El impresionismo y la fotografia

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Universidad Católica Andrés Bello El pintor como cámara El impresionismo visto desde sus influencias fotográficas Verónica Delgado 20/07/2015

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El pintor impresionista comparado en la función de la cámara fotográfica. Estudio del impresionismo como movimiento artístico

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Universidad Católica Andrés Bello

El pintor como

cámara

El impresionismo visto desde sus influencias fotográficas

Verónica Delgado

20/07/2015

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Índice

Introducción _________________________________________________ 2

Francia del siglo XIX____________________________________________ 5

Breve historia de la fotografía____________________________________ 6

Empuje hacia un nuevo movimiento_______________________________ 7

Elementos compositivos con intenciones comunes ___________________ 8

Reflexión____________________________________________________ 11

Anexos _____________________________________________________ 13

Referencias _________________________________________________ 17

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Introducción

La aparición de la fotografía conmocionó el mundo artístico. Desde el siglo XIX

hasta nuestros días existe el debate por la adjudicación del título “arte” a esta actividad.

Muchos la han considera indigna de cualquier admiración y otros han demostrado que se

trata no solo de un medio de documentación, sino también de la magnífica tarea de

plasmar lo que vemos de forma única. De cualquier manera, existió (y no se ha erradicado

por completo) una suerte de rivalidad al momento de valorarla como manifestación

artística. De igual modo, luego de su aceptación y expansión masiva la fotografía se ha

convertido en parte de nuestro día a día. Nuestros ojos están muchos más que

acostumbrados a la reproducción de imágenes completamente realistas, lo cual

representa un reto para los artistas plásticos. Dominar el dibujo o la pintura a un punto en

el que pueda superar una fotografía requiere años de práctica que pueden tomarse una

vida sin asegurar éxito o satisfacción alguna. Pero de esta competencia, de esta expiación

de fallas, surgen formas dignas de ser admiradas. Entre ellas la pintura impresionista, cuya

relación con la fotografía es visible desde lo plástico hasta lo histórico.

La fotografía puede ser rastreada hasta tiempos antiguos con la cámara oscura,

una de las primeras formas creadas por el hombre para manejar la luz de forma tal que

reprodujera una imagen visible sobre una superficie. Desde entonces el hombre ha

tomado la manipulación de la luz como un reto plástico y científico. Durante el siglo XIX

muchos científicos y aficionados europeos se dedicaron a estudiar y experimentar las

reacciones de los químicos ante la luz y cómo esto podía imprimir imágenes duraderas

sobre distintos tipos de superficies. Así nacen técnicas como el daguerrotipo. Más tarde

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esta complicada tarea se simplifica a través de la creación de las cámaras para aficionados

y la fotografía se convierte en una actividad masiva que puede ser explotada a distintos

niveles: documentales, científicos, recreativos y hasta artísticos.

Durante este mismo siglo un grupo de rebeldes parisinos se enfrentan a cambios

sociales y culturales (entre ellos la fotografía) que son decisivos para su desarrollo

plástico. Jóvenes que se ven alienados y rechazados de la escena artística de la ciudad por

sus diferencias con las instituciones que regulan el movimiento cultural y académico. Esto

los llevo a la práctica de nuevas formas de pintura, usando distintas técnicas y liberándose

de los parámetros clásicos para experimentar con distintos elementos. De nuevo la luz

llama la atención del hombre, pero esta vez a través de los colores y el movimiento. Los

impresionistas se dedicaron a crear su propia forma de plasmar la realidad sobre

superficies utilizando sus técnicas predilectas. A pesar de esto la convivencia que tienen

estos artistas con el mundo de la fotografía es decisiva para su avance.

Como podemos notar existen varios puntos en común entre estas dos prácticas.

Ciertas similitudes culturales e históricas las colisionan en el tiempo y el espacio,

brindándoles la oportunidad de colaborar entre sí. Esto también las lleva a compartir

elementos técnicos y conceptos básicos que son indispensables para el progreso de cada

una.

La luz, como hemos visto, es el punto principal de ambas ideas. Ya sea como

elemento científico en la fotografía o plástico en la pintura impresionista, la curiosidad y el

deseo de comprenderla son lo que los lleva a su captura. En la fotografía la luz es el gatillo,

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el reactor que activa las partes para la creación de la imagen. En la pintura es medio a

través del cual podemos percibir los objetos, las horas, los momentos.

De este concepto se derivan otros tales como el color. Este no llega a la fotografía

con tanta rapidez debido a su dificultad técnica, pero en la pintura impresionista es un

punto clave para su caracterización. El uso de una paleta de colores específica que lleva al

estudio más profundo de los mismos es parte esencial de la estética impresionista.

