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EL CORTIJO DE TIRGO: APUNTES SOBRE SU CRONOLOGÍA, FUNCIÓN Y PARALELOS Pedro Álvarez Clavijo Investigador agregado del IER 1. La iglesia parroquial de Tirgo y su cortijo La iglesia del Salvador de Tirgo es uno de los ejemplos mejor conservados de la arquitectura románica rural que proliferó por la cuenca del río Tirón, en La Rioja Alta, durante el siglo XII y comienzos del XIII. Esto no es óbice para que, a lo largo de sus ocho siglos de historia, haya visto cómo se iban modificando, tanto su fábrica, como su entorno. En el primer caso, los cambios llegaban, unas veces, como consecuencia de la adición de elementos a la iglesia, y otras, como resultado de reformas acometidas para solventar problemas de ruina. Por lo que respecta al entorno, su configuración fue variando a medida que se transformaban los usos de los espacios aledaños. En principio, buena parte de ellos sirvieron como campo- santo hasta que, en un momento dado, que cabe situar en el siglo XVI, se habilitó con fines funerarios el interior de la iglesia, organizando una retícula de sepulturas bajo el pavimento. Mientras tanto, en el exterior, proliferaron diversas edificacio- nes que terminaron rodeando el templo por tres de sus cuatro lados, dejando libre, únicamente, parte de la plaza meridional hacia la que se abría la puerta principal del mismo. Desde 1972, el proceso ha sido el inverso. Las intervenciones realizadas a partir de ese momento han tenido como objeto liberar el entorno de la iglesia y eliminar elementos añadidos a la fábrica románica. Así, en el curso de las obras de 1972, se desmontó un cuerpo construido sobre la cubierta original de la nave del templo. Luego, en la década de 1980, se demolió la antigua ermita de Santa Catalina, ubi- 457

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EL CORTIJO DE TIRGO: APUNTES SOBRESU CRONOLOGÍA, FUNCIÓN Y PARALELOS

Pedro Álvarez ClavijoInvestigador agregado del IER

1. La iglesia parroquial de Tirgo y su cortijo

La iglesia del Salvador de Tirgo es uno de los ejemplos mejor conservados de laarquitectura románica rural que proliferó por la cuenca del río Tirón, en La RiojaAlta, durante el siglo XII y comienzos del XIII. Esto no es óbice para que, a lolargo de sus ocho siglos de historia, haya visto cómo se iban modificando, tanto sufábrica, como su entorno. En el primer caso, los cambios llegaban, unas veces,como consecuencia de la adición de elementos a la iglesia, y otras, como resultadode reformas acometidas para solventar problemas de ruina. Por lo que respecta alentorno, su configuración fue variando a medida que se transformaban los usos delos espacios aledaños. En principio, buena parte de ellos sirvieron como campo-santo hasta que, en un momento dado, que cabe situar en el siglo XVI, se habilitócon fines funerarios el interior de la iglesia, organizando una retícula de sepulturasbajo el pavimento. Mientras tanto, en el exterior, proliferaron diversas edificacio-nes que terminaron rodeando el templo por tres de sus cuatro lados, dejando libre,únicamente, parte de la plaza meridional hacia la que se abría la puerta principaldel mismo.

Desde 1972, el proceso ha sido el inverso. Las intervenciones realizadas a partirde ese momento han tenido como objeto liberar el entorno de la iglesia y eliminarelementos añadidos a la fábrica románica. Así, en el curso de las obras de 1972, sedesmontó un cuerpo construido sobre la cubierta original de la nave del templo.Luego, en la década de 1980, se demolió la antigua ermita de Santa Catalina, ubi-

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cada junto a la esquina sudoccidental del mismo, que había servido de escuela. Fi-nalmente, en 1996, durante los trabajos de urbanización del entorno de la iglesia,se procedió al derribo de una serie de pequeños inmuebles alineados al norte deltemplo, junto a la calle Campanas. Tras ellos, quedó a la vista un muro de silleríacontra el que se apoyaban dichos edificios y que, a su vez, discurría en paralelo aleje longitudinal de la iglesia, quebrando en ambos extremos para rematar contra lafábrica del templo. Entre este lienzo y la parroquial, quedaba un recinto descubier-to, al que se accedía por una puerta abierta al oeste, junto a la sacristía del templo,que no era la entrada original (fotos 1 y 2)1.

Mientras que las razones por las que fueron surgiendo el resto de las edificacio-nes construidas en torno a la iglesia eran fácilmente comprensibles, no sucedía lomismo con el recinto delimitado por dicho muro. Por ello, la investigación subsi-guiente se planteó, por una parte, para tratar de determinar su relación estratigráfi-ca y, en consecuencia, cronológica, con las restantes construcciones y, por otra,para intentar dilucidar los motivos de su erección.

El estudio arqueológico del conjunto de edificios permite señalar que la secuen-cia constructiva fue la siguiente:

– Durante las excavaciones, se documentó la existencia de una gran necrópolis,con tumbas excavadas en los estratos naturales de arenisca. Es probable quelas sepulturas se distribuyeran en torno a un primitivo templo, quizás el que,bajo la advocación de Santa María, se cita en el documento fundacional de laabadía de Santa María la Real de Nájera, en 10522.

– La iglesia románica que ha llegado hasta nosotros se construyó sobre dichanecrópolis, como prueba el hecho de que algunas de las sepulturas se prolon-guen por debajo de los muros del templo.

– Aunque las obras posteriores enmascaran la relación estratigráfica directaentre el muro que delimita el recinto septentrional que nos ocupa y la fábricade la iglesia, sabemos que es el siguiente elemento construido porque sobre élse cargaron, tanto el cuerpo inferior de la torre, como la capilla funeraria deSanta Ana.

– La citada capilla se construyó durante el segundo cuarto del siglo XVI3.

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1. Datos concretos sobre las características del muro y del recinto se recogen en: ÁLVAREZCLAVIJO, P.: Excavaciones en Tirgo. Campaña de 1997. Estrato, nº 9. Logroño. Gobierno de LaRioja, 1998, pp. 54-61.

2. CANTERA MONTENEGRO, M.: Santa María la Real de Nájera. Siglos XI-XIV. Madrid.Universidad Complutense. Colección Tesis Doctorales, nº 11/87, 1987, pp. 194-195.

3. ÁLVAREZ CLAVIJO, Mª T.: Tirgo: Iglesia parroquial de El Salvador y otras construccionesde la villa. Estrato, nº 9. Logroño. Gobierno de La Rioja, 1998, pp. 67-68.

