El Marxismo y Los Sindicatos Obreros

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24/09/12 El marxismo y los sindicatos obreros 1/25 www.wsws.org/es/articles/2000/jan2000/sp-j05.shtml EN INGLES Visite el sitio inglés actualizado a diario pulsando: www.wsws.org Análisis Actuales Sobre el WSWS Sobre el CICI WSWS : Español El marxismo y los sindicatos obreros Por David North Utilice esta versión para imprimir A continuación sigue el texto de una charla que se presentó el 10 de enero de 1998, en una delas conferencias de la Escuela Internacional de Verano sobre El marxismo y los problemas fundamentales del siglo XX, que el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y el Partido Socialista por la Igualdad (Australia) organizaron en Sydney, Australia, del 3 al 10 de enero de 1998. David North es Secretario Nacional del Partido Socialista por la Igualdad en los Estados Unidos. Ha dado conferencias extensivamente por Europa, Asia, EE.UU. y la ex Unión Soviética sobre la historia y los principios del marxismo y el programa y las perspectivas de la Cuarta Internacional. El autor es una autoridad en la historia de la Cuarta Internacional y la Revolución Rusa. Entre sus obras se incluyen La herencia que defendemos; Perestroika contra el socialismo; El trotskismo contra el stalinismo; y En defensa de la Revolución Rusa. Otras charlas recientes de David North incluyen: Antisemitismo, fascismo y el holocausto: crítica de Los verdugos concientes de Hitler' por Daniel Goldhagen; La Igualdad, los derechos del hombre y los orígenes del socialismo; y El Socialismo, la verdad histórica y la crisis del pensamiento político en los Estados Unidos. Algunos de estos documentos todavía no se han traducido al castellano, pero pueden encontrarse en el inglés original en este sitio. Conferencia de David North Por más de un siglo, la historia del movimiento marxista ha tenido que luchar con dos temas o “problemas” políticos controversiales cuya existencia ha persistido de manera excepcional: la "cuestión nacional” y

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el marxismo practico

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    EN INGLESVisite el sitio inglsactualizado a diariopulsando:www.wsws.org

    Anlisis ActualesSobre el WSWSSobre el CICI

    WSWS : Espaol

    El marxismo y los sindicatos obreros

    Por David North

    Utilice esta versin para imprimir

    A continuacin sigue el texto de una charla que se present el 10 de

    enero de 1998, en una delas conferencias de la EscuelaInternacional de Verano sobre El marxismo y los problemas

    fundamentales del siglo XX, que el Comit Internacional de la

    Cuarta Internacional y el Partido Socialista por la Igualdad

    (Australia) organizaron en Sydney, Australia, del 3 al 10 de enero de1998.

    David North es Secretario Nacional del Partido Socialista por laIgualdad en los Estados Unidos. Ha dado conferencias

    extensivamente por Europa, Asia, EE.UU. y la ex Unin Sovitica

    sobre la historia y los principios del marxismo y el programa y las

    perspectivas de la Cuarta Internacional.

    El autor es una autoridad en la historia de la Cuarta Internacional y

    la Revolucin Rusa. Entre sus obras se incluyen La herencia quedefendemos; Perestroika contra el socialismo; El trotskismo contrael stalinismo; y En defensa de la Revolucin Rusa. Otras charlas

    recientes de David North incluyen: Antisemitismo, fascismo y elholocausto: crtica de Los verdugos concientes de Hitler' por

    Daniel Goldhagen; La Igualdad, los derechos del hombre y los

    orgenes del socialismo; y El Socialismo, la verdad histrica y la

    crisis del pensamiento poltico en los Estados Unidos.

    Algunos de estos documentos todava no se han traducido al

    castellano, pero pueden encontrarse en el ingls original en este

    sitio.

    Conferencia de David North

    Por ms de un siglo, la historia del movimiento marxista ha tenido que

    luchar con dos temas o problemas polticos controversiales cuya

    existencia ha persistido de manera excepcional: la "cuestin nacional y

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    los sindicatos obreros.

    Por qu persisten tanto? Existe alguna relacin entre las dos? Pienso

    que podremos encontrar la respuesta si analizamos las condiciones

    histricas que engendraron al movimiento obrero moderno. El estado-

    nacin burgus, tal como surgi de las luchas revolucionarias y

    democrticas de los siglos XVIII y XIX, ofreci el impulso econmico y

    el marco poltico para la evolucin de la clase obrera europea yestadounidense. El proceso de consolidacin nacional se vincul, aunque

    en formas y grados diferentes, a los temas generales democrticos que

    eran de suma importancia para la clase obrera. La actitud de la clase

    obrera hacia la nacin tena que ser por obligacin bastante compleja y

    contradictoria, para no decir ambivalente. Por una parte, el crecimiento y

    la fuerza de la clase obrera, adems de sta haber mejorado su nivel de

    vida, por lo general se vinculaban a la consolidacin del estado-nacin y

    a la expansin de su podero econmico e industrial. Por otra parte, la

    evolucin de las luchas econmicas y sociales de la clase obrera

    objetivamente la obligaban a adoptar una actitud hostil hacia el estado-

    nacin, el cual, a fin de cuentas, protega los intereses de la burguesa

    La naturaleza turba de la cuestin nacional dentro del movimientomarxista surgi debido a esa complejsima relacin entre los trabajadores

    y el estado-nacin burgus. En ninguna parte del mundo hemos visto a lasmasas cruzar el puente entre el nacionalismo y la conciencia socialista

    internacionalista naturalmente y sin sufrimiento. En la vida de todo serhumano, las experiencias de la juventud influyen fuertemente el resto de

    su vida. Eso sirve de analoga con la evolucin de la conciencia de clase.La alianza histrica de la clase obrera con el nacionalismo tiene suexplicacin en las condiciones que la engendraron y en las luchas que

    tomaron lugar durante sus etapas formativas. La conciencia socialsiempre va retrasada, o para ser ms preciso, no refleja de manera

    directa e inmediata, es decir, en forma cientfica, al ser humano social.Este es muy complejo y contradictorio. De la misma manera, la influencia

    del nacionalismo sobre el movimiento obrero no disminuye en proporcindirecta ao con la misma velocidad dela expansin del dominio

    objetivo que la economa mundial tiene sobre la nacin-estado. Lanaturaleza de la lucha de clases tambin se hace cada vez msinternacional.

    Adems, la tenacidad de la opresin nacional durante el Siglo XX, auncuando su causa y contenido fundamentales sean de ndolesocioeconmica, han fortalecido las formas que la conciencia nacionalista

    adopta. Sin embargo, no obstante el vigor de las influencias nacionalistas,los marxistas tienen la responsabilidad de basar su programa en el anlisis

    cientfico de la realidad social,. No les cabe recurrir a la atraccin deprejuicios antiguos y conceptos anticuados. Una de las caractersticas

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    ms comunes del oportunismo dentro del marxismo es la adaptacin del

    programa poltico a los prejuicios del momento a cambio de ventajastemporales. El oportunismo procede de clculos prcticos y

    coyunturales, no de consideraciones que se basen en principios histricosy cientficos.

    Al rechazar las consecuencias polticoeconmicas que la

    internacionalizacin de la produccin tiene sobre el estado-nacin, losoportunistas por lo general le atribuyen a esta forma degenerada (desde

    el punto de vista histrico) una posibilidad progresista de la cual no tienenada. Persisten, pues, en glorificar la demanda de autodeterminacin

    nacional no obstante que sta se haya convertido en la insignia de todoslos movimientos patriticos reaccionarios en todos los rincones delmundo.

