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El Padre Sergio Por León Tolstói

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ElPadreSergio

Por

LeónTolstói

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I

Alrededor del año 1840, en Petersburgo, tuvo lugar un suceso quesorprendió a cuantos de él tuvieron noticias: un oficial de coraceros delregimiento imperial, guapo joven de aristocrática familia en quien todo elmundoveíaal futuroayudantedecampodelemperadorNicolás Iyaquientodos auguraban una brillantísima carrera, un mes antes de su enlacematrimonialconunahermosadamatenidaenmuchaestimaporlaemperatriz,solicitóserrelevadodesusfunciones,rompiósucompromisodematrimonio,cediósuspropiedades,nomuyextensas,aunahermanasuya,yseretiróaunmonasterio, decidido a hacerse monje. El suceso pareció insólito einexplicable a las personas que desconocían las causas internas que loprovocaron;parael jovenaristócrata,StepánKasatski, sumododeprocederfuetannatural,quenisiquieracabíaensuimaginaciónelquehubierapodidoobrasdemaneradistinta.

Stepán Kasatski tenía doce años cuando murió su padre, coronel de laGuardia, retirado, quien dispuso en su testamento que si él faltaba no seretuviera al hijo en su casa, sino que se le hiciera ingresar en elCuerpo decadetes.Pordolorosoquea lamadre le resultara separarsede suhijo,no seatrevió a infringir la voluntad de su difunto esposo, y Stepán entró en elcuerpoindicado.Laviuda,empero,decidiótrasladarseaPetersburgojuntoconsuhijaVárvaraafindevivirenlamismaciudadquesuhijoypodertenerloconsigolosdíasdefiesta.

Elmuchachosedistinguióporsusbrillantesdotesyporsuenormeamorpropio. Fue el primero en ciencias, sobre todo enmatemáticas, por las quesentía notoriapreferencia, en instrucciónmilitar y equitación.Apesar de suexcesivaestatura,eraunjovenapuestoyágil.Tambiénporsuconductahabríasidouncadetemodelodehaberdominadosusarrebatosdeira.Nobebía,nollevaba una vida licenciosa y eramuy sincero.Lo único que le impedía serejemplarmente irreprochableeran susestallidosdecólera,durante loscualesperdía el dominio de símismoy se convertía en una fiera.Undía estuvo apuntodeecharporlaventanaauncadeteaquienselehabíaocurridoburlarsede su coleccióndeminerales.Otravezporpoco sehunde irremisiblemente:arrojóunplato llenode chuletas aunoficial veedorde laEscuela, y, segúndicen,leabofeteóporhaberseretractadoéstedesuspalabrasyhabermentidoinsolentemente.Sindudalohabríandegradadosieldirectornohubieraechadotierraalasuntoynohubieradespedidoalveedor.

A los dieciocho años lo destinaron al aristocrático regimiento de laGuardia.ElemperadorNikoláiPávlovichhabíaconocidoaStepánKasatskien

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laEscueladecadetes,ydespués,enelregimiento,siguióhaciéndoleobjetodesu distinción, por lo cual se pronosticaba queKasatski sería el ayudante decampodelsoberano.Kasatskiloesperabacontodaelalmaynosóloporamorpropio,sinoantetodoporquedesdesusañosdecadetequeríaprofundamente,conauténticapasión,aNikoláiPávlovich.CadavezqueelemperadorvisitabalaEscuela—locualocurríaconfrecuencia—,entrabaconpasomarcial,alto,vistiendouniformemilitar,abombadoelpecho,curvalanarizsobreelbigote,cuidadosamente recortadas las patillas, y saludaba con potente voz a loscadetes, Kasatski sentía la exaltación del enamorado, como la experimentómástardealencontrarelobjetodesuamor.PeroelentusiasmoquesentíaporNikolái Pávlovich era aún más fuerte: habría querido mostrarle que sufidelidadnoteníalímites,habríaqueridosacrificaralgoporél,inclusosuvida.Nikolái Pávlovich sabía que despertaba semejante fervor y lo estimulabaconscientemente.Participabaenlosjuegosdeloscadetes,alternabaconellos,los trataba ora con infantil sencillez, ora amistosamente o con solemnemajestuosidad. Después del último incidente de Kasatski con el oficial,NikoláiPávlovichnadadijoalcadete,perocuandoésteselequisoacercar,loapartóconungestoteatraly,frunciendoelceño,loamenazóconeldedo.Almarcharsedijo:

—Noolvidéisque lo sé todo,peroalgunascosasnoquiero saberlas.Sinembargo,estánaquí.

Yseñalóelcorazón.

Cuando los cadetes terminaron la Escuela y se presentaron ante elemperador, Nikolái Pávlovich ya no hizo alusión al incidente y dijo, comosiempre, que todos ellos podían dirigírsele en persona, que debían servirlefielmente,aélyalapatria,yquesiempreseguiríasiendoparaellossumejoramigo.Todossesintieronemocionados,yKasatskilloróysejuróentregarseencuerpoyalmaalserviciodeladoradozar.

Cuando se incorporó al regimiento, su madre se trasladó a Moscú,acompañada de su hija, y luego a la aldea. Kasatski cedió a su hermana lamitad de su herencia. Con la parte que le quedó estaba en condiciones dehacerlefrentealasnecesidadesqueimponíaservirenunregimientodetantorangocomoelsuyo.

Aparentemente,Kasatskieracomocualquierotrooficialdelregimientodela Guardia dispuesto a hacer una brillante carrera; pero en su interior severificabauncomplicadoydurotrabajoquediocomienzo,porlovisto,ensupropiainfanciaytomóformasmuydiversas,aunquelaesenciaerasiemprelamisma: alcanzar la perfección y el éxito en todas las ocupaciones querequeríansuconcursohastaganarseelaplausoylaadmiracióndelasgentes.Cuando se trató del estudio y de las ciencias, trabajó de firme hasta que le

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encomiaron y le presentaron como ejemplo a los demás. Alcanzando unobjetivo,selanzabaalaconsecucióndeotro.Obteniendoelprimerpuestoenel estudio, y hallándose todavía en la Escuela de cadetes, creyó notar quehablaba el francés con poca soltura y trabajó hasta dominar este idioma tanperfectamentecomoelruso.Mástardeseaficionóalajedrez,yantesdesalirdelaEscuelalogrójugarmagistralmente.

Apartedelobjetivofundamentaldesuvida,queconsistíaenserviralzarya la patria, Kasatski siempre se proponía alcanzar algún otro fin. Porinsignificante que éste fuera, se entregaba plenamente a su consecución yhastahaberloconseguidonovivíaparaotracosa.Pero,unavezganadaestameta,unnuevofinsurgíaensuconcienciaocupandoellugardelanterior.Esteafán de distinguirse y lograrlo entregándose a la consecución de algúnobjetivo, llenaban por entero su vida. Cuando ingresó en el regimiento sepropusoserunmodelodeperfecciónenelcumplimientodesusobligacionesyalpocotiempollegoaserunoficialejemplarpeseasusarranquesdecólera,defecto que también en el regimiento lo llevo a realizar actos reprobables yperjudiciales para el buen éxito de su carrera. Más tarde, conversando conpersonas de la alta sociedad entendió que su formación general cojeaba enalgunos aspectos, y decidió acabar con ello, lo que logró estudiandotenazmente. Se propuso luego llegar a una posición brillante en la altasociedad,aprendióabailardeformainsuperableyalpocotiempoloinvitabanatodoslosbailesaristocráticosyaalgunasveladas.Sinembargo,nosesintiósatisfecho.Estabaacostumbradoaserelprimeroentodoyenese terrenosehallabamuylejosdehaberlologrado.

Entonces, yme figuro que ello es así siempre y en todas partes, la altasociedadconstabadecuatroclasesdegentes,asaber:1)decortesanosricos;2) de gente no rica, pero nacida y educada en losmedios cortesanos; 3) degente ricaque imita a los cortesanos, y4) degenteni ricani cortesanaquepretendeserunoylootro.Kasatskinopertenecíaalosprimeroscírculos.Enlosdosúltimos,eraacogidoconlosbrazosabiertos.Alintroducirseenlaaltasociedad,decidiótambiénentrarenrelacionesconunamujerdistinguidaylologró pronto, con no poca sorpresa para sí mismo. Pero no tardó en darsecuentaqueloscírculosqueélfrecuentabaerandeordeninferioraotros,másencumbrados.Comprendióasimismoqueenestosúltimoséleraunextraño,apesar de que no se le negaba la entrada. Le trataban con deferencia, perodándoleaentenderqueélnopertenecíaalossuyos.Kasatskiquisosentirseendichoscírculoscomoensupropiomedio.Necesitabaparaelloserayudantedecampo del emperador —lo esperaba— o casarse con una dama de aquelmundo.Decidióhacerloasí.Eligióaunahermosajovendelacorteimperial,no solo a los círculos que Kasatski deseaba escalar, sino, además, tan biensituada, que buscaban su amistad incluso las personas de mayor rango einfluencia.EralacondesaKorotkova.Kasatskipusoenellasusojospensando

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ensucarrera,perotambiénmovidoporlaextraordinariabellezadelajoven,yprontoseenamoródeella.Alprincipio lacondesaKorotkova le tratabaconmuchafrialdad.Deprontoseprodujouncambio, sehizomuycariñosaysumadreempezóainvitarconfrecuenciaasucasaaljovenoficial.

Kasatskipidiólamanodelacondesaysupeticiónfueatendida.Sequedósorprendidodelafacilidadconquehabíaalcanzadosemejantedichaydealgoraroquenoto enel tratode lamadreyde lahija.Pero estaba enamoradoyciego.Aellosedebióquenoseenteraradeloquesabíacasitodoelmundoenla ciudad, y era que su novia se había convertido en la amante de NikoláiPávlovichhacíaunaño.

II

Dossemanasantesdeldíaseñaladoparalaboda,Kasatskisehallabaenlacasa de campo de su prometida, en Tsárskoe Seló. Era un caluroso día demayo. Los dos enamorados se paseaban por el jardín y se sentaron en unbancodeunaavenidasombreadaporlostilos.Merillevabaunvestidoblancodemuselinaquedabaespecialrealceasubelleza.Parecíalaencarnacióndelainocencia y del amor. Sentada en el banco, ya bajaba la cabeza, yacontemplaba al apuesto galán que le hablaba con extremada ternura ysolicitud,temiendoofenderymancillarconsuspalabrasyhastaconsusgestosla angelical pureza de su novia. Kasatski pertenecía a aquellas personas demediadosdesiglo,tandistintasdelasdehoy,queadmitíancomobuenoparasíelrelajamientodelasrelacionessexualessinquesintieranporelloelmenorremordimiento,peroexigíandelaesposaunapurezaabsoluta,celestial.Castaycelestialmentepurasveíana las jóvenesde suambientey lasdivinizaban.Muchohabíade falsoyperjudicial enestepuntodevista respectoa lavidadisoluta de los hombres, pero en lo tocante a la mujer la idea entoncespredominante—tandistintadelaqueimperahoyentrelosjóvenes,quevenencada muchacha una hembra que busca a su pareja— resultaba a mi juicioaltamentebeneficiosa.Alversetratadascomoángeles,seesforzabanentratardeserloenmayoromenorgrado.Eseeraelconceptoquede lamujer teníaKasatski,yconesosojoscontemplabaélasunovia.Nuncasehabíasentidotanenamoradocomoeldíaaquenosreferimos,ynoexperimentabahaciasunovia elmás leve apetito sensual. Al contrario, la contemplaba embelesadocomoalgoinaccesible.

Se levantódelbancoysequedódepie frenteasuamada,erguidoensualtaestatura,apoyandoambasmanosenelsable.

—Sólo ahora he llegado a saber cuán inmensa es la felicidad que el

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hombreescapazdesentir.¡Yesausted,esati—dijosonriendotímidamente—aquienselodebo!

Sehallabaenaquellafaseenqueel«tú»nosehahechotodavíafamiliar,yalmirarlaconlimpiamirada,delacabezaalospies,leresultadifíciltratarde«tú»aunángelsemejante.

—Meheconocidoamímismogracias…ati,headvertidoquesoymejordeloquecreía.

—Loséhacemucho.Porestoprecisamentelequiero.

Un ruiseñor dejó oír trinos en unas ramas próximas; susurró el verdefollajeacariciadoporunsoplodebrisa.

Kasatskitomólamanodelajovenylabesó.Laslágrimasseleasomaronalos ojos. La condesa comprendió que su amado le agradecía lo que ellaacababadedecirle:quelequería.Eljovenoficialdiounospasos,silencioso;seacercóluegoalbancoysesentó.

—Sabe usted, sabes… es igual. Cuando me fijé en ti no me movía unimpulsodesinteresado,queríaligarmeconlaaltasociedad;peroluego,cuandote conocímejor… ¡Quémezquinomehaparecido todo eso en comparaciónconloquetúeres!¿Noteenojarásporloquetedigo?

Lajovennorespondióalapregunta,selimitóarozarconsumanoladeél.

—Has dicho…—Se sintió cohibido, le parecía excesivamente osado loque tenía a flor de labio—.Has dicho queme quieres; perdóname, lo creo;pero¿nohayalgo,ademásdeesto,queteinquietayturba?¿Quées?

«Ahoraonunca—pensóella—.Detodosmodos losabrá.Peroahorayanolopierdo.¡Seríahorriblequemedejara!».

Contempló con ojos de enamorada su figura grande, noble y poderosa.AhoraloqueríamásqueaNikolái,yaningúnpreciolocambiaríaporéste,sinosetrataradeunemperador.

