El Otro psi . nº157

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Periódico El Øtro del ámbito «Psi» (Reg. Prop. Intelectual nº 419.367) editada por EDICIONES El Øtro (Reg. Nac. Der. de Autor nº 452.270) C.U.I.T 30-69381315-4 Director: José H. Méndez

PUBLICACIÓN MENSUAL, ESPECIALIZADA EN EL CAMPO DE LA SALUD MENTAL, INDEPEN-DIENTE, PLURALISTA, PROFESIONAL Y DE OPINIÓN QUE PROMUEVE LA ACTIVIDAD «PSI»

notas y publicidad del mes

I “El deseo es el deseo del Otro” es,

ciertamente, una expresión anfiboló-gica. De cualquier modo, diremos que así debe de serlo, ya que sino pecaría de incoherente con el “sistema de pen-samiento” del cual se pretende parte. La transmisión de la teoría analítica, Lacan no ha dejado de señalarlo en diversas oportunidades, no tiene por qué presentarse como algo sencillo, liso y llano, “comprensible” – hemos de dar por sabido a esta altura el ses-go de negatividad que amerita para el psicoanálisis de la orientación la-caniana esta adjetivación.

Lo comprensible corresponde, en Lacan, a un orden que podríamos llamar lo imaginario. ¿Cuál sería, entonces, una sencilla definición de este así llamado registro? Lo imagi-nario estaría ligado, en cierto modo, a lo que acostumbramos a denominar “sentido común”, es decir, a lo dado de antemano, justamente, como acce-sible, como pasible de ser aprehendido por el entendimiento.

Ahora bien, si tomamos como refe-rencia, no ya toda la vastedad teórica de Lacan, sino tan sólo alguna de sus puntuaciones en relación al famoso esquema Lambda, podremos aproximar-nos a una forma especial de encarar, desde la clínica, esta cuestión del “sentido común” y sus incumbencias “técnicas”.

En el susodicho esquema, hemos de distinguir el vector del “sentido común” – vamos a llamarlo así – y el vector en el cual la palabra se liga a la verdad. Mas no a la verdad, como si esta fuese un “en sí” hacia el cual

LA AMBIGÜEDAD EN PSICOANÁLISIS

POR LUIS F. LANGELOTTI * > Psicoanalisis> Especulaciones teóricas

“Contemporáneo al doblegamiento y la desestimación de (...)

fantasías claramente incestuosas, se consuma uno de los lo-

gros psíquicos más importantes, pero también más dolorosos

del período de la pubertad: el desasimiento respecto de la au-

toridad de los progenitores (...) Un número de individuos se

queda retrasado en cada una de la estaciones de esta vía de

desarrollo que todos deben recorrer.” Freud,1905.

ENCRUCIJADAS DE UN DOLOR ADOLESCENTE**

T al como podemos deducir de estas líneas, para Freud la sexua-ción humana no siempre finaliza en escritura. Una y otra vez,

el cotidiano clínico nos lleva a formular e intentar formalizar cuáles podrían ser las coordenadas libidinales responsables de algunos im-pases de estructura.

Sabemos que la adolescencia renueva y pone en marcha el camino de la prefiguración sexual infantil, esta vez bajo el primado genital y con una elección de objeto sujeta a la barrera del incesto. En las vías de este desarrollo, pareciera que en algunos casos el hallazgo de dolor no derivase únicamente del af lojamiento de los lazos con la autoridad parental, sino además y paradojalmente con su falta. Esto es, cuando esos mismos lazos parentales no resultan de autoridad para proyectar al sujeto adolescente en la exogamia.

Hace un año, recibo el llamado desesperado de alguien que hoy llamaremos Ariel; con quien ya habíamos tenido dos entrevistas hacía otro año atrás. En aquella oportunidad y con dieciséis años, había sido conminado a venir por su madre, muy preocupada por los arranques de agresividad del joven y la casi segura “repetición” del ciclo escolar.

En esta ocasión, es él quien me pide retomar porque se siente des-bordado y había amenazado a sus padres con una acción suicida. Escucho a un muchacho triste, de talante replegado, de cuerpo ligero y endeble, de discurso atenazado por la impotencia de no hallar salida a varias encerronas familiares, entre ellas las consecuencias sufridas por la injuriosa degradación que su padre tiene hacia él, y el hecho de tener por realidad adolescente a un mundo tejido pero saturado de madre. Se evidencia que provocar un accidente en lo real fue la única vía que encontró para cortar con su dolor.

En una extensa y de muy difícil tránsito entrevista a padres, ame-nazada dos veces por mí en interrumpirse de no conservar las formas, observo no sin asombro el grado de irracionalidad paterna que con toda impudicia desacredita cualquier tipo de ayuda para su hijo que no provenga de su propia voluntad para estudiar, al tiempo que degrada y agrede también a su mujer por desoir esta posición.

Los decires maternos reconocen el gran malestar de Ariel, manifes-tando a la manera de autocrítica su sintomal demora por no haberse ido antes de la casa donde actualmente viven. Cuestiones éstas que fueron retomadas desde el análisis con nuestro joven.

Les digo de mi preocupación por Ariel, ya que sufre “demasiada depresión” para sus diecisiete años, y que no me parecía simulacro el hecho de estar perdiendo el sentido de todas sus cosas. También anuncio que lo tomaría en tratamiento a condición de aumentar la frecuencia de sesiones y bajo una estricta consulta farmacológica que propicie alimentación suficiente, un sueño medianamente repa-rador, y lo ayude en disipar una permanente e insoportable opresión angustiosa. En principio, esto fue acordado con la madre, quien se haría cargo económicamente del análisis. El padre, presenciaba a un costado, con desdén.

Las entrevistas con Ariel, descubren por las contingencias del diá-logo analítico, que ése es su nombre básicamente para su madre –que lo había elegido- y fue puesto en segundo término, pero su primer

POR MARCELA BARILARI *

> Psicoanálisis> Adolescencia> Caso Clínico

las palabras tenderían, sino a la ver-dad en tanto verdad del sujeto, es decir, a la verdad que se vehiculiza en la efectividad de su discurso. Las formaciones del inconsciente, es decir, toda aquella psicopatología propia del hombre “normal” con la cual Freud vie-ne a destruir el narcisismo imperante de los gestores de la medicalización “humanista” de la locura, no son sino la manifestación de la persistencia de

esta palabra verdadera, la cual, no po-dría ser de otra manera, progresa desde la fuente de toda palabra – es decir, del Otro – hacia el espacio propio del sujeto – arriba, a la izquierda.

