la estructura de la experiencia que es tan social como lo es la estructura de su objetivacin exterior (Voloshinov: 1992)

La produccin de sentido es la vida socialmente orientada en el lenguaje, y el lenguaje participa de la vida a travs de enunciados concretos que lo realizan. Es importante destacar que la categora de enunciado es central en este planteo, ya que como unidad de la comunicacin discursiva se distingue de las unidades de la lengua, como la palabra o la oracin. Las diferencias entre estos conceptos tienen que ver principalmente con la cuestin del contexto, de la historicidad, de la temporalidad: el enunciado es la lengua puesta en acto, es siempre situado y destinado; es, en este sentido, dialgico.

En la obra de Voloshinov, El marxismo y la filosofa del lenguaje, se desarrolla exhaustivamente el enorme valor de los 'pequeos gneros discursivos' a travs de cuyos enunciados se materializa fuertemente lo que Bajtin define como el vnculo del lenguaje con la vida y viceversa. En estos trminos, esas prcticas discursivas nimias -tan naturalizadas en el quehacer cotidiano que pasan generalmente desapercibidas- son las que materializan las caractersticas de la socialidad en las prcticas del lenguaje y, en el recorrido inverso, a travs del lenguaje hacen la socialidad. El chisme es una de esas prcticas discursivas.

Consideradas "gneros primarios" por Bajtin en referencia a la sustancialidad que distingue a la materia prima de sus derivados, estas prcticas han ocupado sin embargo tradicionalmente en el campo de los estudios comunicacionales el lugar (valorativo) de "gneros menores".

Si consideramos al chisme un gnero primario y tomamos de Bajtin la propuesta acerca de la ntima vinculacin entre stos y la vida, hay algo de la vida en los sectores de pobreza urbana que el chisme pone claramente de manifiesto: esto es, la relevancia de esa esfera de la vida social denominada comunidad, que los vecinos denominan el barrio y que tiene mucho que ver con la constitucin de lo comn, lo comunal, como nocin que atraviesa y condensa las dimensiones de lo pblico y lo privado entendidas como esferas constitutivas de los espacios sociales.

El chisme, entonces, comunica de una manera especfica. Esto es, responde a cierto universo especfico de habla: temas, vocabulario, posiciones de los hablantes, alcances, referentes, estilos, connotaciones y modos de circulacin; y como prctica de una comunidad en la que se manifiestan/realizan deseos, valores, necesidades, interviene en la misma. Responde, en este sentido, a la dinmica de lo que entendemos por gnero discursivo (Bajtn; 1982), es decir, tipos de enunciados provistos de una cierta estabilidad en sus caractersticas.

Los gneros discursivos permiten organizar nuestro discurso pero, adems, obligan a poner en relacin contextual aquello que se ha dicho, porque no slo se habla de lo que se nombra, sino tambin de lo que no se nombra y de cmo se lo nombra o se lo calla.

Entonces siguiendo el planteo bajtiniano diremos que los gneros se vinculan esencialmente con las esferas de la vida. De esta manera no hay praxis sin su lenguaje: se entiende a la prctica lingstica, a la imbricacin entre lenguaje y vida, como forma esencial de los fenmenos de la significacin, de produccin de sentido.

Desde su condicin de prctica oral, pues, el chisme como gnero pertenece a la conversacin. Desde lo esbozado anteriormente, esto supone decir que en conversacin los sujetos crean determinadas formas de relacionarse entre s, y a partir de esas formas del hablar entienden sus circunstancias, se ponen en situacin, se mueven hacia una accin o se modifican sus percepciones. As, definir al chisme como un tipo de la conversacin cotidiana supone afirmar que en determinadas circunstancias (enunciativas), la conversacin adquiere forma chsmica.

Visto este aspecto desde el punto de vista del proceso generativo (productor de sentido) de lo comunicacional, entendemos que la conversacin no es meramente la (como medio) del chisme sino que constituye el acto comunicativo en el que se traba cercana (proximidad) y solapada o abiertamente se des-cubren emociones, incertidumbres, entonaciones, expectativas; etc. Un acto en el que se vierte (versa) con otro la como dira el filsofo Eugenio Tras.

John Shotter en Realidades conversacionales (2001) de la mano de la etnometodologa nos advierte sobre algunas peculiaridades de la charla como prctica social. Nos seala que aquello de lo que se habla en una conversacin se trata de ...un acontecimiento en desarrollo y desarrollado en el curso de la accin que lo produce, en tanto proceso y producto, {es} conocido desde dentro de este desarrollo por las dos partes, cada una de por s y en nombre de la otra (Garfinkel:1967).

Acontecimiento y curso de accin co-inciden en la conversacin; por eso indica Shotter que no hay forma de conocerlo como tal acontecimiento si no es desde adentro de la situacin conversacional. Vale decir, la comunicabilidad de esta prctica nos pone en registro y reconocimiento de algo as como un interior social o, ms propiamente dicho, una interioridad colectiva.

Ahora s, podramos plantear al chisme como una tensin de lo conversacional que significa modalidades de ligazn (ligantes, desligantes, religantes) de las subjetividades en la comunidad. El modo en que hablamos de un tercero y lo que decimos de l nos dis-posiciona en la comunidad. Qu dice la presencia del tercero en nuestra conversacin con otro? Ahora bien, la pregunta aqu es entonces, cada vez que hablamos de un tercero nos constituimos en chismosos?; si no es as, cundo, en qu momento?, haciendo intervenir qu elementos?, hay una intencionalidad detrs del chisme? Qu postura de enunciacin in-forma nuestra posicin en situacin chismosa?

El que mueve la conversacin pone en superficie la inter-subjetividad constituyente o, para decirlo de otra manera, la otredad constitutiva de la que nos habla Bajtin. En definitiva, verter con otro la savia de la subjetividad dice/hace, narra, a la comunidad.

Como hemos visto en la conversacin, acto y curso de la accin coinciden en un accin en comn, en una accin conjunta. En este sentido el dominio o zona en el cual trabaja nuestra cuestin, es el de lo colectivo. Este dominio se constituye por lo que se pone en comn entre los integrantes del grupo del cual se trate. Ya hemos dicho: unos modos de proceder; unas maneras de comprender y un conjunto de formas de comunicacin; o, en palabras de Bajtin, gneros discursivos primarios simples. La internalizacin de estas modalidades y su comunicabilidad es un proceso intersubjetivo en el que se estructura y consolida lo colectivo.

Un aspecto importante que hace a la singularidad de nuestra cuestin y que tal vez podramos inferir del hecho de que hablamos del acto de hablar, pero que no hemos hecho explcito y no necesariamente se desprende de esta afirmacin, es que estamos ante una prctica oral/coloquial. Este rasgo de nuestra cuestin (el chisme como prctica) la hace colectiva: La oralidad est en todas partes, porque la conversacin se insina en todas partes: organiza tanto la familia como la calle...

As, tanto la materia (el lenguaje) como la prctica (el curso de accin, la conversacin) nos refieren como dominio de nuestra cuestin a lo colectivo, es decir que significa a lo comunal -a una experiencia del nosotros constitutiva del chisme como prctica comunicacional-.Referencias etimolgicas

Remontndonos en el tiempo, en 1495 se encuentra un primer registro etimolgico de la palabra chisme circulando con el significado de noticia falsa o mal comprobada que se rumorea, pero aludiendo tambin a trasto insignificante. De origen incierto, esta palabra parece ser la aplicacin figurada del antiguo chisme (chinche), derivado del latn, cimex-icis, su significado: niera o cosa despreciable e injuriosa.

Para fines del siglo XVI se empez a usar el trmino chismoso. En 1729 aparece por primera vez la palabra chismar en el diccionario de la Real Academia Espaola como Decir, (sic) hacer algo que sea chisme, de cuya voz se forma. Dcese mas comnmente Chismear; y en 1936 se public por primera vez en el mismo diccionario el verbo chismorrear.En el Diccionario Espasa se aborda el chisme como murmuracin o cuento con que uno intenta enemistar a las gentes, refiriendo a lo que debera callar. Baratija o trasto pequeo. Chisme de vecindad: el que versa sobre cosas de poca importancia. Chisme de campanario: chisme de pueblo. En el Diccionario Larousse se puede hallar chisme como proveniente del latn schisma: murmuracin, hablilla... mujer aficionada a los chismes.

En el idioma ingls se encuentra la palabra gossip (chisme), que designa una acepcin arcaica a cualquier mujer, y tambin ms especficamente, a la mujer charlatana y transmisora de novedades, habladuras, chismes. En francs se le asigna la palabra potin, que deriva de pot (olla), y por intermedio de potine (trmino acuado a un calentador porttil a sus reuniones invernales); de all potiner, hablar alrededor de la potine, y finalmente el fruto de esa conversacin: el potin, es decir el chisme.

