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) Franz Grillparzer EL POBRE MUSICO EL MONASTERIO DE SENDOMIR NOVELAS BREVES los libros del mirasol

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Traducci6n directa del aleman

y notieia preliminar por

R()DOLFO E. MODERN

Ilustr6 la tapa

COTTA

IMPRESO .BN LA AllGBNTINA

PlUNI':BD IN AllGSNTINA

Queda hecho el d ep 6sito q ue p re vie ne la le y n 1 1me to 1 1 .7 2 3.

© 1 96 1 b y C oM PANU GBNlInAL FABRlL EnrtoRA. S . A ., B s, As.

NOTICIA PRELIMINAR

I):I

La cultura, que es en rigor e l quehacer humano en

todos los planes y el reconocimiento de sus valores,

suele ofrecer zonas de omisi6n. Pero esta omisi6n es,

"la mayoria de las veces, temporaria e involuntaria.

La posteridad se afana por eI rescate y el redescubri-

miento de sus filones enriquecedores, y, de esta suer- _

te, se va coparticipando, lentarnente en muchos ca-_

50S, de la autentica creaci6n Iejana 0 remota. Par

ejemplo, y en 1 0 que se refiere al gran publico de

habla hispana, las reflexiones precedentes alcanzan

a la figura y obra de Franz Grillparzer. Pracdcamen-

te desconocido entre nosotros, con la salvedad obli-

gada de los estudiosos e investigadores especializa-

dos, poco 0 nada es 10 que sabe nuestro publico de -

tan insigne dramaturgo. Apenas, y en una ubi-

caci6n no siempre precisa, que escribi6 en aleman

y vivi6 durante eI siglo pasado. Y ello es injusto, e

inclusive agraviante, para quienes dan muestra de

acatamiento a la gran cultura gennana, como para

aquellos que juran diariamente su arnor por el teatro

de jerarquia. Desde Iuego, la culpa reside exclusiva-

, mente en no haber puesto al alcance del lector, po t

parte de quienes podian hacerIo en nuestro idio·

rna, las expresiones variadas del talento de Grillpar-

zero Para curnplir una tarea que no adrnite mas de-

mora, y que se justifica, pensamos, por la revelaci6n

allector hispano hablante de uno de los grandes crea-

dores literarios de nuestra e p o c a , estas Iineas antece-

den a los dos imicos cuentos escritos durante la pro-

longada existencia de Grillparzer,

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S in embargo, en el caso particular de este autor

a~strfa~o, .la !ncomprensi6n, el silencio 0 la aprecia-

C16n disminuida de su capacldad real fueron los ele-

tnentos con que sus propios compatriotas rodearon

su obra, y, en cierto sentido, condicionaron su vida.

Cuando Ia reparacion sobrevino ya el poeta habia

caI~a~o. EI "fiat justitia" no podia modificar mas su

esptntu, Pertenece a su destino peculiar, tan con-

~orm~ con Ia atm6,sfera de frustraci6n intima queirradian Io~ personajes principales de sus obras, que

se Ie ,conslderara en vida como un destacado, hasta

un brillante, en un comienzo, poeta exclusivamente

austriaco, y que el juicio de Ia critica sesuda Ie ne-

gara las condiciones que reconoda a otros como re-

presentantes Iegitimos de Ia gran poesia alemana. Ello

-:eXIge,un~ ~xplicaci~n, Despues del gran florecimien-

to eplco-hr~co ocurndo a principios del siglo XIII _

el esplendido florecimiento staufico nevado a cabo

en torno de la personalidad dominante y excepcional

de Federico II Hohenstaufen - y que se simboliza

en el recuerdo del inspirado trovador austriaco WaI-thet von der Vogelweide, Ia gloria artistica de Aus-

tria .se habia tr~sladado a. otros campos. EI pais, y en

p,arncular su ciudad capital, Viena, sede del impe-

Il,O d~ los Habsburgo, se habIan distinguido extraor-

dinanamente en muchas manifestaciones de las be-

lIas artes, Desde el siglo XVI, y hasta el advenimien-

to de Grillparzer, Viena se embelleci6 mediante la

construeci6n de palacios y edificios publieos y pri-

vados que. mostraban la .rara excelencia de su arqui-

tectura, nuentras que pmtores y escultores eminen-

res enalteclan el esplendor de las mansiones sefioria-

les y de la ciudad toda. Desde el punta de vista de

10

" ' j; .

J ,

~

II

Ia evolucion de Ia musica, la importancia de la Vie-

na del siglo XVIII y primera mitad del XIX no re-

quiere referencia especial. Era, ni mas ni menos,

la capital de la gran music a europea, y los nombres

de Haydn, Mozart, Beethoven, y un poco despues,

Schubert, son mas que significativos en este respec-

to. Pero, en general, el brillo externo, el lujo y pom-

pa de la corte imperial, la alegria de vivir, la pIOspe-

ridad burguesa, el bienestar que Ia sede del Impe-

rio emanaba, no eran del todo suficientes. Los pai-ses alemanes del norte, mas pobres y provinciales

en muchas facetas de la cultura, habian demostra-

do una superioridad indiscutible en el terreno litera-

rio. Los grandes autores, las grandes obras, estaban,

es cierto, escritas en el aleman comun a ambos pue-

blos, pero eran creacion alemana y no austriaca. Lue-

go del relativo silencio de los siglos XVI Y XVII, los

nombres de los poetas alemanes eran Klopstock yLessing, Goethe, Schiller y Holderlin. Hasta el mis-

mo romanticismo habia nacido en tierras alemanas .

Los escritores austriacos estaban relegados, porque

eran, en verdad, de segundo orden, y este juicio, has-ta entonces acertado fue, en el caso de Grillparzer,

un gigantesco malentendido: paeta austriaco, eso po-

dia ser, Pero el reconocirniento, sin cortapisas ni reta-

ceos, de que se trataba de un genio de la misma es-

tirpe que los consagrados autores alemanes, tard6 en

Hegar, al punta de haberse convertido en un bald6n

que afro, durante mas de media centuria, el buen jui-

cio y la ciencia de Ia critica y el publico germanos. Es

que se creia, de buena fe, que los valores de Cril lpar-

zer no podian trascender de los limites geograficos

de su pais, porque esa era Ia tradici6n aceptada. La

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gran. Iiteratura se habfa dado sin excepciones, en Ale-

mama, y para oponerse a esta regIa, reiterada por una

experiencia varias veces secular, era necesario dispo-

ner de una osadia intelectual de que Ia epoca, Ia-me?tablemente, carecio, La . curioso es que el mismo

Grillparzer se complacfa en la exhibici6n de su orgu-

1 1 0 localista que Ia obra desmiente a grandes voces. Po-

co antes de morir, a los ochenta afios de edad, repe-

tia en ].ashondas paginas de sus Diarios: "No so y ale-

~an! ~o austrfaco, v . sabre todo, vienes". Este pro-vincialisrno, por otra parte, no se opuso al amplio ade-

man de su teatro y a su curiosidad intelectual, que Iellev6 a asimilar ]05 productos de Ia gran literatura eu -

ropea, en especial, la de indole dramatica. Viena era

su mu~~o, el centro y eje d~ su existencia, y las rai-

teIuncas de su ser padecieron, precrsamente, por-

que el, ~aigado como estaba a este mundo, sinti6

que su ciudad 1 0 abandonaba. Hay mas. Este vienes

reconcentrado, hosco, aspero y desengafiado, tan d is -

tinto a Ia imagen habitual que de sus conciudada-

nos se tiene, COmo dechados de elegancia, buenas

maneras, cor res fa , un perfume de cultura refinada ydecadente e ingenio espiritual, fue poeticamente una

soluci6n para el problema de la unidad alemana,

que Bismarck tambien diera despues de casi un si-

glo de lucha agitada, pero a cafionazos y de un mo-

o totalmente diverso. El gran primer ministro pm-

siano rea1iz6 Ia unidad alemana sobre Ia base de la

egemonia y preponderancia de Prusia. En cambio,

rillparzer .penso, encerrado en su ciudad natal, pe-

to COnel ojo abierto al mundo y a la historia, que el

centro natural de la alemanidad estaba alll, y que elmperio, unica instituci6n de prestigio a rraves de

tantos s iglos , era quien poseia justamente esa capa-

cidad unitiva que tantos se afanaban en buscar en

lugares tan diferentes. Es que para Grillparzer, los ~

Habsburgo, que tan ingrates se mostraron ron quien \

les edific6 Ull monumento poet ico im pe re ce de ro , \eran los legltimos legatarios y representantes de ese .

ungido y Sacro Imperio Romano Gemianico, cuyos '.

l£mites eran te6ricamente indefinidos. Y Grillparzer:

juzgaba que esa universalidad habsburguiana incluia

a los paises alemanes y a Espana, al Viejo y al Nue-

vo Mundo, por 1 0 menos en el plano de un espiritu

que una vez se habia hecho realidad.

El marco hist6rico dentro del que la vida de Grill-

parzer transcurre se anima y agita por ideas y senti-

rnientos de muy variados colores. Su infancia se des-

envuelve en momentos en que la Ilustraci6n ha ce-

rrado su fecundo cicIo y cuando se alza, irresistible-

mente, la suerte del general Bonaparte tras las con-

vulsiones materiales e ideoI6gicas originadas por la

Revoluci6n Francesa. La aventura del corso habia

provocado, por reacci6n, un fuerte anhelo de unidad

entre los pueblos alemanes. Se levant6 as i una_ ( } 1 ! ! 3 -

da de patriotismo que, frustrada en las guerras de

Ia independencia de 1815, y sonada como posibili-

dad durante varias decadas, concret6 sus aspiracio-

nes en la integraci6n del imperio aleman en tomode

Prusia, e n 1871, luego de la victoria de Sedan. Grill-

paner fue testigo de la ascension 'del 6ltimo de los

grandes estados de la edad contemporanea y de los

progresos de un vigoroso culto nacional que hubie-

ra espantado a los adalides del humanismo de Wei~

mar. Por otra parte, la misma Revoluci6n France-

sa habia hecho nacer una corriente social que pre-

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tendia ajustar cuentas con el privilegio y situar a los

eonstantement~ oprimidos en el .plano humano queles correspondia. Tampoco fue ajena a la mirada p e _

netrante de nuestro autor la predica socialista d eMarx. EI nacimiento de 1a gran industria, el encum-

bra~iento , d~ una burguesfa enriquecida, a veces de-

masrado rapidarnenrs, el dinamismo en Ia conducta

i~d.ividuaI, la .transfOlmacion vertiginosa de las con-

diciones ill3tenales de Europa convivieron tambien

COn Grill?arzer. Fue asirnismo testigo del ~hoque d~las .~as Intens~s corricntes espirituales del siglo. EJ

cl.tl:slcismo declmant e, sostenido soIamente por 1a au.

reol~ que rodeaba la obra de la s gran des figuras de

W eIma~, co~o la del mas lejano Lessing, no podia

dar sansfaeCl6n a una comunidad orientada hacia

valores mas inmediatos, mas pr6ximos a Ia realidad

terrena, No era mas tiempo de despotismos ilustrados

y la idea so~erana, de forrnas eternas, el concepto d~una belleza mmutab1e, como el aristocratismo de un

espiritu cosmopolita, por universal, caredan de une

meta concreta, Tambien el romanticismo hab:i'a fra-

casado . Tanto sus consecuencias te6ricas COmo las

racticas, puestas en acci6n por las revoluciones de

1830 y 1848, habian mostrado claramente la insufi-

iencia de los impulsos hacia e l infinito de la sobre-

al~ra~i?n dada al mas exaltado senti:nentalismo y

ubjetivismo, .d~ l~ entrega, ya vo1untaria, ya resigna-

a, a u~ .cnstiamsmo mas estetico que etico. Grill-arzer VIVl6 entre estas tensiones contradictorias e

soIubles , y asisti6, asimismo, a la parabola ascen-

ente del ~egelianismo y de 1a pred ica pesimista de

~?penhauer, del cr~mien~ d~do de la p o _lac16n como de una nivelacion haoa abajo, de la

cultura. Muchos mas aprendian a leer, pera, inver-

samente, cada vez menos sabian hacerlo. Dentro de

esta perspectiva, sinteticamente esbozada, se des-

arrollo la obra del creador de la nueva literatura aus-

triaca, pero ninguno de estos factores, disimiles y

atrayentes al mismo tiempo, lograron imponerse en

su obra.

Como en todo poeta de excepcion, los estimu-

los externos fueron necesarios, y tampoco vel6 la mi-rada ante los sucesos que tuvo delante de sus ojos 0

de su entendimiento, pero eI resultado de la escasa

poesia de alto nivel que atesorarnos a traves de los

tiernpos, posee siempre Ia misma cifra, la del mensa-

je pennanente mas alb de la variedad, la de la t ras-

cendencia human a y el espiritu triunfante en la ple-

nitud de su libertad y de su voluntad de permanen-

cia. Esto es, en suma, e l arte de Grillparzer.

Naci6 en Viena el 15 de enero de 1791. El pa-

dre era abogado , un "hombre frio, cerrado", a estar

a las paIabras inolvidables del hijo. La infancia de-

bi6 pesarle como una edad insoportable ante la faltade carifio que su progenitor exhibia, sensaci6n que

acrecent6 al suicidio de la madre, enloquecida por

una mania religicsa obsesiva. No Ilama la atenci6n,

entonces, dados estos antecedentes, la sombria dis-

posicion de animo del futuro autor de Sapho, su

rudeza exterior, su profundo ensimismamiento. Ha-

b ia comenzado estudios de abogacia, pero la muer-

te d e l padre Ie obligo a interrumpirlos y, para .poder

alimentara la Familia, se vio obligado a trabajar en

calidad de maestro particular. En el afio 1813 obtu-

vo un puesto insignificante de empleado_ d: adua-

nas, y, dentro de Ia burocracia, que 5610 deJ6 para

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jubilarse, fue ocupando distintos cargos, bastante 05-

cures, dentro de un escalaf6n administrativo que

no se destacaba por un brillo especial. Casi toda su

vida de empleado la paso en la Biblioteca Impe-

rial, y e l maximo galard6n en este sentido fue su de -

signad6n de jefe del archivo imperial. Encontrando-

se vacante Ia direcci6n de la Biblioteca Imperial, se

prefiriq al joven conde de Munch-Bel l i nghausen ,1 0 que agreg6 una herida mas a las muchas que ha-

bfa recibido en su carrera de funcionario. Ello col-

m6 la medida y en 1856 se acogia al retiro con el ti -

tulo honorifico de consejero imperial. Las posterga-

ciones en su carrera administrativa, 1 0 mismo que

las, dificultades y fracasos en la de dramaturgo no

iban a preocuparle mas, por 1 0 menos en 1 0 externo,

Paralelamente a su labor de empleado y funcionario,

Grillparzer habia dedicado 1 0 mejor de sus energies

al teatro, Era un drarnaturgo nato, y desde la adoles-

cencia casi, habia ido asimilando las mejores influen-

cias; mientras que el radio de sus estudios se amplia-

ba de un modo asombroso. Ademas de Schiller, cuyainfluencia es evidente en sus primeros trabajos, co-

- nocio profundamente a los tragicos griegos, a Sha-

kespeare, y lleg6 a resucitar 1a gloria de la doble

cumbre del siglo de oro espanol, Lope de Vega y

19~der6n. Estos Ultimos autores fueron, por mot iv e s

1 que oportunamente expondremos, entusiastamente

t admirados e imitados por este austrfaco del siglo XIX.

M uy joven experiment6 el exito. Die Ahnfrau(L a abuela) , estrenada en 1817 , cuando contaba

" V e i i t t l s e i s - a f i o s de edad, Iue recibida calidamente, y

en 1818,,,, Sapho 1 0 c on sag rab a c om o el pr imer dra·

maturgo aust r iaco, Entre octubre de ese mi smo ano

y enero de 1820 apareci6 1a trilogia helenica Das'goldene Vliess (E l vellocino de oro). La culmina-

cion, que es a la vez para Grillparzer el punto desde

el cual todo se precipita en la incomprensi6n y el

Iracaso, 1 0 sefiala Konig Ottokars Gluck und En-

de (Fortuna y fin del rey Ottokar), estrenada lue-

go de varias postergaciones motivadas por la censu-.

ra, en 1825. Habia realizado ya un viaje por Alema-nia, y en 1826 Goethe, entonces en su papel de pa-

triarca indiscutido de las letras alemanas, 10 recibia

afectuosamente en Weimar. Parece que a la vista del

anciano, Grillparzer no pudo contener las Iagri-

mas, tanto 1 0 habra conmovido la presencia del au-

tor de Ifigenia. Nuevos viajes, el conocimiento de

Paris 0 de Italia, las ruin as de la Atenas inmortal

o e l exotismo de Constantinopla, Ie hicieron afiorar,

mas que nunca, el rinc6n natal. Habia trabado amis-

tad con algunas figuras de relieve; los representan·

tes mas talentosos de la "[oven Alemania", esa asocia-

cion que intentaba insuflar en el viejo cuerpo poli-

tico germano aires renovadores de libertad, Borney Heinrich Heine, se contaron entre las figuras cons-

picuas que Grillparzer trato.

Estos viajes habian sido casi un parentesis en 1a

vida del poeta. Volvia resignado, impaciente, y al

mismo tiempo satisfecho, a la Viena de sus amores,

porque Ilevaba el mundo dentro de sf mismo, y las

circunstancias externas poco podian variar su vision

de las cosas, pero los fracasos escenicos posteriores

en nada contribuyeron a endulzar un caracter de

por s f reeoncentrado y espinoso, La tragedia tu«

treuer Diener seines Herrn (Un fie! servidor de su

sefior), estrenada en 1828 en presencia del empera-

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dot Francisco, le valia ya ciertos ataques de una cri-

tica obtusa, 10 que se acentu6, cuando, en 1831, hi-

zo representar otra tragedia de tema helenico, Des

-Meeres una der Liebe Wellen (Las olas del mar y

del amor), El contacto con el gran teatro espariol del

siglo XVI I 1~-llev6 a la composici6n, en .1_~3~,d~ un

drama"" titulado, segun variante cuyo original esta en

Calderon, Der Traum, ein Leben C E I suefio es la vi-

da). Al publico le disgusto el despliegue de fanta-sia e ingenio que Ia obra desplegaba y la conden6

con su repulsa. Pero la copa rebaso con una come-

dia que hoy se juzga una de las mejores elaboradas

por dramaturgos alemanes (Lessing, Kleist y Haupt-

mann son autores de las otras). Las innovaciones

tecnicas y la grada legitima de Wehdem, der lugt

(lAy del que mientel), dada a conocer en 1838, no

fueron reconocidas por sus contemporaneos, Muy

al contrario, una critica de mal gusto arnarg6 tanto a

Grillparzer, que resolvi6 dejar, definitivamente, la

escena, Entre los motivos que 10 determinaron a

tomar esta actitud extrema figuran, en lugar desta-cado, las luchas constantes contra la censura impues-

ta por Mettemich, hasta entonces resueltas de un

modo favorable, pero tras demoras agotadoras y pro-

longadas. Como artista de raza,. habia librado com-

bate en favor de la libertad de expresi6n, y era, des-

de un punto de vista polnico-ideologico, un hombre

que simpatizaba con el ideario liberal de la epoca,

La estrecha concepcion de las libertades Iundamen-

tales, que habia sufrido en carne propia a traves

de las revisiones y postergaciones de muchas de sus

piezas por obrade los empleados al servicio de Met-

ternich, 10 habian convencido de la necesidad de tin

18

r cambio. Sin embargo, ni el movimiento de 1830 . Im ' ,ruemu 0 mas extendido de 184~, 10 contaron entre

sus actores, Admitiendo que simpatizara en algunos'

d.e sus ·a~tos con los prop6sitos de los revoluciona-

nos, su actitud fue la de un testigo, nada mas, inclu-

so la de un te~~go agriado. Estaba demasiado ape.

gado a las ttadiciones del Imperio y al respeto por

la p~rsona de los emperadores en cuanto a su funcion

de slmbol0 encamado de los ideaIes y aspiraciones

del puebl? austrla~o~ como para saludar la apencionde una libertad vigilante y combativa. No tenia el

t~mperamento ardiente y luchador de un Schiller

11 1 tampoco la vocacion de martir de plaza publica~

En una epoca en que tantos contemporaneos suyos

, habian hecho de Ia literatura un arrna de Ia pollti-

, ca, y habian pagado la osadia de su anhelo de liher-tad con la persecuci6n y el destierro (como los miem-

b~os ya cit~dos del movimiento de la joven Alema-

n:a, por. ejemplo), Grillparzer desahogaba en ese (

anD. crucial de 1848 sus emociones de hombre es- (

(~ptlCO Y amargado con versos como estes: "La ser- , l

vldu~bre destroz6 mi juventud, ese sosteri de la;opresion del espiritu, ahora llega la libertad arre- I ,

batadora para robarme la vejez".

Adem as, hay que sumar un caracter diffcil por

su imposibilidad de gozar de los dulces frutos del

amor ? la amistad, las esperas humillantes en su tra-

yectona de £onCionario, y, para rematar el clima la

sucesi6n de fracasos en el tea tro, todo 10 cual 10 ' lle-

vo rnuy cerca del suicidio. El ejemplo de la rna-

dre, que nunca pudo olvidar, 10 haria pensar seria-

mente en imitarla. Pero, Iue fundamentalmente

su angustia ante el desconocimiento de los mentos

i),,

. ,

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que su potencia creadora sabia muy altos, 1 0 rnismo

que la ausencia de un espiritu batallador, 0 quizas

la falta de una sabiduria superior Frente a las =r=za s del pr6jimo, los factores que 1 0 decidieron a ca -

lIar. Pero no fueron 1 0 suficienternente fuertes como

para impedirle seguir escribiendo, aunque sefialara

a Ia posteridad como destinataria. Ejemplo de ello,

una lirica varonil , la prosa densa, directa y co nmo -

.vedora y la agudeza de pensamiento que lIen a sus

Diarios, y tres obras de teatro postumas, que son

joyas maduras de su genio. Die JUllin von Toledo

(La judia de Toledo), de 1836 , Libussa y Ein Brn-derzwist in Habsburg (Una querella entre her-

manos en L a casa de Hasburgo), Iinalizadas am-

bas en 1848, a 10 que cabe agregar diversos f rag -

mentos teatrales acerca de figuras heroicas como Ani-

bal, Escipi6n, Bruto, constituyen una prueba mas de

su capacidad creadora, y, simultaneamente, de su

rechaw de los halagos de un mundo que considero,

no sin razon , hostil a su mensaje. Ademas sus dos

cuentos Das Kloster bei Sendomir (EI rnonasterio

deSendomir), de 1828 , y Der arme Spielmann (E lpobre rmisico) , 1848, cuya versi6n castellana es ma-

teria del presente volumen.

Este hombre de introversiones, desalentado ante

la faIta de apoyo que durante un per iodo de su vida

considerara esencial, refugi6 su soledad en la poesia,

de 1 0 que es testimonio suficiente Ia obra citada, en la

music a y en un amor que no Ileg6 a consumarse en

el matrimonio. Como un vienes de pura cepa, sen-

, tia y valoraba can aida de experto la musica en que

sus cornparriotas habian sobresalido en tan gran

medida. Can algunos de los mas ilustres composi te-

20

. ,

res que residieron en Viena durante las primeras de~cadas del, siglo pasado mantuvo lazos de amistad ycomprension. Para Beethoven, cuyo genio aquilatara

con ,palabras de resonancia permanente y cuya hu-

ma~l~ad superior sinti6 como pocos en su epoca ,

escrib io el texto de una opera, Melusine, en 1823 .

Pero. el musico juzg6 que no se adaptaba al acento

heroico que Ia partitura exigfa, y e l asunto no fue

llevado adelante. Ella no impidi6 a Grillparzer, ensu celebre Oraci6n ante la tumba de Beethoven ren-

dir un homenaje que tenia e l valor de pr~venirde otro grande. '~

Las ansi as romanticas no hab.ia~ muerto en tiem-

pas de nuestro autor y, en rigor, el romanticismo de-

j6 , en los llamados p os tro m an tic os , c on su ezaltacidn

del sen timien to, su huella hasta bien entrado -e I s i-

glo. El movimiento del coraz6n que 0 0 1 0 se saris-

facia en amores apasionados no pas6 de lado en la vi.

da de GrilIparzer y muchas mujeres correspondieron

a sus anhelos. Entre los nombres de las mujeres que'

quiso, una se destaca: Kathi Frohlich (1800-1876).Con ella mantuvo una relacion que dur6 casi media

siglo. E ra su unico refugio y Ia unica muestra de ale-

grfa autentica que el mundo le habla proporcionado.

Arnor atonnentado, con todo, porque ni e I uno ni Ia

otra tenian la virtud que hace posible el gran amor,

la de la entrega total. Y Grillparzer as f 1 0 reconoci6

en una de sus mas directas poesfas , Pero en home-

naje a esta ~elaci6n, a este reman so para su t empe-

ramento caviloso y desgarrado por la insatisfacci6n,

que no excluia por otra parte Ia existencia de episo-

dios dolorosos para ambos amantes, hay un data de

Interes, En su pieza Konig Ottokars GUkk und

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E~ el emperador Rodolfo interroga en una esce-

na a una encantadora muchachita por su nombre.

Y esta responde: IIKatharinaFrohlich, vecina de

Vienall• Asi fij6, para siempre, el nombre y los ras-

gos de la mujer que mas influy6 sabre su tempera-

menta de hipocondriaco. Para este solter6n sin reme-

dio, Kathi Frohlich tuvo siempre e l gesto compren·

sivo y un hogar seguro, el ultimo, en verdad. Cuan-

do Grillparzer cumpli6 oehenta afios de edad, Aus-

tria comenzaba a enorgullecerse de su hijo y la ceolebracion de este cumpleafios alcanz6 el contorno

de una fiesta nacional. EI emperador Francisco Jo-

se y el pueblo de Viena 1 0 cubrieron de honores y

elogios. Pero, como sucede tan a menu do, ya era tar-

de. Dos arras mas tarde, el 21 de enero de 1872, Fa-

llecia en su querida Viena mientras dormia apaci-

blemente en un sillon, como Goethe. Pocos af ios

mas tarde la ciudad erigia en memoria del mas gran-

de de sus dramaturgos un hermoso monumento, tri-

buto tardio pero justa.

De todos los generos intentados por Grillparzer,

el teatro fue, sin Iugar a dudas, aquel que penniti6a su genio desplegarse con mayor comodidad yes'

plendor. AlIi configur6 un mundo de personajes his-

t6rieos y legendarios que se nutrian de muy varia-

dos elementos. De las tradiciones barrocas y cat6-

licas del Austria imperial, especial mente de su gran

capital, 1 0 mismo que de las que nacian de la esce-

na y la poesia populares, entroncadas con la leyen-

da nacional, de las figuras poeticas y tragicas del

universo helenico como del teatro mas original y des-

envuelto concebido por e l genio latina en el transeur-

so del s ig lo XV I I. Desgarrado por la ausencia de esa

22

armoni~ del \ alma que caracteriza a Goethe, oscilo

toda su vida entre la exalracion creadora y la realiza-

ci6n atormentada, y junto a ese conocimiento segura,

esclarecedor, de la abra de los tragicos griegos y de Sha-

kespeare, de los gigantes de la escena espanola que

son Calderon y Lope, sus esfuerzos tuvieron un pri-

mer modele y una meta, la mas alta que un drama.

turgo del siglo XIX podia Iijarse: Schiller, Porque

este Ultimo habia sabido plasmar, como nadie hastaentonces, la gran tragedia historica, y habfa sabido

mostrar a todo cl siglo, tras la circunstancia histori-

ea y sus personajes representativos, el conflicto tra-

gieo desprendido de la existencia de la libertad hu-

mana y el Mundo del ideal y la belleza permanentes.

La inspiracion de un modelo de tal magnitud, que

tambien abrasara el genio de un Heinrich von Kleist,

se haee particularmente perceptible en el lenguaje

teatral de sus primeras obras escenicas con las que se

asoma, tan joven aun, al mundo de 1a literatura. La

mencion de Schiller es inevitable cuando se habla

del teatro de Grillparzer, tambien par otros moti-vos. Era una especie de espejo en e l que se miraban

todos los dramaturgos, buenos y malos, contempo-

raneos de nuestro autor, y de el aprendi6 Grillpar-

zer algo consustancial a su teatro. Un estilo y tin

lenguaje de elevada nobleza, el unieo, en verdad,

con que sus personajes saben expresarse, 10 que cons-

tituye no s610 una voluntad de perfecci6n sino una

de las conquistas m as s6lidas del teatro cIasico ade-man.

La irrupci6n de Grillparzer en la escena de s u

pais comienza en un momento oportuno. La Viena

tradicional, desde la epoca de su brillo barroco, era

2 3

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ciudad de teatro, can primacia de 1 0 escenico, deco-

rativo y musical, 1 0 que se concretaba del modo mas

complete en el genera de la 6pera. En este sentido,

ning6.n lugar de Alemania podia sostener la compa-

raci6n con las condiciones materiales del teatro vie-

nes, ni tampoco can Ia existencia de un publico avi·

do y conocedor. Las obras de Schiller, al que en ese

"" momento el pueblo aleman reverenciaba como su re-

'presentante mas excelso en eI camino del drama, ha-

',bfan suscitado ademas emulaci6n en el ambiente tea-

. tral de Viena, y durante algunos afios se alcanz6

a designar a un modesto autor, Joseph Collin (1771-

1811), como el "Schiller austriaco", Habia concien-

cia de la necesidad de hacer saber al resto de los ale-

manes que Ia ciudad del teatro, "par excellence",

estaba en condiciones de regalar otro Schiller a los

alemanes. Como Ultimo factor importante, el direc-

tor del Hofburgtheater (el teatro mas importante de

Viena), Joseph Schreyvogel (1768-1832), hombre ilus-

trado que se formara en Weimar y Jena al lado del

ejemplo de Goethe, supo estimular debidamente las

condiciones artisticas del entonces precoz Grillparzer,

cuyo genio comprendi6 desde un principia, y cuya ayuda

amistosa hizo, al decir de un autor, que se estableciera

entre ambos una relaci6n semejante a la de Schiller

con Dalberg, el intendente del teatro de Mannheim,

donde se representaron las primeras piezas de aquel.

i Dejando a un lade los primeros ensayos juveniles,

carentes de importancia, excepto quizas Blanka von

Kastilien (Blanca de Castilla), que manifiesta una

fuerte in£luencia del Don Carlos schilleriano, la pri-

mera obra de Grillparzer, representada cuando su

autor contaba veintiseis afios , 1 0 llev6 bruscamente

a la fama y al conocimiento del publico. Se trata de

I!ie Ahnfrau (La abuela), una tfpica tragedia fata-

Iista que debe gran parte de su inspiraci6n a Los ban -

didos de Schiller. En una acumulaci6n romantics

aparecen Iantasmas, punales parricidas, uniones ile-

gftimas e involuntarias y una atm6sfera sombrla co-

mo fondo de. un destino inevitablemente higubre.