    Los marxistas no creen que el estado-nacin carezca de relevancia. Sigue

    siendo un elemento poderoso en la poltica mundial, a pesar de que,desde el punto de vista del desarrollo e integracin internacional de las

    fuerzas productivas, sea una barrera al progreso humano. Al elaborar sustcticas, el movimiento socialista no ignora esta realidad poltica. Siempre

    que el estado-nacin sea la unidad bsica de la organizacinpolticoeconmica de la sociedad burguesa, la cuestin nacionala la

    cual ms bien nos podramos referir en este momento de la historia comoel problema nacionalpersiste. Pero las tcticas marxistas provienen

    de una interpretacin cientfica del carcter obsoleto del estado-nacin.A travs de sus tcticas, el movimiento trotskista trata de poner enprctica la estrategia que le da orientacin a la Cuarta Internacional como

    Partido Mundial de la Revolucin Socialista. Esta insistencia sobre lasupremaca de la estrategia internacional es lo que distingue al Comit

    Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) de todos los gruposnacional reformistas y oportunistas

    Los sindicatos y los radicales

    Estas consideraciones fundamentales tienen la misma urgencia en cuanto

    a la cuestin de los sindicatos. Cuestin que tiene que ver con el papelque esta muy antigua estructura de organizacin proletaria desempea enel desarrollo de las luchas revolucionarias de la clase obrera por el

    socialismo. La aparicin del proletariado moderno ocurri dentro del

    contexto de la evolucin histrica del estado-nacin. La organizacin del

    proletariado y sus actividades adquirieron forma dentro de los lmitesestablecidos por el estado-nacin. Como caso especial lo mismo tambin

    sucedi en relacin con los sindicatos. Los sindicatos son un caso

    especial de ese fenmeno. Sus adelantos y prosperidad dependieron engran parte del xito industrial y comercial de sus propios estados

    nacionales. Por consiguiente, as como causas profundamente objetivas

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    existen para explicar la actitud ambivalente de la clase obrera hacia el

    estado-nacin, tambin existen razones objetivas profundas para crear la

    ambivalencia, aun hostilidad, de los sindicatos hacia el socialismo. Elmovimiento socialista ha derramado muchas lgrimas sobre este tema

    durante ms de un siglo.

    Claro, no es se pudo anticipar la gravedad de los problemas queobsesionaran las relaciones entre los partidos marxistas y los sindicatos

    durante los primeros aos de la existencia de ambos. La actitud de los

    marxistas hacia los sindicatos inevitablemente refleja las condiciones y

    circunstancias de los tiempos. La cuestin de los sindicatos no se nosplantea en 1998 tal como en 1847. Ha pasado mucha historia durante

    151 aos y el movimiento socialista, que ha tenido suficiente oportunidad

    para familiarizarse con el sindicalismo, ha aprendido mucho acerca delcarcter de los sindicatos. Sin embargo, en las pginas de la prensa

    radical izquierdista no aparece nada de esta sabidura que se ha

    acumulado.

    A travs de gran parte de su historia, el movimiento socialista

    fervorosamente ha intentado establecer una relacin con los sindicatos.

    No obstante, a pesar de mucho cortejo y galanteo, el romance deja

    mucho que desear. A pesar de muchas declaraciones de afecto e inters,el objeto del deseo una y otra vez patea y apuala en la espalda a sus

    galanes socialistas. Aun cuando stos crean sus propios sindicatos y

    tratan de darle una formacin marxista impecable, los herederos le pagancon la ingratitud ms despiadada. Tan pronto aparezca la oportunidad,

    muestran la tendencia a rechazar los ideales excelsos de los veteranos

    socialistas y satisfacen sus necesidades en los antros capitalistas del

    placer.

    Nos parece que algo debera haberse aprendido de tantas experiencias

    malaventuradas. Pero como los vejancones tontos en los cuentos de

    Boccaccio, los radicales envejecidos y desdentados, an tienen el afn dehacerse loscornudos. Las organizaciones izquierdistas actuales todava

    insisten que el movimiento socialista tiene el deber atender todas las

    necesidades y caprichos de los sindicatos. Insisten que los socialistas

    tienen que reconocer que los sindicatos son las organizaciones obreraspor excelencia, lasque mejor representan los intereses de la clase obrera.

    Arguyen que los sindicatos son la dirigencia autntica e indesafiable de la

    clase obrera, los rbitros con la ltima palabra acerca de su destinohistrico. Desafiar la autoridad de los sindicatos sobre la clase obrera, de

    alguna manera poner en duda el supuesto derecho natural de los

    sindicatos de ser los voceros de la clase obrera, equivale a cometer un

    sacrilegio poltico. Segn los radicales, es imposible concebir unmovimiento obrero genuino que los sindicatos no dominen o formalmente

    dirijan. Solamente basndose en los sindicatos puede entablarse una

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    lucha de clases efectiva. Y por ltimo, toda esperanza para que se

    desarrolle un movimiento socialista de masas depende de convertir a

    por lo menos una mayora de los sindicatos, a una perspectiva socialista.

    Vayamos al grano: el Comit Internacional rechaza todas estas

    aseveraciones que el anlisis terico y la experiencia histrica refutan.

    Segn la opinin de nuestros adversarios polticos, nuestra negativa endoblegarnos ante la autoridad de los sindicatos equivale a un agravio.

    Esto nos irrita demasiado, porque a travs de las dcadas nos hemos

    acostumbrado a oponernos a la opinin pblica izquierdista, o mejordicho, pequea burguesa, cuya antipata y amargura consideramos la

    mejor seal que el Comit Internacional va por el rumbo debido.

    La postura de los radicales se basa en una teora fundamental: que lossindicatos son organizaciones obreras puesto que son asociaciones de

    masas. Por lo tanto, todo el que rechaza la autoridad de los sindicatos,

    por definicin, se opone a la clase obrera. El problema con esta teora es

    que convierte a los sindicatos en abstracciones anti histricas que carecende todo significado. No cabe duda que los sindicatos tienen una gran

    cantidad de socios obreros, pero tambin la tienen Los Estados Unidos,

    los Masones, los Veteranos de Guerras Extranjeras y la Iglesia Catlica.

    Adems, alusiones a la gran cantidad de obreros que pertenecen a los

    sindicatos no puede reemplazar a un anlisis correspondiente de la

    composicin social de estas organizaciones, sobretodo de sus capasdirigentes, es decir, de sus burocracias gobernantes. No es automtico

    que stas organizaciones en realidad representan los intereses de la clase

    obrera slo porque masas obreras pertenezcan a ellas. Efectivamente, es

    imperante analizar si es que existe, dentro de los sindicatos mismos, algnconflicto objetivo entre los intereses de la mayora de los miembros y los

    de la burocracia dirigente, y hasta qu grado la poltica de los sindicatos

    refleja los intereses de esta burocracia y no de los miembros.

    Si aun pudiramos admitir que los sindicatos son organizaciones

    obreras, esta definicin aade muy poco a la suma total del

    conocimiento poltico que se ha acumulado. Despus de todo, podramos

    continuar el juego de definiciones al simplemente preguntarnos: Y quprecisamente se quiere decir con organizacin obrera?" No basta

    replicar: Pues una organizacin de obreros! Al tratar de comprender la

    esencia de los sindicatos, la pregunta ms acertada sera: Cmo serelacionan estas organizaciones con la lucha de clases en general y la

    liberacin de los trabajadores de la explotacin capitalista en particular?

    Es hora de descartar la terminologa tonta y encontrar una definicin msprofunda en base a un meticuloso anlisis histrico del papel que los

    sindicatos han desempeado en las luchas de la clase obrera y en el

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    movimiento socialista. No se trata solamente de producir ejemplos de

    crmenes y xitos segn lo que uno est dispuesto a encontrar. Ms bien

    el propsito de este anlisis es descubrir la ndole esencial de estefenmeno social; es decir, como es que las leyes fundamentales se

    expresan, de manera prctica y activa, en las acciones y la poltica de los

    sindicatos.

    Nuestros adversarios radicales nunca tratan de hacer semejante anlisis;

    por lo tanto ni siquiera pueden contestar la pregunta ms obvia y

    elemental: Por qu han fracasado los sindicatos tan miserablemente endefender, para no decir elevar, los niveles de vida de la clase obrera?

    Durante el ltimo cuarto de siglo, la posicin social de la clase obrera ha

    empeorado drsticamente no slo en Los Estados Unidos, sino en todo

    el mundo. Los sindicatos han sido incapaces de defender a la claseobrera contra la embestida bestial del capital. Puesto que este fracaso se

    ha demostrado muchas veces en el mbito internacional durante las

    ltimas dcadas, es inevitable que sus causas objetivas se busquen en el

    ambiente socioeconmico en que los sindicatos actualmente existen y,ms fundamentalmente aun, en la ndole de los sindicatos mismos. Es

    decir, si presumimos que el ambiente repentinamente se torn hostil en

    1973, qu fue acerca de los sindicatos que los rindi tan vulnerables aeste cambio y tan incapaces de adaptarse a las condiciones nuevas?

    Consideremos ahora la respuesta de la Liga Espartacista a este dilema.