—Escúcheme.Nopuedoocultarlaverdad.Hededecírselotodo.¿Preguntaustedquémeinquieta?Pues,elhaberamado.

Ellapusolamanoenladeljovencongestosuplicante.

Elcallaba.

—¿Deseaustedsaberaquién?Aél,alsoberano.

—Aéltodoslequeremos.Meimaginoqueseríacuandoustedestabaenelcolegio.

—No,después.Fueunalocura.Luegopasó.Perohededecirle…

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—Bueno,¿yqué?

—Esquenofuesolounjuego.

Lacondesasecubriólacaraconsusmanos.

—¿Quédiceusted?¿Quéleentregóaél?

Ellacallaba.

Kasatskiselevantódeunsaltoy,pálidocomolamuerte,temblorososlospómulos,sequedódepieanteella.RecordóentoncesqueNikoláiPávlovich,habiéndoleencontradoenlaavenidaNevski,lefelicitócariñosamente.

—¡Diosmío,quéhehecho,Stepán!

—¡Nometoque,déjeme!¡Oh,quécrueldad!

Kasatskilevolviólaespaldayentróenlacasa,allíencontróalamadre.

—¿Quéocurre,príncipe?Yo…—secallóalverelrostrodeljoven,rojodeira.

—Ustedlosabíayqueríaaprovecharsedemíparacubrirlos.¡Sinofueraustedunamujer!—exclamólevantandosuenormepuño;diomediavueltaysefuecorriendo.

Sielamantedesuprometidahubierasidounsimpleparticular, lohabríamuerto;perosetratabadeladoradozar.

Aldíasiguientesolicitóunpermisoypidiólerelevarandesusfunciones.Pretextó una enfermedad, para no tener que visitar a nadie, semarchó a sualdea.

Pasóallíelverano,poniendoenordensusasuntos.Cuandoelestíotocóasufin,KasatskinoregresóaPetersburgo,sinoquesefueaunmonasterioysehizomonje.

Sumadreleescribiódesaconsejándolequedieraunpasotandecisivo,peroéllecontestódiciéndolequelallamadadeDioserasuperioratodaslasdemásconsideraciones, y que él la sentía.Únicamente su hermana, tan orgullosa yambiciosacomoél,lecomprendió.

Comprendióquesuhermanosehacíamonjeparallegaramayoresalturasquequienespretendíandemostrarlequeestabanmásencumbradosqueél.Nose equivocaba. Haciéndose monje, Kasatski hacía patente su desprecio porcuantoparecíatanimportantealosdemás,yasílohabíaconsideradoélmismomientrasestuvoenel regimiento.Sesituabaenunanuevacima tanelevada,que desde ella podía mirar de arriba abajo a las personas a quienes antesenvidiaba. Pero no era éste el único sentimiento que lo movía, como sefigurabasuhermana,Várienka.Existíaenélotrosentimientoauténticamente

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religiosoqueéstadesconocía,sentimientoque,entretejidoconelorgulloyconsuafándeserelprimeroentodo,movíaadarunpasodetantatrascendencia.EldesengañoqueacababadesufrirconMeri (laprometida),a lacualhabíaidealizadocomoángelpurísimo,ylaofensasentida,resultarontanprofundosquesedesesperó,¿yadóndepodíaconducirleladesesperación?ADios,asufeinfantil,quenuncahabíaperdido.

III

KasatskientróenelmonasterioeldíadelaIntercesión.

El abad eraunvaróndenoble familia ydocto escritor, venerablepor surango como sucesor de los monjes de Valaquia, cuyas reglas les obligan aobedecer incondicionalmente al director espiritual y maestro que eligen. Elabad era discípulo del venerable padre Ambrosio, de perdurable fama,discípuloasuvezdeMacari,yéste,delvenerablepadreLeonid,quienlofuede Paisi Velichkovski. A aquel abad se subordinó, como a padre espiritualsuyo,Kasatski.

En el monasterio, además del sentimiento que experimentaba al tenerconcienciadesusuperioridadsobre losdemás,hallabaKasatski íntimogozoesforzándoseporalcanzarelgradomáximodeperfecciónensuvidamonacal,tanto exterior como interiormente,delmismomodoqueen todas susdemásempresas. Así como en el regimiento no solo era un oficial impecable quehacíamásdeloqueseexigíayampliabaelmarcodesuperfeccionamiento,enelmonasterioseesforzabatambiénporserperfecto:trabajabasiempre,eraunreligioso sobrio, humilde, limpio en el hacer y en el pensar, obediente.Estaúltimacualidadogradodeperfecciónera laquemásleayudabaaencontrarllevaderalavida.Noimportabaquemuchasdelasreglasquedebíaobservaren aquel monasterio, sumamente concurrido, no le gustaran y leescandalizaran;todosereducíaalanadapormediodelaobediencia.«Noescosamía razonar;miobligaciónesobedecer, velando las sagradas reliquias,cantando en el coro o llevando las cuentas del servicio de hostería». Laobedienciaasuvenerablepadreespiritualeliminabalaposibilidaddedudasentodos los terrenos. Sin esta obediencia, se habría sentido abrumado por laduraciónylamonotoníadelosoficiosreligiosos,poreltrajíndelosvisitantesy por otras particularidades de la hermandad monacal, pero gracias a estavirtudnosólolosoportabatodoconalegría,sinoqueencontrabaenellogranapoyoyconsuelo.«Noséporquéhacefaltaescucharvariasvecesaldíaunasmismas preces, pero sé que es necesario, encuentro alegría en ello». Suvenerable padre espiritual le dijo que del mismo modo que se necesita

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alimentomaterialparalaconservacióndelavida,hacefaltaelespiritual—elrezoenlaiglesia—,afindesostenerlavidadelespíritu.Kasatskilocreíaasí,yrealmentelosoficiosreligiosos,aunqueaveceslecostaratrabajolevantarsepor lamañana, leproporcionaban indudablesosiegoyalegría.Le llenabadecontentoeltenerconcienciadesupropiahumildadydesaberindudablementetodoslosactosquerealizabaporindicacióndelpadreespiritual.Elinterésdela vida estribaba no sólo en subordinar cada vezmás plenamente la propiavoluntad,enalcanzarunahumildadcadadíamayor,sinoentodaslasvirtudescristianas que al principio le parecieron fácilmente asequibles. Cedió susbienes a suhermanayno lo sentía.Noeraperezoso.No le resultabadifícilhumillarse ante los inferiores, antes bien, le proporcionaba un íntimo gozo.Inclusoleerafácilvencerelpecadodeconcupiscencia,tantodelagulacomode la lujuria. Su padre espiritual le puso en guardia sobre todo contra estepecado,yKasatskisealegrabadeestarlimpiodeél.

Letorturabasóloelrecuerdodelanovia.Nosetratabadelmerorecuerdo,sinodelavivarepresentacióndeloquehabríapodidoocurrir.Apesarsuyo,seleveníaalamemoriaunafavoritadelsoberano,mástardecasadayconvertidaenunamagníficaesposaymadredefamilia.Sumaridoocupabaunaltocargo,teníainfluenciayhonores,améndeunabuenayarrepentidaesposa.

Cuandosehallabaenbuenadisposicióndeánimo,estospensamientosnoleconturbaban.Sientonceslorecordabasesentíacontentodehaberselibradodeaquellas tentaciones.Perohabíamomentos enquedepronto todocuantoconstituíalarazóndesuvidaseesfumabayéldejabadeverloaúnsindejardecreer en ello. Entonces era incapaz de evocar de evocar en su interior esarazóndesuviviryseapoderabandeéllosrecuerdosy—horribleesdecirlo—searrepentíadehaberabrazadolavidamonacal.

Enestasituaciónloúnicoquepodíasalvarleeralaobediencia,eltrabajoylos rezos en el transcurso de toda la jornada. Rezaba como siempre, seprosternaba, incluso rezaba más que otros días, pero lo que rezaba era elcuerposinalma.Esodurabaundía,avecesdos,yluegopasaba.Peroesedíaoesos dos días eran terribles. Kasatski sentía que no se encontraba bajo supropiopodernibajoeldeDios,sinobajoalgúnpoderextraño.Loúnicoquepodía hacer y realmente hacía era lo que le aconsejaba su venerable padreespiritualparacontenerse:noemprendernadayesperar.Enrealidad,duranteesos días, Kasatski no vivía según su voluntad propia, sino según la de supadreespiritual,yenestasituaciónhallabaunparticularsosiego.

AsívivióKasatskisieteañosenaquelmonasterio.Afinalesdelterceraño,fue tonsuradoyordenadosacerdoteconelnombredeSergio.LaordenaciónconstituyóunimportanteacontecimientoenlavidainteriordeSergio,quiensiantesexperimentabagranconsueloyelevaciónespiritualcuandocomulgaba,despuésquetuvoocasióndeoficiarélmismo,elactodelofertoriolesumíaen

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un estado de excelsa beatitud. Luego, este sentimiento fue debilitándose, y,cuando tuvo que celebrar la misa en un estado de depresión espiritual,comprendióqueaquelestadodeéxtasisacabaríapordesaparecer.Enefecto,estesentimientosehizomásdébil,peroquedócomounacostumbre.

Al séptimo año, la vida del monasterio le aburría. Todo cuanto podíaaprenderallílohabíaaprendido.Todocuantoeranecesarioalcanzarlohabíaalcanzado.Allínolequedabanadaquehacer.

Elestadodeletargoenqueseencontrabasehacíacadadíamássensible.EneltranscursodeestosañosmuriósumadreysecasóMeri.Ambasnoticiasle dejaron indiferente. Toda su atención, todos sus intereses, se hallabanconcentradosensuvidainterior.

Enelcuartoañodesumonacato,elobispotuvoparaélmuchaspalabrasdeencomio,ysuvenerablepadreespiritual ledijoquenodeberíadenegarseaadmitir algún cargo elevado si se loofrecían.Entonces se encendió en él laambiciónmonástica,eseestadodeánimoquetantolehabíadisgustadoenlosmonjes.Ledestinaronaunmonasteriocercanoalacapital.Queríarenunciaraesedestino,perosupadreespiritualleordenóaceptarlo.Sergioasílohizo.Sedespidiódesusuperiorysetrasladóalotromonasterio.

Elpasoalaabadíadelacapitalfueunnotableacontecimientoenlavidadel padre Sergio. Se encontró allí con tentaciones de todo género y paravencerlastuvoqueponerenjuegotodassusfuerzas.

Enelanteriormonasteriolaseduccióndelamujerleatormentabapoco.Encambio aquí, esta tentación alcanzó una fuerza terrible, llegando incluso aadquirir formadeterminada.Unaseñoraconocidapor supoca recomendableconductaempezóamostrarseobsequiosaconSergio.Hablóconély lerogóque lavisitara.Sergiosenegórotundamente,peroquedóhorrorizadoante lainequívocafuerzadesudeseo.Seasustótanto,queselocontóporcartaasupadre espiritual, pero esto le pareció poco. Llamó a un joven novicio y,venciendolaenormevergüenzaqueleembargaba,leconfesósudebilidadylerogóquelevigilara,yquenoledejarairaningúnsitioexcepciónhechadelosoficiosdivinosydelosactosdepenitencia.

ConstituíaademásgranmotivodeescándaloparaSergioelhechodequeelabaddeesemonasterio,hombredemundo,muylisto,queestabahaciendounabrillantecarreraeclesiástica,leerasumamenteantipático.Pormásquelucharaconsigomismo,Sergionopodíavenceresaantipatía.Sesometía,peroenelfondodesualmanocesabadecensurarle.Yestemalsentimientoestalló.

Fueenelsegundoañodesuestanciaenelnuevomonasterio.Heaquíloque sucedió. Con motivo de las fiestas de Intercesión, se celebraban lasvísperas en la iglesia mayor. El templo estabamuy concurrido. Oficiaba el

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propioabad.ElpadreSergiosehabíaentregadoalrezoensulugarhabitual,peroestabatorturadoporlaluchaqueenélsolíadesencadenarsedurantelosoficios religiosos, especialmenteen la iglesiamayor, cuandonooficiaba.Sedebíaestaluchaalairritaciónqueleproducíanlosseñoresy,especialmente,lasdamasqueallíacudían.Sergioseesforzabapornoverlos,pornoadvertirlo que pasaba en torno suyo.No quería ver como unmilitar acompañaba aunas damas abriéndose paso entre la gente, ni como otros se hacían señasmirandoalosmonjes,amenudoaélmismoyaotromonjeconocidoporsudistinguido porte y hermosas facciones.Era como si pusiera anteojeras a suatención a fin de obligarse a no vermás que la llama de los cirios junto aliconostasio, las imágenes sagradas y los sacerdotes que oficiaban; a no oírnadaexceptolaspalabrasdelrezo,cantadasorecitadas,yanoexperimentarningún sentimiento que no fuera el de abandono de sí mismo en elcumplimientodeldeber,como loexperimentabasiemprealoír lasoracionestantasvecesoídasyrepetiranticipadamentesuspalabras.

Estaba,pues,depie,inclinándoseprofundamente,persignándosecuandoelritualloprescribía,luchandoconsigomismo,entregándosealfríoraciociniooahogando conscientemente en su interior sentimientos e ideas, cuando se leacercó el tesorero de su abadía, el padre Nikodim, otro gran motivo deescándaloparaelpadreSergio,queletachaba,apesarsuyo,deaduladorservildelabad.ElpadreNikodimsaludóaSergioconunaprofundareverenciayledijo que el abad le llamaba. Sergio recogió elmanteo, se puso el bonete yavanzóconsumocuidadoentrelamultitudquellenabaeltemplo.

