EL PROFESOR DE LATÍN EN LA LITERATURA ESPAÑOLA

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Francisco García Jurado Francisco García Jurado Universidad Complutense Universidad Complutense [email protected] [email protected]

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El personaje literario del profesor de latín desde el siglo XVI al XX.

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Francisco García JuradoFrancisco García Jurado

Universidad ComplutenseUniversidad Complutense

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ÍNDICE

• INTRODUCCIÓN• S. XVI. HERENCIA MEDIEVAL E IDEALES

RENACENTISTAS• S. XVII. LA BARROQUIZACIÓN DEL LATÍN Y

LA IMAGEN PICARESCA DEL PRECEPTOR• S. XVIII. DÓMINES, BONZOS (JESUITAS) Y

MANDARINES• S. XIX. CURAS Y LIBERALES• S. XX. DISEMINACIÓN DE UN PERSONAJE• EPÍLOGO: CULTURA CLÁSICA Y BURGUESA

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INTRODUCCIÓN

a) El personaje del profesor (gramático, humanista, dómine, catedrático...) de latín en la literatura:

-No es un personaje anecdótico. Su estudio nos permite recorrer la historia de la literatura.-No es un personaje aislado, dado que en él confluyen otros personajes: es fruto de una compleja construcción.

b) Características estudiadas:

-Retrato físico (barba, delgadez) y moral, nombres y motes. -Pedagogía y sistema educativo.-Autores latinos citados (escolares y canónicos, o no). Relaciones entre latín y literatura moderna.

c) Tensiones para la construcción del personaje:

-Literatura culta / popular-Tradición literaria / experiencia personal

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S. XVI. HERENCIA MEDIEVAL E IDEALES RENACEN-

TISTAS

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a) La figura del bárbaro y del pedante

– Erasmo– Rabelais– Montaigne– Villalón

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Gramáticos bárbaros en el Elogio de la locura

• Los gramáticos bárbaros en el Elogio de la locura (1511), de Erasmo: famelici, sordidique in ludis illis suis (Laus XLIX). Castigos físicos y amenazas: dum pavidam turbam minaci vultu voceque territant. La idiotez de los padres: ut stultis materculis et idiotis patribus tales videantur, quales ipsi se faciunt. Una referencia explícita a Las nubes de Aristófanes.

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El Gargantúa

Los maestros de Gargantúa (Gargantúa, 1534, de Rabelais): Thubal Holofernes (escolástico, “gran doctor sofista”) frente a Ponócrates (humanista). Interesantes referencias al tiempo de aprendizaje: “Luego le leyó el Donat, el Facet, el Théodoloet y el In Parabolis de Alanus, que eran los cuatro libros rudimentarios de las escuelas medievales; y en ello empleó trece años con seis meses y dos semanas (cap. XIV, trad. de A. García-Díe [Barcelona, Editorial Juventud, 1972])

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Montaigne, “De pedantisme”

Montaigne (“De pedantisme” I, 25, Essais [1580]) critica la aparición del preceptor como personaje ridículo en las comedias italianas: “Je me suis souvent despité, en mon enfance, de voir és comedies Italennes tousjours un pedante pour badin et le surnom de magíster n’avoir guiere plus honorable signification parmy nous”. Eco de disputas cómicas entre humanistas del siglo anterior (Valla y su Apologus contra Poggio), y recuérdese, retrocediendo algo más en el tiempo, el preceptor que aparece en las Bacchides de Plauto.

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El “bárbaro idiota” en Villalón

“-Hay agora muchos maestros de las primeras letras, gramática, latín y rectórica, tan bárbaros idiotas, que puestos los discípulos debajo de su disciplina, no los enseñan, sino barbarismos y solezismos, de tal manera que, traídos a mano de doctor que los haya de enseñar doctrina más alta, tiene más necesidad de tiempo para desarraigar dellos estas barbaridades que para enseñarles las buenas él. (Cristóbal de Villalón, El Scholástico. Edición de José Miguel Martínez Torrejón, Barcelona, Crítica, 1997, p. 92)

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b) Imagen ideal del preceptor en Los Diálogos (1539), de Luis Vives

“PADRE.- (...) Por favor, vecino, tú que eres un hombre ilustrado, dime quién es el que mejor enseña a los niños en esta escuela.