    En una censura furiossima contra el Partido Socialista por la Igualdadque publicaran en cuatro ejemplares sucesivos de su peridico y que

    consta de miles de palabras (entre las cuales los adjetivos y adverbios

    ofensivos constituyen un porcentaje extraordinario), los espartacistas

    rotundamente niegan que existen razones objetivas para el fracaso de los

    sindicatos. Ms bien todo se explica por la poltica derrotista y traidora

    de los falsos dirigentes de la AFL-CIO [Federacin LaboristaEstadounidense-Congreso de Organizaciones Industriales]. Es casi

    imposible imaginar una explicacin ms trillada. Un paleontlogo podra

    declarar igualmente que los dinosaurios se extinguieron porque no tenan

    ganas de seguir viviendo! Los espartacistas rehusan explicar por qu los

    dinosaurios en la dirigencia de la AFL-CIO decidieron seguir una

    poltica derrotista y traidora. Acaso son simplemente gente vil? Y si

    son tan malvolos, cmo es que tantos llegaron a ocupar la dirigencia delos sindicatos, no slo en Los Estados Unidos sino en todo el mundo?

    Existe algo en la propia ndole de los sindicatos que los hace atraer a

    tanta gente vil que entonces decide seguir una poltica derrotista y

    traidora?" Podramos hacernos otra pregunta: De qu cualidad goza la

    Liga Espartacista que la obliga a respaldar con tanto entusiasmo

    organizaciones que atraen a tanta gente vil que se consagra a traicionar y

    derrotar a los obreros que presuntamente representan?

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    El problema con el anlisis subjetivo no es que ste slo impide lidiar contodo problema verdaderamente difcil, sino que le permite a la Liga

    Espartacista y a otros grupos radicalesa pesar de sus abusos verbales

    contra los dirigentes falsos dejar abierta la posibilidad que los

    dirigentes sindicalistas algn da encuentren su redencin y, como

    consecuencia, a apoyar la subordinacin perenne de la clase obrera a los

    sindicatos y, por consiguiente, a los mismos dirigentes falsos.

    Peter Taaffe, dirigente principal del Partido Socialista Britnico, que

    anteriormente se conociera como la Tendencia Militante, ha explicado

    esta perspectiva detalladamente en un artculo. [1]

    El Sr. Taaffe produce un efecto ms cmico que convincente cuando usa

    la fraseologa radical para cubrir su servilismo a la burocracia laborista.

    Para comenzar, ofrece una breve lista de los pases donde los

    funcionarios sindicalistas han cometido traiciones atroces contra la claseobrera. Igual que Luis, jefe de la polica en la pelcula Casablanca, la

    corrupcin que rodea a Taaffe lo horroriza profundamente, inclusive

    cuando la burocracia lo soborna polticamente. Taaffe nos informa que el

    comportamiento de los funcionarios sindicalistas suecos ha sido un

    escndalo; que el de los burcratas belgas es descarado y abierto; que

    la participacin de los dirigentes irlandeses en el escndalo de la

    traicin es espectacular; que en la Gran Bretaa los trabajadores hanpagado un precio muy caro por la impotencia de sus dirigentes

    derechistas. Y penosamente nota la capitulacin de los dirigentes

    sindicalistas en Brasil, Grecia y Los Estados Unidos.

    Taffe no va ms all que decir que el problema de los sindicatos es que a

    los dirigentes les falta talento y sufren de una ideologa falsa: aceptar el

    mercado capitalista. Las organizaciones son esencialmente sanas.

    Basndose en este anlisis subjetivo, Taaffe critica a pequeos gruposde la izquierda, pero a quien verdaderamente se refiere son las

    secciones del Comit Internacional, las cuales, con Trotsky de respaldo,

    insisten que las traiciones que los sindicatos han cometido expresan una

    tendencia objetiva fundamental de su desarrollo. De acuerdo a Taaffe,

    esta manera de plantear el problema es muy limitada y erra en no

    reconocer que los dirigentes sindicalistas derechistas, bajo la presin de

    una clase obrera lista para batallar, pueden ser forzados a separarse delestado y a encabezar un movimiento de oposicin obrera.

    Por consiguiente, escribe Taaffe, la tendencia principal durante el

    prximo perodo en la Gran Bretaa y doquier sern los obreros

    obligando a los sindicatos a luchar por ellos. El destino de la clase

    obrera depende de la regeneracin de los sindicatos.

    Cierta faccin del difunto Partido Revolucionario de los Trabajadores

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    [Workers Revolutionary Party] promueve una lgica similar. Insiste quehay que evitar a todo costo cualquier lucha por crear nuevas formas de

    organizacin obrera que se opongan al dominio de los sindicatos. "Todos

    los argumentos simplistas que glorifican a las bases y que insisten en la

    abstraccin, que los lderes estn en camoa con el estado y que es

    reaccionario crear alternativas ligadas entre s ser totalmente incapaz de

    comprender la nueva situacin."[2]

    No poseo ninguna informacin especial acerca de las visitas nocturnas

    que los funcionarios sindicales britnicos o de cualquier otro pas hagan,

    pero el oportunismo que practican no tienen nada de "abstracto." Al

    contrario; los patronos y el estado a diario le piden a los funcionarios

    sindicalistas que rindan sus servicios traicioneros. Los primeros rara vez

    se desencantan.

    La posibilidad de una redencin de los sindicatos en el futuro parecetodava menos posible cuando se comprende que las caractersticas y

    atributos de las burocracias dirigentes manifiestan, de manera subjetiva,

    caractersticas y procesos sociales objetivos. Las crticas contra los

    dirigentes sindicalistas so slo se permiten, sino que son necesarias

    siempre que no sean una simple sustitucin de un anlisis profundo de la

    naturaleza del sindicalismo.

    Una forma social determinada

    Nuestro objetivo hoy, pues, es iniciar un estudio del sindicalismo. Nos

    basamos en un repaso histrico de ciertas etapas en la evolucin de esta

    estructura especfica del movimiento obrero. Como ya he dicho, el

    movimiento socialista ha acumulado, durante ms de ciento cincuenta

    aos, una masa enorme de experiencia histrica. Esta experiencia justifica

    que los socialistas se declaren a s mismos los mejores y ms tristesperitos sobre el tema del sindicalismo.

    No es nuestra intencin sugerir que el sindicalismo representa un error

    histrico que nunca debi haber ocurrido. Sera bastante ridculo sostener

    que un fenmeno tan universal como el sindicalismo carece de races

    profundas en la estructura socioeconmica del capitalismo. No hay duda

    que existe un vnculo cierto entre el sindicalismo y la lucha de clases, peroslo en el sentido que la organizacin de los obreros dentro de los

    sindicatos deriva su impulso objetivo de la existencia de un conflicto

    concreto entre los intereses materiales de los patronos y los de los

    obreros. De ninguna manera se puede concluir de este hecho objetivo

    que los sindicatos, como estructuras organizacionales especficas

    determinadas socialmente, se identifican con, o buscan llevar adelante, la

    lucha de clases (a la cual, en el sentido histrico, le deben su existencia).

    Ms bien, la historia nos muestra pruebas contundentes que los sindicatos

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    se han consagrado ms a la supresin de la lucha de clases que a otra

    cosa.

    La expresin ms intensa y avanzada de la tendencia de los sindicatos a

    suprimir la lucha de clases est en su actitud hacia el movimiento

    socialista. No existe ilusin ms trgica, sobre todo para los socialistas,

    que la que se imagina que los sindicatos son aliados confiables, e

    inevitables, en la lucha contra el capitalismo. La evolucin orgnica delsindicalismo no procede en direccin al socialismo, sino en su contra. No

    obstante las circunstancias de sus orgenes, aun cuando los sindicatos en

    uno que otro pas le hayan debido su existencia directamente al impulso y

    dirigencia que los socialistas revolucionarios le brindaron, la evolucin y

    consolidacin de los sindicatos invariablemente acaban resistiendo ese

    tutelaje socialista y produciendo esfuerzos decididos para zafarse de ste.

    Para poder entender la esencia del sindicalismo, necesitamos explicar esatendencia.

    Debemos mantener en cuenta que cuando estudiamos al sindicalismo,

    estamos analizando una organizacin social particular. No se trata de una

    coleccin adventicia de individuos, amorfa y fortuita, sino de una

    conexin entre gente organizada en clases y arraigada en ciertas

    relaciones especficas de produccin que han evolucionado

    histricamente. Es tambin imprescindible que reflejemos sobre la ndolede la forma misma. Todos sabemos que existe una relacin entre forma y

    contenido. Esta relacin por lo general se concibe como si forma fuera

    simplemente la expresin de contenido. Desde ese punto de vista, la

    estructura social podra conceptualizarse como mera expresin

    superficial, plstica e infinitamente maleable, de las relaciones sobre las

    cuales se basa. Pero las formas sociales pueden comprenderse ms a

    fondo si se les considera elementos dinmicos en el proceso histrico.Decir que el contenido toma forma significa que la forma le imparte

    cualidades y caractersticas bien definidas al contenido que la expresa. Es

    a travs de la forma que el contenido existe y evoluciona.

