El Cuy Valiente

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CONTENIDO

Así comienza la historia 3

Mircha conoce a Garkun 8

La fiesta de los zorrillos 13

El fuego de la aldea 20

El regreso de Garkun 36

Valkan, el rey de los cóndores 42

Mircha conoce a los hombres 47

Epílogo 57

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Así comienza la historia

Una tarde en el pequeño pueblo de los cuyes. Puna, el abuelo cuy, se preparaba para contar otra de sus historias a sus pequeños nietos...

Alegres y expectantes lo rodeaban, para soñar como cada tarde con otra de sus mágicas historias.— Abuelo, abuelo, cuéntanos tu historia

favorita.— Sí, sí, cuéntanos la mejor de todas.— Muy bien, les voy a contar la más increíble historia de aventuras que guarda mi memoria: — elhéroe es un pequeño cuy como ustedes.

De pronto, todos callaron y en el silencio de aquella fresca tarde, la voz del abuelo se escuchó, como si siempre hubiese sonado.

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Esta es la historia de Anki, el Cuy Valiente:

Hace mucho, mucho tiempo, cuando la tierra era aún joven, en un lejano país bañado por mares dorados, existió un cuy valiente llamado Anki,

que siguiendo el camino de sus sueños salió un buen día de su país en busca de aventuras e

historias que pudieran contar sus nietos.

Durante sus viajes conoció a Garkun,el zorro amigo de los cuyes,

un ser noble, de gran valentía y fuerza que se hizo su inseparable compañero. Juntos lucharon

contra dragones y todo tipo de monstruos,

rescatando princesas y haciendo el bien por toda la tierra. Finalmente, con los bolsillos

del corazón llenos de amigos, se dirigieron hacia el mar esmeralda donde todo termina, y fundaron

un mágico país donde todos los animales son amigos. Y allí, se dice, viven felices todavía.

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Los pequeños cuyes escucharon fascinados la historia, imaginando cada episodio, cada aventura y se fueron a sus casas muy felices deseando ser como Anki, el Cuy Valiente.Todos se fueron ilusionados pero ninguno como el pequeño Mircha, que regresó en silencio a su casa pensando que no le bastaba solo con soñar, como sus demás amigos, sino que debía hacer algo más.

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Rápidamente llegó a casa a contarle todo a su mamá. Y muy decidido dijo:—¡Mamá, mamá!, quiero conocer a Anki, el Cuy Valiente.

—¿De quién hablas, hijito?—De Anki, el cuy valiente que cabalga sobre su fiel amigo Garkun, el zorro, y tienen muchas aventuras y viven en un país donde todos los animales son amigos.

—Ay, Mircha, ¿dónde se ha visto que un cuy y un zorro anden juntos? Seguro que es otra de las historias de tu abuelo. No estés creyendo esas cosas, hijito, los zorros son astutos y muy peligrosos.—No, mamá, este zorro es bueno, además muy valiente y amigo de los cuyes.—Esas cosas solo pueden pasar en la imaginación de tu abuelo Puna, pero bueno, Mircha,

después de todo es una bonita historia.—Yo estoy seguro de que es cierta y que por algún lugar anda el Cuy Valiente montado sobre su valiente amigo el zorro Garkun y es seguido por todos sus amigos.Y así decía Mircha, aumentando cada día una ocurrencia más a la historia del Cuy Valiente: comenzaba en el desayuno contando cómo el valiente cuy subió a las montañas blancas

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cubiertas de cristal ayudado por su amigo el cóndor; en el almuerzo seguía y contaba la historia de cómo visitó el palacio del rey cangrejo; y dormía pensando en que seguro el valiente cuy podía incluso volar entre las estrellas.Su mamá siempre sonreía ante la ingenuidad e imaginación de su pequeño hijo.Pasaron los días y Mircha se cansó de imaginarse las historias y deseó, de pronto, conocerlas de verdad. Se le ocurrió entonces la genial idea de ir un día a visitar al Cuy Valiente, no pensó en la distancia, ni en la comida, ni en el peligro, solo pensó en ir y fue.

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Mircha conoce a Garkun

ircha salió una mañana del pueblo de los cuyes, llevando consigo solo la mochila de

sus sueños y las botas de la esperanza. Caminó y caminó, durante dos días, escuchando el silbido del viento a través de las montañas, hasta que pasados tres días se encontró dentro de un bosque que era la entrada al país de los zorros. De pronto, escuchó unos ronquidos entre los árboles.

M

Mircha se acercó para ver quién era y encontró a un ZOITO durmiendo la siesta. La presencia de este zorro significó una señal que confirmaba su destino:sí, debía ser él, no podía ser otro sino Garkun, el fiel compañero del Cuy Valiente, y se encaminó a su encuentro.—¡Eres tú, por fin te encontré! ¡Despierta, Garkun! —le dijo Mircha mientras se avalanzaba hasta él y comenzó a jalarlo de una oreja para despertarlo—. Despierta, Garkun.

—¿Qué? ¿Quién? ¿Qué pasa?... ¿Quién eres tú?... ¿Un cuy? ¿Cómo te atreves a molestarme en mi siesta?

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—Mi nombre es Mircha, discúlpame, amigo zorro, no quise asustarte, es que los he estado buscando...—¿Asustarme? No me hagas reír, pequeño cuy. ¿Me buscabas? ¿Y a quién más estabas buscando?—A tu amigo, el Cuy Valiente, por supuesto.Entonces el zorro empezó a reírse de las palabras del cuy.

