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EL JUICIO

DE

BENJAMÍN ARGUMEDO

Gabino Martínez Guzmán

TEsTIMONIOs DE LA REvOLUCIóN

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Editorial de la Universidad Juárez del Estado de Durango

Título: El juicio de Benjamín ArgumedoPrimera Edición 2001Reimpresion 2012

Diseño de Portada: Carlos Martínez TorresDiseño de Interiores: Lizette Villaseñor Rodríguez

© D.R. Gabino Martínez Guzmán© D.R. de esta edición, Editorial de la Universidad Juárez del Estado de DurangoConstitución 404 sur. Zona Centro CP. 34000Durango, Dgo., 2012

[email protected]

ISBN:978-607-7665-92-2

UNIVERSIDAD JUÁREZ DEL ESTADO DE DURANGO

LUIS TOMÁS CASTRO HIDALGO RECTOR JOSÉ VICENTE REYES ESPINO SECRETARIO GENERAL JOSÉ GERARDO IGNACIO GÓMEZ ROMERO DIRECTOR GENERAL DE ADMINISTRACIÓN CARLOS SILERIO MEDINA ABOGADO GENERAL JUAN CARLOS CURIEL GARCÍA DIRECTOR DE SERVICIOS ESCOLARES

JACINTO TOCA RAMÍREZ DIRECTOR DE PLANEACIÓN Y DESARROLLO ACADÉMICO

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A la memoria del Ing. Juan Salazar Álvarez. Hombre rebelde,

pero razonable; de ideas y dehechos, de sueños y pasiones.

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ÍNDICE

Introducción

Juicio de Benjamín Argumedo

La consignación Nombramiento de defensor Notificación al C. Licenciado Ramón Martínez La declaración Testigo de cargo Tribunal militar Las conclusiones Comunicado Fuentes

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INTRODUCCIÓN

Este pequeño folleto que tiene usted en sus manos, es el relato del juicio de guerra a que fue sometido Benja-mín Argumedo en febrero de 1916. Son copias textua-les de las actuaciones judiciales de tal juicio.

Nos pareció relevante presentarlas en esta forma, porque la confesión de Benjamín ante las autorida-des, es el relato de su propia vida durante la Revolu-ción, expresado con su propio lenguaje, con sus ideas, conceptos y modismos. En cierta forma, esto pinta al hombre.

Leyendo la confesión de Argumedo, uno se da cuen-ta que era originario de la Hacienda de Guadalupe del municipio de Chávez, Coah. (ver mapa), que se levan-tó en armas en 1910, al llamado de Francisco I. Made-ro.1

Igualmente, muchos desconocíamos que Benjamín Argumedo había participado en las fuerzas de Emilia-no Zapata. Y todavía era más desconocido que Argu-medo fue el último jefe de la convención revoluciona-ria.

La historia no debe verse como un melodrama de héroes y villanos. Si en tiempos de paz la política es extremadamente compleja e impredecible, imagíne-

1 Circunstancia que ignoraba el historiador del Colegio de México, Javier Garcíadiego; ver pág. 98 “Benjamín Argumedo, Revolucionario Arquetípico y Guerrillero Mítico”, Francisco Villa y la Revolución en el Norte, memoria del Coloquio Internacional en homenaje a Friedrich Katz IIH- Universidad Juárez del Estado de Durango; Durango 1998.

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se usted como será en tiempos convulsivos. Quien pretenda ver la historia como una lucha de buenos y malos, de ganadores y perdedores, está percibiendo parcialmente nuestro pasado. Este tipo de historia es nociva para operar en el presente, pues para hacerlo con eficacia, es necesario conocer objetivamente nues-tro pasado.

El pasado nunca pasa totalmente, actuamos sobre él, y en muchas cuestiones determina la acción humana. Si tenemos una visión subjetiva de la historia haremos una valoración coyuntural equivocada, y los resulta-dos de nuestra actuación nos serán adversos. La his-toria no es un adorno, es un saber indispensable para la acción política.

Después de los tratados de Ciudad Juárez, las partes en conflicto quisieron imponer la paz y volver al esta-do que prevalecía antes de 1910. Desgraciadamente la lucha popular estaba en pleno auge y el maderismo no pudo controlar las masas. En 1910 habían respondido positivamente al llamado de Madero, pero en 1911 no le atendieron su exhortación de paz y concordia.

Unos depositaron las armas a fortiori, otros grupos entregaron únicamente las que no servían. En este as-pecto, como en muchos otros, los guerreros de Cuenca-mé fueron la excepción de lo ordinario. Primeramente pidieron amparo para evitar el desarme, después in-ventaron varias excusas para conservarlas. El 26 de diciembre de 1911 el Gobernador del Estado, ordenó al destacamento militar de Cuencamé que les recogiera rifles y pistolas a las fuerzas de Calixto Contreras. El comandante militar le contestó al Gobernador dicien-do: “que el ex jefe político Severino Ceniceros le ma-nifestó, que las fuerzas revolucionarias de Cuencamé

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fueron disueltas por orden del gobierno y al requerir a Ceniceros y a Calixto Contreras sobre el destino de las armas que portaba dicho grupo, le dijeron que cuando se sublevaron en contra de las dictadura, las habían pedido prestadas a varios vecinos y que una vez que se ordenó la disolución de los revolucionarios, éstos las restituyeron a sus legítimos dueños”.2

Muchos de los rebeldes que fueron licenciados por el maderismo, se convirtieron en bandoleros sociales y tomaron cualquier bandera para legitimarse; se au-toproclamaban vazquistas, magonistas, zapatistas y orozquistas. Otros se fueron a la lucha social y organi-zaron huelgas de peones, medieros y pastores; ocupa-ron tierras y repartieron cosechas. En fin, las pasiones ardientes de los campesinos no se apagaron con los tratados de Ciudad Juárez.

