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El dominio de las ciudades por la nobleza. El caso de Córdoba en la segunda mitad del siglo XV Concepción QIJíNTANíLLA RASO (Universidad Complutense de Madrid> 1. INTRODUCCIóN El destacado papel de los concejos andaluces en la baja Edad Me- dia es un fenómeno bien conocido, como también lo es su someti- miento bajo el control de la aristocracia local. En los últimos siglos medievales la ciudad se convierte en centro de los intereses socio-polí- ticos e incluso económicos de la nobleza> que ha ido accediendo a los más importantes cargos concejiles> al tiempo que levantaba en suelo urbano espléndidas residencias y torres, símbolo de su poder. Buena parte de los contenidos de lo específicamente urbano —política lo- cal, convivencia ciudadana, estructuras sociales— debían mucho, en la baja Edad Media, a la presencia de las grandes familias’. Convie- ne tener presente, además, que los linajes nobles componían clanes, es decir, unidades suprafamiliares en las que se incluían parientes, pero también amigos, servidores, criados, esclavos, etc.> lo que con- tribuía a aumentar notablemente su poder y sus recursos, ya menu- do se servian además de personas desarraigadas que, en los momen- tos de tensión> provocaban toda clase de desórdenes. En todas las ciudades europeas el comportamiento altanero y belicoso de la aris- tocracia, apoyada en sus clientelas, era fuente de continuos distur- bios que amenazaban seriamente la paz y la convivencia ciudadanas. Córdoba fue una de las ciudades que acusó con más intensidad la injerencia de la nobleza en el concejo y en la vida pública en gene- La identificación entre nobleza y vida urbana en la baja Edad Media es uno de los temas mejor tratados por J. HEER5, El clan familiar en la Edad Media, Barcelona, 1978. Véase también el articulo de 3. dc MoxÓ El auge de la nobleza urbana de Castilla y su proyección en el ámbito administrativo y rural a coimienzos de la Baja Edad Media, «Boletín de la Real Academia de la Histo- ría», CLXXVIII (Madrid, 1981), págs. 406516. La Ciudad Hispánica siglos XIII al XVI, Edil. Universidad Complutense. Madrid, 1987.

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El dominio de las ciudadespor la nobleza.El caso de Córdoba en la segundamitad

del siglo XV

ConcepciónQIJíNTANíLLA RASO

(UniversidadComplutensede Madrid>

1. INTRODUCCIóN

El destacadopapel de los concejosandalucesen la baja Edad Me-dia es un fenómenobien conocido, como también lo es su someti-miento bajo el control de la aristocracia local. En los últimos siglosmedievalesla ciudad se convierteen centro de los interesessocio-polí-ticos e incluso económicosde la nobleza>que ha ido accediendoa losmás importantescargos concejiles>al tiempo que levantabaen suelourbanoespléndidasresidenciasy torres,símbolo de su poder. Buenaparte de los contenidos de lo específicamenteurbano—política lo-cal, convivencia ciudadana,estructuras sociales—debíanmucho, enla baja Edad Media, a la presenciade las grandesfamilias’. Convie-ne tener presente,además,que los linajes noblescomponíanclanes,es decir, unidades suprafamiliaresen las que se incluían parientes,pero también amigos, servidores,criados, esclavos,etc.> lo que con-tribuía a aumentarnotablementesu podery susrecursos,y a menu-do se servian ademásde personasdesarraigadasque, en los momen-tos de tensión> provocabantoda clase de desórdenes.En todas lasciudadeseuropeasel comportamientoaltaneroy belicoso de la aris-tocracia, apoyadaen sus clientelas, era fuente de continuosdistur-bios que amenazabanseriamentela paz y la convivenciaciudadanas.

Córdoba fue una de las ciudadesque acusó con más intensidadla injerenciade la noblezaen el concejoy en la vida pública en gene-

La identificación entre nobleza y vida urbana en la baja Edad Mediaes uno de los temasmejor tratadospor J. HEER5, El clan familiar en la EdadMedia, Barcelona,1978. Véasetambién el articulo de 3. dc MoxÓ El auge de lanoblezaurbana de Castilla y su proyección en el ámbito administrativoy rurala coimienzosde la Baja Edad Media, «Boletín de la Real Academia de la Histo-ría», CLXXVIII (Madrid, 1981), págs. 406516.

La Ciudad Hispánica siglos XIII al XVI, Edil. Universidad Complutense. Madrid, 1987.

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ral. Puededecirseque desdeel siglo XIV su gobiernoestuvoen ma-nos de unascuantasfamilias nobles que consiguieronque los oficiosconcejiles se convirtieran en hereditarios y permaneciesenadsctitosa los linajes.A la cabezade la aristocraciacordobesaestabanlos tom-ponentes del linaje Fernándezde Córdoba en sus distintas ra4nas:señoresde Aguilar, condesde Cabra> alcaides de los Donceles,jTse.flores de Montemayor, que desempeñabanlos cargosde alcalde¡ma-yor, alguacil mayor, regidor, alcaide de los alcázares,y de la torrede la Calahorra. Bajo los dictados de estos <‘grandes»de la políticalocal se encontrabanotros linajes pertenecientesa la noblezade ran-go medio, muy abundanteen Córdoba,como los Mejía, Iñiguez deCárcamo, Argote, Ruiz de Baeza> de los Ríos> Sosay Venegas,entreotros, en cuyos miembros solían recaer los oficios de regidor, y, enocasiones,la alcaldía mayor>. En manos de la nobleza quedaban,pues, todos los resortes de la vida administrativa, gestión económi-ca, administración de justicia y ordenaciónde la vida pública, y suscomponentes poseían,además, una considerable capacidadde inter-vención en los asuntos internos de las villas que pertenecíanal tér-mino de la ciudad.