Otro de ellos es el movimiento. Claramente un elemento enemigo de la fotografía

en sus inicios pero que convive con el impresionismo desde el comienzo. A pesar de esto

la fotografía ha tomado este reto como un tarea, se ha vuelto una necesidad para esta

dominarlo y manejarlo.

Así pues, la pintura impresionista se trata de crear una reproducción de imágenes,

momentos o paisajes, que pasan primero por el ojo del artista y se plasman a través de

colores. Y la fotografía surge simplemente queriendo capturar algo tan abstracto como la

luz hasta superarse, y sin saberlo logra el mismo efecto que aquellos artistas en búsqueda

de la creación de una impresión subjetiva.

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Francia del siglo XIX

La pintura, como todo arte, se trata de la imitación. Constantemente el ser

humano busco plasmar a través de formas, líneas y color la realidad que percibían. En

aquellos momentos de la historia en los que los intereses de la sociedad no se encuentran

en lo terrenal sino lo divino el arte se deslinda de la imitación naturalista para convertirse

en un medio de conexión espiritual, intelectual y hasta ideológico.

A partir del renacimiento y luego de la ilustración el hombre apunta todos sus

oficios a la ciencia, el entendimiento y la búsqueda de la verdad, pero en el camino se ve

interrumpido por su encuentro con una nueva forma de cegadora de poder: el dinero. En

el siglo XIX los principales países europeos se convierten en hogar de las industrias. Entre

ellos Francia, luego de haber pasado por una serie de revoluciones concibe una nueva

forma de vida con nuevas clases sociales, y distintos protocolos. La sociedad francesa del

siglo XIX ya no es liderada por una oligarquía aristocrática hereditaria, sino por una

económica. Gran parte de las industrias e instituciones eran controladas por la burguesía

o clase media. El poder monetario combinado con una tradición erudita que venía

arrastrando la historia, creó una clase social sustentada en el poder económico y escudada

por una fachada de interés en las artes, ciencias y el desarrollo intelectual. Dejando

manifestaciones culturales esenciales tales como el arte en manos de instituciones

herméticas construidas y controladas para mantener el estatus de esta clase.

El arte se concentra en mantener los ideales y técnicas del neo-clasicismo, una

forma segura que se adapta al gusto universal, pero no responde a los avances artísticos e

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intelectuales de la época. La academia no se presta para la difusión o el apoyo de artistas

con estilos diferentes, como por ejemplo Eduart Manet, quien a pesar de haber estudiado

bajo todos los parámetros institucionales lleva su pintura por un camino diferente,

retando las normas establecidas y a abriendo paso a una nueva oleada de rebeldía.

Breve historia de la fotografía

A su vez, el interés por el progreso científico unido con la curiosidad artística y las

crecientes oportunidades de comercio dieron paso a un nuevo invento que revolucionó y

creó un cuestionamiento general sobre la concepción del arte: la fotografía. El interés

teórico por la impresión de la luz y las formas en las que esta se podía manipular comenzó

en la antigüedad.El primer artefacto utilizado para plasmar imágenes a través de la luz fue

la cámara oscura, ideado en un principio alrededor del siglo X a.C por Abu Ali ibn al-Hasan,

un físico árabe y más adelante conocido por personajes desde Aristóteles hasta Da Vinci.

La cámara oscura no figuraba imágenes de forma permanente pero sí fue utilizada para

apoyar a artistas, quienes calcaban las figuras reflejadas en alguna superficie. Incluso

formaban parte esencial del equipo de los retratistas. Así podemos ver que en un principio

la cámara se sirvió del mecanismo humano y fue una forma de precisar imágenes de

manera que se hicieran más sencillas de captar por el artista. No fue hasta 1826 que

Joseph Nicéphore Niépce creó la primera fotografía (img. 1) gracias a sus conocimientos

de las reacciones fotosensibles del cloruro de plata y su experiencia con el asfalto en

heliografías que le permitieron reproducir imágenes de la realidad con cierta durabilidad.

Más tarde este se asoció con un hombre adinerado llamado Luis Daguerre, interesado en

las artes. A él se debe el nombre del daguerrotipo, la primera forma de fotografía

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patentada en 1840, a pesar de que se trató de un trabajo conjunto. A su vez William

Talbot, en Inglaterra, creó un proceso diferente, del cual provienen los negativos que

usamos hoy en día. La creación y el comercio de la cámara fotográfica impulsaron la

fotografía en sus avances tecnológicos y prácticos. Y en 1884 George Eastman crea la

película flexible y distribuye las primeras cámaras fotográficas portátiles marca Kodak.

Claramente la llegada de una nueva forma mucho más fiel de captar imágenes para la

posteridad dejó fuera del mercado a la mano de obra humana.