VECINO.- El más docto, en verdad, es Varrón, pero el más diligente, el más honrado y de no poca erudición es Filópono. Varrón tiene una escuela muy frecuentada, y en casa un grupo numeroso de compañeros. Parece que a Filópono no le gustan las muchedumbres, se contenta con pocos.

PADRE. – Prefiero a éste. Miradlo pasear en el atrio de la escuela. Hijo, este es lugar de formación, como un taller de hombres, y éste es el artífice de la formación.

Cristo esté contigo, maestro. Descúbrete, niño, y dobla la rodilla derecha, como se te ha enseñado: ahora mantente recto” (Juan Luis Vives, Linguae Latinae Exercitatio «Ejercicios de lengua latina». Traducción y notas por Fancisco Calero y Mª José Echarte, Valencia, Ajuntament de Valencia, 1994, p. 8)

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c) Imagen popular del preceptor en Luis Vives

-El ludimagister senex, procerus, lusciosus y tetricus:

Philoponus est ludimagister ille senex, procerus, lusciosus

“Un hombre anciano, alto y corto de vista”. Aún hay más, pues en el diálogo XXI los

muchachos, dispuestos a jugar alegremente a las cartas, aconsejan dejar toda la gravedad y

seriedad a Philopono tetrico, es decir, al maestro vestido de “oscuro”. Impronta iconográfica de la altura y del vestido

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S. XVII. LA BARROQUIZACIÓN DEL LATÍN Y LA IMAGEN PICARESCA DEL PRECEPTOR

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Gramáticos porteros

-Imágenes de gramáticos como “porteros” de la República literaria (1655), de Saavedra Fajardo (véase la ilustración de la portada, de José Longoria: Saavedra Fajardo, República Literaria, Madrid, Librería de Bibliófilos Españoles, 1926). Imágenes de porteros precedentes, como la del Templo de las leyes, de Luis Vives

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a) El pedante maestro y el carnavalesco juego de gallos

“(...) y en el entretenimiento se halle presente el maestro, alentándole y mostrándole el modo con que se ha de haber el pasatiempo, no haciendo lo que yo vi hacer a un pedante, maestro de un gran caballero, niño de muy gallardo entendimiento, hijo de un gran príncipe que, habiendo concertado con otros sus iguales en edad y calidad un juego de gallos, día de Carnestolendas, salió también el bárbaro pedante con su capisayo o armas de guadamecí sobre la sotana, con más barbas que Esculapio, diciendo a los niños: «Destrorsum heus sinistrorsum», y desenvainando su alfanje de oro de cedazo, descolorido todo el rostro, iba con tanta furia contra el gallo como si fuera contra Morato Arraez diciendo a grandes voces: «Non te peto, piscem peto, cur me fugis, galle?» De la cual pedantería él quedó muy ufano y contento, y los que lo oyeron llenos de risa y burla. Yo me llegué, y le dije: «Mire, señor Licenciado, que por tener poca memoria los gallos, se les olvida el latín». Él respondió muy de presto: «Numquam didicerunt, nisi roncantes excitare». Éste, con mil impertinentes bachillerías llenas de ignorancias gramaticales, dejó al caballero estragado su buen natural (...)” (Vicente Espinel, Vida del escudero Marcos de Obregón. Edición, prólogo y notas de Mª Soledad Carrasco Urgoiti, Madrid, Castalia, 1980, pp. 153-155)