    Quizs sea posible clarificar el propsito de este desvo hacia la esfera de

    las abstracciones y categoras filosficas haciendo referencia a ese

    famoso trozo del primer captulo del primer tomo de El Capital, donde

    Marx pregunta lo siguiente: De dnde mana, pues, el carcterenigmtico del producto de la mano de obra una vez que sta asume la

    forma de mercanca? Obviamente de la forma misma. Es decir, cuando

    un producto de la mano de obra asume la forma de mercanca

    transformacin que ocurre slo durante cierta etapa de la sociedadste

    adquiere una cualidad muy peculiar y fetichista que antes no exista. Una

    vez que las mercancas se venden y se compran en el mercado, las

    verdaderas relaciones entre la gente, de las cuales las mercancas mismasson producto, necesariamente asumen la apariencia de relacin entre

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    cosas. El producto de la mano de obra es el producto de la mano de

    obra, pero una vez que asume la forma de mercanca dentro de las

    restricciones establecidas por las nuevas relaciones de produccin, sta

    adquiere propiedades sociales nuevas y extraordinarias.

    De la misma manera, una asociacin de trabajadores no significa ms que

    una asociacin de trabajadores. Pero cuando esta asociacin se

    convierte en sindicato, adquiere, a travs de esa forma, propiedades muynuevas y diferentes a las cuales los trabajadores inevitablemente se

    subordinan. Qu queremos precisamente decir con esto? Los sindicatos

    representan a la clase obrera en un papel socioeconmico muy

    determinado: como vendedores de cierta mercanca, en este caso la

    fuerza de trabajo. Puesto que ha nacido de las relaciones de produccin

    y formas de propiedad del capitalismo, el objetivo esencial de los

    sindicatos es asegurarle a esta mercanca el mejor precio que se puedaobtener bajo las condiciones prevalentes del mercado.

    Por supuesto, existe una gran diferencia entre lo que acabo de describir

    en trminos tericos entre el objetivo esencial de los sindicatos y sus

    actividades en la vida real. La realidad prcticaes decir, la traicin

    diaria de los intereses ms elementales de la clase obreracorresponde

    muy poco a la norma terica que se ha concebido. Esta divergencia no

    contradice el concepto terico, pero es en s misma el resultado de lafuncin objetiva socioeconmica de los sindicatos. Al basarse sobre las

    relaciones de produccin capitalistas, la misma esencia de los sindicatos

    los obliga a adoptar una actitud fundamentalmente hostil hacia la lucha de

    clases. Al consagrar sus esfuerzos en asegurar contratos con los patronos

    que fijan el precio de la fuerza de trabajo y determinan las condiciones

    generales en que la plusvala se le extrae a los obreros, los sindicatos se

    ven obligados a garantizar que sus miembros suministrarn su fuerza delabor segn las condiciones impuestas por los contratos que se han

    negociado. Como Gramsci notara: El sindicato representa lo lcito y

    tiene que obligar a sus miembros a respetar esa legalidad.

    Cuando la legalidad se defiende, la lucha de clases se suprime. Esto

    significa que los sindicatos, debido a su naturaleza, terminan por socavar

    su propia habilidad de lograr aun aquellos objetivos circunscritos a los

    cuales han dedicado oficialmente sus esfuerzos. He ah la contradiccinsobre la cual el sindicalismo se estrella.

    Debemos hacer hincapi en otro punto: el conflicto entre el sindicalismo y

    el movimiento revolucionario en ningn sentido fundamental surge de las

    imperfecciones y defectos de los dirigentes sindicalistas (aunque estas

    cualidades existen en abundancia), sino de la misma esencia de los

    propios sindicatos. En el ncleo de este conflicto se puede encontrar laoposicin orgnica de los sindicatos al desarrollo y la extensin de la

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    11/25www.wsws.org/es/articles/2000/jan2000/sp-j05.shtml

    lucha de clases. Esta oposicin se hace mucho ms acrrima, amarga y

    mortfera justo cuando la lucha de clases amenaza las relaciones de

    produccin del capitalismo, las bases socioeconmicas del sindicalismo

    mismo.

    Esa oposicin tiene al movimiento socialista de blanco, pues ste

    representa a la clase obrera como anttesis revolucionaria a las relaciones

    de produccin capitalistas,

    no como vendedor de la fuerza de trabajo, que es un papel muy limitado.

    La historia verifica concluyentemente estos dos aspectos crticos y

    esenciales de los sindicatos. Tambin verifica la tendencia de stos a

    suprimir la lucha de clases y su hostilidad al movimiento socialista. La

    historia del movimiento sindicalista en Inglaterra y en Alemania nos

    ensea lecciones importantes que nos abrirn paso.

    Los sindicatos en Inglaterra

    Inglaterra tiene la reputacin de ser la gran cede del sindicalismo

    moderno donde, por medio de este tipo de organizacin, la clase obrera

    logr xitos enormes. Esta fue la impresin que Eduard Bernstein

    ciertamente se llev de los sindicatos durante su estada en Inglaterra

    hacia finales de los 1880 y durante los 1890. El presunto xito delsindicalismo ingls convenci a Bernstein que las luchas econmicas de

    estas organizaciones, no los esfuerzos polticos del movimiento

    revolucionario, desempearan el papel decisivo para el progreso de la

    clase obrera y la transformacin gradual de la sociedad hacia el

    socialismo.

    Bernstein, fundador del revisionismo moderno, anticip todo por lo quela pequea-burguesa de hoy aboga. Que sus argumentos ya pasan de los

    100 aos no significa que de por s no tengan ningn valor. Despus de

    todo, yo mismo tengo que admitir que me estoy valiendo de argumentos

    que tambin llegan a los 100 aos: los de Rosa Luxemburg contra el

    mismo Bernstein. Pero mientras que los argumentos de los partidarios

    modernos de Bernstein han sido completamente refutados, los de

    Luxemburg tienen la ventaja que todava conservan su vigencia. Es ms,

    crticos contemporneos notaron que Bernstein haba exageradoexcesivamente sus observaciones del xito sindicalista britnico. En

    realidad, la ascendencia del sindicalismo, cuya elevacin a papel

    dominante en el movimiento obrero haba comenzado en los 1850,

    expresaba la degeneracin poltica y el estancamiento intelectual que

    aparecieron despus de la derrota del Cartismo ( Chartism). Este gran

    movimiento poltico revolucionario de la clase obrera britnica fue la

    culminacin de una extraordinaria fermentacin poltica, cultural eintelectual que afect a capas amplsimas de la clase obrera durante las

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    12/25www.wsws.org/es/articles/2000/jan2000/sp-j05.shtml

    dcadas que siguieron a la Revolucin Francesa. Aos despus de la

    derrota de los cartistas durante 1848-1849, Thomas Cooper, quien fue

    uno de sus dirigentes ms destacados, compar la visin revolucionaria

    del viejo movimiento a la visin obtusa y pequeo burguesa de los

    sindicatos. En su autobiografa se puede leer lo siguiente:

    La verdad es que en los viejos tiempos del cartismo los obreros de

    Lancashire andaban cubiertos de andrajos; y muchos por lo regular notenan que comer. Pero mostraban su inteligencia por doquier. Se les vea

    en grupos, debatiendo la gran doctrina de la justicia poltica: que todoadulto de mente sana debera tener voz y voto en las elecciones dehombres encargados de promulgar las leyes que los gobernaran.

    Debatan seriamente las doctrinas del socialismo. Ahora no se ven gruposen Lancashire, pero se escuchan hombres bien vestidos que, con las

    manos en los bolsillos, conversan acerca de las cooperativas, de lasacciones que han invertido en stas, y de establecer consorcios. [3]

    Los sindicatos engendraron un nuevo tipo de dirigente que remplaz a losantiguos cartistas revolucionarios: ste ahora era caballero tmido,hambriento por hacerse respetar como miembro de la clase media.