—Lise,regardezàdroite,c’estlui—seoyóquedecíaunavozdemujer.

—Où,où?Itn’estpastellementbeau.

El padre Sergio sabía que hablaban de él. Oyó lo que decían y, comosiempre que se sentía tentado, repitió: «y no permitáis que caigamos en latentación».Bajólacabezaylamirada,dejóatráselambón,cedióelpasoaloscanocarcas que vestidos con sus albas llegaban en esemomento delante deliconostasio, y entró en el altar por la puerta del lado norte. Como decostumbre, hizo una reverencia inclinándose hasta la cintura ante el icono.Luego, sin pronunciar palabra, levantó la cabeza en dirección al abad, cuyafigurahabíavistoconelrabillodelojojuntoaotravestidadegala.Elabad,depiejuntoalapared,puestaslasvestidurassagradas,sefrotabalosgalonesdelacasullaapoyandosuscortosyrollizosbrazossobresuprominenteabdomen.Sesonreíahablandoconunmilitarquevestíauniformedegeneraly llevabavarias condecoraciones y charreteras, de las que enseguida se dio cuenta elpadreSergio,consumiradaexpertaenestascuestiones.Elgeneralpertenecíaal séquito del emperador y había sido comandante del regimiento en queSergiohabíaprestadosusservicios.Ahora,porlovisto,eraunapersonamuyinfluyente y el padre Sergio advirtió en seguida que el abad lo sabía y se

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alegraba,razónporlacualteníaradiantelarojaygordacara.ElpadreSergiosesintióheridoyamargado,yesasensaciónfuetodavíamayorcuandooyódelabios del abad que éste le había llamado porque el general tenía muchacuriosidadporver,comoélmismodecía,asuantiguocompañerodeserviciomilitar.

—Estoy muy contento de verle a usted en figura de ángel—le dijo elgeneral alargándole la mano—. Espero que no haya olvidado usted a unantiguocamarada.

Elrostrodelabad,encarnadoysonrienteenelmarcodesuscanascomoaprobando laspalabrasdel general; la cara acicaladay satisfechade éste, elolor a vino que de su boca se desprendía y el olor a tabaco de sus patillas,acabaronconlaecuanimidaddelpadreSergio,quiense inclinóunavezmásanteelabadydijo:

—Reverendopadre,¿ha tenidoabien llamarme?—tanto laexpresióndesucaracomosuactitudañadían:¿paraqué?

Elabaddijo:

—Lehellamadoparaqueseentrevisteconelgeneral.

—Reverendopadre,meapartédelmundoparalibrarmedelastentaciones—replicópalideciendoy con los labios temblorosos—. ¿Por quéme someteustedaellasaquí,durantelashorasdelrezoyeneltemplodeDios?

—Vete,vete—ledijoelabad,irritadoyfrunciendoelceño.

AlotrodíaelpadreSergiopidióperdónalabadya losdemáshermanospor su orgullo, pero después de haber pasado la noche rezando, creyó quedebía abandonar la abadía. Escribió en este sentido a su padre espiritual,suplicándole le permitiera volver a su lado. Le dijo que se sentía débil eincapazdelucharcontralastentaciones,solo,sinsuayuda.Ysearrepentíadesu pecado de orgullo. El siguiente correo le trajo la respuesta. Su padreespiritualledecíaquetodoelmalestabaensuorgullo.Elarranquedecóleraque había sufrido —proseguía el padre espiritual— se debía a que alhumillarseyrenunciaraloshonoresnohabíaobradoporamordeDios,sinopororgullo,comodiciendo,fijaosenmí,nonecesitonada.Porestemotivonopudosoportarelactodelabad:«yaveis,herenunciadoatodoporamoraDiosyahoramemuestrancomosifueraunanimalraro».

«SihubierasdespreciadolagloriaporamoraDios, lohabríassoportado.Aún no has ahogado en ti el orgullomundano.He pensado en ti, hijomío,Sergio,he rezado,yheaquí loqueDiosmedicta:vivecomohastaahoraysométete. Acabo de enterarme de que ha muerto en santidad el anacoretaHilarión,despuésdevivirdieciochoañosensucelda.Elabaddelmonasterio

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deTambinomehapreguntadosisédealgúnhermanoquequieravivirallí.Enestomellegatucarta.PreséntatealpadrePaisi,enelmonasteriodeTambino,ypídelequetedejeocuparlaceldavacía.Pormiparteyaleescribiré.Noesque puedas tú sustituir a Hilarión, pero necesitas la soledad para vencer tuorgullo.QueDiostebendiga».

Sergioobedecióasupadreespiritual.Enseñolacartaalabady,obtenidoelpermiso correspondiente, se dirigió hacia la celda solitaria de Tambino,despuésdehaberhechoentregadetodossusbártulosalaabadía.

ElsuperiordelacomunidaddeTambino,excelentepersona,procedentedeuna familiademercaderes, acogió, tranquiloy sencillo, alpadreSergioy leinstalóenlaceldadeHilarión,poniendoasuserviciounhermanolego,sibienluego lo dejó solo, atendiendo al ruego del propio Sergio. La celda era unacueva abierta en la montaña. Allí mismo, en la parte posterior, se habíaenterradoaHilarión.Enlaparteanteriorhabíaunnichoconunjergóndepajapara dormir, una mesita y una estantería para las imágenes sagradas y loslibros.Juntoalapuertaexterior,quesecerraba,habíaunatablitaenlaqueunavezaldíaunmonjedelmonasteriodejabaelalimento.

YelpadreSergiosehizoermitaño.

IV

En el sexto año de vida anacorética, durante las fiestas de carnaval, ungrupo de alegres personas ricas de la ciudad próxima, hombres y mujeres,después de hartarse de hojuelas y vino, decidieron dar un paseo en troika.Formaban el grupo dos abogados, un rico propietario, un oficial y cuatromujeres.Unadeellaseralaesposadeloficial;laotra,loeradelterrateniente;la tercera era una solterona hermana de este último y la cuarta una mujerdivorciada, hermosa y rica, que alteraba el sosiego de la cuidad con susextravagancias.

El tiempo era espléndido, el hielo del camino parecía bruñido como unentarimado.Recorrieronunasdiezverstas,yluegosedetuvieronparadecidirhaciadóndeirían,simáslejosovolveríanalaciudad.

—¿Adónde lleva este camino? —preguntó Makovkina, la bella mujerdivorciada.

—A Tambino, que está de aquí a doce verstas —respondió uno de losabogadosquelehacíalacorte.

—¿Yluego?

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—LuegoaL.,porelmonasterio.

—¿AllídondeviveesequellamanpadreSergio?

—Sí.

—¿Kasatski?¿Eseermitañotanguapo?

—Elmismo.

—¡Mesdames! ¡Señores! Vamos a visitar a Kasatski. En Tambinodescansaremosytomaremosalgo.

—Perononosdarátiempoparavolveradormirencasa.

—Noimporta,pasaremoslanocheenlaceldadeKasatski.

—Sitio no faltará. En el monasterio hay una hostería que no es mala.EstuveallícuandomeencarguédeladefensadeMajin.

—No,yopasarélanocheconKasatski.

—Esoesimposible.Nisiquierausted,contodosupoder,loconseguirá.

—¿Imposible?¿Quiereapostaralgo?

—Venga. Si usted pasa la noche conKasatski, estoy dispuesto a todo loqueustedquiera.

—Adiscreción.

—¡Yusted,también!

—Deacuerdo.Adelante.

Ofrecieronvinoaloscocheros.Elgrupodeamigossesirvióempanadillas,vinoycaramelosquesacarondeunacaja.Lasdamassearrebujaronbienconsusblancosabrigosdepieldeperro.Loscocherosdiscutieronacercadequiéniríadelante,hastaqueunodeellos,congallardomovimiento,hizorestallarellátigo y lanzó un grito. Cantaron los cascabeles y se oyó el chirrido de lostrineosaldeslizarsesobrelanievehelada.Apenassenotabaningunasacudida,el trineo se inclinaba ligeramente hacia los costados, el caballo lateralgalopabaacompasadayalegremente,atadalacolasobrelaadornadaretranca;elcamino,llanoyliso,corríavelozhaciaatrás;elcocheroagitabaairosamentelas riendas; el abogado y el oficial, sentados uno frente a otro, estabanbromeando con Makovkina, la cual, arrebujada en su abrigo, permanecíainmóvil y pensaba: «Siempre lomismo y siempre repugnante: caras rojas ylucientes oliendo a vino y a tabaco, las mismas palabras, los mismospensamientosysiempredandovueltasalrededordelamismaporquería.Todosestán contentos y convencidos de que ha de ser así y que pueden seguirviviendo de estamanera hasta el fin de sus días.Yo no puedo.Estoy harta.

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Necesitaría algo que lo desbaratara y trastornara todo.Que nos ocurriera loqueaésos,creoquedeSaratov,quefuerondepaseoysehelaron.¿Quéharíanmis amigos? ¿Cómose comportarían?Quéduda cabe, comounos cobardes.Cada uno pensaría únicamente en sí mismo. Yo misma me comportaríavillanamente. Pero yo por lomenos soy hermosa.Lo saben. ¿Y esemonje?¿Esposiblequeyanocomprendatalescosas?Nopuedeser.Estoesloúnicoquetodoscomprenden.Comoelotoñopasadoaquelcadete.¡Yquéestúpidoera…!».

—¡IvánNikoláievich!—exclamó.

—¿Quémanda,miseñora?

—¿Cuántosañostendrá?

—¿Quién?

—Kasatski.

—Meparecequeunoscuarenta.

—¿Yrecibeatodoelmundo?

—Sí,peronosiempre.

—Tápamelospies.Asíno.¡Quépocamañaseda!Todavíamás,más;así.Ynotieneporquéapretarmelaspiernas.

Así llegaron hasta el bosque en que se encontraba la celda.Makovkinabajóymandóalejarsealosdemás.Intentarondisuadirla.Peroellaseenojóyles dijo que se fueran. Entonces los trineos se pusieron en camino, y ella,envuelta en su blanco abrigo de pieles, echó a andar por el sendero. Elabogadobajódeltrineoysequedómirándola.

V

El padre Sergio llevaba más de cinco años viviendo en su celda, en suermitasolitaria.Teníacuarentaynueve.Suvidaeradura.Noporeltrabajodelayuno y de las preces; éstos no eran verdaderos trabajos, sino por la luchainterior que tenía que sostener, contra lo que había esperado. Dos eran losmotivosdesulucha:ladudaylastentacionesdelacarne.Losdosenemigosatacabansiemprealunísono.Aélleparecíaqueerandos,peroenrealidadsetrataba de uno solo. Tan pronto quedaba deshecha la duda, caía asimismoaniquilada la lujuria. Pero él creía que eran dos diablos distintos y luchabaseparadamenteconellos.

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«¡Diosmío,Diosmío!—pensaba—,¿porquémeniegaslafe?Sí,contrala lujuria lucharonSanAntonioyotros,perocreían.Teníanfe,yyoavecespasominutos,horasydíassinfe.¿Paraquéhadeexistirelmundo,contodossusencantos,siespecaminosoyhayquerenunciaraél?¿Porquéhascreadotú la tentación? ¿La tentación? ¿Pero no será también una tentación el quequierayoapartarmedelasalegríasdelavidayaspireaalcanzaralgodondequizá no haya nada? —Conforme lo pensaba, se sentía horrorizado—.¡Miserable,miserable!¿Ypretendessersanto?».Sereprendíaasímismo.Sepusoaorar.Peronobiendiocomienzoalosrezos,seviotalcualeracuandovivía en el monasterio: con el bonete, el manteo y su majestuoso aspecto.Moviólacabeza.«No,nosoyasí.Estoesunafalacia.Peroengañoalosotros.NopuedoengañarmeamímismoniengañaraDios».Doblólosbordesdeloshábitos y contempló sus descarnadaspierna, enfundadas en los calzones.Sesonrió.

Luego soltó los bordes de sus hábitos y empezó a leer el libro de lasoraciones, a santiguarse y a inclinarse. «¿Es posible que este lecho sea mitumba?». Leyó. Y fue como si un diablo le musitara al oído: «El lechosolitarioyaesunatumba.Esunafarsa».Vioconimaginaciónloshombrosdeuna viuda que en otro tiempo fue su amiga. Sacudió de su mente talespensamientos y prosiguió la lectura.Leídas las reglas, tomó losEvangelios,losabrióalazarydioenunpasaje,querepetíaamenudoysabíadememoria:«Señor, ayúdame a vencer mí incredulidad». Apartó de sí las dudas que leasaltaban. Como si se tratara de un objeto en equilibrio inestable, volvió acolocar su fe sobre el inseguro soporte y se alejó cautelosamente para noderribarla con algún movimiento descuidado. Volvieron a su sitio lasanteojerasyelpadreSergiose tranquilizó.Repitió laoracióndesuinfancia:«Nomeabandones,Señor,nomeabandones».Sesintióaliviado,invadidoporun sentimiento de alegría y ternura. Luego se santiguó y se acostó en suesterilla, sobre un estrecho banco, utilizando como almohada sus hábitos deverano.Sequedódormido.Entresueñoscreyóoírrepiqueteosdecascabeles.No sabía si era algo real o soñado. Un golpe en la puerta lo despierta. Selevanta sin dar crédito a sus oídos. Pero el golpe se repite. No cabía duda,habíangolpeadomuycerca,ensupropiapuerta,ysehabíaoídounavozdemujer.