Por otra parte, los militares de carrera veían con odio y recelo a los líderes naturales que habían surgido de la Revolución y que los habían humillado, al jugar con ellos como al gato y al ratón.

Igualmente, no debe omitirse el hecho de que una vez sentido la libertad y el poder, era difícil que aque-llos campesinos volvieran a su antiguo estado de su-misión social y servidumbre. Habían vivido lo que era el poder, cuando llegaban a un pueblo trayendo tras de sí a un grupo de cien personas montadas y arma-das; veían que infundían miedo y respeto en los pobla-dores y muchas veces hasta admiración, sobre todo de las mujeres. Licenciarlos era mandarlos al anonimato. Como al ciego que recobra la vista para volverla a per-der; la existencia se torna más inviable que la de aquel 2 AHED; Fondo: Secretaría General de Gobierno, Minutario 1911-1912, fojas 42 y 43. Carta del cabo 1o. Agustín Caballero al C. Gobernador del Estado.

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que nace ciego y muere ciego.Todas estas circunstancias determinaron que sur-

gieran bandoleros como hongos en invernadero; y para no verse muy avillanados buscaron una bandera política que les diera legitimación popular.

Como usted puede ver en la cronología de hechos de armas de 1912 y 1913,3 desde el mes de enero el ban-dolerismo era incontenible. Estallaban por doquier como luciérnagas en la noche.

A esta expresión de la lucha armada algunos auto-res le han llamado revolución campesina, para distin-guirla de una corriente política nacionalista, y de otra fracción incipiente de corte proletaria u obrerista.4 Los objetivos de la revolución campesina eran la liber-tad y la tierra, y aunque no emitieron formalmente un programa de reivindicaciones políticas, la lectura de sus actos demuestran lo que querían y lo que odiaban. Las haciendas y los hacendados fueron los objetivos de sus rencores reprimidos; raro fue el latifundio que se escapó de las llamas de los furores campesinos.

En esta corriente participó Benjamín Argumedo, y como fue la parte derrotada en la Revolución, la his-toria oficial (“la historia del poder contada por el po-der”) los satanizó. Incluso, la facción de los colorados fue descalificada más acremente que el villismo. Este desprestigio provenía de la circunstancia, de que los llamados orozquistas habían pactado con Huerta. Pero si analizamos objetivamente los hechos que die-ron lugar a esa alianza, uno se explica lo que sucedió y comprende el proceder de este grupo.

En primer lugar, hay que dejar asentado que eran 3 Martínez Guzmán Gabino, Chávez Ramírez Juan Ángel, Durango: Un Volcán en Erupción FCE. México, 1998. Pág. 154.4 Véase el prólogo de Carlos Fuentes en la obra de John Mason Hart, El México Revolucionario, Alianza Editorial Mexicana, México, 1990.

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gentes iletradas, sin formación ni experiencia política. Aunque eran temerarios como toros de lidia, política-mente eran ingenuos y con facilidad caían en las tram-pas de los políticos.

La lógica de los colorados era producto del sentido común. En 1910 habían combatido en contra de los federales; en 1912 volvían a combatir a los mismos fe-derales. El enemigo era el mismo, únicamente había cambiado de jefe. Don Francisco I. Madero ocupaba el lugar que antes tenía Porfirio Díaz.

En diciembre de 1912 y enero de 1913, este grupo estaba ya en negociaciones5 para amnistiarse con el gobierno maderista. Los negociadores por parte del gobierno eran los mandos federales de La Laguna. Cuando Huerta derrocó a Madero, el jefe de operacio-nes le imprimió celeridad a las negociaciones y amnis-tió a los colorados y les dio lo que no les pudo otorgar Madero: el grado de generales, mando de tropa y ha-beres en metálico.

Estos campesinos armados no se dieron cuenta que había cambiado la situación política. Ellos estaban pactando con el mismo interlocutor, pero éste había cambiado de patrón. En estas condiciones el vendaval de la Revolución arrastraba a los colorados al lado de sus enemigos de clase. Cayeron en la trampa del palo y la zanahoria.

Argumedo se incorporó a las huestes zapatistas y termina como el último jefe de la convención revolu-cionaria. A finales de 1915, llegó a Durango como un comandante de los villistas de la región y éstos le reco-nocieron tal estatus.

El área de Cuencamé, Peñón Blanco y Pasaje, había 5 AHED; Fondo Revolución, Carta del Jefe Político de San Juan de Guadalupe al Gobernador de Durango, Ing. Carlos Patoni de fecha 5 de noviembre de 1912.

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sido una fuente inagotable de revolucionarios y sobre ellos recayó toda la violencia de las fuerzas carrancis-tas, en su afán de limpiar de villistas el Estado de Du-rango. La limpia consistía en amnistiar a los menos peligrosos y a los primados del villismo, fusilarlos o colgarlos sumariamente.

En diciembre de 1915, el general Francisco Murguía ordenó el desalojo de todos los pobladores de Cuen-camé. Hombres, mujeres, niños y ancianos empren-dieron el éxodo; a pie, en burros, carretas y carros. Una vez realizado lo anterior, el ejército carrancista le prendió fuego al caserío; arcinas de maíz, chozas de ocotillo y todo lo inflamable, fue consumido por las llamas. La caravana de expulsados llegó a Pasaje, y de ahí, unos se embarcaron en tren para Torreón, otros para Durango,6 y los más se fueron a vivir como nóma-das por la serranía.