    Pregonaba el nuevo evangelio del acomodo entre las clases. TheodoreRothstein, historiador socialista del cartismo, lo expresa de esta manera:

    Hombres de gran talento, temperamento y profunda sabidura que slopocos aos atrs haban hecho temblar a la sociedad capitalista hasta la

    cepa, que haban dirigido a cientos de miles de trabajadores en lasfbricas, ahora se haban convertido en figuras solitarias pasendose en laoscuridad. La mayora [de los trabajadores]ya no los entenda. Slo

    grupitos selectos los comprendan. Fueron remplazados por hombresnuevos que no posean ni una fraccin de su intelecto, talento y carcter,

    pero que tambin atraan a cientos de miles de obreros con el evangeliosuperficial de cuidar sus centavos y la necesidad de llegar a un

    acomodo con los patronos, aun cuando esto significaba que perderan suindependencia como clase social. [4]

    En cuanto al sindicalismo, Rothstein ofreci la siguiente crtica:

    La caracterstica principal de esa filosofa era aceptar la sociedadcapitalista. Eso lleg a expresarse en la negativa de participar en toda

    accin poltica y la aceptacin de la economa poltica vulgar, que predicala armona que debe existir entre la clase que emplea y la clase obrera.[5]

    Los apologistas del sindicalismo responden que haba sido necesario quelos obreros britnicos se retiraran de la accin poltica para que la clase

    concentrara sus energas en las oportunidades ms prometedoras de lalucha econmica. El hecho que el surgimiento del sindicalismo se vincul

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    a los nuevos dirigentes de la clase obrera, que por lo general repudiaronestas luchas, y no a la intensificacin de las luchas econmicas, refuta esta

    teora. Durante el apogeo del sindicalismo britnico, desde principios delos 1870 hasta mediados de los 1890, los salarios de los obreros seestancaron. Slo la cada estrepitosa de los precios de los alimentos

    bsicos, como la harina, las papas, el pan, la carne, el t, el azcar y lamantequilla, previno que el sindicalismo perdiera todo el respeto de los

    obreros.

    Durante las primeras dcadas del Siglo XIX, cuando los sentimientos

    revolucionarios reciban amplia acogida entre los obreros, la burguesainglesa resisti con amargura toda tendencia hacia la consolidacin. Peroya para fines de siglo sta apreciaba el enorme servicio que los sindicatos

    le rendan a la estabilidad del capitalismo, especialmente en su capacidadde barrera al resurgimiento de tendencias socialistas en la clase obrera.

    Tal como el economista burgus alemn Brentano escribiera: Si lossindicatos fracasan en Inglaterra, de ninguna manera significara el triunfo

    de los patronos. Significara el fortalecimiento de tendenciasrevolucionarias en todo el mundo. Inglaterra, que hasta ahora se habavanagloriado de no tener ningn partido obrero de importancia, podra

    desde ese momento en adelante hacerle competencia al continente. [6]

    Marx y Engels vivieron en Inglaterra como exiliados revolucionarios

    durante el perodo del surgimiento del sindicalismo. Aun antes de llegar aInglaterra, haban reconocido el significado objetivo del sindicalismo

    como respuesta obrera al empeo de los patronos en disminuir lossalarios. En oposicin al terico pequeo burgus Pierre-JosephProudhon, quien negaba la practicablidad de los sindicatos y las huelgas

    debido a que los aumentos salariales obtenidos por esos mtodos sloconduciran al aumento de precios, Marx insisti que amboslos

    sindicatos y las huelgaseran elementos necesarios en la lucha de laclase obrera en defensa de su nivel de vida.

    Marx dio en el blanco cuando critic el punto de vista de Proudhon, pero

    es necesario recordar que estos primeros escritos datan de cuando lossindicatos todava se encontraban en paales. La experiencia de la clase

    obrera con esta nueva forma era muy limitada. En esa poca no se podadescartar la posibilidad que los sindicatos evolucionaran en instrumentos

    poderosos de lucha revolucionaria, o por lo menos en precursores deinstrumentos semejantes. En 1866, Marx expres esperanzas al hacer la

    siguiente observacin: como centros de organizacin los sindicatosdesempeaban para la clase obrera el mismo papel que lasmunicipalidades medievales haban desempeado para la clase media.

    [7]

    No obstante, a Marx le preocupaba, aun en esa poca, que los

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    sindicatos todava no han comprendido totalmente el poder que tienen

    para actuar contra el sistema de esclavitud salarial mismo. Pero era enesta direccin, sin embargo, que tenan que evolucionar:

    Aparte de sus objetivos originales, ahora tienen que aprender a actuar

    deliberadamente como ncleos de la organizacin obrera cuyo amplioobjetivo es la emancipacin total de la clase obrera. Han de asistir a todo

    movimiento social y poltico que va en la misma direccin. Puesto que seconsideran representantes y campeones de toda la clase obrera, tienen

    que reclutar a sus filas los trabajadores que no pertenecen a lossindicatos. Tienen que cuidar los intereses de los trabajadores que seencuentran en los oficios peor pagados, tales como los obreros agrcolas,

    cuyas circunstancias excepcionales los han rendido impotentes. Tienenque convencer al mundo en general que sus intenciones, lejos de ser

    mezquinas y egostas, tienen como objetivo la emancipacin de millonesde oprimidos. [8]

    Marx trat de darle una orientacin socialista a los sindicatos. Le advirtia los obreros que no exageraran para s mismos el significado de lasluchas que los sindicatos entablaban. A lo sumo los sindicatos luchan

    contra los efectos, no las causas de esos efectos; retrasan el movimientodescendente; y aplican paliativos en vez de curar la enfermedad. Era

    necesario que los sindicatos emprendieran una lucha contra el sistema,que era causa de la miseria obrera. Por lo tanto, Marx le propuso a los

    sindicatos que abandonaran la consigna conservadora de Un jornaldiario justo por un da laboral justo y lo reemplazaran con la demandarevolucionaria, Abolir el sistema de salarios. [9]

    Pero el consejo de Marx no caus mucha impresin. Hacia fines de los1870, sus observaciones, y tambin las de Engels, del sindicalismo se

    tornaron ms crticas. Ahora que los economistas burgueses expresabanmayor aprobacin por los sindicatos, Marx y Engels se esforzaron en

    modificar su apoyo anterior. Distinguieron su punto de vista del de lospensadores burgueses como Lujo Brentano, cuyo deseo en convertir alos esclavos asalariados en esclavos asalariados contentos [10], segn

    Marx y Engels, dictaba su entusiasmo por los sindicatos. Para 1879, eraposible detectar en los escritos de Engels sobre el sindicalismo un tono

    inconfundiblemente desagradable. Not que los sindicatos habanintroducido estatutos administrativos que prohiban la accin poltica,

    negndole a la clase obrera que participara en toda actividad general declase, como clase social." En carta fechada 17 de junio, 1879, Engels sequej que haban conducido a la clase obrera a un callejn sin salida. De

    ninguna manera se debera ocultar el hecho que en este momento aqu noexiste ningn movimiento obrero genuino, en el sentido continental de la

    palabra, Por consiguiente, no creo que te perders mucho, por lo menospor ahora, si no recibes ningn informe sobre las actividades de los

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    SINDICATOS por estos lugares. [11]

    En un artculo comparando a la Inglaterra de 1885 con la de 1845,

    escrito seis aos despus, Engels no hizo ningn esfuerzo por esconder eldesdn que le tena al papel conservador de los sindicatos. Al formar unaaristocracia dentro de la clase obrera misma, cultivaban las relaciones

    ms amistosas con los patronos y as se aseguraban puestos muycmodos para s mismos. Con sarcasmo mordaz, Engels escribi que los

    sindicalistas hoy da son gente amabilsima con quien negociar, sobretodo para cualquier capitalista sensato en particular y para toda la clase

    capitalista en general. [12]

    En verdad, los sindicatos haban ignorado casi por completo a capasamplias de la clase obrera, para quienes el estado de miseria y la falta de

    seguridad en que actualmente viven es tan horrible como siempre, o anpeor. El distrito de la zona este de Londres es un pantano de expansin

    continua donde de la miseria y desolacin se estancan. La inanicin reinacuando no hay trabajo, y la degradacin fsica y moral impera cuando lohay. [13]

    Hacia finales de los 1880, el desarrollo de un nuevo movimientosindicalista militante entre los sectores ms explotados de la clase obrera

    hizo renacer las esperanzas de Engels. Los socialistas, inclusive EleanorMarx, participaron activamente en este movimiento. Engels reaccion a

    este acontecimiento con entusiasmo y con gran satisfaccin not queEstos sindicatos nuevos, que se constituyen de hombres y mujeres sinhabilidades especializadas, son totalmente diferentes a las antiguas

    organizaciones de la aristocracia obrera y no pueden adoptar las mismascostumbres conservadoras... Y se han organizado bajo circunstancias

    muy diferentes. Todos los dirigentes, hombres y mujeres, son socialistas.Y los agitadores tambin lo son. En ellos veo el verdadero principio del

    movimiento aqu. [14]

    Pero las esperanzas de Engels no se cumplieron. No transcurri muchotiempo antes que los nuevos sindicatos comenzaran a exhibir las

    mismas tendencias conservadoras que los viejos. Esta fue de las primerasverificaciones del concepto terico que hoy consideramos crtico al

    anlisis de los sindicatos; es decir, que la posicin y la condicin social desectores determinados de trabajadores organizados en los sindicatos no

    determinan el carcter esencial de estas organizaciones. Lo ms que sepuede decir de estos factores es que slo influyen ciertos aspectossecundarios de la poltica sindicalista, haciendo algunos sindicatos ms o

    menos militantes que otros. Pero a fin de cuentas, la forma sindicalista,cuya estructura mana dey est incrustada enlas relaciones sociales y

    de produccin capitalistas (y debemos aadir, los lmites impuestos por elestado-nacin), ejerce la influencia decisiva que determina la orientacin

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    de su contenido: una asociacin de obreros.