Lo importante de destacar, por lo pronto, es que ha de existir una dife-rencia radical - una spaltung (división, escisión) irreductible - entre ambos vectores, cuyo desconocimiento trastoca sustancialmente el ejercicio mismo de una “psicoterapia” (en el sentido en que Freud le daba a este término, es decir, en un sentido amplio, como un tratamiento por el espíritu).

Entonces: ¿Qué es el “sentido co-mún” sino ese efecto de significación que la lógica relativa al pensamiento despierto produce, generando esa ilu-

sión compartida según la cual todos nos entendemos, todos sabemos de qué estamos hablando cuando mantene-mos una conversación y, aun mismo, cuando hacemos algo sin siquiera abrir

la boca, ya que nuestro hacer está siempre enmarcado y nutrido por un determinado sentido?

Pues bien, he allí el circuito del entendimiento recíproco, de la homoge-neidad zombi, en la cual se sobreentiende que todos queremos comer cerebros. Hasta aquí, el recorrido incesante, ida y vuelta, de la Razón, también del ego y su par. Las discusiones más arduas se sitúan, claro está, en este lugar:

“espejito, espejito: a mí me rebota y a vos te explota…”. Muchas veces, la cosa no para de rebotar…1

Para concebir, por su lado, el modo en el cual opera el otro eje, es decir, las condiciones a través de las cua-les lo reprimido hace su retorno, su re-aparición, habrá que precisar con antelación que el inconsciente, tal como lo propone Freud, es una estructura regida por leyes homólogas a las que ciertos lingüistas de la época de La-can postulaban y adscribían para el lenguaje de su ciencia – o sea, para la ciencia del lenguaje.

Que el inconsciente esté estruc-turado como un lenguaje, significa que el inconsciente freudiano no es sino harto superficial en sus maneras. Metáfora y metonimia, condensación y desplazamiento: leyes que regulan el retorno de lo reprimido y que ha-cen a un ordenamiento disímil del ordenamiento del sistema conciente-preconciente, pero que no por ello

deja de respetar una cierta legalidad. Legalidad ajena, exterior, foránea a la coherencia propia del discurso del hombre despierto.

Un ejemplo sencillo de esta lógica distinta que sostiene el acaecer psíqui-co inconsciente, lo tenemos dado por el famosísimo caso del Hombre de las ratas. Allí la palabra “ratas” no se liga a aquel campo semántico que el yo, en su afán de homogeneidad especular, entiende como siendo propio del vo-cablo (o, al menos, aun si arbitrario, no del todo caprichoso).

La palabra “rata” en el caso par-ticular de este sujeto, se conecta y se engancha con palabras que hacen a su historia singular (como se ha mar-cado oportunamente, “ratten” que es, en castellano, “ratas”, resuena incons-cientemente cerca de “heiraten” que significa “casarse”, también se aproxima a “spielratte” que alude a un “jugador empedernido”, etc.).

Sujeto a´otro

A OtroEgo a

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... Lo imaginario estaría ligado, en cierto modo,

a lo que acostumbramos a denominar “sentido co-

mún”, es decir, a lo dado de antemano, justamente,

como accesible, como pasible de ser aprehendido

por el entendimiento.”

...el mundo humano implica un proceso de

sexualización de las funciones orgánicas naturales

cuya consecuencia se podría indicar, justamente,

como una pérdida de ese cuerpo biológico.

AÑO XV | Nº 157 | MAYO 2009

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MAYO | 20092 www.psi-elotro.com.ar

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en cuanto toca al ser hablante con su sin-sentido (sin-sentido que deja la puerta entreabierta para que la po-lisemia inunde) y demarca al sujeto tal como lo concibe el psicoanálisis: no en cuanto algo definido, redondo y armónico, como lo pretenden algu-nos, es decir, no como aquello que el yo quiere para sí - pura idealidad -, sino, en cambio, como sujeción-al-decir, producto y destino anticipado por los significantes del Otro.

Entonces, recapitulando y elevan-do estas consideraciones teóricas a la cuestión de la práctica concreta, desde el punto de vista psicoanalítico pare-ce ser que, quedándonos en donde lo “comprensible” y el “sentido común”, poco estamos haciendo, justamente, con esas marcas que confinan al su-jeto a una repetición insoportable de un malestar determinado. Esas marcas que comandan su destino, debemos situarlas en el eje que va desde el gran Otro, A, hasta el S. Marcas de sobredeterminación.

En cuanto a ese malestar particular,

el cual se haya en estricta ligazón con el malestar propio de la vida en civi-lización, correcto sería pensarlo como un “mal-estar”. Y aquí damos con la denominada falla-en-ser que aqueja al ser hablante, la cual no admite múltiples interpretaciones: significa

organización y, más estrictamente, de construcción del mundo del hombre, de su realidad. En este sentido, cabe hacer referencia a una idea clara en la lógica de Lacan para pensar la re-lación entre el registro imaginario y el simbólico: es este último aquel que determina y sostiene al primero.

Entonces, nuevamente: si es lo simbólico, es decir, la palabra en su eficacia, lo que constituye la “rea-lidad” que un hombre determinado experimenta, es evidente que una psicoterapia (una cura por la palabra) con intereses genuinos de modificar esa realidad – que al paciente se le ha tornado insoportable - deberá apuntar más allá de ella misma, o sea, hacia la palabra que la está sosteniendo a nivel del eje simbólico. Lo simbólico, pensándolo desde esta perspectiva, si bien se haya en cierta relación con la dimensión del sentido, evidentemente la excede y aquello que lo especifica remite a algo totalmente distinto: al

significante, cuya definición dejare-mos para más adelante.

