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RAQUEL BOZZOLO OSVALDO BONANO MARTA L'HOSTE EL OFICIO DE INTERVENIR POLÍTICAS DE SUBJETIVÁCIÓN EN GRUPOS E INSTITUCIONES Editorial Dihlo61 SIN FRONTE RAS 1. Los avatares de la intervención: recorrido subjetivo de un equipo* Osvaldo Bonano, Raquel Bozzolo y Marta L'Hoste La de 'unas prácticas Empezaremos por contar cómo hicimo.s para organizar esta investigación. Probablemente.resulte útil que se tenga en cuenta cómo fuimos construyen- do este escrito al compás del armado de nuestro pensamiento actual. Este texto intenta la historización de unas prácticas. Elaborarlo requirió releer los protocolos de grupos y de intervenciones, y desde esa plataforma nos propu- simos sistematizar las experiencias realizadas en conjunto. Nuestras inter- venciones están documentadas, unas veces bajo la forma de desgrabaciones y otras como re!;isfro de crónicas. Esa documentación, junto con los escritos producidos en esos tiempos, fueron los insumos para realizar estas páginas. Historizar es una operación de pensamiento desde el presente, es decir desde este presente y nuestro presente. Esta operación no resulta fácil; tam- poco es μn problema de voluntad sino de producir las herramientas para ello. Nos ayuda saber que no es un problema nuestro en tanto profesionales o per- sonas, sino que es compartido por todos aquellos que ante una situación no- ' vedosa no les convence forzar los términos para que "se adapten" a las teo- rías previas. Nuestra posición subjetiva actual es de perplejidad ante el pre- sente y de vacilación én el pensamiento .. Han caído paradigmas y nociones * Este artículo es la fusión' de dos trabajos extensos, realizada para aligerar repeticiones. En el primero de esos textos (redactado en 1991) el equipo había fundado su plataforma de trabajo en el horizonte problemático del papel de la grupalidad en la elaboración de situaciones sociohistó- ricas alteradas. El segundo texto consistió en un fuforme de investigación, en el que el equipo revisa y replantea diez años de experiencias y teorizaciones, y fue presentado en el espacio de investigaciones de la AAPPG en 200L Los comentarios realizados en esa oportunidad por Ignacio Lewkowicz y J anin.e Puget se presentan al final de este artículo. 87

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RAQUEL BOZZOLO OSVALDO BONANO

MARTA L'HOSTE •

EL OFICIO DE INTERVENIR

POLÍTICAS DE SUBJETIVÁCIÓN

• EN GRUPOS E INSTITUCIONES

Editorial Dihlo61 SIN FRONTE RAS

1. Los avatares de la intervención: recorrido subjetivo de un equipo*

Osvaldo Bonano, Raquel Bozzolo y Marta L'Hoste

La ~istorizació'n de 'unas prácticas

Empezaremos por contar cómo hicimo.s para organizar esta investigación. Probablemente. resulte útil que se tenga en cuenta cómo fuimos construyen­do este escrito al compás del armado de nuestro pensamiento actual. Este texto intenta la historización de unas prácticas. Elaborarlo requirió releer los protocolos de grupos y de intervenciones, y desde esa plataforma nos propu­simos sistematizar las experiencias realizadas en conjunto. Nuestras inter­venciones están documentadas, unas veces bajo la forma de desgrabaciones y otras como re!;isfro de crónicas. Esa documentación, junto con los escritos producidos en esos tiempos, fueron los insumos para realizar estas páginas.

Historizar es una operación de pensamiento desde el presente, es decir desde este presente y nuestro presente. Esta operación no resulta fácil; tam­poco es µn problema de voluntad sino de producir las herramientas para ello. Nos ayuda saber que no es un problema nuestro en tanto profesionales o per­sonas, sino que es compartido por todos aquellos que ante una situación no- ' vedosa no les convence forzar los términos para que "se adapten" a las teo­rías previas. Nuestra posición subjetiva actual es de perplejidad ante el pre­sente y de vacilación én el pensamiento .. Han caído paradigmas y nociones

* Este artículo es la fusión' de dos trabajos extensos, realizada para aligerar repeticiones. En el primero de esos textos (redactado en 1991) el equipo había fundado su plataforma de trabajo en el horizonte problemático del papel de la grupalidad en la elaboración de situaciones sociohistó­ricas alteradas. El segundo texto consistió en un fuforme de investigación, en el que el equipo revisa y replantea diez años de experiencias y teorizaciones, y fue presentado en el espacio de investigaciones de la AAPPG en 200L Los comentarios realizados en esa oportunidad por Ignacio Lewkowicz y J anin.e Puget se presentan al final de este artículo.

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ÜSVALDO BONANO, RAQUEL BOZZOLO Y MARTA L'HOSTE

que orientaron nuestras conceptualizaciones iniciales; se muestra agotada la ley del Estado como organizador simbólico de las prácticas sociales. Y esto no es poca cosa para el campo psi. La subjetividad instituida de ciudadanos (que éramos), la subjetividad de psicoanalista (que hoy vacila y resiste), enfren­tan una serie de obstáculos. Pero para que se constituya un problema es pre­ciso- percibir el agotamiento de las categorías que organizaron saberes ante­riores y de las nociones disciplinarias que hoy impiden operar con potencia.

Intentamos escribir sobre unas prácticas pensadas con categorías formu­ladas en otra situación y no nos resultó fácil. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos que trabajamos durante la dictadura .o después de ella en el movimiento de derechos humanos. Se ha producido un recorrido subjetivo, que nos fue transformando.

El equipo y su investigación

El nombre inicial, el más descriptivo, con el que podemos anunciar nues­tro trabajo es prácticas de intervención en dispositivos grupales. Nos propo­nemos realizar un estudio comparativo de dispositivos que, si· bien están in­cluidos en el campo que antes demarcamos, reconocen variaciones respecto del tipo de demanda que allí se articuló, el lugar o la actitud del equipo coor­dinador y las implicaciones institucionales, tanto de integrantes como de coordinadores. Estas variaciones nos resultaron interesantes, ya que permi­ten explorar las zonas de visibilidad e invisibilidad que para la operación práctica y para la teoría abre o cierra cada dispositivo desde su conformación específica (Fernández, 1989). Lo presentamos hoy como "investigación", sin que por el momento podamos circunscribir claramente en qué consiste tal co­sa. Una investigación como ésta comprende varios objetivos, algunos elucida­bles, mientras otros no han alcanzado ese estatuto y siguen pulsando desde su formación sintomática. Esperamos que la intervención que se haga sobre esta presentación resulte fértil para la producción de pensamiento.1

¿Desde qué lugar, desde qué institución social, se han realizado las diver­sas prácticas que intentamos que sean pensadas aquí? ¿Desde qué rol profe­sional; desde qué subjetividad, lo hemos hecho nosotros, más allá de los pro­pósitos conscientes que la iniciaron? ¿Qué transformaciones subjetivas he-

l . Desde 1997 venimos realizando en seminarios con Ignacio Lewkowicz y en contacto con sus escritos una revisión de los núcleos centrales del pensamiento contemporáneo. Ello representó una guía central en la tarea de revísíón crítica de las líneas de pensamiento que fueron consti· tuyendo nuestros operadores teóricos. A la vez, nos permitió acceder a su teoría situacional de la subjetividad actual. Nos resulta imposible reducir este aporte a la cita puntual de algún tex­to singular o un tramo de los seminarios.

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Los AVATARES DE LA INTERVENClóN: RECORRIDO SUBJET1vo DE UN EQUIPO

mos sufrido? ¿Cuándo y por qué se convirtió en una investigación?, ¿qué era antes? Las preguntas precedentes conciernen no sólo a las prácticas realiza­das sino también a esta misma presentación. ¿Es ésta una investigación psi­coanalítica?, ¿qué demarca que lo sea?, ¿es grupalista, institucional?, ¿es, fi­nalmente, una investigación científica?, ¿qué criterios lo indicarían?

Nos preguntamos en qué sentido este texto constituye una investigación. Sería improcedente creer que refiere a una serie de prácticas diseminadas en <lis.tintos ámbitos con clasificación establecida: terapéutico, psicosocial, de ammación política, institucional, grupal, etc., que es.tarían reunidas aquí só­lo porque fueron realizadas por un mismo equipo.

La misma composición de este equipo es parte de un recorrido subjetivo es decir, de un recorrido que comienza al enfrentarnos a un problema que in~ sistió motorizando las búsquedas de nuestro trayecto y que insiste aún hoy. Actualmente definimos de este modo el problema que enfrentamos en el pun­to de partida: ¿cómo ayudar y acompañar las acciones de las Madres, a la vez que colaborar en el alivio del sufrimiento? Es decir, ¿cómo colaborar con la necesaria tramitación de los ~fectos de la-<l.i..ctadur.a.'LLa manera en que en­tendii:rios la radicalidad de las alteraciones fue variando en los diferentes mo­mentos.

~os q~e integramo.s este equipo nos conocíamos desde nuestro trabajo de res1stenc1a ante la dictadura; nos reunían ciertas convicciones, apuestas políticas que coincidían en la situación y preocupaciones teóricas semejan­tes. La iI1capacidad del lenguaje disciplinario para albergar lo que ocurría constituyó nuestro obstáculo inicial. La incapacidad no era sólo de nuestra disciplina, lo era de todo el lenguaje disponible en la situación. La apuesta de las Madres en la que nos incluimos nos hablaba de una transformación subjetiva, que en ese momento pensamos que era producida por una apues­ta política. Hoy rescatamos el posicionamiento que intentó situarse en fide­li.dad al gesto instituyente de las Madres, que llevó a nominar al desapare­cido, a ese plus que en exceso no quedaba incluido en el lenguaje de la si­tuación.

Ni muerto ni duelo, ni secuestrado, ni preso, etc. Es un buen ejemplo de una posición de enunciación radical. Dijeron desaparecidos en un acto: el de una solicitada donde por primera vez se alude a su existencia. Era un acto que nominaba aquello que era desmentido, e hizo pensable lo que no se po­día pensar. En la época de Madres tuvimos ciertas discusiones con colegas acerca del valor que le otorgábamos a la consigna por la aparición con vida. Hoy nos queda claro que se había constituido un sujeto de la enunciación que nuestra formación disciplinaria no podía entender, ya que en ella habitual­mente se hace referencia a los contenidos de los enunciados y no a las posi­ciones de la enunciación. La remisión al juicio de realidad dejaba encerrado al campo psi en una realidad ya establecida; no se concebía a estas mujeres

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que se animaban a actos de enunciación. Hoy estamos seguros de que no nos equivocamos y pretendemos seguir siendo fieles a ese gesto, que habilitó un pensamiento y unas prácticas nuevas en diversos terrenos, a partir delas al-teraciones que se habían 'producido con la dictadura. ·

Durante el trabajo con Madres nos resultaba insuficiente el plano de lo psíquico; no encontrábamos en las historias libidinales las determinaciones de esos "posicionamientos. Dado· que no podíamos captar esto desde nuestra formación, recurrimos a otro aspecto de nuestra conformación subjetiva: la de militantes políticos. Como vemos hoy, no podíamos pensar por fuera de nuestra subjetividad que era tanto de militantes políticos populares o revo­lucionarios, como de psicólogos, trab_ajadores de la salud mental, psicoana- ,...... listas.

La constitución del EAPMPM y nuestro trabajo dentro de él durante muchos años fue un modo de enfrentar el problema enunciado. Nuestro equipo se compone cuando empezamos· a considerar agotado el dispositivo de grupo empleado por el Equipo en las acciones comunitarias; cuando algo se ha~ía transformado y la operatoria· del grupo de orientación, que se organizaba tras un modelo de posición subjetiva, ya no era efectiva. Comenzó a constituir un obstáculo la formulación de tr.amitación psíquica de los efectos, también de­signados como "efectos psicológicos" producidos por la dictadura. Fuimos ra­dicalizando nuestro análisis de la ley en su relación con la justicia; avanzá­bamos sin demasiadas garantías, las redes que nos habfan sostenido y :r:ea-segurado en otros momentos empezaron a ceder. ·

La constitución del equipo ofició y oficia de lugar de producción a la vez que de sostén frente a cada remezón que nos ocasiona una y otra vez la caí­da de una convicción política o de una certeza teórica, que va deponiendo lo que éramos hasta ese momento. · ·

Con estas ideas nos lanzamos a la aventura de pensar lo que hemos he­cho en todo lugar institucional que nos resultó cuestio;i.ii:do. Se trata de pen­sar, desde categorías que se comparten en el ámbito psicoanalítico, unas prácticas que tienen lugar en zonas que no admiten sei: 7ercadas por territo­rializaciones de saber. Tal operación forma parte de una rareza que espera­mos otorgue fuerza crítica al análisis de las teorizaciones dominantes en nue~tros discursos, que las exceda y suplemente de modo que obligue, de nuevo, a pensarlas.

Hoy sabemos que el camino no tiene un final; seguimos' andando con de­cisión en el hacer y una.cierta oscilación en la nominación de nuestras inter­venciones. Este escr.ito muestra el recorrido tal como lo fuimos pensando. Nos servimos del establecimiento de algunos mojones que marcan ese reco­rrido.

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN:. RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO ,

Cuatro rasgos que orientan la investigación

Decidimos diV:idir nuestro recorrido en ~arios momentos, que además de estar signados por el tiempo sociohistórico y sus transformaciones están tam­bién delimitados por ciertos rasgos de las coyunturas que se iban configuran­do a partir de nuestra propia intervención. Toda cl,asific~ción responde a una convención no existente antes de su establecimiento y corresponde por lo tan­to definir los parámetros que hemos establ~c!do para el ordenamiento de las prácticas presentadas. La ·descripción de un estadq o coyuntura no se sitúa en posición trascendente a ésta; es una fuerza entre las fuerzas que confor-man la misma,,coyuntura. .

El propósito es historizar los obstáculos que se presentaron a lo largo de más de diez años, en prácticas realizadas en distintos ámbitos, qiversas po­blaciones y con cierta multiplicidad de objetivos. Podemos describir los obs­táculos como la emergencia de rasgos en las situaciones que no se dejaban captar por las categorÍas establecidas, la impotencia de ciertas teorías para dar cuenta de lo que allí pasaba, y ciertos sorprendentes efectos de los dispo­sitivos y las técnicas utilizados. Es decir, se trata del desacople entre ciertos saberes y' lo que se presentaba como arduo de pensar y representar, y sobre todo de transformar.

Consideramos que cada momento presenta rasgos que organizaremos en cuatro ejes definitorios de la coyuntura: ·

1) cierto horizonte"problemático: las posibilidades de v:isibilidad, 'aquellos límites que los sab.eres disP,onibles iinponen, es decir las anteojeras producidas por las nociones teóricas de nuestras disciplinas que limi­tan abordajes y pensamientos;

2) unos procedimientos específicos, donde incluimos los dispositivos tec­nológicos que diseñamos y administramos en nuestras intervenciones;

3) las posiciones subjetivas (tanto profesionales como políticas), eje donde se ubican lo que llamamos las "implicaciones" institucionales en cada situación de intervención, tantO las nuestras como las de los integran-tes de cada agrupamiento, y ,

4) los linajes teóricos dent~o de los que se inscriben las nociones que con­formaron las .herramientas utilizadas, tanto en las prácticas de inter­vención como en las reflexiones posteriores. Tratamos de ubicar cuáles han sido en cada momento los organizadore"S ·teóricos que orientaron nuestras ope~aciones y en qué linajes se inscriben.

Asumi:di~s la perspectiva que p~opone como agotamiento de un horizonte problemático ai·punto donde los saberes no pueden dar cuenta de lo nuevo de la situación. El ~enguaje y las operaciones' prácticas ya conformadas fallan en

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nombrar y operar ante algo que se presenta. Algo de lo real, una inconsisten­cia, hace síntoma; saberes y operacionés establecidos se manifiestan impo­tentes para .dar cuenta de la anomalía. En esos puntos problemáticos nues­tras ope:i;aciones tendieron a determinar eso que allí pugnaba como indeter­minado. La situación problemática es aquella en la que se presentan pregun­tas auténticas, en el sentido de que no reenvían a ninguna respuesta conce-bible para la situación dada. ·

Una sl.tuación otra se inaugura o se termina de est~blecer cuando a par­tir de la. presentación de un síntoma, de una ín~istencia, se realiza una apuesta y se declara la situación nueva como tal. Esa declaración impone lo presentado como una excedencia, imposible de ser aspciado a la situación an­terior. Las cosas ya nci. pueden ser como antes ni pensadas con el código an­terior. Rastreamos algo parecido á esa declaración cuando formulábamos

,. · cuál era el obstáculo de cada momento. Lo que había sido herramienta de pensamiento y reglaba las operaciones de nuestras intervenciones empieza a funcionar como obstáculo cuando impide. el procesamiento de lo que se pre­senta. Desde estos vectores distinguimos cuatro momentos en nuestro posi­cionamiento estratégico:

1) En un primer momento ubicamos aquellas acciones que se podrían ins­cribir dentro del movimiento de derechos humanos: tanto el trabajo con grupos de familiares de los desaparecidos que se realizaron dentro del EAPMPM como en otras prácticas grupales de reflexión en jornadas

de tipo comunitario .2 .

2) La segunda coyuntura queda configurada por una decisión que conf or­mó las prácticas de taller reflexivo en los seminarios que en calidad de inVitados realizamos en la cátedra de Teoría y Técnica.de Grupos I de la Facultad de "?sicología de la Universidad de Buenos Aires Y otros t~lle­res reflexivos realizados en jornadas de psicólogos sociales y de ps1coa­nalistas.3 En esas actividades fuimos convocados, en nuestra condición de "expertos" en derechos humanos, para la ~xp~~icióz: de. nuestras con­sideraciones profesionales acerca de la trarmtac1on ps1qmca de los efec-tos de la dictadura militar y su posterior impunidad. .

3) El tercer momento se configura con nuestra decisión de trabaJar sobre otro punto sintomático que considerában:os producto .de una transf~r­mación en curso de las significaciones sociales: .el desacople entre ~rac­ticás y enunciados de fundamento de algunas costumbr.es profes1ona-

2. Véase "El caso Costa Mangini y el discuso psicológico en el espacio J?úblico", en este volumen.

3. Véase "Diciembre de 2.00~: una subjetividad dislocada" y "Cromañón: el obstáculo de la victi­

mización", en este volumen.

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

les. Se trató del despliegue de . talleres reflexi".os convocados para la tramitación de la crisis en el imaginario social y s.u repercusión en los profesionales de las carreras tradicio.nalmente llamadas de los "servi­cios sociales". En este grupo de prácticas incluimos los talleres realiza­dos en diferentes años en el seminario de posgrado de la Facultad de Psi(ología "Subjetividad, institución y cultura" en los que participaron diversos profesionales de esas carreras y algunas .intervenciones insti­tucionales realizadas en el espacio público4 (hospitales, ámbitós profe­sionales-gubernamentales de salud mental, etcétera).

4) En el cuarto momento incluimos algunas prácticas recientes: ciertas intervenciones institucionales y la experiencia realizada en dos semi­narios u~iversitarios .diferentes: un grupo reflexivo en el seminario de posgrado en la Universidad de Buen'?s Aires, "Subjetividad, institución y cultura", en 2000, y el otro en el seminario ~e posgrado de la carrera de Psicología en la Universidad Nacionalde La Plata, "Producción de pensamiento en condiciones de impunidad", que se dictó a fines de 1999 y que incluyó dos talleres conformados con ~iferentes dispositi­vos, el primero con técnicas de multiplicación dramática y el otro refle­xivo. 5 El establecimiento de esta nueva coyuntura se asienta en una modificación importante en el plano de nuestro posicionamiento subje­tivo, y en un paso más en la revisión del lugar del experto. Nuestra preocupación central hoy pasa por los procesos activos de subjetivación en los agrupamientos y una apuesta a su trabajo en la inmanencia del dispositivo de intervención.

A continuación, y anticipando algunos elementos que desplegaremos con más profundidad a lo largo del texto, quisiéramos presentar algunos aspec­tos de nuestro recorrido subjetivo.

Reelaboración de los dispositivos

La primera tarea pasó por la elaboración crítica con Osvaldo Bonano de lo realizado por Marta L'Hoste y Raquel Bozzofo en el EAPMPM. Nos dedica­mos entonces al análisis de los dispositivos clínicos y comunitarios imple­mentados, a las implicaciones que nos atravesaron .y las categorías teóricas que usamos. Debimos cursar un doloroso trabajo subjetivo en ocasión del de-

4. Véanse al respecto los puntos 4 y 6 del anexo.

5. Vease el punto 5 del anexo.

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.. salojo del Equipo por parte qe Madres y la ruptura del mismo, del que for­mábamos parte. 6

Como parte de ese trabajo produjimos un artículo, en el que se proponían algunas ideas: : ·

. La dimensión política era rectora . de nuestros act~s y búsquedas teóricas [ ... ) por la característica del campo de trabajo con una pobla­ción afectada por el trauma social, nos vimos exigidos a construir. una matriz de pensamiento que permitiera trabajar la estructura psíquica y la historia no en relación de exterioridad como nos proponía el pensa­miento heredado.

Respecto de nuestras implicaciones, los dispositivos de abordaje s~ des­centraron de ser pensados únicamente como práctica psi, por lo tanto nos de­bimos interrogar desde qué instituciones los realizamos. En: ese momento inscribimos nuestras prácticas en una particular institución entre otras, que llamamos "de la solidaridad popular".

Asimismo, a partir de las restituciones de los niños secuestrados y la ruptura del consenso en el campo de los derechos humanos se agota un dis­positivo de trabajo grupal. En éste, la ideología de Madres se ofrecía como universo de significaciones que otorgaba sentidos políticos que considerába­mos necesarios para las tramitaciones psicológicas. Ante este obstáculo, ideamos otro dispositivo al fl_ue llamamos "grupo reflexivo", en el que la coordinación se abstenía de ofrecer significaciones. En ese momento se nos iba configurando un cierto de~acuerdo ante el aprisionamiento con lo postu­lado en el campo de los derechos humanos, lo que implicó una conmoción pa­ra nuestra propia subjetividad, que oscilaba entre la caída del componente militante y su insistencia en seguir siendo.

Un segundo tiempo consistió en el diseño de dispositivos grupales para ,¡ hacer trabajar los efect~s de la represión y l.a impunidad en poblaciones es­tudiantiles y profesionales, actividad que desarrollamos en ámbitos académi-cos y comunitarios. Ya no eran grupos de orientación sino una modalidad de dispositivo que llamamos "reflexivo" en el que coordinamos desde una posi­ción abstinente, apoyados en convicciones del movimiento grupalista y en te-sis del psicoanálisis francés de los grupos -de René Kaes en especial- y del análisis institucional. ·

Basados en la noción de apuntalamiento, nuestro objetivo era crear con­diciones facilitadoras de actualización del trauma social. Abordamos los pun-

6. A fines de 1990 la comisión directiva de Madres de Plaza de Mayo decidió la desvinculación del EAP. A partir de ahí, los integrantes entramos en un estado deliberativo que culminó con la disolución del equ_ipo en tanto tal. ·

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Los AVATARÉS DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETÍvo 'DE. ÚN EQUIPO

tos de implicación emocional de los participantes, bajo · ~iertos procedimien­tos, en la línea de "fogonear"7 lo que se presentaba en exceso y no de aplacar miedos, angustias o dudas a resolver. Intentábamos romper con ias coagula­ciones defensivas que armaban loa discursos ideo~ógicos. Al dejar de trabajar bajo la pertenencia a la institución Madres, paradójicamente nos encontra­mos demandados como "expertos" en derechos humanos, situados en la transmisión testimonial de una generación. En estas tensiones. discurrían nuestros quehaceres.'

Fue una oportunidad de lÍevar adelante un trabajo de historización, que tendió a la remoción de los obstáculos para pensar las situaciones de repre­sión e impunidad, y sus efectos. Nos deslindamos así de las políticas de la memoria, en auge en ese momehto, que como operación ideológica levanta­ban la consigna de recordar para no repetir, salteándose a nuestro gusto el elaborar, ya que bajo la idea de reparación tendían a sofocar cualquier movi­miento de alteración o subjetivación.

El terror, decfa.mos en ese momento: había d~jado marcas deshilvanadas, desagregadas y sin palabras en la cadena de transmisión intergeneracional, y nuestra expectativa era que se produj.er~ significaciones en la situación grupal, en tanto pr.ocedimientos prácticos y no sólo de contenido mental, que proveyeran posibilidades de erµiebrar esas marcas que se presentaban a la manera de significantes enigmáticos.

Pasado un tiempo, hacia 1996 aproximadamente; ~uestras intervenciones en esto~ dispositivos comunitarios comienzan a hacer. agua, ante ciertos fra­casos del procedimiento grupal para ofrecer conti:p.e.ncia en la elaboración de la impunidad. Ya no hay resonancias entre lo's ptirtÍd.pantes respécto del su­frimiento del otto ni investiduras comunes, puesto que actuaban divergen­cias decisivas en las significaciones con las que los integrantes constituían la experiencia grupal y sus sentidos.

Pensamos entonces qu.e los lazos sociales que subtendían sentidos conso­nantes estaban ágotados y que otros la~os heterogéneos, con diferentes cuali­dades, comenzaban a modular formas diversas de lo social y de las subjetivi­dades. Nuestro quehacer entonc'es se derrumba y quedamos muy conmovidos. Fue un momento de parálisis. ' ·

El encuentro con estos obstáculos nos sitúa en un tercer momento; así centramos nuestro foco de atención en los disloques y sufrimientos genera­dos en los agrupamientos pr~fesionales en el campo de las instituciones -es­pecialmente de la sall!-d pública- y comenzamos a trabajar en lo que denomi-

7. Denominábamos así al trabajo de intensificar las condiciones de malestar institucional. El término provino del nombre que los medicis habían adjudicado a los obreros petroleros que rea­lizaron los primeros cortes de ruta en la Patagonia para protestar por la masiva desocupación producida por la privatización de la destilería de YPF.

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namos la "crisis de los sentidos" que daban sustento a las prácticas. Estas ac­tividades mostraron de qué modo nuestras operaciÓnes iban tratando de no­minar aquello que se presentaba siempre como exceso en cada situación.

A partir de allí, nuestras estrategias de intervención apuntaron a eluci­dar los desacoples entre las prácticas profesionales y sus enunciados de fun­damento. Advertimos que lo impensable de esa situación era la crisis de la organizáción d.el Estado y que la caída de la ley que se observaba en el pla­no de la justicia se manifestaba ahora como un punto problemático en las or­ganizaciones.

Podríamos describir algunos de los síntomas que encontrábamos: anomia y arbitrariedad en los equipos con relación a la institución, a sus relaciones y a su tarea; falta o no de cumplimiento de contratos de trabajo, nula impor­tancia adjudicada a la vigencia de ést_os, disfuncionalidades y desinvesti­mientos de la tarea, enfrentamientos de subgrupos, vacío de autoridad, etc. Se presentaba una urgencia par~ que se asumieran roles normativos. Así orientamos el trabajo a promover la emergencia de nuevas significaciones que per~itieran hacer trama institucional y apuntalar las propias prácticas. Sosteníamos la expectativa de que se generare,n subjetividades autónomas que pudieran inventar sus propias normas de funcionamiento.

Nuestros procedimientos tendían a producir conmociones y afectaciones, a fogonear el exceso, a no acallar los malestares, en cuanto la estrategia se proponía crear condiciones subjetivas para la destitución de lo instituido. De todas formas, si bien no favorecíamos las acciones hacia metas determi­nadas en los prl.meros tiempos tuvimos expectativas secretas de que se li­garan' a acciones colectivas, gremiales o político-sociales. Esta idea nos hizo obstáculo para el trabajo en la dimensión subjetiva; a la vez que se seguía conmoviend~ nuestra propia subjetividad al compás de la d~stitución de identiáades profesionales., El colapso de los Estados-nación y la caída de la ley como metaorganizador simbólico desencadenaban efectos que no lográ-bamos nominar. ·

En estos campos de intervénción, un síntoma y un malestar insistían ca­da vez cbn mayor fuerza: la disgregación. Recién en ese momento podemos comenzar a pensar un aspecto de la situación que siempre pulsó, desde la dic­tadura y su continuid.ad, que es la destitución radical del lazo social. Este punto problemático nos llevó al cuarto momento. .