Segn la Enciclopedia Universal Ilustrada, de Espasa-Calpe, se aventuran para chisme dos etimologas germnicas atractivas. La primera definicin hace referencia a la navaja; la segunda, a las partes genitales de la mujer. La primera no es contradictoria con el latn schisma y el griego schisma, discordia, distensin hendidura, es decir cisma, de donde proviene "esquizofrenia". Los dos sentidos aceptados por la Real Academia estn all; tanto el relato transmitido, como el "trasto insignificante". La segunda coincidira con la acepcin arcaica de gossip, al vincular una vez ms ese relato con el sexo femenino .

Este breve repaso por la etimologa de la palabra, presentado de manera ilustrativa, veremos que presentar no pocas vinculaciones con la significacin que esta prctica de comunicacin adquiere en el contexto socio-histrico y discursivo especfico en que hemos realizado nuestra investigacin sobre el chisme.

Hasta aqu hemos expuesto construcciones tericas y conceptuales producidas fuera de ese contexto especfico, ya sea desde nuestras elaboraciones conjeturales, ya desde rastreos histricos por otros contextos discursivos. Pasaremos ahora a desarrollar lo ms especficamente situado de nuestras conclusiones.

1. Condiciones de produccin discursiva especficas: la pobreza urbana

El escenario de pobreza urbana donde encarna nuestra investigacin es el barrio La Pasarela -poblamiento de aproximadamente 6.000 habitantes-, uno de los ms antiguos de la ciudad de Paran, ya que fue conformndose desde principios y a lo largo de todo el siglo XX.

Este barrio tiene el frente sobre calle Pronunciamiento, de cara al centro de la ciudad, y el fondo en las riberas del arroyo. En esta direccin tambin del frente hacia el fondo- crece el nivel de pobreza de sus habitantes. Pronunciamiento -va de conexin rpida entre varios puntos de la ciudad- representa un smbolo de la incorporacin a una dinmica urbana y de los beneficios que ello puede representar para los sectores de pobreza.

Nuestra investigacin adopta los lmites de una comunidad de pobres urbanos, que es el escenario particular de la cotidianeidad de ciertos sujetos. Y este escenario es decisivo para la construccin de la identidad del grupo (o los grupos) que lo habita: un espacio urbano conocido pero, fundamentalmente, un espacio que permite ser re-conocido y re-conocerse con y por otros.

1.1. Ser pobres en La Pasarela

La escasez de recursos es un denominador comn de la mayora de los relatos de los vecinos y nos ilustran sobre el modo de vida y las condiciones sociales, histricas, materiales en las que estn inmersos quienes habitan este barrio. Transitar un "camino bastante jodido", "criarse como animales", perder bienes, tener festejos empaados por las estrecheces econmicas, "avanzar con dificultad", "tropezar, levantarse y volver a tropezar"... tales son las pistas para orientarnos en cuanto a cmo se posicionan y viven su situacin estos vecinos, situacin que denominamos de pobreza estructural. De manera rpida, nuestro trabajo de campo, nuestra insercin en el barrio, el contacto y los dilogos con la gente, nos permitieron palpar: la precariedad habitacional de la mayora; una dinmica y una vida poltica dentro del barrio -redes de intercambio recproco- mucho ms potente y efectiva, en comparacin con la participacin e integracin en entidades u organizaciones de la ciudad, fuera del barrio; el traslado de los esfuerzos organizativos de esta comunidad, de la procura de la infraestructura material bsica (loteo de terrenos, vivienda, agua, luz, etc.) al desarrollo de aquellos servicios que el estado descuida o que son insuficientes (ms vinculados con la salud, la educacin y la provisin de comida diaria); el cambio en las fuentes de ingreso y de capital econmico de las familias; la consolidacin de prcticas ilegales -o al menos de dudosa legalidad-; la acentuacin de las relaciones sustentadas en el capital social familiar o individual en beneficio de un capital social colectivo; la segmentacin del espacio en funcin de las disputas de poder internas desplegadas a travs de un tiempo comn; la energa, la resignacin, el humor, el malestar o la angustia que acompaan cada una de estas prcticas.

Segn las miradas y los desarrollos tericos que lo aborden, el concepto de pobreza obtiene distintas formulaciones y complejidades. Lo cierto es que a lo largo de nuestro trabajo de campo hemos visto las estrategias que ponen en prctica estos sujetos, las que indudablemente tienen que ver con la disponibilidad de recursos y las caractersticas del capital que poseen en tanto lo deben resguardar, reproducir y desarrollar en sus condiciones de existencia. Facilita, pues, nuestro anlisis posicionarnos desde una mirada que realza el aspecto relacional del concepto de pobreza, sobre todo siguiendo la lnea que destaca la existencia de "otros" que no son pobres, con los cuales los pobres tienen intercambios recprocos, mxime en el marco de la pobreza urbana.

Es decir que nuestro principal eje de anlisis en este sentido est dado por las relaciones entre los vecinos del barrio que estudiamos y otros miembros de la poblacin de la ciudad como factor que interviene decisivamente en la constitucin de la pobreza urbana.

Los sujetos en situacin de pobreza no estn al margen de la sociedad, como parecen sealar las aproximaciones tericas sobre la marginalidad al resaltar lo que parecera ser la incapacidad de integracin con su entorno social, sino que poseen modos de articulacin particulares -culturales, sociales, jurdicos, econmicos, etc.- con el resto de la ciudad (Casabona y Guber 1985). Desde esta perspectiva terica, el reconocimiento de que los pobres ocupan posiciones efectivas en el contexto de la sociedad en la que estn insertos nos induce a profundizar en la indagacin sobre el sistema de vnculos con el resto de la poblacin urbana y las particularidades que esto trae consigo en relacin con las prcticas, la estructura y la socialidad intrnseca del barrio.

En particular, es de inters para nuestra investigacin sealar y hacer foco en lo que refiere a las redes locales que se constituyen en La Pasarela y en las redes de intercambio con otros agentes de la ciudad, en tanto influyen notoriamente en los vnculos entre vecinos, el capital social y simblico que acumulan los sujetos, las posiciones de poder que se adquieren y, en definitiva, en lo que supone la construccin de la comunidad barrial que nos interesa.

2.1. Los nexos con el resto de la ciudad

Adoptamos, entonces, la hiptesis de Alicia Gutirrez acerca de que las estrategias de reproduccin social que ponen en prctica los pobres se definen a partir de lo que poseen y no slo de sus carencias, "invitando a una aproximacin crtica de la nocin misma de necesidades bsicas insatisfechas". Si pensamos de manera positiva, las prcticas que llevan adelante se estructuran en funcin de los recursos -materiales y no materiales- de los que disponen, vale decir -en conceptos de Borudieu- sus capitales materiales, sociales y simblicos, a la vez que "se otorga una importancia particular a la significacin que confiere a estas condiciones objetivas de vida, la posicin relativa ocupada por cada individuo o grupo en el espacio social de referencia."

Consideramos, entonces, a la pobreza urbana en tanto est inscripta en redes sociales ms amplias que el barrio y es partcipe de una dinmica social compartida por toda la poblacin de la ciudad que excede los lmites de su comunidad vecinal. Es decir que tiene sentido y se constituye en tanto se relaciona con la sociedad global.

Los vnculos se estrechan con funcionarios y agentes del estado, con polticos, con miembros de otras organizaciones de la sociedad civil -como puede ser en nuestro caso con la universidad- y con actores que ocupan otras posiciones en el contexto social, en fin, con agentes sociales que les faciliten o brinden posibilidades concretas de acceso a bienes o servicios, o que les faciliten instrumentos de reproduccin social. Esta sera una condicin especfica de sobrevivencia de la pobreza urbana en tanto parte de un tejido social que constantemente participa en la construccin de sus rasgos identitarios.

Las hebras de ese tejido que ligan a estos sujetos con otros agentes sociales conforman redes de intercambio que los llevan a desarrollar ciertas estrategias en funcin de estar articulando de manera constante con quienes ocupan posiciones sociales diferentes y, por consiguiente, que poseen otros capitales econmicos, culturales, sociales y tambin diversas condiciones histricas de reproduccin de los mismos. Si bien es innegable que en la mayora de los casos esa relacin de intercambio que se entabla con otros que no habitan el barrio es asimtrica, los vecinos tienen bien en claro qu puede brindar quin y qu es lo que ellos estn dispuestos a poner en ese vnculo puesto que a lo largo de su historia han obtenido una variada gama de servicios y de bienes a partir de sus contactos con otros agentes e instituciones. El intercambio aqu es permanente negociacin y despliegue de estrategias colectivas e individuales que encuadran estas redes.

