EL INTERES ASEGURABLE EN EL SEGURO DE TRANSPORTE DE …
Transcript of EL INTERES ASEGURABLE EN EL SEGURO DE TRANSPORTE DE …
0
EL INTERES ASEGURABLE EN EL
SEGURO DE TRANSPORTE DE
MERCANCIAS
1
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
I. CONTRATO DE SEGUROS
- NOCIÓN Y CARACTERISTICAS
-PARTES DEL CONTRATO DE SEGUROS
- El asegurador
- El tomador
- El asegurado
- El beneficiario
- ELEMENTOS DE LA ESENCIA DEL CONTRATO.
- El riesgo asegurable.
- La prima o precio del seguro.
- La obligación condicional del asegurador.
- El interés asegurable.
II. CONTRATOS DE SEGURO EN EL TRANSPORTE
-Seguros reales o directo
-Seguro de Responsabilidad Civil
III. EL INTERES ASEGURABLE EN EL CONTRATO DE
TRANSPORTE DE MERCANCIAS
- POSICIONES DE LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA – SALA CIVIL.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFIA
2
INTRODUCCIÓN
El comercio en su más simple expresión consiste en el
intercambio de bienes y servicios entre personas, institución que
con la globalización y los avances tecnológicos se ha desarrollado
de tal forma, que ha llegado prácticamente a todos los rincones
del mundo, protagonista en ello, resulta el transporte toda vez
que a través de este se materializa el movimiento las mercancías
a lo largo y ancho del globo, lo que a la postre ha facilitado
enormemente el desarrollo de las economías mundiales, por lo
que alrededor de estas transacciones se han construido contratos
de seguros que tienen como efecto, blindar la responsabilidad de
las empresas transportadoras, ofrecer seguridad ante la pérdida
de los bienes y generar tranquilidad en los usuarios de estos
servicios.
Los seguros en el transporte han evolucionado, pues
siempre existen riesgos al mover la mercancía de un lugar a otro,
por lo que actualmente es prácticamente imprescindible que al
firmarse un contrato de transporte de mercancías,
paralelamente, nazca también el de asegurar los productos a
transportar, sin embargo, toda vez que no se le da el mismo
manejo a las operaciones de transporte de mercancías, pues las
normas que gobiernan la materia, los costos y los riesgos son
diferentes para el transporte marítimo, aéreo y terrestre, en igual
sentido resulta el manejo a la suscripción de los seguros para el
material transportado.
Itérase, resultan disímiles los tratamientos que
jurídicamente y en la práctica se les da a cada una de las formas
de transporte de productos, ya que estos se pueden llevar a cabo
3
por vía aérea, marítima y terrestre; al hacer énfasis en este
último, pues resulta el día a día de aquellos que necesitamos
enviar productos a otras partes, encontramos que en Colombia
ha variado se pueden encontrar diferentes nociones al momento
de establecer a quien le corresponde el interés asegurable cuando
se remiten mercancías si es el mismo transportador el tomador
del seguro respecto de lo enviado.
En este sentido, el artículo 1040 del Código de Comercio
patrio establece que «el seguro corresponde al que lo ha
contratado, toda vez que la póliza no exprese que es por cuenta de
un tercero», en este preciso tópico, como se dijo, es que no son
armónicos los precedentes de la Corte Suprema, ya que el
transportador al tomar un seguro por las mercancías que llevará
(seguro directo) puede realmente ir en contravía de lo
preceptuado por la norma citada previamente.
Por su parte, el art. 1124 del mismo código con la reforma
de 1990 cambió sustancialmente su perspectiva y en esa medida,
se puede entender de éste que el agente transportador cuando
asegura directamente las mercancías que moverá a otro lugar
tendría un claro interés asegurable respecto de la cosa que
transporta.
4
I. CONTRATO DE SEGURO
NOCIÓN
La ley patria define el contrato de seguro conforme con sus
características, describiendo de esta manera los elementos
jurídicos de lo que está compuesto, a lo que refiere el artículo
1036 del Código de Comercio, modificado por el artículo 1º de la
Ley 389 de 1997 que «El seguro es un contrato consensual,
bilateral, oneroso, aleatorio y de ejecución sucesiva».
Al respecto el doctrinante colombiano Hernán Fabio López,
manifestó que “Issac Halperin transcribe catorce definiciones del
contrato de seguros enfocadas todas desde el ángulo de sus
elementos esenciales. Entre ellas sobresalen las de Vivante:
“Contrato por el cual una empresa, constituida para el ejercicio
de estos negocios, asume los riesgos ajenos mediante una prima
fijada anticipadamente” y la Picard y Besson, que lo define,
siguiendo a Hermard, como una operación por la cual una parte,
el asegurado, se hace prometer mediante una remuneración, la
prima, para él o para un tercero, en caso de realización de un
riesgo, una prestación por la otra parte, el asegurador, mediante
una suma llamada prima o cotización” (LOPEZ, 2014, pág. 77 a
80), definiciones que en sí mismas generan discusión puesto que,
por un lado, para Vivante que exista persona jurídica resulta un
elemento esencial del contrato, y así no lo es para Picard y
Besson, ya que consideran que es estrictamente una operación
(LOPEZ, 2014, pág. 77 a 80).
5
La Ley de Seguros Nº 17418 Argentina1, en su artículo 1º lo
define anotando que «Hay contrato de seguro cuando el
asegurador se obliga, mediante una prima o cotización, a resarcir
un daño o cumplir la prestación convenida si ocurre el evento
previsto», así mismo, la Ley de Contrato de Seguros de España, lo
determina como «[…] aquel por el que el asegurador se obliga,
mediante el cobro de una prima y para el caso de que se produzca
el evento cuyo riesgo es objeto de cobertura a indemnizar, dentro
de los límites pactados, el daño producido al asegurado o a
satisfacer un capital, una renta u otras prestaciones convenidas»;
definiciones que si bien resultan diferentes a la interna, en su
manejo resultan similares a lo estipulado en Colombia.
Por su parte, el profesor chileno Osvaldo Contreras Strauch
acota que “El término seguro proviene del latín –securus2, y la
primera acepción de la palabra seguro en el diccionario de la Real
Academia Española significa “libre y exento de todo peligro, daño
o riesgo”, en tanto que su séptima acepción se refiere al “contrato
por el cual una persona natural o jurídica se obliga a resarcir
pérdidas o daños que ocurran en las cosas que corren un riesgo
en mar o tierra”, en este orden de ideas, la ley chilena lo define
como “Art. 512: Por el contrato de seguro se transfieren al
asegurador uno o más riesgos a cambio del pago de una prima,
quedando éste obligado a indemnizar el daño que sufriere el
asegurado, o a satisfacer un capital, una renta u otras
prestaciones convenidas”, sobre esto, manifiesta el maestro
chileno que “dicho concepto contempla los elementos del contrato
1 http://www.unlp.edu.ar/uploads/docs/ley_de_seguros_17418.pdf 2 Significa “exento de preocupaciones”, “sin cuidado”, “tranquilo”. Diccionario Latino VOX, Barcelona, 1998, pág. 456.
6
mayoritariamente recoge la doctrina internacional” (STRAUCH,
2014, pág. 86).