El comportamientode la aristocracia en Córdoba durante los si-glos xiv y xv fue, pues,decisivo para la vida de la urbe, y participóen granmedida de esacaracterísticageneralizadade grupo social per-turbador del orden, al fomentar a escala local las inestabilidadesydisturbios generalesdel reino. Porque —y ésta es otra de las ideasque sustentan este trabajo— existió siempre una estrecha vincula-ción entre los acontecimientoslocales y la trayectoriapolítica caste-llana, de tal maneraque los «ruidos y alborotos>’de la ciudadno eransino el eco de la inestabilidadexistenteen el reino. Los miembrosdela nobleza cordobesano asumíanla mayor parte de las veces, desdeluego, un programa político coherente,pero utilizaban esa inestabi-lidad generalcomo pretexto,y abrazandolos idealesde cadauna delas facciones sucesivamenteenfrentadasen Castilla> luchaban porconseguir,por encimade todo, el dominio absolutode la ciudad y su

2 La historia del linaje Fernández de Córdoba ha sido estudiada en el pa-sado por genealogistas, entre los que cabe destacar a E. FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA,abad dc Rute, cuya obra titulada Historia y descripción de la antigUedad ydescendenciade la Casa de Córdoba ha sido reeditadapor la Real Academiade Córdoba en su Boletín, vols. 70 (1954> a 92 (1972). Véasetambién E. FERNÁN-DEZ OF BETHENCOURT> Historia genealógicay heráldica de la monarquía espa-ñola, casa real y grandes de España,VI (1905), VII (1907) y IX (1912>. Sobrelos señores de Aguilar he publicado un libro en el que se incluyen noticiasinéditas también sobre las otras tres ramas: Nobleza y señoríos en el reinode Córdoba. La Casa de Aguilar (siglos XIV y XV), Córdoba, 1979. Una visióngeneralizada de la aristocracia cordobesa como grupo social urbano, en mi ar-tículo Estructuras socialesy familiares y papel político de la nobleza cordo-basa (siglos XIV y XV), <‘En la España Medieval. iii. Estudios en memoriadel Profesor don Salvador de Moxó», II, Madrid, 1982, págs. 331-352.

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término. La actuaciónde los oligarcasse canalizabaa travésde ban-dos o coalicionescon carácterdefensivo,por las que sus componen-tes se prometían amistad y ayuda frente a los enemigos; en ocasio-nes los bandosse identificaban con los linajes> porque la comunidadde sangre servía de aglutinante. Por eso era frecuente que linajestradicionalmenteenfrentadospor motivd% de índole privada encabe-zaranbandosopuestosen las ciudades>como Benavidesy Carvajalesen Jaén,Escaviasy Palominosen Andújar, Portugalensesy Bejaranosen Badajoz,o señoresde Aguilar y condesde Cabraen Córdoba~. Yadurantela minoría de Alfonso XI aparecenen Córdobados bandosenfrentados:el obispo> Pedro Díaz, Pedro Alfonso de Haro y JuanPoncede León, partidarios del infante don JuanManuel> por un lado,y Pay Arias de Castro,alcaldemayor,Alfonso Fernándezde Córdobay su hijo FernánAlfonso, entre otros, que defendíanla legalidaddelrey, y fueron expulsadosde la ciudad por sus enemigos~. Pero losbandosproliferaron en la ciudad sobretodo durantelos reinadosdeJuan II y Enrique IV, épocasde enormeconflictividad.

Las consecuenciasdel comportamientooligárquico en Córdobafueron trascendentalesparg la vida de la ciudad, espectaculares,y,desdeluego, bastantenegativas.Fuera del recinto, controlaron des-ordenadamentela mayor parte de las villas y fortalezas de su tér-mino; en el interior de la urbe provocarontoda clase de desórdenesy desmanescontra los ciudadanós—entorpecimientode la justicia,aumento de la presión fiscal, negligenciay abusosen la administra-ción— y un deterioro muy considerabledel ordenpúblico. Estos fe-

nómenos han sido puestos de relieve en recientespublicacionesre-feridas al período comprendido entre el último tercio del siglo xivy la primera mitad del xv ~. El propósitode estacomunicaciónno es

3 Véase en Marie-Claude GERBET, La nobtessedausle RoyaumedeCastille. Btu-de sur ses structuras sociales en Estrémadurede 1454 á 1516, Paris, 1979,págs. 436444, un interesante análisis de los bandos-linaje y los bandos-parciali-dad extremeños.

4 El episodio está narrado en la Crónica de Alfonso XI, 1, BAE, LXXVI>Madrid, 1953, pág. 190. También se contienen noticias al respectoen el docu-mento del Archivo Ducal de Medinaceli (en adelante, ADM)> sec. Priego, 23-1.

5 lvi. NIETO CUMPLIDO, Luchas nobiliarias y movimientospopulares en Cór-doba a fines del siglo XIV, «Tres Estudios de Historia Medieval andaluza’>, Cór-doba, 1977, que toma como información básica una notificación de los juradosde Córdoba dirigida a Enrique III sobre los desórdenes sucedidos en la ciudaddesde el reinado de Juan 1. También resulta~ilustrativo el artículo de E. MITREFERNÁNDEZ> Córdoba y su Campiña. Una comarca fronteriza al comenzarelsiglo XV, «Cuadernosde Estudios Medievales’>,1, Granada,1973. Es muy inte-resante también la Comunicación de Fi, MAZO ROMERO en «Actas del 1 Con-greso de Historia de Andalucía», II, Córdoba> 1978, págs. 85-112, con el tituloTensionessociales en el municipio cordobésen la primera mitad del siglo XV,cuya información procede en su mayor parte de las protestas y requerimientosde los jurados,que denunciabanlos abusosy alteracionesa que estabasome-tida la población.