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– Carecemos de datos concluyentes sobre la fecha de construcción de la torre,aunque se apunta que, al igual que la capilla de los Remedios y la sacristía,pudo ser levantada en las últimas décadas del siglo XVI4.

– En fechas posteriores, que pueden llegar hasta el siglo XIX, se irían constru-yendo la serie de edificios apoyados contra el lienzo de sillería, y abiertos a lacalle Campanas, ahora desaparecidos.

Vemos así que, en función de la cronología relativa derivada de la secuenciaconstructiva, sólo estaríamos en condiciones de afirmar que la estructura que nosinteresa debió construirse después que el cuerpo románico de la iglesia y antes quela capilla de Santa Ana, es decir, entre el siglo XIII y comienzos del XVI.

La excavación practicada en el interior del recinto aportó algunos datos sobrelos usos del mismo. En primer lugar, confirmó que la fábrica del muro también sesuperpuso al nivel de enterramientos anterior a la iglesia románica, ya que las tum-bas se extendían, con orientación divergente, más allá del lienzo. Además, se loca-lizaron elementos arquitectónicos amortizados que, por su tipología, pudieron co-rresponder al edificio religioso que precedió a la iglesia del Salvador. Pero, la

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4. Vid nota 3.

Foto 1. Tirgo. Muro del cortijo, adosado a la iglesia parroquial del Salvador.

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única función específica documentada dentro del espacio delimitado fue la funera-ria, ya que, constreñidas entre el lienzo y la iglesia se localizaron una serie de in-humaciones, carentes de señalización y delimitación, cuya valoración cronológicaes dudosa. Lo que parece seguro es que el muro, dada su entidad, no debió serconstruido para servir como mero delimitador de un recinto funerario y, más bien,todo indica que el espacio fue reaprovechado en un momento en el que perdió suprimitiva función. Dado que, en el relleno cortado por las fosas para los enterra-mientos, aparecieron varios fragmentos de cerámica de pasta gris, bien torneada, yuna moneda, todo ello datable en el siglo XIV, se intuye que este espacio pudo serutilizado en torno a dicha centuria, antes de su amortización con fines funerarios.

En una primera instancia, ni las características morfológicas de la estructura –unmuro ciego de 1,30 m de espesor, con careado de sillería al exterior y al interior–, nilos datos aportados por el estudio arqueológico, ni siquiera la información obtenidatras revisar las fuentes escritas disponibles, permitían determinar cuál fue la razón

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Foto 2. Tirgo. Recinto delcortijo, en parte ocupado por

la capilla de Santa Ana,construida a principios del

siglo XVI.

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que motivó la construcción de este recinto. Una nueva vía de investigación se abrióal saber que los habitantes de Tirgo conocen este espacio como el cortijo.

2. El concepto de cortijo en la baja Edad Media

En la actualidad, el término cortijo nos remite al ámbito agropecuario del sur deEspaña, tal como refleja el Diccionario de la Real Academía: “En Andalucía y Ex-tremadura, extensión grande de campo y el conjunto de edificaciones para labor yvivienda”.

Sin embargo, varios trabajos generales sobre arquitectura militar medieval, pu-blicados durante la década de 1990, convinieron en que esta denominación tam-bién se aplicaba a determinados recintos localizados en el ámbito rural, y adscritostemporalmente a la Edad Media, a los que se atribuía una funcionalidaddefensiva5. Siguiendo esta pista, fue posible reunir una serie de referencias cir-cunscritas al ámbito de la cuenca alta del Ebro que hablaban de la existencia de to-pónimos, noticias históricas y morfologías urbanísticas, vinculadas a esta segundaacepción del término, que venían a confirmar tales valoraciones6. Para apoyarlas,se traían a colación algunas referencias de interés para comprender el campo se-mántico del término cortijo en aquellos siglos. Entre ellas, cabe reiterar la que apa-

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5. MOYA VALGAÑÓN, J. G.; RUIZ-NAVARRO PÉREZ, J.; ARRÚE UGARTE, B.: Castillos yfortalezas de La Rioja. Logroño. Cajarioja, 1992, pp. 63-64. MARTINENA RUIZ, J. J.: Castillosreales de Navarra (siglos XIII al XVI). Pamplona. Gobierno de Navarra, 1994, pp. 217-218 y557. En la misma línea, también se inscribe la valoración reflejada en: COBOS GUERRA, F.;DE CASTRO FERNÁNDEZ, J. J.: Castilla y León. Castillos y fortalezas. León. Edilesa, 1998,p. 18: “En el medio rural, restos de casonas con recintos que albergaban edificaciones agríco-las, referidos normalmente en la documentación medieval como “cortijos”, cumplían funcionesdefensivas”.

6. Sobre todo ello se dio cuenta en: ÁLVAREZ CLAVIJO, P.: “Los cortijos del Alto Ebro. Es-tructuras defensivas bajomedievales en el ámbito rural”. I Symposium de Arqueología Medieval.Homenaje al Profesor Manuel Riu (Berga, 25 a 28 de marzo de 1998). Puestos en contacto conel Prof. Padilla, coordinador del mismo, nos indica que pese al retraso acumulado, se prevé lapublicación de las actas correspondientes durante el año 2005. Lógicamente, el tiempo transcu-rrido desde entonces ha permitido que las valoraciones allí vertidas se hayan visto superadas portrabajos como los desarrollados por el profesor Villegas, de la Universidad de Granada, quienmantiene una línea de investigación sobre el tema, centrada, especialmente, en el ámbito anda-luz, y a quien debo agradecer que se pusiera en contacto conmigo y me hiciera llegar sus publi-caciones sobre el tema: VILLEGAS DÍAZ, L. R.: “Sobre el cortijo medieval: Para una propuestade definición”. Aragón en la Edad Media, XIV-XV (Homenaje a la profesora Carmen OrcásteguiGros). Zaragoza. Universidad de Zaragoza, 1999, pp. 1609-1626; ídem: “Los cortijos en el siste-ma defensivo de la frontera”. Actas de los III Estudios de Frontera: Convivencia, defensa y co-municación en la Frontera (Alcalá la Real, 18 al 20 de noviembre de 1999). Jaén. DiputaciónProvincial de Jaén, 2000, pp. 811-834.

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rece en un pasaje de la Primera Crónica General, de Alfonso X, el Sabio, cuandodescribe la batalla de los Campos Catalaúnicos7:

“... los ugnos otrossi pararon sus azes muy bien ordenadas et tomaron ellosla delantera con Athila el su rey; et seye Athila en medio dellos encerrado enun corral que fizo aderredor dessi de carretas et de çarzos, et guardavan lolos ugnos arrededor... E pero que estava el rey Athila encerrado en aquelcortijo, andava por el much acucioso, catando a todos et esforçando lossuyos et avivandolos a la batalla.”