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b) El buen maestro

“Tuvimos allí un gran maestro de gramática, llamado Juan Cansino, no de los que dicen ahora preceptores, sino de aquellos a quien la antigüedad dio nombre de gramáticos, que sabían generalmente de todas las ciencias, doctísimo en las humanas letras, virtuoso en las costumbres, dechado que obligaba a que se las imitasen, las cuales enseñó juntamente con la lengua latina en que hacía muy elegantes versos. Era naturalmente manco de ambas manos; pero de los más respetados y temidos a fucia de virtud propia; lo cual granjeó con enseñar silencio más que hablar, porque decía él muchas veces, que el hablar era para las ocasiones forzosas, y el callar para siempre. Desto, y la lengua latina, si no fui de los mejores discípulos, tampoco fui de los peores.” (Vicente Espinel, o.c., pp. 181-182)

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c) El licenciado Cabra, en La vida del Buscón

llamado Don Pablos (1626), de Quevedo “Él era un clérigo cervatana, largo sólo en el talle,

una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán), los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad, los brazos secos, las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética; la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de nosotros.” (Francisco de Quevedo, La vida del Buscón llamado Don Pablos. Edición de Domingo Ynduráin. Texto fijado por Fernando Lázaro Carreter, Madrid, Cátedra, 1996, pp. 115-117)

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Confluencias

-Confluencia con el personaje del avaro (Aulularia, de Plauto, Opulentia sordida, de Erasmo).

-Imagen física (impronta popular, ya recogida tibiamente por Vives).

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Anhelos “novatores” de buena enseñanza: Don Juan González de Dios en Torres Villarroel (1743)

“Don Juan González de Dios, hoy doctor en Filosofía y catedrático de Letras Humanas en la Universidad de Salamanca, hombre primoroso y delicadamente sabio en la gramática latina, griega y castellana, y entretenido con admiración y provecho en la dilatada amenidad de las buenas letras, fue mi primer maestro y conductor en los preceptos de Antonio de Nebrija. Es Don Juan de Dios un hombre silencioso, mortificado, ceñudo de semblante, extático de movimientos, retirado de la multitud, sentencioso y parco en las palabras, rígido y escrupulosamente reparado en las acciones; y, con estas modales y las que tuvo en la enseñanza de sus discípulos, fue un venerable, temido y prodigioso maestro” (Diego de Torres Villaroel, Vida. Edición de Manuel María Pérez López, Madrid, Espasa Calpe, 1989, p. 193)

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S. XVIII. DÓMINES, BONZOS (JESUITAS) Y MANDARINES

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a) El dómine: Fray Gerundio de Campazas (1758)

y los dómines recreados por el Padre Isla “Era éste un hombre alto,

derecho, seco cejijunto y populoso; de ojos hundidos, nariz adunca y prolongada, barba negra, voz sonora, grave, pausada y ponderativa; furioso tabaquista, y perpetuamente aforrado en un tabardo talar de paño pardo, con uno entre becoquín y casquete de cuero rayado, que en su primitiva fundación, había sido negro, pero ya era del mismo color que el tabardo. Su conversación era taraceada de latín y romance, citando a cada paso dichos, sentencias, hemistiquios y versos enteros de poetas, oradores, historiadores y gramáticos latinos antiguos y modernos, para apoyar cualquier friolera.” (Francisco José de Isla, Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas alias Zotes. Edición de Enrique Rodríguez Cepeda, Madrid, Cátedra, 1995, p. 283)

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La tradición literaria del dómine

-Impronta de Quevedo (evidente, aunque no la única).

-Impronta de Rabelais (Cap. XIX y XX, donde se alude a las zancas y las calzas).

-Impronta cervantina: “Sancho Zancas”[1]:

[1] “La imagen iconográfica de Don Quijote y Sancho Panza se impuso a la descripción real y textual que de ellos hizo Cervantes –señala Rico-, pues el autor, de hecho, no hizo ninguna descripción en el Quijote y si la hizo fue en falso (...) La única descripción que Cervantes hace de Sancho es para decir que era «zanquilargo», que tenía las zancas muy largas” (“Últimas noticias del Quijote”, La vanguardia, domingo, 25 de julio de 2004, p. 44).

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“Sancho-Zancas” y “Zancas Largas”

“-Andad, hijos; que ya podéis echar piernas de retóricos por esos estudios de Dios y por todos esos seminarios de Cristo.

