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Actas XV Congreso AIH (Vol. II). ALMA MEJÍA. El «Cid» de Diamante. Transformación de un persona... - EL CID DE DIAMANTE. TRANSFORMACIÓN DE UN PERSONAJE HISTÓRICO Muchas son las comedias que durante el Siglo de Oro español se escribieron teniendo como modelo una situación o un personaje histórico. Los romances, los relatos de las crónicas y la epopeya poseían personajes tradicionales, fácilmente identificados, ligados a determinados significados ya establecidos, incluso muchas veces inmersos en un proceso de simbolización, que fueron tomados por el teatro y utilizados en él de diferentes maneras. Las comedias llamadas "históricas", "épico- históricas", "legendarias", "heroicas", entre otras denominaciones, es decir, aquellas que tienen un "referente" histórico, que cuentan un "hecho" histórico determinado o que se concentran en personajes históricos o por lo menos tomados como históricos en ese momento, conforman un extenso corpus no homogéneo, al cual podemos acceder desde muy diversas perspectivas. Una de las posibles vías de acceso al estudio de los personajes históricos en la comedia española de los Siglos de Oro es la discrimina- ción entre los diferentes tratamientos que las obras que se acercan a un hecho o personaje histórico dan al mismo. Un personaje histórico, tomado de la tradición romancística o cronística, puede funcionar en diversas comedias como prototipo de valores nacionales, como prototipo de valores individuales, como un referente estereotipado cuyos valores intrínsecos se han vuelto ya una constante, o bien puede convertirse en un héroe trágico cuyos valores individuales trascienden la función prototípica, e incluso llegar a ser el héroe de una comedia burlesca en cuya caracterización no sólo se trascienden los valores representativos, sino que se degradan sus posibles funciones. Para poder hablar con cierta exactitud respecto de ese posible subgénero que sería la "comedia histórica", se necesita no sólo establecer un corpus que permita observar los temas, personajes y situaciones más recurrentes y que muestre, aproximadamente, lo que cuantitativamente se produjo en esta línea para poder establecer su importancia en el vasto panorama de la producción total del teatro del Siglo de Oro. También es necesario pensar en subdivisiones establecidas según el tratamiento del personaje o situación histórica, según la mirada dominante con que el dramaturgo se acerca a la historia contada, ya que este factor establece profundas diferencias entre comedias cuyo propósito es enaltecer valores -11- Centro Virtual Cervantes

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EL CID DE DIAMANTE. TRANSFORMACIÓN DE UN PERSONAJE HISTÓRICO

Muchas son las comedias que durante el Siglo de Oro español se escribieron teniendo como modelo una situación o un personaje histórico. Los romances, los relatos de las crónicas y la epopeya poseían personajes tradicionales, fácilmente identificados, ligados a determinados significados ya establecidos, incluso muchas veces inmersos en un proceso de simbolización, que fueron tomados por el teatro y utilizados en él de diferentes maneras. Las comedias llamadas "históricas", "épico-históricas", "legendarias", "heroicas", entre otras denominaciones, es decir, aquellas que tienen un "referente" histórico, que cuentan un "hecho" histórico determinado o que se concentran en personajes históricos o por lo menos tomados como históricos en ese momento, conforman un extenso corpus no homogéneo, al cual podemos acceder desde muy diversas perspectivas.

Una de las posibles vías de acceso al estudio de los personajes históricos en la comedia española de los Siglos de Oro es la discrimina-ción entre los diferentes tratamientos que las obras que se acercan a un hecho o personaje histórico dan al mismo. Un personaje histórico, tomado de la tradición romancística o cronística, puede funcionar en diversas comedias como prototipo de valores nacionales, como prototipo de valores individuales, como un referente estereotipado cuyos valores intrínsecos se han vuelto ya una constante, o bien puede convertirse en un héroe trágico cuyos valores individuales trascienden la función prototípica, e incluso llegar a ser el héroe de una comedia burlesca en cuya caracterización no sólo se trascienden los valores representativos, sino que se degradan sus posibles funciones.