Discurre al respecto la Sala Civil de la Corte Suprema de
Justicia, que alude a que el seguro es un contrato “por virtud del
cual una persona –el asegurador- se obliga a cambio de una
prestación pecuniaria cierta que se denomina ‘prima’ , dentro de
los límites pactados y ante la ocurrencia de un acontecimiento
incierto cuyo riesgo ha sido objeto de cobertura, a indemnizar al
‘asegurado’ los daños sufridos o, dado el caso, a satisfacer un
capital o una renta, según se trate de seguros respecto de intereses
sobre cosas, sobre derechos o sobre el patrimonio mismo,
supuestos en que se les llama de ‘daños’ o de ‘indemnización
efectiva’, o bien de seguros sobre las personas cuya función, como
se sabe, es la previsión, la capitalización y el ahorro3”.
CARACTERISTICAS
Son varias las distinciones que revisten al contrato de seguros
con determinante especialidad, ya que como se dijo, la ley lo
define con sus distintivos, los cuales son:
1. Carácter Consensual: Dicha particularidad provino con
la reforma de la Ley 389 de 1997, pues previo a esta norma, el
contrato de seguro era solemne, así expresamente lo mencionaba
el artículo 1036 en consonancia con lo estipulado por el 1046 del
estatuto comercial originario (Decreto-Ley 410 de 1971), este
último, disponía que “El documento por medio del cual se
3 Corte Suprema de Justicia – Sala de Casación Civil. 19 de diciembre de 2008. Ref. 2000-
00075-01. M.P. Arturo Solarte Rodríguez.
7
perfecciona y prueba el contrato de seguro se denomina póliza
[…]”.
Al respecto comentó el maestro Carlos Ignacio Jaramillo que
“el mero cruce o intercambio de voluntades en una misma
dirección, esto es, el consentimiento negocial, aunque fuere
paladino, amén de inmaculado, era impotente para el
advenimiento del contrato, que en tales condiciones no vería la
luz jurídica, dado que se requería un plus: la suscripción de la
póliza de parte del asegurador, única forma reconocida por el
ordenamiento mercantil patrio. De ahí que la póliza de seguro, a
la sazón, tuviere asignadas dos funciones: una constitutiva y otra
probatoria (función dual), al contrario de lo que hoy ocurre, como
se observará más adelante” (JARAMILLO, 2011, pág. 16 a 17).
Posteriormente, reitérese, con la expedición de la Ley 389 de
1997, surgieron cambios sustanciales que permitieron la
evolución de dicho contrato, pues apartó toda formalidad o
solemnidad que alrededor de este contrato circulaba y permitió
que la forma libre de las partes, las trascendentes para
perfeccionar el contrato aseguraticio. Ahora bien, la observancia
de ciertas formalidades especiales (Art. 1500 Cód. Civil), como la
expedición de una póliza por parte del asegurador, no será el
requisito sine qua nom para que se produzcan los efectos civiles,
sino, la simple aceptación de la oferta será suficiente para que se
perfeccione definitivamente lo pretendido.
Situación que asimismo se presentó en la normativa jurídica
chilena, pues “también lo era el contrato de seguros bajo las
normas del Código de Comercio de Chile de 1865, reemplazadas
8
ahora por la nueva ley Nº 20.667 de 2013” (STRAUCH, 2014, pág.
87).
2. Bilateral: entiéndase de aquellos contratos que generan
obligaciones para las partes que convergen en él. Bajo la
codificación anterior, “los sujetos contratantes eran el
asegurador, por una parte, y, por la otra, el asegurado”, sin
embargo, con las modificaciones que trajo la referida ley, “por el
contrario, son el asegurador y el tomador, exclusivamente”.
Adicionalmente, al respecto comenta que “El asegurado,
prudente resulta señalarlo, no es parte en el contrato de seguro,
como ordinaria y equívocamente se cree. Él es el titular del
interés asegurable. Ello no quiere decir, en modo alguno, que
ambas calidades no puedan recaer en una misma persona. Es
más, pueden sumarse y de suyo consolidarse las tres en un
mismo sujeto de derecho: tomador, asegurado, y beneficiario,
sujeto este último que, a semejanza de lo sucedido con el
asegurado, por exclusión, tampoco es parte contractual”
(JARAMILLO, 2011, pág. 16 a 17).
Es claro entonces el carácter que se le ha dado a este seguro,
puesto que al perfeccionarse, nacen expresas obligaciones para
las dos partes, por un lado, pagar la prima y mantener el estado
del riesgo, por otro, cancelar la indemnización. “[…] de ahí el
artículo 1036 del C. de Co. acoja expresamente esa característica
con lo cual elimina toda controversia que se planteaba sobre la
base errada, de que tan solo en caso de siniestro es que asume
ese carácter pues mientras no se dé el mismo no existe obligación
a cargo de la aseguradora, lo cual además no es correcto por
cuanto la bilateralidad como característica de un contrato no
9
conlleva simultáneamente surjan las recíprocas obligaciones”
(LOPEZ, 2014, pág. 121).
Contrario resulta a lo mencionado previamente para el
maestro Carlos Ignacio Jaramillo, debido a que el contrato de
seguros genera obligaciones para una sola parte (asegurado), ya
que respecto del asegurador no se cumple con el objeto de las
obligaciones que se refieren a dar, hacer o no hacer, así como
tampoco es susceptible de ser reclamada judicialmente la
obligación propia del asegurador. Válidamente, aduce que “[…]
tampoco faltan aquellos que creen que la obligación del
asegurador consiste en el simple hecho de asumir un riesgo, o,
dicho de otra forma, la obligación del asegurador consiste en la
asunción del riesgo, (HALPERIN), criterio completamente
inexacto si consideramos que las prestaciones que son del objeto
el objeto de las obligaciones son de dar, de hacer, o de no hacer.
Luego la obligación del asegurador, como cualquier otra, debe
tener como objeto un dar, un hacer, o un no hacer, objeto que no
vemos por ningún lado en el escueto hecho de asumir un riesgo,
hecho que para el derecho es irrelevante, pues no tiene ningún
poder vinculante, ni menos estar sujeto a la coercibilidad, criterio
propio que tienen las verdaderas obligaciones, pues es rasgo
característico de aquellas en que se puedan exigir y que, de no
cumplirse, existan los medios necesarios para obtener su
cumplimiento. Como entonces poder concebir que un asegurado
le pueda exigir al asegurador que cumpla con asumir el riesgo o
que pueda acudir a un juez para que este pueda demandarle
jurídicamente dicho cumplimiento al asegurador. ¿Cómo podría
demostrar que el asegurador no cumplió con su obligación de
asumir el riesgo? Sería imposible, pues solo se verifica el
incumplimiento por parte del asegurador en el momento en que
10
hayan transcurrido sesenta días a partir de la reclamación,
presentada al asegurador por el asegurado (C. de Co., art. 1080),
ya que la obligación de pagar la indemnización por el asegurador
nace en el mismo momento de la ocurrencia del siniestro, pero
será solo exigible sesenta días después de presentada la
reclamación formal al asegurador. Pero si transcurrido el
mencionado término perentorio sin que el asegurador haya
objetado la reclamación, el asegurado podrá acudir a la justicia
civil y mediante un proceso ejecutivo, exigir que el asegurador
pague la indemnización respectiva, ya que ha incumplido su
única obligación pues en este caso sí se verificó la condición
pactada. Posibilidad que no vemos viable, si consideramos que la
obligación del asegurador es asumir un riesgo y de no ocurrir
(como generalmente sucede) el siniestro, lo único que ha
generado ninguna obligación. Criterio que felizmente se ve
sustentado por las voces del ilustre y célebre doctor EFREN
OSSA, el cual, es su depurado Tratado elemental de seguros,
anota: “Aunque a decir verdad, la mera asunción del riesgo no es
exactamente una obligación. Sin ella simplemente no se
conforma, no puede conformarse, el contrato de seguro”
(JARAMILLO, 2011, pág. 434 a 435).