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otro que continuar el desarrollo de esta problemática haciéndolaavanzar hasta fines del siglo xv. En definitiva> se trata de estudiarcon detenimientola actuaciónde la aristocraciaurbana,y, por ende,de averiguar las repercusionesque tuvo para la ciudad y su término,

II. EL DÑ5ARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS

1. Los añoscentralesdel sigloXV

En los momentos en que Castilla atravesabaun período difícil>agitada por las continuas tensiones protagonizadaspor la nobleza,los infantes de Aragón y don Alvaro de Luna, mientras la monarquíaveía cada vez más recortados sus poderes,Córdoba se convirtió enescenario de enfrentamientosy desórdenessimilares. Desdeel prin-cipio, la aristocracia cordobesatomó partido por cadauna de las cau-sas enfrentadas,y se desencadenóasí una violenta oposición entredos grandesfacciones. A la cabezadel bando monárquicose encon-traba don Pedro Fernándezde Córdoba,titular de la casa de Aguilar,quien muy pronto fue comisionado por Juan II para defenderla ciu-daden su nombre6. en el partido contrario se alineabanalgunosdesus parientes,como el mariscal don Diego Fernándezde Córdoba ydon Alfonso de Montemayor. En seguida comenzaronlos problemaspara don Pedro y sus seguidores:en marzo de 1442 el rey le escribíadesde Avila para prevenirle ante eí intento de numerosasgentesar-madasque,procedentesde las cercaníasde la ciudad, queríantomar-la L No hay duda de que estosmovimientos en tierras cordobesases-taban relacionadoscon la campañaque los infantes preparabanparadominar toda Andalucía8; cuando,poco después,el infante don En-rique viajó a la región para dirigir personalmentela empresa>Cór-doba fue una de las plazasque más pronto dominó, y como conse-cuencia de ello el señor de Aguilar tuvo quesalir de la ciudad ~.

Una vez que Juan II había sido apartadodel gobierno, el futuroEnrique IV> instalado en Avila, inició contactosepistolarescon lasciudadesandaluzasy con los nobles de su partido, entre ellos condon Pedro Fernándezde Córdoba10 La posición de éste demostraba

6 ADM, sec. Histórica, 243-124.7 Ibid., 243-134.8 Para un conocimiento más completo de la repercusiónque todos estos

acontecimientos tuvieron en Andalucía remito a la obra de M. A. LADERO QUE-SADA, Andalucía en el siglo XV. Estudiosde historía política, Madrid, 1973.

ADM, sec. Histórica, 281-27.lo Desgraciadamente, las cartas que el príncipe le dirigía eran muy poco

explicitas, y las más de las veces se limitaban a anunciar la llegada de emisa-nos con mensajes verbales, como sucede con la conservada en el ADM, sec. His-tórica, 244-13. No obstante,son prueba evidente de la comunicacióncontinuadacon un sector de la nobleza cordobesa.

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con claridad que,al tiempo queestabainteresadoen defenderla cau-sa monárquica,pretendíacontrolarel gobierno de Córdoba;sus pro-pósitos quedabanbien de manifiesto en la solicitud que hizo a donEnrique de la alcaldía mayor, desempeñadapor entoncespor GarcíaFernández,y del cargo de regidor que ocupabaAlvaro de Zayasparaentregarloa Arias de Biedma,hombrede su confianza.La respuestadel príncipe no conteníafácilespromesas:la entradaen la ciudad dela que había sido expulsado y la toma de la alcaldía mayor corríande su cuenta,mientrasdon Enrique se limitaba a aplaudir sus pro-pósitos~‘.

Con todo, el destierrode don Pedrono seprolongó mucho tiempo.Desdeel verano de 1444 la balanzadel éxito se fue inclinado a favordel monarca,y a partir de entoncesla suerteacompañóa sus segui-doresen Córdoba.En agosto el rey otorgó al señorde Aguilar el cargode alguacil mayor, que había sido ocupado hasta entoncespor elmariscaldon Diego Fernándezde Córdoba>del partido opuesto¡2, y engeneral el bando monárquicoconsiguiómuchos adeptosentre los ve-cinos ~ La tranquilidad, sin embargo,no era absoluta: los enemigos>encabezadospor el mariscalde Castilla y señor de Baena,aprovecha-ban cualquier ocasiónpara intentar imponerse;así, en diciembredelmismo año, con ocasión de una salida de don Pedro de la ciudad,ocasionaronserios disturbios, que incluso llegaron a oídos del mo-narca, quien inmediatamenteenvió cartas a los oficiales del concejoordenándolesque mantuvieransu obedienciaal señor de Aguilar ~

Entretanto, tenía lugar otro fenómeno no menos interesante.Elcontrol de la ciudad llevaba aparejadauna faceta complementaria,muy sugestivapara la nobleza,que veía con ella aumentarsu podersociopolítico y militar: el dominio de las villas y fortalezas de sutérmino. Si consideramosla cuestión desde la perspectiva opuesta,observaremosque este fenómenosuponíaparaCórdobaotro agraviomás que debía soportar, junto con la enajenaciónde villas converti-das en señoríos de particulares. En esta ocasión la aristocracia filo-monárquica,y más concretamentedon Pedro Fernándezde Córdoba,se hizo con el dominio de Hornachuelosy de Castrodel Río ~

II Ibid., 244-19.12 Ibid., 243-149. Al parecer,el nombramientono fue aceptadopor algunos

oficiales del concejo, por lo que Juan II tuvo que insistir tres mesesdespuésen que le tuvieran por tal, y le entregaran las rentas que le correspondíanpor el ejercicio del cargo: ibid., 243-153 y 154.

‘3 Véanse los juramentos de fidelidad de Antón Ruiz de Mesa, Alfonso Cal-derón y Antón de Villarreal, entre otros, en el ADM, sec. Histórica> 281-31,32 y 33.

14 Ibid., 243-155.15 Hornacl-¡uelos, junto con Santaella, Peñaflory Las Posadas habían sido

concedidas por Juan II en señorío a Martín Fernández de Portocarrero, altiempo que encargabaal señor de Aguilar que velasepor la puestaen práctica

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La situación en Córdoba seguía ahoraun curso distinto al de losacontecimientosdel reino; una vez desatadala violencia quedabanlatentes las enemistadesy odios anteriores,y los seguidoresde lacausa monárquica, amparadossiempre por el beneplácito del rey—que incluso obligó al mariscala entregara su hijo como rehén engarantía de su pasividad—volvieron a protagonizaratentadosy des-manes contra sus oponentes, reflejados incluso en la Crónica deJuan ~ La posición de don Pedro Fernándezde Córdoba en la ciu-dad era cadavez más estable>y el 11 de mayo de 1451 logró que el reyle traspasarael cargo de alcalde mayor, que durante algún tiempohabíapermanecidoen poder del alcaidede los Donceles~ A comien-zos del año siguiente, le dio facultad para transmitirlo a su herede-ro, lo que en la práctica venia sucediendocon todos los oficios con-cejiles desdetiempo atrás‘~