Para poder hablar con cierta exactitud respecto de ese posible subgénero que sería la "comedia histórica", se necesita no sólo establecer un corpus que permita observar los temas, personajes y situaciones más recurrentes y que muestre, aproximadamente, lo que cuantitativamente se produjo en esta línea para poder establecer su importancia en el vasto panorama de la producción total del teatro del Siglo de Oro. También es necesario pensar en subdivisiones establecidas según el tratamiento del personaje o situación histórica, según la mirada dominante con que el dramaturgo se acerca a la historia contada, ya que este factor establece profundas diferencias entre comedias cuyo propósito es enaltecer valores

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nacionalistas y aquéllas cuyo propósito es burlarse de ellos, para hablar de algún caso evidente. Pensemos, por ejemplo, en Las mocedades del Cid de Guillén de Castro y Las travesuras del Cid de Agustín de Moreto, cuyo protagonista es el mismo héroe histórico y cuyas referencias a hazañas y situaciones son más de una vez recurrentes, pero que las miradas dominantes son profundamente distintas.

Entre los dos puntos opuestos que se han marcado en las líneas anteriores (la comedia de exaltación al personaje histórico y la de burla hacia este mismo) existen otros casos que también establecen diferencias entre las comedias, sus personajes y sus tratamientos. Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, figura histórica privilegiada, salida de la Edad Media y convertida en estandarte de ideales y valores nacionales, tuvo gran vigencia durante los siglos XVI y XVII. Las refundiciones, aumenta-das y modificadas, de aquella Primera Crónica General mandada a componer por Alfonso el Sabio se multiplicaron y dieron origen a pequeñas crónicas que se iban particularizando; así de la Crónica General Castellana se pasó a la Crónica de Castilla y de ésta se desgajaron algunos fragmentos, entre los cuales se encontraba la Crónica particular del Cid. También estos años fueron fecundos para lo que siglos después se llamó el Romancero del Cid, pues abundaron los romances, antiguos y cultos, que hablaban de este personaje. Tanto los fragmentos de crónicas como los romances resaltaban ciertos hechos particulares, ciertos conflictos específicos, ciertos episodios anecdóticos que tuvieran una fuerza impactante, podríamos decir que casi "dramática". Resultaba interesante observar una escena de despedida entre Rodrigo y Jimena y regodearse en las lágrimas de la mujer, oír su lamento, aunque esto, para las historias oficiales no tuviera mayor trascendencia. Precisamente esos conflictos o anécdotas particulares, que enriquecían la vida del personaje histórico sin modificar las características esenciales que ya le eran propias, fueron las que mayor vigencia tuvieron para los dramaturgos del siglo de Oro español.

El honrador de su padre (representada ya tardíamente, en 1657), de Juan Bautista Diamante, autor un tanto desconocido y considerado general-mente como perteneciente al ciclo de Calderón, recrea, al igual que las Mocedades del Cid de Guillén de Castro, el conocido episodio de la juventud de Rodrigo en el que tiene que vengar la deshonra cometida en su padre por el Conde Lozano, padre de Jimena. Obligado por el código de honor, Rodrigo mata al Conde, lo que provoca que Jimena se sienta en el deber de rechazarlo y aun de pedir su muerte. Rodrigo, aconsejado por su padre, va en busca de las batallas que le den gloria y le permitan

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regresar victorioso. Al final Jimena, pensando que el joven Cid va a ser ejecutado, pide su perdón al rey y el matrimonio queda concertado.

La comedia busca resaltar el suceso específico de la restauración de la honra, pero resulta curioso, sin embargo, que muchas veces la cuestión de la honra queda soslayada en la comedia para dar mayor importancia al conflicto y la intriga amorosa. También es interesante observar que aunque el título se hace más amplio y evita circunscribir la comedia a una figura determinada, sigue siendo evidente la referencia a un suceso famoso de la historia cidiana e incluso podría pensarse como un epíteto lexicalizado de Rodrigo, el honrador de su padre.

Aunque se trata de un mismo episodio, con brevísimas diferencias temporales (en Guillén la acción se inicia cuando Rodrigo es armado caballero por el rey, en Diamante ya es caballero novel; las dos terminan con el anuncio del matrimonio, después de que el joven Cid ha consegui-do victorias guerreras) y aunque prácticamente los hechos representados son los mismos, la diferencia entre estas dos obras hay que buscarla en el tratamiento, en la mirada con que el dramaturgo se enfrenta a las mismas circunstancias históricas.

La comedia de Guillén de Castro se inicia con discursos de honor, en los que se exaltan los valores colectivos y desde donde se plantea que Rodrigo es valioso antes que por sus virtudes individuales, por su linaje y por contar con la aprobación de los personajes privilegiados. Desde las primeras escenas quedan planteados los sentimientos dominantes y los valores a resaltar: los celos y la envidia frente a la lealtad y el respeto, la valentía arrojada frente a la arrogancia insultante, el impulso rencoroso frente a la obligación de honor. Rodrigo se erige como la figura represen-tativa del hombre que antepone su obligación social (el deber de defender el honor de su familia, de su estirpe, de él mismo) a su deseo individual (el amor de Jimena)1.