Pero los carrancistas no fueron lejos por la respuesta. Los revolucionarios de Cuencamé se reunieron para vengar la injuria. Imagínese usted a Calixto Contreras y a Benjamín Argumedo comandando a una legión de valientes entre los valientes. Todos ellos curtidos en mil batallas; pero además, ardiendo de rabia porque sus hogares habían sido quemados, sus hijos, deste-rrados y obligados a vivir de la caridad pública. En el pueblo de Pasaje fue la batalla, y los carrancistas no pudieron contener aquella manada de leones heridos. La matanza fue atroz; solo sobrevivieron los que lo-graron huir despavoridos a campo traviesa.

A pesar de las derrotas que habían hilvanado los vi-

6 El Gobernador del Estado General Mariano Arrieta le informó al Presidente Carranza de las atrocidades que había cometido Murguía en el pueblo de Cuen-camé y lo único que consiguió fue que lo quitaran de Gobernador.

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lllistas en el año de 1915, aun constituían un serio pe-ligro. En primer lugar, porque las batallas futuras, se iban a dar en el terreno de los villistas; en segundo, porque iban a cambiar la forma de guerrear, la gue-rra de posiciones iba a ser sustituida por la guerra de guerrillas donde los villistas eran verdaderos maes-tros. Calixto Contreras y sus centauros de Cuencamé lo habían demostrado en 1913, cuando derrotaron al ejército federal, obligándolo a encerrarse en la ciudad de Durango esperando el golpe final.

Benjamín Argumedo por su parte había labrado una leyenda de hombre audaz y temerario. Fue engañado, y en el torbellino de la Revolución había caído en las filas de sus enemigos de clase. Pero pronto se incorpo-ró a las fuerzas del zapatismo con quien tenía grandes coincidencias. El mismo Francisco Villa desde Peñue-las Aguascalientes, mandó a Rodolfo Fierro y a Canu-to Reyes a colaborar con Benjamín Argumedo en la custodia del gobierno de la convención,7 y cortar las líneas de abastecimiento de Obregón. Después, el 2 de enero de 1916, Villa mandó otra comisión encabezada por el Coronel Vargas Arreola, para que localizara a Benjamín Argumedo que se encontraba enfermo en el Estado de Durango.8

Y efectivamente, Argumedo se encontraba delicado de salud. Después de derrotar a los carrancistas en Pa-saje, Avilés y Lerdo, dejó el mando y se refugió en un lugar cercano de la tierra de su compadre Luis Caro,

7 Vargas Arreola Juan Bautista, A Sangre y Fuego con Pancho Villa. F.C.E., México, 1992; pág. 255. El 27 de junio de 1915, Villa envió a los Generales Fierro y Canuto Reyes a cortarles las líneas de abastecimiento del ejército ca-rrancista, ya que los zapatistas se mostraban incapaces de lograr ese simple objetivo.8 Idem, pág. 336.

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en un paraje que está entre la línea divisoria de Zaca-tecas y Durango, en un punto denominado El Paraíso, de la Hacienda de Molinos del municipio de Nieves, Zac.

El Coronel Vargas Arreola relata en su obra, “A Sangre y Fuego con Pancho Villa”, como llegó hasta el escondite de Benjamín Argumedo. Los puntos que menciona, como el pueblo de “Picachos”, la “Hacien-da de Paradas”, existen y están cerca del lugar donde se escondía Argumedo.9 En uno de los pasajes Vargas Arreola describe así al guerrillero: “Le eché el poncho de tigrillos y palmeras negros con fondo gris sobre sus hombros y le coloqué un sombrero de anchas alas co-lor perla en la cabeza, atada con un paliacate, el mis-mo que usaba para amarrarse las quijadas al entrar en combate;”...10 Descripción que coincide con una foto-grafía poco conocida de Argumedo.

Sin embargo, no solo los Estados Unidos se pusie-ron del lado de los carrancistas, sino también la suerte o el destino. De repente la muerte cegaba la vida de los mejores guerreros villistas; Urbina muere en sep-tiembre de 1915, Fierro en octubre, y Orestes Pereyra a finales de ese mismo año. Benjamín Argumedo y Ca-lixto Contreras murieron en 1916, al primero, sus pro-pios compañeros lo entregaron al enemigo, y Contre-ras cayó víctima de una celada del general Fortunato Maycotte.

Solo Villa eludía los cuatros que le tendía la muerte, pero para ello tuvo que decretar una vertiginosa gue-

9 Idem, pág. 335 y 337.10 Idem, pág. 354.

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rra de movimientos; viviendo a salto de mata y despla-zándose a mata-caballo. La fatalidad envolvió en sus redes inescrutables a estos personajes de colección, nacidos con el sino de la tragedia, ¿tenían que desapa-recer del escenario para dejar el proscenio histórico a clase media?; a los advenedizos y corruptos, seres comunes, entre ordinario y corriente, entre “merced y señoría”.

La actuación de Benjamín Argumedo en la Revolu-ción simboliza los vericuetos en que se vieron envuel-tos la gente del pueblo que se levantó en armas, pero que no tenían formación o experiencia política.

El pueblo estaba enterado que los españoles habían conquistado México y que los conquistadores se ha-bían repartido las tierras y los indios. Con la indepen-dencia se abolió la esclavitud, pero los españoles se-guían siendo dueños de las haciendas y los indios y mestizos se convirtieron en peones acasillados que era una modalidad de servidumbre.