En nuestro recorrido, las tesis del análisis institucional tuvieron un efec­to de intervención sobre los dispositivos y la plataforma teórica en la que los apoyáb~mos. Tal operación abrió el dominio histórico-social en el interior del dispositivo de intervención, dimensión que era un excluido específico -y lo si­gue siendo- para los dispositivos clínicos multipersonales que se definen co­mo psicoanalíticos. Se trataba, centralmente, de la elucidación de las signi­ficaciones sociales.

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Los AVATARES DE LA lNTERVENCIÓN: RECORRlDO SUBJETIVO DE UN EQUlPO

Nuestros dispositivos abrían la posibilidad de que se expresara la crisis, el conflieto, el problema. En esto fuimos bastante aseverativos; no teníamos mayores .vacilaciones sobre esta potencia expresiva de nuestros dispositivos, pero sí dudamos todo el tiempo de que la operación fuera también elaborati­va. Tal cosa sucedió especialmente en el período cuando trabajamos en talle­res con los estudiantes de Psicología en la Universidad de Buenos Áires, cuando entró en una crisis decisiva Cierta convicción grupalista (alrededor de 1996, 1997) en momentos en que se presentó ya muy conturidentemente el estado de dispersión, desconcierto y perplejidad.

El modelo de referencia o punto de partida fue la teoría de la elaboración -psíquica- tal como la concibió el psicoanálisis, sólo que en un dispositivo di­ferente, bastante heterogéneo al de la "cubeta psicoanalítica'', si tomamos la figura de Jean Laplanche. Esta elaboración fue llamada por nosotros de di­versos modos: "tramitación", "procesamiento", fueron algunas de las nomina­ciones que más usamos. En definitiva, era la pretensión -y la apuesta- e, que los sujetos agrupados en el dispositivo de trabajo pudieran ... ¿cómo podría­mos definirlo? ... ¿resolver?, o mejor, transformar lo dado. Por ejemplo, lapa­labra "transformación" y el sintagma "prácticas de transformación" estuvie­ron reiteradamente presentes; también la idea de la intervención como transformación.

Ahora bien, durante basta~te tiempo; la tesis sobre la que se apoyó esta apuesta a la transformación fue la de la elucidación crítica de las significa­ciones. Elucidar, recordemos, es pensar lo que se hace y saber lo que se pien­sa. 8 Dispusimos también otras operaciones, provistas por la clínica psicoana­lítica de los agrupamientos o, para entendernos en la lengua de la tribu, la clínica psicoanalítica de las configuraciones vinculares, operaciones del or­den de la interpretación de dimep.siones fantasmáticas intersubjetivas, pro­pias del aparato psíquico grupal, al decir de Kaes. Por ejemplo: en una inter­vención9 que implicó un punto de viraje en nuestra experiencia y nuestras teorizaciones, jugamos la interpretación de que ese agrupamiento -un equi­po de psicólogas de un hospital municipal- se había acantonado en una posi­ción masoquista, que implicaba a su vez una triple subordinación y someti­miento: de género (psicólogas mujeres/médicos hombres), profesional (médi­cos con status superior a las psicólogas) y de contrato (concu:i;;entes, fantas­mas versus personal de planta).

8. El objeto de Ja reflexión Jo constituyen las implicaciones institucionales, bajo el procedimien­to de la elucidación crítica; él, en conjunto con los procesos de subjetivación, conforma la tarea del agrupamiento en las condiciones del dispositivo técnico (en "A 30 años de Plataforma"; Ba­nano, Bozzolo y L'Hoste: 200lb).

9. El relato de esta intervención se encuentra en "Intervención institucional en un equipo de psi­cología de un hospital", en el punto 4 del anéxo.

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0SVALD0 BONANO, RAQUEL BOZZOLO Y MARTA L'HOSTE

Ahora bien, nos encontramos con la siguiente situación: el problema con­sistía en la captura de los sujetos por el inconsciente institucional, o el atra­vesamiento institucional; la operación pasaba por suponer que la puesta en visibilidad de esas determinaciones -en de:finiti".a, concientización, tanto en el sentido psicoanalítico como en el de las filosofias críticas- tendría efectos liberadores y transformadores de 'la sofocación qµe lo instituido causaba, Y que a partir de allí se podría conquistar una movilidad subjetiva Y grupal que estaba aplastada. El obstáculo o punto problemático consistió en que tale_s efectos esperados o supuestos del dispositivo no se producían; en tanto se re~­teraban . otros, extraños, bizarros, por ejemplo, un coro plañidero de sufri-mientos compartidos y archiconocidos. .

El agrupamiento mismo debería ser capaz de establecer sus propias re-glas y cumplir solidariamente con ellas. Pero esto implica necesariamente.re­conocer el agotamiento, y luego la destitución, de la l?y como o:r¡<l:n_ad~: sim­bólico puesto en trascendencia. O sea: puesto en el Jefe, en la direcc10~ _del hospital, en la secretaría de capacitación, ~n ~l ministerio d~ ... , ~~ defin:tiva, en el Estado-nación. Toda apelación a restituir una normatizacion perdida Y buscada en trascendencia se encuentra con el vacío, y allí entonces se des-pliegan tanto la desolación como la ~erplejidad. · .

La elucidación supone una confrontación (en el mejor de l~s casos) de sig­nificaciones; ¿esto quiere decir que entonces. la ope:ración consiste en un de­bate entre enunciados? ¿O se trata, más bien, de la producción de actos de enunCiación, que son los que definen la posición sujeto?

Enfrentados al obstáculo de que el dispositivo empleado no dispone de po­tencia transformadora, consideramos agotado el pro.cedimiento de la elucida­ción, lo que nos sitúa ante un esfuerzo de pensamiento e impone que sea nuestra subjetividad instituida la que se transforme.

Todo equipo, todo agrupamiento, supone tarea, programa, proyec_to, y es­to impone que tal dimensión esté investida de si~i~~aciones Y se~tido par~ los sujetos. En las condiciones anteriores, tales sigmficados y sentidos se si­tuaban en trascendencia. Hoy, cuando esa dimensión está hecha añicos, las tareas, los proyectos y los programas que pretendan a~oyarse eri sig:i¡i.ificaci~­nes en trascendencia no solamente están agotados smo formalmente desti-' . tuidos. .

Tornar consistente una situación de un equipo o un agrupamiento sólo puede conseguirse si un s.ujeto colectivo produce sus propias significaciones, y en ese acto se produce como subjetividad otra. Es a esto a lo que hoy llama-mos procesos de subjetivación. . '. . ,

El procedimiento de la elucidación,, válido acaso en condiciones de e~sten­cia de un Estado que coordinaba y garantizaba significacionés simbólicas a prácticas e instituciones, hoy carece ya de potencia alteradora. La pregunta que insiste es: ¿cuáles son las operaciones que pueden conquistar efectos de

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

transformación, en las actuales condiciones de desagregación, dispersión, de­samparo, desolación y perplejidad?

Adentrémonos ahora en cada uno de los momentos de la investigación pa­ra analizarlos en toda su complejidad: ·

Primer momento: estrategias en el movimiento de derechos humanos

EL APOYq GRUPAL EN LA ELABORACIÓN DEL TRAUMA SO.G1AL

. Ubicamos en este primer momento las prácticas realizadas por Marta y

Raquel como integrantes del EAPMPM y la reflexión crítica sobre esas expe­riencias, iniciada en 1989 con la1legacj.a de Osvaldo. Incluimos también ope­raciones realizadas por los tres en otros ámbitos: intervenciones en jornadas comunitarias, en servicios hospitalarios y en jornadas profesionales, que tu­vieron como objetivo ·Y tarea la tramitación de los efectos psicosociales de la dictadura. . ·

En esta tarea sobre el papel de los grupos en la elaboración del trauma social fuimos tramitando la dimensión traumática de nuestras historias per­sonales en sus puntos de an1:1damiento a lo histórico-social. La crisis subjeti­va que todo este proceso supuso y supone llevó a constituir a nuestro equipo en grupo sostén que brindara apoyo- para mentalizar aquello inscripto en no­sotros mismos y aún no pensado, y a sostener producciones y procesos inven­tivos.

El terrorismo de Estado impuso condiciones que en 1993 fueron entendi­das por nosotros de este modo:

Trabajamos con una población que ha sufrido una "situación límite" (o de "emergencia social"): el terrorismo de Estado que la ha llevado a un despojamiento psíquico. Ha sufrido lo que hoy llamamos con más precisión "trauma social": un monto y calidad de hechos materiales rea­les (secuestros, tor~uras, desapariciones) y un mensaje del otro social (Estado dictatorial) que producía una imposibilidád psíquica de pensar la experiencia y producir significaciones. (Banano, Bozzolo y L'Hoste, 1993b)

Como se ve, los términos utilizados para describir las condiciones impues­te.s para cualquier tramitación psíquica se reemplazaban unos a otros o se encimaban, mostrando su insuficiencia para captar y dar cuenta de lo que se había presentado en la situación. "Emergencia social" remitía al modelo de la catástrofe natural (inundaéión, terremoto), y n~ servía porque aquí se tra­taba del dominio histórico-social y porque luego de una catástrofe natural se

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ÜSVALDO BONANo,' RAQUEL BOZZOLO Y MARTA L'HOSTE

produce un retorn~ · a una situación normal. "Situación límite" no incluía de modo néto la consistencia históricó~social de la cuestión. La denominación

. "trauma social" muestra claramente su carácter sintomal: el sustantivo re­mite al universo ~onceptual del psi~oanálisis, pero foe pr-eciso eolocar el ad­jetivo "social" por razones sin duda estratégicas. Nuestro posicionamiento pasaba por sostener que un social . contrahegemónico proveía un campo de significaciones alternativo y que esas significaciones eran decisivas en los procesos de reconstrucción de los apuntalamientos de los psiquismos afecta­dos por el derrumbe que implicab.an el horror. y la desaparición. Sostuvimos que el plano de las significaciones directamente sociopolíticas no podía que­dar neutralizado, o éstas captadas reductivamerite en ur).a íntegra transcrip­ción al código de los investirnientos libidinales de un sujeto psíquico concebi­do como exterior a lo histórico-social real.

El procedimiento de la desaparición ocasioni:i.ba que el espíritu de los fa­miliares fuera arrasado en una espera incierta y que, al resultar impensable el destino del desaparecido, se produjera una catástrofe psíquica. Esto obtu­raba la posibilidad de simbolizar lo vivido y se arrojaba así al familiar a una situación -de puro horror, en la que los procesos psíquicos eran quebrados por intensas desligaduras.

En ese sentido, consideramos fundante y preservador de la integridad psí­quica al grupo instituyente que conformaban las Madres y sú proyección en lo subjetivo. Hubo otros grupos que buscaban a sus familiares, pero ellas decían: "Como madres nos parece que sentimos distinto, que los otros grupos no nos al­canzan, pensamos que es mejor gestionar solas". Se sentían identificadas en el dolor compartido desde una misma posición subjetiva y en sus necesidades de apoyo: "En casa no se podía agobiar hablando todo el día de lo mismo ... ". · · En los grupos de orientación10 resonancias fantasmáticas comunes van dando las investiduras libidinales en las que el sostén fue dominante. La or­ganización Madres fue un espacio de mediación en el que se produjeron ac­ciones y se instituyeron nuevas representaciones sociales, por ejemplo, la del desaparecido, que permitió nombrar al secuestrado y la situación de su des­tino la interpelación a los responsables y la exigencia de justicia. Estas re­pre;entaciones resultaron ser imprescindibles pará la elaboración psíquica del trauma· social, pues la perversión de los mensajes dictátoriales, por un la­do, inhibía la posibilidad de pensar, y la calidad de los hecho.s, por el otro, so­metía inexorablemente a intensas vivencias de lo siniestro. Estábamos ante una zona de lo i~pensable, como llama Janine Puget (1991)'al conocimiento posible pero no tolerable.

10. Véase "Los grupos y las jomadas en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo'', ~n el pun·

to 1 del anexo.

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUlPO

El grupo también fue el espacio que les permitió religar una pertenencia social. Recordemos que en ese momento se fragmentaron las pertenencias y referencias de los grupos sociales. En su barrio se las recortaba en un in­tento de aislarlas, por ejemplo a través de pintadas: "Madres de terroris­tas"; en los medios se las trataba de "locas'', las instituciones jurídiJas y mi­litares-gubernamentales no les contestaban; en la Plaza de Mayo, lugar de convocatoria, les ·hacían cordones; las familias se d,i.vidían, los hijos que quedaron se presentaban en sµs lugares de trabajo o escuelas con identida­des escindidas.

Cuando se conforma la institución dicen: "Ya somos más que madres de­sesperadas, tenemos algo,_ un nombre .que nos pertenece y al cual pertenecer". Pensamos que esta pertenencia institucional les permite replantear un con­trato narcisista: en términos de PieraAulagnier (1988), definen un nuevo la­zo social que rompe con la perÍersión del contrato que les imponía el Estado dictatorial, en tanto éste, entre otras cosas, responsabilizaba a l~s familias por la desaparición de sus hijos, con veladas imputaciones de haber engen­drado hijos delincuentes o de haberlos. descuidado. "Señora, ¿sabe usted dón­de está ahora su hijo.,.?", ·mensaje televisivo de esos tiempos. Recuperan así una identidad maternal de la que habían sido despojadas, que se juega no ya en el espacio íntimo y privado sino en el público.

"Tenemos un nombre que nos pe~tenece (es decir, un lazo social) y al cual pertenecemos." Este espacio, que producía tal intensa pertenencia, conlÍeva­ba el riesgo de una ilusión fusional y de darles un ser por pertenecer (Ber­nard, 1987); esto podía obstruir la posibilidad de reindividualización y nue­vas ligazones con el singular social de cada uno. Paradoja de los grupos: los constituimos, nos constituimos y nos constituyen ... Conservar ese intersticio, tratar de que no se sature, pero que siguiera ofreciendo su apuntalamiento fue una de nuestras tareas, no siempre lograda en el interjuego de las im.pli: caciones de ellas y las nuestras.

Ese agrupamiento naciente de Madres, en su primera marcha a la que in­vitaron a muchas otras madres no cqnocidas por el pequeño grupo inicial, usó un pañal como pañuelo para identificarse entre sí. Comenzaron a caminar en círculos alr.ededor de la Plaza de Mayo ante la orden policial de "circular", mientras esperaban ser admitidas en la Casa de Gobierno. Su posición con­sistió en reclamar la aparición con vida, es decir, rehusarse a ser ellas las que daban por muerto a quien no era reconocido como secuestrado por las fuer­zas represivas. En este rasgo de las prácticas de 'los familiares no había en principio una intenciorialidad política, ni siquiera se apuntaba a la destitu­ción del orden dictatorial; se emprendía la resolución de un problema a tra­vés de un recorrido distinto del pautado, de lo instituido.

Se trató, entonces, de mínimos desvíos respecto de lo que era conc'ebible en ese momento y de lo ,que el poder dictatorial prescribía, pero lo cierto es

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que el agrupamiento sostuvo una actitud de no silenciar su reclamo, y en tan­to sus operaciones se colocaban en una dimensión política, de interés para to­da la población afectada por el terror dictatorial, asumió una posición en un plano colectivo. En ese marco estratégico se abrió una posibilidad de subjetí­vación que resultaba impensable en ese entonces. Las prácticas de los fami­liares generaron la nominación "desaparecido"; la situación existente se ha­bía transformado y esto creó condiciones para la tramitación subjetiva.

LA ACCIÓN SOCIAL COMO MODO DE PRESERVACIÓN DEL PSIQUISMO

Denominamos "grupos de· orientación" a algmias de las .actividades gru­pales que realizamos en el espacio de las Madres. Hoy podemos entender que tal nombre es tributario de ciertos atravesamientos que tardamos en poner en visibilidad y elucidar críticamente. Por un lado, algunas "madres solicita­ban -inicialmente- .una "orientación" frente a ciertas cuestiones de la vida cotidiana con sus nietos en la. escuela u otras instancias comunitarias, orien­tación que por lo general giraba en.torno a la comunicación de la verdad del secuestro y la desaparición de su hijo/a. Por otro, también nos pedían que im­partiéramos una orientación a los familiares que se acercaban a ellas para saber qué hacer. En tal perspectiva, la conducta activa de agruparse Y el des­pliegue protagónico de gestiones constituían un modelo desde el cual se or-

ganizaba la tramitación. . . Las formas de elaboración subjetiva que desplegaban los familiares de los

desaparecidos se presentaron como anomalías para las categorías instituidas_ de pensamiento. Sostuvimos perspectivas abiertas a la comprensión d~ "los procesos psicológicos e ideológicos que transformaron a un grupo de mu1eres­madres la mayoría amas de casa, en líderes de la causa de los derechos hu­manos"'. Pensamos "que fue e~a actividad colectiva lo que permitió un desa­rrollo psíquico hasta ese· momento impensado [ ... ] se trataba de evaluar las conductas que permitieron salvag1,iardar la integridad psíquica Y alcanzar nuevos desarrollos basados en renovadas identificaciones que fortalecieron y desarrollaron el yo de las supuestamente «más dañadas» víctimas de la re­presión". Poníamos la clave de comprensión "en haber resistido de forma ac­tiva en el marco de una organi,zación colectiva" (Bozzolo, 1986b). Componía­'mos así, con ejes conceptuales disponibles en ese momento, diversas dimen­siones que eran entendidas como provenientes de' distintos ámbitos:"el polí-tico caracterizado como colectivo, y el psíquico entendido habitualmente en nuestro medio como "individual". Se percibe la utilización que hacíamos de alguna de las herramientas marxistas, inspiradas en el pensamiento de An­tonio Gramsci, en calificar como contrahegemónicas las prácticas que reali-

zaron las Madres.

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Los AVATARES DE LA lNTERVENClÓN: , RECORRIDO SUBJETlVO DE UN EQUlPO

De nuestra parte tuvimos claro que lo grupal y lo colectivo, como lugares de elaboración, precedieron a nuestras intervenciones y en consecuencia des­plegamos experiencias prácticas en las que un determinado abordaje técnico acompañó singulares procesos de agrupamiento. Se trató de dispositivos gru­pales excéntric.os al modelo del grupo terapéutico, más próximos a formas es­pontáneas y desplegados en zonas no territorializadas en las que el psiquis­mo se reproducía, deconstruía y reconstruía al compás de una actividad po­lítico-social. Tal el ejemplo de unas madres que ante el trauma social del hi­jo secuestrado reconstruían su psiquismo a través de su militancia sociopolí­tica. Al negarnos a clasificar los sucesos en· el eje de la patología mental, to­mamos una posición que bloqueaba la posible totalización por un discurso psi capturado por el familiarismo y la remisión a universales abstractos1 Así sos­tuvimos que se trataba de trastornos en la organización simholizante· del su­jeto, ante los que jugaba un papel decisivo en la preservación psíquica el des­pliegue de acciones sociales en el marco de agrupamientos colectivos

La institución de las Madres.como modelo posibilitaba, por.cierto en posi­ción trascendente a cada grupo, un apuntalamiento psíquico que operaba de muy diversa manera según el posicionamiento que anudaba mozzolo, 1986b). Nuestros dispositivos estuvieron situados en espacios instituciona­les, cuya ubicación sociopolítica -organismos de derechos humanos, institu­ciones de la solidaridad popular- los colocaba en perspectivas contrahegemó­nicas y desde ahí proponían sigr¡.ificaciones alternativas en el plano de las re­presentaciones sociales, que sostenían los procesós de reconstrucción de los apuntalamientos necesarios para la vida psíquica.

Las inscripciones político-deseantes de los operadores eran explícitas: se postulaban en un campo de coinciden-cias con las definiciones de las institu­ciones en las que se desplegaban las prácticas grupales y los dispositivos de asistencia. En estos dispositivos, los atravesamientos por determinaciones histórico-sociales intervienen de un modo evidente, menos velado que en otros.

Muchos de los que trabajamos en este campo tuvimos una posición críti­ca frente a la tendencia a trabajar con conceptualizaciones que podemos lla­mar "clásicas". Como ejemplo podemos recordar la polémica conJla utilización . de la categoría de duelo.

DEL DUELO A LA DESAPARICIÓN: LA.BATALLA POR LA ENuNCIACIÓN

En los inicios de la tarea pública en el EAPMPM, al reflexionar conceptual­mente sobre las prácticas, topamos con que la situación de los familiares era tipificada en nuestra comunidad como una modalidad particular de pérdida, que if plica~a la elaboración de un tipo especial de duelo; se habló por ejem-

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plo, de duelo suspendido. En 1982· en una iglesia de Nueva Pompeya se rea­lizó una reunión de los primeros profesionales que trabajamos para los dis­tintos organismos. Allí las madres y otros familiares plantearon un debate específico por la nominación de "duelo" y rechaza~on el uso del término; en sus arguméntos se presentaban anudados una estrategia política, con la que coincidíam.os, de no dar por terminado el reclamo por la vida y una peculiar manera de posicionarse' frente a lo que se definía como "la realidad".

La opjeción a la categoría "dúelo", ¿debía ser entendida como expresión de./ una resistencia que el saber psi era capaz de explicar y benévolamente "acef tar"?, ¿o se trataba de que el lenguaje disponible en la situación era impoten~J te para dar cuentá de lo singular que se presentaba? El horizonte problemá/ tico de las teorías y los procedimientos psicológicos que abordaban las cue.sc~ tiones que nos convocaban volvía a pres~ntar algunos síntomas en su dificul-.. ,,, tad para pensar la situación. Así, sosten~amós lo siguiente: '

El desaparecido no es.{y sobre todo.no eral simplemente un muerto y tampoco exactamente un objeto per'dido [ ... ],quienes se atuvieron a las ·categorías clásicas no se percataron suficientemente de que en ocasiones su orientación del proceso terapéutico los llevó a abrochar al sujeto su­friente en la alienación al discurso del poder. Por ejemplo: dar por muer­to al desaparecido para "elaborar" el duelo confluía en convalidar la ley de presunción de fallecimiento. (Banano, Bozzolo y L'Hoste, 1993b)

El acompañamiento a los familiares que tramitaban la existencia-pérdida. del desaparecido presentó una anomalía para las prácticas y los discursos psicoanalíticos que concebían la situación de pérdida-duelo en e1 marco de una tramitación psíquica individual. Esos dispositivos habituales de trami­tación psíquica en muchos casos no dieron cabida a que familiares de desa­parecidos siquiera relataran la situación: El dispositivo analítico no podía al­bergar el término "desaparecido''. En ocasiones, los familiares recién pudie­ron ¡hablar del tema en dispositivos grupales que no negaban la dimensión política"ª pesar de haber trabajado durante años en espacios terapéuticos. Estas anomalías y rarezas muestran q~e las cuestiones que se. presentaron respecto de la tramitación de las desapariciones no eran síntoma de ninguna perspna sino de una teoría. Era un i:µipensable de la situación, no un efecto de intersubjetividad. En nuestras prácticas · se presentó lo que eta imposible paFa· el psicoanálisis (L'Hoste, 1997). ·

~En la elaboración de las tesis de nuestro equipo hay una q\le bien pode­mos poner como núcleo duro: no hay elaboración psíquica sin tramitación so­ciÁl. La ambivalencia normal ante una pérdida erá. monst~uosamente incre­mentada por los mensajes del otro social que trataba de cristalizar al fami­liar en la culpa. Desmontar ese mecanismo generador de culpa era impres-

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

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cindible para habilitar camino~ de elaboración psíquica ante la pérdida. Pe­ro e~tos caminos sólo podían habilitarse remitiendo, en primer lugar, a la· realidad material, explorada y .recorrida una y otra vez en la c()!;l.frontación de l~ experiencia privada con la de los otros, y otros 'y otros, y captando así la dimen~ión púqlica, colectiva, del hecho y su sentido. ~

Un cierto enunciado fue calificado como deliran.te por numerosos sectores de nuestro medio profesional; las consignas "aparición con vida" o "con vida los l!evaron, con vida los queremos" eran juzgadas como fallas en el juicio de reahd~d, cuando se trataba de que algo muy singular de la situación se ex­presaba en forma _disc~r~ante y anómala. Apoyamos y convalidamos en aque­llos momentos ese posmonamiento de las Madres, que era a la vez personal Y político, justificándolo en su >importancia para el fortalecimiento ·de la re-

•. sistencia antidictatorial. Pero t~mbién habíamos realizado una investigación < acerca de las actitudes de preservación en los torturados, que nos indicaba < ,.· que .mantener un juicio de realidad, aparentemente extravagante, que se

plantaba con autonomía insensata frente a quienes tenían el poder de la vi~ da Y la muerte, ayudaba a preservar el yo del prisionero. De las notas de aquella investigación recortamos algunas frases de los entrevistados (ex de­tenidos-desaparecidos) que aludían a este fenómeno: "La cosa era no creer lo que .. ellos dijeran, había que seguir pensando en lo que uno pensaba, no im­portaba cómo"; "Yo pensaba todo el tiempo: tienen mi cuerpo, me pueden ma­tar'. pero a mí no me van a tener". Como se ve, en ésta como en otras zonas, se Jugaba la batalla de quién define cuál es la realidad.

Seguramente aún estábamos lejos de nominar las acciones de las Madres como actos de enunciación, pero releyendo aquellos escritos constatamos una búsqueda que nos permitió no quedar limitados a las herramientas de pen­samiento propias de nuestro medio psi, que se dedicaba mayoritariamente a objetar el contenido de las consignas, es decir, los enunciados.

En tanto coordinadores, nos ubicamos en un lugar tercero que sostenía la (categoría) del "desaparecido". Teníamos la convicción de que todos habíamos sido víctimas. Ello nos situaba en una zona de acuerdo explícito con los inte­grantes, y, aunque sea paradójico, nos protegía bastante de ocupar un lugar de saber. ¿Saber nosotros del destino del desaparecido? Saber delmejor modo de ... ¿de qué? Las personas que ejercían la función de coordinadores estaban implicadas en la situación de trauma social, no eran expertos en un saber.

EL GRUPO COMO MEMBRANA PROTECTORA DEL AFUERA AMENAZANTE

En los dispositivos grupales promovidos por nosotros la consigna era: "Aquí vienen a hablar ustedes". El grupo, en ese adentro que irnaginariza, producía una especial distancia con lo cotidiano terrorífico. Las membranas

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OsvALDO BoNANO, RAQUEL Bozzow Y MARTA L'HOSTE

que se construían entre el, diario trajín y el momento grupal permitían com­partir los miedos y las experiencias personales. Algo del espacio grupal ate­n~aba cierta actitud crítica o censora. Observamos que se superaban meca­nismos de negación y desmentida de las experiencias sufridas, que habían quedado escindidas. El simple señalamiento de las escisiones y proyecciones

, que se.producían entre los integrantes, cuando se hablaba a través de los otros de los sufrimientos propios, actuaba conio interpretación y regularmen­te aparecía material personal.

El tipo de lesiones y trastornos producidos convocaba a la reunión con los pares. Los demás, los que no eran familiares de desaparecidos, suponían que iban a encontrar en la víctima directa una cara de lo siniestro imbuida en su propia fantasía. Ante los otros, los damnificados no quieren hablar, no pue­den hacerlo; necesitan restablecer un espacio de intimidad que ha sido ava­sallado, necesitan recomponer una piel que ha sido rota.

Aquí podemos trazar una correlación entre esta necesidad de restaura­ción en el psiquismo singular y ciertos rasgos y atributos del dif\positivo gru­pal. Por la situación de intensa pers,ecución (real) el ajeno era desconfiable. Pero el ajeno, definido como todo aquel que no había sufrido de modo directo la situación traumática, también era, desconfiable porque quedaba expuesto y exponía al mirar, y entonces encontrar lo siniestro en el damnificado. El ámbito grupal homogéneo disminuía una cierta actitud desconfiada por la constitución de un "adentro" permisivo y un "afuera" persecutorio. Hoy pode­mos conceptualizar que ése ~s probablemente el nudo del pacto denegativo (Kaes, 1991) que se constituyó en estos grupos. A partir de él se desplegaba cierta potencia para una acción semantizadora, instituyente de sigrrif cacio­nes sociales, a la vez que en el espacio del grupo posibilitaba traer lo escin­dído.

¿Qué brindaban tales grupos, que permitieron este proceso de recomposi­ción? El trauma social afectó en grado extremo el narcisismo primario, el au­toerotismo, las propias tópicas del psiquismo. Según nuestra e~periencia, el grupo dio la posibilidad de reinvestiduras narcisistas del espac10, del víncu­lo, de la persona. Hoy podemos conceptualizar esta cuestión en la línea del grupo como objeto de representación. En tanto tal, el grupo ofrece a los inte­grantes un cue~po-ilusión libidinizado; en éste' caso · una circulación de la imago materna, una piel del grupo delimitando la interioridad del cuerpo materno, protectora y omnipotente. Ello permitía la imaginarización unifica­da del cuerpo fragmentado por la tortura, la desaparición, la persecución.