Todo es aquf irreal y falso en el disefio de los hechos,

perc. esta dotado de una autentica teatralidad y del

sentido de un pecado que no puede redimirse en es-

ta vida, porque la misma existencia human a, pe-

cammosa desde su origen, y una voluntad gravida

de fuerzas instintivas, 1 0 impiden. Esto Ultimo se

presentaci como una constante del autor, especial-

mente en sus dramas hist6ricos fundarnentales. Pero

junt~ a imperfecciones externas, habfa un lenguaje

poetico ya maduro, traducido en troqueos, imitaci6n

de los autores espanoles que tanto pesaron sabre suobra,

~aphol estrenada un afio despues de la pieza an-

te~lO~,ofrece un clima totalmente distinto, que da

asmnsmo una clave para la camprensi6n de la ator-mentada personalidad del poeta. Con esta obra se

apoder6 de la figura de la genial y apasionada lfrica

griega, a la que atribuy6 rasgos extrafdos de la clasi•.

ca lfigenia goetheana, pero cuyo elemento dramatico

deri~a del T_orcuato Tasso de este autor, y, en pro-poreidn considerable, de la propia existencia de Grill-

parzer. En este Ultimo sentido, la pieza es una auto-

confesion, sorprendente por los pecos aiios del autor -

al campanerla. Safo, auroleada por la gloria, y el bar- -

quero Phaon, alga menor que ella, caen enamorados.

Pero la poetisa no se decide al abandono de su arte,

2524

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or mas que su alma amorosa aSI 10 quiera. Cuando

haon, poco sensible a la poesia de su amada, se ena-

ora de una muchacha de menosafios que ella y Safo

vierte que 10 ha perdido para siempre, se suicida. El

onflicto entre el dictado del arte y la vida del mun-

o se presenta a todo artista, yaqui la leccion de

rillparzer muestra su faceta autobiografica. Ante

creaci6n artistica verdadera, todo debe serle sacri-

ca do, no obstante esos hermosos versos de la obra ,

ue dicen: ' 'Y, a pesar de todo, la vida es la meta maslta de la vida". En la tragedia, Safo se arroja al mar

esde las rocas, porque su naturaleza femenina ha

acasado; en la vida del artista la creaci6n rnata por

sencia, toda vida que no sea aquella que el arte se

onsagra. Esa fue, por 1 0 menos, aquella de la que

rillparzer supe; el poeta esta siempre solo. Byron,

l leer la obra a traves de una traduccion italiana,

rofetiz6 que la posteridad conoceria a Grillparzer.

sus dukes y hermosos versos le aseguraron el triun-

a a la primera representaci6n.

EI pinaculo del exito 10 a1canz6, sin embargo, can

tri_I_()giaDas goldene Vliess (El vellocino de oro),

u otra incursion al mundo de la leyenda helenica,

us partes Der Gastfreund (EI huesped), Die Argo

(Los argonautas) y Medea, se inspiran en los

nteriores logros dramaticos de Euripides, Seneca,

y el aleman Klinger, famoso por haber da-

o nombre al movimiento del Sturm und Drang,

aracteristico de 1a septima decada del siglo XVI I I

entro de la literatura aleman a y una de las mas vio-

entas apariciones del prerromanticismo. En cuanto

la idea de escribir todo cido tragico acerca del te-

na, presumiblemente deriva de un proyecto de Schi-

6

f.. .

,

,,-

ller, La obra comienza, a guisa de pr61ogo, can el

asesinato de Phryxus , huesped del rey Aietes de Col-

quis, al que ha dado muerte para apoderarse del ve-

llocino de oro que el mismo Apolo obsequiara a su

huesped , En Los argonautas aparece Jas6n, q~e re-

cupera el vellocino can la ayuda de Medea, h~Ja de

Aietes, la cuaI, enamorada del heroe, no vaclla en

traicionar al padre y matar al propio hermano. Latercera parte, la esencial, se centra aIrededor de Me-

dea. Jason se le ha unido y tiene dos hijos de ella. Pe-

ro la naturaleza extrafia y extremada de Medea 10

ahuyenta, y en Corinto da palabra de casamiento a

la hija del rey, Creusa. Medea suplica, se humilla

imitilmente. Pero su venganza sera feroz, pues en-

via un traje envenenado a la novia, mata, en presen·

cia de Jas6n, a sus pequenos hijos, y devuelve, en

Delfos, el tragico vellocino a los dioses. Esta Figura

terrible, de tan ilustre linaje teatral, no desmerece

en manos de Grillparzer. Da otra imagen mas de Me-

dea, una grandiosa mezcla de arnor y odio llevado a

limites demoniacos. La fatalidad no golpea debido

a hechos exteriores, esta dentro del alma de los pro-

tagonistas, como en toda tragedia autentica. EI alma

de Medea, tironeada por el dolor y el odio, es campo

de un magnifico estudio sicol6gico, y , simult.anea.

mente, un conocimiento, personalmente expenmen-

tado, de los abismos turbios 0 inexplicables del ser

humano. Los tantas veces citados versos finales:

II<.QUe es la suerte terrenal sobre la tierra? - Una

sombra+-. <Que es la fama terrenal? - Un suefio-",

sefialan claramente el sintoma doloroso que aqueja al

espiritu europeo de cornienzos del siglo XIX, y po-

seen valor particular en e 1 caso de Grillparzer, por-

27

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que destacan una de sus constantes: la__egaci6n y

la fatiga, Ia imposibilidad de creer, Ia duda aniquila-

dora. Sus heroes nada tienen que haeer ya, a esta al-

tura de su creaci6n dramarica, con el idealismo heroi-

co de alta moralidad de un Schiller. Nada mas lejos

que el clima, recien abandonado, del clasicismo wei-

mariano, con su esfuerzo por construir un mundo de

almas hermosas, serenas, intimamente arm6nicas.La tercera incursion de Grillparzer en el mito he-

lenico es la tragedia Des Meeres und d e r Liebe We-

llen (Las olas del mar y del amor), Su Fuente primi-

genia se contiene en el relato del griego Museo (s,

V. a d. C.) acerca del tragico arnor de Hero, sacer-

dotisa de Mrodita, por el ardiente Leandro. La fa-

bula contaba que Leandro se habia ahogado al atra-

vesar a nado el Helesponto, porque la lampara que

Ie servia para indicar el carnino hacia Ia amada habia

sido apagada. Incapaz de soportar una vida sin el ob-

jeto de su amor, Hero se arroja a las aguas del mar.

Es, sustancialmente, una tragedia del sentimiento, deun sentimiento que se sublima en el sacrificio volun-

tario de una mujer, para la que la entrega absoluta

que define al arnor verdadero termina con 1a muerte.

La sacerdotisa de Afrodita, casta y hermosa , oIvida

sus deberes y su posicion, y elige en el momento de

la prueba. El arnor Ie habia rebasado inteligencia y

sentidos, y la incapacidad de seguir vivien do debia

conciuir, forzosamente, en el autoaniquilamiento. La

trama, de una encomiable senciIlez, esta realzada por

recursos escenicos de segura eficacia y por un len-

guaje lirico cuya musicalidad y suave acento se repi-

ri6, muchas decadas mas tarde, en los languidos 7

28

refinados versos de otro vienes, Hugo von Hohnanns-

thaI.

En 1823 Grillparzer habia finalizado otto drama

Konig Ottokars Gluck und Ende (Fortuna y fin

del rey Ottokar). ~u tema era ahora Ia historia .:

~t!!~L~?una glQrificad6n de la dinastia de los Habs~ ~,burgo, elaborada con un sentido nacional ycomuni- .

tario, en el que emperador y pueblo, unidos en el

mismo destin0, labraban un futuro Identico. El his-toriador tiroles Joseph von Hormayr (1782-1848) Ie

habia proporcionado los datos hist6ricos necesar ios ,

La contemplaci6n de los grandes acontecimientos

de la epees, entre los que Ia apoteosis y caida de Na-

pole6n habian dejado huella duradera en el animo

de los contemporaneos, y, por otra parte, una com- j. _

prension de 1a historia como pugna y desarrollo de

personalidades y poderes, mucho mas que como con- ',

flictos de ideas contrapues tas, amen del prop6sito ya ~

mencionado de representar, dramatica y gloriosa-'~'mente, la Figura del fundador de 1a casa de Habs- ;-

burgo, se concretaron en la tragedia del rey Ottokar. (-Dos a:fios hubo que esperar la decision de una cen-

sura torpe, pero la indole del asunto ofreci6 al poe-

ta su ultima alegria de dramaturgo, y significa, den-

tro de su genero, algo semejante al efecto y conteni-

do del Guille rm o T ell de Schiller y El p rin cip e de

Hamburgo de Kleist. Los Habsburgo del comienzo ,

aquellos que tienen su origen en Rodolfo, habian ins-

pirado a Grillparzer en esta pieza versos tan patri6-

ticamente inflamados como: IViva AustriaI IHabs-

b urg o p ara sie mp re l, imagen de una unidad ya per-

elida dentro del marco imperial que la dinastia supo

alguna vez lograr. Pero, ademas, hay aqui una pre-

29

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sentaci6n y conflicto de caracteres. Rodolfo vence al

rey Ottokar de Bohemia, el candidaro 16gico al trono,

porque esta. poseido de la idea imperial como entidaddespersonahzada y pennanente, al servicio del pue-

blo. Esto es, en definitiva, 1 0 que 10 hace empera-

dor. Por el contrario, la presunci6n y altaneria de

Ottokar,. ~n el pinaculo del poderio, son, a su vez,

las condiciones que labran su propia ruina. La facul-

tad soberana de Grillparzer para escudrifiar en los

recovecos.del alma, semejante en esto a Shakespeare,

se parentiza, entre tantas escenas memorables en la

despedida de Ottokar de su mujer Margarita. Encuanto a Rodolfo, sabra decir en momentos solemnes,

:posei~o de s?- mision suprapersonal, estas paIabrasinolvidables: 'Y 5610soy el emperador, que vive parasiempre".

AI clclo historico nacional pertenecen tambien lastragedias Bin treuer Diener seines Herrn (Un fiel ser-

vidor de su senor) y Bin Bruderzwist in Habsburg

(Una quereUa entre herman os en la casa de Habs-

burgo), esta Ultima p6stuma. Es posible que in-

citado P O : los ejemplos dados por Shakespeare ensu tratamiento de la historia inglesa, 0 por Lope y

los dramaturgos de su escuela, Grillparzer haya visto

en estos asuntos, que el publico no ignoraba, porque

fonnaban parte de su propia historia, no s610 una

_,:_xposici6ndramatica de momentos culminantes, si-

no un pretexto para desarrollar, con segura sagaci-

dad, los movimientos del alma de personajes alta-mente situados.

-La prirnera de las dos obras mencionadas se repre-

sent6 en 1828 en presencia del emperador, En el si-

glo XVI, Hans Sachs, ese industrioso artesano del

30

verso, habia referido la tragedia de Bancbanus, el

regente de Hungrianombrado por elrey Andrea II,

que habia partido para la guerra. Frente a la lealtad

sin Iimites de Bancbanus, leal tad que alcanza con-

tomos heroicos de au tocon tenci6n , debido a su Ii-

delidad a la palabra empetiada, se alza la figura del

duque Otto, el cufiado del rey, el cual, liberado de

toda norma, actua por encima de la ley, obediente a

los Impulses de su capricho 0 de su voluntad que lle-

ga al crimen. Bancbanus gobierna en nombre del rey ,pero no posee sus poderes. Debe tolerar, entonces,

que el duque, con su exterior atrayente y su ausen-

cia de sentimientos dignos y de escnipulos, abuse

de su joven mujer, la que muere en defensa de su

honor. El juramento de fidelidad prestado a su rey

Ie impide a Bancbanus cualquier acd6n que pue-

da hacer vacilar los cimientos del reino interinamen-

te confiado a su custodia. Frena, asi, a costa del pro-

pio honor mancillado, los deseos de venganza, y se

convierte en heroe del deber absoluto. La obra no

gusto, porque se interpreto, demasiado facilmente,

que la actitud de Bancbanus era una actitud servil,

cuando en realidad se trata de un sacrificio sublimeofrecido a la idea del rey como-institucion y funda-

mento- del estado.

Una querella entre hermanos en la casa de Habs-

burgo fue considerada por Grillparzer, en su testa-

mento como "un esbozo sin vida", Y, en consecuen-

cia, solicit6 que fuera destruida despues de su muer-

teo Afortunadamente se desoyo su deseo y la poste-

ridad ha rectificado el juicio del propio autor, desa-

alentado y desencantado en esos intenninables Ulti-

mas afios. En esta tragedia, escrita en 1848, se con'

1

1

I•I

31

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(

tintia en realidad el proceso iniciado en Fortuna y

fin del Tey Otto"kar. Rodolfo 11 de Habsburgo, su

protagonist a, que vivi6 poco antes del estallido de

Ia guerra de los treinta afios, es, en cierto modo, la

contrafigura y tambien el complemento del ilustre

antecesor y fundador de la dinastia. Pero los aiios

transcurridos entre Ia composicion de ambos dramas

hist6rico-nacionales han dado una nueva fisonomia

al personaje. La vision pesimista que iba progresan·

do en el espiritu de Grillparzer se plasmo en un he-roe en el que Ia debilidad de Ia voluntad era refle-

jo de una honda desconfianza hacia la acci6n, sus-

ceptible de producir tanto el bien como el mal. R o -

dolfo II es un torturado que anhela aquello que Grill-

parzer consideraba en sus aiios de ancianidad como

los valores superiores, es decir, la paz, la tranquilidad

del alma. El soberano rechaza el ejercicio de sus fa-

cultades porque los efectos de la acci6n son multi-

ples e imprevisibles. Como estudio sicol6gico de la

indecision, es obra todavfa no superada. La crisis en

el animo de un rey que no quiere mandar, que re-

chaza la capacidad de decision, coincide con el ges-to negativo del poeta al considerar que todo acto es

una catastrofe en potencia.

Este mismo problema, cuya solucion residia para

Grillparzer en el refugio dentro de S I mismo, vuelve

a aparecer en Der TTtlUm ein Leben (El sueiio es

vida), estrenada en 1834. Es una demostraci6n mas

de su multifacetica aptitud, que 1 0 Ilevaba desde

la intimidad de la historia nacional a la resurreccion

de la fabula y el mite helenicos, 0 a un contacto es-

trecho can el teatro espafiol del barraco. Como here-

dero , en parte, del romanticismo con sus secuelas de

32

I,

,

,

.' \

J

melancolla, nostalgia, desaz6n, cansancio vital, incor-

poro tambien Crillparzer una admiracion extraordi-

naria ante las conquistas del teatro espafio] del si-

glo de oro. Los romanticos alemanes, encabezados

por los hennanos Federico y Guillenno Augusto (

Schlegel, en su tendencia de ampliar los Hmites de llas concepciones artisticas en e l tiempo y en el espa· ,

cio, e igualmente, para mostrar el ejemplo de un ar- ~,

teo~ue se. hab~a ~esarrollado esp lend ido , pujante yoriginal, SID sujecion a las normas de una precepti-

va que hacia rata venia quedando estrecha, habian .

saludado alborozados ese teatro espanol, Alli, en for-c.

~a concrera, se clio un arte que el pueblo compren·

dia y alentaba, una escena en que la identificacion

de los intereses nacionales y los de 1 3 . comunidad' era

completa, y cuyo valor poet ico , dinamismo y rique-

za eran motivo de asombro para la Europa septentrio-

nal. Lope, Calderon, Guillen de Castro, Moreto, Tir-

so de Molina, toda 1a pleyade, en fin, de los auto-

res de comedias del siglo XVII, habian ensefiado a los

alemanes que, despues de todo, se podia lograr unbeneficio estetico apreciable en haber tirado par la

borda las reglas renacentistas de las tres unidades.

Par 1 0 demas, bueno es hacer notar Ique la Iiteratura

espanola no era un descubrimiento reciente de. los

autores alemanes. La -situacion predominante de Es -

pana, precisamente durante los siglos XVI Y XVII,

habfa extendido las diversas manifestaciones de su

cultura, y este ultimo siglo conocio una gran nove-

la picaresca alemana, e l Simplicius Simplicissimus, .

de Hans Jakob Chr. von Crimmelshausen, cuya ins-

piraci6n se debe, en parte, a la lectura de Quevedo __

y de la picaresca espaiiola, en general. Y aiin en el

"j.

33

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siglo XVIII, con el afrancesamiento del espiritu y

de las artes que la ilustracion habia promovido, el

visionario Herder. para confirmar sus teorias histo-

ricistas y enaltecer el aporte poetico de la comuni-

dad, habia traducido el Romancero espanol,

Gri1lparzer no ignoraba, por supuesto. estos ente-

cedentes, pero para el el teatro espafio] tenia, ade-

mas, un doble atractivo. Sentia en 10 espanol, como

se ha dicho, una prolongacion e integracion del im-

perio de los Habsburgo, y . sin contar los motivos di-

rectamente tornados de obras de Lope y Calderon,

consagro parte de sus preocupaciones al estudio de

ese teatro. En su prosa hay valiosisirnas observacio-

nes acerca del significado de las comedias espanolas

del siglo XVII , las que revelan una cornprension y

sagacidad no siempre reservadas a los criticos. La

tecnica del verso, la sicologia y motivaciones de los

personajes, el estudio de Ia intriga, la ideologia utili-

zada, nada escap6 a la observaci6n de Grillparzer. Nees de extrafiar, entonces, que de este contacto con el

mundo del teatro espafiol el autor vienes extrajera el

material para la composicion de algunas de sus me-jores obras.

Comenzaremos, para ell0, con Der TTaum ein Le-

ben (El suefio es vida), la pemiltima de sus

obras estrenadas en vida. Sus fuentes son una narra-

cion de Voltaire, "Le blanc et Ie noir", que se refie-

re a Ia falta de sentido de la concepcion humana del

tiempo, y, Iundamentalmente, La vida es sueeo, de

Calderon, autor cuyo natural reflexivo y ensimismado

1 0 acercaba al temperarnento del propio Grillparzer.

LIl predilecci6n IX'r Calderon se manifiesta por una

afinidad que ambas obras reproducen. En las dos

34

aparece expresa la repulsa por Ia accion, el. con-

vencimiento de la inutilidad de los eshierzos, iden-

tica vision pesimista y negativa, que sendos finales

relativamente felices no contribuyen a desvirtuar.

Hayen esta pieza, que contiene mucho material fan-

tastico y un ambiente escenografico de perfume orien-

tal una inversion de la concepcion calderoniana., .EI poeta espaiiol hab ia calado hondo en sus relacIO'",

nes entre la realidad vigilante y Ia otra, la del suefio, '

pero sus reflexiones, como las consecuencias de los,actos de sus personajes, descansaban sobre un p~oble- f

rna religiose, el del libre albedrio, que la teologia de

la epoca agoto en sus implicaciones. Grillparzer. tra-

za tambien vinculos entre distintos tipos de realidad,

pero las consecuencias extraidas difieren de las de

su antecesor. En su obra, la vida no es un suefio. En

el suefio se refleja, de alguna manera, el proceso que

el hombre y su contomo entretejen continuamente,

y nuestro siglo ha visto, en el campo de la, rnedi-

cina, que la vision del poeta no era una Fantasia des-

cabellada.

El heroe del drama es el joven Rustan, quienvive una felicidad opaca y modesta en el seno de su

familia y en el carino de su prometida. Sin embargo.

la rutina del ambiente y el deseo de destacarse en la

aventura heroica, el atractivo de la lucha mundana y

de 10 desconocido mueven su animo. Incitado por las

observaciones de Zanga, su esclavo, parte hacia ese

universo extrafio del que tanto ha oido. Pero el sue-

fio 10 vence, y la ensofiacion, que la escena rnuestra

con un despliegue considerable de fantasia y un eli-

rna de euentos de hadas, indica a Rustan su destino.

EI engafio, la angustia, un mundo de hostilidad y fa·

35

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lacias ~s 1 0 que en verdad Ie aguardan. El premia de

la accI6n. se llama desiIusi6n y hastio, y despertado

a la realidad, e I protagonista se resigna y regresa

a su pequena , pero segura felicidad. No hara las gran-

d:s cosas que espoleaban su imaginaci6n, pero pre-

c~samente en e se estarse quieto conquista el bien ines-

timable, Ia paz del alma. Esta feliz creaci6n fue real-

~da por un lenguaje particulannente adecuado, mu-

sIcal.,por un aire "romantico" y un suave amor, el delos j ovenes , como contrapeso al escept ic i smo de una

meditaci6n desilusionada acerca de los f ines de la

vida. Es casi una confesi6n autobiograf'ica la sucesidn

de versos en boca de Rustan, cuando enfrenta al sol

" y exclama: "Dihindelo en tus rayos, lnindelo en ca-

lda pecho: una sola felicidad hay aqui abajo, una:

~Ia calIada paz interior y el pecho libre de culpa, y la

.~grandeza es peligrosa, y la fama juego vacio; 1 0 que

}otorga es sombra insignificante, y 10 que quita es de-

Imasiado". El movimiento Feerico de esta pieza com-

pleja, en la que se anudan y desanudan los elemen-

tos de un doble plano animico, no esta, en este sen-t ido, aislado en el teatro austriaco de la epoca. Otros

, dos ilustres autores contem poraneos, favoritos del pu·

blico vienes, pero mucho mas limitados en sus pre-

tensiones y en la universalidad de su lenguaje, Fer -

dinand Raimund ( 1796 -1836) y Johann Nestroy

( l802-1862) , dieron rambien preferencia en algu-

nas de sus obras a un clima de fantasia que guarda

cierto contacto con el de Crillparzer ,

La Ultima pieza estrenada en vida de nuestro au-

tor fue como se ha dejado es tablec ido, su comedia

Wehdem, tier lugt (lAy del que miente!). Parade-

jicamente, esta comedia tan feliz, tan ins6litamen-

36

te alegre dentro del conjunto de la obra del drama-

turgo vienes , termin6 por decidirlo a retirarse de la

escena. Los juicios tontos y superficiales que, sali-

dos de Ia pluma de un tal Saphir, critico de gravita-

ci6n considerable, fueron coreados y repet idos pot

el resto de la critica, amargaron tanto la sensibilidad

del autor de la comed i a , que se neg6, durante el res -

to de su vida, Ia que se pmlong6 34 anos mas,

a representar otra pieza suya. No obstante, su capa·cidad de creador estaba lejos de haberse agotado,

como 1 0 comprueban sus tres grandes tragedias p6stu-

mas. iy del que mientef se basa en una cronica de

los francos redactada por Gregorio de Tours, el fa-

moso cronista del siglo VI. La pieza trata de c6mo,

sin el empleo de una mentira abierta, pero tampoco

sin decir Ia verdad, un Simple pinche de cocina , Leo;

salva al sobrino de su obispo, un dis t inguido caba-

llero que habra sido tornado prisionero por los barba-ros , A pesar de la fonna c6mica e ingeniosa con que

el argwnento de la obra se expone, se trasluce el pro-

blema de Ia verdad humana,ta l

como1 0

concibeGrillparzer. La naturaleza del hombre no esta hecha r

para la verdad y esta es patrimonio de Dios, mientras(

que la mentira es el terreno que pisan los hombres, ( -

quieranlo 0 no.

Nos hemos referido ya a la relaci6n entre Crillpar-

zer y Calder6n. Pero, si Calderon incit6 a Grillpar-

zer para la composici6n del drama acerca del SUeDO

del joven Rustan , y alli explay6 su concepc io n .mas

arraigada sobre la significaci6n de la existencia hu-mana, Lope es e l favorito del vienes , Aquello que

es autenticamente teatral, ese dominic prodigioso de

la intriga, esa fecundidad en el hallazgo de las s i-

3 7

8/6/2019 el-pobre-musico

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tuaciones, ese juego gracioso, sutil < y por que no'?

superficial, de los caballeros y darnas creados por L a :pe de Vega, incitaron a Grillparzer al estudio, el co-

mentario y la imitaci6n del autor espafiol. Mas que

en Calderon, Grillparzer vio 1 0 teatral encamado en

la obra de Lope, en aquello que Lope entendia por

teatro, Algunos personajes de las mas grandes inven-

clones de Grillparzer son hechura de los heroes lopes-

cos, como 1 0 ejemplifica el duque Otto en Un fie l

servido« de su senor. Esos individuos elegantes, j6-\' venes, ingeniosos, y, en el fondo, insensibles a las

.~emocio~es que despiertan en las mujeres, son hijos

\ del genio de Lope. Fruto de la atenta y fecunda lee-

tura de la obra del autor espariol es D ie J iid in vo nToledo (La judia de Toledo), inspirada en la pie-

za del mismo titulo de aquel. Su proceso de elabo-

raci6n fue prolongado, y se extiende de 1824 a 1836,

yes, como se senalara, una de sus tragedias p6stumas.

No obstante, por mucha que fuera la admiraci6n que

Lope inspirara a Grillparzer, y este asi loreconoci6

en repetidas ocasiones, 5 6 1 0 el argumento es una apro-

piaci6n. En 1 0 demas, Grillparzer trabaj6 siguiendolas Iineas de su arte exclusive, con el que llega a pla-

nos muchos mas hondos en la descripci6n del alma

y en el perfil de los personajes principales de la tra-

gedia. Quizas, como se ha hecho notar, el titulo sea

err~n~. Efectivamente, la hermosa y sensual Raquel,

Ia Judia de Toledo, no es la protagonista; 10 es, en

tambio, el rey de Espana, Don Alfonso. Este se ha

enamorado perdidamente de Raquel, cuyos encantos

satisfacen al mundo de sus sentidos. Alfonso se ha

olvidado de quien es, de la propia mujer, de la re-

ligi6n y del estado, de la politica y la guerra, en su-

38

rna, de la significaci6n de su real persona. Vive ex-

clusivamente para Raquel y la murmuraci6n del

pueblo 0 Ia conjura de los nobles 1 0 tienen sin cui-

dado. La tragedia estaUa, sin embargo, porque los

grandes del reino, deseosos de decidir la lucha y en

la esperanza de extirpar las rakes del mal que mina

I~ . salud del estado, excitar: a la turba - de por sf s o-liviantada contra la favonta - y esta muere asesi-

nada. Enterado del hecho, la ira del rey asume unearacter terrible y ansia vengarla a toda costa. Yaqui

se produce el impacto teatral, que no careee, por otra

parte, de verdad sicol6gica. EI rey pide ser condu-

cido ante el cadaver de su amante, y ante la visi6n

de ese cuerpo inerte y destrozado sufre una transfer-

maci6n radical. Percibe de improvise, como si hu-

biera side iluminado por un relampago extraordina-

riamente claro, que ese amor hondamente sensual

que 10 tenia enajenado, ha desaparecido por com-

pleto. La contemplaci6n de la muerte es una especie

de liberaci6n del sentido enfermo. La pasi6n que 10

separaba de su oficio de rey y de su deber de marl-

do no existe mas, es como si nunca hubiera existido.

Por cierto que el sentimiento de Ia culpa no puede

borrarse en su totalidad, y el mismo Alfonso recono-

ce que "nadie es puro y s610hay por todas partes cri-

minales", pero esa misma experiencia fortalece su

animo para el cumplimiento de sus obligaciones rea-

les. Considera .todo como un episodic definitivamen-

te clausurado, y, al servicio del estado y de Dios, acu-

de a los deberes de su estirpe. La dureza de este fi-

nal, este cambio subito, fue reprochado por los pri-

meros criticos de Grillparzer. Se Ie achac6 el habet

concedido a la Figura del rey Alfonso una crueldad

39

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apenas comprensible, Pero GrilIparzer tenia razon,

como tambien Ia habia tenido unos siglos antes L0-

pe. El Mundo de los sentidos, Mundo de 10 ilusorio

'e n Ultima instancia, debe ceder su lugar a la reali-

.'dad, al cumplimiento arnargo, muchas veces, pero

'necesario, del deber.

Su obra teatral postrera L i b u s s a habia side termi-

nada en 1848, aunque el perioclo de su concepci6n

se remonta a la juventud del au tor. Pero la cornple-

jidad del asunto y el arnbiente dramcitico que 1 0 acorn-

pafia poseen tal aliento de grandeza y perfeccicn,

que s610 una maduraci6n del pensamiento y una sa-

bia comprensi6n de toda la rea1idad pcdian desarro-

Ilar aquello que el drama encierra. Su inspiraci6n

fue Clemens Brentano, el fantastico, brillante y fe -

cundo escritor romantico, quien habia cornpuesto en

1812 un drama. Die Grundung Prags (La fun-

daci6n de Praga). Pero Grillparzer se apart6 funda-

mentalmente del tone If rico y fantastico de aquel.

Lo profundo, el Ultimo sentido de la realidad y su

relaci6n con ]3 trascendencia a traves del ser, sonlas metas de su preocupacion, Densos y cargados de

una meditaci6n fruetffera, los cineo aetos de L iM

bussa anudan vinculos entre las fuerzas fundaments-

les, enraizan en el mite y desembocan en la historia,

opemen el hombre 3 ]0 fernenino, el individuo a la

comunidad, la pasi6n amorosa a la raz6n. EI conjun-

to, que se refiere al mito de la fundaci6n de Praga

y al nacimiento del pueblo eslavo, posee un aire de

profecla Msieamente intempnral e inmaterializado,

referido a cuestiones permanentes e Insolubles.