1.3. Las figuras destacadas de la dinmica interna del barrio

Cuando uno se involucra con el barrio, recorre sus calles y charla con la gente, es imposible no advertir la presencia de ciertos actores que ocupan espacios estratgicos en la dinmica barrial de La Pasarela y que de manera anloga han construido vnculos con figuras polticas de la ciudad en base a militancias partidarias. Esta prctica les brind una vasta experiencia en participacin institucional que volcaron y profundizaron en las organizaciones internas del vecindario, as como les posibilit tambin la adquisicin de destrezas para movilizar relaciones, recursos sociales y la incorporacin de pautas para la gestin de trmites que se transformen en beneficio para toda la comunidad.

Otro denominador comn de relevancia para nuestro estudio es que en todos estos casos se trata de personas que pertenecen a familias con muchos aos de residencia en el barrio. Adems, este capital social y simblico es compartido y obtenido a partir de la accin colectiva de los distintos miembros de estas familias (sean hijos, esposos o hermanos, vivan bajo el mismo techo o no) y se transmite entre ellos, logrando, de este modo, mantener (o desarrollar) los espacios estratgicos que el apellido cobra en el vecindario. Los lazos familiares se cruzan y tejen el sostn de las principales instituciones del barrio. De este modo, en La Pasarela la dimensin interfamiliar o familiar ampliada adquiere una notable preeminencia pero por razones de espacio no profundizaremos sobre este aspecto.

Estos agentes, por lo tanto, han desarrollado participacin en las principales instituciones de La Pasarela, volvindose gestores de lo comn y redistribuyendo el producto de su capital social, transformndolo en un aporte a los recursos comunes, es decir, transformando en colectivo al capital social personal/familiar.

Todos los nombrados "andan en la poltica" o lo hicieron hasta hace algn tiempo, y por lo tanto uno de los agentes que con mayor asiduidad se contactan estos habitantes de La Pasarela son los polticos. Es amplia la variedad de circunstancias en las que podemos constatar las posiciones que adoptan los actores en este vnculo donde se juegan tan evidentemente relaciones de poder y de cierta conciencia de un colectivo, de fuerza poltica y hasta de algn tipo de representatividad.

Estos intermediarios entre "el adentro y el afuera" redistribuyen en el barrio el capital (en forma de bienes y servicios) que consiguen por esta intermediacin. Redistribuyen capitales y monopolizan otros: monopolizan el capital social colectivo frente a las dems familias. Cada familia, entonces, ocupa una posicin en el espacio social segn los bienes que posee y su trayectoria. Y las estrategias de reproduccin social que desarrolla estn en estrecha relacin con la evolucin y la proteccin de su capital simblico como familia destacada del barrio.

2. Comunidad y sentido poltico en la prctica de chusmearLo comunal es condicin de posibilidad del chisme. Estar siendo en un lugar (en el mundo) configura estructura de existencia y afecta a un territorio (terreno) de experiencia. En este terreno se marcan trayectos en la construccin de lugares de sentido, como los que construyen efectivamente tres grupalidades y sus mojones territoriales que disputan y comparten fuertemente el capital simblico de la actividad poltica comunitaria en La Pasarela y que, como hemos visto, se materializa -entre otras modalidades comunicativas- tambin a travs del chisme.

Como pudimos observar en nuestro trabajo, una parte importante de los chismes refieren -aunque no remitan directamente- al modo en como se configuran liderazgos (familiares, grupales, punteriles, etc.) en funcin de lo comn -el barrio-.

Participando de diversos modos de situaciones chsmicas, en nuestro trabajo de campo nos fueron resonando algunos ecos de este fenmeno. Por eso tratamos de ver/escuchar cmo el chisme hace tambin a la construccin de aspectos de culturas polticas, es decir, modalidades de vinculacin en el hablar, estructuras de pertenencias, horizontes de expectativas, relaciones y estilos de autoridad, configuraciones prcticas de relaciones de poder, etc.

Qu necesidad y deseo de comunidad -que habitus comunitarios- habitan en las aguas del chusmear, es decir, en su prctica viva en esta singular comunidad? Cules son los modos subjetivos, es decir las condiciones de experiencia (existencia) en el establecimiento del lazo transpoltico en lo comn?

Veamos algunas pistas.

El chisme asigna una representacin/significacin a una trayectoria de vida, a una reputacin pero para eso es necesario un terreno comn en el tiempo recorrido. Entonces por qu un discurso se constituye en chisme?, no por ser malicioso o falso, sino porque se refiere a un objeto (referencia) desde el punto de vista de su adecuacin a una realidad simblica, comunal, posiciona a los sujetos en este terreno comn y de algn modo pone las cosas en su lugar, en su lugar de sentido: las significa. Da un tono a las cosas del lugar.

Pareciera ser que lo que se est jugando en este hablar es una decibilidad sobre el ser del otro que nos atae en tanto somos parte de algo en comn. Digo hacemos, aunque yo no lo haga -nos dijo oportunamente un agente destacado del barrio- y esto nos refiere a que: aunque mi yo individual no lo haga, mi yo polifnico constituido en nosotros s lo hace. Me compete como nosotros. En estas palabras queda bastante claro lo que intentamos sealar. En este registro chsmico, el ser individuo no tiene otra forma de ser que ser con otros: si lo hacen ellos, lo hacemos nosotros, aunque yo no lo haga, porque somos ac . En el mismo lugar de sentido donde se establece la diferencia se reafirma la pertenencia, el ser parte. El chisme es una forma peculiar de participacin en lo comn que es el sentido pronunciado de este modo de ser parte.

En otros trminos, el ser en comn tiene algo de contagio. Porque como dice Roberto Espsito en Communitas. Origen y destino de la comunidad (2003), el opuesto semntico a comunidad sera inmunidad: es decir, el individuo exonerado, dispensado de ese contacto que amenaza su identidad.

Ahora bien cul es el movimiento -la accin- que nos indica el chisme en este caso si no es el de romper con lo comn?. Consideramos que es operar sobre las tensiones y nos parece evidenciarse en el chusmear que si bien como ya dijimos posiciona a los sujetos en terreno comn, su carga est ms precisamente en el trabajo que hace del tono del vnculo comunal, co-rresponde a las regulaciones de tensin de este vnculo. Trabaja en la entonacin (comn) del lugar.Llegados a este punto remarcamos que el chisme es un juego (de lenguaje) que pone en evidencia (o muestra) formas de vida compartidas. Podramos enunciar otras tantas situaciones a lo largo del trabajo de campo que muestran cmo el chusmear es una prctica por medio de la cual las grupalidades tensionan el tejido comunal agitando corrientes de opinin que vinculan (y ventilan) cuestiones pblicas y privadas en el modo de hacer (lo) comn, es decir lo que es de todos.

Segn Angelita "ac todos quieren ser jefes, todos quieren ser jefes y somos todos unos pirinchos iguales cuando no est el jefe...". Estamos frente a un discurso que va de boca en boca y que muestra cierta disposicin que pudimos cotejar en nuestro trabajo de campo: ...todos quieren ser jefes... todos quieren estar en ese lugar. Podramos abundar en expresiones y comentarios en las que al lder se lo refiere como el jefe... el que manda... el patrn... el dueo... pero sta nos resulta la ms interesante porque parece despersonalizar la cuestin y poner de manifiesto el juego de lugares (roles funciones) que circulan en las habladuras.

En este caso que exponemos, el chisme provee de impunidad. Hay un saber prctico operando aqu, que lleva a que eso que no se dice en otras circunstancias, pueda ser dicho cuando se adscribe a los beneficios del anonimato colectivo. El reconocimiento de zonas de decibilidad que cuenta con el beneficio del anonimato colectivo es usado para disputar poder y de esta manera para situarse en el lugar de quien lo ejerce, ya que es la propia circulacin la que borra las huellas de esa enunciacin. Es decir, se ejerce poder en hacer circular el chisme.

El chisme da voz, y da escucha que a su vez se constituirn en voces (vociferacin) de ese mismo decir, y vincula -establece lazos- al comps de la riqueza narrativa/evaluativa y la complicidad en la construccin de historias/valores en torno a figuras ausentes o tal vez habra que decir omnipresentes...ese lugar donde est la ltima palabra, el lugar del control.

Como dijimos, aqu solamente mencionamos algunas pistas - a modo de ejemplos- que nos permiten plantear lo que creemos est en el chisme como componente -amalgamante/congregante- de la comunidad. Atravesando la relaciones interpersonales primarias como la familia o el vecindario va trazando un lazo comunal que podramos decir que hace -como gnero primario- a la formacin de espacios pblicos primarios en donde se cargan de sentido los lazos sociales.

3. El chisme como dispositivo de enunciacin

Si toda produccin de sentido es necesariamente social y todo fenmeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de produccin de sentido (Vern: 1987), en nuestro trabajo enfocamos al chisme como fenmeno social productor de sentido.