La Revolución significaba la liberación de los pobres y se jugaron la vida por la libertad y por la tierra. Era una utopía, pero era el único camino para los desespe-ranzados que vivían muertos en vida. Con su sacrifi-cio cambiaron el curso de la historia, abrieron nuevos caminos y sembraron mil esperanzas. Es cierto que la realidad resultó diferente al sueño de los próceres, pero también es distinta a la sociedad que hubiera re-sultado si no hubiese habido Revolución.

El movimiento armado de 1910 debe verse como una lección para todos los mexicanos.

Para los ricos la lectura sería la siguiente: cuando se

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vive en un mar de pobreza, los que más pierden son los poderosos, no solo pierden sus bienes, sino tam-bién la vida y hasta el terruño. Cuando se desata la violencia social no hay ejército capaz de defenderlos. La persistencia de la pobreza es responsabilidad de todos, no solo de quienes la padecen. Aminorar la mi-seria equivale a mejorar la seguridad de los primados y prebendados. Habrá mayor seguridad para todos, si el dinero que se gasta en super policías y armamentos, mejor se invierte en fuentes de trabajo y educación.

Para la clase media y las legiones de empobrecidos la lección que podemos deducir de la Revolución dice así: cuando se desata la violencia todos perdemos todo, patria, padres e hijos. Hay hambre y luto sobre el hombre sempiterna y los dolores añejos. El camino de la liberación y la superación no es la violencia des-tructiva, sino el trabajo y la educación.

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La consignación

Durango, 25 de febrero de 1916.

Esta Jefatura General de Operaciones, en acuerdo de hoy, ha tenido a bien se consigne al Juzgado Instruc-tor Militar de su digno cargo al Sr. Benjamín Argu-medo, que se encuentra preso en la Penitenciaría del Estado, donde queda a disposición de usted para que sea juzgado militarmente por la ley del 25 de enero de 1862, como presunto responsable de varios delitos comprendidos en el artículo 30 de esa ley, especial-mente en las fracciones 1, 2, 3 y 6 del mismo artículo, haciendo constar que Argumedo es enemigo de nues-tras instituciones políticas desde el año de 1913.

El Gral. J. de las O. M.,F. Murguía.

Durango, 25 de febrero de 1916.

Visto el contenido de las consignaciones hechas por el C. General Jefe de Operaciones Militares en el Estado y lo ordenado por ella, procédase desde luego como y

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con la forma que lo previene el decreto No. 14 del 12 de diciembre de 1913, a cuyo efecto hágase estar presente al consignado y tómesele su declaración preparatoria, requiriéndole para que nombre defensor, y de no ha-cerlo, se nombra uno de oficio; en el perentorio térmi-no que la ley señala practíquese todas las diligencias que procedan de practicarse; dentro del término legal pásese los autos a la vista de las partes y hecho, en su oportunidad, dese el aviso correpondiente para la convocación del Consejo para los efectos de la ley ci-tada. Así lo decretó y firmó el C. Coronel Humberto Barrios, Juez Instructor Militar.

Doy Fe.

El General J. y Ll,Humberto Barrios.

Nombramiento de defensor

Enseguida, nuevamente se hizo estar presente el reo, a quien se le hizo saber el derecho que la ley concede para nombrar defensor, por lo que manifestó, que no conociendo persona más apta en su concepto ni que pueda merecerle mayor confianza, no obstante cono-cerlo de muy pocas horas a esta parte, nombra como su defensor al Señor Licenciado Don Ramón Martí-nez, con habitación en la calle de la Constitución No. 98. Para constancia firmó lo expuesto por ante mí.

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Certificó, el Coronel Humberto Barrios.

Benjamín Argumedo.

Capitán 1o. H. Domínguez Millán S.

Secretario.

Notificación al C. Licenciado Ramón Mar-tínez

Durango, 25 de febrero de 1916.

En vista del nombramiento del defensor, hecho por el reo en favor del Licenciado Ramón Martínez, comuní-quese a éste dicho nombramiento, para que si acepta, rinda desde luego la protesta de ley correspondiente, lo mande y firme.

Doy fe.

El Coronel, J. G. M., Humberto Barrios.El Capitán 1o. H. Domínguez Millán S. Secretario.

El 26 de febrero de 1916, estando presente en este juz-gado el Sr. Licenciado Ramón Martínez, se le notificó la anterior providencia, e impuesto de ella dijo: Que aceptaba el cargo de defensor que le confiere el pro-

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cesado, protestando desempeñarlo fiel y legalmente firma.

Lic. Ramón MartínezEl Capitán 1o. H. Domínguez Millán S.

Secretario.

La declaración

Declaración de Benjamín Argumedo. Acto continuo, se hicieron estos escritos al consignado, a quien habién-dole comunicado la orden expedida para proceder, y previa la legal protesta dijo: Por sus generales, que se llama Benjamín Argumedo, originario de la Hacienda de Guadalupe, Estado de Coahuila y accidentalmente vecino de este lugar, casado, agricultor, sastre y de 40 años de edad.

Interrogado sobre los puntos de la consignación de-clara: Que en el año de 1910 y en sostenimiento del Plan de San Luis, se levantó en armas con varios que lo acompañaron y se considera como uno de los prin-cipales sostenedores de los ideales de la Revolución; y que después del triunfo de la Revolución iniciada por el Sr. Madero, fue licenciado, habiéndose retirado a la vida privada; que en poco tiempo y en vista de la perse-cución que le hiciera la federación, se vio obligado por esta causa a empuñar nuevamente las armas y anduvo revolucionando solo, hasta que un tiempo más tarde se unió con Orozco. Advirtiendo que en esta época era el Sr. Madero el Jefe Supremo de la Nación.