Al comienzode la nuevadécadase prolongabala oposición, cadavez más violenta, entre los miembros de la nobleza local, quienes,más que representantesde faccionespolíticas, eran rivales en la em-presa de hacersecon el dominio de la ciudad. Hasta tal punto se ha-bía desvirtuadoel movimiento local, que Juan II, que hastaentonceshabía animado al señorde Aguilar en su lucha contra los oponentes,llegó a sentirsepreocupadoy molesto por la intensidady frecuenciade los disturbios ciudadanos,y así lo advertía a don Pedro en unacarta dirigida desde San Martin de Valdeiglesias el 2 de julio de1452, en la que ademásle comunicabaque una persona de su con-fianza haría de mediador para acabar con las querellas, las cualesdesdeentoncesdebíanquedaren suspenso‘«. Las gestionesdel monar-ca obtuvieronbuenosresultados,y Córdobapudo disfrutar de un pe-nodo de paz, aunquebreve, a partir del mes de noviembre, en quefirmaron una concordia los principales representantesde la aristo-cracia local, a saber: el obispo don Sanchode Rojas, el mariscal donDiego Fernándezde Córdoba, don Alfonso Fernándezde Montema-yor, don Egas Venegas,señor de Luque, y don Pedro Fernándezde

de la donación, tal vez porque se preveía la reacción contraria del concejo:ADM, scc. Histórica, 243-148, Pero lo cierto es que el beneficiario de la mercedreal no logró hacerse con las villas, y que don Pedro Fernández de Córdobase apoderó dc la fortaleza de Hornachuelos, poniéndola al cuidado de uno desus hombres, Alt ón de Vargas, ibid., 281-39. La custodia de Castro del Río lefue encomendada a don Pedro por el concejo, ibid., 281-30.

16 En 1446, don Alfonso de Monternayor se quejaba al rey de los agraviosy robos de que había sido objeto por parte de los filomonárquicos: E. PÉREZDE GUZMÁN, Crónica de Juan II, II, BAE, LXVIII, Madrid, 1953, cap. V, pá-gina 648.

‘~ ADM, sec. Histórica 244-62.18 Ibid., 244-67.‘9 Ibid., 244-54. En otro documento más explícito el rey hacía constar su

deseo de que don Pedro y el mariscal mantuviescn relaciones cordiales paraque así pudieran servir mejor a su causa: ibid., 281-38 (2).

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Córdoba,señorde Aguilar> con su parientey adicto don Martín Fer-nándezde Córdoba,alcaidede los Donceles~. Noticias posterioresnoshablande una renovaciónde las hostilidades,que secerraronde nue-vo, a instanciasdel rey, con otra concordia firmada el 13 de enerode 145420 El propio documentonos informa del atentadoprotagoni-zado poco antespor las gentesde don Pedro contra la residenciadelobispo, miembro de la facción opuesta—lo que le valió al señordeAguilar una sentenciade excomunióny una multa de 85.000marave-díes~— y del asalto a la casa del regidor Pedro de los Ríos.

2. El reinado de Enrique IV

Los comienzos del reinado de Enrique IV transcurrieronparaCórdoba segúnla misma tónica de disturbios y alteracionesdel ordenpúblico fomentadospor la oligarqula en el poder, y sus contrarios.Puededecirse que los debatesfueron casi continuos, sólo interrum-pidos fugazmentepor acuerdosy confederacionesque las más de lasveces se convertían en breves treguasa instanciasde la monarquía.Precisamenteen el texto de una de esasconcordias,redactadaen fe-brero de 1463> los firmantes —don Alfonso Fernándezde Córdoba>titular de la casade Aguilar a la muerte de don Pedro,el conde deCabra>su hijo el mariscal de Castilla, don Martín Alfonso de Monte-mayor, y don Luis de Portocarreroseñor de Palma— reconocíanque«esservigio del rey e porquepor nuestrosdebatesesgran daño a losve9inos de Cordoba»~. En enero del año siguienteel condede Cabray don Martin Alfonso de Montemayor firmaron otra confederacióncon el señor de Aguilar 24 El texto tiene un enormeinterésporquedeél se desprendequeel gobiernode la ciudad se encontrabapor enton-ces en manos de estos tres señores>quienesno dudaron en estable-cer un reparto de poderesy derechos,como, por ejemplo, acercadela elección de oficiales entre parientes y adictos, siempre sobre labasede la posición destacadadel conde, mientrasdon Alfonso que-dabarelegadoaun segundolugar> sin dudaen razónde sujuventud.

Así las cosas,con la rebelión acaudilladapor el marquésde Ville-na parainstalar al príncipe don Alfonso surgió de nuevootra ocasión,

20 Real Academia de la Historia> colec. Salazary Castro, K-36, fols. 176-177 y.

~‘ ADM, sec. Histórica, 281-38 (3).~ Su apelación ante esta sentencia determinó el comienzode un pleito en-

tre ambos tratado ante don Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, en el quesólo consiguió que le fuera anulada la excomunión. Véase el documentodel ADM, sec. Friego, 37-5.

23 ADM, sec. Histórica> 28144. De interés las líneas generales de la actuaciónde la nobleza castellana en este período, en MY 1. DEL VAL, Los bandosnobi-liarios durante el reinado de Enrique IV, «Hispania», 130 (Madrid, 1975), pá-ginas 249-293.