—¿Un cuy valiente y un zorro juntos? ¡Qué interesante! Mira, cuy, agradece que ya comí si no... —y el joven zorro se echo a reír nuevamente.—Me ha hecho tan feliz encontrarte, Garkun, y conocer al zorro más grande, veloz y valiente del mundo, con el lomo tan brillante como la plata...Al vanidoso zorro no le cayeron a mal esos halagos, en todo caso, pensó que este encuentro erabastante divertido. Mircha, medio sorprendido por la actitud del zorro, pensó que de pronto se trataba de algún tipo de prueba o algo parecido y que después seguro vería al buen Cuy Valiente saliendo por ahí para felicitarlo, entonces, empezó a contar lo mejor que pudo la historia del cuy valiente, del país de los mares dorados... e incluso agregándole algunas partes que a su parecer engrandecían la historia. Cuando terminó, el zorro quedó muy a gusto con la historia y entendió por qué el inocente cuy la había creído; y fue así que, enternecido por la inocencia del pequeño, decidió salvarle la vida alejándolo del peligroso territorio de los zorros.

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—Eres un cuy muy ingenuo y pequeño, no está bien que andes solo por aquí, alguno de mis parientes que todavía no ha comido podría verte, pero yo voy a ayudarte. Rápido, sube a mi lomo, te voy a sacar de este territorio; así por lo menos, me iré tranquilo pensando que no serás comido y, quién sabe, quizás hasta te acerque un poco a ese país del que tanto te gusta hablar; pero recuerda que luego te dejo para seguir mi camino...Mircha estaba feliz cabalgando sobre el zorro. "Igual que el Cuy Valiente", pensó.De manera rápida y sigilosa avanzaba para evitar que despertaran los demás zorros que aún dormían la siesta; atravesó el valle y llegó a laregión donde viven las vicuñas y donde las vizcachas hacen sus madrigueras, entonces pensó que ese sería un lugar seguro para su pequeño pasajero.

—Dime, amigo zorro, ¿hacia dónde vamos ahora? ¿Está cerca el país de los mares dorados? — preguntó Mircha.

El zorro no supo qué decir y, como era de noche y hacía mucho frío, invitó a descansar al pequeño cuy y decidió cuidarlo esa noche, para salir temprano mientras todavía durmiera...

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Antes del amanecer el zorro despertó y dejó al cuy dormir tranquilo; colocó unas hojas alrededor de él para evitar que algún depredador lo encontrara y pensó que ya había hechobastante por el pequeño Mircha y salió velozmente de ese territorio hasta perderse en el horizonte.

Cuando Mircha despertó no encontró al zorro y pensó inocentemente que había ido a buscar al Cuy Valiente para pedir autorización de llevarlo ante él.

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La fiesta de los zorrillos

Mircha decidió explorar el nuevo lugar al que había llegado, así pues, caminando y caminando, escuchó unas voces muy agudas y al acercarse notó que eran de dos animales discutiendo cerca de una cueva. Eran dos vizcachas, pero él nunca había visto una, así que no supo reconocer que lo eran. Ellas no lo habían visto y discutían entre sí.

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A Mircha le parecían conejos, pero también le parecían ardillas, y las interrumpió de repente.

Las vizcachas se asustaron pues estaban tan concentradas en su pelea que no se habían percatadode la presencia del pequeño cuy, así que, apenas escucharon su voz, salieron huyendo de allí.Mircha corrió detrás de ellas, gritándoles que no se fueran. Una de ellas volteó y vio al pequeño cuy que las seguía y se paró en el acto. Le gritó a la otra vizcacha que no corriera, pues era tan solo un cuy.Las dos vizcachas se dirigieron hacia Mircha y le preguntaron por qué las había asustado, el pe-queño cuy se disculpó antes de presentarse.—Mi nombre es Mircha, el cuy, pero ustedes, ¿qué animales son?—Hola, Mircha, mi nombre es Vilicha y ella es mi hermana Verticha, somos dos vizcachas.—¿De dónde vienes, Mircha, que nunca has visto una vizcacha? —preguntó Verticha.—Vengo de la montaña, detrás de esas otras montañas.Entonces las vizcachas pensaron que Mircha mentía, pues aquellas montañas a las que se refería quedaban muy lejos de ahí: ¡era imposible que un pequeño cuy llegara solo de tan lejos! Una de ellas le dijo al cuy que eso no era posible y que de dónde había inventado eso.

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—Yo no miento, es verdad, llegué aquí junto a mi amigo el zorro Garkun, pero desde esta mañana no lo veo, cuando desperté, él ya no estaba —dijoMircha.Las vizcachas se miraron entre sí, antes de empezar a reír pues pensaban que Mircha estaba bromeando y le dijeron que era un cuy muy gracioso.Mircha les relató la historia del Cuy Valiente y de cómo se había encontrado con el zorro Garkun, de su salida del país de los zorros y de cómo despertó sin encontrarlo. Cuando terminó, las vizcachas lo miraron atónitas. Luego se miraron entre sí antes de empezar a reír y le dijeron que era lo más ocurrente que habían oído en años y que querían oírlo otra vez, sobre todo la parte de cómo se encontró con el zorro y de cómo despertó sin encontrarlo. El inocente Mircha pensó que las vizcachas eran animales muy divertidos, y no entendía por qué las encontró discutiendo. Al preguntarles, estas le contaron al cuy que el lugar donde las había encontrado no era su casa, que habían construido \ÍÍY£Irnaáñgueia 6e emergencia para las dos, pues ellas en realidad vivían en una serie de túneles que eran como galerías debajo de la tierra. Ahí vivían con un grupo de cuarenta vizcachas, pero habían sido desalojadas por unos malvados zorrillos, que engañaron a la inocente vizcacha Verticha que amablemente los dejó entrar a los túneles para luego expulsar a todo el grupo de vizcachas.—Esa es nuestra pena, pequeño cuy —dijo