.La tragedia opone, en verdad, la idea de Dios a Ia

del mundo, 0, para decirlo de otra manera, Ia vida del

40

;1

mas alla a la regulaci6n del mundo desde la vida te-

rrenal. La obra se desenvuelve en el mito, que va mUM

riendo para que la historia recoja la herencia. Lasfiguras de las madres, personi f icadas en las tres proM

fetisas e hijas del rey Krokus, nos sinian precisa-

mente en ese momento previo del mito, Las dos ma-

yores mantienen una aetitud de alejamiento con res-

peeto al mundo, rehusan el contacto con Ia hum a-

nidad y se niegan a asumir el pode r sobre la tierraa la muerte del rey, su padre. Pero la tereera henna-

na, Libussa, elige su destino en Ia tierra. Ahandona

el mundo de las divinidades matriarcales, que coin-

ciden con ]0 mitico, y penetra decididarnente en Ia

historia que eomienza. De este modo, Libussa se ena-

mora y une a Primislaus, el hombre, y, en conge.

cuencia, se ata a la comunidad de los hombres, tan

diversos a su propia naturaleza divina. Aprende asi

c6mo los hombres erigen sus nonnas y las opemen a

las de la trascendeneia. Y, annque comienza por re-

chazarlas, la elecci6n hecha y el arnor pueden m a s ,

hasta que llega a prestar su bendici6n a la Iunda-ci6n de Praga, obra de Primislaus y sus companeros ,

Pero ha otorgado demasiado, ha renunciado a 1 0 m e -nunciable, y debe morir. El Mundo de 10 trascenden-

te ha terminado, Ia divinidad se aparta y remonta

su rumbo, mientras que los hombres quedan solos

para edificar su pequeno destino humano.

Tada Ia tragedia posee una visi6n profetlca estre-

mecedora y grande. El poeta se ha despedido con

un ademan pesimista, melancolico, que va mucho

mas alla del mito de la fundaei6n de Praga y del fu-

turo del pueblo eslavo.

EI examen de las obras escenicas de Grillparzer

41

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aI que nos hemos dedicado, exige, como complemen-

to indispensable, algunas palabras acerca de su len-

guaje teatral, de su verso, y eli este sentido se en-

cuentra tambien en una posici6n de aislamiento. En

una comparaci6n un poco amplia puede afirmarse

que se encuentra bastante alejado de Schiller. y aun

de. Kleist. En cambio, hay semejanzas con el Goethe

anciano. En su mundo poetico se alian, curiosa-

mente, una fuerza excepcional en la conformaci6n

de sus personajes, con Ia rudeza, mas, la dureza de

un verso alejado de toda musicalidad extema, de

todo haIago a los sentidos, Sus palabras se refieren

a una realidad hecha abstracci6n, no a las cosas tal

como se presentan 0 a un sen timien to, tal cual apa-

recen primariarnente. Curiosamente, y antlcipando-

se a algunos dramaturgos de nuestro siglo, se ha

senalado que la intensidad de su lenguaje dramati-

co esta en las pausas, en el silencio que separa las pa-

labras, y en este sentido, pesee una autentica elocuen-

cia de fuerza dramatica convincente, El sonido de

los vocablos 1 0 deja sin cui dado, es su sustancia

1 0 que 1 0 preocupa y aquello que sabe aprisionar.Sus heroes escenicos son duefios de esa diHeil sabi-

duria del silencio y las palabras que pronuncian son

las exactamente necesarias a la situaci6n que tradu-

cen. El merito extraordinario de su verso, lejos del

verso blanco clasico, 1 0 ha convertido en uno de los

fundadores del gran teatro aleman moderno, Pero,

e S a visi6n teatral que predomina en su obra poseia

un impulse de _h_,?~dasrakes clasicas, Prueba de ella

el hecho de que jamf; escribi6 una tragedia de am-

biente con temporan e o , una tragedia de la realidad

burguesa que la observaci6n cotidiana le ofrecfa fa-

42

. .

i

I .

eilmente y que estaba al alcance de su poder crea-

dor.La larga existencia de Grill patzer se consagr6 a

una laboriosa producci6n literaria, y, como hemos

anotado ya, e l teatro no fue el unico g~nero que ~ul-

tiv6 aunque S 1 el mas. importante. Su nco pensaIDlen-

to, 'y sus sentimientos encontrados de duda, peslmis-

mo, soledad, abatimiento, arnargura, melancoHa, eran

recept3culo natural para una lirica intensamente auto-

biografica, plena de tensiones emocionales !otada deun verso mucho mas sustancioso que brillante. Esa

ausencia de musicalidad y fluidez que caracteriza SU'

idioma teatraI es tambien patrimonio de su expresi6n

lirica, Ia que se compone de dos tomos, uno de Io s

cuaIes lleva el titulo, tornado de Ovidio, de Tristia ex

ponto. Dos de sus poemas, Die Ruinen des ?ampo

Vaccino in Rom (Las minas del campo VacCInO en

Roma) , 1819 , y una canci6n dedicada al mariscaI Ra-

detzky, el heroe austriaco de 1848, Ie atribuyeron t am-

bien cierto prestigio en el genero_ Hay que agregar,

adem

a s ,unos EpigTamas plenos de ingenio y de una

acre visi6n de las cosas , algunos directamente malignos

por su ferocidad.

La prosa .de Grillparzer es valiosa. Por un lado,

Ia fragmentaria Autobiograf1a, continuada en los Dta·

r iDs. Ademas de circunstancias personaIes que no

hacen al caso, sus pAginas estan lIen as de hallaz-

gos en cuanto a Ia esencia del teatro y del arte en g~

neral, al par que los comentarios acerca del teatro;

espafiol del siglo de oro son un redescubrimiento de~

los valores de los grandes dramaturgos del siglo X V I 1 5espafiol, en donde no se termina de admirar la com-

(43

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prension fina demostrada can respecto a Calder6ny, sobre todo, Lope de Vega.

La creacion artistica en prosa de Grillparzer des-

~sa sobre dos pequenas obras, los cuentos quemtegran este volumen. El primero, D as K loster bei

SendomiT (E l monasterio de Sendomir), 1824 , acu-

sa una influencia de los cuentos de Heinrich von

Kleist, y, en general, del romanticismo anterior. EI

dinamismo de la narracion, Ia violencia de los carac-teres, el sorpresivo final, y la teatralidad de los he-

~os, sobre t odo , que hacen pensar en la concep-

CI6n de un dramaturgo nato, Ie dieron al relato des-cendencia. Efectivamente, en 1896 Gerhart Haupt-

mann, el mas ilustre de los autores a lemanes de Ia

Ultima decada del s iglo pasado y de gran parte de 10

que va del siglo actual, reelabor6 E l m on as te tio y Ie

otorg6 la forma teatral que naturalmente venia pi-

diendo. A s . i naci6 Elga. Can todo, la tensi6n y el in-

teres progresivo de la narracion no fueron mejorados

por el autor silesiano y Elga no se cuenta entre sus

grandes realizaciones para la escena.En cuanto a D eT arme Spielmann (El pobre mu-

sica), terminado en 1848 , es, positivamente, uno de

los mejores relatos de ficci6n escritos en aleman. Por

so extension pertenece al genero de las "novelle" ita-

I ianas , mas que al cuento habitual entre nosotros, Es

la composicion de un agudo conocedor de la reali-

dad , y Viena, can sus habitantes modestos y sus ar-

tistas ambulantes no hubiera podido tener un can-

tor m a s emocionado. Pero el sentimiento conmove-

dor que palpita debajo de la narracion esta conteni-

do y volcado en la oposicion complementaria del

violinista y Barbara. La caracterizacion sicoflsica del

;

iI

protagonista, la nobleza superior de su animo y su

ingenuidad bondadosa y elevada son fruto de un

retrato interior perfectamente trabajado y un ejem-

plo de la temura, cuidadosamente oculta, pero pre-

visible, del misantropo gronon, amargado, pesimista

y solitario que traz6 las lineas del personaje princi-

pal. Las mejores creaciones de Dickens, en este sen-

tido, en nada superan el caracter y los hechos del

viejo del cuento, cuyos rasgos, como los de las nove-las de aquel, son imborrables. Es una obra maestra,

sin tacha, y no extraiia en absoluto el juicio que sa-

bre ella vertiera un maestro del genero, el suizo Gott-

fried Keller ( 1819 -1890) , conmovido por "e I pro-

fundo sentido de este pequeno trabajo en apariencia,

el poder del alma absolutamente pura en el mundo",

Franz Grillparzer es un nombre imprescindible

en la literatura alem.ana de todas las epocas, y uno

de los contados autores que pertenecen, por derecho

propio, a la literatura universal, al reino intangible

de los clasicos, Por encima de otras consideraciones,

ha dado a la escena heroes y herofnas de fibra hon-darnente human a, ennoblecida por el toque de un

arte que siempre sera apreciado POt aquellos en los

que el arnor al teatro continua ardiendo. Sintesis

de una epoca y prefigurador de intuiciones posterior-

mente p la smadas , sus creaciones merecen la lectura

tespetuosa del publico culto de todas las latitudes yla gratitud de lo s discretos.

RODOLFO E. MODBRN

4S

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EL POBRE MUSICO

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t

EI primer domingo de julio despues de la luna llena,

y el dia que Ie sigue, constituyen en Viena una au-

tentica fiesta popular, si es que alguna vez -una fies-

ta ha merecido ese nombre. Es una fiesta de y para

el pueblo, y cuando aparecen por alli personas distin-

guidas, 1 0 pueden hacer imicamente en su calidadde miembros del comun, AlIi no hay ninguna posi-

bilidad de exclusivismo, por 1 0 menos hasta hace al-

gunos alios.

Ese d ia festeja el distrito de Santa Bngida la con-

sagraci6n de su iglesia, ligandose a los de Augarten,

Leopoldstadt y del Prater 1en una ininterrumpida

sucesion de diversiones. EI pueblo trabajador cuenta-

sus dfas en relaci6n al dia de la iglesia de Santa Bri-

gida. Largamente esperada, lIega por fin esta satur-

nalia y comienza el alboroto en la tranquila y ama-

ble ciudad. Un gendo ondulante llena las calles. El

estrepito de los caballos y el munnullo de los pasean-tes son sacudidos, aqui y alla, por un fuerte grito.

La diferencia de clases ha desaparecido: civiles y

soldados comparten la agitaci6n. A la s puertas de Ia

ciudad la muchedumbre crece. Canada, perdida y

recuperada, la puerta de salida es, a la postre, con-

quistada. Pero el puente del Danubio ofrece nuevas

dificultades. Tambien aqul fluyen finalmente ven-

cedoras dos corrientes, el viejo Danubio y la cauda-

losa ola del pueblo entrecruzandose por todas par-

1Famoso parque y paseo de Viena. (N. del T.)

49

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tes, el Danubio rumba a su antiguo lecho, mientras

que. la corriente popular, encauzada por el puente,

se derrama luego como un vasto y rugiente mar, co-

mo una inundaci6n que todo 10 cubre a su paso. Un

recien Ilegado hallaria graves estos sintomas, Pero

es la proclarnaci6n de la alegria, la suelta de los

placeres.

Entre la ciudad y el puente se han colocado ya ca-

rretones para los autenticos hierofantes de esta fiesta:

los hijos de 1a servidumbre y del trabajo. Colmados y

no obstante, al galope, atraviesan la masa humana

que se abre ante ellos con dificultad y se cierra luego,

despreocupada e intacta. Porque en Viena existe un

acuerdo tacite entre carruajes y peatones: no atrope-

llar, aunque se venga a la carrera, y no dejarse atrope-

llar, aun sin prestar atenci6n al transite.

Segundo a segundo se hace mas pequena la dis-

tancia entre veh£Culo y vehiculo. Algunos carrua-

jes del gran mundo se mezclan ya al cortejo Frecuen-

temente interrumpido. Los caches ya no vuelan.Hasta que por Ultimo, cinco 0 seis horas antes de

anochecer, los caballos y los caches, previamente es-

paciados entre si, se espesan ahora en una fila com-

pacta, que Irenandose a S I misma, y contenida tam-

bien por aquellos que se precipitan desde las calles

transversales, invalidan abiertarnente el viejo pro-

verbio que reza: mejor andar mal en cache que bien

a pie. Observadas con asombro , compadecidas u ob-

jeto de bromas, las compuestas darnas pennanecen

sentadas aparentemente inm6viles en sus coches. No

habituados a estas continuas detenciones, los negros

50

"v

caballos de Holstein 1se encabritan, como si, al ser

obstaculizados por los carretones que los preceden,

quisieran proseguir su camino por encima de estos,

cosa que evidentemente tambien parecen temer las

mujeres con sus chillidos y la poblaci6n infantil de

los vehlculos plebeyos. EI veloz cache de punto, por

primera vez infiel a su naturaleza, calcula lleno de

rabia la perdida sufrida, a1 tener que emplear tres

horas en un viaje que hace siempre volando en cin-

co minutos. Hay peleas, atentados redprocos al ho-

nor de los cocheros, y de vez en cuando, un latigaw.

Por fin, y teniendo en cuenta que en este mundo

aun las cosas mas tenazmente inrn6viles estan en

movimiento, tambien aqui en este statu quo se vis-

lumbra un rayo de esperanza. Los primeros arboles

de los distritos de Augarten y Santa Bdgida se ha-

cen visibles. JEI campo! [El campo! Todos los pade-

cimientos se han olvidado ya. Los que han llegado en

cache bajan y se mezclan con los peatones, las melo-

dias de una lejana musica bailable resuenan en el

aire y son contestadas por los gritos de j6bilo de los

recien IIegados. Y esto sigue sin cesar, hasta que por

fin se abre el extenso puerto del placer, y a1 bosque

y Ia pradera, la m6sica y la danza, el vino y el fes-

tin, las sombras chinescas y los volatineros, Ia ilu-

rninaci6n y los juegos de artificio, se unen en un

Eldorado, en una J auja singular, que desgraciada 0

felizmente, seg6n se mire, dura s610 dos dias, pero

que luego se disipa como el suefio de una noche de

1Caballos de tiro, d e raza originaria de Holstein, en laactual DiDamarca. (N. tkI T.)

51

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verano, quedando retenido en el recuerdo, y cuando

mas, en la esperanza.

Yo no descuido facilmente mi asistencia a esta

fiesta. Como fervoroso enamorado de mis semejan-

tes, especialmente del pueblo, en mi caracter de au-

tor dramatico me resulta diez veces mas interesante

el entusiasmo sin reservas de un auditorio colmado,

y hasta mas instructive, que el juicio artificioso de

un critico Iiterario deformado en cuerpo y alma ynutrido e hinchado por Ia sangre del autor; como

amante de los hombres, repito, sobre todo cuando co-

mo integrantes de la masa olvidan por algun tiempo

sus objetivos particulares y se sienten como una par-

te del todo, es en ese sentido que cada fiesta del pue-

blo es para mi una autentica fiesta del alma, una pe-

regrinacion, un oficio religioso. Como escapades del

marco de un libro de Plutarco, leo en esas caras ale-

gres 0 secretamente preocupadas, en esos andares vi-

vaces 0 agobiados, en el comportamiento variado de

los miembros de una familia, en las expresiones par·

ticulares y casi involuntarias, las biografias de loshombres comunes, y verdaderamente, no es posible

comprender a los eminentes si antes no se ha senti-

do a los oscuros. De los cambios de palabras de los

carreros acalorados por el vino, se urde un hila invi-

sible, pero ininterrumpido, que lleva a las disputas

entre los hijos de los dioses, y en la joven doncella

que sigue parciaImente contra su voluntad al premio-

so amante, que la aleja de la turba de los danzarines,

se encuentra el germen de las Julias, las Didos y

las Medeas.

Tambien hace dos afios, como siempre, me ha-

bla agregado en calidad de peat6n a los alegres con-

52

fcurrentes a la fiesta. Habia superado ya las princi-

pales dificulrades de la travesia, y me encontraba

casi al final del Augarten, muy cerca del anhelado

distrito de Brigittenau. Aqui hay que emprender

otro combate, pero es e l Ultimo. Una estrecha cal--

zada, que corre entre cercados infranqueables, cons-

tituye Ia unica comunicaci6n entre ambos lugares '

de esparcimiento, cuya frontera comun esra senala-

da por un port6n de madera situado en el media.Durante 105 dfas ordinaries, y para 105 paseantes ha-

bituales, este media de comunicaci6n ofrece espa-

cia mas que sobrado, pero durante esta fiesta, aun-

que se cuadruplicara su anchura, ser fa demasiado

angosto para esa multitud interminable, que empu-

jando vivamente y atravesada en sentido contrario

por 105 que regresan, puede orientarse conveniente-

mente s610gracias a Ia bonhom i a general de los can-currentes.

Me hab fa abandonado al movimiento del gentio,

y me encontraba en media de la calzada, ya casi a

salvo, aunque desgraciadamente obligado a quedar-me quieto, ·a esquivar y a esperar. Tenia entonces

tiempo de sobra para examinar a aquellos indivi-

duos situados a los costados del camino. A fin de que

no le faltara a esa multitud sedienta de diversiones

un pregusto que anunciara la ansiada felicidad, al -gunos rmisicos se habian instalado a Ia izquierda, sa-

bre la cuesta del empinado camino, los cuales, pro-

bablemente temerosos de una competencia grande,querian ser los primeros en cosechar aqui, en los Pro-

pileos, los frutos de una generosidad todavfa flaman-

teo Habia alli un arpista can unos repugnantes ojos

saltones; un viejoinvalido can una pierna de palo,

53

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que a traves de un horroroso instrumento, manifies-

tamente fabricado por sus propias manos, mitad or-

ganillo, mitad tabla de picar came, trataba, de ese

modo, de despertar a la compasi6n general los padeci-

mientos de su lesi6n; un muchacho tullido y contra-

hecho, que formaba con su violin una marana unica

e indiscernible y tocaba valses interminables, can

toda la vehemencia que brotaba de su pecho defor-

mado de tisico, En Ultimo termino, un viejo de cer-

ca de setenta afios, sobre el que concentre de inme-

diato toda mi atenci6n, cubierto por un gaban de mo-

let6n raido, pero limpio, de aire risuefio y dando

senales de autocomplacencia. Estaba de pie, con la

cabeza descubierta y calva, y en el suelo el sombre-

ro, como una alcanda delante de sf, a la manera de

esta gente, mientras tocaba en un violin viejo y resque·

brajado, al tiempo que marcaba el compas no 0 0 1 0

con el pie, sino tambien con el movimiento concor-

dante de su cuerpo encorvado. Pero todo su empefio

en procurar unidad a su esfuer.zo resultaba esteril,

porque 1 0 que tocaba parecia una sucesion ininterrum·

pida de notas, sin compas ni melodia. Sin embargo,estaba completamente sumergido en su tarea, con los

labios temblorosos y los ojos fijamente clavados sobre

una hoja de mUsica que tenia delante - sf, luna ver-

dadera hoja con musics! - . Porque mientras que los

demas musicos, que por otra parte tocaban mas agra·

dablemente, se confiaban en Ia memoria, este viejo

habia colocado delante de sf en medio del barullo, un

pequeno atril £acilmente transportable con hojas de

musica mugrientas y desgarradas, y que contenfan en

hennoso orden 10 que 8 hacia escuchar desligado de

todo contexto. Era justamente 10 poco usual de estos

54

,f,i

implementos 10 que habia atraido mi atenci6n sobre

el, y 1 0 que asimismo excitaba la hilaridad de la mul -

titud que pasaba y que, burlandose del viejo. dejaba

vado el sombrero destinado a la colecta, mientras los

otros musicos embolsaban rnonedas de cobre. Para po- ,

der contemplar sin rnolestias a este ser original, me ha-

bia ubicado a cierta distancia, a un costado de la cal-

zada. EI continuo tocando todavia un rato, Por Ultiw

mo dej6 de hacerlo, mir6 hacia el firmamento - co -menzaba a anochecer - como si hubiera vuelto en

si despues de una larga ausencia, luego hacia abajo,

al sombrero, que encontr6 vacio, se 1 0 encasquet6

con una alegria imperturbable, coloco el arco entre

las cuerdas del violin, dijo: sunt certi denique fi ·

nes, tom6 el atril, y se abri6 paso trabajosamente

en direcci6n contraria al genrio, que concurria a rau-

dales a la fiesta, con la intenci6n de volverse a sucasa.

Toda la naturaleza de aquel viejo estaba verdade-

ramente hecha a prop6sito como para excitar al ma-

ximo mi avidez antropol6gica. La figura indigente,

y con todo, noble, su alegria invencible, tanto celo

artistico junto a tanta torpeza, su regreso justo cuan-

do para sus semejantes apenas comenzaba Ia verda-

dera cosecha, y por Ultimo, las pocas palabras en la-

tin. pronunciadas con el m a s correcto acento y la

soltura m a s completa. EI hombre entonces habfa

disfrutado de una educaci6n bastante cuidadosa, ha-

bia asimilado conocimiento, y ahora... IEra un

rmisico ambulante! Me senria temblar de curio-

sidad por conocer todo este conjunto de circunstan-

cias,

Pero una espesa muralla humana se interpuso en-

'/

55

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tre nosotros, A causa de su pequeiiez, y estorbando

a diestro y siniestro can el atril que llevaba de lamana, era empujado de una persona hacia Ia otra,

y habra anibado ya al port6n de salida, mientras que

yo, todavia en mitad de Ia calzada, luchaba con la

ola humana que venia en sentido opuesto. Desapa-

reci6 aside mi vista, y cuando finalmente alcancela calma del campo abierto, no habfa en toda la ex-

tension ningUn mtisico a la vista.La aventura fallida me hahfa quitado el entusias-

mo hacia la fiesta. Cruce el Augarten en todas di-

recciones, y al cabo, resolvi volver a casa.

Habiendo llegado a la cercania de la pequeiia puer-

ta que lIeva del Augarten a la Taborstrasse 1, escu-

che subitamente, de nuevo, el sonido conocido de

aquel viejo violin. RedobIe mis pasos, y he ahi al

objeto de mi curiosidad, tocando con todas sus fuer-

zas en media de un clrculo formado por algunos chi-cos, que reclamahan impacientemente de e l un vals.

"[Toea un valsl", gritaban, "un vals, ~no entiendes]"

El viejo segufa tocando, sin prestarles en aparienciaatenci6n, hasta que el pequeno auditorio, can inju-

ria y burlas, 10 abandon6, yendo a reunirse alrededor

de un organillero que habfa instalado su instru-

mento en las proximidades.

-No quieren bailar -dijo como entristecido el

viejo, recogiendo sus enseres musicales.

-Los chicos no conocen otra mus i ca que el vals-

Ie repl ique.-Pero si 10 que yo toque era un vals -contest6

1Una calle de Viena. (N. del T.J

56

,

e l, seiialando con el arco del violin la pieza recien

interpretada.

- Tambien hay que tocar estas cosas, la gente las

exige. Pero los ninos no tienen oido - dijo, mien-

tras sacudia tristemente la cabeza.

+Permitame por 1 0 menos reparar esta injusticia

- exc lam e, sacando una moneda de plata del bol -sillo, y ofrec iendosela ,

-jPor favor! [Por favor! - grit6 el viejo, haciendotimidamente gestos defensivos con ambas manos+,

[en el sombrero, en el sombrero!

Deposite el dinero entonees en el sombrero, que

yada en e l su elo delante del mr is ic o , e st e 10 extrajo

inmediatamente de alli, y contento, se 1 0 meti6 en clbolsillo.

+Esto sf que es volver a casa una vez con una ga-

nancia suculenta - dijo, COnuna sonrisa.

- Justamente ahara - exclam6 -, me recuerda

usted una circunstancia que ya antes excit6 m i

curiosidad. Su ganancia de hoy no parece haber s i-

do 6ptima, y no obstante, se aleja usted en e l mo-menta en que apenas comienza la verdadera reco-

lecci6n. La fiesta dura, usted bien 10 sabe, toda la

noche, y alli puede ganar facilmente mas que en

acho dfas ordinarios. ~C6mo puede explicarme esto?

-~C6mo puedo explidtselo? - respondi6 el vie-

jo -. Me disculpara, pero no s e qu ien es usted, aun-que seguramente debe ser un caballero caritativo

y un amigo de la musica - y con estas palabras sa'

c6 una vez mas la moneda d e plata del bolsillo; es-

trujandola entre sus manos levantadas contra el pe-

cha -. Por esc mismo Ie dare las razones que tengo

para ello, aunque a menudo se han burlado de mi

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por 1 0 que ahara Ie dire. En primer lugar, nunca fui

un trasnochador y no me parece bien incitar a otros,

mediante Ia musica y el canto, a una falta tan repug·

nante. Segundo, el hombre debe establecer en ~

das sus cosas un orden determinado, de 10 contra-

rio caeria en el desenfreno y en la fatalidad. Y fi -

nalmente, lo tercero. [Seriorl, todo el ilia toco para

gente bulliciosa, y con ello apenas gano para una

comida escasa, pero la noche es mia, y la consagro

a mi pobre arte. Por la noche me quedo en casa -mientras tanto su voz se hacia cada vez mas debil, e l

rubor iba cubriendo su rostro y los ojos buscaban el

suelo - y alIi toco 10 que la imaginaci6n me dicta,

sin musica escrita, para mi, Improviso, creo queas i 10 lIaman en rmis ica .

Ambos habiamos quedado s i lenciosos . EI, ante Ia

vergiienza de la revelaci6n del secreta de su in-

timidad; yo, de estupefacci6n, al oir hablar acerca

de las mas elevadas esferas del arte a un hombre que

por otra parte era incapaz de interpretar en formanteligible el vals mas facil. Mientras tanto, e I . se

a marcharse.-~D6nde vive usted? -Ie dije -. Me gustaria

ucho presenciar alguna vez a solas sus interpreta-

-jOh! -replic6, casi como con una suplica+,

ien sabe usted que las plegarias se realizan en los

binetes privados.

+Entonces, 10 visitare de dia - dije.

-Durante el dia -eontest6-, trato de gananne Ia

ida entre la gente.

- jDe manana, entoncesl

+Pareceria easi - dijo el viejo sonriendo -, como

r1

si fuera usted el obsequiado, y yo , si me es penni t i -do decirlo, e l benefactor. Usted es tan amable, en

tanto que yo me porto odiosamente. Su ilustre v i-

sita const i tuira siempre un honor para mi casa; s&

10 Ie rogaria que me indicara oportunamente y con

la debida anticipaci6n el dla de su visita, a fin de

que usted no sea demorado pot cualquier inconve-

niencia, ni yo me vea obligado a interrumpir en for-ma incorrecta una tarea a medias comenzada, Por-

que las mananas tienen tarnbien su destine. Consi-dero mi obligaci6n ofrecer a mis bienhechores yprotectores una retribuci6n, no del todo indigna, por

sus mercedes. No quiero ser un mendigo, mi querido

sefior. S ib muy bien que los otros rmisicos callejeros

se eontentan con tocar y repetir, en el mismo orden,

algunas canciones de moda y unos valses alemanes

aprendidos de memoria, y hasta melodias de cancio-

nes indeeentes, de modo que la gente les da algo, ya

para sacarselos de enci rna , 0 porque su Muska les

trae e l recuerdo de los placeres del baile, 0 tambienporque les haee revivir nuevamente ciertos placeres

irregulares. E s por eso que tocan de memoria, y aveces, sf , can frecuencia, se equivocan. Perc lejos

de mi enganar de esta manera. Por ello es que yomismo he pasado en limpio estos cuadernos, en parte

porque mi memoria no es todo 10 buena que deberia

ser, y tambien porque seria dificil para cualquiera re--

tener nota por nota las complicadas composiciones de

los musicos serios. - Simultaneamente me mostra-

ba, hojeandolo, su cuaderno de musica, en el que

horrorizado vela yo composiciones de enorme di-

ficultad, de .viejos maestros famosos, llenas de ar-

pegios y de trows para doble cuerda, en una eseri-

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tura minuciosa pero odiosamente tiesa. iY esas co-

sas €Ian las que el viejo tocaba con sus torpes de-dos!

. -AI ejecutar estas piezas - prosigui6 -, muestro

mi respeto por los maestros y autares apreciados por

su ealidad y dignidad, muertos haee ya mucho tiem-

po , me doy el gusto a mi mismo, y vivo con Ia grata

esperanza de que el don que me fuera humildemen-

te otorgado no quede sin la recompensa del enno-blecimiento del gusto y de Ia sensibilidad del audi-

torio, tan perturbado y extraviado, por 10 demas, en

tantos sentidos. Pero para no desvianne de 10 que es-

taba diciendo - y en su rostro se dibuj6 una sonri-

sa de satisfaeci6n -, para poder ejercitanne en estas

obras destino exclusivamente las horas de la mana-

na. Las tres primeras horas del ella al estudio, el me-

diodia para gananne el pan, y ]a noche para mi y

para el buen Dlos, es decir, una divisi6n no del to-

do indecorosa - dijo, sin dejar de sonrefr, mien-

tras los ojos Ie brillaban como si estuvieran hume-

decidos.-Muy bien -dije-, entonees ire 8 sorprender-

10 alguna manana. (D6nde vive usted? - Me men-

cion6 Ia Gartnergasse 1 - . (Que Dmnero?

+Numero treinta y cuatro, primer piso.

- Verdaderamente - exclame -, en el piso de la

gente distinguida.

-La easa - dijo-, tiene en realidad 0 0 1 0 piso ba-

jo, pero arriba, al lado del desvan, hay un pequeno

cuarto que comparto can dos operarios.

1 Un caUej6n en Viena. (N. del T.)

60

)

-, Una pieza entre tres?

- Esta dividida - dijo e l - , y tengo rr u propiacama.

-Se haee tarde -exclame-, y usted quiere vol-

ver a su casa. [Hasta la vista, entonces! -y dicien-

do esto metf Ia mana en el holsillo para duplicar

de todos modos el pequefio regalo en dinero que an-

tes Ie hiciera. Pero e l, que habia asido can una rna-

no el atril y con la otra el violin, dijo precipita-damente:

-Con e l debido respeto, debo prohibirle tal cosa,

El honorario por mis interpretaciones me ha sido -ya

satisfecho en exceso, y no se de que hasta Ia fecha

sea acreedor a otra ganancia. - Y con ello hizo una

reverencia bastante torpe, con una especie de gracia

distinguida, y se alej6 tan rapido como se 1 0 penni-

tian sus viejas piemas.