24 ADM> secc. Histórica, 281-49.

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otro pretexto> para que los dos sectoresnobiliarios tradicionalmenteenfrentadosen Córdoba agudizaransu lucha. Desde el primer mo-mento el señor de Aguilar militó en el partido del príncipe, y existenrazonesde peso para pensarque no fue porque se planteasecon se-riedad tal compromiso político, sino porque pensabaque esa causale podía resultar más provechosa.En efecto, de un lado estabasuvinculación desdetiempo atráscon don PedroGirón y con el marquésde Villena, su futuro suegro; pero es que ademásel primero le habíaprometido devolverle la tenenciade Alcalá la Real —importante car-go del que habían disfrutado algunos de sus antecesores—y ponerlos alcázaresde Córdoba bajo el control de su hermano don Gonza-lo 25 Por su parte, el conde de Cabra encabezabael partido adicto aEnrique IV. Las discusionesentre ambosbandoscomenzaronen sep-tiembre de 1464 26 pero de momento no alcanzaronmucha intensi-dad. En los comienzosde 1465 aún no se habíaproducido la rupturadefinitiva entre don Alfonso de Aguilar y el monarca, quien por esafecha le concedió un juro de heredad27 La incorporación definitivade don Alfonso y sus seguidoresal partido del príncipe debió sucederen la primaverade ese año~; a partir de entonces,las posicionesdelos nobles cordobesesfueron firmes> y la ciudad se iba a convertiren escenariode sangrientasluchas entre los poderosos,escudadosensus opuestasactitudes políticas.

Desdeel otoño de 1464 actuabaen las provincias de Jaén,Sevillay Córdoba don Pedro Girón, que por entonceshabía sido nombradocapitángeneral de la frontera. Su presenciay la del marquésde Vi-llena en Andalucía determinaronel éxito de la insurrección en esastierras. La coronacióndel príncipe en Avila el 5 de junio de 1465 fuela señalpara que sus partidarios, en aquellasciudadesen que alcan-zabanun número suficiente, se alzarancon el podereliminando a losseguidoresdel monarca. En Córdoba el protagonista de este movi-miento fue don Alfonso de Aguilar, que contaba con el alcaide de losDonceles, don Luis Méndez de Sotomayor,y su propio hermanodonGonzalo Fernándezde Córdoba, y ademássupo apoyarseen el pue-blo> e incluso en los conversos.Los filomonárquicos, inferiores ennúmero y en recursos,fueron expulsadosde la ciudad: el conde deCabra, su hijo don Diego Fernándezde Córdoba mariscalde Castilla,el señorde Montemayor,don Pedro Venegasy el obispo, fueron al-

25 Ibid., 244-3 y 9, respectivamente.- ~ R~Nsí~Ez DE ARELLANO, Historia de Córdoba desdesu fundación hasta la

muertede Isabel la Católica, IV, Ciudad Real, 1919, pág. 223, según dato tomadode una cédula real dcl 5 de junio de 1469, dcl Archivo Municipal de Córdoba.

27 ADM, see. Priego, 39-3.26 l-a primera noticia sobre las relaciones entre el infante y el señor de

Aguilar data del 13 dc abril, fecha en la que aquél le agradecía su amistad enun documento fechado en Plasencia: ADM, Caja de Hierro, núm. 10.

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gunos de los más ilustres desterrados.Sus cargosen el concejo y elcontrol de aquellos edificios e instalacionesque antesestabaen susmanos,como la torre de la Calahorra,y las puertasde la ciudad, pa-sarona poder de los alfonsinos,quienesrecibieron del príncipe ade-más facultad para secuestrarlas propiedadesde los enemigos,y paradominar todos los lugaresy fortalezasdel obispado~. En esta últimacuestión iban a encontrardificultades, porque los enriqueños,por suparte, se habíanapoderadode Castro del Río, Castroel Viejo, PedroAbad, Montoro y Aldea del Río, y aquéllos tuvieron que contentarsecon dominar Adamuz, Santaella,La Rambla>Peñaflor, Bujalancey latorre de Puentede Alcolea ~.

A lo largo del año 1466 los contactosentre el marquésde Villenay el titular de la casade Aguilar se fueron intensificando. Durante elverano, los preparativospara la campañacontra Ecija se llevaron acabo en Montilla, señorío de don Alfonso> convertido así en cuartelgeneral de las tropas del marqués.En aquellasfechas,sin embargo>los partidarios del príncipe tuvieron que reforzar la vigilancia en laciudad ante los intentos de algunos enemigos de dominar las torresy demáslugaresestratégicos~ La inestabilidadfue en aumentoy lasituación llegó a hacersebastantetensaduranteel año 1467. La posi-ción de los enriqueñosse había fortalecido en el otoño lo suficientecomo para obligar a don Alfonso y los suyos a firmar una treguapornuevemeses1 Esto suponíael regreso a la ciudad de todos los par-tidarios del monarca,pero el señorde Aguilar demostró muy prontoque no estabadispuestoa ceder derechos,y, al negarsea entregarelalcázary la Calahorra al conde de Cabra>éste y los suyos abandona-ron de nuevo Córdoba.La ciudad continuaba>pues,en poder de donAlfonso, y sus hombressiguieron practicando todo tipo de alborotos,llegando incluso a incendiar el palacioepiscopal1

En el verano de 1469 la situación en el reino evolucionó notable-mente.El fallecimiento del infante don Alfonso tuvo importantesre-percusiones,que también alcanzaronal ámbito local. Los partidariosde Enrique IV en Córdoba comenzaronatacandoBujalance, aunquefracasaronante la eficaz defensade la plazapor los alfonsinos,y a lospocos días se lanzaron sobre la ciudad con el mismo resultado. Enestascircunstancias,cuandoel movimiento rebelde comenzabaa de-bilitarse, Enrique IV decidió realizar un viaje a Andalucía para paci-ficar las ciudadesy aplacar los bandos nobiliarios. En adelante,la

2’? Ver ADM> sec. Histórica, 244-2, 10 y 78.30 RAMÍREZ DE ARELLANO, op. cit., nota 26, pág. 224.3’ ADM, sec. Histórica, 244-123.32 Real Academia de la Historia, Colec. Salazary Castro, M-9, fols. 395 y.-

396 y.~ Desde su residencia de Toledillo, el obispo dictó otra excomunión: RAMf-

REZ DE ARELLANO, op. cit., pág. 225, nota 26.