Con efecto, los retóricos del dómine Zancas-Largas (este era su mote, o su verdadero apellido) eran muy nombrados por toda la tierra de Órbigo, y por todo lo que baña el famoso Tuerto.”

“Junto a él, estaba Sancho Panza, que tenía del cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rétulo que decía «Sancho Zancas», y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande, el talle corto y las zancas largas, y por eso se le debió de poner nombre de «Panza» y de «Zancas», que con estos dos sobrenombres le llama algunas veces la historia” (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Edición del Instituto Cervantes, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Circulo de Lectores, 2004, p. 120 [cap. I, IX])

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a’) Dómine y “figurón”. Teatro postbarroco (Cañizares)

“Tiene Don Pedro, su Padre,un sobrino en las Escuelasde Salamanca, a quien llaman Don Lucas, que en la aspereza criado de la Montaña,no hay humana diligencia,que baste a hacer que cultivetanta natural rudeza: es tan necio, como vano, y en el uso de las letrasincapaz, pues ha seis años, que estudiando se desvela,y ni aun Gramática sabe.”

(Diego de Cañizares, El dómine Lucas, en Jery L. Johnson (ed.), Teatro español del siglo XVIII. Antología, Barcelona, Bruguera, 1972, p. 172)

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“Los Chinchillas” (Goya). Interesante representación iconográfica

“El que no oye nada ni sabe nada, ni hace nada, pertenece a la numerosa familia de los Chinchillas que nunca ha servido de nada” (Manuscrito del Museo del Prado)

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“La enfer-medad de la

razón”

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El pedante (Moratín)

“¡Oh pobreza! Pauperiem pati, que dixo el Anónimo: esto es, pauperiem, la pobreza pati, sea para ti, que yo no la quiero. Tan odiosa es la pobreza, que aun de los varones más doctos es abominada! (Leandro Fernández de Moratín, La derrota de los pedantes, Madrid, Librería de los bibliófilos españoles, 1922, p.26)

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Los asnos eruditos (Forner)

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d) El bonzo o jesuita (Forner, Los gramáticos. Historia chinesca) y las peleas entre ilustrados

-Retrato positivo de los jesuitas (véase también la Vida de Diego Torres Villaroel), cuya laboriosidad se opone a la indolencia de la nobleza (los figurones) y los malos gramáticos (mandarines).

-Peleas entre ilustrados (Mayans, Juan de Iriarte, Forner) que nos recuerdan a las que tenían los humanistas (Valla, Poggio).

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S. XIX. CURAS

Y LIBERALES

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Recuerdo histórico

Profesores de latín represaliados en las cárceles de Fernando VII, como el gramático Francisco Sánchez Barbero

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a) “Dómine liberal y laico” (Federico Rubio)

"En primeros de octubre abrió su aula don Santiago Castellanos, dómine de latín muy contra el uso de lo que cualquiera pueda figurarse.

Fama de latino la tenía, y muy grande. ¡Con decir que se le reconocía desde el siglo anterior, a pesar de ser laico, casado y liberal, está dicho todo! (...)

Su cátedra de latín, por oposición la había ganado después de mediar el siglo XVIII; pendía de un patronato la retribución, y con sus veinticinco duros cada mes vivía como el pez en el agua" (Federico Rubio y Galí, Mis maestros y mi educación. Prólogo de Pedro Laín Entralgo, Madrid, Tebas, 1977, pp. 182-183)

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b) El catedrático laico y romántico (Palacio Valdés)

“Mi catedrático tenía la cabeza clásica y el corazón romántico. Por su profesión y por su estudio de la antigüedad pagana admiraba a los héroes griegos y romanos, y estimaba a sus poetas, en especial a Tibulo y Virgilio (...)