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Preguntando por la causa que, habiendo sido un re-volucionario de convicción en favor del Sr. Madero, por qué se levantó después en su contra, a lo cual con-testó: porque lo perseguía la federación, pues estando enfermo...ya en la localidad del Estado de Coahuila, supo que iban soldados de la federación con el fin de aprehenderlos...que no sabe por orden de quién irían esos soldados, pero que sabiendo que los soldados fe-derales no veían bien a los irregulares, decidió levan-tarse en armas antes que caer en poder de los expre-sados federales, sin que tuviera ánimos de declararse enemigo del Sr. Madero, ni de sus ideales, toda vez que el ex Presidente era partidario de esos mismos ideales y se había levantado en armas en favor del pobre, en contra de los procedimientos porfiristas que le causa-ron muchos males. Explicando haberse unido a Oroz-co, que precisamente peleaba en contra del Gobierno del Sr. Madero, por haber tenido conocimiento de que ya Madero no sostenía los mismos ideales en favor de las clases pobres, sino que ya defendía y sostenía los procedimientos de Don Porfirio, creyendo posible que el referido Orozco pudiera sostener los primitivos ideales del Sr. Madero.

Preguntando por qué cuando el cuartelazo de Huer-ta, en febrero de 1913, ayudó al sostenimiento del go-bierno, cuando dicho cuartelazo, contesta que para esa época el exponente militaba bajo las órdenes del General Pascual Orozco, teniendo él también el grado de General que Orozco le confirió, y que si bien es ver-dad que peleó en los diversos combates que se presen-taban a favor de la federación, esto lo hizo sólo con el

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fin de cumplir con su deber de soldado, que le imponía seguir a su jefe, mas no por sostener por convicción al Gral. Huerta, del que sí es verdad que recibió la satis-facción de su grado de General, sin embargo, nunca ha tenido ambición de mando, por no considerarse com-petente para ello.

Preguntando sobre el hecho de que habiendo pe-leado en Torreón, Zacatecas, y otros lugares del in-terior de la República a favor de la federación y bajo las órdenes del Gral. José Refugio Velazco, llegados a la Ciudad de México, por qué siguió levantado en armas, cuando ya parecía que los constitucionalistas habían controlado la mayor parte del país, respondió que él, el interrogado, pretendió deponer las armas y dedicarse a trabajar en la vida privada, y que con tal motivo pretendió obtener del Primer Jefe el que se le respetara su vida y se le dieran garantías, pero que el General Velazco, a las órdenes de quien él estaba, le manifestó que había una disposición del referido Pri-mer Jefe, en virtud de la cual los irregulares no tenían garantías, motivo por el que el exponente decidió se-guir con las armas en la mano, en tanto le fuera posi-ble acogerse a alguna persona que gestionara que se le otorgaran garantías, llevando bajo sus órdenes como ciento cincuenta hombres y permaneciendo inactivo en San Juan Teoquistla, cercano a Puebla, por espacio de cerca de un mes, aunque no recuerda con precisión si sería más o menos ese tiempo, sin pelear en favor o en contra de algún partido.

Interrogado por qué con posterioridad se unió a Za-pata, para combatir en contra de las fuerzas consti-

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tucionalistas, expuso que, no habiendo logrado tener garantías del Gobierno Constitucionalista como él las pretendía, y habiendo sido invitado por Zapata para que se uniera a sus fuerzas, en la creencia que el expo-nente tiene de que el Plan de Ayala que persigue Za-pata, persigue los mismos ideales en favor de la clase pobre que el que levantó en armas al Sr. Madero, el ex-ponente siempre ha creído pelear por esos ideales, por lo que tuvo por conveniente aceptar la invitación que se le hacía y unirse al expresado Zapata; como igual-mente lo hicieron los Generales Almazán, Aguilar y José Trinidad Ruiz, siendo Aguilar el Señor Higinio, habiendo combatido en Santa Inés, Guatempán, Jua-malgán, en el ataque a Puebla, en Atlixco, en Tepeaca y otros varios lugares; que sería prolijo enumerar en favor de Zapata y en contra de los constitucionalistas, teniendo en su cuerpo tres heridas, de las que una fue cuando combatió como soldado del Sr. Madero, y las otras dos, en los diversos combates llevados a cabo en contra de los carrancistas.

Preguntando qué tanto tiempo militó al lado de Za-pata y qué fue lo que originó que se separara de él, contestó: Que estuvo poco más de un año al lado de Zapata y que como los soldados de ése y los suyos no se veían del todo bien, esto hizo que el exponente deci-diera separarse, como lo hizo de Zapata, cosa que efec-tuó después del combate de Jalapa, en el Estado de México, hace cerca de tres meses, en el cual triunfaron las fuerzas carrancistas, decidiendo venir a la región de La Laguna, ya como jefe de la guarnición, que lo adoptó como tal...siendo su ánimo el de venir a operar

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en los lugares que le son conocidos, o el de obtener que se le amnistiara y se le dieran garantías.

Preguntando por qué si pretendía obtener garantías y amnistiarse no se acogió a la ley decretada de am-nistía por el Primer Jefe, dijo: Que en las serranías y lugares despoblados, que es donde muy principal-mente operaba el exponente, no llegó a ver ninguno de esos decretos dados por el Primer Jefe, pues allí no llegaban a sus manos periódicos, y que manifiesta que de haber llegado alguna noticia de amnistía, induda-blemente se habría acogido a ella, pues su ánimo era retirarse a vivir en paz de su trabajo, sin ánimo ya de revolucionar.