Como ya 1 0 he dicho, yo hsbia perdido el deseo de

presenciar por ese dia la fiesta, y desde alIi me diri-

gi a casa tomando por un camino que neva a Leo-

poldstadt 1, Y agotado por el palvo y el calor, entreen una de las tantas cervecerias, que repletas por 1 0

general, habIan traspasado hoy toda su clientela a

Santa Brigida. La tranquilidad del lugar, en con-

traste con la ruidosa multitud, me hizo bien, y de-

jandome llevar por diversos pensamientos en los cua-

les no ocupaba ningUn Iugar el viejo musico, se ha-

bia hecho completamente de noche, cuando final-

mente deje sobre Ia mesa e l importe de la cuenta y

me encamine a Ia ciudad, con el prop6sito de vol-

ver a casa.

1Suburbia de Viena. (N. del T.)

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El viejo habfa -dicho que vivfa en la Gartnerga-

sse.-~Esta por aqui cerca la Gartnergasse? - pre-

gunte a un muchachito que pasaba par ahi.

-jEs alll, senor! -contest6, mientras senalaba una

calle transversal, que alejandose del conglomerado

de casas de los arrabales, se extendia hacia el cam-

po abierto. La calle constaba de casas desparrama-

das, individuales, que ubicadas entre grandes huer-

tos explieaban manifiestamente la actividad y elorigen del nombre de la calle. ~En cual de esas mi-

serables chozas viviria mi hombre? Habia olvidado,

por supuesto, el numero de la easa, y por otra parte,

tampoco podia pensarse en reconaeer una serial en

aquella oscuridad. En eso se dirigi6 hacia mi un

hombre pesadamente cargado con hortalizas.

- El viejo esta rascando de nuevo - gru:iio-, mo-

lestando el suefio de Ia gente decente. - AI mismo

tiempo, mientras proseguia yo mi camino, lleg6 a rnis

oidos el sonido suave y largamente sostenido de un

violin, que parecia provenir del abierto tragaluz de

una pobre casa un poco alejada de un solo piso, aligual que las restantes, que se diferenciaba de las

otras precisamente por ese tragaluz instalado en las

cercanias del tejada. Me detuve. Una nota suave, pero

atacada can decision, se alz6 can impetu, descendio,

se extingui6, para volver a subir de nuevo hasta el

grado m a s agudo, y siempre la misma nota, repeti-

c i a con una especie de gozosa consecuencia. Par

fin lleg6 un intervalo. Luego vino la cuarta. Si elmusico se habia deleitado con el sonido de esa uni-

ca nota, ahara ::.ehada todavia mas perceptible el

gusto, en derto modo voluptuoso, por esa escala a rmo-

62

nica. Tocada a saltos, y cortada al mismo tiempo,

se repiti6 la tercera acentuada, muy accidentalmente

ligada por la escala intermedia. En seguida la quin-

ta, agregada y sostenida un momento con un so-

nido tembloroso, como un lIanto suave, extinguien-

dose luego, y despues incesantemente repetida a

una velocidad redoblada, y siempre eran las mismas

escalas, las mismas notas. jY a esto el viejo 1 0 [lama-

ba improvisar! A pesar de que en el fondo era una

improvisaci6n, pero para el ejecutante, y no para eloyente.

Nose cuanto pudo haber durado todo esto, y c6-

rna seria de insoportable, cuando de repente se abri6

la puerta de la casa y un hombre, con solo la camisa

y los pantalones sueltos, se dirigio desde el umbral

hasta el medio de Ia calle y grit6 hacia el tragaluz:

-,Cuando va a terrninar con esc? - La voz so-

naba malhumorada, pero no era ni dura ni ofensiva.

EI violin enmudeci6 aun antes de que la oraci6n Ile-

gara a su termino, EI hombre entr6 de nuevo en la

casa, el tragaluz se cerro, y pronto reino a mi alre-

dedor el mas profundo e ininterrumpido silencio.Carnine de regreso, buscando empefiosamente el que

me llevara a casa a traves de esas calles para mi

desconocidas, con 1 0 que tambien di curso a la im-

provisacion, aunque sin molestar a nadie.

Las horas de la manana siempre han tenido para

mi un valor particular. Durante las primeras horas

es como si me fuera necesario ocuparme en algo ele-

vado, importante, a fin de santificar asi, en cierto

modo, el resto del dia, Por ello, me decido muy d i-ffcilmente a abandonar temprano mi habitaci6n, y

cuando me veo instado a hacerlo sin un motivo per·

63

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fectamente justificado, durante el resto del dia no

puedo sino elegir entre la distracci6n irreflexiva 0 e I re~

mordimiento mortificante, A esto se debe que pos~

tergara por algunos dfas la visita aI viejo musico, 1 0

cual, de acuerdo con 1 0 convenido, se realizaria en

horas de Ia manana. Finalmente me domin6 Ia impa-

ciencia, y me decidi air. Enconrre con facilidad la

calle y la casa. Los sonidos del violin tambien se hi-

cieron oir esta vez, pero Ia ventana cerrada los sofo-caba casi del todo. Entre en la casa, La mujer de

un jardinero, medio muda de asombro, me sefial6

una escalera que Ilevaba al desvan . Me detuve fren-

te a una puerta baja y entreabierta, golpee, y al no

ohtener respuesta, empuje el picaporte y entre. Me

encontre en un cuarto bastante espacioso, pero su-

mamente pohre, cuyas paredes seguian en todas partes

el contorno del tejado, rematado en punta. Junto a

la puerta habfa una cama sucia y en un desarreglo

repugnante, rodeada por todos los elementos del

desorden; enfrente, y pegada a la angosta ventana,

una segunda cama, pohre pero limpia, extendida y

cubierta con mucho cuidado por una coleha. AI la-

do de la ventana, una mesita con rmisica y utiles de

escribir, y en la ventana, un par de tiestos. EI medio

de la habitaci6n estaha indicado por un grueso tra-

zo de tiza que recorria el pisc de pared a pared, y

apenas puede concebirse un contraste mas llamativo

entre suciedad y limpieza, como el que reinaha a am-

bos lados de la linea tendida, ese ecuador en minia-

tura.

Sobre la misrna habia instalado el viejo su atril y _

de pie, frente a e l, practicaba, complete Y cuidadosa-

mente vestido. lie hablado ya tanto acerca de la ca-

64

colonia producida por mi favorito - y temo que sea

solamente mio - que dispensate al lector de la des-

cripcion de ese concierto infernal. Como la ejercita-

cion consistia en gran parte en arpegios, no habia ni

que pensar en el reconocimiento de la pieza interpre-

tada, y de todos modos, ello tampoco hubiera sido f a . -

cil. La audicion durante un cierto tiernpo me penni-

tio finalmente reconocer el hilo que me podria con-

ducir a traves del laberinto, y al mismo tiempo losmerodos de su mania. EI viejo disfrutaba con la eje-

cucion. Su interpretacion distinguia con esto, aunque

malamente, dos clases de cosas, la armenia y la diso-

nancia, de las cuales la primera 1 0 alegraba y, en ver-

dad, 1 0 encantaba, mientras que la segunda, aunque

estuviera arm6nicamente fundada, era en 1 0 posible

evitada. En vez de hacer hincapie en el caracter y el

ritmo de una composici6n musical, hacia resaltar y

alargaba los sonidos e intervalos agradables, y no tenia

reparos en repetirlos arbitrariamente, con 1 0 que su

rostra tomaba a menudo una expresi6n extatica, Mien-

tras que concluia las disonancias tan brevemente co-mo le era posible, al par que interpretaba en un com-

pas demasiado lento con relaci6n al resto de la obra

los arpegios sumamente diffciles para el, en los que

su escrupulosidad no le permitia excluir una sola nota,

puede facilmenre colegirse la confusion que de ello

resultaba. Para mi, ya era demasiado. A fin de hacer-

1 0 volver de su ausencia, deje caer de prop6sito el som-

brero, despues de haber intentado sin exito otros me-

dios. El viejo se sobresalt6, sus rodillas temblaron, y

apenas pudo sostener el violin que habfa inclinado

hacia el suelo. Me acerque,

-jOh, es usted, sefior! - dijo, recobrandose al mis-

65

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rno tiempo -. No habia contado con que cumpliria

su promesa, tan honrosa para mi. - Me insto a to-

mar asiento, puso en orden algunas cosas, miro con-

fundido varias veces en derredor, tomo Iuego, de im-

proviso, un plato colocado sobre una mesa y saIi6

con el afuera, donde Ie 01 hablar con la mujer del

jardinero. En seguida volvio a entrar, todavia con-

fun dido, en tanto que ocultaba el plato detras de la

espalda y 10 volvia a poner a escondidas en su sitio.Habia pedido, por 10 vis to, fruta para agasajarrne,

sin conseguirla.

-Que agradable es esto - dije yo para poner ter-

mino a su confusion -. Ha rechazado usted el des-

orden, y 10 ha obligado a retroceder hasta la puerta,

aunque todavia no ha atravesado el umbral.

-Mi habitaci6n lIega solamente hasta esa raya

- dijo el viejo, mientras mostraba la lInea de ti-

za en el medio de la pieza -. Del otro lado viven

dos obreros.

- Y, ,respetan ellos la sefial?

-Ellos no, pero yo S I -dijo-. Solamente la puer-ta es comun.

-,Y no 1 0 incomodan sus vecinos?

-Apenas - respondi6 -. Vuelven bien entrada la

noche, y si por un lado me sobresaltan alga, por el

otto aumentan con ello el placer de reanudar el sue-

no. Pero por la manana, al ordenar el cuarto, los

despierto yo. Entonces rezongan un poco y se mar-

chan.

Entretanto 1 0 habia estado yo contemplando. Esta-

ba vestido con suma pulcritud, y la figura era bas-

tante pasable para sus afios, aunque las piemas re-

66

sultaran un poco cortas. Manos y pies eran de una

sorprendente finura.

-Usted me ha estado mirando - dijo -, y algo

piensa.

+Sf, en su historia, que estoy deseando oir - con-

teste.

-,Historia? - repitio el-. No la tengo. Hoy CO"

mo ayer, y manana como hoy. Y seguramente 1 0 mis-

rno pasado manana. Perc mas alla, ,quien puede sa-

berlo? Mas Dios proveera, porque EI sabe.+Su vida actual es seguramente bastante monotone

- continue=-, pero en cuanto a su pasado, ,c6mo

ocurrio ... ?

-(Que yo viniera a convertirrne en un musico

ambulante? - interrumpi6 en la pausa que yo habia

hecho involuntariamente.

Le referi entonces como me habia Hamado Ia aten-

ci6n la primera vez que 1 0 vi; la impresion que me ha-

Man producido las palabras que -habia pronunciado

en latin.

-,Latin? - repiti6 -. (Latin? Por supuesto que

alguna vez 10 aprendi, 0mejor dicho, 10 hubiera de-

bido aprender y saber. Loqueris latine - Sf dirigi6

hacia mi -, pero no sabia proseguir. Haee ya mu-

cho tiernpo de esto. (As! que eso es 1 0 que us ted lla-

ma mi historia? (Que como ocurri6? Sf, toda clase

de cosas me sucedieron; nada en particular, pero

de todo. Me gustaria contarlo de nuevo, para saber

si no 1 0 he olvidado por complete. Todavia es tem-

prano - prosigui6, mientras hurgaba en e l bolsillo del

reloj, donde por supuesto no habla ninguno. Yo sa-

que el mio. Apenas si eran las nueve-. Tenemos

tiempo, y hasta me han venido ganas de charlar. -

67

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Durante estas ultimas palabras se mostraba visible-

mente mas desenvuelto. Su Figura se habfa agranda-

do. Me quito sin mucha cerernonia el sombrero de

1 a mana y 10 coloco sobre la cama, se sen to, cruzo

una pierna sobre la otra y se repantigo para narrar

su historia comodamente.

-Usted -comenzO diciendo-, (ha oido sin du -

d a hablar del consejero imperial? .. - Aqul mencio-

no e I nombre de un estadista que, durante Ia segundaparte del siglo anterior, y bajo e l modesto titulo de

jefe de despacho, habia ejercido una influencia enor-

me, casi ministerial. Dije que sl -. Era mi pa-

dre - continuo.

-(EI padre del viejo musicol'

(El padre del mendigo? (EI influyente, e I podero-

so, su padre? EI viejo no parecio notar mi asombro, y

aparentemente complacido - siguio desenvolviendo elhilo de su narracion.

-Fui eI segundo de tres hermanos. Ellos ocuparon

altos cargos en la administracion del Estado, pero am-

bos han muerto ya. Soy el unico sobreviviente - dijo,

mientras sacudia con los ojos bajos algunas plumas

de sus pantalones deshilachados, dejandolas caer al

suelo-. Mi padre era ambicioso y energico, Mis her-

manos Ie daban bastante satisfaccion, De mi se decia

que era una mente lenta, y en realidad, era cierto. Si

no recuerdo mal - siguio diciendo, en tanto que incH-

naba la cabeza vuelta a un costado contra Ia mana iz-

quierda que Ie servia de sosten, como si mirara hacia

Ia lejanfa -, si no recuerdo mal - repiti6 -, yo era ca-

paz de aprender de todo, siempre que se me diera tiem-

po y orden suficientes. Mis hermanos saltaban agil-mente por sabre las asignaturas, de una punta a la otra,

68

en cambia yo no podia dejar absolutamente nada

detras de mi, y si me faltaba una sola palabra tenia que

empezar de nuevo desde el principio, Por eso me en-

contraba siempre aprerniado. EI nuevo conocimiento

tenia que instalarse en e l Ingar que el viejo no habia

todav ia abandonado, y c omen c e a se r obstinado. De

esta manera se me habia hecho odiosa la musica, que

ahara es Ia alegria y al mismo tiempo el sos ten de

mi vida. Cuando al anochecer tomaba el violin, ypara entretenerme empezaba a improvisar, me qui-

taban el instrumento y dedan que eso estropeaba

Ia digitacion, se quejaban de ]a tortura que yo infli-

gia a sus oidos, y me remitfan a la Iecci6n, y ahi em-

pezaba para mi Ia tortura. Durante el resto de mi

vida no he odiado a nadie ni nada tanto, como en

aqueI entonces al vio l in ,

"Mi padre, sumamente descon ten to, me repren~

dia con frecuencia y amenazaba can dedicarme a un

oficio manual. No me atrevla a decide ]0 feliz que

ello me hubiera hecho, ya que me habria gustado

muchfsimo haber sido carpintero 0 tip6grafo. Pero

el, por orgullo, no 10 hubiera can sen tido. Finalmen-

te, un examen publico en el colegio, tornado para

aplacar a mi padre a quien se habia persuadido a

que asistiera, ]0 decidi6 todo. Un maestro poco ho-

nesto habia dispuesto de antemano 1 0 que se me

preguntaria, y de esta rnanera todo iba magnifica-

mente. Pero a 1 final me faltaba (era un recitado de

memoria de versos de Horacia) una palabra. EI

maestro, que habfa estado asintiendo con la cabeza,

Intento sacarme del atolladero y me la susurro, Pero

yo que buscaba Ia palabra en mi memoria y en ila-

ci6n can el resto del contexto, no la 0 1 . La repiti6

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much as veces: fue inutil, AI cabo mi padre perdi6

la paciencia "[Cachinnuml" (esa era la palabra), me

grit6 Con voz de trueno. Habia sucedido 1 0 de siem-

pre. Sabia una cosa, pero olvidaba 1 0 restante. Todo

el empefio puesto en encarrilarme habia sido infruc-

tuoso. Avergonzado, me puse de pie y cuando, con-

forme a la costumbre, fui a besarle la mano a mi pa'

dre, me rechaz6, se irgui6, hizo una corta reverencia

a la reunion, y se retir6. Ce gueux me reprendio,

aunque entonces no 10 era, pero ahora si, j Cuando

los padres hablan, profetizan! Por 1 0 demas, mi pa-

dre, a pesar de su caracter vivo y de su ambici6n, era

un buen hombre.

"Desde ese dia, no me volvi6 a dirigir la palabra.

Sus 6rdenes me llegaban a traves de los demas mora-

dores de la casa. De esta manera se me comunico,

el mismo dia siguiente, que mis estudios habian ter-

minado. Esto me estremeci6 in tensamente, porque

sabia como debia estar de amargado mi padre. Du-

rante todo el dfa no hiee mas que llorar, y cuando

no 1 0 hacia, recitaba aquellos versos latinos que sa-

bia a la perfeccion, 10 mismo que los anteriores y

los que seguian. Prometi reemplazar con aplicaci6n

la ausencia de talento, siempre que me dejaran seguir

asistiendo a la escuela, pero mi padre jamas retira-

ba una decision.

"Durante un tiempo permaneci desocupado en

la casa de rni padre. Por Ultimo, me hicieron entrar

por via de ensayo en una oficina de contaduria. Pe-

ro la aritmetica jamas habfa sido mi fuerte. Previa-

mente habia rechazado con horror la proposicion de

ingresar en el ejerci to. Aun hoy no puedo ver un

70

uniforme sin sentir un Intimo espanto. Que en ca-

so necesario se proteja a los allegados a riesgo de la

propia vida, esta bien y es comprensible; pero e l de-

rramamiento de sangre, y la mutilacion como ofi-

cio, como ocupacion, [no, y mil veces, no! - Y almismo tiempo se tocaba ambos brazos con las manos,

como si sintiera las heridas propias y ajenas.

"En esas circunstancias, ingrese en una oficina

como copista, Aqui me senna en mi lugar. Siem-pre habia escrito con agrado, y todavia ahara no co-

nozco un entretenimiento mas placentero que trazar,

sabre un papel de calidad y can buena tinta, las li-

neas gruesas y finas que forman las palabras 0, sim-

plemente, las letras. En cuanto a las notas musicales,

son muy lindas. Pero en aquel entonces yo no pen-

saba todavia en la musica.

"Yo era laborioso, pero demasiado timido. Un sig-

no de puntuaci6n incorrecto, una palabra ilegible

u omitida en la redacci6n, aunque pudiera deducir-

se su sentido por el contexte, me amargaba durante

horas enteras, En la duda entre atenerme exacta-mente al original 0 afiadir par iniciativa propia 1 0

que fal raba, transcurria angustiosamente el tiempo,

y cobre fama de negligente por mas que me tortura-

ba en el empleo como nadie. As! pasaron un par de

afios y sin sueldo, por cierto, y cuando lleg6 mi tur-

no para los ascensos, al ser consultado, mi padre vot6

por otro, respetando los dernas su decision.

"Por aquella epoca... Vea usted -interrum-

pi6 -, a pesar de todo ex:iste una especie de histo-

ria, que es esta, Por aquella epoca oc:urrieron dos

acontecirnientos: el m a s triste y el m a s alegre de rni

vida: mi alejamiento de la casa paterna y el retorno

'1III

7l

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al dulce arte de la rmisica, al violin, que me ha si-

do fiel hasta el dia de hoy.

"Vivia en casa de mi padre, ajeno a los otros in-

quilinos, en un cuartito del fondo que daba al patio

de unos vecinos. Al principio comfa en la mesa fa"

miliar,sin que nadie me dirigiera Ia palabra. Pe ro ,

al ser mis hermanos destinados al exterior, y como

mi padre recibiera invitaciones diarias (mi madrehabia fallecido hacia mucho tiempo) les pareci6

una molestia cocinar para m i solo. Los criados perc i -

Man una pension y yo tambien, pero no me la entre"

gaban personalmente, sino que se pagaba COnella mi

comida en una fonda. Por este motivo pasaba poco

tiempo en mi habitaci6n, con excepci6n de las ho-

ras de Ia noche, porque mi padre exigia que estu-

viera en casa media hora despues del cierre de la

oficina, a mas tardar. AlIi permanecfa sentado en me-

dio de la oscuridad, con los ojos ya entonces medic

estropeados. Pensaba en esto y en 1 0 de mas alla, y

no me sentia ni triste ni 'alegre."Asi sentado, oia cantar una canci6n en el patio

del vecino. Es decir, varias canciones, pero entre elIas

habia una que me gustaba especialmente, Era tan

sencilla, tan conmovedora, y estaba tan bien ento-

nada, que no era necesario o fr en absoluto las pala-

bras. Por otra parte, creo que las palabras echan a

perder la musica. - Abri6 entonces la l:xx:a y emi-

tio algunos sonidos roncos y a sp er os - . La natura-

leza no me ha dado voz - dijo, y asi6 el violin. Esta

vez t oco , can Ia expresi6n apropiada, la melod i a de

una canci6n agradable, nada extraordinaria por 1 0

demas, mientras sus dedos temblaban sobre las cuer-

72~

I

.. 1

das, y al tenninar, unas lagrimas aisladas Ie bafiaban

las mejillas,

"Esta era la cancion - dijo, dejando el violin+.

Yo la escuchaba siempre con un placer renovado.

Pero aunque la retenia a la perfeccion en la memo-

ria, nunea me fue pos ible entonar correctamente

ni siquiera dos compases. De tanto oirla me sentia

casi impaciente, Entonces, mis ojos tropezaron con

el violin, que no habia toeado desde mi juventud y

que colgaba de la pared, como una vieja armadura.Lo empurie, y a pesar de que un criado hubiera po-

dido utilizarlo despues de tanto tiempo, estaba bien

afinado. Cuando por fin record las cuerdas con el

arco, senti como si Dios me hubiera toeado con su

dedo. La musica penetro en mi y luego salio al ex-

terior. Sentia alrededor un aire que me embriaga-

ba. La cand6n alli abajo en el patio, y los sonidos

que nacian de mi mano junto al oido, eran los acom-

pafiantes de mi soledad. Cat de rodillas y rece en voz

alta, y no podia comprender c6mo habia menospre~

ciado y hasta odiado en rni nifiez ese dulce instru-

mento divino. Lo bese, 1 0 aprete contra mi pecho ytoque sin parar.

"La cancion en el patio (era una voz femenina la

que cantaba) resonaba mientras tanto incesantemen-

te, pero no me resultaba nada Iacil acompafiarla,

porque no la tenia escrita. Tambi en me di perfecta

cuenta de que habia olvidado casi por completo 10

poco que una vez supe. No es que ignorara tal 0 cual

cosa , sino que no sabia tocar en absoluto , por mas

que el eventual contenido de Ia musica, can excep-

ci6n de aquella cancion, me ha sido y me es hoy to-

davia, bastante indiferente. Se toea a Wolfgang Ama-

I

73

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~eo Mozart y ~ Sebastian Bach, pero nadie puede

~terpretar aDIOs. EI favor y 1a gracia eternos del

~bre y del sonido, su milagrosa corresponden-

CI~ con, e l oido sediento y ansioso, el que - prosi-

gllIO mas despacito y sonrojandose - el tercer tone

coincida con e I primero y eI quinto al mismo tiem-

po, y la ~ota sensi.bilis se remonte como una esperan-

za cumphda, la dlsonancia sea obIigada a inclinarse

como. la maldad. sistematica 0el orgullo temerario, ;

el mIlagro del hgado y del cambio, por cuya causa

un segundo alcanza la gracia en el seno de la armo-

nfa, Todo esto me 1 0 ha explicado un musico aunque

mucho mas tarde. Y aunque de ella nada ;ntiendo

la fuga y el contrapunto, el canon a dos, tres, y to~

do l~ de~as f~rma un edificio divino que vibra en-

tre SI, unido Sl~ arga~asa, y que esta sostenido par

la mano de DIOS. Solo unos pocos quieren saber

de estas casas. Mas bien molesta esta respiracion del

alma, acaso por e l agregado de palabras elocuentes,

como cuando los h i jos de Dios se unieron a las h i-

~as de. la Tierra, para que conmueva a un espiritu

l~senslble. S eno r - concluy6 por ultimo, medio ren-

dido -, la palabra le es al hombre tan necesaria comoIa comida, pero la bebida deberia mentenerse puraporque viene de Dios. '

Casi desconocia yo a mi hombre, tan agitado esta-ba. Se detuvo un poco.

-~D6nde quede> - dijo por ultimo -. Ah, s i, en

la cancion y en mi intento por reproduci r la . Pero no

podia. ~e acerque entonces a la ventana para escu-

c~ar meJ~r. En esro Ia cancionista atraveso el pa-

mo. La VI solamema de atras, pero me pareci6 reco-

nocerla, Llevaba una canasta, al parecer con paste-

74

,_

1

les todavia crudos. Pas6 a t raves de una puertecita en

una esquina del patio donde seguramente habia un

homo, y luego, sin dejar de cantar, of ruidos hechos

can utiles de madera, mientras la voz sonaba mas cla-

ra 0 mas apagada, como cuando alguien canta dentro

de una cavidad agachado, y luego se incorpora y per-

rnanece erguido. Despues de un rato volvi6, y en ton-

ces me di cuenta por que me parecia conocida, En

efecto, la conocia desde mucho tiempo atras, y a _de-

cir verdad, de la oficina.

"Habia sucedido 1 0 siguiente. El trabajo empe-

zaba temprano, y se prolongaba pasado el mediodia.

Muchos de los empleados mas jovenes, ya fuera por-

que verdaderamente tuvieran hambre, a porque de -

searan descansar durante media hora, acostumbraban

a comer algo liviano alrededor de las once. Los co-

merciantes, que a todo saben sacar ventaja, ahorraban

el camino a los golosos y traian su mercaderia al edi-

ficio, la que instalaban en escaleras y corredores. Un

panadero vendia panecillos blancos y una vendedo-

ra de frutas, cerezas. Pero 10 mas solicitado eran cier-

tos pasteles, que elaboraba y traia, todavia calientes

para su venta, la hija de un almacenero vecino. Sus

clientes Ie salian al encuentro en el corredor, y entra-

ba s610 en raras ocasiones cuando se la llamaba, en la

oficina, donde el malhumorado jefe, al descubrir

su presencia, no dejaba casi nunea de ensefiarle la

puerta, una orden que ella obedecia con manifesta-

ciones y palabras de enojo.

"Mis colegas no consideraban linda a la muchacha ...

La encontraban rouy baja, y no podian determi-

nar el color de sus cabell os. U nos decian que tenia

ojos de gata, pero todos admitian que estaba picada

75

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de viruela. No obstante, todos aprobaban su buena

figura, aunque la censuraban par su rudeza, y uno

de ello s p od ia con tar de una bofetada, cuyas huellas

habia sentido aun ocho dias despues,

"Yo no me contaba entre sus clientes. En parte,

porque me faltaba el dinero, en parte porque he

reconocido siempre (demasiado, a veces) que la co-

mida y Ia bebida son una necesidad, pero buscar en

ella placer y gusto, eso no se me ha ocurrido jamas,

Por eso no teniamos ningun trato mutuo. S610 una

vez, y para gastarme una broma, Ie hicieron creer mis

camaradas que yo habia solicitado sus pasteles. Se

habfa acercado entonces a mi escritorio y present6

su canasto. "No quiero nada, estimada senorita", Ie

dije. "(,Y entonces, por que haee llamar a la gente?"

exelam6 enojada. ~e disculpe, y despues de haber-

Ie explicado la broma, Ie hice un pedido. "Bueno,

deme usted entonces una hoja de papel para poner

los pasteles encima", dijo. Le hice notar que se tra-

taba de papel de la oficina, y que el mismo no me per·tenecia, pero que en easa tenia pape! propio que Ie

traeria. "En easa tengo yo tambien", dijo burlando-

se, y largo una pequefia earcajada mientras se mar-

chaba.

"Esto habia ocurrido hacia unos pacos dlas, y pen·

se sacar provecho de esta relaci6n para el cumpli-

miento de mi deseo. En consecuencia, Ia manana si-

guiente abroche debajo del saeo todo un cuademi-

llode papel, que nunea faltaba en casa, y me diri -

g i a la oficina, donde para no descubrirme, y con

gran molestia personal, no aparte rni annadura del

cuerpo, hasta que alrededor del rnediodia, el vaiven

76

de mis compaficros y el ruido que al masticar hacian

sus mandibulas, me advirtieron que la vendedora de

pasteles habia llegado y que pron~o cesaria ~a gran

afluencia de clientes. Entonces sali, saque mi papel,

me arme de coraje y me acerque a la muchacha, que,

con el canas to en el suelo y apoyando un pie sobre

un taburete en el que solia sentarse, ta;areaba en v~z

baja una canci6n, rnarcando el .c~mpas c?n el nus-

m o pie. AI aproximarme, me ~ldlO ,~e ~les a ca~e·za, 10 que aumento mi turbac16~. EstlI~a?a seno-

rita", comence par fin, "el otro dia me solicito usted

papel pero no hahia a mano ninguno que me per-, " I d'

teneciera. Ahora he traido de easa, y se 0 ten I.

IIYa Ie dije el otro dia", me contesto, "que e~ casa te~~

go yo tambien. Pero este rampoco me viene mal:

Y con una ligera inclinacion de cabeza, acepto nu

obsequio y 1 0 puso en el canasto. II~No q~iere"un pas~

tel?", dijo inspeccionando su mercadena: aunq~e

10 mejor ya se 10 han llevado". Le agradeci y le dije

que tenia que pedirle otro favor. 1 ' c .De que se trata?,

exclam6 mientras recorria, muy erguida, el asa del

canasto 'con la mano, al tiempo que sus ojos relam-

pagueaban con viveza. AI instante Ie hice saber que

era un enamorado de la musica, aunque un snamc-

rado reciente, y que le habia escuchado cantar can-

ciones rouy Iindas, especial mente una. If~Usted?'?" Ito IIJ d6nde?" Le,Canciones? (_Y a mi r se exa , . . . . . y •

explique que yo vivia en su vecindad, y que Ie ha-

bia oido can tar en el patio mientras se encontraba

trabajando. Y agregue que una de sus canci~nes me

~staba tanto que habia trat~,do de rerr~?liClIla co~

el violin. 'I~Entonces es listed, exclamo, el que ras

c ; : t . de ese modo el violin'?" Yo era entonces, como ya

7 7

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se ]0 manifeste, solo un principiante, y unicamente

_mas tarde, con mucho esfuerzo, he adquirido Ia nece-

~aria destreza en los dedos - se interrumpio el vie-

J O , en tanto que movia los dedos de la mano izquier-

da, en actitud de tocar el violin -. Me habia pues-

to completamente colorado - prosiguio su narra-

ci6n -, y me di cuenta que ella tambien Iamenta-

ba sus palabras. "Estimada senorita", con t este, "ese

rascar se debe al hecho de que no tengo la cancion

escrita, por cuyo motivo quiero solid tarle , con el de-

bido respeto, una copia, '\~Una copia?", pregunt6.

