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    EL PROCESO HISTORIOGRAFICO EN

    SAN LUIS

    VICTOR SAA

    (Año 2004)

    INDICE

    PROLOGO Y ESTUDIO PRELIMINAR DE LA OBRA DE SAA...............................1

    I PARTE EL HABER DOCUMENTAL .......................................................................7

    EL HABER DOCUMENTAL ................................................................ 7 

    NOTAS: ........................................................................................... 15 II PARTE PREDECESORES Y CONTEMPORÁNEOS DE GEZ.............................. 15

    EL SABIO DR. JUAN LLERENA........................................................ 16 

    NOTAS: ........................................................................................... 28 

    DN. RICARDO BENABAL................................................................. 31 

    NOTAS: ........................................................................................... 43 

    INGENIERO GERMAN AVE LALLEMANT..................................... 44 

    NOTAS: ........................................................................................... 67 

    DR. JUAN M. GARRO ........................................................................ 69 

    NOTAS: ........................................................................................... 78 

    DON JOSE MARIA TISSERA............................................................. 79 

    NOTAS: ........................................................................................... 92 

    PROF. FELIPE S. VELAZQUEZ......................................................... 94 

    NOTAS: ......................................................................................... 111 

    DR. NICOLAS JOFRE....................................................................... 116 

    NOTAS: ......................................................................................... 159 III PARTE DE JUAN W. GEZ A JULIO COBOS DARACT ................................... 169

    PROF. JUAN W. GEZ........................................................................ 169 

    FRAY REGINALDO DE LA CRUZ SALDA ÑA RETAMAR........... 179 

    DR. GILBERTO SOSA LOYOLA ..................................................... 189 

    DON REYNALDO A. PASTOR ........................................................ 198 

    DN. JULIO COBOS DARACT .......................................................... 212 

    PROLOGO Y ESTUDIO PRELIMINAR DE LA OBRA DE SAA

    1. Lo que estamos presentando.Cuando a la altura de diciembre de 1979 el profesor Víctor Saá presidente

     fundador de la Junta de Historia de San Luis renunciaba a su cargo, luego deconducir la entidad por una década, anunció su propósito de concluir dos obras en lasque se encontraba empeñado: una, aquella que quizás rotularía “  Nueva Historia de

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     San Luis”  o “  Breve Historia de San Luis”  dedicada a la docencia y a la niñez puntana y la otra un extenso estudio que bien pudo titular “  Historia de la historiografíasanluiseña”  que venía elaborando desde los albores de los años 70.

     Nadie como Saá estaba habilitado para dejar como testimonios culminativos desu vida o mejor de su intenso quehacer intelectual, estos dos libros que,lamentablemente, no pudo terminar pues en 1982 lo sorprendió la muerte. Quedó en

    consecuencia un esfuerzo inconcluso, un fruto en agraz, en noble proceso demaduración. Habiendo accedido la Junta por disposición testamentaria, a la posesión

     parcial de los trabajos inéditos de su fundador, dispuso publicar primero como “  Breve Historia de San Luis. Período Hispánico”  , el material que quedó completo aunque sinsus notas o el aparato erudito de estilo y así lo conoció el público cuando accedió a laobra “  Los cuatro siglos de San Luis”  . Tomo I, edición del Fondo Editorial

     Sanluiseño, San Luis, 1994, donde se lo incorporó junto a otros valiosos aportesreferidos, todos ellos, a nuestra propia historia.

    Quedaba por editar el trabajo aquel, como lo señalamos, que pudo titularse“  Historia de la historiografía sanluiseña”  y que ahora se conocerá  – en expresión queusó el mismo Saá –  como “  El proceso historiográfico en San Luis”  .

     Ayer como hoy seguimos creyendo que el desaparecido historiador estaba encondiciones sobradas para encarar el estudio completo de las expresioneshistoriográficas del medio puntano, desde aquellas lejanas de fines del siglo XIX, lamayor parte expuesta en periódicos y revistas y excepcionalmente en libros, hasta lascorrespondientes al siglo XX donde es dable registrar una producción crecientesometida a las reglas de la ciencia histórica propiamente dicha.

     Señalo lo precedente porque Saá disponía de un material inhallable hoy, unanotable fuente de impresos puntanos, como para justipreciar aquellas primerasexpresiones que, de algún modo pueden calificarse de historiográficas, carentes, lamayoría de ellas, de base documental o bibliográfica y porque además, dada su edad,

     podía extender su mirada sobre una cantidad apreciable de obras dadas a la estampaa lo largo de los primeros ochenta años del siglo recientemente pasado.

    Cuando el lector recorra las páginas de este libro advertirá que las dos partes principales que lo integran, la segunda se refiere a los “  predecesores ycontemporáneos de Gez ”  , predecesores y contemporáneos claramente identificados

     pues están estudiadas las contribuciones de Juan Llerena, Ricardo Benabal, Germán Avé Lallemant, Juan M. Garro, José María Tissera, Felipe S. Velázquez y Nicolás Jofré, y perfectamente anotadas más de seiscientas citas, como si el autor hubieracoronado satisfactoriamente el propósito que venía animándolo. Sin embargosabemos que Saá, cuando analizaba la aportación del Dr. Jofré constató que quedabamucho material suelto o disperso del distinguido educador, decidiendo entoncesinterrumpir o dar por concluída la valoración que venía afrontando, ante laimposibilidad de abarcar tantos papeles disgregados.

     Hay por lo demás una tercera parte de esta producción de Saá que hemostitulado nosotros “  De Gez a Cobos Daract ”  que está incompleto pero que, de todosmodos, publicamos tal como fue encontrada en su domicilio. En ella, como si setratara de un esbozo o de un borrador, alude a Juan W. Gez, a Fray Reginaldo de laCruz Saldaña Retamar, Gilberto Sosa Loyola, Reynaldo A. Pastor y Julio Cobos

     Daract, figuras todas ellas de gravitación en el medio provincial, las que son juzgadas por el autor muchas veces con la dura medida de su planteo interpretativo y suconstante crítica al modelo historiográfico liberal que tanta vigencia tuvo en el país yentre nosotros.

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     Dar a conocer este estudio que estaba en proceso o sin concluir y por allí sinese examen o esa revisión minuciosa que el autor debe hacer antes de depositar elmaterial en la imprenta, puliendo detalles, ajustando las citas, etc. es poner en manode los estudiosos de estos comienzos del siglo XXI, una cantidad enorme deinformación, referencias y datos provenientes de fuentes a las que, en el presente,difícilmente podría acceder. Y ellos sin que importe que los estudios estén en estado

    embrionario y sean al fin, contribuciones que más de un “ experto”   apenas si lereconocerá valor, aduciendo por ejemplo, que fueron escritos más de treinta añosatrás y muchas cosas han cambiado en el mundo actual en el que insertamos taltestimonio

    2. El capital historiográfico de Saá en la década del 30. Aludir a esta obra no concluida que titulamos “  El proceso historiográfico en

     San Luis”  es casi poner término a la contabilización de la producción inédita de Saá,a la que la Junta de Historia pudo acceder, pese a la determinación que dejóclaramente expuesta en su testamento.

     Esto último inédito que transformamos en edito cuando  – como si estuviéramos

    rindiendo a Saá un homenaje al cumplirse el vigésimo aniversario de su desaparición física- y, anotando que conservamos otro trabajo suyo sin publicar sobre “  La provincia de San Luis bajo el gobierno de Don José Gregorio Calderón” - algosuperior nos impulsa a desarrollar una suerte de identificación de lo quedenominamos el capital historiográfico de Saá, es decir todo aquello que el maestro

     produjo a lo largo de su fecunda vida, comenzando por la producción quecorresponde a los años 30.

    Cuando dimos a conocer nuestra comunicación al Congreso Nacional de Historia de Catamarca en 1975 sobre el tema “  La historiografía sanluiseña y la épocade Rosas”  que la revista “  Nuestra Historia” incorporó a sus páginas en el volumen Nº23 (Bs. As. 1979), comenzamos a poner de relieve aquello que Saá tenía aportado a lacuestión, en relación a San Luis. Más tarde al presentar al Congreso de Historia

     Argentina de Buenos Aires 1997 la ponencia “  La historiografía de San Luis, Primerosapuntes”  , que apareció publicada en el tomo II, Bs. Aires, 1997, de este certamen,realizamos una mención más amplia sobre los temas históricos desarrollados por Saádesde aquel “ ¿Cuál es nuestro escudo?”  que presentó al II Congreso Internacional de

     Historia de América, Bs. Aires 1937, hasta los últimos que personalmente dio aconocer o aquellos que sumó la Junta de Historia de San Luis.

    Y aquí conviene hacer un apuntamiento. Nunca accedimos a la totalidad de lostrabajos compuestos por Saá, parte de los cuales, pocos, muy pocos en número, sedifundieron años más tarde de su escritura original, de tal suerte que nos es imposiblerealizar un ordenamiento puntual y cronológico de su producción, amén de quedeberíamos agregar que siendo valiosísimo lo que salió de su pluma apenas si un

    libro, un solo libro, fue el capital que nos legó en vida. Si partimos de la ponencia “ ¿Cuál es nuestro escudo?”  encaminada a estudiarlas transformaciones sufridas por el emblema provincial desde la creación delGobernador Calderón hasta el modelo propuesto por Gez que dio origen al actualescudo que nos identifica en el concierto nacional, tendremos que agregar que Saáenvió, ese mismo año 1937 al primer Congreso de Historia de Cuyo reunido en

     Mendoza, la comunicación que titulara “ Contribución al estudio de la psicología del puntano”  el primer estudio de estas características y hasta hoy el único que se conocióen San Luis.

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     En 1938 con motivo de su participación en las Jornadas de Estudios Históricossobre el Brigadier Gral. D. Estanislao López (Santa Fe, 12-15 de junio) Saá presentóuna comunicación titulada “  Documentación sobre el Brigadier Gral. Estanislao

     López ”   que mereció 2º premio, Medalla de Plata, que le fuera otorgada por lasautoridades de esta convocatoria.

    3. Las inquietudes históricas de Saá, en la revista “  Ideas”  . En el parágrafo precedente aludimos al trabajo de Saá titulado “ ¿Cuál es

    nuestro escudo?”   como el primero de una larga producción historiográfica delinvestigador desaparecido. Pero debemos hacer presente que esa comunicación está

     precedida de una nota periodística de casi idéntico título (Cuál es nuestro escudo) querecogió la revista “  Ideas” en el Nº 49/50 del año 1936.

    Y a esa revista tenemos ahora que dirigir nuestra atención porque en lareferida publicación que dura desde 1932 a 1938 están contenidas las prístinasinquietudes del Maestro Normal.