Pero si tenía los defectos de la escuela romántica, poseía igualmente sus virtudes. Era casto como un caballero de la Tabla Redonda. A pesar de haberse relacionado toda su vida con las deidades del paganismo, que, como todo el mundo sabe, andan completamente desnudas, no se había contagiado de su impudicia. El lenguaje más o menos libertino de algunos poetas romanos le ofendía" (Armando Palacio Valdés, La novela de un novelista. Escenas de infancia y adolescencia, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1949 cuarta edición, pp.213-215)

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c) Latinistas laicos y religiosos en Pérez Galdós

Toribio Godino (sac. Castrense)

P. Hillo

Marcela Luco (monja)

Frailes del Convento de la Merced

Agustín de Montoria

Calixto RodríguezTito Liviano

Jesuitas del ImperialJosé García Fajardo

Sac. Martín MerinoFernando Calpena

P. Narciso VidaurreSalvador Monsalud

P. Celestino SantosGabriel Araceli

RELIGIOSOSLAICOS

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d) Krausismo y modernidad: Alfredo Adolfo Camús en los

testimonios de Pérez Galdós y de Clarín

“Y Camús se entusiasmaba; (...) y era elocuente desde luego aquel amor por lo clásico, a lo griego, que se manifestaba en sus gestos, en el timbre de su voz, en el calor que le enrojecía el rostro, mientras maldecía de los pícaros romancistas y elogiaba con ditirambo perpetuo a cuantos, desde el Renacimiento acá, supieron comprender y sentir de veras el quid divinum del arte helénico (...). Si hubiera muchos Camús, las dulces humanidades no correrían en España a la fatal ruina a que se precipitan. La famosa cuestión del latín tiene para mí estas dos diferentes soluciones condicionales. Las letras clásicas explicadas por maestros como don Alfredo Adolfo Camús, a nadie le sobran: las letras clásicas explicadas por los pedantes, por el vulgo del profesorado mecánico, no sirven para nada" (Leopoldo Alas «Clarín», "Camús", en Ensayos y Revistas 1888-1892, Madrid, Manuel Fernández y Lasanta, Editor, 1892, pp.5-26, luego publicado en A. Vilanova (ed.), Leopoldo Alas «Clarín», Ensayos y revistas, Barcelona, 1989, p.85)

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S. XX. DISEMINACIÓN

DE UN PERSONAJE

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a) Pervivencia de la figura del dómine en Unamuno.

“Tenía don Santos no poco del antiguo dómine y pasaba por severo. Aún conservo dejos del efecto que producía oír a aquel hombre ya anciano, alto, grueso y corpulento, de labio colgante y largo levitón, emitir con voz pausada rotundos proverbios y dicharachos latinos. Entre los cuales conservo, porque lo prodigaba, el de: verba repetita generant fastidium (...)

Me apliqué al latín con ilusión, pero me venció pronto el cansancio. Los primeros días, la novedad del rosa, rosae, y sobre todo, el genitivo del plural, rosarum, que es el caso más sonoro, me sedujo; mas luego, perdido el deleite de la iniciación, y no logrando traducir ni aun la misa, aquellas interminables listas y aquellas tablas de conjugación me enardecieron el alma. (...)

Empeñábase en enseñarnos en dos menguados cursos muchas cosas útiles cuando se escribía en latín, mas no hoy en que el interés es traducir de latín a castellano y no de castellano a latín. Perdí un hermosos tiempo y empecé a consumir la frescura de mi seso.

La mocedad es alegre, y, sin embargo, mi recuerdo de aquella aula, de aquel alto anciano vestido de negro, de aquel cartel y aquellos verbos irregulares, es un recuerdo triste." (Miguel de Unamuno, Obras Completas VIII. Autobiografía y recuerdos personales, Madrid, Escelicer, 1966, pp.131-133)

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Arcaísmo y modernismo en Valle-Inclán

"Era en la montaña gallega. Yo estudiaba entonces gramática latina con el señor Arcipreste de Céltigos, y vivía castigado en la rectoral. Aún me veo en el hueco de una ventana, lloroso y suspirante. Mis lágrimas caían silenciosas sobre la gramática de Nebrija, abierta encima del alféizar. Era el día de Nochebuena, y el Arcipreste habíame condenado a no cenar hasta que supiese aquella terrible conjugación: «Fero, fers, ferre, tuli, latum.»" (Valle Inclán, Jardín Umbrío. Historias de santos, de almas en pena, de duendes y ladrones, Madrid, Espasa-Calpe, 1986 sexta edición, pp.146-149)