3. Oneroso: Señala el Art. 1497 del Código Civil que es
oneroso “[…] cuando, tiene por objeto la utilidad de ambos
contratantes, gravándose cada uno a beneficio del otro”. Lo
anterior, toda vez que en el contrato “[…] hay un gravamen
recíproco manifestado esencialmente en el pago de la prima por
parte del tomador y en el pago de la indemnización por parte de
la aseguradora, sin que desdibuje ese carácter el hecho de que
no pueda predicarse la conmutatividad de las prestaciones, que
11
es una consecuencia de otra nota saliente de este contrato, la
aleatoriedad” (JARAMILLO, 2011, pág. 122).
4. Aleatorio: Precisamente por tener la característica antes
vista, de la presente se predica que se encuentra en la categoría
de aleatorios, pues al respecto expresa el Art. 1498 del estatuto
Civil, señala que “El contrato oneroso es conmutativo, cuando cada
una de las partes se obliga a dar o hacer una cosa que se mira
como equivalente a lo que la otra parte debe dar o hacer a su vez;
y si el equivalente consiste en una contingencia incierta de
ganancia o pérdida, se llama aleatorio” (subrayas por fuera del
texto).
Frente a este aspecto, “bien el negocio de seguro, a
condición de que esté organizado y funcione sobre la base de las
estadísticas y la ley de las probabilidades, no puede ser aleatorio
sino de rendimiento científico, no es menos verdad que tanto el
resultado de cada contrato al fin de su vigencia, como también el
del global del negocio, en una época determinada, es aleatorio.
En efecto la ocurrencia o ausencia de siniestros y su monto,
determina si el asegurador obtendrá una ganancia o una pérdida,
en cada póliza en particular, y además, sobre el conjunto de su
actividad, en cada ejercicio comercial” (STRAUCH, 2014, pág. 90).
5. Ejecución Sucesiva: Característica que surge conforme con
las obligaciones que las partes mantienen mientras está vivo el
contrato reseñado, como por ejemplo comunicar aquellos hechos
que influyan la agravación de la cosa asegurada, la observancia
de las garantías dadas, mantener el estado del riesgo, entre otras
(LOPEZ, 2014, pág. 125).
12
Por lo tanto, “las obligaciones a cargo de los contratantes no
se agotan cuando se suscribe el contrato, sino apenas se inician,
aspecto que es particularmente exigente respecto del tomador y
del asegurado pues es lo cierto que antes de que se llegue a
presentar un siniestro y aún después, hay obligaciones a cargo
de los mismos, tales como dar el aviso del siniestro, demostrar la
reclamación, informar acerca de los coaseguros existentes.;
presentado el siniestro surgen las de la aseguradora, en esencia
el pago de la indemnización” (LOPEZ, 2014, pág. 125).
PARTES EN EL CONTRATO DE SEGUROS
El artículo 1037 del Código de Comercio anuncia dos partes
dentro del contrato de seguros, primero el asegurador “o sea la
persona jurídica que asume los riesgos, debidamente autorizada
para ello con arreglo a las leyes y reglamento”, así como el
tomador, quien es “la persona que, obrando por cuenta propia o
ajena, traslada los riesgos”.
La doctrina analiza otros actores que eventualmente
intervienen en este contrato, como son: el asegurado, el
beneficiario, los agentes de seguros, las agencias de seguros, el
corredor de seguros, los establecimientos de crédito y el ajustador
de seguros.
El asegurador: En este punto, respecto de si el asegurador
puede actuar o no como persona natural, discusión en la que
concluye que la opción planteada no se puede dar, toda vez que
“para actuar como asegurador en Colombia se requiere, por lo
tanto, ser empresa organizada como sociedad anónima o
cooperativa y estar sometida a la vigilancia, previa aprobación
13
para su ejercicio, de la Superintendencia Financiera, quien tiene
amplio poder permitir el funcionamiento de nuevas entidades
aseguradoras por cuanto el artículo 34 de la ley 45 de 1990
destaca que a más de las exigencias propias de la ley (tipo de
sociedad, capital mínimo, organización técnica y contable, etc) el
Superintendente debe tener la certeza, por los medios que estime
pertinentes, “si el carácter, la responsabilidad e idoneidad de las
personas que participen en la operación son tales que inspiran
confianza y si el bienestar público será fomentado”, aspectos
estos que a no dudarlo, dado lo subjetivo de ellos, radican amplio
poder discrecional en el Superintendente, con lo que, de paso, se
siguió la tradición establecida desde el artículo 4º de la ley 105
de 1927” (LOPEZ, 2014).
El tomador: Itérese, bajo lo presupuesto por el artículo
1037 del estatuto mercantil, es la “la persona que, obrando por
cuenta propia o ajena, traslada los riesgos”, definición que se
presta para diversas interpretaciones, con lo cual genera
dificultades a la hora de entender esta figura.
Otra definición señalada por la doctrina al respecto es “la
persona, natural o jurídica, que interviene como parte en la
formación del contrato. Para mayor exactitud, como contraparte del
asegurador. Cuya capacidad y cuya conducta precontractual (art.
1058) son factores determinantes de la validez del negocio jurídico
y a cuyo cargo corren, a lo menos prioritariamente, las cargas,
deberes u obligaciones respectivos, la de pagar la prima, entre
ellos (art. 1066). Es una calidad unitaria que tanto vale en los
seguros de daños como en los seguros de personas, no importa
que, en la mayoría de los casos coincida con la del asegurado”
(OSSA, 1991, pág. 5).
14
El asegurado: Si bien este participante del contrato no se
encuentra definido en la legislación vigente, como sí ocurría en la
de 1887; esta parece más una referencia a la figura del tomador,
pues no resulta tan clara en oportunidades. Ahora bien,
diferentes son los ejemplos que se pueden dar para entender
mejor a este interviniente en el contrato de seguro, al respecto se
podría decir:
“El que, como “asegurado”, “debe demostrar la ocurrencia
de un siniestro” (id., art. 1077). O el que, incurso en “mala fe” en
la reclamación o prueba del siniestro, puede perder su derecho a
la indemnización (id., art. 1078). O el que, en ningún caso, puede
derivar “enriquecimiento” del seguro (id., art. 1088), ni cuya
“indemnización” puede exceder del valor real del daño económico
de que haya sido víctima como consecuencia del evento
asegurado (id., art. 1089). El mismo que, de tener vigentes varios
seguros sobre igual interés, contra el mismo riesgo y con distintos
aseguradores, no solo puede reclamar la proporción que a cada
uno de estos corresponda en la pérdida indemnizable habida
cuenta del valor asegurado por su respectivo contrato (id., art.
1092). El mismo cuyo seguro se extingue en caso de transferencia
“por acto entre vivos” de la cosa asegurada (id., 1107). El mismo,
en fin, cuyo perjuicio patrimonial derivado de la eventual
responsabilidad en que incurra conforme a la ley debe ser
indemnizado bajo el seguro de responsabilidad civil (id., 1127)”
(OSSA, 1991, pág. 9).