     En 1996 al ser invitado a participar en la sección “ comunicaciones libres”  delas VI Jornadas del Comité Argentino de Ciencias Históricas que tuvieron lugar en

     San Juan durante los días 14 y 15 de noviembre para debatir el tema central “  Las Revistas y la Historia”  , presentamos una comunicación o ponencia sobre “  La revista“  Ideas”  de San Luis y su aporte a la historia local y regional ”  .

     Allí afirmamos que “ la cooperación o colaboración que a la historia local y porqué no regional efectuó “  Ideas”   se debió  – estamos convencidos de ello- a lainclinación manifiesta que el Director de la publicación D. Víctor Saá tuvo hacia ladisciplina, inclinación o vocación que expresó desde la revista a su cargo,tímidamente al principio y con mayor abundancia y seriedad después, ajustándose alos cánones eruditos, al concluir esta faena periodística en 1938”  .

     Hemos contabilizado allí catorce notas debidas a la pluma de Saá de las quedestacamos las siguientes: “  El Liceo Social y la cultura puntana”  ( “  Ideas”  , Nº 31/32,1935). “ Un momento de la cultura literaria de San Luis”  ( “  Ideas”  Nº 36, 1935). “  Lahistoria de San Luis en un artículo de encargo”   ( “  Ideas”   Nº 48, 1936). “ Cual esnuestro escudo”  ( “  Ideas”  , Nº 49/50, 1936). “  El Fundador de San Luis”  ( “  Ideas”  , Nº53/54, 1936). “  El Centro Lafinur ”  ( ”  Ideas”  , Nº 73/75, 1938) el citado informe sobre lacorrespondencia intercambiada entre Calderón y López ( “  Ideas”  , Nº 73/75, 1938) y“  El Santuario de María. Con motivo de su inauguración”  ( “  Ideas”  , Nº 76/78, 1938).

     La recopilación selectiva por lo demás, dedicada a la relación entre los gobernadores de San Luis y Santa Fe lo muestra a Saá en la condición más elocuentedel investigador que rastrea en el Archivo la mejor documentación que puede servir al

     propósito que lo anima y ya habilitado en el manejo de los instrumentos primarios detoda empresa heurística demostrará que no improvisa y menos que se pierde en merasevocaciones sentimentales del pasado, cuando encare con seriedad el trabajo dedicado

    al viejo templo de Santo Domingo y a la intervención singular que le cupo en laerección de 1838 al Gobernador Don José Gregorio Calderón.

    4. Se acrecientan los estudios históricos de Saá a partir de la década del

    40. En el estudio que dedicamos a la historiografía de San Luis anotamos para la

    década del 40 los siguientes aportes de Saá: “  La colaboración de la provincia de San Luis a la campaña de 1833 contra los indios”  (S. L. 1941) publicado en el Boletín de

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    la Junta de Historia de San Luis Nº 6, 1982 con este título “ la provincia de San Luis yel Ejército de Operaciones del Centro de 1833 contra los indios. (Completandoapuntes)”  .

     Del año siguiente es la colaboración que le solicitó el Dr. Ricardo Levene parala “  Historia de la Nación Argentina”  de la Academia Nacional de la Historia aporteque tituló “  San Luis: 1832  –  1862”  incorporado al Volumen X, 1947 de esa colección.

     En 1948 da a conocer su notable “  San Luis Ciudad-Cabildo: 1594-1800”   en el 2ºCongreso Federalista de la Historia Argentina y por el cual conquista, en la secciónrespectiva, primer premio y medalla de oro. El trabajo organizado en el libro, reciénvio la luz en 1971 merced a la generosidad del distinguido historiador Dr. RodolfoFollari para el sello editorial Huemul (Bs. As.), habiendo dispuesto el Gobierno de

     San Luis una segunda edición plasmada por el Fondo Editorial Sanluiseño en 1994. Respondiendo a un requerimiento del Coronel Bartolomé Descalzo titular del

     Instituto Nacional Sanmartiniano, Saá acometió la enorme tarea de laborar encapítulos sucesivos que se publicarían en la Revista “  San Martín”   su impar obra( “ obra magna”   la llamó Urbano Núñez) titulada “  San Luis en la gestasanmartiniana”  , comenzando esta tarea en 1947 y concluyendo la misma en 1950,tras haber revisado con paciencia y tenacidad las carpetas correspondientes a los años

    1814 a 1820 del Archivo Histórico Provincial. En la comunicación que presentamos al II Congreso Internacional

     Sanmartiniano (Buenos Aires, agosto del 2000) que rotulamos “  La Historiografía Sanmartiniana en San Luis”   expresamos lo siguiente: “  En su versión original Saá puso fin al trabajo precitado el 10 de enero de 1950 con ciento noventa y dos páginasde texto y la inclusión de 816 citas documentales y bibliográficas que da una idea dela magnitud del esfuerzo desplegado, esfuerzo de investigación al que adicionó esemismo año la conferencia que, al ser publicada se conoció así: “ Contribución del

     pueblo puntano a la gesta sanmartiniana”  (Centro de Estudios Puntanos, San Luis,1951).

     Lo que parcialmente registró la revista “  San Martín”   según lo anotamos,recién se conoció completo en la obra “  San Luis en la gesta sanmartiniana”  merced ala intervención de la Junta de historia de San Luis y el Fondo Editorial Sanluiseño en1991, cuando ya habían transcurrido nueve años de la muerte de su autor.

     Para la década del 50 registramos dos importantes testimonios de Saá: “  San Martín arquetipo hispánico de héroe cristiano”  (1954) y “  Del revisionismo histórico”  (S. L.1954). En la década posterior se conoció “  El Cabildo Puntano; su importanciaen la arquitectura institucional hispánica”   (S. L. 1969) y “  El Chacho y San Luis”  incorporado al volumen colectivo “  Ángel Vicente Peñaloza”   editorial Hachette, Bs.

     As. 1969.

    5. Saá publica en el Boletín de la Junta de Historia de San Luis.

     El 9 de diciembre de 1969 se produce la fundación de la Junta de Historia de San Luis que preside el Prof. Víctor Saá. La institución publica el primer número de su “  Boletín”   en junio de 1970.

     Elocuentes en todo sentido son los aportes de Saá divulgados en la revista citada desde“  Elección del Cnel. Mayor D. Juan Martín de Pueyrredón como diputado por San

     Luis al Soberano Congreso Nacional de Tucumán”  incluido en los volúmenes 1, 2, 3 y4 de 1970 y 1971), “  Dificultades de la investigación histórica”   (Boletín Nº 3, 1971),“  Sesquicentenario del nacimiento de Bartolomé Mitre. Algunas interrogaciones”  (Boletín Nº 4, 1971).

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     En 1979 en la serie “ monografías y Conferencias”  de la precitada Junta se daa conocer su notable estudio “  Algunas aclaraciones referentes a la fundación delFuerte Constitucional ”   y más tarde en el Boletín Nº 5 de la Junta, 1981 su “  El

     Brigadier Juan Esteban Pedernera prototipo de héroe puntano”  , texto repetido en elvolumen Nº 8 de 1986. En este mismo año la Junta difunde “  San Luis en la gestasanmartiniana”  capítulo XI de la obra del mismo título que no alcanzó a publicarse

    en la Revista “  San Martín”  y se reedita en 1982 “  La psicología del puntano”  siemprecon el sello editorial de la Junta. En septiembre de 1982 deja de existir el Profesor Víctor Saá apareciendo

    entonces, tras su desaparición física los trabajos que titulara: “ Fr. Reginaldo de laCruz Saldaña Retamar O. P. Su personalidad y algunos aspectos de su actuación y desu recuerdo en San Luis. 1916-1950”   (Edic. Dirección Provincial de Cultura), entanto en el Boletín de la Junta puntana se dan a conocer sucesivamente: “  La

     Provincia de San Luis y el Ejército de Operaciones del Centro en la campaña de 1833contra los indios Completando apuntes”   (Boletín Nº 6, 1982). “  La proteccióndispensada por Rosas a la Pcia. de San Luis y la creación del escudo provincial por elGobernador José Gregorio Calderón”   (Boletín Nº 7, 1985) y “  Don Juan Martín de

     Pueyrredón. Síntesis biográfico con particular referencia su confinamiento y elección

    en San Luis”  (Boletín Nº 12, 1994). Merece recordarse que en 1976 la Escuela Normal “  Juan Pascual Pringles”  

    dependiente de la Universidad Nacional de San Luis, cuando se cumplía el centenariode esta casa de estudios publica la obra de Saá: “  La escuela Normal “  Juan Pascual

     Pringles”  . Boceto histórico y juicio crítico de su magisterio secular ”  . En diversas oportunidades y en los últimos años de su vida Saá logró publicar

    en textos breves apenas si con la característica de opúsculos, con apoyo de la Junta de Historia, la Intendencia Municipal y la Universidad nacional de San Luis algunos desus más preciosos pensamientos acerca de lo que consideró la verdadera doctrina delser nacional argentino que expuso en: “ Cual es nuestra filiación argentina”   (1976).“  La fundación es la razón de ser de toda nuestra existencia nacional ”   (1977). “  El

     pueblo puntano, falange de soldados desconocidos”   (1977) y “  El ser nacional y laidentificación nacional ”  (1978).

    6. A manera de síntesis. De Víctor Saá dijo el Dr. Horacio Videla patriarca de la historiografía cuyana:

    “  Aunque en la sociedad en que vivió acreditó su condición de maestro y catedrático yautor de valiosos trabajos historiográficos, Don Víctor Saá fue durante su tránsitoterreno por sobre todo un hombre de estudios y reflexión, antes que un profesional dela historia”  (Boletín de la J. H. S. L. Nº 7) la Profesora Margarita Ferrá de Bartol ensu trabajo “  Historiografía de Cuyo”   (Bs. Aires 1990) como quien resume un logrosustantivo afirmó: “ Víctor Saá alcanzó con “  Angel Peñaloza”  un lugar relevante en

    la historiografía regional ” 

     . Por su parte el Dr. Pedro Santos Martínez, Miembro de Número de la Academia Nacional de la Historia y presidente de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza aseveró en su estudio relativo al desenvolvimiento de lahistoriografía cuyana en el período 1893-1938 que la de Víctor Saá fue “ unadistinguida y penetrante personalidad intelectual de San Luis”  .