Destaca en esta cita la sinonimia entre corral y cortijo, unidos por la idea del es-pacio cercado que, tres siglos más tarde, podemos seguir en Covarrubias a travésde un tercer sinónimo, cortinal, al que define como “un pedaço de cercado, de lapalabra “chortos”, heno, y de allí cortijo, porque crían en ellos la yerva o sirve dearsenal”8. Efectivamente, la palabra griega covrtoς se define como lugar cerrado,recinto o patio, y cabe relacionarla etimológicamente con el término latino cohors,–ortis, cuya primera acepción se traduce como recinto, patio o corral9. Es muyprobable que de la evolución de este vocablo surgiera en latín medieval la palabracurtis, que aparece en la documentación altomedieval leonesa, vinculada a contex-tos de hábitat cercado10, y que el profesor Villegas propone como posible origendel castellano cortijo, aunque, como él mismo sugiere, su campo semántico hayaido modificándose con el paso del tiempo11.

La presencia de este vocablo romance no se generaliza en la documentaciónhasta que, en el siglo XIII, el roman paladino comienza a sustituir como lenguaescrita al latín. Una de las referencias más tempranas se remonta al año 1223 y citaun cortijo en la localidad manchega de Alcázar de San Juan12. Sin embargo, no ha-

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7. MENÉNDEZ PIDAL, R.: Cronica Adefonsis Imperatoris: Primera Crónica General de Espa-ña. Tercera reimpresión de la edición príncipe de 1906. Madrid, 1977, Tomo I, Capítulo 413, pp.234-237.

8. COVARRUBIAS, S. de: Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Facsímil de la ediciónde 1943 por Martín de Riquer. Barcelona. Ed. Alta Fulla, 1998(4), p. 364.

9. SEGURA MUNGUÍA, S.: Diccionario etimológico latino-español. Madrid. Ed. Anaya. 1985.

10. BENITO MARTÍN, F.: La formación de la ciudad medieval. Valladolid. Universidad de Valla-dolid, 2000, p. 146: “Ya se ha descrito... la composición de las “villae” como núcleos básicos deexplotación agrícola que agrupaban una o varias cortes. Estas cortes, unidades básicas de habi-tación y explotación, comprendían un complejo y completo programa de vivienda y elementosanejos (corral, cilla, granero, cuadras) incluidos dentro de una cerca que los independizaba delos restantes. Esta composición de las cortes y villas es muy conocida y repetida en los documen-tos altomedievales, puesto que los diplomas de venta o donación de las colecciones de los gran-des monasterios son muy expresivas de todos los bienes que comprendían estos núcleos.”

11. VILLEGAS DÍAZ, L. R.: “Sobre el cortijo medieval...”, p. 1626.

12. Ibid. Nota 12.

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bría que descartar que términos latinos presentes en textos más antiguos pudiesendesignar elementos asimilables a los que luego se conocerían como cortijos. Seríael caso de vocablos como el antes citado, curtis, o como munitio, reflejado entrelos siglos X y XII en fuentes como la Crónica de Alfonso III o la Crónica Najeren-se. Esta última, no describe los rasgos de las munitiones pero sí admite su carácterde fortificaciones, diferenciándolas de los castella13.

3. Evolución del concepto de cortijo en el área návarro-riojana

Partiendo de las informaciones disponibles, puede apuntarse que, en los territo-rios de la cuenca alta del Ebro, el cortijo era, dentro de los cascos urbanos, un es-pacio singular cuya función y valoración fueron evolucionando a partir de unaaplicación relacionada inicialmente con la defensa.

Aunque la reseña más antigua de la que tenemos noticia se data en 1306 y tratadel cortijo de San Juan, próximo a Logroño, en el cual tuvo lugar un hecho dearmas14, no parece aventurado suponer que la realidad física de los cortijos pudieratener sus raíces en momentos anteriores. Con todo, carecemos de bases para ase-gurar que la aparición de dicho elemento pudiera remontarse más allá del sigloXIII. En este sentido, sabemos, por la documentación escrita y por las evidenciasarqueológicas, que en algunos lugares en los que en momentos posteriores existie-ron cortijos, no había rastro de los mismos antes de dicha centuria. Esta es la situa-ción que se deduce de la secuencia constructiva analizada en el caso de Tirgo yque puede hacerse extensiva a la cercana población de Villaseca. Allí, tambiénexiste una iglesia originalmente románica –la de San Román-, aunque modificadaen siglos posteriores, emplazada en una pequeña elevación. Frente a su pórtico,ubicado en el lado meridional de la fábrica, se abre una plaza cuadrada, delimitadapor edificaciones que se adaptaron al desnivel de las laderas occidental, meridio-nal y oriental (esta última, hoy despejada). El acceso al recinto se realizaba desdeel oeste por una puerta bajo arco apuntado, al exterior, y rebajado al interior, abier-ta en un grueso muro de sillería. Dominando este paso, se alza la torre de la igle-sia, cuyos cuerpos inferiores fueron construidos a la par que el lienzo en el que seabre la puerta. Todas estas construcciones parecen añadidas al templo que, como elde Tirgo, sería construido entre fines del siglo XII y comienzos del XIII (foto 3).

Un caso similar debe ser el de Fonzaleche. Esta población riojalteña se constitu-yó a partir de dos núcleos preexistentes que, en 1134, fueron donados por Alfonso

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13. PÉREZ DE TUDELA Y VELASCO, Mª I. y OTROS: Arquitectura militar castellano-leone-sa. Significado histórico y glosario (siglos VI-XIII). Madrid. Castellum, 1991, pp. 113-114.

14. ANDRÉS VALERO, S.: Documentación medieval del Archivo Municipal de Logroño (I).Cuadernos de Investigación de Historia y Geografía, V-1. Logroño. Colegio Universitario de Lo-groño, 1979, p. 115.