En El honrador de su padre lo primero que conocemos de Rodrigo, a través de las palabras de Elvira (la criada), es que es el amante de Jimena; por cierto, un amante muy al uso del amor cortés. Tan enamorado que

1 Son muy indicativas a este respecto las palabras que FRANCISCO Rmz RAMÓN le dedica al Cid de esta comedia, cuando lo compara con el de Corneille: "El dramaturgo español no estructura la acción sólo en función de un conflicto pasional, pues lo que le interesa es, sobre todo, la dimensión del heroísmo del Cid captado en una serie de actitudes ejemplares. En el drama español, Rodrigo y Jimena sacrifican su amor no al deber, entendido como imperativo moral, sino al espíritu del clan, cuya sangre derramada clama venganza a los cielos", Historia del teatro español, Alianza, Madrid, 1967, pp. 228-229.

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se atreve a preferir la deshonra, el deshonor de su casa o ser vencido del moro antes que perder a su amada, condiciones tan distintas del Cid de Guillén. Resulta muy interesante oír a Rodrigo decir a Jimena:

¿Tal pronunciais? Fiero un áspid se alimente en mis entrañas antes que llegue a olvidarte; sin honor mi casa vea, menosprécieme tu padre, y tú propia me persigas, que es la maldición más grave; y cuando entrare en las lides, tema del moro el alfanje, o este pecho me atraviese la azagaya de un alarbe

(p. 45a)2.

El Rodrigo de Diamante, ocupado en las lides amorosas, se encuentra ajeno al problema de honor que concierne a su padre y no es sino hasta que éste lo llama e informa, que él se vuelve consciente de esto. Hasta ese momento, la comedia ha transcurrido en juegos amorosos y de sabor cortesano y justo cuando Rodrigo y su padre van a hablar de honor, el tono de la comedia cambia, las palabras se vuelven graves y algunos personajes (Nuño y Elvira, el gracioso y la criada, de los que se hablará más tarde) son despedidos de escena. Los acontecimientos históricos, el enfrentamiento con el moro, las batallas largamente contadas, menciona-das pero no representadas, son consecuencia, pretexto para que el conflicto dramático siga su curso; no se duda de que hayan pasado pero pierden importancia dramática. Una vez que se cumple con esto, Rodrigo regresa a cumplir con el amor, con la otra parte de su conflicto, más difícil que la primera. La figura de Rodrigo se parte entre ser "buen vasallo y buen hijo" y ser buen amante, aspecto que va siendo cada vez más privilegiado en el contexto de la comedia. Su mayor preocupación es lograr el perdón de Jimena, su mayor miedo es la fiereza de su desprecio y no en balde Nuño, hacia el final de la comedia, le dice: "Famoso mártir de amor eres" (p. 56c).

2 Todas las citas de esta obra se encuentran en DIAMANTE, El honrador de su padre, en Dramáticos posteriores a Lope de Vega, vol. 2, BAE, t. 49, Madrid, 1849, pp. 43-58. Por no estar numerados los versos, la referencia indica el número de página y la columna.

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La diferencia de temas y tratamientos también provoca cambios significativos en lo que se refiere a la presencia y construcción de determinados personajes. Empecemos viendo a los personajes femeninos. En Las mocedades del Cid,Jimena es un portavoz más del código de honor imperante en su medio y su figura funciona como el detonador de un conflicto cuyo desenlace no tiene otra posible solución. La verdad que se apoya en ese código es tan clara que la mujer termina cediendo sus impulsos individuales (el deseo de venganza por la muerte de su padre), no muy efusivos por cierto, pues la evidencia del correcto proceder de Rodrigo quita todo el valor a su demanda.

En El honrador de su padre,Jimena adquiere gran fuerza y su participa-ción dramática aumenta considerablemente. Tan voraz es su altivez y tan desmedido su ánimo que gran parte de la comedia consiste en las intrigas que los otros personajes urden para hacer cambiar su actitud. Sus parlamentos están llenos de arrojo y soberbia y sus monólogos se vuelven cada vez más frecuentes, haciendo notar con esto que también ella, igual que Rodrigo, atraviesa por un conflicto interno que debe solucionar. Las dos vertientes que condicionan el ser de Rodrigo (el deber social y el deseo individual) se hacen patentes también en Jimena y su figura se convierte en una especie de doble del protagonista.