    Tras su desaparición el Prof. Armando Raúl Bazán, miembro de Número de la Academia Nacional de la Historia expresó: “ Víctor Saá era uno de los valientesexponentes del revisionismo histórico, corriente historiográfica empeñada en hacer

     justicia al protagonismo auténtico de los dirigentes del interior en la formación de

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    nuestra patria”  , en tanto el Lic. Oscar Colmenares presidente del InstitutoGuemesiano de Salta consideró a Saá “ Un servidor de la Nación en el más alto grado

     y una gloria de San Luis… sus aportes han sido tantos y tan valiosos que él siemprevivirá en la mente de los puntanos y en la de todos los argentinos que conocemos suobra”  (Boletín Nº 6, J. H. S. L.)

     La lectura del volumen que de algún modo estamos presentando corroborará

    los juicios francamente elogiosos que hemos transcripto. En el libro donde el autor sinconcesiones para nadie enjuicia, juzga y valora el material de todos aquellos autoresque son objeto de su análisis, queda bien patentizada la característica de su estilo,ávido de justicia y de verdad. Esa verdad histórica posible que todo historiadorhonesto debe perseguir como el norte auténtico de su hazaña creadora.

    Como lo señalamos una vez la personalidad de Saá fue una de las másvigorosas que vio la luz en nuestra provincianía. Su inteligencia preclara alcanzó unaaltura y un vuelo excepcional y nadie como él puso más firmes bases para conformarla autentica historiografía sanluiseña y difícilmente pueda encontrase un Maestro

     Normal Nacional (el único título que alcanzó en su vida) con tantas dotes y tantotalento para brillar como brilló en el campo de la historia, de la novelística y de lacrítica literaria, en la especialidad pedagógica y en la oratoria y sobre todo en el

     periodismo demoledor de la revista “  Ideas”  .

     Prof. Hugo A. Fourcade Presidente de la Junta de Historia de San Luis

    I PARTE EL HABER DOCUMENTAL 

    EL HABER DOCUMENTAL

    Veamos, ante todo, que ha sido de nuestro acervo documental,entendido como patrimonio del gobierno de la Provincia de San Luis.

    Debemos a Gez una de las referencias más recientes sobre el haber quese ha guardado, y actualmente se guarda, en nuestro Archivo HistóricoProvincial. El desperdigado recuerdo de nuestro comprovinciano puede leerseen el “Prólogo” de su “Historia de la Provincia de San Luis”. (1) 

    Allí nos asegura el cronista puntano que su “tarea de investigación hasido clara y paciente, porque he recurrido a las fuentes originales, en losarchivos de las distintas reparticiones de la provincia, muy incompletos ydesarreglados en su mayor parte, y en los escasos documentos que se hansalvado en poder de los particulares. De la época colonial faltan muchos años,de los cuales no ha quedado huella en la sencilla y formulista administraciónlocal; del período de la anarquía tampoco existen sino uno que otro documentode poco valor; casi nada de la administración de D. José Gregorio Calderón, yson igualmente deficientes los antecedentes del largo período que presidió elgeneral Pablo Lucero. Como no existía casa de gobierno, en esos tiempos, era

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    costumbre tener el archivo en el domicilio particular del gobernador y en el deotros funcionarios, donde los papeles públicos se amontonaban en cualquierrincón o se guardaban en petacas, que con frecuencia iban a parar a ladespensa, especie de depósito general de todas las cosas útiles e inútiles, y deallí también se desalojaban para cualquier parte donde no estorbasen.Después, hay referencias de que durante un ataque a la cuidad, se mandó

    sacar papel del archivo para proveer a las tropas; en otra ocasión el archiveroVázquez se llevó a San francisco los papeles del Estado, y fueron saqueados,en el año 1862, por la montonera; unas viejecitas, hermanas de un exgobernador, se llevaron varias petacas de papeles a Mendoza y no han vuelto,en casa de otro ex gobernador, donde habían sido atacadas varias personas deuna enfermedad contagiosa, durante la ausencia de la familia y so pretexto depracticar una desinfección general, se quemaron varios cajones de papelesimportantes; un interventor, ya en los últimos tiempos, para habilitar una piezadestinada a una oficina cualquiera, mando sacar parte del archivo y arrojarlo alfondo de la casa de gobierno, donde fue quemado como papeles inútiles.Finalmente, entre mis recuerdos de niño, conservo el siguiente: en la vieja casadel comandante D. José Antonio Becerra, ubicada donde hoy está el Juzgado

    Federal y las oficinas del correo, estaban depositadas, bajo una ramada, variasbarricas de legajos escritos y en perfecto estado de conservación. Allí íbamos los muchachos del barrio a sacar papel para nuestros barriletes. Más tardesupe, con íntimo pesar, que esas barricas contenían papeles del teniente gobernador Dupuy y del mismo comandante Becerra, de tan importanteactuación en la localidad. El historiador chileno Vicuña Mackena los habíarevisado, extraído, seguramente lo que creyó de algún valor para sus estudios,y el resto quedó en el lugar y en la forma referida. Y así, por ese mismo estilo,¿cuántos otros tesoros no se habrán perdido para la investigación de lahistoria?” (2).

    ¿Cuándo comenzó  su tarea de investigación histórica oficial el señorGez? Sin duda, a fines de 1910. De modo que “las fuentes originales” fueronconocidas y utilizadas por el cronista puntano en su estado de conservación yexistencia muy posible hasta fines de 1915.

    Pero el señor Gez había iniciado el conocimiento documental de nuestrahistoria provincial alrededor de 1896, año en que apareció “ Apoteosis dePringles 1795-1895”, t. I.

    Sobre la base de una investigación que él asegura “larga y paciente”, através de sus recuerdos no muy precisos, nos va diciendo como encontró losarchivos “muy incompletos y desarreglados en su mayor parte”, aún cuandopudo consultar “los escasos documentos que se han salvado en poder de losparticulares”. 

    Al jalonar el sendero recorrido, nos advierte la carencia de documentos

    del período hispánico y así, sucesivamente, hasta llegar a la intervención del Dr.Julio Botet, en 1909, quien habría dispuesto sacar del archivo local legajos queluego fueron quemados.

    En realidad, las referencias de Gez, implícitas en el “prólogo”, son laprimera justificación del cronista que luego aparecerá con tan manif iestosvacíos, con tan evidentes y garrafales ignorancias, no precisamente porcarencia de documentación sino por innegable desconocimiento de las fuentes. 

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    La negligencia oficial se puede demostrar con facilidad. Lo que no resultaprocedente probar es nuestro dominio de la documentación cuando los papelesdicen todo lo contrario.

    Que se perdieron expedientes o se deterioraron, como consecuencia denuestras guerras civiles, del interés particular de algunos investigadores, decalamidades insospechables como el cólera, o de los propósitos inconfesables

    de algunos de nuestros gobernantes? Indudablemente.Pero de esta realidad relativísima, en modo alguno nos se puede deducir

    la pobreza del acervo histórico documental, el cual, en los días que corren esrico, tanto en el ámbito oficial como en el privado. 

    Es posible asegurar que faltan papeles de cualquier período de nuestrahistoria provincial; pero aquello que resulta irrefragable, es la falta de capacidadnuestra para conocer de una manera integral la documentación existente, ysobre todo, para interpretarla con honestidad, con justicia, se trate de papelesoficiales o particulares.

    Gez argumenta con la carencia de Casa de Gobierno o, como se llamódurante algún tiempo: Sala Departamental de Gobierno, pero eso no es exacto,porque en cuanto les fue posible a los cofundadores de San Luis, construyeron

    la sede del gobierno, que, desde entonces, hasta el tiempo la primeragobernación de D. Justo Daract, se llamó CABILDO o CASA CAPITULAR.

    Y si bien es cierto que en aquel tiempo no había ficheros metálicos niarmarios adecuados, las petacas de cuero crudo, que tan eficientemente sabíanconstruir nuestros criollos, y los baúles, que ya a principios del siglo XIXintroducía la industria inglesa, eran por aquellos días continentes muy durablesy fuertes, en los que nuestros viejos papeles anduvieron más de una vez, sindetrimento, por nuestros montes y serranías, al mismo tiempo que las petacascaseras o las arcas y arcones, guardaban religiosamente la documentaciónfamiliar.

    Conocemos en gran parte los papeles que restan, y estamos encondiciones de afirmar que para todos los períodos de nuestra historiaprovincial, sin sobrar, hay documentación, y si algunos expedientes faltan, esdebido a que las mismas autoridades los han facilitado o cedido a institucioneso a investigadores de fuera de la provincia, sin que hayan sido restituidos.

    Gez careció de capacidad para entender lo hispánico, que es loauténticamente nuestro, de modo que cuando recuerda el período que él llamó“colonial”, aquello que se le ocurre destacar es su formulismo, como si todas lasadministraciones no fueran formulistas, sin comprender y percibir laresponsabilidad y el orden meticuloso de entonces, a punto tal de que elArchivo del Cabildo, en 1818, guardaba inventariados los papeles oficialesconservados desde 1777. (3)

    Hemos dicho que la Casa de Gobierno original fue el Cabildo, donde se

    hospedó por algún tiempo el primer gobernador de la Provincia de San Luis, D.José Santos Ortiz; pero como la Sala Capitular, y así mismo la Iglesia Matriz,cuando no estaba cuarteada le faltaba poco para derrumbarse, fue menesterguardar el archivo en casas particulares ligadas a los gobernantes, hasta queen el período que se sigue llamando “constitucional” en virtud de la constituciónescrita en vigor, se estableció la Sala Departamental de Gobierno (4), queestaba ubicada en la calle “ Ayacucho”  donde después edificó su casahabitación y consultorio el Dr. José María de la Torre, y que en 1862 sirvió devaluarte a uno de los cantones que defendió la ciudad de San Luis. 

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    Más tarde, la Casa de Gobierno fue trasladada al lado de la Jefatura dePolicía, en la calle 25 de Mayo, y allí estuvo el Archivo, hasta que las oficinaspúblicas se instalaron en el actual Palacio Gubernamental en 1913.

    Ya veremos más adelante la información complementaria que debemos aGez referente a la documentación utilizada por él en el cumplimiento de sutarea de escribir la Historia de la Provincia de San Luis.

    En realidad, la documentación que ahora se encuentra en el ArchivoHistórico, calle 25 de Mayo Nº 971, hasta 1918 integró la documentación que seguardó en el Archivo General o Escribanía de Gobierno, y en otrasdependencias del Poder Ejecutivo.

    El orden y estado de conservación de dicho haber documental, pareceque se mantuvo hasta 1908.

    Cuando asume la gobernación el Dr. Carlos Alric, el Ministro de GobiernoDr. Nicolás Jofré, de inmediato se ocupó de la reorganización del Archivo de laGobernación. 