Estimamos que el sufrimiento ante el trauma social y los trastornos psí­quicos que ocasiona producen un corte diferente del "normal" entre lo priva­do y lo público. Nos llamó la atención la difusión y reiteración de la siguien­te anomalía: en los dispositivos grupales que trabajamos, los. participantes pudieron verbalizar, poner en posibilidad de 'elaboración su sufrimiento ante

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQU!P(\

situaciones, pensamientos y vivencias que habían quedado absolutamente si­lenciados en todo otro ámbito; incluso aquellos específicamente connotados por el imaginario social como pertinentes para albergar el sufri~nto, como la psicoterapia o el psicoanálisis (Bozzolo, 1986a). Es decir, dijeron en estos grupos lo que jamás dijeron en ningún otro lado. Esto, hoy, sigue sucediendo. 11

Segundo momento: los grupos como instrumento de tramitación e historización

Luego de la decisión de la Asociación Madres · de Plaza de M_ayo de des­vincular al Equipo y la posterior disolución de éste. en el·verano de 1990, nuestro equipo realizó una revisión de los dispositivos empleados durante aquella experiencia y sobre todo de las implicaciones institucionales que nos habían atravesado. La ruptura del consenso en el campo de los derechos hu­manos y cierta percepción todavía incierta· de desacuerdo con las definicio­nes de éste nos producía una cierta incomodidad. Desamarramos de esos discursos no era sencillo; implicaba un cuestionamiento de nuestra propia subjetividad.

El principal cambio que introdujimos en nuestras operaciones lo constitu­yó la convocatoria: pasamos a ser nosotros quienes convocamos ciertos dispo­sitivos grupales, esperando que el trabajo elaborativo, condicionado por una posición abstinente en nuestra coordinación, facifüara la emergencia de una tramitación colectiva. Ya no convocamos desde la Asociación Madres de Pla­za de Mayo, ni desde el interior del Equipo, tampoco implementamos el dis­positivo anterior de grupos de orientación. Un punto de inflexión entre uno y otro dispositivo fue el taller realizado en las jornadas organizadas por la Escuela de Psicología 'Social en 1989.12 Nos fuimos desplazando de la apoya­tura en la institución Madres a fundamentaciones del movimiento grupalis­ta y a procedimientos que reconocen su fuente en la concepción operativa de los grupos, aportada por Enrique Pichon-Riviere. En la interpretación de los procesos grupales también;utilizamos herramientas conceptuales del psicoa­nálisis francés de los grupos, sobre todo las nociones vinculadas al apuntala­miento múltiple del psiquismo en la representación grupo y en la red de ins­titucio;ies y significaciones.

11. En noviembre de 1991 nuestro grupo realizó un taller con alumnos de la cátedra Teoría y Técnica de Grupos 1 en la Carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, donde pudi­mos apreciar la reiteración de este fenómeno.

12. Véase al respecto "El inicio de los grupos con disparadores en la Escuela de Psicología So­cial", en el punto 2 del anexo.

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ÜSVALDO BONANO, RAQUEL Bozz~LO y MARTA L'HOSTE

Los GRUPOS REFLEXIVOS EN EL MARCO DEL DISPOSITIVO ACADÉMICO

Los seminarios de la cátedra de Teoría y Técnica de Grupos r de la Facul­ta~ ~e Psicolo~a, .organizados bajo la temática del trauma social y el apoyo multiple del psiquismo grupal, marcan un momento de inflexión en nuestras p~áctica~. Fueron diagramados con la idea de investigar e intervenir con téc­mcas .grupales sobre las marcas que había dejado la dictadura en los jóvenes

· es~~d1antes, que er.an l~ generación que nos sucedía, a la vez que para tras­mitir nuestras teonzac10nes sobre la experiencia. Los seminarios se desarro­llab~n a través de una clase semanal, a lo largo de tres semanas, en las que realizábamos tres actividades diferentes.13

En la primera clase considerábamos la noción de trauma social junto a la exposición de una serie de hechos políticos significativos. Poníamos en rela-to las luchas sociales de los años previos a la dictadura, los actos de repre­sión Y procetlimie~t~s producidos 'por la misma que configuraron el terroris­~o de Estado, los actos políticos y jurídicos que fueron dejando en la impu­nidad a los responsables, los procesos psíquicos desencadenados en familia­res y población, las.vicisitudes de las inserciones profesionales y aspectos de nuestras propias implicaciones. Esta exposición fijaba un cierto esquema de fechas y nominaciones en el pizarrón, que en reflexiones posteriores denomi­namos, no sin cierta ironía, "cabalgata histórica y ... nostálgica". Está claro que implicaba una impronta de modelización, pero también'. promovía la rea­pertura de aquello que se alojaba en el plano de lo impensado y lo irrepresen­table (Puget, 1991). De este modo ofrecía un· universo simbólico que habilita­ba la posibilidad de pensar. Es posible que esta "cabalgata" cumpliera con una función equivalente al niodelo que proponían las acciones de las Madres . de Plaza de Mayo en los dispositivos del primer momento.

A partir de esta actividad realizada en la primera clase, nos encontrába­mos con un aluvión de preguntas y de expresiones de afectación en los alum­nos. Buscában tomar la palabra y comentar sus angustias ante el tema; emergían esbozos de recuerdos deshilachados y confusos, que aparecían en escenas con padres y adultos de la época infantil o puberal, en la que aqué­llos callaban o respondían con balbuceos incomprensibles, escondían secre­tos, prescribían conductas como salir o no salir, que fueran siempre acompa­ñados o tomados de la mano, con razones que sonaban extrañas, ajenas, in­coherentes. Al ofrecer un recorrido de hechos históricos, nuestra "cabalgata" permitía enlazar las marcas del trauma social, puesto que ciertas represen­taciones sofocadas en los padres no habían sido transmitidas, acaso con la in-

13. Véase "Taller en una .cátedra de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Ai· res", en el punto 3 del anexo.

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tención de preservar así a los hijos. El recorrí.do a través de lo político y lo histórico abría posibilidades para la tramitación de un real inasimilable, al enunciar lo que era innombrable por prescripción paterna. La enumeración histó:r;ica donaba sentidos, facilitaba el enlace de marcas deshilvanadas, que en su desagregación. no podían hacer sistema significante:

Esta situación la interpretamos como una demanda de historiza­ción que nos alentó a crear un espacio vivencial en el que lo transmiti­do aportara a·constituir memoria. (Banano, Bozzolo y L'Hoste, 1992)

La segunda clase estaba entonces destinad~ a trabajar con un dispositivo de grupo de reflexión que promoviera "la circu1ación de significantes q{ie te­nían alojados de alguna manera pero a los que no podían darles significación [ ... ] que aportara a constituir memoria mediante el trabajo de producción de significaciones de aquello que había quedado denegado" (Banano, Bozzolo y UHoste, 1992}.

Nos posicionábamos en abstinencia luego de la lectura de lo que llamamos "disparadores": presentación de situaciones extraídas de anécdotas persona­les o de los medios, referentes a la situación sociopolítica del momento, que exponíamos con.la mayor ambigüedad de sentido. Un ejemplo: "«Es estúpido pensar que mi hijo la asesinó. Si hubiera sido así, con el poder que yo tengo el cadáver de María Soledad no hubiera aparecido nunca ... », afirmó Luque, el ex diputado de Catamarca, a un periodista". Estos disparadores, en cuan­to no proponían una opinión explícita, indicaban que se podía hablar de lo contradictorio, de lo confuso. Nuestro objetivo era crear condiciones facilita­doras para la actualización del tn:~uma social y trabajar sobre los puntos de implicación emocional de los parti~ipantes. Lo que podía abrir caminos para cierta transformación subjetiva no era el discurso ideológico sino lo sorpresi· vo y aquello que se anudara en la situación.

Los pilares de nuestra operatoria eran el agrupamiento como colectivo y el grupo en su dimensión psíqÚica de representación y de sostén, junto a los coordinadores trabajando sus implicaciones.

En la medida en que un grupo es espacio de intimidad pero a la vez es público, en cuanto inscripto en un orden de instituciones, cumple con las funciones metapsíquicas que ciertas instituciones han perdido. Con la circulación del nivel fantasmático, el grupo social puede constituirse en un espacio imaginario que delimita una envoltura, un lugar de con­fianza, crea la ilusión de un todo que da la primera apoyatura para que lo dísgregado y dañado pueda comenzar a transcribirse. Así el horror y lo siniestro pueden comenzar a articularse en palabras. (Banano, Boz­zolo y L'Hoste, 1993a)

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El punto problemático se presentaba en lo desagregado de esas marcas producidas en el vínculo con los pad:res, que habían sufrido diversos destinos: habían sido reprimidas, renegadas o desmentidas en la cadena de la trans­misión transgeneracional. Nuestra expectativa era que se produjeran actos de significación que permitieran la historización de esas marcas, que se pre­scntab~n bajo la forma de "significantes enigmáticos", al decir de Laplanche.

Frente a una insistencia en la consigna "recordar para no repetir'', nues­tra perspectiva no consistía en recomponer agujeros de la memoria, sino en crear condiciones de historización y tramitación colectiva, con un grado tal de afectación personal que habilitara un posícionamiento subjetivo diferen­te. Estábamos atentos a elucidar significaciones sociales presentes en el cam­po de los efectos de la dictadura ·y por tanto a cierta producción de significa­ciones en la situación grupal, entendiendo que la condición para su emergen­cia es un trabajo colectivo que debía ser efectuado en dispositivos· grupales. Desde un principio postulamos al proceso elucidatorio de significaciones co­mo un procedimiento que posibilitaba nuevas prácticas; tal enfoque esquiva el posible encierro en un mundo de procesos ,mentales.

En la tercera clase, tributaria del dispositivo pedagógico, se transmitían nociones de grupalidad y de su lugar en la apoyatura del psiquismo, a partir de un análisis del proceso del grupo reflexivo experimentado en la clase an­

. terior. Revisábamos también nuestra experiencia con Madres, sobre la que había un intenso interés en los jóvenes, a la vez que teorizábamos acerca de los fenómenos grupales y psicosociales que habíamos detectado allí.

LA IMPLICACIÓN EN EL GRUPO REFLEXIVO Y SU PUNTO DE AGOTAMIENTO

Nuestras implicaciones eran densas. El lugar transferencia! estaba satu­rado por ser nosotros miembros de la generación de los desaparecidos y ha­ber sido parte de movimientos sociales, gremiales, políticds. Estas implica-. ciones eran cruzadas y múltiples: la inscripción en la institución académica en el lugar de docentes presentaba la singularidad: los alumnos si,stemática­mente nos ubicaban como militantes de los derechos humanos. Eramos los que transmitían un saber en la institución docénte, defensores de los dere­chos humanos y representantes de una cadena generacional fracturada, que testimoniaban una histona sofocada. Decíamos entonces: "Los coordinadores nos ofrecíamos como soporte de la memoria colectiva en cuanto sujetos que experimentaron lo acontecido ... " (Bonano, Bozzolo y L'Hoste, 1993a).

Como se ve, hemos trabajado desde una posición sesgada respecto de la subjetividad profesional. En cuanto operadores psi, nuestros objetivos no eran aplacar la angustia ni resolver conflictos. Nuestra idea no era la de com­plementar sino la de "fogonear" lo que se presentaba en eicceso. Llevamos

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adelante estas prácticas con algtinas vacilaciones, jugadas muchas veces por alguno de nosotros, al que le surgían dudas sobre si la apertura del trauma no implicaba uó.a violencia innecesaria, y si era forzoso ejercerla.

Con respecto al campo de los derechos humanos, nos sentíamOól aprisiona­dos en sus. paradigmas y a la vez con resistencia a' abandonarlo y distanciar­nos de sus discursos. El componente militante sesentista de nuestra subjeti­vidad oscilaba entre su caída y reconstrucción, y su insistencia en seguir siendo, como lo muestra un fallido que realizamos en la cita de una frase de Castoriadis. Para describir el procedimiento de elucidación crítica escribimos en un texto presentado en unas jornadas: "Elucidar es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que saben y hacer lo que piensan", eil lugar de "pensar lo que hacen y saber lo que piensan".

Es llamativo que durante largo tiempo el procedimientó de la "cabalgata histórica" no entrara bajo sospecha. Se nos imponía como algo perentorio, co­mo respue8ta a la urgencia que presentaban los interrogantes y enigmas de los estudiantes, a la ve~ que como espacio dE) elaboración y sostén de nues­tras propias afectaciones. Seguía operando, ahora en· esta zona, nuestra ne­cesidad de elaboración del "trauma social", a través de la actividad profesio­nal. Es cierto que la enumeración de sucesos donaba sentidos y ello facilita­ba el enlace de marcas deshilvanadas, pero hoy sospechamos que ese proce­dimiento pres!'lntaba lo político como aquello que sucedía fuera, en otro esce­nario.

Al habernos desplazado del movimiento de derechos humanos y dejar de ser éste el organizador de la práctica con grupos, se produjo una dislocación en nuestros procedimientos, al realizar los seminarios en la universidad y en otros .espacios sociales e institucionales. El campo de lo político, en tanto transform~ciones sociales g.enerales, quedaba en completa exterioridad a los agrupamientos y a las instituciones en las que éstos desplegaban sus prácti­cas. En nuestro punto de partida lo grupal no ¡¡ustitµÍa a lo político, por lo tanto ante cierta equivalencia entre grupo. y colectivo que se lee en nuestros textos, hoy podemos discernir que lo grupal era confusamente homologado a lo social, y que lo colectivo, en tanto político, no estaba suficientemente des­lindado.

Fuimos enriqueciendo nuestros referentes teóricos puesto que los dispo­nibles nos resultaban insuficientes. De la cantera psicoanalítica rescata­mos las ideas de apuntalamiento del psiquismo sobre el grupo y las repre­sentaciones socioculturales de René Raes; y las del grupo como espacio transicional que habilita procesos de invención y creación de Donald Win­nicott. Inco~poramos también herramientas provenie~tes del pensamiento contemporáneo: la discontinuidad en el proceso de subjetivaciórt (Michel Foucault), la idea de subjetividad reflexiva y deliberante y el proyecto co­lectivo de autonomía (Cornelius Castoriadis). Consolidamos una idea de

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discurso en su vertiente foucaultiana. Ya no se trataba de un conjunto de enunciados y de sus reglas formales de composición, sino ·que lo considera­mos como efecto de prácticas sociales y cie sus condiciones materiales de enunciación. La convergencia con la posición ontológica de Castoriadis, se­gún la cual la capacidad imaginante de los hombres instituye al dominio histórico-social, nos permitió sostener que.los discursos en cuanto prácticas sociales organizadas, sistematizadas, hacen ser lo social, y a su vez la ins-

. tituciqn social está siendo instituida cada vez (Castoriadis,. 1989). En el devenir de· algunas de estas experi.encias fuimos captando ciertos

síntomas que conmovieron el aparáto conceptual y operacional del cual par­timos y afectaron aquellas convicciones "grupalistas" que postulan lo grupal per se como ámbito elaborativo. Por ejemplo, en un par de experiencias clave constatamos que no se producía grupo, no se instalaba una trama grupal tal que las resonancias entre los participantes, respecto del padecimiento .y la experiencia del otro, permitieran albergar la tramitación conjunta del sufri­miento. Claramente el plano de lo intersubjetivo, habitualmente remitido a pretendidos universales estructurantes de lo humano, no constituía de modo suficiente la trama, puesto que actuaban divergencias decisivas en las signi­ficaciones con las que los integrantes constituían la experiencia grupal y su sentido.

Tercer momento: la intervención en las crisis de sentidos

En los dispositivos grupales' instalados en la problemática de los efectos de la dictadura empezamos a percibir una falta de resonancia grupal y cons­tatamos que la capacidad subjetivante era escasa. A menudo, los eventos en el campo de los derechos humanos habían quedado reducidos a una suerte de ritual de recordación, propio de cierta política hegemónica de la memoria. Sin abandonar del todo la actividad que efectuábamos, a pedido de distintas asociaciones o agrupamientos, en talleres, actos o jornadas de homenaje a los desaparecidos, realizamos un giró en nuestro trabajo: implementamos dispo­sitivos grupales reflexivos para la tramitación subjetiva de las crisis en los sentidos que fundaban las práctica~ profesionales, que considerábamos gra­vitaban en un plano decisivo en las instituciones.

La participación de Osvaldo en H8 -equipo de intervenciones institucio­nales coordinado por Fernando Ulloa- y su supervisión institucional en uno de los equipos zonales de la Dirección de Salud Mental del municipio de Lo­mas de Zamora, la coordinación de Marta en la Comisión de Asuntos Inte­rinstitucionales de la AAPPG y la actividad en la Universidad de Buenos Aires de Raquel nos permitieron tener contacto e información variada Y riquísima sobre sufrimientos y síntomas institucionales, así como también constatar li-

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mitaciones de la psicología institucional psicoanalítica para operar en las condiciones dadas. · ·

Nos convocaron a realizar de modo conjunto y también por separado di­versas intervenciones institucionales, algunas de ellas en servicios,u hospi­tales públicos de Buenos Aires. Una conjunción de factores fue inclinando nuestro trabajo hacia la intervención en variadas alteraciones del imagina­rio que se expresaban en algunas prácticas profesionales. Veníamos perci­biendo ciertos desacoples y desajustes entre sus producciones materiales y los enunciados que las sostenían y legitimaban. Por un lado, este fenómeno se producía al variar las demandas: nuevas problemáticas, otras urgencias. Por el otro, al mostrar su agotamiento, aquellas significaciones sociales otor­gaban sentido global a esas prácticas. Esto sucedía sin que a su vez·emergie­ran nuevas significaciones que repusieran cierta potencia ante la pérdida de la misma en las anteriores. Se producían entonces intentos restitutivos que trataban precariamente de justificar y acaso legitimar ciertas prácticas frag-mentarias. .

LAS PRÁCTICAS PROFESIONALES ANTE LA CRISIS DE LOS SENTIDOS

Al relatar una intervención institucional en un equipo profesional de un hospital público, escribimos:

Se desencadenan efectos de tales desacoples al nivel de las tareas que no logran realizarse de acuerdo con lo planeado, o no se realizan sa­tisfactoriamente. Al nivel de los agrupamientos y los vínculos, se tras­tocan jerarquías, liderazgos, se desorganizan estatutos y se transgre­den sin sanción normas de funcionamiento. En el plano de los indivi­duos se manifiestan afectaciones dolorosas, predominan malestares quejosos y desesperanzados. En el desempeño de las tareas profesiona­les de los equipos se exteriorizaba sufrimiento, perplejidad y desorien­tación por el divorcio que se manifiesta entre valores y símbolos que du­rante décadas habían cobijado las prácticas y la realidad presente de las mismas. Se abrían entonces crisis en los sentidos que sostenían a las tareas. (Bonano, Bozzolo y L'Hoste, 1998a)

Habíamos recibido pedidos de colaboración por parte de equipos constitui­dos por médicos, psicólogos, paramédicos, psicop¡:idagogos, trabajadores so­ciales, maestras, directoras de escuela, entre otros. Por lo general, relataban conflictos interpersonales e institucionales. El sufrimiento psíquico se expre­saba en sentimientos de dolor, desaliento, enojo, descreimiento en sus pro­pios instrumentos; la cultura del maltrato ocasionaba procesos psíquicos de desinvestidura y empobrecimiento.

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Empiezan a escucharse ·cuestionamientos serios a las prácticas profesio­nales. Los profesionales de la salud, por ejemplo, se hacen preguntas como: "¿Qué estoy haciendo yo aquí, exponiendo mi vida en función de qué?". Esta interrogación nos muestra una caída del sentido que en otra epoca pudo ha­ber tenido trabajar en salud en un dispensario ubicado en un barrio pobre.

Estas cuestiones, que Castoriadis diría que son provistas por el "proceso identificatorio social", están siempre en ·un estado de movili­dad. [ ... ] estarna~ en un momento de lo que se ha dado en llamar ''la caí­da de los grandes relatos" -y no sólo en la perspectiva filosófica que pue­da acordársele a esta cuestión sino también en la vida cotidiana-, en que se manifiestan sin cesar significaciones que ya no proporcionan sentido suficiente para ciertas prácticas y por lo tanto trastornan o quiebran los apuntalamientos del sujeto en la red de sentido del imagi­nario social. (Banano, 1997)

En este marco, comienza en 1996 el dictado .del seminario de posgrado14

en el área de interdisciplina de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, con participación de abogados, trabajadores sociales, soció­logos, antropólogos, licenciados en Filosofía y en Ciencias de la Educación y psicólogos. Diri~os entonces nuestra reflexión a los efectos subjetivos de lo que comenzamos a denominar "la crisis de los sentidos" que habían sido ba­samento de prácticas profesionales del área de los servicios sociales e:p. gene­ral, y no sólo de la salud.

Este tercer momento estuvo centrado en convocar a la elucidación crítica de las significaciones institucionales y sociales, en las situaciones de desaco­ple mencionadas. Tanto en algunas intervenciones institucionales como en los talleres diseñados para el caso en el seminario de la Universidad de Buenos Aires hubo oportunidad de implementar el dispositivo de grupo reflexivo. El agrupamiento y 'sus actores sociales, el equipo de trabajo de profesionales y sus integrantes, fueron tomados como base para la intervención refleXiva.

Las intervenciones se realizaron en agrupamientos profesionales en una situación caracterizada por la crisis de la organización del Estado, 1en cam­pos institucionales en los que juegan posiciones de fuerzas y estrategias. Nuestra intervención jugó como un~ fuerza más entre esas"fuerzas y con la perspectiva de que lo dado, es decir, el conjunto de tramas institucionales que intervenían en la situación, se transformara. La idea que orientaba nuestro trabajo era provocar la producción de nuevas significaciones que permitie­ran, en un mismo acto, la institución de una nueva trama institucional y el

14. Seminario "Subjetividad, institución y cultura", docente responsable: R. Bozzolo; colabora­dores docentes: Osvaldo Bonano y Marta L'Hoste.

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apuntalamiento de las prácticas que los integrantes del agrupamiento consi­deraran necesario ejercer.

Ya entonces se nos presentaba una permanente dificultad CQil las pala­bras que utilizábamos para la nominación de los integrantes de nuestros dis­positivos de operación: sujetos, individuos, personas, sujetos psíquicos o ac­tores sociales. Tal dificultad estaba dada por la deconstrucción que aún ve­nimos realizando acerca de las nociones de individuo, hombre, sujeto, etc. Nos urgía la construcción de una teoría de la subjetividad, para la compren­sión tanto de lo que los humanos hacen como de lo que piensan de sí. Una teoría tal requiere estar descentrada de las nociones de conciencia, de indi­viduo o de actor social, ideas hi'stóricamente determinadas por la concepción liberal de las· democracias representativas y la teoría del contrato social que funda la modernidad. Retomábamos el planteo realizado hacía ya varios años por Felix Guattari acerca de que la subjetividad no es necesariamente individual sino que puede ser colectiva. Incorporamos en este momento las nociones foucaultianas de prácticas de sí y de modos de subjetivación, como búsquedas de mayor libertad que permiten la producción de otra subjetivi-dad que la instituida. ..

La noción· de poder ~en cuanto ejercicio de una fuerza- sostenida por Fou­cault nos fue llevando a una redefinición de lo político como transformación conjunta de la subjetividad y de los lazos sociales. Entró en una zona de ines­tabilidad aquella concepción de la dimensión política como prácticas que en nombre de clases sociales pugrian por el poder del Estado. .

La caída de la ley, que se observaba con tanta cl~ridad en el plano de la justicia, presentaba un punto problemático en el plano de las organizaciones, y se manifestaba como urgencia a que alguien ocupara la vacancia del rol normativo. La arbitrariedad y la anemia que encontrábamos en los equipos profesionales, el escaso respeto de los contratos de trabajo y la nula impor­tancia adjudicada a su vigencia nos llevó a simpatizar con una estrategia que apuntara a la autonomía en el sentido propuesto por Castoriadis, és decir, a generar posicionamientos que apuesten a la gestión de sus propias reglas de funcionamiento (L'Hoste, 1998). ·

Nuestro trabajo apuntaba a colaborar con el agrupamiento para que en éste se desplegara una cierta posibilidad de establecer sus propias significa­ciones. La condición de la crisis de la función reguladora del Estado configu­raba un punto de urgencia en los equipos de trabajo y las organizaciones en los que se manifestaba la escasa vigencia de reglas básicas de funcionamien­to. La labor de análisis de las implicaciones en perspectiva de autonomía abre la posibilidad de establecer en acto otras condiciones, en el sentido de convenir y hacer vigentes reglas propias. Es ésta la razón de que el trabajo se concentrara especialmente en las implicaciones institucionales relativas al dominio de lo histórico-social. Lo intersubjetiva era tomado en esa perspec-

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tiva estratégica; trabajamos la dimensión libidinal en los posicionamientos individuales sobre la trama de las prácticas profesionales compartidas. Nuestras estrategias apostaban a disolver los rasgos identitarios, que clau­suraban sobre lo instituido, y a posibilitar procesos de invención que colabo­raran con la constitución de nuevas subjetividades.

Uno. de nuestros procedimientos consistía en no complementar lo que se maniféstaba como falta o falla, ni bloquear aquello que aparecía como exce­so: habíamos comprobado que tales posicionamientos llevaban a situaciones culpógenas y autoritarias. En una secuencia de una intervención que fue de­cisiva para la evolución de nuestro pensamiento15 y el ajuste de nuestras ope­raciones surgió la figura de decidir si nos llamaban como bomberos para "apagar el fuego" o actuábamos como en Fahrenheit, en el sentido de "fogo­near" lo ·que en la situación se presentaba como exceso.

Seguimos profundizando el análisis de nuestras propias implicaciones con el convencimiento de que era necesaria la conmoción de la subjetividad ins­tituida del profesional. Continúa entonces la deconstrucción -iniciada ya en otras prácticas- de la idea de profesional como experto poseedor de un saber situaqo en trascendencia, y nos vamos afirmando más en la idea de técnicos del saber práctico, propuesta por Jean-Paul Sartre, Franco Basaglia y otros integrantes del movimiento de críticc;i a las instituciones. Empezamos a sos­tener que en una intervención no es posible la transformación de uno solo de los términos; actuar sobre lo instituido social efectivo de un agrupamiento re­quiere la deconstrucción de las identidades profesionales, lo que habilita un recorrido impredecible también para los operadores. Insiste la pregunta acerca de cuál es la. institución desde la que intervenimos.

Nuestro posicionamiento era abstinente en cuanto a qué harían los ínte­grantes del agrupamiento con lo que se producía en el trabajo elucidatorio; los procedimientos tendían a crear conmoción, flujos, intensidades, afectacio­nes, es decir condiciones subjetivas para la destitución de lo instituido, pero no proponían favorecer acciones hacia objetivos determinados. En los prime­ros tiempos aún sosteníamos expectativas que, finalmente, se ligaran a ac­ciones colectivas, gremiales por ejemplo, o político-sociales en el sentido tra­dicional del término. Ya señalamos que en los orígenes habíamos partido de una concepción de trabajo en la que la dimensión política se ubicaba en tras­cendencia; esto es, que lo político era lo que sucedía por fuera de los límites físicos y simbólicos del agrupamiento, aunque éste estuviera transversaliza­do ppr esos vectores. Este tema ocasionó permanentes comentarios, debates y diferencias entre nosotros.

15. Reseñada en "Interv!Jnci6n institucional en un equipo de psicología de un hospital", en el punto 6 del anexo. ·

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Recordemos que las anteriores prácticas en el interior del movimiento de derechos humanos se ubicaban dentro de lo que en su momento llama­mos animación política. Ésta, en su horizonte, siempre mantiene la preo­cupación acerca de lo de que van a hacer los integrantes con lo que emerja de la operación en curso. Nuestro posicionamiento como operadores impli­caba el ensamble de dos subjetividades: la militante y la psicoanalítica. La subjetividad militante se mueve con la perspectiva de que, además de la re­presentación, hay un mundo y que siempre se está en alguna parte de él; por lo tanto se impone la inquietud acerca de ·para qué interés jugarán los actores sociales. Cuando no se esquiva que la consistencia de la situación está dada también por la dimensión institucional y organiza<;:ional, la cues­tióíi de las acciones prácticas de los actores sociales respecto de esas dimen­siones no es prescindible. Como veremos en el cuarto momento, tal cuestión representa permanentemente una impasse de pensamiento para nuestras operaciones.