En cuanto a la figura real, tan importante en el planteamiento del teatro español de los Siglos de Oro, también encontramos diferencias significativas. En Las mocedades del Cid, el rey se presenta como conserva-dor de orden e implantador de justicia, para los personajes es la autoridad máxima y todos ellos se someten voluntariamente a sus decisiones. En El honrador de su padre, el conflicto amoroso ha ganado tanto terreno y los desplantes dejimena han tenido tanta fuerza, que el rey termina convertido en un medianero que a través de embustes logra rendir a la airada dama y concertar las bodas de rigor. En la comedia cidiana de Guillén de Castro (al igual que muchas otras que podrían catalogarse como estrictamente históricas) no hay lugar para la figura del gracioso. En su planteamiento, cuyo principio fundamental es la conservación de la honra, que lleva necesariamente al orden social, no parece pertinente incluir a un personaje que no concuerda con ese núcleo privilegiado de figuras nobles y sobresalientes y además sería ir en contra de la verdad histórica pretendida. Una diferencia fundamental se presenta en El honrador de su padre, cuya escena inicial se abre con las figuras de la criada y el gracioso. Para el planteamiento de la comedia histórica, incluir a un gracioso representa una nueva concepción pues además de unir a figuras históricas con otras de invención puramente

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dramática, provoca una "desolemnización" de la historia oficial. La mirada del gracioso ofrece un ángulo antes no visto, revela los aspectos más terrenos del héroe histórico, subraya las debilidades individuales de la figura colectiva, pone en evidencia lo obsoleto de las disputas de honor y las costumbres antiguas, ya pasadas de moda para la época. Nuño, el gracioso de Diamante, al ser despedido porque un diálogo "grave" va a iniciarse entre Rodrigo y su padre, apunta:

Soy gracioso de comedia, que en llegando a un paso grave, le despiden o le arredran, porque en los severos casos siempre las chanzas disuenan

(p. 46b).

Desde la caracterización interna de la comedia se cuestiona la introducción del gracioso, como si fuera un elemento ajeno a este tipo de asuntos, como si su presencia marcara una diferencia con lo usual en este momento. Los asuntos del honor, las cosas graves, no pueden presentarse igual que las de amor, las banales, quizá por eso mientras Rodrigo atraviesa por el conflicto entre su deber y su querer, mientras duda si debe responder a su responsabilidad colectiva o a su deseo personal, Nuño no interviene en escena.

Existen también diferencias estructurales, de composición dramática, que permitan establecer distancias entre los distintos tipos de comedia que tratan un mismo asunto o personaje histórico, aunque éste es un tema que debe ser estudiado con mayor detenimiento. Por ejemplo, en Las mocedades del Cid el recurso de los apartes, brevísimos por cierto, es utilizado sólo para mostrar al espectador la posición sentimental de los demás personajes hacia el protagonista. En la comedia de Diamante, los apartes se vinculan más con las distintas posiciones espaciales de los personajes respecto del escenario y de sí mismos y también con la información que algunos personajes proporcionan sobre lo que va a suceder en escenas inmediatas posteriores. Los monólogos, ausentes casi por completo en Las mocedades del Cid, son abundantes en El honrador de su padre, en donde hacen patente los conflictos individuales, las dudas y los enojos de la pareja protagonista.

También es significativo observar que las escenas guerreras, referidas casi siempre a sucesos históricos tradicionalmente tomados como verdaderos, marcan diferencias en las comedias. En Las mocedades del Cid

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es muy frecuente la representación de escenas guerreras, en las que se hace evidente que los contrincantes (moros y cristianos, claro está y bien diferenciados) deben estar arriba de los caballos y ensangrentados. En El honrador de su padre sabemos de las hazañas guerreras del Cid sólo a través de la propia relación que él y su padre hacen de ellas; el sonido de los tambores y los clarines ha desaparecido en Diamante.

Resulta difícil, e incluso absurdo, establecer una clasificación que permita postular a una comedia como más o menos histórica que otra, pero lo que es evidente es que sí se puede hablar de diferentes acerca-mientos a los hechos o personajes históricos, que permiten cuestionar que todas las comedias que con cierta frecuencia se han clasificado como históricas (o épico-históricas, o heroicas) correspondan a un mismo tipo y sólo a través del estudio pormenorizado del corpus adecuado podremos encontrar nuevas agrupaciones y nuevas perspectivas de estudio.

ALMA MEJÍA

Universidad Autónoma Metropolitana-lztapalapa

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