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Profesores laicos e intelectuales

"Nuestro colegio no era de curas, como se decía de los religiosos, sino de profesores laicos, algunos de los cuales fueron lo que no se llamaba aún intelectuales. La entrada en el bachillerato se hacía con solemnidad pasando por debajo del arco romano; el primero (el primer año) de latín venía a ser en los estudios como la primera novia en los placeres y el primer frac en la vida social, algo por lo que no había más remedio que pasar, indispensable y engorroso. «El que no sabe latín no puede tener buen fin», se sentenciaba todavía. De nuestra clase todos debíamos acabar mal, porque ninguno lo llegó a aprender; nuestro profesor, creo que sólo lo fue durante un año, era el latinista don Rufino Lanchetas, del que nos reíamos por su nombre y porque los días fríos se liaba la capa a las piernas, como si fuese una manta, a partir de su abultada barriga, lo mismo que los cocheros para sentarse en el pescante, y porque así enrollado y sentado nos explicaba acompañándose con la mímica, no sé qué tragedia de la antigüedad y hacía el gesto que él suponía en el actor al exclamar: «¡Míralos, míralos cómo huyen!» Luego he sabido que don Rufino Lanchetas fue un temido compañero de oposiciones de Unamuno y he oído hablar de él con respeto y cariño a don Ramón Menéndez Pidal (...)" («Corpus Barga», Los pasos contados II. Puerilidades burguesas, Barcelona, Bruguera, 1985, pp.55-56)

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b) Tristes memorias de los jesuitas: Joyce, Pérez de Ayala, Alberti “A la hora de la cena, convergiendo a

él las miradas de todos los alumnos que le abochornaban, procuró desentenderse de todo y aprender cuanto antes la elegía. Su cabeza estaba débil y dolorida; las mallas de la memoria, tan sueltas que dejaban escapar los versos a ella confiados. Al final de la cena sabía tan sólo una pequeña parte:

Cum subit illius tristissima noctis imago,qua mihi supremum tempus in urbe fuit,

cum repeto noctem, qua tot mihi cara reliqui,labitur ex oculis nunc quoque gutta meis

Nada más." (Ramón Pérez de Ayala, A.M.D.G. La vida en los colegios de jesuitas. Edición de Andrés Amorós, Madrid, Cátedra, 1995 quinta edición, p.338)

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Declinación tristísima en Alberti

“NOMINATIVO: la nieveGENITIVO: de la nieveDATIVO: a o para la nieveACUSATIVO: a la nieveVOCATIVO ¡oh la nieve!ABLATIVO con la nieve

de la nieveen la nievepor la nievesin la nievesobre la nievetras la nieve

La luna tras la nieveY estos pronombres personales extraviados por el ríoY esta conjugación tristísima perdida entre los árboles

BUSTER KEATON”

(Rafael Alberti, Sobre los ángeles. Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos. Edición de C.Brian Morris, Madrid, Cátedra, 1996, p.180)

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c) Preceptor de latín y Bildungsroman: Virgilio y Dante (Sánchez Mazas)

“El Padre Cornejo me puso, para orientarme, en eso del verano, todo el plan por escrito, con una lista de obras y autores, que yo no había visto ni por el forro, y dijo, también, «que la biblioteca de mi padre y su mucha erudición clásica me ayudarían». Mi padre se rió. Me dijo que eso era el preparatorio para el Gulliver y, además, ni pintado para uno de Bilbao, porque aquí son muy céle-bres los Gigantes y Cabezudos, que salen por fiestas, y no digamos nada el «Gargantúa». Luego me señaló para traducir, con toda la intención del mundo, cinco versos de la Sátira XIII de Juvenal, porque sabía que ese autor yo no lo había dado nunca. ¡Y vaya con los versos!." (Rafael Sánchez Mazas, La vida nueva de Pedrito de Andía, Barcelona, Planeta, 1995, pp.14-15)