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Vilicha—, por eso es que andamos discutiendo nosotras dos. Pero lo peor no fue que Verticha hu-biese dejado entrar a esos rufianes a nuestras madrigueras, sino que las demás vizcachas nos castigaran expulsándonos por dejar sin casa a todo el grupo.A lo que Verticha añadió que les habían dado una oportunidad de regresar al grupo y esta era recuperar los túneles perdidos.Y así otra vez empezaron a discutir entre ellas, mientras el pequeño Mircha las observaba y entonces se le ocurrió una idea—¿Por qué no hablo con los zorrillos? Así de repente, les devuelven sus casas.—¿Tú? Ja, ja, ja —se echaron a reír al suelo. ¿Qué puedes hacer tú, pequeño cuy?

—Yo puedo ayudarlas, recuerden que conozco al gran Garkun, el zorro amigo del Cuy Valiente, quien seguramente ya le habló sobre mí y viene a buscarme.—Ja, ja, ja—continuaron riéndose las vizcachas—, tú sí que eres fantasioso, cuy.

Dejándolo a un lado, volvieron a lo suyo. Mircha estaba triste pues las vizcachas no le creían y tomaban sus palabras como una broma; así que decidió demostrarles que no estaba inventando nada y que podía ayudarlas. Entonces, les pidió que le

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enseñaran el lugar donde quedaba su antigua ma-driguera, ellas lo llevaron hasta ahí y le preguntaron por qué quería verla, de repente vieron al cuy correr rápidamente y meterse en ella, las vizcachas trataron de detenerlo diciéndole que era peligroso, pero el cuy, decidido como estaba, no les hizo caso.

—Este cuy no sabe lo que hace, ojalá no le hagan daño esos zorrillos —dijo Verticha.

—Ya ves, otra vez, por tu culpa nos vamos a meter en otro lío —dijo quejándose Vilicha.

Estaban discutiendo nuevamente cuando decidieron entrar a buscar a Mircha, pues el cuy, siendo un animal más pequeño que ellas había te-nido suficiente valor para enfrentarse a los zorrillos y recuperar su hogar y el de todas las vizcachas; así es que esperaron un rato y, al ver que no salía, decidieron entrar a ayudarlo.

El cuy se había adentrado por los túneles, siguiendo unas voces alegres que venían del fondo de la madriguera.

Al llegar, el cuy se encontró con una gran fiesta en la que los zorrillos usurpadores bailaban, comían y bebían. De pronto, uno de ellos vio a Mircha, pero no le dio importancia pues se trataba de un pequeño cuy y siguió bailando.

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Viendo que los zorrillos no eran peligrosos, el cuy se animó a hablar con uno que aplaudía feliz.

—Dígame, señor, pero ¿qué fiesta es esta?—Pero si es un pequeño cuy, ¡qué

divertido!, lo que celebramos es estar juntos. Una vez al año los zorrillos, que siempre andan solitarios, nos juntamos a celebrar y esta vez celebramos aquí gracias a la invitación de las señoritas vizcachas que tan amablemente nos ofrecieron alojamiento —dijo el zorrillo riéndose.

—¡Mentira! Ustedes son unos invasores — interrumpió Vilicha, la vizcacha, que apareció de

pronto.—De ninguna manera, señorita vizcacha,

fue su amiga la que amablemente nos invitó a

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pasar y cuando alguien deja entrar a un zorrillo, deja entrar al resto también.

Vilicha miró a Verticha y esta dijo:—Bueno es que yo solo traté de ser amable

y...De pronto todos empezaron a discutir, hasta

que un zorrillo, alzando la voz, dijo:—Ahora entiendo por qué las vizcachas

salieron huyendo cuando nos vieron a todos juntos, es que ellas no entendieron nuestras costumbres. Nosotros no actuamos de mala fe, pensamos que nos cedían su casa para hacer nuestra fiesta anual, pero esperábamos invitarlas a La Fiesta de los Seis Días.

—Entonces todo está resuelto —dijo el cuy—, todo fue un mal entendido.

Así, las vizcachas y el cuy se quedaron en la fiesta de los zorrillos sabiendo que al amanecer los zorrillos se irían. Entonces, Mircha aprovechó para contar la historia del Cuy Valiente. Todos estaban alegres escuchando al pequeño cuy.

Al amanecer los zorrillos se fueron silenciosos como llegaron, dejando todo ordenado y limpio para felicidad de las vizcachas.