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VII al monasterio de San Millán de la Cogolla. Cuando se describe el lugar en eldocumento de donación, se habla de dos iglesuelas con sus cementerios y de dossolares yermos, llamados Quintana y Poblador15. Las iglesias referidas eran la deSan Martín y la de Santa María. Actualmente, sólo la primera continúa en pie,como parroquial de la villa. Se ubica en el extremo meridional del casco urbano,sobre una pequeña prominencia que, como en el caso de Villaseca, queda rodeadapor edificios que salvan el desnivel perimétrico y delimitan un recinto de tenden-cia circular. Pues bien, en 1506, se nos da noticia de que dicho recinto se denomi-naba cortijo e incluía la iglesia y su camposanto16. Aunque debamos recurrir al ar-

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15. LEDESMA RUBIO, Mª L.: Cartulario de San Millán de la Cogolla (1076-1200). Zaragoza.IER/Anubar, 1989, Doc. 364 (1134, mayo, 12): “... Dono etiam in Fonte Lactis duas ecclesiolascum suis cimiteriis et in doubus locis eiusdem ville duos solares heremos pernominatos solaresde Quintana et solares de Poblador, cum sua hereditate...”

16. COOPER, E.: Castillos señoriales de Castilla. Salamanca. Junta de Castilla y León. 1991.Tomo II. Documento nº 300, datado en 1506 y conservado en el Registro General del Sello delArchivo General de Simancas.

Foto 3. Villaseca. Accesoal cortijo adosado a laiglesia de San Román.

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gumento ex silentio, cabe suponer que si, en 1134, hubiese existido el cortijo o unelemento asimilable, en el texto de la donación se habría hecho referencia a él.

Circunstancias parecidas pueden entreverse en el caso de San Vicente de la Son-sierra. Las referencias al cortijo de la villa se condensan en el siglo XIV y parecenponerlo en relación con la fortaleza que dominaba el lugar. Sin embargo, la cons-trucción de dicho castillo no se iniciaría hasta fines del siglo XII; quizás, despuésde que Sancho VI de Navarra diera fueros a la población, en 1172. Por esas fechasse cita a Ferrant Moro como tenente de San Vicente, y se indica que estaba cons-truyendo la fortaleza17.

Ante el silencio de las fuentes y la ausencia de pruebas arqueológicas anterioresal siglo XIII, sólo es posible analizar la evolución que sufre el concepto de cortijo,en el área navarro-riojana, a partir del siglo XIV, momento en el que las referen-cias escritas proliferan sobre manera.

En un primer estadio, coincidente con las apariciones del término en documen-tos de dicha centuria, el cortijo se presenta como un espacio cercado intencionada-mente que da respuesta a una clara necesidad defensiva. Estaríamos, por tanto, enla órbita del sentido dado a la palabra en el texto alfonsino. Cabe traer a colaciónejemplos como los de San Vicente de la Sonsierra, Andosilla o Larraga, todos,bajo jurisdicción navarra. En San Vicente, los vecinos del arrabal, extramuros de lafortaleza, vieron cómo hubo que derribar sus casas durante la guerra contra Casti-lla (1368-1373) y, a cambio, se asentaron en los casales del cortijo y la fortaleza dela villa18. Idénticas circunstancias se describen, en 1366, en los casos de Andosillay Larraga. En la primera, se trataba de habilitar un cortijo situado junto al castillopara que sirviera de refugio a la población de la villa, mientras que, en la segunda,las previsiones afectaban también a los vecinos de la cercana población de Berbin-zana: “... que el cortijo et fortaleza que es cerca el castiello de la villa de Larragasea reparada et fortificada en manera que las gentes del dicho logar et los de lavilla de Beruinçana se puedan en ella con su bienes defender et saluar”19.

En el marco de esta concepción del cortijo deben inscribirse las numerosas refe-rencias a la construcción de cercas durante las primeras décadas del siglo XIV, queafectan, sobre todo, a las aldeas riojanas. En esta lista entrarían Leza, cercada en1314, Ribafrecha-Oriemo, en 1316, Santa Coloma, en 1323, Badarán, en 1326, oGorejo, aldea de Miranda de Ebro, en 133920. De estos ejemplos se trasluce que,

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17. MARTÍN DUQUE, Á. J.: Documentación medieval de Leire (siglos IX a XII). Pamplona.Institución Príncipe de Viana, 1983, p. 428 (doc. 331): “Factum est hoc donatiuum anno quo Fe-rrant Moro tenebat Sanctum Vincencium et faciebat castellum”.

18. MARTINENA RUIZ, J. J.: Castillos reales de Navarra..., pp. 559-560.

19. Ibid., pp. 557-558.

20. Las referencias correspondientes se recogen en el trabajo presentado en su día en el Simpo-sio de Berga, citado en la nota 6.

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en aquellos momentos, se concitaron unos factores de inseguridad desconocidosanteriormente, que obligaron a adoptar medidas de protección inéditas hasta en-tonces. Resultan muy gráficas, por ejemplo, las razones esgrimidas por el rey Al-fonso XI cuando, en 1326, autorizó al lugar de Lagunilla de Jubera, dependientedel monasterio de San Prudencio de Monte Laturce, para que se cercase21:

“Sepades que el abbat de Sant Prudencio me embio mostrar en como ant quevos poblassedes, que poblaredes en un val muy peligroso e muy fondo entreunas sierras mucho altas, en manera que al tiempo del yvierno, con las gran-des aguas, que se movian las peñas et que derrivaban las cassas. Et por estarazon, que el dicho abbat que vos dio en su heredamiento en que poblaredes;et agora vos que poblastes en el dicho heredamiento e que no es aun cercado.Et por esta rasson, que rescevides muy grandes males e daños e robos ettomas et quemas e fuerzas de cavalleros et de escuderos et de otros omes fi-josdalgo et de los navarros en guissa que vos non podedes amparar dellos.Et que se yerma el dicho lugar.Et que me enviaba pedir por merced que vos embiasse mandar que vos cer-cassedes en guissa que vos pudiesedes amparar et defender de los malfecho-res...”

En los casos de las aldeas reseñadas, los documentos sólo hablan expresamentede cercar o de construir una cerca para proteger núcleos habitados preexistentes.Sin embargo, a tenor de lo expuesto en un texto de 1394, referido al lugar de Leza,parece deducirse que el espacio cercado era lo que se entendía como cortijo22.

Es muy probable que las causas que movieron a la edificación de las cercas do-cumentadas fueran las que obligaron a construir otros cortijos, como los de Tirgo,Villaseca o Fonzaleche, para los que carecemos de pruebas escritas, aunque las se-cuencias constructivas obligan a pensar que se delimitaron a partir del siglo XIII.

Con el paso del tiempo, aunque se diluyeron los motivos de la inseguridad quelos habían generado, los cortijos continuaron siendo elementos diferenciados y re-conocibles dentro de la trama urbana, como indican las precisiones topográficassobre ubicaciones dentro o fuera de los mismos. Sin embargo, la percepción de lafunción de estos recintos evolucionó desde una concepción más bien castrense aotra de tipo cívico, confirmada por referencias como la datada en 1421, que atañea las aldeas de Villaporquera –hoy, San Torcuato–, Negueruela –hoy, despoblado–

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21. GARCÍA TURZA, F. J.: Documentación medieval del monasterio de San Prudencio deMonte Laturce (siglos X-XV). Logroño, IER, 1992, p. 110, doc. Nº 103.