La concepción de lo real como exceso nos permitió un despegue respecto de toda tesis estructuralista según la cual la operación de simbolización se li­mita a hacerlo con lo presente en la estructura. El peso ontológico de las te­sis de Castoriadis nos permitió afirmar que de lo que se trata es de la crea­ción de nuevas formas de ser y hacer sociales, y en ese sentido nos desmar­camos de una concepción banalizada de una "dialéctica entre lo instituido y lo instituyente", que muchas veces se maneja como un conjuro verbal vacia­do de sentido.

Por ejemplo, hoy ya es moneda común una noción inercial de lo institui­do, y no se capta que éste permanentemente se está instaurando de modo ac­tivo. Claro que para ello a sli vez hay ·que entender que lo instituyente no es la aparición de cualquier cosa más o menos novedosa o desconocida sino la creación de una forma social (y por lo tanto también subjetiva) radicalmente nueva.

Nos interrogamos si la noción de proyecto de autonomía de Castoriadis lleva a un planteo de un sujeto político "global'', y por lo tanto nuevamente a una noción macro, y en tanto tal perturba o impide las prácticas de subjeti­vación, que no pueden depender de un factor numérico. Si la noción tan me­neada de creatividad instituyente, ligada a la elucidación de las significacio­nes s'ociales, queda apresada en la idea de una mera toma de conciencia del lugar en la estructura, se corre el severo riesgo de retornar a formas ya ago­tadas de intervención. Se trata de que los actos de sujeto no dependan para su emergencia de una "imaginación radical" si ésta es concebida bajo el ses­go de una potencia sustancial.

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ÜSVALDO BONANO, RAQUEL BOZZOLO Y MARTA L'HOSTE

LA CAÍDA DE ALGUNAS SIGNlFICACIONES SOCIALES CENTRALES:

LA LEY Y LA JUSTICIA

Los efectos psicológicos de la represión poljtica, la impunidad en que quedaron los crímenes y la crisis gen~ralizada de la relación del sujeto con la ley ~uvieron y tienen un permanente poder de intervención sobre nues­tros dispositivos y nuestros organizadores teóricos. Es éste un punto proble­mático, una excedencia, un síntoma que nos trabajó a lo largo de todas nuestras operaciones, preocupaciones e investigaciones conceptuales. Aho­ra bien, nada más lejos de nuestra estrategia que constituir tal campo pro­blemático en terreno de una especialidad y erigirnos nosotros en "especia­listas" en el tema. En el texto redactado en 1991 (Banano; Bozzolo y L'Hos­te, 1993b), ya citado varias veces, dec'íamos al respecto, luego de referirnos a las particularidades de nuestra experiencia en el trabajo con los efectos del "trauma social": ·

El reconocimiento de estas particularidades no nos lleva a conjetu­rar que ésta sea una teoría particular para estos dispositivos grupales y para estas situaciones históricas. Más bien por el contrario, apunta­mos a_ trabajar estas "anomalías" con relación a la ciencia "normal:' (en ' el sentido apuntado por Thomas Kuhn (1978), con el objeto de elucidar críticamente zonas de la teoría psicoanalítica en las que la historia y lo histórico quedan reducidos a acontecimientos ajenos a la estructura misma del inconsciente.

La expresión "creo en la justicia", que había sido patrimonio del campo de los derechos humanos, surgia repetidamente en los medios de comunicación, ya en otro contexto, en casos tan diferentes como los humildes padres de un joven villero asesinado por la policía, los hijos de un policía asesinado por un delincuente o un acusado de coima en una función pública. Tal curiosa y de­clamada creencia fue interpretada por nosotros como la necesidad de seguir sosteniendo una significación central para cierta forma de organización social.

En un artículo redactado en junio de 2000 decíamos respecto de ése mo­mento:

La sociedad moderna que hemos habitado hasta hoy y las formas subjetivas correspondientes se organizaron alrededor de ciertas signifi­caciones centrales que funcionaron como organizadores de nuestra so­ciedad. En el plano de lo social, la idea de la igualdad ante la ley y la ecuación simbólica entre ley y justicia sostuvieron este orden social. Las leyes del Estado han sido la formalización en el sistema jurídico de va­lores y significaciones que en uri primer momento fueron acuñados en las prácticas sociales. Se produce pues cierta conformación subjetiva

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que sostiene. esa imposición. La conformación del .Psiquismo a la ley es uno de los mecanismos por los que se posibilita el funcionamiento regla­do del colectivo social. (Bozzolo, 2000b)

En estos tiempos produjimos algunos escritos en los que intentamos tra­bajar el saber del psicoanalista y su ubicación ante los instituidos sociales. Algunos intentos fueron fallidos en cuanto a su poder explicativo, pero logra­ron plantear la interrogación acerca del lugar que fue teniendo el psicoana­lista en nuestro medio y el precio en empobrecimiento en su capacidad de in­tervención que se pagaba por la neutralización de lo social.16

En 1996, Raquel fue convocada por familiares de detenidos-desaparecidos de La Plata a dar una charla sobre "los miedos" como efecto de la dictadura. Al llegar al lugar dispuesto se expresa claramente el encargo por parte de los organizadores: que se intente trabajar el miedo que experimentan las perso­nas al realizar las tramitaciones para cualquier reparación jurídica o econó­mica por parte del Estado. La organización convocante considera que esta di­ficultad debe ser re~ovida, ya que por ello se desperdician oportunidades re­paratorias conseguidas con su lucha.

La cuestión de lás reparaciones económicas era una problemática que ba­jo otro posicionamiento subjetivo, en épocas de convergencia política con la Asociación Madres de Plaza de Mayo, hubiera sido tratada de otra manera o directamente rechazada. La expectativa no explicitada de la organización -que recién reconstruimos con posterioridad- consistía en ejercer un rol pro­fesional de apaciguamiento, que empujara a la confianza en la democracia del momento donde ya no operaban los riesgos del pasado. Interpretaban el temor de los familiares como efecto de algo traumático que debía ser elabo­rado. Aquel posicionamiento anterior de animadores políticos hubiera produ­cido una convalidación y un reforzamiento de la desconfianza sentida, en función de considerarla útil y "justa" para la lucha contra la impunidad.

La actividad se realizó en grupo amplio,. de cerca de ochenta personas, y nuestra operatoria se inscribió en la estrategia de producir el desciframien­to sintomático del miedo a través de una labor elucidatoria de las significa­ciones "justicia" y "ley", lo que obligaba al mismo tiempo a una reactualiza­ción de algunas marcas del terror. El trabajo, que luego llamaríamos de fogo­neo, tuvo varios efectos: por un lado, sorpresa en los organizadores, ya que e·speraban una charla de "experto" y se encontraron con una intervención so­bre los síntomas de la situación; por otro, los participantes se vieron invita­dos a una tarea reflexiva sobre su propia manera de posicionarse frente a la

16. Véase al respecto "El caso Costa Mangini y el discurso psicológico en el espacio público", en este volumen.

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OsvALDO BoNANO, RAQUEL BozzoLO Y MARTA L'HoSTE

cuestión de los derechos humanos. Comprendimos que este tipo de interven­ción era una operación sobre el conjunto del campo en su dimensión política, trabajando sobre lo que Ignacio Lewkowicz (con quien pensábamos nuestras intervenciones) denomina el "envés de sombra de la situación".

La noción de envés de sombra (Corea y Lewkowicz, 1999) para el estado­lugar en que se encuentran esas cuestiones que se manifiestan sólo como sín­tomas_"o excedencias nos ayudó a salir de la impasse de lo que erajusto en ge­neral o lo que era políticamente correcto de acuerdo con la finalidad a la que apuntaba. En este caso era evidente que el trabajo de revisión de las signifi­caciones ag.otadas sobre la justicia y la ley ayudó a los integrantes del agru­pamiento a entender lo que les ocurría con los trámites. Intentábamos una intervención que creíamos necesaria para todo el campo de los derechos hu­manos. Nuestra estrategia apuntaba a conmover la pasividad en posición de víctimas que idealizaban un pasado1 al tiempo que despolitizaban el pasado y el presente. Nos importaba que se retomaran debates políticos truncos, que no se aplanaran aquellos duros combates polític9s e ideológicos de los años 60, que habían expresado verdaderas pugnas por el sentido; lo importante era que no se los envolviera en una mirada nostálgica de lo que antes se po­día hacer y ya no, que solía culminar con la melancólica frase "se llevaron lo mejor de una generación".

El trabajo elucidatorio sobre esas frases, sobre discursos y actos del pro­pio movimiento, apostaba a sacudir la pasividad, remover la sofocación de lo político y producir tal afectación que se retomara (suponíamos) una cierta ca­pacidad política, que en otro momento había permitido al movimiento lo que habíamos llamado "instituir otra realidad". Intentábamos intervenir sobre el discurso que entronizaba una supuesta "ética" en el lugar de la política, la "memoria" en lugar de la historia, etcétera.

Continuaba la batalla por los sentidos dentro de este campo y fueron los actos de homenaje los momentos de mayor cristalización de ~na política de la memoria que insistía en la t~sis de reparación de lo dañado, en un "recor­dar para no repetir" en vez de producir un movimiento que apunte a la alte­ración que permitiera generar otra situación. Nues~ras intervenciones en esos actos de homenaje17 componían una estrategia ~e intervención en el campo: apuntábamos a una tarea colectiva de resubjetivación, que produje­ra una alteración de la situación configurada por el acto-homenaje. Conside­rábamos estas intervenciones como práctic~ poÜtica, en el sentido ·que había­mos redefinido. El lenguaje que usábamos solía resultar provocativo por su rareza en ese tipo de eventos; por ejemplo, no hablábamos de la justicia sino de los actos de justicia, no invocábamos la necesidad de memoria sino de ope-

17. Véase "El trabajo sobre la memoria'', en este volumen.

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

radián historiadora, que colocara las cosas en otro lugar. Como se p_od~á apre­ciar, en continuidad con nuestras viejas prácticas dentro del IDff'Qm1ento de las Madres, entendíamos el caIT\pO de los derechos humanos como una opor­tunidad de propiciar la emergencia de lo radicalmente nuevo.

La intervención en el eje de las significaciones de ley y justicia Y de sus efectos subjetivos comenzó por considerar que se estaba produciendo una mut.ación en ellas que afectaba las prácticas propias del campo de los dere­cho~'humanos, lo que producía una acentuada parálisis en las luchas por el castigo. Paulatinamente fuimos apreciando la posibilidad de operar sobre la subjetividad' de ciudadano de las "democracias representativas", que delega su poder.y su capacidad de sanción en sus representantes.

Cuarto momentd: los procedimientos de subjetiuación

¿QUÉ HACE LAZO EN LA SITUACIÓN ACTUAL?

En este último tiempo hemos proseguido con las prácticas de intervención tanto en la esfera de lo privado como en instituciones públicas, particular­mente d~ salud. Además hemos realizado talleres reflexivos en un_ seminario universitario (posgrado y grado) con población juvenil,18 y en otro, con gra­duados con mayor experiencia en el área en las ciencias sociales. Una preo­cupación fue gestándose: las intervenciones revelaban posicion~miento~ su~­jetivos de cierta inercia, que no siempre respondían ~ una ~jació_n a lo msti­tuido, parecían más bien mostrar desolació~, ~onfusión e i~cer~~du~b~e; se presentaba un cierto agotamiento del procedimiento de elucidacion cntica de las sÍgnificaciones efectivas. · . , ,

La problemática relación del sujeto psíqmco -tal como lo penso el psicoa-nálisis- y el dominio histórico-social, y la crisis del sujeto respecto d.e la le~ fueron sin duda carriles centrales en lo que hoy podemos llamar con cierto ri­

gor conceptual la búsqueda y construcción de una teoría. sit~,acional de la subjetividad (Lewkowicz, seminarios 1998 y 1999). La ubicacion del p:oble­ma y el plánteamiento de preguntas que marcaron los límites del honzonte problemático en que nos movíamos incidieron, como no podría ser de otra manera en la fundación de nuestro trabajo común como equipo.

Nue~tras transformaciones y la búsqueda respecto de la potencia de los 'procedi"mientos de operación entraron en una nueva fase. La intervención de las tesis y de los procedimientos del análisis ~stit~~ional so?re la ?,lat_afor_ma operacional anterior permitió abrir en los dispositivos la dimension mstitu-

18. Véase el punto 3 del anexo.

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cional en una perspectiva que retrospectivamente podemos designar "con­trainstitucional'', con lo cual queremos decir: la denuncia, el desocultamien­to, la puesta en visibilidad de las determinaciones institucionales en la tex­tura de las tareas de los equipos y de sus tramas intersubjetivas. La sinto­mática que presentaban los agrupamientos y equipos en sus demandas era remiti~a, entonces, a un plano de consistencia y a una clave de comprensión, dados por el inconsciente institucional. Como procedimiento crítico (Lewko­wicz, "Glosas marginales", en Corea y Lewkowicz; 1999) estaba basado en la suposición de que tal puesta en visibilidad debería tener efectos liberadores: reduc?ión de la alienación que ligaba a los sujetos con la institución, y recu­peración de una movilidad individual y grupal que había quedado aplastada y sofocada por la densa consistencia de lo institucio:n:al, mudo y eficaz.

En el momento que estamos analizando, con$tatamos que tales efectos es­perados no se producían, o lo hacían de un modo escaso, anómalo. El incre­mento de la conciencia de la captura institucional producía más bien un co­ro plañidero de sufrimientos compartidos y archiconocidos. ¿Qué sucedía, en­tonces? ¿No era verdadero lo que emergía como producto de la operación de intervención?, ¿o se trataba de otra alteración que el esquema de la toma de conciencia y la transformación naturalmente subsiguiente no permitían cap­tar? Esta situación configuró un síntoma tal que los saberes y las herramien­t.as técnicas que implementábamos no podían dar cuenta de él. Ya hemos mostrado en apartados anteriores el registro de algunas de las alteraciones que fuimos constatando y las herramientas de pensamiento ·que utilizamos para hacerlo, pero subsisten algunas cuesti.ones esenciales, que comenzamos ' a esbozar en el apartado anterior.

Las maneras en que los sujetos se relacionan entre sí y los modos como construyen sus agrupamientos han variado notablemente. ¿Qué es lo que ha­ce lazo en la situación mencionada? ¿Se trata de un lazo único, o de una di­versidad de lazos? Dicen unos residentes en un curso sobre grupos:

¿Cómo podemos aprender grupos si nosotros en este hospital esta­mos por fuera de toda práctica grupal entre nosotros mismos?, si no so­mos un conjunto sino uno más uno.

Es evidente que lo que está cambiando es la realidad misma. Está en ple­no curso la producción de nuevas formas de ser y hacer sociales, que no po­dían ser captadas ni transformadas con las herramientas de pensamiento y de operación de que disponíamos. L~s formas subjetivas actuales, que se pre­sentan en los agrupamientos en que desplegamos nuestros dispositivos de in­tervención, no se caracterizan precisamente por ser sujetos aplastados y res-· tringidos por unas reglas y unos sistemas simbqlicos represivos que coartan su libertad de movimientos, su creatividad y la potencia de sus desempeños

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRlDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

profesionales. Aunque algunas de estas situaciones aún 'perduran, lo domi­nante hoy es la dispersión, la inexistencia de reglas y normas, la cr-ída de la

'responsabilidad, el desamparó en que las instituciones, los jefes, las autori­dades, y en definitiva el retiro del Estado, dejaron a los ciudadanos.

Si lo público en oposición a lo privado remitía a lo instaurado por el Esta­do, y éste se presenta corrido hoy de lugar, vuelto impotente para satisfacer demandas, ¿qué leyes determinan ahora los espacios otrora públicos? La re­producción de lo social se ha tornado imposible en los términos en que se ve­nía dando. En la medida en que este Estado, que imponía políticas para to-· dos y proclamaba igualdad ante la ley, se ha convertido en una institución entre otras se ha alterado el sentido regulador de la ley y el tiempo no mar­cha hacia ~n proyecto de perfeccionamiento y ascenso progresivo. La solida­ridad comunitaria en el sentido de significar el destino de cada sujeto social

' . soldado al del otro, queda rota; se vive en un vacío de la protección y el cm-dado que se esperaban del Estado nacional. El sentido y la ley donados por la institución han caído, y ningún emblema, ninguna identidad, aparece con capacidad suficiente para agrupar o reunir bajo su representación a lo dis­perso y a lo desagregado.

El siguiente relato describe muy bien la situación:.

En la intervención en un complejo servicio médico de un hospital municipal, los médicos, residentes y enfermeros se referían de un modo nostalgioso y resentido a la época en que el servicio era comandado por un "patrón" autoritario y proveedor y registraba.n de un modo rencoroso las diferencias bajo el actual jefe, que había sido "perro" de aquel pa­triarca. Se percibía el anhelo imaginario e imposible de restituir la un~­dad perdida de la época del jefe anterior. Si por aquel entonces el serTJi­cio era un "latifundio", con un solo patrón para una gran propiedad, hoy las secciOnes están separadas no sólo por razones físicas sino porque es­tán volcadas hacia adentro, con muy poco espacio para el intercambio. Ninguna nominación alcanza para describir esta desagregación: "secto­res, secciones, islas, minifundios, minilatifundios, minimosaicos". Lps cambios en la medicina ocasionaron la caída de la jerarquía de la ciru­gía; la imagen de un grupo líder rodeando al maestro y definido por dos parámetros: operan y cumplen con su trabajo, se mostraba quebrada por una diáspora que los dejó expulsados del lugar de herederos. El ingreso de los residentes, que "les robaron todo el trabajo a los concurrentes'; lle­vó a sostener a uno de los cirujanos: "Yo me arreglp con los residentes ... ". Registran un cambio brutal en los códigos vigentes respecto al rec?noci­miento: "ci los "que cumplen, el jefe no los reconoce en forma explicita Y les exige y persigue, a los que no cumpl'en ni con el horario ... nadie los afecta --como sucede con la DGI, acotan-. La tarea asistencial está siem· pre recargada en los mismos, que ya no saben si son héroes o kam'.k~ze~, "somos los mismos desconocidos de siempre". No hay forma de discipli-

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ÜSVALDO BONANO, RAQUEL BOZZOLO y MARTA L'HOSTE

na~ al personal, no hay manera de que el jefe del servicio presione a al­g~ie~ del person~l para que haga lo que jefe indica. La adminisÍración p~blica no. premi.a al que trabaja, "hay uno que está de licencia hace dos anos, nadie le dice nada el j°e""e no le dice nada"· " · 'l t b · . . . , / • , si aque no ra aja ~~ara que voy a trabajar yo?". "Cuando a fulano lo dejaron ir, yo me di­je. ":!º esp_eres ~~ nada ... », uno está acostumbrado a que no te aplau­.dan . La situacion actual .de la residencia es de emergencia, grave; "es­~amos n;uy solos con todo"; "no hay nadie a quien le interese formarnos"· no esta l~ figura del ma~stro"; "somos juzgados todo el tiempo", "los je~

fes de residentes antes nos sentíamos respaldados, a la actual jefa la fu e­ron a buscar, porque nadie quería asumir el cargo".

Así, re~las de funcionamiento que se acuerdan son resueltas en función de beneficros personales y terminan afectando las tareas y la relación con és­tas. ·C_uando para tener más tiempo libre en un grupo de residentes fijan ?'1ardias de una sola persona, dejan en completo desamparo a los que recién m~esan.' que so~ los .q_ue las sostienen. En aquellos agrupamientos como las residencias hospitalarias que tienen tradición de asambleas, éstas quedan tomadas generalmente por cuestiones administrativas, el gesto y la creencia ~emocráticos se vacían de su significación anterior, y son reocupados por el mte.rés individual y la desresponsabilización. Quedan entorpecidos los me­canismos reguladores de consensos colectivos, requeridos por la necesidad de decidir sobre .las cuestion~s centrales. Lás reglas se organizan por secto­res, muchas veces a la manera de pactos denegativos: "Hoy por vos y maña­na por mí". 19

Resulta orientadora para la lectura de los agrupamientos la distinción en­tre dos maneras de expresión de la afectación subjetiva: desolación y perple­jidad, realizada por Lewkowicz (2000); si la des.olación expresa la vivencia de desamparo frente a la caída del Estado como garante legitimador de las prác­ticas sociales, la perplejidad aparece como efecto de la desaparición de los pa­rámetros y las certezas que permitían una cierta orientación y simbolización del mundo.

Los procesos de globalización, con el dominio del mercado y la represen­tación mediática, no sólo ocasionan sufrimientos ~ino que hacen emerger subjetiV:idades insólitas e inauditas. Ya no se trata solamente de la crítica a los garantes métasociales y meta psíquicos que fundaron la sociedad tradicio­nal y que la modernidad fue reconstruyendo (Kaes, 1996); tampoco se trata de la estrepitosa caída actual de esos garantes; se trata de que hoy no hay nada que se ofrezca en ese lugar garante de alguna simbolización en posición "meta" respecto de las prácticas y sus sentidos. Mal podría entonces hoy un

19. Véase "Intervención institucional en W1 residencia de salud mental'', ·en el pWlto 6 del anexo.

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

procedimiento de intervención destinarse a deconstruir o destituir alguna consistencia opresiva, cuando lo que se presenta son fluctuaciones inconsis­tentes y dispersas de experiencias, significados y prácticas.

Si lo que en otro. momento se encontraba en definitiva constituyendo al in­consciente institucional era el Estado (la tesis que defiende Lourau, 1980, es que, en última instancia, nuestro propio inconsciente es el Estado), las coor­denadas que pueden orientar hoy los procedimientos de intervención deben asumir que aquel Estado que cdordinaba todas las prácticas y donaba de sen­tido simbólico al cónjunto de repre~entaciones y significaciones efectivas, hoy ha perdido eficacia; y los individuos vagan como almas en pena en busca de lo que ya no está y nunca más estará.

La pregunta insiste

Nuestros espacios de intervención se han transformado en conjuntos he­terogéneos e impredecibles. Son pasibles de ser transformados en espacios habitables sólo si logran ser ordenados sobre la base de unas reglas y unos objetivos autogestionados, no recost~dos en utopía alguna ni en la mera opo­sición al estado de cosas que se sufre. Se tratará en todo caso de la decisión de existir para ese colectivo, constituido en su propio agente, que no depen­da de la donación de sentido basada en el anhelo de la existencia de otro en lugar tercero.

Apoyados en esta descripción de las actuales formas subjetivas, sostener nuestra propia perplejidad en el interior de los procedimientos de interven­ción nos fuerza a búsquedas conceptuales y propicia una tarea de elucidación frente a las instituciones que caen: La naturalización de lo instituido expre­sada en las frases "las cosas son así" o "así son las reglas del juego" sólo lle­va a la resignación y a la instalación en un posicionamiento gozoso de vícti­ma. En nuestra operatoria tratamos de no ofrecer ni fomentar soportes ima­ginarios que ilusionen la tramitación del desamparo; más bien tendemos a crear condiciones para subjetivaciones singulares, tratando de sintonizar con sutileza cómo configuran los integrantes sus posiciones y sus actos.

Como se percibe, \uimos apostando a procesos de subjetivación en la in­manencia de cada situación, Trabajamos con la idea de que se trata de la pre­sentación de excesos y suplementaciones que fuerza a la invención de signi­ficaciones y a la producción de otras prácticas. Tal apuesta nos interroga res­pecto del proceso de emergencia o creación de esas nuevas significaciones.

Nuestras estrategias promueven la alteración de la situación bajo ciertas condiciones de enunciación que conformen una posición de sujeto. Sostene­mos que es desde esa posición que un agrupamiento cualquiera inventa o construye su sostén y se_constituye en colectivo.

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r OsvALno BoNANo, RAQUEL Bozzow Y MARTA L'HOSTE

1 Los pr_ocedimientos que implementamos en la actualidad tienden a que os enunciados _que configuran las representaciones del grupo sobre sí mismo

Y su mundo _deJen paso a prácticas activas de enunciación. Nuestra idea de la política, apoyada en el pensamiento de Alan Badio

(1996), fue pasando de práctica~ instituyentes orientadas hacia la toma d:i po~e~ ~el Es;~do a unas. práct~cas de subjetivación. Según este autor, las practicas pohticas se realizan siempre en fidelidad a un acont · · t h · . . ecimien o que genera _umarudad. La existencia de la humanidad misma es contingente, ya qu~ no siempre hay _humanidad, de la misma manera.que toda palabra pro­ferida no es necesariamente un acto de enunciación.2º

Nos p:eguntam~s qué relación existe entre las prácticas de subjetivación Y las ~cc10~es ~:opias de la dimensión política. En nuestros dispositivos, en cada situ~ción smgular, se apuesta a la transformación en un sentido univer­s~l Y desmteresa.do, que ~ara Badiou es característico de la dimensión polí­tica. En un _escnto antenor habíamos definido la dimensión política como aquella que maugura nuevos posibles, excluidos en la anterior situación. Hoy pode::ios afirmar que el proceso de subjetivación es un .acto en el que la si-· tuac1on se enfrenta con su imposible ... La pregunta insiste ...

Comentarios

l~cluimos aq.uí los comentarios que hicieran Janine Puget e Ignacio Lew~ kowicz con motwo de la presentación del informe de la investigación en za ~sociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupos, el 14 de sep­tiembre de 2001.

COMENTARIO DE IGNACIO LEWKOWICZ

Estamos con Raquel, Marta, Osvaldo y Janine, con ustedes en el mejor de los lugares posibles: en medio de un problema. Estamos .todos; hacer la enu- . meración exhaustiva de los presentes sería ocioso, pero indudablemente es­tamos adentro. Como veremos, hay un problema que recorre el trabajo que presentan Banano, Bozzolo y L'Hoste, pero no es de ellos el problema. Esta­mos ahí metidos. Liliana Bracchi los presentó como "analistas instituciona­les", y yo pensé: ':Se dice que son analistas institucionales, pero ellos no sa­ben lo que son". Ese es nuestro problema. El trabajo lo muestra claramente Y Raquel dice explícitamente: "No sabemos lo que somos".

20. C. Corea, clase de julio de 2001, "El testimonio como acto de enunciación", en el seminario ''Lo que queda de Auschwitz", coordinado por Ignacio Lewkowicz.

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

Pero aunque o porque no saben lo que son, se ve claramente que son gente sensible al devenir inútil de su trabajo. Cuando su trabajo deviene inútil per­ciben que ahí hay un problema para pensar, un sitio para constituirse de otro modo, es decir que no insisten por caminos que topan en el mismo punto.

Me parece que en este espacio, en el que se comentan investigaciones, del que yo participé algunas veces, la tarea siempre es sumarse al movimiento de pensamiento propio de la investigación. Comentar una investigación no es ponerse en juez, en rival o en afiliado, sino plegarse al movimiento y ver ~i uno puede ser un interlocutor para ese movimiento. La idea de comentar, el mentar-con-otros, me parece que pone más en relieve la figura del comenta­dor que la del discutidor.

En ese sentido a mí me parece, por formación, que uno de los puntos que puede ser.interesante para el diálogo es el comentario sobre el género de es­ta investigación. Es un género raro: no es una investigación sobre un objeto, no es una investigación sobre algo que está puesto ahí y respecto de lo cual se monta un método para cazarlo.

En general, cada vez que se plantea un método, queda del otro lado, en si­lencio, en el envés, la producción del sujeto generado por el método. Pero no es éste el caso porque aquí de lo que se trata más bien es de un.a investiga­ción sobre el propio sujeto de la investigación; una investigación en la que la \/ operació:q de investigaci.ón forma también parte de lo investigado. Es decir, ,~ se produce un pliegue a partir del cual el investigado y el investigador son y no son el mismo; la distinción entre sujeto y objeto cae, pero no cae para de­jar nada sino que cae para dejar un problema. La investigación, aquí, es la de un reco~en~o en la que quienes lo han hecho intentan '><' constituirse a partir de investigar qué han realizado. Pero como se constitu­yen en un punto en el que lo que han hechQ se les vuelve obstáculo, la inves­tigación se hace también para destituirse.