Hemos dicho que la noción de rea-lidad se ubica en el vector que une al ego con su otro especular, el se-mejante, el par, o sea en lo que más arriba denominábamos como “el cir-cuito del entendimiento recíproco”, donde ego y alter-ego se reflejan y

creen redondamente en sí mismos. En cambio, la noción de verdad, es soli-daria del vector que conecta al sujeto y al Otro, por cuanto es allí donde se articula la historia del sujeto. Cuando

sigue subsistiendo, con lo cual se deduce que el yo, en tanto ligado es-trictamente al principio de realidad, no es garantía de objetividad alguna. Su motor fundamental es el perspec-

para ese ser viviente2. A partir del momento mítico (en el sentido de que ya siempre estuvo-ahí) de nuestra entrada al universo simbólico (Cassi-rer), siempre que busquemos la cosa, hallaremos la palabra.

La palabra, en este contexto, no es tan sólo un medio de “comunicar” o de “referir”, es ante todo un material de

decimos “la historia del sujeto”, aludi-mos simplemente al relato del hecho efectivamente acontecido. Ese hecho mismo tiene siempre estructura de re-lato, como hecho “en sí” está perdido para el animal simbólico3. Esta pérdida de la vivencia pura es equivalente a la pérdida del ser del sujeto, es decir, del ser como ser-natural, pleno. Des-de el punto de vista freudiano, esto quiere decir que el mundo humano implica un proceso de sexualización de las funciones orgánicas naturales cuya consecuencia se podría indicar, justamente, como una pérdida de ese cuerpo biológico. En otras pala-bras, toda función orgánica se haya trastocada y hasta supeditada a una experiencia de placer.

Tenemos situada entonces una cierta antinomia. Por un lado, aquello que representa la realidad. Por otro lado, la verdad. En este punto conviene ser claro. La realidad remite a esa famo-sa noción que es la de “objetividad”. Pues bien, para Freud, el principio de realidad no es antinómico al princi-pio de placer sino que representa un rodeo a través del cual este último

Por lo pronto, lo que importa es remarcar esta eficacia de la palabra para anticipar, construir, determinar el futuro y las “experiencias vitales” de un sujeto.

En este sentido, es de interés se-ñalar la trascendencia de la palabra

que, de los elementos disponibles en el Otro, ninguno dice-todo del ser viviente que ha caído en el mundo como pedazo de carne. Siempre algo queda por fuera de la simbolización, no hay una representación exacta

tivismo. El ego se caracteriza por su ego-centrismo, no ya por su “vanidad” o por su “engreimiento”, sino por su radical capacidad de representarse las cosas acorde a sus parámetros de sentido. Realidad, ego y sentido. Tenemos allí una serie definida. Esta serie ilusoria de totalidad, implica un manto de continuidad que vela las disrupciones propias del eje del sin-sentido, del otro-sentido. El “sentido común”, cercado por estas observa-ciones, no parece significar sino que entre un sujeto x y un sujeto y no hay diferencia, corte, malentendido. El “sentido común” implica, desde este punto de vista, eso: la abolición de lo diferente.

Si decimos que el yo encarna una ilusión de integridad, no resulta ca-sual ni descabellado que pretenda una verdad absoluta, completa, entera, “objetiva”. Mas la verdad hacia la cual apunta el psicoanálisis y que hemos estado, a tientas, tratando de definir, no se confunde con este campo de la

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enajenación estructural que supone ser-hablante,

que involucra haber-sido-hablado.”

... El inconsciente como máquina tramposa

cuyas argucias hacen proliferar nuevos sentidos

que rebalsan permanentemente lo querido-decir,

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bigüedad y a cómo ésta inunda las expresiones que

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ENCRUCIJADAS DE UN DOLOR ADOLESCENTE**

nombre y así lo llama “todo el mundo” es Juan, nombre elegido pero no usado por el padre, quien se decide por el gusto materno.

Bajo el imperio de un cálido humor de la analista, y con mucho esfuerzo e interés por trabajar de Juan, iniciamos el camino de ubicar cuál era su posición y relaciones con lo real, recortando en una primera vuelta, dos frases que soportan el inicio de su caída en picada: “Estudiar no sirve de nada”; enunciado afirmado y contradicho por su padre mismo, graduado universitario. Y la segunda, que se trata de una grave afrenta narcisista: “Sos un inútil, un vago de porquería”, mencionada también por su padre en la entrevista cuando dirigiéndose a mí: “Y a vos te parece?, encima que no estudia, ahora tiene sexo también!!”. Frente a mi pregunta de si sabía de los motivos que lo llevaban a humillar a su hijo, responde que él no humilla sino que dice la verdad.

Hasta aquí un fragmento en el que quisiera apoyar algunas pregun-tas: ¿Cómo haría un adolescente para encontrarle un gustito a la vida si su Otro parental le ofrece contradicciones permanentes, e ideales rene-gados?, ¿Cómo accede Juan a un goce vivificante en la exogamia, si la condición es perderse como Ariel para el amor y goce de la madre?, ¿De qué manera podríamos horadar lo excesivo de la potencia desbocada del padre, para una vez deducido el amor del y al padre, Juan pueda contar con alguna potencia en su identificación?. Apuesta de un análisis en curso.

Estas líneas me llevaron a pen-sar en el dolor de la existencia de Juan, que encarna una de esas demoras situadas por Freud respecto del desarrollo sexual definitivo; dado que no ha reencontrado aun un objeto sexual porque sufre las consecuencias de no estar debidamente sujetado a la barrera del incesto. Son innumerables y habituales las irrupciones maternas en los distintos espacios de su hijo, consensuadas por la aquiescencia paterna, quien por otro lado y al mismo tiempo, no sólo injuria el narcisismo de su hijo, sino que se depone como padre al momento de ceder la preferencia a su mujer, con quien no juega dialéctica amorosa alguna.

Déficit en las funciones del padre simbólico e imaginario, que no han permitido en Juan la constitución de un narcisismo acorde a dig-nidad fálica, sino en permanente riesgo de fetichizarse para la madre, quedando en primer plano la cara superyoica paterna, resto vivo, loco, desbocado de un padre, que carece de la potencia amorosa suficiente para permitir en el hijo la eficacia del Ideal del Yo, con el consecuente soporte identificatorio.

¿Cómo suponer la renovación trinitaria de su cuerpo, si los reales emergentes propios de la pubertad lo encuentran sin significantes que legitimen su articulación a un imaginario de consistencia agalmática?