En lo pertinente con el seguro de personas, se entiende por
asegurado a la persona “sobre cuya vida, sobre cuya integridad
corporal, sobre cuya capacidad, sobre cuya salud se celebra el
15
contrato de seguro”, como se había dicho, esta figura coincide
con la de la de la persona del tomador. “Tal ocurre siempre el
seguro sobre “la propia vida” llámese seguro de vida, de
accidentes o aun enfermedad. Lo cierto es que “el asegurado” no
puede definirse, como en los seguros de daños, como “el titular
del interés asegurable”, porque este suele ser, lo es en los seguros
individuales de vida y accidente, “el tomador”, la persona que,
sobre su propia vida o sobre la vida de un tercero y en todo caso,
por su propia cuenta, contrata el seguro. El asegurado –se repite-
en estos supuestos, es la persona sobre “cuya vida” se hace el
seguro, la que está llamada a “padecer” eventualmente los riesgos
asegurados: la muerte, la desmembración, la incapacidad física
o mental que, a su vez, generan o pueden generar el detrimento
patrimonial de la persona interesada en la traslación de este al
asegurador y que –salvo el seguro para el caso de la muerte- es
la misma persona “asegurada” (OSSA, 1991, pág. 11).
El beneficiario: nos referimos a este grupo como aquellos
que si bien están referidos en el contrato de seguro no hacen
parte de la formación del mismo, “(a menos que tengan la calidad
de “asegurados” y “tomadores” en los seguros de daños y aun en
los de personas sobre otros riesgos que la muerte), pero han de
percibir el valor del seguro, en caso de siniestro, ajustado
naturalmente con arreglo a sus condiciones y límites” (OSSA,
1991, pág. 12).
La doctrina establece dos tipos de beneficiarios, los cuales
son: i) el Beneficiario Contractual, el cual, “proviene de
estipulación expresa en la póliza. Es una de sus condiciones
particulares, según la norma citada del Código de Comercio.
Deriva su derecho del contrato mismo y, como es lógico, solo
16
puede hacerlo efectivo, llegado el caso, con arreglo a sus
cláusulas. No podrá, por tanto, recibir más que “el asegurado”
mismo en virtud del daño causado por el siniestro, en los seguros
indemnizatorios, ni pretender una prestación que exceda la suma
asegurada, en los de personas” (OSSA, 1991, pág. 13).
ii) El Beneficiario Legal recibe su derecho al seguro a partir
de una vez “ocurrido el evento que condiciona la obligación del
asegurador, de la ley y puede ejercerlo conforme a sus términos
que, naturalmente, no le otorgan más derechos que el contrato
mismo. No se dan los beneficiarios legales en los seguros de
daños. No puede atribuirse esa calidad a los titulares de un
derecho real sobre la cosa asegurada en los seguros reales (el
acreedor hipotecario o prendario, etc.) conforme a la previsión del
art. 1101 del Código de Comercio, porque este texto no les
confiere propiamente el derecho a la percepción de la
indemnización sino tan solo el de hacer efectiva sobre ella la
garantía de su crédito. Es un caso de subrogación real por
ministerio de la ley concebida como instrumento de protección
colateral de aquella clase de créditos” (OSSA, 1991, pág. 13).
Al respecto de los participantes del contrato de seguros
expresa la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia en sentencia
del 16 de septiembre de 2003 que “el tomador, la persona –
natural o jurídica – que, como parte del contrato, figuradamente
traslada los riesgos del asegurador – persona jurídica -, que los
asume –en sentido amplio- a cambio del pago de una
determinada prima (C. de Co., art. 1037); el asegurado, titular del
interés asegurado –en los seguros de daños-, esto es, del vínculo
–o relatio- que tiene con el bien jurídico amenazado in potentia,
por la realización del riesgo cubierto (arts. 1045, num. 1; 1083 y
17
1137, ib. Vid. Cas. Civ. 21 de marzo de 2003, exp. 6642) y el
beneficiario – en su carácter prototípico de titular creditoris-,
persona a quien se le atribuye, legal o convencionalmente a título
oneroso (como en los seguros de daños) o gratuito (como en los
seguros de personas), el derecho a reclamar y recibir la
prestación asegurada, una vez que se acredite la ocurrencia del
siniestro y la cuantía de la pérdida, en los casos en que ello sea
necesario, claro está (arts. 1077 y 1080 ib)” (JARAMILLO, 2011,
pág. 389 a 390).
ELEMENTOS ESENCIALES DEL CONTRATO DE SEGURO
Diferentes doctrinantes discurren con distintas acepciones
respecto de lo que en Colombia se consideran como los elementos
esenciales del contrato de seguro, de los cuales, sin aquellos, el
contrato no produciría efecto alguno (Art. 1045 Co. Com.) o como
lo menciona el art. 1501 del Código civil “[…] degeneraría en otro
contrato diferente”.
Es importante mencionar la discusión que generan los
requisitos esenciales del contrato de seguros frente a considerar
la póliza una oferta o no (Art. 845 C. de Com.), toda vez que en el
caso donde el asegurado pueda, previo a la solicitud de los
interesados, determinar todo lo referente a los elementos
esenciales del contrato de seguro, como lo dispone el Art. 1045
del Código de Comercio (interés asegurable, el riesgo asegurable,
la prima y la obligación condicional del asegurador), dicha
solicitud sí tomaría el calificativo de oferta o propuesta; en caso
contrario, como en la práctica resulta la mayoría, donde el
asegurador puede disponer libremente respecto de la prima y la
18
obligación condicional del asegurador, pues claramente se
entiende que no hay oferta (JARAMILLO, 2011, pág. 529).
A continuación son:
1. El Riesgo Asegurable: elemento esencial definido por el
Art. 1054 del Código de Comercio, que al respecto establece que
“Denomínese riesgo el suceso incierto que no depende
exclusivamente de la voluntad del tomador, del asegurado o del
beneficiario, y cuya realización da origen a la obligación del
asegurador. Los hechos ciertos, salvo la muerte, y los físicamente
imposibles, no constituyen riesgos y son, por lo tanto, extraños al
contrato de seguro. Tampoco constituye riesgo la incertidumbre
subjetiva respecto de determinado hecho que haya tenido o no
cumplimiento”.
En ese mismo sentido se expresa que “[…] bien puede
sentarse, de antemano, el principio contrario: todo es asegurable,
excepto algunos casos. En efecto: el riesgo se define como el
“suceso incierto que no depende exclusivamente de la voluntad
del tomador, del asegurador” (art. 1054). O sea, en otros
términos, que lo único que escapa al ámbito del riesgo es el acto
vinculado a la voluntad del asegurado mediante una dependencia
exclusiva. Y que puede tener ese carácter, el carácter de riesgo,
conforme al principio incorporado en la nueva legislación, el
hecho resultante de la voluntad conjunta del asegurado y de un
tercero, o el que deriva de esa misma voluntad y de una
circunstancia casual. De donde es fácil inferir que, por no
depender exclusivamente de la voluntad del asegurado, hoy son
asegurables los riesgos de nupcialidad y natalidad, lo mismo que
el de responsabilidad civil derivada de la culpa, porque en uno y
19
otros- si bien la voluntad influye como factor preponderante- hay
un elemento –el alea- extraño a ella” (OSSA, 1991, pág. 94).