Preguntando para que diga cuáles fueron los princi-pales combates que sostuvo ya en esta región del Nor-te de la República, dijo: Que el último combate en el que el exponente llevaba el mando de sus fuerzas, fue el sostenido en la Gruñidora, del Estado de Zacatecas, después del cual se dirigió a Santa Clara, en donde comenzó a sentirse enfermo, motivo por el cual dejó el exponente el mando efectivo de sus fuerzas, en fa-vor del General Canuto Reyes, que se incorporó a sus fuerzas en Santa Clara y operó junto con Espiridión Rodríguez, General de las fuerzas del expresante, pero llevando el mando el expresado Canuto Reyes.En este acto, y considerando cansada la imaginación del declarante, debido al interrogatorio a que ha sido sujeto, se suspende esta diligencia para más tarde, en que ya menos cansado (fatigado el interrogado), pue-da contestar con mejor precisión, pues manifiesta en-contrarse enfermo. Leído que le fue lo anterior, lo rati-

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ficó en todos sus puntos y firmó por ante mí. Certificó, Humberto Barrios.

Benjamín Argumedo.

En la misma fecha y horas, que son las 2 de la tarde, se hizo estar presente nuevamente al consignado para continuar la diligencia suspendida, y reanudando el curso de su declaración, fue preguntado sobre qué participación tomó en los últimos combates acaecidos el último mes de enero en Pasaje, Gómez Palacio, Ler-do y Avilés; toda vez que ha dicho que el mando de sus fuerzas lo había dejado a su general Espiridión Rodrí-guez contestó: Que de Santa Clara emprendió la mar-cha la columna que ya entonces mandaba el General Canuto Reyes, como jefe de las operaciones, en virtud de que el exponente se encontraba enfermo, con di-rección a Pasaje, en donde sin poder precisar la fecha por no recordarla, se emprendió un ataque en contra de las fuerzas carrancistas, que guarnecían dicho pun-to, pero el que lleva la voz, no fue quien dirigió el rela-cionado ataque, en virtud de que como ya tiene dicho, se encontraba enfermo y todo el tiempo del combate lo pasó en un rancho que se encontraba cerca de Pasa-je, por el rumbo de Cuencamé y muy cerca de la línea de fuego, advirtiendo que en este lugar indicado, lo acompañaba únicamente su asistente y que los miem-bros de la convención, que lo habían proclamado jefe, se encontraban en Pasaje, pues es de advertir que és-tos nunca tomaron participación en ningún combate,

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pues en su mayor parte son civiles. Que respecto de los ataques emprendidos contra Lerdo y Avilés, no puede detallar nada en razón que cuando esto ocurrió, el de-ponente se había puesto más grave de su enfermedad y no se dio cuenta de los acontecimientos.

Preguntando, por qué causa no intentó al llegar a esta región, acogerse a la amnistía, puesto que al ponerse en contacto con las demás fuerzas enemigas al actual Gobierno, se supone que debieron haberlo puesto al tanto de la casi completa decadencia de su partido, ex-puso que cuando todavía se encontraba por el Estado de Morelos, supo que se había pactado una amnistía, y entonces se retiró con sus fuerzas de la Capital de la República, donde se encontraba en esos días, y tomó el rumbo de Cuernavaca, sin combatir, pero que por la falta completa de comunicación y sin saber a punto fijo el resultado de tal amnistía, se concretó a seguir el curso de las circunstancias y decidiendo como ya tiene dicho, pasarse a esta región, emprendió su salida hasta llegar a Santa Clara, como ya lo tiene expuesto, y que no intentó acogerse a la amnistía en razón de que ya venía muy enfermo y no quiso hacer ya aprecio de nada relativo, tanto más cuando que Canuto Reyes nunca lo puso al tanto de la verdadera situación, y en su decaimiento se redujo a llevarse de los aconteci-mientos.

Interrogado sobre las miras que pretendía al aceptar el puesto de jefe de la Convención y qué proposiciones le hizo ésta para fin de continuar la campa, contesta: Que al haberse reunido en Toluca, la Convención no le hizo ningunas proposiciones, sino que sabiendo el

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exponente que se venía para este rumbo, entrevistó a Lagos Cházaro, que la encabezaba, y le manifestó que él, (...) también pensaba tomar ese mismo rumbo y habiendo convenido encaminarse en su marcha, Chá-zaro y los demás miembros, lo nombraron jefe de la Convención.

Como la mayor parte de los miembros que la forma-ban son como ya tiene dicho, civiles y de suyo muy pu-silánimes, supuso el que lleva la voz que lo que aqué-llos pretendían era evadirse del peligro que corrían y así se lo manifestaron, puesto que le dijeron que los sacara de aquellos puntos, donde su peligro era inmi-nente y los pusiera en los lugares donde se encontra-ran las fuerzas villistas, por cuya causa el declarante no vio motivo para negarles su protección y dejarse llamar jefe de ellos; agrega que habiéndolos traído, en efecto, y comenzando la gravedad de su enfermedad, a causa de ésta, sólo recuerda, como ya antes lo dijo, li-geros detalles del ataque a Pasaje y de allí hasta haber llegado a Avilés, en donde se quedó pastiado, mientras las fuerzas al mando de Canuto Reyes emprendieron los movimientos subsecuentes, pues ya de este punto para en lo sucesivo, no tiene conciencia absoluta de los acontecimientos, hasta cuando lo aprehendieron, que apenas tenía un día de haber dejado el lecho y co-menzaba a darse cuenta de sí mismo, comprendiendo entonces que se encontraba abandonado de sus fuer-zas, pues no quedaban para acompañarlo nadie más que el coronel Ramón T. Marroquín y su asistente.

