El desesperado manifestar de las vanguardias
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Valentina Giraldo Sosa000197057Literatura de vanguardia y contemporánea
El desesperado manifestar de las vanguardias
La modernidad se ha entendido como un período de tiempo a la cual se le han
atribuido fechas, sin embargo, más allá de ello, corresponde a una actitud en el
cual se ve inmerso un proyecto que inclusive en la actualidad, se determina
inconcluso. La modernidad comienza, quizás, con la expansión de la visión del
mundo, con la conquista de América, con la revolución industrial o con el
cuestionar acerca de la razón. Allí, en la modernidad, la trasgresión deviene en el
lema principal; no trasgresión entendido como el traspaso de los límites, sino
como la capacidad de comprender el presente, vivir el presente y tener la fortaleza
de apropiarse de él y experimentar con él, acompañado a su vez de la reflexión y
de la destrucción de las bases con la finalidad de construirlas nuevamente para
generar novedad en la forma de relacionar el mundo y de relacionarse con el
mismo.
En dicha actitud se encuentran implícitos procesos sociales e históricos en
los que se presuponen aspectos tales como la igualdad, la libertad y el logro de la
mayoría de edad en el pensamiento, como también procesos económicos, que en
este caso, van ligados al capitalismo y al auge de la industrialización, de la
máquina y de las grandes ciudades que, por su parte, proponen dinámicas de
producción y de consumo.
Por otro lado, como época de la historia, la modernidad propone una
postura del arte que en un principio, al igual que otros períodos históricos, no
puede deslindarse de su desarrollo desde los aspectos culturales, políticos,
sociales, entre otros, en los que supone el reconocimiento de un otro para poder
construirse. El arte en sí, surge como manifestación a una ruptura temporal la cual
propende subsanar la ansiedad y las ansias de regresar al pasado.
El arte de la modernidad se establece a partir de la capacidad de asombro y
de la agudeza por percibir la existencia y la forma en que el sujeto u artista puede
verse afectado por su entorno, y cómo puede a su vez, afectar el entorno. En vista
de lo anterior, la modernidad se establece en un constante afán por resolver la
necesidad de estar en avalúo permanente de las circunstancias para así crear
algo nuevo en cada instante que le permita actualizar el presente.
A medida que avanzan los propósitos de la modernidad, el hombre
descubre que en él, la angustia y la ansiedad lo invade con mayor frecuencia y las
circunstancias tales como la proximidad de las guerras que ponen en duda las
certezas que se desprenden de la razón, generan nuevas rupturas cada vez en
mayor volumen hasta el punto de que la modernidad adopte a la crisis misma
como característica necesaria para el arte y es allí en donde las vanguardias
comienzan a pronunciarse.
El artista moderno se sumerge en la necesidad de experimentación, por
ello, recorre la ciudad en la que se ve inmerso, y a partir de este acto, logra
capturar referentes de su presente que lo conllevan, desde el interior de la
multitud, a escribir su experiencia y su visión de mundo. El recorrido del artista
surge debido al tedio que comienza a gestarse en la época y que además, se
instaura como malestar general de la población, y es allí en donde el artista decide
caminar para encontrar aspectos del gran marco urbano de los cuales pueda
apropiarse y que le permita acumular experiencias para luego contar desde la
pluralidad de voces que engloba dichos espacios y que acompañan su recorrido,
posibilitándole también, enmarcar su obra y su creación desde los límites
genéricos.
El asunto del caminante, del tedio y de la gran ciudad, devienen en temas
trascendentales, y es así cómo Verlaine se apropia de ellos y comienza a
reemplazarlos por el término de la decadencia. A partir de allí, el poeta construye
las bases para declarar el manifiesto de la decadencia y en esta proclamación, se
sentó la dinámica de unión, la cual, más adelante se tomaría como gesto de lucha
para finalmente ser adoptado por las vanguardias del siglo XX.
Las vanguardias por su parte, son un fenómeno que surgieron a partir de la
necesidad de cambio que le exigía el medio en las formas, en las sintaxis y en los
contenidos comunicacionales de las obras artísticas. Cómo término, surge en
Francia y alude a aspectos militares en los que se refiere: “Ir delante de”. Las
vanguardias conforman un espíritu de lucha frente a un nuevo siglo y de
confrontación frente al arte decimonónico y académico.
Son diversas las vanguardias que se fundaron en su determinado período
histórico y una de las características principales de ellas es que surgieron como
movimientos de agrupación, no individuales. Entre las vanguardias encontramos
movimientos tales como el Futurismo que expuso sus fuertes vertientes entorno a
las máquinas y a las guerras, el Expresionismo desde su preocupación por la
construcción de una realidad a partir de la subjetividad creadora, el Dadaísmo
caracterizado por su conjunto de rechazos a la estética y el Surrealismo desde su
carácter onírico y su capacidad de mediación entre la tradición y la novedad, entre
otras. En las vanguardias hay una clara intención por romper con la realidad,
experimentando, desde el pensamiento con sonidos y formas que faciliten alterar
la percepción de dicha realidad, para luego generar experiencias cercanas desde
los sentidos y de este modo proclamar un arte fuera de lo convencional.