Nos encontramos frente a una gran encrucijada de dolor adolescente, por el no advenimiento de la letra que denota la eficacia paterna de pri-vación en la madre, y dolor que emana una demanda en espera del sujeto

por la operación de frustración de goce que no llega, ya que a este varón padre de Juan, su mujer no le encarna objeto alguno de deseo. Motivo por el que no se reserva entonces el privilegio de gozar de ella, lo que frus-traría al hijo de la satisfacción de algún goce; quedando impedida así la tensión agresiva en que se resuelve la relación edípica del varón con su padre por rivalidad, culminando en una identificación.

Obviamente, esta no orientación del padre hacia su mujer, deja al hijo a una deriva incestuosa, retorno a una madre -que con buenas intencio-nes- no cuenta en su haber con suficiente significación fálica que haya vaciado su exceso. Esto es, en aras de imponer a su hijo una “normativi-zación” en su caos adolescente, propina consignas de estilo condenatorio: “No más de dos salidas: un día con tu novia, un día con tus amigos; un día ayudás a tus hermanos, y si no estudiás, limpiás la casa y me hacés algunos trámites”.

Ha resultado importante para Juan, descubrir y aceptar que a veces en su preocupación, su madre se desorienta un poco con el orden; dado que “repetir” no es un delito, y la depresión no merece castigo, sino apoyo y ayuda. Que sería beneficioso para él, poder decir sus necesidades, ya que de no pedir un favor corre el riesgo de que le distribuyan criterios

ajenos. Que con la obediencia él no tiene problemas; sí en cambio con el disfrute, para lo cual sólo él podría elegir cómo y con qué.

Pareciera que mediando el hu-mor, el señalarle su complacencia en acatar sin chistar las consig-nas de su madre, opera en él una franca comicidad que propicia en su descarga la demarcación de un

borde letrado al exceso en su imagen, lo que a futuro apostamos como posibilidad de caída y vaciamiento de un goce que está demorando la eficacia de escriturar sus nuevos atributos. Reserva agalmática a advenir en un Yo aun mortificado por el exceso de goce materno.

Desde allí, si su deseo y contingencias de la vida lo permiten, no po-dríamos no intentar interrogar y atravesar la renegación del amor del padre, que está impidiendo la donación fálica, cuestión última cuyo tra-tamiento será crucial en términos de que Juan pudiera salir airoso del juego dialéctico del tener el falo o no tenerlo.

Recordemos que llega en la posición melancolizada de alguien que por no tener el significante de la falta a disposición, se soporta en el desco-nocimiento de lo que él mismo es como falta para el Otro, tanto más si como varón su órgano no condensa la potencia conferida por el amor del padre; cuestión que deja a Juan estacionado en la depresión que lo trae al análisis de su dolor adolescente.

* Psicoanalista. Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. mail:mabarilari@

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Trabajo en Equipo Capacitador: Lic. Carlos Bauab. Extensión: FECHA A DEFINIR

Programa de Especialización en Tests para la Evaluación Psicolaboral (*) Coordinador: Lic. Graciela Adam (*) - Formación requerida: ser licenciada/o en Psicología, o estudiante avanzado de dicha carrera. - Contenido: 7 Módulos - Se puede participar en módulos específicos o concretar el programa completo.

Contenidos a desarrollar en el mes de mayo:

Módulo I: La evaluación Psicolaboral y las características de la batería1 Encuentro 20/05. Valor: $ 75

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1º Modulo: Teórico - Clínico Temática Teórica: Psicopatología Familia Ámbito Forense Psicofármacos TransferenciaTemática Clínica: Se comparte el espacio de supervisión con un grupo de Acompañantes para el aprendizaje clínico 2º Módulo: Pasantías supervisadasSe realizan acompañamientos en distintos dispositivos a elección del alumno

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Dirigido a estudiantes de: Psicología, Psicopedagogía, TO, Psicomotricidad, Asistencia Social, Musicoterapia, Enfermería, Educación Especial y personas interesadas en la salud mental.

CAPACITACION EN ACOMPAÑAMIENTO PARA PROFESIONALES DE LA SALUD 1º Módulo: Técnica . Duración 3 mesesTemática Técnica: Abordaje en distintas patologías y en distintos dispositivos. Se comparten grupos de supervisión para conocer la clínica2º Módulo: Clinica . Duración 4 mesesPasantías Clínicas con pacientes en todos los dispositivos y de distintas edades.Dirigido a egresados o estudiantes avanzados de: Psicología, Psicopedagogía, TO, Psicomotricidad, Musicoterapia, Asistencia Social, Enfermería, Educación Especial y otras ligadas a la salud mental. La Formación apunta a propiciar la inserción laboral de los profesionales recientemente egresados o prontos a hacerlo en el Equipo Asistencial de la Fundación.

Los cursos se dictan en Capital y MartínezInformes: 4831-1328 / 4798-4534www.re-crear.com.ar [email protected]

MAYÉUTICAInstitución Psicoanalítica

SECCION CLINICALecturas de la Clínica. Jueves 21 de Mayo, 21 hs.Presenta el caso: Néstor Domínguez (Mayéutica)Lecturas: Noemí Sirota (Escuela Freudiana de la Argentina) y Silvia Capdepón (Mayéutica) Coordina: Beatriz Juarez. Puntuaciones: Ilda Rodriguez

SECCIÓN CARTELS Y SECCIÓN ENTRADAEl Cartel y las incidencias del analista.Cartels y Grupos de Trabajo: entrada a la Institución.Sábado 6 de Junio, 9.45 hs. Mesa de trabajo e interlocución. Palabras de apertura: Silvia Capdepón. Analistas Invitados: Graciela Corrao, Edgardo Feinsilber. Interlocusión con el público presente.

SECCIÓN ENSEÑANZAColoquio de otoño. Sábado 30 de Mayo a las 10,00Tema: ¿Cómo se analiza la transferencia?La transferencia en lo R, S e IPresentan: Rolando Karothy y Diana Voronovsky

SEMINARIOSInhibición-Fobia y lo RSI del cuerpo y del fantasmaDictantes: Edgardo Feinsilber y Zulema LagrottaFechas:Martes 12 y 26 de Mayo; Martes 9 de JunioHorario: de 13 a 14,30.