    El Partido Socialdemcrata alemn (PSD) y los sindicatos

    En el continente europeo, Alemania en particular, ya se aprendanlecciones tericas de estas primeras experiencias con el sindicalismo. Los

    socialistas alemanes consideraban que los sindicatos ingleses no eran losprecursores del socialismo, sino la expresin del dominio poltico e

    ideolgico de la burguesa sobre la clase obrera. Esta actitud crtica nofue slo consecuencia del aprendizaje terico; reflejaba tambin una

    relacin muy diferente de fuerzasdentro del movimiento obreroentreel partido poltico marxista y los sindicatos. En Alemania, haba sido elPartido socialdemcrata que le haba dado el mpetu al desarrollo del

    movimiento obrero de masas, no los sindicatos. El partido haba tenidogran xito al establecer su autoridad poltica como dirigencia de la clase

    obrera durante el perodo de las leyes antisocialistas de Bismarck entre1978 y 1890. Fue consecuencia de la iniciativa del PSD que los llamados

    sindicatos libres se establecieron, principalmente para servir deagencias reclutadoras del movimiento socialista.

    Con la asistencia de PSD, del cual obtuvieron cuadros dirigentes y

    aprendieron lecciones polticas, los sindicatos comenzaron a extender suinfluencia durante los 1890. Pero los efectos duraderos de la prolongada

    depresin industrial mantuvieron bajo el nmero de socios. Para finalesde 1893, la proporcin entre los votantes socialdemcratas y los

    miembros sindicalistas era de ocho (8) a uno (1). An as, hubo ciertaconsternacin dentro del PSD que los sindicatos podran tratar decompetir con el partido para ganar mayor influencia sobre la clase

    obrera. Los sindicatos negaron esto rotundamente, pero el dirigentesindicalista Carl Liegen, en el Congreso del partido de 1893 efectuado en

    Colonia, los defini como agencias reclutadoras del partido.

    Sin embargo, al terminar la depresin industrial en 1895, los sindicatosalemanes comenzaron a crecer rpidamente; la relacin de fuerzas

    cambiaba y haca aumentar las tensiones entre el partido y los sindicatos.Para 1900, la el nmero de miembros de los sindicatos haba alcanzado

    los 600,000. Cuatro aos despus, llegaba al milln. Esto fueacompaado por una cada en la proporcin entre votantes y miembros

    sindicales, haciendo que aumentara significativamente.

    Aunque los mismos dirigentes sindicalistas rehusaron darle apoyo polticoa Bernstein cuando ste despleg la bandera del revisionismo por

    primera vez, ya crculos del partido por lo general saban que sus teorasslo acabaran por reorientar el movimiento socialista alemn hacia el

    modelo ingls, en el cual los sindicatos reformistas reemplazaran alpartido revolucionario como ncleo del movimiento obrero.

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    17/25www.wsws.org/es/articles/2000/jan2000/sp-j05.shtml

    Al oponerse a Bernstein, los tericos principales de la Social-Democracia se fijaron muy bien en los esfuerzos de ste por pintar a los

    sindicatos como baluartes indispensables del movimiento socialista. FueRosa Luxemburg, claro, la que tom las riendas del contraataque. Suobra de mayor importancia referente a ste fue Reforma o Revolucin.

    Esta obra hizo trizas del argumento de Bernstein que las acciones de lossindicatos efectivamente contrarrestaban los mecanismos explotadores

    del capitalismo y conduciran, aunque gradualmente, a la socializacin dela sociedad. Luxemburg insisti que esto era completamente falso: el

    sindicalismo no conduca a la abolicin de la explotacin clasista; alcontrario, buscaba asegurar que el proletariado, limitado por la estructuraexplotadora del capitalismo, recibiera, a travs de salarios, el mejor

    precio que el mercado permitiera.

    De cualquier manera, las fluctuaciones del mercado y la dinmica general

    de la expansin capitalista restringan los esfuerzos de los sindicatos. Lasociedad capitalista, advirti Luxemburg, no iba rumbo hacia una poca

    del progreso victorioso de los sindicatos, sino hacia tiempos en que lasprivaciones de los sindicatos aumentaran. Es decir, no obstanteconquistas pasajeras, si la misin de los sindicatos permaneca arraigada

    dentro de las pautas dictadas por el sistema capitalista, stos siempre seencontraran cumpliendo la labor de Ssifo. Los dirigentes sindicalistas

    nunca le perdonaron a Luxemburg que se valiera de esta metfora conalas. Era crtica desvastadoramente apta y presciente de las actividades

    de los sindicatos.

    Este resumen no es del todo justo al anlisis de Luxemburg sobre lascausas objetivas que de la incapacidad de los sindicatos de lograr ms

    que una mitigaciny slo temporalde la explotacin de la claseobrera bajo el capitalismo. Quiero referirme a otro aspecto de la crtica

    contra Bernstein muy pertinente para hoy da: la negativa de Luxemburgen aceptar que la prctica de los sindicatos tiene contenido socialista

    innato o implcito, o que las acciones de los mismos sean esenciales a lavictoria de la causa socialista. Luxemburg nunca neg que los sindicatos,siempre que fueran dirigidos por los socialistas, podran rendir un servicio

    clave para el movimiento revolucionario. En verdad, ella esperaba que sucrtica le abriera el paso para colaborar hacia esos fines. (Que este

    objetivo poda lograrse, como ya veremos, es otro asunto.) Pero tambinadvirti contra toda ilusin acerca de que tendencias orgnicamente

    socialistas existan en el sindicalismo tal como ste apareca.

    Escribi Luxemburg: Son precisamente los sindicatos ingleses, comorepresentantes clsicos de la mentalidad estrecha recta y satisfecha de s

    misma, que comprueban que el sindicalismo, por s solo, carece de todofondo socialista. A decir la verdad, bajo ciertas circunstancias, ste

    puede hasta llegar a ser obstculo contra la expansin de la

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    concienciacin socialista, tanto como la conciencia socialista puede ser

    obstculo al xito puramente sindicalista.

    Este trozo sigue siendo un reproche magnfico a todos los que se adaptanservilmente a los sindicatos y a sus burocracias; a los que no pueden

    concebir un movimiento obrero sin magnfico forma sindicalista. Perocomo Luxemburg claramente afirma, entre el sindicalismo y el socialismo

    no existe ningn vnculo orgnico o inquebrantable. Los dos no viajan,por naturaleza, sobre trayectorias paralelas hacia un destino comn. Al

    contrario; segn Luxemburg, el sindicalismo, por su propia ndole, escarente de todo contenido socialista y le pone lmites al progreso de laconcienciacin socialista. Adems, los principios polticos de los

    socialistas, cuyas actividades obligatoriamente se basan en los intereseshistricos de la clase obrera, son contrarios a los objetivos prcticos de

    los sindicatos.

    En Inglaterra, los sindicatos evolucionaron sobre las ruinas del Cartismo e

    independientemente del movimiento socialista. Los sindicatos alemanes,por otra parte, nacieron bajo la tutela del movimiento socialista. Susdirigentes haban asiduamente estudiado a Marx y Engels. Sin embargo,

    los sindicatos alemanes, en su esencia, no estaban ms consagrados alsocialismo que sus contrapartes ingleses. Al comenzar el nuevo siglo, con

    el ingreso de cientos de miles de miembros nuevos, los sindicatosadquirieron confianza nueva y empezaron a mostrarse incmodos con la

    influencia y la subordinacin del sindicalismo a los objetivos polticos delpartido. Una plataforma nueva expres esta inquietud: la neutralidadpoltica. Cierto sector creciente de dirigentes sindicalistas comenz a

    sostener que no haba razn por qu sus organizaciones le deban lealtadespecial a las campaas polticas del PSD. Segn los argumentos, era

    verdico que el dominio del PSD le costaba a los sindicatos la posibilidadde atraer obreros desinteresados u opuestos a la causa socialista. Entre

    los representantes principales de esta tendencia se encontraba Otto Hu,quien insisti que los sindicatos slo podan servir los interesesprofesionales [no clasistas] de sus miembros si se adoptaba una poltica

    neutral. Hu escribi: Bajo condiciones de neutralidad sindicalista, losdirigentes sindicalistas son y deben ser indiferentes respecto a la poltica

    de los trabajadores.