Las vanguardias son fenómenos de transgresión que participan del cambio
que propone la función poética moderna que está llamada a trazar posibilidades
ilimitadas de desintegración y de desarticulación de las cosas. De este modo, en
las vanguardias el arte quedó expuesto a la inadaptación de las formas
establecidas de escritura, de pintura y del principio de realidad. Proponen también,
frecuentemente, el tema de la rebelión frente a la institución, asunto que luego se
le criticará ya que al intentar huir de la institucionalización, caen nuevamente en
ellas, con el agravante de que estos artistas en su angustia por manifestar su
marginalidad, no comprendían la importancia de saberse en su entorno y no
realizaban la mezcla adecuada hacia el interés público para ser comprendidos,
asunto que los llevó a crear, en su mayoría, gestos de transgresión y no, obras de
arte.
Ahora bien, la dinámica que establecieron para sí mismas las vanguardias,
fueron la razón por la cual dejaron de existir, pues, la crítica que generaban y la
necesidad de desobediencia que las caracterizaba, las llevó a un estado de
fracaso como movimiento artístico y hasta de fracaso desde su actitud moderna.
De este modo es como Hobsbawm, en su texto A la zaga: decadencia y fracaso
de las vanguardias del siglo XX, expone a la crisis de las vanguardias desde una
postura del “doble fracaso”, al cual se refiere, en primer lugar, al papel de la
modernidad en el arte y en segundo lugar, a las implicaciones de la obsolescencia
del arte visual en la modernidad.
En el “doble fracaso”, la modernidad propone al arte como la expresión
correspondiente a su tiempo con la adición de libertad que requiere para
manifestar. En este orden de ideas, el artista en su libertad comienza a crear a su
antojo, sin preocuparse por las necesidades de arte de su entorno y de su
comunidad. El problema de este asunto inició cuando la modernidad, al declararse
de este modo, no estableció los aspectos que caracterizarían dicha temporalidad y
espacialidad, y solo dio a entender acerca de la existencia de una gran ciudad y
sobre el esplendor maquinista para generar un arte que superara al que acontecía
con anterioridad. En efecto, no se tenía claridad de lo que significaba expresar el
tiempo correspondiente y allí es cuando las vanguardias tomaron la postura
moderna del cambio constante y la fluidez, para realizar la transgresión de la
manera en que lo sintieron conveniente.
Las artes visuales, por su parte, se vieron impedidas por los propósitos
industriales de la modernidad, pues estas, en su desarrollo, contaban con la
limitación técnica que les impedía expresar su tiempo, y este último, por su parte,
exigía del arte, la lucha en contra de la obsolescencia tecnológica para así
alcanzar la productibilidad en masa. Entre las artes visuales que más problemas
tuvieron para expresar su tiempo fueron: la pintura y la escultura. Ambas artes
lograron bajos niveles de impacto en los ámbitos masivos, y está claro que desde
allí, las vanguardias propiciaron su entendimiento para buscar la forma de derribar
las barreras de estos a partir del uso poco convencional de los colores, de las
formas, de los sonidos y de las palabras.
No obstante, el fracaso como tal de las obras de arte visuales se dio en
mayor medida por la incapacidad de las vanguardias de observar el entorno
masivo y por el contrario, centrarse únicamente en el interés minoritario. El arte de
las vanguardias no pudo acomodarse a la época en la que la reproductibilidad
técnica en masa demandaba con agilidad, además no se generó la consciencia de
la competencia tecnológica que al arte se le imponía.
Las artes visuales se caracterizaban por ser manuales, y a esto le queda
imposible ser reproducido de manera invariable, rápida y en masa; caso contrario
de las artes escénicas, de la música y de la literatura, las cuales encontraron su
modo de reproducción gracias a la tecnología y a la capacidad de moldearse a su
contexto. Las vanguardias, en su intento por rescatar a las artes visuales de su
obsolescencia, lo que hicieron fue hundirlas aún más en el fracaso al que se
encaminaban, debido al afán que plasmaron en ellas de expresar las percepciones
subjetivas de su realidad, haciendo de estas obras, lenguajes incomprensibles que
fuera de no expresar los tiempos, necesitaba de traducciones y comentaristas que
expusieran las intenciones de la obra y la legitimara en palabras convencionales.
Las vanguardias para la modernidad, estaban llamadas a la revolución
artística de su tiempo, no obstante, y en vista de su incapacidad, fue la tecnología
quien se hizo cargo de llevar a cabo la revolución y aunada al mercado de masas,
el arte revolucionario logró apropiarse de la comunicación adecuada que le
permitiera no solo moldearse a su entorno, sino que logró entablar relación con los
consumidores que finalmente posibilitaría que arte continuara existiendo.