"Pero la cancion esta impresa y se vende en la calle".

I<~La cancion?", replique, "Lo que se vende es segu-

ramente la letra". "Sf, por supuesto, las palabras, la

cancion", contest6. "Pero" , dije, "ts la melod i a con

que se canta?" "~Eso tambien se escribe?", pregun-

to. "[Claro que sil", respondi, "esc es justamente 1 0

principal". "~ycomo la ha aprendido usted, estirna-

da senorita?" "La 01 cantar, y luego repeti 10 que

habia oido", contesto, Quede asombrado ante su ta-

lento natural. Y, ~a que se debera que en general

las personas no instruidas son much as veces las mastalentosas? Pero esto no es 1 0 verdadero, el arte au-

tentico. Quede de nuevo can 5tern ado. "~Pero de que

canci6n se trata, en realidad?", pregunto. "jConozeo

tantas!" "~Y tad as, sin notas?", pregunte. "Par supues-

to, ~pero cual era, pues?", pregunt6: "[Es tan linda!",

explique, "AI principia se eleva, luego vuelve al pun-

to de partida, y tennina muy suavemente. Es la que

usted canta can mayor frecuencia. "[Ahl, enton-

ces sera esta!", dijo, y dejando de nuevo el canasta

en el suelo, coloco el pie sobre el taburete, y entono

entonces la cancion, rouy baja, pero claramente, mien-

78

I

I~I

tras inclinaba la cabeza de un modo tan hermosa y

tan dulce, que antes de que finalizara no pude

menos que tamar la mana que habia dejado caer.

"jAha!", dijo, retirando el brazo, porque segurarnen-

te pen saba que yo queria toear su mano de manera

incorrecta, pero 10 que yo queria en aquel momento

era besarsela, aunque ella no Iuera sino una pobre

muchacha. Y ahara, tarnbien yo soy un pobre hom-

bre."AI mesarme los cabellos, en mi desesperaci6n

por poseer la cancion, ~lla acudi6. en. mi consuelo,didendome que el orgamsta de la iglesia de San Pe-

dro entraba frecuentemente al almacen de su padre

en busca de nuez moscada, y que entonces le pedi-

ria que Ia pusiera por escrito. Acto seguido, tom? su

canasto y se marcho, mientras yo la escoltaba hacia la

escalera. Mientras Ie hacia una reverencia desde el

escalon su peri or, me sorprendi6 el jefe de la oficina

ordenandome volver al trabajo, y reprendi6 a la mu-

chacha que, segUn afirmaba, era una buena pieza.

Me encolerice vivamente e iba a responderle que

yo, con el respeto debido, estaba convencido ~e 10

contrario, cuando me di cuenta de que ya se habia re-tirade a su despacho, por 10 que me contuve y me

dirigi tamhien a mi escritorio. Pero desde en.tonces

no dej6 de decir que yo era un empleado neghgente.

y un libertino."Ese dia y los siguientes no pude realm,ente c?n-

centrarme en mi trabajo, en tal forma tenia metida

la canci6n en Ia cabeza, y andaba como perdido.

Pasaron unos mas, y no sabia si ya era el momentode ir a buscar la musica, 0 si todavia no era oportu-

no. E l organista, habia dicho Ia muchacha, iba al ne-

\I

I

t

79

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gocio de su padre a comprar nuez moscada, Ia que

solarnente era utilizable con 1a cerveza, Pero desde

unos dias arras el tiempo estaba fresco, y de ahi que

el bueno del mus ico se atuviera con preferencia a1 vi-

no y no necesitara tan pronto de ese articulo. Pre-

guntar demasiado pronto me pareda una imporruni-

dad y una incorreccion, una pausa demasiado pro-

longada podia ser interpretada como indiferencia,

~o me atrevia a hablar con la muchacha en el pa-

sillo, porque nuestro primer encuentro habia trascen-

dido entre mis camaradas, quienes ardian en deseos

de jugarme una broma.

"Entre tanto habia retomado con fervor el violin,

y como primera medida practicaba a fonda los ru-

dimentos, aunque tambien me permitia, de tanto en

tanto, tocar de memoria. Para ella cerraha cuidado-

samente 1a ventana, porque sabia que mi interpre-

tacion rnolestaba a los demas, Pero cuando la abcla,

no volvia a escuchar rni canci6n. Mi vecina casi no

cantaba, y cuando 1 0 hacia era a puertas cerradas,

y tan suavernente, que no podia distinguir dos son i-

dos distintos entre S 1 ."Par fin (habfan transcunido m a s 0 menos tres

seman as) no pude soportar mas. Par dos noches ha-

bia- salida ya a hurtadillas de casa, sin sombrero, para

que los criados creyeran que buscaba alga por 1a ca-

sa, pero tan pronto como lIegaba a las praximidades

del almacen, me atacaba un temblor tan violen-

to que me vela ob1igado a regresar, 10 quisiera 0 no.

Pero por Ultimo (como ya he dicho) no pude aguan-

tarlo por m a s tiempo. Me arme de coraje y una no-

che (tam bien esta vez sin sombrero) salt de mi cuar-

to, baje las escaleras, y con paso decidido camine por

80

la calle hasta e l almacen, clonde me detuve a reflexio-

nar sobre e l proximo paso a adoptar. E1 negocio es-

taba iluminado, y adentro se oian voces. Despues

de algunas vacilaciones me incline y espie por un

costado, a1 interior. Divise a la muchacha sentada

junto a 1a luz, limpiando arvejas a porotos en una

artesa de madera al lado del mostrador, Delante de

ella, y de pie, habia un hombre rudo y vigoroso, con

Ia chaqueta colgada del hombro y una maza en 1a

mana, con 1a apariencia de un carnicero. Ambos ha-

blaban entre si, con evidente huen humor, porque

1a muchacha reia a]gunas veces en voz alta sin inte-

rrumpir con ella su tarea, y sin levantar siquiera Ia

vista. Ya fuera por mi forzada postura inclinada, 0

por cualquier otto motivo, 1 0 cierto es que empece

a temblar de nuevo, cuando senti de improvisto que

era agarrado por una mana robusta que me arrastra-

ba hacia adelante. En un segundo me encontre en

el s6tano, y mirando en tomo al sentinne en libertad,

vi que se trataba del mismo duefio, que al regresar

a su casa me habia sorprendido espiando y me habia

tornado por sospechoso. "jRayos y truenos!", gri t6,"ahora se adonde van a parar las ciruelas, y las arve-

jas y Ia cebada que roban de los canastos del esca-

parate, aprovechando Ia oscuridad. [Que un rayo 1 0

parta!". Y con esto se abalanz6 sabre rni, como si

quisiera en verdad agredirme.

"Me senti anonadado, pero el pensamiento de que

se dudaba de mi honestidad me hizo volver en se-

guida por mis cabales. Me incline brevemente, y

respondf a ese descortes que mi visita nada tenia que

ver can sus ciruelas a con su cebada, sino can su hi-

ja. Entonces e l camicero, que estaba de pie en eI me-

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diodel negocio, ri6 can fuerza y se volvi6 con in-

tencion de marcharse, no sin haber susurrado antes

unas palabras a la muchacha, la cual, riendo ~gual-

mente, contesto con una sonora palmada que dio en

la espalda de aquel, EI almacenero 10 acompano has-

ta Ia puerta. En tretanto, yo habia perdido todo

el animo, y me halle frente a la muchacha, que ele-

gia can indiferencia sus arvejas y porotos, como ' i ii

todo esto no le interesara. En eso, el padre golpeo

de nuevo con ruido la puerta. "[Demoniosl", dijo,

"~que pasa can mi hija?". Intente explicarle las cau-

sas y motivos de mi visita. "(Que cancion?", dijo,

"[yo le voy a dar canciones!", en tanto que movia

muy sospechosamente el brazo derecho, "All: esta",

profirio la muchacha, mientras que sin dejar la ar-

tesa can la verdura, se incline a un costado del sillon,

serialando con la mano el mostrador. Me apresure

hasta alIi y vi una hoja de papel. Era la cancion, Em-

pero, el viejo se me habia adelantado y s~st~i~, arru-

gandolo, el precioso papel en Ia mano. Quisiera sa-

ber", dijo, "quien es este individuo". "Es un se-

nor de Ia oficina", replico Ia chica, en tanto que arro-

jaba una arveja agusanada mas Iejos que las dernas."~Un senor de Ia oficina?", exclam6 el padre, "(en

esta oscuridad y sin sombrero?". Explique Ia falta

de sombrero par la circunstancia de que vivia fiUY

cerca, en tanto que senalaba mi casa. "Esa casa Ia

conozco", grit6 el. "Alli no vive nadie mas que el

consejero", yaqui menciono el nombre de mi padre.

I<y tambien conozco a todos los criados'', agreg6. "Soy

el hijo del consejero", exclame en voz baja, como si

esto fuera una mentira. He vista muchas transforma-

ciones en mi vida, pero ninguna tan repentina como

82

la que se opera en el comportamiento de aquel hom-

bre aI air estas palabras. La boca, pronta a la injuria,

permaneci6 abierta, los ojos todavia miraban amen a-

zantes, pero en la parte inferior del rostro ernpezo a

dibujarse una sonrisa, que se hada paulatinamente

mayor. La muchacha continuo indiferente y en Ia

misma actitud, pero empez6 a arreglarse el pelo suel-

to, acomodandolo detras de las orejas, II(EI hijo del

sefior consejero imperial?", grit6 par Ultimo el viejo,en cuyo rostro la risa era ya completa. "~No desea

vuestra gracia ponerse c6mod'o '? j Barbara, una si-

Ila!". La muchacha se movi6 disgustada en Ia su-

ya. ujAguarda un poco, guason!", dijo, mientras ba-

jaba un canasta de un sill6n y Ie pasaba a este un

=r= para quitarle el polvo. "Es un gran honor", pro-

siguio. "EI sefior consejero imperial, el senor hijo,

quiero decir, ~se dedica tambien a Ia musica? (Can·

ta quizas como rni hija, 0 1 0 hace de otra manera, de

acuerdo can las reglas del arte?" Le explique que la

naturaleza me habia negado el don de la ' \ I 'OZ. H(O toea

el clavicernbalo, como Ia gente distinguida?", afiadio,

Le dije que tocaba el violin. "Tambie» yo en mi ju-

ventud rasque el violin", exclam6. AI oir la palabra

"rasque", mire involuntariamente a la muchacha, y

vi que sonreia burlonamente, cosa que me disgusto

profundamente. "U sted deberla encargarse de Ia

muchacha, para la rmisica, quiero decir", continuo.

"Tiene buena voz, y tambien otras cualidades, ~pero

de donde ir a a sacar la disrincion, santo Dios? " , y aldecir esto juntaba repetidamente pulgar e indice de _

la mana derecha. Me sentia completamente aver-

gonzado de que se me adjudicaran, inmerecidamen-

te, conocimientos musicales tan marcados, y esta-

83

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ba par explicar el vcrdadero estado del asunto, cuan-

do alguien que pasaba por afuera grit6 hacia el in-

terior del negocio: "jBuenas naches a todos!" Me

asuste, porque reconoci la voz de uno de los criados

de casa. El almacenero tambien la habia reconocido.

En actitud sigilosa susurr6: "Es uno de los criados

del senor papa. Pero no pude reconocerlo porque es-

taba de espaldas a la puerta", Lo ultimo era cierto,

pero la situaci6n de disimulo y de impropiedad meatormentaba. Balbucee unas pocas palabras de des-

pedida, y me retire. Y hasta hubiera olvidado la can-

ci6n, a no ser porque e1 viejo corri6 detras de mi en

Ia calle y me la entreg6.

"Llegue asi a casa, a mi cuarto, y aguarde eI curso

de los acontecimientos, que no tardaron en llegar.

A pesar de todo, el criado me habia reconocido. Un

par de dias despues eI secretario de mi padre entr6

en mi habitaci6n y me anunci6 que tendria que de-

jar Ia casa paterna. Todas mis explicaciones fueron

inutiles. Se me habia alquilado una piecita en una

casa de un suburbia alejado. Y de esta manera meencontre completamente proscripto de la proximidad

de mis allegados. Tarnpoco me fue posible volver

a ver a la muchacha. Se Ie habia prohibido la venta

de pasteles en la oficina, y yo no me decidia a poner

los pies en el negodo de su padre, porque sabia que

al mio Ie caeria mal. Y cuando una vez me encontre

por casualidad en la calle con el almacenero, volvi6

la cara con tal expresion de furia, que me senti co-

mo fulminado. Entonces volvi a sacar e1 violfn, y du-

rante muchos dias practique y toque en la soledad.

"Pero las cosas empeorarian todavia mas. La fortu-

na de nuestra casa declin6. Mi hermano menor, una

84

J persona obstinada e impetuosa, que era oficial ds dra-

ganes, pag6 con Ia vida una apuesta insensata, por la

que se habla comprometido a atravesar el Danubio a

caballo y annado - era en eI interior de Hungrfa-.

A consecuencia de Ia mojadura, y acalorado como es-

taba, falleci6. EI mayor y mas querido por mi era fun-

cionario en el gobierno de una provincia. En perma-

nente insubordinaci6n contra sus superiores jerarqu i -

cos, y, segun decian, secretamente incitado por mipad.re,.se permiti6 obrar con instrucciones falsas para

perjudicar a sus adversarios. Se lleg6 a una investiga-

ci6n y mi hermano se vio forzado a salir clandestina-

mente del pais. Los muchos enernigos de mi padre se

valieron de esta ocasi6n para derribarlo. Atacado por

todos Iados, y par otra parte, lleno de rencor por la dis-

minuci6n de su influencia, mi padre pronunciaba

diariamente discursos muy agresivos en las reuniones

del Consejo. En el curso de una de elIas sufri6 un ata-

que de apoplejfa. Habiendo perdido el habla fue lie-vado a su casa. Yomismo no sabia nada. AI ilia siguien-

te, me di cuenta de que en Ia oficina todos susurra--ban a escondidas y me seiialaban con el declo. Pero

yo estaba acostumbrado a estas casas y no sospechaba

nada. Esto ocuni6 un miercoles, y el viemes trajeronde repente a mi cuarto un traje negro can c respon ,

Asombrado, pregunte que ocurria, y entonces me in-

for:naron. Por 1 0 cormin soy de naturaleza vigorosa y

resistente, pero en esa ocasi6n me faltaron las Fuerzas.

Cal al sue1o, desmayado. Me transportaron a Ia cama,

y en un estado febril, delire todo el ilia y toda Ia no-

che. A la manana siguiente mi naturaleza habia triun-

fado, pero mi padre ya estaba muerto y enterrado.

"No podia dirigirle de nuevo Ia palabra, no podia

,'i

85

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pedirle perd6n par todas las preocupaciones que le

habia ocasionado; no podia agradecerle mas los Iavo-

res inmerecidos, si, [Favores! que me habia otorgado,

porque su intenci6n fue siempre buena, y espero vol-

verlo a encontrar donde somas juzgados por nuestras

intenciones, y no por nuestras obras.

"Pennaneci -varies dias en mi habitaci6n, sin ali~

mentarme apenas. Por fin sali, pero despues de comer

estaba de vuelta en easa, y solamente de noche vaga-

ba por las calles oscuras, como Cain, el fratrieida. La

easa paterna era para mi como un cuadro de horror,

del que me aparte cuidadosamente. Unicamente una

vez, paseando absorto, me encontre de repente en las

cercanias de la temida casa. Las rodillas me tembla-

ron, y tuve que detenenne. Sosteniendorne contra Ia

pared, reconozco detras de mi la puerta del alrnacen, y

sentada en el interior, veo a Barbara can una carta en

la mano. Junto a ella, una luz sobre el mostrador, y

al lado, de pie, el padre, que parece hablarle. Y aun-

que me costara la vida, decidi que tenia que entrar.

Porque, iue terrible es no tener a nadie con quien

desahogar el dolor, nadie que se compadezca de uno!Sabia que el viejo estaba furioso conmigo, pero la mu-

chacha me diria una palabra amable. Sin embargo, to-

do result6 al reyes. AI entrar yo, Barbara se levant6,

me arroj6 una mirada altanera y entr6 en la habita-

cion adyacente, cuya puerta cerr6 tras sf. En cambio,

elviejo me tome de la mana, me hizo sentar, me con-

sol6 y opine, que a pesar de toda mi desgracia, ahara

yo seria rico y no tendria que preoeuparme mas por

nada. Pregunt6 cuanto habia heredado yo. No 10 sa-

bia. Me incit6 a que iniciara los tramites sucesorios,

10 que le prometl, En las oficinas, pensaba el, no ha-

86

bfa porvenir. Yo debia invertir la herencia en el co-

mercio de frutas, que arrojaba buenas utilidades; un

socio que entendiera de esas cosas podia convertir las

monedas en Ilorines. EI, personalmente, se habia ocu-

pado mucho en esas casas, en otro tiempo, Con 1 0 cual

volvi6 a llamar a la muchacha, que sin embargo no

dio seriales de vida. No obstante, me pareci6 como si

de tanto en tanto se oyera un crujido en la puerta.

Pero como no venia, y el viejo no hablaba mas que

de dinero, me despedi por ultimo, mientras el hombre

lamentaba no poder a compafiarme , ya que estaba so-

lo en el negocio. Me sentia triste por mi esperanza rna-

lograda, y con todo, maravillosamente consolado. AI

quedarme parado en mitad de la calle para mirar ha-

cia la casa de mi padre, 01 subitamente tras de mi que

en un tono bajo y malhumorado me decian: "No

confie en seguida en cualquiera, porque no tienen

buenas intenciones para con usted". A pesar de la ra-

pidez can que me di vuelta, no vi a nadie. Solamente

el ruido de una ventana en el piso bajo de la casa del

almacenero me instruy6, pese a no haber reconocido

la voz, que era Barbara quien me habia advertido se-

cretamente. (Habia escuchado entonces la conversa-

ci6n en el negocio? ~Queria preveninne contra su

padre? ,0 habia llegado a sus oidos que apenas Ialle-

cido rni padre se me habian apersonado tanto colegas

de la oficina, como gente completamente desconoci-

da, con pedidos de ayuda y socorro que yo habia pro-

metido satisfacer cuando entrara en posesion del di-

nero? Lo prometido debia cumplirse, pero resolvi ser

mas cuidadoso en 10 sucesivo. Me presente a reclamar

la herencia. Era menos de 10 que yo habia creido, pero,

a pesar de todo, ascendia a cerca de unos once mil flo-

, . _ .

'.',

87

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rines. Mi habitacion se vio ese ilia colmada de pedi-

giie?o~.Pero yo me habia vuelto menos blando, y da-ba un~:alU:nte cuando la necesidad era muy grande.

Tambien .VIllO e~radre de Barbara, censurandome par

no ~aber Ida a visitarlolos tresdias anteriores, a 10 que

replique, ateniendorne a la verdad, que tem£amoles-

tar a su hija, Contest6 entonees que no me preocupa-

ra por eso, que ya le habia ajustado las cuentas, mien-

tras reia can una risa tan maligna que me asust6. Re-

cordando entonces las advertencias de Barbara, disi-mule ~Imanto de la herencia al recaer pronto la eon-

versacion sabre ese tema, y tambien esquive habilmen-

te sus proposiciones comerciales.

"En realidad, otros proyectos me rondaban la cabe-

za. En la oficina, donde se me habia tolerado exclusi-

vamente par mi padre, mi puesto ya habia sido ocu-

pado por otro, 10 cual, debido a la ausencia de salario,poco me, preoe~paba. Perc el secretario de mi padre,

que habia perdido su empleo por los ultimos sucesos,

me habia hecho partfcipe de un plan para la instala-

cion de una oficina de informes, copias y traduecio-

nes, para 1 0 eual debia adelantar yo los primeros gas-tos, mientras que el mismo estaba dispuesto a asumir

la ~reeeion. Debido a mi insistencia, los trabajos de

ebp13se extendieron tambien a la rmisica, y entonces

~e senti feliz. Adelante el dinero solicitado, pero ha-

biendome vuelto prudente, me hice extender un re-

cibo, De la garantia para la instalaci6n, que igualmen-

te adelantara, apenas si valia la pena hablar aunque

era considerable, 13 que debia set depositada ante las

autoridades, y allt quedaba siendo tan mia como siestuviera en mi habitaci6n.

"EI asunto estaba coneluido y me sentia aliviado,

88

{

exaltado, y por primera vez en mi vida, independien-

te, todo un hombre. Apenas si pensaba en mi padre.

Me mude a una casamas aceptable, hice algunos cam-

bios en mi guardarropas y me dirigi, al anochecer, a

traves de calles conocidas, al almacen, sacudiendo rit-

micamente las piernas y tarareando entre dientes, aun-

que incorrectamente, mi canci6n, aunque jamas pude

llegar con mi voz al si bemol de la segunda mitad.Entre alegre y de buen animo, pero una mirada suma-

mente Fria de Barbara me arroj6 en seguida a mi an-

tigua timidez. El padre me recibio esplendidamente,

pero ella procedia como si no hubiera nadie, y conti-

nuaba enrollando bolsitas de papel, sin mezclarse en

absoluto en nuestra conversaci6n.Solocuando la char-

la recay6 sobremi herencia se irguio, y dijo casi arne-nazadoramente: "[Padre!", a 1 0 que este cambio en se-

guida de tema. Aparte de esta intervencion, no bablo

en toda la noche, no me dirigi6otra mirada, y cuando

finalmente me despedi, su "buenas naches" sono casi

como un ffjgraciasaDios!".

"Pero volvi una y otra vez, y ella comenzo paulati-

namente a ceder, pero no porque yohubiera hecho al-

ga que la contentara. Me reprendia y censuraba sin

cesar. Todo 1 0 que me atafiia estaba mal hecho; Dios

me habia provisto can dos manos izquierdas; mi ga-

ban parecia un espantapajaros; yo caminaba como un

pato. con una tendencia a hacerlo como los gallos.

Particularmente repugnante Ie resultaba mi amabili-

dad hacia los elientes. Como me encontraba sin nada

que hacer hasta la inauguraci6n de la oficina, y con-

siderando que alli tendria trato can el publico, pense ,en calidad de practica, en participar activamente en

las ventas al menudeo del almacen, 10 que me retenia

89

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con frecuencia todo un medio dia, Pesaba especias,

con~aba las nueces y las ciruelas a los muchachos que

veman a comprar, y daba el vuelto, esto ultimo no sin

repetidos errores. Entonces intervenia Barhara, me

arrebataba violentamente 1 0 que en ese momento te-

nia justo entre rnanos, y se reia y burlaba de mi de-

lante de los clientes. Si yo llegaha a hacerle una reve-

rencia a un comprador, 0 me recomendaba a sus o r -

denes, ella decia bruscamente, aun antes de que la gen~te hubiera transpuesto la puerta: "La mereaderia se

reeomienda sola", y me vol via la espalda. Pero otras

veces era toda bond ad. Escuehaba atentamente cuan-

do yo Ie eontaba 1 0 que ocurria en la eiudad, 0 algo

acerca de mi infancia, 0 sabre los otros empleados de

la oficina donde nos habiamos conocido. Pero enton-

ces siernpre me dejaba hablar a mi solo, y daha su

aprobacion unicamente a traves de palabras aisladas,

0, 10 que era mas habitual, manifestaha su desaproba-cion del mismo modo.

"De musica 0de canto no hablabamos nunea. En

primer lugar, porque ella erda que,0

uno cantaba0

no, y que hablar de ello estaba de mas. Por otraparte

alli no era posible can tar. En el negocio era incorrec-

to, y a la trastienda, que compartfa en cormin con el

~adre, no podia entrar, No obstante, una vez que

SIn ser nota do atravese el limite, la encontre en pun-

tas de pie, de espaldas y con las manos levantadas, co-

mo buscando algo a tientas en el estante mas elevado

de un armario. Y entretanto, cantaba suavemente pa-

ra sf. jEsa canci6n era la mfal Gorjeaba como una cu-

rruca que lava su cuellecito junto al arroyo, golpean-

do la cabecita hacia todos lados y erizando las plu-

mas para volverlas a alisar con el pico. Yo me senna en

90

el cielo. Me acerque cada vez mas, y estaba tan pr6xi-

mo a ella, que me parecia que la canci6n no venia del

exterior, sino que salia de mi misrno, como un canto

del alma. Entonees no pude contenerme mas y la to-

me de las manos, mientras apoyaba contra mi los hom-

bros de su cuerpo inclinado. Roja de ira se dio vuel-

ta, su mano hizo un movimiento brusco, y antes de

que pudiera disculparme ...

"Ya Ie he contado que en la oficina se hablaba muy

a menudo de una bofetada que Barbara propinara aun importune, cuando todavia vendi a alli pasteles. Lo

que contaban acerca de la fuerza de Ia mas bien pe-

quefia muehacha, y sobre el empu je de su mana, pa-·

recia una broma altamente exagerada. Pero realmen

te era cierto; era algo prodigioso. Me senti como al-

canzado por un rayo. Ante mi bailaban Iuces, pero

eran luces celestiales, como el sol, la luna y las estre-

lIas; como los angeles que juegan a las escondidas y

al mismo tiempo cantan. Tenia visiones; tenia la sen-

sacion del extasis, Pero ella, apenas menos asustada

que yo, recorrio con su mano el Iugar del castigo, co-

mo si quisiera suavizarlo. "Es posible que se me hayaido la mana", dijo, y, como otro rayo, senti de impro-

viso su calido aliento sobre mi mejilla y sus labios que

me be saban, suave, muy suavemente, perc era un be-

so sabre esta mejilla, iaqui! - Y el viejo se tocaba la

mejilla, en tanto que las lagrimas le saltaban de los

ojos-. La que pas6 luego, no 1 0 se -continu6-.

S610 se que me precipite sobre ella, y que corrio ha-

cia el dormitorio y cerr6 la puerta de vidrio, mientras

yo hacia presi6n del otto lado. Y cuando ella, encor-

vandose, se peg6 igualmente can todas sus fuerzas

contra el vidrio, tome coraje, estimadisimo sefior, y Ie

91

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devolvi Con vehemencia su beso a traves del vidrio,

HjAja!, [aqut se diviertenl", 01 que decian detras de mi,

~ra el alma~enero, que regresaba en aquel momento.

Bueno, (cuil es la broma?", exclamo, "[Sal de ahi,

Barbarita, y no hagas tonteriasl Un beso honorable

no es nunca censurable". Pero ella no salio. Yo me

aleje, balbuceando unas palabras sin sentido, mien-

tr~ to~aba el sombrero del almacenero en lugar del

~1l0, mientras este, sonriente, hacia e l cambio respec-

trvo, Este fue, como ya Ie he manifestado el dia mas

f~liz .de mi vida. Casi dirfa el unico, per; esto no se-

na cierto, porque el hombre recibe much as mercedesde Dios. '

liN b'o sa ra exactamente que era 1 0 que la mucha-

cha pensaba de mi. c:Debfa Imaginarmela mas enoja-

da, 0 mas amable? Me coste mucho decidirme a rea-

lizar una nueva visita. Pero ella se mostro bondadosa,

Se encontraba sentada, trabajando, sumisa y callada,

y nada irascible, como en otras ocasiones. Con la ca-

beza me indic6 un taburete que estaba a su Iado, para

que me sentara y la ayudara. Asl nos enccntrabamos,

sentados y trabajando. EI padre querfa salir. "Que-daos, padre", dijo ella, '1 0 que quereis hacer ya esta

hecho". AqwH, contrariado, pate6 el suelo, pero se

~ued6. Paseando sin cesar, hablaba de esto y 1 0 otro,

sin que yo me atreviera a intervenir en la conversa-

cion. Entonces Ia muchacha lanzo un pequeno grito.

Se habia las timado un dedo, y aunque nada floja por

1 0 cormin, agitaba la mano hacia todos lados. Quise

mirar, pero me indic6 que me marchara. "[Tonterias,

y m a s tonterias!", murmur6 e l padre, y dirigiendose a

la muchacha dijo can una voz fuerte: "[Lo que hab£a

que hacer no esra hecho en 1 0 mas minimol", yean

92

paso resonante se encamin6 hacia la puerta. AI empe-zar a excusarme por 1 0 ocurrido el dia anterior, ella

me interrumpi6 diciendome: "Dejernos eso y hable-

d "os e cosas sensatas .

"Alz6 la cabeza, me midi6 con la vista y prosigui6

con voz tranquila: "Apenas recuerdo como empeza·

mos a conocemos, pero desde hace un tiempo viene

usted cada vez mas seguido, y nos hemos ido acostum-

brando a su presencia. Nadie negara que posee una

naturaleza honrada, pero es usted debil y esta siempre

inclinado hacia las cosas sin importancia, de tal rna-

nera que apenas serfa capaz de manejar por sf mismo

sus propios asuntos. Entonces, sus amigos y conocidos

estan en el deber y la obligaci6n de ser razonables, pa-

ra que usted no sufra ningun perjuicio. Se 1 0 pasa us-

ted en el negocio contando, pesando, midiendo y ano-

tando, pero eso no conduce a nada. c.Que piensa ha-

cer en el futuro para prosperar?" Le mencione la he-

rencia que me habia dejado mi padre. "Puede ser

cuantiosa", dijo. Le indique Ia cantidad. "Es mucho

y poco a la vez", replico. "Mucho, para empezar alga.

Poco, para vivir de ella. Mi padre Ie ha hecho ya una

propuesta, pero 1 0 he disuadido. Ya una vez perdi6 di-

nero en estas cosas, y luego", aiiadi6 bajando la voz,

fiesta tan acostumbrado a sacar provecho de extrafios,

que es posible que hiciera 1 0 misrno con los arnigos.