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El fuego de la aldea

Mientras tanto el zorro, volviendo sobre sus pasos, se dirigió nuevamente a su pueblo. Estando ya cerca divisó a un cuervo que reía a lo lejos. "¿Qué habrá venido hacer aquí ese viejo chismoso?", pensó. Al llegar lo recibió su primo el Cola Negra que le dijo la razón de la estancia del cuervo en su pueblo, había venido para contarles a todos lo cobarde y mal cazador que era él y que lo había visto conversando con un cuy y, es más, no solo no se lo había comido, sino que lo había llevado sobre su lomo dejando avergonzados a todos los zorros con ese infame acto.Así nuestro zorro entró a la aldea entre las miradas burlonas de sus compañeros y la severa mirada de los mayores. Cuando llegó a su casa, se encontró con el viejo líder de la manada que lo esperaba

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Eres motivo de burla y vergüenza para nosotros, ningún zorro ha actuado así jamás, bueno no todos quiero decir……….

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—Sea como fuere es preciso que recuperes tu honor y el de tu familia, realizando un acto que nos llene de orgullo. Han querido el destino y tus acciones que así sea.

Que aquel que nos avergonzó sea también quien nos llene de orgullo. En la montaña negra hay tres zorros renegados conocidos por su ruindad y egoísmo, ellos hace mucho vivían con nosotros, pero por su avaricia y egoísmo robaron el fuego de la aldea y lo escondieron solo para ellos. Desde esa

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ocasión en los inviernos sufrimos mucho a causa del intenso frío. Tener el fuego otra vez sería muy bueno para todos; si lo traes, podrás limpiar tu nombre y también le harás un bien a tu pueblo.

—He escuchado sobre esos tres viejos zorros desde mi niñez y no pensé que fuera cierto, pero, si lo es, iré en busca del fuego de la aldea y aunque sean muy astutos y viejos lo traeré —así le respondió el joven zorro al viejo jefe de la manada.

—Ve entonces, joven zorro, y has uso de tu astucia y habilidades.

Salió el zorro decidido, pensando qué sería del pequeño cuy; seguro que inventaría alguna cosa sobre él también y, quién sabe, quizás algún día se lo encuentre de nuevo, quién sabe.

De camino a la Montaña Negra donde habitaban los avaros zorros, entre los arbustos, escuchó unos ruidos; se acercó y encontró rastros de frutas tirados por todos lados y más allá, entre el tiradero, se encontró nada menos que con el chismoso cuervo que tosía y tosía, al parecer atorándose por comer tanto.

—Ja, jaja —se burló el zorro—, pero mira dónde te encuentro y en qué situación. Si lo que debería hacer es comerte por haberle contado a todos lo del cuy, pero no importa, verte así ya me resulta suficiente —le dijo mientras le daba golpecitos en la

espalda para ayudarle.Cuando el cuervo se hubo repuesto

agradeció mucho al zorro diciendo:

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—Gracias, joven zorro, y discúlpame, por favor, si algún daño te he hecho, pero por haberme salvado de morir asfixiado, estoy en deuda contigo, pídeme un favor y lo cumpliré.

—Luego, luego —respondió el zorro.El zorro conversó un rato con el cuervo,

en especial acerca de los zorros avarientos a los cuales el cuervo conocía mucho y visitaba regularmente para ponerlos al tanto de todo.

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—Bueno —dijo finalmente el zorro— acerca del favor, lo que deseo es que... —y le dijo entre sonrisas y muy bajito lo que el cuervo debía hacer— . Bueno, entonces, cuento contigo cuervo, recuerda el momento y el lugar indicados —agregó sonriente.

—No dudes de mí, hace tiempo que esos zorros avaros me tienen una pendiente.

Cerca de su destino, se detuvo a descansar junto a un arroyo, observando unas flores de cucarda, pensando en la aventura que le esperaba. De pronto, vio volando un colibrí que se alimentaba de las flores, y le dijo:

—Colibrí, ay avecilla, dime por favor, si has escuchado acerca de los zorros de la Montaña Negra; dime, por favor, si sabes algo.

—Un joven zorro me pregunta —dijo el colibrí sin dejar de alimentarse—. Sí, he escuchado de los zorros avaros, sí que lo son, gordos y egoístas. Dicen que guardan un enorme tesoro, andan los tres siem-pre juntos de tanta desconfianza que se tienen.

"Umm", pensó el zorro. "Así que siempre andan juntos", siguió pensando, esta vez en voz alta.

—Y no solo eso, ellos siempre suelen hacer las mismas cosas todo el tiempo, son muy aburridos. Pero ten cuidado, les disgusta los animales cerca, en especial otro zorro.

Así se despidieron y el zorro prosiguió su

camino pensando en todo lo que el colibrí le había informado.

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Estando ya cerca de la Montaña Negra, avanzaba con sigilo ocultándose, cuidándose de que los zorros avaros lo descubrieran y todo se echara a perder. Observó que en una ladera de la montaña se encontraban unas cuevas, así que pensó que allí vivi-rían los zorros y decidió esperarlos subido en un árbol.

Esperó un buen rato cuando de pronto escuchó unos gruñidos y unas voces que parecían no ponerse de acuerdo: Somos tres zorros, no somos más, tres es lo justo, no queremos compartir nuestro

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fuego, es lo justo nosotros lo cuidamos para nosotros. Es nuestro. Tres son los zorros de la Montaña Negra, solo tres y es lo justo. Uno es nuestro tesoro. Así cantaban los tres zorros avarientos, sin darse cuenta de que eran observados atentamente por el joven ZOITO que esperaba el momento preciso para actuar. En eso llegó volando el cuervo y saludó a los zorros, y se acercó como siempre para contarles las últimas novedades. Les habló de muchas cosas y el ZOITO empezó a impacientarse, pues el cuervo se demoraba mucho, cuando de pronto dijo:

—He visitado también el pueblo de los zorros y es de allí de donde vengo.