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monarquíamostraría cadavez mayor interésen mantenerlos conce-jos fuertes y estables,fuera del alcancede la alta nobleza,aunquenosiempre se conseguiría. El viaje del rey, inspirado en una actitud pa-cifista y conciliadora,incluso con la aristocraciarebelde,se inició enla primaverade 1469. La benevolenciade Enrique IV con los rebel-des se manifestó> entre otras cosas>en el perdón que otorgó el 2 demayo a don Alfonso de Aguilar ~. Por su parte, los alfonsinostrataronde congraciarsecon el monarca,y, unavez ésteen la ciudad, la prime-ra resoluciónadoptadafue la firma de una concordiaentre los dosbandos,que, aunquepretendíazanjar definitivamentelas diferenciasentre ambos,no pasó de ser un simulacro de tregua para cubrir lasapariencias.El 5 de junio, en el convento de San Francisco>el obispo>don Alfonso de Aguilar, el conde de Cabra,el alcaidede los Donceles,don Martin Alfonso de Montemayor, don Gonzalo Mejía> y setentayseis caballerosacordaronhacer la paz entre ellos y devolver al con-cejo todas las villas y lugares que habían tomado en los últimosaños~. El rey, complacido, confirmó la concordiaal día siguiente,altiempo que ordenabaa los regidoresPedro de los Ríos, PedroMén-dez y Pedrode Angulo que averiguasenel dinero que los poderososha-bían invertido en mejorar las defensasde esasvillas para indemni-zarlest Una vez más,el perdedorera el concejo,que recuperabaaho-ra sus villas> pero a costade una fuerte suma de dinero que,por or-den real, debíasalir de sus arcas~. El trastorno económicoque esteasunto supusopara Córdobafue grave: el 16 de febrero de 1470 huboque establecerun impuesto especialsobre la venta de carne>ganadovivo, pescado>vino, fruta, paños,corambre,aceitey heredadesen laciudad y su tierra durante un año, y la justificación que hicieron losoficiales del gravamenresulta así de elocuente:

En el nuestro cabildo ovimos asaz fabla sobre razon de las grandesnes9esidades que nos ocurrian e ocurren, conviene a saber, del peñodel nuestro castillo e tierras de Castro el Viejo e las tierras de Gua-daxox e las tiendas de los nuestros sensales que tenemos e dimos apeños para la restituygion de las nuestrasvillas de Castro del Rio eCastro el Viejo e Montoro e Per Abad e el Aldea del Rio, que nosestavan ocupadas, e otrosy para la labor e reparo de la puente deGuadaxox e el reparo del arco de la puente mayor desta gibdad, eotrosy para la guarda de la dicha nuestra villa de Castro del Rio epara giertas labores que nos en la dicha villa entendemos mandar

~ ADM, sec. Histórica, 244-24.35 Ibid., 281-115 (inserto).3~ Archivo Municipal de Córdoba, sec. Primera, caja 7, doc. 3, fechado en

Córdoba el 6 de junio de 1469.37 En caso de que el concejo no tuviese suficientes recursos, se preveía la

posibilidad dc recurrir a hipotecar algunas propiedades de los regidores —Ar-chivo Municipal de Córdoba, sec. Primera> caja 7, doc. 4— o a establecer unreparto entre los vecinos —ibid. doc. 5.

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fazer, entendiendo ser muy complidero a servigio del rey nuestroseñor e a la guarda e defensa della, e otrosy para la paga del sueldode la gente de cavallo e de pie que en la dicha villa por nuestromandado ha estado e está y entendemos tener, et asy mismo en laguarda de la nuestra villa de Santa Ella e de la Calahorra desta 9ib-dad, e otrosy para pagar el salario que ha de ayer el corregidor, eotras debdas e nesgesydades que se deven por nos a giertas personasque nos prestaron asazcontia de mrs. para complir las dichas nesqe-sydadesque a esta qibdad ocurrieron, asy para la restituy9ion de lasdichas nuestras villas e terminos como para otras qiertas espensase gastos que se fizieron en recobrar e restituyr la dicha Calahorraa esta dicha

9ibdad, que estaba ocupada,e otros que se fizieron enservi9io del rey nuestro señor e por pro e bien publico desta dicha

cibdad e su tierra, esto ademas e allendede la derrama que por nues-tro mandado fue fecha e cogida en esta dicha 9ibdad e su tierra parala restituy9ión de las dichas nuestras villas e terminos. - -

La política conciliadorade EnriqueIV no produjo en Córdobalosresultadosapetecidos.La enemistadentre los dos líderes de la aris-tocracia local se reavivó precisamentea consecuenciade la actituddel monarca.En efecto,molestabaal conde de Cabrala ventajosasi-tuación en que se encontrabanel señorde Aguilar y los suyos,a pe-sar de su traicióna la monarquía;por su parte,donAlfonso no estabaconformecon haber tenido que cedera aquél el alcázary la Calaho-rra> y mucho menos con que disfrutasede la tenenciade Alcalá laReal> que él deseaba.Se habíaplanteadoasí una oposición latente,y sólo faltaba el chispazoque la hiciera desembocaren lucha abierta.En esta ocasión fue don Alfonso Fernándezde Córdobaquien preci-pitó los acontecimientosal apresaren octubrede esemismo año 1469a dos hijos del conde de Cabra para mantenerloscomo rehenesyconseguirasí el control de la Calahorray de las puertasde la ciudad,y la tenenciade Alcalá la Real2’~. Obligadopor el monarca,el señordeAguilar tuvo que dejarlos en libertad y soportar la violenta reaccióndel mariscal~. La situación en Córdobase hizo tan difícil que Enri-que IV encomendólos asuntosjudiciales a un corregidor mientrasse solucionabanlas discordias‘~.

Por entonces,la decisióndel monarcade desheredara Isabel yproclamarsucesoraa su hija en octubrede 1470 habíaconducidoa

~ ADM, sec. Priego, 37-10.~«Ibid., sec. Histórica, 281-58.~ Ante la prohibición regia de celebrar un duelo, don Diego Fernández

de Córdoba acudió al rey de Granada en busca de arbitraje, lo que motivóla negativa a participar por parte de don Alfonso, que sabía de la amistadentre su oponente y el musulmán;el lance terminó con la representación deuna bufonada del mariscal ante el granadino. El episodio está descrito conpormenores en Relacionesde algunos sucesosde los últimos tiempos delreino de Granada, Madrid, 1868.