Usted tiene que tener a su lado alguien que sea hon-

rado". Entonces yo la sefiale a ella. "S£, soy honrada" I

dijo , Y puso la rnano sobre el pecho y sus ojos, que

tiraban a grises, brillaron con un color azul claro, co-

mo el cielo. "Perc para mi la cosa es distinta", agre·

go. "Nuestro negocio rinde poca cosa, y rni padre an-

da con la idea de paner una taberna. AlII no hay lu-

93

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gar para mi, Me quedanan entonces los trabajos de

aguja, porque servir a otros no me gusta". Y al decir

esto parecia una reina, "Me han hecho en verdad otra

proposicion", continuo, mientras sacaba una carta del

delantal y la arrojaba medio disgustada sobre el mos-

trador, "pero entonces tendria que irme de aqui",

"~Lejos?", pregunte, Ii~Por que? c:Que Ie importa eso

a usted?" Le explique que entonces me mudaria al

mismo lugar. "[Es usted una criatural", dijo. " E 5 O no

seria posible, y ademas hay otras cosas. Pero si tieneconfianza en mi, y Ie agrada estar siempre cerea, en-

tonces compre esa casa de modas de aqui al lade que

esta en venta. Yo entiendo de esas cosas, y con la ga-

nancia producida por su capital, quedaria usted Iihre

de toda necesidad. AI mismo tiempo, encontraria una

ocupacion respetable llevando las cuentas y los libros

del negocio. Si ademas hubiera otra cosa, no hay por

que hablar ahora de ello. jPero usted tendria que

cambiar! Detesto a los hombres afeminados.

"Me levante de golpe y tome el sombrero. '\::Que

Ie ocurre? ~Que Ie pasa?", pregunt6: lIc:ad6nde va]"

"A anular todo", dije, respirando entrecortadamente.

"(A anular que?" Le conte entonces mi plan para ins-

talar una oficina de informaciones y capias. "Can eso

no va a sacar gran provecho'', opino, "Informarse, eso

1 0 puede hacer cualquiera por 5 1 mismo, y a escribir

tamhien aprendi6 todo el mundo en la escuela". Le

hice notar que tambien se copiaria musica, 10 que no

era tarea para cualquiera. "De nuevo vuelve usted

n esas tontertas", exclarn6 con brusquedad. "Dejese

de rmisicas y piense en las necesidades de la vida. Por

1 0 demas, tampoco seria usted capaz de dirigir un ne-

gada por S I solo". Le explique que habia encontrado

94

un socio. "(Un socio?", grit6. "Entonces s i que 10 van

a engafiar. ,No le habra dado usted todavia algun di-

nero?", pregunt6. Ternble, sin saber por que. "~Le

dio dinero?", pregunt6 otra vez, Confese haber entre-

gada tres m il florines para los primeros gastos. "(Tres

'1 F lo ri "I 1 6" di?" "El "m onnesr, exc am, ~tanto nero resto , se-

guf, "esta depositado en el tribunal y en cualquier ca-

" /IC6 'd' ..../·t6 Le hio, segura. ( mo, mas to aviar 7 gn. Ice sa-

ber entonces el importe de la garantia. "(Y la deposi-t6 usted mismo?" Conteste que eso 10 habia hecho mi

socio. "~Tiene un recibo entonces?" No, no 1 0 tenia.

"(Y c6mo se llama ese bonito socio?", continu6 pregun-

tan do. Me senti en cierto modo tranquilo al poder dar

el nombre del secretario de mi padre. "[Santo Dios!",

grit6, levantandose bruscarnente y palmo teando. "[Pa-

dre! [Padre!", llam6. EI viejo entre. '\::Que ley6 usted

hoy en los diarios?" "(Sobre el secretario?", interrog6

el padre, "Que se ha escapado, dejando un menton

de deudas, y que ha estafado a mucha gente. iHay

orden de prisi6n contra ell" "[Padre!", exclam6 Barba-

ra, sefialandorne, "tambien 10 ha estafado a este. Le

habia confiado su dinero y ahora esta arruinado".

lfjMil demonios! iQue siempre haya imbeciles!", gri-

t6 el viejo. Ifc:No 10 he dicho -siempre? Pero siempre 10

disculpabas, Una vez te reias de el, y otra vez era de

nuevo una persona de bien. [Pero ahara voy a inter-

venir yo! [Van a saber quien manda, aquH [Tu, B a T '

bara, a tu habitaci6n! [Y usted, sefior, se retira y nos

ahorra en 10 futuro sus visitas. Aqui no se dan limos-

nas!" "Padre", dijo la muchacha, "no sea usted duro

con el, que bastante desgraciado es ya". "Por eso mis-

mo", exclam6 el viejo, "no quiero serlo yo tambien.

Este, sefior mio", continuo mientras sefialaba la carta

95

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que Barbara habia arrojado sobre la mesa antes, "[es-

te si que es un hombre! En la cabeza tiene sesos, y en

la bolsa, dinero. No engana a nadie, pero tampoco se

deja engafiar, iY esto es 10principal en materia de hon-

radez!" Tartamudee que la perdida de la garantia no

era aun segura. "Por supuesto", grit6 e l, "[con 1 0 ton-

to que es ese secretariol Es un brib6n, pero un brib6n

Iisto. [Y ahora vayase rapido, que a 10 mejor 1 0 alean-za!" Y con estas palabras, me puso la mana sobre el

hombre y me empuj6 hacia la puerta. Esquive can

un movimiento su contacto, y me dirigi hacia la mu-

chacha, la cual, apoyada contra el mostrador, tenia los

ojos fijos en el suelo, mientras SU pecho se agitaba con

violencia. Quise aproximarme, pero ella pate6 el piso

con enojo, y al extenderle yo Ia mana, levant6 brusca-

mente la suya, como si quisiera pegarme otra vez. En-

tonces me retire, y el viejo cerr6 la puerta detras

de mi.

"Carnine tambaleandome por las calles, hacia las

afueras, al campo. A veces la desesperaci6n se apode-raba de mi, pero luego renacian las esperanzas. Re-

corde que habia acompanado personalmente al secre-

tario hasta el tribunal de comercio, al ir a depositar la

garanna. Yo 10 habia aguardado abajo, en la puerta,

y el habia subido solo. AI bajar, me dijo que todo es-

taba arreglado, y que el certificado de deposito me se-

ria enviado a casa. Esto Ultimo no habia ocurrido, por

supuesto, pero siempre existia la posibilidad. Can la

aurora volvi a la ciudad. Mi primer paso fue diriginne

ala casa del secretario. Pero la gente se reia, y me

preguntaba si no habia Ieido yo los diarios. EI tribu-

nal de comercio estaba a pocas euadras de distaneia.

96

Hice examinar los libros, pero ni su nombre ni el mio

figuraban alIi. De un deposito, ni rastros. Entonces,

mi desgraeia era cierta. Y easi hubiera podido ser

peDr. Como existia un contrato de sociedad, muchos

de sus acreedores querian demandanne a mi. Pero 1a

justicia no hizo Iugar a esas pretensiones. [Por ello,

merece encomio y agradecimiento! Aunque en reali-

dad, para el easo daba 1 0 mismo,

"E n el transeurso de todas estas contrariedades, elalmacenero y su hija, 10 confieso, habian pasado a un

segundo plano. 8610 euando todo se Eue calmando yernpece a pensar en 10que ida a ocurrir luega, me vol-

vi6 vivamente el reeuerdo de esa Ultima noche. AIviejo, interesado como era, 10 eomprendfa bien ...

jpero a la muchaeha! A veees se me ocurria que, si

debidamente aconsejado hubiera manejado con pm -dencia 10 mio , y le hubiera podido of recer un porve-

nir, ella habria acep tado , pero no me hubiera amado.

- AI decir esto, contemplaba, con las manos caidas

y separadas, su bien mezquina figura -. Tampoco le

agrad6 nunea mi cortesia con todo el mundo."Asi, eavilando y reflexionando, pasaban los dias ,

Una tarde, a la hora del crepusculo, que era cuando

soHa estar habitualmente en el negocio, me vi de nue-

vo con el pensamiento en el sitio de costumbre. Me

parecia oirlos hablar, bromear, y hasta refrse de mi.

En eso se oy6, de repente, un ruido en la puerta, e s ~ta se abri6 y entr6 una mujer. Era Barbara. Me senti

como si estuviera clavado en mi asiento, viendo un

Eantasma. Estaba palida, y llevaba un paquete deba-

jo del braze, De pie, en medio de la habitaci6n, mir6

en tome las peladas paredes, los muebles miserables,

y suspir6 profundamente. Luego se encamin6 al ro-

97

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. ', .: <

pero, que estaba a un costado, arrimado a la pared,

abri6 el paquete que contenia algunas camisas y pa-iiuelos (se habia ocupado durante la Ultima epoca de

mi ropa blanca), abri6 un caj6n, dio unas palmadas

al ver su escaso contenido, y comenzo de inmediato a

poner la ropa en orden y a apilar las prendas traidas.

Despues, se retir6 unos pasos del ropero, y mirando-

me mientras seiialaba con el dedo el caj6n abierto, di-

jo: "Cinco camisas y tres pafiuelos, Es 10 que tenia",

Luego cerr6 el caj6n Ientamente, se reclin6 sobre el

ropero y comenz6 a llorar can fuerza. Parecia casi co-

mo si se sintiera mal, parque se sent6 en una silla al

lade del ropero, y ocult6 el rostro con un pafiuelo,

mientras yo oia, por su respiraci6n entrecortada por las

sacudidas, que seguia IIorando. Me acerque can sua-

vidad y le tome la mano, que me abandon6 d6cilmen-

teo Mas cuando para atraer su atenci6n hacia mi, su-

bi mi mano haciendo presi6n sobre su codo, se levan-

t6 de golpe, retir6 su mana y dijo con voz resignada:

u~Para que sirve todo esto? No hay nada que hacer.

Usted mismo 1 0 quiso y ha hecho desgraciados a to-

dos, pero sin duda listed 1 0 es mas que nadie. En rea-lidad no se merece compasi6n -aqui su vehemencia co-

rnenz6 a aumentar- cuando se es tan d6bil como para

no poder mantener en orden las propias cosas; cuan-

do se es tan credulo como para confiar en cualquiera,

aun en un pillo ... Y sin embargo, usted me da pena.

He venido para despedirme. Si, horroricese, no es mas

que su obra. Ahora debe irme junto a esa gente gro-

sera que tanto tiempo resisti, Pero contra eso no hay

nada que hater. Ya Ie he dado la mano, de modo que

deseo que le vaya bien "[siemprel". Vi que los ojos se

le IIenaban de nuevo de lagrimas, pero sacudiendo in-

98

dignada la cabeza, se march6. A mi m~ parecla como _---'. ::

si tuviera plomo en 105- miembros. Habiendo llegado a - ,.'

la puerta , se volvi6 todavia una vez y dijo:. "L a ~pa ': ••

esta ahora en orden. Trate de no perder nada. Se acer~ .', -"

can tiempos diflciles". Y finalmente levant6 Ia mano,hizo el signo de la cruz en el aire y exclam6: "[Dios ,.~'

sea rontigo, Jacobo! [Para siempre, amen!", agreg6 ' '.

despacio, y desapareci6. ,"S610entonces recobre el usa de mis miembros. Me

apresuredetras de ella, y haciendo un alto en el rella-, '"no de Ia escalera, grite: "[Barbaral" Of que se deten!a.

Pero al descender yo un escal6n, dijo desde abajo:

"iQuedese!", y baj6 corriendo hasta la puerta de c~e.

"Desde entonces he vivido dias penosos, pero nm-

guno como ese. Aun el dia siguiente f~e. mas. benig-no. Como no sabia exactamente en que situacion ha-

bia quedado, me deslice la manana siguiente por las

cercanias del almacen aver si quizas obtenia algun~

explicaci6n. Pero como nadie aparecia, mire :Po.rUlti:

mo desde un costado hacia el interior del negOCloy VI

a una mujer extrafia que pesaba la mercaderia, ,daba

el vuelto y contaba el dinero. Me anim~ a"enttar, y

Ie pregunte si habia comprado el negoclO. Hasta lafecha, todavia no", dijo. tt~y d6nde estan los duefios]", .

pregunte, "Han viajado esta manana a Langenle-

barna ... " H~Lahija tambien]", balbucee, "Por supues--_

to", dijo, "alli es donde se va a casar". _

"L a mujer hubiera deseado contarme 10 ' que des-. ~

pues supe por otros. EI camicero de esa localida~, ~l

mismo que encontrara en el almacen el dia de rm pn-

mera visita, habia hecho desde tiempo arras proposicio- -

nes matrimoniales a la muchacha. Ella siempre las " .

habia eludido, pero en los ultimos dias, presionada -,-

99

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por su padre y desesperada por todo 1 0 demas, accedi6.

Es~ mis~a manana padre e hija habian partido hacia

alb, y rmentras hablabamos, Barbara era ya la mujerdel carnicero.

"La vendedora habia querido contanne todo esto,

pero yo no la escuchaba y pennanecia inmovil, hasta

que llegaron parroquianos, los que me empujaron a

un lado. La mujer pregunt6 asperamente si yo no que-

ria alguna otra cosa, perc yo me aleje.

':Usted puede creerme, querido sefior - prosi-

gm6 -, que eso me hizo sentir e l mas desgraciado de

los hombres. Y asi fue en el primer momento. Perc al

salir del negocio, y dandome vue1ta, mire la ventani-

ta por Ia que Barbara habia mirado a menudo hacia

afuera, y senti que me sobrevenia una sensaci6n de

dicha. Que ella estuviera ahora libre de toda aflic-

ci6~, que fu~ra la senora de su propia casa, que no

tuVl~ neceSl~d de soportar penas y miserias, 1 0 que

hubiera .sucedido atando su destino a una persona sin

hagar, SID nada, todo ello 1 0 sentia como un balsamo

consolador sabre mi pecho, y la bendije 1 0 mismo que

a su destino."Como continuara empeorando de situaci6n, resolvi

encontrar mi medio de vida en la rmisica, y mientras

me dur6 el resto del dinero, practique y estudie las

obras de los grandes maestros, especialmente la de los

clasicos, las que copie, y cuando hube gastado la Ul-

tima moneda, decidi sacar provecho de mis conoci-

mientos, al principio en lugares cerrados, a 1 0 que dio

pre~ el pediclo de una huesped que se alojaba enla misma casa que yo. Pero como las composiciones

que interpretara alli no tuvieran exito, me instale en

los patios de las casas, porque supuse que entre tantos

100

1

L. I L . . . . t , ,.

moradores habria alguno que supiera apreciar la mu-

sica seria, y por ultimo en los paseos publicos, donde

realmente tuve la satisfacci6n de que algunos se detu-

vieran, escucharan, me interrogaran y se retiraran no

sin interes de su parte, y no experimente verguenza

cuando al mismo tiempo me daban algun dinero. Por-

que, por una parte ese era mi oficio, y porque tam-

bien vi que virtuosos afamados, superiores a mi en

t~do c.oncepto, s: dejaban pagar, y mucho, por suseJecuclones. Y asi he seguido hasta el dia de hoy, po-

bre pero honradamente.

"Algunos afios mas tarde participe aun de cierta

felicidad. Barbara habia regresado. El marido habia ga-

nado bastante dinero, y adquiri6 una carniceria en uno

de los suburbios, Era madre de dos criaturas, de las

cuales el mayor se llama J a c o b o , como yo. Mi ocupa-

ci6n, y los recuerdos de los tiempos pasados me im-

pedian ser importuno, pero al final se me eneomen-

d6 que diera dases de violin, en la casa, al hijo mayor.

En realidad tiene poco talento, y puede toear sola-

mente los domingos, porque durante el resto de la se-mana el padre 1 0 tiene ocupado en el negocio, pero lacanci6n de Barbara, que le he ensefiado, Ie sale bas-

tante bien. Y cuando practicamos, y hacemos ruido,

a veces interviene tambien, cantando, la madre. A

decir verdad, ha cambiado mucho en todos estos aiios,

se ha puesto corpulenta y se preocupa poco de musi-

ca, pero canta tan bien como antes. - Y con estas pa-

labras tom6 el viejo 5U violin, empez6 con la canci6n

y sigui6 tocando y tocando, sin preocuparse de mi. Porultimo me harte, me Ievante, deje un par de mone-

das de plata sobre la mesa y me fui, mientras el viejo

continuaba tocando can fervor.

101

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., .

. < : .

. Poco despues hice un viaje, del que regrese a co-

mienzos del invierno. Nuevas irnagenes habian reem-': plazado a las viejas, y tenia a rn.i musico bastante 0 1 -

vidado. Solamente en 'ocasion del tremendo deshielo

' de - I a primavera siguiente, y de la respectiva inunda--,ci6n de los suburbios de la ciudad situados en terre-

os muy bajos, me acorde otra vez de el, Los alrede-

dores de la Gartnergasse se habian convertido en un

mar. Nada habia que temer por la vida del violinista,

ya-que vivia arriba, debajo del tejado, mientras que la

muerte habia elegido sus muchas victirnas entre los

moradores de los pisos bajos. Perc, [que grande debia

"deser su necesidad, desprovisto como estaba de todo- auxilio! Mientras continuara la inundacion , no ha-

bia nada que hacer. Entretanto, las autoridades ha-

.bian,procurado, segun su posibilidad, de obtener em-

barcaciones, alimentos y asistencia a quienes habian

quedado aislados. Pero cuando las aguas bajaron ylas calles se hicieron transitables, resolvi entregar

personalmente mi aporte a la direcci6n que me inte-

resaba en primer lugar, para la colecta que se habia

iniciado y que habia llegado ya a sumas increfbles, El~pecto de Leopoldstadt era espantoso, En las calles,-muebles y barcas destrozados, en los pisos bajos, to-

davia agua y objetos que flotaban. Cuando, para evi-tar e l gentio, me arrime a un port6n entornado, este

cedio y mostro, junto a la puerta cochera, una fila de

-cadaveres evidentemente juntados y expuestos para la

_inspeccion oficial. Y en el interior de las habitacio-

nes se veia a unos cuantos infortunados moradores,

que de pie, y aferrados a las rejas de las ventanas ...

pero, faltaban precisamente tiempo y empleados para-emprender la verificaci6n judicial de tantas muertes,

·102

Seguf caminando. Par todas partes el mismo espee-

taculo. Llantos y campanas tocando a duelo, madres

que buscaban a sus hijos, y criaturas extraviadas. POl"

fin arribe a la Gartnergasse. Tambien alli se habian

apostado los solemnes acompafiantes de un cortejo

f6nebre, aunque, segun parecia, lejos de la casa que

yo buscaba. Pero al aproximarme, note una relaeion

entre los movimientos de quienes iban y venian y elacompafiamiento fUnebre por un lado, y la casa de Ia

Gartnergasse por e] otto. En la puerta de calle se en-

contraba un hombre de buen aspecto, maduro, pero

todavia robusto. Con sus botas altas, sus pantalones

amarillos de cuero, y la Iarga [evita colgante, pareda

un carnicero de campafia. Estaba dando algunas 6r-

denes, y entretanto, hablaba con bastante indiferencia

can los espectadores, Pase de largo y entre en el pa-

tio. La vieja jardinera sali6 a mi encuentro, me reco-

noci6 en el acto y me salud6 entre sollozos, "<!_Nos

haee usted tambien el honor?",' dijo. "[Si, nuestro

pobre viejo! Ahora estara tocando con los angeles, que

no pueden ser mejores de 1 0 que l:l era aqui abajo.

Ese hombre honrado estaba a salvo, alla arriba en sucuarto, Pero cuando Ueg6 el agua y oy6 llorar a los

chicos, baj6 de un salto, arrastr6, llev6 y puso en se-

guridad todo 1 0 que pudo, hasta que se qued6 sin

aliento. Sf, y como en- estos casas uno no puede pen--

sar en todo, cuando al cabo mi marido se dio cuenta

que habia olvidado su registro del catastro y sus pO -

cos florines en el annario de pared, tom6 un hacha el

viejo, se meti6 en el agua, que lc llegaba ya a I pecho,

rompi6 el armaria, y trajo todo con el mayor cuidado,

Seguramente eso Ie ocasion6 un resfrio, y como en el

primer momento no era posible pedir ninguna clase

10 3

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de asistencia, comcnzo a delirar y a cmpcorar, aunque

1 0 cuidamos todo 1 0 imaginable y sufriamos mas que

e l, porque no hacia mas que cantar, marcar el compas

y dar lecciones. Cuando el agua baj6 un poco y pu-

dimos llamar al medico y al cura, se incorpor6 de re-

pente en Ia cama, dobl6 la cabeza hacia un costado,

como s i escuchara en la lejanfa alga muy lindo, son-

rio, se dejo caer y muri6. Suba no mas , sefior, que el

hablaba a menudo de usted. La seiiora tambien estaarriba. Nosotros quisimos costear los gastos del entie-

ITO, pero la senora del carnicero no admit io tal cosa" ,

Me empujo por la empinada escalera, hacia el des-

van, abierto y sin muebles, hasta el ataud que estaba

ubicado en el media del cu arto , y que ya cerrado, so -

1 0 aguardaba a los encargados de transportarlo. A la

cabecera habfa una mujer bastante gruesa, de edad

madura, can un tapado estampado de indiana, pero

con bufanda negra y una cinta tambien negra en la

cofia. Daba la impresion de que nunca hubiera podi-

do ser bonita. Delante de ella estaban de pie dos ni-

, nos bastante crecidos , un muchacho y una chica, a

los que evidentemente insrruia acerca de su comporta-

miento en el entierro. J ustamente al entrar yo, aparta-

ba de un empujon el brazo del muchacho, que se h~-bia apoyado con bastante torpeza sobre el feretro, yah-

s6 cuidadosamente los bordes de la mortaja que se ha-

bia salido. La mujer del jardinero me guiaba, pero

abajo empezaron a toear las trompetas, y s imul tanea-

mente resono desde la calle la voz del carnicero, que

gritaba: "[Barbara, ya es horal" Aparecieron los por-'

tadores del ataed, y retrocedi para hacerles lugar. EIataud fue levantado, luego bajado, y la comitiva se

puso en marcha. Delante, los colegiales, con crud-

i

~fijo y bandera, y ei sacerdote can 1 0 5 acolitos. Inme-diatamente detras del ataud, los dos hijos del matri-

monio, y en seguida, el 'camicero can su mujer. El

hombre movia incesantemente los Iabios, como si es -

tuviera en oracion, pero miraba en derredor. La mu-

jer lela ferovorsamente en su devocionario, aunque los

dos nifios la tenian ocupada, ya que a voces los hacia

adelantarse y otras los retenia, como si el orden del

cortejo le pareciera ser cosa de importancia capital,aunque siempre volvia allibro. De esta manera, laopro-

cesion lIeg6 al cementerio. La tumba estaba abierta.

Los niiios arrojaron el primer punado de tierra. E1

hombre, de pie, hizo 1 0 mismo. La mujer se arrodi1l6,

can el libro rouy cerca de los ojos. Los sepultureros

terminaron su tarea y la comitiva, medio disuelta, se

volvi6. Junto a la puerta hubo un pequeno altercado,

parque la mujer encontro visiblemente ~evada la exi-

gencia del empleado de las pampas funebres. Los

acompaiiantes se dispersaron en todas direcciones. Elviejo violinista estaba enterrado.

Un par de dias mas tarde - era un domingo - lle-vado por mi curiosidad sicol6gica me dirigi a 1a casa

del carnicero, y di como pretexto que deseaba com-

prar como recuerdo el violin del viejo. Enc~ntre a. la

familia reunida, sin mostrar rastros de una Impresion

particular. Pero el violin pendia de un~ pared con una

especie de s imetr ia , a l lado de un espeJo y £rente a un

crucifijo tambien colgado en la pared r u : enfrente. ~

ir a explicar mi deseo, y habiendo ofrecido un preao

relativamente alto, no parecio que el hombre mostra-

ra aversion para realizar un negocio ventajoso. Pero

la mujer salto de su silla, y dijo: "De ninguna man~-

ra. jEI violin es de nuestro Jacobo. y un par de Flori-

104(

105

J

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nes m a s 0 menos no nos interesan!" Al mismo tiernpo,

_ descolg6 el instrumento de lapared, 1 0 examin6 por

todas partes, sop16 el polvo que 10 cubria y 1 0 puso en

el caj6n de la mesa, que empuj6 y cerr6 vivamente

can llave, como si temiera un robo. Su rostra estaba

dado vuelta, de modo que yo no podia ver que Ie ocu-

rna. Pero como en ese instante entr6 la criada can la

sopa y el carnicero, sin dejarse perturbar por 1a visi-

ta, elev6 con voz fuerte sus preces, que los chicos re-

petian de un modo chi1l6n, les desee buen provecho y

me retire. Mi Ultima mirada acert6 a la mujer. Esta-

ba dada vuelta hacia mi, y las hlgrimas corrian a rau-

dales -por sus mejillas.

FIN DB IlBLPOBRBMUSICO"

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EL l\40NASTERIO 'D - 'E --sENDOMIR

11 _,., .

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,

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, -

!i

Los rayos del soliponiente doraban 1a falda de uno de

los valles mas encantadores de la voivodla de Sendo-

mir. Como en un beso de despedida, descansaban so-

bre los muIOSde un monasterio orientado hacia el es-

te, de numerosas ventanas, resplandeciente y de co-

moda apariencia ... cuando dos jinetes, acompana-

dos por unos pacos servidores, alcanzaban el reborde

de la cadena de colinas opuesta. Advertidos I_X)rl to-que de animas, y luego de una demora, producto de

una breve reflexi6n, hicieron trotar mas rapidamen-

te a sus caballos, valle abajo, hacia el monasterio.

La vestimenta de estos huespedes tardfos sefialaba

su condici6n de extran jeres , Los anchos sombreros

emplumados, el juh6n oprimido por una armadura 05-

cura, la ropa ceiiida y las altas botas aeampanadas, no

permitfan que se los tuviera por polacos nativos. Y en

efecto, no 1 0 eran. Se trataba de alemanes, enviados

del emperador aleman a la corte del belicoso Juan

Sobiesky, que sorprendidos por la noche, huscaban

albergue en e l monasterio que ante ellos yada.

El port6n, cerrado ya a causa de 10 avanzado de la

hora, se abri6 a los solicitantes, y el portera los hizo en-

trar en un espacioso sal6n de recibo donde les espe-

raha alimento y descanso, si bien, como agregara en

son de disculpa el portero, tanto e l abad como los de-

m as monjes, reunidos ya en e l cora para las visperas,

no podian en esemomento tributar su bienvenida a

huespedes tan distinguidos. La declaraci6n del hom-

bre, acompafiada I_X)runa mirada recelosa, fue con-

finnada por el concierto mon6tono de las voces exal-

109

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tadas , que a medias hablando y a medias cantando, s o -focadas por _ l a l e jan i a y serpenteando a traves de lasb dv ed as re so nan te s, In dic ab an clara y suficientemen-

.te la existencia del canto coral de una comunidad re-

ligiosa.

Los dos extranjeros entraron en el aposento que les

habfa side destinado, el cual, no obstante haber sido

ostensiblemente edificado poco tiempo antes, como el

testa del monasterio, imitaba can exactitud delibera-

a las viejas formas g6ticas. Unos enseres escasos, pe-ro.utiles, se distribufan por las paredes. Las elevadas

.ven tanas ojivales daban al campo, donde la luna, re-

cien aparecida por el oriente, arrojaba escasos resplan-

dares sobre las elevaciones del ondulado terreno,

rnientras que en los repliegues de los valles y debajode'los arboles acampaba paulatinamente la noche can

su oscuro cortejo, y extendia su vela sabre 1 0 anima-

do y 10 inanimado, difundiendo dulcemente una cal-ma -silenciosa.

Los propios criados de los caballeros sirvieron el

vino y la cena. Una rustica mesa, corrida hacia el an-

tepecho de la ventana, que se habra abierto, recibi6a los cansados huespedes, quienes reposando sobre

altos sillones, ora se recreaban can los magicos jue-

gas de la luz de la luna, ora volvian su atenci6n a la

cena, fortaleciendose para el viaje del dfa siguiente.

De esta manera transcurri6 alrededor de una hora.

La neche irrumpi6 totalmente, y hacia rata que cam-

panadas y cora habian enmudecido. Los criados, en-

viados a descansar, habian encendido una lampara

que, colgando desde el medio de Ia estancia, brillaba

lugubremente, en tanto que ambos caballeros se-

gulan conversando can animaci6n junto a la ventana,

110

i

quizas acerca del objeto de su -VIaJe,pero evidente-

mente sobre alga de importancia, En esc , una mano

golpe6 con vigor la puerta de la habi tacion , y aUn.an -

tes de que se respondiera de mala gana ante Ia inte-

rrupci6n de la charla can un: "adelanto", la puerta se

abri6 para dar paso a una figura, singular, que ~regun:to si se requeria que se encendiera fuego. QUIen aSI

entrara estaba cubierto por un habito monacal gasta-

do y remendado en distin~ Frtes,. el que .contrasta-ba particularmente con un Iisico recto y macizo, A pe-

sar de que la edad 1 0 habia encorvado lig~ramente, y

que su estatura era algo menor que laomedian a, su ~s~

pecto irradiaba, con todo, una expresion tan peculiar

de fuerza y resoluci6n, que, prescindiendo de las ves-

tiduras, el espectador hubiera tenido al . ho~?re parcualquier cosa antes que plr un pacihco hijo de_laiglesia. E1 pelo y la barbs, en apariencia renegndo

en una epoca anterior, y ahora entremezclados con

gran numero de canas, sumamente encrespados a pe-

sar de su longitud, irrumpian espesamente por la

frente, la boca y la barbilla. La vista, fra~lunamen~e

baja, se alzaba raras veces, y en esas ocasiones hena

can la fuerza de un rayo, tan siniestras centelleabanlas negras pupilas entre las mejillas cenicientas, y se

experimentaba una sensaci6n de alivio cuando I.os

parpados anchurosos las volvian a ocultar. Este monJe,

de tan particular condici6n~ se col0c6 del~te de losextranjeros y, can un manojo de lelia debajo del bra-

zo, pregunt6 si necesitaban fuego.