Afirmamos que opera productivamente partiendo del supuesto de que tiene una participacin relevante en la discursividad de La Pasarela. Y es en este punto donde se instala el planteo del problema que abordamos y que se puede expresar en el interrogante: cul es la fuerza realizativa del chisme como acto de habla?; o bien: qu acciones se juegan en su enunciacin?Situndonos en las perspectivas expuestas, y articulando estos fundamentos con los materiales provenientes del trabajo de campo, se fueron trazando caractersticas atribuibles al chisme, en la bsqueda de su especificidad. Caractersticas que son en s mismas caminos de indagacin sobre el objeto de estudio.

Los siguientes puntos sealan los aspectos que consideramos claves para nuestro enfoque sobre la prctica chsmica:

Subjetividad: El chisme como interpelacin supone un determinado modo de escucha/respuesta, una configuracin especfica de enunciatario para constituirse como tal. En estas condiciones de enunciacin el enunciador encuentra un modo de subjetivacin. Adelantamos que lo entendemos como prctica dialgica que involucra relaciones de complicidad entre interlocutores.

Referencialidad: En tanto discurso que tematiza o predica sobre terceros -podramos decir terceros pertenecientes a una comunidad-, se trata de un espacio discursivo de condensacin de formas/opiniones no enunciables en otros espacios. Por otra parte, sus contenidos especficos, aquello de lo que habla conlleva algn aspecto evaluativo, valorativo y no simplemente descriptivo, para funcionar como chisme.

Espacialidad/temporalidad: Sostenemos que el chisme es un dispositivo generador de estructuras de pertenencia partiendo de que refiere a temas que afectan a los vecinos, y para sentirse afectado es condicin pertenecer. Por esto mismo suponemos que es una forma de comunicacin/sociabilidad ligada a la territorialidad. Del mismo modo, el chisme se conforma como configuracin prctica de relaciones de poder con caractersticas especiales de circulacin: encuentra como condicin de su propagacin la vivencia de un tiempo comn, de una experiencia compartida. Por otra parte en la propagacin en un marco territoral est su condicin de existencia.

Una de las tareas fundamentales que hemos tenido que aprender a pulir durante la realizacin de esta investigacin ha sido la tarea de escuchar. En las calles de La Pasarela se escuchan cosas. Se dicen ntese el pronombre reflexivo como dectico que borra las huellas del enunciador- cosas. Del barrio, de la gente, del ac, del antes, del ahora...

De lo que se trata entonces es de pensar cul es la particularidad en trminos performativos que nos permite reconocer esta prctica. Concretamente qu hacen los vecinos de La Pasarela cuando chusmean?

Aqu comenzaremos por citar algunas de esas caractersticas genricas centradas en la situacin de enunciacin.En primer lugar deseamos fundamentar que el chisme encuentra en su doble condicin de colectivo y annimo, una de sus reglas constitutivas (Searle: 1994).

Sabemos que es un discurso cuyos contenidos son siempre sospechosos en su veracidad. No es la voz de un miembro de la comunidad que sostiene su firma en cada nueva situacin de enunciacin y en este sentido es annimo porque no puede atribuirse a un enunciador originario, o al menos no requiere autora en trminos individuales. Pero es, a la vez, colectivo, ya que va sumando voces de la comunidad en una dinmica de circulacin que, justamente, no garantiza que se conserve la veracidad, ya que sta no es posible contrastar.

Ahora bien, aunque no se jueguen condiciones de certeza, para lograr su propagacin el chisme debe remitir a una referencia que revista rasgos de verosimilitud. Esto es, lo verosmil vinculado a lo plausible, lo probable: la construccin de lo verdadero a partir del efecto de adhesin, de la performativadad, de la autorizacin de la palabra y de la interaccin de enunciadores/enunciatarios adecuado en el marco de determinadas condiciones del acto de habla (Perelman: 1989).

Es nodal aqu subrayar que la produccin colectiva y annima est caracterizando a una prctica que es eminentemente circulante, circulacin que no se puede verificar fuera de las coordenadas que establecen un espacio y un tiempo comn, lo que hemos definido en el captulo anterior como comunidad y que refiere especialmente a la unidad material del mundo, que forma parte del horizonte de los hablantes y de la unidad de las condiciones reales de la vida, que generan la comunidad de valoraciones: la pertenencia de los hablantes a una misma familia, profesin, o clase social, a algn grupo social, y finalmente a una misma poca. (Bajtin:1997, p.116)

El chisme es un tipo de discurso conversacional/dialogal/ntimo. Como texto de la comunicacin oral, de la comunicacin en presencia, es el resultado del interjuego de lo dicho y lo entre-dicho; es el resultado del juego que se construye entre las caras y los cuerpos en el momento de hablar (Zires Roldn: 2001).

El chisme necesita determinadas caractersticas de escucha para su propagacin: no se puede chusmear con cualquiera sobre cualquiera. Adems de que debe ser alguien que participe de la comunidad, y en este sentido, que domine el sobreentendido vinculante (que sepa cules son los terceros a los cuales alude, qu representan, etc.) estamos en condiciones de afirmar que se requiere de una cierta indulgencia por parte de quien escucha: conmigo no, nunca, porque ya saben que yo las corto, pero te tira abajo, dice Queca. Ella corta la charla, por ende el chisme pierde su liquidez, su valor circulatorio. Pero lo que es ms importante, pierde el valor confirmatorio hacia el enunciatario.

Afirmar esto significa, en trminos realizativos, que el chisme permite la operacin de instituirse como enunciador confirmado en su voz en tanto necesita construir un enunciatario cmplice (complicado en el sentido de implicacin mutua), como enunciador perteneciente, conocedor de las reglas del juego.

En su dinmica ambivalente, el chisme genera un juego del lenguaje en el que una de sus reglas constitutivas es la construccin del enunciatario en carcter de com-plicidad: si el discurso no es compartido, si no resulta confirmado, pasa de ser un chisme a ser otro juego, a funcionar de acuerdo a la lgica de otro gnero.

Por otro lado, aunque la locucin es siempre una interlocucin y combina siempre diferentes puntos de vista, el dialogismo bajtiniano no es un sinnimo de acuerdo o de empata. Esas voces que confluyen estn tambin en confrontacin.

No hay dialoga sin tensin, interaccin y conflicto. Es decir, es tambin en el plano del discurso en el que se disputan batallas.

En este sentido, el chisme es un condensador de zonas no enunciables en otros discursos. Pero por qu?

La hiptesis que estamos presentando aqu sostiene que, en parte, se debe a la combinacin de estas dos caractersticas centrales: Qu ms irresponsable en trminos bajtinianos- que un discurso oral, ntimo y privado, donde el sujeto hablante se asume como transmisor de algo que: 1- no puede comprobarse en su veracidad. 2- el otro confirma. La confirmacin es la negociacin, es la apuesta en ese juego de enunciacin, es un modo que signa el intercambio, la pltica chismosa. No existe grupo o comunidad sin chisme, en tanto hay sociabilidad entre lmites, en grupo, hay chismes; y es que un discurso que invita a la confirmacin de la palabra permite ordenar mi universo.

El chisme desdibuja al enunciador, al mismo tiempo que lo confirma. Construye un espacio de intimidad, de seguridad en el que se garantiza a la vez la posibilidad de hacer afirmaciones, sin responder por ello. El chisme construye mltiples enunciadores y ninguno, y esa es una de sus posibilidades performativas: distribuye la voz y a la vez la preserva, proporciona la condicin opinativa y garantiza aserciones.

Tenemos a esta altura del trabajo una idea del chisme que: no lo liga necesariamente a la falsedad, ni a lo trivial, ni a la generacin de discordia. Ms bien parece que lo que all se juega es un rgimen de verosimilitud sobre asuntos importantes, y que puede ser inclusive un silenciador de discordias, o ms an, un componedor de con-cordancias.

Consideramos que hasta aqu podemos ir perfilando una respuesta, en clave enunciativa, a aquel interrogante inicial sobre qu hacen los sujetos en La Pasarela cuando chusmean, al menos en tres sentidos concatenados: Los sujetos (se) comprenden; (se) ordenan; y (se) redimen.

Hemos llegado a un punto en el que podemos afirmar que el chisme slo puede concebirse a partir de una lgica relacional. Es decir, no lo caracteriza un aspecto exclusivo por sobre los dems: ni su referente, ni los sujetos de la enunciacin, ni su entonacin, ni su mbito y forma de circulacin por separado son suficientes para determinar su existencia. Ms bien, la conjuncin de estas dimensiones es la que delimita su particularidad, en consonancia con una fuerza productiva, performativa que opera de modo ambivalente. Hemos enfocado esa dinmica realizativa en relacin con la constitucin subjetiva que se pone en juego.