«¡Diosmío!¿Seráverdadloqueheleídoenlasvidasdelossantos,queeldiablo se presenta en formademujer…?Sí, es una voz demujer, ¡una vozdulce, tímidaygrata! ¡Fu!—Yescupióal lanzarestaexclamación—.Noesasí,hasidotodounaalucinaciónmía».Seacercóaunrincónysedejócaerderodillasfrentealicono.Aquelmovimientoregularyhabitualyoporsímismole proporcionaba consuelo y satisfacción. Le cayeron los cabellos sobre elrostro y apretó la frente sobre el húmedo y frío suelo, donde se formabanbreves hileras de polvillo de nieve arrastrado por el viento que soplaba por

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debajodelapuerta.

Recitóunsalmocontralastentaciones,elquerecomendóparatalescasosel venerable Pimen.Levantó sin lamenor dificultad elmagro y ágil cuerposobre sus fuertespiernasnervudasy sedispusoaproseguir la lecturade lossalmos, pero en vez de leer aguzaba involuntariamente el oído.Deseaba oíralgo más. El silencio era absoluto. En un rincón las gotas de agua que sedesprendíandelabóvedaresonabancomoantesalcaerenlatinaja.Fuera,laoscuridaderatotal.Lanieblaapagabaelbrillodelanieve.Silencio,nadamásque silencio. De pronto se oyó en rumor junto a la ventana y una vozinconfundible,aquelladulceytímidavoz,unavozquesólopodíaperteneceraunamujeratractiva,dijo:

—PorDios,ábrame…

Lepareció que la sangre se le agolpaba en el corazón.Ni siquiera pudosuspirar.«QueDiosresuciteymeampare…».

—Nosoyeldiablo…—Nocabíadudadequesesonreíanlos labiosquepronunciabanaquellaspalabras—.Nosoyeldiablo,sinounapobrepecadoraquesehaextraviado,enelsentidorectodelapalabra,noenelotro.—Seechóareír—.Estoyheladaypidoasilo…

ElpadreSergioacercóel rostroalcristaldelventanuco.Sóloseveía losdestellosdelcandilreflejadoenelvidrio.Sepusolasmanosaambosladosdelacaraymiró.Niebla,oscuridad,unárbol.¿Yaladerecha?Allíestabaella.Sí,eraunamujerenvueltaenunabrigodeblancaspieles,tocadaconungorro.Sucaritalinda,bondadosayasustada,seinclinabamirándole,adospulgadasde la suya propia. Sus ojos se encontraron y se reconocieron.No es que sehubieranvistoantes,peroenlamiradaquecambiaronsedieroncuenta(sobretodoél)dequese reconocíanysecomprendían.Despuésseestamirada,nocabíayadudaningunadequesetratabadeldiabloynodeunamujersencilla,buena,dulceytímida.

—¿Quiénesusted?¿Quéquiere?—preguntóél.

—¡Ábrameya!—dijoellaconcaprichosorequerimiento—.Estoyhelada.Ledigoquemeheextraviado.

—Soyunmonje,unermitaño.

—Bueno,peroabra.¿Quiereustedquemequedeyertaalpiedelaventanamientrasustedreza?

—Perocómousted…

—Nomelovoyacomer,notema.PorDios,déjemeentrar.Noresistoelfríomástiempo.

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Empezóatenermiedoypronuncióestasúltimaspalabrascasisollozando.

Él se apartó de la ventana y dirigió su mirada al icono en que estabaJesucristo con la corona de espinas. «Señor, ayúdame. Señor, no meabandones»,murmurópersignándose e inclinándoseprofundamente, hasta lacintura.Seacercóalapuerta,quedabaaunaespeciedeminúsculozaguán,ylaabrió.Allíbuscóatientaselganchoqueserrabalapuertaexterior.Fueraseoyeron pasos. La mujer se apartaba de la ventana y se dirigía a la puerta.«¡Ay!»,exclamódepronto.Habíametidounpieenelcharcoqueseformabadelante del umbral. Al padre Sergio le temblaban las manos y no podíalevantarelgancho.

—¿Quéespera?Déjemeentrar.Estoyempapada,aterida.Ustedsólopiensaenlasalvacióndesualmaydejaquemehiele.

ElpadreSergiotiródelapuertahaciasí,levantóelganchoy,sincalcularelimpulso,empujólapuertahaciafuera,dandoungolpealamujer.

—¡Oh,perdone!—exclamó,volviendode improvistoa la expresiónyaltonoquetanfamiliaresleeranenotrostiempos,alalternarcondamas.

Ella se sonrió al oír ese «perdone», pensando: «No es tan terrible comosuponía».

—Nohasidonada,nohasidonada.Ustedmehadeperdonaramí—dijopasando por delante del padre Sergio—. No me habría atrevido nunca amolestarle.Peromeencontrabaenunasituaciónmuyapurada.

—Entreusted—musitóélcediéndoleelpaso.

Notóunfuerteolordefinosperfumes,comonosentíahacíamuchosaños.Lamujercruzóelpequeñozaguánypenetróenelrecintoanteriordelacueva;éllasiguió,despuésdehabercerradolapuertasinponerelgancho.

«Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, perdone a este pobre pecador;Señor,tencompasióndeestepobrepecador»,repetíasincesarensuinteriory,además,moviendoinvoluntariamenteloslabios.

—Acomódese—dijo.

Ellapermaneciódepie,enmediodelaestancia,mirándoleconunasonrisaburlonaenlosojos.Desuropasedesprendíangotasdeagua.

—Perdónemequehayaquebrantado su soledad.Peroyaveustedenquésituaciónme encuentro. Todo se debe a que salimos de la ciudad a dar unpaseoentrineoyyoapostéquevolveríasolaapiedesdeVoroviovka,peromeequivoquédecamino,ysinohubieradadoconsuermita…—empezóadecir,mintiendodescaradamente.

Perosesintió tanconfusaal fijarseenel rostrodelpadreSergio,queno

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pudoseguir lapatrañaysecalló.Se lohabía imaginadodistinto.Noera tanguapocomosehabíafigurado,peroleparecíamagnífico.ElaspectodelpadreSergioconsuscabellosentrecanosyensortijados,lomismoqueelpelodelabarba,sunarizdelíneacorrectayaquellosojosardientescomobrasascuandomirabandefrente,laimpresionaronprofundamente.

Elcomprendióquelamujermentía.

—Bueno,nosepreocupe—dijomirándolaybajandonuevamentelosojos—.Yopasaréahíyusteddescanse.

Descolgó el candil, encendió una vela y, haciendo ante la mujer unaprofundareverencia,pasóalcuartuchoquehabíaalotroladodeuntabiquedemadera. Arrastró algún objeto hacia la puerta. Al oírlo, se dijo la mujer,sonriendo:«Probablementeaseguralapuertaparaqueyonopuedaentrar».Sequitóelabrigodeblancaspieles,elgorro,alqueselehabíanpegadoalgunoscabellos, y el pañuelito de punto que llevaba debajo del gorro. No estabaempapada, y si lo dijo cuando estaba junto a la ventana, fue sólo comopretextoparaque la dejara entrar.Pero frente al umbral habíametido enuncharcoelpieizquierdo,hastalapantorrilla,yteníallenodeaguaelzapatoylabotadegomaquellevabaencima.SesentóenelcamastrodelpadreSergio—una tabla cubierta únicamente con una estera— y empezó a descalzarse.Aquella pequeña celda le pareció encantadora. Mediría unos ocho pies deanchoporunosdiezuoncedelargo.Estabalimpiacomouncristal.Nohabíaenellamásqueelcamastrodonde lamujersehallabasentada,yencimaunestanteconlibros.Enunrincónhabíaunatril.Enlapuerta,colgadodeunosclavos,unabrigoyunasotana.Sobreelatril, la imagendeJesucristocon lacoronadeespinas,yuncandil.Senotabaunolorrarodeaceite,asudoryatierra.Perotodoleparecíaagradable.Inclusoelolor.

Los pies mojados, sobre todo el izquierdo, le dolían, y se puso adescalzarseapresuradamente sindejarde sonreír, contentano tantodehaberlogradoloqueseproponía,sinodehabervistoquehabíaconturbadoalpadreSergio, a ese hombre magnífico, sorprendente, raro y atractivo. «No hacorrespondido…¡Quémásda!»,sedijoparasí.

—¡PadreSergio!¡PadreSergio!Esasícómolellaman,¿verdad?

—¿Quéquiereusted?—lerespondióunavoztranquila.

—Por favor, perdóneme que haya roto su soledad. Pero créame, no hepodidoevitarlo.Mehabríapuestoenferma.Noséloquemevaapasar.Estoyempapada.Tengolospieshechosuntémpano.

—Perdóneme—respondiólavozsosegada—,nadapuedohacerporusted.

—Por nada del mundo le habría incomodado.Me quedaré sólo hasta el

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amanecer.

El padre Sergio no respondió, y lamujer oyó un leve balbuceo. «Por lovistoreza»,sedijo.

—No entrará usted aquí, ¿verdad? —preguntó sonriéndose—. He dequitarmelaropaparasecarla.

ElpadreSergionorespondióycontinuórezandosusoracionesalotroladodeltabiqueconlamismavozreposada.

«Estesíesunverdaderohombre»,pensóella tirandocondificultaddelabotamojada.Pormásquetiraba,nopodíaquitárselayestolehizogracia.Seríomuybajito, pero sabía que él oía su risa y que esta risa influía en él talcomo ella deseaba. Se río más fuerte, y aquella risa alegre, natural ybondadosa influyó realmente sobre el padre Sergio tal como ella habíadeseado.

«Aunhombrecomoéste se lepuedeamar. ¡Quéojos los suyos! ¡Yquérostromás abierto,más noble ymás apasionado!, pormuchas que sean lasoracionesquerece—pensóella—.Lasmujeresnonosengañamos.Tanprontoacercósurostroalcristalymevio,locomprendíylosupe.Loleíenelbrillodesusojos.Meamó,medeseó.Sí,medeseó»,decíasacando,porfin,zapatoy bota y quitándose luego las medias. Para quitarse aquellas largas mediasprendidasenelásticos,teníaquelevantarselafalda.Sintióvergüenzaydijo:

—Noentre.

Perodelotroladodeltabiquenollegórespuestaalguna.Seguíaoyéndoseelacompasadomurmullo,alqueseañadióelruidodeunosmovimientos.«Seinclinahastaponerlafrenteenelsuelo,nohayduda—pensóella—;perodenada le servirá—musitó—.Piensa enmí.Comopiensoyo en él. Piensa enestas piernas mías», dijo quitándose las medias mojadas y recogiendo lasdesnudas piernas sobre el camastro. Permaneció sentada unos momentos,abrazándose las rodillas en actitud pensativa. «¡Cuánta soledad, cuántosilencio!Nadie sabría nunca…».Abrió la estufa y puso lasmedias a secar.Después, pisando levemente el suelo con sus pies descalzos, volvió alcamastro,dondesesentóotravezconlaspiernasrecogidas.Alotroladodeltabiquenoseoíanielmásleveruido.Makovkinaconsultóeldiminutorelojquelependíadelcuello.Eranlasdosdelamadrugada.«Misamigoshandevenirabuscarmeaesodelastres».Teníaasudisposiciónunahoraescasa.

«¿Hedepermanecertodoestetiempoaquísola?¡Quétontería!Noquiero.Ahoramismolollamo».

—¡PadreSergio!¡PadreSergio!¡SergioDmitrich,príncipeKasatski!

Nadaseoyóalotroladodeltabique.

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—Óigame, no sea usted cruel. No le llamaría si no le necesitara. Estoyenferma.Nosé loquemepasa—exclamóconvozquejumbrosa—.¡Ay,ay!—gimió,dejándosecaersobreelcamastro.

Y, cosa rara, se sentía realmente mal, creía desfallecer, le dolía todo elcuerpo,temblabacomosituvierafiebre.

—Óigame,ayúdeme.Noséloquemepasa.¡Ay,Ay!—Sedesabrochóelvestido, dejando los senos al aire, y extendió los brazos desnudos hasta loscodos—.¡Ay,ay!

El padre Sergio permanecía en su cuartucho rezando. Acabadas lasoracionesvespertinas,sequedódepie,inmóvil,fijalamiradaenlapuntadelanariz, componiendo una prudente oración y repitiendo con toda el alma:«SeñormíoJesucristo.HijodeDios,tencompasióndemí».

Perolooíatodo.Oyóelrocedelasedacuandoellasequitóelvestido,oyólaspisadasde losdesnudospiespor el suelo, laoyó frotarse laspiernas.Sesintiódébilycomprendióquepodíacaerencualquiermomento.Porestonodejabadeorar.Experimentabaalgosemejantealoquedebíaexperimentarelhéroelegendarioobligadoacaminarsinvolverlosojosasualrededor.Sergionotaba,sentíaqueelpeligroyperdiciónestabanahí,encima,entorno,yquesólopodíasalvarsesinocontemplabaaaquellamujerniuninstante.Perodeprontoseapoderódeéleldeseodeverla.Enaquelmismomomentodijoella:

—Escúcheme,estoesinhumano.Puedomorirme.

«Sí,iré,comoaquelpadrequepusounamanosobrelamujerdelpecadoyla otra sobre una parrilla al rojo vivo. Pero no tengo parrilla». Miró a sualrededor.Vioelcandil.Pusoeldedoenlallamayfruncióelceño,dispuestoaresistir. Por unosmomentos le pareció que no sentía ningún dolor, pero derepente, sin tener aún conciencia de si lo que sentía era dolor y cuál era suintensidad,hizounamuecayretirólamanosacudiéndola«No,noloresisto».

—¡PorDios!¡Oh,socórrame!¡Memuero,oh!

«¿Debo,pues,condenarme?Nopuedeser».