Aquellos se miraron entre si, extrafi~dos por aF-

rici6n tan singular. Entretanto, el monje se arrodi~6

ante la chimenea y principio a encender el fuego, sm

interrumpirse ante la observacion de que no hacia

111

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frio y que su empefio era superfluo. Las neches empe~

zaban a ser rigurosas, arguyo el monje, y prosiguio con

su tarea. Despues de terminar, y mientras el fuego

brillaba alegremente, permaneci6 unos instantes de

pie ante Ia chimenea, en actitud de calentarse las ma-

nos, y luego, sin preocuparse al parecer de los extran-

jeros, se encamin6 silenciosamente hacia Ia puerta.

Estaba ya junto a la misma, y habfa asido el pica-

porte, cuando uno de los huespedes hablo:-Puesto que estrus aqui, reverendo padre ...

-jHennano! - interrumpi6 el monje, como malhu-

morado, y sin volverse se detuvo, la frente inclinada

contra la puerta.

+Entonces, reverendo hennano - prosigui6 el

extranjero -, ya que estrus aqui, explicadnos algunas

cosas que desearlamos saber.

-jPreguntad! - dijo, volviendose, el monje.

-Sabed, pues -exclam6 el forastero-, que nos ha

lIenado de admiracion 1a hermosa ubicaci6n y la cons'

truccion de vuestro monasterio, pero sobre todo, el he-

cho de que seatan

nuevo y que parezca haberse con-cluido hace tan poco tiempo.

Los oscuros ojos del monje se alzaron ante estas pa

labras y se fijaron con una especie de expresi6n enco-

nada sobre su interlocutor.

-Ha pasado ya Ia epoca -continu6 este->, en que

no era excepcional Ia ereeci6n de tales manifestacio-

nes del sentimiento religioso. c.Cuanto hace que exis-

te el monasterio?

-c.Lo sabe is? - pregunt6 el monje bajando la vis-

ta - c.Ono 10 sabeis]

-c.Acaso 10 preguntarla si 10 supiera? - replic6 el

extranjero,

112

JI

'.~

-A veces eso ocurre - mascullo aquel -. Tres

afios hace que existe este monasterio. [Treinta anosl

- intent6 rectificar, sin levantar la vista del suelo,

-Pero, <quien fue el donante? - sigui6 pregun-

tando el extranjero.-. c.Que hombre amado por

Dios ... ? -Entonces el monje solt6 una carcajada

burlona y estridente. EI respaldo del sill6n sobre el

que se habfa sentado se quebr6 ruidosamente bajo su

presion, en 1a mirada que dirigi6 a los forasteros pa-reci6 llamear un Infiemo, y, dando vuelta de impro-

visa, salio con paso sonoro rumbo a 1a puerta.

Todavia no se habian repuesto de su sorpresa am-

bos extranjeros, cuando la puerta se volvi6 a abrir y

el mismo monje entr6 de nuevo. Como si nada hu -

biera ocurrido, se dirigi6 al hogar, agreg6 mas lena y

soplo en las llamas. Despues de 10 cual se volvi6 ydijo:

-Soyel m a s humilde de los servidores de esta casa.

Los trabajos mas inferiores me estan encomendados.

Debo ser complaciente con los extrafios y contestar

a sus preguntas. c.Vosotros habeis preguntado algo?

c.De que se trataba?

+Deseabamos informamos acerca de la fundaci6n

de este monasterio - hab16 el mayor de ambos alema-

nes - pero, vuestra extrafia negativa ...

-Es cierto -dijo el monje-, vosotros sois extran-

jeros, y no conoceis todavia ni el ambiente ni a la

gente de aquL Mucho me complaceria dejar insatis-

fecha vuestra necia curiosidad, pero luego os queja-

dais al abad, y este me volveda a reprender, como

aquella vez que quise estrangular al caballero de Plozk,

porque insult6 a mis padres. ,VeDIs de Varsovia?

- continu6 despues de una pequefia pausa.

113

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- Hacia alla vamos - respondi6 uno de los Ioras-teros,

-Es una ciudad maligna ~ dijo sentandose elonje-. Todas las discordias vienen de alIi. Si el do-

nante de este monasterio no hubiera ido a Varsovia,

no hubiera donado en absoluto el monasterio, no ha-

bria aqui monjes, y yo tampoco 10 seria. Puesto que

no venis de a11£,quizas seais gente honrada, y por eso

os contare la historia del monasterio. Pero no me in'

terrumpais, ni pregunteis nada cuando yo tennine.Quizas me plazca hablar de ello una vez mas. j Si no

hubiera tanta nebl inal Apenas se percibe el brillo del

viejo solar de los antepasados, y la luna esta tambien

tan turbia ...

Las ultimas palabras se perdieron en un murmullo

incomprensible, y dieron finalmente lugar a un pro-

fundo silencio, durante el cual el monje permaneci6

sentado e inrn6vil, las manos metidas dentro de las

anchas mangas, la cabeza doblada sobre el pecho,

Creian ya ambos caballeros que se habia arrepenti-

do de su promesa, y meneando las cabezas estaban

por alejarse, cuando subitamente se irgui6, respiran-

do con fuerza. EI capuch6n cayo hacia arras y la mi-

rada, ahora tranquila, resplandecia con una luz casi

melancolica, Sosteniendo entre las manos su cabeza,

que Ia luna bafiaba a medias, comenz6:

- El hombre al que pertenecian estos extensos al-

rededores y el sitio mismo donde se levanta este edi·

ficio, provenia de un antiguo linaje, y se llamaba

conde Starschensky. Pero en aquel entonces todavia

no habia ningun monasterio. EI arado pasaba por

aqui mismo, EI conde en persona residia alla arriba,

donde los muros agrietados reflejan ahara la luz de la

114

- - :... ~- ~ \ .'"

I - • : •

'. '- , .: ,'~

\ ..... .: ~.~.

luna. EI coride no era malo, aunque no precisamen- ',",:. . ; . - C . '

te bueno, En la guerra se 1 0 tenia var hombre' de--v~- .:.:.,~};lor personal; en q,ocas de p a z " vivia silenciosamente .. ,:.:

y retraido en el castillo de sus padres. Una cosa,_ex- _. . :

trafiaba a la genre sobremanera: que nunca se leha-

bia visto inclinaci6n por ninguna naturaleza femeni- 'na, y evitaba ostensiblemente todo contacto con mu- _, ,< -,

jeres. Se 1 0 tenia pot mis6gino, pero no 1 0 era, sino

una naturaleza timida, y , dejadme ver si me explico, _ '" ,~'

una autocomplacencia predominante le habia impe·,dido hasta entonces cada aproximacion de ese- tipo . _ '" .-~

Su placer consistia en la ausencia de todo deseo. - . ":,:,Queda alga de vino? Dadme un vaso. Si, tan malo

no era el conde.

El monje bebi6, luego sigui6:

-Asl vivia Starschensky, y asi pensaba morir; pero

otro seria su destine. Una reuni6n de la Dieta 1 0 lla-

mo a Varsovia. Enojado por las equivocaciones de Ia

mayoria (cada uno hacia prevalecer su propia per-

sona, cuando 10 que estaba en juego era el bienestar

general) paseaba una noche por las calles de la ciu:.'

dad. Negros nubarrones, prontos a descargarse encualquier momento, pendfan del cielo, una densa os-

curidad 10 envolvfa todo. En eso, oy6 de repente_de-

rras de si una voz femenina, que, tremula y sollozan-te, Ie dirigi6 la palabra asi. IIiSi sois un ser humano,

compadeceos de una desdichada!" Dandose vuelta

con rapidez, vio el conde a una muchacha que le ten-

dia implorando las manos, Su vestido parecia pobre,

y la blancura del cuello y de los brazos resplandecia

a traves de la noche. El conde sigui6. a Ia suplicante.

Diez pasos mas adelante entr6 esta en una choza.

Starschensky la escolt6, y pronto qued6 con ella a so-

»: i.

115

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~ , ~ ~ ., . . - - . ,.~ ., ...•

Ante ~l' yacia el senor 1deLaschek, que COn sus dos

h ijo s -se habia mezc lado en intrigas politicas que su pa-

t r i a condeno . Las mismas se descubrieron y ambos

hijos, junto con algunos imprudentes que habian he-

cho -causa comun con estes, fueron desterrados. EI

padre, despojado de sus bienes, se encontraba ahora

en la miseria. AI oir Starschensky desde el primer mo-

ento el nombre de Laschek, sabia que la situacion

del desdichado no era del todo inmereeida. Porque

si bien no se Ie podia atribuir una participaci6n direc-ta en las eonfabulaciones de sus hijos, la ligereza que

evidenciara en su juventud y la administraci6n cala-

mitosa de sus bienes durante la edad madura, ha-

bfan dificultado a sus hijos los caminos licitos hacia

un progreso, Invitandolos a las empresas riesgosas. EI

conde no ignoraba todo esto, pero se trataba de salvar

a un desdichado, y el padre de Elga encontr6 su por·

tavoz m a s elocuente en aquel a quien su hija habia

enamorado.

"Laschek fue alojado en una casa decente y se Ie

provey6,-lo mismo que a su hija, de 10 mas necesario.

Starschensky utilize su influencia y sus relaciones, yeondeseendi6 al empleo de dinero y dadivas para con-

seguir la reposici6n del desposefdo y el retorno de los

desterrados, Afortunadamente, hacia tiempo que ha-

Man desaparecido las circunstancias extemas que hi-

cieran peligrosos los planes de aquellos imprudentes.

El perd6n fue otorgado, y los expatriados se apresta-

ron para regresar. Muchos de estos compafieros de in-

1En aleman "Starost", titulo que se daba en Polonia,juntamente con un feudo, a quien se habfa disringuido enempresas militares.

118

. . . .

fortunio, fieles a su ligereza, habian sentado plaza

en paises extranjeros; unicamente los dos hijos de

Laschek y un pariente lejano, llamado Oginsky, hi-

cieron uso de la autorizacion concedida con tanta di-

ficultad. Cualquier dia se aguardaba el arribo.

"Entretanto, la devoluci6n de los bienes confisca-

dos a Laschek dio pocos resultados. Diariamente apa-

recian nuevos acreedores. EI capital y los intereses

vencidos devoraban con exceso el valor de los inrnue-

bies existentes. Starsehensky intervino entonees. Pa-g6, afect6 sus propios bienes, y a pesar de todo, ape-

nas pudo salvar una escasa porci6n de sus posesiones

ancestrales como una base para el porvenir.

"Mas dichoso parecia en el interin en sus solicita-

ciones al corazon de Elga. AI verse por primera vez

nuevamente la muchacha con vestidos presentables,

vol6 a su encuentro con gritos de alegria, y un beso

intenso de sus labios ardientes premi6 su solicitud y

sus empefios, Sin embargo, este primer beso fue por

el momento tambien el ultimo, a pesar de 1 0 cual

Starschensky se lisonjeaba con la esperanza de que

no era del todo indiferente a la muchacha. Ella se en-contraba a gusto en su compafiia, advertia y sentia su

ausencia. A veces sorprendia su mirada, que se fijaba

< ob re el pensativa y contemplativamen te. Y en efecto,

a veces podia evitar s610 gracias a una rapida conten-

ci6n un beso, gustosamente destinado a sus labios , pe-

ro que imprimia sobre su mano. Estaba Ileno de gran-

des esperanzas. De repente, Ia atm6sfera sufrla un

cambio, Elga aparecia melanc6lica y meditabunda. Si

de ordinario su afici6n por las diversiones, los vesti-

dos y los placeres se manifestaba de un modo muy

pronunciado, hasta el punto de que pareda bordear

119

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los iimites de io excesivo, ahora huia de toda socieclad.

Pensamientos contradictorios nublaban su tersa y

he.rmosa frente; los ojos empafiados hablaban de Ia-

gnmas, y algunas veces uno de esos huespedes inopor-

tunos se abria paso debajo de las pestaiias, que se ce-

rraban e~tonces rapidamente. Starschensky notaba en

esas ocasiones que el padre la miraba seria, easi arne-

nazadoramente, y Ia alegria artificiosa de Ia muchacha

indicaba su empeiio por ahogar una pena oculta. Unavez en que 8tarschensky se dirigia rapidamente a tra-

y e s de la antecamara, hacia la puerta de la sala de re-

c ibo , oy6 la voz del padre, que sumarnente encoleri-

zado, aI parecer, se expresaba en terminos bastante

groseros. ~l conde abri6 la puerta y mir6 en derredor,

pero ~o ~o a nadie mas con excepci6n de la hija, queen silencio, aunque sumamente acalorada, estaba

frente a la ventana, -de espaldas al padre. Evidente-

mente, esas palabras de reproches le habfan estado

destinadas a ella. Entonees surgi6 en el alma del con-

de la firme resolucion de poner fin, mediante un ra-

p~do galanteo, a la torturante inseguridad de sus rela-clones.

"Mientras se concedia un corto plazo para Ia eje-

cuci6n de este prop6sito, y la alegrfa anterior de Elga

retornaba paulatinamente, llegaban del destierro los

esperados parientes. EIga pareci6 sentir mucho menos

placer por el retorno de los hermanos, tanto tiempo

ausentes, de 10 que el conde habia supuesto. Pero 10

mas chocante era su aspera frialdad, para no llamarla

dureza, hacia el companero de culpas y castigos de

sus hermanos, el pobre primo Oginsky, al que apenas

se dign6 mirar. Bien formado y de grata presencia,

no pareda merecer en absoluto ta l aversion. Mas ann,

120

:1

en su condueta easi servil era visible cl esfuerzo por

ganarse la buena opini~n. de todo el mundo. Ningunaaspereza era capaz de irritarlo, aunque cualquier oca-

si6n le pareda propicia para sustraerse al trato casi

despectivo de EIga. Por Ultimo, desapareci6 del todo

y nadie supo d6nde se habfa dirigido. '

"AI fin hizo publica el conde su peticion a la mana

de ~ga. E1 padre llor6 lagrimas de alegria; EIga, ru-

~nzada y muda, cay6 en los brazos del conde, y la~lanza qued6 formalizada. En Ia capital, ruidosas

Iiestas procl~maron la felicidad de Starschensky, las

cuales, repetidas y muy concurridas, Ie aseguraron la

participacion general en su alegria. A traves de una

recepci6n dada en la corte en su honor, aprendi6 pron-

tamente a avenirse al estrepito y al brillo, y hasta en-

centro gusto en ello, por 10 menos en la medida en

que Eiga se divertfa, quien por otra parte manifesta-

ba cada vez ~~ determinadamente su afici6n por losplaceres bulliciosos. Pero, (acaso no era joven? (Aca-so no era linda? Despues de desgracias tan prolonga-

das, no tenia cada placer un doble encanto: (el de

s f mismo y el de su novedad? EI conde concedia y era

feliz. 8610 faltaba una cosa para hacerlo completa-

mente dichoso. Un aiio entero habia transcurrido ya

desde su boda, y Elga no daba aun seiiales de mater-

nidad.

"Repentinamente, la felicidad del venturoso Stars-

chensky rue perturbada de manera mucho mas sensi-

ble. Su mayordomo, un hombre honesto a carta ca-

bal, apareci6 portador de graves preocupaciones. Am -bos se encerraron, hicieron cuentas y confrontacio-

nes, y pronto se via can harta claridad que a causa

de los gastos exorbitantes realizados en los ultimos

I121

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iempos en favor de los parientes de Elga, 1a fortuna

el conde se habia quebrantado, y que dehfan adop-

rse rapidas previsiones. Los hennanos de Elga ha-

an contrihuido preponderantemente a esta situa-

6n ca6tica. Asl como la desgracia mejora a quienes

on capaces de mejorar, del mismo modo el ansia de

de esta pareja frivola se habia acrecentado a

ausa de la miseria prolongada que habian soportado,

ediante un usa exageradisimo de los fondos que el

onde destinara a su sostenimiento. Despues que elonde, desbordante de felicidad, respondi6 can impa-

a las primeras demandas de los preocupados

omerciantes para que no fueran demasiado puntillo-

y les entregaran a sus cufiados todo 1 0 que estes

quirieran, las exigencies y extracciones no tuvieron

"El conde se dio cuenta de inmediato de 1o criti-

o de su situaci6n, y como persona de orden que era,

o tuvo para el nada de alarmante dar un rapido vi-

aje al curso tambaleante que sus asuntos habian su-

rido. 8610 sentia aprensi6n a] pensar en Elga. ~Iria su

naturaleza, tan dada a volar en alas de una a1egria des-

eocupada, a ... ? Pero debia hacerlo, y con el cora-

6n palpitanre entr6 al cuarto de su mujer. Mas, que

orpresa tan agradable experiment6, cuando, apenas

explicara la situaci6n y le expusiera la necesidad de

dejar la ciudad, para repatar sobre el terreno los des-

cuidos del ultimo tiempo, ya a las primeras alusiones

Eiga se precipit6 sobre el y se manifest6 preparada y

contenta. jLo que e I quisiera: 1 0 que el ordenara; ella

no hada m a s que obeclecer!Al mismo tiempo solloza-

ba, y hubiera caido a los pies del conde si bote no la

122

r

hubiera levantado, mientras un largo -abrazo'los ha-

cia olvidar del mundo exterior.

"Se realizaron todos los preparativos para Ia patti ': ' 'da. Starschensky, que estaba habituado desde 'su n i- , :. ~" ~ 'fiez a la soledad, y que disfrutara las alegrlas de la " ,'~ .

corte y de Ia ciudad unicamente a t raves de la ale gria - ,' "

de su mujer, hendijo easi los contratiempos que 10, .-, ......

forzaban a regresar a Ia tierra natal. Ella 1 0 ' dipu so Y t.

se ocup6 de todo, y en las primeras horas 'de la tarde -",

de un caluroso ilia de mayo llegaron con valijas y b au -"o jles al viejo castillo de los antepasados, el cual, recien- ..' .. '" .~

temente remozado y puesto en las mejores condicio-: .'.

nes posibles, sustituia, a traves de la competencia en- _ . .(

tre e l canto de los ruisefiores y el aroma de las flores, , ,

10 que un gusto refinado acaso. huhiera podido ex-

trafiar en una comparacion can los palacios de la

ciudad."Poco despues del arribo, pareci6 revelarse en pat- "- .- .

te Ia causa par la cual Ie habia sido tan Iacil a Elga .

adaptarse a una vida distinta de la que entonces lle-

vara. Se encontraba en los primeros meses de un em-

barazo oeultado hasta entonces, y Starschensky, col:made can la satisfaccion de todos sus deseos, no co-"

nocia limites a su felicidad.

"La primavera y el verano transcurrieron entre pla- -'_"

ceres rusticos, arreglos convenientes y alegres espe-

ranzas. Despues que las hojas de los arboles cayeron

y que las bruscas tormentas, primeros mensajeros del- .i->

invierno, sacudieron las ventanas del castillo, se acer-

c6 para Elga la hora tan ansiada y temida. Dio a luz . -'.;a una nifiita linda como los angeles, y que fuedeposi-

tada en los brazos del conde. Este recibi6 a S U hija can

Iagrimas de felicidad. Como el parto, las eonsecuen-

'~ ..

. ,

-",

- ,

,_ ;: . . . .

- . _ :

)] 2 3

. ,

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cias fueron sobrellevadas can facilidad, y Elga flore-

ci6 de nuevo como una rosa.

"Desgraciadamente, noticias desfavorables inte-

rrumpieron tantos acontecimientos gratos. Las mis-

mas proven ian de Ia capital. El padre de Elga habia

Iallecido, dejando sus asuntos en el mayor desorden.Sus dos hijos, ya sin la ayuda de un cuiiado vuelto

m a s prudente, amontonaban deuda tras deuda con sus

torpes dilapidaciones, y los acreedores, que habfan es-tado aguardando a la sucesi6n del anciano, vieron en

parte defraudadas sus esperanzas, porque una suma

considerable, consecuencia de una fonnal donaci6n

anterior, habia recafdo sobre aquel pobre prime,

Oginsky. Este prime, como sabemos, habia desapa-

recido hacia largo tiempo. Pero todavia debfa de estar

vivo y alguien conocia su actual residencia, porque

la suma se reclam6, fue entregada, y el asunto qued6

concluido,

"A los despilfarros de ambos Laschek se asociaron

ademas ciertos rumores, como que abrigaban otra vez

proyectos ilicitos y reclutaban partidarios para finesantipatrioticos, Starschensky se vio asediado hasta el

exceso por sus cuiiados y par los acreedores de ~tos,

pero rechaz6 con firmeza toda pretensi6n ulterior,

J uego de haber hecho todo 10 que estuvo dentro de

sus medios, y tuvo la satisfacci6n de ver coincidir to-

talmente sus sentimientos can los de Elga. Tanto era

asi, que cuando ambos hermanos acudieron al castillo

del conde para hacer una Ultima tentativa, por as! de-

cirlo, la hermana los abrurn6 a reproches, y se sepa-

raron casi con hostilidad.

"De este modo transcurrieron mas de dos afios, y Ia

paz de la casa floreda mas hermosamente luego de

124

estas tempestades superadas. Como el conde se sin-

tiera al principio defraudado en sus deseos de un des-

cendiente varon, eso mismo le hacfa consagrar un

amor tanto mayor y sin reservas hacia su unica y que-rida hija.

Apenas podia concebirse algo mas encantador

que esa ninita, que tan clpidamente crecia. Retra-

to de 1a madre en todas sus facciones, parecia que la

naturaleza creadora se hubiera complacido en un jue-go singular con la graciosa cabecita. Si Elga seducia

particularmente por la negrura de sus cabellos y ce-

jas, que contrastaban con sus ojos de un azul claro,

tambien la criatura imitaba esta inversi6n de 1 0 habi-

tual, perc al reves , porque unos hueles dorados se en-

sortijaban alrededor de la linda cabecita, y debajo de

las pestafias, Iargas y rubias se ocultaban, 1 0 mismo

que un ladr6n de la luz, unos grandes ojos negros. El

conde bromeaba a menudo sobre este parecido in-

vertido, como ]0 Ilamaba, y entonces Elga abrazaba a

la nina ann mas estrechamente y sus labios se apre-

taban contra los de su hija, igualmente carnosos y deun rojo brillante.

"El conde dedicaba todo su tiempo, aparte del con-

sagrado a las alegrias domesticas, exdusivamente al

restablecimiento de su fortuna, venida a menos a cau-

sa de su irreflexiva largueza con respecto a los parien-

tes de EIga, yal mejoramiento de sus propiedades. Du-

rante dias enteros atravesaba cortijos y graneros, tri-

gales y talares, acompafiado siempre de su mayordo-

mo, un hombre viejo y honrado que habia servido a

su padre y gozaba de toda su confianza. Hacfa ya un

tiempo que Starschensky venia notando una tacitur-

nidad llamativa en el anciano, y cuando inesperada-

r

Ii

125

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-, _" _

.-.'

-,;}- -, - _- , , ' ,

:in~te se vol~fa hacia este, sorprendia su mirada, ale-

lX >r- 10 . coman, ,cIavaoa en el c on ex pre s_ i6 n. casi

dqlorosa.No obstante, el hombre permanecl~ si len-o..

,"Cierta v ez , d esp ue s que ambos soportaran un me-

o9ia de un calor sofocante en campania de los co-

estando el conde recostado a Ia sombra de~ chopo mientras tomaba con gusto un poco de

agua fresca de las Manos de su viejo servidor, este

gritando: "jQue e sp Iend idam~n t e bendi-ce Dios estos campos! iQue feliz debe sennrse el due-fio de todo estol" "As{ es", contest6 el conde asintien-

do con la cabeza, mientras se disponia a heber otra

vez. "Se comprende bien", continu6 el viejo, "que

existan descontentos en las ciudades, que clamen pory orden, y para quienes el gobiemo no ha-

re nada bien, pero en el campo, en el bosque, en los

prados, uno siente daramente que es Dios quien en

timo termino 10 gobierna todo, y hasta este momen-

to 10 ha hecho siempre bien. Pero los perturbadores

de la tranquilidad no descansan hasta que 1 0 han em-

brollado y destruido todo, y han atrapado en su red apadre y hermano, a hermana y cufiados. [Malditos'~ean!" EI conde se levant6. "Advierto", dijo, "que te

-refieres a los hermanos de mi mujer. ~Has oido ulti-

mamente algo de enos?" Entonces el viejo se anoj6

suhitamente a los pies de Starschensky, ,y estallando

en copioso llanto, grit6: "iSenor, no os dejeis seducir!

[Pensad -en vuestra mujer, en vuestra hija, en todo 10

'que poseeisl En el buen nombre de vuestro padre!"

es 1 0 que tienes]", dijo, encolerizado, el conde.

,iSenor", contest6 el viejo, "[vuestros cunados traman

alga malo, y vos conoceis sus intenciones!" "~Te has

'126··

; -

vuelto loco?" grit6 Starschensky. liSe bien 1 0 que di-

go". replic6 el viejo. "Lln familiar de vuestros cuftados

viene a escondidas al castillo, y a escondidas es reci-

bido. Dias y dlas esta oculto en la torre medio derrum-

bada, en el extremo de la muralla del parque" .

l'~Quien dice eso?" "Yo, que 10 he visto con mis pro·

pios ojos", ll~Que viene al castillo? c . Y a eseondidas?"

"[Sf!" "~Cuando?)) "A m enudo". "c_Y es un familiar de

mis cuiiados?" "Lo he visto en Varsovia, al lado de

elIos". "c.Sabes c6mo se llama?'). "Bien sabeis que es-tuve solamente una vez en Varsovia, y que tenia ca-

sas m a s importantes que hacer en vuestro servicio

que ocuparme de los nombres de los numerosos com-

pafieros de juerga de vuestros cufiados. Pero que 10

vi con elIos, de eso estoy seguro," "c.Aque hora 1 0 vis-te llegar al castillo?') "iDe noche!" Starschensky se

estremeci6 involuntariamente ante esta ultima res-

puesta, aunque tras una breve reflexi6n se le ofre-

cieron tantas explicaciones posibles de estas visitas

misteriosas, que al llegar de noche al castillo habia re-

cobrado casi toda su tranquilidad. Solamente, pre·

gunt6 al pasar a Elga si hacia tiempo que no habia te-nido noticias de sus hermanos. "Ninguna, desde la

Ultima vez que estuvieron aqui", contest6 ella, con

toda naturalidad. EI conde impuso el m a s profundosilencio al mayordomo acerca de todo el asunto, des-

pues de haberlo disuadido Facilmente de sus preocu-

paciones domesticas pero. a pesar de todo, resolvi6,

dentro de 1 0 posible llegar al fondo de la cuesti6n.

I IPas6 cierto tiempo, y el conde hab:ia montado a

caballo para visitar una de sus lejanas posesiones, don-

de pensaba quedarse unos cuantos dias. Habia hecho

ya buena parte del camino y com:enzaba a anochecer,

127

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cuando oyo que a sus espaldas gritaban, clara y an-

gustiosamente, su nombre. Mirando hacia arras, re-

conoci6 al viejo mayordomo que, jadeante y sin alien-

to, se esforzaba por darle alcance con un caballo casi

reven tado, y que Ie rogaba, mediante gritos y adema-

nes, se detuviera a esperarlo. EI conde tir6 de las

riendas de su caballo y 1 0 contuvo. Habiendolo al-

canzado, el viejo se estrech6 fuertemente contra su

sefior, y jadeando todavia, balhuce6 a l oido del con-de Ia noticia que traia, EI autor de sus preocupacio-

nes, el misterioso desconocido, habia sido visto de nue-

vo en las inmediaciones del castillo. El conde clio me-

dia vuelta a su cabalgadura, y de una carrera galopa-

ron de regreso hacia el castillo, mientras los criados

seguian penosamente. Ambos desmontaron un huen

trecho antes de llegar y entregaron los caballos a un

criado, a quien instruyeron para que los esperara en

un lugar determinado. Atravesando matorrales y es-

pesuras se encaminaron hacia aquella torre en don-

de el extrafio acostumbraba a aparecer con mas fre-

cuencia. Entretanto habfa oscurecido y la luna de-

moraba todavia en salir, aunque se anunciaba ya por

una debil cIaridad en el Iinde del horizonte. De im-

proviso, y a traves de las ramas espesamente entreIaza-

das, les dio en los ojos una luz que venia de Ia misma

direcci6n en donde estaba ubicada aquella torre. Se

apresuraron para aIcanzar el limite del bosque y n-garon al pie de una colina desnuda, sobre la que se

erigfa la torre, Pero ninguna luz se dej6 ver a traves

de las troneras en ruin as, ni tampoco rastro de perso-

na alguna. E s cierto que el viejo mayordomo crey6

percibir, gracias al refIejo de la luna que justamente

ascendia, huellas de pisadas frescas sobre la tierra, y

128

tampoco era normal encontrar la puerta abierta, pero

el primer indicio podia engafiar, y 10 otro podia expli-

carse Facilmente por una negligencia del guardian

del castillo.

"Mas tranquilo ya, el conde se dirigi6 con su

acompafiante, colina abajo, hacia el castillo. La luna

arrojaba sus rayos plateados sobre la cornarca que

dormia apaciblemente, y convertia al castillo que ya-

cia ante ellos en un resplandeciente palacio de hadas.La imagen de su esposa cred6 mas seductoramente

que nunca en el alma de Starschensky. S610 ahora

adrniti6 para si que parte de las sospechas en el sur-gidas habian recaido sobre ella, y ahora, con la sen-

saci6n de la injusticia cometida, imaginandola dor-

mida en el honesto lecho conyugal, surgi6 de 10 in-

timo de su ser el deseo de estar con ella, tal como ape-

nas 10 experimentara desde los dias de los primeros

encuentros, cuando habia empezado a cortejarla.

"Sofiando de este modo sigui6 su camino. De pron-

to sinti6 que 10 tocaban. Era su acompafiante, que

sefialaba delante de el el campo claramente ilumina-

do. Starschensky sigui6 Ia direcci6n de la sefial y per~cibi6 la figura de un hombre que, de espaldas y a

traves de una franja del terreno que la luna no alcan-

zaba a iluminar, se deslizaba sobre el campo hacia elcastillo. El conde no pudo dominarse, Con un fuer-

te grito y desenvainando el sable, se lanz6 sobre aquel

hombre. EI extrafio, advertido a tiempo, huy6 casti-

llo abajo, hacia e l bosque. EI conde, que aIbergaba

e l prop6sito de perseguirlo hasta allf, fue detenido por

una segunda aparici6n, que coma apretada junto almuro del castillo. Esta segunda aparici6n fue pron-

tamente alcanzada, y temblando se dio a conocer co-

129

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mo Dortka, la camarera de la condesa. Preguntada en

rimer termino acerca de que estaba haciendo alli, tar-

amude6 excusas incoherentes. A la segunda interro-

aci6n, ~c6mo habia llegado hasta alli?, contestaba

or ella la pequena puerta lateral, corminmente ce-

rada con llave, que s610podia abrirse por orden del

onde y con una Have que el mismo guardaba.