Los zorros oyeron esto con mucha atención.—He visto que andan muy felices y que tienen

un nuevo fuego mucho más grande y más brillante que el anterior y también observé a un pobre zorro que quiso robárselo, pero fue expulsado, el muy tonto.

—Ja, ja, ja —rieron los tres zorros—. ¿Y es de veras hermoso ese fuego? —preguntaron.

—Sí, muy hermoso, como no he visto ninguno —les dijo.

Los zorros se observaron compartiendo sus miradas de codicia y con un solo pensamiento: "Ese fuego tiene que ser nuestro" y sonrieron felices llenos de insaciable codicia.

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El cuervo se despidió, pero ellos ya solo tenían un pensamiento: el nuevo fuego debía ser de ellos.

"Bien", dijo el zorro para sí. El cuervo había cumplido con su parte, ahora le tocaba actuar a él. Cuando los zorros se habían ido a su cueva a discutir cómo robar el nuevo fuego de la aldea, el joven zorro se bajó del árbol e hizo lo que sigue.

Primero, aparentó estar fatigado y herido e hizo como si llegase ahí por casualidad. Sus quejidos aleñaron a los zorros que salieron a darle el en-cuentro para echarlo.

—Pero ¿quién se atreve a molestarnos? —le dijeron los tres viejos zorros.

—Oh, pero qué suerte la mía, si son zorros como yo, ayúdenme se los suplico.

—Pero no sabes, acaso, que somos los tres zorros malvados de la Montaña Negra.

—Pero por supuesto, si los he estado buscando, ustedes son mis héroes, quiero decir que yo he querido imitarlos, robando también el nuevo fuego - _nuestra aldea.

—Ah, conque eras tú —le dijeron con desdén

—Pero cómo es que me conocen...—Calla, no seas tonto, lo que sucede es que

nosotros nos enteramos de todo, pero dinos cómo es ese hermoso fuego.

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—Ah, pero nunca se ha visto cosa así en la aldea, decir que es hermoso es poca cosa: sus colores son muy brillantes y su calor sana cualquier malestar, es de veras un objeto mágico... —les describía, exagerando lo más que podía, el astuto zorro.Le escuchaban, mirando con codicia, imaginando que aquel fuego ya estaba en sus manos.

—Vemos que estás bien informado, quién sabe quizá nos seas útil, ya que hace mucho que no visitamos la aldea y nos podrías ayudar a encontrar el camino que ya de viejos hemos olvidado —le dijeron mintiéndole, ya que de ningún modo deseaban compartir nada con él, sino solo utilizarlo. Y lo invitaron a pasar con ellos a su cueva.La cueva estaba totalmente desordenada y sucia, llena de cosas por todos lados, cosas que seguro habían robado; compartieron con él su horrible cena y le pidieron que les cuente otra vez cómo era aquel fuego. Así, se la pasó la noche el joven zorro, inventando lo que más pudo para alimentar la codicia de los tres zorros.Pero lo que deseaba saber era dónde ellosocultaban el verdadero fuego de la aldea, sin embargo debía ir con cuidado para no despertar sospechas. Pasaron los días y los picaros zorros le hicieron hacer todos los quehaceres al pobre joven zorro. De esa forma pudo conocer todas las cuevas y supo que una se usaba como dormitorio y tres de almacén: una de cosas brillantes, otra de cosas

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opacas y otras de cosas cuyo sentido no entendió; pero había una pequeña cueva donde nuestro zorro no podía entrar porque solo

los tres viejos zorros podían hacerlo. "Allí debe estar el tesoro", pensó un buen día y dijo:

—Señores, he ordenado ya todas las cuevas, pero me falta una, les hablo de aquella pequeña cueva de la izquierda, no creo que me sea muy difícil limpiarla a si que voy a...

—Ni te atrevas, zorro torpe, nuestros planes ya están casi listos y esta noche entrarás en esa cueva, no antes; porque muy pronto partiremos y queremos ensenarte algo antes.En efecto, esa noche se introdujeron en aquella cueva que resultó ser más grande de lo que se veía por afuera y no solo eso sino que, además, estaba limpia y ordenada. Al entrar, percibió un agradable calor y, a medida que se adentraban, la luz se hacía más intensa; finalmente vio aquello para lo cual había venido: tenía frente a él, el fuego de la aldea

—Dinos, muchacho, ¿el nuevo fuego de la aldea es más hermoso que este?

El joven zorro tuvo que esforzarse mucho por mentir ante la belleza del fuego, pero les dijo:

—Sí, en efecto, este lugar está casi oscuro y creo que es un poco frío, no hay duda de que no hay comparación entre este fuego y el de la aldea que es mil, digo, millones de veces mejor.

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Los tres zorros sonrieron nerviosamente llenos de codicia.

Cada día el joven zorro alimentaba la codicia de los tres viejos zorros, tanto así que descuidaron su vigilancia del verdadero fuego de la aldea. El momento había llegado. Una noche, el joven zorro aprovechó para robar el preciado tesoro e irse. Al verse los tres avarientos zorros burlados se llenaron de ira y fue tanta que sus corazones se ennegrecieron de tanto odiar y codiciar y pronto se convirtieron en tres rocas feas, frías y oscuras como sus corazones, llenos de codicia. Ese fue el castigo de los tres zorros y allí se encuentran todavía las tres rocas negras frente a las derruidas cuevas de la Montaña Negra.