—Ahora la atenderé—dijo, y abrió la puerta de su cuartucho, pasó pordelantedeellasinmirarla,entróenelpequeñozaguándondecortabalaleñaybuscó a tientas el tajo sobre el que hacía las astillas y el hacha que teníaapoyadaalmuro.

—Ahoramismo—repitió,yagarrandoelhachaconlamanoderechapusoundedodelaizquierdasobreeltajo,levantólaherramientaydeungolpeselocortó,másabajodelasegundaarticulación.Eltrozodededocortadosaltómás fácilmenteque las astillasdelmismogrosor, rodópor el tajoy cayó alsueloproduciendounsordoruido.

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Sergio oyó este ruido antes de percibir el dolor. Pero no había tenidotiempo aún de sorprenderse de que no le doliera, cuando sintió como unamordedura intensísima y notó que por el dedo cercenado le salía la tibiasangre. Envolvió rápidamente el dedo herido con el borde de su hábito y,apretándolo a la cadera, volvió sobre sus pasos. Se detuvo ante lamujer, ybajandolavistapreguntóquedamente:

—¿Quéquiereusted?

Alveraquelpálidorostro,conunlevetemblorenlamejillaizquierda,lamujersesintiódeprontoavergonzada.Saltódelcamastro,agarróelabrigoyseloechóencima,envolviéndoseenél.

—Mesentíamal…meheresfriado…yo…PadreSergio…yo…

Sergiolevantólosojos,quelebrillabancondulceyalborozadoresplandor,ydijo:

—Dulce hermana, ¿por qué has querido perder tu alma inmortal? Lastentacionessonpropiasdelmundo,pero¡aydeaquelquelasprovoca!…RezaparaqueDiosteperdone.

Ella le escuchó y se le quedó mirando. De pronto notó el ruido de unlíquidoquecaíagotaagota.Sefijóyvioque lasangrefluíade lamanodeSergioybajabaporuncostadodesushábitos.

—¿Quésehahechoenlamano?

Recordóelruidoqueacababadeoír,tomóelcandilypenetróenelzaguán.Enelsuelovioeldedoensangrentado.Máspálidatodavíaqueél,volvióalareducida estancia y quiso decirle algo; pero el padre Sergio entrósilenciosamenteenelcuartuchodelfondoycerrólapuerta.

—Perdóneme—dijo lamujer—. ¿Cómopodré alcanzar el perdón demipecado?

—Vete.

—Déjemequelevendelaherida.

—Vetedeaquí.

Sevistióapresuradamente, sindecirpalabra.Arrebujadaensuabrigo, sesentó esperando la llegada de sus amigos. A lo lejos se oyeron unoscascabeles.

—PadreSergio,perdóneme.

—Vete.TeperdonaráDios.

—PadreSergio,cambiarédevida.Nomeabandone.

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—Vete.

—Perdónemeyconcédamesubendición.

—EnnombredelPadre,delHijoydelEspírituSanto—seleoyóalotroladodeltabique—.Vete.

Lamujerprorrumpióensollozosysaliódelacelda.Elabogadoibaasuencuentroyledijo:

—He perdido la apuesta, ya lo veo, paciencia. ¿Dónde quiere ustedsentarse?

—Medalomismo.

Subióaltrineoyentodoelcaminoderegresonodijoniunapalabra.

**

Un año más tarde ingresó en un convento. Donde lleva una vida muyaustera bajo la dirección del ermitaño Arsenio, quien de vez en cuando leescribeunacarta.

VI

ElpadreSergiovivió siete añosmásen suermita.Alprincipioaceptabamuchasdelascosasquelellevaban:té,azúcar,panblanco,leche,ropas,leña.Peroamedidaquetranscurríaeltiempoimponíamásrigorasuscostumbres,yfuerenunciandoatodolosuperfluo.Llegó,porfin,anoaceptarmásquepannegro una vez a la semana. Todo cuanto le llevaban lo distribuía entre lospobresqueacudíanaverle.

Se pasaba el tiempo rezando en la celda o conversando con quienes lovisitaban,cuyonúmeroeracadadíamayor.Únicamentesalíadesuceldaparairalaiglesia,unastresvecesalaño,yparairabuscarleñaoagua,cuandolonecesitaba.

A los cinco años de vivir así tuvo lugar al suceso que pronto llegó aconocimientodetodoelmundo:lavisitanocturnadeMakovkinayelcambioradical que inmediatamente después sufrió la mujer y su ingreso en elconvento.DesdeentonceslafamadelpadreSergiofueenaumento.Cadadíaeramayorelnúmerodepersonasquelovisitaban.Prontoseinstalaronjuntoasu celda otrosmonjes, construyeronuna iglesia y una hostería.La famadelpadreSergio,agrandandocomosiempreenestoscasosla importanciadelosactos realizados, se fue extendiendo hasta lugares cada vez más lejanos.Empezaron a acudir a su retiro gentes de remotas comarcas, comenzaron a

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llevarleenfermospidiéndolequeloscurara.

La primera curación se produjo en el octavo año de su vida retirada. Setrataba de un muchacho de catorce años. Su madre lo llevó ante el padreSergio,aquien rogópusierasusmanossobreelniño.AlpadreSergioniensueños se le había ocurrido pensar que podía curar a los enfermos. Habríaconsiderado semejante idea gran pecado de orgullo. Pero lamadre de aquelniñolerogabainsistentemente,searrastrabaasuspiespreguntándoleporquéno querían ayudar a su hijo habiendo curado a otros, le suplicabafervorosamenteporamordeNuestroSeñorJesucristo.CuandoelpadreSergiodecíaquesóloDiospuedecurar,lamadrelereplicabaqueúnicamentelepedíaunacosa:quepusieralamanosobresuhijoyrezara.ElpadreSergiosenegóyseretiróasucelda.Peroalamañanasiguiente(estabanenotoñoylasnocheseranyafrías),alirabuscaragua,viootravezaaquellamadreyasuhijo,elmuchacho de catorce años, pálido, desmedrado, y oyó lamisma súplica. ElpadreSergiorecordólaparáboladeljuezmentiroso,yaunquehastaentonceshabía estado plenamente convencido de que no debía acceder a lo que lerogaban,comenzóa tener susdudas,por locual sepusoaorary rezóhastaque en su alma hubo nacido una resolución. Y fue ésta que él debía darcumplimientoaldeseodelamadre,pueseraposiblequelafequeteníasalvaraasuhijo.Encuantoasímismo,sedijoqueenestecasoélnoseríamásqueunmeroeinsignificanteinstrumentoelegidoporDios.

Seacercóentoncesalamadre,pusolamanosobrelacabezadelmuchachoyempezóarezar.

Madreehijosefueron;unmesmástardeéstesehabíacurado.Lafamadela santa fuerza curativa del venerable Sergio, como entonces empezaron allamarle, corrió como reguerodepólvorapor aquellos contornos,ynohubosemana,apartirdeesteacontecimiento,quenoacudiesenenfermosavisitarle,apieoacaballo.Comohabíaaccedidoalruegodeunos,nopodíanegarseasatisfaceralosotros.Poníalamanoyoraba.MuchossecurabanyconellolafamadelpadreSergionohizomásqueacrecentarse.

Asítranscurrieronnueveañosdevidamonacalytrecedevidaensoledad.ElaspectodelpadreSergionopodíasermásvenerable:teníalabarbaluengayblanca,peroloscabellos,aunqueralos,seleconservabannegrosyrizados.

VII

DesdehacíavariassemanasunacuestiónpreocupabaseriamentealpadreSergio.¿Obrababienalaceptarlavidaquellevaba,alaquehabíallegadono

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tantoporsímismocomoporlosrequerimientosdelarchimandritaydelabad?Comenzódespuésdelacuracióndelniñodecatorceaños.Desdeentonces,demesenmes,desemanaensemana,dedíaendía,notóelpadreSergioquesedestruíasuvidainterioryqueellugardeéstaloibaocupandolavidaexterior.Eracomosilehubierandadolavueltasacandoafueralodeadentro.

El padre Sergio vio que se había transformado en unmedio para atraervisitantes y personas que hacían donativos al monasterio. Por ello, lasautoridadesmonacaleslerodeabandelascondicionesadecuadasafindequepudieraserlomásútilposible.Noledejabanhacerningúntrabajofísico.Lesurtíandecuantopudieranecesitaryúnicamenteleexigíanquenonegaralabendición a quienes acudían a solicitársela. Para que ello le resultara máscómodo, fijaron días de visita. Dispusieron convenientemente un lugar derecepciónparaloshombresyotroaisladoporunabarandillaafindequenoloderribaran las entusiastas peregrinas que se le acercaban en alud.Desde allípodía bendecir a los reunidos.Le decían que la gente lo necesitaba, que nopodíanegarseaquelovieranquienesdeseabanverlosiqueríaserfielalaleydelamordivino,yqueapartarsedeesasgentesseríaunacrueldad.Cuandooíatales razones las aprobaba, pero amedida que se rendía a esa vida se dabacuenta de que los valores externos iban desplazando a los internos, que sesecabaenélelhontanardelaguavivayquesusobrassedirigíancadadíamáshacialoshombresycadadíamenoshaciaDios.

Cuandopronunciabaunsermónantelagenteeinclusocuandoselimitabaabendecirla,cuandorezaba impetrando lacuraciónde losenfermos,cuandodaba un consejo o alumbraba el camino de una vida, cuando escuchaba laspalabrasdegratitudde laspersonasaquieneshabíacurado, segúndecían,ohabíaayudadoconsuspalabras,nopodíaevitarelsentirsecontento.Tampocopodíadespreocuparsedelasconsecuenciasdesusactosnidelainfluenciaquesobre la gente tenían. Pensaba que era una llama ardiente, y cuantomás locreía tantomás débil y apagada sentía la divina luz de la verdad que en élbrillaba.«¿QuépartevaaDiosdeloqueyohagoycuálaloshombres?».Estacuestiónleatormentabaconstantemente,ynuncapudodarleunarespuesta,o,mejor dicho, nunca se atrevió a dársela.En lomás recóndito de su alma sedecíaqueeldiablohabíatrocadosuactividadparaconDiosenactividadparaloshombres.Losentíadeestemodo,porqueasícomoantesleresultabamuydolorosoque loarrancarande su soledad, ahoraésta le resultabapenosa.Sesentíaatraídoporlosvisitantes,quelefatigaban;peroenelfondodelalmasupresencialealegraba,lesatisfacíanlasalabanzasdequelehacíanobjeto.

Hubountiempoenqueinclusodecidióhuir,esconderse.Llegóapensarentodos los detalles del plan. Se hizo con una camisa y unos pantalones demujik,uncaftányungorro,diciendoquenecesitabaestasparadárselasalosmendigos.Peroselasguardabayveíaensupensamientodequémodoibaa

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vestirse; se cortaría el pelo ymarcharía. Primero tomaría el tren, y cuandohubiese recorrido unas trescientas verstas bajaría y pediría limosna por lasaldeas.Preguntóaunviejosoldadoquéhacía,siledabanlimosnayalbergue.El soldado se lo explicó todo y el padre Sergio pensó que podría hacer lomismo.Unanochellegóavestirse,dispuestoahuir,peronosabíaquéeralojusto: quedarse o abandonar la ermita. Al principio vacilaba, luego laindecisión fuedesapareciendo, sehabituóa sunuevoestadoy se sometió aldiablo.Únicamentelasropasdemujiklerecordabansusideasysentimientos.

Cadadíaacudíamásgenteycadavezeramenoreltiempodequedisponíapara su confortamiento espiritual y para los rezos. A veces, en momentosluminosos,pensabaquesehabíaconvertidoenunaespeciedeparajeenelqueantes hubiera habido una fuente. «Había una fuentecita de agua viva quemanabademí,atravésdemí.Entoncesvivíalaverdaderavida.Perocuando“ella” (recordaba siempre con entusiasmo aquella noche y a ella, a la quellamabanahoramadreAgna)quisoseducirle,ella sorbióunpocodeaquellaaguapura.Desde entonces, empero, el aguano tiene tiempode acumularse.Anteslleganlossedimentos,apretujándose.Lohanpisoteadotodo.Noquedamás que barro». Así razonaba en algunos rarosmomentos de clarividencia;perosuestadohabitualeradecansancioyenternecimientoantesímismopordichocansancio.

**

Había llegado laprimavera.En lavísperadePentecostéselpadreSergiocelebraba el oficio divino en su cueva, llena de gente. Cabrían unas veintepersonas.Todaserangenterica,señoresycomerciantes.ElpadreSergioabríalaspuertasatodoelmundo,peroelmonjequevelabaporélyotrodeturnoquediariamenteenviabanasuretirodesdeelmonasterio,hacíanlaselección.Lamuchedumbre, unos ochenta peregrinos, entre los que predominaban lasmujeres, se agolpaban en el exterior esperando la salida del ermitaño y subendición.ElpadreSergiodecíalamisa,ycuandoibaabendecir…latumbade su antecesor, se tambaleó, y habría caído de no haberlo sostenido unmercaderqueestabaasuespaldayelmonjequehacíalasvecesdediácono.

—¿Qué le pasa? ¡Padrecito, padre Sergio! ¡Pobrecito! ¡SeñorTodopoderoso!—Prorrumpieron lasmujeres—.Ha quedado pálido como lapared.

PeroelpadreSergioserecobróenseguida,yaunquesesentíamuydébil,sedesprendióde losbrazosdelmercaderydeldiáconoysiguiócantando lamisa.ElpadreSerapión,eldiácono, losacólitosy laseñoraSofía Ivánovna,quevivíasiempre juntoa laermitaycuidabadelpadreSergio,empezaronasuplicarlequeinterrumpieralaceremonia.