"TOOas las tentativas para arrancarle a la mucha-

cha una confesi6n fueron infructuosas. EI conde, su-

mamente enfurecido entonces, la tom6 de un brazoy la condujo con violencia, por multiples y enredados

corredores, hasta los aposentos de su esposa, que en-

contr6 todavia iluminados y abiertos, La propia Elga

estaba despierta y vestida. Balbuceando de rabia, el

conde relat6 10 sucedido y exigi6 que la muchacha

confesara en el acto, 0, de 10 contrario, que se la des-

pidiera al punta. Dortka cay6 de rodillas, temblando

y sollazando.

"Starschensky habia pensado que su mujer se des-

concertaria, 0que coincidiria con el en su justa cole-

ra. Ninguna de las dDScasas ocurri6. Fria e impasi-

ble, le rag6 que en primer Iugar no turbara la tran-quilidad de la casa con sus gritos de enojo, y como e lcontinuara solicitando que se despidiera a la mucha-

cha, entonces ella, can calor creciente, Ie expres6 que

Ia conducta de sus servidoras Ia juzgaba unicamente

ella, y que ella misma investigaria y tomaria Ia deci-

si6n pertinente. Fuera de si, el conde Ievant6 ala mu-

chacha para sacarla a la fuerza de la estancia, perc

Elga salt6, apres6 la otra mano de la muchacha y laarrastr6 junto a si, mientras gritaba: !flY bien, echa-

me tambien a mi de la casa, porque ese es tu prop6-

sitol iPor que no te habre conocido antes! [Desgracia-

130

~. ",. - ,.

'.-ff.1 -_~.~-.

~~ -~ . . . . . . -

~.~ ._ ~~:_ "

da de mi", continuo, lloranda fuertemente, "jhesido : .

insultada, .maltrarada! [Pero los servidores inocentes -~~~'

no han de sufrir por.mi causa!" Mientras tanto le se- -: ., :

fialaba a Ia muchacha la puerta del dormitorio. Estacomprendi6 la orden silenciosa y entr6 alli 3presura~ "

damente. Elga la sigui6, y cerr6 la puerta.

"Starschensky se sinti6 ananadado. De pronto se Ie-

vant6 trabajosamente en direcci6n al cuarto de .su

mujer, pero a medio camino se detuvo, hundiendose . >

otra vez en un asombro apatico, EI viejo mayordomo-se Ie acerc6 y le dijo unas palabras, pero el .conde pa-

s6 sin responderle hacia la puerta, y se encamin6 a --

traves de los carredores hacia su cuarto, que seen- , .

contraba en el ala opuesta del castillo. AI llegar a 1 - . .

umbral se volvi6, rechazando con un ademan cual-

quier campania, y cerr6 la puerta detras de sf . ~Quien

seria capaz de saber como pas6 la noche? EI criado ~;

que entr6 por la mafiana 10 encontr6 vestido,senta-

do sobre una silla. Parecia dormir, pero exarninado

con mayor atenci6n, se podia advetrir que mantenia

los ojos abiertos, con una mirada absorta.- El criado

tuvo que llamarlo varias veces por su nombre antesde que hiciera un mavimiento. 8610 entonces cornu-

nic6 a su sefior el recado de que era portador, Rogaba,

en nambre de Ia condesa, que se sirviera ir a tomar el

desayuno a las habitaciones de ella. Starschensky 10

rnir6 estupefacto, pero luego se puso en pie y siguio en

silencio a aquel, que iba haciendo de guia. '

"Elga Ie sali6 al encuentro fresca y alegre, como si _-

nada hubiera pasado, y medio en broma aludi6 a. los

incidentes de la nache anterior. La camarera habia. <.sido acusada de un amorio secreta, y, llamada a ex- ' ,; :-.'

plicar las cosas, cont6, bastante torpemente, un cuen-

- .# '.,- _'

131 J

--

8/6/2019 el-pobre-musico

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to inverosirnil. Finalmente, habra solicitado que se la

perdonara, perd6n que la condesa le otorg6 magna-

nimamente, en su propio nombre y en el del conde,

en atenci6n al buen comportamiento evidenciado

hasta entonces. El conde, cuya conformidad se pidi6

al final, asinti6 con un movimiento de cabeza, y la

muchacha permaneci6 en el castillo.

"Starschensky tome su desayuno, y sin decir pala-

bra, dejo el castillo. El anciano mayordomo, que lehabia salido al encuentro y caminaba junto a el, no

se animaba a romper el silencio, y buscaba unicamen-

te en los rasgos descompuestos de su sefior una res-

puesta a sus dudas y a sus preguntas contenidas, De

ese modo despacharon los asuntos como de costu~-

bre, como siempre. No era que el conde se empena-

ra en no pensar acerca de los acontecimientos de la

noche precedente, 'sino que realmente no pensaba .en

absoluto. Porque asi como el avestruz persegmdo

oculta la cabeza en un arbusto, y se figura que no

viendo el peligro este no existe, asi t~bien o~ra el

hombre. Instintivamente, cierra los ojos a la lrrup-ci6n de 1 0 inevitable, porque cada coraz6n tiene se-

cretos que a sabiendas oculta de 5 1 mismo,

"Algunos dias mas tarde quiso Starschensky en-

trar a los aposentos de su esposa. Se le .inf?rmo qu~estaba en el baiio, mas al oir en la habitacion pr6XI-

rna la voz de su hija, entr6. Alli encontr6 a la peque-

fia, sentada en el suelo en medio de un gran desorden,

del que ella misma era culpable. Los adomos y las

alhajas de Elga estaban desparrama~os al~ededor de

la criatura, yel alhajero volcado y ablerto~Junto a la

carpeta del tocador adyacente ~rada abajo, m~straba

claramente c6mo se habia agenciado el costoso Jugue-

132

teo Starschensky se acerco rifiendola benevolamente,

dispute a la nifia cada pieza de su botin, y trat6 en

seguida de poner nuevamente en, su sitio las relucientes

joyas. La tapa del alhajero, aparentemente doble, se

habia salido de quicio por el golpe al caerse de Ia

mesa, y al intentar el conde colocarla otra vez en su

sitio, haciendo presi6n con los dedos, cay6 al suelo Ia

parte interna del doble revestimiento, y mostr6 un ce -

trato fIojamente insertado en el hueeo que habia que-

dado. Lo retir6 con facilidad, y 1 0 asi6 ahora con ma-

no temblorosa.

"Era el retrato de un hombre, vestido con el trajenacional polaeo. EI conde fue asaltado violentamen-

te con la sensaci6n de un parecido terrible. Aqui es-

taba ese eapricho de la naturaleza tan frecuentemen-

te comentado, los ojos negros y el cabello rubio ...

como su hija. Mir6 a la nina, y luego, de nuevo, el

retrato. EI horror 1 0 sobrecogi6. Esas facciones ya las

habia visto en alguna parte, pero, <cuando y d6nde?

En eso 1 0 mir6 Ia niiia con unos ojos negros, como

de vibora, · 1 0 5 rubios cabellos flamearon, y el recuerdode aquel despreciado primo de Varsovia se abri6 pa-

so, atrozmente. "[Oginskyl" grit6, apoyandose sabre

la mesa, mientras los dientes Ie castaiieteaban.

Un ruido de la habitaci6n contigua 1 0 sobresalt6.

Ajust6 1a tapa en su lugar, cerro el cofrecito, y guar-

do el retrato en su pecho. Asf, como un asesino, huy6.

Ese dia no se Ie volvi6 a ver por el castillo. Duran-

te el almuerzo su sitio permaneci6 vacio. AI atardecer,

entro en Ia habitaci6n de la nifiera y pidi6 a la cria-

tura. La tom6 de Ia mana y la condujo al jardfn, ha-

cia un refugio solitario y cubierto de musgo. AIIl 1 0

encontro el mayordomo, recostado en un banco, des-

1133

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: .,

pues de haberlo buscado durante una hora. La nina,est3ba entre sus rodillas, mientras 61 mismo, con un

.retratoen la mano, miraba alternativarnente el retra-

" to y a Ia pequefia, como si estuviera haciendo alguna

comparacion, segUn se imaginaba el viejo.

. "A la manana siguiente Starschensky habia parti-

do, sin que nadie supiera el rumbo. No obstante, es-

taba en Varsovia. AlIi averigu6, [demasiado tarde!,

,acerca de las antiguas relaciones de Elga. Se enter6que ella y og in sky se habian criado en la easa del

,viejo sefior de Laschek; que se habian amado en e p a -ca temprana; que por temor a una intimidad cre-

ciente, ese primo sin porvenir habia sido alejado; que

al volver del desticrro, poco antes de las bodas de

Starschensky, habia renovado sus pretensiones, y que

aquella suma considerable de dinero que le fuera re-

servada en el testamento del viejo Laschek, habia si-

do en parte el precio de su alejamiento; que Elga se

habia separado de 61 con mucho sentimiento, y que

su miseria, y la riqueza de Starschensky, unidas a la_insistencia de los parientes, habian side el motivo ca-

pital para su aceptaci6n a casarse con el conde. To-

dos estos secretos Ie fueron revelados por dinero por

uno de los hermanos de Elga, respecto a1 cual el COD-

de se mostr6 generoso en el momento oportuno, quien

igualmente le indic6, mediante juramento, el lugar

donde Oginsky se hallaba escondido.

"Entretanto, la intranquilidad y la inquietud rei-

naban en el castillo. Por 1 0 demas, era Elga quien en

apariencia conservaba mayormente la calma. Parecia

como si imputara la extrafia conducta de su con-

yuge a aquella sorpresa de la noche anterior. Como

no podia achacarsele nada determinado, ella espera-

134

ba que el conde terminaria por apaciguarse. En cuan-

to a aquella camarera, todavia continuaba a su servicio.

"Despues de algun tiempo aparecio imprevistamen-

te el conde en los 1imites de su posesi6n, llevando en

su comitiva un carruaje cerrado, acerca de cuyo

contenido nadie sabia nada, Una figura toda cubier-

ta, quizas amordazada, £oe sacada de alIi y mediante

un aviso previo, entregada en los lindes de la pose-

si6n al mayordomo. La vieja torre de la parte oriental

del parque, cuidadosamente cerrada desde aquel mo-

mento, recibi6 en custodia a la extrafia aparici6n, y _entre los habitantes de los alrededores cundieron ru-mores siniestros.

"EI conde se dirigi6 a1 castillo. Elga le sali6 al en-

cuentro con gritos de alegria, llevando a la criatura

de la mano. Par ella sup<>1 0 intranquilos que habtan

e~tado a rafz de su partida repentina, y con que an-

siedad aguardaban su regreso. Los progresos de la pe-

quefia le fueron ponderados, y esta dio alIi misrno algunas pruebas de las habilidades ultimamente ad-

quiridas. Habia llegado el momento de la cena, y

Starschensky explic6 que se senna indispuesto y fati-

gado por el viaje. A pesar de las reconvenciones de

toda clase, se dirigi6 solo a su habitaci6n, donde se

encerr6. Pero su exigencia de tranquilidad era -uni-

camente un pretexto, porque de neche abandon6 su

cuarto y se encamin6 desprovisto de compafiia a la

torre, en donde pennaneci6 hasta el amanecer.

"AJ dia siguiente, Elga se encontraba disgustada, _

enfadada. EI paseo nocturno del conde no habta pa-

sado inadvertido, Elga se habia visto abandonada y

no ocultaba su descontento. Starschensky interrum-; .\

(\

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pi6 las expresiones de malhumor de su mujer con una

conversaci6n acerca de la situaci6n de ambos. Du-

rante su actual estadia en Varsovia, ante el renovado

espectaculo de las diversiones de aquella ciudad tan

amante de placeres, se habia dado cuenta, con toda

evidencia, que una naturaleza tan encantadora y tan

alegre como EIga, se encontraba fuera de su ambien-

te. en el campo, preguntandole entonces si no prefe-

riria vivir en la capital. Ella respondi6 que sf, siempreque estuviera junto a su marido. El conde afinn6 que,

en cuanto a el, sus asuntos 10 retenian en el campo,

porque su estado de fortuna era peor de 10 que uno

podia imaginarse, y que por ella Ie era necesario que·

darse alll, En tonces, dijo Elga, tambien se quedaria

ella. Deseaba , agreg6, vivir y morir a su lado. Y mal-

dijo a sus hermanos, que con sus demandas desver-

gonzadas habian comprometido de ta l manera a un

esposo tan bueno. Y Ie asegur6 que se habia despren-

dido de todo resto de amor que hubiera podido alber-

gar por ellos. Si sus hermanos estuvieran mendigan-

do delante de la puerta de su casa, no la abriria, dijo.El conde asumi6 parcialmente la defensa de sus cu-

iiados. Habia hablado con ellos en Varsovia. Uno de

sus compafieros de destierro estaba con ellos, ,c6mo

era que se llamabal Elga se puso igualmente a pensar.

"[Oginskyl" grito el conde, y la mir6 rapidamente,

Ella no se inmuto, y dijo: "[Los compaiieros de mis

hermanos son todos malos, pero ese es el pear!"

",Quien?" "Ese que nombraste, [Oginsky, pues!" con-

test6 ella, y un ligero movimiento del rostro traicio-

n6 una emoci6n pasajera.

"E I conde se habia acercado a una ventana y mi-

raba hacia afuera. EIga 1 0 sigui6, y apoy6 eI brazo so-

136

bre el hombre de su mariclo. El conde permanecio

inm6vil. "Starschensky", dijo ella, "has cambiado enor-

memente. Ya no me quieres como antes. Algo me

ocultas", El conde se volvi6, y dijo: "Bien, hablemos ,

I' . . ya que asi 1 0 cleseas. Sabes que estoy arruinado, y co-

noces tambien la causa. Si alga mas me aflige, €SO es

cosa mia, Y si actualmente estos acontecimientos me

han abatido mucho, no menos me mortifica el pen-

samiento de que yo mismo los he provocado. La lige-reza con que malverse la herencia de mis padres fue

ciertamente censurable; pero quizas ya en ese enton-

ces era culpable cuando, dado mi caracter arisco y so-

litario, pedi la mana de una muchacha llena de vida,

sin preocupanne, si una vez convertida en mi mujer,

no la condenaba a una existencia cuya monotonia te-

nia que serle insoportable". "[Starschenskyl", dijo EI-

ga, mirandole con ojos Ilenos de un reproche zala-

mero, "Me han ofrecido un cargo en el extranjero",

prosigui6 Starschensky Ify bien considerado, quizas

sea 10 mejor que me aleje por algu.n tiempo, mas 0

menos prolongado, de la patria. Ayer, mis decisioneseran todavia oscuras. Pero las reflexianes de esta no -

che me indican que esta resoluci6n es la mejor. ",Es-tuviste pensando durante la neche?", pregunt6 EIga,

con suspicacia. '\~Acaso en aquella torre?" Y como

Starschensky retrocediera con sorpresa, ella prosi-

gui6: If,Acertl~,par casualidadz ,De alli es de donde

traes tus preocupacionesr ,De alli tu deseo de viajar?

{Y la compaf i e ra de viaje, tambien de alli? Me he

debido enterar por rumores que una persona cubier-

ta tatalmente por un vela, de seguro una querida mas

afortunada, se alojaba allf. La ternura que me juraste

ante el altar, ,se la procuras todas las noches a ella?

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,Es esta mi recompensa? jVamos!" y se volvi6 hacia lacriatura, que estaba a su lado. IIj Somos un estorbo

para e l! iHa conocido otros placeres fuera del circulo

de los suyos!" Con estas palabras se dispuso a mar-

charse. Una risa burlona y estridente escap6 de laboca del conde, estremeciendose en seguida como si

algun otro la hubiera proferido. Elga se volvi6. "Y a

sabia yo", dijo, "que se trataba de una broma. Pero

de ninguna manera evitaras que descubra el secreto

de esa torre. Yo misma ire a ver que es 1 0 que oculta.,Me 1 0 prometes?"

"El conde se habia dejado caer en un sofa y ocul-

taba el rostro entre las manos, En eso, oy6 que una

puerta se abria, Mirando entre los dedos divis6 a la

camarera de su mujer que entraba con sus ropas de

noche, y a Elga que la despedia con un gesto astuto.

Elga se aproximo en seguida al sofa, y sentandose

junto a su marido, dijo: "jVamos, Starschensky, ha--

gamos las paces! [Hace tanto tiempo que no habla-

mas sin testigos!" Y con esto acerc6 su mejilla a Ia de

el, y llev6 una de las manos del conde a su coraz6n

palpitante. Un sentimiento de horror sobrecogi6 alconde. 1.0 vio todo negro. Rechaz6 a su mujer, y huy6.

"Era medianoche, Todo estaba en calma dentro

del castillo. Elga dormia en su cuarto, cuando de re-

pente sinti6 que la tocaban. Sobresaltada, despert6,

mientras que al reflejo de la Iampara de neche vio a

su marido, que con una lintema sorda en Ia mano,

Ie ordenaba que se Ievantara y se vistiera. AI pre-

guntade ella con que objeto, replied el que como ella

habia manifestado el deseo de conocer los secretos de

aquella torre, 10 que no era posible de dia, si no sen-

tia miedo de la oscuridad y del aire de Ia noche, po -

138

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dia. seguirlo. u,No est~ tramando nada malo]", dij~ " _' >'

la condesa. "[Estabas tan extrafio esta nochel" l'jSi no,.,; .

quieres seguirm!!, quedate pues!" exclamo Starschens- ,. -,

ky, con el prop6sito de alejarse. l:jDeten~e!",excla~, ",

m6 Elga. "Si el miedo es la herencia comun de toda. '--.

mujer, entonces yo no 1 0 soy, Ademas , esta situaci6n .:,-".~ :,

de incertidumbre debe terminar. Quizas te hayas - ' ~"

arrepentido y 10 reconoces". I<Siquieres convencerte'v. - ..»

habl6 Starschensky, lIilevantate y sigueme!" , :"

"Elga habia saltado de la cama, y se ech6 encimaun abrigo de pieles. Querfa ir. Mas entretanto, ~a ,

criatura que dormia en una carna, a su lado, se habia

despertado y comenz6 a 11orar. "Tu hija va a desper- ..,

tar a la gente del castillo", dijo el conde. Entonces, '.-

sin decir una palabra, Elga levant6 a la pequefia, la -,

envolvi6 en una panoleta bien abrigada, y con la " ,

criatura en brazos sigui6 a su marido.

"La noche era fresca y oscura. Aunque las estrellas ,,-

centelleaban por millares en un cielo sombrio, no ha~,

bia luna para alumbrar el camino solitario de los. ca-

minantes, y s610 la linterna sorda del conde a~Ja?a

cortos rayos de Iuz sobre el suelo y sobre las hojas In-feriores de los matorrales, que dormian su suefio noc-

turno.

"De este modo atravesaron. el parque ° jardin zoo16-

gico, llamado tambien asi por su antiguo uso, y ha-

bian arribado a la torre, verdadero objeto de su cami-

nata. El conde se volvi6 entonces hacia su esposa, y

dijo. "Quieres, pues, descubrir el secreto mas ~

dado de tu marido. Quieres sorprenderlo en su rnR-

delidad, quieres avergonzarlo en presencia de una

querida abyecta. E s justo que el riesgo y la vent~j,a

sean iguales para las dos partes. Antes de entrar, lU -

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. . . . ."

e-la puerta -aIa ventana, ya se perdian en la lejanfa:pisadas del que hula, -' :

I. condese volvi6 entonces a' su mujer. "Tu rom-

ice ba escapade", dijo, "pero to. no escaparas",

!(_Puedescreer en es a calumnia?", balbuce6 Elga.

que se, eso 1 0 creo", dijo Starschensky, fly creo en

l-sello del parecido en los rasgos de esta criatura.

Debe morirl", prosigui6 el conde, ,/ Y ahora mismo!"

lga habia caido de rodillas. "[No me mates", grit6,

1 0 que quieras conmigo! jDestierrame! jManda-Ile a un convento, a una carcel donde pase el resto

mis dias, pero dejame vivir! [Vivir!" El conde re-

xion6 un momenta, luego habl6: 'c ya que valoras

oI_'sobre todas las cosas esta existencia abominable

vergonzosa, un solo medic hay que puede salvarte".

ime cual es, dime emil es", girni6 Elga. "La man-

a de mi honra", dijo el conde, lies esta criatura.

i Ilegara a morir, quizas mi furor se aplacana. Esta-

os solos, nadie nos ve. Las sombras de Ia noche oeul-

el hecho. jVe, mata a la nina!" «~Quien, yo?",

it6 Elga. "~Matarla? ,A mi hija? jBarbaro! [Mal-

~Que pretendes de mf?" "[Entonces, sea!", ex-am6 Starschensky, y Ievant6 el sable caido sobre e l

iso. "jEspera!", grit6 Elga, "[espera! [Lo hare!" Y

alanzandose sobre su hija, la oprimi6 contra el pe -

o bafiandola en lagrimas, II(Titubeas?", grit6 Stars-

ensky, hacienda un movimiento hacia ella. IIjNa!

grit6 Eiga. ItjPerd6name, oh Dios mio, 10 que

e veo obligada a hacer! [Perdoname, oh hija desven-

rada!" Can estas palabras apret6 de nuevo la cria-

ra contra su seno, y con Ia vista extraviada tom6

alfiler de gran tamafio con el que sujetaba su abri-

o. El alfi ler brill6, y el brazo armado ••• "[Nol", gri-

42

. JI!

to de improviso Starschensky. "[Esto es 1 0 que queria

saber! Si habia en ti un sentimiento digno de este mo- -

mento, Pero en ti todo es negro como la noche. Tu

hija no morira, pero ttl, infame, ttl, sfl" Y con esto, Ie,

hundi6 el acera en un costado del cuerpo, de ta l

modo que la sangre sali6 a borbotones, mientras se

desplomaba sobre la sana y salva criatura.

"Para los moradores de la comarca vecina, esa fue

una noche de espanto, Despertados de golpe por una

hoguera que se alzaba al cielo, corrieron hacia la mis-rna y vieron arder entre vivas llamas Ia vieja torre de

la parte oriental del castillo de Starschensky. Todos

los intentos para sofocarlas fueron mutiles, Pronto

no hubo mas que muros ennegrecidas debajo de las

ruinas humeantes y ca1cinadas. Se trat6 de despertar

al conde, pero no estaba, al igual que su rnujer e hija.

EI lugar del incendio fue inspeccionado, y hasta se

encontraron restos humanos, (pero pertenecerian a

tres personas?

"No obstante, al filo de esa misrna noche, una po -

bre carbonera de la montafia se sinti6 la mas feliz de

los mortales. Porque mientras estaba acostada dur-miendo junto a su marido, golpearon a Ia puerta de

su choza. Se levant6, abri6, y a la luz del amanecer

vio ante si a una criatura de mas 0 menos dos afios de

edad, que lloraba enwelta en una capa blanca por

todo vestido, can un cofrecillo a su lado. Una vez

abierto, mostr6 en su interior m a s oro que e l que ja-

mas habia sofiado la pobre pareja. En un par de Iineas

que se acompanaban, se recomendaba a Ia criatura a

los cuidados del matrimonio, con Ia promesa de do-

nativos posteriores en el futuro.

"Dos dias mas tarde apareci6 de nuevo el conde

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entre los suyos, pero unicamente a fin de prepararse

para un viaje a Varsovia. A su llegada, solicito y ob-

tuvo una audiencia personal del rey, a cuyo termino

el soberano, visiblemente conmovido, llam6 a su can-

ciller ordenandole que redactara unas eartas abiertas

que autorizaban al conde Starschensky, como ultimo

de su lina je , la libre disposici6n de sus bienes.

"Los mismos fueron en parte enajenados, emplean-

dose su producido en la liquidaei6n de las deudascontraidas, y en parte se donaron en propiedad a un

monasterio, que se eomenz6 a construir no lejos del

lugar donde estuviera emplazada la vieja torre que-

mada, Esta es la historia del monasterio - concluy6

el monje.

-,Pero, y el conde? -pregunt6 uno de los extran-

Jeros.

-jYa al comienzo _as previne - dijo e I monje-que no preguntarais nada euando yo hubiera termi-

nado, y sin embargo 1 0 haceisl Hubo mandas para

numerosas misas por la paz de aquellos que fueron

muertos en medio de sus pecados por un acto preci-pitado de violencia; otras, para perd6n del desdicha-

do que con un apresuramiento condenable castig6 el

crimen con el crimen. El conde entr6 como monje en

el monasterio que el mismo donara. AI principia, en-

contr6 consuelo en Ia paz de Ia vida conventual, en

la monotonfa de los aetos de contrici6n. Pero el

tiempo, en vez de embotar el aguij6n de la herida,

Ie ib a mostrando constantemente 10 espantoso de su

acci6n. El espiriru de actividad propio de su linaje 1 0

fue invadiendo, y la soledad de la celda se convirti6

en un martirio. Sus conversaciones con los espiritus

y los arranques de furia contra 5 1 mismo, hadan que

144

.rI'

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J

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se 1 0 cuidara durante largos periodos, como si estu-

viera loco. Finalmente, restablecido, vagaba por aqui

durante el dia. Cualquier ocupaci6n era para e l un

alivio y ejercitaba sus fuerzas en los arboles del bos-

que. S610 por la noche, alrededor de la hora en que

ocurriera ese deplorable heche , la primera despues de

median ache, cuando principian las exequias .. _

Hasta aqui habia llegado el relato, cuando fue in-

terrumpido por las primeras notas retumbantes delcanto del coro, que venia de la capilla del monaste-

rio. Simultaneamente, el reloj dio la una de la madru-

gada.

A los primeros sonidos, el monje comenzo a te rn -

blar. Las rodillas daban la una contra la otra, los dien-

tes Ie castafieteaban, y parecia que iria a desmayarse

cuando de repente se abri6 la puerta y el abad del

convento, con la cruz de su dignidad resplandecien·

do en el medio de su pecho, atraves6 el umbral.

-,D6nde estas, Starschensky? -exclam6-, la ho-

ra de tu penitencia ha llegado.

Entonees el monje gimi6, y doblandose como unanimal herido, trazando un circulo mas amplio, como

un perro temeroso del castigo, corri6 hacia Ia puerta

q~e el abaci, retrocediendo, Ie deja libre. De alIi, par-

ti6 como una £lecha mientras el abad cerraba la puer-

ta detras de si,

Los extranjeros escucharon todavfa largo rato eI

canto del coro, hasta que se extingui6 en el silencio de

la noche, tras 1 0 cual se acostaron para descansar por

breve tiempo.Por la manana se despidieron del abad, agradecien- '

dole Ia acogedora hospitalidad de que hablan sido

objeto. El

m a sjoven de los dos se decidi6 a preguntar

145

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L ..

por el Monje de la noche anterior, a 1 0 eual e l prela-do, sin responder, les dese6 un feliz viaje.

De alli se dirigieron a Varsovia, y se propusieron

recoger en el viaje de regreso informaciones mas de-

talladas acerca del estado del monje, en quien habian

reeonocido, por cierto, al desdichado Starschensky.

Pero una modificacion en el curso de sus asuntos les

sefial6 un nuevo camino de regreso, y nunea mas oye-

ron nada del Monje ni del monasterio de Sendomir.

FIN DB "EL MONASTERIODE SENOOMIR"

.j,

. .-

IND~CE

NOTICIA PRE LIMINAR

pag.9

r:

EL POBRE MUSICO

pag. 17

EL MONASTERIO DBSENDOMIR

pag. 107

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I

I1:

OTRO TITULO DB

los libros del mirasol

WILLIAM FAULKNER

El SONIDO Y LA FURIA

Esta extra ordinaria novela de William Faulkner ha to-

mado su titulo de un mon61ogo de Macbeth: "Elcuento de un idiota, Ileno de sonido y furia, sin

significado".

Sus cuatro partes, de desconcertante cronologia -tIes

mon61ogos y una nauaci6n del autor-, narran, con

la densidad y el peculiar estilo faulknerianos, la de-

cadencia de una vieja y tradicional familia del sur

de los Estados Unidos.

El sonido y la Furia es la fibula del hombre en lucha

con el tiempo y la tradici6n, en lucha con contradie-:

clones que no alcanzan a explicarse. Y es, a la vez,

magnifica imagen de este hombre semiciego y contra-

die torio en busca de su libertad esencial,

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OTRO TiTULO DB

108 libros del mirasol

)JAMBS JOYCE

D t J B L I N E S E S

Hablar de James Joyce y de la vasta y honda influen-c ia de su obra sobre toda la literatura de nuestro tiem-

po, serfs incurrir en redundancia.

DubUnescs, uno de $US libros m a s conocidos, compren-

de quince cuentos acerca de la vida de Dublin, capi-

tal de Irlanda, su pais natal. £Stan escritos en un

estilo vigoroso, dinamico, aunque su peculiar empleo

de la forma del cuento corte evidencia ya un criterio

personalisimo. Ninguno de estos cuentos incluye .nada

que no sea pertinente al argumento 0 a la vida de sus

personajes . Lo s incidentes son menudos, cotidianos, pc -

ro de interes universal; y aun cuando el autor se man-

tiene en una postura impersonal, nada m a s alejado de

Joyce que la indiferencia 0 la hostilidad hacia sus pet-

sonajes.

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SERV IC IO DE D IFUS ll0ND E L AC R EA CIO N IN TE lL EC TU AL

Trabajo de dlgltallzacion y escaneo de materiales

realizado por personal de SeDiCI para la catedra de

Literatura Alemana de la Facultad de Humanidades y

Ciencias de la Educacion de la UNLP.

Visitenos en: http://sedici.unlp.edu.ar