Aquí me parece que opera un movimiento de destitución de lo agotado, y , 'ése es el movimiento que llaman ''historización". La historización es aquí un X procedimiento para discernir lo activo de lo agotado. La investigación es constitµtiva de las teorías y los procedimientos con los que este conjunto ha­brá de moverse de aquí en adelante; la investigación no intenta certificar las características de un objeto sino depurar las teorías y los procedimientos que constituyen la subjetividad de este grupo. Por eso yo decía que no saben lo que son. Lo quieren investigar; y a: partir de la investigación, verán. Pero al­guien decía recién: no sólo de la investigación en ·sí, sino de lo que pase hoy aquí, ante lo cual tenemos una responsabilidad.

Me parece que el problema, y esto es ejemplar para mí, es cómo postular investigaciones en las que lo que esté en juego sea la producción de subjeti- \ vidad del investigador. Una pregunta parece estar insistiendo todo el tiem­po: ¿hasta dónde nuestras teorías y procedimientos son eficaces para pensar

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ÜSVALDO BONANO, RAQUEL BOZZOLO Y MARTA L'HOSTE

la dimensión social de la subjetividad? Y la pregunta es hasta dónde en ese sentido estricto. No está puesto para decir sí es o no es, sino hasta dónde. Pa­ra abandonarla en el punto en que deviene obsoleta. Creo que a partir de Pi-

\ch~n Riviere, pe.ro si no puede venir de cualquier lado, se puso en circulación la idea de que siempre es bueno transformar el obstáculo en ocasión. Me pa­rece que la investigación ejerce un gesto, si se quiere, opuesto o complemen-tario: en lugar de ver la transformación del obstáculo en ocasión -cosa que sucede-, se está muy atento a ver cómo la ocasión se transforma en obstácu­lo, se está muy atento a ver cómo las herramientas devienen obstáculo, cómo

\las herramientas que resultan de una ocasión devienen obstáculo cuando ya \no puedeu lidiar con su real, con el real que han producido en su eficacia.

El título de la investigación es "Tramitación colectiva de lo histórico so­cial". Para mí, durante la lectura era "modos de pensar y operar sobre de los efectos de la dictadu:r:a en la subjetividad", intentando permanentemente dis-

\tinguir la dictadura de un trauma y tratando de diferenciar también la sub­jetividad del aparato psíquico. Para distinguir no basta con decir que no es lo mismo, hay que impedir 'que ~sean lo mismo. Y si los procedimientos y las teorías suponen equivalencias, por más que uno desde el punto de vista de la opinión haya desterrado la equivalencia, ella va a estar operando en las prác­ticas si no varían los procedimientos y las teorías . El trabajo no se empecina en limpiar las representaciones para estar a la altura de la filosofía contem-

1 poránea; sino en limpiar las prácticas para estar a la altura de los desafíos \\ontemporáneos. En ese sentido hay toda una microscopía de la torpeza, una

obstinación en ver en qué punto se nos .cuela una noción que ·ya no nos per­mite seguir operando, que ya no nos permite seguir pensando.

Retomo una situación: cuando trabajan con el Equipo de Madres de Pla­za de Mayo hay una discusión en torno a ' la noción de duelo: ¿se trata de duelos bien hechos, mal hechos, negados, renegados? Hasta que aparece la posibilidad de que no se trate de un duelo, de que la palabra madre ahí no signifique la mamá ni nada semejante a un objeto interno, sino que "madre" es un nombre político de un conjunto que se enuncia desde ahí, pero no pa-

\ ra procesar el dolor del hijo muerto sino para enunciar una consigna políti- ·

· ca y producirse ahí subjetivamente. Ahora, ¿qué relación hay entre el hijo perdido, que efectivamente está perdido, y esa modalidad política de inter-vención en el campo? ¿Uno es sustitutivo del otro? ¿Uno es restitutivo? ¿Uno se relaciona con el otro?; ¿qué tienen que ver? Es buena pregunta, porque empieza a insistir en el trabajo esta distinción, que me parece que es lo que finalmente se revela como agotado entre el campo del individuo y el campo de lo social.

La investigación va mostrando distintos instrumentos de intervención so­bre esa frontera. Por ejemplo, la noción de trauma social parece haber sido efectiva en un fragme.¡:tto del recorrido. Aparentemente sigr¡.ificaba la intru-

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Los AVATARES DE LA lNTERVENCJÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

sión salvaje de la escena social en la esfera de la intimidad. No es claro por qué la intimidad tiene carácter esférico. Por qué se hace necesario delimitar dos ámbitos de realidad encerrados en una esfera. Pero si se supone que exis­ten estas dos esferas, si una entra en otra, S!=l ha violado una ley del ser. En­tonces, todo el trabajo del pensamiento tiene que te. nder a restituir esa fron-J tera. Si hay una ley del ser según la cual están delimitados lo social y lo in­dividual, y si lo social se entromete en lo individual, algo está mal (y enton-ces hay que volver a establecer la buena frontera). · ·

Sin embargo, el trabajo parece pensar al revés: si esa frontera ha sido vio­lada, es porque es violable, y si es violable, entonces esa delimitación era una supers~ici~n y no una realid~d. Por lo tanto, se trata d~ ':'~r no cómo la vol. ) vemos mv1olable de nuevo, smo cómo se postula la pos1b1hdad de una rela-ción en la que los dos terrenos no se disciernan. .1

Creo que los distintos dispositivos por los que van transitando van mos- \ trando un movimiento por el cual se inventan herramientas para pensar la \ relación entre la condición individual del psiquismo y la condición social de la vida práctica. Se van inventando diversas herramientas y distintos proce­dimientos; cada uno es operativo, cada uno desplaza el problema, cada uno desplaza bien ese problema. Y sin embargo, a su turno se agotan. Decía que ) se trataba de gente sensible al devenir inútil de su propio trabajo, porque po­dían observar cuándo la herramienta devenía obstáculo. Que la herramien­ta devenga obstáculo significa que por más ciertos que estemos teóricamen­te, lo real no se deja subordinar a nuestra voluntad y entonces las herra-mientas se agotan. ·

Me parece que es un .punto metodológicamente muy interesante ver qué \ significa el agotamiento de una herramienta. Uno tiene una intuición "cu- ~ chillera". Un cuchillo corta demasiada carne y por eso pierde el filo ... , pero me parece que no se trata de eso; en este caso parece más bien que la heva- V mienta se agota por su eficacia. Cualquier operación produce un desplaza- A miento, que es un efecto de la operación que no es necesariamente absorbi­ble o procesable, o tramitable, por .la operación misma; es decir que el ago- ) tamiento de una herramienta es un producido por la herramienta. No es el descubrimiento de haber estado en el error; es la producción de un obstácu­lo. Hasta se diría que en un recorrido subjetivo, el devenir obstáculo de la 1 herramienta es una producción preciosa; indica el punto en el cual necesita- ): mos volver a constituirnos. No es un dictado de lo real, insisto, es un produ.;:, cido del sujeto. ·,

Me parece que el grueso del trabajo va mostrando la producción de un obs~ táculo. La dictadura no terminó, porque la dictadura, además de un régimen, es el fín de un régimen. Que la dictadura no haya terminado no significa que 1 siga vigente en su propia operatoria, sino que sigue vigente en lo que ha des- ( tituido. Lo que retroactivamente comprende la investigación es que toda es~ ¡

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ta política de terror de Estado había comenzado la destitución de la Ley. En­tre nosotros la dictadura produce un divorcio entre la Ley y el Poder, la ley deviene impotente y el poder deviene ilegal. El régimen posterior de merca­do no devuelve este sinónimo amado por la tradición filosófica, entre poder y ley. Hubo una destitución estatal de la ley mediante la dictadura, y posterior­mente una destitución mercantil de la ley por el neoliberalismo. La destitu­ción efe la ley está operando en nuestro terreno como un efecto de la dictadu­ra en el campo general. Ahora bien, la destitución cie la ley es destitución del término en función del cual se habían delimitado los espacios individual y so­cial. Por ese motivo, la destitución de la ley vuelve obsoleta la distinción, así · como la serie de herramientas y teorías bas.adas en asumirla. Punto teórico de perplejidad esencial.

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El punto que parece causar la investigación es el modo de encontrar ar­ticulaciones entre lo .individual y lo social para procesar determinados im­passes en situaciones. Pero individual y social no son categorías eternas, si­no instituidos propios del Estado que ha sido destituido por la vía de la dic-tadura. La investígación induce a c'Omprender que individual y social son efectos de la operatoria de la ley y que, destituida la ley, ya no tenemos que investigar cuál es la figura de la relación entre lo individual y lo social, si­no ver· si podemos pegar el salto a pensar sin esas categorías. Ya no se tra-

\

ta de ver cómo se relacionan tales categorías, sino si "podemos pensar la subjetividad pr~scindiendo de e~o. Est~ es u~ pr.~ducido por ~a investiga­ción, un producido por el recorrido de mvestigac¡on, que precisamente ha operado a partir de ese par pero el producto de la investigación es el cues-tionamiento severo de ese par individual/social que la ha causado.

¿Podemos pensar sin ese par?, ¿o n~cesitamos volver a encontrar alguna . herramienta capaz de vincular estas dos entidades separadas, pero de bor­

des borrosos?

COMENTARIO DE JANINE PUGET Presentar una investigación a partir de obstáculos es ya un primer méri­

to: habla de la posibilidad de cuestionarse desde una actitud cen~rada e~ l~ búsqueda de nuevos posicionamientos. Los autores cumplen varios propos1. tos y entre ellos el de descubrir cómo i~cluir la vertiente política Y social en el trabajo psicoanalítico y en la teoría. . .

Al leer esta investigación se me ocurrió que un título podría haber sido: "¿Cómo generar vida en los vínculos, en los grupos, en los conceptos emplea­dos, en la mente?". Pero, ¿se trata de generar vida o se trata de .dev~lverla a quien 0 lo que la perdió? ¿O·se trata de estar alerta ante cualqmer signo que puede atentar éontra la vida de los sujetos, de lb.s individuos, de .las ?_erso­nas, de los sujetos psíquicos,' de los actores sociales? Esta nommacion es

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SuBJETIVO DE UN EQUIPO

cuestionadora ya que los autores consideran que cada uno de los términos empleados es el resultado de una decontrucción de nociones como individuo, hombre, sujeto, etc., y que cada uno de ellos remite a diferentes hipótesis.

Hay muchas maneras de desaparecer, de quitar sentido, de perder vitali­dad, de anquilosarse, de pasar de vínculos a un mero "estar juntos ... ". El só- 1·' lo estar juntos no produce más que un sentimiento de pertenencia a un con­junto sin éomplejidad, sin cuestionamientos, sin perplejidad. Los autores, junto con Ignacio, emplean el concepto de incertidumbre y de perplejidad. Yo ' fui pensando este concepto y de ahí surgió la idea de proponer que, además de los principios reguladores del funcionamiento psíquico ya conocidos, pu­diera pensarse en ot!º• que regulara la emergencia de lo impredecible. A ese J principio lo llamo "principio inconsciente de incertidumbre", cuyo referente ¡ empírico es la perplejidad, y una de las defensas posibles ante la emergencia intolerable de la perplejidad son las certezas. Éstas generan acciones que só­lo llevan a sostener un hacer alejado del pensar, y alejado de la problemáti­ca deconstructiva del vincularse.

Evidentemente la investigación que hoy estamos discutiendo ha estado sostenida por un "hacer" y un "pensar", proceso durante el cual se produje­ron derrumbes de certezas, que llevaron a los autores a cuestionarse o ser cuestionadas sin reaccionar encerrándose en una posición de resentimiento o de exclusión tanática.

Toda vez que se dieron cuenta de que no generaban sentídos, resonancias, buscaron incluirse de otra manera y dieron un paso más. Por lo tanto no ge­neraron exclusiones sirio i;nclusiones desorganizantes, productoras de vitali­dad, sabiendo también medir hasta dónde es posible en ciertas circunstan­cias pautar la desorganización. Y por .este motivo se preguntan hasta dónde es posible reabrir heridas activas ... Todos aquellos que tuvieron que ver con \ persqnas que han sufrido situaciones traumáticas de diversos órdenes, pero 1 sobre todo aquellas que han violado lo más íntimo de un sujeto, saben cuán­ta habilidad hay que tener para ayudar a construir de nuevo una piel protec­tora de una intimidad violada, una mente que recupere categorías o cree nuevas ... a fin de poder instaurar un juego de diferencias entre espacios que ) habían perdido esta cualidad. -

No puedo dejar de comentar que cuando se reabren viejas y nuevas heri­das, como en este caso, despierta en mí ·un impacto emocional y respetuoso.

Los autores nos' llevan a recorrer con ellos un trayecto que abarca desde la dictadura hasta hoy. Cuánto hemos ido cambiando cada uno de los que nos hemos ocupado de una manera u otra de cuestiones que nos obliga.ron o per­mitieron modificar esquemas, hipótesis, a revisar nuestro lugar como psicoa­nalistas, y cuánto queda. por hacer ... Y hay que reconocer que gracias a estos eventos aberrantes hemos aprendido mucho.

¿Cómo hacer psicoanalítica esta investigación? Ésta es una de las pregun-

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tas que los autores se hacen de entrada y a la que creo que contestan con cre­ces. ¿Es psicoanalítica la dimensión política, social, institucional? Poco a poco lo va a ir siendo pero es notable que para ir incluyéndola necesitemos recurrir a autores que no son psicoanalistas. Uno de ellos es el' mismo Ignacio que ha asesorado a los autores dejando una marca importante. Pero decir que Igna­cio no.es psicoanalista tal vez sea una formulación restrictiva y sectaria, ya que su pensamiento es psicoanalítico gracias o pese a ser historiador. ¿Será ésta una manera de incluir otras variables, otra comprensión en nuestra ma­nera de pensar el psicoanálisis?

Los autores se proponen historizar los obstáculos y acá nos acercamos psi­coanalistas e historiadores. Es muy buena la definición de obstáculos en tér­minos de rasgos que no se dejan captar por las categorías establecidas. Y es coherente que a partir de esta definición hayan intentado captar zonas de no entendimiento sin bloquearlas.

Me resultó muy interesante reconocer cuán importante fue el poder salir­se de la institucionalización "víctimas de la dictadura", dejar de ser el equi­po asistencial de Madres y pasar poco a poco a crear nuevos lugares de inter­vención. Del equipo de Madres pasaron a la Universidad de Buenos Aires, a otras instituciones, a campos de acción cada vez más amplios referidos a la salud mental y a la transmisíón de conocimientos. De alguna manera tam­bién sucedió lo mism:o para las agrupaciones de derechos humanos que han ido ampliando su radiq de intervención.

Otro tema es el que tiene que ver con la validez de ciertos dispositivos y la confusión entre grupos de reflexión u otro tipo de grupos y la ilusión que ello implica introducir la dimensión social. Es cierto que la dimensión social atraviesa todos los dispositivos, pero no porque se esté con un grupo es más fácil trabajarla psicoanalíticamente. Durante mucho tiempo se confundió atender grupos o instituciones e introducir la dimensión social. Son cuestio­nes que no tienen nada que ver pero, claro, alguna punta hay que sacar de

esto. Queda claro en lo que nos presentan los autores el valor de los agrupa-

mientos espontáneos a partir de un evento que da sentido al vincularse, co· mo fue lo que sucedió con las distintas agrupaciones de derechos humanos y lo que es una intervención psi en esos grupos: intervenciones para producir nuevas prácticas, nuevos significados, no quedarse en los. que fueron agluti­nadores de tales vínculos.

Otro tema es el lugar de lo político e'n el psicoanálisis. En µn momento los autores lo definen como "transformación conjunta de la subjetividad y de los lazos sociales". Aquí. en esta definición se incluye un hacer . .'. junto con. Es adecuado el "junto éon" o podría ser entre varios. "Junto con" habla de solda­dura y de ahí nace un concepto que aparece en el texto y es el complejo con­cepto de solidaridad. Los autores inscribieron su práctica como solidaridad

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJETIVO DE UN EQUIPO

popular. ¿Qué significa? Yo aún no lo se, pero es una expresión que va a ser motivo de un debate en las próximas jornadas de la AAPPG. ¿Cómo ir dándo­le status en la teoría? "No lo sé.

Se me bcurre que una dificultad residé en el hecho de que la dimensión según la cual el sujeto social va deviniendo y adquiriendo conciencia de su ser sujeto socia,l pone en actividad mecanismos desconocidos desde lo insti­tuido psicoanalíticamente. Esta dimensión es la de los atravesamientos y en­tonces no puede ser pensada desde un lineamiento determinístico. Ser suje­to social tiene dos vertientes: la una producto de identificaciones reconociblE;ls y la otra de atravesamientos inconscientes que no dejan marcas sino tan só­lo efectos de presencia. Hay efectos, hay eventos, y éstos producen, desorga­nizan, cambian sentidos, cambian posiciones y siempre se imponen P.esde una posición de presencia. Presencia irreductible, que no se torna represen­tación. Presencia que tal vez es lo que los autore¡;¡ llaman "exceso de lo real" ... aunque probablemente no tengamos que confundir ya que ambos términos provienen de diferentes cuestionamientos.

Muchos de nuestros planteos o cuestionamientos referidos a captar la di­mensión social partieron y siguen partiendo de lo que llamamos "eventos traumáticos" y esto es natural ya que es lo que se impone. Pero me parece que el concepto de traumático no cubre esta dimensión, y eso es algo que se va perfilando en la investigación presentada. A medida que fueron trabajan­do en diversas instituciones, necesariamente se fueron despegando de la di­mensión tradicionalmente llamada traumática, si bien insisto en que es una buena puerta de entrada. Entablan una discusión acerca de términos como situación límite, trauma social, emergencia social. Cada una de estas expre­siones o la vacilación da cuenta de que aún nos falta un término. No hace fal-ta encontrarlo de inmediato sino m~s bien dejar abierto el tema, ya que ello implica que aún no sabemos diferenciar lo que cada uno de estos conceptos significa. Pero a lo mejor no es que nos falta un término sino tan sólo nos fal- / ta conocer la dimensión social y por ende política de la subjetivación.

Les cuento una anécdota. Hace poco en el congreso internacional de IPA

me tocó intervenir en un panel cuyo tema era "Trabajando con personas trau­matizadas". Dos de los panelistas interpretamos que se nos. había invitado por nuestros trabajos sobre cuestiones de violencia social. Para otro panelis­ta, trauma fue una diabetes juvenil en una paciente. Pensamos que los orga­nizadores habían cometido un lapsus y se habían olvidado de especificar que se trataba de traumas sociales, ya que de no ser así podía abarcar todo el psi­coanálisis. Pero gracias a este fallido tuvimos mucho público que probable­mente no hubiera venido si sólo hubiéramos hablado de violencia social. Quiere esto decir que el concepto trauma social no es el adecuado, es un ins­tituido desde la teoría psicoanalítica interesada en coroprendeda constitu­ción de un aparato psíquico singular de una forma dada, y entonces tenemos

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que encontrar otra manera de nominar lo que instituye subjetividad social a partir de eventos que se transmiten en forma aleatoria, y producen nuevos

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agrupamientos, nuevas modalidades subjetivas. . El interjuego entre lo instituido y los eventos que los autores llaman ex-

cesos, probablemente sea el tema. · E~ frecuente que se puedan detectar síntomas de nuestras falencias teó­

ricas a partir del empleo de términos que tienen un sentido claro en un mar-co teórico pero se vacían de significado en otro. Pasó con trauma y pasó con duelo, como bien lo señalan los autores. Hubq que volver a definir duelo, al­gunos lo llamaron duelos especiales, duelo suspendido. Duelo es un concepto que hace a una pérdida recuperable mediante un proceso psíquico. En tal proceso interviene un reconocimiento de lo perdido, culpa, elaboración y re­paración ... Pero ¿qué quiere decir esto para la constitución de subjetividades a partir de un desaparecido, de un niño de la calle, de un desprovisto de to­do amparo social, de un "desexistente"? ¿Se trata del mismo proceso o hay un agregado?, y es el de constituir la pertenencia social a partir de una determi­nada modalidad de hacer y pensar.

Los autores dicen que no hay elaboración psíquica sin tramitación social. Podría acordar con ellos pero veamos qué quiere decir esta afirmación.

Por un lado, en su sentido más directo, se trata de instituir modalidades de reconocimiento que provienen de estamentos llamados sociales y que por lo tanto no tienen el mismo status que los familiares o intersubjetivos. Pero ello, si bien es imprescindible, no hace al fondo de la cuestión. Si tramitación social es indagar acerca de cómo se es atravesado por lo que nos instituye co­mo sujetos sociales, entonces la tramitación tendrá que ver con reconocernos producidos por ciertos valores y teniendo que elaborar la inquietud que crean los enigmas y las oposiciones que :pos impiden construir certezas.

\ Si construimos certezas como defensa ante la perplejidad dificil de tolerar, \ una manera de volver a activar el principio de incertidu~bre inconsciente es \cuestionando certezas que, en lo que hace a nuestra pertenencia social, nos 'llevarían a admitir que el pÓsicionamiento social es un permanente devenir que se rige por otros mecanismos que el devenir sujeto familiar o sujeto sin­gular. Es Jo que hicieron los autores de este trabajo cuando se fueron dando cuenta de que cada contexto generó en ellos diferentes prácticas, cuestiona­:i:nientos, obstáculos y produjo modalidades de pensamiento y de hacer que los insertó en contextos donde se articulaba lo científico, político en tanto un ha­cer, lo singular, lo vocacional, lo que les permitió ir siendo ... ir deviniendo.

Sobre esta base se preguntan: ¿quién define cuál es la realidad? Yo con­testo: lo define cada situación y en cada una esta realidad abre a nuevas sig­nificaciones. ¿Qué entendemos por realidad en este contexto? Aquello que se impone,' que no puede ser procesado como representación, aquello que desor­ganiza instituidos, aquello que se constituye en un juego de diferencias ...

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Los AVATARES DE LA INTERVENCIÓN: RECORRIDO SUBJET!VO DE UN EQU!PO

Otro concepto que me cuestiona es el de crisis, crisis de las herramientas de pensamiento .. : ·En realidad es más adecuado pensar en un permanente cuestionamiento de nuestras ·herramientas y dejar crisis para algún estado más claro.

En esta batalla contra la rápida pérdida de vitalidad de los conceptos, de los grupos, se lucha contra ritualizaciones esterilizantes. Pero también los ri­tuales son necesarios para instaurar una memoria viva, y eso lo sabemos. Yo no tengo respuesta pero sí una sugerencia. Todo concepto debe ponerse a tra­bajar, y por lo tarito se le deben agregar cualidades y debe quedar con un margen de ambigüedad. Ya lo decía Freud y podemos seguirlo afirmando. Un concepto que cierra es un concepto muerto. Los autores lo dicen ... tratan per­manentemente de no complementar lo que se manifiesta como falta, falla, ni bloquear lo que aparecía como exceso. El lenguaje bloquea y no queda otra, pero estar atento y dejar aperturas es valioso.

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mo ellas. De modo que la designación rentada (con las obligaciones que im­plica) aparecía, defensivamente sin duda, más como un perjuicio y una suer­te de castigo que como una ventaja envidiada, obvia fuente de malestar en­tre ellas y de dificultades en la tarea.

Estas últimas situaciones son otra fuente específica de sufrimiento, que concie~ne a los aspectos contractuales. Esta dimensión incluye o se asienta en los contratos propiamente dichos, esos papeles que se firman (o no se fir­man, como mostramos en varios ejemplos) y que estipulan deberes y obliga­ciones recíprocas.

Hay una forma general de este enlace del sufrimiento y la cultura. Freud dijo que el sujeto cambia una cuota de felicidad posible por una cuota de se­guridad prometida. Pero esta formulación debe ser transversalizada con lo so­cial-histórico efectivo, para no quedar encerrada en una abstracción universa­lizante. En nuestra sociedad burguesa, bajo la égida del Estado que conforma buena part'e de nuestro inconsciente, hay una apariencia ideológica justifica­da de contrato libre. En verdad, la relación entre una persona y una institu­ción es brutalmente asimétrica. El contrato ya implica una violencia origina­ria, habitualmente invisible, naturalizada. Esta violencia hoy se encuentra redoblada por el actual contexto de precarización de relaciones del empleo; la cuestión de las licencias por maternidad es un buen ejemplo de ello.

Sobre el mismo eje, pero en otro plano, es útil la noción de contrato narci­sista propuesta por Piera Aulagnier. Nos ponemos la camiseta de la institu­ción y estamos dispuestos a transpirarla. En reciprocidad, la institución nos reconoce como miembros y continuadores de esa estirpe·, portadores del em­blema; nos otorga pertenencia, seguridad. Según el contrato narcisista el su­jeto está sostenido por la cadena generacional e investido narcisistamente por los otros, porque es reconocido .como portador de la continuidad del con­junto. El sujeto siente (tiene la certeza) que tiene un lugar, que es reconoci­do y que es representan~e de la institución, pero además tierie derecho a un espacio propio, individuado, y no por eso traiciona al grupo de origen.

Recordemos los últimos ejemplos: alguien fue concurrente, ya no puede serlo más, es "becario ad honorem", ¿tiene derecho a tener un espacio propio, podrá seguir teniéndolo? ¿Puede sostener la esperanza de que lo que desea es posible de realizarse? Como se ve en las situaciones presentadas, que no son aisladas sino que más bien tienden a ser regla general, el contrato nar­

. cisista esta fracturado, falsificado, pervertido. Y ésta no es la menor de las fuentes del sufrimiento que nos imponen estas instituciones.

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ANEXO

Relato de intervenciones

l. Los grupos y las jornadas en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo

Osvaldo Bonano, Raquel Bozzolo y Marta L'Hoste

Los grupos de orientación con familiares de desaparecidos

En los primeros años de la década de los 80, dos de nosotros (Marta y Raquel) traba­jamos con el grupo natural y homogéneo que conformaban los familiares de desapare­cidos, desde una inserción institucional: el EAPMPM. Los grupos se realizaron en módu­los de sólo una, dos y hasta cinco reuniones. Las consignas giraban siempre en torno a abrir un espacio en el que lo singular subjetivo de cada uno pudiera expresarse. Las reuniones eran abiertas. Lo más frecuente fueron reuniones que, por el número de par­ticipantes, pueden encuadrarse en las características del pequeño grupo. En diversas ocasiones participaron desde veinte hasta ochenta personas, y si bien la cantidad po­día ser relativamente grande, el conocimiento que había entre los integrantes, en fun­ción de la pertenencia al movimiento, se lograba en el reconocimiento personal. Abría­mos espacios para que Jos propios participantes definieran sus necesidades.

¿Cómo articulamos sus demandas? Hubo recurrencias en la problemáticas a abor­dar, que señalaremos a continuación.

¿Qué decirles a los niños?

Aludía al vacío que las condiciones de la desaparición creaban en cuanto la hue­lla material del hijo se perdía. Los niños pedían representaciones para el hecho, pero el familiar adulto tampoco disponía de ellas y las tuvo que generar desde su partici­pación en el movimiento y su elaboración personal.

La mayoría de Jos encuentros grupales consistieron en una sola reunión, es decir, no se instalaba un dispositivo fijo durante varios encuentros; el que trabajaremos acá constituyq una excepción: se programó para cinco encuentros, en un m_omento en el que se acercaban numerosos hermanos de Jos desaparecidos.

En la quinta y última reunión del grupo citado ingresan tres hermanos de una fa­milia que tiene tres desaparecidos. Uno de ellos dice:

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ANEXO

En este fragmento aparece también la reflexión sobre las implicaciones institucio­nales de los participantes, en este caso como problematización de sus lazos familiares y extrafamiliares.

"Nos estamos cerran(i,o", "Sólo hablamos con los que entienden nuestro proble­ma ... ", el mundo queda peligrosamente dividido entre ;'los que nos entienden" y ''los que no lo hacen". Se juega aquí el problema de sostenerse en una identidad de perte­nencia y-cerrarse, o analizar dolorosamente el hecho de que todas las otras pertenen­cias están también atravesadas por la situación social y las contradicciones que con­lleva. Dice la coordinadora: "Es difícil recortar .a los verdaderos enemigos de los que son víctimas de las campañas psicológicas y poder esperar".