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El joven zorro volvió a su pueblo con el fuego y fue recibido como un héroe, su incidente con el cuy quedó olvidado, y su hazaña llenó de orgullo a su familia. Pero para el zorro no era momento de quedarse, sino el momento de buscar otra aventura y así lo hizo acordándose, de pronto, de Mircha, el pequeño cuy. Entonces acudió donde el cuervo y le preguntó si había sabido algo de él y este le contó el episodio de la fiesta de los zorrillos. No obstante, también le contó acerca del terrible peligro que corrían los animales que habitaban la región donde las vizcachas tienen sus madrigueras, pues Yarum, el puma de las Montañas Heladas, se dirigía hacia allá para cazar. Al enterarse del peligro, el zorro se apresuró y enrumbó en dirección a la tierra de las vizcachas donde había dejado al pequeño cuy y mientras viajaba, pensaba cómo salvarlo.

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El regreso de Garkun

Cierto día, mientras las vicuñas pastaban y Mircha comía junto a las vizcachas, alguien los observaba escondido. De pronto, toda la calma se rompió con un rugido. Era un enorme puma que se lanzó hacia las vicuñas, pero estas rápidamente lo esquivaron y huyeron, las vizcachas se ocultaron en el acto. Todos estaban a salvo, todos menos Mircha que observaba cómo el puma se quejaba diciendo:

—Qué mala suerte, no pude atrapar ninguna, ya habrá otra oportunidad —decía hasta que alguien lo interrumpió.

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—¿Cómo está, señor?, mi nombre es Mircha. Usted debe de ser un gato salvaje, ¿verdad?

—¡Qué! ¿Gato? ¿Cómo te atreves a llamarme gato, pequeña rata?

—No soy una rata, soy un cuy de la montaña —dijo Mircha.

—Yo soy Yarum, el puma más fiero de las Montañas Heladas. Qué gusto verte, pequeño cuy, al menos podré comer algo —dijo maliciosamente el puma, mientras movía su cola y miraba fijamente a Mircha.

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Ya la suerte de Mircha parecía estar echada cuando unos fuertes ruidos interrumpieron la escena...

—Pero ¿quién hace tanto ruido? ¿Qué es esto? —dijo el puma y le pidió a Mircha que lo esperara un momento sin moverse del lugar hasta que él viera qué ruido era ese.

Y el inocente Mircha le hizo caso al malvado puma.

El puma corrió hacia el camino de donde venían los ruidos y ahí vio a un zorro caminando que tocaba fuertemente un cucharón contra una olla, mientras hablaba del banquete que se iba a dar.

—Pero ¿por qué haces tanto ruido, zorro, y de qué banquete hablas? —dijo el puma.

—¿Cómo?, ¿no sabes, puma? Del otro lado, en una quebrada, unas vicuñas se desbarrancaron, parece que huían de alguien, y hay mucha carne; yo estoy yendo para allá, ¿tú no vienes?

Entonces, el puma pensó que esas vicuñas eran solamentes suyas, pues huyendo de él es que seguro se cayeron en la quebrada y que claro que iría a ahuyentar a todos los intrusos que estaban comiendo de sus presas.

—Pero claro que voy —dijo fuertemente el puma.

—Qué bueno, amigo puma, entonces no te

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molestaría ir llevando esta olla con mi cucharón, es que quiero traer una olla más grande para cargar toda la carne que pueda. ¿Tú crees que me puedas hacer ese favor, puma? —dijo el zorro.

—Pero claro, amigo zorro, tú anda tranquilo que yo te guardaré comida; claro que lo haré —dijo el puma riéndose maliciosamente.

Y ahí iba el puma por el camino hacia la quebrada, iba feliz pensando en el banquete que se

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iba a dar y se iba riendo de lo tonto y confiado que le parecía el zorro, olvidándose del pequeño cuy que lo esperaba al otro lado.

Mircha esperaba al puma, cuando en eso escuchó una voz que reconoció en el acto.

—Vamos, Mircha, sube a mi lomo y vámonos rápidamente, antes de que el puma se dé cuenta del engaño y nos encuentre.

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—Garkun, amigo, yo sabía que vendrías por mí a llevarme a conocer al Cuy Valiente; vamos, amigo —dijo Mircha subiendo rápidamente sobre el zorro.

Así, los dos amigos se fueron velozmente, mientras unas asombradas vizcachas los observaban partir. Ellas habían visto y oído todo lo que había sucedido y entendieron, entonces, que el cuy no mentía cuando decía que era amigo de un zorro muy valiente. Luego, ellas fueron las que contaron a todos sus conocidos que alguna vez pasaron por esas tierras un pequeño cuy junto con su amigo zorro, ambos los animales más valientes que hayan existido jamás.

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Valkan, el rey de los cóndores

Ya muy lejos de ahí, cuando estaban atravesando el valle, el zorro se sintió observado: notó una enorme sombra sobre él. Se ocultó de inmediato en unos arbustos, levantó la mirada y se dio con su más grande temor: un enorme cóndor estaba listo a precipitarse sobre ellos.

—¿Qué pasa, Garkun? —preguntó el pequeño

cuy.—¡Shiüt!, silencio, no hables, no te

muevas. Es muy peligroso, quizás el mayor peligro que existe.