—No es nada, no es nada —musitó el padre Sergio, sonriendo casi

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imperceptiblementepordebajodesuspobladosbigotes—,nointerrumpáiseloficio.

«Asíobranlossantos»,pensó.

—¡Es un santo! ¡Un ángel deDios!—Oyó que exclamaba a su espaldaSofíaIvánovnaytambiénelmercader,quelehabíasostenido.

Nohizocasodelosruegosqueledirigíanyprosiguiócelebrandoeloficiodivino. Apretujándose una vez más, se dirigieron a la pequeña iglesiainmediata y allí el padre Sergio acabó de celebrar las vísperas, si bienabreviándolasalgo.

Inmediatamente después del oficio, bendijo a los presentes y salió parasentarseenunbancoquehabíabajounolmo,alaentradadelacueva.Queríadescansar, respirar el aire fresco, pues lo necesitaba; pero tan pronto hubosalido, la gente se le echó encima pidiendo la bendición, consejo y ayuda.Había en aquellamuchedumbre peregrinos que se pasan la vida recorriendolos lugares santos, yendo de un padre a otro padre y conmoviéndose antecualquier objeto sagradoy ante todopadrevenerable.Sergio conocíabien aestetipotancorrientedeperegrinos,elmenosreligioso,elmásfríoyelmásconvencional. Había asimismo peregrinos, ancianos misérrimos, muchos deellos borrachines, que vagabundeaban de un monasterio a otro sin másobjetivo que el de subsistir. No faltaban tampoco campesinos, hombres ymujeres, que acudían movidos por pretensiones egoístas de curación o enbuscadeconsejopararesolversusdudasacercadecuestioneseminentementeprácticas,comoelcasamientodeunahija,elalquilerdeunatienda,lacomprade unas tierras; o que solicitaban la absolución de graves pecados, como elhaberaplastadoaunpequeñuelomientrasdormíanoporhabertenidounhijofueradelmatrimonio.Todoestoleeraconocidodesdehacíamuchotiempoyno encerraba para él ningún interés. Le constaba que estas personas nadanuevo le dirían y esos rostros no despertarían en él ningún sentimientoreligioso; pero no dejaba de satisfacerle ver a esa muchedumbre que teníanecesidaddeél,desubendiciónydesupalabra,tanestimada.Portodasestasrazonesaquellagenteloabrumabay,almismotiempo,leresultabaagradable.ElpadreSerapiónlosquisoarrojardeallídiciendoqueelpadreSergioestabacansado,peroésterecordólaspalabrasdelEvangelio:«Dejadque(losniños)venganamí»,yconmovidoconsigomismopordicho recuerdo,dijoquenohicieramarcharanadie.

Selevantó,seacercóalabarandillajuntoalacualseagrupabaeltropeldegenteycomenzóabendecirlayaresponderalaspreguntasquelehacían.Elsonido de una voz era tan débil, que élmismo se sorprendió. Sin embargo,peseasubuenavoluntad,nopudoatendera todoelmundo.Denuevose leenturbiólavista,vacilóyseagarróalabarandilla.Otraveznotóqueleafluía

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lasangrealacabeza.Primerosequedópálidoyluego,depronto,sepusorojo.

—Realmente habrá que esperar hasta mañana, hoy no puedo —dijo, ydespuésdebendecirlosatodosalavezdirigiósuspasoshaciaelbanco.

El mercader volvió a agarrarlo por el brazo y le ayudó a caminar y asentarse.

—¡Padre! —clamaba la muchedumbre—. ¡Padre! ¡Padrecito! ¡No nosabandones!¡Estamosperdidossinti!

UnavezhuboayudadoalpadreSergioasentarseenelbancobajoelolmo,elmercadersearrogófuncionesdepolicíaysepusoadispersarenérgicamentealamuchedumbre.Verdadesquehablabaenvozbaja,demaneraqueelpadreSergionopudieraoírle,perolohacíaentonoquenoadmitíaréplica:

—Fuera,fuera.Oshabendecido,¿quémásqueréis?¡Hala,hala!Sino,osdoyuntrastazo.¡Venga!¡Eh,tú,viejaandrajosa!¡Venga,enmarcha!¿Adóndete metes? Lo dicho: se acabó. Mañana Dios dirá, hoy no puede más, estádesfallecido.

—¡Padrecito, déjeme que le vea la carita, sólo un instante! —decía laanciana.

—Tevoyadaryobuenacarita,¿dóndetemetes?

ElpadreSergionotóqueelmercaderobrabaconmuchorigorydijoconunhilitodevozalhermanolegoquenoecharananadie.Sabíaquedetodosmodos no le harían caso y tenía enormes deseos de permanecer solo, y dedescansar, pero envió al hermano lego a transmitir sus palabras a fin deimpresionarmásalagente.

—Está muy bien, está bien. No los echo, procuro convencerlos —respondió el mercader—; serían capaces de acabar con él. No tienencompasión,sólopiensanensímismos.Lodicho:noesposible.Vete.Mañana.

Yelmercaderlosarrojóatodos.

Aquel hombre puso tanto celo en su obra porque era amigo del orden ytambiéndemeterseconlagenteydeimponersealosdemás,peroantetodoporquenecesitabaalpadreSergio.Eraviudo,yteníaunahijaúnica,enferma,soltera,yacudióconellaaimpetrarsucuraciónalpadreSergiosalvandounadistancia de mil cuatrocientas verstas. Hacía dos años que su hija estabaenferma,yélhabíahechocuantohabíapodidoparacurarla.Primerolatuvoenunaclínicaenlaciudaduniversitariadelaprovincia,sinresultadoalguno.Lallevó luego a unmujik de Samara, que la alivió algo. Después hizo que levisitaseunfamosodoctordeMoscú,quelecobrómuchodinero.Perotodofueinútil.LedijeronqueelpadreSergiocurabayaélacudíaahora.Cuandohuboechadoalagente,elmercaderseleacercóehincándosederodillasledijoen

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altavozsinpreámbuloalguno:

—Padresanto,bendiceamihijaenferma,cúraladesudolorosomal.Meatrevoahumillarmeatussantospies.

Juntó lasmanossuplicantes;hablabayobrabacomosiverificaraunactonetayfirmementedeterminadoporunasnormasyporlacostumbre,comosilacuracióndelahijatuvieraquepedirsedeaquellamaneraconcretaynodecualquierotromodo.Obrócontalseguridadensímismo,queinclusoalpadreSergio le pareció que era precisamente así como debían hacerse y pedirseaquellascosas.Sinembargo,lemandólevantarseyexplicardequésetrataba.Elmercaderlecontóquesuhija,unadoncelladeveintidósaños,hacíadosqueestabaenferma,desdelarepentinamuertedesumadre.Entoncesseasustóysepusomala.Añadióque lahabía traídodesdemil cuatrocientasverstasdedistancia y que ahora esperaba en la hostería hasta que el padre Sergio lepermitierapresentarse.«Duranteeldíaestáensucuarto,tienemiedoalaluz,yúnicamentepuedesalircuandoelsolsehapuesto».

—¿Yqué,estámuydébil?—inquirióelpadreSergio.

—No,débilnoestá,yesrobusta,peronerasténica,segúndijoeldoctor.Siel padre Sergio me permite que la traiga, lo haré volando. ¡Padre santo,devuelvalavidaamicorazón,devuélvamemihija,salveconsusprecesamihijaenferma!

El mercader volvió a hincarse de rodillas con aparatoso movimiento ypermanecióinmóvil,inclinandolacabezasobresusbrazoscruzados.ElpadreSergio lemandó levantarse por segunda vez y, después de reflexionar en lapenosaqueerasulaboryenlaconformidaddeánimoconqueapesardetodolarealizaba,suspiróprofundamente,guardóunosinstantesdesilencioydijo:

—Estábien, tráigalapor lanoche.Rezaréporella;peroahoramesientocansado.—Ycerrólosojos—.Mandarérecado.

Elmercaderseretiró,andandodepuntillassobrelaarena,conlocualsólologróquelasbotasrechinaranconmásfuerza.ElpadreSergiosequedósolo.

Su vida estaba consagrada a los oficios divinos y a los visitantes, peroaqueldíahabíasidoparticularmentefatigoso.Porlamañanasostuvounalargaconversaciónconunaltodignatarioquehabíaacudidoaverle.Luegorecibióauna señora acompañadade suhijo, un jovenprofesor ateo, al que sumadretrajoporqueellaeramuycreyenteygranadmiradoradelpadreSergio,alquerogó hablara con su hijo. La conversación fue muy pesada. Por lo visto eljovenprofesornoqueríaentrarendiscusiónconelmonjeyledabalarazónentodo, como si estuviera hablando con una persona débil. El padre Sergio,empero, vio que aquel joven no creía y que, a pesar de ello, se sentía bien,estaba tranquilo y no tenía complicaciones de conciencia. Ahora recordaba

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condisgustotodoaquello.

—Hadecomeralgo,padrecito—ledijoelhermanolego.

Elhermanoentróenlachoza,construidaaunosdiezpasosdelacueva,yelpadreSergiosequedósolo.

Estabamuy lejanoel tiempoenquenadie lehacíacompañíayélmismocuidabadelalimpiezadesuceldaysealimentabaexclusivamentederaícesypan.Hacíayamuchoque,segúnlehabíanexplicado,noteníaderechoalgunoaolvidarsedesusaludylepreparabancomidasnutritivas,aunquedeayuno.Se servía poco, peromuchomás que antes.Amenudo comía con particulardeleiteynocomoenotro tiempo,conrepugnanciayconcienciadelpecado.Asílohizoesedía.Tomópapilla,bebióunatazadetéycomiómediotrozodepanblanco.

ElhermanolegoseretiróyelpadreSergiosequedócompletamentesolobajoelolmo.

Eraunamaravillosanochedemayo.Losabedules,losálamosblancos,losolmos,loscerezossilvestresylasencinasacabanderevestirsedeverdor.Loscerezossilvestresquecrecíandetrásdelolmoestaban floridos,aúnnohabíacomenzado a caerles la flor. Los ruiseñores lanzaban al aire sus trinos, unomuycerquitayotrosdosotresabajo,enlosarbustosdelasorillasdelrío.Másallá, a lo lejos, subían al cielo los cánticos de la gente que regresaba deltrabajoaltérminodelajornada.Elsolsehabíaescondidodetrásdelbosqueyesparcía sus rayosa travésdel follaje.Todaesaparte sehallabaenvueltaenuna luz verdosa. La otra, vista desde el olmo, era oscura. Los escarabajosvolaban,chocabanentresíycaíanalsuelo.

Terminada la cena, el padreSergio se puso a rezarmentalmente: «SeñorJesucristo,HijodeDios,tencompasióndenosotros».Luegoleyóunsalmo,ydeimproviso,cuandohabíallegadoalamitad,ungorriónbatióalasdesdeunarbustoyseposóenelsuelo,donde,piandoyasaltitos,selefueacercando,hastaquealfinseasustóyemprendióelvuelo.Rezóunaoraciónenlaquesehablabadelarenunciadelmundoyseapresuróaterminarlapronto,afindeenviar a buscar al mercader y a su hija enferma, que había despertado suinterés.Paraélseríaunadistracción,unacaranueva.Además,tantoellacomosupadreleteníanporsanto,porunreligiososuyasprecespodíancurar.Éllonegaba,peroenelfondodesualmacreíaqueeraverdad.

A veces se preguntaba sorprendido cómo había podido ocurrir que él,StepánKasatski, hubiera llegado a ser un intercesor tan extraordinario entreloshombresyDios,capazdehacerverdaderosmilagros.Peronohabíadudadequeeraasí.Nopodíacerrarlosojosalosmilagrosdequeélmismohabíasido testigo, desdeque curó a aquelmuchachoenfermohastaque, gracias a

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susoraciones,habíadevuelto lavistaaunaviejecitahacíapoco tiempo.Porextraño que resultara, era así. La hija del mercader le interesaba, pues, portratarse de una nueva criatura, porque en ello podía reafirmar su podercurativoysugloria.«Vienenavermedesdemilverstasdedistancia,escribenen los periódicos, se entera el emperador, llega a oídos de Europa, de ladescreídaEuropa»,pensaba.De repente sintióvergüenzadesuvanidady sepusoaorarmentalmente.«Señor,Reydeloscielos,consuelodeloshombres,almadelaverdad,pontusojosennosotros,límpianosdetodopecadoysalvanuestras almas. Líbrame de la funesta gloria de este mundo, que meconsume»,repitió,aunquepensandotambiénquemuchasveceshabíaelevadoeseruegoalSeñoryquehastaentoncessuspreceshabíanresultado,enestesentido,totalmentevanas.Susoracioneshacíanmilagrosparalosdemás,peroDiosnoleescuchabacuandolepedíaquelelibraradeestamezquinapasión.

Recordó sus oraciones de los primeros tiempos de ermitaño, cuandosuplicabaseleconcedieralagraciadelapureza,delahumildadydelamor,yrecordóasimismoqueentoncesteníalaimpresióndequeDiosescuchabasusruegos; entonces estaba limpio de pecado y se cercenó el dedo. Levantó elmuñóndeldedo,cubiertoensupuntaporlasarrugasdelapielfruncida,ylobesó.Leparecióque en aquel entonces también era humilde, pues se sentíasiempre repulsivo a la naturaleza pecadora. Creyó que entonces poseíatambién amor, pues recordaba la ternura con que trató a un anciano, a unantiguo soldado borracho que había ido a pedirle dinero, y como la habíarecibidoaella.¿Yahora?Sepreguntósiqueríaaalguien,aSofíaIvánovnaoal padre Serapión, si experimentaba algún sentimiento de amor hacia todasesas personas que acudían a verle, hacia aquel joven ilustrado con quienestuvoconversando,pedante,atentosóloaponerdemanifiestosuinteligenciayademostrarque,porsusconocimientos,estabaaldía.Elamordetodosellosle era agradable y necesario, pero él no correspondía con amor. No sentíaamor,noerahumilde,nipuro.