Nuestras intervenciones en los grupos se realizaban en una situación de borde. Sin romper el apuntalamiento que los familiares jugaban en su grupo de "familiares", sobre los que siempre operábamos a través de nuestros dispositivos grupales, inten­tábamos que el espacio para li:~ tramitación de la elaboración individual quedara abierto. '

Además estaban en juego nuestras propias implicaciones institucionales. La labor psi requiere abrir esos espacios, problematizar las inserciones, las propias creencias y saberes. La pregunta· es ¿podíamos ponerlos a prueba? ·

Los dos momentos que a continuación relatamos demostrarán que a ve~es se pu­do, otras no:

Hermano l. -Vemos a nuestra madre muy mal... Ella tiene sesenta y cin­co años, mi padre setenta y dos; podríamos intentar que venga. Mi padre es­tá mejor, es consejero escolar de Morón ... y trabaja mucho.

Madre 4. -¿Ella hizo trámites? Hermano l. -Hubo distintas formas de enfrentar lo que pasó. Madre 5. -También, tres hijos de golpe y la nuera ... Madre 3. -Y, como a X, le llevaron los tres hijos ... Madre 4. -Ves, no es sólo tu mamá ... ¿y la podrían traer? ... Hermano 2. -Cuando uno pasa cosas tristes, algunos nflojan, otros no. Madre 7. -Se quedó muy sola la mamá. Madre 3. -Y todavía sobrevivió. En estos casos lo peor es la soledad. Hermano 2. -Mi madre también se niega a tratarse de los nervios ...

En este momento grupal se pone a prueba la ideología institucional. En ella, trá· mites alude a las actividades de denuncia y búsqueda del desaparecido. Es éste un punto de confluencia entre lo político y lo psíquico. La acción política requiere trámi­tes, y la preservación de la salud mental en estas situaciones también ha requerido una posición activa de realizar tramitaciones psíquicas a través de los trámites. És­te era un criterio compartido por los familiares y nosotros, su equipo de salud. Aquí la pregunta se orienta hacia el sentido de la evaluación clínica. El no poder hacer trámites, ¿la ha puesto peor? El diálogo abre distintas posibilidades, no hay una so­la forma de enfrentar lo que pasó ... y hasta se tolera que se pueda "aflojar". Estas in­tervenciones van formando un entramado de empatías y de solidaridades en las di­ferencias.

Veamos otro momento. Hay tres integrantes nuevos:

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RELATO DE INTERVENCIONES

Madre 4. ·-¿A quién hay que pedirle que esto no termine, a ustedes o a las Madres? ,

(Se presentan los tres integrantes nuevos, hermano, esposa del herma­no y hermana.)

Esposa. -Yo necesito apoyo psicológico, últimamente me encuentro muy caída, vine a averiguar y me encontré con este grupo.

Hermano l. -Nosotros tenemos tres hermanos desaparecidos, un herma· no varón, la señora de él y dos hermanas mujeres más; venimos también por la asistencia.

Coordinadora. -Hoy vamos a dar por terminada esta experiencia. Con· sideramos que fue buena y estamos pensando nuevas propuestas para uste· des, probablemente en quince días las tendremos.

La reunión comienza con la demanda de continuar el gTupo, expresada en térmi­nos de duda: ¿a quién hay que hacérsela? Se presenta aquí un atravesamiento insti­tucional del equipo, en la percepción de que éste no opera con plena autonomía de la institución Madres.'$in embargo, la coordinadora, con su intervención, cierra un mo­mento privilegiado para investigar, en la medida en que se ubica en el lugar de que ella o el equipo va a pensar y hará las propuestas. Considera~os que esta interven­ción, que interfirió la circulación de los deseos que se expresaban en las demandas, tiene que ver con un apresamiento del coordinador en su implicación con la institu­ción ... o con su equipo, que no había sido analizado.

Los dispositivos de jornadas comunitarias

Entre 1983 y 1984 la situación social posibilitaba una clausura: se abrían los me­dios ~ difusión a los horrores de la represión, se hablaba de "verdad" y se prometía ''.justicia". Los organismos de derechos humanos eran tomados como modelos de con­ducta ética.· Las Madres de Plaza de Mayo, .que habían resistido desde el inicio de la dictadura en forma inclaudicable, funcionaban con su práctica y su discurso como un gigantesco analizador social (Bonano, 1986b) y generaban efectos desalienantes en las personas.

Al tiempo que se iban develando aspectos de la verdad, se enunciaban nuevas re­presentaciones sociales encubridoras, que intentaban operar sobre los sentimientos de responsabilidad surgidos del conocimiento de lo ocurrido. Así, se culpabilizaba en general a toda la sociedad argentina, diluyendo las responsabilidades de torturado­res y asesinos en el plano político y fáctico. Se intentaba también operar sobre el sen­timiento de horror que experimentaban las personas al descubrir lo que había queda­do oculto: que tanto víctimas como victimarios coexis~ían en el mundo cotidiano y eran sus semejantes. La culpabilización trabajaba sobre la necesidad de huir de lo si: niestro y se iba generando la tendencia al olvido.

En esa etapa realizamos experiencias de jornadas comunitarias en el interior del país, convocadas muchas veces por organizaciones locales, gremiales, profesionales o de derechos humanos que conocían nuestro trabajo con las Madres de Buenos Aires. Nos solicitaban que diéramos charlas. Estas jornadas constituían, para las institucio-

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ANEXÓ

nes convocantes, verdaderos actos de denuncia política y como tales eran publicita­das. ~l mis~o tiempo conformaban espacios colectivos de procesamiento subjetivo pa­ra los múltiples efectos del trauma social compartido.

Nos interesa tomar como base del dispositivo de intervención psicológica este en­cabalgamiento entre acto de práctica política y espacio de procesamiento subjetivo. Nos animaba la convicción de que la palabra articuladora del sufrimiento personal con las determinaciones sociopolíticas del aparato genocida montado por la dictadu­ra era aliviadora del sufrimi~nto psíquico e inauguraba la tramitación de semantiza­ciones alternativas a las dadas por el poder. Consideremos un ejemplo significativo: ante la publicación en una revista (Kordon y Edelman, 1983) de un artículo acerca del silenciamiento social de la existencia del desaparecido en noviembre de 1982 se reci­bió una llamada solicitando una entrevista psicológica de una persona que dijo: "Yo soy su artículo". ·

Otra idea fuerte sostuvo nuestro dispositivo: la participación en grupos de perso­nas reunidas por lo semejante de su condición de afectado (aunque fuera de muy di­versa manera y grado) funcionaba como apoyatura y sostén para el psiquismo (Kaes 1980a). Este fenómeno, que puede ser apreciado en los grupos de afectados directos' también se expresaba de maner.a particular en los grupos comunitarios, reunidos ar~ tificialmente a partir de la convocatoria a charlas, debates o jornadas.

Los dispositivos grupales cumplían, en primer lugar, la función de romper el ais­lamiento en el que habían quedado confinadas las personas durante la dictadura, fue­ra por razones concretas de seguridad o por las vivencias incompartibles de locura. Estos sentimientos·se generaban al percibir una realidad que era permanentemente renegada por los otros significativos. Las personas volvían a compartir percepciones y a pensar con otros. Afloraban contenidos silenciados por el terror dictatorial, que en ocasiones habían permanecido ausentes durante años en otros espacios como el psi­coterapéutico. Se abría, así, un espacio de religazón.

Esta convicción acerca de la importancia de la tramitación colectiva del trauma social es la que anima un cartel que se pudo leer en la última marcha contra el indul­to, antes de ser firmado. Decía: ''Menem: la memoria no se privatiza". Por su condi­ci{m de social, es preferible que la tramitación del trauma se efectúe en espacios co­lectivos donde se expresen las diferentes posiciones de los distintos sectores sociales relativa o antagónicamente contradictorios entre sí.

Tanto lo seme]ante que unía a los miembros del grupo como lo que los enfrentaba se expresaba en estos di5positivos comunitarios. Desde la coordinación se daba cabi­da no sólo a la expresión dramática o figurada de diferencias y de'contradicciones so­ciales sino también a las contradicciones reales de los distintos sectores de la socie­dad. Una coordinación que sólo reforzara lo semejante coagularía el fenómeno iluso­rio de suponer innecesaria la confrontación de las ideas. Podría también haberse caí­do en la ih.1sión, muy común en nuestro campo psi, de que la elaboración final de los enfrentamientos del campo social se podría realizar exclusivamente en el grupo, a través de la palabra y no del accionar sociopolítico.

La urgencia práctica de realizar toda la actividad en un fin de semana o en un so­lo día fue generando.las condiciones iniciales del dispositivo que luego fueron repen­sadas y conceptualizada·s en sus efectos. Diseñamos las primeras intervenciones des· de un modelo de jornada acumulativa: se alternaban charlas y reuniones grupales en

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RELATO DE INTERVENCIONES

. forma continuada durante uno o dos días. Este dispositivo intensivo potenciaba las posibilidades de presentación de lo que había permanecido silenciado.

En ese período nuestras charlas iniciales funcionaban como disparadores de la discusión grupal; al mismo tiempo constituían intervenciones que proponían repre­sentaciones alternativas a las hegemónicas. Este ofrecimiento se nos imponía como necesario. También era una manera de hacer lugar ai pedido explícito de que hablá­ramos de lo que sabíamos. ¿Reflejaba esto una demanda de que alguien pudiera po­ner palabra pública sobre aquellos acontecimientos y padecimientos vivídos como im­pensables o innombrables? Esta organización discursiva permitía que tanto los coor­dinadores como los coordinados quedaran amparados en la concepción de que lo trau­mático vivido tenía una estructura y una lógica. La necesaria referencia al orden po­lítico-social no dejaba de ofrecerse también como defensa frente a la propia angustia que atravesaba al equipo coordinador.

Los grupos con los que trabajamos oscilaban entre veinte y cuarenta personas, y muchos de los procesos observados podrían ser interpretados desde las determinacio­nes que rigen a los grupos amplios. Eran al mismo tiempo efimeros y el contacto con el equipo coordinador lo era aun más, ya que volvíamos a Buenos Aires o a nuestra institución. Las intervenciones del coordinador eran siempre formuladas en forma de reflexión colectiva: pensamos, creemos, etc. Esto reforzaba la dirección de elaboración conjunta del trauma, no arrogándose el coordinador la facultad de revelar la verdad.

Los fenómenos de ilusión e idealización se daban en la forma que Didier Anzieu (1978) describe para los grupos amplios: ésta se colocaba en el equipo de coordinado­res y fundamentalmente en la institución a la que pertenecíamos: Madres de Plaza de Mayo. En la determinación de este fenómeno intervenía además la inevitable idea­lización de quienes se les presentaban como un grupo de personas que habían podido resistir permaneciendo juntas. Recordemos que la mayoría de los concurrentes a es­tos grupos expresaba la vivencia de fragmentación del cuerpo so"cial.

Al comenzar el grupo no se inducía a la presentación personal. Esta falta de nom­bre personal presentaba la unidad en el movimiento y disminuía lo persecutorio que es característico de los g.rupos amplios. En la medida en que se iba trabajando, se ar­maba una cierta red de confiabilidad y se constituía un pacto denegatorio (Kaes, 1991) singular y provisorio. Se conjuraba el pánico: afuera quedaban las situaciones de indefensión que se reproducían y se retrabajaban en el adentro. Las personas ha­blaban con emoción extrema de situaciones íntimas y dolorosas largamente calladas. Ayudábamos este proceso al no recurrir a señalamientos o interpretaciones que pri­vatizaran el dolor de cada sujeto. En ocasiones el discurso del grupo se presentaba en forma de monólogo compartido como si hubiera un solo sujeto víctima o afectado. En otros momentos se dialogaba sobre la base de actitudes diferentes. Creemos que en el primer caso es cuando más se efectúa la unión restitutiva del cuerpo fragmentado.

El coordinador, al comprender estos procesos, no apresuraba ni obstaculizaba dis­criminaciones. Era importante en todo momento que io singular de cada experiencia fuera comprendido dentro de lo necesariamente vívido como común.

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2. El inicio de los grupos con disparadores

Osvaldo Bonano, Raquel Bozzolo y Marta L'Hoste

D . . . U::u1te 1987 !. 1988 el ca~po popular se vio atraves.ado por la polémica de la res-

titucion de los h1Jos de deterudos-desaparecidos a sus fam1·11·a · · · E · ·, 1 1 s ongmanas. sta dis-

cus1on_ reve ó as profu:ndas modificaciones que se verúan produciendo en la pobla ·, a par~r de la promul~ación de la Ley de Obediencia Debida. Esta situación mostrc~~: nec.es1da_d de pr~f~nd1zar el ·debate no sólo sob.re la dictadura sino sobre otllis insti­tuciones. la Justicia, el Estado, la política, la familia, etc. Se presentaron las dificul­tad?s ~ue tenía el discurso de los derechos humanos para aportar a tramitar los pa­dec1m1~ntos que atravesaban a las personas involucradas. Se había modificado el lu­g~r soc1~l que era otorgado a los familiares que reclamaban por justicia, se revelaban n_r;eles i:nport'.111tes de contradicción entre sentimientos y pensamientos, y la pobla­c1on era mvadida por una confusión paralizante.

Fuimos sometiendo a crítica el procedimiento de la "charla inicial" que porúamos en práctica en el primer período de nuestra tarea, al constatar que ante ciertos cam­bios ya no estimulaba el trabajo grupal sino que más bien lo obturaba. Es así como nos propusimos generar otro, más acorde con cierta lectura de la demanda social.

Comenzamos a pensar en instrumentar un dispositivo que permitiera restablecer condiciones psíquicas para el pensamiento, sin postular un acuerdo explícito con pre­misas ni modelos. Algunos de los integrantes del EAPMDP empezamos a sostener que ante la ruptura del consenso era necesario procesar la incertidumbre, junto con el ho­rror y el dolor ·de aquellas heridas que aún continuaban abiertas por la falta de cas­tigo a los crímenes cometidos (Kaes, 1988). El pacto denegativo que fundaba los an­teriores grupos se había roto. Nos preocupaba la parálisis o el silencio en que queda­ban sectores de la comunidad.al no poder seguir sosteniendo convicciones sobre !ajus­ticia, cuando ésta se les imponía como inalcanzable.

Diseñam9s entonces un dispositivo que consistía en proponer al grupo un conjun­to de disparadores y luego sostener el espacio para que sus integrantes trabajaran durante un tiempo determinado de discusión.

En una jornada organizada por la Escuela de Psicología Social de Enrique Pichon­Riviere, en octubre de 1987, presentamos esta tarea como una experiencia de investi­~ación para el abordaje de las situaciones de impunidad. Comenzamos dando los nom-

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RELATO DE INTERVENCIONES

bres de los coordinadores y aclarando que ninguno de los dos iba a hablar de las expe­riencias que terúa en el tema. A continuación leímos nueve ejemplos de anécdotas bre­ves extraídas de la vida cotidiana, sin reflexiones ni conclusiones. Citaremos sólo dos.

Ejemplo l. Un amigo me relata el siguiente episodio que ocurre en el vestuario de un sanatorio al día siguiente de un asalto a una clínica médica. Durante al asalto, lapo­licía detuvo a varios delincuentes y abatió a uno de ellos. Un conocido cirujano que presenció el hecho lo comenta diciendo: "Yo le hubiera entregado esos tipos a la gente para que ellos decidan .Y si quieren los linchen; lástima que seguro vienen los boludos de los derechos humanos planteando que se debe dar crédito a la defensa", etcétera.

Ejem;lo 2. Varios jóvene~ de primer año de colegio secundario charlan sobre una marcha organizada por el centro de estudiantes, en conmemoración de la Noche de los Lápices, y co:¡nentan que hay una madre de una compañera que no deja ir a su hija por miedo a que sea una desaparecida en un nuevo golpe de Estado. Otros pa­dres apoyan el proceso de los chicos y los acompañan a la marcha. Escuchan enton­ces a un policía que les dice: "A ustedes les va a pasar lo mismo que a los chicos de la Noche de los Lápices".

Las demás anécdotas tenían las mismas características: presentaban una situa­ción cotidiana que generaba sentimientos contradictorios y urgían a la reflexión al no estar resuelta la situación conflictiva, ni marcado un camino para su resolución.

En este trabajo no es posible hacer un análisis pormenorizado del trabajo grupal, pero nos interesa puntuar algunas cuesti.ones. Por las características de las consig­nas de los disparadores, quedaron establecidas dos cuestiones fundamentales : que allí se podía hablar de todo aquello referente a la impunidad que result!U'a conflicti­vo o se presentara confuso, y que los coordinadores se encontraban igualmente impli­cados frente al tema ·y comprometidos en soportar los se.ntimientos que se desplega-ran durante la tarea. . '

La primera intervención respondió a la consigna sumando su propia anécdota per­sonal a los ejemplos dados. Fue realizada a pocos segundos de leído el último ejem­plo: una integrante se preguntó con temor acerca del monto de angustia que depara­ría la tarea grupal. Con la segunda intervención irrumpió el drama social:

Yo vengo de una provincia que está muy desgarrada ... ha habido canti­dad de desaparecidos ... da una gran pena ... se vive el miedo y todos queda· mas paralizados ... ¿qué hacemos con la impunidad, qué hacemos con el mie· do?, porque alguna vez tenemos que reaccionar, porque no sólo vivimos la fuerza sino el hambre ... se está esperando un estallido social que no se da ... y no es porque no haya bronca, no es porqu_e no hay,a conciencia, es que tam· b ién hay mucho dolor.

Por la modalidad de su expresión, con su gesto y su apariencia, esta persona marcó la gravedad de la crisis. Luego supimos que había participado de numerosos talleres de temas similares en completo silencio. En la tercera intervención se formuló la deman­da en forma explícita: "Mi demanda a ustedes es cómo se puede soportar tanto dolor"

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ANEXO

A partir de este momento, en diferentes intervenciones se manifestó el intento de consolidar un espacio especial y diferente del cotidiano, para compartir lo que se sien­te afuera y a solas: "Ganas de llorar juntos': "Compartir este momento que en nuestro diario trajín no lo tenemos y estamos en silencio con las puertas cerradas en casa". Más adelante el grupo intentó elaborar un discurso "ideológico" (en el sentido de Re­né Kaes, 1980b), que amparara frente a la indefensión vivida, apelando a diferentes propu~stas técnicas de psicología social. En las mismas intervenciones aquello que de un lado aparecía corno organizante se acompañaba: de referencias a la muerte que de­rrumbaban rápidamente lo ilusorio de esa propuesta.

Promediando la reunión, un integrante formula: "Yo tengo un miedo de base, no estoy del todo sano, tal vez sea como un muerto en potencia, no puedo quedarme en ca­sa porque allí también lo soy .. , yo creo que la única vida es ésta, la de jugarnos por un objetivo y tratar de unirnos". Así se estaba formulando una representación social opuesta a la dominante que hablaba de la muerte de las ideologías y también se pro­ponía romper con las ilusiones, tomando este término en su acepción de engañoso y falso. Creemos que en esta interv.ención y en otras del grupo se pudo observar la ne­cesidad de entablar una nueva relación con la ilusión, enfrentando la opción dada por el poder: "la muerte por los proyedos" o "la muerte de los proyectos".

La riqueza de este taller consistió, en primer lugar, en ser expresión de un mo­mento histórico particular. Nos permitió explorar un amplio espectro de fantasías, sentimientos e ideas generadas al calor de una situación sodal de alto impacto trau­mático. La consigna inicial y el posicionamiento de los coordinadores, que llevó a que guardaran silencio las dos terceras partes del tiempo planteado, permitió ese desplie­gue. Se aceptó trabajar con el dolor con un cierto vacío de representaciones. La tra­mitación de la elaboración de lo traumático se realizó así en condiciones diferentes de las experiencias comunitarias anteriores. En aquéllas, las representaciones eran brindadas por los coordinadores o las instituciones y servían de apoyatura para esa elaboración. Frente a la desilusión que sufren las expectativas de justicia y la ausen­cia de representaciones consensuadas en el campo popular, un dispositivo como el em­pleado brindó mejores condiciones al mantener abierto este espacio transicional que permitió una cierta elaboración.

Intentar realizar estas intervenciones grupales requirió otra lectura de la deman­da social y un peculiar posicionamiento para soportar el vacío o la ausencia de apo­yatura y ofrecerse sólo como garantes del dispositivo.

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3. Taller en una cátedra de la Facultad de Psicología de la Universidad

de Buenos Aires*

Osvaldo Bonano, Raquel Bozzolo y Marta L'Hoste

Trataremos de mostrar, a través de fragmentos tomados en la secuencia d~l proce­so grupal, ciertos momentos que se puntuaron espe~ial~ente, alguno.s orgamzadores

la modalidad de coordinación. Se trata de un semmano que se realizó en ~991, con ~!rededor de veinte alumnos, lo que supone la dinámica de un grupo pequeno.1 Otra experiencia, realizada con un grupo amplio, nos mostró que las dificultades se acre-cientan. ·

En el primer momento, luego de la presentaci_ón de .los ~sparado_res, se produce~ monólogos en serie; las expresiones que predomman son: ;º;:if!ªrtir al~o oculto .. : , "tocar algo jodido ... '', "hay otra parte que no lo puede saber ... , sig~e creci~ndo el mie­do ... ", "inercia que mantiene lo doloroso ... ", "no se sabe cómo m~ne;ar no solo la ~epre-., (¡' · · t l " "i.mpuni'dad del sistema " Se percibe en estos monologos sion isica smo men a .. . , ··· ·

una tensión entre un polo en el que los sujetos se viven inermes y no agrupados, con­trapuesto con otro que propone una representación del objet~ gru?,.o común, centrado en ]a pregunta "¿Cuál es el lugar del psicólogo frente a la situacion de atender a un torturador?". · . ·

Este organizador, por condensación, ofrece un perfil apto para .producir una r~pre­sentación unificante en la medida en que: a) organiza desde lo soc_iocultural una id~n­tidad común desde el rol profesional; b) remite a planos societarios, en tanto no s~lo excede a este grupo concreto, sino también al. de los. profesional~s, puest~ ~ue estan presentes los planos de la institución Justicia-1lTipuru~ad, y c) la imagen simestr~ del torturador permite que se proyecten fantasmas relacionados con el horror Y lo inso-

portable. . . d f, · Justamente, acaso por este último rasgo, se produce un mtenso rnom,;~;o e e'?'si-

vo que se expresa en " ... yó siento que estamos tan asus.tados como antes ... , las pelicu-

• Este texto fue presentado ·en las Jornadas de la Escuela de Psicología Social realizadas en oc­tubre de 1992.

· " d nto" en "Los avatares de l. Esta experiencia corresponde a lo que denommamos segu.r1 o mome la intervención: recorrido subjetivo de un equipo", en este mismo volumen.

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ANEXO

las de la época de la represión las están ahora dando para que tengamos miedo ... ", y se produce la deriva hacia una discusión de por qué ahora y no cuando salió el indulto.

Reaparece el organizador común del torturador bajo la expresión "El tema que me preocupa es la salud mental como psicólogo ... ", pero también se expresa la desconfian­za de que el grupo pueda servir: "¿Es desde lo grupal que podemos dar respuestas a

lo social?". Aquí la coordinación puntúa lo siguiente:

Hace un ratito hubo un conato de discusión que se desinfió en dos segun­dos. ¿Habrá dificultad en poder sostener puntos de vista diferentes? Parecie­ra que cada uno hace su discurso y cuando van a interactuar se esquivan ele-

gantemente.

Esta intervención, que parece simplemente éstimular la discusión, operó ayudan­do a constituir una piel grupal. Alguien dice: "Me muevo con una ética, no me junta­ría con el que atienda a un torturador ... ". Se propone un adentro-afuera imaginariza­do, en el que se designa un enemigo externo y un adentro polémico (que más adelan­te dará origen a diferenciacicmes). Se va organizando la dinámica en torno de un par­ticipante que comienza a monopolizar la interacción grupal con un discurso raciona­lizado y aparentemente coherente, mientras la mayoría permanece en silencio, pero no escucha. Sólo se defiende a través del hablador, de la angustia de reencontrarse con el horror y lo siniestro que ha sido proyectada en la representación "torturador".

Aquí el coordinador marca:

Hay algunos que no hablaron, se produce una polarización, el problema sería: ¿qué apertura hay para decir algo para lo que no tengo respuestas? Los del silencio, ¿será que sólo tienen preguntas y por eso quedan capturados en un discurso organizado? Lo que queda afuera también son las vivencias per­

sonales.

Desde aquí se va,n desplegando dos líneas en tensión. En una de ellas surgen in­tervenciones en las que se habla de experiencias singulares en primera persona. Por ejemplo, alguien que vive en La Matanza comenta cómo la asombra que los compañe­ros de Medicina de su hermano vean a la salita del barrio como si fuera de una villa y que tengan miedo de que los roben. Otra participante relata que trató de hacer al­go para salir de la desmovilización, pero cuando se acercó a una agrupación política y dejó su teléfono, le dio miedo.

En la otra línea vuelve a insistirse en las posiciones éticas acerca del torturador: "yo lo puedo escuchar, en la vida sí puedo sancionarlo ... ", "no lo escucho para que si­ga torturando ... ", "y si su deseo es torturar ... ", "ésa no es la posición del analista ... ': "ser psicoanalista es desprenderse de lo que se siente ... "', "la ética resuelve cosas ... ", "no creo en la neutralidad ... ".

En este momento la coordinación interpreta que algunos están jugando enunciados para defenderse y no para pensar. En anteriores seminarios ya habíamos detectado que la apelación a lenguajes técnicos y a posiciones profesionales implicaba una so­breinvestidura defensiva de los procesos de pensamiento y, en su aparente pero falsa

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RELATO DE INTERVENCIONES

pertinencia, en verdad reprimían la posibilidad de una implicación singular. Aprove­chando que el monopolizador de la secuencia anterior dice: "Yo siento mi identidad fragmentada ... ", la coordinación recupera la palabra "fragmentación" y dice: "Vos ha­blaste de fragmentado, de tener agujeros. ¿Qué posibilidad habrá de quedarse en eso?".

Desde aquí se despliega la última secuencia. En ésta aumenta la participación de los que estuvieron silenciosos, y por lo tanto de lo que estaba silenciado, en tanto no tenía posibilidad de palabra ni de escucha. Una participante, con tono de mucha emo­ción, dice que es chilena arribada en 1985, que la clase pasada se había ido muy an­gustiada, que ella había negado siempre los hechos acontecidos, aun cuando se hicie­ron públicos, motivando que su hermana la tratara de loca .. . Otra dice: "Vi La noche de los lápices. Me decía, mientras lloraba: «No mires, olvídate». ¿Qué nos garantiza que no va a volver a pasar ... ?".

Se abren aquí dos perspectivas: la primera tiene que ver con la carencia de repre­sentaciones en el espacio familiar y social, los agujeros de la memoria en la cadena intergeneracional: "Yo no lo puedo habl.ar. Nr;idie me da bola, le pregunto a mi viejo y m: ~liminan", "No tener en mi entorno ni en mi familia con quien hablar", "En mi fa­milia tampoco se hablaba".

Esto remite a las escasas posibilidades de elaboración que tuvo la generación pre­c~dente, que sufrió una falta de apuntalamiento en los conjuntos grupales e institu­c10nales en una doble vertiente. Ciertas institu.ciones trastornaron su función social: el Estado dejó de amparar tanto como la justicia de administrar con equidad para to­tlos, pero además se quebró su función respecto del psiquismo en cuanto ordenadores de sistemas simbólicos e imaginarios que-proporcionen referentes para sostener las identidades singulares.

. Pero ahora nos encontrábamos con una nueva generación, la siguiente al genoci­dio, que nos mostraba la dificultad de ligar sus historias singulares con la historia fa­miliar, que se revelaba inserta en un devenir colectivo. Los efectos patológicos se per­petuaban en el nivel de alteraciones en las identidades, en los pensamientos y en los vínculos.

La otra perspectiva consiste en el proceso de singularizarse y diferenciarse de ca­da uno, y requiere al espacio grupal como contenedor simbólico. Es así como la inte­grante que había comunicado que vivía en La Matanza, ahora relata que había naci­do en una villa y que el barrio en el que actualmente vive es "como la facultad'', en cuanto ausencia de rasgos solidarios. Cuando ve las villas desde el colectivo, le re­cuerdan el clima solidRl·io de su infancia.

Otra joven cuenta que la mamá era enfermera en un hospital de San Justo, adon­de llegaban bebés durante la represión. En esa época no sólo todo se callaba sino que en su familia también había ausencia de rasgos solidarios, pero pareciera que ahora está cambiando.

La última intervención fue : "Hace un rato dije que yo analizaría a un torturador, dije lo que debería ser, pero ahora digo lo que quiero hacer, ¡si es un hijo de puta!, ¡no lo analizo!".