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—Pero ¿quién es?—Es Valkan, el rey de los cóndores. El

ave más grande y más peligrosa sobre la tierra.—Un cóndor, ¿dónde?—Silencio, Mircha, que Valkan ha

descendido.—¿Dónde te escondes, zorro? Sal y

preséntame a tu pequeño amigo —dijo el cóndor.—Sigue tu camino, Valkan, él no te

serviría ni para un bocado

—No me enojes, zorro, sal ahora y entrégame a ese cuy.

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—Aquí estoy, señor Cóndor, no provoque la ira del fiero Garkun, no vaya a ser que lo dañe —dijo el cuy, saliendo de su escondite.

—¿Dañarme a mí? Tú sí que eres gracioso pequeño ratón.

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— No soy un ratón, mi nombre es Mircha, el cuy de la montaña, y viajo junto al legendario zorro Garkun al país de los mares dorados para conocer al Cuy Valiente.

Valkan, el cóndor, no podía creer lo que veía, un pequeño cuy parado frente a él, sin mostrar siquiera un poco de miedo.

—Tú sí que eres valiente, cuy, pararte frente a mí, sin temor alguno. Antes de comerte creo que tengo tiempo para escuchar dónde queda ese país de los mares dorados del que hablas.

—Espera, Valkan, déjalo ir.—Por fin apareces, "valiente zorro" —dijo

sarcásticamente el enorme cóndor—. Ahora, silencio y escuchemos a este pequeño cuy.

Entonces Mircha le contó a Valkan la historia del Cuy Valiente, que este escuchó con mucha aten-ción y quedó impresionado con ella, pero aún así pensó que había algo raro en ese viaje. Valkan no creía en las buenas intenciones del zorro al escoltar a Mircha a ese país lejano. El cóndor imaginó que en ese país debía de existir algún tesoro.

—Es una buena historia, Mircha. Bueno, si el zorro te acompaña, yo también quiero ir. ¿Tú crees que pueda?

—¿Qué? ¡Claro que no! —dijo el zorro.—¿Por qué, zorro? ¿Qué ocultas?

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Entonces, Mircha los interrumpió y dijo estar muy contento de que el cóndor los acompañara en el viaje, a pesar de la desconfianza del zorro. Así, el cóndor le pidió al cuy que subiera sobre él y se sujetara muy fuerte, subió a lo alto del cerro y corrió para tomar vuelo, luego se lanzó y voló hasta el valle donde cogió al zorro por la espalda.

Así, el cuy, el zorro y el cóndor emprendieron su viaje en busca del país de los mares dorados.

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Mircha conoce a los hombres

Pasaron los nuevos compañeros, días y noches volando y escuchando los relatos de Mircha acerca del país de los mares dorados, y de tanto escucharlo empezaron, sin querer, a imaginar y soñar también con aquella mágica tierra donde todos los animales son amigos.

Cansados por el viaje, decidieron descansar en las orillas de una laguna.

El zorro y el cuy dormían profundamente cuando en eso unos ruidos y gritos los despertaron:unos humanos habían atrapado a Valkan el cóndor y se lo estaban llevando.

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Rápidamente el pequeño cuy se subió al lomo del zorro y fueron detrás de los hombres, siguiéndoles el rastro durante todo el día.

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Los hombres llevaban al cóndor en un saco, mientras tanto el zorro y el cuy iban tras sus huellas entre las piedras y la maleza. Caminaron los amigos durante toda la noche y al amanecer se encontraron en el pueblo de los hombres, lleno de alboroto y gente por todas partes. Ellos se preguntaban dónde estaría su amigo cóndor y de pronto vieron que todos se dirigían a una pampa que estaba rodeada por gente que hacía un círculo. El zorro no podía ver lo que pasaba, era el turno del cuy, que por su tamaño, podía escabullirse entre la gente.

Mircha corrió entre la gente y entonces vio cómo los hombres sacaban al cóndor amarrado dentro de un saco y también vio el pequeño cuy un enorme toro tras una cerca. Mircha no entendió lo que pasaba y fue rápidamente a preguntarle al toro.

—Amigo toro, dime qué sucede, qué le van a hacer al cóndor.

—¡Qué nos van a hacer dirás, pequeño cuy! Mejor vuelve a tu corral.

—No. Tengo que rescatar a mi amigo.—Tu amigo, ¿qué dices? Él y yo somos parte

de la fiesta, no te das cuenta. Los humanos van a amarrar al cóndor a mi lomo mientras yo brincaré para que este no me hiera con su pico ni sus garras.

—¡Qué horrible! Garkun y yo no lo permitiremos, espera y verás. Pero tú tienes que

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ayudarnos El toro no creyó que el pequeño cuy hablara en serio.

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Mircha corrió en busca del zorro, que al escucharlo, le dijo que lo mejor era huir antes de que los humanos los atraparan también a ellos, pero Mircha le contó que tenía un plan y le dijo:

—Vamos, Garkun, tú tienes que entrar a la plaza y distraer a los humanos, mientras yo muerdo la soga que amarra a Valkan. El toro también va a ayudarnos.

—Mircha, amigo, espera; es muy peligroso.—Yo voy a ayudarte, valiente Garkun, vamos.Mircha corrió velozmente donde la gente, el

zorro no tuvo más remedio que hacer lo que el cuy le pedía para ver si al menos uno se salvaba.

El cuy corrió hasta donde el cóndor que, agotado, no podía creer lo que veía.