Empuje hacia un nuevo movimiento

El genio artístico no se extingue, sino que se transforma. La idea de la academia era

mantenerse cerrada al cambio, aferrándose a un estilo ya viejo, explorado y satisfecho

que estaba basado en el naturalismo, la figura humana y las temáticas religiosas y

mitológicas. Era imposible que dentro de la misma surgieran ideas originales dotadas de

un carácter único donde se reflejaran los ideales de la época. El artista no podía

desenvolverse totalmente en ese ambiente. Bernal (2012) expresa sobre este tema que:

El impresionismo es una reacción contra el clasicismo, a saber: La tradición

más importante era el clasicismo, es decir, el reconocimiento del valor

paradigmático de la Antigüedad griega y el arte romano, por encima de otra

escuela o tendencia (…) La interpretación clasicista del arte pone la idea por

encima de la realidad: basándose en la idea de la perfección que le había sido

inculcada, el artista debía corregir los azares y las imperfecciones de la realidad

mediante el estudio de sus figuras y motivos. (p.4)

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Y fuera de la academia la sociedad se obsesionaba por un nuevo invento que los

dejaba inútiles incluso como artesanos del dibujo, pues a comparación con una cámara

fotográfica, qué tan realista puede ser el trabajo de un pintor. “La mayoría de los artistas

de su tiempo habían deseado conquistar una realidad fiel, pero no querían ser

suplantados por la nueva invención técnica.” (Monterrosa y Valencia, 2010, p.3). El

rechazo ante los valores de la academia y la imposibilidad de competir contra la maquina

empujan a los artistas a crear un nuevo movimiento basado en el realismo pero no

imitador de la realidad. Es ahí donde surge el Impresionismo.

El movimiento impresionista no nace de la nada, sino que tiene sus precedentes en

el romanticismo y sobre todo en el realismo. Ambos modelos salían de una forma u otra,

especialmente en temática, de la rigidez de la academia, pero nunca se desviaron lo

suficiente en términos técnicos como para causar el rechazo que provocó el

impresionismo. En el romanticismo predominaron la libertad y los sentimientos como

motor de impulso para la creación del arte, y más tarde en el realismo se buscó

documentar la realidad vivida por el hombre de la época, retratando a obreros,

trabajadores y gente común en su día a día; un acercamiento a la visión utilitaria que le

dan los impresionistas a la pintura a diferencia de la academia. Gustave Courbet, principal

representante del realismo, fue una de las mayores influencias de Manet.

Elementos compositivos con intenciones comunes

El concepto de pintar lo visto en la realidad fue llevado a otro nivel con el

impresionismo. Artistas como Claude Monet, Berthe Morisot, Pierre Auguste Renoir y

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Alfred Sisley desecharon la pintura de taller y trabajaron directamente desde el espacio

donde se desenvolvían sus escenas. Desde un principio la naturaleza fue uno de sus temas

y la luz era el medio a través del cual se experimentaba. “Lo que los impresionistas

estaban tratando de hacer con sus pinturas era reproducir con tanta realidad como fuera

posible la experiencia intensiva de la riqueza visual que el ojo humano transmitía a la

mente.” (Anderson, 1997, p. 6). No se trataba de una documentación de la sociedad ni de

una reacción ante la situación que se vivía en términos culturales. Era más bien el deseo

de captar un momento fugaz, reproducir con sus manos lo que era absorbido por sus ojos.

Los impresionistas funcionaban como cámara fotográfica humanas.

Claro está que los resultados no son los mismos, principalmente por las diferencia

mecánicas de los procesos. Los impresionistas conocían la fotografía, incluso algunos de

ellos como Monet y Degas la emplearon como instrumento de ayuda y aun así su obra

nunca tuvo semejanza con esta. Pero lo importante para estos jóvenes artistas no era

necesariamente la imitación perfecta sino la impresión. Si su meta hubiese estado en crear

pinturas fotorrealistas, como las llamamos hoy en día, hubiesen tomado un primer

bosquejo del escenario y luego trabajo en un taller hasta convertirlo en una imagen

limpia. Su idea no es crear una reproducción fidedigna de lo que están viendo, sino la

reacción que esto les produce en el momento de la experiencia. Es por esto que se tienen

series de pinturas con un mismo tema en donde ninguna es igual a la otra, por ejemplo las

numerosas catedrales de Rouen hechas por Monet (img. 2).

Muchos dirán que toda la temática impresionista puede ser ejecutada por la

fotografía, y que los resultados serían mucho más eficientes. La falta aquí está en pensar

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que existe una competencia. La pintura impresionista se constituía más o menos de la

misma manera que una fotografía: la luz dispuesta a través de pequeños órganos de color

que juntos completan la imagen. Las pinceladas cortas, rápidas y visibles del pintor

vendrían a ser los pixeles de nuestra fotografía digital y los microscópicos gramos de

cloruro de plata de la fotografía antigua. A diferencia de una foto, una pintura

impresionista deja la percepción de la imagen final al mismo ojo que la mira. Esta forma

de compleción de la imagen por parte del espectador se aprecia en todos los aspectos

compositivos de su pintura.