    Entre 1900 y 1905, las tensiones entre el partido y los sindicatos

    escalaron. Los dirigentes sindicalistas, en sus papeles de delegados a loscongresos del PSD, continuaron votando a favor de la ortodoxiasocialista. Los desarrollos objetivos todava no haban llegado a tal punto

    que la lucha terica contra el revisionismo se haba puesto en prctica.Los sucesos de 1905 lo cambiaron todo en el interior y el exterior de

    Alemania.

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    Ante todo, la revolucin que estall por toda Rusia tuvo un impactotremendo sobre la clase obrera alemana. Los trabajadores siguieron con

    inters intenso el reportaje de la prensa socialista acerca de la lucharevolucionaria. Los acontecimientos rusos, por otra parte, coincidieroncon, e inspiraron a, la erupcin de huelgas dolorosas por toda Alemania,

    sobretodo entre los mineros del Ruhr. A pesar de su militancia, loshuelguistas se toparon con la resistencia rgida e inflexible de los patronos

    de las minas. La intransigencia de los dueos cogi a los sindicatos desorpresa y stos no pudieron reaccionar con eficiencia. Las huelgas se

    suspendieron, estremeciendo la confianza de los obreros en laperspicacia de las tcticas sindicalistas tradicionales.

    En esta nueva situacin, Luxemburg, con el apoyo de Kautsky, arguy

    que los acontecimientos en Rusia eran de significado para toda Europa yque le haban revelado a los trabajadores alemanes una forma nueva de la

    lucha de masas: la huelga poltica. La idea de una huelga poltica demasas encontr apoyo popular en la clase obrera. Pero los lderes

    sindicalistas se horrorizaron con las implicaciones de la lgica deLuxemburg. Segn el pensar de stos, si los trabajadores ponan enprctica las teoras de Luxemburg, los sindicatos se veran atrapados en

    aventuras revolucionarias insignificantes. Las huelgas de masascostaran una enorme cantidad de dinero y podran llegar a vaciar las

    cuentas bancarias y las reservas lquidas de las cuales los dirigentesestaban orgullossimos.

    Para prevenir semejante catstrofe, los dirigentes sindicalistas decidieron

    lanzar una huelga anticipadora contra Luxemburg y los otros radicales delPSD. En el congreso de los sindicatos celebrado en Colonia en 1905, se

    estableci una comisin nica para producir una resolucin que definierala actitud de los sindicatos en cuanto al problema de la huelga de masas.

    Theodore Bmelburg, vocero de la comisin, declar: Para que nuestrasorganizaciones progresen tiene que haber paz en el movimiento obrero.Tenemos que hacer desaparecer el debate acerca de la huelga de masas,

    y que las soluciones [de los problemas] del futuro permanezcan flexibleshasta que aparezca el momento oportuno. [15]

    En lo que fue una declaracin de guerra contra los izquierdistas del PSD,el congreso adopt una resolucin que prohibi todo debate interno en

    los sindicatos acerca de la huelga poltica. Esta le adverta a los obreros:No permitan que la acogida y diseminacin de tales ideas los distraigade los deberes diarios para fortalecer las organizaciones obreras. [16]

    La rebelin de los dirigentes sindicalistas contra el partido caus unterremoto en el PSD. Kautsky declar que el congreso haba revelado

    que los sindicatos se haban enajenado profundamente del partido. Notcon irona que le pareca absurdo que durante el ao ms revolucionario

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    de toda la historia los sindicatos proclamaran su deseo por la paz y la

    tranquilidad. Para Kautsky era evidente que los dirigentes sepreocupaban ms por las cuentas bancarias de la organizacin que porla calidad moral de las masas.

    El odio de los dirigentes hacia la izquierda del PSD alcanz dimensionespatolgicas. Rosa Luxemburg en particular se convirti en el blanco

    perenne de los insultos vitrilicos. Otto Hu, redactor del diario de losmineros, le urgi a todos los que tuvieran exceso de energa

    revolucionaria que se largaran a Rusia en vez de fomentar debates sobrela huelga general desde sus residencias de verano. Los ataques contraLuxemburg se intensificaron, aun cuando ella languideca en una crcel

    polaca despus de haber sido arrestada por actividades revolucionarias.Harto de los ataques personales feroces contra Luxemburg, Kautsky

    vigorosamente critic la persecucin de una dirigente de la lucha declases proletaria. Escribi que no era Luxemburg la que pona en peligro

    las relaciones entre el partido y los sindicatos, sino los funcionariossindicalistas, que sentan un odio primitivo por todo grupo dentro delmovimiento obrero que adopta cualquier objetivo ms ambicioso que el

    aumento salarial de cinco centavos la hora.

    Durante cierto perodo, los dirigentes del PSD lanzaron un contraataque

    a los funcionarios sindicalistas, pero de la manera ms cautelosa posible.En el congreso del partido que se llev a cabo en Jena en Septiembre,

    1905, Bebel introdujo una resolucin llena de astucia literaria quereconoca la validez de la huelga poltica de masas, pero slo como armadefensiva. A cambio, los sindicatos aceptaron la formula de Bebel, pero

    slo por un breve perodo. En el congreso del partido en Mannheim enSeptiembre, 1906, los sindicatos le exigieron al PSD que adoptara una

    resolucin que establecera el principio de la igualdad entre lossindicatos y el partido, lo cual consiguieron. Esto significaba que,

    referente a cualquier asunto que directamente afectara a los sindicatos, elpartido tena que adoptar una postura aceptable a ellos. Hacindole casoomiso a objeciones estrenuas, los dirigentes del partido colaboraron con

    los funcionarios sindicalistas y burocrticamente cancelaron el debate ehicieron que la resolucin se adoptara a la fuerza.

    Desde ese momento en adelante, la comisin general de los sindicatosrigi al PSD. Not Luxemburg que ahora la relacin entre los sindicatos

    y el partido se pareca al cuento de la esposa campesina regaona, quienle aconsej a su esposo: Cuando tengamos problemas, usaremos elsiguiente sistema: Cuando estemos de acuerdo, t decides. Cuando no

    estemos de acuerdo, yo decido.

    En sus disputas con Luxemburg y las fuerzas revolucionarias dentro del

    PSD, los funcionarios sindicalistas se acostumbraron a proclamar que

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    ellos conocan los deseos del obrero comn mucho mejor que losrevolucionarios tericos. Segn ellos, Luxemburg y otros revolucionarios

    de su ndole tenan las cabezas llenas de abstracciones y visiones utpicasy en realidad no tenan ninguna solucin prctica para los problemas quelos obreros sufran en las minas o en los talleres de las fbricas. Para los

    tericos era maravilloso soar con un cataclismo revolucionario en elfuturo y con la utopa que ste engendrara, pero en el aqu y el ahora a

    los trabajadores les importaba ms esos pocos marcos extra en suscheques semanales.

    Quizs haya sido cierto que los argumentos de los funcionarios

    sindicalistas reflejaban la actitud de muchos sectores obreros cuandoestall el debate acerca de la huelga de masas. Es posible que si la

    cuestin se hubiera puesto a voto en 1905 o 1906, la mayora de losobreros habran votado por la poltica de Legieny en contra de

    Luxemburg. Sin embargo, al considerar la actitud de los trabajadoreshacia el debate entre los marxistas y los dirigentes sindicalistasreformistas, vale recordar lo siguiente: los funcionarios estaban

    comprometidos institucional y constitucionalmente a realizar una polticaarraigada en que los sindicatos dependen orgnicamente de las relaciones

    de produccin capitalistas y del estado-nacin en existencia. Pero laclase obrera, fuerza social esencialmente revolucionaria, no estaba

    similarmente comprometida a un programa gradual de adaptacinreformista.

    La evolucin de las contradicciones implcitas del sistema capitalista

    comenz a desgarrar la tela social alemana, sobretodo los acomodosclasistas. A medida que las tensiones entre las clases aumentaban, los

    trabajadores adoptaban una actitud ms agresiva y hostil hacia lospatronos y el estado. Ya para 1910-1911 haba signos muy evidentes

    que la lgica de Luxemburg haba comenzado a adquirir audiencia mayorentre capas obreras ms amplias. El descontento de los trabajadores consus sindicatos oficiales aument notablemente, sobre todo despus de las

    huelgas de 1912-1913, que fracasaron debido a la resistencia acrrimade los patronos.