    En los considerandos del decreto referente, del 15 de mayo de 1918,apartados 2º, 3º, 4º y 5º, el Dr. Jofré, que había sido ministro del Dr. EstebanAdaro en 1907, se expresó así: “Que hasta la intervención del doctor Julio Botet

    existía en la casa de Gobierno un archivo más o menos completo y ordenado,pero la investigación practicada, resulta que en esa época se mandó quemaruna inmensa cantidad de legajos, folletos y colecciones, sin que se sepa a quequedó reducido dicho archivo”. 

    “3º) Que con posterioridad, todo el moblaje y papeles de la antigua casadebía ser trasladado al actual Palacio de Gobierno, lo que así se efectuó, perotres cuartas partes del archivo fue abandonada en el suelo en unos galpones ycuartos de cocina, y solo se trasportó unas docenas de copiadores y legajos dedecretos de los últimos años”. 

    “4º) Que dicho archivo abandonado sin ningún cuidado se ha podrido porla humedad y está casi totalmente destruido, como puede observarse por loslibros, folletos, colecciones de Boletines oficiales, revistas y documentosvaliosos, todo de hecho, lo mismo que el archivo del extinguido Banco de SanLuis y el de la Oficina de Estadística que fundara el ingeniero Lallemant”. (5) 

    “5º) Que no existe en consecuencia una colección completa del BoletínOficial, con excepción de la de 1910 y alguna otra incompleta, no obstante queesa publicación se fundó hace más de treinta años”. (6) 

    Entonces el acervo documental se denominó “Biblioteca y Archivo de laAdministración”  y cuando se designó el encargado de esta dependencia se lallamó “Biblioteca y Archivo de la Casa de Gobierno”, ocupando el cargo de JefeD. Arnaldo Jofré. 

    No era ése, sin embargo, el único archivo local. Sin negar méritos a lasdistintas administraciones que fomentaron la cultura en el terruño diremos que

    en general poca importancia se atribuyó a dicho Archivo, a punto tal que, porexcepción, conocimos o tuvimos noticia de alguien con méritos o aptitud paraestar al frente de esa repartición. Teniendo presente que el conceptoinvolucrado en el término repartición, es demasiado amplio para señalar elrincón o sucucho en el cual conocimos instalado el Archivo Histórico en elPalacio de Gobierno.

    Gez recuerda el archivero D. Francisco Vázquez llevando “los papelesdel Estado” a San Francisco del Monte, y con ese motivo subraya que en 1862esos papeles fueron saqueados “por la montonera”. (7) 

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    Pero corresponde hacer presente, una vez más, que la destrucción deaquellos documentos, imputada a la “barbarie”  iletrada, no superó en momentoalguno a la sustracción, eliminación o vulgar abandono de esas mismasfuentes, que podemos atribuir en varias ocasiones a la barbarie ilustrada.

    Por otra parte, es conveniente dejar bien entendido que el hecho depersistir en el presupuesto el Archivo, que en los últimos tiempos ha comenzado

    a llamarse histórico, con imputación propia, apenas si ha superado el conceptoburocrático que lo ha justificado, durante la mayor parte  del transcursoprovincial, como fuente de antecedentes para atestiguar una jubilación o algunapensión o subsidio circunstancial. 

    Y cuando se ha tratado de auténticos intereses de investigación histórica,como es el caso de la vida de Pringles o de la correspondencia del general SanMartín o de la sublevación de los prisioneros españoles, la  documentación hasalido de nuestra jurisdicción y no ha sido devuelta, por una razón fundamental:la falta de confianza en nuestra capacidad para conservar y valorar dichadocumentación. 

    Y esa misma razón mantiene segregados valiosos archivos familiares,aún cuando en nuestros días -1971-, el Archivo Histórico Provincial es uno de

    los mejores organizados y por ende, más eficientes de la República. Un solo caso bastará para ejemplificar elocuentemente lo que venimos

    afirmando. ¿Por qué no fueron incorporados, en su momento, la biblioteca sinpar en nuestro medio y el rico archivo del Dr. Nicolás Jofré? 

    El 6 de febrero de 1935, el gobernador de la provincia Dr. RicardoRodríguez Saá. “Considerando: 1º. Que el Gobierno del estado, no se reduce ala simple creación de impuestos y de cargos administrativos, sino que es unaalta función pública, cuyo fin principal es elevar la personalidad humana pormedio de la cultura, y mejorar la condición económica del pueblo, por el trabajoy por una repartición más equitativa de la riqueza”. 

    “2º. Que para alcanzar estos grandes propósitos, el Estado tiene eldeber, por todos los medios a su alcance, de contribuir a que se reciba y setrasmita, mejorado y enriquecido en sus diversos aspectos, todo el patrimonioespiritual y cultural que el hombre ha producido a través del tiempo”. 

    “3º. Que  de los diversos aspectos de la herencia espiritual dejada pornuestros antepasados, ninguno tiene importancia mayor, ni influencia másdecisiva en la vida del hombre y de los pueblos, que el aspecto institucional. Porel, en efecto, el individuo se pone en contacto con la raza, y comprende lo quesignifica y lo que cuesta a la civilización de que disfruta. Son las institucioneslas que enseñan, las diversas opiniones y teorías que la humanidad haensayado y experimentado para su mejor gobierno, y cómo, los derechos y losdeberes fundamentales del hombre y la colectividad, han surgido, handesaparecido y perduran, jugando su rol en el organismo político y jurídico de

    las naciones. De ese pasado institucional y de las leyes de la naturalezahumana, surgirá la teoría y el sistema de gobierno que los pueblos han deadoptar definitivamente para alcanzar la justicia social, y la felicidad común, atoda la masa popular”. 

    “4º. Que de estas consideraciones, se desprende la necesidad y lautilidad de despertar en las generaciones del presente y del porvenir, laconveniencia de comprender y conocer los grandes esfuerzos y las vastasadquisiciones, que nuestros antepasados hicieron, en el orden institucional,cultural, científico y económico de la sociedad humana”. 

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    “5º. Que la Provincia de San Luis, durante la colonia, en la gesta heroicade la independencia, como en la guerra fraticida y en la era constitucional,aportó los sacrificios, la sangre, las ideas y las virtudes de sus masas popularesy de sus hijos más preclaros, a la acción épica y a la obra común de conseguirla libertad del pueblo, de formar y constituir la Provincia primero, y la Nacióndespués, con la organización política y jurídica que hoy tienen. Que de esto, no

    se conserva en las oficinas públicas, toda la documentación oficial que acreditetan heroicos y grandes esfuerzos, pues gran parte de ella, se ha disperso,cuando no perdido, por lo que urge su compilación y readquisición o donación”,dictó el decreto de la fecha (8), que en su artículo 1º expresa: “Créase elArchivo Histórico y Administrativo de la Provincia”, el que será organizado por elSeñor Reynaldo A. Pastor, nombrado al efecto con fecha 7 del mes ppdo.,quien procederá a llenar su cometido, de acuerdo con el plan que se estableceen los artículos siguientes”. 

    “ Art. 2º. En el “Archivo Histórico”, se compilará toda la documentación delpasado hasta nuestros días, que exista en las oficinas públicas o puedareintegrarse o adquirirse de otras instituciones o del poder de terceros y seráclasificada en tres períodos a saber ”: 

    “ A) Período Colonial, comprenderá toda la documentación históricadesde la más antigua hasta el 25 de Mayo de 1810. B) Período de laIndependencia y de la Guerra Civil, desde esta última fecha hasta el año 1853.C) Período de la Organización Nacional y Constitucional, desde 1853 hastanuestros días”. 

    “Toda esta documentación será clasificada cronológicamente por asuntoy por orden alfabético, completándose con catálogos y fichas correspondientes,para su mejor organización y búsquedas”. 

    El artículo 3º, señala en forma expresa lo que debe reunirse en el“ Archivo Administrativo”, referido a los tres poderes del Estado. Por el artículo4º, el Director de la repartición podía proponer las  “medidas que creyerenecesario para el mejor cumplimiento de su cometido”. El Art. 5º es de forma. 

    Nos inclinamos a creer que el texto del precedente decreto se debe aldoctor Epifanio Mora Olmedo. Aún cuando no estaría fuera de lugar atribuir laautoría al señor Pastor. Tentados estamos de hacer algunas consideracionesreferentes al espíritu que aletea en la letra del articulado, pero ello nos llevaríamuy lejos y no cuadra con nuestro propósito ahora. 

    Sin embargo, no podemos menos de manifestar que leyendo el decretose nos aparecen los bueyes delante de la carreta… 

    El señor Pastor cumplió entonces una tarea muy importante comoDirector del Archivo creado. A él hemos debido el ordenamiento incipiente queempezamos a practicar en 1938 y después desde 1946 hasta 1948. 

    Imaginamos su tarea de reunir la documentación, aún cuando

    confesamos no haber conocido la“

    Biblioteca y Archivo de la Administración”

     creado en 1918.No obstante, pensamos que el señor Pastor no tuvo tiempo para ajustar

    su empeño a los términos expresos del decreto del gobernador RicardoRodríguez Saá. Ni el ordenamiento cronológico de los documentos ni losíndices alfabéticos referidos a los mismos, pasaron de una buena intención. Nohemos conocido fichero y los expedientes o legajos, en modo algunoalcanzaron al año 1935 como exigía el decreto. Además, pensamos que en la

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    media habitación del primer piso, que se había destinado para el archivo, no  hubieran tenido sitio adecuado esos papeles. (9)

    El 7 de septiembre de 1956, por decreto de la fecha, el interventor federalDr. Horacio Aguirre Legarreta, creó la Dirección del “ Archivo General y MuseoHistórico de la Provincia”. Art. 1º. En el Art. 2º se establece: “El ArchivoGeneral... comprenderá el Archivo Histórico, el Archivo de Mesa de entrada de

    la Casa de Gobierno y el Museo Histórico”. La repartición dependería de la Sría.General de la Intervención Federal. (10) ¿Qué  razón adujo el interventor   Aguirre Legarreta a fin de justificar la

    “nueva estructura administrativa” objeto del decreto que acababa de firmar? “Laforma deficiente en que desenvuelven sus actividades el Museo Histórico, elArchivo Histórico y el Archivo de Mesa de Entrada de la Casa de Gobierno; “Enconsecuencia, una buena política administrativa aconseja adoptar las medidasque, al tiempo que aseguren la eficacia de dichos organismos públicos sirvantambién fundamentalmente para salvaguardar todos los valores  morales ymateriales que constituyen el patrimonio histórico de la Provincia, tanprofundamente arraigado en el sentimiento popular local”.

    La repartición creada debía funcionar en la forma que previera “el

    reglamento orgánico a dictarse”. (11) En realidad se trataba de una improvisación más. Ocupaba entonces el

    Archivo Histórico el edificio que actualmente ocupa, el antiguo Templo de SantoDomingo, que desde 1938 había perdido su carácter de tal y que el gobernadorD. Toribio Mendoza (h) compró a la orden de predicadores en 1940. 