—Espera, Valkan, no te muevas, voy a morder tus cuerdas para liberarte.

—¿Qué haces aquí, pequeño? Vete, no dejes que te capturen.

—Claro que no, amigo, no podemos abandonarte, te vamos a liberar.

En ese momento, la gente empezó a gritar, pues apareció el zorro en medio de la plaza. El cansado Valkan no podía creer que Mircha y el zorro habían ido a salvarlo, pero estaba tan agotado que no tenía muchas fuerzas para volar.

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Mientras tanto el toro observaba a lo lejos, admirado por la valentía del cuy y del zorro, y tuvo ganas de pelear junto con ellos.

Mircha no se alejaba de Valkan, ya parecía todo perdido cuando en eso escuchó que el toro lo llamaba, el cuy fue velozmente y entre el barullo, el toro le dijo que desatara las cuerdas de la cerca para poder ayudarlos. Mircha se sintió feliz de que el toro ahora sí le creyera. Rápidamente hizo lo que le pedía y el enorme y enfurecido toro irrumpio entre la gente que corrió por todas partes, luego les pidió que subieran a su lomo, no importándole si el llevarlos,en especial al zorro y al cóndor, le hiciera daño. No importaba; si podía rescatar a aquellos tres valientes amigos, valía la pena. Furiosamente y con sus ami-gos a cuestas rompió con el tumulto y entre una nube

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de polvo huyeron del pueblo, ante la mirada atónita de los hombres que no podían creer lo que veían sus ojos y observaban cómo se alejaban como se aleja un sueño. Los hombres de aquel pueblo desde entonces no dejan de contar de muchas formas aquella historia.

Ya libres, el toro acompañó a los tres amigos hasta un territorio cercano a la costa, donde se separó de ellos para seguir su camino, ya que había nacido en él un fuerte deseo por conocer al gigante toro de la laguna, cuyas historias había escuchado. Se despidió de todos y los animó a seguir su travesía al país del Cuy Valiente, prometiéndoles que iría a visitarlos. Los tres amigos continuaron juntos y, luego de una larga travesía, de tanto escuchar atentamente las historias del pequeño cuy sobre reinos, palacios y animales amigos, en el corazón del gran Valkan empezó a surgir también un viejo anhelo, entonces dio un giro en el aire y descendió majestuosamente y les dijo:

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—Amigos, juntos hemos pasado muchas aventuras y he soñado también con las historias del cuy durante todo nuestro recorrido y aunque no creo aún que todas ellas sean ciertas, me he dado cuenta de que es verdad que los animales pueden ser amigos, como nosotros lo somos. Sin embargo,

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ha llegado el momento de separamos y seguir caminos distintos ya que la búsqueda de su destino me ha hecho recordar un viejo anhelo que había olvidado: viajar al palacio de cristal del mágico cóndor blanco, así que ¡gracias por lo que me han enseñado y sigan adelante, valientes amigos!

Así se despidió el gran Valkan, dirigiéndose en busca de sus propias historias, de las que tuvo muchísimas. Algunas de ellas se cuentan todavía entre los cóndores.

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Epílogo

El cuy y el zorro pasaron juntos muchas aventuras en su viaje antes de llegar al mar, hasta que un amanecer, al despertar, lo vieron perderse en el horizonte como una inmensa gema oscura y emprendieron su última jornada. A medida que avanzaban, un ruido se hacía más patente, una voz los llamaba: la voz del mar que repetía versos y poemas en un lenguaje que los hombres ya olvidaron. Parados frente a él, Mircha, el pequeñocuy, y el zorro escucharon esa bella voz y preguntaron:

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—Señor Mar, cuéntenos si ha visto el país del Cuy Valiente.

—Valiente —dijo el mar.—¿Valiente? —preguntaron los dos

nuevamente.—Vive como un valiente, pequeño —

respondió enigmáticamente el mar y continuó con sus canciones.

Entonces, los dos amigos empezaron a preguntar a los animales que encontraban en la playa: le preguntaron a un cangrejo que trabajaba la tierra haciendo pasajes subterráneos, a un grupo de gaviotas que se alejaron riéndose de ellos, le preguntaron a una tortuga de mar y también a un muymuy, pero al parecer nadie sabía nada de su historia y fueron enfáticos en responder que allí no había existido ningún país del Cuy Valiente, donde los animales eran amigos.

Al final de varios días de búsqueda infructuosa, cansados y abatidos, se sentaron frente al mar a contemplar el atardecer. Mircha estaba muy triste y el zorro por animarlo le preguntó:

—¿Qué pasa, por qué estás triste?—Ay, amigo zorro, es que nunca vi al Cuy

Valiente; nadie ha visto a un cuy ni a un zorro

juntos; y mucho menos existe el país de los mares dorados donde todos los animales son amigos... nuestro viaje ha sido en vano.

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—Puede ser que no esté el Cuy Valiente, pero también puede ser que sí.

—¿Qué quieres decir, amigo zorro?, tus palabras me recuerdan a los enigmas del mar.

—Un cuy valiente cabalgando en un zorro, viviendo muchas aventuras y haciéndose de muchosamigos como un cóndor y un toro... ¿acaso no existe? —dijo el zorro y sin esperar respuesta continuó—; Así es Mircha, la historia del Cuy Valiente es cierta, tú eres Mircha, el Cuy

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Valiente, y yo soy Garkun, el zorro, y siempre te estuve esperando. Esta es tu historia.