22. Archivo Histórico Nacional: Clero. Leg. 2.862, lib. 2, doc. 70. Transcripción de Pedro PérezCarazo, incluida en su tesis doctoral, inédita, sobre el dominio del Monasterio de Monjas Ber-nardas de Herce: “E mando la mi casa del Cortijo de Leza ha Santa María del Plano para ospi-tal”.

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o el propio Zarratón, cuyos vecinos son llamados a concejo y se reúnen en los por-tales de sus respectivos cortijos23.

Paralelamente, a la vez que desaparecían las referencias al recinto refugio, enlos textos proliferaban las informaciones acerca del uso dado a los espacios inte-riores, que apenas se diferenciaba ya del que se aplicaba en los exteriores. Estaevolución, apuntada en el caso de Leza, antes referido24, parece confirmada, sobretodo, por documentos de la segunda mitad del siglo XV, en los que se encuentrannoticias sobre casas o instalaciones agropecuarias situadas dentro de los cortijos.Así, sabemos que María Sánchez tenía unas casas en Zarratón, situadas en el“Cortiio de fuera” y que, en 1460, las vendió al hospital de Santo Domingo de laCalzada. Diecisiete años más tarde, Juana García, legó a sus hermanas “... la bo-dega e camara que es en el Cortyio de Çarraton a sulco de la iglesia de SantJuan...”25. En la misma línea, sabemos que, en 1481, Symuel Chacón, judío deHaro, compró en Cuzcurrita “... una bodega en el cortijo a surco de Juan de PedroDiaz”, pero que en 1493 ya la había vendido a Pedro Ximenez de Enciso, arcedia-no de Logroño, quizás apremiado por las disposiciones reales que provocaron laexpulsión de los judíos. En esta segunda referencia se precisa más su ubicación:“... una bodega en el Cortixo que ha por linderos de una parte las dichas casas deSancho Feruias e de la otra parte iunta a la çerca de la dicha villa...”26. Casimedio siglo después, todavía encontramos alusiones a cortijos bien diferenciadosen las tramas urbanas, como la datada en 1537 y referida al lugar de Ábalos, en laSonsierra de Navarra. Allí, entre los bienes del Cabildo de San Vicente de la Son-sierra se inventariaron: “... unas cassas que llaman abadia dentro del cortijo de laIglesia...”27.

A partir del siglo XVI, el desarrollo de los núcleos de población y la renovaciónde los caseríos terminarán por engullir o hacer desaparecer materialmente los anti-guos cortijos. Así, es muy plausible que, por ejemplo, cuando en dicha centuria segeneralice la construcción de grandes iglesias parroquiales, este proceso propiciela eliminación o alteración de algunos cortijos ubicados en torno a los pequeños

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23. LÓPEZ DE SILANES, C.; SÁINZ RIPA, E.: Colección Diplomática Calceatense (1207-1498). Logroño, IER, 1989, p. 126 (doc. 45).

24. Vid nota 22.

25. LÓPEZ DE SILANES, C.; SÁINZ RIPA, E.: Colección Diplomática Calceatense: ArchivoCatedral (1451-1499) y Archivo del Hospital (1431-1497). Logroño, IER, 1992, pp. 197 (doc.14) y 206 (doc. 16).

26. SÁINZ RIPA, E.: Colección Diplomática de las Colegiatas de Albelda y Logroño. Tomo II,Siglo XV. Logroño, IER, 1983, p. 273 (doc. 346) y p. 339 (doc. 361).

27. Archivo de la Cofradía de la Vera Cruz de San Vicente de la Sonsierra: Libro de acuerdos,inventarios, etc. del Cabildo General de San Vicente de la Sonsierra, 1524-1632. Libro 2, folio 3rº-vº.

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templos preexistentes, como pudo ocurririr en Zarratón o en Ábalos. No obstante,en algunos casos, su recuerdo quedará reflejado en la nomenclatura de calles o pla-zas, pese a que el sentido originario del término haya sido olvidado por sus habi-tantes. En ocasiones, estas denominaciones han perdurado hasta el presente.

En la actualidad, los cortijos medievales son más un tema de estudio que reali-dades físicas evidentes, de modo que, junto a las pesquisas acerca de referenciasdocumentales o de reliquias toponímicas, se ha abierto un nuevo campo de investi-gación que tiene su base en el análisis de las tramas urbanas para tratar de diluci-dar su desarrollo histórico. La disponibilidad de métodos de restitución planimétri-ca y aerofotográfica facilita este tipo de trabajos, en los que la geometría debe irde la mano de la topografía y de la información histórica para valorar adecuada-mente las figuras del parcelario. En el caso de los cortijos, podemos suponer queson elementos generadores de una determinada figura urbana y que, de algúnmodo, han podido quedar fosilizados en el desarrollo de los cascos urbanos, condi-cionando también sus pautas de expansión. Aquí, entramos en una cuestión arduaporque, previamente, habría que determinar cómo eran los cortijos.

4. Rasgos morfológicos y tipológicos de los cortijos4. navarro-riojanos

Todo parece indicar que bajo el calificativo de cortijo, con el común denomina-dor inicial de reducto defensivo, se escondía una variada muestra de tipologías, ydentro del área estudiada pueden reconocerse las siguientes:

a) El cortijo-albacara.

b) El reducto creado en torno a la iglesia parroquial.

c) La aldea cercada.

d) El reducto de repoblación.

Una primera diferenciación entre ellas vendría señalada por la existencia o node condicionantes previos a la composición del cortijo, como un asentamiento an-terior o la existencia de algún castillo o fortaleza más antiguo. En este caso, siexistiese un modelo teórico de cortijo, es de suponer que éste se aplicaría en aque-llos lugares en los que no existieran dichos condicionantes.

En el grupo de los denominados cortijos-albacara, se incluirían aquellos corti-jos surgidos en torno a castillos y fortalezas preexistentes. Su función, a tenor delo expresado en la documentación, se asimilaría con el que, tradicionalmente, seha asociado a los recintos conocidos como albacaras, en los que se refugiarían laspoblaciones del entorno de la fortificación en momentos de peligro. Como ilustranclaramente los ejemplos de San Vicente de la Sonsierra, Andosilla o Larraga, antescitados, estos recintos no estaban concebidos inicialmente como solares para el

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asentamiento definitivo de las poblaciones, aunque en su evolución posterior, elcaserío haya terminado por invadirlos.