    El comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 le puso parotemporal al proceso de radicalizacin. Para 1915-1916, sin embargo, el

    descontento social de la clase obrera, exacerbado por la guerra,comenz a desmoronar las barreras impuestas por los sindicatosoficiales. Los antiguos argumentos burocrticos contra la huelga poltica

    de masas fueron refutados decisivamente en Octubre-Noviembre de1918 al estallar la Revolucin Alemana.

    La experiencias de las clases obreras alemana e inglesa sometieron alsindicalismo a su mayor prueba histrica. Si dispusiramos de mayor

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    tiempo, podramos ampliar y verificar nuestro anlisis del conflicto

    fundamental entre el socialismo y el sindicalismo con numerosos ejemplosque toman en cuenta a mayor cantidad de pases y a todas las dcadasdel siglo hasta llegar a nuestros propios tiempos. Esta verificacin

    detallada es necesaria, s, pero el tema de esta charla ha sido el deplantear las bases tericas e histricas para que se emprendan estudios

    empricos de mayor alcance.

    Conclusin: el papel histrico de la conciencia socialista

    Adems, el mayor objetivo de esta charla no ha consistido en presentar

    tantos ejemplos de las traiciones de los sindicatos como fuera posible.No; el tema fundamental, y tambin el de las otras charlas de la semana,

    es el papel de la conciencia socialista y la lucha por desarrollarla en laclase obrera. He ah el significado esencial del partido marxista. Aun si

    una militancia sindicalista espontnea sucediera (y sto no se puedeimaginar sin que los miembros de base se rebelen contra las antiguasorganizaciones burocrticas), el progreso de un movimiento

    revolucionario tan prometedor dependera de la labor independiente delpartido marxista, que luchara por darle conciencia socialista a la clase

    obrera.

    Es notable, pues, que todos aquellos que insisten en la autoridad

    incuestionable de los sindicatos se oponen a la lucha por el marxismo enla clase obrera. Esto se ha expresado de la manera ms explcita en losescritos recientes de Cliff Slaughter, quien critica severamente a los

    marxistas (es decir, al CICI) que persisten en creer que su deber esconcienciar', politizar' e intervenir polticamente' en las luchas

    espontneas de la clase obrera que empiezan a surgir...

    No creo que exagero cuando digo que estas palabras tienen intencin

    criminal. Ya casi estamos llegando al trmino de un siglo que ha visto lastragedias histricas ms horribles. Es incalculable el precio que lahumanidad ha pagado con su propia sangre por los fracasos y traiciones

    de las luchas revolucionarias innumerables del siglo. La cantidad devctimas causada por las revoluciones traicionadas llega a los cientos de

    millones. Durante los ltimos aos hemos visto los resultados humillantesy horribles de la desorientacin de las masas soviticas. Pero aun as. en

    medio de esta desorientacin poltica universal, Slaughter criticaferozmente a todo aquel que trata de combatir esta desorientacinbasndose en la ciencia socialista.

    La glorificacin cnica de la espontaneidad, es decir, del nivelprevaleciente de la conciencia y de las formas organizacionales actuales,

    no puede defender los intereses de la clase obrera. En el caso deSlaughter y otros ex marxistas de su ndole, la subordinacin a la

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    espontaneidad slo sirve para cubrir su colaboracin con las burocraciassindicalistas y obreras traicioneras. No ofrecemos ninguna disculpa porinsistir que el futuro de la clase obrera depende del vigor de nuestras

    intervenciones polticas y del xito de nuestros esfuerzos paraconcienzarla

    Nos arraigamos en las bases que echaron los grandes fundadores yrepresentantes del socialismo cientfico. Rechazamos la declaracin de

    Slaughter porque sta representa una repudiacin de los principioselementales que han sido la razn por la cual el movimiento marxista haexistido desde sus principios. El proletariado es el sujeto activo histrico

    del proyecto socialista. Pero el socialismo no surgino pudo surgirdirectamente de la clase obrera. Este tiene, por decirlo as, su propia

    historia intelectual. Marx nunca pretendi que su concepto de la misinhistrica del proletariado tena que conformarse a la opinin pblica dela inmensa mayora de los obreros en cierto momento de su evolucin. Es

    absurdo sugerir que Marx, el mayor intelecto desde Aristteles, consagrtoda su vida a formular ideas que slo reproducen lo que el obrerocomn puede pensar por s mismo.

    En 1844, Marx escribi: No es cuestin de lo que este o aquelproletario, o aun el proletariado en general, considere en cualquier

    momento, dado su objetivo. La cuestin es lo que el proletariado enrealidad es y que, de acuerdo a su naturaleza, ser obligado a entablarhistricamente. La propia vida cotidiana del obrero y la organizacinactual de la sociedad burguesa presagian sus objetivos y accinhistrica. [17]

    Si la espontaneidad de la lucha de clases produjera la concienciasocialista, no habra necesidad de organizar esta escuela. Qu raznhabra para organizar conferencias acerca de la historia, la filosofa, laeconoma poltica, la estrategia revolucionaria y la cultura si la claseobrera, con sus organizaciones de masas y su nivel de conciencia

    histrica-poltica actual, pudiera automticamente comprender losdeberes que el desarrollo de la crisis mundial del capitalismo le plantea?

    Consideremos el fondo poltico de la prctica de esta escuela. En estemomento, mientras nos reunimos, las economas del sudeste de Asia

    estn estado de alboroto. Casi de la noche a la maana, la existencia decientos de millones de personas se ha puesto en peligro. En Indonesia, elvalor de la moneda declin 22 por ciento anteayer. Durante seis meses,la rupia indonesa ha perdido casi el 80 por ciento de su valor. El FondoMonetario Internacional exige que se establezca un rgimen de austeridad

    bestial. Bajo estas condiciones es inevitable que estallen luchas socialesenormes.

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    No obstante, no depende el resultado de estas luchas de que la claseobrera asimile las lecciones trgicas de sus propia historia, que constituyeotro captulo de pesadilla en la historia del Siglo XX? No es

    imprescindible que los obreros, estudiantes e intelectuales indonesiosestudien como el Partido Comunista Indonesio, el mayor fuera de laURSS y la China con ms de un milln de miembros, resultara impotenteante el golpe de Suharto? Ms de medio milln de personas fue

    asesinado en esa contrarrevolucin Los ros de Sumatra y Bal seatoraron con los cadveres de los muertos. Las ejecuciones de losprisioneros arrestados despus del golpe continu hasta principios de los1990. Cuntas cuestiones y problemas que todava no se han podidoresolver y clarificar! Las lecciones estratgicas de ese perodo

    constituyen las bases para la venganza histrica de los trabajadoresindonesios contra los crmenes de la burguesa indonesa, asistida por elimperialismo estadounidense y, he de aadir, el australiano tambin.

    Esto no es problema nicamente indonesio; es deber histrico mundial.Llegamos al final de esta escuela tal como empezamos: haciendo hincapi

    en que el futuro de la humanidad en el Siglo XXI depende de laasimilacin de las lecciones de las experiencias estratgicas histricas delXX. Si tuviera que decir en pocas palabras cual es la conclusin mayor ala que hemos llegado despus de analizar este siglo tan doloroso, es sta:

    que el destino de la humanidad est inevitablemente vinculado a la luchapor la concienciacin y la cultura socialista dentro de los confines de laclase obrera internacional, lucha que tiene su expresin poltica esencialen la construccin del Partido Socialista de la Revolucin Mundial.

    Notas:

    1. Los sindicatos durante la poca del nuevo liberalismo, en la revistaEl socialismo hoy.

    2. Workers International Press [ Prensa Internacional Obrera],Tomo 1, febrero 1997, p. 21

    3. Theodore Rothstein, Del Cartismo al sindicalismo, (Londres:

    1983), pp. 183-184

    4. Ibid., p. 195

    5. Ibid., p. 197

    6. Ibid., p. 273

    7. Ibid., p. 100

    8. Ibid., p. 100-101

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    25/25www.wsws.org/es/articles/2000/jan2000/sp-j05.shtml

    9. Ibid., p. 101

    10. Ibid., p. 102.

    11. Marx y Engels, Obras completas, Tomo 45, p. 361

    12. Ibid., Tomo 26, p.299

    13. Ibid.,

    14. Draper, p. 111

    15. Schorske, La gran escisin, pp.39-40

    16. Ibid., p. 40

    17. Marx y Engels, Obras completas, Tomo 4., p. 37

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