Esa subjetivacin produce tambin una comprensin de mundo, una cosmovisin, que sita y resita los objetos de ese cosmos que no es otra cosa que el fruto de una praxis discursiva, material, ideolgica y productiva.

De algn modo, chusmear como todo acto de comunicacin, de relato, de circulacin de la palabra- es conocerse, y conocerse al interior de una comunidad es esencial para sobrevivir, para ser/estar, chusmear es, digmoslo en trminos bajtinianos, la construccin del otro all donde yo tambin soy. As planteada la centralidad de la interaccin nos vemos propulsados a decir que no se trata slo de conocerse, sino de reconocerse, de reconocerse all donde las identidades se ven confirmadas o antagonizadas. Y de ser reconocido all donde lo hecho es para todos, pero me identifica en mi diferencia.

Segn nuestra mirada, el chisme encuentra su fuerza productiva en esa habilitacin para inscribir al sujeto en un discurso que permite una doble operacin en una misma prctica, la de ser ac y ser diferente.

Justamente es quizs la comunidad local, encarnada en un territorio habitado por sus miembros y nadie ms, la nica posibilidad de proveer un sentimiento de que el mundo en un sentido amplio conspira por destruir (Bauman: 2003). Ese ser ac configurador de un nosotros restituye una falta; pero al mismo tiempo, como hemos dicho, esto tiene un costo en trminos de autonoma. Instalar el espacio de la diferencia, abrir un pliegue entre lo heredado y lo elegido, amortigua esos costos.

Es en el chisme donde podemos decir lo que nos separa sin erosionar la pertenencia, donde podemos posicionarnos entre lo dado y lo posible.

Ambivalente y escurridizo, el chisme trabaja en la interseccin del pertenecer y el distanciarse, del responder y el responsabilizarse creando mrgenes de eleccin a esa responsabilidad. As tambin es su paso, fugaz, casi inhaprensible, un fulgor sutil como slo puede serlo una palabra viva.

Pensar el chusmear como acto de enunciacin en el seno del barro comunal es verlo en su capacidad de modelar ese mismo barro. Chusmear es, adems, una prctica que no puede delimitarse fuera de una comprensin relacional de los objetos del discurso. Comprensin relacional que no es otra que la que la mirada comunicacional provee.

Si la comunidad es una manera de pensar las relaciones humanas -en un mundo progresivamente desvinculante-, es tarea de la comunicacin pensar en sus formas de crear sentidos compartidos. El chisme es una de esas prcticas generadoras de sentido.4. Chisme y moral

Un sealamiento recurrente en la bibliografa consultada en relacin al chisme es su vinculacin con el orden moral de la vida social (especialmente Gluckman 1963, Elas y Scotson 1994, Meyer Spacks 1984 y Fonseca 2000).

En Sociologa y Filosofa Durkheim propone especificar la caracterstica del hecho moral diciendo que: toda moral se nos presenta como un sistema de reglas de conducta. Pero [...] qu es lo que diferencia las reglas morales de las dems?

1) [Que] estn investidas de una autoridad especial en virtud de la cual son obedecidas porque ordenan [...]

2) Pero [...] la nocin del deber no agota la nocin de lo moral. Es imposible que realicemos un acto nicamente porque nos es ordenado, y haciendo abstraccin de su contenido. Para que podamos hacernos sus agentes, es preciso que interese, en cierta medida, a nuestra sensibilidad, que se nos presente, bajo algn aspecto, como deseable. La obligacin o el deber no expresa, pues, sino uno de los aspectos, y un aspecto abstracto, de lo moral. Una cierta deseabilidad es otro carcter, no menos esencial que el primero (2000: 60).

Enfatizando la dimensin subjetiva del seguimiento de la regla, Bourdieu cita a Weber cuando seala que los agentes sociales obedecen a la regla cuando el inters en obedecerla la coloca por encima del inters en desobedecerla (1993:83). Obligacin y deseabilidad estn en juego, pues, simultneamente cada vez que los agentes , cualquiera sta sea.

En qu se distingue, entonces, la regla moral? En que el seguimiento de las conductas que regula est definido en trminos valorativos.

Ahora bien, estos valores siguiendo nuevamente a Bourdieu- son realizados prcticamente. Por eso, en lugar de hablar de una -una moral sistemtica, un sistema intencionalmente coherente de principios explcitos- nos referiremos a un , esto es, a un conjunto objetivamente sistemtico de disposiciones con dimensin tica, de principios prcticos [...] Los valores son gestos, formas de pararse, de caminar, de hablar. La fuerza del ethos est en que es una moral hecha hexis, gesto, postura (1993: 154-155).

El implica el imperio prctico del orden moral, que no se define en relacin a una moral sino a , como lo propone Howell primero, porque abre a la pluralidad; segundo, [...] porque contiene y expresa tanto el discurso como la prctica. Entonces, la relacin entre valores morales y prctica es dinmica. Los valores estn cambiando continuamente y adaptndose a travs de elecciones y prcticas actuales mientras, al mismo tiempo, continan dando forma a esas elecciones y prcticas (Howell 1997: 4; nuestra traduccin).

Las prcticas, los gestos, que componen ese son mltiples: lo que intentamos demostrar en nuestra investigacin es que una de ellas es el chisme.

Pipa Chaparro nos cuenta cmo es objeto de chismes porque elige desarrollar su militancia poltica fuera del barrio y tambin a raz de las mejoras que ha introducido recientemente en su vivienda:

Y ac me criticaron mucho; a m no me dijeron nada porque nadie se anima a decirme nada en la cara, pero me contaron que decan que por qu no haca las cosas ac en el barrio Pero ac no se puede, porque ac te ven que tens cosas, una familia, una casa y no entienden que vos quieras mejorar Ellos se quedaron en la prehistoria si tienen tres chapas y el mate cocido, ya est. Para qu van a mejorar? Ellos no buscan tener otras cosas, progresar! Entonces a m me sacan el cuero (Pipa).

En su enunciado, Pipa se muestra conocedora de la existencia de dos dicotomas morales, que demandan posicionamientos de los agentes al respecto y en relacin a las cuales ella se ha posicionado de una manera diferente a la propiciada :

a) trabajar polticamente para el barrio (positivo) vs. trabajar polticamente para otro barrio (negativo); y

b) mantener el mismo nivel de los dems (positivo) vs. desnivelarse (negativo).

Ella sabe porque participa de un ethos comunitario- que esas valoraciones organizan la vida social de la comunidad, y que ella se ha posicionado de manera diferente en relacin a las mismas; por lo tanto, sabe que es posible de ser objeto de chismes.

Uno de los aportes que realiza Patricia Meyer-Spacks en su obra Gossip: How it works consiste en referir a la consideracin realizada por Erik Erikson sobre juego y ritual, y en sugerir que el chisme rene varias caractersticas del ritual, poniendo el nfasis en su capacidad para . Dice puntualmente la autora: En el hombre, la superacin de la ambivalencia (tanto como la ambigedad) es una de las funciones primordiales del ritual. Cualquiera que alguna vez haya chismeado reconocer estas marcas distintivas de la experiencia [ritual]. El chisme sigue sus propias formas y ritmos familiares, combinando sorpresa por sobre el contenido con reconocimiento de un modelo formal, y trata casi obsesivamente con el ingrediente de la ambivalencia. (1983: 577). Dejaremos fuera de este artculo por razones de espacio la alusin al juego.

Por su parte, los estudios clsicos sobre rumor (Allport y Postman 1973 [1947], Shibutani 1966, Lienhardt 1975) apuntaban hacia la ambigedad del contenido de una informacin como condicin para convertirse en rumor. Si bien, como de manera ms exhaustiva desarrollamos en el informe final de la investigacin, chisme y rumor no son un mismo fenmeno, dada su proximidad esos sealamientos sobre la ambigedad en el rumor entre otros- nos han servido de gua para avanzar en el anlisis del chisme, como veremos.

Ambivalencia y ambigedad no son de ninguna manera sinnimos, aunque los dos conceptos se relacionen con la interpretabilidad: mientras la es la condicin de lo que se presta a dos interpretaciones opuestas, la alude a aquello que puede recibir distintas interpretaciones (tantas como supongan las condiciones de posibilidad discursivas en cada situacin concreta). Pero adems: el primer concepto alude al valor; el segundo, a la informacin. La prctica ambivalente del chisme trabaja sobre la ambigedad del contenido moral de ciertas conductas, necesita de la existencia de conductas moralmente ambiguas para existir, cuya interpretacin no est ya cerrada por la sujecin del agente a la regla.