Por lo que respecta a la morfología de estos reductos, debemos suponer quevenía determinada por las características del emplazamiento de los castillos a losque se asociaban. Conocemos bastante bien el caso de San Vicente de la Sonsierra,cuyo castillo se erigió en la cima de un cerro testigo que domina el río Ebro. Sucortijo era un recinto bastante amplio que se extendía por las vertientes meridionaly oriental del cerro, abrazado por una cerca de la que quedan algunos tramos origi-nales, construidos con careado de sillería de arenisca y provistos de cubos macizoscuadrangulares. La entidad de la fábrica, propia de una muralla en toda regla, secorresponde con la importancia estratégica de la plaza para la defensa de los con-fines sudoccidentales de Navarra frente a Castilla (foto 4).

No todas las cercas tendrían esta calidad constructiva. En Araciel, por ejemplo,en 1362, se utilizaron maderas y tierra para reconstruir el cortijo en torno al casti-llo, de lo que se deduce que las paredes serían de tapial. Antes de la reforma, con-taba con un andamio y con almenas que fueron desmontadas durante las obras28.

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28. MARTINENA RUIZ, J. J.: Castillos reales de Navarra..., p. 217.

Foto 4. San Vicente de la Sonsierra. El cortijo era el espacio cercadoque se sitúa debajo de la iglesia parroquial (La Rioja desde el cielo. Ed. Banco

de Santander. 1994).

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Un segundo grupo de cortijos incluye a los que surgieron aprovechando tam-bién la presencia de un edificio preexistente que, en este caso, no era un castillosino una iglesia. Esta práctica se encuentra bien documentada en La Rioja Alta,tanto por las fuentes escritas, como por las evidencias materiales. Se trata de unacomarca que, como parecen indicar los estudios arqueológicos, debió contar conuna importante red de asentamientos altomedievales. Presumiblemente, el auge delas peregrinaciones a Santiago y la constitución del burgo de Santo Domingo de laCalzada pudieron propiciar el desarrollo de estas comunidades, hasta el punto depermitirles costear la construcción, entre los siglos XII y XIII, de numerosas igle-sias románicas, de buena fábrica, emplazadas en puntos destacados sobre el case-río. No es de extrañar que cuando, a partir del siglo XIII, se generalizaron las si-tuaciones de inseguridad, las gentes de estas aldeas recurrieron a dichos edificiospara organizar sus refugios. En el caso de Tirgo, nos encontramos con una de lassoluciones más sencillas, pues se reduce a la construcción de un pequeño recintoadosado al templo del Salvador. Presenta, con todo, un dato interesante: el lienzoque lo delimita está provisto, en su cara interna, de una hilada de mechinales origi-nales que cabría poner en relación con la existencia de un andamio, a modo deadarve, como el que se citaba en el cortijo navarro de Araciel.

Más entidad debía tener el cortijo de Fonzaleche, cuya idiosincrasia conocemospor un documento de 1506, relativamente tardío pero muy ilustrativo:

“... Pedro Sanchez de Arana por si y en nombre de Juan de Vergara vesinosdel logar de Fonçaleche que es en la merindad de Rioja nos fiso rrelacion...que el dicho su parte tiene sus casas en el dicho logar dentro del cortijo del edis (que) por (que) las puertas de las dichas casas salen al cimenterio y sa-grado de la yglesia del dicho logar acordaron de pasar las dichas puertas aotra parte e dis que uno que se dize Juan de Vergara... tomo la puerta deldicho cortijo por donde todos salen e entran...”29.

De estas líneas se deduce que el recinto englobaba a la iglesia de San Martín ysu cementerio y quedaba delimitado por una serie de viviendas, cuyos accesos seabrían al interior del recinto, de modo que sólo se podía llegar a ellas a través de laúnica puerta del cortijo. Mientras tanto, los muros traseros de las casas cumplíanel papel de una verdadera cerca en torno al complejo.

En este caso, como, parcialmente, en el de Villaseca, no sólo se aprovechó la fá-brica de la iglesia, sino también el espacio funerario previamente definido en tornoa la misma. La existencia de estos cementerios perimétricos tiene sus raíces en unatradición que se remonta a la Antigüedad tardía, pero que, con certeza, sabemosque fue regulada en sucesivos concilios de la Iglesia Hispana, como el de Coyanza,en 1055, o el de Palencia, en 1129. Entre las disposiciones emanadas de estos cón-

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29. COOPER, E.: Castillos señoriales de Castilla..., tomo II, pp. 1103-1104 (doc. 300).

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claves, destaca la que prescribía el carácter sagrado de los cementerios parroquia-les y garantizaba la protección de quienes se refugiasen en ellos30. Junto a estas ga-rantías de índole religiosa, es probable que, en lugares como Fonzaleche, las pro-pias condiciones topográficas contribuyesen a diferenciar estos espacios del restode la población, facilitando de este modo que, cuando la coyuntura de inseguridadlo exigió, pudieran ser habilitados como recintos refugio. Un caso asimilable, aun-que pendiente de estudios detallados, sería el de Soto de Cameros, donde la ermitade la Virgen del Cortijo, cuya fábrica actual no parece anterior a la Edad Moderna,domina el caserío desde un otero bien defendido por el pronunciado desnivel delas laderas (foto 5).

Un tercer tipo de cortijos lo forman aquellos núcleos de población ya constitui-dos que, en un momento dado, deben protegerse por una cerca perimétrica. Se in-cluirían aquí todas las aldeas que, según la documentación, debieron afrontar la in-seguridad generalizada a comienzos del siglo XIV: Leza, Ribafrecha, SantaColoma, Lagunilla de Jubera, Badarán, etc.

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30. BENITO MARTÍN, F.: La formación de la ciudad medieval..., p. 250.

Foto 5. Soto de Cameros. La ermita de la Virgen del Cortijo domina la población(La Rioja desde el cielo. Ed. Banco de Santander. 1994).