Por otro lado, bien es cierto que las vanguardias surgieron como grito de
desesperación ante la situación crítica por la cual estaba cruzando la razón, pues,
debido a las guerras y a los diversos conflictos bélicos, surgieron voces de la
periferia que en lugar de ser invitadas al coraje del cual hablaba la ilustración, las
llevó al límite de su auto comprensión y se vieron en la obligación de generar
aspectos desde su identidad, ahora quebrantada.
Antes de las vanguardias el arte se había presentado como un capital
simbólico e incluso económico, puesto que existía en él la necesidad constante de
recomponer y estructurar las fisuras, partiendo de la comprensión de un contexto,
sin embargo, la transgresión de la razón llevó hasta tal punto, que las artes
dejaron de querer recomponer la rasgadura de la crisis para intentar regresar a los
tiempos pasados, los cuales se creyeron en un momento, mejores que los
actuales.
Igual es válido mencionar que las vanguardias sí fueron conscientes del
cambio de paradigma al cual se enfrentaba la modernidad, ante las nuevas
posturas del mundo que anteriormente no se conocían, y de este modo, el arte
vanguardista comenzó a llenar los vacíos que le dejaba la angustia de la dinámica
urbana con sus voces múltiples y periféricas, hasta convertirse en la distancia total
con el pasado, encaminando su objetivo a la inexistencia de un fin y de una causa.
La pregunta sobre el presente que tanto identificaba a la modernidad, en las
vanguardias se respondió a través de manifiestos de estilos diversos sin unicidad
entre ellos que lo que hacían era expresar al arte como un medio y no como un
mensaje.
Desde la propuesta que la modernidad tenía para las vanguardias, estas
debieron ser auxiliares de la mercadotecnia, no obstante, se embarcaron en una
incertidumbre a partir de la no aceptación del mundo, dando prioridad a sus gestos
personales sin concebirse desde la lógica universal de la producción que exigía
comunicar a la sociedad, y en efecto, las vanguardias ya no tenían nada para
comunicar. Las vanguardias se establecieron en la ruptura total del pasado y la
maldición entorno a ellas se vio en la implicación de no tener tampoco un punto de
llegada ni una finalidad para existir, pero es aquí en donde se reitera que las
vanguardias surgieron de la desesperanza que suscitó la irracionalidad y el vacío
existencial, producto de las guerras. La lucha contra el pasado que tanto las
caracterizó, hizo que estas no se permitieran a sí mismas, un futuro para al arte,
además, es que empezar desde cero les implicó apartarse del entendimiento de
su contexto y este mismo entorno en su contemporaneidad, al no ver expresas sus
necesidades en el arte vanguardista, determinó que el mismo debía agotarse a
causa de su manifiesto radical.
Y es que, qué podía pedírsele a las vanguardias si se encontraban
ahogadas en el desbordamiento de la razón. Se había propiciado una crisis de
fundamentos del nuevo siglo ante la ausencia de los modelos canónicos y de
estructuras sólidas. La razón se vio en la obligación de desviarse del camino del
cual la modernidad le había propuesto debido a las dos guerras que impidieron el
avance del proyecto de la ilustración. Las vanguardias surgen, entonces, gracias a
la ruptura generalizada del siglo XX, como manifiestos rebeldes en el que
acontecían rabietas, disgustos y enojos, por así llamarlos, ante la desilusión y el
sofoco de la sociedad moderna en su agitación. Las guerras demuestran al arte
que desde la razón ya no hay nada por lo cual luchar, y de esto las vanguardias
hicieron énfasis para su expresión sin tener cuidado en el entendimiento del que
no tener una razón por la cual luchar, se convertiría en la causa de su disolución.
Además, poco a poco las vanguardias dejaron de ser innovadoras, incluso
para sí mismas, ya que al establecer un estilo y al instaurarlo, se consolida y se
institucionaliza, haciendo que el carácter de vanguardia, es decir, de ir en contra
de, deje de existir. Las vanguardias si bien no se proyectaron para permanecer en
el futuro, sí dejaron rasgos y vehículos importantes que dejaron herencias en otras
formas de expresión que por su parte, sí lograron entender las dinámicas
productivas de la modernidad y lograron trascender aún más, como por ejemplo, el
Arte Pop, el cual logró dar cuenta de la sociedad de consumo en la que se
desarrollaba, para realizar su propuesta artística desde la productibilidad y la
generación de dinero.
Para concluir, la estética que se proponía de la modernidad, estaba ligada a
la máquina y a lo que esta pudiera ofrecer desde los artistas y la comunicación a
un público, además, en las creaciones se vio fundamental el asunto de la
contribución a los planes públicos, así como lo logró Henry Ford y otros
empresarios, quienes vieron en la lógica universal, productos y dinámicas que
podían ser puestos en lugares donde antes no estaban pero que coincidían con
los gustos y necesidades de las personas de su contexto. El asunto del éxito del
arte tecnológico radicó en que no se dio prioridad a los gustos personales, como
en las vanguardias, sino que se concibieron como productos universales de la
industrialización.
REFERENCIAS:
Hobsbawm, Eric. A la zaga: decadencia y fracaso de las vanguardias del siglo XX. 1998.