    Entre 1941 y 1956, el viejo templo que edificara el eminente padre Etura,(12) fue acondicionado, más para archivo, para museo, como todavía se puedecomprobar, soportó el vaivén de dos revoluciones y los viejos papeles tuvierontiempo de zarandearse, sin consideración técnica que valga, como el interventorAguirre Legarreta en modo alguno pudo imaginar. En 1951, la mayor parte de ladocumentación o estaba amontonada en las estanterías superiores, al margende toda clasificación y conocimiento, o aparecía lamentablemente tirada en elpiso de medio archivo.

    Cuando ocurre la revolución de 1955, el edificio había sido refaccionado,el moblaje era más adecuado, la capacidad de las estanterías bajas se habíaduplicado, contaba con una biblioteca especializada en formación, se estabacumpliendo el tercer ciclo de conferencias de tema histórico, y se distribuía el Nº1 del Boletín de la repartición. 

    Pero lo más significativo fue el fichero para 150.000 fichas iniciales quese estaba preparando, como prólogo de la clasificación de todo el haberdocumental.

    En 1955 la repartición estaba alcanzando el carácter que corresponde aun Archivo HISTORICO, vale decir a un repositorio de fuentes documentales

    dispuestas para la investigación histórica. Por el decreto del 7 de septiembre de 1956 el archivo perdió su jerarquíatécnica ampliando su jurisdicción administrativa que, sin duda, responde anecesidades públicas, al mismo tiempo que obstaculiza o impide lainvestigación. 

    Y el decreto ponía en evidencia la contradicción, por cuanto,  al mismotiempo que manifestaba el propósito de favorecer “una mayor independencia ensu acción” (13), se subalternizaba la tarea específica del mismo, ampliando susengorrosas atribuciones administrativas.

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    Es cierto que el jefe del Archivo Histórico, mediante las disposicionescontenidas en el decreto que estudiamos, ascendió de categoría, en virtud deconvertirse en Director General, con más amplia ingerencia administrativa, peroquedó mediatizado en el doble carácter de su gestión. 

    ¿Tuvo entonces el inventor el funcionario eficiente y responsable quenecesitaba?...

    En 1964, siendo gobernador de la Provincia D. Santiago Besso y Ministrode Gobierno el Dr. Horacio de la Mota, ocupó el cargo de Director del ArchivoHistórico don Urbano J. Núñez, competente investigador que sigue en dichasfunciones hasta la fecha.

    Entonces, la repartición estaba reglamentada en sus actividades por unestatuto que decretó en 1958 el interventor federal D. Horacio Raffo Quintana.(14) Como no nos proponemos analizar todos los despropósitos decretados,con o sin el ejercicio del Poder Legislativo, diremos a este respecto: que laincompetencia o incapacidad de los subalternos pone a prueba la “suficiencia” de los superiores. Entre tanto, cerraremos este capítulo, que mucho tiene quever con la ignorancia generalmente desaprensiva y audaz, diciendo que nuestrohaber documental ha capeado bien el temporal de las improvisaciones, por

    cuanto a pesar de la sucesión  subsiste en su mayor parte, en bastante buenestado de conservación, y poco a poco mejor clasificado. 

    ¿Qué revela la sucesión de decretos dictados en los últimos treintaaños? Revela buenas intenciones, finalidades efectistas y un grandesconocimiento del problema que se trataba de resolver. No obstante, y comono podía dejar de ser, la solución blasonada no fue más allá de la perfecciónrivadaviana exhibida en el “Boletín Oficial”. 

    ¿Porque si la sindéresis es la condición indispensable para afrontar losmás elementales problemas humanos, qué tendremos que exigir para estudiar,conocer o servir los distintos aspectos de la política que se ejerce?

    No obstante, la gran mayoría de los gobernantes puso manos a la obrasin tener ideas claras sobre eso que es la consistencia de la HISTORIA, sobrequé cabe entenderse por una fuente o valor DOCUMENTAL y cuándo y cómocorresponde proceder a la desestimación de los PAPELES que se amontonanen el archivo de las distintas oficinas de la administración pública. 

    Se han barajado vocablos como: historia, tradición, folklore, documento,fuente, técnica, investigación, cultura, fichero, etc., etc., apenas sobre la basede un conocimiento auditivo de los términos, vale decir desconociendo lasacepciones legales y estrictas de su contenido.

    ¿Quiénes fueron los asesores? Porque cuando se trata de pergeñar unengendro o “genialidad” de esas, opina cualquiera, menos el que sabe… 

    Es así cómo se fue recorriendo la parábola del perfeccionamientoaparente, vacuo, siquiera concretado en la novedad de la mera nominación,

    porque el Archivo Histórico que en su resurrección de 1918 fue con subiblioteca una oficina del ministerio de gobierno, para 1964 había dependido dela Comisión de Cultura, de la Dirección de Cultura, de la Secretaría General deGobierno, y nuevamente de la Dirección de Cultura, pasando por una entidadmitológica llamada “Departamento de Preservación de Incremento Patrimonial”.(15)

    Pero, en resumidas cuentas, ¿qué se ha ganado o adelantado tras lafaramalla de los decretos aludidos?

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    ¿Ha mejorado OFICIALMENTE el conocimiento de nuestra HISTORIAprovincial o nacional? ¿Se ha estimulado en forma efectiva la investigaciónhistórica? ¿Ha estado presente San Luis como debió estar en las justas de ladilucidación histórica de los últimos treinta años? ¿Se han asignadodebidamente en el presupuesto las partidas indispensables que permitan hacerefectiva la perfección técnica de eso que es o debe ser el ARCHIVO

    HISTORICO? ¿Se ha subsidiado y fomentado la publicación de los trabajospreparados por los estudiosos de la historia local? ¿Se ha mejorado el personalque la dependencia requiere mediante cursos adecuados?

    Tienen la palabra los responsables.Por nuestra parte, al dar término, al primer capítulo de nuestro trabajo,

    nos congratulamos de que el haber documental de nuestro principal repositoriohistórico, haya superado peligros ciertos como el entrañado en el “decretoacuerdo” Nº 2662 de 1967 (16), e ignorancias garrafales como las puestas demanifiesto en el “Reglamento interno de la Dirección del Archivo General”  yacitado. (San Luis, 13-V-71).

    NOTAS:

    (1) Bs. Aires, 1916, 2 tomos. El “Prólogo” corresponde al año 1913. (2) Ibídem, pp. 12 y 13.(3) Arch. Hist. de la Prov. de San Luis. c. 27, e. 10, 14 II 1822. C. 22, e. 31, 2 IV 1818.(4) “Historia de San Luis”, por Urbano J. Núñez y Duval Vacca, San Luis, 1968, t. II, cap. XVII “Los pueblos contra el mitrismo”, “Gobierno de Barbeito”, p. 610. (5) Ing. Germán Ave Lallemant, alemán, radicado en San Luis desde 1869 y a quien se debeneminentes contribuciones en el campo de la cultura provincial y nacional.(6) El Dr. Jofré aludió entonces a la administración de D. Heriberto Mendoza. El “Boletín Oficial” fue creado por resolución del 21 de octubre de 1885. Debió quedar suspendida esta publicaciónoficial, porque bajo el gobierno del profesor D. Adeodato I. Berrondo, en abril de 1899,recomenzó la impresión del “Boletín Oficial” con el Nº 1. Cfr. “Historia de San Luis”, por U. J.Núñez, t. II, pp. 662 y 684.

    (7) Gez, ob. Cit. t. I, p. 12.(8) Nº 929 G. que referenda el ministro de Gobierno Dr. Epifanio Mora Olmedo, muyposiblemente autor del texto. Cfr. Libro Nº 425  –Folio 149 al 152, en Arch. de la Prov. de S.Luis.(9) En realidad, al Archivo Histórico resultó para el señor Pastor como una confortable antesalade la diputación nacional que desempeñó desde 1936 hasta 1942, amén de la gobernación dela provincia.(10) Cfr. Decreto Nº 311. PSR. L. Arch. Hist. de la Prov. de S. Luis.(11) Ibídem: “Considerando: Art. 2º”. (12) Cfr. “El obispo de Augustópolis muy reverendo padre maestro ilustrísimo don fray JoséHilarión de Etura y Zeballos” por Fr. Reginaldo Saldaña Retamar, O.P., Buenos Aires, 1937.(13) Decreto cit. “Considerando”. (14) Decreto Nº 180, del 3 de marzo de 1958. Arch. Hist. de la Prov. de S. Luis. (15) Decreto Nº 1902, del 3 de julio de 1968, Art. 1º. Arch. Hist. de la Prov. de S. Luis. 

    (16) Del 18 de octubre de 1967. Arch. Hist. de la Prov. de S. Luis.

    II PARTE PREDECESORES YCONTEMPORÁNEOS DE GEZ 

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    su “Historia Hebrea”, tal cual las cita Gez (25) en “La Tradición Puntana”, o como las menciona el Dr. Nicolás Jofré en la revista LAFINUR (26): “Sietegrandes monarquías de la antigüedad”, e “Historia del África antigua”. 

    Este aspecto del valor científico de Llerena, tan desconocido y tanlamentablemente desaprovechado en nuestro medio provinciano, precisamentepor los mismos días  en que los alumnos de nuestro Colegio Nacional y de

    nuestra Escuela Normal de Maestros utilizaban los conocidos textos de VíctorDuruy y consultaban las obras de Guizot, de Lamartine y de Thiers, en labiblioteca del primero de los establecimientos nombrados, que comenzaba aorganizarse con la eficiente colaboración de D. Faustino Berrondo Quintero ydel chileno Valentín Luco, que hacía los pedidos de libros a Chile con el  asesoramiento de don Germán Avé Lallemant, (27) no se tuvo en cuenta parautilizar el esfuerzo de tan esclarecido sabio lugareño, por entoncesrepresentante de San Luis en el Senado de la Nación. 