La etimologa de la palabra nos lleva al latn , a su vez derivado de , que significa estar en discusin (Corominas 1996): el chisme necesita de la existencia de conductas que . O mejor dicho: de conductas cuyo valor moral sea lo suficientemente ambiguo como para poder ser puestas en discusin; juzgadas y sentenciadas. Difcilmente pudieran ser objeto de chismes las conductas que estn perfecta y claramente , ya que el chisme requiere de un territorio de indefinicin para producir sentido.

Transitoriamente , asignando un valor moral donde haba ambigedad, reduciendo la ambivalencia y definiendo la interpretacin que debe darse a la conducta objeto de chisme; pero reteniendo, sin embargo, la ambivalencia moral de la propia prctica de chusmear.

Ese valor moral asignado transitoriamente a travs del chisme a la conducta ajena tiende a reafirmar o confirmar valoraciones ligadas a la identidad comunitaria: no est bien robar en el barrio, ni ser vago, ni chupar y trabajar, ni descuidar a los hijos, ni evidenciar un progreso desmedido, ni trabajar para que mejoren otros barrios, etctera. Es decir, valores de pertenencia, de reconocimiento, de adecuacin a normas; tanto a las que rigen sobre el orden de lo pblico y relativas a la participacin y la interaccin, como a aqullas que organizan criterios en el mbito de lo privado. En una oportunidad Gerardo un docente de los talleres del Club de Abuelas con quien entablamos relacin durante el trabajo de campo- nos dijo: El chisme sirve para mantener todo como est.

En este sentido, encontramos en el trabajo de Max Gluckman un aporte interesante: Gluckman (1963) propone entender al chisme como una prctica a travs de la que se evita el enfrentamiento directo entre los miembros de una comunidad, en relacin con la manifestacin de evaluacin moral de un miembro de un grupo o comunidad hacia otro. Pensamos en el chisme relacionado entonces con el comentario en ausencia o la sutileza en presencia que, en vez de generar ruptura, generan cohesin y confirmacin como tambin lo sostena Gluckman- de los valores comunitarios, de la convencin. Como si el chisme permitiera zanjar diferencias entre los miembros de un grupo o comunidad sin afectar la armona de la comunidad como tal. El modo encubierto de librar luchas internas es, desde este punto de vista, una manera de proteger la consistencia del grupo mismo.

Ahora bien, no es en la funcin evacuadora -imagen de la vlvula de escape a manera de explicacin mecanicista funcionalista- donde lograremos comprender la dinmica de esta prctica en los trminos de produccin de sentido que estamos investigando.

Para ver la otra cara de la moneda, es preciso resaltar que hay algo en la norma, del orden de lo restrictivo, que conduce tambin a lo productivo. Si tomamos a la norma como aquello que ordena valorativamente los comportamientos al interior del barrio, y a la transgresin de la norma como la conducta que rompe con lo aceptado, ya sea en relacin al sexo, al dinero, a los roles maternos, paternos o filiales, o directamente en relacin a la ley y cuestiones penales, podramos decir que el chisme -prctica en s misma transgresora ya que chismear est mal visto- ofrece un espacio de circulacin de comentarios, datos y ancdotas ligadas a estos temas, que refuerzan posiciones morales pero a la vez las liberan de presentarse pblicamente.

En este sentido, podramos decir que el chisme produce la -en el sentido de hacer visible, pblico, conocido por todos, publicado (Bourdieu 1993: 88)- de ciertas conductas y posicionamientos morales que a travs suyo cobran (alguna) existencia en el ethos comunitario.

En el lmite exterior del chisme, en tanto, fuera de l, quedan aquellos cuyas conductas son recurrentemente ilegales (como las familias que detentan el status de ser los delincuentes del barrio, de generacin en generacin); aquellas conductas cuyo valor moral est , no reviste ambigedad. En ese caso, las historias pasan a ser objeto de relatos que condensan lo que , como ocurre con la referencia a las prcticas delictivas de los Chaparro, sobre las que se habla casi abiertamente.

Entonces, la norma es transgredida mediante la accin de chusmear (ambivalente), al mismo tiempo que es reafirmada y fortalecida. Tanto en el chisme, como en la telenovela, hay una trama de acciones que merecen ser evaluadas propio de la narrativa- en el plano de la confirmacin moral de lo que se acuerda implcita o explcitamente.

En esa transgresin y reafirmacin se posicionan sujetos que se distancian moralmente de aquello que critican, en el marco de un ethos o marco de coacciones y posibilidades morales comunes, mientras claramente hablan desde el ser ac.

Retomemos lo planteado hasta ahora: tenemos una prctica cuya fuerza realizativa permite a los sujetos inscribirse/borrarse y diferenciarse/referenciarse en el marco de lo comn, espacio/territorio de circulacin de la palabra chismosa. Se trata de un objeto cuya entonacin revela la forma de una confirmacin identitaria y valorativa. Es a la vez en su condicin de ambivalente donde estriba esta posibilidad productiva.

Si la palabra y la vida conforman el espacio de la discursividad, de las significaciones que atraviesan los textos y los contextos, este espacio es inestable, abierto y relacional, y como tal no puede estar exento de tensiones. Lo que encontramos en el chisme como objeto que sondeado en su espesor remite a estas dimensiones mencionadas en el prrafo anterior, es la condicin de trabajar sobre una de esas lneas tensionales. Esto es lo mismo que decir que no se puede adscribir al chisme a una funcin plena, a un extremo u otro de una dicotoma. Justamente en su doble faz se constituye esa ambivalencia que permite que las cosas y las personas sean lo que son, aunque nunca del todo. Permite, en palabras del Kaspar Hauser de Peter Handke, poner las cosas en su lugar a partir de detentar un saber, un saber prctico, un saber hacer, un saber hablar.

Pero a la vez, en la medida en que objetiva los comportamientos morales situados en el lmite de la regla, ese lugar en el que las cosas son puestas ya no es nunca exactamente el mismo que antes: el ethos comunitario se va modificando imperceptible y fundamental en este caso- extraoficialmente. Ni los comportamientos estigmatizados (como la delincuencia) ni los abiertamente excluidos de la norma (como la violacin de menores ) son pasibles de ser objeto de chismes; no revisten inters para el chisme porque su significacin moral est fuera de toda discusin (y por tanto, de todo chisme). Slo aquellos cuya legalidad est prxima pueden serlo; o dicho en trminos de la produccin de sentido: slo aquellos cuyo sentido, en trminos pearceanos, est abierto a la significacin, pueden ser .

De manera que la decibilidad de ciertos comportamientos a travs del chisme produce un tipo de institucionalizacin de los mismos que podramos llamar . Exactamente al revs de los comportamientos formalizados cuya ejerce, segn Bourdieu (1993), una violencia simblica.

5. Chisme y rumor: parecidos pero diferentes

A partir de lo desarrollado por nuestra investigacin, estamos en condiciones de establecer una diferenciacin entre chisme y rumor, y en tal sentido realizar un dilogo y un aporte en relacin a toda una tradicin terica que ha abordado su tratamiento como si se tratara de un mismo y nico fenmeno. Si bien es cierto que tal asimilacin se basa en ciertas caractersticas comunes a ambas prcticas, existen importantes diferencias que autorizan a referirnos a ellas como dos objetos diferentes.

Para que puedan apreciarse las diferencias, presentaremos primeramente algunas zonas de significacin compartidas, para luego sobre ese teln de fondo desarrollar las particularidades de cada una de ambas.

5.1. Chisme y rumor: zonas compartidas

Hay zonas compartidas entre el chisme, el rumor y, en general, con otras formas de la circulacin del decir comunitario (como por ejemplo la leyenda, el mito, el secreto, la fbula, etc.). Entre esas zonas compartidas mencionaremos ahora solamente tres, entre otras que desarrollamos en el proyecto:

a) El carcter eminentemente oral de ambas prcticas comunicacionales es expresado por algunas investigaciones que centraron su estudio en fenmenos de estas caractersticas, como el de Margarita Zires Roldn (2001).

b) El anonimato o -dicho de otro modo, pero en igual sentido- la produccin colectiva. La caracterstica constitutiva de ambos objetos es la desaparicin del autor (en tanto que origen o fuente) y su construccin como producto de una colectivizacin que tiene lugar -como hemos dicho anteriormente- a partir de la circulacin.

c) La performatividad. En su investigacin, Zires Roldn observ que en las comunidades estudiadas la circulacin del rumor tuvo implicancias y consecuencias manifiestas -tal como reproduce en una entrevista con una nia de 12 aos, que alude a los Pitufos- "Yo saba que haban unos muecos pequeos llamados pitufos que se haban comido a un nio. Esto me lo contaron, y yo me enter en Valle de Bravo a travs de un peridico. El rumor le dio pnico a algunos nios y a otras personas, pero a algunos les pareci absurdo. Cada quien tom como quiso" [Zires Roldn, 2001. Pg. 207]. En lo que refiere al chisme, su capacidad realizativa ha sido desarrollada en los puntos anteriores.