Leagradabasaberquelahijadelmercader teníaveintidósaños.Deseabaver si era o no hermosa. Y al preguntar si era débil quería enterarseprecisamentedesiteníaonoencantofemenino.

«¿Es posible que haya caído tan bajo? —Pensó—. Señor, no meabandones, reconfórtame, Señor y Diosmío». Juntó lasmanos y se puso aorar. Cantaron los ruiseñores. Un escarabajo se posó en su cabeza y se ledeslizó por el pescuezo. Se lo quitó de encima. «¿Existirá realmente? ¿Y siestoyllamandoaunacasacerradaporafuera…?Elcandadoestáenlapuertayyo podría verlo. Los ruiseñores, los escarabajos, la naturaleza, son estecandado.Quizátengarazóneljoven».Ysepusoarezarenvozaltayestuvorezandolargoratohastaqueledesaparecieronestospensamientosyvolvióasentirsetranquiloyseguro.Tocóunacampanillaydijoalhermanolego,que

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seleacercó,quepodíarecibiraaquelmercaderyasuhija.

Elmercaderacudióllevandodelbrazoalahija,laacompañóhastalaceldayseretiróenseguida.

Era una muchacha muy blanca, pálida, rellenita, sumamente tímida, derostro infantilconexpresiónamedrentadaydeformasmuydesarrolladas.ElpadreSergiopermanecióenelbanco juntoa laentradade lacueva.Cuandobendijoalamuchacha,quesedetuvoanteélalentrarenlacelda,sehorrorizódesímismoporelmodocomolehabíamiradoelcuerpo.Lajovenpasóyélsintiólamordeduradelacarne.Alverlelacaracomprendióquelamuchachaerasensualyboba.Selevantóyentróenlacelda.Ellasehabíasentadoenuntaburete,esperándole.

Selevantóalverleentrar.

—Quieroirconpapá—dijo.

—Notemas—lerespondió—.¿Quéteduele?

—Me duele todo —añadió ella, y de pronto una sonrisa le iluminó elrostro.

—Tecurarás—dijoél—.Reza.

—Herezadomuchoynomehaservidodenada—continuabasonriendo—.Receustedypongaenmísumano.Lehevistoensueños.

—¿Cómomehavisto?

—Hevistoqueustedmeponíalamanosobreelpecho,así—letomóunamanoyselaapretócontraelseno—.Aquí.

Éllecediólamanoderecha.

—¿Cómo te llamas?—le preguntó, temblando de los pies a la cabeza,sintiendoqueestabavencidoyqueeldeseo lúbricosehabíaescapadodesudominio.

—María.¿Porqué?

Ellaletomólamanoyselabesórepetidamente.Luegolepasóunbrazoporlacinturayloapretócontrasí.

—¿Quéhaces?—dijoél—.María,eresSatanás.

—Bueno,supongoquenoimporta.

Loabrazóysesentóconélenlacama.

**

Alamanecerélsalió.

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«¿Esposiblequeestohayaocurridoenrealidad?Vendráelpadre.Ellaselo contará.Es el diablo. ¿Qué voy a hacer?Aquí está el hacha con quemecortéeldedo».Agarróelhachaysedirigióalacueva.

Seencontróconelhermanolego.

—¿Quiereustedquecorteleña?Demeelhacha,hagaelfavor.

Se la dio. Entró en la celda. Ella estaba acostada, durmiendo. La miróhorrorizado.Pasóalcuartuchodelfondo,sepusolaropademujik,tomóunastijeras,secortóelcabello,yporelsenderobajóhaciaelrío,dondenohabíaestadoniunavezdurantelosúltimoscuatroaños.

Elcaminoseguíaalolargodelrío.Anduvohastaelmediodía.Entoncessemetióenuncampodecentenoyseechóadescansar.Alanochecerllegóaunaaldea, pero no entró en ella, sino que se dirigió a un lugar escarpado de laorilla del río. Era demadrugada, unamedia hora antes de la salida del sol.Todoseveíagrisy tenebroso.Soplabadeloesteel fríovientodelamanecer.«Sí,hayqueterminar.Diosnoexiste.¿Cómoacabar?¿Arrojándomealrío?Sénadar,nomeahogaré.¿Ahorcándome?Sí,conelcinturón,deunarama».Estolepareció tanposiblee inmediato,quesehorrorizó.Quisorezar,comosolíahacerlo en losmomentos de desesperación. Pero no tenía a quién dirigirse.Diosnoexistía.Serecostóapoyandolacabezasobrelamano.Deprontosintiótal necesidad de dormir, que no pudo sostener pormás tiempo la cabeza enestaposición.Doblólosbrazos,seacostóyenseguidasequedódormido.Perofue sólo por unos instantes. Se despertó al momento y empezó a ver o arecordarcomoentresueños.

Se ve en la aldea siendoun niñomuypequeño, en la casa de sumadre.LlegauncocheydeélbajansutíoNikoláiSerguéievichconsuenormebarbanegra en forma de pala, y Páshenka, una niña delgaducha de grandes ojosdulces y tímido rostro. Dejan a Páshenka con él y con otros niños, amigossuyos.Hayquejugarconlaniña,peroresultaaburrida,esboba.Alfin,paraburlarse de ella le piden que demuestre que sabe nadar. La niña se echa alsueloyallíbraceacomosiestuvieraenelagua.Todosseríen,seburlan.Ellasedacuanta, sepone rojacomo lagrana.Da tanta lástima,que remuerde laconciencia. Nunca podrá olvidar su sonrisa torcida, bondadosa y resignada.Sergio recuerda cuando volvió a verla después de aquel día. Habíatranscurridomuchotiempo.Erapocoantesdehacersemonje.Sehabíacasadocon un propietario que había dilapidado los bienes que ella aportó almatrimonio, y le pegaba. Tenía entonces dos hijos, un niño y una niña. Elprimeromuriópronto.

Sergiorecordabacuándesgraciadalahabíaencontrado.Volvióaverla,yaviuda,estandoélenelmonasterio.Seguíasiendolamisma.Nopodíadecirsequefueratonta,perosíinsulsa,insignificanteeinfeliz.Habíaacudidoconsu

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hija y el novio de ésta. Entonces ya eran pobres.Más tarde, oyó decir quevivíaenciertacapitaldedistritoyquehabíaquedadomuypobre.«¿Asantodequépiensoenella?—sepreguntabaSergio,peronopodíadejardepensarenPáshenka—. ¿Dónde estará? ¿Qué habrá sido de ella? ¿Seguirá siendo taninfeliz como era entonces, cuando mostraba sobre el santo suelo que sabíanadar? Pero ¿por qué he de pensar en ella? ¿Qué tontería es ésta?Hay queacabardeunavez».

De nuevo tuvo miedo y volvió a pensar en Páshenka para salvarse deaquellaespantosaidea.

Echadodeestemodo,permaneciólargoratopensandoyaensunecesariofin, ya en Páshenka. Le parecía que ella sería su salvación. Finalmente sedurmió.Vio en sueños a un ángel que se le acercó y le dijo: «Vete a ver aPáshenkayporellasabrásquéhasdehacer,dóndeestátupecadoydóndetusalvación».

SedespertóysedijoqueDioslehabíaenviadoaquellavisión.Sealegróydecidióhacer loqueelángel lehabíadicho.Sabíacuálera laciudadenquevivía Páshenka. Distaba unas trescientas verstas. Y hacia allí encaminó suspasos.

VIII

Hacía yamucho tiempo que Páshenka era unamujer llamada PraskoviaMijáilovna,vieja,seca,arrugada,suegradeunfuncionariollamadoMavrikiev,hombrefracasadoyborracho.Vivíanenlacapitaldedistrito,dondesuyernohabíatenidoelúltimoempleo.Allíellasosteníaatodasufamilia,asuhija,alpropioyerno,enfermoyneuesténico,yacinconietos.Ylosmanteníadandoleccionesdemúsica,acincuentakopekslahora,alashijasdelosmercaderes.Algunos días tenía cuatro horas, a veces cinco, de suerte que ganabaaproximadamenteunossesentarubrosalmes.Graciasaestovivían,mientrasesperabanunacolocación.PraskoviaMijáilovnaescribióatodossusparientesy conocidos pidiendo recomendaciones para obtenerla. También escribió enestesentidoaSergio,perocuandollególacartaélyanoestaba.

Era sábado, y Praskovia amasaba con sus propias manos la pasta parahacer ensaimadas con papas, que tan buenas salían al cocinero siervo de supapaíto.Queríaagasajarasusnietosaldíasiguiente,domingo.

SuhijaMasha estaba atendiendo al pequeñuelo.Losmayores, unniñoyunaniña,estabanenlaescuela.Elyernonohabíapegadoojoporlanocheyacababadedormirse.PraskoviaMijáilovna tambiénhabíapasadogranparte

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de la noche sin dormir, procurando suavizar la cólera de su hija contra sumarido.

Comprendía que el yerno era una criatura débil, que no podía hablar nivivir deotromodo,y comoveíaque los reprochesde suhijano servíandenada,procurabaatenuarlosyevitarlosparaquesucasanoseconvirtieraenuninfierno. Era una mujer que casi no podía soportar físicamente las malasrelaciones entre las personas. Para ella estaba claro que así nada podíaarreglarse y que la situación no hacía más que empeorar. Ni siquiera lopensaba. Sencillamente, al ver a una persona airada sufría como la hacíansufrirunmalolor,unruidomolestoocomosiledierangolpes.

Estaba muy satisfecha por haber enseñado a Lukeria de qué modo seamasabalapasta,cuandoMisha,sunietecitodeseisaños,consudelantalito,sus piernas torcidas y sus zurcidas medias, entró corriendo en la cocina,asustado.

—Abuela,unviejomuyfeotellama.

Lukeriamiróydijo:

—Sí,debeserunmendigo.

Praskovia Mijáilovna se sacudió los brazos, se secó las manos con eldelantalysedisponíaaentrarenunahabitaciónparatomarelbolsoydarunalimosnadecincokopeksaldesconocido,cuandorecordóquenoteníapiezasmenoresdediezypensóquelomejorseríadarleuntrozodepan.Seacercóalarmario, pero se avergonzó de sumezquindad y ordenó aLukeria cortar untrozodepanmientrasellamismaibaabuscarlamonedadediezkopeks.«Esteestucastigo—sedijo—.Darásdosveces».

Dio ambas cosas al caminante y, cuando lo hubo hecho, no se sintióorgullosadesulargueza,antesalcontrario,seavergonzóylepareciópocoloquehabíadado.Tanimportanteeraelaspectodelmendigo.

Apesardehaberrecorridotrescientasverstaspidiendolimosnaennombrede Jesucristo, a pesar de ir roto, de haber enflaquecido y de haber quedadomuycurtido;apesardequellevabaalcabellocortadoysugorroerademujik,lo mismo que las botas, a pesar de que se inclinó humilladamente, Sergioconservaba el aspecto majestuoso que tanto atraía a todo el mundo. PeroPraskoviaMijáilovna no le reconoció. Ni podía reconocerlo, pues hacía yacasitreintaañosquenoloveía.

—Noseofenda,padrecito,pormipequeña limosna.¿Deseaustedcomeralgo,quizá?

Sergio tomó el pan y lamoneda. PraskoviaMijáilovna se sorprendió dequeaquelhombreselaquedaramirandoenvezdeirse.

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—Páshenka,hevenidoaverte.Atiéndeme.

Lamiroconsushermososojosnegros,insistentesysuplicantes,alosqueelaflorardeunaslágrimaspusosingularesreflejos.Bajoelcanosopelodelosbigotesletemblaronlastimeramenteloslabios.

PraskoviaMijáilovnacruzólosbrazossobresusecopecho,abriólabocayclavólosojosenelrostrodelperegrino.

—¡Nopuedeser!¡Stiopa!¡Sergio!¡PadreSergio!

—Sí, el mismo—musitó Sergio quedamente—. Pero no soy Sergio, elpadre Sergio, sino el gran pecador StepánKasatski, perdido sin remisión…Acógeme,ayúdeme.

—¡Noesposible!¿Cómohallegadoustedatantarenunciación?Entre.

Ellaletendiólamano,peroéllasiguiósintomársela.

¿Adónde lo haría pasar? El piso era pequeño.Al principio ocupaba unahabitación diminuta, un cuartucho oscuro, pero luego incluso este cuarto locedió a la hija, a Masha, que en aquel momento estaba allí acunando alpequeñuelo.

—Siénteseaquíunmomento—dijoaSergio, señalándoleelbancode lacocina.

Sergiosesentóy,congestoqueporlovistoyaleerahabitual,sequitólabolsaquellevabaalaespalda,sacándolaprimeroporunhombroyluegoporelotro.

—¡Diosmío!¡Diosmío!¡Cuántarenunciación,padrecito!¡Tantafama,ydeprontoasí…!

Sergionorespondió,sesonrióconmansedumbremientrasponíalabolsaalsuelo.

—Masha,¿sabesquiénes?

Praskovia Mijáilovna explicó en voz baja a su hija quién era Sergio yjuntassacarondelcuartucholaropablancadelacamaylacunita,dejándololibreparaelreciénllegado.

PraskoviaMijáilovnaloacompañóalcuartucho.