41 Era el doctor Alfon de Paz, vid, el documentodel ADM> sec. Histórica>244-76

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un nuevoenfrentamientoentrela noblezacastellana.En Córdoba,unavez más, la aristocraciase alineó en dos frentes,y huelga decir queel señorde Aguilar, fiel seguidorde los criterios del marquésde Vi-llena, optó por el partido antilsabeUno,mientras el conde de Cabray sus seguidores permanecíanfieles a la princesa.Había surgido unnuevo motivo de fricción. Entre los acontecimientosmás espectacu-lares de estas luchas casi continuadasen la ciudad, merecela penacomentarcl grave incidente que seprodujo en el otoño de 1471 cuan-do> ante la negativa del estamentoeclesiástico a pagar un impuestodecidido por don Alfonso de Aguilar, éstese apoderó de la catedralcon hombresarmadosy expulsóde la ciudad al obispo> don PedrodeSolier, del partido contrario. Refugiado en Montemayor, señorío deuno de sus compañerosde partido, el obispo redactóuna sentenciade excomunióndirigida a don Alfonso, en la que le acusabade haberapresadoa algunos canónigos y racioneros, de haber tomado la ca-tedral por la fuerza, de haber incendiadosu casay maltratadoa susservidores,e incluso de haber entregadoarmasy caballosa los mu-sulmanes42

En los comienzosde 1472 la ciudad seguíaen manos del señordeAguilar, a quien jurabanfidelidad los oficiales del concejo ~. En mayode eseaño el rey visitó de nuevo Córdobacon la misma intención deacabarcon las discordiasde la nobleza,cuyos miembros firmaron unaconcordiaen términos similares a la que tuvo lugar en el primer via-je del monarca”. Pero,pesea todo, la ciudad no logró la estabilidaddeseada;en la primavera de 1473 se produjo un violento altercadocontra los conversos,propiciado sin duda por el ambientede inse-guridad que reinaba en ella, y por la situación de recelo y animad-versión contra estegrupo, que se venía dandoentre la población cor-dobesadesdehacía unos años.El desarrollo de los acontecimientoses bien conocido y no conviene insistir aquí en detalles45; bastaconindicar que el enfrentamientose desencadenóduranteuna procesióncuando los cristianosconsideraroninjurioso el que, desdela casadeun converso,una joven arrojaseun jarro de aguaque cayó sobre laimagen. Incluso en esteepisodio> fruto de un problema socioreligio-so, quedó reflejada la oposición entre los dos sectoresde la oligar-

42 RAMÍREZ DE ARELLANO, op. oit., págs. 259-261, nota 26.43 ADM, sec.Histórica. 281-67.“ RAMíREZ DE ARELLAÑO, op. oit., págs. 261-262, nota 26.~ Un estudio bastante detallado de la revuelta ha sido realizado por M. NIE-

TO CUMPLIDO, La revueltacontra los conversosde Córdoba en 1473> «HomeDajea Antón de Montoro’>, Montoro, 1977, págs. 31-46. Vid, también la obra clásicade J. AMADOR DE LOS Ríos> Historia social, política y religiosa de los judíos deEspañay Portugal, cd. 1973, Pp. 635-638, y el artículo de Angus MAcKAY, Popularn-iovementsand pogroms in fifteenth-century Cas/ile, «Past and Present», 55(mayo de 1972), págs. 33-67, donde ofrece una visión de conjunto de estos mo-vimientos ocurridos en el reino castellano.

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quía local, puesmientras don Alfonso de Aguilar y su hermanopro-tegíana los conversosrefugiándolosen el alcázar,sus contrarioslesacusabany se juramentabancontra ellos”.

En la ciudad la posición de don Alfonso seguía siendomás sóli-da. En abril de 1473 habíaconseguidoqueel comendadorJuan Fer-nándezGalindo renunciasea la tenenciadel alcázaren sufavor, y quepoco despuésEnrique IV le confirmaseel nombramiento~ Por estasfechas se habíaapoderadode las fortalezasde Bujalancey CastrodelRío, en las que puso a personasde su confianza”. También estababajo su control Santaella,de cuya defensase encargabasu hermanodon Gonzalo.En septiembrede 1474> apesarde quedías anteshabíanfirmado una tregua”, don Diego Fernándezde Córdoba,el mariscal,atacó por sorpresala plaza~; el futuro GranCapitánfue capturadoyencarceladoen Baena, y su liberación necesitóde largos trámites> yde la intervenciónmediadorade la monarquía~

3. Rl último tercio del sigla

El último período del siglo xv fue para Córdoba una época demenor inestabilidad, en la que, por lo general,no se produjeroncontanta frecuenciaacontecimientostan violentos y espectacularescomoen años anteriores.No obstante>los primeros añosdebieronser difí-ciles, coincidiendo con la querella sucesoriaabierta en el país a lamuertede EnriqueIV entre los isabelinosy los partidarios de Juana.La facción encabezadapor el señorde Aguilar continuó defendiendola causade estaúltima, mientrasel conde de Cabracon sus seguido-res se alineabaen el partido de Isabel. Dominabanla situación en laciudad los primeros,que controlabanel alcázar,el castillo de la Ju-dería y la Calahorra,pero sin duda debierondesarrollarseen estos

“ Las palabras exactas del acuerdo, transcritas por RAMÍREZ DE ARELLANO,op. oit., págs. 265-266, nota 26, eranlas siguiente: conocidasde todos «las con-tiDuas impusiQiones et muertes de ombres por el (don Alfonso) fechas et porlos suyos, en publico et en escondido, y otros muy grandes robos, asi a cris-tianos como a conversos, et muchas fuerzas a mujeres casadas et mozasvírgenes , juraban que cada uno de por sí «tomará et terná et proseguiráel enemistad contra él por todas las vías et maneras que pudiéramos et supié-remos et entendiéremos aquél más ayna podremosfacer contra él todo el malet daño et destruymiento que en su persona y casa et estado facerse podrá».

~ ADM, sec. Histórica,281-70 (1) y (2).“ Ibid., 281-71 (1)> (2) y (3).49 Ibid., 281-79, con fecha del día 5 de ese mes.5~ Ver ibid., 281-78 (docs. 1 a 8) y sec. Priego, 66-37, sobre el abastecimiento

del ejército de don Gonzalo Fernández de Córdoba para defender Santaella delataque de sus enemigos.