En este orden de ideas, de lo citado por la norma patria, se
desprenden las condiciones fundamentales para la existencia del
riesgo: a) Que el evento del que depende sea de posible
realización; b) que su ejecución sea incierta; c) que su realización
sea imprevista; y d) que en caso de acaecido el siniestro, genere
un daño (LOPEZ, 2014, pág. 157).
Por otro lado, el riesgo es identificado con el objeto
asegurado, pues el artículo 1058 del C. de Com. emplea el
primero cuando menciona que el “tomador está obligado a
declarar sinceramente los hechos o circunstancias que determinan
el estado del riesgo”, percepción que para López Blanco, es
errónea, ya que la norma previamente señalada alude
estrictamente es al bien susceptible de asegurarse y no al riesgo
propiamente. La misma connotación brinda el Art. 1060 del
mismo estatuto al hablar de mantener “el estado del riesgo”, pero,
el tratamiento correcto se lo da el Art. 1056, que al respecto
menciona que con las limitaciones legales el asegurador “podrá,
a su arbitrio, asumir todos o algunos de los riesgos a que estén
expuestos el interés o la cosa asegurada” (LOPEZ, 2014, pág. 157
a 158).
2. La Prima: Elemento directamente relacionado con la
bilateralidad de los contratos, toda vez que resulta de la
contraprestación que debe haber entre las partes. Este elemento
esencial del contrato de seguro “es la contraprestación a cargo
del tomador y en favor de la aseguradora por el hecho de asumir
20
el amparo y la obligación de indemnizar frente a la ocurrencia de
un determinado siniestro” (LOPEZ, 2014, pág. 170).
Analiza el profesor López Blanco que no puede haber
confusión entre este elemento esencial, pues es estrictamente su
estipulación, con el pago de la misma, toda vez que la exigencia
normativa señala que en el contrato se encuentre la referencia
respecto de una prima o el modo de fijarla, pero no que se haya
pagado (LOPEZ, 2014, pág. 170).
Así mismo, comenta el Doctor Ossa Gómez que el “seguro
no puede concebirse técnica y económicamente sin los aportes de
la comunidad asegurada cuya acumulación permita al asegurador
atender al pago de las prestaciones a que den origen los eventos
asegurados. Ni el respectivo contrato se concibe jurídicamente sin
una contraprestación a cargo del tomador que sirva de causa a la
obligación del asegurador […]” (OSSA, 1991, pág. 385).
3. La obligación condicional del asegurador: Se alude
respecto de este elemento esencial, pues es “la obligación del
asegurador esté sometida a una condición, hecho futuro e
incierto que no dependa de la sola voluntad del tomador o
asegurado, que viene a ser la condición, pero que también es lo
que el art. 1054 del C. de Co. define como riesgo al señalar que
su “realización da origen a la obligación del asegurador””. En este
orden, esta única obligación del asegurador, conforme con lo
mentado previamente, no parece presentar mayor novedad en
referencia con el contrato de seguro, pues se encuentra
exclusivamente sujeta a la ocurrencia de la condición, y como
efecto de esto, tendrá entonces la aseguradora que pagar una vez
ocurrido el siniestro.
21
“Esta exigencia adicional que trae el artículo 1054 solo tiene
por objeto enfatizar al máximo que si llegara a asegurarse el daño
proveniente de un suceso que ya ocurrió no importa que lo las
dos partes, no rige el contrato, salvo taxativas excepciones, como
tampoco este puede tener eficacia cuando se trata de hechos
ciertos (salvo la muerte), en suma, cuando no se dan los
requisitos exigidos por los arts. 1530 a 1545 del Código Civil para
que una condición tenga aceptación legal” (LOPEZ, 2014, pág.
191 a 192).
4. El Interés Asegurable: diferentes son los autores
nacionales e internacionales que tratan lo referente con este
relevante elemento del contrato de seguro. El art. 1083 del Código
de Comercio colombiano establece que “Tiene interés asegurable
toda persona cuyo patrimonio pueda resultar afectado, directa o
indirectamente, por la realización de un riesgo. Es asegurable todo
interés que, además de lícito, sea susceptible de estimación en
dinero”.
Denominado en algunos países como “interés asegurado”,
puede ilustrarse como “la relación que vincula al asegurado con
el objeto de los riesgos que se aseguran, interés que debe ser lícito
y susceptible de valoración económica y que constituye al
asegurado en interesado en la conservación del objeto asegurado,
cosa, patrimonio, vida, salud o integridad personal, en otros
términos, en que no se produzca un siniestro que lo afecte”
(STRAUCH, 2014, pág. 229).
Bajo los preceptos normativos patrios, es considerada como
“la relación económica, amenazada en su integridad por uno o
22
varios riesgos, en que una persona se halla consigo misma o con
otra persona, o con otras cosas o derechos tomados en sentido
general o particular” (OSSA, 1991, pág. 73).
El interés asegurable aterriza sobre 3 pilares básicos: i) el
sujeto: quien es la persona natural o jurídica a quien se le
entiende amenazado su patrimonio. ii) el objeto: es el bien
jurídico sobre el cual recae la inminencia del riesgo; y iii) la
relación económica: entre el sujeto y el objeto que puede verse
afectada toda vez la ocurrencia del riesgo (OSSA, 1991, pág. 73).
II. CONTRATOS DE SEGURO EN EL TRANSPORTE DE
MERCANCIAS
Seguro Directo: Remite sin mayor contemplación a aquel
que recae sobre los bienes objeto del contrato de transporte, como
son los seguros sobre las mercancías transportadas y/o el seguro
de vida o de accidentes.
La doctrina plantea diferentes acepciones para esta figura,
entre ellas, la que se refiere a los seguros reales “Que el doctor A.
MANES denomina “de cosas concretas”, son aquellos que versan
sobre cosas muebles o inmuebles, determinados o determinables,
amenazadas en su integridad física o en la integridad jurídica de
los derechos radicados en ellas.
1. La suma asegurada tiene un límite natural que es el valor
económico de la cosa amenazada, o del interés jurídico a ella
vinculado. Lo que – según se verá posteriormente – entraña
singular trascendencia en la ejecución del contrato de seguro y
en la liquidación o ajuste de las indemnizaciones a que haya
23
lugar. No puede ser objeto de una fijación arbitraria por parte de
por parte de quienes intervienen en la celebración del contrato,
como acontece en algunos seguros de naturaleza patrimonial o
personal, porque el interés asegurable es siempre susceptible de
“estimación previa en dinero” (art. 1087).
2. De ahí que, en todo momento, pueda deducirse la
existencia: Del sobreseguro que, con anterioridad al siniestro,
puede dar origen a la nulidad del contrato o a la reducción de la
suma asegurada (art. 1091) y, con posterioridad a él, a la
regulación del daño indemnizable en función del valor real del
interés asegurado (art. 1089), y del infraseguro que, en caso de
pérdida derivada del riesgo asegurado, origina la aplicación de la
regla proporcional, salvo pacto en contrario (art. 1102).
3. Admiten la procedencia del valor presunto, en los seguros
terrestres, que redime al asegurado del deber de probar, en caso
de siniestro, “la cuantía de la pérdida”, según la previsión del art.
1077 del Código de Comercio (C. de Co., art. 1098), y la del valor
estimado, en los seguros marítimos, que es incontrovertible
“excepto del caso del dolo, o para el efecto de determinar si se
está en presencia de una pérdida total constructiva”, a la luz del
art. 1713 del Código de Comercio.