Pensamos que estas últimas intervenciones fueron habilitadas por el efecto elabo­rativo que produce la reapertura del trauma, en las condiciones que este dispositivo grupal permite sostener. Aquellas experiencias, que habían quedado enquistadas y designificadas, se resignifican en el proceso de historización colectiva.

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I '.

4. Intervención institucional en un equipo de psicología de un hospital*

Osvaldo Bonano, Raquel Bozzolo y Marta L'Hoste

La significación de la salud pública coro~ bien universal y como derecho para todos se ha ido trastrocando en un bien privado y un acceso altamente diferencial de acuerdo con capacidades de consumo, en este caso, de bienes de salud. Hoy las prestaciones de servicios de salud, a cargo de grandes empresas, subsidiarias de fondos financieros in­. ternacionales y regidas por la ley de la máxima ganancia, no tienen el tope que les im­ponían valores y significaciones centrales con vigencia efectiva en períodos anteriores.

Recibimos pedidos de colaboración por parte de equipos constituidos por médicos, psicólogos, paramédicos, psicopedagogos, trabajadores sociales, maestras y directoras de escuela, etc. Por lo general relatan conflictos interpersonales e institucionales; el sufrimiento psíquicó se expresa en sentimientos de dolor, desaliento, enojo, descrei­miento en sus propios instrumentos; la cultura del maltrato ocasiona procesos psíqui­cos de desinvestidura y empobrecimiento. Cuando recibimos un encargo, sistemática­mente realizamos un análisis crítico de éste. En el abordaje de los dispositivos de in­tervención diferenciamos, como es clásico, el campo de análisis del campo de interven­ción. En el primero incluimos herramientas conceptuales provenientes del análisis institucional, el psicoanálisis de los grupos, la teoría del grupo operativo, el análisis organizacional y teorías sociales contemporáneas. Respecto del campo de interven­ción, la estrategia elegida en cada caso guiará la selección o invención de recursos téc­nicos: entrevistas personales, reuniones de equipo con técnicas grupales, asambleas, construcción artificial de pequeños grupos.

Por la riqueza y densidad que nos proporciona una intervención particular, segui­remos ese material a los fines del despliegue del modelo de intervención Y las teorías que lo fundan. Se trata de un equipo de psicología incorporado a un servicio de clíni­ca médica de un hospital general del Gran Buenos Aires. 1 Está constituido por alre-

•Este escrito se basa en una ponencia presentada en el Congreso Latinoamericano de Grupos realizado en Montevideo, en 1999, ampliada para ser expuesta en uno de los encuentros de los jueves del LA! en Buenos Aires en 2002.

l. Este material emite al tercer momento descripto en "Los avatares de la intervención: recorri­do subjetivo de un equipo", en este volumen.

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RELATO DE INTERVENCIONES

dedor de veinte psicólogas concurrentes, coordinadas por Alicia, una psicóloga perte­neciente a la planta del servicio de psicopatología. Recibimos el encargo por parte de ella, quien en una primera conversación telefónica nos pidió que los ayudáramos por­que habían dejado el equipo siete integrantes, de dos sectores distintos, ambos muy importantes, por motivos que en primera instancia se decían de descontento con el trabajo pero que después, según ella, se aclaró que era en busca de trabajo rentado y por problemas personales. Nuestro contacto con ese servicio tenía cierta historia: ha­bíamos realizado una intervención de más de seis meses con un comité de médicos, luego con el jefe del servicio y finalmente con el conjunto de los profesionales, en di­versas etapas.

Respecto del análisis del encargo, la primera cuestión que nos aparece es la ambi­güedad con que se formula el pedido ante uno de nosotros (Osvaldo): "que vengas a charlar con nosotras ... estoy preocupada ... que nos ayudes a pensar ... hay un mal cli­ma ... tenemos conflictos". En el análisis practicado en la intertransferencia en nuestro equipo, establecimos que era significativa la incomodidad de Osvaldo ante el pedido: "Me siento involucrado por Alicia de un modo ... siento que me toma como su asesor'~ Ante ello, Osvaldo duda acerca de su grado de participación en la futura intervención: ¿marginarse de ella, ocupar un lugar observador y poco activo? Sospechamos, enton­ces, que el status de la tarea propuesta no era precisamente el de un trabajo profesio­nal; como tantas otras veces, no se habían siquiera mencionado los honorarios. Recor­damos que en la asamblea final de la anterior intervención se había señalado que la falta de retribución dificultaba futuras colaboraciones de parte nuestra. Crecía en no­sotros la molestia por trabajar sin remuneración, la sensibilidad ante un cierto mane­jo tiránico y nuestra decisión de no obviar esta vez el planteo de este tema, como posi­ble analizador de cuestiones centrales a elucidar.

lnterdisciplina y otros malestares

A partir de la consigna propuesta de hacer una ronda con la frase: "Estamos acá para ... ", las integrantes producen un material que juega entre dos funciones: cons­tituyente y defensiva, de lo que llamamos "organizadores del grupo". Una apunta a la constitución del grupo, poniendo en juego un organizador fantasmático que ape­la a la unidad, al cuerpo, a la ilusión de que el simple estar puede producir algo: "Veo a todo el equipo de psicología junto, me parece bárbaro estar todas reunidas ... tal vez nos conocemos de cara, pero no verdaderamente a cada una". Se abrocha una representación del grupo a un significante: la "interdisciplina", que se abrirá a pro­ducir variados sentidos durante toda la intervención. Se lo enuncia así: "Es un lu­gar de pertenencia ... me interesa la interdisciplina, me gusta mucho el trabajo con los médicos". Por un lado, la "interdisciplina", que aparece como la modalidad idea­lizada de trabajo, se presenta soldada en muchos momentos a otra significación: la "pertenencia", lo que nos lleva a sospechar que la identidad de este equipo, y la pro­pia identidad personal en el rol, están seriamente amenazadas. En la otra función, esta soldadura operaba como una defensa que inmovilizaba la expresión de cüal­quier malestar. Sólo tenuemente se esbozaban: "Hay algunas dificulta.des de inte­gración con los médicos ... con Alicia tenemos algunas diferencias ... surgió un pro ble-

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ANEXO

ma y me asusté". Ante la intervención de la coordinación: "¿Podés enunciar en una frase «el problema»?'', comienzan a desplegarse, con emoción, los sufrimientos. In­tervenciones de este tipo, que estimulan la explicitación de cuestiones, por lo gen~­ral desmontan el estilo de aludir/eludir, al garantizar por la presencia de la coordi-

nación un espacio de escucha:

y0

no siento que tenga problemas con nadie, pero sí agobio en la tarea, hay un punto en que una no puede más. l ... 1 Yo no me fui, pero vengo menos

l 1 dificultades en la comunicación, falta contención en el equipo, falta coor­... · ¡; • h l d d stamos dinación. Trabajamos solos. l ... 1 Se modi1 ico mue o a e man a, e haciendo de bomberos. No hay para crecer en el hospital, faltan proyectos pa­ra el desarrollo profesional, y llega un momento en que una se llena las pe-

lotas.

Observamos que los malestares2 se ubican en el espacio intersubjetiva, en el _espa­cio institucional y en el de la propia subjetividad, luchando contra tanto obsta~ulo. T b. é observamos que la enunciación del sufrimiento se hace co~ una modalidad

am i n · · t l o y para la auto-. donde apenas hay lugar para el somebmie'(l . o, para e enoj quejosa, d · · denigración 0 sólo queda irse del equipo como recurso extrem~ e preser:aci~n P.e,r-sonal. PosicÍón de victimización que las deja u~icadas c~mo objetos de _la ii:-stitucion y no como sujetos de actos de enunciación. La mtervenciór: de la coordinación apun­ta a trabajar esta posición, tomando las alusiones al ~rabajo re~tado Y ~as ~orn:as d_e jerarquizar la tarea que ya se habían mostrado: el dinero y la Jer~~wzación im~h­can que se obtiene algo a cambio del trabajo ... Cuando nosotros hicimos. la ~nte~10r intervención en el servicio, fue breve precisamente porque no era paga. ¿Es inevita­ble que esta tarea sea ad honorem, o se puede gestionar algún fondo para pagarla? Esto es algo que tiene que seguir trabajando acá. . .

A partir de este señalamiento comienza a fisurarse un pacto denega:ivo sobr.e el , que este grupo está configurado: del dinero no. se pued~ habl~r en el equipo. Comie~­

zan a circular frases como "Sos la menos indicada para decir esto, po~q~e vos estas tramitando tu renta", reprocha Alicia. "En la entrevista que hice con Alicia. me asom­bró que me diga que si tengo alguna con:xión pers~nal, la ~se para c~nseg~ir una ren­ta· eso antes, no se decía ... ", recordó AleJaridra, qmen habia estado diez anos antes en el' eqUÍ.po y que, luego de una larga interrupción, se reintegraba. Cuan~o alguna. ~e las integrantes intenta romper el pacto de desmenti~a respecto del din_e~o, ~licia fuerza su función represora; allí se exacerba una modalidad de la fantas.matica inter­subjetiva que bloquea visibilizar las implicaciones instituc~o~ales ~ ~~c1ales respecto del trabajo. La puntuación de esta función represora de Al~cia,,Posibihta la erne~gen: cia de este diálogo: Zaida dice que "a veces dan ganas de irse , y Helena reflex10na. "¿Irse dónde?, antes había trabajo, ahora ... ".

2. El sufrimiento ps!quico en las instituciones implica, para René Kaes (1989), complejidad de

ex:presión en diversos niveles.

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RELATO DE iNTERVENCIONES

De tazas sucias y planillas vacías

Alicia demora el. comienzo de la segunda reunión mientras intenta cerrar una puerta para que el sol no nos moleste. La coordinación puntúa: "Parece que la actitud de Alicia con la puerta confirma algo hablado en la reunión pasada sobre su función: proteger al grupo de la realidad, del afuera". Alejandra dice: "Me irrita que Alicia siempre amortigüe la realidad para que ésta no joda tanto; hace café, nos da a todas y [dirigiéndose a Alicia]. Vos debés quedar agotada. Entra ... sale ... ". Entonces señala­mos que "así la función de la jefatura se degrada". Alejandra entonces agrega: "Si se degrada la de ella, se degrada la de las demás también". Se despliega entonces la cuestión de la rel~ción con la jefa en torno a dos situaciones que son ubicadas por no­sotros como analizadores institucionales:3 las tazas y la planilla. Dice Alicia: "Yo les digo que colaboren, que· si todas tomamos café, entre todas limpiemos. Como nadie ha­cía nada, yo instituí los vasos descartables". Zaida comenta: "Como en una casa ... Ali­cia es la madre, y nosotros nos peleamos como hermanitos". La modalidad de la esce­na se torna descaradamente obscena y violenta. Eran madre e hijas peleándose, y los intentos del grupo por entender lo que pasaba naufragaban en una narrativa familia­ris.ta que no alteraba la secuencia. La "fomentación obscena de lo imaginario" en es­te caso por cierto que tenía por función bloquear y arrojar a lo negativo la transver­salidad4 que las Capturaba, por vía de la exasperación libidinal. Alicia ya no era la je­fa, ellas no eran profesionales de un equipo; el hospital había quedado transformado ~n una "gran familia". Intervenimos entonces señalando la positividad del gesto de dejar sucias las tazas: hay .una vocación por dejar las cosas sucias, porque parece que hay mucha mugre en la institución ...

Junto a este analizador aparece otro elemento que adquiere para nosotros idénti­co valor: la planilla. Alicia dice: "Ustedes tienen dificultades en organizarse, en ajus­tarse a horarios. El año pasado no dieron ingreso a pacientes en la planilla, cincuen­ta pacientes quedaron afuera. Estamos d,ejando afuera a los pacientes y ellos tienen derechos ... ". La coordinación enlaza ambas situaciones. La jefa protesta y realiza una larga intervención para explicar la importancia de que los pacientes figuren en pla­nilla: "Me parece grave que se mezcle, no es lo mismo una taza sucia que un paciente sin historia clínica". Otra integrante explica:

Al llegar el fin de mes, aparece el Liquid Paper; hay que borrar adm:i­. siones, porque los números no dan; no hemos pasado a las planillas las pres­

taciones siguientes, entonces sólo queda borrar. Asi desaparecen los cincuen· ta pacientes. No es que no los atendimos.

Realizamos dos in_tervenciones retomando una línea de sentido de la reunión an­terior: en ella quedaba afuera el dinero, en ésta parece necesario que queden afuera

3. Decimos, con Lourau·(1978), que analizador es aquello que fuerza a lo oculto de la institución, en situación, a decir su verdad.

4. Decimos, con Guattari (1976), que transversalidad institucional es el coeficiente de visibili­dad de las determinaciones institucionales.

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·~ ·¡ ,1

ANEXO

paciente~; ¿será por estar .ª?n:madas ante la cantidad de prestaciones? Algo rebasa que proVIene de afuera; Alicia mtenta poner límites: planillas, horarios, limpieza; pe­r? parece que no se puede poner límite a la exigencia que crea la demanda de aten­ción. Carina refle~ona: "Yo empecé a pensar en mí y decid( uenir menos tiempo". Fren­te a lo qu: _entend~mos constituía un momento reflexivo, con esbozos de subjetivación, nos par_ec10 aprop;a?o retomar un eje anterior: "La planilla se rige por la lógica de 'tas prestaciones, la logica burocrática. En ella figura registrado el trabajo de ustedes· si no se lo hac:, ~stedes no _existen". En medio del barullo, varias gritaban: "Es que ~o­sotras no .e,xistimos, no solo no cobramos". Esta dura emergencia de la realidad, y la c?nstatac1on dolorosa de su no existencia, llevó a una integrante a plantear: "Yo en­tiendo todo esto, pero quisiera que la reunión nos sírua para algo, para aceitar las co­sas, no sé ... ", ante lo cual respondemos: "No uamos a exacerbar la uíolencía entre us­tedes, porque entendemos que es una forma de amortiguar la percepción de la real fuente de la uíolencia".

Qué te puedo cobrar. '. .

El analizador dinero continuó su labor desde el inicio mismo de la tercera reunión: aparecen dudas .y preguntas sobre si ésa era efectivamente la última reunión. Ethel plantea "buscar una forma de ... continuar", hasta que María, ante una propuesta de Celia de continuar trabajando con nosotros, pero con la salvedad de pagarnos, dice: "Yo ni en pedÓ pongo más plata de la que siento estoy poniendo. Cuando salió el tema del dinero me empecé a dar cuenta del esfuerzo en el trabajo; antes no me daba cuen­ta". La perspectiva, entonces, las divide: Alicia, por su parte, abre la posibilidad de "saber el costo", y se pregunta "si seruiría que el aporte económico lo hicieran algunas y no todas, en la medida en que no todas están de acuerdo". Como esto da lugar a que se inicie una pelea típica entre Alicia y las integrantes, simplemente puntuamos: rea-

· parece el repertorio de conductas habituales ... , lo cual, en este caso, basta para que la riña se extinga inmediatamente . . ·

Helena propone pensar en otra dirección, la de la organización gremial, pero bajo una forma no autónoma: "Aproximarnos a organizaciones médicas sindicales que es­tán haciendo presión en el hospital". Una referencia al modo como los trabajadores so­ciales contratan su trabajo da pie para que Carina diga:

Están tan .acostumbrados a que el psicólogo labure gratis; cuando salís de la facultad te insertás de manera gra.tuita·y no te lo cuestionás. Hasta que te lo cuestionás. Me importa el gremio en que estoy inserta. Metida. en un me­dio en que se legitimó el trabajo gratuito, por más que se sepa que fue en con­diciones de. subordinación. ·

Pero insiste la cuestión del pago en nosotros: ¡no tan fácil iban a zafar de un ana­lizador que anuda la captura de ellas en la institución, refractada en el contrato, y la transferencia con nosotros, el descalce de las identidades profesionales y la conmocióll' de intensas afectaciones! Tales dimensiones se manifiestan en el decir de Alejandra:

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RELATO DE INTERVENCIONES

En cuanto al pago, no quiero; pero es un clrculo vicioso: me da rabia pa­gar, pero as{ me coloco yo en la misma situación de no ser pagada. Tengo que pagar afuero el estacionamiento, porque adentro no me lo dan, ya que como concurrente no existo; se suman broncas que a veces no registro, trabajar de más, quedarse después de hora. Estas reuniones me están moviendo muchas cosas ...

Aquí se coloca una intervención propia de nuestro modo de trabajo, que colabora ~n la ·operación de elucidación crítica de. las implicaciones institucionales. Les deci­mus: "Se percibe en varías de ustedes la ruptura de la complicidad con la institución del trabajo gratuito, es decir, hay una transformación de la implicación instítucio· nal, pero ¿qué se puede hacer para que eso tenga un soporte colectíuo, no sólo grupal? Ante el planteo de una agrupación colectiua que sostenga demandas, tal vez necesi­ten encontrar en s( mismas la ruptura y allí tendría otro anclaje ir al gremio". Esta operación habilita que aparezcan intenciones expresas de hablar con los jefes médi­cos: " ... hacer algo, ir a Docencia, a Dirección, pero parece que no podemos hacer lu· cha sindical, porque genera molestia y enojo arriba", ante lo cual se produce de un

· modo escandaloso y nuevamente obsceno la pelea entre Alicia y varias integrantes. Allí nuestra marcación consistió en señalar que "justo cuando surge el reclamo ante los jefes, hay un retorno de la hostilidad al interior del equipo". Este plano de inter­ve_nción implica trabajar aspectos de la fantasmática intersubjetiva en su entrelaza­miento con significaciones sociales de subordinación, tanto de género como profesio­nales. Acaso sea por eso que aportes emergentes de esta secuencia ponen en pala­bras otras situaciones de subordinación, sometimiento y humillación: "Aquella vez que tuue esa gran pelea con el doctor B. que, cuando le dije que no iba a poner más para el café, ni más trabajos, ni inscripciones para congresos, me gritó desaforada­~ente ... Pagar y pagar después para que el trabajo se pueda presentar. Los laborato­rios pagan inscripciones a congresos a los médicos, pero no a los psicólogos. Un labo· ratorío inuító al equipo de salud mental a una cena de promoción de antídiabétícos, pero era sólo para los médicos, y somos los psicólogos los que más hacemos para que tomen esas pastillas. Aqu( se habla de «las chicas», y un médico muy importante una vez dijo: «A las mujeres acá les permitimos»". Esta desocultación nos permitió inter­pretar un plano propiamente psíquico: se percibe una instalación masoquista desde las injurias narcisistas y las humillaciones de las que son objeto con asentimiento de varias caras. '

El trabajo sobre este sesgo más bien problemático de la "interdisciplina", lejos ya de las idealizaciones de la primera reunión, permitió una puesta en historia del mo­mento fundacional del equipo: las primeras actividades las hicieron Alicia y Gutiérrez (actual jefe del servicio), en el período en que el jefe anterior, Belatti, permitió hacer esas primeras entrevistas en el cuartito del archiuo. Allí un señalamiento nuestro aprovechó para anudar con una significación el comentario de Alicia (ante la cuestión de los laboratorios) acerca de que "ésas son las reglas del juego, aunque nos enojen": si el jefe "les permitió'~ y ésas son las reglas del juego, eso tiene como uno de sus efec­tos la ausencia de reconocimiento y la no existencia. Fue así como una integrante, que no había dicho nada en las tres reuniones, relata en tono de denuncia conmovida que "en los ateneos del servicio no se puede reuelar que, aunque se dice que son conjuntas,

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. •I

ANEXO

las entreuistas de Admisión las hacen las psicólogas solas. El que prohíbe eso es el je­fe médico del sector".

Un comentario, dicho 'con mucha bronca: "La interdisciplina es algo que luce; hoy no se puede ser médico sin ese lustre'', permitió una elucidación final del emblema "in­terdisciplina";

El proceso de fundación del equipo afecta a su imaginario de constitu­ción; no es lo mismo ser llamadas porque las nece$itan·a que les "permitan" trabajar. Reuisando la historia y las significacic;mes que allí quedaron mar­cadas, se puede decir que la "interdisciplina", como base de fundación, toma el sentido de ser usadas por los médicos para su propio lustre. Respecto de ¡somos veinte mujeres!, las mujeres creímos' que lo nuestro era hablar de los afectos y co~o psicólogas de la locura, pero s! nos excluimos de hablar de las ideas y eso se articula con la "interdisciplina~ quedamos confinadas a un lu­gar i~evitablemente menor.

La reunión llegaba a su fin, y con ella el ciclo de esta intervención. Ante la situa­ción aún irresuelta de nuestro pago y las discutidas expectatiyas de co;ntinuidad, sos­tuvimos que sólo aceptaríamos cobrar ese trabajo si, bajo alguna forma a gestionar, lo pagaba el hospital. En tal sentido fuimos coh:rentes con una puntua?i,ón anteri?~: un cierto modo de pensar en pagarnos corre el riesgo de portar una funcion tranquili­zadora, un pagarnos como si eso automáticamente los posicionara en otra s~tuación ante la institución. El efecto de nuestra intervención se consuma, en verdad, si nos va­mos. y eso fue lo que hidmos, dando cordiales "¡Buenos días!".

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5. Talleres en un seminario en la carrera de Psicología de

la Universidad Nacional de La Plata*

Osvaldo Bonano, Raquel C. Bozzolo y Marta L'Hoste

La experiencia del seminario: su trama institucional

Aquí nos interesa intervenir en el d~bate sobre las prácticas. Para ello expondremos una experiencia de tramitación colectiva de las marcas subjetivas dejadas por el te­rror dictatorial en· una población juvenil.

Trabajaremos una experiencia produdda en el interior de un dispositivo académi­co en el que concurren diferentes instituciones.1 Entendemos que el análisis de la tra­ma institucional en la que se desplegó esta experiencia es la primera tarea, ya que atañe a nuestras tesis actuales sobre los procesos de subjetivación.

Se trata de un seminario semestral para graduados y alumnos del último ciclo de la carrera de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata. El seminario fue ges­tionado desde la comisión de derechos humanos del colegio de psicólogos de la zona, que convocó a uno de nosotros como docente, sobre la base del conocimiento que tenía de sus intervenciones en el campo y su producción acerca de los efectos traumáticos de la represión política durante la última dictadura y respecto de la situación de im­punidad actual. La segunda institución es la univer.sidad que había manifestado el interés de contar con este docente. La tercera de las instituciones que intervienen es­tá constituida por la investigación acerca de diferentes dispositivos grupales y proce­samientos subjetivos, que viene realizando nuestro equipo desde 1988.

Desde un principio nos animó la convicCión de que la tramitación psíquica era in­separable de la elucidación de las significaciones sociales que constituían la situación. En un texto anterior (Bonano, Bozzolo y L'Hoste, 1993a) sosteníamos: "La palabra ar­ticuladora del sufrimiento personal con las determinaciones sociopolíticas del apara­to genocida montado por la dictadura era aliviadora del sufrimiento psíquico e inau-

*Este texto fue presentado en la jornada "A treinta años de Plataforma: grupos y lazos socia­les", organizada por el Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal, coordinado por Enrique Pavlovsky, agosto de 2001.

l. Esta experiencia se inscribe en el cuarto momento descripto en el artículo "Los avatares de la intervención: recorrido subjetivo de un equipo", en este volumen.

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ANEXO

guraba la tramitación de semantizaciones alternativas a las dadas por el poder". Es­ta investigación tuvo diferentes ámbitos de exploración, siempre a través de un dis­positivo de intervención que más tarde denominamos "grupo reflexivo". Esos ámbitos fueron jornadas comunitarias, encuentros profesionales y seminarios dictados en la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. En este seminario encontra­mos una nueva oportunidad para la exploración tanto de los modos de tramitación de lo que en su momento tituli:unos condiciones de elaboración subjetiva del "trauma so­cial'', como de la potencia expresiva y elaborativa de un dispositivo grupal que es a la vez herramienta y resultado de la misma investigación.

Desde el punto de vista de los procedimientos utilizados, nos interesó particular­mente la conexión entre los dos dispositivos implementados: multiplicación dramáti­ca y grupo reflexivo. La elección y el diseño del primero se basaron en generar un es­pacio de trabajo diferenciado, donde se movilizaran aspectos no demasiado elabora­dos por el proceso secundario ni coagulados en lo ideológico, al mismo tiempo que ex­plorar cierta zona de las significaciones imaginario-sociales, antes de cualquier lectu­ra bibliográfica o exposición del docente.

¿Qué es lo que hace lazo en la situación actual? ¿Se trat¡¡. de un lazo único o de una diversidad de lazos?. ¿Cómo transita la generación de los nacidos entre 1967 y 1977 las marcas sociales del terror que hacen no sólo a una transmisión encriptada, sino también al desacople con las significaciones que dan sentido a la experiencia social? ¿Cómo se manifiesta en ellos la transmisión transgeneracional? ¿Sigue siendo válida la afirmación de que los grupos son en sí un instrumento eficaz para la tramitación subjetiva de las afectaciones producidas por el terror y la impunidad?

Las preocupaciones expuestas nos guían en el análisis de los talleres y de la cone­xión entre ellos.

La multiplicación dramática

, El primer taller fue coordinado por Rodolfo, quien rn:plem~ntó.:a multiplica~ón dramática utilizada por Ana M. Fernández (1999) en la mvestigac10n que se realiza con la población estudiantil de la carrera de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y que tiene como antecedente los desarrollos d.e Hernán Kes,selman Y Eduar­do Pavlovsky (1996). Fue utilizada, en esta oportunidad, com? m~to~o ~e explora­ción de los múltiples sentidos con que los integrantes del semmano s1~ficaba~ el campo de los derechos humanos, a la vez que ayud~b.a .ª instit~r el. es~~c10 pa~t1~u­lar en el que se iba a trabajar, que incluiría el anahs1s de la imphcac10n subJetiva con las diversas instituciones que lo atravesaban.

Simplificadamente, esta tecnología consiste en una producción m:amática pauta­da: un integrante propone una escena y la ofrece para ser dramatiz~da. Luego .se alienta a la improvisación a los distintos integrantes del taller que quieran escerufi­car las resonancias que les produjo la primera escena realiza.da. Las diversas escenas tienen la característica de ser flashes, en rápida sucesión. Se los invita a la nomina­ción de las escenas realizadas. Se hace luego una ronda de comentarios donde se re­levan sentidos y se comparten las resonancias producidas.

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RELATO DE. lNTERVENCIONES

l. La escena elegida con la que se inició la producción dramática fue llamada "La so­lidaridad": la protagonista baja del micro, ve algo, camina rápido avisando que están deteniendo gente cuando, llegando a la Plaza, avisa que hay que ir a una determina­da facultad donde se están haciendo listas de detenidos. Van, hay alguien que hace la lista y las otras dan los nombres ... De allí caminan a 1y60 (una esquina conocida por ser un lugar donde hay un destacamento policial en el que funcionó un centro de de­tención clandestino). Se siente que alguien grita: "¡Guarda! ¡Guarda! ... ". Todos co­rren, y una señora les abre la puerta y las hace entrar rápidamente.

2. Las escenas multiplicadas son las siguientes: a) ·"Útero": Una alumna se tira al piso, se acuesta en posición fetal, en su cara

hay dolor y sus ojos están húmedos, permanece unos segundos interminables (la docente, en este caso coordinadora, se pregunta quién la mandó a emplear justo aquí esta técnica: la protagonista se había presentado como hija de desa­parecidos).

b) "Amparo": Pasan cuatro alumnas (una de ellas es la que hizo de señora que abría la puerta), se abrazan por los hombros, se palmean las espaldas. Se suel­tan.

c) "Unión": Otra vez pasan cuatro, se toman de las manos. d) "Desamparó o frágil": Otra· alumna pasa a escena, con gesto muy conmovido se

sienta en el piso, se pone las manos sobre la cabeza como en posición de defen­sa y se hace un bollito. Con los ojos llorosos la titula "Desamparo o frágil" (es­ta alumna había dicho que hacía el seminario por razones "de horario").

e) "Lucha": Pasan cinco, se toman de las manos. e) "Lazo": Dos alumnas pasan al frente e invitan a dos más. Una de las primeras

es la que hizo el acto solidario en la primera escena, las elegidas son las que hicieron las escenas nominadas ''Útero" y "Desamparo o frágil". Por lo bajo, les dan la consigna a las compañeras invitadas de que se coloquen en la posición que tenían en sus escenas: en el suelo, agachada, como en un pozo, o como en un útero. Sin decirles nada empiezan a hacer movimientos con los brazos co­mo queriendo sacar desde arriba a las compañeras; tiran ... y ellas empiezan a resistir ... se produce un tironeo casi violento ...