    Y no es presunción nuestra la deficiencia manifiesta de las conocidasbiografías de Llerena, empezando por la de Gez, escrita en mayo de 1910 yreimpresa en las ediciones sucesivas de “La Tradición Puntana” hasta 1916, yreiterada con los mismos errores en su “Geografía de la Prov. de San Luis, T.III, pp. 660-662, Bs. Aires, 1939. El trabajo del cronista puntano es incompleto,por momentos falso y siempre tendencioso: ignora el día y el mes delnacimiento de su biografiado. (28)

    A renglón seguido agrega: “Regresó de Chile en los últimos días de latiranía, estableciéndose en Mendoza…”. Allí fundó un periódico científico, “LaIlustración”. Sigue diciendo Gez, “en esa oportunidad refutó a un periódicochileno que sostenía los derechos de Chile al dominio de la Patagonia, por estaresa región abandonada en poder del salvaje y el país sometido a los caprichosde un mandón omnipotente”. (29) ¿Cuándo regresó Llerena de Chile? Pareceque Gez no lo supo. El doctor Sosa Loyola, (30) aduciendo el testimonio deJosefina Llerena, hija del sabio, sostiene que éste “se recibió de doctor enderecho civil en 1846”. José María Rosa, afirma categórico: “ Apenas recibido,se fue a Mendoza para redactar “La Ilustración Argentina”, dirigida por Bernardode Irigoyen”. (31)

    ¿Cuándo apareció “La Ilustración Argentina”, no  “La Ilustración”  comoescribió Gez? El 1º de mayo de 1849, habiéndose publicado el último número el1º de noviembre del mismo año. (32) Allí colaboró Llerena bajo la dirección deBernardo de Irigoyen, como también lo afirma Enrique Arana h. (33) Pero Gezparece que no supo de que se trataba. Primero, atribuye a Llerena la fundacióndel periódico; segundo, desconoce el carácter de la publicación y,consecuentemente, ignora porqué se combatía y contra quién. 

    Veamos qué nos dice al respecto un conmilitón ideológico de Gez, el Dr.Sosa Loyola: “ Ambos jóvenes amigos fundaron en la ciudad andina el periódico“

    La Ilustración Argentina”

    , de 40 páginas (1849). Su objeto fundamental era,como en su primer número se advierte, combatir a Sarmiento, quien desde “LaCrónica” editada en Chile, propagaba sus abstrusas ideas sobre la nacionalidadde las tierras patagónicas…” (34) 

    Estamos entendiendo el intríngulis de Gez. Se trataba de combatir aSarmiento que escribía en “La Crónica”  de Santiago de Chile sosteniendo losderechos de Chile los derechos sobre la Patagonia. De eso parece que no suponada Gez. Sosa Loyola no niega la verdad, pero califica de “abstrusas”  lasideas del sanjuanino, lo cual resulta manifiestamente falso, por cuanto

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    Sarmiento periodista o publicista, fue siempre claro, estéticamente transparentea veces y generalmente terrible, grosera, agresivamente claro, de una claridaddesconcertante por descarada, por embustera a designio.

    Cualquiera puede comprobar la claridad a que nos estamos refiriendo.Ricardo Font Escurra, hacia 1944, había publicado cuatro ediciones de sumagistral libro “La Unidad Nacional”  (35), en cuyo elocuente “ Apéndice”, entre

    otra documentación, aparecen los “Editoriales publicados por Sarmiento en “ElProgreso” a partir del 11 de noviembre de 1842”. (36) Por otra parte, eso de que Llerena “Regresó de Chile en los últimos días

    de la tiranía, “considerando”  los últimos días”  las vísperas de Caseros -3 defebrero de 1852-, es no solamente falso, sino tendencioso, deformante.

    Para esa fecha, Llerena, téngase bien entendido, estaba al lado deRosas como enviado del gobernador de Mendoza don Pedro Pascual Segura,como lo anota José María Rosa con los siguientes términos: “En esas tareas loencontró el pronunciamiento de Urquiza, y Llerena fue enviado a Buenos Airescomo “plenipotenciario”  de Mendoza ante el Restaurador, para expresar laadhesión de la provincia a su persona y a su causa. Junto a Rosas pasaría lasvísperas angustiosas de Caseros”. (37) 

    ¿A dónde fue después de Caseros? Fue a San Luis que lo envió, pordecisión del gobernador Gral. Pablo Lucero, al Congreso Constituyente deSanta Fe, donde se incorporó el 27 abril de 1853. (38) 

    No nos ocuparemos por extenso de la biografía que Gez dedicó aLlerena, pero corresponde lamentar que nuestro comprovinciano tuvo a sualcance -en 1902- las obras inéditas del sabio, “listas para ser publicadas”, (39)sin hacer de las mismas una recensión elemental que ahora nos resultaríautilísima. A la severa constancia del Prof. Roig, debemos un atisbo sobre loscomienzos de Llerena en relación con sus apuntes de Historia Universal, (40)esa historia universal que pudo ser utilizada en el terruño con sobradoprovecho.

    De Llerena, sus biógrafos, han dado primordial relieve al aspecto jurídicoo legal de su actuación política que, en algún momento, pudo concretarse comogobernante; pero por esa vía nos han escamoteado un tanto el personajeotorgándole una definición que en realidad de verdad no asumió. Fue, por sobretodo, un espíritu científico y, si se quiere, una mentalidad romántica, pero enmodo alguno un sectario afiliado a una corriente política. Ave de paso en laConstituyente de Santa Fe, su participación en los debates, un tantomagnificada, de las seis sesiones en que hizo uso de la palabra, teniendo encuenta que estuvo presente en once, (41) puede considerarse un carácterincidental.

    Tenemos la convicción de que Llerena fue una expresión auténtica delmedio que lo vio nacer. ¿En qué nos fundamos  para pensar así? En la

    admiración que profesó a su ámbito lugareño y que supo expresar como nadiecon belleza pero sin falsedad. Y en la autenticidad magistral con que expresó lapsicología personal y social del pueblo puntano. 

    Parco y retraído, por el menester científico a que dedicó toda suexistencia, sin embargo, expresaba en su intimidad individual y en sus actitudessociales los más notorios y singulares rasgos de la estirpe. 

    Sosa Loyola, lo ha concedido como una ilustración carente de raíces; detal suerte, ha podido decir de él “no fue ciertamente un exponente del medio nide la época en que le tocó nacer ”. (42) 

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    Pero tanto su manifiesto y sincero amor al terruño, como su identificacióncon la psicología del pueblo que integró, lo destacan como una eminencia deesa realidad natural y humana que no sólo honró sino que en modo alguno negó. 

    De San Luis ciudad se expresó así: “pequeña y perfumada población…” (43)¿Cómo se explica esta definición en una inteligencia escrutadora, profunda,

    penetrante, tal cual podemos caracterizar la de Llerena?Se explica por la afinidad de su propio ser con la afiliación histórica que

    se expresó en él con vigorosa afectividad, identificándose con el pueblo que sehonró en representar, reconociendo la psicología social de sus comprovincianossu propia modalidad o estilo personal.

    “Los puntanos”, escribió, “como todas las razas inteligentes, situadas enlas grandes vías de tránsito son propensos a emigrar; y hacer fácilmente fortunaen todas partes…” (44) 

    Y agregó, acentuando el mérito de las virtudes que atribuyó a suspaisanos. “Para gobernar bien a los puntanos se necesita, primero, merecer suconfianza; segundo, reflejar los dotes y calidades que forman los rasgosconstitutivos de su ser psicológico. Es preciso ser fuerte, benévolo y perspicaz

    como ellos; con estas cualidades cualquier mandatario los gobierna bien”. (45) Un desarraigado, un ideólogo de la emigración, no se expresa así y

    menos un idólatra del racionalismo. Ante el reclamo de la aldea natal respondecon toda la fuerza de su ingenuidad provinciana: “pero soy puntano y la voz demi bella provincia es superior en mi a todo cálculo de bien y ventaja personal…” (46)

    Por sobre el “saber esclarecido”, admiramos en él el acendramientomoral, su ingenua capacidad para seguir mirando las estrellas hasta el fin desus días… 

    Cierto historicismo extemporáneo se ha empeñado en presentarlo comoun perseguido, como alguien que debió vivir las amarguras del más cruelostracismo político. Nada más falso. Su padre, fue hombre de confianza delgobernador Cnel. D. José Gregorio Calderón, y por su parte ha sido notoria sucondición de confidente del Gral. Pablo Lucero. 

    Y cuando vivió radicado en Mendoza, la decisión no fue debida a ningúnextrañamiento de índole política. Tan es así que regresó a San Luis en 1865,para establecerse en Buenos Aires hasta el término de sus días. 

    Ni la estrechez de su horizonte ingénito ni la pobreza o desvalimiento dela aldea natal, fueron óbice a fin de que el niño aquel desenvolviera susaptitudes o virtudes potenciales.

    Por sobre las limitaciones los prejuicios impl ícitos en el juicio, tratamosde comprender lo que Sosa Loyola se mostró incapaz de intuir. ¿Estamos encondiciones de justipreciar los aspectos positivos de un tiempo cuyos

    beneficios, para nosotros, se fueron para siempre?¿La concentración del pensamiento, impuesta por la pequeñez del medionatural y lo que consideramos inferioridad de una realidad humana quepresuntuosamente calificamos de primitiva, no explican de alguna manera launiversidad del pensamiento en Llerena?

    ¿Acaso la coerción no aviva la expansión espiritual? No de otro modo, semanifiesta el futuro sabio, el explorador de medio mundo, siguiendo el hilocantarino de la acequia hogareña o las “misteriosas armonías de las selvas” 

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    circundantes, del mismo modo que más tarde precisó el rielar de lasconstelaciones.

    Pero sin dejar en momento alguno de estar atado a la vertienteprimigenia que le habló siempre con un lenguaje de la más íntima felicidad enaquel rincón puntano de la calle 9 de Julio, que fue su último refugio lugareño,por lo mismo que hacía a la raíz de su ser nacional. 

    ¿Por qué volvió una y otra vez? Por una razón más alta que aquella quepodemos señalar grabada en una piedra, en una planta o en un animal. Por eso, el símil utilizado por Sosa Loyola, “una floración esporádica,

    como esas maravillosas e impensadas parásitas que germinan en los troncosrugosos y fieros de los algarrobos de Cuyo”, (47) no sólo es falso sino hiriente,por lo mismo que la función esporádica del parasitismo vegetal nada tiene quever ni figurativamente, con la autenticidad más cabal del puntano Llerena.

    Es lamentable que la falta de espacio no permitiera al Dr. Nicolás Jofrécompletar sus recuerdos sobre el eminente sabio. Pero su configuración de larevista LAFINUR peca por falta de objetividad y se resiente por la fuerzaimaginativa con que la ha teñido. Dijo el doctor Jofré: “Llerena perteneció a lageneración joven que durante la tiranía sirvió en el ostracismo”. (48) 

    ¿Cuándo estuvo en el  “ostracismo”  el doctor Llerena? Nació en 1825,permaneció en San Luis, aproximadamente hasta 1830. Se educó en BuenosAires al lado de su tío Clímaco Daract. Pasó a Córdoba de donde se trasladó aSantiago de Chile para coronar sus estudios de derecho y regresar a la patriadespués de 1846, siempre bajo el régimen de Rosas.