4. Por su naturaleza, como seguros reales, admiten
asimismo, la viabilidad del seguro de valor a nuevo, que no obsta
al carácter indemnizatorio de los seguros de daños, según lo
previsto por el art. 1090, comoquiera que el criterio determinante
de la prestación asegurada, en caso de pérdida es el valor de
reposición o reemplazo de la cosa asegurada” (OSSA, 1991, pág.
61 a 62).
Seguro de Responsabilidad Civil: Entiéndase como aquel
contrato de seguro donde está relacionada la actuación del
24
transportador y la responsabilidad de sus actos frente a los
transportados y a terceros, con la finalidad, toda vez su
responsabilidad, de resguardar al asegurado de aquellas
reclamaciones de personas en virtud del perjuicio que éste les
haya causado.
Al respecto, precisamente menciona el artículo 1127 del
Código de Comercio que el “seguro de responsabilidad impone a
cargo del asegurador la obligación de indemnizar los perjuicios
patrimoniales que cause el asegurado con motivo de determinada
responsabilidad en que incurra de acuerdo con la ley y tiene como
propósito el resarcimiento de la víctima, la cual, en tal virtud, se
constituye en el beneficiario de la indemnización, sin perjuicio de
las prestaciones que se le reconozcan al asegurado.
Son asegurables la responsabilidad contractual y la
extracontractual, al igual que la culpa grave, con la restricción
indicada en el artículo 1055”.
Otros doctrinantes lo consideran como “[…] un ramo de los
seguros de daños patrimoniales, por el cual el asegurador se
obliga a indemnizar los daños y perjuicios causados a terceros,
por un hecho previsto en la póliza, del cual sea civilmente
responsable el asegurado” (STRAUCH, 2014).
III. EL INTERES ASEGURABLE EN EL CONTRATO DE
TRANSPORTE DE MERCANCIAS
Bajo los conceptos previstos anteriormente, es necesario
preguntar si el transportador tiene interés asegurable en aquellas
mercancías que transportará, o solo se puede ostentar dicho
requisito esencial a favor de quien pretenda remitirlas.
25
De acuerdo con la normas nacionales parece claro que el
interés asegurable, respecto de los bienes a transportar, no se
predica exclusivamente del dueño de las mercancías, toda vez al
parecer no es el único que resulta interesado en estas, pues
existen casos, donde el propietario de lo que se va a enviar no
asegura los productos, y en efecto, así lo hace el transportador,
será entonces este último, el único interesado en reclamar ante
la aseguradora al ocurrir un siniestro.
La génesis de este planteamiento se da conforme con lo
estipulado en el artículo 1040 del Código de Comercio, pues
refiere que «el seguro corresponde al que lo ha contratado, toda vez
que la póliza no exprese que es por cuenta de un tercero», al llevar
esto a la práctica, permite pensar automáticamente, que cuando
se aseguran por el transportador los productos en el contrato de
transporte de mercancías, será el transportador en quien recaiga
el interés asegurable respecto de lo transportado, ya que ha sido
este, como lo expresa la norma, quien contrató directamente el
seguro de las mercancías sin haber expresado la intervención de
un tercero en dicho contrato.
Adicionalmente, más contundente resulta bajo el sustento
previsto en el Decreto 1º de 1990, que modificó lo reglado por el
artículo 1124 del Código de Comercio nacional, si bien es claro
que el transportador podrá contratar el seguro para las
mercancías que transportará, para la doctrina no es así; en lo
concerniente la norma estipula que:
“Podrán contratar el seguro de transporte no sólo el propietario de la
mercancía sino todos aquellos que tengan responsabilidad en su
26
conservación, tales como el comisionista o la empresa de transporte,
expresando la póliza si el interés asegurado es la mercancía o la
responsabilidad por el transporte de la mercancía”.
De acuerdo con lo dicho previamente, podrían despejarse
las dudas respecto de que el agente transportador puede llegar a
tener interés asegurable en la mercancía que traslada, pues es
un interviniente directo en la medida que tiene la responsabilidad
de conservar lo acarreado.
Por su parte, el Decreto 01 de 1990 que modificó el artículo
994 del estatuto comercial patrio soporta esta postura, pues
estipula que una vez pedido por el Gobierno, el transportador
deberá tomar un seguro de transporte, ya sea, por su cuenta, del
pasajero o del dueño de la carga. Dicho lo anterior, conlleva a
pensar que efectivamente, bajo el supuesto en el que sea el
transportador el tomador del seguro, tendrá en este caso, interés
asegurable respecto de la carga objeto del contrato de transporte.
Concerniente con el articulado citado, el doctrinante Andrés
E. Ordoñez, mantuvo una posición contraria a lo planteado, pues
manifiesta que estas normas “revelan alguna preocupación por el
tema del interés asegurable, pero que evidentemente no resultan
acertadas con el marco visto anteriormente”, toda vez que lo
expuesto en primera medida, “confunde, hablando de
responsabilidad civil, el concepto de interés con el concepto de
riesgo” y lo segundo, apunta acertadamente a insistir “en la idea
de un seguro de transporte por cuenta propia del transportador
[…]” (Ordoñez, 2012, pág. 83).
27
En esa misma postura contraria, el mismo catedrático
predica que cuando el transportador directamente lleva a cabo el
aseguramiento de las mercancías que trasladará no puede tener
interés asegurable respecto de ellas, que de asumirlo, no habrá
contrato de seguro pues se desnaturaliza completamente el
elemento esencial del contrato de seguros.
Señala también que “[…] el seguro de transporte,
entendiendo por tal el que está dirigido a cubrir el interés
radicado en la[s] cosa[s] o persona[s] transportados, no puede ser
asegurado el transportador mismo por cuenta propia. Se repite:
su interés no radica en lo transportado, sino en el eventual y
abstracto daño patrimonial que pueda derivar en su contra el
serle imputable una responsabilidad civil. Por lo mismo, repugna
a la práctica del seguro el seguro de transporte cuando en el
mismo se hace figurar como tomador y asegurado al
transportador; éste solo podrá ser asegurado en el seguro de
responsabilidad civil derivada del transporte, o tomado por
cuenta del dueño de las mercancías o del equipaje transportado,
o por cuenta del pasajero dentro del seguro de vida o accidentes
en que éste es asegurado y con las precauciones propias de todo
seguro tomado sobre la vida del otro.
Un seguro de transporte que ampare en forma directa las
mercancías transportadas, tomado por el transportador, sin que
se exprese claramente que es seguro tomado por cuenta del
dueño de las mercancías, es un seguro en el cual está ausente el
interés asegurable como el elemento esencial del seguro, en la
medida en que debe entenderse que el seguro corresponde a
28
quien lo ha contratado, a menos que se diga otra cosa (art. 1040
C. de Co.) 4” (Ordoñez, 2012, pág. 81 a 82).
De conformidad con el asunto planteado, la Sala Civil de la
Corte Suprema de Justicia, analizando el proceso donde una
persona demandó a las sociedades Intermoving Ltda y Seguros la
Andina S.A., así mismo, solicitó que se declarara el
incumplimiento del contrato de transporte y el pago de los
perjuicios respectivos, toda vez que contrató con Intermoving el
transporte del menaje doméstico de Medellín a Bogotá D.C., de
igual forma pretendió la condena de Seguros la Andina (en
calidad de agente asegurador de Intermoving) el pago de las
indemnizaciones por las pérdidas sufridas por la no entrega.