A los fines de esta comunicación puntuaremos algunos rasgos sobresalientes en nuestro registro apres-coup. En las escenas de la multiplicación no hay palabras. To­das se desenvuelven en un clima de "angustia", "bronca", "dolor de garganta", "que­rer escapar'', "yo no tengo nada que ver", "desamparo", "solos, pero comunicados por intemet'' (los significantes son enunciados por las alumnas en la ronda de comenta­rios). Nos interesó particularmente la última escena, "Lazo". Al puntuarlo con las in­tegrantes se produjo el siguiente diálogo entre los proéagonistas, que presenta la "am­bivalencia" del llamado "lazo social".

-No sé ... yo creo que me resistí, me querían llevar. -Te queríamos agarrar, sacar, para ayudarte a salir.

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t1 J '.

1

ANEXO

El grupo refiexivo

. . El seg~ndo taller se reali.zó en la última reunión del seminario y tenía como ob­Jet~vo su cierre. Co~o es habitual en nuestro dispositivo, el punto de partida del tra-bajo grupal lo constituyen lo que llamamos "disparadores" D d · · · d . , . es e un pnnc1p10, e-no~mam~s asi a estímulos_c~nstituidos por una breve anécdota, un relato de un epi­sodiei alusivo a la problematica que nos interesa trabajar. Hemos cuidado que con­serv~ algunos rasgos centrales: ~ierta ambigüedad de sentido en cada anécdota, pre­sencia ~e voces de los protagonistas, además de diferentes y hasta contradictorias resoluc10nes o .desenlaces de lo planteado como problema entre los diferentes dispa­r~dores. ~os di~paradores se ofrecen como objeto intermediario para la transferen­cia; s~ existencia, además de acotar la proliferación transferencia! sobre el equipo coordmador, compone la forma singular que asume la tarea. En este caso, elegimos disparadores más elaborados narrativamente que consideramos jugarían un rol si­milar; éstos fueron las películas argentinas, ambas sobre los años de la dictadura Un muro de silencio y Ojos azules. Se había consignado que las vieran en sus casa~ para su trabajo en el taller. ·

Las integrante~ del grupÓ tienen entre veinticinco y treinta y tres años (nacidas entre 1967 y 1975). En 1976 tenían entre uno y nueve años. El grupo fue coordinado por Raquel y Osvaldo.

En un comienzo hay un largo intercambio con temas varios y extensas referencias a cómo repercutieron las películas en las integrantes. Luego esta secuencia:

IX: -Para mí empezó cuando pude separar la militancia en derechos hu­manos de la culpa.

R.E. -Y la culpa icuándo empezó? IX: -Cuando me enteré ... había raíces antes cuando empecé a contrade­

cir a mis viejos ... militancia secundaria en el colegio. n: -Yo también siento culpa por haber estado al margen ... culpa y repro­

che a los viejos por los silencios y las actitudes de "no te metás" y "cuidado". No recuerdo en la infancia escenas de violencia.

R.B.: -¿Culpa por causar quilombo a los viejos? VI: -En el centro de estudiantes ... La actitud de mi viejo: "Ese chico te lle­

va por mal camino; salí de allí". R.E.: -iViolencia hacia él, o de él hacia vos ... ? VIII: -En episodios de Tablada ... el clima en la Plaza ... Todos muy' aler­

ta. Vamos, vamos ... Corré, corré ... Y no sabíamos por qué corríamos ... N: -En cuanto de la secundaria, en Neuquén ... Las marchas con monse­

ñor De Nevares, Felipe Sapag con Silvia ... x: -¡Sí! Yo tendría nueve años .... ganó Sapag y terminó a los tiros. Sali-

mos corriendo. O.B.: -La memoria histórica: ¡corré!, ¡corré! R.B. (Exclama): -¡Todo esto apareció en la dramatización!... IX -Mi viejo decía: "No te metás, no milites", yo decía: "Está en la vere­

da de enfrente ... ". Cuando pasó el 20 de febrero en 1 y 60 ... mi viejo giró, cam­bió de lado ... Yo me dije: "Tengo que dejarlo de instigar con eso ... ".

202

RELATO DE INTERVENCIONES

(0.B. señala el fallido: instigar/hostigad R.E. (A VI): -Hablar con los viejos ... VI: -¡Es que nunca se habló! ... De chicos en una terapia familiar surgió

el tema y mi viejo no quiso hablar ... y mi vieja diciendo: "Eso pasó porque vos estabas en política".

O.E.: -Se me ocurre una frase: la pervivencia eficaz del terror. VI (Ante una pregunta y vacilando): - ... era peronista; cuando uno le pre-

gunta, él dice: "No lo hablamos". · O.E.: -Un muro de silencio ... [varias asienten]. I (A VI): -Ésta es la última clase y recién hablás de esto. VI : -Y sí ... tengo un bache y lo tengo que tratar. R.E.: -Que no se trata de una exigencia, tal vez aquí se hayan dado con­

diciones para tratar el bache. m: -Cuando VI se anotó no recordaba su historia con el padre ... Cuando

saliste de ver la película estuviste acelerada, hablaste mucho y caminaste treinta cuadras.

O.E.: -Bache =pozo. rn: : -A'mí me angustia eso que decís [mes la hija de una desaparecida].

De la multiplicidad inabarcable de líneas de sentido, secuencias y anudamientos significativos puntuaremos sólo algunas que ilustran, en conexión con la multiplica­ción dramática, ciertos grados de elaboración respecto de la transmisión transgene­racional. Esta temática, así como las modalidades de intervención, son las cuestiones problemáticas que queremos compartir y discutir en estas jornadas. .

En la multiplicación dramática se manifestó una singular significación del lazo, don­de se presenta como salvador (sacar) y aparece la significación opuesta de atrapar (aga­rrar). En el conjunto de las escenas hay una oscilación entre sentidos. En esta última se expresa el aspecto siniestro de una de las actuales significaciones del lazo social, que no creemos obedezca exclusivamente a la situación generada por la impunidad.

En la secuencia del grupo reflexivo se percibe el trabajo de las significaciones so­ciales y políticas, su engarce en la cadena generacional, las afectaciones emocionales y psíquicas. En un segundo tiemp9 del grupo, en la ronda final de comentarios una in­tegrante manifiesta su sorpresa por el silencio de la coordinación sobre los "episodios del 20 de febrero", que no fueron nombrados explícitamente hasta muy avanzado el grupo, pero habían estado presentes todo el tiempo ya que había sido la escena elegi­da para la dramatización inicial del primer taller. Expresamos nuestra perplejidad an­te ese comentario, puesto que para nosotros "20 de febrero" no significaba nada. 3

2. "Hostigar: golpear a las caballerías con el látigo u otra cosa para excitarlas a andar (fig.). /Ex­citar a alguien para que haga cierta cosa." "Instigar: inquietar al enemigo con ataques de poca importancia. /Incitar. Inducir. Influir insistentemente sobre alguien para que haga cierta cosa mala, perjudicial o violénta: •Instigar a la rebelión•."

3. En la fecha aludida los estudiantes de la Universidad Nacional de La Plata tuvieron un agudo y violento enfrentamiento con la policía provincial, que quería impedir que manifestaran contra la asamblea universitaria convocada por el rector. Esta fecha parece constituir un hito de produc­ción subjetiva y es usada como nombre de agrupaciones estudiantiles de.la universidad local.

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¡, "

ANEXO

Una lírÍ.ea de sentido que hemos puntuado es la que organiza al lazo en "corré, co­rré'~ "sacar, agarrar, llevar" y que conduce por vía del bache al pozo, con la significa- . ción siniestra y mortífera que ya señalamos, al hablar de la multiplicación: La otra lí­nea concierne al incidente llamado "20 de febrero". Propusimos al respecto la hipóte­sis de que buena patte del despliegue grupal podría haber sido "una defensa contra la apropiación subjetiva del 20 de febrero". Se había generado una suerte de acuerdo inco~scíente que esperaba que fuéramos nosotros quienes lo situáramos como nudo vincular y como lazo del agrupamiento.

Subjetivaciones

Según las concepciones de Cornelius Castoriadis, la subjetividad autónoma (como proyecto), reflexiva y deliberante, está abierta a elucidar críticamente su posición an­te el conjunto de instituciones que ella misma encarna. El adjetivo "reflexivo" remi­te, para Castoriadis, a la posición subjetiva propia de la deliberación a la que se so­meten las significaciones -instituidas heterónomamente- en el proyecto de subjetivi­dad autónoma, que ~ólo puede advenir sí al mismo tiempo se instituye el colectivo au­tónomo. Los enunciados que configuran las representaciones del grupo sobre sí mis­mo y su mundo deben dejar paso a prácticas activas de enunciación.

El rubro de las intervenciones de la coordinación no es precisamente un problema menor: la matriz provista por el psicoanálisis al respecto proporciona una orientación insuficiente: la abstinencia de deseo, si bien debe cumplirse, no resuelve lo e~encial del problema; la neutralidad postulada frente a los posicionamientos políticos y las significaciones sociales que circulan en estos dispositivos. se transforma en una exi­gencia vacía de sentido, que imposibilita la propia tarea a realizar. Los habitantes de la situación, incluidos los operadores, están constituidos en el lenguaje de la misma situación que requiere ser trabajada. Las significaciones sociales no se interpretan, se elucidan y la verdadera elucidación sólo puede ser un proceso 'colectivo. El análi­sis crítico d~l encargo y la demanda, el análisis de las implicaciones bajo el trabajo de los analizadores constituyen algunos de los mojones iniciales de nuestro posiciona­miento práctico.' Tal vez no sea ocioso recordar que el análisis de las implicaciones afecta en forma principalísirna a los coordinadores. .

El proceso de subjetivación es; tal corno lo enten_demos, un a:to ~~un ~~nto de ~­posible de la situación, en el cual la posición reflexiva y la elucidaci~n critica dest:tu­yen un enclave de la subjetividad instituida. Nos apart.~os de la idea de un s:iJeto sustancial. No hay sujeto sustancial o meramente posic10nal, hay act?s _de su1eto Y prácticas de enunciación, para los que los proceso.s mentales d~ esclarecimiento resul­tan insuficientes y la distinción individual/colectivo no es pertmente. Los actos ~e su­jeto.habilitan que otra situación se instituya; se producen frente a lo que en la m_ma­nencia de una situación se presenta como un ex:eso que no ~uede ser ,pensado ru ~e­presentado en los términos del lenguaje disporuble para qmenes estan en esas cir-

cunstancias. . , . . Ya sugerimos que en el seminario objeto de esta.pr~se~~acion, una co.rnente tians·

ferencial expresa una vacilación del proceso de subJetivac10n, en la rned'.dª. en que de­. posita en el equipo coordinador el anhelo de significar la marca que los mcidentes del

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RELATO DE INTERVENCIONES

20 de febrero habían dejado, y que se había manifestado de un modo contundente me­diante la capacidad de la multiplicación dramática para convocar al imaginario.

Las marcas dejadas por el 20 de febrero se presentaron en este grupo, pero almo­do de la estela fugaz de una primera presencia, que al no encontrar sujeto político que insista en esa marca, la nomine y la haga ser, deben seguir a la espera de un proce­so de subjetivación que un dispositivo grupal puede albergar pero no sustituir.

En el momento del seminario objeto de esta presentación se había producido un giro más en nuestro pensamiento acerca de algunas cuestiones centrales de las prác­ticas que, como militantes y trabajadores psi, habíamos realizado en el interior del dispositivo de los derechos humanos y de una diseminación de prácticas grupales e institucionales en diversos ámbitos. Por ello el seminario fue titulado por su respon­sable (R.B.): "Producción de pensamiento en condiciones de impunidad". Poníamos a trabajar cierta perspectiva del pensamiento contemporáneo para abordar lo que aho­ra denominamos "procesos de subjetivación".

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6. Intervención institucional en una residencia de salud mental*

Osvaldo Bonano, Raquel Bozzolo y Marta L'Hoste

De acuerdo con un ~étodo de_ trabajo ya establecido en nuestro equipo, este texto no e~ el relato de un~ mtervenc1ón, sino más bien despliegue de un conjunto de pen­samientos que se activaron en la: revisión y el trabajo del material: crónicas recuer­dos, :omunicaciones telefónicas y escritas, textos breves anteriores notas de ~uestras reurnones de elaboración de temas sobre los que estamos investi~ando permanente-mente.1 ·

Ahora bien, ¿cuál es el tema en este caso? Podríamos enunciar que se trata de los · frutos de haber hecho trabajar el analizador dinero, pero, como se verá, se trata del devenir de una operación en el que sus efectos van más al1á de sus propósitos. Es es­te devenir el que expresa este texto, para el que tuvimos que instaurar ord.en en el conjunto, en un principio caótico, de viñetas, notas, impresiones y pensamientos, es­to es, tuvimos que producir cierta formalización teórica.

Como venimos constatando, se está presentando una fuerte conmoción en la sub­jetividad de los operadores ante el trabajo gratuito del supervisor o analista institu-

. Cional. Tal vector abrió curso a múltiples alteraciones en las operaciones que proviso­riamente seguiremos llamando de "análisis institucional", a falta de un nombre me­jor. En un trabajo anterior de 1998 habíamos insistido en el malestar acerca de la fun­ción y 1a posición de los analistas institucionales, al procesar nuestros registros sobre las nuevas condiciones de trabajo (Bonano, Bozzo1o y L'Hoste, 1998b). En el punto 4 del anexo decíamos, por ejemplo:

Crecía la molestia por trabajar sin remuneración, la sensibilidad ante un cierto manejo tiránico y nuestra decisión de no obviar esta vez el plan­teo del problema como posible analizador de cuestiones centrales a elucidar.

* Este escrito fue presentado en ''Pensamiento vincular, un recorrido de medio siglo", con el tí­tulo "Posición subjetiva e intervención institucional", en la Jornada de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupos (AAPPG), en Buenos Aires, 2004.

l. Esta intervención remite al tercer momento descripto en "Los avatares de Ja intervención: re­corrido subjetivo de un equipo", en este volumen.

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RELATO DE INTERVENCIONES

Y ya sobre el final del trabajo:

Ante la situación aún irresuelta de nuestro pago y las discutidas expec­tativas de continuidad, sostuvimos que sólo aceptaríamos cobrar ese traba­jo si, bajo alguna forma a gestionar, lo pagaba el hospital.

El horizonte problemático de este texto esta constituido por:

• la no retribución del trabajo y la inexistencia de reciprocidad en el lazo; · • su articulación con las subjetividades profesionales bajo las condiciones actua­

les de desfondamiento institucional, y • las operaciones actuales conducentes a procesos de subjetivación.

El campo de trabajo. Se trata de una segunda intervención institucional en una re­sidencia de salud mental de un hospital general de la ciudad de Buenos Aires. En un momento anterior, hubo una relación de supervisión entre los residentes que enfren­taban la perspectiva de conducir algunas actividades grupales y uno de.nosotros, que había sido su docente. La conexión de la problemática de los grupos de admisión con las espinosas condiciones de la inserción de la residencia dé salud mental en el servi­ciu llevó a su vez a que se abriera una primera demanda' de supervisión o interven­ción institucional. Fueron, en ese caso, cuatro reuniones entre el 5 de diciembre de 2000 y el 27 de marzo de 2001. Vale consignar entonces que se produjo un desliza­miento de un tipo de relación y de trabajo a otro. Aquellas prácticas se articularon so­bre instituidos de referencia: la docencia primero y luego la supervisión gratuita en un ámbito público-estatal. La intervención que analizaremos se desplegó entre el 23 de abril y el 5 de noviembre de 2002, con una suspensión en el medio, provocada por un planteo de nuestra parte de que la actividad fuera paga. Se generó allí una situa­ción tensa y una impasse de la relación. En ese período mediaron varias comunicacio­nes: de una residente de segundo año, que pedía angustiada que retomemos el traba­jo, y una llamada de la jefa de psicólogos de la residencia, ante las cuales decidimos el envío de una carta. Este ofrecinúento apostaba a que, sin eludir ni desmentir la dis­crepancia planteada, se gestionara activamente la posibilidad de continuidad.

Tiranías ... ¿recíprocas? Nos proponemos transmitir cómo, a partir de ciertos pro­cederes, realizamos una travesía un tanto sorprendente por el problema que hemos enunciado.

Un aspecto central de la transformación subjetiva del operador concierne al tra­bajo gratuito en instituciones públicas. Sin duda, éste era un instituido del imagina­rio fuertemente anclado en la idea de la solidaridad, cimentado en el lazo social del Estado, lo cual suponía una fuerte valoración de los.espacios públicos en los que se efectuaba la asistencia a la comunidad y la formación de los profesionales en esa orientación. Esta idea, es decir, esta significación imaginaria efectiva, al decir de Cor­nelius Castoriadis, fundaba la donación de sentido para esa articulación. Es eviden­te que.estos sentidos se situaban en trascendencia: el hospital como parte del magno proyecto de la salud pública, esa salud incluida en un país-nación con un proyecto y un futuro que su Estado gestionaba. La experiencia muestra que estos sentidos pre-

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ANEXO

sentan fuertes signos de agotamiento; los supervisores y analistas que en su momen­to apoyamos nuestra experiencia y funcióri allí hoy ya no podemos hacerlo.

En esta presentación tratamos de mostrar un devenir subjetivo con respecto a los sentidos que justificaban el trabajo gratuito: aquellas formas ambiguas y vacilantes con las que en intervenciones anteriores se expresó el pedido de gestionar "algún pa­go por parte del hospital", en ésta asumió la forma de proponer, al final de la prime­ra reunión, que "queremos cobrar algún honorario". Enigmática -y productiva- for­ma de proponer un pago: hacia el final de la reunión y en la indeterminación de un "algo". Ahora bien, ¿se trata de la simple presentación de nuestras vacilaciones? Es probable, pero también se jugó el anhelo de atravesar una situación sentida como in­cómoda y vivida como estéril. Lo cierto es que la indeterminación aludida de la pro­puesta provoca la presentación de fragmentos dispersos de las subjetividades de nuestros residentes.

Voces: "La verdad es que no llegamos'a un acuerdo ... ", "Algunos no acuerdan con pagar, otros piensan que se debería haber anticipado y no presentar el tema de hono­rarios al final de la reunión", "Se nos complica también por la posición de la jefatu­ra del servicio que no permite pagar ninguna actividad de formación ... Si decidimos hacerlo con ustedes habría que ocultarlo al jefe", "La única alternativa es que pague­mos nosotros l. .. ] de hecho la jefa no sabe que estamos haciendo esto", "Como lo dije­ron al final nos complicó la vida, ya que la vez pasada nos dejaron pensando", "La tarea sería pagable si la tomamos como as_istencia, es decir como una terapia para nosotros", "Marta dijo algún honorario, pensé otras formas de pago, producir un tra­bajo teórico por ejemplo ... ", " ... o un pago simbólico", "Yo me siento tiranizado, la pri­mera te la regalan y la segunda te la cobran ... ", "Se acordó por mayoría tener este es-

. , " pacw y no pagar . Se·va configurando una situación que en su momento nominamos de "tiranía mu-

tua''. Los diversos enunciados presentan:

• Una imputación de falta de ética a nuestro pedido de pago por no coincidir con nuestra declaración de la caída de la gratuidad en la formación de los residen­tes en el hospital público. La imposibilidad de determinar cuál es la tarea con ellos: se oscila entre con­siderarla asistencia (lo que posibilitaría el pago) mientras que la capacitación debe ser gratuita.

Estos argumentos intentan restituir reglas, pero se muestran impotentes para or­ganizar la cohesión de un sujeto capaz de decidir.

Nuestro acto de intervención pasó por sostener tenazmente la desnaturalización del no pago. Dado que ya no nos considerábamos apuntalados en la solidaridad-por eso nuestro registro era de tiranía-, surge en nosotros desolación. Como se aprecia en las voces, no era espacio de supervisión ni de transmisión, tampoco análisis grupal ni individual; se presentó algo tan incierto que no había casillero disponible para ubi­carlo. Tal aparición fue efecto de nuestro rehusamiento, que forzaba la ruptura de la complicidad, a suponer un cierto lazo entre ellos y nosotros. Esta intervención, enten­demos va más allá de la elucidación de las implicaciones institucionales, en cuanto en ell~ se juega una operación de co~ciencia en la que la crítica que se elabora colee-

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RELATO DE INTERVENCIONES

tivamente une (enlaza) a los actores en la "superación" de la atadura. Nuestro rehu. samiento pretende hacer caer radicalmente la idea de un lazo existente.2

Así postulamos: "Se sabe que el que no paga con dinero paga con alguna otra co­sa. ¿Se preguntaron con qué pagan ustedes si no pagan con dinero ... se preguntaron por qué venimos?". Ante ello expresaron: "Los psicoanalistas tienen como una forma un poco extraña de ser conocidos, de ocupar un lugar, de figurar. ¿Es por solidaridad? pues ustedes vivieron la época de la utopía de los 70, ahora parece que sólo queda el mercado". Concluimos: "Parece que nos convocan a una alianza de ideales, el proble­ma que enfrentamos parece un tironeo entre el mercado y los ideales".

Con este decir puntuamos que nos encontramos ante un problema para el que no tenemos respuesta. Si no podemos sostener nuestra posición subjetiva en sentidos co­lectivos compartidos, nos encontramos aquí con .el imposible de esta situación. Se de­berá producir otra situación que a su vez habilite unos otros apuntalamientos.

Producción del semejante: las elecciones. En ocasión de la intervención, los re­sidentes relataron ciertos sucesos experimentados como perplejidad, que nosotros consideramos efectos de esa caída. El primero de éstos es la presencia de robos fre­cuentes entre ellos, lo que acarreaba dificultades en la constitución del semejante en el agrupamiento: "Yo no soy igual que un caco, nada en común puedo tener con él".

Entre los residentes se reforzaba una alta valoración de lo individual, y no se en­contraba una base para la producción de algo común en el supuesto punto de partida de ser psicoanalistas. En principio, no todos lo eran, por lo demás los argumentos de aquellos más identificados con ese emblema se enfrentaban con la caída de la signifi­cación de la residencia como formación en servicio, es decir, con el trabajo (en tanto significación) mientras se forman. "Esto es un trabajo, yo no puedo dejar de hacer al­go porque no.esté de acuerdo a mi deseo", decía un residente de psiqt.úatría.

La interrogación sobre nuestro lugar se inscribe en estas condiciones. La residen­cia ya no es lo que era y nosotros ya no éramos lo que habíamos sido, es decir, ya na­die ocupaba ciertos lugares. La construcción de algo en común (entre ellos y entre no­sotros y ellos) se veía entorpecida y esta misma dificultad constituía el campo de ope­raciones.

En una de las reuniones cuentan algo que les sorprendió. En la última elección de jefe de residentes, todos votaron en blanco y, ante el pedido de la jefa de anular la elección, realizaron una segunda vuelta con elecciones abiertas en una reafirmación de lo que habían actuado. Los primeros sorprendidos de que hubiera convergencia en la votación y en las decisiones (que ellos denominaban "individuales") fueron ellos mismos. El acto realizado encontraba justificaciones variadas: "En lo personal M. es macanudo, todo bien, pero como jefe no, nunca hizo nada para ser elegido, así no", "Nos sorprendió que deje de ser un acto individual y sea un acto grupal", "Sabíamos lo que cada uno pensaba, pero no la decisión que carj,a uno iba a tomar".

Rompieron así, en acto, lo instituido en las elecciones de jefes de residentes, don­de usualmente un residente ya está previamente instalado por consenso grupal. La

2. Estas reflexiones forman parte de otro escrito presentado en esa misma jornada con el título "Elucidación y subjetivación".

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ANEXO

convergencia fue significada como complot, no sólo por la jefa del servicio sino tam­bién por ellos mismos, y no como una decisión que los configuraba como colectivo. La significación de complot presentaba la dificultad de hacerse cargo de tal enunciación. Lo que transversalizaba este fantasma de complot fue d~splegando sus significacio­nes en diversas voces; los sentimientos de culpa que empantanaban al conjunto se fundaban en la significación de que la "residencia es trabajo rentado por cuatro años"; "antes y después, un afuera en que hay nada", "Lo habíámos dejado afuera, y X. [alu­diendo al compañero no elegido) quedó perplejo, desorientado·y enojado ante un resul­tado que nunca imaginó". La residencia implica algo así como una tregua, un recorri­do con pago, antes y después del cual están afuera. Esta contingencia del trabajo los precipita a una instalación defensiva en la que tienen derecho a recibir todo y perma­nentemente. Ante esta situación, señalamos la culpa por arrojar al compañero afue­ra, como temor al retorno de una imagen en espejo que los abismara. Dijimos: "¿Qué les pasará a ustedes luego de los cuatro años rentados?".

.. Hacerse cargo: las asambleas. Trabajamos también la desresponzabilización y los pactos de silencio con rt:)specto a diversas cuestiones de la organización del trabajo, que retornaban en la fantasía del pacto mafioso con que calificaban la votación en blanco. Innumerables situaciones de incumplimiento con sus tareas son capturadas en estos pactos que podríamos sintetizar en: "Yo te cuido el culo y vos a mí ... yo no di-go nada y vos tampoco". .

Fuimos advirtiendo la conmoción de otro puntal: la asamblea como forma institui­da de los residentes para resolver. Se preguntaban, sin podet determinarlo, qué era una "asamblea", cuál era su función y procedimientos legitimados. Se armaban en­cuentros, que producían que las resoluciones de numerosas cuestiones se hicieran en los pasillos.

Voées: "Votamos [ante la cuestión del pago] pero llegamos a un límite ... Al final w decisión acerca del pago a ustedes se tomó fuera de la asamblea': "Llevamos los argu­mentos hasta el extremo y cualquiera podía ser válido ... ¡cansa tanto que no haya un corte!", "Ante la última votación, estábamos agotados, en las asambleas se discutía so­bre el voto, sobre el estatuto del voto, sobre si valen las asambleas ... se redefinieron las reglas para la asamblea, que estaban escritas pero se habían perdido ... Al final nos planteamos lo que ya estaba establecido".

¿Tiempo de concluir? En las últimas tres reuniones deciden pagarnos Y lo hacen al final de una de ellas, ante nuestra sorpresa. ¿Este acto concluye algo? La forma en que decidimos el monto a cobrar expresaba nuestra vacilación con los honorarios, ya que reprodujimos un honorario anteriormente pautado en condiciones muy dife­rentes. La modalidad en que ellos deciden pagar pareció expresar alguna conmoción subjetiva frente al trabajo que realizábamos, aunque no adquirió el estatuto de una decisión. Nos comunicaron que iban a pagar, que les gustó.lo que estábamos hacien­do ... y nada más.

Nuestro acto de plantear el pago llevó a interrogar las prácticas de la residencia en tanto transversalizadas por instituciones agotadas y dispuso al equipo a trabajar con lo que era posible hacer allí, con lo que había. Hoy pensamos que resulta indis­pensable cobrar, en cuanto implica un reconocimiento que hos da existencia, sortean-

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RELATO DE INTERVENCIONES

do en algo la superfluidad que en las actuales condiciones nos amenaza. Esta opera­ción permitió instalarnos desde un trabajo, una función, un oficio, y no quedar como resto de una operación de 1Ilercado.

La experiencia relatada nos permitió apreciar que ciertas prácticas disponen oca­sión de subjetivación. La posición subjetiva a la que nos referimos en un principio sos­tuvo la apuesta a realizar una experiencia por parte del equipo de intervención, para la que los necesitábamos a ellos. Queda así problematizada la clásica legitimación del trabajo en la demanda. Esta alteración no deja de tener consecuencias y obliga a re­pensar los puntales de diversas prácticas.

Como en otras intervenciones que realizamos, pudimos apreciar que los padeci­mientos se presentan en formas en que se reconoce un cierto goce. Este goce, que ha­ce resistencia a la alteración, muchas veces incluye al equipo de intervención. La fi­jación a lós núcleos identitarios obstaculiza el devenir subjetivo. Cuando no se en­cuentra anclaje en esos núcleos, puede abrirse la pendiente de una cierta desubjeti­vación .

Nuestra posición apostó a realizar una experiencia .en la que se fue produciendo testimonio de las alternativas subjetivas que se fueron presentando. Hacer experien­cia significa afrontar los riesgos de lo incierto que se producirá allí con otros, en esa singular forma del estar allí con ellos.

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