5.2. Chisme y rumor: diferencias

Pero aqu comienzan a separarse estas prcticas, para dar lugar a objetos diferentes y con caractersticas particulares. Dos de las ms plausibles son las que mencionaremos aqu:

a) El tenor comunitario. Mientras que en el caso del rumor, este relato puede atravesar varias comunidades (incluso fronteras) y es un objeto susceptible de sufrir resignificaciones segn culturas regionales, costumbres, etctera, que le adosan singularidades locales, en su circulacin el chisme compromete a una comunidad para la cual la comprensin de su sentido es la clave de la pertenencia a dicha comunidad; entendida aqu en un sentido de territorialidad restringido, al que queda delimitado -como expresbamos antes- por la afeccin que produce el chisme en cuestin.

Para el chisme, la referencia es siempre la comunidad; y esta no es sino una comunidad de sentido: Esto significa que lo que puede dar motivo al chisme se produce siempre dentro de los lmites de una comunidad en la que el chisme tiene sentido. Esto implica que para otras comunidades, aqul no sera posible (es decir, sera impensable su emergencia como chisme); o bien lo sera pero con otros sentidos que respondern a los patrones de la comunidad en que se genera y circula.

Los rasgos de particularidad del grupo social que se imprimen en el chisme remiten necesariamente a los lmites de cada comunidad de sentido, ya que stos quedan establecidos -como vimos- por el propio chisme y su circulacin. Esto significa que es posible observar los alcances de una comunidad de sentido atendiendo al modo en que afecta a las diferentes personas, las diversas posiciones de sujeto que produce, la participacin que genera y el involucramiento que motiva el chisme.

b) El chisme como prctica comunicacional. Ms all de las diferencias que existen entre las diferentes concepciones acerca del rumor, hay una coincidencia en la percepcin de que ste se configura en torno o a partir de un tema que constituye el nudo o eje central; sobre el cual se irn produciendo las modificaciones que darn lugar a las diferentes variantes de un mismo rumor. De esta manera es posible pensar no slo en la posibilidad de que un mismo rumor se universalice (an con sus matices culturales y sus versiones locales), sino tambin que de pie a nuevos rumores en virtud de una vinculacin temtica; o incluso que un rumor cuya prdida de vigencia se produjo tiempo atrs (incluso aos), vuelva a resurgir con vigor ante la emergencia de algn dato o fenmeno de la actualidad que tenga relacin con aqul.

Si bien el chisme (como objeto) tambin se compone y gira en torno a un tema que rene todas o algunas de las caractersticas que vimos en este mismo trabajo; nuestro inters no estuvo orientado al estudio del chisme como enunciado, sino en la medida en que se constituye como una prctica de enunciacin (la prctica de chusmear) a travs de la cual la comunidad instituye sus propios lmites, actualiza constantemente sus parmetros morales (como vimos antes), establece prioridades, cancela zonas discursivas, etc.

La voluntad de sentido que moviliza el chisme trabaja directamente [en] el cuerpo social. No alude a la historia del cuerpo social, sino que habla/hace la historia de ese cuerpo comn, y por lo tanto hace comunidad.

El chisme opera como una afirmacin, en el sentido de que traza los lmites de un adentro/afuera y de un ac/all; y a la vez como confirmacin, al establecer y pivotear sobre un sentido de pertenencia de las personas a la comunidad.

El chisme es una prctica que trabaja en la socialidad comunitaria. La fuente del chisme es el sentido de comunidad, el ser parte de un comn, ms all o ms ac del sentido (especfico) de este comn. En la geometra de esta prctica que se tensiona en el vnculo interior / exterior, adentro / afuera, se muestra una distancia implicativa. Un sentido de comunidad. Un modo comn de afectarse.

Finalmente, si bien no es pertinente establecer una relacin esencial entre pobreza y chisme y reforzar una estigmatizacin corriente de la pobreza-, el proceso realizado en el proyecto de investigacin nos lleva a observar que all donde se presenta una mayor dependencia de las personas respecto de la comunidad (y la pobreza urbana supone esta condicin), el chisme tiene mayor capacidad de incidencia sobre la existencia de las personas y, por tanto, mayor productividad sobre la vida social.REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

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NOTAS

Tal desempeo tuvo lugar en el marco del P.I. Socialidad, vida poltica y prcticas comunicacionales de la pobreza (U.N.E.R., 1994-1998) y de nuestras investigaciones de grado: Espacios comunitarios de significacin de los sectores populares urbanos (Fasano, 1993), Indicios de una conversacin en La Pasarela (Gimnez, 1995) y Consumo televisivo y representaciones polticas (Ruiu, 1995). En tal transcurso, hicimos alusin directa e indirecta a la prctica del chisme en Fasano [1997 a) y b); 2001], Fasano y Gimnez (2000), y Ruiu (1997).

En una oportunidad se trabaj con entrevistas, en otra con encuestas, en todas complementariamente con registros de observacin.

Entre los primeros, Ernst Cassirer, Hans Gadamer, Paul Ricoeur como los principales referentes; entre los segundos, Peter Winch, Clifford Geertz, Charles Taylor, James Clifford, George Marcus, entre otros; entre los terceros, Harold Garfinkel.

No constituyen los mencionados una sola corriente epistemolgica, ni mucho menos. Un desarrollo menos esquemtico de la constitucin de puede encontrarse en el Captulo 2 del Informe Final del P.I.

Obsrvese que el concepto de est compuesto por el prefijo latino , que significa negacin o contrariedad, y el vocablo . Tener la necesaria sugiere, pues, estar en condiciones de negar la propia posicin.

Al decir comunidad presuponemos: 1 la existencia de una asociacin de personas con pasado, presente y futuro en comn (comn-unidad en el tiempo); 2 constituyendo un asentamiento poblacional de un tamao tal que permite que todos se conozcan en mayor o menor medida entre s (comn-unidad en el espacio); y 3 que, en virtud de ello, sus lmites estn dados por la posibilidad de comprender el sentido de las prcticas de significacin comunitarias, como el chisme, y participar en su construccin (comn-unidad en el sentido).

Contenidos, estilo y reglas de composicin. La apertura de los discursos y los gneros tambin habla de una constitutiva inestabilidad.

Ntese la sintona con la afirmacin que hace Ludwig Wittgenstein -desde la filosofa del lenguaje- de que hablar un lenguaje significa inscribirse en una forma de vida.

Patricia Meyer Spacks en su articulo Gossip: How it Works El chisme: como funciona (traduccin Carlos A.Glcklich) hace una sugerente analoga entre el tratamiento que da Freud de las bromas dividindolas en dos categoras inocentes y tendenciosas, por tanto distinguiendo bromas que constituyen fines en s mismas, que no sirven a ningn propsito particular, de aquellas que cumplen un propsito definible. Seala que tambin el chisme puede ser inocente, as como tener un propsito determinado.

No es objeto de esta investigacin pero sera muy interesante analizar diversas modalizaciones de la conversacin y su articulacin a diversos modos de hacer comunidad.

Tomado de De Certeau, Michel; Giard, Luce (1994).

Segn Max Gluckman, la palabra gossip deriva de , persona no-pariente, que dentro de la prctica religiosa se responsabiliza por la condicin moral y espiritual de su ahijado (padrino, madrina) (1968: 34; nuestra traduccin).

Cozarinsky, Edgardo (1993).

Pronunciamiento es la nica arteria del barrio que cuenta con asfalto y tiene en proyecto de construccin desde hace varios aos una doble va de paso para los automviles

Esta distincin es significativa para nosotros desde el aspecto sociocultural, dado que si bien los vecinos del barrio sufrieron tambin los embates del proceso de empobrecimiento del pas, su constitucin como pobres es de larga data y no responde a la cada general de la economa en los ltimos aos.

Acordamos con el pensamiento de Sahlins (1974) en que "la pobreza no es una determinada y pequea cantidad de cosas, ni es slo una relacin entre medios y fines; es sobre todo una relacin entre personas. La pobreza es un estado social." En Economa de la Edad de Piedra (1974) el antroplogo Marshall Sahlins realiza una comparacin interesante entre las sociedades denominadas primitivas y la edad actual en lo que refiere a las condiciones objetivas de existencia en ambas y la dimensin histrica de la categora de pobreza que se acua.

En este sentido, es amplia la gama de miradas tericas que abordan el tema adoptando posturas analtico explicativas, valorativas o bien descriptivas. Al respecto se encuentran desde visiones economicistas, tanto liberales como marxistas, que consideran a la pobreza en estrecha vinculacin con el macro sistema y la organizacin econmica -ya sea como una instancia necesaria y funcional o bien como causa inevitable del modo de produccin capitalista-; hasta los postulados que hacen hincapi en responsabilizar a los sujetos por estar inmersos en esa situacin, pasando por los paradigmas que enfrentan el problema desde las condiciones sociales y las relaciones humanas que se dan en las mismas.