    Al celebrarse el primer centenario del nacimiento de Llerena en San Luisy en ocasión de ser colocada en la Casa de Gobierno la placa que perpetúa sumemoria, pronunció el discurso de circunstancias, quizá por la amistad que lovinculó a Gez, el historiador correntino doctor Juan Esteban Guastavino. 

    ¿Qué nos dijo de nuevo entonces el orador traído de tan lejos? Nada queno fueran los arbitrarios lugares comunes que debíamos a Gez y que más tardenos repetiría con sobrada presunción literaria el doctor Gilberto Sosa Loyola. 

    Con originalidad farragosa nos fue poniendo en evidencia su mediocreconocimiento de la personalidad centenaria de Llerena.

    Véase si no: Dijo entonces el Dr. Juan Guastavino, con el agravante deque lo estaba escuchando nada menos que Fr. Reginaldo de la Cruz SaldañaRetamar, O.P., “de haber nacido con recursos, y en tiempos normales, con lapatria organizada y feliz, habría sido un misántropo sublime a lo Newton,encerrado con sus gatos y sus prismas, o un explorador insignia entregado enabsoluto a los secretos de la naturaleza; pero, nacido en medio de laincertidumbre de la anarquía, aceptó como una fatalidad del destino, la carrerade su vida a lo caracol, con la casa a cuestas y el itinerario incierto.” (49)

    No sería posible decir mayor cúmulo de dislates en las escasas seis

    líneas transcriptas que no dudamos en considerar carentes de reflexión, por lomismo que pudieran parecer discursivas… “De haber nacido con recursos”, precisamente, porque Llerena nació con

    recursos pudo ser aquello que quiso ser. D. Melchor Llerena, su padre, eraentonces uno de los comerciantes más fuertes de la capital puntana; proveedory prestamista del gobierno del Cnel. D. José Gregorio Calderón, se desenvolvíacon holgura de pudiente en un medio en que el denominador común era lapobreza.

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    En modo alguno lo mordieron las necesidades corrientes, nació y crecióentre comerciantes afincados y con fuertes y prestigiosas relaciones sociales ycomerciales en Cuyo y en Buenos Aires. (50)

    Su tío, don Clímaco Daract, hermano de su madre Rafaela, era enBuenos Aires el consignatario de D. Melchor y de otro comerciante lugareño, D.Isidro Capdevila, padrino del niño Juan Llerena. (51) 

    Por eso, cuando el pequeño es enviado a Buenos Aires para estudiar enel Colegio de la Unión del Sud, vive al lado de su tío Clímaco. ¿Qué entendió el doctor Guastavino por tiempos normales? Porque la

    normalidad histórica se parece mucho a la lógica histórica. ¿Cuándo debió nacer entonces el niño Juan Llerena? ¿Dejando de lado la felicidad siempre tanrelativa y tan contingente en la vida de los pueblos y de las personas, podemosdecir, ateniéndonos a la constitucionalidad del derecho escrito, ahora mismo,que nuestra patria está “organizada”? 

    Y todo ello para encarnar una “misantropía”  que felizmente jamássignificó ni patrimonio moral ni filosófico del sabio Llerena? 

    Porqué  “explorador insigne”, sí fue Llerena, en 1854, en San Luis, enCuyo mucho antes, y en América del Sud, como lo había sido durante todo el

    tiempo de sus estudios rematados en 1846 y como lo sería más tarde desde1882 a 1884, recorriendo los océanos y continentes de nuestro mundo. 

    El Dr. Guastavino destaca “las incertidumbres de la anarquía”  comoóbice en la existencia del eminente hombre de ciencia, como si la vida humana,en cualquier lugar y en todo tiempo, no estuviera sujeta a los numerosospeligros, con y sin “anarquía”, que implica su naturaleza de combate, deagonía… 

    Para someterlo, por la fuerza de la mistificación histórica al imperio decierta “fatalidad del destino”, propio de un historicismo determinista, perimido en1925 y que en momento alguno obligó a nuestro eminente comprovincianoasumir, “la carrera de su vida a lo caracol, con la casa a cuesta y el itinerarioincierto”, que en  modo alguno se puede justificar, porque apenas si alcanzacategoría de subjetivismo imaginativo de mala ley. 

    Si alguna tarea debemos cumplir a conciencia, es aquella que consisteen desmitificar el proceso histórico  provincial, que en nuestro caso se haconcretado en la falta de objetividad de las biografías que, del Dr. Juan Llerena,han llegado hasta nuestros días. 

    Afirmamos categóricamente que el sabio nacido en San Luis fue unexponente cierto de nuestro medio humano y natural y de su tiempo. Enraizadopor su hogar a nuestras más auténticas tradiciones; nada se dio en él que loasimilara al judío errante. 

    Fue un enamorado entrañable de su aldea natal y si por razones deestudio debió radicarse fuera de San Luis, en momento alguno vivió

    desvinculado o ajeno al terruño. Mentalidad romántica, como con acierto lo ha expresado el mendocinoArturo A. Roig, en algún momento de la vida del sabio, podríamos señalar elcumplimiento de una existencia de “itinerario incierto”. 

    Por el contrario, ejercitó sin descanso una voluntad férrea, a fin dealcanzar y exornar el ideal que se había propuesto y la magnitud de supensamiento, con amplitud universal, en modo y momento alguno lo llevó anegar su filiación histórica, con esa misma  filiación, las virtudes que perfilaron

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    su identificación personal en función de la realidad social que en buena hora lohabía formado. 

    ¿Cómo podríamos negar que creyó fervientemente en los beneficios dela ilustración? Pero su fe en los méritos de los conocimientos que supoaprehender recorriendo múltiples caminos, en modo alguno lo condujo a negarla autenticidad de la cultura nacional que expresaba en la totalidad de su modo

    de ser.Y como no se ama lo que no se conoce, comenzó por conocer

    profundamente aquellos que concluyó amando con sentido y emociónentrañables. 

    De ahí que su regreso a la patria siempre fue gozoso, y en la patria, suvuelta al terruño ocurrió y otra vez como ese sumergirse en un pasado quehabía acendrado las cualidades de su espíritu.

    Analicemos, siquiera someramente el aspecto de su pensamiento juvenilque ha desorientado el juicio de quienes, sin premura y con ahincadaresponsabilidad, hubieran superado el prejuicio de configurar de una manerapresupuesta la personalidad que debieron descubrir en toda su verdaderadimensión objetiva. 

    Trataremos de explicar cómo entendemos su íntima vinculación con elsolar nativo. Si podemos sospechar un asentamiento circunstancial o fortuito esel hispanoamericano que vino de tan lejos y que fue su padre, no ocurre lomismo con la madre, integrante de un hogar lugareño, de prosapia patriarcal.Todas las virtudes del medio humano y natural aparecen encarnadas en lamadre, reforzadas por la neta ascendencia hispánica del padre, cuya familia eraoriunda de Extremadura.

    El joven Llerena, estudia y viaja en virtud de sus posibles. Eso hay queentenderlo bien. Y su ilustración, gradualmente conquistada, no se contraponea la realidad del medio que lo engendró, del mismo modo que el saber nodesmiente o niega la sabiduría original de la persona. 

    Llerena, viajero o explorador, nada tiene que ver con el nomadismoestudiantil de la Edad Media, según supone el doctor Sosa Loyola y menos conel personaje novelesco Ashaverus, fruto de la imaginación romancesca deEdgar Quinet, influido por la Filosofía de la Historia que estudió en el filósofo alemán Herder. 

    En momento alguno el puntano Llerena aparece como un vagabundo; esun joven bien equilibrado, soñador sí, romántico, pero con los pies en la cortezaterrestre que estudió como geólogo y como geógrafo. 

    La realidad anímica en Llerena se explica por la estrechez del horizontealdeano en que nació, teniendo presente que la limitación del ambiente generóen su espíritu una diversión de alcance universal que lo tornó, con fuerza’ incontrastable, en el idealista insaciable que recorrió todos los caminos del

    conocimiento.Pero su ilustración no remató jamás en subestimación despectiva ymenos despreciativa de la aldea natal.

    Su ilustración, no fue jamás condenación de una  “barbarie”  que nuncavivió, porque no fue un perseguido como lo ha supuesto el criterio interpretativoliberal, que ha deformado su personalidad. No necesitó de esa “aurora”  quedebemos entender fue Caseros, para moverse, estudiar, pensar y trabajar en supatria, bajo la odiosa y cruel “tiranía”. 

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    Se entendió con gobernadores rosistas que lo respetaron y lo admirarony sirvió los mejores intereses del país, colaborando en “La ilustración argentina”,defensora de “los ideales federales”, con el rosista doctor Bernardo de Irigoyen,en Mendoza, bajo el gobernador Segura o redactando la “Memoria descriptivade San Luis”, en enero de 1854, por disposición de otro gobernador rosista, elGral. D. Pablo Lucero, quien lo envió a la constituyente de Santa Fe en 1853. 

    Llerena, no se definió, precisamente, como un “político”. Elegido senadorpor la Legislatura puntana en 1864, dirigiéndose “ Al pueblo de San Luis”  seexpresó así: “ Ajeno a todos los partidos”. 

    Por eso sirvió con sinceridad fiel a la Nación, bajo la Federac ión deRosas, la Confederación de Urquiza y “la República Liberal y Mercantil”  delmitrismo.

    En modo alguno se puede confundir su configuración personal, haciendocon seriedad la vía del aprendizaje, para rematar en el sabio que se admira entodos sus trabajos, con esos ídolos que son, para ciertos criterios académicos y“oficiales”, Rivadavia y Sarmiento. 

    Llerena fue un soñador, pero sin contraponer su fe en el “progresismo” ala realidad del ser nacional.

    Conoce el país real, lo ama, se identifica con su pueblo al quecomprende y por eso mismo, ostenta, durante toda su existencia, las notas quecaracterizan al puntano, sencillo, modesto, patriota sin retórica, sincero hasta laingenuidad, leal con heroísmo, y como corona definitoria, ajeno a toda suerte deaprovechamiento.

    Por eso, repetimos, no es posible analogía alguna entre Llerena y losmencionados ídolos del liberalismo. 

    Radicado en Buenos Aires como senador por San Luis, forma su hogar.Allí nacen sus hijos: Juan, Josefina y Alejandrina. (52) 

    Nada más falso que ese Llerena imaginado por Guastavino,deambulando “a lo caracol, con la casa a cuestas”. Nos inclinamos a creer queel subjetivismo ilusorio del correntino se debe a la persistencia con que suamigo Gez, reincide en atribuir a Llerena una existencia errátil, una profesión deperegrino, que en momento alguno podemos atribuirle.