Subsiguientemente, Seguros la Andina excepcionó aduciendo
“carencia de acción directa del actor, fundada en que de
conformidad con el artículo 87 de la Ley 45 de 1990 dicha acción
está establecida para el seguro de responsabilidad civil, no para
el de transporte de mercancías, que fue celebrado”. Los fallos de
primera y de segunda instancia concedieron las pretensiones.
En el estudio de este caso, la Corte señaló que5 “[…] en el
campo especifico del seguro de transportes, no puede atribuírsele
4 “evidente que el interés asegurable varía sustancialmente frente a estas dos formas
fundamentales del seguro asociado al transporte; en el caso del seguro directo sobre los
bienes transportados, el interés asegurable por definición es el interés del dueño de las
mercancías o de los equipajes transportados o el de la persona misma del pasajero; en el
seguro de responsabilidad civil, el interés asegurable es evidentemente el del transportador,
en la medida en que su responsabilidad puede verse comprometida en el daño que sufran, en el curso del transporte, dichos bienes o personas o, eventualmente, terceros. Una
primera observación importante: el interés asegurable del transportador no está radicado
realmente sobre las mercancías o el equipaje, ni mucho menos sobre la persona del
pasajero; está radicado sobre su patrimonio como ente abstracto: esa universalidad jurídica
conformada por activos y pasivos con valor determinable en dinero, del cual es titular. Por
ello, el seguro de responsabilidad es esencialmente un seguro de los llamados patrimoniales. Por oposición a los seguros reales (que tienen por objeto bienes específicos
de un patrimonio), según clasificación ampliamente acogida por la ley colombiana (art.
1082 del C. de Co.)”. 5 Sentencia Corte Suprema de Justicia – Sala de Casación Civil. 30 de septiembre de
2002. Ref. Exp. 4799. M .P. Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo.
29
al dueño de las mercancías transportadas la titularidad exclusiva
–y excluyente- del interés asegurable, como quiera que otros
sujetos, por igual, separada o conjuntamente, bien pueden
investirlo.
Así sucede, sin más preámbulos, con el propio
transportador que, por ley, se obliga a «[…] conducir de un lugar
a otro, por determinado medio y en el plazo fijado, personas o
cosas y a entregar al destinatario» (C. de Co., art. 981)6.
En consonancia con el contenido de la primera parte de la
norma supraindicada, indicativa de que el transportador también
puede válidamente tomar un seguro de transportes, así no sea el
propietario de la mercancía objeto del negocio jurídico respectivo,
su apartado final afianza la misma idea, al prescribir que tal
contratación podrá darse, en el entendido de que se exprese “[…]
en la póliza si el interés asegurado es la mercancía o la
responsabilidad por el transporte de la mercancía”.
Si tiene lugar lo primero, esto es que de alguna manera se
explicite –o se haga inteligible- que el interés asegurable recae
sobre la mercancía, es dable partir de que el seguro tomado por
el transportador, por regla, gracias al régimen especial
colombiano, tiene un doble cometido: proteger un interés propio
y, al mismo tiempo, en forma preferente, a la par que
convergente, uno ajeno (seguro por cuenta ajena, art. 1042 del C.
de Co.), tal y como luego se aludirá, a espacio, dado que en
Colombia esta modalidad de contratación, que se opone a la que
se realiza por cuenta propia (C. de Co., arts. 1037 y 1040), tiene
un radio de acción mayor, al punto que si no se estipula lo
contrario, “[…] el seguro por cuenta valdrá como seguro a favor
6 Ello explica que el artículo 1124 del Código de Comercio, reafirmando el señalado aserto,
disponga que, “Podrán contratar el seguro de transporte no solo el propietario de la mercancía, sino también todos aquellos que tengan responsabilidad en su conservación,
tales como el comisionista o la empresa de transporte”.
30
del tomador hasta concurrencia del interés que tenga en el
contrato y, en lo demás, con la misma limitación, como
estipulación en provecho de tercero” (C. de Co., art. 1042).
Si acaece lo segundo, vale decir que se expresó –o convino-
que «[…] el interés asegurado […] es la responsabilidad por el
transporte de la mercancía», inicialmente puede entenderse que
el seguro de transportes, sin mudar de arquitectura negocial,
sirve de vehículo –o si se desea de continente- para incardinar
una cobertura de responsabilidad civil originaria”.
Así las cosas no resulta de recibo en el derecho colombiano,
por lo menos en la hora de ahora, afirmar que el seguro de
transporte posee una estructura unívoca y, por tanto excluyente,
que riñe con la asignada al seguro de responsabilidad civil, a
pretexto de la naturaleza diversa que, en el pasado, o sea con
anterioridad a la reforma del año mil novecientos noventa, ambos
tipos asegurativos ostentaban: real y patrimonial,
respectivamente7.
Expresado en forma más sucinta, se advierte que de cara a
la nueva preceptiva imperante, el transportador puede trasladar
–figuradamente- riesgos ajenos, con miras a proteger intereses de
otro u otros (seguro por cuenta ajena), o también riesgos propios,
exclusivamente, emergentes del negocio jurídico celebrado entre
las partes contratantes.
7 Lo anterior, en la medida en que, ministerio legis, hoy es viable que en la envoltura de un
seguro de transporte, según el caso, se entronicen, separada o conjuntamente, dos seguros de daños: uno que cobije la cosa transportada (seguro de facultad o de la cosa material
transportada), como tal de carácter real, y otro que concierna, únicamente, a la
responsabilidad del transportador, a su turno de índole patrimonial –por lo menos en forma
meramente abstracta- (C. de Co., art. 1082), pues no es la cosa, en sí misma considerada,
la que –recta vía- está expuesta, sino el patrimonio del contratante, o sea del transportador,
obligado, según se delineó a “[…] conducir de un lugar a otro, por determinado medio […] cosas y a entregar estas el destinatario” (C. de Co., art. 981), hecho que explica que el
artículo 982, en lo referente al plexo obligacional, le imponga al transportador de cosas la
obligación de “[…] recibirlas, conducirlas y entregarlas en el estado en que las recibe […]”.
Es el tipo aseguraticio que un sector de la doctrina patria, apellida “seguro de transporte
patrimonial”.
31
En efecto el legislador patrio, con arreglo a los dictados de
la Ley de Contrato de Seguro española del año 1980,
específicamente con el artículo 56, en lo capital, concibió el nuevo
texto del artículo 1124 del Código de Comercio, por entero
divergente del originario, engastado, ab origine, en el
ordenamiento mercantil de 1971 (decr. 410), llamado a gobernar
las diferentes formas de extender el certificado de seguro de
transporte: nominativa; a la orden, o al portador, así como lo
atinente a la cesión de los certificados nominativos. Y lo hizo,
empero agregando algunos vocablos y frases como ulteriormente
se apreciará, sobre todo referidos a la responsabilidad derivada
del transporte de la mercancía que, ex profeso, en su momento
habían sido eliminadas por el aludido artículo 56, en punto al
derogado artículo 434 del Código de Comercio español.
De consiguiente, el contenido del actual artículo 1124 del
Código de Comercio, es novísimo, como quiera que no existía en
la legislación primigenia. Fue entonces el decreto 1 de 1990,
llamado a introducir “[…] algunas modificaciones al Código de
Comercio, en lo referente al contrato de transporte y al seguro de
transporte”, el encargado de su factura –ex novo-, para lo cual se
cimentó en el prenotado artículo 56 de la normatividad ibérica, a
cuyo tenor: “Podrán contratar este seguro no sólo el propietario
del vehículo o de las mercancías transportadas, sino también el
comisionista de transporte y las agencias de transporte, así como
todos los que tengan interés en la conservación de las
mercancías, expresando en la póliza el concepto en que contrata
el seguro”.