Preguntando que si durante el transcurso de la últi-ma Revolución, dio orden de fusilamiento o ejecución

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en contra de jefes, oficiales o clase de tropa del ejército constitucionalista, contestó: Que a este respecto sus órdenes eran estrictas y siempre las dio en el sentido, de que no se fusilara a nadie, sino que a todos los que se hicieran prisioneros se consignaran a la comandan-cia militar respectiva, para que fueran juzgados debi-damente y que no recuerda haber expedido ninguna orden de ejecución. Y no teniendo más que agregar y sabiendo que se encuentra también preso el Coro-nel Ramón T. Marroquín, a quien le constan la mayor parte de los hechos que tiene narrados, pide que se examine a éste para su comprobación.Ante lo expuesto, previa su lectura, se ratifica y firma ante mí, testifico, Coronel J. y Ll., Humberto Barrios.

Benjamín Argumedo.El Cap. 1o.

H. Domínguez Millán S. Secretario.

Testigo de cargo

Acto continuo, presente de que se hizo estar al señor Ramón T. Marroquín, para la declaración que le re-sulta, según lo expresado en el final de la declaración que precede, de lo cual fue puesto al tanto, y previa la protesta legal que otorgó, dijo: Que por sus genera-les, que se llama como ya quedó escrito, ser originario de San Buenaventura, Coahuila y accidentalmente en

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esta Ciudad, casado, agricultor y de 23 años de edad.Examinado conforme a los puntos de la anterior

declaración, por la que le resulta cita, contestó: Que perteneció a las fuerzas de Cheché Campos, siendo entonces Capitán 1o, y cuando estas fuerzas fueron desarmadas en Gómez Palacio, en abril de 1914, y ha-biendo sido preso por el General Bravo, lo pidió para sus fuerzas el entonces Coronel Federico Reyna, por lo cual, fue excarcelado y pasó a formar parte de las expresadas; que habiendo sido herido en uno de los ataques que Villa hizo a Torreón, pasó a curarse a la Capital de la República, en donde permaneció hasta que recuperada la Plaza de Torreón por los huertis-tas, se incorporó en esta Ciudad de Torreón con las fuerzas del mismo Reyna; que tomada nuevamente dicha plaza por los villistas, tomaron rumbo a Salti-llo, en cuyo punto se unió, y debido a que en el último ataque de Torreón mataron al Coronel Reyna y toda la gente que mandaba fue distribuida, el que habla pasó a las fuerzas que mandaba el ya entonces General Ar-gumedo, con quien andaba hasta llegar a México, en donde por razón de encontrarse todavía un tanto en-fermo de las heridas que adolecía, tuvo que quedarse cuando Argumedo salió a campaña, debido a lo cual y habiendo salido el declarante a inspeccionar con una fracción a su mando, en el trayecto entre el Estado de Morelos y Guerrero, se encontró con Argumedo y se le incorporó; no pudiendo precisar las fechas por no recordarlas, pero supone que debía haber sido a fines de 1914; que de estas fechas en adelante no volvió a se-pararse de Argumedo, hasta cuando los trajeron a esta

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Capital en calidad de prisioneros, y estando enterado del contenido de la declaración del expresado, en to-dos sus puntos es enteramente cierto lo asentado por éste y sólo desea que se haga constar lo acaecido desde el momento en que el aludido Argumedo, no tuvo con-ciencia de sí mismo, a causa de su enfermedad, hasta el momento en que lo tomaron prisionero.

Llegando después de los combates de Torreón y Gó-mez Palacio al pueblo de Santa Clara, dio el mando de las fuerzas al General Canuto Reyes, agravándose más, al grado que los médicos que lo atendían no so-lamente no quisieron ya curarlo, sino que llamando a todos los jefes que a sus órdenes militaban, les dijeron que el General Argumedo no podía salvarse, pues que antes de cinco días dejaría de existir. En vista de esto, todos los jefes con mando de fuerza desaparecieron de su lado; entonces, el de la voz, en compañía del Ge-neral Argumedo, se dirigieron a un lugar de la sierra llamado “El Paraíso”, lugar cerca a San José de Re-yes, municipio de Simón Bolívar, Durango y Morteros, Zacatecas, y esperar ahí el día que expirara, pero como se encargara de su curación un individuo que se decía doctor, para el que habla desconocido, logró aliviarlo relativamente, y como de los días que se sentía mejor, le suplicó al que habla lo llevara a dar un paseíto en el sol, a lo cual accedió, sentándose los dos a la orilla de un ojo de agua donde momentos después se presentó el Mayor Adrián Martínez, quién les intimó la rendi-ción...conduciéndolos a ésta en calidad de prisioneros. Que no tiene más que decir, y leída que le fue su decla-ración, redactada por él mismo, la ratificó y firmó por

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ante mí. Certificó, Ramón Marroquín.

El Coronel, J. y LL.,Humberto Barrios.

El Capitán 1o,H. D. Millán S.,

Secretario.

Tribunal militar

Presidente: General de Brigada Pablo González.Secretario: C. Capitán Antonio Romero.Juez Instructor: General Humberto Barrios.Secretario del Juez: Capitán 1o Hilario Domínguez Mi-llán.Asesor: Licenciado Pérez Treviño.Agente del Miniserio Público: Teniente Coronel Ma-nuel Soto Larrea.Defensor: Licenciado Ramón Martínez.Vocales: Coronel Ernesto Aguirre, Mayor Gregorio F. Prieto, Antonio Herrera C. y Jesús Valdés R.