Sobre una praxis que toca lo RealPropuestas para una lógica del síntomaDictante: Alberto Franco. Fechas: Martes 5 y 19 de Mayo; Martes 2, 16 y 30 de Junio. Fecha de inicio: Martes 21 de Abril. Horario: De 13 a 14,30

¿De que trata una clínica de la pulsión?Dictante: Mara Musolino. Fechas: Martes 23 de Junio; Martes 7, 21 de Julio; Martes 4 y 18 de Agosto. Fecha de inicio: Martes 23 de Junio. Horario: De 13 a 14,30. Frecuencia: quincenal

REUNION DE LECTURAPALABRAS-PROPUESTA SOBRE LA HISTERIA(Propos sur l’hystérie) de J.LacanCoordina: Ilda Rodríguez. Fecha de inicio: viernes 5/6/09. Hora: 19:45

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uniformidad y lo total. Es desde este campo, en donde la idea de “tiempo” está en sintonía con lo que el reloj, el calendario – nuevamente, el “sentido común” - indican como “tiempo”, de donde se deriva un cierto saber pre-vio, el cual ciertas teorías psicológicas elucubran para determinar la supuesta “eficacia” de sus intervenciones. La

“el yo se constituye por la operación de de-

negación: yo no soy eso...”

...Significante sobre significado es equiva-

lente a aseverar que Nietzsche tenía razón cuan-

do afirmaba que no existen “hechos” sino inter-

pretaciones”

...el sujeto no coincide con el “individuo” (in-

diviso) sino que el sujeto es social, ya que se pro-

duce entre al menos dos hablantes.”

estar debidamente mesurados, a su tiempo, moldearán la subjetividad del paciente.

En este sentido, el psicoanálisis respecto de las así llamadas “tera-pias del sentido común” no parece ser mejor y no promete superarlas. Simple y humildemente se presenta como distinto, como eso Otro que no es lo común, es decir, lo familiar (lo siniestro, lo incestuoso) - lo cual no es poco. El psicoanálisis aboga por un corte, esto es, por una toma de posición subjetiva respecto de esa enajenación estructural que supone ser-hablante, que involucra haber-sido-hablado. Es por eso que, desde esta mirada, resulta por completo disidente con Freud dirigir la cura hacia lo familiar, lo consensuado, lo obvio, lo incuestionado, lo evi-dente (y que sólo el paciente en su enfermedad-desviación no lograría asumir). Asimismo, pretender llevar a cabo una terapéutica sin reconocer

análisis, no será atinado contentarse con la tradicional teoría del emisor y el receptor, y menos aún, con aquella según la cual el lenguaje serviría sim-plemente para “referirse” a la realidad de la experiencia.

Si consideramos que el inconsciente, tal como Freud lo expone en su obra, opera en términos estrictamente retó-

lleva sin más a una aceptación acríti-ca de la teoría que achata aquello que puede entenderse como singularidad, y no nos referimos únicamente a la del paciente.

La poética como crítica del senti-do - para tomar prestada la expresión del título de un libro de más o menos reciente aparición6 – quiere decir, para nosotros, que con los elementos disponibles en el Otro puede intro-ducirse una diferencia: movimiento de subjetivación. En el caso del psi-coanálisis la no introducción de esta diferencia, de esta jugada, de esta apuesta diferencial y única, equivale a domesticar la práctica y tornarla inoperante, bajo la creencia ingenua de que ya-se-sabe sobre el incons-ciente, de que todo ya está dicho7; en suma, de que el inconsciente ya “es” (cuestión que Lacan, justamente, re-futa cuando sostiene al inconsciente como ónticamente irrealizado)8.

Y si de lo que se trata es de hacer hincapié en esta idea de los ardides del sujeto para evadir su responsabi-lidad, puede decirse que la lógica del sentido común se rige fundamental-mente a través de ese tropo que es el «eufemismo». El eufemismo yoico busca cubrir la atrocidad de un mundo insoportable a través del manejo de conceptos y expresiones que oculten y silencien semánticamente lo que no se quiere apreciar. Similar consideración establece Irene Friedenthal cuando

resistencial, ya que tanto en el eufe-mismo así como en la denegación lo que está en juego es un desconoci-miento, un rechazo horroroso de lo Otro, de lo excluido, de la diferencia… la castración.

Desde esta óptica particular que orienta nuestra exposición, puede pen-sarse como un verdadero eufemismo el hecho de que un terapeuta indique que “adapta a sus pacientes a la realidad” cuando, en rigor, aquello que hace, a sabiendas o no, es llevar a cabo una terapéutica constrictiva que enlaza de un modo alienante el deseo del sujeto a una concepción consensuada e insti-tuida de lo que debe ser la “realidad”. Concepción que, por otro lado, se liga fuertemente a determinados ideales y valores implícitos, los cuales, al no

el papel fundamental y determinante del lenguaje, buscando en una reali-dad (por más consensuada que esté) supuestamente pos-lingüística la so-lución a la conflictiva del paciente, es algo totalmente ajeno al descubri-miento freudiano.

Se trata únicamente de palabras, ya lo indicaba Lacan11. Ahora bien, ¿decir esto significa que se trata de algo simple, sencillo, de algo que no amerita suma cautela y rigurosidad en la medida en que organiza de cabo a rabo la experiencia del paciente? La advertencia radical de Lacan de no olvidar que se trata de palabras y únicamente de palabras exige que el valor de éstas se eleve hasta el punto de llevarnos a concebir que la conducta del sujeto también está constituida por

un mundo de palabras que la guían, la orientan, la significan, la condenan o la alaban. Es decir, no basta con sa-ber “escuchar” sino que se trata, más precisamente, de saber leer.

Que ciertas terapias busquen explí-citamente operar en la dirección del sentido común – es decir, de la repre-sión - no es cosa que, en definitiva, deba alarmarnos: hecha la Ley hecha la trampa, vale decir: la trampa es lo imaginario. La cuestión ante la cual sí deberíamos estar alertas, es que el sen-tido común analítico conlleva muchas veces a la pérdida de esa rigurosidad tan exigida por Lacan. “Responsabili-dad”, “ética”, “sujeto”, etc., nociones que se degradan y que como semblantes quieren hacer creer que se dice algo distinto cuando en realidad remiten a nociones ya refutadas, ya puestas en jaque hace mucho tiempo, pero vueltas a poner en el tablero.

cuestión es que, de esta manera, se descuida aquello que clínicamente se presenta como de capital importan-cia, o sea, la temporalidad propia del sujeto… para permitirse el acceso (o no) a la verdad sin verdad, es decir, a la verdad de la castración.