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“La vida nueva”

“Ármate, Pedrito –me dijo al final-, a precio de dolor, de punta en blanco, para entrar como caballero en una vida nueva. Que sea ésa tu vida nueva y la tomes con alegría” (o.c., p.317)

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EPÍLOGO: CULTURA CLÁSICA Y CULTURA BURGUESA

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EL PERSONAJE DE SETTEMBRINI EN TH. MANN

“Dijo en broma (sc.Settembrini): -¿Qué he oído, ingeniero? ¿Qué rumor

es ese que ha llegado hasta mis oídos? ¿Va a volver Beatrice? ¿Vuestra guía a través de las nueve esferas giratorias del paraíso? ¡Espero que, a pesar de eso, no desdeñará completamente la mano amistosa de su Virgilio! Nuestro eclesiástico, aquí presente, le confirmará que el universo del medioevo no queda completo si falta, al misticismo franciscano, el polo contrario del conocimiento tomista.

Todos rieron al oír tan chusca pedantería y miraron a Hans Castorp, que también se reía y que levantó su copa de vermut a la salud de su Virgilio.

(Thomas Mann, La montaña mágica, trad. de Mario Verdaguer, Barcelona, Plaza & Janés, 1986, pp. 521-523)

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Dante y Virgilio, de nuevo

“Difícilmente puede creerse el inagotable conflicto de ideas que debía producirse, a la hora siguiente, a causa de palabras inofensivas y rebuscadas de Settembrini, pues Naphta, que en cierta manera había sido provocado, pasó inmediatamente al ataque y arremetió contra el poeta latino -que Settembrini adoraba notoriamente- hasta colocarle por debajo de Homero; Naphta había manifestado más de una vez su desdén por la poesía latina en general, y aprovechó de nuevo, con malicia y rapidez la ocasión que se le ofrecía.

-Constituía un prejuicio del gran Dante -dijo- eso de rodear de tanta solemnidad a este mediocre versificador y concederle, en una significación demasiado masónica. ¿Qué tenía de particular ese laureado cortesano, ese lamedor de suelas de la casa Juliana, ese literato de metrópoli y polemista de aparato, desprovisto de la menor chispa creadora, cuya alma, si la poseía, era seguramente de segunda mano, y que no había sido, en manera alguna, poeta, sino un francés de peluca empolvada de la época de Augusto? (...)” (ibid., pp. 521-523)

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Defensa de la cultura clásica y la cultura burguesa: Settembrini frente a Naphta

“-Usted los ha estudiado -exclamó Settembrini-, usted ha estudiado a costa del sudor de su frente a esos viejos poetas y filósofos; usted ha intentado apropiarse su preciosa herencia, de la misma manera que usted ha utilizado el material de construcción antiguo para sus casas de piedra. Habéis comprendido que no seríais capaces de producir una nueva forma de arte con las solas fuerzas de vuestra alma proletaria, y habéis confiado en derrotar a la antigüedad con sus propias armas. ¡Eso es lo que pasa siempre! Vuestra juventud inculta deberá estudiar en la escuela lo que vosotros desearíais poder desdeñar y hacer que los demás desdeñasen, pues sin cultura no podéis imponeros a la humanidad y no hay más que una sola cultura, la que llamáis cultura burguesa, que es la cultura humana. ¡Y os atrevéis a calcular por decenios el tiempo de vida que queda a las humanidades!” (ibid., pp. 522-523)

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CONCLUSIÓN

La compleja construcción de un personaje:

s. xvi: pedante y bárbaro (/humanista)s. xvii: pedante y Cabra (/novator)s. xviii: pedante y dómine (/jesuita, ilustrado)s. xix: cura y dómine (/catedrático laico)s.xx: jesuita (/intelectual)

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Bibliografía

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Créditos

Francisco García Jurado ([email protected])

Dpto. de Filología Latina. Fac. de Filología.

Universidad ComplutenseCIUDAD UNIVERSITARIA 28040

MADRIDDiciembre de 2004