Se reunirán en el salón de sesiones del H. Ayunta-miento de esta ciudad, a las 10 de la mañana el día 29 de febrero del presente año, lo que se comunica a la guarnición para su conocimiento y efectos.

El Mayor de órdenes de la plaza, E. Arenas.Durango, febrero 27 de 1916.

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Encontrándose terminado, a juicio del juez que sus-cribe la instrucción del presente proceso, de confor-midad con lo preceptuado por el artículo 6o de la ley del 25 de enero de 1862, reformado por el decreto No. 14 del 12 de diciembre de 1913, fracción 2a, pásese los autos a la vista de las partes y dese aviso al Jefe de las Operaciones Militares para los efectos del artículo 1o, de la citada ley, lo mandó y firmó.

Doy fe.

El Coronel Humberto Barrios.El Capitán 1o, H. Domínguez Millán S.

Secretario.

Las conclusiones

Durango, 28 de febrero de 1916.

Al C. Juez Instructor MilitarPresente.

El suscrito, Agente del Ministerio Público en el proce-so que ante este juzgado se instruye en contra del Sr. Benjamín Argumedo, de acuerdo con la ley del 25 de enero de 1862, puesta en vigor el 12 de diciembre de 1913, por decreto del C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Po-der Ejecutivo, ante usted respetuosamente expongo: Que de acuerdo con lo que dispone la fracción 2a del artículo 60, me han sido puestos a la vista por un tér-

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mino de veinticuatro horas los autos relativos, con el fin de que formule mis conclusiones en teste proceso. Con la declaración del reo Benjamín Argumedo, de fe-cha 25 del mes en curso, se comprueba perfectamente que el referido Argumedo es responsable de los delitos de rebelión, a que hacen mención las fracciones 1a y 2a del artículo 3o de la mencionada ley, pues que confie-sa de manera clara y precisa, haber combatido con las armas en la mano, en contra de las fuerzas del Ejérci-to Constitucionalista, con el grado de General, desde marzo o abril de 1913 hasta la fecha.

En la consignación que el ciudadano General de Di-visión, Jefe de las Operaciones Militares en el Estado y de la 2a División del Noreste, considera a Benjamín Argumedo como presunto responsable, a más del de-lito de que se ha hecho mérito, consignado en las frac-ciones 1a y 2a, del artículo 3o.

El reo Benjamín Argumedo no es responsable del delito que expresa la fracción 3a, porque no aparece en autos que haya atentado directamente contra la vida del Supremo Jefe de la Nación o de sus Ministros. El reo Benjamín Argumedo no está comprendido en ella, puesto que cuando se levantó en armas, contra el extinto Presidente de la República, Sr. Francisco I. Madero, la ley del 25 de enero de 1862 no estaba en vigor.

Por lo expuesto, Sr. Juez, y en atención a que el ar-tículo 19 de la precitada ley, castiga con la pena de muerte a los autores de los delitos comprendidos en las fracciones 1a y 2a del artículo 3o, el suscrito Agente del Ministerio Público, pide para el reo Benjamín Ar-

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gumedo, la pena de muerte.

Protesto a usted lo necesario,

El Teniente Coronel,Agente del Ministerio Público,

M. Soto Larrea.

El Capitán 1o,H. Domínguez Millán,

Secretario.

Comunicado

México, 1o. de marzo de 1916.

Al Gral. L. Pesqueira,Secretaría de Guerra.

Hoy a las 12 con 15 minutos fue ejecutado en los patios de la Penitenciaría del Estado, el reo de alta traición, Benjamín Argumedo, cumpliéndose así el fallo dado por el presidente del Consejo Extraordinario de Gue-rra, que se formó para conocer el proceso respectivo, fallo que fue ratificado y sancionado por el Jefe de la Zona de Operaciones. Así me honro en comunicarlo.

Salúdolo.

El General F. Murguía.

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Ejército Constitucionalista,2a División del Noreste,Servicio Sanitario.

El que suscribe, Teniente Coronel, Médico Cirujano, certifica que hoy a las 12 horas 20 minutos p. m. falle-ció por heridas de arma de fuego el ex-general Benja-mín Argumedo, en el edificio de la Penitenciaría del Estado. De orden superior extiendo el presente cer-tificado en la ciudad de Durango, a 1o. de marzo de 1916.

El Teniente Coronel,M.C., C. J. Quintanilla.

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FUENTES

AHSDN. Benjamín Argumedo, Tomo I-XI-III/2-70, Fojas 78 a 110.

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Benjamín Argumedo y Emiliano Zapata

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El Centauro de la Revolución

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El Tigre de La Laguna,último defensor del Gobierno de la

Convención

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Rodolfo Fierro

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Felipe Ángeles

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El General de Generales,Calixto Contreras

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Benjamín Argumedo y Pascual Orozco

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General Benjamín Argumedo“Con su poncho de tigrillos y palmeras

negras con fondo gris, y sombrero de anchas alas color perola, con las mandíbulas atadas

con un paliacate”.

General Benjamín Aigumedo "Con su poncho de tigrillos y palmeras negras en fondo giis, y sombrero de anchas alas color perola, con las mandíbulas atadas con un paliacate".

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El temerario Luis Caro, compadre de Benjamín Argumedo. En San José de Reyes, municipio de Simón Bolívar vivía Luis Caro

en 1910.

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General Orestes Pereyra

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