IIDecir que el inconsciente es un lenguaje implica decir que el inconsciente no es sino una «retórica». Significante sobre significado es equivalente a aseverar que Nietzsche tenía razón cuando afirmaba que no existen “hechos” sino interpretaciones4. El inconsciente como máquina tramposa cuyas argucias hacen proliferar nuevos sentidos que rebalsan permanentemente lo querido-decir, exige una especial atención a la cuestión de la ambigüedad y a cómo ésta inunda las expresiones que cir-culan en los discursos.

Es siguiendo esta línea de reflexión, entonces, que quizá pueda enten-derse por qué para el psicoanálisis “el problema de la dirección [de la cura] se muestra (…) como no pu-diendo formularse sobre la línea de una comunicación unívoca”.5 Y es que, en la medida en que el sujeto se ofrece en el instante (provocado por la insistencia del inconsciente) como pura equivocidad, puede conjeturarse que, a los efectos del desarrollo de un

ricos, no será casual hallar coartadas subjetivas siempre dispuestas a velar lo insoportable aun cuando operen bajo los mismos tropos que antes asegu-raban la revelación de lo reprimido, lo cual torna más arduo el arte de la interpretación. Esto quiere decir que no hay garantía alguna de que un lapsus - para tomar un ejemplo clásico - sea una vía efectiva de interrogación del sujeto, sino que, inversamente, tal formación puede operar ella misma en el sentido de la resistencia.

Respecto del sensus comunne [sentido

común], los analistas, como cualquier otra persona, no han de estar exentos de la participación en sus circuitos. De aquí se deriva en cierta forma el pe-ligro siempre acechante de confundir el psicoanálisis con algún otro tipo de psicoterapia. La coagulación de sentido que las fórmulas explicativas producen

nos indica que “el yo se constituye por la operación de denegación: yo no soy eso…”9 aludiendo a esa “ilusión yoica de decretar fronteras…”10 en la cual nos creemos que somos dueños y señores de nuestros actos y decires. Interesa destacar esta utilización del lenguaje como retórica en un sentido

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“El psicólogo argentino, cuya orientación clínica ha sido muy acentuada, es una rara avis, en la medida en que el psicoanálisis ha sido para él una referencia in-eluctable durante cinco décadas. Primero el psicoanálisis de origen inglés y luego el de origen francés guiaron la formación y la práctica de estos profesionales singulares. Simultáneamente, en ese dominio, en casi todo el resto del mundo se constataba el ascenso de las teorías cognitivo-comportamentales norte-americanas que, no obstante, nunca

pudieron echar raíces en el Río de la Plata. En su lugar, encontramos más bien una concepción francesa de la conducta, ligada a la herencia de Pierre Janet y de Daniel Lagache, que se articuló con diferentes definiciones del inconsciente.” Aunque la situación descripta se haya modificado bastante luego del período abordado –que va de 1942 a 1966–, estas palabras del prólogo de Élisabeth Roudinesco describen perfectamente la impronta del trabajo de Alejandro Dagfal que, desde el principio, se aboca en su obra al estudio y la comprensión de esta creación única y original que es el psicólogo en la Argentina, dando cuenta de su genealogía y de su emergencia como nuevo personaje profesional, a partir de “la estrecha relación entre psicología y psicoa-nálisis, que ha servido de base a la formidable expansión de todo tipo de dispositivos clínicos”. Esta relación, según muestra el autor, “más que un postulado de base es el resultado de un proceso que necesita ser explicado”. Por esa vía, el libro explora los problemas ligados a las múltiples formas de recepción del pensamiento francés en la Ar-gentina, específicamente dentro del “campo psi”

La psicología y las neurociencias parecen haber seguido por mucho tiempo caminos divergentes. Pero en la actualidad, a la hora de imple-mentar políticas públicas de salud u optimizar el desarrollo cognitivo en los primeros años de vida de niños que nacen en escenarios adversos, aunar esfuerzos inter-disciplinarios y complementar los enfoques se torna una imperiosa necesidad. Ello supone enfren-tar múltiples desafíos teóricos y clínicos, y superar numerosos prejuicios. ¿Puede la psicología aportar conocimientos para el desarrollo de investigaciones de

alta tecnología? ¿Son compatibles o no las distintas escuelas psi-cológicas? ¿Qué puede ser medido en psicología? ¿Puede tener utilidad lo que hoy se sabe sobre los mecanismos de la relación mente-cuerpo para mejorar efectivamente la calidad de vida de las personas? ¿Cómo organizar el trabajo de investigación cien-tífica en psicología? Estos son solo algunos de los interrogantes que despliega este libro y que Miguel Ángel Álvarez González, con pericia didáctica, desbroza en un tono coloquial, dando cuenta de la larga historia de antagonismos, coincidencias y perplejidades que se dieron cita en el campo de las neurociencias y en el de la psicología. Y ello, no con la intención de dar respuestas unívocas, sino de abrir un debate fecundo que permita tender puentes entra ambas corrientes, con la concepción de que el ser humano es una unidad psicobiológica de extraordinaria complejidad.

Este texto, que cuenta con el doctor Jorge Volnovich como com-pilador y autor, reúne importantes contribuciones, tan innovadoras como rigurosas sobre un tema complejo y sensible, como es el abuso sexual infantil. Precedi-do por dos textos temáticos, en esta oportunidad el eje desarro-llado centralmente es el de la presentación y el análisis de los abordajes institucionales a niñas y niños víctimas, con la intencio-nalidad de hallar lo que hoy se define como “buenas prácticas”,

a la luz del enfoque de los derechos de la infancia. En sus diferentes artículos, la mirada a las prácticas, incluso

a las teorías y las ideologías que las sustentan, está centrada en la mostración de las nuevas victimizaciones a las que pueden ser sometidos niños y niñas que han padecido el abuso sexual. En efec-to, se trata de develar para deconstruir abordajes no cuidadosos: diagnósticos, de tratamiento, de restitución de derechos y de pena-lización a los victimarios; en una búsqueda de procedimientos que no lleven a sufrir nuevos padecimientos a niños y niñas dañados por el abuso sexual.