Iniciando por la aplicación del color, los impresionistas confían en el ojo humano.

A través de los descubrimientos hechos por Chevreul sobre la teoría del color, los pintores

abandonaron el uso del negro para permitir que las luces y sobras fuesen dadas por el

contraste entre los colores y la aplicación del blanco. Esto causa un efecto de luminosidad

vívida en las obras que a su vez transporta al espectador a una experiencia más realista,

pues en la vida cotidiana no experimentamos las sombras como degradaciones del negro,

sino como progresivos desgastes de la luz en el mismo color. Este contraste es asimilado

por el ojo gracias a los organismos compositivos de la obra: la pincelada. La prisa y rudeza

de la pincelada impresionista tiene dos causas y funciones particulares. Una es la

mencionada, el crear una figura a través de la unión de los puntos. Y la otra es puramente

práctica, simplemente ser capaces de plasmar con más rapidez la mayor cantidad paisaje

posible.

Así como una cámara necesita de un lente sumamente rápido para congelar el

movimiento, el pintor necesita de una mano ágil para llevar a cabo su impresión. No se

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trata únicamente del movimiento de los objetos o personajes en la composición, sino de

los cambios de clima y luz que transcurren en el día, es el carácter temporal y único de las

imágenes que los impresionistas se encontraban interesados en inmortalizar. Esto le da un

carácter vibrante a sus pinturas, sustentado en la ausencia de líneas de contorno, que

dejan en libertad a las figuras quitándoles rigidez. Y los cuerpos semi-esquemáticos que

tienden a parecer incompletos. Una vez más se trata de dejar la compleción en la vista.

Un rasgo particular e innovador de la pintura impresionista es la forma de

encuadrar sus escenas. Esto tiene gran influencia de la fotografía, la cual abre nuevos

puntos de vista a la manera de mirar un objeto. Por ejemplo, los contrapicados de Degas.

A demás de esto los artistas no se preocupan por el detalle en la perspectiva, sino que

trabajan en planos sencillos de dos dimensiones, que es la forma en la que realmente la

percibe el hombre.

Lo particular de todos estos elementos es que son justamente los que separan a

una obra impresionista de una fotografía, pues claramente se puede ver la diferencia

plástica entre ambas. Pero al mismo tiempo cada una de estas características está

motivada por el mismo fin que tiene una cámara. Esta realiza el mismo trabajo con

mecanismos diferentes y por ende su acabado es mucho más sutil.

Reflexión

Gracias una colisión histórica la fotografía impulsó uno de los movimientos

artísticos más importantes. A pesar de esto, el impresionismo no se debe únicamente a la

fotografía ni mucho menos se debe comparar con ella en términos de valor artístico. La

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fotografía como arte aporta sus propios elementos y no tiene necesidad de compararse a

la pintura en general. Es por esto que hoy en día no vale la pena forzar una competencia

plástica entre ambas. Los impresionistas entendían esto, y se dedicaron a utilizarla como

herramienta para llevar a cabo sus ideales particulares.

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Anexos:

Img 1. Punto de vista desde la ventana de Gras (1826) – Joseph Niépce. Se puede

apreciar la composición en puntos dada por los granos de cloruro de plata.

Img. 2. La catedral de Rouen 1892 y 1894 - Claude Monet.

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Img. 3. La La en el circo Fernando (1879) - Edgar Degas.

Se aprecia el contrapicado aplicado por el artista.

Desayuno en la hierba (1863)

– Édouard Manet.

Una de las pinturas

precedentes al

impresionismo, donde ya se

pueden bosquejar varios de

sus elementos compositivos

como la ausencia de la línea

de contorno, el uso del

contraste entre los colores y

la perspectiva plana.

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Inundación en Port-Marly (1876) – Alfred Sisley. La forma de pintar el agua es muy particular en los

impresionistas. En esta se nota la rapidez de la pincelada y el contraste de los colores para crear el reflejo de

la luz y el movimiento de la superficie.

Mujer en el baño (1880) -

Berthe Morisot. Las obras de

Morisot captan la temporalidad

de los instantes desde escenas

íntimas y cotidianas de la vida

de una mujer común. Ese

mismo concepto se ve en

artistas como Degas.

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Camille y Jean (1875) - Claude Monet. Padre del impresionismo, Monet aplica todos los

elementos principales del movimiento. En esta obra llaman la atención particularmente la

luminosidad y el uso de los colores que dan una sensación cálida pero a su vez fresca

gracias al movimiento dado con la dirección de la pincelada.

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Referencias:

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Bernal Mora, H., (2012), La explicación a la pintura del impresionismo, Revista Crítica de

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