—Descanseaquí.Nolotomeamal,perohedeirme.

—¿Adónde?

—Doylecciones.Casimedavergüenzadecírselo,enseñomúsica.

—La música es buena cosa. Pero he venido para tratar de un asunto.

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PraskoviaMijáilovna.¿Cuándopodréhablarconusted?

—Paramíseráunagranalegría.¿Alatardecer?

—Estábien,perohederogarleotracosaaún:nodigaanadiequiénsoy.Sólo me he descubierto a usted. Nadie sabe qué ha sido de mí. No ha desaberlonadie.

—¡Ay,yaselohedichoamihija!

—Bueno,pídalequelocalle.

Sergiosequitó lasbotas,seacostóyquedódormidoenseguida,despuésdeunanochedeinsomnioydeunacaminatadecuarentaverstas.

**

Cuando Praskovia Mijáilovna regresó, Sergio estaba sentado en elcuartucho, esperándola.No salióa comery tomóunplatode sopaypapillaquelellevóLukeria.

—¿Cómo has venido antes de lo que me dijiste? —preguntó Sergio—.¿Podemoshablarahora?

—¿Aqué debo yo la felicidad de tener una visita semejante?He dejadounalecciónparaotrodía…Yosoñabaconiravisitarle,leescribí,ydepronto,¡ustedaquí!¡Quéalegría!

—¡Páshenka! Te ruego que tomes como en confesión las palabras queahoratevoyadecir;queseancomopalabrasdichasanteDiosalahoradelamuerte. ¡Páshenka! No soy ningún santo, no soy ni siquiera un hombresencillo como todos. Soy un pecador, un pecador sucio, asqueroso,descarriado,orgulloso;nosésisoyelpeordetodos,perosisoypeorqueloshombresmásruines.

Alprincipio,Páshenkalemirabaabriendodesmesuradamente losojos; lecreía.Perocuandollegóacreerledeltodo,pusounamanosobreladeélydijosonriendopiadosamente:

—Stepán,¿noexagerasunpoco?

—No,Páshenka.Soyunlujurioso,unasesino,unblasfemoyunfarsante.

—¡Diosmío!¿Cómoeseso?—exclamóella.

—Peroesnecesariovivir.Yyoquecreíasaberlotodo,queenseñabaalosdemáscómohayquevivir,veoquenosénadayvengoapedirteconsejo.

—Nodigaseso,Stepán.Teburlas.¿Porquésiempreosreísdemí?

—Estábien,merío,merío;perodime,¿cómovivestúycómohasvivido?

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—¿Yo? He llevado una vida desastrosa, ruin, y ahora Dios me castiga.Muybienempleado.Vivodeunamaneratanestúpida,tanestúpida…

—¿Cómotecasaste?¿Cómovivistecontumarido?

—Todo fue detestable. Me enamoré de la manera más tonta. Mi padreestaba en contra de queme casara con aquel hombre. No quise escuchar anadie,mecasé.Yunavezcasada,envezdeayudaralmarido, leatormentéporqueteníacelosynofuicapazdelibrarmedeellos.

—Creoquebebía.

—Sí,peroyonosabíasosegarme.Leechabaencaraesedefecto,ynoeraundefecto,sinounaenfermedad.Nopodíacontenerseyyonoqueríadejarlebeber.Teníamosunasriñasespantosas.

MirabaaKasatskiconojosqueelrecuerdohacíahermososydoloridos.

Kasatskiseacordódeque,segúnlehabíancontado,elmaridodePáshenkale pegaba. Y al contemplar ahora su cuello desmedrado y seco, con venasprominentespordebajodelasorejasyunmoñodeescasoscabellossemicanosy semirrubios, tenía la impresióndequeestabaviendocómohabíaocurridotodoaquello.

—Luegomequedésola,condoshijosysinrecursos.

—Peroteníasunafinca.

—Lavendimosyaenvidademimarido…ylogastamostodo.Habíaqueviviryyonosabíahacernada,comoocurreatodaslasseñoritas.Peroyoeradelasmásincapaceseinútiles.Asífuimosconsumiendolaspocascosasquenos quedaban. Yo enseñaba a los hijos y al mismo tiempo aprendía algo.Entonces, cuandoMitia iba a la cuarta clase, se puso enfermo yDios se lallevó. Masha se enamoró de Vania, mi yerno. Es buena persona, pero undesgraciado.Estáenfermo.

—Mamita —exclamó su hija, interrumpiéndola—. Tome a Misha. Nopuedohacermepedazos.

PraskoviaMijáilovnaselevantóy,calzadaconsusgastadoszapatos,salióconpasoligeroparavolverenseguidallevandoenbrazosaunpequeñuelodedosañosqueseechabahaciaatrásagarrándolelapañoletaconambasmanos.

—¿Quéenfermedadtiene?

—Neurastenia, una enfermedad terrible. Consultamos. Nos dijeron quedebíamosiraotrolugar,perohacíafaltadinero.Nopierdolaesperanzadequelepase.Notienenadaquelemolesteespecialmente.Pero…

—¡Lukeria! —Se oyó que gritaba Vania con voz enojada y débil—.

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Siemprelamandanaalgunapartecuandolanecesito.¡Abuela!…

—¡Yavoy!—RespondióPraskoviaMijáilovna,interrumpiéndoseotravez—.Todavíanohacomido.Nopuedecomerconnosotros.

Salió y estuvo preparando algo. Por fin entró de nuevo, secándose lascurtidasysarmentosasmanos.

—Ya ves cómo vivo. Todos nos quejamos, todos estamos descontentos,perogracias aDios los nietos sonbuenosy fuertes.Todavía se puedevivir.Peronovalelapenahablardemí.

—¿Dequévivís?

—Yoganoalgunacosa.¡Cuandopiensoloquemeaburríalamúsicayloútilquemeesahora!

Sehabía sentado frente a la cómoday tamborileabacon los sarmentososdedosdesupequeñamanoamododeejercicio.

—¿Cuántotepaganporcadalección?

—Los hay que me pagan un rublo, otros cincuenta kopeks, y algunostreinta.Sontodosmuybuenosconmigo.

—Yqué,¿progresan?—preguntóKasatski, sonriendo levísimamenteconlosojos.

PraskoviaMijáilovna,demomento,nocreyóqueéllehicieraenserioestapreguntaylemiróinterrogadora.

—Tambiénprogresan.Hayunaniñamuybiendotada,hijadeuncarnicero.Es una niña muy buena. Si yo fuera una mujer capaz, podría hallar unacolocación parami yerno aprovechando las relaciones de los padres demisalumnos.Peronohesabidohacerloyyaveenquésituaciónestánahora losmíos.

—Sí, sí—dijoKasatski inclinando lacabeza—.¿Vasmuchoa la iglesia,Páshenka?—interrogó.

—¡Ay,nome lopregunte!Es tandifícil,meheabandonado tanto…Conlos niños, ayuno y suelo ir; pero a veces pasomeses enteros sin acercarme.Mandoalospequeños.

—¿Porquénovastúmisma?

—Adecirverdad—sesonrojo—,medavergüenzairrotaalaiglesia,pormihijaypormisnietecitos.No tengovestidonuevoqueponerme.Ademássoyperezosa.

—¿Yencasa,rezas?

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—Sí,rezomaquinalmente,pero¿quévalortieneeserezo?Séquenoestábienhacerloasí,peromefaltaelverdaderosentimiento.Unonopiensamásqueenlaspequeñecesdecadadía…

—Sí,escierto—musitóKasatski,comosiaprobaraaquellaspalabras.

—Yavoy,yavoy—exclamóellarespondiendoaunallamadadelyerno,ysaliódelahabitacióndespuésdehaberseajustadolatrenzaenlacabeza.

Estaveztardóenvolver.Cuandoregresó,Kasatskicontinuabasentadoenlamismaposición,apoyadosloscodossobrelasrodillasybajalacabeza;perosehabíapuestoyalabolsaalaespalda.

Ellaentróconuncandildehojalata,sinpantalla.Kasatskilamiróconsusojosmagníficosycansadosysuspiróprofundamente.

—Nolesheexplicadoquiénesusted—comenzóadecir tímidamente—.Sólo leshedichoqueesunperegrinode familianobleyqueyo leconocía.Vamosalcomedoratomarelté.

—No…

—Bueno,lotraeréaquí.

—No,nonecesitonada.QueDiosno te dejede lamano,Páshenka.Mevoy.Si tienecompasióndemí,nodigasanadiequemehasvisto.PorDiosredivivotelopido.Perdóname,poramordeDios.

—Bendígame.

—TebendeciráDios.Perdóname,poramordeJesucristo.

Queríairse,peroellanoledejósalirsindarleantespan,unasrosquillasymantequilla.Kasatskilotomóysefue.

Lacalleestabaoscura,yaúnnohabíaandadomásdedoscasas, cuandoPáshenkaloperdiódevistaysólopudocomprobarqueKasatskiproseguíasucaminoaloírqueelperrodelarciprestelosaludabaconsusladridos.

«Ahoraveoclaroelsignificadodemisueño.Páshenkaesprecisamenteloqueyo teníaque seryno fui.Yovivíapara loshombres conelpretextodevivirparaDios.EllaviveparaDiosimaginándosequeviveparaloshombres.Unabuenapalabra,unvasodeaguadadosinpensarenlarecompensa,tienemásvalorquetodocuantohehechoyoparafavoreceralagente.Sinembargo,¿nohabíaundeseosincerodeserviraDios?», sepreguntaba,y la respuestafuelasiguiente:

«Sí, pero todo eso era impuro, se hallaba invadido por la enmarañadamalezade la famamundana.No,noexisteDiosparaquienvivecomovivíayo,pensandoenalcanzarlagloriaentreloshombres.Ahoralobuscaré».

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Ysiguió,comoantesdeveniracasadePáshenka,pidiendodepuebloenpueblounpedazodepanyunalbergueennombredeJesucristo,cruzándoseconotrosperegrinos,hombresymujeres.Avecesladueñadealgunacasaletrataba con malos modos, o le injuriaba algún mujik borracho, pero casisiempreledabandecomerydebeberyaunañadíanalgoparaelcamino.Suaspecto señorial le granjeaba la simpatía de algunas personas. Otras, encambio,parecíaquesealegrabandequeunseñorcomoélhubieracaídoenlamiseria.Perosumansedumbrelosvencíaatodos.

Confrecuenciahallabaen lascasas los librosdelEvangelioy los leíaenvozaltayentonceslagenteleescuchabaconmovidaysesorprendíadeoírlecomosilesleyeraalgonuevoyalavezmuyconocido.

Cuandopodíaayudaraalguienconunconsejooconunsaber,ocuandoconvencía a los que reñían para que hicieran las paces, no encontrabaagradecimiento alguno, pues se iba antes de que pudieranmanifestárselo.YpocoapocoDioscomenzóahacérselepresente.

Un día iba de camino con dos ancianas y un antiguo soldado. Seencontraroncondosseñores,unhombreyunamujer,queviajabanencochetirado por un brioso animal, acompañados de otro varón y otra dama quemontabanacaballo.Losquemontabanacaballoeranelmaridodelaseñorayla hija,mientras que en el coche iban la primera y unviajero quedebía serfrancés.

Alcruzarseconelpequeñogrupoqueibaapie,estosseñoreslohicieronparar. Querían mostrar a aquel señor, probablemente francés, les pèlerins,gente que en vez de trabajar se pasa la vida caminando de un lugar a otro,siguiendounatradiciónpropiadelpuebloruso.Hablabanenfrancés,creyendoquenolesentendían.

—Demandez-leur—dijo en francés—s’ils sont bien sûrs de ce que leurpèlerinageestagréableàDieu.

Selopreguntaron.Lasviejecitasrespondieron:

—Diosdirá.AÉlvamos.¿Lomerecemos?

Preguntaronalviejosoldado.Respondióqueerasoloyquenoteníadondemeterse.

PreguntaronaKasatskiquiénera.

—UnesclavodelSeñor.

—Qu’est-cequ’ildit?Ilnerépondpas.

—Ilditqu’ilestunserviteurdeDieu.

—Cela doit être un fils de prêtre. Il a de la race.Avez-vous de la petite

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monnaie?

El francés tenía calderilla y dio veinte kopeks a cada uno de loscaminantes.

—Maisdites-leurquecen’estpaspourdesciergesquejeleurdonne,maispour qu’ils se régalent de thé; té, té,—dijo sonriéndose—; pour vous,monvieux—añadiódándoleaKasatskiunaspalmaditasenelhombroconsumanoenguantada.

—QueJesucristonossalve—respondióesteúltimosinponerseelgorroeinclinandosucabezacalva.

A Kasatski este encuentro le dio particular alegría, porque despreció laopinióndelagenteehizolomássencilloeinsignificante:tomóhumildementelosveintekopeksylosdioauncompañerosuyo,aunmendigociego.Cuantamenos importancia tenía la opinión de los hombres, tantomás intensamentedejabasentirsupresenciaDios.

AsívivióKasatskiochomeses.Alnoveno,lodetuvieronenunaciudaddeprovincias,enunalberguedondepasabalanocheconotrosperegrinos.Comonoteníadocumentos,lollevaronalacomisaría.Cuandolepreguntaronenelinterrogatorioquehabíahechodelosdocumentosyquiénera,respondióquedocumentos no tenía y que él era un esclavo del Señor. Lo consideraronvagabundo,lojuzgaronylodesterraronaSiberia.

En Siberia se estableció en los terrenos yermos de un rico propietario yahoraviveallí.Trabajaelhuertodeunseñor,enseñaasushijosyvisitaalosenfermos.