El lavado de cerebro

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El lavado de cerebro El deseo de controlar la mente del otro es tan antiguo como el hombre. En todo este tiempo se han desarrollado técnicas de lavado de cerebro muy variadas. Algunas de las formas más crueles son: la tortura y el acoso psicológico. Pero también hay otras formas más sutiles: publicidad y educación. Una actúa en beneficio de la otra. La educación encuentra la diana más fácil en las mentes jóvenes. Su objetivo es forjar ciudadanos para que mejoren su poder adquisitivo y también inculcarles una buena predisposición a consumir. Del resto se ocupa la publicidad que promete un poco más de felicidad con cada compra. La manipulación de ideales y principios que consigue el tándem formado por educación y publicidad es poderoso y duradero. No nos sentimos amenazados por este lavado de cerebro sigiloso y lo permitimos. Tenemos una imagen de nosotros mismos como seres libres con unas creencias difíciles de cambiar. Nos gusta pensar que nuestras mentes son sólidas en invulnerables y que podemos decidir quien nos influye y quien no. Pero nada más lejos de la realidad. Somos influenciables por naturaleza. 1 Con la educación hay que preguntarse ¿quién educa a esa persona? y en el proceso de educación ¿prevalece los intereses de la persona a quien se educa o los intereses del educador? Evidentemente si lo que se antepone son los intereses del educador y se pretende conseguir un ciudadano agradable y dócil, entonces sí, de ahí proceden las acusaciones del lavado del cerebro porque es un proceso negativo. En cambio si lo que se intenta inculcar es el pensamiento crítico, detenerse a pensar y ser un poco escéptico, comprender cuándo es mejor formular una pregunta y cuándo es mejor dejarlo correr. Enseñarle, darle un poco más de capacidad crítica para ahondar en las cosas. Si se hace

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El lavado de cerebro

El deseo de controlar la mente del otro es tan antiguo como el hombre. En todo este tiempo se han desarrollado técnicas de lavado de cerebro muy variadas. Algunas de las formas más crueles son: la tortura y el acoso psicológico. Pero también hay otras formas más sutiles: publicidad y educación. Una actúa en beneficio de la otra.

La educación encuentra la diana más fácil en las mentes jóvenes. Su objetivo es forjar ciudadanos para que mejoren su poder adquisitivo y también inculcarles una buena predisposición a consumir. Del resto se ocupa la publicidad que promete un poco más de felicidad con cada compra.

La manipulación de ideales y principios que consigue el tándem formado por educación y publicidad es poderoso y duradero. No nos sentimos amenazados por este lavado de cerebro sigiloso y lo permitimos. Tenemos una imagen de nosotros mismos como seres libres con unas creencias difíciles de cambiar. Nos gusta pensar que nuestras mentes son sólidas en invulnerables y que podemos decidir quien nos influye y quien no. Pero nada más lejos de la realidad. Somos influenciables por naturaleza.1

Con la educación hay que preguntarse ¿quién educa a esa persona? y en el proceso de educación ¿prevalece los intereses de la persona a quien se educa o los intereses del educador? Evidentemente si lo que se antepone son los intereses del educador y se pretende conseguir un ciudadano agradable y dócil, entonces sí, de ahí proceden las acusaciones del lavado del cerebro porque es un proceso negativo.

En cambio si lo que se intenta inculcar es el pensamiento crítico, detenerse a pensar y ser un poco escéptico, comprender cuándo es mejor formular una pregunta y cuándo es mejor dejarlo correr. Enseñarle, darle un poco más de capacidad crítica para ahondar en las cosas. Si se hace eso, eso no es un lavado de cerebro, de hecho es todo lo contrario.2

Fuente:

Documentales del programa redes