~‘ El 17 de junio de 1475 el rey envió al castillo de Baena a Gome Suárezde Figueroa para fijar una tregua por un año entre el señor de Aguilar y sugente, y el conde de Cabra y sus adictos: ADM, sec. Histórica, 281-82.

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años enfrentamientosy altercados.En febrero de 1476 el concejodecidió prohibir los bandosy confederacionesentre noblesy caballe-ros, a quienes se amenazabacon la expulsión de la ciudad por seismeses,mientrasque la participación del pueblo llano en los bandosy alborotossería castigadacon la expulsiónpor un año y cien azo-tes52 Pareceque a raíz de esto las aguasvolvieron a su cauce>y a ellono fue ajena la intervención de la monarquía,por medio de su dele-gado Diego de Merlo, nombrado corregidor en la ciudad, quien con-siguió que los dos máximos responsablesde la oposición entre la no-bleza firmasenun acuerdo~.

El comportamientode los reyesfue decisivo en la pacificacióndeCórdoba.A punto de finalizar la contiendasucesoria,decidieronquehabíallegado el momentode hacersecon el poder en Andalucía,aca-bando con el gobierno oligárquico de las ciudades,y para ello em-prendieronun viaje a la región, que comenzócon la llegadaa Sevillaen julio de 1477. A Córdoba no llegaron hasta el otoño del año si-guiente, pero desde la ciudad cercana fueron ordenando ciertas me-didas, que demostrabansus propósitos. Así, el 4 de octubre de 1477dirigieron una real cédula a don Alfonso de Aguilar en la que le or-denabanentregarel alcázar y la Calahorra a su enviado Pedro delCastillo~; el 24 de septiembrede 1478 los monarcasenviarona Cór-doba a sus aposentadoresy advirtieron a don Alfonso que diera lasinstruccionesprecisas para que todo estuviera listo a su llegada~.

Poco despuéssalieron de Sevilla y en las inmediacionesde Córdobafueron recibidos por el señor de Aguilar en un encuentro cordial ~.

Una de las primeras medidasque los reyes adoptaronfue ordenarla restitución a la ciudad de todos los lugaresy fortalezasque se lehabíanarrebatado.Es decir, nos encontramosanteuna situación idén-tica a la que se dio duranteel primer viaje de EnriqueIV, hastatalpunto que el 11 de diciembrede 1478 la reinaconfirmó la misma con-cordia que los nobles cordobesesfirmaron en aquella ocasión,en ju-nio de 1469~‘. Al mismo tiempo, los reyes concedieronaudienciapú-blica a los vecinospara que pudiesendenunciarcualquierextorsióny abusode quehubiesensido objeto~. La última noticia que conoce-

52 Ibid., 281-86.~ Ibid., 281-88 y 100.54 Ibid., 244-188.~ Ibid., 244-50.5~ No obstante, es bien sabido el recelo con que don Alfonso acudió a espe-

rarlos: F. Fernández de Córdoba> abad de Rute, op. oit., supra, pág. 146, nota 2,describe su estratagema, consistente en sujetarse los pies al caballo con ven-das de tafetán> simulando un padecimiento, para no tener que descender dela montura al saludarles y poder salir huyendo si la situación lo requería.

~ Archivo Municipal de Córdoba, sec. Primera, caja 1> doc. 43.~ Aprovechando la circunstancia, algunos oficiales y vecinos expresaron sus

quejas por el arbitrario comportamiento de don Alfonso de Aguilar respecto

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mos acercade la estanciade los monarcasen Córdobase refiere alnombramientode un nuevo corregidor, Franciscode Valdés~.

La presenciaenérgica de los reyes en la ciudad dejó su huella,y tras la afirmación de la autoridad monárquica, disminuyeron lastensionesciudadanas,y se aplacaron,en cierta medida, las disputasnobiliarias. Sucedía,por otra parte, que en aquellos momentos laguerrade Granadahabíacanalizadolos impulsosbélicos de la noble-za. Sin embargo,más que una estabilidaddefinitiva entre la aristo-cracia local, lo que se dio fue un cambio de escenariode susenfren-tamientos,porque a las reyertas urbanassucediéronnumerosasdis-cordias en sus señoríos.Los abundantespleitos de términos que tu-vieron lugar en los últimos años del siglo xv entre las villas señoria-les cordobesasfueron, entreotras cosas,reflejo de la enemistadentrelos miembros de la nobleza«% Con todo, en los primeros añosdel si-glo xvi se repitieron en Córdoba las tensionessocialesy las manifes-taciones oligárquicas, algunas espectacularescomo la rebelión delmarquésde Priego en 1508. Pero esto escapaya del marco cronológi-co de esta comunicación,y ademásese episodio ha sido objeto deestudiocon detenimiento61

de los cambios de moneda, desde que consiguió de Enrique IV la facultad decontrol sobre esa función: Archivo General de Simancas, Registro Generaldel Sello, noviembre de 1478, fol. 96. Ante estas denuncias, los reyes decidie-ron privarle de tal facultad, y al mismo tiempo otorgaron un seguro para loscambiadores —extensivo a sus personas y propiedades— en previsión de unaposible venganza del señorde Aguilar: ibid., fol. 77.

‘~ ADM, sec. Histórica, 281-110, y sec. Priego, 73-54.~ El 4 de junio de 1492 los reyes dieron comisión a un bachiller para que

investigaraen los debatespendientesentre don Alfonso de Aguilar, el alcaidede los Donceles, el señor de Montemayor y el señor de Luque sobre los tér-minos de sus villas; sobre estos debates existe abundante documentación enel Registro General del Sello, en Simancas.

~‘ Véase el artículo de J. EDWARDS, La revolte du marquis de Priego á Cor-doue en 1508. Un symptomedes tensions d>une societé urbaine, «Mélanges dela Casa de Velázquez»,XII (1976), págs. 165-172. También mi libro Nobleza yseñoríos,págs. 149-154, nota 2> y el de E. Yun CASALILLA> Crisis de subsistenciasy conflictividad social en Córdoba a principios del siglo XVI, Córdoba,1980.