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El presente libro intenta comprender los vínculos o las relaciones entre el hombre y la mujer, partiendo de una pers-pectiva diferente.

El planteo central está cons-tituido fundamentalmente por aquellos aspectos de la identidad de un ser humano por los cua-les la vida y la cultura lo ubican en un lugar que no siempre es coincidente con el sexo biológico con el cual ha nacido, sino que respondería más a los aspectos que imprimen, primero la cul-

tura a la cual pertenece, y luego la realidad que a cada uno le plantea la vida que le toca vivir.

De modo tal que la identidad del rol sexual responde al modo y las pautas con que una persona, sea hombre o mujer, desa-rrolla su vida y, a partir de ello, los aspectos y características con que podrá establecer sus vínculos, su vida afectiva y sus actividades, pudiendo ser esto para uno o para otro gratifican-te o conflictivo de acuerdo con sus elecciones, forma de vida, educación, posición socio-cultural, actividad, etc.

De esta manera, el libro intenta plantear a través de un re-corrido mitológico, histórico, socio-económico y cultural cómo han sido las relaciones entre el hombre y la mujer, con sus aciertos, errores y consecuencias a lo largo de la historia de la humanidad, a la luz de un análisis psicológico exhaustivo que nos demuestra el precio que paga el hombre y la mujer en la sociedad actual por esos aciertos y errores.

LA IDENTIDAD DEL ROL SEXUAL LOS VÍNCU-LOS ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJERMARTA ALTERMAN

Lugar editorial | pags.111

Los conocimientos actuales indican que al menos una de cua-tro personas en el mundo sufre depresión en alguna etapa de su vida; esto significaría que unas 1.6 billones de personas estarían com-prendidas por esta enfermedad, una diferencia sustancial con los cuatrocientos millones anuncia-da por la WHO veinte años atrás. El problema de la depresión no tiene un grupo determinado ni tampoco un clase social, aunque afecta sobremanera a los mas vulnerables económicamente;

los que lo padecen van de los niños hasta los adultos, así como también los ancianos. Lo notorio es que hoy en día, y en forma silenciosa, la depresión está absorbida por la corporalidad, es mas hipocondríaca, es menos dramática, hasta se podría decir que parece ser mas racional. Alrededor del 70 % de los pacien-tes llegan a la consulta médica presentando quejas y síntomas físicos, en tanto que solo poco mas del 25% de los pacientes co-munica algún síntoma psíquico o social. Las personas tampoco tienen claro el reconocimiento de un cuadro depresivo, aunque lo estén cursando.

La escuela secundaria consti-tuye una preocupación compartida y frecuente tanto en el campo de la investigación como en el de las políticas educativas, y hoy resulta casi un lugar común afirmar que el nivel medio es uno de los más críticos y complejos del sistema educativo argentino. Así, a la ca-racterización de las falencias que presenta el sistema educativo en su funcionamiento, tanto en las desigualdades sociales y cultura-les que produce y reproduce como en la calidad de las experiencias

educativas que propone, se suma también una caracterización que plantea al nivel medio como un ámbito atravesado por cierta “pérdida de sentido”.

La escuela media en debate es el resultado de trabajos de in-vestigación organizados en torno a cuatro temáticas principales: desigualdad y fragmentación educativa; educación y trabajo; la escuela media como institución, y cultura política, juventud y subjetividad.

Este libro también está cruzado por la pluralidad de miradas sobre una misma problemática y la confluencia de investigadores con diferentes formaciones y trayectorias. Desde este espacio y frente a los viejos y nuevos desafíos, la escuela media sigue pues-ta en debate.

Pierre Bayard (1954) es psicoanalista y profesor de literatura francesa en la Universidad de Paris VIII. Es, también, uno de los autores más notables del panorama intelectual francés. Ha publicado numerosos ensayos, como Maupassant, juste avant Freud (Minuit, 1994) y L’Affair du chien des Baskerville (Minuit, 2008); pero fue su polémica obra Cómo hablar de los libros que no se han leído la que le valió su consagración internacional.

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NOTAS1. No ha de extrañarnos mucho que la dis-

cusión no se detenga nunca, ya que siempre

la asunción del i (a) implica ese anclaje se-

creto, el a, es decir, ese objeto en donde la

pulsión y su satisfacción hacen su jugada.

Reservorio gozoso que sostiene todo empu-

je a la confrontación y a ese no-querer-salir

del “ida y vuelta”.

2. Ni muchos menos para el “ser” en su to-

talidad, ya que nunca se llega a producir ese

aparejamiento idílico entre “lo que es” y nuestros

modos de “formularlo”. Por otro lado, a pesar

del progreso notable de la Ciencia moderna

en sus ansias insaciables de formulación y

dominación de lo real, hay algo totalmente

incapturable – informulable -, a saber: la

relación entre los seres sexuados.

3 . De lo cual se sigue que las exactitudes

e inexactitudes biográficas no garantizan el

carácter verdadero o falso, respectivamente,

de la historia vivida por el sujeto. Algo que se

presenta, desde el punto de vista del lógico-

positivismo, como erróneo o ficcional puede,

sin embargo, tener un efecto determinante

para el sujeto, a nivel estructural.

4. Fragmento póstumo 7 [60], KSA, Band

12, Pág. 315.

5. Lacan, J.; “La dirección de la cura y los

principios de su poder”, en Escritos 2, Siglo XXI

Editores, Buenos Aires. 2008. Pág. 560.

6. Meschonnic, Henri. Mármol- Izquierdo

Editores, Buenos Aires, 2007.

7. Algo respecto de lo cual Freud mostraría

suma aversión: “Nunca hemos pretendido ha-

ber alcanzado la cima de nuestro saber ni de

nuestro poder, y ahora, como antes, estamos

dispuestos a reconocer las imperfecciones

de nuestro conocimiento, añadir a él nuevos

elementos e introducir en nuestros métodos

todas aquellas modificaciones que puedan

significar un progreso.” (“Los caminos de la

terapia analítica”, 1918).

8. Lacan, J.; El Seminario, Libro 11, “Los cuatro

conceptos fundamentales del psicoanálisis”.

Ed. Paidós, Buenos Aires, 2005.

9. Friedenthal, Irene. Descubrir el psicoaná-

lisis, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2004.