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En un principio, las cercas debían ser estructuras exentas que, presumiblemente,con el paso del tiempo, quedaron embutidas o, simplemente, desaparecieron comoconsecuencia del crecimiento de los cascos urbanos. Con todo, la lectura de algu-nos parcelarios sugiere que, en su diseño inicial, estas cercas no se limitaban a ro-dear los caseríos preexistentes, sino que delineaban perímetros regulares, quizáspreviendo un crecimiento del poblado dentro de los mismos. Pese a que, con el ul-terior desarrollo, los pueblos hayan superado claramente estos perímetros, su figu-ra ha quedado plasmada en los planos del parcelario. En el caso de Santa Coloma,por ejemplo, es posible reconocer un plano rectangular, en cuyo límite oriental to-davía subsiste un topónimo significativo: la calle Zagalacerca (foto 6). Más ilustra-tivo resulta el casco de Villamediana de Iregua, en cuyo parcelario se reconoce unazona circular, delimitada por las calles Partecortijo y Barbacana. Dentro del recin-to, además del caserío, se encuentra la iglesia parroquial, cuya fábrica actual se re-monta a comienzos del siglo XVI. La documentación del siglo XV revela clara-mente la función defensiva de la cerca, complementada por una cava o foso31.

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31. GARCÍA TURZA, F. J.: Documentación medieval del monasterio de San Prudencio deMonte Laturce..., p. 149. (doc. 138, año 1459): “... a espaldas del cortixo de Villamediana, jun-tamente con la caba del dicho cortixo...”

Foto 6. Santa Coloma. El plano de la población quedó condicionado por la construcción de una cerca en 1323 (La Rioja desde el cielo. Ed. Banco

de Santander. 1994).

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32. DEL PRADO MARTÍNEZ, M. A.: El Archivo de la Parroquia de San Bartolomé en Aldea-nueva de Ebro (La Rioja). Logroño, IER, 1997, pp. 37-38.

Foto 7. Tudelilla. Fotocatastral de 1972 en la

que se aprecia la manzanacircular del cortijo.

Por último, en el cuarto grupo, se encuadrarían aquellos cortijos que, al parecer,fueron concebidos sin que existieran elementos condicionantes, como los castillos,las iglesias o los caseríos ya asentados. La reveladora morfología de sendas man-zanas situadas en las localidades riojabajeñas de Tudelilla (foto 7) y Aldeanueva deEbro (foto 8), respectivamente, pone sobre la pista de unos reductos planificadosde tal modo, que la protección quedaba asegurada por la agregación de una seriede viviendas, cuyas fachadas traseras definirían el perímetro exterior de un círculocerrado. En ambos casos, se ha conservado la toponimia alusiva: la plaza del Cor-tijo, en Tudelilla, y las calles del Cortijo y de la Cava, en Aldeanueva; y, aunquecarecemos de documentación precisa sobre los orígenes de estos dos pueblos, seha planteado la hipótesis de que, al menos el de Aldeanueva, naciera del asenta-miento relativamente tardío de colonos dependientes de algún dominio monásti-co32. De ser así, esta circunstancia justificaría que, desde un principio, la morfolo-gía del asentamiento se adaptase a las necesidades defensivas impuestas por unacoyuntura hostil.

A diferencia de lo anotado en el caso de los cortijos del tercer grupo, no pareceque en estos ejemplos, dadas sus limitadas dimensiones, se construyera una cercacontra la que más tarde se apoyó el caserío, sino que, desde el primer momento,serían los propios inmuebles los que, como veíamos en Fonzaleche, delimitaron elreducto.

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La elección de la forma circular, sin que existiera una clara determinación topo-gráfica para ello, responde a una nítida percepción de las bondades defensivas dela misma frente a otras posibilidades que, al generar esquinas, propiciaban la apa-rición de ángulos muertos. Precedentes relativamente cercanos de este conceptourbanístico y defensivo los encontramos en algunas poblaciones fundadas por Al-fonso I el Batallador en la Extremadura aragonesa. Destacan los casos de Monrealde Campo, asentada en 1124, y de Cella, que lo fue en 1127. En ambos lugares,los núcleos originarios se caracterizan por presentar un caserío reducido y com-pacto, distribuido circularmente en torno a un espacio central despejado33.

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33. BETRÁN ABADÍA, R.: La forma de la ciudad. Las ciudades de Aragón en la Edad Media.Zaragoza. Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, 1992, pp. 417-423.

Foto 8. Aldeanueva de Ebro. El perímetro circular del cortijo quedó cortado, en lasegunda mitad del siglo XVI, cuando se construyó la iglesia de San Bartolomé

(La Rioja desde el cielo. Ed. Banco de Santander. 1994).

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5. Los cortijos y el poder

La decisión de cercar una aldea o construir un cortijo estaba relacionada con laexistencia de problemas de seguridad, pero conviene determinar quiénes eran, enla zona estudiada, los actores con potestad para tomarla.

En el caso de Navarra, las peculiares características de un reino cuyo territorioquedó, a partir del siglo XIII, constreñido entre los poderosos vecinos castellanos,aragoneses y franceses, propiciaron que las cuestiones relativas a la defensa fue-sen, en ese tiempo, competencia casi exclusiva de la Corona. De hecho, buenaparte de los castillos y fortalezas navarros pasaron a ser de titularidad real a lolargo de los siglos XIII y XIV34. No es de extrañar, por tanto, que la mayoría de lasreferencias a cortijos, muy abundantes durante el siglo XIV, estén relacionadas condisposiciones reales acerca de la construcción o acondicionamiento de los mismos.Como vimos, dichos cortijos suelen estar asociados a castillos o fortalezas preexis-tentes y se encuentran vinculados, por tanto, a las estrategias diseñadas por la mo-narquía navarra para controlar militarmente su territorio y hacer frente a la amena-za exterior.

En cuanto a los territorios riojanos situados en la margen derecha del Ebro que,salvo episodios puntuales, quedaron definitivamente encuadrados dentro del Reinode Castilla desde 1179, conviene destacar que, como en Navarra, la proximidad deuna línea fronteriza cuestionada constituía un foco de inestabilidad evidente, aun-que no era éste el único factor de inseguridad que incidía sobre esta zona. A la parque él y, en ocasiones, con más virulencia, se manifestaba un fenómeno conocidoen otros territorios castellanos, en el que se veían implicados desde bandoleroshasta miembros de linajes nobiliarios, que aprovechaban la debilidad del poderreal para hostigar los dominios de monasterios y villas35. Precisamente, unos yotras conformaban dos instancias de poder que, en respuesta a estas agresiones in-ternas, propiciaron la proliferación de estructuras defensivas en sus dominios. Estaes la razón por la que, en su mayoría, los cortijos y reductos asimilables documen-tados en La Rioja haya que relacionarlos con asentamientos rurales que no alcan-zaban la categoría de villazgo. Buena parte de estos núcleos se encontraban bajojurisdicción de los principales abadengos de la región, como consecuencia de lasgenerosas donaciones realizadas a los mismos por los monarcas navarros y caste-llanos, desde los siglos X y XI. Por este motivo, los aldeanos no podían proceder ala construcción de las cercas sin obtener la previa autorización de los abades, ava-lada, en ocasiones, por una sanción real que, en apariencia, era meramente proto-

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34. MARTINENA RUIZ, J. J.: Castillos reales de Navarra..., p. 119.