Nuestro inters est guiado -segn el decir de Alicia Guterrez (2004)- en "avanzar en la bsqueda de elementos explicativos y comprensivos que permitan dar cuenta de (...) los lazos estructurales que ligan a pobres y ricos en una determinada sociedad y de la manera como los pobres estructuran un conjunto de prcticas que les permiten reproducirse socialmente en tales condiciones"

Ibdem; pg. 54.

Para quienes habitan La Pasarela el contacto con esta institucin no es vivido como extrao sino que el vnculo est ms bien naturalizado. En particular, los vecinos estn habituados a la presencia de alumnos y docentes de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ros, los que desde hace varios aos vienen realizando trabajos acadmicos en el barrio, insertndose en las distintas instituciones o radicando all su trabajo de campo para las diversas investigaciones que llevan adelante. Es de destacar que este hecho colabor tambin en nuestro abordaje.

Hay cierta norma de intercambio que regula fuertemente las relaciones sociales, de sistemas de deudas, favores y expectativas, que tambin se verifica en la relacin con quien no es del barrio. Hay una idea de "dar a cambio" que rige las relaciones en general. Esta cultura especfica del intercambio es un parmetro fuerte para el establecimiento de valores.

Fundadoras del Club de Abuelas son: Ana, Elsa, Anglica, Nita, Irene, Beatriz y Amalia. Ana es la madre de Pedro, quien hoy dirige el Proyecto Nietito Fuerte. All tambin trabajan Estela -otra hija de Ana y hermana de Pedro-, Yoli, la secretaria, y su hermano, sobrinos ambos de Pedro y Estela y nietos de Ana. Esta ltima es consuegra de Elsa, la que a su vez es suegra de Mercedes quien cumple tareas en el Comedor; compaera all de Graciela -hija de Anglica - y la Queca -sobrina de Ana y prima de Pedro y Estela. Tambin conforman el grupo de cocineras Lorena y su hermana Silvia, quienes son hijas de Beatriz, al igual que Antonia y su hija Selva, y Norma, quien es mam de la otra Norma que asiste al taller de poesa. Otra hija de Antonia es Negrita, quien cumple funciones administrativo contables en el Proyecto. En el taller de plstica est Josefina, otra nieta de Antonia y sobrina de Negrita. Nita es la suegra de Angelita -otra mujer que est en la cocina- y abuela de Soledad -hija de Angelita- quien integra el taller y el rea de Comunicacin de esta organizacin. Por su parte Gustavo, tambin hijo de Angelita, estaba en el taller de audio como ayudante; y Marco, su hermano, tom su lugar. En deportes, como colaborador del profesor titular, encontramos al Gringo, quien es compadre de Mary, la gorda, histrica integrante del Comedor, cuyo esposo Ramos est involucrado igualmente en el proyecto con Pedro. Encargado de las relaciones pblicas est Federico, nieto de Irene.

En la Pasarela una dimensin interfamiliar o familiar ampliada toma y ha tomado a lo largo de su historia preeminencia. Desde sus orgenes, sedimentndose y reproduciendo una dinmica barrial que llega hasta nuestros das, los protagonismos de sus actores han estado signados por una suerte de flujo sanguneo, cuya herencia abarca tambin (o fundamentalmente) las posiciones familiares que se relacionan y definen dentro del contexto general del espacio topogrfico de posiciones (de poder / de discurso).

Los lugares comunes son lugares de sentido. La construccin de lugares de sentido hace al proceso cultural de una comunidad. Podemos ver aqu un nudo de acoplamiento estructural entre comunicacin/comunidad /cultura onto-epistemolgicamente hablando.

Como ya se dijo, compartir habladuras ha sido la accin prctica mediante la cual intentamos comprenderlo.

Entindase esta nocin no como trascendente de lo poltico, sino por el contrario como lazo que hace a lo poltico a lo largo y ancho de la vida cotidiana.

Esta expresin podemos considerarla -en trminos de pensamiento bajtiniano- como cronotopo de comunidad.

Romper con ese lugar de donde se es originario... del barrio Belgrano... de La Pasarela

La voz del coro. La vociferacin. El sentido comn.

Seudnimo, al igual que todos los dems nombres de personas del barrio que aparecen en este trabajo.

En este sentido, nos identificamos con las palabras de John Shotter: El hecho decisivo en el cual hay que centrarse no es el del hablar en general, sino este o aquel acto particular de habla; y la tarea es describir (crticamente) las influencias que inciden en su configuracin; eso es no decir tericamente cul debe ser el caso en general, en principio, a partir de la evidencia, etc., sino poder decir en particular, de acuerdo con las circunstancias especficas de un enunciado, cules son las influencias que actan sobre l. (Shotter, 2001, p. 94).

Cuando hablamos de situacin de enunciacin nos referimos a algo ms que la dimensin estrictamente verbal de la enunciacin en cuanto a los aspectos fonticos, morfolgicos o sintcticos. Aludimos al contexto extraverbal en el que se construye el sentido, contexto o situacin que no es tan slo la causa externa de la enunciacin, ni acta sobre sta como una fuerza mecnica externa, sino que forma parte de la enunciacin como la parte integral necesaria para su composicin semntica (Bajtin:1997, p. 115).

Las reglas regulativas regulan una actividad preexistente, una actividad cuya existencia es lgicamente independiente de las reglas. Las reglas constitutivas constituyen (y tambin regulan) una actividad cuya existencia es lgicamente dependiente de las reglas. Searle, John (1994, p.43).

Desde esta perspectiva queda claro tambin que es importante el registro de los elementos paralingsticos y contextuales en cada encuentro, y es en este sentido que se afirma desde la etnografa que el propio investigador es el instrumento de investigacin.

Lo que yo s, veo, quiero y amo, no puede ser un sobreentendido. Slo aquello que nosotros los hablantes sabemos, vemos, amamos y reconocemos en lo que estamos unidos, puede llegar a ser la parte sobreentendida de una enunciacin (Bajtin: 1997, p. 116).

Los contextos en que puede usarse cada palabra a menudo contrastan entre s. El caso clsico de contextos opuestos para el uso de una misma palabra se encuentra en el dilogo....Los contextos no estn uno al lado del otro, en fila ignorndose mutuamente, sino que se encuentran en un estado de constante tensin, o de incesante interaccin y conflicto, expresar Bajtin, bajo el nombre de Valentin Voloshinov, o Voloshinov, inspirado por Bajtin, en: VOLOSHINOV (1992)..

Podemos imaginarnos entonces al lenguaje como una red de protagonistas donde los personajes se disputan la legitimidad de las palabras que se reivindican como razn o identidad. Se trata de quien tiene la razn o dice la verdad dice Iris Zavala en el Prlogo a El marxismo y la filosofa del lenguaje.

Las historias hacen posible una interaccin con otros que tenga sentido, dice Bauman (2003, p.118).

Utilizamos el concepto en el sentido que lo propone Bourdieu cuando dice que lo oficial es lo que puede ser hecho pblico, afichado, proclamado, frente a todos, ante todo el mundo, por oposicin a lo que es oficioso, hasta secreto y vergonzoso; con la publicacin oficial, todo el mundo es a la vez tomado como testigo y llamado a controlar, a ratificar, a consagrar, y ratifica, y consagra, por su silencio mismo [...] El efecto de oficializacin se identifica con un efecto de homologacin. (1993: 88)

En una discusin llevada adelante en la Revista Man, entre Paine y Max Gluckman, Paine se refiere al chisme como de procesos sociales, y en este sentido como un instrumento social poderoso que permite proteger los intereses individuales de los miembros de la comunidad. (Robert Paine, Revista Man de Junio de 1967).

El anlisis del chisme como una forma narrativa especfica es realizado parcialmente por Abrahams (1970; 1971). Tambin Cozarinsky enfoca al chisme como relato transmitido (Magadn 1994: 92).

Lo que hubiera supuesto hacer un seguimiento "temtico", buscar sus variaciones, recorridos, etc.

Podramos decir en la socia(bi)lidad en trminos de Georg Simmel.

Que en los barrios pobres ocupa un lugar, sin dudas, relevante en la dinmica social cotidiana.

Esta dependencia alude tanto a los aspectos ms bsicos y materiales de la sobrevivencia (en qu medida las personas pobres dependen para su sobrevivencia de las relaciones de ayuda mutua y de las conexiones que se establecen dentro del barrio, como se present al comienzo) como a los rasgos de constitucin de la identidad (pertenecer al barrio constituye decisivamente la subjetividad de los individuos). Ambos aspectos suponen una gran identificacin de las personas con la comunidad, como hemos desarrollado.