Varios, pues, son los sujetos que, ope legis, invisten –en la
actualidad- un diáfano interés asegurable en el seguro de
transporte, suficiente para que, una vez celebrado el negocio
32
jurídico respectivo, se torne asegurado (transición jurídica del
interés).
El primero, el propietario de la mercancía que por ser titular
del derecho de dominio (vinculación ex re), indiscutiblemente está
legitimado para contratar un seguro que le permita reclamar de
su asegurador, según las circunstancias, la indemnización
derivada de la pérdida o deterioro de las mismas, lato sensu,
opción de suyo frecuente en la praxis (seguro de transporte,
strictu sensu, o estado de acentuada pureza).
Y los restantes que, sin tener una relación de dominio frente
a la cosa, en todo caso tengan alguna responsabilidad negocial
en su preservación (ex contractu), por vía de ejemplo el
comisionista y la empresa de transporte, quienes a la luz de las
normas que regulan el tópico en comento, tienen un definido
interés asegurable, en razón de que su “[…] patrimonio puede
resultar afectado, directa o indirectamente por la realización de
un riesgo”, como lo asevera, en una fórmula amplia, amén de
conceptual, el artículo 1083 del estatuto, el que de igual modo
explicita que es asegurable “[…] todo interés que, además de
lícito, sea susceptible de estimación en dinero”, conforme ya se
anotó.
Dicha pluralidad de intereses asegurables que, in potentia,
pueden inscribirse en el marco de un seguro de transporte, hoy
de insoslayable rango legal (C. de Co., art. 1124), es la que
permite entender que un seguro, inveteradamente considerado
por la comunis opinio como real –en puridad-, puede albergar
uno de responsabilidad civil, en el que obviamente no estará
asegurada la cosa, sino la responsabilidad del transportador –o
la del comisionista-, de forma tal que en esta última hipótesis la
obligación del asegurador se traducirá en “[…] indemnizar los
perjuicios patrimoniales que cause el asegurado con motivo de
33
determinada responsabilidad en que incurra de acuerdo con la
ley” (art. 1127), o sea la emanada del contrato de transporte (C.
de Co., arts. 981 y ss.)8 (JARAMILLO, 2011, pág. 599 a 603).
En pro de tutelar su interés, toda vez la relación que nació
con el remitente, se vislumbra de conformidad con la sentencia
de la Corte que lo que existe para el transportador cuando
contrata un seguro para las mercancías que transportará, será
un seguro de responsabilidad civil a favor de este, pues ese
transportador no tiene interés asegurable respecto de las
mercancías que acarrea, su real propósito se encuentra en la
responsabilidad que puede desprenderse al dañar lo que se está
trasladando, toda vez que de ocurrir esto último su patrimonio se
podría ver afectado, lo que traduciría y debido a la pluralidad de
intereses que hay sobre la conservación de la mercancía, es la
inseminación de los seguros de responsabilidad o patrimoniales
dentro de los seguros reales.
8 Es por ello por lo que las Secciones III y IV del título V del Libro cuarto del Código de
Comercio, destinadas, en su orden, a disciplinar los seguros de transporte y
responsabilidad, hoy no pueden considerarse como –plenamente- autónomas y, por
contera, dueñas de autogobierno, habida cuenta que serán las normas del seguro de
responsabilidad, en efecto, las llamadas a gobernar precisos aspectos del seguro de
transporte, cuando éste sin hesitación alguna, propenda por cobijar el interés del “[…]
comisionista o de la empresa de transporte”, a través del aseguramiento de la “[…] responsabilidad por el transporte de la mercancía” (C. de Co., art. 1124). Lo propio
acontecerá, por su parte, cuando el interés asegurado, privativamente, recaiga sobre la
mercancía y no sobre la referida responsabilidad, por manera que en este supuesto el
seguro de transporte conservará su teleología originaria –a fuer que histórica-, así como su
plexo normativo particular: artículos 1117 a 1126, inclusive”
34
35
CONCLUSIONES
Conforme con todo lo visto, se puede extraer de la
jurisprudencia y la doctrina, que en aquellos casos donde se
lleven a cabo contratos de transporte de mercancías, el
interesado en la remisión no pacte el seguro de los productos a
transportar, y por no darse esto, el transportador sí lo haga,
refulge, que no hay razones para pensar que entonces hay
transferencia del interés asegurable –como elemento esencial del
contrato de seguro- al transportador. Ahora bien, lo que se da
para el transportador en estas situaciones será un seguro de
responsabilidad civil a favor de este, porque lo único que no
quiere el transportador, ante un eventual siniestro, es salir a
cancelar las mercancías perdidas, pues su patrimonio se verá
afectado, pero respecto del bien como tal, en su integridad, no
tiene interés.
Lo anterior, entonces es contrario a lo predicado por el
artículo 1124 del Código de Comercio, que con la reforma del 90,
se desprendería que el transportador tiene directamente interés
asegurable en las mercancías a transportar, pero no, su interés
radica, itérese, en el detrimento de su patrimonio ante un
siniestro y perdida de la mercancía.
Por lo tanto, no hay seguro directo del transportador por las
mercancías, lo que se entiende que asegura, cuando así lo hace
es la responsabilidad civil que acarrea la pérdida de las mismas,
el seguro directo en estos casos sólo podrá ser contratado en
estos casos por el propietario o aquel que envíe los bienes a otro
lugar. En ese orden de ideas, “un seguro de transporte que
36
ampare en forma directa las mercancías transportadas, tomado
por el transportador, sin que se exprese claramente que es seguro
tomado por cuenta del dueño de las mercancías, es un seguro en
el cual está ausente el interés asegurable como el elemento
esencial del seguro, en la medida en que debe entenderse que el
seguro corresponde a quien lo ha contratado, a menos que se
diga otra cosa” (Ordoñez, 2012, pág. 81 a 82).
37
6. Bibliografía
Derecho de Seguros. Carlos Ignacio Jaramillo
Jaramillo. Ed. Pontifica Universidad Javeriana. Tomo
II, III y IV.
La Carga de Evitar la Extensión y Propagación del
Siniestro. Ricardo Vélez Ochoa. Ed. Ibáñez 2013.
Estudios de Seguros. Andrés E. Ordoñez Ordoñez. Ed.
Universidad Externado de Colombia 2012.
Comentarios al Contrato de Seguro. Hernán Fabio
López Blanco. Ed. DUPRE Editores 2014.
Derecho de Seguros. Oswaldo Contreras Strauch. Ed.
Thomson Reuters 2014.
El Contrato de Seguro. Andrés E. Ordoñez Ordoñez.
Ed. Universidad Externado de Colombia 2008.
Teoría General del Seguro. J. Efren Ossa G. Ed. Temis
1991.
Contratos Mercantiles –Teoria General del Negocio
Mercantil. Ed. Legis.
El Seguro de Cumplimiento de Contratos y
Obligaciones. Jorge Eduardo Narváez Bonnet. Ed.
Pontifica Universidad Javeriana 2011.
De los Principales Contratos Civiles. Cesar Gómez
Estrada. Ed. Temis 2008.