35. VALDEÓN BARUQUE, J.: Los conflictos sociales en el reino de Castilla en los siglos XIII yXIV. Madrid. Págs. 54-60. MORETA, S.: Malhechores feudales. Violencias, antagonismos yalianzas de clases en Castilla, siglos XIII y XIV. Madrid, Cátedra, pp. 104-105.

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colaria. Ya se hacía referencia anteriormente al caso de Lagunilla de Jubera, de-pendiente del monasterio de San Prudencio de Monte Laturce, pero lo mismo su-cede, por ejemplo, en 1314, cuando el concejo de Leza se declaraba vasallo delmonasterio de Santa María la Real de Nájera y reconocía que: “... fizisteis granbien et merced a nos... en que nos mandastes cercar de nuevo en Leza...”36. En lamisma línea, en 1326, es el abad de San Millán de la Cogolla el que decide reunira varias poblaciones dispersas de su valle en el lugar de Badarán, y permitirles quese protejan con una cerca37.

Había un segundo grupo de cortijos ubicados en aldeas que no dependían de losmonasterios sino de las villas realengas, las cuales, desde el siglo XIII, se estabanconstituyendo como un poder territorial emergente, con vocación de desempeñarun dominio quasi señorial sobre su entorno rural. Es el caso de Logroño, bajo cuyajurisdicción se encontraban las aldeas de Villamediana de Iregua y de San Juan, ci-tada desde 1306 como el Cortijo de San Juan, o el de la villa de Navarrete que, en1325, compró el lugar de Fuenmayor, con su torre y su cortijo38.

Finalmente, carecemos de datos ciertos que permitan asegurar si alguna comu-nidad aldeana pudo haber gozado de autonomía para cercarse, bajo la única juris-dicción de la Corona. No obstante, este podría ser el caso de Negueruela, Villapor-quera y Zarratón, porque en un documento de 1421, relativo a un pleito quemantenían con la villa de Santo Domingo de la Calzada, no se menciona su depen-dencia de señorío alguno, cosa que sí se hace con otras localidades implicadas,como Cidamón y Hormilla39.

Al autorizar a sus aldeas para que se cercasen, los monasterios y las villas rea-lengas corrían ciertos riesgos porque se facilitaban medios a sus dependientes paraque se insubordinasen. Pero el mayor peligro residía en que las fortificaciones fue-sen aprovechadas por enemigos declarados de ambos señoríos, como de hecho su-cedió en Leza, donde, Juan Alfonso de Haro, hijo del señor de Cameros, se encas-tilló durante años, beneficiándose del cortijo construido por los aldeanos en131440. Aunque ya en una coyuntura histórica diferente, las prestaciones castrensesde otro cortijo, el de Fonzaleche, todavía fueron aprovechadas, en 1506, por unpersonaje díscolo que trató de hacerse fuerte en su interior: “... uno que se dizeJuan de Vergara tiene una casa en el dicho logar [el cortijo] cabe la dicha yglesia

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36. CANTERA MONTENEGRO, M.: Santa María la Real de Nájera..., p. 1074 (doc. 231).

37. GARCÍA DE CORTÁZAR, J. A.: Una aldea en La Rioja medieval: Aproximación metodoló-gica al caso de Badarán. Actas del II Coloquio sobre Historia de La Rioja. Zaragoza. ColegioUniversitario de La Rioja, 1986, pp. 247-248.

38. Real Academia de la Historia: Colección Salazar y Castro. Tomo 28, M/1, fols. 36-37.

39. Vid nota 23.

40. CANTERA MONTENEGRO, M.: Santa María la Real de Nájera..., p. 1154 (doc. 266).

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la qual dis que ha fecho casa fuerte sin nuestra licencia con cubos y bobedas e tro-neras e saeteras almenas y cavas y que las ha juntado con el campanario e torrede la dicha yglesia para sojudgar la dicha yglesia e dis que tomo la puerta deldicho cortijo...”41.

6. Consideraciones finales

A lo largo de las líneas anteriores se ha tratado de explorar las razones por lasque, junto a la iglesia del Salvador de Tirgo, se construyó un muro de sillería debuena fábrica para delimitar un espacio cuya finalidad inicial resultaba incierta.Partiendo de la cronología relativa que se deducía de la secuencia constructiva, yde la denominación de cortijo, aplicada por los habitantes del lugar a este recinto,se ha analizado, por una parte, la evolución semántica de dicha de palabra y, porotra, los posibles paralelos para la estructura localizada en Tirgo, para terminar va-lorando las razones que pudieron justificar su construcción.

A modo de conclusión, en primer lugar, conviene reseñar que, durante los siglosXIII y XIV y dentro de la zona navarro-riojana, con la voz cortijo se designaba unreducto defensivo vinculado a un núcleo de población, y nunca aislado en campoabierto, cuya misión era la de servir de refugio a personas y bienes en caso de pe-ligro.

En segundo término, se constata que las fuentes históricas analizadas aplicanesta denominación a cuatro tipos diferentes de recintos. Tres de ellos se caracteri-zan porque su morfología viene determinada por la existencia previa de construc-ciones de cierta entidad a las que se adaptan, como castillos, torres e iglesias, obien, de caseríos ya consolidados que deben ser protegidos. El cuarto tipo, en cam-bio, recoge aquellos recintos creados ex novo y es el único en el que podría reco-nocerse la aplicación de un modelo preconcebido que respondiese a la idea abs-tracta de lo que debía ser un cortijo.

Finalmente, cabe apuntar que, exceptuando los casos de algunos cortijos surgi-dos en jurisdicción navarra, como los de San Vicente de la Sonsierra, Andosilla oLarraga, que, en realidad, eran albacaras asociadas a castillos reales, donde encon-traban refugio los vecinos de poblaciones con categoría de villazgo, el grueso delos cortijos del área estudiada se pueden clasificar como reductos aldeanos y que,como tales, no estaban concebidos para formar parte de un sistema defensivo ge-neral, sino para hacer frente a problemas más localizados, que afectaban negativa-mente a las rentas de los señores de dichos lugares. El cortijo de Tirgo, poblaciónque, al menos hasta el siglo XII, pudo estar vinculada al dominio de Santa Maríala Real de Nájera, entraría en esta categoría.

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41. Vid nota 29.