    Y así mismo el modo como Gez, confunde o trata de confundirmodalidades tan dispares como ocurre con Lafinur y Llerena.

    Resulta significativa la reiteración con que el cronista puntano concibe lapresencia de Llerena en el terruño. Se dijera en trance de atravesar la “selvaobscura”, el “obscurantismo” a que se refiere con obsesión el Dr. Sosa Loyola.(53)

    No sería posible afirmar que Llerena en momento alguno pensóabstracciones, del modo que Sarmiento parece que endiosa “El Soberano”, almismo tiempo que vilipendia, injuria y calumnia el PUEBLO DE CARNE Y

    HUESO.El puntano, identificado con su pueblo, elegido senador por San Luis,dirigiéndose al gobernador Cnel. D. Juan Barbeito, se expresa así: “Senador porla provincia de San Luis, de esa provincia pequeña pero heroica, pobre perovalerosa, es para mí una doble gloria y una doble grandeza. Yo soy ciertamenteuna persona muy obscura, insignificante, si bien no me ha faltado jamáscorazón ni voluntad para haber prestado servicios a la República Argentina y aotras secciones del continente. Pero ese honor que me confiere la nobleprovincia a quien debo mi ser, en un sentido tan absoluto, es suficiente para

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    estimular todas las grandes facultades que se encuentran siempre en el fondodel corazón de todo hombre de honra, haciéndome digno de corresponder a tanalta distinción. Pero sobre todo, no es con frases como yo agradeceré a mi bellaprovincia nativa el distinguido honor con que me colma; mi corazón, miinteligencia, mi existencia misma están a sus órdenes y si llega el día en que elpaís, para su conservación, o su grandeza necesite de un último esfuerzo los

    encontrará a su vez en mí. Con tan justificado motivo, yo me he permitido dirigiralgunas palabras al benemérito pueblo de San Luis”. (54) De ahí que sea imposible descubrir ni siquiera en forma remota, cierta

    analogía entre Lafinur y Llerena. El primero, es el eterno ausente de San Luis,ya que no estamos seguros ni siquiera de su nacimiento en Carolina, mientrasel segundo, superando la concepción materialista de la Historia que atribuye alnacimiento apenas si el mérito del azar, es una confirmación innegable de “ladoctrina de Taine…” (55) 

    Tras la pintura más miserable y deprimente del medio natural y humano,Gez nos presenta a Llerena plantando “su tienda de peregrino del ideal” (56) ylevantando “su tribuna de apóstol”, …“en su terruño natal”, del mismo modo quenos ha paseado el fantasma ideológico que fue Lafinur, en lucha denodada con

    la “barbarie” y el “fanatismo”, y no de otro manera nos descubre a Pueyrredón,en aquel cuadro de la más pintoresca mistificación histórica, eligiendo sumorada en el “peñón solitario”  que fue Belchite (57) y que hizo compararGuastavino, con sobrado humorismo, el hogar de Llerena con “la torre peñascosa de Descartes”. (58) 

    Y de Rivadavia nada tiene el “genio fértil y diserto” que nos muestra SosaLoyola como negación absoluta de la “tierra pacata y apagada” que lo vio nacer.(59) Porque, de Rivadavia, sabíamos que era ampuloso y ridículamenteengolado a fuerza de profesar lo que no entendía, pero ahora sabemos que suespíritu práctico era aprovechado más que ilustrado. (60) 

    Gez comenzó a difundir su esbozo de Llerena en 1910 y Sosa Loyolarepite en 1943 sin mayores variantes, las mismas falsedades tendenciosas desu predecesor, con la originalidad de objetar “a los que quieren mantener eneterna latencia la infecunda historia polémica”. (61) 

    Con el agravante de que impugna la “historia polémica”, calificándola de“infecunda”, tras asegurarnos la buena fe y la veracidad del pensamientohistórico de D. Ramón J. Cárcano, con respecto a la “galería de gobernadores” que concurrieron a San Nicolás, y de entre los cuales destaca, con indudableinquina, a nuestro Gral. Pablo Lucero, inmortalizado en el “aguafuerte”  quedebemos a Cárcano. 

    Por eso, reiteramos, nuestra tarea consiste, ahora, en desmitificar lahistoria provincial, demostrando de qué manera sus biógrafos handesnaturalizado la personalidad que fue el Dr. Juan Llerena, no sólo en cuanto

    significó como acción y como pensamiento, sino en relación con el medio,según ellos, anodino, que lo vio nacer. Nosotros sostenemos la admirable correlación existente entre el puntano

    Llerena y el medio humano y natural que lo engendró. Por eso, el dinamismo histórico que lo caracterizó y el pensamiento que

    estratificó su ideario temporáneo, en ningún momento negó su identidadpersonal que estaba proclamando a todas vistas la integración nacional quesirvió. 

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    De ahí que resulte arbitrario afirmar, como lo hace Sosa Loyola, despuésde asegurarnos que “Difícilmente haya un geógrafo que hablará con másintenso cariño de su tierra”, que esos textos constituyen una “geografía retóricay sentimental”. (62) 

    Lo cual resulta no sólo injusto, por cuanto los calificativos están negandolas calidades del sabio, sino falso, en virtud del que profundo amor por su tierra

    expresado por Llerena en distintas oportunidades, confirma la más perfectaidentificación del sujeto con el medio, amén de que ponen en evidencia elconocimiento científico de la geografía que explica y dio sentido a su existencia. 

    Ni “retórica”  ni “sentimental”  fue su geografía, del mismo modo que supensamiento fue temporáneo. 

    Por eso, en su geografía, la realidad no se explica por ningún espejismo,como resultaría, en última instancia, la afectividad, ni las imágenes reales porsus correspondientes virtuales, sino todo lo contrario.

    No de otro modo, en Llerena, podemos discernir el arenal de Cuyunche,y por contrario imperio, “la obsesión de los océanos y los mares”, sin que talesantecedentes étnicos nos autoricen a confundir la presencia corporal y espiritualdel puntano con la realidad puramente imaginativa del Simbad oriental, por

    cuanto resulta irreverente, a más de engañoso concebir el autor de “Cuadrosdescriptivos y estadísticos de las tres provincias de Cuyo”, como una existenciaexpresada por un vagabundeo a la deriva o con cierto presunto medievalnomadismo estudiantil, que nada tiene que ver con la “sed de conocimiento,renovación y transformación espiritual”  de nuestro comprovinciano, antes bien,que más coincide con ciertas humanas anomalías de nuestros días. (63) 

    Huelga señalar el “progresismo” en el pensamiento de Llerena, pero esteno implica la negación de su propio ser, por el contrario, lo conduce a laafirmación de la autenticidad de toda su vida, de ahí que neguemos la más leveposible analogía con Rivadavia, que vivió de espaldas a la realidad nacional,vale decir ignorándola olímpicamente, amén de otros ítems…, que nada tieneque ver con Llerena.

    Sosa Loyola, cita una carta de nuestro comprovinciano, que no transcribeíntegramente, lo que lamentamos, por lo mismo que no conocíamos eldocumento. Se trata de una respuesta de Llerena a su amigo José MaríaZuviría, en vísperas de la publicación de una obra complementaria de éste:“ Anales contemporáneos. Sarmiento”, con relación a otro libro publicado en1881 y que se titula “Estudios sobre la historia argentina contemporánea”. (64) 

    Si no hubiéramos leído el  juicio crítico del maestro Carbia, sobre elmemorialismo, aquejado de agregados sociológicos y con intrusiones“filosóficas”, de José María Zuviría, el análisis epistolar de Llerena nos bastaría,no sólo para enterarnos de lo que como contenido es la crónica memorizadaque acabamos de citar, antes bien, para contemplar de una manera fidedigna la

    tesitura personal del ilustre puntano.Es así cómo descubrimos “el natural miraje intelectual realista”, que,según Sosa Loyola (65), mostraba “en sus ojos despiertos la azogada lucecillaliberal…”, pero sin contradicciones hogareñas; por el contrario, afirmando lasvirtudes que lo distinguieron, reconocidas por su amigo Zuviría, integridadcimentada en el bien, antes que inmenso saber.

    Trataremos de probar que tales son las notas configurativas delverdadero Llerena, tal cual aparece colaborando en “La Ilustración Argentina”,del mismo modo que piensa y actúa en la Constituyente de Santa Fe, así como 

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    descubre su medio humano y natural, reconociéndose en él y no de otramanera, como recorrió los caminos del mundo y del conocimiento, desbordadocon lacónica prudencia justiciera las circunstancias políticas que le correspondióvivir.

    Sus juicios, estampados en la respuesta a su amigo Zuviría, descubr enuna perspectiva inmediata, sin posible proyección trascendente, a punto tal que

    su reflexión queda anclada en lo que él llama “nuestra caducidad”  y “nuestranada”. Se pregunta: “¿Cómo esos acontecimientos que tanto nos afectaban

    ayer, son hoy sólo una sombra, un vago rumor, un mero y vano eco en lasprofundidades del pasado, ese abismo sin fin que todo lo devora?”. (66) 

    Tendremos necesidades de hacer presente el historicismo que define entérminos generales la historiografía del siglo XIX, para comprender la angustiaimplícita en la inquisición precedente: ¿Y asimismo, para subrayar elnaturalismo propio de concepción histórica en Llerena? 

    No de otro modo, contempla “la urdimbre del tejido diario de la vidanacional” (67) como puro pasado, “ese abismo sin fin que todo lo devora” y quepareciera, en su dimensión universal, tener poco que ver con nuestro propio

    presente… y con nuestro futuro. Sigue comentando: “Sarmiento y su época ¡Qué tema para nosotros que

    hemos pasado por sus agitaciones! Solo podría igualarlo, sin sobrepujarlo eninterés dramático, Rosas y su época, porque Sarmiento es el reverso de Rosas.Son dos antítesis vivas de nuestra joven historia de Nación”… (68) 

    De cualquier manera que sea, ¿quién podría negar el acierto que ponede relieve el juicio de Llerena? ¿Quién podría dejar de recordaradmirativamente, tal cual lo hace Llerena, la época, el tiempo histórico en queactuó Sarmiento, máxime si se pone el acento en el “interés dramático” que loha singularizado, en el proceso histórico argentino?

    Con un conocimiento más exhaustivo, nuestro juicio actual alcanza, sincompromisos que valgan, los mismos límites admirativos y antitéticos deLlerena, enfocando la época de Sarmiento su contraste, la de Rosas. 

    Cualquier persona medianamente ilustrada de nuestro tiempo podríaexpresar, sin género