Pág. 25.

10. Op. Cit.

11. Lacan, J. “La dirección de la cura y los

principios de su poder”, en Escritos 2, Siglo XXI

Editores, Buenos Aires. 2008. Pág. 560.

12. Lacan, J.; “Posición del inconsciente” en

Escritos 2, Siglo XXI Editores, Buenos Aires.

2008. Pág. 795.

13. J.Lacan, Seminario 20,op.cit.

14. J.Lacan, Seminario 11, op.cit

15. Cf. R. Harari, aforismo originado en Se-

minarios dictados en Mayéutica-Institución

Psicoanalítica.

Las “terapias del sentido común” trabajan partiendo del supuesto de la inexistencia del sujeto tal como lo concibe el psicoanálisis. Ahora bien, vale preguntar: ¿Qué es un sujeto para el psicoanálisis? ¿Qué queremos decir cuando decimos, por ejemplo, que el sentido común, el criterio de realidad, el discurso comúnmente admitido, etc.,

S1 – el significante que lo representa - en cuanto tal no es capaz de producir nada nuevo, sino que es ese S2 aquel que, en la medida en que equivoca al hablante, produce al sujeto como siendo escindido por una diferencia. En otras palabras, el sujeto está entre lo que alguien dice y lo que alguien escucha (es decir, “puntúa” según su

FE DE ERRRATAS: EN LA EDICIÓN DE ABRIL 09’ (N° 156 ) DEL

PERIÓDICO, EN EL ARTÍCULO ESCRITO POR ILDA RODRIGUEZ DE

PÁGINA 8, EL PÁRRAFO QUE DICE: “EL MITO ANTROPOLOGICO (...)

NACE DE LA TUMBA” NO CORRESPONDE. EN EL ARTÍCULO ESCRI-

TO POR DIEGO PEREZ, EN LA PÁGINA 1, EL PÁRRAFO QUE DICE “LA

SECUENCIA (... ) EL OBJETO” NO CORRESPONDE.SOLICITAR ENTREVISTA AL 15-6750-5899

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imposibilitan la emergencia del sujeto como sujeto analítico?

Es un lugar conocido decir que el sujeto es lo que representa un signifi-cante para otro significante. De todos modos, consideramos que esta expresión lacaniana amerita una lectura. Lacan mismo indica en uno de sus escritos: “…ese sujeto es lo que el significante representa, y no podría representar nada sino para otro significante: a lo que se reduce por consiguiente el sujeto que escucha.”12

Entonces, el significante (S1) representa a un sujeto, pero esta representación sólo adquiere eficacia retroactiva en el punto en que es el otro significante (S2) - función a la cual se limita, según la cita, el oyente -, aquello hacia lo cual es “dirigida” la representación. Esto quiere decir que el sujeto deviene siempre a posteriori: es un efecto. El

poder discrecional) que alguien dice, donde “decir”, según la apreciación que más arriba hiciéramos, no remi-te al hecho puro de “decir”, ya que también “hacer” es otra manera de “decir” – la conducta está estructu-rada por el lenguaje.

De lo que antecede se deduce que el sujeto no coincide con el “individuo” (indiviso) sino que el sujeto es social, ya que se produce entre al menos dos hablantes. Es el lazo social con el Otro aquello que lo divide y lo produce (considerando que este Otro tampoco es algo cerrado, unitario).

Entonces, cuando indicamos que la emergencia del sujeto se ve im-posibilitada, esto quiere decir que es la manera de responder a la palabra del paciente aquello que permitiría tal emergencia (o no). El analista responde con la diferencia, es decir,

con el S2. Busca el paso del sentido. No obtura precipitadamente la boca del que va a su consultorio a hablar-le con algún objeto, es decir, con el Ideal, sino que es consecuente con lo que afirma la teoría, a saber, que el sujeto está sometido a una spaltung determinante.

¿Qué quiere decir spaltung? Quiere decir que, en la medida en que hablamos, es decir, en que participamos en cierta relación con el significante, siempre se está produciendo, pese a nosotros mismos, un superávit de significación, un exceso, un demás. Pues bien, ahora sí, el significante, ¿qué es? Podríamos decir, sencillamente, que es la palabra en tanto nos descoloca. O también, la palabra en tanto nos re-sitúa en un punto disímil del cual nos creíamos ubicados. Esta nueva posición hace a lo que nominamos como enunciación. Posición del sujeto como sujeto del inconsciente.

Retornando al punto de partida, consideramos que la anfibología de

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por la causa, por el motor, por aquello que motiva ese decir: “¿por qué me dice eso que me dice?”. La fórmula lacaniana no asevera que el Otro sea el propietario, el poseedor del deseo – ilusión de dominio que conlleva el “del”. El Otro pone a jugar el deseo, pero en la medida en que este Otro también está atravesado por el con-flicto que involucra.

Para finalizar, vamos a decir que, el valor de la ambigüedad en psicoanálisis, no significa, de ningún modo, que el efecto a buscar sea producir un sujeto psicótico atormentado por el caos de las significaciones, sino que remite, por el contrario, a esa otra vertiente del Otro en donde dejo de hacer lo que me dice (demanda) para poder así hacer lo que él también hace, a saber, desear… a pesar suyo. El otro-sentido es, pues, equivalente a la interpelación instituyente de lo instituido, es decir, es solidario del cuestionamiento de lo que se presenta inconmovible, cerrado, completo, por parte de aquello que no

...¿Qué quiere decir spaltung? (...) en la medi-

da en que hablamos, es decir, en que participamos

en cierta relación con el significante, siempre se

está produciendo, pese a nosotros mismos, un su-

perávit de significación, un exceso, un demás.”

el sujeto está entre lo que alguien dice y lo

que alguien escucha (...) donde “decir”, (...) no

remite al hecho puro de “decir”, ya que también

“hacer” es otra manera de “decir” – la conducta

está estructurada por el lenguaje.

se deja amarrar, que se resiste a ser enclaustrado, articulado, apresado, suprimido.

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la expresión “el deseo es el deseo del Otro” se esclarece si tomamos como contrapunto pertinente esta condición estrictamente social del sujeto. El lazo con el Otro involucra necesariamente un qué-me-quiso-decir irreductible. El decir del Otro da paso a la pregunta

El Otro psi . nº157

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